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La Jornada Aguascalientes/ Aguascalientes, Mé xico OCTUBRE 2010/ Añ o 2 No. 20La Jornada Aguascalientes/ Aguascalientes, México MAYO 2011/ Año 3 No. 29
CRÍTICA/VIAJES E IDEAS
• PÉNDULO 21/UNO/MAYO 2011•
Walter Benjamin
Pensamientos a través de un viaje:"Nápoles hace 90 años"
Epifanías del norte de Italia
Enrique Luján Salazar
Epifanías del norte de Italia
Enrique Luján Salazar
Con agradecimiento y admiración
a la familia Alfieri, al maestro
Edmundo Aguiñaga y a Paloma Mora
No cabe duda que viajar conlleva emociones com-plejas y contrapuestas.
Por una parte, abandonamos la
seguridad de nuestra casa, de
nuestra tierra, de nuestra fa-
milia, la rutina de los horarios y
las tareas para explorar nuevos
horizontes y ampliar nuestra ex-
periencia.
Sin embargo, si queremos
saber algo de lo que somos, de
dónde provenimos y hacia dón-
de queremos ir, requerimos del
reconocimiento de nuestro pasa-
do, de la exploración de lugares
que ni siquiera habíamos entre-
visto y además, si nos es posible,
remontarnos a los tiempos de la
antigüedad griega y romana de
las que somos herederos.
En esta sintonía, nuestras
andanzas nos llevaron reciente-
mente a Italia, país cautivador,
jardín de Europa, cuna de la
cultura etrusca y romana. Ita-
lia, bendecida por la naturaleza,
magnificada por el ingenio de
tantos próceres, enriquecida por
el talento de sus científicos, co-
cineros y labradores, provoca la
sensación de reunir simultánea-
mente el pasado con el presen-
te, motiva la imaginación por sus
creaciones científicas, técnicas y
culturales, nos lleva a detener el
paso, en medio del vértigo de la
velocidad de su vida y de sus mo-
tonetas, para descubrir en cada
esquina un rostro, una columna,
un balcón o un pórtico que nos
llevan a reconocer la grandeza
de su pasado y la vivacidad de
su presente.
En la brevedad de esta cró-
nica de algunos momentos vivi-
dos en este bello país, sentimos
la necesidad de ir integrando en
un sentido más amplio el legado
que nos deja Italia, las ideas que
nos provoca la majestuosidad de
sus monumentos, el colorido de
su comida, el chianti siempre ge-
neroso al paladar y la calidez de
su gente.
Después de cruzar los escar-
pados y blanquecinos Alpes, el
Aeropuerto de Linate nos abre
las puertas a la industriosa ciu-
dad de Milán. Su modernidad
pujante, que la ha llevado a des-
truir más de alguna vía o edifi-
cio antiquísimo, convive con el
monumental Duomo (Catedral)
gótico que nos sobrecoge por
sus extraordinarias dimensiones
(157 mts. de largo por 33 mts.
de ancho), por su espléndido tra-
bajo escultórico y arquitectónico
y por la espiritualidad estimula-
da por su interior muy sobrio y
la celebración eucarística pre-
sidida por su Cardenal, que con
la misma alegría que pronuncia
su homilía se toma una foto con
una pequeña africana. Más de
300 años se llevó la construcción de este edificio y efectivamente nos continua cautivando, al igual que a Mark Twain, como si fue-ra un “poema épico hecho már-mol”. Las estatuas, agujas y gár-golas que apreciamos en su ex-terior entrecortan el horizonte y nos provocan una elevación que culmina con una representación de la Virgen María en su punto más alto.
El poder político y la grande-
za histórica de la ciudad están magníficamente representados por el Castillo Sforzesco que se yergue en la zona de Lombardía y se anuncia con su bellísima Torre de Filarete como la gran fortaleza que construyeron los Visconti y que fue salvada de su destrucción gracias al trabajo di-plomático de Francesco Sforzes-co, en medio de las turbulencias políticas de finales del siglo XV. Actualmente alberga varios mu-seos con diferentes colecciones de muebles, esculturas o instru-mentos musicales. Sin embargo, nuestra atención se dirige a la última Piedad de Miguel Ángel, ésa que no ha sido terminada, ni firmada, pero que nos transmi-te los últimos alientos del gran artista. No tiene la belleza ni la popularidad de La Piedad de la Basílica de San Pedro, pero sí contiene el drama de los últimos días de existencia y la sensación de un final en el que los rostros se van diluyendo y no poseen el fulgor de las obras primeras del escultor.
Continúa en la pág. 4
• PÉNDULO 21/DOS/MAYO 2011 •
Walter Benjamin
Pensamientos a través de un viaje: “Nápoles hace 90 años”
La ciudad semeja una roca. Vista desde el Castel San Marino, desde lo alto, donde no llegan los gritos, yace desierta en el crepús-
culo, soldada a la piedra. Sólo una franja costera se extiende llana, detrás se superponen las cons-trucciones escalonadas. Los conventillos de seis y siete pisos, de cuyos sótanos suben escaleras, parecen rascacielos comparados con los chalés. En el lugar donde la base rocosa alcanza la ori-lla, se cavaron cuevas. Como en los cuadros de anacoretas del Trecento, ocasionalmente, en las rocas se distingue una puerta. Si está abierta, se ven grandes sótanos que son a la vez dormitorio y depósito de mercaderías. Además, hay escalones que conducen hacia el mar, a tabernas de pesca-dores que se instalaron en grutas naturales. Una luz tenue y una música débil suben a la noche desde allí. La arquitectura es porosa como estas piedras. La construcción y la acción se alternan en patios, arcadas y escaleras. Todo es lo suficien-temente flexible como para poder convertirse en escenario de nuevas constelaciones imprevistas. Se evita lo definitivo, lo acuñado. Ninguna situa-ción actual está dada para siempre, ninguna figu-ra pronuncia su “así y no de otra manera”. Así se configura aquí la arquitectura, esa pieza contun-dente de ritmo comunitario. Civilizada, privada y de categoría sólo en los grandes hoteles y depósi-tos del muelle, anárquica, intrincada, pueblerina en el centro, en el que recién hace cuarenta años se trazaron grandes calles. Y sólo en estas calles la casa en sentido nórdico es el núcleo de la ar-quitectura urbana. En el centro, en cambio, lo es la manzana, sostenida en sus esquinas por frescos de la Virgen como con broches de hierro.
Nadie se orienta por los números de las casas. Las referencias son los negocios, las fuentes y las iglesias. Y no siempre se trata de referencias sen-cillas. Porque la iglesia napolitana típica no se ex-hibe sobre una plaza enorme, visible desde lejos, con naves laterales, coro y cúpula, sino que está escondida, empotrada; las cúpulas altas a menudo sólo se pueden ver desde pocos lugares y tampoco entonces es fácil llegar hasta ellas; es imposible distinguir la masa de la iglesia de las construccio-nes profanas que la rodean. El extraño pasa de largo ante ella. La puerta insignificante, muchas veces apenas una cortina, es el pórtico secreto para el iniciado. A él, un solo paso lo traslada de la confusión de patios sucios a la soledad pura del ambiente de una iglesia con paredes blanquea-das con cal. Su existencia privada es el correla-to barroco de una intensa vida pública. Porque la vida privada no se desenvuelve aquí entre las cuatro paredes, con la mujer y los hijos, sino en la devoción o en la desesperación. Por calles la-terales, la vista se desliza sobre escalones sucios hacia tabernas donde tres, cuatro hombres, están sentados distanciados entre sí bebiendo, ocultos tras los barriles como si estuvieran tras los pilares de una iglesia. En esos rincones apenas se distin-gue dónde aún se está construyendo y dónde ya comenzó la decadencia. Porque nada se termina ni se concluye [...]
También en el uso de los materiales, la deco-ración callejera está emparentada con la esce-nografía teatral. El papel cumple la función más importante. Espantamoscas rojos, azules y ama-rillos, altares de papel brillante de colores en las
paredes, rosetas de papel en los pedazos de carne
crudos. También aparecen artistas que despliegan
destrezas de varieté. En una de las calles más ani-
madas hay alguien arrodillado en el asfalto, con
una cajita a su lado. Con tizas de colores, dibuja
un Cristo en la piedra y, más abajo, la cabeza de
la Virgen. Mientras tanto, se formó un círculo a
su alrededor, el artista se levanta y, mientras es-
pera al lado de su obra un cuarto de hora, media
hora, de entre la ronda caen unas pocas, conta-
das, monedas sobre los miembros, la cabeza y el
tronco de la figura. Hasta que las levanta, todos
se dispersan y, en unos instantes, el cuadro quedó
pisoteado.
Algunos comen maccaroni con las manos, ha-
bilidad que exhiben a los extranjeros a cambio de
algún dinero. Otras cosas se pagan por tarifa. Los
comerciantes pagan un precio fijo por las colillas
de cigarrillo que se sacan de las ranuras del piso
en los cafés después de la hora de cierre (antes
se las salía a buscar con antorchas) y se venden
en los puestos del barrio portuario junto con los
restos de comida de los restaurantes, sesos de
gato cocidos y mariscos. Hay música que va de
un lugar a otro: no es melancólica para la corte,
sino radiante para las calles. Del carro ancho, una
especie de xilófono, cuelgan textos de canciones
en colores. Aquí se los puede comprar. Un hom-
bre los hace girar; el otro, a su lado, aparece con
el plato ante cualquiera que, distraído, pudiera
llegar a quedarse parado. Así todo lo alegre es
móvil: música, juguetes, helados se propagan a
través de las calles.
• PÉNDULO 21/TRES/MAYO 2011•
Esta música es siempre resabio de los últimos feriados y preludio de los siguientes. Los días de fiesta impregnan irresistiblemente todos los días laborables. La porosidad es la ley que siempre vuelve a descubrirse, inagotable, en esta vida. ¡Hay una huella de domingo escondida en cada día de semana y mucho día de semana en este domingo! [...]
Durante las noches de julio a septiembre, una sola franja de fuego recorre la costa entre Nápoles y Salerno. A veces sobre Sorrento, a veces sobre Minori o Prajano, pero siempre sobre Nápoles se ven bolas de fuego. Aquí el fue-go tiene cuerpo y alma. Está sujeto a modas y artificios. Cada parroquia quiere superar la fiesta de la parroquia vecina mediante nuevos efectos luminosos. El más antiguo elemento de origen chino, la magia atmosférica en forma de cohetes que imitan dragones, se muestra varias veces superior a la pompa telúrica: a los soles pegados en el piso y al crucifijo rodeado por las llamas del fuego de San Telmo. En la playa, los pinos del Giardino Pubblico forman una recova. Si uno viaja allí durante la noche de fiesta, la lluvia de fuego anida en todas las copas. Pero tampoco aquí hay ensoñación. Sólo el estruendo logra la apoteo-sis del aplauso popular. Durante Piedigrotta, la fiesta más
importante de los napolitanos, este gusto infantil por el bullicio adopta un rostro salvaje. En la noche del 8 de septiembre, grupos de alrededor de cien hombres reco-rren las calles, soplando en enormes bolsas, cuya abertura está disimulada con máscaras grotescas. A la fuerza o no se rodea a la gente y desde innumerables tubos el tono sordo penetra, desgarrador, en el oído. Muchas industrias dependen de este espectáculo. Roma, Corriere di Napoli, los vendedores de periódicos estiran el nombre desde su boca como goma de mascar. Su grito es marca popular [...]
Hay anécdotas divertidas acerca de la habilidad comer-cial de los napolitanos. En una plaza animada, a una seño-ra gorda se le cae el abanico de las manos. Desconcerta-da, mira a su alrededor; es demasiado pesada para levan-tarlo ella misma. Aparece un caballero que está dispuesto a brindarle el servicio por cincuenta liras. Negocian... y la dama recibe su abanico por diez [...]
La vida privada es dispersa, porosa y entreverada. Lo que distingue a Nápoles de todas las grandes ciudades es
lo mismo que lo que la acerca al pueblo de los hotentotes: torrentes de vida comunitaria recorren todas las actitu-des y todos los menesteres individuales. La existencia, el más privado de los asuntos para los europeos del Norte, es aquí una cuestión colectiva como en el pueblo de los hotentotes.
Así la casa no es tanto el refugio al que las personas ingresan, sino más bien el reservorio inagotable del que fluyen. No sólo por las puertas sale lo animado. No sólo hasta el vestíbulo, donde la gente realiza sus tareas sentada en sillas (pues tienen la habilidad de convertir su cuerpo en una mesa). Los enseres cuelgan de balcones como plantas de maceta. De las ventanas de los pisos más altos bajan canastos para correspondencia, fruta y carbón atados a sogas. Así
como las habitaciones de la casa se repiten en la calle, con sillas, cocina y altar, así, sólo que en for-ma mucho más ruidosa, la calle se adentra en las al-cobas. Incluso la más po-bre está llena de velas de cera, santos de porcelana, racimos de fotos en las pa-redes y armazones de ca-mas de hierro, como la ca-lle está llena de carretas, de personas y de luces. La miseria logró una exten-sión de sus límites, que es el reflejo de la libertad de pensamiento más brillante. El sueño y la comida no tienen horario, a menudo tampoco lugar establecido…
Duomo de Milán
• PÉNDULO 21/CUATRO/MAYO 2011 •
La Jornada AguascalientesPÉNDULO 21
Publicación QuincenalMayo 201I/ Año 3, No. 29
Viajando hacia el este, en-
tre los Alpes Dolomitas y el Mar
Adriático, encontramos la región
del Véneto, rica y productiva
desde la antigüedad, cruce de
civilizaciones, pero quizá más
conocida por el drama shakespe-
riano que relata el amor imposi-
ble entre Romeo y Julieta. Los
velos caen y las preguntas nos
asaltan: ¿cómo fue posible que
el autor inglés pudiera escribir
tan portentosa obra sin haber
nunca visitado Italia? ¿cómo
pudo describir tan minuciosa-
mente tanto detalle de calles
y casas? ¿cómo pudo dar cuenta
de los conflictos entre familias
que se disputaban el poder en
la región? Las preguntas quedan
ahí, entre el anfiteatro romano
y la muralla medieval de la ciu-
dad, y nos asaltan las sombras
sobre la originalidad de la pro-
ducción literaria del dramaturgo
inglés. Abandonamos Verona con
esa incertidumbre y sin haber
querido tomarnos la foto con
la magreada escultura de Ju-
lieta, la más visitada de todas,
y buscando otras de mayor im-
portancia como la del inasible
Giuseppe Garibaldi, la de Vitto-
rio Emanuele II, realizadores de
la unidad italiana o la de Dan-
te Alighieri, padre del idioma
italiano. Nos dirigimos hacia la
capital de la región, hacia la
ciudad de Venecia y sus 118 islo-
tes comunicados por más de 40
puentes. El viento transparente
del Mar Mediterráneo aligera
el calor húmedo que nos cubre
al trasladarnos en un moderno
yate a la zona veneciana. ¡Cuán-
ta historia transcurre en unos
cuantos kilómetros! ¿Cuánta
riqueza circuló por estas latitu-
des! ¡Cuántos genios y artistas,
que aún ahora nos sorprenden,
realizaron sus obras aquí! ¡Cómo
nos miran atónitos las fábricas,
los palacios, las iglesias y las re-
sidencias de solaz que incólumes
ante nuestro paso nos despiden
en un instante! ¡Cómo es posi-
ble navegar en la bajamar y en
la desembocadura de diferentes
ríos que se cruzan con el agua
salada del mar!
Al bajar de la nave, deambu-
lamos entre la multitud dispu-
tándonos el paso en cada puen-
te, los ángulos para tomar las
mejores fotografías y tratando
de ubicarnos en medio de esta
extraordinaria ciudad. Observa-
dos por ojos anónimos buscamos
encontrar las diferentes obras
de Tiziano, Giorgione, Tinto-
retto y Tiépolo que descubrimos
en los lugares más insospecha-
dos, tanto en las zonas umbrosas
de las enormes salas del Palacio
Ducal, como en las pequeñas
salas de la Galería de la Acade-
mia. Pero no todo es pasado, no
todo se refiere a la grandeza del
Renacimiento que tuvo aquí una
de sus distinguidas cunas. Carlo
Scarpa, Achille Bonito y Harald
Szeemann son algunos protago-
nistas del acontecimiento artís-
tico más importante del lugar,
la Bienal de Venecia, que desde
1895 se ha celebrado regular-
mente, con algunas intermi-
tencias después de las guerras
mundiales, en los Pabellones
de El Jardín (Il Giardini) y en el
Edificio del Arsenal en los que se
muestra la producción artística
contemporánea más relevante.
¡Cómo no referirnos a la Ba-
sílica de San Marcos! Ese monu-
mento ícono de la ciudad, ejem-
plo de la apropiación de estilos
románico, gótico y bizantino
que desde el siglo XI hasta el
XV van dejando su impronta en
la iglesia en la que se venera al
apóstol, al evangelista, en me-
dio de la espléndida orfebrería,
las zonas umbrosas de sus refi-
nados arcos de punto y el humo
que despide el incensario y que
asciende espiralmente a través
de la balaustrada a las cúpulas
y techos tapizados en oro, que
con las pinturas referentes a
pasajes bíblicos significativos
crean el ambiente de serenidad
y reflexión propicios para la ora-
ción.
Dejaremos por el momento
las impresiones que nos deja-
ron el recorrido por sus tiendas,
desde las más exclusivas hasta
las más populosas del Merca-
do, los paseos en góndola o el
traslado en los vaporetos por
sus amplios canales, la comida
y las terrazas que nos invitan a
detenernos y observar como las
palomas hambrientas buscan pi-
cotear el spaghetti o una migaja
de pan de la mesa de algún via-
jero distraído.
Hubo más ciudades que re-
corrimos y que igualmente nos
sorprendieron pero su relato
quedará para otro momento. Si
deseamos abrir nuestra imagi-
nación y saber de lo que somos
capaces los seres humanos, bas-
ta con estar sólo algunos días en
ese bello país, abrir los poros y
la mente para recibir a rauda-
les la belleza y la grandiosidad
que es reconocida por propios y
extraños y que ostenta, no sólo
una relevante y dilatada histo-
ria, sino un lugar que tiene el
mayor número de sitios reco-
nocidos por la UNESCO como
patrimonio cultural de la huma-
nidad, que nos ha heredado las
raíces de nuestra lengua, que ha
conservado la cultura antigua a
través de traducciones y copias
latinas, que nos ha legado las
bases de algunas de nuestra ins-
tituciones políticas y religiosas y
que nos deleita con sus diseños
de moda, industriales y automo-
trices.
Quienes deseen no sólo ex-
pandir su experiencia vital, sino
nutrir su imaginación y colmar
sus sueños con nuevas formas y
colores… Italia los espera.
EDITOREnrique Luján Salazar
DISEÑOClaudia Macías Guerra
COMITÉ EDITORIALJosé de Lira BautistaIgnacio Ruelas Olvera
Octavio Arellano Reyna
COLABORACIONESWalter Benjamin
La Piedad Rondanini
Venecia
Castillo Sforza