Sobre Toda Cosa Guardada
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“Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida.”
Proverbios 4:23
Se ha preguntado alguna vez:
¿Por qué es necesario recordarle al hombre qué es lo más preciado?
Bueno, simplemente porque el hombre suele olvidar que lo más preciado es su corazón, no la
vida, pues de su corazón es de donde esa vida mana.
¿Puede observar el contraste? Y ¿Lo fácil que es perder la verdadera perspectiva?
Pero el consejo encierra una advertencia: ¿De qué o de quien hay que guardarlo?
Bueno el corazón hay que guardarlo del tentador, el diablo.
Recuerde que la naturaleza del diablo, es la de contaminar la creación de Dios. Por eso el ataca
el corazón del hombre con el mal de los siglos: el amor por el dinero.
¿Qué es ese amor por el dinero?
Se sabe que una persona tiene amor por el dinero, cuando piensa que es el dinero el que sirve
para que esa persona tenga bienestar. Ahí está el engaño, y por ahí el enemigo entra en el
corazón del ser humano.
Solo hay que mirar a la sociedad en que vivimos. El mundo está tan contaminado, que las masas
se rinden ante todo aquel que tenga dinero, y menosprecia a todos aquellos que no lo tienen.
Ha notado el lector de la biblia que Jesús, quien al referirse a servir a otro señor, no mencionó
al diablo sino al dinero.
“Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al
uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas”
Mateo 6:24
Cuando Isaías escribió de Jesús,:
Subirá cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni
hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos.
Isaías 53:2
Note que cuando habla de su atractivo, no se estaba refiriendo a su apariencia física, se estaba
refiriendo a su posición en la sociedad en regulada por su situación económica. Jesús no se
presentó como un acaudalado Señor, sino más bien como la oportunidad para renunciar a
servir al dinero. ¿Qué les pedía a los ricos? ¿Su dinero? Ciertamente no, todo lo contrario, les
decía a los ricos que tenían que renunciar literalmente a sus riquezas repartiéndolas entre los
pobres.
Otro clásico ejemplo del amor por el dinero y de cómo este contamina el corazón del hombre
lo encontramos en Judas, quien era el encargado del dinero, y fue contaminado por su
ambición por el dinero, que le llevo a traicionar a su maestro y quitarse la vida.
¿Pero, no hay en el mundo ya suficientes ejemplos de la maldición de lo que el dinero
realmente es?
Por esa ambición por el dinero es que se hacen las peores cosas, el dinero contamina nuestras
almas. Porque hace que el hombre esté dispuesto a todo por conseguirlo. El dinero le quita el
lugar de importancia a Dios en el corazón del hombre.
El diablo quien es enemigo natural del hombre, lo sabe, y por eso tiende una red de tentación
alrededor del ser humano. La manipulación empieza, haciéndonos creer que necesitamos el
dinero para subsistir. Invitando al hombre a olvidar que El único que necesitamos en nuestra
vida para todo, es Dios y punto. Luego de que nos ha convencido de que es malo vivir por la fe y
confianza en Dios, ese enemigo sigue engañando al hombre, insertando en su mente la idea de
que se puede gozar y deleitarse solo a través del dinero, hasta llegar al punto de que en las
mentes de las personas el dinero es el único medio para vivir y gozar la vida.
Los cristianos también somos tentados día a día por el diablo, este nos invita a que hagamos del
dinero nuestro señor, asi le veamos (al dinero) como la fuente de nuestra estabilidad, como la
señal de fortaleza, (incluso espiritual).
Gracias a Dios por las advertencias.
Piense que el mundo de Lot y Noé fue destruido porque la gente había perdido el temor a Dios.
La humanidad había decido que otro seria su señor, veamos como ilustra Jesucristo a esa
generación:
Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre. Comían, bebían,
se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca, y vino el diluvio
y los destruyó a todos. Asimismo como sucedió en los días de Lot; comían, bebían, compraban,
vendían, plantaban, edificaban; mas el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y
azufre, y los destruyó a todos.
Lucas 17: 26 - 29
Por eso es que Jesucristo juzgó a los hombres que creían que su dinero les daba algún tipo de
justicia ante Dios, aquellos que daban grandes cantidades de dinero, y elogio la actitud de la
viuda:
“pero ésta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su sustento.” Lucas 12:44
quien era alguien a quien ayudar, ella dio todo el dinero que poseía, porque esa mujer tenía
clara la idea en su mente y corazón, que Dios es el único que velaba por ella, por tanto el que le
proveería de lo que ella necesitase.
En esta era de apostasía que vivimos, el diablo ha insertado sus doctrinas de error, haciendo
creer a los seguidores de los concilios, que es por el dinero que la obra de Dios se hace.
¿Acaso no sabe usted que los males de la humanidad son por causa del dinero? Las guerras, los
raptos, los robos, las masacres, todos están movidos por el amor al dinero.
Cuando caemos en la tentación de servir al dinero, sacamos a Dios y así es como nuestra alma
se contamina con la vanagloria de esta vida, y por una bicoca, cambiamos los valores más
grandes, nuestras verdaderas riquezas por la mentira y engaño de la autosatisfacción de
nuestro ego; con ese dinero empezamos a creernos que por el somos importantes, relevantes
y nuestro corazón se endurece aun más contra el prójimo. Y aunque pudiera ser que los que
nos rodean y tienen el mismo estándar, nos den señales de que somos importantes, la verdad
del caso, es que lo que hemos hecho es renunciar a Cristo.
El cristiano genuino, no vive en el afán de pensar que es el dinero el que le da las cosas, el
cristiano sabe que Dios es el que trae el bien a su vida. El gozo del cristiano nunca está basado
en cuanto dinero tenga, sino en conocer a Dios
“Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el
rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y
conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas
cosas quiero, dice Jehová.”
Jeremías 9: 23- 24