Wallenstein Aproximadamente

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WALLENSTEIN… APROXIMADAMENTE Síntesis argumental de la trilogía de Schiller Carballo Juan Pablo [email protected]

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WALLENSTEIN…APROXIMADAMENTE

Síntesis argumental de la trilogía de Schiller Carballo Juan Pablo

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Alemania después de la Guerra de los Treinta Años. Fuente: Tenbrock R.H, Historia de Alemania

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La obra (clasificada por el autor como poema dramático) está dividida en 3 partes:

EL CAMPAMENTO DE WALLENSTEIN (11 escenas) LOS PICCOLOMINI (5 actos)LA MUERTE DE WALLENSTEIN (5 actos)*1

EL CAMPAMENTO DE WALLENSTEIN

Esta parte de la obra es una pintura muy verosímil de los campamentos de un ejército mercenario durante la Guerra de los Treinta Años. Muchas de las situaciones que ocurren no son determinantes para el destino del protagonista pero plantean claramente cuál es el cuadro de situación, visto no desde las alturas del poder ni desde los translúcidos cristales de la habitación del personaje trágico, sino desde los hombres sin nombre que viven, sobreviven y mueren entre los engranajes de la Historia. Así, pues, se puede entender claramente quiénes son los más perjudicados por la larga guerra: los campesinos (en el personaje del CAMPESINO y su HIJO) y los burgueses (en el personaje del joven RECLUTA, de quien sabemos que tiene una pequeña fortuna heredada y habrá de perderla por la “generosidad” que le exigen sus compañeros soldados). Además así lo explica claramente el SARGENTO PRIMERO: “El ciudadano nos da cuartel,/ nos atiende bien y nos prepara sopas calientes./El campesino tiene que enganchar en nuestros/ furgones/sus caballos y sus toros,/ y se lamentará en vano./ Cuando un cabo con siete hombres/ asoma nomás en algún villorrio,/ representa la superioridad y puede proceder/ y mandar como le de la gana.” Y más adelante asegura que si el respetado ejército de Wallenstein se desarma “El campesino alzará la cresta de nuevo/ y en la cancillería de Viena nos redactarán/ la boleta de alojamiento y el menú,/ y será la misma miseria de antes.” En efecto, el duque de Wallenstein aplicaba el mismo principio que el conde Mansfeld, aunque estuviesen enfrentados en el campo de batalla: la guerra debe alimentar a la guerra. Por eso el PRIMER CAZADOR asegura que cuando Fridlandia*2 formó ese multitudinario ejército de sesenta mil hombres de la nada (en apenas tres meses) dijo que a doce mil soldados no los podía alimentar, pero que cinco veces más soldados con toda seguridad no morirían de hambre. Estos detalles son interesantísimos porque nos muestran al personaje desde los ojos de sus subordinados más ignotos, pero además describen los resortes más pequeños de ese monstruo gigantesco que la Historia rotula como “Guerra de los Treinta Años”. ¿Qué clase de economía produjo el estado militar? Pues, una economía de trueque, de pequeños engaños, de saqueos y botines de guerra donde el único dinero provenía del saqueo y del propio bolsillo de los generales. Así lo explica también el SARGENTO PRIMERO, cuando se llega a saber que el Emperador pretende, como primer paso para desmembrar el ejército de Wallenstein, enviar a ocho mil jinetes de los mejores regimientos a combatir a los Países Bajos comandados nada más y nada menos que por un español con mucha sangre real pero poco conocimiento sobre la guerra, el Cardenal-Infante Don Fernando, hermano del rey de España: “Todos se hundirán./ Muchos de los capitanes y generales/ formaron los regimientos de su propio bolsillo,/ con ello querían darse aires/ y gastaron más de lo que su fortuna daba,/ pensaron que iba a ser una gran ventaja./ Cuando caiga la cabeza, que es el duque,/ todos ellos habrán perdido su dinero.” Y la CANTINERA, que ha recorrido media Europa con el

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ejército y de quien se puede hacer una interesante comparación con la Madre Coraje de la obra de Bertold Brecht, exclama horrorizada ante el panorama que le pintan: “¡Ay, por mi Salvador, qué maldición para mí!/ En mi libreta está anotado medio ejército!” Entonces aquella miscelánea de seres humanos*3 que apenas unos minutos antes discutían por una muchacha o regateaban por un miserable collar o se disputaban la autoridad, acuerdan una sola cosa antes de que caiga el telón: “Una sola cosa nos salvará.”,dice el PRIMER CORACERO, “Si estamos unidos, nada nos pueden hacer, estamos todos como un solo hombre.”

Para saber por qué este acuerdo no se cumple hay que abordar las dos siguientes partes de la obra.

LOS PICCOLOMINI

Estamos en el año 1634, en la ciudad de Pilsen, donde Fridlandia ha establecido sus cuarteles de invierno.*4

A la ciudad ha llegado QUESTENBERG, consejero de guerra imperial, con la difícil misión de comunicar las órdenes del Kaiser, aunque éstas ya han trascendido. Por esa razón ha acudido la mayoría de los generales del ejército y reciben al consejero con manifiesta hostilidad. Sólo el general OCTAVIO Piccolomini lo trata de acuerdo con la dignidad de su cargo y al quedar ambos a solas descubrimos la razón: OCTAVIO informa al Kaiser de todo cuanto hace WALLENSTEIN, incluso de las tratativas de paz que ha mantenido con el enemigo sin autorización de nadie. QUESTENBERG se sorprende de que el duque no se de cuenta. La respuesta de OCTAVIO parece destinada más bien al reproche que su hijo le hará más adelante: “Por favor, no piense/ que me haya procurado sus mercedes con lisonjas y astuta hipocresía,/ nutriendo su confianza con mis mentiras./ Por más que la prudencia y el deber/ que debo al Imperio y al Emperador, me hagan esconder mi alma verdadera,/ ¡nunca le hice creer en un alma falsa!” Este tipo de argumentaciones son una demostración de la maestría de Schiller a la hora de construir sus personajes, ya que no hace de OCTAVIO un simple arribista, lo cual allanaría su carácter. A continuación OCTAVIO desliza un acontecimiento que nos quedará incompleto hasta que WALLENSTEIN nos lo rellene con su punto de vista. OCTAVIO dice que, aunque ignora la razón que sostiene la confianza del duque en su persona y en la de su hijo, sabe, no obstante, cuándo fue que se produjo aquella ligazón. Antes de una batalla, OCTAVIO tuvo un sueño malo que lo movió a despertar a WALLENSTEIN para recomendarle no ir a la lucha en el caballo de siempre sino en otro distinto. “Desde entonces--- dice Piccolomini--- su confianza me persigue al igual que de él se aleja la mía.”

Entra en escena MAX Piccolomini, hijo de OCTAVIO. Su primera y acertada caracterización nos ha sido dada por su padre, cuando explica a QUESTENBERG que nada le ha contado a su hijo de lo que ocurre ya que sólo puede “confiar en su inocencia./ Su alma franca nada sabe de artimañas./ El desconocimiento le garantiza/ la plena libertad espiritual,/ que en el duque fortalece la confianza.” Sin embargo, al intercambiar unas pocas palabras con MAX advierte que ha acontecido un profundo cambio en su hijo, aunque no de calidad sino de grado. MAX acaba de volver de Carintia, en Austria, a donde

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fue con la misión de buscar a la DUQUESA de Fridlandia y a su hija, de nombre TECLA. OCTAVIO intuye certeramente que su hijo se ha enamorado de la hija de WALLENSTEIN.

El acto siguiente pone en escena por primera vez al protagonista, pero antes, como si previo al personaje estuviese su destino, Schiller coloca en el tablado a SENI, el astrólogo del duque. Es significativo, ya que la superstición de WALLENSTEIN es una condición fundamental de su sino trágico. El protagonista descubre los primeros signos del cambio de su suerte. Al interrogar a su esposa ésta le revela que ha habido un cambio sutil en el trato que recibieron en la corte de Viena. El Conde TERZKY, general de un regimiento y cuñado del duque, le trae la noticia de su futura destitución; ya han elegido a su sucesor, y es el hijo del Emperador. TERZKY ha llevado adelante todas las tratativas clandestinas con los suecos y junto con el general ILLO apremiarán constantemente a WALLENSTEIN para que se pase al bando enemigo mientras los generales le son leales, al tiempo que le advertirán que desconfíe de OCTAVIO Piccolomini. WALLENSTEIN retardará la decisión hasta que sea inevitable y no dudará de OCTAVIO hasta que se vuelva evidente su traición. Ante las nuevas circunstancias, el duque toma dos decisiones: envía un intermediario para que pacte una alianza con los suecos y le encarga a ILLO que consiga un compromiso firmado por todos los generales donde aseguren que permanecerán fieles a Fridlandia antes que al Emperador. ILLO y TERZKY sospechan que existe un gran riesgo de perder a algunos generales que desean fuertemente seguir bajo el mando de Fridlandia pero que no tolerarían la idea de pelear del lado escandinavo. Pretenden, entonces, obtener las firmas con dolo, leyendo un manuscrito que contiene una cláusula de fidelidad al Kaiser y haciéndoles firmar, luego de haber escanciado vino en abundancia, otro manuscrito idéntico, salvo por la omisión de dicha cláusula.

Funciona a medias, ya que el alcohol hace hablar de más a ILLO y MAX Piccolomini se niega a firmar hasta el día siguiente, aduciendo que esa noche su atención está en otra cosa. Y así es, ya que antes de sumergirse en ese banquete de hombres de guerra preocupados por cuestiones de guerra, MAX ha estado por primera vez a solas con TECLA, ayudados por la CONDESA Terzky, tía de TECLA. Por vez primera se han confesado abiertamente su amor, aunque la chica (con algo más de realismo que él) le ha pedido guardar por el momento el secreto de su mutua pasión, la cual su padre jamás aprobaría. No obstante, un impedimento mucho peor se avecina, y ninguno de los jóvenes es capaz de imaginarlo.

Esa misma noche OCTAVIO decide revelar a su hijo la situación: WALLENSTEIN ha decidido quebrantar el juramento al Kaiser y espera que todo el ejército haga lo mismo. MAX se niega a creerlo. Aquí viene una muestra de su nobleza sin par: OCTAVIO le asegura que no lo sabe por terceros, el propio duque se lo ha dicho.

“MAX: ¡No puede ser! ¡Ya ves que no es posible! Pues tú, sin falta/ le hubieras mostrado tu repugnancia. (…) ¿Tan falso hubieras sido?¡No reconozco/ a mi padre! No creí en tus palabras denigrantes para él; puedo hacerlo menos cuando ahora te denigras a ti mismo.

OCTAVIO: Yo no me introduje en sus secretos.MAX: Su franqueza mereció sinceridad.OCTAVIO: Él ya no fue digno de oír mi verdad.

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MAX: Menos digno de ti era el engaño.OCTAVIO: ¡Mi querido hijo! En la vida no podemos/ siempre conservar la

pureza de niños/ como nuestra voz interior nos lo enseña.” OCTAVIO muestra a su hijo una carta imperial donde se juzga y expulsa al

duque, dejando momentáneamente el ejército a su cargo. Esto exaspera a MAX ya que el primer beneficiado con la caída del gran hombre es precisamente su padre. Entra un soldado y anuncia que fue apresado el intermediario que WALLENSTEIN había enviado para pactar una alianza con los suecos. Ante esto MAX decide ir inmediatamente a hablar con WALLENSTEIN. OCTAVIO intenta disuadirlo, ya que tal acción lo obliga a partir de Pilsen esa misma noche y “destruye la penosa obra del arte político.” Las últimas palabras de MAX antes de que caiga el telón merecen ser citadas enteramente:

“¡Oh! ¡cómo abomino ese arte político!/ Lograréis aún con vuestro arte político/ impulsarlo a dar un paso… Hasta podríais/ hacerlo culpable por quererlo así./ ¡Oh! No puede terminar bien… y decídase/ como quiera el asunto, yo ya preveo/ el fatal desarrollo que se acerca…/ Cuando caiga este hombre real, se llevará/ consigo, al caer, un mundo entero,/ y cual barco que de pronto se incendia/ en medio del océano y estalla/ explotando y lanza a la tripulación/ de improviso entre el mar y el firmamento,/ así nos complicará en su caída/ a cuantos dependemos de su destino./ ¡Haz tú lo que quieras! Mas a mí permíteme/ que yo me conduzca a mi modo de ser./ Entre él y yo todo debe ser puro,/ y antes de que termine el día, veremos/ si debo perder al amigo o al padre.”

LA MUERTE DE WALLENSTEIN

La escena se abre con WALLENSTEIN y su astrólogo inmersos en una observación astronómica, buscando vanamente en el cielo las relaciones de los hechos que cada vez se precipitan más en la Tierra. TERZKY los interrumpe. Trae una terrible noticia. El intermediario que debía contactarse con el enemigo ha sido capturado y va rumbo a Viena, donde se lo obligará a hablar sin dificultad. WRANGEL, un coronel sueco que hace tiempo resistió admirablemente el asedio del duque a una ciudad del Báltico, ahora se ha hecho presente para hablar sobre las condiciones de un pacto. WALLENSTEIN parece volverse conciente solo entonces de hacia dónde lo empuja el destino que él mismo se ha construido: “¿Cómo? ¿Debiera acceder en serio/ por haberme divertido con la idea?/ ¡Maldito aquel que juega con el demonio..!”

WALLENSTEIN muestra a WRANGEL la hoja con las firmas de sus generales, obtenidas fraudulentamente. El coronel escandinavo coloca en la mesa de negociaciones una exigencia durísima: Praga y Éger deben quedar en manos de Suecia. Ante tamaña condición, el duque no accede de inmediato. TERZKY e ILLO intentan convencerlo de actuar en la única dirección que, según ellos, les queda. Con mejores argumentaciones lo intenta la CONDESA Terzky, comprometida apasionadamente en el curso de los acontecimientos como un general más. Sin embargo, WALLENSTEIN no puede decidirse a cometer una traición que no se dirige sólo al Kaiser, sino a su propia tierra, entregándosela a extranjeros de allende los mares.

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En el acto siguiente WALLENSTEIN toma por vez primera una decisión rápidamente, y resulta ser la más desacertada: encarga a OCTAVIO, nada más y nada menos, que tome preso a los generales que no han acudido a Pilsen, quedando a cargo de los regimientos españoles apostados en Fráuenberg. En seguida acude a él MAX Piccolomini. Por fin escucha por boca del duque la verdad y responde como hubiera deseado que actuase su padre, rogándole que no lo haga, tratando de influir en vano en él:

“WALLENSTEIN: El mundo me habrá de juzgar con rigor,/no espero otra cosa y todo cuanto puedes/ decir, me lo he dicho yo mismo también./ ¡Quién no evitaría el extremo pudiendo/ eludirlo! Mas aquí no hay elección,/ el poder, lo debo ejercer o sufrirlo…/ este es el caso. No hay alternativa.

MAX: ¡Sea pues! Retén tu cargo a la fuerza,/ opón tu resistencia al Emperador,/ si debe ser llega a abierta rebelión./ No lo elogiaré mas puedo perdonarlo./ compartiré contigo lo que no apruebo./ ¡Sólo… no te vuelvas traidor! La palabra/ está dicha. ¡No llegues a ser traidor!/ ¡No es simple medida excedida! Ni falta/ en que se desvía el coraje potente./ ¡Oh! Esta es una cosa distinta… ¡es negra, negra como el infierno!”

Todo es en vano. MAX sale intempestivamente de la habitación.ILLO y TERZKY acuden horrorizados por la noticia de la misión que el

duque le ha dado precisamente a OCTAVIO. Entonces WALLENSTEIN nos completa con su punto de vista aquel acontecimiento que OCTAVIO había narrado a QUESTENBERG y que es la causa de su error de juicio respecto de Piccolomini padre. Cierta vez, llevado por pensamientos lúgubres, se quedó dormido luego de rogarle al sino que le señalase cuál de sus hombres sentía más lealtad hacia él. Seguidamente tuvo un sueño en el que un tiro derribaba su caballo en plena batalla, y a continuación animal y jinete eran aplastados por el resto de la caballería. De esa pesadilla lo despertó OCTAVIO rogándole que no fuese al combate en el pío de siempre y así lo hizo. A quien montó en ese caballo nunca más se lo volvió a ver. Esta coincidencia apuntaló definitivamente la confianza de WALLENSTEIN en OCTAVIO. No deja de ser significativo que la muerte del duque en el sueño sea muy semejante a la que después hallará en combate MAX. Pareciera ser que Schiller hubiese construido en esta obra un universo en el que Dios no se hace presente (aunque su nombre sea la excusa de esta cruenta guerra) sino que la Realidad funciona como un complejo mecanismo astrológico lleno de premoniciones y anticipaciones, cuya correcta interpretación ninguna ciencia permite develar.

OCTAVIO está por partir. Pero antes se entrevista con los generales y, mostrándoles la carta que antes mostrara a su hijo, los convence uno a uno de abandonar Pilsen con él. El más duro de persuadir es BUTTLER, quien hasta el momento ha mostrado su determinación de seguir a WALLENSTEIN hasta la muerte. Pero OCTAVIO trae a la memoria un hecho del pasado, un título de nobleza que BUTTLER pidió a Viena y que la corté rechazó de un modo humillante. OCTAVIO muestra a BUTTLER una carta en la que WALLENSTEIN recomienda a Viena que se rechace el pedido de BUTTLER y se lo desprecie por tales pretensiones, aunque el mismo duque lo había alentado a realizar la petición. Según OCTAVIO, el interés de WALLENSTEIN era enfrentarlo con Viena para tenerlo como perro fiel. BUTTLER, profundamente conmocionado, se niega a salir con OCTAVIO, aunque su presencia cerca de WALLENSTEIN no será la de un perro fiel. “¡Él no habrá de vivir!”, exclama BUTTLER, lleno de indignada exaltación.

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La mayoría de los regimientos salen del campamento subrepticiamente, conducidos por OCTAVIO. Sólo entonces WALLENSTEIN reconoce el fatal error que ha cometido con él. En medio de la conmoción de tales acontecimientos, de la que participan en escena también las mujeres, hace su entrada nuevamente MAX. Ha tomado la decisión de no quebrantar su juramento al Kaiser, pero lo retiene su amor hacia TECLA. Se suceden emotivas argumentaciones mientras en los alrededores de Praga y de Pilsen comienzan los disturbios ante la noticia de la proscripción de WALLENSTEIN. Finalmente, MAX se retira a cumplir con su deber, solo cuando TECLA lo hace posible con las siguientes palabras: “Siendo leal contigo lo eres conmigo./ Nos separa el sino, nuestros corazones/ permanecen juntos.” Se retira dolorosamente, ya que es la única mirada amable que lo despide en aquella sala.

Los dos últimos actos transcurren en el castillo de Éger. A cargo de él está GORDON, un administrador fiel que WALLENSTEIN colocó en aquel puesto por conocerlo de la juventud, cuando ambos eran pajes en la misma corte. Sin embargo, BUTTLER no encontrará gran dificultad en conseguir que GORDON participe en el asesinato del duque, no con sus manos, mas sí con su silencio, al mostrarle pergaminos imperiales que lo reclaman vivo o muerto por traición.

Vale mencionar la ironía de que la CONDESA Terzky haya tenido un sueño precognitivo en el que WALLENSTEIN aparecía asociado a signos fúnebres y que, al contárselo al duque, éste considere irónicamente los temores de la mujer:

“CONDESA: ¿Cómo? ¿No crees que en sueños premonitorios/ nos hable una voz para advertirnos?

WALLENSTEIN: Semejantes voces existen… ¡No hay duda!/ Mas no llamaría voces de advertencia/ a ellas que sólo anuncian lo inevitable.”

Llega un CAPITÁN sueco anunciando el resultado de una batalla que se ha librado cerca de allí. El general del ejército imperial murió en combate y no es otro que MAX. TECLA es la primera en enterarse y se desmaya, mas luego recobra su compostura y pide valientemente al CAPITÁN que le cuente cómo ocurrió. De este modo Schiller introduce la escena de la batalla y la emotiva caída de MAX, una muerte con características románticas, ya que, habiendo sido acorralado por el enemigo se niega a rendirse y muere aplastado por su caballería cuando es herido su corcel. TECLA decide escapar por la noche e ir al sitio donde ha sido enterrado MAX, y a partir de entonces no sabemos más nada de ella excepto por otra obra, un poema titulado “Tecla” que Schiller escribió a posteriori cuando se lo interrogó por el destino de la chica.

La muerte de WALLENSTEIN se aproxima. Con grandes esfuerzos BUTTLER consigue que dos soldados, muy aprensivos ante la terrible misión de dar muerte al respetable jefe, lleven adelante el asesinato. Éste se concreta, al igual que los crímenes de TERZKY e ILLO, en el preciso instante en que OCTAVIO Piccolomini entra en el castillo con su regimiento, habiendo vencido toda resistencia, para entonces enterarse de las muchas muertes evitables que han ocurrido, incluida la de la CONDESA Terzky, que ha tomado veneno.

El telón cae por última vez, luego de que GORDON le entregue con desprecio a OCTAVIO una carta que ostenta el sello imperial, dirigida “al príncipe Piccolomini”. OCTAVIO mira lleno de dolor al cielo: “la penosa obra del arte político”, como él mismo la llamara, ha dado su resultado.

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NOTAS

*1) En la edición de 1972 del Instituto Cultural Argentino-germano figura un prólogo enteramente escrito en verso que se recitó con motivo de la reapertura del Teatro de Weimar en 1798. La tercera parte es la única que aparece identificada como tragedia.

*2) Wallenstein era duque de Fridlandia, una región de Bohemia. Los personajes acostumbran nombrar a Wallenstein con dicho toponímico.

*3) El origen de los personajes no puede ser más diverso, como es de esperar en un ejército de mercenarios: croatas, lombardos, valones (del sur de los Países Bajos), oriundos del Báltico y hasta un irlandés.

*4) Algunos de los siguientes acontecimientos han determinado la situación en que nos hallamos:

En 1608 los Países Bajos del Norte junto a varios príncipes protestantes forman la Unión Evangélica y designan como cabeza al príncipe elector Federico II del Palatinado, yerno del rey de Inglaterra. Al año siguiente, los feudos fieles al Papa hacen lo propio organizando la Liga Católica, a cuyo frente ponen al príncipe elector Maximiliano de Baviera, quien más adelante impulsará la caída en desgracia de Wallenstein. Los protestantes ponen sus ejércitos al mando del brutal Conde de Mansfeld, la Liga Católica encuentra un magnífico jefe militar en el Conde Tilly. En la Batalla de la Montaña Blanca (1620) la balanza se inclina a favor de los católicos, Tilly vence a Mansfeld y Federico huye a Holanda. Las cosas cambian cuando los refuerzos españoles abandonan a Tilly y se ocupan de Flandes, al tiempo que Dinamarca entra en la guerra. En 1626 entra en juego Wallenstein con un ejército enorme, reclutado en brevísimo tiempo y financiado de su propio bolsillo. Ese mismo año vence a Mansfeld persiguiéndolo hasta Hungría y derrota, junto con Tilly, a los daneses. Wallenstein es premiado con los ducados de Mecklemburgo y Pomerania; su ambiciosa presencia a orillas del Báltico apura la entrada de Suecia en la guerra. En 1630 Gustavo Adolfo, rey de Suecia, desembarca en Pomerania, el mismo año de la Dieta de Ratisbona, en la que Wallenstein resulta destituido por el Emperador a raíz de las presiones de los príncipes encabezados por Maximiliano de Baviera, que recelaban del creciente poder del duque. Pero en 1631 la situación de la Liga Católica se complica al ser derrotado y muerto en combate el Conde Tilly, lo cual motiva al Kaiser a recurrir nuevamente a Wallenstein, su única opción. El duque accede con la condición de ser el único al que responda todo el ejército imperial. En 1632 los suecos obligan a Wallenstein a retroceder pero pagan un precio altísimo: Gustavo Adolfo muere en combate. A fines del año siguiente, mientras Wallenstein vence a los suecos casi en territorio polaco, los protestantes consiguen un botín muy significativo mucho más cerca, prácticamente a las puertas de Austria: Ratisbona, hogar de Maximiliano de Baviera, sede del príncipe elector de la Liga Católica, lugar donde se decidió la destitución del duque.

Y así llegamos al invierno de 1634, a Pilsen. Pilsen está cerca de Ratisbona pero Wallenstein no tiene ningún apuro por movilizar sus tropas antes de que llegue la primavera. ¿Qué prisa puede tener en liberar el país del bávaro, que tanto mal le hizo?