Lectura Filosofica Sobre La Comunidad de Paz. Ojo Bueno Graficos Etc.

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La reflexión filosófica siempre se ha ocupado del quehacer teórico, pero de igual forma del práctico. Estos quehaceres consti-

tuyen un esfuerzo de comprensión de la realidad,ya en el ámbito de los fundamentos de lo existen-te, ya en el ámbito del deber ser, de lo ético, de lomoral y por ende de lo político. En estas dos ta-reas podemos ubicar la ruta reflexiva de la paz quenos permita vislumbrar un camino hacia su cons-trucción práctica. Pero como planteaba Hegel, elfilósofo no hace profecías y por ende la filosofíatampoco hace profecías. Aquí no se trata de eso.Sin embargo, desde el ámbito de la reflexión teó-rica y desde esa perspectiva hegeliana, sí podemosvislumbrar un proceso en el cual volvamos con-cepto la realidad, y que como a Kant, nos permitagenerar una relación en la cual no sólo seconceptualiza sino que también se regula y a la vezse tiene injerencia directa en la realidad.

Para dar mayor concreción al derrotero en elque queremos adentrarnos, es necesario aclarar queel ámbito esencial en el que se mueve esta búsque-da, es el que tiene que ver con el sentido de lafilosofía práctica, y para mirarlo mucho masconcretamente, es el que tiene que ver con lo éti-co-justicia-paz.

Si esta es nuestra estrella, es necesario mirar queen este ámbito de reflexión sobre la paz, no sólo se

apunta a lo universal sino también a lo parti-cular.

Esto implica necesariamente ubicarnos enla eticidad que nuestra historia va desarrollan-do y poniéndonos como reto de reflexión yde apropiación, en el empeño por volver nues-tra realidad más humana. La moralidad se afir-ma aquí como horizonte del deber ser, queorienta, dialécticamente, nuestro accionar.

No podemos olvidar estos dos ámbitos:por una parte, debemos dar razón del hechode que haya una dimensión humana que lla-mamos moral; por otra, debemos averiguarqué tipo de orientaciones puede proporcio-nar ese fundamento para conducir el actuarde los humanos en los contextos concretosde la acción.»1

En definitiva, se nos hace necesarioadentrarnos en ese plano del principio com-plementario, de las partes A y B que Apelplantea, entre lo histórico y lo ideal, y asípoder plantear una acción-reflexión dentrode un caminar hacia la paz, permitiéndonosque la acción histórica y la reflexión idealcaminen conjuntamente como posibilidadesdialécticas.

Para avanzar dentro de este horizonte demodo que podamos discurrir en este accio-

U N A I D E A R E G U L A T I V A E N B Ú S Q U E D A D E L A P A Z

Una lectura filosóficade la experiencia de Comunidad de Paz

Eduar Lanchero

1 CORTINA ADELA, La ética dialógica ante el problema de la violencia, en revista Praxis Filosófica, No 5, 1995, p.3.

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ipo 6 nar en relación elaborando una reflexión filosófica so-

bre la paz, se hace necesario abordar problemas comolos siguientes:1. La violencia como una realidad a negar.2. La Comunidad de Paz desde el mundo de la vida.3. La Comunidad de Paz como un accionar ético de

justicia.4. La Comunidad de Paz como un sentir diferente de

paz teórico-practico con carácter imperativo

l a v i o l e n c i a c o m o u n a r e a l i d a da n e g a r

Es claro que a través de nuestra historia se ha hechopatente la violencia como factor común. Dicha violenciaha buscado encontrar ecos, justificaciones y argumenta-ciones por parte de los actores que la protagonizan; sinembargo los estragos y las barbaridades que ha logradodejar por donde pasa, colocan más en cuestión cualquierrazón que la pueda justificar.

Se ha descalificado argumentativamente la violenciade iniciativa y se ha reconocido como un derecho la vio-lencia de respuesta, la cual, como se plantea, es respuestaa una violencia de iniciativa. Esto porque se atenta contrael derecho esencial a la vida y a la integridad del ser huma-no, lo que también se afirma en el Preámbulo de la De-claración Universal de los Derechos Humanos de la ONUy en otras tantas reflexiones. Esto parece que no suscitaninguna discusión. Sin embargo, la violencia como talsigue siendo en sí un problema que afecta con mayorfuerza a aquellos que nunca han tomado una opción vio-lenta, ni de iniciativa ni de respuesta; a aquellos que gene-ralmente son los pobres, los marginados, los que sopor-tan la mayor carga negativa que genera la violencia, mien-tras son al mismo tiempo las víctimas de las causas es-tructurales que producen tal violencia.

Frente a este dilema de imperativos que se genera en-tre el derecho ético-político de una violencia de respuestay las interpelaciones que generan las consecuencias quesufre aquella inmensa población civil que sufre la guerra,en especial el marginado, el campesino, el desplazado, elpobre, es que se presenta la propuesta de la Comunidadde Paz.

La Comunidad de Paz surge comouna especie de intermediación en estegran dilema, pues algo sin discusión esel derecho ético a dar respuesta a unaviolencia de iniciativa, no solo pensan-do desde el yo sino también desde eltú, desde el otro; pero también hay queplantearse cómo ejercer ese derecho sinuna forma violenta pero al mismo tiem-po eficaz y que consiga el respeto real alser humano en medio de la guerra.

Así, pues, introduciéndonos en estecampo e intentando buscar una idearegulativa, vemos necesario acercarnosa esa dialéctica de moralidad y eticidad.Esto implica acercarnos a realidadescomo la que nuestro tiempo y nuestrarealidad concreta nos ofrece, como esla violencia que se viene generando in-ternamente en los Estados y en especialen el nuestro: una violencia que no esposible negar y que es producto de unaviolencia de respuesta, que se ejerce con-tra un orden establecido, y una violen-cia de iniciativa estructural de un Esta-do que se desborona en su mismo ac-tuar terrorista. En medio de ésto se en-cuentra la población civil y en especialla población marginada que sufre lapeor parte, pues su única fuerza no estáen la violencia sino en la búsqueda dela mejor argumentación.

De allí que nos preguntemos cuálpuede ser el espacio argumentativo quepodría generarse y desde el cual se pue-da construir una respuesta concreta a laviolencia de iniciativa, en una formaalternativa a la violencia de respuesta.¿Qué efectividad puede lograrse cuan-do la guerra de los protagonistas pierdesu objetivo y apunta suciamente con-tra la población civil más vulnerable?

Hay que encuadrar esa respuestatambién en el contexto de un Estado

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que pierde su horizonte y sus dimen-siones ético-morales, de carácter no sólodeontológico sino jurídico políticas re-ferentes a su responsabilidad como Es-tado, pues frente a un mínimo de vio-lencia que como Estado puede ejercer,para cumplir sus funciones como Esta-do, se convierte más bien en un Estadoterrorista, generado desde él mismo ycontradiciendo y deslegitimando losprincipios regulativos que lo configu-ran y con los cuales se ha comprometi-do como Estado.

Son en verdad preguntas que co-mienzan a interpelarnos y que induda-blemente pueden casi hacernos perderel horizonte dentro de la búsqueda realde un proceso de paz, y por tanto ha-cernos perder la esperanza en una res-puesta y en una argumentación consen-sual por acallar las diversas formas deviolencia que van convergiendo en unaunísona desolación.

Una posibilidad para poder dar pa-sos hacia la solución de este dilema,puede ser aquella que recoja el caminarviolento de los mismos sufrientes quecomo población civil han tenido quevivir la guerra, y desde allí generar unapropuesta con un carácter ético y res-ponsable.

Para avanzar en lo anterior se hacenecesario fundamentar y desarrollar laargumentación en una forma transpa-rente y coherente, buscando generarrealmente en el plano B una real ac-ción comunicativa, en donde el mun-do estratégico de los violentos sea re-emplazado por la transparencia queofrece la búsqueda comunitaria de unavida digna desde la no violencia.

Es por ello que el proceso de pazdebe buscar generar desde la verdad y latransparencia el mejor argumento, pre-

sentado desde el sufriente de esta guerra: el excluidode la argumentación. Ya que la guerra y la violencia deiniciativa generan un problema de argumentación, puesel nosotros-guerra ignora al otro, a la débil pobla-ción civil, al vosotros, al diferente, al que genera op-ciones y pensamientos distintos, o , en este caso, alque en su pobreza sufre la peor carga de esta barbarie,imperando el argumento del nosotros-guerra-exclu-sión-pobreza-muerte-injusticia, por encima de lamejor argumentación del vosotros-marginado-jus-ticia-vida-dignidad.

Donde se juega la vida y el destino de aquel exclui-do (la población civil, en especial el marginado, el cam-pesino), es donde surge el mejor argumento contra laacción violenta. Esto es, en un proceso donde sean losactuantes en el conflicto, es decir los sujetos no vio-lentos, con posibilidad de argumentación, los quetomen partido.

La posibilidad de negar la violencia pero afirmandosimultáneamente la humanización y los principios deigualdad, justicia y vida, es la que aquí se propone. Laargumentación surge desde los propios mundos de lavida, como posibilidad existente, real y necesaria de poderconstruir una alternativa real a la violencia.

Este es el primer paso para que sea la población civil,aquella que en el desplazamiento, en sus formas de re-busque, de sobrevivencia, pueda garantizar su respetoen medio de la guerra y a la vez el reconocimiento comopersonas argumentantes, como fuente de una propues-ta desestabilizadora y reconocedora del otro como otro.

Este reconocimiento es ya un paso legitimante,desde lo ético, en el transcurrir histórico y, en el fon-do, es la apropiación de ese derecho de respuesta a laviolencia de iniciativa, pero no desde la violencia. Secorre el riesgo, indudablemente, de que como preten-sión regulativa se juega a ser una alternativa eficaz yreal a opresiones de diferente índole, que posibilita laverdadera exigencia de que el ser humano sea fin en símismo; un fin en el que el impulso humanizante seael dinamizador cotidiano y no el medio explotadorque mantiene relaciones de utilidad dentro de una ra-cionalidad instrumental.

Por tanto, la búsqueda de un no a la violencia ge-nerado desde una posición ética de no a la exclusión y

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ipo 6 a la negación de la vida que provienen de violencias de

iniciativa estructurales o de respuesta, son el argumen-to a desglosar por parte de un proceso de COMUNI-DADES DE PAZ. Estas implican la búsqueda de uncaminar en algo muy específico, como es el procesode respeto a la población civil, en medio de una guerraterrorista por parte de los actores armados y en dondese camuflan intereses; pues a pesar de que en toda gue-rra los implicados poseen unos intereses y unas pre-tensiones, es claro que cuando se deshumanizan estosintereses en una forma tan brutal, la guerra oculta unaspretensiones que solo desde una Comunidad de Pazpueden desenmascararse y enfrentarse transparente-mente y transformarse en pretensiones e intereses cla-ros, transparentes y honestos.

2 . L a C o m u n i d a d d e P a z d e s d e e l m u n d o d e l a v i d a

Es innegable que la búsqueda de un proceso de paz,o mejor, de fundamentación o de una propuesta depaz, debería estar basada en los actores del conflicto.Sin embargo, suena inquietante y a la vez causa “sos-pechas” el que esta búsqueda se origine, no en los vio-lentos, sino en los verdaderos actores del conflicto: lapoblación civil no combatiente. Los llamamos ac-tores del conflicto porque son ellos más que nadie losque sufren el terror de la preguerra, de la guerra y de laposguerra y es su situación real y la lucha por conquis-tar sus reacciones (de resistencia violenta o de sumi-sión) lo que está en el corazón originante del conflictosocial y armado.

Pero, ¿qué puede tener de innovadora una pro-puesta o una búsqueda de este tipo? De hecho no seha planteado en el derecho internacional humanita-rio (DIH), que como es sabido, ha sido el logropaulatino de la humanidad en la búsqueda de lahumanización de la guerra, pues los artículos del DIHaplicables en un conflicto no internacional se puedenresumir diciendo que se trata de garantías fundamen-tales de un trato humano (integridad física y mental)para todas las personas que no participan o que ya noparticipan en las hostilidades, así como del derecho a

un juicio justo. El respeto de estosprincipios humanitarios implica, enparticular, la salvaguardia de la pobla-ción civil.

A primera vista el DIH, en especialel Protocolo II de Ginebra, habla deuna humanización de la guerra queparte del compromiso que contraen,al firmarlo o aceptarlo, las partes enconflicto; sin embargo el proceso dela Comunidad de Paz, toma su senti-do, su derrotero, su esencia, desde unaraíz más profunda pero que supone ala vez un caminar mas difícil, pues loasume la propia población civil y nolas partes beligerantes, desde el impe-rativo ético del deber de humanidad,por el reconocimiento integral de laotredad.

Es decir, que su argumentaciónarranca desde los propios espacios deresistencia que ofrece el mundo de lavida de una comunidad, y que su pre-tensión de validez, de interlocución,se postula en un horizonte de inter-subjetividad, de reconocimiento y co-municación real, por tanto de argu-mentación con otros y de reconoci-miento del otro, superando, por tan-to, desde una opción ética, el sentidode la exclusión a la que se es someti-do. Si lo dijéramos cristianamente,hablaríamos de “devolver bien pormal”.

Por tanto es necesario desplegar lainterrelación y la argumentación queestructuran y construyen las Comuni-dades de Paz desde el mundo de la vida,en este caso, la interrelación con elmundo de la guerra, pues desde unaposición moral se impulsa una dialéc-tica de moralidad, ya que «para supe-rar el carácter utópico de la ideaKantiana de una Constitución perfec-

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ta, es menester una teoría materialistade la sociedad.»2

La Comunidad de Paz asume el tra-bajo consensual de una comunidad queafirma su pretensión no violenta a tra-vés y desde la guerra, a través de la ob-tención de un acuerdo en el que se debeargumentar desde cada integrante de lacomunidad de paz. Este acuerdo im-plica el reconocimiento de la pretensiónde validez que ejerce un miembro enun mundo y una circunstancia concre-ta, pero a la vez es el reconocimientode aquel que con capacidad de argu-mentación le dice no a la violencia, noa la guerra, por tanto comienza a apare-cer allí «un deposito de autoevidenciaso de convicciones incuestionadas (no-sotros sobrevivimos), de las que losparticipantes en la comunicación (en elacto de la Comunidad de Paz) hacenuso en los procesos cooperativos de in-terpretación (realidad y consenso de laComunidad de Paz).3

Es por tanto desde el lugar de la gue-rra de sus sufrientes desde donde nacela trascendentalidad de la Comunidadde Paz, y por tanto es desde sus objeti-vidades, subjetividades y sociabilidadesgeneradas por la guerra desde dondesurge este acuerdo ético.

La Comunidad de Paz desde el mun-do de la vida se exige enfrentarse a latotalidad de los hechos socio-cultura-

les que tanto la pre-guerra como la guerra han genera-do, siendo así la alternativa de poder construir unmundo de la vida basado en fuentes de vida, justicia,reparación, verdad, generado desde un proceso fuertey realmente comunitario y comunicativo.

Por tanto la descolonización del mundo de la vida,colonizado por los intereses de los actores armados ypor la guerra, es planteada por la solidaridad de unacomunidad que se ubica en el reconocimiento del otro,del sentir con, del caminar con, en la creación de argu-mentaciones y por tanto de relaciones intersubjetivasdistintas, planteadas en un no a la violencia, tanto in-ternamente en la comunidad, como en el cara-cara conlos actores armados.

Es por tanto la Comunidad de Paz un ciclo de vida,de argumentación, de consenso, de verdad frente alhorror, de constancia histórica que parte del mundode la vida, en ámbitos de la guerra-deshumanización,para llegar, pasando por pretensiones universales, a unmundo de la vida, de la no guerra, de la humanización.

Por tanto, el proceso de reconocimiento del otroparte desde la pretensión de emancipación de lossufrientes y desde ésta se dice no a la violencia comoacto del mundo de la vida de la Comunidad de Paz.Es desde allí desde donde se parte, para llegar a unmundo de la vida de la Comunidad de Paz, basado enla solidaridad consensual y en la ética de la justicia.

Generado esto por la apropiación de la resistencia ala guerra y la no participación con los actores arma-dos, desde un ámbito de interpelación y confronta-ción con el mundo de la vida de la guerra de los acto-res armados (esto implica de igual forma negación dela colonizacion en deshumanización a través de condi-ciones de vida excluyentes).

2 HABERMAS,Jürgen,”Escritos sobre moralidad y eticidad” Paidos, Madrid, 1991, p.130. Esta cita la toma Habermasde M. Horkheimer para apoyar su opinión sobre el papel de la filosofía moral frente a las “grandes vergüenzaspolítico-morales” actuales (hambre y miseria; tortura y violación de la dignidad humana en los Estados-de-no-derecho, desempleo, desigualdades, riesgo de autodestrucción por el armamento atómico). Habermas afirma sobre elpapel de la filosofía moral: “al limitarse a señalar y reconstruir el procedimiento de formación de la voluntad comúnhace sitio para los afectados mismos que son quienes, por su propia cuenta, han de encontrar respuesta a las cuestionespráctico morales, cuestiones que les salen al paso con la objetividad y urgencia que tiene lo histórico. El filósofo moralno dispone de ningún acceso privilegiado a las verdades morales” (ibid.)

3 HABERMAS JURGEN, Teoría de la acción comunicativa, p. 176.

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ipo 6 Así, la Comunidad de Paz pone su fundamento en

la razón del otro; en el reconocimiento del otro (voso-tros como actores violentos y/o como caminantessufrientes de la guerra), pues no hay paz sin racionali-dad (de reconocer al otro), pero no hay racionalidadsin acoger la «interpelación» del excluido, del sufrientemayor de la guerra, a no ser una racionalidad de domi-nación, inadvertidamente (una paz –lobo disfrazadade cordero por los actores armados).4

3 . L a C o m u n i d a d d e P a z c o m o u n ap r á c t i c a é t i c a d e j u s t i c i a

Las Comunidades de Paz son un esfuerzo que in-tenta plantearse desde relaciones objetivas, subjetivasy sociales; un espacio donde la dimensión ética sea ladominante y esencial. Pero el enfoque ético está mar-cado por el valor de la justicia, es decir, que el accionarde la Comunidad de Paz está configurado desde unavisión que abarca diversos aspectos, pero desde un sen-tido fuerte de moralidad centrado en la justicia, queimpregna lo político y lo jurídico.

Pero antes que nada el proceso ético de la justiciapone su fundamento en la construcción simétrica deinterlocución por parte de los que son afectados, enuna realidad concreta, y que por estar afectados entrana argumentar sobre y para esta realidad, y porque «so-lamente la ética de la justicia puede establecer la vali-dez universal de normas, las cuales aseguran el derechoigual a una realización autentica de la vida buena paratodos los individuos y todas las comunidades particu-lares»5 .

Pero este sentido ético de la justicia que estructuraen sus bases la propuesta de Comunidad de Paz, sedespliega en la intersubjetividad de una comunidadque pone sobre el tapete desafíos como los siguientes:

a. El sentido de la memoria.b. El sentido de lo político-regula-

ción de acciones.c. El sentido de lo jurídico.d. El sentido de comunidad.

a. El sentido de la memoria.

El fundamento gnoseológico de lapropuesta de la Comunidad de Pazhunde sus raíces en un trabajo simé-trico y argumentativo en dos niveles:el primero el de sus integrantes queasumen este caminar, y el segundo, anivel externo, tanto con los actoresarmados como con todo el mundoexterior, nivel en el cual se expresa elmismo carácter universal desde dondees concebido.

En estos dos sentidos, el proceso deargumentación para poder plantear unapráctica ética de la justicia, hace necesa-rio entablar un proceso de verdad, queimplica el poner objetivamente a con-sideración los horrores que ha cometi-do la guerra contra ellos, y más quenada, colocar a consideración la destruc-ción del tejido social por parte de losactores armados.

Una reconstrucción de este tipo pre-tende colocar no sólo a la comunidadsino a la humanidad ante una opciónética, donde se enjuicie a la historia, ala memoria universal, a los crímenesque se han cometido, para que estos novuelvan a ocurrir y para que sea un im-perativo categórico la negación a los

4 Cf. DUSSEL ENRIQUE, Debate en torno a la ética del discurso de Apel, Edt. Siglo XXI, p. 89.5 APEL,“La intención del comunitarismo angloamericano desde el punto de vista de la ética del discurso”, en revista

Politeia No 18, p.66.

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atentados contra la vida y contra el sen-tido de humanidad por parte de los ac-tores de la guerra, mucho más cuandoésta adquiere un carácter terrorista.

De allí que una ética de la justiciadeba basarse en la invitación a «expan-dir la memoria histórica, única mane-ra de desesterilizar a las victimas frenteal futuro; único antídoto que nos im-pediría asimilar desde el subconscienteel modelo de sociedad que imponen losvictimarios; único lente que nos per-mite contemplar los destrozos y las rui-nas de humanidad que es necesario yurgente reconstruir»6

Este sentido de la memoria es unproceso de reconstrucción por parte dela comunidad. Sin este factor esencial,se estaría realizando una propuesta depaz que se comenzaría a falsear, puesestaría justificando los horrores come-tidos por parte de los actores armados,y una comunidad que trabaje su proce-so de Comunidad de Paz debe hacerinterlocución argumentativa para queestos daños irreparables sean mostrados,con el ánimo de poder mantener vivosa los que ya no viven y han sido genera-dores de un proceso de paz y ademáscomo factor imperante de justicia paraque esto nunca más vuelva a ocurrir.

b. El sentido de lo político.

Este sentido ético de la justicia,como lo es lo político, adquiere unadimensión fuerte en una propuesta realde Comunidad de Paz, pues es a estefactor organizativo de relación conotros, al que la comunidad confía un

proceso de regulación y de representación, ejercidodesde una óptica que otorga relevancia a lo político.

Lo político adquiere relevancia en la medida en quese pretende desarrollar un proceso diferente que im-plica representación y organización por parte de la co-munidad, desde una opción de reconocimiento y deargumentación de todos sus miembros. El poder dedecisión y de representación en la comunidad sobre-pasa los límites que imponen las llamadas “democra-cias de mayorías”. Aquí se impone un proceso de de-cantación en el que se hace necesaria la participacióntotal de los miembros. Esto es base para consolidar unproceso serio de paz, pues facilita cohesión al interiorde la comunidad como un único proceso de argumen-tación, de un no a la violencia en medio de la guerra.

Pero aquí también se presenta un segundo nivel yes el referente al exterior de la Comunidad, donde seentra en diálogo con diversas instancias interpeladorasy en el que el proceso político se basa en la transparen-cia de los hechos, los trabajos y los resultados. Aquí latransparencia adquiere un carácter fundamental por-que es casi la única forma de sobrevivencia y de credi-bilidad del proceso de paz en medio de la guerra, puesel argumento ante los actores armados no se basa en lasolidez de una fuerza violenta de iniciativa o de res-puesta; se basa en la fuerza de la transparencia comoproceso que se niega a participar en forma directa oindirecta en el conflicto con las partes en disputa.

c. El sentido de lo jurídico.

Un proceso de Comunidad de Paz busca tambiénapoyarse en una visión alternativa de lo jurídico, en elsentido de que los resultados de la argumentación y dela puesta en común del consenso acordado, puedanser regulados.

La mayor fuerza regulativa que adquiere el procesode la Comunidad de Paz consiste en que el rechazototal a participar en acciones de guerra es lo que definee identifica a los integrantes del proceso, mientras que

 6 GIRALDO, Javier, “La impunidad: consecuencias jurídicas y políticas”, en revista Justicia y Paz No 5, p.12.

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ipo 6 su colaboración en la guerra los excluye. Pero además

se trata de un proceso voluntario, «el arma» es el diálo-go y la forma de poder regularse, excluirse o incluirse,es la fuerza del argumento, nunca la fuerza coactiva.Ello implica el generar un proceso interno regulativoque tiene que ver con lo jurídico, pues permite am-pliar y superar el sentido de lo jurídico desde la coac-ción que ejerce un Estado a través de una violencia derespuesta que ejerce por derecho, para proteger los ele-mentos constitucionales que lo regulan.

No implica la generación de para-Estados; implicael generar la resolución de conflictos desde espacios enlos que se tenga en cuenta la realidad y sea el poder deldiálogo y la concertación dentro de un procesoargumentativo, el que genere la regulación de un pro-ceso de Comunidad de Paz, en base al reconocimientodel otro.

Pero además y conjuntamente con esto, está pre-sente la opción fundamental por la justicia, ya que lacomunidad de paz se exige a sí misma la búsqueda dela justicia que permita corregir los horrores sufridosanteriormente, así como los que se siguen perpetran-do contra ella durante el proceso. Es una justicia quese hace con un carácter universal, porque con ello seestá pidiendo el respeto mínimo, no sólo al sentido dehumanidad que se busca salvaguardar en un procesode comunidad de paz, sino que involucra el sentirhistórico frente a las atrocidades históricas anteriores.

Esto con el ánimo de que se repare a las víctimas deestos holocaustos históricos que tuvieron origen en lasbarbaridades de los violentos, y que las acciones y pro-cesos que se niegan y destruyen en la muerte de losasesinados, en la desaparición de los desaparecidos, enel desplazamiento de los desplazados, en la paraliza-ción causada por el terror, puedan continuar teniendovigencia y respeto, y ser asumidos y reivindicados portodos los integrantes de la comunidad.

d. El sentido de comunidad.

Este es un factor dispendioso, pero la opción éticapor la justicia debe apostar por una sociedad en la quequepan todos, lo que implica escucharse entre sí ycon los demás que sufren, dentro de un sentido desolidaridad.

Este sentido de solidaridad y de res-ponsabilidad histórica sólo está basadoen la búsqueda de un trabajo conjuntoque se concreta al colocar en confronta-ción las diversas pretensiones o interesesde cada integrante del proceso para serconfrontadas comunitariamente y des-de allí poder crear un proceso que va masallá de la concientización; un proceso quese caracteriza por la responsabilidad porel otro, como reconocimiento de sí mis-mo en la otredad, por tanto es el ser-vosotros en el recocimento del tú elque lo determina.

De allí que la propuesta de Comu-nidad de Paz debe basarse en un princi-pio ético de solidaridad y trabajo con-junto ejercido por yo-tu, nosotros-vosotros; esto le da la solidez real decrear procesos reales de búsqueda de paz,lo que sobrepasa el horizonte de las ba-las y los fusiles, en la marcha que ante-riormente se planteaba por una socie-dad en la que quepamos todos, supe-rando el solipsismo del nosotros gue-rra-injusticia-exclusión.

L a C o m u n i d a d d e P a z : u n ar e a l i d a d t e ó r i c o - p r á c t i c ac o n c a r á c t e r i m p e r a t i v o .

Esta intento de caracterizar una pro-puesta de paz desde una reflexión filo-sófica, puede tener desarticulacionesteóricas, que sin duda se hace necesariovolver a desglosar y trabajar.

Pero esto también va acorde connuestras circunstancias históricas por lasque pasamos en este momento. Nuncacomo ahora se hace imperioso un pro-ceso real de paz en nuestro país, queno se agote en discursos de paz sino queimplique encontrar un sentido en la

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transformación de lo que está dado:guerra, impunidad, injusticia, exclu-sion, pobreza.

Por tanto el proceso de la Comuni-dad de Paz no sólo es un problema teó-rico; es tal vez la voluntad decidida porque lo teórico y lo práctico se haganrealidad. Pues en un conflicto en que lamayor parte de nuestro pueblo sufreasesinatos, desplazamientos, lutos ydesarraigos, se argumenta con una pa-labra hecha compromiso y experienciaque es necesario un proceso de paz cons-truido en comunidad desde el recono-cimiento del pobre como verdadero yreal argumentante ante la exclusión delnosotros-violencia de iniciativa o derespuesta.

Es hora de que no solamente las vocesde las balas y de los fusiles sean las quehablen y argumenten; es necesario que losprincipales protagonistas y sufrientes deesta guerra hablen, con el mejor argumen-to de su marginación-pobreza, como víc-timas, huérfanos, viudas, etc.

Somos conscientes de que en estediálogo hay una total asimetría, pues laviolencia es fuerte en los argumentosde la muerte, de la exclusión, del des-arraigo, de la destrucción, del miedo,del ruido y del dolor; sin embargo, lahistoria de los que nunca han tenidovoz sigue argumentando y es esta pala-bra la que va adquiriendo mayor senti-do y fuerza. Una propuesta de paz des-de los que sufren, estando en el medio(los campesinos, los desplazados) ad-quiere su única alternativa real: unir susvoces al unísono para comenzar el ca-mino mas difícil: enfrentar con el ar-gumento de sus vidas a ese monstruo

avasallador de la guerra-terrorista generada por un Es-tado y una rebelión de larga trayectoria vampiresca.

Las Comunidades de Paz, además de ser una pro-puesta teórica, se han ido convirtiendo en una realidadhistórica, pues la existencia de una comunidad, de unaregión, de un país que asuman esta opción, permitirádecirle a la historia, a la humanidad, que esto es unimperativo categórico, o , mejor, regulativo: la acciónconcreta de la población civil en una guerra.

Las Comunidades de Paz indudablemente se plan-tean un contrato social generado desde la comunidady la argumentación, en un proceso muy comunitarioy desde un caminar humanizante de justicia y verdad,como formas a priori-estratégicas del discurso.

Frente a lo anterior, las Comunidades de Paz sonuna forma de resistencia que redimensiona y parte delargumento de la voz del pobre, del marginado, del ex-cluido. Por ello el argumento es planteado desde unapaz no basada en la tolerancia o el sometimiento, sinodesde una paz que supere la guerra de las balas que aca-ban con su existencia, pero que a la vez recoge y buscasuperar la violencia estructural de relaciones de diferen-te índole que imponen una violencia del silencio, de lano bala, de la mentira, de la impunidad, implicandotambién el argumento del hambre y de la exclusión. Setrata de un argumento que pone en el centro de su ho-rizonte la realización de la dignidad humana.

Ambas formas de violencia (la estructural y las delas balas) van muy unidas y son iguales de peligrosas,agresivas y arrasadoras; por ello la Comunidad de Pazapunta en su accionar reflexivo-teórico a asumir unsentir real de paz y de no a la violencia de diversasíndoles. Es por ello que «los criterios y principios ma-teriales, formales, procesuales, críticos y de liberación,guían las conductas para determinar la validez ética delos actos en ese ininterrumpido proceso de reflexión,aplicación y realización de acciones que se hacen envista de promover el bien-válido, lo válido-bueno,desde el criterio de sobrevivencia y bajo la luz de laintersubjetividad consensual crítica de las víctimas, delas mayorías dominadas y/o excluidas.»7

  7 DUSSEL, Enrique, “La ética de la liberación ante el desafío de Apel, Taylor y Vattimo”, p. 379.

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San José de Apartado en el contexto regional de Urabá: una tra-dición de refugio y resistencia

Urabá, la región donde se encuentrasituado San José de Apartado, es unode los territorios en los cuales se confi-guraron órdenes fácticos y dominiospolíticos insurgentes con pretensiónsoberana; posee una geografía contras-tante y una diversidad étnica notable:allí se combinan procesos de urbaniza-ción acelerada y desordenada con pe-queños caseríos tradicionales y pobla-dos indígenas y negros. La economíaconjuga la producción del banano parala exportación, de alta tecnología y or-ganización empresarial del trabajo, conganadería extensiva, amplias zonas deeconomía campesina y áreas de coloni-zación espontánea hacia las selvas y losbosques primarios que aún subsisten.Las formas de organización social ypolítica son también plurales y contras-tantes: sindicatos agrícolas (hoy silen-ciados o cooptados) se yuxtaponen con

organizaciones comunitarias, asociaciones de usua-rios campesinos, cabildos indígenas y organizacionesde negritudes. Así, pequeños grupos cooperativos sub-sisten al lado de organizaciones gremiales de grandesproductores y exportadores. Además, allí tienen pre-sencia todos los partidos políticos que existen en elpaís, con predominio histórico de los de izquierda,hoy prácticamente erradicados de la región (Uribe,1992: 63-102).

Si a esta complejidad le agregamos la situacióngeoestratégica de Urabá y los intereses nacionales e in-ternacionales que la cruzan, el panorama se torna másabigarrado. Puede decirse que este territorio es, paraColombia, uno de los que tienen mejores perspectivaspara insertarse en las redes del mercado internacional,por su situación entre los dos océanos, el Atlántico yel Pacífico; por su cercanía con Centroamérica, el Ca-ribe, Panamá y Venezuela; por su tradición exporta-dora; por sus recursos naturales, y por los mega-proyectos diseñados para habilitarla como zona de eco-nomía globalizada. Lo anterior evidencia la multila-teralidad de intereses económicos internos y externos,que se cruzan en un territorio de gran conflictividadsocial y agudos enfrentamientos armados (Planea,1999).

U n a l e c t u r a s o c i o l ó g i c ad e l a C o m u n i d a d d e P a z d e S a n J o s é

María Teresa Uribe

Nota: Este extracto hace parte del artículo de la socióloga María teresa Uribe,titulado Emancipación social en un contexto de guerra prolongada. El caso de la

Comunidad de Paz de San José de Apartadó, publicado en el libro Emancipaciónsocial y violencia en Colombia, de los editores Boaventura de Sousa Santos y

Maruricio García Villegas (Norma, Bogotá, 2004). Solo se toma la partepertinente de su análisis sociológico.

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ipo 6 Si bien el territorio de Urabá fue la puerta de entra-

da de los colonizadores españoles, desde el siglo XVIla resistencia indígena, las disputas entre grupos deconquistadores y de estos con otros colonos extranje-ros (franceses, escoceses e ingleses), así como la perma-nente presencia de los piratas en sus costas mantuvie-ron una conflictividad tan elevada que fue práctica-mente imposible establecer poblaciones permanentes,lo que mantuvo la zona por fuera del proceso depoblamiento y colonización hispánica, situación queel advenimiento de la República no pudo revertir ypor eso durante varios siglos Urabá fue un territoriovasto, poco habitado, con muy baja presenciainstitucional y una economía de recolección y explo-tación del bosque, en la que predominaron formassemiforzadas de trabajo y de capitalismo rapaz (Parsons,s. f.: 43-51).

Su condición de territorio vasto fue convirtiendopaulatinamente a Urabá en zona de refugio y resisten-cia para todos aquellos que por diversas razones nocabían en los marcos estrechos de la pretendida identi-dad fundante de la nación. Negros cimarrones quehuían de la esclavitud en las minas y las haciendas, in-dios evadidos de los resguardos que resistían la autori-dad de blancos y criollos, delincuentes perseguidos porla justicia, contrabandistas de oro y mercancías euro-peas, derrotados de las endémicas guerras civiles, genteperseguida en razón de sus ideas políticas o de su com-portamiento personal; en fin, una poblaciónheterogénea y diversa, identificada solamente por elestigma de la exclusión y por la búsqueda de refugio einvisibilización, lejos del control de las autoridades ci-viles y religiosas (Uribe, 1992: 39-52).

Sólo hasta la década de los sesenta se logró coloni-zar la región, proceso jalonado por dos eventos demagnitud importante, el primero, la terminación, en1954, de la carretera que une a la región con el centrodel país y con la sociedad mayor, lo que convocó deinmediato una fuerte inmigración espontánea de gru-pos de campesinos de diversos departamentos, despla-zados por la violencia interpartidista de los años cin-cuenta. El segundo evento fue la propuesta hecha porla United Fruit Company, a través de su subsidiaria laFrutera de Sevilla, la cual ofreció a los eventuales

empresarios nacionales del banano unaserie de incentivos económicos muyatractivos, con el fin de que asumieranel riesgo de este tipo de producciónempresarial, propuesta rápidamenteacogida y que en muy pocos años diopaso a la transformación de una ampliaárea del territorio con agricultura capi-talista y un acelerado proceso de urba-nización (Botero, 1990: 13-41).

No obstante, estos procesos de in-tegración económica no tuvieroncorrelato en lo que tiene que ver con lapresencia institucional, la vigencia delorden jurídico, el reconocí miento dederechos y las garantías para poblado-res y trabajadores. Los intereses priva-dos, librados a sus propias dinámicas,definieron mediante el uso de la fuerzay la violencia controles territoriales yautoritarios sobre los residentes, saca-dos violentamente de las tierras planaspor la expansión de la agricultura em-presarial, así como sobre los que fue-ron llegando, sometidos a un régimenlaboral vertical y sin mediacionesinstitucionales ni apoyos sociales. Enesta coyuntura de cambios violentos,abruptos y rápidos se enmarca la fun-dación de San José de Apartado, en lasestribaciones de la serranía de Abibe,muy cerca al eje bananero y a su princi-pal centro urbano, Apartado.

La condición histórica de zona derefugio, unida a la turbulencia socialproducida por una trasformación eco-nómica sin mediaciones institucionales,dio paso en Urabá a los enfrentamientosarmados. Desde finales de los años se-senta la región se convirtió en un terri-torio bélico, con la presencia de variasagrupaciones armadas, de las cuales lasmás importantes son las Fuerzas Arma-das Revolucionarias de Colombia

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(FARC), de orientación comunista, yel Ejército Popular de Liberación(EPL), maoísta, hoy convertido enmovimiento político, después de unproceso de paz con el gobierno nacio-nal, culminado en 1991.

Para las organizaciones armadas,principalmente las FARC, la zonabananera era un espacio para el accio-nar militar, orientado a proveerse derecursos financieros a través del secues-tro y los chantajes económicos. Asímismo, fue también un espacio para elejercicio político, mediante su influen-cia en los sindicatos obreros y las orga-nizaciones sociales; así como de nego-ciación forzada con los dueños y admi-nistradores de fincas, para el enganchede trabajadores, y con los administra-dores públicos, para orientar la inver-sión social hacia los barrios y las zonasrurales donde tenían influencia políti-ca, lo que les generaba simpatías, perotambién fuertes reacciones de aquellosque se sentían lesionados en sus intere-ses económicos y amenazados en susvidas (Uribe, 1992: 237-241).

Pero en las áreas de economía cam-pesina, las zonas de colonización y lospequeños poblados, como San José deApartado, la gente no se sentía amena-zada por la presencia guerrillera, puesno era objetivo directo de su accionarmilitar y mantuvo con ellos relacionesmás fluidas y menos tensas. En estasáreas, los grupos armados mantuvieronuna influencia muy significativa; tuvie-ron ingerencia en los procesos depoblamiento y ocupación del territo-rio, en la distribución de tierras baldías

o invadidas, en la definición de derechos de posesión,extensión y límites de las parcelas campesinas; contro-laron las actividades de tala de bosques y uso de aguas;ejercieron vigilancia sobre los precios de los abasteci-mientos y las mercancías distribuidas en las localida-des; les impusieron a los patronos de las vecindadesmínimos salariales y condiciones de vida para sus tra-bajadores; participaron junto con las organizacionessociales en la construcción de pequeñas obras públi-cas, algunas de ellas con dineros oficiales, y, en ocasio-nes, presionaron para orientar el gasto público haciaesas localidades (entrevistas personales, 1999)1 .

Estos poderes insurgentes se fueron convirtiendo alo largo de los años -más de cuatro décadas y desde sufundación en el caso de San José de Apartado- en unreferente de integración para poblaciones de refugio,con orígenes étnicos y regionales muy diversos y prác-ticas culturales que en ocasiones chocaban entre sí. Peroesta situación de dominio, control y dirección fue másallá, pues en muchas oportunidades cumplieron fun-ciones judiciales, dirimieron conflictos familiares yvecinales, controlaron la pequeña delincuencia y desa-rrollaron funciones semiestatales de protección, ordeny seguridad a cambio de lealtad incondicional y obe-diencia absoluta e inapelable.

A los pobladores los unía con la insurgencia, másque una identidad política o acuerdo ideológico, unasuerte de sentir moral, tejido sobre la experiencia de laexclusión y del refugio; sobre las heridas morales deja-das por los atropellos, las desigualdades y la ausenciade reconocimiento, y quizá también porque compar-tían con las organizaciones armadas nociones de rebel-día y justicia cercanas a la venganza, que legitimaban elaccionar violento cíe los armados como forma de res-tablecer un equilibrio roto por otras violencias ante-riores.

Las acciones de la insurgencia eran percibidas porlos pobladores como «otra ley», con capacidad de san-ción y de castigo, dictada por otra autoridad que tam-bién pretendía ser absoluta, total, permanente e indi-

1 Por razones de seguridad para los interlocutores, no se consignan nombres ni lugares. Las entrevistas fueron realizadascon pobladores, desplazados, miembros de la Iglesia y de las ONG entre 1999 y 2001

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ipo 6 visible, pero que al mismo tiempo les servía a los po-

bladores como principio inteligible del universo so-cial y como referente para sus acciones y comporta-mientos.

El desenvolvimiento regionalizado y desigual delestado de guerra en el país terminó por activar proce-sos de contrainsurgencia, privados e ilegales, mediantela irrupción de varias modalidades de paramilitarismo,de las cuales las más importantes son las AutodefensasCampesinas de Córdoba y Urabá, de vocaciónanticonmnista. El accionar de estos grupos se centróprincipalmente en aquellos territorios donde las orga-nizaciones guerrilleras tenían una presencia más orgá-nica y de larga data, con el propósito de reconquistarel territorio y desvertebrar el control insurgente, adop-tando una estrategia similar a la de sus enemigos, laguerra de movimientos (Cubides, 1997).

Estos grupos despliegan una estrategia de ‘barrido’iniciada en el norte de la región de Urabá con direc-ción al sur, que deja en las zonas reconquistadas unaestela de sangre, asesinatos selectivos, desplazamientosforzados y masivos, autoridades civiles y militarescooptadas o sometidas, redes y organizaciones socialesdesarticuladas o rearticuladas en torno a sus proyectosde dominio y, por supuesto, grupos armados y simpa-tizantes desarmados para el control de las poblacionesy el mantenimiento del nuevo predominio militar. Estaincursión paramilitar se inicia en la región desde fina-les de los años ochenta, pero sólo logra someter almunicipio de Apartado y a su corregimiento, San José,a principios de 1996 (entrevistas personales, 1999).

S a n J o s é d e A p a r t a d o :u n a h i s t o r i a d e r e b e l d í a ,r e s i s t e n c i a y o r g a n i z a c i ó n s o c i a l

San José de Apartado fue uno de los puntos nodalesen los cuales se desarrolló uno de los capítulos máscruentos y violentos de la guerra por Urabá, ya que elcorregimiento tenía una historia de resistencia y rebel-día que lo hacía sospechoso a los ojos de losparamilitares: desde la llegada de los colonos a la serra-

nía, en los años sesenta, se presentaronconflictos y tensiones con los propieta-rios ausentistas que reclamaban, con tí-tulos dudosos, la propiedad de la tie-rra; los colonos recién llegados rápida-mente se organizaron en una junta deacción comunal, mediante la cual desa-rrollaron acciones colectivas que lospusieron en contacto con la Asociaciónde Usuarios Campesinos, desde dondevinieron las enseñanzas sobre cómo in-vadir, cómo reclamar derechos y cómogarantizar la propiedad sobre la tierrapor ellos desmontada.

Al mismo tiempo, a través de suorganización comunitaria, se pusieronen contacto con las autoridades localesdel municipio de Apartado y con polí-ticos de los partidos tradicionales parademandar auxilios oficiales destinadosa la construcción de la carretera que uneel corregimiento con Apartado, puessólo existía una trocha de mulas, intran-sitable en invierno, y que les exigía alos campesinos jornadas de doce y máshoras para sacar los productos al flore-ciente mercado municipal. Tambiéndemandaron auxilios oficiales para le-vantar la escuela y la caseta comunal ypara comprarle al propietario ausentistael lote para hacer el pueblo (Uribe,1992: 116-117).

Como el propietario se negó, seprocedió a invadir, y hubo desalojos,cárcel para los promotores, heridos ycontusos; pero a través de los buenosoficios de la Asociación de UsuariosCampesinos ganaron el pleito legal yprocedieron a construir el pueblo. Re-servaron el solar para la capilla, lainspectoría y dedicaron una parte parala plaza desde la cual salían las callesprincipales a la usanza de los viejospueblos antioqueños y caldenses, de

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donde provenía la mayor parte de losprimeros colonos.

A esta invasión le siguió otra para si-tuar a aquellos habitantes que carecíande una parcela propia. Esta segunda in-vasión fue menos traumática que la pri-mera, pues el propietario decidió llegara un acuerdo amigable a través del Insti-tuto Colombiano de la Reforma Agra-ria (INCORA), que estaba titulando tie-rras en la zona y, además, por la presiónque significaba la presencia de organiza-ciones guerrilleras en el área. De estamanera se fundó El Mariano, nombreinicial del poblado (Parsons, s. f.: 224),pero luego resolvieron llamarlo San José,patrono de los agricultores, pues todosellos tenían en común su dedicación alcampo y su amor por la tierra. La rebel-día social y la lucha organizada hicieronposible la fundación del poblado y laapertura de las zonas circundantes.

De ahí en adelante los pobladoresdesarrollaron un proceso bifronte conel Estado y con el contraestado. Por unlado, la guerrilla orientaba la vida local,era el principio de orden del proceso decolonización y de asentamiento en elterritorio, dirimía conflictos y contro-laba a los pequeños delincuentes, y, porotro, los habitantes se relacionaban conlas autoridades municipales a través dela acción comunal, para la dotación deinfraestructura y la puesta en marcha dealgunos programas de mejoramientosocial. Un poco más tarde lograron laatención de la Corporación Regional deDesarrollo (CORPOURABÁ), quepuso en ejecución programas coopera-tivos de producción de cacao y plátanoy que los apoyaba con financiación, asis-tencia técnica, manejo de poscosechasy comercialización de los productos(CORPOURABÁ, 1990).

Para los pobladores de San José era claro que sobreellos gravitaban dos órdenes políticos contrapuestos:el orden jurídico institucional, del cual demandabanapoyo económico, inversión pública, programas demejoramiento social y dotación de medios de consu-mo colectivo, pero del cual rechazaban cualquier in-tento de control del orden público, el uso de la fuerzay la presencia militar en su entorno (así, el poder judi-cial y la Policía brillaron por su ausencia en elcorregimiento). Y el orden político-militar de la gue-rrilla, que definía de manera autoritaria las normas dela convivencia social, la localización de los pobladoresen el territorio, el control sobre los bosques y las fuen-tes de agua, los precios de los abastecimientos y de losjornales, los derechos para instalar tiendas y cantinas yque, además, ejercía funciones policiales para el con-trol de los delitos menores y funciones judiciales paradirimir tensiones y conflictos domésticos y vecinales.

La reforma al régimen político municipal y la elec-ción popular de los alcaldes permitió que la UniónPatriótica (UP), partido de izquierda que había surgi-do de los primeros acuerdos de paz con las FARC,llegara a controlar cuatro alcaldías en la región deUrabá, entre ellas la de Apartado, y que lograra la ma-yoría en varios concejos municipales a partir de 1986.Esto significó un gran avance para el corregimiento,pues buena parte de la inversión municipal se orientóa favorecerlo (Comunidad de Paz, 1998: 3).

A su vez, los pobladores que habían mantenido unamuy baja participación electoral se volcaron a apoyareste proyecto político y convirtieron a San José en unode los fortines electorales más importantes de ese par-tido en la región. De esta manera se logra el reconoci-miento institucional con la creación del corregimientoy el poblado vive un período de expansión económicay social importante. Para principios de los años no-venta, el corregimiento contaba con algo más de tresmil habitantes localizados en el casco urbano y en 32veredas que se expanden a lo largo de las laderas de laserranía de Abibe. (Comunidad de Paz, 1998: 2).

Esta historia de rebeldía, resistencia y organizaciónsocial, además de las simpatías políticas con la UP, si-tuó al corregimiento en uno de los polos del conflictoarmado nacional, al lado de las FARC. Éste era sufi-

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ipo 6 ciente motivo para que el accionar paramilitar se orien-

tara contra este pequeño poblado, pero no era el úni-co. Existía una razón más importante, que tenía quever con la geoestrategia de la guerra dada la localiza-ción espacial del corregimiento.

En efecto, San José de Apartado es el principal pun-to de entrada a la serranía del Abibe, santuario de laguerrilla durante muchos años, porque está a sólo docekilómetros de Apartado, el centro económico másimportante de la región y el núcleo vital de la zonabananera, lo que le permite a la guerrilla su accionarmilitar en el área y su rápido refugio en la montaña,además de contar con una zona agrícola rica para con-seguir abastecimientos y apoyo logístico de sus pobla-dores. Por otra parte, en el corregimiento confluyenlos principales corredores de circulación guerrillera: elque comunica a Urabá con el occidente de Córdoba,remontando la serranía de Abibe; el que permite lasalida al medio y bajo Atrato, y el que une a Urabá conel sur de Bolívar y con el occidente y el noresteantioqueños por el nudo del Paramillo, hoy santuariodel paramilitarismo.

Por lo tanto, quien controle el territorio de SanJosé de Apartado posee una ventaja militar compara-tiva para el dominio de la región y de buena parte delnoroccidente colombiano. De allí que la suerte deSan José quede librada a la dinámica del conflictoarmado y, más que eso, a las demandas estratégicasde la guerra por la soberanía nacional, en medio de lacual los habitantes del corregimiento pierden capaci-dad de maniobra política, e incluso la simple super-vivencia y la permanencia en el territorio se vuelveuna tarea utópica.

Estos dos elementos: la tradición de rebeldía, re-sistencia y organización social, por un lado, y la si-tuación estratégica, por el otro, convirtieron a SanJosé en uino de los puntos nodales más álgidos de laguerra por Urabá. Es precisamente en este contextodonde se enmarca la estrategia de declaratoria de co-munidad de paz.

[ Se omite el capítulo sobre el itinerario trágico dela Comunidad de Paz, ampliamente ilustrado en estedocumento]

[ …..]

L a C o m u n i d a d d e P a z .U n p a c t o f u n d a c i o n a l

La declaratoria de Comunidad dePaz fue el resultado de un acelerado pro-ceso de aprendizaje político-colectivo,mediante el cual los habitantes de SanJosé fueron descartando, una tras otra,todas aquellas estrategias de resistenciay rebeldía que en el pasado habían con-tribuido a darle salida a situaciones decrisis: la denuncia a través de movili-zaciones masivas y ocupación de edifi-cios públicos, el éxodo forzado, lainvisibilización, al esconderse en zonasdespobladas y de difícil acceso; la ads-cripción a alguno de los actores arma-dos para buscar protección y algunaforma de apoyo, e incluso la declarato-ria de neutralidad activa. Sin embargo,el tránsito del estado de guerra a la gue-rra como acción significaba romper conprácticas tradicionales, inventar otrasnuevas e imaginar un orden político-social diferente en procura de mínimascondiciones para la supervivencia.

La declaratoria de Comunidad dePaz le demandó al colectivo el diseñode nuevas formas de producción comu-nitarias, la formulación de referentespolíticos y fundamentos éticos para laacción en tiempos de guerra y la adop-ción de decisiones individuales y decompromisos sociales que los visibi-lizaron y los situaron como inter-locutores de los grupos armados, perotambién de actores nacionales e inter-nacionales. Con ello recuperaron suautonomía, la soberanía y la autodeter-minación sobre sus acciones y decisio-nes, al asumir un nuevo pacto funda-cional al cual llamaron declaratoria deComunidad de Paz.

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L a o r g a n i z a c i ó n c o l e c t i v ad e l a p r o d u c c i ó n

Los pobladores de San José teníanuna larga experiencia en la cooperaciónpara la comercialización y venta de susproductos, especialmente el cacao. Noeran ajenas para ellos las experienciasasociativas, en pro de mejorar sus in-gresos y de procurar precios de susten-tación y, de hecho, la Cooperativa deCacaoteros se convirtió en un referentede la mayor importancia para la con-vocatoria de pobladores dispersos, queaprendieron allí el significado de la aso-ciación y la solidaridad. No obstante,cada uno trabajaba solo o con su fami-lia en sus unidades de economía cam-pesina; pero el entramado de la guerray la situación límite a la que se vieronabocados contribuyeron a cambiar lasformas de producción, transformandouna economía campesina tradicional enuna unidad colectivizada (Uribe, 1992:293).

El abandono de sus parcelas, el re-fugio en la cabecera del poblado, el per-manente hostigamiento a quienes seaventuraban solos en el campo y el blo-queo paramilitar de la vía que preten-día sitiarlos por hambre, los indujerona adoptar la estrategia de salir juntos atrabajar, a cultivar la tierra en común,al principio productos de pancoger paracomplementar en algo las ayudasalimentarias que recibían de la comu-nidad internacional, y luego a rehabili-tar las viejas cacaoteras, de las que yaestán cosechando productos que comer-cializan en Medellín con la CompañíaNacional de Chocolates, y a desarrollarotros procesos productivos, como el delbanano exótico, del cual ya tiene algo

así como veinte hectáreas y 26.000 matas sembradascon posibilidad de exportar ese producto. Dicen lospobladores: «para nosotros, en la comunidad de pazno es posible comercializar explotando, no se puedevender para que unos saquen provecho, no se puedetrabajar individualmente porque la fuerza está en launidad» (Arenas, 1999: s. p.).

El trabajar juntos implicó, en la práctica, subvertirel orden de la propiedad individual y colectivizar eluso de las tierras, que pasaron a ser del común; impli-có también una apropiación colectiva de los produc-tos obtenidos o de los dineros de su venta: «todo loque se logra cultivar o vender es para el beneficio detodos y no sólo para aquellos que trabajan la tierra,pues como todos participamos en las tareas que tene-mos asignadas en la Comunidad de Paz, todos tene-mos derecho a esos productos».

A su vez, se trata de una producción planificada,que se lleva a cabo por los comités de trabajo, los cua-les tienen un coordinador nombrado por la comuni-dad, y que en conjunto deciden dónde y cuáles pro-ductos van a cosechar, y de qué manera van a repartirselas tareas, de las cuales cada uno debe dar cuenta alcolectivo comunitario.

Si bien este proceso de colectivización ha estadoinducido por los avatares de la guerra, los pobladoreslo han asumido como un componente central de suemancipación y como una consecuencia lógica del sen-tido de la participación comunitaria. Para ellos, el tra-bajar juntos para el beneficio de todos, significa opo-nerse a formas de poder verticales, como las que vie-nen del capitalismo (Comunidad de Paz, 1998a: 11).Se trata, en sus palabras, de convertirse en alternativade poder y de encontrar en la participación y el trabajoen común una estrategia de lucha contra la explota-ción económica.

L o s r e f e r e n t e s p o l í t i c o s d e l ad e c l a r a c i ó n d e C o m u n i d a d d e P a z

La Comunidad de Paz, en palabras de los poblado-res, significó una experiencia de resistencia civil, enprocura de conquistar la dignidad de todas aquellas

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ipo 6 personas atrapadas en un conflicto bélico, en el cual

no tenían participación directa, pero del cual eran lasprincipales víctimas (Comunidad de Paz, 1998a: 3).La resistencia civil significaba para ellos varias cosas:decirle no al desplazamiento forzado, permanecer ensu parcela y seguir trabajando la tierra y conviviendocon sus vecinos de siempre; implicaba también la de-manda de respeto hacia sus personas y sus bienes porparte de todos los actores armados, incluidos los delEstado, así como el derecho a no ser involucrados,en contra de su voluntad, en acciones militares direc-tas e indirectas que favorecieran a alguna de las fuer-zas que se disputaban el control del territorio y lahegemonía sobre los pobladores (Comunidad de Paz,1998a:11-13).

En fin, se trataba de rechazar «[...] formas de poderverticales, excluyentes y discriminatorias, proponién-dose por el contrario, generar estrategias de participa-ción pluralistas y autonómicas diferentes a aquellas |...]que se nos han querido imponer desde las armas y elpoder económico» (Comunidad de Paz, 1998 a: 10).Pero resistencia civil quiere decir también resistenciade los civiles desarmados, oposición racional, volun-taria y pública a una guerra de la cual ya no se sientenparte activa, lo que entraña una declaración formal derechazo a la representación que los actores armadosvenían haciendo de sus intereses, utopías y propósitosde futuro, con la que les comunican que de ahí enadelante los habitantes de San José estaban dispuestosa tomar las riendas de su destino, es decir, aautodeterminarse.

Para los pobladores de San José, la Comunidad dePaz se convierte en algo más que una estrategia paraevadir los rigores de la guerra, se trata, como ellos mis-mos lo afirman, de una opción política:

...de dar una respuesta organizada a una situaciónde guerra que ha hecho víctima a la población civil yesto la hace convertirse en alternativa a esa misma gue-rra [...] convertirse en un poder frente a los actoresarmados y a la lógica que los sostiene |...] construyen-do desde las comunidades mismas, alternativas dife-rentes a las impuestas por las armas pero también porel sojuzgamiento económico del capitalismo. (Comu-nidad de Paz, 1998a: 11)

La opción por la política implica lapropuesta de un proyecto alternativofundacional, de un pacto interpares paracrear de nuevo las reglas de la convi-vencia social, para instituir un ordendiferente a los que gravitaron histórica-mente sobre sus vidas y para recuperarla soberanía individual. Se trata, enton-ces, de oponer la política a la guerra, derevertir la dinámica del conflicto y deoptar por la convivencia social. Sinembargo, este nuevo orden que se pre-tende instaurar no trasciende los lími-tes de su propio entorno, sería un or-den que confrontaría desde lo local yde manera desarmada a los actores béli-cos que se disputan por la fuerza de lasarmas la soberanía en toda la nacióncolombiana.

Esto sitúa a la Comunidad de Pazde San José en una doble vulnerabili-dad: frente a la geoestrategia de la gue-rra interna, que exige la conquista delterritorio, y frente a lo estatal público,que quedaría por fuera y sin reconoci-miento explícito por parte de lossuscriptores del nuevo pacto social.

L o s f u n d a m e n t o sé t i c o s d e l p a c t o

La propuesta de Comunidad de Pazse sustenta sobre fundamentos ético-políticos bien significativos: el prime-ro de ellos es el de la participación so-cial, «todos participamos y todos tene-mos derecho a tomar decisiones» (Co-munidad de Paz, 1998a:19), esto quie-re decir que cualquier miembro del cor-pus político tiene las mismas posibili-dades de liderar el proceso; pero tam-bién que las acciones individuales pue-den recaer sobre el conjunto. De allí la

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responsabilidad solidaria de todos susmiembros: «por eso cada acción querealizamos la hacemos sabiendo queafecta a los otros» (Comunidad de Paz,1998a: 20), y es en ese «nosotros» soli-dario y fraternal donde descansa la fuer-za ética del proyecto.

Estos principios de la solidaridad yde la responsabilidad tienen expresionesprácticas en las reuniones, en los talleresde formación, en el trabajo comunal enel campo, que se realizan para mantenerlos lazos solidarios y para planificar co-lectivamente, tanto las acciones políti-cas como los procesos productivos.

El segundo principio ético es el dela libertad, definida por ellos como «lacapacidad de autonomía de las comu-nidades y de cada miembro de ellas paratomar decisiones autónomamente sinninguna clase de presión y sin sentirseexcluido por no ser parte de la mayo-ría» (Comunidad de Paz, 1998a: 19).Se trata del redescubrimiento de unprincipio democrático fundamental,que implica la aceptación de la diferen-cia e incluso de la oposición, sin queello signifique quedar por fuera del cor-pus político. «Partiendo del respeto algran principio, la neutralidad, cada unotiene derecho a discutir, a no estar deacuerdo y a plantear alternativas: si sees negro, indígena, chilapo, paisa, libe-ral, conservador, comunista, se respetatodo eso porque se está luchando poralgo más grande: la vida de todos» (Co-munidad de Paz, 1998a: 20).

El tercer fundamento ético es el de latransparencia: «para sobrevivir en una zonade guerra había que mentirle a los actoresarmados; la comunidad de paz en cam-bio basa su posibilidad de sobrevivir en laverdad y en decirles a los actores armadosque no se puede colaborar porque esto

nos involucra en una guerra frente a la que hemos decla-rado nuestra neutralidad» (testimonios, 2000). Lossuscriptores del pacto o protociudadanos saben que latransparencia de sus acciones es la condición de existenciao, mejor aún, la razón de ser de la Comunidad de Paz, ysi bien esto no ha sido garantía de supervivencia sí lesotorga la fuerza moral para la denuncia y para encontrareco en instancias nacionales e internacionales que prote-gen bienes públicos universales.

Estos principios éticos, modernos, democráticos ypluralistas contrastan con algunos criterios devenidosde la moralidad tradicional y religiosa, que en la teoríanegarían los primeros. Llama mucho la atención queentre las funciones del consejo interno está la de «con-trolar el consumo de alcohol que está prohibido en lacomunidad de paz, ante esta falta se llamará tanto alconsumidor como al vendedor, aplicándose el nume-ral d) de este artículo» (Comunidad de Paz, 1998b:2). El procedimiento para los infractores es el de dosllamados de atención, al tercero se les expulsa de laComunidad de Paz.

El consejo interno también parece inmiscuirsemucho en otros aspectos de la vida privada de losmiembros cíe la Comunidad, mediante visitas domi-ciliarias de control (Comunidad de Paz, 1998b: 3), asícomo sobre la vigilancia de las personas que entran osalen del corregimiento y sobre las que no asisten a lasreuniones o no participan del trabajo comunitario. Enlos fundamentos éticos de la Comunidad de Paz deSan José de Apartado se mezclan de manera bien para-dójica lo moderno con lo tradicional: la ética laica conla moral católica, las libertades públicas con los con-troles vecinales y domésticos a la vida privada, la co-lectivización en la producción con el individualismoliberal, mixturas que develan lo que una situación lí-mite produce en colectivos tradicionales que redescu-bren la política en medio de la guerra.

L a s d e c i s i o n e s r a c i o n a l e s ,v o l u n t a r i a s y p ú b l i c a s

La Comunidad de Paz significa un paso adelanteen relación con la declaratoria de neutralidad territo-

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ipo 6 rial, pues implica la suscripción de un compromiso

explícito, voluntario y públicamente anunciado, depersonas y comunidades veredales con los principiospolíticos y éticos del pacto fundacional. Según la de-claratoria, los compromisos serían los siguientes: noparticipar en la guerra de forma directa o indirecta; noportar armas, municiones o explosivos y abstenerse deguardarlos; abstenerse de brindar apoyo a las partes enconflicto; no acudir a los armados para solucionar pro-blemas personales o familiares; no manipular ni entre-gar información a ninguna de las partes, y comprome-terse a participar en los trabajos comunitarios y a noaceptar la injusticia y la impunidad de los hechos (Co-munidad de Paz, 1998a: 10).

D i c e n l o s p o b l a d o r e s a l r e s p e c t o :Cada uno de nosotros, desde su actividad, asume

compromisos específicos; por ejemplo, si yo soy uncomerciante y hago parte del proceso, no puedo ven-derle a ningún actor armado [...] además buscamosque aquellos que no viven en el corregimiento peroque tienen contacto permanente con nosotros, obser-ven también estos principios y se conviertan en partede la comunidad de paz; es el caso de los conductoresque cubren la ruta hacia Apartado, ellos se han com-prometido por ejemplo a no transportar a ningún ac-tor armado ya que ponen en peligro a las personas queutilizan ese mismo transporte público [...] algo muycomprometedor es la cuestión de los mandados quenos obligan a realizar los actores armados, como llevarrazones, dar información, guardar armas, darles posa-da o un plato de comida [... ] porque nosotros comocampesinos tenemos que pagar por cualquier cosa [...](entrevistas personales, 2000)

Para pertenecer a la Comunidad de Paz cada perso-na debe manifestar voluntaria e individualmente suaspiración a formar parte del proyecto, debe participardurante un mes en cuatro talleres organizados por elcomité de formación y luego debe pedir formalmentesu inscripción mediante «un documento que será fir-mado por cada una de las personas que den su acepta-ción al proceso y sean mayores de doce años; los pa-dres o adultos responsables, responderán por las accio-

nes de los menores de 12 años» (Co-munidad de Paz, 1998b:1). Una vez fir-mado el documento de compromiso odejada su huella como muestra de acep-tación, recibirá de parte del consejo in-terno, y de manera oficial, un carné quelo acredita como partícipe de la Comu-nidad de Paz.

Además de los requisitos anteriores,para recibir el carné el aspirante debedemostrar que conoce la declaratoria deComunidad de Paz, que no hace partedirecta o indirecta del conflicto, queacepta el reglamento interno, que va aconservar responsablemente los signosde la comunidad (banderas, vallas y sím-bolos) y que se compromete activamen-te en el desarrollo del proceso y en lasactividades comunitarias que se le asig-nen (Comunidad de Paz, 1998b, 3).Este compromiso explícito, informa-do, voluntario y racionalmente acepta-do, reconstruye el colectivo por otra vía,la política, con lo que se dejan atrásnociones nacionalitarias tradicionales,como la pertenencia al territorio, la ve-cindad, los lazos de sangre o la adscrip-ción histórico-cultural a una comuni-dad determinada, y constituye un inci-piente corpus político, con deberes(neutralidad y participación) y derechos(protección y elección).

Dado el carácter voluntario e indi-vidual de la Comunidad de Paz, no to-dos los habitantes del corregimientopertenecen a ella. De las 32 veredas queexisten en San José, sólo 17 de ellas sehan acogido al pacto, así como algunospobladores del caserío, en buena parteretornados después de los exilios de1997- Los grupos veredales que con-forman la Comunidad de Paz son lossiguientes: La Unión, Arenas Altas, Are-nas Bajas, La Cristalina, Mulatos Me-

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Sanjosesito de Apartadó la otra versión

dio y Mulatos Alto, La Resbalosa, LasNieves, el Guineo, La Linda, Alto Bo-nito, Las Playas, El Porvenir, BuenosAires, La Esperanza, Bella-vista y SanJosé (cabecera) (Comunidad de Paz,1998a: 4).

L a o r g a n i z a c i ó ns o c i o p o l í t i c a d e l c o l e c t i v o

La declaratoria de la Comunidad dePaz y las exigencias de neutralidad de-mandaban la adopción de un modeloorganizativo sólido, con alguna autori-dad y reconocimiento como garantíamínima para el cumplimiento de losobjetive propuestos. Su máxima auto-ridad y la única en el territorio es el con-sejo interno, un organismo que poseefunciones administrativas y disciplina-rias, a la vez que coordina todas las ac-tividades que desarrolla el conjunto so-cial y resuelve los conflictos y las ten-siones que se suscitan entre los habitantemediante el diálogo, la vigilancia, elcontrol y la aplicación de sanciones dis-ciplinarias a quienes violen los acuerdeaceptados por los suscriptores del pac-to (Comunidad de Paz 1998b: 1-4). Setrata de una autoridad no institucional,no reconocida oficialmente, sin referen-tes o vínculos fórmales o constitucio-nales con otras autoridades regionaleso nacionales; en suma, una autoridadsocial, plural, colectivamente ejercida ypopularmente elegida, desde donde sedirige de manera colegiada la vida delos suscriptores del pacto, y con inne-gable influencia sobre todos los habi-tantes del corregimiento.

El consejo interno es también el querepresenta a la comunidad ante diferen-cias instancias, así como el encargado

de hablar con los actores armados, pedirles cuentassobre su accionar, abogar por algún miembro que seacuestionado por éstos y aclarar situaciones equívocas.El consejo representa también a la comunidad ante losentes externos -organizaciones sociales nacionales einternacionales- y ante los organismos estatales del or-den nacional que prestan ayuda humanitaria o prote-gen derechos y libertades. Dentro de la comunidadson la autoridad a la que se debe obediencia y acato.

Las funciones disciplinarias del consejo interno tie-nen que ver básicamente con aquellos aspectos referi-dos a la neutralidad y a la venta y consumo de licor.Cuando alguien rompe las normas constitutivas delpacto «el consejo llama al infractor con el fin de solu-cionar el problema [...] si la falta se comete por segun-da vez, volverá a llamarle y si se comete por tercera vezserá excluido de la Comunidad de Paz» (ReglamentoInterno, 1998: 3). El consejo no aplica sanciones pe-nales, pero es necesario tener presente que, en la prác-tica, ser expulsado de la Comunidad es casi equivalen-te a ser desterrado. La elección de los miembros delconsejo se realiza de la siguiente manera:

Nos reunimos por grupos y por veredas para re-flexionar sobre las características que debe tener cadamiembro y de acuerdo con esto proponemos candi-datos. Luego se saca la lista de todos ellos y hay un díadedicado a elecciones. Las ocho personas que tenganla votación más alta serán los integrantes del nuevoconsejo si cada uno de ellos decide libremente aceptarel cargo. (Comunidad de Paz, 1998a: 25)

Por debajo de este consejo están los grupos de tra-bajo y los comités. Los primeros se encargan de la pro-ducción colectiva y comunitaria de alimentos paracubrir en parte las necesidades más elementales de to-dos los miembros de la Comunidad de Paz. Existen22 grupos de hombres y 11 de mujeres, cada uno delos cuales tiene un coordinador, que es el encargado deorganizar el trabajo y de comunicarle al colectivo, enlas asambleas informativas, los avances o dificultadesen el desarrollo de sus tareas (testimonios, 2000).

Los comités, por su parte, se ocupan de aspectostemáticos concretos para la organización de la vida encomún (como salud, educación, trabajo, deportes,cultura, mujeres) y para la formación política de los

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ipo 6 miembros de la Comunidad de Paz. Cada comité cuenta

con un coordinador, quien además de sus funciones es-pecíficas se encarga de organizar la entrega de ayudas alas familias, los grupos de trabajo o las personas, segúnsea el caso. Todos los suscriptores del pacto de paz secomprometen a participar en las tareas colectivas y de-ben hacer parte de los grupos de trabajo o de los comi-tés. Esta no es una opción voluntaria, es un obligaciónindeclinable que hace parte de los compromisos adqui-ridos con la Comunidad de Paz (entrevistas personales,2000).

Contrasta significativamente este programa produc-tivo colectivizado y de fuerte sabor comunitarista conla organización sociopolítica centrada en el sujeto indi-vidual, en la autonomía personal y en el pluralismo declaras tendencias liberales y democráticas. Tal contrastehace de la Comunidad de Paz de San José de Apartadoun híbrido o una mixtura, donde se pueden encontrar

los rasgos y aristas de varios sistemas po-líticos, la combinación de tiempos his-tóricos distintos y la sobreposición deespacios, cierres y aperturas, que de ma-nera significativa hacen complejo el de-venir de un colectivo campesino conapariencias de simplicidad.

Se trata de una comunidad organiza-da, permanentemente movilizada, de piefrente a la adversidad, y que a través deltrabajo colectivo y solidario ha resueltoen parte las necesidades básicas de la sub-sistencia, resistiéndose al desplazamien-to forzado. Además, con una profundadignidad y valor civil han intentado po-nerle límites a la guerra, y, quizá sin pro-ponérselo, desde lo local estén confor-mando un orden político nuevo.

FotoFoto: POTIRA PREISS