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DR. JOSÉ BARÓN FERNANDEZ

Y LA LIBERTAD

PUBLICACIONES MEDICAS BIOHORM. - SECCIÓN: MEDICINA E HISTORIA | N.° R.: B. 1023-63 | D. L i B. 27541-63 | EDITORIAL ROCAS. - DIRECTOR: DR. MANUELCARRERAS ROCA. COLABORAN: DR. AGUSTÍN ALBARRACIN - DR. DELFÍN ABELLA - PROF. P. LAIN ENTRALGO - PROF. J. LÓPEZ IBOR-DR. A. MARTIN DE PRA-DOS-DR. CHRIST1AN DE NOGALES-DR. ESTEBAN PADROS - DR. SILVERIO PALAFOX - PROF. J. ROF CARBALLO - PROF. RAMÓN SARRO - PROF. MANUEL USAN-DIZAGA-PROF. LUIS S. GRANJEL-PROF. JOSÉ M.' LÓPEZ PIÑERO-DR. JUAN RIERA-PROF. DIEGO FERRER-DR. FELIPE CID-DIRECCION GRÁFICA: PLA-NARBONA

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DR. JOSÉ BARÓN FERNANDEZ

MIGUEL SERVET

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I. Preliminar.

Miguel Serveto y Revés, que así se llamaba realmente, el ilustre médico y teólogo nacido en Villanueva de Si~jena (Huesca) en 1511, ha pasado a la Historia por ser el autor de la primera descripción impresa de la circu-lación menor de la sangre, y por el hecho sin par, de haber sido el único hombre condenado a ser quemado vivo,tanto por los católicos de Viena del Delfinado, como por los protestantes dirigidos por Calvino, el teócrata gi-nebrino. La sentencia se cumplió en la ciudad del Lemán el 27 de octubre de 1553. Estos hechos han sido am-pliamente divulgados y por ello son harto conocidos. No ha adquirido tanta difusión el que Serveto, ademásde esclarecido médico y teólogo, brillase también como astrólogo, geógrafo, matemático, filósofo y astróno-mo. Pero en la polícroma personalidad de Serveto existen muchos matices sin ilustrar ; en su colorido, siem-pre vivo, a poco que se explore, siempre afloran nuevas calidades. Tal vez la menos conocida sea su concep-to acerca de la libertad de conciencia e imbricado con ello, el que el sacrificio de Serveto significó el fermento que,con su estímulo, planteó el problema de la libertad de pensamiento en la Europa del siglo xvi, principalmentedentro del campo protestante.La reviviscencia, factor sine qua non en el auténtico quehacer histórico, exige el conocimiento del contexto his-tórico de la época y su tarea interpretativa. Al hombre de hoy podrá sorprenderle que pasase inadvertido parasus coetáneos el hecho por el que Serveto ha tenido verdadera trascendencia histórica : ser el autor de la pri-mera descripción impresa de la circulación menor de la sangre. Pero esta negligencia no se aplicaba con ca-rácter privativo a Serveto. Era una circunstancia generacional. Ya Ortega señaló (1) que pese a la enormeimportancia del descubrimiento de Copérnico, no determinó la menor influencia en su generación, pero cincogeneraciones más tarde, fue capaz de provocar un cambio fundamental en el horizonte humano. Esta aprecia-ción ofrece su testimonio con el propio Serveto, ya que su magno descubrimiento —publicado en la Restitutio (2)en 1553— cayó en el olvido durante 141 años, hastaque el inglés Wotton (3) exhumó en 1694 la piedra preciosadel texto servetiano, segregado de la ganga teológica de la Restitutio. El fundamento de esta actitud habráque atribuirlo a la escasa importancia que todavía se asignaba a las ciencias en las primeras etapas del Renaci-miento, en contraste con la que se calificaba a la teología y a la filosofía.Los datos oficiales acerca de la circunstancia de Serveto en cuanto a la libertad de conciencia, ofrecen unaimagen que dista mucho, en nuestra opinión, de corresponder a la realidad ambiental. No sólo se pretendió quela condena de Serveto fue justa y conforme a Derecho, sino que se ha pretendido, durante centurias, que el sa-crificio de Serveto fue un error de su siglo. Insistiendo en este punto de vista, los calvinistas ginebrinos —quedurante 350 años no sintieron la necesidad de purificarse de sus culpas mediante un acto expiatorio—• erigieronen la ciudad cantonal un monumento a Serveto con una placa cuyo texto reza así : «Hijos respetuosos y agra-decidos de Calvino, nuestro gran reformador, pero condenando un error que lo fue de su siglo, y firmementeligados a la libertad de conciencia, según los auténticos principios de la Reforma y del Evangelio, hemoserigido este monumento expiatorio el XXII de octubre de 1903». Nueve años más tarde, Viena del Delfinado,en donde nuestro paisano fue quemado en efigie por encontrarse en rebeldía, no quiso quedarse a la zaga de losprotestantes y erigió el segundo monumento a Serveto. Soslayemos la pretendida licitud del proceso y con-dena de nuestro aragonés, pues no es el tema de este ensayo, pero abordemos nuestra tesis que mantiene trespuntos principales : i.° Que no puede generalizarse afirmando que el sacrificio de Serveto fue un error de susiglo, pues hubo una poderosísima corriente de opinión favorable a nuestro paisano, antes y después de susacrificio, que tuvo expresión pública pese al acoso de las autoridades. 2.0 Que Serveto mantuvo el principiode la libertad de conciencia y que las fisuras que se abrieron, a este respecto, principalmente dentro del campoprotestante, se debieron al fermento que significó el sacrificio de nuestro ilustre aragonés. 3.0 Que el conceptode la libertad de conciencia es una idea tan antigua como la historia del hombre, perfectamente conocida en elsiglo xvi.

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II. Miguel Servet y la libertad de conciencia.

Comenzaremos por definir la libertad de conciencia y exponer esquemáticamente, la declaración proclamada deeste principio.Del latín libertas, libertad, designada por Cicerón como el estado y condición de las personas libres, la li-bertad de conciencia ha sido definida como el permiso para profesar cualquier religión sin ser inquietado porla autoridad pública. Aunque sólo en los tiempos modernos se ha proclamado, codificándolo, el principio dela libertad de conciencia, como el de otras libertades de las que no vamos a ocuparnos aquí, son tan antiguoscomo el hombre, como atributos inherentes a la persona. Basta recordar que las monedas que se acuñaron des-pués de la muerte de Nerón, llevan la inscripción : «.Libertas Restituían.Si la libertad de conciencia, modalidad de la del pensamiento, en cuanto ésta es la expresión de la actividadde pensar que no debe ser limitada y menos aún si no se exterioriza pública y ostensiblemente, tampoco eneste aspecto se respetó el pensamiento de Serveto puesto que, como apuntó Voltaire (4) a fines del siglo xix,fue condenado en una ciudad en la que no había publicado ni dogmatizado.La Revolución francesa preparó la llamada «Declaración de los derechos del hombre» que fue aprobada por laAsamblea Nacional en agosto de 1789, en la que se fijaban los principios no sólo de la libertad de pensamientosino de las demás libertades inalienables del individuo. El artículo 10 de la constitución de 1848, ratificó ygarantizó estos derechos. En el presente siglo, todavía en curso la II guerra mundial, las potencias aliadas, enuna declaración hecha el 1 de enero de 1942, apuntaron la idea de proclamar la protección de los derechos hu-manos, una vez terminado el conflicto. El desprecio hacia la persona humana, que alcanzó grados nunca alcan-zados anteriormente, justificaba la decisión. La semilla fructificó cristalizando en el documento conocido comoDeclaración de los Derechos Humanos, aprobado por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de di-ciembre de 1948, suscrito por España el 16 de diciembre de 1966, pero todavía no ratificado. Entre esos dere-chos figura el de la libertad de conciencia. Pero como tantas disposiciones animadas del mejor propósito, la De-claración carece de obligatoriedad jurídica para los Estados, por lo que su eficacia queda restringida a la fuer-za moral de su contenido. Buscando una eficacia práctica en la protección de las libertades públicas, el Con-sejo de Europa, con sede en Estrasburgo, acometió la empresa de salvaguardar los derechos del individuo. Elintento cristalizó en la firma, en Roma, el 4 de noviembre de 1954, de la Convención Europea para la salvaguar-dia de los derechos humanos y las libertades fundamentales. El Tribunal Europeo de los Derechos Humanos,también con sede en Estrasburgo, fue una consecuencia de estos acuerdos. Pero las sentencias del tribunalsólo tienen poder ejecutivo para los países signatarios.

Serveto no se consideraba un reformador que ofrecía al mundo una nueva doctrina, sino como un mensajero quebuscaba lealmente la verdad en la interpretación de los textos sagrados. Convencido de lo legítimo de sus apre-

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Dos páginas del texto de la r \ n T n t *•»•»» nn * ^ r- s Y r> i- ™ ir •«Chrlstianismi Restitutlo- en las *68 D E T R í N \ T A T E L ¿ B E R V . ^ **?que se describen la circulación áiuínítacisdicirnuscncaccip¿endaiTi,accciam íuxtaadi* macice Anftotcles.Fxfubftanria elemenfaríanírnama-menor de la sangre. 1553 (B. N. cTta>qua:vcr«diuiduncur.Sccundumvariarn difpenfat'¿ jjnuidhabcr^docecfc'zcchic^&cxiubftanna fanguinis,P a r í s ) ncmfuncdiuiiioncsi-niníítcriorum &6pcration5.i,c0* cloccMpfe^eus.Quam rcmcgóhíc fulu!sexplicabo,vc

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ciaciones y persuadido de que elegido, no de una doctrina innovadora, «sino de lo que consideró como la ge-nuina interpretación de las Escrituras —por él reverdecida— estaba dispuesto al sacrificio de su vida en defensade su verdad. Los hechos demostraron que esta interpretación no era vana palabrería. Para salvarse de lapira le hubiese bastado pronunciar una frase : «Jesucristo Hijo eterno de Dios», en vez de, «Jesucristo Hijode Dios eterno» que él patrocinaba. La discrepancia con la doctrina de la hipóstasis fue el tema más vidriosoque pudo elegir Serveto. Su apreciación en cuanto a las opiniones ajenas y sobre todo en lo que concierne altema concreto que aquí nos ocupa, el de la libertad de conciencia, no fue un concepto que se fue alquitarando enla mente de Serveto a través del tiempo, para adquirir forma poca antes de su muerte. No, su vida era paraél menos esencial que sus principios. Tan tempranamente como en 1530 —tenía a la sazón 29 años— ya nosdejó constancia escrita, en una carta contestando a Ecolampadio, de sus puntos de vista respecto al castigo delos herejes, en los siguientes términos : «...me parece cosa grave matar a los hombres porque ellos se equivo-quen sobre ciertas cuestiones, en cuanto a la manera de entender las Escrituras» (5). Todavía no había dado alas prensas ninguna obra suya, pues no fue sino hasta el año siguiente cuando vio la luz, en Haguenau, suprimer libro titulado : De Trinitatis Erroribus.El ambiente europeo, en cuanto a la disidencia doctrinal, no sólo no se dulcificó sino que la intolerancia ad-quirió un grado tal que hizo temer a Serveto por su propia vida. Los continuos cambios de residencia de nues-tro insigne aragonés y su encubrimiento bajo nombre supuesto, traducen el temor de Serveto. Ello no impidióel que el 24 de mayo de 1532 iniciase la Inquisición española, el proceso contra él y que en julio del mismoaño ya se encontrase en Alemania, Mosén Juan Serveto, que había sido despachado por la Suprema con la te-nebrosa embajada de atraer a España, con engaños, a su hermano Miguel (6). La misión no tuvo éxito comotampoco la requisitoria —independiente de la anterior— de la Inquisición de Tolosa de Francia, formuladacontra nuestro paisano.No es extraño, por lo tanto, el que valorando su circunstancia, la que le ofreció la experiencia de su vida en lossiguientes 16 años, escribiese en una célebre carta a Poupín, amigo de Calvino, en 1546 : «El combate prosiguey el momento se aproxima. ¿ Quién logrará la victoria sobre la bestia del Apocalipsis? Las Escrituras dicen:Aquellos que no han tomado su signo. Su signo es la doctrina escolástica de la Trinidad». Y más adelante, congran dramatismo agrega : «Yo sé con seguridad que moriré por esta causa, pero por ello no me dejo arrastraral desaliento a fin de que, discípulo de Cristo, me asemeje a mi Maestro» (7). Serveto no confiaba, por lo tan-to, en que durante el resto de su vida se abriese paso la tolerancia. Pese a ello continuó el estudio de la Bibliay murió por la Biblia en cuanto a la interpretación que él le dio. Pudo soslayar estos temas y brillar más aún,en aquellos otros en los que destacó, pero inmerso en el mare magnwn de su intrincada y confusa teología, con-

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cedió un lugar secundario a la medicina, filología, matemáticas, astronomía y astrología, disciplinas en las queera tan versado. Hasta su magno descubrimiento de la circulación menor de la sangre lo incluyó, como esbien sabido, en su obra teológica Christianismi Restitutio, apoyando su concepto de que el alma radica en lasangre. Con ello demostró una subordinación total a lo teológico.Después de la manifestación a Poupín, de su criterio acerca de la tolerancia, Serveto se mantuvo firme en susconceptos, puesto que no hay ninguna prueba documental que desvirtúe esta apreciación. Por el contrario, du-rante el proceso de Ginebra, en que había de suscitarse forzosamente el tema de la libertad de conciencia, no sólomantuvo su defensa de la tolerancia sino que ilustró documentalmente la materia en disputa. Así, el 22 de agos-to de 1553, durante el proceso de Ginebra (8), Serveto dirige una demanda a la Señoría ginebrina cuyo contenidoresumimos así: «... es una innovación, que ignoraban los apóstoles de la antigua Iglesia, incoar causa crimi-nal por temas relativos a las Escrituras o derivados de ellas». Esta apreciación de Serveto, fiel a su estilo, lajustifica documentalmente mediante los capítulos XVIII y XIX de las Actas de los Apóstoles, así como con elproceder jurídico mantenido en la época de Constantino contra los arríanos, que no eran entregados a lostribunales civiles sino que, previa catequesig, se intentaba su conversión y sólo en caso de no tener éxito, eranexpulsados. Por todo lo cual, Serveto, en su demanda, solicitó ser exonerado de la acusación criminal. Añadióque no había provocado ninguna perturbación política en el Estado ginebrino, ni había sido sedicioso niofendido a la tierra en la que se le estaba juzgando. Y como quiera que flotaba en el ambiente la acusación deanabaptista, puntualiza sus opiniones al respecto especificando que reprueba el anabaptismo sedicioso contra laMagistratura (se refiere a los superiores en el orden civil) anabaptistas que quieren hacer las cosas comunes.Con ello quería poner de manifiesto Serveto, que no se sentía vinculado a la bandería anabaptista que constituyóun gobierno teocrático en Munster (Westfalia), en 1533, bajo la égida de Juan de Leyden y David Joris —dequien nos ocuparemos más adelante— cuyo anabaptismo no se circunscribía al aspecto doctrinal, sino que im-bricado en él, se postulaba la rebelión contra el régimen imperial y feudal, subversión que los príncipes noestuvieron dispuestos a tolerar.

Algunos historiadores han interpretado erróneamente esta declaración de Serveto atribuyéndole una abjura-ción de su anabaptismo. Nuestro paisano se limitó a rechazar a los anabaptistas sediciosos contra la Magis-tratura.Serveto termina su escrito manifestando : «Que puesto que él es extranjero e ignora las leyes del Estadoginebrino, suplica humildemente se le designe un defensor para que hable en su nombre».Subrayamos que en 1553, puso de manifiesto Serveto, documentalmente, con base en los libros sagrados y en laconducta usual contra los arríanos durante el gobierno de Constantino —es decir doce siglos antes— laexistencia del concepto del respeto a las opiniones doctrinales de los hombres y la inhibición del poder civilen tales casos, que en absoluto, afirma nuestro aragonés, son de la competencia o jurisdicción eclesiástica. Heaquí la respuesta, anticipada varios siglos, que da Serveto a todos aquellos que en nuestro tiempo pretendenjustificar sus condenas como la consecuencia de un concepto general de la época que precisó todavía casi tressiglos para evolucionar hasta la proclamación oficial, en el siglo xvín, del principio de la libertad de concien-cia. Ni fue un concepto general en el siglo xvi el que a los herejes había que castigarles con el hierro o con elfuego, ni era una opinión privativa de Serveto, como veremos más adelante.Volviendo al proceso de Ginebra, cuatro días más tarde, el procurador general, Rigot, no sólo rechazó lospuntos de vista servetianos sino que denegó el nombramiento de abogado, con el singular argumento de que envista de que sabía mentir tan bien no precisaba procurador : «Veu qu'il scait tant bien mentir, n'y a raison áce qu'il demande ung procureun, calificando además, la petición, de impertinente e inepta (9). Tales fueronlos puntos de vista de Serveto, en cuanto a la libertad de conciencia, manifestados durante el proceso de Gi-nebra en 1553 y la actitud de las autoridades respecto a él.

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III. Los procesos y las condenas de Servet, como fermento que puso de manifiesto la idea de la libertad deconciencia en el siglo XVI.

Las ideas teológicas de Serveto han alcanzado importancia escasa en orden a su trascendencia. Apenas lograrondifusión en el Occidente europeo. La estela mayor dejó su huella en Polonia y Transilvania ; ambas dema-siado lejos de Roma o de Toledo, para que la Inquisición dejara sentir su influjo. Esta lejanía, conjugadacon la protección de influyentes personajes palatinos, posibilitó la difusión de la doctrina servetiana en estosterritorios. Pese a todo, creemos que el mayor obstáculo opuesto a la supervivencia de la doctrina servetiana,habrá que cifrarlo en que las ideas de Serveto no están articuladas en un cuerpo de doctrina, como la delos socinianos, tan afín por tantos conceptos a las de nuestro insigne aragonés, y sobre todo al carácter de suconfusa teología tantas veces definida como mare magnum teológico. Pero si la trascendencia de la doctrinaservetiana marcó su huella débilmente, la persecución contra su persona y su obra impresa, fue el estímulo quehizo irrumpir y plantear públicamente, el problema de la libertad de conciencia.Una de las protestas más precozmente puestas de manifiesto, puesto que tuvo lugar durante el curso del procesode Serveto en Ginebra, fue la de David Joris, el famoso anabaptista, ya mencionado anteriormente, que huidode Munster, se hallaba a la sazón refugiado en Basilea. Tuvo una amplia difusión, puesto que Joris la di-rigió directamente a las ciudades evangélicas suizas que tenían que evacuar la consulta formulada por Cal-vino acerca de la suerte de Serveto. Joris no defendió a Serveto por su restringida coincidencia respecto alanabaptismo. Este no se menciona en el documento. Su demanda —que vio la luz amparada por el seudónimode Juan van Brugge-— fue una proclamación pública del principio de la libertad de conciencia. Por el evidentesentido humano que destila, merece transcribirse. Pese a este carácter y al vigor de la argumentación, la Igle-sia ginebrina jamás manifestó, mediante documento escrito, su conocimiento. He aquí el texto del manifiestode Joris (10) :«Nobles, honorables, dignos, piadosos, sabios y avisados Señores de las ciudades evangélicas de Suiza : Hetenido conocimiento de cómo el piadoso y bueno de Miguel Servet, ha sido entregado en vuestras manos poramor y benevolencia o más bien por la envidia y el odio, como será demostrado en el juicio final a aquellos aquienes se les ha oscurecido la vista ahora, por bajas maquinaciones y desconocimiento de la verdad. Que Diosles haga comprender, porque el fragor ha llegado bien lejos —hasta mis propios oídos— que los pastoreshan escrito para recomendar la pena de muerte, lo cual me ha emocionado tan poderosamente que no he co-nocido el reposo hasta que mi voz se ha elevado, como miembro del cuerpo de Cristo y mientras yo no deje hablara mi corazón brevemente ante vuestras Eminencias y descargado mi conciencia. Espero que el Consejo, saciadode sangre de los eruditos, no pesará cerca de vos, sino que consideraréis, más bien, los preceptos de Cristo Nues-tro Señor, que ha enseñado, que nos ha enseñado, no solamente en las Escrituras de una manera humana y li-teral, sino también de forma divina por su palabra y su ejemplo, que nosotros no debemos crucificar ni matar anadie por razón de su fe y que antes sería preferible el que nosotros mismos fuésemos crucificados y muertos. Nojuzguéis a nadie y no seréis juzgados.»La reacción contra la intolerancia debió alcanzar un grado muy elevado a juzgar por los escritos que se publica-ron defendiendo el principio de que nadie debe ser privado de la vida en razón de sus creencias. Abona estaopinión el número de publicaciones que vieron la luz con este propósito. Conviene subrayar, que el temor queprevalecía debió hacer desistir a muchos de sus intenciones. Confirma esta apreciación el hecho de que los escri-tos amplios, documentados y con profunda intención polémica, se imprimieron bajo la égida del anonimato. Esimposible calibrar la reacción popular contra la intolerancia, pero el primer escrito (n) polémico de Calvino,intentando justificarse del crimen cometido contra Serveto, se concluyó tan tempranamente como el n de di-ciembre de 1553, en que el teócrata ginebrino se dirige al Consejo (12) en súplica de que se autorice la publi-cación de un libro impugnando las opiniones de Serveto. Habían transcurrido solamente 44 días desde el sa-crificio de nuestro paisano. La dimensión de la crítica debió estar en armonía con la diligencia de Calvino en saliral paso de las censuras. Si se hubiese tratado del tema singular de defender el honor de Dios, Calvino hubiese

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procedido dentro de los límites inherentes a su oficio, al circunscribir su intervención a la custodia y salvaguar-dia de los principios. Pero sobrepasando éstos, el teócrata ginebrino no sólo dogmatizó sobre la justeza de aplicarla pena capital a los heréticos, sino que justificó su propia conducta, pretendiendo demostrar que la ejecuciónde Serveto había sido hecha conforme a Derecho.Matizando las circunstancias de la condena, comenzaremos por decir que la consulta formulada a las Iglesiashelvéticas por Calvino, acerca de si se debía condenar a Serveto, fue evacuada unánimemente en cuanto que sepronunciaron por la culpabilidad, pero no fallaron una sentencia de muerte. He aquí una gradación dentro de laintolerancia. Este matiz, evidencia que no puede afirmarse que el sacrificio de Serveto fue «un error de susiglo» como inscribieron los calvinistas en la placa metálica incorporada al monumento a Serveto en Ginebra, afin de exonerar de responsabilidad al teólogo picardo jefe de la Iglesia ginebrina, a que nos hemos referidoanteriormente.Recíprocamente, los católicos condenaban a la pena capital a los protestantes que se aventuraban por el caminodel proselitismo. Tal ocurrió —citemos sólo un ejemplo, que resalta por su coincidencia cronológica con Ser-veto— con los cinco estudiantes franceses que habiéndose trasladado a L,ausana a fin de ser adoctrinados en elcredo protestante, regresaron a Lyon como mensajeros de la nueva doctrina. Detenidos al día siguiente de sullegada, sin haber tenido tiempo de propagar su credo (13), fueron quemados vivos en Lyon el 16 de mayo de 1553,proceso en el que el cardenal Tournón y el inquisidor Ory dieron prueba de su intolerancia y fanatismo. Claroestá que en este caso, según se deduce de su correspondencia, Calvino no estuvo de acuerdo con la resoluciónde las autoridades católicas.Si bien el primer libro, justificando la muerte de Serveto en la hoguera —primero en latín y después en fran-cés—, fue obra de Calvino, las protestas contra su sacrificio, corrientemente en forma epistolar, se anticipa-ron al texto del teólogo picardo. Solamente habían transcurrido veinte días desde el sacrificio de Serveto cuando,el 16 de noviembre, Gratarolus, médico basiliense, escribió al pastor Bullinger en estos términos : «varias per-sonas, aunque detestando la doctrina de Serveto, censuran el castigo que se le ha inflingido y hacen recaer laresponsabilidad sobre el bueno y leal Calvino» (14). No sabemos si lo de «bueno y leal Calvino» es una salva-guardia para ponerse a buen recaudo. Sulzer escribió en forma semejante a Bullinger, manifestando que mu-chas personas, en Basilea, desaprobaban la conducta de Calvino con respecto a Serveto. Todavía recibió Bu-llinger otra carta, esta vez desde Coire, la actual Chur, en el cantón de los Grisones, en la que Vergerio,aunque censura la doctrina de Serveto, agrega : «... esta tragedia de Serveto nos ha espantado, pero preferiríasaber que los herejes permanecían encerrados en el fondo de lóbregas prisiones, que inmolados por el hierro opor el fuego». Zebedee, pastor de Nyon, fue denunciado por Calvino a la Señoría de Berna por haber escrito

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Portada del libro ríe Calvino: * — — . - — - _ _ , — _ . . . -^^^^^—,_._„_ ¿

«Declaration pour maintenir la j Ivraye foy...» (Ginebra, 1554) I

DE CL-A-RÁTIQNPOVR MAINTENIR LAVr&fc fojqite tiamcnt tous ChrcfiiaadchTrimtédes^cifoncscn^nJadDicH..

* A * I E A N C A L V I N .

Contrc les erreurs deteftables de Michel Ser-uetEfpaignol. Ou ileft auflimonñre,qiulcft licite de punir les heretiques: &qu'ábon dioiá ce mefehant a eñe exccmé par iu-ftice ca l i l l e de Geneuc»

CHEZ IEAN CKESPINJí e E H E V E ,

U. P* llllí'

justificando a Serveto. El 10 de febrero de 1554, con la autoridad de su elevado puesto oficial, Zurdinken, secre-tario de Estado de Berna, escribía <—esta vez directamente a Calvino— en estos términos : aYo te confieso, des-de luego, que soy de aquellos que, sea por timidez, sea por inexperiencia, desean que se haga lo más rara-mente posible el uso del hierro para reprimir a los adversarios de la fe, tanto si ellos yerran por ignorancia,como si se equivocan deliberadamente» (15).A los que censuraron el sacrificio de Serveto, pese a que disintiesen de su doctrina, se sumaron, lógicamente,aquellos que mantenían una cierta afinidad teológica con él, tales como Mateo Gribaldi, Gentilis (más tardedecapitado en Berna), Juan Pablo Alciato y el médico veneciano Blandrata, por citar sólo a los más conspicuos.La obra polémica de Calvino contra Serveto, cuya segunda edición —esta vez en francés— salió de las prensasginebrinas a principios de 1554, lleva este piadoso título : «Declaración para mantener la verdadera fe respecto a la Trinidad, contra los errores de Miguel Servet, por Juan Calvino, en donde se demuestra que es lícitocastigar a los herejes y que, conforme a derecho, este ruin ha sido ejecutado, según justicia, en la villa deGinebra». Tan pronto hizo su aparición esta obra, surgió otra con intenciones opuestas. Sebastián Castalión,amparado bajo el anonimato de Martín Bellius, fue el autor de este alegato en favor de la tolerancia y la li-bertad de conciencia. Este «Tratado sobre los herejes», apareció primero en latín y luego en francés (16).Desde Alemania a Lituania y desde Italia a Suiza, se había levantado un clamor cuyo ímpetu iba aumentando,enarbolando la bandera de la libertad de pensamiento. De todos los hombres que salieron a la palestra de la luchapor la libertad religiosa, alineados o no con la doctrina de Serveto, pero identificados con el criterio de queno es lícito matar a los hombres porque yerren en la interpretación doctrinal, ninguno alcanzó, por su prepara-ción y eficacia, la significación y trascendencia de Castalión. Conocido también bajo los nombres de Castalión,Castellión, y Castellio, pese a la trascendencia de la gesta de que fue protagonista, pese al arrojo de su inter-vención exigió, no ha ocupado ni en la historia de las luchas por la libertad de pensamiento, ni en la historia dela Iglesia, el puesto que merecía. Su nombre se mantuvo poco menos que olvidado durante siglos. Sus adver-sarios procuraron borrar toda huella de sus escritos ; sus seguidores, paralizados por ese enemigo del progresoque es el temor, vieron limitadas sus oportunidades de proselitismo, ante la persecución desatada. Subrayemos quela coincidencia de los simpatizantes de Castalión con la doctrina de Serveto, no sólo no era cabal, en muchos casos,sino que en otros disentían plenamente y su concurrencia quedaba limitada, en muchos, al concepto de la liber-tad de conciencia.

Calvino se dio por aludido con la publicación de De Haereticis. Con la diligencia que le caracterizaba, contestóen el mismo año de 1554, dando la cara por él, Teodoro Beze. Castalión replicó a su vez en un folleto titu-lado Contra libellum Calvini. Las polémicas entre Beze y Castalión se prosiguieron durante los años siguientes.

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De Haereticis fue traducido al holandés en 1620 y posteriormente en 1663. La trascendencia de las dos obras deCastalión estriba en que planteó, dentro del protestantismo, el principio de la libertad del pensamiento. Poruna ironía del Destino, el sacrificio de Sérvelo por los protestantes, significó el fermento que pondría en marchaeste derecho del hombre.Bainton (17) atribuye a estas obras de Castalión la instauración de la libertad religiosa en Holanda.Castalión, al censurar el que se castigase a los herejes con el hierro o con el fuego, no sólo defendía la libertadde conciencia sino que atacaba a Calvino y, en cierto modo, defendía a Serveto.En la portada de De Haereticis figura Magdeburgo como lugar de edición, pero probablemente fue impreso enBasilea. Hasta este punto tenían que ampararse los autores de textos que disintiesen de las opiniones oficiales.En el prólogo, dedicado al duque Cristóbal de Wurtemberg, censura Castalión el que los cristianos entren endiscordia acerca del bautismo, la Trinidad o el libre albedrío que, según él, no son esenciales para nuestra sal-vación. Lo fundamental para los cristianos, agrega, es la actitud interior hacia la religión. Añadiendo : «Aun-que 3 0 comprenda todos los misterios, esta inteligencia no me servirá para nada si carezco de amor». Estelenguaje, ¿no recuerda el que muy pocos años antes había mantenido Erasmo en sus obras? Y, ¿no evoca aliluminismo al declarar que el amor debe prevalecer sobre las manifestaciones externas? Lo cual no excluyelas disidencias entre los servetistas, los erasmistas, los iluministas o los epígonos de Castalión, pero pruebaque, entre las fisuras abiertas dentro del cuerpo de doctrina protestante, por sus ramas colaterales, se puedenencontrar muchos puntos de coincidencia ; concurrencia que surge espontáneamente, sin que se demuestre queunas doctrinas procedan de otras como en el caso del iluminismo y el erasmismó.Castalión falleció en Basilea en 1563 ; la intolerancia y el fanatismo de sus enemigos, les llevó a exhumar susrestos y aventar sus cenizas, lo cual comprueba que las medidas que adoptó para mantenerse en el anonimatoestaban justificadas.Amparado por el seudónimo de Alphonsi Lyncurii Tarraconensis, se halló en Basilea un manuscrito titulado Apo-logía pro Michaele Serveto, que fue publicado durante el siglo xix en las obras completas de Calvino (18). No setrata de un compatriota de Serveto, como podría hacer pensar lo de «tarraconensis», sino como ha demostrado elprofesor Kot (19), de Celio Secundo Curione, el autor del prólogo del manuscrito de Serveto, titulado Decía-ratio Jesu Christi Filii Dei encontrado entre las ropas de Zaleski, un estudiante polaco asesinado en Tubinga,líder del movimiento servetista que, como una corriente, se estableció entre Polonia y Occidente. La Apología,en favor de Serveto, no sólo es una defensa de éste, sino de los principios de la libertad de conciencia.La coincidencia con las opiniones de Castalión o los frutos de sus escritos, se manifestaron a través de Europa.Seis años después de aparecer la obra de Castalión, tuvo lugar en Holanda la primera sanción por colaboracióncon él. Un sínodo reunido en Delft condenó al sacerdote Dirk Boom por haber traducido una obra de Casta-lión, pese a que Boom no se había solidarizado íntegramente con las opiniones de aquél, según se deduce delas declaraciones del propio Boom (20), en el sínodo de Leyden, celebrado en 1619.Las ideas de Castalión, rebasando el continente, llegaron hasta Inglaterra. El pastor Haemstede, que ejercíasu cargo en el seno de la colonia holandesa en Londres, no vaciló en manifestar sus ideas acerca de la toleran-cia, que coincidían con las de Castalión. Las autoridades eclesiásticas no compartieron los puntos de vista deHaemstede, el cual fue destituido y posteriormente condenado a dejar Inglaterra.Agreguemos que ya Clenardus, el famoso humanista flamenco, se negó a enseñar, por la coacción, la religión ca-tólica, a los musulmanes en España, con el razonamiento de que no se debían turbar las conciencias mediantela enseñanza impuesta. Por lo demás, el concepto mantenido por Serveto y sus epígonos, en lo que concierne aeste tema de la libertad de conciencia no representaba más que la exhumación de una antigua idea, tan vieja que,ya Lactancio en el siglo 111, había escrito : «La religión cristiana no debe ser defendida dando muerte a losdisidentes sino muriendo por ella uno mismo». Y sin remontarnos a una época tan pretérita, los enemigos de lalibertad de conciencia durante el siglo xvi, tenían el ejemplo de Santo Domingo de Guzmán, quien en los prime-ros años del siglo XIII, llegó al mediodía de Francia para combatir la herejía, «no con el fuego ni la sangre, sinomediante la instrucción y la predicación al pueblo», según sus palabras.El tema de la libertad de conciencia, durante los siglos xvi y xvn, todavía está por escribir. Nosotros no hemospretendido más que exponer la reacción a que dieron lugar los procesos y condena de Serveto y poner de mani-fiesto que la injusta sentencia, no fue un error de su siglo, como a menudo se proclama para eximir de respon-sabilidad a sus verdugos, sino un yerro de un sector de los hombres de su época, pues el concepto de la libertadde conciencia no sólo ya existía sino que fue reverdecido y tomó nueva fuerza, gracias a los defensores deServeto.Durante el siglo xvm y sobre todo durante el xix —el siglo de los librepensadores— el centenario de Serveto haservido de estímulo para exaltar los derechos del hombre. No es nuestro propósito analizar las consecuencias,durante los tres últimos siglos, del sacrificio de Serveto, pero queremos subrayar que, en buena parte, debe-mos a Serveto, con su temple, su firmeza y su ofrenda física, esta conquista de la Humanidad. Contribuyó consu vida, pues no quiso retractarse por más que se le apremiase en su vía ¿olorosa. Hasta en sus últimos momen-tos, cuando nimbado humillantemente con una corona de paja, salpicada de azufre, se le instó porfiadamentea que abjurase, permaneció fiel a sus convicciones, manteniendo su verdad y su franqueza, de las que pudo rene-gar a cambio de su vida. Pero, sin importarle, buen latino, repetiría a Ovidio : Hoc mihi libertas dedit, esto eslo que me ha valido mi franqueza.

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B I B L I O G R A F Í A

(1) ORTEGA Y GASSET, J. : Obras completas, t. V, p. 65. Maddrid, 1958.(2) SERVETO, M. : Christianismi Restituiio, pp. 168-173, s.l.n.f. (1553).(3) WOTTON, W. : Reflections upon ancient and modern learning, Londres, 1694.(4) VOLTAIRB, F. M. : Oeuvres completes, t. XII, 1878.(5) BAÜM, CUNITZ Y REÜSS : Calvini opera, t. VIII, c. 862. Estrasburgo, 1870.(6) BATAILLON, M. : «Honneur et Inquisition». Bulletin Hispanique, vol. XXVII, p. n , nota 3.(7) BAUM, CUNITZ Y REUSS : Calvini Opera, t. VIII, c. 751. Estrasburgo, 1870.(8) ROGET, A. : Histoire du peuple de Genéve, t. IV, p. 55. Ginebra, 1877.(9) BAUM, CUNITZ Y REUSS : Calvini opera, t. VIII, pp. 771-75. Estrasburgo, 1870.(10) MOSHBIM, J. : Anderweitiger Versuch einer vollstandigen und unpart heyischen Ketzergeschichte, pp. 421-24. Helms-tedt, 1748.(11) CALVINO, J. : Declaration pour mantenir le vraye foy... Ginebra, 1554.(12) ROGET, A. : Obra citada, t. IV, p. 113. Ginebra, 1877.(13) WEISS, N. : «Les cinq étudiants de Lyon». B.S.H.P.F. XLI, 1892.(14) ROGET, A. : Obra citada, t. IV, p. m . Ginebra, 1877.(15) ROGET, A. : Obra citada, t. IV, p. 112.(16) BELLIUS, MARTÍN (Sebastián Castalión) : Traite des hérétiques, a savoir si on les doit persecuter, et comme on sedoit conduire avec eux, selon l'advis, opinión et sentence de plusieurs autheurs tant anciens que modernes, 1554?.(17) BAINTON, R. H. : Michel Servet, hérétique et martyr, p. 129. Ginebra, 1953.(18) BAUM, CUNITZ Y REUSS : Obra citada, t. XV, pp. 52-63. Corpus Reformatorum.(19) Koi, S. : «L'influence de Michel Servet sur le mouvement antitrinitarien en Pologne et en Transylvanie», en Autourde Michel Servet, pp. 86 y ss. Haarlem, 1953.(20) LINDEBOOM, J. : «La place de Castellion dans l'histoire de l'esprit», en Autour de Michel Servet, recopilación deBecker, p. 176. Haarlem, 1953.

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