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Revista de Historia Económica Año XI Invierno 1993 N." 1 Editada en la Universidad Carlos III REHES y BALLESTEROS: Precios y salarios en Castilla la Nueva, 1501 1991 - REVILLA: Endeudamiento y riesgo: La deuda externa peruana en el siglo xrx - CUBEL: Gasto público y creci- miento económico en la Restauración - HERNÁNDEZ ANDKELJ: La política presupuestaria de la Segun- da República española DEBATES: BUSTELO: El P.I.B. español siglos xix-xx. NOTAS: FRAILE BALBIN, PÉREZ HERRERO RECENSIONES ALIANZA EDITORIAL en colaboración con el Centro de Estudios Constitucionales

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Revista de Historia Económica

Año XI Invierno 1993 N." 1

Editada en la Universidad Carlos III

REHES y BALLESTEROS: Precios y salarios en Castilla la Nueva, 1501 1991 - REVILLA: Endeudamiento y riesgo: La deuda externa

peruana en el siglo xrx - CUBEL: Gasto público y creci­miento económico en la Restauración - HERNÁNDEZ

ANDKELJ: La política presupuestaria de la Segun­da República española

DEBATES: BUSTELO: El P.I.B. español siglos xix-xx.

NOTAS: FRAILE BALBIN, PÉREZ HERRERO

RECENSIONES

ALIANZA EDITORIAL en colaboración con el Centro de Estudios Constitucionales

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Revista de Historia Económica

Año XI Invierno 1993 N.° 1

Editada en la Universidad Carlos ÜI

ALIANZA EDITORIAL en colaboración con el Centro de Estudios Constitucionales

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ALIANZA EDITORIAL

La correspondencia con la REVISTA DE HISTORIA ECONÓMICA

debe dirigirse al Director de la misma:

Universidad Carlos III de Madrid Departamento de Economía

C/ Madrid, 126. 28903 GETAFE (Madrid) Teléfono (91) 624 96 45. FAX (91) 624 98 75 ó 624 97 57

Suscripciones: ALIANZA EDITOIUAL

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PRECIOS 1993

NUMERO SUELTO

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1.750 ptas. 20 $

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Distribuye: GRUPO DISTRIBUIDOR EDITORUL

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NORMAS PARA EL ENVIÓ DE ORIGINALES

1. La Revista Je Historia Económica considerará la publicación de trabajos de muy diversa índole, siempre que demuestren un alto nivel de calidad y se enmarquen dentro de la his­toria económica entendida en sentido muy amplio. Sea cual sea el tema tratado, sin embar­go, deberá hacerse mención explícita de la contribución del trabajo a la historia económica en un ámbito más general, ya sea por un tratamiento distinto o más profundo de un proble­ma ya identificado en la historiografia, por la aportación de datos no conocidos orientada a la solución de un problema histórico concreto o por las aplicaciones potenciales de una metodología nueva o más refinada en contextos diferentes.

2. El original y dos copias de cada texto se enviarán a Revista de Historia Económica, Depar­tamento de Economía, Universidad Carlos III, Despacho 6.13, teléfono 624 96 45, c/ Madrid, nüm. 126, 28903 GETAFE (Madrid), fax 624 98 75. No se devolverán los origi­nales no solicitados.

3. Los trabajos de investigación y demás textos deben ir mecanografiados a doble espacio y no exceder de 30 páginas (10.000 palabras), incluidos cuadros, gráficos, mapas, notas finales y bibliografía (ésta a un espacio). Cada texto deberá ir precedido de una página que conten­ga el título del trabajo, el nombre del autor o autores, dirección completa, teléfono y núme­ro del N.I.F., así como un breve resumen del trabajo de aproximadamente 100 palabras, en castellano y en inglés. Asimismo, deberá enviar el autor un breve curriculum vitae, de 40 pala­bras de extensión aproximadamente.

4. El texto y símbolos que se desee aparezcan en cursiva deberán ir subrayados y los que se desee en negrita, con subrayado doble.

5. Las referencias bibliográficas irán al final del trabajo bajo el epígrafe Bibliografía, ordenadas alfabéticamente por autores y siguiendo siempre el orden: apellido (en mayúsculas), nombre (en minúsculas) del autor, año de publicación (entre paréntesis y distinguiendo a, b, c, en caso de que el mismo autor tenga más de una obra citada en el mismo año), título del ar­tículo (entre comillas), o del libro (subrayado), lugar de publicación (en caso de libro), edito­rial (en caso de libro), número de la revista y, finalmente, páginas (pp. xxx).

6. Las notas irán numeradas correlativamente en caracteres árabes y voladas sobre el texto. Todas las notas se incluirán al final del texto e irán a espacio sencillo. Las referencias bibliográficas se harán citando el apellido del autor o autores (en minúsculas), y entre paréntesis el año y, en su caso, letra que figure en la lista Bibliografía, y en su caso, las pági­nas de la referencia.

7. Se evitará en los trabajos un número excesivo de citas textuales que, en todo caso, si exce­den de dos líneas irán a un solo espacio y con márgenes a ambos lados, distintos a los del texto principal. Por otra parte, en las citas textuales los intercalados que introduzca el autor del trabajo deberán ir entre corchetes, para distinguirlos claramente del texto citado.

8. Los cuadros, gráficos y mapas incluidos en el trabajo deberán ir numerados correlativamen­te y deberán ser originales, evitando reproducir información que sea fácilmente accesible o publicada en obras recientes. Cada cuadro, gráfico o mapa deberá tener un breve título que lo identifique y deberá indicar claramente sus fuentes. Los gráficos y mapas deberán ir en papel vegetal.

9. La Secretaría del Consejo de Redacción de la Revista de Historia Económica acusará recibo de los originales en el plazo de treinta días hábiles desde su recepción, y el Consejo de Redacción resolverá sobre su publicación en un plazo no superior a seis meses. Esta resolu­ción podrá venir condicionada a la introducción de modificaciones en el texto original. El no cumplimiento de estas normas puede ser causa de no admisión a examen de un artículo o de un considerable retraso en su tramitación y publicación.

10. Cuando los trabajos sean aceptados para su publicación, el autor enviará la versión definiti­va mecanografiada y en (/U^«'//Í compatible IBM (preferiblemente en WP 5.1).

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NORMAS PARA EL ENVIÓ DE RECENSIONES DE LIBROS

Se enviarán dos copias impresas de cada recensión y una en disketle compatible IBM (prefe­riblemente en WP 5.1) a la Revista de Historia Económica, Depanamento de Economía, Uni­versidad Carlos III, Despacho 6.13, teléfono 624 96 45, d Madrid, núm. 126, 28903 GETA-FE (Madrid), fax: 624 98 75. Al final de la recensión, los autores incluirán su nombre y dirección completos, teléfono y número de N.I.F.

Las recensiones se remitirán mecanografiadas a doble espacio y no llevarán notas a pie de página. Cuando se incluyan referencias bibliográficas, éstas irán entre paréntesis en el texto de la recensión.

El encabezamiento de las recensiones seguirá el siguiente ordea- nombre (en minúsculas) y apellido (en mayúsculas) del autor o autores del libro, titulo del libro (subrayado), lugar de publicación, editorial y año de publicación. Se hará notar si el libro incluye bibliografía e índice (de autores o materias), así como el precio, si es posible.

La Secretaría de Redacción de la Revista de Historia Económica acusará recibo de la recensión y resolverá sobre su publicación a vuelta de correo.

En los demás extremos, se observarán las normas que rigen para el envío de artículos origi­nales.

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COLABORAN EN ESTE NUMERO

Juuo REVILLA. Ph. D. en Economía por la Boston University. Profesor de Economía en la Univer­sidad Girlos III de Madrid. Ha realizado diversos trabajos sobre la historia económica perua­na en el siglo xix.

ANTONIO CUBEL MONTESINOS. Doctor en Ciencias Económicas. Profesor de Historia Económica en el Departamento de Análisis Económico de la Universidad de Valencia. Su investigación se ha centrado en las relaciones entre el Estado y la industria durante la Restauración.

JUAN HERNÁNDEZ ANDREU. Profesor titular de Historia Económica y Vicedecano en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Complutense. Autor de Depresión económica en España, 192Í-19H y España y la crisis de 1929.

DAVID S. REHER. Doctor en Historia. Profesor de la Universidad Complutense. Autor de Town and Country in Pre-Industrial Spain, Cambridge University Press 1990. En la actualidad es edi­tor Vicepresidente de la Asociación de Demografía Histórica (ADEH).

ESMERALDA BALLESTEROS DONCEL. Licenciada en Sociología por la Universidad Complutense, en la actualidad es becaría de investigación en la Universidad Carlos III de Madrid.

FRANCISCO BUSTELO. ES Catedrático de Historia Económica de la Universidad Complutense, de la que ha sido Rector. Ha trabajado en demografía histórica y en teoría y métodos de la historia económica.

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FE DE ERRATAS

En el artículo «Test de causalidad, dinero y renta en España, 1904-1974», de José Luis García Ruiz, aparecido en la Revista de Historia Económica, volu­men X, núm. 2, aparece una errata en la página 301, donde la fórmula debe ser

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SUMARIO

ARTÍCULOS

JULIO REVILLA (Universidad Carlos III de Madrid): Endeudamiento y riesgo: Un modelo del premio por riesgo de la deuda ex tema peruaru en el siglo XIX 11

ANTONIO CUBEL MONTESINOS (Universidad de Valencia): Gasto público y crecimiento económico en la Restauración (1874-1923) 49

JUAN HERNÁNDEZ ANDREU (Universidad Complutense): Ana'lisü de gastos públicos discrecioruiles: La política presupuestaria de la Segunda República española 79

MATERIALES DE INVESTIGACIÓN

DAVID S. REHER y ESMERALDA BALLESTEROS (Universidad Complutense): Precios y salarios en Castilla la Nueva: La construcción de un índice de salarios reales, DOl-1991 101

DEBATES

FRANCISCO BUSTELO: Los cálculos del producto nacional en los siglos XIX y XX y su utilización en la historia económica 155

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NOTAS

PEDRO FRAILE BALBIN: La Historia Económica de la empresa como dis­ciplina independiente: una perspectiva histórica 181

PEDRO PÉREZ HERRERO: La crisis del orden colonial Estructura agra­ria y rebeliones populares de la Nueva España, 1750-1821 193

RECENSIONES

LuTGARDO GARCÍA FUENTES: Sevilla, los vascos y América. (Las exportaciones de hierro, manufacturas metálicas en los siglos xvi, xvii y xviu). Por Rafael Uñarte Ayo 209

ENRIQUE TANDETER: Coacción y mercado. La minería de la plata en el Potosí Colonial 165*2-1526. Por Zacarías Moutoukias 213

MANUEL MINO GRIJALVA: Obrajes y tejedores en Hueva España (1700-1810). Por Pedro Pérez Herrero 216

LUIS PERDICES BLAS: Pablo de Olavide (1725-1803), el Ilustrado. Por Victo­riano Martin Martín 220

DANIEL PERIBANEZ CAVEDA: Comunicaciones y comercio marítimo en la Astu­rias preindustrial (1750-1850). Por José Ramón García López 225

ViCENT LLOMBARP. Campomanes, economista y político de Carlos III. Por Luis Perdices Blas 227

M.* TERESA PÉREZ PICAZO: El mayorazgo en la historia económica de la región murciana, expansión, crisis y abolición (siglos xvii-xix). Por Juan Antonio Carmona Pidal 230

NELSON LOURENCO: Familia rural e industria. Mudanga social na regido de Leiria. Por Carmen Sarasúa García 234

BLANCA SÁNCHEZ ALONSO: La inmigración española en Ar^ntina, siglos xix y XX. Por José Moya 238

GiANNi TONIOLO: An Economic History qf Liberal Italy, 1859-1918. Por Francesco L. Galassi 240

ALBERT CARRERAS: Estadísticas históricas de España. Siglos xix-xx. Por Sebas­tian Coll Martín 243

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ARTÍCULOS

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ENDEUDAMIENTO Y RIESGO: UN MODELO DEL PREMIO POR RIESGO DE LA DEUDA EXTERNA PERUANA EN EL SIGLO XIX *

JULIO E. REVILLA Universidad Oírlos III de Madrid

RESUMEN

Este artículo d c a a m ^ un modelo empírico de premio por rieago para la deuda extema penuiu del aiglo XK. El modelo relaciotu el premio por rieago a un confunto de variables macrocconómicas de deuda total y liquidez. Explica el éxito del golúemo peruano en los mercados financieros británicos, el comportamiento de los tenedores de bonos respecto al riet^ y cómo interpretaban la cambiante situación macroeconómica mientras la deuda crecía cerca a la £echa del cese de pagos. El uso del método de com­ponentes principales ayuda a evitar problenus de muMcolinealidad así como permite extraer la mayor información de las diferentes variables agriadas.

ABSTRACT

This article develops an empirícal model of risk-premium for the Peruvian extemal debt of die nineteenth centuiy. The model lelates the risk-premium to a set of macroe-conomic variables of total indebtedneas and liquidity. It explains the success of the Petuvian govenmient in the British fiíumcial maiket, the behavior of the bondholders towards riak, and how tfaey interpreted the changing macroeconomic data as the debt was growing, near the de&ult date. The use of the Principal G>mponents mediod helps to avoid muhicolineariQr problema as well as extracting most of the information from die dififerent aggregate variables.

* Este trabajo está basado en el primer capítulo de mi tesis doctoral. A lo largo de las dife­rentes versiones ha recibido valiosas sugerencias y comentarios tanto personales como en semi­narios en Boston, Madrid y Lima. Quisiera agradecer, en primer lugar, la constancia y dedicación de Shane Hunt, con quien discutí ampliamente los motivos y consecuencias de este trabajo. Agradezco también a Jonathan Eaton, John Harris y Santiago Levy, con quienes comencé a reco­nocer la racionalidad económica en la historia de la deuda extema. A David Wheeler y Javier Hamann les debo mucho del desarrollo y prueba empírica del modelo planteado.

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JULIO E REVILLA

1. INTRODUCCIÓN

El desarrollo de la economía peruana ha estado ligado a los mercados de exportación, aunque de muy diversas maneras, desde la independencia política del país en 1821. Fue el descubrimiento y la explotación minera del guano en la década de los cuarenta lo que originó uno de los «booms» económicos más importantes de la historia económica peruana. Este hecho atrajo la atención de los mercados financieros internacionales, que facilitaron flujos crecientes de préstamos y, con la creciente demanda por parte del estado peruano, desenca­denaron una creciente deuda extema para el Perú. En la década de los setenta la minería del salitre llegó a ser tan importante como el guano en la generación de divisas, pero no lo fiíe en cantidades suficientes como para evitar el cese de pagos de la deuda extema en 1875.

Los países latinoamericanos, y el Perú entre ellos, iniciaron su historia de endeudamiento externo durante la década de 1820 como consecuencia de sus guerras de independencia contra España. Gran Bretaña proveyó casi la totali­dad del respaldo financiero para sostener el esfuerzo de guerra con una relati­vamente fácil disponibilidad de préstamos. Este fue el primer período de endeudamiento externo en el Perú del siglo xix. Décadas más tarde, entre los cincuenta y los setenta, el gobierno peruano tuvo un acceso bastante significa­tivo a los mercados financieros británicos, más que cualquier otro país latino­americano. Las razones por las cuales los distintos gobiernos peruanos quisie­ron aumentar su nivel de endeudamiento estuvieron relacionadas al deseo de incrementar la capacidad productiva de la economía, a través de la moderniza­ción de la infraestructura, ferrocarriles y otras formas de inversión pública. Las razones por las cuales el mercado financiero británico estuvo tan dispuesto a prestarle al Perú son el tema central de este trabajo, tanto por la percepción que se tenía en el mercado de Londres sobre las finanzas peruanas como por la probabilidad implícita de cese de pagos.

La historia de la deuda extema pemana es especialmente interesante no sólo porque el Perú estuvo entre los países mas endeudados de América Lati­na durante la mayor parte del siglo xix, sino también porque el patrón cíclico de frenesí de préstamos y crisis de la deuda ha tenido, durante este siglo, su último episodio en las décadas de los setenta y ochenta.

Este trabajo toma la historia de la deuda extema peruana durante el siglo XIX como un caso para analizar el comportamiento de los tenedores de bonos ingleses. El periodo de 1820 a 1890 incluye los primeros préstamos obtenidos a principios de la década de 1820; el primer cese de pagos, en 1825; la consoli­dación de la deuda, en 1849, gracias al descubrimiento de un recurso natural

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MODELO DEL PREMIO POR RIESGO DE LA DEUDA EXTERNA PERUANA EN EL SIGLO XIX

con mucha demanda: el guano; el segundo cese de pagos, en 1875, y finalmen­te, el intercambio de deuda por activos de 1889: el Contrato Grace.

En particular, trataremos de determinar empíricamente por qué el Perú declaró el cese de pagos, cuáles eran las principales variables macroeconómi-cas que determinaron la probabilidad de cese de pagos y cuál fue la estructura temporal en que esas variables afectaron tal probabilidad. Para analizar este problema haremos uso de un modelo que trata de explicar el premio por ries­go en la deuda peruana con variables cualitativas dependientes (pago/cese de pagos). Para desarrollar el modelo del premio al riesgo hacemos varios supues­tos: 1) que la deuda peruana tenía una probabilidad de cese de pagos distinta a cero; 2) que la probabilidad de cese de pagos estaba positivamente relacionada a un premio por riesgo en la forma de una tasa de interés implícita mayor, y 3) que el premio por riesgo podía ser explicado por variables tales como la razón de endeudamiento total (RET) (por ejemplo: deuda total/exportaciones) y la razón del servicio de la deuda (RSD) (como por ejemplo: servicio de la deuda vencido/ingresos del gobierno).

El modelo empírico pone a prueba variables macroeconómicas (cuando éstas son existentes para el caso peruano del siglo pasado) que han sido usadas en modelos empíricos de deuda para la década de 1980, así como variables ad hoc para la economía peruana del siglo xix. El modelo se centra en el lado de la oferta (los prestamistas o tenedores de bonos) para ver cómo el mercado interpretaba la cambiante data macroeconómica mientras el país acumulaba una creciente deuda, especialmente durante las décadas de los sesenta y se­tenta.

En la siguiente sección, el marco institucional de la deuda es examinado brevemente, revisando la manera como la deuda fue creada a través de la emi­sión de bonos y perpetuidades. En la tercera sección hacemos un breve recuento de la historia de la deuda extema peruana en el siglo XIX, así como la manera en que la casi totalidad de la deuda extema peruana fue contratada en el mercado de valores de Londres. La sección cuarta describe la racionalidad del endeudamiento por parte de los tenedores de bonos ingleses, así como el problema a analizar empíricamente. El modelo de premio por riesgo para los bonos es desarrollado en la sección sexta, con los principales resultados pre­sentados en la misma sección. Finalmente, las conclusiones del trabajo son presentadas en la sección séptima.

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JULIO E. REVILLA

2. EL MARCO INSTITUCIONAL DE LA CONTRATACIÓN DE LA DEUDA EXTERNA EN EL SIGLO XIX

En el siglo xix, la deuda extema (o deuda soberana, como se la llama en la literatura económica para diferenciarla de la deuda privada por la dificultad en hacer efectivo su cobro) se establecía a través de la emisión y venta de bonos en el mercado de Londres, aunque habían otros mercados europeos importan­tes tales como París y Berlín. Préstamos bilaterales (de gobierno a gobierno) se otorgaban en muy raras ocasiones y normalmente en montos muy limitados.

La forma de operar de este mercado se puede describir sucintamente así: en primer lugar el gobierno peruano iniciaba el proceso con la emisión de un prospecto. Este prospecto haría de conocimiento público el destino para el cual el dinero a ser prestado sería puesto a uso, normalmente en la construc­ción de infraestructura (como, por ejemplo, ferrocarriles). Subsecuentemente, el gobierno peruano vendía la emisión de bonos a un «broker», tal como una casa comercial o un banco. Esta institución actuaba como agente del gobierno peruano vendiendo luego los bonos al público, usualmente en la forma de consolidados o perpetuidades; es decir, en bonos sin fecha límite.

Estas perpetuidades (llamadas también «consolas» o «consolidados» por ser utulos de la deuda consolidada) eran una característica importante del mercado de Londres con respecto a los bonos extranjeros en general. Mientras que los bancos u otros agentes financieros compraban usualmente los bonos a los gobiernos, estos intermediarios vendían los bonos en forma de perpetuidades en la Bolsa de Valores de Londres. Esto fue especialmente cierto en el caso peruano, en el cual la mayoría de bonos eran comprados por grandes casas comerciales —tales como Dreyfus— que al mismo tiempo tenían contratos gua­neros con el gobierno peruano. Por ejemplo, una emisión de 5.000.000 de libras esterlinas se vendía al 85 por 100 (esto es, el gobierno peruano recibía 4.250.000 libras esterlinas) con un interés de 5 por 100. Se establecía un fondo de amortización del principal del 4 por 100 anual, es decir, el bono tenía una maduración de 25 años. Inmediatamente después de esta operación, el agente financiero convertía estos bonos a consolidados y los colocaba en la Bolsa de Valores de Londres. Esta transformación hacía bajar los precios más aún '.

> Podemos ver a este respecto una nota de The Economist que, bajo el título «Las deudas no colocadas de los países prestatarios», se refiere a «la cantidad de deudad de los países, que se contratan en los mercados financieros europeos, se encuentran ahora en las manos de interme­diarios financieros que están ansiosamente procurando vender las deudas que se hallan en su poder en la forma de obligaciones permanentes a inversionistas que buscan principalmente una fuente de ingresos». 8 de noviembre de 1873, p. 1354.

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MODELO DEL PREMIO POR RIESGO DE LA DEUDA EXTERNA PERUANA EN EL SIGLO XIX

De hecho, los precios eran a veces tan fluctuantes, que aun el pago de intereses adeudados (el cupón para los tenedores de bonos) no era signiñcativo en comparación a las utilidades que se podían obtener a través de la compra y venta de bonos en la Bolsa de Valores. Esto explica, por ejemplo, el que des­pués de anunciarse el cese de pagos de diciembre de 1875 y el no pago de intereses a los tenedores de bonos, los precios de los bonos peruanos fuesen todavía altos en relación a los precios de la deuda de otros países, y por qué se realizarían todavía importantes transacciones por unos años más, con la expec­tativa de que los pagos serían continuados. Obviamente, el descuento luego del cese de pagos fue bastante significativo en comparación con el que se obte­nía en el período en el que los cupones estaban siendo pagados.

Desde el punto de vista del gobierno peruano, el proceso de redención de los bonos (el pago final o cancelación de los bonos) se hacía a través de un sor­teo. Un porcentaje, el correspondiente a la amortización anual o semestral, se sorteaba y se compraba de nuevo (por el gobierno) con los fondos de amortiza­ción, de tal manera que el bono era comprado al precio de la emisión inicial. De esta manera, la obligación de pago por parte del gobierno peruano a los «brokers» cesaba.

La mayoría de los «brokers» en la obtención de los préstamos peruanos eran importantes casas comerciales europeas tales como Gibbs y Dreyfus . El mercado que nos ocupa, sin embargo, no es el de la deuda adquirida por las casas comerciales, sino el que, al vender estas casas comerciales los bonos en la Bolsa de Valores londinense, daría lugar a una extensa participación de pequeños y medianos inversionistas.

Los bonos peruanos eran relativamente activos y cotizados casi diariamen­te en la Bolsa de Valores de Londres, sobre todo en el período 1850-1870, cuando el premio por riesgo se redujo sustancialmente debido a la gran con­fianza que los ingresos del gobierno provenientes del guano despertaron en los prestatarios y tenedores de bonos.

Si se compara los bonos peruanos con otros instrumentos financieros de la Bolsa de Valores de Londres, se encuentra que el premio por riesgo obtenido por los bonos peruanos no era excesivamente alto en relación al obtenido por los bonos de otros países latinoamericanos. México, por ejemplo, vendía sus bonos a un descuento mucho mayor durante casi la totalidad del siglo xix, y su cotización en el mercado inglés estaba muy por debajo de aquella obtenida por los bonos peruanos '.

^ Véase, por ejemplo, Levin (1960) y Mathew (1981). ' Un análisis relacionado con este problema y con el premio por riesgo para el caso mejicano

en el siglo xix ha sido hecho por Téllez (1986).

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JUUO E. REVILLA

La cantidad y la calidad de la información que los tenedores de bonos tenían sobre la situación macroeconómica y financiera peruana han sido estu­diados en otro trabajo '*. Sin embargo, es necesario precisar que la información en la que estamos interesados tiene que ver con el sentido propiamente econó­mico del término, es decir, dada las características competitivas del mercado de la Bolsa de Valores, en los precios de la deuda.

3. EL CRECIMIENTO DE LA DEUDA EXTERNA PERUANA EN EL SIGLO XLX

La deuda extema en el Perú surgió al mismo tiempo que el nacimiento de la República en 1821 y su guerra por la independencia política. £1 primer cese de pagos ocurrió cuatro años más tarde, en 182?. La deuda extema peruana del siglo XIX ha sido extensamente estudiada por Wynne, y con particular detalle por Palacios '. £1 tema de la consolidación de la deuda extema perua­na es presentado en perspectiva histórica y analítica por Quiroz *. La mayor parte de la evidencia empírica recolectada por estos autores ha sido tomada de documentos pemanos y británicos, esto como consecuencia de que la mayor parte de la deuda pemana fue contratada en Londres. La primera crisis perua­na de la deuda, inmediatamente después de la independencia política, ha sido estudiada por Mathew''. Un excelente trabajo histórico de las crisis de la deu­da latinoamericana entre la década de los veinte y treinta del siglo xix es el de Dawson; en este trabajo hay una descripción bastante detallada de las institu­ciones británicas de préstamo, así como de las economías latinoamericanas y sus instituciones políticas en aquel período *. Un tratamiento comprensivo y bastante detallado de la historia latinoamerícana de la deuda extema durante todo el siglo xix ha sido realizado por Marichal'. Fishlow revisa los aspectos institucionales de los mercados de capital en el siglo xix, así como los distintos ciclos de «boom» y cese de pagos; Jorgensen y Sachs, al analizar la crisis de la deuda latinoamericana en los años treinta de este siglo, sobre todo en lo que se refíere al mercado financiero de bonos, muestran que los costos del cese de

* Véase Revilla (1992). ' Véase Wynne (1952) y Palacios (1983). ' Quiroz (1987). ' El trabajo de Mathew (1970) es uno de los pioneros en el análisis histórico de la deuda

extema peruana. » Dawson (1990). ' Marichal (1989).

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MODEU) DEL PREMIO POR RIESGO DE LA DEUDA EXTERNA PERUANA EN EL SIGLO XIX

pagos fueron insignificantes para los países deudores '". Una revisión empírica bastante extensa de la deuda extema entre 1850 y 1983, llevada a cabo por Lindert y Morton, muestra que los inversionistas parecían prestar poca aten­ción a la historia pasada de pagos de los gobiernos presutarios, y que los prés­tamos internacionales, incluyendo el cese de pagos, proveyeron a los inversio­nistas de una tasa real de retomo mayor a la que obtendrían si le prestaran a sus propios gobiernos ''.

Un resumen del endeudamiento externo peruano en el siglo xix es presen­tado en el siguiente cuadro:

CUADRO 1

Préstamos británicos al Perú, 1822-1872

Año Cantidad Interés Precio Uso

1822 1.200.000 1825 616.000 1849 1.788.000 1849 1.891.000 1853 2.600.000 1853 400.000 1862 5.500.000 1865 10.000.000 1869 290.000

1870 11.920.000 1872 22.130.000

FUENTES: Manchal (1989), Dancuart (1902-1908). Revilla (1992) y Wynne (1952).

¿Cuál era la perspectiva de los tenedores de bonos ingleses en el asunto de la deuda? ¿Por qué el Perú pudo obtener préstamos un relativamente grandes que fueron declarados en cese de pagos poco tiempo después? Es difícil de encontrar una sola respuesta a estos interrogantes, pero podemos encontrar algunas indicaciones en los comentarios de la prensa financiera internacional déla época.

Desde principios de los años sesenta, cuando el repentino aumento de las

6,0 6,0 6,0 3.0 4,5 4,5 4,5 5,0 5,0 6,0 5.0

88 78 n.d. n.d. 85 n.d. 93 83 71 82 72

Militar Militar Refinanciación Reflnanciación Refinanciación Ferrocarriles Refinanciación Refínanciación Ferrocarriles Ferrocarriles Refinanciación y Ferrocarriles

'O Véase Fishlow (1985) y Jorgensen y Sachs (1989). " Lindert y Morton (1989).

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JULIO E. REVIIXA

inversiones británicas alrededor del mundo facilitó a la mayoría de países endeudarse, los previamente (y, como veremos, subsecuentemente) cautos con­sejeros financieros estaban recomendando un enfoque más optimista para prestar. Es así como, por ejemplo, The Economist en 1862, en un editorial bajo el título: «Algunas reglas para estimar el valor relativo de los préstamos extran­jeros», sostenía:

«No simpatizamos con los extremadamente cautos pensadores que en este momento mantienen una vaga e indiscriminada actitud contraria a los présta­mos extranjeros. Por el contrario, creemos que ninguna otra ciase de inversión podría ser más beneficiosa o natural al momento actual. El capital es indudable­mente muy abundante aquí y ahora. No podemos decir cómo emplearlo propia o seguramente. Es también indudablemente muy escaso en muchos países. Si entonces, esos países pueden, en condiciones seguras y términos propios, de una vez librarnos de nuestro exceso y satisfacer nuestros propios deseos, el sentido común nos dice que deberíamos efectuar por un solo esfuerzo un doble y deseado fín. El pátiico que p>osee a algunas personas cuando el oro deja el país es una reliquia del pasado...» ' .

La idea era, pues, la de olvidarse de las inhibiciones naturales acerca de comprar bonos a diferentes países de alto riesgo, dado que el dinero era abun­dante en Gran Bretaña y escaso en otros países. Muchos de los países que fue­ron apareciendo en el mercado de Londres no eran sólo relativamente desco­nocidos, pero además el conocimiento de los problemas específícos a los que el ñnanciamiento estaba dirigido eran considerados poco importantes de acuerdo a los editores. Apenas una semana después The Economist ofrecía nue­vos consejos a los probables inversionisus en préstamos a distintos países.

«... nosotros consideramos muy deseable que una parte considerable de nuestro capital inglés ocioso sea embarcado en la forma de préstamos a gobiernos extranjeros. Nosotros no queremos ese dinero; el dinero en el mercado paga el 2 por 100, e incluso menos; pero los gobiernos extranjeros sí lo quieren. Ellos alegan, de forma más plausible, que pueden utilizarlo ventajosamente, y que lo pagarán fielmente» ''.

En relación a las reglas que los prestamistas deberían seguir, The Economist recomendaba que el dinero sea prestado en base de la situación política del país, no en el uso de los préstamos, así como tampoco en las «garantías» ofre-

" The Economist, 9 de agosto de 1862, p. 869. » IhüL. 16 de agosto de 1862, p. 897.

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cidas pero en la reputación general del país. Esas reglas bastante laxas fueron repetidas de muchas formas en diferentes números de la publicación.

«Primero. Debemos prestar muy poca atención al objeto por el cual el dine­ro ha sido supuestamente prestado.

Segundo. Como una regla general, debemos de sospechar de cualquier prés­tamo que esté acompañado de lo que hoy se llaman "garantías». Si un gobierno no es lo suficientemente re$p>etable como para financiarse basado en su propio crédito, hay que tener cuidado de sus garantías.

Tercero. Preferir, definitivamente, a un estado homogéneo de uno heterogé­neo.

Finalmente. Deberíamos, como regla, preferir los nuevos préstamos de gobiernos conocidos, cuyos valores sean conocidos, que tienen crédito que per­der, que llenan un espacio considerable en los ojos del mundo, a los nuevos préstamos de estados nuevos, que no tienen un crédito previo que perder, y cuyas circunstancias no han sido cuidadosamente observadas por los ojos del mundo monetario» ' .

Bajo estas condiciones tan generales, el gobierno peruano era obviamente un buen acreedor. Los precios de sus activos eran bastante bien conocidos, no necesitaba presentar ninguna garantía debido a la existencia del guano, y los motivos de los préstamos eran principalmente ferrocarriles (por lo menos a finales de la década del sesenta y principios de la del setenta). Además, el gobierno peruano gozaba de una buena reputación como acreedor, especial­mente con el apoyo financiero de la poderosa casa Dreyfus.

Todo el análisis anterior, sin embargo, es dejado de lado después del cese de pagos de 1875. The Economist, sin mucho pudor, se olvidó de sus anteriores recomendaciones y criticó a los tenedores de bonos por mirar sólo a los recur­sos guaneros del Perú y no considerar «que el carácter del gobierno..., lo extenso de sus otros recursos, y su posición financiera general eran asuntos importantes» ". En otras palabras, los editores de The Economist fueron tam­bién sorprendidos por el resultado final de los préstamos peruanos, como sin duda lo fueron muchos de los inversionistas británicos que siguieron los con­sejos de este influyente periódico financiero.

Las actitudes aparentemente optimistas de los años sesenta y principios de los setenta no fueron sino una repetición de lo que ya había ocurrido en la década de los veinte. La renegociación de los pagos de la deuda comenzaría inmediatamente después de la suspensión de pagos y acabaña con la firma del Contrato Grace en 1889. Como se verá luego, para los tenedores ingleses de la

" /W, pp. 869-870. " Ibid.. 25 de diciembre de 1875. p. 1512.

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JUUO E. REVILLA

deuda peruana que se habían encontrado con calamidades tales como el reino de Poyáis, el Perú fue, después de todo, un riesgoso pero beneficioso proyec­to i*.

4. LA RACIONALIDAD DE LA DEUDA EXTERNA: PROBLEMAS EMPÍRICOS

En este trabajo estamos interesados en explicar la formación de las expec­tativas de los tenedores ingleses de bonos en sus préstamos al Perú durante el siglo XIX. Por esto examinamos las principales variables macroeconómicas que estuvieron disponibles al prestamista o tenedor de bonos y que hubieran podi­do usarse para predecir el premio por riesgo ligado a los bonos peruanos así como la probabilidad de cesación de pagos. En este respecto, una de las pre­guntas que se trata de responder es el que si la Bolsa de Valores de Londres pudo o no haber previsto correctamente el cese de pagos del Perú a fines de 1875.

Se pueden utilizar dos enfoques para analizar este problema. El primero de ellos consiste en la construcción de un modelo estructural con el cual se obtiene una ecuación (o ecuaciones) en su forma reducida, que luego son esti­madas, como en el caso de modelos de ecuaciones simultáneas de endeuda­miento externo y precio de deuda. Hay muchos ejemplos de estos modelos en la literatura especializada '^. Pero el interés de este trabajo es más específico: intenta conocer en concreto cuáles fueron las principales variables que dieron forma a la pendiente positiva de la oferta de fondos de capital extranjeros para el Perú en el siglo pasado.

El modelo desarrollado en la sección quinta pone a prueba algunas de las hipótesis (en términos de las variables que influencian el premio por riesgo o la probabilidad de cese de pagos) que han sido previamente descritas en la literatura empírica de deuda externa, para el caso de una serie temporal de la economía peruana '*.

" El país centroamericano de Poyáis fue un país imaginario (con también imaginarios cuer­pos de marina, ejército y liasta nobleza) creado por Sir Gregor MacGregor. En 1822, durante el apogeo de préstamos en Gran Bretaña, MacGregor llegó a vender bonos de Poyáis a través de la Bolsa de Valores de Londres por más de 200.000 libras esterlinas. Esta estafa ilustra mejor que casi cualquier otro ejemplo la fervorosa actitud en favor del juego de los inversionistas británi­cos. Véase al respecto Dawson (1991) y Alian (1952).

" Edwards (1983), Eaton y Gersovitz (1981), entre otros. " Por ejemplo, en McFaden et aL (1985), Edwards (1986), Peder y Just (1977), Sachs y Cohén

(1982).

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La razón por la cual utilizamos la información del mercado londinense, y no la de otros mercados, es que la deuda peruana, en su casi totalidad, fue emitida en Londres. Esto, a pesar de que algunas casas europeas no británicas, como Dreyfus, actuasen como intermediarias en la venta de los bonos al públi­co. Londres, además, no sólo era el mercado financiero más importante en el siglo XIX, sino que era un valioso centro de información sobre el estado de la economía mundial ". La utilización de los precios de la deuda del siglo xix en Londres ha sido utilizada de una manera similar por otros autores ^.

Una diferencia importante con la mayoría de modelos empíricos es que vamos a considerar el cese de pagos en vez de la reestructuración de la deuda (o recalendarización). Otros modelos usan la reestructuración como una apro­ximación a cese de pagos, asumiendo que la reestructuración implica o indica un deterioro de las condiciones financieras del país. Sin embargo, algunos autores sugieren que muchas de las reestructuraciones de deuda en la década de 1980 no implicaron altas probabilidades de cese de pagos '.

Generalmente se afirma que una variable como la razón del servicio de la deuda (o el servicio de la deuda/exportaciones totales) afecta a la probabilidad de cese de pagos (o reestructuración de la misma), pero la causalidad puede ir en la otra dirección. Este puede ser el caso, por ejemplo, si la entidad financie­ra (ofertante de fondos) percibe que el país va a tener problemas de liquidez en el futuro cercano, esto es, una alta probabilidad de cese de pagos. La enti­dad financiera requerirá de una mayor tasa de interés y/o períodos de madura­ción más cercanos, incrementando de esta manera la razón del servicio de la deuda (RSD). Este hecho, por sí mismo, aumentará la probabilidad de facto del cese de pagos del país. La reducción o suspensión de nuevos préstamos, por la percepción de los prestamistas mencionada líneas arriba, tendrá el mis­mo efecto en aumentar ia RSD y la probabilidad de cese de pagos. Aunque un enfoque de ecuaciones simultáneas en el mercado del crédito puede resolver este problema, examinaremos sólo el lado de la oferta de fondos; por varias razones. En primer lugar, el Perú era un país pequeño incapaz de afectar la tasa de interés mundial y tan sólo podía conseguir fondos pagando un premio dada la probabilidad de cese de pagos. Por otro lado, se asume que el límite a la capacidad de pago del Peni estuvo dado por su posibilidad de captar recur­sos extemos, y que para conseguir estos últimos, tem'a que pagar un premio, o aumentar sus exportaciones.

" Para una descripción más detallada de la importancia del mercado de bonos londinense, véase Revilla (1992).

" Véase, por ejemplo, Téllez (1986) y Manchal (1989). " Hefferman (1986).

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Un problema adicional mencionado por Hefferman tiene que ver con la multicolinealidad de las variables explicativas ^ . Para evitar esto se toma el primer componente principal de las variables.

Las diferencias entre préstamos de la banca internacional y el fínancia-miento extemo a través de flotación de bonos en el mercado han sido estudia­das, entre otros, por Folkerts-Landau y Edwards '. Mientras que los bancos podían actuar usualmente como un grupo cohesionado a través de asociacio­nes y otros mecanismos, el mercado de bonos estaba disperso en muchos y pequeños inversionistas individuales. En parte, debido a esto, los bonos no se reestructuraban, como sí sucede con los préstamos bancarios, solamente se les declaraba en cese de pagos, aunque ésta era una medida extrema porque excluía automáticamente al país del mercado de capitales.

Son obvias, pues, las ventajas de trabajar con bonos en vez de préstamos bancarios para estudiar o examinar la probabilidad de cese de pagos y las podemos resumir en que mientras los «spreads» de los bancos (cuando los hay) reflejan la probabilidad de reestructuración (recalendarización) de la deu­da, el premio por riesgo refleja la probabilidad de la cesación de pagos.

5. UN MODELO DEL LADO DE LA OFERTA DEL PREMIO POR RIESGO

Este modelo supone que el premio por riesgo que pagaban los bonos peruanos estaba directamente relacionado con la probabilidad de cese de pagos. El objetivo es determinar si el premio por riesgo (y consecuentemente la probabilidad de cese de pagos) pudo conocerse a partir de variables especí­ficas construidas utilizando las estadísticas macroeconómicas peruanas, tales como deuda, servicio de la deuda vencido, exportaciones de guano, exporta­ciones totales, producto nacional bruto e ingresos fiscales. Sabemos que éstas no son necesariamente todas las variables que podían determinar la probabili­dad del cese de pagos o el tamaño del premio por riesgo. Las condiciones eco­nómicas generales del Perú en el siglo xix, así como el cese de pagos por otros países y la historia de pagos o cese de ellos por parte del Perú, podrían añadir valiosa información en la formación de expectativas del mercado. Sin embargo, creemos que estas variables, en el contexto de la decisión del proceso de por­tafolio de los inversionistas británicos, explicarían el premio por riesgo.

« IbüL " Véase Folkerts-Landau (1985) y Edwards (1986).

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MODELO DEL PREMIO POR RIESGO DE LA DEUDA EXTERNA PERUANA EN EL SIGLO XIX

Lo que tratamos de probar empíricamente con este modelo es que estas variables macroeconómicas fueron significativas en determinar el premio por riesgo ligado a los valores de la deuda peruanos, en particular una estructura de tiempo específica. Como hemos visto, la deuda emitida en la forma de bonos era cotizada diariamente en las transacciones del mercado de valores de Londres. Esas transacciones, y los continuos cambios en los precios de la deu­da peruana, estaban relacionados a un conjunto de información sobre las finanzas peruanas, y esas variables en el conjunto de información son las que nosotros veremos.

5.L El Modelo

Para desarrollar el modelo de cese de pagos se empieza usando la especifi­cación logística, usada regularmente en los modelos empíricos de deuda ex­terna.

^px.

" {1 + fP O (1)

Donde q, es la probabilidad de cese de pagos en el año t.y X,es el vector de las variables independientes. Usamos el subíndice s porque no queremos imponer de antemano ninguna estructura de tiempo, de tal manera que s podría ser igual, mayor o menor que t, o incluso un vector de tiempo.

La especificación logística explicará los valores de las variables indepen­dientes en términos de un valor de la probabilidad de cese de pagos que por la manera como está especificada se encontrará siempre entre O y 1. Suponga­mos que una de las variables explicativas (las X's) es la razón del servicio de la deuda (compuesta por el servicio de la deuda vencido y dividida entre las exportaciones totales (DSX)); si su coeficiente aumenta, entonces la probabili­dad del cese de pagos q aumenta.

Para poder modelar el comportamiento del mercado de bonos y observar al premio por riesgo, debemos definir primero la ecuación de precios de un valor sin riesgo, en este caso el consolidado británico que pagaba 3 por 100 anual y que nunca dejó de ser pagado durante el siglo xix. El precio de este consolidado (o perpetuidad) es una función del pago del cupón y la tasa de interés implícita pagada en el mercado. Si la tasa de interés del mercado era del 3 por 100 entonces el precio del consolidado era de 100; una tasa de inte-

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JUUO E. REVnXA

res mas baja daría un mayor precio por ei consolidado y viceversa, de acuerdo con la siguiente ecuación:

Pf'E,y-^^— (2) ' ' / l (1 + t,V

Donde E, es la expectativa en el año / del valor presente del flujo futuro de pagos de los cupones, O es igual al cupón pagado cada año al tenedor de un consolidado británico (en realidad era pagado cada seis meses, pero estamos usando datos anuales), P*, es el precio de mercado del consolidado británico en el año /, e /, es la tasa de interés sin riesgo en el año /.

Al » -* oo, y dado que estamos considerando al consolidado británico como el valor financiero libre de riesgos, y por lo tanto asumimos que no sólo no hay riesgo sino tampoco incertidumbre, la ecuación del precio para el con­solidado británico estará dada por la ecuación (2a):

C* Pi'— (2a)

/ '

Los bonos peruanos, por otro lado, una vez cotizados en la Bolsa de Valo­res de Londres se convertían también en consolidados o perpetuidades, pero estos bonos representaban un valor financiero riesgoso, de tal manera que el precio esperado seria diferente de acuerdo a alguna regla estocástica que impondremos lineas más abajo y que explicaremos luego. De tal manera que el bono a perpetuidad peruano tendría la siguiente ecuación de precio:

P^-E,l-—— (3) r i (1 + i.)

Ahora asignamos una probabilidad de cese de pagos en la vida del consoli­dado, para cada año, igual a q^ De esta manera la probabilidad de pago del consolidado es igual i (1 - q) ^*. El precio de mercado del consolidado perua­no, dado que asumimos neutralidad en el riesgo, sería igual a:

^* Al usar una probabilidad del cese de pagos igual a 9,, no estamos necesariamente diciendo que q, es igual para cada periodo,-sino más bien que q, es independiente de valores previos de q,, de tal manera que el mercado consideraría en la formación de las expectativas del precio de los bonos alguna probabilidad de cese de pagos en cualquier periodo igual a q„ que sería una fun­ción de ciertas variables macroeconómicas interpretadas por el mercado.

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MODELO DEL PREMIO POR RIESGO DE LA DEUDA EXTERNA PERUANA EN EL SIGLO XIX

^ ' (3a)

Por el supuesto de competitividad en el mercado de bonos, la no existen­cia de restricciones al crédito (como sí podría ocurrir, por ejemplo, con los préstamos bancarios), la inexistencia de problemas de riesgo moral y neutrali­dad al riesgo de los tenedores de bonos (o prestamistas), el equilibrio en el mercado estaría dado en el punto en el que los retornos de ambos consolida­dos se hiciesen iguales.

Antes de igualar los retornos de los dos valores, debemos explicar que usualmente había una diferencia entre la tasa de interés pagada (o los cupones) por el consolidado británico (del 3 por 100) y la pagada por el bono peruano (que variaba entre el 4,5 y el 6 por 100), a esta diferencia en el pago la llamare­mos el premio por riesgo explícito o:

r^-CI-C; (4)

Donde r,„ el premio por riesgo explícito del bono peruano en el año /, consiste simplemente en la diferencia entre los cupones (o tasa de interés) pagados. Por ser consistentes, los valores de r,,, Q, y O", son expresados en porcentajes.

Para simplificar la notación llamaremos a los cupones británicos en el año 'simplemente C„ de tal manera que:

Q - Q - r , , (5)

Ahora, aun considerando el premio por riesgo explícito, el precio del con­solidado peruano era menor que el del consolidado británico; esto es, había también un premio por riesgo implícito que los consolidados peruanos estaban pagando en la forma de un menor precio, de tal manera que se obtuvieran Iguales retornos o rendimientos para ambos consolidados. Así tenemos que:

r, ' r,,, + r¿, (6)

Donde r¿, es el premio por riesgo implícito en el año / y r, es el premio por nesgo total en el año t. Ahora, utilizando las ecuaciones (2a), (3a), (5) y (6), para obtener retomos iguales tomando en cuenta los diferenciales en los cupones,

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el premio por riesgo implícito, y la probabilidad de cese de pagos, la condición de equilibrio en el mercado estará dada por la ecuación (7):

C (C.+ r.)

A partir de la ecuación (7) podemos obtener el premio por riesgo total como una función del cupón de pago del consolidado británico y la probabili­dad del cese de pagos:

" ' ( ( 1 - . , ) ) (7a)

Sustituyendo (1) en (7a), tomando logaritmos naturales, y consideran­do un error aleatorio normalmente distribuido, obtenemos:

In r, = In C, + p X, + |A, (8)

Ahora podemos usar, por ejemplo, mínimos cuadrados ordinarios (MCO) para estimar los valores de las fis, y ver la influencia de ésas en el premio por riesgo. Debemos señalar que la especificación logística está implícitamente integrada a la ecuación (8) y ya no estamos ante un modelo explícito de varia­bles cualitativas dependientes para estimar la probabilidad de cese de pagos q, sino más bien el modelo explica el logaritmo natural del premio por riesgo. La variable r es ahora una variable continua (en contraposición a una variable dis­creta) y la ecuación de la forma reducida es ahora lineal. Sin embargo, hay pro­blemas asociados a esto, como el hecho de que la razón de probabilidades [q/ (1-q)] contiene la probabilidad de cese de pagos igual a O o a 1 y el logaritmo de la razón de probabilidades podría no estar definido al poder tomar q los valores de O y 1; pero dado que q es una función de las variables independien­tes, Xr, que están bien definidas, no tendríamos los casos de los valores extre­mos.

De esta manera podemos estimar el modelo especificado por la ecuación (8), donde el logaritmo natural del premio por riesgo es la variable dependien­te y las Xr(las variables macroeconómicas) son las variables independientes.

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MODELO DEL PREMIO POR RIESGO DE LA DEUDAEXTERNA PERUANA EN EL SIGLO XIX

5.2. Prueba empírica

Para ver los efectos de las variables representadas por el vector de las Xs, ponemos a prueba las mismas variables independientes a las utilizadas por Otros modelos empíricos de deuda externa 2'.

Las variables que ponemos a prueba pueden ser agrupadas en dos catego­rías. La primera categoría incluye a las variables de la razón del servicio de la deuda (RSD), tales como servicio de la deuda / exportaciones totales (SX), ser­vicio de la deuda / exportaciones guaneras (SG), servicio de la deuda / expor­taciones de fertilizantes (SF), servicio de la deuda / exportaciones totales sin incluir el guano (SXNG), servicio de la deuda / ingresos del gobierno (SIG) y servicio de la deuda / producto nacional bruto (SPN). Estas variables miden distintos grados de liquidez del servicio de la deuda. En la segunda categoría incluimos las variables de la razón de endeudamiento total (RET) de la econo­mía, tales como deuda total / exportaciones totales (DX), deuda total / expor­taciones guaneras (DG), deuda total / exportaciones de fertilizantes (DF), deu­da total / exportaciones totales sin incluir el guano (DXNG), deuda total / ingresos del gobierno (DIG) y deuda total / producto nacional bruto (DPN). Estas variables miden el nivel total de endeudamiento del país.

El siguiente problema que enfrentamos es que estas variables son relativa­mente similares y altamente correlacionadas entre ellas, lo que crea problemas de multicolinealidad. Pero al mismo tiempo, el excluir estas variables restaría poder explicativo al modelo. Para resolver este problema, usaremos el método de componentes principales (CP). Por construcción, el método de componen­tes principales toma los elementos de las diferentes variables que son ortogo­nales entre sí de tal manera que los nuevos componentes no estén correlacio­nados entre ellos ^^.

Para poner a prueba el modelo no asumimos ninguna estructura en parti­cular de rezagos o adelantos en la composición de las variables. La hipótesis básica es que el premio por riesgo es afectado por variables rezagadas de la razón del servicio de la deuda, y también por los niveles futuros de la deuda total. La estructura de rezagos o adelantos de la influencia de estas variables será derivada empíricamente; esto significa estimar cuánto tiempo en relación al pasado y al futuro estaban mirando los tenedores de bonos para imponer el premio por riesgo a los bonos peruanos cotizados en el mercado de Londres.

" Véase, por ejemplo. Edwards (1986), Feder y Just (1984), McFadden tí ai (1985). entre otros.

' ' Para una descripción del método de los componentes principales, ver Johnston (1984), pp. 536-544.

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Como veremos luego, el supuesto de previsión al futuro no es tan disparatado como parece, porque tenía sus bases en los recursos mineros conocidos en el período inicial.

Los resultados de la estimación empírica para las diferentes especificacio­nes son presentadas en los Cuadros 2 al 5, donde la variable dependiente es Ln r, (el logaritmo natural del premio por riesgo a los bonos peruanos), y las diferentes estructuras de tiempo de las razones del servicio de la deuda y del nivel de endeudamiento total son las variables explicativas. En todos los casos usamos el primer componente principal.

CUADRO 2

Primera estimación de la ecuación (8)

Constante RSD(-1) RSD RETO)

-3,016 0,539 0,513 0,378 (-16,458) (3,757) (3,848) (4,339)

R' ajustado - 0,5869 D.W. - 1,3765 \

Los valores en paréntesis son los estadísticos /. RSD es el primer componente principal de SX, SF, SG, SIG y SPN (94 por 100 de la varian-

za total). RET es el primer componente principal de DX, DF, DG, DIG y DPN (78 por 100 de la

varíanza total). (-/Des un rezago de /años en la variable. 0)e$ un adelanto de /años en la variable. Años incluidos: 1846-1878.

FUENTE: Apéndice.

Es aparente que la variable dependiente Ln r, no es estable en el tiempo, lo que se puede ver con una prueba de raíces unitarias. Así, una prueba de Dic-key-FuUer aumentada nos da valores cercanos a —1, mientras que los valores críticos de MacKinnon están alrededor de —3 para poder negar la presencia de una raíz unitaria, y por lo tanto de no-estacionaríedad en el tiempo ^ . Este modelo simple, sin embargo, pasa las pruebas de cointegración entre la varia­ble dependiente y distintas muestras de las variables independientes tales

' Esto es para rezagos de O a 2, e incluyendo una constante. En esta como en todas las prue­bas realizadas en este trabajo mayores deuUes están a disposición de los lectores a través de la Revista.

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MODELX) DEL PREMIO POR RIESGO DE LA DEUDA EXTERNA PERUANA EN EL SIGLO X K

como SX, DX, SXNG, DXNG, SPN y DPN ». Existe entonces la posibilidad de probar las distintas regresiones usando las variables en niveles y no seria necesario sólo probar las primeras diferencias de estas variables.

Para la primera estimación, pondremos a prueba el efecto de las razones actuales y con rezago de un año del servicio de la deuda vencido, y las razones del próximo año del endeudamiento total. Usamos el número máximo de variables disponible para extraer el máximo poder explicativo de las variables. Desafortunadamente, el período de tiempo está restringido por la disponibili­dad de datos de los ingresos del gobierno (en las variables de SIG y DIO). La primera variable (RSD) es la compuesta por las razones del servicio de la deu­da SX, SF, SG, SIG y SPN, y la segunda variable (RET) está compuesta por las razones de endeudamiento total DX, DF, DG, DIG y DPN. Los resultados son presentados en el cuadro 2 ^.

A panir de estos resultados podemos observar que los coeficientes estima­dos de la razón del servicio de la deuda (RSD) y la razón de endeudamiento total (RET) son positivos, como era de esperarse, y las variables son estadística­mente significativas. Valores para los parámetros estimados de 0,539 y 0,513 para la variable rezagada y la actual de la RSD y de 0,378 para la variable ade­lantada un año de la RET parecen pequeñas, pero debemos recordar que el valor de la variable de la mano izquierda, el premio por riesgo, está expresada en logaritmos, mientras que los valores para las variables de la mano derecha no lo están. En cualquier caso, un parámetro de 0,5 para la RSD mide la semi-elasticidad del premio por riesgo con respecto a la RSD; en otras palabras, un aumento en términos absolutos de 0,1 en la RSD (como por ejemplo un aumento de 0,5 a 0,6) generaría un aumento del 5 por 100 en el valor estima­do del premio por riesgo.

El hecho de que las variables de la RSD tengan un rezago de un año ade­más del valor actual puede ser interpretado como el que los tenedores de bonos no sólo estaban mirando a la situación actual de la economía, sino tam­bién a la actividad macroeconómica de la economía durante el año anterior. El endeudamiento total, por otro lado, se asume que estaba relacionado a las expectativas que observaban al futuro en términos del crecimiento de la deu­da. Este supuesto de expectativas futuras es en realidad fácil de explicar, las

" Con una prueba de cointegración Engle-Granger para las variables LR, SX, DX, DXNG, SPN y DPN, obtenemos un estadístico / de Dickey-FuUer de —5,85, mientras que en valor criti­co de Mackinnon pata el 5 por 100 es de —5,25. Esto quiere decir que estas variables parecen estar coíntegradas, es decir, mantener una relación estacionaria en el tiempo.

" En ésta como en las siguientes estimaciones utilizamos el procedimiento de Cochrane-Orcutt

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exportaciones durante el siglo xix estuvieron básicamente concentradas en las exportaciones mineras: el guano entre las décadas de 1840 y 1860, y los nitra­tos de! salitre entre las décadas de 1860 y 1880. Los tenedores de bonos estu­vieron activamente mirando a la situación del guano, y aun contrataron inge­nieros par medir in situ el tamaño de los depósitos del guano '<'. Dado que la deuda fue contratada en relación con la disponibilidad de los recursos guane­ros (u otros recursos mineros) utilizados como garantía de pago, los tenedores de bonos podían observar a las futuras razones de la deuda (es decir, comprar bonos de deuda peruanos) usando como referencia el tamaño percibido de los depósitos guaneros.

Constante

-3,123 (-17,255)

R' ajusudo -

CUADRO 3

Segunda estimación de la ecuación (8)

RSrX-l) RSD

0,440 0,486 (2,968) (3,444)

0,5670 D.W. - 1,1858

RETO)

0,340 (3,858)

RET(2)

0,168 (1.895)

RSD es el primer componente principal de SX, SF, SG, SIG y SPN (94 por 100 de la varian-za total).

RET es el primer componente principal de DX, DF, DG, DIG y DPN (78 por 100 de la varíanza total).

Años incluidos: 1846-1878.

FUENTE: Apéndice.

Para continuar el análisis de este punto, llevaremos a cabo una segunda estimación del modelo, con las mismas variables usadas para construir los componentes principales como en el caso anterior. El primer componente principal de las variables SX, SF, SG, SIG y SPN está representado por RSD, y el primer componente principal de DX, DF, DG, DIG y DPN está represen­tado por RET. En esta segunda estimación del modelo ponemos a prueba el incluir un año más en el futuro de la variable de la razón endeudamiento total

^ Ver, por ejemplo, el detallado recuento de Duffield (1877) en relación a la cantidad y cali­dad de las reservas del guano en las islas peruanas durante la década de 1870. En relación a la historia económica del guano en el Perú, ver Hunt (1984), Bonilla (1974), Levin (1960) y Mai-guashca (1967).

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para estudiar la formación de las expectativas futuras. Los resultados de estas estimaciones son presentados en el cuadro 3.

Estos resultados no sólo ratifican lo obtenido en la primera estimación del modelo, en términos del signo y valor de los parámetros, sino también mues­tran que la variable de la razón de endeudamiento total con un adelanto de dos años puede ser considerada también estadísticamente significativa con un intervalo de confianza del 5 por 100, lo que implica un efecto positivo en el premio por riesgo. Las variables de la razón del servicio de la deuda con un rezago de un año, así como las corrientes, mantienen una fuerte, y estadística­mente significativa, relación positiva con el premio por riesgo.

Una de las razones que podría confundirnos al usar estas variables es que son similares; tal es el caso de SF (o DF) y SG (o DG), dado que hemos defini­do fertilizantes como sólo la suma de exportaciones de salitre y guano. Pode­mos sospechar que sólo por sumarlas podrían ayudarnos muy poco en obtener un mejor modelo explicativo. Además, la única razón por la que consideraría­mos a los fertilizantes o al guano como una variable diferente a la de exporta­ciones totales es que el guano, y a partir de los años setenta también el salitre, estuvo directamente controlado por el gobierno, mientras que otras exporta­ciones tales como la plata, el cobre o el algodón estuvieron normalmente en manos privadas. Careciendo de un sistema de banca central, y con un sistema tributario bastante limitado, el gobierno se encontraba con dificultades para disponer de las divisas obtenidas por el sector privado.

Constante

-3,183 (-20,840)

R ajusudo "

CUADRO 4

Tercera estimación de la ecuación (8)

RSLK-l) RSD

0,392 0,415 (3,288) (3,413)

0,6457 D.W. - 1,3623

RET(l)

0.367 (4,246)

RET(2)

0,190 (2,307)

total). RSD es el primer componente principal de SX, SF, SIG y SPN (95 por 100 de la varianza

RET es el primer componente principal de DX. DF, DIG y DPN (82 por 100 de la varianza

Años incluidos: 1846-1878.

FUENTE: Apéndice.

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Para poder eliminar de nuestros datos estos problemas potenciales y para estar seguros que nuestros resultados son concluyentes, en la tercera estima­ción del modelo, usando ei mismo período de tiempo, incluimos solamente SF como la variable para las exportaciones controladas por el gobierno. Esto es, eliminamos SG como parte de los componentes principales de RSD, y usamos SX, SF, SIG y SPN. Por el lado de las variables de endeudamiento total, tam­bién eliminamos DG de los componentes principales de la R£T, y usamos sólo DX, DF, DIG y DPN. Como en el caso anterior, ponemos a prueba varia­bles adelantadas de RET, utilizando adelantos de uno y dos años, y para la variable de la RSD usamos la variable actual y la rezagada en un año. Los resultados de estas estimaciones son presentados en el cuadro 4.

Los resultados no han cambiado significativamente si los comparamos con los de la segunda estimación del modelo, y sin embargo todas las variables son estadísticamente significativas, manteniéndose los mayores parámetros para los valores actuales de la RSD y los menores para la RET con un adelanto de dos años. Esta tercera estimación del modelo también aumenta el poder explicati­vo de las variables independientes tal como se puede apreciar por el valor de los R^ y los estadísticos /.

En general podemos decir que para el período 1846-1878, y usando todos los datos disponibles de ingresos del gobierno, deuda y exportaciones, el pre­mio por riesgo en los bonos peruanos podría ser explicado por las variables corrientes y rezagadas en un año en la RSD y con adelantos de uno y dos años en las variables de la RET. Podemos entonces ver qué cambios absolutos en valores presentes y pasados de razones del servicio de la deuda, así como en niveles futuros de deuda total, jugaron un rol significativo en los cambios por­centuales del premio por riesgo en los bonos peruanos.

Tan pronto como tratamos de extender el análisis a un período más com­pleto (como por ejemplo el período entero para el que tenemos estadísticas disponibles para el premio por riesgo) encontramos problemas debido a la fal­ta de datos para las variables independientes (o de la mano derecha). Dado que el período de tiempo para el que contamos con datos para el premio por riesgo es de 1843 a 1888, las cifras para los ingresos del gobierno así como para las razones del servicio de la deuda y el endeudamiento total en la pro­ducción nacional no se encuentran disponibles para algunos años, y contamos con series completas de tiempo sólo para exportaciones. De esta manera, en la cuarta estimación del modelo observamos al período completo usando todos los datos disponibles. El costo de este ejercicio es que las variables con que se cuenta se han reducido, para poder obtener más observaciones (es decir, mayores grados de libertad). Las variables que usamos para construir los com-

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ponentes principales de RSD son SX y SF; y para la RET, las variables son DX y D F . Cuando usamos la misma estructura temporal como la de las estimacio­nes segunda y tercera del modelo, los resultados no son significativos con la excepción de RET(2), y marginalmente para RSD(— 1). Dado que con esta muestra mayor (y menor disponibilidad de variables) las variables con mayores adelantos hacia el futuro de la RET parecen ser más significativas, obtenemos mejores estimados cuando ponemos a prueba la RET con un adelanto de tres años y la RSD con un rezago de un año con los resultados que se muestran en el cuadro 5.

CUADRO 5

Cuarta estimación de la ecuación (8)

Comíanle

-2,879 (-7,465)

R ajustado ~

RSD(-1)

0,430 (1.849)

0,2369 D.W.

RETO)

0,504 (2,964)

- 1,3585

RSD es el primer componente principal de SX y SF (93 por 100 de la varianza total). RET es el primer componente principal de DX y DF (81 por 100 de la varianza total). Años incluidos: 1843-1888.

PUENTE: Apéndice.

Cuando observamos al período de 1843 a 1888, el poder explicativo es absorbido por la razón del endeudamiento total con un adelanto de tres años, mientras que las variables de la razón del servicio de la deuda son relativamen­te menos significativas. Aunque la dirección de la estructura temporal de las Variables es todavía la misma, esto es, las variables de la razón del endeuda­miento total tienen adelantos (aunque en este caso de tres años y no de uno o dos) y las variables del servicio de la deuda tienen un rezago de un año (y no •ncluyen el año actual), tenemos que explicar estos cambios hacia una estruc­tura temporal más esparcida por una falta de datos en ingresos del gobierno y producción nacional. Estas variables, más que los datos de exportación, expli­carían los cambios porcentuales del premio por riesgo con una menor «disun-cia» en el tiempo. Esto es especialmente cierto para los ingresos del gobier­no '1.

Cuando no consideramos los ingresos del gobierno para la formación de los componentes

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La caída del R^ es significativo, de casi el 70 por 100 en las anteriores esti­maciones del modelo al 24 por 100 en esta estimación. Podemos asumir casi con certeza que esto es debido a la escasez de datos dado por haber eliminado algunas variables.

Como sostuvimos hipotéticamente ai comienzo de esta sección, cambios absolutos en las razones del servicio de la deuda y del endeudamiento total fueron importantes en determinar el cambio porcentual en el premio por ries­go de la deuda peruana. Las cuatro distintas estimaciones del modelo desarro­llado y puesto a prueba no son sólo similares en su comportamiento, sino con­sistentes en la estructura temporal de las variables que se utilizaron. Es probable que haya otras variables que ayuden a explicar el premio por riesgo y que no se hayan utilizado en las estimaciones del modelo aquí desarrollado. Sin embargo, podemos concluir que las cifras macroeconómicas peruanas en relación a los ingresos del gobierno, exportaciones, exportaciones guaneras, etc., fueron significativas en determinar el premio por riesgo a la deuda perua­na.

Como consecuencia de todo esto, dado que toda esta información estaba disponible para los que tomaban decisiones en el mercado de valores de Lon­dres, los inversionistas británicos podían haber determinado el comportamien­to de los precios de los bonos en términos del premio por riesgo incluido en cada bono, mirando a las cifras de deuda total, comercio internacional e ingre­sos del gobierno del Perú. Obviamente, no estamos asumiendo que ellos tenían un «modelo» de premio por riesgo o de probabilidad de cese de pagos que usara los datos mencionados líneas arriba, sino más bien, que al ver la información de las variables macroeconómicas peruanas tenían instrumentos relevantes para analizar el premio por riesgo de los bonos.

6. LA APARENTE IRRACIONALIDAD DE LOS TENEDORES DE BONOS

A pesar de que los tenedores de bonos tenían información disponible, existe por lo menos una pregunta importante en relación al cese de pagos de 1875 y la creciente deuda de principios de la década de 1870. ¿Por qué los tenedores de bonos le prestaron al gobierno peruano, especialmente a través de las emisiones de 1870 y 1872 (las mayores de todas las emisiones de bonos

principales de las primeras tres estimaciones del modelo, el valor del parámetro así como el valor del esudístico / de la variable actual de la RSD y el adelanto de un año de la RET cayeron signi­ficativamente.

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peruanos) cuando éstas fueron emitídas tan cercanas a la fecha del cese de pagos de diciembre de 1875? Daremos algunas explicaciones en respuesta a esta pregunta y al problema relacionado de prever la fecha del cese de pagos.

El asunto de probar la racionalidad (o irracionalidad) de las decisiones basadas en el mercado es en realidad un poco más complicado que la inferen­cia sugerida aquí. El mercado de bonos pudiera ser caracterizado como inefi­ciente (y los tenedores británicos de bonos peruanos como irracionales) si algu­na información disponible a los inversionistas pudiera haber mejorado su pronóstico de cese de pagos (y/o el premio por riesgo implícito) y no fue usa­da, de tal manera que las expectativas percibidas (vale decir, los precios que ellos le asignaban a los bonos peruanos) podrían haber sido menores si esta información adicional había sido usada sistemáticamente ^.

En el modelo presentado en este trabajo hemos tratado de analizar la racionalidad del mercado de una manera similar a la sugerida por Lindert y Morton ^ . De estos resultados se puede inferir que los tenedores de bonos, usando la data macroeconómica disponible, podrían haber tenido una idea clara de premio por riesgo de la deuda peruana y también de la probabilidad de cese de pagos. El problema con el análisis del cese de pagos, sin embargo, es que siendo obvio que los tenedores de bonos que compraron deuda en techas próximas a la fecha del cese de pagos perdieron, también es cierto que los bajos precios de los bonos eran una indicación de la alta probabilidad del cese de pagos. Lo que si bien no garantiza la explicación de la racionalidad del inversionista individual, aún puede ser útil para ver la eficiencia del mercado y la racionalidad del conjunto de inversionistas.

Probablemente la explicación más importante es la percepción de los tene­dores de bonos de que el guano, y los ingresos del gobierno provenientes del guano, eran inacabables. Deberíamos añadir, además, que el gobierno peruano era muy propenso a exagerar reportes de descubrimientos de nuevos depósitos guaneros. Una explicación secundaria era la creciente importancia en las exportaciones totales peruanas del salitre, que a principios de los años setenta eran tan significativos en valores totales como lo era el guano, con la ventaja adicional de ser propiedad estatal. De acuerdo a las cifi-as mostradas de los precios de los bonos, así como del premio por riesgo, es obvio que el mercado

' Linden y Monon (1989) sugieren un test de regresión, en donde otra información disponi-'e mejora significativamente ios pronósticos de la tasa de retomo o el precio del activo de una

•nuestra, cuando es agregada a la regresión que ya incluye la historia completa del precio de mer­cado del activo.

" Linden y Morton (1989).

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estaba muy confiado en la condición de las finanzas públicas peruanas y la habilidad del gobierno para cumplir con sus obligaciones.

Es también claro que sólo a mediados de 1876, cuando las posibilidades de negociación entre el gobierno peruano y los tenedores de bonos habían fra­casado, el mercado aumento el premio por riesgo a niveles mayores del 30 por 100.

En 1873, por lo tanto, el mercado comenzaba ya a reflejar las peores con­diciones de las ñnanzas peruanas con un creciente premio por riesgo. Pero las exportaciones totales al Reino Unido (principalmente guano y salitre) eran de alrededor de 5 millones de libras esterlinas. El problema, por supuesto, era que la deuda total se había multiplicado de 10 millones de libras esterlinas en 1869 a 33 millones en 1872. Las exportaciones estuvieron todavía creciendo de un promedio de 3 millones de libras esterlinas a mediados de la década de 1860 a 5 millones en 1873, dando probablemente alguna esperanza de creci­miento continuo, pero no crecieron tan rápido como la deuda total (y definiti­vamente no lo suficientemente rápido para cubrir el servicio de la deuda). Este cambio básico significó un aumento en la razón del endeudamiento total así como la razón del servicio de la deuda. Sería sólo cuestión de tiempo antes de que el cese de pagos fuera anunciado oficialemente en 1875.

A principios de la década de 1870 el mercado estaba, al mismo tiempo, dando señales de confianza en relación a las finanzas del gobierno peruano y su habilidad para pagar la deuda. La emisión de bonos de 1870, y en menor medida la de 1872, eran pruebas de esa confianza. El premio por riesgo, como una medida de la percepción del mercado, era todavía relativamente bajo (menor al 10 p)or 100) a comienzos de 1875. Debemos señalar, en referencia al préstamo de 1872, que sólo 22,1 millones de libras esterlinas de las 36,8 millo­nes originales pudieron ser colocadas en el mercado por los «brokers». La evi­dencia de la reacción por parte del mercado es entonces mixta. Por un lado podemos considerar a la venta incompleta de los bonos como una falta de confianza del mercado, pero por otro lado, cuando el mercado dobló el tama­ño de la deuda extema peruana con esta suscripción de bonos, los comprado­res que adquirieron esta nueva deuda tenían expectativas de continuación de pagos al menos en el futuro cercano. Como siempre, el precio de la deuda peruana fue establecido marginalmente, y es obvio que aquellos que se convir­tieron en tenedores de bonos peruanos en 1872 y en años posteriores no anti­ciparon el cese de pagos de 1875 como aquellos que adquirieron bonos en años anteriores.

Los tenedores de bonos, como lo hemos mostrado en el modelo empírico desarrollado anteriormente, podían ajustar sus expectativas para determinar el

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premio por riesgo (y por lo tanto el precio), usando cifras actuales y con reza­gos de un año de las razones del servicio de la deuda así como expectativas futuras de la razón de endeudamiento total de hasta tres años. Lxjs estimados encontrados para la probabilidad de cese de pagos muestran que se estaban ajustando para el cese de pagos en términos de los precios de la deuda. Ade­más, hemos mostrado antes que a mayor el número de años por delante que consideramos en el modelo, menor es la capacidad predictiva del modelo para el cese de pagos. El creciente valor del premio por riesgo era una indicación de una alta probabilidad de cese de pagos, pero aunque el premio por riesgo de los dos últimos préstamos aumentaron en los años sctenw es obvio que los tenedores de bonos que adquirieron deuda peruana en esos años perdieron, así como es también cierto que aquellos que compraron deuda años atrás realizaron una inversión bastante rentable.

Para probar este último punto usaremos las cifras de los precios de los bonos peruanos y los consolidados británicos en la Bolsa de Valores de Lon­dres asumiendo que un agente de vida infinita tiene un portafolio de inversio­nes tanto en los consolidados británicos (que pagaban el 3 por 100 anual a perpetuidad), y los bonos peruanos a partir de 1849 (cuando la deuda peruana fue renegociada) hasta el cese de pagos en 1875. En el caso de la deuda perua­na, dado que las emisiones de bonos eran diferentes, asumimos que el agente vendía los bonos que tenía al momento que un nuevo bono era introducido al mercado y compraba los nuevos. Los resultados de este ejercicio muestran que el valor presente en el año 1849 de invertir 100 libras esterlinas en perpetuida­des británicas que pagaban 3 por 100 anuales, era de 107,96 libras esterlinas. Esto significa que un bono británico, que estaba valorado en 92.625 libras esteriinas en junio de 1849, estaba pagando en realidad 7,96 por 100 de inte­rés. La inversión equivalente en bonos peruanos, comenzando de nuevo en junio de 1849, e intercambiando cada bono cuando aparecía una nueva emi­sión, muestra que el valor presente de la estrategia de inversión en bonos peruanos rendía 115,76 libras esterlinas J". Debemos añadir que la inversión peruana incluye el cese de pagos de 1875 y asume que no se recuperó nada después de esa fecha (aunque en realidad sí se recuperó, a través de un cam­bio de deudas por activos, como señalamos ocurrió en 1889 con la formación de la Peruvian Corporation). Esto significa que la inversión peruana tenía un

" En ambos caso» estamos «sumiendo una tasa de interés del mercado igual a U tasa de interés que el consolidado británico, que era del 3 por 100; el bono británico era un va or prácti­camente sin riesgo, ya que no dejó de pagarse durante todo el siglo XDC. La fuente uülizada son los distinto números del The Economál entre 1843 y 1875.

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premio por riesgo anual de 7,22 por 100, por encima de la alternativa británi­

ca J5

Es fácil de entender que los tenedores de bonos peruanos en 1875 fueron perjudicados significativamente, pero también podemos concluir con certeza, gracias a toda la evidencia presentada en los párrafos anteriores, que el merca­do británico de bonos de la deuda extema (y probablemente la mayoría de los tenedores de bonos) no fue tomado completamente por sorpresa cuando las autoridades peruanas anunciaron el cese de pagos, y ya habían incorporado sus pérdidas futuras en las extraordinarias ganancias (gracias al premio por riesgo) [X)r encima de lo ofrecido en el mercado para otros valores financieros alternativos.

7. CONCLUSIONES

El análisis de las experiencias históricas sobre el tema de la deuda extema es importante no sólo para comprender el pasado, sino también porque puede proporcionar algunos indicadores de cómo se origina una crisis de deuda y por qué el mercado financiero internacional, aparentemente, se equívoca en su estrategia de préstamos.

El caso del Perú en el siglo xix es un claro ejemplo de cómo una combina­ción de crecientes gastos fiscales y fácil acceso a los créditos internacionales puede iniciar un frenesí de préstamos que generará más tarde una crisis de la deuda cuando el país no pueda cumplir con los pagos al servicio de la deuda.

Desde el punto de vista del país deudor, los proyectos de inversión (en este caso ferrocarriles), a cuya financiación se destinó la mayor parte de los préstamos, pudieron haber sido positivos, y aun rentables, para el país, en el sentido de aumentar la capacidad productiva y de generación de ingresos por exportaciones; pero las particulares vías que se escogieron para los ferrocarri­les no aumentaron ni la capacidad productiva ni la de exportación del país, y más bien ahondaron mucho más el problema de la deuda extema para el país al no ser capaces de generar recursos que permitieran el pago. Es así como la crisis de la deuda comenzó tan pronto como los ingresos netos del guano lle­garon a ser insuficientes para cubrir el servicio de la deuda. La renegociación

" Este valor es considerablemente más alto que el 0,42 por 100, premio por riesgo ex-post que Lindert y Morton (1989, p. 77) encontraron como la tasa real de retomo de los inversionis­tas. El activo alternativo usado por Lindert y Morton es también el bono británico y los bonos del tesoro americanos para la deuda con los Estados Unidos. Su muestra está basada en diez paí­ses entre los años de 18?0 y 1983.

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de la deuda (convertir deuda vieja en deuda nueva bajo diferentes condiciones de pago) no garantiza necesariamente el pago de las nuevas obligaciones, espe­cialmente cuando los indicadores tales como la razón del servicio de la deuda aumentan significativamente. Además, una vez el refinanciamiento de la deuda se paraliza, quizá porque se ha declarado el cese de pagos, el país no puede continuar pagando.

A partir del análisis empírico podemos concluir que las variables macro-económicas utilizadas, tanto de liquidez (RSD) así como de endeudamiento total (RET), explican significativamente el premio por riesgo, y en última ins­tancia, la probabilidad de cese de pagos.

Desde el punto de vista de los prestamistas extranjeros (tal como los tene­dores ingleses de bonos), pudimos determinar que, de acuerdo a sus decisio­nes de mercado en valorar la deuda peruana en la Bolsa de Valores de Lon­dres, ellos estuvieron observando tanto las cifi-as recientes de las razones del servicio de la deuda así como los rezagos de un año, además de las razones de endeudamiento total de los años fiíturos. Estas expectativas que miraban al fiíturo son en realidad fáciles de explicar si es que nos damos cuenta de que el nivel de endeudamiento total estaba basado en el conocido tamaño de las reservas mineras (tales como el guano y el salitre).

Usando la misma información del mercado (como los precios de la deuda peruana o el premio por riesgo de los bonos), podemos decir que el tenedor de bonos promedio no fue necesariamente irracional en adquirir bonos perua­nos. Esto puede ser porque la mayor parte de su inversión había sido ya paga­da a través de los premios por riesgo elevados (o precios de los bonos bajos en el mercado) aun antes de que el cese de pagos fuera declarado, y como conse­cuencia ellos eswban esperando recuperar sólo una fi^acción muy pequeña de su inversión después del cese de pagos.

El Perú no ftae una excepción en este fi^enesí de préstamos que terminaría en un cese de pagos de la deuda extema. EsM tampoco sería la última vez en que el país se ve envuelto en una crisis de deuda, como se ha visto en los últi­mos años.

APÉNDICE

1- LA INFORMACIÓN DEL MERCADO: DATOS UTILIZADOS

Como podría esperarse, dado el período analizado (1830-1888), la recolec­ción de datos macroeconómicos peruanos enfi-entó una serie de problemas. Sin embargo, el uso de las fuentes británicas hizo menos difi'cil la tarea.

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1.1. Exportaciones e importaciones

Solamente se han considerado los valores de la balanza comercial de Perú con el Reino Unido. Los valores utilizados son por valor total y expresados en libras esterlinas corrientes. La limitación al usar sólo datos de comercio con un país no es mayúscula, ya que los británicos fueron los más importantes socios comerciales del Perú durante la mayor parte del siglo xix. Por otro lado, dado que este trabajo examina la información con que contaron los tenedores ingle­ses de bonos, el manejar información que no estuvo disponible en aquellos años, no tendría mayor sentido, ya que pudo haber influido poco en la forma­ción de expectativas del mercado en aquel tiempo. Las series que describimos en los párrafos siguientes corresponden al período 1830-1888.

En el rubro de exportaciones, contamos con distintas fuentes para distin­tos períodos. Los datos para las exportaciones del período 1854-1888 provie­nen de los Reports on Trade and Navigaíion, publicados anualmente. Para los años 1849-1853, sólo se tiene información detallada de los volúmenes de exportación, pero no de los valores ni de los precios. Para calcular los valores totales de las exportaciones de este período usamos los precios promedios de los años 1854-1858 y los multiplicamos con los datos de cantidades que sí están disponibles. El usar precios constantes es válido en la medida que los precios variaron relativamente poco durante ese período, de tal manera que las cifras resultantes son una buena aproximación de los valores reales, espe­cialmente si se les compara con las estimaciones del valor de las exportaciones hechas por Hunt (1973). Para conseguir los valores de exportaciones del perío­do 1830-1848 usamos el índice calculado por Hunt (1973) y con los datos que tenemos para el período 1849-1858 extrapolamos el índice mencionado para el período 1830-1848.

Las importaciones peruanas para el período 1849-1888 son reportadas en valores totales también en los Reports on Trade and Navigaíion. Para el período 1830-1848, los valores totales de las imporuciones se obtienen de Bonilla (1977).

1.2. Ingresos y gastos del gobierno

Los datos para ingresos y gastos del gobierno, en soles y pesos, y sólo para los períodos 1830-1831 y 1846-1878, se tomaron de la recopilación hecha en Tantaleán (1983). El tipo de cambio considerado es el de 5 soles por libra esterlina, el cual estuvo vigente durante todo el período y es el que se usó en

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todos los informes oficiales del gobierno durante todo el siglo XIX. Los datos corresponden a los gastos e ingresos efectivamente realizados y no a los presu­puestados.

1.3. Precios de los bonos

Estos datos se han obtenido de la información diaria obtenida de la Bolsa de Valores de Londres y publicada por The Economist desde setiembre de 1843 hasta diciembre de 1888. Los precios fueron publicados uniformemente con el precio de 100 como precio a la par. Se ha usado la cotización del últi­mo día de cada mes. En los casos que se cotizaba más de un bono, se calculó una media, ponderada de acuerdo al monto relativo de la deuda o emisión vendida correspondiente a cada bono. Cuando se usa la cifra anual, esta cifra corresponde al promedio de los doce meses.

1 A. Amortización o cupón

Dada la costumbre establecida de convertir bonos de distintos plazos de vencimiento a un solo consolidado o a perpetuidad por parte de los «brokers» londinenses, se considera la tasa de interés pagada por el gobierno como la tasa de amortización anual o el cupón. Esto se hace porque el valor del cupón (y rio la amortización o pago del principal) era el único pago que los tenedores de bonos recibían en el mercado de valores (contrario a los «brokers» que recibían, de parte del gobierno peruano, el pago del principal así como los intereses vencidos). Esto es porque la tasa de interés anual nominal (dividida por dos) era el cupón (y único pago) que los tenedores de bonos recibían como pago cada seis meses. Para los casos en que existían más de un bono al mismo tiempo, se ha usado un promedio ponderado calculado de forma simi­lar al señalado en los precios de los bonos. Los años incluidos son 1830-1888 y las fuentes son Dancuart (1902-1908) y Wynne (1951).

1-5. Tasas de interés

Para determinar la tasa de interés mundial con riesgo cero, se calculó la tasa de interés implíciu a partir del consolidado británico, que pagaba el 3 por 100 de interés. Probablemente el valor más seguro en el mundo financiero del

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siglo XIX, el consolidado británico nunca dejó de ser pagado. Asi, si el precio era 95, la tasa de interés sin riesgo era de 3,16 por 100; si el precio era 105, de 2,86 por 100. Los datos obtenidos van desde septiembre de 1843 (el primer número de The Economtsi) a diciembre de 1888. Este procedimiento se realizó para todos los meses y después se obtuvo un promedio para los datos anuales.

1.6. Premio por riesgo

El premio por riesgo se calculó como la diferencia entre la tasa de interés implícita de los consolidados británicos y un promedio ponderado de las tasas de interés implícitas de los bonos peruanos (cuando había más de uno al mis­mo tiempo). Los datos mensuales se obtuvieron en The Economist para el período 1843-1889, de manera que para los datos anuales sólo se usó el pro­medio. Así, si el consolidado británico (al 3 por 100) tenía un precio de 95, el rendimiento era de 3,16 por 100, y si el bono peruano (al 5 por 100) tenía un precio de 80, entonces el rendimiento era de 6,25 por 100, el premio por ries­go es simplemente la diferencia entre ambos o 3,09 por 100. Dado que se está considerando el mercado en la Bolsa de Valores de Londres y no los «bro-kers» o agentes del mercado, los bonos ya están convertidos a consolidados y, por lo tanto, no interesan los diferentes plazos de amortización.

1.7. Exportaciones de guano y salitre

Para las exportaciones de guano y salitre a Gran Bretaña se han usado las cifras en libras esterlinas corrientes tomadas de Bonilla (1977) y las publicadas por los Reports on Trade and Navigation. Las exportaciones de guano comenza­ron en 1841 y las de salitre cubren el período 1830-1889.

Al mercado británico se destinó más de la mitad de todas las exportacio­nes peruanas de guano y salitre. Es importante señalar que el pago de intereses y amortización de la deuda estuvo usualmente ligado al hecho de que el guano llegase a puertos británicos y fuese vendido en mercados británicos (o en otros mercados, por agentes británicos).

La suma del valor de exportación del guano y el salitre se considerará como la variable «fertilizantes». Siendo ambos fertilizantes, el guano y el salitre competían entre sí y en ambos productos tuvo el Estado rol distinto en propie­dad y distribución. El salitre pasa a ser propiedad del gobierno sólo a partir de la década de 1870, cuando el gobierno lo nacionalizó con el objetivo explícito de aumentar sus ingresos.

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1.8. Servicio de la deuda y deuda total

Como hemos explicado anteriormente, la mayor parte de la deuda peruana se colocó en el mercado británico. El servicio vencido de la deuda para todos los bonos cotizados se ha calculado a partir de los contratos de deuda referi­dos por Wynne (1951), McQueen (1926) y Dancuart (1902-1908) '*. Las cifras de pagos realizados son presentadas por Dancuart (1902-1908). Para el período de cesación de pagos, el servicio vencido de la deuda incluye lo que se adeu­daba por pagos corrientes más los pagos vencidos. Los contratos firmados por el gobierno peruano y las casas mercantiles («brokers») a cargo de las ventas de bonos al público son presentados en Dancuart (1902-1908). En todos los casos usamos el servicio total adeudado al final de cada año en libras esterlinas

corrientes. La deuda total en el mercado inglés es obtenida en las mismas fuentes a

las del servicio de la deuda. Es aproximadamente el valor de la deuda total para con todos los países porque el Perú obtuvo financiamiento extemo casi exclusivamente de Gran Bretaña, además de que parte de la nueva deuda con­traída después de 1849 se destinó al pago de la antigua deuda que, desde la época de la guerra por la independencia, Perú tenía con los países vecinos.

1 -9. Producto Nacional Bruto

No hay estadísticas de cuentas nacionales para el Perú en el siglo xix. Sin embargo, dado que en realidad no nos interesa conocer la magnitud absoluta del producto nacional bruto, sino las razones de deuda total y de servicio de la deuda con respecto a la producción nacional total, es decir, su peso en la eco­nomía peruana (deuda total/PNB, o servicio de la deuda/PNB), hemos decidi­do estimar las cift-as del PNB como la suma de los gastos del gobierno más el valor de las exportaciones menos el valor de las importaciones. Debemos tomar en cuenta que dado que vamos a utilizar la cifi-a de PNB como parte de una razón, y no la cifra absoluta de PNB, los problemas de esta construcción de la variable se verán aminorados.

^ U razón por U que se ha preferido considerar los pagos contractuales en lugar de los P«808 efectivamente realizados es debido a que, en periodos de cumplimiento de los pagos, un Prepago (usando las cifras reales) reflejaría una mayor razón de servicio de la deuda, expresando problemas de liquidez en vez de una buena posición de liquidez para el país. Aunque no muy comunes, pagos por encima de los niveles establecidos por los contratos ocurrieron en las déca­das de los años cincuenta y principios de los sesentt y fueron usados por el gobierno peruano para reducir el nivel de deuda total.

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2.

REVILLA

CIFRAS UTILIZADAS EN LA ESTIMACIÓN DEL MODELO

Año Premio

por riesgo

Exporíac. a Gran Bretaña

Importac. Je Gran Bretaña

Exportac. de guano

Exportac. Je salitre

DeuJa total

1830 . 1831 . 1832 . 1833 . 1834 . 1835 . 1836 . 1837 . 1838 . 1839 . 1840 . 1841 . 1842 . 1843 . 1844 . 1845 . 1846 . 1847 . 1848 . 1849 . 1850 . 1831 . 1852 . 1853 . 1854 . 1855 . 1856 . 1857 . 1858 . 1859 . 1860 . 1861 1862 . 1863 . 1864 . 1865 . 1866 . 1867 . 1868 . 1869 . 1870 . 1871 . 1872 . 1873 . 1874 . 1875 . 1876 . 1877 . 1878 . 1879 . 1880 . 1881 . 1882 . 1883 . 1884 . 1885 . 1886 . 1887 . 1888 .

22.47 19.41 14.90 12.94 14.43 15.46 5.11 2.05 2.20 1.70 2.39 3.32 2.68 2.31 2.43 1.84 1.54 1.33 1.07 0.89 1.73 2.10 2.70 4.07 3.84 2.69 2.70 2.37 3.62 3.94 5.11 5.66 8.15

27.63 37.00 38.56 4.93

28.55 24.57 35.86 37.15 45.92 52.13 35.46 32.57 31.68

387461 646207 822446 822446 881192 939938 1057430 1116176 1174922 1292415 1351161 1644891 1644891 1468653 1351161 1527399 1762384 2232353 2291099 3273041 3628916 2985756 3949167 4619292 3138527 3484288 3048694 4412599 4822253 1645002 2581142 3169552 2394092 3565328 2655431 4002150 3022017 3701362 3400026 3992472 4881075 3971968 4211723 5219572 4501213 4884181 5630670 4696502 5232305 3388532 2652623 2189098 2684854 2250476 2082834 1884852 1665121 1640176 1960563

368469 409003 275610 387524 299235 441324 606332 476374 412195 635058 799991 536046 684313 659961 658380 878708 825028 623189 853129 878251 845639 1208253 1024007 1246730 971525 1345438 1072164 1200419 1181150 896030 1428472 1221018 836365 1055065 1354858 1205876 1393913 1483860 1184779 1429888 1853706 2375528 3342849 2741255 1829977 1817981 1169444 1421031 1591006 909011 379795 945304 1168319 887303 1247137 821371 9816% 840274 1309532

21651 148292 16685

172988 148061 235305 377620 610550 809237 1045913 219052 949223 1169432 2439217 2868380 2053386 3434990 3788199 588768 1469508 1938792 879385 2441354 1357032 2529408 1309704 1969344 1890219 2581024 3248293 1711176 875882 1722854 1207679 1068570 1966068 1375028 1469405 480927 586432 300167 231078 340808 121405

0 206974 49648 122324

4732 14195 14195 28390 47316 42585 47316 52048 37853 47316 70975 85170 108828 U3560 118291 113560 123023 113560 146681 149963 203932 166559 223553 245482 317069 246984 220762 295245 353055 368619 446030 291835 499653 364511 474542 633645 554678 634360 664050 684320 829358 1015415 1045383 1604040 1134108 1793110 1761430 841074 1238625 602872 492421 534149 976006 970141 785000 896264 552950 642348 848180

2310750 2417400 2524050 2630700 2737350 2844000 2950650 3057300 3163950 3270600 3377250 3483900 3590550 3697200 3803830 3910500 4017150 4123800 4230450 3652755 3625410 3598065 3570720 6492254 6261736 6031218 5800700 5570182 5197838 4825494 4453150 4080806 5435600 4970560 4505520 11684000 11188000 10692000 10196000 9984200

21164000 20423800 33159000 32472220 31785400 31098600 32793150 34491700 36188250 37884800 39581350 41277900 42974450 44671000 46367550 48064100 49760650 51457200 53153750

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MODELO DEL PREMIO POR RIESGO DE LA DEUDA EXTERNA PERUANA EN EL SIGLO XIX

2. CIFRAS UTILIZADAS EN LA ESTIMACIÓN DEL MODELO (2.* parte)

Año Servicio

deuda

Ingresos del

Gobierno

Gastos del

Gobierno

Tasa deinlerá

Precio del bono Cupón

1830 . 1831 . 1832 . 1833 . 1834 , 1835 . 1836 . 1837 . 1838 . 1839 , 1840 . 1841 . 1842 . 1843 . 1844 . 1845 . 1846 . 1847 . 1848 . 1849 . 1850 . 1831 . 1852 . 1853 . 1854 . 1855 . 1856 . 1857 . 1858 . 1859 . 1860 . 1861 . 1862 , 1863 . 1864 . 1865. 1866 . 1867 . 1868 . 1869 . 1870 . 1871 . 1872 . 1873 . 1874 . 1875 . 1876 . 1877 . 1878. 1879 . 1880 . 1881 . 1882 . 1883 . 1884 . 1885 . 1886 . 1887 . 1888.

791000 949200 1107400 1265600 1423800 1582000 1740200 1898400 2056600 2214800 2373000 2531200 2689400 2847600 3005800 3164000 3322200 3480400 3638600 98897 107036 114996 141406 452036 496569 486762 476959 467152 599172 583551 567930 532310 730569 709642 688713 995000 971080 947160 923240 919620 1849010 1810496 2493522 2436798 2420074 2383350 2383350 4766700 7150050 9533400 11916750 14300100 16683450 19066800 21450130 23833500 26216850 28600200 30983550

480698 577430

1222617 1001079 1261005 1018308 1352780 1552780 1739925 2124445 2502966 2893485 3278008 3662529 3932743 4190958 4210782 4249166 3989733 5246915 4839806 4432697 4025588 6305666 8585744 10559072 11677300 12795525 16996676 17886282 11234536 9167774 11467642 5652018 4823050

284242

1205661 1134923 1064186 993448 1138042 1519850 1655617 1994896 2314174 2633453 2932731 3272010 3630719 4077551 4224772 4289294 3941465 5132591 4725587 4318584 3911581 5219803 6528030 12175838 13664041 19132244 22640446 21829222 15432414 11332%8 13194914 5834532 4554826

3.134 3.017 3.060 3.132 3.439 3.511 3.227 3.108 3.083 3.003 3.071 3.287 3.323 3.2 n 3.253 3.092 3.167 3.200 3.271 3.215 3J37 3.327 3.349 3.406 3J15 3.196 3.220 3.245 Í2i2 i2il 3.233 3.239 3.192 3.142 3.145 3.157 3.070 3.047 2.996 2.979 2.964 2.974 3.023 2.970 2.945 2.969

23.438 26.969 33.865 37.396 34.417 32.771 35.179 55.300 64.438 82J29 68.681 57.161 62.688 67.906 66.037 76.672 79.948 82.917 86.729 92.380 87.650 82.990 78.146 65.651 72.734 87.844 88.182 90.495 84.%9 83.426 68.375 62.250 52.542 19.313 13.948 13.281 12.531 17.243 20.427 14.321 14.123 11.458 10.385 14.615 15.542 15.688

6.00 6.00 6.00 600 6.00 6.00 6.00 6.00 6.00 6.00 6.00 600 6.00 6.00 6.00 6.00 6.00 6.00 6.00 2.50 3.00 3.50 4.00 3.75 3.75 3.75 3.75 3.75 3.75 3.75 3.75 3.73 3.75 4.50 4.30 4.68 4.75 4.75 4.75 4.75 4.83 5.50 5.71 5.60 5.50 5.50 5.50 5.50 5.50 5.50 5.50 5.50 5.50 5.50 5.50 5.50 5.50 5.50 5.50

FUENTES: Ver la primera sección de este apéndice.

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GASTO PUBLICO Y CRECIMIENTO ECONÓMICO EN LA RESTAURACIÓN (1874-1923) *

A N T O N I O CUBEL M O N T E S I N O S

Universidad de Valencia

RESUMEN

L u aportaríones más tccientes sobtc k impottanda del Estado en el ctecimiento de U economía española durante la Restautadón han señalado la tedudda relevanda que el gasto público tenía en la detetminadon de la renta nadonaL En este articulo se discute tal afitmadón llegando a la conclusión de que tal afirmadón infravaloraba la verdadera importanda del presupuesto, prindpalmente en reladón con la producdón industrial Mediante la utilizadón de métodos econométricos se analiza la relevancia délas variadones en los diferentes componentes del presupuesto en la variadón de la Pt'oducdón nadonaL

SUMMARY

The most tecent contributions on the relevance of the State in the growth of the Spanish economy during the Restoration have remarked the limited significance that public expenditure had in dte determination of the natioiud income. Iliis article dis-cusses that opinión conduding that the actual imporunce of the budget, espcdally reU-ted with industrial output, was underrated. We use econometric methods to capture the consequences of budget different componenls variations on national output

* Una primera versión de este trabajo (ue presenuda en el Encuentro de Historia Económi­ca celebrado en Valencia en octubre de 1991. Agradezco los comenuríos y el interés que allí demostraron Francisco Comín y Pedro Fraile.

Su realización no hubiera sido posible sin la ayuda de Javier Andrés y Ezequiel Uriel, miem­bros del Departamento de Análisis Económico de la Universidad de Valencia, y de mis compañe­ros del Seminario de Historia Económica, especialmente Jordi Palafox. La realización de este tra­bajo, que forma parte de mi tesis doctoral, fue posible gracias a una ayuda para la realización de tesis doctorales del Banco de España.

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ANTONIO CUBEL MONTESINOS

I

Uno de los temas de investigación más fructífero e interesante que tiene planteado la historia económica en nuestro país es la explicación del atraso español. Y, más en concreto, el de la importancia del período 1860-1913. Tras un período de aproximadamente 30 años, los que arrancan en 1830, en el cual las tasas de crecimiento de la producción industrial fueron similares a las del resto de Europa (Gran Bretaña, Francia, Alemania, Austria-Hungría, tuvieron tasas comprendidas entre el 2,7 y el 2,9 por 100, mientras las españolas eran del 2,6 por 100 en las estimaciones más bajas y sustancialmente superiores —4,7 por 100— en las más elevadas), el último tercio del siglo representó una ralentización del crecimiento y una ampliación de la distancia que separaba España de las principales naciones europeas '.

Las explicaciones sobre el retardo han sido diversas: el atraso agrario , la falta de competitividad de la industria nacional' o la falta de dinamismo del sector exterior *'. Entre los diferentes factores que pudieron haber contribuido a conformar esa situación de atraso quiero destacar uno que ya ha sido señala­do en anteriores ocasiones': el Estado. Su actuación ha sido señalada, de for­ma relevante, como causa del freno al crecimiento durante la Restauración. Dos explicaciones han sido aportadas: la creación de obstáculos al funciona­miento eficiente del mecanismo de mercado y la reducida influencia que el presupuesto tuvo en la generación de la demanda interna.

La primera interpretación surge de la modificación de objetivos de la polí­tica económica que se apunta en 1874, a partir de la derogación de la reforma arancelaría de Laureano Figuerola, y se desarrolla plenamente a partir de 1891, en la que ha sido llamada «vía nacionalista del capitalismo español» *'. Este fue un proceso de reducción de las relaciones comerciales con el exterior, básicamente por la imposición de elevados aranceles, que en el interior dio como resultado la articulación de una política económica con tres constantes básicas: proteccionismo, nacionalismo económico e intervencionismo estatal .

' La tasa de crecimiento española fue del 2,2 por 100, similar a la de Francia (2,4), Gran Bre­taña (2,2) e Italia (2,6), pero inferior a la de Alemania (4), Austria-Hungría (3), Estados Unidos (4,9), Rusia (4,2), Suecia (7,2). Las estimaciones proceden de Carreras. El valor más bajo para el período 1830-1860, en Prados de la Escosura (1988).

2 Nadal (1975), p. 227. ' Fraile (1985b). pp. 100-104; Prados (1988), cap 4. * Fraile (1985a), pp. 244-246. ' Nadal (1975), p. 28. » Muñoz, Roldan y Serrano (1978).

Muñoz, Roldan y Serrano (1978), pp. 57-70. 7

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GASTO PUBUCO Y CRECIMIENTO ECONÓMICO EN LA RESTAURACIÓN (1874192))

Su consecuencia fue la separación de la estructura de costes de las industrias españolas de sus competidoras europeas, lo que provocó la aparición de difi­cultades para encontrar mercados exteriores en unos momentos en los cuales se estaba produciendo, a nivel internacional, un cambio en las ventajas compa­rativas que iba a provocar la consiguiente reestructuración productiva, al que España no consiguió adaptarse debido a la orientación de su política económi­ca *. Además, el alejamiento del mercado exterior provocó una elevación de los precios interiores que impidió la liberación de capacidad de compra, la cual, en caso contrario, hubiera podido contribuir a la diversificación y creci­miento de la demanda interna '.

Al mismo tiempo, otros investigadores han defendido que, a pesar de la amplia intervención reguladora del Estado, el presupuesto y los déficit públi­cos fueron reducidos en relación con la renta nacional durante la Restaura­ción, por lo que no tuvieron influencia en su determinación '". La reducida capacidad de gasto del Estado estaba provocada por la insuficiencia de la Hacienda que imposibilitó la atención a las necesidades básicas de la econo­mía, dedicando la mayor parte de los ingresos al pago del servicio de la deuda pública, a costa de la reducida importancia de los gastos en infraestructura y en los servicios económicos del presupuesto ". Las causas de las estrecheces presupuestarias fueron la insuficiencia y la rigidez del sistema fiscal, que trató desigualmente a sectores y grupos sociales y ejerció una menor presión fiscal que los sistemas tributarios de otros países europeos ^l

A pesar de la notable atención que estas ideas han recibido no han sido, todavía, objeto de contrastación detallada. La aceptación generalizada de la hipótesis de la vía nacionalista no ha provocado una investigación minuciosa de los efectos de las políticas sectoriales. Y si bien desde la publicación del libro de Comín •' disponemos de un análisis exhaustivo del presupuesto del Estado, su aportación no es, tampoco, un estudio detallado de la relación entre el presupuesto y la trayectoria seguida por los sectores industriales.

El objetivo de las páginas siguientes es aportar evidencia cuantitativa que pone en cuestión la segunda de las opiniones señaladas: la insignificancia del gasto público en la determinación de la evolución del nivel de renta española durante la Restauración. El artículo está organizado de la forma siguiente. En

» Fraile (1985a). ' Maluquer(1987),p.99. '<> Tedde (1981), p. 264; Martín Aceña y Comín (1987), pp. 249-256; Comín (1988), pp. 643-

644,687 y 694. " Comín (1988), pp. 643-644 y 697. " Tedde (1981), pp. 264-265; Comín (1988), pp. 644 y 689. " Comín (1988).

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ANTONIO CUBEL MONTESINOS

la próxima sección se describe el comportamiento de la economía durante el periodo estudiado. En la tercera se presenta un modelo para medir el impacto del gasto del Estado sobre el gasto nacional y la producción industrial. En la última sección se aporta evidencia cualitativa de los efectos que las políticas de gasto tuvieron sobre la industria, para llegar a la conclusión de que no pue­de defenderse, como se ha venido haciendo hasta ahora, que el presupuesto del Estado no tuviera influencia en la evolución de la economía española durante la Restauración.

II

Como se observa en el cuadro 1, la reducción de las tasas de crecimiento que tuvo lugar durante la Restauración no supuso un estancamiento. El GNB aumentó entre 1870-1874 y 1920-1923 un 80 por 100, lo que demuestra la relativa vitalidad de la economía, salpicada por períodos de recesión, como la segunda mitad de la década de los ochenta o estancamiento como los quin­quenios 1880-1885 y 1905-1909. Crecimiento no continuo, por tanto, pero sí intenso a lo largo de los cincuenta años del período.

Al contrarío, el crecimiento de la producción industrial puede considerar­se ininterrumpido y sostenido, a excepción de un ligero estancamiento en la segunda mitad de la década de los ochenta, coincidiendo con la fuerte caída del GNB. El resultado de unas tasas de crecimiento superiores a las del gasto nacional es el aumento de la importancia del sector secundario, aunque la modernización provocada por este hecho sea insuficiente ' . La evolución de la producción de las industrias básicas es extraordinariamente parecida a la del conjunto del sector industrial. Solamente a partir de 1910-1914 el ritmo de crecimiento se ralentiza para transformarse en negativo a partir de entonces marcando, por tanto, una clara diferencia con el resto del sector.

El consumo privado era el principal componente del GNB, por lo cual la evolución de ambas variables presenta una pronunciada similitud. Debemos considerar un signo de modernización de la estructura de la economía españo­la la pérdida continuada de importancia del consumo privado sobre el GNB, aunque los resultados obtenidos, reducción desde el 90 por 100 en 1870-1874 hasta el 80 por 100 en 1920-1923, no sean muy espectaculares. Por otro lado,

" Para una consutación del avance de ia producción industrial en la composición del pro­ducto, véase la nota 26.

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GASTO PUBUCO Y CRECIMIENTO ECONÓMICO EN LA RESTAURACIÓN (Ig74-I923>

la evolución del consumo presenta las mismas variaciones que el GNB: crisis en los años ochenta y estancamiento en el segundo quinquenio del siglo xx.

CUADRO 1

Evolución del gasto nacional bruto, sus componentes y la producción industrial

Años

1870/74 1875/79 1880/84 1885/89 1890/94 1895/99 1900/04

1905/09 1910/14 1915/19 1920/23

Años

1870/74 1875/79

1880/84 1885/89

1890/94 1895/99

1900/04 1905/09

1910/14 1915/19 1920/23

CPR

100.00 113.60 112,30

97,66 111,78

115,35 138,20

137.43 141,94 148,24 160.93

GPUB

100,00 132,51

131,76 152,61 140,68 143,52

129,00 142,51 192,62

180,01 281,80

CPU

100,00

133,38 127,68

148,25 137,18

140,45 127,44 139,38

185.28

178,56 270,59

Expon

100,00 104,25

164,18 199,89

209,30 298,91

233,84 271,79 315,35 328,81 268,40

BISE

100,00 139,47 134,27

143.77 119.58

137.92 97,82

114,55 174,32 233,10

359,81

Import

100,00 107,82

153,03 178,42

176,03 149,75 150.78 161.32

183,53 136,94 183,03

SVSA

100,00 130,12 124.16 150.64 146.60 141,80 143,29

152,66 191.15 149,37

222,84

GNB

100.00 115.96

116.70 103.63 120.13 128.36

148.62 148.98 160.72 168,86 180.99

INVPR

100,00

152.53 216,22

178,04 216,05 228,89 351,18

338.85

433.95 331.08

514.36

¡PIES

100.00 115.98

134.18 138.94

161.06 174.04

200.54 216.44 239.02

257.22 268.91

INVPUB

100,00 118,99 194,94 220,25 194,94 191,14 153,16

191.14 306.33 202.53 455.70

IPIB

100.00 111.03

133.29 148.81

161.99 171,73

190.29 214.15 229.75

217.47 198.34

CPR: Consumo Privado; CPU: Consumo Público; BISE: Compra de Bienes y Servicios; SUSA: Sueldos y Salarios; INVPR Inversión Privada; INVPUB: Inversión Pública; GPUB: Gasto Público; Export: Exporuciones; Import Imporucíones; GNB: Gasto Nacional Bruto; IPIES: índice de la Producción Industrial de España; IPIB: índice de Producción de las Industrias Bási­cas.

FUENTE: Elaborado a partir de Carreras (1981, 1984. 1985); Comín (1985); Tena (1989).

53

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ANTONIO CUBEL MONTESINOS

La reducción de la importancia del consumo es consecuencia de su menor tasa de crecimiento que la inversión, principalmente, gasto publico y exporta­ciones. La inversión privada se quintuplica durante el periodo considerado, lo que permite alcanzar un porcentaje del 8 por 100 del GNB, cuando en 1870-74 era apenas un 3 por 100. Ese crecimiento es mayor en el siglo xx (5,42 por 100 de tasa media anual) que en el xix (4,29 por 100) y es especialmente rele­vante en los años posteriores a la primera guerra mundial.

CUADRO 2

Gastos del Estado en compras al sector privado como porcentaje del producto industrial. Medias quinquenales 1870-1923

1870-1874 14,00

1875-1879 16,63

1880-1884 17,14

1885-1889 21,50

1890-1894 15,15

1895-1899 16,09

1900-1904 9,51

1905-1909 11,08 1910-1914 16,38 1915-1919 18,29 1920-1923 22,81

FUENTE: Cálculos propios, según el método explicado en el texto, a partir de Carreras, A. (1985); Comín, F. (1985), y Alcaide, J. (1976).

El otro componente del GNB que va a mostrar un comportamiento muy dinámico es la inversión pública, dentro de una evolución del gasto público que multiplica su valor por 2,8, lo que le permite aumentar su importancia dentro del gasto nacional. El comportamiento de la inversión es muy irregu­lar, con un período de alza muy marcado entre 1870-1874 y 1885-1889 con una tasa de crecimiento medio anual del 6 por 100, un estancamiento entre 1890-1894 y 1905-1909 (que incluye la reducción del gasto debido a la estabili­zación de Fernández Villaverde) y un nuevo crecimiento desde 1910-1914 has­ta 1920-1923.

El consumo público, el otro componente del gasto público, presenta un crecimiento más lento pero menos irregular. La instauración del nuevo régi­men supone un incremento del consumo que se frena en 1885-1889 para

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GASTO PUBUCO Y CREC1M1E^^T0 ECONÓMICO EN LA RESTAURACIÓN (1874-1923)

sufrir un estancamiento primero (1890-1894 y 1895-1900) y una recesión des­pués (1900-1904). El crecimiento se produce, como ocurría en la inversión, en la segunda y tercera década del siglo xx. Dentro del consumo coexisten dos componentes con evoluciones diferenciadas. Las compras de bienes y servicios son más afectadas por la coyuntura (descenso en 1890-1894, reflejo retardado de la crisis de los años ochenta) y por la estabilización de Fernández Villaver-de, mientras el gasto en sueldos y salarios presenta una evolución más similar al de la inversión pública: crecimiento entre 1870-1874 y 1885-1889, estanca­miento hasta 1905-1909 y nuevo crecimiento posterior.

La consecuencia de la diferente evolución de los componentes del gasto público es el aumento de la importancia de la formación bruta de capital fijo dentro de aquél, aunque en 1920-1923 no supondrá más que el 10 por 100. En cualquier caso, este aumento es el cambio más destacado en la com­posición del gasto del Estado, el cual mantiene una evolución irregular durante el período, con tasas de crecimiento superiores a las del GNB durante todo el siglo xix, aunque estancadas o en ligera recesión en la últi­ma década. La instauración del nuevo régimen supuso un incentivo para el gasto, pero tal impulso se vio frenado a finales de siglo. Ese impulso no se recuperó hasta la segunda década del xx, con elevados ritmos de crecimien­to que culminan en el extraordinario aumento de los años veinte provocan­do que el gasto del Estado supere una participación del 10 por 100 en la generación del GNB.

En resumen, el crecimiento del gasto nacional durante la Restauración está enmarcado en un ligero, pero significativo, cambio estructural. Aumenta la importancia del sector secundario y se reduce la importancia del consumo pri­vado, mientras se incrementa el porcentaje dedicado a inversión. Dentro del gasto del Estado también podemos, en este nivel de agregación, detectar algu­nos indicios de modernización de las estructuras. Crece la importancia del gas­to en bienes y servicios y de la formación bruta de capital fijo reduciendo la del gasto en funcionarios. En la sección siguiente veremos cómo estos movi­mientos están relacionados y que el Estado puede considerarse inductor de los mismos.

UI

En ocasiones anteriores se ha intentado la obtención de estimaciones de la relevancia de la intervención del gasto del Estado en la evolución de la renta nacional. El más reciente es el de Martín Aceña y García Santos de estimar un

J5

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ANTONIO CUBEL MONTESINOS

multiplicador del gasto para España en el período 1900-1935 ". Estos investi­gadores estiman un modelo de forma estructura] para la economía española con dos ecuaciones y una condición de equilibrio. Los multiplicadores obteni­dos para el gasto público son crecientes para todo el período, desde un 0,28 en 1902-1904 hasta un 0,82 durante la Segunda República '^ Los resultados que obtienen presentan, sin embargo, algunos aspectos discutibles. Como con anterioridad otros estudios ", el método para la estimación de la influencia del Estado (y, en su caso, también de la inversión privada) es la construcción de un modelo de comportamiento de la economía para el período de estudio. Un modelo estructural, por tanto, en el cual las ecuaciones representan el compor­tamiento de los agentes económicos, reflejado en los valores de los parámetros. La influencia del sector público se obtiene suponiendo que, en el modelo esti­mado, la variable de política económica, el gasto público, es cero o tiene el comportamiento conjeturado (por ejemplo, el reflejado por la tendencia segui­da en años anteriores). La validez de esta manipulación se basa en la confianza de que la estructura del modelo no se verá alterada por tal decisión. Es este un supuesto difícil de mantener. Su significado es que los valores de los pará­metros de sus ecuaciones no varían cualquiera que sea la decisión de gasto público. Es decir, los consumidores mantienen su propensión marginal al con­sumo constante exista o no gasto del Estado ' . Y de la misma forma para los inversores se supone que lo relevante es, únicamente, el aspecto cuantitativo del gasto público y no la influencia que una diferente estructura del de gasto pueda tener en la generación de confianza entre el empresariado ''.

Es difícil mantener que situaciones como las reseñadas no modifiquen la estructura de la economía, cuando conocemos que los individuos modifican su comportamiento y su forma de tomar decisiones ante diferentes regímenes de

" Martin Aceña, Pablo, y García Santos, Nieves (1990). " Los multiplicadores son inferiores a la unidad por el método de cálculo. Su interpretación,

por tanto, no es la usual, el aumento en la renta consecuencia de un aumento unitario en el gasto público, sino el incremento en la tasa de crecimiento del Producto Nacional Bruto como conse­cuencia de un incremento de un 1 por 100 en la tasa de crecimiento en el gasto del Estado.

" Hansen (1969), Pryor (1979), Craft (1981). " La importancia de tal suposición quedará más clara si consideramos que de ella se deriva,

por ejemplo, que el comportamiento del consumidor, representado por la propensión marginal al consumo, no variaría si el gobierno decidiera establecer un sistema de seguridad social, con los efectos de reducción del ahorro privado que supone tal medida, respecto al caso en el cual no existiera gasto público y, por tanto, la previsión social debiera ser realizada por los propios con­sumidores. En aquellos momentos las decisiones relevantes de los consumidores estarían deter­minadas, en relación con el gasto público, por los gastos sociales del Estado, que, aunque reduci­dos, deben ser tenidos en cuenta.

" G)mo reconocía Keynes, éste es un elemento de gran importancia en la toma de las deci­siones de inversión. Keynes (1936), cap. 12.

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GASTO PUBLICO Y CRECIMIENTO ECONÓMICO EN LA RESTAURACIÓN (1874192»

política económica, como ha puesto de relieve la crítica de las expectativas racionales ^. Si esto ocurre, la validez del ejercicio realizado se reduce y obliga a buscar métodos alternativos de estimación de los efectos del gasto público.

Otro aspecto que sería interesante que captara un modelo es la influencia de la estructura del presupuesto, compuesto por partidas de carácter heterogé­neo: compras de bienes, sueldos y salarios, formación bruta de capital. Los modelos agregados, a través del cálculo del multiplicador, no consiguen captar esta diversidad de efectos.

Por todo lo señalado, para estimar cuantitativamente la influencia del gas­to público sobre la economía se ha preferido la utilización de un modelo de vector autorregresivo no restringido (VAR), que ha sido propuesto para evitar los problemas a los que nos hemos referido i y que, a pesar de su relativa juventud, ya ha sido empleado en estudios de historia económica ^. Un vec­tor autorregresivo es un sistema lineal de ecuaciones estocásticas en diferen­cias que, para todo t, puede escribirse ^ :

(1)

donde Y es un vectorn X 1; C es un vector « X 1 de términos constantes; cada As es una matriz « X « de coeficientes para í • 1 hasta »^ y « es un vector « X 1 de residuos, identificado por la propiedad de que u(t) no está correlacionado con y(s) cuando s< t. Como se observa, un modelo VAR consta de un número de ecuaciones igual al número de variables consideradas. Todas ellas son conside­radas endógenas, es decir, cada una es determinada por las demás; en conse­cuencia, el sistema de ecuaciones no representa el comportamiento de la eco­nomía (por tanto, no es un modelo de forma estructural). Su objetivo fundamental es especificar un modelo que refleje, lo más fielmente posible, las regularidades empíricas e interacciones entre las variables objeto de análisis ^*. Ello no significa la ausencia de una teoría económica que sustente la modeliza-

* Lucas (1976). Sargent y Wallace (1976). " Sims (1982). Un relato con mayor grado de detalle sobre los problemas que intentan sol­

ventar los modelos de vectores autorregresivos, en Damell y Evans (1990), pp. 113-118. " Por ejemplo, en Capie, Mills y Wood (1991), para hallar las causas de la crisis moneuría

de finales del si¿o XDC en Gran Bretaña. " Se puede obtener información sobre los vectores autorregresivos en Sargent (1979), cap. 3,

y Doan (1988), cap. 8. Su utilización para valorar la política económica, en Sims (1980 y 1982). Recientemente han sido objeto de reconsideración también por Sims (1992). Para un uso de los modelos VAR similar al que en este artículo se pretende, Gaicía Mila (1987).

^* Ballabriga (1992).

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ANTONIO CUBEL MONTESINOS

ción. Resulta evidente por la elección de variables y las explicaciones que siguen que se está suponiendo, implícitamente, una economía con una estruc­tura típicamente keynesiana.

El estudio de las interacciones dinámicas estímadas es una de las motiva­ciones fundamentales en el uso de los modelos VAK La utilización típica es la determinación de la influencia de una variación no anticipada de una variable sobre las demás a través del cálculo de las funciones impulso-respuesta y de la descomposición de la varianza del error de predicción ^'. Por ello, estos mode­los son de gran utilidad para analizar cambios en la política económica.

Las variaciones que vamos a tener en consideración son las provocadas por una separación del gasto público de un régimen preestablecido, es decir, una modificación en lo que había sido la política hasta ese momento, en el sentido de que la evolución anterior de esa variable no nos hubiera permitido predecirla. Por ejemplo, el cambio no anticipado y no permanente en los gas­tos militares del Estado debido a la realización de un programa de construc­ciones navales con un período de ejecución fijo. En el lenguaje de los modelos VAR a esa variación no predicha se le llama «innovación». La hipótesis que se pretende contrastar es la influencia que una innovación en el gasto público, o cualquiera de sus componentes, tiene sobre el resto de variables del sistema (consumo, inversión, GNB, producción industrial).

Se han estimado tres grupos de sistemas de ecuaciones. En el primero se ha introducido la identidad macroeconómica del GNB, con el objetivo de medir la influencia del gasto público sobre jel gasto nacional, estimándose dos sistemas diferentes de ecuaciones, en función del nivel de agregación del gasto estatal. Los sistemas cuentan con las siguientes variables ^ :

(1) XM, GPUB, INVPR, CPR, GNB (2) XM, INVPUB, INVPR, CPU, CPR, GNB.

En los otros dos grupos de sistemas se ha sustituido el GNB por el IPIES y el IPIB, respectivamente.

" Para evitar la correlación contemporánea durante el proceso de estimación, lo que haría indistinguible la influencia de cada variable sobre las demás, se requiere proceder a la ortogonali-zación del sistema. Como sugiere Leamer (198?), tal ortogonalización no puede ser arbitraria y debe estar basada en consideraciones de teoría económica. En nuestro caso, la ordenación se ha realizado de mayor a menor exogeneidad en el modelo, de forma que la más exógena se ha con­siderado las exportaciones netas y la menor el consumo privado. Entre ambas se encuentran las variables públicas y la inversión privada. Para realizar la ordenación se han realizado tests de causalidad de Granger a todas la variables.

' Para una descripción de los datos, véase el apéndice A.

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GASTO PUBLICO Y CRECIMIENTO ECONÓMICO EN LA RESTAURACIÓN (1874192})

Todos los sistemas de ecuaciones han sido estimados con dos y cuatro retardos y la primera especificación fue contrastada como una restricción de la segunda. En todos los casos el menor número de retardos fue aceptado. El período para el cual ha sido realizada la estimación es 1874-1923. Las variables fueron transformadas en números índices (base 100 en 1913) y tomadas en niveles 2'.

GRÁFICO 1

Respuestas a innovaciones en el gasto público

1.5

l i ­

es I-

-0.5

^

— ^ " •

f 1 1

1 1

j r

l i l i — 1 _

G N B . . . . - — •

- ^ ^ CPR _ _

<*•

INVPR

GPUB

1 1 1 -1.5 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10

FUENTE: Véase texto.

El gráfico 1 presenta la función impulso-respuesta del GNB a una innova­ción en el gasto público en el primer sistema de ecuaciones. Como se ha expli­cado, se puede considerar la innovación en el gasto público como el cambio no previsto por la evolución anterior de la variable. En este caso lo interpreta­remos como una variación en la política fiscal. Frente a tal innovación, equiva­lente a una desviación standar unitaria, el GNB presenta una respuesta persis­tente y positiva: los efectos generados sobre el gasto nacional bruto, directa o

' Para una mayor información sobre el tipo de modelización empleada en este artículo para una presenucíón detallada de los resuludos, dirigirse al autor.

y

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indirectamente a través de efectos inducidos sobre el resto de componentes del gasto nacional, provocan un proceso expansivo de la economía, representa­do por la separación de la función respecto del eje de coordenadas.

CUADRO 3 Porcentaje de descomposición de la varianza, tres, seis y diez años adelante, en un

sistema donde el GNB se define como GNB = XAÍ + GPUB + INVPR + CPR

Varianza del error de

Innovación de ¡a variable

3 6

10

3

6

10

3

6

10

3

6

10

XAÍ

89,8 86,0

79,0

0,9

3,2

7.0

7.2

7,2

10,3

1.9

3,6

3,4

GPUB

30,4 30,2

39,1

574

48,8 41,9

11,4 19,6

17,7

0,8

U 1.2

INVPR

5.3

5,3

11,8

1.4

4.0

4,9

86,6

83,1

76,8

6,7

7,6

6.4

CPR

9.3

12,5

12,8

2,8

2,7

6,1

10.8

22,5

30,1

77,1

62,2

51,0

GNB

4.9

11,2

13,8

0,8

2,0

6,8

22,6

37,0

42,7

71.5

49.8

36,6

XM

GPUB

INVPR

CPR

Como puede intuirse, el proceso que estamos describiendo presenta gran­des semejanzas con el concepto tradicional del multiplicador: ante un movi­miento autónomo, generado por cambios en la política económica, la función impulso-respuesta dibuja el cambio inducido en la variable representada, en este caso el GNB. Sin embargo, al tratar de captar el comportamiento dinámi­co de la economía el ratio que más se aproxima al multiplicador es la relación entre la respuesta del GNB a una innovación en el gasto público y la respuesta del gasto público a su propia innovación. Con esta medida se pretende captar, en cada momento del tiempo, la influencia sobre el GNB de la variación en el gasto estatal debida a la innovación inicial. Como puede comprobarse por ia representación gráfica, a partir del quinto período el ratio es claramente supe­rior a uno, mostrando el efecto expansivo del presupuesto.

El método de estimación que estamos utilizando nos permite distinguir

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GASTO PUBUCO Y CRECIMIENTO ECONÓMICO EN LA RESTAURACIÓN (1874-1923)

aquellos componentes del GNB que actúan como correa de transmisión de los impulsos del gasto estatal. Ante la innovación del gasto público es el consumo privado el componente que recibe un mayor impacto, en parte debido al pro­pio efecto del crecimiento del GPUB y en parte al efecto de realimentación derivado del propio crecimiento del GNB. Por otro lado, el efecto del gasto estatal sobre la inversión privada, aunque positiva, es reducido.

GRAnC0 2

Respuestas a innovaciones en el consumo público

1.5 -

1 -

0.5

- / ' "^ \ ^

1 1 ' 1

1 y^ ._ / y /

1 • . J^

1 1 1 1 . . _ J _

GNB

INVPR

1 1 1 -0.5 1 2 3 4 5 6

FUENTE: Véase texto.

10

Para tener una idea completa, en esta primera aproximación, de la impor­tancia de la variación inducida por las magnitudes presupuestarias es necesario preguntarse qué porcentaje de la varianza del gasto nacional es explicado por la variación del GPUB. Es decir, aunque conocemos que un cambio en esta variable provoca un movimiento expansivo en el GNB, no sabemos la impor­tancia que el crecimiento provocado por el gasto tiene en la variación total del GNB. Podemos encontrar una primera respuesta en el cuadro 3. Es un cuadro de doble entrada que representa verticalmente y para cada período el porcen­taje de la varianza del error de predicción de cada variable, de forma que la suma de la varianza explicada por la innovación de todas las variables es el

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cien por cien. Horizontalmente se expresa la importancia de cada variable en la explicación de la variación de las demás.

Si nos fijamos en la ultima columna, que recoge la varianza del error del GNB, comprobamos que, a corto plazo, la mayor parte de su variación es explicada por la innovación del consumo privado: casi en sus tres cuartas par­tes en el tercer período. Lo que ya era evidente si se atiende a la similitud de la función impulso-respuesta de las dos variables. A largo plazo, la importancia de la inversión privada crece hasta convertirse en dominante. Por su parte, el gasto público incrementa su importancia conforme consideramos un mayor número de períodos, de la misma forma que veíamos ocurría en el gráfico 1, hasta llegar a explicar en tomo al 7 por 100. Esta podría ser una estimación aproximada de la importancia del gasto público en la determinación del gasto nacional, aunque, como veremos más adelante, el porcentaje puede modificar­se al alza.

Una posibilidad que nos ofrece la utilización de los modelos VAR es la identificación de los componentes del gasto público que son más relevantes en la evolución del GNB. Para ello, se ha estimado un nuevo sistema de ecuacio-

GRAFICO 3

Respuestas a innovaciones en la inversión pública

0.5 -

-0.5

-1

-

X /

^ l l l / « *

—^^^^ / « ^ ^ ^ ^ f c . / ^

N \ / / ^ \ I ' N \ / '

- \ \ / / " \ / / ^ \ / / ^ \ / / s V / V /

N / l i l i

G N B . , . - i * -

^^^^^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ' " " C P R

^^^ ^ ^ ^^T -*' ^^^^t^m^^m^T^ ^

-^^ INVPR •

^ ^

l i l i

-1.5 -

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10

FUENTE: Véase texto.

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GASTO PUBLICO Y CRECIMIENTO ECONÓMICO EN LA RESTAURACIÓN (1874-1923)

nes en el cual el gasto del Estado se ha dividido en sus dos componentes prin­cipales: la inversión pública y el consumo público. Los resultados pueden ver­se en el gráfico 2. El efecto más importante corresponde a los gastos corrientes del Estado. El producto de una innovación en el consumo es un movimiento positivo y sostenido, con su punto más elevado en los tres primeros años. De la misma forma que veíamos en el gráfico 1, el proceso de transmisión de la innovación en el consumo público hacia el GNB se realiza a través del consu­mo privado: el incremento del gasto del Estado provoca un aumento del con­sumo del sector privado en un porcentaje menor que el aumento del GNB, pero con un perfil muy semejante. Ninguna otra variable de las presentes en el sistema es sensible a la variación del consumo público.

CUADRO 4

Porcentaje de descomposición de la varianza, tres, seis y diez años adelante, en un sistema donde el GNB se define como

CNB-XM+INVPUB + INVPR + CPU + CPR

Innovación de la variable

XM

INVPUB

INVPR

CPU

CPR

3 6

10

3 6

10

3 6

10

3 6

10

3 6

10

XM

87,8 85,3 77.6

4.2 5,0

10.0

4.8 4.3 5.9

0,7 1.7 3.1

2.3 3.6 3.4

Varianza del error de

INVPUB

27.5 22.9 29,0

57,4 52.8 46.9

8,2 17,0 17,2

6.5

5,1 4.6

0.4 2,2 2.1

INVPR

3.5 5,4

20.4

11.7 11,1 8,8

77.2 72,5 60,8

1,3 4.6 4,8

6,2 6,4 5.1

CPU

29.1 26,6 36.7

21.3 27,9 23.6

5,9 12.2 11.4

43,4 31,7 26,9

0.3 1,3 1,3

CPR

13,0 24.4 32,4

9,4 7,6 6.8

19.8 23.2 21,1

4.7 5.2 6,8

53,0 39.5 32,7

GNB

8,2 24.1 35,6

4.1 2.6 2,8

35.8 32.9 28,2

8.6 8.6 9.7

48.4 31.6 23,5

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A diferencia de lo que acabamos de comentar, la formación bruta de capi­tal del Estado muestra un efecto negativo a corto plazo sobre el GNB y un efecto persistente e importante a largo plazo. La inversión estatal tiene un lige­ro efecto expansivo sobre la inversión privada pero, sin embargo, provoca un efecto negativo sobre el consumo privado, como se contempla en el gráfico 3. A corto plazo, pues, un incremento en la inversión pública reducía el consumo pero incrementaba la inversión, induciendo un mayor gasto en formación de capital por parte del sector privado. A largo plazo, el consumo se recuperaba.

CUADRO 5

Porcentaje de descomposición de la varianza, tres, seis y diez años adelante en un sistema donde las variables son XM, CPUB, INVPR, CPR e IPIES

Varianza del error de Innovación de la variable

3 6

10

3 6

10

3 6

10

3 6

10

3 6

10

XM

84.0 77,8 73,5

1.6 3,3 6,5

7,4 6,8 8,1

2,3 4,9 4,6

4,4 6,9 7,2

GPUB

32,4 32,7 34,6

58,6 51,7 47,3

6,3 11,1 10,2

0,7 1,1 1.1

1,8 3,2 6,5

¡NVPR

19,8 19,2 16,8

0,8 2,7 3,3

62,9 60,0 57,3

5,3 5,8 5,4

10,9 12,0 16,9

CPR

7,3 7,3 7,1

2,7 2,5 4,8

13,6 20,1 22,2

74,9 63,7 55,3

1,3 6,2

10,3

IPIES

3,3 9,8 8,8

3,1 9.0

10,6

26,6 34.4 36,2

17,0 8,3 5.7

49,7 38,3 38,4

XM

GPUB

INVPR

CPR

IPIES

Como antes, es necesario preguntarse por la relevancia que tienen estos movimientos en la evolución del GNB. El cuadro 4 representa la descomposi­ción de la varianza de esta variable. Puede observarse que el principal determi­nante de su variación a corto plazo es el consumo privado y a largo plazo la

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GASTO PUBLICO Y CRECIMffiNTO ECONÓMICO EN LA RESTAURACIÓN (lg74.1«5)

inversión privada. De las dos variables públicas el consumo explica un porcen­taje de ia variación en torno al 8-9 por 100, mientras la inversión lo hace en un 2 por 100. En conjunto, el gasto del Estado llega a explicar un 10 por 100 de la variación del gasto nacional. Estos datos confirman la conclusión presentada más arriba: el gasto público determinó la evolución del GNB español durante la Restauración en un porcentaje no desdeñable, siendo, a corto plazo, los gas­tos corrientes los más importantes en ia explicación de esa variación, mientras los gastos de capital adquieren relevancia a largo plazo.

Sin embargo, ia observación aislada de estas conclusiones puede conducir a la infi-avaloración de su importancia durante la Restauración. Un porcentaje cer­cano a las tres cuartas partes del producto nacional se obtenía en el sector agra­rio, sobre el cual el impacto de los gasto estatales era reducido, a excepción de la parte dedicada al pago de sueldos y salarios, por cuanto las pautas del gasto de los funcionarios eran similares a las del resto de la población y en ella predo­minaba el consumo de bienes agrarios debido a la reducida renta per cápita que impedía a la mayoría de los españoles el acceso al consumo de productos indus­triales. En este razonamiento se encuentra la justificación de la relevancia del consumo público en la explicación de la evolución del gasto nacional.

Pero, a diferencia de los agentes privados, la estructura del gasto del Esta­do está más inclinada hacia la adquisición de bienes del sector industrial. Des­de el material de administración hasta la construcción de carreteras, la obra pública por excelencia, un gran número de actividades estatales repercutían, principalmente, sobre el sector industrial, no sobre el agrario. Por tanto, la comparación de la evolución del gasto del Estado con la variación de la pro­ducción industrial puede ayudarnos a precisar los efectos del presupuesto sobre la economía y sobre su sector más dinámico, el industrial. En el cua­dro 2 se ha intentado realizar una cuantifícación de esta hipótesis. Se ha supuesto que el porcentaje del Gasto Nacional Bruto generado por la indus­tria es del 20 por 100 para todos los quinquenios de la tabla, excepto para 1920-1923, que se ha considerado del 25 por 100 2*. Para calcular el valor que suponen las compras del Estado en el sector industrial se ha restado de las compras de bienes y servicios el porcentaje que sobre ellas supone el gasto en agncultura según la clasificación funcional ^. Los resultados obtenidos llaman

Los valores de la industria dentro del GNB provienen, por aproximación, de las estima-"*"'* realizadas por Julio Alcaide sobre la distribución del Producto Interior Bruto. Los valores

medios que se obtienen de los datos de Alcaide son: 1901-1905. 19,88; 1906-1910, 20,72; 1911-'^15. 20,7; 1916.1920, 21,24; 1921-1923,26,93. Alcaide (1976).

Se considera, por tanto, que los gastos del Estado en el sector servicios son nulos o muy '««lucidos.

6?

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ANTONIO CUBEL MONTESINOS

la atención por la importancia que representa el gasto estatal directo sobre la producción industrial. Durante las décadas finales del siglo xix alcanza su valor más reducido en 1870-1874, antes de la instauración del régimen restau-racionista. Dentro del nuevo régimen los valores superan siempre el 15 por 100, alcanzando el 21 por 100 en el quinquenio 1885-1889, en consonancia con el incremento de la participación del gasto estatal en el GNB. Los dos pri­meros quinquenios del siglo XX muestran los efectos de la estabilización de Fernández Villaverde, con los valores más bajos de todo el período, en torno al 10 por 100, para crecer a partir de ese momento.

CUADRO 6

Porcentaje de descomposición de la varianza, tres, seis y diez años adelante en un sistema donde las variables son XM, GPUB, INVPR. CPR e IPIB

Varianza del error de Innovación de la variable

3 6

10

3 6

10

3 6

10

3 6

10

3 6

10

yjA

78,2 68,5 64,5

0,0 2,5 6.0

13,2 11,6 13,1

1.7 3,8 3,7

6,8 13,4 12,5

GPUh

23,6 26,1 33,2

53.9 44,8 35,2

9,9 12,4 10,3

1.2 2,2 2,0

11,1 14,3 18,9

INVPR

20,8 19,2 18,2

2,6 3,3 4,1

67,4 66.2 59.8

8.6 9,7 8,8

0,3 1.4 8,8

CPR

7.3 8.3 8,3

5,9 5,9 7,4

14,6 17,3 18.1

67.9 63,7 57,0

4,0 4,6 8,8

IPIB

0,2 8,2 8.6

1,1 6,7 8,9

12,0 21,6 26,3

1.7 1.2 1,7

84,6 62,1 54,2

XM

GPUB

INVPR

CPR

IPIB

La importancia del porcentaje que suponen los gastos del Estado sobre la industria justifica que intentemos calcular el impacto directo e indirecto de esos gastos sobre la producción industrial. Por ello, se ha sustituido en los

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GASTO PUBLICO Y CRECIMIENTO ECONÓMICO EN LA RESTAURACIÓN (18741923)

GRÁFICO 4

Respuesta de la producción industríala una innovación en el gasto público

I 2 3

FUENTE: Véase texto.

modelos de vectores autorregresivos presentados el Gasto Nacional Bruto por el índice de Producción Industrial (IPIES), en primer lugar, y posteriormente por el índice de Producción de las Industrias Básicas (IPIB).

El gráfico 4 presenta la respuesta de la producción industrial a una innova­ción en el gasto público. El resultado es un crecimiento de la actividad indus­trial, importante y sostenido a largo plazo, determinado, en esta ocasión, no por el consumo, como veíamos antes, sino por la innovación en la inversión pública (gráfico 5). Por tanto, la política pública de formación de capital tuvo un importante efecto sobre la evolución de la producción industrial, que podemos cifi-ar en tomo al 20 por 100, a largo plazo, de la varianza explicada por los gastos de inversión (cuadro 7). Por el contrario, el consumo público, aunque tenga un efecto positivo sobre el producto, es decir, su aumento pro­voque un aumento de la producción industrial, explica apenas un 5 f)or 100 de su variación. En conjunto, lo llamativo es que las variables públicas pue­den llegar a explicar una cuarta parte de la variación global de la produc­ción industrial, lo cual es una buena muestra de la relevancia de la actuación del Estado en la determinación de la actividad del sector privado de la econo-

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GRÁFICO 5

Respuestas del IPIES a innovaciones en el consumo y la inversión pública

I 2

FUENTE: Véase texto.

mía española durante la Restauración. Todo ello a pesar de que los principales determinante de la evolución de la producción eran la inversión privada y el consumo privado, aunque este último sólo a corto plazo. Además, hay que señalar el destacado comportamiento inercial de la evolución de la producción industrial: en tomo a un tercio de su evolución era debida a su variación en años anteriores.

Estas conclusiones se corroboran si consideramos ahora, en sustitución del índice de producción industrial, la influencia del Estado sobre la producción de las industrias básicas. Lo que se analiza, por tanto, es la influencia del presupues­to sobre las industrias recogidas en el IPIB, es decir, la minería, las industrias metálicas básicas, la química, los cementos y la producción de energía eléctrica.

Hay que resaltar de nuevo el carácter fuertemente inercial que presenta la producción básica (cuadro 6). Cerca del 80 por 100 de la varianza de la evolu­ción de la producción es explicada por la variación previa del mismo índice, a corto plazo, y hasta el 50 por 100 en un plazo de diez períodos. Del resto de variables, la inversión privada explica hasta una cuarta parte, mientras el gasto del Estado se aproxima, a largo plazo, al 10 por 100.

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GASTO PUBLICO Y CRECIMIENTO ECONÓMICO EN LA RESTAURACIÓN (1874-1923)

CUADRO 7

Porcentaje de descomposición de la varianza, tres, seis y diez años adelante en un sistema donde las variables son XM, INVPUB, INVPR, CPU, CPR e IPIES

Innovación de k variable

XM

INVPUB

INVPR

CPU

CPR

IPIES

3 6

10

3 6

10

3 6

10

3 6

10

3 6

10

3 6

10

Varianza del error de

XM INVPUB INVPR CPU

79,9 74,6 64,3

7,7 10,3 19,7

4,8 4,4 6.0

0,5 1,0 2,1

2,3 3,1 2,7

4,6 6.3 4,9

31,8 33,4 32,4

56,5 51,4 49,0

3,3 6,0 6,3

6,2 5,4 5,5

0,2 1,8 2,1

2,5 1,7 4,4

16,0 16,7 14,8

9,0 9,6 9,9

63,8 59,6 57,7

0,9 2.0 2,2

6,2 7.0 7.0

3,8 4.8 8.2

26.0 24.2 27.5

22.1 28.2 26.9

3.4 6,9 6.2

44.4 35.6 31.1

0.4 1,1 1,0

3.4 3.7 6,9

CPR

11,1 14,3 14,3

8,4 8,4

11,0

20.4 23.2 23,3

5,0 4,8 5,5

53,4 42,2 37,3

1.4 6.7 8.2

IPIES

3.6 8,6 9,4

1.4 15,3 20,8

39,2 39,6 38.2

3,2 5.5 5.3

17.1 9.5 7.9

35.2 21.1 18,2

Si se complementan estos datos con los del gráfico 6 puede comprobarse que el resultado de una innovación en el gasto público es el crecimiento de la producción básica. Es decir, el incremento de las cantidades gastadas por el Estado contribuía a la ampliación de la actividad productiva en el sector de industrias básicas, esencial para cualquier economía en crecimiento.

Y, como hemos visto en el caso de la producción industrial, el componen­te del gasto público que tiene un efecto más importante es la inversión públi­ca, mientras el consumo apenas logra tener un mínimo efecto. El gráfico 7 muestra que los efectos generados por una innovación en la formación bruta de capital, en su momento de mayor impacto, son dos veces más significativas

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que las provocadas por el gasto corriente del Estado. Resultado plenamente justificado, puesto que sobre este tipo de industrias recaían principalmente las compras estatales, a través de los programas de obras públicas, principal parti­da de gasto en la inversión. No debe extrañar que un 10 por 100 de la varia­ción de la producción en aquellas industrias venga determinado por la inver­sión pública (cuadro 8).

GRAHCOó

Respuesta dellPIB a una innovación en el gasto público

IV

Durante la Restauración, la economía española contaba con escasos ele­mentos que pudieran dinamizar la demanda interna. Los incrementos de pro­ductividad en el sector agrario eran muy limitados y la protección a la agricul­tura cerealística obsuculizaba el crecimiento de la agricultura de exporución mediterránea. El sector exterior no generó, tampoco, una demanda suficiente para sostener el crecimiento industrial, puesto que el proteccionismo obstacu­lizó la competitividad de la economía española. Solamente los sectores ciuda-

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GASTO PUBLICO Y CRECIMIENTO ECONÓMICO EN LA RESTAURACIÓN (1874-1923)

danos en crecimiento sostenían los procesos de renovación del tejido indus­trial ^, que, aunque limitada, provocó el crecimiento de nuevos sectores pro­ductivos como la agroalimentaria, la papelera y editorial, el juguete, el mueble y una extensa gama de bienes producidos por la metalurgia de transforma­ción J'.

GRÁFICO 7

Respuesta del IPIB a innovaciones en el consumo y la inversión pública

0.25

0.2

0.15

0.1

0.05

0

0.05

-

1 I

INVPIK/ **....,,, ^^

/ CPU >.

l i l i l í

1 2

FUENTE: Véase texto.

10

Dentro de ese marco, durante los años finales del siglo xix la industria española ejerció una presión constante sobre el Estado para que éste comple-•nentara la demanda interna y dinamizara, en la medida de sus posibilidades, •a producción industrial. A pesar de que las compras fueran pequeñas sobre el total del producto nacional, su importancia no era desdeñable en comparación

"* Las anteriores consideraciones recogen algunas de las conclusiones a las que llegó el feminario de Historia Económica de la Universidad de Valencia, y forman parte del proyecto de investigación financiado por la Dirección General de Investigación Científica y Tecnológica que «>n el título La industriaUzaciÓH española en su perspectiva histórica están realizando Jordi Palafox, Concha Berrán, Enrique Morella y Daniel Tirado, además del autor.

" Maluquer (1987), pp. 77-78.

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ANTONIO CUBEL MONTESINOS

con el producto industrial y alcanzaría valores notables respecto al producto de algunos sectores. La industria privada tenía en él un demandante de impor­tante magnitud, al que intentó atraerse desde principios de la Restauración. Lo cual, dado el régimen político que imperaba, no iba a resultarle demasiado difícil.

CUADRO 8

Porcenlaje de descomposición de la varianza, tres, seis y diez años adelante, en un sistema donde las variables son XM, INVPUB, INVPR, CPU, CPR e IPIB

Innovación de la variable

XM

INVPUB

INVPR

CPU

CPR

IPIB

3 6

10

3 6

10

3 6

10

3 6

10

3 6

10

3 6

10

XAÍ

69,8 61.8 33,3

7,7 7.7

13.7

9,8 8.3 8.9

2,1 2.1 2.7

2,4 3,6 3,2

7,9 16,2 13,8

Varianza del erroi

INVPUB

26,2 24,3 29,0

58,8 34.3 46.1

4,2 6.8 5.3

4.9 4.4 3.3

0.2 1,8 1,6

5.3 8.1

14.3

INVPR

23,0 23,9 23,8

11,1 10.0 9.5

54,4 48,4 36,7

4,9 7.5 6.9

6.2 6.5 5,0

0.3 3,6

18,0

'de

CPU

21.1 20.0 29,6

20,8 27.4 24.1

5.8 6.4 4.7

38.3 27.7 17.1

0.6 1,4 1.5

13.4 17.0 23,0

CPR

11.7 16.7 20,3

11,6 14,8 13.8

12.7 10.9 8.3

5.7 8.9 7,9

54.8 40.3 30,9

3,5 8.4

18,8

IPIB

0.2 7.7 8,6

0,2 8,1

11.8

17.8 22.0 23.7

0.6 3.9 5.9

2.1 1.7 2,3

79.1 56.6 47.6

De esta forma, las diferentes normas de protección a la industria encontra­ron una favorable acogida entre los productores. No solamente porque iban a permitirles mantener sus beneficios al amparo del manto protector del Estado, sino también porque a su sombra podían iniciar, con menor riesgo, procesos

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GASTO PUBLICO Y CRECIMIENTO ECONÓMICO EN LA RESTAURACIÓN (1874-192})

de expansión productiva y de renovación tecnológica. Como iba a ser el caso de la renovación de los métodos de producción de la industria siderúrgica, a raíz de las leyes de la escuadra, como la introducción del proceso Siemens Martín en las fábricas de LM Felguera y Altos Hornos de Bilbao en 1887 y 1890, respectivamente, a raíz de la demanda de acero, en sustítución del hierro, por los astilleros del Estado ". O como ocurrió con la transferencia de tecnología y la mejora de capital humano que supuso la ley de la Escuadra de 1908, que dio lugar a la creación de la Sociedad Española de Construcción Naval».

También la reserva del mercado para los suministradores del sector públi­co puesta en funcionamiento a partir de 1908 contribuyó al crecimiento y renovación industrial. Así lo hacía notar la Sociedad Española de Construcciones Metálicas ante la Comisión Protectora de la Producción Nacional'". De la mis­ma forma, el crecimiento de la industria del cemento Portland fue favorecida por la mejora de la infraestructura pública, especialmente por la construcción de pantanos y la ampliación y modernización de puertos ".

Todos estos testimonios y los resultados de la estimación presentada cues­tionan la opinión de que la actividad estatal, y especialmente el gasto público, tuvo una importancia reducida en la evolución de la economía durante la Res­tauración *. De acuerdo con la evidencia que se ha aporudo en este trabajo, no puede afirmarse que el gasto público no contribuyera con su demanda, a través de los efectos directos e indirectos generados, al crecimiento de la pro­ducción, total e industrial. Los resultados expuestos demuestran que la política fiscal durante la Restauración debe considerarse un elemento importante en la evolución de la producción nacional. La política de gasto del Estódo (en el sentido en el que se considera en el modelo: un cambio no anticipado en el gasto) provocaba efectos expansivo sobre el GNB, básicamente debidos al consumo público, mientras la inversión muestra una influencia menor, expli­cando entre ambos un 10 por 100 de la variación del producto nacional. La in­fluencia sobre la producción industrial es aún mayor una cuarta parte de su

" Alzóla y Minondo (1894). pp 179-180. » Trebilcock (1973), pp. 260-262. " Archivo general de la Administración del Estado, Reclamación de la Sociedad Española

de Construcciones Metálicas ante la Comisión Protectora de la Producción Nacional, 1 de agos­to de 1908. Fondo del Archivo de Presidencia del Gobierno, caja 477.

" Comisión Protectora de la Producción Nacional (1917) y Gómez Mendoza (1985). " Véase en la nota IV de Palafox (1991) una aplicación de la metodología aquí utilizada para

=' período 1900-1933. En ella se demuestra que los resultados aquí obtenidos no son excepcio­nales, puesto que cuando se incorporan los años de la Dicudura de Primo de Rivera y la Segun­da República los efectos del gasto público son más intensos que para los años de la Resturación únicamente.

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ANTONIO CUBEL MONTESINOS

variación está determinada por la evolución de las variables públicas, princi­palmente por los cambios en la inversión.

La política de gasto público tuvo efectos expansivos sobre el producto nacional y, especialmente, sobre la industria. Estos se complementaron con el fomento a la innovación en algunos sectores industriales. Coexistiendo con ellos, ya son conocidas las políticas de restricción de la competencia, interior y exterior, llevadas a cabo. La actuación estatal se muestra, por tanto, con una mayor complejidad de la que se ha venido suponiendo hasta este momento.

APÉNDICE A DESCRIPCIÓN DE LOS DATOS

Todos los datos hacen referencia a series anuales para el periodo 1874-1923. La mayoria de las variables estaban ya calculadas en el formato de números índices y a precios constantes. Cuando esto no ocurría, han sido trans­formadas para mantener la homogeneidad. Las series básicas eran consumo privado, consumo público, inversión y exportaciones netas. La descomposición de la inversión en pública y privada era también presentada en Carreras (1985). La descomposición del consumo se ha realizado calculando el porcen­taje que suponía sobre el mismo cada una de sus componentes e imputando, a partir de éste, el porcentaje que suponían sobre el GNB. Las variables utiliza­das han sido las siguientes:

CPR Consumo Privado. INVPR Formación Bruta de Capital fijo del sector privado. XM: Exportaciones netas. SUSA: Sueldos y Salarios. BISE: Compras de bienes y servicios. CPU: Consumo Público. CPU - SUSA + BISE INVPUB: Formación Bruta de Capital fijo del sector público. GPUB: Gasto Público. GPUB - CPU + INVPUB GNB: Gasto Nacional Bruto. IPIES: índice de la producción industrial española. IPIB: índice de la producción de industrias básicas.

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GASTO PUBLICO Y CRECIMIENTO ECONÓMICO EN LA RESTAURACIÓN (18741923)

Las definiciones de todas las variables son las ofrecidas por la Contabili­dad Nacional. Los datos han sido obtenidos de las siguientes fuentes: Consu­mo, Inversión, Exportaciones Netas y Gasto Nacional Bruto: Carreras, Albert (1985); Compras de Bienes y Servicios y Sueldos y Salarios, Comín, F. (1985); índice de la Producción Industrial española. Carreras, A. (1984); índice de la Producción de las Industrias Básicas, Carreras, A. (1981).

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ANÁLISIS DE GASTOS PÚBLICOS DISCRECIONALES: LA POLÍTICA PRESUPUESTARIA DE LA SEGUNDA REPÚBLICA ESPAÑOLA

JUAN HERNÁNDEZ ANDREU Universidad Complutense

RESUMEN

Este estudio tiene como objetivo ofrecer una interpreución de U poÜtic. presu-puestaria de los gobiernos republicanos. Para poder e^uar la política econónuco-fiscd de U Segunda República se necesita comparar el déficit real del presupuesto con el déficit calculado, considerando el supuesto de una Üquidación presupuestaria hipoteto-ca obtenida de unos ingresos púbUcos calculados en base a una renta hipotética, la real de un año determinado, que se atribuye a todo el período, y con U ratu> inp«sos/i«nta efectiva de cada año y una estructura hipotética de gastos púbhc«j «IcuUdos median­te U sustracción de determinados gastos púbUcos discreaonales. El déficit real de 1931 tiene como contra&ctual U niveUción presupuesttria y su importe obedece a U pobuca de fomento económico y social de los gobiernos republicanos.

ABSTRACT

TTús paper offers an interpretation of the budgetaiy poUcy of die Spanish govem-ment. during die Second Repubüc, 1931-1936. To ¡udge the fiscal poh«7 of dus era, •ctual budget déficits are compared wid. estimated fuU employment déficits, Aat is, déficits duit would have happened under conditions of higfa meóme levéis, high govemment revenues, and relatívely low «tpansionaty expendilwres. Contraiy to tradi-tional interpretations, «ich a compari«,« show. d « 1931-1933 Spamd. fisad pohqr« reUtively interventíonist, and reveáis a higher degree of social concern of die modérate cabinets of die Second Republic duin is hidierto conceded.

Este estudio ' tiene como objetivo ofrecer una interpretación de la política presupuestaria de la Segunda República española. Quiero estudiar lo referente

' Agradezco los comentarios a un primer borrador de este trabajo que hicieron los profeso­res James Foreman-Peck (Universidad de Oxford). Forrest Capie (City Un.versity of London).

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a la respuesta gubernamental ante el estancamiento de la economía española durante el decenio de 1930. Pienso que el tema es de la mayor importancia por las implicaciones económicas y sociales que supuso la implantación de un régimen democrático, por primera vez en España. El trabajo atiende: 1) a las tesis existentes sobre la política presupuesuria; 2) a las variables y mecanismos económicos que utilizo, y 3) a la valoración de la política presupuestaria de la República.

Quiero recordar sucintamente las tesis existentes sobre el tema que nos ocupa . Raymond Carr ' destaca el carácter ortodoxo de las medidas fiscales de la Segunda República, si bien advierte que a pesar de sus principios econó­micos conservadores, los gobiernos republicanos hicieron notables esfuerzos para compaginar la nivelación presupuestaria con medidas destinadas a contra­rrestar la depresión económica y social. Gabriel Jackson'' es más explícito en afirmaciones y argumentos que abundan en la misma evaluación que Carr hace de la política económica adoptada por los gobiernos de la Segunda Repú­blica, destacando las mejoras establecidas en la eficiencia fiscal respecto al régimen anterior y en el contenido social introducido por el lado del gasto público, con limitaciones provenientes de la depresión económica.

La obra de Edward Malefakis' es rotundamente crítica, en cuanto a la gestión económica de 1931 a 1936. La reforma agraria, dice Male&kis, fi-acasó por insuficiencia de recursos financieros del Estado, vía de causalidad que pone en palabras textuales del propio Manuel Azaña; y la insuficiencia fiscal vino motivada por el liberalismo de los gobiernos republicanos. La crítica se vuelve mordaz cuando razona que el impuesto sobre la renta, establecido en diciembre de 1932, sólo contemplaba a sujetos con un mínimo de 100.000 pesetas de renta anual, lo que suponía que iba a gravarse a sujetos con una renta superior en 80 veces a la renta per captta del país.

La crítica de la actividad hacendística de los gobiernos republicanos es detallada por Ramón Tamames *, quien advierte que los gobiernos republica­nos aumentaron la presión fiscal respecto a la de los gobiernos de la Dictadura de Primo de Rivera. Sin embargo, señala Tamames que las previsiones recau­datorias, hechas por las autoridades hacendísticas, de 200 millones anuales, a obtenerse del nuevo Impuesto sobre la Renta, se vieron reducidas por el resul-

Michael Collins (Universidad de Leeds), Femando Méndez Ibisate (Universidad Compluten­se) y Pedro Fraile (Universidad Carlos III).

^ He seleccionado los autores a tenor del enfoque que doy a este estudio. ' R. Carr (1970), 387-589. * G. Jackson (1967), 74-73, 86-92 y 98-102. ' E. Malefakis (1972), 267. » R. Tamames (1975), 125-131.

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<ák

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ANÁLISIS DE GASTOS PÚBLICOS DISCRECIONALES

tado real de los 50 millones efectivamente recaudados; con todo, reconoce Tamames la atención del gobierno a gastar más en instrucción y pensiones, y a atender los compromisos de gastos derivados de la ejecución de obras públi­cas, y todo ello en un marco de depresión económica. Incluso llega a calificar el programa de obras públicas de Indalecio Prieto de «New Dea!» a pequeña escala, valoración ya realizada, sin paliativos, ocho años antes por Gabriel Jack-son'.

GRÁFICO 1

Ingresos públicos (pesetas comentes)

4500-r

4000 +

3500-1-

3000-1-

2500 +

200a 1920 1925 1930 1935

Pablo Martín Aceña y Francisco Comín« centran fundamentalmente su estudio en comparar la tendencia de diversas variables moneurias y financie-fas, así como la tasa de formación de capitól proveniente del sector publico, para el período 1923-1930 respecto a los años que van de 1931 a 1935. Recientemente, Jordi Palafox ha publicado un libro que, en general, es descali­ficador de la gestión económica de la Segunda República. Para la valoración de la gestión presupuestaria recurre al viejo modelo de E. C. Brown, que no

' G.Jackson (1967), 100. ' P. Martín Aceña y F. Comín (1984).

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resuelve la imputación a los gastos discrecionales de los efectos en el saldo presupuestario '.

En definitiva, tenemos que, aunque existen también juicios comprensivos que atienden al alcance de la doctrina hacendística imperante en aquella épo­ca, prevalecen hoy las valoraciones negativas sobre el esfuerzo económico anti­cíclico de la Segunda República. En cualquier caso, tomo la tesis de Raymond Carr como punto de partida de mi estudio, acudiendo a los instrumentos de teoría económica que permiten explicitar los supuestos teóricos contenidos en la hipótesis de Carr.

36000-r

2200a

GRÁFICO 2

Renta nacional (precios corrientes)

Mi investigación tiene los siguientes puntos analíticos básicos, que expon­go precedidos de los correspondientes comentarios:

1) Las repercusiones de la tendencia económica, interna y exterior, así como las dificultades financieras y fiscales inherentes a todo cambio de régi­men político es presumible que se manifestaron en la liquidación de los presu­puestos del Estado español de 1931 a 1935. Pues bien, para medir esa reper-

' J. Palafox (1991), 268-273. (Véase la crítica de L. C. Peppers al modelo de E. C. Brown.)

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ANÁLISIS DE GASTOS PUBUCOS DISCREaONALES

cusión y poder analizar la relación entre el sistema económico y las finanzas publicas, en primer lugar calcularemos la elasticidad de los ingresos públicos respecto a la renta nacional, es decir, el efecto de las tasas de variación inter­anual de la renta nacional sobre los correspondientes porcentajes de cambio en los ingresos públicos.

2) En general, manteniéndose constantes los gastos públicos, una po­lítica de incremento de la presión fiscal es un fi-eno para el incremento de la renta nacional. El gobierno tratará de expandir los gastos para aumentar, vía multiplicador, el PNB; pero también intentará incrementar la recauda­ción de impuestos para acercarse todo lo posible a la nivelación presupues­taria.

En el análisis de gastos públicos se distinguirá entre gastos no discreciona­les y gastos discrecionales. Los primeros son aquellos en los que el margen de maniobra del gobierno es prácticamente nulo, es decir, aquellos gastos que son, digamos, inevitables. Por el contrario, los gastos discrecionales están vincula­dos a decisión política del gobierno, en función de la marcha de la economía expresada en la tendencia de la renta nacional.

Los gastos no discrecionales constituían la gran mayoría del volumen de gasto; pero ponderaremos el alcance de los gastos discrecionales, reveladores específicos de la política gubernamental, de su intervención intencionada en la tendencia de la economía. A este efecto, conviene tener presente también que el nuevo régimen heredó problemas financieros; así, los créditos pendientes de pago; las obras iniciadas y no terminadas; el empréstito de los bonos oro de tesorería 6 por 100, libre de impuestos, para cancelar los créditos bancarios 9ue bancos ingleses y americanos habían concedido al Tesoro y cuyo origen radicaba en la intervención de los cambios; y las «dobles» en moneda extranje­ra o préstamos extemos que pesaban sobre el cambio internacional de la pese­ta y la balanza de pagos de España. Ello también debió contribuir a la insufi­ciencia fiscal acentuada por la crisis, y a que, por tanto, la liquidación de los presupuestos entre 1930 y 1935 fuera deficitaria.

Resultado de estos análisis, pienso puedo dar una interpretación, en el sen­tido que matizo al principio, de la política económica presupuestaria de los gobiernos republicanos, en términos más precisos que las ofrecidas por la his-toriografi'a tradicional, contribuyendo a explicar en términos económicos la buena intuición de los historiadores sociales.

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INGRESOS PÚBLICOS

£1 análisis de la elasticidad entre ingresos públicos y renta nacional "* de 1921 a 1935 muestra que es a partir de 1930 cuando se da una elasticidad negativa entre las dos variables, salvo en el año 1932. En este año, el incremen­to de la renta está acompañado de incremento en la ñscalidad, en porcentajes muy similares. En 1931, un aumento del 1,3 por 100 de la renta está unido a una caída del 2,1 en los ingresos públicos. En 1933, al descenso de un 1,8 por 100 de la renta corresponde un alza de 1,4 por 100 de la recaudación, y a la caída de un 1,5 por 100 de la renta en 1935 sigue un aumento de ingresos públicos del 1,6 por 100. En cambio, en 1934 el aumento de la renta nacional en un 7,9 por 100 fue acompañado de una caída del 1,5 por 100 en la recau­dación. De estos datos se desprende que hubo mejor gestión recaudatoria durante 1932-1933 que en 1934 (gráficos 1,2 y 3).

GRÁFICO 3

Elasticidad ingreso público/renta nacional

>° Se calcula la elasticidad punto. Si Y • renta nacional; dy • incremento de la renta nacional respecto al año anterior, T - ingresos públicos; dT - incremento de los ingresos públicos respecto al año anterior, la elasticidad entre ingresos públicos y renta nacional ~ dT/T / dY/Y.

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ANÁLISIS DE GASTOS PUBUCOS DISCRECIONALES

El resultado ñscal positivo de 1932 podría relacionarse con el aumento de tarifas que dispusiera el ministro de Hacienda Jaime Carner. Con todo, no aumentó sensiblemente la presión físcal, que se mantuvo constante, a efectos prácticos, durante el decenio de 1930 (véase anexo I); sólo en el año 1933, la ratio TPi muestra unas décimas por encima de los otros ejercicios, pero lo considero insignificante. Indicativo de ello es la correlación entre los ingresos públicos y la renta nacional, cuyo coeficiente de correlación es de 0,80.

GASTOS PÚBLICOS

En cuanto a los gastos públicos, el desglose de las principales partidas, entre 1930 y 1935, se expone en el cuadro 1 ". Este método aplicado al dece­nio de 1930 se inspira en trabajos de E. C. Brown, E. M. Gramlich, W. H. Oakland, W. Lewis, L. C. Peppers, Alan Blinder y Robert Solow, T. Dernburg, Frank de Leeuw y T. Holloway, P. Muller y Robert Price, V. Tanzi, R. Eisner y P- Pieper, M. Blejer y Chu Ke-young, M. I. Blejer y A. Chesty, Heller y Blan-chard. El estudio de Brown es el primer trabajo cuantitativo de política fiscal que contiene estimaciones implícitas de superávit de pleno empleo. Los ingre­sos fiscales potenciales se deducen de multiplicar los impuestos reales por la ratio de PNB potencial respecto al real. Este procedimiento de proporcionali­dad implica la elasticidad unitaria de los impuestos totales con respecto al PNB y produce serias distorsiones cuando se aplica a la estructura impositiva que no es una unidad elástica. Según Peppers, un fallo del superávit de pleno empleo es considerar los efectos estimuladores del umaño absoluto del presu­puesto. En este sentido, Gramlich construyó un superávit de pleno empleo ponderado, que incorpora pesos diferentes para impuestos, transferencias y gastos del gobierno. Por su parte, Oakland señala que el impacto expansivo de cualquier acción fiscal está mejor medido por sus efectos sobre el nivel de ten-^ real (inicial), no sobre el nivel de renta de pleno empleo. La técnica de pon­deración de los diversos componentes fiscales es rechazada por Peppers, por razones prácticas más que por argumentos teóricos. Asimismo W. Lewis reco­noce esto y concluye que el superávit de pleno empleo sin ponderar es una vía razonable para evaluar las políticas fiscales del pasado. Frente a la vía del superávit de pleno empleo y a la de superávit real (inicial), Peppers ofi^ce una tercera vía que califica de «grado de estabilización incorporada», que clarifica

League of Nations (1927-1936).

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haciendo referencia a dos supuestos. En períodos de cambio estructural, durante los cuales se modifican los estabilizadores internos, ocurre que los cambios en el superávit de pleno empleo ofrecen signos engañosos acerca de los efectos cíclicos reales de la política fiscal; en este caso son mayores los cambios en el superávit real (inicial). En un período en el que los estabilizado­res permanecen constantes, el superávit de pleno empleo da resultados signifi­cativos ' .

CUADRO 1

Principales departamentos y servicios que incrementan gastos, 1931-1935 (en millones de pesetas)

1930 1931 1934 1935

Servicio de la deuda pública 88?,2 Clases pasivas 149,6 Obras públicas 464,9 Instrucción pública 187,5 Comunicaciones — Hacienda 45,2

FUENTE: League of Nations, Memorándum on Public Finance, 1928-1933, Ginebra, 1936.

LA FUNCIÓN DE SUPERÁVIT PRESUPUESTARIO

La función de superávit presupuestario, que relaciona el superávit presu­puestario (ingresos públicos menos gastos públicos) con la renta nacional se representa en el gráfico 4. Los cambios endógenos en el saldo presupuestario del gobierno debidos a cambios en la renta nacional y no a la política presu­puestaria se observan en los movimientos de una «función de superávit» dada.

896,7 192,2 503,1 203,9

96,1 54,9

1.008,2 314,8 700,7 312,0 157,1 99,6

939,8 317,1 607,1 326,9 155,1 86,1

" E. C. Brown (1956), E. M. Gramlich (1966). W. H. Oakland (1969), W. Lewis (1968), L. C. Peppers (1973). Una problemática derivada de la relación entre déficit y ciclo económico, con diversos intentos no exentos de dificultad para poder discernir los efectos cíclicos de otros pro­venientes de otras causas: Alan Blinder y R Solow (1974), T. Dernburg (1975), Frank de Leeuw y Pieper (1988), M. Blejer y Chu Ke-Young (1988), M. I. Blejer y A. Chesty (1991). Heller y otros (1986) y O. Blanchard (1986).

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ANAUSIS DE GASTOS PUBUCOS DISCRECIONALES

Los cambios en el saldo presupuestario debidos a cambios inducidos por la política gubernamental del gasto o en los tipos impositivos y no en los niveles de renta nacional se muestran por cambios en la «función de superávit». Tales cambios indican una liquidación presupuestaria diferente para cada nivel de renta nacional.

GRÁFICO 4

Función de superávit presupuestario

Si se toma un nivel de renta nacional como constante a lo largo de un período considerado, se observa que los cambios durante esos años en el saldo presupuestario son causados por modificaciones de tipo político sobre la fun­ción de superávit La renta nacional generalmente más utilizada como base es 'a «renta nacional de alto empleo» y el saldo calculado se llama el «superávit ^e alto empleo» (HES). Esto es, una estimación de los ingresos públicos menos 'OS gastos públicos, no por su importe real, sino por el que se alcanzaría de darse una potencial renta nacional. La denominación debería ser superávit de pleno empleo, pero el volumen de paro que acompaña a una renta potencial "aria embarazoso utilizar la expresión superávit de pleno empleo, y Lipsey y Stei-"er prefieren el calificativo de superávit de alto empleo ".

Lipsey y Steiner (1984), 599. nou 5.

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Los cambios en el superávit de alto empleo (HES) son un índice de los cambios en la estructura de la política fiscal. El superávit de alto empleo es la medida adecuada más simple para valorar las modificaciones de la estructura físcal. Como dije antes, cambios en la renta nacional causan cambios en el «superávit» corriente mediante el movimiento de la economía a lo largo de su «función de superávit»; cambios en la estructura de la política físcal modifican la «función de superávit». La función de superávit presupuestario expresa la diferencia entre los ingresos públicos y los gastos públicos en cada nivel de ren­ta nacional. En el graneo 4 la función expresa que los déficit están asociados con bajos niveles de renta nacional y los superávit con altos niveles de renta.

GRÁFICO 5

Cambios en el superávit corriente

^ Renta Nacional

En el graneo 5 vemos que una caída en la renta nacional de ¥„ a Y, causa que el presupuesto vaya de un superávit corriente CS^ a un déficit corriente CSi, sin cambio en el gasto público o en los tipos impositivos; esto es, la estructura de la política fiscal permanece inalterada. La posición constante de la política fiscal se recoge correctamente, estableciendo constante el superávit de alto empleo, HES^.

En el gráfico 6 hay un cambio contractivo en la posición de la política fis­cal: un corte en el gasto público y/o un incremento en el tipo impositivo des­plaza la función de superávit de B , a B,. Ahora existe un más ancho superávit

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ANAUSIS DE GASTOS PUBUCOS DISCRECIONALES

GRÁFICO 6

Cambios en el superávit de alto empleo

presupuestario en cada nivel de renta nacional. Este cambio es correctamente captado por el aumento del superávit de alto empleo, de HES<, a HESj.

Advierto que si la renta nacional había caído de ¥„ a Y„ al mismo tiempo que la función de superávit se desplazó de B^ a B„ el saldo corriente habría ido de superávit a déficit a pesar del aumento en el superávit de alto empleo. Esto ilustra los efectos engañosos de juzgar cambios en la estructura de la poli-Oca fiscal, desde cambios en el superávit corriente.

Entiendo que los saldos presupuestarios son función: 1) de la renta nacio­nal, sobre la que incide la correspondiente presión fiscal y que en mi modelo considero constante, a efectos operativos, y se generan, así, los ingresos pábUcos, y 2) de la política gubernamental, que puede generar variaciones de los volú-•nenes de gastos y/o de los tipos impositivos, que se aplican a las figuras tribu­tarias (budgetary stance).

De manera que si considero el nivel de renta constante, a través de la ren-^ de alto empleo para todo un periodo considerado, puedo medir la evolu­ción del saldo presupuestario en función de los cambios en la política de gas­tos públicos y/o de cambios en las tasas impositivas; es decir, puedo valorar las •^percusiones de una política de gastos públicos sobre el saldo presupuesta­do, ya que, como dije, entiendo consunte también la presión fiscal, es decir, la

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JUAN HERNÁNDEZ ANDREU

ratio TfY (ingresos públicos/renta nacional). En España esta ratio cambia poco durante los años 1921-1927, y menos cambia aún, según dije antes, en los años de 1928 a 1935.

En definitiva, para poder evaluar la política de gastos gubernamentales de la Segunda República se precisa comparar, año a año, la tendencia del saldo presupuestario auténtico con la evolución correspondiente del saldo obtenido considerando el supuesto de una liquidación presupuestaria hipotética. Este saldo hipotético se calcula por la diferencia entre:

1) Los ingresos públicos obtenidos por la simulación de que existiera una misma renta para todos los años; eligiéndose como renta nacional base o cons­tante para todo el período, la del año que realmente fue más alta. Sobre la cifra de esta renta nacional se aplica la ratio T/Y efectiva de cada año en cues­tión.

2) Los gastos públicos hipotéticos, calculados, año a año, mediante la subs­tracción de determinados gastos públicos discrecionales.

La aplicación de aquel método a la política presupuestaria de la Segunda República, para valorarla en comparación a la política presupuestaría de la Dictadura de Primo de Rivera, permite calcular una evolución hipotética del déficit presupuestario entre 1923 y 1935 según las siguientes mediciones (las series de cifras están en anexo I):

1) Cálculo de los ingresos: Se ha tomado la Y de 1934 como la renta nacional de «alto empleo» constante para todo el período y se ha aplicado sobre ella la presión fiscal (T/Y), ingresos públicos/renta nacional, la real, de cada año. De manera que considero la misma presión fiscal en los ingresos reales y en los hijxjtéticos, lo cual asegura y explícita la causalidad de los gas­tos discrecionales para explicar la diferencia entre el saldo real y el hipotético. La Y de 1934 ' es la más alta, en términos absolutos, de todo el periodo. Y se obtiene así la serie de ingresos públicos hipotéticos.

2) Cálculos de los gastos públicos:

a) Para 1923-1930 se ha restado de los gastos discrecionales (pensiones más obras públicas más instrucción) la media de los mismos para 1921-1923,

' La elección de la renta nacional de un año es punto controvertido (De Leeuw y Hoiloway, 1985), 232; la opinión predominante es que debe elegirse la renta nacional más alta, porque está menos afecuda por el ciclo depresivo (Mario I. Blejer y Adrianne Cheasty, 1991), 1654. Hay autores que proponen tomar como renta nacional básica el average outpuL

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ANAUSIS DE GASTOS PUBUCOS DISCRECIONALES

eliminando así los gastos públicos discrecionales de los años anteriores a la etapa que estudiamos, y la cifra resultante, para cada año de la serie, se ha res­tado de la serie de gastos públicos totales (GP), desde 1923 a 1930.

b) Para 1930-1935 se ha restado de los gastos discrecionales la media de los mismos para 1928-1930, y la cifra resultante, para cada año de la serie, se ha restado de la serie de gastos públicos totales (GP), de 1931 a 1935. La serie está en anexo 1 con los títulos GPD* y los déficit aparecen en el mismo anexo bajo el título GPF.

La elección de los gastos públicos referidos como discrecionales se frinda-menta no sólo en la apreciación empírica, ya que son los que más aumentan durante la II República, como señalé en cuadro 1 y que así lo aprecia el infor­me de la Sociedad de Naciones, sino también en mis cálculos expresados en el cuadro!.

CUADRO 2

Matriz de coeficientes de correlación 1920-1935

Y... Y(+l)...

G G-T

2T) .508

GP

.470

.594

GPD

.785

.747

GPND

.444

.311

2GPD - 11127 7 , iGp - 51.101 o 2:GPD/2:GP X loo - 21,77% 2¡AGPD - 840 3 1 2AGP . 1.089 1 SIAGPD/IAGP X 100 - 77,15%

Veamos el cuadro 2 para fundamentar la elección de los gatos discreciorutles. Si len el porcentaje de los gastos públicos discrecionales sobre los gastos públi­

cos totales entre 1920 y 1935 es sólo del 21,7 por 100, el porcentaje de incre-•nento de los gastos públicos discrecionales sobre el aumento de los gastos públicos totales es del 77,15 por 100. Además es también expresiva la matriz

c coeficientes de correlación para el mismo período; la correlación entre '^'•J (gastos públicos discrecionales) e Y, así como respecto a Y(+l), aplican­

do un decalaje de un año, valorando la influencia de los GPD sobre la Y(+l), ^ un año para otro, la correlación es significativa; los coeficientes son 0,785 y

' ^7, respectivamente. No así son altamente correlativos el déficit público, los

91

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JUAN HERNÁNDEZ ANDREU

gastos públicos totales o los gastos públicos no discrecionales respecto a Y o Y(+1). Por tanto, queda probada la corrección de elegir pensiones, obras públicas e ins­trucción, como capitulo de GPD. (Véase ecuaciones y gráficos que acompañan al cua­dro 2.)

La aplicación del método que he seguido, que permite medir las repercu­siones en la liquidación presupuestaría de la ejecución de los gastos discrecio­nales, del modo razonado y expuesto en los términos referídos, arroja una liquidación presupuestaria entre 1920 y 1935 diferente a la real. (Véase gráfi­co 7.)

Tanto durante la Dictadura como durante la República vemos una política presupuesuría real, discrecional del gobierno, importante, pero el margen de actuación, en términos de recursos, de la República es mucho menor, a partir

GRÁFICO 7

Déficit reales y défiát de alto empleo en España, 1922/23-1935

800-r Déficits de alto empleo

Défícits reales

-800-L

FUENTE: Anexo 1.

Cálculo de los ingresos: Se ha tomado la Y de 1934 como la Y de alto empleo para todo el perío­do y se ha aplicado la presión fiscal (T/Y) de cada año. Cálculo de los gastos: a) Para 1923-1930 se ha restado de los gastos discrecionales (Pensio-nes+O.P.-l-InsL) la media de los mismos para 1921-23, y la cifra resultante se ha restado de los gastos públicos desde 1923 a 1930. b) Para 1930-1935 se ha resudo de los gastos discrecionales la media de los mismos para 1928-1930, y la cifira resultante se ha restado de la serie de gastos públicos de 1931 a 1935.

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ANÁLISIS DE GASTOS PÚBLICOS DISCRECIONALES

de 1931, la diferencia entre la liquidación hipotética y la real disminuye osten­siblemente.

El déficit real de 1931, 1932 y 1933 tiene como saldo hipotético la nivela­ción presupuestaria y su importe obedece a la política de fomento económico y social de los gobiernos republicanos; por otro lado, el nivel de déficit real de estos años es análogo al de los presupuestos de la Dictadura; en cambio, entre 1927 y 1930 el saldo hipotético arroja un superávit que es el doble del déficit real de estos años.

Para el año 1934, la diferencia entre el déficit de presupuesto de alto empleo y el déficit real señala la parte de déficit atribuible a la política del gobierno para incrementar la renta nacional; el déficit hipotético que persiste, algo menos de la mitad del déficit real, tiene un origen estructural, que desapa­rece en 1935.

CONCLUSIÓN

¿Qué muestran estos datos? Que la política de la Dictadura no fue delibe­radamente ortodoxa, entendiendo por ortodoxia específicamente la nivelación del

presupuesto; y la política presupuestaria de la República no fue pasiva ante los problemas económicos y sociales derivados de la coyuntura económica y que su esfuerzo de gasto fue mayor que durante la Dictadura de Primo de Rivera.

Es importante señalar que a pesar de las cargas financieras heredadas por 'a Segunda República, que mencioné al principio, si nos atenemos a un con­texto de gastos no discrecionales y de ingresos de presupuesto de alto empleo, los gobiernos republicanos, salvo en 1934, no habrían tenido déficit También mido el alcance de la política presupuestaria desde 1931 para propiciar, mediante gastos discrecionales, mejoras sociales y educativas y otros destina­dos a medidas de fomento, lo cual confirma parte de la tesis de Carr, que hubo una política presupuestaria expansiva por parte de los gobiernos republi­canos.

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JUAN HERNÁNDEZ ANDREU

ANEXO 1

1920 1921/22 1922/2) 1923/24 1924/25 192V26 1926/11

T dT dT/T Y dY/Y dTAT/dYA' TA" GP T/GP T-GP/Y GPD GPD X 100 . . . . GPND GPND X 100 .. GPX 100 (T-GP) X 100 . . . TF GPD* GPFGP-GPD * TF-GPF

— 2131,9

— 83,9

— 4,19

— 26925

— -18

— -0,23

- 7,92

2984 3468,3

-1336 -1336

4,07 4,96

— 411,8

— 100

— 3056.5

— 100

— 100

— -100,03

- 2762,721

— — — — — —

2296,8

164,9

7,735

25660

-4,7

-1,65

8,95

3135,8 -839

3,27

379 92,03

2756,8

90,19

90,41

-62,799

3123,147

3,8 3132

-8,85325

2508,8

212 9,23

26916

4,89

1,886

9,32

3175,6

-666,8

2,48

433,2

105,2

2742,4

89,72

91,56

-49,91

3252,231

-29 3204,6

47,631

2682,8

174 6,936

28927

7,47

0,928

9,27

3231,4

-548,6

1,9 482 117

2749,4

89,95

93,17

-41,063

3236,017

25 3206,4

29,616787

2696,1

13,3

0,496

31350

8,38

0,059

8,6 3188,1

-492

1,57

545,5

132,5

2642,6

86,46

91,92

-36,826

3000,712

74 3114,1

-113,388

1437,3 -1259 -46,7 31102

-0 ,8 59,02

4,62

1561.7 -124,4

0,4 223,2

54,2 1338,5 43,79

45,0)

-9,311'» 1612,445

137,5

1424,2 188,2452>

T * Ingresos Públicos. dT ' Incremento de Ingresos Públicos respecto al ano anterior. Y - Renta Nacional. dY - Incremento de Renta Nacional respecto al año anterior. GP • Gastos públicos GPD • Gastos Públicos Discrecionales. GPND • Gastos Públicos No Discrecionales. TF * Ingresos Públicos hipotéticos. GPD * " Gastos Públicos Discrecionales, excluido el valor medio de los correspondientes a ios dos años ante­

riores a la eupa histórica que se valora. FUENTE: Memorándum League of Nations. Alcaide.

La Sociedad de Naciones utilizaba los datos de resúmenes esudisticos publicados por la Intervención General de Tesorería y ContabiUdad, que me han permitido comprobar la validez de los datos del Memonndum. Los ÍAemoranda tienen la ventaja de uso por sus agrupaciones sistemáticas de los diver­sos renglones

%

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ANAUSIS DE GASTOS PÚBLICOS DISCRECIONALES

1927

5014,6

1577 109,7

31244

0,46

2'»0,4

9,63 J383,5

~368,9

1,18 602

146,2 2781.5

91

97,55

-•27,612 ^^66.58 -184,8 5568,3

-201,7201

1928

3524.1

509,5

16.9

31002

-0,8

-21,8

11,4

3792

-267,9

0,86

871,9

211,7

2920,1

95,54

109,3

-20,052

3966,289

463,9

3328,1

638,18918

1929

3724,4

200,3

5.684

31844

2,72

2,093

11.7

4037,9

-313,5

0.98

921,7

223,8

3116,2

102 116,4

-23,466

4080,887

513,7

3524,2

556,68697

J930

3735,5

11,1

0,298

31503

-1.1 -0,28

11.9 3795.2

-59,7

0,19

802,1

194,8

2993,1

97,93

109,4

-4,4686

4137,354

394,1 3401,1

736,25409

193J

3656.7

-78,8

-2.11

31922

1.33

-1.59

11.5

3853.2

-196,5

0,62

899,2

218,4

2954

96,65

111,1

-14,708

3996,917

34 3819,2

177,71675

19)2

3886,4

229,7

6.282

32921

3,13

2,007

11,8

4287,5

-401,1

1,22

1099

266,8

3188.8

104.3

123,6

-30,022

4119,081

233,8

4053,7

65.381097

1933

3942,4

56 1,441

32324

-1.8

-0,79

12,2

4447,7

-505,3

1,56

1289

313.1

3158,4

103,3

128,2

-37,822

4255,606

423,8

4023,9

231,70639

1934

3883,4

-59 -1.5

34892

7.94 -0,19

11.1 4654.1

-770,7

2.21

1328

322.4

3326,6 108.8

134,2

-57,687

3883,4

462,8

4191,3

-307,9

19)5

4139

255 6,582

34358

-1,5 -4,3

12 4557,4

-418,4

1,22

1252

304 3305,3 108,1

131,4 -31,317

4203,329

386.8

4170,6

32,729297

97

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MATERIALES DE INVESTIGACIÓN

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PRECIOS Y SALARIOS EN CASTILLA LA NUEVA-LA CONSTRUCCIÓN DE UN ÍNDICE DE SALARIOS REALES, 1501-1991 *

DAVID S. REHER Universidad Complutense

e Instituto de Demografía de Madrid

ESMERALDA BALLESTEROS Instituto de Demografía de Madrid

RESUMEN

A pMtir de datos publicados e inéditos, reteridos en su mayor paite al centro de k península y en especial a Madrid, se propone la constnicción de índices anuales de P'ccios, salarios y salarios teales entre 1501 y 1991. Se ofrece una explicación detallada I*' la luturaleza de las fuentes y de los procedimientos utilizados en la construcción de •os índices, evaluando la bondad de los ajustes introducidos. Las series resultantes deli-***"«) con claridad la evolución cíclica a medio y largo plazo de precios y salarios en el ^ t r o de España. Al comparárselas con series temporales inglesas, destaca la similitud <>« tendencias en el conjunto del periodo estudiado.

ABSTRACT

Using published and unpublished data, mainly taken from the center of Spain and iJ^CMlly from Madrid, annual series of prices, wages and real wages between 1501 ^° 1991 have been constructed. A detailed explaiuition is given of the sources and ^H^edures used in the constniction of the series, and the reliability of the difiFerent l^lustments is evaluated. The resulting time series clearly portray the médium and ^Ofrterm trends of prices and wages in the center of Spain. When compared with

'*«'> «lata, similar trends emerge.

*^ twbajo ha [xxlido conur con el apoyo de la Comunidad Autónoma de Madrid. Los ^ ores quieren agradecer a Enriqueta Camps Cura y a Jordi Maluquer de Motes por su genero-dto?'°j **' " "'o*' « menudo inéditos, acerca de precios y salarios en Cataluña, así como a Lean-

«uos de la Escosura cuyas sugerencias han resultado muy útiles.

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1. CUESTIONES GENERALES

Las series de precios y salarios han constituido desde siempre piedra angu­lar para nuestra comprensión de la historia económica europea. De hecho, en muchos países de nuestro entorno se ha invertido un considerable esfuerzo en la construcción de series anuales de estas variables, ya que son una especie de mirilla hacia el pasado que nos permite vislumbrar, si bien a grades rasgos, las dinámicas inherentes a las fluctuaciones y los ciclos económicos. De hecho, citar una lista de estos trabajos equivale a mencionar algunos de los nombres señeros de la historia económica. '

España también tuvo la suerte de poder contar con la obra pionera de Earl J. Hamilton, que elaboró series de precios y salarios para Castilla la Nue­va, Castilla la Vieja, Valencia y Andalucía entre 1500 y 1800 ^. Aunque el gra­do de cobertura fuese desigual según la región, su trabajo se convirtió en pun­to de referencia obligatoria tanto para los historiadores económicos españoles como para cualquier persona interesada por la historia de los precios. Sin embargo, como tantas veces ocurre, lejos de estimular un auge en el estudio de los ciclos económicos en España, ese esfuerzo insigne pareció abrir las puertas a un desinterés general por la historia de los precios y salarios. De hecho, durante años después de la aparición de su obra sólo se suscitaron crí­ticas y puntualizaciones a la misma '. Los esfuerzos posteriores se han centra­do en la elaboración de series parciales, bien en sentido geográfico o cronoló­gico, y han terminado contribuyendo, poco a poco, a la tarea de rellenar las lagunas de las series de Hamilton ••. Tan sólo en Cataluña se han logrado sen­tar las bases para una comprensión completamente nueva de la dinámica de precios, y ello gracias en buena medida al reciente estudio de Gaspar Feliu, que ha logrado reunir trabajos dispersos de otros autores a fin de reconstruir series de precios y salarios en Cataluña en toda la Edad Moderna '.

A pesar de estos inconvenientes, nuestra comprensión de la historia de los precios y salarios durante el Antiguo Régimen en España es bastante mejor en

' Aquí caben citar las obras de Braudel y Spooner (1967), Phelps Brown y Hopkins (1955, 1956, 1957 y 1959), Romano (1965), entre otras muchas.

2 Véase Hamilton (1934, 1947). ' Véase, por ejemplo, Vilar (1949), Nadal (1959). * Aquí la lista de autores es muy larga. Cabe ciur, entre las contribuciones más significativas,

los trabajos de Anes y Le Flem (1965), Anes (1970), Castro (1987), Caro López (1985, 1987), Palop Ramos (1975), Vaquer Bennassar (1987), Arizcun Cela (1989).

' Feliu (1992). El citado historiador ha hecho uso de series anteriores publicadas por Giralt Raventós (1958), Vilar (1962), Scrra (1988), junto con varias elaboradas directamente por él mismo.

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muchos aspectos que la que tenemos del período posterior. Prueba de ello es que en la actualidad no disponemos de ni una sola serie completa de precios o de salarios para el período 1800-1990 que nos permitiría enlazar con los datos anteriores de Hamilton o de Feliu, a fin de generar unas series seculares de su evolución en España. Para el siglo xix, de nuevo contamos con un trabajo pio­nero, el de Sarda, que ya construyó un índice de precios al por mayor en el puerto de Barcelona para el período 1812-1890 *. Le han seguido un buen número de trabajos, algunos de mucha valía, pero casi siempre han terminado haciendo uso de series relativamente cortas '. Sólo en fechas recientes parecen vislumbrarse algunos esfuerzos para superar esta laguna .

En el presente trabajo pretendemos elaborar indicadores uniformes de salarios y precios correspondientes a Madrid y al resto de Castilla la Nueva, a fin de generar una sola serie que abarque más de cuatro siglos de la historia de España. Hasta 1800, nuestros esfuerzos se basarán en datos ya publicados por Hamilton referentes a Castilla la Nueva, si bien se propondrán algunas altera­ciones en las series originales. Para el periodo 1800-1991 se darán a conocer series nuevas de precios y salarios basadas esencialmente en datos provenien­tes de la ciudad de Madrid. A su vez, ambas serán complementadas con datos oficiales a fin de extender las series hasta 1991. Juntas nos ofrecerán una visión de conjunto de la evolución de los precios y los salarios en la zona cen­dal de España entre 1500 y 1991.

2- PRECIOS Y SALARIOS EN CASTILLA LA NUEVA, 1500-1800

Para este período hemos utilizado los datos de base aportados por Earl J. *^amilton '. Hemos creído conveniente seguir la linea marcada por Pablo Mar-

*! Aceña, que estimó los componentes de una «cesta de la compra» a partir de s criterios establecidos por Phelps Brown y Hopkins en una serie de artícu-

j I ^*™á (1948). Este trabajo fue continuado hasta 1928 por el Banco de España, «Dictamen ^ » Comisión nombrada por Real Orden de 9 de enero de 1929, para el estudio del la implan-

« 'on del patrón oro» (anejo A, pp. 201-203). j p. ^""* otros, cabe citar ios de Sánchez-Albornoz y Camero Arbat (1981) y de Peña Sánchez

, f ••" ^ Sánchcz-Albomoz (1983). fj 1"' ^^^ citar, sobre todo, el trabajo reciente de Garrabou, Pujol y Colomé (1991) refe-bue •'^- ^°^° ' zonas rurales de Cataluña. Sus series se extienden de 1818 a 1935. Para una el siol ^'"°" * '' es'«do de la cuestión para este período, véase Maluquer de Motes (1989). Para

' u " '" 'concreto, véase también Ojeda Eiseley (1988). n,jj. pocas lagunas existentes en los distintos productos eran pocas y se han rellenado

•nte un procedimiento sencillo de interpolación lineal.

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los dedicados al tema primero en Inglaterra y luego en varias regiones euro­peas "*. El propósito de Martín Aceña fue doble: aproximarse al coste real de la vida y homologar, en la medida de lo posible, la serie general de precios para regiones españolas con otras elaboradas con criterios similares en otros países europeos. Mientras su acierto en este segundo aspecto da un indudable valor a su serie, en el primer punto sus premisas (al igual que las de Phelps Brown y Hopkins) son más discutibles. La composición del régimen alimenti­cio y la inexistencia de una partida de gastos relacionados con la vivienda constituyen los principales puntos de discusión ". A pesar de estos problemas, nos ha parecido muy acertado el esfuerzo de Martín Aceña, ya que en todo

GRÁFICO 1

índice ponderado de precios (índice 1) e índice de precios sin ponderar (índice 2), para Castilla la Nueva 1550-1800

400-350-

300-

250'

200-

INDICE 1 ÍNDICE 2

'O Martín Aceña (1989); Phelps Brown y Hopkins (1936) 297; 1937; 1939. " Véase Nadal Oller (1959) 506-507.

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caso SU ponderación de los precios es algo más refínada que la de Hamílton, que no es más que una simple media aritmétíca de las distintas series por él recopiladas.

Se puede objetar que se hubiesen producido cambios fundamentales en la estructura de gastos familiares entre los siglos xvil y xviii y, efectivamente al menos en principio, han podido ocurrir. Sin embargo, carecemos de estudios al respecto y, en términos muy generales y en ausencia de una dedicación pre­ferencia! en la región al cultivo del maíz o de la patata, por ejemplo, la estruc­tura de la producción, centrada mayoritariamente en cereales, era bastante similar a la del siglo xviii. Por estas razones, adoptamos sus criterios sin cam­bios ' .

Una comparación entre la serie global ponderada y la presentada por Hamilton se puede ver en la figura 1. Como era de esperar, se percibe una importante homogeneidad en el comportamiento de las seríes (la nuestra y la de Hamilton). Caben destacar, sin embargo, algunos desacuerdos entre las dos. Tal vez la diferencia más notable sea el hecho de que la serie ponderada mues­tra un aumento de precios más rápido durante el siglo xvi y, sobre todo, entre 1760 y 1800. Además, en períodos cortos de tiempo existen matices dignos de «nención (en torno a 1560-1580, entre 1625 y 1640, en torno a 1670, y de nue-yo a principios del siglo xviii). ¿Cuál de las dos series es más fidedigna? Nos inclinamos a pensar que la serie ponderada refleja con mayor precisión el cos­te de la vida para los habitantes de Castilla la Nueva. En todo caso, de nuevo conviene insistir en la similitud básica de ambas.

Merece destacarse el comportamiento anómalo de las series de precios ^ntre 1665 y 1682, período en el que se elevan muy bruscamente los precios, * niantienen muy altos durante unos quince años, para luego descender a "lyeles similares a los vigentes anteriormente. Es digno de mención que tam-

'en corresponde a un período de grandes manipulaciones monetarias. Hamil-°'^ (y también Vicens Vives a partir de él) echa la culpa de la primera alza de

Pecios que, en un solo año, supuso un aumento del 27,2 por 100 en ambas 7 ^ " 3 s y Andalucía, a «la imprudente y excesiva emisión del vellón enrique-

o (1660) y el enloquecido esfuerzo por gastarlo antes de su deflación de

j j io>. P**"' dados a los distintos productos han sido: farináceas, 48 por 100 (trigo, 30; ceba­do' c • "I*™* ^ pescado, 23,5 por 100 (vaca, 7,5; cordero, 7,5; gallinas, 3,5; sardinas, 2,5, y pesca-bón '^°' ^'"' "í" '"' ^ P°^ 100; vino, 14 por 100; combustible y alumbrado, 7,5 (aceite, 2; car-Todas?'"'' '•'• ^ ^''** '*' ^^' *' y '«*"''*• ^ P""" 1 ^ (bramante, 2; lienzo, 2) (véase ubla 2). Slobal **^"^* se convirtieron en números índices basados en la media entre 1750-55. La serie Dor • ** ° *' sumar los valores de los distintos productos, multiplicando cada uno de ellos *^' su ponderación.

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1664» ". El premio de la plata casi se duplicó entre 1663 y 1664, y Hamilton no vio que los precios reflejasen cosechas malas ni otro tipo de carestía. Los precios retornarían a su cauce normal a partir de la gran deflación provocada por las medidas de febrero y de mayo de 1680 ^^. Dicho de otro modo, duran­te estos años es muy posible que los precios que se desprenden de los datos de Hamilton no tengan nada que ver con el costo real de los productos inte­grantes en nuestra cesta de la compra.

Por otra parte, los años de anomalía monetaria no se circunscribían sólo al referido período, sino más bien jalonaban la mayor parte del siglo. Esto podría fácilmente alterar el coste nominal de los productos señalados en la serie. Puesto que una de nuestras metas principales aquí es la reconstrucción de una larga serie de salarios reales, podría argumentarse que dichas alteraciones no importaban, ya que afectarían tanto a precios como a salarios. Por desgracia, sin embargo, no existe una serie de salarios para Castilla la Nueva entre 1651 y 1736, por lo que habrá que hacer uso de otra serie valenciana también publi­cada por Hamilton durante el referido período. La serie valenciana no muestra ningún tipo de alteración anómala durante los años finales del siglo xvii. Ello nos ha aconsejado reducir el índice general de precios para los siglos xvi-xvili a su valor en plata, según los datos acerca del premio de la plata publicados recientemente por Feliu ". Este tipo de manipulación es peligrosa, ya que pue­de introducir sesgos que alteran la interpretación de los datos. No obstante, ante las dificultades presentadas no hemos tenido más remedio que acudir a este tipo de estandarización. Una comparación entre el índice ponderado de precios en vellón y el mismo índice en plata se puede encontrar en la figura 2. Se aprecian diferencias importantes entre ambas series. En la de plata, la ten­dencia inflacionaria del siglo xvi empieza a quebrase a principios del siglo xvn, y los años de comportamiento «anómalo» (1665-1685) desaparecen del todo. Otro aspecto notable, tal vez sorprendente, es la profundidad en la caída de los precios entre principios del siglo xviii y 1720, muy visible en el índice de plata y mucho menos en los precios en vellón '*.

Las series de salarios utilizadas por Hamilton también presentan proble-

•' Hamilton (1988) 156. " Hamilton (1988) 158-159; Vicens Vives (1959-1967) 410-411. " Feliu (1991) I: 19-21. Las series del premio de la plata presenttn anomalías en 1626-27 y

en 1642, años en los que baja el premio abruptamente (en tomo al 25 por 100) para subir en seguida después. No sabemos explicar esta oscilación, pero sus efectos son plenamente visibles en las series finales de precios y salarios.

" También se podría optar por aplicar el premio de la plata únicamente al siglo xvn, que (ue el más castigado por las alteraciones monetarias.

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GRÁFICO 2

Índice de precios en dinero (índice 1) e Índice de precios en plata (índice 3), en Castilla la Nueva 1501-1800

"T 1 \ i i 1 1 1 i i 1 i 1 r 20 4 0 6 0 8 0 0 0 20 4 0 6 0 8 0 0 0 20 4 0 6 0 8 0 0 0

ÍNDICE 1 ÍNDICE 3

"*as. Estos inconvenientes se concentran en dos momentos: los primeros años ^' siglo XVII, donde en nuestra opinión su obra refleja errores de bulto, y de uevo entre 1651 y 1736 cuando no hay datos correspondientes a Castilla la Ueva. La solución al segundo inconveniente ha sido relativamente sencilla, ya

^ ^ hemos decicido utilizar la serie de salarios valencianos publicada por "amilton (su valor en plata). La validez de este procedimiento depende de la

"Jtud de ambas series de salarios reales. Hamilton presenta valores quin-IR^ * para las series de ambas regiones en lo que resta del siglo xviii (1737-

' y la similitud de las dos es bastante grande ". primer problema es bastante más grave, ya que cuestiona una de las

' Hamilton (1988) 235.

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conclusiones principales del libro de Hamilton ' . Según este autor, los salarios monetarios aumentaron más deprisa que los precios durante los primeros años del siglo XVII (entre 1601 y 1623 aproximadamente), produciendo así un gran incremento en los salarios reales ". El resultado directo de esto sería una dis­minución apreciable en los beneficios. De entrada, nuestro sentido común debería hacernos desconfiar de una situación en la que se hayan producido aumentos efectivos en el nivel de vida durante un período reconocido por todos los contemporáneos como de recesión. Además, la explicación que da Hamilton es muy endeble, ya que atribuye el aumento a «la drástica reducción de la población por las pestes que se abatieron sobre España a finales del siglo XVI y de la natural reacción a los rápidos avances de los precios de las mercan­cías en 1596-1601» o. Huelga recordar que esta peste, por grave que fuese, castigó mucho más duramente a Castilla la Vieja, y sólo fue realmente seria en la parte norte de Castilla la Nueva ^K Dift'cilmente la peste habría sido respon­sable de una disminución de las características referidas por Hamilton ^K En todo caso, una disminución tan grave en la población hubiera repercutido también en los precios, cosa que no parece haber ocurrido.

Con los datos de la tabla 27 de Hamilton, en la que presenta un índice compuesto de los salarios en dinero, se puede observar que el momento clave ocurre entre 1600 y 1601, cuando el índice se eleva nada menos que un 16 por 100 ". Al examinar detenidamente los datos de base (apéndice VII), hemos podido comprobar cómo el autor derivó estos índices. Aunque afirma que cuenta con muchísimas más series de salarios, sólo presenta datos para unos 15 oficios. En el quinquenio de 1596-1600, 8 de estos oficios provienen de datos valencianos, 4 de Castilla la Vieja, I de Castilla la Nueva y 2 de Andalucía. En el quinquenio 1601-1605, sin embargo, la presencia andaluza se ha incrementado muchísimo (6 oficios) y la participación valenciana en el índi­ce se ha quedado reducida a 3 oficios. Lo que ocurre es que el nivel de sala­rios de Andalucía era muy superior al vigente en las otras regiones. Por cam­bios de oficios entre un quinquenio y otro, y por los problemas presentados

'« Hamilton (1975) 295-298. " Entre 1605-1609 los salarios reales se sitúan un 30 por 100 por encima de los niveles

vigentes a finales del xvi (1598-1600), y entre 1613-1619, a un 34 por 100 por encima. Hamilton, (1975)293-294.

» Hamilton (1975) 297. 2' Véase Pérez Moreda (1980) 279-281. " Véase Reher (1992). " En esta tabla (pp. 286-287), en la edición castellana, el año 1608 tiene un error tipográfico,

ya que consta un valor de 106,18, en vez del valor correcto de 165,18.

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por ofícios valencianos cuyo salario se expresa en dinero, sólo podemos seguir el rastro a dos oficios que pasan a ser «andaluces» entre 1600 y 1601. Un jor­nalero que en 1600 en Castilla la Nueva ganaba 85 maravedís al día, en 1601 ganaba 128 en Andalucía (un aumento de 51 por 100); y un hortelano que en Castilla la Vieja en 1599 (sin datos en 1600) ganaba 3.740 maravedis ai año, en 1601 en Andalucía ganaba 6.732 (un aumento del 80 por 100). Claramente el nivel general de salarios en Andalucía tenían poco en común con las otras regiones, y llenar la serie general con datos andaluces equivale a aumentar el •ndice general artificialmente.

Por estas razones, hemos decidido proceder de la siguiente manera. Hay cinco oficios que «repiten» región a lo largo de toda la serie (hilador de lino, peón de albañil y cocinera de hospital —todos en Valencia—, y enfermera y

GRÁFICO 3

índice de salarios compuesto (Índice 4) e índice de salarios en dinero deHamilton(lndice5), DOl-WO

10 20 30 T r

20 30 40

ÍNDICE 4 ÍNDICE 5

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lavandera —Castilla la Vieja—) ^^. A éstos hemos agregado otros tres oficios considerados claves que pasan a ser «andaluces» en 1601, hortelano (Castilla la Vieja), jornalero (Castilla la Nueva) y oficial de carpintero (Valencia). En estos últimos casos hemos supuesto arbitrariamente que no se produjo cambio algu­no en salarios entre 1600 y 1601. De esta forma, entre 1550 y 1650, nuestro índice de salarios se compone de estos 8 oficios ^'. El efecto de nuestros ajus­tes se puede ver en la figura 3, donde, a pesar de seguir existiendo un aumen­to importante de los salarios durante los primeros años del siglo xvii, dicho aumento es muy inferior al indicado por la serie de Hamilton. Entre 1650 y 1736 hemos utilizado los salarios valencianos publicados por Hamilton ^ . En fechas posteriores, a partir de 1737, los salarios se refieren a un conjunto de 13 oficios en Castilla la Nueva ^ .

3. PRECIOS Y SALARIOS EN MADRID, 1800-1950

Por muchos problemas que puedan presentar, trabajar con las cifras de Hamilton es una tarea fácil comparado con el laberinto del siglo xix. Ante la ausencia de series publicadas correspondientes a Castilla la Nueva en su con­junto, o a partes de la misma, nos planteamos dos opciones: utilizar datos, tam­bién fragmentarios, correspondientes a otras zonas del país (sobre todo a Cata­luña), o construir una nueva serie a partir de datos originales para Madrid. Por razones evidentes, hemos elegido la segunda opción. A continuación se detalla­rán los distintos pasos seguidos en este esfuerzo.

La gran mayoría de los datos provienen de los libros del Ayuntamiento de Madrid, aunque en determinados momentos y para algún producto hemos recurrido a otras fuentes. Por ello, es preciso tener presente que lo que figura a continuación tiene naturaleza oficial. Los precios provienen de los partes municipales que diariamente elaboraba el Ayuntamiento y remitía a la prensa. Los salarios han sido tomados de las nóminas y listas de jornales de los empleados municipales que se conservan en el Archivo de la Villa. Tanto en el caso de los precios como en el de los salarios, no se abarca la totalidad de la

^* Estos cinco oficios tienen un aumento salarial medio de 11,9 por 100 entre 1600 y 1602. " Para el período 1701-1??0 hemos utilizado el conjunto de oficios anotado por Hamilton

(1975). ^ Hamilton (1988) 253. En realidad, Hamilton publica salarios reales quinquenales en Valen­

cia, que, al ser deflactados por los precios anuales, nos da los salarios valencianos en dinero. " Hamilton (1988) 247, apéndice V, 321-324.

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PRECIOS Y SALARIOS EN CASTILLA LA NUEVA

sociedad. La cuestión clave estriba en si los precios y salarios aquí reflejados seguían una evolución similar a la del conjunto de Madrid o de Castilla la Nueva. Nos inclinamos por una contestación afirmativa, pero con los datos en la mano es imposible probar este detalle con total seguridad.

Como con cualquier otra serie de precios y salarios, es preciso no confiín-dirlas con lo que no son. A pesar de haber ponderado los precios según los presupuestos familiares disponibles, es imposible pretender que la serie final represente el monto total de gastos de una familia normal. Y ello por dos razo­nes; dichos gastos oscilarían de acuerdo con las necesidades concretas de las familias; y además, la serie de precios no es lo suficientemente amplia como para reflejar la complejidad de los gastos familiares. Por otra parte, los salarios lo son un indicador de los ingresos familiares, sino el monto del sueldo princi­pal de jefe de la familia. Por ello, sería una tarea ingrata e inútil pretender que nos pudiesen decir mucho acerca de las economías familiares. En cambio, ambos son indicadores excelentes para poder identificar los períodos de infla­ción o de deflación, o los ciclos de mejora y de empeoramiento relativos de la economía en términos globales. Y, en caso de competencia perfecta, son un indicador del valor de la productividad marginal del trabajo. Las implicaciones que ello tendría para las economías familiares de la población en su conjunto «abrá sido importante, pero sus mecanismos no son objeto de estudio aquí.

^•1- Precios en Madrid 1800-1936

Para la elaboración de un índice conjunto de precios, hemos intentado Obtener datos referentes a cuatro capítulos de gasto (alimentación, combusti-

'c. vestido y calzado, y vivienda). La relativa carencia de datos para algunos apitulos hace que los distintos sectores no tengan el mismo grado de cobertu-

^ siendo mejor el de la alimentación y peor el de la vivienda. La estructura ^ las series se presenta en el gráfico 1. Las fuentes utilizadas para este fin han

° varias. En términos generales, los precios de alimentos provienen de datos publicados en la prensa local. La procedencia de los datos para otros produc-

s ha sido muy variada (tabla 1). En algún caso, no hemos tenido más reme-c|ue hacer uso de precios referentes a otras zonas.

. ' manejo de fuentes de naturaleza diversa para la construcción de una ^ 'arga plantea algunos inconvenientes: a) no hay ninguna fuente que

. 'nistre información para todo el período analizado; b) las publicaciones adas no siempre expresan el precio para la misma unidad de tiempo,

cndo referencia a veces a precios diarios, otras semanales, otras anuales y,

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TABLA 1

Fuentes utilizadas en las series de precios (alimentación)

Producto

Pan Trigo Pan Grano Pan Pan Pan Pan Pan Pan

Aceite

Garbanzos

Vino

Carne de vaca

Arroz

P a u u s

Fechas

1795-1824 1795-1840 1825-1954 1848-1864 1865-1869 1870-1876 1877-1900 1900-1917 1918-1936

1837-1850 1851-1864 1865-1869 1870-1876 1877-1900 1901-1936

1848-1850 1851-1864 1865-1869 1870-1876 1877-1900 1901-1936

1848-1850 1851-1864 1865-1869 1870-1876 1877-1900 1901-1936

1848-1864 1865-1869 1870-1875 1876-1900 1901-1936

1851-1864 1865-1869 1870-1876 1877-1900 1901-1936

1851-1864 1865-1869 1870-1880 1881-1900 1901-1936

ALIMENTACIÓN

Moneda-Peso *

Rs-Ar Ctos-2lb Esc-21b Pts-2lb Pu-Kg

Pts-1/2 Kg

Rs-Ar Ctos-lb Esc-lb Pts-lb Pts-1

Rs-Ar Ctos-lb Esc-lb Pts-Ib Pts-Kg

Rs-Ar Ctos-lb Esc-lb Pts-lb Pts-I

Ctos-lb Esc-lb Pts-lb Pts-Kg

Ctos-lb Esc-lb Pts-lb Pts-Kg

Ctos-lb Esc-lb Pts-lb Pts-Kg

Fuente

Llopis Angelan (1982) Dobado (1990) Diario Oficial de Avisos

Boletín del Ayuntamiento

Diario Oficial de Avisos

Bolean del Ayuntamiento

Diario Oficial de Avisos

Boletín del Ayuntamiento

Diario Oficial de Avisos

Boletín del Ayunumiento

Diario Oficial de Avisos

Boletín del Ayuntamiento

Diario Oficial de Avisos

Boletín del Ayuntamiento

Diario Oficial de Avisos

Boletín del Ayuntamiento

Plaza

Villacastín Almadén Madrid

Madrid

Madrid

Madrid

Madrid

Madrid

Madrid

112

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PRECIOS Y SALARIOS EN CASTILLA LA NUEVA

Produelo

Huevos

Azúcar

Bacalao

Uche

pKhas

1901-1936

19IM936

1911-1936

1911-1936

TABLA 1 (Continuación)

Uoneda-Pao *

centena

Pts-Kg

Pts-Kg

Pts-I

Fuente

Boletín del Ayuntamiento

Boletín del Ayuntamiento

Boletín del Ayunumiento

Boletín del Ayuntamiento

COMBUSTIBLE

Plaza

Madrid

Madrid

Madrid

Madrid

Carbón 18481864 Rs-Ar 1865-1869 Esc-Ar 1870-1900 Pts-Kg 1901-1936

Diario Oficial de Avisos

Boletín del Ayuntamiento

Madrid

VESTIDO Y CALZADO

Lana Lienzo Terliz Mantas

1800-1867 Rs-Ar Rs-vara Rs-vara Rs-unidad

Bona(1868) Madrid

Indianas

Í J i M o . de algodón 'ejidos de algodón

' ^ o d ó n

Sed.

Textil

impos tu ras

Alpargata,

__________ ^quiler

1831-1880

1875-1905 1875-1905

1875-1890

1906-1936

1913-1936

1900-1936

1900-1936

1900-1936

Rs-cana

Pu-Tm Pts-Kg

n.° Índice

Pts-Kg

n.° índice

Par

Par

n.° índice

Nadal (1975)

Prados de la Escosura (1981)

Sarda (1948)

Anuario de la 1. Textil (1945/46)

Boletín de Esudistica

Contaduría del Colegio San Ildefonso

Contaduría del Colegio San Ildefonso

VIVIENDA

Maluquer(1989)

España

Importación

Barcelona

España

España

Madrid

Madrid

España

Pu - ^ ' ' " ' " " " " » K^^nn los siguientes conceptos: Monedas: Rs " reales, Ctos - cuartos, Esc • escudos, •*»««»; Medidas: \t - arroba. Ib - libra, Kg - kilo, I - litro, Tm - tonelada métrica.

lU

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DAVID S. REHER Y ESMERALDA BALLESTEROS

en algún caso, a decenios, y c) existen cambios de unidad de medida y de moneda. Esta situación obliga a hacer manipulaciones para obtener series homogéneas que refieran precios anuales en una misma unidad de medida y moneda, en este caso, pesetas/kilo o pesetas/litro. La distinta naturaleza de las fuentes obligó a realizar algunas transformaciones previas a fin de homo­logar las series:

a) En el Diario Oficial de Avisos de Madrid aparecía un precio máximo y otro mínimo al por mayor y al por menor para los distintos artículos. Nuestras series se basan en los precios al por menor, registrándose para cada día 15 del último semestre la banda de variación *. Se calcularon medias y, de ahí, el precio medio anual.

b) El Boletín Oficial del Ayuntamiento ofrece precios medios semanales. En este caso se registró el precio en la semana que comprendiera el día 15 para los meses de marzo, junio, septiembre y diciembre. Al igual que antes, se cal­culó la media aritmética, estimando a continuación un precio medio anual.

c) Se ha estandardizado la unidad de moneda y de peso ^. Se han empal­mado series con fechas de comienzo y de finalización distintas, a partir de los años comunes como enlace.

A continuación se precisa el origen de algunas de las series utilizadas cuyos datos no se basan exclusivamente en fuentes de Madrid.

a) Pan. Ante la ausencia de fuentes acerca del precio del pan en Madrid para la primera parte del siglo xix '", la serie general que hemos creado incluye las siguientes series parciales. Para los años iniciales del siglo se han utilizado

2* Hemos preferido utilizar los precios al por menor, ya que reflejan de forma más ajustada las implicaciones para el consumidor de las fluctuaciones económicas.

'' Esto se ha realizado según las siguientes medidas de conversión:

TABLA DE EQUIVALENCIAS

Pesos

Arroba 11,502 Kg. aceite 12,1021. vino 15,4901.

Fanega 54,119

Libra 0,460 Kg. aceite 0,4841.

Monedas

Real 0,25 pts.

Maravedí ... 1/34 real

Cuarto 4 maravedís Escudo 10 reales Milésima.... 0,001 escudos

»" La serie elaborada por Concepción de Castro se detiene en 1801 (1987) 308-317.

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PRECIOS V SALARIOS EN CASTILLA LA NUEVA

las series de precio de pan para Almadén entre 1795 y 1840 y del trigo vendi­do por la fábrica de la Iglesia de Villacastín entre 1795 y 1835 ". Entre 1825 y 1854 se incorpora una serie del precio del grano construida con los datos suministrados por el Diario de Avisos de Madrid. A partir de 1848 contamos con el precio del pan registrado en el Diario de Avisos de Madrid, mientras desde 1900 estos mismos datos provienen del Boletín del Ayuntamiento de Madrid Se han enlazado las distintas series a partir de los años comunes, estableciéndose una serie de grano-pan para 1800-1936.

b) Vestido y Calzado. Este capítulo estadístico está integrado en parte por datos catalanes y en parte por precios de importación de tejidos de algodón. Entre 1801 y 1868 hemos empleado las series de textil madrileño publicadas por Bona, donde se consignan los datos en medias decenales ^. Entre 1831 y 1880, existe otra serie con el precio quinquenal de las indianas en Barcelona publicadas por Nadal *. En los años que estas dos series tienen datos comunes, hemos utilizado la media entre ambas ^^. Entre 1875 y 1905 hemos recurrido a los datos de algodón suministrados por Sarda " y a las cifras publicadas por Prados de la Escosura '* sobre el precio de las importa­ciones de tejidos e hilados de algodón. A partir de 1900 se incorpora al capítu­lo textil el precio del calzado proveniente de la Contaduría del Colegio Muni­cipal de San Ildefonso (composturas y alpargatas). En 1906 se incorpora el precio nacional del kilo de seda. Finalmente, entre 1913 y 1936 se añade al mdice general un precio medio de tejidos al por mayor construido a partir del precio medio en España del algodón, lana, cáñamo y yute, ponderando estos artículos con 0,40, 0,40, 0,10, 0,10, respectivamente.

(^) Vivienda: Para este apartado se han utilizado los datos suministrados por Maluquer sobre el precio medio del alquiler en España (1905-1935), cuya formación procede de los Anuarios de la Dirección General de Registros y del ^ otariado ^'. No hemos encontrado datos acerca del precio de la vivienda para fechas anteriores

Og 18,^°''***° <1990); Llopis (1982) 89-90. Los años que faltan de las series de Almadén (1807-' ,j D" • '828-29 y 1837-38) se han estimado por interpolación lineal.

Se refi Ü868). Los precios de Bona se refieren, al menos en parte, a precios al por menor. Ji *K1?"." '""* (arrobas), lienzo, terliz y mantas. , Nadal (1973) 205.

'1948) ín-i"™°' pensado hacer uso también de las series al por mayor publicadas por Sarda mgy ^••'03, pero los efectos de la guerra civil americana tiene un profundo efecto mucho

13 c ?' precios al por mayor que en los de por menor. Por eso se descartó esta opción. ^&ird« (1948) 303. " u í * ° ' ^^ '• Escosura (1981) 45-46.

'^«'uquer (1989) 509.

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DAVID S. REHER Y ESMERALDA BALLESTEROS

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PRECIOS Y SALARIOS EN CASTILLA LA NUEVA

Todas las series de precios que hemos elaborado directamente se acaban en 1936, ya que su recopilación fue interrumpida por la Guerra Civil. A fin de prolongar la serie general hasta fechas más recientes, hemos hecho uso de tres publicaciones oficiales. A partir de 1913 empiezan a aparecer series oficiales de precios. Los resultados básicos se encuentran recopilados en tres publica­ciones, una de la Dirección General de Estadística '*, y las otras dos del Insti­tuto Nacional de Estadística ". La primera publicación tiene carácter nacional y consigna precios al por mayor. En ella se encuentran índices para ocho gru­pos de productos '"'. A partir de los cuales se establecen índices simples y pon­derados. A pesar de los inconvenientes de emplear precios al por mayor, hemos decidido hacer uso de esta fuente para los años 1931-1938 por dos razones. Entre 1931 y 1936 la mayor parte de los precios consignados en el ooletin del Ayuntamiento apenas se alteran, haciéndonos sospechar que tal vez se tratase de precios oficiales y no reales. Durante estos años, se ha establecido la media entre nuestras series y las de los precios al por mayor. Entre 1936 y "38, no existen otros datos.

La segunda publicación se refiere a la Monografía Técnica que el Instituto 'nacional de Estadística confeccionó para enlazar las series de precios anterio-''cs a 1977 con el índice de Precios al Consumo (IPC), y nos sirvió para exten­der la serie original de precios desde 1939 hasta 1977. A partir de dicha fecha, los precios registrados se basan en la publicación sistemática del Índice de Pre-'^os al Consumo *\

Al igual que con el índice general de precios establecido a partir de los datos entre 1500-1800, se procedió a ponderar los precios (1800-1836) a fin de ^üe representasen en la medida de lo posible el coste de una «cesta de la com­pra». Frente al período anterior, no obstante, para el que suponíamos la inva-^bilidad de los patrones de consumo, para épocas más contemporáneas se •J*^ variar sus componentes según la información dispersa que existe acerca

e los presupuestos familiares (tabla 2). Ahora bien, mientras todos estos pre­supuestos coinciden en adscribir al capítulo de la alimentación un peso eleva-

o en el presupuesto familiar, a menudo ofirecen estimaciones muy dispares . peso específico de los distintos gastos. Los pesos finales que hemos estable-

° han sido el resultado de nuestro esfuerzo por integrar las distintas estima-

M P^ección General de Estadística (1942). «stituto Nacional de Esttdistica (1979), ^ ~ •''«•luiiuaecsiaaisacaii?/?^

bebd ' '"***"•='** alimenticias de origen animal; susttncias alimenticias de origen vegetal; les H '' °'"'* «limemos; combustible, gas y fluido eléctrico; textiles y cueros; metales; materia-[gj j ' —— ""lucillos; comousnDie, gas y nun

,* *»'>»trucción; productos químicos y varios, instituto Nacional de Estadfctica (varios años).

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ciones, aplicando también algo de sentido común con respecto de su evolu­ción en el tiempo. Básicamente, se ha apostado por el gradual declive del peso de la alimentación, y sobre todo del pan, dentro del presupuesto familiar, en especial después de 1900 ^^.

Otra fuente de incertidumbre corresponde a las primeras décadas de la serie, cuando sólo contamos con el precio de pocos productos. Es entonces que la serie presenta mayores problemas. A pesar del hecho de que los crite­rios que hemos empleado puedan ser discutibles en algunos de sus detalles, el resultado global debería darnos una estimación aproximada de la evolución en el tiempo de la referida cesta de la compra.

3.2. Salarios en Madrid

En la actualidad, no existe ninguna serie que cubra la totalidad del perío­do que estamos analizando '*', ni para Madrid, ni tan siquiera para el conjunto español **. Este trabajo constituye una aportación cuantitativa al estudio de los salarios. Los datos utilizados provienen por completo de las nóminas y listas de jornales de empleados del Ayuntamiento de Madrid. Se ha utilizado infor­mación de salarios correspondiente a seis servicios municipales: construcción, fontanería, limpieza, alumbrado, secretaría y beneficencia. En el graneo 2 se resume la estructura de éstos.

El período genérico de las series corresponde a 1900-1950, a excepción del sector de la construcción para el que se ha podido vaciar datos desde 1800. Se registraron mes a mes y año a año las posibles variaciones en los sala­rios nominales; es decir, sin tener en cuenta los complementos por antigüedad, pluses familiares, etc. *". De forma que si el salario variaba a lo largo del año se calculaba la media aritmética de los valores, dando lugar a las distintas seríes de salarios que fueron posteriormente transformadas en números índices.

Para la construcción de un índice global de salarios se ha establecido una media simple de las distintas series, una vez reducidas a números índices. Hay

*^ Para fechas en las que tenemos algún capítulo de gastos sin datos, hemos procurado distn-buir su peso proporcionalmente entre los demás capítulos.

" Maluquer (1989) 526. '*'* Se acaban de dar a conocer algunas seríes de sálanos agrícolas catalanes que abarcan bue­

na parte del período estudiado (Garrabou, 1991, el al). Véase también la reciente seríe de jorna­les murcianos dada a conocer por Teresa Pérez Picazo (1989).

*^ He aquí una fuente de posible error, ya que los distintos complementos al salario nomin*' podrían no evolucionar de la misma manera que el salario en sí, restando a aquél una parte de su representatividad. No hemos podido neutralizar este posible sesgo.

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PRECIOS Y SALARIOS EN CASTILLA LA NUEVA

que recordar que el índice general correspondiente al período 1800-1899 se basa en dos profesiones, y el de 1900 a 1950, en 12 "•*.

De la misma manera que se prolongaron las series de precios desde 1936 Hasta la actualidad, se ha buscado dar continuidad a las series de salarios para el período 1950-1991 a partir de la estadística ofícial correspondiente al con­junto de España '•'.

GRÁFICO 4

índice deprecias (índice 6) e Índice de salarios (índice 7) en Madrid 1800-1930

1 1 r 10 20 30 40 50

r r 30 40 50

ÍNDICE 6 ÍNDICE 7

cUl ** ^ 1800 figuran salarios para peón y oficial de la construcción; y desde 1900, para ofi-tio' í*'*"* " lyudante, peón de mano, peón ordinario, barrendero, sereno, secretario, funciona-

47*^"°' '"*<*'co y practicante, fsj . *•"* el período 1950-1954 se han utilizado los Anuarios Estadísticos de España (Instituto I99l°l c ' ' ' ^'"dístico); de 1954 a 1962, la Esudística de Salarios del INE, y desde 1963 a

•'« Encuesta de Salarios (INE).

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3.3 Resultados parciales

La serie global de precios (figura 4) presenta un perfil de fiaertes oscilacio­nes entre principios del siglo xix y 1815, influidas tanto por la crisis de 1804 como por la Guerra de la Independencia. A partir de ese momento se produce una rápida disminución de los precios, que tocan su punto más bajo hacia finales de la década de los veinte. Desde ese momento, y durante los próximos cuarenta años, la serie sufre oscilaciones cíclicas pronunciadas de unos diez años de duración. Los picos de los ciclos se producen en 1822, 1836, 1846, 1857 y 1866. A partir de la década de 1870 hasta 1910, la serie de precios ape­nas sufre oscilaciones importantes. Todo ello cambia con la Primera Guerra Mundial, cuando se produce una ftierte inflación, que en pocos años multipli­ca el nivel del índice general de precios por dos. La década de 1920 hasta

GRÁFICO 5

índice ganeral depredas en Madrid (índice 6) e Índice general de precios de Sarda (índice 8), 1813-1930

ÍNDICE 6 ÍNDICE 8

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PRECIOS Y SALARIOS EN CASTILLA LA NUEVA

1935 es deflacionaria. A partir de la Guerra Civil el aumento de los precios es continuo hasta el final del periodo estudiado.

La tendencia del índice global de salarios se caracteriza sobre todo por su estabilidad. Se produce un aumento considerable de salarios a principios del siglo XIX, seguido de una evolución en sentido horizontal que dura hasta finales del siglo, sólo interrumpido por algunas alzas de duración corta. A par­tir de 1900 se produce un aumento continuado de salarios que sólo tiene algu­nos rellanos pasajeros durante los años de la Primera Guerra Mundial, durante la segunda mitad de la década de 1920, y de nuevo a mediados de la década siguiente. Es muy interesante observar cómo durante el siglo xx la elevación <ie los salarios antecede a la de los precios y es más fuerte que ésta.

La comparación de nuestra serie de precios con la de Sarda, que se refiere a precios al por mayor en el mercado de Barcelona, ofrece resultados muy

GRÁFICO 6

Precios de Madrid (índice 9) y precios de Sarda (índice 10): primeras diferencias a partir del logaritmo de la serie original. 1813-1930

ÍNDICE 9 ÍNDICE 10

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interestantes. Por un lado, existe una gran similitud entre ambas en lo que se refiere a su tendencia a largo plazo, destacando únicamente la diferencia entre 1880 y 1895, período deflacionario en los índices de Sarda y sin tendencia pronunciada en Madrid (figura 5). No obstante, esta no es la mejor manera de ver la similitud entre distintas series, ya que tanto en el aspecto visual como en las correlaciones la tendencia general domina la perspectiva (las series llevan un alto grado de autocorrelación). A fin de neutralizar esto, hemos comparado nuestra serie con la de Sarda a partir de las primeras diferencias de los valores logarítmicos. Es decir, estamos midiendo la intensidad relativa y la dirección de las fluctuaciones anuales. La similitud entre nuestra serie y la de Sarda es muy elevada, tal y como se puede apreciar en la figura 6, y el coeficiente de correlación es positivo y significativo (0,430) ^. Este resultado sugiere la exis­tencia de un mercado peninsular bastante integrado y cuestiona, en parte, la utilidad de realizar una separación rígida entre precios al por mayor y al por menor.

4. RESULTADOS GLOBALES Y ALGUNAS COMPARACIONES

Tomadas en su conjunto, las dos series seculares presentan algunas simili­tudes notables (figura 7). Tal vez, la más interesante es constatar los dos ciclos largos que se dibujan con nitidez tanto para precios como para salarios, ciclos de unos doscientos años de duración. Los precios y los salarios tocan techo en los primeros años del siglo xvii y de nuevo a principios del siglo xix; y los años iniciales de los siglos xvi, xviii y xx son puntos bajos para ambos indicadores. La dinámica básica que subyace a esta continuidad se nos escapa, aunque su comprobación empírica es evidente.

De esa manera, el siglo xvi es de alzas generalizadas de precios y de sala­rios. El XVII se caracteriza por precios elevados pero oscilantes durante la pri­mera mitad, y en clara caída después. Los salarios, en cambio, inician su decli­ve desde la segunda década del siglo, pasan por un rellano entre 1650 y 1680, seguido de otro declive. Los primeros años del siglo xviii son de declive en ambas series; pero a partir de 1715-1720 se inicia un f)eríodo de ascenso fuerte de los precios, y sólo moderado para los salarios. Todo culmina en los terribles años de principios del siglo xix, momento de fuertes oscilaciones de precios y de alzas de salarios. Vista desde una perspectiva de 450 años, el resto del siglo

*' Hemos comparado la serie de precios de trigo de Sarda con la nuestra de pan y grano-Aunque disminuye la correlación entre ambas seríes, sigue siendo bastante elevada (0,346).

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PREaOS Y SALARIOS EN CASTILLA LA NUEVA

XIX se caracteriza por una tendencia horizontal, a pesar de las fuertes oscilacio­nes en los precios durante la primera mitad de la centuria. Con el siglo actual cambia toda la dinámica, ya que en pocos años tanto los precios como los sala­rios (éstos primero) llegan a su nivel más elevado de todo el período estudiado. La modernización económica de España se estaba mostrando como un proce­so profundo e irreversible.

Una vez elaboradas las series globales estaremos en condiciones de estimar "na de salarios reales (salarios/precios). De nuevo queremos insistir en la con­veniencia de tener mucho cuidado a la hora de interpretar series de salarios ''Cales. Es un indicador adecuado de los ciclos económicos, de los momentos "C mejoría o empeoramiento relativo de la economía. Sólo indirectamente seria un indicio del nivel de vida de la población. Por eso a veces es conve­liente interpretarlo en términos relativos (sin tendencia secular). En todo caso,

GRÁFICO 7

índices generales deprecias (índice 6) y salarios (índice 7) en Castilla la Nueva, 1500-1960

~i r 60 liOO

T r 80 1120

ÍNDICE 6 ÍNDICE 7

123

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GRÁFICO 8

índice general de salarios reales (índice 11) en Castilla la Nueva 1500-1991

1000

IX/ 20 T r 60 liOO

ÍNDICE 11

nuestros resultados (figura 8) indican bien a las claras los momentos buenos y malos de la economías de la submeseta sur.

La primera mitad del siglo xvi es de caída continuada, pero cíclica, de los salarios reales, seguido de un período sin tendencia clara, pero sí con fuertes ciclos, que dura hasta la primera parte del siglo xvii. El período 1610-1650 es de fuerte contracción de los salarios reales, seguido de una importante eleva­ción durante la segunda mitad del siglo y principios del siglo xviu. A partir de 1720 se produce una larga caída en el indicador que toca fondo durante los fatídicos primeros años del siglo xix (los comienzos de siglo nunca han sido benévolos para España). Vuelven a aumentar los salarios reales a partir de 1812, llegando a su punto culminante del siglo a principios de la década de 1830. Hasta 1880 la serie carece de tendencia clara, pero sí que evidencia una fuerte naturaleza cíclica. Posteriormente desaparece este aspecto cíclico de la serie, debido básicamente a la fuerte reducción en la variación de la serie de

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PRECIOS Y SALARIOS EN CASTILLA LA NUEVA

precios. A partir de 1890, los salarios reales inician una elevación, lenta al principio y mucho más rápida después, que sólo será interrumpida brevemen­te en torno a 1919-1920 y de nuevo durante la década de 1930. La tendencia se invierte a partir de la Guerra Civil y durante el período de aislamiento internacional y autarquía. Todo ello cambia a partir de los primeros años sesenta cuando los salarios reales llegan a cotas jamás conocidas en los siglos anteriores.

Finalmente, a fín de comparar la experiencia de Castilla la Nueva con la de otras regiones europeas, hemos querido plasmar nuestras series junto con las elaboradas por Phelps Brown y Hopkins (1956: 299-302, 311-314). En la gráfico 9 podemos observar las series de precios, y en la gráfico 10, las de sala­rios reales. La comparación de ambas es sorprendente por su claridad, ya que indica que las dinámicas de precios y salarios en ambas regiones siguen una

GRÁFICO 9

índices de precios de Inglaterra (índice 12) y Castilla la Nueva (índice 6), UOO-1954

800

/ i ' * 20 60 /¿OO T" 40 80 |;po 60 ^00 80 II20

ÍNDICE 12 ÍNDICE 6

125

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GRÁFICO 10

índice de salarios reales en Castilla la Nueva (índice 11) y en Inglaterra (índice 13), 1500-1950

500-

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ÍNDICE I I ÍNDICE 13

pauta similar. Con pequeñas modiñcaciones, se puede observar la tendencia de precios inflacionaria del siglo xvii, estabilización e incluso deflación des­pués de 1630-50, de nuevo aumento a partir de 1720-30, llegando a su punto culminante en torno a 1800-1815. El resto del siglo se caracteriza por una lige­ra tendencia a la baja, que cambia abruptamente en torno a la Primera guerra Mundial. A pesar de la fuerte deflación observable durante la década de los 1920, el presente siglo se muestra fuertemente inflacionario.

También hay diferencias importantes entre las dos series. La inflación en Castilla la Nueva es más fuerte durante el siglo xvi y de nuevo durante la segunda mitad del siglo xviii, al igual que el proceso deflacionaro de principios del xviii. Los primeros años del siglo xix evidencian alteraciones de precios mucho mayores en Castilla, y la deflación de los últimos años de la década de los 1920 en Inglaterra ocurre algo más tarde en Madrid. No obstante estas

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PREOOS Y SALARIOS EN CASTILLA LA NUEVA

diferencias, lo más sobresaliente de las series sigue siendo su similitud. Pare­cen cortadas por un mismo patrón.

Algo similar parece ocurrir al comparar los salarios reales ingleses con los castellanos. Los períodos de alza y de declive coinciden. La primera parte del siglo XVII y la última mitad del xviii y principios del siglo xix son fuertemente negativos para ambos países; la segunda mitad del xvii y los años después de 1815 son de franca recuperación. También hay diferencias entre las dos series. Por ejemplo, el punto más bajo de la economía inglesa durante el siglo xvii es algo anterior al castellano. La caída de los salarios reales en Castilla antecede en un par de décadas a la de Inglaterra durante la primera mitad del siglo XVIII. También el despegue definitivo de los salarios reales a finales de la déca­da de 1860 anteceden en una quincena de años al de los salarios reales en Castilla. Por otra parte y en términos muy generales, antes de la segunda mitad del siglo XIX en Inglaterra parecer haber una tendencia secular al aumento en los salarios reales frente a Castilla, donde esto no se observa.

Estas similitudes entre países de tradición tan dispar indican que la evolu­ción de los precios y de los salarios estaba sujeta a algunos factores que tras­cendían las realidades locales de cada uno de ellos. Este tema, de gran interés para la historia económica, no ha sido desarrollado de manera adecuada todavía. No obstante, me atrevería a sugerir que entre estos factores, habría que contar con la cantidad de moneda en circulación por Europa '" y, tal vez de mayor importancia, con la realidad demográfica que, en buena medida, seguía pautas comunes en buena parte de Europa (y el mundo). ¿De nuevo Malthus? Tal vez sí, aunque en este momento no está del todo claro cuál de las dos (población o economía) es la variable dependiente.

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PREaOS Y SALARIOS EN CASTILLA LA NUEVA

APÉNDICE 1

Índice general de precios, salarios y salarios reales, 1501-1991 (Base= 1790-1799)

TABLA 1 (Apéndice 1)

Año índice precios

índice Salarios salarios reales

Año índice precios

índice Salarios salarios reales

1500

1501

1502

1503

1504

1505

1506

1507

1508

1509

1510

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1515

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1517

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1519

1520

1521

1522

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1531

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16,7 ISA 17,9 17,8 20,5 27.5 27,5 23,0 16,0 17,8 19,5 16,3 20,0 20,2 22,9 19,0 18,1 19,8 20,4 18,2 22,9 27,7 23,0 23,2 24,4 26,0 23,4 22,6 25,3 20,6 30,8 22,6 23,8 31,6 24,9 27,4 23,0

49,6 55,6 58,7 56,3 58,3 57,3 61.2 60,8 60.9 65,5 63,5 63,6 65,4 65,3 64,5 64,7 65,8 68.0 68.5 69,8 69,2 70,0 70,9 71,2 71.2 69,6 71,8 72,2 70,8 68,6 71,2 72,3 72,1 72,9 73,8 74,5 76,1

297,6 302.1 328.3 316.6 284.6 208.2 222.1 265,0 381,2 367,7 325,3 390,0 326,1 323,1 281,2 340,5 363.3 343,0 335,7 383,1 302,8 252,3 308,1 307,4 291,8 268,0 306,7 318.9 280,1 332,1 231.2 319.2 302.8 230.9 296,1 271,8 330,3

1538

1539

1540

1541

1542

1543

1544

1545

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1561

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1571

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27,2 27,8 29,7 26,0 34,6 30,7 30,8 27.6 36,1 38,5 38,2 57,8 39.1 32.9 33,9 32,8 32,5 33,5 36,5 42,4 47,7 47,5 47,7 52,2 51.9 44.3 47,2 47,1 49,7 55,8 54,1 48,2 53,6 56,1 44,5 51,9 50.9 54,8

75,3 77,6 78,7 76.8 78.5 78,6 80,6 82.7 84.2 82,2 83,8 87,4 88,9 83,5 84,9 86,0 89,5 90,5 91.8 98.1 96,0 97,8

102,7 101.2 97.9

107,9 106,9 112,4 113,8 110,1 108,4 105,5 110,1 109,8 113,9 113,8 113.8 114,0

277.0 279,4 265,3 295,9 227,1 256,2 261,7 299,4 233.0 213.3 219.2 151.2 227.6 253,8 250,9 262,0 275,3 270,5 251,1 231.4 201,2 205,8 215.2 193,9 188,8 243,3 226.3 238,6 228.9 197,5 200.4 218.6 205.5 195.5 256.2 219,1 223,7 208,0

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DAVID S. REHER Y ESMERALDA BALLESTEROS

Año

1576 1577 1578 1579 1580 1581 1582 1583 1584 1585 1586 1587 1588 1589 1590 1591 1592 1593 1594 1595 1596 1597 1598 1599 1600 1601 1602 1603 1604 1605 1606 1607 1608 1609 1610 1611 1612 1613 1614 1615 1616 1617

TABLA 1 (Apéndice

índice precios

62,4 56,6 60,5 62,5 63,6 59,6

64,1 72,6 68,1 67,9 60,3 66,5 65,5 74,1 77,6 66,6 66,5 67,0 80,5 58,3 67,2 65,5 79,0

100,0 82,9 71,3 68,6 68,7 74,4 88,2

108,2 108,1 92,7 83,9 70,5 69,9 81,6 78,8 94,2 93,8

101,5 104,5

Índice salarios

116,5 117,5 115,7 121,1 122,4 131,4 133,0 130,9 141,6 144,2 137,6 143,2 145,9 146,5 146,5 144,4 146,5 148,2 148,2 146,5 152,2 151,9 151,6 153,3 151,3 156,5 171,7 168.8 169,8 168,8

169,31 168,1 168,5 171,2 170,8 170,8 165,2 163,5 164,6 168,4 173,0 167,2

Salarios reales

186,8 207,6 191,3 193,7 192,4 220,4 207,6 180,4 208,0 212,3 228,2 215,3 222,7 197,6 188,7 216,8 220,3 221,1 184,2 251,4 226.3 232,1 192,0 153,3 182,5 219,5 250,2 245,9 228,0 191,4 56,5

155,5 181,8 204.1 242,2 244,3 202,5 207,4 174,7 179,5 170,5 160,0

1).— Continuación

Año

1618 1619 1620 1621 1622 1623 1624 1625 1626 1627 1628 1629 1630 1631 1632 1633 1634 1635 1636 1637 1638 1639 1640 1641 1642 1643 1644 1645 1646 1647 1648 1649 1650 1651 1652 1653 1654 1655 1656 1657 1658 1659

Índice precios

94,0 85,4 78,3 81,0 80,9 94,2 89,9 79,1 68,6 77,0 84,1 98.8 96.7

107,1 92,9 83,6 79,4 77,5 81,4 85,3 86,7 78,7 64.7 73,6 66,1 85,1 89,6 90.1 98.0 97.6 95.3 93.8

109.4 94,1 97,4 94,1 94,6 92,2 95,8 77,9 80.7 87,2

Índice salarios

171,3 167.6 166,3 163,2 161,9 154,9 152,9 138,8 118,3 127,5 127,2 152,2 150,3 152,2 152,4 145,2 142,5 139,2 138,8 136,8 133,3 131,9 121,9 107,7 84,5

145.3 141.2 136.2 131,0 134,9 131,8 130,0 132,8 128,7 133,6 128,5 127,2 122,7 132,0 126,6 130,9 125.2

Salarios reales

182,1 196.2 212.3 201,4 200,0 164,4 170,1 175,4 172,6 165,6 151,4 154,0 155,4 142,1 164,0 173,6 179,4 179,6 170,7 160,4 153,7 167,5 188,3 146,2 127,8 170,8 157,6 151.3 133.7 138.3 138.2 138.7 121.3 136,8 137,2 136,6 134,5 133.0 137.8 162,5 162,3 143,7

U2

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PRECIOS Y SALARIOS EN CASTILLA LA NUEVA

TABLA 1 (Apéndice 1).— Continuación

Año índice precios

Índice Salarios salarios reales

Año índice precios

índice Salarios salarios reales

1660

1661

1662

1663

1664

1663

1666

1667

1668

1669

1670

1671

1672

1673

1674

1675

1676

1677

1678

1679

1680

1681

1682

1683

1684

1685

1686

1687

1688

1689

1690

1691

1692

1693

1694

1695

1696

1697

1698

1699

1700

1701

95,9

85,1

76,3

84,9

106,8

109,1

92,2

78,9

89,6

67,3

60,6

62,3

63,2

59,0

60,8

62,7

63,5

72,7

78,6

70,1

111,6

76,6

75,8

100.9

105,0

89,5

78,2

68,4

59,5

57,2

58,0

62,6

68,3

56,6

64,0

66,9

65,2

56,2

72,7

77,5

65,8

60,0

130,5

126,1

126,7

126,7

122,1

134,6

149,9

146,8

140,1

133,3

131,1

133,9

145,0

132,6

135,1

133,2

144,6

143,8

144,9

138,7

142,2

143,0

119,6

128,7

130,7

122,3

126,0

123,1

121,5

115,3

126,8

134,2

131,9

121,4

130,4

141,2

113,5

115,4

115,6

115,4

115,6

125,9

136,0

148,1

166,0

149,2

114,3

123,4

162,6

186,1

156,3

198.2

216,5

215,0

229,6

224,8

222.1

212,5

227,7

197,8

184,4

197,8

127,4

186,8

157,7

127,5

124,5

136,6

161,1

179,9

204,1

201,5

218,4

214,3

193,1

214,6

203,6

210,9

174.1

205.5

159,0

149,0

175,6

209,8

1702

1703

1704

1705

1706

1707

1708

1709

1710

1711

1712

1713

1714

1715

1716

1717

1718

1719

1720

1721

1722

1723

1724

1725

1726

1727

1728

1729

1730

1731

1732

1733

1734

1735

1736

1737

1738

1739

1740

1741

1742

1743

62,2 59,1 54,6 54,0 72,5 65,3 61,3 62,9 73,5 63,2 49,8 55,3 49,9 55,6 49,8 43,9 47,3 43,3 37,5 39,1 46,4 50,8 51.5 43,9 47,4 45,5 46.4 45.2 48.7 43.3 42,6 44,0 53.4 53.5 49.1 58,8 61,1 52.6 61,5 56.7 53,2 47,5

124,6 125,3 121,0 118,0 105,8 98.0 97.6 97.3

100,6 %,2 98,8 93.4 91,4 86,2 98,5 %,5 93,1 94,4 92,8 88,0 88,8 89,7 87,3 88,3 90,5 90,6 87,4 88,8 87,7 90,2 90,1 88,8 89,7 90,7 89,7 90,7 89,9 89,4 89.5 89.7 91,4 89,6

200,2 211,9 221,7 218,5 146,0 150,0 159,1 154,6 136,9 152,3 198,5 169,1 183,1 155,0 197,7 220,0 197,1 218,1 247,1 225,1 191,6 176,5 169,4 201,1 191.1 199.1 188.4 196.7 180.2 208,1 211,6 201,8 167,8 169,5 182,8 154,2 147,2 170,2 145,5 158,1 171,8 188,6

U}

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DAVID S. REHER Y ESMERALDA BALLESTEROS

TABLA 1 (Apéndice 1).— Gintinuación

Año índice precios

índice Salarios salarios reales

Año índice precios

índice Salarios salarios reales

1744 1745 1746 1747 1748 1749 1730 1751 1752 1753 1754 1755 1756 1757 1758 1759 1760 1761 1762 1763 1764 1765 1766 1767 1768 1769 1770 1771 1772 1773 1774 1775 1776 1777 1778 1779 1780 1781 1782 1783 1784 1785

50.6 46,2 44.4 48,2 51.6 53,4 60.5 65.5 59.5 77,1 65,8 64,2 47,8 51,4 56,1 51,1 58.5 55.9 59.7 67,5 84,2 79,6 79,1 81,3 75,7 80,9 71,1 66,2 75,6 75,5 67,9 67,9 68,2 68,0 67,4 79,2 93,4 80,5 73,8 66,7 77,0 89,8

90,9 90,9 91.6 90.9 91,3 92.1 94,8 96,1 93,6 94,0 95,6 96,4 97.0 96,6 96,1 95,7 94,1 94,6 95,7 95,0 94,5 96,0 96,9 96,0 96,9 96,1 96,8 97,4

100,3 96,1 95,0 94,2 95,9 95,1 95,2 96,9 97.3 94.1 94,6 92,6 94,2 94,1

179,6 196,9 206,3 188,4 176,8 172,4 156,6 146,8 157,2 121,8 145.2 150.2 202.9 187,9 171.5 187,3 161,0 169,2 160.2 140.7 112.2 120,6 122,4 118,1 127,9 118,8 136.1 147.2 132.7 127,3 139,9 138.8 140,6 139,7 141,2 122,3 104,2 116,9 128,3 138,8 122,3 104,8

1786 1787 1788 1789 1790 1791 1792 1793 1794 1795 1796 1797 1798 1799 1800 1801 1802 1803 1804 1805 1806 1807 1808 1809 1810 1811 1812 1813 1814 1815 1816 1817 1818 1819 1820 1821 1822 1823 1824 1825 1826 1827

88,2 91,4 89,9 96,7 95.9 77.1 84.3 99,6

100.1 85.9 96.7

122.0 127,5 110,8 117,7 134,4 155,5 208,6 242.4 187.1 123,1 102.8 86.5 85.0 93,5

189,0 304,5 187,4 148,0 130,0 108,9 110,4 115,5 107,6 95,6 77,7 77,4 77.0

113.9 113.3 94,3 75.1

94.9 94.8 95.6 98.1 97.5 98.3

100,6 99,9 99.9 99.9

100,8 101,8 102,3 99,2 99,0

113,8 110,8 115,2 115,2 129,2 129,2 134.4 134.4 144.0 145,8 138,8 148,4 148,4 148,4 148,4 148,4 148,4 148,4 148,4 148,4 137,0 137.0 134,4 139,6 139.6 139.6 139,6

107,6 103.7 106,4 101,4 101,6 127,6 119.4 100.2 99,8

116,2 104,2 83,4 80.2 89.5 84.1 84.7 71.2 55,2 47.5 69.1

105.0 130.8 155.3 169.4 156,0 73,5 48.7 79,2

100,2 114,1 136,3 134.4 128.4 137,9 155,2 176.2 177.1 174.5 122,5 123,2 148,0 185,8

134

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PRECIOS Y SALARIOS EN CASTILLA LA NUEVA

TABLA 1 (Apéndice 1).— Continuación

Año Índice precios

índice Salarios salarios reales

Año Índice precios

Índice Salarios salarios reales

1828 1829 1830 1831 1832 1833 1834 1835 1836 1837 1838 1839 1840 1841 1842 1843 1844 1845 1846 1847 1848 1849 1850 1851 1852 1853 1854 1855 1856 1857 1858 1859 1860 1861 1862 1863 1864 1865 1866 1867 1868 1869

71,9

69,5 75,7 88,9

101,1 98,5 81,0 89,2 99,0

114,5 116,1

102,0 98,8

87,3 93,2

84,1 81,2

73,1

91.5 111,7

79,8 78,0 78,1

81.7

77,9 83,8 83,1

82,8 99,2

100,2 98,0 88,4

96,4 101,6

100,4 102.2

103.5 99.2

101.7 104,8 106,2

89,8

144,8 139,6 139,6 137,0 134,4 134,4 134,4 134,4 134,4 134,4 134,4 134,4 134,4 134,4 134,4 134,4 134,4 134,4 134,4 139,6 139,6 139,6 144,0 144,0 144,0 138,8 141,4 137,0 137,0 144,0 144,0 138,8 146,6 146,6 150,9 143,2 143,2 143,2 143,2 143,2 143.2 143,2

201,3 200,8 184,4 154,1 132,9 136,5 165,8 150.6 135,8 117,3 115,7 131,7 136,0 153,9 144,2 159,8 165,5 183,8 146,9 124,9 174,9 178,9 184.3 176.2 184,9 165,6 170,2 165,5 138,1 143,7 147,0 156,9 152,0 144,3 150,2 140,2 138,4 144,4 140,9 136,7 134,9 159,5

1870 1871 1872 1873 1874 1875 1876 1877 1878 1879 1880 1881 1882 1883 1884 1885 1886 1887 1888 1889 1890 1891 1892 1893 1894 1895 1896 1897 1898 1899 1900 1901 1902 1903 1904 1905 1906 1907 1908 1909 1910 1911

95,3 92,8

88.8 90,9

93,7 92,8

92.0 93.1 91.4 96,2 93.0

98,4 103,2 100,2 100,6

100,3 96,4 94,5 96.0 96,7

93,6 92,5 94.4 %.7 92,0

90,4 97,0

91.9 89,2 89,2 98,2

99.1 100.6 103,7

100,0 103,5 102,7 111.8

106,0 99,9

99,5 97.3

143,2 143,2 139,6 129,2 150.0 150.0 150,0 139,6 139,6 134,4 134,4 134,4 134,4 134,4 134,4 134,4 134.4 134.4 134.4 134.4 134,4 134,4 134.4 134.4 134.4 134,4 134,4 134,4 134.4 134,4 138,8 138,8 138,8 156.3 157,7 159,5 159,5 166,0 166.9 172.9 174.2 176,7

150,2 154,3 157,2 142,1 160,1 161,6 163,1 149,9 152,8 139,8 144,4 136,6 130,2 134,1 133,6 134,0 139,4 142.2 140,0 139,0 143,5 145,2 142,4 138,9 146,0 148,7 138,6 146,3 150,6 150,7 141,3 140,0 137,9 150,7 157,7 154.1 155,4 148,5 157,5 173,1 175,2 181.6

U5

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DAVID S. REHER Y ESMERALDA BALLESTEROS

TABLA 1 (Apéndice 1).— Continuación

Año Índice

precios

93,6 91,9 94,5 92,2

102,1 118,6 132,7 148,2 164,2 152,2 153,2 159,3 160,6 167,0 163,1 168,7 167,1 157,3 159,3 157,3 154,4 149,1 153,0 154,8 156,3 173,2 194,8 222,3 262.7 326,1 340,8 338,0 356,7 375,5 485.2 564,2 609,7 663.2 732,7 796,1

índice salarios

176,7 176,4 177,4 177,4 182,4 182.4 196,9 219,1 238.8 298,7 331.2 347.6 363,3 369,1 369,1 369,1 369.1 369.1 369,1 373,1 532,9 532,9 532,9 526.1 534,6 541.9 539,7 539.7 564,8 612,3 678,1 679,6 802,5 970,3

1017,8 1172,6 1222,2 1295,7 1233,1 1233,1

Salarios reales

188,7 192,0 187.8 192,4 178.6 153,7 148,4 147,9 145,4 196.2 216,1 218,2 226,2 221,0 226.3 218,8 220,9 234.6 231,7 237,2 345,3 357.3 348,2 339.9 341.9 312,8 277,0 242,7 215,0 187.8 199,0 201,1 225,0 258.4 209.8 207.8 200,5 195,4 168,3 154,9

Año índice precios

índice Salarios salarios reales

1912 1913 1914 1915 1916 1917 1918 1919 1920 1921 1922 1923 1924 1925 1926 1927 1928 1929 1930 1931 1932 1933 1934 1935 1936 1937 1938 1939 1940 1941 1942 1943 1944 1945 1946 1947 1948 1949 1950 1951

1952 801,9 1233,1 153,8

1953 826,9 1233,1 149,1

1954 828,6 1462,1 176,4 1955 846,0 1462,1 172,8 1956 868,3 3115,7 358,8 1957 %0,6 3115.7 324,3

1958 1077,5 3113,7 289,2 1959 1146.6 3115.7 271.7 1960 1153,8 3115,7 270,0

1961 1144.8 3115.7 272.1 1962 1187,7 3115,7 262,3

1963 1263,9 3115,7 246,5 1964 1379,4 3537.3 256.4

1965 1583,7 4105,3 259.2

1966 1715.7 4827,9 281,4 1967 1900,3 5551.1 292,1

1968 2005,1 6035,5 301.0 1969 2046.2 6703,2 327,6

1970 2188,9 7571.3 345,9

1971 2399,8 8652,0 360.5

1972 2612.1 9998.4 382.8 1973 2848,5 11987,4 420,8

1974 3222.2 14973,7 464.7 1975 3708.3 19301.2 520.5 1976 4430.4 25162,2 567,9

1977 5552,5 35081.7 631.8 1978 6649.6 41603,9 625.7

1979 7693.2 51414.4 668,3 1980 8888.4 60334,7 678,8

1981 10186,2 73978,5 726.3 1982 11653.5 85696,7 735,4 1983 13071,7 98595.7 754,3

1984 14543,6 105008,9 722,0

1985 15567.1 123176,5 791,3

1986 17058.6 136802.2 802.0 1987 17960,6 146976,1 818,3 1988 18823,3 156423^2 831,0 1989 20104,3 167868,9 835,0

1990 21450.7 182584,6 851,2

1991 22679,5 189851.6 837.1

136

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PRECIOS Y SALARIOS EN CASTILLA LA NUEVA

APÉNDICE 2

Series de base de precios y salarios, 1800-1930 *

TABLA 1 (Apéndice 2).— índice general de pan y grano, 1800-1936. Año base 1913

Año Pan-grano Año Pan-grano Año Pan-grano

1800 120,00 1801 143,19 1802 172,51 1803 246,19 1804 293,21 1803 216,36 1806 127,49 1807 99,32 1808 76,76 1809 74,63 1810 86,39 1811 205,39 1812 365,76 1813 203,27 1814 148,59 1815 123,58 1816 94,23 1817 96,36 1818 103,48 1819 92,50 1820 75,78 1821 68,43 1822 67,91 1823 67,42 1824 118,64 1825 ii7_82 1826 9i_4i 1827 64,80 1828 60,35 1829 57,02

1830 65,56 1831 83,89 1832 100,86 1833 97,22 1834 73,00 1835 87,67 1836 101,23 1837 121,80 1838 121,74 1839 103,67 1840 94,94 1841 75,87 1842 83,61 1843 75,99 1844 69,89 1845 62,97 1846 93,11 1847 125,60 1848 75,31 1849 66,06 1850 68,29 1851 70,43 1852 72,08 1853 80,23 1854 82.76 1855 85,12 1856 124,76 1857 123,46 1858 116,96 1859 87,071

1860 89,67 1861 103,97 1862 101,37 1863 101,37 1864 101.37 1865 84,90 1866 102,84 1867 119,52 1868 131,34 1869 88,86 1870 120,40 1871 116,65 1872 100.74 1873 100.74 1874 100,74 1875 107,15 1876 104,72 1877 110,98 1878 107.32 1879 113.41 1880 108,74 1881 119,51 1882 134,15 1883 110,16 1884 105,69 1885 107,32 1886 107,32 1887 104.47 1888 107.32 1889 107,32

* Las series que figuran a continuación son las que han servido de base para la elaboración °e los índices generales para el período 1800-1950. Son las series originales, una vez establecidas unidades homogéneas de medida y moneda, expresadas en números índices, con base 1913. Véa-*« el texto para mayores explicaciones. Las series parciales de precios y salarios expresadas en pesetas aparecen publicadas en Reher, D., y Ballesteros, E. (1993): Precios y salarios en Madrid: yx>nstrucción de la dinámica económica, 1800-1991, documento de trabajo editado por el Instituto ae Demograha de Madrid (CSIC).

137

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DAVID S. REHER Y ESMERALDA BALLESTEROS

TABLA 1 (Apéndice 2).— Continuación

Año Pan-grano Año Pan-grano Año Pan-grano

1890 102,44 1891 102,44 1892 119.51

1893 117,07 1894 114,63

1895 112,20 1896 109,76 1897 109,76 1898 109,76

1899 106,10

1900 109,76 1901 104,88 1902 102,44

1903 102,44 1904 102,44

1905 114.63

1906 97,56 1907 97,56

1908 100,00 1909 112,20

1910 112,20 1911 112,20 1912 107,32 1913 100.00 1914 107,32 1915 109,76 1916 129,27

1917 124,39 1918 141,46 1919 160,98

1920 160,98 1921 165,85

1922 170,73

1923 160.98

1924 151,22 1925 160,98 1926 160,98

1927 160,98 1928 160,98

1929 160.98 1930 160,98

1931 160,98 1932 160,98

1933 160,98 1934 160,98

1935 160,98

1936 160,98

138

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PRECIOS Y SALARIOS EN CASTILLA LA NUEVA

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PRECIOS Y SALARIOS EN CASTILLA LA NUEVA

TABLA 3 (Apéndice 2).— índice del carbón vegetal, 1848-1936. Año base 1913

Año Carbón Año Carbón Año Carbón

1848 100,91

1849 100,91 1850 89,27 1851 81,51 1852 85,39

1853 102,78 1854 100,91 1855 91,13 1856 116.44 1857 116,44 1858 116,44 1859 116,44

1860 116,44 1861 116,44 1862 120,32

1863 120,32 1864 116,44

1865 119,54 1866 119,54

1867 100,91 1868 100,91 1869 100,91 1870 71,43 1871 71,43

1872 71,43 1873 85,71

1874 107,14 1875 107,14

1876 85,71 1877 107,14

1878 107,14

1879 107,14 1880 107,14 1881 114,29

1882 125,00

1883 150,00

1884 150,00 1885 150,00 1886 150,00 1887 150,00

1888 164,29 1889 164,29

1890 135,71 1891 135,71

1892 135,71

1893 135,71 1894 128,57

1895 135,71 1896 135,71 1897 135,71 1898 135,71 1899 150,00

1900 142,86 1901 135,71

1902 135,71 1903 135,71

1904 135,71 1905 135,71

1906 135,71 1907 135,71

1908 135,71

1909 135,71 1910 135,71

1911 114.29 1912 100.00

1913 100,00 1914 100.00 1915 100,00

1916 85,71 1917 171.43 1918 157.14 1919 164.29 1920 178,57 1921 192,86 1922 150,00 1923 185,71 1924 164,29 1925 192,86 1926 192.86

1927 192,86 1928 192,86 1929 192.86 1930 192,86 1931 192,86 1932 192.86 1933 192.86 1934 178.57 1935 178,57

1936 178.57

143

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DAVID S, REHER Y ESMERALDA BALLESTEROS

TABLA 4 (Apéndice 2).— índice general de vestido y calzado, 1800-1936. Año base 1913*

Año

1800 .. 1801 .. 1802 ..

1803 ..

1804 .. 1805 .. 1806 .. 1807 ..

1808 .. 1809 ..

1810 .. 1811 .. 1812 ..

1813 .. 1814 ..

1815 .. 1816 ..

1817 .. 1818 ..

1819 .. 1820 ..

1821 .. 1822 ..

1823 .. 1824 .. 1825 ..

1826 ,. 1827 ..

1828 .. 1829 ..

1830 ..

1831 .. 1832 ..

1833 .. 1834 ..

índice

175,73

176,94 163,12 151,97 140,58

137,16 144,55 168,05 170,22 179,70 179,70 179,70

179,70 179,70 179,70 179,70 179,70

179,70 179,70

179,70 235,96

235,96 235,96 235,96

235,96 235,96

235,96 235,96

235,96 235,96

163,70

163,70 163,70

163,70 163,70

Año

1835 ...

1836 ... 1837 ... 1838 ... 1839 ...

1840 ...

1841 ... 1842 ... 1843 ... 1844 ... 1845 ... 1846 ... 1847 ... 1848 ... 1849 ... 1850...

1851 ... 1852 ...

1853 ... 1854 ... 1855 ...

1856 ... 1857 ... 1858...

1859 ... 1860 ...

1861 ... 1862 ...

1863 ... 1864 ...

1865 ...

1866 ... 1867 ... 1868 ... 1869 ...

Índice

163,70

163.70 163,70 163,70

163,70

163,70 163,70 163,70 163,70 150,03 150,03 150,03 150,03 150,03 146,33 146,33

146,33 146,33

146,33 131,35 131,35

131,35 131,35

131,35 132,09 132,09

132,09 132,09

132,09 128,03

128,03 128,03 128,03

128,03 168,78

Año

1870 .. 1871 .. 1872 ..

1873 .. 1874 ..

1875 .. 1876 .. 1877 .. 1878 .. 1879 .. 1880 .. 1881 ..

1882 .. 1883 ..

1884 .. 1885 .. 1886 ..

1887 .. 1888 ..

1889 .. 1890 .. 1891 ..

1892 ..

1893 ..

1894 .. 1895 ..

1896 .. 1897 ..

1898 .. 1899 ..

1900 .. 1901 ..

1902 ..

1903 .. 1904 ..

Índice

168,78

168,78 168,78 168,78 159,12 159,12 159,12

159,12

159,12 131,73

131,73 131,73

131,73 131,73 123,01

116,05

115,70 112,46 113,46

117,68 101,62

97,86 86,66

93,27

99,90 82,88

82,65 80,66

84,18 85,00

75,64 73,30

75,00 77,26 64,80

Año

1905... 1906... 1907... 1908... 1909 ...

1910... 1911 ...

1912...

1913 ...

1914... 1915... 1916...

1917... 1918 ...

1919...

1920... 1921 ...

1922...

1923... 1924... 1925...

1926 ... 1927 ...

1928... 1929... 1930...

1931 ... 1932...

1933... 1934...

1935... 1936...

Índice

85,12

77,46 85,46 79,07

97,25

99,17 101,09

101,85 100,00

98,94 99,52

109,84 84,39 95,39

89,89 91,26 89,20

94,01

96,24 90,79 109,29

134,44 152,56

181,91 212,61 153,81

186,54 238,49

. 226,64 213,68

. 209,14

. 205,70

* Para la composición de la serie, véanse ublas 1 y 2 en el texto. Para las series completa­mente desglosadas, véase Ballesteros, E., y Reher, D. (1993): Precios y salarios en Madrid: reconstruc­ción de la dinámica económica, 1800-1991, documento de trabajo del Iiutituto de Demografía de Madrid (CSIC), Madrid.

144

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PRECIOS Y SALARIOS EN CASHLLA LA NUEVA

Año

1800 ..

1801 ..

1802 ..

1803 ..

1804 ..

1805 ..

1806 ..

1807 ..

1808 ..

1809 ..

1810 .. 1811 ..

1812 ..

1813 ..

1814 ..

1813 ..

1816 ..

1817 ..

1818 . 1819 .

1820 .. 1821 .

1822 .

1823 ..

1824

1825 . 1826

1827 , 1828 ,

1829 . 1830 1831

1832

1833

TABLA 5 (Apéndice 2).—

Oficial

64,71 76,47

70,59

70,59

70,59

76,47

76,47

82,35

82,35

88,24

85,29

82,35 88,24

88,24

88,24

88,24

88,24

88,24

88,24

88,24

88,24 85,29

85,29

82,35

88,24

88,24

88,24

88,24 94,12

88,24

88,24

85,29

82,35

82,35

Peón

47,50

52,50

55,00

60,00

60,00

70,00

70,00

70,00

70,00

75,00

80,00

75,00 80,00

80,00

80,00

80,00

80,00

80,00

80,00 80.00

80,00

70,00

70,00

70,00

70,00

70,00

70,00

70,00

70,00

70,00

70,00

70,00

70,00

70,00

Jornales en

Año Oficial

1834.

1835.

1836.

1837 .

1838.

1839.

1840.

1841 . 1842.

1843.

1844.

1845.

1846.

1847.

1848.

1849.

1850.

1851 .

1852.

1853.

1854.

1855.

1856.

1857.

1858.

1859.

1860.

1861 .

1862.

1863.

1864.

1865.

1866.

1867.

82,35

82,35

82,35

82,35

82,35

82,35

82,35

82,35

82,35

82,35

82,35

82,35 82,35

88,24

88,24

88,24 88,24

88,24

88,24

82,35

85,29

85,29

85,29

88,24

88,24

82,35

91,18

91,18

91,06

82,35

82,35

82,35

82,35

82,35

el siglo XIX. Año base 1913

Peón

70,00

70,00

70,00 70,00

70,00

70,00

70,00

70,00

70,00

70,00

70,00

70,00 70,00

70,00 70,00

70,00

75,00

75,00

75,00 75,00

75,00

70,00

70,00

75,00

75,00

75,00

75,00

75,00 80,00

80,00

80,00

80,00

80,00

80,00

Año

1868

1869

1870 1871

1872

1873

1874

1875

1876

1877

1878

1879 1880

1881 1882

1883

1884 1885

1886 1887

1888 1889

1890

1891

1892

1893

1894

1895 1896

1897

1898

1899

Oficial

82,35

82,35

82,35

82,35

88,24

76,47

. 100,00

100,00

. 100,00

88,24

88,24

82,35 82,35

82,35 82,35

82,35

82,35

82,35

82,35

82,35

82,35 82,35

82,35

82,35

82,35

82,35 82,35

82,35 82,35

82,35

82,35

82,35

Peón

80,00

80,00

80,00

80,00

70,00

70,00

70,00

70,00

70,00

70,00 70,00

70,00 70,00

70,00 70,00

70,00

70,00

70,00

70,00

70,00

70,00 70,00

70,00

70,00

70,00

70,00 70,00

70,00 70,00

70,00 70,00

70,00

145

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DAVID S. REHER Y ESMERALDA BALLESTEROS

TABLA 6 (Apéndice 2).— Jornales en el siglo xx. Año base 1913

Año oficial Peón Capataz AyuJante Peón Barren-

de mano dero Sereno

1900 1901 1902 1903 1904 1905 1906 1907 1908 1909 1910 1911 1912 1913 1914 1913 1916 1917 1918 1919 1920 1921 1922 1923 1924 1925 1926 1927 1928 1929 1930 1931 1932 1933 1934 1935 1936 1937 1938 1939 1940

70,59 70.59 70,59 70,59 70,59 82,35 82,35 82,35 88,24 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 129,41 129,41 152,94 176,47 176,47 176,47 182,35 182,35 182,35 182,35 182,35 182,35 182,35 252,94 252,94 252,94 252,94 252,94 252,94 252,94 252,94 282,35

70,00 70,00 70,00 70,00 80,00 80,00 80,00 90,00 90,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 120,00 140,00 160,00 200,00 240,00 250,00 260,00 260,00 260,00 260,00 260,00 260,00 260,00 260,00 320,00 320,00 320,00 320,00 320,00 370,00 350,00 350,00

350,00

96,43 96,43 96,43 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 107,14 114,29 117,86 128,57

142,86 142,86

146,43 146,43

146,43 146,43 146,43 146,43 146,43 146,43 178,57 178,57 178,57

178,57 171,43 171,43 171,43 171,43 192,86

75,00 75,00 75,00 75,00 75,00 75,00 75,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00

100,00 100,00 100,00 108,33 116,67 150,00

183,33 216,67 225,00

233,33 233,33 233,33 233,33 233,33 233,33 233,33 233,33 358,33 358,33 358,33 358,33 383,33 383,33 383,33 383,33 383,33

81,82 81,82 81,82 81,82 81,82 81,82 81,82 90,91 90,91 90,91 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00

100,00 109,09 127,27 154,55 190,91

227,27 236,36 245,45 243,45 245,45 243,45 245,45 243,45 245,43 245,45 354,55 354,53 354,53 334,55 354,55 354,55 354,55 354,53 354,55

81,82 81,82 81,82 90,91 90,91 90,91 90,91 90,91 90,91 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 109,09 127,27 127,27 227,27 236,36 236,36 249,82 249,82 249,82 249,82 249,82 249,82 249,82 249,82 358,91 358,91 358,91 358,91 358,91 358,91 363,64 363,64 386,18

90,00 90,00 90,00 90,00 90,00 90,00 90,00 90,00 90,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 120,00

140,00 160,00 240,00 240,00 240,00 250,00 260,00 260,00 260,00 260.00 260,00 260,00 260,00 360,00 360,00 360,00 360,00 360,00 360,00 360,00 360,00 360,00

146

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PRECIOS Y SALARIOS EN CASTILLA LA NUEVA

TABLA 6 (Apéndice 2).— Continuación

Año Oficial Peón Capataz Ayudante , , Sereno de mano dero

1941 282,J5 370,00 200,00 400,00 363,64 449,82 460,00 1942 1943 1944 1945 1946 1947 1948 1949 1950

341,18 341,18 341,18 494,12 494,12 564,71 564,71 564,71 729,41

420,00 420,00 500,00 600,00 600,00 720,00 760,00 760,00 600,00

228,57 228,57 271.43 314,29 314,29 328,57 328,57 328,57 285,71

466,67 466,67 550,00 633.33 633,33 700,00 825,00 825,00 725,00

527,27 527,27 618,18 727,27 763,64 800,00 818,18 927,27 927,27

449,82 449,82 464,00 640,73 640,73 709,09 763,64 845,45 763,64

500,00 500,00 620,00 800.00 800,00 1020,00 1020,00 1020,00 720,00

147

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DAVID S. REHER Y ESMERALDA BALLESTEROS

TABLA 7

Año

(Apéndice 2).—

Secretario

Nóminas en el siglo xx.

Funcionario Decano

Año base 1913

Médicos Practicantes

1900 1901 1902 1903 1904 1905 1906 1907 1908 1909 1910 1911 1912 1913 1914 1915 1916 1917 1918 1919 1920 1921 1922 1923 1924 1925 1926 1927 1928 1929 1930 1931 1932 1933 1934 1935 1936 1937 1938 1939 1940 1941

82,53 82,53 82,53 82,53 82,53 82,53 82,53 82,53 82,86 82,86 82,86

100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 126,67 126,67 129,58 129,58 132,49 132,49 132,49 132,49 132,49 132,49 132,49 132,49 132,49 132,49 132,49 132,49 197,02 197,02 197,02 168,76 168,76 168,76 168,76 168,76 209,94 225,00

100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 102,72 112,79 139,33 139,33 139,33 139,33 139,33 139,33 139,33 139,33 139,33 139,33 139,33 139,33 223,99 223,99 223,99 223,99 223,99 223,99 223,99 223,99 223,99 290,66

61,43 61,43 61,43

100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 106,63 106,63 113,88 113,88 128,11 142,35 142,35 169,98 193,88 193,88 227,76 227,76 227,76 227,76 227,76 227,76 227,76 227,76 285,46 285,46 285,46 247,40 266,43 266,43 266,43 266,43 322,41 317,73

76,07 76,07 76,06

102,08 102,08 102,08 102,08 102,08 102,08 102,08 102,08 102,08 102,08 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 105,42 110,83 110,83 148,83 165,10 211,66 211,66 211,66 211,66 211,66 211,66 211,66 211,66 211,66 395,83 395,83 395,83 415,63 415,63 415,63 415,63 415,63 415,63 445,31

58,42 58,42 58,42

100,00 100.00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 117,71 142,09 180,04 198,48 221,58 221,58 221,58 221,58 221,58 221,58 249,28 339,30 339,30 339,30 339,30 360,07 360,07 360,07 360,07 360,07 360,07

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PRECIOS Y SALARIOS EN CASTILLA LA NUEVA

TABLA 7 (Apéndice 2).— Continuación

Año Secretario Funcionario Decano Médicos Practicantes

1942 1943 1944 1945 1946 1947 1948 1949 1950

239,67

250,09 435,14 498,20

561,26 738,61

796,80 796,80 796,80

290,66

290,66 321,62 363,72

406,16 502,21

543,80 716,50 808,11

313,17

313,17 379,72 446,28 471,92 497,57

497,57 516,49 516,49

475,00

475,00

508,64 544,79

637,08 771,88

771,88 771,88 774,78

360,07 360,07

448,71

537,34 580,24 623,15

623,15 740,12 740,12

149

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DAVID S. REHER Y ESMERALDA BALLESTEROS

GRÁFICO 1

Organigrama de precios

SERIES DE PRECIOS Clasificadón y períodos

ALIMEr •TTACION

Grano

- 1800-1854

COMBU STIBI

Carbón vegetal

- 1 8 4 8

Pan

- 1 8 4 8

Aceite

- 1837

Garbanzos

- 1 8 4 8

Vino

- 1 8 4 8

Carne de vaca

- 1 8 4 8

Anoz

- 1 8 5 1

Patatas

- 1851

Huevos

- 1 9 0 1

Azúcar

- 1911

Bacalao

- 1 9 1 1

Leche

- 1911

CAPrruLOS DE GASTO

JE VESTHXD

Y CALZADO

Lana

- 1800-1867

VIVIENDA

Alquiler

- 1 9 0 0

Lienzo

-1800-1867

Terliz

- 1800-1867

Mantas

- 1800-1867

Indianas

- 1881-1880

Hilados

- a l g . 1875-1905

Tejidos

- a l g . 1875-1905

Algodón

- 1875-1890

Seda

- 1 9 0 6

Texül

- 1 9 1 3

Composturas

- 1 9 0 0

Alpargatas

- 1900

150

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PRECIOS Y SALARIOS EN CASTILLA LA NUEVA

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DEBATES

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LOS CÁLCULOS DEL PRODUCTO NACIONAL EN LOS SIGLOS XIX Y XX Y SU UTILIZACIÓN EN LA HISTORIA ECONÓMICA *

FRANCISCO BUSTELO Universidad Complutense

RESUMEN

Después de señalar las dificultades que entraña calcular series temporales largas de •Srqiados económicos, se indican las principales estimaciones que se han hecho retros­pectivamente de la renta nacional de España durante los siglos XK y xx, señalando de­ficiencias y discrepancias. Se analiza en detalle una obra del profesor Prados de la Esco-*»(* y se insiste, a la luz de tiabaios más recientes sobre la renta nacional de la España contemporánea, en la necesidad de contrastar datos, métodos y resultados de toda cuantifícación histórica para poder así aquilatar su validez última.

ABSTRACT

After pointing out the problems involving the nuddng of historie time series of eco-nomic aggregates, the main estimates of Spanish national income are described, indica-°i>g shortcomings and disparities. Pro£ Prados de la Escosura's work is thorou^ly •"••y»d. Taldng into account two more recent works on national income in con-^potaty Spain, the autfaor stresses the need both to contrast cUta, methods and ~'*<'*ogs in any attempt to quantify the past, and to estaUish checks on the validiiy of theaedata.

1- LA MEDICIÓN EN HISTORIA ECONÓMICA

Una historia económica rigurosa necesita cuantificar y, por tanto, medir, ^ o r a bien, aunque los agentes económicos, considerados aisladamente, siem-

Agradezco las observaciones v comentarios a un borrador de este trabajo de los profesores "stelo Gómez, García Ruiz, Hernández Andreu, Maluquer de Motes, Naredo y Reeder.

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FRANCISCO BUSTELO

pre han procurado medir su actividad, los grandes agregados de la economía sólo empezaron a calcularse de modo científico y continuado después de la Segunda Guerra Mundial. En historia económica, tal cosa obliga a hacer estu­dios retrospectivos a fin de disponer de series largas que permitan conocer la evolución de un país a largo plazo y hacer comparaciones internacionales.

En esos estudios encaminados a cuantificar el pasado hay que tener muy presentes, sin embargo, los condicionamientos de toda medición macroeconó-mica continua. En efecto, para obtener series temporales de agregados de las innumerables y heterogéneas actividades económicas que llevan a cabo perso­nas, empresas y administraciones públicas hay que dar, según los casos, hasta siete pasos, a saber, rastrear, sopesar, homogeneizar, agrupar, ponderar, sumar y deflactar. En las comparaciones internacionales hay que dar todavía dos pa­sos más, a saber, uniformar la unidad de cuenta y ajustar ésta a la paridad del poder adquisitivo.

El rastreo es la averiguación de cuáles son las actividades del pasado del conjunto que queremos medir de las que queda constancia. Habrá que sope­sar a continuación qué proporción del total representan esas actividades docu­mentadas. La homogeneización consiste, cuando no vengan ya expresadas así, en indicar las actividades que estamos midiendo en unidades de cuenta uni­formes, es decir, en moneda. Esas actividades, al ser muy dispares, habrá que agruparlas por grandes categorías, cuyo peso en el total del agregado que estemos midiendo tendrá que ponderarse. Una vez sumadas tales categorías, multiplicadas por el coeficiente de ponderación respectivo, habrá que conver­tir las sucesivas unidades monetarias de cada período en una única unidad constante para toda la serie. Por último, en las comparaciones internacionales, habrá que convertir las unidades monetarias nacionales en una unidad interna­cional y ajustaría a un mismo poder adquisitivo, a fin de reflejar la realidad con mayor precisión.

Es fácil comprender que en todos esos pasos las posibilidades de cometer errores o de dejarse en el tintero muchas actividades son enormes. Errores y omisiones, claro está, pueden contrarrestarse unos con otros, pero también sumarse entre sí y arrojar finalmente tantas inexactitudes que resten validez a las series temporales de los agregados económicos, por lo que los razonamien­tos basados en esas series estarán viciados de raíz. Parece, pues, imprescindible que los cálculos retrospectivos sobre épocas pasadas, necesarios como son, vayan siempre acompañados de un estudio de la fiabilidad de fuentes y méto­dos. No obstante, no siempre ocurre así. El encomiable y reciente afán por cuantificar una historia económica más rigurosa queda muchas veces parcial­mente empañado por un escaso espíritu crítico ante las cifras. Diríase que el

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LOS CÁLCULOS DEL PRODUCTO NACIONAL EN LOS SIGLOS XIX Y XX

historiador económico, en su deseo por disponer en lo que se ha venido en llamar, con un anglicismo nada justificado, evidencia cuantitativa —y que en español no es tal evidencia sino simplemente información '— se olvida mu­chas veces de aquilatar fiabilidades, márgenes de error y, en definitiva, la vali­dez última de la cuantifícación.

Los trabajos de calidad en la historia económica de España a los que pue­de hacerse el reproche anterior no faltan. Además del conocido libro de Pra­dos de la Escosura que se critica tnfra, la notable y meritoria recopilación de estadísticas históricas de España, coordinada por Carreras 2, se caracteriza por presentar series que empiezan a veces antes de 1800 y llegan hasta después de 1980 con escasa indicación de su grado de fiabilidad, como si los datos de las series tuviesen el mismo valor hace diez o quince años que hace 100 ó 150. Paradójicamente, en el prólogo a esa recopilación Josep Fontana señala que no tenemos en España «ni siquiera lo que pudiera llamarse la 'primera genera­ción" de una estadística histórico-económica... Esta es una de las causas de que haya sido tan tardía entre nosotros la aparición de una historia económica asentada en la cuantificación... Y de que cuando se ha querido efectuar el in­dispensable paso adelante, la base en que apoyarse haya resultado tan frágil como para hacer más que discutibles algunos de los resultados de ese 'cuanti-tativismo primitivo" que parte del principio, en mi opinión errado, de que cualquier cifi-a, por dudosa que sea, es mejor que ninguna cifra. Un tratamien­to más o menos refinado de los datos —imitado de los que se aplican en paí­ses que disponen de información cifrada fiable— puede llegar a dar una falsa sensación de confianza al profano, pero la realidad es que la mayor parte de este edificio interpretativo, asentado en la arena, puede venirse al suelo por falta de fundamento al menor intento serio que se haga de verificar su soli­dez» 3.

Un tercer y reciente libro, con trabajos recopilados por Prados y Zamag-"• ^ de gran calidad e interés, adolece sin embargo en algunas de las contribu­ciones de los inconvenientes de una cuantificación poco autocrítica, tal y como indicaré más adelante en el epígrafe de conclusiones.

' Evidencia es, según la Real Academia Española {Diccionario de la Lengua Española, 21.' ed., Madrid, 1992), «certeza manifiesu y wn perceptible que nadie puede racionalmente dudar de ella». Todo lo contrario, por tanto, de la «evidencia cuantitativa» que confeccionamos a poíífnbn 'os historiadores económicos. Evidence, en cambio, es en inglés en su tercera y más usada acep­ción «information (given personally or drawn from documents) tending to establish fact». (The ^o-cise Oxford Dictionary. 5.' ed., 1968).

^ Carreras (1989). ' Fontana en el prólogo a Carreras (1989), p. 8.

Prados de la Escosura y Zamagni (1992).

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FRANCISCO BUSTELO

2. EL PRODUCTO NACIONAL

Hay que recordar que lo que se produce en un país en la agricultura, la in­dustria o los servicios es el Producto Nacional Bruto (PNB) que reporta un In­greso Nacional Bruto (YNB) que va a parar a los propietarios de los factores de producción: trabajo (en forma de sueldos y salarios • w), capital (intereses " i) y tierra (renta de la tierra " R). Ese ingreso se gasta (Gasto Nacional Bru­to o GNB) en consumo (C) o inversión (I). Todas esas magnitudes se pueden desglosar en sus componentes principales.

En el enfoque o método del producto se tendrá:

PNB - PNB + PNB j + PNB * * *^ * * ^-^ sector pnmano - ^^*^ seclor secundtno * * ^*^ sector terciario

En el enfoque del ingreso:

YNB - w + i + R + rentas mixtas

Y en el enfoque del gasto:

G N B - C + I

Recuérdese, además, que para pasar del PNB, YNB y GNB a Producto In­terior Bruto (PIB), Ingreso Interior Bruto (YIB) y Gasto Interior Bruto (GIB) hay que sumar a las magnitudes «nacionales», es decir, a lo que producen, in­gresan o gastan los nacionales de un país, residan donde residan, lo que se produce, ingresa o gasta en el interior del país por no nacionales y restar lo que se produce, ingresa o gasta fuera del país por nacionales. Tampoco hay que olvidar que a veces se habla de Renta Nacional cuando en realidad se tra­ta del PNB o del PIB, ya que la primera es el Producto Nacional Neto (PNN) al coste de los factores, es decir, el PNB a precios de mercado menos la amor­tización y los impuestos indirectos más las subvenciones. Asimismo, claro está, el cálculo de la renta per cápita o habitante obliga a conocer la población en el año de que se trate.

El método más sencillo para calcular el PNB es el del producto, que fue el primero que se empleó, aunque hoy en día en la contabilidad nacional de todo país avanzado se usan los tres enfoques a la vez para así contrastar los re­sultados finales y conocer los respectivos componentes de PNB, YNB y GNB.

En los cálculos retrospectivos del producto nacional (o del producto inte­rior), cualquiera de los enfoques presenta dificultades muy grandes. Al estimar,

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LOS CÁLCULOS DEL PRODUCTO NACIONAL EN LOS SIGLOS XIX Y XX

por ejemplo, el producto de los tres sectores, los servicios plantearán casi siempre enormes obstáculos, ya que por su misma naturaleza se consumen en el momento mismo de su producción y resulta imposible rastrear de un modo directo su cuantía.

En el método del ingreso, de suyo espinoso, las rentas mixtas no se sabe cómo calcularlas y constituyen así a menudo una partida residual a la que se imputa la diferencia entre las cantidades obtenidas en los otros enfoques y en el del ingreso. Por último, en el enfoque del gasto no es nada sencillo determi­nar el consumo ni la inversión totales.

Pero, sobre todo, en los cálculos retrospectivos del producto nacional se tropieza con una dificultad casi insuperable. Como queda dicho antes, el cálculo de un agregado económico obliga a hacer inevitablemente simplifica­ciones y ponderaciones que pueden ser válidas para un año determinado o para comparar años próximos, p>ero que no lo son en series largas, ya que con el paso del tiempo la estructura económica de un país se modifica y, con ella, los componentes del producto nacional. Los pasos señalados antes y consisten­tes en sopesar, agrupar y ponderar, cambian totalmente al considerar años ale­jados entre sí. Veamos cómo se reflejan esas dificultades en los cálculos que se han hecho a posteriori del producto nacional de España en los siglos xix y xx.

- LOS CÁLCULOS RETROSPECTIVOS '

A. Siglo XIX

<i) Curiosamente, fue un estadístico británico, Michael G. Mulhall, el úni­co que durante esa centuria se ocupó del asunto. Entre 1880 y 1899 publicó varias obras en Inglaterra * con datos de la renta nacional y otras magnitudes económicas de países europeos, datos que, semiolvidados, fueron rescatados por Gabriel Tortella' y revisados después por Prados *. No constituyen una ^rie, pues se refieren a años aislados y tampoco son por habitante. Así y todo, con las correcciones de Prados y habida cuenta del crecimiento de la pobla-

Lo que sigue es, en lo esencial, una ponencia que presenté al III Seminario de Historia ^"«ntitativa, celebrado en la Universidad de Alcalá de Henares los días 15 y 16 de diciembre de 1988. El que no se publicaran las ponencias y la aparición desde entonces de nuevos trabajos de 'storia cuantiutiva en los que me parece seguir advirtiendo cierta falta de rigor al construir y

""nejar series retrospectivas me han animado a publicar el presente artículo. ' Véase la referencia de esas obras en Prados de la Escosura (1982), p. 66, nota 74. ^ Tortella (1973), p. 195, cuadro V-12.

Prados de la Escosura (1982), pp. 66-67.

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FRANCISCO BUSTELO

ción se obtiene una tasa media anual acumulativa del incremento de la renta per cápita (tasa denominada en lo sucesivo t) de España de 0,63 por 100 para 1832-1901 9.

Los posibles márgenes de error en más o en menos son grandes, pues Mul-hall aplicó diversas fórmulas para obtener el valor de la producción de cada sector y Prados se ha limitado a elegir la que le parece más plausible.

b) Carreras ha conseguido cifras del Gasto Nacional Bruto (GNB) me­diante el cálculo de sus componentes, a saber, consumo privado, consumo pú­blico, inversión y exportaciones e importaciones '°. La estimación se refiere al período 1849 a 1958, y para la segunda mitad del siglo xix arroja una r » 0,5 por 100 '1.

En todo cálculo directo del GNB —como en el del PNB— la dificultad estriba en no dejarse ninguna partida cuando se buscan los valores totales. Es cierto que si lo que se persigue son índices, aunque sólo se compute, por ejemplo, la mitad del consumo o de la inversión, si esa mitad no varía en la proporción que representa respecto del total, podrá lograrse una serie indicia­ría que refleje fielmente la evolución del GNB. ¿Lo logra Carreras? El mismo reconoce «la baja representatividad de las seríes seleccionadas para evaluar el consumo total..., la ignorancia de los servicios tanto en el consumo como en las exportaciones netas...» y que la estimación en precios constantes de 1958 es «muy insatisfactoria por tratarse de una única ponderación para un período más que secular...» ' .

c) Historiadores económicos extranjeros han hecho también estimacio­nes de la renta nacional española en el siglo xix. De las cifras de Bairoch '^ hay que coincidir con Carreras, cuando dice que «las cifras de Bairoch y de Mulhall-Prados para 1830 y 1832, respectivamente, no constituyen más que simples hipótesis, carentes de todo fundamento salvo el que les otorga la expe-

' Cifra que se deduce de los datos que figuran en Prados de la Escosura (1982), p. 69, cua­dro 22.

•o A juzgar por las parcas explicaciones conceptuales que figuran en sus trabajos publicados, no está claro si lo que calcula Carreras es el GNB u otra cosa. Digo esto porque, para obtener el consumo y la inversión nacionales, al consumo y la inversión interiores hay que restarles el con­sumo (principalmente, los ingresos por turismo) y la inversión (entradas de capiul) de extranjeros en el país y sumar el consumo (salidas por turismo) y la inversión (salidas de capital) de naciona­les en el extranjero. No parece, pues, que GNB " GIB — M -I- X (siendo M y X las importacio­nes y exportaciones de mercancías), que es la fórmula que utiliza este autor. Véase Carreras (1990), p. 116. Tampoco es cierto que PNB " GNB, como se dice en Carteras (1989), p. 538, sino que PNB -t- M - GNB + X.

" Esta cifra se obtiene del cuadro que figura en Carreras (1983), pp. 40-42, y Carreras (1990), pp. 185-188.

'2 Carreras (1985), p. 37, y Carreras (1990), pp. 137-138. " Bairoch (1976).

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LOS CÁLCULOS DEL PRODUCTO NACIONAL EN LOS SIGLOS XIX Y XX

riencia y buen criterio de sus autores» ' , aspecto este último que no parece pueda sentar las bases de una historia cuantitativa rigurosa: Crafts estimó la renta de varios países, entre ellos España, basándose en el número de cartas enviadas y el carbón consumido por habitante, la tasa de mortalidad infantil y la proporción de personas en edad de trabajar ". Aunque estimaciones de esa índole pueden ayudar con las debidas precauciones a aproximarse al grado de desarrollo de un país y a su ritmo mayor o menor de crecimiento, huelga decir que no sirven para calcular la renta nacional.

B. Siglo XX

a) 1900-1935 (desglosado en dos períodos: 1900-1929 y 1929-1935). i) Antes de 1936 hubo hasta diez evaluaciones del producto nacional

para años concretos, de las que puede encontrarse relación y critica en Gómez Orbaneja '* y en Tamames ". No hubo, sin embargo, ningún cálculo de series temporales. Después de la Guerra Civil Castañeda hizo una estimación indicia­ba de la renta nacional 1901 a 1934, recurriendo a ciertos ingresos fiscales por considerar su evolución representativa de las variaciones de esa renta. Obtuvo 3SÍ de ésta unos índices (y no valores absolutos) que al dividir por el número de habitantes se convierten en un índice de la renta per cápita '*. Su cálculo "-excuso decir que muy poco preciso, ya que se basa en dos premisas incier­tas, a saber, una presión fiscal constante y una proporción fija de los impuestos ^ue considera respecto de la recaudación tributaria total— arroja una r " 2,2 para 1901-1929 y un crecimiento negativo (r- —1,3) para 1930-1934.

ii) El Consejo de Economía Nacional, órgano oficial establecido por el "•égimen fi-anquista, recibió en 1944 el encargo de estudiar el volumen y distri­bución (esto segundo no lo hizo nunca) de la renta nacional, lo que hizo en tres etapas •'. La primera corresponde al período 1906 a 1935, para el que el ^EN calculó la renta nacional con un muy rudimentario enfoque del produc­to en el que sólo tuvo en cuenta la agricultura (con una ponderación del 60 Por 100 hasta 1929 y del 50 por 100 a partir de entonces) y la industria (con ponderaciones del 40 y 50 por 100, respectivamente), sin incluir los servicios.

' Carreras (1989), p. 539. " Crafts (1983). " Gómez Orbaneja (1983). " Tamames (1991), pp. 572-577. " Casuñeda (1945). " Consejo de Economía Nacional (1945 a 1965).

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FRANCISCO BUSTELO

Para corregir ese índice tan tosco, el CEN tuvo la ingeniosa idea —pero de va­lor cientifíco más que dudoso— de recurrir al índice de nupcialidad (matrimo­nios por 1.000 habitantes), por considerar que el mayor o menor número de ca­samientos dependía entonces mucho de la evolución de la renta. Promedió ambos índices y obtuvo así un tercero que estimó representativo y que convir­tió en pesetas corrientes aplicando una simple regla de tres al valor de la renta nacional en 1923-24 estimada por Vandellós (véase infra el muy escaso valor de tal estimación). Deflactada tal serie por el índice de precios al por mayor (IPM) que se conocía desde 1906 (por eso la serie del CEN comienza en ese año) se obtuvo la serie en pesetas constantes que, dividida por la población, ofrecía la evolución de la renta per cápita. Para 1906-1929 resulta r - 1,2 y para 1929-1935, r » O (estancamiento). El que se tratase de un organismo estatal ha hecho que a veces se consideren «oficiales» esos índices, cuando si lo fueron antaño hoy no son tales ni su fiabilidad resiste la menor crítica.

iii) Julio Alcaide corrigió los cálculos del CEN para 1901-1953, a fin de enlazarlos con los de la Contabilidad Nacional de España (CNE) desde 1954 ^. Para ello, en 1901-1935 añadió los servicios basándose en las cifras de empleo sectorial de los censos de población y ponderando la agricultura con un 40 por 100, la industria con un 25 por 100 y los servicios con un 35 por 100. Para deflactar y llegar a pesetas constantes, corrigió también los índices de precios usados por el CEN. Para 1901-1935 aumentó en 9,1 el IPM, para 1940-1953 promedió el IPM con el índice del coste de la vida (ICV) y para 1954-1972 utilizó el índice de precios implícito del GNB de la CNE. La rque se obtiene de sus cifras asciende a 1,6 para 1901-1929 y a O (estancamiento) para 1929-1935. Las críticas son fáciles de hacen las cifras de empleo sectorial de los Censos de población son poco fiables y no se corresponden casi nunca con el porcentaje de producto de cada sector. El índice de precios ai por ma­yor es deficiente, pero corregirlo al alza en un 9,1 por 100 sin explicar por qué es muy poco riguroso. Sobre todo, mantener una estructura sectorial inva­riable para todo el período estudiado resulta inaceptable. No deja de sorpren­der, por tanto, que Carreras diga de esa estimación «que ha convencido rápi­damente dentro de España pero que todavía no se suele usar fuera de ella» 2' (afortunadamente, añadiría yo). Lo curioso es que Alcaide, como buen estadís­tico, se percata de lo deficiente que resulta su cálculo, del que afirma que la «tosquedad del método seguido resulta evidente» ^ .

M Alcaide (1976). 2' Carreras (1989), p. 540. " Alcaide (1976), p. 1129.

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LOS CÁLCULOS DEL PRODUCTO NACIONAL EN LOS SIGLOS XIX Y XX

iv) Carreras, como se vio supra (apartado A.b), ha estudiado la evolución del GNB también en el siglo xx (hasta 1958). Para 1901-1929 obtiene un in­cremento anual medio de 1,7 por 100, del que si se resta el aumento anual me­dio de la población, que fue de 0,8 por 100, se llega a r - 0,9. En 1929-1935 hubo un retroceso del 0,2 por 100 anual, que al sumar el aumento de pobla­ción arroja una r • —1,3. Sobre su fiabilidad y las dudas conceptuales que sus­cita vale lo dicho para el siglo xix.

v) Naredo (véase el apartado b.v infra) ha hecho una estimación de la renta nacional para 1920-1951 de la que se desprende una r " —1 para 1929-1935.

h) 1935-1961 (desglosado en tres períodos: 1935-1945, 1945-1958 y 1958-1961).

i) El CEN, con el método del producto y sin los servicios, siguió calculan­do la renta nacional para 1940-1964, aunque prescindió del índice de nupciali­dad por considerar que en la posguerra ya no servía. Desde 1957, además, hizo Un cálculo directo de las ramas y sectores más importantes. Para 1935-1945 (con la interrupción de los tres años de guerra, 1936-1939) resulta r =• —5,2; para 1945-1958, 5,5, y para 1958-1961, 1,4. (Se distingue este último trienio por co­rresponder al Plan de Estabilización de 1958/59 que frenó de momento a la economía.) La fiabilidad sigue siendo baja por el método empleado.

ii) Carreras encuentra un claro retroceso entre 1935 y 1945 (r - —4,5) y Un crecimiento o recuperación en 1945-1958 (r= 3,2).

iii) La Comisaría del Plan de Desarrollo hizo en 1972 una corrección de 'a estimación del CEN, variando el año de referencia de 1923 a 1954 y aña­diendo un indicador poco preciso de los servicios, obteniendo así una serie de 1942 a 1954 con r - -1 ,8 para 1942-1945 y r - 5,5 para 1945-1958 ».

iv) Schwartz —además de hacer una meritoria recopilación de trabajos anteriores— efectuó una nueva estimación empleando también el enfoque del producto 2''. Dividida la economía en ramas coincidentes con las que figuraban ^n la Contabilidad Nacional para 1954 a 1964, estimó el valor añadido de ca­da una en pesetas corrientes y constantes (deflactando con diversos índices de precios), valores que sumados daban el PIB. Para obtener el valor añadido bruto antes de 1954 buscó por diversos procedimientos rectas o curvas de re­gresión que ajustándose a lo que ocurría en cada rama para 1954-1964 mostra-••«n también lo que sucedía en esa rama en 1940-1953, en la hipótesis nada

" Schwam (1977), pp. 467-471. * Schwartz (1977), pp. 471-507.

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FRANCISCO BUSTELO

realista de que no se habían producido cambios estructurales. Obtuvo una serie de 1940 a 1960, con r " O para 1940-1945, r - 3,9 para 1945-1958 y r - 2 , 7 para 1958-1960.

v) Naredo, basándose en la elasticidad demanda renta de las importacio­nes de mercancías y en la productividad sectorial, ha hecho una crítica funda­da a las estimaciones del Consejo de Economía Nacional, estimaciones que él llama oficiales y considera muy infi-avaloradas para el decenio de 1940-1950, infravaloración que también encuentra en los demás cálculos de la renta nacio­nal de ese decenio ^'.

Su trabajo confirma dos cosas: a) que los cálculos hechos hasta hoy sobre la renta nacional anterior a 1950 (en realidad, hasta 1961) son muy defectuo­sos, y b) que la economía española de la posguerra quedará subestimada en cualesquiera cómputos que hagamos con datos de la época, por la existencia durante toda esa década de un mercado negro o economía sumergida que ab­sorbía parte importante de la producción nacional.

Ahora bien, el cálculo de Naredo tampoco es muy riguroso, aunque el propio autor reconoce que pretende sólo calcular una serie más coherente que otras «hasta que se acometan estimaciones más ajustadas a la realidad del pe­ríodo revisado» *. Considera sin mayores aclaraciones que la estimación re­trospectiva de la renta nacional hecha para la Contabilidad Nacional para 1954, desde la que él hace una cuenta atrás, es correcta. Opina que el descen­so del PIB durante la Guerra Civil fue del 10 por 100 basándose sólo en lo que ocurrió en Italia y el Reino Unido en la Segunda Guerra Mundial. Toma el per­fil anual del cáculo de Schwartz, lo que es discutible por las críticas que hace el propio Naredo a ese cálculo. Parte, por último, de una elasticidad demanda-renta de las importaciones igual a 3, lo que no deja de ser una conjetura razo­nable, y obtiene una serie del PIB entre 1920 y 1951. Tal serie es muy posible que se acerque más a la realidad que otras 2', ¿pero cuánto?

Las r que se obtienen del cuadro de la página 150 del artículo citado, des­pués de restar la tasa media del incremento de la población, son 2 para 1935-45 muy superior por las razones que alega este autor a las demás estimaciones, y 5 para 1945-1951, donde acaba su serie Naredo.

" Naredo (1991). » Ibid.. p. 151. " En 1940-19$0, pese a la política económica disparatada del primer franquismo, la renta

per cápita tuvo que crecer (aunque el 3 por 100 anual medio que se desprende de la serie de Na­redo parece muy alto) porque si no, entre otras cosas, la tasa bruta de mortalidad no habría baja­do desde un 13 por 1.000 en 1942 (1940 y 1941 fueron todavía años de sobremortalidad deriva­da de la guerra) a un 11 por 1.000 en 1950 (Instituto Nacional de Estadística [1992], p. 95.).

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LOS CÁLCULOS DEL PRODUCTO NACIONAL EN LOS SIGLOS XIX Y XX

Periodo

I 1832-1901 1849-1900

n 1901-1929 1901-1929 1901-1929

1906-1929

Ul 1929-1935 1929-1935 1929-1935 1929-1935

19291934

^ 1935-1945 1935-1945 1935-1945 1935-1945

1942-1945

1940-1945

V 1945-1958 1945-1958 19451958 1945-1958

1945-1954 1945-1951

1954-1958

^ 1958-1961 1958-1961 1958-1961 1958-1960

^¡x^ estadística 1961-1974 1961-1972 1974-1986 1986-1992

CUADRO-RESUMEN

Autor

Mulhall-Prados Carreras

Castañeda Alcaide Carreras

CEN

CEN Alcaide Carreras Naredo

Castañeda

CEN Alcaide Carreras Naredo

Comisaría Plan

Schwartz

CEN Alcaide Schwartz Carreras

Comisaría Plan Naredo

CNE

CEN Alcaide CNE Schwartz

CNE Alcaide CNE CNE

r(a)

0,6 0,5

2.3 1.6 0,9

1,2

0 0

-1 ,3 - 1

-1 .3

-5 .2 -2 ,9 -4 ,5

2

-1 ,8

0

5,5 4 3,9 3.2

5,5 5

4,75

1,4 2,5 0 2,7

5,5 5,6 1 3.8

Gama de valora

0,5 a 0.6

0,9 a 2,3

-1 .3 a 0

2 a - 5 . 2

3.2 a 5.5

0a2,7

**' Tasa anual media de crecimiento (o disminución) de la renu per cápita.

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FRANCISCO BUSTELO

c) Desde 1960. En 1957 se empezó a hacer la Contabilidad Nacional de España (CNE)

por el Ministerio de Hacienda con la colaboración inicial de profesores de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Complutense. Como es sabido, en la CNE, juntamente con otro cálculos (Sector Público, Formación Bruta de Capital, Operaciones con el Extranjero, etc.) se hace un cómputo por partida triple (Producto, Ingreso, Gasto) de la Renta Nacional. La CNE inicial se retrotrajo a 1954, con el sistema OCDE (entonces OECE), encontrándose r = 4,75 para 1954-1958 y r - O para 1958-1961. En 1965, la CNE pasó a ser competencia del Instituto Nacional de Estadística (INE), que desde 1972 apli­có el sistema Naciones Unidas-CEE, que se mejoró en 1980. En 1985 se aplicó el Sistema Europeo de Cuentas (SEC). Para 1961-1974 resulu r « 5 por 100; para 1974-1986, r - 1, y para 1986-1992, r - 3,8. (Las publicaciones del Minis­terio de Hacienda y del INE llevan todas el título: la Contabilidad Nacional de España, diversos años, y no las incluyo en la bibliografía ñnal de este trabajo por corresponder ya a la época estadística, con unos cálculos que, en contra­posición con la época preestadística anterior, sin ser exactos y sobre los que pueden verse las críticas de Naredo *, tienen una fíabilidad muy superior a los anteriores.)

Con todas las estimaciones anteriores puede hacerse un cuadro a modo de resumen donde se advierte que la escasa fíabilidad de los cálculos conduce, como no podía por menos, a una gama de valores tan amplia que imposibilita, creo yo, establecer series temporales cifradas de la renta nacional hasta 1960. Lo que sí cabe hacer, claro está, es indicar tendencias, límites máximos y míni­mos del crecimiento, pero no más, al menos por ahora.

4. UN EJEMPLO DE CUANTIFICACION DISCUTIBLE: LOS ÍNDICES DE PRADOS DE LA ESCOSURA

A. Introducción

En 1988 publicó un importante libro Prados de la Escosura que presenta para la España del siglo xix y primera parte del siglo XX unos índices del pro­ducto interior y de los productos sectoriales de la agricultura, la industria y los servicios ^'.

"> Críticas en general a cómo se calcula la renu nacional figuran en Naredo (1987), cap. 24, y críticas concretas a los cálculos de la Conubilidad Nacional de España, en Naredo (1991), p. 152.

» Prados de la Escosura (1988).

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LOS CÁLCULOS DEL PRODUCTO NACIONAL EN LOS SIGLOS XIX Y XX

Por tratarse de una obra sugerente y polémica y por la difusión que ha te­nido 'O, merece la pena someter esos índices a un detenido análisis crítico, comparando además sus resultados con los expuestos anteriormente.

El empeño de Prados es muy ambicioso, y de haberse culminado con éxi­to, cabría decir que la historia económica de la España contemporánea habría dado un paso de gigante, ya que no sólo se tendría una imagen cabal de cómo evolucionó la principal magnitud económica para una época hasta ahora con muchas lagunas e interrogantes, sino que por el propio método seguido en la elaboración de las series se conocerían índices completos de producción de una treintena de subsectores de toda la economía española desde 1800.

Sin embargo, la realidad es muy otra, como no podía por menos. Sin me­noscabo de reconocer al autor grandes conocimientos económicos, lecturas niuy completas, audacia, imaginación y logros parciales encomiables, hay que decir que la ñabilidad científica del intento en su conjunto es escasa, tal como se intenta demostrar a continuación.

Ya se dijo antes por qué el enfoque del producto en el cálculo de una se-"e histórica del PIB plantea difíciles problemas, ya que en primer lugar habrá ^ue rastrear de los tres grandes sectores de la economía —agricultura, indus­tria y servicios— aquellos subsectores para los que se puede calcular la pro­ducción. Deberá luego sopesarse la proporción que representan esos subsecto­res respecto de la producción total —puesto que no se puede recoger toda ella— y demostrar, sobre todo, que no varía a lo largo de la época estudiada, condición ésta indispensable para calcular unos índices representativos de esa producción total.

Luego habrá que homogeneizar y agrupar la producción física o monetaria de esos subsectores con el fin de indiciarla, calibrando en todo momento su fiabilidad. Por último, antes de sumar y deflactar, tendrá que ponderarse —verdadera cuadratura del círculo— el peso respectivo de cada uno de esos subsectores y sectores en el conjunto de la economía. Cuando se abarcan pe­ríodos largos es fácil suponer los escollos de que estará erizada toda esa tarea. ¿Cómo se sortean en la obra que comentamos? De los subsectores selecciona­dos para representar a cada uno de los grandes sectores hablaremos por sepa­rado. Veamos antes las fuentes y las ponderaciones.

** El libro se presentó en la Biblioteca Nacional, entre otros, por Fuentes Quintana, cuyas Pwabras en aquel acto se publicaron como artículo en el diario El País de 6 de junio de 1988, ^°n el título «Los escenarios del atraso económico de España». Al no estar muy de acuerdo con •** conclusiones a las que para el pasado y el presente de nuestro país llegaba Fuentes, contesté con otro artículo («Historia, Economía. Política») publicado en el mismo periódico el 19 de julio de 1988.

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B. Fuentes empleadas

De la obra se desprende que su autor, con la excepción del comercio exte­rior, no ha buscado nunca fuentes primarías. Ha trabajado, por tanto, con in­formación secundaría, publicada o reunida por otros autores. Tal cosa, sor­prendente a prímera vista, se explica sin embargo por la naturaleza misma del empeño. Un investigador, por sí solo, no podría durante toda su vida buscar datos primarios para más de un siglo de los 30 o más subsectores que como mínimo requiere calcular la producción nacional durante ese período. Más sorprendente resulta que esas fuentes secundarías se sometan pocas veces a crítica. Un ejemplo más llamativo es el uso reiterado del Censo de Frutos y Ma­nufacturas de 1799 para estimar la producción de 1800. Es cierto que la con­tundente descalificación que hizo Fontana de ese Censo ha sido luego matiza­da por otros autores, pero Prados, salvo citar a éstos, nada dice de los argumentos de unos y otros ".

También es verdad que Prados de la Escosura tiene un conocimiento casi exhaustivo de lo que se ha publicado sobre la historía económica del período que estudia, al igual que conoce los intentos que se han hecho en otros países, sobre todo Inglaterra, para buscar índices representativos de la actividad eco­nómica. Pero el uso de fuentes publicadas sólo tiene, claro está, la solvencia científica que tengan las propias fuentes. Una elaboración de los datos para cuantificarlos no aumenta en nada su fíabílidad inicial, y así los índices que se obtengan valdrán lo que valga la información utilizada. No deja de ser una pa­radoja del libro de Prados que la historia económica más rigurosa que quiere hacer este autor —y que ha de ser en buena parte cuantitativa— acabe co­piando a autores y trabajos del pasado... muy poco rígurosos.

C. Ponderación de los sectores

Sobre este particular nuestro autor dice: «El paso siguiente consiste en ponderar los índices cuánticos de producto correspondientes a los sectores agrario, industrial y de servicios para obtener un índice para el producto inte­rior bruto. Las proporciones empleadas se derívan de los valores añadidos que calculó Vandellós para cada sector en 1913: 37,73 por 100 para la agricultura, 21,59 por 100 para la industría y 40,68 por 100 para los servicios» ^ .

J' Prados (1988), p. 120. » IbüL, p. 44.

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LOS CÁLCULOS DEL PRODUCTO NACIONAL EN LOS SIGLOS X K Y XX

Josep A. Vandellós publicó en 1925 el artículo a que se refiere Prados, y sus cálculos, como es lógico y como se advierte de la simple lectura de su tra­bajo, brillan por su escaso rigor y fiabilidad *'. Por ello, y como por otra parte Prados no es muy explícito en este punto ni sigue una secuencia lógica en la confección del índice del PIB, hay que pregunurse si efectivamente son esos los coeficientes de ponderación aplicados a los tres grandes sectores de la eco­nomía en todo el período.

De ser afirmativa la respuesta, habría que manifestar la perplejidad que suscita el que: 1) se recurra a datos no reelaborados de hace 60 años para re­solver el problema principal de todo índice del producto nacional; 2) no se so­metan esos datos a crítica; 3) se apliquen sin variación a un largo período de casi siglo y medio.

Respecto de esto último, cabe añadir que la principal conclusión a que lle­ga Prados en su libro es que en la España contemporánea hubo progreso eco­nómico, ya que el atraso respecto de otros países de Europa no supuso fracaso ni estancamiento. ¿Cómo se compadecería tal cosa con mantener constante la estructura económica del país?

D. índice de los servicios

Ese índice es el que se calcula en primer lugar ' . Aquí reconoce el autor las dificultades tan grandes que incluso hoy en día suscita la cuantificación del sector terciario, pero las zanja recurriendo fundamentalmente, una vez más, a Vandellós. En administración pública acude a datos de Gimín, autoridad en la materia, y en banca, a información allegada por Tortella y que cabe considerar solvente, aunque no esté publicada. Para los otros cinco subsectores (no se ex­plica por qué se usan siete subsectores y no más o menos, cuando por ejemplo la Contabilidad Nacional actual emplea 18) recurre, como queda dicho, a Van­dellós, al igual que para la ponderación de cada uno de los siete subsectores. Para quienes no hayan leído el trabajo de Vandellós, hay que insistir que sus cálculos son las más de las veces estimaciones a ojo de buen cubero y poco tienen que ver con un mínimo de rigor científico. La crítica que cabe hacer aquí es, por tanto, la misma que en el apartado anterior. Téngase en cuenta, además, que los servicios suponen en el índice global del PIB de Prados el 40 por 100.

" Véanse las críticas de Gómez Orbaneja (Schwartz (1977), pp. 202-207) y Tamames (1991), P- 373.

" Prados (1988), pp. 40-44.

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E. índice de la agricultura

Prados dedica a este sector el tercer capítulo de su obra, que constituye la parte central del libro y de donde se derivan sus conclusiones más importan­tes, hasta el extremo de que cabe preguntarse si la idea original no era redac­tar un trabajo sobre este sector, completándose después con un estudio del sector industrial y otro, sucinto y apresurado, del sector de los servicios.

En primer lugar, nuestro autor hace una interesante aplicación de la teoría económica, al estimar que la demanda de productos agrarios es función de: a) la renta per cápita multiplicada por la elasticidad demanda-renta; b) los pre­cios agrarios multiplicados por la elasticidad demanda-precio, y c) la población. La tasa de variación anual de la demanda agraria será la suma de las tasas de variación de a), b)y c).

Su aplicación al cálculo del producto agrario entraña tres dificultades. La primera es que hay que recurrir a la renta per cápita, esto es, hay que conside­rar resuelto el problema que se quiere resolver. La segunda estriba en el cálcu­lo de las elasticidades, que diñ'cilmente pueden considerarse constantes para períodos largos. (El consumo de trigo, principal alimento, cambia mucho con el nivel de la renta per cápita, y su elasticidad demanda-renta varía desde can­tidades superiores a la unidad para ingresos bajos hasta cifras negativas para ingresos altos.) ¿Puede, por tanto, como hace Prados, tomarse una elasticidad constante de 0,7 para todo el período desde 1800 a 1910? La tercera es que los datos de población para la primera mitad del siglo xix están abiertos a dis­cusión, ya que la cifra de 11 millones de habitantes para 1800 que utiliza Pra­dos siguiendo a Pérez Moreda es una estimación que tal vez convendría ele­var, como he señalado yo mismo en algunos trabajos.

Prados completa lo anterior recurriendo a estimaciones coetáneas de la producción agraria. Toma siete productos —los cinco principales cereales, el vino y el aceite— a principios del siglo xix, según el Censo de Frutos y Manu­facturas, y a finales de esa misma centuria con los datos del Grupo de Estu­dios de Historia Rural (GEHR) y va calculando la parte de esos siete produc­tos en la producción total agrícola. Con los precios que se conocen para determinados años —¿con qué fíabilidad?— calcula una serie representativa de la producción agraria, aplicando diversos índices de precios (Laspeyres, Paasche, Fisher y Divisia).

Añade la ganadería, ponderando su participación con estimaciones del GEHR para finales de siglo. Por último, el autor considera que es una prueba de fíabilidad el que sus cálculos obtenidos mediante el método de la demanda y las estimaciones directas arrojen resultados parecidos.

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LOS CÁLCULOS DEL PRODUCTO NACIONAL EN LOS SIGLOS XIX Y XX

Es ésta, probablemente, la parte más sólida de la obra y, desde luego, la más trabajada. Con todo, llaman la atención algunas conclusiones, en particu­lar un crecimiento muy grande de la producción agrícola a fínales de siglo, que se contradice con los resultados del GEHR, aunque es posible que tenga ra­zón Prados al elegir deflactores más adecuados; sorprende que la cabana gana­dera fuese, en cambio, igual en 1900 que en 1800, ya que parece difícilmente aceptable una disminución en el consumo de las proteínas de origen animal de los españoles ^'.

F. índice de la industria

Prados calcula un índice de producción de 19 subsectores industriales desde 1800 a 1910, estimando esa producción en cuatro momentos concretos del período, en tomo a los años de 1800, 1830, 1860, 1890 y 1910. Para calcu­lar las ponderaciones recurre a menudo a las materias primas usadas por cada subsector —nacionales o importadas— y el peso específico de la industria o subsector correspondiente se aquilata en algunos casos con la proporción del valor añadido correspondiente respecto del valor final industrial total o más frecuentemente con un «sucedáneo del valor añadido» que son las cuotas de la Contribución Industrial y de Comercio (impuesto establecido en la reforma fiscal de 1845) recogidas por Nadal.

No es posible hacer en este documento de trabajo un análisis detallado de cada uno de los cálculos. Además, como aquí también el autor usa datos publi­cados de muchos autores, serán éstos quienes podrían hacer en cada caso una valoración de los cálculos subsectoriales **.

Con todo, la fiabilidad de este índice industrial plantea algunas interrogan­tes: 1) no se analiza hasta qué punto está representada la industria desde 1800

" La esperanza de vida al nacer pasó probablemente de unos 27 años en 1800 a unos 35 en 1900, con una mejora, por tanto, del 30 por 100. Como la disminución de la mortalidad parece explicarse sobre todo en niveles bajos de desarrollo por una mejor alimenución, esto corrobora-"a hasu cierto punto las conclusiones de Prados sobre el incremento de la producción agrícola en el siglo xix (como la población creció entre el 60 y el 70 por 100 en esa centuria, si multipli­camos tal incremento por el de la esperanza de vida obtendremos que las disponibilidades ali-"lentarias de España se habrían multiplicado en 1900 aproximadamente por 2,15 (1,65 X 1,3 -2.145) respecto de 1800, frente al 2,4 que encuentra Prados), pero no confirmaría, en cambio, el estancamiento ganadero.

" Prados recurre a datos del Cawstro de Ensenada (1749), Censo de Frutos y Manufacturas (1799), Fermín Caballero y Junta General de Estadística (1857), Desdevises du Dézert (1897-1904) y Caamaño (1922). De autores actuales acude a Bilbao, Carreras, Ezquerra del Bayo, Fer­nández de Pinedo, Martín Aceña, Martín Rodríguez, Nadal y Zambrana.

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FRANCrSCO BUSTELO

a 1910 por los subsectores seleccionados; 2) las fuentes son siempre secunda­rias y no se hace de ellas casi nunca un análisis critico; 3) el punto de partida (año 1800) se basa en el Censo de Frutos y Manufacturas, sin que ello se razo­ne, tal como ya se dijo antes; 4) para 1830 no hay información casi nunca, sin que aclare Prados cómo cubre ese hueco; 5) el uso de materias primas lleva consigo el problema de los coeficientes técnicos de conversión en producto (nuestro autor reconoce la dificultad del problema pero sólo concluye que al usar ese método se infravalora la producción, de tal modo que el índice asi calculado es un límite inferior); 6) no se aquilata la validez de las fuentes fisca­les en una España hacendísticamente subdesarrollada.

G. Comparaciones y crítica final

Si comparamos las tasas de crecimiento del producto interior que obtiene Prados en su obra (cuadro 1-3, p. 45) con los valores derivados de otras esti­maciones y que se recogían supra, se advierte que las cifras de este autor para la segunda mitad del siglo xix no encajan con las segundas. En efecto. Prados obtiene para 1860-1910 una tasa anual de incremento del PIB de 1,16, frente al 0,5 ó 0,6 obtenido con las segundas. En cuanto al primer tercio del siglo xx, la estimación de Prados, en tomo a 1,5, se ajusuría al valor medio que figura­ba en ese cuadro-resumen. (Hay que tener en cuenta, además, que Prados sólo calcula los índices agrario e industrial hasta 1910, recurriendo a GEHR y Ga­llego para la agricultura de 1910 a 1930 y a Carreras para la industria de ese mismo período.)

La novedad, por lo tanto, de las conclusiones de Prados estriba en encon­trar un crecimiento mayor del admitido hasta ahora en la segunda parte del si­glo pasado, tanto para la agricultura como para la industria, tanto más cuanto que de 1800 a 1860 la tasa sería muy baja (0,14). Todo ello suscita muchas cuestiones y alguna aparente contradicción, como sería la del crecimiento de la población, mayor según muchos autores en la primera mitad de siglo que en la segunda, aunque esto último pudiera deberse simplemente a una infravalo-ración del número de habitantes hacia 1800.

Con todo, lo que me gustaría destacar es la posible falta de rigor de unos métodos cuantitativos que en principio estarían destinados a acabar con im­precisiones y subjetivismos.

Por meritoria y sugerente que sea la obra de Prados, e incluso reconocien­do que para algunos años o tramos del largo período estudiado la información allegada por este autor y su tratamiento sean convincentes, la valoración final

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LOS CÁLCULOS DEL PRODUCTO NACIONAL EN LOS SIGLOS XIX Y XX

de sus índices sólo puede ser la de que tienen una ñabilidad muy escasa. Unos índices, por definición, están interrelacionados entre sí, y basta que los cálculos para algunos años —la mayoría en este caso— sean endebles para que todo el índice se tambalee. El empeñarse, sobre todo, en querer englobar el siglo xix entero, donde lo que se sabe sobre la historia económica de su primera mitad es bien poco, ¿no conducirá a privar de cualquier valor a los índices obteni­dos? Quien abarca mucho poco aprieta, y pretender sin más resolver cuestio­nes varías bien difíciles no parece muy prudente. ¿Por qué remontarse hasta 1800 y calcular un índice imposible de servicios y por qué llegar a unos cua­dros en que se precisan hasta las décimas de los índices y las centésimas de las tasas de crecimiento? ¿No hubiese sido más valioso y útil haberse limitado a estudiar sólo la segunda mitad del siglo xix y únicamente para la agricultura y la industria, estimando índices de producción probables con límites inferiores y superiores? Una vez discutidos y criticados, tales índices, depurados, permiti­rían dar un nuevo paso, y fomentarían el estudio, que sería por fuerza largo y difícil, del sector de los servicios. Logrado esto, sería el momento de remontar­se hasta principios de siglo. ¿Por qué hacerlo todo de una vez? ¿Es eso posible hoy en día? ¿Cómo puede creer el autor que el materíal estadístico usado, *fruto, la mayor parte de las veces, de una investigación original», lo permite? No hay más remedio que preguntarse, en suma, si este Hbro no habrá hecho un flaco servicio a la historia cuantitativa.

Y ya fuera del marco cuantitativo, por el interés de las cuestiones de fondo y de método suscitadas, no me resisto a decir unas palabras finales. La línea ar-8uinental de Prados adolece, creo yo, de varios defectos, como el de citar a un par de autores y generalizar sus conclusiones para intentar rebatirlas, asignán­dose un papel de gran revisionista, no muy justificado. Por ejemplo, para con­siderar que la agricultura fue un freno al desarrollo no hace falta creer que la producción agraria per cápita disminuyó en el siglo xix, cosa que ningún histo­riador defiende. Basta con reputar, guiándose por la información disponible y casi por el simple sentido común, que no creció lo suficiente.

Por lo demás, en esa y otras esferas, busca Prados causalidades lineales ha­ce tiempo olvidadas en las ciencias tanto físicas como sociales. ¿Por qué bus­car explicaciones endógenas o exógenas al subdesarroUo, causas agrícolas o in­dustriales al atraso, juicios globales positivos o negativos sobre los capitales extranjeros en la minería, etc.? La teoría del desarrollo considera cada vez más lúe son muchos y complejos los factores interrelacionados —y no sólo econó­micos— que propician o frenan el progreso.

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FRANCISCO BUSTELO

5. CONCLUSIONES

Después de que se celebrara el Seminario de Historia Cuantitativa en 1988 donde presenté la ponencia que en parte figura en páginas anteriores, se han publicado dos trabajos de historia cuantitativa tan interesantes como cues­tionables en algunos aspectos, al adolecer, me parece, de falta de espíritu críti­co en la construcción, uso y presentación de seríes temporales de agregados económicos —en particular del producto nacional— para el siglo xix y prime­ra mitad del siglo xx.

El primer trabajo es un imponente libro de estadísticas históricas, coordi­nado por Carreras, donde 14 historiadores económicos presentan series largas sobre las principales actividades económicas agregadas desde principios del si­glo XIX hasta los primeros años ochenta del siglo xx ^ .

El capítulo, redactado por el propio Carreras, sobre renta y riqueza —aparte de algunas consideraciones discutibles sobre esta última, en las que no voy a entrar ahora— reviste mucho interés, al exponer los cálculos de di­versos autores para los siglos xix y xx y presentar seríes continuas de la renta nacional para 1901-1983 en pesetas corrientes y constantes.

En ese capítulo —al igual que en otros de esa recopilación, concretamente los de población, industria, comercio exterior y precios— falta, sin embargo, algo fundamental, a saber, explicaciones detalladas de la mayor o menor habi­lidad de los agregados estimados. Al no hacerse tal cosa, el lector puede creer que está contemplando series continuas y uniformes, cuando no es así, ya que los cálculos son muy diferentes en contenido, métodos y fiabilidad, con lo que en definitiva se están comparando cosas distintas, con el riesgo evidente de vi­ciar los análisis basados en tales series.

Ello ocurre también, a mi juicio, en algunos de los trabajos que forman parte de otro libro reciente, donde se compara la historía económica contem­poránea de España e Italia, y a veces también la de Portugal, labor toda ella de extraordinario interés *.

Sin embargo, cabe hacer algunas críticas. Tortella, en el capítulo 2 de esa obra, en su trabajo, por lo demás sugerente y bien razonado, sobre la evolu­ción económica de España, Italia y Portugal en el siglo xix, usa un índice de la renta española por habitante entre 1800 y 1980 basándose en Prados y Carre­ras, sin decir nada sobre su fiabilidad ^'. También presenta la renta per cápita de España y otros cinco países europeos en porcentaje de la renta combinada

" Carreras (1989). " Prados de la Escosura y Zamagni (1992). » Ibid., pp. 57-58,

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LOS CÁLCULOS DEL PRODUCTO NACIONAL EN LOS SIGLOS XIX Y XX

de Gran Bretaña y Francia en dólares de 1970 ajustados a la paridad del po­der adquisitivo (PPA) *". Como tal paridad se calcula aplicando para cada año factores de conversión especiales encaminados a igualar el poder adquisitivo de las monedas de los respectivos países •", parece claro que como esos facto­res varían con el tiempo, no se puede partir de un año determinado cuya renta nacional en dólares ajustados con la PPA se conozca para hacer una cuenta atrás con los índices sin ajustar y obtener así una supuesu serie de 180 años nada menos (1800 a 1980) ajustada al poder adquisitivo.

Si bien es lógico que la renta per cápita española perdiese bastantes pun­tos durante el siglo xix respecto de las de Gran Bretaña y Francia, por el he­cho de quedarse la economía de nuestro país a la zaga durante esa centuria, no me parece, en cambio, que se pueda cuantificar tal cosa y decir que en 1800 dicha renta, ajustada a la PPA, era el 94 por 100 de la franco-británica y en 1900 el 54 por 100. ¿Qué márgenes de error puede haber en tal cuantifica-ción? ¿El 10, el 20, el 30 por 100?

Carreras, en ese mismo libro, hace una nueva estimación del índice de producción industrial española (IPIES) más amplio que los anteriores, pero al ^ue se le pueden oponer básicamente, creo yo, las mismas reservas. Este autor reconoce que «para antes de 1958... las estimaciones son de calidad decrecien­te» "'2. ¿Cuanto decrece la calidad? Porque a poco que vaya disminuyendo con los años, en 1832, cuando empieza la serie del IPIES, sería nula.

Prados de la Escosura (1992) parece reconocer en su aportación al libro ci­tado que no hay series macroeconómicas fiables, «[se] dista mucho de dispo-tierse de cuentas nacionales históricas homologables a las de la mayoría de los países de Europa occidental», para decir, sin embargo, acto seguido que «la ac­tividad cuantificadora de economistas e historiadores...[está] centrada en la ela-''oración de índices... que permiten conocer las tasas de crecimiento» ^.

Acabaré con una aclaración obligada. No he querido en modo alguno me­nospreciar a los historiadores económicos citados, todos ellos de talla y que tanto han contribuido a presentar una «nueva cara de la historia económica de t-spaña» que ya elogié en alguna ocasión en esta misma revista.

Hago mías, por ello, una vez más las palabras de Fontana, cuando en el prólogo ya citado dice: «No es mi intención, sin embargo, criticar tales inten­sos, nacidos de una explicable impaciencia, sino señalar que deben servirnos para tomar conciencia de la necesidad de ayudar a mejorarlos, constituyendo

* ¡l>ül., Bp. 59-60. *' Banco Mundial (1992), p. 246. " Carreras (1992), p. 175. " Prados de la Escosura (1992), p. 32.

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FRANCISCO BUSTELO

unos cimientos más sólidos, para que las nuevas generaciones de investigado­

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NOTAS

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LA HISTORIA ECONÓMICA DE LA EMPRESA COMO DISCIPLINA INDEPENDIENTE: UNA PERSPECTIVA HISTÓRICA

PEDRO FRAILE Universidad Carlos III de Madrid

La naturaleza metodológica de la Historia Económica como economía aplicada raramente se manifiesta tan evidente como en el campo de la Historia Económica de la empresa. Lo que para la Historia Económica general es un signo de identidad adquirido a lo largo de muchos años, para la Historia Eco­nómica de la empresa fue la razón misma de su aparición como disciplina in­dependiente. Hace ya 65 años, la necesidad de ofrecer un campo de «experi-•nentación» para las técnicas de dirección empresarial llevó a Wallace B. Donham, decano de la Escuela Graduada de Comercio de la Universidad de Harvard a establecer en 1927 la cátedra Straus de Historia Económica de la empresa con la idea de que, en sus propias palabras, una figura académica dis­tinguida

se uniese al claustro de Harvard para ver si en su Escuela Graduada de Comer­cio fuese posible poner en marcha un programa de investigación y enseñanza en el campo de la Historia Económica general y de la empresa que estuviese tan íntimamente relacionado con los problemas reales del hombre de empresa que llegase a ser una auténtica contribución social '.

Donham había fiíndado en 1925 la Sociedad Histórica de Empresas (Busi­ness Historical Society) y estaba convencido de que el estudio de situaciones empresariales del pasado podría ser un complemento útil para el «método de casos» en la enseñanza de las técnicas empresariales. Era obvio que la Historia Económica general no podía cumplir esta fiínción para los alumnos de la Es­cuela Graduada de Comercio de la Universidad de Harvard, en la cual se ha-

Citado por Fritz Fedlich (1962), p. 62.

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PEDRO FRAILE

bía seguido siempre una aproximación empírica desde su fundación en 1908. La misión de articular una nueva disciplina que mostrase en perspectiva histó­rica los problemas de dirección empresarial recayó en Norman S. B. Gras, pio­nero de la «Business history» y profesor en la Universidad de Minnesota desde 1918. Gras había estudiado el papel de las empresas en el desarrollo regional del norte de los Estados Unidos, y había creado un grupo de trabajo con sus alumnos dedicado al análisis de casos específicos de empresas regionales. Gras permaneció en Harvard hasta su jubilación en 1950 y, junto con Edwin F. Gay, fue corresponsable del establecimiento de Harvard como plataforma ini­cial de la Historia Económica de la empresa. Edwin F. Gay fue durante un tiempo decano de la Escuela y colaboró como director desde 1928 hasta 1932 en la primera revista profesional con el nombre de la nueva disciplina: The Journal ofEconomic and Business History .

A pesar de que la trayectoria académica de la Historia Económica de la empresa como disciplina independiente empezó en la década de 1920, sus raí­ces y antecedentes se remontan al siglo xix. La primera monografía histórica de una empresa fue publicada en 1825 para conmemorar el centenario de la Siderurgia Lauchhammer en Sajonia . Sin embargo, el interés por las unidades de producción como protagonistas históricos está asociado a dos escuelas de finales del siglo xix y principios del xx. Una es la tradición «anti-empresa» de los historiadores económicos de Inglaterra, como Toynbee, Hobson o el matri­monio Webb, y de los Estados Unidos, como Thorstein Veblen, cuyo Theory of Business Enterprise (1904) identifica la imagen del empresario con la de un «malvado avaro dispuesto a explotar todos los intersticios de la tecnología in­dustrial para sus propios y egoístas fines» ''.

El otro gran antecendente de la Historia Económica de la empresa fue la escuela histórica alemana. Su método inductivo desafiaba las generalizaciones de los clásicos y se dirigía al estudio de todos los segmentos de la sociedad y su historia. Esta búsqueda llevó a Gustav Schmoller al estudio de la empresa. Su «Die geschichtliche Entwicklung der Unternehmung» (1890-93) es una se­rie de artículos sobre el desarrollo histórico de empresas locales, y en Grundiss der allgemeinen Volkswirtschaftslehre {\9Q\) trata en profundidad el proceso his­tórico del cambio en la organización empresarial. El interés de Karl Bücher por las etapas del crecimiento estaba basado en la importancia que concedía al cambio regional y sectorial y dio lugar a numerosos estudios de sectores indus­triales y empresas concretas. Aunque no pertenecía a la escuela histórica, Wer-

2 IbüL, p. 63. ' Ibtd.,p.(>\. * Clarence C. Walton (1962), p. 28.

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LA HISTORIA ECONÓMICA DE LA EMPRESA COMO DISCIPUNA lNDEPENDlE^f^E

ner Sombart contribuyó al establecimiento de Alemania como el centro origi­nal del estudio histórico de la empresa y el empresario. Su Der Nlodeme Kapita-lismus (1902) y Der Bourgeois (1913) hacen hincapié en el desarrollo histórico del «espíritu de empresa» como factor psicológico fundamental de la evolu­ción del capitalismo.

La influencia alemana fue especialmente importante en Inglaterra y en los Estados Unidos. George Unwin tenía experiencia directa de la industria britá­nica y su organización. Su Industrial Organization in the Sixteenth and Seventeenth Centuria (1904) analiza la evolución de la estructura de mercados desde la rup­tura de los gremios medievales ingleses hasta la aparición del capitalismo co­mercial e industrial moderno, y en Samuel Oldknow and the Arkwrights. The In­dustrial Revolution at Stockport and Marple (1924) estudia el sector textil en la Revolución Industrial a partir de archivos empresariales. Unwin estudió en Cardiff y en Oxford, y en 1898 consiguió una beca para ampliar estudios en Berlín. Su contacto con SchmoUer le llevó a la idea de fundar una escuela de Historia Económica en Gran Bretaña que emulase las enseñanzas de los ale­manes '. Tras volver a su país, comenzó una larga carrera docente que le llevó a la London School of Economics, la Universidad de Edimburgo y la Universi­dad de Manchester. En esta última pasó catorce años, durante los cuales su in­vestigación y docencia tuvo una marcada influencia sobre alumnos tan desta­cados como G. W. Daniels, T. S. Ashton y C. Gilí, que formaron el núcleo de «a siguiente promoción en la nueva disciplina *>.

El contacto de muchos jóvenes economistas norteamericanos con universi­dades y profesores de Alemania canalizó la influencia de la escuela histórica hacia los claustros de los Estados Unidos a partir de los años 1880. Los «So-cialdemócratas Americanos», como los denominó Henrietta Larson', fueron •"^y influyentes en la fundación en 1885 de la American Economic Associa-^°^ entre cuyos objetivos estaba promocionar la regulación estatal de las em­presas americanas. El interés por la intervención reguladora llevó a economis­tas como John R. Commons al estudio de estructuras concretas de mercado ^on el fin de denunciar situaciones monopolísticas que precisaban, en su opi-•"ón, de la intervención correctora del Estado. Sin embargo, y a diferencia de ^"s predecesores alemanes, los institucionalistas norteamericanos se interesa­ban más por el impacto social de los monopolios que por los aspeaos internos * las empresas monopolísticas *.

R- H. Tawney (1966), p. xxii. j ^to, pp. xxvi-lxl

Henrietu M. Larson (1939), p. 15. ^*«¿,pp. 15-16.

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PEDRO FRAILE

La conexión más letífera desde el punto de vista de ia Historia Econó­mica de la empresa fue la que se estableció entre el norteamericano Edwin Gay y su maestro alemán Schmoller, de la Universidad de Berlín. Como en el caso del británico George Unwin, el americano Edwin Gay también se oponía a la tendencia intervencionista alemana, pero compartía el método inductivo de Schmoller y su énfasis en la recogida y observación de los datos como eta­pa inicial de la investigación. Como profesor de Historia Económica, Gay tuvo una influencia decisiva sobre sus alumnos. La tendencia de Gay como historia­dor económico cuantitativo se hizo sentir claramente sobre Wesley C. Mit-chell, y su inclinación por la Historia Económica aplicada influyó sobre Nor­man Gras. Este último había estudiado a Karl Bücher, Wemer Sombart y George Unwin, y bajo la dirección de Gay aprendió la importancia estratégica de las empresas en el cambio económico '.

La adscripción de Gay y Gras a la Escuela Graduada de Comercio y su colaboración en el Journal ofEconomics and Business History convirtió a Harvard en el primer centro académico donde los historiadores económicos de la em­presa se configuraron como un grupo independíente con personalidad propia. Nombres como Ralph M. Hower, Edward Edelman, Kenneth W. Porter, Charles W. Moore, J. Owen Stalson y Charles S. Popple contribuyeron al desa­rrollo del proyecto inicado por Gras, y establecieron el método de «estudio de casos» como el signo distintivo de la Historia de la empresa en Harvard. Sin embargo, ninguno de ellos destacó tanto como Henríetta Larson. Alumna de Gras en sus cursos de Historia Económica en Minnesota, Larson llegó a Har­vard casi al mismo tiempo que Gras y fue su colaboradora en los proyectos más importantes, especialmente en la preparación de casos de historias empre­sariales. Además de sus estudios sobre la Standard Oil Company publicados durante los años 1930 y 1960, Larson fue coautora, con Gras, de Casehook in American Business Hiítory (1939), que junto con la obra más conocida de Gras, Busines and Capitalism, publicado el mismo año, se convirtieron en los textos básicos del momento para la nueva disciplina '<>.

La posición de Harvard se vio reforzada por la presencia de Joseph A. Schumpeter y Arthur H. Colé. Aunque su interés se centraba en la actividad empresarial más que en las empresas mismas, su influencia en el desarrollo del nuevo campo fue decisiva ". Con la ayuda financiera de la Fundación Rocke-feller, ambos pusieron en marcha en 1948 el Centro de Investigaciones de His­toria Empresarial, que dirigiría Colé. Hasta su clausura, diez años más tarde, el

• IbúL, pp. 16-17. '« RalphW. Hidy(1962),p.7. " Rífael Castejón (1983), pp. 162-163.

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^ LA HISTORIA ECONÓMICA DE LA EMPRESA COMO DISCIPLINA INDEPENDIENTE

Centro se convirtió en punto de encuentro y foro de autores como Thomas C. Cochran, J. W. Flin, A. Gerschenkron, B. F. Hoselitz, D. S. Landes, P. Mathias, O. C. North, F. Redlich, A. Sapori, H. J. Habakkuk y R E. Cameron, que a tra­vés de la publicación del Centro, Explorations in Entrepreneurial History, contri­buyeron a destacar el papel de los empresarios y las empresas en la Historia Económica general. De hecho, las investigaciones del Centro tendieron a fun­dirse, durante los años cincuenta, con las del grupo de Gras y a incorporar mé­todos de otras disciplinas, como el crecimiento económico o la sociología, para dar nuevos resultados como, por ejemplo, el trabajo de Everett E. Hagen, 0« ihe Theory o/Social Chartge: How Economic Growth Begtwj (1962) '2.

La Historia Económica de la empresa empezó a desarrollarse casi simultá­neamente en Gran Bretaña, pero, como se ha indicado antes, la tradición britá-' ica en la nueva disciplina venía, por supuesto, de muy lejos. En 1951 el Busi­ness Archives Council de Gran Bretaña poseía una colección de más de quinientas historias de empresas ' \ Como se ha mencionado antes, la trayecto-oa de George Unwin, continuó durante la entreguerra. Los trabajos de G. W. E>aniels, The Early English Cotton Industry (1920); H. Hamilton, The English Cop-P^ and Brass Industries to 1800 (1926); J. U. Nef, The Rise o/the Brittsh Coal In­dustry (1932); T. S. Ashton, An Eighteenth Century Industrtalist: PeterStubs ofWa-^»gton 1756-1806 (1939); sir John Clapham, The Bank of England (I944y, D. L fiürn, The Economic History of Steel-Making 1867-1929 (1940); G. C. Alien, British industries and their Organization (1933); G. Gilí, The Rise of the Irish Unen In­dustry (1925), y muchos otros más habían explorado algunos sectores industria­les y comerciales antes de 1950. En estas circunstancias, la obra de Gras y Colé encontró rápidamente una continuación en Gran Bretaña durante los años 1950 y 1960. La obra de Charles Wilson History of Unilever se publicó con un ^nonne éxito en 1954 y constituyó el principio de

una permanente preocupación por la empresa, no simplemente en su acepción común de «empresa privada», sino como proyecto humano con el logro indivi­dual como elemento vital de motivación en la historia ' .

* n 1954 empezó a publicarse en Harvard la Business History Review ". Tan

" Ralph W. Hidy (1968). p. 477. ¡ T. C. Barker, R. H. Campbell y P. Mathias (1960), pp. 24-25. ^ D- C. Coleman y Peter Mathias (1984), p. vüi.

r^ La Businesi History Review aparecía como continuación del Bulletin o/the Business Historical r!"*^ que se publicaba en Harvard desde 1926. A este respecto. Barry Supple señala que los

'storiadores económicos de la empresa dispusieron en los Estados Unidos de un órgano propio "cho antes que los historiadores económicos generales. El Jourmt of Economic History empezó P"l>licación en 1941. Ver B. E. Supple (1958), p. 66.

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sólo unos años después, en 1958, la Universidad de Liverpool empezó a publi­car Business History bajo la dirección de Francis Hyde, y con la ayuda de histo­riadores de la empresa de la talla de S. B. Saúl, Sheila Marrimer o Charles Wil-son, entre otros. Uno de los alumnos de Wilson, William Reader, publicó his­torias empresariales de Imperial Chemical Industries, Metal Box, Bowater y el Grupo Weir. Otro, Ronald Ferrier, estudió la historia de British Petroleum; otros muchos se ocuparon más tarde de otras muchas empresas y sectores bri­tánicos, y más recientemente, Leslie Hanna empezó a aplicar el modelo chand-leriano al caso británico '^

La enseñanza e investigación de la disciplina en Gran Bretaña se generali­zó casi tanto como en los Estados Unidos durante las décadas de 1970 y 1980. La Business History Unit (BHU) se fundó en la London School of Economics en 1978. Otros centros aparecieron a continuación: el Center for Business His­tory se fiíndó en el Departamento de Ciencias Políticas e Historia de Coventry Polytechnic en 1984 y la Escuela de Comercio de Cardiíf estableció en 1988 la Business History Research Unit No obstante, el avance más importante fue la fundación en 1987 del Center for Business History Research de la Universi­dad de Glasgow, que comparte ahora con la LSE el liderazgo británico en este campo ". Otras universidades como Manchester, Reading, Bristol Polytechnic, Lancaster, East Anglia, Edimburgo y Brunel han puesto también en marcha centros para el estudios de la Historia Económica de la empresa donde se vie­nen desarrollando la investigación y la docencia de la disciplina como parte in­tegral de sus programas desde hace ya bastantes años ' .

La actividad investigadora se extendió a toda Europa y Japón durante los años 1960 y 1970. Trabajos tales como J. P. McKay, Pioneers for Profit: Foreign Entrepreneurship and Russian Industrialization (1970), o Peter Hertner, // capitale tedesco in Italia dallVnita alia prima guerra mondiale (1984), contribuyeron a que la disciplina se fuera extendiendo por todos los países europeos continentales, y a que grandes empresas como Siemens, Renault, los Chemin de Fer du Nord, Swedish Match, Mitsui y Mitsubishi fuesen investigadas y sus respectivas historias escritas y publicadas '^ Al mismo tiempo, se establecieron sociedades de Historia Económica de la empresa en Japón y Alemania y, al lado de las prestigiosas Business History y Business History Review, aparecieron otras publi­caciones profesionales como, por ejemplo, Histoire des Enterprises en Francia, y Tradition, Zeitschrift für Firmengeschichte und Untemehmerbiographie en Alemania.

" Leílie Hanna (1976). " Charles Harvey y Geoffrey Jones (1990). pp. 8-10. '« Ihüi.p.U. '» Alfred D. Chandier (1984), pp. 6-7.

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LA HISTORIA ECONÓMICA DE LA EMPRESA COMO DISCIPLINA INDEPENDlE^f^E

Bajo la dirección de Gras, Gay, Larson y Wilson como autores más influ­yentes, la Historia Económica de la empresa siguió fundamentalmente el mé­todo del estudio de casos concretos de empresas. Pero en realidad la aproxi­mación simplemente descriptiva de la disciplina empezó desde muy pronto a ser insuficiente ^°. En Business and Capitalism (1939) el mismo Gras hizo ya un esfuerzo por relacionar la evolución y las etapas del capitalismo —pequeño ca­pitalismo, capitalismo mercantil, capitalismo industrial, capitalismo financiero y capitalismo nacional— con los sistemas empresariales y tipos de empresas predominantes en cada una de ellas. No obstante, el estudio pormenorizado de casos concretos, la historia «de empresas» (company history), siguió siendo el método habitual hasta los años 1970 en la Historia Económica de la empresa. Los debates se centraban casi siempre en aspectos algunas veces de tipo ético —los empresarios como «robber barons»— y otras veces de tipo ideológico, tales como el papel de los empresarios en su relación con la sociedad.

La oposición al uso explícito de teoría económica encontró los mismos obstáculos que en la Historia Económica general. En «Economic Theory and Business History», Francis Hyde argumentaba que la «Teoría económica no es "n patrón universal de medida que pueda ser usado indiscriminadamente por 1 historiador» ^'. Sin embargo, durante la posguerra la historia de empresas

había entrado ya en una etapa de rendimientos decrecientes. En 1960 Arthur "í- Johnson se refería a la metodología de la Historia Económica de la em­presa:

La historia de cualquier tipo, para ser historia, tiene que tener un gran con­tenido empírico, y la Historia Económica de la empresa no es excepción. De he­cho aún se necesitan datos empíricos básicos en muchas partes de nuestra disci­plina. Sin embargo, existe una necesidad aún más urgente: recapacitar, sintetizar y conceptualizar sobre la base del trabajo pionero que ya se ha realizado. Mien­tras seguimos aumentando la masa de datos debemos también encontrar la ma­nera de abrirnos paso a través de ella ^ .

A partir de los años 1960 la disciplina cambió su énfasis y enfoque desde Una perspectiva de la «historia de empresas» a otra de «las empresas en la his­toria» 23 £j , palabras de Chandler, la Historia Económica de la empresa «dejó

p Donald Coleman menciona que «Las historias individuales de empresas son a la Historia conómica de la empresa lo que las biografías son a la Historia política». Ver Donald Coleman

^ Francis E. Hyde (1962). p. 9. ^ Arthur M. Johnson (1962), p. 18. ' Frit2Redlich(1962),p.63.

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de escribir historia descriptiva de casos específicos y empezó a escribir historia institucional comparada con capacidad para generar conceptos y generalizacio­nes no históricos» ^1 A pesar de todo, esta transición no fue fácil. La insatisfac­ción con el sistema de los casos de empresas hizo que los historiadores econó­micos de la empresa buscasen ayuda en otras ciencias sociales. Según Chandler, la teoría económica en boga en los años cincuenta estaba demasiado orientada hacia el keynesianismo y las técnicas econométricas como para pres­tar atención a los problemas históricos de la empresa. La conexión entre eco­nomistas e historiadores de la empresa había sido más fructífera después de la Primera Guerra Mundial cuando Wesley Mitchell, F. W. Taussig o el mismo John Commons ofrecían al historiador económico de la empresa sus trabajos sobre ferrocarriles, aranceles, sindicatos, bancos o instrumentos financieros '. Sin embargo, después de la Segunda Guerra Mundial, la reconexión entre el análisis económico institucional y la Historia Económica de la empresa debía esperar aún una generación más de economistas.

Gjmo todos los historiadores, los «nuevos» historiadores económicos de la empresa estaban interesados en el cambio a lo largo del tiempo. No obstante, su aproximación al estudio del cambio era básicamente distinta al método de los casos. Su objetivo era encontrar no sólo el cuándo y dónde se produjo el cambio, sino también el cómo y el porqué del cambio. Se trataba, en definitiva, de aportar al campo de la Historia Económica de la empresa más síntesis y más análisis del que había tenido hasta el momento. Esto implicaba, sin em­bargo, dos cambios estratégicos en el método: uno era la aproximación compa­rada, otro la aplicación explícita de teoría económica. En cuanto al primero, las obras de Alfred Chandler y Arthur H. Colé sentaron las bases para trabajos posteriores. El primero aportó su conocida triple comparación —entre empre­sas, por sectores y entre países— como marco claro para el análisis del desa­rrollo de la gran empresa multidivisional moderna ^ El segundo propuso el paradigma del «sistema de negocios» (husiness system) como red de institucio­nes mercantiles de una sociedad susceptible de ser analizada en perspectiva comparada para determinar la rapidez y el grado de cambio tecnológico e ins­titucional de unos países con respecto a otros ^''.

El segundo cambio era, no obstante, más difícil. Los usos metodológicos del momento complicaban las cosas. Como señaló Barry Supple, «Clío ha sido siempre una dama mundana tan sensible al dictado de la moda como las otras

" Alfred D. Chandler (1984), p. 3, " Ibüi.,p.8. '" /¿¿i, pp. 11-25. " Arthur H. Colé (1962), p. 103.

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, LA HISTORIA ECONÓMICA DE LA EMPRESA COMO DISCIPUNA INDEPENDIENTE

ciencias sociales» *. Además, para llevar a cabo una transformación similar a la que estaba teniendo lugar en la Historia Económica general, la Historia Eco­nómica de la empresa necesitaba un armazón teórico que hasta el momento no poseía. De hecho, la evolución de la disciplina en el último cuarto de siglo ha consistido básicamente en añadir nuevas perspectivas teóricas a la experiencia empírica ya existente. Como resultado, este avance teórico ha permitido los mismos logros que en la disciplina-madre, es decir, explicitar algunas teoriza­ciones implícitas en viejas interpretaciones y derivar otras nuevas a partir de la aplicación simple de teoría económica.

El primer paso en el avance teórico consistió en «recuperar» la teoría eco­nómica de la empresa y del empresario. En palabras de Kenneth Boulding, «la economía clásica trataba a la empresa como una entidad nebulosa y al empre­sario como un personaje aún más indefinido, o al menos oscuro e incluso tene­broso» ^. La ausencia de un tratamiento detallado del empresario en los eco­nomistas clásicos'" se convirtió en práctica común en los neoclásicos. En los Sistemas de equilibrio general la empresa ejerce el papel implícito de un ins-^niento input-output sin más función que maximizar la diferencia entre ingre-^ s y costes. Por otra parte, la función empresarial no encuentra un lugar pro­pio y diferenciado, pues el producto total de la economía queda «agotado» al ''ecibir cada factor de producción un pago correspondiente a su aportación •Marginal. El análisis de Frank Knight «recuperó» al empresario para la tradi­ción neoclásica. En Risk, Uncertainty and Profit (1921) Knight introdujo la dife­rencia entre riesgo e incertudumbre. El riesgo, según Knight, es simplemente Una parte del coste total de la empresa que puede cubrirse a través de un se­guro. La asunción de incertidumbre no asegurable, por el contrario, es la fun­ción propia del empresario y la razón de su beneficio al estar vinculada con la nabilidad para especular sobre situaciones futuras del mercado. De esta mane-'' > el empresario es el que asume la incertidumbre implícita en cualquier situa­ción futura de equilibrio. El papel «equilibrador» del empresario fue reforzado ^ r la obra más reciente de Israel M. Kirzner, PercepHon, Opportunity and Profit. ^^tudies in the Theory of Entrepreneunhip (1979). Contrariamente a la influencia «esequilibradora del empresario schumpeteriano, Kirzner argumenta que:

Dos precios del mismo producto, no explicables por los costes de transac­ción del mercado, son el resultado de la información imperfecta por parte de los participantes en el mercado. La esencia del proceso empresarial es que una si-

^ B. Supple (1958), p. 67. ^ Kenneth E. Boulding (1960). p. 1.

Véase una discusión al respecto en Mark Blaug (1983), pp. 117-130.

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tuación de discrepancia de precios ofrece el incentivo para el arbitraje empresa­rial y tiende a eliminar la discrepancia '.

La recuperación del empresario permitió a los historiadores económicos reintroducir su papel e influencia en los procesos históricos de desarrollo. Re­firiéndose a la Revolución Industrial, Barker, Campbell y Mathias afirmaban en 1960 que «estamos educando generaciones de alumnos con una visión tuer­ta de lo que realmente pasó» ' . La contribución posterior de, entre otros, Sid-ney Pollard ha tendido a paliar esta situación.

No obstante, los avances teóricos más útiles para el economista histórico de la empresa no se refieren tanto al papel del empresario como a la teoría de la empresa misma. El creciente interés por el crecimiento a largo plazo en el pasado fiíe un factor esencial. Bien por la propia crisis del keynesianismo o por la creciente crítica a las interpretaciones (muchas veces simplemente implí­citas) de los historiadores económicos tradicionales, la atención de los econo­mistas de la historia empezó a centrarse en los mecanismos de oferta como ele­mentos básicos del crecimiento sostenido a largo plazo. La estructura de los mercados y el papel de las empresas en ellos empezó a cobrar protagonismo en un momento de «redescubrimiento» de la teoría de Ronald Coase y de las grandes aportaciones de Edith Penrose, Armen Alchian, Harold Demsetz, John McManus y Oliver Williamson ', entre muchísimos otros. La introduc­ción de instrumentos teóricos como la teoría de juegos, el estudio de la actitud frente al riesgo, los costes de transacción, la economía de la información y de la agencia o la economía de los contratos, por ejemplo, ha dado origen a una vasta producción sobre la organización interna de las empresas y sobre su cre­cimiento, y ha abierto la puerta a toda una serie de investigaciones y reinter­pretaciones del papel de la empresa en la historia. Baste señalar que el último número (septiembre 1992) del Journal of Economic Literalure menciona al me­nos treinta artículos recientes cuyo tema central es la empresa y el empresario, y entre los que se cuentan varios de enfoque histórico.

Finalmente, la vieja aspiración de Chandler de reunir el análisis económi­co institucional con la Historia Económica de la empresa ha sido posible gra­cias a los avances teóricos de la Nueva Economía Institucional. Los esfuerzos de muchos economistas históricos por incorporar la empresa en las explicacio­nes de procesos redistributivos han llevado al análisis histórico de monopo-

" Israel M. Kirzner (1979), p. 103. « T. C. Barker, R. H. Campbell y P. Mathias (1960), p. 5. " Ronald H. Coase (1937), Edith Penrose (1959), Armen A. Alchian y Harold Demsetz

(1972). John C. McManus (1973), Oliver E. Williamson (1973) y (1988).

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LA HISTORIA ECONÓMICA DE LA EMPRESA COMO DISCIPLINA INDEPENDIENTE

lios, empresas públicas, formación de lobbies empresariales, búsqueda de rentas y regulación estatal. La tradición iniciada por Jonathan Pincus ha sido seguida por Forrest Capie, Bennet D. Baack, Edward John Ray, Stephen B. Webb, Thomas Owen, Frank J. Coppa, entre otros muchos '*, en un esfuerzo por com­binar la Historia Económica con la organización industrial y la economía polí­tica, y pone al alcance de la mano un marco adecuado para explorar el papel de la empresa en la industrialización y el crecimiento. Con esta nueva perspec­tiva, la Historia Económica de la empresa queda de nuevo vinculada al marco general de la evolución social y política. Así, los estudios históricos de las em­presas se ocupan ahora, no sólo de los cambios en la organización interna de la empresa en sí misma, sino también de su impacto sobre aspectos más gene­rales, tales como la presencia del Estado en la economía o los procesos de in­dustrialización nacional. De esta manera, la nueva Historia Económica de la empresa queda vinculada a la vieja aspiración expresada por Hermán Kroos nace tres décadas:

analizar desde una perspectiva histórica el lugar de la empresa en la escena so­cial y económica, y mostrar cómo ha evolucionado en el tiempo el contexto eco­nómico y social que condiciona la organización empresarial ".

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LA CRISIS DEL ORDEN COLONIAL. ESTRUCTURA AGRARIA Y REBELIONES POPULARES DE LA NUEVA ESPAÑA, 1750-1821

PEDRO PÉREZ HERRERO Universidad Complutense

Tradicionalmente la historia de México se ha venido interpretando como • 1 proceso espacialmente homogéneo, sin importantes divisiones regionales e inscrito en una evolución de larga duración, que subrayaba el «desarrollo eco­nómico» y la estabilidad sociopolitica del siglo xvui, frente a la «crisis» y la •anarquía» de la primera mitad del siglo xix. Esta interpretación enfatizaba el papel de las luchas de independencia como la causa principal de los «males» "cl México decimonónico: si México como nación no nacía o nacía cansada, hipotecada su economía y fragmentada su geografía a causa de las disensiones ^ntre las élites locales en lucha por el control del poder (centralistas contra fe­deralistas), se debía al alto costo pagado en estas guerras. Esta explicación se ^entraba en señalar que durante el proceso bélico las minas se inundaron, la ''^aestructura vial se arruinó, los capitales de los antiguos acaudalados comer-< 'antes del Consulado de México huyeron con sus titulares tras el decreto de ^^pulsión de los españoles a comienzos de la vida independiente, los campos y "s cosechas heredaron una dinámica bélica y una gran mayoría de la pobla-'°n comenzó a ver más provechoso, rápido y fácil expoliar al vecino antes

"líe acumular un capital mediante el lento trabajo cotidiano. Existen varios factores que, unidos, produjeron esta imagen. La historío-

^afia ilustrada del siglo xviii subrayó las excelencias del período en compara-lon con la época precedente de los Austrias. Durante este siglo, los historia-pres «oficialistas» se dedicaron en buena medida a probar que la nueva inastía borbónica (vinculada al trono español desde comienzos del siglo xvni) "^s particularmente Garios III habían impulsado el crecimiento económico

Eric Van Young, Alianza Editorial, México, 1992. 515 páginas.

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PEDRO PÉREZ HERRERO

metropolitano y latinoamericano, habían conseguido un orden sociopolítico interno y habían extendido las «nuevas» ideas ilustradas, Al mismo tiempo ocultaron que se trataba de un proceso de centralización del poder y de una redefinición de las relaciones entre los territorios americanos y la metrópoli, ya que la dependencia y el colonialismo aumentaron sensible y progresivamente durante este siglo. Era evidente que para justificar una doctrina política como la del despotismo ilustrado se tenían que probar sus ventajas. El pueblo tenía que confiar en un monarca que trabajaba por el bienestar de sus subditos. Por ello, no se escatimaron recursos ni esftierzos para demostrar los beneficios del cambio borbónico.

La obra de A. de Humboldt puede tomarse como una de las representa­ciones más acabadas de esta interpretación triunfalista. El sabio alemán popu­larizó, utilizando la información oficial que virreyes y amigos le facilitaron, la visión de una Nueva España sumamente rica, primer productor mundial de plata, con una alta productividad agrícola, un comercio exterior activo, unas fi­nanzas publicas exuberantes y una población en crecimiento rápido y constante.

La historiografía liberal de la segunda mitad del siglo xix repitió esta ima­gen de luces dieciochescas con el fin de poner de relieve que los liberales ha­bían sido los responsables del despertar de México, de la superación del letar­go de la primera mitad de este siglo. Si la historiografi'a borbónica se asentó en la comparación con la época austríaca del siglo xvii, creando la interpretación de la «crisis» de este siglo, la historiografi'a decimonónica utilizó la imagen en blanco y negro entre el «crecimiento» del siglo xvni y la «depresión» de la pri­mera mitad del XIX. Los historiadores conservadores, como Lucas Alamán, uti­lizaron el recurso de seguir fomentando las excelencias del período borbónico para alimentar sus proyectos políticos, al mismo tiempo que proteger sus ambi­ciones y negocios personales. Los historiadores porfirianos, como J. Sierra, tra­bajaron para demostrar cómo don Porfirio había traído la paz y el orden, y con ellos el bienestar y el progreso. No por casualidad desde mediados del si­glo XIX, con unas u otras intenciones, se comenzaron a imprimir o recuperar obras del siglo anterior que subrayaran los niveles de bienestar alcanzados du­rante los últimos tiempos coloniales. El proyecto político colonial se repudia­ba, pero se recordaba con añoranza el baile de los millones de los ingresos fis­cales a fines de la colonia. Se interpretaba que el virreinato de la Nueva España había seguido una carrera ascendente de mejora en sus condiciones económicas, sociales y políticas durante la segunda mitad del siglo xviii, y que durante la primera mitad del siglo siguiente lo que eran luces se convirtieron en sombras, el ascenso en descenso y el orden en continuos levantamientos, revueltas y pronunciamientos.

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LA CRISIS DEL ORDEN COLONIAL

Desde este punto de vista, era evidente que las guerras civiles independen-tistas debían mostrarse como esencialmente «destructivas», pero el problema surgía al intentar explicar la independencia política y los sangrientos movi­mientos sociales de finales de la época colonial partiendo de la idea de que se estaba pasando por uno de los mejores momentos de la vida del virreinato. La independencia se tenía que explicar, así, después de hacer difíciles equilibrios teóricos, como un movimiento de protesta contra un desigual reparto de la ri­queza. El escollo siguiente era comprobar que en el período postindependen-tista inmediato no cambiaron ni la estructura económica (México siguió orien­tado hacia el exterior; Inglaterra sustituyó a España), ni la estructura interna de poder y el reparto de la riqueza, aunque sí cambió la justificación del mismo al l o existir la corona española. La conclusión obvia era que si las guerras de co­mienzos del siglo XIX ganaron la independencia política, perdieron, sin embar­go, el bienestar económico y social alcanzado a fines de la época colonial. La 'ección historiográfica era clara y políticamente peligrosa: sin «orden social» no había «progreso económico» y sin progreso no habría futuro. Porfirio Díaz y u política centralizadora, pacificadora y autoritaria era el ganador de la prue­

ba histórica. Quedaba justificada una política represiva que garantizara el or­den y la paz social. El «orden», evidentemente, era el de un México D.F. fuer­te en el que los restantes estados miembros de la federación actuaran con la 'Mínima autonomía posible. La «paz» era impuesta por las armas. Porfirio Díaz era México, y México, Porfirio Díaz.

La presente obra de Eric Van Young, actualmente profesor de la Universi­dad de California-San Diego, rompe con algunas de estas clásicas interpretacio-' es, tomadas como válidas en muchas ocasiones por el simple hecho de su constante repetición acrítica. En la primera parte, titulada «Economía y socie-<lad en la Nueva España», se analizan tres aspectos de un mismo problema o si se prefiere un mismo problema desde diferentes puntos de vista: la agricul-^fa novohispana de finales del siglo xviii. Se comienza con una perspectiva Seneral de la situación del sector a fines de la época colonial, se continúa con "n minucioso análisis de los cambios en la capacidad adquisitiva real del campesinado mexicano y se termina con un balance de la historiografi'a exis-tetite sobre el problema agrario y más específicamente sobre la hacienda.

Hasta ahora se pensaba que como consecuencia de las reformas borbóni-' as, el crecimiento de la producción minera, considerado como sector líder de »a economía novohispana, había ocasionado un efecto de arrastre en el resto «e los sectores económicos. Según esta tesis, este crecimiento significaba la me­jora del conjunto de la economía. La consecuencia implícita inmediata de esta mterpretación era concluir que los movimientos de independencia arruinaron

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la minería, con io que el mágico «motor se arrastre» se paró, resquebrajándose el conjunto de la economía mexicana. La pretendida integración de los merca­dos internos dio paso a un proceso de regionalización profundo en el que ca­da mercado se replegó sobre si mismo.

Sin embargo, Eríc Van Young pone de manifiesto que:

a) Los incrementos en la producción durante el siglo xviu pueden adscri­birse a niveles más altos de inversión de capital e insumos laborales en lugar de mejoras tecnológicas o a una nueva estructura productiva. El cambio indu­cido por la nueva política del reformismo borbónico en la agricultura fue mí­nimo.

b) La hacienda mexicana ha sido una variable dependiente antes que una variable independiente, f>or lo que se ha venido estudiando equivocada­mente la historia rural. Nunca entenderemos cabalmente la historia agraria me­xicana hasta que dividamos nuestra atención entre la hacienda y otros elemen­tos del campo y examinemos cuidadosamente la economía y sociedad rurales como un sistema en el que la propiedad rural sólo era una parte importante. Las haciendas, en contra de la creencia de la historiografía tradicional, tenían una marcada orientación hacia el mercado, mientras que los centros urbanos comenzaron a funcionar como el epicentro alrededor del cual giraba la inte­gración interna socioeconómica de toda la región. Hay que aclarar, sin embar­go, que esta orienteción al mercado y la rentabilidad no eran necesariamente sinónimas. £1 hecho de que la hacienda mexicana no tuviera beneficios o que éstos fueran escasos no significaba necesariamente que en su administración no se tomara en cuenta la rentabilidad. Caracterizar la hacienda mexicana como «feudal» basándonos en su escasa orientación al mercado en ciertos lu­gares y épocas es confundir la causa con el efecto.

c) £1 crecimiento de la población en la Nueva España del siglo xviii, an­tes que el reformismo borbónico, parece que fue el gatillo que disparó un cier­to grado de expansión económica, si bien al mismo tiempo impuso límites a la misma. El crecimiento de las ciudades mexicanas estimuló la división econó­mica del trabajo dentro de la provincia y proporcionó simultáneamente impor­tantes mercados para los productos agrícolas. Sin embargo, la misma expan­sión demográfica que ayudó a estimular la economía colonial, deprimiendo los niveles salariales y contribuyendo al crecimiento urbano, comenzó a fallar a fi' nes del período colonial, como resuludo de presiones malthusianas. Las tasas de crecimiento demográfico de comienzos del siglo xvm se convirtieron inclu­so en negativas en algunas regiones novohispanas en las últimas décadas del período colonial. En definitiva, la producción de plata no fue el único elemen-

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LA CRISIS DEL ORDEN COLONIAL

to integrador de los mercados internos, por lo que es evidente que si quere­mos comprender la atomización de la primera mitad del siglo xix, debemos es­tudiar paralelamente la evolución de las demandas urbanas y las fluctuaciones demográficas.

d) Las presiones inflacionarias durante la segunda mitad del siglo xvm, combinadas con el estancamiento en los niveles salariales nominales para una gran parte de la población económicamente activa, ocasionaron una caída en los salarios reales de manera más notable a fines del período colonial. La pro­ductividad agrícola creció poco durante el siglo xviii e incluso se estancó; los alarios agrícolas reales decrecieron; y la escasez y el hambre se generalizaron, "mientras se amplió la producción de las grandes unidades y se extendió la co-•iiercialización. Por tanto, no es casual encontrar que en contra de las expecta­ciones de los reformistas borbónicos, que pretendían ampliar los mercados •nternos latinoamericanos a las manufacturas españolas, los campesinos prefirieran ampliar sus niveles de subsistencia y optaran por los pagos en espe-•C) antes que en moneda devaluada. Así, parece evidente que, aun teniendo íi cuenta que no se había alcanzado un alto nivel de monetízacion en la eco­

nomía novohispana, los estándares de vida en general de los trabajadores de­clinaron tanto en términos relativos como absolutos. El empobrecimiento de las áreas rurales resultante fue un elemento subyacente en la participación po­pular en la fase temprana de la lucha de independencia, siendo al mismo tiem­po un síntoma de problemas económicos significativos de naturaleza estruc­tural.

e) Finalmente, parece obvio que el corte cronológico impuesto por la ""storia política en 1810-1821 no tiene mucha relevancia para el estudio de los problemas agrarios. Todo parece indicar que la contracción económica postco-•onial debió de iniciarse antes de 1810. Por ello, descomponer en partes la ten-"^ncia (terminar o comenzar el estudio en 1810-1821) equivale a perder el sig­nificado del panorama global en aras de una claridad falsa. Lo importante no ^ U división, sino la continuidad. El ascenso de los criollos al poder no alteró 7* relaciones de producción rurales. El poder social y político y las ideas rela-|* as al estatus y la jerarquía se mantuvieron ligados íntimamente al control de * tierra por lo menos hasta la revolución de 1910. Las élites locales que die-

"• n lugar a una estructura caciquil regional no se originaron por generación es­pontánea en 1810, sino que eran la continuación de estructuras de poder re-^onales creadas y conservadas alrededor de los cabildos. Una de las pretensiones de las guerras de independencia fue recobrar la autonomía local *l"c los borbones habían restringido. Por tanto, dividir el estudio de la historia • ral mexicana en particular y del virreinato en general a partir de la indepen-

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dencia nacional es aplicar criterios incongruentes e inadecuados al problema de la periodización histórica.

Estas nuevas interpretaciones son básicas, según Eric Van Young, para comprender de forma acertada el claroscuro del siglo xvili y los problemas del XIX. El crecimiento de la demanda urbana y de la población indígena significó un enfrentamiento entre las haciendas y las comunidades indígenas, dando lu­gar a una variación en las relaciones de producción existentes hasta el momen­to. £1 bienestar de unos significaba la pobreza de otros. La desigual distribu­ción de la riqueza desempeñó un papel importante como precondición de la rebelión rural. No es en absoluto casual, por tanto, que el autor comience con una frase que está presente explícita o implícitamente a lo largo de todo el li­bro: «El siglo XVIII fue, para México, una era de paradoja. En un período de esplendor barroco —cuyos testigos son aquellos suntuosos monumentos del estilo churrigueresco: Santa Frisca, Tepotzotlán, La Valenciana— el lépero se convirtió en una figura bien conocida en las calles de la capital virreinal». Va­mos comprobando, pues, que el siglo xviii no era tan luminoso, ordenado y productivo como ilustrados y porfiristas nos habían hecho creer.

En la segunda parte del libro, el autor ofrece un interesante cambio de perspectiva. Partiendo de la evidencia de la profunda diversidad regional me­xicana y por tanto de la peligrosidad de cualquier generalización, dadas las profundas divergencias en los procesos históricos locales, se enfoca ahora el análisis al caso concreto de la región del occidente de México.

De la mano del caso de Guadalajara, Eric Van Young revisa minuciosa­mente algunas de las implicaciones del modelo dualista-dendritico, que defien­de la tesis de que en América Latina existían dos sectores bien diferenciados: uno era el formado por los centros urbanos, compuestos mayoritariamente por una población blanca y/o mestiza, y caracterizados por una mayor moderni­dad, con relaciones de tipo capitalista y por tanto con una economía monetari-zada y con una extensión del asalariado. El otro sector era el rural, precapita-lista, etiquetado como atrasado, de autoconsumo, indígena y tradicional. Este modelo sostiene que ambos sectores se encontraban desconectados entre sí> vivían de espaldas mutuamente, hasta que los centros urbanos se convertían en motores del desarrollo, impulsando el cambio en sus hinterlands rurales res­pectivos. En consecuencia, los sectores precapitalistas se convertían en capita­listas. El proceso de modernización se iba extendiendo con epicentro en aque­llos puntos centrales de la economía capitalista, como los centros urbanos, reales de minas o centros de importación-exportación. Cada región se conecta­ba con los mercados exteriores y rara vez entre sí.

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Las conclusiones a las que llega Eric Van Young son las siguientes:

a) Cuando se enfoca al mismo tiempo el estudio de los mercados urba­nos y de sus hinterlands rurales, se descubre una estructura regional mucho más compleja y rica de lo que se pudiera esperar al hacerlo por medio del mo­delo dualista. La producción agrícola y el consumo urbano se habían analizado de forma disociada, con lo que se rompían sus lazos de interdependencia. Por ejemplo, se puede observar que el crecimiento de la población de la ciudad de Guadalajara durante la segunda mitad del siglo xviii fue causa y efecto de una complejización en la relaciones campo-ciudad. Este crecimiento de la deman­da urbana alentó y expandió la agricultura comercial, desplazando en parte a la ganadería hacia zonas más alejadas. La tierra se convirtió en un factor de producción progresivamente valioso. No por casualidad, el área del Jalisco central pasó a ser la región abastecedora del creciente mercado urbano de Guadalajara. Esta expansión, como efecto de rebote, alentó a su vez las inver­siones de capital (obras de riego y almacenaje) en las haciendas trigueras y mai­ceras de los alrededores de la ciudad, y, como consecuencia, las haciendas co­merciales trigueras se expandieron sobre los antiguos pequeños productores "Maiceros. Lo que es importante subrayar es que este aumento de la produc­ción triguera se llevó a cabo a través de una expansión de la agricultura tradi­cional y no como resultado de variaciones revolucionarias en las relaciones de producción. El cambio fue cuantitativo y no cualitativo. El aumento en la co-"lercialización de la agricultura durante la última parte del período colonial ™e sólo un ajuste de los factores de producción más que una innovación en la tecnología agrícola, puesto que la oferta de granos y sus precios estaban suje­tos a fluctuaciones estructurales debidas a los sistemas de cultivo y mercado.

En definitiva, el autor puntualiza que seria más exacto utilizar para la com­prensión de la integración espacial interna de la región de Guadalajara el mo­delo del sistema solar antes que el dendrítico. Por solar se entiende la estruc-^fa interna de una región compuesta por un centro y sucesivos satélites y subsatélites de éstos girando alrededor, formando una compleja y cruzada tra-"^a de relaciones.

f>) Gjn respecto a la producción maicera, se observa una gran participa­ción de los pequeños propieurios durante el siglo xviu, aunque también es Verdad que paulatinamente fueron siendo desplazados por los grandes. A prin­cipios de siglo, la participación indígena en el abasto urbano era importante. 7°^ pequeños productores lanzaban al mercado su producción en los meses '^mediatos a la cosecha por no tener almacenes y necesitar de dinero en efec­

to, mientras los grandes productores se iban apoderando del mercado con-

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forme escaseaba el producto y subía el precio. Los indios tenían que pagar sus tributos en efectivo, los arrendatarios sus alquileres y los comerciantes las deu­das. Hasta 1780, por tanto, la agricultura indígena produjo un excedente mai­cero importante, subrayándose con ello la imposibilidad de la aplicación de las tesis dualistas. Sin embargo, el continuo crecimiento de la población indígena y la lucha por la tierra cultivable entre los indios y otros sectores de la pobla­ción provocaron que el maíz producido fuera consumido localmente y que en raras ocasiones el grano arribara hasta la ciudad. Con la disminución de su ca­pacidad productiva, los indios se vieron obligados a reingresar en la economía monetaria vendiendo su fuerza de trabajo. En definitiva, pues, la estructura so­cioeconómica del campo mexicano y las relaciones campo-ciudad eran más complejas de lo se había mantenido hasta el momento.

c) Las relaciones entre el sector comercial y la economía campesina son bastante más complicadas de lo que proponen las tesis dualistas. Los pequeños rancheros, muchos de ellos arrendatarios antes que minifundistas indepen­dientes, desempeñaban un papel directo e indirecto en estas relaciones. Ellos mismos proveían de mano de obra para las actividades agrícolas de las hacien­das a cambio de salarios en efectivo o como pago de su renta. A finales del si­glo XVIII se dio un cambio por parte de algunos hacendados para convertir el arrendamiento con pago de renta en arrendamiento por servicios. Los peque­ños comerciantes de la región o los rancheros que actuaban como tales, en tanto proveían de crédito y vendían bienes a la población rural, funcionaban como intermediarios entre ambos mundos. Los pequeños agricultores (en tie­rras propias o arrendadas) producían gran parte de la fruta, verduras, produc­tos de pan llevar y ganado menor (cerdos, cabras, gallinas, etc.) que se consu­mían en la ciudad de Guadalajara y en los pueblos del interior. Estos sectores, que Eric Van Young denomina «sectores medios rurales», cumplían la función amortiguadora entre la masa de pobladores rurales y la civilización urbana. En definitiva, se puede concluir que para el caso concreto del área de Guadalajara a ñnes del período colonial, el capitalismo agrario pudo tolerar, y aun estimu­lar, la existencia de un modelo de producción distinto, parcialmente a través de la mediación de grupos sociales y económicos intersticiales. El problema para el campesino en esta situación era mantener su identidad; para el sector capitalista agrícola, representado por la gran hacienda, era crear un proletaria­do rural. No debe sorprendemos, por tanto, que las dos metas resultaran in­compatibles a la larga.

d) Las comunidades indias terratenientes, a partir de mediados del siglo xvui, tuvieron que soportar una intensificación de las presiones en contra de la preservación de su integridad como unidades sociales. A medida que crecía la

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población de los pueblos, la economía campesina de subsistencia empezó a to­parse con las fronteras relativamente inelásticas de los recursos de la tierra y declinó el acceso per cápita a los campos agrícolas. La distribución de riqueza dentro de los pueblos indios se hizo más marcada hacia ciertos individuos, en-• ^ los que se encontraban los noubles y aquellos indios relacionados con la sociedad blanca. El calentamiento creciente de la economía en las comunida­des produjo tensiones intragrupales que amenazaban con terminar en un con­flicto social abierto.

Las disensiones con el exterior reforzaron las divisiones internas basadas ^n la clase y la etnicidad, fomentándose con ello el prejuicio social. La vida ™era del pueblo, si bien socavaba la autonomía productiva de los campesinos "^dios, también trajo consigo la liberación de algunas obligaciones destructivas oe la comunidad. Las ventajas de permanecer dentro de la estructura formal "* ésta eran superadas por las pérdidas en los excedentes o en los servicios, • •lo no significó que las élites de los pueblos que presenciaban el vaciamiento * * sus comunidades no cedieran sin luchar.

e) Los pueblos indios, en contra de lo que pudiera pensarse siguiendo °s planteamientos clásicos dualistas, a pesar de recibir presiones de todos los ''entes, lograron mantener sustanciaimente su identidad como entidades so­cioeconómicas durante el siglo xix y en muchas instancias durante el siglo xx. ^ defensa de la tierra fue uno de los mecanismos más importantes para asegu-'*'• que la condición del indio que vivía en el pueblo no cambiara de campesi-" o a proletario rural. El conflicto por la tierra entre indios y no indios sirvió P*ra expresar de una manera formal, institucionalizada, las tensiones raciales y ^*ciales endémicas existentes. Como producto lateral de estas tensiones, el Pueblo se hizo solidario. Al asumir una posición colectivamente agresiva hacia °s de afuera, la comunidad definía sus nexos internos, al mismo tiempo que ayudaba a concretar su identidad. En definitiva, el autor interpreta que la lu-"a por la tierra era una estrategia compensatoria que trataba de reciclar las osiones internas hacia el exterior y a través de la que las élites del pueblo re-"•"aban parte de su erosionada autoridad.

La tercera parte del libro analiza algunos argumentos que habían surgido •* las secciones precedentes. En ella se enfoca directamente el problema de la terpretación de los movimientos sociales de comienzos del siglo xix. Tradi-

"^•onalmente, con el fin específico de reafirmar la identidad de México como . '^'ón, se habían venido subrayando los aspectos políticos de las guerras de ^ependencia, por lo que un amplio porcentaje de la historiografi'a mexicanis-

"*oía repetido una y otra vez las gestas de los héroes independentistas, con-

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sideradas como la forja de la patria mexicana. Sin embargo, cuando se comien­zan a estudiar dichos movimientos más de cerca, se comprueba su carácter mayoritariamente rural. Eric Van Young responde en esta sección a todo un abanico de preguntas con respecto a los antecedentes sociales, extensión, senti­do de la oportunidad, metas y significación de dichos movimientos sociales. Entre las conclusiones más importantes caben destacarse las siguientes:

a) La acción violenta a gran escala de la población rural en contra de la autoridad constituida no era nueva ni rara en el México colonial, asi como tampoco es cierto que los problemas sociales desaparecieran entre 1810 y el inicio de la Revolución de 1910. En tanto que levantamiento rural, la rebelión de 1810 tuvo unas características ostensiblemente únicas y distintivas de los movimientos anteriores y posteriores. El carácter sostenido de las propuestas, su extensión espacial y numérica y sus metas políticas claramente sobrepasan la estructura de cualquier «rebelión campesina».

b) Para lograr una comprensión ajustada de la realidad, se debe hacer un estudio regionalizado a fin de reproducir correctamente la diversidad del fenó­meno, puesto que las condiciones específicas de cada región hacen que no se pueda extraer una conclusión generalizable. A ello hay que añadir que los mo­vimientos de independencia abarcaban distintos grupos sociales, cada cual con distintos objetivos, no existiendo una completa integración entre todos ellos. Los levantamientos indios y las peticiones de la élite protoliberal tenían metas y creencias muy distintas de las de los dirigentes criollos de la élite del movi­miento. La ideología popular estaba inmersa en términos más metafóricos y simbólicos que explícitamente políticos. Las metas de las élites y de gran parte de la rebelión popular no sólo eran distintas entre sí, sino incompatibles.

c) Los antagonismos raciales y sociales asumieron un papel importante en las estructuras mentales del conflicto. Hay que recordar que no casualmen­te las categorías de indio y campesino se solapaban durante los últimos años de la época colonial. La intensidad del conflicto se alimentó de dicho entre-cruzamiento, creciendo a partir del cambio agrario que tuvo lugar a finales del siglo xvni. La proletarización del campesino indio en partes de México se dio simultáneamente a un proceso de desaculturización.

d) Si es verdad que los cambios agrarios de fines del período colonial crearon las precondiciones para un levantamiento masivo y que estos cambios afectaron prímordialmente el uso y la propiedad de la tierra, se tendría que ca­racterizar a los movimientos independentistas como revueltas por la tierra, pero en general éste no parece haber sido el caso. En conjunto, la tierra no p«' rece haber sido una cuestión explícitamente importante en la participación

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campesina, aunque hay que recordar que la lucha por ella ayudó a incremen­tar la solidaridad dentro del pueblo.

e) El carácter rural de las rebeliones de 1810, o si se prefiere la ausencia de levantamientos urbanos a gran escala, es, a diferencia del caso europeo, una de las características de los procesos convulsivos mexicanos de comienzos del siglo XIX. Si bien movilizaciones masivas, revueltas, tumultos y linchamientos periódicos azotaron a las provincias de la Nueva España, las principales ciuda­des del reino permanecieron relativamente tranquilas y, a excepción de Gua-Oajuato y una o dos ciudades más, no experimentaron levantamientos. Esto no quiere decir que las grandes ciudades en otras partes hayan permanecido ile­sas durante los diez años de violencia intermitente, ni que no hayan experi-'nentado signos de inquietud interna, sino únicamente que estas perturbacio­nes asumieron formas distintas a las de la acción masiva colectiva. Las tasas de U migración del campo a la ciudad en muchas partes de la Nueva España fue­ron bastante altas a fines del período colonial, lo que socavó la propensión de los grupos populares urbanos a embarcarse en acciones colectivas de cualquier ^Po, debido a la atomización social que indujo dentro del ambiente urbano. La estructura del pueblo tradicional, con su visión del mundo centrada en la localidad, proporcionaba un ambiente mucho más propicio para una diferen­ciación desorganizadora que el medio urbano más atomizado y heterogéneo, y por tanto los contrastes entre el pasado y el presente, tal como los percibían los campesinos que habitaban en los pueblos, pueden haber sido más amena­zantes que los acusados por los habitantes de las ciudades y los inmigrantes Urbanos recientes. Por último, hay que añadir que los malestares que alimenta-••on a la rebelión popular eran esencialmente de naturaleza agraria, por lo que • o concitaban las simpatías de la población urbana.

f> Reyes indios y milenarismo son dos elementos que no aparecen en las rebeliones indias del centro de México, donde las esperanzas mesiánicas indi-Senas se centraron en el mismo rey español Fernando VII. Aun cuando no ^Pareció un milenio indio en el norte de México, las conspiraciones y la rebe­lón en dichas regiones pueden haber estado más cerca del desenlace milena-• o de lo que estaban las del centro de la Nueva España. En el área central se **'o la peculiaridad de un mesías sin milenio. En los paisajes norteños, en que *' indio podía encontrarse menos integrado culturalmente, la rebelión y los procesos rebeldes populares tendieron a ser más programáticos en un sentido 'mplio y a carecer del foco mesiánico sobre la persona del rey español. Las ex­pectativas mesiánicas entre los aldeanos indios de la Nueva España pudo ha-^ r funcionado como una potente palanca ideológica en contra de la estructu-

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ra político-local (funcionarios locales, comerciantes, terratenientes y algunas ve­ces sus propios sacerdotes). El rey de España representaba en cierta forma para los indios la figura proteccionista del padre frente a los abusos de las au­toridades locales.

El volumen se termina con una importante contribución teórico-metodoló-gica sobre la historia regional. Se trata de una potente herramienta que nos ayuda a combinar las tensiones entre generalizaciones y particularismos, cues­tión fundamental en una realidad como la mexicana, donde la diversidad re­gional es tan importante. Hasta ahora, siguiendo en buena medida las explica­ciones del modelo del sistema dendrítico, que pone el acento en las exportaciones hacia el exterior, se había venido sosteniendo que en el caso de la Nueva España la plata había sido el elemento central cohesionador de su in­tegración interna. Ello quiere decir, si seguimos esta tesis hasta sus últimas consecuencias, que en los años de mayor producción argentífera, la integración económica interna seria mayor y que ésta se relajaría en los períodos de des­censo en las extracciones de metales preciosos. Eric Van Young plantea, sin embargo, que el modelo solar es más apropiado para entender la realidad re­gional novohispana, salvo escasas excepciones como los casos de Yucatán y Morelos durante algunos períodos de su historia. Si esto es cierto, como pare­ce, se pueden derivar algunas importantes consecuencias teórico-interpretati-vas. En primer lugar, subraya el autor, deberíamos encontrar mercados de un rango geográfico muy limitado para la mayoría de las mercancías, excepto para aquellas con un alto valor y un reducido volumen como era el caso de los me­tales preciosos. En segundo lugar, deberíamos hallar bajos niveles de exporu-ciones regionales para mercancías agrícolas; y en tercer lugar, deberíamos en­contrar un nivel general bajo de intercambio comercial entre regiones de este tipo. El caso de Guadalajara, estudiado por Eric Van Young, confirma estas suposiciones. Lo que se ve, entonces, al menos en dicho caso y probablemente en otras regiones, es una especie de efecto de iceberg en donde sólo la punta de la economía regional tenía nexos comerciales más amplios, mientras que el resto, si es que estaba comercializado, producía, consumía y comerciaba sólo a un nivel intrarregional.

La importancia de esta nueva interpretación radica en la posibilidad que nos ofrece de entender la dinámica interna virreinal desde nuevos puntos de vista, poniendo en tela de juicio la tesis que sostem'a que la profunda integra­ción espacial del virreinato a fines de la época colonial se resquebrajó después de la independencia política, dando lugar a un fuerte regionalismo y atomiza­ción de los mercados internos. Una vez más, comprobamos que la revisión crí-

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tica de los últimos años coloniales nos ayuda a comprender con más exactitud el proceso de formación' de la nacionalidad mexicana a comienzos del siglo XIX, facilitándonos el análisis apropiado de' los problemas presentes. Pasado, presente y futuro están entrelazados en un constante diálogo. En un momento como el actual en que México está mirando hacia el futuro intentando redefi-nir sus bases es de suma utilidad comprender que conceptos tales como «or­den» y «progreso» fueron unidos en su momento para justificar posiciones po­líticas concretas y que tienen, si se aplican sin un rigor crítico a la actualidad, peligrosas consecuencias políticas. Progreso y modernidad no tiene por qué significar obligatoriamente autoritarismo y centralismo. Democracia significa pluralismo.

En resumen, la importancia tanto de las conclusiones explícitas subrayadas por el autor cuanto de aquellos aspectos que quedan enunciados como esque­mas de posibles futuras investigaciones, confieren a esta obra un valor innega­ble dentro de la historiografía mexicanista. La presente edición presenta en un balanceado menú historiográfico las más importantes contribuciones de Eric Van Young, algunas de las cuales fueron en su día artículos en revistas espe­cializadas. El estudioso o simplemente curioso de la historia mexicana tiene la ventaja ahora de ver reunidos y traducidos unos materiales antes en ciertos casos de difícil acceso. El especialista puede encontrar la completa evolución del pensamiento histórico de Eric Van Young, además de novedades editoria­les como es el capítulo segundo titulado «Los ricos se vuelven más ricos y los pobres más pobres; salarios reales y estándares populares de vida a fines de la colonia en México». El análisis local de los precios y de los salarios; la estruc­tura regional y análisis de los mercados internos; los desajustes de la vida colo­nial, el mesianismo y la revuelta popular, pasando por el estudio de las relacio­nes ciudad-campo, son temas que se van integrando sucesivamente de forma coordinada. La última parte relativa a las consideraciones metodológicas y teó­ricas supone una excelente conclusión del presente libro, al brindar al lector "na reflexión teórica y metodológica sumamente útil para continuar estudian­do el pasado de México.

Con seguridad que la lectura de este texto abrirá nuevas perspectivas de investigación, y lo que es más importante, creará nuevas inquietudes. Si, como se suele decir, la historiografi'a, debido a la enorme masa de materiales que tie­ne que mover y a la constante diferente visión del pasado de cada época, cami­na lentamente, es evidente que con este libro hemos adelantado varios tramos de una sola vez.

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RECENSIONES

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Lutgardo GARCIA FUENTES; Sevilla, los vascos y América (las exportaciones de hierro, manufacturas metálicas en los siglos xvi, xvu y xvm), Bilbao, Fundación BBV, 1991. No incluye bibliografía, índice de autores ni de materias.

El trabajo que paso a reseñar es una nueva aportación de un autor con una amplia y conocida obra en el campo del comercio colonial america­no. En este caso, su trabajo se inserta­ría dentro de la extensa, variada y, en ocasiones, pintoresca bibliografía americanista aparecida en los años <iue han precedido a la celebración del V Centenario, con apoyo financiero de instituciones publicas o privadas (en esta ocasión la Fundación BBV). Adecuándose con escrupulosidad al compromiso contractual adquirido con la institución ñnanciadora (p. 12), el primer objetivo perseguido por el autor ha sido la cuantifícación del hierro (en bruto o manufacturado) ^ue procedente del País Vasco hie 'emitido a las Indias durante los si­glos XVI, XVII y XVIII. Laguna informa­

tiva sin duda importante, aunque pre­ciso es reconocerlo, trabajos previos, incluidos los del propio García Fuen­tes, habían parcialmente contribuido a llenar. En cualquier caso, puesto que una buena parte de los debates existentes en tomo al comercio colo­nial americano y sus implicaciones en la coyuntura internacional tienen su última raíz en aspectos cuantitativos nunca resueltos plenamente, el objeti­vo resulta sin duda oportuno.

Cualquiera que conozca los fondos documentales que es preciso manejar para la cuantifícación del tráfico ame­ricano podrá reconocer el esfuerzo requerido para la elaboración de las diferentes series que se nos ofrecen insertas en el texto y en apéndices. Sin embargo, sabemos que las fuentes manejadas (Registros de la Gtsa de

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RECENSIONES

Contratación) encierran incógnitas que limitan de forma decisiva su em­pleo y que el autor no sólo no resuel­ve de forma satisfactoria, sino que introduce nuevos elementos de confusión. Aunque sería excesiva­mente prolijo detallar el sistema em­pleado para el registro del hierro con anterioridad a 1720, hay cuando me­nos dos aspectos que merecen ser te­nidos en cuenta: 1) la amplia gama de hierros en bruto o semimanufactura-dos, siempre dominantes en la pro­ducción vasca, se registraba anotando el número de piezas (cabos, cabos do­blados, sencillos, etc.); el herraje, cla­vazón y acero se registraba por cajas, mientras otros productos manufactura­dos (rejas, almadanetas, etc.) se conta­bilizaban generalmente por unidades; 2) aunque en ocasiones la documen­tación permite conocer su equivalen­cia en peso, la enorme dispersión existente no permite uniformar los datos. Por poner un ejemplo, la «planchuela», producto claramente dominante según los datos aportados por García Fuentes, oscilaba de acuerdo con mis estimaciones entre un mínimo de 0,32 quintales por ca­bo y máximo de 2,18. Teniendo en cuenta lo anterior, y por muchas ma-tizaciones que uno quiera introducir, con unos márgenes de semejante am­plitud, hacer una media aritmética para ofrecer la información en quinta­les, resulta cuando menos de dudosa legitimidad y contradice el criterio, mucho más prudente, mantenido por

el mismo autor en la elaboración de las series en su obra El comercio espa­ñol con América, 1650-1700, Sevilla, 1980.

Para gran parte del siglo xviii, so­bre todo a partir de 1720, la informa­ción de los registros viene dada en quintales, lo cual en gran medida eli­mina los problemas señalados. En este caso, el autor ha ampliado y me­jorado las series que en su día elabo­ró A. García-Vaquero. No obstante, es preciso señalar que se trata de datos nunca homologables a los obte­nidos mediante «conversión» para las etapas anteriores y que por lo tanto cualquier conclusión acerca de lo ocurrido en el siglo xviii no puede tomar como referencia las cifras pre­sentadas para el xvii (p. 195).

Existen también importantes obje­ciones en cuanto a la clasificación de las diferentes variedades de hierros. Puesto que el autor trabaja con las mismas fuentes empleadas años atrás para la elaboración de las series pre­sentadas en El comercio con España, 1650-1700, uno no acaba de entender por qué motivo en esta ocasión deja de incluir la categoría «Cabos o do­blados» (sic), que según sus primeras estimaciones era la segunda en impor­tancia después del hierro «planchue­la». ¿Dónde está el error? También convendría aclarar qué se está consi­derando como hierro «sutil». Quien esté familiarizado con la terminología sabrá que el término en cuestión po­día ser empleado para designar los

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RECENSIONES

materiales menos gruesos dentro de cada una de las distintas variedades comercializadas. Aquí la pregunta se­ría dónde se incluyen las partidas de «planchuela sutil», «vergajón sutil», etc.

Elaboradas de este modo las series. García Fuentes trata de integrar el movimiento exportador en el marco más general de la coyuntura adántica e indiana. Por el contrario, la coyun­tura siderúrgica internacional y, sobre todo, la propia dinámica del sector en el País Vasco, queda relegada en su análisis a un plano marginal. De he­cho, su desconocimiento en este te-treno queda frecuentemente en evi­dencia en aspectos muy básicos. Así, según García Fuentes el alto horno «inició su andadura» en Inglaterra en 1543 y en Lieja en 1570 (pp. 106-107), cuando la consulta de cualquier tnanual mínimamente actualizado le hubiera permitido informarse que los primeros altos hornos europeos de­bieron entrar en actividad cuando llenos mediado el siglo xv y que casi con toda probabilidad en Inglaterra •a técnica se introdujo en tomo a 1500 precisamente por artesanos pro­cedentes de Lieja. También resulta sorprendente su afirmación de que *en los años sesenta (del siglo xviii) el ttiercado inglés pierde importancia para las manufacturas vascas porque 'os ingleses por esos años se inclinan P< t los hierros suecos y rusos» (p. 1^0). Como es sabido, sobre todo a través de los trabajos de S. E. Astróm

y K. G. Hildebrand, el hierro sueco consiguió imponerse con claridad en el mercado británico a partir de la se­gunda mitad del siglo xvii. Por su parte, el hierro ruso superó definitiva­mente al sueco hacia 1765. En este contexto, el hierro vasco quedó rele­gado a un lugar muy secundario, sien­do su participación en el mercado británico en los mejores momentos del siglo xviii (1710-1729) inferior al 10 por 100. Tal como queda reflejado en las series elaboradas a partir de los Libros de Avería del Consulado de Bilbao, Inglaterra, posiblemente el mercado más competitivo de Europa, no fue como pretende el autor corres-ponsable del incremento productivo que se dio en la siderurgia vasca has­ta los años 1760-1770.

En este terreno de nuevo se pone de manifiesto la incapacidad para rea­lizar un mero estado de la cuestión. De acuerdo con García Fuentes, hay tres autores que recientemente se han ocupado de la actividad comercial en las costas vascas, A. Zabala, R. Uriarte y M. Gárate (p. 11). En ninguno de ellos, sin embargo, encuentra aporta­ciones que permitan cuantificar el trá­fico del País Vasco con Sevilla, Cádiz y América. Al primero de los citados, le reconoce su minucioso análisis de la actividad comercial del País Vasco, pero se lamenta de las escasas refe­rencias al tráfico con Sevilla, Cádiz y América, lo cual no deja de ser sor­prendente en un trabajo cuya área de estudio se limita al Atlántico europeo.

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RECENSIONES

En el caso de R. Uñarte también se­ñala la ausencia de Sevilla y Cádiz en un estudio que lleva por título «El tráfico marítimo de mineral de hierro vizcaíno (1700-1850)». Sin duda, Gar­cía Fuentes podría indicarme cuánto mineral vizcaíno escapa a mi análisis para aparecer en los puertos de Sevi­lla y Cádiz; ciertamente se lo agrade­cería. Por último, encuentra «aporta­ciones muy valiosas» en los trabajos de M. Gárate, aunque tampoco deben referirse al tráfico de hierto. En un mercado perfectamente inte­grado, el acceso a la producción bi­bliográfica no presenta dificultades insalvables, de manera que me ahorro las referencias. En cualquier caso, puedo asegurarle que las seríes de ex­portaciones de hierro a través del puerto de Bilbao entre 1733 y 1825, donde por supuesto podrá encontrar lo que era remitido a Sevilla y Cádiz, fueron publicadas en 1988, y que con anteríorídad habían pasado por im­prenta más de un trabajo que aborda­ba dicho tema.

El análisis de coyuntura no puede menos que reflejar las limitaciones y deficiencias que han sido señaladas. Cuesta entender cómo se puede ca­lificar de «tímida recuperación de los últimos decenios» del siglo xvii (p. 195), cuando el ascenso de las ex­portaciones según sus propios datos

(p. 131, cuadro 7) fue en números índi­ce 1650-1659-100, 1660-1669-208, 1670-1679-490, 1680-1689-404, 1690-1699-875. Comportamiento que más adelante califica de «una me­joría sustancial en los últimos dece­nios» también del siglo xvii (p. 225). En una investigación que, según el autor, «por su propia naturaleza y por la metodología aplicada pertenece a la denominada historia cuantitativa» (p. 12), son demasidas las imprecisio­nes «cuantitativas» que habría que re­visar. Para concluir, quisiera referir­me a las páginas dedicadas a los aspectos relacionados con las estruc­turas de la actividad comercial, el análisis de la presencia vasca en Sevi­lla y Cádiz, transferencia de numera­rio, etc. A mi juicio, es en este terre­no donde García Fuentes realiza su aportación de mayor interés, pe­netrando en áreas poco estudiadas y de difi'cil seguimiento. Por lo demás, si América fue una «ocasión p>erdida» para modernizar la siderurgia vasca. García Fuentes ha desaprovechado una excelente oportunidad para que su importante aportación empírica pueda ser utilizada con el máximo provecho.

Rafael URIARTE AYO

Universidad del País Vasco

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RECENSIONES

Enrique TANDETER, Coacción y mercado. La minería de la plata en el Potosí Colo­nial 1692-1826, Cuzco, Centro de Estudios Regionales Andinos «Bartolo­mé de las Casas», 1992.

La atención prestada al papel de la asignación coactiva de trabajo, al mis­mo tiempo que el esfuerzo por estu­diar el funcionamiento y estimar la importancia de las economías y mer­cados interiores, constituyen dos grandes temas de la historia económi­ca del mundo andino durante la épo­ca colonial. El acento puesto sobre estos fenómenos, aun con debates y opiniones divergentes, aparece como una de las principales características que distingue dicha historiografía de los estudios consagrados a otras re­giones de América Latina. De aquélla ^ ha sedimentado la imagen del lu­gar que ocupaban las comunidades mdígenas en el edificio económico sui^do de la conquista española. Su­jetos a la imposición del tributo y a una tan difusa como pesada red de obligaciones personales hacia sus je­fes étnicos, autoridades religiosas, funcionarios y empresarios (o funcio­narios-empresarios) españoles, los miembros de las comunidades supie­ron también utilizar sus pautas tradi­cionales de reciprocidad y migración para responder a las oportunidades creadas por la aparición de mercados locales de bienes y trabajo '.

Ver los trabajos, en particular el estudio °* T. Saignes, contenidos en Olivia Harris, Brooke Larson y Enrique Tandeter, La partici­pación indígena en los mercados surandinos. Estra-

Una de las cualidades del libro re­señado es que aborda dentro de este contexto de ideas el estudio de un as­pecto central de la economía minera en la actual Bolivia durante el siglo XVIII, motor del sector extemo de la región que se extendía desde los An­des hasta el Río de la Plata. La pro­posición por la cual se organiza el es­tudio es que la oferta de trabajo estaba asegurada por el mercado y —en igual proporción— gracias al ejercicio de derechos sobre personas. Esto último determinaba la viabilidad misma de la explotación minera en Potosí y organiza su entramado insti­tucional. De hecho, el autor ha sido un destacado constructor y activo mi­litante de la mencionada corriente historiográfíca . Como dice él mismo, el libro es el producto de veinte años de trabajo y aparece diez años des­pués de su presentación como tesis; durante los cuales ha profundizado y enriquecido anteriores avances. Lleva

tegias y reproducción sociaL Siglos xv¡ a xiK La Paz, CERES, 1987.

' Enrique Tandeter, «Crisis in Upper Perú, 1800-180$», Hispanic American Historical Re-view, voL 71, núm. 1, 1991; Enrique Tandeter, Vilma Milletich, Matilde OUier y Beatriz Rui-bal, «El mercado de Potosí a fines del siglo xvra», en La participación indígena..., op. cit.; En­rique Tandeter y Nathan Wachtel, «Conjonc-tures inverses. Le mouvement des prix a Poto­sí pendant le xvnie siecle», Annales. E.S.C., vol. 38, núm. 3, 1983.

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RECENSIONES

el tiempo con elegancia, tanto por la riqueza y variedad del material que utiliza como por la solidez de la ar­gumentación y análisis. Sin duda será una referencia obligada sobre el tema durante un largo período.

Los resultados expuestos concier­nen a la minería del Cerro de Potosí, dejando de lado otros centros del distrito, desde finales del siglo xvii hasta comienzos del XIX. El argumen­to central de Tandeter es que la ren­tabilidad de la minería en Potosí se sostenía gracias al trabajo forzado empleado en distintas fases del pro­ceso de producción de la plata. Pro­venientes de comunidades indígenas sometidas a la obligación de contri­buir con una cantidad de tributarios por año —la mita—, los mitayos eran remunerados muy por debajo del valor de mercado de los salarios pagados para las mismas tareas. Con frecuencia, esta renta de trabajo atri­buida a las unidades de producción se transformaba en renta en dinero percibida por el empresario o el pro­pietario de los ingenios en los que se molía el mineral. Por un lado, los mi­tayos solían conmutar sus obligacio­nes personales por un pago en metá­lico y, por el otro, el arrendamiento de los ingenios estaba fijado en fun­ción de los trabajadores forzados que tenía asignados. A su turno, la trama de relaciones sociales sobre las que reposaba el funcionamiento de este sistema —la renta mitaya— pu­so límite a los intentos reformistas

de los últimos dos decenios del si­glo XVIII.

El autor desarrolla su argumenta­ción, de manera escalonada, a lo largo de cinco capítulos prolijamente docu­mentados. Comienza por explicar el lento incremento de la producción a partir de las primeras décadas del siglo XVIII como respuesta al aumento del precio relativo de la plata. El es­tudio de la mita que sigue muestra los mecanismos por los cuales la eco­nomía rural subsidiaba a la minera y presenta un panorama cuantitativo de su importancia y evolución, tan ex­haustivo como las fuentes lo permi­ten. La organización de las tareas de los trabajadores forzados, al mismo tiempo que reducía los costos de su­pervisión, permitía la extensión de los tumos más allá de los limites fijados por la legislación (el «entable» de la mita). Pero en las semanas de «des­canso» los mitayos podían contratarse libremente. Así, el examen del funcio­namiento de la mita conecta natural­mente con el estudio del mercado de trabajo. Tandeter muestra la compleja diversidad de un universo en el cual la contratación estaba regida por la coexistencia de un cruce de incenti­vos y racionalidades que obviamente incluían la presión coactiva del tribu­to. Un ejemplo de la compleja diver­sidad de ese mundo, así como de la riqueza del libro, lo constituye la des­cripción de la actividad de los kaj-chas, grupos de trabajadores califica­dos (barreteros). Organizados bajo la

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autoridad de un jefe, ocupaban las galerías durante los ñnes de semana para extraer mineral que refinaban en pequeños molinos o en los grandes ingenios de los azogueros. En 1759 fueron responsables del 40 por 100 de la producción de Cerro. Coacción y mercado, entonces, que remiten a las afirmaciones del comienzo.

En el siguiente capitulo, dedicado al análisis del crédito y la organiza­ción empresaria, demuestra de mane­ra convincente sus hipótesis sobre el papel de la renta mitaya. Por otra parte, los capitales acumulados du­rante la primera mitad del siglo por la élite burocrático-mercantil fueron volcados hacia la minera a partir de 1740. Las modalidades y el impacto del fenómeno —siempre según Tan-deter— estaban condicionados por las características de la empresa y las relaciones de propiedad. Al respecto, cabe observar que otros trabajos y sus mismos ejemplos tienden a de­mostrar que el análisis de las pautas de inversión y el comportamiento empresario requieren estudios que tomen a las redes de relaciones per­sonales como unidades de análisis. En el interior de estas redes se entre­lazaban la organización empresaria y las estructuras formales del poder político, constituyendo un conjunto que integraba el sistema de asigna­ción de recursos. Por esta vía es po­sible comprender la racionalidad de agentes caracterizados por su diversi-ncación y su relación al estado. Ob­

viamente, esto es otro programa de investigación.

El libro culmina con un fino análi­sis de los intentos reformistas poste­riores a 1780, así como de los efectos de la crisis de 1802-1805 y las dificul­tades (x>r reactivar la economía del Cerro en las primeras décadas del si­glo XIX. En suma, un gran trabajo que consolida los conocidos aportes del autor a la historia económica de América Latina colonial.

Como tengo dicho, otro de los mé­ritos del trabajo de Tandeter es desta­car el efecto del cambio en los pre­cios relativos sobre el incremento de la oferta de plata. Entre 1730 y 1790, la relación de intercambio del metal respecto tanto de los productos agra­rios como de los importados mejoró más rápidamente que el aumento de la producción. Esta, por su parte, cre­ció casi sin grandes inversiones en ga­lerías que explotaran nuevas vetas. Se utilizaron las existentes con mineral de baja ley, cuya explotación se tor­naba rentable por el aumento del pre­cio de la plata.

Esto nos conduce a un reciente ar­ticulo de Flynn, en el cual —siguien­do sus anteriores trabajos— presenta un análisis microeconómico del mer­cado mundial de la plata como el de un bien, haciendo abstracción de su función como medio de pago '. La

' Dennis O. Flynn, «Comparing the Toka-gawa Shogunate with Hapsburg Spain: Two silver-based empires in global seting», en Ja-

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plata se producía, se compraba y se vendía, en el Adántíco y en el Pacífi­co, en función de su precio relativo, a cambio de otros bienes o medios de pago como el oro. El núcleo de su comparación, en términos de éxito y fracaso, entre Japón y España, reposa en el examen de la distinta manera en que, en uno y otro caso, fueron utili­zados los beneficios de este comercio. El problema de los distintos costos de producción —cuya evolución, ob­viamente, no examina— constituye la

base de su modelo. En el extremo an­dino, el libro de Tandeter muestra de que manera la asignación coactiva de trabajo afectaba a la estructura de costos. La combinación de ambas perspectivas constituye un programa de investigación que renovaría nues­tra comprensión de la economía mundial en el siglo xviii.

Zacarías MOUTOUKIAS

Universidad Carlos III de Madrid

Manuel MIÑO GRIJALVA: Obrajes y tejedores de Nueva España (1700-1810), Mono-grañ'as Economía Quinto Centenario, Instituto de Estudios Fiscales (Minis­terio de Economía y Hacienda), Instituto de Cooperación Iberoamericana, Sociedad Estatal Quinto Centenario, Madrid, 1990, 402 pp.

Manuel Miño propone como tesis central en el presente volumen ' que el obraje novohispano, en tanto que centro manufacturero textil lanero, fue suplantado durante la segunda mitad del siglo xvín por la produc­ción algodonera realizada a través del

mes Tracy, The PoUlical Economy of Menhant Empires. State, Power and world Trade, 1350-1730, Cambridge, Cambridge University Press, 1991.

' En esencia, la actual publicación es la te­sis doctoral que Manuel Miño presentó en 1984 en el Colegio de México a la que se ha suprimido el capítulo sobre política y a la que se ha añadido otro referido a la organización espacial que no es otro que la reedición del artículo del mismo autor publicado en Histo­ria Mexicana, vol. XXXII:4 (1983), pp 524-553.

sistema de trabajo a domicilio y do­méstico y las fábricas de indianillas. Se sostiene que los tejedores rurales y urbanos, a la sombra de los comer­ciantes o independientemente de los mismos, surgieron como la alternativa a la producción obrajera, la cual, de­bido a su falta de renovación técnica y a la dependencia de los censos, las capellanías y los créditos comerciales, no pudo someterse a un proceso de reconversión, por lo que, al no poder ampliar su competitividad, se estancó su producción.

El libro comienza con la descrip­ción de las interconexiones existentes entre las distintas regiones del virrei­nato a fin de demostrar que las osci-

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laciones en la producción de los obrajes de Acámbaro, México o Querétaro estaban conectadas con el auge de los tejedores de las ciudades de Zamora, Celaya, Guadalajara o Puebla. Hay que aclarar que acerta­damente no se presenta el problema de la organización textil novohispana en términos de una lucha irreconci­liable entre producción obrajera y sistema artesanal, o entre éste y el sistema doméstico y a domicilio, y ello se explica por los argumentos si­guientes. En primer lugar, se subraya que tanto el obraje como el taller ar­tesanal y doméstico correspondían a dos formas distintas de organización, con radios de acción diferentes y una propia especialización de la pro­ducción y una división coherente del trabajo (uno se especializó en la pro­ducción de géneros de lana y el otro en la de géneros de algodón o en la de tejidos de lana angostos), por lo que en vez de encontrarse una con­tradicción, se observa una comple-mentación. En segundo lugar, se re­cuerda que el capital comercial fue la base de la organización textil, por lo que en última instancia controló la producción de tejidos tanto de la­na como de algodón. Finalmente, se recalca que si bien es cierto que existió una aparente contradicción entre el tejedor agremiado y el do­méstico, fueron los comerciantes quienes desempeñaron el papel arti-culador del trabajo a través del con­trol de la materia prima y de la co­

mercialización de los tejidos (espe­cialmente de los de algodón).

Después de analizar los casos de México, Querétaro y Acámbaro, se defíne el funcionamiento de la orga­nización gremial, al mismo tiempo que se realiza una estimación de la población artesanal. Seguidamente, se analiza el sistema de trabajo domésti­co y a domicilio (cuyas características principales coinciden con el que se dio en Europa) y se muestran los me­canismos de los que se sirvieron los comerciantes para controlar a los teje­dores domésticos tanto urbanos como rurales. Posteriormente, se ofre­ce el ejemplo de la fábrica de indiani-llas de la ciudad de México, propie­dad del comerciante Francisco de Iglesias y, finalmente, se analiza la dis­tribución regional de la materia prima y la producción textil. En este último capítulo se rechaza, tras mostrar el funcionamiento de las redes mercan­tiles internas del virreinato, la inter­pretación tradicional de que el mer­cado de los textiles era reducido y se circunscribía al exclusivo ámbito local. Para ello, se presenta una apro­ximación a las dimensiones que al­canzó la producción textil a finales del siglo XVIII y principios del siglo XX, al mismo tiempo que se muestra, al contrario de lo que se había venido manteniendo, que la producción de tejidos de algodón fue cuantitativa­mente superior a la de tejidos de lana.

El período de estudio (1700-1810) se justifica por las razones siguientes.

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En primer lugar, porque a partir de 1700 y particularmente entre 1750 y 1810, la Corona redefinió su política económica colonial, a la vez que se crearon las condiciones que permitie­ron el despunte de la industrializa­ción catalana, hecho que trajo como consecuencia la expansión de la pro­ducción de algodón en la Nueva Es­paña. En segundo lugar, porque el al­za de los niveles de la producción minera y la consiguiente expansión de la esfera mercantil repercutieron de manera directa en la organización del trabajo textil durante este tiempo. Finalmente, porque después de 1810 el sector textil sucumbió ante los em­bates de la inestabilidad política, la caída de la producción minera, la in­vasión de textiles extranjeros y la reti­rada del capital comercial.

Para superar la escasez de fuentes sobre las series de producción, el au­tor combina de forma inteligente el material procedente de los censos que realizó la Dirección General de Al­cabalas en 1781, 1793, 1799 y 1801; las fuentes judiciales; los libros de al­cabalas y aduanas (de capital impor­tancia para medir la circulación tanto del producto acabado como de la ma­teria prima); y los padrones formados por mandato del virrey Revillagigedo a partir de 1790, principalmente para Celaya, Texcoco, Acámbaro, San Mi­guel y los elaborados para México en 1811 (que nos ayudan a formarnos una idea aproximada de la dimensión que alcanzó la población dedicada al

trabajo textil). El autor es consciente de la h-agilidad de las ci&as que ma­neja (especialmente las de origen fis­cal), por lo que es sumamente cauto a la hora de extraer sus conclusiones.

La investigación cubre perfecta­mente el cometido de subrayar el im­portante papel que la producción al­godonera y a domicilio jugaron durante la segunda mitad del siglo xviii en el conjunto de la economía de la Nueva España. Se trata de un texto que pone el acento en cuestio­nes importantes para la comprensión de la dinámica del sector textil de la segunda mitad del siglo xviii. Sin em­bargo, desde nuestro punto de vista quedan por resolver algunos interro­gantes, ya que para lograr un entendi­miento profundo sería conveniente comenzar a entender la lógica de la producción textil novohispana no ex­clusivamente desde la óptica de la oferta (análisis de la fuerza de trabajo, el capital utilizado y las técnicas em­pleadas), sino además y de forma pa­ralela desde la comprensión del com­portamiento de la demanda, lo cual nos lleva irremisiblemente a tener que saber más sobre las oscilaciones en la productividad agrícola, la rela­ción población-recursos, la emigra­ción campo-ciudad, las variaciones en el régimen de propiedad del suelo, la monetización de la economía, etc., te­mas de los que en la actualidad aún no contamos con una buena informa­ción de base. En síntesis, como he­mos puesto de relieve en otra oca-

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sión , es necesario profundizar en el conocimiento de las oscilaciones de la demanda interna para poder con­firmar o rechazar la tesis que inter­preta que la llegada masiva de textiles extranjeros supuso la destrucción de los centros manufactureros novohis-panos'.

En líneas generales Manuel Miño supone una demanda interna cons­tante e incluso creciente durante la segunda mitad del siglo xviii y man­tiene la tesis de que durante los últi­mos años de la época colonial se dio un crecimiento económico generaliza­do como consecuencia de la expan­sión del sector minero (p. 259). Sin embargo, estamos asistiendo en los últimos años al desmontaje de estas suposiciones, al irse comprobando Cjue las tasas de crecimiento demográ­fico disminuyeron sensiblemente du­rante la segunda mitad del siglo XViii •» y que la capacidad adquisitiva de los trabajadores asalariados decre­ció como consecuencia del fuerte proceso inflacionario y el estanca­miento de los salarios '. Al mismo

^ P. Pérez Herrero, «Los actores del retra­so de la industrialización en México: reflexión nistoriográfica», Mexkan Studies-Estudios Mexi­canos, VIII:2 (1992), pp. 303-335.

^ Igual argumento sostiene R Salvucci, 'extiles and capiíalism m México. Art economic History of the obrajes. 1Í}9-1840, Princeton Uni-versity Press, Princeton, 1988.

* C. Rabell, La población novohispam a la luz ae los registros parroquiales (avances y perspectivas '^investigación), UNAM, México, 1990.

' Véase al respecto, por ejemplo, las cono­cidas obras de E. Florescano, Precios del maíz y

tiempo, se ha venido constatando que la supuesta expansión del sector mi­nero no fue tan intensa como se ha­bía afirmado *, y que sus efectos de arrastre económico no fueron tan ex­clusivos, ya que éste se combinó con el impulso creado por los centros ur­banos. En definitiva, se comprueba la importancia que las variaciones en las tasas de crecimiento demográfico de­bieron tener para modificar los efec­tos multiplicadores y aceleradores del consumo realizado a través de los ca­nales mercantiles '. Evidentemente, en los próximos años deberemos ha­cer un esfuerzo por reconstruir de la mejor forma posible las series de pre­cios de artículos manufacturados para que nos ayuden a comprender la lógi­ca de las diferenciaciones regionales y temporales.

En síntesis, mientras no tengamos

crisis agrícolas (1708-1810), El Colegio de Méxi­co, México, 1969; V. García Acosta, Los precios del trigo en la historia colonial de México, CIE-SAS, México, 1988; L. L. Johnson y E. Tande-ter (eds.), Essays on the pnce history of eighteenth-Century Lalin America, University of New México Press, Albuquerque, 1990; E. Van Young, La crisis del orden colonial. Estructura agraria y rebeliones populares en la Nueva España, 17Í0-1821, Alianza Editorial Mexicana, Méxi­co, 1992.

<• Véase al respecto J. H. Coatsworth, Los orígenes del atraso. Nueve ensayos de historia eco­nómica de México en los siglos xvm y x¡x. Alianza Editorial Mexicana, México, 1990.

' P. Pérez Herrero, «Los factores de la con­formación regional en México (1700-1850): Modelos existentes e hipótesis de investiga­ción», en P. Pérez Herrero (Comp.), Región e historia en México (1700-1850), Instituto Mora-UAM, México, 1991, pp. 207-236.

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un análisis de las oscilaciones del consumo interno (lo cual supone un conocimiento del movimiento de pre­cios y salarios) no podremos dar como definitiva ninguna tesis por su­gestiva que parezca. Al parecer, la au­sencia de un mercado interno estable y la imposibilidad de ampliar el exter­no hicieron que los empresarios no-vohispanos rechazaran cualquier in­versión en el sector y que en consecuencia trataran de rebajar los costos de producción, reduciendo los salarios con la ampliación consecuen­te de la compulsión. Desde nuestro punto de vista, los argumentos esgri­midos tradicionalmente para explicar el atraso económico latinoamericano, tales como la ausencia de empresa­rios, la falta de capitales o la presen­cia de una tecnología atrasada, deberán revisarse en el futuro en fun­ción del estudio de las oscilaciones del consumo interno. Habría que plantear también si la aparición del trabajo a domicilio no respondió a la necesidad de reducir los costos de

producción de las empresas centrali­zadas al mismo tiempo que evitar el pago de las obligaciones fiscales (eco­nomía sumergida) para así hacer fren­te, en el caso novohispano del siglo XVIII, a la reducción de los precios ocasionado por la competencia de las telas extranjeras, la caída del consu­mo interno y la expansión de los ca­nales de autosubsistencia.

En resumen, se trata de un texto bien construido que tiene entre otros méritos el incorporar al caso de la historia textil de Nueva España las discusiones habidas en la historiogra-ft'a europeísta sobre el proceso de protoindustrialización. Si todavía que­da tela que cortar en relación a la comprensión detallada del proceso de industrialización mexicano en par­ticular y latinoamericano en general, también es verdad que debemos a Manuel Miño el haber iniciado su ca­bal comprensión.

Pedro PÉREZ HERRERO

Universidad Complutense

Luis PERDICES BLAS: Pablo de Olavide (1725-1803). el Ilustrado, Editorial Complu­tense, Madrid, 614 pp., índice de autores.

Los historiadores del pensamiento económico español tienen que en­frentarse con una grave restricción, la falta de pensamiento, o más concreta­mente la escasez endémica de ele­mentos analíticos dignos de ser reco­gidos no ya en un manual de teoría

económica, sino ni tan siquiera en uno de historia de la teoría económi­ca. Si exceptuamos la formulación de la teoría cantidad de dinero de los precios realizada por autores españo­les en el siglo xvi como Domingo de Soto, Martín de Azpilicueta, Tomás

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RECENSIONES

de Mercado y Luis de Molina, así como sus reflexiones sobre la deter­minación de los precios relatívos, so­bre todo en este último, a la espera de nuevas investigaciones, el panora­ma es casi desolador. La tónica gene­ral han sido los prácticos, arbitristas o proyectistas, cuyas proposiciones atri­buían la causa de los problemas a lo que eran meros efectos de los mis­mos, y no pocas veces han servido para confundir a los historiadores económicos.

De ahí no solamente la justifica­ción, sino la imperiosa necesidad de desbrozar y depurar la obra de quie­nes en el pasado escribieron en nues­tro país sobre asuntos económicos. El libro de Luis Perdices, Pablo de Olavi-de (1725-1803), El Ilustrado, al que me referiré a continuación y el libro de Vicente Llombart, Campomanes, eco­nomista y político de Carlos III, al que pienso dedicar unos comentarios en otra ocasión, son un excelente ejem­plo de la tarea que acabo de señalar. Según reza en la introducción, el li­bro Pablo de Olavide, el Ilustrado, nos ofrece «una nueva interpretación de la biografía y pensamiento económico de Pablo de Olavide», que además intenta corregir las interpretaciones equivocadas y llenar las lagunas deja­das por quienes con anterioridad se ocuparon del autor de la empresa co­lonizadora de Sierra Morena. Tal vez la gran originalidad del libro estribe en su profundización en las reformas de carácter socioeconómico postula­

das por Olavide, en su pensamiento económico propiamente dicho y en sus fuentes, así como en la crítica im­placable cuando es necesaria.

Pero antes de seguir con el conte­nido del libro quiero referirme a los aspectos formales. La organización de la obra es un buen ejemplo a seguir, recomendable como modelo tanto a los alumnos de licenciatura como de doctorado, de cómo escribir un ensa­yo y una tesis. El libro consta de una detallada introducción propiamente dicha, es decir, la introducción nos cuenta los distintos problemas que se van a abordar a lo largo del libro y la metodología con que se abordan; se justifica la insistencia en un tema que había sido tratado ya por otros auto­res y se nos cuentan de una forma de­tallada las fuentes utilizadas; final­mente se realiza un avance de las conclusiones. El último capítulo es el de las conclusiones generales. El lec­tor puede encontrar en este capítulo una síntesis de las soluciones a los problemas planteados en la introduc­ción.

Pero el profesor Perdices todavía facilita más las cosas al lector ofre­ciéndole una introducción y unas conclusiones en cada uno de los ocho capítulos restantes de que consta el libro. Todo ello hace que su lectura sea no solamente fácil, sino también agradable. Resumiendo, podemos de­cir que la estructura formal del hbro es pedagógicamente perfecta. En la obra los materiales están organizados

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de tal forma que ayudan a descubrir el alcance de las ideas y de las pro­puestas de Pablo de Olavide. Se en­frenta con el contexto en que surge la obra del limeño; seguidamente con la obra propiamente dicha, y finalmente se analiza el contexto de validación de las propuestas y aquí el profesor Perdices somete a su héroe al test im­placable de la teoría económica. Ello le va a permitir dejar claro que el fra­caso de las reformas no se debió tan­to a las confabulaciones de los enemi­gos de la Ilustración, sino más bien a los planteamientos teóricos equivoca­dos, que servían de fundamento, esto es, las reformas llevaban en su seno la semilla de la destrucción.

Pues bien, tras la introducción, el capítulo segundo libra a Olavide de la frecuente acusación de afrancesado y muestra cómo no es una excepción entre los economistas y reformistas españoles de su época. Tanto la for­mación intelectual de Olavide como su pensamiento económico y sus fuentes advierten que no se puede considerar una excepción si se le compara con sus contemporáneos, Campomanes, Floridabianca, Aranda, Almodóvar o Jovellanos. Olavide re­cibe una educación escolástica que criticaría más tarde, pero siempre res­petaría a la monarquía y a la religión católica.

A fin de facilitar el análisis del pensamiento económico de Olavide, el capítulo tercero describe «la situa­ción socioeconómica de la España de

la segunda mitad del siglo xviii» tal y como aparece reflejada en sus escri­tos. El interés de este capítulo estriba fundamentalmente, con independen­cia del diagnóstico, acertado o no, da­do por Olavide, en que fueron los problemas detectados por él los que intentaron solucionar sus reformas y a partir de aquellos problemas edifica su pensamiento económico.

El capítulo se enfrenta con proble­mas tales como los estamentos domi­nantes, grupos sociales marginados, la mujer en la sociedad, y especialmente la situación económica del campo an­daluz. Finalmente se nos adelanta cómo el diagnostico desacertado de algunos problemas explicará el fraca­so de las reformas propuestas.

En el capítulo cuarto se exponen las dos primeras reformas en las que se compromete Olavide: la beneficen­cia y la libertad de comercio. La fun­dación de hospicios será una de sus «obsesiones», «instituciones que a corto y medio plazo ajustaban el mer­cado de trabajo», ya que «absorbían a los desocupados y transformaban a los pobres y a los ociosos en indivi­duos útiles hasta que se implantaran las reformas de la sociedad modelo y todos estuvieran ocupados». Por lo que se refiere a la libertad de comer­cio, Olavide la defenderá de una for­ma más radical que Jovellanos, con­vencido de que «beneficia tanto al consumidor como al productor, pues el primero consigue abundancia y ba­ratura y el segundo un "buen precio"

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para sus productos. El 'buen precio' incentiva al labrador y fomenta la agricultura». En definitiva, con la li­bertad de comercio se pretendía con­seguir la abundancia y el buen precio de ios alimentos.

El capítulo quinto analiza la em­presa colonizadora andaluza; tal vez el aspecto de su obra que ha hecho más famoso a Olavide y que él consi­deraba la empresa más importante em­prendida en el reinado de Carlos III. Luis Perdices hace hincapié en la importancia «del estudio de las reglas económicas que regían en los nuevos pueblos fundados en Andalucía para comprender el proyecto reformista olavideño». Pues la empresa coloniza­dora tenía entre sus objetivos la for­mación de una sociedad modelo que fuese imitada por el resto del país; éste, aunque por lo menos existían otros dos, era el objetivo más impor­tante. El segundo objetivo consistía en mantener la seguridad y el orden público en el camino que unía la Corte con Andalucía, y finalmente se proponía poblar las zonas desiertas. En cuanto a la sociedad modelo, ade­más de dejar patente su obsesión po­blacionista, Olavide lo tenía todo pre­visto, no sólo define claramente los diferentes rasgos que deberían definir 'a sociedad, sino también el modelo oe labrador y sus pertenencias, las formas de cultivo, la dedicación a la artesanía a tiempo parcial; en definiti­va, un proyecto que debería garanti­zar la felicidad en la tierra. En este

capítulo se estudian también las fuen­tes del pensamiento de Olavide. Cin­co son las fuentes más destacadas: el marqués de Mirabeau antes de hacer­se fisiócrata, los agrónomos franceses e ingleses, los autores españoles, Can-tillón y la Encyclopedie. Frente a las creencias de Ramón Carande y del especialista en el análisis del pensa­miento económico de Jovellanos J. H. E. Polt, el profesor Perdices demues­tra que Olavide no fue un fisiócrata. El capítulo se cierra con un anejo de­dicado al equipo de Olavide en la empresa colonizadora. Si las reformas propuestas en Madrid fueron la bene­ficencia pública y la libertad de co­mercio en el interior de España, el capítulo sexto estudia las reformas so­bresalientes emprendidas en Sevilla por Olavide asesorado por un equipo ilustrado. La idea de persuasión está presente en todo momento. Las refor­mas se referían a la educación, que debía ajustarse a las nuevas funciones que debían desempeñar los estamen­tos privilegiados; a la agricultura, cuyo protagonismo debería descansar en pequeñas explotaciones cultivadas directamente por la familia, y final­mente «la fundación de la Sociedad Patriótica de Sevilla, cuyo objetivo era ayudar al desarrollo de todos los ramos de la agricultura e introducir los nuevos métodos y sistemas de cul­tivo de las zonas más prósperas en España y Europa, así como educar y difundir las "luces' por todo el país». Este capítulo también va acompaña-

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do de un anejo dedicado a los gre­mios comerciales sevillanos.

El capitulo séptimo, titulado «La Inquisición contra un reformista», es­tudia la finalidad del «autillo» de fe, las causas por las que la demanda prosperó, y, en efecto, sobre los con­temporáneos especialmente el circulo de los ilustrados más cercanos a Ola-vide y sobre el ritmo de las reformas ilustradas. El capítulo muestra cómo la finalidad del «autillo» fue intimidar mediante un proceso espectacular al equipo ilustrado y hacerle retroceder en sus reformas.

£1 capitulo octavo está dedicado a realizar un balance de las reformas propugnadas por Olavide. Se enfrenta con los problemas económicos y fi­nancieros, humanos, técnicos y políti­cos de la empresa colonizadora, así como de los errores, problemas y enemigos de las reformas de Olavide en Sevilla. Además de analizar cada uno de los problemas apuntados, lo realmente importante de este capítulo es el análisis realizado por el profesor Perdices de las contradicciones teóri­cas inherentes al proyecto coloniza­dor. Contradicciones que derivaban del diagnóstico equivocado producto del análisis defectuoso de los proble­mas.

Finalmente el capítulo nueve por

una parte analiza el contenido de las reformas propuestas por Olavide en sus últimos escritos (1780-1803) y un apartado realmente importante en el que el profesor Perdices nos presenta el marco teórico que le servirá de test implacable al que someter las recetas reformistas de su héroe, que el mis­mo autor no duda en calificarlas de ingeniería social.

El libro termina con un capítulo ti­tulado «resumen y conclusiones» en el que nos presenta estas últimas de una forma detallada. Se nos ofrece además un primer apéndice en el que se presentan los escritos inéditos más citados de Olavide y un segundo apéndice citando los documentos so­bre la empresa colonizadora olavide-ña. La exhaustiva documentación bi­bliográfica se clasifica en fuentes primarias no publicadas y publicadas, diccionarios, catálogos y repertorios bibliográficos. Las fuentes secunda­rias se dividen entre artículos y libros sobre la vida, obra y actividades de Pablo de Olavide, y artículos y libros generales. Además del índice general, consta de un índice onomástico. ¡Lás­tima que le falte un índice de mate­

rias!

Victoriano MARTIN MARTIN

Universidad Complutense

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Daniel PERIBAÑEZ CAVEDA: Comunicaciones y comercio marítimo en la Asturias preindustrial (1750-18M Gijón, Junta del Puerto de Gijón, 1992. Incluye bibliografía.

Gimunicaciones y comercio son conceptos estrecha y recíprocamente unidos. Las comunicaciones interio­res en el tiempo anterior al ferroca­rril estuvieron marcadas por serias dificultades que sólo la navegación —fluvial o de cabotaje— pudo miti­gar. Carente España de ríos navega­bles, fue la segunda la que solucionó parcialmente este problema, conec­tando entre sí las diferentes regiones costeras, que tomaban el carácter de puerta de entrada para las regiones limítrofes del interior. El extenso pe­rímetro costero español favoreció esta actividad, aunque no todas las regiones participaron en igual medi­da en el proceso. La propia configu­ración geofísica (condiciones natura­les de la costa y de la mar), el entorno con el que se comunicaban preferentemente, y también —o, me­jor dicho, sobre todo— la pujanza económica del hinterland de cada puerto, fueron causas de profunda diferenciación. La historiografía de­dicada al tema nos ha permitido conocer la actividad de los puertos y regiones más dinámicas en el tráfico inercantil, quedando otras sumidas en un desconocimiento casi total. El caso de Asturias podría encuadrarse en este último grupo, estando pen­diente hasta ahora un estudio en profundidad de la actividad maríti-

mo-mercantil a lo largo de la etapa preindustrial.

Daniel Períbáñez, aplicándose al estudio de las comunicaciones y del comercio de la región asturiana, espe­cialmente en la dimensión del tráfico marítimo-mercantil, cubre en buena medida la carencia señalada y lo ha­ce, como él apunta, enmarcándolo en «el funcionamiento general de la eco­nomía regional», puesto que sólo con este enfoque puede darse respuesta a los interrogantes que el tema plantea. Utilizando fuentes primarías, funda­mentalmente protocolos notariales, documentación de los archivos pro­vinciales y nacionales, y estadísticas de diversos organismos de la época, en el libro se estudia, dividido en tres capítulos, las comunicaciones y el transporte interior, la infraestructura y los instrumentos del tráfico mercan­til, y finalmente la actividad mercantil realizada a través de los puertos astu­rianos. Unas páginas para las conclu­siones y un apéndice documental completan el trabajo.

£1 capítulo I está dedicado al aná­lisis de las comunicaciones y comer­cio intrarregional y con Castilla, y en él se subraya la existencia de unas condiciones orográfícas extremada­mente adversas que dificultaban los intercambios en ambos sentidos, si bien parece que no estrangulaba

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ningún tráfico mercantil, dadas las li­mitaciones de una región que apenas producía excedentes comercializa-bles. No hay que confundir los cami­nos con la mercancía que transita por ellos, como dice el profesor Fontana, pero en Asturias, con pésimos cami­nos, tampoco había mercancías que pudiesen recorrerlos.

El grueso de la obra recae sobre la actividad marítimo mercantil, y a ella se dedican los restantes capítulos II y III. En el capítulo II se estudian las infraestructuras portuarias y los ins­trumentos de la actividad marítimo-mercantil, haciendo hincapié en que si los caminos eran malos y poco me­joraron, no cupo mejor suerte a los puertos asturianos; esta situación se mantuvo al menos hasta los años treinta del siglo xix en que una valio­sa mercancía —esta vez sí—, el car­bón, hizo fijar la atención en el puer­to gijonés, que mejoraría sustancial-mente, a pesar de sus deficiencias. Si­gue una pormenorizada información relativa a los tipos de naves y su cons­trucción, instrumentos jurídicos, y el aspecto fiscal, con estudio de los im­puestos, derechos, arbitrios y rentas estancadas, que afectaban al tráfico comercial marítimo.

Finalmente, el capítulo III, núcleo de la investigación, está dedicado ma-yoritariamente al estudio del comer­cio marítimo, ocupando en extensión casi la mitad del libro. Se divide en dos apartados separados por el cam­bio de siglo, separación que no es ar­

bitraria y viene impuesta por el pro­pio carácter del tráfico mercantil.

Entre 1750 y 1800 es el cabotaje de pequeña distancia el predominan­te, reforzado por la demanda de ma­dera para los astilleros de El Ferrol y de carbón para las Reales Fábricas de La Cavada y para el Departamento de El Ferrol. Con apoyo en un abun­dante aparato estadístico, Peribáñez deja claro al menos tres aspectos cla­ve del comercio asturiano: en primer lugar, que cuando aparece la mercan­cía —el carbón— se hace patente la deficiencia en las comunicaciones que lo deben acercar a los puertos; en segundo lugar, que el carácter del puerto de Gijón como puerto subsi­diario del de Bilbao para la distribu­ción de mercancías europeas se toma irrelevante, dada la atonía de la eco­nomía cantábrica, y tercero, la escasa importancia del comercio americano, con la excusa parcial de la inexisten­cia de un Consulado que permitiera captar el tráfico foráneo, al que ni la habilitación de 1765 ni el Reglamen­to de 1778 lograron dar vida más allá de lo meramente testimonial.

El segundo subperíodo, 1800-1850, se abre con una fuerte crisis, se­guida de una paralización que se ex­tiende a lo largo del primer tercio del siglo XIX. De nuevo un amplio cúmu­lo de datos muestra cómo, reducido a la mínima expresión el comercio de subsistencias, y desaparecido el co­mercio de tránsito y reexportación, habrá que esperar a que el carbón di-

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namice panorama tan sombrío. La ex­portación de carbón por el puerto de Gijón y la apertura de la Carretera de Castilla fueron los elementos que per­mitieron aprovechar la coyuntura fa­vorable de los años treinta y dar un nouble impulso a la actividad comer­cial asturiana; no obstante, pesó de una manera determinante la falta de una «tierra interior» que garantizase el desarrollo de la actividad marítima. ¿Por qué sucedió asi? Peribáñez lo achaca a la falta de caminos transita­bles, pero también a la carencia de «un mecanismo económico-financiero adecuado que permitiese consolidar unas relaciones mercantiles constan­tes».

Al margen de las líneas conducto­ras del trabajo, que he intentado resu-niir, hay un aspecto que debe ser destacado, y es la abundancia de nombres, y no digamos de datos, que jalonan todo el trabajo. Ello permite

conocer a los protagonistas humanos del comercio, su dedicación, sus ne­gocios y sus inversiones, y, consi­guientemente, formarse una idea concreta y real de eso que tan ambiguamente suele agruparse bajo la absorbente denominación de «bur­guesía comercial». El libro, en defini­tiva, supone una muy interesante aportación al conocimiento de la acti­vidad comercial en la España prein-dustríal, aunque sea de una región que —como emana de su propia lec­tura— ciertamente no haya contribui­do de modo esencial en el proceso. Contiene, además, una gran carga in­formativa sobre múltiples aspectos colaterales que lo hacen de obligada referencia para quienes se adentren en el estudio de ese período.

José Ramón GARCIA LÓPEZ

Universidad de Oviedo

Vicent LLOMBART: Campomanes, economista y político de Carlos III, Madrid, Alianza Editorial, 1992, 407 pp. (incluye prólogo de Emest Lluch, biblio-grafi'a e índice onomástico).

Esquilache, Aranda y Floridablan-ca gobernaron, pero Pedro Rodríguez de Campomanes permaneció en el poder durante casi treinta años (1762-1791). Fue el político, el economista y el ideólogo de muchas de las refor-•nas emprendidas en el reinado de Carlos IIL Comenzó como asesor general de la Renta de Correos y

Postas y acabó tras veintiún años de ejercicio de la fiscalía del Consejo de Castilla como gobernador de dicha institución. Perduró en el poder y gracias a su habilidad no tuvo que abandonar España como Esquilache, ni fue «desterrado» a ninguna emba­jada como Aranda, ni encarcelado como Floridablanca, ni cayó en las

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manos de la Inquisición como Ola-vide.

Cuando se le concedió la fiscalía del Consejo se le otorgaron las fun­ciones ordinarias y tradicionales, pero supo aprovechar la descoordinación de las instituciones políticas del anti­guo régimen para llevar a cabo sus re­formas con consentimiento del mo­narca y convertirse de esa manera en el fiscal más importante de toda la historia del Consejo de Castilla. Gra­cias a ello pudo acortar distancias en­tre las reformas propuestas y la ejecu­ción de las mismas.

La permanencia en el poder du­rante un extenso período y la posibi­lidad de llevar a cabo las reformas (con éxito en numerosas ocasiones) son características de nuestro perso­naje que definen la singularidad del mismo. Ningún ilustrado fuera o den­tro de nuestras fronteras reúne estos rasgos (Pombal estuvo menos tiempo en el poder y el gran economista fran­cés Turgot estuvo poco tiempo y fra­casaron la mayoría de sus reformas).

Llombart, para explicar esta singu­laridad del asturiano, se fija en tres rasgos que definen su personalidad: ilustrado, político y economista. Como ilustrado destaca su labor en la dirección de la Academia de la Histo­ria durante treinta años, de presiden­te de la Academia de Jurisprudencia, la creación de las Sociedades Econó­micas de Amigos del País, su pasión por los libros (la biblioteca de Cam-pomanes y su contenido económico

se encuentra en el apéndice al capítu­lo ocho) y su actividad intelectual. Como político señala que estuvo pre­sente en los asuntos relevantes del reinado, como veremos a continua­ción, y parecía tener «el don de la ubicuidad». Como economista fue el escritor ilustrado español más prolí-fico e influyente del setecientos. Conocía el pensamiento de los arbi­tristas y el de los economistas españo­les contemporáneos. Está al tanto de las principales corrientes de pensa­miento económico europeas. En su obra cita tanto a los aritméticos polí­ticos ingleses (Child y Davenant), como a Montesquieu, algún enciclo­pedista como Diderot, Forboñnais, Goumay, Mirabeau, Herbert y Tur­got En 1777-78 ya tenía noticias de la Riqueza de las naaones de Smith y en 1785 el escocés le envió su obra.

Llombart realiza una excelente biografía cuando analiza estos rasgos. No se limita a realizar una reseña eru­dita, aunque el libro es erudito, ni se centra exclusivamente en el asturia­no, aunque explica su p>ensamiento, sus reformas e influencia del mismo en su siglo y en el xix. Sus miras son más amplias. Su preocupación radica en establecer la relación entre el pen­samiento de Campomanes y las prin­cipales reformas del reinado de Car­los IIL Además, sitúa este pensamien­to y estas reformas en el contexto eu­ropeo. Realiza una reflexión sobre la ilustración española y la europea cen­trándose en lo económico (dejando a

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un lado temas como la expulsión de los jesuítas, por ejemplo). En dicha reflexión se destaca la variedad de ideas que existían en Europa con an­terioridad a la publicación de la obra smithiana.

El núcleo central del libro es el es­tudio de las principales reformas Ca­rolinas en las que intervino Campo-manes: el libre comercio a Indias, el libre comercio de granos, la regalía de la amortización, la colonización de Sierra Morena, la Ley Agraria y el plan de industrialización. En cada uno de estos apartados se analiza el pensamiento del asturiano en sus principales obras: los memoriales ajustados redactados como físcal, las deflexiones sobre el Comercio Español a Indias (1752), la Respuesta fiscal sobre abolir la tasa (1764), el Tratado de la Re-gflta de la Amortización (1765), el Tuero de Población de Sierra Morena (1767), el Discurso sobre el fomento de la industria popular (1774) (en las páginas 238 a 251 devuelve la paternidad de esta obra a Campomanes con argumentos de peso y con ello da por finalizada Una polémica que surgió a principios de los ochenta), el Discurso sobre la ^ucación popular de los artesanos y su fomento (1775) y sus apéndices (1775-1777).

El programa básico de su obra se Sintetiza en la máxima siguiente: «li-beralización económica interior más proteccionismo respecto al exterior». En el interior se propone el robuste­cimiento del estado «frente a los po­

deres, instituciones o estamentos que pudieran oponerse o dificultar su ac­ción». Por lo tanto, dice Llombart, se­ría un anacronismo contraponer mer­cado y estado en el pensamiento de Campomanes. Lo más acertado seria decir que está a favor de «más merca­do y más Estado». Este estudio de la doctrina va acompañado con una ex­posición de su traducción legislativa y de los obstáculos a esas medidas.

La parte más polémica de la bio-grafi'a no radica en el análisis de la doctrina del «fiscal filósofo», sino en la aproximación al proceso que deri­vó en un conjunto de reformas eco­nómicas. Llombart no considera que estas medidas las propusiese Campo-manes como una medida fiscal con el fin de aumentar los ingresos del Estado. También desecha la tesis de que el Campomanes economista abandonase sus propuestas cuando el Campomanes político lo precisaba, y por lo tanto está en desacuerdo con aquellos que mantienen que Campo-manes «era un político maxímizador de ventajas propias, de su posición de poder en el régimen absoluto». Por último, niega la aplicación de la teo­ría de la «búsqueda de rentas» a la época ilustrada.

En cambio, «el asturiano como economista político pretendía al mis­mo tiempo un reforzamiento del Estado y una mayor riqueza (o "públi­ca felicidad*) de sus miembros; am­bos objetivos eran independientes y no había contradicción entre econo-

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mía y política». A la vista de las críti­cas y la tesis tan clara que mantiene Llombart, considero que la polémica está servida, sobre todo tras la difu­sión que está teniendo entre los histo­riadores españoles el libro de Robert B. Ekelund y Robert D. ToUison titu­lado Mercantilism as a rent-seeking so-ciety. Economic Regulation in Htstorical Perspective (Texas A & M University Press, 1981). En este libro se intenta explicar el mercantilismo como un proceso y cómo los agentes económi­cos obtienen ganancias por utilizar al Estado para conseguir beneficios. Di­cen estos autores que considerar las políticas mercantilistas como una for­

ma de búsqueda de rentas es una aproximación más rica que la doctri­nal «por su capacidad para explicar el cambio histórico».

En suma, considero que este libro ofrece una serie de ideas que nos per­mitirá cambiar algunos tópicos que perduran sobre el reinado de Car­los III. La tesis de la biograñ'a es clara y el estudio bien documentado y ello contribuirá al debate y a iluminar un período tan importante de nuestra historia.

Luis PERDICES BLAS

Universidad Complutense

María Teresa PÉREZ PICAZO: El mayorazgo en la historia económica de la región murciana, expansión, crisis y abolición (s xvii-xix), Madrid, Ministerio de Agricultura, 1990.

Este libro se inscribe en el renova­do interés que está teniendo en los últimos años el papel de los factores institucionales en el análisis económi­co. De ahí la importancia de los estu­dios sobre la evolución de los dere­chos de propiedad que, más allá de los más convencionales enfoques an­tropológicos o jurídicos, se plantean de que manera y con que eficacia pu­dieron influir en el desarrollo econó­mico. Estos son algunos de los puntos de referencia de esta obra, a la que tenemos que saludar como la primera monograñ'a económica sobre ei mayo­razgo español, una de las institucio­

nes más importantes, aunque peor co­nocidas (haciendo excepción de los aspectos jurídicos del mismo), del An­tiguo Régimen. Aún hoy se descono­ce la extensión superficial que llegó a alcanzar a finales del siglo xvixi o cuá­les fueron las repercusiones de su de­saparición en la productividad agrí­cola.

María Teresa Pérez Picazo se plan­tea en esta obra cuatro objetivos: 1) el estudio de las causas que explicarían el origen y el posterior desarrollo del mayorazgo entre los siglos xvi y xvill; 2) el papel que desempeñó el mismo como catalizador de la crisis del Anti-

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guo Régimen; 3) la cronología de la desvinculación y sus consecuencias en términos de distribución de la propiedad a lo largo del siglo xix; 4) un objetivo mucho más ambicioso, de qué forma afectó al crecimiento agra­rio posterior. El estudio se circunscri­be al ámbito murciano, una elección acertada y probablemente inevitable, en la medida en que el principal obs­táculo para la localización de mayo­razgos es la ausencia de fuentes gene­rales (el Catastro de Ensenada no indica, normalmente, el carácter vin­cular o libre de los bienes y la desvin­culación no fue objeto de un censo general mínimamente fiable) y la ne­cesidad de recurrir a fuentes de con­sulta mucho más laboriosa, como las notariales. El análisis se beneficia, por otra pane, del pleno dominio que tie­ne la autora, como ya ha demostrado reiteradas veces, de las características económicas de la región a lo largo de este período. Pérez Picazo considera además que la presencia mayoritaria del mayorazgo en Murcia habría su­puesto un rasgo diferencial frente a otras regiones, lo que explicaría inclu-^ algunas particularidades económi­cas de la región.

En los capítulos 2 y 3 se analizan 'as causas que explicarían el origen y «a rápida extensión del mayorazgo a partir de la segunda mitad del siglo ^^- Un notable crecimiento demográ-hco explicaría el paso de una econo-° ía eminentemente ganadera a otra ^gncola. La competencia por el esca­

so espacio arable demandaba un re­ajuste en las derechos tradicionales de uso de la tierra (señorío, derecho de vecindad o a Mesta), es decir, ha­cía preciso definir unos derechos de propiedad. La laxitud de la legisla­ción castellana hacia el mayorazgo es­timuló un uso extenso del mismo. Ello cooperó a la consolidación de unos patrimonios recién adquiridos, a menudo sin títulos legales para ello. Fueron estos derechos de propiedad los que proporcionaron incentivos para invertir en regadíos o roturar baldíos. Resulta muy esdarecedora la descripción que realiza la autora de su difusión por etapas, entre los siglos XVI y xviii, a través de diferentes gru­pos sociales, desde las grandes fami­lias aristocráticas hasta los comercian­tes, al ritmo del avance demográfico y roturador: el regadío en el siglo xvi, el secano en los siglos xvi y xvii y la vid a partir de 1730. Otra consecuen­cia del avance de esta institución es el modo en que contribuyó a la con­solidación de una oligarquía, al cerrar el acceso a estos recursos a otros gru­pos sociales y al favorecer la sustitu­ción del contrato censal por el arren­damiento a corto plazo.

En el capítulo 4 se adelantan cifras sobre la enorme extensión que llega­rían a alcanzar los mayorazgos, entre un 30 y un 94 por 100 de la superfi­cie cultivada según los municipios, y se analiza de qué forma empezó a afectar la agricultura regional: desvío de capitales en búsqueda de destinos

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más rentables, excesiva dispersión de las propiedades debido a una lógica de acumulación que no obedecía a criterios de explotación agraria o el simple abandono de las tierras. Es im­portante añadir que como consecuen­cia de las tensiones que empezaron a enfrentar labradores y propietarios, el mayorazgo dejó de ser una institución eficaz para fijar y garantizar unos de­rechos inciertos sobre la tierra, con un coste que tendn'a «un efecto su­mamente negativo en la economía murciana» (p. 245).

Los últimos capítulos abordan el proceso desvinculador. Este no sólo supuso la liberación del mercado de tierras, sino también, tal como apunta la autora, la culminación de este pro­ceso de privatización de la tierra que había iniciado el propio mayorazgo. Para la mayor parte de los titulares de vínculos, la desvinculación se con­virtió en una válvula de escape para solucionar sus graves problemas de endeudamiento. De ahí que se produ­jera una rápida y masiva transferencia de activos (inmuebles generalmente) hacia otras manos. Los cálculos de la autora destacan su enorme volumen: 82.000 hectáreas de tierras cultivadas, un 17 por 100 del total de la región murciana en unas ventas, que se con­centraron esencialmente entre 1835 y 1870. Este proceso no supuso, como ya se sospechaba, una modificación sensible de la estructura de la propie­dad, ni los compradores serían distin­tos a los que adquirieron bienes desa­

mortizados, esto es, comerciantes y ricos labradores y algunos pequeños propietarios.

Por último, el capítulo 8 trata el difi'cil problema del impacto de esu transformación en la economía. Para la autora fue positiva, aunque con los matices que conlleva el estancamien­to económico de esta región a lo lar­go del siglo XIX. Por una parte, el he­cho de que un buen número de comerciantes adquirieran tierras no debe imputarse a meras actitudes ren­tistas que habrían supuesto la desvia­ción de capitales de sectores más di­námicos. Demuestra incluso con algunos ejemplos, que las inversiones obedecieron en todo momento a cri­terios de rentabilidad que irían va­riando a lo largo del siglo xix y mu­chas de estas fincas llegarían, en ocasiones, a convertirse en una garan­tía hipotecaria para los negocios más arriesgados, mostrando el talante fle­xible y calculador de estos empresa­rios. Por otra parte, estos nuevos pro­pietarios «burgueses» habrían actuado de forma claramente positiva en los cambios agrarios, al poner en cultivo tierras antaño yermas, incrementando las inversiones (sobre todo en rega­díos y cambios de cultivos) o raciona­lizando las explotaciones, una inter­vención que acompañaría actitudes menos brillantes, tales como la pervi-vencia de los arrendamientos a corto plazo.

A pesar de que la mayoría de las conclusiones a las que se llega en este

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excelente análisis se apoyan en una sólida base cuantitatíva, otras podrían resultar menos evidentes, en particu­lar el papel que pudo jugar el mayo­razgo en el estancamiento agrario del siglo XVIII. Una crítica contundente a la ineficiencia del mayorazgo exigiría, en todo caso, un análisis comparativo con los resultados de explotación de las tierras libres. En el caso andaluz, Antonio M. Bernal ha mostrado que no presenta diferencias sustanciales, ni en rentabilidad, ni en las formas de explotación. Existen, ciertamente, motivos que pueden explicar unos re­sultados menos negativos. Los gran­des titulares de vínculos contaban con un sistema de arrendamiento re­lativamente eficaz, según la propia au­tora, de forma que ni la dispersión, ni la lejanía de las tierras explicarían por sí solo su abandono. £1 análisis que realizó Richard Herr sobre las estra­tegias de los compradores de bienes desamortizados en Salamanca y Jaén a fines del siglo xviii parece mostrar incluso una marcada preferencia por la adquisición de fincas dispersas, de manera muy similar a las estrategias murcianas a lo largo del siglo xix. En cuanto a las posibilidades del merca­do arrendatario, era incluso posible, de acuerdo con los ejemplos que cita M. Artola, la cesión de mayorazgos en bloque, haciendo superflua la exigen­cia de un talento especial a cualquier t'tular. En todo caso, dados los graves problemas financieros que aquejaba a gran parte de la nobleza, habría que

explicar los obstáculos que les impe­día utilizar este tipo de contratos. £1 problema era teóricamente distinto con respecto a las tierras de regadío, viviendas y, en general, los activos in­muebles que exigían determinadas in­versiones de capital en concepto de reparaciones o con el objeto de incre­mentar su productividad. Los costes de negociación fueron probablemente lo suficientemente elevados como para desincentivar este tipo de inver­siones.

Con respecto al impacto de la des­vinculación, en el sentido que adopta Pérez Picazo, de cambio de titulari­dad de la tierra, parecen evidentes los cambios que se producen en el siglo XIX. Pero quizás habría sido necesario distinguir con más nitidez el papel que jugó la demanda en la adopción de cambios agrícolas y la subida de los precios agrarios en el incremento de la renta de la tierra. Cabría apun­tar que ésta también aumentó a lo largo de buena parte del siglo xviii beneficiando a los titulares de mayo­razgos. No cabe duda que los nuevos propietarios procedieron a una inten­sificación de cultivos, roturaron nue­vas tierras (aunque aún no es posible saber si la ampliación de la superficie cultivada se debe a la venta de mayo­razgos o a la roturación de baldíos por parte de numerosos labradores aprovechando la debilidad del poder central durante la Guerra de Inde­pendencia), invirtieron en regadíos y cambiaron de cultivos. Pero también

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aprovecharon nuevas oportunidades, las que proporcionaba el incremento de la demanda de vino o de cereales. Convendría demostrar que los anti­guos titulares de mayorazgos no ha­brían actuado del mismo modo ante estímulos parecidos. La frontera entre el propietario rentista y el empresario agrícola es, a menudo, muy tenue.

como nos recuerda Pérez Picazo, y si aceptamos el carácter empresarial de estos nuevos propietarios de acuerdo con estos criterios, ¿no habría que ha­cerlo extensible también a estas viejas oligarquías tradicionales?

Juan Antonio CARMONA PIDAL

Universidad Carlos III de Madrid

Nelson LOURENCO: Familia rural e industria. Mudanza social na regido de Leiria, editorial Fragmentos, Lisboa, 1991, 356 pp., cuadros, gráficos.

Este libro estudia los efectos que la industria instalada en el medio ru­ral provoca sobre la organización existente de la producción y del tra­bajo. La industria aparece directa­mente relacionada con la alteración de los usos sociales de la tierra, antes medio de producción dominante, mientras que la posibilidad de sala­rios estables provoca la reorganiza­ción del trabajo en las empresas agrí­colas familiares, su monetarización y la consiguiente transformación de sus hábitos de consumo. Del conjunto de transformaciones provocadas por la implantación de la industria en el me­dio rural, Nelson Louren^o se centra en el análisis de la articulación entre familia e industria, más concretamen­te, la relación entre industrialización y emergencia de nuevos tipos de fa­milia.

El capítulo I establece el contexto de la investigación, tres pequeñas co­munidades rurales junto a la ciudad

de Leiria, en la franja litoral entre Braga, Setübal y Lisboa, donde se concentra la mayor parte de la activi­dad industrial portuguesa, una región de transición entre el norte y el sur, el litoral y el interior, rica en pobla­ción y recursos. Se trata de «tres si­tuaciones diferentes de articulación del espacio rural con la industria» (p. 21), con nombres figurados que ga­rantizan el anonimato de los entrevis­tados: la aldea de Fábrica representa la industria antigua, la de Colinas la industria reciente, mientras Pinhal es esencialmente agrícola, con industria reciente. El desarrollo industrial de la región de Leiria, basado en los secto­res metaimecánico y de plásticos y protagonizado por empresas peque­ñas y medianas, data de los años se­senta, pero tiene una tradición de cierta importancia en el xix: curtidos, destilación, productos resinosos por la explotación de los pinares. A 1891 se remonta la fundación en Leiria,

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aprovechando las excelentes margas y calizas de la región, de la Fábrica de Cimentos de Maceira, antecedente del papel desempeñado en la actuali­dad por la ciudad como centro nacio­nal de materiales de construcción civil.

Se estudia además en este capitulo la evolución, el crecimiento y la es­tructura de la población, destacándo­se la posibilidad de trabajo estable (a través del acceso a la tierra antes, del acceso a la industria ahora) como el factor que fija la población local y permite su crecimiento. Donde no existe, las emigraciones se convierten en la clave de las estrategias de super­vivencia desarrolladas por las familias (que a su vez se ven transformadas por ellas, en su fecundidad, dimen­sión, edad del matrimonio y sistema de valores) y caracterizan el compor­tamiento demográfico de las tres al­deas: Fábrica experimenta un aumen­to sostenido de población entre 1920-1940 (con una tasa de variación intercensal entre 1911 y 1940 del 48,3), provocado por la instalación del complejo cementero; el impacto desigual de la fuerte emigración de 'os años sesenta afecta sobre todo a Pinhal, enclavada en la zona forestal 9|ue cubre la región, donde la escasez crónica de tierra (la mayor parte de •os propietarios residen en la ciudad) provoca una pérdida demográfica constante desde 1911, agravada en 'os años sesenta (con una tasa de va­riación intercensal entre 1960 y 1970

de —71,1), que ni siquiera el creci­miento desde los setenta ha podido compensar. Se trata, además, de una emigración familiar, distinta de la de Colinas, zona de minifundio, donde se emigra temporalmente para mante­ner la pequeña propiedad (las muje­res son mayoría entre los emigrantes, una emigración resultado de sus ma­trimonios, que les lleva a trabajar a las explotaciones de los maridos).

Especialmente interesante resulta, en relación con la emigración, el aná­lisis de la importancia de los sistemas de transporte en la organización de los mercados de trabajo y de las transformaciones en la educación.

El capítulo 11, Familia e sistema de produfáo, analiza las transformaciones sufridas por el mercado de la tierra, de oferta escasa, a menudo no públi­ca, en el que los principales compra­dores son emigrantes que vuelven. La adquisición de tierra es posible a tra­vés del ahorro, si hay actividades que lo permiten, como la emigración o ac­tividades no agrícolas. En cualquier caso, el alto precio de la tierra, inclu­so en la zona más industrializada, no sólo se explica por los usos alternati­vos al agrícola (urbano) que el com­prador actual da a la tierra, sino por la importancia social que aún tiene esta inversión.

La posibilidad de trabajo en la in­dustria o en los servicios transforma el papel de la tierra como medio de producción dominante: en Colinas, sólo el 36,6 de los cabezas de familia

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ejercen la agricultura como actividad exclusiva, la mayor parte de ellos como jornaleros, siendo para el resto una actividad complementaria. En Fábrica, la agricultura es ejercida en el 100 por 100 de los casos como ac­tividad «de retorno», tras la vida la­boral en la fábrica de cementos, sien­do los escasos asalariados mujeres sin marido. En Pinhal, cerca de la mitad de las familias no trabajan la tierra, para el resto es una actividad secun­daria. Este carácter residual de la ac­tividad agrícola queda reforzado por la escasa extensión media de las pro­piedades (que en Pinhal llega a las 0,21 ha.), que sólo permite cubrir el consumo familiar. Louren^o rechaza las interpretaciones que ven en la agricultura a tiempo parcial el inicio de un proceso de proletarización o una fase transitoria en la absorción de la sociedad rural por la urbana, y considera la pluriactividad un fenó­meno complejo que expresa la vitali­dad y relativa autonomía de los siste­mas familiares.

Los cambios provocados por las nuevas posibilidades de trabajo exi­gen a las familias una reorganización interna, propiciada además por la me­canización del trabajo agrícola y el aumento de la escolarizacíón (que ha hecho descender el trabajo de los hijos). Excepto cuando se instalan fá­bricas textiles, las nuevas posibilida­des de trabajo asalariado son para los hombres, lo que se traduce en una fe­minización de la actividad agrícola:

en Fábrica y Pinhal, 2/3 de los cabe­zas de familia tienen como actividad principal la industrial (cementos en Fábrica, pequeñas fábricas de pirotec­nia en Pinhal), mientras 2/3 de las mujeres casadas se dedican a la agri­cultura.

Las familias aparecen estrechamen­te asociadas a la actividad productiva en el medio rural, pero la interpreta­ción teórica de este hecho resulta confusa: por un lado se afirma que la actividad económica se desenvuelve «en dos espacios sociales distintos... un subsistema compuesto por las uni­dades económicas familiares» y un se­gundo subsistema «deñnído por la participación de los miembros de la familia en las unidades económicas exteriores a la aldea» (p. 63). Un poco antes, sin embargo, se ha definido la relación entre familia y sistema de producción como «la articulación en­tre los subsistemas social y cultural y el subsistema económico», lo que sig­nifica la expulsión de las familias del ámbito de lo económico, y se ha pre­sentado (p. 44) una definición de «po­blación dependiente», que refuerza esta expulsión. El trabajo, por su par­te, es interpretado como el mecanis­mo por el que la familia se relaciona con el medio económico. Aunque re­sulta fácil deducir que por «medio económico» y «trabajo» debe enten­derse aquí mercado y trabajo asalaria­do, no lo es tanto comprender como esta investigación no ha llevado preci­samente a su autor a cuestionar estas

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definiciones tradicionales. La confu­sión, desde nuestro punto de vista, proviene del hecho de que el autor intenta abordar el estudio de la acti­vidad productiva de las familias con categorías que la niegan (como la identificación habitual entre trabajo y trabajo asalariado).

El capítulo III, Casamento e estrutu-ra dos grupos domésticos, define el casa­miento como un fenómeno particu­larmente sensible a las transformacio­nes sociales y económicas, e insiste en que es la estructura de los grupos do­mésticos, más que su dimensión, lo que revela la organización familiar. Louren^o sigue la ya clásica tipología de Laslett sobre los grupos domésti­cos, y analiza los cambios en la edad del casamiento, en su universo espa­cial y en su función.

El capítulo rV, Familia e heranga, está basado en el estudio de 135 casos de herencia extraídos de proto­colos notariales de 1900, 1969 y 1984, completados con entrevistas. Se analiza aquí la importancia que ad­quiere el casamiento en regiones de herencia igualitaria: la reproducción de la posición social familiar, que se Ve amenazada en cada generación por •a desmembración del patrimonio en­tre los hijos, pasa a depender de las alianzas matrimoniales. Mientras en­tre los asalariados agrícolas, el grupo más pobre de las aldeas, hombres y mujeres buscan un cónyuge trabaja­dor, la élite sigue una estrategia más compleja, basada en casamientos cru­

zados entre las familias que la compo­nen, mecanismo que permite recom­poner los patrimonios y reproducir la posición social.

Para Louren^o no existe una rela­ción directa entre industrialización y nuevos tipos de familia. Lo que se produce es la coexistencia, en tiempo y espacio, de patrones familiares dife­rentes, y la permanencia de elemen­tos de la familia tradicional «Los dis­cursos sobre la crisis de la familia, es decir, su desintegración y su empo­brecimiento, debido a la disminución de las funciones que ejercía, corres­ponden más al campo de las ideolo­gías que al del análisis sociológico» (p. 9). Contrariamente a las teorías que ven en la industrialización una capacidad destructiva de los sistemas familiares, la hipótesis de este libro es que, bajo ciertas condiciones, «la im­plantación local de industrias parece funcionar como elemento estructura-dor de los espacios rurales y estar en la base de la permanencia de elemen­tos tradicionales de los sistemas fami­liares» (p. 10).

La fuerza con la que la industria, especialmente la de bienes de consu­mo, se ha asentado en el medio rural reclama perspectivas que, como la que propone este libro, analicen los efectos de la industria cuando coexiste con las estructuras productivas prein-dustriales. Ello requiere reflexionar sobre las categorías y marcos teóricos utilizados. Y si bien la definición de la Emilia contemporánea como insti-

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tución cultural, fuera del ámbito de lo económico, es aceptada por muchos, resulta más inadecuada en este libro, por contradictoria con la realidad que describe. Un libro que es, por

lo demás, extraordinariamente suge-rente.

Carmen SARASÚA GARCIA

Instituto Europeo Universitario, Florencia

Blanca SÁNCHEZ ALONSO: La inmigración española en Argentina. Siglos xix y xx, Ediciones Júcar, 1992, 168 pp.

Según la autora, «este libro es un hijo prematuro de [su] tesis docto­ral». Sin embargo, más que una tesis doctoral aún verde, este volumen constituye un breve trabajo de sínte­sis, ya que de sus cuatro capítulos sólo el último se basa en fuentes pri­marias (el resto se apoya en los pocos estudios sobre el tema que existen y en algunas estadísticas extraídas de publicaciones oficiales).

El primer capítulo presenta un «estado de la cuestión» y prueba lo difícil, y ahora sí prematuro, de escri­bir una síntesis con tan pocos estu­dios monográficos. La autora comien­za discutiendo la historiografía sobre inmigración argentina en general y se centra en uno de sus pocos puntos claramente controvertidos: la cuestión del «crisol de razas» versus el pluralis­mo cultural. El resto del capítulo exa­mina lo poco escrito sobre el caso es­pecífico de la situación económica de los españoles y su asimilación en Ar­gentina. Aquí, Sánchez Alonso no menciona el libro de los antropólogos William Douglas y Jon Bilbao sobre

los vascos en las Américas que inclu­ye varios capítulos sobre la Argentina y por lo menos otros ocho artículos sobre inmigrantes españoles en este país. Pero la brevedad y superficiali­dad de este primer capítulo muestra no un fallo en su autora, sino la falta de un Corpus amplio y profundo de estudios no solamente sobre el caso español, sino sobre inmigración ar­gentina en general.

El segundo capítulo traza, con bro­cha gorda, cien años de desarrollo económico argentino a partir de la caída del régimen de Rosas a media­dos del siglo XIX. El lector general en­contrará aquí un compendio coheren­te, bien escrito y fácil de digerir. La sección sobre la política migratoria argentina se hubiera beneficiado con una consulta de un extenso estudio sobre este tema especifico: Donald S. Castro, «The Development and Poli­nes of Argentine Immigration Policy, 1852 to 1914», publicado en 1991, pero originalmente una tesis doctoral de la Universidad de California en Los Angeles de 1970.

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El tercer capítulo comienza por describir la inmigración española a la Argentina en cuanto a la época de lle­gada, saldo migratorio, sexo y edad, y ofrece una ilustrativa comparación con el caso de los italianos con exce­lentes gráficos. La corriente española adquiere dimensiones masivas sólo en la primera década de este siglo, bastante más tarde que la iuliana; estos últimos se mostraron más pro­pensos a regresar a su patria durante años de depresión económica y más rápidos en reanudar el éxodo en cuanto la situación mejoraba. En cuanto a edades, la preponderancia de emigrantes jóvenes tiene poco de sorprendente. Más interesantes son los gráficos que muestran el incre­mento de la proporción femenina en épocas, como la Primera Guerra Mun­dial, en que la corriente migratoria desciende, y el hecho de que las mu­jeres españolas mostraban una parti­cular preferencia por la Argentina como país de destino. La sección que sigue sobre los orígenes regionales de los emigrantes es bastante deficiente, restringiéndose a sólo una década, 1885-1895, algo que simplemente re­fleja la baja calidad de las estadísticas españolas. La pobreza de las fuentes también debilita la próxima sección sobre el perfil profesional de los in­migrantes. Los censos argentinos no especifican la ocupación de los inmi­grantes por nacionalidad y las des­cripciones en los registros de salida y entrada sólo informan sobre la anti­

gua ocupación de los emigrantes (y esto de manera sumamente vaga, por ejemplo, 62 por 100 de agricultores y 33 por 100 sin ocupación en 1897), no sobre la que ejercían en Argenti­na. Dada la flaqueza de las publica­ciones oficiales, sólo el uso de mate­rial de archivo (por ejemplo, planillas censuales o listas de miembros de asociaciones españolas en Argentina) podría haber fortalecido esus dos úl­timas secciones.

El cuarto y último capítulo presen­ta la aportación más original del libro: un examen de las familias españolas en Buenos Aires basado en una muestra de las cédulas censuales de 1895. Sánchez Alonso muestra aquí la forma de estas familias (65 por 100, solteros; 19 por 100, matrimonios sin hijos, y el resto diferentes formas de familias no nucleares); la estructura de edad de sus componentes; el nú­mero de hijos; el tiempo de residen­cia en Argentina (basándose en la fe­cha de nacimiento del primer hijo argentino), y la ocupación y alfabeti­zación de los adultos. Este capítulo se hubiera beneficiado de una sección aclarando varios problemas metodo­lógicos. Según la autora, «La muestra se escogió de manera aleatoria. Se se­leccionaron los españoles cuyos ape­llidos empezaran con las letras M o G, iniciales muy comunes en los ape­llidos españoles...» Esto parece ser contradictorio, pues o se escogieron las letras de manera aleatoria o adre­de con el propósito de tener apelli-

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dos comunes, una de las dos. ¿O fue que se escogieron al azar y dio la ca­sualidad que salieron M[artinez] y G[onzález]? ¿Qué hubiera pasado si en vez de éstos hubieran salido W[il-son] y X[irgu]? ¿Puede este sistema incluir o excluir un numero despro­porcionado de algún grupo étnico ibérico? ¿Por qué se escogió esta ma­nera de muestreo en vez de la más común basada en un caso de cada tantos? ¿Cómo se determinó la uni­dad familiar en las cédulas? Esto últi­mo ha presentado un viejo problema para los investigadores argentinos. Las cédulas del censo de 1895 indi­can la cuadra o manzana en que los empadronados residen, no la direc­ción o domicilio exacto. Esto, junto con el hecho de que las cédulas tam­poco indican relaciones de parentes­co, dificulta el determinar dónde aca­ba un núcleo familiar y empieza el próximo. Otro problema metodológi­co es el uso de una clasifícación pro­fesional adaptada de la del censo es­pañol de 1910. Esta, como otras clasificaciones similares empleadas en censos nacionales, se basa en sectores que pueden serle útiles a políticos o a alguien interesado en un estudio ma-

croeconómico, pero no a un historia­dor social para quien las ocupaciones deben de tener algún sentido de clase socio-económica. ¿Cuan útil puede ser un rubro como «agricultura, gana­dería y pesca» que incluye a un gran estanciero y al más miserable de sus peones en la misma categoría? ¿O transporte que junta a un magnate fe­rroviario y a un arriero?

En conclusión, éste es un libro con varios destellos que muestran la bri­llantez intelectual y la capacidad pro­fesional de su autora, y su valor en términos de divulgación por mucho supera sus limitaciones, producto éstas simplemente de la brevedad de la obra. En realidad, el tema y el ta­lento de la autora se merecen una obra mas extensa, con una base empí­rica más amplia, una armazón teórica más profunda y una metodología más esmerada. Estoy seguro que esto des­cribe la tesis doctoral completa de Sánchez Alonso, y, por lo tanto, aguardo su publicación con entu­

siasmo.

José C. MOYA

Universidad de California, Los Angeles

Gianni ToNioLO: An Economic Hútory of Liberal Italy, 1859-1918 (Londres y Nueva York: Roudedge, 1990).

Existen pocas dudas acerca de que la historia de la economía italiana pueda considerarse como uno de los

casos más destacados de éxito del úl­timo siglo. Tras una atrasada unifica­ción política que creó un país en el

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lugar de media docena de estados en 1861, Italia siguió siendo una econo­mía segmentada, rural y atrasada de la periferia europea, con un PIB per capita de apenas la mitad del británi­co. Ciento treinta años más tarde, Ita­lia es la quinta economía industrial del mundo, y observaciones informa­les confirmarán que el promedio ita­liano es algo mayor que el británico. Resulta aún más sorprendente la es­casez de trabajos sobre el desarrollo italiano que pueden encontrarse fuera de la misma Italia, y sería totalmente cierto afirmar que los historiadores económicos conocen generalmente más de Francia o Alemania, cuyos lo­gros en términos relativos son menos significativos que los de Italia. En los últimos años, la investigación sobre el desarrollo iuliano ha experimentado enormes avances, gracias al esfuerzo de V. Zamagni, G. Federico, S. Fe-noaltea y el propio G. Toniolo, entre otros, pero hasta que esta magnifica y breve obra llegó a los estudiosos de fuera de Italia, todavía debían guiar­se del viejo trabajo de S. B. Clough, que ya se encontraba desactualizado cuando fue publicado.

Toniolo no ha escrito este libro para una audiencia especializada ~-hay muy poco en el mismo que no resulte familiar para aquellos que tra­bajan sobre la historia económica ita­liana—, pero es una introducción •dcal para economistas, historiadores y estudiantes allegados al tema. Su síntesis emplea conceptos relativa­

mente simples de la teoría económica que dan al trabajo estructura y pro­fundidad analítica, a su vez todo ello se concentra en su principal objetivo, presentar un panorama estimulante del crecimiento italiano de los sesenta años previos a la Primera Guerra Mundial. La elegancia y la síntesis ha­cen deliberadamente a este trabajo tan agradable de leer como informati­vo y equilibrado en su enfoque.

El tema central está organizado en tres partes. Los cuatro primeros capí­tulos tienen una perspectiva de largo plazo basada en la concepción de cre­cimiento económico moderno de Kuznets, seguida de un examen de los cambios en la demanda agregada y la estructura financiera, y una revi­sión de las tendencias de la produc­ción y la productividad resultado de una paciente reconstrucción de la es­casa información agregada disponible. Los siete capítulos siguientes aportan una valiosa y organizada memoria so­bre la economía italiana, que va des­de las dificultades experimentadas en los treinta años posteriores a la unifi­cación de 1861 hasta la expansión de los veinte años que precedieron a la primera guerra mundial. En la década de 1860, el intenso endeudamiento del sector público tras las guerras de independencia, la inestabilidad y la incertidumbre política, y los cuellos de botella por el lado de la oferta no le permitieron a Italia beneficiarse del despegue internacional de aquellos años. Esto fue seguido de una caída

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de los precios de los cereales que ge­neró un efecto devastador sobre el amplio sector agrario de los setenta y condujo a medidas proteccionistas que se mantuvieron (excepto por al­gunos tratados bilaterales) hasta la Gran Guerra. Algunas presiones adicio­nales fueron impuestas a la economía con el fin de restablecer la convertili-dad de la lira, en función del déficit persistente de la balanza por cuenta corriente que era financiado con un creciente endeudamiento exterior, un problema que sólo se resolvería a fi­nes de los noventa con las transferen­cias de turismo y emigrantes que ate­nuaron las tensiones sobre la balanza de pagos. En los ochenta coincidió la reanudación de los flujos monetarios con la primera expansión de las «nue­vas» industrias (química, ingeniería, electricidad —aunque las opiniones difieren acerca de la profundidad de esta expansión—), especialmente en el norte, donde las firmas pudieron beneficiarse de extemalidades y ma­no de obra cualificada vinculada a las viejas industrias y a las actividades ar-tesanales establecidas con anteriori­dad (textiles y procesamiento de ali­mentos). Tras una sucesión de severas crisis entre los ochenta y principios de los noventa, la estabilidad política y la confianza empresarial fueron reestablecidas bajo Giolitti. Desde mediados de los noventa la economía superó finalmente el crecimiento de la población y elevó el consumo, con ello se prolongó el estímulo a la in­

versión (en un modelo análogo al de Lewis que arrastró al conjunto del trabajo rural subempleado del depri­mido Mezzogiomo) erigida sobre las bases iniciadas en los ochenta, que impulsaron definitivamente a Italia a la fase de la industrialización.

El último capítulo presenta una re­visión de temas generales relevantes en el resto del trabajo, que tratan so­bre los principales modelos interpre­tativos de la historia económica italia­na. Toniolo pone de manifiesto que tiene serias dudas sobre la visión de Gramsci de la unificación italiana como una «revolución agraria fracasa­da», y ciertamente no percibe la con­tinuidad de instituciones anticuadas como explicación de las diferencias entre norte y sur. También resulta clara y precisa su discusión sobre la confianza excesivamente optimista de Romeo en la capacidad económica para generar la «acumulación origi­nal» durante las dos primeras déca­das posteriores a la unificación, y en la creencia Gemschenkroniana en el papel desempeñado por los bancos «alemanes» para superar el atraso re­lativo en el «big spurt» de 1896-1908. En síntesis, Toniolo propugna (co­rrectamente desde mi punto de vista) una visión evolucionista más que re­volucionaria del desarrollo italiano; cambios leves e increméntales genera­dos en períodos prolongados más que saltos hacia adelante abruptos y dra­máticos.

Algunas cuestiones importantes

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RECENSIONES

quedan sin responder. ¿Por qué se estancó la economía durante tanto tiempo tras la unificación? Toniolo sugiere que los costes de las guerras de independencia habrían sido subes­timados, pero francamente admite que es necesaria más investigación so­bre este asunto. ¿Por qué las diferen­cias entre el norte y el sur continua­ron (e incluso aumentaron) después de 1861? La respuesta, según Tonio­lo, se encuentra en las economías de escala realizadas en las regiones líde­res, junto con los beneficios por aprendizaje y en las economías de aglomeración. Por qué no se perdie­ron estas ventajas a lo largo del tiem­po es un tema que queda por ser in­vestigado, pero la exposición de To­niolo sobre la cuestión es provocativa.

La historia está tan bien escrita que, al finalizar el libro, el lector de­sea que Toniolo no hubiese termina­do en 1918, sino que hubiera conti­nuado, al menos, hasta 1945; primero

y sobre todo, porque el autor es una autoridad sobre la economía del fas­cismo, y segundo, porque al fin de su narración Italia seguía lejos de consti­tuirse en una nación industrial madu­ra, todavía en los cincuenta de este si­glo su sector agrícola era mayor que el de Inglaterra a fines del siglo xvm. Más preocupante es la pobre calidad de la traducción al inglés que quita méritos a esta, de otra forma, excelen­te obra (véase «unifactory» en p. 48, y «zootechnical» en p. 103).

Toniolo ha llenado un vacío signi­ficativo en la literatura, y lo ha hecho notablemente bien. Como guía para quienes se estén aproximando a la historia económica italiana, este libro superará fácilmente el standard por bastante tiempo.

Francesco L. GALASSI

Universidad Carlos III de Madrid (Traducción: Daniel Díaz Fuentes)

Albert CARRERAS (ed.): Estadísticas históricas de España. Siglos xix-xx, Madrid, Fun­dación Banco Exterior, 1989, 629 pp.

Con los libros parece producirse a veces la paradoja —pesadilla para los editores de revistas— de que los ma-'os se reseñan en seguida, en tanto <lue los buenos no se reseñan nunca, o lo hacen tarde.

<¡Por qué? Pues simplemente por­que hay libros tan completos que na-aie consigue señalar en ellos una de­

ficiencia, y en esas circunstancias nuestra mezquina condición de esco­lares no parece encontrar lo suficien­temente estimulante la tarea de rese­ñarlos: hay que esperar a que el tiempo los haga envejecer un poco, a que el conocimiento avance un poco más, y a que con ello la crítica se ha­ga un poco más fácil. Sirvan los co-

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RECENSIONES

mentarios antecedentes para hacer­nos una idea de la calidad de la obra que nos ocupa, y sirvan asimismo de disculpa por el más que notable re­traso con el que aparecen estas pá­ginas.

Las Estadísticas históricas de España proporcionan una excelente selec­ción, casi completamente al día, de nuestras seríes históricas, muy cerca de lo mejor que se puede ofrecer en este terreno en la actualidad, o por lo menos en la actualidad en la que hÍ20 su aparición el libro. Desde un punto de vista formal, su estructura resulta homologable con la de otros libros si­milares —en concreto, con los edita­dos por Brían R. Mitchell—; las seríes están seleccionadas con un críterio propiamente económico, desdeñando algunas poco relevantes y buscando un grado de agregación que, por lo menos en general, creemos acerudo. Y asimismo acertada parece la elec­ción de hacer el libro como obra co­lectiva, encargando a especialistas ca­da una de sus partes.

Por último, además de las seríes propiamente dichas, cada capítulo in­cluye una buena introducción, que viene a constituir un esudo de la cuestión en relación con su tema, una guía de fuentes y una cuidada biblio­grafía, todo lo cual justifica la afirma­ción del editor, en su Introducción a la obra (p. 13), de que ésta contiene, en realidad, cuatro libros.

Los aspectos criticables —pocos— de la obra nacen fundamentalmente

del hecho de que, para los libros de sus características, la exhaustividad es un requisito; pero, como en toda obra humana, la exhaustividad es una pre­tensión que nunca se cumple por completo.

Puestos en la vía de destacar sus (leves) deficiencias, se puede encon­trar alguna más:

En primer lugar, el título del libro puede pecar de ambicioso. En reali­dad, las estadísticas que uno puede encontrar en él son estadísticas eco­nómicas —no están las electorales, militares, judiciales, culturales, sanita­rias ni educativas—, de forma que Estadísticas históricas puede resultar un título demasiado amplio. (Como com­plemento a la obra, en conexión con esos temas y sólo en lo tocante a rela­ción de fuentes, sin reproducir sus datos, remitimos a Sebastián G>ll Martín y Juan Antonio Carmena Pi-dal (1992) «Guía de fuentes cuantita­tivas para la historia contemporánea de España. Sociedad y política», Stu-dia Histórica).

A continuación, y como en toda obra colectiva, no todos los capítulos están igualmente cuidados. Las com­paraciones siempre son odiosas, he­cho que —espero— me eximirá de entrar en más detalles. Sin descender a ellos, hay dos comentaríos generales que creo sí pueden hacerse en este terreno: por un lado, los capítulos acusan inevitablemente las preferen­cias temáticas y temporales de sus au­tores, y en segundo lugar, acusan taai-

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RECENSIONES

bien las diferentes fechas en que fueron entregados al editor.

En cuanto al primer comentario, se echan en falta algunas series o tra­mos de series, datos tomados de de­terminadas fuentes, o simplemente re­ferencias a estas últimas. Como casos concretos, en el capítulo de pobla­ción, alguna serie relativa a las migra­ciones exteriores podría ser un poco más larga —aunque a riesgo de resul­tar redundante con las series tomadas de otras fuentes—, y se echa de me­nos una tabla que clasifique a la po­blación entre alfabetizados y analfa­betos —un dato que, sin embargo, está en los Censos. De forma pareci­da, en el capítulo dedicado a la Bolsa, las series de cotización y tasa de ren­dimiento de la deuda pública se cor­tan en 1899, y la referencia a los índi­ces de cotización elaborados ya en el siglo XX resulta muy escasa. Por su parte, el capítulo dedicado a trans­portes y comunicaciones resulta bas­tante mejor en transportes que en co­municaciones, terreno este último en el que determinadas series podrían •remontarse más atrás, en algunos casos hasta cincuenta años. (Para más detalles sobre estas cuestiones, podrá verse pronto Sebastián Coll Martín y José Ignacio Portea Pérez (próximo) Puentes cuantitativas para la historia eco­nómica de España, Madrid, Banco de España, 2 vols.)

En el mismo orden de cosas, en el capítulo dedicado a la agricultura du­dante la época anterior a la Guerra Ci­

vil, las tablas reproducidas dan la impresión de que no hay fuente ninguna anterior a mediados del siglo XIX. Esa idea puede acercarse a la rea­lidad por lo que respecta a fuentes fiables y a la producción y las superfi­cies, pero aun así hay algunas cifras —tan criticables como se quiera— que tal vez habría valido la pena re­producir. Y sobre todo en la primera mitad del siglo xix hay numerosas se­ries de precios, y fuentes para elabo­rarlas, que no se mencionan en este capítulo. (Para una relación de las mismas, remitimos al lector a Agustín Y. Kondo (1990) La agricultura españo­la del siglo XIX, Madrid, Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación/ Nerea, esp. pp. 165-71, 237-84 y 310-14.)

En general, los autores de los dis­tintos capítulos del libro muestran una preferencia por las series conti­nuas, muy comprensible, pero que quizá han llevado demasiado lejos. Esa preferencia les ha inducido con frecuencia a despreciar cifras puntua­les contenidas en trabajos monográfi­cos, en los volúmenes del Anuario Es­tadístico de España —en su primera época de 1858 a 1866—, o en la Re­seña Geográfica y Estadística de España de 1888. En relación con esta última, mencionamos expresamente sus cifras corregidas sobre superficies agrícolas, o sus datos sobre comunicaciones por telégrafo y teléfono.

Más arriba hemos hecho una breve mención al hecho de que los distintos

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RECENSIONES

capítulos parecen acusar la fecha en la cual fueron entregados al editor, en el curso de la inevitablemente larga gestación de un trabajo como éste. Aquí, como en otras obras colectivas, la puntualidad se ve penalizada, y ésta parece ser la explicación de algu­nas (pocas) omisiones de monografías recientes, y de las fuentes por ellas exhumadas, que se detectan en algu­nos capítulos: sirva como ejemplo el capítulo —por lo demás excelente— dedicado a los precios y los salarios.

Luego, la autoría colectiva del li­bro conlleva otras servidumbres:

Por un lado, no parecen estar to­talmente unificados los criterios en temas como el nivel de agregación de las cifras, o si éstas deben ser las ci­fras de base o por el contrario elabo­raciones más o menos depuradas de las mismas. A este respecto, el alambi­cado producto que nos ofrece, por ejemplo, el capítulo dedicado al co­mercio exterior —muy útil, por otra parte— contrasta con la mayor desa­gregación y proximidad a las fuentes que encontramos en otras partes de la obra. La pregunta es: ¿no se nos podría haber proporcionado ambas cosas en todos los capítulos, o no se podría al menos haberlo intentado? Y en relación con ello, algunos capítu­los no dejan claro, a veces, cuándo toman sus datos de fuentes primarías y cuándo lo hacen de fuentes secun­darias; a este respecto, en el capítulo dedicado al sistema financiero se echa de menos una mención a las

fuentes primarias de las que proce­den algunas de las series o tramos de series referidas a cambios exteriores y tipos de descuento.

Para terminar, y también como en otras obras colectivas, los distintos te­rritorios individuales dejan entre sí tierras de nadie. En particular, nadie se ocupa de las estadísticas educati­vas, un tema cuya relevancia para la historia económica resulta cada vez más difícil negar. La existencia de un capítulo sobre comercio exterior no deja de ser un sustitutivo de otro ca­pítulo, más amplio, sobre el sector ex­terior en general; es cierto que el ca­pítulo de Antonio Tena contiene, en su guía de fuentes, una breve referen­cia a las balanzas de pagos globales desde que éstas se empezaron a con­feccionar, en 1931; pero la no repro­ducción de estos datos, plenamente disculpable dentro de la estructura actual del libro, es un inconveniente que se hubiera podido subsanar con una estructura diferente. En la misma línea, el sector servicios está com­puesto por algo más que la banca y los transportes y comunicaciones. Es cierto que, fuera de estos tres secto­res, no hay muchas estadísticas que ofrecer, pero algo sí se podría haber hecho: por ejemplo, la Contribución Industrial y de Comercio seguramente permitiría llevar a cabo, con las activi­dades terciarias, un ejercicio parecido al que Nadal ha efectuado con las se­cundarias. Luego, los tipos de interés están tratados en dos capítulos dife-

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RECENSIONES

rentes, en un lado como tipos de inte­rés bancarios y en otro como tasa de rentabilidad de las inversiones en bolsa: quizá una estructura diferente hubiera permitido un tratamiento más exhaustivo del tema. Y de forma parecida, cada capítulo incluye esta­dísticas para los precios sectoriales; como quiera que los índices generales de precios entran en otro territorio, entre una cosa y otra nos quedamos sin saber bien qué fuentes parciales parecen las mejores candidatas para proporcionar datos con los cuales confeccionar nuevos índices genera­les de precios.

En definitiva, incluso descendien­do al detalle nimio, los comentarios críticos que pueden hacerse a este trabajo caben, como puede verse, en

muy pocas páginas. Aquí los hemos destacado con la única idea del servi­cio al lector: en atención a él hemos pensado que, puesto que la exhausti-vidad es imposible, los pocos detalles que, por nuestra parte, pudiéramos añadir, debían ser añadidos. Hemos corrido con ello el riesgo de hacer una reseña asimétrica, que señala ca­da una de las omisiones detectables sin alabar cada uno de los méritos, que son muchos más. Vaya por estos últimos nuestra felicitación, tan calu­rosa como retrasada, al compilador de la obra, profesor Albert Carreras, y a los autores de los distintos capítulos que la componen.

Sebastián CoLL MARTIN

Universidad de Cantabria

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REVISTA DEL CENTRO DE ESTUDIOS CONSTITUCIONALES

SUMARIO DEL NUM. 14 (enero-abril 1993)

1. SEMINARIOS DEL CENTRO DE ESTUDIOS CONSTITUCIONALES

LUIS AGUILARDE LUQUE: LOS límites de los derechos fundamentales. ENOCH ALBERTI ROVIRA: La cláusula de libre circulación y la garantía de la unidad del mercado in­

terno en la Constitución Española de 1978. MANUEL ^KUSSVEKO: Acerca de *lo político». HUGO E. BlAOlNa: Identidad y educación en la Argentina. DEMETRIO CASTRO ALFIN: Godwin y las paradojas de la igualdad JUAN FRANCISCO GARCÍA CASANOVA: Del racionalismo armónico al pragmático: clave hermenéutica

del poder real del institucionismo krausista. HUMBERTO NJAIM: Invitación a las Ohns completas ALFONSO RUÉ MIGUEL: Autonomía individual y derecho a la propia vida (un análisis filosófico-ju-

rídico).

2. ESTUDIOS P R E M L ^ D O S POR EL C.E.C

3. DOCUMENTACIÓN

Boletín de sumarios. Bibliografía.

4. ACTIVIDADES DEL CENTRO DE ESTUDIOS CONSTITUCIONALES

PRECIOS DE SUSCRIPCIÓN ANUAL

España 4.300 ptas. Extranjero 59 $ Número suelto: España 1.600 ptas. Número suelto: Extranjero 20 $

Pedidos y suscripciones: CENTRO DE ESTUDIOS CONSTITUCIONALES

Fuencarral, 45 • 28004 MADRID

CENTRO DE ESTUDIOS CONSTITUCIONALES Plaza de la Marina Española, 9

28071 MADRID

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REVISTA DE ESTUDIOS POLÍTICOS (NUEVA ÉPOCA)

PRESIDENTE DEL CONSEJO ASESOR: Carlos OLLERO GÓMEZ

DIRECTOR: Pedro DE VEGA GARCIA

SECRETARIO: Juan J. SOLOZABAL ECHEVARRÍA

SUMARIO DEL NUM. 79 (enero-marzo 1993)

ESTUDIOS Peter HABERLE: Derecho constitucional común europeo. Gonzalo FERNANDEZ DE LA MORA: El proceso contra el Padre Mariana. Joaquín VÁRELA SUANZES: Un precursor de L¡ monarquía parlamentaria: Blanco-White y «el español»

(1810-1814). Giacomo SANI: Ciudadanos y sistema político: Participación y cultura política de masas en Italia. Cesáreo R. AGUILERA DE PRAT y Jaume VERNET LLOVET: Cuestiones simbólicas y Constitución

española. Elvyra Elena PABÓN TARANTINO: Colombia y su revolución pacífica. La nueva Constitución del í de

julio de 1991. Inicio de un marco institucional dentro de un contexto político pluralista.

NOTAS Juan Luis Pf.REZ FRANCESCH: Notas acerca del gobierno como órgano de dirección política en la

Constitución española de 1978. En especial su incidencia en el ejercicio de las jmtestades norma­tivas.

H. C. F. MANSILLA: Apogeo y declinación del movimiento sindical boliviano 1982-198}. Una nota sobre la cultura política del autoritarismo.

Arsenio GiNZO FERNANDEZ: La religión civil y el pensamiento político de Rousseau Manuel SÁNCHEZ DE DIOS: El modelo sueco de Estado de bienestar

CRÓNICAS Y DOCUMENTACIÓN Francisco FERNANDEZ SEGADO: La correlación entre el tamaño de las circunscripciones y las distor­

siones de la proporcionalidad en la elección del Congreso. Un estudio empírico. Carmen GONZÁLEZ ENRIQUEZ; Sistemas electorales y estabilidad política en Europa Central y

Oriental

RECENSIONES. NOTICIAS DE LIBROS

PRECIOS DE SUSCRIPCIÓN ANUAL España 4.800 ptas. Extranjero 61 $ Número suelto: España L400 ptas. Número suelto: Extranjero 22 $

Suscripciones: EDISA

López de Hoyos, 141 • 28002 MADRID

Números sueltos: CENTRO DE ESTUDIOS CONSTITUCIONALES

Fuencarral, 45, 6.' • 28004 MADRID

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REVISTA DE ADMINISTRACIÓN PUBLICA

Director: Eduardo GARCIA DE ENTERRIA

Secretario: Fernando SAINZ MORENO

SUMARIO DEL NUM. 130 (enero-abril 1993)

ESTUDIOS F. GARRIDO FALLA: La administración única: problemática de una obviedad. L. MARTIN-RETORTILLO BAQUER; Honorabilidad y buena conducta como requisitos para el ejercicio de

profesiones y actividades. F. LÓPEZ RAMON: Reflexiones sobre el ámbito de aplicación de la Ley de Régimen Jurídico de las Ad­

ministraciones Públicas. I. BORRAJO INIESTA: La incidencia de la Ley de Costas en el Derecho urbanístico. J. M. ALEGRE AVILA: Naturaleza y régimen Jurídico de las aguas subterráneas no renovables. A. FANLO LORAS: El control de los entes locales, ¿modelo cerrado? Reflexiones críticas sobre una dog­

mática consolidada. E. GARCÍA DE ENTERRIA: Un punto de vista sobre la nueva Ley de Régimen jurídico de las Adminis­

traciones Públicas y de procedimiento administrativo común.

JURISPRUDENCIA I. Comentarios monográficos D. V. BLANQUER C: El llamado recurso en interés de Ley: la legitimación y su fundamento extraproce-

sak la postulación. J. F. LÓPEZ FONT MÁRQUEZ: El Juez de instrucción como garante del derecho furuiamental a la invio­

labilidad del domicilio frente a la Administración.

II. Notas — Contencioso-administrativo

A) £»í<wfnj/(T. FoNTi LLOVETyJ. TORNOSMAS) B) Personal (R. ENTRENA CUESTA).

CRÓNICA ADMINISTRATIVA

BIBLIOGRAHA

PRECIOS DE SUSCRIPCIÓN ANUAL España 4.800 ptas. Extranjero 61 $ Número suelto: España 1.700 ptas. Número suelto: Extranjero 22 $

Suscripciones: EDISA

López de Hoyos, 141 - 28002 MADRID

Números sueltos: CENTRO DE ESTUDIOS CONSTITUCIONALES

Fuencarral, 45 - 28004 MADRID

CENTRO DE ESTUDIOS CONSTITUCIONALES Plaza de la Marina Española, 9

28071 MADRID

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REVISTA ESPAÑOLA DE DERECHO CONSTITUCIONAL

Presidente: Luis SANCHEZ AGESTA

Director Francisco RUBIO LLÓRENTE

Secretario: Javier JIMÉNEZ CAMPO

SUMARIO DEL AÑO 13, NUM. 37 (enero-abril 1993)

ESTUDIOS Banolomé CLAVERO: «Territorios Forales»: Página apañóla del Palimpsesto. Antonio EMBID IRUJO: Las competencias constitticionales y estatutarias sobre las aguas continentales,

planteamiento normativo y realidad jurídica. Ramón PUNSET BLANCO: La territorialización del Senado y la reforma de la Constitución. María Rosa RIPOLLES SERRANO: La funcionalidad del Senado en el Estado de las Autonomías. Mano D. SERRAFERO: El Congreso de la nación argentina y los proyectos de reforma constitucionaL Rubén HERNÁNDEZ VALLE: El poder constituyente derivado y los limites jurídicos del poder.

NOTA Udo STEINER: La controversia constitucional en Alemania sobre la regulación penal del aborto.

JURISPRUDENCIA Joaquín GARCIA MURCIA: Jurisprudencia constitucional en materia de Seguridad Social la protección

del desempleo. Rafael BUSTOS GISBERT Competencias legislativas recurrentes, garantía del cumplimiento del Derecho

comunitario y ejecución interna del Derecho privado europeo. Crónica, por el DEPARTAMENTO DE DERECHO CoNSTiruaoNAL DE LA UNIVERSIDAD CARLOS III DE

MADRID.

Crónica parlamentaria, por Nicolás Í'ÉREZ-SERRANO JAUREGUI.

CRITICA DE LIBROS Luis María DIEZ-PICAZO: La fonruición de un derecho administrativo europeo. Manuel MEDINA GUERRERO: Fóderalismus und Integrationsgewalt. Ana Victoria SÁNCHEZ URRUTIA: La fuerza de la Constitución y la Constitución de la fuerza.

RESEÑA BIBLIOGRÁFICA. Noticias de libros. Revisa de revistas.

PRECIOS DE SUSCRIPCIÓN ANUAL España 4.500 ptas. Extranjero 59 $ Número suelto: España 1.600 ptas. Número suelto: Extranjero 20 $

Suscripciones: EDISA

López de Hoyos, 141 - 28002 MADRID

Números sueltos: CENTRO DE ESTUDIOS CONSTITUCIONALES

Fuencarral, 45,6.* - 28004 MADRID

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REVISTA DE INSTITUCIONES EUROPEAS Directores: Manuel DtEZ DE VELASCO, Gil Carlos RODRÍGUEZ IGLESIAS

y Araceli MANGAS MARTIN

Directora ejecutiva: Araceli MANGAS MARTIN

Secretaria: Nila TORRES UGENA

SUMARIO DEL VOL. 20, NUM. 1 (enero-abril 1993)

ESTUDIOS Carlos B. JIMÉNEZ PIERNAS: La protección consular y diplomática del ciudadano de la Unión Europea. Concepción ESCOBAR HERNÁNDEZ: El Convenio de aplicación de Schengen y el Convenio de Dublín:

una aproximación al asilo desde la perspectiva comunitaria. Javier ROLDAN BARBERO: Democracia y Derecho europeo.

NOTAS Luis Ignacio SÁNCHEZ RODRÍGUEZ: Derecho Comunitario y Derecho del mar (Observaciones a la

sentencia del TJC de 26 de noviembre de 1992.) Alejandro VALLE GALVEZ: La especificidad del ordenamiento comunitario. (Comentario a los Dictá­

menes 1/91 y 1/92 del TJCE sobre el Espacio Económico Europeo.) Ernesto GARCÍA TREV^JANO: Sobre la incorporación del Derecho Comunitario en el Derecho interno:

una visión práctica. Luis Miguel HINOJOSA MARTÍNEZ: Los predas predatorios y el Derecho de la competencia europea.

(Comentario a la sentencia del TJCE de } de Julio de 1991, as. 62/68 AKZO chemie hVc Comi­sión.)

Luis Alberto MARCO ALCALA: El declive de la doctrirta del origen común de las marcas tras el caso «Hag U». (Comentario a la sentencia del TJCE de 17 de octubre de 1990, as. C-W89,SA CNL-Sucal V. HaG, «Hag //».)

JURISPRUDENCL\

CRÓNICAS Consejo de Europa. Comité de Ministros, por Nila Torres.

BIBLIOGRAFU

t>OCUMENTACION

PRECIOS DE SUSCRIPCIÓN ANUAL

España 4.500 ptas. Extranjero 59 $ Número suelto: España L600 ptas. Número suelto: Extranjero 20 $

Suscripciones: EDISA

López de Hoyos, 141 - 28002 MADRID

Números sueltos: CENTRO DE ESTUDIOS CONSTITUCIONALES

Fuencarral, 45,6.' - 28004 MADRID

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EL TRIMESTRE E C O N Ó M I C O COMné DICTAMINADOR: Carlos Bazdresch P., Jorge Cambiaao, Ber amin Centraras, Carlos Márquez, José Romero, Lucia Segovla, John Scott, Rodolfo de la Torre. CONSEJO EDITORIAL: Edmar L. Bacha, José Blanco, Gerardo Bueno, Enrique Cárdenas, Arturo Fernández, Ricardo Flrench-Davls, Enrique Florescano, Roberto Frenkel, Ricardo Hausmann, Albert O. Hirschman, David Ibarra, Francisco Lopes, Guillermo Maldonado, José A. Ocampo, Luis Ángel Rojo Duque, Gert Rosenthal, Femando Rosenzvraig (t), Francisco Sagasti, Jaime José Serra, Jesús Silva Herzog Flores, Osvaldo Sunkel, Carlos Tello, Ernesto Zedillo.

Director Carlos Bazdresch P. Subdirector Rodolfo de la Torra Secretario de Redacción: Guillermo Escalante A.

Vol. LX (1) México, Enero-Marzo de 1993 Núm. 237

ARTÍCULOS

Simón Teitel

Raúl de Qouvea Neto y Geraido M. Vasconcellos

Sherman Robinson, Mary E. Burfleher, Raúl Hlnoioaa-Ojeda y Karen E. Thierfeider

Rogelio Arellano Cadeita

José I. Casar

Beatriz Arméndariz de Aghion

Comparación intwnacional antra patantas, gastos an ID, dimensión dalpafs a Ingraso per cepita

La divarslficaclón da las axportaclonas y la afídancia da la cartara da exportación: Estudio comparativo da los paisas dal Surestada Asia y da la Amóríca Latlrta

Las polltícaa agrícolas y la migración an un área de Kbre comercio da los Estados Unidos y México: Un análisis de equiltorio general eomputalile

Relación de largo plazo del mercado bursátil mejócano con al astadunidertse: Un análisis de cointegración

La competitividad de la industria manufacturera mexi­cana. 1980-1990

El precio de los t>or}os, las razones deuda-exportación y las moratorias en el servicio de la deuda exterior de un país: El caso de México

DOCUMENTOS:

Declaración ñnal del Consejo de Interacción. Discurso de Miguel Mancera en la recepción del Premio de Economía Rey Juan Garios. Gabriel Castañeda, Santiago Lavy, Gabriel Martínez y Gustavo Merino, Antecedentea económicos para una Ley Federal de ComptÁertcla Económica. Ley Federa de Competencia Económica

Precio de suscripción por un aAo, 1993 La suscripción en México cuesta $90,000, N$90,00

Personal Universidades, bibliotecas e instituciones

España, Centro y Sudamérica

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Resto del mundo (dólares)

$42.00

$120.00

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ANNO LXXXII • SERIE III AGOSTO-SETTEMBRE 1992 FASCICOLO V I I I I X

Rivista di Política Económica Direttore respomabile: MARIO BALDASSARRI

Direttore: INNOCENZO CIPOLLETTA

S O M M A R I O

IL CICLO ECONÓMICO: TEORÍA, E V I D E N Z A EMPÍRICA E POLinCHE CONGIUNTURALI

INTRODUZIONE

Paolo ANNUNZIATO - Mario BALDASSARRI

I. LE FLUTTUAZIONI DEL CICLO ECONÓMICO

Marco LIPPI: Sulla discussione recente a proposito de teoría e misuracione del ciclo económico. Paolo ONOFRI - Paolo PARUOLO - Bruno SAUTURO: Sulle fonti delle fluttuazioni dell'economia

italiana: una analisicon sistemiVAR strutturaU. Stefano FACHIN - Andrea GAVOSTO - Guido PELLEGRINI: Nuove misure della componente perma­

nente della produzione industríale: un confronto a piú paesi Giuseppe SCHUTZER: La teoría del ciclo económico reale.

U. G L I I N D I C A T O R I CICLICI E L ' A N A L I S I C O N G I U N T U R A L E

Paolo ANNUNZIATO: L'USOdegUindicatoriciclicinell'anaUsicongiunturale. Ronny NILSSON: Gilí indicatori diprevisionedeipaesiOcseedell'Europa céntrale e oriéntale. Enñco GiovANNiNi: Un modellomensile del settore industríale per l'analisi del ciclo económico. Pietro GENNARI: Analisi congiunturale e previsioni di produzione industríale. Innocenzo CIPOLLETA: Morte e rinascíta del ciclo económico in Italia.

Direzione, Redazione, Amministrazione:Via\e Pasteur, 6 - 00144 Roma

Abbonamentoannuo: Italia: L. 170.000 - Estero: L. 220.000 • Un numero L. 20.000

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CUADERNOS DE ECONOMÍA

Publicación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en colaboración con el Departa­mento de Teoiía Económica de la Universidad de Barcelona

Director: Joan HORTALA I A R A U

Consejo de Redacción: Cristina CARRASCO B E N G O A , Juan FERNANDEZ DE

CASTRO RIVERA, Jesús FRESNO LOZANO (Secretario), Juan TUGORES QUES Secretaria: Gonzalo BERNARDOS DOMÍNGUEZ, Agustí COLOM CABAU

SUMARIO (Vol. 20, n." 57/58)

III JORNADAS DE ECONOMÍA CRITICA Presentación

Tema de debate: EL MERCADO: ¿MITO, ENTELEQUIA O REALIDAD?

David ANISI: Vino mmo en odres viejos. Federico AGUILERA: A/gmas reflexioius sobre la imposibiliiai di separar la jerarquía, el mercad» y

los valores. Mikel GÓMEZ URANGA - Miguel SANCHEZ PADRÓN: Comentarios a la ponencia de David Anisi. Félix OVEJERO LUCAS: Ld economía como ciencia, el mercado como moral.

SELECCIÓN DE PONENCIAS PRESENTADAS EN LAS JORNADAS

Jesús ALBARRACÍN - Pedro MONTES: EJ estado de la crisis econémicay los interrogantes de la salida. Cristina CARRASCO: El trábelo de las mifferes: producción j reproducción (aJpmas notas para su

recoHceptnali^ación). Carlos CASTILLA GUTIÉRREZ: ¿Pnede la valoración del medio ambiente resolver el problema de sn

gistión efica:(f Osear de JUAN: EJ desempleo como resultado normal del funcionamiento noral de mercados normales. Ramón FERNANDEZ DURAN: Implicaciones espaciales del qmnqmnio de la enforia (1986-90). Miguel Ángel GARCIA CALAVIA: FlexibilidadJ mercado laboral en el sector del comercio. El caso de

Compredona. José IGLESIAS: Kenta mínima de inserción: nn caso de beneficencia pnblica. Pere MlR: Las bases ingenieriles de la función de producción. Xoxe Luis OUTES Ruso: Ondas tarpis e innovación. Un comentario a recientes aportaciones. Albert RECIO: El desempleo eficiente (nn paseo poco respetuoso por algunas explicaciones teóricas del

paro).

LISTA DE PONENCIAS PRESENTADAS A LAS JORNADAS.

RELACIÓN DE PERSONAS INSCRITAS A LAS JORNADAS.

SUSCRIPCIONES:

Se dirigirán a la Secretaría de la Revista (Av. Diagonal, 690 - 08034 Barcelona. Tel. (93) 4021937, rigiendo las siguientes condiciones de venta para la suscripción anual: España, 2.500 pus.

Extranjero, 50 dólares.

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e 1 /

HISTORIA INDUSTRIAL

D ¡99 2

G. CHASTACNARET,

Marsella y rl plomu.

siglos XVII • XIX J M

BtSAl 1.. Liis iiriiteifs de la empresa

nii'iUriiu I. NADAL. Las turbinas

planas v la indusinalizoiión en España

A ESCUDERO. Capital y trabajo en

la minería vizcaína.

E. F E R N Á N D E Z DE

P I N E D O . Salarios y

beneficios de Altos Hornos de Vizcaya.

1900 1929 A. GÓMEZ MENDOZA

Y S. LÓPEZ. LOS comienzos de la

industria aeronáutica en España.

NOTAS DE INVESTIGACIÓN • CRÍTICA Y DEBATES • RECENSIONES

EDITA: Depaitament d'Históría i Insiitucions Económiques

(Universitat de Barcelona).

DIRECTOR: Jordi Nadal i Oller.

CONSEJO DE REDACCIÓN: Joan Carmona Badía, Albeit Carreras i Odríozola. Emiliano Fernández de Pinedo, Antonio Gómez Mendoza, Jordi Maluquer de Motes, Antonio Parejo Barranco, Pere Pascual i E)om¿nech, Caries Sudríá i Tríay, Jaume Torras i Elias.

SECRETARIO: Alejandro Sánchez Suárez.

SECRETARÍA DE LA REVISTA Y RECEPCIÓN DE ARTÍCULOS:

[)epartament d'Históría i Institucions Económiques. Facultat de Ciéncies Econó­miques i Empresaríals. Universitat de Barcelona. Avda. Diagonal, 690 - 08034

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ASOCIACIÓN INTERNACIONAL DE HISTORIA ECONÓMICA

XI CONGRESO INTERNACIONAL

Universidad Bocconi - Milán - 12-17 septiembre 1994

PROGRAMA PROVISIONAL (Sesiones A y B)

SESIONES A

Al. La tmprtta global: Lat grandes firmas y la rianra de las luuimus en la última centuria, 1890-1990. Coordinadores: A. D. CHANDLER, Jr. (USA)

P. FRIDENSON (Franda) F. AMATORI (Italia)

A2. Las problemas de la transicién a la tctnomia de mercado. Coordinador: I. BEREND (USA-Hungn'a)

A3. Las relaciones cambiantes entre las neones europeas. División j cooperación. Siglos XJV-XVni. CoordínadoT: A. MACZAK (Polonia)

SESIONES B

Bl. Les poderes páblices j la prodncciin económica en la antigüedad clásica. Coordinadores: ]. ANDREAU (Franda)

P. ORSTEO (Dinamarca)

B2. EJ desarrollo de la energfa eléctrica. Comparatienes internacionales (1880-1980). Coordinadores: A. BELTRAN (Franda)

P. HERTNER (Italia) H. MORSEL (Franda)

B3. Las redes de comnnitaciones tnropeas (siglos XIX j XX). Nuevos tnfoqnes para el estndio de m sistema transnacional de transporte j comunicación. Coordinadores: A. CARRERAS (España)

A. GiUNTiNi (Italia) M. MERGER (Fianda)

B4. £ / control de las agfuu en Europa (siglos XII-XVI). Coordinadores: E. CROUZET-PAVAN (Francia)

J. C. VIGUIER (Italia) C. PONÍ (Italia)

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BS. CoHstíneiidat sotioeconímUas di iot cotficiinits uxnaks (*jex ratmt») en perspectiva histórica. Coordinadores: A. FAUVE-CHAMOLX (Francia)

S. SOGNER (Noruega) A. EIRAS ROEL (España)

B6. La integración Jet mercada internacional Je trabyoy el impacto Je las migraciones sobre los mercados nacionales Je trabajo JesJe 1870. Coordinadores: T. J. HATTON ( R U )

J. WlLLIAMSON (USA)

B7. La evoltuión estnutnral Jel sistema económico Jel Extremo Oriente JesJe 1700. Coordinadores: H. KAWAKATSU (Japón)

A. J. H. LATHÁN (RU)

B8. Trabajo j ocio en perspectiva histórica. Coordinadores: I. BLANCHARD (RU)

B. N. MiRóNOV (URSS)

B9. Crecimiento económico j cambio estnutnral. Enfoqnes comparativos a largo plasp basados en series Je renta nacional. Coordinadores: A. MADOISON (Holanda)

H. VAN DER WEE (Bélgica)

BlO. Inversión extranjera en. América Latina: sus efectos sobre el Jesarrollo económico, 1850-1930. Coordinador C. MARICHAL (México)

Bll . La economía política Jel proteccionismo j el comercio, siglos Xvlll-XX. Coordinadores: J. V. C. N Y E (USA)

P. LlNDERT (USA)

Bl2. La evolución Je las instituciones financieras modernas. Coordinadores: U. OLSSON (Suecia)

G. D. FELDMAN (USA)

Bl3. La nación, Europa y el mercado en el pensamiento económico. Coordinadores: P. RoGGi (Italia)

L. BAECK (Bélgica) G. GlOLl (Italia)

Bl4. Los salarios reales en los siglos xixj xx. Coordinadores: V. ZAMAGNI (ItaÚa)

P. SCHOLLIERS (Bélgica)

Bl5. La cultura material: consumo, estilo Je vida, nivel Je vida (1500-1900). Coordinadores: A. J. SCHUURMAN (Holanda)

L. S. WALSH (USA)

Bl6. Gestión, finam^asj relaciones industriales en la industria marítima. Coordinadores: S. P. VILLE (Nueva Zelanda)

D. M. WILLIAMS (RU)

Aunque el orden, titulo y coordinadores de las sesiones son provisionales, los interesados pueden dirigirse a los coordinadores, a la Secretaria de la Asociación Internacional (Prof. Josep GoY, Sécrétaire General, Ecole de Hautes Etudes en Sciences Sociales, Centre de Recherehes Historiques, 54 Blvd. Rasrail, 75270 Paris CEDEX 06, Francia), o a U Secretaria de la Asociación Española (Prof. Pablo MARTIN ACEÑA, Facultad de Qencias Económicas y Empresa­riales, Universidad de Alcalá, Plaza Victoria, 3, Alcalá de Henares, Madrid).

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XI CONGRESO INTERNACIONAL DE HISTORIA ECONÓMICA

Milán, Septiembre 1994

TEMAS C (Seminarios)

Espacio urbano y organización económica en la Europa medieval {Alberto Grobmañ, Italia).

The role of crafts and craftsmen in ancient near eastem economies (Jthamuí Renger, Universidad de Berlín).

Tenurial relations and markets in late medieval and early modem Europe (Eps/ein, Trinity CoUege, Cambridge, UK).

The Florentine economy and east-central Europe in the 14th and 15th ceaturíei{Siuaiiiu Teke, Hungarian Academy of Sciences, Budapest).

Organisation commerciale et économie régionale dans l'éspace alpin, xv-xviir siédes (Ciristian P/itter, Universidad de Zurich).

Plague and trade in Europe and North África during the early modem period (15th-18th centuries) (GoHfal Lépe^ Nadal, Univetsitat de las Illas Balears, Mallorca).

La base pré-statistique f>our les recherches socio-démographiques en Europea xvi-xviii siecles {AiiJnjii Wyc^aHski, Academia Polaca de Ciencias, Varsovia).

Information technology and transaction costs in the development of firms, markets, and economies (James Foreman-Peck, St. Antony-s College, Oxford).

Le financement de Tentreprise au fil de t'industrialisation (milieu xvill'-milieu xx* siecles) {Aíain Pletsis, París).

Competition and cooperation of enterprises on national and International markets (19th-20th centuries) {Hans Pohl, Universidad de Bonn).

International cartels revisited {Knde, Asahigaoka 1.615.3, Kiyoshe-shi, Tokyo 204).

L'entreprise privée en période de crise économique: stratégies de survie ou stratégies de renouvellement? (Laii/bier, Université de Quebec á Trois Riviéres, Trois Riviéres, Canadá).

The firm and the businessman in capitalist economies (Reberttmi, The University of New South Wales, Canberra).

The free-standing company within the International economy, 1870-1970 (Harm Scbroeler, Freie Universitaet Berlín).

Capital flows and entrepreneurial stratégies ín Southern Europe and the Balkans (19th and 20th centuries) (George Dertilú, Universídid de Atenas).

Agricultura] labour: génesis, forms of employment, changing tole ín agricultura! productiotí {Grignj Kotovsl^, Academy of Sciences, Moscú).

Agrarian technology ín North-west Europe in the Middle Ages. Developments and comparisons ((LangJoH, History, University of Alberta, Canadá).

Nécessités économiques et pratiques juridiques: probl¿mes de la transmission des exploitations agricoles, xvill'-xx' siédes (Joupb Goy, EHESS-CRH, 54 Bd Raspail, 75270 París).

An inteniational view of commerdalization in agriculture {Marvin Mclmiis, Queens University, Canadá).

Technological cbange and the labour process in the sugar industry, 1815-1914 {Bill Albert, Univetsity of Etut Anglia, UK).

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Industry and design since the Industrial revolution (L«x Cburcb, Univenity of East Anglia, UK).

Film: an industry on the crossroads of economics, politics, and art (K/imes, Cesky Filmovsky Ustav, Praga).

Skill formation for industry: Europe, USA, and Japan (ReiJko Okajama, Meiji University, Tokyo 101).

The social organization of iron produnion in Europe, 1600-1900 {Goraii RydtH, Universidad de Uppsala, Suecia).

Forced labour and labour markets, historical approaches (Hermán Diederiks, Universidad de Leyden).

The emergence of a transatlantic labor market in the nineteenth century: confronting the North and the South experiences (Femamio Devoto, Centro de Estudios Migratorios Latinoamerica­nos, Independencia 20, Buenos Aires).

Production and consumption of beer sonce 1500 (Erik Aerts, Vlaamse Ekonomische Hoges-chool, Koningsstraat 336, 1210 Bruselas).

Comparative history of European stock exchanges (RaiuU Micbie).

International banking in the northem Pacific área, 1859-1959 (Tamaki, Keio University, Tokyo 108).

Trade and pre-colonial commercial structures of the Indian sub-continent (Josepb, Mysore University, Mysore 570006, India).

Saharian business and merchant capital in Nineteenth-century International commerce (McDouga-II, University of Alberta, Canadá).

Commercial networks in Asia, 1850-1959 (Sugiiyama, Keio University, Tokyo 108).

Oceanic trade, colonial wares and industrial development, 1600-1800 (Maxine Berg, UK).

Micro-et macroéconomie de la protection sociale (de l'Antiquité á nos jours) (Cues/iii, Université Blaise Pascal, 63037 Clermont-Ferrand, Francia).

The political economy of late-nineteenth century govemment regulation {(Gary Uhtcap, Univer­sity of Arizona, USA).

Food policy during the World wars in the Twentieth century {Oddf, The Polytechnic of central London, UK).

The System of centrally planned economies in central-east and south-east Europe after World War II and the causes of its decay (Vaclav Pruca, Prague School of Economics, Checoslova­quia).

Creating local-government infrastructure in the industrialization process: a fmancial and budge-tary pcrspective (Ricbard Tilly, Universitaet Muenster, Alemania).

Economic associations and political change in late Nineteenth-century Europe {Paela SiAaccbi, Universita Bocconi, Milán).

Croos-country comparisons of industrialization in small countries, 1870-1940: altitudes, organi-zational pattems, technology, productivity {OIU Kran/^, Umea University, S90187 Umea, Suecia).

Transport et crissance del economies africaines aux XIX' et XX' siécles {TsiautOUU, B. P. 4749, Lubumbashi, Zaire).

Strategies for developing and exploiting new technologies: USA and Japan {Andrí Millard, University of Alabama at Birmingham, USA).

Diffusion of technology and European integration, 1840-1914 {Kriitiiu BruJami, Universidad de Oslo).

Colonialism and technology cholees (Dmtjaiidra Tripaibi, Indian Institute of Management, Ahmadabad 380056, India).

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Trajectoires individuales (aspects démographiques et sociaux) dans une période de mutations économiques {Bourdelais, EHESS-CRH, 54 Bd Raspail, 75270 París).

Nincteenth and Twentieth-century Business Cycles: the interplay of historical data, reconstnic-tion, and anajysis (Trevor Dick, University of Lethbridge, Canadá).

Histoire des télecommunications {Griut, IHMC, 45 re d'Ulm, 75005 París).

Economic history and the arts (Micbael Nertb, Universitaet Kiei, Alemania).

Japan's war economy {Eric Paiier, Philipps Universitaet Marburg, Alemania).

Citics at war. 1914-1918 (Jay Murray Winter, Pembroke CoUege, Cambridge CB2 IRF, UK).

Production networks: market roles and social norms {Carie Peni, Universita di Bologna).

Coastal communities in a cross-cultural and historical perspective: the interaction of economic activity and societal change (John Kogers, Uppsala University, Uppsala, Suecia).

Recent developments in cliometrics {Sam IfiUiamson, Miami University, Oxford, Ohio 45056, USA).

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INTERNATIONAL ECONOMIC HISTORY ASSOCIATION

Eleventh International Economic History Congress

SESSIONS D

COMPETITION FOR RECENTLY COMPLETED DOCTORAL THESES

Young scholars are invited to present sununaríes of their doctoral research at the Milán Congress of the International Economic History Association in September 1994. Sutnmaries of these theses will be published in a volume of the congress proceedings, and four diploma and four prizes of 1.000 dollars will be awarded.

To be eligible for these sessions candidates must have been awarded their doctórate or equivalent after 1 September 1988 and not later than 31 December 1992.

Scholars interested in panicipating in these sessions should writc details without delay to:

Professor Joseph G<)Y General Secretary International Economic History Association Centre de Recherches Historiques 54 Bd Raspail 75270 Paris Cedex 06 - France

They should specify the thesis's title, supervisor and assessors, and the institution which awarded the degree. PUast do not stnd ibesis.

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ESTADOS EUROPEOS, 990-1990. AU721

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NUEVO DICCIONARIO BILINGÜE DE ECONOMÍA Y EMPRESA Inglés-español Español-inglés José María Lozano Irueste 5* edición revisada y ampliada Cartoné. 21 x 26,5 cm, 896páginas

El Nuevo Diccionario Bilingüe de Economía y Empresa, único en la bibliografía española, ofrece una recopilación exhaustiva de térnninos y expresiones del lenguaje econónnico-empresarial, pertenecientes, tanto a la economía en todas sus rannas y de las ciencias próximas a ellas, como las del léxico común que se utiliza con frecuencia en los textos económicos. Consta de dos partes: la primera, inglés-español, ofrece 61.808

términos y expresiones. La segunda, español-inglés, aporta en esta tercera edición 53.507 voces.

Este diccionario, fruto del trabajo del autor durante treinta y cinco años, se ha elaborado en la creencia de que puede ser útil para el gran número de economistas y estudiantes de economía que hay en nuestro país. También para el mundo empresarial, filiales españolas de multinacionales, empresas exportadoras e importadoras y los organismos oficiales y privados que están en relación con la Comunidad Europea y, en general, para todas aquellas empresas que comercien con el extranjero.

EL SISTEMA JUSTIN TIME Y LA FLEXIBIUDAD DE LA PRODUCCIÓN Tomás M. Bañegil

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Presenta una reflexión actual, sistemática y detallada de todos los conceptos teóricos y prácticos que sobre la flexibilidad de la producción en general, y del sistema just in time (JIT) en particular, existen actualmente. ¿Es el JIT la causa principal del éxito japonés? ¿Está siendo adaptado correctamente por la industria española? ¿Es el JIT un buen sistema de trabajo en los actuales momentos de crisis?

LA NUEVA DIRECCIÓN DE PERSONAS. MARCO PARADÓJICO DEL TALENTO DIRECTIVO

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Sugerente e insistentemente, analítica y científicamente, conjugando el rigor y el pensamiento creativo, el autor nos invita a redescubir el talento directivo necesario para mejorar la eficacia en la dirección de personas en el marco paradójico en el que se mueven las organizaciones actuales.

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CENTRO DE ESTUDIOS CONSTITUCIONALES

ULTIMAS PUBLICACIONES

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Canales (3 vols.). 35.000 ptas. PALOMA BIGUNO CAMPOS: LJis pidos en el proteJimiento UpsUtivo. 1.400 otas. C. MCILWAIN: Constitmionalismú antiguo y mojern». Traducción de Juan J. Solozibal. 2.200 ptas. ANTONIO FANLO LORAS: fundamentos constitiuionaks de la Autonomía IMOI. 3.700 ptas. PABLO SALVADOR CODERCH y otros: El mercado de tas ideas. 3.400 ptas. JAVIER PARDO FALCÓN: El Consejo Constitucional Francés. 3.500 ptas. ANDRÉS BETANCOR: E / Acto Ejecutivo. 2.700 ptas. ÁNGEL GÓMEZ MONTORO: Conflictos de atribuciones entre irg/mos del Estado. 3.000 ptas. JESÚS PRIETO OE PEDRO: Cultura, culturas j Constitución. 2.700 ptas. MANUEL MEDINA GUERRERO: La incidencia del sistema de financiaciín en el ejercicio de las competencias

de las CC.AA. 3.300 ptas. KONRAD HESSE: Estudios de Derecho Constitucional (2.* ed.). 1.100 ptas. FULVIO ATTINA: Introducción al sistema político de la Comunidad Europea. 1.700 ptas. CENTRO DE ESTUDIOS INSTITUCIONALES DE BUENOS AIRES: El presidencialismo puesto a prueba.

2.400 ptas. EUDE KEDOURIE: Nacionalismo. Prólogo de Francisco Murillo Ferrol. Traducción de Juan J.

Solozibal Echevarria. 900 pus. RAMÓN GARCIA COTARELO: Del Estado del bienestar al Estado del malestar. 1.800 ptas. ALFONSO RuiZ MIGUEL: La Justicia de la guerrtrj de la pa^. 2.000 pws. GREGORIO PECES-BARBA: La elaboración de la Constitución de 1978. 2.000 ptas. PILAR CHAVARRI SIDERA: Las elecciones de diputados a Cortes Generales j Extraordinarias (1810-

1813). 2.200 ptas. ALF ROSS: ¿Por qui Democracia? 1.500 ptas. ÁNGEL RODRÍGUEZ DIAZ: Transición política J consolidación constitucional de los partidos políticos. 1.600

ptas. MANUEL RAMÍREZ: Sistema de partidos politices en Espaüa (1931-1990). 1.700 ptas. JAVIER CORCUERA ATIENZA: Política J Derecho. La construcción de la Autonomía pasca. 2.300 ptas. JOSÉ MARÍA GARCIA MARIN: Monarquía católica en Italia. 2.800 ptas. ANTONIO SERRANO GONZÁLEZ: Como lobo entre opejcu. Soberanos y marpuados en Bedín, Shakespeare,

Vipes. 2.500 ptas. JESÚS VALLEJO: De equidad ruda a ley consumada. Concepción de la potestad normativa 1250-1350. 2.800

ptas. JOSÉ MARIA PORTILLO VALDÉS: Monarquía y gobierno provincial. Poder y Constitución en las progincias

pastas (1760-1808). 3.600 ptas. BARTOLOMÉ CLAVERO SALVADOR: Kas;ón de Estado, ra^ón de individuo, ra^ón de historia. 1.800 ptas. CARMEN MUÑOZ DE BUSTILLO ROMERO: Btiyona en Andalucía: El estado bonapartitta en la prefectura

de Xrfur. 2.800 ptas. JERÓNIMO BETEGÓN: La Justificación de castigp. 2.700 ptas. JOSÉ MARTÍNEZ DE PISÓN: Justicia y orden político en Hume. 2.600 ptas. MARTIN D . FARRELL: La filosofía del liberalismo. 2.300 ptas. CARLOS THIEBAUT: LIS límites de la Comunidad. 1.800 ptas. EMIUO LLEDÓ: £ / siluKio de la escritura. 800 ptas. Auus AARNIO: L » racional como razonable. 2.200 ptas. RAFAEL DE Asís ROIG: Deberes y oblig/uiones en la Constitución. 2.800 ptas.

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M." TERESA RODRÍGUEZ DE LECHA: Antropologfaj filesofU di ¡a historia tn Julián San^ del Kio. 1.700 ptas.

MARINA GASCÓN ABELLAN: Obtditiuia al dtntho j objtríón dt conmiuia. 2.600 ptas. JEAN LOUIS DE LOLME: Cmilihiríáii de iHgfaterra. 2.500 ptas. joAQUlN COSTA: Historia critica de ¡a Kefoliiríiii Espaátla. 2.600 ptas. GASPAR DE AÑASTRO ISUZA: La/ seis libros de la Kepiélica de Bodiiw traducidos del francés j

católicamente enmendados. Ed. preparada por José Luis Bermejo. 6.000 ptas. FRANCISCO MURILLO FERROL: Saandra Fajardo y la política del Barroco. 2.' edición. 1.800 ptas. JUAN ROMERO ALPUENTE: Historia de la Revolución espaihlaj otros escritos. Edición preparada e

introducida por Alberto Gil Novales. Dos volúmenes. 5.000 ptas. JOSÉ MARCHENA: Obra espacia en prosa. 1.700 ptas. JUAN MALOONADO: El levantamiento de Espaüa. Edición bilingüe. Traducción e introducción de

M.» Angeles Ehirán. 3.600 pus. HoBBES: Bebemoth. Traducción e introducción de Antonio Hermosa Andújar. 2.500 pus. GUILLERMO OCCAM: Obra Política. Traducción de Primitivo Marino. 3.700 ptas. ARISTÓTELES: Política. Edición bilingüe. Reimpresión. 1.800 ptas. ARISTÓTELES: Etica a Nicómaco. Edición bilingüe. Reimpresión. 1.200 pus. ARISTÓTELES: Retórica. Edición bilingüe. Reimpresión. 1.800 pus. SENAC DE MEILHAN y A. BARNAVE: DOS interpretaciones de la Revolnción Francesa. 1.600 pus. TOMAS DE CAMPANELA: La Monarquía del Mesías j las Monarquías de las Naciones. Traducción e

introducción de Primitivo Marino Gómez. 1.800 ptas. JUAN ALTUSIO: La política. 4.800 pus. J. BENTHAM: Falacias políticas. 2.M0 ptas. E. SlEYÉS: Escritos j discursos de la revolución. 2.200 pus. G. JELLINEK: Reformas J mutación de la Constitución. 1.800 ptas. CONDORCET, CASTILLÓN y BECKER: ¿ES conveniente en^ñar al pueblo? Traducción e introducción de

Javier de Lucas. 2.300 pus. PLUTARCO: Consejos políticos. Edición bilingüe. 2.000 ptas. Constituciones iberoamericanas. Edición preparada por Luis López Guerra y Luis Aguiar de Luque.

4.600 pus. Jurisprudencia del Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas. Edición preparada por Manuel

Diez de Velasco y Gil Carlos Rodríguez Iglesias. 4.000 ptas. GONZALO MENÉNDEZ PIDAL: La España del siglo XlX vista por sus contemporáneos. Dos volúmenes.

6.000 ptas. cada uno. MARIO G . LOSANO, ANTONIO E . PÉREZ LUSO y M.» FERNANDA GERRERO MATEUS: Libertad

informática y leyes de protección de datos personales. 1.300 ptas. VICENTE ESGUÍN PALOP: Régimen jurídico de la entrada y permanencia de extranjeros en España. 950

pus. MANUEL C. PALOMEQUE: Les derechos laborales en la Constitución española. 1.000 ptas. CENTRO DE ESTUDIOS iNSTiTuaoNALES DE BUENOS AIRES: Fundamentos y alcances del control judicial

de constituríonalidad. 1.500 ptas. LUCIANO PAREJO ALFONSO: Crisis y renovación en el derecho público. 1.100 pus. VICTORIA CAMPS y SALVADOR GINER: El interés común. 800 pus. RICHARD GUNTHER: Política y cultura en España. 1.000 ptas. JOSÉ MARÍA CONTRERAS MAZARIO: La enseñanza de la religión en el sistema educativo. 1.300 ptas. CENTRO DE ESTUDIOS INSTITUOONALES DE BUENOS AIRES: La Autonomía personal. 1.400 ptas. JOAN SUBIRATS HUMET: Ü » problema de estilo. La ftrmacién dt políticas públicas en España. 1.300

ptas. DANIEL MENDOZA: Introducción al análisis normativo. 1.100 pus. LUIS PRIETO SANCHIS: Principios y normas. Problemas del ra:(pnamiento jurídico. 1.300 pus.

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