· raíces irritadas. Todo en esta pieza sigue un programa, un método -ocamino-teatral. El...

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la obra se basa en su caricaturesca bufone- ría, en todo lo descabellado que trae a escena, en su ferocidad macabra. Esta farsa -que fue uno de los grandes éxitos de las últimas temporadas parisien- ses- sólo puede mantener el interés del público a base de risa. No fue éste el caso del montaje debido a Héctor Mendoza. Este director, a quien el teatro mexicano debe muchas innovaciones, que es el maestro indiscutible de toda una joven generación de directores inquietos, personalmente se halla muy lejos del espíritu chocarrero de Eduardo Manet. Con Héctor Mendoza, de temperamento tan sublimado y romántico, y hasta solemne, cuya personalidad entera se vuelca en la poesía mística, esas "mon- jas" dejaron de ser los personajes de una farsa emparentada con el gran guiñol, para adquirir rasgos de seres dramáticos, uno mudo, el otro de violencia asesina, y el tercero, esa madre superiora que pedía a gritos la comicidad de las gorduras clásicas en esta suerte de personajes, de repente caía en las metafísicas preocupaciones de los buscadores de verdades eternas. y no obstante, esta farsa no muy refina- da, el don de fascinar, más allá de la simple risa, más allá de la simple bufonería. Ofrece unos hallazgos, unas situaciones y desenlaces, que pese a su semejanza con ciertos juegos ceremoniales tan caros a Ge- net, son novedosos, originales. Para quien está dispuesto a ver en el teatro un juego siempre sorprendente, ajeno al realismo y a las veracidades tradicionales, esas Monjas no dejarán de interesar/o. Y hasta esta inter- pretación de Héctor Mendoza, demasiado inclinada a apoyarse en las cuerdas senti- mentales, en unos mensajes tal vez ajenos a las intenciones del autor, hasta esta inter- pretación de Héctor Mendoza, más dada en tenernos al borde del colapso emocional que el desatado júbilo, puede quizá no entusiarmar, pero· difícilmente dejar indife- rente. Estas cuatro puestas en escena: El loco y la monja, Juegos de masacre, El hogar y Las monjas -citándolas por el orden de fechas de realización- presentan entre sí una ex- traña comunidad: la curiosidad por sus autores: un precursor, Witkievicz; la última obra de un autor que desde hace 20 años no deja de ser noticia, Ionesco; un recién llegado al teatro, Eduardo Manet; y un autor inglés que ya se dio a conocer con cuatro obras anteriores, todas ellas estrena- das por el "Royal Court Theatre of Lon- don" y quien no· obstante ser hijo de un minero presenta mucha de la brillantez del aristocrático Bernard Shaw; tal es el caso de David Storey, el dramaturgo de El ho- gar. Las cuatro obras han aparecido en nuestros escenarios en estos últimos meses, diríase como impulsadas por un común deseo de salvar una temporada, la de 1971, excesivamente descolorida. Y si las cuatro no fueron de igual manera del agrado del público -seguramente Juegos de masacre y El hogar serán más aceptadas que- las otras dos- las _ cuatro no dejan de presentar infuútos elementos de interés, no sólo para el espectador habitual sino para todo hom- bre de cultura y de curiosidad artística. Reinos originarios ••••••••••••••••• ••••••••••••••••• El Teatro de Carlos Fuentes por Raúl Cáceres Carenzo Carlos Fuentes, una de nuestras figuras literarias de relieve, se ha caracterizado como vigoroso recreador de formas y pro- cedimientos estilísticos en el género narra- tivo. Su genio novelístico, su agudeza refle- xiva, así como el rigor profesional con que sujeta su temperamento, y la información al día, el contacto con los centros cultura- les del mundo; lo hacen representar la vanguardia de lo que hemos dado en llamar "nueva novela latinoamericana". Junto al conjunto prestigiado de las obras de Carpentier, Borges, Marechal, As- turias, Cortázar, Rulfo y García Márquez -por citar a los más divulgados- figuran, con distinción, algunos trabajos narrativos de Fuentes. Como ensayista nos ha dejado también obras notables. Ahora Fuentes se deja tentar por el teatro y nos ofrece dos piezas, que ya antes había publicado por separado en la ciudad de México y que se reúnen en un título de prestigiada editorial hispana. * El tuerto es rey, representada en Viena y París por María Casares y Sammi Frei bajo la dirección de Jorge Laveli es, nuestra percepción, una pieza pretenciosa más o menos bien gobernada; una especie de oratorio con música verbal, una suerte de duelo para solistas sin acción dramática ascendente. Plantea problemas metafísico- políticos que, sólo mediante un laborioso "buen gusto", no tocan la pedantería o el ridículo, riesgo en el que -se dice- se encuentra toda obra dramática de jerarquía estética "deliberada". Recuérdese: el teatro de Bernard Shaw o, a nuestro nivel cultural y antropológico, el de Rodolfo Usigli. Aunque tal vez, para ser justos, esta pieza -tan de escritor- pretenezca al géne- ro de "textos" que un director genial pue- de enriquecer y desenvolver escénicamente. Pero como "obra dramática" no ofrece interés específico: no posee cualidades tea- trales intrínsecas. Un diálogo incisivo y "estético", una situación de atmósfera enra· recida ya tan explotada tanto en la etapa decadentista como en el sórdido ambiente de "incomunicación" y del absurdo, no bastan para sostener la acción dramática que aquí ni siquiera se manifiesta, como en Godot, por su ausencia. El tuerto es rey aparece pues inocente, pobre técnicamente, frente a las realizacio- * Carlos Fuentes: Los reinos originarios. Bar- celona, Barral Editores, 1971, 195 pp. nes de Genet, José Triana y Virgilio Pineira (Las criadas, La noche de los asesinos, Dos viejos pánicos) que sostienen una situación desesperada y exhaustivamente explorada, a base de personajes enfrentados con sus do- bles, y desarrollan una acción interna vasta y apartadora para el campo expresivo del ac- tor. El ser del dramaturgo no lo adquiere Car- Ias Fuentes con esta pieza. El teatro no pro- mueve títulos sino, precisamente, hechos, ac- tos verdaderos, o, para decirlo con palabras in- temporales: "hombresen acción"(Aristoteles). y si el teatro "ya no es" ni aristotélico ni shakespereano, ni chejovista, ni brechtia: no ... pues: por-esa-estarnas-corno-estamos. Todos los gatos son pardos, la otra pieza de este volumen, viene precedida por un lúcido y penetrante "prólogo del autor", que ubica con atingencia la ambiciosa ar- quitectura así como el tiempo sagrado, el espacio ritual qiIe abarca la obra. y la sorpresa es corrosiva y deleitosa: "Los gatos son pardos" es teatro, maravillo- so y legítimo teatro. Tragedia, drama poético de las costumbres, combate eirutal de nuestras raíces irritadas. Todo en esta pieza sigue un programa, un método -o camino- teatral. El espacio físico de la obra es el de la pirámi de; el ideal es "otro" espacio: sagrado, cósmico. Todavía la acción está determi- nada por la palabra -y nunca al revés-, pero aquí la palabra es magia, poesía dra- mática: es el sueño de la acción: la realidad última de una cultura que vivió siempre la vida de los desconocidos: la vida de los rostros anteriores a la Creación. También este espacio -piramidal y mági- co- debe ser inventado por el director: poeta del acontecimiento ritual, de la fiesta sagrada de la representación, como lo quería Artaud. Casi no hay indicaciones sobre el decora- do o los objetos escénicos. Como en el teatro de Shakespeare las cosas aparecen al conjuro del texto, nacen conjuntamente con las palabras del autor que, si no es Dios, por lo menos es un Adán nombrador, creador de los tiempos y los lugares en la acción de "expresar" el universo indígena que, nuevamente, se desgarraba, se escindía en los instantes -perturbadores de otro ciclo cósmico- de la Conquista: Frente a una oscuridad total, escucha- mos el rumor de una escoba. que barre lentamente. "Del fondo del auditorio, avan- zando hacia la escena, aparece una mujer indígena; levanta una tea en alto; es Mari- na." Y la Malinche nos dice que ésta "es la historia de dos hombres: uno lo tenía todo y su nombre era Moctezuma Xocoyotzin, gran Tlatoani de México; el otro nada tenía y su nombre era Fernando Cortés, pequeño capitán y pequeño hidalgo de España. Yo viví esta historia y puedo contarla. No es sino la historia de dos historias: la de una nación que dudó demasiado y la de otra nación que dudó demasiado poco". Cuando Malintzin, Marina, Malinche, la "partera de esta historia" sale, se suceden los aciertos, la teatralidad, la belleza del diálogo. La arquitectura de la pirámide mexicana determina la construcción dramá- tica. Y el esquema, para mayor refinamien- to expresivo, aparece como el de una pirá- 4 4 mide invertida. Así, en el primer tiempo

Transcript of  · raíces irritadas. Todo en esta pieza sigue un programa, un método -ocamino-teatral. El...

la obra se basa en su caricaturesca bufone­ría, en todo lo descabellado que trae aescena, en su ferocidad macabra.

Esta farsa -que fue uno de los grandeséxitos de las últimas temporadas parisien­ses- sólo puede mantener el interés delpúblico a base de risa. No fue éste el casodel montaje debido a Héctor Mendoza. Estedirector, a quien el teatro mexicano debemuchas innovaciones, que es el maestroindiscutible de toda una joven generaciónde directores inquietos, personalmente sehalla muy lejos del espíritu chocarrero deEduardo Manet. Con Héctor Mendoza, detemperamento tan sublimado y romántico,y hasta solemne, cuya personalidad enterase vuelca en la poesía mística, esas "mon­jas" dejaron de ser los personajes de unafarsa emparentada con el gran guiñol, paraadquirir rasgos de seres dramáticos, unomudo, el otro de violencia asesina, y eltercero, esa madre superiora que pedía agritos la comicidad de las gorduras clásicasen esta suerte de personajes, de repente caíaen las metafísicas preocupaciones de losbuscadores de verdades eternas.

y no obstante, esta farsa no muy refina­da, tien~ el don de fascinar, más allá de lasimple risa, más allá de la simple bufonería.Ofrece unos hallazgos, unas situaciones ydesenlaces, que pese a su semejanza conciertos juegos ceremoniales tan caros a Ge­net, son novedosos, originales. Para quienestá dispuesto a ver en el teatro un juegosiempre sorprendente, ajeno al realismo y alas veracidades tradicionales, esas Monjas nodejarán de interesar/o. Y hasta esta inter­pretación de Héctor Mendoza, demasiadoinclinada a apoyarse en las cuerdas senti­mentales, en unos mensajes tal vez ajenos alas intenciones del autor, hasta esta inter­pretación de Héctor Mendoza, más dada entenernos al borde del colapso emocionalque el desatado júbilo, puede quizá noentusiarmar, pero·difícilmente dejar indife­rente.

Estas cuatro puestas en escena: El loco y lamonja, Juegos de masacre, El hogar y Lasmonjas -citándolas por el orden de fechasde realización- presentan entre sí una ex­traña comunidad: la curiosidad por susautores: un precursor, Witkievicz; la últimaobra de un autor que desde hace 20 añosno deja de ser noticia, Ionesco; un reciénllegado al teatro, Eduardo Manet; y unautor inglés que ya se dio a conocer concuatro obras anteriores, todas ellas estrena­das por el "Royal Court Theatre of Lon­don" y quien no· obstante ser hijo de unminero presenta mucha de la brillantez delaristocrático Bernard Shaw; tal es el casode David Storey, el dramaturgo de El ho­gar. Las cuatro obras han aparecido ennuestros escenarios en estos últimos meses,diríase como impulsadas por un comúndeseo de salvar una temporada, la de 1971,excesivamente descolorida. Y si las cuatrono fueron de igual manera del agrado delpúblico -seguramente Juegos de masacre yEl hogar serán más aceptadas que- las otrasdos- las _cuatro no dejan de presentarinfuútos elementos de interés, no sólo parael espectador habitual sino para todo hom­bre de cultura y de curiosidad artística.

Reinosoriginarios••••••••••••••••••••••••••••••••••El Teatro deCarlos Fuentes

por Raúl Cáceres Carenzo

Carlos Fuentes, una de nuestras figurasliterarias de relieve, se ha caracterizadocomo vigoroso recreador de formas y pro­cedimientos estilísticos en el género narra­tivo. Su genio novelístico, su agudeza refle­xiva, así como el rigor profesional con quesujeta su temperamento, y la informaciónal día, el contacto con los centros cultura­les del mundo; lo hacen representar lavanguardia de lo que hemos dado en llamar"nueva novela latinoamericana".

Junto al conjunto prestigiado de lasobras de Carpentier, Borges, Marechal, As­turias, Cortázar, Rulfo y García Márquez-por citar a los más divulgados- figuran,con distinción, algunos trabajos narrativosde Fuentes. Como ensayista nos ha dejadotambién obras notables.

Ahora Fuentes se deja tentar por elteatro y nos ofrece dos piezas, que ya anteshabía publicado por separado en la ciudadde México y que se reúnen en un título deprestigiada editorial hispana. *

El tuerto es rey, representada en Vienay París por María Casares y Sammi Freibajo la dirección de Jorge Laveli es, pa~anuestra percepción, una pieza pretenciosamás o menos bien gobernada; una especiede oratorio con música verbal, una suertede duelo para solistas sin acción dramáticaascendente. Plantea problemas metafísico­políticos que, sólo mediante un laborioso"buen gusto", no tocan la pedantería o elridículo, riesgo en el que -se dice- seencuentra toda obra dramática de jerarquíaestética "deliberada". Recuérdese: el teatrode Bernard Shaw o, a nuestro nivel culturaly antropológico, el de Rodolfo Usigli.

Aunque tal vez, para ser justos, estapieza -tan de escritor- pretenezca al géne­ro de "textos" que un director genial pue­de enriquecer y desenvolver escénicamente.Pero como "obra dramática" no ofreceinterés específico: no posee cualidades tea­trales intrínsecas. Un diálogo incisivo y"estético", una situación de atmósfera enra·recida ya tan explotada tanto en la etapadecadentista como en el sórdido ambientede "incomunicación" y del absurdo, nobastan para sostener la acción dramáticaque aquí ni siquiera se manifiesta, como enGodot, por su ausencia.

El tuerto es rey aparece pues inocente,pobre técnicamente, frente a las realizacio-

* Carlos Fuentes: Los reinos originarios. Bar­celona, Barral Editores, 1971, 195 pp.

nes de Genet, José Triana y Virgilio Pineira(Las criadas, La noche de los asesinos, Dosviejos pánicos) que sostienen una situacióndesesperada y exhaustivamente explorada, abase de personajes enfrentados con sus do­bles, y desarrollan una acción interna vastay apartadora para el campo expresivo del ac­tor. El ser del dramaturgo no lo adquiere Car­Ias Fuentes con esta pieza. El teatro no pro­mueve títulos sino, precisamente, hechos, ac­tos verdaderos, o, para decirlo con palabras in­temporales: "hombresen acción" (Aristoteles).

y si el teatro "ya no es" ni aristotéliconi shakespereano, ni chejovista, ni brechtia:no... pues: por-esa-estarnas-corno-estamos.

Todos los gatos son pardos, la otra piezade este volumen, viene precedida por unlúcido y penetrante "prólogo del autor",que ubica con atingencia la ambiciosa ar­quitectura así como el tiempo sagrado, elespacio ritual qiIe abarca la obra.

y la sorpresa es corrosiva y deleitosa:"Los gatos son pardos" es teatro, maravillo­so y legítimo teatro. Tragedia, drama poéticode las costumbres, combate eirutal de nuestrasraíces irritadas. Todo en esta pieza sigue unprograma, un método -o camino- teatral.

El espacio físico de la obra es el de lapirámi de; el ideal es "otro" espacio: sagrado,cósmico. Todavía la acción está determi­nada por la palabra -y nunca al revés-,pero aquí la palabra es magia, poesía dra­mática: es el sueño de la acción: la realidadúltima de una cultura que vivió siempre lavida de los desconocidos: la vida de losrostros anteriores a la Creación.

También este espacio -piramidal y mági­co- debe ser inventado por el director:poeta del acontecimiento ritual, de la fiestasagrada de la representación, como lo queríaArtaud.

Casi no hay indicaciones sobre el decora­do o los objetos escénicos. Como en elteatro de Shakespeare las cosas aparecen alconjuro del texto, nacen conjuntamentecon las palabras del autor que, si no esDios, por lo menos es un Adán nombrador,creador de los tiempos y los lugares en laacción de "expresar" el universo indígenaque, nuevamente, se desgarraba, se escindíaen los instantes -perturbadores de otrociclo cósmico- de la Conquista:

Frente a una oscuridad total, escucha­mos el rumor de una escoba. que barrelentamente. "Del fondo del auditorio, avan­zando hacia la escena, aparece una mujerindígena; levanta una tea en alto; es Mari­na." Y la Malinche nos dice que ésta "es lahistoria de dos hombres: uno lo tenía todoy su nombre era Moctezuma Xocoyotzin,gran Tlatoani de México; el otro nada teníay su nombre era Fernando Cortés, pequeñocapitán y pequeño hidalgo de España. Yoviví esta historia y puedo contarla. No essino la historia de dos historias: la de unanación que dudó demasiado y la de otranación que dudó demasiado poco".

Cuando Malintzin, Marina, Malinche, la"partera de esta historia" sale, se sucedenlos aciertos, la teatralidad, la belleza deldiálogo. La arquitectura de la pirámidemexicana determina la construcción dramá­tica. Y el esquema, para mayor refinamien-to expresivo, aparece como el de una pirá- 4

4mide invertida. Así, en el primer tiempo

-también piramidal y que contiene variosespacios: civiles, religiosos, políticos: sagra­dos- Fuentes nos muestra la cima, lacumbre de este mundo aterrador y poético:Moctezuma, quien, como Quetzalcóatl, noes un hombre sino un nombre: una fuerza,un avatar un ciclo que retorna siempre yazota los 'vientos y los bosques de la histo­ria mítica: la desconocida, la soñada, laverdadera. Y en este espacio de la teocra­cia espacio que no admite más que unafig~ra, aparece otro hombre, ?tro símb~lo,pero de signo contrario: Cortes. En el ~Ire,

los presagios, las premoniciones, los aVISOSde la Divinidad.

El segundo tiempo inscribe el drama enla ruptura de este universo, en la inmersiónhacia su propio abismo: la caída hacia labase: hacia el futuro: hacia nuestros ciber­néticos y estúpidos años industriales, demo-

d "t"cráticos, capitalistas. To o en este ac oes alucinante, vertiginoso:

Cortés Sé .~emueve; despierta.Cortés: Marina...Marina: Señor. ..Cortés: He estado soñando.Marina: ¿En qué, señor?Cortés: En las palabras. Todo sucedía enlas palabras.

Marina: Sólo lo que se nombra existe. Sinadie las pronunciara, las profecías nun­ca se harían realidad. Un nombre, señor,es como un cuerpo. Nombra al mal;nombra al amor. Los habrás convocado.Los habrás despertado del sueño que lasfuerzas del mundo, mientras no se lesnombre, prefieren. Entonces, cubiertascon los ropajes de nuestras palabras,actúan el destino que nuestro verbo lespropone.Cortés: No; ese era el sueño. En larealidad, sólo cuenta la acción.Marina: Tu actúas, señor, y los hombresno olvidarán tus hechos. Déjame a mídecir las palabras en tu nombre.Cortés: (Sonriendo) Eres mi lengua.Marina: Tu lengua te dice que las len­guas de esta tierra te nombran como aun dios.Cortés: ¿Persistes en tu blasfemia? (Pau­sa. Duda. Secreta debilidad) ¿Eso dicende mí?

Por otra parte, se entretejen las razonesdel Estado -Moctezuma, Cihuacóatl- conlas razones del pueblo mexica -Cuauhté­moc, Cuitláhuac-. La acción trágica avanzahacia su cumplimiento: hacia el derrumbe.

La marcha trágica del destino (el anan­ké, la fatalidad), se concentra en Cholula.La matanza de los blancos contra el puebloazteca supera en crueldad al sacrificio ritualde los prisioneros en la guerra florida.

El tercer tiempo, el más amplio, el mássólido, la base de esta pirámide; que abrazaal auditorio y al pueblo mexicano de nues­tros días, lo resuelve el autor magistralmen­te: en tres grandes círculos distribuye a lospersonajes que sostienen la estructura pira­midal de la obra: Moctezuma, Malinche yCortés. Todos van a pronunciar las palabrasfmales, las de su destino.

Moctezuma sucumbe bajo las piedrasvengadoras del pueblo, pero alcanza a ad-

vertimos que: "Náda morirá.... Moctezu­ma será siempre el amo de México... puesmientras un solo hombre pueda dominar alos demás hombres, Moctezuma seguirá vi­viendo..." Malintzin hace la defensa dolo­rosa de todos nosotros, los mexicanos, loshijos de Cortés y la Malinche, y pronuncianuestra condena en uno de los monólogosmás hermosos y ricos en matices poéticos ysignificantes, entre los que ha escrito elteatro latinoamericano. El final de estatragedia es deslumbrante, catártico, y abar­ca en un vasto mural escénico nuestra cifraétnica y moral. El teatro de Carlos Fuentes,con esta obra y sobre todo con esta escena,abre rutas y entrega palabras definitivas:inicia la fiesta nueva del teatro mexicano.

Cine••••••••••••••••••••••••••••••••••JerzySkolimowskl

por Lorenzo Arduengo

Testimonio: "A partir de su primer filmRysopis, Jerzy Skolimowski emprendióel diálogo con su generación. La idea de'generación' en este caso, es quizá másamplia. Porque Skolimowski discute an­tes que nada, con ciertos medios de sugeneración, elige a sus personajes entrela juventud estudiantil. Le fascinan losindividuos rebeldes y los fracasados. Lefascina el problema de la diferencia en­tre la adaptación a la sociedad (la acep­tación de convenciones y rigores socia­les) y el conformismo y resignación.Está tan absorto en este diálogo que másde uno de los espectadores puede tenerla impresión que Skolimowski comocreador cinematográfico se olvida de él,deja de contar para él. De ahí quealgunos de sus filros parezcan difíciles.Skolimowski en sus films discute inclusoconsigo mismo. Hace esto con violenciay pasión. Esta violencia, esta pasión secontagian al espectador. El autor tienemucho que decir, tanto, que la masa dereflexiones no le permite, a veces, pro­fundizarse y concluir los pensamientosiniciados. El diálogo que Skolimowskirealiza con sus coetáneos y consigo mis­mo es áspero, nervioso, a veces juvenilen su estilo." St. G.(20 años de cine polaco. Sto Grzelecki.Wyd. Art. i F. Wwa. 1969)

Entrevista en primera persona y sin inte­rrupciones:

Tengo 34 años, me casé hace seis. Tengodos hijos. Mi esposa es una actriz (JoannaSzczerbic) que dejó la actuación por lafamilia. Actúo en tres de mis films: Labarrera, Hands up y El diálogo. También en

otros como Mañana México .(AleksanderScibor-Rylski. 1966) y Agnieszka 46 (S.Checmski. 1964) interesante fIlm éste úl-timo. . .. '1 .. He realizado siete films· y uno u tImo

para Films Checoslovacos llamado El dÍlÍlo­go. Los siete son: Rysopis· (Boceto), querealicé durante mis años de estudio en laEscuela de Cine de Í.ódz terminándolo en1964, ese mismo año terminé la escueladonde estudié a partir de 1960. En 1964comencé a realizar Walkaver que se presen­tó al año siguiente en el Festival de Cannesdonde fue bien recibido. En 1966 hice Labarrera que ganó el primer premio delFestival de Bérgamo: cinco millones deliras. Así fue como entré al dinero deoccidente. En ese tiempo recibí una ofertade una compañía belga llamada ElizabethFilms, para realizar La salida. La acepté yese film ganó el Oso de Oro en el Festivalde Berlín. Estos son los dos mayores pre­mios que he recibido. Desafortunadamenteel Festival de Venecia del año pasado(1970) no dio premios, porque Deep endtenía todas las oportunidades de ganar yaque los periodistas y el público estabanseguros de que ése era uno de los mejores oquizá el mejor film del festival. En 1967realicé Hands up que no se ha exhibido aúna causa de algunos problemas políticos co­nectados con el tema. Al año siguienterealicé El 'diálogo y la superproducciónnorteamericana Las aventuras de Gérard,que costó cuatro millones de dólares ycuyo reparto estuvo integrado por estrellasinternacionales como Claudia Cardinale, EliWallach, Jack Hawkins, Peter McEnnery yotros. El film me tomó más de un año paraterminarlo y fue una experiencia horrible.Por primera vez me enfrentaba con el siste­ma y actitud de trabajo hollywoodenses ycon las peores cosas conectadas con esto.Trataron de imponerme el sistema de traba­jo planeado de antemano, lo cual no fun­cionó conmigo. Quizá porque mi estilo esprobablemente de amateur, lo que haceimposible prever nada porque algunas vecespuedo realizar en dos días una escena pla­neada para una semana y puede sucederque un día de trabajo tenga que prolongar­lo a cuatro o más. Se debe esto a laatmósfera del set o bien a algunas ideas quese me ocurren durante la filmación y quepueden modificar mi pensamiento y cam·biarlo completamente de dirección, porquecreo que cualquier idea que me viene du­rante el trabajo y que, en mi opinión puedeayudar al film, vale la pena de ser p.~esta

en práctica. Así que era la gran confuslOn ydebo admitir que les era yo muy difícil amis productores y al contrario. Probable­mente cuando me contrataron no ten~anidea de mi estilo de trabajo. Lo que sabIanera que mi nombre tenía crédito en loscírculos cinematográficos y que la críticame aceptaba igual que a los profesionalesdel cine, pero nunca me vieron en el set.Así que fue la gran sorpresa para elloscuando se hallaron con que todo era dife­rente a lo que habían pensado y planeado.Pero la parte buena son los resultados, yaque el film fue bien recibido por la prensay exhibido en casi todas partes del mundo;recibí muchas felicitaciones de la gente decine, pero del público... no puedo decir