Patafisica

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No.8 de Preferiria no hacerlo, revista digital de litearatura

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Giuseppe C

olonese - sin título

Illustraciones de portada: Gianpaolo R

ende

Revis ta de l i teratura

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La postmodernidad nos ha mostrado los límites del mundo y del individuo. Los metarrelatos, aquellos que aspiraban a dar cuenta del sentido de nuestro lugar en el universo, han fracasado. La física cuántica y la deconstrucción le han dado al ser humano, ese que nació con la modernidad y que aspiraba a explicarlo todo, un revolcón de humildad ¿Habitamos en la paradoja de ser animales racionales en un mundo irracional? ¿Se debe a eso la extraña fascinación que en nuestra mente despiertan las paradojas?

La paradoja nos muestra, en cierto sentido y desde mucho antes de que existiera la mecánica cuántica, los límites de la razón, ese privilegiado instrumento del que tantas veces se ha jactado a lo largo de su historia el ser humano. Todos los cretenses mienten, dijo Epiménedes el cretense mucho antes del gato de Schrodinger, y no podía ni estar mintiendo ni estar diciendo la verdad. En Bartelby, el escribiente, de Melville, el tal Bartelby es, como indica el título, un escribiente que, cada vez que su jefe le pide que escriba algo, responde: preferiría no hacerlo, y no lo hace. La paradoja del escribiente –el escritor- que no escribe, la literatura como animal asediado por el silencio.

Preferiría no hacerlo es una revista que pretende hacer -y en la paradoja se recrea- de la literatura un divertimento. De ella venimos y hacia ella andamos, construimos un mundo al cual ir, lo construimos poco a poco, partiendo de las palabras y de la apertura de horizontes que la posmodernidad nos dio. Somos la aporía del mundo, el espíritu crítico que encuentra en la literatura su sitio más querido, el lugar privilegiado en el que se transforma –se genera- la realidad. Partimos de la negación del escribiente Bartelby para reaccionar contra el mundo lógico y nos dejamos embarcar en el río de la resignificación del nuestro. Venimos de la frontera, de la orilla, de lo extraterritorial, para decir nada y todo, para decirnos que somos el mentiroso de Creta y sólo decimos la verdad.

E d i t o r i a l

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www.preferiríanohacerlo.com Noviembra 2011 4www.preferirianohacerlo.com

01. Curiosidades - Los dormidos - Segor Gramsa, Tahíche Rodríguez

02. Hombre huevo, Javier B.

03. Entre el infinito y las cebollas, Raúl del Valle

04. Delirios de grandeza o un ejemplo de lo que no se debe hacer, Albert Mesas

F i c c i o n e s

B e s t i a r i o

01. La Andorríada, Cristian Rubio

02. Maravillas de la condición humana, Raúl del Valle

03. El sueño de Robert Codladh, Ollin Rafael

04. Ultrazina 9000 (No-cuento), David Roas

05. Pasos para atravesar una crisis descalzo, Álex Declerq

06. Una entrevista de trabajo, Juan Carlos Jerez

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www.preferiríanohacerlo.com Noviembra 2011 5www.preferirianohacerlo.com

01. La buena puntería, Raúl del Valle

02. En defensa de la poesía vogónica, Antonio Marco Greco

01. Steven Forti -

02. Mareva Mayo

01. Amanece que no es poco, Alejandro Somier Castelo

02. ’Patafísica: Epítomes, recetas, instrumentos y lecciones de aparato, de Rafael Cippolini (comp.), Pablo Martín

03. Gestas y opiniones del Dr. Faustroll, Patafísico, de A. Jarry, Raúl del Valle

R e s e ñ a s

T u b o d e e n s a y o

I n t e r l u n i o

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'PatafÍsicaEl fundador de la patafísica, el doctor Faustroll, nació en París en 1898 a la edad de 63 años. Es lo que cuenta Alfred Jarry en su novela póstuma de 1911, Gestas y opiniones del Doctor Faustroll, patafísico, de la cual nosotros, sin quererlo, festejamos su centenario.

Definir con precisión a la patafísica es un acto muy poco patafísico, a pesar de lo cual se la ha definido como aquello que está en los alrededores de lo que está más allá de la f ísica; o como la ciencia de las soluciones imaginarias para problemas inexistentes; o

como la disciplina que estudia las excepciones y entiende la norma como excepción de la excepción; o como la burla paródica de todas las academias y hacademias que, como fúngidos desatados, proliferan en esto que hemos venido a llamar sociedad; o como, según Deleuze, “el gran Giro, la superación de la metafísica, la vuelta atrás más allá o más acá”.

O como la historia de aquel viejo gallego ya jubilado que empieza a construir un avión en el tejado de su casa para volar a Cuba y tarda más de un año en darlo por terminado. Cuando por fin lo consigue hace anunciar al pregonero que, al domingo siguiente, después de misa, partirá hacia las Américas e invita al solemne acto a

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todos sus convecinos. El día señalado, todo el pueblo se amontona frente a la casa del intrépido aviador, muchos han traído algún paquetito para sus familiares al otro lado del océano, pequeños bártulos y cartas que nuestro, por momentos, impaciente viajero va colocando cortésmente en el interior de su aeronave: un majestuoso aeroplano fabricado a partir de una estructura de tuberías de cobre totalmente recubierta de cuero. Aeronave que, para estupefacción de los presentes, se estrella contra el suelo en cuanto le sueltan las amarras sin haber dado el más mínimo indicio de emprender el vuelo.

En el fondo la patafísica es una broma inmensa, una carcajada en el rostro de la

seriedad -ese "continente misterioso del cuerpo humano que sirve para ocultar los defectos de la mente", que dijo Sterne -, una patada en la línea de f lotación de la utilidad y la eficiencia, un revolcarse en el barro con la ropa más cara que uno tenga en su armario.

Por eso, ya que nos encanta revolcarnos y dar patadas, dedicamos este número a la ciencia de las soluciones imaginarias, dando un salto en este gran vacío que no entendemos pero del que somos parte.

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Ficciones01. La Andorríada, Cristian Rubio

02. Maravillas de la condición humana, Raúl del Valle

03. El sueño de Robert Codladh, Ollin Rafael

04. Ultrazina 9000 (No-cuento), David Roas

05. Pasos para atravesar una crisis descalzo, Álex Declerq

06. Una entrevista de trabajo, Juan Carlos Jerez

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Cristian Rubio

La Andorríada

omo ya dejó transcrito Sun Tzu, hom-omo ya dejó transcrito Sun Tzu, hom-bre docto, prudente y con buen ojo al abrir -o no- ciertas puertas, lo primordial al in-clinarse por la guerra es la seguridad de una rápida victoria. Bajo esta premisa inexcusa-ble, el seis de septiembre de 2012 el Prin-cipat d´Andorra, estado independiente de ochenta y cinco mil habitantes emparedado en la cordillera pirenaica que llevaba varios días repatriando sigilosamente a sus selec-ciones deportivas, rompió formalmente con sus copríncipes -el presidente francés Ni-colas Sarkozy y Mossèn Joan Vives i Sicília, Obispo de Urgell- y puso en marcha las últi-mas notas de un programa urdido cautelosa y reservadamente años atrás. Así, el ocho del mismo mes, coincidiendo con la fiesta de la Virgen Meritxell, patrona nacional, sin rui-do y ante la displicencia de las cancillerías

europeas -y no digamos mundiales- decla-ró unilateralmente la guerra a la República Francesa y al Obispado.

Obviamente, la proclamación se paseó por las agencias periodísticas sin causar re-vuelo, pues era una “volada”, un “hoax”, un “bulo”, una noticia falsa; lo mismo pensaron en París y el fax fue usado de posavasos en al-guna chisposa tertulia funcionarial. Mossèn Vives, en cambio, no vio gracioso el asunto y conminó a su acólito a remitir queja escri-ta con membrete oficial para evitar nuevas bromas, pues la risa, provechosa si solivian-ta cargas y aproxima al Señor, es oprobio e ignorancia si altera la paz de espíritu.

Pasadas ciertas horas, Reuters hizo cir-cular una avergonzada rectificación de la di-plomacia del Principat en la cual aceptaba un error in procedendo en la proclama an-

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terior, pues el derecho internacional impi-de guerrear con un territorio no soberano, por lo cual declaraba hostilidades, ahora sí correctamente, no al Obispado sino al Rei-no de España en su globalidad, posesiones africanas incluidas. Una vez realizado esto y fruto de la activación automática de las cláu-sulas de seguridad común de la Unión Euro-pea dispuestas en el Tratado de Ámsterdam de 1999 y ratificadas en las sucesivas cum-bres hasta su consolidación definitiva en el Tratado de Lisboa y en el más reciente Gran Acuerdo de Comiso, Andorra entró de facto y con graciosa colateralidad, no por ello “sin querer” o “con temor”, en guerra con la UE y la OTAN.

Luego dispuso sus escasas pero resuel-tas tropas en dos frentes, con las órdenes inapelables de alcanzar la Seu d´Urgell, París y Madrid, en este orden. Para agilizar el éxi-to, dos grupos de intervención de la policía andorrana -la temible G.I.P.A.- infiltrados en zonas clave de la Vall d´Aran, rebelarían la región -discordante con las autoridades catalanas por motivos de índole lingüístico e identidad nacional- integrándola en el en-granaje bélico, aprovechando sus recursos y posición estratégica para, con una elegan-te maniobra en pinza, tomar la capital del Obispado, primera pieza del dominó.

Toda población foránea del Principat -más de cuarenta mil personas- a excepción de los portugueses -con los que se forma-ron dos batallones voluntarios: el 1er Bata-lló Extranger Jose de Sousa Saramago y el 2on Batalló Extranger Jose Mario dos San-tos Mourinho, enviados al frente francés de inmediato- fue confinada en “centros médi-cos”, campos de reclusión donde serían aus-

cultados con parsimonia hasta finalizar el conflicto. Antes de captar la atención “real” de los gobiernos francés y español, las fuer-zas andorranas -no más de cinco mil hom-bres estructurados en un moderno Somatén, milicias bien pertrechadas, con la moral altí-sima, feroces e impenitentes- habían pasado a sangre y fuego varias comarcas catalanas, una pequeña avanzada arribaba a Manresa y, en el frente norte, la artillería pirenaica de menor calibre hacía repicar las campanas de Toulouse.

Llegados a este punto, “El petit país dels Pirineus”, ahora sí, deslumbraba en las prin-cipales cabeceras informativas requiriendo una atención mundial ausente hasta enton-ces. Editorialistas, políticos, periodistas, es-critores, actores, polemistas y filósofos apa-recían en prensa escrita, radio, televisión e Internet haciéndose inequívocamente una pregunta de enorme calado: ¿Por qué? ¿A qué se debía este tsunami humano, esta violencia inesperada, esta insólita explosión pirenai-ca? ¿Era una cuestión arancelaría, abusos aduaneros, la conflictividad del euro? ¿Qui-zá la caída del turismo, los nuevos impues-tos sobre el tabaco, la obligatoriedad de un IVA comunitario gravando cascos, monos y tubos de escape, el aumento de la inflación, el fin de una burbuja inmobiliaria, la crisis global? La semilla del asunto, pese a las teo-rías, permaneció ignota durante el conflicto.

La guerra continuó escaso tiempo. Como todo viaje, aventura o poesía salva-je, como toda empresa fantástica, la confla-gración tuvo su final. Persistió exactamente veinticuatro días. Las líneas andorranas se estiraron como un chicle y, antes de perder inercia, se establecieron frentes en los ejes

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Burdeos/Saint Etienne/Grenoble, en el nor-te, y el más consolidado Zarautz/Vitoria-Gasteitz/Jaca/zona Metropolitana de Barce-lona, en el sur. En cuanto dichas posiciones se mostraron insostenibles, los pirenaicos se replegaron al paraguas de una feroz “tie-rra quemada”, agotando víveres y munición y siendo aniquilados en minúsculos focos de ultra resistencia cada vez más próximos a Andorra La Vella, como si esta fuera un volcán submarino que, tras un breve y ho-rripilante estallido, produjese una implosión absorbiéndolo todo a su alrededor.

Los escasos prisioneros andorranos se asemejaban a supervivientes de un terremo-to, un naufragio, un incendio, todo al mismo tiempo, pero mostraban un orgullo turbador en el rostro. No ofrecían explicaciones ni re-clamaban perdón. Emergían individualmen-te o en parejas del campo de batalla lunar, ennegrecidos por las explosiones, como or-feos del nuevo siglo recién regresados de las tinieblas, pero -y he aquí, de nuevo, lo inau-dito- sonrientes, incluso eufóricos, como si atesorasen el triunfo en una contienda se-creta. Ya en prisión, estos hombres recitaban en sueños títulos de libros, viejas epopeyas: Ramayana, La Ilíada, Os Lusíadas, La Enei-da, El Cantar de mio Cid, El Poema de Gilga-mesh. Algunos insomnes se acercaban a una silla, decían “ara sí” y se sentaban a esperar.

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Raúl del Valle

f i n a l e s d e f e bre ro d e d o s m i l nu e ve , ant e e l e v i d e nt e f r a c a s o d e l a s prot e s -t a s e s tu d i ant i l e s c ont r a l a i mpl ant -a c i ón d e l p l an B o l on i a , u n a lu m n o d e i n for m át i c a d e l a Un ive r s i d a d Aut ón o -m a d e B arc e l on a d e c i d e , c on e l ap oyo d e s u s c omp añ e ro s d e s i n d i c at o, d ar u n p a s o m á s a l l á e n l a e s c a l a d a d e prot e s -t a s y d e c l ar ar s e e n hu e l g a d e h ambre i n d e f i n i d a .

E l s e r hu m an o d i s p on e d e d o s op -e r a c i on e s f i s i o l ó g i c a s s i n l a s c u a l e s e l c u e r p o n o pu e d e m ant e n e r s e c on v i d a , d o s c on d i c i on e s s ine qu a non p ar a l a e x -i s t e n c i a : l a nut r i c i ón y l a re s p i r a c i ón . S i u n c u e r p o hu m an o d e j a d e nut r i r s e , mu e re ; s i u n c u e r p o hu m an o d e j a d e re s p i r ar, mu e re . L a ú n i c a d i fe re n c i a

e s d e t i e mp o. Q u i z á s e a e s a c on d i c i ón d e s u i c i d i o r a l e nt i z a d o, d e l e nt a pro -c e s i ón h a c i a l a mu e r t e , l a qu e d ot a a u n a hu e l g a d e h ambre d e l h a l o c u a s i m í s t i c o qu e l a ro d e a , d e l a f a s c i n a c i ón qu e d e s pi e r t a .

D e s d e e l pr i n c ip i o, l a r a d i c a l prot e s t a d e Tom á s d e s p e r t ó s e nt i m i e n -t o s e n c ont r a d o s e nt re l o s m i e mbro s d e l a As ambl e a d e L e t r a s , qu e h abí a s i d o a l go a s í c om o e l bu qu e i ns i g n i a d e l a s f r a c a s a d a s prot e s t a s d e l s e m e s t re ant e -r i or y e x h i b í a org u l l o s a e n s u h oj a d e s e r v i c i o s l a h a z añ a d e h ab e r o c up a d o du r ant e u n m e s e l e d i f i c i o d e l a f a c -u l t a d y h ab e r c ons e g u i d o s u s p e n d e r, m i e nt r a s du ró l a o c up a c i ón , t o d a a c -t iv i d a d a c a d é m i c a e n s u s au l a s . L a f i g -

Maravillas de la condición humana

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u r a d e Tom á s , d e c í a , d e s p e r t ó d e s d e e l pr i n c ip i o s e nt i m i e nt o s e n c ont r a d o s e nt re a qu e l l o s qu e s e s e nt í an a s í m i s -m o s c om o l a v ang u ard i a re vo lu c i on ar i a d e l a p o b l a c i ón e s tu d i ant i l .

Por u n l a d o y e n pr i m e r lu g ar, l a y a c i t a d a f a s c i n a c i ón ant e e l h e ro i c o a c t o d e s u c omp añ e ro d e lu c h a y s u s a c r i f i c i o e n p o s d e l a u n ive r s i d a d pú b l i c a . Fa s -c i n a c i ón qu e s e t r a duj o e n l a i n m e d i at a c onvo c at or i a d e m an i fe s t a c i on e s y d í a s d e hu e l g a c om o mu e s t r a d e ap oyo a l a prot e s t a ; l a d i s t r i bu c i ón d e s i nt e re s a d a d e c am i s e t a s , c h api t a s y p e g at i n a s c on l a e f i g i e d e l i lu s t re m ár t i r d e l a c au s a ; l a re a l i z a c i ón d e p i nt a d a s l au d at or i a s a l o l a rgo y an c h o d e l c ampu s e , i n c lu -s o, a l g ú n qu e ot ro c or t e d e l a aut opi s t a A P- 7 a s u p a s o ju nt o a l a u n ive r s i d a d c on e l i n n e g ab l e r i e s go p ar a s u s v i d a s qu e d e e s t a a c c i ón s e d e s pre n d e .

Por o t ro l a d o y d e m o d o mu c h o m á s s ot e r r a d o, c or r í a e nt re l o s m i e mbro s m á s d e s t a c a d o s d e l a As ambl e a d e L e -t r a s , g r an d e s ar t í f i c e s d e l a é p i c a o c u -p a c i ón d e l s e m e s t re ant e r i or, u n a c i e r-t a s e ns a c i ón d e e nv i d i a , c om o s i t o d o a qu e l l o n o f u e s e m á s qu e e l pro du c t o d e u n a c on f u s i ón , u n a u s u r p a c i ón i l -e g í t i m a ; l a c e r t e z a d e qu e hu bi e s e t e n i -d o qu e s e r u n o d e e l l o s - y n o u n t a l Tom á s , d e i n for m át i c a - qu i e n d i e s e a qu e l p a s o t r a s c e n d e nt a l p ar a l a h i s t o -r i a d e l a s re v u e l t a s e s tu d i ant i l e s .

Un a s e ns a c i ón qu e s e f u e a c re -c e nt an d o a m e d i d a qu e Tom á s p e r s i s t í a e n s u m e s i án i c a prot e s t a y qu e l l e gó a

s u pu nt o c u l m i n ant e e l f i n d e s e m an a e n qu e u n d e s t a c a d o m i e mbro d e l a As ambl e a d e L e t r a s e n c ont ró, e n u n a d e e s a s p ar a d a s qu e s e m ont an e n c i e r t o s c on c i e r t o s , ju nt o a l a c l á s i c a c am i s e t a c on e l ro s t ro d e l C h e , u n a c am i s e t a c on e l ro s t ro d e Tom á s . E n a qu e l m om e nt o s u f r i ó u n a re ve l a c i ón i ns t ant án e a qu e l e h i z o ve r c l ar am e nt e c u á l e r a l a s e n d a a s e g u i r.

A l l l e g ar a s u c a s a , t o d av í a b aj o e l h e c h i z o d e s u re c i e nt e e p i f an í a , s e s e nt ó f re nt e a l ord e n a d or y c o l gó u n p o s t e n e l b l o g d e l a As ambl e a e n e l qu e s e d e c l ar ab a , d an d o u n a nu e v a v u e l t a d e tu e rc a a l a r a d i c a l i z a c i ón d e l a s prot e s t a s qu e h abí a s upu e s t o l a a c t i tu d d e Tom á s , e n hu e l g a d e a i re i n d e f i n i d a . Su m a d re l o e n c ont ró a l a m añ an a s i -g u i e nt e t i r a d o e n e l s u e l o ju nt o a s u e s c r i t or i o, c on l o s l ab i o s m or a d o s y u n r i c tu s c om o d e v i c t or i o s a s at i s f a c c i ón e n l a c ar a .

P u d i e r a p are c e r u n ge s t o ab s u rd o y d e s m e s u r a d o, u n s a c r i f i c i o e s t é r i l y h a s t a c i e r t o pu nt o e x h i b i c i on i s t a , p e ro l o c i e r t o e s qu e s u d r á s t i c a aut o i n m o -l a c i ón c a l ó h on d o e nt re l a m a s a e s tu -d i ant i l y l a hu e l g a d e a i re i n d e f i n i d a , c om o s i d e u n v i r u s s e t r at a s e , e mp e z ó a e x p an d i r s e e nt re e l a lu m n a d o c ons i -g u i e n d o, e n u n p l a z o d e d o s añ o s , p ar-a l i z ar l a ap l i c a c i ón d e l p l an B o l on i a p or f a l t a d e a lu m n o s y e c l ip s ar a s í l a ge s t a d e Tom á s qu e , p ar a e nt on c e s , l l e -v ab a m á s d e s e t e c i e nt o s d í a s s i n pro b ar b o c a d o.

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Ollin Rafael

El sueño de Robert Codladh

bro los brazos y, s in pensarlo, sa lto. L a noche a mi a lrededor g ira , e l mundo g ira y yo me quedo quieto. Me mantengo con los brazos abier tos mien-tras e l v iento f r ío me acar ic ia la pie l . Oigo e l gr ito que exhala mi pecho, pero me parece extraño, cas i innecesar io.

L a noche ha desaparecido, sólo es-toy yo en este cuar to obscuro. Ya no hay v iento, ni f r ío, sólo yo y mis pa labras entrecor tadas .

Veo lo que parece ser un trozo de c ie lo, es un trozo de c ie lo, a la izquierda de mi cabeza . No me puedo mover pero intuyo que aquel lo en e l rabi l lo del ojo es una estrel la , la más luminosa que hay. No s iento f r ío ni ca lor, ni nada, sólo una profunda t ranqui l idad; no me deses-pera la inmovi l idad, ni este cuerpo que

atenaza . Cierro los ojos , o e l ojo, y de nuevo me sumer jo en la profundidad del vacío, en la profundidad de mis pa labras en e l vacío. C omienzo a ver a lo le jos a lgo parecido a l recuerdo y lentamente f rases sueltas se reúnen para formar un extraño murmul lo. No oigo nada más que aquel murmul lo que, según creo, sa le de mí y que poco a poco se va haci-endo más fuer te y más claro. Escucho, a l pr incipio, s in comprender.

L a narración del mundo verdadero es la histor ia del f racaso de la c iencia del hombre que, durante toda su histo-r ia , intentó a lcanzar su comprensión di-v idiéndolo, erróneamente, en rea l y f ic-t ic io, en v ida y en sueño. Pocos fueron los que negaron esta div is ión pero entre e l los se encuentra Rober t S eamus C od-

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ladh.Es di f íc i l encontrar referencias a

su persona pero, aunque lo sepan poc-os , fue un revolucionar io de la c iencia y la f i losof ía . Nació e l 14 de enero de 1742, en plena modernidad, aunque su s ino fue más e l del sueño que e l de la razón. A los 15 años ya era un pensador independiente de cas i cua lquier dogma de fe . Pasó e l t iempo de su juventud en-s imismado en la obser vación del mundo y fue as í como desarrol ló una f i losof ía natura l fuer temente apegada a l espír itu. L a lucidez de sus pocos escr itos conser-vados es abrumadora, pero ta l vez su texto menos s igni f icat ivo sea e l que más cambió mi v ida .

Una noche, mientras caminaba rumbo a mi casa , me topé, a la vuelta de una esquina, con un panorama extraño a la vez que maravi l loso: c ientos de l ibros habían s ido abandonados justo a l lado del contenedor de la basura , una imagen c ier tamente s ingular pues a lgunos de e l-los ya se abr ían y deshojaban haciendo del paisaje una metáfora de lo que mi es-pír itu guardaba hace t iempo. Me detuve y recogí var ios e jemplares a l azar en un intento de sa lvar, lo supe a l instante, lo insa lvable .

Algunos días después desempolvé uno de aquel los l ibros y lo abr í por e l medio; a l f ina l de la hoja , rezumando insignif icancia , encontré una f rase que clar i f icó mi forma de entender esta re-a l idad. En el la se af irmaba que la única manera que tenemos de acercarnos a l conocimiento del mundo es e l iminando

el pensamiento mismo para dejar v ía l ibre a las percepciones puras , pues e l mundo está hecho de ideas y de nada más . Aquel lo, supe después , per tenecía a Rober t S eamus C odaldh.

Lentamente, fui descubr iendo que e l inmater ia l ismo C odladhiano se sus-tentaba en e l idea l ismo de B erkeley, pero iba más a l lá , pues proponía la propia di-solución de la rea l idad. Rober t se dio cuenta de que eso que l lamamos rea l i -dad no es más que la representación de nuestras ideas y que no está l igada a un mundo independiente del propio “yo”, que a su vez no es más que la manifes-tación de la idea de otro “yo”, que no es más que uno mismo proyectando la mul-t ipl ic idad del mundo. C odaldh pensaba que e l “yo” es or igen y manifestación de todo, Dios y hombre, animal y piedra . Y pensaba que e l mundo verdadero es aquel que no cont iene nada, un enorme vacío murmurante en e l que las ideas se formaban formando el mundo, un laber-into para escapar de la soledad.

Una noche -recogen las crónicas- e l f i lósofo ir landés se subió a lo más a lto de la torre y se lanzó a l vacío. E l vuelo no duró más que unos pocos segundos y su protagonista fue sepultado, según le í , junto a su catól ico padre.

Yo creo, por otra par te , que Rober t C odaldh estaba cansado de la i lus ión de la v ida y que quer ía enfrentar por f in la soledad de la nada, huir del laber into que es la f ingida existencia , la v ida y la muer te repet idas ad eternum , un sa lto a l vacío.

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Durante años yo también he soñado con el vuelo, con la nada y e l murmul lo. S é que ya no podré volver, sé que estoy solo, habitando la nada que lo es todo.

Abro los ojos , o e l ojo, por ú lt ima vez , veo que la estrel la más br i l lante ahora está justo en e l centro, me c iega . Sigo inmóvi l pero, en verdad, ya no importa . C ompren-do el sa lto, e l gran sa lto hacia esto que ya es otro. Cierro los ojos , e l ojo, como úl-t imo enlace a mí mismo y me sumer jo en e l murmul lo, en e l pa lpitar nocturno que ya sólo soy yo.

Andrea Grosso Ciponte - Non luogo a procedere

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Suavizante mental para lavados de cerebro, a los que proporcio-na una gran docilidad y suavidad. ULTRAZINA 9000, además, da tam-bién muy buenos resultados en prendas de punto, de lana y mezclas.

Características básicas:

ULTRAZINA 9000 es un compuesto de dietilamida del ácido fascistoideo y conden-sados represores sintéticos, de acción rápida en todo tipo de manipulaciones ideológicas. Se presenta en forma de líquido viscoso de color azul parduzco, fácilmente soluble en agua fría en todas proporciones, dando soluciones transparentes de reacción ligeramente ácida. Poder dispersante muy elevado. Fácilmente biodegradable, según clasificación C.E.O.E.

Ultrazina 9000 (No-cuento)

David Roas Ficciones

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Aplicaciones:

ULTRAZINA 9000 es el perfecto complemento a los detergentes utilizados en los lavados de cerebro, puesto que vuelve sumamente dóciles y suaves las mentes a tratar. Su aplicación como fijador de ideologías fácticas es excelente y contiene, además, un agente anti-democratizador incorporado. Es perfectamente compatible con todo tipo de colorantes que se puedan utilizar para disimular la nueva personalidad del individuo, una vez devuelto a la vida normal. Aplicando ULTRAZINA 9000 en procesos de afianzamiento ideológico opusdeís-tico se consiguen efectos espectaculares. En estos casos es suficiente incorporar de 0,5 a 2 grs./litro en el momento del lavado cerebral.

Ventajas:

- Gran estabi l idad en medios democrát icos y en aguas duras .- Faci l idad de empleo en la t intura con colorantes fác t icos .- Estabi l idad a la ebul l ic ión a vapor direc to.- Altera rápidamente la sol idez de cua lquier t ipo de ideología existente en e l cerebro a t ratar.- Acelera la convers ión rel ig iosa (catól ica , por supuesto) .

Modo de empleo:

Puede aplicarse en cualquier individuo, aunque las cantidades de ULTRAZI-NA 9000 que se utilicen dependerán del grado de mansedumbre del sujeto (en in-dividuos de mansedumbre elevada, la dosis más normal suele ser 2 grs. por kilo).

Higiene y seguridad:

No se requieren medidas especiales en la utilización del producto. No dejar al alcance de izquierdosos, ecologistas, pacifistas y demás grupos de riesgo.

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Álex Declerq

reve manual para que no tengas que imaginarte problemas ante solu-ciones reales) .

La Pataf ísica es la cr isis que están buscando que seas. La gente se hace basurera, policía o militar porque ya no hay puestos ni de familiar. En poco se harán cast ings en las familias y el que no dé el perf i l de hijo o de padre, quedará en ser l lamado para cuando haya una vacante.

Por eso te damos estas sugeren-cias, para que levantes el país desde un mapa o para que tengas éxito en el ex-tranjero aunque no hables con acento.

Negocios para Patafísicos (venta, reparación y organización de even-tos) :

-Miedo enrol lado como papel higiénico.

-Baterías de almohadas para que no se descarguen los sueños.

-Hemorragias reversibles. -Libros analfabetos. -Oraciones unimembres que duer-

man en plazas y revistas de tecnología que piden, sentadas contra la pared, monedas en el metro.

-Amigos que te dejan solo los do-mingos.

-Pantalones que se quejan de la cr isis pero que no van a las protestas.

-Bates de basebal l que le dicen no, en inglés, a la violencia.

-Pirañas con caries. -Llamadas equivocadas que duren

Pasos para atravesar una crisis descalzo

(B

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treinta y dos minutos. -Inf lar una pelota y decirle a los

demás "¿Ves que está igual que antes?" -Programa: Árboles que buscan

hojas. Para part icipar como público, un único requisito: ser jardinero.

-Vender la pared y a lqui lar el graf f it i .

-Cuadernos borrador que no per-mitan pasar en l impio.

-Secuestrar a los fer iados y no pedir rescate a l calendario.

-Festejar la navidad con un pino en el culo y una estrel l ita en la boca.

-Mancos ambidiestros que sepan mentir s in necesidad.

-Un espejo que no te devuelva la mirada.

Si no te funcionó ninguno de los

anteriores negocios, como vender pi-rañas a domici l io o que el calendario decida no ponerle fecha al rescate, te pasamos de contrabando, en una cajita de cartón que nos podría haber sal ido cara, unos gramos de comportamien-tos sociales que te van a abrir las pu-ertas cuando dentro no haya nadie que te espera.

Tips para bares, alojamientos y transportes (interacciones sociales, comentarios en voz alta como si es-tuvieses hablando desde el teléfono o el iPod para todo tipo de público que tiene que tolerarlo):

-“Los únicos que vale la pena leer, s in decir bueno o malo, eso da exacta-mente igual, son los que no escriben

como hablan y sobre todo los que no escriben cosas semejantes a lo que es-tán leyendo. Y eso un lector que sabe leer, porque hay muchos que no y que ostentan lo contrario, lo sabe”.

-Esto es a lgo que le dir ía un Pataf ísico a un farmacéutico cuando hay dos personas detrás de él en la f i la “Reconozco a los nativos porque van sin paraguas”. Y si no le quieren cobrar de más y se siente bienvenido por la medicina, acotará “Me encantaría que la palabra farmacéutico l levase acen-to en la a . Pero no usted, que así está bien”. Y se marcharía, acompañando la puerta a l cerrarse, como si fuese una abuela a la que le cuesta levantarse o un codo alcohólico que sigue la pul-seada contra la graduación.

-“Ah, sí . De donde yo vengo, todos los dulces vienen con una tableta con cinco minutos de conexión a Internet. Se compra, no sé, digamos que unos caramelos o una barra de chocolate, qué r ico es el chocolate a lmendrado, y le viene una tablet ita con teclado y una pequeña pantal la que le permite conectarse a Internet hasta que se le gaste el t iempo. Como los juguetitos de los huevos Kinder, ¿vio?, pero más úti l”

-Publicar un l ibro y hacerlo lo más desconocido posible. Amenazar a la propia editorial para que no lo pon-ga en su catálogo y si a lguien pregunta por él , que lo escondan rápido, dicién-doles que no es un l ibro sino una caja de zapatos: cuarenta y dos europeo; nueve y medio, americano.

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La condición es que t iene que ser bueno, comercial u original. No puede tener estas tres característ icas juntas porque no sería un l ibro, s ino una caja de zapatos. Y esta vez parece que ten-emos su número: cuarenta y tres eu-ropeo, un diez en U.S. : y no precisa-mente Alexis Lalas ni los asesinados en un colegio mientras desayunaban. Sigamos.

A los meses, darlo a conocer lev-emente, el l ibro -¿o de qué estamos hablando?-, en entornos editoriales y de autores de renombre, esos que go-zan más de publicidad que de ideas.

Esperar a l plagio y denunciarlo. Es la promoción de mayor salto y menor gasto.

Estaré en mi of icina por si necesi-tan más datos.

-Tener una lesión y exagerarla, l lamarla, l levarla a Estados Unidos e invitarla a l bai le de graduación para ver si quiere ir contigo, pasearla en un cochecito de bebé sin biberón en Es-paña y sin mamadera en Argentina, en-señarle a pescar, pasarla por un código de barras y sacarle una foto cuando pite, bañarla y no pasarle jabón, que os pidan alcanzar una pelota y vayan juntos a poner la denuncia y que las lesiones sean como la ropa: que estén durante el día, que molesten durante el sexo y que nos dejen en paz cuando l legue la noche en calzones.

Por últ imo y para que la cr isis parezca breve, la presencia f ís ica es importante para el pata, ya que todo

entra por el oído, hasta las fantasías sexuales. ¿Y qué mejor para estar en forma que tener una buena excusa?

A continuación te damos es-tas l íneas que tendrás que esnifar en el baño y sin compartir tu memoria. Una vez recitadas, las miradas ajenas dejarán de mirar con asco tu barriga y querrán abrazar todos esos ki los de más de los que la balanza quiere adue-ñarse.

“Mi pirámide al imentaria fue saqueada. Me levanté hoy por la ma-ñana para seguir con mi dieta y me di cuenta de que la act ividad f ís ica que aparecía en la base ya no estaba. Tam-bién se l levaron el agua, aunque eso pasó hace tres días cuando los impues-tos, además de las plantas, también pasaron a podarnos los ser vicios.

La leche fue tomada del pico y la mayoría del pan está mordido. El pes-cado es lo único que queda vivo, habría que matarlo y no tengo huevos, tam-poco frutas ni queso. El azúcar está salado y sólo me sobran grasas.

Me saquearon la pirámide crey-endo que había sarcófagos y como no los encontraron se l levaron las momias comestibles que había de camino.

Dejaré de proponerme la dieta el día que hagan un documental sobre si las momias eran nazis . O sea, que lo siento por tu vista, pero dentro de poco no entraré en los planes de tus imágenes”.

Y si con todo esto aún te fue mal, agarrá el currículum y enviálo como una postal .

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Giovanni Paolo Rende - Le modèle rouge

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Juan Carlos Jerez

Una entrevista de trabajo

a señorita Laura Álvarez llegó puntual a la consulta del doctor Pelayo, justo cuando el reloj lunar que presidía la sala de espera marcaba la pleamar de la segunda marea.

Un elegante cartel en la entrada, con letras azules en un fondo de metacrilato transparente, anunciaba “Doctor Pelayo de Filabres. Ictiogenetista”. Otro letrero, en un papel pincelado a mano con acuarela color verde y pegado a la puerta con celo, pedía: “Entre sin llamar. Descálcese y póngase có-modo.”.

Laura entró, se descalzó y esperó, pero tardó un poco más en ponerse cómoda porque en la salita sólo había dos cubos lle-nos de arena —como esos usados para apa-gar los cigarrillos— y una especie de potro de tortura con forma de diván de terapeuta. Optó por medio sentarse como pudo en un borde del diván y, conforme iban pasando los minutos, fue resbalando hasta ponerse,

entonces sí, exageradamente cómoda.La salita estaba empapelada con mar-

cas de aguas azules, numerosas láminas de peces decoraban las paredes y una música ambiental, emulando amables sonidos mari-nos, lo envolvía todo dándole a la estancia el aspecto de un enorme acuario.

Como la espera duró casi una hora, cu-ando por fin se abrió la puerta del despacho, Laura se había puesto tan cómoda que el doctor necesitó carraspear varias veces para advertirle su presencia y sacar a la joven as-pirante de su duermevela.

Laura hizo un amago de disculpa y se presentó:

—Buenos días.

—Buenas aguas. Espero.

—Me llamo Laura Álvarez. Vengo a la

L

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entrevista de trabajo.

—Pase, por favor.— La invitó el doctor, mientras parecía admirar los pies desnudos de Laura.

La joven se incorporó con dificultad y caminó descalza hasta el despacho. El ic-tiogenetista le ofreció sentarse en un bidón arenoso parecido a los de la salita, coloca-do frente al escritorio a modo de taburete. Aún adormecida por la reciente experiencia horizontal, Laura casi agradeció el silíceo asiento.

Para preparar la entrevista, la señori-ta Álvarez se había documentado sobre tan singular ciencia. Entre otras curiosidades, la aspirante supo que los ictiogenetistas rechazaban la teoría evolutiva: para los se-guidores de la ictiogénesis, los homínidos evolucionaron directamente de los peces y no de eslabones intermedios como los rep-tiles.

La consulta tenía una ambientación similar a la de la sala de espera, salvo por las aguas del papel pintado, que aquí eran más bien verdosas, y salvo por un humidificador que emulsionaba vapores a la atmósfera del despacho de forma constante, aumentando si cabe la sensación de hallarse en el interior de una pecera.

En el escritorio del doctor, sobre un canto plano, descansaba un pescado fresco y Laura no pudo resistirse a preguntar:

—¿Es de plástico?

—Es un escamoso de verdad. —Y re-saltó— Un pegusa lascaris: un lenguado. Es-pero.

—Hummm. —Exclamó ella, sin saber qué pensar.

—Yo mismo lo he comprado esta ma-ñana en el mercado. Precisamente, es una de las tareas que deberá hacer mi secretaria —y añadió— ¿Podrá encargarse usted de que siempre haya un escamoso fresco en mi mesa?

—Sí. Claro. —Contestó Laura.

—Es más sabio el pez que duda. Me conformo con que crea poder hacerlo. —apostilló el doctor.

Los ictiogenetistas también se carac-terizan por no afirmar ni negar nada cat-egóricamente. Piensan que el mundo sería mejor si los humanos recobrasen el espíritu dubitativo de los peces.

—Por su currículum, parece que tiene alguna experiencia en nuestro campo.

—No sé. —Dudó la joven, pero no por comulgar de repente con la ictiogenética filosofía dubitativa, sino porque verdader-amente estaba confundida con la supuesta experiencia para el puesto.

—Ha trabajado usted con salmueras y en el campo de las concavidades. —Deducía el doctor de la lectura del currículum de la aspirante.

La señorita Álvarez tenía escasa experi-encia laboral. Había trabajado como admin-istrativa en una pequeña empresa de sales potásicas, había cuidado niños y también estuvo empleada unos meses en un salón de depilación con la cera. No podía imaginarse a qué experiencia se refería su entrevistador.

—¿Sabía usted que el profesor Alejan-

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dro Volta construyó la primera pila eléctrica con una placa de zinc y otra de cobre hundi-das en salmuera? —El doctor Pelayo se dis-puso a iluminar a la joven con su ciencia.

—No, no lo sabía.—Respondió Laura, sudando cada vez más en aquella atmósfera húmeda y sintiéndose embarazosamente molesta con los granitos de arena del im-provisado asiento.

—Resultó ser una lamprea. Diría yo. —Espetó el señor Filabres, aparentemente sin venir a cuento. Como dedujo por la ex-presión de su interlocutora que esta no sa-bía de qué le estaba hablando, añadió: —Mi anterior secretaria... era una astuta lamprea.

Laura intuyó que “lamprea” debía ser algún tipo de ictio-insulto. Y estaba en lo cierto. Para los ictiogenetistas las lampreas son criaturas vampíricas que se ocultan tras la forma de anguilas para succionar a sus piscícolas víctimas.

—Hizo un escándalo cuando me sor-prendió sacando a mi simbiótico a desovar. ¡Como si eso no fuera natural y acuático! Espero.

La joven prefirió no preguntar. Aunque fue innecesario porque el doctor no se ab-stuvo de explicarse, con todo lujo de de-talles.

—El aparato reproductor masculino es el resultado de la evolución de los vandellia excretoris en los ictios originarios. Posible-mente.

Laura intentaba disimular educadamente los bostezos, mientras el señor Pelayo contin-uaba con su lección magistral.

—Los vandelia excretoris, emparentados remotamente con los candirú del Amazonas, —prosiguió—, eran una especie parásita que se hacía cargo de recolectar y desovar, medi-ante excreción, los huevos de los ictios antece-soris y cuando estos comenzaron su aventura terrestre, los excretoris quedaron unidos sim-bióticamente a sus huéspedes homínidos. Al parecer.

La señorita Álvarez no sabía qué cara poner. El lenguado, reivindicando su presen-cia, empezó a emanar un inconfundible olor a pescadería. Eso ayudó a la mujer a improvisar un cariacontecido rictus.

—Sorprendida ¿verdad?

—Psss.—Acertó a decir la turbada aspir-ante.

—Durante siglos, científicos y legos han perseverado en el error de catalogarlo como órgano humano cuando, por lo común, creo yo, tiene vida propia.

La sufrida oyente no lo dijo pero pensó: “eso explica muchas cosas.”

A partir de ese momento, entre el calor, la humedad, el hedor a pescado y el incom-prensible discurso del profesor, Laura sintió que iba a ahogarse en aquel estanque de un momento a otro. Pero como encontrar trabajo se había puesto tan caro, decidió aguantar un poco más y continuó escuchando impertérrita aquella lección acelerada de ictiogenetismo.

El doctor Pelayo le habló de la ictio-clas-ificación humana: según la morfología de las aletas nasales, las palmas de pies y manos, las formas de la cara o la distancia y posición de los ojos. Y aquí hizo un paréntesis para ilus-trar su explicación con un ejemplo:

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—¿Nunca ha pensado en la expresión co-loquial “cara de besugo”?

Pero no esperó respuesta y prosiguió con la hidrodinámica de las concavidades y orifi-cios, y le recitó el listado de terapias ícticas: baños en salmueras, el reposo sobre arena, la sonar-terapia y, por si no había quedado sufi-cientemente explicado, redundó sobre el des-ove del simbiótico.

Más o menos cuando el reloj lunar mar-caba la mitad de la bajamar de la tercera marea, Laura ya no pudo más y se levantó, llevándose una mano a la boca para evitar las arcadas, mientras con la otra mano intentaba quitarse los granitos de arena pegados atrás.

El doctor, hinchado como un pavo —o mejor, como un pez globo— tras su erudita exposición, se aventuró a proponer:

—Bueno… señorita Álvarez. ¿Podrá empezar el lunes?

—Tengo que pensarlo. Creo.

—Buenas aguas.

—Buenas aguas.

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01. Curiosidades - Los dormidos - Segor Gramsa, Tahíche Rodríguez

02. Hombre huevo, Javier B.

03. Entre el infinito y las cebollas, Raúl del Valle

04. Delirios de grandeza o un ejemplo de lo que no se debe hacer, Albert Mesas

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Tahíche Rodríguez

Curiosidades

é que después del accidente nunca he vuelto a ser el mismo. No reconozco al personaje de esas historias que me cuentan: no sé quién es ese hombre tan bueno y amigo de sus amigos, tan cariñoso y entregado a su trabajo, ese ser en armonía con todo y con todos. Lo más extraño no ha sido no reconocerme en los espejos o en las palabras que hablan de mí, ni siquiera

esta sensación de desamparo absoluto que me niega hasta mi propio nombre. No, lo más extraño no es sentirme como un desconocido en la que se supone que es mi casa, mi ciudad, mi generación, mi vida. Lo más extraño es, sin duda, que he vuelto a enamorarme de la misma persona que me envió de un disparo al coma profundo del que ahora, tras varios años, he despertado.

S

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Los dormidos

Segor Gramsa

recí viéndolos sobre las aceras, viendo cómo se multiplicaban año tras año. Mi madre nunca quiso hablarme de ellos; mi padre me reprendía cuando me descubría absorto, mirándolos. Nunca te duermas en la calle, me decía, nunca. Durante todo este tiempo se ha mantenido en mí la curiosidad inocente que motivó la pregunta original, la de si aquella gente que tan sólo dormía era como yo. Un día

comprendí que la línea que me separaba de ellos era tan fina que, al mirarlos a los ojos, se volvía invisible. Ahora me he convertido en uno de ellos. Ahora yo también soy un dormido que apoya su cabeza contra los escaparates y descansa sus huesos sobre escalones y soportales. Soy yo quien mira ahora a los niños de la mano de sus padres y deseo, en silencio, que alguien me dirija la palabra.

oví las antenas en señal de saludo. La extraña fisonomía de aquella criatura me fascinaba por lo familiar al tiempo que me provocaba una entrañable repugnancia. Volví a intentar entablar comunicación pero el extraño ser no parecía responder. Extendió hacia mí una de sus extremidades superiores en lo que me pareció ser un

gesto amistoso. Pero en fin, yo llevaba algo de prisa, así que proseguí mi camino hacia el nido reflexionando sobre el problema de las mutaciones en nuestra colonia –un problema grave, sin duda– y preguntándome cómo podía aquella criatura mantenerse tanto tiempo erguida sobre dos patas.

C

M

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Javier B.

Hombre huevo

l hombre huevo es un hombre

corriente. Igual que usted, o que yo.

Está dotado de un par de pulmones, un

tronco celíaco, un lóbulo frontal bien

desarrollado… y el resto de componentes

que, en esencia, lo constituyen como

hombre.

El hombre huevo no es diferente de

mí. Tampoco de usted. Es un individuo

estándar. Dispuesto de pies y manos

estándar. Hígado estándar. Glotis

estándar. Y un sistema nervioso al uso que

de inmediato le advierte con agudísimo

dolor de la tremenda patada en la

espinil la que acaba de propinarle el crío

pelirrojo, quien en seguida huye raudo

hacia las faldas de una madre que apenas

si le censura con un laso “No molestes

al señor, ¿no ves que está trabajando?”,

y que el hombre huevo acoge con cierto

gesto de resignación embrionaria, aunque

inf lamado también por el vivo deseo con

el que de buena gana le arrearía dos tortas

al renacuajo que aún se burla de él en la

distancia, a salvo ahora tras la trinchera

materna.

Pero el hombre huevo no lo hace.

Porque los hombres normales no

pegan a los niños.

Y el hombre huevo es un tipo normal.

Como usted o como yo. Con sus principios

E

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morales y sus ideas sobre la vida. Su

decencia y su dignidad. Además de sus tres

hijos, la mitad de una hipoteca pendiente,

su suegra viviendo en casa… y todas las

demás variables que cada mañana, antes

de comenzar a trabajar, obligan al hombre

huevo a guardarse los principios, las ideas

sobre la vida, la dignidad, en el fondo del

único bolsil lo del disfraz de huevo con el

que debe pasearse vestido durante ocho

horas diarias por los pasil los de la feria

avícola; mientras no deja de repetirse

que peor lo del hombre molleja, o lo del

hombre broca para madera del salón de

bricolaje de al lado.

(Este cuento forma parte de Dislexia(s) ,

e.d.a. l ibros, Málaga. 2010)

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Raúl del Valle

Entre el infinito y las cebollas

ay personas cuyos ojos han perdido o no han tenido nunca la capacidad de producir lágrimas. Acrimonia es el término médico para designar la incómoda patología que obliga a quien la padece a andar siempre cargado con ristras de lágrimas artificiales para garantizar a sus ojos la humedad necesaria para su correcto funcionamiento.

Sin embargo su acrimonia no es de origen orgánico. Tiene más que ver con mecanismos de represión interiorizados en la infancia a imagen y semejanza del falso patrón de la masculinidad en el que se educó y del que, en ciertos aspectos, nunca ha logrado desprenderse.

Así que, en cuanto se queda sola, baja a la verdulería de la esquina, compra dos kilos de cebollas y, con minuciosidad

de copista medieval, los va picando, ya de vuelta en su cocina, en pedacitos cada vez más pequeños mientras piensa en los infinitesimales y deja que los mocos y las lágrimas corran por su rostro, al principio tímidamente, después del primer medio quilo con la violencia de un río que se desborda.

Cuando siente que ha llorado lo suficiente, deja el cuchillo, abandona la cocina sin recoger el montón de cebolla picada del mármol y se tumba en el sofá, abrumada por la idea de lo infinitamente pequeño, incapaz de comprender que algo pueda estar continuamente decreciendo sin llegar a ser nunca lo suficientemente pequeño como para no poder decrecer

aún más.

H

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Como estrategia para sobrevivir a los embates de la dispersión, tanto es-pacial como temporal –cronotópi-ca, que diríamos los pedantes-, he-mos abierto dos nuevas secciones en w w w.prefer i r ianohacer lo.com:Prefer ir ía no haberme ido y Flujos y ref lujos .La primera de ellas es nuestro cuer-po diplomático, embajadores Bar-telbynianos a lo largo y ancho del mundo, representantes encargados de hacernos llegar aquello que prefer-irían no hacer en distintos y distantes puntos del planeta. La segunda, Flu-jos y reflujos, es nuestro Ministerio de Asuntos Pendientes, conformado por textos recibidos fuera de plazo, de relación temática ambigua, artícu-los libres y divertimentos varios.

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Albert Mesas

Delirios de grandeza o un ejemplo de lo que no se debe hacer

nfluido por las historias que le contaba su madre acerca de los grandes héroes, dentro de él siempre quedó la esperanza de llegar a convertirse en uno de ellos. Por su cabeza no dejaba de pasearse la idea de que su nom-bre fuese recordado hasta el fin de los tiempos; de que sus hazañas se narra-sen, generación tras generación, como ejemplo para los niños. Soñaba que su leyenda se agrandaría con el paso de los siglos, perdurando a través del tiempo como una historia sin fin.

Sabía que cumpliendo las normas establecidas jamás llegaría a ser al-guien, por ello no dudó ni un instante en entrar a formar parte del movimien-to urbano que agitaba la sociedad. Su líder era un auténtico embaucador; un tipo arrogante y prepotente agraciado con el don de la retórica. Sin embargo, eso no tenía relevancia alguna, porque lo verdaderamente importante era el impacto que su mensaje tenía en la gen-te, y este parecía ser convincente.

Poco a poco, la situación se iba

I

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poniendo más tensa y hostil; era evi-dente que las autoridades se estaban empezando a preocupar. Una noche, cuando regresaba a casa, fue asaltado por agentes del Sanedrín, los cuales, tras un duro interrogatorio para asegu-rarse de que era miembro activo de la revolución, le ofrecieron una suculenta proposición: desvelar la identidad del cabecilla a cambio de una recompensa.

- Verá, es que no quiero ser recordado como un traidor ¿entiende?

- ¿Traidor? Ay, amigo, si te

encarcelamos ahora mismo por no co-operar, en el caso de que la Historia ha-ble de ti, que lo dudo, sí que serás visto como un traidor, un traidor a tu pueblo. Pero si decides colaborar, con mucha seguridad, te garantizo que serás recor-dado como un héroe.

- ¿Como un héroe?- Sí, un héroe Las autoridades pudieron iden-

tificar a Jesús, la cabeza pensante de la organización, gracias al beso que Judas Iscariote le dio en la frente.

Giovanni Paolo Rende - s in t i tu lo

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interlunio01. Steven Forti

02. Mareva Mayo

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Steven Forti

Es un hombre.

No, no es un hombre.

Es un hombrecillo.

Es pequeño.

Es redondito.

Parece un bicho.

Se mueve con rapidez.

Y repite incesantemente:

“Como basura

devoro basura

trago basura

minuto tras minuto

hora tras hora

día tras día

semana tras semana

mes tras mes

año tras año.”

Y no es mentira.

El pequeño hombre redondito

no para de comer

devorar

tragar

basura.

Es una verdadera

máquina humana

para hacer desaparecer

la basura que producimos.

Engulle latas de cervezas Mahou 5 estrellas aplastadas y oxidadas,

lame con extremo placer los papeles de las Halls Mentoliptus tirados al suelo,

ingiere cada ejemplar de El País, La Razón y El Mueble encontrados en las esquinas,

traga los escombros de las obras del AVE Barcelona-Girona,

gozosamente mastica las camisetas de H&M y los pantalones de Zara rechazados por Caritas,

bebe los litros de aceite que tiramos en el fregadero después de cocinar,

se limpia los dientes con los muebles IKEA que encuentra en la calle

y acaba comiéndoselos.

Y,

mientras tanto,

repite incesantemente:

“Como basura

devoro basura

trago basura

minuto tras minuto

hora tras hora

día tras día

interlunio

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semana tras semana

mes tras mes

año tras año.”

Nuestro pequeño hombre redondito

pasea por las calles

y da un vistazo a los contenedores de la bas-ura

cada noche,

visita los vertederos de nuestra ciudades

cada día

y no hace otra cosa que

zampar toda la mierda

que tiramos a la basura.

Come los botes de espárragos trigueros de Mercadona y las latas de atún en esca-beche de Eroski,

mastica con sus pequeños dientes afi-lados los condones con residuos de semen y los tampones manchados de sangre y flujo,

muerde con convicción y traga las ga-fas de sol de Dolce & Gabbana vendidas por los manteros y secuestradas por el alcalde de Badalona,

engulle rápidamente botas rotas, pis-tones de coches inutilizables y botecitos vacíos de cremas contra el envejecimiento de la piel,

ingiere las antiguas Hispano-Olivetti, los millares de VHS de Flashdance y de El Exorcista y los vinilos de los Pink Floyd que

una mujer enfurecida tiró de la ventana el día que descubrió que su marido le puso los cuernos con la vecina del segundo primera.

Y, nuestro hombrecillo

sigue repitiendo

incesantemente:

“Como basura

devoro basura

trago basura

minuto tras minuto

hora tras hora

día tras día

semana tras semana

mes tras mes

año tras año.”

¡Este hombrecillo es un Santo!

¡Es un Santo!

¡Este hombrecillo es más que un hom-brecillo!

¡Es un hombre!

¡Un Hombre con la H en mayúscula!

Es el hombre que salva el mundo.

Es el hombre que recicla el mundo.

¡Es un Santo!

En su boca

entra toda nuestra mierda

y de su culo

salen flores

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y palabras de amor.

Acercad vuestras pacientes orejas de hombres y mujeres del tercer milenio

al culo redondo y blanco de nuestro hombrecillo.

¡Acercadlas!

Escucharéis sólo versos de Lord Byron, Hölderlin y Rimbaud,

Escucharéis sólo poesías de Machado, Lorca y Morales,

Escucharéis sólo nanas de madres an-gelicales,

Escucharéis sólo voces de adolescentes enamorados,

Escucharéis sólo palabras de una dul-zura espantosamente bella.

Y veréis flores, flores y más flores.

Flores de todos los colores

y de todos los tamaños:

gerberas amarillas, rojas y naranjas,

iris azules y blancos,

jacintos, jazmines y ranúnculos,

narcisos, violetas y tulipanes,

rosas rojas del Cairo, peonias y orquídeas,

dalias, amapolas y rododendros,

azaleas, gladíolos y claveles rojos,

claveles rojos, claveles rojos y más claveles rojos.

Y girasoles y margaritas y geranios.

Y caléndulas y begonias y anémonas.

Y flores de lis.

Muchísimas flores de lis.

Hasta cubrir todo el globo.

¡Y todo esto

sólo gracias a este hombrecillo!

¿Lo habéis entendido?

¡De los montones de basura que cubren las calles de Nápoles

a las flores de lis que cubren todo el mundo!

¡De los vertederos abiertos ilegalmente en Cerdanyola del Vallés

a los millones y millones de claveles ro-jos en las calles de todas las ciudades!

¡Sólo gracias a la digestión de este hom-brecillo!

¡Sólo gracias a lo que sale del culo blan-quecino y pálido

de este pequeño hombre redondito!

¡El culo de este hombrecillo es sagrado!

¡Es un culo sagrado!

¡Tenemos que convertir esa boca y ese estómago y ese intestino y ese ojete en un templo!

¡En muchos templos!

¡Una boca, un templo!

¡Un estómago, un templo!

¡Un intestino, un templo!

¡Un culo, un templo!

¡Los templos del amor y de la poesía!

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www.preferirianohacerlo.com Noviembre 2011 47www.preferirianohacerlo.com Noviembre 2011

Gio

vann

i P

aolo

Ren

de -

sin

tít

ulo

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o llego a ningún sitio. Los ciudadanos sacan la basura. La bajan por la escalera, la cargan a la espalda y cruzan corriendo con ella la calle mientras los vehículos no dejan de tocar sus bocinas con violencia. Está lle-no el barrio de gente con bolsas de basura. Unos ya se recogen con rostro aliviado y paso lento y torpe hacia sus casas, como si el vacío hubiera salido de los contenedores y se hubiera metido en ellos. Otros van ha-

cia los contenedores que rebosan plásticos, latas y pastas de algo irreconocible de color marrón y verde y negro, también hay pape-les, envases, cristales, telas… van con ansia, con el cuerpo pesado y sucio, se cruzan pero no se dicen nada, apenas se miran, sólo pi-ensan en la basura. Yo voy entre ellos, muda, siento que sus residuos se han metido en mi cuerpo, mis pasos van con ellos, me espera un gran contenedor donde tirarme.

Mareva Mayo

La basura

N

interlunio

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Tubo de ensayo01. La buena puntería, Raúl del Valle

02. En defensa de la poesía vogónica, Antonio Marco Greco

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ay patafísicos entrañables, como el tipo que

hizo levitar a una rana con la ayuda de un campo

magnético, y patafísicos nefastos como Thomas

Midgley Jr. Pero no adelantemos acontecimien-

tos, esta historia, al menos para mí, se inicia con

una ingenua interrogación infantil.

Recuerdo el origen de la pregunta, la sen-

sación de curiosidad insatisfecha que se apodera-

ba de mí cada vez que, siendo niño, entraba en

una gasolinera y, desde el asiento de atrás del

coche de mis padres, leía el cartelito de "gasoli-

na sin plomo". La pregunta obvia era: ¿por qué

"sin plomo"? Mi mente infantil ya estaba lo su-

ficientemente desarrollada como para entender

que, además de no llevar plomo, seguro que la

gasolina tampoco debía llevar oro, ni plata, ni

uranio, ni un montón de otros elementos que, sin

embargo, no habían alcanzado el estatus nomi-

nal del plomo. ¿Qué tenía este que no tuviesen

el resto de sus compañeros en la tabla periódica

para que su carencia haya llegado a convertirse,

durante un largo período de tiempo, en algo así

como el primer apellido de la gasolina?

Con los años y casi por azar descubrí la

respuesta en un libro de divulgación científica

titulado Una breve historia de casi todo. Porque

resulta que, efectivamente, el plomo tuvo algo,

un golpe de genialidad, que lo diferenció del res-

to; el plomo, en un momento determinado de su

existencia, tuvo a Thomas Midgley Jr., ingeniero

estadounidense que, cual si de un hombre del

renacimiento se tratase, decidió ampliar su cam-

po de estudio y dirigir su eminente talento hacia

las aplicaciones industriales de la química.

Raúl del Valle

La buena punteríaH

tubo de ensayo

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Corría el año 1921 cuando, trabajando para

la General Motors, descubrió que las propie-

dades antidetonantes del plomo tetraetílico aña-

dido a la gasolina disminuían ostensiblemente

las vibraciones internas que sufrían los motores

de explosión, alargando la vida media de los to-

davía precarios motores que la incipiente indus-

tria automovilística montaba en sus vehículos.

A nadie parecieron importarle las propie-

dades neurotóxicas del plomo, sobradamente

conocidas en la época, ni las diversas patologías

–alguna de ellas mortales- que empezaron a

padecer de inmediato los trabajadores de las

plantas donde se producía el nuevo compuesto

y empezaron a comercializar el combustible

plomado como si hubiesen hallado la panacea

universal. Así, hasta su prohibición en los años

ochenta, el parque automovilístico planetario

estuvo inoculando plomo a la atmósfera a cada

nuevo golpe de acelerador.

La desfachatez de nuestro eminente in-

ventor llegó hasta el punto, ante la presión de la

prensa por los casos de operarios intoxicados,

de convocar a los periodistas, al más puro estilo

del Fraga de Palomares, acercarse a la nariz un

vaso de precipitados lleno de plomo tetraetílico y

mantenerlo allí durante más de un minuto mien-

tras juraba y perjuraba que aquel compuesto era

inofensivo; a pesar de que, poco antes, había su-

frido una intoxicación por exposición directa al

producto y de que procuraba por todos los me-

dios mantenerse lo más alejado de él que podía

siempre y cuando no estuviese la prensa en las

proximidades.

Después de diez años de comercialización

exitosa del producto, imbuido de una suerte de

espíritu mesiánico, Thomas Midgley enfoca su

deslumbrante talento a la resolución de otro de

los problemas tecnológicos de la época, como

era el hecho de que los electrodomésticos fun-

cionasen con gases altamente tóxicos para el ser

humano, lo que había provocado numerosas

muertes a raíz de fugas y otras averías. "Midgley

se propuso crear un gas que fuera estable, no in-

flamable, no corrosivo y que se pudiese respirar",

y así, "con un instinto para lo deplorable casi as-

ombroso", descubrió toda una familia de gases

de ostentoso nombre y, otra vez, nefastas conse-

cuencias medioambientales: los clorofluorocar-

bonos, también conocidos como CFC, el más

voraz devorador conocido de la frágil y necesaria

capa de ozono y uno de los mayores causantes

del efecto invernadero.

Por suerte en ocasiones estas historias ter-

minan bien. Thomas Midgley sufrió una poli-

omelitis que lo dejó paralizado en una cama y, en

un último alarde de su incansable talento, diseñó

un artilugio formado por cuerdas y poleas mo-

torizadas que, cada cierto tiempo y de forma au-

tomática, le daba la vuelta en la cama para evitar

que el cuerpo se le llagase sin tener que depender

de una enfermera. En 1944, en el transcurso de

una de aquellas maniobras automáticas, el cuer-

po se le enredó entre las cuerdas y falleció estran-

gulado, en una suerte de patafísica venganza, por

la más inofensiva de sus invenciones.

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m A N I F E S T EMy ar t has a lways been focusing on

condition of our globe and the condition of man.

My ant iutopian, cr it ica l photography is based

on the anthropologica l research. I focus on

explor ing and interpret ing the impact of :

new technologies , bio-science, unconscious ,

fears , mora ls , socia l s ituat ions , behaviors ,

habits , r itua ls , biologica l changes , the use of

animals , depress ion in urban environments ,

destruct ion of the soi l , overpopulat ion,

deforestat ion, universa l famine and - over

human l i fe . As a result , I create the image of the

21 centur y and the image of our current society.

In this way, by commenting behaviour of

human individuals I want to indicate that :

Man is imperfec t . Man is a savage,

greedy rebel of Nature, l iv ing between the

insanity and lunac y, away f rom his t rue

nature. Man l ive in the play cage because

he was captured by I l lus ions of this world :

wel fare tyranny, des ire of possess ing mater ia l

things , consumption, j ea lousy, hate . . .what a l l

in a l l led him to the broken relat ionship with

the g lobe and other human beings .

As a result I s t ress the present process

of dehumanizat ion, mechanizat ion and

standardizat ion of human race, fa lse

Mac

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City

Key

s

54

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norms and i l lus ional va lues that was g iven for the t ruth to the society by rel ig ion, governments , laws,propaganda, fa lse mirror of the te lev is ion. . .e tc .

In my opinion, nowadays it i s essent ia l to ar t iculate this k ind of behavior, because the way which the present world run, might guide the human species : f i rst ly- into a tota l s laver y, then to new nuclear era , and f ina l ly to the tota l ext inct ion. . .There is number of potent ia l scenar ios , but one of them is def inite ly Tota l Ext inct ion. . .

I admire the way of dadaism as wel l as surrea l ism. My spir it f l ies with counterculture and the idea of t ransgress ion. I regard my cr it ica l col lages as the predic t ion of

human degradat ion, and as a consequence - 'Apocalypse ' . . . . . . .

Many wise people said that before but I wi l l repeat : we are responsible for this world and for other human beings , and in our hands is decis ion: Do we want to l ive in coexistence or do want to reproduce another monsters to this world who wi l l f ight against each other in another nuclear war. . .

What are the crucia l impl icat ions of this? - The world 's Future.

"You pays your money and you takes your choice" .

Macin Owczarek

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Antonio Marco Greco

En defensa de la poesía vogónica

ás que examinar la lastimera poesía de los vogones, intentaremos explicar breve-mente qué son los vogones y por qué nos in-teresan tanto.

Naturalmente, la información sobre ellos no la extrajimos de enciclopedias de vocación universalista como la Británica o Wikipedia, sino de un instrumento magní-fico para la lucha contra las fuerzas del mal como es la Enciclopedia del punto de vista minoritario; una burbuja de conocimiento etéreo que pasea desde el inicio de la eterni-dad por todo el disco de la galaxia, llenando de sabiduría el vacío que separa las pocas cosas que existen en el universo, incluso las verrugas no dolorosas del planeta Pesplanus.

Cuando uno conoce la sociogénesis de los vogones, se alcanza la certeza de que el proceso de civilización ni es siempre lineal, ni únicamente civilizatorio. Ellos, en la pali-

dez de sus rostros atesoran la dignidad que sólo ciertos cadáveres, cuando se entregan, mudos, a los gusanos y a la eternidad, sa-ben tener. Apostados sobre sus cabalgaduras interestelares, nos parecen mitológicos e inalcanzables, verdaderos dominadores del espacio, habitantes de los planos altos de la consciencia; pero si se los observa de cer-ca, se puede apreciar como una electricidad vaga, un lento retroceder de la materia ha-cia formas precedentes de organización que concluye normalmente con un lamento pre-histórico, un sentimiento igual al que sientes cuando en la noche profunda te despiertas porque el cigarro consumido entre los dedos te quema la carne.

Los versos vogonianos -de clara as-cendencia terrestre, a la vista de su par-afernalia conceptual- no abren el corazón a ningún tipo de esperanza pero nos sugieren una metódica reflexión: en el Inconsciente

M

Antonio Marco GrecoAntonio Marco GrecoAntonio Marco GrecoAntonio Marco GrecoAntonio Marco Grecotubo de ensayo

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Cósmico está presente un recurso biopsíqui-co que nos sugiere descuidarnos alegremente para no sucumbir. Su indispensable función terapéutica, por otra parte, es subrayada por el hecho de que se parece a un médico de pueblo que no nos es difícil imaginar tenaz. Piadoso héroe de la cotidianidad rural que provoca el revuelo cuando anuncia a la gente alguna buena noticia. Todo, obviamente, con una sonrisa entre los labios porque sabe que su oficio consiste en salvar al alma.

Los Perpetus (drones cibernéticos que se alimentan de naftalina para ser inmortales y que producen para casi todas las ediciones galácticas instrumentos teóricos y prácticos, manuales y estudios, juicios y explicaciones dedicados a la valoración de la literatura), a costa de parecer poco actuales, mantienen a salvo para el mañana los valores transitoria-mente rechazados por la poesía vogónica.

Ellos dirán que se trata de una poesía incapaz de epifanizarse; es decir, de revelar la vida que se esconde detrás de obsesivas y proteicas contorsiones de la lengua. Me pregunto: ¿estos drones le echaran, una vez más, con desenvoltura eugenésica, la culpa a una deficiencia en la fibra moral o la gán-dula vogonica del deber social malformada?

Los vogones no son malvados, simple-mente se cabrean cuando alguien les hace ver los errores de su gramática o si se les dice que el marrón sotanademonje esta pasado de moda.

También quien viese en la poesía vo-gonica la sombra de la separación y de la indiferencia sepa que no ha entendido un carajo. Para esa persona es imposible ver quién lo curará de su invencible y cínico moralismo.

¡Ánimo! No sea flojo y lea algo, aunque sea esto. Verá como en un momento enjugará sus lágrimas y alejará de su vida los gritos existencialistas y el pesimismo romántico.

O, frotulada balbugruñiciente,/vuestras micturaciones son para mí/Como farfubor-roneces chorropoteadas en una lúrgida abeja.

Grupa, os imploro, mis funtingudas turlíngdromes. Y aristiosamente pasóname con arrugosas atagurdelas,

O os desgarraré hasta las verrupientes con mi borruconchanante, ¡y vas a ver si no!

Es inútil darle una cara y un nombre al autor, incluso así restaría rigurosamente anónimo.

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rima di esaminare la penosa poesía dei vogoni dobbiamo brevemente spiegare che cosa essi siano e perche’ ci interessano tanto. Naturalmente le informazioni su di loro non le abbiamo racimolate da enciclopedie dal tono paradossale come la Britannica o Wiki-pedia ma da uno strumento stupendo di lotta contro le forze del male e cioe’ la Enciclopedia del Punto di Vista Minoritario; una bolla di conoscenza eterica che passeggia dall’ inizio dell’ eternita’ per l’ intero disco della galas-sia riempiendo di sagezza il vuoto che separa le poche cose che esistono nell’ universo, in-cluso le verruche non dolorose del pianeta Pe-splanus. Di fronte alla sociogenesi dei vogoni si ha la certezza che il processo della civilitá non sempre é lineare, ne unicamente civiliz-zante. Essi sono pallidi in volto, indossano quella’ dignita’ che solo certi cadaveri sanno avere quando si consegnano, muti, ai vermi e all’ eternita’. Appostati sopra le loro piantane

interstellari ci appaiono mitologici ed inar-rivabili, veri dominatori degl spazi, abitanti dei piani alti della coscienza, ma se osservati da vicino ogni creatura della galassia puo’ sperimentare un'elettricità vaga, un lento re-gredire della materia verso forme precedenti d'organizzazione che si conclude normal-mente con un lamento preistorico, lo stesso che a notte fonda ti sveglia perche’ la sigaretta consumata tra le dita ti ha bruciato la carne

I versi vogoniani di chiara ascendenza terrestre (dato l'armamentario concettuale) non aprono il cuore alla speranza ma ci sug-geriscono una metodica riflessione. Nell’ In-conscio Cósmico e’ presente una risorsa biop-siquica- per ovvie ragioni divulgative d’ ora in avanti identificheremo con un tipo brioso - che suggerisce a tutti noi di fregarcene al-legramente per non soccombere. La sua in-dispensabile funzione terapeutica, inoltre, è sottolineata dal fatto che assomiglia ad un

PIn difesa della poesia vogonica

Antonio Marco GrecoAntonio Marco GrecoAntonio Marco GrecoAntonio Marco GrecoAntonio Marco GrecoAntonio Marco Grecotubo de ensayo

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medico di paese che non ci è difficile immag-inare come tenace. Ci sembra quasi di vederlo, questo pietoso eroe della quotidianità rurale, mentre attraversa la contea, salta il rivolo e an-nuncia alle genti la buona novella. Tutto, ovvi-amente, col sorriso sulle labbra perchè è cons-apevole della nobiltà del suo ufficio e sa che il suo premio consiste nel salvare un'anima.

I Perpetui (Droni cibernetici che si nu-trono di naftalina per essere immortali e che producono per quasi tutte le edizioni galat-tiche strumenti teorici e pratici, contenuti e studi, giudizi e spiegazioni dedicati alla val-utazione della letteratura) anche a costo di sembrare inattuali, terranno a salvo per l’ in-domani i valori transitoriamente sconfessati dalla poesía vogonica. Diranno che si trata di una poesía incapace di epifanizzarsi, cioe’ di rivelare la vita dietro le spiritate e proteifor-mi contorsioni della lingua. Mi chiedo se con disinvoltura eugenetica daranno ancora una volta la colpa alla deficienza nella fibra mo-rale o alla glandula vogonica del deber social mal formada? I vogoni non sono malvaggi simplemete se cabrean quando qualcuno gli fa notare gli errori di grammatica o se gli si dice che il marrone sottana di monaco é fuori moda .

Inoltre chi vedesse nella poesía vogonica l’ombra del distacco e del qualunquismo sap-pia che non ha capito un cazzo e non rius-ciamo a vedere chi possa mai guarirlo dal suo invincibile e cinico moralismo (Attenzione il vogonismo in poesia sera’ etico solo si se pre-sentera’ como el producto de una elaboracion colectiva. I vostri contributi, pertanto, piu’ che graditi sono indispensabili).

Animo! No sea flojo y lea algo, aunque sea eso. Vedrai come in un attimo spazzerai via i piagnistei esistenzialisti ed i pessimismi romantici.

O, frotulada balbugruñiciente,/vuestras micturaciones son para mí/Como farfubor-

roneces chorropoteadas en una lúrgida abeja.Grupa, os imploro, mis funtingudas

turlíngdromes. Y aristiosamente pasóname con arrugosas atagurdelas,

O os desgarraré hasta las verrupientes con mi borruconchanante, ¡y vas a ver si no!

Inutile dare un volto ed un nome al au-tore tanto resta rigorosamente anónimo.

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R e s e ñ a s01. Amanece que no es poco, Alexandros Somed Castelo

02. ’Patafísica: Epítomes, recetas, instrumentos y lecciones de aparato, de Rafael Cippolini (comp.), Pablo Martín

03. Gestas y opiniones del Dr. Faustroll, Patafísico, de A.Jarry, Raúl del Valle

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Alexandros Somed Castelo

Amanece que no es poco

DEVENIR MAPAa cartografía es una disciplina intere-

sante y compleja. Desde hace siglos hemos cartografiado la tierra y el cielo, fijando cos-tas y estrellas y cráteres y galaxias, reducien-do el fractal inabarcable que es la naturaleza con sólo unas cuantas figuras geométricas capaces, incluso, de contener el mar, o lo que de él nos interesa: las corrientes, la distan-cia.

Los mapas se amontonan a través de los siglos y quién sabe si desde ciertas alturas no se pueda contemplar nuestra civilización como una forma de vida que, entre otras cosas menos importantes como dominar, explotar o aniquilar cualquier cosa sospe-chosamente orgánica, cartografía el medio y acumula información sobre él de manera compulsiva, como si fuéramos langostas o termitas que fijan la realidad y dejan un ras-

tro de devastación y de códigos a la vez que la devoran.

Reducimos el mundo a una abstracción de sí mismo, describimos mediante símbolos un medio físico a través del cual nos abrire-mos paso después, confiando a sus instruc-ciones nuestras propias intuiciones, aunque lo que vemos en el mapa se parece a lo que vemos más allá de él casi con la misma pre-cisión que se parece la palabra rojo al color al que da nombre. Y sin embargo nos he-mos valido de este empobrecimiento para enriquecer nuestra visión del mundo, para alterarlo y, confiados, hemos llegado a con-fundir sus límites, observando más la rep-resentación que lo representado, y el truco original que servía para abarcar lo de otro modo inabarcable ha acabado empobrecien-do nuestra mirada, encorsetándola.

L

R e s e ñ a s

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GUÍA DE CARRETERAS SECUNDARIASOlvidamos con frecuencia que la reali-

dad es siempre más maleable que el lengua-je que le da forma, y por esa razón parece siempre encajar tan bien con casi todos los sistemas de referencias que se aplican a ella. Cuanto mayor es el control, menores son los cambios. Pero hay algo que se nos escapa, seguimos sin tener respuestas demasiado claras para las tres o cuatro preguntas que nos trajeron hasta aquí y ni las armas más poderosas han podido disolver esas angus-tias. La religión ha fracasado a la hora de ex-plicar el mundo y la ciencia, el bastión que se erigió de las cenizas divinas, hincó la ro-dilla a principios del siglo XX y ahí sigue, dando coletazos de agonía, escarbando más profundo, enredándose en un cristo de in-calculables dimensiones.

Si le pudiéramos preguntar a uno de los agricultores que viven en el pueblo don-de por lo menos amanece, que no es poco, quizás nos diría que todo este galimatías empieza, lo quiera usted ver o no, por tener conciencia de la muerte. Pero suele ser com-plicadísimo encontrar entre las montañas de mapas alguno que nos lleve hasta allí, una buena guía de carreteras secundarias de la Mancha, un mapa sin anteojeras, y así quizás llegaríamos a un pueblo sin nombre como al que llegan Teodoro (Resines), en moto, y su padre Jimmy (Luis Ciges) a bordo de un sidecar, elegante medio de transporte que le regala el padre al hijo para que este no pi-ense mucho en su madre, a la que el padre ha matado mientras él vivía en Oklahoma, y que es el inicio de la escapada que lleva a esta pareja un tanto quijotesca a un pueblo donde el disparate está escolásticamente ra-zonado y donde el pensamiento se libera y juega a ser a la vez todas las cosas y ninguna.

La película que José Luís Cuerda es-cribió, dirigió y que se estrenó a finales de los años 80 es una película de culto cuyo fenómeno sigue creciendo 20 años después de ser proyectada por primera vez, pero re-cibió muy malas críticas en su estreno (mu-chos no entendían nada). Amanece que no es poco es un monumento al humor surreal-ista, una sátira bucólica que critica el orden supuestamente civilizado en el que vivimos valiéndose del absurdo como toque de aten-ción sobre lo que debería preocuparnos más de lo que habitualmente nos preocupa.

En este pueblo manchego crecen hom-bres en los bancales (y hay que arrancarlos y trasplantarlos porque, si no, secan todo lo que tengan alrededor, son insaciables) a los que hay que regar y dar de leer; desde EEUU vienen grupos de estudiantes que se están preparando 'para el día de mañana ejercer un poder omnímodo' a ver las misas que hace el cura, un espectáculo profunda-mente ecuménico que atrae a las multitudes. Hay un personaje que se desdobla cuando va hasta las cejas de vino (bendita transubstan-ciación) y un no-personaje, que intenta todo el rato conseguir el papel de otro, llegar a ser alguien, aunque ese alguien sea el sui-cida impenitente del pueblo. En la tasca una mujer canta ópera mientras los agricultores entran a emborracharse, de uno en uno y acompañados por agentes de la benemérita, que son las personas más sensatas que uno pueda echarse a la cara. Veneran a Faulkner (por razones obvias) y rara vez pierden los nervios.

Los diálogos son sublimes y no hay tabú que no salte por los aires. Es entre de-mencial y enternecedor ver al médico obser-vando cómo se muere un hombre, entusias-mado por la belleza y la poética con la que el

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anciano está a punto de fallecer (“tenía ga-nas de que vinieras para poder contártelo”, le dice al hijo del moribundo cuando este llega a casa, “puedes estar orgulloso, de verdad. En todos los años que llevo de médico nunca había visto a nadie morirse tan bien como se está muriendo tu padre. Qué irse, qué apa-garse, con qué parsimonia, qué abnegación. Estoy disfrutando como no te puedes imag-inar”. “¿Y él sufre?”-pregunta el hijo. “A la fuerza, seguro que sí, no ves que se le está yendo la vida.”)

Todo lo estrambótico que hay en la película es en realidad una denuncia más o menos inocente y soterrada de lo que le falta a la visión del pensamiento único que ordena y acota hoy día la realidad y de la sociedad que (la) genera, donde esa exal-tación médica se transforma en la asepsia sentimental, como de organismo hervido, que practican los médicos 'del lado de acá', o donde la sensatez de los agentes de policía es vista automáticamente como cómica, como si policía y sensato fuera un oxímoron in-concebible, y digo yo, si lo fuera ¿de qué nos reímos, en realidad?

Buscando atlas parecidos al estudio del medio que propone la película, me han ve-nido a la mente, después de Berlanga (Bien-venido Mr. Marshall) o de Fellini (Amacord), dos textos que exploran horizontes pareci-dos: uno es un texto de Borges con el que comparte humores metafísicos (El idioma analítico de John Wilkins, en Otras Inquisi-ciones) y el otro es un libro de Javier Tomeo, otro espeleólogo del marciano que llevamos dentro, El castillo de la carta cifrada. Con el-los comparte algo Amanece que no es poco, una postura de denuncia por omisión y un humor como el de mi escena favorita para este semestre, cuando la contemplación de la

luna llena provoca que Teodoro se tenga que poner gafas de sol para no mearse de risa, algo que, según le cuenta al padre, le sucede desde que vive en Oklahoma, donde le pasa a mucha gente. “Algo parecido a lo del hom-bre lobo pero con la risa” dice Teodoro. “O tú eres gilipollas o es que tienes una alergia” contesta el padre mientras nos descojona-mos, el hijo y yo .

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Pequod Llibres es una librería perdida por los callejones del barrio de Gràcia de Barcelona; para los que tengan la suerte de encontrarla, les resultará de lo más agradable embarcar en este buque literario en el que la patrona les ayudará, asesorará y mimará como si estuvieran en su propia biblioteca.Entre una gran mesa de billar y viejas maletas, este ballenero esconde en sus bodegas multitud de tesoros narrativos. Además de una cuidada selección de las últimas novedades editoriales, se pueden encontrar libros ya leídos quizá por viejos marineros de los que aseguraban haber oído cantar a las sirenas y se persignaban cada vez que alguien pronunciaba la palabra ballena.Si tenéis la osadía de subir a bordo en los frecuentes actos literarios que se organizan, aparte de descubrir un espacio cálido y acogedor, disfrutaréis de la sensación un poco como de muñeca rusa de estar disfrutando de la literatura en el interior de un pedacito de literatura, el abrazo maternal de la ficción que nos constituye.

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’Patafísica: Epítomes, recetas, instrumentos y lecciones de aparato, de Rafael Cippolini (comp.)

omo no nos atrae la alevosía, empezare-mos con una advertencia: el camino más seg-uro para llegar a la ’Patafísica pasa por leer la obra completa de Alfred Jarry, el mítico escri-tor francés que creara al padre Ubú y al doctor Faustroll. Sin embargo, para una aproximación panorámica, nada mejor que este excelente muestrario, este esmerado florilegio, esta há-bil crestomatía de textos patafísicos compila-da y anotada por Rafael Cippolini, Admirable Nababo del Longevo Instituto de Altos Estudios Patafísicos de Buenos Aires (LIAEPBA).

¿Quiere esto decir que el lector será capaz, una vez terminado el libro, de decir con exacti-tud qué cosa sea la ’Patafísica? Nada más lejos de la realidad. Es probable (de hecho, es muy probable) que al acabar su lectura se encuen-tre incluso más perdido que al principio. Pero ello no será sino el mejor de los síntomas, la señal inequívoca de que se encuentra en el buen camino: pues la ’Patafísica es, por definición,

indefinible. Sin embargo, no es improbable (de hecho, no es nada improbable) que cuando cierre el libro y levante la cabeza, tenga la sen-sación de que el mundo ha cambiado irremisi-blemente. Y esa será la prueba definitiva de que el virus patafísico se ha inoculado en su organ-ismo.

’Patafísica: Epítomes, recetas, instrumen-tos y lecciones de aparato está dividido en cin-co libros que dan buena cuenta del universo patafísico (o de los universos patafísicos, para ser más exactos): un primer libro introductorio, firmado por el antólogo, donde nos enteramos de que la ’Patafísica no es, en modo alguno, una estética; un segundo libro, dedicado a Alfred Jarry, donde el padre de la patafísica consciente (pues la inconsciente nació con el homo sapiens –y aun antes) nos dice lo que algunos ya sabía-mos: que esta disciplina es la ciencia de lo par-ticular y de las soluciones imaginarias; un tercer libro en el que podremos disfrutar de los textos

C

Pablo MartínR e s e ñ a s

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de varios ilustres patacesores (es decir: patafísi-cos contemporáneos o anteriores a Jarry), como Alphonse Allais, Paul Valéry, Érik Satie o Ray-mond Roussel; un cuarto libro centrado en la figura de dos conspicuos patafísicos de princip-ios del siglo XX, como son Julien Torma y René Daumal, gracias a los cuales aprenderemos que la ’Patafísica no pretende resolver problemas, sino crearlos; y un quinto libro dedicado al Collège de ’Pataphysique, institución fundada a finales de 1948 (o, para ser más exactamente patafísicos: el 1.º de Descerebramiento del año 76 de la Era Patafísica, pues la ciencia de lo par-ticular se rige por su propio calendario), en el que comprenderemos cómo funciona el Collège y cuáles son sus estatutos.

Llegados a este punto, quizá más de uno se esté preguntando si la ‘Patafísica no es sen-cillamente una estupenda y retorcida broma. La respuesta no puede ser más clara: solo será una broma para aquellos que piensen que es una broma aprender a pensar de otra manera. Y si alguien se plantea cuál es la edad ideal para contagiarse de patafisicidad, le responderemos que nunca es tarde si la dicha es buena, pero que, puestos a elegir, tal vez sea la adolescencia el momento propicio para ello: es entonces cu-ando la mente está más dispuesta a saltar a tum-ba abierta sobre el abismo. Al fin y al cabo, no hay que olvidar que fue en su etapa de bachiller cuando Alfred Jarry entró en contacto con la ’Patafísica y cambió para siempre su modo de ver las cosas. Y el de muchos otros después de él.

Pero si alguno ya ha pasado la edad del acné y los pitillos a hurtadillas, que no deses-pere: sabido es que el Doctor Faustroll nació a los sesenta y tres años.

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Raúl del Valle

Gestas y opiniones del Dr. Faustroll, Patafísico, de A. Jerry

n el pr incipio fue Aristóteles . O Platón. O una mezcla de ambos tamiza-da por e l cr ist ianismo. En el pr incipio está e l tercero ausente, la tes is del ter-c io excluso, e l axioma a par t ir del cua l se estructura nuestra mente –uno de cuyos atr ibutos es e l mundo-: lo que es no puede no ser.

A par t ir de ahí ya se pueden empezar a establecer normas sobre aquel lo que es , argumentos expl icat ivos que nos permitan comprender los fenó-menos, haciéndolos nuestros y en c ier-to sent ido dominándolos en ese gesto intelec t ivo.

L a suculenta paradoja y e l sor-prendente oxímoron son excluidos como elementos const itut ivos del mun-

do y pasan a ser herramientas cur iosas en labios del sof ista u ornamentos más o menos ingeniosos de los que dispone e l poeta ; una i lus ión discurs iva que resulta agradable para e l públ ico pero bajo la cua l todos sabemos que se es-conde un mero t ruco ideado para con-fundirnos .

Claro, s i las cosas son de una man-era y nosotros podemos comprenderlas y e l mundo está hecho de las cosas que lo forman, la conclusión es pa lmaria : podemos comprender e l mundo. Y s i aparece una cosa que no podemos com-prender, s i acontece un fenómeno que escapa a la norma que r ige e l devenir de la cosa , para eso hemos creado el ca-jón de lo excepcional , se archiva como

E

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excepción y seguimos cata logando el mundo.

Este orden de cosas a lcanza su máx-ima expres ión en la mecanicista v is ión del mundo que fundamenta e l posit iv-ismo moderno, v is ión imperante en la época en la que escr ibió Jarr y, e l padre de la pataf ís ica , y que cont inúa imper-ando –por más cuánt icas y deconstruc-ciones que le echen- en la menta l idad del hombre de a pie de estos inic ios del s ig lo X XI.

En ese contexto, la obra de Jarr y –y su v ida- se puede entender como un gesto de rebeldía ante ese imper io de lo racional , lo út i l , lo c ient í f ico y lo e f i-c iente que se ha apoderado del hombre desde la eclos ión de la era industr ia l . Una rebeldía que encuentra di ferentes canales por los que discurr ir : la parodia ant iautor itar ia , la tensión a la que som-ete a l lenguaje , e l cu lto a la ident idad de los contrar ios como germen propi-c io para sus descabel ladas histor ias .

L as Gestas y opiniones del doctor faustrol l , pataf í s ico está per fec tamente inscr ito en este mundo, es una cr ít ica aguda lanzada desde las le t ras , una que no ha perdido va l idez pues como dije antes en este ar t ículo, a pesar de que estamos sumergidos plenamente en aquel lo que l lamamos postmodernidad la v is ión de la modernidad es la que s igue imperante.

C onocer la histor ia del doctor faustrol l , pataf ís ico, saber que nació a los a los 63 años y que fue e l pionero de

la pataf ís ica , saber que fue desa lojado de su casa lo que le l levó a una ser ie de sucesos azarosos , y saber muchas cosas más sólo es e l pretexto de Jarr y para manifestar su cr ít ica , para hacernos ver que este mundo, e l que habitamos, no es s ino una gran s inrazón.

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