Kaldor - Las Nuevas Guerras Cap 1.2.4y5 b

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    Mary l(aldor LAS. NUEVAS GUERRAS .

    La violencia or;ganizada en la era global

    Traduccin de Mara Luisa Rodrguez Tapia

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    4 KRIRRIOS 'rtJS"-,UETS

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    1 Introduccin

    En el verano de 1992 visit Nagorno-Karabaj, en la regin transcaucsica, en medio de una guerra que enfrentaba a Azer-baiyn con Armenia. Entonces comprend que lo que haba pre-senciado antes en Yugoslavia no era mida extraordinario; no era un retroceso al pasado de los Balcanes, sino una situacin con-tempornea, que poda encontrarse especialmente -o as lo pen-s- en el mundo poscomunista. La a tr!sfera de salvaje oeste de Knin (entonces capital de la autoproiamada Repblica SerCia en Croada) y Nagorno-Karabaj, habitadas por jvenes vestidos con uniformes caseros, refugiados desesperados y polticos ne-fitos y bravucones, era muy peculiar, Ms tarde emprend un proyecto de investigaci6n sobre el carcter de este nuevo tipo de guerras y descubr, a travs de colegas que tenan experiencia de primera mano en frica, que lo que haba advertido en Euro-pa del Este tena muchas caractersticas en comn con las gue-nas que se libraban en frica y quizs otros lugares, por ejem-plo el sur de Asia. De hecho, la expenencia de guerras en otras regiones me ayud a comprender lo que ocurra en los Balcanes y la antigua Unin Sovitica.

    Mi argumento fundamental es que durante los aos ochenta y noventa se ha desarrollado un nuevo tipo de violencia organi-zada -especialmente en frica y Europa del Este- propio de la actual era de globalizacin. Dicho tipo de violencia lo califico de nueva guerra, Utilizo el trmino nueva para distinguir estas guerras de las. percepciones ms comunes sobre la guerra procedentes de una poca anterior y que esbozo en el captu-lo 2. El trmino ((guerra lo empleo para subrayar el carcter po-ltico de este nuevo tipo de violencia, pese a que, como se ver

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  • claramente en las pginas que siguen, las nuevas guerras impli-can un desdibujamiento de las distinciones en tre guerra (nor-malmente definida como la violencia por motivos polticos entre Estados o gmpos polticos organizados), crimen organizado (la violencia por motvos particulares, en general el beneficio eco-nmico, ejercida por grupos organizados ptivados) y violaciones a gran escala de los derechos humanos (la violencia contra per-sonas individuales ejercida por Estados o grupos 01~ganizados polticamente).

    En la mayor parte de la literatura existente, a las nuevas guerras se las califica de guerras internas o civiles, ~ de Con-flictos de baja intensidad. Sin embargo, aunque la mayora de dichas guerras son locales, incluyen m iles de repercusiones transnacionales, de forma que la distincin entre interno y ex-temo, agresin (ataques desde el extranjero) y represin (ata-ques desde el interior del pas) o incluso local y global, es dificil de defendec El trmino conflicto de baja intensidad lo acua-ron durante el periodo de la guerra fr a los mili lares estadouni-denses para hablar de. la guerrilla o el terrorismo. Si b

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    ien es po-sible traza r la evolucin de las nuevas guerras a partir de los llamados conflictos de baja intensidad de aquella poca, las ac-tuales tienen unas caractersticas distintivas que quedan ocultas cuando se utiliza un trmino que se ha convrtido, de hecho, en un comodn. Algunos ,autores definen las nuevas guerras como guerras privatizadas o informales;2 no obstante, aunque la pri-vatizacin de la violencia es un elemento importante en ellas, en la prctica la distincin entre lo privado y lo pblico, lo estatal y lo no estatal, l o infoi:mal y lo formal, lo que se hace por m oti-vos econmicos o polticos, no es fcil de establecer. Tal vez sea ms apropiado el trmino posmoderno, que utilizan algunos autores.3 Como , ofrece una forma de distin-guir esos conflictos de las guerras que podramos considerar ca-ractersticas de la m odernidad clsica. Sin embargo, el trmino tambin se emplea para r eferirse a las guerras virtuales y las guerras en el ciberespacio;4 adems, ]as nuevas guerras incluyen tambin elementos de premodemidad , o modernidad. Por l-timo, Martn Shaw u sa el trmino guerra degenerada. Para l existe una continuidad con las guen~as totales del siglo XX y sus

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    aspectos genocidas; el cal ificativo llama la atencin sobre la' descomposicin de las es tructuras nacionales, especialmente las fu er zas militares .s

    Entre los autores norteamericanos especializados en estrate-gia hay un debate sobre lo que se denomina revolucin en los asuntos mlitares.6 El hecho es que la llegada de la tecnologa de la i nformacin es tan importante como lo fu e la del tanque y el avjn, o incluso tanto como el paso de la traccin por caba-llos al motor mecnico, con sus profundas repercusiones para el futu r,o del arte blico. Sin embargo, estos au tores conciben la revol0cin en los asuntos militares dentro de las estructuras institucionales de guerra y ejrcito que hemos heredado. Prevn conflictos con arreglo a un m odelo tradicional en el que las nuevas tcnicas ,se desarrollan m s o menos en una lnea que viene. del pasado. Adems, , estn diseadas para mantener el ca-rcter imaginario de la guerra que distingui a la era de la gue-rra n;a y se usan de una manera que permite reducir las bajas propias . La tcnica preferida es el bombardeo areo espectacu-lar, que reproduce la apariencia de la guerra clsica para con-sumo; pblico y, en realidad, tiene muy poco que ver con lo que est pasando en tierra. De ah la famosa . observacin que hizo Baudrillard de que la guerra del Golfo no se produjo. 7 Es tas tc-nicas, elaboradas y complejas, se han empieado no slo en Irak, sino tambin en Bosnia-Herzegovina y Somalia, yo dira que con una importancia relativamente escasa, .aunque causaran nu-merosas bajas civiles. '

    Comparto la opinin de que ha habido una revolucin en los as untos militares, pero se trata de una revolucin en las re-laciones sociales de la guena, no en tecnologa, aunque esos cambios en las relaciones sociales estn influidos por la nueva tecnologa y hagan uso de ella . Bajo los despliegues espectacula-res se libran, guerras autnticas, que, incluso en el caso de la gue1Ta de IrD-k de 1991, en la que murieron cientos y m iles de kurdos y chi tas , se explican mejor de acuerdo con mi concep-cin de las nuevas guerras.

    Creo que las nuevas gueiTas deben inter-pretarse en el con-texto del proceso conocido como globalizacin. Por tal entiendo la intensificacin de las interconexiones polticas, econmicas,

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  • , .

    militares y culturales a escala mundial. Aunque acepto el argu-mento de que la globalizacin tiene sus races en la modernidad o incluso en etapas anteriores, opino que la globalizacin de los aos ochenta y noventa es un fenmeno cualitativamente nuevo que, a l menos en parte, puede explicarse como una consecuen-cia de la revolucin en las tecnologas de la informacin y tambin de las drsticas mejoras en la comunicacin y el trata-miento de datos. Este proceso de intensificacin de las interco-nexiones es un fenmeno contradictorio que implica, a la vez, integracin y fragmentacin, homogeneizacin y diversificacin, global izacin y localizacin. Se ha dicho con frecuencia que las nuevas guerras son resultado del fina l de la guerra fria; reflejan un vaco de poder que es tpico de los periodos de transicin en la historia mundial. Desde luego, es cierto que las consecuen-cias del final de la gl.lerra fra -la existencia de excedentes de a r-mas, el descrdito de las ideologas socialis tas, la desintegracin de los imperios totalitarios, la retirada del apoyo de las super-potencias a los regmenes clientelares- contribuyeron de ma-nera importante a las nuevas guerras . Pero el final de la guerra fra podra considerarse asimismo la forma en que el bloque del E ste sucumbi a la inevitable invasin de la globalizacin: el derrumbe de los ltimos bastiones de la autarqu a territoria l, el momento en el que Europa del Este se abri al resto del mundo.

    El impacto de la globalizacin es visible en muchas de las nuevas guerras. La presencia internacional en ellas puede incluir a periodistas extranjeros, soldados m ercenarios y asesores mili-tares, exp at:t;i.idos voluntarios y un autntico ejrcito de orga-nismos internacionales que van de las organizaciones no guber-namentales (ONG) como Oxfam, Save the Children, Mdicos Sin Fronteras, Human Rights Watch y la Cruz Roja Internacional a instituciones internacionales como el Alto Comisariado de las Naciones Unidas para los Ref-ugiados (ACNUR), la Unin Euro-pea (UE), el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), la Organizacin para la Seguridad y la Cooperacin en E uropa (OSCE), la Organizacin para la Unidad Africana (OUA) y la propia Naciones Unidas (ONU), pasando por las tro-pas de pacificacin : En realidad, las guerras son el smbolo de

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    una nueva divisin mundial y local entre los miembros de una clase internacional que saben ingls, tienen acceso al fax, al co-rreo electrnico y a la televisin por satlite, utilizan dlares o marcos a lemanes o tarjetas de crdito, y pueden viajar libremen-te, y los que estn excluidos de los procesos globales, que viven de lo que pueden vender o intercambiar o lo que reciben en con-cepto de ayuda humanitaria, cuyos movimientos estn restringi-d os por los controles, los visados y los costes de los viajes, y que son vctimas de asedios, hambrunas forzosas, minas, etctera.

    En la literatura sobre la globalizacin, una preocupacin fundamental es la de las repercusiones de la interconexin mun-dial en el futuro de la soberana basada en el territorio; es decir, en el futuro del Estado moderno.6 Las nuevas guerras surgen en el contexto de la erosin de la autonoma del Estado y, en cier-tos casos extremos, la desintegracin d~l Estado. En concreto, aparecen en el contexto de la erosi n d~l m onopolio de la vio-lencia legtima. Dicho monopolio sufre una erosin por arriba y por abajo. Por arriba lo erosiona la tradsnacionalizacin de las fuerzas militares, que comenz durante las dos guerras mundia-les y qued institucionalizada por el sistema de bloques de la guerra fria y las incontables relaciones transnacionales entre fuerzas armadas que se desarrollaron ej:) el periodo de posgue-rra.9 La capacidad de los Estados para usar la fuer za de modo unilateral contra otros Estados est rituy debilitada. Ello se debe, en parte, a razones prcticas: el creciente poder destruc-tivo de la tecnologa milita r y la mayor.:interconexin en tre los Estados, sobre todo en el mbito milit.ar. Es difcil imaginar, hoy en d fa, un Estado o grupo de Estados que se arriesguen a una guerra a gran escala que podra ser todava m s destructiva que lo que se experiment durante las : dos guerras mundiales . Adems, las alianzas militares, la produccin y el comercio in-ternacional de armas, diversas formas de cooperacin e inter-cambio militar, los acuerdos de control de armamento, etctera, han creado una forma de integracin militar mundial. Tambin se debe a la evoluci n de las normas internacionales. El princi-pio de que la agresin unila teral es ilegtima se estableci por primera vez en el pacto Kellogg-Briand de 1928, y se reforz despus de la segunda guena mundial con la Carta de las Na-

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  • ciones Unidas y los azonamientos utilizados en los juicios de crimenes de guerra de Nuremberg y Tokio.

    Al mismo tiempo, por abajo, el monopolio de la violencia organizada sufre la eros in de la privatizacin. En 1ea lidad, po-dra decirse que las nuevas guerras forman parte de un proceso que es, ms o menos, el inverso a los procesos por los que evo-lucionaron los Estados modernos. Como explico en el captu-lo 2, el ascenso del Estado moderno estuvo ntimamente unido a la guerra. Para llevar a cabo las guerras, los gobernantes ne-cesitaban aumentar la fiscalidad y los prstamos, eliminar el desperdicio resultante del crimen, la conupcin y la inefica-cia, regularizar las fuerzas armadas y la polica, eliminar los ejrcitos privados y m ovilizar el apoyo popular para recaudar dinero y reclutar hombres. A medida que la guerra se convirti en competencia exclusiva del Estado, surgi, en paralelo al ca-rcter cada vez ms destructivo de la guerra contra otros Esta-dos, un proceso de seguridad creciente en el interior; por eso el trmino civil acab.significando interno. Las nuevas guerras surgen en situaciones en las que los ingresos del Estado dismi-nuyen por el declive de la economa y la expansin del delito, la corrupcin y la ineficacia, la violencia est cada vez ms priva-tizada, como consecuencia del creciente ciimen organizado y la aparicin de grupos paramilitares, mientras la legitimidad pol-tica va desapareciendo. Por tanto, las dis tinciones entre la bar-barie externa y el civismo interno, entre el combatiente como legtimo portador de armas y el no combatiente, entre el sol-dado o polica y el cdminal, son distinciones que estn desvane-cindose. La barbarie de la guetTa entre Estados puede acabar siendo una cosa del pasado. En su lugar surge un nuevo tipo de violencia organizada que est ms extendida pero que es, tal vez, menos extrema.

    En el captulo 3 utilizo el ejemplo de la guerra el') Bosnia-Herzegovina para ilustrar los principales rasgos de las nuevas guerras, y lo hago, sobre todo, porque es la guerra que mejor" conozco. La guena de Bosnia-Herzegovina comparte muchas de las caractersticas de las guerras en otros lugares, pero es excep-cional en un aspecto: acab siendo el foco de la atencin mun-diaL :En ella se concentraron ms recursos -gubernamentales y

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    no gubernamentales.:... que en ninguna otra nueva guerra . Por un lado, esto significa que, como ejemplo, tiene ciertos rasgos a t-picos. Pero, por otro, tambin signi fi ca que se ha convert ido en un paradigma del que pueden extraerse diversas enseanzas, un ejemplo que se utiliza para argumentar desde distintos puntos de vista y, al mismo tiempo, un laboratorio en el que se experi-mentan distintas formas de dirigir las nuevas guerras.

    Se puede establecer un contraste entre las nuevas guerras y las de otros tiempos en lo que respecta a. sus objetivos, sus m-todos de lucha y sus modos de financiacin. Los / ,bjetivos de las nuevas guetTas estn relacionados con la poltica de identida-des, a diferencia de los objetivos geopolticos o ideolgicos de las guerras anteriores. En el captulo 4 sostengo que, en el con-texto de la globalizacin, las divisiones ideolgicas o territoria-les del pasado se han ido sustiJuyendo, cada vez ms, por una nueva divisin poltica entre 1

  • una representacin nos tl gica e idea li zada del pasado . Se suele afirma r que la nueva oleada de polti-:a de iden tidades no es mtis que un retroceso al pasado , la reapari cin de antiguos odios que estaban bajo controi durante el colon ia lismo y la gue-rra fra. Si b ien es cierto que las narrativas de la polti ca de ide ntidades dependen de la memoria y la tradicin, t ambtn es verdad qu e se reinventan aprovechando el fracaso o la COIT O-si
  • " di ri; l, grupos merccn~uios y ejrcitos eguhlrcs, inclui
  • mcd inntc e l es Fuerzo para lograr acuerdos po lt icos basados en te odas ex el usivistas.

    La clave de cua lquie r solucin a largo plaz.o es restaurar la legti miclacl, devolver el co:i lrol sobre la violencia organizada a las autotidades pblicas, sean locales, nacionales o intemacio-nales . Es, a l t iempo, un proceso poltico - el restablecim:iento de la confianza en las autoridades y el apoyo a ellas- y un :proceso legal : e l restableciiniento de un imperio de la ky que :permi ta actuar a dich as autoridades . Es imposible llevarlo a cabo a par-tir de una poltica ,particularista. A la poltica del exclusivismo es preciso oponer ~11 proyecto polti co alternat ivo, cosrnopolita y de futuro, que sea capaz de superar la divisin entre .global y local y reconstru i r~ la legitimidad asociada a un sistema de va-lores inclu.'vente y' democrtico. En todas las nuevas guen-as surgen per:onas y' lugares que luchan contra la poltica de la exclusin: hs hutus y tulsis, que se llamaban a s m isn1os h u t-sis e intentaban defender sus pueblos contra . el genocidio, los n o naciona lislas eh las ciudades de Bosna-HerL.egovina, sobre todo Sarajevo y T~zla, que mantuvieron vivos Jos valores cvi-cos multiculturales, o los ancia nos del noroeste de Somalia, que negociaron la .:paz. Lo que se necesita es una alianza entre los defensores lo::ales del civismo y las instituciones trans-nacionales que ponga en marcha una estrategia dirigida a con-trol a r la violencia. 'D icha estrategia comprendera factores pol-ticos, militares y econmicos. Funcionad

  • organismo ejecutor de ACNUR, lo que me permiti recorrer el pas durante la guerra para ayudar a los activistas locales. Asi-mismo tuve la suerte de poder acceder a las diversas institucio-nes encargadas de aplicar las polticas de la comunidad interna-cional; como presidenta de la ACH, una de mis tareas consista en presentar, junto con otros, las ideas y propuestas de las sec-ciones locales a gobiernos e instituciones internacionales como la UE, la OTAN, la OSCE y la ONU. Como universitaria, pude completar y situar en su contexto esos conocimientos adquiridos mediante lecturas, conversaciones con colegas que trabajaban en mbitos n~lacionados y proyectos de investigacin realizados pa-ra la Uni~r-:rsidad de las Naciones Unidas (UNU) y la Comisin Europea. 11.. Sobre todo, me fueron de gran ayuda los boletines, resmenes de noticias, solicitudes de ayuda e informes de segui-miento que ahora es posible recibit a diario a Lravs de Internet.

    El objeto de ~te libro es no slo informar, aunque he inten-tado dar infonna~in y respaldar mis afirmaciones con- ejem-plos. Su meta es :ofrecer una perspectiva diferente, la perspec-

    . tiva derivada de las experiencias de personas de mente crtica que se encontraban sobre el terreno, filtradas por mi propia ex-periencia en diversos foros internacionales. Es una contribucin a la reconceptualjzacin de los modelos de violencia y guena que debe lleva rse a cabo si queremos detener las tragedias en-raizadas en mucl).as zonas del mundo. No soy optimista, pero mis sugerencias prcticas pueden parecer utpicas. Las ofrezco llena de esperanz'a, no de confianza, como nica alternativa a un futuro siniestro.

    2 Las viejas guerras

    Cnmo a Clausewilz le gustaba destacar, la guerra es una ac-Lividad socia l.' Incluye la movilizacin y organizacin de hom-bres, casi nunca mujeres, con el propsito de infligir violencia fsica; entraa la regulacin de ciertos tipos de relaciones socia-les . y posee su lgica particular. Clausewitz, que posiblemente fue el mayor defensor de la guerra moderna, insista en que no se poda reducir ni a un arte ni a una ciencia. En ocasiones, compmaba la guerra con la competencia en el mundo de los ne-gocios y muchas veces usaba analogas econmicas para ilustrar sus argumentos.

    Toda sociedad posee su forma caracterstica de guerra. Lo que solemos considerar como guerra, lo que. Jos polticos y jefes .nilitares definen como guerra, es, en realidad, un fenmeno es-pecfico que tom forma en Europa entre los siglos xv y xvrn, aunque desde entonces ha atravesado distintas fases. Fue un fe-nmeno ntimamente ligado a la evolucin del Estado moder-no. Tuvo varias etapas, como intento mostrar en el cuadro 2.1: desde las guerras relativamente limitadas de los siglos xvn y xvm, relacionadas con el poder creciente del Estado absolutista, a las guerras de tipo ms revolucionario del siglo xrx, como las guerras napolenicas o la guerra civil norteamericana -ambas ul).idas a la instauracin de naciones-estado- y, de ah, a las guerras totales de principios del siglo xx y la imaginaria guerra fra de finales de siglo, que eran guerras de alianzas y, poste-riormente, bloques. Cada una de esas fases se caracteriz por una modalidad blica diferente, con distintos tipos de fuerzas militares, estrategias y tcnicas, diferentes relaciones y diversos medios de lucha. Sin embargo, a pesar de esas diferencias, se

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    de un Estado se poda definir con claridad. Por tanto, la guerra, en la definicin de Clausewitz, es un conflicto entre Estados por un objetivo poltico definible, es de-cir, por intereses de Estado.

    E;l concepto de guena como una actividad de Estado no se estableci realmente hasta finales del siglo xvm. El nico prece-dente de este tipo de guerra era la antigua Roma, aunque inclu-

    ' so en aquel caso era unilateral; el Estado, es decir, Roma, lucha-ba CC?ntra brbaros que no tenan una nocin de la separacin entre1 el Estado y la sociedad. Van Creveld afirma que la guerra entre las ciudades-Estado de Grecia no se puede considerar gue-

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  • rra de Estado, porque no haba una distincin clara entre el Es-tado y los ciudadanos. Los combates los libraban milicias ciuda-danas, y los relatos de la poca solan referirse a la gueJTa entre los a tenienses y los espartanos>>, ms que entre Atenas y Esparta.3 Entre la cada del Imperio romano y el final de la Edad Media, las guerras las llevaban a cabo diversos agentes -la Iglesia, seores feudales, tribus brbaras, ciudades-Estado-, cada uno con sus formaciones militares particulares. La forma de lu-cha de los brbaros se basaba, en general, en cultos guerreros, y cada guerrero era la unidad militar fundamental. Los seiores feudales dependan de los caballeros, con sus cdigos de honor y caballera y el apoyo de los siervos. Las ciudades-Estado del norte de Italia solan depender de milicias ciudadanas, igual que las antiguas ciudades-Estado de los griegos.

    En las primeras etapas de la formacin del Estado ' europeo, los monarcas reunan los ejrcitos para las gue1-ras a ;partir de coaliciones de seores feudales, ms o menos igual qud el secre-tatio general de la.ONU necesita hoy de las contribuciorles volun-tarias de los Estados para agrupar una fuerza de pacificacin. Poco a poco, pudieron consolidar las fronteras tetTitorales y cen-tralizar el mando mediante el uso de su creciente poder econmi-co, procedente de los derechos de aduana, diversas modalidades de impuestos y pfst~mos de la incipiente burguesa, y lograron reunir ejrcitos mercenarios que les daban cierta independencia de los seores. Sin embargo, esos ejrcitos mercenarios resulta-ron poco fiables; no se poda contar con su lealtad. Adems, se desperdigaban despus de cada guerra o durante el invierno. E l coste de la d ispersin y el reagmpam iento, muchas veces, era prohibitivo y, en las temporadas de inactividad, los m ercenarios podan hallar otras formas de ganarse la vida menos aceptables. Por todo ello , aquellos ejrcitos fueron sustituidos gradualmente por ejrcitos permanentes que permitieron a los monarcas crear fuerzas militares especializadas y profesionales. La implantacin ele prcticas y ejercicios , en la que fueron pioneros Gustavo Adolfo de Suecia y el p1incipe Guillermo de Orange, m atuvo ocupado al ejrcito en los periodos en los que no haba guerra abierta . Segn Keegan, la cr eacin de tropas de nfan telia per-manentes y de compagnies d 'ordormance, o regimientos, se con-

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    viti en el mtodo para garantizar el control de las fuerzas ar-madas por parte del Estado>>. Para alojarlas se crearon guarnicio-nes que se convirtieron en escuelas de la nacin.4 Se introduje-ron los uniformes para distinguir a los soldados de los civiles. Como dice Michael Roberts, el soldado pas a ser el hombre del rey, porque llevaba la chaqueta del rey.5 Literalmente, ya que los reyes se aficionaron cada vez ms a vestir el uniforme militar para dejar clmo su papel de jefes de los ejrcitos.

    El nuevo tipo de organizacin militar acaba.ra siendo tfpico de las mdcnacione:S administrativas que estaban surgiendo aso-ciadas a la modernidad. El soldado era el agente de lo que Max Weber llam la aut'oridad racional y legal:

  • En el mismo sentido, se desarrollaron normas sobre lo que constitua la guerra legtima, que luego se plasmaron en las le-yes de la guerra. Todos los tipos de conflicto se caracterizan por tener reglas; el propio hecho de que la guerra sea una actividad sancionada socialmente, que deba organizarse y justificarse, necesita normas. Hay una lnea divisoria muy tenue entre la muerte aceptable socialmente y el asesinato rechazado por la sociedad. Pero esa lnea se ha definido de formas diferentes en distintas pocas. En la Edad Media, las reglas de la guerra, ius in bello, derivaban de la autoridad papal. En el Estado mo-derno, era preciso desarrollar una nueva serie de reglas laicas. Segn Van Creveld:

    Para distinguir la guerra del mero crimen, se la defini como una cosa ~mprendida por Estados soberanos, y slo por ellos. A los soldados se les defini como el personal autorizado a involucrarse eh violencia armada en nombre del Estado ... Para obtener y conservar su licencia, los soldados tenan que es-tar cuidadosamepte inscritos, marcados y controlados, con el fin de excluir a los que tenan patente de corso. Se supona que slo deban luchar cuando estaban de uniforme, llevar sus ar-mas "a la descubierta" y obedecer a un jefe que pudiera asumir la responsabilidad de sus acciones. No deban recurrir a mto-dos "ruine.5" tales ,como violar treguas, volver a tomar las armas despus el : haber sido hechos prisioneros, etctera. Se supona que deban deja r ,:tranquila a la poblacin civil, s iempre que lo permitieran "las necesidades militar es")) .7

    Para poder financiar los ejrci tos permanentes, hubo que re-gularizar la adm inistracin, la fiscalidad y los prstam os. Du-rante todo el siglo xvm el gasto mili tar supuso las tres cuartas partes de los presupuestos esta tales en la m ayoria de los pases europeos. Hubo que emprender r eformas adm inis trativas para mejorar la capacidad de recaudar impuestos; hubo que lim itar la . corrupcin -si no eliminarla-, con el fin de evitar las fu-gas.8 Fue preciso cr ear oficinas de guerra y secretarias de gue-rra para organizar y m ejorar la r entabilidad de las inversiones . Para ~rppliar los prstamos, fue necesario r egular izar el sist ema

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    bancario y 1a acuacin de moneda, separar las finanzas del rey de las del Estado y, por ltimo, crear bancos centrales.9

    Del mismo modo, fue preciso encontrar otras formas de esta-blecer la ley, .el orden y la justicia en el territorio del Estado, para as asegurar la base de la que procedan los impuestos y los prstamos, as como por razones de legitimidad. Se estableci una especie de contrato implcito por el que los reyes ofrecfan proteccin a cambio de fondos. La eliminacin e ilegalizacin de forajidos, soldados con patente de corso y bandoleros eliminaron las formas privadas de proteccin>>, por lo que la capacidad re-caudatoria del rey aument enormemente y se cre la base para una actividad econmica legtima. Es decir, paralelamente a la redefinicin de la guerra como un conflicto entre Estados, como una actividad externa, se produjo el proceso que Anthony Gd-dens llama de pacificacin interna, y que intluy la implantacin de relaciones monetarias -es decir, salarios y arriendos- en vez de una coaccin ms directa, la desaparici9n gradual de formas violentas de castigo como los azotes y la ',horca, y el estableci-miento de organismos civiles para la recaudacin de impuestos y la aplicacin de las leyes internas. Fue especialmente importante la nueva distincin entre el ejrcito y la po~ica civil, responsable de mantener la ley y el orden en el interio:f'del pas. 10

    El proceso de monopolizacin de la viqlencia no fue suave e ininterrumpido, ni mucho menos, ni tampoco se produjo al mismo tiempo o de la misma manera en distintos Estados euro-peos. El Estado prusiano, creado despus .del Tra tado de West-falia a partir de los distintos territo rios propiedad de la casa de Hohenzollern, suele considerarse un m odelo. En el siglo XVIII, este Estado, que era una creacin totalmente artificia l, fue ca-paz de igualar el poder militar de Francia , con slo la quin ta parte de la poblacin de sta, gracias a la enr gica combinacin de refonnas militares y administracin racional introducida por Federico Guillermo, e l Gr an Elector, y sus sucesores. Por el con-trario, los reyes franceses se enfrentaban a continuas rebeliones de la nobleza y tenan en orm es d ificultades para regularizar la administracin y recaudar los impuestos. Skocpol afirma que, a la hora de explicar la Revolucin francesa, un elem ento fu nda-m ental es la imposibilidad del arzcien rgime de desarrol1ar la

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  • capaddad administrativa y f1'nanc1'era neces 11 ana para evar a cabo sus ambiciones militares. 11

    Tampoco fue el proceso tan racional o funcional como su-giere esta descripcin asptica. Michael Roberts insista en ~ue fue la lgica militar la que dio p ie a la formacin de ejrcitos permanentes. Pero es dificil distinguir las exigencias qe la gue-rra de las de la consolidacin nacional. El cardenal Richelieu estaba a favor de crear un ejrcito permanente porque:Io consi-deraba un modo de controlar a los nobles. Rousseau afi rm siempre que la guerra estaba dirig ida contra los sbditos, tanto como contra otros Estados:

    U~a vez ms,. cualquiera puede entender que la guerra y la conquista en el exterior y los abusos del despotismo en el in te-rior se apoyan mwuamente; que es habitual arrebatar hombres Y ~linero a un puplo de esclavos para arrastrar a otro.s bajo el m1smo yugo; y que, a la inversa, la guerra ofrece un pretexto para la exaccin pe dinero y otro, igualmente plausibJe, para mantener grandesejrcitos constantemente dispuestos y tener al pueblo dominado. En una palabra, cuaJquiera puede ver que los prncipes agresore~ llevan a cabo la guerra tanto contra sus sb-ditos como contra sus enemigos, y que la nacin conqujstadora, muchas ve(:s, no ~ucda en mejor estado que la conquistada. 12

    . .

    Aunque se afirmaba que el objetivo de la guerra era el inters racional del Estado, siempre han hecho falta causas ms profl.m-das para inspirar ,lealtad y convencer a los hombres de que arriesgar;m sus vi?as. Al fi n y al cabo, fue el fervor religioso lo que inspir al Nuevo Ejrci to 0e Cromwell, que fue el p rimer ejemplo de una fuerza profesional moderna. Con frecuencia se a tribuye el xito prusiano a la fuerza del luteranismo.

    A finales del siglo XVIII, era posible definir la actividad social . especfica que denominamos gueiTa. Se poda situar en el con-

    texto de toda una serie de nuevas distinciones caractersticas del Estado en desarrollo. Eran las siguientes:

    la dis tincin entre lo pblico y lo privado, entre el mbito de actividad del Estado y el de la actividad no estatal;

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    ! ! '

    la distincin en tre lo interno y lo externo, entre lo que ocu-na dentro del territorio claramente definido del Estado y lo que ocurra fuera;

    la distincin entre Jo econmico y lo poltico, unida al as-censo del . capitalismo, la separacin de la actividad econ-

    ' mica priv~da de las actividades pblicas del Estado y la eli-minacin de la coaccin fsica de las actividades econmicas;

    la distincin entre lo civil y lo mili tar, entre la relacin in-te~a legal y no violenta y la lucha externa violenta, entre la sociedad civil y la barbarie;

    la distincin entre el portador legtimo de armas y el no combatiente o el criminal.

    Sobre todo, surgi la propia distincin entre la guerra y la paz. En vez de la actividad violenta ms o menos continua, la guerra se convirti en un suceso diferenciado;.:una aberracin en lo que pareca ser una evolucin progresiva fiacia una sociedad civil, no en el sentido. actual de una ciudad~na activa y unas ONG organizadas, sino en el sentido de la seg'ridad cotidiana, la paz interna, el r espeto a la ley y la justicia. Se h izo posible pensar en la

  • hecho prisionero; y el libro est profundamente influido por su expeliencia. Las guerras napolenicas 'fueron las primeras gue-rras populares. Napolen introdujo el reclutamiento obligatorio, la leve en masse, en 1793, y en 1794 tena 1.169.000 hombres en armas: la mayor fuerza militar existente hasta entonces en Europa. La tesis central de De la guerra, sobre todo el pri~er captulo, que era el nico que Clausewitz consideraba completo, es que la guerra tiende hacia los extremismos. La gueiTa est formada por tres niveles: el nivel del Estado o los dirigentes po-lticos, el del ejrcito o los generales y el del pueblo. En lneas generales, esos tres niveles actan a travs de la razn, el azar y la estrategia, y la emocin. De esta descripcin trinitaria de la guerra, Clausewitz deduca su concepto de guerra absoluta. La mejor forma de_interpretar la guerra absoluta es como un con-cepto abstracto O ideal hegeliano; lo que puede derivarse de la lgica de los tr:s niveles diferentes es la tendencia interna de la guerra. Tiene:su propia existencia, que est en tensin con las realidades empncas.

    La lgica estaba expresada como tres acciones recprocas)). En el plano poltico, el Estado siempre se encuentra con resis-tencia para logrr sus objetivos y, por tanto, tiene que ejercer ms fuerza. En el plano militar, la meta tiene que ser desarmar al enemigo para)ograr el objetivo poltico; si no es as, existe el peligro de un contraataque. Y, por ltimo, la fuerza de voluntad depende de los sentimientos populares; la guerra desa ta pasio-nes y hostilidades que pueden ser incontrolables. Para Clause-witz, la guerra era una actividad racional, aunque se pusieran las emociones y los sentimientos a su servicio. En este sentido, es tambin una actividad moderna, basada en consideraciones laicas y no limitada por prohibiciones derivadas de concepcio-nes prerracionales del mundo.

    La guerra real se distingue de la abstracta por dos razones fundamentales, poltica y militar. En primer lugar, el objetivo poltico puede ser limitado o el respaldo popular puede ser in-suficiente:

    Cuanto ms violento sea el apasionamiento que precede a una guerra, mucho ms se acercar la guena a su forma abs-

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    tracta, mucho ms dirigida estar hacia la destruccin del ene-migo, mucho ms coincidirn los fines militares y polticos, mu-cho ms puramente militar y menos poltica parecer ser la guerra, pero cuanto ms dbiles sean los motivos y las t ensio-nes, mucho menos coincidir la direccin natural del factor mi-litar ~s decir, la fuerza- con la direccin que indique el factor poltico, y, por tanto, mucho ms tendr que desviarse la guerra de su direccin naturab>. 14 -

    En segundo lugar, la guerra siempre se caracteriza por lo que Clausewitz llama friccin - problemas de ],.:gstica, infor-macin escasa, tiempo inseguro, indisciplina, terrf:,no difcil, or-ganizacin inadecuada, y asf sucesivamente-, que hace que el conflicto pierda velocidad y sea diferente;. en la realidad, a los planes sobre el papel. La guerra; dice Cla\lsewitz, es un medio resistente en el que la incertidumbre, la ii:J.flexibilidad y las cir-cunstancias imprevistas desempean sus respectivos papeles. La guerra real es el resultado de la tensin entre las limitaciones polticas y prcticas y la tendencia interna a la guerra absoluta.

    A medida que las fuerzas iban creciendo de tamao, cada vez era ms difcil que una sola persona se encargase de la or-ganizacin y el mando. Por tanto, haba 'una necesidad cre-ciente de una teora estratgica que pudiera suministrar la base para un discurso comn sobre la guerra, a travs del cual fuera posible dirigirla. Como dice Simkin, era hecesaria una jerga que sirviera de gua para las doctrinas mi.litares comunes y lo que ms tarde se conocera como procdimientos operativos normalizados.15

    Clausewitz ech los cimientos de un pensamiento estr at-gico que se fue desarrollando dura nte los siglos XIX y XX. Las dos teoras fundamentales de la gueiTa -la teora del desgaste y la teora de la maniobra- aparecieron desarrolladaE por p1imera vez en De la guerra, junto a su tratamiento del af:ique y la de-fensa y de la concentracin y la dispersin. La teora del des-gaste significa conseguir la victoria agotando al enemigo, impo-nindole un ndice de bajas ms alto, o ndice de desgaste. La teora del desgaste suele ir asociada a las estrategias defe nsivas y a las grandes concentraciones de fuerza. La teora. de la ma-

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  • niobra se basa en la sorpresa y la capacidad de adelantarse. En este caso, la movilidad y la dispersin son importantes para crear incertidumbre y lograr rapidez. Como destac Clausewitz, ambas teoras son forzosamente complementarias. Es muy dif-cil conseguir una victoria decisiva mediante el desgaste. Pero, al m ismo tiempo, una estrategia basada en la maniobra acaba ne-cesitando una situacin de superioridad para triunfar.

    La conclusin ms destacada de De la guerra es la importan-cia de con tar con una fuerza ab111madora y estar dispuesto a usarla. Este factor, aparentemente sencillo, no era tan evidente a princip,'os del siglo XIX, cuando Clausewitz escribi su obra. En el sig' ::> xvm, las guerras se libraban, en general, con pru-dencia, p;;~ra conservar las fuerzas profesionales. Haba tenden-cia a evitar el com bate; se preferan los asedios defensivos a los ataques ofensivos; las campaas se inteiTumpfan en invierno y las retiradas es&atgicas eran fTecuentes. Para Clausewitz, la batalla era la as~ividad singular de la guena; era el momento decisivo, que l ~emparaba al pa.go en efectivo en el mercado. La movilizacin de la fuerza y su aplicacin eran los factores ms impotiantes:para decidir el resultado de la guena:

    Dado que el:uso del poder fsico. hasta el mximo extremo, no excluye en ab~oluto la cooperacin de la inteligencia, se de-duce que el que usa la fuerza de forn1a implacable, sin referen-cia al derramamiento de sangre subsiguiente, debe obtener cieria superioridad si su adversario la aplica con menos vigor. Entonces, el prriero dicta la ley al segundo, y ambos se desli-zan hacia extremos cuyas nicas limitaciones son las que im-pone la cantidad de fuerza que cada lado emplee para contra-rrestar al otro.t6 .

    El modelo napolenico de movilizacin de todos los ciuda-danos no se repetira hasta la primera guerra mundial. Sin em-bargo, varios hechos ocurridos durante el siglo XIX acercaron ms la versin de Clausewitz de la guerra moderna a la reali-dad. Uno fue el avance espectacular en la tecnologa industrial, que empez a aplicarse al campo militar. Fue especialmente im-portante el desatTollo del ferrocarri l y el telgrafo, que permiti

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    movili7.ar a los ejrcitos ~on mucha ms amplitud y mucha ms rapidez; estas tcnicas se usaron, con grandes resultados, en la guerTa franco-prusiana, que tennin con la unificacin d e Ale-mania, en 1871. La produccin masiva de armas, sobre todo ar-mas co1ias, comnz en Estados Unidos, hasta el punto de que se dice a menudo que la guerra civil norteamericana fue la pri-mera guena industrializada. El desarrollo de la tecnologa mili-tar fue un motivo para que el Estado extendiera su actividad al mbito industrial. La carrera de am1amento naval de finales del siglo XIX supuso la aparicin de lo que ms tarde. se denomina-ra el complejo militar-industrial, tanto en Alemania como en Gran Brctai1a.

    Un segundo dato fue la importancia creciente de las alian-zas. Si lo que contaba en la guen-a era disponer de una fuerza abrumadora, esa fuerza se poda increm~ntar mediante alian-zas. A finales del siglo XIX, las alianzas :~mpezaron a consoli-darse: un motivo fundamental por el que todas las grandes po-tencias se vieron arrastradas a la primera!kuerra mundial.

    . Un tercer hecho significativo fue la ca4ificacin de las leyes de la guerra, iniciada a mitad del siglo ~x con la Declaracin de Pars (1856), que regulaba el comerciq martimo en tiempo de guerra. En la guerra civil norteameric~na, se contrat a un destacado jurista alemn par a que elaborara el llamado Cdigo Lieber, que estableca las normas y los principios bsicos de la guerra terrestre y trataba a los rebeldes como enemigos inter-nacionales. La Convencin de Ginebra, d 1864 (inspirada por Henri Dunant, fundador de la Cruz Roja ,Jnternacional), la De-claracin de San Petersburgo, de 1868, l~s Conferencias de La Haya, de 1899 y 1907, y la Conferencia de Londres, de 1908, contribuyeron a crear un conjunto de leyes internacionales so-bre la conduccin de la guerra: el tratarri.iento de los prisione-ros, los enfermos y los heridos, as como .de los no combatien-tes, el concepto de necesidad militan> y la definicin de las armas y las tcticas que no se ajustaban a dicho concepto. Aun-que no siempre s~ observaban estas normas, ayudaron significa-tivamente a delinear lo que constituye guetTa legtima y los li-mites para la aplicacin de la fuerza sin reparos. En cierto sentido, fueron un intento de conservar la nocin de guen-a

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  • como instn1mento racional de la poltica del Estado, en un con-texto en el que la lgica de la guerra y sus tendencias extremis-tas combinadas con una capacidad tecnolgica creciente esta-ban produciendo niveles cada vez mayores de destruccin.17

    En resumen, 'la guerra moderna, tal como se desarroll en el siglo XIX, inclua la guerra entre Estados, con un nfasis cada vez mayor en la dimensin y la movilidad, y una necesidad cre-ciente de organizacin racional y doctrina cien tfica para dirigir unos contingentes de fuerza tan grandes.

    Las guerras totales del siglo xx

    En la obra de Clausewitz siempre haba una tensin entre su insistencia en la: razn y su nfasis en la voluntad y la emocin. Los personajes centrales de De la guerra son hombres de genio y hroes militaresi .el tejido del libro est hecho de sentimientos co-mo patliotismo} ~honor y valenta. Sin embargo, tambin son im-pOl-tantes sus conclusiones sobre el carcter instrumental de la guerra, la importancia de la dimensin y la necesidad de una con-ceptualizacin analtica de la guerra. En realidad, las tensiones en-tre razn y emocin, arte y ciencia, desgaste y maniobra, defensa y ataque, instrumentalismo y extremismo, constituyen los elemen-tos clave del pensamiento de Clausewitz. Y puede decirse que esas tensiones alcanzaron su punto de ruptura en el siglo XX.

    En primer lugar, las guerras de la primera mitad del siglo XX fueron guerras totales, que incluyeron una amplia movilizacin de energas nacionales, tanto para luchar como. para apoyar la lucha mediante la produccin de armas y otros artculos. Clau-sewitz no poda haber previsto la asombrosa combinacin de produccin de masas, poltica de m asas y medios de comunica-cin de masas, utilizados para la destruccin masiva. !:'{o obs-tante, la gue1Ta en el siglo XX se ha acercado muchsimo a la nocin de guerra absoluta de Clausewitz, con su culminacin en el descubrimiento de las armas nucle'ares que,\ en teora, po-dran provocar la destruccin total sin' ninguna. friccin. Sin embargo, al mismo tiempo, algunas delas caracteristicas de las

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    nuevas guerras estaban ya anunciadas en las guerras totales del siglo xx. En una guerra total, la esfera pblica intenta integrar a toda la sociedad y eliminar, de esa forma, la distincin entre lo pblico y lo privado. De la misma manera, empieza a difumi-narse la distincin entre lo militar y lo civil, entre combatientes y no combatientes. En la primera guetTa mundial, los objetivos econmicos se consideraron blancos militares legtimos. En la segunda guerra mundial, el trmino genocidio entr a formar parte del lenguaje legal, como consecuencia de la exte1minacin de los judos. 18 En el bando aliado , el b()mbardeo indiscdmi-nado de civiles, que caus una destruccin de proporciones ge-nocidas (aunque no llegase al grado de exterminacin realizado por los nazis); se justific por que haba que minar la moral del enemigo, por que era una necesidad milar, para emplear el lenguaje de las leyes de la guerra.

    En segundo lugar, a medida que la guerra afectaba cada vez a ms gente, su justificacin en virtud de los intereses del Es tado se fue vaciando de contenido, si es que alguna vez haba tenido una validez convincente. La guerra, como seala Van Creveld, es una prueba de que los hombres no son egostas. Ningn clculo utilitalio e individualista puede justificar el hecho de arriesgarse a morir. El principal motivo por el que los ejrcitos mercenalios eran tan insatisfactorios es que el incentivo.econm ico es, por su propia naturaleza, insuficiente como motivacin para guerrear. Lo mismo ocurre con el inters de Estado>>, un concepto que deriva de la misma escuela de pensamiento positivista que en-gendr la economa moderna. Los hombres van a Ia guerra por diversas razones individuales -aventura, h onor, rriiedo, camara-dera, proteccin de ~~ la casa y el hogar>>- , pero la violencia leg-tima, socialmente organizada , necesita un objetivo comn en el que cada soldado pueda creer y que pueda c ompartir con los de-ms .. Para que los soldados sean considerados hroes y no crimi-nales, es necesaria una justificacin heroica que movilice sus energas y les convenza de m atar y arriesgarse a que les maten.

    E~ la primera guerra mundial, el patriotismo pareca lo bas-tante poderoso como para exigir el sacrificio, y millones de j-venes j se presentaron voluntarios para luchar en nombre de la patria y el rey. La terrible expeliencia de la guerra produjo desi-

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  • lusin y desesperanza, as como una atraccin hacia causas ms abstractas: lo que Gellner llama las religiones secul, .20

    Gabriel Kolko, en su obra monumental sobre la guena en el siglo xx,1 1 afi rma que los conflictos siempre los inicia Un puado de hombres que padecen ceguera sancionada por la sociedad. Los lderes polticos actan con el consenso de un grupo escogido que excluye a los 'que no estn de acuerdo y, por consiguiente, hay una transmisin de falsas informaciones e ilusiones engaosas sobre lo que implica una guerra. El argu-

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    mento de Kolko refuerza la tesis de que las democracias tienen menos probabilidades de verse envueltas en guer-ras. Desde ]t,Jego, unos lderes a los que se exige ms responsabilidad de-beran ser menos propicios a embarcarse en aventuras imposi-bles. Sin embargo, en el caso de la primera guerra mundial, los hombres y mujeres corrientes parecieron compartir la ceguera de los dirigentes polticos. En el caso de la segunda guerra munaial, al ; menos en Gran Bretaa, la opinin pblica fue probablemente ms beligerante que los lderes polticos, que intentaban apaciguar .las cosas. Pero emprender una guerra no es ms que. el principio; lo que importa, a la hora de soste-nerla, es en qu medida los que participan en ella consideran que el objetivo del co,nflcto es legtimo. La guerra es una acti-vidad paradjica. Por un lado, es un acto de extrema coaccin, que implica un orden social organizado, disciplina, jerarqua y obediencia. Por otro, .necesita lealtad, devoC,in y fe por parte de cada individuo. Lo que el periodo poste:dor a la guerra ha de.iaclo claro es que existen pocas causas que constituyan un objetivo legtimo para la guerra y por las qtte la gente est dis-puesta a mor ir. .

    En realiclacl, la idea de que la guerra es :ilegtima empez a lograr aceptacin ya despus del trauma de la primera guetTa mundiaL El Pacto Kellogg-Briand de 1928 rechazaba la guerra como ((instrumento poltico, salvo en casos:de defensa propia. Esta prohibicin se reforz en los juicios el~ Nuremberg y To-kio, en los que se proces a los lderes alema.pes y japoneses por planear una guerra de agresin, y qued codificada en la Carta de las N

  • jvenes, dirigidos por generales que se haban form ado en la es-cuela estratgica decimonn1ca del uso sin reservas de la fuerza. Hacia el final de la guerra, la introduccin de 'tanques y a~ines permiti un avance ofensivo que hizo posible el tipo de guerra de m~niobras que caracterizara despus a la segunda guerra mundial. En el periodo posterior a la guerra, el aumento del ca-rcter le tal y la precisin de todas las municiones, en parte, al menos, debido a la revolucin en la electrnica, aument enor-memente la vulnerabilidad de todos los sistemas de armamento. Las plataformas de armas de la segunda guerra mundial se han hecho extraordinariamente complejas y costosas, por lo que su utilidad ha disminuido debido a los costes y las exigencias lo-gsticas, adems de que las mejoras de rendimiento son cada vez rnenoresY En este periodo aumentaron considerablemente los problemas de movilizacin e inflexibilidad y los riesgos del desgaste, hasta hacer casi prohibitivo montar una operacin im-portante salvo que sea contra un enemigo claramente inferior, como en el caso de la guerra de las Malvinas de 1982 o las ope-raciones del Golfo en 1991.

    La conclusin lgica de la trayectoria tecnolgica de la gue-rra moderna la constituyen, por supuesto, las armas de destruc-cin masiva, especialmente las annas nucleares. Una guerra nu-clear sera aquella en la que se aplicara una medida extrema de fuerza en cuestin de minutos. Pero qu pr-opsito racional po-drfa justificar nunca su uso? En el periodo posterior a la guerra, muchos pensadores estratgicos han ref1exionado sobre este problema. Acaso las armas nucleares no anulan la premisa de la guerra moderna, el inters de Estado?23

    Por ltimo, en la posguerra las alianzas se hicieron ms rigi-das, de forma que la distinc in entre lo interno y lo externo tam-bin se ha deteriorado. Ya en la segunda guerra mundial se vio con claridad que los Estados-nacin no podan llevar a cabo las gue1Tas de fonna individual y unilateral. Esta leccin ~e aplic en la formacin de las alianzas de posguena. Los sistemas de mando integrado establecieron una divisin militar del trabajo en la que las superpotencias eran las nicas con capacidad inde-pendiente de llevar a cabo guerras declaradas. En la prctica, despus de la guerra, los pases europeos abandonaron uno de

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    los dtributos esenciales de la soberana -el monopolio de la vio-lencia organizada legtima- y, al menos en Europa occidental, lo que ~en realidad era una sociedad civil transnacL-nal se extendi a uri grupo, de naciones. Existe un amplio deb~e sobre la con-clusin de las ciencias sociales de que las democracias no se de-claran guerras entre sY Pero, cUliosamente, lo que no se discute es la integracin transnacional de las fuerzas militares, que pro-porciona una limitacin prctica contra la guerra. Claus Offe tiene un argumento parecido sobre las revoluciones de 1989 en Europa del Este; la razn por la que fueron tan pacficas, afinna, fue la integracin de las fuerzas militares en el Pacto de Varso-via, y eso explica, al mismo tiempo, la excepcin de Rumania.25

    Fuera de las alianzas, se estableci ; una red de conexiones militares a travs de alianzas menos estrictas, el comercio de ar-mas y el ofrecimiento de ayuda y formac~n militar, que crearon una serie de relaciones entre patrono y cliente que, a su vez, in-hibieron la capacidad de declarar guent(;ls de forma unilateral. Desde 1945 ha habido muy pocas guerras entre Estados, y stas (India y Pakistn, Grecia y Turqua, Israel y los Estados rabes) se vieron limitadas, en general, por la in~ervencin de las super-potencias. La excepcin que confirma lE(regla fue la guerra en-tre Irn e Irak. Este conflicto dur ocho ~aos y pudo librar se de forma unilateral gracias a que disponar{ de los ingresos del pe-trleo. Ambos bandos aprendieron la inutilidad de la guerra moderna convencional. Citando de nuev~ a Van Creveld:

    "Un milln de bajas ms tarde, aproximadamen te, los beli-gerantes se encontraban de nuevo en sus puntos de par tida . Los iranes aprendieron que, ante una potencia de fuego gigantesca, a la que se aada el gas, sus jvenes soldados fanticos no iban a poder avanzar ms que en la ruta hacia el cielo. Los iraques aprendieron que la superioridad convencional, por si sola, era incapaz de infligir una derrota significa tiva a un gran pas con casi el triple de su poblacin. Ambos bandos se vieron constan-temente obstaculizados por el miedo a que, si se inten-umpa en serio el caudal de petrleo, su conflicto a traera la intervencin de las superpotencias. Ambos queran un alto el fuego y se sin-tieron aliviados cuando, por fin, se firm. 26

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  • El deterioro de las distinciones entre lo pblico y lo privado, lo militar y lo civil, lo interior y lo exterior, tambin pone en tela de juicio la propia distincin entre guerra y paz. La segunda guerra mundial fue una guena total y represent una fusin en-tre guerra, Estado y sociedad, una fusin que sigui caracteri-zando a las sociedades totali talias. La guerra fi.ia sostuvo una es-pecie de psicosis de guerra permanente basada en la teora de la disuasin, que queda magnficamente resumida en el lema la guerra es la paz, de la obra de George Orwell 1984. La guerra fra mantuvo viva la idea de guerra a l mismo tiempo que evitaba su realidad. Se supona que el mantenimi ento de grandes ejrci-tos permanentes integrados en alianzas militares, la carrera con-tinuada de armamento tecnolgico y los niveles de gasto militar, hasta entonces jam~s experimentados en tiempo de paz, deban garantizar la paz p'6rque no estall en suelo europeo ninguna guerra tan sencilla que encajara en el esquema descrito en este captulo. Simultne~mente, en todo el mundo -incluida Europa-se produjeron much.os conflictos en los que muri ms gente que en la segunda &ilerra mundial. Pero como estas guerras no se ajustaban .a nues~ra concepcin de la guerra, no fueron teni-das en cuenr:t. f

    Las guerras itregulares e informales de la segunda mitad del siglo XX, empezandd' por los movimientos de resistencia durante la guerra y la guerr~ de guerrillas de Mao Zedong y sus suceso-res, son el preludio je nuevas formas de guerra. Los actores, las tcnicas y las contn;ttcnicas que surgieron de las grietas de la guerra moderna ib~n a proporcionar la base para nuevas for-mas de violencia socialmente organizada. Durante la guerra fra, su carcter qued oscurecido por el dominio del conflicto Este-Oeste; se conscleraron una parte perifrica del conflicto ce11tral. Pero ya ants del final de la guerra fTa, cuando la ame-n:.'l/'.:1 de otra guerra moderna empezaba verdaderamente a re-1 f'O('( 'dcr, empezamos a ser conscientes de lo que Luttwak deno-lllillil la lllll~va belicosidad.

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    3 Bosnia-Herzegovina:

    . estudio de una nueva guen~a

    La guerra de Bosnia-Herzegovina se desan-oll desde el 6 de abril de 1992 hasta el 12 de octubre de 1995, cuando entr en vi-gor un acuerdo de alto el f-uego promovido p()r el vicesecretario de Estado norteamericano Richard Holbrook_e. 1 Murieron unas 260.000 personas y aproximadamente dos tercios de los habitan-tes se vieron desplazados de sus hogares. S~ produjeron vio-laciones de los derechos humanos a gran esc~la, comprendidas detenciones forzosas, torturas, violaciones y castraciones. Se des-tmyeron muchos monumentos histricos de vlor incalculable.

    La guerra de Bosnia-Herzegovina se ha':. convertido en el ejemplo arquetpico, el paradigma del nuevo tipo de guerra. Hay otras muchas guerras en el mundo, como indic - con gnm falta de sensibilidad- Boutros Boutros-Ghali a los :ciudadanos de Sa-rajevo en su visita a la ciudad, el 31 de diciem:pre de 1992. Si las tragedias humanas se pueden medir en cifras? es posible asegu-rar, como hizo l, que han ocurrido cosas ms terribles en otros lugares.z Pero la guerra de Bosnia-Herzegovina se introdujo en la conciencia mundial como ninguna otra guerra reciente.

    La guerra susci t un enorme esfuerzo internacional, que in-cluy negociaciones polticas de alto nivel con 'la participacin de todas las gmndes potencias, los esfuerzos humantatios .de insti-tuciones internacionales y ONG, y una gran atencin por palie de los medios ele comunicacin. Se consolidaron y se destruyeron carreras personales y se decidi, al menos en parte, la situacin del mundo despus de la guerra fra : la penosa incapacidad de la poltica exterior ele la UE, los fallos de la ONU, el regreso de Es-tados Unidos, la rcdefinicin del papel de Rusia. La actual pre-sencia masiva de las tropas de la OTAN y las de lo.~ pases de la

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    4 La poltica de las nuevas guerras

    Durante la guc1Ta de B.osnia-1-lerzcgovina, Satjcvo estaba dividida lerritorialmcntc en una part e controlada )lOr los ser-bios y una parle bos nia (princip;:~lmcnte musulma:na). Pero la Sarajcvo de la guerra la m bin tena u na divisin no territo r ial. Haba un grupo de p ersonas a las que .podra c~lificarse de globalistas: Lropns de pacificacin el e la ONU, organismos hu-manitarios, periodistas y habitante! de l lugar que hablnban in-gls y trabajab::m como ayudantes, inlt-prctes y conduct (!es . Podan s

  • nican mediante el correo electrnico, el fax, el tel fono y el avin, y los que estn excluidos d e los procesos globales y est n atados a un lugar, pese a que sus vidas pueden verse profunda-mente afectadas por esos procesos.

    Sera un enor suponer que es posible expresar esa separa-cin cultural en trminos polticos, que quienes apoyan la pol-tica de identidades particularistas estn reaccionando con tra los procesos de la globali zacin, mientras que los que favorece n una a el itud m s tolerante, multicul tural y u niversalista forman

    p;11"tt~ d e la nueva clase internacional. Por el contrario, ent1-e los t. loh:dhl :ls se hallan expatriados nacion alistas y fundamentalis-1: .;, n~;disl:lS y neoliberales que creen que los compro misos 1,1 11 ,. n;~cionalbmo ofrecen la m ejor esperanza para la estabili-dad, :1s cmno grupos criminales transnacionales que sacan pro-wclw de las nuevas guerras. Y si bien entre los que estn ata-dos :d (JTiloriO h ay muchos que probablemente Se aferran a las is tradicio nales , tambin exis ten individuos y grupos d e ciudn ,anos valientes que rechazan Jos par ticularismos y las excl usiones.

    Lo importan te es que los procesos conocidos con el nom-bre de globalizac;in estn destruyendo las divisiones cu ltura-les y socioeconmicas que definan Jos modelos polticos ca-ractelisticos de la era moderna . El nu evo tipo de guerra debe interpretarse en. relacin con este desplazamiento mundial. Las nuevas forn~as d e luch a por el poder pueden di sfrazarse ele nacionali smo' tradicional, triba lismo o comunalism o, pe ro s iguen siendo fenmenos contemporneos, que tienen causas contemporneas.y poseen rasgos nuevos. Adems, van acom-pai1ados de una conciencia global y un sentido de la responsa-bilidad global cada vez mayores por parte de todo un abanico de ins tituciones :-tanto gu bernamentales como no gubernam en-tales- y personas.

    En este captulo describo algunas de las caractersticas fun-damentales d el proceso llamado globalizacin y explico cmo producen nuevas formas de poltica de identidades. En la lti-ma parte intentat esbozar la incipiente brecha entre la poltica de identidades particularista y la poltica de los valores cosmo-politas q humanistas.

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    Las caractersticas de la globalizacin

    En su libro Naciones y n acio11alismo, Ernest Gellner anali za la relacin entre nacionalismo e industrializacin.' Describe la aparicin de culturas n aci onales laicas, con una organizacin vertical. basadas en lenguas vernculas que permitan a la gente hacer frente a las necesidades de la modern idad, los encuentros cotidianos con la industria y el gobierno. A medida que diversas ocupaciones r urales iban siendo sustituidas por la produccin fabril y el Estado se inm iscua cada vez en ms aspectos de la vida d iaria, la gente necesit poder comuni carse, tanto de pala-bra como po1 escri to , en u n lenguaje admini s trativo comn y tuvo que adqu irir ciertas capacidades homogneas. Las socieda-des anteriores se caracterizaban por tener unas culturas supe-riores horizontales -latn, persa, snscrito, etctera- que se ba-saban en la religin y no estaban necesariamente unidas al Es tado. Junto a ellas haba gran variedad de culturas populares e inferiores d e tipo vertical. Pero s i la s culturas su perio res an ti-guas se reproducan en inst ituciones rel igiosas y las culturas in-feriores se transmitan a travs de la tradicih oral, las n uevas culturas nacionales verticales nacieron de una nueva clase de intelectuales -escritores, periodistas, profeson;s- que surgi pa-ralelamente a la ins tauracin de la imprenta, la publicacin de literatura secular com o los pe!'icl icos y las novelas, y la expan-sin de la ense1i.anza primaria:

    Se puede d ecir que el p roceso de global i za~i n ha empezado a des in tegrar esas cu lturas de organizacin verti ca l. Da la im-presin de que lo que surge son nuevas cu lturas horizontales dedvadas de las nuevas redes transnacio nales, a menudo basa-das en el uso del ingls; entre ellas, la cultura del consumo de masas asociad a a nombres conocidos en todo el mundo como Coca-Cola o McDonald's , junto a u na mezcla d e c ultu ras nacio-nales, locales y regionales como consecuencia de una nueva re-afi rmacin d e las particularid ad es locales.

    El trmino globalizacin esconde un pwceso com plejo que, en realidad , supone globalizacin y localizacin, in tegracin y fragmentacin, homogeneizacin y diferenciacin, etctera. Por un lado, el proceso crea redes transnacionales y globales de in-

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  • dividuos. Por o tro, excluye y atomiza a gandes cantidades de personas; a la inmensa mayora. Por un lado, la vida de la gente se ve profundamente afectada por h echos que ocurren lejos de donde viven y sobre los que no tienen ningn con trol. Por o tro, existen nuevas posibilidades para incrementar el papel de la po-ltica local y regiona l mediante la vinculac in a los procesos mundiales.

    Co mo proceso, la globalizacin tiene una la rga his toda. En realidad, hay quien dice que la actual fase de globalizacin no tiene nada de nuevo; el capitalismo, desde el principio, fue siem -pre un fenmeno mundiaJ.2 Lo que s es nuevo, en las. dos lti-mas dcadas, es la a sombrosa revolucin en las tecnologas de la informacin y la . comunicacin. En mi opinin, esos cambios tecnolgicos aportan una nueva intensidad cualitativa al proceso de globalizacn que, por ahora, est todava sin definir. Los per-files actuales del ptoceso estn influidos po r el marco institucio-nal de la posguerra y, en concreto, las polt icas liberalizadoras llevadas a cabo p~r Jos gobiernos durante los aiios ochenta. Su futuro depender de la evoluc i n de los val ores, las acciones y las fonnas de organizacin pol ticas y sociales. Aqu esbozo va-rias tendencias clave que ayudan a entender esa evoludn.

    En el mbito econmico, la globalizacin se relaciona con una serie de cambios calificados, segn las fuen tes , como pos-fordismo, especializacin flexible o fujitsuisrrio. Estos cambios se refieren, en general, a una transformacin en Jo que se co-noce como el parad igm a tcnico y econmico, la form a predo-minante de organizar el suministro de bienes y servicios para cubri r el modelo predominante de de m a nda.3 Las caracters ticas fundamentales de dichos cambios son la drs tica disminucin d e la importancia de la produccin en m asa con base terri torial , la globaliza

  • mundial: derechos 'humanos, ecologa, paz, etctera. 5 Estas ONG trabajan, sobre todo, a escala local y transnacional, en parte por-que son los mbitos de los problemas que abordan y e n parte porque el acceso a la poltica nacional est copado por los parti-dos polticos de mbi to estatal. As, organizaciones como Green-peace o Amnista Internacional son famosas en todo el mundo, pero su i 'dluencia sobre los gobiernos nacionales es limitada. Adems hc:n Horecido otros tipos de -edes transnacionales: vn-culos entr-e diversas actividades culturales y deportivas; g rupos religiosos y tnicos; el crimen in ternacional. La educacin supe-dar est cada vez ms globalizada, debido a \os intercambios de estudiantes y facultades y gracias al u so privilegiado de Internet.

    Estos cambios polticos y econmicos implican asimismo transformaciones'~ de largo alcance en las formas organi7.ativas. La mayora de las sociedades se caracterizan por .lo que Bujarin llamaba un monismo de arquitectura.6 En la era moderna, los Estados-nacin, empresas y organizaciones militares tenan for~ mas verticales de organizacin jerrquica muy similares: la in-fluencia de la g~rTa mocierna -sobre todo la experiencia de la segunda guerra ~undial- sobre las formas ele organizacin fue general. Robert ~eich, en su libro El trabajo de las naciones, describe cmo las naciones han pasado de ser organizaciones nacionales verticles. en las que el poder estaba concentrado en manos de los pra'pie tarios, en la cima de una cadena de mando piramida l, a fenmenos globales cuyas estructuras se parecen a una tela de araa, con el poder en manos de quienes poseen co-nocimientos tcnicos o econmicos, que estn repartidos por toda la red:

    Sus sedes t~n dignas, costosas fbricas, almacen es, labora-torios y flotas de camiones y aviones privados son de alquiler. Sus obreros, porteros y contables tien en contratos tem porales; sus investigadores, ingenieros de diseo y directores de m erca-dotecnia tienen una parte en los beneficios. Y sus distinguidos directivos no tien en gran poder ni autoridad en este mbito, sino que tienen escaso control directo sobre ninguna cosa. En vez de imponer su voluntad en un imperio corporativo, or ientan ideas a travs de las nuevas redes de emp resa. 7

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    Algo parecido oun:e en las o rgan izaciones gubernamentales y no gubernamentales. Los departamentos ministeriales, en to-dos los niveles, estn desarrollando vnculos transn acionales horizontales; la actividad del gobierno se realiza, cada vez m s, a travs de diversas modalidades de privatizacin y semiplivatiza-cin. Las formas de organizacin descentralizadas y horizontales que caractetizan a las ONG y a los nuevos movimientos sociales conlr.astan a r1et1Ud con las formas tradicionales y verticales de los partidos pollicos.8 Los dirigentes poHticos, como los directi-vos empresariales, son, en el mejor de los casos, facilitadores y creadores de op in in y. en el peor, imgenes o smbolos, repre-sentaciones pblicas de redes interconectadas de a ctividad sobre las que tienen escaso control.

    La globalizacin ha tenido un profundo efecto sobre las es-tructuras sociales. En los pafses industriales avnzados, las cla-ses obreras trad icionales han disminuido o estn disminuyendo, paralelamente al descenso de la produccin er{ masa con base territorial. Debido a las mejoras en la produCtividad y a que hace falta u n trabajo menos cualificado, la fabricacin indus-trial da trabajo a m enos obr er os y peor pagados, sobre todo a mujeres e inmigrantes, si no se traslada directamente a p ases con salarios inferiores .

    Lo que ha aumentado son las personas a la~ que Alain Tou-raine llama trabajad ores de la informacin9 y Robert Reic h, anali stas simblicos , esas personas qu e poseen y u tilizan los co-n ocimientos que - para ci tar a Reich- identifkan, resuelven y gestionan pmblemas mediante manipulaciones de smbolos: elatos, palabras, representaciones orales y visuaJes>>. 10 Son perso-nas que trabajan en la tecn ologa o las finanzas, en la ense-anza superior ampliada o en la multitud, cada vez mayor, de organizaciones trans nacionales. La mayora de la gente no entra en ninguna de es tas dos categoras. O trabajan en servicios , p or ejemplo como camareros, vendedores , taxis tas, ca jeros, etctera, o se suman a las fil as crecientes de parados, 'que se han que-dado si n empleo por el aumen to de la productividad asociado a la globalizacin. Esta nueva estructura social se refleja en una mayor disparidad de ingresos entre quienes t rabajan y quien es no, y entre quienes trabajan, segn su capacidad.

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  • 'SC11!Y&1'YiMMH'd'ttr r '1

    Las dispaddades de ingresos estn relaci onadas tambin con las disparidades geogrficas, tanto dentro de un mismo conti-nente, pas o regin como entre unos y otros. Est la disparidad ctecente entre las reas -sobre todo las regiones industriales avanzadas- capaces ele sacar provecho a sus posibilidades tec-nolgicas y el resto. Algunas zonas pueden prosperat~ al menos temporalmente, a trayendo la produccin a gran escala: el su-reste asitico, el sur de Europa y, en un pos ible futuro, Europa central. Las dems regiones estn atrapadas en la economa mundial en la medida en que las fuentes tradicionales de ingre-sos se van erosiona ndo, pero no son capaces de participar ni en la produccin ni en el consum o. Los mapas qu e hacen las em-presas internacionales de la segmentacin de sus mercados sue-len dejar fuera la mayor parte del mundo. Pero esas disparida-des geogrficas, cada vez ms amplias, se pueden hallar incluso en el interior de un mismo pas, continente y hasta ciudad; y eso ocurre tant en el mundo industrial avanzado como en el resto. En todas partes estn surgiendo lmites entre los enclaves globales, prsperos y protegidos, y las reas que quedan fuera de ellos, anrquicas, caticas y golpeadas por la pobreza.

    Estas tendencias esbozadas son, al mismo tiempo, aleatmias y constmidas. No hay nada de inevitable, por ejemplo, sobre el aumento de las disparidades sociales, econmicas y geogrficas; en parte, son consecuencia de la desorganizacin o de una or-

    . ganizacin que surge de la inercia anterior. En cambio, lo que puede darse por descontado es el alejamie nto histrico de las culturas verticales caractersticas de la era del Estado-nacin, que producan un sentido de la identidad nacional y una sensa-cin de seguridad. Los smbolos abstmctos, como el dinero y la ley, que constituyen la base de las relaciones sociales en socie-dades en las que ya no predominan las interacciones personales, eran un elemento constitutivo de dichas culturas nacionales. 11 En la actualidad es un tpico hablar de una crisis ele i.denti-dach, una sensacin de alienacin y desorientacin que acom-paa la descomposicin de las comunidades culturales.

    Sin embargo, tambin es posibl e sealar ciertas formas in-cipientes de clasi ficacin cultural. Por un lado, estn los que se consideran parte de una comunidad mund ial de personas que

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    piensan de formn parecida, principalmente los tra bajadores de la info,macin, que cuentan con una buena fo rmacin, o los anali stas simbli cos , que pasan mucho tie mpo en aviones, tele-con[erencias , etctera, y que tal vez trabajan para una empresa multinaCional, una ONG o alguna o tra organizacin internacio-nal, o que quiz pertenecen a una red de cientficos , o depor-tistas, o msicos y artistas, o algo semejante. Por otro lado, es-tn quienes se sie nten excluidos y pueden considerarse, o n o, parte de una comunidad local o particularista (religiosa o na-ciona l).

    Hasta ahora, las nuevas agmpaciones globales no estn poli-tizadas o, al menos, casi no lo estn . Es decir, n o constituyen la base ele comunidades polticas en las que puedan fundarse nue-vas formas de poder. Una razn es el individualismo y la ano-mia que caracterizan a la poca actual: la sensacin d e que la accin poltica es superflua ante la enormidad de los problemas actuales, la dificultad de controlar o influir sobte la tela de araa ele la estmctura de poder y la fTagmentacin cultural de las redes horizontales y de las lealtades partiCularistas. Tanto el que Reich llama el cosmopolita laissez-faire, que se ha apar-tado de la nacin-estado y persigue sus intereses de consumo individuales, como los incansables jvenes criminales, los nue-vos aventureros, presentes en todas las zonas excluidas, reflejan este vaco poltico.

    De todas formas, existen semillas de politizacin en ambos tipos ele gn1pos. La politizacn cosmopolita puede encontrarse en el interior de las nuevas ONG o los nuevos movimientos so-ciales transnacionales y dentro de las instituciones in ternaciona-les, as como en las personas, asociada a un compromiso con los valores huma nos (derechos sociales y polticos univrsal es, responsabilidad ecolgica, paz y democracia, etctem) y a la no-cin de sociedad civil transnacional, la idea de que un0s grupos organizados por su cuenta y que acten por encima ele las fron-tents pueden esolver problemas y presionar a las instituciones polticas. La nueva poltica de las identidades particularistas tambin puede interpretarse como una reaccin ante estos pro-cesos m un diales, como una f01ma de movilizacin pol tica ante la impotencia cada vez mayor del Es tado moderno.

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  • Poltica de identidades

    Utilizo el trmino poltica de identidadeS>> para referirme a movimen i:os que surgen asociados a una identidad tnica, ra-cial o rel i'~ri osa y con e l propsito de lucha r por el p oder esta-tal.U Y ut tzo el tmlino identidad >> , en sentido estricto , como una formn de etiqueta. Cuando habla m os de con flic tos tribales en f-rica , conflic tos eJigiosos en Oriente Prximo o el sur de Asia, o con fl ictos nacionalistas en Europa, todos ti enen una ca-racters ti ca comn, que es el uso de etiqtletas como base para las reivindicaciones polticas. Tales conflictos se califican, a me-nudo, de conflictos tnicos. El trmino et11.os tiene una connota-cin racial, pese a que diversos autores ins istan en que etnia>> se refiere a una comunidad cultural, ms que a una comunidad basada en los lazos de sangre. Aunque es eviden te que las rei-vindicaciones tnicas no tienen fundamento racial, lo impor-tante es que esas e tiquetas suelen tratarse como una cosa con la que uno nace y que no se puede cambiar; no pueden adquirirse mediante la conversin ni la asimilacin. Uno es alemn si su abuela era alemana, aun que no sepa hablar la lengua ni haya esta do nunca en Alemania ; pero uno r.o es alemn s i sus padres eran turcos, aunque viva y trabaje en Alemania. Un catlico na-cido en Belfast occidental est condenado a seguir siendo cat-lico aunque se convierta rtl protestantismo. Un croata no puede volverse serbio adoplando la religin ortodoxa y escribiendo en alfabeto cirlico. En la m edida en que esas etiquetas se conside-ran de rechos inalienables, los conflic tos b asados e n la poltica de identidades t~mbin pueden den ominarse confli c tos tnicos. Existen, por supuesto, formas de polflica ele identidades en las que las etiquetas no son derechos inalienables s ino que pueden im ponerse voluntariamente o por la fuerza . Ciertas sectas del Is-lam militante, por ejemp lo, pretenden crear Estados puramente islmicos m ediante la conversin de los no musulman es. '3

    El trmino

  • 11 } .,. 1. '1 "1 ' e nrsl'? rr:: l!.f'

    La nueva poltica de identidades deriva de la desintegracin o erosin de las estructuras del Estado moderno, especialmente los Estados centrali zad os y autoritarios. La cada de los Estados comunistas a parlir de 1989, Ja prdida de legitimidad de los Estados poscoloniales en frica o el sur de Asia, o incluso el de-clive de los Estados de bienes tar en pases indus triales ms avanzados proporCionan el enton1o en el que se aliinentan esas nuevas formas de poltica.

    La nueva poltica de identidades tiene dos orgenes principa-les, ambos vinculados a la globalizacin. Por un lado, se puede considerar una reaccin ante la impotencia cada vez maym y la legitimidad cada vez menor de las clases polticas establecidas. Desde esta perspectiva, es una poltica promovida desde aJTiba, que aprovecha y fomenta los prejuicios populares. Es una fonna de movilizacin .poltica, una tctica de supervivencia para los polticos activos en la poltica nacional, sea en el mbito del Es-tado o de regiones definidas como naciones , como en el caso de las repblicas de la antigua Yugoslavia o la antigua Unin Sovi-tica, o en lugares como Cachemira o Eritrea antes d e la inde-pendencia. Por otro lado, nace de lo que se puede calificar de economa paralela -nuevas formas legales e ilegales de ganarse la vida, surgidas entre los sectores marginales de la sociedad- y constituye una inanera de legitimar esas nuevas formas tUIbias de actividad. Sobre todo en Europa d el Este, los sucesos de 1989 condensaron el impacto de la globalizacin al socavar la nacin-estado y al dar pie a nuevas formas de actividad econmica en un breve espacio de tiempo transitorio", de tal forma que esta modalidad de nacionalismo desde abajo se uni al nacionalismo desde arriba en una combinacin explosiva. 1"1

    En Europa del Este, el uso del nacionalismo como forma de movilizacin poltica es anterior a 1989. Especialmente en los antiguos Estados multinacionales cmunislas, la conciencia na-cional se cultivaba de manera deliberada en un contexto- en el que las diferencias ideolgicas estaban prohibidas y las socieda-des, en teora, haban sido objeto de una homogeneizacin y una limpieza social. 15 La nacionalidad, o ciertas nacionalida-des oficialmente reconocidas, se convirtieron en el paraguas le-gtimo que cubra la bsqueda de diversos intereses polticos,

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    econmicos y cullurales. Este hecho fue especialmente impor-tante en la anti gua Yugoslavia y la antigua Unin Sovitica, d onde la diferencia nacional se Consagr en la constitucin>>. 16

    Estas tendenc ias se re forzaron por el fu ncona mie 1to de las economas de escasez. En teora, se supone que las _:~:conomas p.lanificadas ~liminan la competencia . Desde luego, la planifica-cin elimina la competencia por. los m ercados. Pero produce otra forma de competencia, por los recursos. En teora, unos di-rigentes racionales trazan el plan y Jo transmiten a lo largo. de una cadena vertical de mando. En la prctica, el plan se COns-truye a travs de mltiples presiones burocrticas y despus se descompone. Se convierte en la expresin de un compromiso burocrti co y, debido a la obligacin del presupuesto flexible>>, las empresas gastan siempre ms de lo previsto. El resultado es un crculo vicioso en el que la escasez intensHica la competen-cia por Jos recursos y la tendencia en tre ministerios y empresas al acaparamiento y la autarqua, que incrementa todava ms la escasez. En este contexto, la nacionalidad se convierte en un instrumento que puede emplearse para f!Umentar la competen-cia por los recursos. 17

    Ya a principios de los aos setenta haba. autores que adver-tan sobre un estallido nacionalista en la antigua Unin Soviti-ca como co nsecuencia de la utilizacin que se habfa hecho de la poltica de la nacionalidad para apuntalar el proyecto socialista en decaclencia. 18 En un artculo clsico, publicado en 1974, Te-resa Rakowska-Harmstone empleaba el trrriino nuevo nacio-nalismo para designar Un nuevo fenmeno que est presente incluso entre personas que, en el momento de la revolucin, no tenan ms que un sent ido incipiente ele una cultura comn,_ 19 La poltica sovitica cre una jerarqua de nacionalidades ba-sada en una elaborada jerarqua ac\ministmtiva en la que la ca-tegora de aqullas estaba unida a la categora de las unidades administra tivas territoriales: repbl icas, regiones autnomas y reas autnomas. Dentro de esas ordenaciones administrativas, se fomentaban la lengua y la cultura maternas de la supuesta nacionalidad titular>> y a los miembros de esa nacionalidad se les daba prioridad en la administracin local y la educacin.20 El sistema produjo lo que Zaslavsky ha llamado una divisin

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  • del trabajo explosiva'', en la que una elite administrativa e inte-lectual nativa mandaba sobre una clase obrera urbana proce-d en te de Rusia y una poblacin rurnl inclgena. 21 La elite local usaba el desarrollo ele la conciencia nac ional para fomen tar la autonoma administrativa, sobre todo en el mbito econmico.

    Como afirmaba en el captulo antedot~ un proceso parecido fue el que se produjo en la antigua Yugoslavia, !'>Obre todo a par-tir de qLte la constitucin de 1974 consolidara ias naciones y re-pblicas que componan la federacin y restringiera los poderes del gobierno federal. Lo q ue mantena juntos a esos Estnclos multinacionales era el monopolio del Partido Comunista. Des-pus de 1989, cuando se desacredit el proyecto socialista, se deshizo, por fin, el monopolio del partido y se celebraron elec-ciones democrticas por primera vez, el nacionalismo estall abiertamente. En una situacin en la que hay poco que escoger entre partidos, en la que no hay historia de debate poltico, en la que los nuevos polticos son casi desconocidos, el naciona-lismo se convierte en un mecanismo de diferenciacin poltica. En las soc,iedades en las que los habi tantes suponen que se espera qll1:. voten en determinado sentido, en las que no estn acostumbrados a ,la eleccin poltica y pueden ser reacios a darla por descontada, votar con aneglo a lmi tes nacionales se convierte en la opcin ms sencill a.

    El nacionalismo representa una continuidad con el pasado y, al mismo tiempo, una forma ele negar u Olvidar" una complici-dad con ese pasaqo. Representa una continu idad, en parte, por como hte alimentado en la era anterior, no slo en 1os Estados inultinacionales, y, en parte, porque su forma es muy parecida a la de las ideologas de la guerra fra. El comunismo, en con-

    ci~eto, sac mucho provecho de una mentalidad de gueJTa de ellos contra nosotros, buenos contra malos, y elev el concepto de comunidad colectiva homognea. Al mismo tiempo, es una forma de negar el pasado porque los regmenes comunistas con-denaban a las claras el nacionalismo. Como en el caso de la ad-hesin feroz al mercado, el nacionalismo es na forma de negar lo que hubo antes. El comunismo puede ser considerado un personaje ajeno,, un foras tero >> , sobre tod o en los pases ocu-pados por tropas soviticas, y con ello se exculpa a quienes

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    aceptaron o toleraron el regunen, o incluso a quienes colabora-ron con l. La identidad nacional, en cierto modo, es pura e in-

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  • cual sum inistr un entorno para el aumento del cti men y 1a crea -cin de redes de corrupcin, mercados negros, traficantes de ar-mas y drogas, etctera. En las sociedades en las que el Estado controlaba grandes sectores de la economa y no existen ins-tituciones de mercado organizadas por su cuenta, las polticas de ajuste estructural o transicin s ignifican, en realidad, la falta de cualqu ier tipo de nonna. El mercado, en general, no signi fica nuevas empresas autnomas de produccin. Significa corrupcin, especulacin y crimen. Nuevos grupos de tu rbios hombres de negocios,, a menudo vinculados a los aparatos institucionales en decadencia a travs de varias formas de soborno y abusos de in-formacin privilegiada, se dedican a una especie de acu mulacin primitiva, el ansia de tierras y capital. Utilizan el lenguaje de la poltica de identidades para levantar alianzas y legitimar sus acti-vidades. Con frecu~ncia , esas redes estn relacionadas con gue-nas --por ejemplo en Afganistn, Pakistn y grandes zonas de frica- y cQn la desintegracin del complejo militar e industrial tras el fi m{ d e la guen-a fria . Muchas veces son transnacionales y se relacionan con circuitos internacionales de mercancas ilega-les, en ocasiones a t ravs de contactos entre los expatriados.

    Un fenmeno t~pico lo constituyen las n uevas bandas de jve-nes, los nuevos av~ntureros, que viven de la violencia o las ame-nazas de violencia,: que obtienen armas de los exceden tes que cir-culan en el mercado negro o saqueando almacenes militares, y que, o bien fundan su poder en redes particul aristas, o buscan respetabilidad me9iante reivindicaciones par ticularistas. Entre ellos estn tambin los grupos transcaucskos que se dedican a capturar rehenes para intercambiarlos por comida, annas, di-nero, otros rehenes e incluso cadveres; las mafias de Rusia; los nuevos cosacos, que lucen el uniforme de cosacos para prote-gen> a los grupos de expatriados rusos en los pases vecinos; las m ilicias nacionalistas com puestas por jvenes parados e:n la zona occidental de Ucrania o Herzegovina: todos ellos se alimentan, como buitres, de Jos restos del Estado en descomposicin y de las frustraciones y los resentimientos de los pobres y desempleados. En las zonas de conflicto de frica y el sur de Asia tambin se encuentra esta misma casta de inquietos aventureros polticos.25

    La nueva poltica de identidades rene estas dos fuentes de

    ll o

    particul arismo en diversos grados. Las antiguas elites adminis-tra tivas o intelectuales se alan con una mezcla variopinta de aventureros marginados de la sociedad y, juntos, movilizan a los excluidos y abandonados, los alienados e inseguros, con el fin de tomar y conservar el poder. Cuanto ms grande es la sensa-cin d e inseguridad , mayor la polarizacin d e la sociedad, y me-nos espacio q ueda para valores polticos alternativos e integra-dores. En situacin de conflicto, dichas alianzas se consolidan gracias a la complicidad compartida en los crmenes de guerra y una dependencia com n ele la persis tencia d e la economa de guerra. E n Ruanda, el plan para el genocidio m asivo se ha inte1pretaclo como la forma de que los h utu s extremis tas pudie-ran conservar su poder en el contexto de la crisis econmica y la p resin internacional a favor de la democratizacin . Segn la ONG Af-rica Righ ts: El objetivo de los extremistas era que tod a la poblacin hu tu participase en las matanzas . . De esa forma, la sangre del genocid io mancha ra a todo el mundo. No podra ha-ber ma rcha atrSl> .z6 La intensificacin de la guerra en Cache-mira, inclu ida la participacin de muyahidiin afganos, ha crea-do una polar izacin entre las identidades h ind y musulmana que ha ido suplantando progresivamente a las tradi ciones sin-crticas y los lazos comunes basados en la identidad cachemir, el kashmiriyat. 27 Una de las explicaciones para la ferocid ad del sentimiento nacionalista en la ai1tigua Yugoslavia es el hecho de que a ll se concentran todos los orgenes posibles de la nueva poltica ele iden tidades: el a n tiguo Estado tena la clase d irigen-te ms occidentalizad a y cosmopolita de l os pases del este de Eu ropa, por lo que el resentimiento de los excluidos se vea exa-cerbado; experi mentaba la competencia burocrtica nacionalista tpica del Estado centra lizado en decadencia; y, debido a que se vio expuesta a la transicin al libre mercado antes que cual-quier otro pas del es te de Eu ropa, su economa parale la se de-sarToll ms. Aun as, fue necesaria una guerra despiadada para crear el odio sobre el que reconstruir identidades excluyentes.

    La nueva forma de poltica de iden tidades se considera a menudo u n re troceso al pasado, un regreso a las identidades premoclernas, tempora lmente desplazadas o supr imidas por las ideologfas m odernizadoras . Desde luego, es cierto que la nueva

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    poltica se basa en el recuetdo y la hi s toria, y que algunas so-ciedades en Jas que las tn1diciones culturales estn ms arraiga-das son ms susceptibles a la nueva poltica. Pero, como he ex-plicado, lo que importa de verdad es el pasado reciente y, en especial, el impacto de la globalizacin sobre la supetvivencia poltica de los Estados. Adems, Ja nueva poltica tiene nlsgos completamente nu evos y contempotneos.

    En primer lugar, es hoiizontal adems de vertical, transna-cional adems de nacional. En casi todos los nuevos nacionalis-mos, la dispora d esempea un papel mucho ms impor tante que antes gracias a la rapidez de las comunicaciones. Siempre hubo grupos de expatriados nacionalistas que tramaban la libe-racin de su pas en Pars o Londres. Pero tales grupos han crecido y h an adquirido ms importancia por las dimensiones de la emigracin, la faci lidad de viaje y la expansin del telfono, el fax y el correo elec trnico. Existen dos tipos de expatriados. Por un lado, estn las . minoras que viven en pases vecinos; temero-sos de su vulnerabilidad a los nacionalismos locales y, con fre-cuencia, ms extremistas que los que se han quedado en su pas. Pot ejemplo, los serbios que viven en Croada y Bosnia-Herzego-vina, las minoras rusas en todas las rcpbl.icas ex sovi ticas, la minora hngara en Vojvodina, Rumania, Ucrania y Eslovaquia, los tuts is que viven en Zaire o Uganda. Por o tro lad o, hay grupos ms desapegados que viven en pases dis ta ntes, muchas veces en las nuevas naciones constituidas por un a mezcla de culturas , y encuentran consuelo en sus fanta sas sobre sus orgenes , a me-nudo muy alejadas de la realidad. La idea de una pa tria sij, Kha-lis tn, la nocin de unir Macedonia y Bulgaria, la exigencia de una Rutenia independiente: t odas se originamn en las c