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Rafael Félix Mora Ramirez
¿Cuál es la forma lógica de “Vine, vi, venci”?
“Formalizar una proposición significa abstraer su forma lógica, es decir, revelar su estructura sintáctica a través del lenguaje formalizado de la lógica. En términos más sencillos, formalizar una proposición equivale a representarla simbólicamente.”
OSCAR GARCÍA
Resumen:
El presente artículo pretende aclarar que algunas oraciones aparentemente ‘normales’ son problemáticas debido a su capacidad de síntesis expresiva. Vine, vi, vencí será la oración analizada a lo largo de todo el artículo siguiendo las tendencias en las concepciones acerca de la verdad y el conocimiento matemático esbozadas por Paul Benacerraf en “La Verdad Matemática”. La interpretación semántica abre las posibilidades de entender dicha oración como un adverbio o como una locución latina, cuyo único sentido es el de una metáfora que necesita de un previo contexto para poder afirmarse.
Palabras clave:
Concepción estándar, concepción combinatoria, proposición, funciones del lenguaje, locuciones adverbiales.
La meta de este artículo es llegar a demostrar que la expresión “vine, vi, vencí” no
tiene forma lógica alguna porque no es una proposición, o lo que es lo mismo, que
es una oración sirviendo a la función informativa del lenguaje. A la luz del objetivo
perseguido en este artículo el título de la pregunta sonará irónicamente. Ironía o
no, esta pregunta suele ser la carnada común en los exámenes de Lógica I 1 y 1 El autor de este artículo confiesa haberse interesado en el tema de la formalización desde que vio como la pregunta (título de este trabajo) perdía su sentido conforme uno la seguía analizando. Esta pregunta tuvo lugar en el desarrollo de uno de los exámenes del
Lógica II. Por esta razón resulta conveniente y justificado desarrollar todo un
artículo que considere la solución de la pregunta ya planteada como título.
Para Benacerraf la verdad matemática y el conocimiento matemático
necesitan de una explicación unificante que involucre tanto la dimensión sintáctica
como la dimensión semántica del lenguaje usado en la matemática. Por un lado,
tenemos la “concepción estándar” o explicación “platonista” que privilegia el
aspecto formal y material del lenguaje universal así como su modo de usar y
mecanismo de producción de fórmulas tautológicas. Esta perspectiva en torno a la
matemática se basa en el supuesto de que toda la ciencia comparte un mismo
lenguaje que involucra que el establecimiento de los axiomas de una determinada
teoría pueda hacerse de la misma manera en la que escogemos cartas del Tarot
al azar e interpretando, según una intuición de vidente. La anamnesis platónica
como recuerdo del saber verdadero contemplado por nuestra alma en un mundo
anterior al sensible forma parte de una actitud mística que implica que uno pueda
aprender matemáticas con el solo hecho de dominar el lenguaje que utilizan los
profesores, lo cual en parte es cierto, pero (considerando nuestro aprendizaje del
idioma inglés) el sólo conocimiento de la gramática y estructuración de oraciones
del inglés americano, no nos vuelve estadounidenses de nacimiento, es decir,
aprender un idioma como el inglés no implica que tengamos un pensamiento
inglés de la misma manera que aprender matematés no implica que tengamos
cierta habilidad para construir siempre fórmulas verdaderas. Incluso el genio
curso de Lógica I del año 2004 en el aula 8 A de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y lo más probable es que se siga haciendo la misma pregunta año tras año ¿algún día cambiará esto?
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intuitivo de Srinivasa Ramanujan si bien mediante sus construcciones mentales
intuitivas pudo acercarse a ciertos valores pretendidos y hacer cálculos
matemáticos de modo eficiente y seguro, se equivocó en gran parte de sus
enunciaciones, lo cual parece separar definitivamente, por un lado, el nivel de
dominio del idioma de los matemáticos, y por otro lado, la imposibilidad del error.
Baste lo dicho en relación a la “concepción estándar” de la verdad matemática. En
la otra orilla tenemos la “concepción combinatoria” del conocimiento matemático la
cual tiene raíces epistemológicas Según el propio Paul Benacerraf:
“(…) Comienza con la proposición de que, aparte de lo que los “objetos” de la matemática puedan ser, nuestro conocimiento se obtiene de las demostraciones. Las demostraciones son o pueden ser (para algunas, deben ser) escritas o habladas; los matemáticos pueden examinarlas y llegar al acuerdo de que son demostraciones. El conocimiento matemático se obtiene y se transmite en gran medida mediante esas demostraciones. En suma, este aspecto del conocimiento matemático, sus medios de producción y transmisión (esencialmente lingüísticos), da su impulso a la clase de concepciones que llamo combinatorias.” (2004, p. 249)
En este sentido Benacerraf, plantea la cuestión de la no satisfacción por parte de
las teorías acerca de la verdad y el conocimiento matemático de los requisitos
semánticos y sintácticos que acarrean respectivamente. La concepción “estándar”
involucra congraciarse con Tarski o educarnos en un lenguaje diferente pero con
el mismo fin de establecer las condiciones de verdad de las proposiciones
elementales. Esta interpretación semántica es más viva, llegando al punto de
confundirse con lo empírico. Por este motivo las funciones del lenguaje
enmarcadas para estudiar el constructo “vine, ví y vencí” serán consideradas
como parte de la hermenéutica que investiga la naturaleza proposicional y
significativa de los enunciados. La concepción “combinatoria” se basa en la idea
de que no hay verdad sin prueba y, por lo tanto, en la idea de que la sintaxis
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puede ser ensimismada y separada de su base en el lenguaje natural. Esta
interpretación demostrativista explica el logro del conocimiento matemático el cual
para ser aprendido necesita estar basado en pruebas o argumentos explícitos.
Este resulta ser motivo suficiente para calificar de “formalista” a esa tendencia a
encasillar automáticamente todas las posibilidades oracionales del lenguaje en las
formas de las conectivas lógicas, siendo el descuido de la conmutatividad en el
operador lógico de la conjunción muestra de las limitaciones instrumentales de
interpretación de la frase “vine, ví y vencí”.
El esqueleto y la gruesa capa de carne que la recubre pueden figurarse en
nuestra mente como si se tratasen de conceptos alusivos al hombre en sí mismo,
y al hombre ordinario. El argumento del tercer hombre nos dice que si la cosa y la
idea en sí a la que se parece la cosa, se parecen en virtud de una semejanza, esta
semejanza se constituirá como una tercera especie de hombre, que si a su vez se
pareciera a la idea en sí de hombre en virtud de otra semejanza, esta semejanza
se constituirá como una especie de cuarto hombre, y así sucesivamente podemos
continuar de modo infinito. En lógica, el esqueleto y la gruesa capa de carne
pueden ser tomados sin peligro aparente de que nos topemos con un argumento
al estilo del tercer hombre como el antedicho, ya que el primero de estos
conceptos aludirá a la forma lógica de la dimensión sintáctica de una oración y el
segundo al significado de la oración en la dimensión semántica del lenguaje.
Sigamos a Haack:
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“Para mostrar que un argumento es inválido, lo que se busca es un argumento estructuralmente similar con premisas verdaderas y conclusión falsa; y esto sugiere de que hay algo de verdad en la afirmación de que los argumentos son válidos “en virtud de su forma”. Y los sistemas lógicos formales están concebidos para representar de una forma generalizada y esquemática la estructura que consideramos es compartida por un grupo de argumentos, y que es la base de su validez o invalidez. Esto es susceptible de sugerir, a su vez, una imagen de los argumentos informales en la que tendrían una estructura única y reconocible, compuesta, por así decirlo, de un esqueleto: las expresiones que constituyen su forma, revestido de carne: las expresiones que constituyen su contenido; y del lógico formal como la de un simple inventor de símbolos para representar las “constantes lógicas”, es decir, los componentes estructurales.” (1982, p. 43)
Uno de los filósofos más interesados en la idea de la forma lógica de una
oración fue Donald Davidson. Acaso sus pretensiones hayan sido: la de formular
una hermenéutica nacida de filosofía analítica, o la de simplificar el estudio de la
estructura del lenguaje atendiendo a la codificación implícita en la manera en la
que se organizan las expresiones, o (más encubiertamente) la de permitir a todos
los profesores de lógica del mundo que busquen frases de refrito de la tradición,
por ejemplo “ojos que no ven corazón que no siente” o “a mal tiempo, buena cara”,
para que sus alumnos en sus exámenes se encarguen de simbolizarlas siguiendo
tal o cual regla nacida de una convención transmitida invariablemente de
generación en generación. Prestemos atención a estas palabras de Haack escritas
en Filosofía de las lógicas:
“Davidson se describe a sí mismo como buscador de “la forma lógica” de las locuciones del lenguaje natural. Por ejemplo, (…) según Davidson, las construcciones adverbiales del lenguaje natural están mejor representadas involucrando la cuantificación sobre eventos con adverbios interpretados como adjetivos de términos de eventos. La forma lógica de “John untó de mantequilla la tostada con un cuchillo”, afirma Davidson, es algo así como “Hay un evento que es el hecho de untar mantequilla la tostada por John y que es realizado con un cuchillo”. La seguridad de Davidson de que cada construcción del lenguaje natural posee una única forma lógica brota de la creencia de que una representación formal a la que se aplica el método de definición de la verdad de Tarski representa la estructura esencial de una forma idealmente perspicua. (1982, p. 145)”
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Debemos ordenar nuestra realidad ontológica. Asumiremos solo dos entes,
(aunque hayan 3 según otros criterios) las oraciones y las proposiciones. Las
oraciones eventualmente llegarán a expresar proposiciones. Este grupo se
distingue del de las oraciones porque según Piscoya (1997, p. 20), una
proposición es “(…) toda secuencia finita se signos que con sentido puede ser
calificada de verdadera o de falsa (…)”. Esta dependencia de la proposición hacia
la oración es notable al considerar que las oraciones pueden ser dichas en uno de
los diferentes 5000 idiomas además de encuadrar en uno de los tres grupos de
usos o funciones del lenguaje por tener diferentes fines (ya sea una orden, una
petición de mano, o un aviso de futuros terremotos). Observemos en Lógica
editado por la Facultad de Educación de la UNMSM que “(…) cuando una
exclamación puede ser expresada de modo más detallado, mediante una oración
aseverativa, entonces tal exclamación puede ser considerada una proposición
elíptica o abreviada. ” (1997, p. 22). Ejemplos: “¡Fuego!” = ”Allí hay fuego”,
“Tierra” = ”Allí hay una isla o una playa”, “¡Gavagay!” = “conejo” o “blancura” o
“presentimiento”, etc. Consideremos que las oraciones según lo que signifiquen
pueden ser: enunciativas (o declarativas o aseverativas), desiderativas,
dubitativas, exclamativas, imperativas (o exhortativas) o interrogativas. Otra
clasificación las reagrupa según el criterio de la función que cumplen en relación a
fines u objetivos perseguidos. De acuerdo a este criterio las oraciones pueden
estar en: la función informativa, la función expresiva y la función imperativa. Copy
y Cohen escriben al respecto de las dos primeras funciones, las mismas que no
interesan a costa de la tercera:
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“El primero de [los] usos del lenguaje es comunicar información. Ordinariamente esto se logra mediante la formulación y afirmación (o negación) de proposiciones. El lenguaje usado para afirmar o negar proposiciones, se dice que sirve a la función informativa. (…) El discurso informativo se usa para describir el mundo y para razonar acerca de él. (…)” (2001, p. 94)
Las oraciones que sirvan a la función informativa pueden ser calificadas de
verdaderas o falsas. La función informativa del lenguaje se manifiesta con mayor
intensidad en las oraciones enunciativas, declarativas o aseverativas. Este tipo de
oraciones tiene cierta fuerza asertótica, la misma que permite definir la función del
predicado de verdad en términos de proposiciones simples o negadas. Decir que
la oración “los espejos reflejan la realidad” es verdadera es lo mismo que decir que
los espejos reflejan la realidad. Lo anterior constituye una propiedad de la verdad
atribuida a la oración entrecomillada, así sea cierto o no que los espejos reflejan la
realidad. (En este último caso diremos que la oración “los espejos reflejan la
realidad” es falsa es lo mismo que decir que los espejos no reflejan la realidad).
Otros ejemplos: “Las galletas naturistas al ser consumidas ayudan a la digestión
de los alimentos”, “La hierbas naturales no curan enfermedades pero intentan
prevenirnos”, “La pasuchaca cura la diabetes”, “Llovió”, etc. (La tercera función
del lenguaje que no citamos en este artículo, la función directiva acopla dentro de
sí a las oraciones exclamativas e imperativas, las mismas que si pueden ser
reinterpretadas mediante una oración aseverativa, tendrán condiciones de verdad
adecuadas a su tipología oracional). Otro de tipo de oraciones que no aceptan
condiciones de verdad en ningún caso son las que sirven a la función expresiva
del lenguaje, la función favorita de los poetas quienes juegan con el lenguaje con
el fin de causar placer estético, ya sea tanto en la sintáctica como en la semántica
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de una composición literaria. Citamos, siguiendo el ejemplo de Introducción a la
lógica las siguientes líneas de Quevedo:
“(…)Es hielo abrasador, es fuego helado,es herida, que duele y no se siente,es un soñado bien, un mal presente,es un breve descanso muy cansado[estas oraciones] desde luego no intentan informarnos de hechos o teorías concernientes al mundo. Aquí, el poeta no está interesado en el conocimiento, sino en los sentimientos y actitudes. El pasaje no ha sido escrito para describir información, sino para expresar ciertas emociones que el poeta siente y para evocar sentimientos similares en el lector. El lenguaje sirve a la función expresiva siempre que se usa para expresar o inducir sentimientos o emociones. ” (2001, p. 94s.)
Demás esta preguntar si “es un breve descanso muy cansado” es
verdadero o falso, ya que esa expresión en el peor de los casos se trataría de una
descripción definida cuyo referente no existe o no es del todo claro. En este tipo
de funciones entran todo tipo de construcciones metafóricas legadas por la
tradición que simplifican conocimientos y los expresan con elocuencia. Por
ejemplo: “No hay mal que por bien no venga” o “El diablo sabe más por viejo que
por diablo” son oraciones que no aportan información, aunque tal vez expresen un
consejo o brinden una explicación injustificada o simplemente incoherente. Quizás
sea necesario decir que este tipo de oraciones aunque expresen ánimos buenos o
malos pueden ser analizados sintácticamente en la medida de lo posible
distinguiendo sujeto, predicado, verbo y eventualmente complementos. Este tipo
de oraciones suelen ser la desiderativas, dubitativas e interrogativas. Ejemplos:
“Ojalá que encuentres una princesa convertida en un dragón” es una oración
desiderativa; “Quizá algún día habrá paz natural y humana en el planeta Tierra ”
es una dubitativa; “¿Por qué la sombra, si eres luz querida?” es una oración
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interrogativa y también un verso que Manuel Gonzales Prada escribió en su
poema “Al amor”.
Con este esquema podríamos decir que la oración “vine, vi y vencí” es
sumamente compleja, pues tiene dos clases de interpretaciones relacionadas
íntimamente con la función del lenguaje que desempeñe dicha oración. La primera
interpretación (nacida de una ampliación de la concepción “combinatoria” antes
mencionada), la cual será llamada sintáctica, se limita a contemplar la forma
aparente de la oración en análisis. La segunda la interpretación semántica,
(debida a la ampliación de la concepción “estándar” de “La Verdad Matemática”),
considera la posibilidad de tomar como un todo a la expresión de la oración
haciéndola ver como simple y no informativa, con altas tendencias a servir a la
función expresiva. Tomemos la primera interpretación, y la clase de oraciones que
sirven a la función informativa del lenguaje e intentemos hallar la forma lógica de
dicha expresión. Preguntémonos ¿en qué situación alguien diría vine, vi y vencí ?
Veremos que todo intento de hallar las condiciones de verdad para la mencionada
oración falla y se transforma en una interpretación parcial. Si separamos cada
oración con su debido sujeto y predicado, tres proposiciones cobrarán existencia y
se vincularán por el conector lógico de la conjunción. Sin embargo, Marino Llanos
(2003, p. 96) nos simplifica la vida al escribir que: “Parafraseando [la mentada
oración] tendríamos: “yo vine, yo vi y yo vencí”. Pero esta oración gramaticalmente
conjuntiva no es lógicamente conjuntiva, porque no es conmutativa, ya que no es
equivalente a: “yo vencí y yo vi y yo vine”, en el orden temporal ni en el orden
causal (si lo hubiera).” Pero según Luis Piscoya:
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“(…) la conjunción en lógica es conmutativa mientras que en el lenguaje natural no ocurre así. Por ejemplo, en lenguaje natural la proposición ‘Gustavo disparó y mató al venado’ tiene distinto sentido que ‘Gustavo mató al venado y disparó’. La diferencia radica en que la primera sugiere claramente una relación de causalidad que se desvirtúa en la segunda que ya no expresa claramente a qué disparó Gustavo. Sin embargo, la conectiva de conjunción no establece ningún tipo de nexo causal o de orden. Consecuentemente, las dos proposiciones anteriores son completamente equivalentes para los fines del análisis lógico.” (1997, p. 35)
Resulta interesante (además de desafiante a lo lógicamente aceptable)
revisar todas y cada una de las interpretaciones que nacen de la reordenación del
parafraseo de Llanos, sin seguir la piscoyana advertencia según la cual “Luis
abrazó a su novia y se fue a la China”, y “Luis se fue a la China y abrazó su novia”
son lógicamente equivalentes, aunque en el lenguaje natural no sea así ya sea
porque Luis sería culpado de infidelidad o incumplimiento del pacto del noviazgo
yéndose a la China para besar a su novia quizás de nacionalidad china o ya sea
por algún otro motivo nacido de la pura especulación. Sin embargo, la sola versión
original “ p & q & r “ es ya un problema. Podríamos sustituir el último conector
lógico por el del condicional. Tendríamos entonces que “si yo vine, y vi, entonces
vencí”. Las condiciones de verdad de esta oración establecen que solo será falsa
el constructo total si el “vine” y el “vi” se dan, sin que se de el “vencí”. Otra
interpretación sugiere que antes del vi y el vencí, existiría una premisa implícita la
cual sería, por ejemplo “luché”, con lo que nuestra oración inicial se transformaría
en: “vine, vi, luché y vencí”, la cual no solo sería una conjunción de proposiciones
sino que también podría ser una condicional cuyo consecuente fuera “vencí”. Esta
interpretación se llamará ‘aumentadora’ como opuesta a la ‘reductora’,
interpretación que sugiere que la frase bien podría seguir teniendo el mismo
sentido, si solo se toman la primera y la última proposición quedando nuestra
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oración así: “yo vine y vencí” a la cual se le aplican las mismas observaciones que
a la interpretación ‘aumentadora’, a saber, también podría tratarse de una
condicional cuyo consecuente es “vencí”. Esta empresa está destinada al fracaso
a menos que (como Kurt Gödel (1944) afirmaba en “La Lógica Matemática de
Russell” ) quien se enfrente al problema de simbolizar la frase “vine, vi, vencí”
tenga una mente universal, o divina o simplemente una súper-mente.
La segunda clase de interpretación utiliza conceptos relacionados con la
gramática lingüística. La magia de las palabras es un libro de iniciación pero lo
suficientemente amplio, como para ser citado. Según este libro, el adverbio señala
“(…) circunstancias referidas al TIEMPO, LUGAR, MODO, CANTIDAD
INDEFINIDA, AFIRMACIÓN, NEGACIÓN, DUDA. Su principal función es la de
constituirse como elemento adyacente de un VERBO; aunque dicho hecho no
impide que también modifique al ADJETIVO y a otros ADVERBIOS.” (Wong y
Primo, 2000, p. 132). El adverbio entonces se constituye como un complemento
del sujeto o del predicado. Esta categoría gramatical no constituye una oración por
sí sola, por lo cual se especializará en dar más detalles dependiendo siempre del
verbo-capitán de la oración. Los adverbios pueden clasificarse en: simples (sin
morfemas derivativos), derivados (adjetivo+mente) y en locuciones adverbiales.
Ahora bien, en este último grupo esta especialización de los detalles adverbiales
se consolida como cuando notamos la presencia de los constructos invariables
creados por la necesidad comunicativa del lenguaje alimentado por la tradición.
Sigamos a Wong y Primo:
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“* Existen ciertas expresiones que, como expresiones idiomáticas, tienen el valor de un adverbio.Dichas expresiones recibirán el nombre de LOCUCIONES o FRASES ADVERBIALES.Ejm.: - de vez en cuando- a veces- en un dos por tres- de inmediato- tal vez- de repente- en efecto- de pronto- en realidad- pasado mañana- de memoria- a propósito- más o menos- a sabiendas- a escondidas- a hurtadillas ” (2000, p. 134)
A continuación presento ejemplos en los cuales los adverbios (en negritas
cursivas) aparecen calificando a los verbos en el modo, asumiendo los papeles de
complementos del verbo: “Pelean como perro y gato”, “Fue a un fiesta de rompe
y raja”, “La defendió a capa y espada”, “Mi primo habla sin ton ni son”, “El
repartía golpes a diestra y siniestra”, etc. Con esta información podemos revelar
nuestra sospecha de que estamos ante una locución latina susceptible de un
análisis derivado del enfrentamiento con otras frases similares. Citaremos algunos
ejemplos de locuciones extranjeras con sus respectivas traducciones sacadas de
las páginas rosadas centrales del diccionario Pequeño Larousse Ilustrado y
señalaremos por qué no se tratan de proposiciones complejas sino de oraciones
simples que expresan ciertos estados de ánimo, ya que trabajan con la función
expresiva del lenguaje.
“Aut Caesar, aut nihil . . . . . . Divisa atribuida a César Borgia y que puede aplicarse a
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O César, o nada todos los ambiciososAut vincere, aut mori . . . . . . Locución latina (…) era la divisa de muchos generales O vencer, o morir antiguos “ (García-Pelayo y Gross, p. III)
¿Diremos que el conector lógico de la disyunción fuerte o exclusiva es el
signo de mayor jerarquía de cada una de las anteriores oraciones? ¿Acaso no nos
hemos dado cuenta de que son metáforas que cumplen cierto roles expresivos
concentrados y simplificados en una pequeña oración en latín?
“Panem et circenses . . . . . . Palabras de amargo desprecio dirigidas por Juvenal Pan y juegos de circo (Sátiras, X, 81) a los romanos de la decadencia, que
solo pedían en el Foro trigo y espectáculos gratuitos. En castellano existe la expresión Pan y toros.” (García-Pelayo y Gross, 1985, p. XII)
“Amicus Plato, sed magis amica Proverbio que citan con frecuencia los filósofos para veritas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . significar que no basta que una opinión o una Amigo de Platón pero más amigo máxima sea afirmada por un nombre respetable de la verdad como el de Platón, sino que ha de estar conforme
con la verdad.” (García-Pelayo y Gross, 1985, p. II)
Si se tratara de unas proposiciones siguiendo a Piscoya ¿no sería decir lo
mismo “Pan y juegos de circo” que “Juegos de circo y Pan” o “Amigo de Platón y
más amigo de la verdad” que “Más amigo de la verdad y amigo de Platón” ? Como
notamos se tratan de palabras de amargo desprecio (usando tal vez los signos de
admiración) además de consejos para no cometer falacias ad verecumdiam los
cuales suscitan y enaltecen la función expresiva del lenguaje.
“Cogito ergo sum . . . . . . . . . . . . Comprobación de la existencia de un sujeto pensante, Pienso, luego existo sobre la cual Descartes (Discurso del Método) después
de haber dudado de todos los razonamiento de los filósofos, construyó su propio sistema.” (García-Pelayo y Gross, 1985, p. IV)
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Ahora que ya estamos advertidos al respecto, no intentemos en vano
formalizar esa locución latina fuera de su contexto independientemente de los
componentes principales de la oración más grande en la que podría figurar, por
ejemplo, sentenciando que se trata de una condicional lógica. Digamos que esta
frase resume un raciocinio pero no especifica ni explicita la consecución del
mismo, razón por la cual no es diferente a la shakesperiana oración del príncipe
Hamlet “Ser o no ser he ahí la cuestión”.
“Veni, vidi, vici . . . . . . . . . . . . . . . Célebres palabras con que anunció César al Senado Vine, vi, vencí la rapidez de la victoria que acababa de conseguir
cerca de Zela contra Farnaces, rey del Ponto. Expresa familiarmente la facilidad de un éxito cualquiera.” (García-Pelayo y Gross, 1985, p. XVI)
¿En que circunstancias alguien afirmaría con elocuencia “vine, vi y vencí”?
Tal vez después de enfrentarse a un examen de baja dificultad uno se sienta
inclinado a decir en su mente o a sus amigos dicha locución latina. Pero, si las
locuciones latinas son menores a la oración en lo que respecta a papeles jugados
en los argumentos ¿Cómo así la analizada oración puede ser representada como
“ p & q & r “ si una locución ni siquiera forma una oración con sentido completo?
Terminaremos este artículo poniendo el caso en el que una locución extranjera es
elocuente con el contexto dialógico. Por ejemplo, la película “La Roca” 2 tiene
algunas escenas en la que un científico químico y un espía condenado a cadena
perpetua charlan para intercambiar información al respecto de un penal de
máxima seguridad llamado la “Roca”. Nicolas Cage que personifica al científico
2 La Roca. (The Rock) película dirigida por Michael Bay y protagonizada por Sean Connery, Nicolas Cage y Ed Harris, Hollywood Pictures. 1996.
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químico trata de ablandar al reo sirviéndole un café y quitándole las esposas para
hacerlo sentir más cómodo. Sean Connery personificando al espía, le responderá
haciendo gala de su alta cultura: Timeo danaos et dona ferentes, la misma a la
que responde el personaje de Cage con su correspondiente traducción: Temo a
los griegos aun cuando hacen regalos. Esta locución griega da a entender que
debemos tener cuidado con los excesivos regalos que podamos recibir puesto que
existe el riesgo de que haya un interés de por medio, así como de que resultemos
chantajeados o (en el peor de los casos) desechados o eliminados después de
haber sido utilizados. De esta misma forma se comporta la expresión vine, vi,
vencí, como una locución latina que sintetiza ciertos consejos. Esto es lo que se
quería demostrar con todo este rodeo.
BIBLIOGRAFÍA
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nº 2: pp. 233-253, p. 249. Originalmente publicado en: BENACERRAF, Paul
(y) PUTNAM, Hilary. Philosophy of Mathematics. Selected Readings.
Cambridge University Press, 1983 (2ª ed.).
COPI, I. (y) COHEN, C. (2001) Introducción a la lógica. México: LIMUSA.
GARCÍA-PELAYO Y GROSS, R. (1985) Pequeño Larousse ilustrado. Buenos
Aires: Larousse.
GÖDEL, Kurt. (1944) “La lógica matemática de Russell” publicado en: Obras
completas. Madrid, Alianza Editorial, 1981, pp. 295-327. Traducción de J.
Mosterín. La versión original fue: “Russell´s mathematical logic”. En: The
Philosophy of Bertrand Russell (ed. por P. A. Schilpp) The Library of Living
Philosophers, Evanston, Illinois, 1944, pp.125-153.
HAACK, S. (1982) Filosofía de las lógicas. Madrid: Cátedra.
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Lima: Editorial Logos.
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WONG, B. (y) PRIMO, R. (2000) La Magia de las Palabras. Lima: Pantera.
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MATERIAL AUDIO-VISUAL
La Roca. (The Rock) dirigida por Michael Bay y protagonizada por Sean Connery,
Nicolas Cage y Ed Harris. Hollywood Pictures. 1996.
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