Hacia Rutas Salvajes

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Jon Krakauer HACIA RUTAS SALVAJES

Ttulo original: Into the Wild Traduccin: Albert Freixa 1. edicin: enero 2008 1996 by Jon Krakauer Ediciones B, S. A., 2008 para el sello Zeta Bolsillo Bailen, 84 - 08009 Barcelona (Espaa) www. edicionesb.com Printed in Spain ISBN: 978-84-96778-74-0 Depsito legal: B. 53.095-2007 Impreso por LIBERDPLEX, S.L.U. Ctra. BV 2249 Km 7,4 Polgono Torrentfondo 08791 - Sant Lloren d'Hortons (Barcelona)

En abril de 1992, Chris McCandless, de 24 aos, se intern solo y apenas equipado po r tierras de Alaska. Haba regalado todo su dinero y abandonado su coche, y soaba c on una vida en estado salvaje. Cuatro meses ms tarde, unos cazadores encontraron su cuerpo sin vida. Su historia, difundida en un reportaje de Jon Krakauer, susc it una agitada polmica. Para unos, era un intrpido idealista; para otros, un loco y un ingenuo sin el menor conocimiento de la naturaleza. Pero, por qu un joven recin graduado decidi cortar todos los lazos con su familia y perderse en una regin inhs pita? Antes de desaparecer, Chris McCandless escribi a un amigo: No eches races, no te establezcas. Cambia a menudo de lugar, lleva una vida nmada No necesitas tener a alguien contigo para traer una nueva luz a tu vida. Est ah fuera, sencillamente .

Jon Krakauer, alpinista y colaborador de la revista Outside, escribi en 1993 un reportaje sobre la desaparicin del joven Chris McCandless que impresion a miles de lectores. Krakauer fue finalista del Nacional Magazine Award por su reportaj e sobre McCandless y posee el Alpine Club Literary Award. Entre otros ttulos es a utor del libro Mal de altura: crnica de una tragedia en el Everest, publicado por Ediciones B.

NOTA DEL AUTOR

En abril de 1992, un joven de una adinerada familia de la Costa Este lleg a A laska haciendo autostop y se adentr en los bosques situados al norte del monte Mc Kinley. Cuatro meses ms tarde, una partida de cazadores de alces encontr su cuerpo en estado de descomposicin. Poco despus del descubrimiento del cadver, el editor de la revista Outside me encarg un reportaje sobre las desconcertantes circunstancias de la muerte del muc hacho. Su nombre result ser Christopher Johnson McCandless. Descubr que haba crecid o en un acomodado barrio residencial de Washington D.C., donde haba sido un excel ente estudiante y un destacado atleta. En el verano de 1990, tras graduarse en la Universidad Emory de Atlanta, McC andless desapareci. Cambi de nombre, don a una organizacin humanitaria los 24.000 dla res que guardaba en su cuenta corriente, abandon su coche y la mayor parte de sus pertenencias, y quem todo el dinero que llevaba en los bolsillos. Luego, se inve nt una nueva vida, pas a engrosar las filas de los desheredados y marginados, y an duvo vagando por Amrica del Norte en busca de experiencias nuevas y trascendentes . La familia no supo nada de su paradero o su suerte hasta que sus restos aparec ieron en Alaska.

Trabajando a toda prisa a causa del ajustado plazo de entrega, redact un artcu lo de 9.000 palabras que se public en el nmero de enero de 1993 de la revista. Sin embargo, segu fascinado por Chris McCandless mucho tiempo despus de que este nmero de Outside fuera sustituido en los quioscos por otras publicaciones de mayor ac tualidad. No lograba apartar de mi pensamiento los pormenores de la muerte por i nanicin del muchacho, as como los vagos y turbadores paralelismos que existan entre su vida y la ma. Incapaz de abandonar la historia, me pas ms de un ao siguiendo los pasos del intrincado viaje que lo llev a morir en los bosques de Alaska y me ded iqu a rastrear los detalles de su peregrinacin con un inters que rayaba en la obses in. En mi intento de comprender las motivaciones de McCandless, fue inevitable qu e terminara reflexionando sobre temas ms amplios, como la fuerte atraccin que ejer cen los espacios salvajes sobre la imaginacin de los estadounidenses, el hechizo que poseen las actividades de alto riesgo para los jvenes de cierta mentalidad, o el complicado y tenso vnculo que existe entre padres e hijos. El presente libro constituye el resultado de todas esas divagaciones y pesquisas. No pretendo ser un bigrafo imparcial. La extraa historia de McCandless despert aba en m unos sentimientos que impedan una interpretacin desapasionada de la traged ia. Sin embargo, a lo largo del libro he intentado minimizar mi presencia como a utor, algo que creo haber logrado, cuando menos en parte. En cualquier caso, qui ero advertir al lector que interrumpo el hilo de la historia principal con fragm entos de una narracin inspirada en mi propia juventud. Lo hago con la esperanza d

e que mis experiencias arrojen un poco de luz sobre el enigma de Chris McCandles s. Nuestro protagonista era un joven apasionado y vehemente; posea una veta de o bstinado idealismo que difcilmente casaba con la vida moderna. Cautivado durante mucho tiempo por la obra de Len Tolstoi, admiraba en especial al gran novelista r uso por el modo en que haba renunciado a una vida de riqueza y privilegios para v agar entre los indigentes. En la universidad, McCandless emul el ascetismo y el r igorismo moral de Tolstoi hasta un extremo que sorprendi y no tard en alarmar a la s personas que le eran ms prximas. Cuando se adentr en las montaas del interior de A laska, no abrigaba falsas expectativas y era consciente de que no haca senderismo por un paraso terrenal; lo que buscaba eran peligros y adversidades, la renuncia que haba caracterizado a Tolstoi. Y esto fue precisamente lo que encontr, peligro s y adversidades que al final fueron excesivos. No obstante, McCandless supo defenderse con creces durante la mayor parte de las 16 semanas de su calvario. De hecho, si no hubiera cometido algunos errores que tal vez parezcan insignificantes, habra salido tan annimamente del bosque en agosto de 1992 como haba entrado en l cuatro meses antes. En vez de ello, sus inoc entes equivocaciones resultaron cruciales e irreversibles, su nombre pas a ocupar los titulares de los peridicos y su desorientada familia no tuvo ms remedio que a ferrarse al doloroso recuerdo de un amor desgarrado. Un nmero sorprendente de personas se ha sentido afectado por la historia de l a vida y la muerte de Chris McCandless. La publicacin del artculo en Outside gener ms correspondencia durante las semanas y meses siguientes que cualquier otro artcu lo a lo largo de la historia de la revista. Como era de esperar, los puntos de v ista expresados en las cartas de los lectores eran muy divergentes: mientras alg unos manifestaban un sentimiento de profunda admiracin por el coraje que haba demo strado y la nobleza de sus ideales, otros lo condenaban por ser un irresponsable , un perturbado, un narcisista que haba perecido a causa de su arrogancia y estup idez, aadiendo que no mereca la considerable atencin que estaban prestndole los medi os de comunicacin. Mis convicciones al respecto deberan resultar evidentes en las pginas que siguen, pero corresponde al lector formarse su propia opinin sobre Chri s McCandless.

Jon Krakauer Seattle, abril de 1995

Para Linda

1

EL INTERIOR DE ALASKA (I)

27 de abril de 1992 Recuerdos desde Fairbanks! Esto es lo ltimo que sabrs de m, Wayne. Estoy aqu desd e hace dos das. Viajar a dedo por el Territorio del Yukon ha sido difcil, pero al final he conseguido llegar. Por favor, devuelve mi correo a los remitentes. Puede pasar mucho tiempo ant es de que regrese al sur. Si esta aventura termina mal y nunca vuelves a tener n oticias mas, quiero que sepas que te considero un gran hombre. Ahora me dirijo ha cia tierras salvajes.

ALEX [Postal recibida por Wayne Westerberg en Carthage, Dakota del Sur.]

Jim Gallien se haba alejado unos seis kilmetros de Fairbanks cuando divis al au tostopista junto a la carretera, de pie en la nieve y con el pulgar en alto, tir itando en el amanecer gris de Alaska. No daba la impresin de ser demasiado mayor; puede que 18 aos, 19 como mucho. De la mochila sobresala un rifle, pero su actitu d pareca bastante amistosa; un autostopista con un Remington semiautomtico no es a lgo que haga vacilar a un conductor del estado cuarenta y nueve. Gallien detuvo la camioneta en el arcn y le dijo al muchacho que subiera. El autostopista arroj la mochila a la plataforma trasera del Ford y se presen t como Alex. Alex ? Slo Alex repiti Gallien intentando sonsacarle el apellido. respondi deliberadamente el joven, sin morder el anzuelo. complexin era enjuta y nervuda. Asegur que tena Le explic que quera que lo llevaran hasta los l y que luego se internara a pie por los bosqu lo que encontrara en el monte.

Meda cosa de metro setenta y su 24 aos y que era de Dakota del Sur. indes del Parque Nacional del Denali es para vivir durante unos meses de

Gallien era un electricista que se diriga por la carretera de George Parks ha cia Anchorage, 260 kilmetros ms all del parque del Denali, y Gallien le dijo a Alex que poda dejarlo donde l quisiera. La mochila del chico aparentaba pesar slo unos 15 kilos, lo que sorprendi a Gallien, un consumado cazador y leador, ya que era ta n ligera que pareca improbable que pudiera pasar varios meses en el interior, sob re todo a comienzos de la primavera. No llevaba consigo ni la cantidad de comida ni el equipo que se supone que debe llevar alguien para un viaje as, recuerda Gall ien. Sali el sol. Mientras bajaban desde las crestas arboladas que se recortan por encima del ro Tanana, Alex contemplaba una vasta extensin de tremedal barrida por el viento que se prolongaba hacia el sur. Gallien se preguntaba si habra recogid o a uno de esos chalados del estado cuarenta y ocho que viajan hacia el norte pa ra vivir las enfermizas fantasas de Jack London. Desde hace mucho tiempo, Alaska ejerce una atraccin magntica sobre los soadores e inadaptados que creen que los eno rmes espacios inmaculados de la Ultima Frontera llenarn el vaco de su existencia. Sin embargo, la naturaleza es un lugar despiadado, al que le traen sin cuidado l as esperanzas y anhelos de los viajeros. Los de fuera encuentran por casualidad la revista Alaska, la hojean y empieza n a pensar que estara bien subir hasta aqu, vivir de lo que encuentren en el monte y apoderarse de su pequeo pedazo de paraso hace constar Gallien arrastrando las pal abras lenta y sonoramente . Pero cuando llegan y se encuentran de verdad en medio de las montaas ya sabe, es otra historia, no es como lo pintan las revistas. Los ro s son anchos y violentos. Los mosquitos te devoran y en la mayor parte de lugare s casi no hay animales para cazar. La vida en el monte no tiene nada que ver con ir de picnic. El trayecto desde Fairbanks hasta las inmediaciones del parque del Denali du r dos horas. Cuanto ms hablaban, ms tena Gallien la impresin de no encontrarse ante u n chiflado. Era de trato agradable y pareca haber recibido una buena educacin. El muchacho lo acribill con preguntas inteligentes acerca de las especies de caza me nor que existan en la regin, las variedades comestibles de frutos silvestres; cosas por el estilo, aade Gallien. Aun as, Gallien se inquiet. Alex reconoci que todo el alimento que llevaba en l a mochila era un saco de arroz de cinco kilos. Su ropa y su equipo parecan exiguo s en grado sumo para las duras condiciones de las tierras interiores, que en abr il seguan sepultadas bajo una gruesa capa de nieve invernal. Las baratas botas de excursionista que el chico calzaba no eran impermeables ni termoaislantes. Su r ifle era slo del calibre 22; no poda confiar en un calibre tan pequeo si pensaba ca zar grandes animales como el carib o el alce, que era lo que tendra que comer si e speraba quedarse una larga temporada en aquellas montaas agrestes. No llevaba hac ha ni raquetas, brjula ni repelente para insectos. La nica ayuda de que dispona par a orientarse consista en un maltrecho mapa de las carreteras del estado, que haba gorreado en una gasolinera. A unos 150 kilmetros de Fairbanks, la carretera empieza a subir por las estri baciones de la cordillera de Alaska. Cuando la camioneta traquete al atravesar un puente sobre el ro Nenana, Alex pos la mirada en la rpida corriente y coment que te na miedo al agua. Hace un ao estaba en Mxico, iba en canoa por el ocano y casi me ahogo a causa de una tormenta. Poco despus, Alex sac su rudimentario mapa y seal una lnea roja discontinua que c ruzaba la carretera en las cercanas del pueblo minero de Healy. Representaba una ruta conocida como la Senda de la Estampida, rara vez transitada, que ni siquier a est marcada en la mayor parte de mapas de carreteras de Alaska. No obstante, en el mapa de Alex la accidentada lnea serpenteaba hacia el oeste desde la carreter

a de George Parks a lo largo de unos 75 kilmetros, antes de desvanecerse en medio de los inhspitos parajes situados al norte del monte McKinley. ste era el lugar h aca el que Alex se diriga, segn anunci a Gallien. Gallien pens que el proyecto de Alex era insensato e intent disuadirlo repetid as veces: Le cont que en aquella regin era muy difcil cazar, que podan pasar das antes de que pudiera cobrar una pieza. Cuando vi que eso no serva, intent atemorizarlo contndole historias de osos. Le dije que un rifle del 22 apenas hara un rasguo a un oso pardo, que todo lo que conseguira sera volverlo loco de rabia. No pareci preoc uparle demasiado y respondi que trepara a un rbol; as que le expliqu que los rboles de esa parte del estado no son muy altos, que un oso poda abatir uno de esos delgad os abetos sin pretenderlo siquiera. Pero se mantuvo en sus trece. Tena respuesta para cualquier problema que le planteara. Gallien se ofreci a llevarlo hasta Anchorage, comprarle algo de ropa y equipo , traerlo de vuelta y dejarlo donde quisiera.

No. De todos modos, gracias

contest Alex . Lo que llevo ser suficiente.

Gallien le pregunt si tena licencia de caza. No, ni hablar! contest Alex con tono burln . Lo que como no es asunto del gobierno. A la mierda con sus estpidas reglas! Cuando Gallien le pregunt si sus padres o algn amigo saban lo que iba a hacer, si haba alguien que pudiera dar la voz de alarma en caso de que tuviera algn probl ema y se retrasara, Alex respondi con tranquilidad que no, que nadie conoca sus pl anes y que, de hecho, haca casi dos aos que no hablaba con su familia. Estoy seguro de que no me tropezar con nada que no pueda resolver a solas Alex. afirm

No haba manera de convencerlo de que no lo hiciera recuerda Gallien . Lo tena todo muy claro. No atenda a razones. La nica manera que se me ocurre de describirlo es que estaba ansioso. Se mora de ganas por llegar y emprender la marcha. Pasadas unas tres horas desde que haba salido de Fairbanks, Gallien dobl a la izquierda y condujo su destartalada camioneta por un camino flanqueado de nieve apisonada. La Senda de la Estampida estaba bien nivelada durante los primeros ki lmetros y pasaba junto a cabaas diseminadas por calveros cubiertos de maleza y bos quecillos de abetos y lamos temblones. Despus del ltimo refugio, un cobertizo ms que una cabaa, el camino se deterioraba con rapidez. Iba difuminndose y estrechndose e ntre alisos hasta convertirse en una pista forestal abandonada y llena de baches . En verano, el camino tambin sola tener unos contornos imprecisos, pero era pra cticable; en ese momento estaba obstruido por medio metro de nieve blanda primav eral. Cuando llevaban recorridos 16 kilmetros desde la carretera, Gallien detuvo el vehculo en lo alto de una suave pendiente por miedo a quedarse atrapado si iba ms lejos. Las heladas cumbres de la cordillera ms alta de Amrica del Norte brillab an en el horizonte. Alex insisti en que Gallien se quedara con su reloj, su peine y todo el diner o que, segn dijo, llevaba encima: un montn de calderilla que sumaba 85 centavos. No quiero tu dinero protest Gallien . Ya tengo mi propio reloj. replic Alex alegremente . No quiero saber la hora ni el da

Si no lo coges, lo tirar

. Ni dnde estoy. Nada de eso importa. Antes de que Alex bajara de la camioneta, Gallien rebusc detrs del asiento, sa c un par de viejas botas de goma y persuadi al chico de que las cogiera. Le venan de masiado grandes recuerda Gallien , pero le dije que se pusiera dos pares de calceti nes y que quiz bastara para que conservase los pies calientes y secos. Cunto te debo? No te preocupes respondi Gallien.

Luego dio al chico un trozo de papel con su nmero de telfono, que Alex se guar d con cuidado en un billetero de nailon, y aadi: Si consigues salir de sta, llmame y te dir cmo puedes devolverme las botas. La esposa de Gallien le haba preparado unos emparedados de queso y atn y una b olsa de maz frito para el almuerzo, pero Gallien persuadi tambin al joven autostopi sta de que aceptara la comida. Alex sac una cmara de la mochila y le pidi a Gallien que le hiciera una foto al pie del camino con el rifle al hombro. Poco despus de sapareca, con una gran sonrisa, por la pista oculta bajo la nieve. Era martes, 28 de abril de 1992. Gallien hizo girar la camioneta, desanduvo el camino hasta la carretera de G eorge Parks y continu su viaje hacia Anchorage. Unos kilmetros ms adelante pas por e l pequeo pueblo de Healy, donde la polica montada de Alaska tena un puesto de guard ia. Gallien pens por un momento en pararse y dar cuenta a las autoridades de su e ncuentro con Alex, pero no lo hizo. Me imagin que no pasara nada explica . Pens que no tardara mucho en tener hambre y que caminara hasta la carretera. Es lo que hubiera hecho cualquier persona normal.

2

LA SENDA DE LA ESTAMPIDA (I)

Jack London es el Rey Alexander Supertramp Mayo 1992

[Inscripcin grabada en un trozo de madera descubierto en el lugar que muri Chr is McCandless.]

Un sombro bosque de abetos se cerna amenazador sobre las mrgenes del ro helado. No haca mucho que el viento haba despojado a los rboles de su manto blanco, y stos p arecan arrimarse mutuamente bajo la agonizante luz del crepsculo, negros como un m al presagio. Un vasto silencio reinaba sobre la tierra. La misma tierra era una desolacin pura, sin vida ni movimiento, tan fra y desnuda que su espritu no era siq uiera el espritu de la tristeza. Se insinuaba una especie de risa ms terrible que cualquier tristeza: una risa amarga como la sonrisa de la Esfinge, una risa fra c

omo la escarcha y que participaba de una siniestra infalibilidad. Era la magistr al sabidura de la eternidad que se rea de la futilidad y los intiles esfuerzos de l a vida. Era la naturaleza salvaje, el helado corazn de las tierras salvajes del N orte.

JACK LONDON, Colmillo blanco

Al norte de la cordillera de Alaska, antes de que las formidables murallas d el monte McKinley y sus satlites sucumban ante la llanura de Kantishna, se levant an unos macizos montaosos menos importantes conocidos como la cordillera Exterior , que se desparraman entre planicies como una arrugada manta sobre una cama desh echa. Entre las crestas silceas de las dos escarpaduras ms externas de la cordille ra Exterior corre de este a oeste una depresin de unos ocho kilmetros, alfombrada con una cenagosa amalgama de tremedales, espesuras de alisos y vetas de esqueltic os abetos. La Senda de la Estampida, la ruta que sigui Chris McCandless para aden trarse en tierras salvajes, pasa serpenteando a travs de ese ondulante laberinto de valles. Un legendario minero llamado Earl Pilgrim abri el camino en los aos treinta; c onduca hasta unos yacimientos de antimonio que l reclamaba en el riachuelo del que tom su nombre la Senda. Los yacimientos estaban situados ms arriba de Clearwater, el punto donde se bifurca el ro Toklat. En 1961, una empresa constructora de Fai rbanks, la Yutan, obtuvo un contrato del nuevo estado de Alaska proclamado slo dos aos antes para mejorar lo que era una mera pista forestal y convertirla en una ca rretera asfaltada por la que los camiones pudieran transportar durante todo el ao la mena que se extraa de las minas. Para alojar a los peones que construan la car retera, la Yutan compr tres autobuses destinados al desguace, los remoz equipndolos con literas y una sencilla estufa cilndrica de lea, e hizo que un tractor oruga l os arrastrara hacia el monte. Las obras se interrumpieron en 1963; al final se haban construido unos 80 kilm etros de carretera, pero jams se llegaron a levantar puentes sobre los numerosos cursos de agua que la atravesaban, de modo que las peridicas inundaciones y las s ucesivas heladas y deshielos la hicieron intransitable al cabo de poco tiempo. L a Yutan se llev de nuevo dos de los autobuses hacia la carretera principal, pero el tercero fue abandonado a medio camino para que sirviera de refugio a los caza dores y tramperos que se aventuraban hacia el interior. En las tres dcadas poster iores a la finalizacin de la carretera, los derrubios y la maleza, as como los emb alses de los castores, destruyeron la mayor parte del firme, pero el autobs sigue all. El abandonado vehculo, un antiguo International Harvester fabricado en los ao s cuarenta, se halla 38 kilmetros al oeste de Healy a vuelo de pjaro, aherrumbrndos e entre montones de ramas cadas y adquiriendo un aspecto cada vez ms inslito al lad o de la Senda de la estampida, fuera de los lmites del parque del Denali. El moto r ya no existe. Los cristales estn agrietados o bien han desaparecido por complet o, y el suelo est cubierto de botellas de whisky rotas. La corrosin casi se ha com ido la pintura verde y blanca. Unas letras borrosas indican que la decrpita mquina haba formado parte del servicio de transportes pblicos de la ciudad de Fairbanks: lnea 142. En la actualidad no es raro que transcurran seis o siete meses sin que el autobs reciba ningn visitante humano; sin embargo, a principios de septiembre de 1992, seis personas que llegaron en tres grupos separados coincidieron por ca sualidad una misma tarde en el remoto emplazamiento del autobs.

En 1980, el Parque Nacional del Denali se ampli hasta abarcar las suaves coli nas de Kantishna y el macizo de la cordillera Exterior situado ms al norte, pero una franja de terreno llano qued excluida de los nuevos lmites de esta enorme rese rva natural: se trataba de un largo brazo de tierra conocido como el Distrito de l Lobo, que circunda la primera mitad de la Senda de la Estampida. Puesto que el espacio protegido del parque del Denali la rodea por tres lados, esta franja de unos 350 kilmetros cuadrados alberga un nmero de lobos, osos pardos, caribes, alce s y otros animales muy superior al que en buena lgica le corresponde. 1 os cazado res y tramperos que conocen la anomala guardan celosamente este secreto local. En otoo, tan pronto como se levanta la veda del alce, un puado de cazadores cumple c on el rito de visitar el viejo autobs que yace junto al ro Sushana, en el extremo occidental de la franja excluida del parque, a tres kilmetros escasos de sus lind es. Ken Thompson, el propietario de un taller de chapa y pintura de Anchorage, G ordon Samel, su operario, y Ferdie Swanson, un amigo de este ltimo, obrero de la construccin, salieron en direccin al autobs el 6 de septiembre de 1992 para cazar a lces. Llegar hasta el emplazamiento del vehculo abandonado no es fcil. A unos 15 k ilmetros del final del tramo mejor conservado, la Senda de la Estampida cruza el ro Teklanika, un torrente rpido y helado de aguas opacas que arrastra sedimentos q ue proceden de una morrena glaciar. El camino desciende hacia el margen del ro ha sta llegar a una estrecha garganta por la que el Teklanika fluye violentamente f ormando grandes borbotones de espuma blanca y luego sigue corriente arriba. Ante la perspectiva de verse obligada a vadear este torrente lechoso y turbulento, l a gente se desanima y no contina adelante. Sin embargo, Thompson, Samel y Swanson son unos lugareos obstinados que se em pean en conducir vehculos a motor por sitios que parecen concebidos para que stos n o circulen. Al llegar al Teklanika se dedicaron a explorar la ribera del ro hasta que encontraron un lugar donde las rocas dibujaban un ancho trenzado surcado de arroyos no muy profundos, y sin pensarlo dos veces procedieron a atravesar el c auce. Yo iba el primero dice Thompson . El ro tena una anchura de unos 23 metros y la co rriente era muy fuerte. Mi camioneta es una Dodge del 82; lleva un gato hidrulico incorporado, traccin en las cuatro ruedas y unos neumticos de 97 centmetros. El ag ua lleg casi al cap. Hubo un momento en que cre que no conseguira cruzarlo. La camio neta de Gordon tiene instalado un cabrestante frontal capaz de resistir hasta tr es toneladas y media. Me segua para sacarme en caso de que desapareciera bajo el agua.

Thompson logr llegar a la orilla opuesta sin problemas, y Samel y Swanson le siguieron en sus camionetas. Dos de las camionetas llevaban vehculos todoterreno ligeros en las respectivas plataformas traseras: uno de tres ruedas y otro de cu atro. Aparcaron las camionetas en un pedregal, descargaron los todoterreno y con tinuaron hacia el autobs en estos vehculos, ms pequeos y manejables. Noventa metros ms all del ro, el camino se hunda en una serie de diques hechos p or los castores, donde el nivel del agua les llegaba a la altura del pecho. Sin dejarse intimidar, los tres lugareos dinamitaron los troncos y ramas de los dique s con el fin de desaguar los embalses. Siguieron adelante con sus vehculos, subie ron por el lecho rocoso de un arroyo y atravesaron unas densas espesuras de alis os. Cuando por fin llegaron al autobs, era media tarde. Segn Thompson, encontraron a un chico y una chica de Anchorage que estaban de pie a un metro y medio del au tobs; pareca que hubieran visto un fantasma. Ninguno de los dos haba entrado en l, pero se haban acercado lo suficiente para notar el olor nauseabundo que provena del interior. En la puerta trasera, atada al

extremo de una rama de aliso, alguien haba improvisado una bandera con unas mall as rojas de punto como las que usan los bailarines. La puerta estaba entornada y tena pegada con cinta adhesiva una nota inquietante. En una hoja arrancada de un a novela de Nikolai Gogol, se lea un texto escrito a mano y en letras de molde:

S.O.S. NECESITO QUE ME AYUDEN. ESTOY HERIDO, MORIBUNDO, Y DEMASIADO DBIL PARA SALIR DE AQU A PIE. ESTOY COMPLETAMENTE SOLO. NO ES UNA BROMA. POR DIOS, LE PIDO QUE SE QUEDE PARA SALVARME. HE SALIDO A RECOGER BAYAS Y VOLVER ESTA NOCHE. GRACI AS, CHRIS MCCANDLESS. AGOSTO?

La pareja de Anchorage se haba quedado tan trastornada por lo que la nota imp licaba y el sobrecogedor olor a putrefaccin que no se haba atrevido a inspeccionar el interior del autobs, as que Samel hizo acopio de valor y se decidi a echar una ojeada. Atisb por la ventana y vio un rifle Remington, una caja de plstico llena d e cartuchos, ocho o nueve libros, unos vaqueros rados, algunos utensilios de coci na y una mochila cara. En el fondo, sobre una litera construida con materiales d e mala calidad, se vea un saco de dormir azul que pareca contener a alguien o algo , aunque, segn Samel, era difcil estar seguro. Yo estaba de pie encima de un tocn contina diciendo Samel y sacud un poco el saco de dormir a travs del cristal trasero. Era indudable que all haba algo, pero, fuera lo que fuera, no pesaba demasiado. Hasta que no rode el autobs y llegu al otro lad o no vi la cabeza que asomaba, y entonces supe a ciencia cierta que el saco de d ormir contena un cadver. Chris McCandless llevaba muerto dos semanas y media. Samel, un hombre de convicciones arraigadas, decidi que el cadver tena que ser evacuado de inmediato. Sin embargo, no haba espacio suficiente para transportarlo en ninguno de los vehculos, ni en el suyo, ni en el de Thompson, ni en el todote rreno de la pareja de Anchorage. Al cabo de un rato apareci en escena una sexta p ersona, un cazador de Healy llamado Butch Killian. Puesto que Killian conduca un Argo un gran todoterreno anfibio de ocho ruedas , Samel propuso que fuera l quien ev acuara los restos mortales, pero Killian se neg a hacerlo e insisti en que esa tar ea corresponda a la polica montada de Alaska. Killian, un minero pluriempleado que tambin ejerce de ATS voluntario en la br igada de bomberos de Healy, llevaba un radiotransmisor en el Argo. Al no poder c ontactar con nadie desde aquella posicin, volvi hacia la carretera principal; cuan do ya haba recorrido ocho kilmetros, poco antes de que oscureciera consigui que le respondiera el operador de radio de la central elctrica de Healy. Central, os habla Butch. Tenis que avisar a la polica montada. Hay un hombre en el autobs que est cerca del Sushana. Parece que lleva muerto algn tiempo. A las ocho y media de la maana siguiente un helicptero de la polica se pos ruido samente junto al autobs levantando una gran polvareda y remolinos de hojas de lamo . La polica montada llev a cabo una inspeccin superficial del autobs y los alrededor es por si haba algn indicio de delito. A continuacin, los policas se marcharon llevnd ose el cadver, una cmara con cinco rollos de pelcula expuesta, la nota de socorro y un diario escrito sobre las dos ltimas hojas de una gua de campo de plantas comes tibles. El diario se compona de 113 entradas escuetas y enigmticas que dejaban con stancia de las ltimas semanas de vida del muchacho. Transportaron el cadver hasta Anchorage para que el laboratorio de la polica j udicial realizara la autopsia. El cuerpo de Chris McCandless se hallaba en un es

tado de descomposicin tan extremo que fue imposible determinar con exactitud la f echa de su muerte, pero la mdico forense no encontr seal alguna de heridas internas traumticas ni fracturas seas. En el cuerpo apenas quedaba grasa subcutnea y se apr eciaba que los msculos se haban atrofiado durante los das o las semanas que precedi eron a la muerte. En el momento de la autopsia, el cuerpo slo pesaba 30 kilos. La forense dictamin que la causa ms probable del fallecimiento haba sido el hambre. Al pie de la nota de socorro figuraba la firma de Chris McCandless. Cuando s e revelaron los rollos de pelcula, apareci un gran nmero de autorretratos. No obsta nte, puesto que no llevaba consigo ninguna identificacin, las autoridades no saban quin era, de dnde proceda ni qu estaba haciendo all.

3

CARTHAGE (I)

Quera movimiento, no una existencia sosegada. Quera emocin y peligro, as como la opo rtunidad de sacrificarme por amor. Me senta henchido de tanta energa que no poda ca nalizarla a travs de la vida tranquila que llevbamos.

LEN TOLSTOI, Felicidad familiar

[Pasaje subrayado en uno de los libros encontrados junto al cadver de Chris M cCandless.]

Nadie debera negar [ ] que el nomadismo siempre nos ha jbilo. En nuestro pensamiento, la condicin de nmada est toria, la opresin, la ley y las obligaciones agobiantes, a rtad absoluta, y el camino del nmada siempre conduce hacia

estimulado y llenado de asociada a escapar de la his un sentimiento de libe el oeste.

WALLACE STEGNER, The American West as Living Space

Carthage, en Dakota del Sur, es un pequeo pueblo de 274 habitantes que se yer

gue letrgico y humilde en la inmensidad de las llanuras del Norte, abandonado a l a deriva del tiempo y formado por un racimo de casas de madera con pulcros porch es y almacenes con fachadas de desgastados ladrillos. Impresionantes hileras de l amos de Virginia proyectan su sombra sobre la cuadrcula de unas calles en las que el trnsito rodado rara vez es molesto. El pueblo dispone de una tienda de comest ibles, un banco, una nica gasolinera y un solitario bar en las afueras: el Cabare t, donde Wayne Westerberg se toma una copa y masca un buen cigarro mientras recu erda al singular muchacho que conoci bajo el nombre de Alex. De las paredes forradas de madera contrachapada cuelgan cornamentas de cierv o, anuncios de cerveza Old Milwaukee y empalagosos cuadros que representan aves de caza emprendiendo el vuelo. Volutas de fino humo se elevan de los cigarrillos sobre los grupos de granjeros vestidos con monos de trabajo y gorras cubiertas de polvo. Sus cansadas facciones estn tan incrustadas de mugre como las de un min ero del carbn. Se expresan por medio de frases lacnicas, prcticas, preocupados por las inclemencias del tiempo y por el hecho de que los campos de girasoles estn to dava demasiado hmedos para segarlos, mientras el rostro socarrn de Ross Perot parpa dea en lo alto desde un televisor al que le han quitado el sonido. En ocho das ms el pas elegir presidente a Bill Clinton. Han pasado casi dos meses desde que el ca dver de Chris McCandless apareci en Alaska. Esto es lo que Alex sola beber dice Westerberg frunciendo el entrecejo y removi endo el hielo de su White Russian, un combinado de vodka, licor de caf y crema de leche . Se sentaba justo ah, al final de la barra, y nos contaba historias increble s sobre sus viajes. Poda hablar durante horas. Mucha gente del pueblo le tom cario. Lo que le ocurri parece muy raro, no? Westerberg, un hombre de espaldas anchas y con una perilla de chivo, que tra nsmite una energa desbordante, es el propietario de dos elevadores de grano, uno en Carthage y otro a unos pocos kilmetros del pueblo, pero se pasa los veranos di rigiendo un grupo de operarios de cosechadoras que trabajan por encargo y se des plazan desde el norte de Texas hasta la frontera canadiense siguiendo la tempora da de la recoleccin. En 1990, cerr un trato para ocuparse de la siega de las grand es extensiones de cebada que posee la Anheuser-Busch en las regiones del centro y el norte de Montana. La tarde del 10 de septiembre de aquel ao, cuando regresab a en coche desde Cut Bank, donde haba comprado unas piezas de recambio para una c osechadora averiada, recogi a un autostopista, un simptico muchacho que dijo llama rse Alex McCandless. McCandless no era muy alto y tena el fsico delgado y endurecido de un jornaler o. Por alguna razn, los ojos del chico le llamaron la atencin. Eran oscuros y emot ivos, y parecan contener algn vestigio de sangre extica, como si sus antepasados fu eran griegos o indios chippewa; transmitan una sensacin tal de vulnerabilidad que Westerberg sinti que deba hacerse cargo de l. Tena el tpico aspecto de chico bueno y sensible, de esos que las mujeres se sienten encantadas de mimar, pens Westerberg . Su rostro posea una rara elasticidad; poda mantenerse inmvil e inexpresivo para t ransformarse al cabo de un instante en una enorme sonrisa bobalicona que desfigu raba sus facciones y pona al descubierto unos dientes caballunos. Era miope y lle vaba unas gafas con montura metlica. Pareca hambriento. Diez minutos despus de haber recogido a McCandless, Westerberg se detuvo en e l pueblo de Ethridge para entregar un paquete a un amigo. Mi amigo nos ofreci una cerveza explica Westerberg y le pregunt a Alex cunto tiemp o llevaba sin comer. Alex le confes que un par de das. Dijo que se le haba terminad o el dinero o algo parecido. Al orlos, la mujer del amigo insisti en prepararle una abundante cena, que Ale x engull en un abrir y cerrar de ojos. Luego se qued dormido encima de la mesa.

McCandless le haba contado que se diriga hacia Saco Hot Springs, un sitio del que le haban hablado unos vagabundos motorizados (es decir, que posean algn vehculo, a diferencia de los simples vagabundos a pie, que no tenan ningn medio de transporte y se vean obligados a desplazarse andando o haciendo autostop). Al parecer, Saco Hot Springs estaba situado a 380 kilmetros hacia el este siguiendo la interestata l 2. Westerberg le haba respondido que slo poda llevarlo unos 20 kilmetros, hasta qu e tomara un desvo en direccin norte para llegar a Sunburst; all, junto a los campos en los que estaba trabajando, tena una caravana. Cuando Westerberg se par en el a rcn para dejar a McCandless, ya eran las diez y media de la noche y llova copiosam ente. Me sabe mal tener que dejarte aqu, joder, en medio de este diluvio exclam Wester berg . Veo que traes un saco de dormir, por qu no te vienes conmigo hasta Sunburst y pasas la noche en la caravana? McCandless se qued tres das con Westerberg. Soportaba cada maana las mismas pen alidades que el grupo, como uno ms de los trabajadores que se abran paso con sus p esadas mquinas a travs de aquel ocano de cereal rubio y maduro. Antes de separarse, Westerberg le dijo que si algn da necesitaba trabajo preguntara por l en Carthage. Apenas haban pasado un par de semanas cuando Alex volvi a aparecer por el puebl o, recuerda Westerberg. Lo emple en el elevador de grano y le alquil una habitacin en una de las dos ca sas que posea. Durante aos, he dado trabajo a muchos autostopistas sigue diciendo . La mayora no lo hacan demasiado bien; no les gustaba demasiado trabajar. Alex era distinto. Er a el trabajador ms esforzado que haya visto jams. Por penoso que fuera lo que le p idieras, l lo haca. Los trabajos fsicos ms duros, desde limpiar el grano podrido has ta sacar ratas muertas del fondo de un agujero, tareas en las que terminas tan h echo una porquera que al final del da ni te reconoces. Nunca dejaba nada a medio h acer. Terminaba todo lo que empezaba. Se lo tomaba casi como un deber moral. Era lo que se dice alguien muy honrado, muy tico. Se exiga mucho a s mismo. Se notaba enseguida que era muy inteligente reflexiona Westerberg mientras apu ra su tercera copa . Lea mucho. Utilizaba palabras rebuscadas. En parte, creo que l o que pudo llevarlo a meterse en problemas era que pensaba demasiado. A veces se emperraba demasiado en querer entender el sentido del mundo, en desentraar qu mot ivaciones podan tener las personas para ser tan malvadas las unas con las otras. En un par de ocasiones le coment que era un error profundizar tanto en esos asunt os, pero Alex no paraba de dar vueltas y ms vueltas a todo. Siempre tena que saber cul era la respuesta correcta a un problema antes de pasar al siguiente. Westerberg descubri entonces en un impreso de Hacienda que su verdadero nombr e no era Alex, sino Chris. Nunca me explic por qu haba cambiado de nombre comenta Westerberg . Por algunas de las cosas que contaba, not que algo no iba del todo bien entre su familia y l, per o no me gusta entrometerme en la vida de los dems y nunca le pregunt nada. En el caso de que McCandless echara de menos a sus padres y hermanos, encont r una familia sustituta en Westerberg y sus empleados, que en su mayora vivan en la casa del mismo Westerberg en Carthage. Situada a pocas manzanas del centro del pueblo, la vivienda es una sencilla construccin victoriana de dos plantas al esti lo reina Ana, con un imponente lamo de Virginia en el patio delantero que descuel la por encima del tejado. Las reglas de convivencia eran imprecisas e imperaba l a camaradera. Los cuatro o cinco inquilinos se turnaban para cocinar y salan junto

s para ir de copas y ligar, esto ltimo sin xito.

McCandless se enamor enseguida de Carthage. Le gustaba la atmsfera de estancam iento de la pequea comunidad, as como sus virtudes plebeyas y su apariencia modest a. El lugar era como un remanso de paz, el recodo de un ro donde flotan los desec hos ms all del violento empuje de la corriente principal, algo que le encajaba com o anillo al dedo. Durante aquel otoo, estableci un vnculo afectivo duradero con el pueblo en general y Wayne Westerberg en particular. Westerberg, que tiene unos 35 aos, fue criado en Carthage por sus padres adop tivos. Como un hombre del Renacimiento afincado en las extensas llanuras del Oes te, es a la vez granjero, hombre de negocios, especulador en materias primas, so ldador, operario de toda clase de mquinas, un experto mecnico, piloto de avioneta, programador informtico, localizador de averas electrnicas y tcnico en reparaciones de videojuegos. Sin embargo, poco antes de conocer a McCandless, uno de sus nume rosos talentos le haba colocado en una difcil situacin ante la justicia. Westerberg se haba visto involucrado en una red de fabricacin y venta de decod ificadores ilegales que permitan ver sin pagar los canales de televisin por cable. La actividad lleg a odos del FBI, que lo detuvo tras tenderle una trampa. Arrepen tido, se declar culpable del nico delito grave del que lo acusaban, obtuvo una red uccin de la pena y el 10 de octubre de 1990, unas dos semanas despus de que McCand less llegara a Carthage, empez a cumplir una condena de cuatro meses en la prisin de Sioux Falls. Con Westerberg en la crcel, McCandless se qued sin trabajo en el e levador de grano, as que el 23 de octubre abandon el pueblo y reanud su vida nmada, puede que antes de lo que habra deseado si las circunstancias hubieran sido otras . Sin embargo, su fuerte apego a Carthage persisti. Antes de partir, regal a Wes terberg su preciada edicin de 1942 de Guerra y paz de Tolstoi y escribi en la prim era pgina:

Transferido a Wayne Westerberg por Alexander. Octubre de 1990. Haz caso a Pie rre. Esta ltima frase era una referencia al protagonista de la novela y alter ego de Tolstoi, Pierre Bezujov, hijo ilegtimo, generoso y altruista, siempre en busca de aventuras. McCandless sigui manteniendo el contacto con Westerberg mientras e rraba por el Oeste; cada uno o dos meses, llamaba o escriba a Carthage. Hizo que toda su correspondencia fuera remitida a la direccin de Westerberg y dijo a casi todas las personas que conoci a partir de entonces que era de Dakota del Sur. En realidad, Alex, o Chris, haba crecido en un apacible barrio de clase media alta situado en las afueras de Annandale, Virginia. Su padre, el doctor Walt Mc Candless, un eminente ingeniero aeronutico, trabaj en la NASA y Hughes Aircraft du rante los aos sesenta y setenta, y fue el responsable del diseo de avanzados siste mas de radar para los transbordadores espaciales, as como de otros importantes pr oyectos de alta tecnologa. En 1978, Walt se instal por su cuenta y cre una pequea pe ro rentable firma de consultora, la User Systems. La persona que se asoci con l en esta aventura fue precisamente su segunda esposa y madre de Chris, Billie. En to tal, la familia se compona de ocho hermanas y hermanos: los seis hijos nacidos de l primer matrimonio, el propio Chris y Carine, hija tambin de Billie, a la que se senta muy unido. En mayo de 1990 Chris se gradu por la Universidad Emory de Atlanta, donde haba sido primero columnista y luego editor del peridico estudiantil, The Emory Wheel , y se haba especializado en historia y antropologa, obteniendo un respetable 7,5 de nota media. Le ofrecieron entrar en una prestigiosa fraternidad universitaria

, la Pi Beta Kappa, pero rehus insistiendo en que los ttulos y honores carecan de i mportancia. Se coste los dos ltimos aos de la carrera gracias a una donacin de 40.000 dlares hecha por un amigo de la familia. Tras obtener la licenciatura, todava le quedaba n ms de 24.000, y sus padres pensaron que los destinara a continuar sus estudios u niversitarios en la facultad de Derecho. Interpretamos mal sus intenciones, admite su padre. Lo que Walt, Billie y Cari ne no saban cuando viajaron a Atlanta para asistir a la ceremonia de entrega de d iplomas, lo que nadie saba, era que al cabo de poco tiempo iba a donar ese fondo para sus estudios a OXFAM Amrica, una organizacin humanitaria dedicada a combatir el hambre en el mundo. La ceremonia de graduacin tuvo lugar el 12 de mayo, un sbado. La familia sopor t sentada en sus asientos el interminable y prolijo discurso inaugural a cargo de la entonces ministra de Trabajo del gobierno federal, Elizabeth Dole, y luego B illie tom varias fotografas de Chris mientras ste cruzaba el estrado con una amplia sonrisa para recibir el diploma. El 13 de mayo era el Da de la Madre. Chris regal a Billie un ramo de flores y unos dulces acompaados de una tarjeta de felicitacin. El detalle la sorprendi y ent erneci sobremanera: era el primer regalo que reciba de su hijo en mucho tiempo, ya que dos aos atrs Chris haba anunciado a sus padres que por una cuestin de principio s no hara ni aceptara obsequios de ninguna clase. Es ms, los haba regaado haca muy poc o por manifestar su deseo de comprarle un coche nuevo como regalo de graduacin y pagar sus estudios de Derecho en caso de que el fondo no llegara a cubrir todos los gastos. Ya tena un coche que iba perfectamente bien, asegur Chris: su querido Datsun d el 82, un poco abollado y cuyo cuentakilmetros pasaba de los 200.000, pero con el motor todava en buen estado. Ms tarde, en una carta a Carine, se quejaba. Me parece increble que intenten comprarme un coche o piensen que voy a permit irles que me paguen la carrera de Derecho, en el supuesto de que vaya a hacerla [ ]. Pese a que les he dicho cien mil veces que tengo el mejor coche del mundo, un coche que ha atravesado todo el continente, desde Miami a Alaska, que no me ha dado ni un solo problema a lo largo de los miles de kilmetros que he recorrido, u n coche que jams vender porque le tengo mucho afecto, hacen odos sordos a lo que les digo y continan creyendo que terminar por aceptar otro! En el futuro tendr ms cuida do y no aceptar nada que venga de ellos, para que no crean que pueden comprarme.

Chris haba adquirido de segunda mano el Datsun amarillo cuando an estaba termi nando el instituto. En los aos siguientes, empez a acostumbrarse a hacer largos vi ajes por carretera durante las vacaciones escolares. Siempre haba ido solo, sin c ompaa alguna. El fin de semana de la ceremonia de graduacin mencion a sus padres, si n darle importancia, que tena la intencin de pasar el siguiente verano en la carre tera. Su frase exacta fue: Me parece que voy a desaparecer por un tiempo. En aquel momento, sus padres no entendieron el sentido del anuncio de Chris, aunque Walt reprendi con cario a su hijo dicindole: Pero tienes que prometer que vendrs a vernos antes de irte! Chris sonri e hizo una especie de gesto de afirmacin con la cabeza, una reaccin que Walt y Billie interpretaron como una confirmacin de que volvera a Annandale a ntes de que finalizara el verano. Luego se despidieron.

Hacia finales de junio, Chris, que an estaba en Atlanta, envi a sus padres una copia de sus notas finales: sobresaliente en Historia del pensamiento antropolgic o y La segregacin racial y la sociedad surafricana; notable alto en Poltica africana c ontempornea y La crisis alimentaria en frica. Las calificaciones iban acompaadas de un a breve nota:

sta es la copia de mi expediente acadmico. El curso me ha ido muy bien y he te rminado con un promedio de notas muy alto. Gracias por las fotografas, la maquinilla de afeitar y la postal de Pars. Pare ce que disfrutasteis mucho con el viaje. Debi de ser muy divertido. Le entregu a Lloyd [el amigo ntimo de Chris en Emory] su fotografa, y me ha dic ho que os d las gracias; no tena ninguna instantnea de la entrega del di ploma. Por lo dems no hay mucho que contar, salvo que el calor aprieta y la humedad es sofocante. Recuerdos a todos de mi parte.

Fue lo ltimo que la familia de Chris supo de l. Durante el ltimo ao que pas en Atlanta, Chris haba vivido fuera del campus en un a habitacin monacal, amueblada con poco ms que un delgado colchn extendido sobre el suelo, una mesa y unas cajas de cartn. Lo mantena todo tan ordenado y sin mcula qu e pareca un barracn del ejrcito. Ni siquiera tena telfono, de modo que Walt y Billie no podan llamarlo. A principios de agosto de 1990, al ver que no daba seales de vida desde que h aban recibido la nota con las calificaciones finales, los padres de Chris decidie ron viajar en coche hasta Atlanta para visitarlo. Cuando llegaron al apartamento , lo encontraron vaco y con un cartel pegado en la ventana que rezaba Se alquila. E l administrador de la finca les dijo que Chris se haba mudado a finales de junio. Cuando Walt y Billie regresaron a casa, descubrieron que todas las cartas que l e haban mandado durante el verano les haban sido devueltas en un paquete.

Chris haba dado instrucciones a la oficina de correos para que las retuvieran hasta el 1 de agosto, por lo visto con la intencin de no nos enterramos de lo que pasaba explica Billie . Nos dej muy preocupados. Para entonces, ya haca mucho que Chris se haba ido. Cinco semanas antes haba ca rgado todas sus pertenencias en su pequeo coche y partido hacia el Oeste sin un i tinerario establecido. El viaje iba a ser una odisea en el pleno sentido de la p alabra, un viaje pico que cambiara toda su vida. Tal como l lo vea, se haba pasado cu atro aos preparndose para llevar a cabo una obligacin absurda y onerosa: graduarse. Por fin se haba liberado de las ataduras, emancipado del mundo opresivo formado por sus padres y los que eran iguales que ellos, un mundo hecho de abstracciones , seguridad y bienestar material, un mundo en el que senta como una dolorosa ampu tacin la ausencia del latir puro y salvaje de la existencia. Al escapar de Atlanta y dirigirse hacia el oeste, pretenda inventarse una vid a radicalmente nueva, una vida en la que sera libre y podra sumirse en una experie ncia desprovista de filtros. Para simbolizar la completa ruptura con su vida ant erior, lleg incluso a adoptar una nueva identidad. Ya no respondera al nombre de C hris McCandless, sino que iba a ser Alexander Supertramp, dueo de su propio desti no.

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LA CORRIENTE DETRTICA

El desierto es un entorno de revelaciones, un lugar de una gentica y una psicologa extraas, de una sensorialidad austera, con una esttica abstracta y una historia c argada de hostilidad [ ]. Sus formas son audaces, incitantes. La mente queda presa de la luz, el espacio, la originalidad cinesttica de la aridez, las altas temper aturas y el viento. El cielo del desierto es envolvente, majestuoso y terrible. En otros hbitats, la lnea del horizonte se quiebra o se oscurece; en el desierto s e funde con la bveda que est sobre nuestras cabezas, infinitamente ms vasta que la que se divisa en las grandes extensiones donde se despliegan campos y bosques [ ]. En este cielo panormico, las nubes parecen ms compactas y a veces la concavidad d e su parte inferior refleja con magnificencia la curvatura del globo terrqueo. La angularidad de las formas terrestres del desierto confiere una arquitectura mon umental a las nubes tanto como al mismo relieve [ ]. Es al desierto adonde se diri gen los profetas y ermitaos, adonde van los peregrinos y exiliados. Es en l que lo s lderes de las grandes religiones han buscado los valores teraputicos y espiritua les del retiro, no para escapar de la realidad, sino para descubrirla.

PAUL SHEPARD, Man in the Landscape: a Historic View of the Esthetics of Nature

La Arctomecon californica, una amapola conocida como Garra de oso, es una fl or silvestre que no existe en ningn otro lugar del planeta salvo en un recndito pa

raje del desierto de Mojave. A finales del verano, produce durante un breve laps o de tiempo una delicada flor dorada, pero durante la mayor parte del ao la plant a pasa inadvertida y languidece sin ornamentos sobre la tierra agostada. La Arct omecon californica es lo suficientemente rara como para estar clasificada como e specie en peligro de extincin. En octubre de 1990, unos tres meses despus de que M cCandless abandonara Atlanta, un guarda del servicio de vigilancia de parques ll amado Bud Walsh se adentr en el desolado interior del rea Recreativa Nacional del lago Mead1 con la orden de llevar a cabo un recuento de la poblacin existente de amapolas Garra de oso. La administracin federal quera conocer mejor hasta qu punto escaseaban. La Arctomecon californica slo crece en una clase de suelo yesoso que se da en abundancia a lo largo de la orilla sur del lago Mead, as que Walsh condujo hacia all a su equipo de guardas para realizar el reconocimiento botnico. Dejaron la ca rretera de Temple Bar, condujeron tres kilmetros a campo traviesa hasta llegar a la ancha torrentera conocida como la Corriente Detrtica, aparcaron sus camionetas cerca de la ribera del lago y empezaron a trepar por el empinado margen orienta l de la torrentera, una cuesta de yeso blanquecino y desmenuzado de la que se de sprendan terrones y guijarros a medida que suban. Unos minutos ms tarde, cuando est aban a punto de coronar la cuesta, uno de los guardas se detuvo para recobrar el aliento y mir hacia abajo.

Eh, mirad que hay all! exclam . Qu demonios es eso? Justo al lado del cauce seco, en una mata de orzaga prxima al lugar donde haba n aparcado, se vea un gran objeto oculto bajo una lona impermeabilizada parduzca. Guando los guardas retiraron la lona, descubrieron un viejo Datsun amarillo que careca de las placas de matrcula. Una nota pegada al parabrisas rezaba: Esta mierd a de mquina ha sido abandonada. Si alguien consigue sacarla de aqu, puede quedrsela . Las portezuelas del vehculo no estaban cerradas con llave. Las alfombrillas a parecan cubiertas de barro, al parecer a causa de alguna riada reciente. Cuando m ir en el interior, Walsh encontr una guitarra Gianini, un cazo que contena monedas por valor de 4 dlares con 93 centavos, un baln de ftbol, una bolsa de basura llena de ropa vieja, una caa y diversos avos de pesca, una maquinilla de afeitar elctrica nueva, una armnica, varios cables de arranque sueltos y un saco de arroz de 12 k ilos. La llave de contacto estaba en la guantera. Segn Walsh, los guardas inspeccionaron los alrededores por si vean algo sospech oso y luego se marcharon. Cinco das despus, otro guarda volvi hasta al vehculo abando nado, consigui ponerlo en marcha sin grandes dificultades y lo llev al parque mvil que tiene el servicio de vigilancia en Temple Bar.

Vino hasta aqu a ms de noventa kilmetros por hora recuerda Walsh . Me coment que no tena ningn fallo mecnico. El motor iba a las mil maravillas. Con el fin de averiguar el nombre del propietario, los guardas difundieron p or teletipo un boletn destinado a los principales departamentos de polica y empren dieron una bsqueda informtica minuciosa a travs de los bancos de datos del suroeste del pas para comprobar si el nmero de serie del bastidor estaba relacionado con a lgn delito. La investigacin no dio ningn resultado. Al final, los guardas siguieron la pista del nmero del bastidor hasta dar con los propietarios iniciales, la compaa Hertz. La Hertz les comunic que lo haba vendi do muchos aos atrs como vehculo usado despus de retirarlo de su flota de alquiler y que no tena ningn inters en reclamarlo. Walsh recuerda que pens: Anda, genial! Un rega lo de los dioses de la carretera. Perfecto para operaciones encubiertas contra e

l narcotrfico. Dicho y hecho. Durante los tres aos siguientes, el servicio de vigil ancia utiliz el Datsun como tapadera para operaciones encubiertas de compra de dr oga que condujeron a la detencin de numerosos traficantes dentro del rea Nacional Recreativa, infestada de criminalidad. Entre otras operaciones, particip en una r edada en la que cay uno de los principales proveedores de metanfetaminas de la re gin, quien actuaba desde un poblado de caravanas situado en las afueras de Bullhe ad City. Todava hacemos muchos kilmetros con ese viejo coche explica Walsh con orgullo a los dos aos y medio de haber encontrado el Datsun . Unos dlares de gasolina y funcio na todo el da. Nunca se estropea. Siempre me he preguntado por qu no apareci nadie que lo reclamara. El Datsun, claro est, perteneca a Chris McCandless. Despus de salir de Atlanta, el 6 de julio lleg al rea Recreativa Nacional del lago Mead dejndose llevar por un vertiginoso arrebato digno de Emerson. Despreciando las seales que advierten que circular fuera de la carretera est terminantemente prohibido, McCandless abandon la calzada en un punto donde sta cruza el amplio cauce arenoso de la Corriente De trtica. La recorri a lo largo de unos tres kilmetros en direccin a la orilla sur del lago. La temperatura llegaba a los 49C. El desierto vaco se extenda en la distanci a, reverberando a causa del calor. Rodeado de nopales y abrojos, as como del cmico corretear de escurridizos lagartos de collar, McCandless levant su tienda de cam paa bajo la raqutica sombra que le ofreca un tamariz y disfrut de la libertad recobr ada. El curso de la Corriente Detrtica va desde las montaas situadas al norte de la ciudad de Kingman hasta el lago Mead y drena las lluvias de la regin. Durante la mayor parte del ao, la torrentera est tan seca como una tiza. Sin embargo, durant e los meses de verano, de la tierra abrasada surgen bolsas de aire extremadament e caldeadas que se elevan hacia el cielo formando turbulentas corrientes de conv eccin, como las burbujas que suben del fondo de una tetera hirviendo. A menudo, e stas corrientes ascendentes crean las clulas de compactos cumulonimbos en forma d e yunque que pueden llegar a situarse a una altura de 9.000 metros o ms sobre el desierto de Mojave. Dos das despus de que McCandless instalara su campamento junto al lago Mead, una espesa cortina de amenazadores nubarrones apareci en la lejana del cielo de la tarde y poco despus se desencaden una fuerte tormenta sobre gran p arte de la Corriente. McCandless estaba acampado justo en la orilla de la torrentera, en una terra za apenas un metro ms alta que el lecho. Cuando el flujo de agua y lodo provenien te de las partes altas empez a inundar el lugar, slo tuvo el tiempo suficiente de recoger su tienda y sus pertenencias para evitar que fueran arrastradas por la r iada. Sin embargo, no pudo desplazar el coche hacia ninguna parte, ya que la nica va de salida se haba convertido en un ro caudaloso. A medida que la tormenta amain aba, la riada fue perdiendo la fuerza necesaria para llevarse el vehculo e inclus o para ocasionarle daos irreparables, pero dej el motor hmedo, tanto que no arranc c uando al cabo de unas horas McCandless quiso poner el coche en marcha. Presa de la impaciencia, ahog la batera.

Con la batera ahogada no tena manera alguna de sacar el Datsun de all. Si lo qu e esperaba era volver a situar el coche en la carretera, la nica opcin que le qued aba era echar a andar y comunicar a las autoridades que haba sufrido un percance. Sin embargo, si acuda a los guardas en busca de ayuda, le haran preguntas bastant e embarazosas: por qu haba hecho caso omiso de las seales de trfico y haba ido por la torrentera?, era consciente de que el permiso de circulacin del vehculo haba expirad o haca dos aos y no lo haba renovado?, saba que su carn de conducir tambin haba caduc ?, saba adems que circulaba careciendo de seguro? Era improbable que una respuesta sincera a tales preguntas fuera bien recibi da por los guardas. Poda intentar explicar que se rega por un cdigo de orden superi

or; argumentar que, como moderno seguidor de las ideas de Henry David Thoreau, h aba adoptado como evangelio el ensayo titulado Sobre el deber de la desobediencia civil y consideraba que no someterse a unas leyes opresivas e injustas era una obligacin moral. No obstante, no caba esperar que unos representantes de la admini stracin federal compartieran semejante punto de vista. Tendra que tramitar un montn de papeles. Le impondran multas que se vera obligado a pagar. Sin duda, los guard as se pondran en contacto con sus padres. Slo haba un modo de evitar males mayores: abandonar el Datsun y, sencillamente, reanudar su odisea a pie. Y eso es lo que decidi hacer. En lugar de sentirse angustiado por el curso que haban tomado los acontecimie ntos, stos le sirvieron de estmulo: vio la riada como una oportunidad para librars e del equipaje innecesario. Ocult el coche lo mejor que pudo bajo una lona marrn, arranc las placas de matrcula con el distintivo de Virginia y las escondi. Enterr el Winchester para cazar ciervos y algunas pertenencias por si algn da quera recupera rlas y luego, en un gesto del que Thoreau y Tolstoi se habran sentido orgullosos, apil sobre la arena todo el papel moneda que llevaba encima un lastimoso fajo de billetes de 1, 5 y 20 dlares y le prendi fuego con una cerilla. Un total de 123 dlar es de curso legal quedaron reducidos de inmediato a cenizas. Conocemos estos detalles gracias a que McCandless describi la quema de los bi lletes y la mayor parte de lo que sucedi a continuacin en un cuaderno que le serva a la vez de diario y lbum fotogrfico. Ms adelante, antes de partir rumbo a Alaska, entregara ese cuaderno a Wayne Westerberg para que lo guardase en lugar seguro. P or ms que el diario est escrito en tercera persona con un estilo afectado y artifi cioso y a menudo tienda al melodrama, toda la informacin de que disponemos indica que no confunda realidad y ficcin: para l, contar la verdad constitua un artculo de fe. El 10 de julio, despus de cargar las pocas pertenencias restantes en una moch ila, McCandless se encamin hacia el lago Mead para hacer autostop. Como l mismo an ot en su diario, result ser un tremendo error [ ]. Las altas temperaturas del mes de julio son enloquecedoras. Pese a sufrir una insolacin, consigui hacer seas a los rem eros de una canoa, quienes lo llevaron hasta Callville Bay, un centro de deporte s acuticos cercano al extremo occidental del lago. All sigui a dedo por la carreter a. Durante las siguientes dos semanas, estuvo recorriendo a pie el Oeste, cauti vado por la vastedad y fuerza del paisaje, sintiendo la embriagadora emocin provo cada por sus pequeos encontronazos con las fuerzas del orden y saboreando la comp aa intermitente de los otros trotamundos que encontraba por el camino. Dej que fuer an las circunstancias las que configuraran su existencia: lleg en autostop al lag o Tahoe, se adentr por Sierra Nevada y se pas una semana andando en direccin norte por la ruta conocida como la Senda de la Cresta del Pacfico, antes de abandonar l as montaas y volver a la carretera.

A finales de julio, fue recogido por un hombre que se haca llamar Ernie el Lo co, quien le ofreci trabajo en un rancho situado en el norte de California. Las f otografas del rancho muestran una casa con los muros desconchados, medio en ruina s, rodeada de cabras y gallinas, somieres, televisores rotos, carritos de superm ercado, viejos electrodomsticos y montones y ms montones de papeles, trapos y cach arros. Despus de trabajar durante 11 das con otros seis vagabundos, se hizo patent e que Ernie no tena intencin alguna de pagarle, as que de entre aquel cmulo de porqu era rob una bicicleta roja equipada con un cambio de 10 velocidades, fue pedaleand o hasta Chico y se deshizo de la bicicleta en el aparcamiento de un centro comer cial. Desde Chico prosigui su constante peregrinar sin rumbo fijo, dirigindose pri mero hacia el norte y luego hacia el oeste a travs de Red Bluff, Weaverville y Wi llow Creek.

En Arcata, una pequea ciudad californiana envuelta por los hmedos bosques de s ecuoyas de la costa del Pacfico, dej la interestatal 101 y se dirigi hacia el mar. Unos 100 kilmetros al sur de la frontera entre Oregn y California, en las inmediac iones del pueblo de Orick, una pareja de trotamundos que iba en un anticuado cam in caravana se detuvo en el arcn para consultar el mapa. Se percataron de la prese ncia de un chico que estaba agachado detrs de unos arbustos que haba junto a la ca rretera. Llevaba pantalones largos y un sombrero ridculo dice Jan Burres, una "vagabunda motorizada" de cuarenta y un aos que viaja por el Oeste junto con su novio, Bob, y se dedica a vender baratijas y objetos usados en mercadillos y rastros . Tena un a gua de plantas en la mano y estaba utilizndola para recoger frutos silvestres, q ue guardaba en un envase de leche, cortado por la parte de arriba. Daba tanta pe na que le pregunt si necesitaba que lo llevaran a alguna parte. Pens que a lo mejo r podamos darle algo de comer. Nos pusimos a charlar. Era muy simptico. Nos dijo que se llamaba Alex. Era evi dente que estaba muy hambriento, pero se le vea contento y feliz. Nos dijo que ha ba vivido de las plantas comestibles que reconoca por la gua, como si se sintiera m uy orgulloso de ello. Nos cont que estaba recorriendo el pas a pie, viviendo una g ran aventura. Tambin nos cont que haba abandonado el coche en el desierto y quemado el dinero que llevaba. Cuando le pregunt por qu lo haba hecho, me asegur que no nec esitaba el dinero para nada. Tengo un hijo ms o menos la misma edad al que no veo desde hace algunos aos, as que le dije a Bob: nos los vamos a llevar, necesita qu e le des algunas clases. Subi a la caravana y se vino con nosotros. Estbamos insta lados en la playa de Orick y acamp all durante una semana. Era un chico estupendo, de verdad. Digno de admiracin. No esperbamos volver a tener noticias suyas, pero l no quiso perder el contacto. Durante los dos aos siguientes nos mand una postal o una carta cada uno o dos meses. Desde Orick, McCandless subi hacia el norte siguiendo la costa. Pas por Pistol River, Coos Bay, Seal Rock, Manzanita, Astoria; Hoquiam, Humptulips, Queets; Fo rks, Port Angeles, Port Townsend y Seattle. Como James Joyce escribi de Stephen D edalus, el joven artista adolescente: Estaba solo, despreocupado, feliz, cerca de l corazn salvaje de la vida. Estaba solo con su juventud, terquedad y valor, solo en medio de una inmensidad de aire libre y agua amarga, de una cosecha marina d e algas y conchas, de la luz velada y gris del sol. El 10 de agosto, poco tiempo despus de haber conocido a Jan Burres y Bob, lo multaron por hacer autostop en las cercanas de Willow Creek, en la regin de las mi nas de oro situada al este de Eureka. En un extrao descuido, cuando el agente de polica le pidi su domicilio habitual, McCandless le dio la direccin de sus padres e n Annandale. La multa apareci en el buzn de Walt y Billie a finales de agosto.

Walt y Billie, muy intranquilos por la desaparicin de Chris, ya haban hablado con la polica de Annandale, pero la gestin no haba servido de nada. Cuando recibier on la multa, se desesperaron. Uno de sus vecinos era un general que ocupaba el c argo de director de la DIA, la agencia de inteligencia del Pentgono, y Walt fue a verlo para pedirle consejo. El general le recomend que se pusiera en contacto co n un detective privado llamado Peter Kalitka, que haba trabajado para la DIA y la CIA. Era uno de los mejores investigadores del pas, le asegur el general; si Chri s corra por ah, Kalitka lo encontrara. Sirvindose de la multa de Willow Creek como punto de partida, Kalitka se lanz a una bsqueda sistemtica y meticulosa. Sigui pistas que lo llevaron hasta lugares t an lejanos como Europa y Surfrica. Sin embargo, sus esfuerzos fueron infructuosos hasta diciembre, cuando, al revisar los archivos de Hacienda, descubri que Chris

haba donado el fondo para sus estudios a OXFAM. El descubrimiento nos asust de verdad explica Walt . A aquellas alturas no tenamos ni idea de qu poda haberle pasado a Chris. La multa por hacer autostop pareca ilgic a. Chris quera tanto a ese Datsun que no me caba en la cabeza que lo hubiese aband onado y estuviera viajando a pie. Visto en retrospectiva, supongo que la multa n o tendra que haberme sorprendido. Chris afirmaba que uno no debe poseer ms que aqu ello que pueda llevar cargado a la espalda. Mientras Kalitka intentaba dar con el rastro de Chris en California, este lti mo se alejaba cada vez ms hacia el este: cruz la cordillera de la Cascada, las tie rras altas alfombradas de artemisas y los lechos de lava de la cuenca del ro Colu mbia, y la estrecha franja del estado de Idaho que penetra en el territorio del estado de Montana. All, en las afueras de Cut Bank, fue donde su camino se cruz co n el de Wayne Westerberg. A finales de septiembre, ya estaba trabajando para l en Carthage. Con el encarcelamiento de Westerberg, la paralizacin temporal del elev ador de grano y la llegada del invierno, decidi ir en busca de un clima ms clido. El 28 de octubre, un camionero lo recogi y lo llev hasta Needles, California. A lex experimenta una gran alegra al alcanzar el ro Colorado, escribi en el diario. Lu ego dej la carretera y empez a caminar hacia el sur a travs del desierto. Hizo 19 k ilmetros a pie bordeando el ro y lleg a Topock, Arizona, un polvoriento lugar de pa so situado cerca de la interseccin entre la interestatal 40 y la frontera califor niana. Mientras atravesaba el pueblecito, vio una canoa de aluminio de segunda m ano que estaba en venta y, en un impulso irresistible, decidi comprarla y bajar r emando por el ro Colorado hasta el golfo de California, situado 650 kilmetros ms al sur, al otro lado de la frontera de Mxico. El tramo del Colorado que va desde la presa Hoover hasta el golfo de Califor nia tiene muy poco que ver con el impetuoso caudal de aguas embravecidas que des carga en el Gran Can. El final del Gran Can queda a unos 400 kilmetros de Topock ro ar riba. Domeado por las presas y los canales de desviacin, el tramo inferior del Col orado borbotea con indolencia de embalse en embalse cruzando algunas de las regi ones ms trridas e inhspitas de Amrica del Norte. La austeridad del paisaje y su sali na belleza conmovieron a McCandless. El desierto agudiz su vehemente deseo de una vida ms autntica, lo hizo crecer, le dio forma en medio de la geologa consumida y la ntida oblicuidad de la luz. Rem desde Topock hasta el lago Havasu bajo la decolorada bveda del cielo, enor me y despejada. Hizo una breve excursin por un afluente del Colorado, el ro Bill W illiams, y luego continu aguas abajo a travs de la Reserva Indgena del ro Colorado, la Reserva Natural de Cibola y la Reserva Natural Imperial. Se desliz empujado po r la corriente entre saguaros y llanos de sal, y acamp bajo escarpaduras de desnu da roca precmbrica. A lo lejos, la dentada silueta de unas montaas de color chocol ate flotaba sobre las fantasmagricas charcas de un espejismo. Un da en que dej la c anoa para seguir el rastro de una manada de caballos salvajes, se tropez con una seal de prohibido el paso que le adverta que estaba entrando en zona militar restr ingida. Se encontraba ante el vasto campo de pruebas de alto secreto que el ejrci to de Estados Unidos tiene en el desierto de Yuma. La seal no produjo ningn efecto disuasorio. A finales de noviembre, lleg a la ciudad de Yuma y se detuvo en ella el tiemp o suficiente para abastecerse de provisiones y enviar una postal a Westerberg, q uien se encontraba en la Glory House, el centro penitenciario de Sioux Falls, do nde cumpla condena. La postal rezaba:

Hola, Wayne! Cmo va todo? Espero que tu situacin haya mejorado desde la ltima vez que hablamos. Llevo ms de un mes recorriendo Arizona a pie. Un estado magnfico! Lo

s paisajes son fabulosos y el clima es una maravilla. Adems de mandarte saludos, quiero volver a agradecerte tu hospitalidad. Encontrar a personas con tu generos idad y buen carcter es algo excepcional. Sin embargo, a veces deseara no haberte c onocido. Con tanto dinero en el bolsillo, vagabundear es demasiado fcil! Era ms emo cionante cuando no llevaba ni un centavo encima y tena que buscarme la vida si qu era comer. Ahora no puedo prescindir del dinero. En cualquier caso, por aqu no hay demasiados frutos silvestres en esta poca del ao. Da las gracias a Kevin de mi parte por la ropa que me regal. Si no llega a se r por l, me habra muerto de fro. Supongo que te entreg el libro. Deberas leer Guerra y paz, Wayne, de veras. Cuando te dije que tenas una personalidad superior a la d e cualquier hombre que haya conocido, no era un cumplido. El libro posee una fue rza y un simbolismo tremendos. Habla de cosas que pienso que t entenders, cosas qu e a la mayora de la gente se le escapa. En cuanto a m, he decidido que me dejar arr astrar por la corriente de la vida durante un tiempo. La libertad y la simple be lleza de la vida son algo demasiado valioso como para desperdiciarlas. Algn da vol ver a Carthage para verte y recompensarte por alguno de los favores que me has he cho. Con una caja de Jack Daniel's, quizs? Hasta pronto. Siempre pensar en ti como un amigo. Que Dios te bendiga.

ALEXANDER

El 2 de diciembre lleg a la presa de Morelos y la frontera mexicana. Al no ll evar ningn documento de identidad, tuvo miedo de que no le dejaran franquear el c ontrol fronterizo y entr clandestinamente en Mxico remando a travs de las compuerta s abiertas de la presa y salvando los rpidos del canal de desage. Alex echa una rpid a mirada alrededor por si hay alguna seal de peligro explica en el diario , pero las autoridades no advierten o fingen ignorar su entrada en Mxico. Alexander est radia nte de alegra! Sin embargo, su alegra no dur demasiado. Ms all de la presa de Morelos, el Color ado se convierte en un laberinto de canales de riego, con incontables marjales y acequias sin salida. McCandless se perdi repetidas veces.

Los canales se dispersan en infinitas direcciones y se interrumpen de repent e. Alex est completamente desorientado. Encuentra a unos guardas que hablan un po co de ingls. Le dicen que no ha viajado hacia el sur, sino hacia el oeste, y que va camino de la pennsula de Baja California. Alex se queda estupefacto. Defiende que no puede ser cierto y se empea en que debe existir alguna va navegable que des emboque en el golfo. Lo miran como si estuviera loco. Por suerte, se entabla una apasionada discusin, acompaada de mapas y ademanes con los lpices. Al cabo de diez minutos le muestran una ruta que, segn parece, puede conducirlo hasta el mar. La noticia llena de jbilo a Alex. En su corazn renace nuevamente la esperanza. Sigui endo el mapa, vuelve sobre sus pasos para llegar al canal de la Independencia y luego gira hacia el oeste. De acuerdo con la ruta marcada en el mapa, este canal debera formar una bisectriz con el canal de Wellteco. En este punto, virar hacia el sur y saldr directo al mar. Pero sus esperanzas se desvanecen rpidamente cuando ve que el canal muere en medio del desierto. Sin embargo, una salida de reconoc imiento le revela que todo lo que ha logrado es regresar al cauce del ro Colorado , que ahora est dormido y seco. Descubre otro canal al otro lado del ro, casi a un kilmetro de distancia. Decide llevar la canoa a hombros hasta el nuevo canal.

Necesit ms de tres das para transportar la embarcacin, el equipo y las provision es hasta el canal siguiente. En la entrada del diario correspondiente al 5 de di ciembre, Chris escribi:

Al fin! Alex ha encontrado lo que parece ser el canal de Wellteco y se dirige hacia el sur. Las inquietudes y temores lo asaltan de nuevo al ver que el canal va estrechndose cada vez ms [ ]. Los lugareos lo ayudan a cargar con la canoa para s uperar una esclusa [ ]. Alex descubre que los mexicanos son afectuosos y simpticos; mucho ms hospitalarios que los americanos [ ].

sos.

6 de diciembre. El canal est lleno de saltos de agua. Son pequeos pero peligro

9 de diciembre. Las esperanzas de Alex se derrumban! El canal no desemboca en el mar, sino que se pierde en medio de una extensa laguna pantanosa. Alex est to talmente confundido. Decide que debe de estar cerca del mar y opta por intentar abrirse camino hasta l a travs de la laguna. Alex se extrava cada vez ms hasta el pu nto que tiene que empujar la canoa a travs de caaverales y arrastrarla por el barr o. Est desesperado. Al atardecer encuentra un minsculo trozo de tierra seco en el que acampar. Al da siguiente, 10 de diciembre, Alex contina su bsqueda de una salid a al mar, pero slo consigue viajar en crculos, con lo cual se desorienta cada vez ms. Completamente desmoralizado y frustrado, al final del da se tumba en la canoa y se pone a llorar. Entonces, ocurre una de esas casualidades increbles. Tropieza con unos cazadores mexicanos de patos, que hablan ingls. Alex les cuenta su agot ador itinerario en busca del mar. Le dicen que no hay ninguna va navegable. Pero uno de ellos acepta remolcarlo hasta su campamento [por medio un bote equipado c on un pequeo motor fueraborda] y desde all lo conduce junto con la canoa [cargada en la caja de una camioneta] hasta el golfo de California. Es un milagro.

Los cazadores de patos lo dejaron en El Golfo de Santa Clara, un pueblo pesq uero situado en la costa oriental del golfo de California, no muy lejos de la de sembocadura del Colorado. Desde all, McCandless naveg hacia el sur siguiendo la lne a de la costa. Sin embargo, al considerar que ya haba llegado a su punto de desti no, continu con un ritmo ms pausado y su estado de nimo se volvi ms contemplativo. To m fotografas de tarntulas, de puestas de sol elegiacas, de dunas barridas por el vi ento, y del largo y solitario litoral. Las entradas del diario se hacen ms concis as y superficiales. Durante el mes siguiente, apenas escribi un total de 100 pala bras. El 14 de diciembre, cansado de tanto remar, desembarc en una playa, dej la can oa fuera del lmite de la pleamar, trep por un acantilado de arenisca y levant su ti enda de campaa en el extremo de una rida altiplanicie. Permaneci all durante unos di ez das, hasta que los fuertes vientos lo obligaron a buscar refugio en una cueva que se encontraba a medio camino de la escarpada pared del acantilado, donde se instal otros diez das. Recibi el ao nuevo contemplando la luna llena que se alzaba p or encima del Gran Desierto, una inmensa extensin de 4.400 kilmetros cuadrados de dunas movedizas, el mayor desierto de arena de Amrica del Norte. El 2 de enero se hizo de nuevo a la mar y sigui navegando a lo largo de la costa yerma y desierta . La entrada de su diario fechada el 11 de enero de 1991 comienza diciendo: Un da aciago. Despus de costear durante unas horas hacia el sur, var la canoa en una le ngua de arena lejos de la orilla para observar las fuertes mareas. Al cabo de un

rato, empezaron a soplar violentas rachas de viento desde el desierto. El vient o y el oleaje se aliaron para llevarlo mar adentro. A partir de ese momento, se desat un vendaval y las primeras cabrillas crecieron hasta convertirse en una mar ejada. El mar se encresp formando un caos de olas espumosas que amenazaba con vol car y tragarse la diminuta embarcacin.

Impotente, Alex grita y golpea con furia la canoa con el remo. El remo se ro mpe. Ahora Alex slo tiene el otro remo. Entonces se tranquiliza. Si pierde el seg undo remo, morir. Al final, despus de un esfuerzo titnico e infinitas maldiciones, logra embarrancar y se derrumba exhausto sobre la arena. Este incidente hizo que Alexander se decidiera a abandonar la canoa y regresara al norte.

El 16 de enero, McCandless dej la achaparrada embarcacin metlica en un morn cubi erto de hierba al sudoeste de El Golfo de Santa Clara y se encamin hacia el norte por las playas desrticas. Durante 36 das no vio ni un alma, y subsisti con dos kil os de arroz y lo que consegua sacar del mar, una experiencia que explica su poste rior convencimiento de que poda sobrevivir en los bosques de Alaska con una racin diaria de comida igualmente exigua. El 18 de enero lleg de nuevo a la frontera entre Estados Unidos y Mxico. Los a gentes de inmigracin lo atraparon cuando intentaba cruzarla sin ningn documento de identidad. Se pas una noche detenido antes de inventarse una historia convincent e que le permitiera salir del calabozo, aunque tuvo que dejar su revlver del cali bre 38, un Colt Python precioso, por el que senta una gran estima. Durante las seis semanas siguientes McCandless estuvo vagando por el suroest e de un lado a otro, llegando hasta Houston en direccin este y a la costa del Pacf ico en direccin oeste. Aprendi a enterrar el dinero que llevaba consigo antes de e ntrar en una gran ciudad y desenterrarlo al salir. As evitaba que lo atracase alg uno de los desagradables personajes que rondaban por las calles y pasos elevados donde dorma. Segn el diario, el 3 de febrero fue a Los ngeles para conseguir un doc umento de identidad y un trabajo; pero se siente muy incmodo viviendo en sociedad y experimenta la necesidad de volver de inmediato a la carretera. Seis das despus, acampado en el fondo del Gran Can con Thomas y Karin, una parej a de jvenes alemanes que lo haban recogido en la carretera, Chris escribi: Es ste el m ismo Alex que sali de viaje en julio de 1990? La desnutricin y la carretera se han cobrado su tributo. Su cuerpo ha perdido ms de nueve kilos, pero su estado de nim o es excelente. El 24 de febrero, siete meses y medio despus de haber abandonado el Datsun, r egres a la Corriente Detrtica. Si bien haba pasado mucho tiempo desde que el servic io de vigilancia de parques se haba incautado del vehculo, logr recuperar las placa s de la matrcula nmero SJF-421 de Virginia, as como las pertenencias que haba enterr ado. Luego hizo autostop hasta Las Vegas y encontr un trabajo en un restaurante i taliano. Alexander enterr su mochila en el desierto el 27 de febrero y entr en la c iudad de Las Vegas sin dinero ni documento de identidad, cuenta en el diario. Vivi varias semanas en la calle, entre vagabundos, mendigos y borrachos. Sin embargo, la historia no termina en Las Vegas. El 10 de mayo, Alex volvi a arder e n deseos de viajar, dej su trabajo, desenterr su mochila y se lanz otra vez a la ca rretera. Por desgracia, descubri que las cmaras fotogrficas se estropean si se come te la estupidez de sepultarlas bajo tierra. As pues, esta historia carece de imgen es que la ilustren en el perodo que va desde el 10 de mayo de 1991 al 7 de enero de 1992. Sin embargo, esto no tiene importancia. Es en las experiencias y recuer dos, en el inconmensurable gozo de vivir en el sentido ms pleno de la palabra, do

nde puede descubrirse el significado autntico de la existencia. Dios, qu fantstico e s estar vivo! Gracias, gracias.

5

BULLHEAD CITY

La poderosa bestia primitiva se haca fuerte en el interior de Buck y, bajo las te rribles condiciones de vida de la tralla del trineo, no dejaba de crecer. Pero cr eca en secreto, pues su recin adquirida astucia le proporcionaba equilibrio y cont rol de s mismo.

JACK LONDON, La llamada de la selva.

Saludos a la poderosa bestia primitiva! Y tambin al capitn Akab!2 Alexander Supertra mp Mayo de 1992

[Inscripcin hallada en el interior del autobs abandonado en la Senda de la Estampi da.]

Al estropersele la cmara y dejar de tomar fotografas, McCandless tambin prescind i de llevar un diario, una prctica que no reanudara hasta partir hacia Alaska el ao siguiente. As pues, no conocemos gran cosa del itinerario que sigui despus de aband onar Las Vegas en mayo de 1991. Sabemos que pas los meses de julio y agosto en la costa de Oregn, probablement e en las proximidades de Astoria, gracias a una carta que envi a Jan Burres en la que se quejaba de que la niebla y la lluvia son insoportables. En septiembre hizo autostop por la interestatal 101 en direccin a California y luego cambi de rumbo hacia el este para volver al desierto. A principios de octubre, haba ido a parar a Bullhead City, Arizona. Decir que Bullhead City constituye una comunidad es un eufemismo propio del lenguaje de este fin de siglo. A falta de un centro urbano reconocible, la ciuda d consiste en un caprichoso entramado de urbanizaciones y calles rectilneas que b ordean el ro Colorado a lo largo de una docena de kilmetros. En el margen opuesto del ro se levantan los rascacielos de los hoteles y casinos de Laughlin, Nevada. La caracterstica ms distintivamente urbana de Bullhead es la autova del valle de Mo jave, una interminable ruta de asfalto de cuatro carriles flanqueada de gasoline ras, franquicias de comida rpida, quiromasajistas, tiendas de alquiler de vdeos, p untos de venta de accesorios para el automvil y bazares que son una encerrona par a los turistas. A primera vista, no parece que Bullhead City sea un sitio demasiado atractiv o para un incondicional de Thoreau y Tolstoi, un idelogo que no mostraba ms que de sprecio por las convenciones burguesas que caracterizan a la mayor parte de la s ociedad estadounidense. No obstante, la ciudad le gust. Tal vez a causa de su afi nidad con el lumpen, bien representado en los poblados de caravanas, campings y lavanderas del lugar; tal vez porque se enamor del spero paisaje desrtico que la rod ea. En cualquier caso, dej de vagar durante ms de dos meses; desde que sali de Atla nta hasta que viaj a Alaska y se instal en el autobs abandonado de la Senda de la E stampida, sta fue con toda probabilidad la estancia ms larga que hizo en un mismo sitio. En octubre escribi una postal a Westerberg donde le hablaba de Bullhead: Es un buen lugar para pasar el invierno. Puede que al final me establezca aqu y aba ndone mi vida de vagabundo. Veremos qu sucede cuando llegue la primavera, porque es la poca en que me entran ganas de viajar.

En el momento en que redact estas lneas, tena un trabajo a jornada completa. Pr eparaba hamburguesas en un McDonald's de la calle principal, al que iba cada maan a en bicicleta. En apariencia, llevaba una vida de lo ms convencional; incluso ll eg a abrir una libreta de ahorros en un banco local. Curiosamente, cuando solicit el trabajo en McDonald's no se present como Alex, sino como Chris McCandless, y adems dio a la empresa su verdadero nmero de la Seg uridad Social. Una imprudente revelacin de su identidad, desacostumbrada en l, ya que fcilmente podra haber puesto a sus padres sobre la pista de su paradero. Sin e mbargo, el desliz no tuvo consecuencias, ya que el detective privado que Walt y Billie haban contratado nunca lleg a averiguarlo. Aun cuando se pasaba todo el da sudando frente a la parrilla, dos aos despus qu ienes fueron sus compaeros de trabajo en la hamburguesera apenas se acuerdan de l. Lo que s recuerdo es que tena mana a los calcetines explica el encargado, un homb re rechoncho y parlanchn llamado George Dreeszen . Nunca se pona calcetines. Sencill amente, no los soportaba. Lo cual iba en contra de la norma de McDonald's que di ce que los empleados siempre deben llevar el calzado apropiado, esto es, tanto z apatos como calcetines. Chris sola quejarse de esta norma y, tan pronto como term inaba su turno, zas!, se los quitaba. Era lo primero que haca al terminar, quitrsel os. En serio. Era como una declaracin de principios. Supongo que quera dejar muy c laro que no era el esclavo de nadie. Sin embargo, era un buen chico, muy trabaja dor, con el que siempre se poda contar. Lori Zarza, la ayudante del encargado, se form una opinin un poco distinta de McCandless. Con franqueza, me sorprendi que lo contrataran. Se limitaba a cumplir con su trabajo. Estaba en la cocina, en la parte de atrs, y era muy lento, inclus o durante la hora punta del almuerzo. Daba igual que le metieras prisa. Tenas una cola de diez clientes en la caja y era incapaz de comprender por qu estabas enci ma de l. No lo captaba. Era como si estuviera perdido en su propio mundo. Sin embargo, era responsable. Nunca faltaba y siempre llegaba puntual, as que no se atrevan a despedirlo. Adems, slo le pagaban a 4,25 la hora. Con el montn de ca sinos que tenemos al otro lado del ro que pagan de entrada a 6,25 la hora es difci l tener personal detrs del mostrador. No creo que saliera por ah con algn compaero despus del trabajo. Cuando hablaba, su tema de conversacin eran los rboles, la naturaleza y cosas parecidas. Todos pen sbamos que le faltaba un tornillo. Probablemente se larg por mi culpa admite Zarza . Cuando empez a trabajar, viva en la calle y ola que apestaba. En McDonald's no est permitido entrar a trabajar sin un mnimo de higiene. Al final me encargaron que le dijera que se lavara ms a menud o. Nuestras relaciones fueron de mal en peor desde el momento en que se lo dije. Y entonces los dems empleados empezaron a preguntarle si necesitaba algo, un poc o de jabn, cosas as. Lo hacan sin mala intencin, para ser amables, pero me di cuenta de que eso lo sacaba de quicio, aunque nunca lo demostraba. Al cabo de tres sem anas, se march y no volvi. McCandless intent disimular su condicin de trotamundos que sobreviva con lo que llevaba en la mochila. Cont a sus compaeros de trabajo que haba encontrado alojami ento al otro lado del ro, en Laughlin. Cuando stos se ofrecan a acompaarlo a casa al finalizar la jornada laboral, pona alguna excusa y rehusaba cortsmente el ofrecim iento. De hecho, durante las primeras semanas que estuvo en Bullhead acamp en el desierto, en las afueras de la ciudad, y ms tarde ocup una caravana fija que estab a deshabitada. En una carta a Jan Burres, le explic cmo haba conseguido alojarse al l:

Una maana estaba afeitndome en un lavabo y entr un anciano. Me observ durante un rato y luego me pregunt si dorma por ah. Respond que s y result que tena una vieja ana en la que poda instalarme sin pagar nada. El nico problema es que la caravana no es suya. En realidad, los propietarios ausentes slo le dejan vivir en su parce la, y est alojado en otra pequea caravana. As que debo ser muy discreto y no dejar que me vean, porque se supone que aqu no vive nadie. Con todo, el arreglo est bast ante bien, porque el interior de la caravana es bonito; es una caravana fija, am ueblada, con algunos enchufes que funcionan, y muy espaciosa. El nico inconvenien te es el anciano, que se llama Charlie y se comporta como un luntico. A veces es muy difcil llevarse bien con l.

Charlie todava vive en la misma parcela, en un diminuto remolque en forma de lgrima. La plancha ondulada est salpicada de orn por todas partes. El remolque no t iene agua ni electricidad y est colocado detrs de la caravana fija de color azul y blanco donde durmi McCandless, de un tamao mucho mayor. Hacia el oeste se divisan unos cerros erosionados que se alzan con severidad por encima de los techos de las casas rodantes adyacentes. Un Ford Torino azul cielo descansa sobre ladrillo s en un rincn del descuidado descampado; del compartimiento del motor salen unos hierbajos. Un seto de laurel cercano desprende el caracterstico olor a amonaco de la orina humana.

Chris? Chris? grita Charlie mientras se esfuerza en activar algn poroso banco de datos de su memoria . Ah, s! S, s. Ya me acuerdo. Charlie es un hombre frgil y nervioso, de ojos legaosos, que lleva una barba b lanca de tres das. Viste sudadera y pantalones de trabaj