L I M A
De la Conquista a la Reconquista
Conquista Reconquista
La Cruz y La Espada
ROGER L.
CASALINO CASTRO
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Obra: LIMA, De la Conquista a la Reconquista
Autor : Roger Luis Casalino Castro
Ilustraciones :
La Vida de la gente – Teodoro Núñez Ureta
Compendio Histórico del Perú – Editorial Milla Bartres
El Perú Romántico del Siglo XIX – Editorial Milla Bartres
Mi pensamiento tiene vigencia permanente,
en el ayer, en el hoy y en el mañana.
Escribo en el lenguaje de los que
no tienen el temor de ser comprendidos.
Hablo en el lenguaje de los que,
tan sólo desean que se les comprenda.
Lo que escribo... es mi pensamiento que aflora,
es parte de mi vida y lo sostengo.
Nací en el campo, en tierra fértil.
Allí crecí sereno y con raíces firmes.
Luego fui arrancado con dolor,
y trasplantado a Lima;
pero mis raíces quedaron enterradas,
asidas con fuerza a la entraña de esa tierra...
Que no puedo olvidar.
PRÓLOGO
Este libro: “Lima, De la Conquista a la Reconquista” de
Roger Casalino Castro, tiene la virtud de plantear una nueva
alternativa de reafirmación de nuestra identidad cultural.
Es recorrer la patria espiritual con poemas de amor a
nuestro pasado. Es navegar en la historia pre inca, la
conquista y la república. Cuando nos dice “Soy Peruano” se
reafirma en su geografía e historia. Pero la más importante
es que se preocupa de la vida del limeño de todos los
tiempos. Se duele de los felipillos, los virreyes y los
inquisidores actuales que pululan por la ciudad.
Quienes seremos los próximos Tupac Amaru descuartizados
por los nuevos poderosos. Importante similitud para
cuestionar a los nuevos conquistadores que nos explotan,
avasallan y dominan.
También nos habla de la cultura Limac, de sus muros y
tapias y nos deleita con las peripecias de los limeños del
incanato que se extasiaban con la música de la quena (José
Varallanos) y luego la impresión traumática que tuvieron
nuestros
naturales ante la llegada de los españoles. Los encuentros
con palos cruzados símbolo de la nueva religión que los
antiguos peruanos no reconocían.
Casalino, cual si fuera un cronista de la época colonial, se
traslada a esos momentos cumbres. Cuestiona la imposición
de costumbres contra nuestra Lima indígena. Y sigue
reflexionando sobre esta Lima que debemos salvar. Por eso
cuando dice: “Me río del pretencioso y engreído limeñismo
y de los andares garbosos” nos hace sonreír con sus críticas.
Siempre usando los versos, los pensamientos y los relatos.
Casalino conmina a “Los criadores de chanchos” protegidos
de armaduras que aprovecharon la fe de los pacíficos
Incas”. Es muy realista en sus juicios históricos. Luego
vuelve a los paisajes y vecindades de lima tradicional, lleno
de bravío y salero. “Las campanas tocaban a gloria y
volaban los gallinazos de sus nidos”. De refilón toca a la
Lima influenciada por la moda europea. Así llegamos a la
plaza de toros donde la crema de la sociedad, vanidosa, se
reúne para espectar la corrida. Pinta esta realidad como
Pancho Fierro en la pintura. descubriendo en dicho
ambiente, juventud, coquetería y señorío.
Al igual que en algunos trazos costumbristas de su libro
“Terremoto en aquel Viejo Acarí” nos relata la corrida.
“Vuelve la fiera jadeante, chispea el traje de luces, al rozar
de los pitones”. Nos lleva al clímax del paseíllo.
Nos hace valorar la heroicidad de José Gabriel
Condorcanqui que soportó con hidalguía el suplicio
español. Critica él, por qué el limeño de esa época no se
identificó con la lucha del rebelde. Según Casalino
estaban extasiados con los vaivenes frívolos del momento.
Luego atravesamos las pasiones de la independencia y nos
dice en verso: “Libertad divino tesoro”, y se recrea cuando
habla de San Martín: “Era una mezcla de santo y caudillo,
montado en un caballo blanco”. También nos conmueve lo
que dice de Bolívar “Fui atraído por el brillo de sus ojos”.
Tomando las costumbres de las haciendas limeñas nos
regala el verso “El Porongo” y dice: ¿Cómo escogiste el
porongo? ¡El poto estará bien limpio! ¡Ahora sí que
ta’güeno!
Nos pasea por la Lima de las revueltas callejeras de Piérola,
Cáceres y Pardo, hasta que llegamos a la Lima moderna
donde los acaudalados, incultos e inocentes agricultores,
fueron presa fácil de los oportunistas.
Pero no todo es un relato con relatos, versos y pensamientos
sino también es una exhortación, cuando nos dice: “Qué
pena me da ver cómo la tecnología y la electrónica van
matando las tradiciones” y por ser provinciano se arrebata
contra esa destrucción haciendo un viaje imaginario a su
querida Arequipa.
Plantea que debemos ser libres y rebeldes, y no dejarnos
avasallar por los depredadores de nuestros recursos. Nos
incita a defender Lima, a no dejarnos malbaratar. “Si Lima
es el Perú, salvemos Lima” nos dice el poeta con sobriedad
y profecía.
Es un libro esclarecedor de amor a la identidad y a ésta
Lima que se va, como diría José Gálvez. Enhorabuena,
debemos luchar por reconquistar Lima, como nos pide
Roger Casalino Castro en este muestrario poético e
histórico.
Humberto Pinedo
Presidente de La Casa del Poeta del Callao.
Lima, Marzo de 1999
Soy peruano
Nacen los ríos en las cordilleras
servidos por aguas cristalinas;
lágrimas plateadas desprendidas
de los nevados picos que nos miran.
Agua libre que baja cantando
entre rocas, cascadas y quebradas,
agua que arrastra tierra nueva,
para humedecer lo causes secos y empedrados
de los valles lánguidos y tristes,
cicatrices viejas que surcan la costa
apretujada por el mar contra los cerros.
Fui león cuando eran fieras sin melena,
caminé las cordilleras cual paciente puma.
Fui un tigre colmillos de sable
y también jirafa lanuda de corto
y convertido en llama vagué por las alturas
entre volcanes y altiplánicas llanuras.
Antes de que los ríos cavaran valles,
cuando ya los halcones de afiladas garras
cazaban al vuelo aves y serpientes,
¡Yo fui cóndor! Robusto rey del cielo,
dominando los aires en la costa y en la sierra,
protegiendo mi especie del terrible hombre.
Fui animales hermosos, vanidoso y cruel
y por ello pagué el precio vil de mi soberbia,
cuando al nacer de nuevo... nací humano,
salvándome tan sólo... por nacer peruano.
Comprendí que era parte de algo grande
al percibir la nobleza de mis vidas anteriores,
cuando pude volar sin agitar las alas,
o cuando felino: fui cauto y silencioso,
y convertido en dios...
colocaron mi cabeza en los altares.
Desde niño aprendí a ser peruano,
cuando escarbando camotes con mis manos
saciaba la sed de saber de todo niño,
arrancando achiras y papas de la tierra,
fruto bendito del sacrificio del incario.
Fui peruano con los pies descalzos en la arena,
caminé sus playas, sus quebradas y sus valles;
crucé los ríos nadando en turbulentas aguas
y dormí en la ribera bajo un árbol refrescante.
Soy peruano a pesar de los errores.
Siento al Perú gritando que esto es mío.
Debo entonces luchar por la justicia
con la ilusión de que haya papas para todos.
Amo al Perú de los milenios de cultura.
Amo al Perú que no conoce fronteras ni ataduras.
Amo la aridez y soledad de sus desiertos
y amo el serpentear de los ríos de su selva.
Amo al Perú de cordilleras, y cañones
donde brilla el Sol del incanato,
donde los picos nevados son guardianes
que miran fríos hacia oriente y occidente.
Soy peruano porque así lo quiso el tiempo,
soy tan peruano como las minas y el petróleo,
como las aguas de sus ríos al caer;
doy a ellos mi sangre, como ellos las dan al amazonas.
Soy del Perú del Cusco y Machu Picchu,
de sus tradiciones, Iglesias y balcones,
¡De la costa, de la selva y de la sierra!
¡Soy un peruano que ha vivido su Perú!
¡Siento un Perú gritando que esto es mío!
INTRODUCCIÓN
Como una necesidad, o quizá, como una obligación, surge
la idea d escribir algo sobre la ciudad que nos cobija, y en la
cual, cada día somos partícipes de acontecimientos que nos
involucran y nos recuerdan permanentemente que somos
parte interdependiente, o como se dice ahora, interactiva, de
la vida ciudadana.
Lima, ¡Ah qué ciudad! NO puedo pensar en ella sin mirar
atrás, no puedo verla sin recordar y no puedo vivir en ella
sin maldecir. Es una contrariedad, sin embargo, no puedo
vivir lejos, aún cuando corro el riesgo de que me pise un
microbús cada vez que trato de sortear una calle. Aún
cuando, en cualquier calle zarrapastrosa, tenga un cobrador
de parqueo antes de estacionarme.
El tema no es fácil, de ninguna manera. Las ideas queman,
el hígado se revuelve jugosamente en abundante bilis y el
pensamiento se excita y se deprime violentamente. No
queda más remedio que ordenarse e intentar algo leal.
Claro, leal a uno mismo.
En éste libro, -hablo con optimismo de limeño- hago un
recorrido veloz y superficial sobre Lima a través de los casi
quinientos años de su existencia. No pretendo que sea
histórico, pero sí realista, a pesar de que la narración
empieza con una frase célebre: “Había una vez”... lo que
naturalmente le da un sabor a cuento. En otros casos,
podríamos recurrir a otra frase igualmente famosa: “Es
verdad aunque usted no lo crea”, pero lo dejamos a su
capacidad de discernimiento e imaginación.
Lima, la bella, Lima la cursi, Lima la odiosa, que como
enamorada de barrio nos muerde la oreja y nos refriega el
bolsillo, nos llena de encanto y nos harta de huachafería,
Vallamos al relato y tratemos de encontrar en él la ilusión
que nuestro limeñismo nos impone, con la emoción peruana
de vivir en “Esta Lima que se aleja”... de sus tradiciones.
La televisión está matando la identidad de los pueblos, no
deja espacio para la tertulia.
El Autor
Vinieron
Vinieron a conquistarnos,
con la magia de sus arcabuces y cañones,
con la cruz y la espada.
Han vuelto a la reconquista,
con la magia del dinero,
y de los sistemas económicos.
¿Quién será el Felipillo?
¿Quién el inquisidor? ¿Quién el virrey?...
¿Quiénes sus aliados invisibles?
¿Quiénes serán los Atahualpa?...
Que pagarán para morir.
¿Serán los campesinos?
¿Serán los desesperados miserables...
habitantes de los cerros y arenales?
No podrán escapar al sistema.
se les darán facilidades,
para que muerdan el anzuelo,
para que caigan en el cuento.
Es su sino, es su destino,
perderán las humildes propiedades,
que ya no son suyas.
Están impositivamente confiscadas.
Ya les echaron el ojo.
No hay escapatoria.
¿Son los nuevos Tupac Amaru?
Modernas víctimas, descuartizados,
los cuatro jinetes cardinales tiran,
cada uno para su lado
La Sunat, los Municipios,
los Bancos, las Instituciones,
arengados por el gobierno,
arrinconados por los capitales,
pugnando por la mejor presa.
¿Quiénes serán los Atahualpa...
que pagarán para morir?...
Víctimas del Sistema son...
los pequeños y medianos empresarios
El campesino lo sabe,
lo sufre en silencio.
Los niños pobres lo saben,
en su abandono miran al suelo...
De allí surgirá el milagro.
Para qué mirar al cielo,
una gota de agua hoy...
para morir de sed al día siguiente,
Un mendrugo de pan mañana...
los atragantará tanta migaja.
Si caminaras por el valle de Lima observando las muchas ruinas
que aún quedan, que apenas son unas pocas de las que fueron. Si
pegaras el oído a sus muros, sin temor y con la mente abierta,
podrías escuchar sin voz, podrías ver con los ojos cerrados.
También podrías quedar sorprendido.
Aprenderías que el odio no cabe en el corazón del labrador.
Sabrías que se abusó de él. También sabrías por qué se ha
convertido en un rebelde estoicamente terco. Su espiritualidad es
llorar sin lágrimas y creer en las bondades de la tierra.
Su presente es cosechar el fruto que comerá hoy. Su futuro es
sembrar la semilla de lo que “tal vez” se le permitirá comer
mañana. Su pasado: está tan lejos... está en ruinas... fue devastado
por la ignorancia y la inconsecuencia de los que llegaron.
¡Seamos los insurgentes del nuevo Sol que iluminará el siglo
veintiuno y alumbrará por un milenio!
Aprendamos a nadar en los caminos, a caminar sobre las
aguas y a respirar en el espacio para llevar nuestros
símbolos a ser útiles en otros mundos.
La violencia quedará atrás.
La cordura y el equilibrio serán, sin duda, la inteligencia del
mañana.
Esto sucederá, tan pronto como aprendamos a compartir.
L I M A
De la Conquista a la Reconquista
Había una vez un gran Incanato, sabiamente gobernado por el
Inca, quien heredero de una tradición gloriosa y digna
caracterizada por el trabajo común, y siempre en el empeño de
mejorar las tierras áridas y de difícil geografía, conduciendo las
aguas de los ríos por canales y laderas para lograr cosechas que
pudieran asegurar el bienestar de todos durante las sequías, o para
irrigar las zonas desérticas que ofrecían la posibilidad de cultivar
otras especies.
La estructura social y educativa daba oportunidad a todos de
contribuir, con trabajo y esfuerzo, al desarrollo y sostenimiento de
la vida y la cultura, enseñando a todos las costumbres y
conocimientos, sin olvidar a los que por su edad, declinaban en su
capacidad física. Ellos eran los encargados de transmitir las
tradiciones religiosas, el culto al Sol y la Luna, y también las
técnicas heredadas y mejoradas a través de los siglos, contenidas y
guardadas en quipus y otras formas, desconocidas aún, así como
de inculcar el respeto y amor a los niños y ancianos. Además, eran
importantes los conceptos de disciplina y orden y del
entendimiento de las normas de justicia aplicadas por los caciques
y hombres sabios del Incanato.
Las normas de vida eran simples y naturales, de tal manera que
podían ser comprendidas y cumplidas normalmente por todos sin
ninguna dificultad. Eran generales, esto es, que al no haber
excepciones se eliminaban las complicaciones y problemas. El
tiempo era precioso, se trabajaba del alba al atardecer. Esta
simpleza de vida no admitía ociosos ni ladrones. Para ellos las
leyes eran duras, estrictas y terminantes.
Un gran Incanato, extenso, sin más armas que su cultura y la
unión de sus habitantes en un solo pensamiento, se vio de pronto
en una dificultad que no podría salvar a tiempo. El Inca consideró
que era demasiado grande para sostenerlo como un todo absoluto
y entregó la parte norte a uno sus hijos que destacaba por sus
dotes personales de mando y estadista inteligente.
Fue en esas circunstancias que empezaron a llegar noticias de que
unos extranjeros, diferentes, habían desembarcado en Tumbes. Lo
que no sabían es que con ellos llegaban las guerras y las intrigas,
los odios y las ambiciones personales y egoísmos. Sin dejar de
mencionar "otras formas de vida"; Llegó la necesidad de acumular
riqueza y establecer diferencias insalvables entre las personas.
Es así como sucedió. Una pequeña comunidad, que como era
natural, habitaba en casas de adobe con techos de totora y junco,
situada a orillas del río Rima cuyas aguas cantaban alegres al
escurrirse entre las piedras del lecho, estaba destinada a
convertirse en algo especial y ser motivo de nuevos acon-
tecimientos.
Allí, el discurrir de la vida cotidiana tenía el sabor de la
despreocupación de no tener obligaciones lacerantes ni exigencias
mayores que las de una vida apacible y tranquila, adornada con la
paciencia de la sabiduría infinita de compartir, lo mucho con
equidad y lo poco con desprendimiento y sacrificio, de tal manera
que la cosecha pudiera alcanzar siempre para todos.
Los Caciques y hombres sabios que habitaban en los templos del
valle o en la falda de los cerros, eran los encargados de que la
distribución fuera justa, y de que los niños y los ancianos, fueran
tratados con mayor preocupación y respeto, alentando las
esperanzas de unos y sosteniendo la dignidad de los otros.
Las tardes eran el momento más agradable. Representaba la unión
moral de los habitantes en una participación que les permitía
ofrecerse mutuamente los conocimientos que cada quién adquiría,
o las habilidades con las que se podía conquistar una pareja. Era el
momento de escuchar las dulces y melodiosas notas de una quena.
La Quena
En el mundo de la quena,
un soplo pone la vida,
haciendo brotar las notas
como suspiros del alma,
Para llevarlos al cielo.
Es arroyuelo que canta,
es paloma mensajera,
llevando noticias gratas
al que sufre mal de amores,
O padece desconsuelo.
Canta mi quena querida,
cuéntale al mundo que sufro,
cuéntale como es milagro
el que tus notas sugieran
que el amor es lo más bello.
Dime mi querida quena
donde estarás en la tarde,
cuando esperando a mi amada
requiera tus dulces notas,
Para hacer fácil la espera.
Quiero tenerla conmigo,
gritarle a todos que la amo,
y al compás de tus silbidos
apaciguar los latidos
De este corazón herido.
Cuéntales quena querida
que yo me muero por verla,
que sólo tu me consuelas,
cuando silbando me tocas
esa música del alma...
Canta mi querida quena.
Las mujeres jóvenes eran el adorno y orgullo de esa Lima, de ese
pequeño caserío a orillas del río Rímac, medio oculto entre sauces
y alisos, chilcas y maizales.
Ellas representaban la posibilidad de recibir la visita de los
jóvenes de otras partes del valle y tener la satisfacción de alternar
con los hijos de los Caciques. –No por temor o porque los
Caciques representaban el poder, sino por admiración a la
inteligencia y serenidad de la que debían hacer gala como
representantes del Inca- Los jóvenes, por lo tanto, podían aspirar
a ser Chasquis y recorrer todo el Incanato, incluyendo la gloria de
conocer el Qosco.
El honor que estas -en apariencia- pequeñas inquietudes
significaban, era muy grande. Pero de un momento a otro, al
comenzar un verano, la vida apacible se vio interrumpida por la
llegada de unos hombres raros y horribles. Tenían la cara llena de
pelos y su vestimenta -de metal desconocido- era como cáscara de
cocodrilo.
Montaban sobre unas llamas grandes de pescuezo corto, cabeza
alargada y con una sola pezuña grande en cada pata. Además,
tenían un olor diferente y hablaban gritando. Forma que
contrastaba con la suavidad y dulzura del idioma quechua. Éste
hecho, lamentablemente, sería el comienzo del horror, la
confiscación y la entronización de nuevas ideas; difíciles de
comprender para los naturales. A partir de entonces, ya la mano
izquierda no reconocería a la derecha
A pesar de la horrible apariencia de ese grupo de extranjeros y los
cuchillos largos que llevaban, resultaba gracioso observar la
curiosa procesión encabezada por un gordito vestido con una
túnica larga sosteniendo entre las manos dos palos cruzados a los
que daba de besos a cada momento.
Se les soportaba, más por curiosidad que por razón lógica alguna.
Es necesario aclarar, que aquí, se alternaba con los que llegaban.
La actitud de pedir limosna o recibir regalos no existía. La
limosna fue algo que trajeron los extranjeros y nos la entregaron
bordada con hilos de hipocresía. Una cuenta más del rosario de
iniquidades que trajeron, y que para vergüenza nuestra, festejada
con golpes de pecho, ha perdurado por siglos como culto a la
pobreza y con el perdón de Dios..
De repente, uno de ellos tomó un palo largo con hueco, le echó
unas cosas por la punta y entonces sonó como trueno echando
mucho humo. La concurrencia retrocedió con temor, -algo inusual
porque no estaban acostumbrados a temer a las personas- entonces
el gordo comenzó a vociferar cosas que no se entendían y trataba
de que los todos los presentes y curiosos procedieran a besar los
palos cruzados y unas hojas con dibujos rojos y negros que les
mostraba. Se produjo una reacción de desconfianza entre los
lugareños.
¡Qué pena! Los que no conocían al Dios Inti, o sea, los profanos
ignorantes recién llegados, querían que se les reconozca a su Dios,
porque según ellos, estaban ante profanos ignorantes y salvajes, y
por lo tanto, éstos tenían la obligación de cambiar el Sol y la
Luna, por la Cruz, la Biblia y las pinturas de los santos que era lo
mejor que podían exhibir como representación de su Dios.
Después de esta primera dificultad y como buenos manejadores de
situaciones e intrigas que eran, -sin duda aprendidos en cantinas y
posadas del bajo mundo español, o quizá, en los dorados salones
de algún palacio real o principesco- decidieron quedarse, aparen-
tar que deseaban confraternizar. La verdad es que necesitaban
tomar aire y descansar un poco.
Otra razón fue, sin duda, que no resistían la tentación de continuar
la búsqueda incesante y desesperada de las riquezas fabulosas de
las que tenían referencias.
Después de unos días, durante los cuales, asombrados la calidad
de los naturales, y por supuesto, preocupados porque ellos
permanecían fieles a sus propias tradiciones y creencias, el gordo,
que al parecer era más inteligente que los otros flacos con cáscara,
hizo una gran cruz de madera en la que ubicó el sol y una media
luna en la parte superior, colocando una escalera que partía,
vertical, del parante al travesaño. La colocó en lugar visible, y
con ella, empezó la catequización de los mal llamados indios,
diciéndoles que con la cruz y la escalera llegarían al Dios Inti y la
madre Luna..
Rápidamente los naturales fueron acostumbrándose al aspecto de
la visita y simultáneamente ellos también fueron aceptando
costumbres y hábitos; naturalmente sin que estos influyeran en lo
más mínimo sobre sus ambiciones, las que por el contrario eran
incentivadas por el desprendimiento de la gente que aumentaba
las posibilidades de llenar sus arcas, siempre abiertas para aceptar
dádivas.
Luego sucedió lo inevitable, entraron a un peligroso juego al que
podríamos llamar: "yo no debo, pero no lo puedo evitar",
descubrieron la belleza de las chicas nativas cuando ellas
libremente disfrutaban de su baño en el río. El más entusiasmado
era uno que parecía ser el Cacique, al que llamaban don
Francisco, quien so pretexto de aprender a usar la honda se fue
enamorando de una de ellas.
Fue de esta manera como lograron una buena razón para
permanecer aquí, y se tomó la decisión de fundar una ciudad a la
que llamaron Lima, como el caserío de la amada del tal don
Francisco.
Esta ciudad seria la capital de las tierras descubiertas y desde la
cual organizaría las expediciones hacia los diferentes puntos del
Imperio. Empezamos a dar y ya no paramos,,, paga nomás cholo.
Y fuimos Perú... a la sombra de la belleza y hermosura de una
Ñusta bautizada con las aguas del Rímac. ¡Carajo! Mucho premio
para estos cuervos.
La comunicación con los pobladores de Lima fue relativamente
fácil a pesar de la dificultad que tenían los españoles para
aprender el idioma nativo, y lo fue más aún, por cuanto ellos, en
muy corto tiempo aprendieron a hablar el difícil castellano de la
época. Eso los liberaba de la necesidad de aprender el idioma
Quechua. He dicho Idioma.
Para éstos, que se dijeron conquistadores, volver a España era una
remota posibilidad que no consideraban pues aquí la vida tenia un
matiz diferente y dulce, resultándoles más llevadero y simple el
trato con los nativos, -nativos quiere decir naturales del lugar, no
otra cosa que supone menos- que entre ellos mismos. Para qué
recordar la vida de perros que levaban en el viejo continente.
En estas circunstancias había que pensar en sacar provecho de la
situación y perpetuarla. Se imponía lograr la comunicación con la
Corona para lograr implantar un sistema económico que les
asegurara garantías y prebendas, con el reconocimiento oficial de
un Virreinato que les entregaría oficialmente las tierras y títulos
que ansiaban para satisfacer su ego, y de paso, eludir la
marginación social en la cual siempre vivieron. Serían Nobles y
Señores. ¡La miéchica! Además, de esa manera eliminaban la
posibilidad que otros llegaran, y por sólo traer bajo el brazo algún
papel que ostentara un sello Real lacrado, los despojara de lo que
ya suponían suyo.
En principio, lo que los impulsaba a tomar esta actitud, era
simplemente el echo de que al estar solos, no tenían ante quien
presumir de las riquezas que acumulaban, y menos aún, quien los
reverencie y aplauda por sus conquistas, ya que para los naturales
que retenían a su lado, estas cosas no tenían ninguna importancia.
Sin embargo, los emisarios y regalos enviados a España, tuvieron
la virtud de atraer a un nutrido clero, el que a "combo y patada" -
como diríamos en estos tiempos- impusieron su religión y
consecuentemente la inquisición; al principio como una forma
natural de atemorizar en el santo nombre de Dios, para luego
imponerla oficial, rigurosa e inmisericorde.
Se inició al crecimiento y desarrollo de Lima como centro de
acopio de las riquezas de toda índole provenientes desde todos los
ángulos del Incanato, ya decadente, y que ahora, para hacer creer
a los de allá que habían conquistado a un pueblo guerrero,
llamaban Imperio. De esta forma, utilizando esa palabrota ,
siempre desagradable: “Imperio” esperaban que les entre eso en la
cabeza a los habitantes de allende los mares.
Con la implantación del sistema económico llegaron los diezmos
y la inviolabilidad de la Iglesia, los trabajos en los socavones de
las minas y la reducción de la Incata (Realeza Inca), y si se puede
también llamar otra forma de diezmo, se diezma la población
indígena.
La intriga, el egoísmo y la componenda crecieron violentamente
con el ingreso al Derecho, esto es, todo aquello que daba garantía
de posesión por ser tal o cual cosa, o por ser hijo de qué o de
quién o de dónde.
Sin embargo, todo aquello dio como resultado, obligado e
implícito en toda legislación, el derecho también del natural, el
que a su vez confirmaba y reconocía el de ellos. Naturalmente se
les limitó a los extremos, a las alturas y serranías inhóspitas -
según ellos- mientras no se tratara de minas explotables. Así hasta
hoy las comunidades campesinas conservan sus derechos sobre
tierras eriazas, arenales y cerros pelados, porque de esa manera se
aseguraba la magnificencia y legalidad del derecho del intruso.
Se inició la construcción de Iglesias en lugares estratégicos
cortando el camino de los arrieros que llevaban mercancías y
traían riquezas, de manera que estas pudieran hacer las veces de
posadas u hospedajes seguros y santos, donde los viajeros
quedaban por lo general varios días lavando sus atribuladas almas
y dejando de paso algunos beneficios y donaciones a la curía.
En sus alrededores de los conventos se cobijaron algunas familias
e hicieron ramadas, luego casas y éstas formaron pueblos que
después llegaron a ser ciudades.
Lima, la capital, no podía escapar a este lógico y natural
desarrollo y se convirtió en poco tiempo en una ciudad al estilo
europeo. Centro político, gran capital del Virreinato del Perú,
centro cultural del nuevo mundo, y socialmente, residencia de la
nueva aristocracia, pretenciosa y fatua, como era menester para
aparentar distinción y orgullo.
El poder de la Iglesia era total; económico, político y cultural,
tenia todos los hilos en la mano, incluyendo al Virrey que estaba a
merced del Arzobispo. Se mascaban pero no se pasaban; se
toleraban con la hipocresía propia de las circunstancias; se
reverenciaban mutuamente, deseando, el uno para el otro, y en
silencio, la hoguera el inquisidor y el cadalso el justiciador.
¡Qué tiempos negros! Vivir en Lima, por aquel tiempo, fue quizá
peor que hoy. Los santos buenos y devotos llenaron los fastuosos
e impresionantes altares dorados de pan de oro, bajo la mirada
dura de un Cristo aterrorizaste unas veces y sufrido y sangraste
otras.
Los fieles rezaban con temor e iban a las ceremonias religiosas
para que los vean. No era posible escapar a la obligación, sin que
para ello importara la clase social, la que tenia valor solamente de
lunes a jueves, porque de viernes a domingo había que rezar por
las almas de los impíos, hacer procesiones y cumplir con algunas
penitencias.
Las cosas se fueron asentando y los conventos acrecientan su vida
interior de la manera que a ellos correspondía. Dieron apoyo a la
virtud de aquellos que la poseían y se reconocieron sus dotes
especiales; principalmente después de muertos, cuando el fervor
de la gente los veneraba y aceptaba como milagrosos. También se
miraron con devoción las pinturas hechas por manos santas
surgiendo el culto natural a los dioses propios. Nuestros beatos
adornaron las iglesias y luego fueron a los altares.
En uno de los tantos terremotos que devastó la ciudad y sus
frágiles construcciones, en un huerto de Pachacamilla quedó en
pie una pared sobre la que se había pintado un Cristo moreno, -
pintura cuyo autor seria un negro, por supuesto esclavo, como
todos los de la época- lo que dio lugar al inicio de peregrinaciones
a ese lugar que se encontraba apenas si afuera de la ciudad.
La fuerza espiritual de estos santos, tanto hombres como mujeres,
dignificaron la conquista del Perú por la Iglesia. Lima fue el eje
de esta cultura bendita de Dios, que por sí misma, salvó del
desastre el coloniaje clerical impuesto desde el lejano continente
por la necesidad comprensible y humana de llenar las arcas reales
y también las talegas personales, y, porque tampoco debemos
olvidar que, los llamados mecenas, terminaban siendo
decoradores de iglesias absorbidos por fanatismo y el santo temor
a Dios. Seguramente porque sentían que sus pecados eran más
grandes que sus dádivas.
En contraposición a este terrible fastuoso destino, en Lima la
gente salía en busca del Dios que consuela, del Dios que les
ofrezca un mundo nuevo de esperanzas en el que todos puedan ser
iguales; un Dios que en su representación humilde puedan tocar,
para así sentir la liberación producida por la ilusión de que, algún
día saldrán de este valle inmisericorde de desdicha en el que sólo
les tocaban las lágrimas.
Los limeños enfervorizados acuden contritos con velas e incienso
a cada procesión en busca de protección, a cada misa rogando por
el perdón de unos cuantos pecados no cometidos porque lo más
probable es que en el balance de la justicia divina, éstos no lo
sean. Así las parábolas encuentran en ellos terreno fértil cada
domingo o dic feriado en la obligatoriedad de la misa, para
comprender algo de la Palabra de Dios, porque todo lo demos es
latín y sólo les queda decir: Amén.
Lima es Lima, y como capital del imperio del litigo, el cepo y los
socavones, cava su propio hoyo del destino en el que siembra el
árbol de la infelicidad.
A través de los tiempos tendrá que soportar a la naturaleza, -que
es la mano de Dios que les dará de azotes en el rabo- tendrá que
soportar también a los políticos de segunda y a los magistrados de
tercera; a los maestros de cuarta y a la lacra social de quinta,
categorías que en su conjunto, con microbuseros, carteristas y
asaltantes, narcos y otras formas delincuenciales de vida, la
mantendrán lacerada y nauseabunda.
¡Si pudiéramos salvar a Lima!...Si pudiéramos hacer de ella la
ciudad que querían los virreyes para caminar orondos recibiendo
venias. Si pudiéramos hacer de ella la virgen que esperaban
encontrar los que por tres veces la coronaron. Si pudiéramos
arrancarla de las garras de los delincuentes, de las fauces de los
ambiciosos y coimeros y de la lengua viperina... ¿quizá… sólo
quizá…! me gustaría vivir en ella.
Me río del pretencioso y engreído limeñismo,
de los andares garbosos y de las bocas pintadas;
de la necesidad de aprender a soportarlos,
de la obligación de tener que comprenderlos.
Gansos alharacas y cacatúas parlanchinas,
orondos pavos reales y carroñeros buitres,
agazapadas panteras, babosos insoportables,
desesperados por ser lo que saben que no son.
Pero mejor por ahora sigamos con el relato que nos ocupa, en la
ruta hacia la reconquista.
Lima fue creciendo, y para limitarla se construyeron las murallas
de la ciudad, las que de paso servían para defenderla de los piratas
que asolaban las costas del continente. Lima sufría y lloraba para
adentro y sus lágrimas se convertían en joyas que eran enviadas a
España para justificar los Títulos Nobiliarios que les devolvían a
cambio, como pago por vivir lejos de la corte.
Añoranza de la cultura de unos cuantos y del disfrutar placentero
de los menos.. Ambición por ostentar un título nobiliario para que
la orla yt la espada signifiquen algo importante que est6ablezca la
diferencia entre el capitán y el soldado.
Rebeldía al horror
Veo los tiempos tenebrosos del ayer,
veo Puerto Quemado en llamas, abrasado,
cuando llegó el virrey de la ignorancia
a destruir el Incanato y su cultura.
Los criadores de chanchos protegidos de armaduras,
aprovecharon la fe de los pacíficos Incas,
les impusieron la Biblia, les destruyeron los quipus,
Para ocultar la grandeza de su experiencia sagrada.
El Dios Inti avergonzado no quiso alumbrar la cruz
y en un eclipse total, quedó el Incanato en la sombras,
porque la lacra social y la ignorancia guerrera,
conquistaron un pueblo sano, que no sabia pelear.
Arcabuces y pistolas, contra semillas y tajllas.
El calvario de la Cruz contra el Sol de vida y luz,
y los símbolos paganos que trajeron de otro mundo,
obligaron con la espada a los Apus de esta tierra.
Cabalgando apocalípticos con armaduras de hierro,
con la mente perturbada tras oro y piedras preciosas,
al exabrupto del fuego de mosquetes y cañones,
cambiaron la venia al Sol, por una genuflexión.
Se revelan los sentidos al pensar en la ignominia
de la hoguera, de los cepos y los potros de tormento;
de la horca, las cadenas, o de la gota fría
que horadaba las cabezas y borraba las ideas.
Cuántos bárbaros pecados de las ilustres sotanas
bajo la sombra y soberbia de la exclusiva verdad.
egoísmo pernicioso de la idea consagrada
de la crueldad oculta bajo un manto de bondad.
Cuántos horrores sufridos en socavones mineros,
para satisfacer caprichos en los suntuosos palacios,
donde cortesanos fatuos hacían de pavos reales
para ofrendar a Dios las riquezas que EL no quiere.
¿Cómo mirar atrás sin maldecir a los buitres?
¿Cómo revisar la historia sin revelarse a su estigma,
sin desmentir la verdad que nos justifica el crimen
sin llorar el horror de que se hiciera por Dios?
¿Quién dijo que el ser humano es el rey universal
que puede decir "mío" y tomar lo que es de todos?
¿Por qué debe ser blasfemo el que piensa diferente?
¿Quién le dio el derecho de oprimir a un semejante?
Dios es uno y lo vemos cada día en cada flor,
en el sublime momento de la creación y belleza,
cuando de mil formas la naturaleza hace el amor...
Cuando de la unión de dos... se hace la vida.
Cuando el repique las campanas tocaban a Gloria, volaban los
gallinazos desde sus nidos ubicados en cúpulas y cornisas para dar
un toque familiar al cielo limeño. Ellos eran parte del folklore y
los servicios de la Época. Hacían el servicio de baja policía bajo la
más antigua y natural forma biológica permitiendo que la ciudad
ecológicamente luciera menos contaminada y apestara menos.
Creo que en aquel tiempo Lima era la envidia de otras ciudades
del continente colonial, por la cantidad de gallinazos que
albergaba.
La influencia arabesca del sur de España dio origen al mito de la
mujer de su casa; de la mujer que solamente salía a misa o alguna
reunión especial, pero siempre cubierta con una túnica o mantilla
que le dejaba libre apenas si un ojo y un pedazo de cachete para
mostrar que era blanca. Esta vida sedentaria y de un cruel
machismo retrógrado, les atrofia los pies y las manos, lo que dio
lugar a que para consolarlas, se pusiera de moda el concepto de la
belleza de la mujer de fina estampa y tan chiquito pie.
Lima, una ciudad que fue creciendo al influjo de los lazos que la
ataban fuertemente al viejo continente, estaba obligada a guardar
sus más preciados tesoros culturales dentro de los altos y
silenciosos muros de los conventos, al tiempo que se iba
adornando de torres, balcones y rejas de fierro forjado, que como
una muestra de intelectualidad, lucían las casonas de aquellos que
las podían presumir.
Lo que la vieja y languideciente Europa requería, le era enviado
desde Lima fluidamente, sin importar cuanto sacrificio ello
representara para los semi humanos vivientes de la colonias. Y
así, la capital de un Virreinato de incalculable riqueza, era una flor
generosa que entregaba el aroma de sus pétalos de dolor, a través
del océano en largos y penosos viajes, para recibir a cambio
pompas, elegantes y santos verdugos.
El candor y la pureza se conservaban tras las menudas celosías de
los balcones; el amor y la pasión estaban limitados a la más
absoluta intimidad. El coqueteo juvenil también estaba limitado a
un guiño o a un arqueo de ceja por el ojo de la mantilla. –
Hipocresía calculada- El verdadero amor era furtivo y víctima del
platonismo que imponían las rejas de las ventanas -y se le llamó
romanticismo- y todo aquello que pudiera significar sexo era malo
y pecaminoso, aún el pensamiento se consideraba pecado grave
porque era obra del maldito diablo que invadía la mente de los
creyentes.
Para ti…
Déjame sentir tu sentimiento,
déjame sufrir tu pena.
Déjame vivir la gloria
disfrutando al ver la dicha,
cuando brilles de alegría,
cuando vayas por la vida
buscando felicidad.
Déjame gozar tu cielo
al adorar tu presencia.
Impaciente cada noche
en la pasión y el dolor,
permaneceré en tus sueños
para que al amanecer despiertes,
sabiendo lo que es amor.
Pero la rueda inexorable del tiempo fue girando y Lima tuvo
necesariamente que modificar conceptos y avanzar hacia un cierto
grado de atrevimiento. Esta actitud la condujo a una etapa
verdaderamente romántica, garbosa y coquetona, donde la mujer
se dignificó al conseguir respeto por sí misma y por la realidad de
sus bondades. Entonces fue aceptada naturalmente, a pesar de las
normas y tradiciones sociales impuestas.
La petulancia de los engreídos ya no las hacía vibrar como antes.
Aprendieron a distinguir el coraje de la arrogancia y la decencia
de la hipocresía. Aprendieron que se podía caminar con libertad
por las calles y que los valores morales estaban precisamente en
saber hacerlo.
Aprendieron que en la Iglesia se vivía la comunión de cada cual
con Dios, lejos de las miradas inquisidoras de los demás, de los
inestables e inseguros de una fe que les servía solamente para ser
parte de una sociedad de cuyos beneficios no podían disfrutar sin
la respectiva participación religiosa y la aprobación constante de
su confesor.
Respeto, fue la palabra mágica que la convirtió en la ciudad
jardín. Un jardín porque se podía vivir sin temores ni sobresaltos.
Todos sabían cual era su posición, cual era su situación y lo que
les correspondía de echo y por derecho. Las bases sentadas por la
disciplina del Imperio y los valores inculcados por siglos: amor a
la tierra y rechazo a la ociosidad y el latrocinio, dieron sus frutos.
Lima se convirtió en un jardín de valores, además de serlo porque
los geranios y jazmines, acacias y jacarandas; los rosales, dalias y
crisantemos y otras mil flores adornaban los huertos, parques y
jardines durante todo el año.
Cuando los empedrados cubrieron las calles de la ciudad y los
caballos y carruajes transitaban ruidosos, la coquetería que se
ofrecía con disimulo y el candor reflejado en las miradas diáfanas
y limpias de malicia era manifiesto, hicieron que el paraíso se
sintiera celoso de lo que en Lima se vivía.
La plaza de toros congregaba en un domingo a los residentes de la
noble ciudad y atraía a los hacendados provenientes de las lejanas
villas de San Isidro, Miraflores y Santiago de Surco o también de
La Molina, Vitarte y Pachacamac. Familias enteras llegaban en
hermosos carruajes tirados por briosos caballos, cada quien
luciendo lo mejor de sí. Las damas sus elegantes vestidos y los
presuntuosos jóvenes, armados de sonrisa y cortesía, a conquistar
el corazón de alguna citadina.
Yo siento como si lo hubiera vivido en aquel tiempo en una casa a
la orilla del río Rimac, rodeada por un gran huerto y que desde mi
ventana, por entre las ramas de un viejo sauce llorón, podía ver la
plaza de toros.
Recuerdo que yo sentía la tentación de ir a ver la corrida cuando
escuchaba los gritos de ¡oooole! Sin embargo, me conformaba
con ver los dibujos de las corridas de toros que había en la casa.
No soportaba la idea de que el toro tuviera que morir para
demostrar la nobleza de su bravura. No soportaba ver que la
opción del bruto poderoso, era anulada por la propia fuerza de su
impulso y quedaba limitada a un descuido del torero.
Lo que importaba era el hecho innegable que la corrida de toros,
representaba la reunión de lo más graneado y selecto de la nobleza
institucional en un solo acto. La nobleza de los toros era el
pretexto.
Allí se congregaban: la opulencia de los privilegiados del
gobierno, el clero y la milicia: la pretensión de los engreídos y las
ilusiones de la juventud. Peinetas de nácar, finas mantillas y
bordados. Juventud, coquetería y señorío; garbo y salero, todo
conjugando con el calor y la emoción de la tarde para dejar
escapar, por lo menos, una gota de las ilusiones y los deseos
reprimidos. Como siempre, la belleza de la vida dependía del
anejo adecuado de las circunstancias y de los logros que, con
esfuerzo, nos permiten llegar a realizarnos.
Pero vayamos a la fiesta brava, a los trajes de luces, al arte de la
filigrana y el señorío. Bravo el toro y valeroso el torero. Nervio y
emoción.
Capotea, Pica, Banderillea y Mata
El ruedo es un lleno entero en graderías de sol;
en sombra se ubican jueces, autoridades y curas;
los caballeros de frac, chaleco y flor de solapa
hacen venias y saludan con gran seriedad y estilo.
Chavalillos pretenciosos lucen sombrero de pluma;
las majas con su mantilla sobre peineta de nácar,
con disimulo abanican para llamar la atención
sobre el busto que resalta a la presión del vestido.
Mundo torero de luces, tauromaquia de pasiones,
irrumpe al sonar trompetas con ritmo de paso doble
al abrirse el portón del ruedo poniendo a todos de pie
cuando en feroz estampida el toro cruza la arena.
Se estrella con la barrera y carga en busca del peón
para embestir con fiereza mientras el torero observa;
le mide fuerza y vigor...calculando la embestida;
luego mostrando el capote entra con gran señorío.
El torero curva el cuerpo, pues torear es filigrana,
arte de poses y pases para que sufran las reinas
que lo contemplan gozosas regodeando en la tribuna
esperando por un guiño de una mirada torera.
Vuelve la fiera jadeante, chispea el traje de luces
al rozar de los pitones al grito taurino de ooole!
chicuelinas revolean y el público vibra en pleno
cuando el torero, sereno, camina y desprecia al bravo.
Los peones capotean donde el picador espera;
el toro embiste con fuerza al impulso de sus patas;
el caballo aguanta firme al frenar del picador
que con decisión se afirma sobre la silla y estribos
para clavarle la pica, bajándole la cerviz.
Los aplausos lo estimulan y el sol le inyecta valor,
brilla su traje de luces cuando llama al toro bravo,
y al soportar la embestida le da un revuelo al capote
para repetir la escena y arrancar su primer ooole!
Jadea el noble animal, los ojos enrojecidos,
encuentra trajes de luces que lo acosan por doquier;
uno se aparta del grupo y se lanza sobre Él,
y cuando cree tenerlo a merced de sus pitones,
siente que queman sus carnes al clavar de banderillas
como si fueran las garras de mil aves de rapiña
que aletean sobre el morro para aumentar su dolor.
Enardecido y burlado recorre el ruedo rabioso
cuando el torero aparece con la muleta en la mano,
y lo llama, y lo provoca y lo invita a la cornada,
y el rojo se vuelve negro cuando se lanza al desquite.
Suerte de quites y pases, soberbias manoletinas,
el torero pone nervio cuando raudo pasa el bruto,
que voltea, que pelea, que persiste y no se rinde,
hasta tenerlo jadeante, con la mirada perdida,
pero Él en sus adentros quiere seguir galopando.
Enfrenta al toro, lo observa pleno, llegó el momento,
toma la espada, prepara estoque, suerte de dioses;
relaja el cuerpo, aprieta el puño, respira fuerte;
inclina el cuerpo y va hacia adelante;
quiebre gracioso, punzada diestra;
clava la espada que va hasta el puño...
una que basta!
Saltan barreras gritando ooole!... ole torero!
ole torero!... oreja y rabo!.
Por ese tiempo llegó a Lima José Gabriel Condorcanqui, atado de
manos, montado sobre un hermoso caballo alazán cuya crin era
más larga que su propio pescuezo arriando una interminable piara
de burros y mulas. Él, como arriero, era uno de los muchos
transportistas que daban servicio al Cusco y había sido acusado de
vender oro y plata y adornos de estos metales, Tales como
botones, hebillas y collares, a los filibusteros y piratas ingleses,
quienes se aproximaban a la costa por las caletas de Chala,
Atiquipa y Lomas.
El gesto altivo de mestizo curtido por el frío y el sol sumado al
calor de la mirada heredada de los ancestros de su madre,
dominaban la escena a la entrada de Lima, mostrándose sabedor
de sus derechos, que como hijo de español venía a enfrentar un
juicio.
Durante más de dos años soportó estoico los interrogatorios y
crueldades propias de los tribunales de aquel tiempo, mientras
Lima vivía una etapa de inestabilidad e incertidumbre política
generada por la fuerza natural de este hombre, que sin lugar a
dudas, marcó un hito en la historia, porque dio partida de
nacimiento a un sentimiento de libertad que se gestaba en el
corazón de los peruanos.
Cuando al fin, absuelto de los cargos, quedó libre pero con sus
piaras confiscadas, viajó a sus tierras serranas donde daría
comienzo a su propia revolución.
Qosqo
Ciudad milenaria varias veces
que escondes los enigmas del pasado,
envueltos en un manto de grandeza
ocultados por tus frías y angulosas piedras.
Cada una es clara muestra de cultura,
de cuidado, de trabajo y de paciencia,
en la arquitectura grandiosa de tus templos,
en la gloriosa herencia de tus tierras.
No es tu orgullo las lanzas o las flechas
ni los torpes mazos en actitud guerrera;
tu orgullo está en el varayoc del comando
hecho para dictar normas de orden por la vida.
Qosco, vital ombligo de la tierra,
sostengo que jamás fuiste guerrero;
fuiste un eje cultural que con trabajo
forjó un imperio brillante bajo el Sol.
Claro... es cierto que tenías generales
que comandaban ejércitos armados...
maestros armados de quipus y tajllas
para enseñar a todos a cultivar la tierra.
Para mostrar las bondades del Sol y de la Luna,
del día y de la noche... y de la lluvia.
Adorarlos cada día humildemente en el trabajo
para ser bendecido por ellos cada noche.
Nada se compara al enclave de tus piedras
que nos inspiran a ser firmes... fuertes,
a soportar... cargando Iglesias por los siglos,
como Cristo cargó la cruz hasta el calvario.
No puedo decir más sin ofender memorias,
no puedo escribir más sin desmentir historias;
mas la verdad de mi pluma escarba en el olvido,
para encontrar que Qosco... es cultura y es verdad.
El ajusticiamiento cruel de que fue objeto en la plaza del Cusco,
juntamente con su esposa e hijos y miembros de la Incata allegada
a él, mediante el sistema comúnmente usado del
descuartizamiento, fue la clara y definitiva muestra de que el
colonialismo no podía ser sostenido, y que en adelante, vientos
nuevos soplarían por la senda de la libertad.
El ambiente en Lima quedó sombría por un tiempo. No se atrevía
aún a la rebelión. La suerte que corría José Gabriel quien se dio el
nombre de Tupac Amaru en franco desprecio a la corona, los
afectó enormemente por no haber tenido el valor de iniciar una
lucha paralela, y Lima... se sintió cobarde. Se había marcado una
Época y ya no serla la misma.
La semilla emancipadora comenzaba a germinar, los jóvenes
sentían que la sangre calentaba sus espadas y fusiles, y que los
galones no ganados en batalla que lucían en los uniformes del
virreinal ejército, se desteñían y empezaban a no creerlos suyos.
Los naturales buscaban un jefe que los conduzca sin que
importara el color de la piel. Necesitaban una razón para no incli-
narse y decir siempre sí señor, lo que usted mande señor, como
usted quiera señor y otras afirmaciones semejantes. Todas ellas de
una postura denigrante.
Cansados e hinchados de tanta reverencia, los pueblos decidieron
que ya estaban grandecitos y suficientemente maduros para
gobernarse a sí mismos, por lo tanto y en cuanto conseguían un
líder propio, apoyarían con lo único que tenían: su vida, a los
hispano-peruanos que insurían.
Los mazos que se utilizaban para romper los terrones al labrar la
tierra, escasa de lluvias; las hondas que se utilizaban para cazar
alguna paloma o para espantar las aves de rapiña y otras
herramientas naturales de labranza, se convirtieron en armas para
deshacerse del yugo que los retenía. De paso, esta actitud, sirvió
para que los pocos escribientes que había, reconfirmaran la
estúpida idea de que, al llegar, habían conquistado a un pueblo
salvaje y guerrero. ¡La falsedad hecha historia! Pues, nunca fue,
¡ni! salvaje, ¡ni! guerrero.
No necesito leer libros de historia para saber lo que aquí sucedió.
También sé que nadie me puede desmentir… ¡Palabra de un
hombre del Perú!
Lima era una bomba de tiempo. Mejor diremos: Un cañón
cargado de metralla cuya pólvora había llegado del Cusco y la
mecha venia en camino con las noticias de la independencia de los
Estados Unidos de América; un nombre muy sugestivo que
involucraba a toda América.
El Perú estaba a la espera de que la mecha se prenda y sabía que
el pedernal para encenderla estaba siendo preparado por los
Ingleses en Caracas y Buenos Aires. Naturalmente con la idea de
cambiar mocos por babas, porque esos, non dan puntada sin nudo
jamás.
La bella y hermosa ciudad jardín, como una niña que comienza a
ser mujer, se vio inevitablemente asediada y acosada por el
atrevimiento. Se cambiaron los piropos y la caballerosidad por las
marchas y el atropello de los soldados que irrumpían en cualquier
lugar, donde, simplemente se sospechara que alguien se reunía
para conspirar.
Llegó la Época de los héroes anónimos, de los que tuvieron el
valor mas no el tiempo para escribir su nombre en la historia y
Lima se llenó del estiércol de los caballos de las patrullas que
rondaban día y noche para que el Virrey pudiera dormir tranquilo.
Lentamente Lima iba masticando la influencia de las nuevas
corrientes y era quizá, muy a su pesar, sujeto de los cambios que
éstas producían.
Las razones de Tupac Amaru, sumadas a otras pequeñas revueltas
que terminaron violenta y abruptamente, con el agregado de los
vientos de independencia que soplaban ya en otras naciones,
provocaron en su situación estratégica como capital de un
Virreinato tan importante, una tempestad que cambiaría, lenta
pero de manera definitiva, la vida ociosa y sin mayor
trascendencia de los pavos reales de la nobleza y sus pobladores.
Se respiraban aires de libertad y los pulmones limeños ya sentían
que el momento había llegado. Sentían que el yugo se desprendía
de los cuernos por su propio peso.
Se inventó la libertad para seguir explotando a los tradicionales
esclavos. Cambiaron cholos por negros, luego negros por chinos,
sin preocuparse de las inteligencias que fulguraban entre ellos, y
que a la postre, surgirían para dominarlo todo.
Lima, dulce y apacible ciudad, se volvió temerosa y fría, de calles
desiertas, de transeúntes ocasionales y de pregoneros. Las viejas
casas soportaban a duras penas el peso de los años reblandecidas
por la humedad del ambiente, esperando que un terremoto se
produzca para remover sus bases y cumplir de esa manera su ciclo
natural y dar opción a la reconstrucción y modernización de la
ciudad. Esto, según fuera el tiempo transcurrido desde el último
movimiento sísmico de consideración.
Los lentos avances de la Época, frenados porque la ciencia
anunciaba brujería, determinaban que la tendencia fuera más a lo
tradicional que al desarrollo arquitectónico.
Libertad
¡Libertad!… ¡Libertad!...
Que te venimos gritando
por más de trescientos años,
sin que los oídos sordos
escuchen nuestra demanda.
Libertad, divino tesoro
que guardan los poderosos,
de las que apenas dan gotas
como bendito rocío
para aliviar nuestra sed.
Libertad por la que mueren
los héroes y los poetas,
los que consagran a Dios
la verdad que diera vida
al vuelo de la gaviota.
Libertad que desde niños
aprendemos en la escuela
para nutrirnos de patria,
para aprender que la vida
si no es libre… vale nada.
Libertad que consagrada
al culto de las ideas,
nos restringe la inconsciencia
de aquellos a quienes duele
que se pida para todos.
Libertad bendito cielo
de los que claman justicia,
que necesitan consuelo
cuando por dar amistad,
¡te coactan… libertad!
Cuando las papas queman y los ánimos están caldeados
por las ideas, entonces es necesario que los inteligentes
pongan su cuota de luz para lograr un equilibrio lógico
que permita recuperar la conciencia ciudadana.
Llega un momento, histórico por supuesto, en el que la
cultura va más allá de ser privilegio de unos cuantos y las
verdaderas inteligencias, ocultas por las cortinas de las
clases sociales y los temores, comienzan a hacer sentir su
presencia desde la civilidad. Ya no desde abajo de las
sotanas donde tenían que refugiarse limitados por los
preceptos religiosos, o la Inquisición.
El calor de la libertad hace soportable la humedad de
Lima, y tanto los criollos como los naturales, toman una
dimensión diferente. Sus hábitos y costumbres se hacen
más importantes para dar un toque de dignidad nueva a las
vivencias y al folklore.
Lima florece en tradición y estilo y se prepara para la vida
republicana como si su jardín, marchito ya por los siglos
de vida colonial, hubiera recibido un riego. De un
momento a otro los ejércitos libertarios, al hacerse
presentes con sus uniformes desteñidos y ponchos,
cambian el ritmo de los acontecimientos que comienzan a
sucederse dinámicamente.
Ha nacido el Perú
Ya lo siento venir.
Se rompe el silencio.
Escucho el sonar de los cascos,
ha llegado a la entrada de Lima.
Ha llegado una mezcla de santo y caudillo,
de Dios y de hombre.
Montado en su blanco caballo,
de mirada pasiva que penetra el alma,
de presencia fuerte para hacer la guerra,
por los que quieren paz,
por un mundo nuevo
que reclama su Sol.
Es el Gran General,
que ha venido surcando los mares,
que ha venido volando en paraca,
que ha venido sembrando a su paso:
idealismo, esperanza y gloria
con la Libertad.
Ha llegado el Veintiocho de Julio,
se escucha su voz;
ha llegado el momento sagrado,
lo gritan los vientos, retumban los Andes,
comentan los valles,
que en Huaura ha sellado nuestra Libertad.
¡Ha nacido el Perú!
Efectivamente el tropel de cascos y nuevos dioses vestidos de
soldados irrumpen en la vida política. Se da inicio a las
desavenencias, celos y ambiciones que enturbian las cristalinas
aguas de la libertad.
Las alianzas se convierten en la manera de neutralizar la
manipulación del poder; y Lima sangra cruelmente ante los
continuos cambios de comando, de advenedizos en denodada
lucha y persecución de los puestos públicos y de ignorantes en
busca de gloria y poder.
Bolívar
Estaba en un huerto florido de la vieja Magdalena,
protegido bajo la sombra del ramaje,
mirando la figura cuyas manos asían con firmeza
la barra del barandal de la casona.
Supe que era el libertador con sólo verlo...
Aquel, a quine decían don Simón, el General;
era un joven con la mirada de mil años,
era pequeño, con la estatura de un volcán.
Me dirigí a Él a pesar de la luz que me cegaba
y pude observarlo y medirlo con prudencia,
me di cuenta de la dimensión de su grandeza,
la fuerza con que encendía la mecha libertaria.
Su dimensión era un conjunto de virtudes:
era la luz con que alumbraba su mirada,
era la energía que exhalaba por los poros,
la simpatía enorme que inspiraba.
No, me dije... yo quiero conocerlo,
quiero estrechar su mano con firmeza,
sentir la seguridad personal de su palabra,
ser más humilde aún en su presencia.
Al influjo del brillo de su espada,
supe el por qué libertaba las naciones,
sentí el por qué las generaciones del futuro
pondrían su nombre a plazas y naciones.
Vuelvo al ayer para sentir en esta plaza,
lo que Él vivió orgulloso las victorias
de las pampas de Junín y de Ayacucho
para libar en la gloria con Baco, Marte y Afrodita.
Allí estaban departiendo grandes hombres,
las mentes más preclaras del momento;
el pueblo canta las victorias en las cumbres
y las madres de los héroes... ya no lloran.
Bolívar les dice con voz grave y serena:
no soy peruano porque nací en otra tierra,
pero la gloria me dijo en el canto de una quena
que nacería América, cuando cruzara la sierra.
El otro Bolívar
Y sin dudar un instante de mi corazón peruano,
llegué aquí por la ruta que me imponía el destino,
y al tener tantos valientes al alcance de mi mano,
quiero una América libre, porque América es mi sino.
Rendido estoy, don Simón, a su sagrada memoria,
porque gloriosa supera las razones del olvido,
porque llena las páginas ilustres de la historia
la grandeza del hombre tenaz, fuerte y atrevido.
Desafié a los planetas, la luna y las estrellas.
Atravesé cordilleras, valles, montes y cañadas.
Fui vencedor de los Andes en batallas y querellas,
y a las fuerza realistas las mantuvo encañonadas.
Luego enderezó la espalda del caído labrador
y le enseñó que orgulloso levantara la cabeza,
le inculcó que se gana si se juega a ganador,
a usar la fuerza con habilidad y con destreza.
Queremos que nos bendiga con la luz de libertad,
con el calor de su magia, la que a todos nos asombra,
con esa generosidad grande de entereza y lealtad.
Luz que todo ilumina, luz que jamás recibe sombra.
Los años pasan, no en vano, y las esperanzas de tener un país que
supere los trescientos años de virreinato, van rompiendo los lazos
que atan al pasado, y Lima, nuevamente se hace bella y su
estampa orgullosa puede mostrar sus atributos con plenitud. Sus
calles se agitan, y así como el caballo arabesco va dando el paso
peruano, la influencia española va cambiando hacia una Lima
criolla, que llena de sabor, siembra peruanismo haciendo olvidar
los, alguna vez, gloriosos años de la Lima virreinal que aún hay
quienes añoran.
Las conversaciones de los romances juveniles, tomados de las
manos a través de las rejas bellamente forjadas de los ventanales y
los paseos por los malecones, hacen las delicias de una juventud
que madura a la luz de un nuevo Sol. Ellos vislumbran que su
futuro depende más de ellos mismos que de una relación surgida
de una conveniencia social, y sus aspiraciones pasan a ser el
corazón palpitante del nuevo Perú.
El ingenio criollo limitado a la vida pueblerina, lenta e
intrascendente, hace su aparición con gracia y donaire,
características que habían permanecido escondidas por tanto
tiempo, y que ahora, con la libertad de poder expresar ideas y
sentimientos para un público menos culto pero más numeroso,
encuentra el ambiente propicio para su desarrollo.
Los naturales, menos esclavos, pero siempre humildes y
sometidos en su inmensa mayoría como trabajadores del campo,
no podían aportar mucho y por lo tanto su integración era lenta.
Ellos ya habían dado al mundo todo lo que podían dar en ese
momento, esto es, sus conocimientos agrícolas, los productos que
representaban milenios de trabajo y sacrificios y con los que se
estaba salvando del hambre a la humanidad.
El señor seguía siendo señor; sólo había cambiado la camisa de
bobos y los bordados escandalosos y afeminados por una más
sencilla. El arraigo de las costumbres en general, aún no permitía
el despegue acelerado.
Los negros, esclavos de las haciendas o sirvientes hacendosos,
aportan ritmo y sabor a la música debido a su afición a divertirse
bailando y asimilando costumbres. Todo es bueno si es para
divertirse.
El porongo
Vamo péeee,
llena el porongo de chicha
y séllalo con pasta'e camote,
pa'enterrarlo bajo tieeeerra.
A ver...a ver,
¿Cómo escogiste el porongo?
¿Él poto estaba bien seco?
Tiene que ser alargaaaao.
A ver... a ver,
el recuadro que has cortao,
abajito de la punta,
¡Tienes que hacerlo con chaaanfle!
¡Así!... así ta'gueeeno,
la chicha que no revalse,
y ahora sí, bien tapao,
amárralo con un tieeento.
¡Ahora sí!
haz un hoyo a su tamaño,
aquí... juntito a mi cama pue,
pa'que naide me lo toque.
íQué bueno!
mi porongo está seguro,
y cuando pasen dos lunas,
escarbaremos la tieeerra.
Lo agarraré con fervor,
lo limpiaré con pacieeeencia,
y al abrirlo suaveciiito...
disfrutaré su fermento chicha.
íPorongo, porongo!...
íMi poronguito, porongo!
que p'al día de mi santo...
¡te tomaré toditiiito!
Es el tiempo en que Lima recibe la inevitable influencia de los
que llegan del norte y sur con los ejércitos libertadores, se ve
inundada de nuevos ritmos y canciones que los negros acomodan
a su manera y estilo.
Se va generando lo que a la larga sería nuestro acervo criollo,
porque allí se inician los verdaderos cambios en nuestro
cancionero, cuando se hace popular y se puede cantar por calles y
plazas. Y... Lima comienza a soñar ilusionada.
Recordaré los versos de uno de mis poemas que nos dicen:
Grande Perú, ¡qué destino!
vivimos con esperanza
como un grito de venganza
después de tanta añoranza
a lo largo del camino.
O también aquellos veros:
Hay un himno de grandeza en cada niño,
hay un sueño de ilusión en cada flor,
alegría en la esperanza de cariño,
resignación en cada lágrima de amor.
Poco importa si es de pena que se llora,
poco importa si es tristeza o es dolor,
si la causa de esa lágrima se añora
y la esperas con paciencia y con valor.
El Perú no sabe caminar, pero quiere correr y se cometen muchos
errores. La pugna por los cargos públicos hace enmudecer de
estupor a los que saben pero no se les toma en cuenta, pues el
dedo sigue siendo el gran indicador de cargos y ascensos. Sin
embargo hay respeto y se procede con cautela en los asuntos que
afectan al erario nacional, el estado es pobre y se hacen esfuerzos
para evitar que la repartija no sea un bien político.
La vida sigue adelante sin más alteraciones que las originadas por
algún hecho romántico u otra con orlas de dolor por alguna peste.
Los golpes de estado se hacen folclóricos y ya no llaman la
atención. Los pregoneros se multiplican ofreciendo a voz en
cuello sus tamales, dulces y sanguito, porque el lechero no canta y
el panadero toca una campanita. Lima se hace menos señorial
pero más alegre y en poco tiempo se olvidaron de los virreyes y
otras secuelas graves del colonialismo.
Mas, un día el horizonte se llenó de velas y retumbaron los
cañones nuevamente al hacerse presente la armada española frente
a las costas, con la mente obnubilada por la obsesión del retorno,
con la seguridad de recuperar lo que, según ellos, era suyo.
La ciudad se agita y los jóvenes viajan al Callao para defender la
patria amenazada. Este es el episodio en que los limeños
mostraron el valor que no tuvieron para apoyar a Tupac Amaru,
los hermanos Gutiérrez y a otros héroes que murieron en el
anonimato. Por lo menos esta vez acudieron a colaborar cargando
cañones y fusiles para rechazar al invasor.
Este acontecimiento tuvo la virtud de inducir patriotismo y
unificar el país en torno a la capital que se envalentonó, para
luego dormirse en sus laureles y asumir una posición centralista y
engreída, bajo el supuesto de que "Lima es el Perú"
Pocos años más tarde, cuando su vanagloria aún no terminaba de
marear a los limeños, incautos e intolerables como siempre,
pagaban tributo a ello ante la invasión chilena que los avasalló y
humilló, Más aún si tomamos en cuenta que aplaudieran la
declaración de una guerra que nunca debió ser. Luego entregaron
unas cuantas joyas, y con ello, creyeron los fatuos y pretenciosos,
haber resuelto el asunto al comprar el derecho a que unos cuantos
fueran a luchar por ellos.
¡Qué pena! Además de lo dicho, el espíritu limeño había caído en
la venia, la cortesía y la caballerosidad, atributos de la paz, y con
esos argumentos no podía enfrentar a un ejército preparado para la
lucha, y para no perdonar.
Necesariamente tenían que sucumbir, y fueron víctimas del error
de haber cosechado frutos con demasiada facilidad. Se
acostumbraron a comer de ellos tan sólo la parte que daba caché,
mientras estúpidamente el verdadero fruto se lo comían los
gusanos.
Me endiabla imaginar a Lima ocupada, mancillada. Esperando
que el tiempo y la distancia debiliten al enemigo o que las
pasiones y ambiciones personales lo destruyan. Mientras tanto, los
Grau, los Palacios y los Alméstar, -pueden ver sus nombres en el
monumento erigido a Grau en la Plaza de Armas de Piura- y
muchos otros valientes, sin paga y sin apoyo, entregaban sus vidas
por una patria amada. La que dejaba de ser suya a medida que
iban muriendo, porque lamentablemente, por cada peruano que
moría en el o tierra, muchos kilómetros cuadrados de territorio
pasaban a ser propiedad del enemigo.
¡Otra vez! ¡Qué pena! La estupidez de la guerra fratricida, de la
guerra inconsecuente y falaz, nos lleva a los humanos al infierno
de los retrógrados e infelices que suman quitando para engañarse
a sí mismos. Realmente la estupidez no tiene límites, y cuando los
políticos ingresan a este terreno, las consecuencias son
impredecibles, como impredecibles fueron los resultados de la
estúpida –por no decir cojuda- Guerra del Pacífico.
La guerra
Se me ha dicho que la guerra es un horror,
y que en ella el animal sale a luchar,
que es la bestia que no podemos dominar
porque bebe angustia y se alimenta del terror.
El error que diariamente asimilamos,
es creer que somos seres especiales,
sin comprender que apenas somos animales,
tal como hace el mono... de quien ya no renegamos.
¿Por qué suponer que somos más?
¿Por qué llenar la barriga de egoísmos?
¿Por qué sembrar el horizonte de espejismos?
Irrealidad que enferma y mata niños además
Que vulgar es vociferar en nombre de la paz,
para después comprar armas con cinismo
y ocultarnos tras la pared del patriotismo
diciendo medias verdades en lenguaje pertinaz.
Hace dos mil años que Jesús habló de paz
durante el imperio de los dioses de la guerra;
y se quedó solo, porque no era de esta tierra,
y sucumbió a la verdad del incapaz
Los infelices guerreros de otros tiempos
colocaron la muerte en la punta de una lanza,
y utilizando como ley la estúpida venganza,
se convirtieron en pordioseros del Olimpo.
Los llamaron: cancerberos, diablos y centauros;
Arpías, gárgolas, medusas u otros hados;
todos pagan in eternum sus pecados
por aplaudir el castigo al minotauro.
Guerra brutal del hombre del pasado
que degeneró en flechas, lanzas y ballestas,
convirtió el acero en instrumento de sus fiestas,
y crearon un dios que disfrutara su pecado.
Malditos los malditos que hacen guerra,
malditos los que entregan armas a sus hijos,
malditos los que juegan complicados acertijos,
para mandarlos luchar por aire, mar y tierra.
No caigamos en el juego de aquellos irascibles,
no escuchemos las arengas de la muerte;
es más fácil que tengamos buena suerte,
creyendo que el amor y la paz, serán posibles.
Lima vuelve a lo mismo; nuevos golpes y revueltas; unas veces
exitosas y otras develados. Sin embargo, ellos no afectan ni social,
ni económica, ni eclesiásticamente el zigzagueante recorrido de la
política donde este triunvirato, socio-económico-eclesiástico,
enérgico y firme y con mucho disimulo, resolvía lo conveniente
sin importar que el mandatario de turno se apellidara Piérola,
Cáceres o Prado. Al fin y al cabo el mangoneo era igual.
Y así, con más pena que gloria, se llega coronando el siglo veinte,
avanzando a tumbos hacia su primera centuria de vida republicana
en un nutrido programa de festejos y rogando a todos los santos -a
quienes debía muchas velas por promesas incumplidas- por que
antes de que se cumpla el centenario, “tenía la sana intención” de
ofrecer a sus ciudadanos, una gran juerga con inauguración de
algo como muestra de progreso. Sabemos que eso siempre será
relativo, porque el pueblo que es masoquista por naturaleza,
disfrutará, placentera, pero tradicionalmente equivocado, en:
La tribuna del olvido
Voy a sentarme en la tribuna del olvido
para aplaudir frenético el desdén,
voy a llevar conmigo a los mendigos
para que vibren de alegría y regocijo,
cuando comience el partido que se juega
en la opulencia de una cancha de cristal,
entre los doctos y encumbrados funcionarios,
millonarios, empresarios y banqueros.
Voy a gritar emocionado la jugada,
la habilidad de cada uno en el manejo,
la gracia sutil de la mano en la baraja
y los ases que se escapan de la manga,
mientras la masa grita en la tribuna
al compás del impulso de ayayeros,
que tratan de hacernos olvidar que sólo somos,
habitúes de la tribuna del olvido.
Nos movemos como sombras en sus gradas,
entumecidos por la humedad del menosprecio,
y consumidos por el dolor del propio hambre
somos abatidos por la crueldad de la justicia;
en tanto vemos como el fiel de la balanza
está inclinado para el lado de la cancha,
sostenida por el sol que la ilumina
y custodiada por el dedo que margina.
Ellos juegan su partido convencidos
de que sólo interesa lo ganado;
el oropel, las mujeres y el buen vino,
son el adorno fugaz con que decoran
ese orgullo falaz de pavo real papujo,
para tapar la porquería de su adentro,
sin mirar ni siquiera de reojo
a los paganos que en la tribuna desesperan.
No se molestan en pensar en quienes pagan,
les disgusta cuando creen que les cuestan;
les permiten que ellos adoren su opulencia,
al dejarlos suponer, el que algún día,
jugarán su partido desde adentro,
y para sostener la tribuna del olvido,
les arrojan migajas sobre el hombro,
con ese desdén acostumbrado... que da clase.
Comienza el siglo veinte, los bombos y platillos apagan las
quenas para que nadie llore; las trompetas impiden que los pututos
anuncien que es Época de reflexión y sin pensar ni creer en nada,
los limeños hacen alarde de su elegancia vistiendo a la inglesa.
Las limeñas lucen frescas y lozanas cual flores en primavera,
demostrando una vez mas, que para eso la gente de Lima se pinta
sola. Cuando se trata de mostrar lo que no se tiene o demostrar lo
que no se es, que me llamen un limeño. Como si esto fuera poco,
se desbordan las murallas y las casonas se tornan modernas y
coloniales a la vez, lo que representa un toque especial que hace
empavonarse de orgullo a los residentes que ahora empiezan a
lucir revolucionarios automóviles. Los zapatos brillantes y
lustrados los obliga a caminar levantando los pies como caballos
de paso para que el polvo de las polvorientas calles no los ensucie.
No sé quien aprendió primero a levantar los cascos; si los
presumidos limeños, o los caballos de paso peruano.
El caballo
Volver de donde nadie regresa,
montado sobre un caballo blanco,
con la mirada alta puesta en el horizonte,
sin tiempo...
sin que el polvo afecte mis ojos;
el ala del sombrero hacia arriba,
de cara al sol.
Una mano firme toma la crin,
la otra cuelga suavemente al contrapeso;
Las piernas caen sobre los costados,
las rodillas son el timón de la montura.
Jinete y caballo son un centauro,
parte bestia, parte inteligencia
en un conjunto harmónico de músculos y magia,
de elasticidad y cadencia;
de brillo y alegría, de ritmo y emoción.
Volvemos de donde nadie regresa,
consolados por el silencio del paisaje,
por el desierto... pensando...
que cuando hubo vida aquí, fue mar;
Así lo dicen las conchas y las ballenas de piedra;
luego fue bosque y pasearon los tigres
con sus dientes de sable...
Y fue el reino de la nueva vida.
Y fue el reino del caballo...
que perpetúa su estirpe,
que conservó su raza y ennobleció su estampa
simbolizando escudos de valientes guerreros
en su ruta a la gloria.
Soy caballo y no tengo color...
porque soy centauro y soy color del fuego,
del color del viento y del color del agua,
porque soy un dios...
que escribe la historia sobre cuatro cascos
mirando el camino desde una montaña,
peleando batallas y transportando heridos.
El tiempo tiene mi nombre...
porque estoy presente en las historias grandes,
de Barrabás y César, de Napoleón y Atila.
Fui señor en las cruzadas y virrey de la conquista;
vencedor de los Andes, amo de las pampas.
Galopé en el lejano oeste
con un indio a mis espaldas
correteando búfalos...
arriando ganado por vastas praderas,
asaltando bancos, persiguiendo trenes.
Porque soy un dios... y no tengo fronteras.
Cuando pienso en la llegada del automóvil, pienso en el caballo
hermoso, primitivo y ágil; animoso potro que regresa del tiempo
para salvar a la humanidad como un dios que no pide perdón ni se
entrega a la debilidad de los pobladores de este valle de lágrimas.
Él vive y pervive en los tiempos, porque mientras él sea, el ser
humano también será.
Lima se va poblando, lenta pero incontenible, dando inicio a la
absorción de provincianos pudientes que vienen en busca de
educación. Los hijos de los hacendados llegan a la ciudad y se
instalan, por lo general, a cargo de parientes burgueses pero sin
fortuna.
Después de muchos años durante los que, en la sacrificada
soledad de sus predios no tenían en que gastar el dinero, se ven
deslumbrados, pasando violentamente a formar parte del
revolucionario mercado semi-consumista de la época.
La parentela de la capital, venidos a menos durante mucho
tiempo, se encuentran de pronto con la oportunidad de dilapidar
estas fortunas, y lo hacen de manera maliciosa e inmisericorde.
Los acaudalados e inocentes incultos agricultores, acostumbrados
a la nobleza de la tierra, son presa fácil de los oportunistas y
come´chados, quienes comienzan por introducirlos al círculo de
los advenedizos, en cuyo centro no pueden soportar la tentación
de la participación social, por la cual, tienen que pagar un precio
muy elevado.
El Cóndor y el Águila
El cóndor le sugirió al águila,
que volara más allá de las montañas,
que se adentrara en la selva, donde hay caza,
que pasara la noche, sobre un árbol.
No puedo hacer semejante cosa,
porque yo amo las cumbres de los cerros,
soy feliz al trabajar por mi comida,
y despertar con el Sol, en la mañana.
┐Serías cóndor si no volaras por los valles,
lejos del amor de tu agreste cordillera,
en la humedad de una selva que te abrasa
y sin disfrutar de la carroña que te gusta?
Serías parte de un mundo diferente
al que no puedes acostumbrar a tu manera,
te verías envuelto por sus modos,
y sus costumbres, te convertirían en paloma.
Perderías el reinado de tu mundo,
la libertad de ser lo que tú eres,
perderías la fuerza de tus garras,
y al volar... tendrías que agitar las alas.
¡No!...Yo quiero defender mi mundo raro,
poner mis huevos en la barranca inaccesible,
pelear mi vida enfrentando a una sierpe,
en una lucha de mil siglos que he vivido.
Déjame ser parte del camino...
cuando vuelo divisando a los viajeros,
déjame sentir que soy la dueña...
de los vientos, del Sol, de las praderas.
Cuando se dan cuenta de la realidad que han vivido
equivocadamente, están atrapados en las garras de un banco, en
las telarañas de alguna institución, o lo que es peor, en las fauces
de algún prestamista inescrupuloso. Lima hace honor a su
nombre, y como decía mi papá: Lima es una lima que lima los
bolsillos de sus parroquianos.
Se han sufrido las consecuencias relativas de una guerra mundial.
Se va sufriendo el cambio del avance industrial. Aún que se vive
distante por las dificultades de comunicación, ni el ánimo, ni la
decencia de los que están obligados a sostener estos atributos
morales, se ven alterados. La mano sigue empuñando la lampa y
el arado, el serrucho y la pluma.
Los Barrios Altos seducen entonces con su bohemia y atraen a la
Lima que despierta a un criollismo nuevo, que con guitarra y
cajón, filtra los viejos ritmos para hacerlos propios, en una mezcla
del salero clásico y el atrevimiento modernista, donde el terno de
corte inglés, con corbata y sombrero de paño de medio lado y con
el ala caída ligeramente, dan el toque de elegancia para que la flor
que se lleva en el ojal de la solapa no luzca afeminado. Y así, la
juventud madura su limeñismo en las cantinas de una ciudad que,
en su afán de expansión, invade los extramuros..
La lira y el arpa
El desenfreno de las palabras
nos lleva al horizonte de las ideas,
con un idioma impropio,
con el pensamiento turbio,
diciendo lo que decimos
sin decir lo que pensamos.
Y seguimos locos, desbocados,
en un bla, bla, bla perenne,
disimulando las virtudes
y ocultando las maldades...
aparentando ser fuertes,
para decir que es ofensa
lo que sabemos que es cierto.
Mas la afición de poeta,
me lleva a sentir las cosas
como si fueran divinas,
quisiera expresar contento
cuando tengo enferma el alma,
y quisiera expresar dicha
cuando sólo en mi hay tristeza.
Hoy quisiera ser cantante,
o compositor de barrio,
llevar música al estadio
y gritar ¡viva Perú!
Componer fuga y tondero
en cada grito de gol,
y al compás de marineras,
de guitarras y cajón,
festejar en Barrios Altos.
Mas no me suena la música
porque el arpa cristalina,
que trina como los pájaros,
con esa musical belleza
que hace el alma un estropajo,
la reemplacé por la lira
de un Nerón no corrompido,
de un Ollantay amoroso
y de un Bécquer atrevido,
que me dicen al oído
lo que mi pluma define.
Cuando el arpa imita al fuego
que enciende los corazones,
apagándolo de golpe
para imitar un deshielo,
la lira me dice entonces:
¡Ponle los versos del alma!
un canto de amor a la vida,
en ese tono sereno...
al que llamaremos paz.
Y la lira se inspira en el arpa
y se sueña volando al edén,
disfrutando sus notas...
y entonces los grandes poetas,
olvidados e ignorados,
le dicen el cómo escribir,
versos que suenen a gloria,
para ofrecerlos al hombre...
por un mundo sin maldad.
No querer recordar esos tiempos sería tan grave como no recordar
las derrotas y los momentos de dolor; momentos que nos enseñan
a ser firmes en el pensamiento y en las decisiones; momentos que
a la larga son los que dan valor al civismo y engendran ese
maravilloso impulso que nos lleva al patriotismo real.
Oh Lima de los diez y de los veinte que no vi; de los tiempos
aquellos en la caligrafía aún era importante y el artesano sostenía
su vigencia. Cuando el arte estaba en las manos duras del labriego
y d43 las delicadas manos de las monjas adornaban los altares.
Lima de la Navidad que abría los corazones, de los Nacimientos
bellos que decoraban el rincón más importante de las Iglesias y de
las casas devotas, retocados con fervor e imaginación cristianos.
Ellos encendían de ilusión las caritas de los niños por escuchar los
villancicos y llenaban su mundo de emoción sabiendo que
durarían pocos días. Como las galletas y caramelos que eran la
máxima aspiración infantil de un regalo navideño.
Navidad
Navidad…
Una ilusión va germinando
en la entraña de una madre,
un retoño está naciendo
en la humildad de un pesebre.
Hay una vaca que observa
con sus ojos de tristeza,
un cordero que lo abriga
con paciencia y sin reproches.
Un burro lo está esperando
para viajar por la tierra,
mientras las aves que llegan
tejen un collar de sueños.
Un lucero va alumbrando
haciendo día la noche,
para que todos lo vean,
para que todos comprendan
que se nace por amor
porque el amor es la paz.
La madre le da cariño
lo amamanta y lo bendice,
niño bendito que nace
destinado para darnos
lo que más falta nos hace
en un mundo desigual.
Navidad, amor y sueños,
ilusiones y esperanzas,
de las caritas tristonas,
del foquito que ilumina,
cuando con un caramelo
se fabrica una sonrisa.
Que viva la navidad
para los niños del mundo,
que el amor sea la dicha,
que el dolor no vuelva mas,
que la paz con alegría
dure por siempre jamás.
¡Qué pena da ver como la tecnología y la electrónica van matando
las tradiciones, la bondad del sentimiento la sensatez del
pensamiento, y lo que es peor aún, va debilitando la familia!
Lima, siempre vanidosa, a pesar de que se va volviendo
cosmopolita, y por lo tanto, zamba, china-chola y sacalagua;
mulata, injerta y siete leches, -para no seguir contando- mezcla los
hábitos culinarios de todos los continentes y las razas, los refina y
quiere comer rico, picante y sabroso, lo que es lo mismo que
decir: por la escuela de las viejas. Picante como el sabor de
nuestros valles y sabroso como el andar de las limeñas, llenas de
gitanería con un toque de las cholas al trepar las empinadas
cuestas, y un punto de lo chino y de lo negro jaranero.
Costanera 700
Nombre que nos huele a mar,
sabor que sabe a marino,
marinera y resbalosa,
todo en uno en Costanera,
Costanera setecientos.
Sabor que ahí se adereza
con tradición y cucharas,
nacido en los Barrios Altos,
con cajón y con guitarras,
al toque de don Humberto.
La chita horneada a la sal,
los camarones al ajo,
las ostras al natural,
bocaditos y caprichos
y el tiradito: al limón.
Viene el pulpito a la concha,
caracoles al siyau,
porque es mestizo el menú
de la cocina peruana,
es zamba y es china chola.
Filibustero el ceviche,
lomo saltao chino cholo,
sacalagua el arroz con pato,
mulato el fríjol con lonja,
zambos la tripa y tamal.
Cholita la pachamanca,
y el sancochao: siete leches;
la Perricholi, el virrey,
los mandingos y piratas;
los culis y los mochicas.
Los licores: de primera,
el ambiente: distinguido,
la discreción: con estilo,
y todo viene del mar,
fresquito y seleccionado.
Por eso es que los criollos,
que saben comer lo fino,
recomiendan a extranjeros,
Costanera setecientos...
sabor que sabe a Perú.
Exaltando las virtudes
de las delicias servidas,
decorando las paredes,
mil firmas lo certifican,
sabor que vale un Perú.
Los tiempos corren histórico-político entre Leguía, Benavides y
Prado y Lima empieza a crecer invadiendo maizales y campos
sembrados de hortalizas. Se abren avenidas para unir los distritos.
Los omnibuses comienzan a circular y a llenar de humo las calles
como muestra de progreso, pero a nadie le importa; la comodidad
de viajar en el ómnibus es real y los términos de: contaminación,
polución y ecología, aún no se habían incorporado a léxico
popular y la sanidad ambiental era parte de un futuro remoto.
Poco a poco serían reemplazados los tranvías y su romántico
vaivén.
Es el tiempo de los jóvenes engreídos parados en las esquinas
“matando” con la pinta. Es la época de ir a “tironear” al Jirón de
la Unión, donde se congregan a golpe de siete de la noche las más
hermosas chicas de la ciudad; ocasión de la que no se libra ni el
Presidente de la República, don Manuel Prado, quien sin escolta y
con algunos amigos sale a “sirear” ganándose la chapa de “El
Teniente Seductor” Esto porque algunas veces salía vestido con
su uniforme de Teniente del Ejército. El floreo de los piropos era
de alto rango, picantes pero decentes, tanto que hacían escarapelar
el cuerpo de las chicas que lucían lo mejor de su ropero personal
para ponerse en vitrina.
Cómo olvidar la tranquilidad con que se podía caminar por esa
Lima que ya se fue o la mandaron bien lejos. Cómo no recordar el
viejo Estadio Nacional, el Campo de Marte o el Bosque de Mata
Mula y los viajes en tranvía a Magdalena y San Miguel o en el
acoplado a Barranco y Chorrillos, hasta donde se llegaba después
de atravesar por chacras y potreros. Cómo olvidarlos, si ellos por
sí solos representaban un hermoso paseo, y sin el infernal temor
de que te robaran la propina. ¡Cómo cambió Lima!
Los males llegan también, y aunque no duren cien años como dice
el refrán, llegan, y los vemos llegar con todas sus variables y
secuelas dispuestos a convertir la ciudad en un caos.
Cuando esto sucede, uno recuerda con fervor casi religioso su
primitiva ciudad provinciana, donde aún no llega, por lo menos
eso creemos inocentes, tiene menos
influencia ese maldito cuento al que llaman progreso. Recordamos
entonces con cariño, sus atributos y la belleza que ella –Arequipa-
guarda en la sencillez de sus sillares y lajas, destacando la fuerza
de su forja para lucir orgullosa.
Forja Arequipeña
Historia que se remonta
al fuego de los volcanes,
que congelaron su lava
para hacerte ciudad blanca
bajo hermoso cielo azul.
Floreciste en la vertiente
blanca flor de las laderas,
coqueteaste con el Misti
seducida por sus nieves,
que te invitan a la vida.
El hierro de tus ventanas,
forja de yunque y martillo,
forja dulce de artesanos
que engalanan las paredes
le dan vida a los sillares.
Cada portón: un enigma,
cada ventana: una intriga,
cada balcón: una espera,
cuando espero que aparezca,
la razón de mi pregunta.
¿Qué se guarda tras las rejas?
¿Qué tesoros se preservan?
¿Serán las manos de seda
de una hermosa arequipeña,
que se protege con celo?
Pero si hablamos de manos,
rescatemos las que empuñan
cincel, acero y martillo,
las que moldean las piedras
que adoquinan rebeldes calles.
Manos hábiles y fuertes,
manos que calientan fraguas,
las que agarran las tenazas
para trabajar los hierros,
que te hacen bella Arequipa.
Cada portón: un enigma.
Cada ventana: una intriga.
Cada balcón: una espera...
Entré a un café de San Isidro; muy elegante y para ser media
tarde, lleno, ya que sus mesas estaban ocupadas en un setenta por
ciento. No había ni un solo hombre. Me senté y pedí un café
expreso. Sorprendido por la situación de mi masculina y solitaria
presencia, me sentí víctima de las miradas que me recorrían, como
si todas me quisieran saber lo que pensaba. Después de un rato,
pagué la cuenta y me retiré con la sensación de que lo hacía entre
aplausos.
Me quedé con la mecha prendida por lo que después de unos días
volví a la misma hora. Ingresé, pero no sucedió nada. Era un día,
o mejor dicho, una tarde de parejas; al menos eso es lo que
imaginé por la cortesía y seriedad con que se departía. Para
entender mejor la situación diré que se estaba cocinando el
banquete que se disfrutaría el día internacional del motel; -o sea el
viernes- te tomo de la manito, te suelto, te sonrío pero te hablo
con seriedad; no te toco pero todo mi cuerpo sueña con el día
viernes. ¡Qué romántico! Toda la incertidumbre de la espera
haciendo cosquillas en la oreja y rascando la nuca.
Quedé extasiado mirando hacia el parque donde los letreros
decían cosas pero no vendían nada; como las flores que adornan
los jardines centrales y que al igual que las chicas hermosas que
transitan, no te las puedes llevar a tu casa.
Los parques son como los oídos de la ciudad donde te puedes
enterar de muchas cosas. Las avenidas son los ojos a través de las
que puedes medir su dimensión y profundidad. Sin embargo, los
parques son machos y las avenidas hembras y le ponen el toque
sensual y afrodisíaco extendiendo sus tentáculos iluminados hasta
el infinito para atraer a los incautos.
Devoradora de provincianos, Lima se nutre de provincianos,
como si fueran la proteína que le dará energías. Los recibe y los
lanza a las calles e invade con ellos los cerros, porque los que se
dicen criollos -léase delincuentes- los vejan, explotan y utilizan
como anticiclón para seguir siendo los dueños de las calles a vista
y paciencia de los que no hacemos nada para evitarlo. Después
van a para a los cerros y arenales circundantes. Para que también
tengan caché, se les llama conos.
Agucé el oído y Lima me dijo: Oye cojudo... hace rato que te veo
pensando y escribiendo estupideces. ¿Por qué mejor no me haces
un par de poemas? Hazlo, ponles sabor, que me den alegría.
Ten en cuenta que yo soy la ilusión de los vagos, la esperanza de
los incautos y la locura de los ambiciosos. Soy como la miel para
los elegantes sin chaleco, la panacea para los intelectuales que
aspiran a un puesto público y la tabla de salvación para los que
necesitan humildemente ingresar a un convento abrigando el
cálido deseo de llegar a Obispo. Soy la cruz de los afligidos y la
muerte de los enfermos que ven en mí un final glorioso y
salvador. Yo los enfermo y los salvo, los hago pecadores y los
redimo poniéndoles un sacerdote en el momento preciso.
Tengo la habilidad de hacer a los ricos más ricos y a los pobres
más pobres. Puedo convertir en voraces a los mansos y llenar los
parques de honrados, hábiles y fieles delincuentes, o para mejor
decir, convenientemente camuflados.
La ciudad
Monstruo cruel, monstruo maldito,
han hecho de ti un monstruo sagrado,
decorado con fierros y aluminio,
adornado con parques y edificios
como cebo que atrae a los incautos.
Colegios, universidades y hospitales,
Ministerios, institutos y avenidas;
son la miel que busca el provinciano
para salvar su familia del olvido,
y el destierro que vive...postergado.
Ellos se lanzan sin temor a la aventura,
acostumbrados a la lucha y al trabajo;
cautivados por la flor que se les muestra,
perfumada, colorida y primorosa,
sin saber que ella se traga al ser humano.
¿Por qué dejé el calor de mi cabaña?
¿Por qué el olor bendito de mi tierra?
Para sufrir el frío del cemento,
para llorar con el humo de los carros,
Y padecer el desprecio de la gente.
¡Oye sonso! Eso es verdad, pero me estás fastidiando la paciencia.
Haz otro más sabroso.
El Bar
Es el lugar donde las penas se consuelan,
las alegrías pueden llegar hasta las lágrimas;
a las suegras se les estima desde lejos
y donde tenemos la ocasión de hacer amigos.
Que bonito se ve el surtido de licores
cuyas botellas adornan la burda estantería;
desde allí nos ofrecen de su aroma
para entonar a los que llegan moribundos.
Cuando logramos una hermosa borrachera,
y nos sentimos grandes, caballeros y valientes,
que sabroso es saberse poderoso,
y brindar una ronda a los presentes.
Decirles que de verdad se les aprecia
y entregarles el corazón en cada trago,
abrazarlos cuando se llegue al "yo te estimo",
antes que el mozo nos abrume con la cuenta.
La vida sin el bar es un amor nunca deseado,
es beber aguas turbias o deambular por un cariño;
pero la vida del bar: ¡es el cantar de la ilusión!
¡es vivir la vida con calor! í es morir en carnaval!
Va mejorando el ambiente; me estás haciendo grande. Ahora
quiero algo que me parta el alma, que me haga sentir esa Lima de
mi juventud que añoro; cuando me decían la ciudad jardín.
Sabes Lima, le dije: creo que estás muy engreída, crees que
puedes andar de jarana y de juerga en juerga porque después con
hacer un par de procesiones al Señor de Los Milagros o
encomendarte a uno de tus limeñísimos Santos podrás resolver tus
problemas. Mejor te voy a recordar algunas cosas actuales de la
Lima cuadrada, en una noche de invierno húmedo por la garúa y
la brisa que llega del mar, donde todo es posible que suce-
da...menos algo bueno.
¿Sueño?
Salí en busca de paz con ilusión,
recorrí la ciudad,
y qué ví?
Salí en busca de risa y alegría,
recorrí la ciudad,
y qué escuché?
Salí en busca de amor y entendimiento,
recorrí la ciudad,
¿Qué comprendí?
Mas era la noche triste, muy triste,
se desprendían las sombras de los cuerpos,
se escapaba la luz a la penumbra,
las nubes se caían y eran niebla,
las caras se fruncían con angustia,
las voces decrecían en murmullo,
el ruido se convertía en silencio.
Era la noche triste, muy triste;
me quedé mirando los mendigos
y sus rostros reflejando soledad;
el ciego, tembloroso, busca pan,
el de la guitarra, toca penas,
el paralítico llora su condena,
el tullido aquel, su desventura,
y el flaco hambriento...
¡Ah!, Tuberculoso.
Y no pude ver más, me fui, corrí;
un poco más allá me detuve;
vi pasar una chica... era hermosa.
Le pregunté con afán: ¿es la belleza?
Me contestó sin rubor, sí, ella soy.
¿Y las flores que adornaban tu cabello?
¿Y el pudor que adornaba tu virtud?
¿Y aquel brillo inocente de tus ojos?
¿Y aquel recato adorable en tu vestir?
Me contestó incitante, arrogante:
se marchitaron señor, así no soy;
la pasión es el fruto que yo doy,
la frivolidad es mi ley, soy orgullosa,
la impudicia el encanto de mi cuerpo.
Comprendí que aquel mundo estaba loco,
el amor que no nace se compra;
la virtud ya no importa, se reemplaza;
la esperanza no se da, se impone.
Reprochó aquella horrible desvergüenza,
reprochó aquella falta de humildad,
y regresó otra vez con los mendigos
y me puse a pensar en sus quimeras,
las que por sí solas me absorbieron.
Allí estaba un hombre y preguntó:
¿Y esa dama elegante que recauda?
¿No la conoce señor?, es popular,
es la dueña señor: Beneficencia.
¿Y esa señora de negro que los besa?
Es su amiga señor, los acaricia,
los consuela y los conforta...
Es la muerte.
¿Y usted señor que así me instruye?
Yo soy aquel que con paciencia espera,
yo soy aquel que gobierna el pecado,
yo soy aquel que con delicia mira
como equivocan el cuento del progreso.
Me aparté de él, al comprender,
y me encontré cara a cara con la muerte
y me quise escapar y no pude...
Y quise correr, estaba atado...
Los mendigos tristes, me miraban
y me puse a llorar entre sus llantos
y me puse a gritar entre sus ayes...
Viendo aquella impotencia era impotente,
me tenía copado, me abrazaba,
ella estaba en mí, me devoraba
y no pude más, me estremecí
y sin nada que hacer, allí quedé...
¡Y fui libre al fin!...
Al despertar...
Oh Lima de los diez y de los veinte que no vi; de los tiempos
aquellos en que aún la caligrafía era importante y el artesano
sostenía su vigencia, cuando el arte estaba en las manos duras del
labriego y las delicadas manos de las monjas adornaban los
altares.
La osadía de un mundo desbordante invade la privacidad,
descorre el velo de la dignidad pegada a la antigua, mostrando
nuevos caminos plagados de placeres disimulados en la belleza
nueva de un modernismo, que como la miel, atraerá las moscas
que desordenadamente contaminarán tu cielo, espantarán tus
gallinazos y las calles serán sucias. Los cerros ocultarán sus
piedras y naturaleza agreste para cubrirse de esteras y pobreza de
la misma manera que los hongos pudren la naranja. La plaga se
propagará inexorablemente y las instituciones saciaran su sed,
gozosas al saborear el caldo de cultivo de la promiscuidad y el
hambre, el abandono y la necesidad de vivir.
Los campesinos abandonarán los campos y dejarán de sembrar
para dedicarse sembrar cemento, y cada árbol será una columna
de concreto y cada flor un ladrillo.
En ese caos incipiente llegaremos a los cuarenta y cuarenta y tres,
cuando por primera vez la vi. ¡Esto es Lima carajo! Dije... y de
donde voy a sacar una gramita para mascar si todos los perros se
mean en los jardines...
Brutal y desafiante me dijo: vuelve a tu pueblo y sálvate antes que
te agarre; no seas inocente. Yo te ofrezco un infierno que te
quemará la vida, aunque disimulado en un novedoso y coquetón
envoltorio donde las apariencias ocultan la vergüenza y el egoís-
mo opaca la virtud.
Pasó el tiempo durante el que los relojes adornaban las torres de
alguna Iglesia o el bolsillo del chaleco de un elegante caballero a
quien le servía para presumir una gran cadena de oro que boleaba
la curva de una prominente barriga, sinónimo de salud y garantía
de que no moriría tísico.
Los relojes se abaratan a niveles no soñados, se popularizan, se
usan y se botan; de la misma manera como el tiempo echa a correr
desenfrenado e insuficiente. Los años, antes interminables, ahora
son un soplo y los días vuelan como los aviones que acortan las
distancias y la integración se hace una necesidad.
Pero así como las noticias sirven y son buenas si ayudan a vender
el medio que las pregona, la integración es un hecho político
trascendente sólo en Época de elecciones, o cuando colabora con
la mecedora de la hipocresía de las verdades a medias, de los
sueños de grandeza o riqueza para todos. (Pobreza compartida.
Lima no puede evitar verse sumergida en la ola de fracasos y
malos gobiernos populacheros que en el reparto de pobreza fueron
pródigos pero en la generación de bienestar y riqueza fueron
mendigos llorando a un papá que no quiso pagar sus cuentas.
Los sueños de sus noches de insomnio, violentamente despertaron
a una clase de música que imponía un nuevo
ritmo, a un enfoque diferente de los acontecimientos, y todo
cambia, menos la delincuencia que crece como un árbol de
frondosas ramas cuyo tronco increíble es toda la ciudad. La sabia
envenenada que lo alimenta recorre su dimensión entera, de
subida y de bajada, en micros, buses y camiones de basura; en
automóviles particulares y oficiales; a pie con zapatillas y zapatos
importados. Nada ni nadie escapa a este oprobio, porque el árbol
que se abona con droga y se riega con impunidad cuenta con la
protección de los jardineros y dueños de parques y jardines.
El sistema económico internacional que tiene tanto apetito como
la delincuencia común, tanto deseo de acumular riquezas como
los narcos o secuestradores pero que se maneja cuerda y
firmemente asida al marco de la legalidad, llega con bombos y
paltillos y al toque de corneta -como la caballería en las luchas del
oeste norteamericano- "a salvarnos". ¡Qué carajo! Si cuando
estamos al punto de la desesperación, hasta la caballería es
buena… sólo que como la mariposa, su belleza es efímera, luego,
los gusanos nos comerán.
Lima, siempre pretenciosa, quiere engalanarse y se lanza a una
vida que es la que quiere mas no la que puede. Compra todo
aquello que no le sirve para nada pero que da cachet; y todo,
como dicen los arequipeños: "al te tengo", e hipoteca hasta el
instinto de conservación, dejándose conquistar nueva y fácilmente
por los españoles y por todo aquel que tenga "cuatro reales".
Lima se vende barata. Aprendió en Huatica y la Av. Grau, se
doctoró en otras avenidas importantes y se sofisticó en el cinco y
medio y otros medios más que se superaron en hostales con sauna
y porno-video..
Lima siente que los aires de reconquista le zumban los oídos, le
mueven las carnes y le dan en la yema del gusto. Sucumbe
emocionada al colorido de los grifos, a los licores y cristales
importados que adornan las vitrinas para que los deseen muchos y
los compren unos pocos; al calor del crédito y a los lindos carros
de segunda mano que nos llegan como viejas reencauchadas y
huachafas con cirugía plástica y bastante silicona.
¡Qué fácil y que barata te reconquistan Lima! Estás loca porque te
violen el último concho de decencia que te queda y te llenas de
casinos y de esas maquinitas que estupidifican a la gente haciendo
que se queden pegadas a la palanca. Si Arquímedes viera lo que
han hecho con su palanca, se volvería morir, pero esta vez
avergonzado.
Pero que vengan, que vengan más, que nos violen todo lo que
quieran, pero que paguen impuestos. Nuestros ogros impositivos
tienen hambre. A los nacionales hay que amenazarlos,
presionarlos y aplicarles el zapato para extraerles el poco jugo que
tienen; en cambio, los otros pagan sin chistar. Sólo hay que
facilitarles los instrumentos o medios legales para que puedan
engatusar y comercializar e interesar –viene de cobrar intereses- a
los cholitos. A este paso, terminarán llevándose hasta ek calzón de
la criada.
Vecinos del sur, vecinos del norte, vengan, no tienen que disparar
ni un solo tiro; sólo tienen que venir con cuatro reales; la fortuna
la harán acá. Aquí nos ocuparemos de que los nacionales no se
atrevan a competir con ustedes.
Total, siempre fuimos paganos. Paganos en la conquista bajo la
óptica católica. Paganos durante el coloniaje pagando diezmos y
vida corta. Paganos en la república pagando cuentas ajenas; y
ahora, cuando creemos ser libres y en vías de desarrollo, resulta
que no somos dueños de nada.
Para consolarnos nos dan una tarjeta de crédito. Puedes escoger:
color, olor y sabor. Color verde esperanza, olor a concha y sabor a
yuca, que es la favorita del gobierno. Total, estamos viviendo el
momento divino en el que puedes escoger el tipo de cadalso o de
verdugo que más te guste.
¿Y esa compañía?...española.
¿Y esa empresa de servicios?...chilena.
¿Y esa gran minera?...de los american boys.
¿Y esa cadena de?... Chilena pero dicen que atrás están los
ingleses.
¿ Otra vez?...
¿Y esas pequeñas empresas?...bueno, esas empresas son de unos
peruanos que se han hipotecado al banco que es español... ¡La
flauta!...AFP, FONAVI, IPSS, I a la R, ISC, etc. con estas
abreviaturas ya no tengo que decir lisuras.
Si esta Lima es una ciudad llena de desesperados trabajando
solamente para pagar agua, luz y teléfono. Si el sueldo va a servir
solamente para pagar impuestos, servicios, ir al trabajo y tomar un
modesto refrigerio y que para comer y pagar salud y educación
debemos trabajar en otra actividad o que las mujeres terminen en
las avenidas, debo concluir que no quiero a esta Lima, que no
quiero a sus gobernantes y que odio sus calles, micros y
delincuentes.
Se venden los cerros y lugares estratégicos comercialmente,
aunque sean parques o sitios de tradición e historia. La Lima que
sobrevivió a la invasión de piratas y filibusteros, de ejércitos
libertadores y extranjeros, sucumbe avasallada ante la necesidad,
el hambre y abandono del nativo que viene en busca de pan o de
trabajo; sucumbe ante la voracidad inmisericorde del extranjero
que llega con un billete en la mano y una línea de crédito bajo el
brazo con el ánimo bendito de hacernos cholitos.
En otros tiempos los depredadores se llamaban tigres, serpientes o
aves de rapiña; ahora se llaman bancos, inversionistas o empresas
de servicios; o también se puede citar el narco-agro, la naco-
industria o la narco-empresa.
Líbranos señor de todo mal, decimos cada día; pero el mal camina
disfrazado por las calles contaminadas, ahora convertidas en
jungla tugurizada y pestilente, donde la crueldad y ambición
humanas han desbordado la ley de la selva. Se fabrican
embotellamientos de tránsito en calles y avenidas para que los
ladrones, impunemente, y como si tuvieran licencia para robar,
atacar y avasallar al automovilista, -aunque últimamente está
resultando más fácil y lucrativo robar a los humildes pasajeros de
los micros- hacen de las suyas, sin que nadie se atreva a frenar ese
desenfreno delictivo.
Al parecer, las autoridades, están considerando la actividad como
un medio típico de vida, al que es necesario respetar. Supongo que
la SUNAT, como es de rigor, estará estudiando algún impuestito
para estos bandidos, lo que sería aplaudido por el Congreso de la
República. ¡Viva la huevada carajo!
La ociosidad es la madre de todos los vicios, y por lo tanto, todos
ellos, los que viven del hurto y la estafa, los fabricantes y
comercializadores de la maldita droga, los
que "dicen" que cuidan carros, y otras formas de vivir
delincuencialmente, deben ir a realizar trabajos en las carreteras, a
construir acequias o encausar ríos, a reconstruir alguna zona
devastada por catástrofes naturales, etc. para curar su mal. Por
supuesto supervisados por el ejército.
Pero, pasa todo lo contrario, y en cambio nos invaden
nuevamente, esta vez, billete en mano. Lo malo es que estamos
comenzando a odiarlos en todos los terrenos. No podemos, muy
campantes, que nos avasallen con cuatro dólares, ni q2ue nos
humillen con la imposición de un sistema que solamente sabe
contar para adentro, y que en un cambio de columna,
contablemente, destruyan la mal traída economía familiar.
¡Cojudeces!
En otros tiempos, no lejanos, llegaba un gringo, y debemos
reconocer aunque nos pese, que alrededor de él se generaba
trabajo y que consumía cosas del entorno local. Además muchos
peruano0s aprendían a trabajar con él y progresaban. Ahora llegan
extranjeros que traen sus propios trabajadores –dicen que
técnicos- y con una simple máquina dejan sin trabajo a mucha
gente. Vienen dispuestos a terminar, a bajo precio, a las empresas
nacionales que les pudieran representar competencia. Se le llama:
¡Estrategia de Marketing! Suena bonito, pero nos jode sin
remedio.
Traen productos de la peor calidad o usados, cuando no con fecha
próxima de vencimiento, bien decorados para disimular su
falsedad y sólo nos dejan el sabor amargo que produce la triste
realidad de ver como unos cuantos felipellis, encaramados en
puestos claves, nos venden baratos al apoyar decididamente a lo
que se les ha dado en llamar “Inversión Extranjera”.
No puedo evitar decirles: “Cojudos” porque eso, no es otra cosa
que apropiarse de lo hecho. Lo que es peor, para privatizar, es
necesario la previa lavada de cara y el acondicionamiento de lo
que se quiere vender. dicen que para darle valor- lavado que
muchas veces cuesta más de lo que, por ello, nos pagan después.
Besos negros que saben a miel para enfermarnos de falso
patrioterismo. Pasada de mano con anestésico para que no
sintamos el dolor que producen las garras ocultas. Sólo compran
la “papayita” que retorna los capitales triplicados el primer año.
Por el contrario, cuando hay que invertir realmente: ¡Que vengan
los gringos!
Pero, ¡Por favor! con los orientales no… ni a la esquina a comprar
mejoral… si ya sabemos que Dios les hizo una muralla para que
no salgan. Dejémoslos allá en su lugar. Entre ellos saben cómo
hacerse picadillo sin que les duela. Saben cómo ofenderse
mutuamente sin que el otro se de por enterado, porque saben
masticar y alimentarse con el placer de la venganza, rumiando,
que es algo que los peruanos hemos olvidado, o que quizá nunca
supimos.
Una de las razones más importantes por las que escribo estas
páginas, es que me permiten desahogar la rabia que me produce
esa sensación de impotencia cruel que nos deja un atraco o una
vejación de cualquier tipo, que no nos deja, ni siquiera, el
consuelo de la respuesta o la venganza; de esa sensación horrible
que nos sume en un sopor depresivo y asfixiante que nos exige a
gritos acabar con el primer pillo que se nos atraviese en el camino.
Ese deseo de revelarnos al sistema… hecho para propiciar la
delincuencia.
Diariamente somos sorprendidos por delincuentes. Unas veces por
desarrapados y otras por caballeros de cuello y corbata. No tiene
importancia el distrito donde éste se produzca. Un asalto es un
asalto. Para eso vivimos en Lima.
Los cosa ha llegado a tal punto que, los que intentamos vivir con
cierto grado de decencia, hemos adquirido, de hecho y por
derecho, la profesión de VÍCTIMAS. Tanto es así, que donde se
requiera mencionar la profesión que ostento, ya,
inconscientemente respondo: víctima.
Eso somos los que vivimos en esta ciudad. Víctimas de un estado
injerto de pulpo con vampiro, de municipios que son una mezcla
de zorra con víbora, -se las saben todas- donde tenemos que pagar
multas y sanciones para tener acceso al pago del recibo ; víctima
de los delincuentes que como insectos reptan y pululan en todos
los ambientes listos a inocularnos su ponzoña. ¿Y los guardianes
de la ciudad? Fieles al dicho popular: tiburón no come tiburón. Es
más cómodo ser gato despensero.
A los violadores ya no les que una de la once mil vírgenes, porque
la última que quedaba, fue una tal señorita llamada “Constitución”
a la que violaron antes del baile de su presentación en sociedad.
¡Carajo! Si sigo así me voy a molestar. Mejor voy a tomar mi
avión para Arequipa. Quizá respire mejores aires al pie del Misti o
caminando por lo que queda de su hermosa campiña en
Paucarpata o la Paisajista.
Y así, mientras una gran parte de las raíces del Idioma Quechua se
han castellanizado, otras, por suerte, se salvaron al quedar
impresas en el diccionario natural escrito en el nombre de los
cerros y volcanes, campos, lagunas y lugares especiales.
Se burlaron del cholo que no hablaba bien el español y lo
llamaron “cholo motoso” pero los nativos jamás se burlaron de los
que hablaban mal el Quechua, o no podían aprenderlo. La burla
refleja inferioridad.
Siempre hemos aceptado las cosas, o los cuentos que nos han
hecho de la historia o el civismo, mirándolos desde el balcón de
los que llegaron, hasta la estupidez, inclusive, de llamar imperio al
Incanato. Ya no más. No quiero hacer eso más. Retomo mi lugar
en la vereda del frente donde me corresponde, para medir las
cosas con mi propia vara y decirlas con mis propias palabras,
sentado sobre mis raíces haciendo honor a mi tronco y luciendo
mi hermoso y florido ramaje. Ésta es mi Lima y éste es mi Perú.
¡¡Carajo!!
Despierta Lima, despierta Perú. No te dejes mal baratear y prepara
tus cañones para defenderte de los que hacen mal uso del poder
económico. Que el poder político no sea no sea el calvario que
empañe tu cielo y no te deje ver el Sol. Que la ambición de los
garimperos –buscadores de oro- que llegan, no te dejen sin un Sol
en el bolsillo.
Diste tu oro para que el mundo luzca envanecido. Diste tu papa
para que el mundo coma, y no te lo agradecen. Entregaste las
hierbas milagrosas para que el mundo viva, y no lo reconocen.
Levanta la cabeza, te sobran razones. Éste es el momento de
exigir que te devuelvan el honor y la vergüenza. ¡Grita mierda!
Que no mueran las empresas nacionales, defendamos lo que el
peruano produce. Cambiemos la frase Hecho en el Perú, por:
“Hecho en el Perú por peruanos”, así distinguiremos las empresas
peruanas de las extranjeras.
No permitamos que el lucro desmedido, amparado por el cuento
de la libre competencia, sea el instrumento de la reconquista. ¡Han
vuelto con hambre! ¡La pucha que sí!
Todo estará bien… si vendemos bien.
Todo será perfecto… si hacemos respetar a nuestros propios
dioses. Respeto real a los ancianos.
Todo será bueno… si no permitimos que la especulación y la
componenda aumenten nuestra pobreza.
Todo será aceptable… si nos oponemos a las plagas que asolan
nuestra economía. No permitamos que ésta pase a ser de ellos.
bueno… si logramos el equilibrio de los sistemas para llegar a la
armonía de los resultados.
Si Lima es el Perú… ¡Salvemos Lima!! Pero hagámoslo
desarrollando el resto del Perú. Allí existen más peruanos. Estoy
seguro que ellos lo sienten con mayor intensidad.
¡Hay tantas cosas por decir!...
que da pena no decirlas.
¡Hay tantas cosas por hacer!...
que son una esperanza.
¡Hay tantas cosas para recordar!...
que me llenan de orgullo.
¡Hay tantas cosas para defender!...
que me siento obligado.
Somos tan efímeros como la emoción,
la que a su vez…
es tan hermosa como una mariposa.
Somos tan frágiles como la virginidad,
la que a su vez…
se pierde por una ilusión.
Somos tan débiles como la tgristeza,
la que a su vez..
acaba con una sonrisa.
Somos tan duros como el acero,
el que a su vez…
se quiebra y ya no es nada.
Somos tan tenaces como el hambre,
el que a su vez…
se mitiga con un pan.
Esperanza
Quiero ir llevando por la vida,
sea por mar, por bosques o barrancas,
la esperanza de una vida placentera,
lejos del mal, de prejuicios y pasiones.
Soy la fuerza de un espíritu indomable
enclavado en la punta de mi pluma,
soy en canto sutil de una sirena
en un mar que se agita entre las rocas.
En el bosque de una vida de esperanza
por encima de odios y rencores,
quiero escapar de las garras del olvido
cobijado bajo un árbol que da sombra.
Cuando extiendo mi mano a un pordiosero
me da pena constatar que no le alcanza,
sufro sabiendo que otra vez en la mañana
sin remedio, mendigará por la comida.
Es aquel dedo cruel que lo margina,
el que pone las metas del destino,
es la voz fría de los dueños del camino,
la que impone los valores… en dinero.
Para qué soñar si lo hecho, hecho está y no podemos quebrar las
necesidades del destino, siempre inconsciente, siempre absurdo y
avasallante, siempre dispuesto a burlar el juego de la naturaleza.
Para qué sellar con piedras el túnel del amor, si las necesidades
son cada vez más grandes y las ambiciones cada vez mayores; si
las ilusiones son cada vez más pequeñas y los corazones
fervientes cada vez son menos.
El pensamiento moderno sugiere que vayamos a la gloria del
sexo, al paraíso de la droga y al parnaso del chisme barato. La
gran estupidez de la decencia no podrá pasar por encima a la
fuerza arrolladora de la ambición y el lucro.
Cómo pretender entonces que la tranquilidad de espíritu traiga el
sosiego a nuestros estresados cuerpos que ya no lloran ni sufren,
sólo maldicen y claman venganza para revelarse al sistema, al
terrible sistema, al odioso sistema, que por supuesto, no
inventamos nosotros. Ellos –los inventores- saben cuando sumar y
cuando dividir. Cuando restar y cuando multiplicar, pero sobre
todo, saben en qué columna colocar las esclavizantes cifras.
Si dos más dos son algo, salgamos del juego de que dos más dos
son cuatro y dos por dos son también cuatro. Jamás hagamos
operaciones tan tontas como éstas en las cuales la suma y la
multiplicación dan lo mismo porque ofenden y ahuyentan a los
inversionistas. Las computadoras reventarían con semejante y
maldito virus que permitiría sobrevivir a los prestatarios.
Vayámonos de fiesta a una vecindad de los Barrios Altos, al más
puro estilo de los viejos tiempos, en una quinta con sahuán, patio
y balcón.
La Vieja Lima
¡Lima, Lima!... si supieras,
¡Cómo duele!... vivir contigo.
Cómo enfrían el alma tus parques sombríos,
tus jardines mustios y tus cerros tristes.
¡Pero qué rico! el olor del anticucho.
La sonríe de la butifarra con cebolla y con ají.
Que viva la carapulca, el sango y los picarones
y aquel aroma bendito a ruda u malva de olor.
Cómo adoro las morenas de allá de los Barrios Altos,
cuando preparan tamales, sangrecita y chicharrones,
cuando me dicen: primito, agarra un pan con chorizo,
porque la gloria del mundo, es saborear el sabor.
Mazamorra morada y chicha, color de la vieja Lima,
frescura del cantar criollo en una tarde de gallos,
olor que huele a saumerio e invita a la procesión,
donde las chicas fervientes imploran por un marido.
El turrón de doña Pepa, pa´los niños y las viejas,
la mulita de cañazo, pa´los que matan la tarde,
anís pa´los caballeros de bastón y de sombrero,
y el clavel en la solapa, pa´enamorar a una guapa.
Más en el barrio se dice que no todo es en el centro,
hay una cholita linda que a todos trae de vueltas,
no hay uno que no suspire cuando va por los mandados,
y rompe los corazones, porque tiene corazón.
Y en la esquina la zambita que al caminar los marea,
los pone bizcos y locos, que hasta se bañan a veces;
luego componen canciones, marineras y festejos,
pa´ decir cómo lo mueve, sin ofender si virtud.
Que vivan los Barrios Altos, sentir de la vieja Lima,
donde vive la jarana, donde se adora el sabor;
sabor que sabe a calzón, sabor que sabe a monillo,
sabor que nos llena el alma, sabor que grita ¡Perú!
Ladra el perro, canta el gallo de la comadrita Pancha,
el cura llama a la misa para espantar al demonio,
los pregoneros se agitan ofreciendo sus potajes,
la gente luce de fiesta, aunque apenas es domingo.
La genialidad es la locura del cuerdo.
La locura es la cordura del genio.
La cordura es la genialidad del loco.
Cada loco con su tema.
Cada genio con su locura.
Cada cuerdo con su angustia.
SEMBLANZA Y CURRICULUN LITERARIO
ROGER L. CASALINO CASTRO
Nacido en Acarí /Arequipa - Perú, el 07/07/1933 Asiste a
la Escuela Fiscal El Molino, Acarí y Lomas, sin duda la
etapa más feliz de su vida. Completa sus estudios
primarios y secundarios en el Colegio Salesiano de Lima.
Durante muchos años viaja como vendedor por Costa,
Sierra y Selva utilizando cualquier}medio disponible en la
época –desde balsas hasta aviones- visitando toda clase de
establecimientos comerciales pequeños y grandes,
actividad que le permitió acumular experiencias
inolvidables sobre el Perú. Esta actividad le ofreció
también la oportunidad de viajar por todos los países de
Sudamérica y parte de Centro América en diferentes
niveles gerenciales, incluyendo dos años como residente
en Ecuador. Como turista ha recorrido muchos países de
Europa y New York en los Estados Unidos.
Esta gama de contactos y vivencias durante tantos años
alternando con niños, jóvenes y adultos ha influido en él
de manera saludable, de tal manera que cuando ya en la
edad madura, -a los sesenta años de edad- se decide a
escribir, quizá de manera inconsciente, comienzan a
aflorar vivencias como recuerdos, sentimientos y
pensamientos que le dan a sus poemas, narraciones y
cuentos ese toque de peruanismo presente en todas sus
obras, y por su origen pueblerino, lo hace en un idioma
fácil, sencillo y de sabor nacional, tratando de que
cualquier peruano, de cualquier región o condición,
orgulloso de su pasado, los pueda comprender.
Por todo ello, sentimientos de ternura y emoción, apego a
la tierra y un respeto profundo por la naturaleza, surgen
.de manera espontánea y natural recreándola con
admiración para dar marco a sus ilusiones y esperanzas.
La realidad se confunde con la imaginación y su prosa,
insertada de poemas, es una característica especial en él,
por ello, una colección de los libros de Roger L. Casalino
Castro, le permite al lector, tener en sus manos lectura
agradable, tierna y emotiva.
SUS OBRAS
1.- * El Retorno.- 1993 - 60 poemas y un cuento
Presentado en El Takiwasi – La Casa del Canto
2.- * Y Dios... Trajo al Hombre.- 1995. – Poesías,
Cuentos, Pensamientos. Presentado en el Colegio de
Abogados de Lima.
3.- * Terremoto en aquel viejo Acarí. 1996.
Presentado en el Instituto Nacional de Cultura del
Callao y en La Biblioteca Nacional del Perú..
4.- * Rosa Negra.- Un canto a la Vida- 1997. Una
creación muy especial con 34 poemas a La
Naturaleza, El Amor y El Pensamiento.
5.- * Lima: de la Conquista a la Reconquista.- 1998
Presentado en la Municipalidad de San Isidro.
6.- * Los Hijos del Ande – La Honda, La Tajlla y El
Varayoc - 2000 – 17 poemas evocando el pasado en
el inicio del Incanato.
Presentado por La Universidad Tecnológica del
Perú. 2001, ha recibido múltiples reconocimientos
y felicitaciones.
7.- * Las Calles del Virrey. El Mojón Filosofal.
Presentado en La Feria del Libro Ricardo Palma.
Evoca el romance del Virrey Amat y La Perricholi.
y la Lima de aquel tiempo.
8.- * La Tristeza, la Alegría y la Ilusión. 2001 –
Poemario (20 poemas) y Reflexiones.
Presentado en La Feria del Libro Ricardo Palma.
9.- * Soy Peruano - Poemas al Perú – 2003
Amplio comentario en la página Editorial del iario
El Peruano.
Presentado por La Universidad Tecnológica del
Perú.
23- * Viaje a la Belleza de lo Increíble - 2012 -
Presentado en la Municipalidad de Jesús María
por el Crítico Literario José Beltrán Peña.
CD * Canta Perú- Música Criolla (10 Temas) Valses,
Canciones, Polca, Festejo y Marinera Norteña.
RECONOCIMIENTOS Y DISTINCIONES
Colegio de periodistas del Perú por El Retorno -1993
Moción de Saludo del Congreso de la República por “Rosa
Negra” 1998
Reconocimiento de la Casa del Poeta del Callao. - Invitación del
Instituto Nacional de Cultura de Ancash – Huaraz y Yungay -
2000
Moción de Felicitación del Congreso de la República .por Los
Hijos del Ande – La Honda, La Tajlla y El Varayoc. 2001
Felicitación de la Embajada de USA por el libro Los Hijos del
Ande cuya narrativa captura la atención del lector. 2001
Reconocimiento de la Universidad Tecnológica del Perú por su
labor de creación y difusión cultural en el campo de la literatura.
2002
Distinción de la Asociación Nacional de Escritores y Artistas–
ANEA – como El Mejor Escritor del Año 1998 -
Biblioteca Nacional del Perú con motivo de la presentación del
Libro Soy Peruano – Poemas al Perú. 2003
Organizador, con la Municipalidad de Lima y la Universidad
Tecnológica del Perú del Homenaje a César Vallejo en el Teatro
Segura el 15 de Abril del 2003.
Agencia de Publicidad “AÑOMJ” Diploma de Honor en Arte
Poético 2004.
Reconocimiento y presentación del CD – CANTA PERÚ -
por La Universidad Tecnológica del Perú - 2008.
Diploma del Recital Internacional – Voces de la Poesía – 2009
Diploma de Caras de La Cultura como Creador Literario y
Compositor Musical. – 2009
VI Festival Internacional de la Poesía Palabra en el Mundo 2012
VII Festival Internacional de la Poesía por La Paz 2013
Agradecimiento de la Embajada de Guatemala por su
Colaboración Participación y Presentación del Libro Viaje a la
Belleza de lo Increíble en la Feria “San Isidro Abre sus Puertas al
Mundo”. 2013
Agradecimiento de la Embajada de Guatemala por su
Colaboración Participación y Presentación del Libro Viaje a la
Belleza de lo Increíble, destacando la Belleza de
Guatemala y su Maravilloso legado Cultural, en la Feria
Internacional del Libro 2013 en Jesús María.
2014 Diploma de La Casa de La Literatura Peruana por su
Narrativa Poética
2014 Distinción por su trayectoria Literaria e invalorable
participación en las actividades culturales del Club Social
Miraflores y Premio “La Palabra en Libertad” otorgado por “La
Sociedad Literaria Amantes del País”
Obras Inéditas aún:
10 * Haciendo Perú – Mis comienzos. 1999
11 * La Calle me Dijo Sí, 2002 – Hermosa
historia de un grupo de niños en las calles
de Lima.
12 * Las Gafas de don Ricardo - 2003- El mundo
visto a través de las gafas de don Ricardo
Palma.
13 * Reflexiones Impropias 2004 – Lima y sus
trámites institucionales.
14* La Promesa de la Esperanza 2005 – Escenas
de Lima
15 * La Razón de la Culpa 2006 Lima cotidiana.
16 * Vayamos a las Estrellas 2006 – Ciencia
Ficción
17 * La Esquina de la Inocencia 2007- Bondades
y aspiraciones de un guachimán.
18 * La Balanza, La Rueda y El Reloj 2007 –
Filosofía de estos tres elementos.
19 * El Umbral del Infierno 2008 – Vicisitudes
de un desplazado
20 * Oda a España – La Dama del Tiempo. 2009 – Una
mirada crítica a España.
21 * Sueños y Realidades en 270 Poemas - 2010 –
Antología Personal.
22 * La Diosificación de los Miserables – 2012
La realidad de los engreídos
24* Bajo las Pirámides de Tikal – 2013 –
Ficción
25 * Soy Falladito – 2014 – Los primeros años de
mi vida en el campo.
26* Cuentos y Poemas para la Cuarta edad - 2015
El Editor
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