Actividad integradora 2

10
Autor: Luis Armando Cordero Montoya Titular: Amarabit Rosales Barrón Curso: Teoría del Conocimiento Fecha: 21 de septiembre de 2014 La Trascendencia Del Conocimiento Resumen El problema filosófico del conocimiento se ha abordado desde muy diferentes ópticas y disciplinas filosóficas, el presente ensayo lo aborda desde una concepción teísta, como algo trascendente al hombre: hay más por conocer que lo que conocemos. A su vez, trata de Dios como trascendente al conocimiento. Sustenta como tesis el continuo avance del conocimiento humano, pero sólo hasta donde Dios, como absoluto, permite conocer, en consecuencia, el origen del conocimiento es Dios mismo. El género humano es moralmente responsable ante él del uso de su saber. Introducción El ensayo comprende tres partes, en la primera se presenta el conocimiento como un fenómeno que de tan complejo, trasciende a la razón humana. En la segunda parte se alude a la existencia de Dios como una realidad y se le presenta como trascendente a todo conocimiento y todo lo que es objeto de conocimiento y como la causalidad del mismo, la tercer parte trata de Dios, como sujeto cognoscente al a vez que objeto cognoscible. Sin lugar a dudas no hemos agotado los alcances del conocimiento, a Dios,

Transcript of Actividad integradora 2

Page 1: Actividad integradora 2

Autor: Luis Armando Cordero Montoya

Titular: Amarabit Rosales Barrón

Curso: Teoría del Conocimiento

Fecha: 21 de septiembre de 2014

La Trascendencia Del Conocimiento

Resumen

El problema filosófico del conocimiento se ha abordado desde muy diferentes ópticas y

disciplinas filosóficas, el presente ensayo lo aborda desde una concepción teísta, como algo

trascendente al hombre: hay más por conocer que lo que conocemos. A su vez, trata de Dios

como trascendente al conocimiento. Sustenta como tesis el continuo avance del conocimiento

humano, pero sólo hasta donde Dios, como absoluto, permite conocer, en consecuencia, el origen

del conocimiento es Dios mismo. El género humano es moralmente responsable ante él del uso

de su saber.

Introducción

El ensayo comprende tres partes, en la primera se presenta el conocimiento como un

fenómeno que de tan complejo, trasciende a la razón humana. En la segunda parte se alude a la

existencia de Dios como una realidad y se le presenta como trascendente a todo conocimiento y

todo lo que es objeto de conocimiento y como la causalidad del mismo, la tercer parte trata de

Dios, como sujeto cognoscente al a vez que objeto cognoscible. Sin lugar a dudas no hemos

agotado los alcances del conocimiento, a Dios, en contraste, le es dado conocer todo cuanto

existe o puede existir.

I. El conocimiento trascendente a la razón humana.

¿Por qué el conocimiento conforma un fenómeno que sigue siendo uno de los mayores

problemas filosóficos? Es la pregunta que aún no obtiene una respuesta definitoria y dada su

complejidad inquietó a los primeros filósofos griegos, tal como al presente sigue siendo tema de

análisis. Verdad es que se han hecho avances en su estudio a lo largo de los siglos, y prueba de

ello es la consolidación de la gnoseología como disciplina filosófica dedicada al estudio del

fenómeno en cuestión, lo cierto es que el planteamiento del conocimiento como problema

Page 2: Actividad integradora 2

filosófico sigue suscitando respuestas plurales, pero, ¿Qué es conocer? “Conocer es lo que

tiene lugar cuando un sujeto (llamado “cognoscente”) aprehende un objeto (llamado “objeto de

conocimiento”) […] el objeto debe ser, por lo menos trascendente al sujeto…” (Ferrater Mora,

1964) Nótese que si conocer es aprehender el objeto del conocimiento por parte del sujeto, no es

sino un aprehender parcial de algunos aspectos del conocimiento; objetos particulares, en tanto

se comprenda “conocimiento” como un universo. Nadie puede pretender que haya aprehendido

una vez y por todas todo lo que sea objeto de conocimiento en su totalidad. Las ciencias formales

dan cuenta de ello. Sin lugar a dudas sabemos más ahora de física, biología y química, etc… que

lo que se sabía hace siglos, cuando las ciencias formales estaban en ciernes. Pero también es

cierto que el campo del conocimiento y la investigación científica no han sido aún agotados, ni

lo serán algún día, en tanto que el hombre subsista en este plano finito de su humanidad. La

teoría del conocimiento representa el gran problema para la filosofía, por tal motivo, Johan

Hessen refiere, cómo es que las varias orientaciones filosóficas (dogmatismo, escepticismo,

subjetivismo, relativismo, pragmatismo y criticismo) abordan e interpretan el fenómeno del

conocimiento. Cada interpretación no prueba sino la complejidad y vastedad del fenómeno: el

conocimiento trasciende a la razón humana. La filosofía, “es una autorreflexión del

pensamiento sobre el valor de su conducta teórica y práctica, que, simultáneamente, aspira al

conocimiento de las últimas relaciones entre las cosas, a una concepción racional del universo”.

(Henssen, 2007) Si bien, los avances de las ciencias, y en caso concreto, de la astronomía, son

gigantescos, lo cierto es que la aspiración de los primeros cosmólogos por una concepción

racional del universo, sigue en la actualidad inquietando al hombre de ciencia tanto como al

hombre común. Como género humano somos inquisitivos, reflexionamos y planteamos

preguntas. Para Fernando Savater, “Querer saber, querer pensar: eso equivale a querer estar

verdaderamente vivo”, y habla de la aspiración que tiene por saber aquello que ignora: “Pregunto

lo que no sé, lo que aún no sé, lo que quizá nunca llegue a saber, incluso a veces ni siquiera sé

del todo lo que pregunto. En una palabra, la primera de todas las preguntas que debo intentar

responder es ésta: ¿cómo llegaré a saber lo que no sé? O quizá: ¿cómo puedo saber qué es lo que

quiero saber?, ¿qué busco preguntando?, ¿de dónde puede venirme alguna respuesta más o

menos válida?” (Savater, 1999)Es justo cuando cuestionamos reflexivamente que comenzamos a

filosofar conscientes del universo de conocimientos aún por descubrir. Las ciencias concretas

satisfacen hasta cierto punto las interrogantes de la mente racional, otras quedan sin respuestas

2

Page 3: Actividad integradora 2

satisfactorias, pero prevalece la investigación científica como el medio que descorre el velo del

misterio y nos permite ver y comprender más de lo que ahora nos es posible.

II. Dios como absoluto que trasciende al conocimiento

Sí el fenómeno del conocimiento es tan vasto y complejo y trasciende a la razón humana,

al aseverar la existencia de Dios y a éste como trascendente al conocimiento, lo que propiamente

se logra es dimensionar la magnitud y alcance del fenómeno del conocimiento al asignarle una

causa aún mayor a éste. Las disciplinas que tratan del conocimiento, gnoseología y

epistemología, no logran dar respuestas concluyentes al problema filosófico que supone el

conocimiento. Desde la visión teísta, concretamente, desde la visión judeo-cristiana, se alude a

Dios como el absoluto que marca los límites hasta dónde el hombre puede, mediante el uso de la

razón encontrar respuestas que satisfagan las preguntas que suscitan los fenómenos de la realidad

del universo. “Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; mas las reveladas son para

nosotros y para nuestros hijos para siempre…” Dt. 29:29 (Thompson, 1987): Nos asombramos

de la complejidad del universo; y de este asombro ante lo que nos rodea surge la filosofía,” Por

eso Aristóteles dijo que el comienzo de la filosofía es el asombro, es decir la capacidad de

maravillarnos ante lo que todos a nuestro alrededor consideran obvio y seguro.” (Savater, 1999)

El asombro que nos suscita el universo nos impele a buscar su causalidad. “Mientras la

concepción filosófica del universo brota del conocimiento racional, el origen de la concepción

religiosa del mismo está en la fe religiosa. El principio de que procede y que define su espíritu es

la vivencia de los valores religiosos, la experiencia de Dios.” (Henssen, 2007) Es así como el

creyente es remitido a la grandeza de un absoluto, Dios: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, Y

el firmamento anuncia la obra de sus manos.” Salmo 19:1 (Thompson, 1987); La concepción del

universo concebida solo por la fe, parece la renuncia al raciocinio. “Por la fe entendemos haber

sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que

no se veía.” Heb. 11:3 (Thompson, 1987) A quien asuma tales palabras como explicación válida,

la mente racional le tildará de simplista, lo mismo sucede con las palabras más polémicas que

puede escuchar el hombre de ciencia: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra.” Gn. 1:1

(Thompson, 1987) ¿En el principio de qué? ¿Cómo se sostiene lo que no es presentado como una

hipótesis sino como dogma? El argumento resulta pueril para la mente racional: Por fe, y ¿Qué

es la fe? “…certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.” Heb. 11:1 (Thompson,

3

Page 4: Actividad integradora 2

1987) En consecuencia no argumenta evidencias científicas. Se requiere pues, de un gran

esfuerzo por parte del ser humano para ceñirse a esa limitación como determinante y absoluta. La

palabra conveniente dentro del léxico religioso sería humildad, por otra parte, al hambre de

conocimiento muchas veces se la asocia con la soberbia del hombre. En la Biblia se relata la

construcción de Babel como de un intento por parte del ser humano por tener dominio sobre los

fenómenos, si una vez la inundación del mundo fue el caos para la humanidad, ésta se elevará

con tal dominio para que Dios no la sorprenda otra vez. La sentencia divina surge entonces: “Y

dijo Jehová: He aquí el pueblo es uno, y todos éstos tienen un solo lenguaje; y han comenzado la

obra, y nada les hará desistir ahora de lo que han pensado hacer. Ahora, pues, descendamos, y

confundamos allí su lengua, para que ninguno entienda el habla de su compañero.” Gn. 11:6-7

(Thompson, 1987) Cuando el ser humano se determina a conocer, no ceja en el intento, y si Dios

marca el límite hasta donde le es permitido, hasta ese límite llegará en su afán por el

conocimiento: está en su naturaleza. Concluimos a este punto con Henssen, que refiere como San

Agustín alude a Dios mismo como el fundamento del edificio de la razón. (Henssen, 2007)

III. Dios, sujeto cognoscente a objeto cognoscible

Si como se ha venido sosteniendo Dios trasciende al conocimiento, ¿Cómo pues,

conocemos a Dios? La creencia en la existencia de Dios es universal: Por remota que se

encuentre una tribu, ésta tendrá noción de un ser supremo, una deidad, así la antropología da

cuenta de las creencias de los pueblos. Para algunos solo existe “dios” concepto, presente en el

lenguaje de todos los días como la alusión a un ser superior a nuestro plano, la aspiración de lo

finito a lo infinito, incluso aquel que se denomina ateo, tiene noción del concepto “dios”, en

consecuencia no resulta tan ateo como supone. “Es muy dudoso que existan los llamados ateos

en países cristianos. Se dice de Hume, que llevaba fama de gran escéptico, dijo a Ferguson,

cuando ambos estaban contemplando el cielo estrellado: “Adán, Dios existe”. (Evans, 1974) La

diferencia estriba en creer y conocer a un dios conceptual, y creer y conocer a un Dios personal.

En nuestra cultura occidental, nuestra idea de Dios es de extracción judeo-cristiana, si

bien es cierto que ésta se halla plagada con el sincretismo propio de nuestra herencia

precolombina. Aún así, hemos adquirido noción de atributos fundamentales del carácter de Dios:

omnisciencia, omnipotencia, omnipresencia, eternidad e inmutabilidad, información que

4

Page 5: Actividad integradora 2

adquirimos de nuestros padres, o en nuestras primeras clases de doctrina religiosa durante

nuestra infancia. Tal conocimiento está comprendido dentro del conocimiento conceptual, y no

implica concurso de nuestra subjetividad, pero aludir la creencia de un Dios personal, y decir:

“Dios le dio sentido a mi vida”, Resulta una aseveración meramente subjetiva, que cobra cierto

carácter de objetividad cuando la persona refiere, “por causa de esto cambió mi estilo de vida”,

“soy mejor hombre, esposo, padre, etc…” Racionalmente tales pruebas no tienen la carga de la

evidencia científica. A Dios, pues, se le conoce por la experiencia, de manera empírica, incluso,

más que conocerlo, solemos interpretarlo de manera subjetiva y distinta a la interpretación que

tengan de él los otros. Dios, como objeto de conocimiento, no se puede aprehender en su

infinitud: “He aquí, Dios es grande, y nosotros no le conocemos, Ni se puede seguir la huella de

sus años.” (Job 36:26);

Conclusión

Lo que he venido desarrollando no pretende ser un tratado de religión. Antes bien, de la

manera que se pretende dar una explicación al problema filosófico del conocimiento mediante la

gnoseología y otras disciplinas filosóficas, he pretendido hacerlo desde el punto de vista teísta,

tomando algunos de los argumentos bíblicos en cuanto al tema del conocimiento. Finalmente,

concluyo con el aspecto moral que implica el conocer. Una cosa es el descubrimiento de la

penicilina para fines médicos, otra cosa es la investigación y los alcances de la energía nuclear

con fines bélicos. Si se asume que Dios existe, somos moralmente responsables ante él de todo

cuanto conocemos y el uso que hacemos de tal conocimiento. En el relato del Edén, el fruto de

un árbol estaba prohibido para el ser humano: El árbol del conocimiento del bien y del mal. Sin

pretender hacer teología; tal prohibición no implicaba que Dios quisiese mantener al ser humano

en la ignorancia, sino que él sería conocido, él como la sabiduría misma, pero sin alcances

negativos. El hombre eligió hacerlo a su manera, hizo uso de su libertad de elección, ahora

podemos conocer tanto el bien como el mal. En consecuencia somos responsables del uso de

nuestro saber. El análisis del problema filosófico desde el punto de vista teísta, no es, pues, sino

una de las diversas formas de tratar dicho fenómeno. La pregunta subsiste, ¿Qué es el

conocimiento, su naturaleza y alcances?

Bibliografía:

5

Page 6: Actividad integradora 2

Savater, F. (1999). Las preguntas de la vida. Barcelona: Ariel.Thompson. (1987). Biblia de referencia Thompson (Versión Reina-Valera, revisión 1960 ed.). Miami: Vida.Evans, W. (1974). Las grandes doctrinas de la Biblia. Michigan: Portavoz.Ferrater Mora, J. (1964). Diccionario de Filosofía (Nº 5 ed.). Buenos Aires: Ed. Sudamericana.Henssen, J. (2007). Teoría del conocimiento (1ª ed.). México: EMU Editores mexicanos Unidos.

6