Cuestiones éticas de la modificación de conducta

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Martin, G. y Pear, J. (1996/1999). Modificación de Conducta: ¿Qué es y cómo aplicarla? Madrid: Prentice-Hall. Nota: La lectura que se transcribe a continuación constituye, con excepción de unas pocas líneas, una copia literal del capítulo 29 del libro citado (pp. 419-430). Cuestiones éticas La historia de la civilización es un relato continuo de abuso de poder. A lo largo del tiempo, diversos grupos han utilizado los reforzadores y estímulos punitivos que estaban a su disposición, para controlar el comportamiento de otros grupos menos poderosos (es decir, grupos que disponen de menos reforzadores y estímulos punitivos, o que carecen de métodos de administración para que sean contingentes a las conductas meta seleccionadas). En general, el efecto que esta tradición ha tenido es el de incrementar los reforzadores que pertenecen a los más poderosos a costa de los reforzadores que reciben las personas con un menor poder. De vez en cuando, a medida que disminuía la protección de los reforzadores que les correspondía, los grupos sometidos a este abuso de poder se han sublevado contra sus opresores, y han modificado las estructuras sociales existentes o han creado nuevas estructuras para detectar o eliminar la posibilidad de futuros abusos. Las constituciones, legislaciones y demás documentos políticos, pueden percibirse como especificaciones formales de contingencias diseñadas para controlar el comportamiento de aquellos que controlar el comportamiento de los demás. Por ejemplo, en las democracias occidentales hemos dejado de vivir en la edad del derecho divino de las monarquías, para vivir en una edad de “gobierno por leyes, no por personas”. Más aun, con la introducción de las elecciones populares periódicas, las personas controladas por las que crean las leyes pueden ejercer cierto grado de control recíproco: el votar por otro candidato. En los países socialistas y comunistas, el proceso revolucionario se centró en eliminar ciertos abusos económicos, en lugar de establecer la democracia. Sin embargo, al carecer del sistema democrático, se desarrollaron otros abusos, por lo que muchos países antiguamente comunistas se están volviendo más democráticos. No obstante, los nuevos diseños y prácticas sociales surgidas hasta ahora, sin excepción, no han alcanzado su objetivo: se sigue abusando del poder en el mundo entero. Debido a la historia cultural y a las experiencias personales de las personas al tratar con otros que han abusado de su poder (es decir lo han aprovechado perjudicando a los que estaban bajo su control), las personas han aprendido a reaccionar negativamente ante todos los intentos claros de controlar la conducta. Esta reacción negativa es tan fuerte, que los que desean controlar nuestro comportamiento suelen percatarse de que sus intentos de control tienen más éxito cuando los disimulan (por ejemplo, cuando la publicidad utiliza la técnica de “venta indirecta” en lugar de la “venta directa”, o

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Capítulo 29 de la conocida obra de Martin y Pear. Se considera la ética desde una visión comportamental, con respecto a los servicios que se brindan a través de la modificación y la terapia de la conducta.

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Martin, G. y Pear, J. (1996/1999). Modificación de Conducta: ¿Qué es y

cómo aplicarla? Madrid: Prentice-Hall.

Nota: La lectura que se transcribe a continuación constituye, con excepción de unas

pocas líneas, una copia literal del capítulo 29 del libro citado (pp. 419-430).

Cuestiones éticas

La historia de la civilización es un relato continuo de abuso de poder. A lo largo del tiempo, diversos grupos han utilizado los reforzadores y estímulos punitivos que estaban a su disposición, para controlar el comportamiento de otros grupos menos poderosos (es decir, grupos que disponen de menos reforzadores y estímulos punitivos, o que carecen de métodos de administración para que sean contingentes a las conductas meta seleccionadas). En general, el efecto que esta tradición ha tenido es el de incrementar los reforzadores que pertenecen a los más poderosos a costa de los reforzadores que reciben las personas con un menor poder. De vez en cuando, a medida que disminuía la protección de los reforzadores que les correspondía, los grupos sometidos a este abuso de poder se han sublevado contra sus opresores, y han modificado las estructuras sociales existentes o han creado nuevas estructuras para detectar o eliminar la posibilidad de futuros abusos. Las constituciones, legislaciones y demás documentos políticos, pueden percibirse como especificaciones formales de contingencias diseñadas para controlar el comportamiento de aquellos que controlar el comportamiento de los demás. Por ejemplo, en las democracias occidentales hemos dejado de vivir en la edad del derecho divino de las monarquías, para vivir en una edad de “gobierno por leyes, no por personas”. Más aun, con la introducción de las elecciones populares periódicas, las personas controladas por las que crean las leyes pueden ejercer cierto grado de control recíproco: el votar por otro candidato. En los países socialistas y comunistas, el proceso revolucionario se centró en eliminar ciertos abusos económicos, en lugar de establecer la democracia. Sin embargo, al carecer del sistema democrático, se desarrollaron otros abusos, por lo que muchos países antiguamente comunistas se están volviendo más democráticos. No obstante, los nuevos diseños y prácticas sociales surgidas hasta ahora, sin excepción, no han alcanzado su objetivo: se sigue abusando del poder en el mundo entero.

Debido a la historia cultural y a las experiencias personales de las personas al tratar con otros que han abusado de su poder (es decir lo han aprovechado perjudicando a los que estaban bajo su control), las personas han aprendido a reaccionar negativamente ante todos los intentos claros de controlar la conducta. Esta reacción negativa es tan fuerte, que los que desean controlar nuestro comportamiento suelen percatarse de que sus intentos de control tienen más éxito cuando los disimulan (por ejemplo, cuando la publicidad utiliza la técnica de “venta indirecta” en lugar de la “venta directa”, o

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cuando las personas que quieren cambiar nuestra opinión consiguen que parezca que hemos llegado por nosotros mismos a la nueva opinión). Por lo tanto, no debe resultar extraño que, en sus comienzos, la modificación de conducta evocase multitud de reacciones negativas, cuyo rango fue desde la sospecha hasta la hostilidad manifiesta. La modificación de conducta es tecnología basada en la ciencia que estudia los factores que controlan el comportamiento. Así pues, no es ningún secreto que la modificación de conducta se basa en dos proposiciones: a) la conducta puede controlarse, y b) es deseable hacerlo para lograr ciertos objetivos. El que el comportamiento esté totalmente determinado o no por factores ambientales y genéticos, da pie a unas discusiones filosóficas interesantes (todos están de acuerdo en que la conducta está, al menos parcialmente, determinada por esos factores). Sin embargo, sea cual sea la respuesta, tiene poca importancia desde una perspectiva práctica. Lo importante es que a raíz de nuevos descubrimientos en la ciencia comportamental y de refinamientos en la tecnología comportamental, la cantidad de control potencial sobre la conducta es cada vez mayor.

Ante cualquier avance nuevo en el campo de la ciencia o la tecnología una reacción saludable es mostrar la máxima cautela. Probablemente, la civilización correría menos peligro si se hubieran tomado más precauciones cuando comenzó a desarrollarse, por ejemplo, la energía atómica. Sin embargo, la solución a los problemas actuales que generan los avances científicos y tecnológicos no es la de intentar regresar en el tiempo a un período pre-científico más seguro. El problema no consiste en la ciencia y la tecnología, que no son sino medios muy sofisticados desarrollados por personas, el problema real son las personas que abusan de esas herramientas. Esto, desde luego, es un problema comportamental. Por lo tanto, como argumentó Skinner (1953, 1971), la ciencia de la conducta es la clave lógica de la solución del problema. Sin embargo, la modificación de conducta puede ser mal utilizada, al igual que las demás ciencias y tecnologías. Por lo tanto, es importante establecer las directrices éticas que aseguren un buen uso de la tecnología comportamental para el bien de la sociedad. En la siguiente sección, discutiremos qué es la ética desde una perspectiva comportamental. Luego, revisaremos algunos argumentos habituales que son contrarios a un control deliberado del comportamiento. Finalmente, os centraremos en la cuestión de cómo pueden imponerse a la modificación de conducta unas medidas preventivas que garanticen que se utiliza siempre para bien de la humanidad. UNA VISIÓN COMPORTAMENTAL DE LA ÉTICA

Desde un punto de vista comportamental, el término ética se refiere a ciertos estándares de conducta que se desarrollan en una cultura y promueven su supervivencia (Skinner, 1953, 1971). Por ejemplo, el robo se considera inmoral o incorrecto en muchas culturas, debido al efecto perturbador que tiene sobre la cultura. Probablemente, muchas pautas éticas como “el robo es inmoral”, evolucionaron en tiempos prehistóricos. Tal vez, en algunas culturas anteriores a la historia escrita, el comportarse honradamente respecto de las posesiones materiales se reforzase socialmente, y el robo se castigase, mientras que en otras quizá no fuera así (de la misma manera que se

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reforzaban distintos tipos de creencias religiosas según cada cultura). Sin embargo, las culturas que no reforzaban el comportamiento de honradez respecto de las posesiones materiales ni castigaban el robo, sucumbieron. Existen varias razones para ello. Quizás los miembros de esas culturas se esforzaron demasiado en pelearse entre sí, de modo que devinieron moralmente vulnerables a las invasiones de otras culturas, o quizá, después de luchar, no disponían del tiempo suficiente para producir suficiente comida con la que abastecerse. O tal vez, debido al sin fin de peleas y discusiones, dichas culturas resultaron tan poco reforzantes, que sus miembros emigraron masivamente a otras culturas, de modo que las culturas poco reforzantes se extinguieron por falta de miembros. En cualquier caso, muchas culturas sobrevivieron reforzando el comportamiento honesto y castigando el robo. Es decir, perduraron las culturas que consideraron que lo ético era no robar, y al hacerlo, inmoral o no ético.

De este modo, la ética ha evolucionado como parte de nuestra cultura, del mismo modo que han evolucionado las partes de nuestro cuerpo. Es decir, la ética ha contribuido a nuestra cultura, al igual que los dedos de las manos con el pulgar opuesto han contribuido a la supervivencia de nuestra especie. Eso no quiere decir que las personas no decidan deliberadamente formular normas éticas para sus respectivas culturas. Al contrario, el que determinados miembros de una cultura empiecen a realizar conductas de este tipo en algún momento del proceso de evolución cultural, es una parte del problema mismo, ya que sus miembros están condicionados a trabajar a favor de la supervivencia de su cultura. Una forma de trabajar en esta dirección es la de formular y hacer respetar un código ético que fortalezca esa cultura (mediante el refuerzo y el castigo).

Cuando los reforzadores inmediatos influyen en un individuo para que se comporte de una forma que genera estímulos punitivos para otros miembros de una cultura, las pautas éticas devienen una fuente importante de control comportamental. Por ejemplo, aunque un ladrón es reforzado de inmediato al apropiarse de los bienes robados, la pérdida de esos objetos resulta aversivo para las víctimas. Una cultura, con el fin de ejercer una influencia sobre sus miembros para que sean honestos entre sí, podría desarrollar y hacer respetar a la norma ética “Si roba las posesiones de otro, será castigado”. Cuando los miembros de una cultura aprenden a seguir este tipo de pautas éticas, dichas pautas ejercen un control regido por normas sobre la conducta. Esta es una forma de aprender a emitir conducta ética y abstenerse de comportarse de modo inmoral.

Manteniendo presente esta visión comportamental de la ética, vamos a explorar la cuestión de si los modificadores de conducta deberían intentar controlar la conducta de los otros, o no. ARGUMENTOS CONTRARIOS AL CONTROL DELIBERADO DE LA CONDUCTA

Como ya hemos indicado anteriormente, debido a nuestro conocimiento sobre el abuso de poder a lo largo de la historia, y debido a nuestras experiencias personales con otras personas que han abusado de su poder, hemos aprendido a reaccionar negativamente ante cualquier intento obvio de

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controlar la conducta. Tal vez por estas razones se argumenta que todo intento de controlar el comportamiento deja de ser ético. Una pequeña reflexión, sin embargo, revela que el objetivo de cualquier profesión de la asistencia (como pueden ser la educación, la psicología y la psiquiatría) sólo puede lograrse en la medida en que los profesionales ejerzan un control sobre el comportamiento. La educación, por ejemplo, tiene como objetivo cambiar la conducta de una persona para que se comporte de una forma diferente a como lo haría si no hubiera sido educado. Por ejemplo, enseñar a una persona a leer es cambiar su conducta de modo que responde a señales, periódicos, libros, etc., de una forma diferente a como lo hacía antes que supiera leer. Los objetivos del asesoramiento, del tratamiento psicológico y de la psiquiatría implican cambiar la conducta de las personas para que puedan funcionar más eficazmente que antes de recibir la ayuda.

A muchos profesionales del campo de la asistencia no les gusta pensar que están controlando la conducta. Prefieren verse en calidad de simples asistentes que ayudan al cliente a controlar su propia conducta, No obstante, el establecimiento del autocontrol no deja de ser una forma de controlar la conducta. En palabras llanas, se enseña a un individuo a ejecutar una conducta que de algún modo controla a otras conductas. Para hacer eso, es necesario controlar el comportamiento implícito en el autocontrol. No obstante, el asistente profesional podría oponerse, argumentando que esto deja de ser control por su parte, puesto que la influencia externa sobre el comportamiento del cliente se retira una vez que el cliente puede manejar su propia conducta. En realidad, de acuerdo con todo lo que hemos enfatizado en este libro, el profesional no ha hecho más que otorgar el control al ambiente natural. Se podría hablar de “retirar el control”, pero el control continúa, aunque haya cambiado de forma. Si el profesional ha logrado los objetivos comportamentales, la conducta meta se mantendrá, y en este sentido, perdurará la influencia que el profesional tenía sobre el comportamiento.

Algunas personas conceden que los asistentes profesionales participan necesariamente en el control de la conducta, pero, al mismo tiempo, argumentan que la planificación del control del comportamiento es inmoral. Piensan en la planificación como algo “frío” y “mecánico”, y como algo que interfiere con las relaciones íntimas y “espontáneas” de la gente. Resulta difícil determinar de dónde procede esta objeción a la planificación, ya que no conocemos ninguna evidencia empírica ni lógica que la apoye. Al contrario, muchos de los programas de modificación de conducta que conocemos se caracterizan por las interacciones cálidas entre los individuos involucrados en ellos. Los buenos modificadores de conducta están realmente interesados en sus clientes como personas, y parece que son capaces de encontrar el momento para interactuar con ellos a un nivel personal, al igual que otros asistentes profesionales. No cabe duda de que algunas personas muestran un comportamiento que parece ser frío y mecánico. No obstante, según nuestra opinión, no se encuentran con más frecuencia en el campo de la modificación de conducta que en cualquier otra forma de asistencia profesional, cualquiera que sea su orientación.

Una falta de planificación, sin embargo, puede ser desastrosa. Si un modificador de conducta no es muy diestro en la creación de programas para desarrollar la conducta deseable, tenderá a introducir contingencias que conducen a conductas no deseables.

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Claramente opinamos que es poco válido el argumento de que todo intento de controlar el comportamiento es inmoral. A lo largo de este libro, hemos argumentado que será más probable que logremos cambios comportamentales deseables, si aplicamos procedimientos y principios de la modificación de conducta que estén basados en la investigación. Ahora volvamos a las pautas éticas que rigen la aplicación de tales principios y procedimientos.

PAUTAS ÉTICAS

Es importante el disponer de un conjunto de pautas que especifiquen las aplicaciones éticas de la modificación de conducta. Sin embargo, algunas reglas son más eficaces que otras a la hora de ejercer un control regido por normas sobre la conducta. En otras palabras, el compromiso de tratar a grupos e individuos éticamente no garantiza que vaya a ser así. Para que realmente se dé este trato ético, deben organizarse contingencias de refuerzo. Una manera es a través del contracontrol que es “la reciprocidad en el control: es decir, la influencia que la persona controlada tiene sobre la que controla, a través del acceso a los reforzadores adecuados”. En una democracia, por ejemplo, el electorado puede ejercer cierta cantidad de contracontrol sobre los representantes elegidos; si no le gustan las leyes que han promulgado, pueden votar a otro candidato. De modo similar, un cliente puede dejar de ver a un terapeuta como forma de contracontrol, asegurándose así de que el terapeuta se adherirá a las pautas de tratamiento previamente establecidas. Sin embargo, algunos individuos bajo tratamiento, como os niños, pacientes psiquiátricos, pacientes geriátricos y personas gravemente deficientes a nivel evolutivo, suelen carecer de formas adecuadas de contracontrol. En estos casos, puede que se necesiten otras medidas de seguridad. Generalmente, tales medidas requieren que el modificador deba dar cuenta de los resultados satisfactorios que se producen ante un individuo o grupo que tenga reconocimiento legal. Varios grupos y organizaciones han discutido las cuestiones éticas relacionadas con la aplicación de la modificación de conducta. Tres de estas organizaciones, que disfrutan de gran renombre, son la Asociación para el Avance de la Terapia de Conducta (AACT), la Asociación de Psicología Americana (APA), y la Asociación para el Análisis de Conducta (AAC).

En 1977, en la revista Behaviour Therapy, la AATC publicó un conjunto de cuestiones éticas básicas, sobre las que siempre se debería preguntar en cualquier programa de modificación de conducta o de terapia de conducta. Estas preguntas se muestran en la Tabla 29-1, y deberían estudiarse detenidamente. Como puede verse, la mayoría de los temas allí incluidos se han tratado con frecuencia a lo largo de este libro, particularmente en el Capítulo 22. Si está llevando a cabo un programa de modificación de conducta y contesta no a cualquiera de estas preguntas, lo más probable es que la ética de su programa pueda cuestionarse por cualquiera de los grupos de modificadores de conducta o terapeutas comportamentales reconocidos. Debería tenerse en cuenta, también, que estas cuestiones éticas son relevantes, no sólo para los modificadores de conducta y los terapeutas de conducta, sino para todos los profesionales de los servicios humanos.

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Tabla 29-1. Cuestiones éticas para los servicios humanos

El eje de esta declaración se centra en cuestiones críticas de gran importancia para los servicios humanos. Esta declaración no es una lista de prescripciones ni de proscripciones. A. ¿Se han meditado adecuadamente los objetivos del tratamiento? 1. ¿Son explícitos? ¿Están por escrito? 2. ¿Los comprende el cliente? 3. ¿Hay un acuerdo entre cliente y terapeuta? 4. ¿Se vulneran intereses ajenos? 5. ¿Se vulneran intereses a largo plazo del mismo cliente? B. ¿Se ha meditado adecuadamente la selección de los métodos de tratamiento? 1. ¿La literatura publicada demuestra que es el mejor? 2. ¿Es coherente con la práctica general aceptada? 3. ¿Se ha informado al cliente sobre métodos alternativos? C. ¿Participa el cliente voluntariamente? 1. ¿Se han considerado posibles fuentes de coacción? 2. En caso de tratamiento por mandato judicial ¿Se ha ofrecido el abanico de tratamientos y terapeutas disponibles? 3. ¿Puede el cliente abandonar el tratamiento sin castigo o pérdida económica? D. Cuándo otra persona o agencia distinta al cliente es la que organiza la terapia: ¿Se han considerado meditadamente los intereses del cliente subordinado? 1. ¿Se le ha informado de los objetivos? ¿Participó en la elección del tratamiento? 2. En caso de libertad de decisión limitada ¿participó en la discusión según sus posibilidades o habilidades? 3. En caso de conflicto de intereses, ¿se intentó reducir la discrepancia? E. ¿Se ha evaluado la eficacia del tratamiento? 1. ¿Se obtuvieron datos cuantitativos sobre el problema y su progreso? 2. ¿Estuvieron esos datos al alcance del cliente? F. ¿Se ha protegido la confidencialidad de la relación terapéutica? 1. ¿Está informado el cliente de quién tiene acceso a los registros? 2. ¿Los registros están sólo a disposición de las personas autorizadas? G. ¿A ser necesario, remite el terapeuta a sus clientes a otros terapeutas? 1. ¿En caso que el tratamiento no tenga éxito, se remite a otros terapeutas? 2. ¿Se le ha dicho eso al cliente? H. ¿Está cualificado el terapeuta para aplicar el tratamiento? 1. ¿Tiene experiencia en tratar problemas como el del cliente? 2. En caso de que no ¿se ha informado al cliente? 3. En caso de que no ¿ha supervisado el caso otro terapeuta acreditado? 4. Si los que administran el tratamiento son mediadores ¿han recibido la supervisión requerida? Nota: Adoptado el 22 de mayo de 1977 por la Dirección para el Avance de la Terapia de Conducta.

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En 1978, una comisión nombrada por la APA publicó un informe exhaustivo sobre las cuestiones éticas implicadas en la modificación de conducta. Una conclusión fundamental fue que las personas implicadas en cualquier tipo de intervención psicológica deberían adherirse y suscribir los códigos de ética de sus profesiones. Para los miembros de la Asociación de Psicología Americana y la Asociación de la Psicología Canadiense, la versión actual del código de ética son los Principios Éticos de la Asociación de Psicología Americana (1992), cuyo resumen puede encontrarse en la Tabla 29-2.

Tabla 29-2. Principios éticos para psicólogos

Principio A. Competencia

Los psicólogos reconocen los límites de sus propias competencias, aplican únicamente los servicios y las técnicas para los que han sido formados.

Principio B. Honestidad

Los psicólogos son honestos, justos y respetuosos con los demás. No hacen declaraciones falsas ni engañosas a la hora de describir o informar sobre sus acreditaciones, servicios, productos, honorarios, investigaciones o enseñanza.

Principio C. Responsabilidad profesional y científica

Los psicólogos aceptan la responsabilidad que de ellos se deriva. Siempre que es necesario, consultan a sus colegas con la intención de prevenir un comportamiento poco ético.

Principio D. Respeto a la dignidad y derechos de las personas

Los psicólogos respetan la dignidad, los derechos fundamentales y el valor de todo ser humano. Respetan la intimidad, confidencialidad, autodeterminación y autonomía.

Principio E. Interés en el bienestar de los demás

Los psicólogos procuran contribuir al bienestar de las personas con las que se relacionan profesionalmente. Cuando surgen conflictos entre las distintas obligaciones o preocupaciones del psicólogo, se intentan solucionar de un modo razonable, evitando o minimizando los posibles perjuicios.

Principio F. Responsabilidad social

Los psicólogos son conscientes de sus responsabilidades profesionales y científicas para la sociedad y la comunidad donde habitan y trabajan. Aplican y hacen públicos sus conocimientos psicológicos para contribuir al bienestar humano. Nota: Adaptado de la Asociación de Psicología Americana (1992). Ethical principles of psychologist and code of conduct. American Psychologist, 47, 1597-1611.

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1. Acreditaciones del modificador de conducta

Los modificadores de conducta deben recibir formación académica apropiada. También deben recibir entrenamiento práctico supervisado para asegurar su competencia en la evaluación comportamental, el diseño y la aplicación de los programas de tratamiento, la evaluación de los resultados, y en la comprensión rigurosa de la ética profesional. Van Houten y alumnos (1988) indican que, en los casos donde un problema o tratamiento sea complejo o pueda conllevar riesgos, los clientes tienen derecho a la participación directa de un modificador de conducta apropiadamente formado a nivel de doctorado. Independientemente de su nivel de entrenamiento, el modificador de conducta debe asegurar siempre que los procedimientos usados son coherentes con la literatura actual de las revistas de prestigio en el campo de la modificación de conducta y de la terapia de conducta.

Pasos que deben darse para asegurar el contracontrol y la responsabilidad

La primera medida que el modificador de conducta debe tomar para ser responsable, es indicar claramente al cliente cuáles son sus acreditaciones (entendiéndose cliente como la persona cuya conducta está siendo controlada). Por otro lado, el modificador de conducta alcanza un cierto grado de responsabilidad, si cumple con los requisitos profesionales exigidos en la asociación psicológica del estado o asociación local (u otra asociación profesional apropiada). En el caso de que no se sea un profesional reconocido, y se esté llevando a cabo un proyecto de modificación de conducta, se debería recibir supervisión de un profesional de prestigio en el campo. Tales profesionales suelen ser miembros de la AAC o de la AATC, o de ambas. 2. Definición del problema y selección de objetivos

Las conductas meta que se seleccionen deben ser las más importantes para el cliente y/o la sociedad. Debe hacerse hincapié en la enseñanza de habilidades funcionales que sean apropiadas para la edad del cliente, y que le permitirán una mayor libertad para realizar sus actividades preferidas. Particularmente, cuando se trata de personas que padecen de una grave deficiencia, debe hacerse hincapié en habilidades que fomenten un funcionamiento independiente. En el caso de que para lograr un mejor funcionamiento se necesite suprimir en ciertas ocasiones las conductas problemáticas, los objetivos deben incluir conductas alternativas deseables en dichas situaciones. Los objetivos también deben ser coherentes con los derechos básicos del cliente, en cuanto a su dignidad, intimidad y cuidado humanitario.

Pasos que deben darse para asegurar el contracontrol y la responsabilidad

La definición del problema y la selección de objetivos dependen de los

valores del individuo implicado. Por ejemplo, algunos consideran que las tendencias homosexuales constituyen un problema que ha de eliminarse,

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mientras que otros no opinan así. Un método de contracontrol, por lo tanto, es que el modificador de conducta especifique claramente cuáles son sus valores en relación a los problemas que presenta el cliente. Idealmente, los valores en los que se basan los objetivos deben ser coherentes con los del cliente y, a largo plazo, con el bien de la sociedad. Un segundo método de contracontrol consiste en que el cliente sea un participante activo a la hora de seleccionar los objetivos e identificar las conductas meta. En las situaciones donde esto no resulte posible (por ejemplo, en los casos de graves minusvalías evolutivas), personas neutrales y competentes que pueden actuar en representación del cliente (defensores del pueblo y representantes de la comunidad) pueden garantizar la responsabilidad implicándose en la toma de decisiones más importantes sobre la selección de los objetivos. 3. La selección del tratamiento

Los modificadores de conducta deben utilizar los métodos más eficaces, empíricamente validados, que provoquen las menores molestias y efectos secundarios negativos. Respecto a esto, generalmente se acepta que los modificadores de conducta deben usar, siempre que sea posible, las intervenciones menos molestas y restrictivas. Sin embargo, ningún acuerdo claro existe en torno a un continuo de molestia y restricción. Estos términos parecen utilizarse, al menos, de tres formas: primera, las intervenciones basadas en el refuerzo positivo se consideran generalmente menos molestas que las intervenciones basadas en el control aversivo. No obstante esto no quiere decir que no deban usarse los procedimientos aversivos. Puede que el mayor interés del cliente no resida en que los modificadores de conducta apliquen un procedimiento de acción lenta, si las investigaciones disponibles indican que los procedimientos aversivos serían más eficaces.

Segunda, las palabras molesto se refieren, a veces, a la medida en que se permite elección y libertad de maniobra a los clientes en un ambiente terapéutico. Por ejemplo, en un programa de entrenamiento laboral destinado a personas deficientes a nivel evolutivo, la asignación de tareas laborales específicas por parte del personal podría ser considerado más molesta que dejar que los clientes elijan entre varias opciones de actividades laborales.

Tercera, ocasionalmente, molesto y restrictivo se refieren al grado en que se manejan deliberadamente las consecuencias en comparación a su incidencia natural. Los reforzadores naturales son reforzadores no programados que ocurren en el transcurso normal de la vida cotidiana. Si es necesario utilizar reforzadores artificiales o deliberadamente programados en los inicios de un programa, el modificador de conducta debe transferir el control a los reforzadores naturales lo antes posible. Pasos que deben darse para asegurar el contracontrol y la responsabilidad

Una manera de asegurar el contracontrol es estipular que no se llevará a cabo ningún programa con un cliente que no haya dado su consentimiento explícito para participar en él (es decir, consentimiento basado en el conocimiento de los procedimientos que se van a utilizar, así como de sus efectos probables). Un mecanismo para facilitar el consentimiento explícito es

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firmar un contrato cliente-terapeuta que destaque claramente los objetivos y métodos de tratamiento, el esquema de trabajo del servicio que se va a proporcionar, y las condiciones de las retribuciones económicas. Sin embargo, existen problemas con el concepto del consentimiento explícito, en la medida que implica conducta verbal que también está controlada por el ambiente. Por lo tanto, el conocimiento explícito sólo proporciona un control parcial de la ética de un programa. Además, hay muchos individuos para los que la aplicación de lo que estipula resulta imposible (por ejemplo, minusválidos graves). Por eso, otro método que ayuda a asegurar la protección de los derechos de los clientes es que un comité de revisión ética, formado por profesionales y miembros de la comunidad, evalúe la ética de los programas propuestos.

4. El mantenimiento de los registros y seguimientos Un componente importante para asegurar el tratamiento ético de los clientes es el registro preciso de datos durante el desarrollo de un programa. Esto incluye una valuación comportamental rigurosa previa al desarrollo de la intervención, una observación continua de las conductas meta y de los posibles efectos secundarios, así como un seguimiento apropiado una vez concluya el tratamiento. Aunque los modificadores de conducta siempre deben hacer buenos registros, también deben mostrar la máxima discreción en cuanto a quién se permite el acceso a ellos, con el fin de proteger al cliente de un control indebido. Pasos que deben darse para asegurar el contracontrol y la responsabilidad

Una forma de contracontrol importante es fomentar al máximo las

oportunidades de que el cliente discuta con su modificador de conducta los datos que evalúan el progreso a lo largo de todo el programa. Para hacer esto, es imprescindible que el cliente tenga acceso a sus propios registros. Otra estrategia (siempre con el permiso del cliente) es permitir que el modificador de conducta comparta los registros del cliente con aquellos que están directamente implicados en su bienestar. Un mecanismo importante de responsabilidad es la retroalimentación sobre la eficacia del programa que proporcionan los individuos a los que les concierne directamente el bienestar del cliente. Como indicamos en el Cap. 1, la característica más importante de la modificación de conducta es el enorme hincapié que se hace en la importancia de definir todo problema en términos de conducta que pueda ser medida de algún modo, así como en considerar los cambios en la medida comportamental como el mejor indicador del grado en que está ayudando a resolver el problema. El compartir estos datos con todos los implicados, junto a evaluaciones periódicas realizadas por otros compañeros, es la piedra angular a la hora de asegurar un tratamiento ético y eficaz por parte de los modificadores de conducta. CONCLUSIONES

El uso de la modificación de conducta para el bien de la sociedad es muy prometedor, pudiéndose incluso utilizar para eliminar la opresión que algunos

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humanos ejercen sobre otros, opresión que ha caracterizado a toda sociedad desde los inicios de la historia escrita. Una responsabilidad importante, que atañe a todos los modificadores de conducta, es la de ayudar a educar al público en general sobre la modificación de conducta, para que pueda tratar con ella de un modo más eficaz. Probablemente, un público informado sea el mejor seguro contra los posibles abusos de la modificación de conducta.

Otra responsabilidad importante que también atañe a los modificadores de conducta es la desarrollar garantías éticas en la modificación de conducta, con el fin de asegurar que se usa prudente y humanitariamente, así como que no se concierta en una herramienta de la opresión que ha caracterizado al género humano. De todas las medidas de seguridad discutidas, la primordial es el contracontrol. Quizá la mejor manera que los modificadores de conducta tienen para ayudar al desarrollo de un contracontrol eficaz en el conjunto de la sociedad, es difundir sus habilidades lo máximo posible. Creemos que será bastante difícil usar la ciencia comportamental para perjudicar a un grupo, cuyos miembros están bien informados sobre los principios y técnicas de la modificación de conducta.