Y allí sigo yo

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de roberto perez muñoz

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Y ALLÍ SIGO YO

Roberto Pérez Muñoz

Portada

Jose Ignacio Labella Sanfrutos

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Y allí estaba yo, tirado en el suelo con todo el cuerpoempapado de sudor, con dificultad para seguir respirandocon normalidad y sufriendo un ataque de pánico mientrasque mi casa estaba envuelta en llamas y aquel ser seguíaallí, delante de mí, mirándome fijamente.

Todo había comenzado esa misma noche. Era dieciochode Agosto y el calor que hacía en la casa era insoportable.Para poder dormir, me levanté de la cama y abrí la ventanade la habitación, siendo consciente de que a la mañanasiguiente iba a despertar con todo el cuerpo lleno depicotazos provocados por los mosquitos, pero no meimportaba, quería que hubiera una pequeña corriente deaire que aliviara el agobiante calor de la habitación.Entonces fue cuando ocurrió. Aquella bestia aprovechópara llegar a la ventana y atormentarme. Cuando meacosté de nuevo en la cama, me giré para mirar la luna porla ventana y fue cuando me percaté de su presencia. Allíestaba aquel ente, mirándome fijamente con sus grandesojos. Pensé que tal vez no era más que una ilusión, unaalucinación provocada por aquel agobiante calor. Encendíla lamparita de la mesita de noche para poder ver con másclaridad si aquella visión era real o fruto de miimaginación y descubrí que mi vista no me engañaba. Alencender la lamparita, la luz dio de lleno en la bestia y susojos se iluminaron como dos luciérnagas enormes.Entonces el estómago de la bestia empezó a rugir, nohabía ninguna duda, había venido a devorarme. Sintiendocomo el miedo poco a poco se adueñaba de mi, me levantéde la cama como un rayo y salí de la habitación corriendo,con tan mala suerte que me resbalé y caí por las escaleras,

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golpeándome con los escalones en todas las partes de micuerpo. Miré hacia el piso de arriba y en lo alto de lasescaleras volví a ver a aquella criatura otra vez, comodescendía lentamente hasta donde estaba yo. Me levantécomo pude del suelo y corrí sin pensar hacia donde iba,sólo quería estar lejos de esa cosa. Corría mirando haciaatrás, vigilando que no estuviera cerca de mí, pero labestia seguía insistiendo, seguía detrás de mí y sus tripascada vez rugían con más fuerza. Mi huida me llevó hastala cocina, y como corría sin mirar hacia delante, metropecé con la mesa en la que habitualmente comía. Unabotella de cristal llena de agua que había encima de lamesa saltó por los aires y se rompió en mil pedazos contrael suelo, salpicando a la criatura, que al entrar en contactocon el líquido dio un salto hacia atrás mientras su pelajecambiaba de forma, volviéndose erizado y encorvando sucuerpo. Sin querer había descubierto el punto débil deaquel demoníaco ser. Abrí la ventana de la cocina y salífuera a través de ella. Me encontraba en el jardín de micasa, y sin perder ni un instante, fui donde tenía lamanguera que usaba para regar las plantas y apunté haciala ventana de la cocina. Allí estaba la bestia, de pie en elmarco de la ventana. Apreté el gatillo de la manguera y unchorro de agua impactó de lleno en ella, tirándola haciaatrás. Pero mi mala suerte hizo que el chorro de aguatambién acertara en uno de los enchufes de la cocina,provocando un pequeño fuego que poco a poco fuequemando por completo mi casa. El humo y el fuegoalertaron a los vecinos que llamaron a los bomberosinmediatamente. Cuando llegaron al lugar, mi casa no eramás que una inmensa bola de fuego que devoraba sinpiedad todo lo que encontraba a su paso. Al menos aquella

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terrible bestia había sido carbonizada por unas llamas tandevastadoras como las del infierno en el cual había nacido.Y allí estaba yo, viendo el incendio que yo mismo habíaprovocado sin querer cuando un bombero se acercó a mípara darme lo que él consideraba una buena noticia.

-No podemos hacer nada por la casa, el fuego esdemasiado intenso y lo que quede de ella no será más queun montón de escombros y cenizas una vez extinguido elincendio, pero al menos hemos podido salvarlo a él-dijomientras llevaba en brazos un gato mojado.

Y allí estaba yo, a dos palmos de distancia del demonioque me había estado atormentando toda la noche ycausante de todo lo sucedido. En efecto, aquel horrible serera un gato. Para ti tal vez no sea más que un pobre gatocallejero hambriento que buscaba alguien que le diera algode comer, pero para mí, una persona que padeceailurofobia, un miedo intenso y desproporcionado hacialos gatos, y que además tiene alergia a su pelo, lo veocomo algo distinto. Para ti no seré más que un exagerado,un loco que ve algo distinto a la realidad, pero si fuesescomo yo, si tuvieses el problema que tengo yo, tal vez, ysólo tal vez, quizás podrías entender el terror que sufrí alverlo.

Y allí sigo yo, tirado en el suelo sufriendo un ataque deansiedad mientras ese animal sigue mirándome sin serconsciente de que su mera presencia es la que me provocaeste angustioso e indescriptible pánico.