Te doy mi palabra
Programa Vive la Eucaristía
Sesión No. 1
ORACIÓN COLECTA
• Para el 1er. Domingo de Cuaresma
Concédenos, Dios todopoderoso,
Que las prácticas anuales, propias de la Cuaresma
Nos ayuden a progresar en el conocimiento de
Cristo y a llevar una vida más cristiana.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo
Que vive y reina contigo, en la Unidad del Espíritu
Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.
La Palabra de Dios es comida para el alma, y delicia para el
corazón y la mente. Su grandeza y su belleza son incomparables
La Palabra de Dios es más que meras palabras en una página,
impresas en un libro. Jesús mismo es la Palabra de Dios. En la
liturgia de la Palabra, Jesucristo continúa proclamándonos
Buenas Noticias, afirmando la Alianza de Dios y llamándonos a
la conversión
Preguntas de Apertura:
1.- ¿Cuál es tu lugar favorito para escuchar o leer
las Escrituras? ¿Por qué?
2.- Considera estas expresiones: “Creo en tu
palabra” “Ella vale tanto como su palabra” “Mi
palabra es mi garantía” ¿Qué sugieren sobre el
poder de las palabras?
3.- ¿Te ha desafiado la Palabra de Dios a cambiar?
Da un ejemplo.
PRESENTACIÓN:
Las palabras humanas se utilizan para muchos propósitos diferentes.
Transmiten información, hacen preguntas y buscan comprender. Las
palabras forjan contratos, dan expresión a las leyes, formalizan
compromisos. Nuestras palabras expresan sentimientos, revelan
emociones y articulan nuestras pasiones. Pueden estimular la
imaginación y deleitar los sentidos, como en la poesía y la oratoria; así
son nuestras palabras: robustas, útiles e incluso bellas
Pero, ¿Inspiran confianza nuestras palabras? ¿Las pronunciamos con
poder? ¿Son justas y verdaderas? Bueno… a veces.
Porque somos humanos, nuestras palabras son como nosotros:
Maravillosas, pero también falibles. A veces reflejan nuestras virtudes.
En otras ocasiones, sin embargo, se ven empapadas por nuestros
pecados. Nuestras palabras pueden mentir y traicionar, engañar y
defraudar. Dicen la verdad pero de una manera humana. Están
condicionadas por nuestra situación.
La Palabra de Dios:La Palabra de Dios, sin embargo, no es como nuestras palabras, Es
como Dios es: fiel, poderosa, verdadera y digna de confianza. Pone de
manifiesto la voluntad de Dios y pone en práctica lo que revela.
La historia de la salvación está llena de testigos del poder de la
Palabra de Dios. Cuando Dios “habla” suceden cosas. En la creación,
Dios sacó el universo de la nada y dio a luz sus maravillas por el poder
de su Palabra. “Pues Él habló y todo fue creado, lo ordenó y las cosas
existieron”, dice el Salmista (Salmo 33, 9). Cuando Dios dijo a Moisés
que dividiera el mar en dos, su palabra estaba llena de poder, y por eso
se salvó el Pueblo.
La Palabra de Dios, por boca de los profetas, se envía en misión. Como
Isaías escribió: “Así será la palabra/ que salga de mi boca/ No volverá a
mí con las manos vacías/ Sino después de haber hecho lo que yo
quisiera/ y haber llevado a cabo lo que le encargué” (Isaías 55, 11) Por
último: Cuando la Palabra de Dios expresa su amor y misericordia, es un
bálsamo curativo y de alegría, pues su bondad y fecundidad son
duraderas.
Dios, el hacedor de alianzas, entra en relación con el pueblo
dándole su Palabra. Los seres humanos pueden “retractar su palabra” y
romper un pacto o una promesa; pero cuando Dios se compromete, Él
estará allí, pues la Palabra de Dios es de fiar.
Jesús, la palabra de Dios:
El Nuevo Testamento revela que Jesús de Nazaret es la Palabra de Dios,
Él es la revelación encarnada de Dios. Jesús es fiel y verdadero,
poderoso y digno de confianza. La Palabra que Dios ha “expresado” por
vía de la Encarnación, se puede meditar día y noche sin agotar nunca su
riqueza. Jesús es la alegría, el bálsamo curativo enviado por Dios que
consuela a los que sufren y lleva alegría a su pueblo.
Juan el Evangelista comienza su relato del Evangelio con una
descripción elevada de la Palabra, el Hijo de Dios que existía antes que
todos los tiempos, después anuncia la gran maravilla que hemos visto:
La Palabra hecha carne en Cristo Jesús.
Y el verbo se hizo carne,
Puso su tienda entre nosotros,
Y hemos visto su Gloria:
La Gloria que recibe del Padre, el Hijo único;
En Él todo era don amoroso y verdad (Jn. 1, 14)
Jesús de Nazaret es la Palabra fiel de Dios. Una vez que se habla,
esta palabra nunca se puede deshacer.
La Liturgia de la PalabraCuando las Sagradas Escrituras se proclaman y predican en una
comunidad de creyentes, son la Palabra viva de Dios. Cristo está
realmente presente en la liturgia de la Palabra como el Concilio
Vaticano II afirmó: “Pues cuando se lee la Sagrada Escritura en la
Iglesia, es Él quien habla” (Constitución sobre la sagrada Liturgia n.7).
Los Padres del Concilio siguieron diciendo: “En la Liturgia…. Cristo sigue
anunciando el Evangelio, y el pueblo responde a Dios, con el canto y la
oración”
Los textos de la Sagrada Escritura están impresos en papel y
encuadernados en un libro, este libro se trata con respeto y reverencia.
Sin embargo, no es el libro, sino la Palabra que nos cautiva, por el poder
del Espíritu Santo, la Palabra tiene el potencial de cambiar nuestras
vidas. (CIC n.108)
¡Qué alta vocación¡ Importa, por tanto, como se proclaman las lecturas;
siempre se debe hablar con compresión, expresión y reverencia. Esto
puede ser un desafío porque la literatura de la Biblia es muy variada;
hay cuentos, poesías, exhortaciones, leyes, historias, dichos y refranes
sabios y mucho más. La persona que lee la Sagrada Escritura en la
Liturgia carga con una gran responsabilidad para captar el tono y el
estilo, a fin de darle vida a cada uno de estos textos.
Algunas partes de la Liturgia de la Palabra, sobre todo el Salmo y
la aclamación del Evangelio, es preferible que sean cantadas, la música
aumenta su solemnidad y establece el estado de ánimo. El cantor y el
coro, así como el sacerdote o el diácono, cantan no para un
espectáculo, sino como acto de servicio, su canto avanza la celebración
y profundiza la oración de la comunidad.
La gente canta, a su vez, para participar más plenamente en la
celebración y ofrecer su propia respuesta de oración a Dios.
Las posturas, los gestos y las respuestas durante la Liturgia de la
Palabra proclaman que estamos activamente comprometidos y listos
para recibir la Palabra de Dios en la fe. El Evangeliario es llevado en
procesión, con todos los honores, a veces acompañado de incienso y
velas. El rito expresa el gran valor que le asignamos al Evangelio (La
lectura del Evangelio es el punto culminante de la Liturgia de la Palabra)
La predicación, que sigue a la lectura del Evangelio, a menudo explora
los pasajes bíblicos que acabamos de escuchar. El predicador ayuda a la
asamblea a escuchar lo que Dios dice por medio de estas lecturas a esta
comunidad, en este día y hora. La predicación también puede enfocar
el significado de los sacramentos, las oraciones o partes de la misa, o el
día que marca el calendario de la Iglesia.
La interpretación de los signos litúrgicos, tiene el propósito de
construir la fe del pueblo de Dios. Por medio de la predicación, la
revelación de Dios se nos acerca, y la vemos con nuestros ojos.
La divina revelación:En el entendimiento católico de la Divina Revelación, la Sagrada
Escritura tiene una función crucial: Los católicos creemos que el
Antiguo y el Nuevo testamento son la Palabra de Dios, transmitida
amorosamente por la Iglesia como los Padres del Concilio Vaticano II
escribieron en la Constitución Dogmática sobre la Divina Revelación:
“La Sagrada Escritura es la Palabra de Dios en cuanto escrita por
inspiración del Espíritu Santo” La Tradición recibe la Palabra de Dios
encomendada por Cristo y el Espíritu Santo a los Apóstoles y la
transmite íntegra a sus sucesores. La Sagrada Escritura enseña,
fortalece y edifica la Iglesia. Como San Pablo escribió: “Todas esas
escrituras proféticas, se escribieron para enseñanza nuestra, de modo
que perseverando y teniendo el consuelo de las Escrituras, no nos falte
la esperanza” (Romanos 15, 4)
Las Escrituras revelan a Dios y su plan para toda la raza humana. Fueron
escritas por autores humanos que fueron inspirados divinamente. Los
católicos no leen las Sagradas Escrituras como lo hacen los literalistas
bíblicos o los fundamentalistas. Más bien tratan de entender los
tiempos históricos en que los textos bíblicos fueron escritos, las formas
literarias que los escritores sagrados utilizaron para comunicar el
mensaje y el significado que Dios quiere que recibamos a través de
ellas. La interpretación de la Palabra es esencial.
Los católicos afirman la verdad de la Sagrada Escritura, compilada en el
transcurso de los siglos. Estos textos antiguos no reflejan los puntos de
vista históricos ni científicos de hoy. La verdad de la Escritura es la
verdad religiosa, con respecto a nuestra relación con Dios y la relación
de Dios con el mundo. Cuando se comprende apropiadamente, los
textos de la Sagrada Escritura, enseñan la verdad necesaria para
nuestra salvación (CIC n107)
Esta verdad no viene desnuda, desencarnada o reducida al
mínimo. La revelación que recibimos por medio de la Palabra, es tan
rica y nutritiva como un banquete, por eso, nuestros documentos de la
Iglesia, se refieren a la Liturgia de la Palabra como una mesa en la que
nos nutrimos todos.
Preguntas para el Diálogo:
1.- ¿Qué te llamó más la atención en esta presentación? ¿Qué ideas o
sentimientos despertó en ti?
2.- ¿De qué manera la proclamación de la Palabra en la misa dominical
influye en nosotros para vivir la fe cada día? ¡Da un ejemplo¡
3.- Jesús es la Palabra hecha carne. ¿Cómo piensas que Él vivió la
Palabra o encarnó la Palabra? ¿Qué implicaciones tiene esto para los
creyentes?
4.- ¿Cuándo has sentido que la Escritura es el alimento para tu vida, y
una mesa en la que te alimentas? ¿Has tenido “hambre” de la Palabra
de Dios alguna vez?
Para la “Lectio Divina”: Romanos 10, 8-13
Hermanos:
La Escritura afirma: Muy a tu alcance, en tu boca y tu corazón, se
encuentra la salvación, esto es, el asunto de la fe que predicamos.
Porque basta que cada uno declare con su boca, que Jesús es el Señor y
que crea en su corazón que Dios lo resucito de entre los muertos, para
que pueda salvarse.
En efecto, hay que creer con el corazón para alcanzar la santidad,
y declarar con la boca, para alcanzar la salvación. Por eso dice la
Escritura: ninguno que crea en él quedará defraudado; porque no existe
diferencia entre judío y no judío, ya que uno mismo es el Señor de
todos, espléndido con todos los que lo invocan, pues todo el que
invoque al Señor como a su Dios, está salvado por él.
Lecturas para el 1er Domingo de
Cuaresma:Deuteronomio 26, 4-10; Salmo 91, 1-2. 10-11. 12-13. 14-15
Romanos 10, 8-13; Lucas 4, 1-13
Responso al Salmo: Acompáñame, Señor en la tribulación.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN:
Que este pan celestial/ Alimente, Señor en nosotros la fe/Aumente la
esperanza, refuerce la caridad,/ y nos enseñe a sentir hambre de
Cristo,/ que es el pan vivo y verdadero,/ y a vivir de toda palabra que
proceda de tu boca. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amen
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