No obstante la variedad de los casos expuestos, el libro deja sin … · 2014. 3. 7. · libro que...

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No obstante la variedad de los casos expuestos, el libro deja sin incluir muchos otros como los que han sido expuestos por la etnomusicología de los ochenta, relacionados con la “tristeza”, no como una forma de refinamiento sino por su sigificado ritual, como lo han expuesto los estudiosos del “llanto” en las culturas indíge- nas. J. Arturo Chamorro El Colegio de Michoacán Bibliografía AMES, Roger T. (Editor), Phylosophy East and West:A Quarterly of Comparative Philosophy, Honolulu, University of Hawaii Press, 1991, Vol. 51, No. 1, enero. ROSALDO, Michelle Z. Knowledge and Passion: Ilongoí Notions of Self and Social Life. Cambridge, Mass., Cambridge Univer- sity Press, 1980. WATTS N. Fraser (Editor), Cogniíion and Emotion, London, United Kingdom, Lawrence Eribaum Associates Publishers, 1990, Vol. 4, No. 3, septiembre. LISI, Francesco Leonardo, El tercer Concilio Límense y la acultu- ración de los indígenas sudamericanos. Estudio crítico con edi- ción, traducción y comentario délas actas del concilioprovincial celebrado en Lima entre 1582y 1583, Ediciones Universidad de Salamanca, Acta Salmanticensia, Estudios Filológicos núm. 233, Salamanca (España), 1990, 390 páginas. Entre el cúmulo de publicaciones que, deliberadamente o por casualidad, los vientos del quinto centenario han traído consigo, hay trabajos de los que cabe congratularse: el libro del profesor

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  • No obstante la variedad de los casos expuestos, el libro deja sin incluir muchos otros como los que han sido expuestos por la etnomusicología de los ochenta, relacionados con la “tristeza”, no como una forma de refinamiento sino por su sigificado ritual, como lo han expuesto los estudiosos del “llanto” en las culturas indígenas.

    J. Arturo Chamorro El Colegio de Michoacán

    Bibliografía

    AMES, Roger T. (Editor), Phylosophy East and West:A Quarterly of Comparative Philosophy, Honolulu, University of Hawaii Press, 1991, Vol. 51, No. 1, enero.

    ROSALDO, Michelle Z. Knowledge and Passion: Ilongoí Notions o f Self and Social Life. Cambridge, Mass., Cambridge University Press, 1980.

    WATTS N. Fraser (Editor), Cogniíion and Emotion, London, United Kingdom, Lawrence Eribaum Associates Publishers, 1990, Vol. 4, No. 3, septiembre.

    LISI, Francesco Leonardo, El tercer Concilio Límense y la acultu- ración de los indígenas sudamericanos. Estudio crítico con edición, traducción y comentario délas actas del concilio provincial celebrado en Lima entre 1582y 1583, Ediciones Universidad de Salamanca, Acta Salmanticensia, Estudios Filológicos núm. 233, Salamanca (España), 1990, 390 páginas.

    Entre el cúmulo de publicaciones que, deliberadamente o por casualidad, los vientos del quinto centenario han traído consigo, hay trabajos de los que cabe congratularse: el libro del profesor

  • Lisi, que ahora nos ocupa, es uno de ellos. Bajo el discreto ropaje de una nueva edición de las actas del tercer concilio límense, el trabajo que nos ofrece el profesor Lisi es, en muchos aspectos de la metodología filológica, ejemplar. Partiendo de una tradición textual poco explorada, el objetivo del autor está centrado en “el interés de poner de manifiesto cuál fue la versión original de las actas y hacer accesible a los estudiosos un texto que mostrara las discusiones existentes en aquel momento y las diferentes ¡incas en contradicción” (p. 85). En otras palabras, la obra que ahora reseñamos tiene pretensiones puramente filológicas.

    Las cerca de cuatrocientas páginas de que consta el libro, se dividen en tres magnas partes seguidas de sieíe importantísimos “apéndices” documentales. La primera, que ocupa las cien páginas iniciales y hace las veces de introducción, a decir del autor, lleva el título de “La política evangelizadora de la Iglesia Católica a fines del siglo xvi y el Concilio de Lima” ; la segunda, de j:= pagina 103 a la 227, cuyo título es “Concilium provinciale límense”, contiene, en efecto, el texto bilingüe de las actas del concilio: el texto latino, con sendos aparatos, crítico y de referencias, amén de la correspondiente traducción. Y, en fin, una importante tercera parte (pp. 229-342) que consiste en un comentario del texto conciliar, acción por acción.

    Esta parte introductoria (pp. 11-101), como la tercera, impresiona al lector por su erudición bibliográfica. Consta, en efecto, de tres apartados densos y muy bien hechos. El primero de ellos (pp. 11-56), destinado a delinear el “significado del tercer concilio de Lima”, empieza abordando competentemente el sugestivo y en ciertos ámbitos muy manido asunto de las relaciones entre evange- lización y política (pp. 12-30) con ocasión de la cristianización americana durante el siglo xvi; analiza luego, magistralmente, la “situación de la Iglesia americana en la segunda mitad de! siglo xvi” (pp. 31-42); y termina delineando muy bien las peripecias que rodearon la preparación y convocatoria del tercer concilio límense (pp. 43-55).

  • Es ejemplar el cuidado con el que el profesor Lisi va avanzando en la importante tarea filológica de reconstruir el contexto a lo que es la parte central de su libro, las actas. Basta con ver la bibliografía: amplia y abundante a la vez que selecta. Esta parte introductoria, en efecto, se convierte en una documentada historia de la iglesia peruana durante los años que circundan al concilio. Son especialmente de agradecer al autor sus generosas y muy bien documentadas notas.

    Y a en el prólogo (pp. 7 y 8) indica con claridad los propósitos de esta primera parte que, como dije arriba, hace las veces de introducción:

    La introducción intenta aclarar, en su primera parte, las contradicciones imperantes en la sociedad peruana y en la Iglesia y los resultados que éstas tuvieron en la redacción y concreción del concilio. La segunda parte estudia el problema de la autoría y dedica un apartado biográfico al redactor latino de las actas, el P. José de Acosta, en el que las peculiares contradicciones peruanas son iluminadas desde la perspectiva de su vida. Posteriormente, el análisis de los manuscritos existentes muestra la relación de los diferentes códices entre sí.

    No es difícil ver, por lo demás, la postura adoptada por el autor al emprender esta ejemplar reconstrucción. Es muy perceptible, por ejemplo, el énfasis con que el profesor Lisi deja en claro la poco edificante labor que la Iglesia desempeñó, salvo las ya conocidas honrosas excepciones, en el proceso de “aculturación de los indígenas americanos”. Es ejemplar, en ese sentido, el siguiente párrafo:

    Los españoles apresuraron la construcción de templos cristianos en los poblados indígenas porque vieron en ello la posibilidad de suplantar la religión autóctona y cerrar el ciclo de la transculturación. Las iglesias de indios se diferenciaron claramente de las que correspondían a los blancos. Las escuelas de caciques constituyeron otro paso,

  • con ellas procuraban integrar y diferenciar a los principales de la población en la esperanza de tener luego instrumentos aptos para dirigir con menores esfuerzos al resto (p.26).

    Si este tipo de complicidad eclesiástica impacta, más choca el recordar que “la labor catequética era realizada a menudo por la fuerza” y que “los indios eran traídos encadenados y presos hasta el doctrinero” (p. 27). En concreto, la introducción deja bien en claro que los “blancos” consolidaron su dominio sobre los indígenas americanos “por medio de las instituciones eclesiásticas” (pp. 17 y 24). Sin embargo, al enfatizar este aspecto político de la evangelización da la sensación de que el autor oscurece de más la otra preocupación, más humanitaria en la mentalidad del siglo XVI, que ciertamente estuvo presente en algunos, al menos, en los evangelizadores. A saber: la de una evangelización que, a su modo, busca honestamente una “salvación” para el indio.

    No cabe duda que en muchos ámbitos de la España del siglo xvi la situación creada por el hallazgo, conquista y colonización del Nuevo Mundo estaba totalmente fuera de los moldes bajo los cuales se medía la vida habitual y para los que estaba hecho el aparato legal. Citada ya por el profesor Lisi, la Relectio de Indis de Francisco de Vitoria es una excelente muestra, por ejemplo, de las razones que se esgrimían y de los debates que tuvieron lugar en uno y otro bando ante las masacres de América; da, en efecto, la impresión de una interpretación de la ley que se abre camino de buena fe, sobre la marcha, intentando salvar todo lo que la infraestructura legal europea tenía como inamovible.

    Vitoria habla, en efecto, de razones legítimas y razones ilegítimas entre las esgrimidas por sus contemporáneos para justificar las masacres de indios en América. Entre los “títulos legítimos por los cuales pudieran venir los indios a poder de los españoles” invocados por Vitoria se encuentra el de la “propagación de la religión cristiana”. Basado en sendos textos de Me 16,16 (“predicad el evangelio a toda creatura”) y 2 Tim 2,9 (“la palabra de Dios no está encadenada”) Vitoria otorga a los españoles la legalidad, práctica

  • mente, de cualquier tipo de comportamiento, incluyendo el de la evangelización violenta, con respecto a los indios. Sin embargo, es muy de dudarse que la Relectio de Indis haya sido dictada por las premisas de una política de dominación. Al contrario, tiene más bien la forma de una protesta, basada en el derecho, por la forma como los españoles se habían apoderado de vidas y haciendas en el Nuevo Mundo. Sin embargo, Vitoria filosofa sobre una situación de hecho y no le queda más remedio que justificar realidades producidas ignominiosamente. Prueba de su buena fe son los postulados del tipo de: “el Papa no tiene ninguna potestad temporal sobre los indios ni sobre los demás infieles"; “los indios, antes de tener noticia alguna de la fe de Cristo, no cometían pecado de infidelidad por no creer en Cristo”; ‘ios indios no están obligados a creer en la fe de Cristo al primer anuncio que se les haga de ella” ( cfr. Francisco de Vitoria, Relectio de indis, en Clemente Fernández, Filósofos escolásticos de los siglos XVI y XVII. Selección de Textos, Madrid, BAC, 1986, pp. 156ss).

    Vista a distancia, sin embargo, a la luz de los derechos humanos tal cual hoy se conciben, y a la luz de postulados como el de la libertad religiosa y libertad de conciencia aceptados ya sin ambages por la misma Iglesia Católica, la conquista de América no puede pretender que sus fechorías sean buenas por el sólo hecho de que se hicieron en nombre de Dios y de la religión; ni es posible seguir maquillando con evocaciones de un inoportuno romanticismo religioso las huellas, aún visibles, de violencia, abuso y salvajismo que acompañaron las pretensiones políticas de los monarcas de la conquista española del siglo xvi. Este último parece ser el punto de vista sustentado por el profesor Lisi. En este caso, aunque pudiera de alguna manera parecer un anacronismo enjuiciar un hecho del pasado con criterios y principios actuales, es mérito indudable del libro que reseñamos el haber acercado al tercer concilio límense datos que es costumbre evaluar muy lejos de la sacralidad del templo. Por tanto, si bien no hay que escandalizarse ya del simple terrorismo cristiano, sí es legítimo hacerlo al ver que la abomina

  • ción se instala en el mismo lugar santo; cuando, como dice el mismo evangelio, quien asesina lo hace en nombre de Dios.

    Este primer apartado de la sección introductoria del libro tiene, además, la importante y muy difícil función de, como ya dije, reconstruir el contexto que las actas del tercer concilio límense tuvieron al ser promulgadas: “el significado del tercer concilio de Lima”. Como en todo texto, los problemas, alusiones, selección de temas y, desde luego, las omisiones, los vocablos seleccionados y, en general, todo el aparato verbal del concilio usado por el redactor de las actas adquiere su sentido a la luz de los numerosos contextos, entornos y situaciones que circundan el texto conciliar. Es mérito del profesor Lisi, desde luego, esta propuesta de contexto que equivale, bien se sabe, a una propuesta de lectura: “iluminar más bien los aspectos histórico-políticos de la cuestión” (p. 7). El autor es muy consciente de que hay otras lecturas, como la “canonico-teologica” (cfr. p. 7 y 85), posibles y, en cierto sentido, más obvias del texto que edita. La conclusión a la que llega por el camino transitado es, empero, la siguiente:

    Es mi convicción, luego de un análisis detallado de las fuentes, que si bien la incorporación de las culturas americanas a la esfera de poder europea no tiene una explicación monocausal, su resultado objetivo fue la aniquilación planificada y sistemática de la autoconciencia indígena y el genocidio de los pueblos sometidos. Más dificultoso es precisar cuáles fueron los móviles psicológicos de la barbarie, (p. 7)

    Haciendo gala de una muy coherente teoría del texto, el profesor Lisi acerca al tapete de la lectura las distintas y menos conocidas circunstancias del escrito, propone luego su texto y, finalmente, emite su comentario exegético. Ni más ni menos que lo que se estila en la labor filológica habitual cuyas tareas principales consisten en fijar, restaurar, estudiar, comentar y editar textos. El profesor Lisi cataloga su obra, en efecto, de “investigación filológico histórica”.

  • El segundo apartado (pp. 57-84) es dedicado, por entero, al importante asunto de quién fue el autor de las actas del tercer concilio límense. En él explora la atribución generalizada de las actas, por parte de los estudiosos tanto del siglo xix como contemporáneos, al jesuíta José de Acosta.

    En la reconstrucción de la figura de Acosta, subyace la contemporánea teoría del texto donde se enfatiza el papel que tiene el emisor de un texto sobre todo a la hora de interpretar pasajes difíciles u obscuros. En filología, trabajar en torno al autor de un texto es el punto de partida para reconstruir su historia base de su fijación. Nada raro que la obra que reseñamos dedique un importante apartado a rescatar la figura del jesuíta José de Acosta, “autor de las actas”. Esta es, como decía, la tesis sustentada a este respecto por el profesor Lisi quien se sirve de ella no sólo con fines hermenéuticos sino para su importante capítulo sobre la historia del texto. Para probarla, recoge y analiza los “indicios históricos” de que Acosta escribió las actas, compara el estilo del jesuíta con el de las actas, reconstruye la vida del “Plinio del nuevo mundo” (p.68) y estudia su actuación en el concilio ya recuperando una importante bibliografía, hoy casi olvidada, ya hurgando en una obra tan poco consultada en menesteres historiográficos como la Monumenta Pemana, parte de la Monumenta Histórica Societàtis Iesu. El resultado es un erudito e interesante apartado en donde queda muy bien trazada la por lo demás sugestiva figura de Acosta.

    El tercer apartado (pp. 85-101) de la introducción, en fin, está destinada a explorar “la tradición escrita de las actas”. El autor insiste en catalogar su trabajo “como una investigación filológico histórica y no canònico-teològica” (p.7) y su interés en estudiar las actas del tercer concilio límense “como un documento histórico más que teológico” (p. 85).

    “La tradición escrita de las actas”, es abordada por el profesor Lisi con la convicción de que “no existe hasta el presente ningún estudio sistemático sobre la tradición manuscrita y las posteriores ediciones de las actas del concilio”. Este tercer apartado de la introducción, por tanto, lleva a cabo una cuidadosa y erudita labor

  • crítica para determinar la situación textual de cada uno de los manuscritos mencionados ya por los historiadores, ya en los documentos históricos, en lo que podríamos llamar la crítica textual de las actas.

    Puesto ya en pos del original, el autor divide los manuscritos en italianos, peruanos y españoles, según el país donde se encuentran y establece el caracter de copias de los ejemplares tanto peruanos como italianos. La investigación del profesor Lisi y, en consecuencia su obra, privilegian, entre los manuscritos españoles, el llamado manuscrito salamantino, Ms. 297, origen de su investigación y base de su texto. Por lo que hace al Ms. 297, el autor establece que es una copia del límense llevada por Acosta en su viaje a España en 1586; que no fue el manuscrito utilizado por el jesuita para la edición príncipe y, en fin, que no está aún “corregido” por Roma.

    Es ejemplar, por muchas razones, la minuciosa descripción a que es sometido cada uno de los tres “manuscritos españoles” —el Ms. 297, el manuscrito de la Real Academia de la Historia de Madrid y el Manuscrito del Archivo de Indias de Sevilla— desde el punto de vista de sus datos exteriores, codicología, paleografía, contenido, historia del manuscrito y bibliografía. Esta parte termina con la propuesta de stemma que el autor hace (p. 101) según el cual, de un original, hoy perdido, se derivaron cinco copias: la de Madrid, Lima, Sevilla, Salamanca y la representada por edición príncipe hecha por Acosta que cuenta entre sus antepasados la copia, hoy perdida, del Escorial, la copia enviada por Acosta al cardenal Aquaviva y una copia de ella, también hoy perdida.

    Esta parte de la investigación deja algunas cosas pendientes. El lector echa de menos, por ejemplo, una lista de las ediciones que se han hecho del texto que ahora se edita, amén de alguna indicación sobre las características textuales de cada una de ellas; esto es tanto más necesario, cuanto que el objetivo principal del libro es una edición que “intenta reflejar la tradición” (p. 85) escrita de las actas conciliares. Pese a confesar que “no existe hasta el presente ningún estudio sistemático sobre la tradición manuscrita y las posteriores ediciones de las actas del concilio” (p. 85), el autor deja

  • la responsabilidad a una pequeña nota (p. 101) de que indique al lector dónde puede enterarse de “las diferentes ediciones del concilio tanto en latín como en castellano” al paso que actualiza dicha referencia. El lector, por lo demás, no logra saber a ciencia cierta cuáles son las características textuales de la edición de Acosta que parte, ciertamente, como las otras ediciones, de esa “tradición escrita” que el autor quiere reconstruir: sólo en la página 105, al explicar las siglas, se informa al lector que la edición príncipe fue hecha por Acosta y que se publicó en Madrid en 1591. De hecho este es un dato que se da por sabido a lo largo de todo el libro. Entre estos pecadillos menores, habría que mencionar el cambio, en el stemma, de la sigla relativa al manuscrito sevillano: sin previo aviso, én efecto, el manuscrito en cuestión, que venía siendo designado por la sigla A (pp. 85 y 86), aparece en el stemma como H (p. 101).

    Como ya se dijo, la parte nuclear de la obra está constituida por el texto de las actas: consta del texto latino con un importantísimo aparato crítico y la numeración de cada una de las líneas página por página —la numeración, en efecto, empieza cada página- y la traducción española llevada a cabo por el autor. Desde luego, el texto latino con su aparato crítico muestra, de manera excelente, a los estudiosos “las discusiones existentes en aquel momento y las diferentes líneas de contradicción” (p. 85). La edición, por tanto, cumple con creces el propósito del autor. Las indicaciones del aparato crítico están en latín como, en general, lo están las demás comunicaciones, en esta parte del libro, entre el autor y el lector: el título que esta parte lleva, Concilium Provinciale Límense, es ya indicador de esta característica. Entre los trabajos que se tomó el autor en la presentación del texto latino, paralelo al aparato crítico, está el haberlo dotado de un importantísimo, útil y erudito aparato de concordancias jurídico-conciliares. Lisi anota en él, en efecto, las reminiscencias, referencias o alusiones que hay, en el texto conciliar límense de, por ejemplo, el concilio de Trento, el concilio toledano, el decreto de Graciano, el concilio constantino-

  • politano, el tercer concilio provincial mexicano, el segundo concilio límense, el concilio de Mainz, etc., etc.

    Comentario aparte merece la traducción que el profesor Lisi nos ofrece: se trata de un excelente trabajo. Ent re los dos extremos reconocidos de las maneras de traducir, Lisi asume un virtuoso e inteligente justo medio. No es, desde luego, servil con respecto al texto latino; ni tan libre que se vaya por su cuenta. Su traducción respetuosísima, en el buen sentido, del original latino, se mueve libremente ya aprovechando muy bien los muchos espacios que los vocablos latinos suelen dejar, al buen conocedor, en el interior de sus respectivos sistemas de correspondencias con el paradigma español; ya, en fin, traduciendo, modernizando o trayendo algún viejo sentido de la etimología del vocablo a traducir. Sabe cortar las a veces muy elaboradas frases latinas en los lugares oportunos, adaptándolas al tamaño de la memoria del lector moderno; endereza el hipérbaton latino de modo que su texto resulta fácil de leer, fluido y actual. El lector que sólo se atiene al texto español apenas se percata de que está ante una traducción, y eso, ya se sabe, es síntoma infalible de una buena traducción.

    La traducción perfecta, sin embargo, es una utopía. Quien ha traducido sabe lo complicado que es y sobre todo, lo difícil que es agradar a todo mundo. No debería, pues, ante una traducción que me place, buscar minucias; es deber, empero, de un tipo textual como la reseña, dar cuenta también de los detalles cuando éstos tienen algún tipo de significación. El autor confiesa varias veces que su trabajo no tiene ningún propósito teológico (p. 7 y 85, por ejemplo). Más aún la esfera de lo teológico es declarada explícitamente fuera de su competencia, (p. 7). Su traducción, por este motivo, muestra pequeños aunque significativos deslices. Cito, a guisa de ejemplos, un par de ellos: en la traducción que ofrece del credo (p. 110,1. 6), por ejemplo, la fórmula “

  • profesión de fe (Ef. 4,5) que empezaba precisamente con las palabras “un sólo señor, una sola fe, un solo bautismo”. Además, el credo en cuestión por haber sido, durante siglos, el credo de la misa ha sido traducido como “creo en un sólo señor Jesucristo” y el hispanohablante contemporáneo, desde la reforma litúrgica de los sesenta, ha sido educado en esa reminiscencia.

    Lo mismo pasa con la expresión “incamatus esl de spidlu soneto ex Maña Virgine" (p. 110,1.10). Al lector hispanohablante, por las razones anteriores, acostumbrado a oír “y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen...”, le parece extraño oír “se encarnó del espíritu santo y de la Virgen María”. El sentido de esta expresión es dado, por ejemplo, en 675, por el XI concilio de Toledo (Véase E. Denzinger, Enchiiidion Symbolonim, Herder, Friburgo/Barcelona, 1958, núm. 282). En las líneas 4 y 5 de la página 112, se pregunta a los padres conciliares si abrazan y reciben todas y cada una de las cosas que el Concilio de Trento definió y declaró tanto sobre el pecado original, como sobre el debatidísimo tema de la justificación, central en la postura protestante. La traducción oculta y tuerce la cuestión al decir: “¿Sostenéis, además, y aceptaís todas y cada una de las cosas que ha definido y declarado el sacro concilio tridentino acerca del pecado original y su justificación?” Sin embargo, salvo en los pocos lugares en donde el texto latino se mueve en el mundo puntilloso de los dogmas, la traducción, como ya dije, es excelente.

    En la última parte del libro, el “comentario”, es donde el autor más hace gala de sus dotes de filólogo. Entresaca del texto latino las frases que quiere explicar y elabora, a partir de cada una de ellas, verdaderos artícu! s bien documentados, como es su costumbre. El autor, además, suele reproducir las referencias más importantes: el texto adquiere, así, un importante valor documental poniendo al lector en contacto con una bibliografía no siempre de fácil acceso. Esta tercera parte es sumamente densa en datos, bibliografía y, en general, refrendas a las mil y una circunstancias que estuvieron en el origen de la cultura hispanoperuana.

  • El profesor Lisi corona su libro con una importantísima sección de “apéndices”, siete en total: se trata, principalmente, de cartas, documentos con las modificaciones que la congregación de cardenales hizo al concilio límense, un edicto real y la relación que trae el códice de Madrid “de lo que se hizo en el Concilio Provincial que se celebró en la ciudad de los Reyes”. A todo esto hay que agregar que el texto está muy bien escrito y es fácil de leer. Todo ello, aunado a una excelente impresión y a las relativamente pocas erratas de la obra, nos hace que agradezcamos al profesor Lisi y a la Universidad de Salamanca este precioso texto que, como muy bien se muestra allí, es indispensable instrumento para quien quiera explorar las actas hermanas del tercer concilio provincial mexicano y, sobre todo, para quien esté interesado en estudiar las repercusiones que el Concilio de Trento tuvo en el desarrollo de las culturas americanas.

    Herón Pérez Martínez El Colegio de Michoacán