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LOS HALLAZGOS DE ICHCATEOPAN

Wigberto JIMÉNEZ MORENO Academia Mexicana de la Historia

E L H A L L A Z G O DE LOS restos a tr ibuidos a Cuauhtémoc, en I c h -cateopan, e l 26 de septiembre de 1949, fue u n suceso que conmovió a l país entero. E l lugar donde se encontraron está d e n t r o de l a cuenca del Balsas, en la "Depresión A u s t r a l " , q u e ha sido siempre epifoco de movimientos sísmicos y de convulsiones sociales: a l sur están ligados Morelos , Álvarez y Zapata y l a Constitución de Apatz ingán, la revolución de A y u t l a y el P l a n de Ayala. E l descubrimiento en el pequeño p o b l a d o guerrerense, estaba dotado — a n t e la sensibi l idad l l ena de suspicacia de los m e x i c a n o s — de u n a tremenda carga afectiva, apasionante y trastornadora. E r a como u n a revolu­c ión en potencia que turbaba la calma que había dado a la nación el espíritu ecuánime de Á v i l a Camacho, y que ponía a p r u e b a la f irmeza de la política de " u n i d a d n a c i o n a l " .

Se había alcanzado u n a cumbre en ese proceso u n i f i c a d o r cuando el 18 de marzo de 1938 — b a j o el régimen del general C á r d e n a s — la nación entera respaldó la expropiación del petróleo, y o t r a se había escalado cuando el 5 de septiembre de 1942 apareció d o n M a n u e l acompañado de seis expresiden­tes, que acal laron los resquemores que los distanciaba en holocausto a la p a t r i a . Para afianzar esta a c t i t u d en el ánimo de los mexicanos, se había t ratado de i n t r o d u c i r l a también en la enseñanza de nuestra h is tor ia — a u s p i c i a n d o esa ten­dencia, en u n a reunión de pedagogos e historiadores, en mayo de 1944, d o n Jaime T o r r e s Bodet y d o n Al fonso Caso—, y con análogo f i n se había i n a u g u r a d o , en septiembre de ese año, el Museo N a c i o n a l de Chapultepec, fuente de edu­cación cívica y patriótica para todo el pueblo . Superadas las pugnas q u e dividían hondamente t a n t o a profesores como a estudiantes, A l f o n s o Caso, f u n g i e n d o como rector desde

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agosto del m i s m o año, había luchado en contra del p r e d o m i ­n i o de grupos sectarios (y en favor, p o r lo tanto, de la con­v ivencia de ideas) dentro de la U n i v e r s i d a d , y para supr i ­m i r , hasta donde era posible, u n foco de discordia espir i tua l , el Presidente y su m i n i s t r o de Educación habían logrado, entre e l 24 de dic iembre de 1945 y el 8 de octubre de 1946, la re­f o r m a del artículo tercero de la Constitución Mexicana. A l f ina l i zar , por entonces, u n período de gobierno de los más fecundos — y a que había p r o m o v i d o , contra v iento y ma­rea, la conciliación y la c o n c o r d i a — n o se veían signos de q u e se alterara el curso de esa corriente, y, escapando de lo exót ico y nutriéndose de su p r o p i a savia, iba México en busca de sí mismo; y p o r eso, la preocupación de muchos intelec­tuales, d u r a n t e el siguiente per iodo, sería la de d e f i n i r y robustecer " l a m e x i c a n i d a d " . 1

Justamente seis días antes de que t e r m i n a r a el m a n d a t o de Ávi la Camacho y comenzara el de A l e m á n — e l 24 de no­v i e m b r e de 1946— empezaron a aparecer restos humanos que se d i j o pertenecían a algunos de los grandes protagonistas de nuestra h is tor ia : p r i m e r o , los a t r ibuidos a Cortés, hallados en esa fecha; después, el 26 de marzo de 1947, los conside­rados como correspondientes a los Niños Héroes, y, f i n a l ­mente , el 26 de septiembre de 1949, los que se creyó que fuesen de C u a u h t é m o c . N o eran ésos los únicos hallazgos — a u n q u e sí los más sonados—, pues el 8 de j u l i o de este ú l t i m o año, se encontraban en las lomas ele Padierna "esque­letos de soldados mexicanos y norteamericanos que t o m a r o n parte en la bata l la de ese n o m b r e en 1847". T a m b i é n la Iglesia católica festejó u n notable descubrimiento realizado e l p r i m e r o de j u n i o de 1950: el de l cuerpo perfectamente con­servado del obispo de Veracruz, Rafael Guízar y Valencia. F i n a l m e n t e , de fuera del país l legaron aquí los despojos de l eminente h is tor iador Carlos Pereyra, el 14 de marzo de 1948. A s í es que, desde fines de 1946 hasta mediados de 1950, con­templamos u n desfile de hallazgos de restos o traslaciones d e ellos; y todo eso n o tendría mayor significación si no h u ­biese acontecido precisamente en los años en que, lo m i s m o los políticos que los intelectuales, se habían percatado de l a necesidad de acelerar el proceso de integración nacional y de

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discernir , p a r a asegurar su éxito, entre l o exótico y lo cas­t izo , entre l o asimilable, p o r su a f i n i d a d con lo p r o p i o , y lo t ó x i c o p o r su i n c o m p a t i b i l i d a d con nuestro legado psicosocio-c u l t u r a l .

De m o d o especial, dentro del c l i m a e s p i r i t u a l de los años de g o b i e r n o del presidente A l e m á n (es decir, desde fines de 1946 hasta las postrimerías de 1952, cuando podría decirse q u e la preocupación por d e f i n i r " l a m e x i c a n i d a d " alcanzaba u n auge hasta entonces desconocido) se saturaba de mayor apasionamiento que nunca la vieja polémica entre quienes f i n c a b a n la fuerza conformadora de nuestra nac ional idad p r e p o n d e r a n temen te en la herencia indígena, y los que, en contraposición a aquéllos, la veían arraigada decisivamente en el legado hispánico. E n tales circunstancias, Cortés y C u a u h t é m o c , como símbolos que personif icaban aquellas dos tradiciones culturales que se veían inconci l iables, aparecían dotados de u n a temible carga afectiva, capaz de n u b l a r , para las gentes menos serenas, el concepto de u n a nación mexicana q u e — c o n t e m p l a d a desde los ángulos biológico, psicológico, c u l t u r a l y s o c i a l — había surgido, básicamente, del mestizaje y la transcultuiación. Los que predicábamos la necesidad de aceptar la i n d i s o l u b l e fusión hispanoindígena, 2 reconociendo los valores positivos de cada u n o de ambos p a t r i m o n i o s , nos veíamos repudiados sobre todo p o r la exaltada corriente i n -dófi la-hispanófoba, que se presentaba incomparablemente m u ­cho más robusta, intransigente, agresiva y peligrosa que su c o n t r a r i a . L a presencia de los "refugiados" o "transterrados" españoles desde 1939, había ayudado — e n algunos lugares y entre ciertos g r u p o s — a incrementar u n a corriente antiespa­ñola preexistente, y ya para 1945 aparecían l ibros como el de M i g u e l M a z í n Cervantes, i n t i t u l a d o Monumentos prema­turos, en e l que p r i v a u n tono de v i o l e n t a h o s t i l i d a d hacia el legado hispánico.

Ya desde la gestión del presidente Cárdenas se había dado a las necesidades del i n d i o y a la investigación de nuestras cul turas aborígenes u n a atención inus i tada: así se creó, para l o p r i m e r o , e l Departamento de Asuntos Indígenas, y para l o segundo, el I n s t i t u t o N a c i o n a l de A n t r o p o l o g í a e H i s t o r i a . Además , surgieron sin promoción af ic ia l : en 1937, la Sociedad

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M e x i c a n a de Antropología ; en 1938 — c o m o u n D e p a r t a m e n t o de la Escuela de Ciencias Biológicas del I n s t i t u t o Pol i técnico N a c i o n a l — l a actual Escuela N a c i o n a l de Antropolog ía e H i s t o r i a , y en 1939, e l Consejo de Lenguas Indígenas. D u ­r a n t e el m i s m o per iodo es celebraron, en 1939 y en la c i u d a d de México, t a n t o la P r i m e r a Asamblea de Filólogos y L i n ­güistas (consagrada p r i n c i p a l m e n t e a l estudio de nuestras lenguas nativas) como el XXVIII Congreso I n t e r n a c i o n a l de Americanistas, y estos sucesos científicos colocaron a l i n d i o e n sitio destacado d e n t r o del c l i m a de la época, a l o cual contr ibuyó todavía más la reunión del Congreso I n d i g e n i s t a I n t e r a m e r i c a n o en 1940. Luego, bajo el gobierno de Á v i l a Camacho, descubrimientos arqueológicos como el de los e d i f i ­cios y estatuas colosales de T u l a , en 1941, y el de los frescos de Bonampak, en 1946, pusieron de relieve ante e l p u e b l o mexicano — q u e ya antes había contemplado con admiración el rescate de las joyas de M o n t e A l b á n , en 1932— la grandeza de nuestras civilizaciones prehispánicas. Así , eran ahora los antropólogos — y entre ellos, los arqueólogos en p r i m e r tér­m i n o — los que, con sus discusiones científicas y sus especta­culares hallazgos, coadyuvaban más que nadie a la revalora­c ión de l o autóctono, auspiciada desde antes por la R e v o l u c i ó n M e x i c a n a (con G a m i o , Vasconcelos, R i v e r a y otros proceres).

Cárdenas había sido el presidente indigenista p o r exce­lencia, y es s igni f icat ivo que diese el n o m b r e de C u a u h t é m o c a u n h i j o suyo. T o d a v í a bajo su régimen, en 1940, se efec­t u a r o n las sesiones del Congreso Indigenis ta I n t e r a m e r i c a n o r e u n i d o en Pátzcuaro, en las que n o sólo p a r t i c i p a r o n an­tropólogos, sino también estudiosos de varias discipl inas, maestros y funcionar ios , y ya n o discut ieron exclusivamente problemas de índole científica, sino que se interesaron, de diversas maneras, en el m e j o r a m i e n t o y la reivindicación de l indígena. Desde campos de acción bastante diferentes, hombres como Al fonso Caso, M i g u e l O . de Mendizábal , V i ­cente L o m b a r d o T o l e d a n o y L u i s Chávez Orozco, f u e r o n los paladines de esta tendencia, y el p r i m e r o habría de procla­mar , en m e m o r a b l e discurso, que la salvación de M é x i c o pendía de la del i n d i o . Ya para 1944 ese m o v i m i e n t o de revaloración lograba que se contemplara comprensiva y ad-

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m i r a t i v a m e n t e e l arte prehispánico, gracias a u n l i b r o de Salvador Toscano, mientras e l g r a n pasado de los mexicas — a l r e d e d o r de la f i g u r a épica de C u a u h t é m o c — se presen­t a b a a l p u e b l o con todo su dramat ismo, narrado conmove­d o r a m e n t e y con l a mayor unc ión p o r Héctor Pérez Martínez. N o podría, de n i n g ú n m o d o , subestimarse la in f luenc ia que d e b i ó ejercer esta p o p u l a r obra, b i b l i a , quizá, de muchos q u e con gran apasionamiento m i l i t a r o n en p r o de la auten­t i c i d a d del hallazgo de Ichcateopan.

M I E N T R A S SE ROBUSTECÍA en esa f o r m a la corriente indófila, p e r d í a n los hispanistas a dos de sus caudil los más belicosos: T o r i b i o Esquivel Obregón, fa l lecido el 24 de mayo de 1946 — q u i e n n o p u d o , p o r ende, saludar el hallazgo de los restos q u e se atr ibuir ían a C o r t é s — y el P. M a r i a n o Cuevas, q u i e n m u r i ó el 31 de marzo de 1949, antes de que se rescatasen los q u e se asignarían a Cuauhtémoc. E n cambio, José Vasconce­los — p a r a d o j a v i v i e n t e — se había convert ido más y más a la c o r r i e n t e hispanófila, después de haber ayudado a la reva­loración de l o indígena, y era u n a d a l i d reconocido ele aquel la a c t i t u d opuesta, j u n t a m e n t e con u n o de nuestros más res­petados historiadores, A l b e r t o M a r í a Carreno, q u i e n combi­n ó su devoción a España con posi t iva atención al i n d i o .

Los huesos encontrados p o r este ú l t imo y p o r otras per­sonas en el H o s p i t a l de Jesús e l 24 de noviembre de 1946, f u e r o n identi f icados como de Cortés por u n a comisión en q u e f i g u r a r o n m i e m b r o s del I n s t i t u t o N a c i o n a l de A n t r o p o ­logía e H i s t o r i a , y se les r e i n h u m ó el 9 de j u l i o de 1947. E n t r e tanto , en este m i s m o año en que se conmemoraría el centenario de la epopeya de los "agui luchos" , habían sido hal lados, el 26 de marzo, los restos que se estimaba perte­necían a los Niños Héroes, y que, posteriormente, f u e r o n trasladados e l 14 de septiembre a l Colegio M i l i t a r , en tanto se construía el nuevo m o n u m e n t o consagrado a honrarlos , habiéndoseles antes r e n d i d o fervoroso homenaje en la plaza de A r m a s de la c i u d a d de México . U n a comisión de histo­riadores integrada p o r e l m i s m o Carreño, Al fonso T o r o , J u a n M a n u e l T o r r e a , José M a r í a Álvarez y Celestino H e r r e r a F r i -m o n t , había reconocido la a u t e n t i c i d a d de l hallazgo, y an-

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tropólogos del I n s t i t u t o N a c i o n a l de Antropolog ía e H i s t o r i a h a b í a n d i c t a m i n a d o que "los seis esqueletos humanos en­c o n t r a d o s . . . pertenecieron a i n d i v i d u o s del sexo mascul ino, de edades que coinciden con las que tenían el teniente J u a n de la Barrera y los alumnos. . . pertenecientes a l Colegio M i l i t a r de Chapultepec cuando cayeron gloriosamente en defensa de la p a t r i a el 13 de septiembre de 1847". C o n base e n tales opiniones, el presidente A l e m á n sometió a la Cámara de d iputados , días antes de cumplirse u n siglo de esa gesta heroica, u n proyecto de decreto en que of ic ia lmente se acep­taba que los restos mencionados correspondían a los Niños Héroes, y los representantes del p u e b l o l o a p r o b a r o n así el 9 de septiembre de 1947, mientras la Iglesia, p o r su parte, les dedicó al día siguiente, en la basílica de Guadalupe, solem­nes honras fúnebres. Ese mismo año, el 4 de marzo, el pre­sidente de los Estados Unidos , H a r r y S. T r u m a n , había hecho u n a guardia frente a l ant iguo m o n u m e n t o en que se les rendía homenaje. Así, ante propios y extraños, quedaban fuera de discusión: l o mismo el va lor épico de la defensa de C h a p u l tepec, que la i d e n t i d a d de los esqueletos de los de­fensores.

E n cambio, si b i e n no se negaba que fuesen de Cortés los restos que se le atribuían, su hallazgo parecía desenca­denar enconadas polémicas en t o r n o a su f igura , poniendo, como consecuencia, en u n mayor p l a n o de actual idad a su c o n t r i n c a n t e egregio: el emperador Cuauhtémoc. Así , h u b o q u i e n propusiera públ icamente que los despojos de aquél se incinerasen frente a la estatua de éste, a r r o j a n d o lejos las cenizas, p o r considerar como u l t r a j e a C u a u h t é m o c el que se hablase de unos honores al capitán extremeño en ocasión de cumpl irse , a l f i n de ese año, el cuarto centenario de su f a l l e c i m i e n t o . 3 C o m o para contrabalancear el entusiasmo que entre los hispanistas provocara el descubrimiento de los hue­sos del d iscut ido conquistador, se enaltecía la f i g u r a de su heroico adversario, y acaso como síntoma de esa tendencia, veíanse aparecer —desde septiembre de 1947— monedas de p l a t a de cinco pesos en que estaba grabada la efigie del defensor de T e n o c h t i t l á n , cuya circulación contribuyó — j u n t o con ser ésas las piezas de p l a t a de m a y o r valor-— a dar a

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conocer m e j o r el nombre de C u a u h t é m o c entre la gente del p u e b l o , que acaso n o lo recordaba suficientemente, y a t ransfer i r a su m e m o r i a u n a mayor estimación, p o r el aprecio m i s m o que esa moneda encontraba. N o podía, por otra p a r t e , hallarse mejor símbolo que representara el va lor de u n p u e b l o f rente a u n destino adverso, que el de l j o v e n monarca q u e resistió a Cortés, sobre todo ahora que, en m e d i o de una f iebre de exaltación patriótica, se recordaba la desfavorable l u c h a sostenida hacía u n siglo contra los Estados Unidos . Y mientras así se agigantaba el recuerdo del héroe tenochca, el c u a r t o centenario del fa l lec imiento de Cortés, conmemorado en España solemnemente el 2 de d ic iembre de ese mismo año, no parecía encontrar en México sino débiles ecos, ante u n a f r i a l d a d análoga a la ele la intensa o n d a fría de ese d i ­c iembre gél ido y de u n enero nivoso. E n febrero siguiente m o r í a H é c t o r Pérez Martínez — q u i e n tanto contribuyó a p o p u l a r i z a r a C u a u h t é m o c — , y en marzo de 1948 l legaban de España los despojos mortales de Carlos Pereyra, panegi­r is ta ferviente del capitán extremeño. Después de esto, pa­recía a m a i n a r la polémica entre hispanizantes e ineligenistas, mientras se entraba en relat iva calma, turbada, empero, de vez en cuando por algunos sucesos, como la exhibición de u n a discut ida p i n t u r a m u r a l ele Diego R i v e r a en el hote l d e l Prado, el i(? ele j u n i o ele ese m i s m o año, o el m i t i n de los sinarquistas en el hemicic lo Juárez, el 21 ele dic iembre, en que c u b r i e r o n el rostro de la estatua del presidente re­f o r m i s t a con u n a máscara negra. Se l legaba al año de 1949 con otras preocupaciones, preponderantemente de índole eco­nómica como la baja del peso, cuya cotización disminuía en su cambio p o r dólar, al fijarse el nuevo t i p o de 8.65 el 18 de j u n i o . E n cuanto a hallazgos de restos ele protagonistas conspicuos ele nuestra histor ia , la exhumación, el 8 de j u l i o , en las lomas de Padierna, de los esqueletos ele soldados me­xicanos y norteamericanos que pelearon en la guerra ele 1847, n o pareció despertar apasionamiento semejante al de anterio­res descubrimientos. Pero la atmósfera cambiaría, volviéndose tormentosa a l encontrarse, sólo ochenta días después, las osa­mentas y objetos en Ichcateopan.

D e los días 10 al 15 de enero de 1949, el Congreso M e x i -

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cano de H i s t o r i a celebró en las ciudades de C h i l p a n c i n g o , C h i l a p a y T i x t l a , u n a reunión de mesa redonda acerca de la h i s t o r i a d e l Estado de Guerrero . I n d u d a b l e m e n t e , d icha asamblea despertó interés p o r conocer e l pasado de esa co­marca. Estaba p r ó x i m o a cumplirse el p r i m e r centenario de l a erección del Estado, y todo contribuía a agudizar la con­ciencia histórica de los guerrerenses. Fue entonces cuando, e l 8 de febrero de ese mismo año, El Universal d i o a conocer l a n o t i c i a que le había enviado su corresponsal en T e l o l o a -p a n , Bernardo Salgado FL, bajo este r u b r o : "Yace C u a u h t é m o c e n la Serranía de Guerrero . R u m o r de que fue h a l l a d o u n m a n u s c r i t o de Motol inía: el lugar sería Ichcateopan."

E l texto ele esta información era el siguiente:

Teloloapan, Gro., 7 de febrero de 1949. E l día 4 del presente mes, u n señor apellidado Rodríguez, vecino de Ixcateopan, en­contró u n importantísimo documento manuscrito del padre Mo­tolinía, según el cual se pretende haber localizado el sitio en que fue sepultado Cuauhtémoc.

Se me informa que el documento dice que después de ahor­cado Cuauhtémoc, los indios, y el padre Motolinía con ellos, tra­jeron el cadáver a Ixcateopan, lugar de donde el último emperador de los mexicanos era nativo.

Motolinía señaló el lugar del enterramiento, levantando inme­diatamente u n templo que dedicó a Santa María de la Asunción.

Relata también el documento qué motivos tuvo el fraile pro­tector de los indios para guardar el secreto respecto a la última morada de Cuauhtémoc.

Se refiere, asimismo, que el gran mexicano radicaba en I x ­cateopan como rey de los chontales, que eran aliados de los aztecas, y con ta l carácter fue a la gran Tenochtitlán al frente de u n ejército en auxi l io de Moctezuma, siendo nombrado des­pués emperador, a la muerte de éste.

Como se ve, se daban en esencia los datos fundamentales en t o r n o a a q u e l l o que apasionaría desquiciadoramente a muchos mexicanos,

A l enterarse de estas noticias, el d irector del I . N . A . H . , I g n a c i o M a r q u i n a , comisionó a la profesora E u l a l i a G u z m á n para realizar u n a investigación sobre los documentos a t r i ­buidos a M o t o l i n í a en que se consignaban estos informes acerca d e l lugar donde se decía estar sepultados los huesos

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d e C u a u h t é m o c . L a señorita G u z m á n se trasladó a Ichca-t e o p a n , examinó los documentos y r indió sobre éstos varios i n f o r m e s a l d irector del I n s t i t u t o . Interesándose el la cada vez más en el asunto, realizó f i n a l m e n t e u n a exploración arqueológica dentro del templo p r i n c i p a l de Ichcateopan, la q u e c o n d u j o a l hallazgo de restos que a t r i b u y e r o n a Cuauh­temoc, el 26 de septiembre de 1949. L a prensa d io a m p l i a p u b l i c i d a d a este descubrimiento que sacudió como u n sismo a t o d a la nación, y los más destacados arqueólogos e historia­dores — e n t r e ellos Al fonso Caso— f e l i c i t a r o n a doña Eula­l i a . A q u é l y varios miembros del I n s t i t u t o N a c i o n a l de A n t r o p o l o g í a e H i s t o r i a , se trasladaron entonces a Ichcateo­p a n ; pero en presencia de las osamentas y los objetos asocia­dos a ellas, empezaron a d u d a r de que la exploración arqueológ ica se hubiese realizado correctamente y de que r e a l m e n t e se encontraran en ellas los restos de Cuauhtémoc.

S iguiendo precedentes que databan d e l hallazgo del en­t i e r r o de Cortés, el I . N . A . H . , p o r encargo del secretario de E d u c a c i ó n Pública, M a n u e l G u a l V i d a l , designó u n a comi­sión integrada p o r los doctores S i lv io Zavala y Ensebio Dá-valos H u r t a d o , los profesores Javier R o m e r o y Carlos M a r ­gaín, el arqui tecto A l f r e d o Bishop, el teniente coronel L u i s T e r c e r o U r r u t i a , el mayor R o b e r t o T a p i a y el fotógrafo L u i s L i m ó n , acompañados del secretario del p r o p i o I n s t i t u t o , A l f o n s o Ortega Martínez, para que, en contacto con la seño­r i t a G u z m á n , l levaran a cabo las investigaciones pertinentes y r i n d i e r a n a la Secretaría u n i n f o r m e de la autent ic idad de los documentos y objetos descubiertos, así como de la de los restos humanos encontrados.

E l 14 de octubre —dos días después de que la Cámara de d i p u t a d o s había dedicado u n homenaje a Cuauhtemoc, con m o t i v o de l día de la Raza, como antes solía consagrarlo a la proeza que España realizó, a través de C o l ó n , con el descu­b r i m i e n t o de A m é r i c a — 4 los comisionados del I n s t i t u t o Na­c i o n a l de A n t r o p o l o g í a e F l i s tor ia entregaron su dictamen, e n el que se hacía hincapié en que los restos encontrados n o pertenecían a u n solo i n d i v i d u o ; que n i el contenido n i l a l e t r a de los documentos correspondían al siglo XVI, n i tam­poco la inscripción de la placa de cobre que cubría el en-

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t i e r r o ; que la antigüedad de los objetos de m e t a l rescatados e n la exploración no podía ser establecida p o r el solo examen q u í m i c o , y que a pesar de los cortes estratigráficos hechos en las excavaciones, n o fue posible determinar con seguridad e n qué f o r m a y en qué época fue hecho el ent ierro , aunque era probable que se h u b i e r a realizado d u r a n t e la construcción de a lguno de los altares; por todo l o cual , la comisión con­c l u y ó que n o existían pruebas científicas que permit iesen a f i r m a r que los restos descubiertos eran los de C u a u h t é m o c , l o cual n o i b a en menoscabo de la admiración y respeto q u e los mexicanos sentimos p o r la f i g u r a de ese héroe i n ­signe. U n o ele los comisionados, el arqueólogo Carlos M a r -gá in , se abstuvo ele f i r m a r el d ic tamen p o r carecer de datos arqueológicos suficientes para f u n d a r su opinión.

L A S CONCLUSIONES a que llegó la comisión del I . N . A . H . le­v a n t a r o n u n a tempestad. Años atrás, a fines de 1946, se ha­b í a n reconocido como de Cortés los restos exhumados en el H o s p i t a l de Jesús, y en 1947, al hallarse los ele los Niños Héroes, n o se habían expresado dudas p o r la comisión dic-t a m i n a d o r a acerca de su i d e n t i d a d . Parecía que lo que no se negaba n i a los "agui luchos" n i a l conquistador, se le es­cat imaba a l héroe indígena que tan valerosamente se le enfrentó. Además, muchos n o podían explicarse que pro­minentes arqueólogos hubiesen fe l ic i tado públ icamente a Eu­l a l i a G u z m á n al conocerse la n o t i c i a ele su descubrimiento, y que poster iormente pusieran en d u d a la a u t e n t i c i d a d del mismo. H u b o q u i e n atribuyese a envid ia esta rectificación. E n t r e tanto , la señorita G u z m á n obtuvo la ayuda de u n g r u p o ele peritos del Banco de México para que realizaran estu­dios ele diversa índole acerca ele los huesos y los objetos rescatados en Ichcateopan, y esas personas h i c i e r o n públ ico, el 8 ele d ic iembre de 1949, su i n f o r m e favorable a la a n t i ­güedad y a u t e n t i c i d a d de ellos. A n t e el desconcierto que causaban dos dictámenes contradictorios , la Secretaría de Eclucación Públ ica decidió f o r m a r u n a nueva comisión, i n v i ­tando a varias instituciones científicas y culturales a enviar como delegados suyos, para integrar la , a lguno ele sus m i e m ­bros, a f i n de reexaminar el p r o b l e m a planteado por el dis-

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c u t i d o hallazgo. E l t i t u l a r de esa dependencia había d icho a los periodistas el 12 de dic iembre de 1949 — s e g ú n se afir­m a — 5 que, "para dar u n a decisión d e f i n i t i v a " , se iba a crear " u n a comisión formada p o r las instituciones de México más capacitadas para hacerlo". Fue así como, a p a r t i r del 6 de enero de 1950, y a pesar de las objeciones expuestas por doña E u l a l i a el 29 de d ic iembre a n t e r i o r , 6 quedó const i tuida la " C o m i s i ó n Invest igadora de los Descubrimientos ele Ichca-t e o p a n " , que realizó los estudios y emitió los dictámenes que se d a n a conocer a m p l i a m e n t e en la obra que lleva el mismo t í tu lo que este artículo —escr i to para servir de prólogo en e l l a — , el cual, por expresar puntos de vista personales, fue sust i tu ido p o r otro , basado en él, de A r t u r o Arnáiz y Freg.' 7

C o m p o n í a n o r i g i n a l m e n t e aquel cuerpo de expertos — q u e la prensa d i o en l l a m a r la " G r a n C o m i s i ó n " — ios doctores A l f o n s o Caso, Pablo Mart ínez del R í o , Jul io Jiménez Rueda, M a n u e l G a m i o y J . J o a q u í n I z q u i e r d o , el ingeniero Pedro C. Sánchez, el químico Rafael Illescas Frisbie y los profesores M a n u e l Toussaint , A r t u r o Arnáiz y Freg y W i g b e r t o Jiménez M o r e n o , representando, respectivamente, al I n s t i t u t o Nacio­n a l Indigenista , al I n s t i t u t o de H i s t o r i a de la U n i v e r s i d a d N a c i o n a l A u t ó n o m a , al A r c h i v o General ele la Nación, al I n s t i t u t o Indigenis ta Interamer icano, a la Comisión I m p u l ­sora y Coordii iaelora de la Investigación Científica, a E l Colegio N a c i o n a l , a E l Colegio de México y al Seminario de C u l t u r a Mexicana. Instalada la Comisión, en la fecha ya indicada, p o r el secretario ele Educación Pública, M a n u e l G u a l V i d a l , se designó como secretario, al autor de estas líneas y se acordó que las sesiones serían presielidas sucesi­vamente por cada u n o de los miembros de este cuerpo elicta-minaelor. Se convino, antes que nada, en r e n d i r homenaje a C u a u h t é m o c en su m o n u m e n t o del paseo de la Reforma, como se hizo el día 10 de enero de 1950, montanelo u n a guardia ante la estatua elel ú l t i m o señor de Tenocht i t lán . L a p r i ­mera sesión se efectuó en el despacho del secretario de E d u ­cación Pública; la segunda, en la b ib l ioteca de E l Colegio N a c i o n a l , y las restantes en el d o m i c i l i o de la Comis ión I m p u l s o r a y C o o r d i n a d o r a de la Investigación Científica.

C o m o se trabajaba d e n t r o de u n a atmósfera cíe gran apa-

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s i o n a m i e n t o , se consideró prudente , desde el p r i n c i p i o , que los m i e m b r o s no externasen los resultados de sus delibera­ciones sino a través de A r t u r o Arnáiz y Freg, q u i e n q u e d ó encargado de proporc ionar boletines a la prensa, que se p u ­bl icar ían cuando se estimara conveniente. A p a r t i r de la sesión celebrada el 13 de enero de 1950, las discusiones se g r a b a r o n en alambre, p o r medio de los aparatos y por el personal q u e para el efecto comisionó la Secretaría de E d u ­cac ión Públ ica . Posteriormente estas grabaciones se pasaron a discos fonográficos. 8

Q u i e n esto escribe h u b o de hacer frente a la tarea de ela­b o r a r las actas mediante apuntes que tomaba de las discusio­nes y oyendo l o grabado en alambre, hasta que p u d o contar, desde j u l i o de aquel año, con la ayuda de G u i l l e r m i n a Pérez de Serrano. U l t e r i o r m e n t e se tuvo, además, a p a r t i r de octu­b r e , la colaboración de A l b e r t o Quiróz, comisionado al efecto p o r la m i s m a Secretaría.

Por carecer de auxil iares d u r a n t e el p r i m e r semestre de 1950, las m i n u t a s ele las sesiones n o estuvieron al corriente, y en la r e u n i ó n del 10 de marzo se discutió si, para reme­d i a r l o , deberían redactarse en f o r m a esquemática, prevale­c i e n d o la o p i n i ó n de que fuesen t a n detalladas como hasta entonces. Alcanzada la colaboración d e l personal a l u d i d o , se p u d o tenerlas a l día ya para la sesión d e l 27 ele octubre, en l a que el a u t o r de estas líneas — q u e había venido insist iendo e n que se considerasen las que estaban p e n d i e n t e s — o b t u v o q u e se a p r o b a r a n las de los días 3, 10 y 24 de marzo, ya que después d e l 31 de este ú l t imo mes n o se habían estudiado otras p o r q u e se estimó más urgente e x a m i n a r varias facetas d e l d iscut ido hallazgo. T r a s esto consiguió que el 1? de d i ­c iembre se aceptasen las actas del 31 de marzo al 28 de a b r i l . T o d a v í a logró que el i ° de enero de 1951 se diesen por buenas las correspondientes al 9 ele j u n i o y 28 de j u l i o y que se discutiese la del 11 de agosto. Después — f u e r a de una corta conversación que se t u v o el 19 de enero, nuevamente en t o r n o a l texto resumido de la d e l 11 de agosto, n o h u b o ya p o s i b i l i d a d de analizar — s i n o p o r cada q u i e n en l o par­t i c u l a r — las que aún quedaban pendientes de aprobarse, si b i e n los m i e m b r o s de la Comisión, que tenían copias de

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ellas, jamás o b j e t a r o n su contenido. L a urgencia de r e n d i r el d i c t a m e n que el secretario de Educación solicitaba, i m ­p i d i ó ocuparse en las reuniones postreras de las m i n u t a s restantes; pero con poster ior idad a la entrega de su i n f o r ­me, juntáronse d u r a n t e dos o tres ocasiones los comisiona­dos, dándolas p o r aprobadas. Sólo debe advertirse que el doctor José G ó m e z Robleda — q u e había p a r t i c i p a d o e n las deliberaciones desde el 17 de febrero de 1950 hasta e l 2 de febrero de 1 9 5 1 — n o estuvo presente ya a p a r t i r de l a sesión d e l 5 de febrero de este ú l t i m o año y no f irmó c o n j u n t a m e n t e con los otros m i e m b r o s la serie de conclusiones que éstos presentaron a l l icenciado M a n u e l G u a l V i d a l , habiendo pre­f e r i d o elaborar u n d ic tamen aparte . 9 T a m b i é n conviene asen­tar que, además de las personas que constituían ese cuerpo d i c t a m i n a d o r , p a r t i c i p a r o n , t ransi tor iamente , algunas otras, como e l doctor D a n i e l F. R u b í n de la B o r b o l l a , que, p o r ausencia de Al fonso Caso, l o sustituyó d u r a n t e algunas se­siones; el l icenciado H u g o Díaz T h o m é , q u i e n reemplazó en agosto a l doctor J u l i o Jiménez Rueda, y, también el doctor Ensebio Dávalos H u r t a d o , los profesores A r t u r o M o n z ó n y L i b o r i o Martínez, estos tres como peritos invitados p o r la Comisión investigadora.

H u b o algunos tropiezos más que i m p i d i e r o n realizar las tareas con mayor presteza: los dictámenes, tanto ele los ex­pertos del I n s t i t u t o N a c i o n a l de Antropología e H i s t o r i a , como de los investigadores del Banco de México, tenían que ser reproducidos fotostáticamente a través de la Secretaría de Educación Públ ica , y sólo semanas después de que ésta había entregado u n a copia única a la Comisión, se contaba con ejemplares para todos ios miembros; así, n o los h u b o de el de los peritos químicos sino hasta la sesión del 3 de febrero. E n t r e tanto, seguíanse e laborando nuevos estudios d e n t r o de l e q u i p o a n i m a d o p o r la señorita G u z m á n : el 17 de febre­r o de 1950 — s e g ú n informó Illescas F r i s b i e — se había con­c l u i d o e l referente a la proporción de óxido cuproso y cúprico en l a placa ichcateopeña, pero n o llegó éste al autor de estas líneas sino hasta el mes de mayo, en que l o recibió j u n t o con el de L u i s Chávez Orozco — D o n Florentino Juá­rez no pudo ser el creador de la tradición de Ichcateopan...—

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y el de E n r i q u e Bustamante — S o b r e la edad de ¡as placas de cobre en la tumba de Cuauhtémoc—, así como con la serie d e informes que la descubridora del famoso ent ierro envió I g n a c i o M a r q u i n a desde el 28 de febrero hasta el 26 de sep­t i e m b r e de 1949; el 10 de marzo acababa de entregársenos e l d i c t a m e n sobre los restos óseos, pero n o tuvimos copias s i n o hasta el 28 de a b r i l . Para el 9 de j u n i o , nuestros cole­gas, i n d i v i d u a l m e n t e , sólo habían rec ib ido: el d ic tamen del L N . A . H . (del que ya en j u l i o había ejemplares impresos), e l de los peritos químicos, el re la t ivo a los huesos y el de C h á v e z Orozco, recién publ icado . Desde el 28 de j u l i o los comisionados contaron con copias mecanoescritas de los infor­mes ya aludidos de la profesora G u z m á n , y extraoficialmente c o n o c i e r o n el artículo, escrito p o r ella misma, sobre " E l ha­l lazgo de la t u m b a de C u a u h t é m o c " , aparecido en los números 86 y 67 de Cultura Soviética, d u r a n t e a b r i l y mayo; para en­tonces habían leído algunos en el periódico Excélsior u n a p a r t e del i n f o r m e del ingeniero José A . Cuevas i n t i t u l a d o " E d a d del ent ierro de Ichcateopan". E l 13 de septiembre i n ­f o r m a b a el que esto escribe de habérsele r e m i t i d o cuatro tra­bajos: el ele la señorita Cortés H e r r e r a , el de Cuevas, el de V ó n W u t h e n a u y e l de Diez de U r d a n i v i a , M u n g u í a y Quiróz C u a r ó n . 1 0 Nuestros compañeros, mientras tanto, no habían estado inactivos: tres de ellos — J i m é n e z Rueda, Toussaint y B o r b o l l a — habían elaborado sendos estudios, y se l levaban celebradas dieciséis reuniones en las que se analizaron i m ­portantes aspectos del descubr imiento guerrerense. Sin embar­go, en u n periódico díjose que nos reuníamos escasas veces, y p a r a r e f u t a r l o se informó p o r m e d i o de la prensa, hacia el 9 ó 16 de octubre, de nuestras actividades. Estas — c o m o se r e c o r d a r á — se v i e r o n plenamente normalizadas sólo hasta fines de ese mes.

E l 20 de septiembre había r e q u e r i d o el secretario ele Edu­cac ión a la Comisión investigadora para que le ilustrase acerca de "todos los elementos y datos que . . . arroj[as]en las investigaciones, exploraciones y estudios" hasta entonces realizados; y este cuerpo díctaminador cumpl ió con lo que se le pedía, en la m e d i d a en que podía hacerlo, cuando apenas empezaba a conocer la mayoría de los dictámenes. A u n q u e

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los componentes del mismo supieron, desde el 29 de sep­t i e m b r e , del contenido de u n oficio de fecha 2 del m i s m o mes d i r i g i d o p o r la señorita G u z m á n y sus colaboradores a l l icenciado G u a l V i d a l , en que le avisaban a éste que la serie de diez dictámenes redactados p o r ellos podía considerarse completa con dos que se habían t e r m i n a d o el 30 ele agosto —Los signos gráficos grabados en la placa de cobre. . . y La inscripción en la tumba de Ichcateopan ...—, todavía se es­peraba u n extenso i n f o r m e de doña Eula l ia , que Gómez R o b l e d a describió en aquel la sesión como a p u n t o de aca­barse y constando ya de cerca de doscientas páginas; pero en u n a entrevista que tuvo el que esto escribe con el t i t u l a r ele aquel la Secretaría — e n vísperas de la sesión del 8 ele d i ­c i e m b r e — se enteró p o r él de que la mencionada profesora " h a b í a l legado al f i n a l de lo que . . . tenía que decir. . .", y, en consecuencia, se fijó con elicho f u n c i o n a r i o la fecha elel 8 de febrero de 1951 "como límite para conc lu i r las tareas de la Comis ión."

E n la j u n t a celebrada el 6 de octubre de 1950, se había designado u n a subcomisión compuesta de los doctores De la B o r b o l l a y G ó m e z Robleda, conviniéndose en i n v i t a r al doctor Eusebio Dávalos H u r t a d o para que colaborara con ellos, como tercer m i e m b r o , en u n examen de los problemas que presentaban los restos óseos. Desde la del 20 del pro­p i o mes, se contaba de nuevo con la participación de A l ­fonso Caso, que n o había asistido a p a r t i r de la del 24 de marzo, tanto p o r su viaje a E u r o p a como p o r q u e lo substi­tu ía el doctor De la B o r b o l l a .

H A B I E N D O SIDO A T A C A D O , poco antes del 27 ele octubre, el

emperador C u a u h t é m o c en el d i a r i o Excélsior, propuso el presidente de la Comis ión que lamentara ésta, públ icamente, t a l desacato. Luego, a l i n f o r m a r que E u l a l i a G u z m á n había sieio i n j u r i a d a , sugirió el doctor Gómez R o b l e d a que se insi­n u a r a al l icenciado G u a l V i d a l que refrenase el escándalo suscitado p o r la polémica, pero M a n u e l Toussaint — q u e ac­tuaba como p r e s i d e n t e — n o aprobó l o que parecía "censura" para el espinoso asunto. Conviene recordar que, antes y después de r e n d i r su fa l lo , los miembros de l a Comis ión fue-

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r o n constantemente agredidos en los periódicos, dist inguién­dose p o r su ensañamiento la revista Todo. Se comprende q u e , en tales circunstancias, no resultase fácil u n a vis i ta a Ichcateopan, que algunos de los miembros est imaron nece­saria, mas n o la mayoría, que creyó disponer sin el la de datos suficientes, alegando, p o r o t r a parte, que tres de los comi­sionados — A l f o n s o Caso, José Gómez Robleda y Rafael l i les-cas F r i s b i e — habían estado ya en el lugar del hallazgo y visto los restos, documentos y objetos, y que, además, los per i tos q u e nos asesoraban — E u s e b i o Dávalos H u r t a d o y L i b o r i o M a r t í n e z — habían examinado con atención los huesos. Sa­bemos que u n o de estos expertos t u v o que hacerlo rodeado de gentes recelosas y armadas, pues las arengas de la descu­b r i d o r a exal taron los ánimos, f o r m a n d o u n a corriente adversa a toda a c t i t u d serena, y se reputaba sacrilego cualquier asomo de escepticismo.

E n t r e tanto, seguían publicándose en periódicos y revistas otros dictámenes elaborados p o r e l g r u p o de doña E u l a l i a , y e l la misma d i o a conocer en la prensa u n a reseña de dife­rentes informes, favorables, p o r supuesto, a su conocida tesis. T a m b i é n aparecieron en Cultura Soviética — d e septiembre a n o v i e m b r e de 1950— su artículo "Cuauhtémoc, héroe nacio­n a l " , y el de Quiroz C u a r ó n : "Los restos óseos de Ichcateopan ante el j u i c i o médico legal" . Por su parte, los miembros de l a Comisión investigadora elaboraban nuevos estudios, c o m o el de Jiménez R u e d a i n t i t u l a d o La intervención de Motolinía en el entierro de Ichcateopan.

A l empezar el año de 1951, las sesiones de la Comisión hiciéronse más frecuentes, trabajándose en ocasiones ma­ñ a n a y tarde, y d u r a r o n algunas veces cerca de cinco horas. Se integró f i n a l m e n t e u n a subcomisión relatora — q u e i n t e ­graban Arnáiz y Freg, Jiménez R u e d a y e l autor de estas lí­neas— y que fue p r e p a r a n d o el d i c t a m e n d e f i n i t i v o , a l m i s m o t i e m p o que se e x a m i n a b a n con todo d e t e n i m i e n t o los proble­mas planteados en t o r n o de los huesos. Fue m u y valiosa la con­tr ibución de Jiménez R u e d a en la subcomisión a ludida , y en c u a n t o a la del iberación acerca de los restos óseos, merece recordarse la actuación de Eusebio Dávalos H u r t a d o , q u e h izo ver la i m p o s i b i l i d a d de aceptar la reconstrucción d e l

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esqueleto a t r i b u i d o a Cuauhtémoc en la f o r m a en que la p o s t u l a b a L i b o r i o Martínez.

N o hay espacio n i t i e m p o para relatar la marcha f i n a l de nuestros trabajos, pero a l leer las actas —sobre todo las ú l t i m a s — podrá constatarse que, lejos de " t r a b a j a r sobre las r o d i l l a s " , como alguien d i j o , se estudiaron con esmero diver­sas cuestiones, y fue sólo tras considerar todos los ángulos d e l p r o b l e m a y todos los argumentos en pro y en contra de la a u t e n t i c i d a d de las osamentas, documentos y objetos, que se l legó a las conclusiones aprobadas en la ú l t ima reunión — l a del 7 de f e b r e r o — , dadas a conocer unos días después. Pueden consultarse los diversos informes en que la Comisión basó su f a l l o d e f i n i t i v o . Poco antes de e m i t i r l o , separóse del g r u p o del doctor Gómez Robleda, enviando a sus compañeros u n a carta que expresaba su discrepancia, la que le fue con­testada bajo la f i r m a del autor de estas líneas, aunque f o r m u l a d a p o r el doctor Al fonso Caso.

A l conocerse nuestras opiniones, la gritería de la prensa se volv ió estruendosa y fuimos entonces tachados de " t r a i ­dores", mientras en pasquines se exigía que se nos fusilase p o r la espalda. Es u n t i m b r e de g l o r i a para todos los f i r ­mantes del d i c t a m e n f i n a l , que — a p a r t e de haber laborado sin remuneración alguna —se nos haya i n j u r i a d o p o r m a n ­tener los fueros de la investigación científica, sin torcer la verdad p o r móviles patrioteros. Estos, inspirados a veces p o r u n a a c t i t u d racista — n e g a d o r a de los aportes positivos del mestizaje y transculturación hispano-indígenas, y destructora, p o r tanto , ele las raíces que crearon y n u t r e n nuestra na­c i o n a l i d a d — , se apartaban, a f i n de cuentas, de u n legít imo y b i e n f u n d a d o sent imiento patriótico.

N o hay que desconocer, sin embargo, que muchos que aceptaron como válidos los argumentos de doña E u l a l i a y de sus seguidores, lo h i c i e r o n impresionados p o r tantas prue­bas y análisis de todo género que se aducían físicos, quí­micos, osteológicos, arqueológicos, paleográficos y muchos m á s — , y que para ellos, de buena fe, debió ser m o t i v o de escándalo que la comisión n o reconociera, después de t a n numerosos alegatos, la a u t e n t i c i d a d de l hallazgo. Podría pa-recerles u n a reprobable obcecación l o que sólo i m p l i c a b a u n

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d e c i d i d o afán de alcanzar u n a verdad que no era, p r i m o r -d i a l m e n t e , de índole física n i química, sino, ante todo, de carácter antropológico e histórico. Justamente por ser de esta especie l o esencial del problema, las conclusiones negativas d e l i n f o r m e que rendimos los comisionados const i tuyen u n f u e r t e i n d i c i o de la madurez que estas dos últimas discipl inas h a n alcanzado en México . L o fácil y, al p r o p i o t i e m p o , l o i n m a d u r o , hubiese sido dejarse a luc inar p o r testimonios de­ficientes, p o r documentos plagados de anacronismos o p o r las incl inaciones mitómanas ele u n a t u r b a vocinglera y amena­zante.

P A R A E N T E N D E R M E J O R p o r qué o c u r r i e r o n las cosas como

acontecieron, n o basta recordar — c o m o lo hicimos a n t e s— e l auge logrado p o r e l m o v i m i e n t o indigenista, que ahora se vo lv ía contra aquellos mismos que con sus descubrimientos y enseñanzas lo habían auspiciado — G a m i o y Caso en el p r i m e r p l a n o — , sino que es preciso adver t i r que en M é x i c o , parejamente a l m o v i m i e n t o de industrialización — q u e se v i ­gorizó desde los años de Á v i l a Camacho, est imulado p o r la segunda guerra m u n d i a l — , habían entrado en escena los téc­nicos, es decir, los hombres instruidos en la ciencia apl icada y que ponían en el la sus esperanzas. Bajo la administración de Alemán fue aún más n o t o r i o el decisivo papel que jugaba l a técnica en las vastas hazañas constructivas del régimen, y hasta podría pensarse que se inauguraba con él u n a etapa neoposit ivista o neocienti f ic ista como la de los últimos lustros d e l P o r f i r i a t o . 1 1 Precisamente ahora, las masas — e n víspe­ras de completarse m e d i o siglo x x — se sentían fascinadas p o r los grandes descubrimientos de las ciencias físico-quími­cas y matemáticas, cuya u t i l i d a d e insospechado alcance v o l ­víanse patentes con inventos que, como el de la televisión, empezaban a aprovecharse en la c i u d a d de México. Esto coincidía con el hecho de que se l levaban a cabo en el m u n d o diversos experimentos físico-químicos y cálculos matemáticos para d e t e r m i n a r la ant igüedad de los objetos, y se estaban empezando a conocer los resultados del empleo para tales fines del carbono 14, cuya significación — r e v o l u c i o n a r i a de viejos m é t o d o s — podemos ahora just ipreciar . Había , pues,

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en e l a m b i e n t e u n a opt imista sobreestimación de la capacidad de l a física y de la química para d i l u c i d a r la edad de cual­q u i e r pieza arqueológica, sin darse cuenta de las l imitaciones de tales sistemas, y sin percatarse de que, en u n caso como el de Ichcateopan, no era a aquellas disciplinas a las que p o d r í a pedirse los más sólidos datos, sino que habría que soli­c i t a r éstos a la antropología y a l a h is tor ia .

A s í , es a u n a falta de d iscernimiento a la que hay que a t r i b u i r que naufragaran muchos, a l escuchar —ant i té t ica a la de d o ñ a M a r i n a — la voz de otra m u j e r apasionada, admi­r a b l e p o r u n tesón y celo apostólico dignos de mejor causa, cuyo saber y cualidades humanas n o pueden desconocerse, y q u e — c o n acierto muchas veces y equivocadamente o t r a s — ha t r a t a d o , a su manera, de servir a M é x i c o . 1 2

L o s alegatos en p r o de la a u t e n t i c i d a d del hallazgo ele Ichcateopan, así como los reportajes favorables a esa opinión, h a n sido m u y numerosos. 1 3 Pocos, en cambio, h a n aparecido con la tesis c o n t r a r i a . 1 4 L a publ icación de la obra para la que este art ículo iba a servir de prólogo pasó por muchas vicisitudes, y la elaboración de las actas había representado p a r a el que esto escribe u n a tarea ingrata , p o r haberle impe­d i d o consagrarse a otros trabajos, seguramente más útiles. Creemos, sin embargo, que n o habrá sido estéril. H a salido, al f i n , esa obra a la luz pública, gracias al empeño ele Al fonso Caso y de A r t u r o Arnáiz y Freg, quienes o b t u v i e r o n la ayuda económica de varias instituciones, y v igi ló su impresión el a u t o r de estas líneas, j u n t a m e n t e con R o b e r t o Sayavedra. Es lástima que n o estén ya entre nosotros — p o r haber falleci­d o — aquellos compañeros cuya m e m o r i a veneramos: Pedro C. Sánchez, M a n u e l Toussaint , J u l i o Jiménez Rueda y M a n u e l G a m i o . 1 5

N O T A S

l Ciertamente, ese ahincado propósito de integración nacional arran­caba de la Revolución Mexicana, cuya act i tud nacionalista agudizada por la ocupación extranjera de Veracruz en 1 9 1 4 — había inspirado la Constitución de 1917, y, a p a r t i r de ésta, iba México alcanzando una madura conciencia de sí mismo. Poetas como López Velarde y composi­tores como Ponce, pintores como Orozco y Rivera, sociólogos como Gamio

WIGBERTO JIMÉNEZ MORENO

y filósofos y educadores como José Vasconcelos y Antonio Caso, fueron los más destacados exponentes y orientadores de esa revaloración de lo propio y de esa búsqueda de lo castizo; y cuando apareció, en 1934, El perfil del hombre y la cultura en México de Samuel Ramos, una gene­ración br i l lante continuó esa tendencia, hasta que otra nueva, con El gesticulador de Usigli (1944) , El laberinto de la soledad de Octavio Paz (1950), La estructura psicológica del mexicano de Santiago Ramírez (1955) y otros estudios —entre los que sobresalen los de Agustín Yáñez y los producidos o animados por Leopoldo Zea— empezó a entregar una más cuajada y abundante cosecha en torno a esa revaloración y búsqueda de lo nuestro auténtico.

2 Los puntos de vista conciliadores de lo indígena y lo hispánico sostenidos por el autor de estas líneas, proclamados por él en el Congreso Mexicano de Historia reunido en Jalapa en 1943, aparecieron también en su artículo "Preservación y fomento de la cultura regional" (América Indígena. T . V I I I , N° 4, 1948, pp. 313-19), así como en el i n t i t u l a d o "Cincuenta años de historia mexicana" (publicado originalmente, en su mayor parte, en el año de 1950 en la revista Siempre y en forma más completa en Historia Mexicana, Vo l . I , N 9 3, enero-marzo, 1952, pp . 449-455). Posteriormente confirmó esa posición en la entrevista de que fue objeto, acerca de " L o mexicano", en las pp. 8-9 de la sección "Revista de la Semana" de El Universal correspondiente al domingo 11 de enero de 1953, y mantuvo la misma tesis en una plática por radio acerca de " L a Conquista: choque y fusión de dos mundos", transmitida en 1956 y luego incorporada en sus Estudios de historia colonial, 1960.

3 Véase el folleto de J . Jesús P A L O M I N O G.: El ultraje al emperador Cuauhtémoc no debe olvidarse. Réplica a, la iniciativa, del homenaje que se proyecta rendirle a Hernán Cortés, Dolores Hidalgo, Gto., primavera de 1937, 17 p p . Es significativo que el autor pregunte: "¿Qué se hizo con los restos de Cuauhtemotzín?", porque esto parece indicar que el hallazgo de los de don Hernando despertaba u n interés —hasta entonces inus i tado— por localizar los de su noble enemigo, y porque anticipaba u n anhelo que compartían muchos y que vieron satisfecho con el des­cubrimiento de Ichcateopan. Puede imaginarse la frustración que i m ­plicaría para ellos el que después se les dijese que no se habían hallado allí los restos de Cuauhtémoc, y se comprenderá el furor de que algunos se vieron poseídos.

4 La fiesta de la Raza se venía celebrando desde 1918 y significaba una vinculación con el mundo ibérico e iberoamericano; pero la del 12 de octubre de 1949 representaba una adhesión al legado indígena exclu­sivamente. Más tarde, serenados los ánimos, la Cámara de diputados ren­diría nuevamente homenaje a Colón y a la herencia hispánica, en actos solemnes como el que tuvo en su recinto el 12 de octubre de 1956.

5 Ángel TORRES Y GONZÁLEZ, La tumba de Cuauhtémoc. Un repor­taje histórico. 1950. Año de Cuauhtémoc. 208 pp. (Ver allí la p. 187) .

6 I b ídem. p. 189.

HALLAZGOS DE ICHCATEOPAN 181

7 E l l i b r o de que se trata Los hallazgos de Ichcateopan: Actas y dic­támenes de la comisión investigadora, México, 1962, tiene, en las pp. I X a X I V , el prólogo de Arnáiz y Freg, y le siguen 552 páginas (incluidos los índices, que empiezan en la 535) , de las cuales las primeras 381 — q u e contienen 38 actas de las sesiones de dicha Comisión— fueron es­critas por el autor de estas líneas en calidad de secretario de la misma, habiéndole tocado además corregir todas las pruebas de imprenta de dicha obra. Aunque su f i rma aparece en la p. 386 al pie de una carta, el autor de ella fue Alfonso Caso.

8 Estos discos fueron depositados en una dependencia gubernamental.

9 Este fue impreso en 1952 por la Secretaría de Educación Pública, bajo el nombre de su autor y con el título de Dictamen acerca de la autenticidad de la tumba de Cuauhtémoc en Ixcateopan (173 pp. e ín­dices).

10 Véanse los títulos de esos trabajos en las pp. 532 y 533 de esta obra, que se cita en la nota 7.

11 Este neopositivismo estaría inspirado por doctrinas económico-so­ciales, entre las cuales destacaría el marxismo. Positivismo y marxismo t ienen en común su negativismo agnóstico, en cuanto filosofías de vida.

1 2 E l autor de estas líneas —aunque discrepa de Eulalia Guzmán— reconoce sus méritos y le agradece haber intervenido en su favor cuando —estando comisionado en la Universidad de Harvard , gracias a las ges­tiones de Alfonso Caso— se le despojó de su empleo por no haber part ic ipado en la manifestación del 20 de noviembre de 1934.

1 3 Por ejemplo: Ángel TORRES Y GONZÁLEZ. La tumba de Cuauhté-moc. Un reportaje histórico. 1950. Año de Cuauhtémoc. 208 pp. Moisés MENDOZA, Rey y Señor Cuauhtémoc: el hallazgo de Ichcateopan. México, D. F., 1951. 291 pp. La supervivencia de Cuauhtémoc. Hallazgo de los restos de héroe. Ediciones " C r i m i n a l i a " , México, D. F., 1951. 228 pp. e índice. José G Ó M E Z ROBLEDA, Dictamen acerca de la autenticidad del descubrimiento de la tumba de Cuauhtémoc en Ichcateopan. Secretaría de Educación Pública. México, 1952. 173 pp. e índice.

1 4 Prácticamente el único l i b r o manteniendo ese juicio es El hallazgo de Ichcateopan. México, 1950 (Es u n sobretiro que corresponde a las p p . 197 a 295 del T . X I de la Revista Mexicana de Estudios Antropo­lógicos).

1 5 Esto se escribía el 30 de diciembre de 1960; posteriormente se h i ­cieron algunos retoques a este trabajo, que permanecía inédito, para su publicación en esta revista.