Resumen Bergson y Lipps
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Prueba II Afectividad y Motivación.
Unidad I: Fenomenología.
Bergson: Introducción a la metafísica: La intuición filosófica.
Dos maneras distintas de conocer una cosa:
En torno a la cosa: Esta depende del punto de vista donde uno
se coloque y de los símbolos con los que nos expresamos, que
no hacen otra cosa que traducir el objeto.
o Se detiene en lo relativo, que es siempre imperfecto.
o En este modo de conocer se encuentra: Descripción, la
historia y el análisis.
o El análisis consiste en expresar una cosa en función de
lo que ella no es. Siendo así una traducción, un
desarrollo por símbolos, una imagen tomada desde
sucesivos puntos de vista.
o El análisis al girar en torno al objeto multiplica los
puntos de vista buscando completar la representación
siempre incompleta. Prosigue hasta el infinito, pero la
intuición es un acto simple.
o El análisis es característico de la ciencia positiva: Trabaja
con símbolos, comparando y reduciendo.
o Sólo se logra conocer la realidad relativamente.
Entrando en ella: No se toma desde ningún punto de vista y no
se apoya en símbolos.
o Alcanza lo absoluto, y en tanto la esencia (que no puede
ser alcanzada desde fuera)
o El absoluto es perfecto, porque es perfectamente lo que
es.
o Atribuye una interioridad al objeto y estados de alma.
o Se identifica absoluto e infinito, es decir, se presta
simultáneamente para una aprehensión indivisible y a
una enumeración inagotable. El absoluto nos permite
llegar al infinitito.
o No se necesita ni perspectiva (porque se está adentro)
ni símbolos (porque no se traduce el objeto sino que se
posee el original).
o El absoluto es dado mediante la intuición Simpatía
por la cual nos transportamos al interior de un objeto
para coincidir con lo que tiene de único y por
consiguiente de inexpresable.
o Si existe un medio de poseer una realidad
absolutamente en lugar de conocerla relativamente, de
colocarse en ella en lugar de adoptar puntos de vista
acerca de ella, de tener su intuición en lugar de hacer su
análisis, en fin, de aprehenderla desde fuera de toda
expresión, traducción o representación simbólica, esto
es la metafísica. La metafísica es la ciencia que pretende
prescindir de símbolos.
Ejemplo: aprehender el personaje de una novela. Desde el
absoluto se entiende como “obtener el personaje de una sola
vez en su integridad, y no ir añadiéndose en modo de suma las
diferentes características del personaje”.
Hay al menos una realidad que aprehendemos desde dentro,
por intuición y no análisis: Nuestro yo que dura Nuestra
propia persona en su fluencia a través del tiempo. Esto quiere
decir que simpatizamos con nosotros mismos.
La mirada interior de nuestra conciencia nos permite percibir en
primer lugar todas las percepciones que le llegan del mundo
material. Luego percibo recuerdos más o menos adheridos a
esas percepciones que permiten interpretarlas. Por último
siento tendencias que se manifiestas: hábitos motores y
acciones sólidamente ligados a esas percepciones y recuerdos.
Pero si buscamos dentro de nosotros mismos, encontramos
algo más uniforme, más constante y duradero, encontramos
algo distinto. Bajo esa solidificación heterogénea encontramos
una continuidad de fluencia: Una sucesión de estados en donde
cada uno anuncia al que sigue y contiene al que precede.
No son estados múltiples, sino que en realidad ninguno
comienza o concluye, sino que todos se prolongan unos en
otros.
Tampoco es la imagen de un rollo que se desenrolla y luego
enrolla, ya que no existen dos momentos idénticos en el mismo
ser consciente, una conciencia que tuviera dos momentos
idénticos seria una conciencia sin memoria.
Tampoco es un espectro de mil matices ya que la duración es
algo que se hace continuamente y en este caso tendríamos una
cosa completamente hecha.
Tampoco sería un elástico que se alarga ya que olvidamos la
riqueza de colorido característica de la duración vivida.
El desarrollo de nuestra duración refleja tanto una unidad de un
movimiento que avanza y a la vez una multiplicidad de estados
que se despliegan. (Ninguna metáfora puede darnos uno de
estos dos aspectos sin sacrificar al otro). La vida interior es todo
eso a la vez: variedad de cualidades, continuidad de progreso,
unidad de dirección.
No se la puede representar – a la vida interior- por imágenes
pero menos por conceptos (ideas abstractas, generales o
simples).
El único fin del filósofo es provocar un cierto trabajo, que los
hábitos intelectuales (útiles para la vida) tienden a perturbar. Al
menos las imágenes no mantienen en lo concreto, y es por eso
que mediante muchas imágenes diversas podrán dirigir la
conciencia hacia el punto preciso de intuición. Se lleva así a la
conciencia a una disposición a través de la cual podrá revelarse
a sí misma sin velos...
Los conceptos son verdaderamente símbolos, sustituyen al
objeto que simbolizan, sin exigirnos ningún esfuerzo. Cada
concepto sólo retiene lo que es común a él y a los otros, cada
uno de ellos expresa, mejor aun que la imagen, una
comparación entre el objeto y lo que se le asemeja. Así
mediante un concepto obtenemos una parte del objeto, y
creemos que mediante la yuxtaposición recomponemos la
totalidad del objeto, obteniendo así un equivalente intelectual.
Así creemos formar una representación fiel de la duración
alineando los conceptos de unidad, multiplicidad, continuidad,
divisibilidad finita o infinita, etc. Esto es una ilusión y un
peligro. Solo obtenemos una recomposición artificial del objeto.
El concepto no solo abstrae, sino que también generaliza. El
concepto no puede simbolizar una propiedad especial sin
hacerla común a una infinidad de cosas. La propiedad s extraída
del objeto metafísico y representada en un concepto se amplía
indefinidamente, rebasando el objeto. Pasa a ser nada más que
la sombra de un cuerpo.
Intuición: investigación metafísica del objeto en lo que tiene de
esencial y de propio.
Así surgen multitudes de sistemas diferentes: tantos cuantos
puntos de vista exteriores hay sobre la realidad que se examina.
Dividir la unidad concreta del objeto en múltiples expresiones
simbólicas dividen también la filosófica en escuelas distintas.
Los conceptos son indispensables pues las demás ciencias
trabajan de ordinario sobre conceptos y la metafísica no podría
prescindir de ellas. Pero la metafísica es ella misma cuando
aventaja al concepto, cuando se libera de los conceptos rígidos
y concluidos para crear conceptos distintos, es decir,
representaciones flexibles, móviles, fluidas y siempre prontas a
moldearse sobre las formas de la intuición.
Resumen: Nuestra duración puede sernos presentada
directamente en una intuición, que nos puede ser sugerida
indirectamente por imágenes, pero que no podría encerrarse en
una representación conceptual.
La duración pose tanto unidad como multiplicidad, es una
unidad moviente, cambiante, coloreada, viva, muy lejos de una
unidad abstracta inmóvil y vacía que circunscribe al concepto de
unidad pura.
De confusión entre análisis y intuición nacen discusiones entre
escuelas y conflictos entre sistemas:
Psicología: Resuelve el yo mediante el estudio separado de
sensaciones, sentimientos, representaciones (análisis). Sustituye
el yo por hechos psicológicos.
Pero, no hay sentimiento que encierre virtualmente el pasado y
el presente del ser que lo experimenta, que pueda separarse de
él y constituir un estado”, a no ser por un esfuerzo de
abstracción o análisis (El psicólogo separa un estado psicológico
para erigirlo en entidad más o menos independiente). Sustituye
la organización interior y real de la cosa por una reconstitución
exterior y esquemática. El estado psicológico es un elemento,
no una parte, no se ha obtenido por fragmentación sino por
análisis.
Se hace una analogía con un croquis de parís: silueta de la torre
de notre Dame. Sustituye la organización interior y real (unida al
edificio, al suelo, al contorno, a París entero). De esta forma el
dibujo responde a cierto punto de vista relativo al objeto y a la
elección de cierto modo de representación. Ahora bien, como
ha visto parís, sabrá reconstruir la impresión de París. Sin
embargo esto es imposible sin haberlo visto antes, aunque se
yuxtapongan múltiples croquis distintos.
El mismo ejemplo con el poema: Si las letras fueran partes del
poema podrían intentar reconstruirlo, pero son únicamente
expresiones parciales. Por eso, si conozco el poema puedo
reconstruir, pero si no no.
Tal es el empeño de los filósofos que buscan recomponer la
persona con estado psicológicos. Empiristas y racionalistas son
víctimas de la misma ilusión: ambos toman notaciones parciales
por partes reales. Confundiendo así el punto de vista del análisis
y el de la intuición; el de la ciencia y la metafísica.
Empiristas: Dicen, con razón, que el análisis psicológico no
descubre en persona más que estados psicológicos, sin embargo
utilizan el análisis. Así buscan una multiplicidad de estado
psicológicos, sin embargo ven que el yo se les escapa siempre
por lo que concluyen que no hay más que un fantasma. Buscan
el original en la traducción y niegan el original con el pretexto
de que no se halla en la traducción. Declara que existe
multiplicidad de estados psicológicos.
Racionalistas: Considera también los estados psicológicos como
fragmentos desprendidos de un yo que los reuniera. Intenta
ligar los fragmentos para obtener la unidad. El racionalismo
persiste en afirmar la unidad de la persona. Definen la unidad
de la persona como ausencia de toda determinación, es decir, el
vacio absoluto.
El empirismo buscando en los estados psicológicos se ve
obligado a rellenar los intersticios con otros estados y así
sucesivamente, de suerte que el yo tiende a Cero. Mientras que
el racionalismo, pierde la unidad del yo tendiendo hacia el
infinito.
Ambos razonan acerca de los elementos de la traducción como
si fueran partes del original.
La metafísica podría decirse como un empirismo verdadero. No
consiste en elegir entre conceptos y en tomar partido por una
escuela, sino en buscar una intuición única de donde descender
con igual facilidad a los diversos conceptos, ya que nos
hallaremos por sobre las divisiones de escuelas.
Lo que verdaderamente le importa al filósofo es saber cual
unidad y cual multiplicidad es la de la unidad múltiple de la
persona, y solo lo sabrá mediante la intuición simple del yo por
el yo. Ninguna mezcla de estos conceptos entre sí dará nada
que se asemeje a la persona que dura (unidad y multiplicidad).
A través de la intuición se pasa fácilmente a los dos conceptos
contrarios.
Debemos invertir el trabajo habitual de la inteligencia: pensar
consiste en ir de conceptos a la cosa. Conocer en el vocablo
usual significa tomar conceptos ya hechos, combinarlos y
dosificarlos para obtener un equivalente practico de lo real.
Pero también, sin ese análisis no sería posible la ciencia
psicológica. El conocer no es desinteresado. Por lo general
buscamos conocer para tomar partido, para satisfacer un
interés. Sin embargo esto está bien pero no para conocer el
objeto en sí mismo, sino con un fin práctico y útil.
Conocimiento práctico orientado hacia el provecho que de ellas
puede sacarse.
A través del análisis el objeto no está dirigido a un concepto
único, sino a varios conceptos con los que se le atribuye
“participación”. Así se busca mediante yuxtaposición de
conceptos se pretende llegar al objeto.
Importante mencionar que los conceptos o esquemas son de
carácter inmóvil, por lo tanto aíslan completamente la vida
interior de la entidad psicológica llamada sensación simple.
Sin embargo, no hay estado de alma, por simple que sea, que
no cambie cada instante, pues no hay conciencia sin memoria,
ni continuación de un estado sin la adición del recuerdo de los
momentos pasados al sentimiento presente.
La duración interior es la vida continua de una memoria que
prologa el pasado en el presente, sea que el presente contenga
distintamente la imagen siempre creciente del pasado. Sin esta
supervivencia del pasado en el presente no habría duración,
sino solo instantaneidad.
El estado considerado en sí mismo es un perpetuo devenir.
El problema está en creer que con esos esquemas-
reconstrucciones simplificadas a través de símbolos- se reharía
lo real. De la intuición puede pasarse al análisis pero no del
análisis a la intuición.
Ejemplo: Puedo identificar infinitas posiciones de un
movimiento, o puntos por los que el móvil pasa, sin embargo
solo con ellas no compondré un movimiento. No son partes del
movimiento, son vistas tomadas de él. Jamás el móvil está en
uno de esos puntos, a lo más podría decirse que pasa por ellos.
Los puntos no están EN el movimiento como partes, tampoco
BAJO el movimiento como lugares de lo móvil. No son
posiciones sino suposiciones o puntos de vista del espíritu.
Pensamos construir con puntos de vista una cosa, comenzamos
distinguiendo cierto número de paradas o puntos, sin embargo
ante la impotencia de poder recomponer el movimiento,
intercalamos otros, llegando incluso a sustituir un número finito
y fijo de puntos por un número indefinidamente crecientes…
llegando así a añadir carácter oscuro al objeto. Pero, esta
obscuridad se debe únicamente a que se ha supuesto la
inmovilidad más clara que la movilidad.
Hemos buscado la significación del poema en la forma de las
letras que lo componen.
Tal espacio inmóvil y vacio, simplemente concebido nunca
percibido, es un símbolo.
Sin embargo, vivimos rodeados de símbolos, es decir, nos
instalamos ordinariamente en la inmovilidad. La imitación que
obtenemos por medio de ellos nos sirve mucho más en la vida
que la intuición de la cosa misma. El espíritu tiene una
irresistible tendencia a considerar como más clara la idea que le
sirve más a menudo, por eso la inmovilidad es considerada más
clara.
Se pretende ir de la inmovilidad a la movilidad, pero el
movimiento es anterior.
La intuición no es un acto único, sino una serie indefinida de
actos, todos del mismo género, sin duda, pero cada uno de
especie particularísima y como esta diversidad de actos
corresponde a todos los grados del ser.
Si pretendo analizar la duración estoy obligado a tomar de la
duración dos vistas opuestas, con las que pretenderé acto
seguido recomponerla. Diré por una parte que hay una
multiplicidad de estados de conciencia sucesivos, y por otra una
unidad que los liga. La duración sería la “síntesis” de ambas.
Pero sin embargo aquí dejamos complejidad del fenómeno
fuera, ya que no encontramos más matices que los que admite
una suma de números dados en aritmética. Sin embargo,
mediante la intuición experimentamos el sentimiento de cierta
tensión bien determinada, cuya determinación aparece como
una elección entre infinidad de duraciones posibles.
La unidad entendida como sustrato inmóvil de lo moviente se
entiende como eternidad de muerte, el movimiento privado de
movilidad que le prestaba vida.
Las diferentes escuelas se diferencian en que algunas atribuyen
importancia capital a uno de los aspectos – unidad y
multiplicidad- y otras al otro.
Unas se atienen al punto de vista de lo múltiple: erigen en
realidad concreta los distintos momentos de un tiempo.
Otras se atienen a la unidad, se colocan en lo eterno.
En ambas el tiempo aparece como una mezcla de dos
abstracciones que no toleran grados ni matices.
Mediante la intuición nos instalamos de golpe en la fluencia
concreta de la duración. Así la intuición de nuestra duración nos
pone en contacto con una continuidad de duraciones que
debemos tratar de seguir.
La intuición se mueve entre la materialidad y la eternidad.
Algunos supuestos que reconoce el autor.
1. Existe una realidad exterior dada inmediatamente a nuestro
espíritu.
2. Esta realidad es movilidad (sin descartar la sustancia). Existen
cosas que se hacen. Toda la realidad es tendencia, lo que se
entiende como un cambio de dirección en estado naciente.
3. Nuestro espíritu tiene como principal función representarse
estados y cosas (transformándolos en sensaciones e ideas).
Sustituye la movilidad por la estabilidad, siendo necesaria para
el sentido común, el lenguaje, la vida práctica y la ciencia
positiva. La inclinación natural de nuestra inteligencia procede
por percepciones solidas y por concepciones estables, es decir,
parte de lo inmóvil. NO LO HACE para tener conocimiento
interior y metafísico de lo real, sino para usarlo, ya que cada
concepto (como por ejemplo cada sensación) es una pregunta
práctica que nuestra actividad formula a la realidad y donde
esta ultima responderá por sí o por no. Pero deja escapar lo
real, es decir, lo que constituye la esencia misma.
4. La principal dificultad de la metafísica es que ocupamos al
conocimiento desinteresado de lo real los procedimientos que
empleamos corrientemente con fines de utilidad práctica. Nos
instalamos en lo inmóvil para reconstruir la realidad.
5. De que fracasemos en reconstruir la realidad viviente con
conceptos rígidos no se sigue de que no podamos asirla de
alguna otra manera.
6. Debemos utilizar el camino inverso: instalarse en la realidad
móvil mediante la intuición, y ahí llegar a conceptos. Pero estos
conceptos son de otro tipo, son fluidos, capaces de seguir la
realidad y adoptar sus movimientos. Filosofar consiste en
invertir la dirección habitual del trabajo del pensamiento.
7. El método de investigación más poderoso que existe: análisis
infinitesimal, nació de la inversión. Sin embargo al tener una
aplicación no ha podido desprenderse de símbolos y
representaciones. La metafísica esta dispensada de la obligación
de llegar a resultados prácticamente utilizables.
8. La intuición una vez tomada, debe encontrar un modo de
expresión y de aplicación que esté conforme con los hábitos de
nuestro pensamiento. Necesita rigor, precisión y extensión
indefinida de un métodos general a casos particulares. La
intuición no es relativa, es absoluta. La ciencia y la metafísica se
reúnen en la intuición, una filosofía verdaderamente intuitiva
haría esta unión.
9. Que no hay dos formas de conocer las cosas, es decir, que las
diversas ciencias tengan su raíz en la metafísica es lo que
pensaron en general los filósofos antiguos. Se inspiraron
siempre en la creencia de que una variación no puede expresar
y desarrollar sino invariabilidades, llevando a postular (Platón)
“Hay algo mas en lo inmutable que en lo moviente y se pasa se
lo estable a lo inestable por una simple disminución. Pero la
verdad es lo contrario. La ciencia moderna data del día en que
se erigió la movilidad en realidad independiente. Pronto, no
hicieron distingo entre lo natural y lo artificial, entre los datos
de la intuición inmediata y el inmenso trabajo de análisis,
llevando así a la relatividad de todo nuestros conocimientos.
Existe una metafísica y una ciencia que no ha podido capturar lo
móvil de la duración, ya se ha enfocado en el papel del
entendimiento buscando estabilidad en las relaciones –
llegando al simbolismo científico- o buscando estabilidad en las
cosas – llegando al simbolismo metafísico.
Kant llevo al extremo el simbolismo, demostrando que la ciencia
es entera relativa y la metafísica artificial.
Kant: existe una ciencia simple.
No se obtiene de la realidad una intuición, es decir, una
simpatía espiritual con lo que ella posee de mas intimo, si no se
ha ganado su confianza por una larga intimidad con sus
manifestaciones superficiales, sin embargo es aún más que la
síntesis de esos conocimientos. . En este sentido: “La metafísica
nada tiene de común con una generalización de la experiencia, y
no obstante podría definirse como la experiencia integral”.
Lipps: Los fundamentos de la estética.
La proyección sentimental.
Proyección sentimental es lo mismo que decir: yo me siento.
La proyección sentimental implica que este sentimiento que yo
experimento está ligado a algo que no soy yo, es decir, que
dicho sentimiento está para mi impresión inmediata en un
objeto distinto de mi.
Un objeto sensible, diferente a mí, expresa algo interior o
anímico. Por ejemplo: un gesto expresa tristeza.
Si la alegría está para mí en un objeto sensible, un gesto por
ejemplo, significa que yo me siento en dicho gesto, o que soy
proyectado en el sentimentalmente. Porque yo no puedo ver ni
oír la alegría, sino que solo vivirla en mi o sentirla.
Pero al mismo tiempo es concepto expresión implica algo más
que proyección.
Tanto las proposiciones (juicios, opiniones, actos de fe) como
los sentimientos son vividos por nosotros, sin embargo, dichos
actos no son sentimientos.
No podemos llamar proyección sentimental a lo que constituye
el contenido de una proposición o juicio. El pensar, juzgar, creer
son contenidos lógicos o de conciencia, es decir, pueden ser
verdaderos o erróneos pero no sentimientos.
La proyección abarca solamente lo que yo siento en otro, en
otra cosa distinta de mí. Yo no “me siento pensante, creyente,
sapiente”.
El sentimiento está caracterizado por una oposición:
placer/displacer, que se manifiesta en la actividad. La actividad
es entendida como un movimiento de esfuerzo interior. Y ESTA
EXPERIENCIA INTERIOR DE UNA ACTIVIDAD ES UN
SENTIMIENTO.
Al sentir la actividad yo experimento un placer o displacer que
se corresponde a matices y coloraciones sentimentales. El
sentimiento de actividad es el sentimiento fundamental del
placer y displacer.
En las proposiciones yo “admito” supuestos pero no produzco
nada dentro de mí, no hay nada que signifique tensión, fuerza,
trabajo. Si se desplego una actividad, y se gasta fuerza en la
formación de la opinión o creencia, pero por el hecho mismo de
decir que “he llegado por” una actividad interior a la formación
de un juicio, se entiende que la formación del juicio no es una
actividad interior.
Al no ser actividad, no está colorado de placer/ displacer, por
tanto no es sentimiento.
No se niega la posibilidad de sentir placer o displacer ante el
hecho que afirmo , pero no se trata de eso sino de si el opinar o
creer, el saber o conocer, el tener por verdad una cosa, en suma,
el juicio en sí y como tal, prescindiendo del contenido mismo del
juicio, puede ser placentero o displacentero.
Una vez que he adquirido en mi estado de conciencia la verdad
o realidad de tal hecho, puedo alegrarme o encolerizarme con
motivo de él, pero el estado de conciencia puro, prescindiendo
del contenido de lo que sabemos o conocemos, no puede ser
placentero o displacentero. No existe el goce de conocer en
cuanto tal, poseen una neutralidad sentimental y se debe a que
no implican el desarrollo de una actividad ni de una fuerza, es
decir, de un trabajo de producción interior.
Siempre que siento mi propio yo en los diferentes objetos
exteriores (actitud, gesto), lo proyectado es una actividad o un
sentimiento de actividad
Como actividad se entiende: actividad tendente a un fin +
actividad voluntaria conscientes+ actividad corporal o exterior+
actividad de la fantasía o a la concepción y contemplación de
objetos sensibles y el abandonarse a ella + toda clase de
impulsos inconscientes. Incluye actividad activa y pasiva (el
abandonarnos a un anhelo que interiormente siento en mí). Es
decir, el concepto se extiende a todo el flujo de movimientos
interiores inmediatamente sentidos, que no son el mero existir
o reposar en un punto, sino el esfuerzo progresivo de la
tendencia de un punto a otro. Actividad es movimiento
interior.
Toda actividad es fuerza. Y se manifiesta ya sea en reposo.
Nuestro reposo no es ausencia de movimiento, sino más bien
un equilibrio de fuerzas interiores. Y toda actividad está
coloreada sentimentalmente.
Hay diferencias entre actividad particular y la actividad total de
fuerzas interiores. La primera será placentera o displacentera
dependiendo del objeto, en cambio, la actividad total o de
conjunto, el desarrollo integral de mis fuerzas interiores estará
matizada según su carácter total. Ejemplo: la palabra alegría esa
actividad, la forma de la corriente de una actividad interior de
conjunto.
El acto puro de inteligencia, no es una afirmación o desarrollo
de una fuerza interior, sino un efecto del mismo.
No solo la actividad en acto, o consumada, sino también la en
potencia, no solo la vida que yo siento inmediatamente, sino
también las posibilidades de vida inmediatamente sentidas
puede ser susceptible de matiz placentero o displacentero. Así,
el sentimiento de actividad potencial es un especial sentimiento
de actividad.
Dos posibilidades de sentimiento de actividad: sentimiento de
actividad actual y sentimiento de actividad potencial.
Estas dos actividades pueden ser comprendidas en una sola
expresión: fuerza. La actividad es la actuación o desarrollo de
una fuerza. El que en ella exista una fuerza la constituye en tal
actividad, y en ello se funda su coloración sentimental, o sea
hace de ella un sentimiento. Pero el sentimiento de poder
desarrollar una determinada actividad, es el sentimiento de una
fuerza que existe, aunque no esté actualizada.
Una crítica podría ser: ¿Cómo podríamos formar juicios si este
saber no nos contentase o satisficiese, es decir, no nos
proporcionara placer?
Respuesta: El conocer se da sin esfuerzo de nuestra parte.
Cuando inmediatamente de nuestra percepción nace el juicio de
que la cosa existe, nos referimos a que no hay esfuerzo.
Nada nos hace creer que la conciencia de una realidad en
cuanto tal – sin una apreciación valorativa- sea una cosa
placentera o displacentera. El juicio como tal, como puro acto
de afirmación o negación interior, como conciencia de valor
lógico no lleva place o displacer.
La conciencia de haber formado un juicio puede ser un motivo
de placer, ya que el acto mismo no es lo mismo que el
resultado. TODA POSESION DE UN SABER ES FUNDAMENTO DE
UN PLACER MEDIATO, EN TANTO EN ÉL LATE UNA POSIBLE
ACTIVIDAD.
Yo puedo sentir placer en un objeto distinto de mí, y puedo
sentir placer en mi mismo, es decir, en mi actividad o en la
forma de desarrollarse mi actividad. En este último caso la
actividad no es solo la base del placer sino también el objeto.
(Ejemplo placer al contemplar un color, donde debo concebir el
color, hacerlo mío espiritualmente, contemplarlo o percibirlo
para sentir placer actividad a-perceptiva). El objeto me invita
a que yo lo aprehenda, provocando así una especie de actividad
perceptiva. El placer nace de la armonía o desarmonía con la
tendencia natural. Es placentera cuando la actividad interior es
libre, y es displacentera cuando la actividad interior no lo es.
La libertad no es otra cosa que libre armonía entre la actividad
sugerida por el objeto a percibir y mi tendencia natural.
El sentimiento de placer es un sentimiento de la armonía entre
la actividad evocada que penetra en mi experiencia actual y la
tendencia a la actividad propia de mi estado presente.
Cuando lo contemplado o percibido no es un objeto diferente
de mi, mi sentimiento de placer o displacer es referido a dicha
actividad: es referido a mi mismo en cuanto yo soy el sujeto de
esa actividad. Es un sentimiento de mi propio yo, sea de
aprobación a mi mismo (orgullo) o de desaprobación (
insatisfacción, humillación, vergüenza, auto negación)
Vivo yo la actividad como una actividad que penetra en mí o es
provocada en mí, ya sea que la actividad este o no en
consonancia con la tendencia propia. La actividad la vivo o como
sugestión enemiga o como sugestión que puedo admitir
libremente en mi experiencia actual, y por tanto la admito
libremente. En ambos casos la actividad es vivida por mí.
Armonía es designada también como simpatía: un hecho
psíquico, que, para mi conciencia, está ligado a un objeto
exterior y que penetra en mí y es recibido libremente por mí. Es
la armonía entre la vida ajena y el impulso de vida mío.
Proyección positiva = proyección simpática.
En cada encuentro armonioso vivo una autorrealización de mi
mismo. Así, la proyección positiva es la afirmación de vida
sentida en “otro”, es decir, un objeto distinto de mí, y
proyección negativa es la negación de vida sentida de “otros”.
El sentimiento de belleza y fealdad no es otra cosa que este
sentimiento de afirmación o negación de vida objetivado, es
decir, sentido o vivido en un objeto.
Proyección que se verifica en el aspecto exterior de una
persona: actitudes, movimientos, formas de reposo, acento,
palabras todo eso revela algo interior o anímico.
Sin embargo, que a una manifestación le corresponde un algo
interior es falso, no hay una relación de asociación. Es decir,
que a un gesto de tristeza corresponde la tristeza. Cuando
decimos que en un gesto hay un afecto, no queremos decir que
ambas cosas van asociadas, sino que este hecho psíquico se da
en aquella percepción sensible.
Cuando yo veo y aprehendo la experiencia sensible de un
individuo o una manifestación de su interior, veo y aprehendo a
la vez el afecto. Ambas cosas constituyen un hecho único
indivisible. Pero no solo aprehendo el afecto con el gesto. Sino
que yo aprehendo el gesto como algo en lo cual se anuncia el
afecto. No es que la tristeza esté simplemente en el gesto, sino
que está en él como algo exteriorizado o anunciado.
Este anuncio o exteriorización es una actividad. La tristeza está
en el gesto para mí como algo producido por la tristeza. La
relación entre el afecto y el gesto es de tipo de identidad, que
no tiene nada que ver con identidad lógica. El gesto es la
tristeza, pero no ciertamente la tristeza en sí, sino la tristeza
exteriorizada. Pero por otra parte la tristeza y el gesto son
cosas absolutamente desemejantes entre sí
Es un lazo de relación que une en un individuo cuerpo y alma
Al sentir yo la tristeza siento, ante todo, la tendencia a
exteriorizarla en un gesto. En esta tendencia a la exteriorización
de un afecto no es algo que se añade al afecto mismo, es decir,
no es un hecho al lado de otro hecho, sino que se produce con
el mismo, está contenido en su entraña, se da en él,
inmediatamente, como parte de su esencia.
Cuando contemplo a otro individuo surge en mí el instinto
imitativo, es decir, se da también dicha tendencia de actividad.
También en una proposición se exterioriza un juicio, una
opinión o creencia. Yo objetivo algo que siento como una
instintiva exigencia de exteriorización, en un objeto sensible
situado fuera de mí. Pero lo que distingue es que se entiende
por proyección sentimental, solamente la objetivación de algo
capaz de ser sentido. En una proposición se da un juicio pero
solo como auto-objetivación y no como proyección sentimental.
La reacción que implica la proyección sentimental no es una
asociación. Son asociaciones “necesarias y univocas”. Porque si
en una percepción sensible se da inmediatamente algo, este
algo es más que una mera asociación. Ejemplo: la relación
entre el cuadro y lo que representa no es una relación
asociativa en el sentido actual de la palabra. La forma real de la
casa representada en perspectiva o la dimensión verdadera de
la figura abocetada en el fondo no es proyectada ciertamente
en lo percibido. Yo la “veo” inmediatamente allí, o está allí para
mí. No es que yo vea la casa y enlace con ella la representación
del proceso real, sino que en la imagen superficial que veo,
pienso yo los cuerpos tridimensionales, o se ofrecen a la mirada
espiritual los cuerpos tridimensionales. No me expresa algo
sino que me significa algo. Entre lo que yo veo y lo que no veo y
que, sin embargo, integra al objeto estético, existe un género de
relación simbólica. La relación simbólica recibe el nombre de
proyección sentimental.
Cualquier cosa inmediata dada en la percepción pertenece al
objeto estético o constituye el mismo.