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CRIMINOLOGÍA/ POLÍTICA CRIMINAL Agosto 2015 Año 2 Volumen 14

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CRIMINOLOGÍA/POLÍTICA CRIMINAL

Agosto 2015

Año 2 Volumen 14

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Penal

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Corrupción y criminalización del Estado: La experiencia de la descentralización en el Perú

Aldo Figueroa Navarro

DOCTRINA PRÁCTICA

1. Contexto2. Corrupción descentralizada3. Corrupción sistémica y criminalización del Estado4. Disfunciones del sistema político

a. Débil institucionalidadb. Limitada transparenciac. Caciquismo y debilidad de los partidos políticosd. Descontrol y oportunidad a la corrupción

5. Propuestas de reforma política

SUM

AR

IOC o n t e n i d o

Criminología / Política CriminalÁreaD

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ina

prác

tica

DOCTRINA PRÁCTICA AlDO FIGueROA NAvARRO: Corrupción y criminalización del estado: la experiencia de la descentralización en el Perú 366

ANÁLISIS JURISPRUDENCIAL

JeRJes lOAYzA: Análisis de la clandestinidad juvenil para una sociología criminológica de las pandillas 382

NOS PREGUNTAN Y CONTESTAMOS

CONsulTA N.º 1: ¿Cuál es la finalidad político-criminal del D.l. N.° 1182? 421

CONsulTA N.º 2: ¿ Cuál es el modelo actual de sanción penal en la lucha contra la criminalidad organizada? 423

1. Contexto

El Perú es un Estado único e indi-visible, su gobierno es representativo y descentralizado, y se organiza según el

principio de separación de poderes1. Esto significa que el diseño e implementación

1 Art. 43 de la Constitución Política del Perú, de 1993.

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RESUMEN

En el presente trabajo el autor expone que el paso de un Estado centralizado a uno descentralizado constituyó un desa-rrollo importante para la modernización y democratización del país, pero también trajo consigo la detección generalizada y significativa de la corrupción sistémica, o corrupción institucionalizada, de los Gobiernos regionales. Señala que esta corrupción descentralizada se ha expre-sado y desarrollado por la debilidad que muestran las instituciones formales del Estado. Y a nivel del sistema político, son los partidos políticos la que lo sostiene.

CONTEXTO NORMATIVO

- Constitución Política del Perú: Art. 43.- Ley N° 27893

PALABRAS CLAVE

Corrupción / Estado / Descentralización / Criminalización / Sistema político

de las políticas públicas se distribuyen entre el gobierno nacional y los gobiernos regionales y locales2. El paso de un Es-tado tradicionalmente centralista a uno descentralizado es una exigencia ineluc-table y urgente para su reforma estruc-tural, lo cual constituye una condición esencial para el desarrollo de la Nación. Ello se inscribe dentro de un proceso inevitable de modernización del Estado y la gobernanza democrática, de modo que su concreción debe darse en el marco de un proceso ordenado, transparente y consensuado, con la asunción acreditada y eficiente de competencias, pero sujeto a controles y responsabilidades.

Ahora bien, en medio de tensiones en el manejo del poder, y luego de dos ex-periencias fallidas, desde la Constitución de 19793, se dio inicio en el año 2002 al proceso de descentralización, mediante una reforma constitucional consensuada. Esto dio lugar a la creación de 25 regio-nes, sobre la base de la demarcación de los Departamentos4 ya existentes5. Para

2 Dicha redistribución implica que los gobiernos regionales tienen autonomía política, económica y administrativa en los asuntos de su competen-cia.

3 Para un visión general de los intentos descen-tralistas, cfr. Rühling, Markus, “Proceso de descentralización en el Perú: análisis, retos y perspectivas 2002”, en Aportes para el Debate N.° 2; Lima, 2002, p. Versión digital disponible en: <http://bit.ly/1EdZkhB>.

4 Esta superposición, sustentada aparentemente en más de un siglo de forjamiento de la iden-tidad departamental, se contrapone a la visión regionalista que aspira a unidades político administrativas más grandes.

5 Cfr. Cotler, Julio y otros, Poder y Cambio

ello, se transfirió recursos y competencias, se inició el proceso de acreditación de capacidades de gestión y se eligió a las autoridades regionales. El resultado inicial del proceso fue una limitada aplicación de la acreditación, superposición de compe-tencias, ineficaz6 e ineficiente ejecución

en las Regiones, en Serie Desarrollo Humano N.° 15, Instituto de Estudios Peruanos, Lima, 2009. Versión digital disponible en: <http://bit.ly/1KHDf8m>.

6 Sobre las dificultades de un proceso de des-centralización en economías emergentes cfr. Macera, Manuel y Fabricio Orrego, Descentra-

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presupuestal7, y lo que es objeto del pre-sente estudio, la detección generalizada y significativa de casos de corrupción en los gobiernos regionales, en el periodo 2010-2014, y su relación con el sistema político formal. Lo relevante en el presente ensayo no radica en el hecho que se hayan detectado tardíamente casos de corrup-ción sistémica, pues la intervención penal siempre es posterior y reactiva y se da solo como última razón8, enfocado en los acto-res individuales y en los delitos cometidos (enfoque conductual). Para ello bastaría con analizar el sistema de justicia penal. Lo que queremos en realidad es centrar nuestra atención en el aspecto estructural y funcional de la criminalidad detectada y los incentivos y desincentivos que la condicionan9 (enfoque institucional)10.

lización en el Perú: El factor control y las políticas de rescate. Versión digital disponible en: <http://bit.ly/1U2p7kc>.

7 Cfr. Cotler, Julio y otros, Poder y Cambio en las Regiones, cit., p. 22.

8 Cfr. Hurtado Pozo, José, “Corrupción y Dere-cho Penal”, p. 5. Versión digital disponible en: <http://bit.ly/1fBfmXn>.

9 Miklaucic, Michael y Moisés Naím, “The Criminal State”, en Convergence, Illicit Networks and National Security in the Age of Globalization, NDU Press, Washington, 2013, p. 152. Versión digital disponible en: <http://bit.ly/1NEXtEW>.

10 “Este enfoque permite identificar los factores que incentivan la aparición de los actos cor-ruptos de las organizaciones. Desde esta per-spectiva, las instituciones determinan las reglas de juego de la interacción humana. El análisis institucional de la corrupción revela que si no existen mecanismos que generen los incentivos adecuados, será más difícil, evitar la corrupción”, Gamero, Julio, “Causas y Consecuencias de la Corrupción: una perspectiva económica”, en Revista Probidad; 17.a ed., diciembre 2001-enero

Se trata, por ende, de analizar cómo las disfunciones del sistema político pueden facilitar la criminalización descentralizada del Estado y qué correctivos podrían rea-lizarse para controlarlo preventivamente.

¿SABÍA USTED QUE?

Durante el periodo 2010-2014, en 19 de las 25 gestiones regionales, fueron detectados casos masivos de corrupción. Estos actos se habrían realizado en el contexto de los pro-cesos de adquisición y contratación de bienes públicos.

En tal sentido, el presente ensayo tiene por finalidad determinar la magnitud y los rasgos comunes de los casos de corrupción en las regiones, su nivel de inserción dentro del proceso de criminalización del Estado, los factores políticos que condicionaron dicho fenómeno y las propuestas de política que podrían neutralizarlo.

2. Corrupción descentralizada

La corrupción ha sido un fenómeno secular en el Perú. El ejercicio del poder público para fines privados es una cons-tante. Desde una perspectiva liberal, la corrupción es vista como una con-secuencia de la excesiva dimensión del Estado. Y dentro de este contexto, como un fenómeno centralizado. Luego de la reforma de inicio de los 90, en la que el Estado fue reducido sustancialmente, e iniciado el proceso de regionalización,

2002. Versión digital disponible en: <http://bit.ly/1PMLcgR>.

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esta perspectiva ha variado, para mal; en principio, la corrupción no se redujo por el redimensionamiento del Estado. La corrupción centralizada del siglo pasado pasó a extenderse como corrupción des-centralizada. Al respecto, constituye un fenómeno inédito el hecho que, durante el periodo 2010-2014, en 19 de las 25 gestiones regionales, fueron detectados casos masivos de corrupción, los cuales se habrían realizado en el contexto de los procesos de adquisición y contratación de bienes públicos.

Enordende gravedad, laRegiónAncash, ubicada al norte de Lima, en-cabeza los casos de corrupción, con 26 investigaciones.LesiguelaRegiónTum-bes, al Norte del Perú en la frontera con el Ecuador, con 20 casos. Otras regiones con casos relevantes de corrupción son Cajamarca, al noreste de Lima, Pasco, enlaRegiónCentral,CuscoyMadredeDios, al sureste.

Rasgoscomunesaestasseisregiones,donde se registraron casos relevantes de corrupción, son los siguientes:a. Las autoridades políticas presun-

tamente involucradas provienen de movimientos regionales, no de partidos políticos nacionales.

b. Los involucrados no son servidores públicos ordinarios, sino altos fun-cionarios regionales encabezados por elPresidenteRegional.

c. Se trata de casos sistemáticos de irregularidades en las contrataciones y adquisiciones del Estado.

d. Los significativos recursos públicos de los que dispusieron dichas regio-nes provinieron del canon minero11.

3. Corrupción sistémica y criminaliza-ción del Estado

Los casos detectados de corrupción en los gobiernos regionales no son oca-sionales o aislados. En las 19 regiones se involucran a los entonces llamados presidentes regionales. El contexto en el que se desarrollaron las conductas, el de los procesos de adquisición, suponen la participación de actores clave: el fun-cionario encargado de la logística, los miembros que conforman los comités de adquisición, proveedores conocidos. Las personas presuntamente involucradas participan de procesos de adquisición innecesarios, sobrevaluados o direccio-nados, con perjuicio al Estado. Luego de detectados e investigados prelimi-narmente, casi todos los casos presentan la misma tipología: suponen acuerdos colusorios entre funcionarios encarga-dos de las adquisiciones del Estado y proveedores particulares favorecidos. Estos ilícitos penales se realizaron en el marco de la autonomía económica y administrativa de las regiones, y son de especial gravedad, en los casos de regio-nes con ingresos propios, provenientes

11 Se calcula que el monto recibido por las re-giones, por este concepto, durante el periodo 2006-2010 es del orden de los 18 mil millones de nuevos soles, 5 mil millones más de lo que recibieron por transferencias directas del gobier-no central el año 2010. El año 2007 solamente, las regiones recibieron 5157 millones. Versión digital disponible en: <http://bit.ly/1V4JR7Z>.

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del canon minero. La sistematicidad de estas conductas, puede evidenciarse no solo por su recurrencia, sino incluso por el uso de un lenguaje coloquial para rotular las dádivas12.

¿SABÍA USTED QUE?

En orden de gravedad, la región Ancash, ubicada al norte de Lima, encabeza los casos de corrupción, con 26 investigaciones; le sigue la región Tumbes, al Norte del Perú en la frontera con el Ecuador, con 20 casos. Otras regiones con casos relevantes de corrupción son Caja-marca, al noreste de Lima, Pasco, en la región Central, Cusco y Ma-dre de Dios, al sureste.

Ahora bien ¿si los actos de corrup-ción detectados, por su número, masi-vidad y frecuencia, no son calificables como corrupción individual y ocasional, podrían ser considerados como actos de corrupción sistémica? Si consideramos que esta forma de corrupción puede ser definida como el uso sistemático y generalizado de la institución pública para la obtención de beneficios priva-dos, la respuesta es afirmativa. En otros términos, la corrupción sistémica es la corrupción institucionalizada. La moda-lidad recurrente de los casos detectados implicó siempre el establecimiento de redes informales, superpuestas en las es-tructuras formales. En este caso es válida

12 Constituía parte del lenguaje coloquial, social-mente conocido, que se designara la ventaja indebida como diezmo.

la afirmación de Hurtado Pozo cuando señala que las personas (corruptas) “no se deciden a actuar solo en función de los beneficios y desventajas que el acto individual implica, sino que lo hacen sobre todo en consideración de su per-tenencia a un sistema paralelo de poder político, económico y social basado en la solidaridad y compensación entre sus miembros”13. “Este tipo de corrupción se caracteriza entonces por su naturaleza oculta o disimulada y forma parte de la estructura institucional”.14

Este fenómeno ha sido caracterizado como un proceso de captura del Estado en su máxima expresión, entendida como la toma de las instancias estratégicas y de decisión del Estado, por actores políticos para fines privados. Así entendida, esta caracterización puede ser atractiva pero no exacta, por su amplitud. Es necesario en todo caso diferenciar niveles de deci-sión política, por un lado, y niveles de captura de las instancias estatales. Este matiz es útil, porque permite diferenciar las respuestas para controlarla. Por la naturaleza de la corrupción, a nivel de los gobiernos regionales, son casos de corrupción sistémica descentralizada. Salvo el caso de Ancash, en donde la corrupción podría alcanzar instancias de poder nacional15, en los demás casos, el alcance es regional.

13 Hurtado Pozo, José, “Corrupción y Derecho Penal”, cit., p. 4.

14 Du Puit, Joseph, Corrupción en el Perú. Breve reseña histórica; p. 2. Versión digital disponible en: <http://bit.ly/1NwjoPv>.

15 Al respecto, se encuentra en investigación los

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Al respecto, es importante señalar los siguientes rasgos comunes de los casos detectados:a) Los actores involucrados obtuvieron

el poder en elecciones democráticas, a través de movimientos regionales.

b) No puede afirmarse que los movi-mientos regionales hayan sido infil-trados directamente por miembros de redes ilícitas. Se trata en realidad de actores políticos oportunistas y no de miembros de organizaciones criminales preconstituidas.

c) El ámbito de poder en el que se te-jieron las redes informales fue el de los gobiernos regionales, motivados por los incentivos de las falencias institucionales.

d) Los casos de corrupción detectados, si bien fueron posteriores a su perpe-tración, dan cuenta de la posibilidad de control por parte del Estado y, por tanto, del nivel de penetración incipiente del crimen organizado.

e) En todos los casos detectados, solo se verificaron actos de corrupción sistémica, sin violencia, salvo el caso del gobierno regional de Ancash, en el que el desencadenante de las inves-tigaciones principales fue la muerte de un dirigente de la oposición, por motivos aparentemente políticos.Estas características nos permiten

afirmar que efectivamente existió un

posibles nexos entre el ex tesorero del partido de gobierno, que tuvo protagonismo en los pro-cesos de adquisición en determinada regiones, en particular Ancash, y el poder central.

proceso de criminalización del Estado, a nivel regional, pero en un estadio prima-rio. Esto es, la infiltración del Estado por estructuras informales, en los puestos de dirección del gobierno regional. Esta infil-tración si bien no supuso la neutralización de otros mecanismos de control estatal, en los casos de Cajamarca, Ancash, Lambaye-que o el Callao, permitió la continuidad de los presidentes por un periodo más, como resultado de prácticas clientelistas.

Los casos de corrupción sistémica de las regiones constituyen entonces una forma de infiltración primaria de estructuras informales, generada por movimientos coyunturales, relativa-mente organizados, y de alcance local. Los casos de corrupción detectados pueden explicarse desde la perspectiva social, legal, económica y política, como un fenómeno complejo. En el presente ensayo solo nos limitaremos a presentar algunos factores vinculados al sistema político formal y a las distorsiones que la corrupción sistémica introduce, y terminan convirtiéndolo en un sistema político paralelo e informal. Al respecto, evaluaremos cuestiones como la débil institucionalidad, la limitada transpa-rencia, caudillismo y el caciquismo, y el descontrol preventivo.

4. Disfunciones del sistema político formal

a. Débil institucionalidad

Como señala Cotler, “el Perú arras-tra el problema de la debilidad institu-cional del Estado lo cual, a su vez, incide

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en la histórica precariedad del régimen democrático”16. En este contexto, la corrupción tiene un impacto negativo en el desarrollo y la gobernabilidad. Los costos de la corrupción se traducen en el debilitamiento de las instituciones, en la pérdida de legitimidad en donde se pro-ducen, en los costos externalizados y en el uso ineficiente de los recursos públicos. Esta forma de criminalidad se expresa y desarrolla cuando las instituciones formales del Estado son débiles. En una democracia representativa, los partidos políticos sostienen el sistema político. Si los partidos políticos, expresión de una sociedad plural y abierta, no gozan de legitimidad se generan incentivos para la irrupción de movimientos clientelistas o caudillistas. La propia Constitución es-tableció la posibilidad de la coexistencia de los partidos políticos conjuntamente con movimientos regionales y locales.

Esta duplicidad en el sistema polí-tico sería inocua, sino se expresará, en los hechos, en el desplazamiento de los partidos políticos, por movimientos im-provisados y con menor control. La crisis de legitimidad de los partidos se expresa en el hecho que el Perú ocupe el último lugar (en sudamérica) en simpatía hacia los partidos políticos con 84% de descon-fianza, al año 2012, habiendo aumentado 14% su descrédito desde el 200617. Dicha desconfianza se evidencia en dos ámbitos:

16 Cotler, Julio y otros, Poder y Cambio en las Regiones, cit., p. 117.

17 Encuesta realizada por Proyecto de Opinión Pública de América Latina LAPOP, nota de prensa titulada: Integración: Solo el 13% de

a) El nivel de participación de los movimientos regionales aumento del 32%, el año 2006 al 49% el año 2010.

b) Los movimientos regionales ganaron en el 80% de las regiones (20), en tanto los Partidos Políticos solo en el 20% (5).18

Aun cuando estas cifras revelan la crisis de legitimidad de los partidos políticos, la corrupción sin embargo no es percibida como el principal problema para la ciudadanía. Conforme a la última encuesta nacional contra la corrupción, del 2012, la delincuencia, entendida como inseguridad ciudadana, es el problema más álgido. La pobreza y el desempleo que otrora eran los problemas más sentidos para la ciudadanía pasaron a ser problemas terciarios. De esta manera, los ciudadanos no identifican la corrup-ción como una forma de delincuencia. Tampoco la asocian como una rémora que obstruye el desarrollo y, por tanto, genera pobreza y desempleo. Y sin em-bargo, el 80% de los encuestados, en una encuesta del Barómetro de las Américas 2012, cree que la corrupción está algo o muy generalizada en el país19.

peruanos confía en los partidos políticos, RPPNoticias, publicada el viernes 03 de octubre de 2014. Versión digital disponible en: <http://bit.ly/1ukFyJZ>.

18 En Elecciones Regionales y Municipales 2010. Estadísticas generales, Jurado Nacional de Elec-ciones-DireccióndeRegistros,EstadísticayDe-sarrollo Tecnológico. Versión digital disponible en: <http://bit.ly/1KHRiuu>.

19 Cfr. Carrión, Julio / Patricia Zárate / Mitch-ell Seligson, Cultura Política en Perú, 2012:

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Sin embargo, aun cuando existe esta percepción generalizada, un relevante porcentaje de la ciudadanía condiciona su juicio negativo a la ineficiencia admi-nistrativa del funcionario corrupto. Así, en una encuesta urbana que se hiciera en las elecciones del 2014, en Lima me-tropolitana, en víspera de la elección a la alcaldía, el 49% de los encuestados estaba dispuesto a votar por un candidato “que robe pero que haga obras”20. Lo que re-vela esta encuesta es el espejismo amoral de cómo el cemento, como algo tangible, es considerado expresión de eficiencia y borra las prácticas corruptas, que son compensadas21.

b. Limitada transparencia

La transparencia, entendida como la visibilidad social de los actos tendientes a la formación de la voluntad popular, es un factor fundamental para el normal funcionamiento del sistema político. El voto informado debe expresarse en la elección de opciones políticas, de organizaciones bien constituidas y de candidatos conocidos en su trayectoria

Hacia la igualdad de oportunidades, Instituto de Estudios Peruanos, Perú, 2012, p. 80. Versión digital disponible en: <http://bit.ly/1LsTzwq>.

20 Elaborado por Datum Internacional S. A., Tercer Simulacro de Voto Municipal, del 13 al 16 de seti-embre del 2014, en Informe de Opinión Pública Electoral Elecciones Regionales y Municipales 2014, disponible en: <http://bit.ly/1h9enOY>.

21 Lo que llevó a decir en The Economist que la elec-ción del actual Alcalde de Lima, Luis Castañeda “is testament to Peruvians’ cynicism about pol-iticians, especially local ones”, publicado el 11 de octubre del 2014. Versión digital disponible en: <http://econ.st/1ECHwtP>.

pública, cuya campaña electoral haya sido financiada de manera transparente.

¿SABÍA USTED QUE?

El 2014 se detectó que 345 candi-datos en las elecciones regionales y municipales tenían sentencias vi-gentes por diferentes delitos. Entre los delitos por los que estos candi-datos fueron sentenciados figuran casos de narcotráfico, terrorismo y violación sexual.

La realidad observada sin embargo muestra un escenario confuso y limitado. En principio, el sistema político dise-ñado para las organizaciones políticas es poco estricto, sustentado más en el autocontrol, y con pocas posibilidades sancionadoras del órgano electoral rector. Los partidos políticos se sustentan tanto en el financiamiento público como en el privado. El control del financiamiento es posterior y la no rendición de cuentas no genera mayores consecuencias a la organización infractora. Los movimien-tos regionales, por su parte, no reciben financiamiento público, por lo que su financiamiento es completamente privado. No existen mecanismos de control del registro de aportantes. Como sostiene Tuesta Soldevilla, “la publicidad de la contabilidad es poco exigente, solo se señala que los partidos deben llevar libros de contabilidad, sin embargo, no se establece la obligación de difundir la información en una página web”22.

22 Cfr. Tuesta Soldevilla,Fernando,“RegulaciónJurídica de los Partidos Políticos en Perú”; en

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Los aportes de los donantes no están tampoco sujetos a control de la Unidad de Inteligencia Financiera. Al respecto la Ley N.° 27893 que crea la Unidad de Inteligencia Financiera, no incluye como sujetos obligados a informar a las organi-zaciones políticas. La razón radicaría en la prevalencia del interés del Estado en el funcionamiento de las organizaciones políticas, libres de todo control por un órgano del Poder Ejecutivo.

Estas falencias del sistema político en materia de transparencia, se tradujo ciertamente en hechos negativos. A oc-tubre del 2010, el órgano rector de los procesos electorales señaló que 13 orga-nizaciones políticas no cumplieron con presentar informes y gastos23. Esta situa-ción genera diversos estímulos negativos. La poca transparencia en el caso de los partidos políticos, y el cuasi descontrol, en el caso de los movimientos regionales, pueden servir de entrada a financiamien-tos de regiones en donde hay actividades económicas rentables, como Madre de Dios, en donde campea la minería ilegalylatalailegaldeárboles.Resultasignificativo que en las últimas elecciones regionales del 2014, hayan disputado la segunda vuelta dos representantes de la minería informal, uno de los cuales ade-más había sido condenado por daños a la propiedad pública, asociados a delitos ambientales. Surge la tentación por otro lado, de que el ingreso a la política no

RegulaciónJurídicadelosPartidosPolíticosenAmérica Latina, UNAM, México 2006, p. 791.

23 DiarioLaRepública,publicadoel28deoctubredel 2010.

sea, como decía Weber, la expresión de una vocación24, sino la búsqueda de un rédito, dando nacimiento a los “políticos empresarios”25.

La limitada visibilidad del sistema político se verifica igualmente en la designación de los candidatos a cargos públicos. El único control previo que el sistema establece es el de la presentación de una declaración jurada que, entre otros datos, exige que cada postulante señale si ha sido sentenciado o tiene procesos penales pendientes. El órgano rector de los procesos electorales no hizo un control sistemático del cumplimiento de la veracidad de los datos consignados por los candidatos. El limitado control de veracidad de los datos declarados se explica, por un lado, por la preeminencia del principio de presunción de inocencia, y por otro lado, el espectro de control amplio que impediría hacer una super-visión preventiva.

El resultado de ello es que un por-centaje importante de candidatos a los cargos regionales o municipales tenía problemas con la justicia. El primer gran problema es que en el 2014 por ejemplo se detectó que 345 candidatos en las elec-ciones regionales y municipales tenían sentencias vigentes por diferentes delitos. Entre los delitos, por los que estos candi-datos fueron sentenciados, figuran casos

24 Weber, Max, “La Política como vocación”, en el Político y el Científico, Alianza, 1967.

25 Término cínico que significa asumir la actividad política con fines empresariales. Distinto al caso de los empresarios que ingresan a la actividad política, de manera legítima.

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de narcotráfico, terrorismo y violación sexual26 27. Un problema aun mayor y to-davía no evaluado con detenimiento, es el caso de los candidatos procesados por delitos graves. Las personas procesadas, conforme a la Constitución, conservan su condición de ciudadanos. El ejercicio de la ciudadanía solo se suspende: 1. Por resolución judicial de interdicción; 2. Por sentencia con pena privativa de la liber-tad; 3. Por sentencia con inhabilitación de los derechos políticos28. Frente a la existencia de una imputación penal con-tra un candidato, incluso a la Presidencia deunGobiernoRegional,prevaleceelprincipio de presunción de inocencia y, por tanto, el derecho a postular a cargos públicos, independientemente de su relevancia.

Una realidad chocante que puede evidenciarse en las últimas elecciones regionales y municipales es que postu-laron a la gubernatura regional29, cuatro candidatos con orden de detención, de los cuales tres están con detención ya ejecutada, y uno de los cuales ganó las elecciones30. Por lo demás, un candidato sentenciado por delito de corrupción

26 DiarioLaRepública,publicadoel13.08.2014.Versión digital disponible en: <http://bit.ly/1JqViPj>.

27 En este caso, muchos sentenciados podrían invocar el hecho que han cumplido sus penas y ya han sido rehabilitados, conforme al artículo 70 del Código Penal.

28 Artículo 33 de la Constitución de 1993.29 Antes pomposamente denominada Presidencia

regional.30 El candidatoGregorio Santos, por laRegión

Cajamarca.

ganó la elección a la gubernatura regional de Ancash, sin haber pagado oportuna-mente la reparación civil que le fuera im-puesta con la condena; esto es, la región en donde se han detectado los casos más graves de corrupción sistémica. Impug-nada la decisión de impedirle la asunción delcargocomoGobernadorRegional,laSala Penal Especial de la Corte Suprema, por mayoría, lo habilitó para que asuma la gubernatura regional31.

IMPORTANTE

“La corrupción sistémica es una forma de corrupción [que] puede ser definida como el uso sistemáti-co y generalizado de la institución pública para la obtención de bene-ficios privados”.

c. Caciquismo y debilidad de los parti-dos políticos

El sistema político peruano tradi-cionalmente ha estado anclado en un maridaje entre un régimen personalista y el caciquismo provinciano. El poder central del Estado, representado por los prefectos era apoyado por los caciques provinciales, a cambio de prebendas o cuotas de poder32. Este sistema burocrá-tico y personalista hunde sus raíces en la paradójica relación que en el Perú existió

31 Exp. N.° 05-2002-10, disponible en: <http://bit.ly/1LwCCnD>.

32 McEvoy, Carmen, “Señores de horca y cuchi-llo”, en El Comercio, publicado el 5 de mayo de 2014. Versión digital disponible en: < http://bit.ly/1hY92Le>.

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en un Poder Ejecutivo que legislaba y un Poder Legislativo, conformado por caciques de provincias, que administraba prebendas y nombramientos33. El cen-tralismo sempiterno no solo se expresó tradicionalmente en el hecho que el 40 % del PBI se concentre en Lima, sino que además todas las instituciones públicas estén situadas allí. En este contexto la so-ciedad civil en las regiones es débil. Aun a nivel de las regiones, las más importantes después de Lima, como Arequipa, Piura o La Libertad, también presentan esta cesura con sus provincias aledañas.

En el ámbito político se articuló una línea de coordinación entre líderes regionales con los partidos políticos. Sin embargo, con la llegada al poder de Alberto Fujimori se dio inicio a una campaña sostenida para disociar a los que se denominaban los “políticos tradi-cionales”, de la sociedad. El resultado es que en el presente siglo, la clase política esta deslegitimada, y los partidos políti-cos nacionales solo tienen capacidad de representación a este nivel. En puridad, los partidos políticos en el Perú son organizaciones antropocéntricas que tienen relaciones muy débiles con las autoridades que logran elegir y mucho más difusa con su militancia34, que por

33 Cfr. Basadre, Jorge, Perú, problema y posibili-dad: Ensayo de un síntesis de la evolución histórica del Perú, Librería Francesa Científica, Lima 1931, p. 180. Versión digital disponible en: <http://bit.ly/1I8VUI7>.

34 Crf. Tanaka, Martín, Democracia sin Parti-dos. Perú 2000-2005, Instituto de Estudios Peruanos, Lima 2005, p. 113. Versión digital disponible en: <http://bit.ly/1U2BxIU>.

lo demás es escasa, por la deslegitimación permanente ante la ciudadanía.

IMPORTANTE

Los casos de corrupción sistémica de las regiones constituyen enton-ces una forma de infiltración pri-maria de estructuras informales, generada por movimientos coyun-turales, relativamente organizados y de alcance local.

En consecuencia, el espacio polí-tico regional y local ha pasado sosteni-damente a ser ocupado por caudillos regionales o locales, desde las primeras elecciones regionales del 200235. Y como las exigencias formales para que estos actúen en política, son mínimas, crean movimientos regionales informales, sin mayor estructura ni consistencia. En este contexto, es explicable que los líderes regionales, sin experiencia ni control, se consideren empoderados para hacer lo que quieran estando en el poder. Si a ello se agrega el estímulo de contar con ingentes recursos, con limitado control previo, los entonces presidentes regionales asumieron en la mayoría de los casos, prácticas clientelistas, para asegurar su continuidad en el poder. Al interior de una sociedad poco integrada, se genera un nuevo caciquismo pero esta vez disociada del poder central y de los partidos políticos.

35 Un análisis detallado de esta situación Cfr. en Tanaka, Martín, Democracia sin Partidos. Perú 2000-2005, cit., p. 38 y ss.

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El protagonismo asumido por los entonces denominados presidentes re-gionales llevó incluso a la desactivación del Consejo Nacional de Descentraliza-ción, como instancia de coordinación entre los gobiernos regionales y el go-bierno central. Con el apoyo entusiasta de los presidentes regionales de Ancash yCusco,elexpresidentedelaRepúblicaAlan García anunció en el 2007, en una reunión con los alcaldes de Ancash y criticando la falta de capacidad de gas-to de las regiones, la desactivación de dicho Consejo, para que los gobiernos regionales y municipales realicen di-rectamente las obras en sus jurisdiccio-nes36. Tal decisión política es un factor coadyuvante en los resultados nefastos del proceso de descentralización, del último periodo.

Frente a este panorama, en donde el papel de los partidos políticos ha ido constantemente decreciendo en el manejo de los gobiernos regionales, es de preguntarse si es aceptable la gobernanza democrática, sin estos. La experiencia muestra que, aun con sus limitaciones, los partidos políticos siguen siendo una mayor garantía de estabilidad y control que los movi-mientos regionales, más inestables y antropocéntricos que aquellos. Los movimientos regionales tienden a acentuar la fragmentación social y, con ello a debilitar la sociedad civil.

36 DiarioLaRepública,publicadoel24deenerode 2007. Versión digital disponible en: <http://bit.ly/1KfQocX>.

d. Descontrol y oportunidad a la co-rrupción

Independientemente de que el fun-damento para descentralizar sustentado en el llamado consenso de Washington de reducción del Estado, sea fundado en la necesidad de otorgarle un rol central en el impulso descentralizado del desa-rrollo, todo proceso descentralizador no solo implica redistribución del Poder, mediante competencias y recursos, sino también asunción de responsa-bilidades y rendición de cuentas. En este sentido, es conteste la idea de que la sostenibilidad de un proceso de des-centralización requiere “integrar fuertes elementos de control y transparencia junto con la transferencia de recursos y competencias”37. Esta afirmación se refuerza con la idea de que la finalidad perseguida en las prácticas corruptas es la obtención de ventajas indebidas. Esta po-sibilidad se potencia con la asunción de posiciones de poder y disponibilidad de recursos. Por tanto, “el agente corrupto se decide a actuar después de calcular que obtendrá una ganancia significativa, la misma que justifica correr los riesgos que implica el acto de corrupción”38. A esta afirmación debe ciertamente agregarse lo que señala Klitgaard acerca de que “el individuo corrupto seguirá adelante si el beneficio menos los costos morales me-nos la probabilidad de ser atrapado mul-

37 Rühling, Markus, Proceso de descentralización en el Perú: análisis, retos y perspectivas 2002, cit., p. 19.

38 Hurtado Pozo, José, “Corrupción y Derecho Penal”, cit., p. 4.

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tiplicado por la pena esperada, es mayor a cero. Una sociedad con fuerte sentido moral contra la corrupción sancionará al corrupto, lo cual eleva los costos morales y proveerá fácilmente información sobre la corrupción si esta ocurre, elevando la posibilidad de ser atrapado”39.

IMPORTANTE

Los costos de la corrupción se tra-ducen en el debilitamiento de las instituciones, en la pérdida de legi-timidad en donde se producen, en los costos externalizados y en el uso ineficiente de los recursos públicos.

Ahora bien, con la reforma cons-titucional del 2002 no se establecieron mecanismos de control político adminis-trativo de carácter preventivo. El artículo 199 de la Constitución solo disponía que “Las regiones [...] rinden cuenta de la eje-cución de su presupuesto a la Contraloría GeneraldelaRepública.Sonfiscalizadosde acuerdo a ley”. Esto es, la rendición de cuentas, por su naturaleza y regulación es posterior, y la regulación de la fiscali-zación se reenvía a una disposición legal.

Pero el proceso de descentralización en el Perú no estuvo acompañado de una reestructuración del sistema nacional de control. El control preventivo continuó centralizándose. Los órganos de auditoría y control de la Contraloría General de la Repúblicasiguieronfuncionandodesde

39 Klitgaard,Robert,“Corrupciónnormalycor-rupción sistémica”, 2009, p. 3. Versión digital disponible en: <http://bit.ly/1JPvAu9>.

Lima. No se crearon consecuentemente órganos descentralizados de control. Las Procuradurías Públicas, como órganos integrantes del sistema de defensa ju-dicial del Estado, fueron tímidamente descentralizadas pero con la limitación funcional de intervenir reactivamente, una vez judicializada una denuncia por corrupción.

La situación de descontrol o control limitado de las gestiones regionales fue tal que el propio Contralor General de la Repúblicatuvoqueadmitirquelainsti-tución a su cargo “no se da abasto para cubrir el gran número de irregularidades que campean en el Perú”40. Es decir, el órgano rector del sistema nacional de control admitía la imposibilidad de cumplir con sus funciones. Frente a tal reconocimiento, el titular de la Contra-loría General solicitó al Congreso de la Repúblicalaaprobacióndeunaleyqueelimine las penas suspendidas, en el caso de funcionarios corruptos41. Igualmente solicitó se le confiera a la Contraloría la potestad para levantar el secreto banca-rio, atribución privativa del Fiscal de la Nación. Este pedido solo ha quedado en eso, pues no se ha recibido una respuesta afirmativa de parte del Congreso de la

40 América Noticias, publicado el 26 de octubre 2014. Versión digital disponible en: <http://bit.ly/1JvvMwz>.

41 Norma que fue finalmente aprobada el 25.02.2015, pero que tiene dos limitaciones: por un lado es reactiva y, por otro lado, solo podría aplicarse a los casos de corrupción detectados después de su promulgación, por el principio de no retroactividad de la ley penal desfavorable al sentenciado (art. 103 de la Constitución).

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República.Enloqueformalmentesehaavanzado es en la previsión constitucional de un sistema descentralizado de control. La cuestión que ha de dilucidarse en todo caso es de qué manera se implementa esta reforma, sin adscribir las contralorías descentralizadas administrativamente a los gobiernos regionales, para garantizar su independencia funcional.

5. Propuestas de reforma política

Es un hecho, en el que no puede haber retorno, la necesidad de impulsar el proceso de descentralización en el Perú. El crecimiento sostenido de la úl-tima década debe dar lugar al desarrollo equitativo y equilibrado de las regiones. Aun cuando la experiencia vivida en los últimos años con los gobiernos regio-nales no haya sido la más auspiciosa, la idea central que debe mantenerse es que debe acabarse con el centralismo, dentro de un proceso de modernización del Estado, consolidando las reformas de segunda generación, y en particular, con el fortalecimiento del servicio civil, en las regiones. Esto implica la creación de un funcionariado profesional y de Estado en las regiones, que descarte el manejo clientelista de los Gobernadores Regionales,loscualescolocanencargosestratégicos y de confianza, a partidarios improvisados y sin mayor experiencia.

Pero es necesario también que se introduzcan reformas que acrecienten la transparencia en la financiación de los partidos y movimientos regionales. Debe introducirse un mejor control interno y externo de los aportes a las organizacio-

nes políticas, debiendo exigirse la ban-carización de los aportes que sobrepasen un monto significativo. Esto permitiría además que los aportes privados puedan eventualmente ser objeto de reporte a la Unidad de Inteligencia Financiera. El temor de un manejo politizado del control financiero a las organizaciones políticas no tendría razón de ser, en el contexto de una organización autónoma y profesionalizada. La existencia de un sistema de financiamiento privado de las organizaciones políticas no es incompa-tible con un sistema de financiamiento público de las organizaciones políticas más importantes, en función de sus resultados electorales. Pero ello supone levantar la valla electoral que impida la fragmentación tanto de los partidos políticos y los movimientos regionales.

Así mismo, es fundamental esta-blecer filtros que eviten la postulación de candidatos sentenciados, por delitos graves o vinculados a la función, a altos cargos públicos, y de limitarla a los candidatos procesados, por estas cir-cunstancias, cuando el proceso penal se encuentre con acusación fiscal. El primer supuesto, no es una derogación de la rehabilitación penal, sino un mecanis-mo legítimo del Estado, para prevenir niveles de criminalización del Estado. El segundo supuesto, previa reforma consti-tucional, no estaría en contradicción con el principio de presunción de inocencia, si consideramos que es solo un obstáculo extra al proceso para acceder a cargos de elección popular, y cuya aplicación no prejuzga de su tratamiento como

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inocente al interior del proceso. Por lo demás, el argumento de que la política se judicialice con denuncias maliciosas a los competidores políticos es deleznable, pues presupone que el sistema de justicia, en democracia, es manipulable, cuando el impedimento surge luego de que exista ya una acusación ya formulada.

Es necesario acotar y fortalecer el sistema de partidos políticos y recuperar su presencia en el ámbito regional y local. Sin desconocer la legitimidad democrática de que existan movimientos regionales importantes e institucionalizados, es saludable para la consolidación de la gobernanza democrática que los partidos políticos adquieran mayor protagonismo, por su mayor vocación de permanencia, su articulación como organización política nacional y por tener mayores posibilidades de control de sus dirigentes regionales o locales. La experiencia de una gobernanza regional y local sin partidos ha demos-trado que se generan falsas autonomías, consolida cacicazgos, y fragmenta social y políticamente a la Nación.

Resultaimperativoconsolidarelpro-ceso de descentralización del control, pero manteniendo la autonomía funcional de los órganos contralores descentralizados. La asignación de recursos y competencias, requiere del control preventivo de órganos autónomos. El error estratégico en que se incurrió con este fallido proceso de descentralización es que se redistribuyó poder e ingentes recursos sin descentrali-zar los frenos institucionales, generándose un estímulo perverso para la corrupción, como efectivamente se dio.

Finalmente, es necesario fortalecer e involucrar más a la ciudadanía en su papel fiscalizador y crítico de la actuación pública. Debe generarse conciencia que la corrupción y, en particular la corrupción sistémica, es una modalidad grave de la criminalidad que mina el desarrollo, externaliza socialmente costos, y socava la institucionalidad cuando penetra las ins-tancias de decisión del Estado. De ningún modo puede admitirse la funcionalidad de las múltiples pérdidas sociales, económi-cas y políticas que genera la corrupción.

Pero este involucramiento ha de significar que la ciudadanía asuma un rol activo en la denuncia de actos co-rruptos y en la necesidad de ser parte de la solución. La debilidad del sistema político está en relación directa con la percepción generalizada de la corrupción y la delincuencia de la ciudadanía42. Pero en esta crisis de legitimidad motivada por estos dos problemas, los ciudadanos deben convertirse en parte de la solución cuestionando, para comenzar, la falta de transparencia de los actores políticos, participando permanentemente en la formación de la voluntad popular, invo-lucrándose en la gobernanza democrática e instando la intervención de los órganos de control y sanción.

42 Al respecto, debe revertirse la actitud de “quienes tienen una mayor percepción de inseguridad y quienes creen que la corrupción está algo o muy generalizada entre los funcionarios públicos (y) tienden a apoyar en menor medida al sistema político”, en Carrión, Julio; Patricia Zárate; Mitchell Seligson, Cultura Política en Perú, 2012: Hacia la igualdad de oportunidades, cit., p. 98 y s.

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1. Introducción

El pandillaje ha representado en el Perú una aborrecida manifestación que

Análisis jurisprudenciAl

1. Introducción 2. Metodología

2.1. Muestra establecida 2.2. Técnicas de investigación

3. Antecedentes teóricos3.1. Juventud y violencia3.2. Pandillas en Latinoamérica3.3. Pandillas en el Perú

4. Discusión de resultados4.1. Testimonios biográficos e historias de vida4.2. Metas y objetivos del pandillero4.3.Renunciandoalpandillaje

5. Conclusiones6. BibliografíaSU

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Análisis de la clandestinidad juvenil para una sociología criminológica de las pandillas*

Jerjes LoayzaProfesorenlaUniversidadNacionalMayordeSanMarcos,UniversidadRicardoPalma,

y Pontificia Universidad Católica del Perú

La monstruosidad en su sentido etimológico es cotidianay sólo la niegan las almas buenas y los moralistas

Michel Maffesoli-El conocimiento ordinario.

* Investigación realizada con el auspicio del Centro de investigacióndelaUniversidadRicardoPalma(URP)durante el año 2013.

ha servido para criticar, constantemente al sector menos favorecido de la juven-tud.Recientes encuestasdepositan suprincipal malestar en los grupos pandi-llales. Pero ello no responde únicamente a la alegórica forma con que los medios

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Análisis jurisprudencial

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RESUMEN

El autor, desde la óptica de la Sociología, propone nuevas formas de abordar el problema de las pandillas juveniles, utili-zando un enfoque comprensivo capaz de ahondar en el fenómeno violento desde los propios mundos de la vida cotidiana juveniles clandestinos. Se busca com-prender la interacción y resignificación de las prácticas e imaginarios violentos en los comportamientos, emociones y valores cotidianos de jóvenes, en es-pecífico, de aquellos que oscilan entre los quince y veinte años de edad en la ciudad de Lima, durante el año 2013. Los y las jóvenes demostrarían una clara iniciativa cuyo vitalismo es inmenso e indetenible en los ámbitos sociales anali-zados, desenvolviéndose paralelamente a una sociedad que cree constreñirlos bajo ciertos cánones morales.

PALABRAS CLAVE

Pandillaje / Violencia juvenil / Violencia doméstica

de comunicación imponen una agenda de violencia ciudadana a los ojos de los consumidores, sino a una sensación de inseguridad palpable en los diferentes es-tratos de la población, aunque de modo diferenciado. Una muestra de ello es que las personas del sector E tienen entre sus principales problemas al pandillaje. En el último año, el 21% de los encuestados fue víctima por agresiones de pandillas. Estas cifras en los sectores A y B son de 3% y 1%, respectivamente1. Con ello nos podemos dar cuenta del modo en que los estratos más bajos sufren de una sen-sación de inseguridad, ya que conviven con ella al presenciar peleas entre jóvenes de diferentes barrios en las inmediaciones de las calles.

La investigación no propone esta-blecer un planteamiento que polarice la socialización entre estructuralismos rígidos e individualidades aisladas, por el contrario, busca atender la profundidad de los testimonios recolectados. Con ello no se niega la existencia de variables independientes para explicar la crimina-lidad juvenil, lo que planteamos es que no solo son muchas variables, sino que la conjugación de estas, en el tiempo y el espacio compartido, rebasan con creces cualquier explicación meramente estructural o de la acción. Los testimo-nios, en efecto, nacieron de la amistad surgida en un amplio trabajo de campo, donde jóvenes comunes compartieron

1 Cifras que brinda un estudio realizado por el diario El Comercio, de fecha 25 de enero de 2015. Versión electrónica disponible en: <http://bit.ly/1zaGjtJ>

situaciones muy personales, respecto a ciertos comportamientos violentos de las pandillas.

Se buscó, así, analizar los discursos, comportamientos, emociones y sensacio-nes de los jóvenes entre quince y veinte años de edad en torno a los cuadros de violencia que protagonizaron. Para ello se describieron los discursos en torno a la violencia ejercida por los jóvenes en-trevistados. De este modo se analizaron los comportamientos e interacciones de jóvenes integrantes de grupos pandillales,

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en sus contextos y espacios cotidianos. El interés de la investigación radicó en lo que Gilligan denominó la interacción de experiencia y pensamiento, en las distintas voces y en los diálogos que hacen surgir, en la forma en que nos escuchamos a no-sotros mismos y a los demás, en las cosas que contamos acerca de nuestras vidas. Con ello se plantea la posibilidad de una sociología criminológica de la juventud pandillal que ahonde comprensivamente en las características que los apartan de una estructura delincuencial y de un individualismo aislado desestructurado.

2. Metodología

Las técnicas cualitativas, a diferen-cia de las cuantitativas, permitieron el enfoque en sujetos juveniles capaces de producir signos y símbolos propios de la clandestinidad o en lo que Quijano denominó como una peculiar dialéc-tica entre la imitación y la subversión2 hacia lo que considero, el mundo oficial adultocéntrico. Considérese que el joven necesitará mucho más tiempo para ad-quirir experiencia del adulto y su propia autonomía –su dependencia de otros–especialmente de sus padres, demorará mucho3. En líneas generales, partiendo de un análisis comprensivo, el modelo que dirigió la presente investigación fue el exploratorio, insertándose en un pro-

2 Quijano, Aníbal, “Don Quijote y los molinos de viento en América Latina”, en Investigaciones Sociales, Año X, N.° 16, UNMSM-IIHS, Lima, 2006, pp. 347-368.

3 Blumenfeld, Walter, La juventud como situación conflictiva, Fondo UNMSM, Lima, 1963, p.93

ceso de descubrimiento. De este modo se evita que las hipótesis formuladas a priori constriñan la experiencia etnográfica, así como las conclusiones de la misma.

La técnica de la etnografía, que engloba el proceso metodológico global cualitativo elegido, permitió captar el punto de vista del otro juvenil en su posición ante la vida, comprendiendo su visión del mundo. La etnografía po-sibilita estudiar lo que lo une a la vida, teniendo cada contexto social distintas aspiraciones, cediendo a determinados impulsos, anhelando distintas formas de felicidad4. Para tener suficiente capacidad empática al momento de investigar, será necesario que la acogida del grupo aje-no sea benigna hacia uno mismo. Para efectos de la recolección de datos, mi rol no tendrá relación con mi naturaleza de investigador, por el contrario adopté la personalidad de un joven más en sus (mis) esquinas, y en sus (mis) discote-cas, restaurantes, cines y parques, en sus casas y en caminatas prolongadas animadas por conversaciones comunes, atendiendo para ello diversos marcadores sociales de integración como atuendos, peinados, lenguajes, posturas y gestos; así como el consumo de gustos cultura-les, propios de los heterogéneos nichos culturales investigados, accediendo a la intersubjetividad juvenil, la cual si bien se encuentra cercana a mi propia edad5, es

4 DíazDeRada, Ángel y Honorio Velasco, La lógica de la investigación etnográfica, Trotta, Madrid, 1997.

5 Con esto hago referencia a que gracias a los atuendos, las expresiones corporales y una

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infinitamente más diversa que mi propia experiencia de vida.

2.1. Muestra establecida

Siendo conscientes de una realidad humana eminentemente poliédrica se postula una muestra intencional, donde se prioriza la profundidad acerca de la extensión, con la debida representati-vidad. Para efectos de la comprensión de los discursos, comportamientos, emociones e interacciones juveniles en sus interacciones diversas, se realizó la fase de recolección de datos con hom-bres y mujeres entre 15 y 20 años de edad entre mayo y diciembre del año 2013. Se llegó a entablar una amistad inicial con ellos y ellas gracias a la concurrencia hacia diversas discotecas de la ciudad de Lima de los diferentes sectores populares y de clase media, lo cual formó parte del trabajo de campo para la realización de investigaciones en torno a la vida lúdica limeña entre los años 2008 y 20126.

A partir del trabajo de campo efec-tuado en las discotecas se generó una profunda amistad a lo largo del tiempo. En base a ello se realizaron entrevistas a

apariencia que denota menos edad de la que verdaderamente tengo, no me encuentro muy alejado de jóvenes de 18, 19 o 20 años (para los fines señalados, mi edad al momento de recolectar los datos es de 29 años).

6 Dichos centros de esparcimiento juvenil se eli-gen gracias a lo concurrido de su público juvenil, los cuales se encuentran en los distritos de Lince y Cercado de Lima, San Miguel (Callao), San Juan de Lurigancho y Ate, Los Olivos y Comas, y San Juan de Miraflores.

profundidad de historias de vida a un total de 7 jóvenes (1 mujer y 6 hombres). Los actores elegidos tienen en común la entera confianza que depositaron en mí como un amigo, antes que un investiga-dor. No son entrevistas a sujetos anóni-mos, sino a amigos y amigas conseguidos a través del trabajo de campo etnográfico. La investigación fue de dimensiones exploratorias, a partir de una muestra de casos representativos. Las entrevistas tuvieron lugar en el año 2013 en los pro-pios distritos de cada entrevistado, cerca de sus hogares o lugares de interacción cotidiana, además de la interacción vir-tual. Cada entrevista duró aproximada-mente de 2 a 3 horas, cifra generalmente incrementada por otro tipo de temáticas de intereses diversos, alejados a la inves-tigación. Es por ello que a cada actor o actora se le dedicó más de 3 sesiones en diferentes días. Para aludir a cada uno de los actores se utilizarán seudónimos. A continuación se presenta la edad, el distrito en que viven y la ocupación de cada entrevistado y entrevistada:

Nombre Edad Distrito OcupaciónJuanxi 20 Chorrillos Telesup 3.er ciclo

Trabajó en Cellpho-neperu (Instituto de telefonía celular) [mi puesto es de profesor].

DJ Cuco 18 Callao Trabaja como DJ.

Criss 19 La Molina Trabajo en un res-taurante y estudió arquitectura en la USMP.

Chucho 20 El Agusti-no-Puente Piedra

Trabaja como co-b rador en una combi.

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Nombre Edad Distrito OcupaciónPepe 17 Carmen de

l a Legua Reynoso

Estudió en Com-putronic en la Av. Wilson.

Chino 20 Bellavista Trabaja en una em-presa aeroportuaria.

La Gatita 16 Santa Anita Ahorita no hay nada que hacer (según ella sostiene).

2.2. Técnicas de investigación

• Observaciónparticipante: propor-ciona descripciones, es decir, discurso propio del investigador. Se realizaron diez visitas entre los meses de julio y diciembre del año 2013.

• Entrevistasaprofundidad:Ahondaen el propio actor, entendiéndolo desde sus propias significaciones, motivaciones, creencias, sentimien-tos, estilos de pensamiento, imagina-rios y concepciones ligadas a su vida cotidiana. Se realizaron siete sesiones.

• Historiasdevida:reflejanlainsercióndel sujeto en un grupo social y las representaciones sociales en las que se halla inmerso. Se llevaron a cabo siete sesiones.

3. Antecedentes teóricos

3.1. Juventud y violencia

Al entender la juventud como una producción socio histórica y cultural, situada y relacional, es que Vommaro plantea la noción de generación, a través de la cual se podrán ver a las juventudes como construcciones socio históricas y situadas. Así, cada generación, cada producción, cada forma de presentarse,

de aparecer, de ser y de estar de los jóve-nes es inescindible de la situación donde se produce. Es decir, de un tiempo y un espacio determinados que marcan singularidades y modalidades especí-ficas, con rasgos distintivos y también comunes respecto de otras producciones. De este modo la juventud se pluraliza, y sus rasgos diversos y múltiples, lejos de constituir excepcionalidades o debi-lidades, emergen como características distintivas y potentes de las juventudes en la actualidad7.

A partir de esta lectura es que se rechaza por entero la biopolítica negativa que se expresa en el desarrollo de apara-tajes jurídico institucionales que crean mecanismos de excepción, exclusión y suspensión de derechos, a adolescentes considerados peligrosos para la socie-dad y vida indigna de ser vivida por su supuesto potencial violento8. Como ejemplo de esta perspectiva negativa, Feixa9 criticará el tipo de modelo que se utiliza para contener el pandillaje. Ello se caracterizará por la manufactura policial de la noticia, así como por la presión de demostrar la eficacia en la lucha contra el crimen, privilegiando la cantidad de

7 Vommaro, Pablo, “La disputa de lo público en América Latina”, en Nueva Sociedad, N.° 251, Buenos Aires, 2014, p.59.

8 Chiriboga, Cinthia, Perspectivas conceptuales sobre adolescencia y violencia, UNICEF, Guaya-quil, 2013, p.27

9 Feixa, Carles, “Bandas latinas en Cataluña (y más allá)”, en Marianella Ledesma (coord.), .Justicia, derecho y sociedad, Centro de Estudios Constitucionales del Tribunal Constitucional, Lima, 2015.

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detenidos por encima de la calidad que implica la prevención del delito.

Por el contrario, el recurso de la violencia en las pandillas, utilizado para actos di versos que van desde el robo y el asalto a la pelea callejera y el asesi-nato, debería comprenderse, sostiene Cerbino10 a partir de que los jóvenes pandilleros aplican un complejo meca-nismo imaginario simbólico que sostiene el tipo de afirmación necesaria para dar sentido a su acción y, por supuesto, a su existencia. Es bajo el régimen de la visibilidad, como una de las condiciones constitutivas de la modernidad, que se estructura para el sujeto un modo de ser a través del ser visto, del goce escópico que lo alimenta, obligando a que los sujetos contemporáneos sostengan una lucha permanente para proyectarse por medio de su visibilidad11. Sin embargo este tipo de constructos no son presenta-dos, puesto que los jóvenes pandilleros, recalca Feixa12, serán presentados como demonios sin rostro, salvajes desperso-nalizados, más que malos: malísimos. Este autor descubre que existiría un estado penal que tolera una zona gris donde algunos principios del estado de derecho parecen quedar en suspenso, y donde la cárcel es el destino natural de estos jóvenes.

10 Cerbino, Mauro, El lugar de la violencia. Perspectivas críticas sobre pandillerismo juvenil, Taurus, Quito, 2012.

11 Cerbino, El lugar de la violencia. Perspectivas críticas sobre pandillerismo juvenil, cit., p.25.

12 Feixa, “Bandas latinas en Cataluña (y más allá)”, cit.

Si partimos de que […] la violencia no es solo producto de ciertos hechos o actos, sino que emerge a partir de situa-ciones y relaciones que tienen múltiples sentidos, definir qué es violento y qué no lo es, así como también quienes son denominados como violentos y como no, es parte de una lucha simbólica que se actualiza permanentemente13. Tene-mos un enorme desafío para repensar la violencia juvenil no como ex presión de comportamientos desviados de la norma social establecida o como signos de una patología juvenil, sino más bien como el terre no en el que muchos jóvenes encuentran lo mismo que aquellos que no recurren a ella: el reconocimiento en un espacio social altamente competitivo y conflictivo, como el que plantea la modernidad con temporánea14.

Ahora bien, en relación al pandillaje, la violencia puede ser un instrumento para conseguir algo e imponerse a otra persona, establecer control sobre un territorio, obtener recursos económicos por medio del robo, la extorsión, entre otros o para desquitarse después de una experiencia frustrante. La conducta resulta a veces más influenciada por procesos de control social que por una socialización subcultural, así se puede comprender cómo jóvenes pandilleros

13 Di Napoli, Pablo, “Jóvenes, violencia y escuela: un análisis de las relaciones entre grupos de pares en dos escuelas secundarias de la Argentina”, en Revista Austral de ciencias sociales, N.° 23, Valdivia, 2012, p.42.

14 Cerbino, El lugar de la violencia. Perspectivas críticas sobre pandillerismo juvenil, cit., p.22.

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expresan normas de clase media, que al mismo tiempo niegan en presencia de sus pares15. Las consideraciones que se tejen en torno a los enfrentamientos tienen que ver con la disputa del poder, es decir, el control del territorio, obtener prestigio social, ser respetados por los otros (no solo por las pandillas rivales, sino por la comunidad en la que viven), incluyendo la administración del miedo y el pánico social que generan con sus acciones. Así como es inútil hablar de la juventud en términos de subcultura, también lo será para referirnos a la violencia juvenil.

3.2. Pandillas en Latinoamérica

Veamos cómo es que las pandillas se configuran en Latinoamérica. En pri-mer lugar, se reunirán para delinquir, e incluso para matar. No solo la gravedad delincuencial en Centroamérica y en Co-lombia, difieren del Perú, sino también las edades en las cuales ingresan, tanto en las maras de Honduras y El Salvador fluctúan entre los 11 y 15 años. En Colombia, el sicariato se ha constituido como una fórmula en que menores de edad asesinan por sumas considerables de dinero (gozan del poder de manipular el delgado hilo que ata la vida o la muerte). Se trata de un código de valentía que exi-ge asesinar sin aspaviento alguno, enor-gulleciéndose inclusive de sus víctimas. En Centroamérica en las maras no solo existen misiones que exigen el matar: si un miembro ha violado un principio de

15 Savenije, Wim, Maras y barras, FLACSO, El Salvador, 2009, p. 64.

la pandilla, será castigado inclusive con la muerte.

¿SABÍA USTED QUE?

En Colombia el sicariato se ha cons-tituido como una fórmula en que menores de edad asesinan por su-mas considerables de dinero (gozan del poder de manipular el delgado hilo que ata la vida a la muerte). Se trata de un código de valentía que exige asesinar sin aspaviento algu-no, enorgulleciéndose inclusive de sus víctimas.

El fenómeno más dramático a nivel latinoamericano y mundial es el de las Maras Salvatruchas. Estos se conforma-ron a fines de los setenta e inicios de los ochenta, con niños y jóvenes callejeros entre 12 y 25 años, nacidos y crecidos en el período de la guerra en El Salvador, los cuales fueron hijos de combatientes, guerrilleros y guardias nacionales. Hay distintos tipos de maras: de barrio o calle-jeras, las estudiantiles y las delincuencia-les o industriales. Sus trayectorias están marcadas por los procesos migratorios globalizados y forzados, en los cuales está implicada una gran cantidad de jóvenes de América Central (Nateras, 2006). En estos contextos dinamitados por la violencia más cruenta, si un miembro ingresa, no podrá salir fácilmente. La diferencia de los grupos juveniles pe-ruanos con las maras en Centroamérica son notables: el propio grupo presiona a sus miembros para que sigan formando parte de la colectividad y prevé sanciones para quienes pretenden abandonarla, se

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convierte en una cárcel cultural en donde además se es presa de los enemigos al no seguir protegido por el grupo, here-dándose un estigma difícil de deshacer sobre el ex pandillero, se trata de toda una organización.

Existen también los ritos de ini-ciación, los cuales demuestran una or-ganicidad al interior de estas pandillas. Para ingresar a estos grupos soportarán 13 minutos de golpes por parte de los mareros, igual que los cholos. Se tiran unos dados y el número que caiga son los minutos que el nuevo integrante tiene que soportar en golpes que le propinan sus compañeros. Se hace ante los demás y en el espacio público, cuyo valor simbólico estriba en demostrar la valentía del nuevo miembro y fuerza para defender a la pandilla en las situaciones que lo requieran. Finalmente, en cuan-to al número que integran las temidas pandillas en el resto de Latinoamérica, mencionaremos que en Centroamérica la difusión social que alcanzan los con-vierte en maras a nivel transnacional, a lo largo de varios países, sumando entre 100 000 y 305 000 miembros aproxima-damente, lo cual significa un verdadero problema de seguridad nacional, con especial énfasis en El Salvador. Asimis-mo encontramos que en Colombia las pandillas equiparan la tercera parte de la vida delincuencial, ocupando las otras dos partes a adultos mayores de 25 años. Estos jóvenes pandilleros son capaces de fragmentar el espacio al detentar un po-der significativamente violento sobre la localidad, impidiendo la libre circulación

de bienes materiales y simbólicos (son un verdadero micropoder al controlar el espacio público local).

3.3. Pandillas en el Perú

Analicemos que en el caso peruano, el prejuicio y el mecanicismo analítico, explicaría equívocamente la violencia juvenil. Por ejemplo, en un diario de cir-culación nacional, un abogado penalista opinaría que hay un vacío legal que no permite sancionar como corresponde a los adolescentes, destacando la necesidad de que las autoridades planteen un debate nacional para que la mayoría de edad se obtenga a los 16 años, sosteniendo que “[…] hay adolescentes que matan, trafican, roban y violan, y están prote-gidos por la ley […]”.16 Otro experto en seguridad ciudadana, un general de las FF.AA., sostiene también que se debe ser severo en el castigo pues “[…] hay que ser drásticos porque los adolescentes y jóvenes tienen que ser responsables de sus actos. Ambos detenidos tienen que ser pasibles de sanción por más que sean menores de edad.”17

Pero no todo es castigo y condena, ya que la Municipalidad de Lima, en el año 2010, emprendió el plan Chi-cos Chamba para reinsertar a tres mil jóvenes al ámbito laboral, así como el programa de pandilleros a actores sociales,

16 Véase: Diario Perú21, 9de setiembre del 2011. Versión digital disponible en: <http://bit.ly/1KhtVMp>.

17 Vease: Diario Perú21, 25 de enero del 2010. Versión digital disponible en: < http://bit.ly/1JgZhOW >.

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que intentó reintegrar a 150 pandilleros que viven en San Juan de Lurigancho y otros distritos cercanos. Asimismo, en el mismo año tuvo lugar el programa Supérate que, según indicaba la Policía Nacional del Perú, tenía como propósito la reinserción a la sociedad de más de 12 mil pandilleros integrados por hombres y mujeres. Como él sostiene, la solución no es la violencia sino el diálogo.

Consideremos que en el Perú, a diferencia de otros contextos latinoa-mericanos, los miembros de los grupos juveniles liminales abandonan estos grupos, obedeciendo a las siguientes razones: a) la paternidad en el que asu-mirían su nueva identidad y su nuevo rol paterno, b) la ya difícil convivencia con sus compañeros producto de la pri-mera situación, c) la experiencia laboral que los disciplina y curte dentro de una más o menos importante racionalidad formal, y d) otros espacios y experiencias socializadoras diferentes, tales como la parroquia. Tal como establezco en mi li-bro titulado Juventud y Clandestinidad, la predisposición en algunos de abandonar dichos grupos podría ser tanto el miedo a ser víctimas de alguna guerra urbana. Asimismo tendrá efecto en ellos el mie-do a ser atrapado por la policía o el ser presa de los entredichos de los vecinos, lo que lleva a la reflexión al integrante, y más aún si es mujer, debido a que su capital simbólico se ve disminuido ante su familia, su colegio y su contexto social.

¿Se puede hablar de pandillas para referirnos a estos grupos juveniles vio-lentos en el Perú? La liminalidad que

demuestran las pandillas será diversa y compleja, dependiendo directamente no solo del contexto, sino del sujeto que la experimenta. Dicho estado transicional –aquel de la violencia, mas no aquel etario, que ya se discutió líneas atrás– será un estado en el que el joven deberá decidir, aprender y experimentar. Por ello no podemos homogenizar dichos grupos pandillales, sino admitir sus matices y resignificaciones. Son diversos los autores que prefieren hablar de otros términos al momento de referirse a los grupos juveni-les violentos. Tenemos a Strocka, que de-nominará a las pandillas como manchas, y a sus integrantes como mancheros, para evitar conceptos que emitan prejuicios, ya que las manchas que ella investiga en Ayacucho ni son inherentemente violentas, ni se forman con el objeto de cometer delitos. Santos denominaría a las pandillas como esquineros-trajinantes, producto de una ocupación socialmente pautada, ocupando esquinas, pasajes, zonas, jirones, añadiéndole a ello, que se tratan de jóvenes que se desplazan permanentemente.

Amparándome en la liminalidad, índico que las características de los grupos juveniles violentos es diversa y compleja, dependiendo directamente no solo del contexto, sino del sujeto que la experimenta. Dicho estado transicional, será un estado en el que el joven deberá decidir, aprender y experimentar. Por ello no podemos homogenizar dichos grupos pandillales, sino admitir sus matices y resignificaciones. Debido a la suerte de clandestinidades interactivas que cobran

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significado tanto en prácticas como en imaginarios grupales, se les denomina-ría grupos juveniles liminales. A ello se le suma que estos grupos cumplirían con ritos de margen o transición, en donde el adolescente entra en una suerte de estado liminal separado del sistema de relaciones sociales, en un abierto ensayo de roles siempre en conjunto con sus pares.

¿SABÍA USTED QUE?

[L]as características de los grupos ju-veniles violentos son diversas y com-plejas, dependiendo directamente no solo del contexto, sino del sujeto que la experimenta. Dicho estado transicional –aquel de la violencia, mas no aquel etario–, será un esta-do en el que el joven deberá decidir, aprender y experimentar. Por ello no podemos homogenizar dichos grupos pandillales, sino admitir sus matices y resignificaciones.

Otro argumento a favor del carácter ajeno de delinquir, radica en que el mayor temor que mostraron los entrevistados es el de que su transgresión cause malestar alguno en sus propias familias, ya sea in-terfiriendo en la privacidad de sus hogares o con el simple hecho de que sus padres o familiares más cercanos se enteraran. Inclusive algunos de ellos necesitarán de alcohol e inclusive de las drogas como la marihuana, el elemento fortalecedor para cumplir una serie de proezas en la construcción de un antihéroe. Como señalan Panfichi y Valcárcel, se basan en sentimientos y adhesiones emocionales

fuertes y no en la articulación de intere-ses económicos u orientados hacia fines racionales. No estamos ante personas que se dediquen al robo como forma de vida. Es así que Strocka indica cómo las manchas no se formaban con miras a co-meter delitos o a degustar de la violencia, sino que se formaba a partir de grupos de amigos del mismo vecindario que pasan el tiempo juntos, el cual les otorga cierto valor de respeto en su barrio.

El uso de la violencia de estos grupos juveniles liminales tiene como finalidad, por un lado, ganar el estatus que se les niega, también la protección del mal-trato y abuso que sufren a manos de su familia, y finalmente como estrategia de supervivencia en un entorno minado por la violencia, la desigualdad y la exclusión. Por otra parte, la violencia ejercida la aceptan como negativa, pero necesaria y legítima en ciertos contextos y mo-mentos. Explica Vich18, que la juventud representa un cuerpo que dispone de energía y el cual no se puede poseer sin canalizarla hacia algún lado, más aún como la sociedad no les ofrece alternati-vas laborales para invertir la energía, los jóvenes tienen que convertirla en un rito que les asegure que están vivos. Consi-dérese que el hedonismo posmoderno, el cual es una ética que prescribe evitar el dolor, psíquico o físico. Como crítica al énfasis violentista que se tiende a ver en las pandillas, Espinoza19 indica que

18 Vich, Víctor, El discurso de la calle,RedparaelDesarrollo de las Ciencias Sociales, Lima, 2001.

19 Espinoza, Atilio, “Mi barrio es zona crema: territorialidad y conflicto en un grupo barrial de

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la violencia juvenil debe considerar a los jóvenes como sujetos de una actividad interpretativa que da forma a sus actos en medio de la acción concreta y no como individuos esencialmente violentos.

Otro elemento importante a consi-derar es el territorio. Al separarse del ima-ginario social urbano, se cohesionarán en torno a comunidades de pares que se adjudican territorios, bajo determinados signos o identidades. Sea una calle, un barrio, una zona, o inclusive una tribuna, muchos de ellos justifican su acción al descreer en la institucionalidad policial, a quienes tildan de pedir dinero injus-tificadamente o de detenerlos sin razón mayúscula. Este escepticismo en la poli-cía originaría que ellos mismos tomen el control de sus barrios o zonas, para evitar robos y garantizar la seguridad.

El carácter liminal de los grupos juveniles se manifiesta en actitudes a medio camino entre la delincuencia y la legalidad, en donde se refleja la lucha del sujeto entre la exigencia del grupo para ejercer la violencia y la autoexigencia de no cometer delitos cuyo castigo institu-cional (cárcel) les convertiría en delin-cuentes de pleno derecho. Se evidencia en el grupo juvenil liminal masculino, construcciones masculinas que siguen el patrón generalizado en el Perú, pero con características que la recrudecen. Es im-portante considerar que las sociedades, en especial la nuestra, establecen pautas,

la Trinchera Norte”, en Panfichi A. y Valcár-cel M. (editores), Juventud, cultura y desarrollo, IEP-PUCP, Lima, 1999, pp. 273- 315.

rituales, pruebas, sistemas de premios y castigos que incentivan la conducta agresiva y activa, inhibiendo los compor-tamientos pasivos20. Es en los lugares más pobres donde observamos situaciones aún más extremas de esta masculinidad. Nos explica Vich, que el ser achorado, en ciertos contextos, te hace poseedor de un marcadísimo patrón de masculi-nidad. Ello es claramente apreciado en diversos grupos juveniles pandillales, los que deberán demostrar a todo momento una gama de comportamientos que los haga sentirse hombres, y los haga ver como tales.

4. Discusión de resultados

4.1. Testimonios biográficos e historias de vida

Analicemos a continuación casos representativos vinculados al pandillaje, los cuales fueron recolectados en el año 2013. El primer caso es el de Juanxi21. Él empezó su vida pandillal yendo a múltiples estadios alentando a su equipo preferido, como él mismo refiere por-que desde siempre lo he hecho y me gusta mucho porque comparto muchas cosas

20 Callirgos, Juan Carlos, De héroes y batallas, la construcción de identidades masculinas, DEMUS, Lima, 1996.

21 En adelante, se utilizarán seudónimos en cada testimonio para proteger la identidad de aquellos y aquellas que confiaron en mí como su amigo. El seudónimo elegido se pensará en analogía con el nombre original, para tampoco perder la esencia misma del modo en que muchos de ellos se autodenominaban, sin utilizar necesariamente sus nombres originales.

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con mis amigos(as). El peligro acecha a estos guerreros urbanos, que luchan entre ellos, y aunque estén dispuestos a sufrir daños o incluso a encontrar una posible muerte, sus motivaciones no se remitirían únicamente a alentar un determinado equipo. Es, además, una sensación compartida colectivamente a modo de desquicio generalizado que infunde de una catarsis a sus miembros. Su furor trasciende la identidad de sus enemigos, lo más importante es saciar su inacabable sed de violencia que espera ser satisfecha, en vano, a través de los golpes, de la destrucción y del terror. No importa quién sea la víctima, Juanxi y los suyos actuarían como caníbales hambrientos dispuestos a depredar cuanto les plazca. Juanxi nos cuenta:

“[…] Un día fuimos a un barrio del equipo ajeno para buscar bronca para agarrar a un pata y pegarle, o a quien se nos cruce […].La cosa que después que hicimos disturbios para irnos nos separamos pero yo me quede solo y al final cuando quería salir tuve que esconderme. Como no conocía me metí en una quinta donde no había salida así que tuve que tocar la puerta de una señora diciéndole que me habían robado y que ne-cesitaba su teléfono, me lo prestó felizmente y llamé a mi pata para que vuelvan por mí. Y mis patas no querían regresar porque ya se habían ido y no se ubicaban dónde estaba así que la señora me acompañó a un paradero y ahí estaban ellos, fue muy feo porque me asusté, no sabía cómo salir de ahí. Andaban ellos por ahí porque era su barrio, pero muchas cuadras más allá estaba mi barrio esperándome, la 27 así se llama (risas). San Juan de Miraflores es un cerro, yo soy de Surco pero viví en San Juan de Miraflores”.

Ya que el barrio es una idea que tras-ciende y aglutina a las agrupaciones lo-cales, Juanxi enfrentaba enemigos ajenos a su propio barrio, representando junto a sus pares, de algún modo, el barrio en el que viven. Sin embargo pasó de ser victimario a ser una víctima que estuvo muy cerca de ser sacrificada para saciar la sed enemiga de violencia. Su caniba-lismo encontró su fin al darse cuenta que aislado no vale nada, convirtiéndose en una presa fácil de ser aniquilada. El lado opuesto de la colectividad enloquecida es la de ser una víctima utilizada para el sacrificio de otros caníbales tan ham-brientos como él mismo lo había sido. Reconocería por primera vez aquellasensación de impotencia y de miedo. Ni sus amigos, confiables compañeros en la guerra interbarrial, lo acompañaron esta vez. No podía confiar más en ellos.

¿SABÍA USTED QUE?

[S]on los estratos más bajos los que no solo padecen una sensación de inseguridad, ya que conviven con ella al presenciar peleas entre jóve-nes de diferentes barrios en las in-mediaciones de las calles.

Ahora bien, notemos el modo en que Juanxi es salvado de su posible muerte: se ampara en la ayuda de una persona mayor que él, una señora que comprende el peligro que corre un adolescente. Un delincuente común no pediría ayuda en una casa ajena, tampoco la conseguiría. Es como si tocara las puertas del mundo adul-to cuando está en peligro exclamando con

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arrepentimiento que lo ayuden. Aquella mujer le abrió las puertas de su casa pues no identificó a un criminal, sino a un joven que urgía de la ayuda de un adulto.

Para Juanxi el placer que represen-taba el riesgo que corría en aquel en-tonces había perdido su valor. El éxtasis que compartía con sus compañeros dis-minuyó a medida que los años pasaron. Ahora tiene otra perspectiva de la vida, metas que alcanzar, y su liminalidad violenta termina por extinguirse en un recuerdo borroso, que con el tiempo desaparecerá:

“[…] pero yo ya no entro en eso ya, bueno hace tiempo estaba metido en eso, pucha, pero después me di cuenta que no valía la pena arriesgarse por tonterías […]”. Su dieta canibalezca cesaría al darse cuenta que sus presas podían convertirlo en una presa en algún momento, anulando cual-quier objetivo en su vida que trascienda aquel presente que pulula entre el juego y la delincuencia.

El segundo caso pertenece a un jo-ven que se autodenominará Dj, refirién-dose a la persona encargada de colocar la música y hacer las mezclas necesarias para avivar la diversión en una fiesta o en una discoteca. Aunque sostenga: “[…] a veces me creo por esto de ser dj, es algo tonto”. El privilegio de ser Dj radica en tener el poder de divertir siendo el centro de atención de todos quienes acuden a una de estas reuniones lúdicas. Cuco nos comentará que alentar a su equipo Sport Boys, sostiene, es una sensación única: “[…] es pasión por el equipo del Boys ir al estadio si es un pasatiempo mío […].

Para él, luchar entre semejantes represen-ta una posibilidad de conseguir trofeos:

“Lo más chévere de guerrear era ganar trofeos […] o sea quitar telas de la barra contraria. Era chévere para mí, pero ahora lo veo como algo tonto. Es la tradición de barras contrarias pues. Quitar tela es como un triunfo en las calles, ¿entiendes?”.

Pasado el tiempo, y habiendo cam-biando de contextos sociales, es capaz de criticar su pasado, aunque sin dejar de evocar las hazañas de aquel entonces. Aún posee cierto encanto el narrar tales sucesos en donde se emulaban juegos siniestros en las batallas entre ambos bandos desatadas por la búsqueda de la gloria. Una búsqueda que podía resultar mortífera:

“Sí, sí he participado en guerreos de las varias que he tenido cuando he sido más joven. En una perdí contra los hinchas de la U, me chaparon y me han chancao […] pero como te digo son cosas que he pasado de más joven […] me metieron puñete por todos lados, me quitaron mis tabas y de ahí como se abrieron, porque estaban viniendo mis patas para chaparlos pero ya perdí en ese momento pues. No me hospitalizaron, pero si me dolía todo el cuerpo, pero con los días se fueron los dolores”.

Tal como establece Blumenfeld22 habrá jóvenes que desde su pubertad anhelarán el periodo de la iniciación, en que se les concederá todos los derechos de los miembros del grupo, aunque con las ceremonias se enlazan muchas

22 Blumenfeld, La juventud como situación con-flictiva, cit., p. 90.

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privaciones y sufrimientos corpóreos y psíquicos, cuyo sentido consiste ob-viamente en demostrar que el joven posee la resistencia y la dignidad de ser miembro de la comunidad. De este modo, el guerreo se desarrollaría como aquel momento especial en donde se re-afirma la existencia social que se obtiene al ser parte de una red de intercambios: quien no participa no es aplaudido, no es valorado socialmente por sus pares. Asimismo a una sucesión de tribus que expresan de todo corazón el placer de la horizontalidad, el sentimiento de la fraternidad, la nostalgia de una fusión pre individual.

IMPORTANTE

[En relación al pandillaje] la vio-lencia puede ser un instrumento para conseguir algo e imponerse a otra persona, establecer control so-bre un territorio, obtener recursos económicos por medio del robo, la extorsión, –entre otros– o para des-quitarse después de una experiencia frustrante.

Pareciera que estos son los senti-mientos de Dj Cuco, para quien la lec-ción es clara: no puede negar el placer que le producía tales enfrentamientos, como tampoco puede negar que hoy, a la luz de los años y de sus ansias por lograr otros proyectos en su vida, no vale la pena en absoluto arriesgarse por algo poco consistente entre él y sus metas. En aquel entonces, a pesar de las consecuencias, los riesgos tenían un significado especial:

“Si también pues entra barrios en la calle. Si algo así como chévere pero riesgoso a la vez ¿El más chévere? Antes por donde vivo había una barra de la U y siempre bajaban a mi barrio y casi todos los días ahí había encuentro y salimos ganando su tela oficial cuando bajaron al estadio, en un guerreo de full puñete y justo diez contra diez, o sea la misma cantidad ¿entiendes? Y ahí perdieron.”

Dj Cuco no duda en darle gran im-portancia a esos objetos con gran valor simbólico (banderas que imprimen la identidad a un grupo juvenil liminal, ya que cuando son robadas no solo se adueñan de una tela hecha con sumo esfuerzo, sino del alma de sus guerreros). Es la derrota fatal de quienes la han per-dido. Si los objetos son extensiones del cuerpo las banderas representaban una extensión del honor. Es así como puede entenderse estas guerras juveniles sin motivaciones racionales suficientes. A la larga todas las impresiones sensibles son relativas y no permiten ninguna conclu-sión sobre lo que las produce. Hasta el mismo concepto de causa es una relación trasladada por nosotros a las cosas y para cuya aplicación al mundo exterior no hay justificación. Sin embargo sus violentas aventuras pandillales llegarían a su fin cuando estuvo a punto de morir en que reflexionaría sobre los alcances de su práctica pandillal:

“[…] he tenido muchos problemas en mi vida que no deseo contar pero te diré uno, me metí en un serio pro-blema de barras y eso casi me lleva a la muerte […]”.

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[…] quite dos polos de barra a una barra contraria. Por viveza de parte mía me infiltré en una barra y logre sacar dos polos pero me sacaron (reconocieron) quien era yo y bueno, si no fuera por el terremoto del 2007, estaría muerto. Estaba en el colegio estudiando a la mitad del año en un colegio estatal y yo era turno tarde y pasó eso de los polos: en la salida había un grupo de gente mayor de edad estaban con fierro (pistola) y mi pata me dijo que me querían dar vuelta (matarme) y que estaban esperando que yo salga. Y bueno, me quedé en la puerta y justo pasó lo del terremoto y saqué la cola (me fui corriendo). Si, pensé que Dios me ayudaba porque justo paso eso en ese mismo momento. Sí. Pero gracias a eso es que hoy sigo vivo y hablando contigo”.

Una situación catastrófica, como lo es un terremoto, significaría para Dj Cuco la posibilidad de sobrevivir. Ello para él se trató de un milagro, un evento providencial le permitió seguir viviendo otorgándole una segunda oportunidad que no estaba dispuesto a desperdiciar:

“[…] pero ya de ahí no me metí jamás en barras, solo voy al estadio de vez en cuando. Incluso me tuve que ir de viaje por un año a Arequipa. Imagínate. Pero ya cambié yo, ya nada de eso”.

Quienes querían aniquilarlo eran personas que tenían más de veinte años y que forjaban ciertas actitudes delincuen-ciales, pues estaban dispuestos a matarlo. No eran pandilleros, su actitud rebasaba la liminalidad y el transito comporta-mental. Dj Cuco rehuyó durante un año de lo que creyó su hogar, su grupo y sus amigos. Tal vez por ello es que no reconocía en la amistad algo esencial:

“[…] la verdad nunca hubo momentos en que yo necesitara a un amigo o amiga”.

Aprendió a valerse por sí mismo, pasando de una vida gregaria basada en la violencia, a un individualismo en donde no podrá confiar en el resto de personas, por lo cual medirá su comportamiento y sus actitudes. Dj Cuco debía cambiar su comportamiento impulsivo, es decir, alejarse del pandillaje. Hoy, dedicado a la música, comenta el modo en que dejó esta vida juvenil liminal. Léase el modo en que narra con suma emoción la expe-riencia etnográfica de estar en un estadio:

“[…] me gustaba alentar, bajar al estadio como Matute, el Monumental, cuando juega el Boys de visitante, darle aliento para que el Boys no se sienta solo, es un senti-miento que no tiene explicación. Ahora voy pero cuando juega de local a oriente. Empecé de chibolo iba con un brother cuando tenía 8 años cuando el Boys en ese entonces no tenía una barra grande como ahora siempre a toditos los partidos. Grito los goles y la bajada del estadio (risas) es rica por la comida que venden en entretiempo. Ahí la gente se mete sus empanadas (risas)”.

Aunque haya renunciado a su modo gregario de vivir la violencia, no puede dejar de sentirse uno con el equipo al que le une un sentimiento colectivo capaz de redimirlo. Era apenas un niño cuando empezó y aun hoy no puede renunciar a ello, aunque esta vez lo haga desde un lugar distinto: como espectador. Aquella catarsis parece ser la de todo consumidor predilecto del fútbol que ovaciona a su equipo preferido. Dj Cuco no podrá desentenderse de aquel sentimiento co-

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lectivo, al punto de indicar que su mayor virtud radica en “ser amable, con la gente que me rodea, estando en los momentos difíciles de la gente que conozco”. Su individualidad cultivada en los últimos años no lo arrancará de su pasión por un emblema colectivo. Aquel gregarismo en donde se puede ser uno con el grupo que lo cobija fue el que lo impulsaba a des-truir a los otros, a los enemigos, jóvenes muy similares a él cuya diferencia radica-ba solamente en que nacieron en barrios distintos. Un simple elemento azaroso que deja entrever un sentimiento que seguirá cultivando algún tiempo más.

IMPORTANTE

El uso de la violencia de estos gru-pos juveniles liminales tiene como finalidad, por un lado, ganar el estatus que se les niega, también la protección del maltrato y abuso que sufren a manos de su familia, y finalmente como estrategia de su-pervivencia en un entorno minado por la violencia, la desigualdad y la exclusión. Por otra parte la violen-cia ejercida la aceptan como nega-tiva, pero necesaria y legítima en ciertos contextos y momentos.

El tercer caso es de Criss que no escapará al deleite de enfrentarse a otros jóvenes como él, aunque viva en un distrito como La Molina, conocido por su elevado status. Sus inicios fueron también producto de sus redes amicales:

“[…] me encontré con un amigo de hace tiempo que estaba en eso y me dijo para

bajar al estadio y le dije ya pues y ya, así fui bajando caminaba con la gente, hacíamos hora, los fui conociendo y ya pues. Uno es joven, la adrenalina pues, me gustaba ir a los guerreos. La gente es bien chévere, es bacán su forma de ser”.

Criss deja entrever el modo en que los enfrentamientos hacen que el ser parte del nosotros se valore y aprecie de una ma-nera especial; mientras que todo lo que tenga que ver con los otros se desvalore, desprecie y rechace con igual rencor, creándose una conciencia de sí, que se refiere a la capacidad para provocar en nosotros una serie de reacciones definidas que pertenecen a otros componentes del grupo. Una persona es una personalidad porque pertenece a una comunidad por-que incorpora las instituciones de dicha comunidad a su propia conducta23. De este modo, una actividad del nosotros muy importante será la del guerreo entre grupos pandillales. Ello nos lleva a preguntar qué se siente en el momento de emprender peleas colectivas:

“No sé, se siente bien guerrear, no sé explicarlo. Bueno en las guerreadas, hay adrenalina pues, ganas de pelear, de hacer chongo, sigo pues. Eso es cuando se pre-sente la ocasión ¿Cómo voy a saberlo yo? Por ejemplo cuando la gente del otro barrio baja o nosotros vamos a buscarlos o en un día de partido contra gente de otro lado”.

Guerreo y adrenalina se conjugan en un círculo de manifestaciones violentas, que reivindicará el comportamiento

23 Mead, G.H, Espíritu, persona y sociedad, Paidós Studio, México, 1990.

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belicoso con los demás, al punto de buscarlos a su lugar de residencia. Su mejor guerreo, según recuerda, fue aquel en que demostraron su heroísmo, puesto que eran inferiores en número:

“Una vez éramos siete y nos agarramos contra cincuenta, nos hicieron retroceder unas cuadras de ahí los correteamos hasta que vino la policía, pero habían más tirados en el piso. ¡Eran cabrazos (cobardes)!”.

A diferencia de los anteriores jóve-nes, Criss nunca se sintió amenazado por nadie, a pesar de que en más de una ocasión escapó de sus enemigos.

“[…] nunca estuve en un guerreo donde perdiéramos. Yo siempre estoy adelante encapuchado, primero andaba atrás. Pero después ya me llegaba (restaba impor-tancia), o sea el temor es que te marquen (identifiquen), que te chequeen (observen con detenimiento). Sí, unas cuantas veces me agarraron solo, por ejemplo la peor como fue volvía del cole a mi casa y me cerraron en un carro y bajaron cuatro, pero me fui corriendo nada más. Tenían armas y fierros pues […] varias parecidas a esa tuve. De ahí nada más. Hace tres días hacía hora con una amiga afuera de mi casa y pasaron dos que me quisieron cagar (hacer daño) pero no lo hicieron”.

Era consciente del modo en que el peligro estaba al acecho constantemente. No podía escapar siempre, por lo cual decidió retirarse poco a poco. Pareciera que se trata de un rito de pasaje sangui-nario, en el cual los sobrevivientes, una vez demostrada su hombría, pueden continuar su vida, sin tener que formar parte más de estos grupos. Indica Criss:

“Criss: Ya estoy en nada, ya no estoy en las movidas pues, ahora soy un chico que va por el buen camino (risas).Entrevistador: ¿Y a alguno de tus amigos si los han agarrado?Criss: Claro a varios de mis amigos si los han agarrado, varios han muerto también.Entrevistador: ¿No te da miedo eso?Criss: A mí no me da miedo pues no me asusta. Obviamente no le gustaba a mi madre, pero ya qué podía hacer”.

La muerte de sus compañeros guerreros no le asustaba, percibiéndolo como algo normal. Incluso ironizará su actual situación, tildándola de buen cami-no. Aquel mundo representaría una espe-cie de guerra en la cual inevitablemente habría víctimas. No vive atormentado por el peligro de ser una de ellas, sino que tendrá excesiva confianza de cuán airoso saldría de cada batalla. Tal vez espera tocar nuevamente alguna puerta. Ser adolescente le otorga a uno la confianza de ser amparado no solo por la ley, sino por cierta providencia que acudirá al auxilio del joven guerrero. La caracteri-zación que grafica sería compartida por muchos como él, quienes no huirán de la muerte, ya que no creen posible que esta sea capaz de alcanzarlos.

Como indica Mead, “[…] cada in-tegrante organiza y luego generaliza las actitudes de otros individuos en términos de significaciones e inferencias sociales organizadas, de esa manera se convierte en un reflejo individual del esquema sistemático general de la conducta de grupo en la que ella y los otros están

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involucrados”24. Su condición liminal lo lleva a sentirse indestructible, recono-ciendo la muerte como una compañera muy cercana, y a su vez ajena a él:

“Criss: Mmm no he tenido un problema así súper. Si me hubiera caído la bala que le cayó a mi brother que estaba a mi lado si hubiera sido eso.Entrevistador: ¡Qué feo eso que te pudo pasar!Criss: nada, una riña de barrios (me estaba peleando) jaja era día de clásico pues par-tido. Íbamos a entrar a su barrio y estaban ahí pues, nos agarramos y ¡bum!Entrevistador: ¿Quién tenía el fierro (pis-tola)?Criss: Los cabritos25.Entrevistador: ¿Y a tu amigo qué le pasó?Criss: Nada, le cayó en la pierna, seguimos, los reventamos y vino la policía, wiiiuu wiiu (imita el sonido de las sirenas), y metieron más bala todavía pero al aire nada más, la gente se abrió, ¡de ahí fuimos a reventar el Pino en la Victoria! (sonrisas) así se llama un barrio en la Victoria de la gente de Locura.Entrevistador: ¿Qué fueron a hacer en el Pino?Criss:Reventarlo(sonrisas)”.

Criss no teme que aquella bala hubiera impactado en él, aunque acepta lo problemático que sería. Ni siquiera el cuerpo del amigo a quien impactó dicha bala lo detiene. Las venganzas no cesan, llevándolo a ir en busca de sus enemigos, a sus propias casas. Acudimos a rituales de persecución en donde no

24 Mead, Espíritu, persona y sociedad, cit., p. 188.25 Hace referencia a una típica forma de menos-

preciar al rival, tildándolo de cobarde, mediante una adjetivación homosexual.

habrá respeto alguno por los lugares de proveniencia, llevando la guerra a los hogares de familias inocentes, que día a día deberán soportar este tipo de enfren-tamientos. La policía podrá detener las arremetidas juveniles entre unos y otros, pero provocará, a la larga, que el enfren-tamiento se desplace hacia un territorio diferente. A medida que la charla se desa-rrollaba, Criss se definió a sí mismo como soberbio, así como gentil. Aunque esto último parezca contradictorio en alguien dispuesto arremeter mortalmente contra un enemigo, él lo explica así:

“Criss: Mi defecto es que soy muy orgu-lloso en todo no me gusta dar mi brazo a torcer. Mi virtud, mm, soy gentil y me jode, bueno gentil no sé cómo es la palabra, o sea, mira, no puedo hacer una cosa mala sin tener remordimiento, veo que una persona necesita ayuda y nadie se la da yo lo hago, así me enseñaron de chiquito y se me quedó aunque no quiera igual lo hago sin darme cuentaEntrevistador: Pero si tú vas al Pino a reven-tar a la gente, no creo que seas tan gentil.Criss:(Risas)oequé,esoesdiferentepues,porque ellos también me están respondien-do pues, tiran a matar igual que yo, o sea estamos de igual a igual.Entrevistador: Pero ir al Pino y reventar a los vecinosCriss: no los vecinos, sino la gente de barra”.

Su gentileza no bloqueará su mortí-fera actitud contra otros jóvenes como él: si lo atacan, él atacará, no habrá gentileza ni piedad hacia los que fueron bautizados como enemigos mortales. Acaso ellos tendrán sus propios mundos de la vida en donde compartirán sus vidas con los

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suyos, demostrando sentimientos tan alejados de las luchas despiadadas de las que son protagonistas. De ahí podemos decir, que todo acto, realizado por aquel que ha tenido vinculación con la trama simbólica, está producido en la dialéctica lo dije -lo escuchaste. El otro está presen-te en el acto, no solo como su auditor, si no como co-creador. Los pandilleros, entonces, son co-creadores, desde sus bandos determinados, complementan y producen la violencia al proclamarse como los salvadores de sus respectivos barrios.

Acudimos a una complejidad que antes que contradictoria, es simultánea, demostrando la importancia de los con-textos sociales en las vidas de los jóvenes de entornos pandillales. A diferencia de aquellos que dejaron a un lado sus ambiciones pandillales, Criss no tendrá mayores proyectos en la vida: “Ninguno (proyecto) solo vivo la vida como mi cau-sita (amiga) Susy Díaz”26. El tipo de vida en donde vive el día a día iría de la mano con una vida que podría llegar a su fin en cualquier instante: No hay proyectos de vida para quien vive de ese modo. Es así que se identificará con la frase aludida por la ex vedette citada vive la vida y no dejes que la vida te viva.

El cuarto caso, acaso el más cruento por el tipo de experiencias vividas, es el de Chucho, de 20 años. En sus inicios como pandillero, se habría sentido jalado

26 Conocida vedette que llegó a ser congresista en la década de los noventas. Popularizó la frase “Vive la vida y no dejes que la vida te viva”.

por sus amigos, con lo cual fortalecería la teoría interaccionista simbólica en donde se llega a ser quien es desde los ojos de los demás. En su caso será literal su testimonio:

“[…] no sé (por qué empecé), por mis amigos que me jalaron a los trece años. Estábamos haciendo horacio27 y luego vie-nen a mi barrio a joder, ahí fue donde nos levantamos, así empezó todo”.

Frente a la provocación de personas ajenas al barrio, se alistará como soldado dispuesto a defender su territorio. Al pa-recer no habría cómo eludir la violencia que visita el propio hogar, que aunque sea consecuencia de las rencillas entre unos y otros, atañe a niños que conviven con dicha obligación violenta e ilegal, adquiriéndola gratuitamente, tal como fue el caso de Chucho.

Tal vez ello no sea suficiente para ser un guerrero avezado: se necesitará cierta sensación hedonista que los colme de gozo. No es servir por servir, es servir divirtiéndose en un juego macabro que raya en la locura:

“[…] ah no sé pues, lo sentí divertido, fue el primero, fue en grupo, ¿conoces a los Dia-blos de Puente Piedra? Con ellos fue. No sé, qué te puedo decir, sentí algo fabuloso”.

Chucho no sabe explicar con pa-labras una sensación que lo sedujo, tal vez por el hecho de no haber tenido una

27 “Hacer hora o hacer horacio” como bien dice Chucho, es una expresión común que da cuenta de hacer pasar el tiempo en alguna actividad para evitar el aburrimiento.

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familia que le otorgue apoyo anímico suficiente, como habría contado en posteriores entrevistas. Además de ello, Chucho sentirá una perversa devoción por perseguir y sentirse superior, en clara representación de su barrio:

“Entrevistador: ¿Y qué te sucedió en ese primer guerreo?Chucho: Nada pe, que me cayó más piedra en la cabeza, en la espalda y en el cuerpo, no me gustó, porque me dolía el cuerpo.Entrevistador: ¿Y por qué seguiste gue-rreando?Chucho: Para no quedar mal con los demás.Entrevistador: ¿Pero dijiste que además era fabuloso no?Chucho: podría decirse que sí, creo que será por la forma en que ves al otro equipo correrse de ti y que tu barrio sea superior”.

El comportamiento social estructura a sus miembros, reduciendo su voluntad al compromiso colectivo, tal como re-fiere Chucho. Sin embargo su práctica guerrera no se limitará a buscar la acep-tación del grupo, irá en la búsqueda de la superioridad en base a la violencia y un triste heroísmo. Aunque sufra lesiones, se comportará como deportista que no cesará por ser el mejor, en su caso no cesará hasta destruir cuanto enemigo encuentre. Su hedonismo no hallará límites, ni siquiera la ética que escapa a los grupos violentos o las leyes que dirigen todo Estado podrán convencerlo de lo contrario. Para comprender cuán trágico puede ser el guerrear no solo por lo que se puede ocasionar al enemigo, sino a sí mismo, Chucho nos relatará un

enfrentamiento que aún recuerda con sumo temor:

“En El Agustino, a uno de sus amigos lo jalamos hasta mi barrio y casi lo matamos pues, lo mandamos sin brazo y sin pierna pues, así paso pues. No se murió, nada, ni creas. Un cabraso28 de mi barrio se metió y se lo llevó al hospital de emergencia y se salvó pues. No sé qué le habrán hecho los doctores, pero lo salvaron pues […] pero por gusto lo salvaron si a las finales el pata (joven) murió…sí, el pata murió. Nadie se enteró quién fue, todos se cerraron pues, na-dies culpó a nadies pues. Ni el cabro habló”.

No hay salvación en un enfrenta-miento. Tener piedad es ser cabro es decir tener una personalidad cobarde, insulsa e inconsistente para con los valores co-lectivos que dirigen a los individuos. El silencio evitará que se encuentren a los culpables. Una especie de Fuenteovejuna se impondría entre sus integrantes, a modo de código en donde no se podrá culpar a todos. En una sociedad en la cual siempre se busca personalizar las culpas, para calmar la indignación popular, analizar la muerte de un joven como parte de un proceso que encuentra en un proceso desdichado de socialización a su asesino, está lejos de realizarse. Se piensa el problema desde una óptica meramente individual dejando de lado factores socia-les y culturales que sustentan la conducta de la violencia juvenil. Producto de esta víctima, Chucho pudo haber corrido el mismo destino:

28 Término que equivale a cobarde, desmerecedor del respeto del grupal al no actuar bajo los valores violentos del mismo.

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“[…] ya el año pasado, si no me equivoco ya 2 años atrás, estaba guerreando, sí, po-dría decirse que sí, en el Callao con los del Agustino en el clásico anterior. Estábamos guerreando y en una de esas me chapan (atrapan) en venganza y me tiraron al suelo y me querían matar. Casi me sacan el brazo de las costillas, o sea casi el hombro y los demás. Primero me agarraron a tabasos (patadas) luego me reventaron la cabeza, ya ahí cuando me querían sacar el brazo con machetazo, yo les decía “¡mátame, mátame!”. Luego mi causa (amigo) se metió a punta de balazos con su fierrro (pistola), y me salvó. Estuve hospitalizado dos meses nomás, diciembre y enero […]”.

Chucho encuentra su lugar en este contexto tanto como víctima y como victimario. Los valores grupales se aferran a su modo de vivir, convenciéndolo de cuán correcto es su proceder, así como el juicio con el que define lo sucedido. Acudimos a la estructuración de jóvenes delincuentes que no son movidos por intereses económicos, sino por el reco-nocimiento subyacente a toda relación social. Sin embargo, en este tipo de relaciones, se perpetran perversas impo-siciones, cuya credibilidad se sostiene en la cotidianidad juvenil en determinados grupos juveniles.

DATOS:

“[…] las personas del sector E tie-nen entre sus principales problemas al pandillaje. En el último año, el 21% de los encuestados fue víctima por agresiones de pandillas. Estas cifras en los sectores A y B son de 3% y 1%, respectivamente […]”

Como quinto caso tenemos a Pepe, de 17 años. Él empezó en su vida pandillal desde la temprana edad de diez años. No estamos frente a un simple fenómeno de pares que influen-cian sobre otros. Su barrio reflejaría sus intereses más personales: “porque el hermano de mi amigo estaba ahí y me hablaba con él, de ahí paraba con ellos, además éramos barrio pe”. Su experiencia en torno a las pandillas surgió al momento de preguntarle so-bre los mayores problemas que había tenido en su vida. Denominaría aquel pasado como de cosas de la niñez, es decir, de una etapa de su vida en que ponía a prueba, en base a ensayo y error, su desempeño social. Una especie de infancia en la que se desenvolverán actitudes equívocas:

“Estar palteado en las calles. Antes paraba en pandilla pero son cosas de la niñez, yo soydeAlianzayparabaenlabandadeRey-noso Grone, íbamos al estadio y todo eso. Guerreábamos en el Callao, ¡En Ate! En va-rios lugares y tenía una fama de malandrín por mi barrio o sea la adrenalina te ciega, pero si lo ves desde otro punto de vista en el que te ven todos, ahí te das cuenta que estás haciendo mal”.

No niega cuán cegado estaba pro-ducto de un hedonismo patente en múl-tiples casos, es más, es capaz de reconocer cuán equivocado estaba al observarse desde la perspectiva de otras personas ajenas a sus pares. Es capaz de trascender del mundo de la vida cotidiano juvenil, para apreciarse desde un mundo de la vida más amplio y más crítico, el de la

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sociedad cuya moral pudo inyectar en él suficiente malestar por sus acciones delictivas, antes de que fuera demasiado tarde29. Sin embargo al momento de pedirle que relate alguna anécdota, no puede desterrar aquella sensación chévere que reproduce dicho recuerdo:

“A ver, un guerreo chévere fue en el Callao, en Tarapacá saliendo del estadio, no sé si habrás visto cuando pasa la barra en grandes grupos. Ya ps. Todos estaban yendo, pero un grupo se abrió y se metió a un barrio del Callao y yo estaba con ellos. Nos agarramos en un callejón así tipo holligans ¿no has visto la película? Fuimos, los vimos, los correteamos empezaron con piedra, pero de ahí nos abrimos en dos grupos y empe-zamos a rodearlos ahí, los agarramos y llegó la policía y a correr se dijo”.

La persecución que desatará sobre sus enemigos tendrá lugar en cualquier momento, sin importar lo ajeno que sea a dicho espacio. En la medida que sea más difícil el reto, mayor será la satisfac-ción del pandillero. Son anécdotas de un guerrero que rechaza dicho pasado como parte de su presente, aunque recu-rra a él con cierta nostalgia del violento protagonismo que sostuvo. Es como si rememorara una estridente transición tan contraproducente como necesaria. Inclusive instalará su pasado en una película en donde los pandilleros tienen

29 En el libro Juventud y Clandestinidad refiero cómo es que habrá quienes vean truncas su transición a manos del encarcelamiento, de una vida plenamente delincuencial o de la propia muerte; Loayza, Jerjes, Juventud y clandestinidad en Lima: imaginarios y prácticas violentas, Fondo Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, 2011.

especial protagonismo, es como sentirse por instantes el centro del mundo ape-lando a las armas, al menos hasta que llegue la policía, la cual tratará de evitar en todo momento que los guerreros sobredimensionen su violencia, ya sea entre ellos o para con los vecinos.

Su cuerpo urgía de batir récords, de sobrepasar los límites, aun a costa del peligro. Como él mismo sostiene entre risas, se trata de un deporte pe-ligroso:

“[…] la adrenalina de estar en acción, es como un deporte (sonrisas) solo que peligroso y el guerreo era lo mejor de ir al estadioyestarcon lamanchadeReyno-so. Los guerreos eran una adrenalina del momento son cosas diferentes es como si sintieras euforia”.

Dicha euforia desaforada lo llevaba a rebatir a la propia muerte mostrándose frente al enemigo sin importarle lo que ello podría significar que como ya se dijo, podría representar una seria amenaza de muerte en posteriores ocasiones. La irra-cionalidad se apoderaría de él, a modo de ejemplo de aquellos que iniciaban su vida pandillal:

“Yo guerreaba adelante, ¡era un loco de mierda! No siempre te reconocen los otros, yo era loco pe, paraba adelante en vez de seguirlos a los otros, ellos me seguían a mí porque yo me iba de avance o sea según la posición de todos. Iba a la cabeza de los chibolos”.

Su locura es digna de ser rememo-rada ya que implicaba un liderazgo de avance, un abanderamiento que buscaba

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contagiar del espíritu guerrero a todos sus seguidores: ser un paradigma de un tipo de valentía marcada por la perversidad.

Pepe nos explica la constitución de su grupo, así como las funciones que cumplían de acuerdo a sus respectivas edades. Él apenas tenía catorce años:

“Tenías a los viejos y los chibolos: los viejos eran la 5.a Grone, nosotros éramos Alboroto,peroensitodoséramosReynoso.Los viejos tenían entre 17 y 30 años, los chibolos éramos de 10 a 16. Yo tenía 14 en ese entonces, pero era el más loco de todosenReynoso,cuandoguerreábamosiba adelante, no me importaba nada, me paseaba por todos lados”.

La pandilla contaba con miembros mayores de 18 años. Estos forjaban en fuerza y arrojo a los niños y a los adoles-centes, sirviendo de paradigma a emular por parte de todos. Pepe autoproclamaría una locura que no se basaría únicamente en un reto a la muerte. Contaba con la protección de un familiar que rebasaba las transiciones pandillales, un familiar dedicado a las actividades delictivas, capaz de imponer mayor miedo que el de unos pandilleros cuyo móvil no es el económico, sino el emotivo: “[…] acá tengo un primo que es líder de todos los que venden droga, él se conoce a todos y por eso no se meten conmigo, pero igual ya fue pe, porque ya no estoy en nada”. Las redes que marcan su vida giran en torno a la criminalidad, exponiendo re-petidas veces su socialización a contextos delincuenciales.

Según refiere no ha sido víctima de las peleas colectivas, los únicos golpes

que ha recibido han provenido de la policía: “[…] yendo al estadio pasó una piedra por mi cabeza ni cuenta me di porque estaba de espaldas, no me cayó por suerte, paso cerca de un pelito, me salvé. Nunca he recibido un mal golpe ni he tenido alguna lesión en el guerreo, pero sí me han tirado palo los tombos, me ardió en el momento pero no llegó a nada más […]”. Los momentos del gue-rreo reclamaría víctimas al azar, pudien-do ser alcanzado por la turba enemiga, o viviendo para rememorar tiempos de arrojo irracional.

Inclusive los momentos lúdicos no dejaban de teñirse de violencia y muerte. No había descanso para aquellos jóvenes pandillales. Para Pepe lo mejor de aque-llas épocas eran aquellas fiestas en donde el alcohol y la droga hacían las veces de detonantes mortíferos. Denominaría aquellas fiestas como las de “rompe y raja” que terminarían, en efecto, con rupturas y resquebrajamientos violentos debido al excesivo insumo de drogas le-gales como ilegales. Hasta Pepe temía de algunas fiestas, pues sabía que inclusive él, el escurridizo Pepe, podría terminar muy mal. Ni siquiera en espacios lúdicos de relajamiento social podían estar exen-tos de violencia, que los marcaría en todo momento y en todo contexto:

“[…] Lo mejor eran los tonos de rompe y raja los aniversarios, parecían concierto internos terminaban en bronca (sonrisas) porque se cruzan pe, las chelas, la droga que corre por ahí. En aniversarios vienen de todos lados por ejemplo venían de distintas zonas del Callao, de Lima, eran

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aniversarios de barrios pero habían tonos también de cumpleaños polladas, no de todoReynoso.Estádivididoporzonasybandas. Algunas veces nomas iba porque de ahí para la regresada era jodido. Es que eran en Lima o zonas peligrosas del Callao ¡Ahí si me prevenía de ir!”.

El miedo que admitía tener radica-ba en las armas de fuego que se suelen tener en dichas actividades. Si no hay policía que prevenga los comporta-mientos excesivos de aquellos jóvenes, estos no encontrarán límites a sus descontroladas ansias de destrucción, rayando en la crueldad, en el asesinato: “tengo miedo a que pase algo, porque balas corre en cualquier parte. En la mayoría de guerreos se presentan las balas”. Pepe nos explicó cómo era que en los estadios o en las calles los policías estarán cerca para evitar todo descontrol en que juegan a liquidar a sus oponen-tes, aunque ello cueste la vida de una o más personas. Sin embargo, si no hay policías cerca “todos meten bala” responde riendo, casi perversamente, rememorando épocas en donde hasta las pistolas representaban un simple jue-go. Pepe contará entre risas una de sus anécdotas más “graciosas” en donde se enfrentaría a todos los que le rodeaban:

“En el estadio no sé si habrás escuchado hace años la noticia de que se había dividido la barra de Alianza y que había peleas dentro de la tribuna sur de Matute, jaja, ese sí me dio risa porque no sabían quiénes eran pero igual les pegaban a cualquiera, yo agarre mi correa y con la hebilla empecé a dar vueltas (ríe) parecía pogo también tiraban bombar-das, los tombos también se metieron (risas) un mate de risa, pero muchos heridos.

Parecía pogo, pero era una broncaza todos contra todos yo no sé a quiénes les tire con la hebilla pero piña (mala suerte) si le cayó”.

El ímpetu guerrero que raya en la locura no tiene objetividad alguna y se caracterizaría por satisfacer al portador de la violencia, irradiándola por doquier, sin reconocer a enemigo alguno. Es el caos inaugurado por sensaciones ensimisma-das y acordonadas por un individualismo egoísta incapaz de ver aliado alguno. Se pierden las fidelidades al equipo y a sus pares: el salvajismo juvenil lo erradica de cualquier racionalismo coherente con fines y propósitos identificados. Lo que parecía una especie de juego violento caracterizado por los empujones mutuos en grupos masivos (pogo), era en realidad una lucha fiera (broncaza). Ni el propio Pepe recordaba cómo fue que empezó ello, pero sí recuerda la atracción casi mecánica de la que fue objeto producto de la violencia suscitada: “No sé la verdad como empezó, yo estaba en el otro extre-mo, no estaba cerca del bombo, pero vi que comenzó la bronca y fui corriendo a regalar golpes a quien sea (risas) quería dar regalos con mi correa”.

La violencia opera como un “obse-quio” o acaso un don que se entrega en la medida que se recibe un intercambio marcado por el delirio colectivo. Si bien en la biografía de Pepe no hubo un inci-dente como el de DJ Cuco que lo alejara de aquella vida delictiva, el móvil tendría la misma fuerza, aunque de modo menos inmediato: el respeto hacia su familia. Ni la locura más excesiva, la potencialidad de su cuerpo o la búsqueda de mayores

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retos a vencer pudieron contra el amor fi-lial hacia su hogar. Aquella bisagra le hizo reflexionar, siendo capaz de visualizarse desde una perspectiva aún más apartada: rebasó las expectativas de sus pares para reconocerse como un delincuente:

“Entrevistador: ¿Y por qué lo dejaste?Pepe: Es que estar en eso es una vaina, más sufren los de tu alrededor ¿tú estarías en eso? Tu familia es la que sufre.Entrevistador: ¿Tus padres sabían?Pepe: Si pe, ¡pero ya que chucha! O sea no de todo sino que mi vieja estaba preocupa-da porque algo me podía pasar porque era guerreos a diario, de ahí si me fichaban los tombos o me llevaban a la comisaria, solo estaba ps. Pero nunca me llevaron, yo era más rápido”.

Ser fichado es ser proclamado como un delincuente. Es el fin de los juegos, es tomar una posición disfuncional en la sociedad que castiga a los malhechores. Pepe a sabiendas de aquella posibilidad no se identificaría de modo alguno con aquel estilo de vida. Como sexto caso, tenemos al Chino, adjetivo con el que le denominan y con el cual siempre me refería a él30. De igual modo que el ante-rior, la temática pandillal surgió a partir de los relatos problemáticos que iba desentrañandodesupasado.Recordabacon cierto estupor los tiempos en que

30 Decirle “chino” a alguien es un modo muy co-mún de referirse a alguien de quien no se sabe el nombre. Dicho apelativo se combina entre un modo de llamar a alguien con rasgos media-namente asiáticos y un modo de popularizar a dicho sujeto que, inevitablemente, se convierte en un punto de encuentro amical.

se sentía perseguido por los enemigos de otros barrios. Su vida cotidiana era amenazada constantemente, debido a que ejercía actitudes que lo enfrentaban a muchas personas, que tenían actitudes como las de él, siempre a la espera de quien se atreva a provocarles. Pero no ac-tuarían solos: en la medida que tuvieran a otros como ellos en sus grupos, retarían al mundo entero sin importar quiénes sean. Es una especie de suma de ímpetus violentistas, que aisladamente puede no ser muy nociva a la sociedad, pero todas juntas son capaces de conquistar las ca-lles: un furor colectivo juvenil incapaz de ver restricción alguna. Analicemos las experiencias del chino:

“Los problemas más feos fueron cuando estuvieron buscando los del otro barrio del Callao, bueno eso fue porque mi hermano hizo su tono y tuvo un problema con su enamorada y ella se puso a llorar y un chi-bolo del barrio de ella saltó y mi hermano le dijo que no se metiera y comenzó la bronca y un pata del otro barrio se quedó y le desfiguraron hasta que lo tiramos afuera en la calle y llegó la tombería y salimos corriendo; los tombos nos empezaron a disparar y (nosotros) corriendo y corriendo. Ahí empezaron los problemas: empezaron a buscarnos en carro nomas. Venían ellos a chapar a cualquiera, a cualquiera”.

El chino no atravesará dichas si-tuaciones solo, ya que contará siempre con su hermano, incrementando los problemas que se suscintarán, debido a la actitud violenta que los caracterizará. En el mundo juvenil pandillal no hay negociaciones entre los enemigos, ya que actuarán sin detenerse a pensar en las

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causas o consecuencias de sus actos. De este modo evitan que el juicio obnubile su resolución inmediata y su supuesta valentía. Una inquietud queda expuesta ¿por qué desfigurar a una persona? Con-sideremos que dicha acción busca estig-matizar de por vida a la víctima, quien recordará siempre su error, o más aun, su afrenta contra quienes lo vencieron y castigaron marcándolo perennemente como en las conquistas más bárbaras:

“Ese huevón se cagó el tono que estaba piola, o sea el tono era para recaudar fondos para comprar un equipo de sonido y se perdió toda la cerveza que pedimos a con-signación pes, o sea en vez de, mi hermano, ganar, perdió más de lo que debía, además ¿para qué se mete? En una mecha de pareja no hay terceros, solo la pareja tiene que afrontar sus problemas”.

CONCLUSIÓN MÁS IMPORTANTE:

[Para la libertad asistida] […] si bien es necesario que tanto la afec-tación al bien jurídico sea mínima, que según su apreciación discrecio-nal el adolescente tenga la voluntad de reparar el perjuicio, y su entorno familiar garantice la conversión del joven; tales condiciones no pueden ser apreciadas a simple vista, puesto que el ejercicio analítico de un caso en particular debe comprenderse a la luz de todo un colectivo juvenil, el cual poseerá determinados roles y cánones que estructuran la vida juvenil de unos y otros.

El Chino sustenta aquella actitud con la que castigaron a quien creyó tener la suficiente autoridad para interceder.

Para el chino y para los testigos de aque-lla noche no hay terceros en ese tipo de rencillas. Puede reconocerse el modo en que piensan aquellos que violentarían contra las mujeres en las calles o en otros lugares públicos –ni qué decir de los es-pacios privados– en donde no debe haber otros que intervengan en sus maltratos, en su abuso de poder, en suma, en su modo de imponerse patriarcalmente a las mujeres. Ello en entornos populares co-braría formas eminentemente grotescas a los ojos de todos, tal como se consigna en el testimonio. Continuemos con las persecuciones al chino, que lo llevaban a vivir una cotidianidad amenazada. A la larga no solo lo afectarían a él:

“No, a cualquiera de nuestro barrio, bue-no en mi barrio hay un bar que le dicen el bananos, un día llegaron y se pusieron a tomar ahí, pero fue para ver si uno de nosotros pasaba o era reconocido, para después chaparlo solo. Así son todos, en mancha nomás te buscan. Pero eso fue en tiempo de chibolada, ahora todos trabajan, y si salimos es a discotecas a pasarla bien y que si hay un faltoso en la discoteca le cae […] ajaja […]”.

El chino es capaz de ver en los enemigos una característica afín a su propio grupo y al de muchos otros que buscan imponerse a través de la violencia: siempre manifiestan su descontento de modo colectivo. Para él ello es una clara expresión de cobardía. No diremos que ve espejos que reflejan su propia acti-tud, ve comportamientos grupales que demuestran un grado de impotencia individual en desatar actos vandálicos. Aunque se describe a sí mismo, no es

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capaz de ver tal defecto en él ni en los suyos. Es un modo de saberse dueño de la única verdad que debe imperar: la de su grupo. De ese modo se entiende que denomine faltoso a todo aquel que ose retarlo o incomodarlo:

“Bueno, más cuando tú tienes un grupo, cuando estás en la disco, les llamo faltosos a huevones que empiezan a empujar y se creen la gran cagada, y uno normal, sigues toneando bailando haciendo chongo hasta que uno le busca, le dices; causa que chucha empujas y comienza, y ellos que dicen, si te responden le dices; que chucha te achoras, y siempre va ver uno que meta la mano o salte por él, igual”.

Entiéndase que faltoso tiene como raíz semántica el término falta. Nos referiríamos a un modo de concebirse a sí mismo como una autoridad que no soportara faltas a las leyes estipuladas por él mismo y los suyos. Estas leyes empiezan con su imposición y acaba con la misma. No hay lugar para los achoramientos, es decir, para aquellos que no estén de acuerdo con el designio de quienes creen detentar la única verdad. Nuevamente no hay negociación en estos altercados, o son los unos o son los otros los que administren la única razón. Aca-so sea un pretexto para llevar a cabo su continua persecución de buscar súbditos que teman a su fuerza y a su autoridad que solo sabe apelar a la violencia más impulsiva. Sin embargo no todo será tal como lo estipula su código monocromo de la autoridad.Relatará, ahora, sobrelos sucesos que acontecieron en torno a una pelea en una conocida discoteca

de Lince, en donde fueron expulsados y menospreciados no solo de la discoteca, sino del orden masculino de poder:

“Bueno, la más fea fue como hace 4 ó 5 años con los del barrio en el Niza (disco-teca), empezaron a mirar y a empujar y mi hermano les habló pues, y comenzó y quedó ahí, después de nuevo, los mismos huevones, y metió puñete y al toque los de seguridad llegaron, lo chaparon del cuello y lo sacaron y un huevón de seguridad le metió un cachetadón y mi hermano, que no es tan huevón, le metió uno al de seguridad le dijo; ¡que chucha le levantas la mano! Y los del otro grupo no le hicieron nada pe, nos sacaron a nosotros y ellos se quedaron y ya pes nos quitamos. Pero no nos quita-mos, esperamos media hora a que salieran ellos, pero nunca salieron. En esos tiempos el Niza terminaba a las 7 ó 7 y media pero no salieron, y nos quitamos”.

La impotencia que recorre los cuerpos juveniles en estos contextos de violencia callejera cotidiana es muy difícil de soportar y menos aún de controlar. Para evitar soportar dicha sensación, en el futuro lo mejor será desligarse de todo ámbito en donde sus leyes no pueden imponerse, exponiendo una serie de pretextos que eviten poner en tela de juicio su maltrecho orgullo: “[…] ya nunca más volvimos a ir al Niza, bueno, yo sí he ido el año pasado con los patas de la universidad, pero ahora el Niza es más lacra31, puro lacra baja ahora”. Vio-lentar contra el usurpador de poder no solo será en un nivel físico. Primero, se

31 Se refiere a que el tipo de gente que asiste es de une status inferior, lo cual disminuye tanto la belleza de las mujeres como la calidad de la gente en general que solía ir.

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le trabajará verbalmente. Acudimos a un tipo de lucha verbal en donde no se apela a la negociación ya que ninguna parte busca ceder, sino disminuir al otro sin necesidad de recurrir al ejercicio físico. Leamos cómo se lleva a la práctica dicha estrategia:

“Con otra pata en el Katmandú de Pueblo Libre Pucha esa sí fue piola (estupendo), bueno los patas del otro grupo ya estaban hechos, o sea borrachos, bueno yo en ese momento estaba el baño con mi causa y subimos; y vemos pues que un huevón está que le menta la madre pues, y le dice: ´Oe conchetumare que chucha agarras mi chela´ Y mi causa le dice: ´Qué chucha dices oe. Que chela, esta es mía´”.

Mentar a la madre y utilizar otros términos soeces es, en muchos casos, el proemio a la violencia desatada. Si ello no es suficiente, pues empezarán los golpes: “Y mi hermano estaba bailando pes y se metió, y le dijo: ´no te achores mierda´ y le metí un cachetadón”. El chino sabe que sus espaldas estarán protegidas por su hermano, su valentía es exponencial al número de pares que lo rodeen, lo cual lo llevaría a golpear a quien amenaza con incomodar su divertimento. Su hermano doblegará el castigo, y a su ayuda acudi-rán otros aliados más que, en medio de todo, serán tan fieles a aquellos quienes conozcan, como a los deseos de ejercer su prepotencia física:

“Mi hermano deja de bailar y de la nada mete un puñete, y los del otro grupo chapa-ron un vaso y le quisieron meter en la cara a mi causa y mi pata lo ayudó y mete la mano. En ese tiempo mi pata estaba postulando

a La Marina y teníamos otra pata que ya se había recibido de La Marina y viene un huevón por atrás de mi hermano y lo chapa del cuello, y le dije: ‘suéltalo conchetumare, va a ser peor’. Y lo soltó y se abrió pes el pata y no se metió y mi hermano le metió su puñete por meterse, y no sé, y como mi hermano conocía algunos pata de Magda-lena, saltaron también por nosotros, y nos tuvimos que quitar. Y eso fue todo, metimos puñete y todo, es todo”.

No hay lugar para el que se mete. No habrá sino un duro castigo para quien se atreva a detener los desafo-rados ímpetus que se desatan en estos contextos. Solo queda presenciarlo y soportarlo. Parece ser que eso es el pandillaje barrial, un modo prepoten-te de exponer todo tipo de desmanes con un público –los vecinos y demás transeúntes– que nada podrán hacer sino servir de testigos a quienes buscan quienes los premien y feliciten por tal sacrificio corporal. Sin embargo, el chino no es ningún improvisado de las barras. No. Su práctica es cotidiana y no es un simple paso liminal en su vida, es un modo de aprender a vivir y a convivir con el tipo de grupo social que le tocó convivir. Para él las barras son prácticas adolescentes ajenas a su gusto: “Bueno de ir al estadio, no, no me gusta pero sí soy hincha de la U y si voy al estadio es por joda, no soy de guerrear, no nada que ver, esas cosas se la dejo a los barristas. No me da miedo, nada que ver, ya no soy ningún chibolo”. Aunque minimice aquellos comportamientos colectivos como asuntos de chibolos, es decir, de

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jóvenes infantilizados que juegan a la violencia sin sentido alguno, pareciera ser el miedo lo que lo aleja de hacer de la violencia un acto placentero.

En tales contextos no valen sus pro-pias leyes cotidianas. Las posibilidades de ser víctimas de la arremetida colectiva lo podría terminar por matar. Aunque su testimonio radique en una actitud au-toritaria y poco dialogante, es un modo de vivir que se abre paso en contextos de violencia cotidiana que se imponen muy a su pesar. No busca empeorar su situación. Se vislumbra un temor que más allá de negarle la gloria pandillal, le permitirá salvaguardar su propia vida:

“Cuando estuve de viaje en Chiclayo, pasaba eso y eso sí, te veían los miembros de otras barras, te sacaban la camiseta, y encima te dejaban medio muerto, bueno eso se considera como un trofeo si esa ca-miseta pertenece a otra barra. Bueno, estuve a punto de participar pero eso fue hace mucho tiempo atrás. En sí da miedo pero no participé por razones que si te chapan te cae y peor si te chapaban los tombos, era peor porque te meten al calabozo y te sacan la mierda”.

Pareciera repetirse los mismos libre-tos en las diferentes latitudes ya antes analizadas. Barras que buscan trofeos y que en pos de ello son capaces de asesinar a enemigos tan comunes como ellos mismos. Enemigos anónimos en los que no trasciende empatía alguna. El mayor miedo será a la policía, la cual ya estará acostumbrada a este tipo de desmanes, y buscará desterrarlo a través de la violencia. Un modo de persuasión

que habla el mismo idioma de los jóvenes infractores, aunque no por ello termine por conseguir persuadirlos de continuar en pos de la trascendencia existencial que guía sus equivocados pasos:

“A un amigo de mis amigos un tombo lo chapó; el huevonazo quiso chapar a un hue-vón de la U, y un tombo lo ve y lo empieza a corretear hasta que al llegar a la avenida el tombo le mete un tabazo y lo mando al suelo, y el tombo le dijo: “encima me has hecho correr, ya te cagaste”. Un palazo en la espalda le metió y todos sus amigos se comenzaron a cagar de risa. Nada decía, qué va a decir, y se lo llevaron a la comisaría, al final lo soltaron al día. Bueno todos dicen que no les hacen nada cuando los meten al calabozo, pero siempre te sacan la mierda adentro o si no te hacen limpiar los baños de la comisaria”.

Sin embargo, los jóvenes barristas son objeto de burla por sus propios com-pañeros ¿El motivo? No ha caído en ma-nos del enemigo, y aunque sea violentado por las fuerzas del orden, no será objeto de triunfo de los contendores. Está en manos de una fuerza que intermediará las guerras y luchas callejeras, en las que si bien nadie quiere caer, no acabará de nin-gún modo herido o muerto. La Policía Nacional del Perú demuestra poseer un rol estratégico capaz de conseguir mayo-res y mejores resultados, según aseguran los testimonios, pero no necesariamente a través de la violencia.

Como último caso tenemos a la “Gatita” de 16 años, quien representa otro caso más de violencia cotidiana. La entrevistada protagonizaría constantes persecuciones femeninas, obligándose a

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llevar un arma blanca consigo. Dichos enfrentamientos tendrán en los celos un importante móvil, muchos de los cuales serán inventados, aunque con una extraordinaria convicción. La Gatita se describe a sí misma como “muy extrover-tida, o sea arrebatada cuando me miran grueso o sea cuando me miran mal. Soy celosa (risas) y por eso puedo sacarle la mierda a una jerma”. Resume,así,doscaracterísticas en ella que desarrollaremos a continuación. La primera, en torno a su autoritarismo típicamente masculino con que impone su superioridad frente a otras mujeres que, de modo superfi-cial, creen poder hacerla sentir inferior, menospreciándola a través de gestos o palabras. La segunda, en torno a un elemento repetitivo en el mundo de la violencia femenina, los celos:

“Una vez le saqué la mierda a una germa, Ahh porque quería con mi jil (enamorado) pe, mi jil supo que le saque la mierda, sí. Él me decía que ella quería con él. Yo entré al chat de él, y la jerma decía amigo estas bue-no. Yo le dije no era él, que soy su jermaa. No dijo nada porque se quitó pe, y la jerma la eliminé de su MSN (Messenger, chat de comunicación virtual en tiempo real)”.

La gatita podría encender su furia cuando se trataba de defender sus intere-ses amorosos. Los celos, así, demuestran ser tan poderosos, al punto de producir violentas grescas entre mujeres. Este es el motivo más repetitivo, según se pudo constatar32. Este tipo de compor-

32 En el libro Juventud y clandestinidad en Lima, ahondo en este punto, al identificar muchos casos de mujeres que violentaban a otras mujeres bajo el pretexto de los celos.

tamientos parece ser consecuencia de la impotencia de las mujeres por exigir del hombre una monogamia que cumple con la fidelidad hacia ellas. El hombre no hará nada, a lo sumo informará que hay mujeres que quieren tentarlo, lo cual alertará a sus respectivas enamoradas a cumplir con alejar a las posibles amantes de su hombre, y no viceversa.

DI NAPOLI dice:

“[…] “La violen-cia no es solo pro-ducto de ciertos hechos o actos, sino que emerge a partir de situacio-nes relaciones que

tienen múltiples sentidos, definir qué es violento y qué no lo es, así como también quienes son dominados como violentos y como no, es parte de una lucha simbólica que se actualiza permanentemente”.

El machismo imperante en la so-ciedad limeña no solo lo imposibilita, sino que transmite la culpabilidad a las mujeres que tientan a los hombres, que en su poligamia naturalizada no tendrán otra opción que caer en dicha tentación. La violencia femenina se desprendería del patriarcalismo que ve en las mujeres a seres de inferior autoridad incapaces de exigirles a los hombres mayores com-promisos. La lucha entre mujeres es una especie de revanchismo que concentra sus odios más intestinales en las perso-nas equivocadas: “No la busqué, nada,

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porque la jerma era de su barrio pe. Des-pués, en la discoteca la vi, la saqué por su Facebook, y todavía la vi que estaba con sus causas de mi jil (enamorado) yo me acerque y le jale de los pelos. Ella no hizo nada, las dos nos agarramos pe y nos sacaron los de seguridad.”

El cuadro de una pelea femenina es repetitivo en diversas discotecas de los distritos populares de Lima. Lo impre-sionante es que más allá de los miedos, generará en los asistentes cierta burla, como si se tratara de un juego. Los hom-bres observarán con cierta satisfacción, a sabiendas de ser ellos quienes provocan estos enfrentamientos entre mujeres que ensayan una violencia típicamente masculina aunque con una eminente reducción causal: será en el casi 100% de las veces los celos33. Feixa investiga cómo las mujeres pertenecientes a bandas centroamericanas tendrían nombres tales como las castradoras o las viudas negras, teniendo comportamientos tanto o más agresivos que las bandas masculinas. Ello es diferente en Lima, en donde vemos inclusive ciertos métodos en los cuales se evita en lo posible, dañar intensamente a la enemiga:

“Afuera nos separaron pe y de ahí se metió su amiga y sacó su gillette para cortarme la cara. No lo logró, nada, quería pe pero yo agarre una botella y la rompí, estás huevón. Mis causas se metieron me agarraron, yo casi le corto pe. De ahí yo con mis amigas la correteamos, y la jerma se subió a una moto. No se defendió con su gillette porque a ella también le agarraron pe. Perdió pe, porque

33 Diario de campo del autor del año 2012.

mis amigas vinieron todas pes. La volví a ver pero ya fue pe, ella tampoco dijo nada, solo nos miramos mal. Fue en el Holiday34 pe”.

Si bien la Gatita se apoyará en sus amigas, al igual que los hombres, su arrojo hacia su enemiga es más arrojado de lo que puede ser el de un hombre. Considérese que la supuesta mujer que deseaba tentar a su enamorado estaba acompañada de personas que podían ser más amigos de ella que de la Gatita. Pue-de notarse la confianza en que los hom-bres no intercederían por ninguna mujer. A lo sumo las separarían. La Gatita tiene un arrojo que rebasa el masculino, gracias a que capitalizaría su condición feme-nina. Es capaz de castigar duramente a las mujeres que la miren con desprecio o con cierta altanería. Su enemiga al identificar el arrojo descomunal de la Gatita, rechazaría el reto: no está hecha para la pelea, apenas ensaya amenazas desde una posición subordinada a la de los hombres. Sin embargo, la Gatita no entiende de ello y está dispuesta a vencer a cualquier mujer que la rete:

“Una vez me amenazaron, sii, fue la amiga de una jerma (mujer) que le quería pegar hace tiempo. Nos peleamos porque la mon-golita me miraba grueso pe. Me dijo que me iba a reventar que no meta con su amiga pe. Yo le dije estás huevón, ya pe nos agarramos las dos normal. No pasó nada pe porque la jerma agarró y me dijo que ya fue”.

Su lenguaje la delata con la frase estás huevón, la cual lleva un término mascu-lino fálico que representa el orgullo pa-

34 Discoteca ubicada en el distrito de Santa Anita.

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triarcal, al no huir a un enfrentamiento. La frase es un modo de autoconvencerse de cuán arrojada debe ser. Incluso, la Gatita estará lista siempre incorporando en su propio cuerpo un arma que busque protegerla ante una posible amenaza. Como se estableció, las discotecas no serán, necesariamente, lugares seguros, por lo cual su diversión podría venir acompañada de un trágico episodio:

“Las mujeres con frecuencia usamos algo para defendernos. Usamos más puntas que gillette. La punta no es cuchillo, es un punzón con filo pe, eso si quieres pe. Yo a veces llevo pe, eso depende en el lugar que estés pe. Por ejemplo cuando voy a el disco o tonear o hacer hora. También depende de que disco es pe. mm ninguna disco es sana (segura) solo la gente lo hace. Llevo al Holiday o las que están por mi barrio pe. La pongo en mi sostén pe, no me duele”.

Ya la había utilizado defendiéndose de una mujer que reclamaba, una vez más, venganza por tentar a un hombre que pertenecía a la agresora: “Sí, ya la he usado. Ay amigo, fueron dos veces. Una le corté su cara a la jerma pe, como siempre me quería pegar por su marido”. Sin embargo, pese a lo trágico que pueda sonar, la Gatita disminuye su accionar explicando que es algo normal, y que la herida producida tampoco es de gra-vedad:

“Decía que yo se lo quería quitar pe. Le hice el pare (la detuvo), vino de frente, me tiró una cachetada y yo saqué mi punzón y le di en la cara, ella también me arañó pe, con sus uñas. De ahí nos separaron pe, y ahí quedó. No fue profundo, además es la costumbre

pe, ya le habían metido punta a la cara de la jerma, maléate (sorpréndete) pe”.

Al decirme maléate pe intentaba impresionarme con dicha explicación. Su contendora ya había tenido una serie de heridas producto de tales enfrentamien-tos que demuestran lo común de tales reclamos cuyo trasfondo es claramente patriarcal, creando brechas de género que son capaces de producir víctimas en las mujeres desde las propias mujeres:

“La segunda fue afuera de la disco pe. Pucha es que yo pasé por su lado y me metió cabe, sí, y ya de ahí ya sabes lo que pasó. No sé por qué lo hizo, así son pe, ni la conocía. Le corte la cara y ella también, no fue feo, sino como una marca de un gato que te araña. Es que así se corta, no vamos a cortar así feo, sería para cagarnos la cara. Porque así es pe, se trata de no cagarle tanto pe. Ella solo me hizo una pasada nomás. Ella no lloró ni nada, porque estábamos igual pe”.

Entre mujeres no habrá la cruel-dad de destruir al otro. Dramatizarán prácticas masculinas, amenazándose e hiriéndose, cuidando de no hacerse un daño extremo, según comenta Gatita se trata de no cagarle tanto. Los escrúpulos de Gatita son repercusiones que existen en los enfrentamientos femeninos. Dire-mos finalmente que el uso frecuente de la violencia ocasionaría que las condiciones desfavorables para estos jóvenes se em-peoren aún más, siendo situaciones es-tigmatizadas y marginadas, para ser, por ello, excluidos. A partir de ello, Savenije se pregunta cómo es que estos grupos se autoexcluyen hacia una disminución del interés de participar como ciudadanos

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en la sociedad y un creciente distancia-miento de las prácticas, normas, valores y esperanzas comunes de la gente, que no solamente interactúa con las situaciones de exclusión social que viven cotidiana-mente, sino también las agrava.

4.2. Metas y objetivos del pandillero

Ahora bien, una vez analizados los testimonios de los 7 jóvenes que compar-tieron en algún momento de sus vidas –e incluso actualmente– una actividad co-mún: el pandillaje. Aunque este término sea muy general y objeto de prejuicios, hemos venido utilizándolo para crear un ejercicio común a vidas tan distantes espacialmente como contextualmente. Se han percibido una serie de estratos, en sus niveles educativos así como en sus contextos económicos. A ello le añadimos el capital simbólico en donde en casos como en el de Chucho, queda prácticamente anulado por las dificulta-des estratificadas a las que se enfrentan. Para comprender mejor el modo en que cada uno de ellos experimenta su respec-tivo mundo cotidiano, analicemos sus respuestas al momento de preguntarles sobre algún posible proyecto o futura meta en sus respectivas vidas:

Nombre Proyectos o metas a futuro

Juanxi “Sí, formar una empresa que tenga que ver con la tecnología.”

DJ Cuco “Viajar a muchos países, casarme y tener hijos.”

Criss “Ninguno solo vivo la vida, como mi causita Susy Díaz (risas).”

Chucho “Salir adelante solo o quizá que en-cuentre alguien que me acompañe en mi vida.”

Nombre Proyectos o metas a futuro

Chino “Tengo algunos pero primero quiero terminar mi carrera para ir desempe-ñándome en lo que es mi carrera y de ahí formar una mini empresa y hacerla crecer con el pasar de los años.”

Pepe “No sé. Trabajar en una buena empre-sa de diseñador.”

La Gatita “Sí, ser profesora, pero uf, en un par de años.”

Entre todas las respuestas vemos como la de Criss, un joven que aun integra las barras en el barrio en donde vive, representaría un modo presentista de existir, lejos de las responsabilidades o de la legalidad. Al citar a Susy Díaz, hace referencia a la famosa frase dicha por ella “vive la vida y no dejes que la vida te viva”, máximo estandarte del he-donismo, con lo cual proclama una vida caracterizada por el furor y la fugacidad. Vive al ritmo del peligro de una muerte que lo acecha a cada paso que da. Caso muy distinto es en los demás que ya se alejaron de dicho mundo pandillal. Por ejemplo, DJ Cuco pareciera buscar cierta gracia divina al haber sido salvado de una muerte segura al desear tener una familia. Es como si en aquel incidente hubiera saboreado la imposibilidad de jamás poder desarrollar una vida familiar o de poder visitar otros lares lejos de su violento barrio y de su equipo local. Dj Cuco parece rebasar los límites de su an-tigua miopía que lo limitó a un pequeño radio de acción.

Por su parte, el Chino resulta mucho más pragmático, prometiendo un futuro lo suficientemente planificado. Aunque pueden ocurrir muchas cosas ajenas a

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su propia voluntad, ha trazado de buen modo los metas, confiando inicialmente en concluir su carrera. Confía en la edu-cación como pilar básico de cualquier desarrollo laboral y económico. A pesar de sus manifestaciones violentas, pode-mos darnos cuenta que ello se presta a un contexto reservado de su vida. Más allá de su presente, le espera un mundo de legalidad mucho más amplio en donde no tendrá mayor oportunidad de desempañar su rol autoritario de violen-cia. Juanxi tiene también una posible meta por cumplir, o al menos sabe en qué rubro manifestará sus principales intereses. Por su parte, Pepe no estará lo suficientemente seguro. Supone trabajar en una empresa relacionada a lo que estudia. No olvidemos que tanto Juanxi y Pepe vienen estudiando en una univer-sidad y en un instituto, respectivamente, lo cual los encamina laboralmente en el mediano plazo. No hay tiempo que perder en costumbres vacías y peligrosas. La vida va cambiando la sintonía de sus necesidades y con ello transformarían sus intereses iniciales ligados a lo que venía siendo su vida pandillal.

La Gatita quiere ser profesora, pero aunque su deseo está latente lo ve leja-no. No es que dos años sean lejanos, lo interpretamos como que desearía verlo lejano o acaso ve lejano una vida derivada en una profesión, ya que manifiesta que su principal interés hoy en día radica en divertirse. Por ello es que, al momento de preguntarle a qué se dedica, dirá que no hay nada que hacer. Su vida transcurre en la persecución del placer, del hedonismo

confrontando con una serie de responsa-bilidades que cada vez se avecinan más. Deberá aprender a negociar y a tolerar si piensa desempeñarse lo suficiente-mente bien en aquellos contextos. Es el gran reto que le espera a ella y al resto de jóvenes entrevistados. Finalmente, Chucho más allá de las metas o proyec-tos, manifiesta un deseo tan profundo como vívido en sus testimonios que dan cuenta de un hombre que espera de la vida más de lo que hasta ahora le ha dado. No piensa en proyectos laborales o metas en el estudio. Tan solo quiere salir adelante, y para ello sabe que necesita estar anímicamente bien, es decir, estar acompañado por alguien a quien aprecie, alguien que lo aprecie.

4.3. Renunciando al pandillaje

Para ahondar en el alejamiento de las interacciones pandillales, veamos en el siguiente cuadro el modo en el cuál se irían apartando de sus antiguos amigos. Al preguntárseles sobre el mo-tivo que los alejó de las amistades que poseían, era un modo de preguntarles el modo en que abandonaron los con-textos pandillales en donde solían ser protagonistas:

NombreAcerca de los amigos y amigas del pasado ¿Por qué dejaste de verlos?

Juanxi “Porque entré a trabajar y a la uni-versidad”.

DJ Cuco “Por diferentes motivos, falta de co-municación, como que ya cada uno se abrió”.

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NombreAcerca de los amigos y amigas del pasado ¿Por qué dejaste de verlos?

Criss “Falta de comunicación pues, falta de tiempo por el estudio pues, o simple-mente me iba a algún lado y, bueno, también lo mismo aburre.”

Chucho “No los he dejado de ver, voy a visitar-los, pero me paro mudando de un lado a otro. No soy estable, no sé, no me gusta estar en un solo lugar.”

Chino “Bueno te alejas más cuando ya estás que te preparas en la academia, o sea cambias totalmente de hábito, ya conoces otro tipo de gente.”

Pepe “Porque no sabía nada de ellos y termi-naron siendo conocidos no más.”

La Gatita “Algunas se mudaban o ya no paraba con ellos.”

Las respuestas varían, pero puede observarse cómo es que cada uno de ellos se alejó por motivaciones que radican en los estudios. Inclusive Criss, que aun desempeña un rol en las gue-rras callejeras entre colectivos juveniles, acepta tener cada vez menos tiempo para sus amigos debido al estudio. Es más, le aburrirá compartir tiempo con las mismas personas siempre. Parece-ría profetizar su futuro alejado de sus pares, que acostumbran cometer las mismas actividades delictivas. Tal vez ese aburrimiento del cual habla sea la posibilidad de replegarse hacia otras costumbres productivas, alejándolo del pandillaje. La falta de comunica-ción deja entrever una ocupación del tiempo libre por responsabilidades como el trabajo y el estudio, en el caso de Juanxi. Dj Cuco lo grafica mucho mejor cada uno se abrió, es decir, cada cual tomó su propio rumbo, dejando al fin el camino que habían trazado

colectivamente en torno a las peleas, a la ilegalidad, a la burla ante la muerte. Aquella es la vida del pandillero que define su vida en otros términos en cierto punto de su vida: se abre frente a la gran diversidad de posibilidades que le ofrece la sociedad, abre las di-mensiones de su reducida expectativa que antaño solía ocupar su vida entera.

Esta vez es el Chino quien, en base a su propia experiencia, nos explica cómo es que los hábitos cambian al momento en que se conoce otro tipo de personas que buscan otras metas en sus vidas. El Chino parece leer una profecía que viene cumpliéndose: se alejará más en la medida que decida comprometerse a mayores retos estudiantiles, lo cual lo alejará tarde o temprano de su propio hermano y de aquellas manifestaciones violentas que solo sirven en contextos ajenos a la to-lerancia y a la convivencia intergrupales. Sus costumbres irán cambiando a medida que se dé cuenta que tanto los problemas, como el desaliento, pueden resolverse de numerosas y diferentes formas. Pepe por su parte no ahonda en su respuesta, para él simplemente los amigos del pasado se convertirán en meros conocidos. No se explica cómo ni por qué se alejaría de ellos, ni tampoco cómo ello iría transformando su personalidad al momento de entablar redes sociales con todo tipo de personas. El caso de Chucho es distinto al del resto de jóvenes ya que deberá su alejamiento a la mudanza constante que hace en su búsqueda no solo de sobrevivir ante la inclemencia económica que sortea, sino a la búsqueda de algún lugar en donde

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pueda ser feliz. Aunque su vida transcurrió en el pandillaje más cruento, pareciera que ninguna de aquellas experiencias pudo llenar el gran vacío que horada cada vez más en su vida.

La Gatita se limita a decir que perdía a sus amistades porque ellas eran las que se iban. Pareciera decir que ella aún vive en el mundo de la vida juvenil hedonista que raya constantemente en las interacciones violentas. Aún vive en aquella isla de socialización de brutales consecuencias. Como habría dicho ante-riormente, faltará mucho para que decida abandonar dicho mundo, aunque sabe muy bien que tendrá que hacerlo. Sin embargo, frente a todas estas respuestas, quedan preguntas en torno a los tantos jóvenes que no fueron entrevistados ¿qué ofertas existen que los salvaguarden no solo de dejar las actividades delictivas (que no son las de los adultos dedicados a la delincuencia) sino de evitar participar de ellas en algún momento de su adoles-cente vida? La respuesta escapa a meras fórmulas economicistas. Como Chucho refiere o como lo señalan otros jóvenes que tienen una vida sin mayores proble-mas económicos, la respuesta girará en torno a capitales simbólicos que se ven resquebrajados debido a los contextos sociales, a las drogas, al alcohol y a la violencia con que muchos de ellos se tropiezan en su temprana socialización.

5. Conclusiones

- Según refiere la Defensoría del Pueblo en las infracciones contra el

patrimonio por parte de menores de edad, la libertad asistida se aplica cuando no existen circunstancias agravantes y cuando según el criterio del magistrado el entorno familiar del adolescente es propicio para su reinserción y reeducación. Ahora bien, en primer lugar destacaremos que muchos de los jóvenes entrevis-tados pulularán entre el delito doloso y cierta ironía del delito, del cual reirán, negándolo en todo momento como parte de su vida futura. Forma parte de un ejercicio presentista de la violencia que no busca perennizarse en la vida de cada joven entrevistado.

- En segundo lugar, muchos de estos jóvenes no contarán con espacios propicios para escapar a tales idea-rios. Sin embargo ¿hasta qué punto la familia nuclear puede sobrepasar la presión grupal? Como hemos analizado, cada caso refiere situacio-nes distintas, en donde la empatía del joven por su propia familia, le permitirá verse de los ojos de la so-ciedad, y no solo desde la perspectiva del grupo. Más aun, será desde la perspectiva social mediante la cual podrán dilucidar metas y objetivos profesionales distantes al círculo vicioso violento que protagonizan.

- Como bien señala el Informe de la Defensoría del Pueblo (2010) si bien es necesario que tanto la afectación al bien jurídico sea mínima, que según su apreciación discrecional el adolescente tenga la voluntad de reparar el perjuicio, y su entorno

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familiar garantice la conversión del joven; tales condiciones no pueden ser apreciadas a simple vista, puesto que el ejercicio analítico de un caso en particular debe comprenderse a la luz de todo un colectivo juvenil, el cual poseerá determinados roles y cánones que estructuran la vida juvenil de unos y otros. A veces, in-clusive, la violencia se manifiesta en espacios públicos, como discotecas o fiestas, con lo cual el joven o la joven, deberá estar alerta en todo momento, disponiéndose a ejercer la violencia como signo de poder, respeto y reconocimiento.

- No habrá mayor cargo de conciencia hacia aquellos que, como ellos, los agreden con crueldad. Acudimos a un constante círculo vicioso de violencia que no desaparece: es heredado por los más jóvenes, tales como niños que están a la búsqueda de modelos potentes de autoridad ju-venil. Tal como establece Maffesoli, su juventud pandillal estaría marcada por la renuncia a una meta por alcan-zar, un proyecto económico, político o social por realizar. Prefieren entrar en el plano de estar-juntos, “entrar en” la intensidad del momento, entrar en el goce del mundo tal cual es. Sin embargo, el arrepentimiento se manifiesta en la medida que los jóvenes se saben violentos y agresi-vos frente a los ojos de la sociedad capitalista, que exige de ellos un rol económicamente productivo

- En efecto, para aquellos jóvenes que no encuentren un lugar en el cual desempeñarse, en donde consigan cierto reconocimiento a sus capaci-dades, la cultura de masas capitalista originaría, por el contrario, nuevos problemas de adaptación, puesto que la delincuencia resultante de de-terminismos socioeconómicos cede el sitio a una delincuencia nacida de las tentaciones contradictorias de la libertad y, a la exasperación de las necesidades creadas por las condiciones de existencia propias de la sociedad de masas. Estamos ante la construcción de jóvenes pandilleros a delincuentes avezados cuyos objetivos se mueven en torno a necesidades económicas y a fortalecer los estigmas que sobre ellos pesan. Dicho escenario se ve reforzado a los ojos de la aterrorizada población, ya que el pandillaje dejará de ser algo cometido por adolescentes, visuali-zándoles como miembros de bandas criminales que merecen el castigo máximo haciendo caso omiso a la inimputabilidad hacia los menores de edad. Asistimos a la estigmatiza-ción de los unos hacia los otros.

- El conflicto entre los adultos y las ju-ventudes da pie a las tensiones inter-nas juveniles que pueden dificultar que estos se analicen a sí mismos. De esta manera se desarrolla el conflicto de las generaciones. Un modo de contrarrestar este tipo de conflicto es avanzar hacia una educación trans-formadora cuyo objetivo no sea la

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adaptación de las personas al sistema, sea cual sea la concepción que de él se tenga, sino la formación de su capa-cidaddecrítica.Recordemosqueelestudio viene representando un im-portante aliciente en la vida del más fiero pandillero, percibiéndose una vida juvenil violenta que se siente a sí misma tan fortuita como transicio-nal. Sin embargo, lo descomunal de tales interacciones pueden hacer de aquellos jóvenes tenaces delincuen-tes, o pueden terminar con sus vidas, todo ello antes de darse cuenta de cuán complejo y diverso es el mundo más allá de la dicotomía que sustenta su modo de vida: violentar antes de ser violentado.

- Finalmente, hay que recalcar que las leyes y sus prohibiciones poco o nada han hecho para disuadir a las juven-tudes pandillales. Ya lo explicó Hon-neth: mientras la esfera del derecho es universal, la esfera de la valoración social es particularista y contextual en el sentido de que aquí lo que se reconoce son las particularidades del sujeto, lo que hace que una persona se diferencie de otra. Nuevamente, acu-dimos a Maffesoli para dar cuenta de una socialidad que no es más que una concentración de pequeñas tribus que tratan como pueden, de conjugarse, de entenderse, de arreglárselas. De modo que ya no es a partir del individuo, poderoso y solitario fundamento del contrato social, de la ciudadanía desea-da o de la democracia representativa defendida como tal, que se constituye

la vida en sociedad; esta es, ante todo, emocional, fusional, gregaria.

- Sin embargo, es la contradicción jurí-dica en su forma moderna universal la que no permite entender que la valo-ración social vale para las particulares cualidades por las que los hombres se caracterizan en sus diferencias perso-nales. Precisamente es en nombre de aquellas cualidades que los jóvenes potenciarían actitudes violentas. Su perversidad no se deja entrever por la legalidad ni por los esfuerzos edu-cativos. No son actores a los cuales transformar a la moral reinante, son relaciones sociales que deben ser analizadas a la luz de las interacciones estructurales que se manifiestan en los grupos juveniles pandillales.

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Criminología / Política CriminalActualidad

Penal

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Nos preguntan y contestamos

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C o n t e n i d o

CONSULTA N.º 1 ¿Cuál es la finalidad político-criminal del D.L. N.° 1182?

CONSULTA N.º 2 ¿ Cuál es el modelo actual de sanción penal en la lucha contra la criminalidad organizada?

NOs PReGuNTAN Y CONTesTAMOs

CONSULTA N.º 1¿Cuál es la finalidad político-criminal del D.L. N.° 1182? N

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El día 27 de julio del presente año, se publicó en el Diario Oficial El Peruano el Decreto Legislativo N.° 1182 que regula el uso de los datos derivados de las tele-comunicaciones para la identificación, localización y geolocalización de equipos de comunicación, en la lucha contra la delincuencia y el crimen organizado.

Lo que busca el Estado mediante la promulgación del decreto en cuestión es el fortalecimiento de las acciones de prevención, investigación y combate de la delincuencia común y el crimen orga-nizado a través del uso de las tecnologías de la información y comunicaciones, por parte de la Policía Nacional del Perú. Para tal efecto, se regula una serie de presupuestos, por medio de los cuales, la unidad de la P.N.P. (especializada en las famosas TIC’s), puede acceder a determinados datos (localización o geo-localización) de los teléfonos móviles o

dispositivos electrónicos de los ciudada-nos. Los presupuestos son los siguientes: a) cuando exista flagrancia delictiva, b) cuando el delito investigado sea san-cionado con pena superior a los cuatro años de privación privativa de la libertad, y c) el acceso a los datos constituya un medio necesario para la investigación.

No obstante, el citado decreto tiene un talón de Aquiles. El artículo 4.1, que faculta al instructor a cargo de la investigación a obtener de manera directa de los concesionarios de los ser-vicios públicos de telecomunicaciones, la ubicación de las personas sin una orden judicial, facultad que transgrede a todas luces el artículo 2 inc. 10 de la Constitución Política del Perú: “toda persona tiene derecho […] al secreto y la inviolabilidad de sus comunicaciones […] las comunicaciones, telecomunica-ciones o sus instrumentos sólo pueden

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Filosofía / Política criminalActualidad

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ser […] interceptados o intervenidos por mandamiento motivado del Juez, con las garantías previstas en la ley […]”.

Sobre el particular, Carlos Caro ha manifestado recientemente que: “[….] la exigencia de una orden judicial previa para el acceso a la geolocalización no puede verse como una traba burocráti-ca, sino como la irrenunciable garantía ciudadana de que en una democracia el acceso a la intimidad personal no puede depender de una decisión administrativa

o policíaca. En ese sentido, se trata de una medida cautelar. El Estado con esta ley busca afectar los derechos fundamen-tales. Por eso, los criterios de necesidad, ponderación, flagrancia o pena superior a 4 años demandan una especial valora-ción jurídica, ajena e imparcial que en un Estado de derecho compete solo a los jueces […]”1.

1 Caro Coria, Carlos, opinión publicada el día 07 de agosto de 2015 en la web del Diario El Comercio, disponible en: <http://bit.ly/1EiT9cg>.

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Nos preguntan y contestamos

Actualidad PenalVolumen 14 • Agosto 2015

No es novedad que en el transcurso de este último decenio, la actividad le-gislativa de nuestro país se encuentre en-caminada en luchar frontalmente contra la criminalidad organizada. Muestra de ello es la constante expansión de la intervención penal a sectores político-administrativos o empresariales que, en algunos casos, afectan gravemente los derechos de los individuos. Lo que se consigue con esto –en vez de avanzar a un Estado más garantista–, es una involución de nuestro sistema penal a etapas de nuestra historia donde se creía que el Derecho penal era la solución a todos los problemas de nuestra realidad delictiva.

En efecto, desde los albores del Derecho penal, se entendió que lo más eficiente en el combate contra la delincuencia era el reproche penal al autor mediante la privación de la liber-tad –temporal o perpetua– o la pena de muerte. No obstante, como bien señala ClausRoxin,respectoaestefenómenosocial: “El combate contra la criminali-dad organizada […] es difícil ganarlo a través de la sanción individual del autor; porque la organización fundamental permanece y a menudo se sustrae de la acción persecutoria de la autoridad penal a través de su base de operaciones

CONSULTA N.º 2¿Cuál es el modelo actual de sanción penal en la lucha contra la criminalidad organizada?

internacional y su irreconocible estruc-tura […]”1.

Es por ello que en la actualidad se ha cambiado de paradigma, ya que, como lo evidencia Armenta Deu: “Las nuevas formas de criminalidad en el ámbito eco-nómico, de la criminalidad organizada o del medio ambiente parecen evidenciar por su parte una administración de jus-ticia necesitada de instrumentos actuali-zadores […]”2. Se tenido a bien, dar paso a la sanción de carácter pecuniario, esto es, el despojo del patrimonio ilícitamente obtenido por las organizaciones crimina-les producto de la comisión de delitos de dañosidad colectiva, toda vez que, lo que más le interesa al delincuente –a costas de su propia libertad– son los grandes réditos que se obtienen a través de estas actividades ilícitas. En nuestro país, la acción de pérdida de dominio, conocida en otras legislaciones como decomiso sin condena, resulta ser la mayor muestra de este cambio de paradigma.

1 Roxin,Claus, “Problemas actuales de la política criminal”, en Problemas fundamentales de política criminal y derecho penal, Instituto de Investiga-ciones Jurídicas-UNAM, México, 2002, p. 91.

2 Armenta Deu, Teresa, “Pena y proceso: fines comunes y fines específicos”, en Política criminal y nuevo Derecho penal, José M.ª Bosch Editor, Barcelona, 1997, p. 217.

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SISTEMA DEPROTECCIÓN

CAUTELAR

J. María Elena Guerra Cerrón

SuscripciónJulio 2015 - Junio 2016

En esta obra se realiza un análisis novedoso y crítico sobre la tutela cautelar y su aplicación en todo el sistema de protección cautelar de nuestro país. Para ello, la autora parte del estudio general de la tutela cautelar, sus características y su razonabilidad, para �nalmen-te abordar transversalmente la tutela cautelar en el resto del orde-namiento jurídico.

SOBRE LA OBRA

CIVIL • PROCESAL CIVIL • REGISTRAL • INMOBILIARIO

C i v i l

I N S T I T U T O P A C Í F I C O

Formato: 17 x 24 cmTapa duraCosido y encolado Hot Melt

FICHA TÉCNICA

PRESENTACIÓNDE LUJO ENTAPA DURA