VIERNES 28 DE MAYO DE 2021 Pasan las lecheras

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www.ciudadccs.info VIERNES 28 DE MAYO DE 2021 * Zapatos * Vulgar agnición * Jirón o dédalo N°55 Pasan las lecheras I ban los tres abrazados por el Progre- so mientras pasaban los furgones de mercancías. La madrugada se despe- día con todos los bares cerrados e in- equívocos signos de trabajo, pero a ellos les quedaban todavía tres pastillas y restos de gomina en el pelo. Vieron pasar el autobús de los trabajadores camino del polígono y uno de ellos dijo: la vida debe- ría ser siempre así, con más madrugadas que días. Firmamos, contestaron los otros. Una vieja los asaltó cerca de las casetas de la plaza de abastos: —Os adelanto el fu- turo, señoritos. Solo si nos garantiza que será como ahora. Os lo juro tanto que ten- Camilo Franco Camilo Franco (Ourense, España, 1963). Narrador gallego, periodista con seis libros impresos: A lúa no cénit (1988), Ribadavia (1993), En malos pasos (1995), Por conto alleo (2003), Palabras contadas (2006) y Balada triste de moqueta (2011); dos colecciones de relatos en-línea: Por conto alleo y Necesariamente X; una exposición literaria; un corto; varios shows: Palabras contadas, Beatles. Re-volver, Repentismo; y tres experiencias de interacción con el público: Ques ser un personaxe de novela?, Ques ser personaxe de teatro? y Queres ser arte contemporánea? EL AUTOR dréis cuidado de dejar que el sueño os coma las noches. Marcharon con la sentencia a la espalda, advirtiendo que todo era cuento. Al primero lo cazó el sueño nada más echarse, dejándole las pestañas cosidas para siempre. El segundo se dejó ir, sintiendo como la niebla le comía los ojos. El tercero vio en el fondo del pasillo a la muerte paseando de la mano del sueño y la veló. El miedo se retorcía tras los ojos como una serpiente al fondo de un cesto y comprendió que si quería vida tendría que es- tar así eternamente, despierto, como a la hora en que pasan las lecheras.

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VIERNES 28 DE MAYO DE 2021

* Zapatos

* Vulgar agnición* Jirón o dédalo

N°55

Pasan las lecheras

Iban los tres abrazados por el Progre-so mientras pasaban los furgones de mercancías. La madrugada se despe-día con todos los bares cerrados e in-equívocos signos de trabajo, pero a

ellos les quedaban todavía tres pastillas y restos de gomina en el pelo. Vieron pasar el autobús de los trabajadores camino del polígono y uno de ellos dijo: la vida debe-ría ser siempre así, con más madrugadas que días. Firmamos, contestaron los otros. Una vieja los asaltó cerca de las casetas de la plaza de abastos: —Os adelanto el fu-turo, señoritos. Solo si nos garantiza que será como ahora. Os lo juro tanto que ten-

Camilo Franco

Camilo Franco (Ourense, España, 1963). Narrador gallego, periodista con seis libros impresos: A lúa no cénit (1988), Ribadavia (1993), En malos pasos (1995), Por conto alleo (2003), Palabras contadas (2006) y Balada triste de moqueta (2011); dos colecciones de relatos en-línea: Por conto alleo y Necesariamente X; una exposición literaria; un corto; varios shows: Palabras contadas, Beatles. Re-volver, Repentismo; y tres experiencias de interacción con el público: Ques ser un personaxe de novela?, Ques ser personaxe de teatro? y Queres ser arte contemporánea?

EL A

UTOR

dréis cuidado de dejar que el sueño os coma las noches. Marcharon con la sentencia a la espalda, advirtiendo que todo era cuento. Al primero lo cazó el sueño nada más echarse, dejándole las pestañas cosidas para siempre. El segundo se dejó ir, sintiendo como la niebla le comía los ojos. El tercero vio en el fondo del pasillo a la muerte paseando de la mano del sueño y la veló. El miedo se retorcía tras los ojos como una serpiente al fondo de un cesto y comprendió que si quería vida tendría que es-tar así eternamente, despierto, como a la hora en que pasan las lecheras.

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2|Cuentos para leer en la casa viernes 28 De mayo De 2021 viernes 28 De mayo De 2021 Cuentos para leer en la casa|3w w w . c i u d a d c c s . i n f o

Zapatos

Mamá está furiosa con papá porque a papá no le gustan los zapatos que ella usa, y dice que lo que él le hizo hoy es

algo que no le piensa perdonar mien-tras viva ni después de muerta.Cualquiera podría acordar con papá en que lo que hizo es una pavada, pero entre ellos el episodio devino en una cuestión capital, defi nitiva, porque el rencor de mamá es de jí-baro, un resentimiento de tragedia shakesperiana y de perro del horte-lano, como dice Tía Etelvina cuando la ve así, porque dice (Tía Etelvina) que mamá, enojada, solo tiene cami-no de ida y se pone de tal manera que no perdona ni deja perdonar.

Mempo Giardinelli

Mempo Giardinelli (Resistencia, Chaco, Argentina, 1947). Escritor y periodista. Exiliado en México entre 1976 y 1984, a su regreso a Argentina fundó y dirigió la revista Puro Cuento. Su obra literaria ha sido traducida a 30 idiomas y ha recibido importantes galardones, entre ellos el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos, en 1993, por Santo o� cio de la memoria (1991). Final de novela en Patagonia (2001), La revolución en bicicleta (1980) y Luna caliente (1983) son otros de sus libros más elogiados.

EL A

UTOR

Por eso lo que hizo papá este sábado a la tarde, aunque suene a pavada, fue demasiado...

De Cuentos con mi papá (2004)

Mamá tiene unos pies muy lindos, preciosos y parejitos, sin callos y con los dedos como repulgue de empana-ditas, y en eso todo el mundo está de acuerdo. Por eso mismo, dice papá, es un crimen que use zapatos tan feos. Yo no sé qué te da por ponerte esos za-patones horribles, grandes, cerrados y que además hacen ruido, dice papá. Y encima producen un crujidito horri-ble al caminar pero que no se puede ni mencionar porque vos jamás acep-tás una crítica. Lo que pasa es que tus críticas jamás son constructivas, dice mamá. Lo que pasa es que te ponés hecha una fi era, dice papá. Y al cabo mamá le grita que en todo caso es un

defecto de nacimiento y mejor no te metás con mis defectos, estoy harta de que me critiques, harta de que me juz-gues, y harta de esta vida que llevamos porque yo me merezco otra cosa (que es lo que mamá dice siempre). Y como no hay manera de pararla papá se ca-lla la boca y ella sigue diciendo todo lo demás que es capaz de decir, que es muchísimo y es feroz.A mamá no se le puede pedir discre-

ción en nada. Y tampoco tiene un gran sentido del humor. Cuando eran más jóvenes él le sugería que usara zapatillas, total, bromeaba, yo te voy a querer igual. Pero ella, en todo su derecho, se compraba los zapatos que le gustaban y usaba los que quería, y siempre protestando que yo no sé por qué los hombres tienen esa manía de pretender dirigir la vestimenta de las mujeres: cuando la conocen a una se

enganchan por las ropas audaces pero cuando nos tienen enganchadas quie-ren que andemos como monjas y guay de una si se pone minifalda o se le ven las tetas.Guaranga como es ella, vehemente y fulminadora con la mirada, ni en chis-te se le puede hablar de lo que no le gusta. Eso ya lo sabemos. Por eso lo que hizo papá este sábado a la tarde, aun-que suene a pavada, fue demasiado: no

había nadie de la familia en la casa, y él aprovechó para juntar todos los zapatos de mamá, como diez o doce pares, viejos y nuevos, y los metió en una bolsa y llamó a Juanita, que es la muchacha que trabaja en la casa ayudando en las tareas porque aunque no somos ricos tenemos sirvienta cama afuera, como quien dice, y le dijo tome Juanita, me ordenó la señora que se los regale.Y le entregó la bolsa con todos los zapa-

tos, que Juanita, chocha, se llevó a su casa.Por supuesto, y como era de esperar, mamá se dio cuenta esa misma noche, en cuanto llegó y se quitó las botas que lleva-ba puestas y buscó las sandalias de entre-casa. Descubrió el ropero vacío de zapatos y fue todo uno gritar desde el dormitorio: "¡Titino qué hiciste con mis zapatos!" y sa-lir a torearlo.Papá estaba de lo más divertido y le dijo la verdad: se los regalé todos a Juanita. Lo que ipso facto desató en mamá una ver-borrea de lo peor: lo trató de tano bruto, comunista nostálgico y hasta le dijo nazi antisemita hijo de puta y después se fue a contarle a todo el mundo, empezando por la abuela y la Tía Etelvina, que este hom-bre cuando está aburrido es un peligro, por qué no se meterá solo en lo suyo y ahora va a ver cuánto le va a salir la cuen-ta de la zapatería.A mí hay dos cosas que me revientan de ellos dos: la incapacidad de aceptar los co-mentarios ajenos que tiene mamá; y esa manía de querer cambiar a la gente que tiene papá.Pero es inútil, con ellos. La Tía Etelvina dice que a gente así lo mejor es ignorar-la. Y yo creo que tiene razón. Pero cuando son los papás de uno no se puede.

Dos cuentos de...

Mientras pasaba como uno más, las fuerzas vivas del barrio no molestaban mucho a Jorgito. La gentalla sim-plemente aguardaba a que se saliera un poco del carril y les diera la oportunidad de ejercer el poder del reba-ño, del todos contra uno.Aparte de otras razones más arduas de comentar, les irritaba, dentro del ambiente de suciedad y ordinariez del vecindario, la obcecación de Jorgito en cuidar los arbustos del jardín.Su mera presencia les afl oraba, por contraste, la mise-ria y zafi edad de sus vidas.En un domingo de labores, Jorgito terminó por quedar al descubierto. Una gota de sangre de su pulgar herido fecundó, a una velocidad imposible, una frondosa mata de amapolas. Como es de sobra sabido, incluso para los ignaros, solo así se descubre a los dragones auténticos.Jorgito no tuvo más remedio que marcharse entre bo-canadas de fuego. Los vecinos, al fi n, se sintieron alivia-dos, pero con la impresión de haber extraviado no se sabe cuál arcana oportunidad.

1. Vulgar agnición

Mirta Yáñez

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4|Cuentos para leer en la casa viernes 28 De mayo De 2021 w w w . c i u d a d c c s . i n f o

SEMANARIO EN REVOLUCIÓN

Directora Mercedes chacín coorDinaDora Teresa Ovalles MÁrquez asesora eDitorial laura anTillanO asesor eDitorial luis alvis c. ilustraDora MaiGualida esPinOza c. correctora De teXtos laura nazOa DiseñaDora gráfica TaTuM GOis

Desde la mañana, el día se había anunciado bru-moso y las gavio-tas chillaban bajo

el barrunto de tormenta. El espíritu en confusión con la naturaleza y el desasosiego de semanas de soledad, lo llevó a tomar la decisión de cubrir a pie el tramo entre su pasaje-ro sitio de residencia y la to-rre que los habitantes locales reconocen como el faro del Vieux Mole. Era la última jor-nada de su estancia en Saint-Nazaire y había adquirido la costumbre de despedirse, cada vez, para siempre.Tenía algunas cosas que con-tar y nada mejor que hablar con las piedras del rompeo-las. Se sentó en el cantal y vio volar las palomas, quizás las mismas que anidaban en la te-rraza trasera del apartamen-to. El sonido de unas gaitas bretonas acompañaba la lenta caída de la tarde, un atardecer de verano que no terminaba nunca.En un intento por escapar del fragor de la intemperie, algunos barquichuelos retro-cedían apresurados para po-nerse a recaudo, mientras la resaca arrastraba hojas, palos y hasta una extraña ave muer-ta, como si huyeran de quién sabe qué. Se acordó entonces de un cuento de Guy de Maupassant donde los objetos decidían fugarse del hogar del protagonista. Uno tras otro se escapaban armarios, vajillas, lám-paras, cuadros, mesas y todos los tras-tos que antaño le habían pertenecido, se extraviaban sin dejar rastro. La casa del cuento quedaba vacía. Así su vida, pensó.En medio de la calígine sintió que los objetos que le rodeaban salían en fuga. Apenas quedaba el faro, el lamento de unas gaviotas azotadas por la ventole-ra y la musiquilla de la gaita invisible. ¿Quién sabe? Así se llamaba el cuento.De repente sintió ulular la sirena de un antiguo paquebote, quizá alguno que yacía en el fondo del estuario del

Mirta Yáñez2. Jirón o dédalo

Mirta Yáñez(La Habana, 1947). Es poeta, narradora, articulista y ensayista prolífica. Doctora en Ciencias Filológicas y profesora en la Universidad de La Habana, ha colaborado con conferencias y cursos en numerosas universidades y ha prologado y editado decenas de publicaciones relacionadas con la literatura. Como escritora recibió en dos ocasiones el Premio de la Crítica. Desde 2015 es miembro de la Academia Cubana de la Lengua. Es especialista en literatura latinoamericana y cubana y en estudios acerca del discurso literario femenino cubano y autora de una veintena de libros.

Loire. Desde la borda decían adiós, adiós, los emigrantes que viajaban ha-cia el Nuevo Mundo. Le pareció reco-nocer a sus cuatro abuelos, iban entre ellos con la esperanza puesta en esa lejana tierra donde todo aparentaba dar frutos de oro.La niebla se fue despejando hacia el oeste. En la avenida costanera todavía no habían ocurrido los bombardeos de la guerra y desde las floridas ventanas, las mujeres de la familia despedían también a sus marinos que partían hacia esa América exótica y cuyas ciu-dades servían para nombrar las calles: Florida, Veracruz, La Havane. Más allá adivinaban los acantilados.Desde la otra orilla del Loire parpadea-

LA AUTORA

ban unas luces en el pueblito de Saint Brévin y en la dársena varios veleros esperaban que amainase el mal tiem-po y llegara su turno de salir al mar. El Building todavía no ha sido construi-do. Ocupaba su lugar en la esquina de la Rue du Port frente al Petit Maroc, una achatada construcción de piedra y techo de pizarra que dejaba escapar por su chimenea una ligera humare-da. Un canal por donde desaguaban los desechos vecinales atravesaba una callejuela, la Rue Vielle-Église, estre-cha y con apretadas casas de piedra. Una carreta empujada por dos niños avanzaba hacia la entrada del puerto.No está el imponente Pont Levant. No están las luces verdes, azules, rojas,

amarillas, blancas, que alumbra-ban los muelles y el astillero. No hay grúas ni el empinado puente que cruza el Loire tocando el cielo.Nada, los objetos han huido como en la historia de Maupassant.Las olas seguían golpeando el rompiente, la boca sabía a salitre incrustado por el rudo viento. Ce-rró los ojos y movió la cabeza en un desesperanzado gesto de eter-na despedida.Cuando los volvió a abrir, las lu-ces del puerto, como jirones o dédalos, iluminaban de nuevo la noche de Saint-Nazaire. Posó la mirada sobre el puente levadizo y la esclusa que ha equilibrado sus aguas con la marea. Su tiempo en la Maison des Ecrivains ha trans-currido como un barco detenido en las aguas artificiales de una represa. Luego se abren las com-puertas y se sale otra vez a mar abierto donde está su verdadero lugar, a merced de las tempesta-des, las heladas y la canícula. De-jando atrás la corteza de un eco… ¿Quién sabe?