La Gaceta del FCE, núm. 485. Mayo de 2011

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DEL FONDO DE CULTURA ECONÓMICA MAYO DE 2011 ROBERTO CALASSO KENELM DIGBY FRANCES A. YATES THOMAS BROWNE Además SOBRE EL (N0) FUTURO DE LAS LIBRERÍAS y ENRIQUE KRAUZE evoca a don Daniel Cosío Villegas SIR THOMAS B ROWNE LOS JEROGLÍFICOS DE 485 ISSN: 0185-3716

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D E L F O N D O D E C U L T U R A E C O N Ó M I C A � M A Y O D E 2 0 1 1

ROBERTO CALASSO

KENELM DIGBYFRANCES A. YATES

THOMAS BROWNE Además SOBRE

EL (N0) FUTURODE LAS LIBRERÍAS yENRIQUE KRAUZE

evoca a don Daniel Cosío Villegas

SIR THOMASBROWNELOS

JEROGLÍFICOSDE

485

ISSN

: 018

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L a Gaceta da un nuevo giro. Ahora el objetivo es relacionar las nuevas publicaciones del Fondo de Cultura Económica con el magnífi co catálogo histórico que la ha distinguido desde hace más de setenta y cinco años. La idea es presentar una visión que logre maridar las distintas épocas del FCE a partir de un libro o un tema rector. En esta ocasión escogimos Los jeroglífi cos de Sir Thomas Browne, de Roberto Calasso. Publicar un libro de Calasso

siempre es un placer, y más si el libro es inédito y ésta su primera edición mundial. Pero lo realmente fascinante es que estamos frente al origen del pensamiento de uno de los escritores y editores más importantes de hoy en día. Los jeroglífi cos es la tesis con la que se licenció en letras inglesas en 1966, bajo la dirección de Mario Praz. Sin embargo, no es una simple tesis; es la clave de prácticamente toda su obra: el poder de la imagen. Y dicho poder se concentra en una sola palabra: jeroglífi co. El mundo es un libro,y los jeroglífi cos, los caracteres con los que podemos leer este gran textoen el que habitamos. Pero Calasso decide presentarnos esta idea mediante la erudición enloquecida de un sabio inglés del siglo XVII, Sir Thomas Browne: anticuario, alquimista, coleccionista…, en pocas palabras,un hombre curioso, como todo buen escritor.

El FCE cuenta con varios libros, publicados a lo largo de muchos años, relacionados con la alquimia y las tradiciones herméticas de la Inglaterra de los siglos XVI y XVII, justo los temas con los que vive y a partir de los cuales escribe Browne. A continuación podrán leer textos de FrancesA. Yates, conocida historiadora de las ideas; de Kenelm Digby, uno de los primeros comentaristas de la obra de Browne, así como dos pequeños fragmentos del propio Browne editados por Siruela. En pocas palabras, tenemos la imagen de una época y un país a través de la mirada de unode sus protagonistas, proyectada, a su vez, por la escritura de Calassoy refl ejada en la imaginería de diversos autores.

Aprovecho para despedirme como director de esta extraordinaria revista y agradezco haber sido parte de ella por más de cuatro años.

L U I S A L B E R T O A Y A L A B L A N C O

LUZ DE ORIGEN Leopoldo Lezama 3 FISIOGNÓMICA DE SIR THOMAS BROWNE Roberto Calasso 5�SOBRE ERRORES VULGARES Sir Thomas Browne 7RELIGIO MEDICI Sir Thomas Browne 9 LA MEDICINA MAGNÉTICA Kenelm Digby 1 1LA FILOSOFÍA OCULTA EN LA ÉPOCA ISABELINA Frances A. Yates 1 3EL ILUMINISMO ROSACRUZ Frances A. Yates 1 4 NOVEDADES DE MAYO 1 5LIBRERÍAS EN PREDICAMENTOS Tomás Granados Salinas 1 5¿PODRÁN SOBREVIVIR LAS LIBRERÍAS? Richard Posner 1 6SALUDOS A DON DANIEL Enrique Krauze 1 8

CO N T E N I D O

D E L F O N D O D E C U LT U R A E C O N Ó M I C A

Joaquín Díez-CanedoDIRECTOR GENERAL DEL FCE

Luis Alberto Ayala BlancoDIRECTOR DE LA GACETA

Moramay Herrera KuriJEFA DE REDACCIÓN

CONSEJO EDITORIAL

Martí Soler, Ricardo Nudelman, Juan Carlos Rodríguez, Tomás Granados Salinas, Bárbara Santana, Omegar Martínez, Max Gonsen, Karla López, Heriberto Sánchez

IMPRESIÓN

Impresora y EncuadernadoraProgreso, S. A. de C. V. (IEPSA)

DISEÑO

León Muñoz Santini

VERSIÓN PARA INTERNET

Juana Laura Condado Rosas, María Antonia Segura Chávez, Ernesto Ramírez Morales

www.fondodeculturaeconomica.com

Editor responsable: Moramay Herrera. Certifi cado de Licitud de Título 8635 y de Licitud de Contenido 6080, expedidos por la Comisión Califi cadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas el 15 de junio de 1995.La Gaceta del Fondo de Cultura Económica es un nombre registrado en el Instituto Nacional del Derecho de Autor, con el número 04-2001-112210102100, el 22 de noviembre de 2001. Registro Postal, Publicación Periódica: pp 09-0206.

Distribuida por el propio Fondo de Cultura Económica.ISSN: 0185-3716

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EN PORTADA

Hermes Mercurius Trismegistus, mosaico en el piso de la catedral de Siena, ca. 1480© LENSINI

La Gaceta del Fondo de Cultura Económica es una publicación mensual editada por el Fondo de Cultura Económica, con domicilio en Carretera Picacho-Ajusco 227, C. P. 14738, Colonia Bosques del Pedregal, Delegación Tlalpan, Distrito Federal, México.

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I En los tiempos del fuego nacía la fuerzaeran los días de la antigua paciencia que todo lo creabalos bosques inmensos despedíanla primera humedad de sus maderasel mar comenzaba apenas a levantar sus olasy la arena era tan nueva que parecía de aire.

Embriagado de vacío, el cielo nocturno aún no concebía estrellasaún aquella altura carecía de lucesy los picos de los montes no eran asustados por cometas.

Surgió un vapor como de luz inciertaera el alba despertandosobre los primeros campostibios y cansados de ir naciendodesnudos, sin llanos ni veredas.

La noche apareció como un reposo aéreola noche, era un ánimo elegante en que la tierraguardó un silencio extrañopara que las formas decidieran sus colores.

El tiempo estaba hambriento de fi guracionesde distancias y de límitesel tiempo estaba hambriento de un vocabulariode un tacto, de una geografíael tiempo estaba hambriento de una músicaque fuera el transcurrir de las constelaciones.

El destino era entonces energía disueltaun abismo de niebla aún sin superfi cieel frío se extendía como un luto de los airesun leve estremecimiento al pie de los olivos.

Con los primeros rayos, las cosasparecieron adquirir una presenciaun segundo antes, las formas aún dormíanen un océano de agua inconcebida.

Los gemidos del mar llegaron tardede pie, los acantilados seguían teniendo sedluego de siglos, pero una nocheel agua desbordó por todas partessurgieron los ríos como un gigante fértilque bajó de la montaña a grandes pasosy el agua formó chopos, ciénagas, lagunas.

Los hombres examinaron el cielo la lluvia, los planetaspronto, supieron que los atardeceres eran tiernos

que las estrellas eran un mapa misteriosoque escondía un pez, un oso, un centauropronto, los hombres crearon rutas para acceder a lo sagrado.

III

El tiempo, confundido, se demoró en llanuraslustró su pie en espigas de airese embriagó de polen, se quedó tumbado en mitad de la colina.

Sofocado, cálido, su mano dibujóun mar bajo poesía muy defi cientela luz se escondió tras una piedra delatoraprimero fue un gracioso brilloluego su columna vertebral se volvió etéreay el vapor, que antes merodeaba disperso por el airese hizo nieve.

El tiempo llegó tardesin embargo, los astros le guardaron un pesebrelos astros le cantaron un himno respetuosoel alba construyó un collar para sus blancos pastizalesy la luna marchó en procesión sobre sus llanos tristes.

Marcado por la lumbre reposó intranquilodejó caer sus músculos pesados sobre el muelle volaron luces, gaviotas ondularonun marino respiró despacio y revisó el fruto de la pescasintió una presión allá en el horizontelanzó la red de nuevo, se abrió un abismo.

VI

Un hombre se detiene en la orilla de un barrancoy observa que en el cielo hay una estrellaalza la mirada, se estremece, sabe que algo quedará.

Queda la sabia resistencia, la paciencia adultaqueda la tentación de subir y detenerse y pisotear la agresiva enredaderaqueda el miedo, el temblor en el vientrequeda la corteza de una falsa profecía queda un dolor como constelación punzantequeda el principio cayendo desde lejosqueda dormir, dormir, dormir y levantar un espacio intermitentequeda un caldero que arderá de nochequeda dormir, dormir, dormir y levantar un puenteentre las luces y el cordón umbilical de la muerte.

Queda dormir, porque allá arderán los santos viejosy arderá el tiempo, cada vez más lento y nítidoqueda dormir, dormir, dormir, mientras todo se terminamientras cae la nieve sobre los mármoles de nuestras tumbasqueda dormir, dormir, dormir, mientras cae la nieve sobre el mar en calmaporque cuando algo se termina, corren las liebres tras el cometa antiguoqueda dormir, dormir, dormir bajo el arrullo de una músicaque nos abre la garganta, mientras nos pide, de rodillas que no prosigamos la marcha. W

P O E S Í A

Para Luis Alberto Ayala Blanco

Luz de origen(fragmentos)

L E O P O L D O L E Z A M A

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La obra de Sir Thomas Browne es discreta, elusiva, difícilmente clasifi cable; fundada en una cultura compuesta, estratifi cada y ya remota; escrita en una prosa cubierta por la pátina del tiempo, con una cadencia naturalmente religiosa y ceremonial. Una obra que se presenta como una compleja fi gura próxima a deshacerse, como un mosaico cuyas piezas están a punto de ser separadas y desperdigadas. Algunos de los elementos que están delicadamente unidos en aquellas páginas, en un equilibrio rico y precario, nunca han vuelto a estar en un contacto tan estrecho. En Browne la medicina y la teología, la erudición anticuaria, las ciencias naturales y el simbolismo hermético se funden en un único discurso de múltiples y divergentes articulaciones. El tiempo, que ha revelado cada vez más el esplendor de su prosa, también ha confundido los rasgos de aquel discurso, ofuscando sus diversos signifi cados. En esos escritos algunas palabras son crestas de continentes sumergidos, de manera que la exploración de las topografías ocultas debería preceder todo juicio sobre la obra. El presente estudio está precisamente dedicado a la reconstrucción preliminar de uno de aquellos mapas: el hilo conductor será proporcionado por la palabra jeroglífi co, que a menudo se encuentra en las páginas de Browne.

FISIOGNÓMICA DE SIR THOMAS

BROWNEROBERTO CAL ASSO—————————————————————

P O R T A D A

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P ara sus contemporáneos Sir Thomas Browne fue un gran anticuario, un ilustre médico y, sobre todo, un wit.1 Sus obras desencade-naron disputas teológicas y científi cas; los eruditos le pedían consejo sobre dife-rentes asuntos;2 era famoso el museo que había confor-

mado en su casa: allí se encontraban antigüedades, es-pecímenes naturales de diversos tipos, monedas, curio-sa. “A la vez un paraíso y un almacén de rarezas”, anota-ría John Evelyn después de visitarlo.3

Los lectores más modernos, con base en las opiniones de Lamb, Coleridge y De Quincey�4 —y siguiendo las ten-dencias de sus gustos—, descubrieron que Browne podía ser considerado ante todo como un hombre de letras, que la fascinación de su prosa, de alguna manera, no te-nía nada que la igualara en la literatura inglesa, que la incomprensibilidad de sus preocupaciones volvía sus es-critos aún más raros y curiosos, y que el aura de lo remo-to envolvía sus páginas. Así Browne se convirtió en un escritor para refi nados, una preciosidad literaria, una fe-liz aberración. Su fama permaneció estrechamente vin-culada al sonido de su prosa —un tono de órgano—, al cual los oídos más fi nos han sido sensibles, desde Cole-ridge hasta Valéry Larbaud o Marianne Moore.5 En una época de la literatura que había puesto el estilo por enci-ma de toda jerarquía, Browne fue elegido como justifi ca-ción retrospectiva. Gosse afi rmaba, por ejemplo, que en sus escritos “el contenido […] se subordina totalmente a la forma”�6 y la misma opinión se sobrentiende en otros ensayos de la época; en otro pasaje, Gosse aseguraba con cándida fi rmeza: “Es evidente que el impulso que lleva-ba a Browne a escribir era la oportunidad de provocar una impresión estética en la sensibilidad del lector”.7 Sin preocuparse por el obvio anacronismo, él atribuía de esta manera a Browne una poética propia de la literatu-ra simbolista. Muy común era también un gesto de bon-dadoso perdón con respecto a la insufi ciencia o a la anti-cuada vanidad del pensamiento de Browne,8 ya que todo parecía quedar rescatado por ciertas frases inconfundi-

1�Robert Boyle defi ne a Browne como “un naturalista preciso e imparcial” (Works, vol. i, p. 345, ed. 1772). Otro gran científi co de la época, el microscopista Robert Hooke, se remite a su autoridad (“A Discourse of Earthquakes”, en Posthumous Works, 1705, p. 313). En el Diary de Pepys se refi ere que Religio medici es uno de los libros “más apreciados y reconocidos unánimemente en todo el mundo por su ingenio” junto con Advice to a Son de Francis Osborne y con Hudibras de Samuel Butler (Globe Edition, p. 241). El excéntrico John Aubrey, anticuario y biógrafo, y el “virtuoso” John Evelyn sostuvieron correspondencia epistolar con Browne. Aubrey había leído Religio medici recién fue publicado; obra, escribió, “que abrió por primera vez mi mente”, vid. Anthony Powell, John Aubrey and his Friends, Londres, 1963, pp. 48, 148.2�John Evelyn consultó a Browne para su tratado Acetaria,vid. Correspondence with John Evelyn, en The Works of Sir Thomas Browne, vol. iv, pp. 271-283, ed. de Geoff rey Keynes, Londres, 1964 (esta edición será de ahora en adelante citada con la forma abreviada Works�). Browne también ayudó a Francis Willoughby con su Ornithology. Sir William Dugdale se dirigió a Browne mientras escribía la History of Imbanking and Drayning�,vid. Correspondence with Sir William Dugdale, en Works, vol. iv, pp. 299-329.3�John Evelyn, Diary, ed. de De Beer, Londres, 1959, p. 562.4�Charles Lamb afi rmaba ser el primero entre los modernos en haber redescubierto a Browne. A propósito de Urn Burial escribía: “difícilmente podría Coleridge alegar que conoce mejor ese tratado que yo, puesto que yo se lo di a conocer a él y, en realidad, fui el primero (de los modernos) en descubrir sus bellezas” (“The Two Races of Men”, en Essays of Elia�). De cualquier modo Lamb nunca escribió un ensayo sobre Browne, a pesar de que frecuentemente se refería a sus obras; sobre Lamb y Browne vid. Joseph Seeman Iseman,A Perfect Sympathy. Charles Lamb and Sir Thomas Browne, Cambridge, 1937. Coleridge, en cambio, publicó un ensayo sobre Browne que sigue siendo fundamental: “Character of Sir Thomas Browne as a Writer”, en la revista Blackwood’s Edinburgh Magazine, vi, 1820. Nos quedan también algunas de sus notas sobre Religio medici, vid. Roberta Florence Brinkley (ed.) Coleridge on the Seventeenth Century, Durham, 1955.

Thomas de Quincey escribió sobre Browne en su extraordinario ensayo “Rhetoric”, en Collected Writings, vol. x, Edimburgo, 1890. Jeremy Taylor y Browne son presentados allí como las dos últimas “voces oraculares de la retórica”: “podría afi rmarse con certeza que, cuando ambos desaparecieron,se hundieron en el silencio las más grandes voces oraculares de la retórica”.Esta lectura “ensayística” de Browne, asentada por Lamb, Coleridgey De Quincey, domina todo el siglo xix. Varios autores seguirían esa directriz,aunque con diversos matices: vid. las alusiones a Browne en William Hazlitt, Lectures on the Age of Elizabeth, 1820; Robert Southey, Life and Correspondence, vol. v. Walter Pater dedicó un ensayo a Browne en Appreciations, Londres, 1889. Vid. también Edward Bulwer-Lytton, “Sir Thomas Browne”, en Miscellaneous Prose Works, vol. i, Londres, 1868; Leslie Stephen, Hours in a Library, serie 2, Londres, 1876; Lafcadio Hearn, Interpretations of Literature, vol. ii, Londres, 1916. En esta línea crítica debe ser considerado también el libro de Edmund Gosse, Sir Thomas Browne, Londres, 1905. Mario Praz ilustró acertadamente el signifi cado de la obrade Browne en la tradición ensayística: “L’investigatore Thomas Browne”,en Studi e svaghi inglesi, Florencia, 1937.5�Valéry Larbaud tradujo admirablemente al francés el quinto capítulo de Urn Burial: “Chapitre v de ‘Hydriotaphia’, précedé d’opinions de S.�T. Coleridge”, en la revista Commerce, cuaderno xxi (otoño de 1929).6�Edmund Gosse, op. cit., p. 205.7�Loc. cit.8�El modelo de esta actitud se encuentra ya en la introducción del doctor Johnson a Christian Morals, donde disculpa a Browne por sus errores: “esos errores que el autor cometió no por desidia o negligencia sino sólo porque no contaba con la fi losofía de Boyle o de Newton” (Samuel Johnson, “The Life of Sir Thomas Browne”, en Christian Morals, 1756, p. xviii).

bles, por aquel vocabulario fantástico, rico en latinis-mos y en improbables compuestos,9 que era la delicia de Lytton Strachey.10

Así como Donne fue durante años el abanderado en la cruzada contra la “disociación de la sensibili-dad”, según la fórmula de T.�S. Eliot, y así como Ca-valcanti fue usado para fi nes análogos auspiciados por Pound,11 así también, aunque en menor grado, Browne ha servido de coartada para herejías menos violentas: la idea de una prosa elaborada como un ta-piz, la teoría del ensayo extravagante, la planeada re-ducción que permite que cualquier material sea pre-texto para la ejercitación formal. Sin embargo, Donne ciertamente se habría sorprendido de descubrir tan gran cantidad de presuntos seguidores y tendría difi -cultad, se puede suponer, para entender qué cosa po-dría signifi car su obra para ellos. Lo mismo vale para Browne y sus críticos más estetizantes: por un sin-gular oxímoron del destino, el escritor curioso de todo pero escasamente interesado en la literatura se vería transmutado en curiosidad literaria. Sus más laboriosas investigaciones, los pensamientos más me-morables, la rica doctrina, todo eso aparecería como mero fondo de una demostración estilística: él ten-dría que admitir, así, que es representante de una li-teratura que, en realidad, no existía en sus tiempos.

Desde hace varios años, sin embargo, la obra de Browne ha pasado de las manos de los literatos a las de los académicos; de las de sus lectores más afi -nes, pero con frecuencia más inexactos, a las de los fi lólogos más diligentes, aunque comúnmente in-sensibles. De esta manera resurgieron poco a poco zonas enteras de su obra, lecturas y sobrentendi-dos; al inicio con timidez y frecuentes imprecisio-nes, pero después con mayores bases, se empezó a escribir sobre su pensamiento.12

No obstante, ¿cómo hablar con propiedad acer-ca del pensamiento de Browne? Él huía por com-pleto de veleidades sistemáticas y nunca pretendió introducir nuevas teorías. Para cada afi rmación suya encontramos una autoridad precedente; así pues, se trata de discernir cuáles de las numerosas fuentes representan el fundamento de su pensa-miento, discriminación levemente oscura, a juzgar por las fantasiosas e inconciliables suposiciones sucesivamente planteadas. De hecho, Browne ha sido defi nido, en su momento y con la misma segu-ridad, como teólogo o escéptico, como pedante o irónico, como científi co retrógrado o promotor en-tusiasta de la ciencia nueva. Esta contienda de opi-niones ha sido a menudo burda, sobre todo porque el pensamiento de Browne no se presta en absoluto a ser aprisionado en defi niciones demasiado rígi-das y sus obras no encajan nunca exactamente en un solo género literario.

B row n e era ante todo un homo religiosus: satis-fecho con la magnánima riqueza transmitida por la tradición, feliz de encontrarse en ese punto en el que la palabra calla.13 Escribía ocasionalmente y se-ría inútil buscar entre sus papeles proyectos o apun-tes para un libro de ambiciosa concepción. Browne aspiraba, en todo caso, a la utopía de la glosa inin-terrumpida y su obra entera es una aproximación a esa utopía. Como científi co glosaba el Liber Natu-rae, como anticuario los vestigios del tiempo, como

9�Vid. Hans Buchinger, Beiträge zur Erkenntnis des individuellen Moments im Wortschatz der Religio Medici des Sir Thomas Browne, Leipzig, 1936. Buchinger recopiló una lista de los neologismos del siglo xvii usados por Browne y algunas palabras que presumiblemente fueron acuñadas por él.10�Lytton Strachey, “Sir Thomas Browne”, en Books and Characters, Londres, 1922. En este ensayo Strachey se opone brillantemente a Gosse, quien había criticado el exceso de latinismos y palabras insólitas en la prosa de Browne.11�Vid. Frank Kermode, “Dissociation of Sensibility”, en la revista Kenyon Review (primavera de 1957).12�Los primeros estudios del pensamiento de Browne tendieron a defi nirlo con arbitraria contundencia. Schonack consideró a Browne un deísta, mientras que Sencourt quiso reconducirlo al pensamiento tomista. Vid. Wilhelm Schonack, Religio Medici. Ein verschollenes Denkmal des Englischen Deismus, Tubinga, 1911; Robert Sencourt, Outfl ying Philosophy, Londres, 1925. Mucho más prudentes son los estudios de William P. Dunn y Olivier Leroy: vid. William P. Dunn, Sir Thomas Browne, Minneapolis, 1926, reimpreso en edición revisada en 1950; Olivier Leroy, Le Chevalier Thomas Browne, París, 1931. Después del estudio de Leroy —el primero en tratar casi todos los aspectos de la obra de Browne— se multiplicaron los escritos sobre las investigaciones científi cas, la cultura y las fuentes de Browne. Para todos, vid. E.�S. Merton, Science and Imagination in Sir Thomas Browne, Nueva York, 1949; F.�L. Huntley, Sir Thomas Browne, Ann Arbor, 1962.13�“Me encanta perderme en un misterio, seguir en mis razonamientos hasta llegar a exclamar: o altitudo!�”, Religio medici, en Works, vol. i, p. 18.

LOS

JEROGLÍFICOS

DE SIR THOMAS

BROWNE

Roberto Calasso

Sexto Piso-FCEMéxico

2011ISBN

978�607�16�0435�4

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devoto los versículos de la Escritura. En su obra hay diversidad de grado, no de naturaleza: los detalles autobiográfi cos de Religio medici, las enumeraciones eruditas de los opúsculos, la acumulación de datos en los escritos científi cos, todo es visto con el mismo ojo, desde la saturnina y subterránea quietud de la medi-tación, parte de una liturgia privada y silenciosa que en una más limitada cámara acústica hace sonar los armónicos de los grandes predicadores.14 Aquel que “fue uno de los primeros en explorar la entonces poco conocida región del yo cotidiano”15 debe contarse en-tre los escritores que han sabido borrarse soberana-mente. Su biografía, pobre en hechos, no ofrece asi-dero a la curiosidad del biógrafo;16 queda un secreto de aventuras mentales a las cuales es vano acercarse. Browne ejerció la discreción hasta el límite; como en el caso de De Quincey, su gran lector y congénere, se puede decir de él que su vida transcurrió “en eclipses temporales”,17 o tal vez en un solo y perpetuo eclipse detrás de la apariencia de un reconocido médico en Norwich.

Browne amaba despertar inquietudes, pero no im-poner respuestas; le faltaba esa “voluntad de tener la razón”, que es el último gesto abogadesco del pensa-miento.18 Su gesto, en cambio, es una alusión; remite a un texto diferente, ya sea una imagen de la natura-leza o una frase bíblica. En el prefacio de Religio medi-ci, Browne llega incluso a disculparse por sus afi rma-ciones; pone de manifi esto que nada de lo que escribió debe ser “sometido al rígido escrutinio de la razón”.19 Somete toda oración “a razonamientos más madu-ros”, reivindica la naturaleza ante todo privada de sus páginas: “un ejercicio privado dirigido a mí mismo”, “más bien un recordatorio para mí mismo que un ejemplo o precepto para otros”.20

Ciertamente no es timidez ni afectación, como de-mostrará todo el curso de su vida y la naturaleza de sus obras. Había en él, más bien, la tendencia hacia una vía oblicua, que agota las cosas en su sombra, una fe en la impotencia del nombrar. Browne consideraba saludable el ejercicio de la duda en cuestiones de co-nocimiento humano. Su aparente escepticismo, que fue tomado por algunos como signo de indiferencia religiosa, apunta únicamente a evitar toda servil de-pendencia de las hipótesis.21 Por lo tanto prefería “te-mas marginales y áridos”22 y sobre ellos escribió.

Anticipándose a los tiempos, Browne es ya un mís-tico de la edad moderna y prefi gura a esos fantasma-les escritores que, no amparados más por una viviente retórica y una literatura devocional, escogen por ve-hículo materiales heterogéneos, formas en desuso o mixtas, y solamente por momentos salen a la luz, en un ocasional rasgón de la red que a la vez los oculta y los manifi esta. Es entonces cuando su voz alcanza una extraordinaria intensidad. Por ejemplo, éste es el caso de aquellos pocos renglones en los cuales, al fi nal de Urn Burial, Browne hace alusión a la absorción�E

14�Praz defi ne la prosa de Browne como “un jeu à côté, al lado de la plena orquesta del sermón”, vid. op. cit., p. 26.15�Ibid., p. 4.16�Así escribía Strachey: “la vida de Sir Thomas Browne no ofrece un gran panorama al biógrafo […] Es evidente que con datos tan escasos y poco emocionantes ningún biógrafo puede decir gran cosa de lo que hizo Sir Thomas Browne” (Lytton Strachey, op. cit., p. 27). Después de un complejo curriculum de estudios médicos, que lo llevó sucesivamente a Oxford, Montpellier, Padua y Leiden, en 1637 Browne se estableció en Norwich, donde vivió y ejerció la medicina hasta el día de su muerte (1682).

Los hechos que conocemos de su vida durante ese periodo se reducen a muy poco: en 1641 se casó con Dorothy Mileham; tuvo doce hijos, de los cuales únicamente cuatro sobrevivieron; en 1664 fue consultado como autoridad en un juicio por brujería en Bury Saint Edmunds; Carlos II lo nombró sir en 1671. En el curso de su vida publicó solamente Religio medici (1642), Pseudodoxia epidemica (1646) y los dos breves tratados Urn Burial y The Garden of Cyrus (1658). Jeremiah S. Finch intentó con escaso éxito escribir una “biografía dramatizada” de Browne (vid. Finch, Sir Thomas Browne: A Doctor’s Life of Science and Faith, Nueva York, 1950).17�Vid. Leslie Stephen, Hours in a Library, Londres, 1874, p. 349. Sobre la afi nidad entre De Quincey y Browne el crítico francés Jacques Loiseau escribió algunas líneas que revelan con candor una actitud mantenida durante muchos años por la mayor parte de la crítica tanto hacia De Quincey como hacia Browne y Donne, acusados de una manera u otra de sufrir accesos: “En Browne, al igual que en Coleridge y De Quincey, vemos una voluntad incapaz de mantener el equilibrio, incapaz de contrarrestar los excesos de la desmesurada sutileza: ¿acaso la atmósfera ‘metafísica’ no provocó en Browne lo mismo que el opio provocó en los otros dos?” (�Jacques Loiseau, “Sir Thomas Browne, écrivain métaphysique”, Revue Anglo-américaine, año x, junio de 1933, p. 398).18�T. W. Adorno, Minima moralia, Suhrkamp, Fráncfort del Meno, 1951, p. 123.19�Religio medici, en Works, vol. i, p. 10.20�Loc. cit.21�Sobre el escepticismo de Browne, vid. Ziegler, In Divided and Distinguished Worlds, Cambridge, Massachusetts, 1943. Mary L. Wiley ilustró el signifi cado devocional de su escepticismo y, por este carácter, aproximó a Browne a Jeremy Taylor y a John Donne. Vid. Mary L. Wiley, The Subtle Knot, Londres, 1952.22�“Los temas marginales y áridos son los que más se prestana la invención”, The Garden of Cyrus, en Works, vol. i, p. 175.

Q ue el hombre tiene una costilla menos que la mujer es un concepto común que proviene de la historia del Génesis, donde se declara que Eva fue edifi cada de una costilla de Adán,2 y de allí se concluye que los varones carecen aún de

esa costilla que nuestro padre perdió en Eva. Tal cosa no sólo es aceptada por muchos, sino que fue aducida contra Colombo en una anatomía suya en Pisa, donde, habiendo preparado el esqueleto de una mujer a quien le aconteció tener trece costillas en un lado, se levan-tó un partido que lo condenó con vehemencia y aun afi rmó con juramentos que ésta era la costilla en que la mujer excedía al hombre;3 y si fuere verdad, silencia-ría con ese testimonio ocular la disputa sobre el lado del cual Eva fue formada4 y determinaría la opinión de Oleastro, quien mantuvo que fue hecha de las costillas de ambos lados,5 o la de aquellos que apoyándose en la expresión del Texto6 mantienen que fue menester una pluralidad de costillas; y podría, en efecto, denunciar la exposición parabólica de Orígenes, de Cayetano y de quienes, temiendo conceder una monstruosidad, o mu-tilar la integridad de Adán, suponen preventivamente la creación de trece costillas.7

Pero tal cosa no acuerda con la razón ni con la ins-pección: porque si examinamos el esqueleto en ambos sexos, y la estructura de los huesos, descubrimos con presteza que hombres y mujeres tienen veinticuatro costillas, a saber, doce de cada lado, siete mayores ane-xadas al esternón, y cinco menores que no lo alcanzan, en donde, si alguna vez ocurre que su número se exce-de en un sexo u otro, la conformación resulta irregular y se aleja del número y tasa común, y no es más inferi-ble a la humanidad que la monstruosidad del hijo de Rafa8 o que el exceso vicioso en el número de dedos de manos y pies; y por más que haya alguna diferencia en las fi guras de ambos sexos, y que el os inominatum9

1�Browne nuevamente se vale de la ciencia, además de la teología, para resolver el asunto de las costillas de Adán, y lo hace colocando la experiencia de Leandro Colombo frente a la erudición de Pereyra, aun cuando rechaza un error de Aristóteles. Ilustra las teorías sobre generación con informesde fenómenos observados por Schenck.2�Génesis 2: 22.3�R. Columbus, De Re Anatomica, i. 19 (Cat, 1559; p. 60): “Pene iureiurando affi rmare”. 4�Pereyra, en los Commentaria in Genesim, p. 150, explica que se pensaba que había sido del lado izquierdo, en virtud de la inferioridad de ese lado,su proximidad al corazón y la concepción de los varones por la derecha.5�H. Oleaster, Commentaria in Pentateuchum Mosi (1588, p. 20), citadopor Pereyra.6�Os ex ossibus meis, Génesis 2: 23. “Hueso de mis huesos”.7�Orígenes y Cayetano son rechazados por Pereyra (pp. 153-154), quien,en la p. 151, emite la hipótesis de las trece costillas.8�I Crónicas 20: 6.9�“Hueso de mal agüero.” Así lo llaman Andrea Vesalio en De humani Corporis Fabrica, i. 29; y Galeno en De ossibus, 20, entre otros.

femenino sea algo más protuberante para for-mar una cavidad más apropiada para el infante, el cóccix algo más recurvado para hacer más fácil el parto, y las costillas mismas parezcan más pla-nas, empero son iguales en número. Y por ende, cuando Aristóteles duda de las relaciones hechas de naciones que no tenían sino siete costillas por lado y empero declara que los hombres por lo co-mún no tienen más de ocho,10 así como él rechaza tales historias, podemos igualmente nosotros re-chazar su anatomía.

Y aun si concediésemos que faltaba una costilla en el esqueleto de Adán, empero sería repugnante a la razón y a la observación común que asimismo faltase a su posteridad; pues observamos que las mutilaciones no se transmiten de padre a hijo; los ciegos procrean niños que ven, hombres de un ojo, hijos de dos; y tullidos mutilados en sus propias personas resultan perfectos en sus generaciones. Pues la simiente lleva consigo no sólo el extracto y la idea única de cada parte, con los que transmite sus perfecciones e imperfecciones, sino el duplo y el cuádruplo, con lo que a veces delinea lo mismo multiplicadamente, como en los mellizos y en las generaciones mixtas y numerosas. Partes de la si-miente parecen contener la idea y poder del todo; así es como los padres privados de manos procrean prole manual, y el defecto de esas partes es provis-to por la idea de otras. Así en un grano de trigo, que aparece homogéneo e insufi ciente para una germi-nación plural, yace durmiente la virtualidad de mu-chos otros, y de éste a veces proceden más de cien espigas, y así ha de entenderse la causa de las pro-ducciones multíparas; pues por más que los mate-riales seminales se dispersen y separen en la ma-triz, el operador formativo no delineará una parte sino que intentará la formación del todo, efectuan-do la misma hasta donde le permita la materia, y de materias divididas intentará formaciones enteras. Y por ende, por extraño y maravilloso que parezca, puede no ser imposible lo que se afi rma en Laus-dun tocante a la condesa de Holanda, ni lo que Al-berto informa sobre el nacimiento de una progenie de ciento cincuenta;11 y, si consideramos las gran-diosidades de la generación en algunas cosas, no controvertiremos sus posibilidades en otras, ni fá-cilmente cuestionaremos esa gran obra, cuyas ma-ravillas sólo son segundas a las de la Creación, y donde una aprehensión ajustada de una podría quizá ofrecernos una luz vacilante y permitirnos una visión crepuscular de la otra. �W

Tomado del libro de Thomas Browne Sobre errores vulgares, traducción de Daniel Waissbein, Siruela, Madrid, 1994.

10�HA, i. 15.11�De Animalibus, IX. i. 5, citado también por Schenck.

Sobre errores vulgaresQue el hombre tiene una costilla menos

que la mujer1

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“DE ACUERDO CON SU NATURALEZA DE GLOSADOR, BROWNE ASPIRABA A LA “LITERATURA SECUNDARIA”, O, DE SER POSIBLE,

A UNA “LITERATURA TERCIARIA”, CONSTRUIDA SOBRE UNA SERIE DE COMENTARIOS A COMENTARIOS, EN UNA ESTRUCTURA

DE CAJAS CHINAS…

”E�y aniquilamiento en el absoluto:23 Empson obser-vaba que es difícil encontrar palabras más apropiadas a un tema por defi nición imposible.24

“ P erten ezco a esa religión reformada y re-cién moldeada, de la que me gusta todo menos el nombre”,25 declaraba Browne al inicio de Religio me-dici, pero veremos que su fe anglicana no era del tipo más ortodoxo, aunque él no tuviese nada que objetar en contra de la ortodoxia. Su cultura compleja y rami-fi cada abarcaba todos los incompatibles; pero a par-tir de los indicios de sus escritos, de sus amistades, de cómo estaba integrada su biblioteca, fi nalmente de cada signo, resulta claro de qué clase era su fe. No es mera coincidencia el hecho de que el erudito alemán Levinus Nicolaus Moltkenius, autor de un valioso co-mentario del siglo xvii a la Religio medici,26 cite conti-nuamente, para ilustrar aquellas páginas, a Ficino, a Hannibal Rosselli, a Böhme, a Fludd, a Van Helmont y a Athanasius Kircher.27 Todos estos autores perte-necen, en su diversidad, a lo que Daniel Colberg llamó con desprecio platonisch-hermetisches Christentum, el cristianismo platónico-hermético,28 una cadena del pensamiento que, a través de varias vicisitudes, no se ha interrumpido hasta el día de hoy. A esa cadena pertenece también Browne, testigo inobservado, voz aparte, pero totalmente segura y fi rme: “Las rígidas escuelas nunca me alejarán, con sus burlas, de la fi lo-sofía de Hermes�”,29 escribía en Religio medici.

El gran renacimiento hermético de los dos siglos anteriores encuentra sus últimos ecos en los escritos de Browne. Como aparecerá claramente en el análisis de la obra, éste es el contexto en el cual debe ser consi-derada la fi gura de Browne, así que nos preguntamos cómo ha sido posible llamar extravagancias privadas a algunos de los más antiguos principios metafísicos; o tratar como escéptico enmascarado al escritor que hizo sonar notas altísimas de la mística; o reconducir tercamente su pensamiento al de santo Tomás, cuan-do se le habría podido acercar con menor esfuerzo y más seguro fundamento al de otros fi lósofos; o defi -nir a Browne como “apasionado discípulo de Bacon y Descartes”;30 o descubrir en él una especie de esquizo-frenia metafísica, fundada en contrastes irracionales y positivistas entre “razón y fe”.

La fuerza del olvido ha operado poderosamente en la cultura del siglo xvii. Una irresistible ola de fondo, que tal vez sólo hoy empieza a retroceder, sumergió durante mucho tiempo zonas vastísimas, dejando a

23�Urn Burial, en Works, vol. i, p. 170.24�William Empson, “Donne, the Space Man”, Kenyon Review, vol. xix, núm. 3, verano de 1957, p. 352.25�Religio medici, en Works, vol. i, p. 2.26�Religio medici, cum annotationibus, Argentorati [Estrasburgo], 1652.27�Entre los textos citados en el comentario se cuentan: Robert Fludd, Historia microcosmi; Jan Baptist van Helmont, De elementis y De tempore; Marsilio Ficino, De lumine y comentarios a Platón; comentarios de Hannibal Rosselli a “Pimandro”; Paracelso, De morbis invisibilibus; Athanasius Kircher, Philosophia magnetica, Ars lucis et umbrae y Obeliscus pamphilius; Böhmen, De mysterio Trinitatis; Archangelus de Borgonovo, Interpretationes in obscuriora cabalistarum dogmata; Giovambattista della Porta, Magia naturalis.28�Daniel Colberg, Platonisch-hermetisches Christentum, Fráncfortdel Meno, 1690.29�Religio medici, en Works, vol. i, p. 21.30�Vid. A.�C. Howell, “Sir Thomas Browne and Seventeenth-Century Scientifi c Thought”, Studies in Philology, xxii, 1925. Las tesis de Howell fueron refutadas en el artículo de G.�K. Chalmers: “Sir Thomas Browne, True Scientist”, Osiris, vol. II, 1936.

fl ote solamente aquellos fragmentos que podrían pre-fi gurar la edad nueva. En Browne todas las facetas del siglo coexisten, e ignorar aunque fuera una sola de ellas induciría a desfi gurar la totalidad.

Se tratará entonces de hallar ecos, teniendo presente la etiqueta de Browne, su tendencia a mostrarse acora-zado y escudado. Se seguirá una vía indirecta y cifrada, para reconstruir a partir de fragmentos un diseño que no es inmediatamente visible. La verifi cación esperada consiste en el hecho de que al fi nal ese diseño se revela en el centro de la superfi cie congestionada, agregativa y difusa de la obra de Sir Thomas Browne.

Es un lugar común y, como todos los lugares comunes,31 una verdad obcecante y por lo tanto difícil de tratar, que nuestro siglo y el siglo xvii son afi nes. Especu-lares, quizás, más que afi nes: considerando, por ejem-plo, que en el siglo xvii se convertía en institucional una nueva observación de la naturaleza y una diferente con-cepción de lo visible, mientras que hoy, disuelta la natu-raleza misma en manos de los científi cos, parece como si se volviera por otra vía a la búsqueda del fundamento in-visible de su manifestación. Así el círculo parece cerra-do y se diría que, en otro plano, recorremos el siglo xvii hacia atrás. Todo lo anterior naturalmente no ocurre sin un febril contacto de sensibilidad, un involucramiento profundo en ese pasado. Tal vez también por esta razón los estudios sobre el siglo xvii han sido especialmente ricos en las últimas décadas: estratos enteros de aque-lla época fueron redescubiertos y el contexto de muchas obras se ha revelado sorprendentemente complejo.

El siglo de las cenizas y de la Vanitas, babélico y necró-fi lo, embalsamador del pasado en preciosos despojos que aparecen y desaparecen en la escena móvil de un Teatro Universal, inventor de máquinas, wits y anatomías, en pocos otros casos afl ora tan íntegro como en las páginas de Sir Thomas Browne. Todo el aparato de las ciencias y de las fi lologías, el estro y la hosquedad, la furia imagi-nativa y la dispersión parecen fi ltrados en su prosa.

Como para Donne, no era principalmente la litera-tura lo que estimulaba su imaginación; mucho más lo hacían las hipótesis cosmológicas, la cartografía, las re-laciones de mundos ignotos, la observación natural de cada especie. Muchos han afi rmado que Browne es un autor libresco y tal cosa indicaría un defecto y un lími-te, al menos para los que rinden culto a la “libre creati-vidad”. Tal vez sea necesario examinar más cuidado-samente esta defi nición, indudablemente exacta. De hecho, la página de Browne tiene a veces la apariencia de un centón:32 presenta cúmulos de referencias, datos, citas; incluso, y sobre todo, en Urn Burial y The Garden of Cyrus, que son sus dos obras maestras. Sin embargo, ese procedimiento era un elemento fundamental en su método de redacción. Su prosa —podría decirse— tiende a la poética china jí jù (集句), o sea, “reunión de oraciones”,33 que prescribía composiciones en las cuales cada frase debía ser extraída de diferentes obras ajenas.

31�Según la teoría expuesta por Léon Bloy en la Exégèse des lieux communs.32�Una situación límite es el primer capítulo de The Garden of Cyrus, compuesto por un verdadero collage de fuentes, extraídas por lo general de segunda mano de los Hortorum libri de Benedictus Curtius y de la Villa de Giovambattista della Porta. Comentando aquellas páginas, Finch escribe: “Frente a semejante ejercicio del plagio uno supondría que el ensayo completo de Browne no es otra cosa que una sarta de materiales prestados” (�J.� S. Finch, “Sir Thomas Browne and the Quincunx”, Studies in Philology, vol. xxxvii, 1940, p. 282).33�Vid. Robert van Gulik, Sexual Life in Ancient China, Leiden, 1961, pp. 271 y ss.�

Browne mismo había defendido elegantemente su concepción: “Una obra completa y valiosa podría deducirse de los centones de todas las épocas, tal y como todas las bellezas de Grecia dan lugar a una sola y hermosa Venus�”.34

Se puede pensar también en Walter Benjamin —ejemplar de perfecta hibridación entre los siglos xvii y xx—, que planeaba un libro hecho de puras citas. Es evidente, de cualquier modo, que no se tra-ta de una característica extrínseca, o de un vicio; no es coquetería ni erudita gravedad. De hecho, la pro-sa de Browne encuentra con frecuencia su tono más memorable precisamente allá donde reúne nom-bres, enumera cuestiones, pondera datos.

De acuerdo con su naturaleza de glosador, Browne aspiraba a la “literatura secundaria”, o, de ser posi-ble, a una “literatura terciaria”, construida sobre una serie de comentarios a comentarios, en una es-tructura de cajas chinas. Los caminos de la inven-tiva son imprevisibles y tortuosos: para Browne la aglomeración sofocante de las fuentes y la biblioteca como almacén de formas dan origen a muchas pági-nas espléndidas. No obstante, dejemos el discurso más detallado sobre su prosa al análisis de cada una de las obras. Baste por ahora haber evidenciado que justamente para comprender el valor literario de Browne no se precisa tanto referirse a la literatura que le es contemporánea, cuanto a diversas culturas y disciplinas extraliterarias y por lo tanto a obras predominantemente en lengua latina.

Por fortuna nos ha sido conservado el catálogo de la biblioteca de Browne:35 se hallará que la poe-sía, el teatro, las novelas de la época están escasa-mente representados y casi sumergidos entre una masa de obras anticuarias, médicas, científi cas, teo-lógicas. También en los Commonplace Books, donde Browne anotaba sus lecturas, encontramos pocas y secundarias alusiones a obras literarias.36 De cual-quier modo, éstas se citan por razones que nada tie-nen que ver con la calidad de los textos. Literatura aparte, la biblioteca de Browne ofrece una represen-tación total del siglo. En la casa de Norwich, donde vivió más de cuarenta años, Browne había reunido, entre el museo, la biblioteca y el laboratorio, una especie de epítome del siglo. Se puede considerar su obra como el doble verbal de aquel involuntario compendio, perdido para siempre, y no es ésta la menor de las razones de su encanto.�W

34�Urn Burial, en Works, vol. i, p. 132.35�Catalogue of the Libraries of the Learned Sir Thomas Browne, Londres, 1710. Este catálogo incluye 2�377 voces. Más de la mitad del catálogo está ocupada por libros griegos y latinos, en las secciones “Libri Theologici, Historici, Philologici, Medici et caetera”. Entre los libros ingleses, se encuentran The Faerie Queene de Edmund Spenser, los Poems de Abraham Cowley, las obras de Ben Jonson y la Arcadiade Sir Philip Sidney.

Curiosamente, faltan las obras de Shakespeare, vid. Malcolm Letts, “Sir Thomas Browne and his Books”, Notes and Queries, serie xi, vol. 10, 1914; S. Finch, “Sir Thomas Browne: Early Biographical Notices and the Disposition of his Library and Manuscripts”, Studies in Bibliography, ii, 1949. R.�R. Cawley, “Sir Thomas Browne and his Reading”, PMLA, xlviii, núm. 2, junio de 1933.

Alwin Thaler intentó establecer algunas conexiones directas entre Browne y la literatura de su tiempo, vid. “Sir Thomas Browneand the Elizabethans”, Studies in Philology, vol. xxviii, 1931.

Ecos de versos dantescos en Browne fueron observados por Mario Praz (vid. op. cit., pp. 12-18).36�Vid. Miscellaneous Notes from Commonplace Books, en Works,vol. iii, pp. 272-332.

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P or lo que se refi ere a mi religión, aunque hay va-rias circunstancias que pudieran persuadir al mundo de que no ten-go ninguna en absolu-to, tales como la general calumnia que sufre mi profesión,1 el curso na-tural2 de mis estudios,

la indiferencia3 de mi conducta y discurso en asun-tos de religión, no defendiendo violentamente una ni combatiendo otra con el acostumbrado valor y empeño; sin embargo, a pesar de ello, me atrevo sin usurpación a asumir el venerable nombre de cristiano. No es que meramente deba este título a la pila bautismal, a mi educación o al clima en que nací, habiéndoseme enseñado para confi rmar los principios que mis padres infundieron en mi des-avisado entendimiento, ni que por un asentimiento general permanezca en la religión de mi país; an-tes bien, habiéndolas visto y examinado todas en mis años y juicios maduros, me hallé obligado por los principios de la gracia y por la ley de mi propia razón a no abrazar otro nombre sino éste. Tampo-co me lleva mi celo a olvidar la general caridad que debo a la humanidad hasta el extremo de odiar en vez de compadecer a turcos, a infi eles y (lo que es peor) a judíos, antes contentándome con gozar de

1�Keck reparó en el elocuente proverbio: “Se dice comúnmente (pero sólo entre los poco ilustrados) ubi tres medici, duo athei”, es decir, de cada tres médicos, dos son ateos. Pero la acusación era una exageración (véase Kocher, Paul H., Science and Religion in Elizabethan England, San Marino, California, 1953, cap. XII, “The Physician Author”).2�Científi co.3�Imparcialidad.

esa dichosa condición que vilipendiando a quie-nes rechazan tan glorioso título. Pero, como el nombre de cristiano se ha tornado demasiado general para expresar nuestra fe, al ha-ber una geografía de las religiones al igual que de los países, y estando cada clima no sólo diferencia-do por sus leyes y límites sino también circunscri-to por sus doctrinas y sus normas de fe, por lo que a mí concierne pertenezco a la religión reformada y refundida, de la cual nada me desagrada sino el nombre;4 a la misma fe que nuestro Salvador ense-ñó, los apóstoles difundieron, los Padres5 autoriza-ron y los mártires confi rmaron; pero que, a causa de los siniestros fi nes de los príncipes, la ambición y avaricia de los prelados y la corrupción fatal de los tiempos, tanto se declinó, se debilitó y cayó de su nativa belleza que precisó que las manos afec-tuosas y caritativas de esta época la restableciesen en su primitiva integridad. Pues bien, la accidental ocasión en que tan buena obra fue iniciada, el exi-guo medio a través del cual lo fue y la baja y abyecta condición de la persona que la inició,6 que en nues-tros adversarios provocaron desprecio y mofa, me llenan de asombro, y son la mismísima objeción que los insolentes paganos lanzaron primeramen-te a Cristo y a sus discípulos.7�W

Tomado del libro El jardín de Ciro y otros textos de Thomas Browne, traducción de María Condor, Siruela, Madrid, 2009.

4�Es decir, protestante.5�Los Padres de la Iglesia de los cinco primeros siglos, en especial san Agustín, fueron las luces que guiaron la Reforma.6�Lutero era hijo de un minero.7�Marcos 6, 2-3 (“¿De dónde tiene éste estas cosas? […] ¿No es éste el carpintero, el hijo de María…?”, etc.).

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Grabado de Robert van Voerst a partir de un retrato de Anton van Dyck.

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Imposibilitado para seguir sus actividades políticas, se dedicó con ahínco a las artes y las letras, trabajando en su proyecto de dos tratados sobre los cuerpos y las almas. Estando preso, cayó en sus manos una edición pirata de La religión de un médico de Thomas Browne sobre la que escribió un comentario, Observations upon Religio medici (1643). El libro de Browne era muy ori-ginal para la época, pues constituía una biografía in-telectual y psicológica del autor, nada pedante, muy libre y abierta, lo que constituía un género inusitado en Europa. Thomas Browne era muy particular, pues prefería pasar la tarde contemplando el retrato de un caballo que a una mujer, anunciando tiempos futuros en los que sabríamos procrear sin ayuda de las mujeres, circunstancia que irritaba sobremanera a Digby por-que implicaba renunciar al comercio carnal con ellas. Browne también se tomaba muy en serio la medicina y el cristianismo y conservaba creencias herméticas y alquimistas, algo que se nos antoja peculiar porque no tenemos acceso generalizado a las particularidades de sus contemporáneos. No obstante, a Digby, que no era menos peculiar que Browne, le disgustaba que se pres-tase tanta atención a sí mismo, amén de otros temas más sólidos, como la pretensión de Browne de que el alma muere con el cuerpo para resucitar el día del Jui-cio, opinión más acorde con el aristotelismo (la de la muerte, no la de la resurrección), pero que un católico no podía sustentar, pues la inmortalidad del alma era uno de los pilares del cristianismo. La prisión en Winchester House no era demasiado dura para un noble por muy realista católico que fue-ra. Escribía, leía, hacía experimentos y recibía visitas. La única pena moderadamente desagradable era tener que oír un sermón anglicano al día. Montó allí un labo-ratorio con la ayuda de John Colnett, operador de una fábrica de vidrio próxima. Interesado en los procesos de fabricación de botellas, Digby introdujo un proce-dimiento mejorado para hacerlas de forma y tamaño estándar, así como más resistentes y oscuras merced a aumentar la temperatura del fuego mediante fuelles. Años más tarde Colnett pretendió patentar un proce-dimiento que todos sabían que se debía a Digby, por lo que fi nalmente en 1661 se le concedió a él la patente. También ensayó la fabricación de piedras artifi ciales. A principios de 1643 se exacerbó el mal de piedra que padecía, pero no le permitieron abandonar la prisión para ir a tomar las aguas; sin embargo, tras la inter-vención de Ana de Austria, reina de Francia, el 30 de julio de 1643 salió exiliado hacia París con sus bienes confi scados y con la condición de no volver a Inglate-rra sin permiso.

C A R L O S S O L Í S

En materia de hecho, la de-terminación de la exis-tencia y de la verdad depende de la informa-ción que nos suminis-tran nuestros sentidos. Tal es su naturaleza, pues quienes han visto el efecto y la experien-cia, habiendo tenido el

cuidado de examinar todas las circunstancias exi-gidas y habiéndose satisfecho tras reconocer que nada hay de superchería, no dudan en absoluto de que la cosa sea verdadera. Mas quienes no han vis-to semejante experiencia, deben remitirse al infor-me y a la autoridad de quienes aseguran haberlas visto. Podría ofrecer muchas de las que soy testi-go ocular, e incluso quorum pars magna fui,1 pero dado que un ejemplo cierto y atestiguado afi rma-tivamente resulta convincente para determinar la posibilidad y la verdad de cualquier materia de la que se dude, a fi n de no aburrirles, me contentaré con informarles de uno solo relativo a este tema. Ahora bien, será uno de los más ilustres, brillantes, públicos y comprobados que jamás se hayan dado o que puedan darse. Y eso no sólo por las notables circunstancias que en él incurren, sino también por las personas muy por encima de lo común en-tre las que se ha desarrollado todo el asunto. En efecto, la curación de una herida dañina la ha lleva-do a cabo este Polvo Simpático en la persona de un hombre ilustre tanto por sus dotes literarias como por su cargo.2 Todas las circunstancias han sido examinadas y escrutadas por uno de los mayores y más sabios reyes de su tiempo, el rey Jacobo de Inglaterra,3 quien poseía un talento especial y una maravillosa habilidad para discutir las cosas natu-rales y penetrar hasta el fondo de las mismas. Tam-bién lo hicieron su hijo, el difunto rey Carlos,4�E

1�“En las que tomé una parte importante.” Virgilio, Eneida, II, 6.2�Se trata de James Howell (1594-1666), uno de los primeros ingleses en vivir de la literatura. Tras la Restauración, Carlos II lo nombró Historiographer Royal de Inglaterra, un puesto especialmente creado para él.3�Jacobo I de Inglaterra (1566-1625), hijo de María, reina de Escocia, fue un hombre culto, autor de obras como Daemonologie, True Law of Free Monarchies y Basilikon Doron.4�Carlos I de Inglaterra (1600-1649), cuyo absolutismo y pro-catolicismo despertó la oposición de parlamentarios y puritanos que terminó en la guerra civil (1642-1649). Su ejecución en 1649 dio paso a la Commonwealth de Cromwell, si bien tras la Restauración monárquica de 1660 fue canonizado por la Iglesia anglicana. Se casó con la católica Henrietta Maria de Francia, quien en 1644 nombró su canciller a Sir Kenelm Digby.

O tra de las actividades que ocuparon a Sir Kenelm durante estos años fue la religión. Tras la de-presión por la muerte de Venetia cayó en el misticismo y en una re-ligiosidad tradicional y autoritaria, volcada en la Iglesia, la monarquía

y la conversión de sus conciudadanos, tareas estas que dieron como fruto escritos apologéticos y plúm-beos, alejados de nuestros actuales intereses, como A Conference with a Lady o las Letters between the Ld George Digby and Sr Kenelm Digby Concerning Religion, dedicados respectivamente a la conversión de lady Purbeck y a la de su primo. También se vio en vuelto en la oposición entre los parlamentarios cada vez más radicales y el monarca con veleidades procatólicas que acabaría en la guerra civil. Ya he-mos mencionado brevemente sus misiones diplo-máticas ante España y el Vaticano para asegurar su apoyo en la campaña contra Escocia. El rey pre-tendía conseguir dinero de los Barberini (el papa Urbano VII era un Barberini) para su campaña, así como el nombramiento de un cardenal inglés, pues-to para el que se rumoreó el nombre de Kenelm Dig-by, quien fue en misión diplomática a Roma en el año 1640. Con todo, Urbano VII tenía otros planes para la promoción del catolicismo en Irlanda que no pasaban por apoyar a un rey hereje y de futuro in-cierto, lo que creó tensiones entre Kenelm y el papa. En Inglaterra, las presiones de los puritanos para aplicar las leyes de Isabel I que imponían la pena capital para los curas católicos, llevaron a distur-bios, ejecuciones y asaltos a las propiedades de los católicos, entre ellas la casa de Digby. Ya vimos que el Parlamento lo excluyó de la corte en 1641. A co-mienzos del año siguiente, la inseguridad de la si-tuación recomendó al rey enviar a la reina Hen-rietta Maria a París, mientras en el continente se extendía la impresión de que la de Carlos I era una causa perdida. En agosto de 1642 Kenelm fue arres-tado en The Three Tobaco Pipes (Charing Cross), junto con otros nobles, acusado de pasar un cofre con oro para los católicos y de reunir caballos, un material estratégico para la guerra que estallaría a fi nales del mes. Tras unas semanas en que entretu-vo a sus compañeros con su amable conversación, fue puesto en libertad. Pero fi nalmente, en sep-tiembre, fue apresado de nuevo y puesto a buen re-caudo en Winchester House, un antiguo palacio ar-zobispal, donde pasó casi un año hasta ser exiliado.

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E�el difunto duque de Buquingan,5 su primer minis-tro, y fi nalmente todo está registrado en las memorias del gran canciller Bacon para añadir en forma de apén-dice a su historia natural.6 Y creo, señores, que una vez que hayáis escuchado esta historia, no me acusaréis de vanidad si me atribuyo el haber sido el introductor en esta parte del mundo de esta manera de curar. Vean cómo ocurrió este asunto. El señor Jacobo Howell, secretario del du-que de Buquingan (bastante conocido en Francia por sus escritos, sobre todo por su Dendrología,7 traducida al francés, me pare-ce, por el señor Baudouin), topose un día con que dos de sus mejores amigos se batían en duelo y se dispuso inmediatamente a tratar de separarlos.8 Se arroja entrambos y con su mano izquierda ase la guarda de la espada de uno de los combatientes, mientras que con la derecha descubierta empuña la hoja de la otra. Ambos enemigos, arrebatados de furia el uno contra el otro, tratan de deshacerse del impedimento con que su común amigo trata-ba de evitar que se diesen muerte mutua-mente. Uno de ellos, tirando bruscamente de la espada que no podía ser retenida por la hoja, corta hasta el hue-so todos los nervios, músculos y tendones de la palma de la mano del señor Howell, y al mismo tiempo el otro libera su guarda y lanza un golpe con el fi lo a la cabeza de su adversario que viene a precipitarse sobre la de su amigo el cual, a fi n de parar el golpe, alza la mano ya he-rida que resultó así tan cortada por el dorso como ya lo había sido por la palma. Se diría que una extraña cons-telación reinaba entonces en contra de él, que hacía de-rramar su sangre sobre las armas de sus mejores ami-gos los cuales, recuperada la cordura, habrían expuesto toda la suya para proteger la de su amigo. Este derrama-miento involuntario de sangre desvió al menos aquel que se esforzaban por provocar el uno contra el otro, pues al ver el rostro de señor Howell totalmente cubier-to con la sangre derramada por su mano alzada, acudie-ron a socorrerlo y, tras examinar sus heridas, las venda-ron con una de sus jarreteras para mantener cerradas las venas que estaban completamente cortadas y san-graban abundantemente. Lo llevan a su casa y buscan un cirujano. El primero que llegó sirvió para ponerle un primer vendaje, pero al día siguiente vino a descubrir la herida el cirujano real, enviado por Su Majestad, que sentía un gran afec-to por el mentado señor Howell. Yo me alojaba muy cerca de él y una mañana, cuatro o cinco días después del accidente, mientras me vestía, vino a mis aposen-

5�George Villiers, primer duque de Buckingham (1592-1628).6�Bacon no registró la cura de Howell en ninguna parte. Habló del ungüento armario (del arma, no del mueble) y no del polvo simpático, señalando que no cree del todo en sus efectos, aunque recoge lo que dicen algunas personas de crédito. Véase su Sylva Sylvarum or Natural History (1626), The Works of Francis Bacon, vol. 2, pp. 670-71.7�James Howell, Dendrologia: Dodona’s Grove, or the Vocall Forrest (1640, 1650). Se trata de una historia alegórica de Inglaterra, desde el comienzo del reinado de Jacobo I en 1603 hasta 1640, en la que los personajes son árboles. Howell y Digby se conocieron en 1623 al coincidir en Madrid, donde su tío John Digby, conde de Bristol, negociaba la boda del príncipe Carlos con la infanta María Ana Margarita (1606-1646), hija del difunto Felipe II. El plan no prosperó y la infanta acabaría como emperatriz del Sacro Imperio y reina de Hungría. La pintó Velázquez en 1630 con la nariz colorada y el prognatismo acusado típico de la familia; véase la p. 46.8�Este supuesto duelo habría tenido lugar hacia fi nales del año 1624o comienzos del 1625, tras la vuelta de Howell de España a fi nales de 1624,y en cualquier caso antes de marzo del año siguiente, cuando murió elrey. Sidney Lee (1888) dice que el episodio se desarrolló en Madrid, pero tuvo que ser en Londres, ya que al día siguiente del duelo el rey Jacobo I se interesó por la cura. La historia del herido por interponerse en un duelo era corriente. La usan Van Helmont en De magnetica Vulnerum curatione (1621), § 45, p. 757; Walter Charleton en A Ternary of Paradoxes (1650), pp. 25 y ss.;y James Howell, en Θηρολογια (1660), p. 107.

tos a rogarme que le diera algún remedio para su mal, especialmente (dice) dado que se había ente-rado de que yo los tenía muy buenos para casos se-mejantes y que su herida estaba en tan mal estado que los cirujanos temían que la invadiese la gan-grena, en cuyo caso sería preciso amputar la mano. En efecto, su rostro refl ejaba el dolor que padecía,

que afi rmaba ser insoportable, acompa-ñado de una infl amación extrema. Le respondí que lo serviría de buen grado, si bien cuando se enterase de en qué modo trataba a los heridos sin necesidad de tocarlos o de verlos, tal vez rechazase este modo de curar, estimándolo su-persticioso o inefi caz. En cuanto a esto último (dice) las grandes maravillas que muchas personas me han contado de vuestro medicamento no me permiten dudar de su efi cacia; en cuanto a lo pri-mero, todo cuanto tengo que decir está encerrado en este proverbio español: hágase el milagro y hágalo Mahoma.9 Le pedí entonces un trozo de tela o ropa

blanca manchada con la sangre de las heridas. In-mediatamente envió a buscar la jarretera que le ha-bía servido como primer vendaje, y mientras tanto requerí una jofaina con agua, como si desease la-varme las manos, y tomando un puñado de polvo de vitriolo10 que tenía en un estuche encima de la mesa, lo disolví rápidamente. Tan pronto como tuve la jarretera en mi poder, la metí en la jofaina, fi jándome bien en lo que hacía mientras tanto el se-ñor Howell, quien a la sazón charlaba con un hidal-go en una esquina de la habitación sin reparar en lo que yo hacía. De pronto se estremeció e hizo un ges-to como si experimentase una gran emoción. Le pregunté qué le pasaba y qué sentía. No sé (dijo) lo que me pasa, pero sí sé muy bien que ya no siento dolor. Me parece que un frescor agradable, como si se tratase de un paño mojado y frío, se expande por mi mano, lo que me ha quitado toda la infl amación que sentía. Puesto que notáis un tan buen efecto de mi medicamento, le respondí, os aconsejo quitar todos los emplastos. Limitaos a mantener la herida limpia y en un estado moderado y templado de calor y frío. �W

9�Así en el original. Kenelm y Howell aprendieron español en Madrid. Howell estuvo allí en el viaje que hizo por el continente entre 1616 y 1622 comisionado por una vidriera, y entre fi nales de 1622 y fi nales de 1624 reclamando la presa de un barco inglés por el virrey de Cerdeña y ayudando a la delegación inglesa en las negociaciones matrimoniales del príncipe. Gracias a ello aprendió idiomas, publicó el Lexicon Tetraglotton (1660), un diccionario inglés-francés-italiano-español con un apéndice con proverbios, una gramática del español (1662) y tradujo del español, según Sydney Lee (1888), The Process and Pleading in the Court of Spain upon the Death of Anthony Ascham, 1651 (Harleian Miscellany, VI, pp. 236-247). Ascham era un enviado de la Commonwealth a Madrid en agosto de 1650, donde fue asesinado al día siguiente de su llegada por realistas ingleses.10�Vitriolo era un término general y vago usado para diferentes compuestos. Por ejemplo, el vitriolo azul es sulfato de cobre; el blanco, sulfato de zinc; el de argento vivo, nitrato mercúrico; el de saturno, acetato de plomo; el de plata, nitrato de plata; etc. El vitriolo del que se habla aquí, la caparrosa, vitriolo verde o de Marte, es sulfato ferroso, que se manufacturaba en Inglaterra desde 1579. El más refi nado, mencionado al fi nal del opúsculo (p. 317) como vitriolo romano o de Chipre, se preparaba a partir de vitriolo verde común (sulfato ferroso heptahidro: FeSO4.7H2O), deshidratándolo y purifi cándolo por recristalización. Se exponía a los rayos solares removiéndolo hasta que los cristales verdes se tornaban en un polvo blanco anhidro por efl orescencia.

Frontispicio del libro de James Howell

Dodona’s Grove, or the Vocall Forrest

(1640, 1650)

“BROWNE TAMBIÉN SE TOMABA MUY EN SERIO LA MEDICINA Y EL CRISTIANISMO Y CONSERVABA CREENCIAS HERMÉTICAS Y ALQUIMISTAS, ALGO

QUE SE NOS ANTOJA PECULIAR PORQUE NO TENEMOS ACCESO GENERALIZADO A LAS

PARTICULARIDADES DE SUS CONTEMPORÁNEOS.

”Inés Arredondo

Cuentos completosNada sobra en los cuentos de Inés Arredondo; siempre se percibe en ellos la medida exacta y la hondura de lo que ha nacido de la inminente necesidad de escribir.

Letras Mexicanas1ª ed., 2011978 607 16 0536 8Rústica$260Empastado$330

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Yo creo que una fuente importante en la que se puede estudiar el modo de pensar del que Dee derivó su signo monas es De harmonia mundi de Giorgi, donde se combinan teorías numerológicas y cabalísticas presentadas como una doble clave del universo, de una manera su-mamente análoga al doble signifi cado, también numerológico y cabalístico, de la monas. Giorgi parte del Uno o monas,4 del cual proceden, se-gún el Timeo, los números del uno al veintisie-te para formar la armonía universal tanto en el macrocosmos como en el microcosmos. Com-binando teorías pitagórico-platónicas con el misticismo literal cabalístico, Giorgi produce su síntesis. Posiblemente la mente de Dee fun-ciona de modo semejante respecto a la monas. Su símbolo planetario compuesto parece im-plicar un correspondiente símbolo cabalístico compuesto. Tras la cosmología planetaria tal vez se encuentre la “tremenda estructura” del alfabeto hebreo.5

En el símbolo monas está incluida una cruz, símbolo cabalístico cristiano que indudable-mente poseía, en la creencia de su creador, un gran poder mágico.

Dee no fue únicamente un entusiasta de los estudios científi cos y matemáticos, en los ex-traños contextos en que los encontraba, sino que también deseaba usarlos en bien de sus compatriotas y para la expansión de la Inglate-rra isabelina. Actuaba según un programa po-lítico-religioso conectado con el destino impe-rial de la reina Isabel I.

En mi libro Astraea. The Imperial Theme in the Sixteenth Century (1975), expuse las carac-

4�Giorgi, De harmonia mundi, i, 3, i.5�Bajo el símbolo monas de Dee está escrito un versículo de la Biblia, que dice De rore caeli, et pinguedine terrae det tibi Deus (“Dios te dé el rocío del cielo y la riqueza de la tierra”, Génesis 27). Es la bendición que lsaac le da a Esaú. Ésta es una cita predilecta de Giorgi, que fi gura dos veces en De harmonia mundi. En la primera ocasión se da a la palabra rocío la acepción usual, que se refi ere a la gracia divina (De harm. mun., ii, 7, iv), mientras que, en la segunda, fi gura la voz hebrea que signifi ca rocío, diciéndose que quiere decir que el rocío es un símbolo del Nombre de Dios (que tiene cuatro letras) afi rmación apoyada con referencias a autoridades hebreas (De harm. mun., ii, 7, xviii).

terísticas del imperialismo isabelino. Éste pretendía no sólo la expansión nacional en sentido literal, sino también aplicar las ideas de carácter religioso asociadas con la tradición imperial a Isabel, representante de la “reforma imperial” y de una religión reformada y purifi cada que se expresaría y propagaría en toda la extensión de un impe-rio también reformado, el de los Tudor, rico en ideas míticas “británicas”. La glorifi ca-ción de la monarquía Tudor como una insti-tución religiosa imperial se basaba en el he-cho de que la reforma de Enrique VIII había desconocido al Papa para hacer al monarca jefe supremo tanto de la Iglesia como del Estado. Este hecho político fundamental fue envuelto en una mística de “la antigua monarquía británica”, heredera del rey Ar-turo, personifi cada por los Tudor en calidad de antigua estirpe británica supuestamente descendiente del mismo Arturo, que había regresado al poder apoyando a una Iglesia británica purifi cada, protegida contra las potencias malignas (malas según este pun-to de vista) por una caballería religiosa que combatía los intentos hispano-papales de dominio universal.

Aunque estas ideas eran inherentes al mito de los Tudor, Dee tuvo una interven-ción considerable en su fortalecimiento y difusión. Él mismo se creía descendiente de una antigua estirpe real británica y se iden-tifi caba completamente con el mito imperial personifi cado por Isabel I, apoyándolo con todas sus fuerzas.

Las opiniones de Dee acerca del destino imperial de la reina Isabel I son expuestas en su obra General and rare memorials per-tayning to the Perfect art of Navigation (1577). Según sus ideas, el fortalecimiento de la ma-rina y la expansión inglesa en los mares se relacionaban con vastos proyectos acerca de los territorios que Isabel habría podido recla-mar con base en su mítica descendencia del rey Arturo. El “imperialismo británico” de Dee coincide con la “historia británica”�E

Un curioso diagra-ma, al que [John]Dee asignaba la mayor importan-cia como exposi-ción de toda su-filosofía, fue la Mo nas hierogly-phica, publicada en 1564 con una

dedicatoria al emperador Maximiliano II1 y un texto aclaratorio que deja al lector hondamente perplejo. La monas de Dee es una combinación de los signos de los siete planetas más el símbo-lo zodiacal de Aries, que representa el fuego. Debe de tener algún signifi cado astral, además de que el símbolo del fuego parece implicar al-gunas operaciones alquímicas; también contie-ne matemática o geometría de alguna especie, pero sobre todo es cabalística, pues se relacio-na con “la estupenda red de las letras hebreas”; es “gramática cabalística”, puede ser explicada “matemática, cabalística y anagógicamente”,2 y es tan profundamente secreta que Dee se pre-gunta si habrá pecado al publicarla.

En el signo monas mismo no están conte-nidas letras hebreas, pero se comprende que con las partes de los símbolos planetarios de que se compone se deben de hacer manio-bras análogas a las que se hacen en la Cábala con las letras hebreas. También se efectúa un proceso matemático, aunque el aspecto ma-temático de la Monas hieroglyphica no es tan prominente como el de los Aphorismos,3 obra publicada por Dee unos cuantos años antes (en 1558), con la cual afi rma que la Monas hie-roglyphica tiene una estrecha relación. Los Aphorismos, donde ya aparece el signo monas, parecen exponer en una forma más obvia-mente matemática el signifi cado cabalístico de dicha Monas hieroglyphica.

1�Véase C. H. Josten, “A Translation of John Dee’s ‘Monas Hieroglyphica’�”, Ambix, xii (1964), pp. 155-165.2�Ibid., pp. 127-155.3�Propaedeumata Aphoristica, Londres, 1558.

La fi losofía oculta en la época isabelina

F R A N C E S A . Y A T E S

Obras de Frances A. Yates

en el Fondo

LA FILOSOFÍA

OCULTA EN

LA ÉPOCA

ISABELINA

EL ILUMINISMO

ROSACRUZ

ENSAYOS

REUNIDOS, I.

LULIO Y BRUNO

ENSAYOS

REUNIDOS, II.

RENACIMIENTO

Y REFORMA:

LA CONTRIBUCIÓN

ITALIANA

ENSAYOS

REUNIDOS, III.

IDEAS E

IDEALES DEL

RENACIMIENTO

EN EL NORTE

DE EUROPA

LAS ÚLTIMAS

OBRAS DE

SHAKESPEARE

D E L C A T Á L O G O

F RA G M E N TO

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da a abandonar la búsqueda de la verdad espiritual, moral y científi ca, da una lección de perseverancia y pureza de intenciones al alquimista espiritual. Maier, por medio de los emblemas del libro, cada uno de los cuales tiene un modo de expresión musi-cal además de gráfi co, enseña una fi losofía religio-sa y alquímica muy sutil.1

En uno de los emblemas más llamativos apare-ce un fi lósofo que con una linterna sigue las huellas de la naturaleza. Esto recuerda en cierta forma el prefacio que Giordano Bruno dedicó en Praga en 1588 a Rodolfo II, en el que reitera su tema prefe-rido, es decir, que hay que estudiar los vestigios o huellas que deja la naturaleza, eludiendo las luchas entre las sectas religiosas y poniendo atención sólo a ella, que por todas partes grita para ser escucha-da.2 Quizás también Maier, que era cristiano lute-rano practicante (Fludd era un devoto anglicano), tenía presente una idea semejante cuando en esos años de feroces controversias religiosas, inmedia-tamente antes de que estallara la Guerra de los Treinta Años, presentó sus enseñanzas para que se adoptara una actitud religiosa y fi losófi ca distinta mediante el simbolismo alquímico.

En otro emblema de la Atalanta fugiens un fi -lósofo señala una fi gura geométrica. El comen-tario que corresponde a este emblema lleva el tí-tulo de “Monas o el Único”.3 Un editor reciente del libro de Maier ha comparado esto con la Mo-nas hieroglyphica de John Dee, de modo que una vez más encontramos esta obra en el corazón del misterio rosacruz, oculta entre los emblemas de Maier. Quizás éste recibió la infl uencia de Dee en Bohemia.

No hay duda de que la alquimia, de la que los emblemas de Maier son la misteriosa expresión gráfi ca, era de la especie condenada por Libavius, la de los manifi estos rosacruces y de la Monas de Dee. Observando un emblema, como por ejemplo el que representa a un fi lósofo que con su espada está a punto de atacar a un huevo, comenzamos a reconocer el huevo, símbolo del universo:4 en la Monas hieroglyphica, y el fuego, simbolizado por el signo de Aries de la Monas, que expresan los procesos alquímicos. Volviendo de nuevo nuestra atención al “alquimista” de Khunrath, expresión del tipo de alquimia representado por Dee, vemos que la perspectiva del emblema de Maier, que se extiende detrás del huevo, es comparable a la que fi gura en la ilustración de Khunrath.�W

1�En relación con la música de Atalanta fugiens, véase John Read, Prelude to Chemistry, Londres, 1936, pp. 213-254, 281-289.2�Giordano Bruno, Artieuli adversus mathematicos, Praga, 1588, prólogo; cf. Giordano Bruno and the Hermetie Tradition, pp. 314-315.3�Cf. H. M. E. de Long, “Atalanta fugiens”; Sources of an Alchemical Book of Emblems, Leiden, 1969.4�La “monas” es un símbolo comprendido dentro de un trazo oval, que fi gura en la carátula de Monas hieroglyphica [véasea aquí en la p. 13], y en el texto también aparece un diagrama del universo en forma de huevo. En el “Testamento de John Dee”, publicado por Elías Ashmole, Theatrum Chemicum Britannicum, p. 334, se describe misteriosamente el “corte” de la Monas con cuchillos.

L as semejanzas obvias entre Fludd y Maier estriban en que ambos eran médicos pa-racelsistas que publicaron trabajos en Oppenheim, en la casa editora dirigida por Juan Teodoro de Bry. Ante-riormente se creía que Maier había introducido a Fludd al mundo rosacruz, pero en

tiempos recientes se ha enunciado la teoría de que fue al revés, es decir que fue Fludd el que infl uyó sobre Maier. Por supuesto que todas estas teorías del pasado no tomaban en cuenta la situación histórica del Pala-tinado como factor del problema, pues si Maier cono-cía a Fludd y si hacía viajes relativamente frecuentes a Inglaterra ¿no podría haber sido porque, como mu-chos otros, esperaba grandes cosas del matrimonio del Elector Palatino con la hija de Jacobo I, y porque cono-cía el secreto de alguna relación posiblemente existen-te entre la propaganda rosacruz y las ambiciones del “León palatino”?

A la muerte de Rodolfo II, Maier aceptó el cargo de médico de Mauricio, Landgrave de Hesse. Se puso así en contacto con un príncipe alemán que tenía estrecha relación con el círculo del Elector Palatino, que simpa-tizaba fuertemente con Inglaterra, que estaba bajo la infl uencia del misticismo alquímico y en cuyo territo-rio, en la ciudad de Cassel, fueron publicados por pri-mera vez los manifi estos rosacruces. El puesto de mé-dico del Landgrave de Hesse que tenía Maier no le im-pedía viajar mucho. En 1618, dice él mismo en uno de sus prólogos, se encontraba en Fráncfort, en un viaje de Londres a Praga. Una persona que hubiera conocido tanto Londres como Praga bien podía haber sido usa-da por Cristián de Anhalt para preparar el camino a la gran aventura de Bohemia.

Y en verdad existe una prueba irrefutable de que Maier y Cristián de Anhalt tenían relación: en 1618 De Bry publicó en Oppenheim un libro de Maier dedicado a Cristián, príncipe de Anhalt, cuyo título es Viatorum. hoc est de Montibus Planetarum Septem. En la carátula grabada aparece el rostro, suave y soñador, de Michael Maier, acompañado por siete fi guras que representan los planetas. Este libro es una exposición típica del misticismo alquímico de Maier, a quien le encanta pre-sentar este tema de manera mitológica, oculto entre las fábulas de los poetas. El tema del libro, así disfrazado, es la búsqueda de la materia philosophica, de la verdad oculta en los arcanos de la naturaleza, agarrándose fuertemente, como Teseo, del hilo de Ariadna que con-duce fuera del laberinto. Hay que empezar a estudiar a Maier en su obra Viatorum, cuya dedicatoria a Cristián de Anhalt lo coloca inmediatamente a él y a su alqui-mia espiritual dentro del círculo de los consejeros más importantes del Elector Palatino.

En el mismo año de 1618, la editora De Bry de Oppenheim publicó otro libro de Maier, también con una carátula espléndidamente grabada. Se trata de Atalanta fugiens, libro muy apreciado por las bellas ilustraciones complementarias de su enigmático tex-to. El grabador que las hizo fue casi seguramente Ma-teo Merian, aunque no están fi rmadas.

La Atalanta fugiens es un libro de emblemas con co-mentarios fi losófi cos. En la carátula, Atalanta, tenta-

El iluminismo rosacruz

F R A N C E S A . Y A T E S

E�de Geoff rey de Monmouth,6 que se basa en el mito de que supuestamente los monarcas británicos eran descendientes de Bruto,* a quien se creía de ori-gen troyano, por lo que tenían una directa relación con Virgilio y con el mito de la Roma imperial. El rey Arturo, a su vez descendiente de Bruto según esta versión de la historia británica, era el principal ex-ponente religioso y místico del sagrado cristianismo imperial británico.

En los General and rare memorials fi gura una com-plicada estampa basada en un dibujo hecho por Dee con su propia mano,7 que representa a Isabel a bor-do de un barco llamado Europa; su signifi cado es que la Gran Bretaña se convertirá en una gran potencia naval para ocupar el lugar, por medio de la “monar-quía imperial”, de piloto del cristianismo. Dee llamó este dibujo “Jeroglífi co británico”, y hay que tenerlo presente junto con la Monas hieroglyphica porque es la representación de una expresión político-religio-sa de la monas en el sentido del concepto “imperial británico”.

Gran parte del material relativo a Dee que he re-sumido hasta aquí es bien conocido, pero tanto éste como sus actividades pueden verse en una perspec-tiva hasta cierto punto nueva si se ponen en rela-ción con lo estudiado en el presente libro. Así, pues, ¿cómo fue juzgado, tanto por sus contemporáneos como por sí mismo, este profundo estudiante de las ciencias del número e intérprete profético de la his-toria británica?

He aquí una hipótesis: la etiqueta de la época que mejor le hubiera quedado a Dee es la de “melancólico inspirado”.8 El melancólico inspirado, según Agripa y de acuerdo con la imagen que hace de él Durero en su famoso grabado, era saturnino y se sumergía en el estudio de las ciencias del número, capaces de llevar a quienes las profesaran a un profundo conocimien-to de las cosas. Sin duda los estudios de Dee permi-ten califi carlo justamente de saturnino y de repre-sentante de la revaluación renacentista de la melan-colía como temperamento inspirado. Y después de la primera fase de esta inspiración, producida por la inmersión en las ciencias de los números, dice Agri-pa, viene una segunda fase de carácter profético, en la cual el adepto se interesa en los acontecimientos po-lítico-religiosos y profecías; y fi nalmente se llega a la tercera fase, que es la melancolía inspirada, en la cual se alcanza una honda comprensión de la religión y de los cambios que la afectan.

Una idea que podría parecer sugestiva es que no sólo el programa de Dee para el avance de la ciencia se basaba en los tres mundos descritos por Agripa en De occulta philosophia, sino que también las fases de su perspectiva profética tal vez proceden de la misma fuente. Primeramente, el saturnino y melancólico Dee estudia las ciencias del número, luego adquiere una convicción profética del destino imperial de la Gran Bretaña, y por último le son reveladas unas vas-tas visiones religiosas universales, y esto, al igual que en el caso de Agripa, sin dejar nunca de ser cristiano, un cabalista cristiano simpatizante del evangelismo y de la reforma erasmiana.�W

6�Véase Yates, Astraea. The Imperial Theme in the Sixteenth Century, Londres, 1975, p. 50.* Según el cronista del siglo xii Geoff rey de Monmouth, un legendario Bruto (Bryt), nieto de Eneas y desterrado de Italia, llegó a Inglaterra, donde fundó Nueva Troya (Londres) y dio su nombre al país. [T.]7�Véase French, Dee, lám. 14.8�En la carátula de la obra Lapis philosophicus de John Case (1599), se ilustra la teoría seudoaristotélica de la melancolía inspirada saturnina en un complicado diagrama que probablemente refl eja algunas ideas de Dee. Esta carátula está reproducida en S. K. Heninger, Touches of Sweet Harmony, San Marino, 1974, p. 218.

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LOS GRABADOS EN LA OBRA DE JUAN PABLOSPrimer impresor de la Nueva España,1539-1560

María Isabel Grañén Porrúa

En 1539, el impresor sevillano Juan Cromberger estableció en la Ciudad de México la primera imprenta del continente, al frente de la cual estuvo el lombardo Giovanni Paoli, mejor conocido como Juan Pablos. En esta obra, un rico inventario de grabados y capitulares de los primeros incunables americanos, se hace un minucioso recorrido por los grabados salidos de las prensas de quien introdujo en nuestro país el noble arte de la tipografía, si bien, dado el analfabetismo imperante en la Nueva España, sus libros resultaron más importantes por las imágenes. El estudio se acompaña de algunos comentarios del tipógrafo Juan Pascoe sobre los recursos y las limitacionesde nuestro primer impresor.

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LA HISTORIA DE LAS COSAS De cómo nuestra obsesión por las cosas está destruyendo el planeta, nuestras comunidades y nuestra salud. Y una visión del cambio

Annie Leonard Las cosas a las que se refi ereel título de este libro son todas las que nos rodean y usamos diariamente: de dónde vienen, cómo se producen, distribuyen, consumen y adónde van cuando las tiramos en la basura. Después del éxito del video The Story of Stuff , publicado en internet y visto por millones de personas, Annie Leonard escribió este libro para presentar, de forma más detallada, un análisis contundente sobre la verdadera historia detrás de nuestras cosas y el sistema económico que les da vida. A través de sorprendentes revelaciones sobre la economía,el medio ambiente y las culturas de todo el mundo, Leonard hace un llamado a refl exionar sobre esta historia y sobre nuestro poder de comenzar a reescribirla.

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FUNDAMENTOSDEL LENGUAJEMente, signifi cado, gramáticay evolución

Ray Jackendoff Para la publicación New Scientist este trabajo es “una excelente visión de conjunto de todas las complejidades del lenguaje”. En sus páginas, Jackendoff revela nuevas perspectivas en los principales campos del lenguaje y la comunicación: gramática, léxico, aprendizaje, el origen de la lengua y la relación que la lengua y el pensamiento guardan con la realidad. Tras un examen de los descubrimientos hechos en lingüística desde los años sesenta, el autor hace un replanteamiento radical de cómo el cerebro almacena y procesa el lenguaje. Esta “arquitectura paralela” concibe la sintaxis como una más entre las muchas fuentes generativas del lenguaje que interactúan entre sí. La obra establece importantes relaciones entre psicología, neurociencia, biología, fi losofía y teoría evolutiva, a la vez que plantea un revolucionario programa para la cooperación interdisciplinaria. Lengua y Estudios Literarios1ª ed., 2011978 607 16 0530 6$490

N o uno sino varios fantasmas reco-rren el mundo librero: algunos de los principales vendedores de li-bros en el orbe anglohablante pa-

decen graves crisis, en España dos grupos de tiendas han cambiado de manos, acá la que llegó a ser la más extendida cadena de libre-rías experimenta una larguísima agonía. Ya por la fi era competencia del comercio elec-trónico, ya porque las desventuras de la eco-nomía global siguen produciendo víctimas, ya porque el comercio minorista de libros exige cada vez más una estrategia multinacional, ya porque sus administradores no han sabido conducirlas por las aguas someras de un mer-cado que no acaba de madurar, el último año ha hecho evidente el agotamiento de la forma tradicional de hacer llegar los libros hasta el consumidor fi nal. No es el tiempo de entonar un dolido responso por la librería como pun-to de encuentro entre obras y personas, pues hay razones para saber que en el corto plazo seguirán existiendo esos paraísos de papel impreso donde uno encuentra lo que no esta-ba buscando, pero las señales que se perciben aquí y allá son sufi cientes para considerar a la librería —o al menos a cierto tipo de librería— como una especie amenazada.

L a cadena estadunidense Borders, que llegó a tener 639 sucursales, muchas de ellas en centros comerciales, con más de 6�100 empleados de tiempo

completo y 11�440 a medio tiempo, avanza por un camino fangoso. A comienzos del mes pasado presentó un plan para salir del con-curso mercantil —se declaró en ese estado apenas en febrero, tras pérdidas de casi 170 millones de dólares durante 2010—; en él, reconoce de hecho su necesidad de volcarse hacia el entorno digital, pues se compromete a cerrar unas 250 tiendas de carne y hueso, y aspira a generar, para 2015, 40 por ciento de sus ingresos mediante ventas en línea, sea de libros de papel, sea de obras electrónicas, para lo cual redoblará sus esfuerzos para se-guir colocando en el mercado el dispositivo de lectura Kobo, competencia directa del Nook de Barnes and Noble y del Kindle de Amazon. Los acreedores, entre los que des-taca Penguin con la escalofriante cifra de 41 millones de dólares de adeudo, recibieron el proyecto con escepticismo. Borders buscará una mayor sintonía con los clientes que ya frecuentan las tiendas —por ejemplo, donde abundan las consumidoras habrá más obras para niños, sobre educación y de cocina, lo que revela al menos una anticuada por no decir sexista concepción de lo que es una lec-tora— y la ampliación de las secciones de�E

Librerías en

predicamentosDE MAYO DE 2011

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Dos de las cade-nas de libre-rías más gran-des de los Es-tados Unidos (Barnes & Noble y Bor-ders) están por declararse en b a n c a r r o t a ;

esta situación nos invita a plantear-nos una pregunta de carácter general sobre la supervivencia de las librerías —al menos en un número considera-ble— y, de no ser el caso, cuáles serían las consecuencias de su desaparición.

Las librerías enfrentan dos ame-nazas evidentes, ambas relacionadas con internet. La primera —y más re-ciente— es la que presentan los libros electrónicos: el contenido de un libro puede transferirse por internet a un lector de libros electrónicos que el cliente haya adquirido; este procedi-miento no requiere la intermediación de una librería. La segunda amenaza —apenas menos reciente— es la ven-ta de libros en línea (en vez de la des-carga electrónica de su contenido); en este mercado Amazon es el principal proveedor y en el proceso tampoco fi -guran las librerías, a menos que Ama-zon no tenga existencias del libro soli-citado, en cuyo caso remite al cliente a una librería que sí lo tiene y que se lo puede vender y enviar a donde el clien-te determine; la transacción se reali-za, no obstante, a través de Amazon. La mayoría de los libros que Amazon y los otros vendedores en línea no tie-nen en existencia son ediciones agota-das y las librerías que tienen este tipo de libros suelen ser pequeñas (aunque hay algunas excepciones) pues atien-den a un mercado verdaderamente minúsculo.

Una posible tercera amenaza a las librerías es la disminución de la de-manda de libros. En relación con esta posibilidad es interesante mencionar que resulta prácticamente imposible encontrar buenas estadísticas sobre las ventas anuales de libros en los Es-tados Unidos (la categoría libro, como

producto, es notablemente heterogé-nea). Parecería, sin embargo, que las fuentes de entretenimiento e informa-ción disponibles en internet son tan numerosas que a menudo llegan a sus-tituir la lectura de libros y, así, deben tener un impacto negativo sobre la de-manda de los mismos. A pesar de esto, cabe mencionar que la reducción en el precio de los libros vendidos en línea —generada por la eliminación del in-termediario, es decir, la librería— de-bería estimular su demanda; regresa-ré a este asunto más adelante.

El desplome de la venta de libros en librerías parece inevitable: los libros adquiridos en ellas son más costosos no sólo por el precio (necesariamente más alto para cubrir los gastos de la librería), sino también por el tiempo que el cliente tiene que invertir en vi-sitar la librería, buscar el libro y com-prarlo (este último paso suele ser más tardado que una compra en línea). La única ventaja que tienen las librerías para compensar esta situación es la oportunidad que ofrecen al cliente de mirar los estantes y examinar física-mente el libro antes de comprarlo. Es-tas ventajas, no obstante, son contra-rrestadas en la venta en línea —y para algunos clientes, mucho más que com-pensadas— por el uso de programas de inteligencia artifi cial capaces de hacer recomendaciones a los clientes, por el catálogo muchísimo más amplio de un vendedor como Amazon, por la facili-dad para buscar el libro en el portal de internet, por las reseñas y comenta-rios críticos de otros lectores, así como por la posibilidad de que el cliente vea en formato electrónico parte del con-tenido del libro antes incluso de or-denarlo —procedimiento que resulta muy similar al de hojear un libro im-preso—. Es cierto que el programa de recomendaciones de libros de Ama-zon es aún bastante primitivo y que de ninguna manera puede sustituir el acto de pasear entre los anaqueles de una buena librería. Sin embargo, es obvio que dicho programa tendrá me-joras en el futuro: podemos imaginar el día en que los clientes hayan propor-

cionado (y Amazon haya almacenado) sufi ciente información sobre su edad, sexo, educación, profesión y gustos de lectura, para que Amazon pueda crear una lista inicial de recomendaciones de compra que se irá refi nando confor-me le llegue información complemen-taria sobre los cambios en sus gustos e intereses de lectura.

Actualmente menos de 30% de las ventas de libros se hacen a través de internet (ya sea en formato electróni-co o en papel) pero he revisado estima-ciones según las cuales esta propor-ción podría crecer hasta 75% en po-cos años. Si las ventas de las librerías corresponden a 25% en vez de 70% del total de libros vendidos, muy pocas tendrán sufi cientes clientes para so-brevivir; la excepción serán aquellas librerías que se especialicen en edicio-nes agotadas —cuyos clientes de cual-quier modo comprarán, sobre todo, a través de internet—; pero incluso en este caso hay que considerar que, con el volumen creciente de publicaciones electrónicas, cada vez habrá menos libros “agotados”. El reemplazo de la distribución a través de librerías por la distribución electrónica producirá un ahorro social importante y, como había dicho antes, redundará en un aumento en la demanda de libros cau-sado por la reducción en el precio de ventas al menudeo.

En cuanto a las consecuencias que este reemplazo podría tener en los autores y las editoriales, existe la pre-ocupación de que el efecto sea adverso, pero tal cosa, en realidad, parece poco probable: todo vendedor trata de mini-mizar sus gastos de distribución (como trata de minimizar todos sus gastos); la editorial es el vendedor principal de la cadena y la librería es un eslabón en el proceso de distribución. Hay en esto, quizá, una excepción potencial-mente importante: algunos distribui-dores ofrecen, en sus locales (es decir en sus librerías) servicios que pueden incrementar la demanda del produc-to. De hecho, en esto justamente se funda la lógica de la confi guración del precio de reventa: el productor de un

bien establece un precio mínimo para la venta al menudeo y, al hacerlo, de-liberadamente incrementa el margen de los minoristas, pero con ello espe-ra inducirlos a un tipo de competencia que incremente la demanda pero que no dependa de los precios. El perso-nal de las librerías, con las decisiones que toma sobre la exhibición de cier-tos libros y con las recomendaciones que puede hacer a los clientes podría, en principio, aumentar la demanda del producto. Sin embargo, tales servicios no pueden garantizar la supervivencia de muchas librerías, porque —a menos que se valoren con un margen mucho mayor de lo que sería realista espe-rar— habrá de todos modos muy pocos clientes como para sufragar los costos fi jos de las librerías y, a la vez, mante-ner precios aceptables.

Así las cosas, la pregunta se redu-ce a determinar si la cancelación de los servicios que ofrecen las librerías dañará a las editoriales (y en conse-cuencia a los autores, cuya prosperi-dad está ligada a la de las editoriales) más de lo que las benefi ciará con la re-ducción en los gastos de distribución. Esto es muy poco probable. A medida que la tecnología avance, será más fá-cil para los vendedores en línea dupli-car —e incluso mejorar— estos servi-cios, hasta ahora característicos de las librerías; éstas se debilitarán y tal vez incluso desaparecerán cuando las generaciones que act ualmente tienen más edad —personas acostumbradas a los libros (y a los periódicos) impre-sos— vayan desapareciendo. A pesar de todo, esto puede representar un au-téntico progreso económico, igual que las grandes tiendas departamentales y los supermercados representan una forma de progreso incluso si causan la extinción de incontables tiendas de menudeo.�W

Texto tomado de The Becker-Posner Blog con autorización del autor. Pos-ner ha publicado en el FCE El análisis económico del derecho. Traducción de Lucía Cirianni Salazar

¿Podrán sobrevivir las librerías?

Perspectivas y consecuencias

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desde el creador hasta el político. Los prólogos reunidos aquí poseen un gran valor, independiente del de las obras que precedieron originalmente. Tezontle1ª ed., 2011978 607 16 0557 3$185

OBRAS IITres novelas

Severo Sarduy Exiliado de su natal Cuba, Sarduy emprendió un viaje no sólo para permanecer en la isla sino para adentrarse en ella, en sus atmósferas, sus brisas, los ritmos de su gente y de su lengua. En este segundo tomo de sus obras —en el primero aparecen sus poemas— desfi lan, contrastantes y a la vez complementarias, De donde son los cantantes, Maitreya y Pájaros en la playa. En las tres surgen mundos extraños, en virtud del entrecruzamiento de culturas, espíritus, tiempos vitales. Y en las tres hay muy afortunadamente una audacia formal insólita, que tiene que ver tanto con el idioma como con la estructura de las narraciones. Tierra Firme1ª ed., 2011978 607 16 0541 2$275

PRODUCIR PARA VIVIRLos caminos de la producción no capitalista

Boaventura de Sousa Santos (coordinador)

Planteamiento de una globalización alternativa, contra hegemónica, basada en redes y alianzas que generen modos de resistencia que privilegien la existencia, más que la producción y la ganancia. Como resultado de su experiencia de trabajo con movimientos del Foro Social Mundial y a cargo

E�juegos, papelería y cafetería; en suma, para sobrevivir, la librería dejará en cierta medida de serlo.

E n Inglaterra, parte de las poco más de cincuenta sucursales de British Bookshop & Stationers llevan ahora la vestimenta de W. H. Smith, la am-

plísima red de librerías que en los años noven-ta propició la desaparición del Net Book Agree-ment, que era el acuerdo gremial por el que en ese país funcionaba el sistema de precio único. Fundada en 1938, British Bookshop & Statio-ners tuvo una expansión excesiva en 2010, al pasar de 39 a 51 puntos de venta, y unas catas-trófi cas ventas navideñas, que la arrojaron al limbo previo a la bancarrota. Del otro lado del mundo, dos cadenas de librerías, la australia-na Angus & Robertson y la neozelandesa Whitcoulls —aún más viejas: la primera se fundó en 1886; la segunda, en 1882—, han sido llevadas a esa misma situación por los propie-tarios de sus acciones —cuesta trabajo llamar-los sus dueños, pues actúan sin el señorío que reconoce la R AE en ese término—, la controla-dora REDgroup, que adujo como explicación el auge de las ventas por internet y el escaso gas-to de los consumidores.

L as noticias que llegan de España, en cambio, distan de ser desoladoras, aunque señalan la dependencia de los vendedores de libros de estructuras

empresariales más resistentes. Por un lado, en febrero se supo que Planeta, el único gru-po español que pinta en las ligas mayores de la edición mundial, adquiriría las ocho tien-das de la pequeña cadena Bertrand, propiedad hasta entonces de Bertelsmann, para sumar-las a la cada vez más sólida Casa del Libro. Así, la familia Lara expande su presencia librera y a la vez incrementa los puntos de distribu-ción para los miembros de Círculo de Lecto-res, que desde abril de 2010 es una sociedad a partes iguales de los mencionados Planeta y Bertelsmann. Sorprendió gratamente, por el otro lado, el anuncio en marzo pasado de que La Central —una tienda que se rige con un cri-terio antípoda al que parece imperar en Casa del Libro, pues su énfasis está en las ingenio-sas asociaciones temáticas, en la diversidad, en la audaz propuesta de lecturas— tendrá como poderoso socio a la Feltrinelli, la red de librerías más musculosa de Italia y que viene de iniciar la adquisición de uno de los mayores emblemas editoriales de España: Anagrama. Las librerías fundadas por el singular Giangia-como Feltrinelli mantienen un inusual equi-librio entre la apuesta cultural y la exigencia comercial, y se distinguen por un diseño que a la belleza agrega la comprensión de la lectura como un fenómeno íntimo y de raigambre cul-tural. Resulta esperanzador parte de lo que se dijo al anunciar la nueva sociedad: que entre los planes de la renovada La Central se consi-dera abrir librerías en América Latina; ojalá entre sus prioridades se cuente incursionar en el alicaído mercado de México.

M ercado cuyas noticias son un tan-to más entristecedoras. Nada que-da de la deslumbrante Librería de Cristal que en los años cuarenta

iluminaba las noches de la Alameda Central. Fundada por Martín Luis Guzmán y Rafael Giménez Siles, la cadena ha tenido diversos propietarios, sobre todo de las familias de tra-dición editorial, como Trillas y Noriega, y lle-gó a contar con más de cincuenta librerías en todo el país —único punto de venta de libros en  algunas ciudades—. Hoy sufre para encon-trar el tamaño que le permita honrar sus com-promisos y subsistir con miras al futuro, aspi-ración que se antoja difícil de satisfacer pero por la que desde aquí hacemos votos.�W

T O M Á S G R A N A D O S S A L I N A S

RELATOS EN ROJO Y NEGROHistorias pictóricas de aztecas y mixtecos

Elizabeth Hill Boone La consulta directa de códices y una exhaustiva labor histórica en el campo del arte precolombino de la cuenca de México se sintetizan en esta obra. Con un lenguaje ameno y una exposición clara, la doctora en historia Elizabeth Hill Boone analiza las historias pintadas que los pueblos conquistados conservaron como único registro de su pasado, asentando en ellas los relatos de sus pueblos y de sus gobernantes. Estos manuscritos, de vital importancia para la investigación histórica, e importantes incluso en los tribunales españoles cada vez que se necesita documentación acerca del pasado, son analizados con detenimiento para presentar al lector qué fueron esas historias, cómo se estructuraban y cómo fue el proceso que permite explicar el surgimiento de tales manifestaciones pictóricas. Antropología1ª ed., 2010978 607 16 0528 3$380

POR LAS SENDASDE LA MEMORIAPrólogos a una obra

Octavio Paz Todo brilla en el formidable despliegue de las Obras completas de Octavio Paz, publicadas bajo el sello del fce, y ocurre así con los prólogos diversos que escribiera el poeta para la primera edición de aquel conjunto. Los ensayos contienen reafi rmaciones, avisos de perspectivas nuevas, evocaciones autobiográfi cas y de ambientes. Se halla una prosa insuperable en su mayor esplendor: rítmica, fi el sin falta a la dialéctica de la inteligencia y a la música del lenguaje. Las ideas de Paz son fl orecimientos, revelaciones de cuestiones básicas de la cultura en planos diversos,

del proyecto de investigación internacional “Reinventar la emancipación social. Hacia nuevos manifi estos”, Sousa Santos coordina en este volumen un análisis riguroso de modelos de economía solidaria popular que se aplican actualmente en Brasil, Colombia, India, África del Sur, Mozambique y Portugal, y se basan en la creación de cooperativas, empresas de autogestión, administración colectiva de la tierra y asociaciones de desarrollo social.

Sociología1ª ed., 2011978 607 16 0539 9$260

HISTORIAS PARALELAS DE LA MEDICINA De las fl ores de Bach a la osteopatía

Thomas Sandoz Hipócrates afi rmó que el arte de curar tenía su fundamento en las leyes universales que regían a la naturaleza y confi aba en la responsabilidad del paciente en su propia curación. Sin embargo, la medicina occidental moderna se rehúsa constantemente a incluir dentro de su estudio a las llamadas terapias alternativas, que se sustentan sobre estas mismas bases, y sin reconocer además que su acercamiento a ellas ha sido benéfi co para su desarrollo. Desde una perspectiva histórica, Thomas Sandoz presenta un panorama completo de dichas terapias —desde aquellas basadas en plantas y magnetos hasta las que se sirven de baños, masajes y dietas— y analiza su surgimiento y sus fundamentos haciendo una narración fascinante de las circunstancias en que sus creadores lograron establecerlas. Ciencia y Tecnología1ª ed., 2010978 607 16 0526 9$210

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En una de las varias entrevistas que le hice a Daniel Co-sío Villegas entre 1970 y 1975 (llevadas a cabo con una de esas grabadoras prehistóricas de casete, que a él le parecían supersónicas) encontré esta frase: “Estoy sa-tisfecho con el balance de mi vida. Fui capaz de crear instituciones que me sobrevivieron”. Tenía razón. A fi nes de los cuarenta había dejado el FCE en manos de don Arnaldo Orfi la Reynal, y El Colegio de México en las de don Silvio Zavala, a principio de los sesenta. A su muerte, el 10 de marzo de 1976, ambas institucio-

nes gozaban de plena salud y vitalidad. Han pasado más de treintaicuatro años y hoy podemos atestiguar que el milagro persiste. Han sobrevivido contra viento y marea. Han sobrevivido (sobre todo el FCE) a administraciones remotas que desvirtuaron sus objetivos, expandieron su burocracia, politizaron su adminis-tración. Han sobrevivido, y eso es lo más importante, siendo fi eles a su vocación original. En el caso del FCE, la fe en el libro humanístico y el horizonte hispano-americano. En el caso de El Colegio de México, el énfasis en una labor de docencia orientada a la investigación, la producción de obras originales, la perspectiva in-ternacionalista, y aquello que fue la inquietud de don Daniel en sus años postre-ros: llegar al público mediante la difusión del conocimiento, en particular, del co-nocimiento histórico. La producción editorial de ambas instituciones en este año del Bicentenario es prueba fehaciente de esa continuidad: ni fastos académicos, ni regodeos narcisistas, ni megalomanías institucionales: obras, obras de historia, obras de difusión, obras de prospectiva. No viento verbal ni ruido político: obras. Si no me engaño, don Daniel no desestimaría tampoco otra zona de supervi-vencia ya no institucional sino personal. Me refi ero a sus discípulos y a los discí-pulos de sus discípulos. A buen seguro —como solía decir— que ni unos ni otros

estamos ni pretendemos estar a la altura de su lucidez y sabiduría, tampoco de su incidencia en el público lector y mucho menos conquistar la unanimidad y el respeto que rodeaba a su nombre. Cuando todo el mundo le llamaba “Don Da-niel”, Cosío Villegas frisaba apenas los sesenta años. Ahora nadie nos llama así, aunque tengamos casi la edad que él tenía cuando lo conocimos. Y sin embargo, si hiciéramos la cuenta de los críticos de la vida pública en México a partir de los años ochenta, encontraríamos que muchos de ellos se formaron en las aulas de El Colegio de México y en los libros del Fondo de Cultura Económica. Uno de ellos es precisamente mi viejo amigo Lorenzo Meyer. No sé si su visión de La crisis de México está en el espíritu de don Daniel. Tampoco sé si la mía lo está. Sólo sé que ambos —y así como nosotros, muchos más— estamos empeñados sinceramente en contribuir, como don Daniel nos enseñó, a “hacer algo por México”, a com-prenderlo, a explicarlo, a ofrecer vías de salida, sobre todo en las circunstancias dramáticas y confusas que desde muchos hace años atravesamos. Creación institucional, investigación histórica, servicio público, crítica del poder. Ésas fueron las coordenadas del hombre que recordamos hoy, al pie de su estatua. ¿Cómo ser reiteradamente fi eles a su legado? La pauta está trazada. Cui-dando la salud de estas instituciones protegiendo siempre su autonomía relativa con respecto al poder y a los poderes. Ejerciendo una autocrítica feroz puertas adentro para no permitir que los vicios endogámicos de la vida académica y la ri-gidez de la burocracia lastren la originalidad, la frescura, la creatividad, la com-petitividad (sobre todo la competitividad internacional) de la investigación y la producción editorial. Haciendo que la incorporación al sector público (cuando se dé) sea con el sentido de servicio que le imprimió Cosío Villegas en sus labores de economista y diplomático. Y fi nalmente ejerciendo una crítica del poder que no se concentre sólo (aunque sí principalmente) en el Gobierno Federal, sino en todos los poderes formales y fácticos que se disputan a esta nación. Daniel Cosío Villegas (“Liberal de museo, puro y anacrónico”, como él mismo se califi caba) fue un profeta, quizá el mayor profeta, de la democracia mexicana pero no pudo presenciar ni siquiera su alba. Y pensar que al morir tenía sólo 77 años. Al fi nal se veía como un patriarca en overol, un poco cansado, con su bigoti-llo blanco, su andar lentísimo, su tos pertinaz y su mirada entre irónica y melan-cólica. Hoy quedan ya muy pocos exponentes de la generación inmediatamente posterior. Y aquellos jóvenes del 68 que tuvimos la fortuna de pasar por sus aulas o su tertulia, estamos cerca de cumplir la letra de aquella famosa canción When I’m Sixty Four de los Beatles. Pero a los 64, no hay para nosotros ninguna isla o retiro posible. Y mejor que sea así. Todavía hay tiempo de dejar una huella mejor. Todavía hay tiempo de hacer más habitable, más efi caz, más tolerante, más lúcida, más equitativa la democra-cia mexicana. Ése sería el mejor acto de agradecimiento al hombre extraordina-rio que ha sido siempre nuestra mejor inspiración.�W

Texto leído en septiembre de 2010 en la ceremonia de develación de la estatua de Daniel Cosío Villegas, que entonces se reubicó entre el Fondo de Cultura Econó-mica y El Colegio de México en la Ciudad de México.

Saludos a don Daniel

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www.fondodeculturaeconomica�com

PEDIDOS

CASA MATRIZJuan Carlos Rivas HidalgoSubgerente de Ventas NacionalesCarretera Picacho-Ajusco 227, Bosques del Pedregal, Tlalpan, 14738, México, D.F.Teléfonos: (01 55) 5227 4655 y [email protected]

GUADALAJARAMiguel Ángel SerranoJefe de VentasAv. Chapultepec Sur 198, Americana, 44310,Guadalajara, Jalisco. Teléfono: (01 33) 3615 [email protected]

MONTERREYRaymundo Cruz LeónJefe de VentasAv. San Pedro 222 Norte, Miravalle, 64660,Monterrey, Nuevo León. Teléfono: (01 81) 8335 [email protected]

LIBRERÍAS CIUDAD DE MÉXICO

ROSARIO CASTELLANOSCentro Cultural Bella ÉpocaTamaulipas 202, esquina Benjamín Hill, Hipódromo Condesa, Cuauhtémoc, 06170Teléfonos: (01 55) 5276 7110 y [email protected]

JUAN JOSÉ ARREOLAEje Central Lázaro Cárdenas 24, esquina Venustiano Carranza, Centro, Cuauhtémoc, 06300Teléfonos: (01 55) 5518 3225, 31 y [email protected]

UN PASEO POR LOS LIBROSPasaje Zócalo-Pino Suárez del Metro, local 4, Centro Histórico, Cuauhtémoc, 06060Teléfonos: (01 55) 5522 3078 y 16 [email protected]

JOSÉ MARÍA LUIS MORAInstituto de Investigaciones Dr. José María Luis MoraPlaza Valentín Gómez Farías 12, San Juan Mixcoac,Benito Juárez, 03730Teléfono: 5598 3777, ext. 1129 y [email protected]

DANIEL COSÍO VILLEGASAvenida Universidad 985, Del Valle, Benito Juárez, 03100Teléfonos: (01 55) 5524 8933 y [email protected]

OCTAVIO PAZAvenida Miguel Ángel de Quevedo 115, Chimalistac, Álvaro Obregón, 01070Teléfonos: (01 55) 5480 1801 03, 05 y [email protected]

ALFONSO REYESCarretera Picacho-Ajusco 227, Bosques del Pedregal, Tlalpan, 14738. Teléfono: (01 55) 5227 [email protected]

VÍCTOR L. URQUIDIEl Colegio de México. Camino al Ajusco 20, Pedregal de Santa Teresa, Tlalpan, 10740Teléfono: (01 55) 5449 3000, ext. [email protected]

ELSA CECILIA FROSTAllende s/n, entre Juárez y Madero, Tlalpan Centro, Tlalpan, 14000Teléfonos: (01 55) 5485 8432 y 5655 2997

EDMUNDO O’GORMANArchivo General de la NaciónAvenida Eduardo Molina 113, Penitenciaría Ampliación, Venustiano Carranza, 15350Teléfonos: (01 55) 2616 7871 y 5133 9900, ext. [email protected]

SALVADOR ELIZONDOAeropuerto Internacional de la Ciudad de MéxicoTerminal 1, sala D, Avenida Capitán Carlos León González s/n, Peñón de los Baños, Venustiano Carranza, 15620Teléfonos: (01 55) 2598 0911 y [email protected]

ALÍ CHUMACEROAeropuerto Internacional de la Ciudad de MéxicoTerminal 2, zona de llegadas Avenida Capitán Carlos León González s/n, Locales 38-39, Peñón de los Baños, Venustiano Carranza, 15620Teléfono: (01 55) 2598 [email protected]

INSTITUTO POLITÉCNICO NACIONALIPN ZacatencoAvenida IPN s/n, esquina Wilfrido Massieu, Lindavista, Gustavo A. Madero, 07738Teléfonos: (01 55) 5119 2829 y 1192 [email protected]

TRINIDAD MARTÍNEZ TARRAGÓCentro de Investigación y Docencia Económica (CIDE)Carretera México-Toluca 3655, Lomas de Santa Fe, Álvaro Obregón, 01210Teléfono: (01 55) 5727 [email protected]

LIBRERÍAS ESTADOS

ANTONIO ESTRADADurango, DurangoAquiles Serdán 702, Centro Histórico, 34000Teléfono: (01 618) 825 [email protected]

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EFRAÍN HUERTA León, GuanajuatoFarallón 416, esquina Boulevard

Campestre,fraccionamiento Jardines del Moral, 37160Teléfono: (01 477) 779 2439 [email protected]

FRAY SERVANDO TERESA DE MIERMonterrey, Nuevo LeónCalzada San Pedro 222 Norte, Miravalle, 64660Teléfonos: (01 81) 8335 0319 y 71 [email protected]

JULIO TORRISaltillo, CoahuilaPlaza MetropolitanaBlvd. Periférico Luis Echeverría Álvarez 2450,esquina con Prolongación Manuel Pérez Treviño, C.P.25022Teléfonos. (01 844) 4 12 01 53 y 4 14 95 [email protected]

LUIS GONZÁLEZ Y GONZÁLEZMorelia, MichoacánFrancisco I. Madero Oriente 369, Centro, 58000Teléfono: (01 443) 313 [email protected]

RICARDO POZASQuerétaro, QuerétaroPróspero C. Vega 1 y 3, Centro, 76000 Teléfono: (01 442) 215 [email protected]

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FILIALES

ARGENTINAwww.fce.com.arGerente: Alejandro Archain Martí[email protected] y almacénEl Salvador 5665, C1414BQE, Capital Federal, Buenos AiresTel (5411) 4771 8977, Fax ext. 19, 4777 [email protected]

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CHILE www.fcechile.clGerente: Óscar Bravo [email protected]@fcechile.clSede, almacén y libreríaPaseo Bulnes 152,

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Librería del Fondo Gonzalo RojasPaseo Bulnes 152, Santiago de Chile. Tel. (562) 5944 140 Encargada de librería: Daniela Núñ[email protected]

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CENTRO CULTURAL GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZCalle de la Enseñanza 11 5-60, La Candelaria, BogotáTel. (571) 283 2200 | Fax (571)  337 4289 Encargada de librería: Andrea Ló[email protected]

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Librería Portico BookstoreEncargada: Gloria Patricia Miranda [email protected] New York Avenue, NW, Washington DC, 20005,Tel. (202) 312 4186

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Librería Sor Juana Inés de la CruzEncargada: Dora Garcí[email protected] Francisco Marroquín, 6ª calle Final, Zona 10Edifi cio del Centro Estudiantil, Local CE-103Tel. 2338 7932 | Fax 2338 7930

Librería Luis Cardoza y Aragón Encargada: Lissette [email protected]ª Avenida 8-65, Zona 9. Tel. (502) 2334 1635, ext. 114 y 107

PERÚ www.fceperu.com.peGerente: Rosario Torres [email protected]@fondodeculturaeconomica.com Jirón Berlín 238, Mirafl ores, Lima 18Tel. (511) 447 2848 Fax (511) 447 0760

Librería Berlín Encargado: Guillermo Sá[email protected] Berlín 238, Mirafl ores, Lima. Tel. (511) 447 2848

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Page 20: La Gaceta del FCE, núm. 485. Mayo de 2011

Octavio PazPor las sendasde la memoriaPrólogos a una obra

Estos textos constituyen sin lugar a dudas una verdadera autobiografía vital e intelectual.

Entre sus líneas se despliega todo un recorrido o, si se quiere,

un itinerario en el que Octavio Paz da algunas de las claves

esenciales sobre la formación del poeta y las simientes

del ensayista.

Tezontle1ª ed., 2011

978 607 16 0557 3$185

OCTAVIO PAZ

Por las sendas de la memoriaprólogos a una obra

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