VIRTUDES - Ferozo
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VICTORINO DE LA PLAZA
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JORGE REINALDO VANOSSI
VICTORINO de LA PLAZA
Tres momentos estelares de un hombre de Estado
VIRTUDES
JORGE REINALDO VANOSSI
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JORGE REINALDO VANOSSI
VICTORINO de LA PLAZA
Tres momentos estelares de un hombre de Estado
JORGE REINALDO VANOSSI
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Victorino de la Plaza. Tres momentos estelares de un hombre de Estado.
Salta, Jorge Reinaldo Vanossi. Editorial Virtudes - 2017 –
73 páginas. Medidas: 22 x 15
ISBN: 978-987-1237-56-2 - 1. Derecho. II Título CDD346
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VICTORINO DE LA PLAZA
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FUNDAMENTACIÓN DEL PROYECTO
“BIOGRAFÍAS DE SALTEÑOS ILUSTRES”
Pbro. Dr. Federico G. Premoli
Salta, 8 de agosto de 2017
El Instituto San Felipe y Santiago de Estudios Históricos de
Salta y la Editorial Virtudes proyectan editar una serie de
publicaciones de “Biografías de salteños ilustres”. Lo hacen en la
certeza de que Salta ha aportado a nuestra Nación hombres y
mujeres notables que han contribuido a formar nuestra
nacionalidad. Saben también que muchas de estas personalidades
han caído lamentablemente en el olvido.
Sin embargo, este trabajo ha de realizarse de acuerdo a un
eje temático que dé orden a las diversas biografías con un punto de
referencia que las aúne e ilumine. Para esto aparece como muy
apropiada la intuición del gran historiador salteño Bernardo Frías
según la cual Salta posee en los decretos de la Providencia Divina
una “vocación” particular: ser la “firme columna de la libertad” 1.
1 Este trabajo se basa y reproduce en parte al principio el trabajo realizado por el
Dr. Apolo Premoli López, mi padre, quien lo presentó en forma de conferencia
en el Congreso sobre Güemes organizado por el Instituto Güemesiano de Salta
en junio de 2005. Ha sido publicado en “Actas del Primer Congreso Argentino
General Martín Miguel de Güemes héroe nacional”, Salta 2006, 227-236. El
trabajo está titulado
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En efecto, así lo afirma en referencia al primer escudo que
se le dio a la ciudad de Salta al ser fundada2: “los cándidos
regidores, que así copiaban a la naturaleza misma que se
desplegaba ante sus ojos, fueron miopes por cierto para
vislumbrar el porvenir. ¡Quién les pudo decir a esos temerarios
castellanos que con tanta bizarría desafiaban al salvaje y al
desierto, que, andando los siglos aquella hija que apenas tenía un
campo verde y un manso río para inspirarle las armas de un
blasón, habría de transformar esos mansos y pastoriles atributos
en el teatro de la guerra; la campiña y las tranquilas corrientes de
su río, en una columna esbelta a cuyos pies se ostentaría rota,
hecha pedazos, la cadena de la servidumbre; y cuyo cuerpo
envolvería una cinta para decir en ella: ‘¡Salta, firme columna de
la libertad!’” 3.
Y, en referencia al Señor del Milagro, dice: “penetraron al
templo cual verdaderos invasores, en tropel y con bulla; pasaron a
la sacristía y, en un abrir y cerrar de ojos, quedó roto y abierto el
cajón español, levantada la efigie del Cristo sostenida en su cruz, y
sacando más que con los brazos, con los corazones de aquellos
afligidos, a la luz de las calles; recorriéndolas con él por guía, e
inauguraron así la clásica procesión de la ciudad de Salta, grande
y célebre entre todas las procesiones habidas y por haber en ella,
que dura todavía, aunque helada ya con el decaimiento con que la
presente edad va agostando todas estas cosas tan íntimas, tan
sonadas, tan queridas y brillantes en lo antiguo. La tierra cesó con
esto, o sea, en tales circunstancias, en sus estremecimientos,
volviendo el orden a sus quicios. Pero el resultado fue que a Esteco
“El ‘ponchazo’ de Chicoana. Hechos de la vida del Coronel Luis Burela y
Saavedra”. 2 Afirma Miguel Solá sobre el primitivo escudo de la ciudad de Salta tal como
aparece en la medalla que se mandó acuñar en 1789 y en la “Guía de forasteros”
de Don José Joaquín Araujo de 1803: “Pero ambos documentos coinciden en las
restantes figuras: un cerro (el San Bernardo), un río (el de los Sauces, hoy de
Arias), unos árboles (los de la comarca), armas parlantes del Escudo; un
hombre (símbolo del valor) y un perro (símbolo de la fidelidad)”. Solá, M.,
“Salta”, Salta 1982, 37. 3 Frías, B., Tradiciones históricas (República Argentina), Primera Tradición:
Historia del Señor del Milagro. Salta 2013, 45.
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se la llevó el diablo. ¿Por qué también no arreó con Salta, siquiera
para que la infeliz aquella no tuviera que llorar en los infiernos
sola? Aquí está la otra parte del milagro, o a decir mejor, la razón
que tuvo Dios en permitirlo; y es que, en buen romance, Esteco
solo hacía falta como un fuerte ante las avanzadas de las tribus
bárbaras del Chaco, más el tiempo descubriría que Salta estaba
reservada por la Providencia para que cumpliera con otros más
grandes y sonoros destinos. Así gobierna Dios el mundo”4.
Y, hablando del cerro San Bernardo, cuyo nombre se debe a
la aparición milagrosa del gran Doctor de la Iglesia en el mismo
cerro y que salvó a Salta de las furias bárbaras de los salvajes del
Chaco en 1710, afirma: “cerro glorioso y siempre fatal para
nuestros enemigos, así vio en aquella ocasión huir a los indios por
sus estrechos portezuelos, como cien años más tarde vería al Real
de Lima, posesionado de su falda en nombre de los derechos del
Rey de España, volver vencido a la ciudad, después de resistir
hasta ser el último en el Campo, en la jornada del 20 de febrero de
1813” 5.
La “vocación” providencial de Salta a ser la “firme
columna de la libertad” se evidenció aquel glorioso 20 de febrero
de 1813 con la victoria del Gral. Belgrano sobre el Ejército Español
al mando de Pío Tristán. En efecto, fue en Salta donde los realistas
retrocedieron y dejaron atrás su sueño de avanzar a Buenos Aires y
sofocar la Revolución. Y cuando a fines de 1813 y comienzos de
1814, los movimientos revolucionarios de América atravesaban
momentos de dolor e incertidumbre, temiéndose un total derrumbe
por los contrastes bélicos de las armas patricias en Vilcapugio (1 de
octubre de 1813) y Ayohuma (14 de noviembre de 1813), fue Salta
la que soportó el peso de la Guerra de la Independencia impidiendo
el avance español que nunca pudo concretarse. El pueblo salteño,
sin armas, sin defensa organizada, tenía sin embargo lo que en
4 Frías, B., op.cit., 60. 5 Frías, B., op. cit., Segunda Tradición: San Bernardo – Segundo Patrono de
Salta, 126.
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situaciones desesperadas como ésta ha salvado a muchas naciones:
“un heroico amor a la Patria”.
Y así Salta, aunque abandonada y sin recursos, e invadida
por un enemigo poderoso, no fue fácil de sojuzgar6.
En aquellos días terribles, el Gral. Juan Ramírez, militar
capaz y entendido de las tácticas militares, en persecución de los
derrotados en Ayohuma, ocupó la ciudad de Jujuy el 16 de enero de
1814. Éste confió la vanguardia de la división ocupadora al Cnel.
Juan Saturnino Castro –salteño, oficial de caballería, de distinguida
actuación en el ejército real– para que continuara y se posesionara
de la ciudad de Salta, hecho que se realizó el 21 de ese mismo mes
luego de combatir con las fuerzas patriotas al mando de Dorrego en
“las lomas de San Lorenzo”7. Ocupada la ciudad por la vanguardia
realista, allí se detuvo para surtirse de cabalgaduras y víveres, de
los que carecía, para poder continuar después la marcha. Con este
objetivo se destacaron partidas a diferentes puntos de la campaña.
Al pueblo de Chicoana (como a diez leguas al sur de la ciudad) fue
destinado el Tte. N. Ezenarro, natural del Cuzco y teniente de una
compañía de Caballería de Tinta, con treinta hombres de tercerola y
sable. Se situó en el pueblo y se ocupó de hacer recoger caballos y
mulas sin distinción de cuenta ni razón, sin pagarlos ni dejar
seguridad de resarcimiento. Desplegó una arbitrariedad exasperante
contra los habitantes del lugar.
En las citadas circunstancias aparece nuevamente la
“vocación” de Salta, presente en sus hijos. En Chicoana, en efecto,
comenzó la Guerra Gaucha que salvaría la Revolución americana.
Allí pasaron los primeros días de la ocupación hasta que la llegada
del domingo congregó en el pueblo a los afincados de la parroquia
para oír la Misa, como tenían costumbre. Conversaban sobre los
desafueros que estaban presenciando y uno dijo: “¡Levantémonos
contra esta canalla!”. Era Don Luis Burela, vecino y propietario de
6 López Aranda, P., “El Ejército Gaucho”, en Diario “La Prensa” – Buenos
Aires, marzo de 1938. 7 Frías, B., “Historia del General Martín Güemes y de la Provincia de Salta, o sea
de la independencia argentina” – La Segunda Invasión, T. III, c. XX, Ed.
Depalma, Buenos Aires 1972, 87 siguientes.
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la parroquia. “¿Y con qué armas?”, le preguntaron. “¡Con las que
les quitemos al enemigo!”, respondió. “Hagamos como Ud. dice,
haga Ud. de cabeza”, agregó otro de los reunidos. “Lo haremos”
repuso Burela encabezando la sublevación, y agregó para todos:
“¡A caballo salteños, por la Libertad y la Patria!”.
A las pocas horas, volviendo con sus gauchos y demás
paisanos que concurrieron, sus amigos, cayó sobre la guardia,
sorprendió a la partida del Tte. Ezenarro y tomó prisioneros a
todos, remitiéndolos como tales a Tucumán8.
Don Luis Burela, habiendo dado aquel paso, vio que era
imposible detenerse y, sin atender a familia ni a intereses
personales, ni a los peligros inminentes que tendría que afrontar en
tan temeraria empresa, siguiendo al patriotismo que fue su mayor
impulso, y sobreponiéndose a todos los cálculos de bienestar, se
colocó decididamente a la cabeza de sus gauchos.
Prontamente armó sesenta hombres con las mismas armas
quitadas a los soldados del Rey (treinta de sable y treinta de
tercerola) y salió Burela de campaña. Calculando el tiempo cuando
el Cuartel General tuviese noticias de los sucesos de Chicoana,
mandaría tropas para rescatar a los prisioneros. En vez de alejarse,
se aproximó a la ciudad hasta “Los Cerrillos” (a tres leguas de
Salta) para observar y reconocer el número de soldados que
destacaban. En efecto, los españoles impuestos de la novedad,
destacaron al Cap. Fajardo, natural del Cuzco, al mando de una
compañía. Burela la dejó pasar, cargándola por detrás y la tomó
prisionera, a toda ella, incluso al mismo Cap. Fajardo,
remitiéndolos a todos como prisioneros a Tucumán9.
En el Expediente Militar de Don Luis Burela se lee
textualmente:
8 Archivo General de la Nación (AGN) – Informe de Miguel Otero – Exp.
Militar Nº1543, fs. 14 a 33 – 1882. Este Informe está fechado en Santa Fe el 8 de
octubre de 1873. Ministerio de Hacienda de la Nación 1882. Comisión
Liquidadora Deudas de la Independencia – S. III – Cuerpo LX – Anaquel 4/2. 9 AGN – Informe de Miguel Otero – op.cit.
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“Al cerrar este informe, haré constar que he oído decir a personas idóneas que en el año 1811, el Señor Burela fue el primer Militar que en esta Provincia hizo aquella famosa guerra de recursos que tantos males había de causar al enemigo, tantos bienes a la Patria y tanto crédito a su autor: que he visto presentación de un Jefe de aquella época que dice: como una de sus glorias militares, el haber servido a las órdenes militares del Sr. Dn. Luis Burela“ 10.
Los sucesos de Chicoana fueron como la chispa que
encendió el fuego que alimentaría la homérica cruzada por la
Independencia de nuestra patria. Ese “Ponchazo de Chicoana”
admirablemente dirigido por Burela, fue ejemplo para que otros
patriotas armaran sus partidas. Así lo hizo Don Pedro Zavala,
hombre ya de edad, emparentado con las principales familias de
Salta, hermano del Deán de los canónigos de la Catedral, quien
organizó a la gente de su finca, en San Agustín, al sur de Cerrillos,
y así el 9 de marzo de 1814 dio con otra fuerza realista, la atacó, la
puso en derrota, tomando prisioneros y dejando herido a su
comandante.
Don Miguel Otero, político salteño, testigo y protagonista
de hechos y sucesos de la historia de la Independencia, en su
informe sobre los servicios del Cnel. Dn. Luis Burela, escribe:
“Estas dos partidas, de Burela y de
Zavala, fueron las primeras falanges que
salieron a principios de 1814 al frente del
ejército real, orgulloso con las victorias de
Vilcapugio y Ayohuma, a decirle:
“Paso atrás, no pasarás adelante sino por
encima de nuestros cadáveres’.
10 AGN – Expediente Militar Nº 1032- Cnel. Dn. Luis Burela, Certificado por
sus servicios a la causa de la Patria, Gob. De Salta/Com.Liq. Deudas de la
Independencia, fs. 57-58 – 1875. Este Informe está firmado por el Sr. Valentín
Delgadillo, Comisionado nacional en Salta de la Comisión Liquidadora Deudas
de la Independencia, con datos recogidos en los archivos provinciales, y fechado
16 de Abril de 1875.
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Y este reto propio tan solo del Caballero
de la Mancha, lo llevaron a cabo y lo
cumplieron a fuer de nobles y valientes
patriotas. Parece un sueño pero es una
realidad”11.
El General San Martín, designado por el gobierno central,
se hizo cargo del Ejército del Norte en enero de 1814,
reemplazando al Gral. Belgrano, y convocó al flamante Teniente
Coronel Graduado Dn. Martín Miguel de Güemes para confiarle la
línea de avanzadas12.
“El General San Martín, que tenía el raro
don de adivinar los hombres entre las
multitudes y aplicar sus cualidades
especiales, encontró el hombre que
necesitaba para la guerra de partidarios
en el Comandante Martín Güemes y le
confió el mando de la línea de avanzada.
Desde entonces, las hostilidades tomaron
un nuevo impulso y la guerra de
partidarios asumió un carácter
verdaderamente militar, tomando con
resolución la ofensiva”13.
Güemes, jefe de avanzada, desde que fue nombrado, puso
todo su anhelo en levantar, por la libertad, el entusiasmo de todos
los pobladores de la campaña, siendo el resultado rápido y efectivo:
11 AGN – Informe de Miguel Otero – op.cit. 12 Mitre, B., “Historia de San Martín y de la Emancipación Sudamericana”, T. I,
C. IV, Sec. V, Buenos Aires 1887. 13 Mitre, B., op.cit.
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“Conmueve a todos los habitantes y
enciende en ellos el deseo de vencer y
arrojar los tiranos que extendían las
cadenas de sus crímenes… y los hombres
gustosos se presentan a sacrificios que son
dignos de admiración”14.
“Pocos pueblos en la historia que hayan
presentado una resistencia más sistemática,
más brava y más inteligente, con un
coronamiento más hermoso, que el ‘Pueblo
salteño’,cuyos soldados han pasado a la
posteridad con el nombre de ‘GAUCHOS’”15.
Esta reflexión del salteño historiador y profesor de Derecho
el Dr. David G. Orellana es sumamente acertada porque en ella se
condensa la heroica actitud del pueblo de Salta y de todo el norte
argentino en esa titánica lucha por la Libertad y la Independencia
de nuestra Patria.
La “Guerra Gaucha”, como se llamó al esfuerzo bélico
realizado durante la lucha por la Independencia en la región norte
de las Provincias Unidas del Río de la Plata, constituyó el
antimural donde se estrellarían las fuerzas realistas en su afán de
imponer los derechos del rey al movimiento insurreccional de las
colonias. El protagonista de esta Lid fue el gaucho, el gaucho
norteño que salió del mestizo, producto de la cruza del español con
14 Archivo y Biblioteca Históricos de Salta – Oficio al Director del Cabildo –
Actas Capitulares, 1814.
Frias, B., “Historia de Güemes”, op.cit, Reaparición de Güemes; La Segunda
Invasión, llamada de los Cuicos; Cap. XX, Sec. XII, 99. 15 Orellana, D.G., “Güemes y sus Gauchos”, Ed. Salta Heroica, Buenos Aires
1921, Cap. II, 45.
Homenaje del Centro de estudiantes de Derecho y Ciencias Sociales al Gral.
Martín Güemes en el Centenario de su muerte, Universidad de Buenos Aires,
Junio de 1921.
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la india, la mejor cruza, sin duda, para el resultado étnico que iba a
pasar a ser una celebridad histórica16.
El gaucho es la primera, la más antigua, la más eficaz
adaptación del europeo a la naturaleza indígena y, por eso, resulta
cronológicamente el “primer argentino”17. En su lenguaje no le
faltan voces indígenas y abundan los arcaísmos; su indumentaria y
su sedentarismo se oponen al natural errante de las tribus
inorgánicas; su familia se constituyó según el patrón cristiano por
la influencia de la evangelización; su amor y afición al caballo los
tomó de los españoles que en otros tiempos estaban habituados a
las andanzas ecuestres por Europa y América18. Su hombría, su
probidad y su respeto por las jerarquías, hicieron de ellos el alma y
el brazo en la gigantesca lucha entablada entre realistas y patriotas
en las fronteras de la república. Dieron en todo momento muestras
de dotes militares, de habilidad y constancia, acudiendo
espontáneamente a alistarse al primer atisbo de peligro. Han sido
ellos los que con su vida contribuyeron a crear esta Nación,
ocupando en los instantes decisivos los puestos de mayor peligro y
disputándose el honor de ser los primeros en medir sus lanzas, cada
vez que sus fronteras fueron invadidas.
Hasta Güemes, la palabra gaucho era, como recuerda Mitre,
“malsonante”, y tanto que “La Gaceta” del 10 de abril de 1814
corrigió a San Martín poniendo en su lugar “patriotas campesinos”.
Fue desde Güemes que la palabra gaucho se usó aplicada a
argentinos19.
16 González Arrili, B., “Güemes”, en “Nosotros”, Año XV, T. 38, Nº145, 206
sgtes., Buenos Aires 1921 (“Nosotros” - Revista Mensual de Letras, Artes,
Historia, Filosofía y Ciencias Sociales – Directores: A. Bianchi y J. Noé). 17 Dávalos, J.C., “Los Gauchos”, Ed. Ciordia y Rodríguez, Buenos Aires 1948.
Introducción publicada en “Antología y Cuentos Escogidos”, Buenos Aires
1953. Obras Completas publicadas por el H. Senado de la Nación, Secretaría
Parlamentaria, Dirección de Publicaciones, 1997, 393. 18 Dávalos, J.C., op.cit. 19 Coni, E.A., “El Gaucho”, Buenos Aires 1945. Citado en Diario “La Nación”
(10-02-1985): “Güemes a dos siglos de su nacimiento”, por Narciso Bidayán
Carmona.
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16
“La Patria no hará camino (decía San Martín en
una carta particular a Pueyrredón) por este lado
del Norte, que no sea una guerra defensiva y nada
más; para eso bastan los valientes ‘Gauchos de
Salta’, los escuadrones de esos buenos veteranos.
Pensar otra cosa es empeñarse en echar al pozo
de Airón, hombres y dinero”20.
El calificativo de gauchos, usado por San Martín en sus
oficios, llegó a hacerse en aquella época un “título de honor”
admitido por los patriotas, aún entre la gente culta o de ciudad21.
Con este elemento humano reclutado en todos los confines del
norte argentino, hubo de librarse esta guerra de recursos tan
especial por sus medios e irregular por su forma.
La “Guerra Gaucha” se basó esencialmente en la
inteligencia de un pueblo que puso en juego todos sus recursos para
combatir, con lo que tenía, a un enemigo que todo lo podía y todo
lo tenía22, y se abrió camino allí donde la Patria en peligro lo hacía
necesario. Respondía a una organización con medidas de previsión
determinadas, que respondían a un plan común, centralizado para
su conducción23. En ella no se dejaba nada librado al acaso, donde
se tenían en cuenta todos los factores de importancia. Primero, su
conducción, el Gral. Güemes fue el ejecutor perfectamente
compenetrado de los alcances operativos de la misión. Segundo,
los hombres al servicio de la causa, los oficiales, que dieron
sobradamente muestras de capacidad para dirigir a los grandes
actores de la lucha – los gauchos – con la asombrosa fuerza moral,
engendrada en el amor a la Patria, y el ansia de ser libres. Tercero,
los medios materiales, que fueron primitivos y escasos. El principal
fue el caballo: no se puede concebir al gaucho sin su caballo,
20 Peña, D.B., “Páginas de Historia Argentina: Martín Miguel de Güemes”, Ed.
Imprenta Argentina, Córdoba 1911, 14 siguientes. 21 Rossi, V., “El Gaucho”, Buenos Aires 1910, 38. Citado por David B. Peña. 22 Radulovic, B., “La guerrilla en la guerra”, Cap. I, Pub. Biblioteca del Oficial,
Círculo Militar, Buenos Aires 1949, 15 sgtes. 23 Gentiluomo, F.A., “Güemes, el guerrillero genial”, Cap. IV, Ed. Docme,
Buenos Aires 1954, 73 siguientes.
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17
ambos son un todo armónico. Este fue el secreto del éxito en las
cargas, su salvación en las retiradas, la velocidad en las sorpresas,
y, a veces, su centinela y hasta su trinchera.
Nuestro gran poeta Juan Carlos Dávalos hablando de los
gauchos dijo: “la selva y los cerros cubiertos de monte son su
elemento. El lazo, el cuchillo, el caballo y el perro, sus
instrumentos de trabajo. Son alegres y libres como las chuñas, que
en el lindero del bosque saludan al sol en las mañanas de
primavera. Su rusticidad les permite ser mansos, como niños;
altivos como leones; fuertes como quebrachos”. También afirmó:
“de nuestros gauchos dijo un jefe realista: ‘a este pueblo no lo
sojuzgaremos nunca’. De ellos, dice Frías, el historiador salteño:
‘aportaron un nuevo nombre a la historia; dieron al traste con la
disciplina y la táctica europeas… trazaron el límite norte de la
República’. De ellos podemos decir todos los argentinos:
“¡Todavía existen!”. Existen y conservan gallardías de antiguos
hidalgos y alientos de famosos malandrines, y la aptitud para el
ensueño y la aventura, el don faunesco de la alegría para encarar
la vida”24.
Acerca de los gauchos también afirma el Dr. Ernesto M.
Aráoz: “el gaucho legítimo tiene en realidad cualidades superiores
capaces de realzar la condición humana del hombre más
civilizado. La tranquilidad y el coraje con que se juega la vida en
aras de un ideal o en defensa de una causa que considera justa,
está documentada en muchas páginas de la historia argentina. La
lealtad y el amor propio constituyen una noble exaltación de su
espíritu” 25.
Todas estas reflexiones acerca de los gauchos nos muestran
a aquellos hombres que quizás merecen en mayor medida el
reconocimiento y la gratitud de toda la Patria. Sobre todo por su
carácter guerrero y por haber ofrendado su vida para que se
consiguiera la independencia argentina. Sin embargo, no son los
24 Dávalos, J.C., Conferencia leída el 6 de agosto de 1921 en la Biblioteca
Pellegrini del Jockey Club de la ciudad de Buenos Aires. 25 Aráoz, E.M., “El alma legendaria de Salta”, Buenos Aires 1936, 40.
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únicos miembros del pueblo salteño que han manifestado la “vocación” de la provincia. Junto a ellos hay que mencionar a otros
grupos humanos de entre los cuales han surgido personalidades
dignas de destacar. Según el Dr. Aráoz “en la provincia de Salta
tres son los tipos étnicos tradicionales que concurren a formar el
cuadro de su caracterología regional: el hombre culto de la
ciudad, el gaucho y el colla”26. De los primeros nos corresponde
hablar en particular ya que, habiendo hecho mención del gaucho,
es entre los hombres cultos de la ciudad de donde han surgido los
personajes que más se han destacado a nivel provincial y nacional.
El hombre culto salteño encarna la tradición
hispanoamericana con las características peculiares de la geografía
y la cultura de la ciudad de Salta. Antes de las guerras
independentistas, el salteño de ciudad fue hombre rico, educado,
refinado, laborioso y viajero, todo lo cual contribuyó a hacer de su
ciudad uno de los centros más importantes y prósperos del
Virreinato del Río de la Plata. En la Guerra de la Independencia
pusieron todo esto al servicio de la emancipación americana e
hicieron de Salta la “firme columna de la libertad” 27. Esta
peculiaridad del salteño, más propenso a una “reforma” que a una
“ruptura”, hizo que tanto durante la Guerra de la Independencia
como durante la Guerra por la Organización nacional, no se viera
26 Aráoz, E.M., op. cit., 36. 27 Acerca de Salta afirma Frías: ”Parécenos, así, su empresa superior, sin duda
alguna, a aquellas realizadas por Pelayo en España y por Juana de Arco en
Francia; pues al lado de la lucha militar se desenvuelve la lucha más difícil aún
de la organización del país, alzándose por nuevo enemigo el demonio de la
anarquía y de la barbarie, dividiendo y aniquilando en los momentos más
delicados de la prueba y al frente mismo del enemigo común, la unidad de los
esfuerzos, el centro del poder y del gobierno, la fuente de los recursos, soltando
los diques hasta entonces cerrados a las masas incultas y por donde se
derramaron las corrientes de la barbarie que sepultaron en ruinas, en sangre y
en vergüenza la república; destacándose Salta como solo luminar en medio de
noche tormentosa y oscura, por la gloria de sus armas, por la rara nobleza de
sus virtudes, por la virilidad inquebrantable de su temple cívico, por la firmeza,
sabiduría y oportunidad de sus principios políticos sostenidos por aquellos
varones ilustres cuyo talento poderoso, cuya elocuencia y saber llenaron, con
justicia, la admiración de su tiempo”. Frías, B., “Historia de Güemes”, op.cit.,
Tomo I, Discurso preliminar (presentación de toda la obra), 1-2.
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mezclado en aquellas miserias humanas que oscurecen y quitan
valor a los más grandes esfuerzos independentistas y nacionales28.
Lo cual apoya la tesis de la “vocación” de Salta a cumplir un
determinado papel en la historia argentina29.
El hombre de clase de Salta posee sus particularidades que
lo han hecho célebre en el país. Según Juan Carlos Dávalos “el
hogar patricio fue siempre en Salta un hogar rural. La
convivencia de los señores con el indio en el oeste o con el gaucho
en el este, hizo posible aquel prodigio de inteligente solidaridad
que se manifestó cuando, ante el peligro común, el caudillaje
salteño rechazó siete invasiones. Del hogar patricio quedan
todavía los viejos santos de madera pintada; los cuadros
arrumbados en los ruinosos oratorios; los edificios desmesurados,
hoy sin objeto, donde se daba trabajo, asilo y sustento a mucha
gente”30. De acuerdo a lo dicho por Dávalos, es claro que el
salteño heredó ese espíritu familiar de la sociedad de matriz
hispánica y que la cristiandad hizo brillar durante tantos siglos en
aquellas tierras que quisieron abrirse a su influjo. Un espíritu donde
las diferencias son atemperadas por la caridad y la jerarquía es
mantenida en la convivencia más cálida y cordial. Todo lo cual
hace desaparecer la petulancia pero imprime respeto mutuo y
fraterna colaboración.
Nada más oportuno para ilustrar este espíritu salteño que las
palabras del Dr. Robustiano Patrón Costas preparadas con ocasión
de su candidatura a la presidencia de la Nación. En ellas, además
de referirse a importantes cuestiones, aparece con claridad su
condición de salteño. Nos dice: “la mala política ha entronizado el
profesionalismo político, con sus caudillos y sus trenzas, ha traído
el desprestigio de la palabra y el alejamiento de la actuación de
nuestra vida pública de muchos valores intelectuales y morales. Se
28 Afirma Dávalos en la Conferencia dada en el Jockey Club de Buenos Aires
que en Salta “los enconos que la pasión política labra entre los hombres fueron
casi siempre atemperados por la cristiana prudencia y la juiciosa discreción de
las mujeres”. 29 Aráoz, E.M., op. cit., 36-39. 30 Dávalos, J.C., conferencia citada.
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siente especialmente desde hace muchos años el alejamiento de los
hombres de trabajo y de la juventud, por cuya causa los partidos
no ven renovados sus valores, lo que es más grave para su futuro.
Debo declarar que muchas veces me ha dominado a mí también el
desencanto; sin embargo no he abandonado la lucha, porque el
ciudadano que deserta del cumplimiento de sus deberes cívicos
traiciona a su país y es mayor su responsabilidad cuanto más
grande sea su capacidad y más alto el lugar que ocupa en la
vida”.
Y más adelante se presenta de esta manera: “se dice que los
hombres nacidos en la montaña son muy apegados al terruño, por
lo que yo siento, esa afirmación debe ser exacta. Le he dedicado
mis mayores esfuerzos y los mejores años de mi vida, he
demostrado que el trabajo de sus hijos puede hacer surgir de las
entrañas de las provincias que se dicen pobres, la riqueza y el
bienestar. Al dedicarle mis afanes no he hecho sino retribuir en
parte lo que mi provincia hizo por mí. Alguna vez dije que me
considero un genuino producto de su medio; mi hogar provinciano
formó mi carácter, con el ejemplo de sus virtudes, bajo la
abnegada dirección espiritual de mi madre, y el recuerdo de mi
padre muerto en mi niñez, inspirada por los preceptos de nuestra
fe, que contiene el código moral más admirable que haya conocido
y practicado la humanidad. Y mi hogar provinciano no era sino el
trasunto de la vieja, culta e ilustre sociedad de Salta”31. Estas
palabras notables hacen ver la peculiaridad del hombre salteño que
se presenta ante las realidades de la vida y de la historia con un
patrimonio digno de ser considerado: la inquietud social, el trabajo,
el desinterés, el amor a la tierra, la familia, y sobre todo la fe
católica.
Son oportunas, a su vez, las siguientes palabras de otro
salteño comprometido también en la política acerca del sistema democrático: “la democracia podrá ser imperfecta, pero ella es susceptible de perfeccionarse por medio de una cultura cívica
31 Patrón Costas, R., “Discurso que debió pronunciar en la convención del
partido Demócrata Nacional con motivo de la proclamación de su candidatura a
la presidencia de la Nación”. 1943.
VICTORINO DE LA PLAZA
21
progresiva. La democracia de verdad debe mirar por sobre todas las cosas el bienestar general, la felicidad individual, la paz y la armonía social y propender siempre al gobierno de los más aptos, de los más honestos, de los más ilustrados, de los más responsables y de los más capaces para la tarea que le fuese conferida, cualquiera que sea el sector de la sociedad de que esos gobernantes provengan. La verdadera democracia no excluye las jerarquías, sino que por el contrario, las estimula y las fomenta dentro de la igualdad que la ley reconoce, y le da su verdadero contenido social. Gobernar honradamente con sujeción a la Constitución y a las leyes que estructuran el Estado democrático, es también condición esencial de la democracia pura y el único dique capaz de contener las dictaduras que suelen incubarse tanto en los gobiernos como en las masas”32.
He querido citar estas palabras porque en ellas aparece
nuevamente ese espíritu salteño que ve las cosas del presente pero
sin romper con las del pasado, y esto es esencial, no solo para la
política, sino para todas las realidades de la vida ya que, no es
renunciando al pasado como se camina hacia adelante pues todo
hombre sensato honra la historia y la considera maestra de vida,
más aún cuando se trata de una historia que nos trae las luces de la
civilización cristiana que tantos beneficios ha aportado a toda la
humanidad. La historia americana es heredera de la cultura que
España supo forjar desde su posición peculiar dentro de la
cristiandad y a esta cultura el salteño siempre le brindó su respeto.
Cuando hubo que cambiar de sistema de gobierno y de identidad
institucional, Salta optó por la “reforma” y no por la “ruptura”33.
Quiso conservar aquello que la definía como sociedad y como
patria, quiso cambiar aquello que era necesario pero sin recurrir a
la destrucción de lo que le había dado la vida y la había hecho
32 Aráoz, E.M., “El diablito del Cabildo”, segunda edición, Buenos Aires
1969,155. 33 Usamos esta interesante terminología utilizada por el Papa Benedicto XVI en
su Discurso a la Curia Romana en diciembre de 2005 en referencia a la vida de la
Iglesia (Cfr.L’Osservatore Romano Edición en español Nº 52, 30 de diciembre
de 2005, 721-724).
JORGE REINALDO VANOSSI
22
crecer hasta su mayoría de edad. Como dice una digna historiadora
de nuestro medio “es innegable que la colonización española trajo
a América los bienes culturales acrisolados en Europa durante
siglos, valores universales que constituyen el sustrato común de
todos los pueblos americanos que hablan el mismo idioma
castellano y creen en Dios”34. No forma parte del espíritu del
salteño caer en la trampa de un discurso falso que propugna la
creación de algo nuevo que tiene como fundamento la novedad
misma, el hambre de novedad. El salteño se vincula a su tradición,
sabe que la verdad es siempre nueva y, desde ella se lanza a la
construcción de la patria. Así lo hicieron sus héroes y sus hombres
eminentes. Esta es la “vocación” de Salta.
Todo lo cual hace del salteño el portador de aquel lema ya
célebre y que hizo propio la Agrupación Tradicionalista de Salta
“Gauchos de Güemes” al ser fundada: Dios – Patria – Tradición.
Es decir, que la libertad nunca debe separarse de su fundamento,
que es Dios, y de su historia, que es la Tradición. Salta, al ser la
“firme columna de la libertad”, no ha querido establecerse como
centro de una libertad absoluta, sin referencias, sin objeto, con la
única finalidad de ser en todo independiente. Salta quiso la
independencia de España y de cualquier otra potencia que le
impidiera ser una nación. Pero eso no significaba romper con todo,
con el pasado, y menos con Dios. Esta es la razón por la que Salta
ofreció a todo el Río de la Plata su propia convicción sobre la
libertad, sobre la patria, sobre la tradición.
Una de las pruebas de la singularidad de Salta ha sido
siempre su fe religiosa, motivo por el cual es llamada “capital de la
fe”. El hecho de vincular la Guerra de la independencia con el
Señor del Milagro muestra que esa lucha era legítima y no era
condenada por Dios. A su vez, sus protagonistas lucharon contra
España y no contra Dios, razón por la cual, terminada la guerra,
terminó el dominio español pero no se extinguió la fe católica. Al
contrario, fue acrecentándose, y el Señor del Milagro continuó
salvándola como lo hizo en los terremotos de 1844 y los de 1946.
34 Miller Astrada, L., “Salta hispánica”, Buenos Aires 1997, 364.
VICTORINO DE LA PLAZA
23
Nos dice Juan Carlos Dávalos en referencia a la
peculiaridad de Salta: “penetrad conmigo en el salón colonial
donde vela, junto a una estufa, una anciana octogenaria de
aspecto noble y severo. Sentada a sus pies, una criada deletrea la
cartilla. La anciana pasa entre sus dedos enflaquecidos las cuentas
de un rosario. Tiene los ojos entrecerrados, como en un ensueño, y
al borde de sus párpados tiembla una lágrima. Nosotros la
contemplamos en silencio antes de atrevernos a interrogarla.
Conocemos la causa de su pena y respetamos su ensimismamiento.
Ella simboliza en esa actitud, el encanto misterioso de la leyenda.
¡De esa leyenda en la que nosotros ya no creemos! Ella guarda en
su viejo corazón, como en un cofre delicado, la fe de su estirpe. La
fe que expulsó al moro de la península; que sometió a los indios en
la conquista; y que partiéndose después en dos fervores y en dos
espadas, legitimó en América el derecho de los pueblos a la
libertad, contra el derecho de los monarcas al despotismo”35. Este
es un texto notable donde se evidencia el vínculo existente entre la
libertad y su fundamento y se muestra cómo entendieron los
salteños su lucha por la libertad. Está muy lejos de ellos ese
espíritu de “ruptura” tan propio de las ideas revolucionarias
francesas del siglo XVIII.
Continúa el poeta hablándonos de la fe de Salta, testimonio
tanto más imparcial cuanto que procede de alguien que no
llamaríamos un católico ferviente. Nos dice: “muchas leyendas y
tradiciones de la villa de Lerma son de carácter esencialmente
religioso […] Pero los pueblos son tanto más dignos de respeto,
cuanto más se apegan al conocimiento de sus orígenes. Bien está
que desechemos del pasado cuanto nos queda de anacrónico o de
pueril, pero salvemos el preciado caudal de belleza y de bien que
nos legó. Y por humilde que nos parezca, retribuyamos
agradecidos sus largos desvelos, sus hondas inquietudes, y nos
aproximemos a él, no con el ánimo del crítico sagaz que
35 Dávalos, J.C., conferencia citada.
JORGE REINALDO VANOSSI
24
desmenuza, sino con una actitud suplicante y demudados los
colores del rostro”36.
Consideramos oportuno citar los célebres poemas religiosos
de Dávalos pues la poesía es patrimonio de los salteños y ha hecho
posible expresar con sus versos lo que de otra manera hubiera sido
difícil de decir. Los dos sonetos que citamos se refieren al Señor
del Milagro:
Dulcísimo Jesús crucificado,
que al Padre en holocausto te ofreciste,
y de muerte afrentosa padeciste,
al Santo Leño de la Cruz clavado.
¡Rey de un reino de amor nunca alcanzado,
pálido Dios atribulado y triste,
manso cordero que tu sangre diste
para borrar la mancha del pecado!
Como la flor que el huracán arranca,
y ve esparcida su corola blanca,
caer en lodazal rota en pedazos
soplo de perdición quebró mi vida,
y con el alma para siempre herida,
¡tiendo a tu Cruz de redención mis brazos! 37
36 Ibidem. 37 Ibidem.
VICTORINO DE LA PLAZA
25
Admirable poema por su arte y su sentido que se une al
otro también célebre sobre la procesión del Milagro:
Con la pompa ritual que la costumbre
piadosa de los siglos ha guardado
condúcete, Señor Crucificado,
por las calles inmensa muchedumbre.
Lleno mi corazón de pesadumbre
y de duda mortal y de pecado,
duélese del martirio penetrado
que tuviste del Gólgota en la cumbre.
Ante el hórrido grito de agonía
que el artista español heló en tu boca,
¡”no me abandones”! clama el alma mía.
Y permanecen a mi llamamiento,
como al tuyo, Señor, desde tu roca,
muda la tierra, mudo el firmamento 38.
Expresiones como éstas pueden encontrarse también en
otros poetas, incluso en aquellos que demostraron su poca religión,
fieles quizás a ese espíritu del tiempo que convencía a muchos a ser
agnósticos y escépticos, como signo de cultura y civilización. Al
mismo tiempo, les hacía ver en la religión de la Iglesia un signo de
38 Autores varios, “Antología del Milagro 1592-SALTA-1942”, 95.
JORGE REINALDO VANOSSI
26
atraso, oscurantismo y falta de progreso. Sin embargo, la mirada
del poeta es tan alta y tan profunda, que sobrepasando prejuicios y
mezquindades, ante la inspiración interior, ve con claridad y
expresa esa visión, aunque contradiga ideas o pensamientos
expresados en un salón. Así podemos ver ese hermoso poema sobre
Jesucristo que Joaquín Castellanos escribió inspirado en la más
noble tradición de su familia, de su provincia y de su patria. El
poema se titula “Oración amistosa”:
Jesús, yo no comprendo, cómo pudo
vivir sin ti la humanidad, por tanto
tiempo en que su primario instinto rudo,
tardó en civilizarse con tu llanto.
Tu grandeza mayor no está en los nombres
con que pujante como Dios advienes;
tu sustancia divina está en que tienes
corazón maternal para los hombres.
Jesús vidente, médico divino,
todos, Señor, de ti necesitamos;
todos somos enfermos; todos vamos
en busca de salud a tu camino.
Todos somos posesos por ocultos
demonios; los que engañan con la gloria;
los que hacen del placer vaso de escoria;
los que trastruecan del amor los cultos.
VICTORINO DE LA PLAZA
27
El poder de tu mágico exorcismo
a muchos cuerpos devolvió la calma;
hoy lo necesitamos en el alma;
líbrame del demonio de mí mismo.
Jesús, sin ti, yo soy un solitario
en lo infinito; sólo tú acompañas
con el tuyo, el dolor de mis entrañas;
yo vivo internamente tu calvario.
Tu herida del costado en mí se junta
a otra que sin ser tuya, es tuya y mía;
de los siete puñales de María
clavada está en mi corazón la punta 39.
Notable poema que evidencia, no solamente un sentimiento
piadoso intenso, sino también una consciente cultura doctrinal que
seguramente recibió el poeta en Salta. A lo cual puede agregarse
que difícilmente en Salta era posible encontrar ignorancia religiosa,
ya sea por los innumerables esfuerzos catequizadores, ya sea por la
acendrada tradición de rezar la Novena del Milagro, admirable
compendio de las verdades de nuestra fe católica. “Esta novena
rebasa los juicios académicos porque está impregnada de una
suerte de lírica pasión, colmada belleza y de intuiciones que llegan
de lo alto” 40.
39 Dr. Joaquín Castellanos, “Obra Literaria”, Edición del Honorable Senado de la
Nación, Buenos Aires 2000, poema titulado “Oración amistosa”, 749. 40 Figueroa Aráoz, J.H., “Noroeste Argentino”, Salta 1966, 23. Citado por el
Prof. Vicente Pérez Saez en su artículo “La Novena del Milagro” que forma
JORGE REINALDO VANOSSI
28
De ella también nos habla Frías diciendo: “Milagro que no
se ha advertido hasta ahora es la Novena del Señor del Milagro.
Es de reírse la afirmación, ciertamente. Pero así como no debe
aceptarse ni rechazarse libro alguno sin averiguamiento de cómo
sea, y por solo el título, tampoco es bueno reírse de una afirmación
si va a probarse. Milagro hemos dicho, y milagro es de veras que
una novena llegue a ser o a semejarse por sus aproximaciones, a
una pieza literaria. La Novena del Milagro lo es. Hemos leído,
cuando niños por supuesto, muchas de esas producciones
clericales, pero confesamos que entonces como ahora, el sabor de
buena literatura solo en la del Milagro la encontramos. Sus trozos
son llenos de elocuencia; inflaman el alma y enternecen el
corazón” 41.
Como afirmó el entonces Arzobispo de Salta Mons. Carlos
Mariano Pérez “el alma del pueblo salteño está impregnada hasta
las intimidades más profundas del amor al Señor y a la Virgen del
Milagro”42. Lo cual no puede dejar de imprimir en los salteños el conocimiento y el amor a las verdades de la fe católica. La
impiedad muchas veces nace de la ignorancia y crece alimentada
con fantasías imaginarias hábilmente difundidas por algunos
medios masivos de comunicación. La propaganda ha sido muchas
veces el medio para alejar a los pueblos de la fe y de la religión y
ha sido quizás más eficiente que la predicación de la Iglesia.
Humanamente hablando, claro está. Pero esta ley de la
modernidad, porque fue establecida por la mentalidad
revolucionaria de Francia al inicio de esta edad histórica, no se
cumplió en Salta gracias al Milagro. Es una tradición religiosa de
tal magnitud la devoción al Señor y a la Virgen del Milagro que,
con ella, cada salteño descubre la verdad sobre su esencia y su ser
contenida en esas dos verdades o “dos extremos grandiosos: el
parte de la publicación “Cuatro siglos del Milagro de Salta”, de autores varios,
Salta 1992. 41 Frías, B., “Tradiciones históricas”, op.cit., 62. 42 Pérez, C.M., Artículo del Diario ‘El Tribuno’, 16 de septiembre de 1967, 17.
Citado por la Prof. Olga Chiericotti en su artículo “Los gobernantes de Salta
siempre honraron las imágenes del Milagro” que forma parte de la publicación
“Cuatro siglos del Milagro de Salta”, de autores varios, Salta 1992.
VICTORINO DE LA PLAZA
29
primero, la miseria del pecador arrepentido que nada puede, que
nada vale para merecer la protección y el favor de los hombres, o
bien la impotencia de éstos; y por el otro, la esperanza, única en su
noche de dolor, que lo ilumina y lo alienta viendo en aquel Cristo
colgado en una cruz, el único que, con el amor del padre, para
quien no hay hijo completamente malo ni desechable, lo recibirá
abiertos los brazos y con el perdón en los labios, por más grande y
horrenda que su culpa lo sea” 43.
Grandeza y miseria de la condición humana son los dos
extremos que siempre deben estar juntos en la formación de un
verdadero humanismo. Cancelar una de estas dimensiones de la
condición humana lleva a peligrosas simplificaciones o
parcialidades que hacen del humanismo la acentuación de lo que se
afirma y a corromper la verdadera naturaleza humana
conduciéndola a amargas quimeras que tanto engañan y tanto mal
han hecho a la humanidad a lo largo de su historia, sobre todo en
estos últimos siglos. El hombre no es tan grande como Dios,
tampoco es tan bajo como un animal. Es imagen y semejanza de
Dios, pecador y miserable, aunque rescatado por Cristo crucificado
y resucitado que se le ofrece como Salvador y Redentor. Dice la
Novena del Milagro: “¿quién otro se compadecerá de mí?”. En
efecto, sólo Jesucristo y la Santísima Virgen quien coopera
admirablemente con su obra redentora. Todo esto el salteño lo
aprende en la Novena y al buscar la construcción y salvación de su
Patria no lo olvida y lo pone en práctica contribuyendo así de un
modo singular a evitar las rupturas culturales y sociales que tanto
daño hacen a los pueblos. El salteño es tradicionalista, quiere
transmitir las herencias del pasado, no por gusto obsesivo por lo
que “ya se fue” con la historia, sino porque ve en esos tesoros del
pasado las bases sobre las cuales se puede construir. Ve la “roca
firme”, de la que habló Jesucristo, y quiere aprovecharse de ella
porque ella misma vino a instalarse en medio de su ciudad: “con su
amor buscando el amor de un pueblo”. Hay cosas perennes que
no deben abandonarse aunque los años pasen. Entre esas cosas el
salteño ve a Dios, a la Tradición y a la Patria, tal como ésta se
43 Frías, B., “Tradiciones históricas”, op.cit., 63.
JORGE REINALDO VANOSSI
30
presenta desde sus orígenes hasta hoy. Si Salta es la “firme
columna de la libertad”, el salteño sabe que la libertad tiene a Dios
como su fundamento y tiene a la Tradición inscrita en su historia,
que es su fuerza y su orgullo. Así lo ha demostrado la salteñidad en
su adhesión al Milagro, tanto el pueblo como sus gobernantes44.
El Instituto San Felipe y Santiago de Estudios Históricos de
Salta y le Editorial Virtudes al proyectar la publicación de
“Biografías de salteños ilustres” están convencidos de que Salta ha
aportado a nuestra Nación hombres y mujeres ilustres que han
contribuido de manera singular a formar nuestra nacionalidad. Son
personajes que han de ser sacados del olvido y propuestos como
ejemplo a seguir. Su peculiar modo de pensar y obrar puso de
manifiesto esa “vocación” propia de Salta a ser “firme columna de
la libertad”, de esa libertad verdadera y no solo declamada, de esa
libertad que se opone a la tiranía del más fuerte y del más popular,
de esa libertad que se funda en Dios y en la verdad. Al mismo
tiempo que recuerda sus héroes, nuestro Instituto desea incentivar
la aparición de nuevos personajes salidos de su provincia a fin de
que su historia ilustre no se detenga en estos tiempos de crisis,
decadencia y mediocridad.
¿Acaso habrá cumplido Salta ya totalmente esa “vocación”?
¿No seguirá vigente el llamado que la Providencia le hace?
Evidentemente que sí, y por eso también hoy muchos miran hacia
Salta. Es verdad que hoy nuestra Salta no es la misma de hace dos
siglos. Ya lo decía Frías: “a Salta no le queda más que el
nombre”45. Pero es “nuestro nombre”, el nombre de salteños, y
estamos hoy aquí, presentes, no despreciando nuestro pasado, y
tampoco nuestro futuro. El Instituto San Felipe y Santiago de
44 Chiericotti, O., “Los gobernantes de Salta siempre honraron las imágenes del
Milagro”, artículo que forma parte de la publicación “Cuatro siglos del Milagro
de Salta”, de autores varios, Salta 1992, 69-75. 45 “Por lo que a nosotros hace, la quisiéramos ver tan acabada y completa, a
estar a nuestro deseo, que el lector pudiera, al recorrer sus páginas, conocer en
todos sus detalles aquella época memorable y famosa, de quien, a pesar del
corto espacio que nos separa, no conservamos ya ni siquiera sus costumbres.
‘De Salta no queda más que el nombre’”. Frías, B., “Historia de Güemes”,
op.cit., Tomo I, Discurso preliminar (presentación de toda la obra), 15.
VICTORINO DE LA PLAZA
31
Estudios Históricos de Salta hace con esta publicación, además del
justo homenaje a sus próceres, un llamado a todos a recobrar
nuestra “vocación” como Provincia y como Pueblo y a brindar a la
Patria el sostén de nuestra columna, “firme columna de la
libertad”, que nunca debe separarse de su fundamento, que es
Dios, y de su historia, que es la Tradición. Dios – Patria –
Tradición. Nuestros ancestros en horas dramáticas dieron todo por
la Patria. Quizás nosotros también hoy tengamos que hacer lo
mismo brindando a la Patria lo que quizás nadie más que nosotros
le puede dar, nadie más que Salta le puede dar, sin complejos, sin
temores, sin cálculos, con generosidad, con entrega, con amor46.
Que estos votos concluyan con un homenaje a nuestra
ciudad y provincia de Salta. Para ello nada mejor que las
inmortales palabras del poeta José María Mirau en su “Canto a
Salta”:
Este canto que te diga respondiendo a
incontenibles cabalgatas de fervor y de entusiasmo;
habrá de ser como los cantos a la amada.
Tierra linda y generosa del buen sol y de la vid y de la
zafra. Tierra, tierra sin remilgos, con dulzuras o rudezas
hortelanas.
En el tiempo en ti se hizo permanente la armonía de los
mundos en tu forja trabajaron fuego y agua, los eternos
demiurgos que con manos de viajeros premurosos
esculpieron los tumultos de tus valles y montañas, de tus ríos y tu cielo cual ninguno.
46 Son palabras que pronuncié en mi Discurso en el monolito de la Cañada de la
Horqueta el 7 de junio de 2014 ante los gauchos que cabalgaron hasta allí
rememorando los pasos de la histórica cabalgata con motivo del aniversario del
día en que fue herido el General Martín Miguel de Güemes.
JORGE REINALDO VANOSSI
32
Al firmar las creaciones de Su Verbo y las obras de Su
mano dijo Dios de todas ellas que eran buenas, bueno el
lirio y bueno el rayo.
Pero al verte nada dijo. Promesante por los mares y
enclavado vino a ti y se quedó en la inmutable protección
de su Milagro.
Una frágil alborada temblorosa de recuerdos imprecisos,
en la alfombra de tus campos hizo el hombre sus caminos,
lo acogiste hospitalario y le quitaste su bordón de
peregrino,lo adormiste en tu regazo, descansó y vivió feliz
como los niños.
A ese hombre que fue el inca, hijo del Sol, el calchaquí o el
castellano lo nutriste con tus zumos esenciales genitores de
centauros.
A ese hombre, Tú lo has hecho para estatua sobre un plinto
sin reparos como están sobre tus punas los cardones o en
tus selvas los quebrachos.
Así fue que en ti se hizo nuestra historia como hachazos en
el grito vertical de libertad de las tacuaras de los gauchos y
el retumbo de los recios guardamontes, tempestad y
tromba y canto para aquellos que caían o vencían en
el campo ensangrentados.
Te admiré por vez primera desnudándote de sombras en el
alba y mis ojos con asombro se llenaron hasta el borde de
las lágrimas.
Nada había igual a ti en el concierto musical de la mañana
y una noche al plenilunio me brindaste tus terrones por
almohada.
Fue después el incansable perseguirte codicioso por las
pircas el buscar en la apacheta solitaria la memoria de tus
incas.
VICTORINO DE LA PLAZA
33
El sentirme enamorado y el quererte con amor tan sin
medida que el vivir en ti se hiciera el renovado respirar mi
misma vida.
Y te canto así esencial para los fines esenciales de la vida.
Todo en ti se hace turbiones de pasión, o suavidades de
caricia; nutridora en la simpleza de tus valles florecidos en
espigas, nervio y músculo de fuerza mineral que en
apoteosis se prodiga.
Nada he dicho; pero ahora por los vientos mi secreto se
dilata descubierto quiero un eco que se amplíe en infinitas
resonancias; el amor todo temblores cuando implora, es
alarde cuando canta.
Y te canto por hermosa, por tu ayer y por tu hoy y tu
mañana, por tu sol y por tu nieve, por tus chacos y tus
punas y tus abras, por incaica y española y argentina, así te
canto ¡Salta! ¡Salta! 47
47 Agradezco a la Profesora Superior de Declamación Sra. M. Ofelia Zamora
(Beby) haberme brindado este poema que ella aprendió de su profesora la Sra.
Judith Graneros de Mirau, esposa del poeta, en su Academia de declamación.
José María Mirau nació en Buenos Aires en 1902 y murió en Salta en 1967.
Salteño por adopción, estudió filosofía y teología en el Seminario Conciliar de
Villa Devoto, especializándose después en Letras. Periodista, poeta, ensayista y
novelista, tradujo obras del francés y del italiano. Enamorado de Salta, le cantó
con profundidad e inspiración. Católico fervoroso, en sus obras se descubre una
innata propensión al misticismo. Publicó un tomo de poesías titulado
“Sinceridad”. Obtuvo diferentes premios literarios en 1929, 1942 y 1946. Ver:
José Fernández Molina, “Panorama de las letras salteñas”, Salta 1964, 63.
Autores varios, “Antología del Milagro 1592-SALTA-1942”, 209-211. Walter
Adet, “Cuatro siglos de literatura salteña (1582-1981)”, Salta 1981, 116.
JORGE REINALDO VANOSSI
34
INCORPORACIÓN DEL DR JORGE VANOSSI COMO
MIEMBRO CORRESPONDIENTE DEL INSTITUTO DE
SAN FELIPE Y SANTIAGO DE ESTUDIOS HISTORICOS
DE SALTA
Palabras pronunciadas por el Sr Presidente del Instituto de San
Felipe y Santiago
Señoras y Señores:
Deseo agradecer vivamente la conceptuosa nota que se
acaba de leer de SE el Sr Arzobispo de Salta, Monseñor Mario
Antonio Cargnello, que expresa su apoyo a la iniciativa del
Instituto de San Felipe y Santiago, entidad que ha propuesto traer a
Salta los restos mortales del Doctor Victorino de la Plaza, para que
reposen en el Panteón de las Glorias de Norte.
Este propósito de remediación histórica y espiritual que
hemos encarado, se inscribe en una de las más inveteradas
tradiciones de la cultura occidental. En efecto, es frecuente
encontrar conmovedores pasajes en la literatura clásica sobre “los
honores fúnebres” y la digna sepultura que se deben tributar a los
muertos.
En una de las más bellas tragedias griegas, en “Antígona”
de Sofocles, escrita en el momento de mayor esplendor cultural de
Atenas, en el paradigmático Siglo V a.C., se exalta la conmovedora
piedad de esta heroína, quién afrontó una injusta pena de muerte,
dictada por Creonte, el implacable tirano de Tebas. Su crimen fue
sepultar a su hermano Polinices, cumpliendo los mandatos de la ley
divina y los deberes de la piedad filial.
Polinices había caído frente a los muros de Tebas en un
combate fratricida con su hermano Eteocles, a quién pretendió
despojar del poder.
La polis concedió las honras fúnebres a su defensor y
Creonte le impuso la pena de muerte para quién inhumara los restos
del in invasor Polinices.
VICTORINO DE LA PLAZA
35
En la antigüedad clásica, los deberes éticos y rituales ante la
muerte, aluden a la comprensión originaria de la naturaleza del
hombre, quien posee la dignidad eminente de ser creado como
imagen viva del Dios presentido. El coro de Antígona señala el
carácter único y sagrado del hombre, que al morir culmina una
trayectoria irrepetible, un periplo pleno de realizaciones y
peripecias, libre tanto ante la gloria como en la adversidad,
configurando un destino que posee resonancias universales, tal vez
porque solo el hombre encarna la lúcida conciencia del cosmos.
El culto a los antepasados que se practicaba en la ciudad
antigua, era un virtual reconocimiento a la inmortalidad del alma,
que tras la muerte lograra el premio final de los Campos Elíseos o
permanecerá castigado en el Hades, como una sombra intemporal y
doliente
El Instituto de San Felipe y Santiago de Estudios Históricos
de Salta ha promovido una acción integral que no sólo se refiere al
retorno de sus restos a Salta, sino que intenta reparar el olvido
imperdonable y la exaltación de su presencia paradigmática en la
historia de nuestro país.
El caso de Victorino de la Plaza, ciudadano eminente y figura
ejemplar:
Con Victorino de la Plaza no se respetaron estos deberes
inveterados y que en su caso debieron extremarse. Un hecho
ominoso y reciente acredita lo afirmado: Sus restos fueron retirados
del lugar elegido por él para su descanso eterno y han sido
depositados en una ignota tumba privada ubicada en la provincia de
Buenos Aires.
Este caso “clama al cielo”, porque aquel hombre que en
vida fue un prócer, un verdadero arquitecto de la República y un
patriota, ha sido removido del sitio destinado a la veneración de sus
compatriotas. A esta pérdida física se suma otra más profunda que
es el olvido, una preterición de la memoria debida que termina
pareciéndose a la pena política que Roma aplicaba a los enemigos
de la República y que se denominaba precisamente la “damnatio
memoriae”.
JORGE REINALDO VANOSSI
36
En nuestro caso esa inmerecida sanción no es intencional
sino que proviene de la desidia, de la ingratitud de sus
conciudadanos Estas actitudes forman parte de la liviandad de las
costumbres actuales que han creado un hombre “vacío de las
entrañas de pasado” –como lo expresa Ortega y Gasset en un
concepto que nació clásico. Esta frivolidad para encarar la vida no
se enraiza en lo esencial sino que se juega en los escenarios
transitorios donde cada persona desarrolla una actuación
impostada; escenarios en que se distingue a los actores por su
estatus aparente, por la riqueza material y la abundancia de bienes
efímeros que ostentan.
En una sociedad que no privilegia las hazañas del espíritu,
que desvaloriza las creaciones del intelecto humano y que no exalta
los valores permanentes de los próceres que los encarnaron, el
deslizamiento hacia el olvido de esas figuras señeras es un
movimiento casi inercial.
Nuestra patria desde su nacimiento se caracterizó por sus
generosos ideales, empeñándose en una gesta heroica por librar a
América del Sur. Nuestra nación defendió la paz, el respeto de los
derechos inalienables del hombre y por la dignidad y el decoro de
los pueblos.
Esta gloriosa trayectoria nos obliga a ser consecuentes con
quienes forjaron “El País de la Aurora”, como bien llamó Rubén
Darío a la magnífica Argentina del Centenario.
Uno de esos artífices fue Victorino de la Plaza, quién actuó
siempre con un patriotismo ejemplar desprovisto de todo interés
subalterno y con una clara vocación de servir eficazmente a su
tierra y su gente.
Sintético perfil de Victorino de la Plaza
El Doctor de la Plaza, fue un ciudadano ejemplar, al que le
tocó ocupar la más alta magistratura del país y en su accionar dejó
una indeleble huella histórica en relación a la pureza de las
prácticas políticas.
VICTORINO DE LA PLAZA
37
En efecto, este año se conmemora el Centenario de la
primera elección Presidencial realizada bajo las claras
prescripciones de la Ley Sáenz Peña, proceso que el condujo con
firmeza e imparcialidad. Este acto implicó que la Argentina
alcanzara la plenitud de su institucionalidad democrática
suprimiendo la corrupta práctica del fraude. Este hecho histórico
pasó inadvertido, y es por esa razón que deseamos recordarlo hoy y
aquí, señalando la generalizada e imperdonable amnesia oficial.
Recordamos también que Victorino de la Plaza asumió la
Presidencia Provisional de la República en octubre de 1913 en los
prolegómenos de la Primera Guerra Mundial –que finalmente se
desató el 9° de agosto de 1914-, momento dramático e incierto
incluso para los países que no participaron en el conflicto.
La Argentina tuvo la dicha de su liderazgo firme y sabio en
tiempos críticos, hecho que facilitó al país el trayecto sin tropiezos
por los complejos escenarios que planteaba un presente lleno de
asechanzas y un futuro que él avizoró con claridad constituyéndose
en el arquitecto de la neutralidad internacional a ultranza, y de la
democracia plena.
Su sucesor, el Presidente Hipólito Yrigoyen –siguiendo el
ideario pacifista de Victorino- pudo proclamar refiriéndose a la
posición de neutralidad del país: “Los hombres son sagrados para
los hombres y los pueblos son sagrados para los pueblos”. Se
consolidaba una posición que había sentado Victorino de la Plaza y
que afortunadamente el país adoptó como un axioma de su política
exterior.
La vida de Victorino de la Plaza es un canto al esfuerzo
personal, a la consagración y la disciplina del trabajo intelectual, a
la amistad que se fundó en una insobornable lealtad y al
patriotismo, que fue un sentimiento acendrado y un incentivo para
trabajar incansablemente al servicio del país.
JORGE REINALDO VANOSSI
38
INCORPORACIÓN AL INSTITUTO SAN FELIPE Y
SANTIAGO DEL DOCTOR REINALDO VANOSSI.
El Doctor Jorge Reinaldo Vanossi, actual Presidente de la
Academia Nacional de Derecho, disertará hoy sobre Victorino de la
Plaza y nos ilustrará mucho más profundamente sobre la vida y las
virtudes que encarnó el prócer salteño.
El Instituto recibe hoy en su seno al Doctor Vanossi como
Miembro Correspondiente, hace honor a su tradición de incorporar
a las personalidades más distinguidas del mundo cultural argentino.
A título de recordatorio, entre los Miembros
Correspondientes históricos del Instituto de San Felipe y Santiago
se registran personalidades de la más alta jerarquía intelectual, de
una acrisolada ética y de una calidad humana ejemplar. Entre ellos
podemos citar a los Doctores Ricardo Levene, Ambrosio Romero
Carranza, Segundo V. Linares Quintana, Enrique de Gandía, Carlos
Ibarguren, Ricardo Zorraquin Becú, Victor Tau Anzoategui y Pedro
Luis Barcia, entre otros nombres ilustres.
El Doctor Jorge Reynaldo Vanossi presenta una trayectoria
que es conocida por esta calificada audiencia. Estas páginas son
nada más que el producto de una pasión –digámosle así-, que se
despertó a raíz de la lectura de algunos episodios de la vida de Don
Victorino De la Plaza.
Patricio Colombo Murúa
VICTORINO DE LA PLAZA
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VICTORINO DE LA PLAZA
SALTA 1840- BUENOS AIRES 1919
JORGE REINALDO VANOSSI
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EXPOSICIÓN DEL DOCTOR REINALDO VANOSSI
Estas páginas son nada más que el producto de una pasión -
digámosle así-, que se despertó a raíz de la lectura de algunos
episodios de la vida de Don Victorino De la Plaza. Y, como
siempre, a veces por accidente, esas cuestiones incidentales
conducen a que uno tome una senda y trate de profundizarla porque
se enamora del sujeto en cuestión y quiere abrazarlo y devorar todo
lo que se pueda conocer a su respecto.
Lo he titulado “Victorino De la Plaza, tres momentos
estelares de un hombre de Estado”, pero no voy a referirme a la
hoja de vida de un eminente ciudadano. Fue mucho más que eso.
Estamos en presencia de uno de los grandes estadistas de la
República.
En 1940, al cumplirse el centenario de su nacimiento, el
prestigioso matutino La Nación, le dedicó más que una nota, un
estudio alrededor de su vida y de su obra, donde señalaba –entre
otras cosas- “orador de tranquila sugestión, pero segura
exactitud...” Todos le reconocen como mérito indiscutido su
tesonera actuación y que la prosperidad que el país gozó en la
década del ochenta se debió, en gran medida,a su acertada gestión
ministerial con Nicolás Avellaneda.
En otro párrafo, La Nación decía: “En su larga vida de
acción, la tolerancia, el consejo serio y meditado, la orientación
absolutamente recta, le señalaron siempre como un cerebro de
mérito irreemplazable en las tareas más nobles de la Nación, en la
solución de los problemas vitales para el desarrollo armonioso del
país. Con razón actuó desde su juventud junto a los organizadores
de la República, al lado de los más altos ejemplos de trabajo, de
decisión y de inteligencia creadora”. Y cerraba esta larga nota,
subrayando que, al hablar de Victorino se hablaba de “uno de los
obreros de la sociedad argentina en los aspectos más diversos de
su labor”.
Pese a todo ese reconocimiento que creo justo y acertado,
¡oh ironía!, mientras en el año 2003, discutimos otro tipo de
VICTORINO DE LA PLAZA
41
situaciones, esta ciudad capital no cuenta ni con el tramo de una
avenida que lleve su nombre y nos recuerde a diario, los
valiosísimos servicios y contribuciones que brindó a la Argentina.
¡Tanto desvarío nos enceguece!
Complicado era el clima político del país al tiempo de su
nacimiento, que se produce en el mismo año de la decapitación de
Marco Avellaneda, el padre de Nicolás, que tanto lo prohijó en las
altas funciones del Estado.
Don Victorino nace en Salta el 2 de noviembre de 1840. Su
padre, Roque Mariano De la Plaza, murió muy tempranamente. Su
vida entera –la de este joven huérfano- será el testimonio del
triunfo del esfuerzo sobre las adversidades de una niñez pobre.
Su madre, Doña María Manuela de la Silva, con gran
esfuerzo trató de cuidarlo y de asegurarle una formación y una
orientación. Se formó en los tiempos escolares, inicialmente, en un
convento franciscano, previo paso por la “Escuela de la Patria”,
estatal y gratuita. Siempre lo reconocería como un gran mérito. Y
al momento de morir, poco antes de hacer su testamento, dejó un
legado que si bien estuvo destinado a la Universidad de Buenos
Aires, fue un reconocimiento a toda la gratuidad de la enseñanza
que había recibido a lo largo de la vida.
La madre escribió una carta al General Justo José de
Urquiza, enterada de la creación del Colegio Nacional del Uruguay,
pidiéndole una beca. Y en 1859, le es concedida. Urquiza en
persona le contesta a la madre de Victorino y así emprende el largo
camino desde Salta hasta la ciudad a orillas del río Uruguay. Allí,
entre sus compañeros se hizo gran amigo de Julio Argentino Roca
(fue uno de los pocos que lo tuteaban). Conservó siempre
admiración por el rector de ese colegio, Alberto Larroque, a quien
en 1902 rindió homenaje al inaugurar su monumento.
Trabajó desde muy joven en las más variadas tareas. A
veces fue preceptor de escuela, en otros momentos ejerció la
procuración, tuvo un reconocimiento de un Juzgado penal como
escribano; pero también hubo momentos en los que para poder
afrontar la dureza de la vida tuvo que vender los dulces que la
JORGE REINALDO VANOSSI
42
mamá preparaba, y fue un precursor de lo que hoy llamamos el
“canillita”. En realidad se le rinde homenaje a Florencio Sánchez,
pero mucho antes que él lo hiciera, Don Victorino De la Plaza
voceaba los diarios en la ciudad de Salta.
Estando en Concepción del Uruguay obtuvo la habilitación
como escribano de juzgado. Y adquirió algo que le sería
importante: un gran conocimiento del latín; y luego abarcaría otros
idiomas, particularmente un dominio absoluto del inglés.
En 1862 concluyó sus estudios secundarios; en 1863 viajó a
Buenos Aires y comenzó allí cursos de filosofía. Se alojó en la casa
de Eduardo Lahitte, trabajó también en su estudio jurídico y enseñó
ese idioma que con tanto amor había aprendido, el latín, al nieto de
Lahitte que era nada menos que Roque Sáenz Peña. El destino los
unió luego claramente en una gran empresa compartida.
En 1864 Bartolomé Mitre lo designa escribiente en la
Contaduría General de la Nación, pero al año siguiente tiene que
emprender una tarea mucho más arriesgada: ir al frente de la guerra
con el Paraguay. Se alistó voluntariamente, y actuó como ayudante
del General Julio de Vedia. Mitre cita su bravura y su valentía en el
“parte” de Tuyutí. Y De la Riestra, que se ha ocupado de
académicos de derecho y hombres de Estado, recuerda que
Victorino en esa guerra conoció a gran frustración que fue su
muerte para mal de salud, por estar seriamente quebrantada, se
dispone su regreso Buenos Aires donde inicia sus estudios en el
Departamento de Jurisprudencia, recibiéndose de abogado junto
con compañeros del nivel de Pellegrini y Quirno Costa. Sobre todo
con Pellegrini tendrá luego una estrecha relación.
En julio de 1868 presenta su tesis doctoral. Lo obsesionaba
el tema de la formación del capital y quiso demostrar allí que el
crédito produce el aumento de los capitales: por eso la tesis se
llama “El Crédito como capital”. Su padrino de tesis fue Dalmacio
Vélez Sarsfield, otro hito fundamental en su vida. Y ¿a quién está
dedicada la tesis? Está dedicada a los sacrificios de su madre.
VICTORINO DE LA PLAZA
43
JORGE REINALDO VANOSSI
44
Con Vélez se habían conocido con anterioridad, por eso es
que colaboró en todo momento en la redacción del Código Civil,
con su letra inconfundible, con su conocimiento del latín y con su
fácil acceso a otras fuentes. Y más adelante atendió asuntos
profesionales del bufete de Vélez Sarsfield. De alguna manera fue
el continuador de esa tarea. Fue adquiriendo así una sólida
independencia económica y una gran formación profesional.
En 1867 emprendió otras tareas de perfeccionamiento que
hacen que en octubre del año siguiente, Vélez, sopesando todos sus
valores lo nombre secretario al desempeñarse como Comisionado
Federal en la provincia de Corrientes, iniciando entonces su carrera
política.
Pero el gran descubridor de Victorino fue otro provinciano,
fue Domingo Faustino Sarmiento. Es él el que lo nombra profesor
de Filosofía en el Colegio Nacional, donde dicta esa materia de
1860 a 1865, sucediendo en la cátedra nada menos que a Pedro
Goyena.
Recibe cinco nombramientos del gran presidente Sarmiento.
Esa cátedra, la revisión de la edición de New York del Código
Civil, el proyecto de juicio por jurados y ley de enjuiciamiento
penal (que tiene una exposición de motivos de 170 páginas que
redacta Victorino De la Plaza), lo nombra miembro de la Comisión
Nacional de Escuelas y por último Procurador del Tesoro de la
Nación.
Defiende la obra de Vélez y les sale al paso a las críticas
que al proyecto del Código se le formulan de parte de Vicente Fidel
López y de Alfredo Lahitte. Al mismo tiempo asume algunos casos
resonantes que lo transforman en uno de los grandes abogados del
foro porteño y el 21 de mayo de 1870 consolida su tradición
familiar y de respeto por las instituciones, contrayendo matrimonio
con Ercilia Belvis, pero desgraciadamente ella fallece
prematuramente cinco años después.
En diciembre de 1870, por decreto, se nombra la Comisión
Revisora del Código, dado que existían presunciones de defectos o
de errores al imprimírselo en Estados Unidos. Esto da lugar a un
VICTORINO DE LA PLAZA
45
largo informe en 1871 que, a su vez, origina la sanción de la Ley
527 del 16 de agosto de 1872, llamada “Ley de fe de erratas”.
Cumple así con Don Dalmacio de quien aprendió, según palabras
de Silva Riestra: “a fijar la reflexión, el equilibrio y la serenidad...,
transformando fácilmente su modalidad un poco taciturna, en
carácter moderado y circunspecto”.
En la Procuración del Tesoro de la Nación se desempeñó
durante más de dos años sucediendo en el cargo a José Evaristo
Uriburu, que luego sería presidente de la República. Y en la
Comisión Nacional de Escuelas comparte esa tarea con Leopoldo
del Campo, con Delfín Gallo, con Onésimo Leguizamón y con
Eduardo Wilde.
Es otro provinciano, Don Nicolás Avellaneda, el que lo
nombra Ministro de Hacienda por primera vez a los treinta y seis
años de edad. Comparte el gabinete con Bernardo de Irigoyen, con
Onésimo Leguizamón y con Juan María Gutiérrez. Siendo ministro
desempeña una tarea de Comisionado Federal en Corrientes, pero
vuelve pronto a Buenos Aires para volcarse por entero a la tarea de
su difícil ministerio. La situación también era difícil y los
antecedentes con los que lo habían recibido también eran
complejos. Puede decirse, sin exagerar, que es el primero que pone
orden en el Ministerio de Hacienda. Inicia la práctica de las
estadísticas, la confección de resúmenes, de cuadros, y procura en
general un saneamiento total de la hacienda pública de nuestro
alicaído Tesoro Nacional. Pone una gran energía en la función y
llega al extremo de llamarle la atención al Congreso. Les dice:
“hay que reducir gastos y suprimir las leyes especiales”. En su
gestión, la primera, se creó la Dirección General de Rentas y la
Casa de la Moneda.
En mayo de 1878 renuncia a este primer ministerio y, en ese
mismo año, ocupa por breve tiempo el Ministerio de Justicia e
Instrucción Pública. Pero a fines del año siguiente, en 1879, es
convocado por segunda vez para el cargo de Ministro de Hacienda.
Allí alcanza una sustancial disminución del déficit presupuestario
del 35% al 14%. Defiende el respaldo en oro de los compromisos
del Estado y se enfrenta nada menos que con Carlos Tejedor,
JORGE REINALDO VANOSSI
46
negándole la facultad de emitir billetes “porque no es posible –le
dice- convertir en moneda lo que no es moneda”. Cuestión de
enorme actualidad, sobre todo en los últimos años.
En 1880 renuncia a ese ministerio porque es elegido
diputado nacional por su provincia natal, Salta. Ya había sido
candidato en 1861, pero por Buenos Aires, sin resultado. Preside
inmediatamente –como era lógico, por su idoneidad- la Comisión
de Hacienda de la Honorable Cámara y apoya al presidente
Avellaneda en la grave crisis del 80. En las vísperas de aquella
crisis, y cuando se avizoraba la posible conversión en una lucha
armada, se reunían en su casa ciudadanos eminentes con la
finalidad de evitar la confrontación. Entre los que frecuentaban la
casa de Victorino De la Plaza estaba otro prócer de la nacionalidad,
recién llegado a Buenos Aires después de una larga estadía en el
exterior: se llamaba Juan Bautista Alberdi.
Victorino apoya a Avellaneda, lo acompaña en el traslado
del Poder Ejecutivo y del Congreso a Belgrano y vota por la
federalización de la ciudad de Buenos Aires. Por cierto que apoya
la elección presidencial de su compañero del colegio, el General
Julio Argentino Roca. Y alienta la sanción de la Ley 1130 –también
desde el Congreso- en noviembre de 1881, que unificó la moneda
en todo el país y es un gran antecedente en la estructuración de
nuestro sistema monetario.
Roca le encarga, con José María Rosa, el proyecto de Ley
Orgánica de Tribunales. Al amparo de una ley de esa época, de
1882, se convierte en hacendado, compra 48.000 hectáreas en el sur
de la provincia, en el partido de Guaminí, que pasará a llamarse
“La Grande del Sur” y que por mucho tiempo fue una especie de
sueño dorado en su vida.
En febrero de 1882, también el General Roca lo nombra
Ministro de Relaciones Exteriores y Culto. Es el tercer ministerio al
cual accede como titular, sucediéndolo a Bernardo de Irigoyen, con
gran acierto en la elección por parte del presidente Roca. Pero pasa
a ocupar casi todos los ministerios, porque interinamente tiene que
hacerse cargo de Justicia e Instrucción Pública y en ese momento le
VICTORINO DE LA PLAZA
47
toca inaugurar el Congreso Pedagógico. También interinamente
ocupará Guerra y Marina, Interior y Relaciones Exteriores.
El 25 de octubre de 1883 es designado otra vez Ministro de
Hacienda. Es el cuarto ministerio que ocupa como titular y desde
allí dicta el decreto de inconvertibilidad de los billetes del Banco
Nacional. Renuncia en marzo de 1885 por discrepancias de índole
financiera. Se dice por la prensa de la época y por algunos de sus
biógrafos que corrió su nombre entre los candidatos a suceder a
Roca: Dardo Rocha, Bernardo de Irigoyen, Benjamín Gorostiaga –
que había sido uno de los redactores principales de la Constitución-
y también él, Victorino De la Plaza; pero, como todos saben, Roca
optó por su familiar, Juárez Celman, quien le ofrece a Victorino un
ministerio que no acepta; luego le ofrece la Intendencia de la
Ciudad de Buenos Aires, que tampoco acepta. No le acepta nada a
Juárez Celman, viendo con desconfianza y con mucho temor el
desbarranque financiero que preanuncia la grave crisis del 90.
Se embarca a Francia y de allí pasa a Londres. Será el
primer abogado sudamericano inscripto en ese foro, según señala
Jorge Mayer en su obra biográfica sobre Don Victorino. Es un
largo período con cortas visitas a Buenos Aires. Una en un año
crucial, 1890 y otra en 1899. El regreso definitivo se producirá
recién en 1902.
La revolución de 1890, como saben todos, es vencida, pero
el gobierno cae. Asume la presidencia Carlos Pellegrini para
completar el período y le encomienda tareas muy delicadas a
Victorino De la Plaza, de cuya idoneidad ética y técnica no tiene la
menor duda. Victorino consigue un empréstito para salvar la
dificultad financiera de la Argentina y también tiene que intervenir
en la anulación de la concesión de las obras sanitarias que
apresuradamente se habían realizado a favor de una empresa
británica poco tiempo antes.
Pellegrini lo nombra con el curioso título de “Agente
Financiero de la República para el arreglo de la deuda externa” con
sede en Londres. Había enviudado y no tenía hijos. Se aleja por
más de quince años con fugaces regresos al país, como ya he
JORGE REINALDO VANOSSI
48
mencionado; pero no se desentiende en ningún momento de los
grandes problemas que interesan a la nación, y hace todo lo que sus
fuerzas y su talento le permiten para resolver esos problemas y
ayudar a sus amigos y gobernantes sucesivos. Todos estos
gobernantes lo consultaron en materia financiera y en materia de
empréstitos. Cuando accede a la presidencia Luis Sáenz Peña le
ofrece nuevamente el Ministerio de Hacienda, pero no acepta y
prefiere seguir en Londres.
Al regresar a Buenos Aires en 1899 es sorprendido con la
designación de Ministro de Justicia e Instrucción Pública. Quinto
ministerio titular de Victorino de las Plaza. Pero en 1903 emprende
un nuevo viaje a Londres en desacuerdo con la “Convención de
Notables” que debía elegir al sucesor de Roca, y entonces retorna
por tercera vez a Gran Bretaña.
VICTORINO DE LA PLAZA
49
En 1905 compra su casa definitiva, en la calle Libertad
1225, que trae muchos recuerdos, porque a pocos metros está el
Colegio Nacional Nº2 que lleva el nombre de Domingo Faustino
Sarmiento, que como quedó dicho ya, fue el gran promotor de
Victorino De la Plaza.
Al regresar definitivamente al país, en el año 1907, informa
al Congreso sobre los riesgos de un proteccionismo excesivo en
materia arancelaria y económica. Y en 1908 Figueroa Alcorta, ya
presidente de la república, lo vuelve a nombrar canciller. Sexto
ministerio titular de Victorino De la Plaza, a veinticinco años de su
primer paso por esa misma cartera. Y caben destacar dos ironías del
destino: una, que él lo había criticado severamente a Figueroa
Alcorta por el cierre del Congreso –que no fue tal clausura, sino el
levantamiento de las sesiones extraordinarias con el retiro de los
temas y la convocatoria enviada; y la otra ironía, es que el
presidente estaba ya seriamente enfrentado con el General Julio
Argentino Roca, de quien había sido canciller la primera vez. O sea
que fue canciller de los dos. Como tal, le toca organizar el IVº
Congreso Panamericano y celebrar el convenio de arbitraje con los
Estados Unidos.
En 1910, al cumplir los setenta años de edad, es elegido
vicepresidente de la nación para acompañar a su ex alumno de
latín, Don Roque Sáenz Peña. Ese antiguo discípulo encabeza la
fórmula del agrupamiento de fuerzas políticas denominado Unión
Nacional, que prácticamente se presenta sin oposición dada la
disgregación de las demás fuerzas políticas y de la abstención que
en ese momento mantenían los radicales. En tal carácter, como
vicepresidente de la República, preside el Senado Nacional y
después de medio siglo visita Salta, su provincia natal.
Entre octubre de 1913 y agosto de 1914, en siete
oportunidades –recuerda Cárcano-, ejerce interinamente la
titularidad del Poder Ejecutivo Nacional por el agravamiento
paulatino de la enfermedad que aquejaba al presidente Roque
Sáenz Peña. Le toca inaugurar los monumentos a Avellaneda y a
Carlos Pellegrini, sus grandes amigos ya fallecidos. En 1914
anticipa su doctrina de la neutralidad y se niega a vender los
JORGE REINALDO VANOSSI
50
acorazados Moreno y Rivadavia a las potencias pre beligerantes
que codiciaban esas poderosas naves. Es en este mismo año que
asume la titularidad de la presidencia de la nación luego del
fallecimiento de Sáenz Peña, hasta el 12 de octubre de 1916 en que
entrega el poder.
Sufrió en esos años un atentado, en ocasión de actos en
celebración del centenario de la independencia, por parte de un
anarquista que le disparó, de lo cual tampoco fueron ajenos algunos
de sus antecesores en la presidencia de la república.
Tuvo un gabinete de lujo. Fueron sus ministros: Miguel S.
Ortiz; como canciller, José Luis Murature, que tendría mucho que
ver con la política internacional que luego expondremos; Enrique
Carbó; Tomás Cullen; Horacio Calderón; Manuel Moyano;
Francisco Oliver y, en una vacante que se produce en Justicia e
Instrucción Pública designaría oportunamente al yerno de Roque
Sáenz Peña, es decir, a Carlos Saavedra Lamas, que luego sería
nuestro primer Premio Nobel y Canciller de la república durante la
presidencia de Justo.
Le toca despedir los restos de Julio Argentino Roca y de
José Evaristo Uriburu. Demuestra una gran sensibilidad social
desde el ejercicio del Poder Ejecutivo, tanto cuando lo hace
interinamente, como cuando es titular. Acaso por el reflejo de su
pobreza infantil es que está motivado para propiciar todo tipo de
leyes en materia social. Entre otras, la del descanso dominical en la
administración.
Propuso crear la Flota Mercante, ante la evidencia de la
Gran Guerra y con una amplia visión respecto de la vulnerabilidad
que la Argentina tendría para exportar sus productos al no contar
con flota. Cabe recordar que él fue quien inauguró la Conferencia
Panamericana de Legislación Uniforme -el 3 de abril de 1916- con
hombres eminentes como Leopoldo Melo. Este es un antecedente
de los orígenes del Comité Jurídico Interamericano que luego
institucionalizó la carta de la OEA.
VICTORINO DE LA PLAZA
51
Durante su presidencia se sancionaron leyes fundamentales: la de
inembargabilidad de los sueldos, la creación de la Caja Nacional de
Ahorro Postal, la Ley de warrants, la de creación de la Caja de
Jubilaciones ferroviarias, la Ley de casas baratas y la famosa Ley
9688 de accidentes de trabajo -en 1915- que él promulgó,
cambiando radicalmente el régimen vigente en dirección hacia la
responsabilidad del empleador en materia de accidentes.
Mayer dice en su biografía: “la presidencia de Victorino De
la Plaza fue el pivote entre una sociedad patriarcal y una nueva
sociedad de masas”. Efectivamente, así quedaría demostrado a
partir de 1916. Llegó pues el instante decisivo y decisorio de las
elecciones presidenciales, el 2 de abril, las primeras de ese tipo
bajo la vigencia de la nueva ley electoral. Y es conocida -y lo
mencionaremos más adelante en particular- la actitud firme de
prescindencia que mantuvo en esa oportunidad. En cantidad de
JORGE REINALDO VANOSSI
52
votos triunfó la fórmula Yrigoyen-Luna con 372.810 y 152
electores; luego con 154.549 votos, la fórmula conservadora
propiamente dicha Rojas-Serú; les siguió en cantidad de votantes la
fórmula del recién formado partido Demócrata Progresista, pero
con muchos elementos del conservadorismo: Lisandro De La
Torre-Alejandro Carbó ; y la fórmula Socialista Justo-Repeto con
56.107 votos. La clave estaba en los nueve electores de Santa Fe
elegidos por el radicalismo, pero disidentes de la conducción, que
podían inclinar la balanza en un sentido o en otro. Don Victorino
fue fuertemente presionado para que interviniera en ese pleito y se
negó rotundamente, manteniendo la más absoluta imparcialidad.
Los nueve electores votaron de acuerdo a su conciencia y, en
definitiva, fue elegido Yrigoyen.
Ante el avance paulatino y arrollador del radicalismo –a
partir de las elecciones de 1912 y ratificado en los comicios de
1914-, a las fuerzas conservadoras les fallaron los reflejos. Así se
infiere del análisis de Floria y García Belsunce:
“El líder virtual era Lisandro de la Torre, pero la
“derecha” argentina demostró carecer no sólo de una estructura
nacional coherente, sino de afinidades y de programas políticos y
económicos congruentes. Sólo aparecía unida por un
denominador común: resistir el avance radical.
Pero éste tomaba la forma de un incipiente movimiento
político cuyas expresiones locales –aunque significativas en
algunas provincias- se resumían en la conducción de un caudillo
de raro estilo y excepcional gravitación. Y la resistencia
conservadora, la forma de una “confederación” de fuerzas y de
hombres en las que persistían tendencias centrífugas.
Fueron esas diferencias, más bien que la hostilidad o
distingos sociales de las elites conservadoras hacia un líder que
parecía imponerse a la fragmentación como Lisandro de la Torre,
las que impidieron la estructuración de una fuerza orgánica
nacional de signo conservador. La esperanza de Roque Sáenz
Peña, en la que cifró la vigencia futura de la reforma electoral, fue
herida por la fragua fallida de estructuras partidistas competitivas
VICTORINO DE LA PLAZA
53
y por la persistencia de intereses que temían las consecuencias de
la participación política amplia.
Manipulador político, Marcelino Ugarte, tendió los hilos
de una maniobra tendiente a neutralizar la jefatura de Lisandro
de la Torre, manteniendo el poderoso Partido Conservador de
Buenos Aires, independiente de las alianzas, pretendiendo erigirse
en opción frente a Irigoyen”48
La única e hipotética mácula la espetó el iracundo Lisandro
de la Torre, al acusar que
“...Victorino De la Plaza no habría sido totalmente
prescindente, pues favoreció las intrigas de Ugarte interviniendo
Corrientes, ocupando militarmente San Luis, y creando
condiciones para el debilitamiento del P.D.P.”49.
Pero eso hace a la pequeña historia, al inagotable inventario
de las minucias que se suscitan entre partidarios de una misma
alianza, coalición o aparcería, según los casos y los personajes.
Para la gran historia, De la Plaza será el presidente-estadista de la
prescindencia en la transición, el gran piloto inconmovible ante
presiones e influencias, el artífice de un cambio cuantitativo y
cualitativo de dos etapas del reinado de la Constitución, sin
sacudones ni violencias, sin rupturas ni desquites. Aquel presidente
fue el garante para los adversarios de una real competencia libre.
Al término de la gestión presidencial, se aleja
definitivamente de la vida política nacional. En su testamento,
como recordamos antes, en 1918, incluye un legado de 50.000$
para la Universidad de Buenos Aires por reconocimiento a la
enseñanza gratuita recibida.
48 Conf. FLORIA y GARCÍA BELSUNCE págs. 809 -810 49 Ob.cit . pág. 810
JORGE REINALDO VANOSSI
54
En 1919 concurre a la Universidad Nacional de Córdoba,
invitado al homenaje a Dalmacio Vélez Sársfield con motivo del
cincuentenario del Código Civil. Fue el disertante de honor, nadie
más indicado que él. Al regresar, en el viaje, se enferma
gravemente de una neumonía gripal. El 2 de octubre, ya de regreso
en Buenos Aires, fallece. El presidente Yrigoyen asiste a la capilla
ardiente; y al sepelio, un ministro del poder ejecutivo,
representaciones de ambas cámaras del Congreso, y numerosas
entidades de gravitación que hacen escuchar su palabra a través de
diversos oradores.
Inauguración del Monumento al General José de San Martín en Salta.
Fue donado por el Vicepresidente de la Republica
Victorino de la Plaza en 1912 y es obra del escultor francés
Alberto E. Carrier Belleuse.
VICTORINO DE LA PLAZA
55
Deja como legado su gran biblioteca al terruño, y Salta le
pone su nombre a la que hoy todavía se conserva como Biblioteca
Victorino De la Plaza.
En 1940 se cumplió su centenario y en la Facultad de
Derecho hablaron el rector, Vicente Gallo y el profesor Juan Silva
Riestra en un recordado homenaje.
Ocupó todos los peldaños de un gran cursus honorum, le
sobró “hoja de vida” y nunca tuvo prontuario. Señorío,
laboriosidad, empeño y perseverancia, sí tuvo y sin límite.
Sagacidad y conocimiento profundo de los problemas también lo
adornaron.
Desempeñó seis ministerios: tres veces el de Hacienda, en
dos oportunidades la Cancillería y en una ocasión Justicia e
Instrucción Pública. En otros dos momentos no aceptó sendos
ministerios. Su vida pública transcurrió fundamentalmente en el
Poder Legislativo y en el Poder Ejecutivo.
El país tiene una deuda de reconocimiento por su hábil
desempeño en las funciones de negociador financiero de la
Argentina en Europa.
Acaso una llave maestra de sus continuos y ascendentes
éxitos haya sido la posesión y ejercicio de la virtud que le atribuye
Silva Riestra, cuando destaca en De la Plaza “la energía reflexiva
que no reconoce declinaciones”.
Fue esa energía la que impulsó a su cerebro y a su voluntad
en la marcha ascendente hacia sus momentos “estelares”, acaso
porque estaba destinado a las alturas siderales (de síderes, relativo
a los astros), para bien de la Patria y honra de quienes confiaron a
él las más delicadas misiones.
Voy a referirme a tres momentos estelares en su vida.
Primero las finanzas públicas. Ya había demostrado
vocación por estos temas desde la Tesis doctoral y exhibió gran
pulcritud en la vicepresidencia del Banco Nacional a la que llegó
JORGE REINALDO VANOSSI
56
con una vasta experiencia. Como bien señala Mayer “Las doctrinas
económicas de Victorino se basaban en tres claros principios:
1º) mantener una moneda sana;
2º) vigilar estrictamente los gastos oficiales y
3º) fomentar el ahorro y la capitalización de los
ciudadanos”.50
En su primer ministerio obtuvo la sanción de la Carta
Orgánica del Banco Nacional, las bases de empréstito con el Banco
Provincia, el ajuste del gasto público y honró la deuda pública en
los términos en que pretendía el presidente Avellaneda.
En su segundo ministerio elaboró un documento notable,
como la nota que ya he mencionado -dirigida a la Provincia de
Buenos Aires- sobre la moneda de curso legal: “...en finanzas la
realidad es todo, la probabilidad es algo fantástico y
condenable”51, recuerda Mayer en la conocida biografía.
Perfeccionó las relaciones financieras de la nación y las provincias,
según la letra de la Constitución Nacional y respetando la
distribución de incumbencias que ella traza en el artículo 4º y
normas afines. Terminó con la anarquía monetaria.
En la diputación se ocupó de las bases de creación del
sistema monetario argentino. Siempre fue defensor de la
valorización de la moneda, no creía en espejismos y cumplía en
denunciar que: “se crean medios de disipación y tendencias
aleatorias, si en vez de una libreta de depósito o una póliza de
seguro que hace nacer un capital, se ponen desde la infancia en
manos de las nuevas generaciones, billetes de lotería!”(sic).
En el tercer ministerio se ocupó de la defensa del Banco
Nacional y dictó el decreto de inconversión de billetes.
En la presidencia, ya mencioné la creación de la Caja
Nacional de Ahorro Postal, el plan de vivienda popular, la
organización de las Cajas de Previsión Social y la publicación
50 MAYER, pág.58 51 MAYER, pág.59
VICTORINO DE LA PLAZA
57
oficial de un interesante informe titulado “La desocupación obrera
en la Argentina”, donde llamaba la atención sobre un problema
social que estaba surgiendo.
También se ocupó de los temas de Hacienda y Economía en
conferencias, como la titulada “Valoración de la Moneda de Curso
Legal” que pronunció por invitación de la Liga Agraria; o en la
obra “Situación económica, política y constitucional de la
República Argentina” que abarca toda una cosmovisión de los
problemas nacionales; y en numerosos artículos en diarios,
especialmente en La Prensa, donde se ocupó en particular de la
política comercial que teníamos que seguir con los Estados Unidos.
Segundo momento estelar: las Relaciones Exteriores.
En su primera cancillería, con Roca, en 1882 había abierto
paso a las convenciones telegráficas con Uruguay y Bolivia, al
Tratado de Extradición con España y a las negociaciones con Brasil
sobre el arduo problema de la federalización de Misiones.
En su segundo ministerio, con Figueroa Alcorta en 1909, se
ocupó de las controversias con Uruguay, sobre la navegación y uso
de las aguas del Río de la Plata.
Como ministro Canciller, afrontó siempre duras
interpelaciones parlamentarias con impasible flema británica,
adquirida probablemente en su larga estadía londinense.
En la presidencia de la República estableció el criterio de la
“no beligerancia”, llamada también –en su momento- la
“neutralidad argentina”, a la que hace respetar y exige
explicaciones cuando es ignorada con motivo del apresamiento de
barcos de bandera argentina, como en el caso del barco “Presidente
Mitre”.
La doctrina tradicional caracteriza a la neutralidad por la
nota de una absoluta imparcialidad respecto de los beligerantes (lo
que no implica indiferencia en cuanto a los acontecimientos);
comportando para los neutrales derechos y deberes, en particular el
“de abstenerse de todo acto que coloque a los beligerantes en
desigualdad de condiciones dentro o fuera del territorio neutral”;
JORGE REINALDO VANOSSI
58
VICTORINO DE LA PLAZA
59
como así también la prohibición “de cualquier forma de
ayuda”52. “O se es neutral o no se es: el derecho internacional
común no conoce una situación intermedia”53. Y los autores, en
general, rechazan la neutralidad llamada “incompleta” cuando el
neutral suministra algunos socorros54.
En los antecedentes de su política exterior de “no
intervención” es menester tomar en cuenta que un año antes del
estallido de la gran conflagración mundial, en 1913, se opone a la
intervención del Presidente Wilson de Estados Unidos, en el vecino
México, como también censura el desembarco yankee en el puerto
de Veracruz. Hechos –ambos- desprendidos de la situación por la
que atravesaba la nación azteca en la guerra civil desatada entre los
caudillos de la Revolución iniciada en 1910. En esa oportunidad, la
actitud de Victorino De la Plaza obtuvo el apoyo de Brasil y de
Chile.
La política de estricta neutralidad benefició al país en todos
los sentidos, aún desde el punto de vista económico. Como muy
bien señala Mayer “...las guerras de 1914 y de 1939 fueron para
sus gobernantes (se refiere a los de la Argentina) una fuente de
enormes riquezas”55.
En este tema -de recurrente y candente actualidad en la
política exterior argentina-, Victorino De la Plaza no improvisó.
Como tampoco había improvisado Luis María Drago con
anterioridad, cuando proclamó su famosa doctrina en 1902. En
efecto, por la casualidad –o el destino- es que en ese mismo año
1902 De la Plaza escribe un meduloso trabajo sobre “Política
Internacional Argentina: los últimos arreglos argentino-chilenos”; y
en ese ensayo se pronuncia por la no intervención en la lucha que
enfrentaba a Chile con Perú y Bolivia. La postura de Victorino es
en el sentido de que no debemos inmiscuirnos en cuestiones ajenas
52 MORENO QUINTANA, Lucio y BOLLINI SHAW, Carlos,
Confr. Derecho Internacional Público, Bs. As., 1950, pág. 633. 53 VERDROSS, Alfred. Conf., DIP, 4ª ed., Aguilar, pág. 399. 54 DÍAZ CISNEROS, DIP, Tomo II, pág. 445, Ed. TEA, Bs. As.,
1955. 55 Ob. Cit. Pág.16
JORGE REINALDO VANOSSI
60
a nuestra propia órbita y que sólo corresponde la intervención
cuando de los hechos resulte afectada la seguridad o la dignidad
de nuestra República.
Asimismo, en ese escrito, se pronuncia por la postura de
“no comprar la tranquilidad por concesiones” (sic) y “no limitar
las facultades de gobierno por medio de tratados literarios”(conf.
Mayer, ob.cit., pág. 74).
En el trasfondo de la posición asumida por De la Plaza en
circunstancias análogas, se evidenciaba su convicción sobre la
inconveniencia de abandonar el principio de neutralidad o “no
intervención” en momentos y bajo circunstancias en que la Nación
debía afrontar, en el plano interno, una grave crisis; y con mayor
razón aún, cuando la emergencia de una guerra externa repercutía
tan fuertemente en la economía de nuestro país.
Jorge Mayer lo destaca con estas palabras: “Victorino tuvo
que enfrentar, desde la presidencia, dos graves problemas. El
primero fue planteado por la guerra que había estallado el 1º de
agosto de 1914 entre los Imperios centrales de Europa y la alianza
formada por Francia, Inglaterra y Rusia; y el segundo por la
necesidad de adaptar la ley Sáenz Peña a una sociedad todavía
levantisca, para llegar sin graves percances a las elecciones
presidenciales de 1916. (Ibarguren, 278).
La cosecha de 1913 había sido mala, y había descendido la
renta pública desde comienzos de 1914. El estallido de la guerra
causó la inevitable alarma. Se produjo una gran extracción de oro
de la Caja de Conversión y los particulares retiraron
precipitadamente sus depósitos de los bancos. El gobierno debió
suspender el canje de billetes contra oro en la Caja de Conversión
y se decretó un feriado para calmar las inquietudes.
Victorino, con el apoyo del Congreso, logró que se dictaran
las llamadas leyes de emergencia. Entre ellas la de moratoria, que
prorrogó el cumplimiento de las obligaciones comerciales y
bancarias, se autorizó al Banco de la Nación a convertir a moneda
nacional 30 millones de pesos oro del fondo de la Caja de
Conversión, se autorizó el redescuento de documentos comerciales,
VICTORINO DE LA PLAZA
61
por la misma Caja, y se prohibió la extracción de oro del país,
mientras prosiguiera la guerra.(Ibarguren 294).
Otra ley facultó al gobierno para recibir en depósito en las
legaciones argentinas oro sellado, de parte del comercio y de la
banca; procediéndose a extender, en cada caso, un bono a favor de
la Caja de Conversión, la que a su vez entregaría al Banco el
equivalente en pesos papel para acreditarlos a quienes
correspondía.
El país sufrió un grave contraste, el total de intercambio con el
exterior cayó casi a la mitad”(conf., pág. 99).
Y más adelante el mismo autor citado remata: “La
dificultad de las comunicaciones, la inseguridad que frenaba la
transferencia de los valores y los peligros de la navegación,
colocaron al país en serias dificultades para colocar las cosechas.
Los efectos fueron sensibles. El movimiento comercial, que había
cerrado en 1913 con 905 millones de pesos oro, bajó a 621
millones.
La guerra europea, los bloqueos y las listas negras que
trababan a las empresas, afectaron seriamente el sistema rentístico
basado en los impuestos aduaneros. En estas circunstancias, el
gobierno impuso una severa economía en los gastos públicos, se
redujeron en un 10% en todos los rubros y se dejaron de cubrir,
por un año, los empleos vacantes.
El último mensaje que Victorino dirigió al Congreso, en el
mes de mayo de 1916, revela sus preocupaciones y el deseo de
difundir las medidas que podían aplicarse frente a esos
quebrantos”. (conf.pág.105).
Tan ciertas son las palabras de Mayer, que en plena
actualidad en los días que hoy corren, hay un reconocimiento por
parte de los autores de todas las vertientes acerca del acierto de
Victorino De la Plaza; así, por ejemplo, en una reciente publicación
de Mario Rapoport y Eduardo Madrid dicen:
“Recordemos que la Primera Guerra Mundial significó un
punto de inflexión en el desarrollo económico argentino. El modelo
JORGE REINALDO VANOSSI
62
agroexportador implementado desde los años ´80 del siglo XIX fue
puesto a prueba y sufrió los embates de nuevos procesos. Se inició
una corta aunque intensa industrialización, amparada en la caída
del comercio exterior. Pero, afectada desde 1913 por la detención
del flujo de capitales extranjeros, la guerra encontró a la
Argentina poco acostumbrada a vivir con sus propios recursos y en
condiciones precarias para enfrentar sus consecuencias. Tuvo que
abandonarse la convertibilidad y se produjo una crisis financiera,
con disminución de la circulación monetaria, corridas bancarias y
quiebras (que obligaron al gobierno a decretar una moratoria
general). La balanza comercial resultó positiva, pero la escasez de
bienes importados obligó al país a depender de sus incipientes
recursos. Los argentinos comenzaron a darse cuenta que un
desarrollo basado exclusivamente en la economía agropecuaria y
el comercio exterior resultaba extremadamente vulnerable”56.
También lo reconocen Floria y César García Belsunce en su
conocida Historia Política Argentina:
“En poco más de un año, la economía comenzó a
recobrarse lentamente. Sólo en 1917 la guerra produciría
provechos extraordinarios a sectores conectados con la
exportación, mientras las importaciones decaían notablemente.
El gobierno aprovechó bien el incremento de las exportaciones y el
descenso de las importaciones para absorber beneficios y
balancear su presupuesto. Victorino De la Plaza se movió con
seguridad en medio de la confusión colectiva. Algunas de sus
medidas económicas y financieras movieron a la polémica, pero
pocos sabían qué hacer en cambio. El presidente no vaciló. En
agosto envió un proyecto de ley prohibiendo la exportación de
trigo y harina, para evitar que escasease en plaza y neutralizar la
especulación de los acaparadores. En junio de 1915 prohibió la
exportación de varios artículos –desde metales y productos
químicos, hasta medicinas- para asegurar la salud de la población
y de la economía. Siguieron “leyes de emergencia” para asegurar
56 RAPOPORT, Mario y MADRID, Eduardo. La invasión
de Irak y la Argentina , Vicios y nuevos dilemas , La
Gaceta de Económicas, 30/03/03
VICTORINO DE LA PLAZA
63
la recepción de oro por parte de deudores extranjeros,
comprometidos a pagar con ese metal, autorizándose a las
legaciones argentinas en el exterior a recibirlo hasta que el
transporte sin peligro quedase asegurado. El mecanismo era
ingenioso y eficiente. De la Plaza demostró oficio y sentido del
Estado, así como ideas claras respecto a la evolución de los
asuntos económicos internacionales y aún de los riesgos que
sucederían a la finalización de la guerra, momento en que las
grandes potencias acudirían a grados diversos de proteccionismo
o a medidas que incrementaran rápidamente sus mercados para
salir del marasmo económico, sin demasiadas contemplaciones
hacia los demás”57.
Visto casi noventa años después, las cosas parecían fáciles o
sencillas. Pero la cruda realidad era otra y muy distinta. Bien señala
Juan Archibaldo Lanús en su erudita obra Aquél apogeo, con duros
trazos. Veamos sus palabras:
“Pero la guerra no se limitaría al Viejo Continente porque
ambos bandos se verían recíprocamente obligados a atacar vías de
aprovisionamiento, a controlar el comportamiento de los buques
neutrales, a auscultar con sus armadas el Océano Atlántico. Los
ocho decretos del presidente De la Plaza no fueron un obstáculo
para evitar que la guerra llegara a nuestras costas”. Ocho
decretos de neutralidad, porque sucesivamente se iban
incorporando otros países a la contienda. “Hasta que el triunfo de
las potencias aliadas puso fin a las hostilidades, la sociedad
argentina vivió conmocionada por numerosos incidentes que
exigieron del gobierno definiciones políticas y recurrentes
gestiones diplomáticas cuyos resultados nunca tuvieron la certeza
de convencer ni a unos ni a otros. La política de neutralidad
resultó compleja de aplicar en la práctica porque las palabras y
acciones del gobierno, durante todo el curso de la guerra, no
llegaban a constituirse en hechos convincentes, jaqueadas como
57 Ob cit . Pág 807
JORGE REINALDO VANOSSI
64
lo estuvieron por la permanente sospecha de parcialidad o de
complicidad para con una u otra de las partes en conflicto”58.
Victorino De la Plaza tuvo que resistir toda clase de
presiones para sostener esta transparente y decidida política
internacional. No podía desconocerse la fuerza de sectores
gravitantes de la opinión pública, de personalidades de alto
prestigio en la política y en la cultura nacionales, de medios de
prensa con arraigada gravitación; y por qué no decirlo también, de
sectores del comercio exterior que pugnaban por una terminante
alineación con las potencias aliadas, lo que les procuraría ventajas
frente al creciente intercambio que la Argentina y Alemania habían
practicado desde fines del siglo XIX.
Pero el estadista no se dejó amedrentar y afrontó todo el
peso de los efectos de una guerra ajena a nuestros intereses. Esta
política fue ratificada, sucesivamente, por ocho decretos del Poder
Ejecutivo Nacional.
Tan dramática era la situación, que son elocuentes e
ilustrativas las palabras con las que describe Silva Riestra en su
conocida recordación de don Victorino:
“En cuatro días en la Caja de Conversión el encaje
disminuyó en 5 ½ millones de pesos oro.
El dinero –esa cosa medrosa por excelencia- era presa del
pánico.
En estas condiciones, el vicepresidente doctor Plaza
dispone el acuerdo del 2 de agosto declarando feriados desde el 3
al 8 inclusive de ese mes, tan sólo a los efectos de la conversión
monetaria y de las obligaciones bancarias y comerciales.
Una gran tranquilidad empieza a aliviar la zozobra pública.
Pocos días después, el Congreso dicta una de las leyes más
importantes en circunstancias tan delicadas para el país; es la ley
58 LANÚS, J.A. Aquél apogeo. Polít ica Internac ional
Argentina 1910-1939, Ed. Emecé, Bs. As., 2001 ,
pág.56.
VICTORINO DE LA PLAZA
65
que no solamente autoriza al Banco de la Nación para que
mientras no pueda utilizar el fondo de conversión en las
operaciones de cambio lo convierta y movilice; sino que también
faculta a la Caja a redescontar documentos comerciales con aquel
Banco, emitiendo al efecto, los billetes necesarios de los tipos
circulantes siempre y cuando la garantía metálica de la moneda de
curso legal no bajara del 40 por ciento.
¡En el vicepresidente de 1914 comienza a reconocerse al
financista del 76! Muere ¡en esos momentos! el Presidente Sáenz
Peña y es tal la gravedad de las circunstancias que aún el 11 y el
12 de agosto, declarados de duelo nacional, es necesario permitir
expresamente al Banco de la Nación el cambio de los billetes de
emisión mayor por billetes de emisión menor y la conversión a
papel del oro que le fuera entregado por los bancos con el cambio
de ley.
Otra ley faculta al Ejecutivo para recibir en depósito en las
Legaciones argentinas oro sellado de parte del comercio y de la
banca, procediéndose en cada caso a extender un bono a favor de
la Caja de Conversión, la que, a su vez, entregaría al Banco el
equivalente en pesos papel a los efectos de acreditarlo a quien
correspondiera” (página. 162).
No puede malinterpretarse la triple actitud del presidente De
la Plaza al sostener a rajatabla la neutralidad, la no intervención y
la no beligerancia. Estaba todo ello referido a la misma cosa, es
decir, la Gran Guerra desatada en 1914.
¿Podía alguien poner en duda las convicciones democráticas
del presidente?
¿Acaso era desconocida su simpatía por las democracias,
cuya especie británica había vivido por espacio de tres lustros?
¿Alguien supondría que el estadista argentino tenía
inclinaciones prusianas; o que podía sentirse atraído por el
autoritario régimen del Imperio Otomano?
Que nadie se equivoque. De la Plaza se guió por la mejor
defensa del interés argentino. No involucrarnos en un conflicto del
JORGE REINALDO VANOSSI
66
que éramos totalmente “res inter alios acta” (ajenos) y para el cual
tampoco estábamos preparados. Al respecto, es válida la
apreciación que formula Juan Archibaldo Lanús en torno al clima
reinante en esas delicadísimas circunstancias:
“La guerra separó a Europa en dos bandos de
combatientes, con su dialéctica de propagandas y opuestos
patriotismos, acumulando odios y resentimientos nacionales que
persistirán por muchas décadas. De pronto, aquel continente cuya
influencia cultural había sido tan dominante en el mundo, se
desgarraba en dos modelos antitéticos. La Argentina no pudo
quedar indiferente ante la tragedia. Cuando llegó el momento de
definir y sostener una posición diplomática ante el conflicto,
figuras prominentes de la Nación sostuvieron puntos de vista
divergentes. No hubo una opinión unida, quizá porque lo que
estuvo en juego no era la defensa de la patria sino la percepción
de lo que más convenía para un país que estaba geográficamente
lejos del conflicto. Según fueran sus ideales, la naturaleza de sus
intereses o sus filiaciones partidarias, los grupos dirigentes de la
Argentina manifestaron, a veces violentamente, sus preferencias.
Los dos gobiernos que se sucedieron durante el conflicto, el del
presidente Victorino De la Plaza al principio de la guerra y el del
presidente Hipólito Yrigoyen desde el 12 de octubre de 1916, y
sobre todo este último, fueron el blanco preferido de las críticas.
La división de la opinión fue aún más tajante, como lo veremos,
desde el momento en que Estados Unidos rompe relaciones
diplomáticas con Alemania en febrero de 1917” (Conf. “Aquél
apogeo”, pág. 53).
En síntesis, las cosas no eran fáciles para los gobernantes
argentinos de 1914 y 1916; y más difíciles aún a partir de 1917 con
la entrada en la guerra del coloso del norte. En tren de formular
juicios críticos, no se nos deberían escapar las falencias de la post
guerra, en especial en lo referente a las secuelas sobre nuestra
lejana insularidad y a la necesidad de adaptarnos con prontitud a las
nuevas relaciones de poder imperantes en las décadas del veinte y
del treinta.
VICTORINO DE LA PLAZA
67
Aunque duras, me parecen ciertas las apreciaciones de
Floria y C. García Belsunce, que trasuntan la desubicación
argentina, de la que de ninguna manera fueron responsables por
acción ni por omisión los presidentes Victorino De la Plaza e
Hipólito Irigoyen. Dicen los autores citados:
“...podía concluirse en que la guerra no contribuyó a un
desarrollo significativo de la economía argentina, sino al provecho
de algunos sectores –especialmente los vinculados con la
exportación rural-, y que si se tienen en cuenta las alternativas de
la guerra, fue una oportunidad que la Argentina perdió para
lograr una mayor autonomía económica. La guerra produjo, en
cambio, una situación de mayor dependencia económica en
relación con las potencias beligerantes triunfadoras y con los
países protagonistas del “nuevo imperialismo”.
Pero ni los conservadores que rodeaban a Victorino De la
Plaza, ni los radicales que rodearon luego a Yrigoyen –dicen
Floria y García Belsunce- lograron modificar sustancialmente el
statu quo económico-social ni aprovechar la ocasión de los
cambios sobrevenidos por la guerra para llevar adelante un
programa de desarrollo con pautas diferentes de las
tradicionalmente aplicadas en la Argentina moderna. De ahí que
la situación de dependencia económica no cediera, pese a que
hubo quienes vieron la oportunidad de aumentar el grado de
autonomía relativa del país” (Conf. Págs. 808 y 809).
Tercer y último momento estelar, la transparencia
electoral.
-“Hay una gran deuda con Victorino”- le dijo el Dr.
Ricardo Balbín al embajador Guillermo De la Plaza, en la
embajada argentina en Montevideo, hace algunos años. Una gran
deuda de olvido respecto de la caballerosidad, el señorío y la
firmeza con que Victorino De la Plaza condujo el proceso electoral.
Ya en 1914, estando él en ejercicio de la presidencia, se
habían realizado comicios de renovación de la mitad de los
componentes de la Cámara de Diputados y muchas gobernaciones
provinciales. De la Plaza fue “albacea leal” de las creencias de
JORGE REINALDO VANOSSI
68
Roque Sáenz Peña. No cedió a ninguna de las tentaciones que se le
presentaron en el camino. Con Victorino se consagró la recta
doctrina, es decir, que en las contiendas sucesorias el gobernante
de turno debía adoptar una estricta prescindencia, y habla de la
prescindencia en su mensaje al Honorable Congreso en el año de
1916 cuando promete y compromete una absoluta neutralidad. Y
hasta condenó un intento de consagrar la emancipación de los
electores –me refiero a los de Santa Fe- con respecto al
compromiso contraído ante el electorado de votar a los candidatos
anunciados por cada partido político.
No cedió, no transó, no claudicó.
¡No quería distorsiones! Así como Roque Sáenz Peña había
sido consecuente con sus ideas, Victorino fue –además de
consecuente- leal cabalmente a la orientación recibida de aquél.
Ya en 1903, en una conferencia pronunciada en el Teatro
Odeón, se había pronunciado condenando la desidia ciudadana y el
desinterés de los hombres capacitados hacia la atención de la cosa
pública. Reclamaba la formación de partidos políticos doctrinarios.
Exigía la modernización de los viejos partidos a los cuales
respetaba, pero que consideraba que debían transformarse. Y que el
presidente de la Nación –decía- no sea nunca, a la vez, el jefe
partidario.
En los mensajes de apertura de las sesiones ordinarias del
Honorable Congreso de la Nación de los años 1914, 1915 y 1916,
insistió en su preocupación por el saneamiento de los partidos,
acongojándose por el “eclipse” –lo llamó así- de las que fueron
grandes agrupaciones y lamentándose de la...”censurable
irresponsabilidad de los ciudadanos que votan por formaciones
políticas ocasionales” (Conf. Floria, pág. 805).
La conclusión que se extrae de todo esto es clara: Victorino
–como dice Floria- “era un conservador agotado o un sucesor
fiel”, y agrega: “el viejo conservador, no quería ser un
reaccionario” (Pág. 806). Hay un dejo de ironía en esta afirmación.
En mi modesta opinión, si algún despecho guardaban en su
ánimo los dirigentes del partido gobernante que quedarían
VICTORINO DE LA PLAZA
69
desplazados, debieron enrostrarlo a los legisladores que aprobaron
la Ley 8871. O sea, a quienes consintieron su propio suicidio
político –dicho esto metafóricamente-, pero no a quien primero
como presidente y luego como vicepresidente, cumplió con su
deber. Es decir, el único deber posible, que era aplicar la ley.
¿Cuáles son las enseñanzas de la Historia a través de la vida
apasionante de Don Victorino? Quedan muchas cosas sin decir.
Sugerimos algunas. La búsqueda acuciante de las enseñanzas de los
grandes paradigmas, es un mandato perpetuo. La carencia desértica
de hombres de estado es una desgracia nacional. El predominio casi
absoluto de la política agonal, es decir la de la lucha, sobre la
política arquitectónica, es decir la de la edificación, es una
tentación que parece irresistible en todos los gobernantes.
Los partidos políticos se han reducido a producir oradores, a
veces de cafetín, otras veces de barricada y algunas pocas veces de
parlamento. Es imposible asegurar la gobernabilidad, si, además de
la representatividad, no se ofrece la eficiencia a través de la doble
idoneidad: la idoneidad moral y la idoneidad técnica.
Ser ineficiente por falta de capacitación o por desvío de los
esfuerzos en el ejercicio de la función ¡es también una forma de
corrupción! ¡Se corrompe el sistema!
Las carencias de los partidos políticos se deben en gran
medida a la abulia de la sociedad. La indiferencia, el conformismo
y la resignación, nos llevaron al régimen de los “chupópteros”, es
decir, el nombre académico de los que ya sabemos que se llaman
“ñoquis”, y al gobierno de los depredadores.
Los partidos políticos no invierten en capacitación de sus
dirigentes, como lo prescribe, expresamente, un artículo nuevo de
la Constitución reformada de 1994 -el 38-; del cual si se exigiera
una rendición de cuentas, resultaría que la mayor parte de los
dirigentes serían procesados por malversación de los caudales
públicos.
Para ganar elecciones no es suficiente contar con el caudal
de votos y con los recursos económicos que irrogan las costosas
JORGE REINALDO VANOSSI
70
campañas electorales modernas. Bajo el régimen del sufragio
universal establecido por la Ley Sáenz Peña, se necesitan dos
ejércitos: el ejército de los fiscales para vigilar la elección (fiscales
bien adiestrados en las pillerías que puedan cometerse antes y
después del cuarto oscuro, y a veces dentro del cuarto oscuro); y el
ejército de los conocedores de cada función para los miles de
cargos que hay que ocupar de inmediato cuando se accede al poder.
La tarea no es imposible. Argentina tuvo grandes
gobernantes en los tres poderes del Estado y contó con grandes
ejecutores y administradores para la tarea de gestión.
¿Dónde está esa élite ahora?
El resultado de la práctica de la “delegación gerencial” o de
los “vicariatos” no ha dado saldo positivo para nuestra calidad de
vida. Gran responsabilidad tiene la clase dirigente, que prefirió
dedicarse a tareas más hedonísticas antes que sacrificar parte de su
tiempo al fin del servicio público en la intermediación política.
El vacío de los espacios –también los espacios de poder y
de gestión- es cubierto por pléyades en acecho: los mediocres y los
corruptos. Hay que reverdecer y rebrotar la práctica de la virtud del
servicio público y de la responsabilidad por la suerte y destino de
la cosa pública.
Los clásicos, a partir de los griegos, llamaron siempre la
atención en cuanto a los deberes ciudadanos de participación y de
vigilancia. La molicie cívica sólo depara decadencia y caída.
La derrota humillante de Francia en junio de 1940, obedeció
no tanto a los errores militares, cuanto a la frivolidad y necedad de
una sociedad aletargada por inclinaciones hedonísticas.
Y, por último, la ausencia del cumplimiento efectivo del
principio de responsabilidad, que es una de las notas esenciales de
la forma republicana de gobierno -como nos enseñaba Aristóbulo
del Valle en sus lecciones que dejó por escrito- conduce
ineluctablemente al descreimiento generalizado del pueblo que
clama en vano por un sistema social de premios y castigos, es decir,
responsabilidades asumidas.
VICTORINO DE LA PLAZA
71
El legado de Victorino De la Plaza, es un norte en el
camino. Una vida entera al servicio del bien común que hoy en día
es el menos común de los valores comunitarios.
Ascético en su vida, riguroso en sus principios, exigente en
las conductas, indeclinable en la disciplina y el trabajo. Todas estas
y otras virtudes que lo adornabanº se conjugaron con el señorío
exhibido a lo largo de una trayectoria que no conoció de
desfallecimientos o escapismos.
Supo asumir sus deberes en cuanta oportunidad el
requerimiento de su contribución no colisionaba con el marco
sagrado de su estado de conciencia. La Historia reconoce que su
sitio está en la antípoda de los ventajeros y oportunistas.
JORGE REINALDO VANOSSI
72
BIBLIOGRAFÍA
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Nación Argentina”, Edit. Planeta, Tomo VIII.
BUCICH ESCOBAR: “Historia de los Presidentes Argentinos”,
Bs.As., 1934, págs. 437 a 457.
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Renovación.
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Argentino” (1750-1930), Bs.As., Ed. Elche, 1978, Tomo V, págs.
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FLORIA, Carlos y GARCÍA BELSUNCE, César: “Historia de los
Argentinos”, Ed. Larousse, Bs. As., 2001.
GELLY Y OBES, Carlos M.: “Victorino De la Plaza: el ciudadano,
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en el Círculo Militar, auspiciada por la Asociación de
Descendientes Guerreros del Paraguay.
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Victorino De la Plaza).
LANÚS, Juan Archibaldo: “Aquél Apogeo: Política Internacional
Argentina 1910-1939”.
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hombres”, Bs. As., 1966, pág. 317.
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MAYER, Jorge M.: “Victorino De la Plaza: un eje institucional”,
Edición de la Academia Nacional de Derecho y Cs. Sociales de
Buenos Aires, 1995 (obra Nº25).
PLAZA, Guillermo De La: “La Patria fue mi causa”, 1984, pág.
265 (las expresiones del Dr. Ricardo Balbín al Embajador
Guillermo De la Plaza tuvieron lugar en la Embajada en
Montevideo el 17/10/1979).
VICTORINO DE LA PLAZA
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SILVA DE LA RIESTRA, Juan: “Académicos de Derecho y
Hombres de Gobierno”, Obra Nº5, Academia Nacional de Derecho
y Ciencias Sociales de Buenos Aires, año 1969, págs. 151 a 164.
VANOSSI, Jorge Reynaldo: “Historia Electoral Argentina” (1853-
1989) Ed. Lumiere (actualizada por Pedro Fermín Ubertone) se
compone de dos posters.
JORGE REINALDO VANOSSI
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El Instituto de Estudios Históricos San Felipe y Santiago, agradece
la valiosa contribución de la empresa EDESA para la concreción de
nuestro propósito de dar a conocer a nuestros próceres salteños.