Ficha Weber_Epistemología
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La objetividad cognoscitiva de la Ciencia Social y la política social.
I. En su texto, el autor exige como premisas fundamentales para las
ciencias sociales la formación de conceptos precisos y la estricta separación entre
saber empírico y juicios de valor; trazando de este modo una división de principio
entre el conocimiento de “lo que es” y el de lo que “debe ser”. Por consiguiente, a
la consideración científica le es asequible ante todo, la cuestión de si los medios
de la acción humana son adecuados para los fines dados.
Una ciencia empírica no puede enseñar a nadie qué debe hacer, sino únicamente
qué puede hacer y, en ciertas circunstancias qué quiere hacer.
El signo de carácter político-social de un problema consiste en que no se lo
puede resolver sobre la base de meras consideraciones técnicas a partir de fines
establecidos, y en que los criterios reguladores pueden y deben ser puestos en
cuestión porque el problema pertenece a cuestiones culturales generales: “Cuanto
mas universal sea el problema en cuestión o sea, cuanto más amplio sea su
significado cultural tanto menos susceptible será de una respuesta extraída del
material del saber empírico; dado que será imposible deducir de manera unívoca
contenidos de cultura que sean obligatorios tanto menos cuanto mas abarcadores
sean los contenidos en cuestión”.
El objetivo de la ciencia social consiste en el ordenamiento conceptual de la
realidad empírica y de la política social la exposición de ideales, siendo preciso
aclarar cuando calla el investigador y comienza a hablar el hombre de voluntad.
II. ¿Qué significa objetividad? Los objetos de los cuales se ocupa el
cuentista social son objetos económicos-sociales, pero este carácter no es algo
que posee el fenómeno objetivamente, antes bien, está condicionado por nuestro
interés cognoscitivo, tal como resulta de la significación cultural específica en que
cada caso atribuimos al proceso correspondiente. En este sentido, un fenómeno
tiene la cualidad de económico solo en la medida y por el tiempo en que nuestro
interés se dirija de manera exclusiva a la significación que posee respecto de la
lucha por la existencia material: “No las conexiones de “hecho” entre “cosas” sino
las conexiones conceptuales entre problemas están en la base de la labor de las
ciencias (…) Cualquier conocimiento conceptual de la realidad infinita por la mente
humana finita descansa en el supuesto tácito de que solo una parte finita de la
realidad constituye el objeto de la investigación científica, parte de que debe ser la
única esencial en el sentido que merece ser conocida”.
El interés de las ciencias sociales parte de la configuración individual de la
vida social consideradas en sus conexiones universales, mas no por ello, de
índole individual; sus aspectos cualitativos, es decir, de procesos espirituales –a
diferencia de las ciencias naturales- que no excluye la formulación de reglas de la
acción racional.
La regularidad empírica es para nosotros cultura en cuanto las
relacionamos con ideas de valor; abarca aquellos elementos de la realidad que
mediante esa relación se vuelven significativos para nosotros, y solo estos. Se
procura conocer un fenómeno histórico, esto es, pleno de significación en su
especificidad: solo mediante el supuesto de que únicamente una parte finita entre
una multitud infinita de fenómenos es significativa, cobra sentido lógico la idea de
un conocimiento de fenómenos individuales. Solo determinamos aquellas causas
a la que son imputables en el caso individual, los componentes esenciales del
acontecimiento. En cuanto se trata de individualidad de un fenómeno, la pregunta
por la causa no inquiere por leyes sino por conexiones causales concretas.
El conocimiento de las leyes de causación no pueden ser el fin de la
investigación, sino solo un medio -para imputar- y cuanta más abstractas –más
generales- sean las leyes tanto menos pueden contribuir a la imputación causal de
fenómenos individuales y por vía indirecta a la comprensión de la significación de
los procesos culturales. Todo conocimiento de la realidad cultural es siempre un
conocimiento que parte desde puntos de vista específicamente particulares,
vinculado a premisas subjetivas.
El concepto de tipo ideal pretende guiar el juicio de imputación, no es una
hipótesis, pero quiere señalar una orientación a la formación de hipótesis. No
constituye una exposición de la realidad, pero quiere proporcionar medios de
expresión unívocos para representarla. Constituye el intento de aprehender, en
conceptos genéricos individuos históricos o sus elementos singulares. El fin de la
formación de conceptos típico-ideales es obtener nítida conciencia de la
especificidad de los fenómenos culturales y no de su genericidad.
La validez objetiva de todo saber empírico descansa en que la realidad
dada se ordene según categorías que son subjetivas en un sentido específico, en
cuanto a que representan el presupuesto de nuestro conocimiento y están ligados
al presupuesto del valor de aquella verdad que solo el saber empírico puede
proporcionarnos.