Reporte manuel fernández enguita

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Manuel Fernández Enguita La profesión docente y la comunidad escolar: Crónica de un desencuentro. Capítulo V Los padres: entre la indiferencia y la impotencia. La participación supone que, siendo los padres los principales responsables e interesados en la educación de sus hijos, nada les permitirá realizar mejor su derecho a controlar esta e influir sobre ella que la oportunidad de intervenir en la gestión de los centros docentes. La escuela requiere el compromiso de los propios padres. También es cierto, que la elección, tiene como condición que existan tanto la oferta real como la demanda efectiva. La participación de los padres en la gestión de los centros de enseñanza es baja y lo que es peor, desciende, en la mayoría de las veces simplemente es nula. Una mayoría silenciosa y una minoría silenciosa Los padres son personas casi siempre intensamente preocupadas por, y pendientes de la educación de sus hijos, empezando por su suerte en la escuela. Un posible motivo de esta puede ser que los Padres, simplemente, no confíen, a estos efectos, en la acción colectiva. Aunque no todos, la mayoría están atentos a la educación de sus hijos, están dispuestos a ayudarles en el estudio, acuden prestos a la llamada del Profesor o tutor, pero no ven que pueden ganar con la asociación o la presencia en el consejo. Los Padres piensan que si tienen un problema, lo resuelven ellos directamente. Se preocupan de sus hijos y punto, y esto es lo que suele pasar. Ellos lo que piensan es que “es mi un hijo y lo soluciono yo” y acuden a ti cuando no hay remedio. Entonces muchos decimos hubieses acudido antes a prestar ese problema a lo mejor, “pues se hubiese podido hacer algo”. ¿Comprendes? Numerosos Padres ni siquiera acuden al centro ante un problema individual de sus hijos. Los profesores sobre todo los tutores se lamentan de la escasa colaboración de los Padres. La frecuencia de estos casos se exagera ya que permite alimentar el mito de la familia culpable, frente al esforzado centro de enseñanza.

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Manuel Fernández Enguita

La profesión docente y la comunidad escolar:

Crónica de un desencuentro.

Capítulo V

Los padres: entre la indiferencia y la impotencia.

La participación supone que, siendo los padres los principales responsables e interesados en la educación de sus hijos, nada les permitirá realizar mejor su derecho a controlar esta e influir sobre ella que la oportunidad de intervenir en la gestión de los centros docentes.

La escuela requiere el compromiso de los propios padres. También es cierto, que la elección, tiene como condición que existan tanto la oferta real como la demanda efectiva.

La participación de los padres en la gestión de los centros de enseñanza es baja y lo que es peor, desciende, en la mayoría de las veces simplemente es nula.

Una mayoría silenciosa y una minoría silenciosa

Los padres son personas casi siempre intensamente preocupadas por, y pendientes de la educación de sus hijos, empezando por su suerte en la escuela.

Un posible motivo de esta puede ser que los Padres, simplemente, no confíen, a estos efectos, en la acción colectiva.

Aunque no todos, la mayoría están atentos a la educación de sus hijos, están dispuestos a ayudarles en el estudio, acuden prestos a la llamada del Profesor o tutor, pero no ven que pueden ganar con la asociación o la presencia en el consejo.

Los Padres piensan que si tienen un problema, lo resuelven ellos directamente. Se preocupan de sus hijos y punto, y esto es lo que suele pasar.

Ellos lo que piensan es que “es mi un hijo y lo soluciono yo” y acuden a ti cuando no hay remedio. Entonces muchos decimos hubieses acudido antes a prestar ese problema a lo mejor, “pues se hubiese podido hacer algo”. ¿Comprendes?

Numerosos Padres ni siquiera acuden al centro ante un problema individual de sus hijos. Los profesores sobre todo los tutores se lamentan de la escasa colaboración de los Padres.

La frecuencia de estos casos se exagera ya que permite alimentar el mito de la familia culpable, frente al esforzado centro de enseñanza.

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Los avisos enviados a través de los alumnos pueden no llegar a su destino, a las horas que se cita los Padres pueden no ser convenientes y los propios alumnos más problemáticos, que suelen estar ya crecidos pueden oponerse a que sus Padres actúen ante la escuela como sus guardianes.

Había que desempeñar más papeles todos juntos, pero es que… Es que se desentiende todo el mundo.

la dirección maestra tener una capacidad de convocatoria, aunque también escasa.

Es obligatorio que los tutores convoquen a los Padres a principios del curso y no vienen en proporciones muy grandes vienen a lo mejor el cincuenta por ciento.

La bajísima tasa de participación electoral, cualquier pequeño grupo disconforme podría desbancar con bastante facilidad a los representantes ya existentes; segunda casi siempre ese grupo enfrentado por algún motivo al centro que desbanca a unos representantes conformistas, y no al contrario.

La participación vendría a marcar la diferencia entre la instrucción y la formación, o entre la enseñanza en la educación.

No se duda que los profesores sepan biología, lengua, matemáticas, historia etc. pero hay que asegurarse de que las formas de comportamiento a las que se induce a los alumnos, el ejemplo que se les da, el carácter que se propician en ellos, sean también los adecuados.

Se diría que el padre o la madre que no participa, en la medida de lo posible, en las actividades escolares renuncia de la responsabilidad de sus hijos.

Participar es cumplir y de paso, hacer saber a los hijos que se cumple.

Yo dije: bueno, si yo no lo hago por mis hijos, nadie más lo va a hacer.

A veces la decisión de participar tiene su origen en un incidente en el padre o la Madre se han visto enfrentados al centro o a cualquier miembro del profesorado.

La difícil tarea de participar.

Los Padres que no participan, tienen que hacer frente, con frecuencia a la acusación de que sólo se preocupan de los problemas particulares de sus hijos, no de los problemas de todos.

Los Padres raramente serán, como los docentes, profesionales de la generalización y la abstracción.

El consejo es para hablar de la escuela, no de su hijo. Los profesores critican algo más la tendencia a generalizar sobre la base de lo particular.

A lo mejor al hijo de un Padre lo han expulsado y vienen aquí diciendo que expulsamos mucho. Muchos de los Padres declaran que temen las represalias

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de los profesores. En todo caso, los Padres activos atribuyen ese miedo a los que no participan.

A la hora de hablar, pues la gente también tiene mucho miedo, porque piensan que se van a tomar represalias con los niños.

La idea más extendida es que los profesores en particular y el claustro en General, no hacen mucho más caso de los deseos de la asociación de Padres ni, si se tercia, de las decisiones del propio consejo escolar.

Los Padres son conscientes de algunas de sus limitaciones, en particular su

falta de conocimiento de la organización escolar y las cuestiones pedagógicas.

Los Padres solo se preocupan de dejar allí a sus hijos y que alguien los cuide.

¿Qué es lo que realmente quiere los Padres?

la inquietud por saber qué es lo que ocurre en esa “caja negra” llamada

escuela. Pero aun así los que piden se auto limitan de inmediato. Las clases

que se imparten, como se imparten, que nivel de participación hay en los

alumnos, que líneas siguen los profesores, incluso poder tener derecho a

opinar si estás de acuerdo o no.

El miedo o más bien la desconfianza, es mayor entre quienes, en todos los

sentidos, y no solamente en el sistema educativo, se considera desatendido y

relegados. Los mismos Padres arrollan al profesional temen sin duda, y tal vez

con mejor fundamento, ser arrollados por este.

Lo extraescolar y lo complementario

en las “Actividades extraescolares” suelen incluirse a una serie de actividades y

servicios de distinta naturaleza.

Extra murales realizados fuera de las paredes de la escuela. Integrados

dentro del curriculum.

actividades extracurriculares organizadas por la escuela misma, que no forman parte de la enseñanza reglada.

Actividades extraescolares (extra curriculares) promovidas por los Padres, por las entidades ciudadanas (ayuntamientos).

servicios complementarios, cuya finalidad no es propiamente formativa pero atiende necesidades planteadas por las condiciones materiales de la escuela.

Las actividades extraescolares constituyen uno de los terrenos privilegiados de la intervención de los Padres. Desempeñan cuando menos una triple función.

manera de cubrir o al menos intentarlo, siquiera parcialmente. la distancia que separa la enseñanza de la educación, la instrucción de formación, la capacitación académica del desarrollo integral.

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Son también una forma de cultivar la diferencia. Lo extraescolar se dibuja como el terreno en el que buscar una enseñanza de mayor valor económico y simbólico.

Son también una forma de prolongar el horario de permanencia de los niños y jóvenes en la escuela o en cualquier caso fuera de la residencia familiar por lo que resultan elemento esencial en el desempeño de la función de custodia.

La controvertida función de la custodia

La escuela es tomada como la que guarda a los niños mientras los padres trabajan. Teniendo en cuenta la inclusión de la mujer en el trabajo.

Los profesores ven, a menudo, en las actividades de custodia un atentado a su profesionalidad y un factor de endurecimiento de sus condiciones laborales.

En las instituciones se busca un alargamiento en el horario escolar, en los que unos están de acuerdo y otros no.

La inconformidad esta en las madres de los más pequeños y también en el rendimiento del periodo escolar, se dice que en la mañana se tienen más energías que en las tardes. Aunque hay un rechazo de parte de los profesores por que no se les pagaría horas extras de trabajo en caso tutorías.

Capítulo VI

El alumnado, o el convidado de piedra.

El alumno es tomado como centro de la institución ya que ellos debieran tener una participación formativa. Se toma como el bien la mejora de la educación. Si los padres están presentes es para la defensa de los intereses de sus hijos.

En el primer apartado de este capítulo está dedicado al funcionamiento de los delegados, el segundo se ocupa de las fricciones producidas por el entrelazamiento de los mecanismos democráticos de representación y la relaciones autoritarias que sirven de marco al aprendizaje y la evaluación y el tercer apartado se detiene en las relaciones entre la representación de los alumnos y de los padres, y en concreto en el problema de si la intervención de ambos en los mecanismos de intervención es complementaria o alternativa. El cuarto registra las valoraciones dominantes de la experiencia de la participación de los propios alumnos. El quinto y último pone en relación la participación en la gestión global del centro con el lugar de los alumnos en las rutinas escolares cotidianas.

Delegados, pero ¿de quién?

El delegado de grupo, visible para todos y única posibilidad de organización articulada del conjunto de estudiantes.

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En ocasiones los delegados no sirven de mucho porque los estudiantes no saben o no quieren elegirlos de manera adecuada.

Con respecto a los delegados de los estudiantes, funcionan bien en algunos casos, mal en otros y muy mal en otros.

En algunos grupos se elige al más competente y marcha bien la organización del grupo pero en otros se elige al más pasivo “tonto”.

En ocasiones se confunde el papel del delegado de grupo y se toma como el que hace favores a los profesores.

Los delegados de grupo también se convierten en los colaboradores del profesor para mantener el orden.

Esto convierte el cargo en algo muy poco deseable, pues genera tensiones en los compañeros, y el grupo no puede aprobar esa falta de solidaridad.

Los delegados son elegidos a principios de año, mucha de las veces gana cualquiera por tener muchos amigos y al fin se convierten en delegados aunque no sepa el papel que este debe cumplir.

Una democracia bajo tutela.

La limitación de participación del alumno por no tener los mismos conocimientos que el profesor y ser este un adulto experimentado, con muchos saberes.

Los alumnos no saben de sus derechos, por ello en ocasiones no pueden ejercerlos ante el profesor si hay una injusticia. Al igual que muchos alumnos tienen el temor a meterse en un lio con el profesor. A causa de inconformidades entra ahí el delegado de clase quien representa al grupo.

La presencia paterna, de apoyo a estorbo.

Los padres la mayoría de los casos han sido los representantes de sus hijos por su inmadurez. Fungen como protectores sobre ellos, desde el nivel básico.

Aunque después del nivel básico se toma esta como sobreprotección, los alumnos buscan su independencia y autonomía.

La ineficiencia de participar

Pasan el mismo tiempo que los profesores aunque son más jóvenes. Los alumnos tienen menos experiencias, apenas empiezan a formarse.

Suele verse el desinterés de los alumnos en las aulas, su participación es nula. Las participaciones son las mismas voces, y muy pocas.

El peso de la experiencia cotidiana

Una de las preguntas hechas es porque los estudiantes no hacen valer sus derechos. Aunque los profesores y padres los vean como personas no capacitadas, otros factores apuntan lo contrario.

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La ley orgánica les reconoce esa capacidad, su voto y su firma son estrictamente imprescindibles para muchas de las decisiones de los consejos, existe una carta de derechos y deberes de los alumnos algunos profesores y padres impulsan su intervención y probablemente ellos mismos se muestren bastantes maduros e independientes según abandonan el recinto escolar.

Los alumnos no son ciegos ni sordos ante lo que se les enseña y aprende. Teniendo en cuenta que los profesores están exentos a equivocarse, o simplemente que las cosas pueden hacerse de distintas maneras y que unas son mejores que otras. La lección es que no puede hacerse oír su voz y ni siquiera vale la pena intentarlo.

Debiese haber una comunicación entre maestro-alumno, aunque es cederle camino al no deseable.

A los alumnos no se les reconoce capacidad alguna de influir en las decisiones sobre que han de aprender y como han de evaluarse lo aprendido.

Capitulo VII

Profesionalismo y participación:

Un matrimonio mal avenido.

Este capítulo estará dedicado a señalar algunas de las características e implicaciones generales de lo ya antes visto. El segundo pretende ubicar el caso de la gestión de los centros de enseñanza en España dentro de amplias tipologías de los procesos participativos. El tercer apartado muestra el camino recorrido desde la explosión de la demanda de la participación democrática en la gestión hasta su concreción legislativa y practica actual. el cuarto discute la validez misma del término “participación” para referirse a lo que fundamentalmente son mecanismos de representación, y las diferencias entre una y otra. el quinto y ultimo aborda lo que, en nuestra opinion, es la raiz del problema: la pugna del profesorado por conquistar areas deautonomia por la linea de menor resistencia.