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Unidad 1 Adolescencia “A mitad de la escalera, ni es arriba, ni es abajo. No es la cuna, ni es la plaza pública. Revolotean en mi mente todo tipo de pensamientos exóticos: En realidad no he llegado todavía ¡La meta está más allá!” A.A. Mime

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Unidad 1

• Adolescencia

“A mitad de la escalera, ni es arriba, ni es abajo. No es la cuna, ni es la plaza pública. Revolotean en mi mente todo tipo de pensamientos exóticos:

En realidad no he llegado todavía ¡La meta está más allá!” A.A. Mime

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DEFINICIÓN DE ADOLESCENCIA Etapa de transición

Aunque Mime no trata formalmente de la adolescencia en su poema, las líneas citadas antes describen con mucha precisión la angustia que siente el individuo que se encuentra en la línea divisoria entre la seguridad de la niñez y el mundo desconocido del adulto. En cierto sentido, la adolescencia ha venido a ser una etapa del desarrollo humano con naturaleza propia, distinta de las demás; un periodo de transición entre la niñez y la adultez. Sin embargo, si sólo se le define como la terminación de la niñez por un lado y el principio de la edad adulta por el otro, el concepto de adolescencia resulta confuso para el que estudia la adolescencia y para el adolescente mismo.

Definición cronológica de la adolescencia El término adolescente se usa generalmente para referirse a una persona que se

encuentra entre los 13 y 19 años de edad, periodo típico entre la niñez y la adultez. Este periodo empieza con los cambios fisiológicos de la pubertad, y termina cuando se llega al pleno status sociológico del adulto. Sin embargo, al igual que sucede con todas las etapas del desarrollo, estos puntos extremos no están muy bien definidos. Por ejemplo, la fisiología de la pubertad es un conjunto muy complejo de fenómenos (Shock, 1946), que incluye un rápido crecimiento del cuerpo, la osificación de los huesos, cambios hormonales, y la aparición repentina de las características primarias y secundarias del sexo, al igual que las reacciones psicológicas a estos cambios (Frazier y Lisonbee, 1950; Jones y Bayley, 1950). No todos estos cambios fisiológicos tienen una elevada correlación, ni las reacciones psicológicas de ellos son idénticas o igualmente intensas en todos los individuos.

La terminación de la adolescencia es igualmente difícil de definir. Por lo general, a las personas se les considera adultas cuando la comunidad de adultos da por supuesto que dicha persona está lista para aceptar las responsabilidades que implica la membresía en la comunidad y le otorgan todos los privilegios correspondientes. Pero esta definición también es ambigua. Por ejemplo, la mayoría de los contratos legales en E.U.A. reconocen el status adulto de un individuo cuando éste ha cumplido los 18 años de edad; sin embargó, otras leyes varían con respecto a la edad a la que se puede tratar a un individuo como adulto. Por ejemplo, cada una de las siguientes cosas tienen sus propios requisitos de edad: licencias para conducir, licencias matrimoniales, libertad para comprar y consumir bebidas alcohólicas, el derecho de voto y el derecho para trabajar. En muchos casos, la edad mínima para estas cosas varía inclusive de un Estado a otro de E.U.A.

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Los autores psicoanalíticos, al definir el final de la adolescencia, se fijan sobre todo en las relaciones maduras con otras personas, llamadas relaciones objetales, y en la capacidad para contraer compromisos de trabajo.

Algunas sociedades determinan el paso de la niñez a la edad adulta por medio de iniciaciones y de ritos de pubertad (Brown, 1963; Bettelheim, 1962). Estas iniciaciones dramáticas tienen el efecto de confirmar la discontinuidad en el ciclo general de desarrollo. En algunas culturas se advierte una menor discontinuidad en el ciclo de desarrollo que en otras, pero entre las culturas en las qué existe dicha discontinuidad existe también una gran diversidad con respecto a la precisión con que se establece el cambio de status. Los "ritos de aceptación" (Van Gennep, 1960) deter-minan con bastante precisión el cambio en muchas sociedades, pero los equivalentes norteamericanos de estos ritos --por ejemplo, las ceremonias profanas como las "graduaciones" y los "debuts" en muchos campos, y ciertas observancias religiosas como la confirmación y el bar mitzvahs- no son lo suficientemente universales como para proporcionarnos una señal precisa de cambio de status.

Por consiguiente, por muchas razones, el periodo de adolescencia evade toda definición exacta. En cuanto que es una etapa de transición entre la niñez y la plena madurez de la edad adulta, se apoya en la definición de estos periodos laterales para su propio esclarecimiento. Y precisamente esta dificultad de definición refleja una de las principales características de la adolescencia, a saber: la falta de claridad con respecto al puesto que ocupa el adolescente en la comunidad. Kurt Lewin (1939) ha expuesto este aspecto con mucha atingencia en una exposición que hace sobre el desarrollo de la adolescencia, en la cual se refiere al adolescente como al hombre marginal. El término hombre marginal está tomado de la sociología, en donde se usa para referirse a una persona cuya membresía en un grupo no es ni firme ni clara. Por ejemplo, el miembro de un grupo minoritario que comparte o hace suyos los valores y metas del grupo mayoritario y obtiene de él algún refuerzo social, se convierte en una persona marginal con respecto a su propio grupo minoritario. Los inmigrantes, con dos lenguas y dos culturas, y con frecuencia con dos conjuntos de valores opuestos, generalmente logran la aceptación en la cultura de su inmigración sólo bajo el riesgo de convertirse en "marginales" con respecto a su cultura nativa. En realidad, nunca llegan a pertenecer completamente ni a un grupo ni a otro, sino que pertenecen incompletamente a ambos grupos y en una forma que nunca queda clara del todo. Los adolescentes son marginales en el sentido de que sus derechos y responsabilidades no están tan claramente definidos como lo están los de los niños y los de los adultos. Los adolescen-tes son responsables en parte de su propio bienestar, pero todavía están sujetos a la autoridad de los adultos. Mientras que los niños dependen totalmente de los adultos y los adultos por su parte tienen que tomar sobre sí la responsabilidad total de sus hijos, los adolescentes se desenvuelven en un área menos bien definida de responsabilidad.

Fenómeno exclusivamente humano Se nos dice que "la adolescencia es un fenómeno de desarrollo exclusivo del

hombre". Para explicar este hecho, el Grupo para el Desarrollo de la Psiquiatría (1968) ha hecho la observación de que los infantes se encuentran al nacer en una situación

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relativamente más inmadura que los recién nacidos de los demás primates. Efectivamente, cierta parte del desarrollo hormonal y del sistema nervioso no se completa en los humanos sino hasta cuando se llega a la pubertad. En los animales inferiores, este desarrollo suele completarse a los cuantos meses e inclusive a las cuantas semanas de nacidos. De manera semejante, estos animales también desarrollan capacidades procreativas y de adaptación mucho más temprano que los seres humanos. "Por consiguiente, la prole humana pasa por un periodo muy prolongado de dependencia de la madre o de ambos progenitores, mientras que el periodo de dependencia de los demás animales, en comparación, es relativamente corto". (Group for the Advancement of Psychiatry, 1968, pág. 19).

Aun cuando estos hechos expliquen por qué la niñez es más prolongada en los seres humanos en comparación con los demás animales, no explican la naturaleza de la adolescencia en los humanos como tal, a no ser que concibamos la adolescencia como simplemente la última etapa de la niñez. Como lo veremos, no es fácil aceptar esta postura. La adolescencia en los seres humanos se presenta como una fase distinta de desarrollo, aunque sea una fase de transición, con sus propias características biológicas, sociales e intelectuales. Pero ¿hay alguna otra diferencia entre el desarrollo de los humanos y el desarrollo de los demás animales que nos dé alguna luz sobre la naturaleza de este "fenómeno tan exclusivo del hombre"?

Dispersión en los animares Uno de los resultados de la brevedad dei periodo de desarrollo en los demás animales, es que la dispersión --el abandonar la familia de su infanciageneralmente coincide con su madurez sexual. Esto no sucede en el caso del hombre. En promedio, los varones y las niñas llegan a la madurez sexual en algún momento entre los 13 y los 15 años de edad. Sin embargo, muy raras veces los niños de cualquier sexo abandonan sus casas y empiezan a formar su propia familia a esta edad tan temprana. Ciertamente, en la cultura occidental, a la que atendemos principalmente en este texto, los niños continúan dependiendo de sus padres por varios años todavía, después de la pubertad o de la madurez sexual. Es precisamente en esta discontinuidad entre pubertad e independencia social en donde encontrarlos la base y la explicación del fenómeno de la adolescencia; fenómeno fascinante, algún tanto misterioso y frecuentemente enigmático.

Parte de la solución a este enigma está en comprender la pubertad, que es el punto de partida de la adolescencia. La solución estaría completa si supiéramos además, con plena certeza, cuándo termina la adolescencia, es decir, cuándo empieza la total independencia social. Por desgracia, inclusive en el caso de los animales, nuestro conocimiento del fenómeno de la dispersión es bastante limitado. Harper (1970) nos da su propio punto de vista: "Con frecuencia, a la cría (especialmente a los machos) se le echa de la zona paterna al llegar a la madurez que se requiere para la reproducción.. . Además de los efectos que esto tiene para la organización de la densidad de población

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Fig. 1--1. La adolescencia se ha considerado como un fenómeno exclusivamente humano.

y del impulso que proporciona para la expansión del territorio de las especies, esta dispersión obligatoria con frecuencia se ha interpretado como un aspecto del proceso educativo de los padres" (pág. 79). Lo que sabemos acerca de la dispersión de los animales tal vez nos sirva para comprender la dispersión en los adolescentes humanos.

Fijémonos brevemente en la dispersión del grupo familiar en otras especies. Shorten (1954), un inglés estudioso del comportamiento de los animales, ha escrito una fascinante narración sobre el desarrollo de las ardillas. Afirma que "una vez que se ha terminado plenamente el periodo de lactancia, la madre suele volver a embarazarse y abandonar su prole; o puede quedarse con ella si no está criando" (pág. 139). A esta tierna edad, las pequeñas ardillas ya están mudando de pelo (es decir, cambiando el pelo infantil por el pelo de adulto) por primera vez. Algunas participan en cierta actividad sexual simulada durante el juego. De cuando en cuando se da el caso de que una hembra se ponga a vivir con varias ardillas jóvenes, plenamente desarrolladas, hasta que llegan a la madurez sexual. Algunos suponen que la hembra es la madre y han observado que los machos adultos (parejas potenciales para la hembra) son rechazados o expulsados de estos grupos. Otras reces los observadores han encontrado que ardillas a medio desarrollo viven en un nido separado, pero muy cercano al nido de una madre que tiene una nueva cría, y han dado por supuesto que ambas crías pertenecen a la misma hembra.

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Dicho de otra manera, parece que la dispersión de las ardillas generalmente se mantiene contigua al lugar de su propio destete y que está relacionada con la actividad sexual de la madre, la cual las abandona en el momento en que está por tener otra cría.

La dispersión de los conejos es bastante semejante. Según Rue (1965), "La prole empieza el proceso de destete en cuanto abandona el nido..." (pág. 31). Se sabe que los conejos pequeños permanecen en el área del nido durante casi tres semanas después de haber sido totalmente destetados y luego se van. Para entonces, es muy posible que la madre ya esté lista para tener otra cría y como está preparando el nido para el nuevo parto, está demasiado ocupada como para ocuparse de su cría anterior. Para esta edad, los conejos pequeños ya están plenamente destetados y si no han sido aniquilados por sus enemigos, se dispersan.

Una vez más, vemos que la dispersión de la prole se relaciona con la actividad sexual de la madre. La hembra del conejo común entra en celo y suele embarazarse de nuevo, inmediatamente después de nacer la cría anterior. El periodo e gestación de estos conejos es de 28 días. Este es aproximadamente el mismo tiempo que se necesita para destetar. Por lo tanto, el destete de una cría puede completarse al mismo tiempo que llega la siguiente cría.

Esta misma relación entre la dispersión de la prole y las actividades sexuales y ciclo reproductivo de los padres se ha encontrado también en otras especies de animales. Una exposición bastante fascinante de esta "edad difícil" en el caso del oso, aparece en forma popular en The Mountain Visitor (29 de agosto de 1971). El autor afirma que en junio o julio del segundo verano del oso cachorro "el impulso instintivo de la madre por empezar una familia nueva se sobrepone totalmente al afecto por sus ca-chorros. Con el tiempo, la indiferencia de la madre y la hostilidad de su nuevo compañero hacia los cachorros anteriores, obliga a los adolescentes a seguir su propio camino" (pág. 1).

Estos mismos dos factores, la actividad sexual de la madre y la hostilidad creciente entre la prole y sus padres, parecen contribuir al fenómeno de la dispersión en otros animales. Ratner y Denny (1964) citan el caso de la comadreja: "El destete de la prole lleva consigo cambios fisiológicos asociados con el ciclo reproductivo de la madre, además de cierto cambio en la apariencia externa de la prole que se va desarrollando". Además, los autores hacen notar que la conducta de tipo adulto de la prole contribuye a su separación del grupo familiar: "Cuando los movimientos de la apariencia de los críos se asemeja a los de los miembros maduros de la especie, se provoca un pleito con los padres, lo cual, a su vez, es la causa de que la prole se aleje de éstos" (pág. 227).

Un ejemplo todavía más drástico de este conflicto entre los padres y la prole durante la adolescencia nos lo da Anthony (1969). Al hablar del estereotipo del adolescente humano corno de "victimizante", Anthony hace notar que a través de la historia, cada periodo tiene su propia manera de afrontar el "peligro e esta etapa de transición. Después de referirse a las teorías de Darwin y de Freud, de que en otro tiempo existió una "horda primitiva" en la que en último término se mataba al padre, hace la siguiente observación comparativa: "En este contexto, es interesante advertir que a los monos machos adolescentes, cuando se les enjaula con una familia típica de monos -padre, tres o cuatro consortes y una o dos hembras adolescentes que ayudan a

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cuidar a unos cuantos lactantes-- los mata el padre al empezar la pubertad" (pág. 56). Es muy importante recordar que Anthony está hablando de animales cautivos. Es lícito suponer que la cautividad introduce todo un nuevo conjunto de variables motivacionales que hacen que la conducta de los animales durante la pubertad sea diferente de la de los animales de la selva.

En todo caso, en el desarrollo humano se da un fenómeno muy interesante que corresponde a este comportamiento animal, a saber, el así llamado segundo periodo de negativismo, habiendo ocurrido el primer periodo negativista cuando el niño apenas hacía pinitos. Este conflicto con los padres durante este periodo postpubescente es muy conocido de todos, y se han propuesto muchas explicaciones psicoanalíticas para explicar el fenómeno (Freud, S., 1925, 1953; Freud, A., 1948). Tal vez la explicación que nos da la literatura etológica sea la más sencilla. Así como el animal joven entra en conflicto con sus padres en el momento en que su apariencia y movimientos externos se asemejan a los de un adulto, tal vez así se provoque un conflicto "territorial" muy semejante, cuando el joven humano empieza a parecerse a los adultos, o cuando empieza a tomar su propia postura o linar, exigiendo privilegios que ordinariamente se reservan para los adultos, como el uso del automóvil familiar, el derecho a volver a casa a cualquier hora, el derecho a votar, etc.

Por consiguiente, parece que la adolescencia en los humanos es un fenómeno muy peculiar, debido a que en otras especies la dispersión está asociada con la constante actividad sexual de los adultos y con la manifestación de conducta madura por parte de los jóvenes, cosa que no sucede entre los humanos. Aunque es difícil, y algunas veces inclusive peligroso, hacer comparaciones entre las diversas especies, sobre todo tratándose de temas tan complejos como éste, consideramos que ha sido bastante útil el haber examinado la cuestión de la dispersión en un contexto comparativo. Aunque muchos patrones de conducta son específicos de las especies, el proceso por el que los animales se separan de sus custodios iniciales puede hacer luz sobre acontecimientos semejantes entre los humanos. Es cierto que el fenómeno de la territorialidad tiene un significado muy específico para el que estudie la conducta de los animales. No obstante, una aplicación análoga de ese concepto puede ser un instrumento teórico de cierta utilidad; tal vez nos pueda servir para comprender los esfuerzos que hacen los niños por independizarse una vez que se consideran físicamente maduros, a pesar de la resistencia de los adultos para concederles esa independencia hasta no llegar a cierta edad cronológica. En los humanos, se llama adolescencia al periodo entre la pubertad o madurez sexual y el momento en que se establece la plena independencia y responsabilidad adulta.

EXPLICACIONES TEÓRICAS DE LA ADOLESCENCIA Puntos de vista opuestos sobre el periodo adolescente

Uno de los primeros estudiosos del periodo adolescente del desarrollo fue el psicólogo G. Stanley Hall, el cual describió el desarrollo sexual, social, intelectual y emocional de los adolescentes en una obra de dos volúmenes. El punto de vista de Hall es que la adolescencia se caracteriza principalmente por la tensión (stress) y por la aflicción. Equiparó esta etapa del desarrollo con el Sturm und Drang -tormenta y tensión

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(stress)- que tanto abundó en la literatura alemana del siglo XVIII. Esta teoría ha seguido teniendo sus defensores, en particular entre los psicólogos y sociólogos de tendencia psicoanalítica. Por ejemplo, están aquellos que creen que la esencia misma del periodo de la adolescencia es el conflicto mismo. Un sociólogo (Friedenberg, 1959),) ha sugerido que la identidad individual nace del conflicto que los adolescentes experimentan con sus padres y con otros personajes de autoridad. Dicho de otra manera, los adolescentes pueden esclarecer lo exclusivo de su propia experiencia solamente contraponiéndola a la experiencia de aquellos que los han precedido. Pueden establecer la exclusividad de su propia individualidad e independencia solamente mediante el conflicto con aquellos que quisieran mantenerlos sumisos.

Esta teoría tiene también sus adversarios al igual que tiene sus defensores. Por ejemplo, Albert Bandura (1964) sostiene que la idea de que la adolescencia es necesariamente un periodo tormentoso, es un mito. Sostiene que los adultos han prestado demasiada atención a las señales superficiales de inconformidad en los jóvenes -los adultos han prestado más atención a las modas de los jóvenes que a su conformidad, a su rebelión más que a su obediencia. Afirma que son los medios masivos de comunicación los que han destacado dramáticamente este aspecto de la adolescencia y que tal vez los adolescentes mismos se estén adaptando a un patrón que ha sido elaborado por una sociedad adulta.

Parece que ni la postura de Hall ni la de Bandura son totalmente correctas. Ciertamente, en el caso de los niños norteamericanos, la segunda década de su vida se caracteriza por una continua búsqueda del papel que habrán de desempeñar en la sociedad. Esta búsqueda incluye la definición de los papeles del sexo, el cumplimiento con la elección vocacional y la identificación de compañeros compatibles de matrimonio. Muchos psicólogos han enumerado las tareas o metas de los adolescentes. Havighurst (1953) llama desarrollistas a estas tareas. Las siguientes son algunas de las metas sobresalientes del adolescente:

1. Lograr el sentimiento de independencia con respecto a los padres.

2. Adquirir las aptitudes sociales que se requieren de todo adulto joven.

3. Lograr un sentido de sí mismo como de una persona que tiene su propio valor.

4. Desarrollar las necesarias habilidades académicas y vocacionales.

5. Adaptarse a un físico que está cambiando rápidamente, y al desarrollo sexual.

6. Asimilar un conjunto de normas y valores internalizados que les sirvan de guías.

Estas tareas o metas pueden todavía diferenciarse más y distinguir las metas que son más características del adolescente temprano y las que son más características del adolescente tardío (véase Cole y Hall, 1970).

En otras palabras, aun cuando la adolescencia no sea un periodo de tensión y de aflicción para todos y cada uno de los individuos, ciertamente es el periodo durante el cual el individuo establece su propia identidad. En el caso de algunos adolescentes, esto se logra por medio del conflicto, y algunos autores han optado por destacar este

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aspecto de la juventud. Por ejemplo, cierto psicoanalista (Gustan, 1961) ha presentado el caso en forma por demás vehemente: "Sacudido desde dentro por violentos impulsos, y apremiado desde fuera por un mundo extraño y hostil, el adolescente se ve obligado a encontrar nuevos modos de hacer su vida tolerable". Pero no parece que todos los adolescentes tienen que pasar por un periodo tan tormentoso como éste. Los datos de un estudio en el que se entrevistó a un gran número de adolescentes parecen indicar que la conformidad es algo más característico de la etapa adolescente que la rebelión (Douvan y Adelson, 1966).

Identidad: una estructuración unificadora

Si no se puede afirmar que ni la rebelión ni la conformidad, ni la angustia ni la indiferencia, sean algo universal durante la etapa de la adolescencia, ¿hay algún elemento o estructuración psicológica que explique la presencia de estas características en algunos adolescentes en distintos momentos? La respuesta parece encontrarse en la noción de identidad. En el desarrollo de su teoría sobre las etapas psicosociales, el muy conocido psicoanalista Erik Erikson (1959) ha sugerido que el periodo de la adolescencia es un periodo en el que el individuo lucha entre identidad y difusión o pérdida de identidad. Desde que esbozó por primera vez esta idea, Erikson (1946, 1950) ha estado volviendo una y otra vez sobre este concepto explicativo tan poderoso (por ejemplo, Erikson, 1958, 1959, 1964b, 1965, 1968, 1969). Otros también han echado mano de este concepto, hasta tal punto que para estas fechas, y desafortunadamente en algunos casos, la "crisis de identidad" se ha convertido prácticamente en una palabra casera. Sin embargo, a nuestro parecer, este uso tan popular del concepto no ha debilitado su valor explicativo sino que sencillamente demuestra su validez.

En la forma en que lo usa Erikson, el término identidad significa "la confianza intensificada de que la realidad y continuidad internas que se han preparado en el pasado, corresponden a la realidad y continuidad de significado que uno tiene para los demás" Erikson, 1950). La búsqueda de identidad es una parte de la experiencia humana en todas las etapas de la vida, aunque es precisamente durante el crecimiento rápido y durante los cambios fisiológicos de la adolescencia cuando la identidad desempeña un papel muy importante en el desarrollo. El problema para el adolescente que va creciendo es cómo conservar la continuidad de una persona que en un tiempo fue inmadura, asexual y no responsable, y que ahora es madura, sexual y responsable. La interrogante "¿Quién soy yo?", se convierte en una pregunta punzante ante el cambio tan rápido. La lucha por "encontrarse a sí mismo" puede revestir una gran variedad de formas -la búsqueda de una vocación o carrera, la elaboración del propio papel sexual, logros especiales, o la identificación con otros. Por lo tanto, la rebelión en contra del grupo establecido, al igual que la conformidad, pueden ser una señal de la búsqueda de identidad. Una persona puede afianzar su identidad conformándose con las costumbres y valores que prevalecen, o en una forma negativa, por medio de la rebelión y delincuencia. En su libro Growing Up Absurd, Paul Goodman (1956) ha tomado precisamente esta postura con respecto a la situación del adolescente. Goodman sostiene que el fundamento de la conformidad y el de la rebelión y delincuencia son un fundamento único, a saber, la necesidad de afirmar y establecer

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una identidad independiente.

Por consiguiente, la elaboración de la identidad será el tema del presente libro. En cada capítulo haremos referencia a los teorizantes cuyo trabajo parece explicar mejor las conductas de que se trata en ese capítulo. Habrá otros autores que hayan propuesto otras teorías para explicar esas conductas, pero nosotros explicaremos cada postura determinada con aquel autor cuyo trabajo explica con más claridad y más profundidad ese tema determinado. Cada autor que mencionemos a propósito de algún tema, puede también tener sus puntos de vista con respecto a otros temas. Sin embar-go, lo que pretendemos ahora es familiarizar al estudiante con los diversos autores que han escrito concretamente en el área del desarrollo del adolescente, y que lo han hecho en una forma más convincente.

Situación actual de la psicología de la adolescencia

El lector advertirá que el presente volumen, a diferencia de sus dos acompañantes anteriores que tratan de la infancia y de la niñez media, se ocupará ampliamente de la teoría y tendrá un número mucho menor de datos con que apoyar los principios generales que se han propuesto acerca del desarrollo de la juventud. Aun cuando se le haya concedido una importancia cada vez mayor a la adolescencia durante los últimos 50 años, la estatura de este campo es todavía relativamente insignificante comparada con la estatura de sus compañeros rivales, la psicología del niño y especialmente la psicología de la infancia. Al repasar la edición de 1972 del Manual of Child Psychology de Carmichael, uno de nosotros (McKinney, 1972) ha llamado la atención sobre el hecho de que la investigación sobre el desarrollo psico-lógico del adolescente es todavía muy escasa. Uno de los investigadores (L'Abate, 1971) hizo una evaluación muy cuidadosa del status o importancia que se le ha otorgado a la adolescencia durante los últimos años, y encontró que sólo una pequeña fracción de la investigación psicológica publicada se refiere principalmente al grupo de edad de los adolescentes. Más aún, muy pocos programas de entrenamiento de los departamentos de psicología de las principales universidades se han especializado en el desarrollo del adolescente. Además, parece que el número de profesores universitarios que se interesan en esta área de investigación es bastante menor en comparación con la investigación que se lleva a cabo sobre otras etapas del desarrollo.

Por el contrario, abundan las teorías sobre el desarrollo de la adolescencia. Una excelente fuente para el estudio de las teorías contemporáneas es el libro de Muuss (1975) Theories of Adolescente.

La falta de entusiasmo por estudiar la adolescencia no se manifiesta solamente en el campo de la investigación, sino que se extiende también a la terapia (Anthony, 1969). En realidad no es fácil señalar la causa de esta relativa escasez de información sólida acerca de una fase tan importante del desarrollo. La necesidad de más y mejor información es ciertamente evidente. Muchos de los problemas sociales y personales de desarrollo brotan durante la adolescencia. Las dificultades que giran alrededor de la independencia personal, de la separación de la familia y de la elección de una vocación, son todas problemas típicos de la adolescencia. Además, los urgentes problemas sociales de la delincuencia, del abuso de las drogas, de la paternidad libre, de la

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disciplina académica, de la explotación de la juventud y de los derechos políticos de la misma, todos están exigiendo un conocimiento más profundo del desarrollo normal de los adolescentes.

Si los psicólogos han sido reacios para abordar estas cuestiones con sólidas técnicas de investigación, los legos ciertamente no han sido ni tardos ni perezosos para hacer análisis muy minuciosos de nuestra creciente "cultura juvenil". Los medios masivos de comunicación abundan constantemente en estos análisis. Como lo han hecho notar muchos científicos sociales, no es nada fácil permanecer impávidos e indiferentes hacia los jóvenes, cuando estos mismos se caracterizan por cierta devoción por la pasión. Algunos observadores, tanto legos como profesionales, no ven sino cosas buenas en la conducta de la juventud, mientras que otros consideran que toda la conducta adolescente es negativa. Es evidente que estas generalizaciones tan exageradas no aportan nada a la ciencia.

Anthony (1969) atribuye la escasez de investigación científica sobre la adolescencia al hecho de que "en el pasado. . . esta fase del desarrollo se planteaba mal y carecía de estructuraciones directivas (conceptos teóricos) que ayudaran a suscitar interrogantes significativas" (págs. 74-75). Pero en cierto sentido, esta explicación lo único que hace es traer a la mente otra pregunta, "¿Y a qué se debe la falta de estructuraciones directivas?" Algunos dirán que a los adultos sencillamente no les gustan los adolescentes o que les tienen miedo y se podría formar un argumento, aunque ciertamente muy débil, de que la repugnancia por el estudio de la adolescencia se debe a esta antipatía o a este temor. Por ejemplo, Friedenberg (1959, 1965) opina que la ambivalencia hacia los adolescentes es algo bastante general, y que la autoridad vacilante que los adultos ejercen sobre los jóvenes fomenta esta ambivalencia. Una interpretación psicodinámica alterna hace hincapié en la necesidad que tienen los adultos de defensas en contra de sus propios impulsos prohibidos, que los adolescentes pueden reavivar.

Estereotipos sobre la adolescencia Anthony (1969) también opina que las reacciones de los adultos con respecto a

los adolescentes y la conducta adolescente son reacciones estereotipadas. Y aduce muchos de estos estereotipos: el adolescente es un objeto peligroso y en peligro; el adolescente es un objeto sexual; el adolescente es un individuo inadaptado; el adolescente es un objeto de envidia; el adolescente es un objeto sin remedio, y finalmente la "buena" reacción a la adolescencia, en la que los estereotipos se reducen al mínimo y se trata a los jóvenes como individuos. Además, Anthony sostiene que los estereotipos tienen el efecto de afianzar lo que promulgan. "Para agravar más la situación, los estereotipos hacen también las veces de espejos que la sociedad pone ante los ojos de los adolescentes y que reflejan una imagen del joven que el adolescente poco a poco llega a aceptar como auténtica, hasta conformar su conducta con esa imagen" (pág. 54). Sin embargo, en resumidas cuentas los estereotipos de Anthony se reducen a dos: el adolescente como víctima y el adolescente como azote. Ninguno de los dos resulta halagador y de nuevo se pregunta uno, "¿por qué los estereotipos negativos a esta edad?"

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Pero tal vez inclusive la idea de que la mayoría de los adultos mantengan estereotipos con respecto a los adolescentes sea en sí misma una caricatura de la realidad. Parecería intuitivamente razonable que, los adultos respondan a las actitudes y conducta aparentemente extremas de los jóvenes en una forma semejante, es decir, con una reacción estereotipada extrema, ya sea buena o mala, positiva o negativa. Sin embargo, aunque ciertamente parece que los adolescentes toman posiciones extremas y muchas teorías aducen razones para confirmar esta suposición (incluyendo nociones tales como "clarificación del espacio de la vida propia", "formación de la identidad" y reacción del "hombre marginal"), es muy poca la evidencia que se aduce para demostrar que los jóvenes se comportan en una forma de todo o nada, es decir, tan extremosa, o que los adultos responden a ellos de esta manera tan estereotipada. Más aún, se ha demostrado que el marco de respuestas extremas -es decir, la predisposición a usar los extremos de las escalas calificadoras, de los cuestionarios de personalidad, etc.- declina con la edad. Así, los niños más pequeños suelen responder marcando los puntos extremos en tales escalas con mayor frecuencia que los adolescentes (Light, Zax y Gardiner, 1965).

Hay otra fuente de pruebas que también contradicen la teoría de que "Los adultos tienen estereotipos negativos de los adolescentes". En un estudio (Hess y Goldblatt, 1957) se les pidió a un grupo de adolescentes y a sus padres que calificaran al "adolescente típico". Los investigadores encontraron que tanto los adolescentes como sus padres calificaron a los "adolescentes" bastante favorablemente. Cuando luego se les preguntó a los jóvenes cómo creían ellos que sus padres los habían calificado, se vio claramente que los jóvenes creían que los adultos habían sido mucho menos favorables en calificarlos de lo que de hecho fueron. Lo que todo esto indica es que el problema no es el de una actitud desfavorable hacia los adolescentes, sino más bien un problema de falta de comunicación en los adultos de sus verdaderas actitudes hacia los adolescentes. Queda todavía por investigar si toda la culpa está en los padres o en los adolescentes, o parcialmente en ambas partes. Sería muy fácil suponer a priori que son los adultos los que no comunican su verdadero aprecio a los jóvenes, como lo sería suponer que son los jóvenes los que distorsionan el mensaje que sus padres procuran comunicarles.

Si la postura de los "estereotipos negativos" carece de apoyo en los datos positivos, tal vez esto se deba a que puede haber algo en la naturaleza de la adolescencia que hace difícil o que desaliente a algunos para el estudio de esta área. Obviamente, una dificultad está en que muchos de los importantes cambios desarrollistas durante este periodo versan sobre cuestiones privadas y personales, o sobre cuestiones acerca de las cuales el individuo quiere guardar toda la reserva que pueda, por, ejemplo, los cambios en su cuerpo, su interés por el sexo, su impulso sexual en desarrollo, la preocupación por la propia vocación y por la impresión que uno causa en los demás. Estas áreas son, por su propia naturaleza, menos asequibles a la investigación empírica que, por ejemplo, el desarrollo del lenguaje en un niño de dos años o el rendimiento académico durante los años de la niñez media. Más aún, estas preguntas de tipo tan personal pueden resultar embarazosas inclusive para el mismo investigador. Además, puede suceder que los estereotipos tiendan a existir precisamente en las mismas áreas en las que falta el contacto entre las generaciones. Por ejemplo, el uso de drogas y la vida sexual son cuestiones muy íntimas para

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abordar., las cuales, aun cuando se encuentren las palabras apropiadas, uno se resiste a tratar con una persona de otra generación.

En segundo lugar, una parte de la naturaleza de la adolescencia es el cambio mismo. En el momento en que uno cree que ya tiene un concepto que le ayudará para comprender la conducta del adolescente, en ese mismo momento parece que la conducta cambia ante sus ojos examinadores. Parece que una de las principales características de la adolescencia es la tendencia a escapar de una definición externa, a buscar por sí misma su propia definición y a ser libre, es decir, a no dejarse determinar por restricciones externas. Hace unos cuantos años, cuando uno de nosotros estaba estudiando las actitudes vocacionales de los jóvenes de escuela secundaria en Holanda, un muchacho holandés de 16 años y muy despierto, ofreció un hermoso ejemplo de este impulso por mantener abiertas las propias opciones. Cuando se le pidió que diera una idea sobre su vida futura y sobre el trabajo que esperaba realizar, replicó: "Para m í es más fácil decirle cómo no será mi vida. Ciertamente no viviré en una casa como esa (y apuntaba a una casa que estaba enfrente), ni tampoco iré al mismo trabajo uno y otro día, a la misma hora todos los días, volviendo a casa a la misma hora todas las tardes, para siempre hacer lo mismo en la casa después del trabajo. Yo quiero viajar a otros países y tal vez hacer todo lo que pueda para hacerles la vida más llevadera a otros" (McKinney, 1970, pág. 392).

La historia de "adolescencia" corno una etapa de desarrollo Aunque el estudio científico de la adolescencia es reciente, las actitudes hacia

este grupo humano datan desde la más remota antigüedad. Por ejemplo, Platón se preocupaba mucho por la educación de la juventud, y ya hacía notar lo modificables que son sus actitudes (Platón, 1953). Aristóteles escribió acerca del "carácter apasionado e irascible" de los adolescentes y comentó acerca de la tendencia que tienen a tomar posturas extremas y a dar opiniones categóricas (Aristóteles, 1941).

Sin embargo, hay que advertir que la adolescencia, concebida como un periodo distinto de desarrollo humano, tiene una historia relativamente breve. A1 estudiar la historia de la familia, muchos historiadores de la cultura (Aries, 1962; Huizinga, 1950) han hecho notar que el concepto del niño ha ido cambiando de un periodo cultural a otro. Muller (1969) atribuye estos cambios a la estructura demográfica que ha ido cambiando a través de los diversos periodos históricos. Opina, por ejemplo, que en el periodo anterior a 1750, cuando no se practicaba ningún control de natalidad y la medicina todavía no era tan eficaz, se tenían muchos niños, pero la mortalidad infantil era elevada. "Las consecuencias de esta estructura demográfica eran bastante duras para el individuo; el niño era frágil, se le podía reemplazar fácilmente por otro y, por lo tanto, no se le atribuía mucha importancia" (pág. 8).

En comparación con esta concepción de los niños como fácilmente reemplazables, la revolución demográfica que ocurrió alrededor del año 1750 introdujo una actitud más benigna hacia los niños. Los avances en la ciencia médica sin duda apuna fueron la causa de una disminución en la mortalidad infantil. Paralelamente, declinó el deseo de acelerar la maduración de los niños. Una segunda revolución demográfica ocurrió cuando bajó la natalidad infantil. Muller fija el principio de una

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nueva actitud correlativa hacia los niños alrededor del año 1880, cuando disminuyó la proporción de niños en relación a los adultos. "Creemos con mucho fundamento que se verificó un profundo cambio de actitudes; la gente con niños sabía que tenía que encargarse de su educación, y que tenía que hacerlo durante un tiempo que cada vez se hacía más largo con la introducción de la educación obligatoria" (pág. 13). Las familias se convertían ahora en unidades más limitadas, sin la responsabilidad de tantos papeles económicos como los que habían desempeñado antes. Ahora con mayor frecuencia los padres vivían en ciudades con sus hijos y no en el campo en un ambiente de familia muy extensa, como había sido típico en las generaciones anteriores.

Muller opina que el principio de una cuarta fase del desarrollo del concepto de niñez tuvo lugar alrededor de 1930. Sostiene que en nuestros propios días el niño se ha convertido "en un pequeño príncipe, alrededor del cual gira todo lo demás". Sería interesante especular sobre los efectos que la reciente preocupación por la sobrepoblación y la liberalización contemporánea de la mujer habrá de tener en las futuras actitudes hacia los niños y en nuestra concepción de los papeles que habrán de desempeñar en la familia y en la sociedad.

Aunque los niños fueron tratados en otro tiempo como "pequeños adultos", en la actualidad se acepta generalmente que el periodo de la niñez tiene sus propios derechos, privilegios y obligaciones. Por ejemplo, en noviembre de 1959 la Asamblea General de las Naciones midas juzgó oportuno publicar una Declaración de los Derechos del Niño, un paso gigantesco con respecto al concepto que se tenía en el siglo XVIII del niño como algo fácilmente "reemplazable".

Así como el papel del niño ha ido cambiando a través de los años, así también se ha ido diferenciando mucho dicho papel; el lactante, el niño que gatea, el escolar y el adolescente, han brotado como periodos distintos de desarrollo. La adolescencia se presenta como uno de los últimos periodos a los que se les concede que tienen su propio 'desarrollo, probablemente a raíz de la publicación tan trascendental del trabajo de Hall sobre esta materia en 1904. Por consiguiente, el estudio científico de esa etapa entre la niñez y la adultez es relativamente reciente.

De una manera semejante, está emergiendo otro grupo social en función de la edad y todavía más nuevo que el de la adolescencia, a saber: el de la postadolescencia. Debido a lo común y típico de la experiencia que se tiene y a las tareas desarrollistas que tienen los individuos entre los años de secundaria de la adolescencia y los años adultos de estabilidad ocupacional, la formación de un hogar, la crianza de niños, etc., muchos psicólogos han enfocado su atención sobre esta edad, como suponiendo que constituye una etapa especial de desarrollo. Un sociólogo (Keniston, 1968) ha llamado a este periodo "juventud", y un reciente anuario de la Sociedad Nacional para el Estudio de la Educación (Havighurst, 1975) se dedicó totalmente a este tópico, incluyendo la teoría e investigación de varios colaboradores del anuario. Sin embargo, para el lector es evidente que el término juventud se ha usado y se sigue usando con muchos significados diversos. G. Stanley Hall (1944) usó este término para indicar la etapa de la prepubertad, que en la actualidad llamamos niñez media. Mucho más recientemente, Arnold Gesell y cols. (1956) escribieron un libro con el título de Juventud: Los Años del Diez al Dieciséis, en el que tratan de la

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etapa que aquí estamos llamando adolescencia. Keniston usa el término en una forma nueva para referirse a un grupo de personas de una edad superior a la de los anteriores. Sea cual fuere la terminología, muchos observadores parecen estar de acuerdo en que las diversas etapas de la vida, aunque no se distingan con toda precisión unas de otras, ciertamente nos ayudan para estudiar la conducta y la experiencia que se perciben como comunes y características de una edad en comparación con las demás edades. Suponemos que no es necesario advertir que esta postura o método de "etapas" se usa aquí, no como una explicación del comportamiento, sino sencillamente como un cómodo marco de referencia. Los que explican la conducta apelando al periodo o etapa de la vida ("Bueno, eso se debe sen-cillamente a la edad en que está") en realidad no explican nada.

Por lo tanto, parece que la situación de la investigación sobre la psicología del adolescente se debe al origen histórico tan reciente de este periodo y a la naturaleza misma del periodo en cuestión -es decir, a que es un periodo de cambio y de nuevas actitudes y conductas, que por su propia naturaleza resultan difíciles de estudiar empíricamente. Examinemos ahora las técnicas que los psicólogos están usando y que se proponen como aptas para el estudio de este grupo de edad.

MÉTODOS PARA EL ESTUDIÓ DE LA ADOLESCENCIA Técnicas de investigación

En cuanto que se supone que las técnicas usadas para el estudio del desarrollo son en general técnicas útiles para todos los grupos, no será necesario repetir aquí en todos sus pormenores la metodología de que ya se ha hablado en los volúmenes anteriores de esta serie. Bastará un repaso muy breve.

Medidas descriptivas : El método normativo : La técnica principal para el estudio del desarrollo y comportamiento del adolescente es sencillamente la técnica de la medición directa de las variables que se pretenden estudiar. De esta manera se recogen datos, tanto físicos como psicológicos. Estos datos se pueden recoger de un solo individuo, como en el estudio de un caso, o se pueden obtener de varias personas, como en la investigación por encuestas. Gordon Allport, quien usó ambos métodos extensamente en su estudio sobre la personalidad, llamó al primer método ideográfico y nomotético, o de leyes generales, al segundo. Aun cuando estas técnicas permiten que el investigador confirme la presencia de una variable, su significado, o ambos, no proporcionan ninguna información acerca de las relaciones de causa y efecto, ni acerca de la génesis de la variable que se investiga, ni tampoco acerca de ninguno de sus correlativos.

Algunas de las variables que se estudian mediante la medición directa son: la edad promedio a la que empieza la menstruación, los intereses de lectura y de televisión de los adolescentes, y las preocupaciones con respecto al desarrollo físico. Una importante variación de esta técnica consiste en añadir la variable tiempo a una serie de medidas del mismo sujeto o sujetos (método longitudinal), o en someter a prueba a sujetos de diferentes edades simultáneamente (método transversal). Ya en los volúmenes anteriores se ha tratado de las ventajas relativas de los métodos transversal

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y longitudinal, y aquí solamente repetiremos una vez más la diferencia que hay entre los dos métodos. El método transversal le permite a uno recopilar datos acerca de varios grupos de diversas edades en. un momento dado y, por consiguiente, controlar los posibles efectos impertinentes del cambio cultural e histórico, pero introduce la necesidad de controlar otras variables de los sujetos como, por ejemplo, sexo e inteligencia. Aunque el método longitudinal controla automáticamente las variables' extrañas ya que son los mismos sujetos los que se estudian a través de un determinado periodo de tiempo, hace necesario, sin embargo, explicar los cambios históricos que suelen operar como variables de estímulo y que influyen en los datos como varianza de error.

Un problema muy serio que se le presenta al investigador, del desarrollo es el de atrición o deserción (Schaie, 1973). Una "muestra representativa" de personas de 50 años de edad no es tan representativa de la población de su cohorte (de las personas nacidas al mismo tiempo) como lo es una muestra de personas de 30 años con respecto a su cohorte. Han muerto un mayor número de las personas de 50 años, lo cual deja una fuente más viciada de donde sacar una muestra. Este mismo problema puede atormentar al investigador de la adolescencia, sobre todo cuando se sacan muestras de la población escolar. Aun cuando la deserción por causa de muerte suele ser mínima, la deserción por haber reprobado y por abandonar la escuela puede tener un efecto muy semejante.

Schaie sostiene que los estudios transversales no proporcionan información acerca de las diferencias debidas a la edad, sino solamente acerca de las diferencias intergeneracionales. Demuestra además los problemas graves que lleva consigo el método longitudinal: deserción por muerte, cambio de residencia, pérdida de interés, etc., así como los efectos propios doy las medidas que se repiten, por ejemplo la tendencia de las puntuaciones bajas o altas a cambiar en una segunda prueba más que las puntuaciones promedio.

En suma, Schaie afirma que son tres los componentes del cambio desarrollista: edad, impacto del ambiente en el transcurso del tiempo y diferencias generacionales. El método longitudinal no distingue entre el primero y el segundo, mientras que el método transversal no distingue entre el primero y el tercero. Schaie propone en forma con-vincente que se considere la posibilidad de diseños "secuenciales" que permitan al investigador evaluar independientemente los efectos de dos de estos componentes de cambio en lugar de sólo los efectos de uno.

Algunas técnicas idiográficas Una aplicación muy interesante de la ideografía o dei método ideográ-fico, es

decir, el uso de documentos personales, la sugirió Allport (1942). Este autor sugirió además que esto podría ser especialmente útil para el estudio de los adolescentes. Además de los diagnósticos históricos de los adolescentes perturbados, Allport se refería a cosas como cartas, diarios, autobiografías, y documentos artísticos y proyectivos. Aun cuando estos documentos pueden aportar efectivamente mucha luz en estudios de casos individuales, Allport previno contra una interpretación exagerada y cita muchos peligros que son inherentes a su uso: la posible falta de representatividad

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de la muestra, lo fascinado que el autor pueda estar con su estilo literario por encima de la información objetiva, la ceguera del autor con respecto a sus propios motivos, el efecto de los estados de ánimo transitorios, errores de memoria cuando los documentos son retrospectivos, etc. A pesar de castas objeciones, Allport opina que el uso cuidadoso de estos materiales debe explotarse más en el estudio de los adolescentes, ya que como grupo, tienen una especial inclinación a escribir documentos personales como diarios, agenda, etc. Un buen ejemplo de este método es la colección de documentos personales de famosas figuras históricas que hizo Kiell (1964) en su obra The Universal Experience of Adolescence. En esta colección están incluidos documentos de escritores, maestros, estadistas y artistas. Otros dos libros de narraciones de primera mano son las colecciones hechas, a base de los escritos de sus estudiantes, por Golburgh (1965) y por Goethals y Klos (1970). Como estas dos colecciones contienen lo escrito por estudiantes de bachillerato, resultan particularmente útiles para el estudio de la adolescencia tardía, o para el periodo que Keniston ha dado en llamar juventud. Es evidente que el uso de estos documentos está sujeto a todas las precauciones de Allport con respecto a los arrebatos literarios, a la falta de sinceridad, etc., y tanto más cuanto que los autores eran ellos mismos estudiantes de psicología y, por lo tanto, pudieron fácilmente falsear la narración de sus experiencias en la dirección de las teorías en boga por entonces.

A propósito del método ideográfico, es muy importante mencionar que existen ejemplos magníficos de estudios de casos en la literatura psicoanalíteca sobre la adolescencia. Especialmente notable entre éstos es el estudio psicohistórico que Erikson hizo (1958) de Martín Lotero, Young Man Luther.

Algunos opinan que las obras literarias de ficción sobre los adolescentes se pueden utilizar con fruto cuando no se dispone de los documentos literarios de los mismos adolescentes. Sin embargo, al usar estas fuentes, las llamadas de alerta de Allport son doblemente importantes. Por ejemplo, se puede preguntar con todo derecho hasta qué punto los autores de tales obras están describiendo la verdadera adolescencia y no más bien una concepción sobrecargada de psicología, elaborada después de leer el último tratado psicoanalítico sobre la materia. El estudio de la personalidad por medio de los escritos no es nada nuevo. Para el estudiante interesado en una valoración muy ponderada de la validez de este método, Kiell (1959) es una excelente referencia. Dos colecciones recientes de ficción acerca del adolescente son The Rite of Becoming (Waldhorn y Waldhorn, 1966) y The Adolescent through Fiction (Kiell, 1959).

Procedimientos correlacionales Una vez que se obtienen dos o más conjuntos de datos acerca de cualquier

número de sujetos, se puede explorar su covariación. A estas variables generalmente se les llama variables "de sujetos" para distinguirlas de las variables ambientales que pueden manipularse en un experimento. Lo que la correlación hace es afinar la descripción que uno hace de los datos. No proporciona ninguna prueba de relaciones causales, pero sí permite que el investigador haga predicciones acerca de la probabilidad de un suceso, dada la información sobre otro suceso y la correlación entre los dos. Por consiguiente, los procedimientos correlacionales son sencillamente recursos estadísticos para manejar los datos que da la observación. Además, nos

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permiten usar estructuraciones de un orden superior al hacer predicciones. Por ejemplo, una vez que sabemos que existen correlaciones elevadas entre, digamos, edad de menstruación, el arranque notable de crecimiento del adolescente y el desarrollo de las características del sexo, podemos hablar del ritmo de maduración en una forma más global y sabemos que el término tiene significado en el grado en que las correlaciones sean verdaderas. Lo que importa es ser muy claro con respecto a las definiciones operacionales de las tres medidas indicadas arriba como índice de "ritmo de ma-duración"; o tal vez uno quiera usar una combinación de las tres si dicha combinación tiene sentido. Se las correlaciones entre las medidas son lo suficientemente elevadas, puede uno dar por supuesto que la estructuración es un concepto global significativo.

Procedimientos experimentales

Un modo indudablemente más preciso y controlado de obtener información científica acerca del desarrollo del adolescente es la experimentación.

Básicamente, el experimento se distingue de la simple observación de dos maneras: por el control de las variables potenciales de estímulo y por la manipulación experimental de una variable independiente. Con esto, el experimentador puede luego evaluar el efecto de esta manipulación sobre la variable dependiente, es decir, puede valorar un comportamiento determinado del sujeto.

El método experimental se usa con mucha frecuencia en combinación con un diseño de variables del sujeto, seleccionando grupos que se sabe que difieren en alguna variable "interna" y exponiéndolos a un tratamiento experimental idéntico. Un excelente ejemplo de este procedimiento es el estudio sobre conformidad de Costanzo y Shaw (1966). En su estudio, a sujetos de cuatro diferentes edades (variable de sujeto) se les expuso a una serie de tarjetas, semejantes a las que usó Asch (1958), para medir la conformidad. Cada tarjeta contenía tres líneas de comparación y una línea estándar. El experimentador manipulaba la información que se daba al sujeto, a saber: respuestas erróneas que supuestamente habían dado otros tres sujetos que estaban siendo probados simultáneamente. La medida de conformidad era el número de intentos en los que el sujeto estaba de acuerdo con estas respuestas erróneas. Costanzo y Shaw encontraron que la conformidad aumentaba desde la niñez (7--9 años) hasta la adolescencia temprana (11-13 años) y que luego declinaba en los sujetos mayores de edad (15-17 y 19-21 años).

Lo bonito del método experimental está en el control que tiene el experimentador sobre la variable independiente, lo cual le permite identificar la condición antecedente necesaria de la respuesta del sujeto. En el ejemplo de arriba, la información errónea "fue la causa" de que los sujetos de un grupo de la misma edad dieran respuestas más conformes que los sujetos de grupos de más o de menos edad.

No sabemos a ciencia cierta por qué el enfoque experimental no se ha utilizado más en el área adolescente de la psicología del desarrollo. Tal vez sea porque las cuestiones principales como el desarrollo físico y la maduración sexual se han prestado bien para simples métodos estadísticos. Tal vez también se deba a que el conocimiento de los correlativos psicológicos de estos cambios no conduce más que a un análisis

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correlacional. Finalmente, es muy posible que las variables importantes del funcionamiento psicológico del adolescente sencillamente no se han especificado con la suficiente precisión como para permitir un uso óptimo de las técnicas experimentales.

Consideraciones éticas en la investigación con adolescentes Parece muy oportuno analizar en este momento algunas de las implicaciones

éticas que tiene la investigación con adolescentes. Recientemente, la American Psychological Association (1973) ha juzgado conveniente, después de mucha discusión, promulgar un código revisado de ética profesional que sirva de guía para los investigadores y psicólogos clínicos.

El código hace responsable a cada investigador de que los sujetos sean tratados humanamente, tanto por parte del mismo investigador como por parte de sus colaboradores y asistentes. Si algunos procedimientos poco usuales exigen una excepción a esto, el investigador está obligado a procurar consejo ético. A los sujetos se les debe informar acerca de cualquier circunstancia o condición que pueda influir sobre su decisión a participar en el experimento. Cuando la naturaleza del experimento exige el ocultamiento o el engaño, el experimentador está obligado a informar a sus sujetos sobre la razón de este modo de proceder. Tienen que respetarse los derechos de los sujetos a negarse a participar, y a ningún sujeto se le podrá coaccionar para que participe (por ejemplo, cuando el experimentador ocupa un puesto de poder). Las comunicaciones entre sujeto y experimentador deben explicar con toda claridad las obligaciones recíprocas que hay entre los dos. No se podrá tolerar ningún procedimiento que resulte nocivo para el sujeto o que le cause angustia, a no ser que el sujeto conceda este permiso de antemano. Una vez consumado el experimento, el investigador tiene la obligación de explicar a sus sujetos las razones que hubo para este modo de proceder. En el caso de que ocurran consecuencias indeseables e imprevistas, toca al investigador poner remedio a estos efectos inesperados. Finalmente, todo lo relacionado con el sujeto tiene que ser estrictamente confidencial.

¿En qué forma concreta guían al investigador con adolescentes los principios del código de la APA? ¿La edad de los sujetos impone ciertas consideraciones especiales? Sin género de duda, en nuestra opinión. En primer lugar, es muy necesario definir lo que significa "consentimiento bien informado"; esto quiere decir que los sujetos jóvenes deben tener un conocimiento claro, sin ningún tipo de ambigüedades, de lo que se les exige que hagan. En el caso de sujetos jóvenes (algunos dirían que todos los menores de edad), sus padres o tutores deben estar de acuerdo en que participen antes de que el investigador empiece el experimento. Esto supone que la naturaleza de los procedimientos deberá explicarse lo más plenamente que sea posible a los jóvenes y a los que tienen la responsabilidad de ellos.

Debido a la diferencia de edad entre el experimentador y los sujetos jóvenes, es especialmente importante proteger el derecho de estos últimos a negarse a participar sin experimentar ningún tipo de culpabilidad ni de incomodidad. En todos los casos, el material deberá mantenerse confidencial y siempre que se pueda deberá ser anónimo. Es decir, los datos deberán codificarse de tal manera que, aun cuando sean posibles los análisis de los individuos, la identificación de las respuestas de cada individuo en

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particular sea prácticamente imposible. Deberá protegerse constantemente la relación de confianza entre el experimentador y sus jóvenes sujetos.

Las consideraciones éticas que hemos mencionado son solamente un resumen breve para el estudiante que se interese en la investigación psicológica con nulos y adolescentes. Una exposición más amplia se puede encontrar en la obra Ethical Principies de que ya hablamos y que hacen suya los miembros de la American Psychological Association (1973), y en un borrador de trabajo más amplio de esos principios (American Psychological Association, 1972). Una excelente exposición de toda la cuestión sobre prácticas éticas en la investigación con niños se puede encontrar en un capítulo que escribió Hadke-Yarrow (1960) en el Handbook of Research Methods in Child Development. Finalmente, toda esta obra que acabamos de citar es una excelente fuente de conocimientos para el estudiante que se interese en la metodología de la investigación con niños.

RESUMEN Hemos visto en este capítulo que la adolescencia es un periodo de desarrollo

muy difícil de definir. Más aún, la naturaleza misma de la adolescencia implica cierta falta de claridad y resistencia . a cualquier definición. Por lo general, el término adolescencia se usa para referirse al periodo que media entre el inicio de la pubertad y el pleno logro del status de adulto en la comunidad.

En todos los tiempos, la adolescencia ha sido considerada como un fenómeno exclusivamente humano. Probablemente esto se debe a que la dispersión de los demás animales con respecto a la familia se verifica antes, o alrededor del tiempo en que se logra la madurez sexual. En los seres humanos, esto se da muy raras veces.

Las actitudes y estereotipos acerca de los adolescentes han sido y siguen siendo tan variados y opuestos como lo es el comportamiento de los mismos adolescentes. Uno de los primeros estudiosos de esta edad, G. Stanley Hall, suponía que todos los adolescentes experimentaban un periodo de "tormenta y de tensión (stress)" y este punto de vista prevalece todavía en la actualidad en gran parte de los escritos psicoanalíticos acerca de los adolescentes. Sin embargo, otros autores han encontrado que los adolescentes son pasivos y conformistas. Nosotros hemos sugerido que tal vez la noción de "identidad" como estructuración unificadora, puede ayudar a conciliar estas posturas opuestas que atienden sólo a ciertos segmentos de la experiencia adolescente. Dicho de otra manera, puede muy bien suceder que algunos adolescentes se conformen por exactamente la misma razón por la que otros adolescentes (o en algunos casos, los mismos adolescentes que se conforman) se rebelan -es decir, tanto la conformidad como la rebeldía pueden ser expresiones de la búsqueda de la identidad, la primera por medio de la identificación con otros, y la segunda por medio de la aserción de lo exclusivo de uno mismo.

Hemos sostenido que la cuestión de la identidad, que logró una prominencia extraordinaria en los escritos del psicoanalista Erik Erikson, es algo central en la adolescencia y que, por lo tanto, habrá de ser un tema orientador en todo este libro. Sin embargo, los capítulos que van a seguir también se apoyarán detalladamente en otras

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teorías. Las tres principales áreas que cubriremos son: desarrollo físico y sexual durante la adolescencia (capítulos 2 y 3); relaciones sociales dentro de la cultura, de la familia y del grupo de compañeros (capítulos 4, 5 y 6), y desarrollo cognoscitivo y desarrollo correlativo de valores (capítulos 7 y 8). Finalmente, analizaremos algunos de los problemas más serios de los adolescentes en el capítulo 9, y en el capítulo 10 concluiremos con una mirada retrospectiva muy breve, y luego nos asomaremos a las siguientes etapas del desarrollo humano.