Camino a lo inexorable
A través de los siglos el amor ha sido tema de debate en la humanidad, inspiración
para muchos y origen de tristeza y desesperación para otros tantos; hay quienes
llegan a preguntarse qué es el amor, qué se ama cuando se ama o cuando es el
momento indicado para amar; pero todo esto no logra convertirse en un
impedimento a la hora de sentir en nosotros el tan famoso y peligroso amor.
El filósofo alemán Friedrich Nietzsche afirmaba que el amor es un desbordamiento
hacia algo ilimitado e inmoral y que todo lo que se hace por amor se hace más allá
del bien y del mal; y bastante razón tenía, ya que es imposible que una acción que
proviene del amor pueda ser buena o mala, ya que éste mismo no lo es. Algo
parecido propone Platón en el Banquete de Sócrates al citar las palabras de
Agatón “el amor es bello, bueno y anhela, desea, tiende a lo bello” y agrega que
“todo deseo representa anhelo de algo, que es algo que no se tiene, y que se
apetece tener, o si lo tenemos quizá no sabemos si mañana estará con nosotros y
lo deseamos tener siempre, por lo tanto no es ni bueno ni malo, sino algo
intermedio”. Paradójicamente San Agustín plantea que la meta última del amor es
la felicidad, es decir, la posesión del Bien Supremo, que es Dios mismo (Nos
hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón está inquieto, hasta que descanse en Ti)
y éste amor puede ser bueno o malo según sea ordenado o desordenado y esto
depende de qué lugar ocupa Dios en el amor de cada persona.
¿El ser humano está condenado a amar? Sí, ya que éste se encuentra en una
constante búsqueda de sentirse “realizado” y a la vez de satisfacer sus
necesidades; y todo lo que contribuye y ayude a lograr ésta meta es amado, ya
que todo lo contrario es odiado, porque nos produce malestar o insatisfacción, y
para que las cosas existan debe haber una contraparte de ellas, es decir, para
que exista el odio a éstas cosas que no nos ayudan a sentirnos a realizados debe
existir el amor, amor que puede ir dirigido a personas, cosas, lugares, la vida o
incluso la muerte. El amor es la fuente de toda acción, es también por eso que el
hombre está condenado a amar: para poder vivir, o mejor dicho para poder
sobrevivir; el amor, desde éste punto de vista tiene una gran similitud con respecto
al poder, ya que, como se había mencionado antes, es el origen del accionar
humano y del empuje necesario para poder perdurar a través del tiempo.
Resulta una quimera que el amor entre dos personas (independientemente de qué
tipo de amor sea éste) sea perfecto por la simple razón de que cada ser humano
siente y concibe el amor como algo distinto a todos los demás, y para que algo
sea perfecto debe ser “proporcionado” e “igual”, además el amor es perfectible, lo
que quiere decir que no es perfecto.
El enamoramiento está bastante lejos de ser innocuo, ya que nos lleva a idealizar
a otra persona, no vemos los errores y males del otro o simplemente los vemos
pero no los aceptamos. Estar enamorado origina en el ser humano acciones que
de ninguna otra manera llevaría a cabo, lo arrastra a un estado de ensueño y la
mayoría de las veces, de júbilo inexplicable que suele terminar en una melancolía
abrumante y asfixiadora.
Sentir amor en un ser humano es extremadamente inexorable, es éste el origen de
la mayoría de las acciones que dirigen y unen el camino hacia al éxito y al sentirse
realizado, hay quienes reprochan el amor o lo niegan mentalmente, sin darse
cuenta de que es esto lo que le entrega vitalidad a nuestra existencia y nos
permite seguir en éste paradójico e indeciso presente; pero nadie puede decir en
verdad que no ha sentido en su interioridad la grandeza y lo inexplicable de éste.
Macarena Núñez Fredes
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