REFLEXION SOBRE EL ESQUEMA CONCILIAR Y DECRETO DE LA ...

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P. Carlos Pape, SVD. Director del Departamento Arquidiocesano de Ecumenismo REFLEXION SOBRE EL ESQUEMA CONCILIAR Y DECRETO DE LA ACTIVIDAD MISIONERA DE LA IGLESIA e entre todas las asambleas conciliares de la tercera etapa del Vati- D cano Il, la del 6 de noviembre (1964) fue señalada con una nota de particular distinción: el mismo Santo Padre quiso tomar parte en ella (1). Era el día en que debía darse comienzo a la discusión conciliar so~re el esquema de ~a Actividad ~is~on~~a de la Iglesia. La presenCIa del Papa, obedecIendo a una mVItaclOn personal que le hiciera el Presidente de la Comisión de Misiones, debía destacar la importancia del nuevo tema conciliar. EL PRIMER ESQUEMA "El Papa, -leemos en un Servicio de Noticias (2)- entró por la nave central, asistió a la Misa celebrada en rito etíope, tomó ubicación en el centro de la gran mesa presidencial y dirigió desde allí una alocución a los Padres del Concilio sobre la importancia de la actividad misionera de la Iglesia manifestando, que creía, que el texto, previa revisión, era aceptable en la forma propuesta. El Cardenal Agagia- nian leyó en presencia del Papa el informe preliminar sobre las Proposiciones (3) Y luego el Papa se retiró". ( 1) El Papa no tomaba parte en las asambleas del Concilio. Las seguía desde sus apo- sentos por circuito interno de TV. (2) Divine Word Ncws Service, 85-S-1964. (3) El esquema que contaba 4 capítulos desarrollados en 25 párrafos había sido redu- cido a 14 Propositiones, de las cuales un obispo de Indonesia dijo, hablando a nom- bre de 30 obispos de ese país: "Estas 14 Propositiones ¿pueden probar a nuestros fieles, a nuestros misioneros, a las .generaciones futuras, que el Concilio Vaticano JI se ha sentido verdaderamente misionero? ¿Es posible que el examen de la naturaleza íntima de la Iglesia, que es esencialmente misionera, pueda engendrar sólo 14 Pro- positiones? Permitidme recordar las palabras del poeta: ¡la montaña sufre dolores de parto, y nace un ridículo ratón! Es verdad, las Propositiones no pueden ser lIamada~ ridículas, porque son bastante buenas, pero son pocas, demasiado pocas y ciertamen- te no agotan el tema en discusión". (Divine Word News Service, 82-S-1964).

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P. Carlos Pape, SVD.Director del DepartamentoArquidiocesano de Ecumenismo

REFLEXION SOBRE EL ESQUEMA CONCILIAR Y DECRETO DE LAACTIVIDAD MISIONERA DE LA IGLESIA

e entre todas las asambleas conciliares de la tercera etapa del Vati-

Dcano Il, la del 6 de noviembre (1964) fue señalada con una notade particular distinción: el mismo Santo Padre quiso tomar parteen ella (1). Era el día en que debía darse comienzo a la discusiónconciliar so~re el esquema de ~a Actividad ~is~on~~a de la Iglesia.La presenCIa del Papa, obedecIendo a una mVItaclOnpersonal quele hiciera el Presidente de la Comisión de Misiones, debía destacar

la importancia del nuevo tema conciliar.

EL PRIMER ESQUEMA

"El Papa, -leemos en un Servicio de Noticias (2)- entró por la nave central,asistió a la Misa celebrada en rito etíope, tomó ubicación en el centro de la granmesa presidencial y dirigió desde allí una alocución a los Padres del Concilio sobrela importancia de la actividad misionera de la Iglesia manifestando, que creía, queel texto, previa revisión, era aceptable en la forma propuesta. El Cardenal Agagia-nian leyó en presencia del Papa el informe preliminar sobre las Proposiciones (3) Yluego el Papa se retiró".

( 1) El Papa no tomaba parte en las asambleas del Concilio. Las seguía desde sus apo-sentos por circuito interno de TV.

(2) Divine Word Ncws Service, 85-S-1964.(3) El esquema que contaba 4 capítulos desarrollados en 25 párrafos había sido redu-

cido a 14 Propositiones, de las cuales un obispo de Indonesia dijo, hablando a nom-bre de 30 obispos de ese país: "Estas 14 Propositiones ¿pueden probar a nuestrosfieles, a nuestros misioneros, a las .generaciones futuras, que el Concilio Vaticano JIse ha sentido verdaderamente misionero? ¿Es posible que el examen de la naturalezaíntima de la Iglesia, que es esencialmente misionera, pueda engendrar sólo 14 Pro-positiones? Permitidme recordar las palabras del poeta: ¡la montaña sufre dolores departo, y nace un ridículo ratón! Es verdad, las Propositiones no pueden ser lIamada~ridículas, porque son bastante buenas, pero son pocas, demasiado pocas y ciertamen-te no agotan el tema en discusión". (Divine Word News Service, 82-S-1964).

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Revuelo causó la noticia inmediata, que la asamblea conciliar había sidode opinión distinta que el Santo Padre y que su opinión había prevalecido. Elmismo discurso del Papa, sobre la trascendencia de la actividad misionera de laIglesia sirvió para pedir por gran mayoría, que el esquema fuera rechazado. Tresdías más tarde, el Concilio pedía su total refundición (4).

Poco después la Comisión eligió una subcomisión compuesta de 5 miembrosde la Comisión, cinco teólogos, dos secretarios, un misiólogo y un latinista con elencargo de elaborar un nuevo esquema. La subcomisión estaba presidida por el Ge-neral de la Congregación del Verbo Divino. El nuevo equipo trabajó arduamen-te en los meses de diciembre, enero y marzo (marzo del 65). Terminado su tra-bajo, éste fue presentado a la Comisión reunida en pleno, con sus 24 miembros.El texto fue aprobado y luego enviado a todos los miembros conciliares, que ya sepreparaban a la última sesión del Concilio en sus respectivas diócesis.

EL SEGUNDO ESQUEMA

Al presentarse el nuevo esquema a la consideración del Concilio el 7 deoctubre de 1965, el Presidente de la Subcomisión podía decir a la Asamblea, quepara la redacción del nuevo texto habían sido utilizadas más de mil páginas deenmiendas propuestas el año anterior por los Padres Conciliares y que el texto po-día considerarse por consiguiente como trabajo de todo el Concilio. Terminó expre-sando su convicción, "que el esquema será aun perfeccionado según las justas exi-gencias de los Padres, de modo que sea una Carta Magna para la actividad misio-nera de la Iglesia, ofreciendo claras directivas y principios, estableciendo normassabias y abriendo horizontes nuevos. Todo ello contribuirá a hacer de toda la Igle-sia una verdadera Iglesia misionera" (5).

El nuevo esquema fue aceptado casi en seguida como digno de la discu-sión conciliar. Hasta ellO de noviembre, fecha en que la Comisión de Misioneshizo un informe sobre las enmiendas presentadas en los debates, se habían reci-bido 193 intervenciones, que cubrían 550 páginas. Otras 390 propuestas de en-mienda fueron recibidas entre el 11 y el 30 de noviembre. Todas ellas han con-tribuido a la redacción definitiva del documento, que el día 7 de diciembre llegóa su promulgación conciliar.

En las siguientes páginas queremos compenetrarnos del contenido y del es-píritu, que anima esa Magna Carta de la Actividad Misionera de la Iglesia. Ladivisión presentada en este trabajo, es arreglo arbitrario del autor. En sus líneasgenerales sigue la disposición que se encuentra en el Decreto.

(4) El esquema (Propositiones) fue presentado el viernes y rechazado el lunes siguiente.(5) Divine Word News Service, 37-S-1965.

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I. FUNDAMENT ACION TEOLOGICA DEL APOSTOLADOMISIONERO

Ya en la Constitución Dogmática de la Iglesia había señalado el Conciliolos puntos más salientes de una teología de la expansión misionera de la Iglesia (6).En un párrafo especial, el 17, había expuesto el carácter misionero del Pueblo deDios. Sin embargo, todos estos valiosos datos se hallan dispersos en la Constitu-ción y no forman una unidad orgánica de pensamiento.

Por este motivo, obedeciendo la Comisión de Misioncs al deseo expresa-mente manifestado por la asamblea conciliar, de formular en términos precisosuna sólida motivación teológica de la actividad misionera, encaró su cometido contoda responsabilidad reuniendo en todo el primer capítulo del Decreto los princi-pios doctrinales de la actividad misional. Los presenta en una concepción propia.independiente del pensamiento teológico que hallamos en la Constitución LumenCentium.

a) Perspectiva de fondo: teología trinitaria

La actividad misionera de la Iglesia, de acuerdo al Decreto, se encuentraen la corriente divina, que partiendo de las profundidades de la vida trinitaria.vuelve sobre sí misma arrastrando en su movimiento la creación entera hasta hace l'

que Dios,"que es Creador del Universo, se haga por fin 'todo en todas las cosas' (1 COL,15/28) procurando a un tiempo su gloria y nuestra felicidad" (n. 2) (7).Con el fin de cumplir entre los hombres "su designio", el Padre envía su Hijo

al mundo,"para establecer la paz o comunión con El y armonizar la sociedad fraterna entrelos hombres pecadores, . para arrancar por su medio a los hombres del po-der de las tinieblas y de Satanás (Col., 1/13; Act., 10/38) y reconciliar elmundo consigo" (n. 3).Cristo Jesús viene a ser el centro de la historia, "heredero universal", "ver-

dadero Mediador de Dios y de los hombres", "nuevo Adán", "Cabeza de la huma-nidad renovada". En El se reúnen en unidad los hijos de Dios dispersos.

Todo ello se hace posible a través del misterio de la Encarnación, hecho quepasa a convertirse en piedra angular de LA MISION. En la Encarnación Cristo sedeclara solidario con la humanidad. Pero no con un grupo de selección, sino con 1::,raza humana "pobre y miserable", tal cual se encuentra entre nosotros. En actitudde servicio, El viene a restaurar y no a destruir; en absoluto desprendimiento per-sonal, viene a servir y no a dominar.

(6) Algunos de esos enunciados teológicos: la redención se realiza por Cristo y por laIglesia, la Iglesia ha sido enviada a todos los hombres, la salvación es posible fue-ra de la Iglesia, pero su misión queda siempre intangible y necesaria, todos los cris-tianos son portadores de esta misión, desde la jerarquía hasta el último de los fieles.

(7) En la citación de los textos conciliares nos hemos servido de la traducción española,que trae la revista misional Mundo Negro.

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La actividad mlSlonera de la Iglesia no tiene otro objetivo, que el de per-petuar esa misión de salvación, llevándola hasta los confines de la tierra. En todoel Decreto se encuentra ese 'leit motiv' de solidaridad con la humanidad, especial-mente con la humanidad necesitada.

Esta tarea empero no la podría realizar la Iglesia sin )a fuerza de lo alto,el Espíritu de Dios. Con Pentecostés -o más bien con la intervención del Espíritu,que es vínculo entre el Padre y el Hijo- se inicia el movimiento reversivo del pro-ceso, que figurado en Babel, había dispersado a los pueblos por la faz de la tierra.Las naciones han de ser reunidas. La actividad misionera lleva inconfundible el se-llo de Pentecostés: el Espíritu de Dios es quien la anima, quien preside la marchadel Pueblo Dios a través de los tiempos.

En la teología del Decreto, la ley de la Encarnación contiene todas las rela-ciones de la Iglesia con el mundo; relaciones que podrían traducirse en una solapalabra, solidaridad. La ley de Pentecostés por el contrario abarca todo lo que e::;dinamismo unificador.

b) Línea sacramel1Jtal-eclesiológica

Si bien el Espíritu sopla donde quiere, la acclOn miSIOnerava asociada indi-solublemente al misterio de la Iglesia visible, fundada por Cristo como "sacramentode salvación" y a la cual El dio un ministerio jerárquico.

El Señor Jesús, ya desde el principio "llamó a sí a los que El quiso, e hizo qUE'fuesen doce a fin de enviarlos a predicar" (n. 5).A ellos y sus sucesores concierne la orden de ir y enseñar a todas las nacio-

nes (8). El Decreto subraya la importancia del testamento misionero de Jesús citán-dolo a punto seguido en su doble versión de Mateo y Marcos.

Sin embargo, como saliendo al paso de la tentación de. c1ericalizar la obramisional en demasía, el documento habla en seguida de la comunión de vida, queexiste en todo el Cuerpo de Cristo, por la cual toda actividad es común a todo elorganismo. Toda la Iglesia se halla comprometida; en la cumbre, los obispos, pre-sididos por el sucesor de Pedro; en la base, la oración y cooperación de toda laIglesia. Sobre esta cooperación se extenderá luego el capítulo quinto y sexto.

Dentro de esta perspectiva sacramental, cabe la pregunta, que tanto ha gol-peado los ánimos de muchos misioneros y que por voluntad expresa de muchos obis-pos, debía ser contestada por el nuevo esquema: ¿el plan de salvación individualy colectiva de la humanidad está necesariamente asociado a la Iglesia visible?

Enfrentándose con este problema, el Decreto cita el célebre pasaje de SanPablo en su carta a Timoteo,

"Dios quiere que todos los hombres se salven, y vengan al conocimiento dE'la verdad" (1 Tim. 1 2/4-6).

(8) Se achacó al Dscreto una mentalidad excesivamente"jerárquica". El primer capítulodeja efectivamente esa impresión. Pero no se podría decir lo mismo de los últimoscapítulos, que realzan repetidas veces la necesidad y el aporte de los misioneros lai-cos. Cf. también Herderkol'respondenz, XIX (1965), 15/728.

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Pero como previniendo cualquier malentendido de la voluntad salvífica uni-versal, el Decreto se detiene con acento insistente en la segunda parte de este pa-saje paulina, cn el carácter cristológico de la salvación:

"Porque uno es Dios, uno también el Mediador entre Dios y los hombres, elhombre Cristo Jesús".Dios quiere la salvación de todos, pero en Cristo y en su Iglesia. Fuera de

Cristo no hay salvación (Act., 4/12). A esta unicidad de Cristo Mediador respon-de el acumulamiento, que el Decreto hace de expresiones que denotan categóricanecesidad: oportet, necessitas incumbit, impelluntur, etc. Pero si es necesaria laadhesión al Cristo histórico, igualmente necesaria es la adhesión a su Iglesia, conti-nuadora de su presencia en el mundo. Incorporarse a Cristo es lo mismo que incor-porarse a la Iglesia y viceversa.

"Por lo cual -concluye el Decreto- no podrían salvarse aquellos que, no ig-norando que Dios fundó, por medio de Jesucristo, la Iglesia Católica comonecesaria, con todo no hayan querido entrar o perseverar en ella". (n. 7).En esta formulación cuidadosa está insinuado el problema de la salvación de

aquellos que sin culpa alguna no han llegado a la Iglesia visible. A este respecto elDecreto s~ limita a decir, que el "Señor puede conducir a la fe, sin la cual es impo-sible agradarle (Heb., 11/6), por caminos que El sabe a los hombres, que ignoranel Evangelio inculpablemente".

Correlativo a la necesidad de adherirse a la Iglesia visible, es "el deber y elderecho sagrado de evangelizar, y por lo tanto, -recalca el texto- la actividad mi-sional conserva íntegra, hoy como siempre, su eficacia y su necesidad" (n. 7).

El documento enuncia luego varias consideraciones que son a la vez motivosde obligación y alicientes para llevar a cabo la evangelización: se trata de ayudaral crecimiento del Cuerpo de Cristo; de comunicar con todos los hombres los bienesespirituales que nos ha dado Cristo; de rendir a Dios completa glorificación, tal co-mo El se la desea a través de Cristo; de cooperar en fin a la promoción humana yespiritual de los pueblos ansiosos de unidad, en la cual ya no haya separacionesfundadas en prejuicios raciales o sociales. Estas reflexiones nos hacen ver la activi-dad misionera no ya exclusivamente orientada a la salvación individual de las almas,sino comprometida con la redención colectiva de la humanidad. Este aspecto colec·tivo es otra de las fibras de fuerza del nuevo esquema misional.

c) Naturaleza de la aCltividad misionera

Puestos estos antecedentes teológicos, captamos mejor la naturaleza mismade la acción misionera.

En este terreno el Decreto guarda una posición intermedia entre los plan-teamientos de aquellos que identifican cualquier actividad eclesiástica con la acti·vidad misionera -y no admiten diferencia ninguna en el apostolado en países nocristianos y países, como los llaman, descristianizados- y la opinión de aquellos otros,que proyectan la actividad misionera sólo al Asia y al Africa. Ambas posiciones seencontraron al presentarse el esquema.

El texto, junto con admitir el valor universal de la misión de la Iglesia, cuan-do dice:

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"este deber (el recibido por el mandato de Cristo), es único e idéntico en to-das las partes y en todas las condiciones. ... las diferencias que hay que reco-nocer en esta actividad de la Iglesia no proceden de la naturaleza misma dela misión, sino de las circunstancias en que esta misión se desarrolla" (n. 6).

se queda con un concepto más restringido, condicionándolo a circunstancias espe-ciales en las que se realiza la actividad misionera, y lo adopta en forma unívoca entodo el resto del Decreto. Según este criterio, la actividad misionera o simplemente"las misiones" comprenden

"-las empresas peculiares con que los heraldos del Evangelio, enviados por laIglesia, yendo a todo el mundo, realizan el encargo de predicar el Evangelio yde implantar la Iglesia entre los pueblos o grupos humanos que todavía nocreen en Cristo, y se desarrollan de ordinario en ciertos territorios recono-cidos por la Santa Sede" (n. 6).La actividad misionera, -anota el Concilio- a diferencia de la actividad pas-

toral, "que hay que desarrollar con los fieles", guarda relación con el comienzo, conel primer anuncio, con la implantación de la Iglesia en un territorio o en un pueblodado. Esto era ya una teoría tradicional en la misiología católica. Ahora la teoría sehalla sancionada por el Concilio. Es digno de realzar la proyección sociológica, co-lectiva de este planteamiento: Misión no es simplemente conquista de almas, con-versiones aisladas a la Iglesia; es, más bien, evangelización que tiene por resultadola implantación de la Iglesia visible, como realidad sociológica y espiritual (9).

Según esto, tierra o tierras de misión, son aquellos territorios donde aun noha sido predicado el Evangelio y aun no ha sido implantada la Iglesia. Por lo ge-neral la Santa Sede los confirma o reconoce como tales.

La obra misional apunta pues a la implantación de la Iglesia universal en unterritorio o pueblo determinado, a la formación de una Iglesia autóctona, esto es.una comunidad cristiana nativa dirigida por una jerarquía local y en posesión de losmedios necesarios para llevar una vida cristiana cabal.

Pero una vez llegada esa iglesia local a tal estadio de crecimiento, debe co-menzar a brillar como un nuevo foco misionero en medio de la oscuridad del mundosin fe, quedando así de manifiesto la solidaridad de toda la Iglesia, organismo vi-viente, instrumento de vida.

"Constituidas ya las iglesias particulares, pesa sobre ellas el deber de conti-nuar y de predicar el Evangelio a cuantos permanecen fuera" (n. 6).De este modo, la actividad misionera de la Iglesia aparece como la Epifanía,

la manifestación del plan de Dios, y como su cumplimiento en el mundo y en lahistoria. Y porque el plan aun no ha lle.gado a su realización definitiva, la misiónde la Iglesia lleva carácter escatológico, pues prepara el advenimiento y el reinadodel Señor y mira al crecimiento del Cuerpo de Cristo hasta lograr su plenitud.

(9) El Concilio evidentemente trató de conciliar en su enunciado sobre la finalidad dt,la actividad misionera las dos teorías tradicionales de la misiología católica: la teoríade la evangelización y conversión y la teoría de la implantación de la Iglesia. Laprimera formó escuela alrededor de José Schmidlin, fundador de la misiología mo-derna y la otra se abanderizó pOr la doctrina ecIesiológicadel P. Pierre Charles SJ.

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II. REALIZACION PRACTICA DE LA ACTIVIDAD MISIONERA

Del segundo capítulo en adelante, el Decreto se mueve, y con mucha segu-ridad, en el terreno de la acción práctica. Se mantiene en un tono de recomenda-ciones (¡pero son recomendaciones con valor de Concilio!) recogidas una a unade la larga práctica y problemática misioneras de la Iglesia y en gran parte ya impar-tidas anteriormente en las encíclicas misioneras de los últimos Papas, a partir de Bene-dicto XV (lO).

a) La actividad misionera hasta la formación de lasiglesias particulares

El primer contacto de la Iglesia mISIOneracon el mundo no-cristiano se pro-duce cuando los fieles dan el testimonio de vida integralmente cristiana. (Estamoshablando de territorios de misión).

1. Pero para que este testimonio tenga inflUjo y repercusión es indispensa-ble la inserción de los cristianos en la vida cultural, social y civil del país, inserciónque sea fruto no del oportunismo, sino de un respeto optimista por todo lo bueno ypositivo, que en tal cultura se esconde y que puede ser liberado para el dominio deDios Salvador. Para ello será indispensable que los convertidos, lo mismo que losmisioneros, tomen una actitud de "diálogo sincero y paciente", "para advertir las ri-quezas que Dios generoso ha distribuido a las gentes" (n. 11).

2. Esta actitud de respeto se traducirá en una actitud de servicio, por lacual se tratará de llegar con todos, evidentemente también con los no-cristianos, aun plano de cooperación en asuntos de orden económico o social, tales como la edu-cación de la niñez, el hambre, el analfabetismo, la lucha contra las enfermedades yla guerra, etc. Tal cooperación no ha de realizarse sólo con individuos, sino, dice elDecreto:

"Gusten los fieles de cooperar prudentemente a este respecto con los trabajos em-prendidos por instituciones privadas y públicas, por los gobiernos, por los or-ganismos internacionales, por diversas comunidades cristianas y por las reli-giones no cristianas". (n. 12).La Iglesia quiere tomar en serio la ley de la Encarnación; como Cristo, tam-

bién ella se encuentra al servicio de la humanidad, desinteresadamente al servicio delos hombres. Resulta significativo que la obra educacional aparece en el Decreto

"como servicio de gran valor a los hombres, sobre todo de las naciones en víasde desarrollo, para elevar la dignidad humana y preparar condiciones de vidamás favorables" (n. 12).El Decreto recuerda sin embargo, que esta participación de los cristianos en

los problemas temporales, no termina en el progreso y prosperidad puramente ma-

(lO) Son las siguientes: "Maximum Illud" (1919) de Benedicto XV; "Rerum Ecclesiae"(192.6) de Pío XI; "Evangelii Praecones" (1951), "Fidei Donum" (1957) y "AdApostolorum Principis" (1958) de Pío XII; "Princeps Pastorum" (1959) de JuanXXIII.

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teriales, sino que ante todo busca la rehabilitación humana y espiritual del hombre,dándole el sentido de la verdadera fraternidad en la paternidad de un mismo Diosy Padre.

El segundo paso en la obra mISIOneraes el de la predicación, a la cual res-ponderá la conversión de aquellos, "a quienes el Espíritu Santo haya abierto el co-razón".

1. Nuestro documento, afirmándose en la Declaración sobre la Libertad Re··ligiosa, se propone elevar a su plano eminentemen~e sobrenatural el proceso de con-versión personal al Cristianismo. Por eso, por una parte recalca que,

"La Iglesia prohibe severamente que a nadie se obligue, o se induzca o SPatraiga por medios impropios a abrazar la fe" (n. 13).

por la otra, reivindica con toda fuerza"el derecho de que nadie sea apartado de ella con vejaciones" (ib.).Asimismo exhorta a examinar los motivos de conversión, que manifiestan los

que han de agregarse a la Iglesia.

2. Una vez convertidos, los futuros cristianos, han de ser admitidos al cate-cumentado a través de ceremonias litúrgicas creadas 'ad hoc'. El catecumenado, ad-vierte el Decreto, .no es una simple exposición doctrinal, sino una iniciación integralen la vida cristiana entendida como misterio de salvación y comunión existencial conCristo. El catecúmeno será incorporado plenamente a la Iglesia en los sacramentosdel bautismo, confirmación y Eucaristía. En este contexto el documento subraya lanota comunitaria de esta inserción de los catecúmenos en la Iglesia:

"Esta iniciación cristiana durante el catecumenado no deben procurarla so-lamente los catequistas y sacerdotes, sino toda la comunidad de los fieles yde un modo especial los padrinos, de suerte 'lue sientan los catecúmenosya desde el principio, que pertenecen al Pueblo de Dios" (n. 14).

3. Con integrarse a la Iglesia, el neófito pasa a pertenecer a un organismoapostólico y por eso también él está llamado a cooperar activamente en la evange-lización y edificación de la Iglesia.

Los fieles reunidos en la comunidad cristiana, señala el Decreto, son "el sig-no de la presencia de Dios en el mundo", porque en el misterio eucarístico estánpasando continuamente con Cristo al Padre, porque se alimentan de la Palabra deDios para dar su testimonio y porque caminan en caridad apostólica.

Ese "signo de Dios" ha de llegar a su madurez a través de una triple adqui-sición: relativa autosuficiencia en lo material, inserción conciente y profunda en elacervo cultural de la propia nación, sin caer por ello en el desprecio por otras razaso en un nacionalismo exaltado y por último vigorosidad para autopropagarse. Estasetapas, que recuerdan los célebres "3 se1fs" de los programas misionales protestan-tes (11), vienen desarrollados con cierta prolijidad, deteniéndose el esquema ante

(11) Self-governing, self-support and self-propagating Chuwhes. El gran promotor de esteprograma misionero fue el célebre Secretario General de la Church Missionary So-ciety, Henry Venn, por largos aúos impulsador de la obra misionera de la IglesiaAnglicana.

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todo en la problemática de la formación de un clero nativo y de un Iaicado apos-tólico.

Sobre la función misionera de éste último dice el Decreto:"no basta que el pucblo cristiano esté presente y establecido en un pueblo,ni basta que desarrolle el apostolado del ejemplo: se establece y está presen-te para anunciar con su palabra y con su trabajo a Cristo a sus conciudada-nos no-cristianos y ayudarles a la recepción plena de Cristo" (n. 15).En lo referente a la formación de los sacerdotc's nativos se insiste en que su

formación espiritual vaya íntimamente vinculada a su formación doctrinal y pasto-ral, en que aprendan el verdadero sentido de servicio a la Iglesia, posponiendo to-da mira egoísta o de provecho familiar. Se pide que su formación esté centrada enla Biblia y en la Liturgia y que se tenga buen cuidado de no disociarlos de su pro-pio ambiente cultural, para que ellos sean quienes promuevan el proceso de adap-tación al país. Deben ser introducidos cn todo el manejo administrativa de una ins-titución y se recomienda que algunos, después de haberse fogueado en la prácticapastoral, sean enviados a centros universitarios de esp~cialización, a fin de llevar acabo las tareas más arduas en las nuevas cristiandades.

Algunas de estas disposiciones están formuladas en términos que suenan pa-ternalistas. Sin embargo, la práctica misionera las justifica ampliamente.

El clero nativo, no podría pasar por alto en su actuación, las otras fuerzasvivas del apostolado misionero: los diáconos, los catequistas y los religiosos. A cadauno de estos grupos dedica el Decreto un párrafo valioso.

La creación de diáconos incumbe a las conferencias episcopales, pero el De-creto encomia su oportuna y pronta realización en las misiones. Respecto a los ca-tequistas, reserva una alabanza del todo particular para ellos y recomienda para elfuturo un mayor esfuerzo para darles una amplia capacitación bíblica, litúrgica, ca-tequética, como también pide que se atienda a su renovación espiritual y su seguri-dad social.

Termina por fin este segundo capítulo, exhortando a promover por todos losmedios la vida religiosa, en la que queda de manifiesto "la íntima naturaleza de lavocación cristiana". Pero también la vida religiosa y las órdenes deberían buscar có-mo adaptarse a los pueblos no cristianos y recoger de en medio de ellos tradicionesde vida ascética y contemplativa y asimilarlas a la vida religiosa de los institutoscristianos.

b) Las iglesias particulares

Al abordar este nuevo aspecto de la implantación de la Iglesia el Decretoha querido poner de relieve la dimensión sociológica de las iglesias particulares ensu doble relación al país en que se desenvuelven y a la Iglesia Universal, de la cualellas son partes integrantes: consolidación hacia dentro y apertura hacia fuera.

En su consolidación interna las iglesias particulares han de tender a formarcomunidades activas, bien constituidas, autosuficientes en el mejor sentido de la pa-labra y enraizadas en la tradición cultural del país.

Al mismo tiempo deben abrirse a los horizontes de la Iglesia mundial, sin-tiendo su latido en todas las manifestaciones de vida local. Abrirse a la Iglesia mun-

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dial equivale a abrirse a la misión mundial de la Iglesia. Por eso el documento pun-tualiza:

"la iglesia particular conozca muy bien, que ha sido enviada también a aque-llos que no creen en Cristo y que viven con ella en el mismo territorio, paraservirles de orientación hacia Cristo, con el testimonio de la vida de cadauno de los fieles y de toda la comunidad" (n. 20).Este deber misionero compete ante todo al obispo del lugar, a quien se re-

comienda."conozca íntegramente las condiciones de su grey y las íntimas opiniones desus conciudadanos acerca de Dios, advirtiendo también cuidadosamente loscambios que han introducido las urbanizaciones, las migraciones y el indi-ferentismo religioso" (n. 20).Los sacerdotes nativos por su parte fomentarán la colaboración más amplia

con los misiúneros extranjeros. Su labor no se reducirá simplemente al cuidado delos fieles, sino también se extenderá a la evangelización de los no-cristianos. Estecelo misionero debe caracterizar a toda la iglesia local, llegando incluso a la ofren-da más preciada de cooperación con la Iglesia mundial:

"Es muy conveniente que las iglesias jóvenes participen cuanto antes activa-mente en la misión universal de la Iglesia, enviando también ellos misione·ros que anuncien el Evangelio por toda la tierra, aunque sufran escasez declero" (n. 20).El Decreto, atendiendo a los deseos de un gran número de Padres concilia-

res, quiso poner en especial realce la función de los laicos."La Iglesia no está verdaderamente fundada, ni vive plenamente ni es signoperfecto de Cristo entre las gentes, mientras no exista y trabaje con la Je-rarquía un laicado propiamente dicho" (n. 21).Ellos más que nadie, por su raigambre ambiental, se encuentran en la co-

rriente de vida del pueblo por evangelizar. Su tarea la define el Concilio como unaactuación que incluye: el testimonio de vida cristiana, el esfuerzo por 'bautizar' losvalores patrios y asumirlos en la vida cristiana, a fin de que la Iglesia no aparezcacomo importada del extranjero, y por fin las tareas del apostolado activo entre losno cristianos. Para cumplir tan múltiples obligaciones, necesitan preparación. Los sa-cerdotes deberán dársela, creándoles un genuino sentido de responsabilidad por todoslos hombres.

Una última orientación dada en este contexto de las iglesias particular~s nospamce de gran importancia: el Decreto recomienda la creación de centros de inves-tigación, que en los diversos sectores socio-culturales, se dediquen a conjugar larevelación de Dios con el pensamiento filosófico-religioso, con las costumbres y elorden social de esos países. La manera concreta de poner manos a la obra en esteterreno, e3 responsabilidad de las Conferencias episcopales. Detrás de todo esto,no hay una tendencia sincretista ni un falso deseo de particularismo, sino la convic·ción de que cada pueblo tiene su propia idiosincrasia, que puede enriquecer la uni-dad católica de la Iglesia.

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e) El personal mi~ionero: su vocación y formación

Luego de exponer los principios que han de normar el proceso de implanta-ción de la Iglesia, al Decreto dedican un capítulo, el cuarto, a las personas que lle·van sobre sus hombros esta tarea: los misioneros, extranjeros y nativos, sacerdotes,religiosos y laicos. Al hablar pues de misionero el Decreto ha descartado todo ex-clusivismo, clerical o nacional.

La vocación misionera de los individuos y de los institutos aparece en el es-quema como un don especial de Cristo, quien

"inspira la vocación por el Espíritu Santo, ..... en el corazón de algunos y almismo tiempo suscita en la Iglesia institutos religiosos, que toman como mi-sión propia el encargo de la evangelización, que pertenece a toda la Iglesia"(n. 23).Junto con ser un don particular de Cristo, la vocaClOn implica también de

parte del misionero una entrega más generosa y una mayor abnegación de sí mismo:"El enviado entra en la vida y la misión de Aquel, que 'se anonadó a sí mis-mo tomando la forma de siervo'" (n. 24).La caracterización que sigue del auténtico misionero, es singularmente her-

mosa. En una selección de sentidos textos bíblicos se desenvuelve todo un progra-ma de vida ascética y dedicación apostólica. El misionero lleva sobre sí una misiónde humildad y de servicio, de pobreza, fortaleza y obediencia. A tal grado debe lle-gar la fidelidad a su compromiso con la Iglesia misionera, que esté dispuesto alderramamiento de su propia sangre.

Estas cualidades y actitudes misioneras deben cultivarse ya en los años deformación. De esos centros de formación deben salir hombres

"capaces de iniciativas constantes para continuarlas hasta el fin, perseveran-tes en las dificultades, pacientes y fuertes en sobrellevar la soledad, el can-sancio y el trabajo infructuoso" (n. 25).Su preparación debe llevar el sello del universalismo, propio de su mlSlOn:

"Desde el principio organícese su formación doctrinal de manera que abar-que la universalidad de la Iglesia y la diversidad de los pueblos" (n. 26).Debe partir de las experiencias del pasado para centrarse en el presente y

verse rematada en estudios misiológicos, en los cuales aprenderán los principios doc-trinales y prácticos de la evangelización.

Lo que se dice de la formación de los misioneros sacerdotes vale también.pero en escala diferente, de los hermanos religiosos o misioneras religiosas:

"capacítese el mayor número posible de religiosos y religiosas en el arte ca-tequístico, para que así puedan colaborar aun más en el apostolado" (n. 26).La preparación de los misioneros no termina en el propio país que los envía

o del cual parten, sino que ha de proseguirse en el país de misión, sobre todo enorden a lograr una mayor adaptación:

"que los misioneros conozéan más ampliamente la historia, las estructuras so-ciales y las costumbres de los pueblos, capten el orden moral y las normasreligiosas, así como las ideas más hondas que se han formado según sagra-das tradiciones sobre Dios, sobre el mundo y sobre el hombre" (n. 26).

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Como este trabajo de adaptación es difícil y requiere mucho tiempo, el De-creto aconseja que algunos misioneros sean capacitados en centros de especializa-ción científica para esta tarea y que así puedan

"ser de ayuda por su erudición a los demás misioneros en el ejercicio de laobra misionera, que ofrece en nuestros tiempos tantas dificultades y tantasoportunidades" (n. 26).Termina este capítulo con una apreciaclOn muy elogiosa de la actuación de

las órdenes e instituto:¡ religiosos, que en términos evangélicos, "han soportado durante muchos siglos el peso del día y del calor". A ellos se debe la evangelizaciónde grandes territorios, en los que han reunido un pueblo para Dios, que ahora estádirigido ya por pastores nativos. Y dadas las tareas aun a realizar, dice el Decretolos "institutos continúan siendo absolutamente necesarios". No es improbable ver eneste paso del Decreto la parte que en su redacción han tenido religiosos y el apre-cio que de la obra de tales institutos supo hacer el episcopado de los países d"misión.

d) Coordinación de la actividad misionera

Nos hallamos en una época que ha hecho de la coordinación y la programa-CIOnde conjunto una de sus características más salientes. Este rasgo del tiempoque vivimos halla su expresión cabal en el cap. 5 del Decreto, que dedica sus pá-rrafos a enunciar principios de la más amplia coordinación comenzando con los ór-ganos cúspides de la administración y dirección eclesiástica, para terminar con losprogramas comunes en la base local.

Como la conducción de la Iglesia después del Concilio ha de centrarse en elSínodo de los obispos, el Decreto recuerda a éste:

"dedique especial atención a la actividad misionera, que es la mayor y mássanta de las tareas de la Iglesia" (n. 29).En seguida formula la exigencia de centralizar toda la actividad misionera en

un solo organismo, la Congregación de Propaganda Fide, de la cual han de emanar normas valederas tanto para la obra misional propiamente dicha como para todacooperación misionera. Especificando sus atribuciones, el esquema le señala las si-guientes: promover la vocación y espiritualidad misioneras, activar la oración y ce-lo por las misiones, confeccionar noticiarios misionales de auténtica y oportuna in-formación, reclutar y distribuir los misioneros, dictar normas prácticas para la acciónevangelizadora, promover y coordinar acciones para recaudar fondos, tabajar de mu-tuo acuerdo con el Secretariado por la Unión de los Cristianos, a fin de encontrarcaminos y medios para llegar a una fraterna colaboración y convivencia con las igle-sias no-católicas. En una palabra, el Dccreto pide que la Congregación de Propa-panga Fide no sea sólo un cuerpo administrativo, sino también y sobre todo un órgano de dirección dinámica.

Por eso determina su reestructuración -y aquí se tocó un punto muy delica-do, que directamente incidía en el cometido asignado a la Comisión Romana en-cargada de estudiar la reforma de la curia-o El Decreto la convierte en una corpo-ración representativa en cuya dirección tienen parte

"representantes escogidos de cuantos colaboran en la tarea misionera, con

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voto deliberativo: obispos de todo el mundo así como también directores delos Institutos y Obras Pontificias" (n. 29).En el esfuerzo de coordinación general deben entrar también los organismos

locales de la Ig!esia: las diócesis y las conferencias episcopales, los institutos misio-neros en los países de envío y en los territorios de misión.

Centro de coordinación en la diócesis es la persona del Obispo, ante cuyajurisdicción pastoral, es decir, en materia de apostolado, deben ceder los privilegiosde exención de las congregaciones u órdenes religiosas, sin que, por otra parte, sedestruya la iniciativa espontánea de las mismas. El texto dice: "Están sometidos alObispo en las diversas obras que se refieren al ejercicio del sagrado apostolado"(n. 30).

En el plano regional, la coordinación vendrá a concretarse en institucionescomunes, tales como seminarios, escuelas superiores y técnicas, centros pastorales, ca-tequísticos, litúrgicos y centros de medios de comunicación social.

También han de entrar en esta programación comunitaria los institutos yasociaciones eclesiásticas. Al tratar de unir sus programas a los de los obispos, fir-marán con ellos contratos especiales, que regulen las relaciones recíprocas. Una cues-tión, que hasta ahora ha causado controversias entre los canonistas y que incide pre-cisamente en este problema de relaciones entre obispos y religiosos, tampoco ahoraha quedado dilucidada en el Decreto. Cabe en efecto la pregunta: ¿por qué la curade almas ordinaria en una diócesis debe estar encomendada al clero diocesano? ¿Nopodría estar en manos del clero regular, con un obispo religioso, pero ambos del cle-ro nativo, o sea, del lugar? El ideal de la Iglesia misionera tiende a crear iglesias lo-cales, nativas, pero no neces¡¡riamente a crear una iglesia nativa con obispos y sa-cerdotes salidos del clero secular. Sobre este particular el Decreto no traza líneasclaras.

Al tratarse de la colaboración entre los institutos mismos, podrán servir demedios coordinadores las Conferencias de religiosos y las Uniones de religiosas, lascuales a su vez podrán presentar planteamientos comunes a las Conferencias epis-copales. Y en los países enviantes, esos mismos institutos podrán unirse en progra-mas de formación de misioneros o de acercamiento a los órganos internacionales dE'ayuda.

En todas estas orientaciones el Decreto se muestra muy conciso. Sólo al tra-tarse de la Dirección Central de la obra evangelizadora, la Propaganda Fide, qui-so dejar los detalles de renovación bien establecidos. En los otros puntos de coope-ración, seguramente no quiso entrar en más pormenores para prevenir que surjanmales de donde deben provenir sólo bienes. Tomando los principios impartidos comoguías, las iglesias establecidas en los diferentes territorios de misión podrán ver có-mo podrán aplicarlos más prudentemente.

III. AYUDA DE LOS CmSTIANOS A LAS MISIONES

En el último capítulo, el sexto, el Decreto ha querido reunir compendiosa-mente y en forma escalonada los deberes de todos los grupos cristianos en la obrade evangelización: de los obispos, de los sacerdotes, de los religiosos y de los laicos.

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Insistentemente vuelven los últimos párrafos del Decreto sobre la obligación,honor, esfuerzo, entusiasmo que está demandando la actividad misionera de todoslos hijos de la Iglesia. La Misión alcanza en estos párrafos su más honda y su másvasta dimensión. Lo que se había expuesto en el primer capítulo en términos dedoctrina teológica, aquí se completa en rasgos de acción práctica. Todos están llama-dos a dar su aporte a la evangelización del mundo. Las misiones no pueden conti-nuar siendo el 'hobby' de algunos entusiastas; no deben aparecer como identificadasa grupos de niños y niñitas que rezan "por los pobres negritos", ni tampoco exclusi-vamente dependientes de órganos curiales. Las misiones, esto es la evangelización delmundo y la implantación de la Iglesia en países no cristianos, deben encontrar ecoentre los intelectuales católicos, entre los hombres de influjo, entre las institucionesorganizadas de apostolado. Nadie es miembro sólo de una iglesia local, todos los cris-tianos son miembros vivientes de una Iglesia Mundial. Sólo así vendrá a cumplirseel íntimo deseo, con que el Decreto cierra su mensaje: "Y que la claridad de Dios,que resplandece en el rostro de Cristo Jesús brille a todos por el Espíritu Santo" (2Cor., 4, 6).

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"El Santo Concilio invita a todos a una profunda renovaClOninterior a fin deque, teniendo viva conciencia de la propia responsabilidad en la difusión delEvangelio, acepten su cometido en la obra misional entre los gentiles" (n. 35).Entre las disposiciones de más interés, que se refieren a los obispos, el De-

creto tiene las siguientes:"Conviene que las Conferencias episcopales dirijan los asuntos concernientes ala cooperación organizada del propio país, traten en sus Conferencias del clerodiocesano. que se ha de consagrar a la evangelización de los gentiles; de la tasadeterminada que cada diócesis debe entregar todos los afias, según sus ingresos,para la obra de las misiones; de ayudar y si es nece~ario fundar institutos mi-sioneros y seminarios del clero diocesano para las misiones" (n. 37).Para los sacerdotes valen las siguientes normas:"Los sacerdotes excitarán y mantendrán entre los fieles el celo por la evan-gelización del mundo, instruyéndolos sobre el deber de la Iglesia de anun-ciar a Cristo a los gentiles; enseñando a las familias cristianas la necesidady el honor de cultivar las vocaciones misioneras; fomentando el fervor misio-nero en los jóvenes de las escuelas y de las asociaciones católicas, de manera·que salgan de entre ellos futuros heraldos del Evangelio. Enseñen a los fielesa rezar por las misiones y no se avergüencen de pedirles limosna, hechos ca·mo mendigos por Cristo y por la salvación de las almas" (n. 39).

CONCLUSION

Al rechazar el primer esquema sobre la Actividad Misionera de la Iglesia,uno de los Padres Conciliares decía, que si el mundo no-cristiano y sobre todo hom-bres en elevados puestos en la vida de las naciones se sintieran interesados por leeralgún esquema del Concilio, el primer esquema que pedirían sería el de Misiones.¿Qué pensarían del Decreto que acabamos de comentar? ¿Es eso lo que ellos espe-

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raban de la Iglesia Cat6lica? Sin duda alguna, muchos planteamientos aquí expues-tos no les interesarían en absoluto; pero sí, quedarían gratamente impresionados dela actitud de servicio que las comunidades cristianas adoptan en medio de sus na-ciones, que se han levantado o están levantándose a mejores condiciones de vida;quedarían sorprendidos de los principios valientemente enunciados en orden a in-corporarse en la vida socio-cultural de sus países; de la valorizaci6n muy positivaque se hace de sus tradiciones, de sus estructuras sociales y de su mundo religioso;probablemente sentirían que en la Iglesia y en su mensaje de fraternidad human:!hay algo, que ellos largamente han buscado para dignificar al hombre y crear unasociedad más unida. Todo esto, en efecto sirve de trasfondo espiritual al denso con-tenido del Decreto.

Un cat6lico verá en él la culminac:i6n de un desarrollo lento pero seguro delpensamiento misionero de su Iglesia, y más que del pensamiento, del sentido deIglesia, que ha tenido que forjarse entre los cristianos a costa de una fidelidad cre-ciente al llamado que Dios hace hoy al mundo.

Próximos números de TEOLOGIA y VIDA:

Movimiento Ecuménico.

Con los artículos más importantes de la Semanade la Unidad, realizada en Las Rosas.

El Sacerdocio.

Trabajo de estudio y reflexión de un amplio equipode teólogos, pastores y laicos.