Vaca de Castro contra Diego deAlmagro el mestizo

20
1 Luis Guzmán Palomino Corrupción, separatismo y comuna en el siglo XVI C omo la segunda guerra civil entre los conquistadores españoles del Perú se registra la lla- mada Guerra de Chupas, título además de un libro de Pedro de Cieza de León, que abarca desde los prolegómenos del ajusticiamiento de Francisco Pizarro, consumado el 26 de junio de 1541, hasta el triunfo del enviado real Cristóbal Vaca de Castro en la batalla que se libraría cerca de Huamanga el 16 de setiembre de 1542. En esos casi quince meses de conmo- ción iban a existir en el Perú dos gobernadores, el alzado Diego de Almagro el Mozo y el realista Cristóbal Vaca de Castro, a la vez que aún resistía en el reducto montañoso de Vilcabamba el líder patriota Manco Inca, cuyas simpatías estuvieron con los almagristas, al punto que poco faltó para que uniera con ellos sus fuerzas. Corrupción, separatismo y comuna en la guerra de Vaca de Castro contra Diego de Almagro el mestizo Luis Guzmán Palomino Cristóbal Vaca de Castro, al presentar un extenso informe al emperador Carlos V sobre su victoria en Chupas, hizo alusión a los comuneros de Castilla diciendo que en el Perú “convino hacer con (los almagristas) como hicieron vuestros gobernadores contra Juan de Padilla y comunidad” (Carta al Emperador, Cuzco 24 de noviembre de 1542).

description

Cristóbal Vaca de Castro, al presentar un extenso informe al emperador Carlos V sobre su victoria en Chupas, hizo alusión a los comuneros de Castilla diciendo que en el Perú “convino hacer con (los almagristas) como hicieron vuestros gobernadores contra Juan de Padilla y comunidad”

Transcript of Vaca de Castro contra Diego deAlmagro el mestizo

Page 1: Vaca de Castro contra Diego deAlmagro el mestizo

1

Luis Guzmán Palomino Corrupción, separatismo y comuna en el siglo XVI

Como la segunda guerra civil entre los conquistadores españoles del Perú se registra la lla-mada Guerra de Chupas, título además de un libro de Pedro de Cieza de León, que abarca desde los prolegómenos del ajusticiamiento de Francisco Pizarro, consumado el 26 de

junio de 1541, hasta el triunfo del enviado real Cristóbal Vaca de Castro en la batalla que se libraría cerca de Huamanga el 16 de setiembre de 1542. En esos casi quince meses de conmo-ción iban a existir en el Perú dos gobernadores, el alzado Diego de Almagro el Mozo y el realista Cristóbal Vaca de Castro, a la vez que aún resistía en el reducto montañoso de Vilcabamba el líder patriota Manco Inca, cuyas simpatías estuvieron con los almagristas, al punto que poco faltó para que uniera con ellos sus fuerzas.

Corrupción, separatismo y comuna en la guerra de Vaca de Castro contra Diego de

Almagro el mestizoLuis Guzmán Palomino

Cristóbal Vaca de Castro, al presentar un extenso informe al emperador Carlos V sobre su victoria en Chupas, hizo alusión a los comuneros de Castilla diciendo que en el Perú “convino hacer con (los almagristas) como hicieron vuestros gobernadores contra Juan

de Padilla y comunidad” (Carta al Emperador, Cuzco 24 de noviembre de 1542).

Page 2: Vaca de Castro contra Diego deAlmagro el mestizo

2

Cantuta nº 17 2009

Vaca de castro, comisionado de la corrupción

Fue uno de los principales miembros del Consejo Real, el cardenal Loayza, quien tuvo mucho que ver en el nom-bramiento del inescrupuloso licenciado Cristóbal Vaca de Castro como juez encarado de arbitrar los asuntos del Perú. A este cardenal Loayza el prestigioso historiador es-pañol Juan Pérez de Tudela lo calificó de “presunto co-hechado de Pizarro”, porque “no escogió para aquel des-empeño arbitral a alguien de quien pudiera esperarse in-dependiente rectitud, sino al-guien que fuera precisamente aleccionable, al menos sobre dos puntos tan graves como eran éstos que declaraba el fraile prelado en su carta a Vaca de Castro, el agraciado con la elección: la bondad de Francisco Pizarro y el alto precio que podría obtenerse de la comisión” (Pérez de Tu-dela, 1963: XXIX). Una carta escrita por el cardenal Loayza a Vaca de Castro prueba no solo el decidido apoyo ofi-cial a Pizarro sino sobre todo la fortuna que podía amasar Vaca de Castro en el desempe-ño de su comisión en el Perú (Porras, 1959: 386-387). Esa misiva, fechada en Madrid el 27 de agosto de 1540 decía a la letra:

“Muy noble señor:En la provincia del Perú

ha habido algunos desórde-nes, y estando pocos días ha con la na. Ce. En presencia del Señor Comendador ma-

yor, comenzamos a hablar en enviar una persona allá que fuese calificada en virtud, cordura y letras, y el Empe-rador señaló para ello a uno del Consejo Real; y porque le faltaba una cosa se dejó; yo entonces dije a Su Majestad el valor de vuestra persona y cómo estaba seguro si os enviase allá que toda aquella tierra se pondría en orden y en razón y en servicio de Dios y de Su Majestad; el tercero como quien él es, habló tan-to a favor vuestro como yo y así sin atar ninguna cosa nos partimos mandándome así que yo pensase en la persona;

parecióme señor el serviros de mi mano en esta cosa para que me aviséis si os atrevié-rades a la empresa, el camino es largo y trabajoso.

Lo que allá se ha de hacer, es informaros, Señor, de todo lo que ha pasado y castigar a los malhechores, juntamente con el Gobernador Francisco Pizarro, hacer guardar las instrucciones que del Consejo son enviadas y en otras mu-chas particularidades que al tiempo se dirá. El salario será bueno. El gobernador Fran-cisco Pizarro, creedme a mí, Señor, que es un bendito hombre, y que con él haréis

Page 3: Vaca de Castro contra Diego deAlmagro el mestizo

3

Luis Guzmán Palomino Corrupción, separatismo y comuna en el siglo XVI

lo que al servicio de Dios y del rey conviene, no menos que si fuéredes solo.

Ahora diré mi parecer, que atento a que de esa Audiencia no se hará sino pobreza para los hijos, y que en la jornada no se pueden gastar más de tres años, y que en esto podreís, Señor, traer dineros, y que venido es de creer que os quedaréis en uno de estos Consejos Reales, me parece ajeno de razón que penséis en la materia y me escribáis vuestra determi-nación; no tengo más que escribir sino que ruego a Dios os de Señor lo que yo os deseo.

De Madrid a veinte y siete de agosto de mil y quinientos cuarenta años. A lo que así man-dares. Fray Cardenal Hispalensis”.

Actuar “juntamente con el Gobernador Francisco Pizarro”, para “castigar a los malhe-chores” (se infiere, a los almagristas), porque “el Gobernador Francisco Pizarro… es un ben-dito hombre”, y se le pagaría la comisión con buen salario, a lo que podrá agregar otros “di-neros” al volver a España, donde le esperaría un puesto en el Consejo Real de Indias. Ante todo este cúmulo de pruebas de corrupción, ¿tendría que agregarse algo más?

Vaca de castro Vino al perú para salir de pobre

Sin embargo, Vaca de Castro, temeroso de lo que le pudiera suceder en un país tan con-vulsionado como el Perú, aun se hizo de rogar, hasta que otra misiva del cardenal Loayza, fe-chada en Madrid el 19 de setiembre de 1540, terminó por convencerlo, al prometérsele que la misión en el Perú, que él por su provecho “había inventado”, lo sacaría de la pobreza en que se encontraba, siempre que favoreciese los intereses del rey y los de Francisco Piza-rro, ya que con ello lograría no solo hacerse de “dineros en buen número”, sino de un puesto en el Consejo Real de Indias, asegurando de esa manera la fortuna de sus herederos (Po-rras, 1959: 251). Tales ofrecimientos apare-cen detalladamente consignados en esa misi-va, cuyo tenor es el siguiente:

“Muy noble señor: Recibí dos letras vuestras y la más breve

mostré al señor Comendador mayor y pareció-

le como aun discreta, breve y compendiosa, y así le pareció al señor Samano y al Licenciado Juan Xuárez, porque a otro no se ha mostrado. Señor, ya os escxribí que por vuestro prove-cho, había inventado este vuestro camino por-que hoy estáis aunque con honra, con mucha pobreza, que para vuestros hijos vale poco; paréceme que será bien como señor decir que escribáis señalando de allá lo que es menester que se haga con vuestra persona y de este pa-recer es el señor Comendador mayor; pero es bien Señor que estéis advertido que nadie en-tienda el negocio porque estáis delicado, como hablar en casamiento de hija.

Lo que en el Perú habéis Señor de hacer es tomar cuenta de toda la hacienda del Rey, informaros de lo que ha sucedido entre Pi-zarro y Almagro, y conforme a virtud atraer la verdad del hecho; juntaros con el Gober-nador para que examinéis el tratamiento de los indios y deis orden en lo porvenir; hacer discreción de la tierra para que acá se entien-da con vuestro parecer cómo se podrán partir las diócesis y el buen gobierno de las ánimas. Llevaréis autoridad entera para cobrar lo que a Su Majestad se debiere y para castigar los males pasados en las diferencias de Almagro y Hernando Pizarro, hermano del Gobernador Francisco Pizarro; también señor con vuestra prudencia atenderéis en cómo lo hace y ha he-cho el dicho Gobernador, porque puesto que tengamos de él mucha buena opinión, todavía de vuestra cristiandad quiere el Emperador in-formarse. En fin, Señor, según el Gobernador y Marqués Francisco Pizarro es virtuoso y bien acondicionado, es de creer, sin duda, que estando vos, Señor, presente, no se mo-verá contra vuestro parecer y seguirá vuestro voto como si yo se lo diese; y puesto que esto sea así y en aquel nuevo Mundo no se haya de tener en paz este cargo, no me parece que se ha de tener la vista puesta en solo él sino que pensemos que esta jornada serviréis mu-cho a Dios y a vuestro Rey y ahorraréis hecha la costa, dineros en buen número para vues-tra casa y sobre esto pasados tres años que se gastarán en ir y volver no os dejarán volver a

Page 4: Vaca de Castro contra Diego deAlmagro el mestizo

4

Cantuta nº 17 2009

ese purgatorio de la Cancillería y quedaréis, Señor, en uno de estos Consejos del Rey, que es el fin de un letrado casado que entra a ser-vir a Su Majestad.

No tengo más que decir sino que os deseo Señor todo el bien, y que escribáis lo que os parece que se debe pedir, porque entonces podremos decir a Vuestra Majestad vuestro deseo y derramarle de ahí adelante a donde conviniere, y haced Señor, como os pongáis en lo honesto y no podía ser otra cosas, pues ha de hacer de vuestra prudencia y virtud.

Nuestro Señor os dé salud y larga vida para que podáis dejar ricos a vuestros hijos. De Madrid a diez y nueve de setiembre de mil quinientos y cuarenta años. A lo que Su Seño-ría mandare. Fray G. Cardenalis Hispalensis”.

Así, pues, “el licenciado traía consigo co-rrupción sobrada y de la clase más escogida: la del fariseo devoto y ambicioso” (Pérez de Tudela, 1963: XXXII). Algún tiempo después, al decretarse la visita del Consejo de Indias como derivación de las Nuevas Leyes de In-dias, se pondría al descubierto “la corrup-ción del presidente cardenal don fray García de Loayza y de los consejeros doctor Beltrán y don Juan Suárez de Carvajal, obispo de Lugo” (Pérez de Tudela, 1963: XXXIV). Nótese la presencia protagónica del alto clero en las decisiones del Estado, lo que también iba a ocurrir en el Perú.

cuestión de defensa propia

De alguna forma los almagristas llegaron a sospechar que el comisionado regio estaba inclinado a los Pizarro, y el rumor que luego se propaló sobre que Vaca de Castro había su-frido un percance en su travesía marítima, los terminó por desmoralizar. Francisco Pizarro, aunque sabiendo que contaba con la bendi-ción del Consejo Real, se mostraba receloso y su círculo más cercano le recomendaba acabar con los sobrevivientes del almagrismo, para mayor seguridad. Entonces fue que éstos, nu-cleados en Lima en torno de Diego de Almagro El Mozo, decidieron ponerse a buen recaudo para evitar ser eliminados.

Fue una cuestión de defensa propia, más que un plan de venganza como se esmeraron en hacernos creer los historiadores tradicio-nales, destacando entre ellos, como el más imaginativo, Raúl Porras Barrenechea, quien al referirse a los “asesinos” de Pizarro, su héroe paradigmático, los tildó de codiciosos, descontentos, impetuosos, hombres de mala lengua, enconados, vengativos, villanos, tur-bulentos y toda una retahíla de calificativos pretendidamente infamantes, llegando al ex-tremo de escribir que a muchos almagristas “se les conocía por el apellido o por el mote, rostros patibularios, malas trazas (y) torvos gestos” (Porras, 1978: 595).

A falta de argumentos, pura hojarasca, su-cesión de entrecomillados sin señalamiento de procedencia, lo que los invalida, versión que más que historia es novela, fábula y cuen-to, pero de dudosa calidad, al estilo del tam-bién desechable Ricardo Palma, quien en sus tradiciones no hizo sino transcribir crónicas y otros documentos, parafraseándolos y dándo-les el sesgo propio de su vocación hispanista, con ínfimo aporte propio.

Para muestra de la “historia” fraguada por Porras, será más que suficiente leer este pá-rrafo: “Mientras los codiciosos y los tahúres arruinados, que formaban el bando de Alma-gro traman la muerte de Pizarro para apode-rarse del poder y de la riqueza del Perú, el vie-jo descubridor solo está atento al crecimiento de los árboles y sigue ilusionado el reverdecer de las hojas y el brote dorado de los frutos… Colonizador, fundador, sembrador, sus enemi-gos le matan al día siguiente de que en su huerto han madurado las primeras naranjas” (Porras, 1979: 599). Por desgracia, Porras ha orientado mucho de lo producido por los his-toriadores de la segunda mitad del siglo XX.

aVatares del almagrismo

Aunque derrotado en la guerra de Las Sa-linas, parte del almagrismo sobrevivió al de-sastre, pero sumido en la miseria más espan-tosa, pues Francisco Pizarro, influenciado por algunos de sus cortesanos y principalmente

Page 5: Vaca de Castro contra Diego deAlmagro el mestizo

5

Luis Guzmán Palomino Corrupción, separatismo y comuna en el siglo XVI

por su joven y ostentoso secretario Antonio Picado, lo quiso “extinguir por inanición” (Pé-rez de Tudela, 1963: XXVII). Un extenso infor-me del Tesorero Manuel de Espinal al empera-dor, fechado en Lima el 15 de junio de 1539, describía patéticamente la situación de los almagristas: “… los desventurados de Chile, que descubrieron, conquistaron y pacificaron la tierra a su costa, adeudándose en grandes sumas de pesos de oro para mejor os servir, y debiéndolas hoy en día, muertos de hambre, hechos pedazos y adeudados, andando por los montes desesperados por no aparecer entre gentes, porque no tienen otra cosa que se ves-tir sino ropa de los indios, ni dineros con que lo comprar, aguardando el remedio de V. M. Certifico a V. M. que es cosa de haber mucha lástima y compasión: por amor de Dios, V. M. lo remedie con brevedad enviando a esta tierra justicia, cual convenga, que la ponga en con-vierto y razón, porque no se diga lo que hasta hoy aquí dicen que han dicho estos Pizarros, que por dineros, que tienen muchos, V. M. les perdonará las culpas y delitos que han cometi-do” (Porras, 1959: 365). Quien más provocaba lástima, a la vez que respeto, era el joven hijo mestizo del infortunado Adelantado, de nom-bre también Diego y de sobrenombre El Mozo. Su apoderado Diego de Alvarado había mar-chado a España, burlando la vigilancia que sobre él dispusieran los Pizarro. Y próximo a llegar a la mayoría de edad, el joven mestizo pensó hacerse con la Gobernación de la Nueva Toledo, que su padre le legara por testamento. Pero la pasaba muy mal en Lima, por lo cual Espinal pedía al rey se le ayudara: “Acuérde-se S. M. de este huérfano hijo de don Diego de Almagro, remunerando en él los muchos y grandes servicios que su padre hizo a V. M. en estas partes tanto tiempo, y lo que siempre trabajó por la aumentación de vuestra Real Corona y patrimonio; y pues que de tan buen vasallo ha habido muy gran noticia en todas las Indias y en toda vuestra España y reino, justo será que la haya del galardón y merce-des que V. M. a su hijo hiciere en recompensa de ello, y no permita que un punto se pierda

la fama y honra de este vuestro Gobernador y criado, que tanto os sirvió” (Porras, 1959: 365-366).

Contrariando el parecer de muchos, Piza-rro, nada hizo por remediar la situación de los almagristas, quienes además de padecer ham-bre debían soportar con frecuencia las burlas de cortesanos que delante de ellos alardeaban de sus riquezas. Acreció con ello el rencor de los almagristas, que fueron congregándose en Lima procedentes de diversas regiones del país donde habían vivido escondidos, princi-palmente de Charcas y el Cuzco. Durante un tiempo Pizarro consintió la cercana presencia del joven Almagro, a quien se dice acogió en su casa, tal vez para vigilarlo mejor pues no le quiso reconocer derecho a herencia alguna, abandonándolo luego a su suerte. Soldados leales a su padre, entre ellos el vasco Juan de Rada, lo acogieron entonces, sobreviviendo a duras penas.

Abundando en detalles sobre la miseria de los almagristas, en lo que se basa el historia-dor español Pérez de Tudela para sustentar que Pizarro tuvo en mente exterminarlos por inanición, Cieza de León, cronista digno de todo crédito, refiere lo siguiente: “Y en este tiempo los de Chile pasaban muy grandísima necesidad y andaban por los pueblos de los indios porque les diesen de comer, desnudos y con mucha miseria; y como todos sabían que don Diego estaba en Los Reyes, abajaban de las Charcas y Arequipa y del Cuzco para venirlo a buscar diciendo que Su Majestad lo hacía mal con ellos en no proveer de juez con-tra el Marqués; y los que estaban en Los Re-yes no pasaban menos necesidad que los que estaban arriba, porque ya el Marqués había muchos días que había mandado salir fuera de su casa a don Diego y aunque después es-tuvo en las casas de Francisco de Chaves (el pizarrista, pues hubo otro del mismo nombre en el bando de Almagro) le echaron también de ellas; y Juan de Rada y Juan Balsa, cria-dos viejos de su padre, le buscaron adonde estuviese. Y allegáronse a él treinta o cuaren-ta de los que habían seguido al Adelantado

Page 6: Vaca de Castro contra Diego deAlmagro el mestizo

6

Cantuta nº 17 2009

y padecían gran necesidad, y el Gobernador de ninguna cosa les mandaba proveer ni se acordaba que sin Almagro él no fuera lo que era ni llegara a tener el mando y ser que tenía; y los de Chile pasaron su miseria como ellos podían” (Cieza, 1994: 61).

Lo que siglos más tarde copió Ricardo Palma en alguna de sus tradiciones, lo rela-tó puntualmente el llamado Príncipe de los Cronistas como historia real: “Estaban en esta ciudad de Los Reyes en aquel tiempo el capitán Juan de Saavedra, y Francisco de Cha-ves, y Cristóbal de Sotelo, y Saucedo, y Juan de Rada, y don Alonso de Montemayor, y el contador Juan de Guzmán y otros amigos vie-jos del Adelantado; y Juan de Rada entendía en buscar cómo ellos y don Diego se pudiesen sustentar, y acaecía entre diez o doce de ellos no tener más de una capa, y cuando salía uno con ella cubierto los otros se estaban en casa quedos y la capa nunca dejaba de servir” (Cie-za, 1994: 61-62).

la maldad de los pizarristas

En Lima hubo quienes se compadecieron de los almagristas, especialmente Domingo de la Presa, de cuya estancia se abastecieron hasta que aconteció la muerte de este bene-factor. Pizarro agravó la situación al ceder esa estancia a su hermanastro Martín de Alcánta-ra, dejando a los almagristas en desesperante pobreza. Otro de los opositores del almagris-mo fue el inescrupuloso obispo Valverde, que reclamó también a Pizarro el otorgamiento de esa estancia. De cualquier forma, los alma-gristas se vieron privados de la chacra que les proporcionara productos de pan llevar y esto hizo que algunos se radicalizaran, aunque la mayoría siguió soportando sus muchas penu-rias con la esperanza de que tarde o temprano llegara de España el juez en el que aún cifra-ban sus últimas esperanzas.

Al respecto, Cieza de León consigna esta puntual referencia: “Por las cartas que se ha-bían escrito de España se sabía y era público en la ciudad de Los Reyes la venida de Vaca de Castro por juez, y los de Chile no veían ya

la hora que verlo en el reino para pedir justi-cia sobre la muerte que habían dado al ade-lantado don Diego de Almagro. Y pasaban muy grandísima necesidad y el Marqués en ninguna cosa remediaba su fatiga, antes te-nía una estancia y heredad con unos indios -que ya dijimos habérsela dado Domingo de la Presa o vendido a don Diego- y sucedió que Domingo de la Presa murió en este tiempo y Francisco Martín de Alcántara, hermano del Marqués, pidiósela; y aun sobre ello hubieron palabras porque el Obispo, según decían, pre-tendía para sí la estancia, y en conclusión, el marqués la dio a Francisco Martín y la quitó a don Diego. Cosa por cierto muy mal hecha y no conforme al merecimiento que don Diego, por respeto de su padre, tenía y merecía, que tanto en aqueste reino había trabajado y mos-trádose en el servicio del Rey. Y como de ella se proveían de maíz y de otras cosas convenien-tes al servicio de la casa donde todos vivían, sintieron la falta en tanta manera que el mozo don Diego era compasión oír lo que decía y quejarse de la crueldad que el Marqués con él usaba. Juan de Rada, criado que había sido de su padre, por todas las vías que podía busca-ba con qué sustentar a don Diego y a los que le acompañaban, que andaban muy pobres; verdad sea que el Marqués por hacer amigos algunos de ellos envió a decir a los capitanes Juan de Saavedra, Cristóbal de Sotelo y Fran-cisco de Chaves que les quería dar indios de repartimiento con que pudiesen a su placer vivir, y ellos y aun otros algunos hacían de tal promesa burla diciendo que antes querían mo-rir de hambre que tener de comer por la mano del Marqués” (Cieza, 1994: 93-94). Conside-rando la calculada maldad de Pizarro, es posi-ble que los ofrecimientos de los que hizo men-ción Cieza, fueran solo una nueva burla de las tantas que se jugó con el almagrismo. Por citar un caso, poco antes había desconocido la primera fundación de Huánuco hecha por los almagristas al mando de Gómez de Alva-rado, quien había aceptado la misión “viendo la tardanza que había en España en proveer justicia” y por hallar con qué sustentarse él y

Page 7: Vaca de Castro contra Diego deAlmagro el mestizo

7

Luis Guzmán Palomino Corrupción, separatismo y comuna en el siglo XVI

”algunos de los de Chile, amigos suyos, y que habían sido soldados viejos en el reino; y con ellos se partió a las provincias de Huánuco, y en la parte que le pareció tener más aparejo para sustentarse la nueva población que ha-bía de hacer la fundó, nombrando por alcaldes a Diego de Carvajal y Rodrigo Núñez, maestre de campo que fue de Almagro el Viejo” (Cie-za, 1994: 60-61). Este avance del almagrismo desagradó a varios vecinos de Lima y de otras ciudades afines al pizarrismo, acatando cuya protesta “todo lo que hizo Gómez de Alvarado se dio por ninguno y el Marqués mandó a un Pedro Varroso que fuese a entender en las co-sas de aquella provincia” (Cieza, 1994: 61).

lo que reclamaba almagro el mozo

Fue esa burla la que determinó que se pu-siesen en comunicación los sobrevivientes del almagrismo, acordando reunirse en Lima en torno al joven Almagro, cuya vida estaba en peligro puesto que nunca dejó de reclamar lo que consideraba suyo, como consta en esta carta que envió desde Lima a la Audiencia de Panamá, diciendo: “…en esta tierra se me de-bía algún mando, pues el Adelantado, mi se-ñor, que haya gloria, la descubrió y conquistó con muchos gastos y derramamiento de san-gre de su persona… (y) siempre tengo creído que S. M., como señor agradecido, me hade dar galardón de los muchos servicios que mi padre le hizo, confirmándome la merced que a él y a mí después de sus días concedió, pues tan justase me debe” (Porras, 1959: 432).

Como hemos ya visto, las esperanzas del joven Almagro eran ya pura ilusión, pues para entonces la corona había condenado al viejo Almagro, incluso antes de conocer su derrota en Las Salinas, y por ende, al tenerle como rebelde y traidor, había desconocido también la existencia de la Nueva Toledo, hablando ahora solo de la Provincia o Gobernación del Perú. Los documentos de la época dejan ver muy a las claras que el joven Almagro no tuvo en mente sublevar todo el Perú sino solo que se respetasen sus derechos sobre la Nueva To-ledo, a donde pensaba llevar a todos sus par-

tidarios. Pero el proceder de Pizarro negándole todo precipitó los hechos de otra muy distinta manera.

mecanismo de defensa y no proyecto de Venganza La conjura almagrista, mecanismo de de-

fensa y no proyecto de venganza, para nadie fue un secreto. Se supo que se armaban secre-tamente y un día se vio colgados en la picota de la plaza tres cordeles dirigidos a las casas de Pizarro, del secretario Picado y del alcalde Velásquez. Los anuncios eran incluso impru-dentes. Sin embargo, cegado por la soberbia y el orgullo, poco hizo Pizarro por tomar las providencias del caso, contentándose un día con llamar a su palacio a Juan de Rada, para prevenirle que no tornase una actitud de la cual luego pudiera arrepentirse. Replicó el almagrista con altivez que si sus compañe-ros compraban armas era para defender sus vidas. La pasividad de Pizarro pudo ser apa-rente, ya que varios documentos indican que tuvo en mente la eliminación de todos los al-magristas. Fue por ello que encarando a Pi-zarro, el temerario Juan de Rada le dijo. “Nos dicen y es público que vuestra señoría recoge lanzas para matarnos”. A lo que Pizarro con-testó con cinismo calculado: “Plega a Dios, Juan de Rada, que venga el Juez y Dios ayu-de a la verdad y estas cosas hayan fin”. Esta declaración era una muestra de que confiaba en Vaca de Castro, sabiendo que lo enviaba el Consejo Real para apoyarlo en su pugna con los almagristas.

muerte de francisco pizarro

Hubo algunos almagristas que se esperan-zaron en llegada de Vaca de Castro, pero como éste tardara y se difundiera el rumor de que Pizarro los asesinaría a traición, la mayoría decidió finalmente la muerte del marqués, fi-jándola para el 26 de junio de ese 1541. Ese domingo, pensaban, Pizarro iría a la catedral a escuchar misa y a su regreso le tenderían una emboscada. Parece que uno de los cons-piradores, Francisco de Herencia, comunicó el plan a un clérigo, de apellido Henao, el cual

Page 8: Vaca de Castro contra Diego deAlmagro el mestizo

8

Cantuta nº 17 2009

-violando el secreto de confesión- no vaciló en presentarse ante el gobernador para prevenir-le. Dice la crónica que Pizarro no dio mayor importancia al aviso, limitándose a comentar: “este clérigo, obispado quiere”.

Pero la víspera del 26 de junio se presentó en palacio un paje muy nervioso, informan-do al marqués que en toda la ciudad corría el rumor de que los almagristas se apresta-ban a dar el golpe y que muy pocos alzaban la voz en público para defender a Pizarro. Ello era verdad, porque a la sazón el gobernador había perdido popularidad entre la mayoría de los españoles del Perú, manteniendo sólo la adhesión de la minoría privilegiada de en-comenderos. Algo debió alarmar a Pizarro la última denuncia, pues la mañana del 26 de junio lo primero que hizo fue llamar al alcalde Velásquez y ordenarle proceder contra los al-magristas. Pizarro no quiso ya concurrir a la iglesia, ordenando la celebración de la misa en palacio, donde luego recibió a varios cor-tesanos. Ante ello, los almagristas creyeron haber sido descubiertos y tuvieron un mo-mento de incertidumbre; pero oportunamente se presentó entre ellos Pedro de San Millán, diciéndoles que estaban próximos a ser presos y descuartizados. Esto terminó de decidirlos y en número de veinte, encabezados por Juan de Rada, salieron a la plaza gritando: “iViva el Rey y muera el tirano!”.

Acompañando al marqués se hallaban su hermanastro Martín de Alcántara, el obispo de Quito Garci Díaz, el alcalde Velásquez, el veedor García de Saucedo, el capitán Francis-co de Chávez y otras quince personas, además de los pajes y criados. En medio de ellos se presentó Diego de Vargas, anunciando que los almagristas avanzaban hacia palacio. La ma-yoría de cortesanos solo atinó a fugar, cada cual por su cuenta. Y sólo quedaron con Piza-rro su hermanastro, el capitán Chávez, Juan Ortiz de Zárate, Gómez de Luna, dos pajes y dos criados. Chávez recibió la orden de cerrar las puertas, pero en vez de hacerlo esperó la llegada de los conjurados, pensando detener-los con reconvenciones; vano intento, pues lo

tendió una estocada, mientras prorrumpían los almagristas en la sala. Pizarro, apenas armado, intentó desesperada defensa, viendo caer en torno suyo a Alcántara, Ortiz, Gómez y los pajes. Entendiendo Rada que demorar más tiempo podría resultarles fatal, empujó a uno de los suyos, Narváez, que vino a clavarse en la espada del marqués, momento que apro-vecharon los demás para asestar el golpe de muerte: una estocada en la garganta derribó a Pizarro y varias otras terminaron con sus fuerzas; finalmente uno de los almagristas cogió una alcarraza impactándola en la frente del marqués ya caído, consumándose así su eliminación.

pruebas de la corrupción y tránsito inicial al se-paratismo

Al apoderarse del archivo de palacio, los al-magristas hallaron documentos que probaban el pacto de colaboración existente entre Piza-rro y los Consejeros Reales. Entonces, “pudie-ron comprobar hasta qué punto era estrecha la coyunda entre Pizarro y el binomio supremo Loayza-Cobos” (Pérez de Tudela, 1963: XXIX). Con justificada razón los golpistas reafirma-ron entonces su convencimiento de que nada beneficioso podían esperar de Vaca de Castro. Y nació en varios de ellos la idea de oponerse con las armas a toda autoridad que viniese de la península. Además, consideraron acer-tadamente que el gobierno metropolitano ja-más les perdonaría el haber dado muerte a su representante en la colonia. Algunos, incluso, propusieron crear un gobierno independien-te del imperialismo español; pero hasta que se les considerase efectivamente rebeldes, la mayoría aprobó mantener fidelidad a la coro-na. Un cronista muy inclinado a los Pizarro, el fraile mercedario Pedro Ruiz Naharro, au-tor de una poco conocida Relación, fue muy rotundo al señalar el tinte separatista del al-zamiento, anotando que se intentó reconocer al joven Almagro como nuevo Rey del Perú: “Luego que mataron los conjurados al mar-qués don Francisco Pizarro, levantaron por gobernador, entre tanto que S. M. otra cosa

Page 9: Vaca de Castro contra Diego deAlmagro el mestizo

9

Luis Guzmán Palomino Corrupción, separatismo y comuna en el siglo XVI

ordenaba, al dicho D. Diego de Almagro, que él y los suyos tiranizaron la tierra con inten-ción dañada de hacerle Rey y señor absoluto de ella” (Ruiz Naharro, 1855: 254-255).

Respecto a ese tránsito inicial hacia el se-paratismo, un acreditado historiador español ha escrito: “Si desde atrás la actitud de los al-magristas declinaba necesariamente hacia el repudio de los gobernantes peninsulares, que tan siniestro rostro les habían hecho, ahora su enemiga tenía que ser acérrima contra ‘aque-lla codicia frailesca y conciencia de teólogo’ que sentían encarnada en el cardenal Loayza. De ello a pensar incluso en la independencia frente al monarca no había más que un paso. Un paso que la época, sin embargo, no exigía dar: como antes los comuneros y después los gonzalistas, a los seguidores de don Diego El Mozo les bastaba con gritar su rebeldía contra el mal gobierno representado por el cardenal y proclamar su fidelidad al rey” (Pérez de Tude-la, 1963: XXIX-XXX). Si en ello se parecieron a los comuneros de la convulsionada España de 1520, correrían su misma suerte, porque ese mal gobierno tenía el aval del rey al que proclamaban fidelidad, rey que por tanto los condenaría por rebeldes. Incluso antes de que perpetraran el magnicidio del 26 de junio de 1541, la corona había decretado ya que se les eliminara, pues con esa expresa misión había enviado a Vaca de Castro, quien “en vez de haber actuado como verdadero juez entre las partes en pugna, se había unido a los piza-rristas con el preconcebido designio de arrui-nar a Almagro El Mozo y a sus seguidores” (Pérez de Tudela, 1963: XXX).

el efímero gobierno de almagro el mozo

De cualquier forma, el joven mestizo Diego de Almagro fue proclamado Gobernador del Perú. A los trescientos almagristas de Lima se sumaron pronto gran número de soldados, quienes -carentes de fortuna- buscaron con el apoyo mejorar su suerte. El nuevo gobierno ejerció alguna represión sobre los más odia-dos pizarristas, pero la mayoría de éstos logró huir por mar; ausentes, sus casas fueron sa-

queadas. El secretario Picado, antes de ser de-capitado, padeció los tormentos a que se hizo acreedor por sus abusos. El obispo Valverde y el alcalde Velásquez tuvieron suerte parecida, pero no en Lima sino en Puná, donde captura-dos por los nativos fueron ajusticiados. Otros connotados pizarristas como Illán Suárez de Carbajal, Francisco de Godoy, Nicolás de Ri-bera, Diego de Agüero, Jerónimo Aliaga y Ro-drigo de Mazuelas, fueron puestos en prisión. El Cabildo de Lima fue obligado a reconocer el nuevo orden y se enviaron emisarios a las otras ciudades a efecto de conseguir lo mis-mo. Huamanga, Trujillo, Arequipa y el Cuzco se plegaron pronto al alzamiento.

Nombró Almagro por su teniente a Cristo-bal de Sotelo y escribió a Alonso de Alvarado -a la sazón en San Juan de la Frontera de los Chachapoyas- solicitándole adhesión. Siendo este Alvarado un personaje de innegable in-fluencia, fue un duro golpe para el almagris-mo que proclamase su oposición. Al igual que otros ricos encomenderos, el conquistador de Chachapoyas decidió ponerse a las órdenes de Vaca de Castro para iniciar la reacción realis-ta. Convertidos por Pizarro en los dueños del Perú, esos privilegiados consideraron que el acceso del mestizo al poder no tardaría en da-ñar sus intereses.

Almagro tuvo a bien hacer públicas las ra-zones de su alzamiento y anunció un plan de gobierno en servicio de todos los pobladores del Perú. Criticó severamente el mal gobierno que imperó bajo la égida de los Pizarro y tuvo severas frases de condenación para Valverde, el representante del poder religioso, por lo que hizo y por lo que no hizo ese obispo. El mesti-zo señaló que Valverde “jamás tuvo fin ni celo al servicio de Dios ni de las cosas de nuestra santa fe católica, ni menos en entender en la paz y sosiego de estos reinos, sino a sus in-tereses propios, dando mal ejemplo a todos”.

el almagrismo y la situación de los indígenas No es del todo aventurado sospechar que

el almagrismo insurgente pretendiese since-ramente la formación de una verdadera na-

Page 10: Vaca de Castro contra Diego deAlmagro el mestizo

10

Cantuta nº 17 2009

ción peruana, no sólo para beneficio de los conquistadores, sino también en defensa de la población nativa, porque sus postulados no estuvieron muy a la zaga que los lascasianos, y tal vez con una mejor dosis de pragmatismo. El tesorero Manuel de Espinal, notable alma-grista, tuvo el coraje de escribir lo que verda-deramente sucedía en el Perú de los Pizarro: “Esta tierra está muy maltratada y los natu-rales de ella muy destruidos y robados, porque ha habido muy gran behetería en ella”. Ahora bien, los defensores de la población indíge-na peruana en esos años fueron, casi todos, militantes o simpatizantes del almagrismo. Y en ello influenció mucho Almagro el Viejo, quien en los últimos años de su vida justificó en parte la rebelión incaica, no obstante que mutuos recelos impidieran su entendimiento con Manco Inca.

Almagro, que en toda su experiencia ante-rior, desde Centroamérica hasta Chile, no tuvo escrúpulos en dirigir o participar en ranchea-mientos y masacres, al final de su vida em-pezó a mostrarse como defensor de los abo-rígenes del Perú, por lo cual muchos de ellos lloraron su muerte. Tal vez esa comprensión por el nuevo mundo se vigorizó viendo crecer a su hijo mestizo, porque a la verdad “lo quiso como a sus entrañas”, al decir de Alonso En-ríquez de Guzmán, albacea de uno y protector del otro. En Almagro el Mozo se manifestaría con mayor nitidez esa posición pro indígena, quizá porque sintió palpitar en su interior su mitad de sangre indígena. Así, tras ganar el apoyo del acomodaticio Paullo Topa, buscó un acercamiento a Manco Inca, reconociendo las razones que había tenido para desatar su lu-cha libertaria. En carta a los oidores de Pana-má, despachada desde la Ciudad de los Reyes el 8 de noviembre de 1541, denunció que “a los naturales comarcanos van disipándoles y destruyéndoles, quitándoles contra su volun-tad sus hijos y mujeres y ganados y comidas, que es cosa lastimosa de oír. Y muchos de ellos, no pudiendo sufrir tan malos tratamien-to como se les hacen, se vienen a donde yo estoy a que los favorezca” (Porras, 1959: 433).

Consta en un documento que Almagro el Mozo tuvo en mente remediar esa situación, proponiendo un cambio: “Es tiempo de que la tierra, españoles y naturales -escribió- no re-ciban más alteración, pues no pretenden sino sosiego y quietud”. Por eso en 1541 los pocos espíritus sanos del Perú se esperanzaron en el mestizo, “porque todos le querían bien, así cristianos como indios”. Para ganarse a Man-co Inca, el Mozo le recordaría que su padre castigó en el Cuzco a los pizarristas que impi-dieron la alianza entre ellos, habiendo sido el primero en prohibir los rancheamientos, con lo que se ganó el odio mortal de los ricos en-comenderos. Además, no obstante contar ya con el apoyo de Paullo, reconoció en Manco su calidad de “señor natural de estos reinos”, tal como lo informó el Cabildo de los Reyes a la Audiencia de Panamá, el 15 de junio de 1541: Almagro, instalado en el poder, “entendió lue-go en proveer de enviar al Inca, señor natural de estos reinos, que ha andado y está alzado en guerra, para que venga de paz. Y para este efecto, le envió una persona suya y a un es-pañol y ciertos señores y principales de esta tierra, por ser cosa muy importante; (y) créese que vendrá de paz, por causa del mucho amor que él y los naturales de estos reinos tuvieron a su padre, por los buenos tratamientos que les hizo” (Porras, 1959: 412).

Acompañando la embajada almagrista que marchó a Vilcabamba fue una hermana de Manco, “a quien siempre él había tenido mucho amor”. Los emisarios del mestizo fue-ron recibidos “con muy gran solemnidad”, es-cuchando el Inca con mucha atención la paz que se le proponía. Destruida toda posibilidad de reconquistar el imperio, Manco mostró opi-nión favorable a una alianza con el mestizo; pero antes de pactarla, solicitó una entrevista personal con él, proponiéndose en principio Huamanga como sede de la esa cita. Desgra-ciadamente, ésta nunca llegó a realizarse, por la velocidad con que se desató la reacción del pizarrismo. Empero, la alianza entre Manco y el mestizo existió de hecho; los incaicos no hostilizarían a los almagristas y, al contrario,

Page 11: Vaca de Castro contra Diego deAlmagro el mestizo

11

Luis Guzmán Palomino Corrupción, separatismo y comuna en el siglo XVI

los ayudarían abasteciándo-los con alimentos y aun con armas.

las fuerzas en pugna

Posiblemente Vaca de Castro mostró cierta alegría cuando se enteró del asesina-to de Pizarro. Porque ello lo convirtió en nuevo Goberna-dor del Perú. Como tal empezó a actuar y su primera medida fue declarar la guerra a muer-te contra los “rebeldes” alma-gristas. En setiembre de 1541 se estacionó en Quito, desde donde envió comunicacio-nes a todas las ciudades exi-giendo reconocimiento a su autoridad. La aproximación del comisionado regio causó desconcierto en las filas del almagrismo; sabedores de lo que se proponía, y entendien-do que los ricos encomen-deros se hallaban prontos a secundarlo, la mayoría opinó que era necesario abandonar Lima, cuyos vecinos daban muestra clara de volubilidad. Almagro sacó entonces sus tropas para Jauja, con inten-ción de cortar el paso a las fuerzas que comandadas por Per Alvarez Holguín venían desde el Sur a combatirlo. Pero en esa ciudad murió el fidelísimo Juan de Rada, cau-

sando un golpe funesto a la causa almagrista porque sólo gracias a él se había logrado mantener una disciplinada hermandad militar.

Refiere Pedro Pizarro que “Juan de Rada iba malo de un golpe que llevaba en una pier-na, que se había dado cuan-do entró a matar al Marqués (Francisco Pizarro) en una escalera donde cayó… dijeron que se le había hinchado la pierna, y pasmado y llegado a

Jauja murió” (Pizarro, 1844: 359). Pero hubo quienes sos-pecharon de un envenena-miento. Sea como fuese, los de Almagro no encontraron a los de Per Álvarez Holguín, y continuaron al Cuzco, ciudad que fue ocupada sin resisten-cia y donde Almagro ordenó la fundición de nuevos caño-nes, a la vez que reiniciaba conversaciones con Manco Inca, a la sazón en Vilcabam-ba.

Manco Inca, según grabado inserto en la “Histoire de la

conquiste et des revolutiones du Perou”, de Alphonse de

Beauchamp, publicada en París el año 1808. Varios documentos dan a entender que el amagris-

mo recibió apoyo del Inca de Vilcabamba

Page 12: Vaca de Castro contra Diego deAlmagro el mestizo

12

Cantuta nº 17 2009

Estas conversaciones fueron fructíferas, pues el mestizo aseguró haber recibido la ad-hesión del Inca: “Espero vendrá presto -dijo- porque aunque es indio, reconoce las traicio-nes y maldades de los Pizarros y sus secuaces y la justicia y razón que yo tengo y los que me siguen, y así él va delante de mí a hacer la guerra” (Porras, 1959: 470).

En la Ciudad de los Reyes, abandonada por los almagristas, Jerónimo de Aliaga se procla-mó teniente de Vaca de Castro, capturando a continuación un galeón almagrista surto en el Callao. Mientras tanto, Sebastián de Belal-cázar, reunido con Vaca de Castro, le solicitó permiso para conseguir la sumisión pacífica de Almagro. No lo aceptó el juez, que estaba decidido a una solución violenta, y se encami-nó al Sur, recogiendo a su paso buen número de refuerzos.

El primer campamento se instaló en Hua-ylas, donde se le reunieron Alonso de Alvara-do y Per Alvarez Holguín. El siguiente cuartel general se fijó en Jauja, desde donde, acom-pañado de escogida escolta, Vaca de Castro pasó a Lima, por muy poco tiempo. Rechazó los servicios que por escrito le ofreció Gonza-lo Pizarro, a la sazón en Quito y se regresó a la sierra al saber que surgían disputas en-tre los jefes de su ejército. Para terminar con ellas él mismo se proclamó en Jauja Capitán General del ejército allí reunido, que alcanza-ba los quinientos efectivos, designando por su maestre de campo a Per Alvarez Holguín. Y en los primeros meses de 1542 inició una lenta marcha a Huamanga.

En el Cuzco Almagro tuvo también que afrontar disensiones surgidas entre sus ofi-ciales. García de Alvarado dio muerte a Cristó-bal de Sotelo y se menciona que conspiró con-tra el propio caudillo, pese a que éste lo había hecho Capitán General. Pedro Pizarro refiere que este Alvarado “se quería hacer el mayor y matar al hijo de D. Diego de Almagro que lle-vaba por cabeza de lobo, aunque no mandaba ni era para ello” (Pizarro, 1844: 359). Se dice que en medio de esta crisis y hastiado de ella, Almagro El Mozo tuvo en mente marchar a

Vilcabamba para unirse con Manco Inca; pero sus capitanes le persuadieron que no lo hicie-ra, jurándole fidelidad.

Pero como prosiguiera la hostilidad de Gar-cía de Alvarado, no le quedó al mestizo más alternativa que darle muerte. Estas disputas internas perjudicaron la disciplina y moral de su ejército, sintiéndose en mucho la ausencia de Juan de Rada.

doblez de Vaca de castro

Hubo correspondencia por esos días entre el joven Almagro y Vaca de Castro, solicitando el primero, conforme a derecho de herencia, la gobernación de Nueva Toledo, lo que el juez se negó a consentir ofreciendo sólo un repar-timiento de diez mil indios y perdón para los “rebeldes”, conminándolo además a salir in-mediatamente del Cuzco. Nótese que hasta el final pudo evitarse la guerra si el comisionado real permitía a los almagristas pasar a Chi-le. Pero nunca tuvo Vaca de Castro intencio-nes de concertar la paz, guiándose en todos sus actos por la absoluta falta de sinceridad, opinión que tomamos del erudito historiador español Juan Pérez de Tudela: “Vaca, que no había querido transigir con la posibilidad de empujar a sus compatriotas hacia las lejanas tierras del sur, usó de doblez hasta el final con quienes fingió serles juez, enviándoles, bajo cubierta de parlamentarios, espías encarga-dos en realidad de alterar las voluntades del ejército con cartas de perdón” (Pérez de Tude-la, 1963: XXX).

los incas apoyan a los almagristas

No quiso Almagro esperar en el Cuzco al enemigo, sacando entonces su hueste por el Apurímac, camino de Huamanga. Constante-mente recibía chasquis de Manco, que le in-formaban sobre los movimientos del ejército de Vaca de Castro. Tuvo por igual el valioso apoyo de Paulo Topa, según refiere el cronis-ta Agustín de Zárate: “y en toda esta jornada sirvió a don Diego, Paulo, hermano del Inca, cuya ayuda era de muy gran importancia, por-que iba delante del ejército, y con muy pocos

Page 13: Vaca de Castro contra Diego deAlmagro el mestizo

13

Luis Guzmán Palomino Corrupción, separatismo y comuna en el siglo XVI

indios que llevase, todas las provincias de la tierra pro-veían de comida e indios para llevar las cargas, y de todo lo demás que era necesario” (Zárate, 1862: 502). A su paso por Andahuaylas, Man-co Inca le envió “muchas co-tas de malla y coseletes y co-racinas y otras armas de las que había tomado a la gente que venció y mató de los cris-tianos”. Era evidente la inte-ligencia entre ambos caudi-llos, que pensaron incluso en unir sus tropas.

Entretanto Vaca de Castro se asentaba en Viñaca, cerca de Huamanga, ciudad que le manifestó su adhesión. Avi-sado de ello Almagro, mo-vió su ejército a Vilcas, lo que causó temor en Vaca de Castro, que contrariando el parecer de sus oficiales dis-puso la inmediata marcha a Huamanga, donde pensaba defenderse mejor. Fue tan inopinada la orden que la marcha se hizo en desorden, como si estuviesen en fuga, y dice Cieza de León que si los almagristas hubiesen caído entonces sobre ellos de segu-ro que los hubieran destrui-do. ¿Por qué actuó Vaca de Castro tan precipitadamente? La respuesta aparece conte-nida en el detallado informe que desde el Cuzco remitió al cardenal Granvela una sema-na después de la batalla final.

Lo hizo porque oportunamen-te fue avisado que estaba a punto de ser rodeado por las huestes de Almagro y Manco Inca, escapando de la ence-rrona solo gracias a ese sor-presivo movimiento: “supe que tenían concertado con el Inca, que otro día, domingo, diese en nosotros con dos o tres mil indios de guerra por una parte, y aquel tiempo dar ellos en nosotros, que la bon-dad de esta gente era tal, que de este enemigo de V. M. se quería ayudar” (Porras, 1959: 500).

Manco Inca, a quien en Orongoy sorprendió ese in-usitado movimiento, solo pudo ordenar a sus partidas de guerrilleros que hostili-zaran a los realistas, matán-doles algunos pocos solda-dos. El cabildo de San Juan de la Frontera de Huamanga contrarrestó esos ataques destacando en contra de los guerrilleros de Manco a una columna de guerreros pocras, que con los mitmas de diver-sas regiones que formaban la mayoría de la población indí-gena de esa ciudad.

batalla de chupas

Llegado a Huamanga Vaca de Castro desplegó sus fuer-zas en posición de combate, colocando piezas de artillería en todas las bocacalles, es-fuerzo inútil porque Almagro no se movió de Vilcas. De-terminó entonces mover su ejército hacia las posiciones de Almagro. Marchaba con optimismo no solo por contar con un ejército más poderoso sino porque supo con certeza que se había frustrado la re-unión de Manco Inca con las huestes almagristas. Por eso tenía fe ciega en el triunfo y como quería que fuese com-pleto encargó a los mitmas de Huamanga y a los guerre-ros Chachapoyas que le trajo Alonso de Alvarado, que ma-tasen a todos los almagristas que viesen huir del campo de batalla.

El 14 de setiembre Al-magro movió sus huestes a Pomacocha y luego a Sacha-bamba, donde pernoctó. El 15 Vaca de Castro avanzaba ya por la llanura de Chupas. Al amanecer del día siguiente, ambos ejércitos quedaban a

Curiosa pintura que hace referencia a la marcha del

ejército de Almagro apoyado por grupos indígenas.

Page 14: Vaca de Castro contra Diego deAlmagro el mestizo

14

Cantuta nº 17 2009

la vista. Esto sorprendió a Almagro, cuyo ser-vicio de espionaje fue desbaratado por acción de los mitmas de Huamanga. En tan difícil situación, envió urgentes chasquis a Manco Inca solicitando la inmediata presencia de sus guerreros; pero sin muchas esperanzas pues a esas horas Vaca de Castro daba orden de ini-ciar la batalla.

Algunos jefes almagristas recomendaron eludir el choque y más bien ocupar Huaman-ga, a la espera de los refuerzos de Manco Inca. Pero el intento de eludir a los realistas no fue posible, ya que sus aliados indígenas copaban todas las salidas. Entonces no quedó más al-ternativa que aceptar la batalla. Poco después, en Orongoy, Manco Inca recibió un detallado informe de la difícil situación planteada, y convino con sus capitanes en que ya no era posible marchar en apoyo de Almagro. Pre-viendo lo peor puso entonces en alerta a sus guerreros, a la expectativa de lo que pudiese suceder. Su gente recibió orden de acoger a los almagristas si acaso éstos se dirigían a sus posiciones.

No es del caso aquí narrar los pormeno-res de la batalla. Baste saber que la victoria de Vaca de Castro fue completa. Pero hubo un momento en que le fue tan adversa la situa-ción que Almagro, creyéndose triunfante gritó a los suyos: “¡Victoria, prender y no matad “. Pero los jefes realistas, amenazando con la muerte a sus tropas que se retiraban, consi-guieron reorganizarlas y dieron un efectivo contraataque. Uno de esos jefes fue el vetera-no Francisco de Carbajal, que arrojando lejos de sí su armadura, se colocó en vanguardia para con arrojo singular adueñarse de los ca-ñones almagristas, utilizándolos contra ellos.

Los guerreros de Paullo, que en gran par-te de la batalla superaron a sus contrarios, terminaron también por ceder, ante el empu-je combinado de los españoles y sus aliados indígenas. Alonso de Alvarado, que pudo re-agrupar a sus jinetes, dio una carga decisiva que terminó por destrozar la formación al-magrista, causando su desbande. Y próxima a caer la noche, el triunfo se declaraba para

los realistas, escuchándose entonces a Vaca de Castro ordenar la represión inmisericorde. En vano intentó Almagro contener la disper-sión de sus tropas; y él mismo, siguiendo a Diego Méndez, abandonó el campo viéndolo todo perdido.

represión inmisericorde

Murieron en la batalla hasta trescientos, de ambas partes. Pero después murieron mu-chos más, de los de Almagro, porque Vaca de Castro ordenó una sangrienta represión que duró varios días. Con ello quedó patente que no había traído intención alguna de hacer jus-ticia, pues, como bien apunta el historiador Pérez de Tudela, “no se encontró entonces, ni se encuentra hoy, conciencia de mediana sensibilidad que reprima el escalofrío ante el ensañamiento con que dirigió o contempló la venganza de los triunfadores sobre los com-patriotas vencidos” (Pérez de Tudela, 1963: XXX).

El almagrismo, representante de la vieja hidalguía española, supo sucumbir con honor. Cuánta diferencia entre la consigna dada por su joven caudillo, de “¡Prender y no matar!”, y la sed de sangre humana que solo después de varios días pudo saciar Vaca de Castro, mons-truosa inclinación que contagió a muchos de sus seguidores, como los vecinos de San Juan de la Frontera de Huamanga, que no tuvieron el menor empacho cuando describieron al rey, en carta fechada 24 de setiembre de 1542, los pormenores de esa barbarie: “… si la noche no cerrara tan presto Vuestra Majestad que-dara bien satisfecho de estos traidores, pero lo que no se pudo entonces hacer, ahora el go-bernador lo hace descuartizando cada día a los que se escaparon” (Levillier, 1921: 231). Y para entonces, ya tenían más de una semana en ese cruento festín. No está demás que por haberse librado la batalla en el territorio de su jurisdicción, esa ciudad pasaría a llamarse San Juan de la Victoria de Huamanga.

Vaca de Castro consintió que participaran de la bacanal sangrienta incluso los “indios amigos” y los esclavos negros que utilizó

Page 15: Vaca de Castro contra Diego deAlmagro el mestizo

15

Luis Guzmán Palomino Corrupción, separatismo y comuna en el siglo XVI

como guerreros: “Los indios y negros a los que podían tomar los mataban, y los mismos españoles hacían cosas más feas, porque después de rendi-dos les daban cuchilladas por los rostros y por otras partes del cuerpo denostándoles de palabras” (Cieza, 1994: 292). En la información que el vi-rrey Núñez de Vela mandó ha-cer sobre los actos delictivos de Vaca de Castro, existe un testimonio culpando a éste de haber ordenado “cuartear” a cuarenta de los almagristas derrotados. Cuartear no es otra cosa que descuartizar.

Pero además que ordenar con saña la persecución de los pocos sobrevivientes del almagrismo, el comisionado real permitió a sus conmilito-nes la ejecución de toda cla-se de excesos: “El licenciado Vaca de Castro, muy alegre del buen suceso y victoria que Dios le había dado, mandó… que se buscasen con mucha diligencia a los que habían sido en la muerte del Marqués para castigarlos… y todos los más de los suyos no enten-dían sino en robar y buscar caballos de los que andaban sueltos, y las indias, que es lo que más buscaban” (Cie-za, 1994: 293). Y estuvo “el gobernador Vaca de Castro en la ciudad de Huamanga muy contento en ver que el foso o rollo estuviese lleno de cuer-

pos, y que la magnífica san-gre de los españoles fuese de-rramada por aquella plaza” (Cieza, 1994: 297).

Los pocos almagristas que lograron escapar de la matanza se ocultaron para siempre en pueblecillos de indios, como Cangallo y Uri-pa. Algunos llegaron a Vilca-bamba, siendo bien recibidos por Manco Inca, y el propio Almagro se dirigió a ese bas-tión patriota de la resistencia. Manco diría después que se alegró que El Mozo “se fuera para él, para defenderlo de la crueldad de Vaca de Castro”. Pero cuando salía del Cuzco, Almagro fue capturado.

inmoral, corrupto y genocida

El comisionado real se apresuró entonces a marchar al Cuzco, donde se envaneció a tal punto que cual un prínci-pe estableció su corte y como se sintiera todopoderoso se dio a la tarea de reunir tesoro en provecho propio. Incluso, se dice que puso en venta va-rios repartimientos entre sus

“continuos” o cortesanos, de modo tal que lo de aliviar la suerte de los indígenas no le interesó en lo más mínimo. Lo que sí tuvo siempre presente fue la recomendación que le hicieran los corruptos conse-jeros al nombrarlo, esto es, salir cuanto antes de pobre, y de qué manera. Al respecto, el Príncipe de los Cronistas hizo la siguiente denuncia: “Como el gobernador Vaca de Castro llegase a la ciudad del Cuzco, era de todos los que estaban en aquella ciudad muy visita-do, y como su inclinación le allegase a ser altivo y presun-tuoso, luego que vio que por su parte había sido desbara-tado don Diego de Almagro y la batalla vencida, hinchióse tanto de vanidades que no conformaba con las letras que tenía, y mandó que estu-viesen en su casa muchos ca-balleros como sus continuos, y con ellos gastaba bien es-pléndidamente, arreándose de grandes aparadores de fina plata y crecidos blando-nes, lo cual fuera bien excu-

Este grabado de Theodore de Bry, data de finales del siglo XVI y hace referencia a las matanzas entre es-

pañoles durante las “guerras civiles” del siglo XVI en el Perú.

Page 16: Vaca de Castro contra Diego deAlmagro el mestizo

16

Cantuta nº 17 2009

sado para su autoridad; y no entendía en más que en buscar dineros para henchir la gran codicia que tenía. Caso harto feo, pues en-viándolo Su Majestad a que tuviese el reino en justicia y le gobernase con rectitud, procura-ba de allegar tesoros por vías no lícitas, pues afirman que tenía grandes inteligencias para lo poder hacer; no embargante que muchos de sus émulos querían decir que recibía presen-tes y cohechos vendiendo los repartimientos” (Cieza, 1994: 305). Dice un historiador espa-ñol que Vaca de Castro se convirtió en el aban-derado “del orden encomendero” (Pérez de Tudela, 1963: XXXII). Abundan los documen-tos que prueban esTa galopante corrupción y ameritan una investigación aparte. Las cartas del contador Juan de Cáceres, desde Nombre de Dios, y que fueron publicadas en la Colec-ción de José Toribio Medina, aportan detalles muy singulares y según este funcionario real Vaca de Castro iba en camino de volverse mi-llonario. Benefició con repartos de indios a sus cortesanos pero sobre todo se benefició a él mismo, empezando una novedosa política económica que pondría las bases de la his-toria de la corrupción burocrática en el Perú. Esa política económica consistió “en favore-cer ampliamente a amigos y paniaguados, o a los mejores postores, con los repartimientos vacantes, contándose a sí propio como el pri-mero y destacadísimo entre sus afectos; en echar cuantos indios hizo falta a las ricas mi-nas de oro, recién descubiertas, y en practicar con franco éxito ese rudimento de economía dirigida que fue el estanco del comercio. Un arbitrio, este último, que tendría por cierto en el Perú historia larguísima y trascendental” (Pérez de Tudela, 1963: XXXII).

Lo que estancó fue el comercio de la coca, en provecho propio, provocando escándalo entre sus antiguos beneficiarios: “El rescate tan preciado de la coca es verdad que quiso que fuese provecho particular suyo, y no ge-neral de todos, como antes era, mandando con grandes penas que ninguno fuese osado de contratar aquel rescate; de los mejores re-partimientos que había puesto en su cabeza

de ello y de los demás indios, procuraba haber dineros, y así, aunque gozó poco de ello, alle-gó grandes tesoros, y a sus criados y amigos en lo mejor procuró siempre aposentarlos. Y… Vaca de Castro participó en los vicios de pre-sunción vana y vanagloria y (fue) codicioso” (Cieza, 1994: 305-306).

El exceso de codicia, perjudicando a otros codiciosos, hizo que éstos elevaran sus quejas ante la corona. Tal vez, teniendo el apoyo de los Consejeros Reales, que tuvieron parte en el botín, Vaca de Castro hubiese completado los tres años que inicialmente se estipuló que go-bernase; pero cometió el error de consignar el detalle de sus actos delincuenciales en cartas particulares, que por casualidad fueron a caer en manos de funcionarios que no te tenían simpatía. Entonces el escándalo ganó gran-des proporciones y el comisionado real, pese a su éxito en la lucha contra los almagristas, fue depuesto y se dispuso una pesquisa so-bre todos sus actos. La carta que lo perdió fue la que dirigió a doña María de Quiñones, su mujer, desde el Cuzco el 28 de noviembre de 1542, confesión de parte y testimonio incon-testable del carácter corrupto que fue guía de todos sus actos, carta que escandalizó a tal punto al secretario del Real Consejo de Indias, Juan de Samano, citado como funcionario a corromper, que de inmediato la trasladó a co-nocimiento del emperador. Uno de los párra-fos más interesantes de esa carta es aquel en que sugiere a su mujer visitar a los funciona-rios reales y recordarles que le debían favores, a fin de presionarlos para que le tramiten nue-vas recompensas. Puntualmente esto fue lo que escribió a su mujer: “… si a vuestra mer-ced pareciere que conviene tomar trabajo de hablar sobre ello al comendador mayor y se-cretario Samano, y cardenal y conde de Osor-no y los del Consejo de Indias, hacerlo héis, porque hará provecho; y para lo uno y lo otro ayudaros héis del presidente del Consejo Real, que pues yo he dado acá a su hermano un repartimiento de indios muy bueno, y con una mina de plata muy rica, hallándole a puerro en aquella mala tierra de Cali, obligación tie-

Page 17: Vaca de Castro contra Diego deAlmagro el mestizo

17

Luis Guzmán Palomino Corrupción, separatismo y comuna en el siglo XVI

ne de hacer bien lo que me tocare” (Jiménez de la Espada, 1974: II, 496). Habiéndolo hallado “a puerro”, esto es comiendo plantas para no morir de hambre, lo convirtió en potentado, solo por saberlo hermano del Presidente del Consejo Real, calculando que le cobraría el fa-vor a su debido tiempo.

A entender de Vaca de Castro, había que cobrar a todos los funcionarios reales porque a todos había considerado partícipes del botín cogido en el Perú. Por eso escribió a su mujer: “Y también os ayudad de la señora doña Ma-ría de Mendoza, mujer del señor comendador mayor; que pues yo tengo cuidado de servir a todos, razón es que en esto me lo agradezcan y paguen; y pues yo, señora, lo he trabajado y o merezco, bien es que allá se trabaje para haber algún provecho y se porfíe que lo ha-gan, porque de estos servicios tales que ha-cen caballeros, se suelen comenzar las casas y mayorazgos” (Jiménez de la Espada, 1974: II, 496). Para entonces había ya embarcado para España parte de lo que delincuencialmente lo-gró para sí, pues de otro modo no habría pedi-do a su mujer mantenerlo en el más absoluto secreto y que más bien fingiera pobreza para engañar al rey y obtener más recompensas: “Una cosa habéis de tener en gran cuidado y poner muy gran diligencia en ello -le dijo-, y es que todo lo que allá hubiere ido y ahora lle-gare, lo recibáis muy en secreto, y aun los de casa no lo sepan, y lo tengáis secreto fuera de casa en algún depósito de monasterio, o do al señor doctor Pero López pareciere; comunicad con él, que bien creo que se puede fiar de su merced; y aun, si ser pudiese, no querría que lo supiese sino vos y Gerónimo Vaca, si allá os pareciere que lo callará, y habéis de fingir ne-cesidad y que yo no he enviado nada… y esto todo conviene, porque, aunque todo es poco, mientras menos viere el Rey y sus privados, más mercedes me harán” (Jiménez de la Es-pada, 1974: II, 499). Confiaba Vaca de Castro en quedarse más tiempo en el, Perú, porque según sus propias palabras ello le reportaría inmensas riquezas: “Si acaso S. M. y esos se-ñores míos y amigos proveyeren que yo esté

acá más tiempo… ya, señora, veis que no nos estaría mal, para poder comprar un buen ma-yorazgo que quedase memoria de nuestros pa-dres y nosotros” (Jiménez de la Espada, 1974: II, 502). Pillado en tales componendas, le qui-taron apoyo los Consejeros Reales y aceptaron su remoción, lo que coincidió con la dación de las Nuevas Leyes de Indias, la creación del virreinato del Perú y de la Real Cancillería de los Reyes o Real Audiencia de Lima. El primer virrey del Perú Blasco Núñez de Vela vino con intención de encerrarlo en prisión, escapando a tiempo Vaca de Castro que llegado a España fue encausado durante tres años, hasta que con la fortuna que había amasado logró com-prar su absolución; aunque solo con la presión del Consejo de Indias pues Carlos V se resistió durante varios años a concederle la reposi-ción. De ello dejó constancia el historiador de Indias Antonio de Herrera, en carta al arzobis-po de Granada, Pedro de Castro y Quiñones, diciendo: “No quiero callar que he hallado que el Consejo consultó varias veces al Emperador la inocencia del señor Vaca de Castro y que al cabo de ocho años le envió a Flandes una muy apretada consulta, y Su Majestad Cesárea la tuvo cinco o seis años en un escritorio hasta que la resolvió” (Citado por Pérez de Tudela, 1963: XXXIII). Al cabo, Vaca de Castro obtu-vo no solo la absolución, sino los títulos e in-vestiduras que le prometieran los Consejeros Reales cuando lo convocaron para marchar al Perú. Fue nombrado Comendador de la Orden de Santiago y entre 1557 y 1561 alcanzó la más alta magistratura en el Consejo de Indias. Pero no por propios méritos, sino merced a los mecanismos de corrupción imperantes.

No existe sustento válido alguno para elo-giar la obra de Vaca de Castro, pero esto sigue haciéndose en el Perú y en España. De esta misma opinión es el erudito historiador espa-ñol Juan Pérez de Tudela y Bueso, gran cono-cedor de la documentación de la época, quien concluye su análisis con esta severa condena: Los “años de encausamiento en la península valieron a Vaca de Castro cierta conmisera-ción general, y del emperador finalmente, una

Page 18: Vaca de Castro contra Diego deAlmagro el mestizo

18

Cantuta nº 17 2009

resolución absolutoria. Sospechamos que la parte que logró salvar de la enorme fortuna por él acumulada en el Perú hubo de servirle, entre otras cosas, para estimular admiracio-nes hacia su obra peruana. De entre ellas, el ditirambo de Calvete de la Estrella ha sido efi-caz hasta nuestros días. Pero quien se acerque al personaje a través de testimonios distintos de ese “Elogio”, encontrará poco que elogiar en el magistrado que afirmó en el Perú el pa-bellón triunfante de la crueldad para con los españoles, la opresión exactora sobre los in-dios y el manejo del gobierno para tratar de henchir la codicia, que en el caso de Vaca no conoció fondo” (Pérez de Tudela, 1963: XXXII-XXXIII).

almagro murió como los comuneros

Otro importante tema a estudiarse está relacionado con la repercusión e incluso in-fluencia que pudo haber tenido la gesta de las Comunidades de Castilla en los sucesos de América y del Perú. Esa lucha de carácter nacionalista, en la que afloró la lucha de cla-ses, fue terriblemente aplastada por las clases dominantes en España. En 1521 fue ejecutado Juan de Padilla, su principal caudillo, por “co-munero” y “traidor”. Y Cristóbal Vaca de Cas-

tro, veinte años después, se creyó un redivivo exterminador de comuneros y traidores, pues así consideró a los almagristas, ordenando la ejecución de su principal líder “por usurpador de la justicia real y porque se levantó en el rei-no tiránicamente y dio batalla al estandarte real” (Cieza, 1994: 308). Así, un postrero día de setiembre de 1542, Diego de Almagro El Mozo fue decapitado en la misma plaza que presenciara cuatro años antes la muerte de su padre. Vaca de Castro, al presentar un extenso informe al emperador sobre su victoria, hizo alusión a los comuneros de Castilla diciendo que en el Perú “convino hacer con (los alma-gristas) como hicieron vuestros gobernadores contra Juan de Padilla y comunidad” (Porras, 1959: 500). Es que Vaca de Castro estuvo con-vencido de que acompañaron al joven Alma-gro varios de los que huyeron de las represio-nes en España. Y se esmeró por destacarlo, diciendo por ejemplo que a uno de ellos hizo ejecutar en el mismo campo de Chupas: “De los que se prendieron en batalla comencé lue-go a hacer justicia, y en el mismo lugar que fue la batalla, se hizo de seis que eran princi-pales: el uno un Cárdenas, que fue deservidor de V. M. en tiempo de las Comunidades” (Po-rras, 1959: 502). España ha reivindicado la gesta de los Comumeros del siglo XVI. A los almagristas se les consideró sus émulos y bien vale la pena reexaminar sus luchas.

Page 19: Vaca de Castro contra Diego deAlmagro el mestizo

19

Luis Guzmán Palomino Corrupción, separatismo y comuna en el siglo XVI

fuentes primigenias

ANÓNIMO 1539 Relación del sitio del Cuzco y prin-

cipio de las guerras civiles del Perú hasta la muerte de Diego de Alma-gro. Biblioteca Nacional. Sala de Ms. J. 130.

ANÓNIMO ALMAGRISTA 1895 Conquista y población del Perú. En

Colección de Documentos Inéditos para la Historia de Chile, de José Toribio Medina, t. VII, pp. 428 y ss. Santiago.

ANÓNIMO de 1524 1844 Relación de los primeros descubri-

mientos de Francisco Pizarro y Die-go de Almagro, sacada del Códice número CXX de la Biblioteca Impe-rial de Viena. Imprenta de la Viuda de Calero. Madrid.

CALVETE DE LA ESTRELLA, Juan Cristóbal 1889 Rebelión de Pizarro en el Perú y vida

de D. Pedro Gasca. Imprenta y Fun-dición de M. Tello, Impresor de Cá-mara de S.M. Madrid.

CIEZA DE LEÓN, Pedro de 1877 Guerras Civiles del Perú. Tomo Pri-

mero: Guerra de las Salinas. Admi-nistración García Rico y Cía. Madrid.

1989 Crónica del Perú. Tercera Parte. Fon-do Editorial de la Pontificia Univer-sidad Católica del Perú. Lima.

1994 Crónica del Perú. Cuarta Parte. Vol. II: Guerra de Chupas. Fondo Edito-rial de la Pontificia Universidad Ca-tólica del Perú. Lima.

ENRÍQUEZ DE GUZMÁN, Alonzo 1862 The life and acts of don Alonzo En-

ríquez de Guzmán. Hakluyt Society. London.

FERNÁNDEZ DE OVIEDO y VALDES, Gonzalo 1945 Historia General y Natural de las

Indias, Islas y Tierra Firme del Mar Océano. Editorial Guarania, Asun-ción del Paraguay.

FERNÁNDEZ, Diego 1963 Historia del Perú. Biblioteca de Au-

tores Españoles. Ediciones Atlas. Madrid.

GARCILASO DE LA VEGA, Inca 1617 Historia General del Perú. Trata

del descubrimiento de él y cómo lo ganaron los españoles. Las guerras civiles que hubo entre Pizarros y Al-magros. Castigo y levantamiento de tiranos y otros sucesos particulares. Córdova.

GOMARA, Francisco López de 1922 Historia General de las Indias. Edi-

ciones Calpe. Imprenta de Antonio Marzo. Madrid.

GUAMAN POMA DE AYALA, Felipe 1936 Nueva Coronica y Buen Gobierno.

Institut D’Ethnologie, París.GUTIÉRREZ DE SANTA CLARA, Pedro 1904 Historia de las Guerras Civiles del

Perú y de otros sucesos de las In-dias. Librería General de Victoriano Suárez, México.

HERRERA Y TORDESILLAS, Antonio de 1601 Historia General de los hechos de

los castellanos en las Islas y Tier-ra Firme del Mar Océano. Imprenta Real. Madrid.

MOLINA, Cristóbal de, 1926 Conquista y Población del Perú. Col-

ección Urteaga-Romero, Lima.PIZARRO, Hernando 1964 Carta a los Oidores de la Audiencia

de Santo Domingo. En Tres Testigos de la Conquista del Perú. Editorial Espasa-Calpe S.A., Buenos Aires.

PIZARRO, Pedro 1844 Relación del descubrimiento y con-

quista de los reinos del Perú, y del gobierno y orden que los naturales tenían, y tesoros que en ella se hal-laron; y de las demás cosas que en él han sucedido hasta el día de la fecha. Año 1571. Imprenta de la Vi-uda de Calero. Madrid.

PIZARRO Y ORELLANA, Fernando 1539 Varones ilustres del Nuevo Mundo.

Descubridores, Conquistadores, y Pacificadores del opulento, dilatado, y poderoso Imperio de las Indias Oc-cidentales. Publicado por Diego Díaz de la Carrera. Madrid.

Page 20: Vaca de Castro contra Diego deAlmagro el mestizo

20

Cantuta nº 17 2009

RUIZ NAHARRO, Pedro 1855 Relación de los hechos de los es-

pañoles en el Perú desde su descu-brimiento hasta la muerte del mar-qués Francisco Pizarro. Imprenta de la viuda de Calero. Madrid.

ZARATE, Agustín de 1862 Historia del Descubrimiento y Con-

quista de la provincia del Perú y de las guerras y cosas señaladas en ella, acaecidas hasta el vencimiento de Gonzalo Pizarro y sus secuaces, que en ella se rebelaron contra Su Majestad. M. Rivadeneyra Impresor Editor. Madrid.

Colecciones documentales:

CÁRDENAS, Francisco de y PACHECO, Joaquín 1865 Colección de documentos inéditos

relativos al descubrimiento, con-quista y colonización de las pos-esiones españolas en América y Oceanía. Imprenta de Manuel B. de Quirós. Madrid.

FERNÁNDEZ DE NAVARRETE, Martín, SAINZ DE BARANDA, Pedro y SALVÁ, Miguel 1843 Colección de documentos inéditos

para la historia de España. Impren-ta de la viuda de Calero. Madrid.

JIMÉNEZ DE LA ESPADA, Marcos 1965 Relaciones Geográficas de Indias.

Perú. Biblioteca de Autores Espa-ñoles. Ediciones Atlas. Madrid.

1974 Cartas de Indias. Biblioteca de Au-tores Españoles. Ediciones Atlas. Madrid.

LEVILLIER, Roberto1920/1927 Gobernantes del Perú. Cartas y

Papeles. Siglo XVI. Sucesores de Rivadeneira S. A. Buenos Aires.

MEDINA, José Toribio 1895 Colección de Documentos Inéditos

para la Historia de Chile. SantiagoMIRAFLORES, Marqués de y SALVÁ, Miguel 1866 Colección de documentos inéditos

para la historia de España. Impren-ta de la viuda de Calero. Madrid.

PACHECO, Joaquín y CÁRDENAS, Francisco de 1865 Colección de documentos inéditos

relativos al descubrimiento, con-quista y colonización de las pos-esiones españolas en América y Oceanía. Imprenta de Manuel B. de Quirós. Madrid.

PIDAL, Marqués de y SALVÁ, Miguel 1855 Colección de documentos inéditos

para la historia de España. Impren-ta de la viuda de Calero. Madrid.

PORRAS BARRENECHEA, Raúl 1948 Cedulario del Perú. Lima. 1959 Cartas del Perú. Sociedad de Biblió-

filos Peruanos. Lima.SALVÁ, Miguel y PIDAL, Marqués de 1855 Colección de documentos inéditos

para la historia de España. Impren-ta de la viuda de Calero. Madrid.

SALVÁ, Miguel, FERNÁNDEZ DE NAVARRETE, Martín y SAINZ DE BARANDA, Pe-dro

1843 Colección de documentos inéditos para la historia de España. Impren-ta de la viuda de Calero. Madrid.

SAINZ DE BARANDA, Pedro, SALVÁ, Miguel y FERNÁNDEZ DE NAVARRETE, Martín 1843 Colección de documentos inéditos

para la historia de España. Impren-ta de la viuda de Calero. Madrid.

SALVÁ, Miguel y MIRAFLORES, Marqués de 1866 Colección de documentos inéditos

para la historia de España. Impren-ta de la viuda de Calero. Madrid.

SIRUELA, Condesa de 1892 Autógrafos de Cristóbal Colón y Pa-

peles de América. Madrid. TORRES DE MENDOZA, Luis 1866 Colección de documentos inéditos

relativos al descubrimiento, con-quista y organización de las an-tiguas posesiones españolas de América y Oceanía. Imprenta de Frías y Cía. Madrid.

VEDIA, Enrique de 1858 Historiadores primitivos de Indias.

M. Rivadeneira, Impresor Editor. Madrid.