Conversaciones con una descendiente de Huayna Capac

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El Comercio ___ domingo 6 de marzo del 2011 ___ País l a23 Huáscar Cristóbal Paullu Diego Choquehuanca Manuel José Choquehuanca Francisco Chukiwanka Ayulo Laura Eugenia Chukiwanka José Domingo Choquehuanca Representa una generación eg o D ie D o e C h h C ho o o Choquehu hua Di nca g Ch Huáscar a car u a a Choquehuanca R esenta R a Re esenta Rep esenta Rep esenta epresent epresen epresen presen prese rese ón ón ió ó ci ci c una rac una a una ra na era na er na ne a gene a gene a gen gen Cristóbal st Cristóba r P i ó b t ristóba Paullu Doña Eugenia, de 91 años, es po- siblemente la única descendien- te de un emperador inca, con las credenciales para probarlo, cuyos recuerdos nos conectan con sor- prendente facilidad con el pasa- do, su familia, la historia del Perú y nuestra realidad presente. Ella fue localizada por este Diario en Arequipa, donde vive, y es la pri- mera vez que tenemos acceso al testimonio de alguien cuyo linaje permanece vivo en sus recuerdos. ¿Qué significa su apellido? Antes de la llegada de los espa- ñoles era Chuquihuanca. ‘Chu- qui’ quiere decir oro y ‘huanca’ columna. Después se españoliza porque los españoles no lo po- dían pronunciar bien y se con- vierte en Choquehuanca. Pero mi padre le vuelve a cambiar la ortografía según el alfabeto que- chua a Chukiwanka. ¿Cuál es su primer recuerdo? Nací en Lampa, Puno. Mi niñez la pasé en el campo. Ahí viví tres culturas y tres religiones: la del indio, la pachamama; la católi- ca, que era de mi madre; y la de mi papá, que era librepensador. Yo he amalgamado las tres a mi modo y a mi manera. ¿Usted sabía desde niña que des- cendía de Huayna Cápac? Mi papá nos decía que éramos descendientes de incas. Pero no hacía publicidad de eso porque él era un rebelde y estaba contra el orden social de la época. ¿Eso influyó en su niñez? Yo hice la secundaria en Lima, en el colegio Dalton, que habían fun- dado los hermanos José Antonio y Enrique Encinas, amigos de mi padre. Como ellos sabían que yo era de esa rama, en el colegio se enteraron y mis compañeras me molestaban. Me llamaban ‘prin- cesa’, y una adolescente no se sien- te halagada cuando te preguntan ‘¿dónde está tu capa?, ¿por qué no has traído tus plumas’? ¿Cómo reaccionó ante eso? Lo combatí estudiando mucho. Al final me aceptaron en el círcu- lo de las limeñas. Allí estuve cin- co años y después estudié en tres universidades, en Lima, Cusco y Arequipa, y al final me dediqué a enseñar Historia y Geografía. ¿En su casa contaban historias de su bisabuelo Manuel, el últi- mo cacique? Sí.Medecíanquehabíasidoespiga- do,delgado,quelegustabatrabajar la tierra, aunque no tenía por qué hacerlo. Estaba más con el indio. NocomosuabueloDiego,quienno Conversaciones con una descendiente de Huayna Cápac Vive en Arequipa y llegamos hasta su hogar. Es la primera vez que una representante del linaje imperial inca habla en extenso con un medio de comunicación LESLIE SEARLES EUGENIA CHUKIWANKA OCHARáN. A los 91 años, sus vívidos recuerdos la ubican como un eslabón entre el pasado y el presente en la historia del país. RONALD ELWARD Genealogista quiso apoyar a Túpac Amaru [II] y protegió a los españoles. En esa época tenían mucho poder. Durante el tiempo del cacicazgo tenían bastante dinero y muchas haciendas, como Picotani. Pero las mejores estaban en la actual Bolivia, antes el Alto Perú. Te- nían muy buenos lujos, muebles importados de Inglaterra. Se ves- tían como el español, con som- brero y montera, y daban gran- des fiestas. Mientras tanto abajo estaban los indios, semiesclavos. Y después se hicieron más ricos. Mi bisabuelo se casó con doña Car- men Ayulo, en Azángaro. La fami- lia de ella también tenía dinero y fundaron un banco. Pero a él le do- lía haberse casado con una extran- jera y decía: ‘Lo único que siento es haber mezclado mi sangre con un ajeno’. Y decía que debió casarse con otra descendiente de incas. ¿Y después lo perdieron todo? Su hija, mi abuela, Manuela Cho- quehuanca Ayulo, tuvo ocho hi- jos y todo se dividió con las heren- cias. Al final la reforma agraria terminó de quitarnos lo poco que quedaba. Ella murió a la edad de 91 años en Arequipa, en 1925, y lo único que heredé fue su piano. Su padre fue un líder indigenista... Sí, y fue perseguido por eso. Has- ta el presidente Sánchez Cerro lo deportó porque decía que tenía ideas revolucionarias. Él quería al indio en una época en que se lo consideraba lo más bajo. ¿Por qué eligió él esa vocación? Como sabía que era descendiente de incas, tomó a su cargo la defen- sa del indio. Todavía me acuerdo cuando caminábamos del pue- blo a la hacienda, en el camino él siempre los saludaba con mucho respeto y yo me molestaba con eso, porque era muy niña y segu- ramente pensaba que el campesi- no era inferior. Mucha gente pensaba así… Cuando mi padre se recibió de abogado, le suspendieron la te- sis porque le dijeron que estaba a favor del campesino. En un momento el rector le preguntó: “¿Usted cree que el indio puede superarse?”. “Sí”, le contestó. “Creo. Y la prueba la tengo en us- ted”, le dijo al rector. Y ahí lo echa- ron. Por eso se fue hasta Lima a sacar el título de abogado. Doña Eugenia, ¿era difícil llamar- se Choquehuanca? Paramíno,peroparaalgunosenmi familia sí. Mi tía Isabel no usaba el Choquehuanca, sino Ayulo. Se lo cambióporquesuhijoqueríaentrar en la Marina, y tomó el de Corrales Ayulo. El apellido Choquehuanca era indio y en la sociedad de Lima no podías tener apellidos indios. ¡Dónde has visto en la Marina a al- guienconapellidoChoquehuanca! En el Perú la gente no sabe mucho qué pasó con los incas. Es que los exterminaron. Pero usted está aquí. Ah, bueno… es que no descien- do ni de Huáscar ni de Atahualpa, cuyas familias sí exterminaron, sino de Huaco Túpac [Cristóbal Paullu Inca], que logró escapar. Durante la Colonia en Cusco so- brevivió una nobleza inca... Los incas tenían que apoyar a los españoles para no ser extermi- nados. Esto pasó con Diego Cho- quehuanca, que estaba en contra de la revolución de Túpac Amaru. De lo contrario, nos mataban. Así que no nos exterminaron del todo. Parece que quedó un poquitito y eso usted ha descubierto [sonríe]. ¿Usted habla quechua? Siempre estuve rodeada por cam- pesinos y hablo perfectamente el quechua y algo de aimara. ¿Cree que hay que ser bilingües? Yo pienso que es importante sa- ber algo de quechua. El campesi- no siempre piensa en su idioma materno y habla el castellano. Ahí en la hacienda me decían: “Yo hago hablar al libro, pero lo único que no sé es lo que quiere decir”. ¿Y siente en usted un legado inca? Los incas supieron gobernar y te- nían su lema “No seas ladrón, no seas perezoso, no seas mentiroso” yerandisciplinadosconeso.Yalgo de eso siento que yo tengo porque me gusta enseñar, gobernar. Por esoamiedadsigosiendocapitánde mipropiobarco.Algoheheredado. ¿El imperio inca debió continuar? Para qué retroceder en el tiempo. No vale la pena. Lo que sí es que no debió desaparecer de esa ma- nera, con tanta crueldad. De niña nos sentíamos hermanos con los antiguos, pero para qué recordar. Pero hubo un intento de volver a instaurar el imperio inca. Hubo varios. Uno de esos fue a principios del siglo XX, en Puno, cuando un señor, Clodomiro Ro- dríguez, quiso levantarse y que mi padre asumiera el trono. Pero él no estuvo de acuerdo con eso y decía “cómo puedo ser heredero si no estoy reclamando nada”. ¿Usted cree que el país tiene una deuda con su familia? De una manera indirecta, quizá. Porque los Choquehuanca siem- pre han participado en la histo- ria. Le hemos dado prestigio al país, pero no hemos recibido un reconocimiento. Es una deuda que no se puede pagar. ¿Y se siente peruana? Yo me siento cosmopolita. Como decía [Manuel] González Prada, “donde me estrechen generosas manos, donde me arrullen tibias primaveras, ahí veré mi patria y mis hermanos…”. Soy cosmopo- lita, no hay nada que hacer. Hay que amalgamar las culturas. Eso es lo mejor. π Entrevista a Eugenia Chukiwanka Descendientes del linaje imperial de Huayna Cápac, tradicional- mente han vivido en Puno y Are- quipa. Durante más de 300 años fueron los caciques de Azángaro y la familia más rica. Con la Independencia perdie- ron el título de cacique y, durante la República, sus propiedades. Un aspecto interesante en la evolución de esta familia es su transformación política. De ser unos caciques extremadamente fieles a la corona española, pasa- ron a convertirse uno de ellos en prócer de la Independencia (José Domingo) y otro, Francisco (so- brino tataranieto del anterior), en líder indígena. En su época, los Choquehuan- ca fueron una especie de peque- ños reyes en Azángaro. Su poder venía del hecho de que Cristóbal Paullu Topa Inca, hijo de Huayna Cápac, había sido el miembro de la familia imperial más fiel a los españoles y en recompensa reci- bió tierras en esta región, a donde había llegado en 1533 alejándose de las luchas entre sus hermanos Huáscar y Atahualpa. En 1586 su hijo Diego se con- virtió en el primer cacique de Azángaro y sus sucesores, tam- bién caciques, estaban exentos del pago de tributos. Ellos se en- cargaban de recaudarlo de sus indios para las autoridades co- loniales, con lo que la familia se enriqueció enormemente. Diego Choquehuanca Hua- co Túpac Inca (Azángaro 1705- 1792), llegó a tener 11 haciendas, un palacio en Azángaro, 100 mil cabezas de ovino, 20 mil vacas, 10 mil alpacas y llamas. Él protegió a los españoles contra la rebelión de Túpac Amaru, porque la posi- ción de los caciques dependía de la corona. Sus nietos fueron Manuel, el último cacique, y José Domingo, Los Choquehuanca, testigos de cinco siglos de historia peruana prócer de la Independencia. Este último, el 2 de agosto de 1825 en Pucará, recibió a Bolívar con la fa- mosa arenga: “Con los siglos cre- cerá vuestra gloria, como crece la sombra cuando el Sol declina”. Doña Eugenia Chukiwanka Ocharán es la única bisnieta que queda de Manuel, y es hija del lí- der proindígena Francisco Chu- kiwanka, que cambió su apellido a una manera más auténtica de escribirlo. De haberse mantenido el ré- gimen colonial que existía para las familias reales incas, abolido en 1825 por Bolívar, doña Euge- nia sería representante de una nobleza de sangre autóctona y de gran abolengo. π

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Entrevista con Eugenia Chukiwanka, descendiente del Emperador Inca Huayna Capac sobre su vida como hija del líder pro-indígena Francisco Chukiwanka.

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El Comercio___ domingo 6 de marzo del 2011___ País l a23

Huáscar CristóbalPaullu

DiegoChoquehuanca

Manuel JoséChoquehuanca

Francisco Chukiwanka Ayulo

Laura EugeniaChukiwanka

José DomingoChoquehuanca

Representauna generación

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Dinca

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Huáscaracaru aaa

Choquehuanca

R esentaR taRe esentaRep esentaRep esentaRepresentepresenepresenpresenpresereseónóniióócicicuna racuna auna rauna erana erna nea genea genea gengen

CristóbalstCristóbarPi óbtristóba

Paullu

Doña Eugenia, de 91 años, es po-siblemente la única descendien-te de un emperador inca, con las credenciales para probarlo, cuyos recuerdos nos conectan con sor-prendente facilidad con el pasa-do, su familia, la historia del Perú y nuestra realidad presente. Ella fue localizada por este Diario en Arequipa, donde vive, y es la pri-mera vez que tenemos acceso al testimonio de alguien cuyo linaje permanece vivo en sus recuerdos.

¿Qué significa su apellido?Antes de la llegada de los espa-ñoles era Chuquihuanca. ‘Chu-qui’ quiere decir oro y ‘huanca’ columna. Después se españoliza porque los españoles no lo po-dían pronunciar bien y se con-vierte en Choquehuanca. Pero mi padre le vuelve a cambiar la ortografía según el alfabeto que-chua a Chukiwanka.

¿Cuál es su primer recuerdo?Nací en Lampa, Puno. Mi niñez la pasé en el campo. Ahí viví tres culturas y tres religiones: la del indio, la pachamama; la católi-ca, que era de mi madre; y la de mi papá, que era librepensador. Yo he amalgamado las tres a mi modo y a mi manera.

¿Usted sabía desde niña que des-cendía de Huayna Cápac?Mi papá nos decía que éramos descendientes de incas. Pero no hacía publicidad de eso porque él era un rebelde y estaba contra el orden social de la época. ¿Eso influyó en su niñez?Yo hice la secundaria en Lima, en el colegio Dalton, que habían fun-dado los hermanos José Antonio y Enrique Encinas, amigos de mi padre. Como ellos sabían que yo era de esa rama, en el colegio se enteraron y mis compañeras me molestaban. Me llamaban ‘prin-cesa’, y una adolescente no se sien-te halagada cuando te preguntan ‘¿dónde está tu capa?, ¿por qué no has traído tus plumas’?

¿Cómo reaccionó ante eso?Lo combatí estudiando mucho. Al final me aceptaron en el círcu-lo de las limeñas. Allí estuve cin-co años y después estudié en tres universidades, en Lima, Cusco y Arequipa, y al final me dediqué a enseñar Historia y Geografía.

¿En su casa contaban historias de su bisabuelo Manuel, el últi-mo cacique?Sí. Me decían que había sido espiga-do, delgado, que le gustaba trabajar la tierra, aunque no tenía por qué hacerlo. Estaba más con el indio. No como su abuelo Diego, quien no

Conversaciones con una descendiente de Huayna Cápac

Vive en Arequipa y llegamos hasta su hogar. Es la primera vez que una representante del linaje imperial inca habla en extenso con un medio de comunicación

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EugEnia chukiwanka ocharán. A los 91 años, sus vívidos recuerdos la ubican como un eslabón entre el pasado y el presente en la historia del país.

RonaldElwaRdGenealogista

quiso apoyar a Túpac Amaru [II] y protegió a los españoles.

En esa época tenían mucho poder. Durante el tiempo del cacicazgo tenían bastante dinero y muchas haciendas, como Picotani. Pero las mejores estaban en la actual Bolivia, antes el Alto Perú. Te-nían muy buenos lujos, muebles importados de Inglaterra. Se ves-tían como el español, con som-brero y montera, y daban gran-des fiestas. Mientras tanto abajo estaban los indios, semiesclavos.

Y después se hicieron más ricos.Mi bisabuelo se casó con doña Car-men Ayulo, en Azángaro. La fami-lia de ella también tenía dinero y fundaron un banco. Pero a él le do-lía haberse casado con una extran-jera y decía: ‘Lo único que siento es haber mezclado mi sangre con un ajeno’. Y decía que debió casarse con otra descendiente de incas.

¿Y después lo perdieron todo?Su hija, mi abuela, Manuela Cho-quehuanca Ayulo, tuvo ocho hi-jos y todo se dividió con las heren-cias. Al final la reforma agraria terminó de quitarnos lo poco que quedaba. Ella murió a la edad de 91 años en Arequipa, en 1925, y lo único que heredé fue su piano.

Su padre fue un líder indigenista...Sí, y fue perseguido por eso. Has-ta el presidente Sánchez Cerro lo deportó porque decía que tenía ideas revolucionarias. Él quería al indio en una época en que se lo consideraba lo más bajo.

¿Por qué eligió él esa vocación?Como sabía que era descendiente de incas, tomó a su cargo la defen-sa del indio. Todavía me acuerdo cuando caminábamos del pue-blo a la hacienda, en el camino él siempre los saludaba con mucho respeto y yo me molestaba con eso, porque era muy niña y segu-ramente pensaba que el campesi-no era inferior.

Mucha gente pensaba así…Cuando mi padre se recibió de abogado, le suspendieron la te-sis porque le dijeron que estaba a favor del campesino. En un momento el rector le preguntó: “¿Usted cree que el indio puede superarse?”. “Sí”, le contestó. “Creo. Y la prueba la tengo en us-ted”, le dijo al rector. Y ahí lo echa-ron. Por eso se fue hasta Lima a sacar el título de abogado.

Doña Eugenia, ¿era difícil llamar-se Choquehuanca?Para mí no, pero para algunos en mi familia sí. Mi tía Isabel no usaba el Choquehuanca, sino Ayulo. Se lo cambió porque su hijo quería entrar en la Marina, y tomó el de Corrales Ayulo. El apellido Choquehuanca era indio y en la sociedad de Lima no podías tener apellidos indios. ¡Dónde has visto en la Marina a al-

guien con apellido Choquehuanca!

En el Perú la gente no sabe mucho qué pasó con los incas.Es que los exterminaron.

Pero usted está aquí.Ah, bueno… es que no descien-do ni de Huáscar ni de Atahualpa, cuyas familias sí exterminaron, sino de Huaco Túpac [Cristóbal Paullu Inca], que logró escapar.

Durante la Colonia en Cusco so-brevivió una nobleza inca... Los incas tenían que apoyar a los españoles para no ser extermi-nados. Esto pasó con Diego Cho-quehuanca, que estaba en contra de la revolución de Túpac Amaru. De lo contrario, nos mataban. Así que no nos exterminaron del todo.

Parece que quedó un poquitito y eso usted ha descubierto [sonríe].

¿Usted habla quechua?Siempre estuve rodeada por cam-pesinos y hablo perfectamente el quechua y algo de aimara.

¿Cree que hay que ser bilingües?Yo pienso que es importante sa-ber algo de quechua. El campesi-no siempre piensa en su idioma materno y habla el castellano. Ahí en la hacienda me decían: “Yo hago hablar al libro, pero lo único que no sé es lo que quiere decir”.

¿Y siente en usted un legado inca?Los incas supieron gobernar y te-nían su lema “No seas ladrón, no seas perezoso, no seas mentiroso” y eran disciplinados con eso. Y algo

de eso siento que yo tengo porque me gusta enseñar, gobernar. Por eso a mi edad sigo siendo capitán de mi propio barco. Algo he heredado.

¿El imperio inca debió continuar?Para qué retroceder en el tiempo. No vale la pena. Lo que sí es que no debió desaparecer de esa ma-nera, con tanta crueldad. De niña nos sentíamos hermanos con los antiguos, pero para qué recordar.

Pero hubo un intento de volver a instaurar el imperio inca.Hubo varios. Uno de esos fue a principios del siglo XX, en Puno, cuando un señor, Clodomiro Ro-dríguez, quiso levantarse y que mi padre asumiera el trono. Pero él no estuvo de acuerdo con eso y decía “cómo puedo ser heredero

si no estoy reclamando nada”.

¿Usted cree que el país tiene una deuda con su familia?De una manera indirecta, quizá. Porque los Choquehuanca siem-pre han participado en la histo-ria. Le hemos dado prestigio al país, pero no hemos recibido un reconocimiento. Es una deuda que no se puede pagar.

¿Y se siente peruana?Yo me siento cosmopolita. Como decía [Manuel] González Prada, “donde me estrechen generosas manos, donde me arrullen tibias primaveras, ahí veré mi patria y mis hermanos…”. Soy cosmopo-lita, no hay nada que hacer. Hay que amalgamar las culturas. Eso es lo mejor. π

Entrevista a Eugenia Chukiwanka

Descendientes del linaje imperial de Huayna Cápac, tradicional-mente han vivido en Puno y Are-quipa. Durante más de 300 años fueron los caciques de Azángaro y la familia más rica.

Con la Independencia perdie-ron el título de cacique y, durante la República, sus propiedades.

Un aspecto interesante en la evolución de esta familia es su transformación política. De ser unos caciques extremadamente

fieles a la corona española, pasa-ron a convertirse uno de ellos en prócer de la Independencia (José Domingo) y otro, Francisco (so-brino tataranieto del anterior), en líder indígena.

En su época, los Choquehuan-ca fueron una especie de peque-ños reyes en Azángaro. Su poder venía del hecho de que Cristóbal Paullu Topa Inca, hijo de Huayna Cápac, había sido el miembro de la familia imperial más fiel a los

españoles y en recompensa reci-bió tierras en esta región, a donde había llegado en 1533 alejándose de las luchas entre sus hermanos Huáscar y Atahualpa.

En 1586 su hijo Diego se con-virtió en el primer cacique de Azángaro y sus sucesores, tam-bién caciques, estaban exentos del pago de tributos. Ellos se en-cargaban de recaudarlo de sus indios para las autoridades co-loniales, con lo que la familia se

enriqueció enormemente.Diego Choquehuanca Hua-

co Túpac Inca (Azángaro 1705-1792), llegó a tener 11 haciendas, un palacio en Azángaro, 100 mil cabezas de ovino, 20 mil vacas, 10 mil alpacas y llamas. Él protegió a los españoles contra la rebelión de Túpac Amaru, porque la posi-ción de los caciques dependía de la corona.

Sus nietos fueron Manuel, el último cacique, y José Domingo,

Los Choquehuanca, testigos de cinco siglos de historia peruana

prócer de la Independencia. Este último, el 2 de agosto de 1825 en Pucará, recibió a Bolívar con la fa-mosa arenga: “Con los siglos cre-cerá vuestra gloria, como crece la sombra cuando el Sol declina”.

Doña Eugenia Chukiwanka Ocharán es la única bisnieta que queda de Manuel, y es hija del lí-der proindígena Francisco Chu-kiwanka, que cambió su apellido a una manera más auténtica de escribirlo.

De haberse mantenido el ré-gimen colonial que existía para las familias reales incas, abolido en 1825 por Bolívar, doña Euge-nia sería representante de una nobleza de sangre autóctona y de gran abolengo. π