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Un Presidente Gringo Para Nicaragua
La Infamia de William Walker
n 1854, un hecho bochornoso y sangriento acaeció en la Nicaragua guerrera
posterior a la independencia de Centroamérica de 1821. En realidad, la sangre
derramada ha sido el común denominador de la historia patria. Durante la conquista y la
colonización, los conquistadores extranjeros descargaron sobre la América joven todo el rigor de
las hordas cuya única intención evidente era la de saquear el continente y llevar todo lo que
tuviera valor a España, incluyendo a sus habitantes, que eran vendidos como esclavos. En los
libros escolares se muestran imágenes depuradas y textos mentirosos donde se pintan cuadros
míticos de caballeros navegantes que vienen a enseñar a los indios el evangelio de la salvación
de Cristo, con sacerdotes portando la santa cruz, a la vanguardia de las expediciones, como si
aquellos viajes hubieran sido motivados por el altruismo y el sacrificio de abnegados cristianos
que venían, como dice el capítulo 28 del libro de San Mateo, cumpliendo con la llamada Gran
Comisión, que es la de ir por todos los rincones de tierra, predicando el santo evangelio del
Mesías, bautizándoles en nombre del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
¡Una falacia completa!
Su misión real era restaurar a toda costa los cofres del tesoro de la eufemísticamente
llamada Madre Patria, que, en aquellos días, a causas de las constantes guerra y de los propios
errores de sus gobernantes, sufría de una calamitosa pobreza.
Un hecho poco conocido es que Nicaragua en particular, los aborígenes no solamente
eran material de exportación en el más horrendo negocio al que puede dedicarse un comerciante,
la trata humana, sino que los indios era también esclavos en su propia tierra. Las cortes españolas
usaban una figura legal para convertirlos en esclavos de las mismas tierras de la que los
conquistadores lo habían despojado. Esta figura legal eras las famosas Encomiendas, que no eran
otra cosa que decretos reales por los cuales se encomendaba a un grupo de nativos a los cuidados
materiales y espirituales del designado, con la recomendación explícita que los protegieran de
guerras entre tribus, que como responsables espirituales estaban también promovieran la fe
católica entre los nativos. Estas Encomiendas eran otorgadas a destacados peninsulares como un
honor y reconocimiento del rey o la reina de España. Como es de suponerse, las tales, lejos de
ser ese altruismo de nobleza que destilaba la ley, no era sino un título de propiedad por la cual el
noble peninsular se adueñaba de la vida del indio y su familia. Esta farsa no tuvo ningún paralelo
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2 Nicaragua y Su Destino: Capítulo 9
en la historia, ni siquiera en la repugnante esclavitud de los Estados Unidos porque éstos, por lo
menos contaban sus esclavos como propiedad y parte del capital contable.
Gámez afirma que más de dos millones de indios partieron de Nicaragua para nunca
regresar más a su tierra. Y los que se quedaron quizá corrieron con peor suerte. El historiador
cuenta que la esclavitud en Nicaragua era tan abyecta e inhumana, que a veces se sacrificaban
nativos para alimentar con su carne a los perros del dueño de la Enmienda. El argumento era que
los aborígenes no era seres humanos sino una especie inferior, como vacas o cerdos, y que, por lo
tanto, era lícito disponer de ellos como ganado.
Aun en aquellos tiempos habría sido muy fácil demostrar que ese razonamiento era
simplemente una excusa para las atrocidades de los conquistadores, puesto que, si no eran seres
humanos como ellos afirmaban, ¿cómo es que los bautizaban y los sometían a las leyes de la
Santa Madre Iglesia y les inculcaban las doctrinas de la fe? Sería talvez explicable que un ignaro
aventurero, con el alma sucia de ambiciones y codicias pensara en forma tan enrevesada. Pero,
cómo explicar que un cura instruido en la Suma Teológica de Santo Tomás pudiera disipar su
pensamiento en la contradictoria tarea de bautizar a los indios como cristianos, enseñarles el
evangelio de salvación, educarlos en la misericordia y a la compasión cristiana, y a la misma vez,
recibir decretos de encomienda con las que el rey también los favorecía.
Una notable excepción fue la del cura Bartolomé de las Casas que al ver los grandes
crímenes cometidos en contra de los nativos, viajó varias veces a España para abogar por los
sufridos pobladores y aun cuando, como en el capítulo de la Resurrección de Lázaro, lo que
privaba no era la razón de la lógica aprendida de la cepa Aristotélica, sino de la conveniencia que
para ellos era el esclavizar a otros seres humanos, que aunque fueran de otro continente, no por
eso eran menos seres humanos. Bartolomé de las Casas dedicó su vida a la causa de los nativos
americanos. Era tal su argumentación que nadie tuvo el valor ni la calidad moral para destruir sus
argumentos humanitarios.
Bartolomé de las Casas se inspiró en el trato que recibían los nativos nicaragüenses para
dedicar su vida a conseguir mejor trato para ellos, llegando al punto de sugerir que, en vez de
indios americanos, mejor se importaran esclavos africanos, cambiando así un mal por otro de
idénticas dimensiones.
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Ni aun cuando Centroamérica decretó su independencia, las cosas no mejoraron mucho.
Al fin y al cabo, la mayoría de los líderes independentistas eras criollos que no eran otros que
españoles puros nacidos en este continente y que querían para sí todo lo que España se llevaba.
Un ejemplo claro fue el de Agustin de Iturbide, un criollo mexicano, que originalmente
combatía los rebeldes independentistas y finalmente, cuando se dio cuenta de que los aires de
libertad realmente no eran para cambiar la suerte de los nativos, sino que era para ellos mismos,
los criollos, hijos puros de españoles que ya se habían cansado de enviar las riquezas de estas
tierras a la patria de sus padres, vio la ventaja de la lucha independentista y pactó con ellos.
Luego que se conquista la independencia, en el año 1822 Iturbide se instaló en el poder con el
título de emperador, haciéndose llamar Agustín I. Su imperio, aunque efímero como la niebla de
la mañana, abarcó, sin embargo, el territorio más extenso de cualquier otro país en la historia de
América porque abarcaba toda la extensión del México de hoy, más los territorios que ahora
pertenecen a los Estados Unidos como, Texas, Colorado, Nevada, Oregón, California, Baja
California y Nevo México. Sorprendentemente también incluía a Hawái, Las islas Filipinas, y
Ghana.
Este hecho es relevante para Nicaragua, porque el nuevo emperador decretó que
Centroamérica era parte del imperio mexicano y anexó su territorio. Centroamérica fue parte del
imperio mexicano de Iturbide entre los años 1822 y 1823.
Después de esa nueva independencia de México, los próceres hicieron el esfuerzo de
mantener unido el istmo centroamericano como una sola nación y en 1824 se creó la República
Federal de Centro América. Uno de los proyectos era construir un canal interoceánico, usando el
río San Juan, el lago Cocibolca, y partir el territorio en dos por el estrecho de Rivas y unir así, el
Atlántico con el Pacífico.
De nuevo el codiciado canal, el sueño truncado de Colón que sólo se materializó
parcialmente hasta que fue construido el Canal de Panamá, pero que nunca realmente llenó las
ambiciones de un paso abierto y sin contratiempos. Los ingenieros que construyeron el Canal de
Panamá se dieron cuenta muy temprano de que las aguas del Pacífico y del Atlántico no están al
mismo nivel. Por esa razón se ideo un complicado sistema de esclusas que básicamente consiste
en entrar el barco a una especia de estanque a medio llenar. El estanque se sella por los cuatro
lados y se llena de agua, con lo cual el barco se eleva. Luego pasa a otra esclusa, de forma que el
barco va subiendo como si fuera una escalera de agua. Es de suponer que este sistema es costoso
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y excesivamente lento. Cuando viene un barco del otro lado, tiene que esperar para proceder a la
operación en sentido contrario, es decir, bajando las escaleras de agua hasta situar la nave al
nivel más bajo.
El océano Pacífico está a un nivel un poco más alto que el del Atlántico, lo cual podría
compensarse cavando un canal mucho más profundo. El problema es que la tierra firma es
mucho más elevada que el mar lo cual significaría que en la parte más alta de Panamá, el canal se
miraría como el cañón del Colorado con la línea recta entre los dos mares al fondo del cañón.
Excavar algo como el cañón del Colorado, sin embargo, sería una obra titánica que sólo la
naturaleza pudo lograr a través de millones de años del río abriéndose paso entre las montañas.
Una obra así sería una obra prodigiosa de lograr.
Para evitar esa monstruosidad, los ingenieros crearon un lago artificial mucho más arriba
del nivel del mar, que es de donde toman las aguas para las esclusas.
El punto importante del Canal de Panamá con relación a Nicaragua es que, aunque alivió
la tensión y el foco del mundo en Nicaragua, por el asunto del canal, la cosquilla por construirlo
en Nicaragua todavía está ahí. La población del mundo está aumentando aceleradamente. La ruta
de Panamá es laboriosa y tardada. Aunque cuando se ha ensanchado, el comercio mundial está
creciendo y en algún punto será necesario abrir una brecha más ancha para que los barcos pasen
con más fluidez. Así, pues, siga la maldición del canal sobre Nicaragua. El 7de Julio del 2014,
durante uno de los períodos de Ortega Saavedra, el gobierno autoritario firmó un contrato en
misa negra con el empresario chino Wang Jing para abrir un canal que seguramente será un caos
ecológico del que el mundo se arrepentirá. La franja entre Costa Rica y Nicaragua contiene nada
menos que el diez por ciento de la flora y la fauna del planeta. Es fácil imaginar que el lago
Cocibolca, maravilla natural poblada de tiburones, peje sierras, peje espadas, manatíes y
gaspares, entre otros, es un reservorio de la naturaleza de la cual poco queda.
Hasta hay quienes piensan que, dentro de 50 años, si no antes, cuando los hielos polares
se derriten y las aguas de los mares suban de nivel, el Istmo Centroamericano quedará
parcialmente anegado y que la naturaleza moribunda se vengará robando tierra firma y
devorándola en forma irreversible. Ahí desaparecerá gran parte de el estado de la Florida, y
quizás las aguas de los dos océanos se tragan poco a poco a Nicaragua para convertirla en un
paso abierto entre los dos mares, que era lo que Cristóbal pensaba encontrar en su navegar hacia
las indias.
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El Canal de Panamá se considera una de las maravillas de la ingeniería humana, pero
obviamente no es suficiente para el tráfico de una economía global, alimentada por la avaricia de
las grandes industrias, donde todo se convierte eventualmente en basura que necesita reponerse
constantemente con nuevos objetos planificadamente perecederos. Para la industria del mundo
será una buena noticia si el Pacífico y el Atlántico se tragan a Nicaragua. Así podrán hacer más
negocio, aprovechando quizás la última centuria antes de que el planeta se convierta en un
muladar tóxico.
Por esa razón, después que de alguna manera salgamos del carbunclo pusiento de Ortega-
Murillo, el país tendrá que cambiar su enfoque en la política y desterrar del corazón de esta
sufrida patria las luchas intestinas y partidaristas para enfocarnos en tres principios
fundamentales que se expondrán más adelante.
Mientras tanto, es urgente reconocer que Centroamérica, como repúblicas independientes,
y en particular, nuestra bella Nicaragua, nunca pudo vivir en paz. Desde el momento de la
independencia, las provincias empezaron a luchar unas contra otras y nunca aprendieron a vivir
en paz. El mismo territorio de Guatemala se dividió en dos provincias y el 30 de abril de 1838,
Nicaragua oficialmente se separó del territorio, marcando así la disolución de la república
centroamericana. De ahí en adelante, el istmo quedaría fragmentado en cinco minúsculos y
débiles estados.
En lo que respecta a Nicaragua, la tal separación del resto de Centroamérica no sirvió en
nada para que encontrara la paz. Antes bien, las guerras fratricidas se hicieron más enconadas y
el país se dividió en dos facciones principales, Granada con los legitimistas y León con su
partido demócrata. Los primeros eran los llamados conservadores mientras que los democráticos
se hacían llamar liberales.
Hoy, casi doscientos años más tarde, en el panteón dedicados a los jefes de estado justos
y democráticos, ¿cuántos hombres pueden reposar tranquilamente y estar a cuentas con la
historia? Si se levantara una estatua a cada uno de los gobernantes que gobernó con sabiduría,
respetando la libertad y fortaleciendo la democracia, ¿cuánto mármol se necesitaría?
Desgraciadamente, la historia de Nicaragua es un campo de batalla perenne, lo que nos llevó a
uno de los capítulos más ignominiosos de que se tenga memoria.
6 Nicaragua y Su Destino: Capítulo 9
El insigne historiador José Dolores Gámez en su obra magistral, Historia de Nicaragua,
Primera Parte, dedica los últimos nueve capítulos, más el epílogo de su obra, que es más de un
tercio de su voluminosa obra, a ese extraordinario y vergonzoso hecho.
El primero de abril de 1853 subió al directorado del estado el general Fruto Chamorro,
hombre que tenía muchos amigos y muchos detractores. Militar brillante y excelente estadista
que trabajó mucho para restaurar y reconstruir los escombros de la fallida unión
centroamericana. Sin embargo, también exhibía sus también marcados defectos. Era
extremadamente ordenado, perfeccionista en grado extremo, militar puntual y detallista y
quisquilloso hasta lo enfermizo. En otras palabras, peligroso, porque el estadista real, más que
exigente es compasivo. Más que poseedor de una lengua certera, sus palabras deben destilar
humildad, cortesía, benevolencia y humanidad.
Su triunfo y ascenso como Director de Estado fue visto en general como un triunfo de los
granadinos, es decir, de los legitimistas conservadores y una derrota para los liberales o
democráticos de León. En el mismísimo discurso inaugural se apartó del contexto conciliatorio
del triunfador y enfatizó la ley y el orden, lo cual no es necesariamente malo, pero ese orden que
anunciaba no era a que todos se apegaran a la ley y al respeto del derecho de todos, sino que
enfatizó que su gobierno se enfocaría en “prevenir el caos, antes de remediarlo”.
Los leoneses interpretaron aquellas severas palabras como el anuncio de una inminente
represión para evitar la disensión. En otras palabras, aquello sonaba a dictadura y control, antes
de negociación o la participación de todos en el gobierno.
Esas palabras aún resuenan en la conciencia de la política nicaragüense al igual que
resuenan lo que el día 19 de Julio de 2018, el dictador de turno Daniel Ortega dijo en su discurso
en los actos públicos de celebración del trigésimo noveno aniversario de la revolución, que
mantendría el orden a toda costa para evitar que “nunca más muera otro sandinista”. Simples
pero elocuentísimas palabras. El orden a toda costa significa que mueran los que mueran es un
precio que hay que pagar con tal de que no muera un sandinista más. El precio de la vida de un
sandinista vale más que cualquier número de vidas de los demás. Ese día declaró, talvez sin darse
cuenta, que en la Nicaragua del 2018 hay dos partidos en guerra: la guerra que él declaró en la
que los combatientes son los frente-sandinistas versus el resto de Nicaragua.
Pero volviendo al año de 1854, las palabras de Fruto Chamorro cayeron como un balde
de agua fría sobre los que no eran conservadores granadinos.
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Es fácil juzgar la historia desde la perspectiva del presente, porque ya sabemos lo que
augura la bola de cristal de lo que ya ha sucedido. En este libro, sin embargo, estamos
interpretando el presente y el futuro a través de encontrar lecciones en el pasado y ahora vemos
que, ayer como ahora, cuando el caudillo actúa en victoria, sin compasión, pensando en
mezquinos intereses partidistas, en realidad, con ello no solamente ataca al oponente sino a su
propio partido y, en grado último, a la patria, a la convertimos en la letrina de nuestros errores.
Después de casi doscientos años de historia, Nicaragua sigue siendo una tierra, primero
de egoístas; segundo, de partidos de egoístas, y tercero, de intereses egoístas, todo en detrimento
de la muchacha linda, morena y graciosa que es la patria.
Fruto Chamorro fue de error en error y de desacierto en desacierto. Una de los más
controvertidos fue la convocación de una asamblea nacional constituyente para que radicalmente
redactara una nueva constitución que reemplazaría la aprobada en 1838, misma que reflejaba,
aunque en la práctica muchas veces fuera tan sólo un papel, muchos de los aires renovadores de
la revolución francesa de 1789 y de la gesta revolucionaria norteamericana que por primera vez
en la historia se hablaban de estados basados en la igualdad y la fraternidad como el basamento
de una nueva forma de gobierno. Aquellos dos curiosos experimentos de Los Estados Unidos y
Francia eran la culminación de los pensamientos liberales salieron del discurrir filosófico de
tantos grandes pensadores que apuntalaban el edificio de una nueva sociedad basada en la
igualdad como forma de justicia.
Fruto Chamorro tenían otras ideas. Para él, la sociedad era parte de un campamento
militar donde todo se rige por el orden y la disciplina de cuarteles, habitadas por soldados que no
discuten órdenes y se sienten orgullosos en marchar al unísono al mando del paladín.
La democracia es otra cosa, desde afuera debe verse como un caos de incoherencias, pero
en la libertad y el sueño de cada individuo surge el progreso como surge la miel en un panal de
abejas aparentemente desordenado.
Se dice que algunos correligionarios del general miraban un horizonte oscuro como
cuando se aproxima la tempestad, pero a Chamorro le gustaban los retos difíciles que hasta sus
amigos a veces objetaban.
Mientras ocurría lo de la asamblea, llegaron rumores hasta los oídos del general de que en
León se preparaban unos cuantos sublevados, en cuenta uno de la asamblea llamado Máximo
Jerez, para dar un golpe de estado.
8 Nicaragua y Su Destino: Capítulo 9
Esa fue la oportunidad que Fruto Chamorro aprovechó para demostrarle a sus amigos y
enemigos lo que significaban sus palabras inaugurales, cuando manifestó que su gobierno
enfocaría su atención en prevenir los males. Por ello, los chismosos fueron llamados a deponer
sus declaraciones y basado en ellas se enjuició a los inculpados. Máximo Jerez protestó de que el
juicio era ilegal basado en el hecho de que, como miembro de la asamblea, gozaba de inmunidad.
Pero tales razonamientos son inválidos desde el punto de vista de un tirano.
Los dictadores como Somoza y Ortega tienen mucho que agradecer aquel preclaro
megalómano que les enseñó a manipular e interpretar la ley, no según el espíritu de justicia, sino
para acomodar los fines de sus propios intereses. Como Chamorro, Somoza cambió la
constitución a su antojo, igual que hizo Ortega cuando mandó a reescribirla para poder elegirse
las veces que quiera. La suprema corte le dio la razón razonando que, que poner límites a sus
términos presidenciales era igual a atentar contra sus derechos humanos, que por supuesto, están
mucho más arriba que los intereses de la nación.
La resolución del juicio contra Máximo Jerez fue la de expatriarlo.
Cuando al fin se reunió la asamblea constituyente, en enero de 1854, sin la participación
de los asambleístas disidentes y expulsados del país, el general Chamorro conminó a su ahora
mayoría legitimista que tuvieran mucha cautela en conceder demasiadas libertades individuales,
y que, por el contrario, robusteciera el principio de autoridad, para darle al poder un aire de
mayor “pompa y majestad”.
Los leoneses lanzaron el grito de guerra y elevaron el grito al cielo ante la abolición de
los derechos civiles inspirados en las nuevas corrientes políticas del pensamiento europeo más
avanzado, para volver a la barbarie de la férrea autoridad.
Entre los nuevos poderes constitucionales estaban el de aprehender a cualquier persona
natural cuando a juicio del ejecutivo pusiera en peligro la estabilidad del gobierno establecido.
Además, el presidente de la república tenía el derecho de encarcelar sin juicio a cualquiera, hasta
por el término de seis meses, y moverlo a cualquier cárcel del país que el presidente considerara
conveniente. Como si fuera poco, también autorizaba al ejecutivo para interceptar y leer la
correspondencia de cualquier ciudadano.
En otras palabras, en el año 1854 se establecieron las prerrogativas dictatoriales que si
bien es cierto pueden no estar en la constitución de hoy en día, pero sí lo están en los poderes de
facto que los dictadores han usado desde entonces.
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Antes de la revolución frente-sandinística, la dinastía somociana apresaba a dirigentes
sindicales que no habían participado en alguna conspiración, revuelta, asonada o cosa parecida.
Si el tirano suponía que alguna actividad podía considerarse un acto comunista, simplemente lo
mandaba encerrar por seis meses, sin juicio, sin siquiera una acusación legal. Era simplemente
una forma de frenar el progreso obrero o de escarmentar a sus dirigentes cuando éstos hablaban
de opresión o simplemente expresaban una opinión anti somocista.
Los frente-sandinistas perfeccionaron la constitución de 1854 y los poderes autócratas de
Somoza porque hoy, ya bastante adentrados en el siglo XXI, cuando se suponía que estas
prácticas barbáricas habían quedado en el pasado, los presos políticos en las cárceles ya no son
líderes sindicales teñidos de rojo comunista por el ojo del tirano. Ahora se encarcela a dirigentes
comunales que no aspiran a subir al poder, sino que reclaman su derecho a expresarse en
libertad, de manifestarse pública y pacíficamente. Se les inventan crímenes y se les secuestra en
cárceles oficiales y clandestinas. Se les juzga a puerta cerrada, después de haber sido torturados y
amenazados por el solo delito de no estar de acuerdo con el gobierno. Ortega Saavedra superó a
su padre Anastasio Somoza Debayle y a su abuelo Somoza García, en tal forma que, desde el
panteón de la infamia, el dictador asesinado en Paraguay debe estar muy orgulloso de su hijo
político Daniel Ortega Saavedra, aún más de que lo esté de su hijo de sangre, el bien llamado
chigüín, el cipote del demonio que nunca volvió por los fueros que le correspondían como el
heredero de la dinastía y cedió su puesto al autócrata de turno.
Para exaltar a su padre y sobrepasarlo, como todo heredero, no solamente persigue
dirigentes pacíficos. Muchos de los secuestrados, desaparecidos y muertos no son guerrilleros ni
políticos. Son a veces niños que nunca repartieron el gozo de los primeros pasos, o jóvenes
imberbes que tuvieron la osadía de ondear a la bandera azul y blanco. Muchos son campesinos y
universitarios, mujeres y ancianos que son levantados de sus casas por fuerzas militares y
paramilitares, armados con pertrechos de guerra, y se los llevan para ser enjuiciados a puerta
cerrada, defendidos por abogados sandinistas a quienes la justicia les importa un bledo. Son
capturados por valientes soldados-policías que no dan la casa y que se esconden tras una capucha
detrás de un arma de alto calibre. Esos muchachos, por designios del mero demonio, son
secuestrados, apresados y fusilados, cazados como fieras en una ruleta fatídica que es imposible
de descifrar.
10 Nicaragua y Su Destino: Capítulo 9
Igual que en 1854, la Asamblea Nacional es un restaurante con servicio a la carta, donde
los puertos son atendidos a cuerpo de rey para saciar el hambre de poder.
Esa asamblea que constitucionaliza la violencia y atropello a los derechos humanos más
elementales que talvez a la distancia justificamos en los bárbaros de antaño, pero no en el siglo
que, al decir de los modernos alquimistas, es la era de iluminación, del conocimiento y de la
inteligencia. La llamada Era de Acuario resultó ser una vergüenza para los agoreros que vieron
en esta época el fin de los mitos, de las creencias, de los cuentos de caminos. En su lugar habría
un despuntar del conocimiento y de la razón y de la espiritualidad. La era en que para unos el
hombre desgarraría su naturaleza animal, como la mariposa que sale de la oruga transcendiendo
su propia condición de animal rastrero.
Pero no fue así. Más bien, Nietzsche avistaba en un horizonte cercano, la llegada de una
nueva era a través del super hombre, el que habría de conquistar la naturaleza, las ciencias, las
artes y la mora, sin necesidad de recurrir a Dios. Sin embargo, aún en medio de sus desvaríos,
cuando escribió la prosa magistral de El Loco, se retrató y se retractó a si mismo cuando relata la
historia del desquiciado que llegó a nuestras puertas y nos dijo alarmado que alguien había
matado a Dios, pero nos burlamos de él. La anunciada era de la iluminación ahora, con el
asesinato de Dios a manos de un desconocido, parecía entenebrecer el porvenir. ¿Y ahora qué
será de los templos donde antes se alababa al todopoderoso? ¿Qué llenará el vació de ese Dios,
que como decía el sacerdote Jerónimo Savonarola, es un dios afeminado que se esconde, si en su
altar no hay encajes ni oropel, pero que no puede ya lidiar con su creación, el ser humano?
A pocos años de morir se cumplió la pesadilla de Nietzsche. El siglo XX justamente se
caracterizó por, sin el freno de Dios, el mundo se estremeció con las dos guerras más desastrosas
de la historia. Los baluartes de viejas tradiciones conservadoras se derrumbaron y los cuatro
fatídicos caballos del apocalipsis parecen cabalgar con la sola misión de pisotear la tierra.
Las dictadoras modernas son, pues, las fuerzas del mal perfectamente refinadas y
perfeccionadas para hacer que instituciones como la OEA, La ONU, se arrodillen de impotencia
ante las atrocidades evidentes y que al final de la historia, sólo son tigres pintados a todo color,
pero con los dientes de papel.
Orwell, a través de su distopia elocuente, predijo la inteligencia de los tiranos en convertir
la mentira en una verdad evidente; el lenguaje, en poderosos pertrechos de guerra y el partido, en
el sustituto perfecto de la patria.
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Entre las muchas provisiones de la nueva constitución, se cambió el título del
representante del ejecutivo, de Director de Estado a Presidente de la República. También se
cambió el período presidencial de dos años, a cuatro. Ahora pues, la asamblea títere tenía que
elegir a ese nuevo presidente, que por supuesto sería el mismísimo Fruto Chamorro.
En comparación de los dictadores modernos, sin dignidad ni decoro, no son ni la sombra
de los dictadores de antaño. Sin embargo, hablando de cómo el avispado presidente manipulaba
la opinión pública, el historiador Gámez, mucho antes de Orwell, notó que, con la nueva
constitución recién cocinada para saciar el apetito de Chamorro, había que elegir un presidente,
pero había tal malestar en el país por la descarada manipulación, que aún los partidarios de
Chamorro veían como imposible el que el pueblo votante pudiera elegir a Chamorro como su
primer presidente.
“Para zanjar la dificultad se recurrió al expediente de los sofismas. Se dijo que la
Asamblea era la representante del pueblo, que también era soberana y que, por lo mismo, podía
hacer la elección presidencial”.
Fue así cómo, por irónico que parezca, el primer presidente constitucional de la ahora
llamada República de Nicaragua no fue elegido constitucionalmente sino nombrado por una
asamblea comprada, igual que la que legisla hoy.
Quizás esta sea la próxima artimaña de las próximas elecciones.
Pero volvamos al año 1854. Fruto Chamorro, estrenando su nuevo título de presidente,
con la nueva constitución desarticuló el movimiento que él mismo había presidido cuando
previamente se le había encargado la misión de tratar de restaurar la unidad centroamericana. Su
antiguo aliado, el general Cabañas, gobernante Honduras, pronto se dio cuenta que ahora
Chamorro era su enemigo porque éste firmo una alianza con Guatemala en tiempos en que este
último país enfrentaba a Honduras.
Por esas coincidencias del destino, el asambleísta exiliado, Máximo Jerez, vivía en
Honduras. Cabañas llamó a todos los exiliados y les prometió ayuda, con tal de que combatieran
a Chamorro. Y fue así cómo, en el mes de mayo de 1854, los exiliados nicaragüenses al mando
de Máximo Jerez desembarcaron en el puerto del Realejo y poco después se apoderaron de
Chinandega.
Chamorro, mientras tanto, marchó personalmente hacia el occidente a enfrentarse con
Jerez, pero esta vez su genio militar no le sirvió de nada y el presidente fue derrotado al punto
12 Nicaragua y Su Destino: Capítulo 9
que su ejército se desbandó. Huyendo hacia León para conseguir refuerzos, las tropas de la
ciudad lo desobedecieron y Chamorro, destruido y derrotado, huyo hacia su ciudad Granada
donde ya se sabía la noticia de su derrota.
Este fue el inicio de la sangrienta guerra civil, también conocida como la guerra nacional.
Ambos partidos, de nuevo, se olvidaron de la patria y mostraron las garras de sus rencores de
antaño y los dos amenazaron de muerte a todos aquellos que ayudaran al ejército contrario,
fueran civiles o militares, y los dos cumplieron a carta cabal sus amenazas.
Mientras el país se desangraba en lo que no sería a la postre la única guerra civil, buques
norteamericanos bombardearon San Juan del Norte para hostigar a los ingleses que, como ya se
sabe, ocupaban la Mosquitia con un rey mosco a la cabeza. Los norteamericanos lo hicieron con
el pretexto de salvaguardar los intereses de la compañía que manejaba el tránsito de pasajeros de
entre los dos mares, de los cuales se hablará más adelante.
Cuando los democráticos hicieron huir al ejército de Chamorro, pensaron que la estocada
final sería tan fácil como perseguir al enemigo y, de paso, tomarse Granada. Las cosas sin
embargo no salieron como se esperaba y los granadinos ofrecieron una obstinada resistencia, al
punto que lo que era una fácil victoria se convirtió en una pesadilla para legitimistas y
democráticos.
Ocurrieron matanzas de ambos lados. Chamorro se hizo cargo del ejército legitimista,
delegó a un aliado regente para que ejerciera la presidencia. Mientras tanto los democráticos
leoneses establecieron un gobierno provisional. La guerra envolvió a otros gobiernos. Guatemala
quería venir en ayuda de Chamorro mientras Honduras apoyaba a los rebeldes.
Hubo intentos de mediación, pero sin resultado alguno. De una forma u otra, toda Centro
América se vio envuelta en el conflicto. Los detalles, sin embargo, no son necesarios en este
momento para los propósitos de este libro. Lo cierto es que la guerra se enseñoreaba en todo el
territorio nacional y era pocas las esperanzas de parar tanta destrucción y sobre todo, tanta
crueldad.
Parecía que la saña y la maldad eran el estandarte común de la contienda que no respetaba
inocentes y hasta las mismas mujeres eran encadenadas, violadas por las tropas desenfrenadas, a
veces por el solo delito de ser pariente o la esposa de un enemigo.
Lo mismo sucede en el 2018. Ahora las mujeres ya dejaron de ser amas de casa, sumisas
y obedientes a sus maridos. Ahora salen a las calles a defender a sus hijos, a repartir agua entre
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los protestantes que levantan barricadas. Hoy sacan sus enseres de cocina y desesperan a los
esbirros con el percutir de sus cazuelas. Ya no son mujeres indefensas y la legislación las
convirtió en criminales que protestan por una Nicaragua libre. Por lo tanto, ahora son parte de los
golpistas y por ellos son igualmente perseguidas, amenazadas, y violadas en cárceles
clandestinas. El déspota y la vice déspota no tienen preferencias sexuales. Tratan con crueldad a
todos por igual.
Eso lo aprendieron de la historia.
Volviendo a la llamada Guerra Nacional, el 12 de marzo de 1855 murió Fruto Chamorro
y el país, como lo apunta Gámez, perdió la preciosa oportunidad para llamar a todos a la
reconciliación nacional, deponiendo las armas y convocando a elecciones libres de tal forma que
la población pudiera sacar de los escombros talvez el último aliento democrático y restañar las
profundas heridas.
Oficialmente, sin embargo, los legitimistas aún estaban en el poder y en vez de convocar
a elecciones, volvieron a nombrar a otro presidente sin que mediera el voto popular. Esta vez
recayó el nombramiento en José María Estrada y lo primero que hizo fue nombrar diputados de
su agrado.
La paz era un sueño que en los meses siguientes habría de convertirse en pesadilla.
Los democráticos leoneses, es decir, los liberales, habían trabajado en una solución que
culminó unos tres meses antes, cuando contrataron a un periodista norteamericano de nombre
Byron Cole, quien proporcionaría a los rebeldes leoneses un contingente de 200 yanquis para
pelear a favor del ejército democrático. Por eso se les conoce como filibusteros, nombre con que
se designa a aquellos que pelean por una causa que no les corresponde. Son, pues, mercenarios.
Entre los términos insensatos de aquel contrato de trabajo se especificaba que los
filibusteros serían considerados ciudadanos nicaragüenses y a los sobrevivientes de la guerra,
además de su paga regular, recibirían dos caballerías de tierra, cuyo equivalente en acres o
hectáreas es difícil precisar porque esta medida tenía diferente significado de acuerdo a la nación
donde se aplicaba.
También se estipulaba un sueldo de cuatro reales y un totoposte para los soldados y
sargentos, un peso para oficiales y dos pesos para el comandante. Sea como sea, Byron Cole
terminó vendiéndole el contrato a otro filibustero profesional que había sembrado el terror en
México, cosa que excitó a los demócratas puesto que Walker era un aventurero curtido quien no
14 Nicaragua y Su Destino: Capítulo 9
tardó mucho en realizar la oportunidad que se le presentaba. ¿Qué le podría interesar al bandido
un sueldo de dos pesos y un totoposte que según el contrato era simplemente una tortilla de maíz
con carne?
La respuesta estaba en el paso interoceánico. Esto último será evidente más tarde.
El 12 de junio de 1855 llegó Walker al puerto de El Realejo y desembarcó en tierra
nicaragüense al mando de 55 hombres bien armados.
Era la última esperanza para el ejército democrático cuya fuerza había mermado
considerablemente y luego que buscaron firmar la paz, se encontraron con un terreno poco
propicio entre los conservadores legitimistas.
Ocho días después de su llegada, los democráticos invistieron a Walker con el cargo de
coronel y su primera asignación fue Rivas lo cual era muy conveniente para el filibustero puesto
que, antes de que se le presentara la oportunidad de viajar a Nicaragua, ya había leído la obra de
Squier y conocía la importancia de la franja de tierra que separa el lago Cocibolca y el océano
Pacífico. Además, él sabía de los intereses de Cornelius Vanderbilt, el “Comodoro”, en aquella
zona.
El tal Vanderbilt era un magnate norteamericano que llegó a controlar una enorme
empresa ferrocarrilera en los tiempos de la fiebre del oro en California.
Había descubierto una veta transportando aventureros que se movían de la cosa este a la
costa del pacífico, persiguiendo el sueño del oro. Hombre astuto y poderoso, no le costó mucho
trabajo descubrir que era mucho más fácil viajar de New York a California tomando un barco
hacia Panamá, desembarcar los pasajeros y hacerlos cruzar el istmo panameño en diligencias,
alcanzar el océano pacífico y tomar otro barco rumbo hacia el norte, es decir, a California. Aun
cuando parece un desatino, ese viaje era menos peligroso e incómodo que atravesar todo el
territorio norteamericano de New York a California.
Sin embargo, más tarde Vanderbilt abandonó el proyecto panameño porque había aún
mejor opción: la de tomar el barco, pero en vez de llegar a Panamá, era mucho más sencillo
acortar el viaje por Nicaragua, por la consabida ruta del río San Juan, seguir navegando por el
lago Cocibolca hasta llegar a Rivas y usar las diligencias para cruzar las once millas del istmo de
Rivas hacia el Pacífico y luego tomar otro barco rumbo a California. Transportar el oro desde
California a New York eran también un lucrativo negocio, y menos peligroso que el viaje por
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tierra a lo largo de todo el territorio este-oeste de los Estados Unidos que era un hervidero de
bandidos que habían encontrado en las diligencias pobremente protegidas su propia veta de oro.
Desde que Walker recibió la propuesta de los democráticos para ser soldados de fortuna,
el ojo periodístico de William Walker se enfocó en la enorme oportunidad de apoderarse de
Nicaragua y controlar el paso interoceánico.
Por eso no dudó en aceptar un obviamente miserable salario de dos pesos por día, más,
por supuesto, un totoposte con carne, es decir, un taco. Dos pesos para arriesgar la vida, por más
poder adquisitivo que tuviera la moneda de aquellos días, no era un gran aliciente para arriesgar
la vida. Su meta era el de apoderarse de aquel pedazo de tierra, la cintura del continente
americano, la bella cintura del continente que es la linda Nicaragua.
William Walker, por desgracia, era originario del Nashville, Tennessee, nacido el 8 de
mayo de 1824, uno de los estados sureños esclavistas que no solamente defendían las leyes que
permitían la posesión de esclavos, sino también soñaban con expandir tales prácticas a otros
estados dentro y fuera del territorio de los Estados Unidos. En esa época que se conoce como la
época tenebrosa de la Corte Suprema de Justicia, el recién electro presidente Buchanan, en
complicidad con la corte determinó que el congreso de los Estados Unidos no podía interferir en
los negocios turbios de los estados esclavistas. En otras palabras, los legisladores no podían
legislar sobre el derecho de los estados que practicaran la esclavitud. Esta decisión se conoce
como la peor de la Corte Suprema de los Estados Unidos. Eso exacerbó los ánimos y colocó al
país al borde de la guerra civil.
Uno de los incentivos de William Walker para apoderarse de Nicaragua era la de tener la
oportunidad de exportar indios nicaragüenses y venderlos como esclavos a los estados del sur de
los Estados Unidos para las plantaciones de algodón.
En aquel tiempo aciago la discriminación racial estaba basada, como lo está hoy, en la
premisa de que el blanco es superior al de cualquier otra raza y como tal, tiene derecho a
poseerlo y disponer de su vida. Hoy, los racistas blancos forman una amalgama horrenda en
donde tienen cabida el nazismo totalitarista de la ultraderecha, el racismo que predica la
superioridad de la raza blanca, el cristianismo acérrimo e hipócrita que Nietzsche detestaba, y,
más recientemente, la pavorosa combinación de cristianismo protestando donde los feligreses
van al culto de oración y se las presentan a Dios para que las bendiga y para dejar en claro de
parte de quién está el dios de esos altares. Con la subida de Trump al poder en 2016, lo que
16 Nicaragua y Su Destino: Capítulo 9
parecía ser una ideología paleontológica, rumbo a la extinción, ha cobrado nueva fuerza y vigor
y ahora sabemos que solamente estaba dormida y que, con su triunfo, el neo nazismo se está
proliferando por el mundo entero.
Ya para el año de 1845 era evidente para muchos que la esclavitud es simplemente una
aberración humana y, como apuntaban muchos, un insulto a la Constitución de los Estados
Unidos que en el año 1776 habían proclamado que “Sostenemos como evidentes estas
verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador
de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad y la
búsqueda de la felicidad.”
Pero 69 años más tarde, en 1845, estas palabras carecían de significado práctico en los
estados del sur, porque el mal estaba enraizado hasta en las iglesias cristianas donde los pastores
predicaban y demostraban cómo la Biblia apoya la esclavitud, citando por ejemplo Levítico
22:11 y que dice:
“Mas cuando el sacerdote comprare algún esclavo por dinero, éste podrá comer
de ella, así como también el nacido en su casa podrá comer de su alimento.”
Claramente, la Biblia autorizaba a sacerdotes, y, por ende, pastores, a poseer esclavos,
aduciendo que era la voluntad que hubiera amos y esclavos. Y por si hubiera dudas, Pablo habla
también de lo que, según ellos, era una prueba palpable de que la Biblia acepta la esclavitud,
como lo afirma en 1 Corintios 12-13.
“Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o
griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu.”
En las convenciones bautistas los del norte debatían la libertad para todos que declara la
constitución y la verdad de Cristo y creían con vehemencia, haciendo eco de la conciencia de los
estados del norte, como New York, que es inmoral que evangelistas salieran a buscar conversos,
pero llevando consigo un séquito de esclavos que les sirvieron, cuando el hijo del hombre, el
Cristo humilde y manso hasta la muerte, no tenía ni siquiera una piedra donde recostar su cabeza.
Al final, los bautistas de los estados del sur rompieron con los del norte y en 1845
fundaron su propia denominación llamada La Convención Bautista del Sur (SBS) que, por esas
ironías del destino, hoy, en el 2018, es el grupo cristiano no católico más grande de los Estados
Unidos con 16 millones de miembros activos.
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Luego vendría la guerra de secesión en 1861 durante los tiempos cuando era presidente
Abraham Lincoln y que el sur perdió y con la derrota, la posesión de los esclavos que fueron
declarados libertos.
Sin embargo, pasada esa guerra, de entre esos cristianos nació el infame Ku Klux Klan,
como una venganza del sur por la pérdida de sus esclavos. Su lema era promover la superioridad
blanco, restaurar la pureza de su raza y perseguir católicos y negros. Aun gozando de supuesta
libertad las minorías norteamericanas sufrirían persecución a manos de las mafias clandestinas
del KKK, siglas con las que se les conoce, cuya monstruosidad persistió hasta los años 60 del
siglo XX. El Ku Klux Klan fue un acto de venganza contra los negros.
—¿Sí? ¿Conque ahora son libres? Iremos a la guerra clandestina y nuestros legisladores,
respetando su igualdad, crearán dos grupos. Cada cual igual entre los suyos, pero separados.
Y así nacieron las leyes que separaban los asientos de los autobuses en dos partes, uno
para blancos y los del fondo, para negros. Si los asientos se llenaban y subía un blanco al
autobús, el negro de su preferencia estaba en la obligación legal de abandonar su silla y
ofrecérsela al blanco.
Para ingresar al Ku Klux Klan era necesario llenar ciertos requisitos. Uno de ellos era el
ser blanco, creer en la superioridad de esa raza, odiar a los negros, ser cristiano protestante, y,
sobre todo, llevar una constancia de su pastor recomendándolo como un hombre de fe, y de su
valía como miembro de su iglesia protestante.
Hoy en día, el grupo KKK como se les conoce es Loyal White Knights of the Ku Klux
Klan, cuya traducción libre sería, Los Leales y blancos Caballeros del Ku Klux Klan, radicado
actualmente en la ciudad de Pelham, estado de Carolina del Norte. Su radio de odio se ha
extendido hacia la comunidad LGBT (Lesbian, Gay, Bisexsual and Trasvesty) pero, sobre todo,
están en contra de toda inmigración que no sea de países de raza blanca. El mismo Trump, el
niño mimado de esos conservadores blancos, refiriéndose a los países africanos dijo: “Son países
del hoyo de la mierda” Esos son los valores cristianos de Trump, el profeta de los cristianos
neonazis.
Con razón decía Friedrich Nietzsche, “A la verdad, sólo ha existido un cristiano, y ése
murió en la cruz.”
Las Verdaderas Aspiraciones de William Walker
18 Nicaragua y Su Destino: Capítulo 9
Antes de su viaje a Nicaragua para alistarse en el ejército de los democráticos de León,
las aspiraciones de William Walker lo habían llevado a emprender una serie de aventuras. Una
de ellas fue la de establecer la República de Baja California, declarándose presidente y poniendo
al “nuevo estado” bajo la ley de Luisiana y proclamó oficialmente la esclavitud.
La presidencia solamente duró cuatro meses y temiendo la represalia del gobierno
mexicano se movió a Sonora, donde también se declaró por unos meses presidente de la
República de Sonora, por lo cual fue acusado de violar el tratado interno de neutralidad de 1794,
pero como en aquel tiempo estaba de moda el filibusterismo, bajo la ideología del llamado
Destino Manifiesto por medio del cual los yanquis se sentían como predestinados a conquistar la
tierra por medio de sus preclaras virtudes, el jurado tardó sólo unos cuantos minutos en
declararlo inocente de los cargos imputados.
Fue entonces cuando decidió probar esta vez en Nicaragua.
Y así, el 16 de junio de 1855 llegó William Walker a Nicaragua, desembarcando en el
puerto de El Realejo. Para evitar llamar la atención y no ser acusado de violar el tratado de
neutralidad antes mencionado, el filibustero había partido de California bajo el pretexto de que se
trataba de plantar en Nicaragua una colonia anglosajona, cosa que fue bien recibida en
California, y hasta vieron con beneplácito la colonización de Nicaragua, por aquello del Destino
Manifiesto.
Inmediatamente que llegó se puso a las órdenes del democrático Castellón y con la ayuda
de soldados del ejército rebelde marchó a Rivas con el objeto de enfrentas a los legitimistas
conservadores.
El 29 de junio de 1855 el ejército mercenario, con refuerzos democráticos, atacaron al
ejército legitimista en la ciudad de Rivas. William Walker fue rechazado, pero no sin antes
causar importantes pérdidas entre los legitimistas.
Los filibusteros lograron refugiarse en la casona de don Máximo Espinosa y el ejército
legitimista ofreció una recompensa de 50 pesos al que prendiera fuego a la casa donde los
hombres de Walker se habían refugiado.
La Gesta de Mongalo
Fue en esa ocasión cuando el maestro Enmanuel Mongalo, que a la sazón era un joven de
21 años, y Felipe Nery Fajardo, levantaron la mano para ir de voluntarios a incendiar el Mesón
junto con Felipe Nery Fajardo.
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La batallada había sido encarniza. Los filibusteros contaban con más de 20 bajas entre
muertos y heridos, más dos oficiales, pero las pérdidas de los nicaragüenses eran muchísimo más
severas. La diferencia radicaba en las armas que usaban ambos ejércitos.
A pesar de su corta edad, Mongalo era maestro y escribía libros de texto. En su juventud
buscó nuevos horizontes en los Estados Unidos, pero luego regresó desencantado de la vida que
San Francisco le ofrecía y prefirió volverse a su país y dedicarse a escribir sus libros y a enseñar.
Así pues, tomó la entorcha y sin más parapeto que la coraza de su pecho heroico,
corrieron hacía la guarida de los filibusteros, le prendieron fuego y al enemigo no le quedó otro
recurso más que el de huir en estampida.
Un simple maestro de escuela, con su corazón de patriota, y su compañero, habían
logrado derrotar la primera embestida del filibustero, que, huyendo en desbandada, pero seguido
por los legitimistas, lograron embarcarse en la nave en la que habían llegado para el combate y
lograron volver a El Realejo.
Era la primera batalla para ellos, y su primera derrota.
El maestro Mongalo no reclamó su recompensa aduciendo que era mejor guardarla para
la defensa del país contra el invasor. Su amigo, en cambio, cobró sus 50 pesos y aunque su
hazaña fue también heroica, el gesto de Mongalo de rechazar la recompensa habla de él como un
verdadero patriota, digno de que se celebre el día del maestro nicaragüense el 29 de junio, la
efeméride de aquella gesta heroica.
Sin embargo, la rabia extranjera no se hizo esperar. Walker contrató 300 mercenarios más
y al final, todos, legitimistas y democráticos fueron derrotados sin misericordia, gracias a nuestra
propia mezquindad de contratar soldados mercenarios con el solo propósito de matar hermanos
nicaragüenses. ¡Vergüenza para nosotros, porque no tuvimos escrúpulos para contratar asesinos a
sueldo con tal de vengarnos del adversario político!
Esta misma estupidez imperdonable se ha repetido a través de la historia de Nicaragua.
Durante los primeros años del siglo venido, el vejamen a la patria alcanzaría proporciones de
traición cuando los marinos serían llamados de nuevo para resolver querellas partidaristas. Y
como si fuera poco, más tarde, en el siglo XXI, cuando las luces de la razón se suponía que
harían de nuestras mentes sendas lumbreras, los originalísimos paramilitares, con sus capuchas
terroristas, armados hasta los dientes, y sobrepasando las pasadas barbaries que si antes nos
llenaban de vergüenza, ahora nos llenan de indignación, cuando la lucha no es contra filibusteros
20 Nicaragua y Su Destino: Capítulo 9
bien armados y apertrechados, sino contra jóvenes bulliciosos que protestan lanzando bombas de
mecate que protestan, pero no matan, pero que tres ejércitos contestan con plomo de verdad.
Esos tres ejércitos son la policía, el ejército regular que provee los pertrechos y los paramilitares
que son individuos del clandestinaje oficial. Pero aun entre el fragor de los bramidos de fusilería
pesada, los jóvenes que protestan pueden escuchar el acento inconfundible de mercenarios
probablemente cubanos y venezolanos, que el gobierno de Ortega necesita para ayudarse con la
experticia de estos dos países que tienen mucha experiencia en matar, en reprimir a sus pueblos y
en torturar, en empobrecer naciones, como la Venezuela Saudita que aun flotando en el océano
de petróleo más vasto de la tierra, lo único que ha conseguido es empobrecerse sistemáticamente,
al punto que ha provocado el éxodo masivo más triste y numeroso que registra la historia del
continente americano, cuando más de dos millones y medio de personas huyen de su país, y ni
siquiera por razones políticas, sino porque tienen hambre. La caricatura de economía por lo que
se rige, es un adefesio histórico en el continente. Nunca un país tan rico soportó tanta miseria.
Y Cuba, ya ni se diga. Expertos en destrucción y sabotaje, no tienen para comer, pero si
para exportar armas y municiones con la sola intención de crear otro paraíso proletario, como el
que gozan ellos.
Así pues, la historia de Nicaragua es la rueda de molino que nunca cesa de triturar.
Las arremetidas de Walker Walker no se dejó intimidar. Su objetivo no era cumplir con la misión por la que los
democráticos le pagaban su miserable salario. Su meta era más ambiciosa, la de controlar el
canal interoceánico y apoderarse de la transportación del río San Juan. Talvez Walker sabia o
intuía lo que Hernán Cortez le dijo a Carlos V de España en una carta de 1524. “El que posea el
paso entre los dos océanos, podría considerarse dueño del mundo.”
La fiereza de Walker era el termómetro de su ambición.
Más o menos dos meses más tarde, el 4 de septiembre del mismo año, Walker finalmente
derrotó al ejército legitimista en la llamada Batalla de la Virgen, y en un poco más de un mes, el
13 de octubre, entro en la ciudad de Granada, derrotando definitivamente al ejército legitimista.
Para entonces Fruto Chamorro había muerto de muerte natural, producto de una enfermedad, y
Walker nombró un presidente títere, Patricio Rivas, pero él se auto nombró comandante del
ejército. Él era el poder detrás del títere, hasta el 20 de mayo de 1856 cuando se eligió presidente
de Nicaragua y, por supuesto, decretó que en el país, ahora bajo su control, se legalizaba la
esclavitud.
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Como si fuera poco, el gobierno de los Estados Unidos, Franklin Pierce, reconoció el
Gobierno de Walker como legítimamente constituido.
Mr. Vanderbilt al Rescate Las cosas no podían estar mejor para el filibustero, a quien no podemos llamar invasor,
sin sentir la vergüenza de que si vino fue porque lo llamamos y le pagamos para que matara a
cuantos nicaragüenses del bando enemigo pudiera.
La idea de Walker no era el de cobrar sus dos pesos por día como soldado de fortuna. Él
quería mucho más que eso.
En ese entonces, como se ha mencionado antes, los esclavos tenían un valor en efectivo,
como lo tiene una vaca. Los hacendados del sur en sus libros de contabilidad contaban como
parte de sus bienes las cabezas de ganado y de esclavos que poseían.
Una de las razones por las que los estados del sur querían expandir los estados en donde
su proclamara la legalidad de la esclavitud, era justo por la necesidad que había de conseguir más
ganado humano.
Para William Walker ésta era una oportunidad de oro. No hay muchos datos sobre el
costo de adquirir un esclavo, pero el prestigioso periódico El País dice que un esclavo del nuevo
continente podía costar más o menos 150 dólares. Si esto es así, el equivalente a hoy sería 4,500
dólares. En otras palabras, de haber cumplido su sueño de vender a hacendados 20 esclavos, el
producto de la venta hubiera sido de 90 mil de dólares de hoy. Esta cantidad era considerable
mayor que los 2 pesos que el democrático Castellón le había ofrecido al filibustero para venir a
pelear a su favor. Con el país en sus manos, 20 esclavos era un pequeño inicio, cuando podía
disponer de miles y miles, según lo dictara la demanda.
El otro rubro valioso para Walker era el sueño de adueñarse del Río San Juan, y ahora,
como presidente, podía imponer impuestos de peaje por el tránsito a las compañías de
Vanderbilt, porque era la única forma decente de viajar de New York a California, puesto en ese
tiempo, no existía aún un enlace ferroviario entre las costas del este y del oeste del país.
Eso enfureció a Vanderbilt. El Comodoro había hecho su capital negociando con astutos
y curtidos magnates a quienes logró apartar de su camino para convertirse en un hombre no
solamente poderoso, sino también temido.
De modo que Mr. Vanderbilt no tuvo ningún problema para proveer armamentos y dinero
al presidente de Costa Rica, Rafael Mora, para que invadiera la Nicaragua de Walker y reasumir
22 Nicaragua y Su Destino: Capítulo 9
su negocio de transportar a aquellos ávidos enfermos, contagiados con la fiebre del oro en
California.
El 12 de septiembre de 1856 legitimistas y democráticos por fin pactaron para enfrentar
juntos al filibustero. Es difícil recordar otra ocasión cuando dos enemigos acérrimos se unieron
sinceramente para enfrentar al enemigo común. Al final, Walker fue derrotado, pero dos veces
más intentó volver a Nicaragua, hasta que un buen día, durante su último viaje, fue capturado en
Honduras y fusilado el 12 de septiembre de 1860. Al final, el tal William Walker era un pobre
iluso con sueños de grandeza, pero murió cansado, seguido tan solo por un puñado de tontos que,
yendo tras el vellocino de oro de la navegación mundial, fue fácilmente derrotado y humillado
frente al pelotón de fusilamiento.
Pero la ignominia la cargará Nicaragua por el resto de lo que nos quede de vida, antes de
los océanos se traguen la tierra que por siglos les negó el paso.
Al final, dos personas, uno de cada partido, Máximo Jerez y Tomás Martínez,
gobernaron Nicaragua por un corto tiempo. Cansados y, quizá avergonzados de la guerra,
liberales y conservadores decidieron unir corazones y esfuerzos, tratando de enmendar los
errores del pasado, errores, por cierto, vergonzosos. Incapaces de hacer ondear la blanca bandera
de la paz y la reconciliación, los liberales optaron por pagar filibusteros para hacer valer
principios democráticos que no era más que una mascarada para esconder el ansia de poder, y la
incapacidad del diálogo y la fraternidad.
Estos dos hombres fueron Máximo Jerez y Tomás Martínez. Talvez fueron el único caso
en la historia de Nicaragua cuando dos hombres de distintos credos políticos, uno liberal y el
otro, conservador, lograron gobernar en paz y armonía, anteponiendo las doctrinas partidistas
que en nuestro largo y doloroso caminar han sido más bien, banderas de poder más que ideales
legítimos.
Estos dos hombres lograron reconciliar sus diferencias y hasta llegaron a sentir empatía y
simpatía el uno para el otro. Al final de su corto período, se celebraron elecciones libres y
Máximo Jerez resultó presidente para un nuevo período.
Por un breve período ganó Nicaragua porque pudimos convivir casi como hermanos, que
es lo que al final somos, pero que tantas veces hemos olvidado.
Tuvo que venir un invasor, mercenario, filibustero, apoyado indirectamente por el
gobierno de los Estados Unidos, abanderado de la esclavitud, y derrotado con la ayuda de otro
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mercenario del dinero, el comodoro Vanderbilt, para que por un instante histórico Nicaragua y
Centroamérica se dieran cuenta de que esta pequeña tierra, cintura graciosa del continente, es
más importante que las ambiciones personales y la codicia que tanta sangre ha derramado.
Al final de la vergüenza, brilló un poco de luz en la oscuridad de esta larga espera. Sin
embargo, no habría de brillar para siempre y más de 150 años más tarde, en el siglo 21, cuando
nicaragüenses torturados en las mazmorras de El Chipote, la Bastilla de Nicaragua, escuchan
voces cubanas y venezolanas profiriendo insultos y vejaciones a los patriotas, los modernos
filibusteros de antaño aún viven. Como en los tiempos de la guerra nacional cuando un partido
contrató mercenarios para imponerse, lo que demarcó uno de las épocas más tristes de la historia,
así realizamos hoy que los modernos filibusteros que cuentan con todos los rifles, tanques,
aviones y corazas, vuelven a caer en la vergüenza de que a pesar de que cuentan con toda la
fuerza que quieren, el ejército que provea las armas automáticas sin meter abiertamente las
manos al fuego; que disponen de la policía con sus esbirros; que además cuentan con fuerzas
paramilitares armados para la guerra, y como si eso no les bastara, contratan militantes cubanos y
venezolanos para irse contra un pueblo que adoptó la política de la no violencia.
Como en los tiempos vergonzosos de la guerra nacional, también ahora se necesitó de los
mercenarios de dos países más tres ejércitos internos, armados con lo que quieren, para aplastar a
un pueblo extrañamente pacífico como un diabólico artilugio de redundancia criminal.
La guerra nacional fue un enfrentamiento armado entre dos fuerzas de choque.
La de hoy, es la exponenciación de esa guerra fratricida de 1854 y la muestra tenebrosa
de la roja y negra noche sandinista.