Cerillos o fósforos breve historia
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ANTECEDENTES
Nacimiento de los cerillos/fósforos
Una de las primeras cerillas inventada fue la de azufre, se hacían sumergiendo
franjas delgadas de madera en azufre fundido; el que ardía al aplicarle una chispa
producida por una piedra y acero.
En 1812 fue inventada la cerilla química que se fabricaba con una cubierta de azufre
y provista de una mezcla de clorato de potasio y azúcar, ésta ardía al entrar en
contacto con ácido sulfúrico.
En 1827, el químico británico Jonh Walker introdujo en Inglaterra los primeros
fósforos de fricción.
En 1844, el sueco Pasch inventó los fósforos de seguridad, que salieron al mercado
alrededor de 1850. Con algunas mejoras posteriores, son los fósforos que se usan
en la actualidad.
Anterior a ellos, en 1823 existía un encendedor de mesa que consistía en un tubo
cilíndrico alimentado a alcohol, con una mecha en su interior, que afloraba en el
centro de la parte superior y que se encendía por un dispositivo de fricción.
Este proceso de encendido se llevó varios años de estudio, investigación y
experimentos, para obtener la maravilla que es tener un cerillo entre los dedos. Para
encenderlo, únicamente se requiere frotarlo contra una lija, para que intervengan
otros componentes que facilitan un encendido pausado, algo inimaginable durante
muchos siglos.
En las cerillas de fricción fabricadas actualmente, se sumerge un extremo de la barra
en un agente incombustible para que no arda fácilmente, y el otro extremo se recubre
con parafina. La cabeza de la cerilla contiene: un agente oxidante, como clorato de
potasio; una sustancia que se oxida fácilmente, como azufre o resina de trementina;
un relleno de arcilla; un material adhesivo, como la cola, y un colorante para darle un
color. Al final de la punta hay una mínima cantidad de trisulfuro de fósforo, el cual se
descompone y arde a baja temperatura; éste prende la parafina, que arde más
fácilmente por la presencia de los demás productos.
Los fósforos de seguridad están diseñados de forma que la cabeza sólo arde al
rasparla contra la superficie de fricción que posee la caja. La punta de los fósforos de
seguridad contiene trisulfuro de antimonio y un agente oxidante pegados con caseína
o cola y son realizados de madera. La superficie de frotamiento de la caja contiene
vidrio en polvo para la fricción, fósforo rojo y cola (adhesivo). Al raspar allí el fósforo,
el calor de fricción transforma el fósforo rojo en blanco, que arde y prende a su vez la
cabeza de la cerilla.
Diferencia entre cerillos y fósforos
Aunque suelen usarse ambos términos, cerillos y fósforos, indistintamente, la
diferencia es el palo, los cerrillos tienen palo de papel cubierto de cera mientras que
los fósforos están hechos de madera. En México generalmente el nombre más
utilizado para este invento es el de cerillos. Además éstos, los cerillos resultan más
beneficiosos para el medio ambiente, ya que por ejemplo, un fumador regular
consumiría un promedio de 30 árboles de fósforos en su vida, mientras que el uso de
cerillos representa una alternativa más sustentable.
La industria cerillera en México
En 1885 nace la primera cerillera en México. Los hermanos León y Manuel
Mendizábal, en sociedad con los también hermanos José y Pedro de Prida, fundaron
en el puerto de Veracruz una empresa para la fabricación de cerillos y fósforos a la
que nombraron Compañía Industrial de Fósforos y Cerillos. Por la ubicación de la
fábrica, muy cercana a la Estación Central del Ferrocarril en el puerto de Veracruz,
se le empezó a nombrar “La Central”.
En la actualidad, Compañía Cerillera La Central, desde hace más de 126 años en el
mercado mexicano, se ha dedicado a través de este tiempo, a llevar a cada hogar de
éste país, luz y calor, mediante uno, de los tantos maravillosos inventos del hombre,
“El cerillo”.
Otra gran empresa cerillera en México es la formada por las hermanas Morán,
quienes aún prenden sus estufas con cerillos. También los usan para encender
ocasionalmente un cigarrillo o para activar el boiler de sus casas. Ambas se resisten
a usar los modernos encendedores y se mantienen fieles al fósforo, un producto que
su abuelo empezó a fabricar hace 73 años. Luisa y Begoña Morán son herederas de
la fábrica de cerillos La Perla, una empresa familiar que inició en los años 40 y que
sobrevive pese a la llegada de tecnologías sustitutas, como encendedores y
chispazos eléctricos capaces de prender las hornillas de las estufas.
Las hermanas Morán aseguran que el reinado de los cerillos continúa en las
comunidades rurales, donde todavía prevalecen las estufas de leña y las velas, y
donde la gente prefiere pagar uno o dos pesos por una caja de cerillos que gastar
cinco veces más en un encendedor. Aunque en menor cantidad, en las zonas
urbanas los cerillos también se consumen, dicen.
Principales fábricas de cerilleras en México
La Central
La Perla
La Independiente
Como se hacen
La fábrica La Perla produce entre 105 y 108 cajas de cerillos por minuto. Es un
proceso semi automatizado ideado por el padre de Begoña y Luisa, hace 20 años, y
que groso modo consiste en:
1. Fabricar el pabilo. Se hace con parafina y papel kraft que se trae de Monterrey
y de Suecia.
2. Preparar la mezcla para la cabecilla. Lo cual se hace siguiendo una receta que
incluye sílica, caulín, diatomita y óxido de zinc. Todos los ingredientes se
pesan y mezclan hasta lograr una consistencia espesa y de color amarillo
pálido.
3. Armado del cerillo. Los pabilos se cortan y se acomodan en una prensa que
sube y baja sumergiendo uno de los extremos del pabilo en la mezcla espesa
y amarilla. Gracias a la gravedad, la cabeza del cerillo toma una forma de
gota.
4. Proceso de secado. Dura 35 minutos y es a base de aire.
5. Empacado. Los cerillos se colocan en la caja, previamente acondicionada con
la lija –que contiene fósforo-. Luego, con celofán, se arman paquetes de 50,
10 y cinco cajas.
La fábrica La Perla produce diariamente 500,000 cajas, con 50 fósforos cada una, las
cuales se venden a mayoristas abarroteros ubicados en el Bajío. Recientemente, la
marca incursionó en el Distrito Federal, un mercado dominado por las marcas
Clásicos, Atlas, Flama y Talismán, de la cerillera La Central.
De commodity a producto promocional
Se calcula que en México se consumen alrededor de 350 millones de cajas de
cerillos al año y aproximadamente 50% del mercado está en manos de La Central. El
resto se reparte entre las otra marcas mexicanas –La Perla tiene 30%- y algunas
importadas, como las chilenas Monarca y Guadalupanos.
Una de las estrategias que las hermanas Morán siguen para conservar su porción del
mercado y de paso reposicionar a los cerillos, es convertirlos en productos
coleccionables o en medios publicitarios.
La Central tiene una estrategia similar y desde hace varios años colocan recetas de
cocina, promociones o publicidad de algunas marcas de consumo, principalmente de
alimentos. Cerillera La Central, una empresa que ha logrado el éxito gracias a la
costumbre y una buena estrategia de distribución
El sueño de toda empresa es que su producto esté presente en cada hogar y que su
consumo perdure por varias generaciones.
En el caso de La Central, un factor elemental para la permanencia de la compañía es
su táctica de distribución, diseñada en función de la red de carreteras de México. En
la cadena participan agencias distribuidoras propias y depositarios permitiéndole
llegar a estados como Mérida, Coahuila, Baja California, San Luis Potosí, Nuevo
León, Sonora, Sinaloa, Jalisco y Chihuahua.
Ventas de tradición
A diferencia de hace dos siglos, cuando La Central inició actividades y los cerillos
eran un artículo de primera necesidad, hoy, usar fósforos puede considerarse parte
de una tradición. La empresa ha aprovechado esta ventaja en la presentación de sus
productos: su estilo Clásico, la cajita que muestra un paisaje al reverso (por mucho
tiempo pinturas de Ticiano, Botticelli, Zurbarán y Monet y hoy paisajes mexicanos
elaborados por Jorge Cázares) hasta la favorita de los seguidores de la tauromaquia:
Talismán Olé (antes Cerillos Taurinos) acostumbrados para encender los puros en
plena corrida de toros. También están las presentaciones regionales: Viajeros,
distribuidos en la península de Yucatán; Carteritas en Baja California, y Manola
Elegantes, en Guerrero.
Lejos de apagarse con el tiempo, la flama de este negocio ha crecido. En 1914 la
producción alcanzaba tres millones de cerillos al día y en1985 producía 70 millones.
Actualmente la empresa considera que tiene 50 por ciento del mercado nacional,
cuyas dimensiones superan los 30 millones de cajas mensuales. Esta cifra equivale a
más de mil 500 millones de cerillos al mes.
Consumidos por las clases populares, la empresa ha segmentado su mercado de la
siguiente forma: 50 por ciento son fumadores, 35 por ciento amas de casa y 15por
ciento clientes que les destinan varios usos.
Los estados donde más cerillos se venden son Jalisco, Aguascalientes, Zacatecas,
Oaxaca, Chiapas, Nuevo León, además de la zona del Bajío.
La cerillera no considera a los encendedores como una competencia, tanto por
cuestiones de precio como por detalles de diseño y de duración dela flama.
Si acaso, perciben peligro en el largo plazo dentro de su mercado de amas de casa.
La amenaza tiene la forma de una estufa de encendido eléctrico que en unos 20
años, según estima la empresa, podría sustituir por completo a las estufas de piloto a
gas.
Cerillos o fósforos vs Encendedores
A primera vista difícilmente podemos distinguir todas las ventajas que el uso de
cerillos de seguridad tienen sobre los encendedores; sin embargo, existen varias:
Un encendedor dura un promedio de 3,000 luces y cada vez que lo utiliza
produce 0.25gr. de bióxido de carbono que contamina la atmosfera.
Una vez que un encendedor se termina, se convierte en desperdicio; mientras
que con el uso de cerrillos, se produce menos desperdicio y este es
biodegradable.
Para producir cerillos de seguridad se utiliza papel reciclado; mientras que
para producir un encendedor se necesitan más de 20 gr de plástico.
Se han reportado varios accidentes que involucran derrames de gas y
explosiones de encendedores. Los cerillos de seguridad, como dice su
nombre, son de seguridad y no se van a prender a menos de que frotemos su
cabeza contra la lija que se encuentra fuera de la cajita de cartón.
El gas de los encendedores se ha utilizado como inhalante por personas que
abusan de sustancias.
Breve historia del empaque hasta nuestros días
El término empaque se refiere a todos los recipientes en los que los productos son
envasados para su venta al consumidor. Cuando nuestros ancestros empiezan a
valorar sus bienes, la necesidad de protegerlos los lleva a usar jícaras, pieles de
animales y hojas como envoltorios. Es así como nace el empaque.
En el siglo XVII los curanderos empiezan a empaquetar su mercancía en
envoltorios de papel grabados con sus firmas y las tabaquerías utilizan empaques
impresos para sus productos.
Para finales del siglo XVIII los empaques eran grabados artesanalmente en
imprentas de madera con papel hecho a mano. Ya entonces era posible encontrar
en el mercado productos como cerveza embotellada, condimentos y ungüentos
en bote y sobres de papel para tabaco y té. Hacia 1798 inicia la industria del
empaque en América. En ese entonces se empezaban a utilizar la máquina para
hacer papel y la litografía.
A principios del siglo XIX los ferrocarriles y los barcos de vapor trasatlánticos
facilitaron el desplazamiento de mercancías desde lugares remotos. Ello se tradujo
en la posibilidad de que las familias trabajadoras pudieran comprar grandes
cantidades de productos a precios razonables.
La comida enlatada es un ejemplo de productos básicos cuya popularidad
trascendió a través de los siglos, gracias a que el empaque era ligero, resistente y
lo suficientemente barato para tirarlo después de usarlo.
La publicidad ha sido de gran ayuda para la industria del empaque. A finales del
siglo XIX pueden verse ilustraciones de productos en periódicos, catálogos y
carteles, en las que se muestran los empaques de la época, y se demuestra que
un envase atractivo no sólo protege el contenido; también ayuda a venderlo.
Muchos de los productos que a principios del siglo XIX eran considerados de lujo,
cien años después fueron vistos como bienes comunes. Para ese entonces, todos
los materiales básicos de los envases que hoy usamos se empleaban de manera
regular. El plástico llegó en 1912, en forma de pliegos de celofán, y revolucionó el
mundo del empaque.
Las cajas de cerillos o fósforos son fabricadas con cartón o papel….
Formas tradicionales de cajas de cerillos o fósforos
Las dos formas más tradicionales son:
Tipo “carterita o sobre”
Tipo “caja” (consta de dos partes)
Algunas de sus variantes son como se muestran en la siguiente ilustración en las
que, como ya se mencionó anteriormente, son utilizadas algunas de sus “caras” o
lados para la publicidad: