El Vaticano Responde Documentadamente Los Bulos de National Geographic

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El Vaticano responde documentadamente los bulos de National Geographic

El 17 de enero de 2013 la revista National Geographic publicó en la sección de blogs de su

versión on line un artículo titulado «Vatican Stand on Religious Use of Ivory Would Help Slow

Illegal Killings of Elephants» («El apoyo del Vaticano sobre el uso religioso del marfil ayudaría a

frenar matanzas ilegales de elefantes»). El texto firmado por Oliver Payne lanza algunas

acusaciones graves contra la Santa Sede de quien insinúan promueve el comercio de marfil y,

en consecuencia, el asesinato de elefantes.

El autor del artículo invitaba a escribir directamente al portavoz de la Santa Sede para reclamar

una postura. La respuesta se dio el 22 de enero mediante una amplia y documentada carta

dirigida al señor Oliver Payne y que, afortunadamente, también han reproducido en la sección

de blogs de la misma revista («Vatican Responds to National Geographic’s Correspondence

About Religious Use of Ivory») el mismo 22 de enero.

En síntesis, la carta del padre Lombardi recuerda la posición de la Iglesia sobre la violencia

injustificada a los animales, sostiene el respeto de la legalidad y responsabilidad de los

gobernantes para contrarrestar el tráfico de marfil, puntualiza y corrige acusaciones absurdas

realizadas en el primer artículo, explica por qué el Vaticano no forma parte de la Convención

Internacional para la Protección de la Flora y la Fauna y enumera tres acciones a seguir para

apoyar la causa por la defensa de los elefantes.

Quien lee los comentarios realizado por algunos lectores en National Geographic puede

advertir que la inmensa mayoría ha logrado captar la buena voluntad del Vaticano. Ojalá que

un día también esa publicación pueda dedicar amplios espacios a la matanza de seres

humanos que también están en peligro de extinción en muchas partes del mundo oriental por el

hecho de ser católicos.

El texto completo de la carta es el siguiente (hemos añadido negritas a las partes que

consideramos más importantes para facilitar su lectura):

***

¡Querido Señor Oliver Payne, queridos amigos de los elefantes!

En los últimos días mi secretaria, la señora Cristina Ravenda, y yo hemos recibido

numerosos e-mails y nos hemos contagiado por muchos de vosotros a favor del movimiento

por la salvación de los elefantes. Aunque algunos de los mensajes recibidos no fueran

particularmente gentiles ni profundos, muchos de ellos eran correctos y también interesantes,

una verdadera invitación a la conciencia y al empeño por combatir un fenómeno grave e

injustificable.

En particular, nos ha tocado el testimonio de una señora, que ha sido por mucho tiempo

directora de un Parque en la República Democrática del Congo y que exhorta a hacer lo que

podamos para remediar el desastre. Por eso hemos recogido la cuestión que hacía tiempo

había planteado el señor Payne y sobre la que hemos hecho una investigación de elementos y

consideraciones en vista de una respuesta. A decir verdad, no encontramos muchos elementos

para una respuesta amplia y exhaustiva, y por esto renunciamos, estando ocupados con otros

asuntos urgentes. Ahora, animados por sus e-mails, mandamos una respuesta, que

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naturalmente no pensamos que pueda resolver los problemas gravísimos de la masacre de los

elefantes, si no de mostrar atención a la gravedad del problema e empeño para colaborar en lo

que sea posible.

En primer lugar la posición de la Iglesia católica y de su enseñanza sobre la violencia

injustificada en relación con los animales es clara y sencilla en sus principios generales,

que se resumen a continuación.

La creación se ha confiado a las personas humanas para ser cultivada y custodiada

como un don precioso recibido por el creador, y por tanto no disfruta, ni trata con

violencia o se explota, sino debe ser tratada con gran responsabilidad hacia las criaturas

y hacia las generaciones futuras que tienen que seguir pudiendo disfrutar de los bienes

esenciales y maravillosos. Las intervenciones de los papas sobre la responsabilidad

ambiental se han hecho cada vez más frecuentes en los últimos años, como

consecuencia del aumento de la gravedad de las crisis ambientales y el aumento de la

concienciación del impacto del hombre sobre la naturaleza.

Por ejemplo en el documento Caritas in Veritate (2009), el más importante entre los

documentos recientes, firmado personalmente por el papa Benedicto XVI sobre la enseñanza

de la Iglesia en el campo social y económico, hay una parte significativa dedicada a este

argumento (Capítulo IV, n. 48-52). A lo que sigue evidentemente una condena moral general de

las acciones que dañan al medio ambiente, a la flora y a la fauna.

En lo que respecta específicamente a los animales, las posición del pensamiento católico

siempre ha sido, que aunque no tengan ciertamente el mismo nivel de dignidad y por lo tanto

los derechos de las personas humanas, son seres vivos y de una perfección más elevada que

los vegetales, y sobre todo los animales más evolucionados capaces de relaciones y

sensaciones, de disfrute y de sufrimiento, por lo que merecen un trato respetuoso, no pueden

matarse y hacerles sufrir con arbitrariedad.

A esto se refiere explícitamente también el "Catecismo de la Iglesia Católica" (un texto muy

importante que recoge las principales posiciones doctrinales de la Iglesia católica) en la

Sección titulada: “El respeto de la integridad de la creación” (nn. 2415-2418).

Pero también otro texto fundamental, el "Compendio de la doctrina social de la Iglesia" trata

ampliamente (cfr todo el Capítulo X: "Cuidar el ambiente"), de todos estos problemas, incluida

la tutela de los seres vivos y de la biodiversidad.

Como está claro, estos son principios generales que se aplican a las diferentes situaciones

concretas de los miembros de la Iglesia que viven en los diferentes países y se encuentran con

diferentes problemas.

Vosotros sabéis que las especies animales en peligro de extinción por la violencia y la

agresividad humana ejercitada por diferentes motivos -sobre todo por intereses económicos,

pero también por comportamientos irracionales- son muchas en diferentes lugares del mundo.

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La Convención CITES, que conocéis mejor que yo, enumera algunos miles, además de

algunas decenas de miles de especies vegetales. Las autoridades eclesiásticas que sirven a la

Iglesia a nivel universal no pueden, por lo tanto, multiplicar las declaraciones de carácter

particular por todos los casos específicos, que a menudo se refieren a diferentes regiones del

mundo, pero deben afirmar los principios por los que, en las diferentes regiones, los obispos o

los fieles en su responsabilidad, traten las consecuencias más urgentes y evidentes. En ciertos

países, sobre todo en África, se tratará de los elefantes, en otros de las ballenas o de los

tiburones blancos, en otros por la piel de ciertos animales, etc.

Otro principio que la Iglesia católica sostiene es el del respeto de la legalidad y de la

responsabilidad de los gobernantes en hacer buenas leyes para contrarrestar los delitos

y esforzarse en que se respeten. Por tanto, se ve siempre favorablemente a quien trabaja

en favor de normas eficaces para contrarrestar actividades delictivas y prácticas dañinas

e ilegales, como caza furtiva, contrabando, comercio ilegal, etc. También en este campo

es natural que las autoridades regionales o locales de la Iglesia y los católicos de los diferentes

países tomen posición sobre las situaciones específicas.

Por estos motivos, mantienen que las acciones más importantes y más urgentes sean las de

sensibilizar a las comunidades cristianas en los países interesados por fenómenos más graves,

para que actúen en colaboración activa con todas las personas responsables y los otros

miembros de las comunidades civiles en las que viven, para afrontar con decisión estos

problemas gravísimos. Esto debe hacerse, si es posible, en colaboración con los fieles de las

diferentes confesiones, de hecho se trata de un problema grave sobre el que los cristianos

pueden y deben estar unidos, como en general en todas las problemáticas sobre el cuidado del

creado, sobre los que existen muchas declaraciones importantes ecuménicas internacionales.

Un segundo aspecto, sobre el que muchos de los mensajes insisten, es el del comercio

del marfil y sobre qué puede hacer el Vaticano para contrarrestar la demanda de marfil.

Sobre este tema me parece que varios mensajes que hemos recibido no son objetivos y

que hay confusiones que vamos a aclarar. Yo tengo 70 años y conozco bastante bien a la

Iglesia católica y a las autoridades que desde Roma sirven a la Iglesia en el mundo.

Nunca he sentido o leído ni una palabra que animase al uso del marfil para objetos de

devoción.

Todos sabemos que existen objetos de marfil también con significado religioso, en su mayoría

antiguos, porque el marfil estaba considerado un material bonito y valioso, pero nunca ha

habido un estímulo por parte de la Iglesia a usar el marfil antes que cualquier otro material.

Nunca ha habido un motivo para pensar que el valor de una devoción religiosa está conectado

a la preciosidad del material de las imágenes que utiliza. Mucho menos hay ninguna

organización promovida o animada por las autoridades de la Iglesia católica para comerciar o

importar marfil. Y en la Ciudad del Vaticano -es decir en el pequeñísimo Estado desde el

que está gobernada la Iglesia católica-, no hay ninguna tienda que venda objetos de

marfil a los fieles o los peregrinos.

En la investigación Ivory Worship, publicada en National Geographic se habla de algunos casos

específicos que están relacionados con católicos, y sólo por este hecho se relaciona con el

Vaticano (es decir, las autoridades de la Iglesia que desde Roma sirven a las comunidades

mundiales de la Iglesia católica).

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Pero un sacerdote en Filipinas que parece tener responsabilidad en el comercio ilegal del marfil

no implica absolutamente la responsabilidad del Vaticano, que no sabe nada y no tiene nada

que ver con él. La responsabilidad de lo que hace un sacerdote en Filipinas es principalmente

suya, y las autoridades civiles de Filipinas pueden y deben castigarle si hace tráfico ilegal, y las

autoridades eclesiásticas de Filipinas deben controlar si las devociones que promueve son

aceptables o condenables desde el punto de vista de la fe y de la razón.

Se habla también de la tienda Savelli, cerca de la Plaza de San Pedro. Se encuentra a

pocas decenas de metros de mi oficina, por lo que sé bien de qué se trata. Es una tienda

donde se encuentran muchísimas cosas, entre las que hay objetos de devoción y souvenirs de

distintos tipo para turistas y peregrinos; entre los que expone hay también algunos pero pocos

objetos de marfil. La tienda pertenece a un privado y no a una institución vaticana. No está

dentro del Estado de la Ciudad del Vaticano (y no pertenece ni siquiera al régimen

llamado "extraterritorial", como las oficinas vaticanas que funcionan en territorio

italiano), que sin embargo está por completo sujeto a la jurisdicción italiana y a los

controles del Corpo Forestale italiano (competente para los controles sobre la actuación

de la CITES). En resumen, el Vaticano no tiene ninguna responsabilidad, ni control para

ejercerlo sobre la tienda Savelli sobre los otros negocios que se encuentran en el barrio

cercano a la Basílica de San Pedro. Si las autoridades italianas encuentran ilegalidad,

harán muy bien interviniendo. Pero pensar que aquí haya un importante centro de tráfico de

marfil que haya que eliminar para salvar a los elefantes africanos no tiene ningún sentido.

Quizá se puedan encontrar casos de comercio ilegal de marfil que se utiliza en alguna parte del

mundo para imágenes religiosas cristianas, usadas por los católicos. Si éstas son identificadas,

serán condenadas claramente por las autoridades competentes -civiles o religiosas- pero no

hay ningún motivo para atribuir al Vaticano responsabilidades que no tiene.

A veces se ha hablado también de regalos de marfil. Hace muchos años que sigo las

actividades del Papa, en Roma y en sus viajes internacionales. Personalmente nunca he visto

que hayan hecho un regalo de marfil al Papa ninguno de sus visitantes (son siempre de metal,

cerámica, mosaicos, libros o sellos, medallas...). El artículo de NG nombra uno que hizo a Juan

Pablo II hace más de 25 años al Presidente Reagan; si es verdad, es una excepción, como me

confirma la persona que desde hace muchos años organiza los viajes del Papa al extranjero y

que no recuerda ningún regalo del Papa en marfil. Alguna vez, pero raramente, he visto que se

ha hecho al Papa un regalo en marfil. Recientemente, el pasado noviembre, el Presidente de

Costa de Marfil, de visita al Vaticano, hizo al Papa un regalo de marfil de artesanía

característica del país (era un juego de ajedrez y no una imagen religiosa) y mientras se lo

entregaba, para evitar cualquier posible incomodidad para el Papa, le dijo explícitamente que

se trataba de marfil legal.

Se ha hablado también de la adhesión del Vaticano a las convenciones internacionales

contra el blanqueo de dinero y la prevención del terrorismo, para invitarlo a adherirse

también a la convención CITES para la protección de la flora y la fauna. En realidad se

trata de situaciones diferentes, porque en el Estado de la Ciudad del Vaticano y al

servicio de la Santa Sede hay instituciones con actividades económicas y financieras

significativas, mientras -como he dicho antes- no hay ninguna institución de la Ciudad

del Vaticano o de la Santa Sede que tenga relación con el comercio de especies

vegetales o animales en peligro. Lo que se hace por parte de los sacerdotes o instituciones

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católicas en el mundo en este campo esta jurídicamente sujeto a las leyes y a los controles de

los países donde se encuentran, y una eventual firma de una Convención por parte del

Vaticano no tendría ninguna relevancia concreta en este campo. Las únicas Convenciones

internacionales a las que el Vaticano se ha unido hasta ahora por motivos de "estímulo moral"

de las comunidades internacionales, para que con más urgencia conecten con su misión de

anuncio del Evangelio y de paz, son sobre desarme, derechos humanos y libertad religiosa.

Participar en una Convención internacional requiere personal y esfuerzo, por lo que una

realidad "pequeña" como el Vaticano debe elegir en las que puede participar de forma eficaz.

Además, resalto que el mismo artículo Ivory Worship atestigua claramente que hoy el mayor

desarrollo del comercio del marfil se da en países de Asia. Esto se confirma por muchos otros

artículos y testimonios sobre el argumento que he podido leer. Como todos saben, a parte de

Filipinas que es el único país asiático con mayoría católica, en los otros países (China, Japón,

Tailandia, etc...) los cristianos son una pequeña minoría.

La caza furtiva en África la realizan generalmente las bandas criminales y a menudo militantes

de grupos rebeldes que buscan financiarse con el contrabando de marfil. Entre los usos del

marfil parecer ser que en Asia también está el de los productos para medicina tradicional y de

muchos objetos que no tienen nada que ver con ninguna devoción religiosa, budista, hinduista

o cristiana, o de otra tradición. Por todos estos motivos no es posible pensar que el Vaticano

tenga a disposición instrumentos potentes y eficaces para contrarrestar la masacre de

los elefantes reduciendo la proliferación del comercio ilícito de marfil.

De cualquier forma, estamos absolutamente convencidos de que la masacre de los elefantes

es un hecho muy grave, contra lo que es justo que se esfuercen todos aquellos que puedan

hacer algo.

Por nuestra parte podemos hacer un cierta obra de información y responsabilidad a través de

algunos organismos "vaticanos". Es decir, que hoy nos esforzamos en hacer sobre todo tres

cosas:

1. Llamar la atención sobre este tema desde el Consejo para la Justicia y la Paz, que es el

Dicasterio vaticano encargado de estudiar los problemas conectados con la justicia y la paz,

pero también con el medio ambiente; y que está en contacto con las análogas Comisiones

nacionales "por la justicia y la paz" de las comunidades católicas en el mundo. Creo que la

masacre de los elefantes y el comercio ilegal de marfil son argumentos que entran en la

competencia de este Dicasterio.

2. Proponer a la Secciones de Radio Vaticana que preparan los programas para

África (en inglés, francés, portugués y suahili) profundizar sobre este tema y hablarlo en los

programas radiofónicos para animar a las comunidades eclesiásticas a las que se dirigen a

esforzarse en la lucha contra la caza furtiva y el comercio ilegal de marfil, y proponer materiales

informativos también para las otras secciones de la Radio Vaticana con el fin de sensibilizar a

los oyentes.

3. Hacer conocer más las aportaciones de estudio de la Pontifica Academia de las

Ciencias sobre temas ambientales y de biodiversidad. Son de hecho temas sobre los que la

Academia Pontificia vuelve a menudo en ocasión de sus iniciativas y de sus trabajos.

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No terminaremos con esto la masacre de los elefantes, pero al menos habremos colaborado a

buscar concretamente las soluciones para pararla con nuestras posibilidades informativas y

formativas.