el arte de la fotografia en blanco y negro

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109 La fotografía puede mostrar la superficie de las cosas, como lo hacen los gran- des retratos de Thomas Ruff, uno de los fotógrafos artísticos más caros del mun- do. Al margen de Andreas Gursky y Thomas Struth, él es quizás el fotógrafo más conocido de la escuela Becher. Para defender su punto de vista, hace retratos de personas con una cámara de gran formato, igual que si hiciera una foto de pasaporte insignificante que no dice nada de la personalidad del modelo. Des- pués amplía esta foto “neutral” a un tamaño de casi 2 m. Si en un primer mo- mento parece una foto de pasaporte, a medida que nos acercamos a la imagen la cara empieza a desintegrarse en los componentes de la superficie. Si uno se sitúa justo delante de ella, solo se ve una colección de poros, granos y otras im- perfecciones de la piel. Esa personalidad que no se puede captar se convierte en nada más que una superficie vista de cerca. Las fotografías concebidas y am- pliadas de esta manera captan de hecho solo la superficie, ya que la naturaleza de una persona no puede vislumbrarse en estas fotografías. A lo largo de la historia de la fotografía, innumerables fotógrafos han demos- trado vívidamente que la fotografía es capaz de ir mucho más allá de la des- cripción de superficies para revelar personalidades. La mayoría de las veces, los fotógrafos documentaban algo relevante del ser humano situando a las perso- nas en entornos que pudieran decir algo de ellos. Mientras que a finales del siglo XIX se estilaba retratar a la burguesía en su am- biente, uno de los primeros fotógrafos que abandonó el estudio para retratar a personas en lugares con una atmósfera especial y diferente fue Eugène Atget. Al margen de estudios de personalidad admirables que no rehuían a profesio- nales con mala reputación (traperos o prostitutas, por ejemplo), también mostró vistosamente sus retratos en París a finales del siglo XIX. 14 El hombre y su entorno

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Tras introducir las normas básicas de la composición, el autor ilustra sus aplicaciones mediante espléndidas fotografías que abarcan diversos géneros, como la arquitectura, la fotografía urbana, el retrato y la fotografía surrealista. Se discuten los elementos de un lenguaje fotográfico, que distingue la fotografía creativa de las tomas al azar. El lector podrá aprender valiosas técnicas de posprocesado, la mayoría basadas en Photoshop, que ponen de relieve las funciones necesarias para crear fotografías en blanco y negro sobresalientes. Esta segunda edición ha sido actualizada e incluye las novedosas aportaciones de Photoshop CS5, así como nuevas fotografías, un texto totalmente revisado y actualizado y un diseño perfeccionado.

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La fotografía puede mostrar la superficie de las cosas, como lo hacen los gran-des retratos de Thomas Ruff, uno de los fotógrafos artísticos más caros del mun-do. Al margen de Andreas Gursky y Thomas Struth, él es quizás el fotógrafo más conocido de la escuela Becher. Para defender su punto de vista, hace retratos de personas con una cámara de gran formato, igual que si hiciera una foto de pasaporte insignificante que no dice nada de la personalidad del modelo. Des-pués amplía esta foto “neutral” a un tamaño de casi 2 m. Si en un primer mo-mento parece una foto de pasaporte, a medida que nos acercamos a la imagen la cara empieza a desintegrarse en los componentes de la superficie. Si uno se sitúa justo delante de ella, solo se ve una colección de poros, granos y otras im-perfecciones de la piel. Esa personalidad que no se puede captar se convierte en nada más que una superficie vista de cerca. Las fotografías concebidas y am-pliadas de esta manera captan de hecho solo la superficie, ya que la naturaleza de una persona no puede vislumbrarse en estas fotografías.

A lo largo de la historia de la fotografía, innumerables fotógrafos han demos-trado vívidamente que la fotografía es capaz de ir mucho más allá de la des-cripción de superficies para revelar personalidades. La mayoría de las veces, los fotógrafos documentaban algo relevante del ser humano situando a las perso-nas en entornos que pudieran decir algo de ellos.

Mientras que a finales del siglo xix se estilaba retratar a la burguesía en su am-biente, uno de los primeros fotógrafos que abandonó el estudio para retratar a personas en lugares con una atmósfera especial y diferente fue Eugène Atget. Al margen de estudios de personalidad admirables que no rehuían a profesio-nales con mala reputación (traperos o prostitutas, por ejemplo), también mostró vistosamente sus retratos en París a finales del siglo xix.

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Fusiones similares de personas con sus entornos muy logradas son también la impronta de las fotografías realizadas por el sensible fotógrafo británico Bill Brandt a comienzos de la década de 1930. Se sentía atraído por las víctimas de la nueva enfermedad de la burguesía: la depresión. Se propuso retratar a los po-bres y a los que sufrían con mucha compasión (piense en sus fotos tan conoci-das de mineros desempleados yendo en bicicleta a recoger carbón). Otro “ojo sociológico” es el famoso August Sander, quien trató de tipificar un país entero (Alemania), estructurado de acuerdo con la profesión de sus habitantes. Su foto más conocida de un panadero es también una fusión de una persona y su en-torno cotidiano. August Sander opinaba incluso que cada profesión creaba su propio tipo de personas, a quienes fotografiaría después con algunos atributos de su entorno profesional.

La fotografía de moda también trató la fusión del modelo y su entorno. El objetivo aquí no era caracterizar al modelo por sus rasgos, sino más bien adjudicarle atributos externos a la hora de elegir el entorno para estimular a compradores potenciales. A menudo se critica la fotografía de moda por su su-perficialidad, pero la historia de la fotografía demuestra lo contrario: el fotógra-fo de moda francés Jeanloup Sieff ha desarrollado un estilo único de un modo impactante. Casi nunca fotografiaba a sus modelos en la pasarela, sino que los situaba en entornos tan emotivos o curiosos que la atmósfera prácticamente dominaba a los modelos. Casi siempre tenía que pelearse con los editores (de Harper’s Bazaar, por ejemplo), quienes opinaban que la ropa se perdía en sus imágenes. Sin embargo, la mayoría de las veces salía victorioso y se convirtió en uno de los fotógrafos de moda más buscados, precisamente por el modo en que fusionaba a modelos naturales en entornos de cariz atmosférico.

Una fusión especialmente exitosa de la persona y el espacio personal quedó recogida en el libro Das deutsche Wohnzimmer, de Herlinde Koelbl y Manfred Sack, publicado a principios de la década de 1980. Lo alemán y su ambiente quedaron caracterizados en todo el estrato social, y su trabajo caracterizó tam-bién ese periodo histórico.

En mi opinión, la mejor fusión del hombre y su entorno puede verse en el libro East 100th Street, del fotógrafo neoyorquino y miembro de la agencia Magnum, Bruce Davidson. Después de agotar la fotografía industrial, decidió fotografiar Harlem. “Tuve que entrar de nuevo en contacto con las personas de una manera que no solo requería observación y análisis, sino también partici-pación, un dar y tomar que me permitieran volver a ser yo mismo.” Se pasó dos años trabajando con un trípode y una cámara de gran formato en la calle 100 de Nueva York, y pronto todo el mundo lo conocía como “el hombre de las fo-tos”. Hacía fotografías para la gente; todo modelo que solicitaba una copia re-cibía una. El resultado fue una expresión de participación cercana de la vida de estas personas y de fraternidad. Sus conmovedoras fotos no son imágenes de alguien que se entremete, sino de un fotógrafo que se preocupaba hones-tamente de los residentes de Harlem. De este modo, sus fotos en realidad no exponen el ridículo y el abuso, sino que son imágenes profundamente huma-nas pero que siguen asomándose al lado oscuro de la sociedad.

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Bajo la sombra del Bronx

Esta fotografía (Figura 14-1) puede considerarse un pequeño homenaje a Bru-ce Davidson. No es ni mucho menos el producto de una larga relación, sino de un encuentro breve en el que la persona de la imagen me confió, entre otras cosas, que llevaba mucho tiempo sin trabajo. Me impresionó la intensidad de sus facciones, que parecían incapaces de volver a sonreír. Se puede ver clara-mente en su cara que este hombre ha llevado una vida dura, y aun así se pre-sentó con una chaqueta y una camisa limpia con el cuello radiante. Sin duda tiene sentido del orgullo. Sin embargo, caracterizarlo en su entorno era muy importante para la foto, y, a pesar del fondo desenfocado, se reconoce el callejón característico de las ciudades americanas. Los atributos parejos de los edificios de ladrillo y las escaleras de incendios bastan para situar al personaje. A pesar de utilizar una película de 400 ASA, solo pude hacer la foto con un objetivo nor-mal luminoso y una abertura relativamente grande. Era esencial acentuar sus rasgos, y la luz que caía desde arriba resultaba perfecta para esto, ya que hacía destacar sus arrugas e iluminaba algunas partes de la cara. Tuve que subexpo-ner bastante los alrededores (por ejemplo, las fachadas de las casas) en

Figura 14–1

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el cuarto oscuro para convertir esta unidad de hombre y entorno en una “imagen de sombra” sociológica. El Bronx es notablemente más grande que Manhattan y aun así apenas se menciona en las guías turísticas de Nueva York; ¿se trata de una represión sociológica colectiva? En esta foto también se percibe lo arraigado que está este individuo en su entorno por cómo se funde claramente con él; uno tiene la impresión de que aquí se siente como en casa.

Monja en Times Square

Esta joven hermana (Figura 14-2) pro-porciona un extraño contraste al ani-mado ambiente de Times Square. Indiferente a los carteles publicitarios luminosos, los coches y al ajetreo y el bullicio de los innumerables pea-tones del vibrante centro de Nueva York, esta monja está en el medio de la calle sumergida en el estudio de la Biblia, un anacronismo en el mundo moderno. El tipo de vida y el entor-no que hayan motivado a esta mujer joven a seguir su trayectoria religio-sa no pueden vislumbrarse en la foto, pero su expresión sensible irradia un sentimiento de calma entre los alrededores agitados y ruidosos de la gran ciudad. Sin duda consigue impo-nerse frente a su entorno, no permi-

tiendo que el bullicio y el ajetreo la engullan. Ni siquiera el proceso de hacer la foto (tuve que pedirle permiso) distrajo su atención de la Biblia. El granangular de 28 mm era el objetivo adecuado aquí, ya que se puede reconocer el fondo incluso con una abertura casi total. Después de todo, era importante esperar a que empezara a anochecer para que se pudieran distinguir claramente al fon-do los carteles de neón.

Figura 14–2

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El hombre y la propiedad inmobiliaria

Este hombre (Figura 14-3), director de una agencia publicitaria de Frankfurt, se siente como en casa en el mundo moderno. Hombre y entorno se fusio-nan aquí también. Esta persona, acostumbrada a ir a contrarreloj y sometida a una presión competitiva, debe seguir siendo creativo e innova-dor. Con pensamientos casi filosófi-cos de primer nivel, proporciona a los proyectos inmobiliarios modernos una imagen inteligente. Por tanto, era lógico fusionarlo fotográficamente con uno de estos edificios.

Era esencial examinar muy de cer-ca el barrio Junghof de Frankfurt con el director de la agencia antes de ha-cer la foto definitiva, de modo que la sesión de fotos pudiera ser lo más breve posible para una persona cuyo tiempo es tan preciado. Durante la sesión pre-via, la perspectiva que mostraban los tejados parecía la más interesante, y de-cidí que la interacción de los dos arcos se convirtiera en los elementos formales y dominantes de esta foto. Resultaba especialmente atractivo para esta interac-ción que se mostraran en tensión, con los rascacielos del distrito financiero de Frankfurt en el fondo, y era crucial situar al director en este punto, de modo que estuviera enmarcado por el arco brillante del tejado.

Un flash de relleno reducido en tres pasos dio una luz de relleno suave, ya que el hombre estaba situado en la sombra. El efecto de esta luz de relleno considerablemente debilitada es que uno no percibe el flash en la fotografía, y la cara no pierde definición en la sombra. El presidente de la agencia tiene los brazos cruzados y la mirada puesta en la distancia. Su postura parece relativa-mente relajada, pero su cara expresa la energía de un individuo con poder que toma decisiones.

Esta foto se hizo con un objetivo de 28 mm.

Yogui indio

Este yogui indio viene de un rincón del mundo totalmente distinto. Durante mi estancia en un ashram indio, mientras realizaba fotografías para un libro degran formato, mantuve muchas conversaciones con él. Él me guió personal-mente durante mis ejercicios de yoga, y al ver que los hacía con tanta rigidez, me decía con frecuencia: “¡Pasados un par de días, meses o años, llegarás a

Figura 14–3

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hacerlos tan bien como yo!” Para él, no tenía importancia si iban a ser meses o años lo que iba a tardar, y esto es lo que realmente le caracterizaba. Contra-riamente al director de la agencia, vivía en un gozo atemporal sin motivación alguna por la presión de alcanzar el éxito. Esta atemporalidad transmitía un esbozo de eternidad, y resultaba importante para mí situarlo en un escenario relativamente eterno que proporcionara solo un indicio de un tiempo infini-tamente largo, en concreto una roca oscura y de aspecto eterno que sin duda llevaba en ese lugar varios millones de años. Para que la roca no dominara la composición, resultaba esencial mantenerla en segundo plano. El enfoque nítido del yogui también enfatizaba la figura. Como le gustaba hablar y gesticu-lar, tuve que hacerle preguntas y observar sus gestos cuando contestaba; tenía que disparar en el momento adecuado. Aunque sus ojos oscuros y hundidos encuentran un equivalente en la roca, su gesto expresa algo muy sublime.

Figura 14–4

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1 Eje de simetría horizontal2 Línea divisoria armónica horizontal inferior3 Línea divisoria armónica vertical izquierda4 Eje de simetría vertical5 Diagonal positiva de la imagen

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En la foto, realizada con una cáma-ra analógica y un objetivo de 28 mm con una abertura casi total, el yogui destaca bien del fondo ligeramente abierto. Subexpuse el cielo un poco en el cuarto oscuro y aclaré algo los ojos con la herramienta de sobreex-posición de Photoshop tras escanear la foto.

Dos pausas para fumar

Las siguientes dos imágenes mues-tran a dos personas haciendo una pausa para fumar –una con un ci-garrillo y la otra con una pipa–, y sin embargo las dos expresan algo radi-calmente diferente. El hombre en el One Penn Plaza (Figura 14-5) tiene poco tiempo, mientras que el fuma-dor de la pipa (Figura 14-6) se ha aco-modado en una silla para una pausa más larga. Sus posturas claramente transmiten estas diferencias: mientras que el hombre apoyado sobre la fa-chada de cristal de un rascacielos de Nueva York parece estar listo para vol-ver al trabajo en cualquier momento, el otro está mucho más relajado sen-tado en su pequeña silla plegable, también en el centro de Nueva York.

Las dos personas están fusionadas con su entorno, pero mientras que el primer hombre transmite una impre-sión bastante fría similar a los refle-jos del cristal, el hombre de la gorra y la pipa da una impresión considerablemente más humana, a pesar de que solo vemos su silueta. Obviamente, la yuxtaposición con la figura flotante del gran cartel publicitario contribuye especialmente a la tensión pictórica. Al ha-cer la foto tuve que asegurarme de que la mano, la pipa y la cara con la gorra aparecieran frente a un área luminosa del fondo de forma que se pudieran re-conocer fácilmente. Esta foto contiene bastantes más formas orgánicas, como las nubes o la figura del anuncio, mientras que la otra foto sitúa al individuo,

Figura 14–5

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más frío y huraño, dentro de un inte-resante diseño de líneas, esquinas y bordes, otra razón por la que esta fo-to causa una impresión incómoda al espectador.

Estas fotos demuestran que el am-biente del entorno parece definir, al menos parcialmente, la personalidad de la persona en una foto. Por tanto, resulta aún más importante analizar la interrelación de la persona y su en-torno lo más minuciosamente posible para poder crear una interacción sa-tisfactoria de esos dos componentes con todas las herramientas del oficio y de la vista.

La primera foto (Figura 14-5) se hizo con un 28 mm y la segunda (Figu-ra 14-6) se tomó con un ultragranan-gular de 20 mm y mucha profundidad de campo.

Figura 14–6