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Page 1: Sobre Boom

Sobre BOOM

Vi una película tan mala como interesante. Se llama Boom, de 1968, con dirección de Joseph Losey, guión de Tennessee Williams, basado en su obra de teatro, y la actuación de Elizabeth Taylor, Richard Burton y Noël Coward. Boom cuenta la historia de la mujer más rica del mundo, quién vive amurallada en su isla privada, rodeada de sirvientes y guardaespaldas. En pleno trabajo, está relatando sus memorias a una secretaria con la que tiene una muy mala relación, llega un joven poeta en el cual cree ver un símbolo de la muerte, ya que aunque trate de negarlo, ella está muy enferma y sabe que le queda poco tiempo de vida. El vínculo que se establece entre estos dos amantes enemigos es el núcleo de la historia. El guión de Tennessee se nota que es buenísimo, menos por sus elipsis que por sus personajes y diálogos. Debe ser una obra de teatro genial, su nombre original es El tren lechero ya no se detiene aquí, el cual nos gusta más que el ridículo Boom. El problema es que un genio así necesita una mano muy maestra para poder curarlo. El grotesco, que bien funciona en teatro, llevado a la pantalla necesita bajar un cambio, sino pierde su entidad de problema creíble. La obra es una locura (guardaespaldas enanos, una isla desde la cual se le dispara a cualquier invasor, un sistema de audio cerrado por el que la dueña de casa da órdenes o relata su biografía a quién quiera oírla, un loro que repite el nombre de un marido muerto y un mono encadenado) pero no por eso la puesta en escena se puede enfermar, sino se vuelve puro kitsch. Pongamos un contraejemplo del mismo autor. Cuando Mankiewicz adapta De repente el último verano de T. Williams, también con la Taylor, él no se pone a la par de la locura, sino que la muestra, pero sin perder su lugar de narrador. Y estamos hablando de una obra de un terror demencial: una dama que alimenta a sus plantas carnívoras mientras planea lobotomías para silenciar a la testigo de un acto de amor caníbal. Taylor y Burton entienden el código de entrada. Están graciosos y patéticos. Hay una frase magistral que larga la Taylor que en manos menos talentosas hubiera sido el horror, pero ella bien la comprende. La Señora, en medio de una gran inspiración, mira el mar y con gran sarcasmo anuncia: "Sol cálido, brisa fresca, caballos blancos en el mar... ¡Y un buen shock de vitaminas B para mí!" Es jodido actuar a Tennessee, mucho más de lo que se supone. El diseño de arte y el vestuario también es soberbio. ¿Entonces donde falla? En no tomarse en serio y parodiarse, en no comprender que el grotesco es trágico, doloroso, monstruoso pero siempre posible. En deformar cuando lo ya deformado era el alma de los personajes. El cine es más cruel que el escenario. Juzga más. Un lente angulado, un movimiento de cámara, suplantan gritos y telones. El cine exige más ajustes, más mesuras. El lente todo lo ve, todo lo deforma, todo lo sentencia. El cine es sutil, cuando se vuelve obvio deja de ser cine.