La Guerra de Las Imagenes Serge Gruzinsk

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  • 7/26/2019 La Guerra de Las Imagenes Serge Gruzinsk

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    INTRODUCCIN

    Los nge les, 2019: cielo color naranja, contaminado por lluvias cidas, per-

    forado por penachos de l lamas, suspendido por encima de las pirmides de

    l a s g randes Corporac iones cuyas eno rmes mo les recue rdan l a imagen

    de los templos precolombinos de Teotihuacn. La imagen est por doquier:

    sobre los rascacielos, en los aires, detrs de las v itrinas inundadas por la llu-

    via... Una m ul t itud ruidosa y heterognea, occidental , hispnica y asit ica,

    pulula por las calles sucias, se lanza por los pa sajes, corre entre los detritos,

    los chorros de vapor y los charcos de agua donde se ref leja el c inti lar de las

    imgenes multicolores.

    Blade Runner,

    que Ridley Scott llev a la pantalla en 1982, es una obra

    maestra de la ciencia-f iccin contempornea y el punto de l legada o uno de

    los desenlaces de es ta his tor ia , cuando la guerra de las im genes se con-

    vierte en una cacera de los repl icantes . Esos repl icantes son unos an-

    droides creados para e jecutar tareas pel igrosas sobre as tros le janos. Son

    copias tan perfectas del ser humano que apenas se dis t inguen de l , im-

    genes que se vuelven tan amenazantes que es indispensable ret i rarlas , es

    decir , e l iminarlas . Algunos repl icantes es tn dotados de una mem oria

    injertada, que se basa en un puado de viejas fotografas, falsos recuerdos

    dest inados a inventar y a man tener, en todas sus partes, un pasado qu e ja-

    ms existi. Antes de expirar , e l ltimo androide m ostr al ser humano que

    le perseguan los horizontes de un saber sin l mites, de una experiencia casi

    metafsica, adquirida en los confines del universo, en el deslum bramiento

    de la puerta de

    Tannhduser

    que ningn ojo humano ha contemplado jams.

    Al describi r la falsa imagen, la rpl ica demasiado perfecta, m s real que

    el original, la creacin demirgica y la violencia homicida de la destruccin

    iconoclasta, la imagen p ortadora de la historia y el t iempo, cargada de sa-

    beres inaccesibles, la imagen qu e se escapa a l que la concibi y se vuelve

    contra l , e l hombre enam orado de la ima gen que l invent. . .

    Blade Runner

    no da ninguna clave del futuro la ciencia-f iccin nunca nos en sea ms

    que nuestro presente sino que es un repertor io de los temas que se han

    manifestado dura nte cinco siglos sobre la vert iente hispnica, antes mexi-

    cana, del continente americano. Esos temas son el origen de este libro. Temas

    mlt iples para explorar a largo plazo, aunque slo sea para e sbozar pistas,

    para indicar vas.

    La guerra de las imgen es. Tal vez sea uno de los acontecimientos ma-

    yores de este fin de siglo. Difcil de precisar, disimu lado en las trivialidades

    periodst icas o en los m eandros de u na tecnicidad hermt ica, dicha guerra

    Esta pelcula se inspir, l ib remente , en una no vela de Phil ip K. Dick,

    Do A ndroids Dream of

    Electric sheep?,

    Londres, Grafton Books, 1973.

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    NTRODUCCIN

    INTRODUCCIN

    3

    abarca, ms all de las luchas por el poder, temas sociales y culturales cuya

    amplitud actual y futura an somos incapaces de medir. La paradoja ms

    grande no sera que estuviramos en un mundo de ampliacin de imgenes )

    cuando creemos estar an bajo el poder del texto?

    2 De las pantallas omni-

    presentes de Orwell a los gigantescos letreros que rasgan la noche hmeda

    y luminosa de Los ngeles de Ridley Scott la imagen ya ha invadido nues-

    tro futuro.

    Desde luego, no era la pr imera vez que la imagen inquietaba a las mentes,

    que despertaba la reflexin y atizaba conflictos en el mundo occidental y

    mediterrneo. La teologa del icono ha ocupado un lugar eminente en el

    pensamiento teolgico.

    3

    En e l s iglo VIII se susc i t una clebre quere l la que

    hizo tambalear al Imperio bizantino. Iconoclastas e iconlatras disputaron

    entonces enconadamente sobre el culto de las imgenes.

    4

    En el siglo xvl, la

    Reforma protestante y la Contrarreforma catlica tomaron determinaciones

    opuests y decisivas para los tiempos modernos, culminando una de ellas

    en la apoteosis bar roca de la imagen catl ica .5

    Por razones espirituales (los imperativos de la evangelizacin), lings-

    ticas (los obstculos multiplicados por las lenguas indgenas), tcnicas (la

    difusin de la imprenta y el auge del grabado), la imagen ejerci, en el si-

    glo xvI, un papel notable en el descubrimiento, la conquista y la coloniza-

    cin del Nuevo Mundo. Como la imagen constituye con la escritura uno de

    los principales instrumentos de la cultura europea, la gigantesca empresa

    de occidentalizacin que se abati sobre el continente americano adopt

    al menos en parte la forma de una guerra de imgenes que se perpetu

    durante siglos y que hoy no parece de ninguna manera haber concluido.

    Desde que Cristbal Coln pis las playas del Nuevo Mundo, se plante

    la cuestin de las imgenes. Sin tardanza, los recin llegados se interroga-

    ron sobre la naturaleza de las que posean los indgenas. Muy pronto, la

    imagen constituy un instrumento de referencia, y luego de aculturacin y

    de dominio, cuando la Iglesia resolvi cristianizar a los indios desde la Flo-

    rida hasta la Tierra del Fuego. La colonizacin europea apres al continente

    en una trampa de imgenes que no dej de ampliarse, desplegarse y modi-

    ficarse al ritmo de los estilos, de las polticas, de las reacciones y oposicio-

    2

    Henri Hudrisier, L Icono theque,

    Pars , La Documen tat ion Franaise ,

    INA,

    1982, p. 78.

    3

    L. Ouspensky,

    La Theologie de l icne dans l glise orthodoxe,

    Pars , Cerf , 1980: E. Sendler,

    L icne, image de l invisible. Elments de thologie, esthtique et technique,

    Pars , 1981; Chris toph

    Schnborn,

    L icne du Christ. Fondements thologiques,

    Pars , Cerf , 1986. Subrayemos dos datos

    importantes : a diferencia de la ortodoxia orienta l y de su complicada teologa del icono, la cris -

    tiandad occidental deja en torno de la imagen religiosa un margen de indefinicin que resulta

    decisivo hasta en las Amricas: el enfrentamiento imgenes cristianas/dolos antiguos ocul-

    ta los nexos que los unen h is tricamente , pues los iconos a menudo haban tomado e l lugar de

    las representaciones del paganismo (vase Andr Grabar,

    L iconoclasme byz antin,

    Pars, Flam-

    marion, 1984, p. 105._

    4

    Grabar (1984).

    5

    Sobre e l periodo y la esfera de la Reform a, vanse los t rabajos de Robert W. Scribner,

    For

    the Sake of S imple Folk,

    Cambridge Cambridge University Press 1981 y de John Phillips

    T he

    Reformation of Images; Destruction of Art in England, 1535-1660,

    Berke ley, Los Ange les, Londres,

    University of California Press, 1973.

    nes encontradas. Si la Amrica colonial era un crisol de la modernidad es

    porque fue, igualmente, un fabuloso laboratorio de imgenes. En l descu-

    brimos cmo las Indias Occidentales entraron en la mira de Occidente

    antes de afrontar , por o leadas sucesivas e in in ter rumpidas, las imgenes, los

    sistemas de imgenes y los imaginarios de los conquistadores: de la imagen

    medieval a la imagen renacentista, del manierismo al barroco, de la ima-

    gen didct ica a la imagen m i lagrosa, del c lasic ismo al mural i smo y hasta las

    imgenes electrnicas de hoy que aseguran a los mexicanos por una inver-

    sin asombrosa, un rango excepcional en los imper ios p lanetar ios de la te le-

    visin.

    Si

    Blade Runner

    marc el t rmino f ic t ic io de esta histor ia , la compaa m e-

    xicana Televisa es, sin duda, su culminacin contempornea. A finales de

    los ochenta , logr un avance prodigioso con cerca de 30 0 00 horas de prog ra-

    mas expo r tados anualmente a los Estados Unidos, la Amr ica Lat ina y e l res-

    to del mundo. Tan slo en los Estados Unidos 18 millones de espectadores

    de origen hispnico ven sus programas. En cerca de 40 aos la supremaca

    adquirida en la manipulacin de la informacin y de la cultura, as como

    miles de horas de comedias difundidas cada ao han dado a Televisa una

    influencia tentacular con frecuencia alentada por la debilidad o ms bien la

    complicidad del Estado mexicano. Paradjicamente mientras el pas fraca-

    saba en su intento por fundar su desarrollo en la explotacin de sus gigan-

    tescos yacimientos petroleros y afrontaba la crisis, en el dominio de la co-

    municacin y de las industrias de la imagen (cine, video, cable...), Mxico

    sigui manifestando un dinamismo inslito. Pero, el dominio de la comu-

    nicacin no vale tanto hoy como el de la energa , y la guer ra de las imgenes

    tanto como la del petrleo? Sin alcanzar el ascendente asombroso de las

    Corporaciones cal i fornianas presentes en

    Blade Runner,

    Televisa revela un

    rostro de Mxico que desconcierta a los europeos aficionados al exotismo y

    que identifican a Mxico con el subdesarrollo. Si bien no se trata aqu de

    explorar y an menos de explicar a ese gigante de las Amricas, no se pue-

    den pasar por alto esas realidades cuando se intenta releer el pasado colo-

    nial mediante imgenes.

    Pero precisemos un poco ms el sentido de nuestro estudio. Con el mis-

    mo derecho que la palabra y la escritura la imagen puede ser el vehculo de

    todos los poderes y de todas las vivencias. Aunque lo sea a su propia mane-

    ra. El pensamiento que desarrolla ofrece una materia especfica, tan densa

    como la escritura aunque a menudo es irreductible a ella; lo que no facilita

    en nada la tarea del historiador obligado a escribir sobre lo indecible.

    6

    Y sin

    embargo, no son las vas del pensamiento figurativo ni, ms clsicamente,

    la historia del arte y de los estilos,

    7

    y ni s iquiera e l contenido de las imgenes8

    6

    A Pierre Francas te l

    (La figure et le lieu. L ordre visuel du Quattrocento,

    Pars, Ga l l imard , 1967)

    se le debe e l haber es tab lecido la especif ic idad de los lenguajes y los rdenes f igurat ivos , mos-

    trando su irreductib i l idad a la palabra y la escri tura .

    7

    Sobre las tcnicas del grabado , vase W. M. Ivins ,

    Prints and Visual Communication,

    Ca m-

    bridge, Cambridge Univers i ty Press , 1969.

    8

    En es ta perspectiva , Robert Scribner (1981) ha demostrado e l inters de un anlis is de los

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    pol t icas de la imagen, e l desenvolvimiento de las intervenciones m ltiples

    que entraa o que anticipa, los papeles que adopta en una sociedad pluri t-

    nica. Una lectura de este orden no slo revela juegos de interese g

    ;enfrenta-

    mientos y f iguras a menudo olvidadas, sino que aclara de man era dist inta

    algunos fenmen os religiosos que desde el siglo )(vi' no han dejado de pesar

    sobre la sociedad me xicana. De ello, el ejemplo m s asombroso e s el culto a

    la Virgen de Guadalupe: tanto com o la te levisin, su ef igie milagrosa, apa-

    recida a un indio en 1531, sigue siendo el imn que at rae mul t i tudes, y su

    culto sigue siendo un fenmeno de m asas que nadie se atrevera a poner en

    duda so pena de caer en iconoclastia .

    Aadamos a esos ejes sucesivos, explcita o latente, una interrogacin so-

    bre los contornos m vi les de la image n, producto histrico y objeto occi -

    dental por excelencia que no t iene nada de inm utable ni de universal . Se

    comprender entonces qu e no podra tratarse aqu de def inir abstractamen-

    te la imagen.

    Pero ello nos conducir, de paso, a comen zar la historia de los imaginarios

    nacidos en el cruce d e las esperas y de las respuestas, en la conjuncin de

    las sensibi lidades y de las interpretaciones, en el encuentro de las fascina-

    ciones y los apego s susci tados por la ima gen. Al privi legiar lo imaginario

    en su g lobal idad y su movi l idad que tambin es la mo vi l idad de lo vivi -

    do , he renunciado a hacer una descripcin dem asiado sistemt ica de la

    imagen y de su contexto por temor a p erder de vista una real idad que slo

    existe en su interaccin. He tratado de resistir, cuando he podido, a las vici-

    s i tudes habi tuales de un pensam iento dual (s ignificante/s ignificado, for-

    ma/contenido.. .) y co mpart imentado ( lo econmico, lo social , lo rel igioso,

    lo poltico, lo esttico...) cuyos cortes demasiado cmodos acaban por apri-

    sionar ms que por explicar. Tal vez una de las vir tudes de la investigacin

    histrica sea la de precisar hasta qu punto las categoras y las clasif icacio-

    nes que aplicamos a las imgenes son, desde hace largo t iempo, inherentes

    a una concepcin culta, debida al aristotelismo y el Renacimiento, pero cuyo

    arraigo histrico y pretendida un iversalidad no siempre percibimos.

    Otro obstculo: dnde y cmo interrumpir una travesa de lo imaginario

    que no termina de desp legarse, despreciando las periodizaciones habi tua-

    les y las com petencias forzosamente l imitadas del investigador? El

    ter-

    minus ad quem

    2019 seala esta imposibil idad al mismo tiempo que la

    naturaleza singular y nunca arbitraria de los datos que van marcando la tra-

    yectoria de las imgenes: t ienen la realidad y el contenido que les permi-ten una poca, una cultura, un grupo. El lector descubrir otros datos ficti-

    cios que se desbordan sobre el pasado com o otros se desbordan sobre el

    porvenir y l legan a inf lui r ms que nuest ras temporal idades autnt icas y

    lineales sobre los imaginarios y las sociedades.

    Por l t imo, unas palabras sobre el dom inio de nuest ro estudio. Como en

    mecanismos de la propaganda visual luterana, centrado en e l es tudio de la iconograf a y de la

    re trica de la imagen en la Alemania de la Reforma.

    inicio de un observatorio sin igual. Conflicto de dobles ,

    9

    la Amrica colo-

    nial dupl ica al Occidente po r sus inst ituciones, prct icas y creencias inter-

    puestas. Desde el s iglo xvi, la Iglesia traslad a sus misioneros, quienes di-

    fundieron e l cr is t ianismo er igiendo por doquier parroquias y dicesis . La

    Corona espaola la dividi en virreinatos, estableci tr ibunales, instal una

    burocracia en escala cont inental . Pretendi impon er una lengua, e l caste-

    llano, y durante 300 aos someti a la misma legislacin (las

    Leyes de Indias)

    las inmensidades am ericanas. La Corona hizo surgir c iudades; la Iglesia

    construy conventos, iglesias, catedrales, palacios; Europa envi a sus

    arqui tectos, sus pintores y sus msicos: el Mxico del com posi tor barroco

    Manuel de Zumaya fue con temporneo de la Aleman ia de Te lemann. ..

    Pero tambin era e l corazn floreciente de un im perio que em prendi la

    tarea colosal de integrar las sociedades y las culturas indgenas a las que, en

    parte , haba desmantelado. Algunos indios resist ieron, otros se opusieron a

    base de ardides , buscaron e imaginaron acom odos con e l rgimen de los

    vencedores . Muy pronto , las e tnias se m ezclaron; los seres , las creencias,

    los comportam ientos se hicieron mestizos. La Amrica hispnica se volvi,

    as, la tierra de todos los sincretismos, el continente de lo hbrido y de lo

    improvisado. Indios y blancos, esclavos negros, mulatos y m estizos coexis-

    t an en un cl ima de enfren tamientos y de intercambios en que , sin di ficul -

    tad,

    podram os reconoc ernos. Amrica, conflicto de dobles ..

    El choque imp revis to y bruta l de sociedades y de cul turas exacerb las

    tensiones, mul t iplic los cuest ionamientos, exigi hacer elecciones a cad a

    momento . Evoca dem asi ado nues tro mundo cont emporneo en su vers in

    posmoderna para no susci tar la reflexin: sobre e l dest ino de las cul turas

    vencidas, sobre los m est izajes de todas clases, sobre la colonizacin de lo

    imaginario... Yo haba empe zado por anal izar las reacciones de los grupos

    indgenas a la dominacin espaola, mostrando cmo, lejos de ser mu ndos

    muertos o f i jados, no dejaron d e const rui r y de recon st rui r sus cul turas. Le s

    Hommes-Dieux du Mexique

    segua la evolucin del concepto del poder en el

    medio indgena, yuxtaponiendo y disecando algunos dest inos individuales

    que con st i tuan otras tantas exis tencias no real izadas pero fulgurantes de

    jefes divinizados. La

    Colonisation de l imaginaire*

    consideraba de manera glo-

    bal la suerte de las poblaciones del centro de Mxico en la poca co lonial.

    Las com unidades indias sobrevivieron al apocal ipsis demo grfico que las

    disgreg y l legaron a crearse identidades nuevas, a inventarse memorias y a

    hacerse un espac io en el seno de la sociedad colonial que las discriminaba,s i lograban que la fascinacin de la c iudad mest iza , e l a lcohol , la explo-

    tacin forzosa y el anonimato no las quebrantaran o dispersaran.

    A travs de la historia mexican a se perf i laba un proceso de occidental i -

    zacin cuya pr imicia fue la Am rica hispnica desde e l s ig lo xvi hasta e l

    Cmo pene t ra r en e s t a g igan te sca empresa de un i fo rmac in cuyo

    9

    Remo Guidie r i , Cargaison,

    Pars, Seuil, 1987, p. 42.

    * La

    colonizacin d e lo imaginario,

    vers in del

    F CE.

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    NTRODUCCIN

    desenlace planetario observamos en este fin de siglo hasta en los estudian-

    t e s de l a p l az a de Tiananmen? Con Carmen B ernand , en

    De l idlatrie,**

    abor-

    damos uno de sus resortes intelectuales. El Occidente proyect sobre la

    Amrica india unas categoras y unas redes para comprenderla, dominar-

    la y aculturarla. Con esta intencin, para identificar al adversario al que de-

    seaban convertir, los misioneros recuperaron la terminologa de los Padres

    de la Iglesia y denunciaron infatigablemente las idolatras indgenas al

    mismo tiempo que perseguan a los idlatras . Se sucedieron las teoras y

    las interpretaciones. El Occidente cristiano redujo sus presas a sus propios

    esquemas, las volvi objeto de sus debates, invent de paso las religiones

    amerindias hasta que, cansado, se volvi hacia otros exotismos y otras po-

    lmicas.10

    En el curso del anlisis me pareci que la cuestin de los dolos no era, a

    la postre, ms que un aspecto secundario de la idolatra. Para devolverle su

    verdadero alcance, haba que confrontarla con la de las imgenes. Los do-

    los indgenas haban sufrido la invasin de las imgenes del cristianismo y

    de los europeos. El tema exiga que se captara en un solo impulso la accin

    del colonizador y la respuesta del colonizado, fuese indio, mestizo, negro o

    mulato. Pero, no era necesario, igualmente, dar a la imagen un peso es-

    tratgico y cultural que yo haba subestimado y precisar mejor lo que

    abarca la nocin seductora pero a menudo imprecisa de lo imaginario?

    Tal es el objeto de esta

    Guerra de las imgenes,

    cuarta y ltima parte de un

    viaje de historiador por el Mxico espaol.

    ** De la idolatra. Una arqueologa de las ciencias religiosas,

    1992, Fondo de Cultura Econmica.

    10

    Les Hommes-Dieux du Mexique. Pouvoir indico et domination coloniale, xvc -xvin

    s i c l e

    Pars,

    Editions des archives con temporaines , 1985;

    La colonisation de l imaginaire. Socits indignes et

    occidentalisation dans le Mexique espagnol, xvr-xvin

    sicle,

    Pars , Gallimard, 1988, y con Carm en

    Ber nand ,

    De l ido l t rie . Une archo logie des sc iences re l ig icuses ,

    Pars, Seuil, 1988.

    I. PUNTOS DE REFERENCIA

    E

    L

    PR

    LOGO

    pacfico de esta guerra de las imgenes, que desde un principio

    se s i ta bajo el s igno de la mirada y de lo v isual , es tan imprev is to como d es-

    concertante. Creeramos que se estaba siguiendo otro argumento que no de-

    sembocara inevitablemente en la tragedia de las islas y del continente, las

    matanzas la deportacin de las poblaciones indgenas la destruccin de los

    dolos) Se insinan intuiciones, se entreabren pistas, se esbozan sutilmente

    algunas pe rspect ivas a las cuales , s iglos despus , volver la etnografa. Bre-

    ve respiro antes de que una referenc ia ms aceptada , l lena de ca tegor as y de

    los estereotipos de la idolatra clsica, recupere sus derechos para abatirse

    sobre las novedades de Amrica.

    2

    Mas de momento triunfan la observacin

    y la interrogacin.

    L A

    MIRADA DEL

    A

    LMIRANTE

    Lunes 29 de octubre de 1492. Desde hace dos semanas, Cristbal Coln ha

    tocado tierra. El Almirante de la Mar Ocano explora las Antillas Mayores.

    La belleza de la isla de Cuba lo deja maravillado. Con la mirada recorri

    sus costas, sus ros, sus casas, sus criaderos de perlas. Colmados todos sus

    deseos , el Almirante imagin que el cont inente Asia es taba cerca. Her-

    mosura : esta palabra reaparece sin cesar, hasta llegar a ser el

    leitmotiv

    d el

    Descubrimiento. En Cuba, la mirada del Almirante se detiene para hacer

    una reflexin: Hallaron muchas estatuas en figura de mugeres y muchas

    cabezas en manera de carantoa muy bien labradas; no s si estos tienen

    h ermos ura o adoran en e l l as . 3

    Los primeros contactos con los pueblos de las islas haban puesto a los

    descubridores en contacto con seres y cosas que ignoraban por completo y

    que les haban sorprendido. Cristbal Coln buscaba un camino hacia las

    Indias y su oro. Se dispona a desembarcar en la isla de Cipango (el Japn)

    o la China del gran Khan, y pensaba convertir a unos pueblos que, segn

    saba, eran civi l izados . Nada de eso. En lugar de gentes con pol ica y cono-

    cimientos del mundo , en lugar de naos grandes y mercancas con que, a

    1

    Sobre esta his tor ia, vase la precis in de Pier re Chaunu,

    Con qu te e t explo i tat ion des Nouveaux

    Mondes,

    Pars,

    PUF,

    Nouvel le Cl io nm. 26 bis, 1969, y la obra ya clsica de Carl Otwin Sauer ,

    The Early Spanish Main,

    Berkeley, Univers i ty of California Press , 1966.

    2

    Bernand y G ruzinski (1988).

    3

    Cristbal Coln,

    Diario . Relac iones de v iajes ,

    Biblioteca de la His toria , Sarpe, 1985, pp. 61-62.

    Sobre la hermosura:

    ibid.,

    pp. 54, 55

    et passim.

    Habra que aadir el

    leitmotiv

    del deslum-

    bramiento . Sobre Coln: Antonello Gerbi,

    La naturaleza de las Indias Nuevas,

    Mxico FCE

    1978,

    pp. 25-26, y Pierre Chaunu,

    L expans ion europenne du xul

    e au

    xv

    e

    sicle, Pars,

    PUF,

    Nouvelle Clio

    nm. 26, 1969, pp. 18-19.