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    Tontas y víct imas

    Paradojas de cier tas posiciones analíticassobre la cultura de masas

    Por Carolina Justo von Lurzer y Carolina Spataro

    Tontas y víctimas. Paradojas de ciertas posiciones analíticas sobre la cultura de masas

    Dumbs and victims. Paradoxes of cert ain analytical p ositions on mass culture

    Páginas 113 a 129 en La Trama de la Comunicación, Volumen 19, enero a diciembre de 2015

    ISSN 1668-5628 - ISSN digit al 2314-2634

    SUMARIO: A par tir de la denuncia enviada este año al cana l de televisiónTelefé  intimando a que en el plazo de veinticuatro horas selevantara del aire el sketch “La Nena” del programa  Poné a

     Francella que el mismo emitía diariamente -en donde se argu-menta que el sketch “promueve el acoso y el abuso sexuala menores” y “fomenta la pedofilia en el placer sexual queevidencia con una niña”-, este artículo se propone indagarsobre el estado actual en Argentina de la crítica cultural ycomunicacional en tor no a géneros y sexualidades.Part imos de un diagnóstico inicial que ha ido tomando formaen nuestras investigaciones doctorales: las miradas domi-nantes sobre la relación entre industrias culturales y audien-cias, especialmente la relación entre “medios” y “mujeres”,son la vic timización y la estupidización. Esto es: las mujeresson “víctimas” cuando son representadas en la cultura demasas y “tontas” cuando la consumen.Desde la inquietud que nos genera que dichas retóricas apa-rezcan en algunos casos como punto de par tida incuestiona-ble, nos peguntaremos: ¿qué ideas sobre géneros y sexua-lidades sustentan sus hipótesis?, ¿qué posiciones de sujetohabilitan u oc luyen estas retóricas en relación con la culturade masas?, ¿cuál es el rol que el Estado debería cumplir enestos casos?

    DESCRIPTORES:Comunicación, Géneros, Sexualidades, Estupidización, Vic-timización.

    SUMMARY:Based on the complaint sent to the television channel Telefe intimating to remove from schedule the sketch “La Nena” with-in twent y-four hours, which argued that the sketch “promotesbullying and child sexual abuse” and “promotes pedophilia”

     - this ar ticle seeks to explore the cur rent state of cult ural cri ti-cism on gender and sexualiti es in ArgentinaOur initial diagnosis is that the hegemonic perspectives onthe relationship between cultural industries and audiences,especially “media” and “women” are what we call “dumbing”and “victimization”. That is, women are “victims” when theyare represented in mass culture and “dumbs” when the con-sumed it.Our main concern is that this star ting point generally appearsas unquestionable. We will interrogate this perspectives re-garding what ideas about gender and sexuality support theirhypothesis?, what subject positions are enabled or occlud-ed?, what is the role the state should play in these cases?

    DESCRIBERS:Communication, Gender, Sexualities, Dumbing,

     Vic timizat ion.

     [email protected] - Universidad de Buenos A ires, Argentinacaro [email protected] - Universidad de Buenos Aires, Universidad de San Martin, Argent ina

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    INTRODUCCIÓNEn abril de este año la  Red de Contención contra la

    Violencia de Género envió una noti ficación al canal de

    aire Telefé  intimando a que en el plazo de veinticua-tro horas se levantara de la grilla el sketch “La Nena”del programa  Poné a Francella  que el mismo emitíadiariamente. La denuncia argumentaba que el sketch“promueve el acoso y el abuso sexual a menores” y“fomenta la pedof ilia en el placer sexual que evidenciacon una niña”. Asimismo, señalaba que la denuncia sehacía “en honor a todas las “víctimas” de abuso, niñasdesaparecidas por la trata de personas y los miles decasos que aún se mantienen en silencio”.1

    El programa televisivo  Poné a Francella  se emitió

    originalmente en 2001-2002 por Telefé y fue repuestoeste año en la pantalla del mismo canal hasta finesde mayo. El sketch de “La Nena” se desar rollaba en lacasa de una familia de clase media urbana compuestapor Don Aturo (Guillermo Francella), su esposa (Mar ia-na Briski), su hija adolescente, Laura (Florencia Peña)y la mejor amiga de su hija, Juli (Julieta Prandi) que vi-sita frecuentemente el hogar. El núcleo del relato quese repite en cada episodio consiste en el momento deencuentro a solas entre Don Arturo y July. Esas es-

    cenas son construidas como instancias de seducciónpor parte de Juli hacia Don Arturo: ella le habla convoz tierna y aniñada, lo halaga, incluso llega a acari-ciarlo o tener algún contacto físico afectuoso y si bienél demuestra una atracción por ella, especialmente através de ciertos comentarios y gestos, su posición serepresenta a través de la incomodidad y la contenc ión.Cuando la seducc ión llega a su clímax, la escena es in-terrumpida por el leit motiv  del sketch en boca de Don

     Arturo: “es una nena”.Es necesario observar la operación enunciativa que

    se realiza a través de esta frase para poder compren-der que el mismo sketch que está siendo denunciadopor apología del acoso sexual de menores podríaser interpretado como una puesta en escena de las

    normativas culturales en torno a géneros y sexuali-dades. Cuando el personaje de Don Arturo, luego desus intercambios con en el personaje de Juli, sost iene

    mirando a cámara “es una nena” lo que está reponien-do es la prohibición cultural de mantener relacioneserótico afectivas con menores de edad. Esa frase ysu enunciación a cámara –es decir, poniendo comointerlocutora ya no a Juli sino a la audiencia, frente a laque Don Arturo debe dar cuenta de su moral sexual-permite reubicar la escena y a los personajes en loslímites de lo soc ialmente posible y aceptable. Don Ar-turo no concreta nunca ningún tipo de vínculo ni realizaninguna práctica sexual con Juli precisamente porqueella “es una nena” y eso es moralmente inviable.

    De este modo, lejos de fomentar el abuso o acosoa menores lo que se observa en el sketch es la repre-sentación de una de las reglas culturales en torno agéneros y sexualidades que observa como parte dela sexualidad “mala, anormal y antinatural” (Rubin,1989) las prácticas intergeneracionales y como direc-tamente punible las prácticas sexuales con menoresde edad.

    En todo caso, lo que sí podría objetársele a estesketch, es que desarrolla su humor desde un reper-

    torio muy acotado: acotado por un lado a los tópicossobre relaciones de género y sexuales y acotado másaún en relación a la diversidad de representacionessobre géneros y sexualidades que podrían abordarse.Dos ejemplos de ello son tanto el imaginario de mas-culinidad encarnado por Don Arturo –un adulto padrede familia que fantasea con mujeres más jóvenes quesu mujer y en particular con las amigas de su hija-como el imaginario de adolescente encarnado por Juli

     –una bella joven erot izada y sexualmente activa quefantasea con vínculos con varones adultos. En ambos

    casos lo que se representa son estereotipos de las se- xualidades masculina adulta y femenina ado lescenteque no sólo son restrictivos –como cualquier estereo-tipo- sino que son bastante pobres en términos de las

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    sexualidades representables en la actualidad.Precisamente, y en relación a la temporalidad, cabe

    hacer otra observación. El humor en general y este

    sketch en particular no pueden ser leídos de mododescontextualizado. Este sketch fue producido hacemás de 10 años en un contexto de debate público entorno a géneros y sexualidades así como en torno alas funciones sociales de los medios masivos de co-municación, profundamente diferente. En todo caso,sería necesar io plantear a los programadores televisi-vos la impor tanc ia de rever las prácticas de repeticióny reposición en función de los diferentes contextos ycoyunturas político culturales.

    Una reflex ión similar puede hacerse en relación a la

    temporalidad de la propia denuncia: ¿eran pensablesesta intimación y acusación hace diez años cuandoel programa se emitió por primera vez? Y, claro, norefer imos a la existenc ia hace diez años de críticas entorno del sexismo como un eje clásico del humor tele-visivo mainstream; esta mirada crítica tiene una largatradición. Referimos más bien a la resonancia pública,social, y a los canales institucionales que esa miradacrítica ha adquirido en la actualidad. El reconocimien-to de un conjunto de derechos en materia de géneros

    y sexualidades y en mater ia de ciudadanía comunica-cional que han sido materializados en leyes, en polí-ticas públicas y en organismos de gestión y control2,conforman un terreno muy diferente para la acogidade estas miradas. Es a partir de la puesta en cuestióndel lugar de la cultura de masas en la v ida de las per-sonas y, simultáneamente, la discusión en torno a quésignifica ser un sujeto marcado por la configuraciónsexo-genérica de una cultura, que numerosas denun-cias, críticas y reflexiones han comenzado a tomarrelevancia en la agenda pública y política.

    Decidimos iniciar este artículo a partir del caso rela-tado porque permite ejemplificar el estado actual en

     Argent ina de la cr ítica cul tural en torno a géneros y

    sexualidades. En las páginas que siguen proponemosun conjunto de interrogantes y reflexiones en torno delas modalidades dominantes de esa crítica y de las po-

    tencialidades aún no exploradas de la crítica culturalentendida como crítica feminista (Richard, 2009).Si tuviéramos que enumerar algunos de los interro-

    gantes a los que nos enfrenta la crítica mediática con-temporánea, estos serían: ¿desde qué concepción decultura se rea lizan algunas de estas denuncias?, ¿quéideas sobre géneros y sexualidades sustentan sus hi-pótesis?, ¿qué posiciones de sujeto en relación conla cultura de masas estas retóricas habilitan u oclu-yen?, ¿cuál es el ro l que el Estado debería cumplir enestos casos? Estas son algunas de los interrogantes

    que incipientemente formulamos en nuestras tesis dedoctorado3 y que, a partir de la puesta en común denuestras investigaciones en diferentes ámbitos aca-démicos y de militancia feminista, hemos ido desar ro-llando a partir de un diagnóstico inicial: las miradasdominantes en la actua lidad sobre la relación entre in-dustrias culturales y audiencias, especialmente la re-lación entre “medios” y “mujeres”, son la vic timizacióny la estupidización. Esto es, por un lado, los análisisdominantes sobre las representac iones mediáticas de

    las mujeres sostienen que éstas las violentan ubicán-dolas en el lugar de “víctimas” de un conjunto de nor-mas sociosexuales y de género reproducidas en lasimágenes y discursos difundidos en los medios ma-sivos de comunicación. Por otro, como contracara deesta concepción sobre los modos de representaciónmediáticos, una parte de las mujeres que consumenestas representaciones son pensadas como “tontas”culturales”, en la medida en que parecen ser inscr iptasen una relación de literalidad y linealidad con aquelloque ven y escuchan por la que –siempre- estarían re-

    produciendo ellas mismas los imaginarios y estereo-tipos presentes en las representaciones mediáticas.Nos inquieta el hecho de que muchas las denuncias,intervenciones e investigaciones en torno de la arti-

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    culación comunicación, géneros y sexualidades recu-peran estas retóricas como un punto de partida queaparece como incuestionable. Por ello, en lo que sigue

    trataremos de observar las tradiciones en las que sepueden inscribir estas concepciones así como desen-trañar algunos de los problemas que estos supuestosacarrean tanto para la crítica cultural feminista comopara la investigac ión en comunicación.

    Uno de los objetivos del trabajo será problematizarla tendencia a estudiar tanto las producciones de lacultura de masas como su recepción en términos depares dicotómicos: “víctimas”/victimarios, objetos/su-

     jetos, acti vas/pasi vas, “tontas”/crít icas; en la medidaque dichos pares en ocasiones pueden obturar las

    complejidades y tensiones que aparecen tanto en lostextos de la cultura de masas como en las prácticasen torno de ésta.

    Para ello, en el primer apartado desarrollaremoslas nociones de “tontas” y “víctimas”4 que advert imoscomo dominantes a partir de los recorridos investiga-tivos de nuestras tesis de doctorado. En el segundodaremos cuenta de un núcleo de trabajos del campode la comunicación y la cultura que han señaladotempranamente los obstáculos epistemológicos de

    dichas posiciones y que han desarrollado argumen-tos teóricos para trabajar el vínculo cultura de masas,géneros y sexualidades. Por su parte, en el últimoadvertiremos las consecuencias que las miradas pu-nitivas y proteccionistas pueden tener en el desarro llode políticas culturales y comunicacionales así comoen las investigaciones e interpretaciones de produc-ciones y prácticas relativas a comunicación, génerosy sexualidades.

    1. PUNTO DE PARTIDA: “TONTAS”, “ VÍCTIMAS” Y DESPUÉS...

    Tal como mencionamos, los recorridos investigati-vos que hemos transitado se produjeron en el campoproblemático delimitado po r la ar ticulación de comuni-cación, géneros y sexualidades. Nuestras tesis doc-

    torales abordaron los imaginarios sociosexuales y degénero que sustentan un conjunto de produccionesmediáticas televisivas y musicales así como las impli-

    canc ias que estos modos de decir el sexo y el génerotenían tanto en las prácticas y concepciones de lasaudiencias como en los universos discursivos y ope-raciones retóricas habilitadas u ocluidas para ciertossujetos de sexo-género.

    En ambos casos, tanto durante el proceso de in-vestigación como en aquellos momentos en los quefuimos poniendo a consideración los resultados denuestras reflexiones en cier tos espacios de discusiónen torno a géneros y sexualidades, fuimos encontran-do variadas resistencias a las perspectivas que orien-

    taban nuestras interpretaciones. Parecía haber ciertoconsenso en que estábamos equivocando el camino,traicionando una línea de pensamiento y hasta, enalgunos casos, reproduciendo con nuestros aporteslos fundamentos de la subordinación social de las mu-

     jeres. Empezamos a pensar por qué y de qué modoestaba sucediendo esto, ¿qué había en nuestros tra-bajos que producía cierta irritación?

    Llegamos así a definir nuestro problema como eldistanciamiento que estábamos produciendo de dos

    paradigmas: el de la estupidización y el de la victimi-zación. Ninguno de ellos nos permitía explicar aquelloque nuestros campos nos ofrecían para el análisispero buscar caminos alternativos para complejizar lamirada aparecía como una traición a lo que se nos pre-sentaba como la causa feminista. Cabe hacer aquí unaaclaración enunciativa: hasta ahora hemos preferidoincursionar en cier tas generalizaciones –como refer ira la causa feminista, las mujeres, entre otras- comosi acaso fueran posibles, sencillamente porque es deeste modo como se nos presentan en los debates que

    enmarcan este trabajo. Más adelante nos ocuparemosde poner los reparos epistemológicos que le caben acada una de ellas.

    En ese contexto nos propus imos buscar claves para

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    1.1 “TONTAS” ¿Qué es una tonta cultural? En términos generales,

    podríamos decir que es una mujer que no tiene capa-cidad crítica para adver tir la mala calidad y el sexismode los productos culturales que consume. A partir deun trabajo etnográfico realizado con un club de fansde Ricardo Arjona, un cantante y compositor gua-temalteco de gran éxito en la industria discográficadesde hace más de una década, escuchamos diver-sos modos de calificar a las mujeres que lo integranque se corresponden con ese calificativo. El grupo

    lleva reuniéndose hace más de quince años una vezpor mes en un bar céntrico de la Ciudad de Buenos

     Aires y está conformado por un grupo de alrededorde 30 personas, en su mayoría mujeres de diferentesedades. Desde allí ellas promocionan su producciónmusical, realizan tareas solidarias, crean lazos deamistad y compañerismo, así como también elaboranciclos vitales de manera colectiva y activan ciertaszonas de su sexualidad vedadas en otros escenarios.

     A partir de la apropiación de dicho objeto cultural ellas

    conforman un grupo de pertenencia y un espacio desocialización complejo al que reconocen como un lu-gar propio, y afirman que cuando están en las reunio-nes se sienten “ libres” en comparación con espaciosy vínculos en donde son interpeladas en un cruce degénero y ciclo vita l que las ubica en el rol de cuidado-ras de su hogar y de su familia.

    Un dato insoslayable en el transcurso del trabajoeran las repetitivas críticas que se le hacían a estegrupo de mujeres. Las mismas se apoyaban en dostipos de argumentos: unos eran los estéticos, enun-

    ciados desde un criterio que define la legitimidad deciertos objetos culturales (Bourdieu, 1998) a partirde la cual se resaltaba que la producción musical deeste cantautor es de mala calidad y que sus líricas

    son cursis, grasas, repetiti vas y falt as de poesía, entreotras cosas. Estos comentarios indicaban, aunque nosiempre de manera exp lícita, que sus públicos no eran

    competentes para consumir otro tipo de música, máserudita, profesional o poética, así como que su éxitoindicaría el grado de deterioro cultural de la sociedad6.Otros provenían de la crítica que podríamos llamar fe-minista, aunque no se hayan enunciado siempre desdepersonas que así se definen: para ésta Arjona repro-duce en sus letras un decálogo de proposiciones ma-chistas y se const ruye desde dicho a priori un binomioopuesto y excluyente entre las mujeres que adviertenel sexismo de la producción de Ar jona -las “críticas”- yaquellas que no tendrían la capacidad de hacerlo -las

    “tontas”-.Dos sucesos permiten ilustrar lo que venimos seña-

    lando: en unas Jornadas académicas sobre Historiade las Mujeres la presentación de una ponencia queseñalaba que a partir de un bien estético las mujeresdel club de fans conformaban un grupo de pertenen-cia, realizaban diversas actividades en el espaciopúblico, activaban ciertas zonas de su sexualidad yerotismo vedadas en otros escenarios, y tomabandistancia de las demandas domésticas y familiares

     – temas algunos que pueden leerse en continuidadcon las reivindicaciones del feminismo por la auto-nomía de las mujeres – ; varias de las investigadoraspresentes  – muchas de ellas conjugaban su actividadacadémica con la militancia feminista –   se incomoda-ron con la perspectiva del trabajo. Uno de los ejesque cuestionaron fue el concepto de heterogeneidadutilizado para descr ibir a las mujeres que integraba elclub de fans, ya que la ponencia indicaba que el grupoera heterogéneo en cuanto a cuestiones etarias, declase y de profesión. Una de ellas indicó que eso no

    significaba que el grupo fuera heterogéneo porqueallí no había “una mujer feminista como nosotras a lasque Arjona nos causa repugnancia”. Asimismo, otra deellas subió el tono de su voz para preguntar, indignada:

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    “¿vos creés que esas mujeres tienen la misma capaci-dad que vos para entender las letras de Arjona?”.

    El segundo acontecimiento plantea ciertas continui-

    dades: una agrupación feminista, predominantementepolítica y de la que han participado y participan algu-nas académicas que organizaba unas jornadas sobreHistoria de las Mujeres señaló que un trabajo que in-dague sobre lo que las mujeres hacen con los objetosculturales que consumen no tenía lugar en dicho even-to académico en la medida que:

    Las mujeres, en eso coincido, nos reapropiamos demuchas cosas y podemos resignificar sentidos perolos intentos de los mensajes mediáticos así como los

    musicales, a través de las letras, son también un per-manente intento de que incorporemos como parte denuestra vida toda la violencia hacia nosotras, acep-tándola, a fin de construirnos como la industria cultu-ral propone. Analizar y desar ticular estas propuestas,la incidencia de ciertas letras en la construcción dela subjetiv idad y en la justif icación de la violencia sonlos temas que nos hemos propuesto para esta jorna-da. Si para vos ese análisis es contradictorio con tuactual línea de trabajo y te impediría partic ipar de la

    mesa 

    no vemos cómo compatibilizarlo con nuestrapropuesta para los paneles de este año.

    En ambos casos aparecen cuestiones relevantesque dan cuenta de posiciones problemáticas queproponemos discutir en este artículo. Por un lado, lahomogeneización con la que se lee a los productos delas industrias culturales: parece ser que todo es sexis-ta y violento, sin advertir las contradicciones propiasde este tipo de objetos, en donde las regulaciones nor-mativas en torno al género se rigidizan y f lexibilizan a

    la vez, incluso en un mismo producto cultural. Por otrolado, allí aparece evidenciada la poca agenc ia que seles reconoce a las mujeres frente a unas industriasculturales que aparecen como todopoderosas y la im-

    posibilidad de que exista una interpretación diferentea la informada por cierto feminismo. Un tercer temaes la inclusión del concepto de violencia: en uno de

    esos eventos se afirma de manera contundente queel objetivo de los mensajes mediáticos es introducirla violencia en la vida de las mujeres y “construirnos”a su imagen y semejanza. La víctima es, claro está,la mujer que termina “ incorporando” y “ justi f icando” elmaltrato que recibe de sus objetos culturales elegidos.O sea, una doble victimización: es maltra tada y no seda cuenta de ello porque las industrias culturales le“introducen” una “falsa conciencia” (Hall, 1984) que,a su vez, les genera placer. Por último, y como con-secuencia de los anteriores supuestos, se construye

    una jerarquización entre dos tipos de mujeres: las“tontas culturales” que no pueden ver cómo las indus-tr ias culturales “introyectan” en ellas la justificación dela violenc ia de género, y las “crit icas” que sí lo advier-ten y trabajan sobre ello denunciando e iluminando alresto.

    1.2 “VÍCTIMAS”Retomando lo señalado en el apartado anterior, un

    primer acercamiento a la posición de sujeto “víctima”

    es pensarla como la contracara o incluso más preci-samente como la deriva de la “tonta”. Ésta última esvíctima de una cierta ceguera cultural que le impidedesnaturalizar las representaciones que consumepara, de ese modo, protegerse de sus consecuenciasvitales. Si bien nos detendremos en esta posición másadelante, queremos dejar planteada otra modalidadde “víctima” que puede observarse en las represen-taciones mediáticas en producción y que se combinacon la pr imera para dar lugar a una determinada posi-ción de sujeto de derechos en materia de comunica-

    ción, géneros y sexualidades.Un ejemplo de la construcción en producción del

    sujeto víctima puede verse en las representacionessobre las mujeres en prostitución en los programas

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    per iodísticos de investigac ión en televisión (Justo vonLurzer, 2011). Esta figura ha sido dominante en los mo-dos de representación del lugar de las mujeres en el

    mercado del sexo y conforme fueron avanzando laspolíticas contra la trata y el tráfico de personas confines de explotación, ha llegado a ser prácticamentela única posición visibilizada.

    La figura de la víctima consiste en una mujer quepadece haber cruzado la frontera que delimita lasprácticas sexuales consideradas buenas, normales ynaturales (Rubin, 1989) y cuyo padec imiento debe serpúblicamente denunciado y reparado. Al mismo tiempoque estas mujeres encarnan un conf licto con la ley y lamoral en virtud de los usos desviados que hacen de

    sus cuerpos (Foucault, 2003), es la victimización comooperación retórica la que las ubica en un espacio depadecimiento e indefensión que no sólo permite abor-dar la prostituc ión como un problema social sino comoun problema que requiere de una intervención exter-na. La situación de las “víctimas” es narrada desdeuna matriz dramática de denuncia que las ubica comoobjetos de la intervención de terceros (de la sociedadcivil, de los funcionarios públicos y especialmente dela televisión como institución social comprometida

    con la rea lidad social en la que se inscr ibe).Éste último es uno de los puntos centra les para el ar-gumento que queremos sostener aquí: la intervenciónsólo puede ser de terceros porque la victimizaciónanula el carácter de sujeto político de las mujeres queocupan esa posición. No existen, en el universo repre-sentacional del mercado del sexo desde la retóricavict imista, ni mujeres que puedan ser protagonistas dela transformación de sus realidades –y cabe recordarque en Argentina hay una larga tradición de organiza-ción política de mujeres en situación de prost itución y

    de traba jadoras sexuales- ni mujeres que hayan opta-do por ofrecer servicios sexuales comerciales sin queesto compor te un padecimiento ni la necesidad de serrescatadas o resocializadas. La polarización de posi-

    ciones en las formas de representación del mercadodel sexo en “víctimas” y victimarias/os, no sólo anulatodas aquellas formas de relacionamiento entre sexo,

    cuerpo y dinero que excedan esta dicotomía sino queposibilita la configuración de la necesaria tercera po-sición: las y los actores del rescate.

    Si las representaciones televisivas que incluyerona la prostitución en el espectro de las problemáticassociales durante el período de crisis socioeconómicay su recuperación posterior en la década pasada ex-cluían de su universo representacional a las mujeresorganizadas políticamente o como sujetos de acciónpolítica, el nuevo contex to punitivo elimina directamen-te la condición de posibilidad de que un sujeto adulto

    opte por ofrecer sexo comercial. Cualquier alternativaque proponga una articulación entre cuerpo, sexo ydinero que se distancie de la conceptualización deexplotación sexual es vista como una aberración o esdirectamente excluida del horizonte de los posibles.La desestimación de articulaciones de sentido en tor-no de la sexualidad que esa exclusión lleva consigohace inviables a un conjunto de sujetos y los borra dela superf icie de representación.

    Lo que nos interesa señalar a par tir de este ejemplo

    son las consecuencias de la retórica de la victimiza-ción, no sólo ya respecto de la construcción de repre-sentaciones mediáticas sino también de su abordaje.En este sentido, son muy interesantes los planteosde Ratna Kapur (2002) en relación a los efectos queha tenido para la demanda y ejercicio de derechosde las mujeres la construcción del sujeto “víctima”.La autora sostiene que como efectivamente muchasde las demandas de derechos de las mujeres -espe-cialmente en lo relativo a los derechos humanos- seconquistaron a partir de discursos victimistas, ese es-

    pacio se tor nó el lugar por excelenc ia desde el que lasmujeres han podido hablar y “se llegó a temer que sidesaparecía ese sujeto común las mujeres quedaríandesempoderadas y las feministas más divididas” (:5).

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    La preocupación por la división del feminismo obede-ce justamente al hecho de que una de las discusioneshistóricas al interior del movimiento ha estado fundada

    en los problemas que acar rea la delimitac ión de su su- jeto político7. La discusión planteada por Judith But ler(2007) en relación a la constr ucción del sujeto políticodel feminismo pone de manif iesto algunas de las con-tradicc iones y los olvidos a los que se enfrentan el dis-curso y la crítica de la representación de las mujerestal y como es planteada en algunos debates contem-poráneos. Sostiene la autora, “no basta con investigarde qué forma las mujeres pueden estar representadasde manera más prec isa en el lenguaje y la política. Lacrítica feminista también debería comprender que las

    mismas estructuras de poder mediante las cuales sepretende la emancipación crean y limitan la categoríade ‘las mujeres’, sujeto del feminismo” (:48).

    Encontrar en la “víctima” una posición de sujeto quesintetice el lugar de enunciación de todas las deman-das de derechos de las mujeres comporta varias li-mitaciones. Kapur menciona algunas que son útilespara reflexionar sobre las demandas de derechos enmateria de comunicación. En primer lugar, el “esen-cialismo de género” que implica la generalización de

    las demandas como si aplicaran a todas las mujeres.En los ejemplos que hemos mencionado esto implicapensar que sólo hay un modo de vincularse con losconsumos musicales y que sólo existe un tipo de re-lación posible entre cuerpo, sexualidad y dinero. Entérminos más generales, implica concebir la relaciónde las mujeres con las industrias culturales comohomogénea y unívoca, desconocer la polisemia delas materias significantes y construir un sujeto de larepresentación único y coherente, cargado de atri-butos definibles para todos los casos, y asociado a

    un conjunto de significantes y sentidos habilitados ointerdictos. Es decir, un “sujeto mujer” estereotípico,casi mítico.

    En segundo lugar, Kapur caracteriza lo que denomi-

    na “esencialismo cultural” y que en su trabajo refierea la distinción entre las construcciones de las cultu-ras del tercer mundo -que son vistas como opresivas

    y violentas- y las culturas del primer mundo -que sonvistas como libertarias. Podríamos establecer un pa-ralelismo entre este esencialismo cultural y ciertosacercamientos feministas a las industrias culturalesen la medida en que aquello que parece mediar entreéstas y la experiencia de los sujetos es la violencia.De hecho, la mayoría de las denuncias, intervencionesy debates contemporáneos en torno a comunicación,géneros y sexualidades se desarrollan en relación ala violencia de género ejercida en el marco de los me-dios de comunicación.

    Es en relación a este último aspecto que Kapur de-fine la tercera limitación de la retórica victimista. Ellaconsidera que “la violencia de género opera como unecualizador y al mismo tiempo configura un sujetodesempoderado y sin ayuda” (idem: 10) lo cual favo-rece la constr ucción de respuestas proteccionistas ypunitivas por parte del Estado y otros actores de lasociedad civil.

    En el caso de las mujeres en prost itución esto resul-ta claro, como mencionamos, a partir de la avanzada

    de las políticas contra la trata de personas que handado lugar en la práctica no sólo a medidas punitivas8 sino a la deslegitimación de todas aquellas posic ionesque se distancien de la enunciación victimizante. Deeste modo, la posición de quienes se definen comotrabajadoras sexuales –es decir, mujeres adultas queoptan por of recer ser vicios sexuales individualmenteo en cooperativas- queda invisibilizada, confundiday subsumida a otras modalidades de inserción en elmercado del sexo –como ciertas formas de explota-ción sexual o el propio delito de trata- o directamente

    anulada por completo del espec tro de representación.Sintomático de este proceso ha sido la publicación deun Decálogo para el Tratamiento per iodístico de la Trata

     y la Explotación Sexual  (2012), desarrollado por la Red

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    PAR (Periodistas de Argentina en Red por una Comu-nicación no Sexista), que en su artículo 6to recomien-da no utilizar los términos trabajo sexual o trabajadora

    sexual para el tratamiento de los casos de trata y trá-fico de personas con fines de explotación sexual o delos casos de prostitución. Si bien no corresponderíautilizar esos términos en los casos de trata, que con-figuran un delito y no se corresponden en nada con eldesarrollo del trabajo sexual, esto no necesar iamentees aplicable a los casos de prostitución, actividad queen Argentina no se encuentra penalizada y puede ser

     –y de hecho lo es- conceptualizada como un trabajopor determinados sujetos.

    Si ampliamos la reflexión sobre estas modalidades

    de invisibilización respecto de las características queadquieren las denuncias relativas a las industrias cul-turales –en particular su tendencia a considerar lasanción y la censura como vías de intervención so-bre las modalidades de mediatización de géneros ysexualidades-, podemos pensar en la necesidad dereinscr ibir esa discusión en una tradición de constr uc-ción de lo que hoy se comprende como ciudadaníacomunicacional (Uranga, 2010) para no contradecirincluso sus propios fundamentos.

    Paradójicamente, ambas caras de esta retórica pu-nitivo-victimista (la criminalización y el tutelaje) hansido objeto de disputa para los feminismos que hanabogado históricamente por la ampliación de la agen-cia y autonomía de las mujeres así como por la descr i-minalización de aquellas identidades o prácticas disi-dentes a las normativas patr iarcales, heterosexistasy heteronormativas; en este sentido, podría llegar aconstituir un retroceso político.

    En esa línea, Kapur plantea que no sólo es necesar io“desuniversalizar las asunciones sobre las realidades

    de las mujeres y sus posiciones subjetivas” (ídem: 29)sino que además “es imperioso articular una posiciónsubjetiva en la arena de los derechos humanos local einternacional que tome en cuenta las locaciones com-

    plejas y contradictorias de los sujetos en diferentesarenas de poder” (ídem: 29).

    2. TRADICIONES  Y DEBATES EN LA INVESTIGACIÓN EN COMUNICACIÓN, GÉNEROS  Y SEXUALIDADES. Ahora bien, el vínculo ent re las mujeres y la cul tura

    de masas ha sido una preocupación de los estudios decomunicación y cultura desde hace décadas. Al res-pecto Joanne Hollows (2000) señala que los debatesen torno a dicho cruce se desarrollaron originalmenteen dos grandes zonas: los denominados estudios so-bre “imágenes de mujeres” y los “estudios culturales yde cultura popular”9. Los primeros surgen a mediadosde 1970, en donde un grupo de feministas, influencia-

    das por los modelos de estudio de la época –centra-dos en el análisis del contenido y de los efectos delos mensajes mediáticos- generaron un cuerpo deconocimiento sobre cómo se representa a los varonesy a las mujeres en los medios. Concluyeron que lasimágenes de las mujeres que aparecían en el cine yla televisión de la época eran negativas y que habíaque reemplazarlas por imágenes positivas de mujeres“reales”. Hollows señala, con atino, que el problemaen ese caso es definir un “real” de mujer en el que

    todas se sientan representadas más positivamente,como si ese dato fuera “auto-evidente e invariable”(ídem: 18). El segundo problema que señala la autoraes que dichos estudios analizan las imágenes de ma-nera inmanente, sacándolas del contex to en el que seproducen y consumen. Por último, el tercer problemaes que asumen que los mensajes mediáticos tienenun efecto directo y lineal en sus audiencias, olvidandoel carácter polisémico del texto así como la agenciade los sujetos frente a ellos. Podemos pensar quela oscilación entre el carácter manipulatorio de los

    medios masivos o la capacidad de resignificación ynegociación de las audiencias ha formado par te cons-titutiva de los debates del campo de la comunicacióny la cultura; ha sido ampliamente debatida, refutada,

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    retomada y reconsiderada a lo largo de la historia delas ciencias de la comunicación hasta volverse prác-ticamente una discusión de sentido común pero en la

    que se ha alcanzado cierto consenso respecto de lafut ilidad de las polar izaciones (Hall, 1984). Sin embar-go, el extremo más cercano a la teoría manipulatoriaparece continuar vigente e impulsar en ciertos deba-tes académicos y políticos actuales, así como muchasde las denuncias que hoy se realizan en organismospúblicos sobre sexismo y violencia de género. Lasconclusiones a las que en dichos casos se arriba pa-recen replicar los hallazgos de los ’70. Ahora bien, la segunda zona de estudios sobre cul-

    tura de masas y mujeres se despliega en los “estudios

    culturales y de cultura popular”, en donde dimensionescomo placer y resistencia comenzaron a tener un lu-gar en las investigaciones. A partir de indagacionesacerca de lo que sucede en la recepción los discursosde la cultura de masas fueron reinser taron en sus con-textos de producción y recepción. A partir del influen-te trabajo de Stuart Hall (1984) respecto del vínculoentre los sujetos y la cultura de masas, muchas femi-nistas inscribieron su lema “lo personal es político” enel campo de los estudios culturales, introduciendo las

    preguntas por géneros y sexualidades, así como pro-fundizando los interrogantes sobre identidad (Gonzá-lez Díaz, 2009). Angela McRobbie10 es una de las ex-ponentes más impor tantes de dicho período y es quienseñaló la necesidad de romper la barrera que algunasfeministas crearon al asignarse una inteligencia supe-rior a la de las “mujeres normales”, barrera que impidecomprender el papel de la cultura de masas en la con-figuración de identidades en general y de configura-ciones genéricas en particular. McRobbie plantea unejercic io para la puesta en cuestión de dicha dicotomía

    mujeres críticas/mujeres tontas: señala que el placerde leer revistas vulgarmente catalogadas como “paramujeres” rompe con la barrera entre mujeres feminis-tas y las que no lo son, afirmando la importancia de

    trabajos que interroguen al respecto. El hecho que larazón y el análisis político nos digan que esto es malo“mientras que el inconsciente sigue produciendo fas-

    cinaciones y placeres culpables, indica, como mínimo,una complejidad en el proceso de consumo de dichasimágenes” (McRobbie, 1998: 266). La autora entiendeque el rechazo al vínculo entre el placer y el consumode productos culturales políticamente “incorrectos”

     –en la medida que reproducirían cier tos estereot iposde género- fue para cierto feminismo un impedimentoepistemológico para introducir dichas prácticas comoobjeto de conocimiento y, a su vez, un camino parala producción de una cultura del puritanismo que diolugar solamente a placeres culpables que fueron se-

    ñalados como sitios de falsa conciencia. Es a part ir dela puesta en cuestión de estos presupuestos por par tede investigadoras feministas que formaban parte delcampo de los estudios culturales que estas prácticasde consumo pudieron ser interrogadas como par te deexperiencias subjetivas vinculadas, entre otras cues-tiones, al placer y la identidad.

    En línea con lo señalado por McRobbie, Sue Wise(2006) se pregunta por qué se explica el gusto de lasmujeres por cier tos objetos de las industrias culturales

    sólo a partir del supuesto de una atracción de ordensexual y/o romántico que el mismo les generaría asícomo por su “falsa conc iencia”, es decir, su nula capa-cidad crítica frente a lo que eligen. La autora proponeuna discusión epistemológica al respecto a partir deun auto-socioanálisis sobre qué significó para ella ha-ber sido fanática de Elvis en su adolescencia y haberdevenido, años después, feminista:

    “¿De quién son esos discos de Elvis? ¡Argh!” es unapregunta escuchada comúnmente en mi casa, y más

    aún desde que es frecuentada con regularidad porfeministas. Yo usualmente respondía “Bueno, actual-mente, er um, son míos… pero nunca los volví a es-cuchar!”. “¿Pero cómo pudiste ser alguna vez fan de

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    Elvis?”, era la siguiente pregunta. “Era muy joven” meexcusaba y usualmente era suficiente para salir deltema. Ahora sé que si la verdad fuera conoc ida -queyo tengo un profundo cariño por la memor ia de Elvis,que amo los discos, que conservo una carpeta confotos- mi credibilidad como feminista sería puesta encuestión (…)” (Wise, 2006: 390 [traducción propia]).

    ¿A qué se debe la negación de que el vínculo entreella y Elvis exis te aún después de definirse como femi-nista? La autora señala que cuando “se hizo feminista”(ídem: 394) se sintió nueva, rec ién nacida, ya que pudoconfigurar su identidad como mujer lesbiana y rodear-se de amigas feministas. Su vida pasó a est ar integra-

    da en un todo y el rechazo de su antiguo gusto porElvis se explicaba en tanto era parte de las reliquiasde un pasado de “falsa conciencia” (ídem: 394). Estanueva mujer dejaba atrás aquel consumo que suponíauna contradicción con el paradigma ideológico y polí-tico al que comenzaba a adscribir dando lugar a unaoperación: el ocultamiento de la analista como sujeto.Es decir, es probable que muchas/os investigadoras/ es -no todas/os, claro está- tengan consumos cultura-les que, en algunas de sus dimensiones, se parezcana aquellos objetos que cuestionan ideológicamente.Sin embargo, en determinados contextos éstas/os seconstruyen como sujetos unidimensionales y sin con-tradicciones, posición que les impide ver aquello quelos irrita políticamente o les causa vergüenza. Asimismo, la au tora recuerda que cuando murió El-

    vis aparecieron una gran cantidad de artículos acadé-micos que fueron un estimulo para revisar su propiolugar como analista y el de algunos posicionamientosepistemológicos. Allí advirtió que en los estudios so-bre Elvis, escritos en su mayoría por varones, estaba

    tan extendida y aceptada que su figura era parte cen-tral del patriarcado -“un fenómeno social que degradaa la mujer y eleva al macho masculino como héroe”(ídem: 394)-  que resultaba difícil cuestionarla e in-

    troducir otras variables que consideraba relevantes:por un lado, que Elvis era importante para sus fansno sólo por el atractivo de orden sexual que podía

    generarle a algunas sino en tanto compañía frente asoledades y angustias vitales; por otro, que su figurahabía tenido impacto también en varones, por ejemploen aquellos que se han identif icado con él (ídem: 392).Sin embargo, la ausencia de problematizaciones quefueran más allá de la atracción de orden sexual (he-tero) y romántico la llevaron a concluir que lo que allíse pone en evidencia es que las personas involucra-das en la producción de conocimiento de este tipo deobjetos encuentran exactamente lo que van a buscar:indagan en lugares selectivos, hacen sólo algunas

    preguntas e ignoran, o fallan para ver, información quees incómoda o inadecuada para sus hipótesis. Dichasinvestigaciones, dice Wise, construyen conocimientodentro de sus propios intereses -que son, según ella,familiares al feminismo- y de su propia imagen, y “des-pués llaman a eso una explicación objetiva del mundotal como una verdad” (ídem: 396).

    Lo que se pone en evidencia en esta segunda zonade trabajos originados en el cruce del campo de losestudios culturales y el feminismo es que el paradigma

    normativo presente en algunas posiciones académi-cas y políticas contribuye a simplificar y dicotomizarel vínculo entre la cultura de masas y los sujetos engeneral y en particular con las mujeres. Esta simplifi-cación y dicotomización es la base de las miradas vic-timizadoras y estupidizadoras de las que hablamos enel apartado anterior, en la medida que al no incluir endicho vínculo otras dimensiones posibles para pensarel cuerpo, las emociones, el placer y la agencia lo úni-co que pueden encontrar es aquello que van a buscar:que la cultura de masas es nociva para las personas

    en general y, en par ticular, para las mujeres. Esa es la f icción fundacionalista11 en la que se sustentan dichasmiradas.

    Esta ficción, que opera como punto de partida in-

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    cuestionado para algunos análisis, instaura y nos de-vuelve siempre a un origen del problema y del debateque olvida la tradición de discusión y los aportes de

    diferentes campos de conocimiento, entre ellos, lostempranos señalamientos acerca de que la represen-tación –y el propio lenguaje- comportan un ejerciciode violencia simbólica-; la mencionada crítica a lateoría de la manipulación mediática y las discusionessobre la relación de las audiencias con la cultura demasas; en relación específica con el género y lassexualidades, el lugar de los consumos culturalesen la configuración de la exper iencia (de Lauretis,1996); las elaboraciones en tor no de la subordinacióny la agencia (Fraser, 1993; Clegg, 2006), el placer y

    el peligro (Vance, 1989) como pares dicotómicos quehan orientado la configuración sexogenérica de lasmujeres. En especial, esta  ficción fundac ionalista, pa-rece haber desent rañado los medios de la cultura y lacultura de la sociedad.

    3. “SI NO PUEDO PERREAR NO ES MI REVOLUCIÓN”: LA CRÍTICA CULTURAL FEMINISTA MÁS  ALLÁ DEL SEXISMO.

     “Lo terrible es hasta qué punto ya no se puede

    decir nada... Nietzsche, Schopenhauer y Spinoza noserían aceptados hoy. Lo políticamente correcto, conla magnitud que ha adquirido, hace inaceptable casitoda la filosofía occidental. Hay cada vez más cosas

    sobre las que es casi imposible pensar. Es aterrador .”(Michel Houellebecq)

    Lo que aparece en la denuncia de la Red de Conten-ción contra la Violencia de Género contra el sketch “LaNena” del programa  Poné a Francella es una posiciónrespecto del vínculo mujeres y cultura de masas que

    se basa justamente en dicha  f icción fundac ionalista.Parte del supuesto que afirma que la cultura de masases nociva para las personas en general y, en particu-lar, para las mujeres, olvida las discusiones que han

    puesto en cuestión dichos supuestos y afirma que esnecesario controlar el contenido de los medios paraproteger a la audiencia. A partir de lo señalado a lo

    largo del artículo, entendemos que dichas posicionesse construyen a partir de un alto grado de prejuiciopresente en algunos espacios intelectuales y/o polí-ticos en donde el/la analista y/o denunciante apare-ce ubicado/a en una posición superior funcionandocomo una especie de  po licía del feminismo  -que noestá encarnada necesariamente en sujetos que sedefinan feministas- que establece una diferenciaciónentre tipos de mujeres: las que no tienen capacidadcrítica frente al sexismo de la cultura masiva (y por lotanto son “tontas” y “víctimas”), y las que sí la tienen,

    lo advier ten, señalan y denuncian a cada paso, convir-tiéndose así en las custodias mora les de los medios yde la audiencia. Estas formas de reflexión académi-cas y políticas no sólo ignoran y/o subestiman otrosmodos de configuración de feminidades posibles sinoque, a su vez, postulan como hallazgos aquello queya funda sus análisis: que algunos textos de las indus-trias culturales efectivamente reproducen el sexismo,obturando la posibilidad de que estos textos sean undisparador de fantasías, placeres y juegos identitarios

    diversos para muchas mujeres y, a su vez, un espa-cio de visibilización de cambios -y claro está, tambiéncontinuidades- de las feminidades contemporáneas.Ningún exceso de sentido, ningún desplazamiento enla re-presentación es posible de ser pensado desdeestas perspecti vas.

    Entonces, ¿qué se puede decir respecto del crucecultura de masas, géneros y sexualidades más alláde denunciar sexismo y violencia de género? Hacercrítica feminista como cr ítica cultural implica, tal comoseñala Nelly Richard (2009), no limitarse a denunciar

    estereotipos dominantes ni a estimular representacio-nes alternativas, sino “salirse de la consigna de lasidentidades y las diferencias pensadas como cate-gorías ya fijadas por un orden binario de afirmación y

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    negación –‘sí’ o ‘no’- que no admite interrogaciones yvacilac iones del ‘quizás’, del ‘ta l vez’” (ídem: 81). Debe,en lugar de eso, “des-naturalizar la relación entre

    cuerpo, experiencia, sujeto, representación, verdad ysignificado (…) para luchar contra la pragmaticidad delas asignaciones f ijas con las que el sociologismo bus-caba dominar la ref lexión sobre opresión sexual, mujery cambios soc iales” (ídem: 83). Esto implicaría pregun-tarse también sobre otras dimensiones que aparecenobturadas en la ola denuncista tales como el placer, laagencia, el eroti smo, lo lúdico, dimensiones que tienenque ser indagadas a partir de estudios en recepciónque nos permitan estudiar qué es lo que hacen las mu-

     jeres con lo que consumen, qué implicancias tiene la

    cultura de masas en sus conf iguraciones identit arias yde qué modos diversos permea su experiencia.

    Incluso si acordáramos en que hemos llegado aun punto de la discusión en el que parece haber unconsenso en torno de qué es sexista, qué constituyeviolencia de género, cómo deberían tratarse ciertastemáticas relativas a géneros y sexualidades en losmedios masivos de comunicación, y que ese con-senso ha podido ser materializado en protocolos,decálogos, recomendaciones y hasta legislaciones. 

    ¿Podríamos asumir que esos son los límites posibles –y en especial, deseables- para las represent acionessobre las mujeres? ¿De qué modo sostendríamos queno hemos dejado nada por fuera de lo representable?¿Es eso acaso posible? ¿Qué haremos cuando algúngrupo de mujeres se sienta excluido de los protocolosde representación y los discuta?

    Mientras dábamos un cierre parcial a estos puntosde part ida para reflexionar sobre las paradojas a lasque nos enfrenta el debate público sobre comunica-ción, géneros y sexualidades, nos topamos con un

    artículo cuyo título afirmaba “Si no puedo perrear noes mi revolución” (Kazetari, 2013)12 parafraseando lafamosa frase de Emma Goldman que sintetizaba elcarácter libert ario de sus concepciones en torno de la

    emancipación de las mujeres.¿Qué hacemos con las mujeres que desean pe-

    rrear 13? En definitiva, ¿cómo lidiamos y tramitamos en

    nuestras vidas sociales y en nuestras luchas políticascon las tensiones y contradicciones constitutivas denuestra incoherencia subjetiva? No creemos estarformulando una pregunta novedosa, todo lo contrario,creemos que es necesario recuperar y sostener esteviejo interrogante en los debates acerca de los consu-mos y prácticas comunicacionales y culturales y, másampliamente, de la conf iguración de sentidos socia lessobre géneros y sexualidades. La experiencia vital yla relación con los medios masivos de comunicacióncomo parte de ella, tiene muchos más pliegues que

    aquellos que las perspectivas estupidizantes o victi-mizantes pueden permitirnos pensar y, sobre todo,capitalizar. Nos interesa continuar reflexionando so-bre los caminos que la crítica cultural feminista, enten-dida como un espacio que quiere “invit ar a los sujetosy las identidades disconformes con lo que les reparteel consenso de las identidades clasificadas, a consti-tuirse a partir de la separación entre lo asignado y loreinventable, entre lo unánime y lo divergente, entrelo clasificado y lo inclasificable, etc.” (Richard, 2009:

    84) puede abrir a la construcción de una ciudadaníacomunicacional que contribuya a la ampliación de loshorizontes y posiciones de géneros y sexualidadessocialmente inteligibles.

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    NOTAS1. La copia de la denuncia se encuentra disponible en el fa-cebook de la Red http://www.facebook.com/violenciadege-nero2013

    2. Centralmente la Ley de Servicios de Comunicación Au-diovisual y las leyes de Protección integral para prevenir,sancionar y er radicar la violencia contra las mujeres, en par-ticular en sus aspec tos refer idos a la violencia simbólica; deMatr imonio igualitar io, de Identidad de género, de Derechossexuales y reproductivos, de Educación sexual integral, dePrevención y Sanción de la Trata de Personas y Asistenciaa sus “víctimas”, entre otras. En el caso de los organismos,cabe mencionar el Observatorio de Radio y Televisión –unórgano tripartito conformado por la AFSCA, el INADI y elCNM- y la Defenso ría del Público, dependiente de la ComisiónBicamera l del Congreso de la Nación.3. Justo von Lurzer, Carolina (2011): Sexualidades en foco.Representaciones televisivas de la prostitución en Argenti-na. Tesis Doctora l, Facultad de Ciencias Sociales, Universi-dad de Buenos Aires. Spataro, Carolina (2011): “¿‘A dóndehabía estado yo’?: configuración de feminidades en un clubde fans de R icardo Ar jona”. Tesis Doc toral, Facultad de Cien-cias Sociales, Universidad de Buenos Aires.4. A lo largo de este trabajo referiremos a “tontas” y “víctimas”como categorías que remiten a posiciones enunciativas enun debate, no a sujetos históricos, y que representan posi-ciones de sujeto en relación –entre otros campos- a la cultura

    de masas.5. Es importante señalar que muchas de las reflexiones delas que damos cuenta aquí forman par te de la puesta en dis-cusión colect iva de nuestros interrogantes en el marco de unSeminario en la Maestría de Estudios Culturales de la Uni-versidad Naciona l de Rosar io –“Tontas, Víctimas y después.

     Abordajes cul turales y comunicaciona les en torno a génerosy sexualidades” - que dictamos durante el primer trimestrede 2013.6. Un ejemplo sobre el modo en el que estas c ríticas c irculanen el sentido común es la crítica enunciada por el músico a r-gentino Fito Páez respec to de la masividad de los shows de

    Ricardo Ar jona en Buenos Aires en 2006: “Si la ciudad le da35 Luna Parks a R icardo A rjona y a Char ly García le da dos,tenés que pensar qué significan la política, los diarios, enesa ciudad, en la que hay valores que fueron aniquilados (…)soy un tipo que ama este lugar (Buenos A ires), que defiende

    sus cosas más auténticas y brutales, pero nunca la aniqui-lación cultural y el vaciamiento de ideas”, (23/3/2010, ClarínEspectáculos).7. La posibilidad de que exista un sujeto coherente previo

    a la experiencia identificado como “Mujer” en mayúscula ysingular, construido desde ciertas perspectivas feministasmodernas como único horizonte político, estalló a partir delos señalamientos feminismo denominado de la Tercera Olaen la medida que la coyuntura po lítica y las demandas de ciu-dadanía, por ejemplo, no aunaban en un colect ivo homo gé-neo a todas las mujeres. Los clivajes de clase, raza, elecciónsexual, entre otros, comenzaron a poner en cuestión la posi-bilidad de que un sujeto represente al resto (Butler, 2007). Alrespec to, Richard (2009) señala que una de las consecuen-cias de dicha transformación en la lucha feminista es que éstaúltima se vio afectada por el “debilitamiento posmoder no de

    las narrat ivas de identidad que, desde lo fragmenta rio y des-centrado, se entienden ahora como identificaciones siempreparciales y ocasionales” (:82). Sin la categoría plena de un“nosotros” integrador, continua la autora, la teoría feministahoy abarca un plural multidiferenciado.8. Con el argumento de la adecuación de las normativas a lapersecución de este último delito, se ha desplegado un apa-rato punitivo que va desde la prohibición de la publicaciónde avisos de ofert a sexual en medios gráficos (Decreto Pre-sidencial 936/11) hasta la inhabilitación de prostíbulos o suclausura compulsiva en diferentes localidades y provincias.Santa Rosa, Azul, 25 de Mayo, General San Martín y Mardel Plata (Buenos Aires); Morteros y Villa María (Córdoba);Paraná, Gualeguaychú y Larroque (Entre Ríos); Santo Tomé(Santa Fé); Rio Gallegos (Santa Cruz), Villa María (Córdoba).En el mismo camino se encuentran en este momento Río Ne-gro, Tucumán y Santiago del Estero.9. Para ampliar, Cfr. Elizalde, Silvia (2009).10. El trabajo de McRobbie es deudor del análisis de Radway(1991) sobre lectoras inglesas de novelas románticas, quientempranamente utilizó el concepto de placer para entenderla atracc ión por este tipo de literatura así como el vínculo deésta con la construcción y organización social de la sexua-

    lidad. En su estudio queda cla ro que, para las amas de c asacon las que trabaja, leer literatura romántica es un acto deindependencia: la lectura pri vada posibilita un escape de lastareas domésticas y a una especie de alternat iva a las disa-tisfacciones percibidas en su vida sexual real, lo que produ-

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    ce, según la autora, una apertura para poder pensar sobrecambios imaginarios dentro de las aisladas condiciones deser ama de casa. Al igual que McRobbie, Radway da pistaspara atender a la ambivalencia con la que deben estudiarse

    este tipo de prácticas ya que propone pensar el acto de leerliteratura romántica de dos modos: como opositor por un ladoy fundamentalmente conservador por el otro. Por un lado,cuando el acto de la lectura de la novela romántica es vistodesde el lugar de las lectoras puede ser concebido como unaactividad de protesta para reformar esas instituciones quefallan a la hora de satisfacer sus necesidades emocionales:ellas dicen que la lectura es una “declaración de independen-cia” y un camino para decirle a los ot ros “este es mi tiempo,mi espacio. Ahora déjenme sola”. Por otr o lado, sin embargo,cuando es visto desde el punto de vista del feminismo -quequisiera ver en el impulso femenino de oposición otro t ipo de

    cambio social- la lectura de género romántico puede ser en-tendida como una activ idad que puede potenciar el desarmede ese impulso.

     Asimismo, tanto Rad way como McRobbie advier ten sobre latendencia de la academia feminista a subestimar los recur-sos y las capacidades de las mujeres y jóvenes “ordinarias”de par ticipar en sus propias luchas, como mujeres con algúngrado de autonomía. Es necesario reconocer, dirá Radway,que las escritoras y lectoras del género romántico están“ellas mismas luchando con las definiciones de género ypolíticas sexuales en sus propios términos y lo que tal veznecesi ten sean más de esas luchas en otras arenas: nuestraayuda en lugar de nuestra crítica o dirección” (ídem: 18).Otro estudio clásico en el cruce mujeres y cultura de masasque indaga sobre el consumo cultural poniendo en cuestiónlos supuestos paternalistas es el de Lila Abu-Lughod (2005)quien analiza, desde un estudio etnográfico, el uso de la tele-visión desde el clivaje de género en audiencias en una aldeadel Alto Egipto. Ella afirma que “al seguir subsumiendo his-tor ias mucho más complejas de la v ida rural bajo el familiartropo modernista de una tradición negativa y del atraso (…)muchos intelectuales egipcios refuerzan la marginalidad delas mujeres como Zaynab [nombre de una de sus informan-

    tes]” ya que la vara con la que se la mide sólo le permite vercarenc ia y falta en la comunidad analizada (: 88). Podríamospensar que las mujeres con las que trabaja Abu-Lughod for-marían par te del par víctimas/tontas del que venimos hablan-do en el presente artículo.

    11. Retomamos este concepto planteado por Butler en suselaboraciones en torno de la constitución de los sujetos desexo-género- deseo y la construcción de entidades lingüísti-cas en sustancias (2007), para expresar el modo en que se

    confo rma una “ficción de origen” que opera como fundamen-to incuestionado de un estado de cosas y que otorga a eseestado de cosas un carácter sustancia l, lo materializa.12. El artículo se encuentra disponible en http://gentedigital.es/comunidad/june/2013/07/24/si-no-puedo-perrear-no-es-mi-revoluc ion/ (fecha de consulta, 24 de julio de 2013).13. El verbo refiere al movimiento típico del baile de reag-getón.

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    IDENTIFICACIÓN DE AUTORES:C AROLINA  JUSTO  VON LURZER.

     Argentina.Doctora en Ciencias Sociales y Magister en Comunicacióny Cultura por la Universidad de Buenos Aires. Licenciada en

    Comunicación Soc ial por la misma universidad. Investigado-ra Asistente del Consejo Nacional de Investigaciones Cien-tíficas y Técnicas. Docente del Seminario de Cultura Populary Cultura Masiva en la licenciatura en Comunicación Social

    de la Universidad de Buenos Aires y de Didáctica Especial yResidencia en el Profeso rado en Comunicación de la mismacasa de estudios. Filiación Institucional: Instituto de Inves-tigaciones Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales,Universidad de Buenos Aires.

     Area de especialidad: Géneros, sexualidades y medios decomunicación.e-mail: [email protected]

    C AROLINA  SPATARO

     ArgentinaDoctora en Ciencias Sociales, Magister en Comunicación y

    Cultura y Licenciada en Ciencias de la Comunicación por laUniversidad de Buenos Aires. Docente del Seminario de Cul-tura Popular y Masiva de la Carrera de Ciencias de la Comuni-cación de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidadde Buenos Aires. Coordinadora del Área de Comunicación,Géneros y Sexualidades y del Programa de Actualización enComunicación, Géneros y Sexualidades de la Facultad deCiencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Be-caria Posdoctoral de Consejo Nacional de InvestigacionesCientíficas.

     Área de Especialidad: Cultura de masas, géneros y sexua-lidades.e-mail: carolinaspata [email protected]

    REGISTRO BIBLIOGRÁFICO:JUSTO VON LURZER, Carolina y SPATARO, Carolina. “Tontasy víctimas. Paradojas de ciertas posiciones analíticas sobrela cultura de masas” en La Trama de la Comunicación, Volumen19, Anuario del Depar tamento de Ciencias de la Comunica-ción. Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacio-nales, Universidad Nacional de Rosario. Rosario, Argentina.UNR Editora, enero a diciembre de 2015, p. 113-129. ISSN1668-5628 - ISSN digital 2314-2634.

    FECHA DE RECEPCIÓN: 30/07/2013FECHA DE  ACEPTACIÓN: 06/09/2013

     La Trama de la Comunicación - Volumen 19 - Enero a diciembre de 2015 / p. 113-129 / ISSN 1668-5628 - ISSN digital 2314-2634

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