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Paren las rotativas Una historia de grandes diarios, revistas y periodistas argentinos Ulanovsky, Carlos Colaboraron en la investigación periodística, las entrevistas y la cronología: Ana Laura Pérez y Fernando Cáceres Asistencia periodística: Ricardo Dios Zaid y Ligia López ESPASA A Rodolfo Terragno y a los siete números de la revista Orbe. A mis hermanitos-colegas del 23 de octubre, Norma Osnajanski, Rubén Cácamo y Cristina Meliante. A Fernando González T. y Natasha Niebeskikwiat, que tienen un camino por delante. A Marta, a mis nenas Julieta e Inés. Mi especial agradecimiento a la editora del libro, Alejandra Procupet. Prólogo Noticias de la Gran Aldea Noticias de la Década Infame La prensa deportiva Noticias de los años 40 Noticias de los años 50 El diario de las mujeres Noticias de los años 60 Los primeros Noticias de los años de fuego Noticias de los años de plomo El fenómeno de los libros periodísticos Noticias de los años 80 ¿Quién está detrás de las noticias? Noticias de los años 90 Noticias del 2000 Cronología PROLOGO ¿Dónde empezó todo? ¿Cómo habrá sido en realidad? A lo mejor fue en el secundario Mariano Moreno, cuando mi compañero Rodolfo Terragno me invitó a compartir su aventura en la revista estudiantil Orbe, de la que entre 1959 y 1961 salieron siete números. Yo, que hasta ese momento era “Tito” (mi apodo desde niño), por primera vez me convertí en Carlos y jugué al periodismo. ¿0 fue antes todavía, cuando organizaba torneos de fútbol con figuritas sobre la alfombra del living de mi casa en Floresta y los relataba, y manipulaba los cartoncitos de manera que el campeón fuera, casi siempre, Racing? Ya en esa

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Paren las rotativasUna historia de grandes diarios, revistas

y periodistas argentinos

Ulanovsky, Carlos Colaboraron en la investigación periodística, las entrevistas y la cronología:

Ana Laura Pérez y Fernando CáceresAsistencia periodística: Ricardo Dios Zaid y Ligia López

ESPASAA Rodolfo Terragno y a los siete números de la revista Orbe. A mis hermanitos-colegas del 23 de octubre, Norma

Osnajanski, Rubén Cácamo y Cristina Meliante. A Fernando González T. y Natasha Niebeskikwiat,que tienen un camino por delante. A Marta, a mis nenas Julieta e Inés.

Mi especial agradecimiento a la editora del libro, Alejandra Procupet.

PrólogoNoticias de la Gran Aldea Noticias de la Década Infame La prensa deportivaNoticias de los años 40 Noticias de los años 50El diario de las mujeresNoticias de los años 60Los primerosNoticias de los años de fuegoNoticias de los años de plomoEl fenómeno de los libros periodísticosNoticias de los años 80¿Quién está detrás de las noticias?Noticias de los años 90Noticias del 2000Cronología

PROLOGO ¿Dónde empezó todo? ¿Cómo habrá sido en realidad? A lo mejor fue en el secundario Mariano Moreno, cuando

mi compañero Rodolfo Terragno me invitó a compartir su aventura en la revista estudiantil Orbe, de la que entre 1959 y 1961 salieron siete números. Yo, que hasta ese momento era “Tito” (mi apodo desde niño), por primera vez me convertí en Carlos y jugué al periodismo. ¿0 fue antes todavía, cuando organizaba torneos de fútbol con figuritas sobre la alfombra del living de mi casa en Floresta y los relataba, y manipulaba los cartoncitos de manera que el campeón fuera, casi siempre, Racing? Ya en esa época, en mi casa, aseguraban que todo el tiempo contaba -y exageraba- historias que sólo yo veía: “Vi a Fulano... ¿Adiviná quién estaba?... ¿A que no sabés a quién le di la mano?”. De esto podía deducirse: “Está loco, fantasea en exceso, es un mentirosito sin remedio”. O lo que prefiero pensar desde hace tiempo: no mentía, ya era un periodista en busca de noticias que interesaran a mis lectores.

No mentía: sencillamente, mi mundo interior peleaba por diferenciarse del exterior. No mentía: quería ser periodista.

Cuesta ubicar en dónde (o en quién) estuvo el verdadero impulso inicial. Vivía en una casa de clase media lectora, más revistera y diariera que librera, y recuerdo con cuánta ansiedad esperaba el diario El Mundo o revistas como Mundo Deportivo, Goles, Radiolandia o el diario La Razón, del que no me perdía la sección “La Galera del Mago”. En la revista Racing, que yo leía como si fuera un texto sagrado, firmaba sus crónicas un tal Truz de Piedra” -tiempo más tarde me enteré de que era Bernardo Neustadt-, cuyas notas me fascinaban igualmente en la contratapa de El Mundo (en donde también leía a Horacio de Dios), Ahora leo aquellas notas de Orbe y me río: a pesar de su candor, algunas eran crónicas respetablemente construidas. Nadie me lo había enseñado: todo lo había

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aprendido copiando, leyendo a los que me gustaban. El estilo era el de la revista Usted y un poco de Platea. O vaya a saber uno de dónde lo había sacado, aunque seguro fue de una lectura.

Hoy, con emoción, puedo afirmar que la vida me recompensó haciéndome un privilegiado, integrando el grupo de aquellos que pudieron trabajar en lo que realmente era su vocación. Vaya mi agradecimiento a los que me recibieron y ayudaron en los primerísimos tiempos: Francisco Valle de Juan, Pablo Alonso, Paco Vera, Aníbal Walfisch, Roberto Hosne, Martín Campos, Enrique Raab, Osvaldo Seiguerman, Carlos Aguirre, Pancho Loiácono, Bernardo Neustadt, Jorge Aráoz Badí, Mabel Itzcovich, Horacio Verbítsky y especialmente Osvaldo Cíézar, que en la redacción de Confinado me enseñó de todo, hasta a tachar con la “x”, la “w” y la “y” en las Remington y Olivetti previas a la computación.

Pero no es este un libro de memorias personales. Fue concebido como un manual en el que tienen registro, exaltación y análisis los grandes momentos, productos y personajes del periodismo escrito, desde aquellos años de finales del siglo pasado en que aparecieron La Capital, de Rosario; La Prensa v La Nación hasta los diarios prediseñados por computadora. En estas páginas está la trayectoria de los principales diarios v revistas, v la tarea que en ellos tuvieron los grandes periodistas. Y se cuenta como lo que es: una historia apasionante que a modo de arteria vital atraviesa y riega el cuerpo social argentino. Nada más cierto que afirmar que la historia de los grandes diarios, revistas y periodistas es también la historia de cada momento de la vida social, política, económica y cotidiana del país. Hasta hoy esta trayectoria estaba dispersa en libros valiosos, en archivos de medios y en distintas bases de datos. Me consta que éste es el primer intento de agrupar toda esa información, darle un marco, un propósito de explicación, de interpretación y, también, de reconocimiento histórico. La investigación en todas esas fuentes, las conversaciones con casi un centenar de colegas de primerísima línea, distintas generaciones y variadas tendencias y pensamientos, y los documentos manejados fueron de un valor superlativo. Y pasaron ante mis ojos, que cumplieron treinta y tres años dentro del oficio y tienen unos cuantos años -como más como lector. Aunque evidencia la cronología- en esta orilla del Río de la Plata hay imprentas y periodistas desde el año 1700, Y más formalmente desde 1867, el haber sido ocupante de redacciones desde 1963 v atento lector desde 1955 me ayudó a acercarme a la memoria.

A esta altura puede afirmarse que en cada época todo gran medio encierra un mensaje. En la presente investigación se encontrarán varios de esos mensajes, salvo uno: el registro de las muchas heridas y enemistades que ha generado esta actividad realizada por hombres y mujeres tan profesionales, queridos e identificables como imperfectos. El libro de las miserias del alma periodística -vasto en episodios será obra futura de algún otro autor. Personalmente, elegí plantear un trabajo de investigación que busca una exposición detallada y documentada de lo mucho que se hizo, y de exaltación de la tarea. De este acercamiento histórico, estoy seguro, podrían partir nuevas investigaciones que lo continuaran y perfeccionaran. Ojalá sea así.

Haber tenido la oportunidad de hacer este libro es algo que agradezco a la editorial y que vivo como una recompensa especial a tantos buenos anos de, actividad Y participación.

Carlos Ulanovsky

NOTICIAS DE LA GRAN ALDEA El jueves 7 de junio de 1810 inició su circulación La Gazeta de Buenos Ayres, a la que, como secretario de la

Primera Junta patria, Mariano Moreno pensó como órgano de difusión y defensa de los ideales revolucionarios e independentistas de Mayo. El, y muchos junto con él, creían que los ciudadanos debían estar al tanto de los hechos, pensamientos y conductas de sus representantes y conocerlos periódicamente, revisarlos con profundidad, comentarlos y hasta criticarlos con libertad. Pero antes de que la Gazeta moremana comenzara a hacerse entender desde su lema (”Rara felicidad de los tiempos en los que se puede sentir lo que se quiere y decir lo que se siente”), ocurrieron muchas cosas que hicieron posible su salida.

Las gacetas (o “gazetas”) manuscritas comenzaron a circular por el puerto de Buenos Aires por primera vez a partir del martes 19 de junio de 1764. Esas hojas de 25 por 15 centímetros aún se conservan en la Biblioteca Nacional. En 1801 aparece El Telégrafo Mercantil, Rural, Político, Económico e Historiográfico del Río de la Plata, editado por el abogado español Francisco Antonio Cabello y Mesa, considerado uno de los primeros periodistas rioplatenses. La nueva publicación traía ocho páginas, salía dos veces por semana y se facturaba en la Imprenta de Los Niños Expósitos.

Cuando se inicia la etapa posrevolucionaria, diarios como La Gazeta, impulsada por Moreno, resultaron fundamentales para difundir las ideas jurídicas y legales alrededor de la nueva organización de poderes, así como en la instalación de otros asuntos de interés para la flamante nación: necesidad de distanciarse de España; difundir

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conceptos como soberanía, igualdad y libertad; consolidar la apertura del comercio y arraigar costumbres cotidianas. Todo estaba por hacerse y muchos se habían cerciorado de que los diarios podían ser un excelente vehículo. A partir de 1810 comenzó a gestarse una forma de opinión pública “expresada -dice Félix Luna- en los diarios mediante artículos editoriales, críticos o con desarrollo de tipo conceptual, como los de Mariano Moreno. Por primera vez los diarios ponían sobre el tapete ideas revolucionarias, estimulantes”.

Los primeros añosLa agencia de noticias que en 1815 el pionero Charles Havas había instalado en París para servir al mundo

prefería las palomas mensajeras para trasladar la información porque eran diez o doce veces más rápidas y eficaces que el sistema de telégrafo óptico, frecuentemente obstaculizado por lluvias, nieblas y otros fenómenos naturales. De ese modo, las noticias viajaban por el mundo sobre las alas de palomas mensajeras, y entre un continente y otro en ocasiones pasaban meses hasta que un episodio se hacía público. Pero no era el único retraso. Los 350 periódicos que habían aparecido en Europa para dar cuenta de la ebullición de la Revolución Francesa se elaboraban con una técnica tipográfica manual que hacía posible la impresión de 400 ejemplares por hora. Recién en 1814 las maquinarias mejoraron hasta posibilitar 1.100 impresos, pero sólo tres décadas más tarde la llegada de la rotativa originaria un avance sustancial, posibilitando la impresión de 96.000 hojas por hora.

Mientras tanto, en el Río de la Plata nacen y mueren entre 1810 y 1820 más de cien diarios: son hojas libertarias, órganos de opinión política, libelos, pasquines, pero dejan huella en la transformación de la sociedad de ese momento y permiten el crecimiento público de figuras desconocidas hasta entonces. De 1810 a 1870 se desarrolló un periodismo absolutamente entregado a lo político o faccioso: los diarios eran tribunas partidistas y los periodistas eran mirados como políticos o tribunos.

Hasta 1867, cuando aparece La Capital, de Rosario, el primer diario noticioso y de interés general, los diarios no se voceaban. La gran novedad la introduce el chileno exiliado Manuel Bilbao, cuando funda su diario La República con el que da algunos pasos en el sistema de distribución y venta considerados revolucionarios para la época. El precio comente de la suscripción mensual era de 40 pesos moneda nacional y el del número suelto, 3 pesos. Bilbao largó a la calle unos muchachos, claro antecedente de los canillitas, con la consigna de vocear el diario y venderlo a 1 peso. Los dueños de otros periódicos, en cambio, seguían sugiriendo a los lectores que los recibieran por suscripción o que fueran a retirarlos directamente en las imprentas, pero no eran partidarios de vocearlos porque consideraban que andar a los gritos por las calles era una costumbre más para vendedores de pastelitos que de papeles impresos.

Félix Luna señala un fenómeno de ese tiempo al que denomina “diarismo”. Existía ya una Constitución que garantizaba el trabajo, la educación, la vida en libertad, la creación de industrias, y que abría las fronteras a todos los hombres y mujeres de buena voluntad. Todos eran temas para pensar, discutir, aprender, y los diarios, cuya lectura estaba favorecida por las modernas lámparas a gas, eran una manera práctica de enterarse. El progreso traía consigo modos más agradables de enfrentar la vida y la posibilidad de conocer asuntos como el lugar social de los indios, la instalación de los ferrocarriles o la polémica sobre la futura ubicación de la capital institucional de la República.

Es este último tema el que impulsa a Ovidio Lagos el 15 de noviembre de 1867 a lanzar el diario vespertino La Capital, cuya idea central era promover a la ciudad de Rosario como capital del país.

Lagos, rosarino por adopción, creía que la única forma de federalismo posible era establecer la sede institucional en una ciudad del interior (y él proponía que fuera Rosario), también como un modo de oponerse al centralismo del puerto de Buenos Aires. En octubre de 1867 el político santafecino Mariano Cabal le pidió a Justo José de Urquiza que le diera una mano a un joven al que recomendó como pobre y honrado padre de familia”. Esa ayuda de Urquiza resultó fundamental para que, finalmente, el 15 de noviembre de 1867 Ovidio Lagos sacara su diario. La frase que sintetizaba su filosofía (”Las columnas de La Capital pertenecen al pueblo”) no le impidió abrazar diversas causas: el diario y su mentor fueron mitristas y antimitristas, antialsinistas y urquicistas. Pero hubo una lucha que jamás

Lagos se había iniciado en 1846 como tipógrafo en una de las más prestigiosas imprentas porteñas, la de Pedro de Angelis. Vivió la batalla de Caseros, fue amigo personal de Justo José de Urquiza y siguió con interés el final de la presidencia de Bartolomé Mitre, que en 1868 le dejaría el cargo a Domingo Faustino Sarmiento. “En algunas épocas la Argentina fue gobernada por periodistas: Moreno, Dorrego, Mitre, Sarmiento y otros como Alberdi y Hernández han plasmado buena parte de la fisonomía espiritual del país -escribió el periodista Osiris Troiani en 1984-. Hoy (...) cualquiera de ellos tendría dificultad de encontrar un lugar en la prensa comercial porque el jefe de

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publicidad les ordenaría que se callaran la boca.” Desde los tipos de imprenta Lagos se acercó al periodismo para interpretar los cambios de los tiempos. Casi cien años después un editorial que celebraba el aniversario de La Capital evocaba el momento de la fundación: El telégrafo traía las informaciones con la rapidez del rayo y los lectores de U Capital recibían en horas apenas, noticias de lugares tan alejados de la tierra que otrora demoraban meses en conocerse. El ferrocarril y otros medios de transporte habían proyectado al diario mucho más allá de los límites locales”. En las ediciones iniciales de La Capital se observa que muchas eran las palabras que se escribían de otro modo: “vejetación”, “expontáneo”, la preposición “a” con acento. En 1867 se decía que la guerra del Paraguay era “tan inútil como impopular”. Como dato curioso, leemos que ya por entonces había epidemias de cólera.

En ese momento los diarios eran vehículos de ideas, instrumentos de militancia y hasta puestos de combate. Los pioneros del periodismo veían en la actividad una herramienta notable para, como decía Sarmiento, “educar al soberano”. Cuando en

1868 Sarmiento llegó a la presidencia de la Nación no sólo era un periodista activo sino que reverenciaba a la comunicación escrita por numerosos motivos: sabía que el periodismo registraba la historia, posibilitaba una forma del ejercicio del poder, era idóneo para mostrar las necesidades de los ciudadanos y eficaz para vigilar y controlar a los poderes. “El diario -pensaba Sarmiento- es para los pueblos modernos lo que era el foro para los romanos. La prensa ha sustituido a la tribuna y al púlpito; la escritura a la palabra y la oración que el orador ateniense acompañaba con la magia de la gesticulación, para mover las pasiones de algunos millares de auditores que la miran escrita, ya que por las distancias no pueden escucharla.”

Quien busque explicaciones acerca de nuestra forma de ser en la instalación, desarrollo y afianzamiento de nuestras instituciones (políticas, religiosas, culturales, militares, económicas) podrá recurrir a la historia del periodismo, que como si fuera poco, funciona como registro del cambio de ideas, vidas y costumbres. En un artículo publicado en 1992, Emilio J. Corbiére sostiene: Cuando se estudia y analiza nuestro pasado, la formación de la conciencia nacional y aun nuestro presente, no puede prescindirse del periodismo, actividad a la que recurrieron nuestros próceres, militares, políticos, jefes religiosos, intelectuales y científicos”.

Entre octubre de 1869 y enero de 1870 aparecieron La Prensa y La Nación, cuando acababan de conocerse los datos del primer Censo Nacional de Población, una de las primeras iniciativas de Sarmiento como presidente: 1.877.000 habitantes. Del censo se desprende que más de 60 mil habitantes del puerto de Buenos Aires (una tercera parte) saben leer y escribir.

A las 3 de la tarde del 18 de octubre de 1869 José Clemente Paz saca una hoja inmensa, de 50 por 56 centímetros, impresa en ambas caras por la imprenta Buenos Aires, de la calle Moreno 73. Tenía cinco columnas prácticamente sin ilustraciones. No era ésta la primera experiencia periodística de Paz, quien cuatro años antes había creado el diario El Inválido Argentino, órgano de la Sociedad Protectora de los Inválidos, institución que aglutinaba y amparaba a los lisiados de la guerra del Paraguay.

Una leyenda informaba que La Prensa, diario “noticioso, político y comercial”, aparecería todos los días a las 3 de la tarde. Sin embargo, dos años después se convirtió en matutino. “Saludamos afectuosamente a toda la prensa argentina, de la que nosotros también entramos a formar parte. Les deseamos todo el bien y acierto que para nosotros ambicionamos. La independencia, el respeto al hombre privado, el ataque razonado al hombre público y no a la personalidad individual formarán nuestro credo. Pensando de este modo creemos llenar el fin santo que se propone el periodismo (...) Verdad, honradez: he aquí nuestro punto de partida. Libertad, progreso, civilización. He aquí el fin único que perseguimos”, consignaba la edición inicial, que incluía unos pocos avisos comerciales.

Cómo conseguir clientesLas noticias del diario cuya redacción dirigía el doctor Cosme Mariño, amigo de Paz, eran escuetas aunque en

algunos casos sobrecogedores. “A 31 millones de pesos fuertes ascienden los gastos de la guerra del Paraguay, en cuatro años y cinco meses de duración”, una cifra última que arroja el censo en la ciudad de Buenos Aires asciende a 190 mil almas”.

A pesar de que sus detractores vieron a La Prensa como “periodiquín y diarejo sin importancia ni mérito”, el escritor Arturo Capdevila acierta en 1939 cuando afirma que esa aparición “es un jalón que divide en dos épocas la vida argentina”.

Para el abogado Gerardo Ancarola, director del matutino en 1996, “el diario nace en 1869 con el propósito superador de evitar la fuerte politización que caracterizaba a los periódicos de entonces. Se mete en el panorama de los casi veinte diarios que aparecían tratando de diferenciarse de la prensa partidista o facciosa. En poco tiempo

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llega a los 25 mil ejemplares de venta y toma una tendencia ascendente que no se detiene durante décadas”. Cuando el siglo XIX termina, el diario está en 77 mil ejemplares de venta y en los primeros años del siglo XX supera los 100 mil. Consciente de que había lectores interesados pero sin capacidad económica, el nuevo diario decidió tentarlos regalándoles los ejemplares de los primeros tiempos. No se equivocaron con la estrategia, porque si en la edición inaugural tenían apenas cinco avisos, en 1899, cuando inauguran sus nuevas rotativas, los reclames sumaban 1.581 en una edición. “El periodismo argentino nace como expresión intelectual de las elites políticas, en los tiempos en que se luchaba por la emancipación nacional”, opina en 1987 Félix Laiño, famoso periodista iniciado en La Razón en 1931 y que desde 1939 hasta casi cincuenta años después estuvo al frente de su redacción.

En 1874, por ejemplo, el pionero Paz, sin dejar ni por un momento la dirección del diario, había participado de una asonada en contra del presidente Avellaneda, a cuyo servicio colocó el diario, que en esos tiempos apareció con una frase al lado de su logotipo: “La Prensa en campaña”. Tan habitual era esa forma de intervención que aunque el movimiento terminó en derrota el diario siguió saliendo sin haber perdido nada de su influencia y prestigio.

Nace La NaciónEl 4 de enero de 1870, con una tirada de 1.000 ejemplares y un capital de 800.000 pesos de la época reunidos

por él y nueve amigos (José María Gutiérrez, Rufino y Francisco de Elizalde, Juan Agustín García, Delfín B. Huergo, Cándido Galván, Anacarsis Lanús, Adriano Rossi y Ambrosio Lezica) el ex presidente, general y abogado Bartolomé Mitre sacó La Nación, un diario al que difícilmente pueda desvinculárselo de uno de los constructores de nuestro país. Hacía treinta y cuatro años que Mitre era un reconocido periodista de barricadas propias y ajenas y ocho que publicaba con el imprentero Gutiérrez La Nación Argentina. Mitre pensó en su nueva obra como otro aporte a la organización nacional iniciada por Urquiza y a la que él mismo contribuyera. “La Nación Argentina fue una lucha. La Nación será una propaganda”, admitió, y cuando le solicitaron que explicara la frase añadió que se refería a la difusión de los principios de la nacionalidad y de las garantías institucionales.

Se publicaban también infinidad de hojas satíricas de tiradas insignificantes: El Brujo, El Gringo, La Jeringa, La Viuda.... y materiales partidarios herederos de un título antológico de mediados del siglo XIX: El Despertador Teofilantrópico Misticopolítico, un pasquín que editaba el padre Castañeda.

La Nación tuvo que hacerse un lugar entre El Nacional, de Dalmacio Vélez Sarsfield, y La Tribuna, y para ello fue fiel a un concepto: “La Nación será tribuna de doctrina”. [*error]Tanto El Nacional, fundado en 1852, antes de la caída de Rosas, como La Tribuna, luego de la batalla de Caseros, fueron baluartes en el enfrentamiento que la ilustración de la época (grandes cabezas como Bartolomé Mitre, Nicolás Avellaneda o Vicente López) descalificaba como la tiranía de Juan Manuel de Rosas, el rosismo y sus secuelas. En El Nacional, dirigido por Cayetano Casanova, Juan Bautista Alberdi consiguió publicar un adelanto de Las bases mientras que la pluma estelar de La Tribuna, dirigido por los hermanos Héctor y Mariano Varela y Juan Ramón Muñoz, era Domingo Faustino Sarmiento. Pero no sólo se destacaban por hacer política. El Nacional, por ejemplo, fue el primer medio en tener dos ediciones diarias, una al mediodía y otra a las dos de la tarde. Un poco antes, La Prensa se había comprometido a “expresar y a representar a la verdadera opinión pública y no sujetarla a la nuestra, ni menos formarla o dirigirla”. Sin embargo, más temprano que tarde, ambos diarios se convirtieron en voceros confiables y serios del pensamiento liberal y conservador, que hasta ese momento se había nutrido de diarios franceses o ingleses, los que tardaban meses en llegar al Río de la Plata desde sus lugares de origen.

Cuando funda La Nación, lo que Mitre pretende es tener un diario que contribuyera a consolidar la organización nacional. Para cumplir en los papeles aquello que ya había expresado como jefe militar y como presidente. Y aunque no siempre dirigió el diario, su influencia fue considerable, en especial, acerca de los sentimientos e intereses bonaerenses”, dice en 1996 el secretario general de redacción de La Nación, José Claudio Escribano, quien además asegura que son numerosos los vestigios de la doctrina del fundador que aún permanecen en la institución y en el periódico. “La presencia de Mitre perdura en lo que concierne al uso de la libertad, la defensa de las garantías individuales, la independencia de los poderes públicos y el ejercicio de un criterio pluralista en todos los órdenes. Si alguien nos dijera: ‘Ustedes hacen un diario conservador y liberal’, contestaríamos: ‘Está bien; no hay nada que corregir en su afirmación’. Ahora, si en cambio, la expresión fuera: ‘Ustedes hacen un diario elitista’, nosotros diríamos: “Qué mal nos ha entendido usted o qué mal hacemos nosotros las cosas para que usted nos entienda de ese modo”, opina Escribano. Acerca de la cuestión de si todavía en 1996 hay “mitrismo” en La Nación, Hugo Caligaris -en el diario desde 1978 y actual editor de la revista de los domingos- responde: “El espíritu de Mitre persiste, en especial en los editoriales, en donde siempre trató de mantener principios del liberalismo bien

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entendido, polifacético”.

Buscando el futuroLentamente, esas impresionantes “sábanas”, escritas a ocho o nueve columnas, que en el caso de La Nación

llegaron a tener casi un metro de alto y medio de ancho, iban delineando el gusto de los lectores y evidenciando sus necesidades. Las actividades comerciales y de la Aduana, por su incidencia en la vida inmediata de la gente que dependía del puerto, se transformaron en la sección más esperada. Con La Prensa se hacían presentes cada día para especificar sobre la salida y entrada de barcos, las actividades del culto católico y los valores de la Bolsa. Pero también ocupaban un lugar destacado las noticias referidas a la edición de libros liminares de la identidad argentina, como el Martín Fierro, de José Hernández, y el Santos Vega, de Hilario Ascasubi, aparecidos en 1872.

Cuando surgió La Prensa, la mayor parte de la información era de origen nacional: por ejemplo, sobre la recientemente concluida Guerra de la Triple Alianza. Pero sucesos de importancia mundial como la guerra franco-prusiana o el avance de la Revolución Industrial tardaban un mes y todavía más en llegar a este punto del mundo. Los paquetes de cables se juntaban en Londres o en Lisboa, y en barco arribaban al puerto de Buenos Aires.

Eran tiempos difíciles, porque no todos entendían la función de los diarios. Muy pocos años atrás, en 1864, una voz decisiva como la del papa Pío IX sostuvo que la prensa escrita ayudaba a la corrupción de las costumbres y de las mentes”.

Desde sus comienzos La Nación apeló a los servicios de las agencias de noticias. A la parisina Havas se habían sumado Reuter en Londres y la Wolf en Alemania y, con muchas dificultades, el antecedente de lo que años después sería la norteamericana Associated Press. El camino de la noticia era incierto y definitivamente lento: La Nación comenzó a formar una red de corresponsales propios, aunque en su necesidad de asegurar la noticia no faltó el viejo y efectivo recurso de las palomas mensajeras. La guerra entre Francia y Prusia se insinuaba desde el 8 de julio de 1870, pero cuando el público argentino pudo enterarse de los aprestos, el mes de agosto estaba avanzado y la guerra tenía dos semanas de iniciada.

Los avisos, que también son noticias de una época y un lugar, fueron definidos así por Bartolomé Mitre, en 1870: “La sección de avisos de un diario equivale a un bazar o a una feria en la que todo se encuentra, cruzándose la oferta y la demanda”. Ciento veinticuatro años después el periodista Hu o Caligaris afirma en una edición especial de La Nación: “A su modo (los avisos) informan tanto como la mejor crónica sobre las inquietudes, los intereses, la cultura y los deseos colectivos de la gente”.

El crecimiento de las grandes ciudades del país, la construcción de caminos y el desarrollo de los sistemas de transporte, en especial el ferrocarril, contribuyeron a la difusión de los diarios. En setiembre de 1881 el educador Manuel Láinez fundó El Diario, otro gran vespertino porteño en el que con frecuencia colaboraba el escritor Paul Groussac, y donde el novelista francés Emile Zola publicaba novelas en forma de folletines; en 1882 nació Los Andes, de Mendoza; en 1884 estuvo en la calle El Día, de La Plata; y en 1885 Carlos Pellegrini y Roque Sáenz Peña, dos futuros presidentes, asumieron la dirección del diario de Paul Groussac, Sudamérica. El caso de periodistas que llegaban a la cima del poder y de funcionarios que tras dejar su cargo regresaban a las redacciones fue frecuente en esa época: Joaquín V González, por ejemplo, tras abandonar la Cancillería pasó a ser editorialista de La Nación. En un seminario realizado en 1977 decía Juan Valmaggia, hombre clave de La Nación durante años: “Había en esa época hombres públicos organizadores del país, que creían en la prensa, en su poder, sin cánones y sin tanques... Vemos una constante intercomunicación entre la prensa el manejo de las cosas del Estado”.

En 1894 nació el diario cordobés Los Principios y el legendario periódico socialista La Vanguardia, que dirigía Juan B. Justo. En esos días Paul Groussac escribió que hasta entonces la prensa había sido “pasquinera, llena de injurias soeces, alusiones vergonzosas, sátiras de sal gruesa, en prosa y en verso, apodos insultantes y. gracias de aldea”. Y fue [¿error?] en 1896 cuando José Ingenieros y Leopoldo Lugones editaron La Montaña, un título famoso en la línea de la utopía y la revolución.

El nuevo humor políticoCon sus treinta años de existencia (1863-1893) y sus 1.580 ediciones, El Mosquito es la revista de humor

argentina de más extensa duración. El 24 de mayo de 1863 salió por primera vez como periódico satírico burlesco de caricaturas en el que escribía habitualmente el escritor y político Eduardo Wilde, que en agosto de 1874 publicó un famoso artículo titulado “El chocolate Perón es el mejor chocolate”, una metáfora de los efectos de la publicidad sobre un chocolate suizo, mucho antes de que ese apellido cobrara significación en la vida argentina. En las páginas de El Mosquito brillaba Meyer con sus caricaturas, y en especial se destacaban los bosquejos

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antimitristas del extraordinario dibujante francés Henri Stein, cuyo seudónimo era “Monet”. Al fin del siglo ya había muchos temas de qué reírse: ferrocarriles que no siempre iban por la vía adecuada, políticos excesivamente ambiciosos, proyectos que fracasaban... Todo fue muy bien aprovechado por dibujantes como Giménez, Zavattaro, Redondo, Mono Taborda, Ramón Columba. “El Mosquito no es precisamente similar al Punch, de Londres, o al Charivari, de París, pero sus zumbidos se escuchan y sus aguijonazos levantan buenas ronchas... Stein no dejó nada por glosar con su lápiz insinuante, festivo y a veces severamente mordaz, aunque siempre con sencillez y altura”, decía un comentario de época. Fue tan grande la influencia que alcanzó el dibujante que Sarmiento le exigía que no se olvidara de él, aunque fuera para denostarlo. Y Stein le daba el gusto al gran maestro. En 1884 surge Don Quijote, del periodista y dibujante español Eduardo Sojo, que por su acidez y al decir de Ramón J. Columba “demolió al poder de su época”. En esa revista [fue codirector] trabajó el ex comisario y escritor José Sixto Álvarez, también conocido por su seudónimo de “Fray Mocho”, y el dibujante José María Cao. Desde esa publicación se plantea la idea del humor como “un arma poderosa”. Hasta tal punto había llegado su influencia que el propio fundador del radicalismo, Leandro N. Alem, sostuvo que la revolución de 1890 la hicieron las armas y las caricaturas”. En Don Quijote se originaron los apodos a los principales políticos: “El Pavo”, al presidente Roque Sáenz Peña-, “El Zorro”, a Julio A. Roca; “El Burrito Cordobés”, a Miguel Juárez Celman; “Cangrejo”, al presidente José Evaristo Uriburu; y muchos otros. Su repercusión empieza a declinar cuando el 8 de octubre de 1898 aparece Caras y Caretas, que venía del Uruguay, en donde el español Eustaquio Pellicer la había iniciado en 1890 como semanario festivo, literario, artístico y de actualidades. Pellicer comenzó a editar su revista asociado con Bartolomé Mitre y Vedia, un hijo del fundador de La Nación. Como el padre de éste consideró desmesurada la publicación y pensó que podía dañar su imagen, su nombre y el del diario, Bartolito, obediente, presentó la renuncia. Tomaron su lugar José S. Álvarez (Fray Mocho) y el dibujante español Manuel Mayol. Caras y Caretas representó la madurez del humorismo político, y no sólo eso: para el ensayista y estudioso de los medios Jorge Rivera, aquella publicación merece ser considerada como la primera revista argentina de concepción periodística moderna y masiva”. Y lo hace, según Rivera, con un tono “ni demasiado serio ni demasiado chacotón”. “Llegó el Caricareta, llegó el Caricareta”, gritaban los diarieros para ofertar esta revista, que llegó rápidamente a los 100.000 ejemplares de tirada. En 1899 caía durísimo sobre los Políticos corruptos y criticaba a los tranways “que matan más gente que la fiebre amarilla”. Viñetas de vida cotidiana, décimas intencionadas, gráficas costumbristas, notas que registraban el crecimiento y los cambios del país, y los deliciosos “reclames” de los primeros años del nuevo siglo eran parte de su contenido. Y, como si fuera poco, las incomparables sátiras políticas.

Las razones de un diarioSi en algo innova La Razón es en la idea del diario de noticias de interés general, alejado de tendencias

partidistas, libre de caudillos o partidos que lo sostengan y apadrinen. En la redacción que Emilio B. Morales crea el lo de marzo de 1905 late el espíritu de principios de siglo, el estimulante sentimiento de que todo está por hacerse, la exaltación del TAS progreso que no omitía la lección espiritual, los nuevos caminos de un país en crecimiento que a los ojos del resto del mundo se veía como excepcional. En 1911, Morales decide alejarse y le vende el diario al profesor de letras y destacado periodista José A. Cortejarena, que desde 1907 integraba la redacción. Es el primer caso de un periodista profesional que llega a un puesto de conducción. Cortejarena heredó una “sábana” de siete columnas, de aspecto no demasiado diferente del de La Nación o La Prensa, y al poco tiempo la modernizó en los temas, le renovó la tipografía y cambió la técnica de producción, hasta ese momento excesivamente artesanal, por otra más industrial. Aunque en ese entonces no se hablaba de “bajada de línea”, eso fue lo que el señor Cortejarena les hizo a sus redactores al hacerse cargo. Les dijo que no confundieran la moral con los sentimientos, ni mezclaran los principios con las instituciones, además de sugerirles que fueran parcos en el elogio y serenos en el ataque.

Aunque el dueño de La Razón era un político conservador, mantuvo férreamente la decisión de Morales de no convertir al diario en una hoja de tendencia. En sus escritos aconsejó abundantemente a los periodistas que escribieran pensando en la opinión pública y en el pueblo, y dejó para la historia todo aquello que creía que un diario no debía ser: enseña de un partido, eco de una voluntad, instrumento de dominación.

En un estudio publicado en 1987, Félix Laiño destaca la importancia del surgimiento de La Razón en la consolidación de un periodismo más profesional. “Los diarios se fundaron bajo la inspiración de las corrientes ideológicas (...) La Nación y La Prensa fueron ejemplos de identidad como diarismo político (...) Antes de llegar al Congreso, los grandes problemas nacionales se debatían en las columnas de los diarios. Consolidada la República, surge el periodismo comercial en el que (...) el hombre político va cediendo el paso al periodista profesional.»

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En diez años de gestión, Cortejarena hace de La Razón un diario más abierto, que mezcla con criterios más realistas la información nacional -predominante hasta el momento- con la internacional. Murió muy joven, a los 44 años, y su viuda convocó a la dirección a Ángel Sojo, Uladislao Padilla Y Gaspar Cornille, que realizaron una buena gestión. Los sucedió un profesional prestigioso, Guillermo Salazar Altamira, quien ya en la década del 30 le confiere a La Razón su aspecto de vespertino de tapas vibrantes y vendedoras.

Entre diarios y revistasEn el 1900 La Prensa adorna la cúpula de su edificio en Avenida de Mayo al 500 con la célebre escultura

francesa “La Farola”, que pesa 3.000 kilos y representa a una mujer con los brazos en alto: en uno lleva una antorcha y en el otro, un ejemplar del diario. También quedó instalada una sirena que sonaba cada vez que se quería transmitir informaciones trascendentes a la población. Los matutinos seguían presentando mucho más textos que grabados, y tendían a volverse más orientadores en temas como teatro, hipismo, “football”, sociales y cultos religiosos. “En 1909 la tercera generación periodística de los Mitre decidió distanciar al matutino de las luchas partidarias y convertirlo en expresión y educador de la clase dirigente, por encima de los fraccionamientos”, escribe Ricardo Sidicaro en La política mirada desde arriba, un libro en el que investigó 80.000 editoriales aparecidos en La Nación a lo largo de ochenta años. Para responder a otros requerimientos de los lectores, los diarios comenzaban a arriar sus banderas de secta y a abrirse a todos los temas, no sólo a los que dictaba el interés partidario.

“Un periodista es un escritor cabal, que escribe para multitudes y es leído por multitudes”, había dicho Fray Mocho como para evidenciar que ya a esa altura nadie era capaz de pensar que tantos lectores diarios pudieran ser algo desdeñable. En los primeros años del siglo en la redacción de La Nación se encontraban personalidades tan distintas como el socialista Juan B. Justo, el anarquista Alberto Ghiraldo y el descendiente de la familia fundadora, Emilio Mitre, un hombre de ideas progresistas y renovadoras. Cuando Emilio Mitre murió, en 1909, el diario publicó un editorial en el que reafirmaba su propósito de abandonar su posición de diario de bandería para convertirse en una expresión periodística de interés general. José Claudio Escribano refrenda la historia y afirma que el ingeniero Mitre “era un dirigente político de primer orden y, de no haber muerto, tal vez habría sido el candidato presidencial para el cambio político en la República en lugar de Sáenz Peña”. “Tenemos que hacer revistas parecidas a la vida”, soñaba Alberto Haynes, hasta que en 1904, sin experiencia periodística, se convirtió en el editor de El Hogar Argentino, una publicación exitosa que fue el origen de una formidable editorial y que, con el tiempo, se convertiría en uno de los primeros multimedios, agrupando diarios, revistas y una cadena de radios. Haynes era un inglés que, como tantos otros, había llegado a la Argentina en 1887 como empleado del Ferrocarril Gran Oeste Argentino. En principio, además de su propia actividad, se dedicó a la exportación de ganado, se asoció con una agencia de publicidad inglesa y sólo a partir de entonces se dedicó al periodismo. El Hogar Argentino se ocupaba de revelar los gustos y costumbres de la época, aconsejaba a las familias, les enseñaba a las mujeres lo que se usaba y a los hombres, los libros y autores que merecían conocerse. Y, fundamentalmente, le abría a la clase media en ascenso y en extensión una ventana para conocer cómo eran las formas de placer y diversión de las clases adineradas. Es en esta revista donde Arturo Lanteri inicia su famosa historieta “Don Pancho Talero”.

Mercedes Moreno, apodada “La Dama Duende”, desde Caras y Caretas, y José Quesada, desde El Hogar Argentino, se metían, con o sin invitación, en las casas más selectas de la clase alta en las que jamás podrían entrar los habitantes de la clase media y se convertían en cronistas del género social, relatándoles los simples mortales lo que pasaba detrás de esas puertas y ventanas. Afirma el sociólogo Juan José Sebreli en uno de sus libros más conocidos -Buenos Aires, vida cotidiana y alienación- que esta forma de periodismo fue importante hasta que en la década del 30 resultó desplazada por las ascendentes crónicas dedicadas a los espectáculos. “La pequeña burguesía argentina aprendía detalladamente los nombres de los miembros de la alta burguesía (...) con el mismo interés con que, más tarde, se dedicaría a las estrellas de cine y radio”, acota Sebreli.

OriginalidadesCon la originalidad de su formato pequeño (13 por 23 centímetros), pero también por la potencia y singularidad

de sus caricaturas, se impone a partir de 1904 otra creación del español Eustaquio Pellicer: PBT. Por su contenido de crítica política y de actualidad llegó a superar en un momento a su eslogan, “Semanario infantil ilustrado para niños de 6 a 80 años”. Sus fotos e ilustraciones, con sus respectivos epígrafes en verso, retrataron toda una época describiendo tendencias y costumbres de la ciudad y el país.

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En 1903 muere Fray Mocho, pero ni siquiera la muerte de su director inmuta a Caras y Caretas. Lo reemplaza Carlos Correa Luna y la publicidad se ufana: “¡Siempre a 20 centavos de costo!”. Tampoco se resiente la estructura cuando un dibujante excepcional como José María Cao se aleja para crear la nueva revista Don Quijote, porque quien llega para sustituirlo es otro caricaturista que marcaría épocas: Ramón Columba. Caras y Caretas registró el crecimiento del país y difundió sus pasiones: desde el fútbol hasta el teatro; desde los viajeros que llegaban a estos puertos, hasta la política. Cuando los fastos del Centenario estuvieron listos, no había por aquí revista más prestigiosa: 200 páginas impresas en delicado papel, con gracia y fino sentido de la observación. Como dijo una de sus estrellas literarias, el escritor Juan José de Soiza Reilly: “Fue la cabal intérprete periodística de la Buenos Aires de la Gran Aldea, de la Argentina de los inmigrantes y del proyecto político del SO”. Otros grandes de la escritura y del dibujo pasaron por la redacción de Caras y Caretas: Horacio Quiroga, Manuel Gálvez, Pedro Juan Vignale, Leopoldo Lugones, Alejandro Sirio, Federico Leal, Roberto Payró y el abuelo de Hermenegildo Sábat, un mallorquí llamado del mismo modo, también dibujante y caricaturista. En las redacciones se juntaban poetas y atorrantes, reos y exiliados que capeaban como podían la inestabilidad o la enorme exigencia de las desmesuradas jornadas laborales. En los meses que parecían no terminar nunca, los timberos, bohemios, divertidos periodistas de entonces apelaban a los vales. El 1° de noviembre de 1908, Antonio Martín Giménez funda el matutino El Cronista Comercial, concebido como “diario de negocios para informar y orientar acerca de la industria, la banca y el comercio”, que durante muchos años se vendería únicamente por el sistema de suscripciones. “Deben darse cuenta los comerciantes y todos los que están obligados a regirse por el Código de Comercio, que la teneduría de libros redunda en beneficio del comerciante de buena fe pues a la par que le sirve de amparo, le evita los mil litigios y trapisondas que a cada paso se ven tramados por aquellos que, poco escrupulosos e ignorantes, no observan lo que la ley prescribe.” Así decía uno de los textos de la edición inicial de un diario que además destacaba la importancia de la información, como puesta al día y como un valor en sí. Un poco antes de que estallara la Primera Guerra Mundial conseguir papel era difícil y caro, porque la base de su materia prima, la celulosa, también se utilizaba en la fabricación de explosivos, actividad a la que el mundo estaba febrilmente abocado. Pero no todas las noticias que llegaban desde Europa eran malas para el negocio periodístico: en 1911 los alemanes inician la era de la impresión en el sistema de rotograbado.

A principios de siglo las familias de clase media solían comprar dos matutinos y dos vespertinos, y revistas como Tit Bits, de aventuras, que apareció en 1909, y Mundo Argentino, con la que el inglés Haynes volvía a plantear su estrategia de revistas dirigidas a áreas específicas de interés.

Dichoso CentenarioEn El Centenario, su libro sobre las fiestas de 1910, el periodista Horacio Salas señala que buena parte de los

visitantes extranjeros fueron recibidos en las redacciones de La Prensa, El Diario y La Nación, lo que ratificó en los huéspedes la idea de la fama internacional del periodismo, un prestigio basado en las altas tiradas, el sofisticado nivel de la información y la cultura de la sociedad lectora. Afirma Salas que el político francés Georges Clemenceau (a quien el periodista Joaquín de Vedia, de La Nación, fue a buscar a Montevideo para hacerle una entrevista exclusiva) ironizó sobre el lujo de la residencia del hombre de La Prensa, Ezequiel Paz (en la casa funciona ahora el Círculo Militar), en tanto que del edificio del diario dijo que era tan lujoso que los periodistas que allí trabajaban harían comparaciones “poco ventajosas con su modesto hogar”.

El inolvidable CríticaNatalio Félix Botana Millares, un teniente de infantería del ejército uruguayo, militante del Partido Blanco en su

país, llegó a Buenos Aires exiliado y en 1913 dio comienzo a la que sería su obra máxima: el diario Crítica. “Con Crítica, Botana revolucionó el periodismo en la Argentina -dice el periodista Andrés Bufali-. Estrenó títulos de tapa que eran verdaderos punchs al hígado, fotos enormes para las costumbres de la época y epígrafes más elocuentes (...) Con su estilo ágil y conciso (...) una mezcla de denuncia seria con el sensacionalismo más extremo (...) relatos de Borges y Arlt con los crímenes más sabrosos, artículos de cráneos extranjeros con el lunfardo más soez, de loas a gobiernos con campañas despiadadas en su contra. Era lo que anhelaba un país pacato, falaz y lleno de inmigrantes.”

También el escritor y periodista Pedro Orgambide reflexiona sobre el fenómeno de Crítica y sostiene que Natalio Botana “impuso una visión periodística muy moderna que rompió con el modelo de los diarios tradicionales. Tenía un nuevo público, más popular, que se mezclaba con la clase media. El diario tenía de todo: fútbol y cables del exterior, política y policiales. Otra de sus características era la gran cantidad de escritores y

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poetas que poblaban su redacción”. Orgambide conoció de cerca vida y milagros de ese ambiente cuando muchos años después pasó por la redacción de Noticias Gráficas, historias que en 1996 volcó literariamente en su novela El escriba.

El 15 de setiembre de 1913, a los 25 años Y con capitales prestados (algunos dicen que de un doctor Berro, otros afirman que fueron cinco mil pesos de la época provenientes de Marcelino Ugarte, que desvió fondos previstos para la revista PBT), Natalio Botana publica el primer número de Crítica. Inicialmente planeado como diario del mediodía, es el único que llega a tener cinco ediciones diarias; la llamada “tercera” -aunque era la primera-, a las 12; la “cuarta”, a las 14.30 (incluía algunos textos traducidos al inglés y al francés); la “quinta”, a las 17; la “sexta”, a las 21 y la “séptima” edición, a las 23.30. En su socrático eslogan invocaba al Señor que está en el cielo: “Dios me puso sobre vuestra ciudad como un tábano sobre un noble caballo para picarlo y tenerlo despierto”.

Su intención era ser popular desde el lenguaje, evitar la solemnidad y hacer un diario para todos. Incluía no sólo una página permanente para el mundo obrero sino que organizaba campañas de distribución gratuita de máquinas de coser. Botana era un personaje; para algunos, un santo; para otros, un hampón. El periodista Francisco Llano lo sitúa entre Joseph Pulitzer y William Randolph Hearst, y agrega: “Botana tenía la misma profundidad que Ortega y Gasset en la interpretación de los sucesos humanos e idéntico poder de captación con respecto a la inquietud de las masas”.

Un diario increíbleEl investigador Jorge B. Rivera califica a Crítica como un diario “increíble por lo imaginativo”, sensacionalista

y demagógico, informado y ameno, aborrecible para muchos, indispensable como el pan para otros tantos. Estableció poderosas relaciones con los temas más populares de la sociedad -cine, deportes, radio y, con su tirada de 300.000 ejemplares, confería alcance masivo a escritores cuyos libros no vendían más de mil copias. En su suplemento reunía ensayos de Lugones, Groussac, Hernández o Lucio V. Mansilla, y para la sección de entretenimientos le pedía a Sixto Pondal Ríos que coordinara un concurso de mentiras criollas o a César Tiempo que se encargara de un suplemento de gimnasia, dietas, modas y grafología. En Crítica se publicaron críticas de cine de alto nivel y se lanzaron concursos popularísimos, como el de las mujeres más feas (cuyo premio era facilitarles lo necesario para embellecerse) o el del mejor payador. El credo periodístico de Botana era tan amplio que admitía tanto un suplemento literario con el propósito de que Edgar A. Poe y el Conde de Lautréamont llegaran, en colores, al gran público, como informaciones sobre tango y radioteatro capaces de cautivar a los intelectuales. El fundador de Crítica trató con los poetas más refinados y con los reos más notorios, como los de la reventa, a quienes se ganó otorgándoles el 50 por ciento de la venta de cada ejemplar (lo habitual era el 30 por ciento), favor que los muchachos le devolvieron con creces. Al principio, cuando el diario no estaba impuesto todavía, Eduardo El Diente” Drughera le escondía a Botana los paquetes de la devolución, que eran muchos, y le anticipaba el dinero que en realidad todavía no había recaudado. Años más tarde, Drughera explicó que lo había hecho porque creía en el producto y sabía que, tarde o temprano, se iba a imponer. Y no se equivocó: durante años se afirmó que las ganancias de Botana y de su diario Crítica llegaron a ser de 200.000 pesos por día.

Crítica salió en 1913 y Helvio “Poroto” Botana, uno de los cuatro hijos del director fundador del diario, nació en 1915, según afirma “gracias a una partera que trajeron a la imprenta (...) En Crítica empecé a amar a la gente, Crítica era algo sensacional, una especie de embudo, concentrador de inteligencias. El alma de ese diario estaba en su restaurante, una peña permanente, con mesas de juego, levantadores de apuestas, intelectuales y reos, ordenanzas y directivos. Allí, la única jerarquía respetada era el ingenio”.

Durante los primeros, largos años, Crítica fue mirado por las publicaciones con las que competía como un ejemplar extraño en el mercado.

Almas cantorasEl alma que canta apareció en 1916 y al poco (muy poco) tiempo, como prueba irrefutable de su popularidad, la

gente empezó a decir: “Te espero con un clavel en el ojal y un Alma que canta en la mano”. Fue a Vicente Bachieri a quien se le ocurrió hacer una revista que reprodujera las letras de las canciones más conocidas y cantadas. Antes de la definitiva popularización del tango cantado (consagrado por Carlos Gardel y otros), El alma que canta incluyó cuplés y pasodobles y hasta versos que eran musicalizados por compositores para transformarlos en canciones. Actores de drama o de comedia enviaban a la publicación textos teatrales para que fueran leídos por primera vez en sus páginas y poetas notables como Vicente Barbieri estrenaron en la revista una serie de obras en lunfardo. La

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sección “Versos de la Prisión” no alcanzaba para albergar la gran cantidad de creaciones originadas tras las rejas por presos de Villa Devoto, Caseros, Las Heras o Ushuaia. En sus páginas, poetas como Pascual Contursi y Samuel Castriota pudieron presentar “Mi noche triste”; José González Castillo y su hijo Cátulo hicieron lo propio con “Organito de la tarde”. “Es la revista que leen desde el presidente hasta el último peón de estancia, debido al calor de pueblo que transmite desde sus páginas. Además, es la revista madre de todas las hoy poderosas publicaciones del espectáculo en el Río de la Plata”, explica el famoso autor Alberto Vaccarezza. El editor Bachieri también les ofreció espacio a autores como Francisco Rímoli (Dante Linyera), Belisario Roldán, Celedonio Flores, Pedro B. Palacios (Almafuerte) o Alfonsina Storni, entre otros. Las letras del tango cantado renovaron el aire y le pusieron música a la ciudad. Desde el alma. Desde el canto.

El erial de Vigil“Cada hombre nace delante de un erial y cosechará lo que siembre”, sostiene uno de los apotegmas más

difundidos de quien el 7 de marzo de 1918 fundó la editorial Atlántida, el uruguayo Constancio Valentín Vigil. Su padre, uruguayo, de nombre Constancio y periodista como él, recibió y atesoró iniciales inquietudes más cercanas a los valores religiosos y morales pero que no excluían una mística libertaria y un fuerte amor por el periodismo. En el Uruguay presidido por el dictador Latorre, Constancio padre había fundado el combativo diario La Ley. El joven cruzó el charco y luego de haber trabajado unos cuantos años en varias revistas (llegó a ser director de publicaciones en la editorial Haynes) instaló la que con el tiempo se convertiría en una importante editorial de familia. Lo primero que hizo fue sacar una competencia del semanario Mundo Argentino, publicado por Haynes. Su título era Atlántida y a las dos semanas de salir ya vendía 60.000 ejemplares. Durante sus primeros dos o tres años esta publicación fue considerada como un modelo del pensamiento liberal, en especial porque en sus páginas alternaban los mejores escritores, pensadores y periodistas del momento, presentados en un clima de gran apertura y respeto intelectual, tal como sucedió con Leopoldo Lugones, Juana de Ibarbourou, Alberto Gerchunoff, Juan Torrendel, María Luisa Vargas y Horacio Quiroga, entre muchos, muchos otros. En 1919 Vigil saca su segundo título, El Gráfico, que durante más de 300 números fue una revista gráfica de interés general y no el magazine deportivo que es hoy.

Billiken a la historiaEl 17 de noviembre de 1919, cuando apenas se conocía un modelo en el género -la publicación italiana el

Corriere del Piccoli, cuya salida se suspendió al iniciarse la Primera Guerra Mundial en 1914-, Constancio C. Vigil lanza la revista Billiken. A principios de siglo el inglés Billy Kent introdujo como amuleto en Occidente un muñeco inspirado en un pequeño dios de la India a quien se le reconocían posibilidades de transmitir bondad, salud y voluntad. En el primer número del semanario se consignaba, como si lo dijera Billiken: “Aquí, en este bello país, he encontrado niños de todas las razas... Este es el lugar en donde Billiken debe quedarse”.

Pero fue a partir de 1925, cuando el descendiente del fundador de editorial Atlántida, Carlos Vigil, perfeccionó la idea de seguir semana a semana desde una revista los programas educativos. En 1932 Carlos Vigil declaraba: “No existía el material escolar, ni los libros de texto. Por 20 centavos ofrecíamos láminas de próceres (dibujadas por Manteola, otro prócer del plumín y la tinta china) que en las librerías costaban tres o cuatro pesos”. A partir de la fórmula de entretenimiento con instrucción sana y útil, Billiken se convirtió en un éxito notable en toda Hispanoamérica. A España llegaron a enviar 30.000 ejemplares semanales y el doble de esa cantidad a Perú, Colombia, Venezuela y México. Millones de chicos de la primera mitad del siglo, de la Argentina (en donde la revista llegó a vender 500.000 ejemplares cada siete días) y otros países, pueden acreditar que aprendieron a leer con Billiken. Los españoles que llegaron como inmigrantes en esos años conocían pocas cosas del país, pero una de ellas era la revista de Vigil.

Todavía resultan memorables los objetos para armar que traía. La Pirámide de Mayo, la Casa de Tucumán, el pesebre de Navidad o alguna batalla funcionaban en los hogares más humildes como los juguetes más sofisticados. Una vez al año los mejores trabajos que llegaban a la redacción se exponían en una galería de arte porteña.

Colaboradores de lujoEn treinta años de colaboraciones continuas Lino Palacio hizo más de mil tapas, cuyos originales fue regalando

a escuelas del interior. Los cándidos motivos de las portadas se convertían en temas de composiciones escolares, en tanto que las maestras solicitaban a la publicación secretas ayudas para redactar sus discursos de las fiestas escolares. Escritores como Gabriela Mistral, Horacio Quiroga, Arturo Capdevila, Leopoldo Lugones, Enrique

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Banclis, Juana de Ibarbourou o Jacinto Benavente escribieron, las más de las veces sin firma, para Billiken. Además de Palacio, también dibujaban Dante Quinterno, Alberto Breccia y José Luis Salinas. Ellos difundían vidas ilustres como las de Luis Agote, Rosario Vera Peñaloza o Jesucristo, y síntesis de obras maestras como El Quijote o la Biblia. En la década del 20 fueron famosas historietas como “El Pibe”, el personaje que secundaba a Chaplin en sus filmes, y sagas como “El hijo adoptivo” hicieron llorar a medio país. En los 30 alcanzaron repercusión “La Familia Conejín” y “Comeuñas”; en la del 40, las aventuras de “Ocalito y Tumbita” y Pelopincho y Cachirula”, así como en los 50 nadie superó a “El Mono Relojero”, uno de los grandes personajes de Constancio Vigil.

Orgullosos lectoresEn los primeros años del siglo una fuerte alfabetización colaboró con el desarrollo de la prensa escrita. Como

directa y concreta influencia de la Ley de Educación Común -la famosa 1420 de 1884-, entre 1870 y 1915 el analfabetismo en el país descendió más del 40 por ciento. Por esto, por ser la Argentina el tercer país del mundo que gozó de una ley de alfabetización y por el ascenso de la clase media como fuerte compradora de material impreso, crece en el país la adquisición de diarios y revistas.

En 1926 la Argentina consume el 66 por ciento del papel de diario que circula por toda América latina. A partir de 1920 tanto la radio como el cine se disputan el espacio cultural e informativo que estaba en manos de la gráfica. “Si algo caracteriza al mundo editorial de esas décadas, es la consolidación de empresas multimedia, fenómeno derivado del desarrollo de la radio (...) Las editoriales más poderosas -Haynes, Crítica, La Nación y Atlántida- adquieren emisoras de radio y otros medios gráficos y, a veces, como Botana, también se dedican al cine”, señala en un ensayo Sergio Pujol. En 1926 Natalio Botana estableció un convenio con el noticiero cinematográfico de Federico Valle por el que cronistas de Crítica y del semanario fílmico compartirían notas, medios de movilidad y hasta las primicias como una manera de racionalizar gastos y esfuerzos.

En ese momento también los medios escritos reformularon su lugar y ajustaron sus contenidos gráficos, volviéndolos más expresivos y sintéticos.

En una entrevista concedida a Jorge Gietz en 1973, Raúl González Tuñón llama a la década del 20 los años locos”. En pleno auge del teatro nacional y el tango, el notable poeta explica que florecen otras músicas como el jazz y el folklore en tanto se reproducen los talleres literarios, y los cafetines y bodegones porteños se convierten en grandes e involuntarios centros de enseñanza. Nombres como los de Homero Manzi, Ernesto Palacio, Conrado Nalé Roxlo o Pascual Contursi, Cayetano Córdova Iturburu, Sixto Pondal Ríos, Nicolás Olivar, Jacobo Fúman o Enrique González Tuñón brillaban con sus ficciones y se ganaban la vida en los diarios. Raúl González Tuñón le acababa de dedicar un extenso poema a la flamante rotativa Hoe de Crítica, que despachaba 100.000 ejemplares cada sesenta minutos. Época de incomparable bohemia periodística en la que los muchachos de las redacciones bebían en abundancia, dormían y comían salteado, trabajaban dos y tres turnos y cuando no podían más volvían a la vida dándose un “narigazo” de un gramo de la pura cocaína marca Merck.

La fuerza de El GráficoEl periodista Eduardo Rafael rescata la función formadora que El Gráfico, y la prensa escrita en general,

tuvieron en aquellos tiempos. Las hazañas deportivas de Luis Ángel Firpo en 1923 o la participación de la selección argentina en los juegos olímpicos del 24 le permitieron a Constancio Vigil darse cuenta de que el deporte podía ser un tema de interés masivo (el 15 de setiembre La Nación, interpretando el entusiasmo popular que había despertado la pelea de Firpo cerca de Nueva York, sacó tres ediciones, entre la medianoche y las 3 de la madrugada). “El Gráfico había nacido en 1919 como semanario ilustrado de interés general. A partir de 1923 incorpora a Ricardo Lorenzo -que traía del Uruguay natal el seudónimo de ‘Borocotó'-, a Félix Daniel Frascara y a Alfredo Rossi -'Chantecler'-, que con muchos conocimientos de cultura general empezaron a hacer análisis de fútbol y de otros deportes”, explica Rafael.

La editorial de El Gráfico seguía en expansión. El 16 de mayo de 1922 abre Para Ti, dedicada al público femenino, con una mujer pintada en la tapa. “La mujer, por fin, se siente acompañada y reflejada todas las semanas en un medio dedicado solamente a ella”, afirmaba la publicidad del número inicial. “¿A quién no le agrada esta atrevida forma de terciopelo negro?”, se preguntaba otra de las notas de moda. En otra página la publicación recomendaba a señoras y señoritas: Con bondad y alegría, tendréis brillo en los ojos y en las mejillas, tersura en el cutis y un atractivo inmenso e invencible”. Información sobre bodas, brindis, actividades deportivas y la ruta posible de la dicha Y de los ideales de belleza y de inteligencia eran las herramientas con que Para Ti iniciaba un

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camino que todavía transita.Los estancieros y la gente del interior contaron con la ayuda y los informes de La Chacra a partir de 1925,

también de Editorial Atlántida.Cada vez que un suceso lo justificaba, la sirena de La Nación se ponía en marcha para comunicar malas o

buenas nuevas. Cuando jugaba la selección de fútbol, dos pitazos significaban un gol del rival; tres, un gol argentino. En 1928 el diario de la familia Mitre vendía 300.000 ejemplares y, en su redacción trabajaban 184 personas fijas y 550 colaboradores del país y extranjeros. Entre los de aquí la mención de algunos revela la pluralidad: Roberto Arlt y Carlos Ibarguren, Leónidas Barletta y Ernesto Palacio, Victoria Ocampo y Alfonsina Storni, Hugo Wast y Raúl Scalabrini Ortiz. Escritor y colaborador habitual del diario, Roberto Giusti intervenía en una polémica desatada porque las jerarquías católicas habían influido en la exoneración de un redactor luego de un artículo crítico sobre ellas: “Antes (...) podíase escribir a derecha e izquierda, como saliera, hasta los editoriales. Hoy digo esto, mañana aquello, aquí pego, aquí no pego. Pero en el futuro habrá que pensarlo dos veces, porque si un redactor puede caer en desgracia aun en la libre condición de colaborador literario y firmando, ¿qué será de los que comprometan al diario sin firmar?”.

Todos cantanCante, cante, compañero / que la vida no es eterna / ¿Quiere ser como el jilguero? / Lea La Canción Moderna”,

decía la seductora cuarteta publicitaria de una nueva revista en marzo de 1926. Precursora de una forma del periodismo de entretenimiento y evasión, La Canción Moderna recopilaba las letras de las canciones de moda, las mezclaba con historias de sus autores y cantantes, y hasta interpretaba hechos de la actualidad a través de las rimas de Dante Linyera. Este le había vendido la publicación al editor Julio Korn, un joven de sólo 20 años que desde muy chico había estado cerca del mundo de los papeles impresos y de la música.

A los 9 años Korn entró a trabajar en una imprenta como aprendiz de tipógrafo, a los 13 ya tenía imprenta propia y poco después, gracias a sus incursiones noctámbulas en las que se hizo amigo de poetas, bohemios y trasnochadores, comenzó a comprar por moneditas los derechos de infinidad de piezas musicales. El tango era casi todo en la época, la radio amplificaba la tarea de centenares de orquestas típicas e intérpretes y Korn editaba las partituras. Esa fue la base de La Canción Moderna y el antecedente de lo que en 1935 se convertiría en la primera gran revista de periodismo del espectáculo: Radiolandia.

El Mundo en sus manosEl 14 de mayo de 1928 la ya poderosa editorial del inglés Alberto Haynes saca El Mundo, diario ilustrado de la

mañana, que sería, en rigor, el primer tabloide porteño. El tabloide era un tamaño menor que el habitual hasta entonces, surgido en los Estados Unidos en 1908 con el Daly News con el propósito de que los lectores pudieran leer con comodidad en trenes y ómnibus. Constituía una arrasadora novedad y como alternativa al tamaño “sábana” impuesto por los principales diarios europeos a fines del siglo anterior. Esa elección también tenía su razón de ser: los impuestos que los diarios anglosajones pagaban se fijaban de acuerdo con su cantidad de hojas; para pagar menos, trataban de aprovechar al máximo el espacio imprimiendo en páginas enormes.

El escritor Alberto Gerchunoff sólo alcanzó a ocupar por un breve tiempo el puesto de director de El Mundo, pero fue el suficiente para imprimirle al diario un sello de inteligencia. Su reemplazante, Carlos Muzio Sáenz Peña, fue el que le otorgó el formato definitivo, “moderno, cómodo, sintético, serio, noticioso” y el que desde su eslogan -el dicho del filósofo Gracián: “Lo bueno, si breve, dos veces bueno"- daba razones a su estilo de notas cortas, con títulos intencionados e incisivos. En 1929, cuando murió Alberto Haynes, El Mundo ya había renovado el periodismo. Muzio Sáenz Peña integró su redacción con gente formada en Crítica, entre ellos Roberto Arlt, que en este diario empezó a escribir sus famosas “Aguafuertes porteñas”.

El Mundo: Dos veces buenoAlternativa de estilo (de impacto periodístico, de desafío a la solemnidad) con respecto a La Prensa, La Razón y

La Nación. Por su formato práctico era el diario chico que se podía leer y extender en los medios de transporte. Se vendía a 5 centavos, la mitad del precio de los otros. Desde el principio incluyó en lugares preponderantes historietas que llegaron a ser muy populares, como

“Quique, el niño pirata”.

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NOTICIAS DE LA DÉCADA INFAME Según cuenta Roberto Tálice en Cien mil ejemplares por hora -su libro sobre el diario Crítica-, desde una

semana antes del 6 de setiembre de 1930 muchos sectores en todo el país reclamaban la renuncia del presidente Hipólito Yrigoyen. Una de las tareas que Tálice cumplía en el diario en esos días era una entrevista cotidiana con el general Agustín P. Justo, que le pasaba valiosa y exclusiva información. Ningún diario estuvo tan actualizado como Crítica. Ningún diario estuvo, tampoco, tan cerca del primer golpe de Estado militar en el siglo. El radicalismo jamás olvidó la acción del diario de Botana en aquellos años: fue el dibujante y caricaturista Diógenes “El Mono” Taborda el que un tiempo antes le inventó el mote de “El Peludo” a Yrigoyen, y fueron los vitriólicos editoriales de Santiago Ganduglia los que con su crítica sistemática y despiadada crearon el clima propicio para el derrocamiento del presidente constitucional. No son pocos los que coinciden en que éste es uno de los escasos lunares que afean la trayectoria de Botana y, efectivamente, se trata de una decisión difícil de entender. Militares golpistas planearon en las instalaciones del diario los detalles de la asonada, y el mismo 6 de setiembre una comitiva de civiles notables (entre los que se encontraban varios periodistas) partió de Crítica hacia Campo de Mayo, proclamando a cada paso su apoyo al golpe en marcha con gritos como “¡Viva la Patria!, ¡Viva la Revolución!”.

En su biografía sobre Yrigoyen, Félix Luna hace un estremecedor relato del episodio. En esa jornada final, mientras Natalio Botana estaba en el Colegio Militar, en Campo de Mayo, al frente de una columna de civiles que azuzaba a las tropas a salir a la calle, la sirena de Crítica comenzó a sonar como únicamente lo hacía cuando algo extraordinario o grave acontecía. Mientras tanto, funcionarios o allegados al gobierno, desesperados en busca de noticias, llamaban al diario antes que a las áreas de defensa o de seguridad. Desde su casa, tan deprimido como enfermo, el presidente de la Nación le sugirió al habitual editorialista del diario partidista La Época que ese día escribiera sobre “San Juan y Mendoza redimidos”. (Con el tiempo creció la versión, jamás confirmada, de que cada tarde el presidente Yrigoyen recibía una edición de La Época pletórica de buenas noticias, impresa únicamente para él.) Acaso el editorialista no haya terminado de cumplir el encargo, porque manifestaciones de opositores violentos saquearon la residencia particular de Yrigoyen, en la calle Brasil, así como las redacciones de los diarios adeptos La Época y La Calle. Gastón Bamard, el director de La Época, huyó a Montevideo. “Botana se puso contra Yrigoyen porque en ese momento hacer antiyrigoyenismo se había transformado en una causa popular. Aunque don Hipólito había llegado a su segundo gobierno apoyado por una lluvia de votos, ya estaba viejo, algo caduco y desprestigiado en muchos sectores, en especial los que manejaban los conservadores resentidos desde que en 1916 habían perdido el poder”, explica el periodista Jorge Chinetti, y agrega: “La estrategia de una buena parte de la prensa para desprestigiar a Yrigoyen e ir creando un clima de golpe de Estado y conspirativo consistía en acusar reiteradamente al gobierno de cometer actos de corrupción”.

El golpe estaba escritoEl 5 de setiembre Crítica titula Carecemos prácticamente de gobierno”, mientras que en su editorial Botana se

solivianta: “Esto se acabó”, afirma, mientras que su frase final referida al presidente es “Que renuncie”.Crítica había dicho que el segundo gobierno de Yrigoyen era “de oprobio y perjuicio para el país” y presumía

que una revolución devolverá la paz y la tranquilidad a la Argentina. El día anterior, Yrigoyen, con la salud muy deteriorada, delega en el vicepresidente Enrique Mailinez, cuyo primer acto de gobierno consiste en instaurar el estado de sitio en la Capital. Amparado en ese recurso, el 6 de setiembre intenta impedir la aparición de la sexta edición de Crítica. Se producen severos forcejeos pero el diario llega a la calle; la policía secuestra ejemplares y los rompe. “Desde los balcones que dan a la Avenida de Mayo -recuerda Tálice- se arrojaban paquetes de diarios que los lectores recogían.”

La manera en que el diario y su propietario se asociaron a la asonada del 6 de setiembre deja al desnudo la forma en que el periodismo se involucró en la política, hasta el límite de llegar a desestabilizar a un gobierno democrático. Sin duda, Crítica había ayudado a crear en la sociedad civil un clima excesivamente adverso a Yrigoyen. El resto lo hicieron los militares cuando creyeron que, efectivamente, había llegado la hora de la espada y salieron de los cuarteles a “salvar a la Patria”.

A partir de este episodio inaugural, el primero de la centena de planteos y golpes militares que sufrió el país hasta 1990, quedó claro que cada uno de ellos gozó de la asistencia civil de empresas periodísticas y de periodistas que tenían excelente información, incluso anticipada, porque, sencillamente, eran cómplices del fragote. En Secretos del periodismo, Félix Laiño afirma que de inmediato se estableció la censura previa: delegados del nuevo gobierno militar se instalaron en los diarios, algunos de los cuales llegaron a salir con espacios en blanco. “Esta

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censura -añade Laiño- refuerza la importancia de la prensa clandestina.”Félix Luna considera que Crítica no era el único diario que decía “cosas terribles” del presidente, y pone como

ejemplo a La Razón. Por su parte, La Nación calificó al movimiento que derrocó a Yrigoyen como “verdadera apoteosis cívica”, aunque -como señala Carlos Pareja Núñez- ubica al caso en la página 3 en la edición siguiente al 6 de setiembre y lo incluye, sin consideraciones extraordinarias, en la sección “Los Sucesos de Ayer”. En su libro ya mencionado, Ricardo Sidicaro sostiene que La Nación fue opositor al gobierno radical y en< esa asonada desempeñó un papel de “agitador intelectual”.

El director y el generalEl día de la caída de Yrigoyen la tirada de Crítica rozó el millón de ejemplares. Nada haría sospechar que poco

tiempo después el presidente del gobierno de facto, José Félix Uriburu, encarcelaría a su director. “Muy rápidamente el gobierno mostró su verdadera condición de fascista y represor. Crítica comenzó a denunciar sus atropellos y otra vez se convirtió en virulento opositor, hasta que lo clausuraron”, evoca Chinetti.

Todo empezó cuando el diario inició una serie de vituperios en contra del ministro del Interior del gobierno militar, Matías Sánchez Sorondo, construyéndole una indeseable fama de jettatore basada en las habladurías de sus enemigos políticos y plasmada por los humoristas de Crítica, que lo dibujaban como un sepulturero, siempre vestido de oscuro y con anteojos negros.

Botana fue a la cárcel. Aunque en prisión lo atendían carceleros de guante blanco y estaba al tanto de todo lo que ocurría en su empresa, no la pasó bien. Antes de cumplir su primer año de gobierno, Uriburu había ordenado por decreto la suspensión y clausura de más de cien diarios, entre ellos Crítica. No en vano se decía que, entre fraudes patrióticos y violencias del más rancio cuño conservador, el país vivía la Década Infame.

Finalmente, Botana quedó libre y partió exiliado a Montevideo. Mientras duró el cierre, el medio que había creado pagó, sin olvidar ninguno, cada peso a sus trabajadores. Al poco tiempo el general Agustín P. Justo, con la ayuda de Salvadora Medina Onrubia de Botana, se hizo cargo de la empresa y sacó, como sustituto, el diario Jornada, que tuvo bastante repercusión. Siete meses después del golpe del

30, el gobierno convoca a elecciones y el 8 de noviembre, con el radicalismo proscripto, Justo se transforma en el nuevo presidente de la Nación. Crítica se saca de encima la clausura y vuelve a circular. En 1932, alejado de la escena política argentina, el golpista Uriburu murió en París. Crítica dio cuenta del fallecimiento en gigantesco titular, luego de lo cual venía un texto que Botana había dictado personalmente a su jefe de cierre: “Hoy en París murió el ex dictador de Argentina José Félix Uriburu. Crítica, sin odios y sin perdón hace el silencio que merece la muerte”. Durante los meses siguientes, Crítica dedicó un espacio a exponer denuncias de torturas realizadas por la policía brava de Leopoldo Lugones (hijo), cuando Uriburu estaba en el gobierno, y los crímenes y atropellos parapoliciales de la temible fuerza de choque Legión Cívica, que concurría a los actos públicos con camisas negras y atacaba a cachiporrazos a socialistas y anarquistas.

Aprender sin darse cuenta[acá]La década arrancó con una página Oscura, el golpe de Estado, y terminará con la ominosa sombra de la Segunda

Guerra Mundial. En los años 30 la opinión pública recibió el impacto de tres suicidios: el de Leopoldo Lugones, el de Alfonsina Storni y el de Lisandro de la Torre; en 1933 es asesinado Ruggierito, un personaje típico, artífice del juego clandestino y adláter del puntero conservador de Avellaneda Alberto Barceló. Ese mismo año murió Hipólito Yrigoyen, en pleno y agraviante olvido, y en 1935 tuvo lugar el accidente de aviación que terminó con la vida de Carlos Gardel. En cada caso la gente apeló a los diarios para informarse. En esos años se conocieron tres libros fundamentales en la búsqueda del ser nacional. En 1931 Raúl Scalabrini Ortiz publica El hombre que está solo y espera; dos años después Ezequiel Martínez Estrada escribe su Radiografía de la pampa y Eduardo Mallea, en 1937, Historia de una pasión argentina.

Al comenzar la década, en sólo un par de cuadras ubicadas sobre la Avenida de Mayo o cercanas a ella se ubicaban las redacciones de La Razón, La Prensa, El Diario, El Diario del Plata, U _Vación. La Fronda (fundado por Francisco Uriburu después del Centenario), La República y Ultima Hora, un diario vespertino que el periodista Adolfo Rothkoff lanzó en 1917 para competir con el vespertino de Botana. Crítica, que había estado al 1300 de la avenida, acababa de mudarse a Sarmiento entre Paraná y Montevideo. Pero lo importante no eran los edificios sino la vida y las personas que trajinaban en ellos.

En un artículo publicado por La Opinión en 1974, Osiris Troiani afirma que las redacciones estaban colmadas

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de poetas y escritores menciona una lista tan impresionante como incompleta de intelectuales que, en un momento, se ganaron la vida como periodistas: Jorge Luis Borges, Leopoldo Marechal, Francisco Luis Bernárdez, Alberto Gerchunoff, Carlos Alberto Leumann, Navarro Monzó, Sáenz Hayes, Eduardo Mallea, Nicolás Olivar¡, Homero Manzi, Roberto Arlt, Roberto Ledesma, Amado Villar, José González Carbalho, Cayetano Córdova Iturburu, Samuel Eichelbaum, los hermanos Raúl y Enrique González Tuñón, Ulyses Petit de Murat, José Portogalo, Héctor P. Agosti, Rodolfo Puiggrós y muchos otros. Según Troiani, “no eran buenos periodistas. El único notable fue César Tiempo. A la mayoría de ellos les importaba poco el acontecer diario y eran perezosos a la hora de salir a la calle. No estudiaban. Para ellos, el sueldo era una beca. Los jóvenes teníamos que cubrirlos. Pero aun así, valía la pena, por el placer de escucharlos y por el orgullo de ser sus compañeros. Cuando Gerchunoff disertaba, de sobremesa, en un pequeño restaurante frente a La Nación, uno aprendía castellano sin darse cuenta”. Todos aquellos que se cruzaron con Roberto Arlt en la redacción de Crítica y de El Mundo coinciden en que era un privilegio tenerlo cerca. Silvia Saitta estudió la voluminosa obra periodística de Arlt, compuesta por casi 1.800 textos, entre los que hay centenares de “Aguafuertes”. Arlt, un bohemio enjundioso e inteligente, veía en el periodismo una manera no sólo de contar la actualidad y los distintos mundos y submundos de la marginalidad que le fascinaban, sino de encontrar respuestas a los vaivenes de la vida cultural y política. Las que siguen son frases de Arlt extraídas de diversos textos sobre el periodismo y los periodistas, en las que campea una mirada a la que le sobra originalidad, crítica y buen humor y que prácticamente en nada coincide con la visión de Troiani:

“Condiciones para improvisarse un mal periodista: 1) ser un perfecto desvergonzado; 2) saber apenas leer y escribir; 3) tener una audacia a toda prueba y una incompetencia asombrosa.” “El gran porcentaje de la gente empleada en los diarios está en ellos por la necesidad de ganarse unos pesos. Nada más. Así llegan al periodismo infinidad de individuos que no tienen cabida en otra parte ni sirven para nada.” “El periodismo así entendido es un oficio para vagos y para audaces.” “El buen periodista es un elemento escaso en nuestro país, porque para ser buen periodista es necesario ser buen escritor.”

El escritor y periodista Tomás Eloy Martínez toma el guante e interviene en el debate: “Tanto en la Argentina como en toda América latina hay una actitud peyorativa que viene de arrastre y que tiene su origen en la carga de bohemia y sensación de fracaso que arrastraba el periodismo de los años 30 y 40. En aquel momento, los periodistas eran personas pésimamente retribuidas, especie de parias de la sociedad. Aun periodistas brillantísimos como Roberto Arlt, que con sus ‘Aguafuertes’ hizo vender más de medio millón de ejemplares a El Mundo, eran personas muy menoscabadas. Los primeros que tratan de superar esa subestimación son los periodistas que además hacían literatura en el suplemento de La Nación, como Eduardo Mallea, Manuel Mújica Láinez o Adolfo Mitre. En este país recién a partir de 1960 el periodismo empezó a vivirse como una profesión más digna”.

“Policiales”. La gran secciónAquel Roberto Arlt tan poco afecto a las formalidades reconocía como maestro a un periodista que brilló en las

secciones policiales. “Lo admiro porque a veces parece un bandido más y especialmente porque la policía se entera por él de muchos de los robos o crímenes que se cometen”, dijo alguna vez sobre Gustavo Germán González, también conocido como “El Negro” o “GGG”. “La crónica policial -pensaba el notable escritor- tenía un parentesco familiar directo con el folletín (...) Los protagonistas pasaban a ser más literarios y la muerte, el crimen, eran trasladados de alguna manera a la ficción (...) Las muertes que GGG ha novelado gozaron de mejor salud que los cadáveres actuales.”

González era el prototipo del periodista formado en las calles, en los cafés, en los lugares de mala vida, y durante años le dio brillo a la sección policial de Crítica que manejaba José Antonio Saldías y por la que también pasó Arlt. En este diario la sección tenía un nombre muy especial: Crónica del Bajo Fondo. Amantes y ladrones. Maricones y Apaches. Cancioneros y Suicidas”. Se publicaban los populares clasificados de la mala vida (imaginados por grandes plumas de la redacción) y Saldías presentaba en forma de verso la noticia de la jornada. Como por ejemplo cuando un tal Ghigliani le quiso hacer el cuento del tío al inmigrante Cascallares: “Recién llegado de ajuera / con plata en el tirador / halló como si lo viera / enseguida un protector. / Y estaban en las gestiones / de la entrega del legado / cuando el de investigaciones / le fue a escupir el asado. / Se salvó los dos millones / el gil Félix Cascallares. / Y se morfará la cana / el cuentero Juan Ghigliani”.

Periodistas de varias generaciones están agradecidos por el tipo de formación que les dio haber trabajado en Policiales” al lado de personajes que a veces eran el policía y otras veces eran el ladrón, y que se las sabían todas. Este era el caso de González, cuya modalidad de trabajo incluía superar con ardides diversos las barreras oficiales para obtener información, pasar invariablemente por sobre el secreto del sumario y, en muchas oportunidades,

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anticiparse a la acción de la policía. Los malvivientes y sospechosos de la época preferían revelar primero sus fechorías ante el “Negro” González que ante la autoridad.

Con tal de tener la noticia, González no se detenía ante nada, En 1925, previo razonable soborno al empleado de una cochería y disfrazado de plomero, se convirtió en único testigo periodístico de la autopsia de un concejal muerto a quien algunos sospechaban asesinado con veneno. Ojos y oídos al servicio de la primicia, GGG volvió a la redacción e ignoró una vez más el secreto del sumario, lo cual le permitió a Crítica florearse al día siguiente con un titular que sorprendió a todos y subió mucho las ventas: “No hay cianuro”. Y tenía razón: no había.

Periodismo y fotografía“La prensa gráfica, impuesta en el mundo a fines del siglo XIX, nació con enorme popularidad en la Argentina y

en 1898 tuvo su baluarte con la aparición de la revista Caras y Caretas” dice la fotógrafa Sara Facio en un ensayo dedicado a la evolución de la fotografía nacional. En referencia a la década del 30, Facio la observa particularmente rica en innovaciones y con un avance del periodismo gráfico a partir de la influencia de publicaciones extranjeras como Life y O’Cruzeiro, y de la labor de creadores como Juan Di Sandro (que brilló con sus tomas en La Nación), Eduardo Colombo, Ricardo Alfieri, Antonio Legarreta, Lisl Steiner y Emilio J. Abras. Para Facio los dos diarios que más posibilidades le dan al periodismo fotográfico de la época son Crítica y El Mundo, y menciona algunos hechos que, a su entender, fueron impecablemente registrados por las cámaras: el Congreso Eucarístico Internacional, la inauguración del Obelisco, la llegada del dirigible Graf Zeppelin, los suicidios de Alfonsina Storni y Leopoldo Lugones y la visita a la Argentina del presidente norteamericano Franklin Roosevelt.

EsplendoresRecuperados de la clausura y de la prisión respectivamente, Crítica y Botana volvieron a ocupar un lugar central

en el periodismo argentino. En su momento de mayor esplendor en los años 30 Crítica vendía un millón de ejemplares diarios y desde diversos puntos del mundo Botana era visto como una versión local de William Randolph Hearst, el editor norteamericano que inspiró a Orson Welles el personaje de ‘Xane”, del filme El ciudadano.

Es que Botana vivía como un príncipe, andaba en Rolls Royce y lograba lo que se le ocurría. Una vez consiguió traer a Buenos Aires al famoso muralista mexicano David Alfaro Siqueiros, a quien le encargó la realización para su quinta en Don Torcuato de un friso de casi siete metros de extensión. Siqueiros pasó meses en un subsuelo hasta terminar la obra.

Por las noticias y por las fotosEl 10 de junio de 1931 un integrante de la familia Mitre, dueña de La Nación, sacó un vespertino tabloide para

competir con Crítica. Jorge Mitre siempre negó que Noticias (que al poco tiempo adoptó el nombre de su doble página central, totalmente ilustrada, Noticias Gráficas) y el diario de su familia tuvieran alguna vinculación, pero era un secreto a voces que el nuevo medio había sido impulsado por La Nación en el entendido de que la clausura de Crítica había dejado necesitados a miles de lectores. De todos modos, en aspecto, formato, ideas, lenguaje, tirada y calidad de lectores estaba tan lejos de Crítica como de La Nación y hasta de Jornada, el vespertino sustituto del órgano de Botana. Sus textos abundaban en títulos intencionados, directos y populares, y ofrecía una fuerte proporción de material gráfico. Fue el primero en hacer encuestas de opinión, antes de las elecciones que llevaron a Agustín P. Justo a la presidencia, y por su redacción pasaron grandes periodistas como Carlos Alberto Donatti, Guillermo Zalazar Altamira, Alberto Cordone, Emilio Solar Parravicini, Alejandro Llanos, los hermanos Gregorio y Bernardo Verbitsky y un hombre que representó toda una época del diario: José “Pepe” Barcia, uno de los más importantes investigadores del lunfardo. En un momento, abrumado por la mala situación económica, Jorge Mitre le vendió el diario a José W Agusti, que había comenzado su carrera en el comercio exterior y que en 1927 fundó Córdoba, el mítico diario mediterráneo. A partir de la mitad de la década del 30, ya con Agusti a la cabeza, Noticias Gráficas tuvo su mejor etapa.

El mundo del espectáculoCuando el 29 de abril de 1933 apareció el primer número de Sintonía (financiada por editorial Haynes, a 20

centavos el ejemplar y con la joven actriz Eva Franco en la foto de tapa) ya hacía dos años que Orts y Bordenave editaban Antena (”No hay sábado sin sol ni sábado sin Antena” era su eslogan) y faltaban otros dos para que se inaugurara Radio El Mundo. La mayor parte de los actores y las actrices trabajaban en teatros, el cine sonoro

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llegaba para quedarse con dos películas simbólicas como Tango y Los tres berretines, y había centenares de orquestas e intérpretes de tangos tan metidos en la vida de la gente como los ídolos. En 1934 Julio Korn, atento al explosivo crecimiento de la radio, incluye en las ediciones de La Canción Moderna el suplemento Radiolandia, que poco a poco desplaza al título madre. En uno de sus números iniciales Sintonía se responsabiliza de que las emisoras de radio comiencen a cumplir con los horarios de programación porque no querían quedar en falta frente a los oyentes que cada semana seguían los horarios publicados en la revista.

PersonajesEmilio J. Karstulovic, el director de Sintonía, era un chileno a quien apasionaba la velocidad, tan seductor como

emprendedor y que supo granjearse importantes amistades en el ambiente artístico, como la de la entonces actriz Eva Duarte. Había llegado a la Argentina en 1917 como promotor de la nueva marca de autos Studebaker. Antes de convencer a la editorial Haynes de que le facilitara los pesitos necesarios para sacar Sintonía, y a la parte que corrió en numerosas carreras de autos, Karstulovic hacía crítica de radio -firmando “EKA”- en El Mundo, fue guionista y productor de cine y teatro y estuvo al frente de LS9 La Voz del Aire.

En 1935 Radiolandia asume la posta dejada por U Canción Moderna. Poco antes había muerto Carlos Gardel en un accidente aéreo, y la nueva revista publica la despedida escrita por Homero Manzi. En la publicación dirigida por Julio Korn tuvieron un lugar -anónimo, porque no se firmaba-, además de Manzi, grandes cultores del género popular como Manuel Ferradás Campos, Mariano Perla y Eliseo Montaigne. En 1937, Korn, que ya tenía Radiolandia, se adelanta a los tiempos del marketing: compra Antena con el propósito de hacerse la competencia a sí mismo. Esa arrasadora dupla de publicaciones terminó por restarle espacio a Sintonía, que desaparece por primera vez en 1941. En una edición de Sintonía de 1939 había hecho su debut en tapa la actriz Eva Duarte. Ya en el poder, la señora de Perón jamás olvidó aquel espaldarazo fundamental en su corta carrera, y ofreció a Karstulovic los medios necesarios para el salvataje de su revista.

Mirando al SurLa revista cultural Sur fue producto de la iniciativa compartida de todo un equipo de importantes intelectuales.

La idea original surgió en discusiones febriles entre el profesor norteamericano Waldo Frank, uno de los tantos viajeros a la Argentina de las primeras décadas del siglo, y Eduardo Mallea. El título de la publicación vino desde el norte telegrafiado por José Ortega y Gasset. Y el dinero que hizo posible la salida era de Victoria Ocampo, que creía en la cultura y en su divulgación y era íntima amiga de Frank, de Mallea y de Ortega y Gasset. Se advertía en Sur la herencia de pensadores como Sarmiento y Alberdi, y la decisión de intelectuales modernos de provocar la discusión acerca de los debates estéticos (antes que de los políticos) de la época, de entender los cambios y tomar posición sobre grandes temas como la guerra y la paz, la libertad y el autoritarismo. Así como en la década del 20 la aparición del bolchevismo había sido un motivo de división de los intelectuales de todo el mundo, la Segunda Guerra, el fascismo, la Guerra Civil Española, el nazismo y las posiciones aliadas apoyadas por los Estados Unidos eran los temas de ruptura del momento.

Más allá de cualquier consideración política es necesario rescatar a Sur como una valiosa revista literaria, difusora de libros y autores fundamentales y culturalmente significativos en la década del 30. Sus críticos la consideraron excesivamente apegada a la literatura europea y la vieron como promotora de una cultura de elite, que sólo atendía las realizaciones de un grupo ideológico y respondía casi únicamente a los gustos y predilecciones de su directora, Victoria Ocampo.

El otro diarioHacia 1935 entra en escena en La Razón Ricardo Peralta Ramos, casado con una hija de Cortejarena, que

desarrolla inicialmente una brillante carrera administrativa y se empeña en una renovación tecnológica total, El P de junio de 1939 el diario anuncia en tapa que “utiliza máquinas capaces de exprimirle al tiempo todas sus ventajas”. Allí se inicia la carrera imparable de Peralta Ramos. En pocas décadas más, prácticamente nadie recordará a Cortejarena, y La Razón pasará a ser identificado, entre otras maneras, como “el diario de Peralta Ramos”.

¡Maestros!Alberto Rudni (nacido en 1916), Jorge Chinetti (1920) y Santiago Senén González (que por coquetería nunca

reveló el año de su nacimiento) fueron testigos privilegiados de la evolución y cambios del periodismo argentino

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en este siglo. Conocieron por dentro los grandes diarios (pasaron entre otros por Crítica, La Nación, La Prensa, Noticias Gráficas, El Mundo, Democracia) cuando los periodistas, pese a su estilo bohemio -que no excluía el alcohol ni las apuestas-, producían sin descanso en las redacciones. Tuvieron ocupaciones rutilantes y trabajaron a pulmón, como militantes de la Underwood. Atravesaron los escalafones, se pelearon, se amigaron, triunfaron y perdieron. Lucharon. Están.

En el principio fueron sus padres. Leo Rudni nació en la Rusia zarista y en 1905, antes de partir del terruño, había conocido de cerca y admirado las ideas de Lenin y Trotsky. Al poco tiempo de llegar se convirtió en periodista estrella de CKtíca, como columnista de temas financieros, A esa redacción (a cuyos periodistas el viejo Leo cautivaba con historias de pogroms lejanos y promisorios soviets) el joven Alberto iba de visita con pantalones cortos. El viejo Chinetti era rebelde, anareo, protestón y en la década del 20 llevaba a escondidas a Jorge a mítines políticos. Los actos en los que se reclamaba por la vida de Sacco y Vanzetti quedaron para siempre en el corazón de su hijo. El padre de Santiago Serién González fue uno de los creadores del Estatuto del Periodista Profesional, la ley 12.908, que todavía rige la actividad.

Cuando Rudni se inició en la redacción de La Nación los periodistas iban de galera y bastón. En Noticias Gráficas, Manuel Sofovich le enseñó a armar su primer vale de gastos. Afiliado N° 1 de la entidad gremial periodística, Chinetti dice que se inició en el periodismo a los ocho años, vendiendo diarios en Sarmiento y Paraná. Empezaba muy temprano a la mañana,-interrumpía para ir a la escuela y, al volver, remataba los diarios que le quedaban a mitad de precio. Senéri González fue uno de los primeros en desarrollar la especialidad del periodismo gremial y también fue delegado en muchas de las redacciones que integró.

Se formaron y crecieron entre los rigores del compromiso y el afán de la buena vida. Entre analfabetos y doctores, entre reos y sabios. Rudi evoca a Juan Carlos Petrone, a los hermanos Cordone -creadores del diario Pregón-, a Ángel Bohígas, César Tiempo, Martiniano Paso, Octavio Palazolo y Cholo Aguirre. Chinetti piensa en Clemente Cimorra -un español que fue toda una institución entre los periodistas exiliados en el país-, sus compañeros del diario socialista, Enrique Delfino y al dibujante Caribé. González repasa momentos vividos con Moisés Schebor Jacoby, Salustiano González, Mario Monteverde, Héctor Cuperman, Victorio Sánchez Junoy y, perplejo, todavía se pregunta por la suerte corrida por Edgardo Sajón.

Laiño al poderPertenece a la escuela y a los tiempos en que los periodistas no eran noticia: Félix Hipólito Laiño estuvo al

frente de La Razón desde el lo de setiembre de 1937. A partir de ese momento, durante casi cinco décadas, raramente salió fotografiado, nunca firmó una nota y jamás figuró en los créditos de dirección. El currículum oficial señala que, antes de hacer toda una escuela de periodismo en ese diario, era un joven escritor, ganador incluso de un premio en un concurso de La Prensa. En 1931, a los 23 años, ingresó como reportero a La Razón, en donde trabajaban periodistas consagrados como Pablo Suero, Alejandro Unsain y los hermanos Mariano, Leónidas y Joaquín de Vedia. Fue sucesivamente ascendido a cronista en 1932 y a redactor un año después. Es en 1933 cuando lo consagra la precisa pluma y la variedad informativa de la necrológica del ex presidente Yrigoyen.

En 1934 es ascendido a editorialista, a prosecretario de redacción en el ‘35 y posteriormente a secretario general de redacción -puesto equivalente al de director---. En ese cargo permaneció, como dueño y señor, hasta 1984.

Una observación de puro sentido común formulada por Laiño en ese momento cautivó a Ricardo Peralta Ramos: “¿Cómo puede pretenderse serio un diario que tiene errores hasta en la cartelera cinematográfica?”. Este hombre tímido y de pocas palabras había sido estudiante de derecho, profesor de materias humanísticas en escuelas secundarias, crítico teatral del diario Ultima Hora y violinista aficionado que se llegó a soñar director de orquesta en el Colón. Sin embargo, lo que dirigió, con mano tan rígida que muchos la consideraron despótica, fue la redacción de uno de los diarios más vendidos del país durante décadas. Los tramos esenciales de su partitura periodística fueron:

• La gente debe sentir la invencible necesidad de comprar La Razón, casi como un vicio. • Hacer un diario popular, sin los sensacionalismos de la prensa amarilla. Títulos claros, pero lenguaje depurado. Debajo de los títulos, una síntesis de la noticia como forma de introducir a la lectura y tornarla más atractiva. • Evitar las estridencias de Crítica y Noticias Gráficas, pero soslayar el acartonamiento de La Nación y La Prensa.

• Tres temas acaparan el interés del público: salud, dinero y amor.

Una nueva etapaEl lo de junio de 1939 La Razón apareció con cambios sustanciales en su diagramación y en su impresión. Sin

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copiar de modelos extranjeros y con la única ayuda de un tipógrafo, en soledad, en las horas libres que le dejaba la edición del diario y en absoluto secreto, Laiño varía detalles esenciales del formato y la disposición de los títulos, decide agrandar las fotos y hace más ágil la diagramación. Pero no todos aceptaron de entrada las propuestas e innovaciones de la “era Laiño”. A los viejos redactores que acostumbraban a cubrir las mangas de sus camisas blancas con lustrines negros les caía pésimo ver noticias policiales en la primera página. Ya como secretario general del diario, Laiño se encontró con no pocos desplantes y renuncias: “Está bien que ahora quieran hacer un diario menos doctoral, más popular, pero yo me retiro”, dijeron varios.

El diario se hizo menos solemne, apeló a las notas curiosas e insólitas (agrupadas en los famosos recuadritos titulados “¡Oh!”) y se pobló de entretelones, de noticias menos oficiales y de “dialoguitos”. Laiño ganó más de lo que perdió y La Razón aumentaría sus ventas incesantemente en las siguientes tres décadas.

En 1939 muchísimos ciudadanos se preguntaban si el presidente Roberto Ortiz estaba ciego o no. Laiño consiguió descubrir la respuesta: pidió una entrevista y, fingiendo un tropezón, alteró mínimamente el recorrido dispuesto por el protocolo presidencial y verificó que el mandatario no veía. Cuando publicó en La Razón que ese hombre no estaba en condiciones de ejercer el poder -piensa Laiño- desató primero una polémica, luego una crisis y enseguida la renuncia presidencial.

LA PRENSA DEPORTIVA A comienzos del siglo, periódicos como La Nación y El Diario la consideraban una sección insólita y romántica.

Los “Sports”, tal como se los denominaba, no tenían un lugar extenso ni protagonistas estelares aunque ya existía una demanda de información sobre hípica, tenis y fútbol. Desde su nacimiento en mayo de 1919 como revista de interés general con muchas ilustraciones, El Gráfico, creación de Constancio Vigil, se convirtió en un símbolo del periodismo deportivo. En sus primeros años, el semanario publicó portadas de información general y educación, que alternaban con tapas sobre ciclismo, atletismo, natación, remo, aviación y por supuesto los que siempre fueron los deportes más populares, fútbol, automovilismo y boxeo. A partir del número 300, El Gráfico pasó a ser de temática exclusivamente deportiva.

En su historia, Diego Armando Maradona es el ídolo futbolístico que con mayor presencia tuvo en El Gráfico, con 112 apariciones en tapa. Entre los ases del volante el que más veces salió fue Carlos Reuteman, con 49 inclusiones, y en boxeo nadie ocupó más portadas que Carlos Monzón: 27 veces.

Los antes y después en el periodismo deportivo La historia del periodismo deportivo escrito tiene varios antes y después. Por ejemplo, los de la influencia que

tuvieron en los últimos años primero la radio y después la televisión, a las que el periodismo gráfico tuvo que sobreponerse y de las que tuvo que diferenciarse.

En 1903 La Nación cubrió por primera vez con un enviado especial el partido entre Alumni y un equipo uruguayo. En medio de un fuerte conflicto interno en el Uruguay, el periodista Ángel Bohígas viajó en el lentísimo Vapor de la Carrera y regresó a Buenos Aires en el día, con la nota redactada. La crónica apareció con un título a cinco columnas, inusual para la época. No era para menos: había ganado Alumni.

En los años 30, chicas en pantaloncitos se paseaban dentro de la vieja cancha de River para publicitar las notas del periodista Last Reason en El Gráfico. El diario Crítica comenzó a enviar a sus mejores plumas, como Roberto Arlt, a cubrir acontecimientos deportivos, como también lo hacían las estrellas periodísticas de entonces: Borocotó, Chantecler y Frascara. Ellos representan el momento estelar de una rica y culta bohemia del periodismo deportivo. Más adelante, en los años 40 y 50, la popularidad de la sexta edición de los vespertinos porteños fue enorme, porque en ella figuraban los resultados de los partidos. Eran tiempos en que los lectores tenían que hacer largas colas para conseguir un ejemplar, con los finales de las carreras y del fútbol. No había televisión, y la radio no estaba en todos los estadios. Las crónicas de los partidos estaban estructuradas con base en fórmulas, sobre todo cuando periodistas especialmente destacados en las canchas no las pasaban por teléfono o la información no se podía levantar de la radio. Entonces los redactores de turno inventaban a suerte y verdad, pero con una sola restricción: no podían equivocarse en el resultado final del partido.

En mayo de 1932 -plena fama del ídolo Bemabé Ferreira, en un domingo en que jugaban River y Racing- sale una de las revistas deportivas más insólitas de la historia. Se llamaba Alumni»y su propósito era informar en las canchas sobre los resultados de los otros partidos, en una época en que todavía no existían las radios portátiles. Los equipos eran identificados mediante una letra clave en un enorme cartelón ubicado a un costado del campo, código que se reproducía en la revista. En cada estadio un periodista informaba las variantes del tanteador y del juego, y

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desde una oficina central los datos se distribuían en las canchas en el momento oportuno. Al poco tiempo los hinchas sabían que si se movía la chapa de la izquierda era gol local, cuando el anuncio mostraba chapa roja y blanca anunciaba una expulsión; la amarilla, la ejecución de un penal, y la chapa blanca sobre azul indicaba penal atajado.

Alumni salió con éxito hasta que a fines de los años 50 aparecieron las radios portátiles a transistores, velozmente adoptadas por los aficionados para escuchar lo que ocurría en otras canchas. Recuerda Pablo Ramírez en una nota, que el 3 de mayo de 1964 fue la última vez en la historia que Alumni batió un record de ventas. Es que ese día hubo justamente una huelga de relatores radiales, movimiento que provocó un doble efecto: aumentó el número de espectadores en las canchas y se agotó la revista.

Francisco Llano evoca la sección deportiva de Crítica con los hermanos Edinundo y Alberto Campagnale, Adolfo Haimovitz, José Ramón Luna, Amílcar Mercader y en especial Hugo Marini, autor de aciertos todavía perdurables. “El fue quien bautizó ‘El Ciclón’ a San Lorenzo, ‘El Fortín’ a la cancha de Vélez, ‘Los Millonarios’ a River, que empezaba con su carrera de grandes cifras en los pases; a los de Platense los bautizó ‘Los Calamares’ y a Bernabé Ferreyra, temible por su tremendo tiro, ‘El... Mortero de Rufino’.”

El Mundial de la transiciónA partir del Campeonato Mundial de Fútbol disputado en 1966 en Inglaterra, el periodismo escrito comenzaría a

tener un nuevo espacio acosado por los medios electrónicos. En una interesante crónica del semanario Confinnado, publicada luego de aquel torneo a fines del mes de julio, decía Osvaldo Cézar: “Habían pasado cuatro días desde el primer partido del Campeonato Mundial de Fútbol, y al edificio de Riobamba 280, en Buenos Aires, no llegaba una sola línea de información, una sola fotografía. Héctor Ricardo García, furioso, con la barba crecida, se sentó frente a una de las máquinas de télex instaladas en su despacho, y escribió, simplemente: ‘Están despedidos’. El lapidario mensaje tembló poco después en Birmingham, Inglaterra. Pasó de las manos de Dante Panzeri a las de José Sacco y José María Bonafina y fue leído con estupor por Tolentino Alegre Reyes, los cuatro enviados especiales de uno de los mayores emporios periodísticos del país, los diarios Crónica y Ultima Hora, la revista sensacionalista Así y la deportiva Así es Boca. Ellos no podían aceptar el rapto de ira de su jefe máximo, porque habían despachado normalmente sus ríos y notas gráficas. Cuando García compren comenta dio que el material había quedado detenido en la portería de su editorial, perdonó a los periodistas pero despidió a los porteros”. PM Finalmente, los porteros también gozaron de la indulgencia del ex fotógrafo García, un hombre que siempre recuerda sus orígenes humildes. Pero la anécdota había servido para destacar la magnitud de un esfuerzo que supera todos los antecedentes conocidos en la historia del periodismo argentino: nunca antes de este campeonato mundial diarios y revistas habían concentrado sobre un acontecimiento tal cantidad de medios técnicos y humanos. Entre los diarios se destacó netamente la información de Clarín y de La Razón. Cinco de los mejores redactores de Clarín y el jefe de sus fotógrafos enviaron- un riquísimo material que los lectores recibían cada día en un suplemento especial. La Razón, en cambio, sólo envió a dos redactores, a quienes Félix Laiño hizo regresar antes porque “se trata de un torneo de pillerías». Ambos diarios reforzaron los servicios de agencias internacionales. En Clarín debe destacarse el trabajo de Luis Sciutto, un uruguayo que escuda sus crónicas lunfardas tras el seudónimo de “Diego Lucero”. Su nota posterior a la eliminación argentina se tituló “Un afano científicamente organizado”. En Londres la presencia de los hermanos gemelos Carlos y Jorge Rodríguez Duval, representantes respectivamente de La Prensa y de El Mundo, produjo graciosas confusiones. El Mundo presentó dos columnistas novedosos: el técnico argentino Adolfo Mogilevsky y el ex futbolista Alfredo Di Stéfano. El Gráfico envió a su director Carlos Fontanarrosa, a dos redactores y a un fotógrafo. Osvaldo Ardizzone, de El Gráfico, escribió un artículo de 20.000 palabras, cifradas en siete metros de cinta perforada y que insumió cinco horas continuas de transmisión vía télex. Goles -aparecida en la década del 50 para competir con Mundo Deportivo- envió a su director, Enzo Ardigó, a un redactor y a un fotógrafo. La inversión fue cuantiosa pero cada semanario aumentó por lo menos en 50.000 ejemplares su tirada semanal. La editorial Atlántida ordenó el viaje de los enviados de Gente y éstos, además de lo futbolístico, registraron los cambios de costumbres de la juventud en la capital inglesa. En una de sus tapas El Gráfico incluye un título de exaltado fervor localista: “Bravo, argentinos... ganadores aun vencidos... señores del coraje”.

Algo en comúnJorge Búsico era un adolescente hincha de River que soñaba con el fútbol. A fines de la década del 60 y

comienzos de la del 70 El Gráfico salía los martes y él se plantaba al lado del kiosco desde un buen rato antes de la llegada, para esperarlo. A los 11 años recortaba las fotos de sus ídolos y las pegaba en un cuaderno con evidente

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criterio de diagramación y edición. Guillermo Blanco nació en la ciudad de 9 de Julio y se crió esperando cada semana la llegada al pueblo de El Gráfico -a la que consideraba una biblia de conocimientos- y de la revista del club San Lorenzo. Antes de ser periodista, Juan José Panno se regocijaba con la línea de Dante Panzeri en El Gráfico de los años 60, llena de sensacionales investigaciones, aunque también conocía a anteriores maestros como Borocotó y Félix Daniel Frascara y posteriores referentes como Carlos Juvenal, Juan de Biase, Justo Piernes y Horacio Pagan¡, que trabajaban en distintos medios. Néstor Straimel también leyó en El Gráfico textos que nunca olvidó, firmados por Borocotó, Frascara, Ardizzone y el especialista en automovilismo Miguel Ángel Merlo. Osvaldo Pepe advirtió en el estilo crítico de Dante Panzeri algo tan nuevo como atractivo: desdeñar la exaltación del triunfo cuando únicamente estuviera al servicio de vender más.

Búsico, Blanco, Panno, Straímel y Pepe tienen algo en común: son periodistas deportivos, protagonistas de una de las pocas actividades gráficas en expansión que cambió mucho desde que los refinados cronistas de La Nación y La Prensa seguían la marcha de los aficionados y amateurs hasta la última, gran novedad aparecida en 1996, el diario Olé, que acepta en su hechura una innegable influencia de la televisión. Para ellos, los grandes hitos en el periodismo deportivo de las últimas décadas fueron los siguientes:

El Gráfico, revista discutida y discutible pero de innegable importancia en cada una de sus épocas. Los cinco periodistas consultados coinciden en destacar la relevancia de la etapa en la que Dante Panzeri fue su director y propició en el análisis de todos los deportes no sólo el fútbol una filosofía alternativa al “ganar o morir”. También reconocen las condiciones visionarias del reemplazante de Panzeri, Carlos Fontanarrosa, constructor de la actual imagen de la revista que dirige Aldo Proietto.

• La revista Goles, cuando era dirigida por Horacio García Blanco. En un momento llegó a vender tanto como El Gráfico.

• La revista Goles Match, por su manera de vincular el acontecimiento deportivo con la realidad circundante. Por ejemplo, la nota a Adolfo Pérez Esquivel -titulada “El gran gol argentino"- fue en 1980 la primera publicada al premio Nobel argentino en un medio local. En un clima político todavía impregnado en la euforia del Mundial del'78, irritó al poder militar que consideró que ése no era un tema a tratar y menos por una publicación deportiva.

• La Hoja del Lunes, una experiencia original aunque breve. Era una revista que salía los lunes con toda la actividad deportiva del domingo, a la misma hora en que aparecían los matutinos con sus suplementos.

• La sección deportiva del diario Noticias en 1974 y la de El Cronista Comercial; el suplemento deportivo de La Voz, el Sportivo Sur, suplemento del diario del mismo nombre, y El Clásico, intento realizado por varios despedidos del diario Sur.

• Estos son los periodistas de distintas generaciones que fueron mencionados por su aporte creativo y profesional: Mario Stilman, Enzo Ardigó, Juan de Biase, Diego Lucero, Carlos Ares, Jorge Azcárate, Horacio del Prado, Justo Piemes, Beto Devoto, Néstor Ruiz, Eduardo Dur Tuty, El Veco, Jorge Ruprecht, Jorge Llistosella, Carlos Ferreira, Ernesto Cherquis Bialo, Gustavo Veiga, Alejandro Fabri, Daniel Lagares, Juan Carlos Camaño, Carlos Bonelli, Ariel Scher, Pedro Durrells, Juan Trasmonte, Daniel Aler, Carlos Juvenal, Juan Zuanich, Osvaldo Orcasitas, Estanislao Villanueva. Alfredo Parga, Carlos Marcelo Thiery, Diego Bonadeo, Horacio Pagani, Ezequiel Fernández Moore, Roberto Fernández y Osvaldo Pepe entre otros. Desde La Cancha hasta Todo fútbol, desde la humilde y bien informada Campeón hasta Supercampeón -un gran éxito de 100.000 ejemplares de venta que hicieron Enzo Ardigó, José María Otero, Ulises Barrera, Villita, Aldo Proietto y Juan Carlos Pérez Loizeau-; de la inefable Alumni -y su clave- a los fascículos de Pablo A. Ramírez sobre la historia del fútbol en La Nación, son muchas las publicaciones especializadas que fueron quedando en el camino hasta hoy, en que la TV condiciona prácticamente todo, desde la extensión de los comentarios hasta la discusión táctica y técnica de un partido.

El deporte de la dignidadFue en agosto de 1962. River y Boca jugaban el superclásico en el Monumental de Núñez. Lleno total. El

entonces ministro de Economía, Alvaro Alsogaray, lanzó al término del partido una reflexión fácil: “A juzgar por la cantidad de público, no se advierte la pobreza del país”. La editorial Atlántida ordenó que esa intervención extradeportiva del ministro fuera consignada en un recuadro del próximo número de El Gráfico, pero Dante Panzeri, el director, se negó por considerarla demagógica. Ese episodio fue el principio del fin de su vinculación con Atlántida.

Un tiempo después Panzeri aceptó una oferta de Héctor Ricardo García para escribir en el semanario Así, que vendía un promedio de 700.000 ejemplares cada vez que salía. Un grupo de sus seguidores se sintió defraudado y le pidió explicaciones. Su respuesta es toda una lección de periodismo práctico, seguramente involuntario: “...

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Siempre defendí mis ideas por medios ajenos... Vea y Lea y Primera Plana, en la misma época, me habían ofrecido trabajo pero desistieron porque, según dijeron, las notas de Panzeri traen problemas. Mi familia no podía seguir esperando a que la prensa seria, de páginas más dignas para mí, me ofreciera un trabajo. ¿Cuál es la prensa seria? ¿La Nación y su tibio-tibio? ¿El Gráfico y la chabacanería que ustedes le reprochan? ¿Así y sus crímenes? ¿Primera Plana y su objetividad? En lugar de prensa seria sería más exacto hablar de periodistas serios y periodistas poco serios. Acepté, primero porque García me aclaró que disentía con mi manera de escribir y de pensar pero las consideraba comerciales para su revista, pero asimismo me aseguró la más absoluta libertad para escribir lo que yo quisiera. El pensaba que me seguirían los que estaban de acuerdo conmigo y fundamentalmente los que estaban en mi contra. Y también acepté porque me pagaba muy bien, paga que mejoró cuando extendí mis colaboraciones al diario Crónica”.

En la sección “Deportes” del diario de García, que dirigían Hugo Marini y el Negro Villita, Dante Panzeri escribía largas notas despachándose contra la Copa Libertadores, a la que denominaba Topa Corruptores de América”. Cuando en las semifinales de ese torneo Estudiantes eliminó a Racing, Panzeri tituló de este modo: “Si esto es el fútbol, que se muera el fútbol”. Cerca de su escritorio trabajaba Eduardo Rafael, que se asombraba de lo fuerte que Panzeri le pegaba a la máquina de escribir y cómo, a la manera de un león a punto de atrapar a su presa, se movía, fumando, alrededor del escritorio hasta alcanzar el concepto deseado, la palabra justa el título provocador.

NOTICIAS DE LOS AÑOS 40En un artículo publicado en el diario Convicción en 1981, el periodista Pedro Larralde describió el clima que en

los años 40 se vivía alrededor de la Facultad de Filosofía y Letras, ámbito porteño que era reflejo de muchas inquietudes intelectuales y en el que se formarían, para la discusión, para el vagabundeo y para el periodismo, centenares de muchachas y muchachos: “Estábamos en la isla de la calle Viamonte y en su archipiélago: el bar Florida, el Jockey Club, el Paulista, el Coto, según los tiempos y los bolsillos, hasta los límites del Moderno, donde gobernaban los plásticos. Discutíamos, y hasta nos enojábamos, por ser adictos a Rilke o a García Lorca; empezaba a soplar por aquí Sartre, pero ¿y la entereza de Camus? Y Mallea, Roberto Arlt, Güiraldes releído, Borges, los huéspedes de la ciudad, Roger Caillois, Gombrowicz también nos salían al encontronazo. Y la brava directora de Sur -Sur o Nosotros también era una pelea que pasaba por ahí embistiendo el atardecer por la cuadra del convento- Adentro, en aquellos pasillos que olían a humedad, en aquel sótano del Centro de Estudiantes donde se pergeñaban números de la revista Verbum que salían a las cansadas, estaba la presencia de aquellos maestros... Afuera estaba Buenos Aires, adentro un milagro de hallazgos: vislumbrar las aventuras de la inteligencia”.

Accidente y muerte de BotanaDicen que ni en los peores momentos abandonó su cigarro. Dicen que aunque estaba grave animaba con chistes

de humor negro a los médicos que lo asistían. Dicen que, un segundo antes de morirse, hizo la V de la victoria. El 7 de agosto de 1941, a los 52 años, murió Natalio Botana, el Randolph Hearst argentino, fundador de Crítica y protagonista de una época dorada del periodismo local. Dos días antes, viajando con su Rolls Royce por Jujuy (en donde acababa de concretar un negocio de tierras y procuraba una breve temporada de descanso en las termas del lugar), tuvo un accidente automovilístico que no dejaba prever semejante desenlace, pero una de sus costillas rotas le hizo presión sobre un pulmón y le provocó severas hemorragias antes de la muerte.

Se iba con él un personaje fascinante, lleno de imaginación cuanto de contradicciones extraordinarias, las que lo llevaron a jugarse a favor de grandes reivindicaciones humanas y causas políticas, pero que también en 1930 colocó su diario al servicio de los militares que golpearon a Yrigoyen. Las opiniones siguen divididas hasta hoy. Para muchos Botana había sido un genio de lo popular, dotado de una intuición desbordante; para otros no fue otra cosa que “un pirata detestable, un aventurero del periodismo".Y aunque nadie olvidará su posición ante Yrigoyen (que él trató vanamente de explicar y justificar desde sus posiciones antipersonalistas e independientes), también cabe el reconocimiento para quien encabezó una muy lograda aventura periodística y desarrolló con sello personal campañas y acciones como éstas:

• Ayudó con trabajo a anarquistas perseguidos, a numerosos exiliados europeos y a parientes de los fusilados Severino Di Giovanni y Paulino Scarfó.

• Colaboró siempre con juguetes para los niños pobres de la ciudad. • Durante la Guerra Civil Española volcó el diario abiertamente en favor de la causa republicana. Se opuso

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permanentemente a Hitler y a Mussolini, fue un enemigo de las posiciones nazis y fascistas, aquí y en el extranjero. Apoyó las luchas de liberación de Augusto César Sandino en Nicaragua.

• Encabezó campañas internacionales desde Crítica exigiendo la anulación de la pena de muerte a Saceo y Vanzetti, y solicitó la libertad del anarquista Simón Radowitski.

• Realizó numerosas campañas públicas de presión sobre conocidas empresas a las que les exigía muestras de lealtad comercial y control de calidad de sus productos (por ejemplo, a la Compañía General de Fósforos le demostró que no envasaba la cantidad de unidades que decían sus envases) o por motivos tarifarios, como cuando embistió contra la Unión Telefónica porque le hace pagar al abonado argentino hasta el impuesto de sus accionistas en Londres”. El hecho de que inmediatamente bajaran las tarifas significó un gran triunfo para Crítica. No fueron pocos los que censuraron acciones como éstas, que provocaron calificativos como “delincuente extorsionador”. El periodista Francisco Llano, que integró la redacción de Crítica, señala que aunque “Botana no dejó un solo libro escrito por él, desde el punto de vista intelectual su personalidad admite un paralelo sin desmedro con Ortega y Gasset por la profundidad en la interpretación de los sucesos humanos y, poder de captación con respecto a la inquietud de las masas”. Llano rescata un diálogo que Botana habría tenido con un secretario de redacción: Señor Botana, este artículo no le va a gustar al público.

-Al público le tenemos que enseñar nosotros lo que le debe gustar -respondió Botana.

Pensando en los lectoresFélix Laiño vivía en Lanús y, cada mañana, el trayecto en tren desde esa localidad a la Capital le servía para ir

revisando y leyendo todos los matutinos. Cortaba con una hojita de afeitar aquello que le interesaba e iba desechando el resto. De ese modo organizaba una embrionaria edición del diario La Razón que saldría a la tarde: cada recorte era entregado después a un redactor casi como una orden de trabajo. En sus largos buenos tiempos La Razón dispuso de una información política imposible de soslayar aun para quienes no acordaran con su línea, pero también era leído por su sección Policiales”, extensa pero no sensacionalista, y por la sección “Deportes”, en donde sobresalía la parte dedicada al fútbol. Sin embargo, en esa época la mayoría de los diarios acostumbraban abrir sus ediciones con noticias internacionales. “Se podía morir el presidente de la Nación, que los diarios ponían en tapa el estornudo de Churchill o el último discurso de De Gaulle”, ilustra Julia Constenla. En 1990 Susana Viau, de Página 12, le preguntó a Félix Laiño sobre su mayor logro periodístico y el hombre de La Razón se remitió a algo sucedido en los albores de la década del 40- “Hasta 1940 la gente compraba o vendía casas y los departamentos únicamente se alquilaban. Un día leyendo Le Monde me enteré de que en Francia había una ley de propiedad horizontal. Entonces hice desde el diario una gran campaña hasta que los legisladores elaboraron y sancionaron una ley de propiedad horizontal. Estaba seguro de que eso le iba a cambiar la vida a la gente, y no me equivoqué”. Junto a joyas del género del periodismo de historietas y de entretenimiento como Tit Bits y Pif Paf, en 1944 salía Intervalo, que adaptaba clásicos de la literatura y los convertía en cuadritos de historieta. “Era una forma de leer a Shakespeare sin asustarse, porque todavía se pensaba que la lectura incidía en la formación de los jóvenes”, apuntó Eduardo Romano en una conferencia en 1996. “Salía la revista Leoplán, que acostumbraba a ofrecer a sus lectores una novela completa por edición, y Vea y Lea, que también traía literatura y que competía y convivía con Sur”, agrega Romano. En los años 40 uno de los grandes aficionados a Leoplán, de editorial Sopena, era Gregorio Selser, con el tiempo un formidable investigador periodístico, que encontró en los variados textos de aquella publicación un modo de formación.

El modelo LeoplánMuchos evocan hoy la influencia que tuvo Leoplán sobre varias generaciones. Según evoca Pedro Orgambide,

se la podía encontrar en la sala de espera de un médico, o en las peluquerías, tanto como en las bibliotecas populares. “Lo principal, de donde había tomado su nombre, era que proponía un plan para la lectura: leer con un plan. Recuerdo haber leído en Leoplán a autores rusos como Andreiev, Dostoievski, Tólstoi, Chejov, o franceses como Zola, Balzac o Maupassant. Pero la revista no terminaba en la literatura de divulgación o en el anticipo de libros. Recuerdo los aportes periodísticos de Carlos Selva Andrade o de Ernesto L. Castro y las entrevistas de Sergio Leonardo, que con precoz estilo hemingweyano narraba historias de vida de personajes famosos o desconocidos de la ciudad o del interior”, recuerda, conmovido, Orgambide. Aunque alcanzó a conocer sólo la etapa final de la publicación, Sergio Sinay coincide en que Leoplán hizo una gran obra de divulgación cultural ofreciendo, sin cortes y con un criterio de edición muy avanzado, lecturas calificadas. En su casa familiar en Santiago del Estero se recibía la revista, de la que aprendió a fijarse en cómo combinaban fotos y noticias o para

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qué servían títulos y epígrafes. “Leoplán me metió en la cabeza una idea que todavía tengo: que las revistas también pueden servir para educar a la gente y que encima se pueden vender muy bien”, dice Sinay.

Cañones y periodismoSe instala el horror: el 4 de setiembre de 1939, Inglaterra y Francia rechazan un ultimátum de Berlín y le

declaran la guerra a Alemania. Desde los cuarteles germanos se informaba que las fuerzas del Reich seguían su avance para completar la toma de Varsovia. Debajo de una fotografía en la que se ve la ciudad de Danzig cañoneada desde el mar, el corresponsal de La Nación en París, Fernando Ortiz Echagüe, despachaba desde la sede europea del diario ubicada en la avenida de los Campos Eliseos una crónica en la que transmitía el contraste entre la placidez de los que se reunían en el café de L'Alsace a tomar una cerveza y lo que calificaba como la horrorosa pesadilla de la guerra”. Ortiz Echagüe señalaba la actitud de paseo de la gente en una tarde de domingo tranquila y soleada “donde todos caminan serenamente pero llevando a un costado la mascarilla antigases”. Mientras duró la guerra, entre 1939 y 1945, se agudizaron las dificultades para conseguir papel y casi todos los diarios se vieron obligados a disminuir la cantidad de páginas y a reducir sus tiradas. Es en ese momento cuando en los barrios se difunde entre los vecinos la costumbre de prestarse los diarios, trámite en el que, incluso, intervienen los canillitas.

Los medios presionaron para que la Argentina se apartara de una neutralidad demasiado parecida a una ambigüedad intolerable. El tema estaba en discusión. El 16 de diciembre de 1941 el presidente Ramón S. Castillo -que asumió el cargo por enfermedad de Roberto M. Ortiz- estableció el estado de sitio, y todas las garantías constitucionales, incluida la libertad de prensa, quedaron en vía muerta. Hasta ese momento los diarios no registraban debidamente una dramática realidad: la sociedad, que era mayoritariamente neutral, estaba dividida y enfrentada entre aliadófilos y pro nazis. En el país granero del mundo esas cosas se hablaban en voz baja. O no se hablaban.

Desde que Estados Unidos le había exigido al presidente Castillo el cese de la neutralidad, no fue sencillo para nadie observar, y demostrar, una posición equidistante. Muchos de los que no estaban cerca de ninguna de las dos fuerzas en pugna fueron acusados de nazis. Los nacionalistas nativos, cuyo ideario antiimperialista los hacía rechazar tanto lo inglés como los avances de Hitler, fueron automáticamente estigmatizados como pro germanos. En el periódico La Maroma reseñaban irónicamente algunos modos de ganarse el sambenito de germanófilo: Si usted afirma que los frigoríficos son cuevas de ladrones que están robando a los ganaderos argentinos; si usted afirma que la CHADE (empresa de electricidad) cobra el kilovatio hora cinco veces el valor de lo que le cuesta producirla; si usted afirma que la Patagonia está íntegramente en manos de ingleses; si usted afirma que los ferrocarriles cobran fletes abusivos”. Quien años más tarde sería el fundador de Clarín, Roberto Noble, también recibió acusaciones de pro nazi (desmentidas por sus biógrafos, con la excepción de Francisco Llano) por haber sido ministro del conservador Fresco, motivo por el que estuvo incluso distanciado de su hermano, el político demócrata progresista Julio Noble, pro inglés durante la guerra y en otros momentos.

Los grandes diarios fueron, en general, aliaciófilos (Crítica llegó a rechazar publicidad de empresas vinculadas a Roma y a Berlín), pero en los kioscos era posible conseguir numerosas publicaciones que se referían abundantemente a una cuestión judía” -Clarinada, Choque, Momento Argentino, Cabildo, Nueva Política- y cuyas probables fuentes de financiación pasaban cerca de un organismo vinculado a la embajada germana, el Gauleiter Bohle. Del mismo modo, una vasta cantidad de literatura clandestina cercana a las posiciones aliadas también aparecía y desaparecía de los kioscos.

Cuando Mussolini cae en Italia, el presidente de facto Ramírez entrega precisas instrucciones sobre el tratamiento de la información. Finalmente, el 31 de diciembre de 1943 reglamenta por decreto la actividad periodística. Los editores debían presentarse a una oficina de publicaciones para aclarar no sólo lo que podían o no podían publicar, sino el origen de sus fondos y hasta copias de la memoria y balance de los últimos años. Las empresas periodísticas tomaron esto como una clara señal de hostigamiento, lucharon contra las medidas y lograron que a los tres meses el reglamento se derogara.

El 26 de enero de 1944 Ramírez rompió relaciones con las potencias del eje Alemania-Italia-Japón, pero recién el 27 de marzo de 1945, cuando faltaban menos de dos meses para que terminara el conflicto, el entonces presidente Edelmiro J. Farrell declaró la guerra.

El 26 de abril ese mismo año, por primera vez desde su aparición en 1869, el diario La Prensa no llegó a la calle: se lo impidió un decreto del Poder Ejecutivo que lo sancionaba por el elevado tono que tenían sus críticas hacia el poder. La justificación esgrimida era tan insólita como débil: “Nosotros respetamos la libertad de prensa. Lo que no toleramos es la realización de campañas que desorientan a la opinión pública”. Muchos de los sectores

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nacionalistas que habían soñado con la salida militar dura ahora clavaban su mirada en una figura que ascendía de un modo imparable desde 1943. El coronel Juan Domingo Perón había prestigiado el significado político del Departamento de Trabajo y lo había hecho crecer hasta convertirlo en Secretaría. Ya durante la presidencia de Edelmiro J. Farrell, Perón fue nombrado ministro de Guerra y, desde el 7 de julio de 1944, vicepresidente de la Nación. Les gustara o no, los grandes diarios debían aceptar que este nombre y este hombre se había metido para siempre en sus destinos. Para bien y para mal.

Entre El Pampero y La VanguardiaPara muchos era inequívocamente fascista. Y nazi. Pero había quienes consideraban que era una u otra” versión

periodística de la guerra, el diario donde se publicaban informaciones que los grandes diarios ignoraban. Se llamaba El Pampero y salió durante la Segunda Guerra Mundial. El 4 de junio de 1943 La Vanguardia ya tenía más de medio siglo como orgulloso órgano del Partido Socialista de Juan B. Justo, y se había destacado, durante décadas, por hacer un periodismo militante, sin dobleces, al servicio de grandes causas nacionales. En la Argentina de la época de la guerra El Pampero y La Vanguardia fueron dos expresiones periodísticas opuestas, ambas con fuerte contenido político. Pedro Orgambide evoca a El Pampero: “Era urticante para la época, y a veces se ponía muy estúpido, como le pasa a cualquier diario sectario. Y era fascista en un momento en que cierto nacionalismo de derecha se teñía inevitablemente de antisemitismo. En mi barrio sólo lo compraba el zapatero italiano, que era muy buena persona pero admiraba a Mussolini”. Desde 1943 El Pampero apoyaba las tendencias golpistas de las Fuerzas Armadas y desde una ideología de extrema derecha nacionalista (a la que no era ajeno cierto antisemitismo de la época) ostentaba una posición abiertamente germanófila. En un estudio sobre el periodismo argentino C. Galván Moreno afirma que el vespertino era costeado por la embajada alemana. “Este diario -agrega- no mide el tono de sus artículos y, so Pretexto de decir la verdad, cae muchas veces en excesos y violencias. El Pampero es la expresión genuina de la prensa que en una hora gris para nuestra patria, encabezó Dorrego hacia 1828 y nos dio como fruto la falaz tiranía que agotó al país por más de veinte años.”

Al mal tiempo, buena caraEn 1942 en la revista satírica Cascabel el escritor Carlos Warnes hace por primera vez el personaje “César

Bruto»; en 1943 inspirado en la empleada de su abuela, una de cuyas máximas hazañas era pretender barrer las escaleras de-abajo hacia arriba, Lino Palacio crea a “Ramona”, doméstica gallega e ignorante. El 16 de noviembre de 1944 un dibujante que acababa de pegar el portazo en Patoruzú, llamado José Antonio Guillermo Lares Divito sacó una publicación que convocó con éxito a todo el humor costumbrista argentino: Rico Tipo. Afirma Adriana Isabel Aboy en un trabajo premiado sobre Rico Tipo y la trayectoria de Divito que con su tira El Otro Yo del Doctor Merengue” el dibujante se adelantó por lo menos veinticinco años al auge del psicoanálisis en Buenos Aires. Pero con muchas otras cosas Divito hizo sociología involuntariamente y practicó un registro del costumbrismo porteño y de la cultura barrial como pocos lo hicieron. Las chicas que Divito creaba sobre papel -y que Dante Quinterno le censuró por considerar que desafiaban la moral media de la época-, de caderas portentosas y cintura pequeñísima, con la cola y los pechos apretados y la melena suelta, crearon un prototipo femenino para siempre, así como en los tiempos de los petiteros impuso una apariencia masculina particular: Saco cruzado de un solo botón, larguísimo, con solapa larga y ancha y pantalones anchos y de talle alto”. Los personajes de sus tiras cómicas, Pochita Morfoni”, Túlmine”, Talluteli” y “Bómbolo”, así como los de otros realizadores -"Afarrancio”, Tiaquini” o Tiantadino”, de Mazzone; “Amarroto”, de Oski o «Juan Mondiola”, de Seguí y Bavio Esquiú-, fueron inmediatamente adoptados por el pueblo para denominar humorísticamente a las personas de esas características.

Oscar Conti (Oski) y Carlos Warnes (César Bruto) hacían el famoso diario Versos & Noticias, y también pasaron por Rico Tipo otros genios del humor escrito y dibujado como Ferro, Mariano Juliá, Battaglia, Horacio S. Meyrialle, Toño Gallo, Pedro Seguí, Abel Laniro, Rodolfo M. Taboada, Conrado Nalé Roxlo, Fantasio, Billy Kerosene, Manuel A. Meaños, y ya en el peronismo, la presencia de Alejandro del Prado -"Calé"-, cuyas páginas costumbristas parecían tangos. En poco tiempo Rico tipo trepó a los 300.000 ejemplares de venta semanal.

En 1945 el estudiante de derecho Juan Carlos Colombres acababa de interrumpir por motivos políticos una larga carrera en Tribunales. En aquel entonces, quien había elegido como seudónimo el nombre de un famoso criminal francés (’Iandrú”) no se sentía del todo comprendido, Los lectores no decodificaban ese humor entre sutil y absurdo, y hasta los avisadores de Don Fulgencio se quejaban de él, porque era excesivamente novedoso y hasta surrealista.

En su primer chiste, publicado en 1945 en Don Fulgencio, Landrú dibujó a un hombre y una mujer: “Matilde, te

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amo”, le confesaba él. “Yo también”, respondía la mujer. Caramba, las cosas empiezan a complicarse”, remataba el enamorado. “Estoy deseando que nazca mi hijo para saber cómo se llama”, decía una mujer embarazada en otro chiste de Landrú. A pesar de no alcanzar a todos con el mismo impacto, el humorista llegó a figurar en trece publicaciones distintas de la época. Por ejemplo, en la revista Vea y Lea escribía la sección ‘Las Grandes Encuestas”, donde los políticos aparecían con el nombre deformado. Al dirigente radical Arturo Frondizi, Landrú lo rebautizó “Artizi Fronduro”, a partir de lo cual mucha gente pasó a nombrarlo así.

Y el Clarín, estridente sonó...El 28 de agosto de 1945, con la escena informativa claramente dominada por la posguerra (”Todavía arde

Nagasaki por efectos de la bomba atómica”, advertía la primera tapa), el periodista Roberto Jorge Noble, ex disidente del socialismo en la década del 20, fundador del socialismo independiente, ex ministro de Interior del gobierno conservador de Manuel Fresco en la provincia de Buenos Aires de los años 30 y estanciero, sacó Clarín. “Clarín no tiene vinculaciones ni compromisos con ninguna de las agrupaciones políticas tradicionales. Desde que es y será un diario informativo e independiente, no podría tenerlas. El único y exclusivo compromiso que contrae es con la Nación y consiste en reflejar exacta y objetivamente los hechos de la vida colectiva, analizarlos, juzgarlos a la luz de la verdad y de las conveniencias nacionales”, afirma su primer editorial.

Con muy pocas personas, en un departamento de dimensiones reducidas de la calle Moreno, cerca de Once, sin imprentas propias Clarín salió a la calle con la idea de apoyar los cambios de un país tradicionalmente agrícola-ganadero que ahora aspiraba a hacerse fuerte en grandes, medianas y pequeñas industrias y a desarrollarse más dentro de fábricas que en el campo. Del lanzamiento participó el primo de Noble, Enrique Viacava, y el diagramador Andrés Guevara, que ya había intervenido en el diseño de Crítica, que en octubre del ‘47 colaboraría en la elección y elaboración del isotipo definitivo, el célebre muñequito que todavía hoy preside la tapa del diario.

Armando Lena se ocupaba de la administración y Horacio Maldonado, de la publicidad. Antonio Rey era el gerente y los primeros grandes nombres de la redacción fueron Norberto Ezciza, que figuraba como director; el gordo Juan Carlos Petrone, afamado periodista de Crítica; el poeta Lizardo Zía, que desde el primer día arrancó con Clarín Porteño (Notas del Amanecer)”; Isidoro de la Calle, formado en La Vanguardia y que venía de ser jefe de prensa del ministerio de Noble en la provincia de Buenos Aires; el extraordinario escritor y traductor León Mirlás; Horacio Estol; el poeta José Portogalo; Luis Cané y Roberto Caminos, entre otros. La única, gran decisión era sacar el diario y que fuera un matutino cuya opinión se mantuviera vigente durante toda la jornada. El resto era una enorme incertidumbre. Como escribió Diego Lucero en un artículo, Clarín “se escribirá en las mesas de café; se compondrá donde se pueda, se imprimirá donde haya una rotativa ociosa; se distribuirá si es que hay canillitas capaces de responder a aquella divisa que enmarca el título: ‘Un toque de atención para la solución argentina de los problemas argentinos”.

Según indica Francisco Llano, integrante de la redacción inicial, con unos pocos pesos Noble mandó a comprar dos docenas de mesas de madera de poca calidad y ocho máquinas de escribir. Al poco tiempo, como no alcanzaban, hubo necesidad de alquilar otras ocho. “Era cosa de reír o de llorar, en los primeros tiempos, ver a la gente de redacción invadir las dependencias administrativas alrededor de las 19 horas para lograr una máquina para escribir la nota”, recuerda Llano. Con el dueño de Noticias Gráficas, José W Agusti, Noble negoció imprimir el nuevo diario en sus talleres. Sólo hubo que agregar dos cosas: un nuevo juego de tipografía y un tintero especial a cada rotativa, de los que salía la tinta roja con que se identificaba la marca del diario.

Para financiar el proyecto Noble había vendido una costosa estancia en terrenos pampeanos y con el dinero obtenido invirtió en bobinas de papel que, en ese momento, al finalizar la Segunda Guerra, era tan valioso como un metal precioso. Todos los que se enteraban de su decisión le insinuaban que se trataba de una verdadera locura. “Si yo fuera propietario de un diario, lo vendería para comprar una estancia, ¡y usted vende una estancia para fundar un diario!”, le señaló alguien cercano. Noble siguió adelante y el primer día vendió 60.000 ejemplares. Como concepto periodístico, inculcó a su equipo la necesidad de recoger las pulsaciones y vibraciones de la gente, según decía, en el mismo estilo en que cada tarde el presidente doctor Roberto M. Ortiz, en los años iniciales de la década del 40, preguntaba a sus colaboradores: “¿Qué dice la calle?”. Tal fue, en efecto, el título de una famosa sección del diario. También lo alentaba a Noble otra meta: “Tenemos que llegar a tener tantos avisos clasificados como La Prensa, porque en este país nadie está oficialmente muerto si su aviso no aparece en La Prensa”. El director sabía de qué hablaba. En 1947 La Prensa vendía 288.000 centímetros por mes en avisos clasificados, lo que significaba el 80 por ciento de su recaudación publicitaria. Durante largo tiempo Noble hizo publicar en páginas preponderantes un aviso de 10 centímetros que en pocas líneas Y con humor contaba insólitos casos de permuta:

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por ejemplo, un hombre que había canjeado un viejo violín por dos neumáticos de automóvil.¿Por qué se transforma en un éxito?Entre 1945 y 1950 las acciones e influencias del diario cuyo eslogan pregonaba “soluciones argentinas para los

problemas argentinos” subieron tanto como sus ventas y popularidad. Veamos algunos de los elementos que lo diferenciaron de los otros medios en esos años:

Cada madrugada llegaba a los lugares de venta de Capital Federal antes que los otros matutinos. En los primeros años renunció a pelear la plaza del interior del país.

Apeló básicamente a los temas locales, y comenzó a darles fuerte importancia a secciones como “Deportes” y “Espectáculos”, que otros desechaban por considerarlas banales o populacheras.

Sumó fama de independiente durante el primer gobierno de Perón. En 1948 lo clausuraron por unos días por una fútil infracción de los reglamentos laborales. Tuvo que luchar con las mezquinas cuotas de papel que desde 1948 impuso el gobierno peronista.

En un principio el peronismo no controló excesivamente al diario porque no se le reconocía poder, más allá de su circulación y ventas, permanentemente en alza.

Los muchachos de la reventa Los llamaron “canillitas” porque usaban unos pantalones cortos que les dejaban al descubierto las “canillas”

(pantorrillas). En su sainete Canillita estrenado en 1902, Florencio Sánchez les había conferido entidad desde la literatura y el teatro. Allí le hacía decir a un pibe de piernas flacuchas al desnudo: “Soy canillita, gran personaje, con poca, guita y muy mal traje, pregonando los diarios cruzo la calle, y en cafés y bares le encajo a los marchantes diarios a mares”. El diario La República fundado en 1873 por el chileno exiliado Manuel Bilbao, inicia el sistema de distribución rompiendo la costumbre de que los ciudadanos tuvieran que llegar hasta los talleres o redacciones a retirar su ejemplar. Bilbao muere en 1895 pero deja una incipiente organización para la venta de diarios en Buenos Aires y su periferia, basada en transportes a caballo. Ya existían chicos que iban de un lado a otro, encima de chatas y de mateos, así como tiempo después se los vería colgados con su mercancía de los tranways o, más tarde, de los “bondis”.

En 1915 se iniciaron formalmente los recorridos: a cambio de unas monedas algunas personas trasladaban los bultos de impresos hasta los puntos de venta para que los canillitas los vendieran o los repartieran. La revista El Boletín descubre en un número de 1995 que “el tango y el canillita tienen un alma en común: ambos se hicieron en la calle y en la esquina”. La investigación rescata la figura del canillita como personaje de la vida, la cultura y la picaresca de Buenos Aires y las grandes ciudades. “La presencia del diario La Prensa en los tangos de los años 20 y 30 es una constante, no sólo por la importancia del matutino sino porque la vereda de su sede de Avenida de Mayo era el escenario del trabajo nocturno de los canillitas de entonces”, señala, y añade una cuarteta del tango ‘Viejo canillita”, de Jorfer y De Angelis: “Viejo canillita que rifas tu esfuerzo / por cuatro centavos que no han de servir / vos sos el poeta que brinda su verso / sabiendo que nunca lo van a aplaudir”. Personajes notables, al principio vivían dentro de los grandes diarios, en los que llegaron a tener tanto ascendiente y dominio como cualquier periodista importante, si no más.

El 30 de octubre de 1945 nace la Sociedad de Distribuidores de Diarios y Revistas de la Argentina (SDDRA) y desde ese acto constitutivo quedan en la historia apellidos y apodos como los de Taboada, Peco, Pepe, Caruso (Francisco Prieto), Rubbo, Lervasi, Cosenza, FerTaro, Casas, Barril, Riccio, Vacearo, Cuello, Ayerbe y tantos más. Juntos alcanzaron objetivos que parecían milagros; por ejemplo, lograron que se unificaran los porcentajes de ganancias y que los diarios pusieran horarios de salida a sus ediciones. En 1945, La Prensa, que era el más grande, salía a las 4 y media; una hora después empezaban a aparecer los otros. Pero nada era seguro. “Se corría de un diario al otro, sin organización, y el que llegaba primero ganaba”, afirma un testigo. La lucha por los espacios era cruel: “Vendedores que venían a ocupar nuestra zona (...) era como en la guerra. Había que sacar como fuera al invasor”, afirma un veterano de la sociedad de distribuidores, la que no sólo estableció un orden y reglas de juego claras, sino que logró darles un poder innegable a los canillitas, más en las sombras tal vez que el de un empresario periodístico pero de tanta o más llegada en los niveles influyentes.

Aquel 17 de octubreAntes de la pueblada que le abriera las puertas del poder al coronel Perón, La Prensa, La Nación y El Mundo,

entre los matutinos, y La Razón, Crítica y Noticias Gráficas, entre los vespertinos, mantenían una posición hostil al gobierno del general Farrell y al hombre del día, el ascendiente coronel que de director de Trabajo y Previsión se

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convertiría en líder del más grande movimiento de masas del siglo. Un diario como Crítica, aunque había dado numerosas pruebas de su olfato popular, no advirtió, en un principio, el significativo cambio que se venía. En la tarde del 17 de octubre de 1945 su título principal rezaba: “Grupos aislados que no representan al auténtico proletariado argentino tratan de intimidar a la población”. En la misma tarde el titular de La Razón le restaba toda espontaneidad a la movilización: “Grupos armados obligaron a abandonar el trabajo a los obreros de diversas fábricas”, mientras que el de Noticias Gráficas parecía dictado por la precaución: “Agitada reunión frente a la Casa de Gobierno”. El diario de la tarde más nuevo había aparecido hacía menos de un mes y tomaba posición. Con tono de proclama, La Época sostuvo: Perón fue ungido presidente por un millón de argentinos en Plaza de Mayo”. Clarín, que llevaba apenas setenta días en la calle, no apareció el 18 de octubre. La Nación calificaba la del día anterior como una “inquieta jornada”; El Mundo afirmaba: Compulsivamente provocóse el paro de actividades en localidades bonaerenses”, en tanto La Prensa traía las renuncias de los ministros de Guerra y Marina y la información de que, desde los balcones de la Casa de Gobierno, “hablaron el primer magistrado y el coronel Perón”.

PresentesBernardo Neustadt tenía 20 años cuando le tocó cubrir los acontecimientos del 17 de octubre del ‘45. Su crónica

de la movilización popular, producto de lo que había observado en las calles, no fue publicada ya que los editores de El Mundo la consideraron tendenciosa. Según afirma su biógrafo Jorge Fernández Díaz, Neustadt quedó vivamente impresionado por el acto y ese día se hizo peronista. El imparable ascenso de Perón hacia la presidencia de la Nación coincidió con el ascenso del periodista dentro del diario, pues en ese momento pasó de cronista “en capilla” a periodista acreditado en el Parlamento. En su autobiografía, Neustadt dice que, tras leer los diarios de las cuarenta y ocho horas siguientes del movimiento, se dio cuenta de que “el periodismo equilibrado no existía”.

A los 13 años Rogelio García Lupo comenzó a leer prensa política partidaria e inició una militancia en la Alianza Libertadora Nacionalista en donde, entre otros, tenía como compañero a Rodolfo Walsh, también muy joven entonces. En 1996, García Lupo admite que a través de sus lecturas recibía “influencias ideológicas contradictorias”. Pero el 17 de octubre de 1945 integró la columna de muchachitos nacionalistas que marcharon hacia Plaza de Mayo seguros de que “allí pasaba algo que valía la pena”.

En 1960 el diputado Eduardo Colom, propietario del diario La Época, reveló a la revista Ché que aquella mañana delegaciones diversas y grupos de trabajadores habían llegado hasta la redacción del diario, en Moreno al 500, dispuestos a todo por conseguir el regreso de Perón. A las dos y media de la tarde del 17 La Época llamó al pueblo a concentrarse en la Plaza de Mayo y a no moverse de allí hasta que Perón fuera puesto en libertad. Ante una multitud cada vez más exaltada, a Colom le tocó decir por micrófono: “El general Ávalos me ha dicho que el coronel Perón está en libertad. Yo no lo creo y ustedes tampoco. Les pido que permanezcan aquí hasta que el propio coronel venga a decirnos que está libre”. Finalmente, Perón pudo aparecer en público al anochecer de ese día demasiado agitado. Unos meses después, al conocerse la noticia de que habría elecciones en 1946 y el candidato presidencial sería Perón, hubo, claramente, mayoría de diarios cercanos a las posiciones de la Unión Democrática y muy pocos jugados por el coronel vinculado sentimentalmente con la actriz Eva Duarte. Desde diciembre de 1945 diarios como Democracia o Tribuna y revistas como la humorística Descamisada, opuesta ideológicamente a Cascabel, eran de los pocos medios decididamente enfrentados a la Unión Democrática. Peronistas de la primera hora fueron, entre otros, los periodistas José Gobello, Valentín Vergara, Mauricio Birabent, Fermín Chávez, Jorge Ricardo Masetti, José María Fernández Unsain y Lizardo Zía. Sostiene Francisco Llano que a la salida de Clarín existía la impresión de que venía “para hacer la campaña peronista... Pero nos embarcamos con Tamborini-Mosca, no por radicales, porque no éramos políticos, sino para aventar la anterior impresión”.

Qué, otro hitoCuando, en agosto de 1946, apareció Qué Sucedió en Siete Días, ya hacía veintitrés años que salía el semanario

norteamericano rime, publicación que la inspiró para forjar su idea matriz: poner en orden para los lectores lo que ocurría, aclarar esos hechos, interpretarlos y ubicarlos siempre en un contexto. Una circular interna de la redacción decía: “Ya no basta el relato de los hechos: hay que señalar causas, consecuencias, significados, importancia, origen, proyecciones. Se entiende por hechos no sólo lo que les sucede a las personas sino también lo que ha sido objeto de exposición verbal o escrita, opinión emitida, teoría expuesta en libros o artículos publicados”. Para su momento la revista constituyó una gran novedad porque fue de las primeras que demostró capacidad de formar

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opinión. Hasta que fue clausurada, durante el primer gobierno peronista, llegó a vender 100.000 ejemplares por semana. Baltasar Jaramillo, su fundador y director, era un abogado, ex dirigente universitario, de apellido y pasar acomodados y con tendencias izquierdistas. Un año después de su salida, el semanario había tomado un inocultable sesgo antiperonista y en el número 57 desafió al régimen poniendo en negro sobre blanco lo que era un secreto a voces -en el ambiente artístico y en el político: le habían dedicado la tapa a Libertad Lamarque, enemistada con Eva Duarte, ahora esposa del presidente Perón. La policía secuestró la edición y poco tiempo después Jaramillo tomó la decisión de suicidarse.

En la revista Qué, Dardo Cúneo fue compañero de periodistas, intelectuales y especialistas como Rogelio Frigerio y Ricardo Ortiz (responsables de la sección “Economía” el filósofo Vicente Fattone y Julio Payró -que era el crítico de artes plásticas-. También colaboraban Gregorio Verbitsky, Marcos Mercherisky, Jacobo Timerman, Manuel Peyrou, Ernesto Sabato, Mariano Perla, Raúl Scalabrini Ortiz y Héctor Cuperman. Cúneo piensa que la idea matriz era hacer una revista que mostrara los grandes problemas nacionales (en la economía, el campo, la industria pesada, la industria liviana), tratados desde una perspectiva ya desarrollista. “En 1945 yo era antiperonista. Y lo soy todavía -dice Cúneo en 1996-, pero nunca fui gorila. Y lo mismo podría decir de la revista, que lo que buscaba era dar una información que no dieran los diarios, hacer un periodismo distinto.”

Como novedad, Qué abría con la información local, aunque después la información internacional superaba en cantidad a la nacional, y cubría puntualmente la actividad del arte, la cultura y los espectáculos, a lo que se sumaban secciones como Periodismo”, “Radio”, “Ajedrez”, “Deportes” y “Moda”.

Perón y los mediosEn su libro Perón y los medios de comunicación, el periodista Pablo Sirvén deja al desnudo el pensamiento del

líder justicialista: “La prensa no debe ponerse en contra del gobierno sugiriendo cambios o transformaciones fundamentales en las más altas esferas del poder, porque de ese modo también ataca indirectamente a la libertad de expresión auspiciada por el partido. Los que se oponen al partido, se oponen asimismo a todas las libertades que la organización garantiza respetar. Y quienes se atreven a atacarlas, lo hacen desde una órbita distinta a esas libertades (...) La prensa al servicio de intereses mezquinos es socialmente injusta, vulnera la independencia económica y coarta la soberanía política”, sostenía. Dice Sirvén que Perón basó su estrategia en relación con la prensa en algunos hechos: suspensiones y clausuras de variada naturaleza a diarios y revistas contrarios a la línea oficial, establecimiento de oficinas de prensa que terminaron instituyendo como única clase de información posible la religión de la gacetilla, acoso legislativo a empresas, creciente influencia y protagonismo de la Subsecretaría de Informaciones, compra y neutralización de editoriales, instauración de una verdadera cadena de diarios y revistas adeptos.

Cuando en 1946 llegó a la presidencia, Perón sólo contaba con un diario claramente identificado con su línea partidista: La Época. Cuando los militares lo derrocaron en 1955 manejaba una cadena (la sociedad ALEA) integrada por La Razón, Democracia, El Laborista, La Época y Noticias Gráficas, además de cinco diarios del interior. Como diarios adeptos, aunque sin formar parte de la cadena, pertenecían a la vereda peronista los medios de la editorial Haynes (El Mundo y numerosas revistas), Crítica y El Líder En cambio Clarín, La Nación y La Prensa quedaron fuera de ese cerrojo comunicacional. En 1972, antes de su último regreso a la Argentina, Juan Domingo Perón reconoció este detalle y aprovechó para reflexionar sobre el verdadero poder de los medios: “En 1955, cuando teníamos todos los medios a nuestro favor, los militares nos sacaron a puntapiés. Y en 1973, con todos los medios en contra, “Volvimos y ganamos las elecciones”.

Estado de tensiónLa tensa relación entre Perón y los medios tiene su historia. A partir del golpe de Estado del 4 de junio de 1943

se extendió la costumbre de que las movilizaciones políticas de grupos de distintas ideologías culminaran con apoyos o con gritos hostiles, para ovacionar o para atacar, frente a los edificios de La Prensa y La Nación, o de La Época y El Pampero. En 1945 intentaron incendiar el estupendo edificio de la Avenida de Mayo y en setiembre de ese año, luego de la Marcha de la Constitución y la Libertad, el abogado Alberto Gainza Paz fue detenido en Villa Devoto. Durante la campaña electoral que llevó a Perón a la presidencia en 1946, la natural tendencia antipopulista y de condena al caudillismo del diario de Paz lo llevó a apoyar a la Unión Democrática y a mencionar al coronel en sus editoriales como “el candidato no democrático”. Sin embargo, contrariamente a lo que se podría suponer, no eran La Nación o La Prensa los ejemplos más elevados de oposición periodística. Entre 1943 y 1946 fueron prohibidas más de 110 publicaciones de todo el país por no aceptar las informaciones oficiales como las únicas

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posibles de utilizar. Algunas no salieron más, pero en muchos casos optaron por la clandestinidad, como el prestigioso diario socialista La Vanguardia, que sufrió numerosas y variadas persecuciones: cuando no molestaban a sus periodistas o secuestraban los materiales, los que intervenían con argumentos que eran en realidad excusas eran los inspectores municipales. En 1947, por ejemplo, uno de los talleres en los que se imprimía fue clausurado por ruidos molestos.

El historiador Félix Luna da cuenta del desigual centimetraje que diarios como La Nación y La Prensa le dedicaron a la información previa a las elecciones del 24 de febrero de 1946: un 90 por ciento estuvo dedicada a la Unión Democrática y el resto únicamente a dar noticias del rincón peronista. Otro dato curioso fue que la información final sobre los escrutinios de 1946 se prolongaron más de un mes y medio. Al cabo de esa fecha se supo que Perón había ganado con el 55 por ciento del electorado. La incontrastable rudeza de las cifras terminaba con cualquier especulación y finalmente se aceptó que Perón era desde 1943 el que, explícita o solapadamente, detentaba el verdadero poder. Perón sostenía que el mundo de aquel entonces estaba dominado por dos grandes cadenas periodísticas: una, dirigida desde Nueva York por la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), de tendencia pro yanqui, y otra, pro soviética, parte de la maquinaria oficial rusa de propaganda. Desde una tercera posición, Perón opuso barreras concluyentes a la prensa opositora y generó un vasto aparato de propaganda propia. Estaba absolutamente persuadido de que La Prensa y La Nación no sólo eran órganos de la oposición, sino que, además, representaban a sectores clave de la oligarquía argentina y recibían aportes prebendarios de potencias extranjeras. Muchos años después Rodolfo Walsh señaló que “en 1945 los diarios llevaban largos años de sujeción imperialista, opuestos al peronismo sin excepción (...) La iniciativa de crear una prensa propia correspondió al ala burguesa del Movimiento”.

Sentido del humorSostiene Jorge Palacio (Taruk”) que ya desde el año inicial del primer gobierno de Perón las publicaciones

dejaron de incursionar en el humor político, que sólo conservaba un espacio: el del teatro de revistas. Pero eso, afirma Palacio, también fue por poco tiempo. El periodista y crítico cinematográfico Raimundo Calcagno (Talki”) comentó en Rico Tipo una película italiana que evidentemente no le había gustado. “El argumento es más falso que una declaración de bienes”, metaforizó el periodista, pero con tanta mala suerte que esa misma semana el presidente Perón había hecho su primera declaración jurada en la que afirmó que “vivía con 300 pesos al mes”. Presiones oficialistas obtuvieron su despido del diario El Mundo, de la revista Rico Tipo y de dos publicaciones más en las que colaboraba por “calumnias e injurias al presidente de la Nación”. En esa circunstancia, el periodista y colega en la crítica de cine Miguel Paulino Tato, conocido por su seudónimo “Néstor”, aunque estaba en sus antípodas ideológicas, le facilitó su identidad para que Calcagno pudiera seguir trabajando y cobrando.

En 1946 el gobierno peronista designa a Jorge Luis Borges Inspector de gallinas y conejos”, una tarea que debía cumplir en una feria municipal porteña. Borges tenía otro puesto municipal, de más humilde jerarquía en el escalafón: auxiliar de biblioteca. Pero ya era un escritor admirable que había publicado algunas de sus grandes obras: El idioma de los argentinos, Historia universal de la infamia y Ficciones. Según recordó Homero Alsina Thevenet, Borges no aceptó el ascenso, y la revista Sur lo homenajeó en una edición especial titulada “Desagravio a Borges”.

Sucesos ArgentinosCuando vio que era el único diario que no tenía ninguna restricción para conseguir y usar papel, 1a contra”

maldijo a Democracia, que había salido como tabloide, en 1945 y reapareció, como matutino grande, el 2 de mayo de 1947. No por nada ese periódico era conocido en el ambiente como el diario de Eva Perón.

Para que sus materiales no quedaran afuera, a pesar de la reducción de páginas, La Prensa achicó la tipografía. Fue lo único que aceptó achicar, porque en materia de contenidos no dejó afuera nada de lo que podía irritar al gobierno peronista.

Clarín seguía su marcha ascendente y ganaba lectores en la clase media. Algunos periodistas de renombre en los años iniciales fueron Andrés Muñoz Sobrino, Edmundo Guibourg (como crítico de teatro), Luis Soler Cañas, Ricardo Marchetti, Oscar Lanata (que firmaba “NN de las Carreras”), Rodolfo Baltiérrez, Moisés Schebor Jacoby, José Ramón Luna (en la crítica de cine), Lalo Pelicciari como columnista de deportes, Francisco Llano,

Luis Clur, Antonio Cursach y José Tomás Oneto, entre muchos otros. “E] peronismo fue tomando diario por diario -evoca Jorge Chinetti- y en el caso de Crítica el ministro Miguel Miranda compró las acciones y se las mandó de regalo a Eva Perón. Lo curioso es que era un diario peronista escrito por antiperonistas. Ignacio

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Covarrubias, Ricardo Carbajal y yo éramos socialistas. Giúdice, Rodolfo Puiggrós (que después se hizo peronista) y Héctor P. Agosti eran comunistas, Osiris Troiani y varios republicanos españoles, o Luis Alberto Murray, que era poeta y anarquista, tampoco estaban cerca del peronismo.”

En 1948 el doctor en jurisprudencia Sergio Dellachá vino de Milán, Italia, a vivir a la Argentina, el país en donde su abuelo, el inmigrante Cayetano Dellachá, había fundado en 1885 la Compañía General de Fósforos y en donde también por esos años había nacido su padre. La fábrica de fósforos tenía su propia manufacturera de cajas de cartón y unos talleres en donde se estampaban las marcas. Esos son los antecedentes de Fabril Financiera, que en la década del 50 se erigiera en una de las más poderosas y actualizadas imprentas de diarios y revistas del país y que posteriormente se unió a Celulosa, una empresa nacida en Rosario, para crecer en compañía y editar publicaciones.

En 1949, luego de una serie de denuncias de torturas a militantes de partidos opositores al peronismo, La Nación comenzó a ser hostigado por el gobierno. En esos días el partido gobernante dispuso integrar una comisión legislativa a cargo del diputado José Emilio Visca; pero en lugar de discutir temas trascendentes de prensa y política se dedicó a generar increíbles escollos a los medios que no acordaban íntegramente con la línea oficial. Enviaba a los diarios agotadoras inspecciones contables, les dificultaba la renovación de créditos con el Banco Central, les enturbiaba la relación con proveedores de papel e imprentas, los atosigaba con ridículas inspecciones municipales. Detrás de todo esto estaba Raúl Alejandro Apold, un periodista que había trabajado en El Mundo en la década del 30, y más tarde se ocuparía de la imagen del Automóvil Club Argentino y de Argentina Sono Film. A partir de 1944, luego de conocer a Perón, Apold hizo amistad con Eva Duarte. En 1947, luego de dirigir Democracia, se hizo cargo de la Dirección General de Difusión dependiente de la Subsecretaría de Informaciones, un organismo que ya desde sus comienzos era influyente pero que llegó a tener, con más de 1. 100 empleados, rango de superministerio. Entre otras piezas de la comunicación justicialista de la época se le atribuye a Apold haber creado la frase Perón cumple, Evita dignifica”.

Al lado de Sur y del semanario Marcha que llegaba desde el Uruguay, en esos años y hasta 1954 cumplió una muy destacada labor cultural la Revista de la Universidad de Buenos Aires, que dirigía el padre Hernán Benítez. Sin embargo, el clima de esa época queda bien representado por un caso paradigmático ocurrido en 1949: el director del diario salteño El Intransigente, David Michel Torino, y su personal, sufrieron amenazas, atentados, detenciones Y confiscaciones de bienes, antes de la expropiación y el cierre definitivo.

NOTICIAS DE LOS AÑOS 50 No son pocos los que interpretan que la actitud hacia la prensa gráfica que tuvo Perón al llegar al poder fue de

lisa y llana venganza por el maltrato que le habían dispensado entre 1943 y 1945, cuando fue sucesivamente director de Relaciones Laborales y subsecretario y secretario de Trabajo, y más tarde también ministro de Guerra y vicepresidente; y en 1946, cuando ante la indiferencia o el recelo de la prensa, se convirtió en candidato a presidente.

Ya con Perón en la presidencia, la llamada Comisión Bicameral del Congreso, a cargo de los diputados José Emilio Visca y Rodolfo Decker, se transformó con el correr de los meses en un organismo de censura. En 1950, por decreto presidencial, los medios escritos debían llevar todos los días una fajita con la frase “Año del Libertador General San Martín”, Cuando, por involuntario olvido (o, en algún caso, por desafío político), algún diario o revista omitía la mención, era inmediatamente clausurado. Esto les sucedió a más de setenta pequeños y medianos diarios de todo el país; entre otros, al diario comunista La Hora.

La arremetida contra la prensa considerada opositora no se detuvo allí. Se pusieron en marcha otras estrategias de ahogo, como la eliminación de la publicidad oficial o la supresión de facilidades para enviar publicaciones por correo. Si nada de esto servía, el paso siguiente era intervenir apelando a un viejo decreto del ex presidente Farrell que posibilitaba expropiar las existencias completas de papel diario encargándole su administración a la Comisión Visca-Decker. En un momento, agobiados por la escasez de papel, los diarios de la tarde se vieron obligados a cancelar la sexta edición y, quien más quien menos, todos debieron acortar la cantidad de páginas o utilizar tipografías disparatadamente pequeñas. Cuando las empresas decidían utilizar papel importado, lo difícil era sortear los requisitos administrativos y burocráticos (cuotas, plazos, formas de pago) del Banco Central, que intervenía en los trámites, extremadamente livianos para los diarios adeptos y muy rigurosos cuando de medios opositores se trataba. Aunque la Constitución garantiza la publicación de ideas sin censura previa, el Código Penal incluía treinta figuras limitadoras relacionadas con la prensa y su desarrollo: desde las clásicas calumnias e injurias

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hasta el desacato, la apología del delito, la subversión, la obscenidad, la revelación de secretos relativos a la seguridad, la defensa o las relaciones exteriores.

De todos modos la censura llegaba por los caminos más inesperados: por ejemplo, el que cortó la carrera de Miguel Ángel Bavio Esquiú, periodista y creador del personaje “Juan Mondiola”. La selección argentina le había ganado a la de los Estados Unidos un partido de básquet en el Luna Park, y lo inesperado del triunfo provocó un clima de extraordinaria euforia popular. En un comentario, Bavio Esquiú instó a no engañarse, porque, según dijo, a pesar de la caída, los norteamericanos -que no habían presentado el equipo principal- seguían siendo los mejores del mundo en ese deporte. A los pocos días, el periodista -que anteriormente había rechazado la sugerencia de convertir al peronismo a su personaje “Juan Mondiola"- perdió todos sus trabajos.

Entre 1947 y 1951 el gobierno dispuso la compra o expropiación de numerosos medios de la Capital y del interior y los agrupó en una empresa denominada ALEA, que al decir de uno de sus fundadores aludía a la frase latina Alea jacta est (La sucile está echada”). ALEA, también conocida como Ia cacicili”, funcionaba en un espectacular rascacielos de casi cien mil metros cuadrados cubiertos, ubicado en Viamonte y Leandro N. Alem, y en el que se editaban más de cien diarios y revistas y todas las piezas de propaganda del Partido Peronista.

Sin embargo el peronismo nunca aceptó que había creado un descomunal aparato periodístico y. mucho menos, que lo colocaba al servicio de sus intereses. Siempre JJ sostuvo que se vio obligado a enfrentar a un periodismo “maniobrero y chantajista”.

Caminos cruzadosLa relación con los diarios era muy tensa y, en el caso de La Prensa, se tornaba insoportable. El diario que

Alberto Gainza Paz dirigía con éxito desde 1943 había superado agotadoras inspecciones contables porque “todo estaba al día” y también había conseguido sortear la repentina reposición de un decreto del año 1917 que consideraba “defraudadores del Fisco a todos aquellos periódicos que imprimieran sus avisos sobre papel importado”. Como no había papel prensa que no viniera de afuera, tuvo que salir el procurador del Tesoro Nacional a aclarar que “obligar al pago de derechos por el papel utilizado en avisos significa desdoblar el concepto de diario, cosa improcedente e ilegal”.

Las radios oficiales programaban un noticiero al mediodía cuyo único objetivo era refutar los editoriales de La Prensa, así como el famoso personaje que animaba Enrique Santos Discépolo y que le hablaba a un imaginario opositor llamado “Mordisquito”, servía para enfrentar ideas, posiciones y periodistas “contreras”, en especial los del diario de la familia Gainza Paz. En la revista Pica Pica, Jorge Palacio ilustraba a un “Mordisquito” en historieta, y en la doble central de PBT, que había vuelto a aparecer, el dibujante Luis J. Medrano, creador de los famosos “Grafodramas” de La Nación, hacía chistes de absoluto tono oficialista.

El 15 de julio de 1951 aparece Mundo Argentino, publicación quincenal de la que Perón (también llamado “El Líder”, “El Conductor”, “El Primer Trabajador”) y Evita (”Evita Capitana”) son los dos primeros suscriptores, además de frecuentes columnistas en números siguientes. Este órgano de difusión de la Escuela Superior Peronista trae un lema que hará carrera: Para un peronista no puede haber nada mejor que otro peronista”. En esos años la revista recogió, en un tono abiertamente laudatorio, buena parte de la comunicación verbal del partido. En un estilo directo (trataba de “sos” a los lectores, cuando en realidad era común el tratamiento de “tú”) desarrollaba conceptos como el de la tercera posición y decía que “no se puede ser un buen argentino sin ser un buen peronista”. El humor estaba presente con tiras como Sobalicón” --caricatura del hombre falto de ideas políticas propias y fácil de influir- o “Don Cangrejo”, el retrógrado que en todo, y en especial en las ideas, va para atrás. Hablaba de muchos en general, y de algunos en particular, como por ejemplo, Helvio Botana, Hijo dilecto de Natalio Botana, desterrado en Montevideo, en donde se convirtió en el editor de Crítica Libre, un libelo opositor de escasa tirada (280 ejemplares) que circulaba clandestinamente en la Argentina.

“Los que pensaban distinto de Perón eran unos ‘vendepatrias’, incluidos los corresponsales extranjeros como yo, que trabajaba en la United Press cubriendo Casa de Gobierno y Cancillería. Un día, acosado por esas limitaciones, le pedí al canciller Jerónimo Remorino, del que era amigo, una recomendación para entrar en Clarín”, evoca Luis Clur. Para Rogelio García Lupo, la tarea profesional en los años 50 fue “nefasta, porque los diarios en cadena cumplían funciones cosméticas o escenográficas. Tenían cada vez más baja circulación y la concreta misión de ser diarios para tranquilizar al presidente. La liquidación de La Prensa en 1951, y Clarín y La Nación maniatados por la autocensura, por el temor de que se repitiera con ellos lo que le había ocurrido a La Prensa”.

Clur acuerda que, hasta su clausura, el único diario que saltaba por encima de los controles era La Prensa. “La Nación -agrega- hacía una forma de oposición muy tibia. Clarín tenía sus nichos, como la columna ‘Qué Dice la

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Calle’, que sin firma escribía Isidoro de la Calle, y otra sección, ‘El Rincón de Don Gumersindo’, de ligero tono opositor, escrita con términos gauchescos.

Historia de una clausuraEl 26 de enero de 1951 un paro sorpresivo de los canillitas impidió la distribución de La Prensa. El gremio -con

su dirigente Napoleón Sollazo a la cabeza- se ponía duro con la empresa por un motivo formal: parte de sus ediciones se vendía a través del sistema de suscripciones. Para compensar la pérdida que ese sistema de venta les producía, distribuidores y canillitas exigieron al diario la cesión de un 20 por ciento de la recaudación publicitaria para su obra social. El diario rechazó la exigencia y sobrevino un conflicto: un mes después, cuando un grupo de trabajadores estaba decidido a volver a trabajar, fueron emboscados y tiroteados por grupos que respondían al gobierno. En la refriega, que provoca catorce heridos, muere el obrero de la sección Expedición del diario Roberto Núñez. La crónica de La Nación decía que “el grupo agresor era fácilmente identificable y no pertenecía ni al gremio periodístico, ni al gráfico, ni al de vendedores de diarios. En cambio, el personal que entró en los talleres e inició sus tareas para el número que debía salir al día siguiente, fue obligado a interrumpirlas y detenido por la policía”.

El 16 de marzo de 1951 en la Cámara de Diputados el legislador peronista John William Cooke produce un famoso discurso en el que proclama que el peronismo está en contra de La Prensa porque pertenece a esa clase de diarios que cuestionaron la ideología, atacaron a los obreros y minaron las bases de la nacionalidad. “Aquí no está en juego la libertad de prensa, de la prensa independiente y de la ideológica, de la equivocada y de la que está en la verdad, pero en lo que no creemos es en el derecho de estas empresas mercantiles y capitalistas a procurar que los resortes del Estado se pongan al servicio de sus intereses ni bien tienen un problema gremial”, acusaba Cooke, enrolado en la crítica más habitual que el peronismo formulaba: poderosos centros políticos del exterior digitaban la línea política del diario de la familia Gainza Paz. La expropiación se discutió principalmente en el Parlamento, en donde como vocero de la oposición el diputado Arturo Frondizi recordó que Hipólito Yrigoyen había podido expresar con honor y gloria en 1930 desde su lugar de destierro, la isla Martín García, que jamás había cerrado un diario ni deportado a un periodista.

Para la mayoría peronista el hecho constituía “un acto revolucionario”, y el radicalismo -si bien el episodio le posibilitó reafirmar su posición de “condena a la tirana"- no pudo ocultar el viejo resentimiento que sentía hacia el diario por su actuación en los momentos cercanos a la caída de Yrigoyen en’ 1930.

Finalmente, con la ley 14.021 del 12 de abril de 1951 el Congreso -de mayoría peronista- aprobó la expropiación del diario La Prensa. Al mismo tiempo acordó que pasara a ser manejado por la Confederación General del Trabajo, también dominada por el peronismo. La decisión intentaba poner fin a una siempre tensa y en ocasiones cruenta relación entre el tradicional diario (el más creíble, el más prestigioso, el de mayor venta) y el gobierno.

En 1951 Gerardo Ancarola tenía 15 años de edad. Abogado, editorialista y codirector de La Prensa en 1996, recuerda que en su casa familiar se recibía y se leía ese matutino. Torno había fuertes restricciones de papel -explica Ancarola-, diarios como el nuestro salían con muchas menos páginas y con una tipografía minúscula para que no quedaran afuera los materiales. Además, no resultaba sencillo conseguir La Prensa, por lo que en cada barrio un solo ejemplar circulaba en préstamo, de casa en casa. Después vino lo de la clausura (...) Perón se equivocaba cuando afirmaba que La Prensa era un diario oligárquico: vendíamos más en los barrios que en el centro”, sostiene Ancarola. “¿Qué es La Prensa -se preguntaba Arturo Jauretche- sino la obra de un conjunto anónimo en que los individuos están tan masificados y minimizados que su estilo, sus opiniones, sus sentimientos, han sido molidos durante años y años para obtener una masa amorfa e idéntica a sí misma en todos sus puntos de vista? Para ser La Prensa y nada más que La Prensa en el editorial y en la noticia fúnebre, el comentario deportivo, en el internacional, en el político y en la gacetilla policial.”

Expropiación y miedoLuego del acto expropiatorio, La Prensa interrumpe su salida durante unos meses y reaparece, en una nueva

etapa, el 19 de noviembre de 1951, manejada por un directorio cuyo presidente era el entonces secretario general de la CGT, José Espejo, y el vicepresidente, Napoleón Sollazo, el dirigente de los revendedores. El director periodístico venía de comandar Democracia y se llamaba Martiniano Passo. Ignorando los ochenta y dos años de trayectoria del diario, consignaba que aquella edición correspondía al “Año 1, Número 1”.

La medida tuvo un veloz y explicable efecto ejemplarizador: si algo tan extremo le había ocurrido al principal

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diario del país, ¿qué otros padecimientos podían llegar a sufrir los demás? En los primeros tiempos, Clarín y La Nación comenzaron a manejarse con extrema cautela informativa, en especial cuando tenían necesidad de referirse críticamente a la obra del gobierno justicialista. “Después de la clausura de La Prensa, el diario La Nación sobrevivió a la cuotificación del papel y otras presiones sacando ediciones diarias de seis páginas”, cuenta José Claudio Escribano, secretario general de La Nación.

En la misma época la agencia norteamericana United Press decidió cancelar los despachos hacia el interior. Luego del cierre, como represalia, la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) borró a los representantes argentinos de la lista de invitados a su asamblea anual, que en 1951 se realizaría en Montevideo. Como respuesta a la exclusión, un grupo de más de cincuenta periodistas de redacciones de diarios pertenecientes a la cadena escribieron el Libro Azul y Blanco de la prensa argentina, desde el que daban a conocer numerosos negociados de La Prensa y sus vinculaciones con los Estados Unidos.

En 1996, Tomás Eloy Martínez afirmó: “En mis charlas con Perón no hablamos casi nunca de periodismo. Pero sobre el caso concreto de la expropiación de La Prensa supongo que Perón habría explicado que no es que con la cadena ALEA hizo una operación política organizada, sino que compró diarios que estaban al borde de la quiebra para salvarlos. Y habría dicho, como es verdad, que al frente de toda esta idea, de estos operativos, estaba Evita”. En el primer número del retorno, la esposa de Perón escribió: “La Prensa es ahora del pueblo. Dejó de pertenecer a la infamia de la antipatria”.

La Nación fue uno de los pocos grandes diarios de la época que no fue expropiado ni incorporado a la cadena ALEA. “La Nación defendió su independencia prudentemente”, afirma Escribano, y exalta aquellos momentos en que los redactores del diario hacían guardias nocturnas armadas en la azotea del edificio de la calle San Martín previendo visitas nocturnas.

En 1977 el político conservador Emilio Hardoy dijo: “Existieron dos grandes diarios durante el peronismo. La Prensa, que fue confiscada, y La Nación, que prestó inapreciables servicios subsistiendo”.

Mientras La Prensa estuvo fuera de circulación, La Nación nunca dejó de consignar en un recuadro: “Hoy tampoco apareció La Prensa”. En su sección editorial se refirió al tema en numerosas ocasiones, tipificándolo como un intolerable caso de censura. Tampoco bajó sus banderas: en ese mismo año se puso al frente de las denuncias periodísticas que dieron a conocer a la opinión pública las torturas a que fue sometido el estudiante socialista Ernesto Mario Bravo.

Mientras todo el mundo esperaba que el próximo sancionado fuera La Nación, el que crecía era Clarín, que había heredado de La Prensa parte de los lectores y la poderosa sección de avisos clasificados. “YÓ no creo tanto en la historia de que el crecimiento de Clarín fuera por los avisos clasificados, rubro recibido de La Prensa. Noble hizo un diario muy popular, con títulos sensacionales y una línea muy acorde a la época. Era un diario que agradaba al peronismo porque apoyaba al desarrollo y a la industria. Así creció. Con los clasificados, Clarín pasó a ser el diario de servicios. Todo el cuentapropismo del país empieza a comprarlo como herramienta de diálogo y para saber cómo está parado en el mercado”, explicó Raúl Burzaco en 1996. Otros testigos de la época afirman que los anunciantes se volcaron a Clarín en lugar de a La Nación para no quedar identificados como opositores al peronismo.

Entre 1951 y 1955 las cifras de ventas de La Prensa descendieron de un modo dramático. Sus lectores afirmaban que, en poco tiempo, su diario preferido había perdido toda su estirpe opositora. Sin embargo, durante esos años, voces coincidentes reivindican la calidad del suplemento cultural dirigido por César Tiempo, que, en opinión de Félix Luna, traía “ensayos sobre folklore, cuentos costumbristas, efusiones nostálgicas, fragmentos evocativos en una línea de historiografía clásica, nada provocativa”.

Civita, un renacentistaAntes de terminar la Segunda Guerra, César Civita, un descendiente de italianos nacido en Nueva York, debió

alejarse de la Italia de Mussolini y viajar a América del Sur con su esposa Mina y sus hijos Adriana, Bárbara y Carlos. La historia de cómo aquél hombre salió de Italia casi sin nada y llegó a tener aquí un imperio editorial es realmente asombrosa.

Civita venía de ser el presidente ejecutivo de la empresa de Arnaldo Mondadori, en Italia. Era un hombre de sólida y variada cultura. En 1937, una película suya filmada en 16 milímetros con guión de Ignacio Silone, había ganado el Festival de Venecia. Sintiéndose italiano y de origen judío, durante el fascismo ayudó a muchos compatriotas, judíos o no, a abandonar Italia, hasta que en 1942 le tocó a él emprender la retirada. Sin embargo las oficinas de inmigración de los países aliados vieron en Civita a un sospechoso, porque venía de vivir en una de las

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potencias del Eje. Fue por eso que lo bajaron del barco en que viajaba hacia América y pasó seis meses preso en una isla cercana a Trinidad y Tobago. Liberado, siguió viaje hacia la Argentina. Trala consigo una contraseña maravillosa: los derechos de famosos personajes que Walt Disney le había cedido personalmente, luego de una gestión del dibujante Saúl Steinberg, a quien Civita había salvado de los fascistas en Italia. En 1944 empezó a editar las revistas Mickey y Pato Donald, historietas a colores que empezaron a venderse por millares Y sirvieron para edificar en 1952 la editorial Abril argentina, en donde Civita les dio trabajo a exiliados, a marginales y a perseguidos políticos extranjeros y argentinos.

Ese mismo año, decidido a crecer en la Argentina, compró en Italia una rotativa Cerutti de última generación. A mitad de camino del envío, lo sorprendió una medida del gobierno de Perón que hizo caducar todos los permisos de importación. La máquina venía en barco y, al conocerse la resolución, estaba a la altura del puerto de Santos, donde quedó. De ese modo, Civita se demora en su negocio argentino, pero echa las bases de la editorial de los Civita en Brasil, hoy una de las dos más poderosas editoras de revistas de ese país.

Historia y mitosLevi, Terni, Amati, Segre, Civita: amigos, todos ellos intelectuales, italianos, judíos y escapados de la

persecución fascista, también fundadores de la editorial que comenzó a sacar los cómics de Disney. En 1942, apenas llegaron a la Argentina, tomaron clases de castellano en el Hotel Nogaró con Boris Spivacow, que sugirió a sus alumnos el nombre “Abril” con que finalmente bautizaron la editorial. Boris Spivacow, que con los años llegada a ser presidente de las épocas de oro de Eudeba y fundador y director del legendario Centro Editor de América Latina, dice en su libro de memorias que sugirió ese nombre “por el sonido alegre y restallante y por aquello de los quince abriles, sinónimo de juventud. Posteriormente, la editorial Abril le encargó el desarrollo del departamento de historietas. El buscó gente que elaborara guiones entre escritores de primera línea, pero casi todos le rechazaron la propuesta. El único que aceptó trabajar, aunque con seudónimo, fue Conrado Nalé Roxlo.

En ese tiempo Civita editaba también otras publicaciones, además de la línea Disney: Diverlandia; colecciones infantiles como Gatito -cuyo libretista principal era un geólogo llamado Héctor Oesterheld, que se ganaba la vida en un banco pero soñaba con transformarse en escritor- y Bolsillito -que en los primeros años de la década del 50 llegó a vender 110.000 ejemplares por semana.

Con el seudónimo de “Pedro”, el escritor Pedro Orgambide firmó cuentos para chicos que salieron en diversas colecciones de Abril: Bolsillito, Dos, Tres, Cuatro. Con César Civita mantuvo una relación de padre e hijo. “El me nombraba empleado de confianza y yo adhería a los paros. En vez de echarme, Civita me corría a patadas por los pasillos de la editorial”, recuerda Orgambide.

Allí trabajaron también otros exiliados europeos: las hermanas Susi y Ditti Hochstimm, diagramadoras y diseñadoras; el dibujante Hugo Pratt, creador de personajes como “El Corto Maltés”; Salvador Schiffer; Alberto Goldberg y Gino Germani, que en los 60 fue el pope de la sociología argentina y antes, en los 50, fue jefe de personal de Abril. Por esa curiosa empresa, en sus primeros años, pasaron como redactores Gregorio Selser, Susana Zaneti y Juan Carlos Gené, en tanto que Onofre Lovero era el coordinador gráfico del taller.

Civita era un italiano culto, de origen judío, que como si nada te comentaba su amistad con Toscanini, con De Sica o con Visconti. Era lo que se dice un tipo moderno, progresista, que hasta sus revistas más populares, las de fotonovelas como Idilio o Nocturno, las editaba con buen gusto. Siempre recuerdo que nos decía: “en esta editorial no somos antinada, salvo antinazis y antifascistas”, afirma Carlos Andaló, periodista de la editorial Abril durante muchos años. Civita era un empresario liberal y nacional, que gustaba ofrecer permisividad temática, que aportó mucho y todavía hoy no fue lo suficientemente reivindicado”, dice Jorge Bernetti, ex empleado de Abril y delegado gremial en los momentos más críticos de la década del 70. Levantó de la nada una gran editorial -agrega Bernetti, instaló talleres impresionantes, editó cantidades de revistas y fue un empresario progresista que no sólo miraba su expansión industrial.”

Un mundo de fotonovelasSobre la experiencia recogida a partir de 1948 por .Secretos, la primera revista de fotonovelas argentina, en

1949 Abril comenzó a editar la revista Idilio, acaso lantaseando, como el italiano Luciano Pedrocchi -que había inventado el género en 1946- que, con el tiempo, la lectura de fotonovelas induciría a los sectores populares a la lectura de libros. En muy poco tiempo las fotonovelas se hicieron muy populares y alcanzaron una venta de siete millones de ejemplares en títulos líderes como Anahí, Nocturno, Contigo o IdilioFilm, que reunían obras cuyos títulos lo explican prácticamente todo: Fruto del pecado”, “Una muchacha de la calle”, Cuando llegues a mi

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corazón”, “Yo seré tu mundo”, “Desconsolada”, “Más a la del perdón”, “Una muchacha vendida”, “Fiebre de amor”.

ChicasPeriodista desde finales de la década del 40, Julia “Chiquita” Constenla trabajaba en la revista Chicas que Divito

(el de Rico Tipo) editaba para las mujeres jóvenes con un criterio muy actualizado y como formal antítesis de El Hogar, Danzas Y Damitas y Para Ti. Dirigida por el periodista Juan Ángel Cotta, esta universitaria de 20 años, estudiante de letras, “muy petardista” y militante del socialismo tenía una sección en Chicas. El padre de Julia Constenla era un esforzado periodista de diario y su madre era directora de una universidad que, entre otras cosas, enseñaba periodismo. Ella y otros jóvenes como ella tenían un punto de referencia, un modelo: Ernesto Sabato, un bicho raro que venía de abandonar la ciencia dura y encuentra un lugar en el mundo escribiendo un libro asombroso: Uno y el Universo.

A pesar de que hacía notas de actos culturales y espectáculos, Constenla tropezó con una dificultad habitual para los periodistas de la época: la obligatoria obtención del certificado de buena conducta que se exigía a todos los que trabajaban, estudiaban y hasta a los que, como ella, soñaban con irse de viaje. En 1951, finalmente, Chiquita viajó a Europa y se quedó dos años en Italia, primero sola y después con quien sería su marido y padre de sus cuatro hijos, el periodista Pablo Giussani. Cuando se fue, su puesto en Chicas se lo dejó a Matilde Kusminsky, la esposa de Ernesto Sabato.

La muerte de EvitaEl 26 de julio de 1952 el periodista Luis Clur, que 38 sus restos; trabajaba en la agencia United Press, obtuvo

con varias horas de anticipación la noticia de la muerte de Eva Duarte de Perón. Su fuente era verdaderamente inesperada: un cesto de papeles ubicado en una dependencia de la Casa de Gobierno. Según Clur, Evita no murió a las 20 y 25 como dice la historia oficial, sino a las seis de la tarde. “Gracias a eso -cuenta Clur en 1996-, la United Press ganó una primicia mundial. A las seis de la tarde la gente todavía estaba rezando por ella frente a la residencia presidencial.” El periodista Escribano afirma que la despedida a Eva Perón escrita por Augusto Mario Delfino y publicada en La Nación “fue equilibrada y respetuosa”, opinión que comparte el periodista peronista Luis Alberto Murray: “Aquella página de Delfino fue perfecta, la mejor que recuerdo”. Los medios escritos hicieron lo posible por inmortalizar la figura de Eva Perón, de allí en más denominada “jefa espiritual de la Nación”. El diario Democracia, dirigido entonces por Américo Barrios (y en el que cada tanto el general Perón publicaba una columna de opinión con el seudónimo de “Descartes»), tomó una decisión periodísticamente discutible aunque emotiva: nunca incluyó en sus títulos las palabras “murió” o “muerte”, ni nada que se le pareciera. Eligió reemplazar la información con frases como Conmovedor duelo popular”, “Tránsito a la inmortalidad” “Una pérdida que es un duro golpe”. Parece una ironía, pero así fue. La sirena del diario La Prensa, amplificada a volumen máximo, difundió la infausta nueva por toda la ciudad. El 27 de julio, al lado de una foto muy grande, la tapa del diario tituló: “La muerte de Eva Perón enluta a toda la argentinidad”. En su edición del 31 de julio La Prensa incluyó en su sección de avisos fúnebres 111 participaciones de la muerte, la mayoría provenientes de sindicatos.

Entornos y contornosA mitad de los años 50, el crítico uruguayo Emir Rodríguez Monegal intuyó que detrás de la actitud de algunos

importantes jóvenes escritores e intelectuales argentinos reunidos alrededor de la revista Contorno se podía descubrir, además de una cuestión generacional, “una motivación parricida”. Es que varios de ellos, con Juan José Sebreli como estandarte, cuestionaban profundamente a padres del pensamiento nacional como Martínez Estrada o Mallea.

Las preocupaciones de la clase intelectual de entonces eran encontrar una forma nueva en la condena a los imperialismos (en especial al norteamericano y capitalista) y, desde una idea nacional (”Ni frac ni chiripá” era un muy difundido eslogan de ese tiempo), preservar la identidad, asegurar el cambio y entender ciertos fenómenos centrales de la época, como el peronismo. De la mano de esas inquietudes, Contorno nace en noviembre de 1953 impulsada por los hermanos David e Ismael Viñas, Juan José Sebreli, León Rozitchner, Noé Jitrik, Regina Gibaja, Oscar Masotta, Adolfo Gilly, Adolfo Prieto y Ramón Alcalde. “La revista Contorno es un punto de viraje en la historia cultural argentina. Una docena de jóvenes universitarios, que serán luego escritores y políticos, irrumpen con violencia, dispuestos a ajustar cuentas con los bandos que dividían a la ideología argentina: peronistas y

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antiperonistas, nacionalistas y liberales, oportunistas y profetas”, escribe Beatriz Sarlo en la revista Punto de Vista, en 1981.

Como para definir la línea de la publicación, el escritor David Viñas cuenta en un artículo que desde Contorno trataban de diferenciarse “desde una izquierda precozmente sartreana tanto del elitismo que nos llegaba de Sur y desde La Nación desde el campo liberal, como de los tonos populistas que se emitían desde el peronismo clásico”. Viñas definía a Contorno como una revista “denuncialista” y, como para confirmarlo, sostenía que la burguesía y los grandes diarios prefieren que el escritor sea decorativo. Lo más deseable para ellos es el escritor anarquista, al que fatalmente anexan. Un caso típico es Roberto Arlt, citado en los editoriales de La Nación, cuando no le dedicaron ni dos líneas el día de su muerte. También se anexaron a Quiroga, a Macedonio Fernández”.

Esto es periodismoEl 2 de diciembre de 1953 Tulio Jacovella saca Esto Es, un nuevo magazine (primero quincenario, después

semanario) más cercano a la información general (y dentro de ella, mayoritariamente a la extranjera) que a la política. Incluía cuentos y anticipos de novelas, columnas de escritores consagrados como “Chamico” (el seudónimo de Conrado Nalé Roxlo), entretenimientos (palabras cruzadas, horóscopos, humor) y crítica muy variada. “Una revista más no hacía falta en el país -se sincera la publicación en su editorial del N° 1 las hay bastantes y de alto nivel en la línea consagrada. Pero una revista nueva, distinta, nunca está de más y hasta se diría que siempre hace falta.”

De grandes dimensiones, con tapas de colores pastel y fotografías probablemente retocadas, ampliamente ilustrada e impresa en sus interiores en aquel legendario color sepia, Esto Es presentaba lo que en ese momento se denominaba “estilo periodístico de posguerra”, una mezcla entre la forma norteamericana de hacer periodismo, más directa e impactante, y la europea, algo más profunda y espiritual. En todo caso, busca la sencillez, la objetividad, la actualidad, el decoro y los límites de lo argentino. Rogelio García Lupo hizo para Esto Es su primera nota importante: una investigación sobre las condiciones de trabajo y de vida de los ingenios azucareros de Salta y Jujuy.

Pero no era necesario ir a Salta o Jujuy para hacer una crónica de la pobreza. Bernardo Verbitsky trabajaba en Noticias Gráficas y vivía en Ramos Mejía. Desde el tren que tomaba para ir a su trabajo, al pasar por la estación Ciudadela veía un sendero que se internaba hasta perderse de vista. Era un terreno con miles de precarios ranchitos. Le intrigó, un día se bajó del tren y descubrió una de esas microciudades que se levantan adentro de la propia ciudad. En sus días francos en el diario empezó a visitar el lugar y luego de adentrarse en esa realidad escribió una serie de notas en las que por primera vez se utilizó el término de “villas miseria”. En algunas ocasiones lo acompañó en la visita su hijo Horacio Verbitsky, quien en 1996 explica que esas notas “fueron la semilla de la novela Villa miseria también es América, que sacaría años más tarde”.

La muerte de Vigil Constancio Vigil, el fundador de editorial Atlántida, murió en setiembre de 1954, cuando todavía faltaba un año

para la caída del segundo gobierno de Perón. Un poco antes, su empresa había sufrido los embates de una severa rivalidad con la editorial Haynes, competidora de Atlántida género por género, revista por revista. Atlántida le peleaba la franja de lectores a El Hogar; Billiken rivalizaba con Mundo Infantil; El Gráfico, con Mundo Deportivo.

Constancio C. Vigil dejó para siempre un catálogo de importantes normas periodísticas que se vuelven particularmente curiosas leídas hoy:

• La lectura más útil para un director de publicación es su propia publicación. Releerla, examinarla, en detalle, en conjunto, siempre le será provechoso.

• Es preciso presentar algo nuevo y atrayente cada cierto tiempo y conocer cuándo es llegada la oportunidad de decirlo.

• Todo es bueno y todo sirve. El caso es dar con la forma o la oportunidad de aprovecharlo. • No existe más el lector de pantuflas y gorra, repantigado en su sillón. Hay que imaginárselo nervioso,

apresurado. El lector de tranvía es el lector de periódico de nuestro tiempo. • Cuanto más extenso es un escrito, menos lectores tendrá. • No hay detalle del periódico que no tenga importancia. • La mujer es más de la mitad del público lector de una revista. • No hiera nunca a un hombre determinado. Condense. Abrevie. Evite todo lo que no es esencial. No afirme lo

que no sabe. No escriba lo que no entiende.

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• Para juzgar un material hay que preguntarse ¿divierte, enseña, agrada, emociona? Si no responde satisfactoriamente a algunos de estos interrogantes, el material debe ser rechazado.

• Un periódico debe ofrecer lo menos posible de literatura exhibicionista; lo más posible de enseñanza, deleite positivos.

Prehistoria de GarcíaEl 7 de abril de 1954, con el aporte económico del músico de tango Francisco Rotundo y con la cercana

asistencia de Mario Ruzza y Manuel Giménez, un muy joven Héctor Ricardo García sacó la revista Así es Boca. En ese año, tras una década de severas frustraciones deportivas y futbolísticas, Boca volvió a salir campeón argentino de fútbol Y la nueva revista hizo una campaña tan sensacional como el equipo azul Y oro.

García había dado varios pasos antes de convertirse en periodista:• Cuando cursaba el quinto grado de primaria en la escuela Roca fue, con otros dos compañeros, coeditor de El

Estudiante, un boletín escolar que primero imprimían con el sistema de tinta copiativa y gelatina y posteriormente con un mimeógrafo donado por el diario Noticias Gráficas.

• A los 10 años, para poder leer los diarios (los que más le gustaban era Crítica y Noticias Gráficas), comenzó a colaborar con un canillita que trabajaba cerca de su domicilio.

• A los 14 años convenció al dueño del diario El Nacional, José María Longo, de que el periodismo era su pasión. Longo lo tomó como cadete y además le dio, por su buena caligrafía, la oportunidad de escribir en tiza las noticias de último momento en siete pizarras que quedaban expuestas sobre la calle Corrientes (en la época en que no había radios a transistores los diarios acostumbraban a informar a la gente desde pizarras de ese tipo).

• En 1946 entró como aspirante a fotógrafo en el diario peronista Democracia. Después pasó como fotógrafo por Clarín, El Laborista y Crítica. García recuerda así esa etapa: “Me veo siempre cubriendo actos oficiales. En la época de Perón vender diarios era un milagro: parecía que lo único que había eran actos oficiales”. De Crítica, García pasa a una editorial que hacía revistas de tango y de fútbol. Un día, hablando con Manuel Giménez y Mario Ruzza, “El Galleguito” o “El Gallego” hizo la pregunta del millón (desde luego, sin disponer del millón): “¿Y si ponemos una editorial?”

• En 1950, con Mario Valer, editó la revista Sucedió, de la que aparecieron sólo cuatro números.

Renovación generacionalEn 1954, Laiño -que atormentaba a sus subordinados con la exigencia de llegar a la redacción “con los diarios

leídos, desayunado y cagado” -hizo entrar en La Razón a Sergio Cerón, que a su vez le abrió la puerta a Horacio de Dios al mismo tiempo que daban sus pasos iniciales Carlos Carlino, Luis González O'Donnell y Esteban Peicovich. En esos tiempos se consagraba con su sección “Balcarce 50” Jacobo Timerman, y en la secretaría de redacción, Pedro Larralde. Salvo que el periodista fuera enviado especial, ni en La Razón ni en otros diarios, con la sola excepción de Crítica, premiaban con el beneficio de la firma. Lo que Laiño respondía a sus reporteros cuando le exigían el crédito era que la importancia de la información y del diario debían siempre estar por encima de quienes hacían las notas.

Estaba cerca el fin del peronismo, la cadena de ALEA funcionaba a pleno y en general se advertía una mínima distensión. Para Horacio de Dios, a fines de 1954 “La Nación era el diario más liberal, pero ninguno se arriesgaba a publicar nada que molestara al oficialismo”.

Verano y crimenEl 15 de febrero de 1955 hizo muchísimo calor, pero un impresionante descubrimiento dejó helada a la

población. Los diarios de la época informaban que restos humanos habían aparecido en distintos puntos de la ciudad: en el Bajo de Flores aparecieron las piernas, la cabeza se encontró flotando en el Riachuelo en tanto que el torso se descubrió en un descampado de Hurlingham. El crimen de Alcira Methyger, una doméstica de 27 años que había trabajado en casa de la familia de Jorge Eduardo Burgos, quien primero había sido su amante y posteriormente su matador, movilizó a las fuerzas policiales y conmovió a la sociedad durante meses: desde que ocurrió, en pleno Carnaval (que entonces se festejaba mucho), hasta la mitad de junio de 1955, cuando las abundantes imágenes de la descuartizada v de su verdugo fueron reemplazadas en Ahora por la carnicería del bombardeo militar en Plaza de Mayo. “El ensayista alemán Hans Magnus Enzenberger -apunta Alvaro Abós, autor de una novela policial basada en el famoso “caso Burdos"- sostiene que esta clase de crímenes tranquiliza a la gente, porque en cada ciudadano laten pulsiones violentas y porque el hecho de que ocurran pero luego las

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autoridades las repriman, aclaren, sancionen ejerce sobre la población un efecto tranquilizador.” Recuerda Abós que vespertinos como Noticias Gráficas, Crítica y La Razón habían ofrecido abundante espacio al caso, apuntando a subir sus ventas, pero el rédito fue para la revista bisemanal Así, que gracias al “crimen de Burgos” llegó a vender 600.000 ejemplares. “¿Es un feroz asesino o un pobre infeliz?”, tituló Ahora sobre el joven corredor de libros, empleado de la editorial Peuser en cuya casa se encontró una amplia biblioteca de obras policiales y de criminología en castellano y en inglés. Comprobada la Culpabilidad de Burgos, fue condenado a once años de prisión, pero por buena conducta lo dejaron en libertad en 1964.

Disparos desde el cieloHacia los finales del segundo gobierno de Perón, hojas del periodismo católico que circulaban clandestinamente

exigían la inmediata destitución del gobierno y la excomunión del presidente. Entre diciembre de 1954 y mayo de 1955 se produjeron varios hechos que crisparon todavía más los vínculos entre el gobierno y las jerarquías de la Iglesia Católica (cuyas pastorales se parecían cada vez más a invectivas), y sus fieles se convirtieron virtualmente en el principal “partido” de oposición:

• Se establece la ley de divorcio vincular, • Se reforman aspectos del régimen legal sobre prostitución. • Se anulan varios tradicionales feriados religiosos. • Se modifica el régimen de instrucción religiosa en las escuelas oficiales.El 11 de junio de 1955 la tradicional procesión de Corpus Christi se convirtió en un masivo y sorprendente acto

en contra del peronismo. Bastó que esa misma noche Perón afirmara que participantes de ese mitin habían quemado una bandera nacional y que el diario Democracia iniciara una campaña en la que se sospechaba de corrupción al cardenal primado Santiago Copello y a monseñor Miguel De Andrea, para que muchos dirigentes del establishment, de la Iglesia y militares, consideraran que había llegado el momento de intervenir.

El 16 de junio de 1955 unidades de la Marina y la Fuerza Aérea se sublevaron y en pos de matar a Perón en la Casa de Gobierno atacaron a una indefensa población civil en el centro de Buenos Aires provocando el acribillamiento de trescientas personas.

Pedro Orgambide y Roberto Hosne eran dos jóvenes de izquierda, poetas ambos, que trabajaban en Noticias Gráficas. Luis Alberto Murray venía del nacionalismo e integraba la redacción de Crítica. A los tres les tocó cubrir el bombardeo sobre Plaza de Mayo. “Llegué con un fotógrafo en un jeep del diario -rememora Murray- y lo que tuve que ver allí jamás lo olvidé. Fueron momentos terribles.” Orgambide comparte esa sensación de agobio. “A mí me tocó salir con el fotógrafo Villa, un morocho grandote que parecía no atemorizarse ante nada. Lo que vi me hacía temblar el cuerpo, transpirar las manos, instalar un gusto ácido en la garganta. Tuve la muy rara impresión de que el tiempo se había detenido, al punto de que hoy no podría decir-te cuánto tiempo estuvieron los aviones ametrallando. Todo se puso gris. Lo que más me abatió es que cuando lo peor parecía haberse terminado, el fotógrafo se sentó en el cordón de una vereda y se puso a llorar como un chico. Yo me acerqué, le acaricié la cabeza y le avisé: Ya pasó’. Y en lugar de decirle ‘Volvamos a la redacción’, le dije 'Volvamos a casa’. Creo recordar que en la crónica que escribí después hablé de un zapato de mujer que había quedado, suelto, perdido en la calle”, dice Orgambide. En su libro de memorias Félix Laiño afirma que ese mediodía la redacción de La Razón, situada a trescientos metros de donde caían las bombas, temblaba como una hoja. Reconoce que sintió miedo Y afirma que, casi en soledad, fue disponiendo las informaciones como para dejar lista, y en hora, la quinta edición.

Cuando, finalmente, el golpe de Estado del 16 de setiembre de 1955 acabó con la era peronista, Perón y su gobierno manejaban desde la cadena ALEA trece editoriales con diecisiete diarios y diez revistas, cuatro agencias informativas, más de cuarenta radios y el único canal de televisión. Antes del fin del peronismo, el periodista León Bouché, que había hecho una exitosa carrera en la editorial Haynes, reemplazó a Raúl Apold en la Secretaría de Informaciones. Ya con Perón derrocado, La Nación denunció que en los días pasados habían tenido que someterse a censura previa.

Ahí empezaría otra historia periodística: la de Perón en el exilio y su influencia a distancia durante dieciocho años. Y también se iniciaría otra historia política, la de la llamada Revolución Libertadora, que repitió muchos de los procedimientos de censura y persecución que había instalado el peronismo, sólo que cambiando el signo de los opositores.

Así es GarcíaCon un contenido centrado en hechos policiales y crímenes, escándalos, deportes, algo de sexo y crónicas de

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actualidad muy bien investigadas y escritas y con un material fotográfico espectacular, Héctor Ricardo García sale el 19 de octubre de 1955 con la revista Así, un semanario que comenzó vendiendo 80.000 ejemplares y en un mes vendía el doble. García le compró el reportaje y las fotografías principales de la primera edición a la agencia United Press por mil pesos. Nadie se había interesado por ese material

“níaldito”: una entrevista al ex presidente Perón, desde que, un mes antes, había ingresado en el puerto de Buenos Aires, corrido por los militares, en la cañonera Paraguay, principio de su exilio en Villarrica, una pequeña ciudad paraguaya. En la tapa aparecían Perón -enorme, sonriente, vestido de sport- y la promesa de un reportaje exclusivo: 80.000 compradores agotaron la edición inicial de Así en pocas horas. En los números siguientes esta revista también impresa en rotograbado color sepia, con muchas fotos y escasos blancos en su diagramación, no dejó de crecer. García rechazó los cargos de “amarillismo”, alegando que ése era “un término inventado para denigrar a los diarios y revistas populares”.

Barreras, al finHacia fines de 1955 el escritor Enrique Wernicke acababa de publicar su libro La ribera y le preocupaba que

algunos periódicos como Propósitos hablaran más del editor de la obra que del autor. No le había conformado la crítica del órgano dirigido por Leónidas Barletta, tenía la impresión de que aquel crítico era “un tarado que ni siquiera menciona al personaje principal del libro ni los sucesos que vive”. Le quedaba aguardar la publicación de nuevos comentarios. “Tal vez en Qué digan algo bueno, pero la revista no se lee. En Mundo Argentino, ¿que dirá Sabato?”, se pregunta el escritor.

Luis Pico Estrada afirma en 1996 que aquella época de la revista Qué le parecía deslumbrante “porque estaba llena de ideas y de propuestas de debate” igual que otra gran revista, Tarea Universitaria, y la editorial Haynes, que después del golpe militar se convirtió en “un andarivel alucinante, poco ideológico, lleno de aventuras. Convivían católicos de derecha como Hugo Ezequiel Lezama con un poeta angélico como Vicente Barbieri o con una docente socialista como Fryda Schultz de Mantovani, que dirigía Mundo Infantil, mientras que Ernesto Sabato había quedado al frente de Mundo Argentino”.

Pico Estrada había entrado a trabajar en La Razón, donde Laiño había impuesto el uso de un copete que trataba de-decirlo todo antes de que el lector se internara en la nota y una miscelánea cuyo paradigma era la nueva sección de televisión, que comenzó a publicarse en la contratapa del vespertino y de la que Pico Estrada era el responsable. La televisión interesaba cada vez más a la gente, y la sección daba cuenta de la nueva actividad en un tono crítico e irreverente.

Roberto Ledesma y Luisa Mercedes Levinson, que firmaba Luisa Lenson, trabajaban en editorial Abril y desde allí le proponen al escritor Oscar Hermes Villordo que se haga cargo del consultorio sentimental de Nocturno. Junto a otros jóvenes como Amelia Biagioni, Alfredo Veiravé, Tomás Eloy Martínez y María Elena Walsh, Villordo tenía como meta la poesía y no un consultorio sentimental, pero de todos modos acepta, aunque firma con seudónimo: “Jacqueline Saint-Pierre”. La sección se llamaba “Secreteando” e informaba, como decía Villordo, acerca de los idilios de zaguán”. El desafío de Villordo también era una forma de reírse de lo que lo rodeaba.

Los jóvenes seguían con devoción la revista Qué, por su tratamiento más analítico de la información política. En esta segunda etapa Rogelio Frigerio dirigió la publicación fundada en los años 40 por Baltasar Jaramillo y proponía desde sus páginas un cambio y una modernización en el país. En 1956, cuando se produce una ruptura en el partido radical, la revista se alinea detrás de Arturo Frondizi, líder de uno de los bandos en pugna, y lo sigue hasta convertirse en artífice del ideario desarrollista y del ascenso de Frondizi a la presidencia.

Tendencias razonablesTras la instalación del gobierno militar, las acciones de La Razón -negociadas durante el peronismo en nombre

de Eva Perón y a cambio de una importante suma de dinero por el entonces ministro de Hacienda Miguel Miranda- volvieron primero a un organismo de inteligencia del Ejército y posteriormente a manos de Ricardo Peralta Ramos. Enseguida, el gobierno militar dispuso intervenir los bienes físicos y patrimoniales de más de cuatrocientas personas y empresas, entre ellas La Razón y Peralta Ramos. Tiempo después, gracias a la tarea de su abogado Marcos Satanowsky, la empresa fue la única que obtuvo su recuperación patrimonial completa.

Peralta Ramos siempre pensó que lo habían despojado del diario. En una investigación publicada en 1955 por la revista De Frente se recuerda que durante el gobierno de Agustín P. Justo, en plena Década Infame, La Razón recibió un crédito por cinco millones de pesos a cambio de lo cual, y a modo de garantía prendaria, entregó acciones. Esos valores serían los que en algún momento cayeron en manos del peronismo y fueron devueltos por

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dos emisarios de la cadena ALEA el Mismo 16 de setiembre de 1955. Posteriormente, personas vinculadas con la Revolución Libertadora pretendieron comprar el diario, pero a esa altura conflictos familiares y societarios dividían a la empresa, fuertemente infiltrada por los servicios de informaciones.

El marino Francisco Manrique, uno de los militares más destacados de la Revolución Libertadora, adquiere los talleres del diario Crítica (ya en una pronunciada decadencia), ubicados en la calle Salta, con el propósito de hacer un nuevo diario.

Las otras pestesEn el verano de 1956 una epidemia de poliomielitis provocó el contagio de más de dos mil chicos, doscientos de

los cuales murieron. La grave situación propició una respuesta solidaria gigantesca: las comunidades salían a higienizar escuelas y calles y las madres colgaban del cuello de sus hijos cadenitas con pastillas de alcanfor, un fuerte desinfectante. Pero como si se tratara de una Metáfora, los militares de la Revolución Libertadora disponían desde el poder lo que ellos suponían iba a ser el antídoto para calmar la peste del peronismo.

Tras la caída de Perón, el periodista José Rabinovítz, de la agencia United Press, publicó en un libro un pormenorizado detalle de cada uno de los cerrojos que el Estado peronista, calificado como Estado fascista, había aplicado sobre la prensa mientras estuvo en el poder. Sin embargo, nada llegó tan lejos como el decreto 4161 de la Libertadora que, como escribió Rodolfo Terragno en 1976, “debería ingresar, con mérito, no sólo a una antología del despotismo sino a una historia de esos esfuerzos que en todas las épocas y lugares han hecho inútilmente los gobernantes inseguros”.

El 5 de marzo de 1956 un decreto de la Revolución Libertadora perfecciona una decisión anterior de prohibir toda alusión al peronismo de carácter proselitista, y la extiende a cualquier tipo de mención periodística: Se considerará especialmente violatoria de esta disposición la utilización de la fotografía, retrato o escultura de los funcionarios peronistas o sus parientes, el escudo y la bandera peronistas, el nombre propio del presidente depuesto, el de sus parientes, las expresiones peronismo, peronista, justicialismo, justicialista, tercera posición, la abreviatura PP, las fechas exaltadas por el régimen depuesto, las composiciones musicales denominadas ‘Marcha de los muchachos peronistas’ y ‘Evita capitana’ o fragmentos de la misma y los discursos del presidente depuesto y de su esposa o fragmentos”.

Frente a tamaña censura la prensa argentina deberá apelar a célebres artilugios: desde entonces se difundirán eufemismos como “el ex dictador”, “el tirano prófugo” -frase con que La Prensa aludió a Perón hasta poco antes de su muerte-, “el político exiliado”, “el régimen imperante hasta el 16 de setiembre de 1955”. Es de ese momento un artículo de Borges en el que defendía el uso de la elusión y el sesgo preferentemente confuso en el lenguaje. Sobre este asunto, Tomás Eloy Martínez señaló: “La jerga periodística de la época, cuando ya hacía un tiempo que los diarios llamaban tirano prófugo a Perón, era un torneo de eufemismos insoportables”.

Desafiante como siempre, el 28 de agosto de 1957 Así publicó en tapa una imagen de Perón con una raya blanca sobre los ojos. Nuestro Perón no era ni el tirano infame ni el gran presidente”, explicó en una ocasión Héctor Ricardo García. “Durante la Libertadora se procede del mismo modo en que se había hecho durante el peronismo, aunque con contenido inverso. Se expropian los diarios típicamente peronistas, como Democracia, para transformarlos en diarios típicamente antiperonistas, se persigue a periodistas peronistas. Con esos procedimientos vuelven la chatura, la homogeneidad de pensamientos y, lo que es peor, la censura”, afirma Julia Constenla.

Algunos casos preocuparon y atemorizaron a la comunidad periodística:• El gobierno militar que derroca a Perón incauta los bienes de Emilio J. Karstulovic, editor de la revista

Sintonía. Sitiada por limitaciones tanto políticas como económicas, la revista deja de aparecer. • El periodista Bernardo Neustadt es sometido a rigurosos interrogatorios políticos, especialmente uno que le

practica el contralmirante Isaac E Rojas, vicepresidente de la Nación. Los careos lo encontraron responsable de algo, ya que, según consta en su autobiografía, Neustadt pasó veinte días preso en la cárcel de la calle Las Heras. Una vez libre de los cargos, los interventores que la Revolución Libertadora había designado en la editorial Haynes, impresora de El Mundo, lo despidieron.

• Investigadores de la Libertadora ordenan la liquidación de la revista Esto Es y acusan de peronista a su director propietario, Tulio Jacovella.

Sabato se va de Mundo ArgentinoA partir del golpe, el poder de la editorial Haynes, que publica El Mundo y más de media docena de revistas, se

distribuye entre numerosos interventores. A Mundo Argentino llega el escritor Ernesto Sabato, quien toma por lo

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menos dos decisiones importantes: decide incorporar a su redacción a una cantidad de jóvenes periodistas (que cumplirían un papel en la renovación periodística de los años siguientes) y se propone quitarle a la publicación su aspecto anodino para convertirla en un instrumento de denuncias políticas y sociales. En setiembre de 1956, Sabato publicó un largo y documentado” artículo sobre la metodología de los apremios ilegales en contra de los peronistas, cuyo punto más escabroso consistió en la denuncia de encierros y torturas a militantes en lugares de detención ubicados en los sótanos del edificio del Congreso. La información, levantada por otros medios como Qué y por algunas radios, golpea y divide a la opinión pública. Se instala entonces un fuerte debate acerca de los límites del poder y los métodos represivos. La audacia le cuesta el puesto a Sabato en medio de un escándalo porque detrás de su prestigioso director entregan su renuncia treinta y cuatro periodistas, entre personal fijo y colaboradores. El episodio sirve para denunciar las posibles, graves consecuencias de “una prensa uniformada y temerosa que pierde contacto con la opinión pública real y con las esperanzas y angustias de sus ciudadanos” (como decía Sabato en su renuncia entregada a un coronel Meredith, interventor en la empresa, que “amablemente” se la había solicitado) y también para reclamar la liquidación de la Secretaría de Prensa que, según su opinión, actuaba de un modo coercitivo desde diarios que le respondían ciegamente y seguía dando el papel en cuotas como en los peores momentos del gobierno peronista.

Un psicoanalista acáA partir de noviembre de 1956 el diario La Razón comenzó a publicar tres veces por semana una columna

novedosa, inquietante y útil: la licenciada Eva Giberti firmaba “Escuela para Padres”, un foro pensado y planteado con inteligencia y audaz para la época. “Me acuerdo que el primer artículo se llamaba'¿Se aprende a ser padre?’. Muy pronto empezó a hablarse de ‘Escuela para Padres' por todos lados, a favor y en contra”, evoca Eva Giberti. Desde esa sección se revisaban y cuestionaban los criterios tradicionales de autoridad (”Hay que obedecer a los adultos porque son grandes y saben más”) y las pautas de crianza de los niños.

Giberti -que anteriormente había demostrado sus dotes de divulgadora de los saberes psicoanalíticos en la influyente revista Nuestros Hijos, de Miguel Brihuega- recuerda que muchos pediatras del Hospital de Niños, en donde ella también trabajaba, le pedían que dejara de escribir esas cosas porque en las consultas las madres empezaban a dudar de la efectividad de las vitaminas y, en cambio, preguntaban si sus chicos no tendrían un complejo”. No fue ésta la única palabra incorporada al habla corriente desde esa sección: también hicieron carrera términos como “neurosis”, “trauma”, “frustración”, “conflicto”, “pareja” y muchas otras. En una sociedad educada en el prejuicio y en la que primaba el criterio de que a los chicos no había que decirles toda la verdad en ciertos temas, Eva Giberti se las tomó primero con los mitos (la cigüeña trae a los niños de París”, los chicos nacen de un repollo”) y luego desarrolló una sección útil que trató de interpretar y registrar los cambios en el hombre, en la mujer, en las parejas y no dejó un solo tópico de la educación sexual sin abarcar. “Mi trabajo consistió en resignificar los conceptos del psicoanálisis en el ámbito doméstico y para las necesidades del gran público”, dice Giberti, quien años más tarde se casó con otro importante divulgador periodístico de la ciencia médica, el doctor Florencio Escardó.

El espíritu de la informaciónEn 1956 Ramiro de Casasbellas era un perito mercantil recién recibido que languidecía en su aburrido trabajo en

la Dirección General Impositiva. Sólo la lectura en general, y la poesía en particular, lo hacían sentir distinto. Un amigo de su padre, anarquista, le dio una recomendación para trabajar en La Razón. Ingresó, sí, pero no en la sección cultura, como hubiera querido, sino en “Policiales”, como decidió Félix Laiño, al lado de maestros como Carlos Liacho y Jacinto Torío. Su rutina consistía en recorrer cada día el espinel telefónico de las seccionales y convertir a las novedades en breves noticias. Pero lo que a él le interesaba realmente eran los libros y el cine, y con esos conocimientos comenzó en el vespertino la sección “Siete Días desde la Platea”.

Ese mismo año Osvaldo Bayer venía de vivir en Alemania y cuando entró como redactor en Noticias Gráficas era conocido como un autorizado traductor argentino de Bertolt Brecht. En ese mítico espacio, cuyo verdadero espíritu rector era José “Pepe” Barcia, los periodistas -según recuerda Bayer- “eran grandes vagos, bohemios que pasaban buena parte del tiempo en el café hablando más de turf que de fútbol. Allí conocí a grandes maestros como Bernardo Verbitsky, Pepe Portogalo, José González Carbalho y Manuel Sofovich, cuyos hijos Gerardo y Hugo, muy jóvenes, hacían una historieta. Al lado mío se sentaba otro chico como yo, José Arverás”.

En Resistencia Popular, Raúl Damofite Taborda, el yerno de Natalio Botana, reclamaba por los fusilamientos de José León Suárez -ocurridos en junio de 1956-, instaba a la aparición del cadáver de Eva Perón y lanzaba

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precozmente la candidatura de Frondizi a presidente.El 3 de febrero de 1956, luego de que Aramburu y Rojas derogaran el decreto de expropiación de 1951,

reaparece con bombos, platillos y devolución de bienes a la familia Gaínza Paz el diario La Prensa. Hasta la escultura de “La Farola” pudo volver a su lugar. Sin embargo, el diario había iniciado una etapa de decadencia. Su primer título: Por defender la libertad”.

Según Gerardo Ancarola, hay algunas fechas emblemáticas en la historia de La Prensa. El 25 de mayo de 1930 el diario llega a los 500.000 ejemplares de venta y cinco años más tarde, con un país de 13.500.000 habitantes, la venta alcanza los 745.000. En 1956, al ser rehabilitada, la tirada es aún mayor -800.000-, pero, como no se vende, finalmente se estabiliza en 350.000. “La Prensa seguía siendo la misma. En independencia, en seguir pensando en el efecto devastador del peronismo, en persistir en una línea opositora. La sociedad comenzaba a cambiar y el diario era en muchos aspectos rígido de lo que la gente era”, afirma Ancarola.

Cuando por los días de la reaparición entró a trabajar en La Prensa, Gregorio Selser ya era lo que nunca dejaría de ser hasta el fin de sus días: un militante del Partido Socialista.

-¿Qué le gustaría hacer? -le preguntó Lahitte, uno de los subdirectores, en la entrevista inicial.-Bueno, hasta ahora he escrito de cine y de teatro -respondió Selser.-Así que cine y teatro... ¡Con usted debe ser el aspirante número 50 que me dice eso!De todos modos, lo tomaron, porque lo más importante para el diario era cerciorarse de que no era ni había sido

peronista. Lo destinaron a la sección “Obras y Servicios Públicos”, en la que trabajó casi veinte años sin firmar jamás una nota. Entre Alberto Gainza Paz y Selser había más que un abismo ideológico (en el diario también trabajaron otros periodistas socialistas como Horacio Rodríguez, Luis González O'Donnell y Oscar Serrat), pero nunca se enfrentaron por ese motivo. Selser lo explicó así en una ocasión: “Si bien Gainza Paz era un troglodita en materia política, en lo personal era un fuera de serie, un caballero español al estilo de antes, que trataba con respeto y consideración a todos los trabajadores del diario”.

En el 57 pasa de todoEn 1957, el mundo, que atravesaba el tenso período de la post Guerra Fría, y la Argentina, que sólo en

apariencia se había sacado al peronismo de encima (más bien lo había ido erigiendo en uno de sus mitos imperecederos) estaban en cambio. Las ciudades dejaban atrás su aspecto rural y se iban convirtiendo en activos centros urbanos, tal y como los nuevos requerimientos lo exigían. La gente sentía necesidad de saber lo que ocurría a su alrededor y de entender la dimensión de las transformaciones que afectaban sus vidas. El periodismo interpretó esas necesidades, y protagonizó una etapa en la que bien puede situarse el kilómetro cero del moderno periodismo en la Argentina. Esta hipótesis se sustenta en varios factores:

El gobierno peronista había establecido numerosos controles y censuras, lo que les dio a los medios un inequívoco tinte oficialista. A pesar de que el movimiento militar que derrocó a Perón persiguió a medios y periodistas y cometió otros atropellos incalificables -como prohibir la palabra “Perón”, la necesidad y el valor de informar en libertad se fue imponiendo.

Se produce en diarios y revistas una renovación generacional. Jóvenes provenientes del mundo universitario se incorporan al periodismo para dar respuesta a la demanda de una mirada nueva, de información más precisa, más amplia, más cuidada y menos oficialista.

• La preparación del periodista comienza a plantearse como un valor, lo que provoca resentimientos insuperables en las generaciones anteriores de cronistas, que basaban su labor en la erudición intuitiva y callejera. Por su conocimiento de idiomas, los nuevos” habían accedido a los semanarios franceses y norteamericanos, y a columnistas de distintos estilos como Walter Lippman, James Reston, Art Buchwald o John Reed.

• Son los periodistas más jóvenes los primeros que se animan a desafiar la asfixiante dicotomía peronismo-antiperonismo. También contribuyen a correr un poco la mirada de París, el centro del conocimiento en aquel momento. En ese aspecto, se consigue desacralizar los temas de la cultura.

El proyecto político que conduce a Frondizi a la presidencia en 1958 se fragua en esos días y sostiene el nacimiento de una esperanza y una nueva necesidad de expresión periodística.

• En un mercado en donde ya tienen un importante lugar publicaciones tan variadas en su índole y en su público como Qué, Leoplán, Intervalo Extra, Vea y Lea, Patoruzito y Esto Es, se suman otras manifestaciones, como Claudia, Mayoría, Hora Cero, Tía Vicenta.

• En ese tiempo surgen o se consolidan periodistas como Ramón Garriga y Francisco Valle de Juan (exiliados españoles), Jacobo Timennan, Bernardo Neustadt, Luis González O'Donnell, Esteban Peicovich, Horacio de Dios,

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Norberto Firpo, Luis Pico Estrada, Ricardo Warríes, Nicolás Mancera, Ernesto Schóó, Enriqueta Muñiz, Julián Delgado, Hugo Gambini, Tomás Eloy Martínez, Pedro Larralde, Rolando Riviere, Rogelio García Lupo y otros.

Títulos y personasDe paso por Tucumán, Juan Valmaggia, de La Nación, se fijó en el trabajo de un periodista joven que

colaboraba en el suplemento cultural del diario local La Gaceta -que dirigía Daniel Dessainy lo invitó a hacer críticas de cine en el diario de los Mitre. Era Tomás Eloy Martínez, que se inició el 16 de julio de 1957 con la reseña de El mundo silencioso, un filme del francés Louis Malle. Eran los tiempos en que, según evoca hoy, a Tomás Eloy Martínez sólo le importaba la literatura, pero junto con Ernesto Schóó y Rolando Fustiñana (”Roland”), creó -simultáneamente Edmundo Eichelbaum y Héctor Grossi lo hacían en Mundo Argentino y Calki brillaba en El Mundo- un estilo nuevo de crítica cinematográfica, más distanciada de los intereses de las distribuidoras.

Signo del cambio de los tiempos: tres pistoleros contratados, vinculados con el Servicio de Informaciones del Ejército, mataron el 13 de junio de 1957 a Marcos Satanowski, el abogado del diario La Razón que, según probó posteriormente Rodolfo Walsh en una investigación ejemplar, era depositario de las acciones de Ricardo Peralta Ramos interdictas por la Revolución Libertadora.

Los cambios llegan a Clarín. Conducida por Moisés Schebor Jacoby y Luis Clur, la redacción reunía a muchos consagrados de Crítica -Raúl Pascuzzi, Eduardo Baliari, Raúl González Tuñón, José Portogalo, Edinundo Guibourg- y a jóvenes como Esteban Peicoich, Roberto Cossa, Ro o Ra ana y Valentín Vergara. Por decisión de Jacoby, el logo de Clarín, hasta entonces en rojo, pasa a imprimirse en negro, pero son otras las cuestiones que le dan color al diario: la sección económica que maneja Oscar García Rey y la información militar que abastece, entre otros, Enrique Llamas de Madariaga. “Tan especial era aquella redacción de Clarín entre 1957 y 1960, que tenía en su seno a los que fundarían los tres diarios de más éxito en la Argentina de los años subsiguientes: Héctor Ricardo García, que haría Crónica; Jacobo Timerman, de La Opinión, y Julio Ramos, de Ámbito Financiero”, escribe Ramos. Jorge Fernández Díaz revela que Timerman, autor de la columna de información política “A Pesar del Hermetismo”, y Bernardo Neustadt, responsable de la sección “Detrás del Escenario”, se conocieron en los pasillos de Clarín en 1957 e iniciaron una relación que habría de ser siempre tormentosa.

En la revista Así, Horacio de Dios fue secretario de redacción y compañero de otro periodista al que recuerda como extraordinario, Mario Valeri. Una entrevista exclusiva que De Dios le hizo a Guillermo Patricio Kelly, y que La Razón no había querido publicar, fue tapa de Así. En 1957, Tulio Jacovella se convirtió en editor de Mayoría “con el propósito de denunciar la corrupción la simulación de libertad y la política de entrega del patrimonio nacional por parte de la titulada Revolución Libertadora”. En esa revista, que sufrió treinta y dos procesos penales, varios de ellos por violación del decreto que consideraba un delito la utilización de la palabra “Perón”, Rodolfo Walsh escribió los artículos que dieron origen a Operación Masacre y sus investigaciones preliminares sobre el asesinato del abogado Satanowski. Fue una revista que manifestó como pocas el propósito de revisar la historia del peronismo. Mayoría es, después de la caída de 1955, la primera tentativa de darle al peronismo contenidos que no fueran la memoria de Evita, el anquilosamiento ideológico o la obsecuencia”, señala Rogelio García Lupo. Si bien sobrevivió a la Libertadora, Mayoría sucumbió durante el gobierno de Arturo Frondizi por haber informado acerca de la guerrilla del comandante Uturunco, en el norte de la Argentina.

En 1957, Norberto Firpo era un frecuente colaborador de Vea y Lea. En ese espacio se codeaba cada tanto con autores como Horacio Martínez, Ana O'Neil, Velmiro Ayala Gauna y Rodolfo Walsh. Su especialidad eran las ficciones con suspenso, crímenes, policías, ladrones y deducciones inteligentes. Hasta que Gerardo Andújar, el secretario de redacción de esa exitosa revista quincenal, dejó su puesto y se lo ofrecieron a él. La revista incluía temas de actualidad, y contaba con un público bastante fiel y numeroso. Se trataba de una redacción muy pequeña (no más de seis personas), con la presencia de varios periodistas notables. A la hora de evocarlos Firpo empieza por Ambrosio Vecino, que un día abandonó la dirección y marchó a La Nación para dedicarse a la primera revista de los domingos, y sigue con Jerónimo Jutronich, un notero arriesgado y completo, capaz de tocar distintos temas con absoluta idoneidad.

De tierra adentroLuis Feldinan Cosín, propietario de una cadena de diarios en Chubut, contrató a Osvaldo Bayer para dirigir (y

también para barrer y cebar mate, cuando era necesario) el periódico Esquel. Cuenta Bayer en 1996: “En aquel tiempo era la Edad Media en el interior. Mandaban los grandes latifundistas”. En una ocasión, desde el diario

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defendió y mostró como un ejemplo a un pionero llamado Lacaya, que había plantado dos mil nogales, y contrapuso esa actitud a lo que llamaba la beligerante pasividad del Ejército y de la Gendarmería”. Esa nota llegó a Buenos Aires y Rogelio García Lupo la hizo publicar en el diario El Nacional. “El rebote periodístico trajo un lío fuerte. La policía, cercana a los terratenientes, le mandó al pobre Lacaya arar todos sus sembradíos”, cuenta Bayer, que a su vez fue inmediatamente cesanteado -por presión de la policía- y detenido. Su situación llegó a los medios porteños (diarios, revistas y radios agitados por García Lupo clamaban: “El mejor periodista argentino está preso en Esquel”) y eso ayudó a su liberación.

Poco tiempo después Bayer hizo lo que denominó “el primer periódico independiente de la Patagonia”. Se llamaba La Chispa y se componía en una antiquísima imprenta Minerva, letra por letra. Desde esa hoja denunció a los acaparadores de azúcar de Esquel y hasta contaba con un tal don R. Correy Beloqui, un singular cronista a caballo, que recorría cada rincón de la cordillera. Finalmente, acusado de difundir información estratégica en un punto fronterizo, Bayer fue obligado a punta de pistola a abandonar el Sur en cuarenta y ocho horas.

Historias e historietasLos jóvenes de la redacción de Qué, como Nora Lafón, seguían a la figura señera de Raúl Scalabrini Ortiz.

“Gente que lo admiraba por su honestidad y dignidad, sabiendo de su pobreza, le enviaba sobrecitos con mensajes y unos pesitos adentro”, recuerda Lafón, joven periodista de esa publicación, que contaba con la experimentada periodista Blanca Stábile y con Jacobo Timerman como columnista estelar. En esta segunda etapa, bajo la influencia principal de Rogelio Frigerio, (y la colaboración de Marcos Merchensky, Dardo Cúneo y Arturo Jauretche), Qué se convirtió en portavoz de la candidatura presidencial de Arturo Frondizi.

En 1957 Héctor Germán Oesterheld, editor de estupendas revistas como Frontera y Hora Cero, y autor de historietas como “Mort Cinder”, “Sherlock Time” y el inolvidable corresponsal de guerra “Ernie Pike”, comienza a publicar en Hora Cero su obra máxima: “El eternauta”, donde imagina una invasión extraterrestre que acaba con los habitantes de una ciudad. La ciudad es, a todas luces, Buenos Aires. A lo largo de dos años, en sociedad con el dibujante Solano López llegan a producir 350 páginas apaisadas.

En el número inaugural de Tía Vicenta -aparecido el 20 de agosto de 1957- había numerosas transgresiones al decreto que impedía mencionar a Perón. Por ejemplo, Landrú confeccionó una lista de aumentativos absurdos: de buzo, buzón; de coraza, corazón; y de pera.... Perón. “Yo lo nombraba en chiste -asegura Landrú--, sin intenciones de hacerle propaganda. Pero igual nunca fui gorila. Fui, eso sí, antiperonista, aunque recibía colaboraciones de José Gobello, que estaba preso por peronista.”

Al lado de Juan Carlos Colombres (”Landrú”), estaban Carlos del Peral, Faruk, Brascó, Norberto Firpo (con su seudónimo “Ácido Nítrico”), Quino, Juan Fresán, Armando Chulak, Tito Botana (”Jaimote Botanilla”) y su sobrino Copi. Entre todos hicieron una revista “novedosa, abierta, desfachatada” y un éxito de ventas: arrancó con 50.000 ejemplares y muy pronto duplicó su tirada.

Landrú, que según su biógrafo Edgardo Russo se había habituado al ejercicio de la elipsis en Cascabel, y ya en Vea y Lea comenzó a escribir personajes como “El Señor Porcel”, sorprendió con “La Familia Cateura” y “Rogelio, el hombre que razonaba demasiado”. Ignacio Anzoátegui, inspirado en una sección de la publicación española La Codorniz, escribía “La Cárcel de Papel” donde enjuiciaba y encarcelaba a personajes de la actualidad. Miguel Brascó, que era abogado y colaboraba en Tía Vicenta, sufría un problema de doble personalidad. Cuando los clientes de su estudio le preguntaban si era él quien firmaba los dibujos, Brascó para que siguieran considerándolo “una persona seria”, respondía que se trataba de un primo suyo.

Andar con la revista Claudia bajo el brazo era la prueba de ser “una mujer en la onda”. Así lo recuerda Mario Ceretti, y afirma que en Claudia se trataban los temas con mayor tolerancia para la época. La revista estaba dirigida a mujeres con intereses que excedían los del ámbito doméstico y que pensaban en su realización personal, laboral o cultural. Para Ceretti Claudia, inspirada en la francesa Marie Claire, “acompañó el auge porteño del psicoanálisis y la liberación sexual de la mujer con mucho nivel científico y en ese sentido fue una revista de avanzada que habló del divorcio veinticinco o treinta años antes de que aquí hubiera ley de divorcio”. Carlos Andaló comparte la misma impresión: Fue una gran revista de entrada, planteada para la clase media en ascenso, que habló de todo lo que se usaba, pero como una forma profunda de la educación”. Ceretti -integrante él mismo de esa redacción- menciona la labor de periodistas como Víctor Saiz, Héctor Zimmerman, Ana María Ramb, Adriana Civita, Diego Baracchini y una de las máximas poetas argentinas, Olga Orozco. Por su parte, el periodista Carlos Andaló rescata la influencia de Mina Civita, esposa del dueño de la editorial, y su colega Cecilia Absatz señala como fundamental el rol que en esos tiempos tuvo Paola Ravenna.

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En 1956 Rodolfo Walsh había entrado en contacto con Juan Carlos Livraga, un obrero de la construcción sobreviviente de la matanza de José León Suárez, y a través de él, pacientemente, comenzó a tejer una información que sería trascendente en el periodismo argentino y en la literatura testimonial y política. El primer medio que publica lo que, tiempo más tarde, se conocería como Operación Masacre es un semanario de izquierda y antiperonista, Propósitos, de Leónidas Barletta. Otras notas aparecieron en Revolución Nacional, pero fue en Mayoría donde la serie alcanzó su formato más prometedor. Unos años más tarde el mismo Walsh confesará que ese trabajo le cambió la vida: No sólo me resultó fundamental para avanzar sobre mis perplejidades, sino para comprobar que existía un amenazante mundo exterior”

Publicado por entregas, como los folletines del siglo pasado a partir de 1957 uno de los mejores sueños americanos, sin otra subordinación que los estímulos de la época en que se vive, alcanza una estatura argentina y latinoamericana, bajo un rótulo impactante: Operación Masacre”, escribió en 1988 el periodista José María Pasquíní Durán.

Frondizi al poderLuego de treinta y dos meses de gobierno militar, el 23 de febrero de 1958 el pueblo argentino volvió a votar,

aunque no en las mejores condiciones. Dos años antes, el radicalismo se había dividido en dos: la Unión Cívica Radical del Pueblo, a cuya cabeza quedó Ricardo Balbín, y la Unión Cívica Radical Intransigente, cuya máxima figura, Arturo Frondizi se convirtió en el nueve presidente de los argentinos. El peronismo estaba proscripto aunque escondido detrás de un pacto secreto entre Frondizi y Perón, exiliado en Madrid. Como quiera que sea, desde la caída de Perón Frondizi se había convertido en una importante figura política y la primera con posibilidades de aglutinar expresiones tan encontradas como la izquierda y el nacionalismo católico, sectores disconformes con el viejo partido radical y con grupos de “peronistas sin Perón”.

Después de las elecciones apareció El Nacional, un nuevo diario frondizista. Era un proyecto armado por Rogelio Frigerio coordinado por Emilio Perina y al frente de su redacción estaban Marcos Merchensky y Alberto Rudni. Frigerio, que junto con Narciso Machinandiarena también tenía influencias en la revista Qué, salta directamente de las redacciones a altísimo, despachos del poder hasta convertirse en lo que se decía de e” por aquel entonces: el monje negro del presidente. Eran los tiempos en que por todos lados circulaba un enigma: ¿Frondizi será un nuevo Perón? El tiempo, sólo el tiempo, ofrecería una cabal respuesta.

El periodismo celebra el levantamiento del estado de sitio vigente en el país desde 1943, pero la satisfacción dura poco, porque circunstancias de conmoción interna vuelven a hacer pensar a los gobernantes en la conveniencia de reponerlo.

“La revista Qué encuentra, casi de un modo sorpresivo, a un nuevo segmento social, fundamental por su influencia política en los años subsiguientes: la juventud. Se venía de una etapa de opresión, en la que la disidencia estaba prácticamente borrada y Frondizi, con sus ideas de renovación y modernización, monopolizaba la idea del cambio, siempre seductora para los jóvenes”, explica Alberto Rudni. En Qué colaboraron desde Adolfo Prieto hasta Jorge Abelardo Ramos, pasando por Hernández Arregui, Noé Jitrik, en vez de verlo como Isidro Odena, León Rozitc1mer y muchos, muchos más. La revista tenía una línea opositora a la Libertadora, se proponía avanzar en el mundo de la política aceptando al fenómeno del peronismo, en vez de verlo como un hecho maldito, y sin satanizar a la clase obrera. Sus periodistas y columnistas polemizaron sin prejuicios y por primera vez en antinomias tales como militares Vs. civiles, derecha Vs. izquierda, populistas Vs. conservadores, liberación Vs. dependencia, peronistas Vs. antiperonistas.

Llamativamente, la vida de esta revista frondizista terminó en abril de 1959, en pleno gobierno de Frondizi, justo cuando importantes intelectuales -de izquierda o no- que habían celebrado su llegada al poder, comenzaban a sentirse desencantados, tanto por los virajes del presidente en temas centrales como el de la explotación petrolera como por su acercamiento a posiciones liberales y por su liso y llano desconocimiento del pacto con Perón.

En la redacción del diario Frondizista El Nacional, de izquierda a derecha, entre otros, Marcos Merchensky,Horacio de Dios, Alberto Rucini, Jacobo Timerman y Sergio Cerón.

Un momento muy corto La editorial Sopena, difusora de las obras de Alejandro Dumas y Víctor Hugo, era la orgullosa editora de

Leoplán, en donde trabajaban hombres de prensa ya consagrados como Carlos Duelo Cavero e Ignacio Covarrubias, y jóvenes como Horacio de Dios o recién iniciados como Miguel Bonasso, que tenía 18 años en 1958. Fue una maravillosa revista, con un concepto casi decimonónico del periodismo como difusor, y que en el siglo

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XX encarnó la revista de folletín y de grandes textos por entrega”, la describe Bonasso.En 1958 el Grupo Rivadavia (liderado por las familias infante y Fernández Cortés) al que poco antes la

Libertadora había otorgado la titularidad de LS5 Radio Rivadavia por quince años, puso un pie en la alicaída empresa del diario El Mundo. Se inicia a continuación una gran etapa periodística, que encabezaron figuras como Moisés Schebor Jacoby -que venía de Clarín-, Oscar García Rey y Jacobo Timerman. Samuel Eichelbaum escribía los editoriales y compartía la redacción con su joven hijo Edmundo. Periodistas como Carlos Dobarro y Jorge Korenblit integraban el staff, y Bernardo Neustadt y Horacio de Dios suscribían las crónicas vivas que se publicaban en la contratapa del diario.

Pintura finalEn 1958 Mariano Grondona se hace cargo del Panorama Político» del diario La Nación. Sin embargo, el país no

le haría nada fáciles sus descripciones e interpretaciones porque poco a poco la Argentina se fue volviendo reiterada y desagradablemente expuesta a la lucha entre fracciones, a presiones y a la violencia de grupos golpistas. En 1962 el abogado y docente universitario Grondona seguiría su carrera en Primera Plana.

A fines de 1958 el marino y ex jefe de la Casa Militar Francisco Manrique funda el vespertino Correo de la Tarde. Oficial de la Marina de Guerra, retirado con el grado de capitán de navío en 1961, Manrique fue un raro caso de “gorila” incorregible y hombre de reacciones ampulosas y lenguaje directo, antiperonista pero al mismo tiempo populista. El diario tuvo una muy relativa repercusión y terminó en una bancarrota memorable.

En 1959, Ricardo Halac regresó al país después de cumplir con una beca de un año para estudiar vida y obra de Bertolt Brecht en Berlín. Como muchos intelectuales, recaló en el periodismo para vivir: un amigo lo ayudó a ingresar en el suplemento cultural de El Mundo, y seis meses después integraba la redacción general. Halac soñaba con convertirse en autor teatral, cosa que finalmente ocurrió en 1962 con el estreno de su primera obra’ Soledad para cuatro. En el diario le encargaron recorrer los barrios para descubrir un mundo en cada uno. Halac disfrutó mucho los siete años que pasó en la redacción de Río de Janeiro y Bogotá, no solo porque pudo escribir grandes notas sobre temas que le interesaban (Tennessee Williams, Aithur Miller, Eugene Lonesco, el macartismo), sino también porque trataba de no olvidar que en ese mismo sitio había trabajado Roberto Arlt. Sin embargo la involución de la empresa era constante y tangible.

En La Habana un grupo de periodistas internacionales, entre los que se encontraban los argentinos Rodolfo Walsh, Jorge Ricardo Masetti -que había llegado un tiempo antes como enviado de Radio El Mundo-, Luis González O'Donnell y Rogelio García Lupo fundaron la agencia de noticias Prensa Latina. Walsh venía de la experiencia de Operación Masacre y en Cuba, en 1959 según escribió, “asistí al nacimiento de un orden nuevo, contradictorio, a veces épico, a veces fastidioso”.

En la investigación que culminó en Operación Masacre, Walsh tuvo como colaboradora a Enriqueta Muñiz, una muchacha de poco más de veinte años. Ella y sus padres habían llegado exiliados de España al comenzar la década del 50 y la joven, por sus conocimientos de francés, consiguió trabajo de correctora y traductora en la editorial Hachette. Allí conoció a Walsh, uno de los jóvenes escritores del sello. “Yo lo admiraba y para mí fue un orgullo que me propusiera colaborar con él en una investigación periodística”, cuenta Muñiz en 1996. Es por esa colaboración por lo que Walsh le dedicó su Operación Masacre y en el prólogo de la segunda edición detalla esa participación: búsqueda de datos, realización de entrevistas, revisión de archivos. “Desde el principio está conmigo una muchacha, periodista, se llama Enriqueta Muñiz, se juega entera. Es difícil hacerle justicia en unas pocas líneas. Simplemente quiero decir que si en algún lugar de este libro escribí ‘hice’, ‘fui’, ‘descubrí’, debe entenderse ‘hicimos’. ‘fuimos’, ‘descubrimos’”

EL DIARIO DE LAS MUJERES Francisca de Aculodi, a fines del siglo XVII, fundó y dirigió el periódico Noticias Principales y Verdaderas, de

San Sebastián, España. Todavía faltaban diecinueve años para que en Inglaterra la señora Elisabeth Mallet pusiera en marcha el Dail Y Courant. Estos son los antecedentes más remotos de mujeres en el periodismo. Estudios de 1993 en todo el mundo señalan que a pesar de lo que parece, solo el 17 por ciento de los que trabajan en los medios son mujeres. Sin embargo en todos lados y también en la Argentina la creciente presencia femenina en los medios -también en los escritos- es uno de los fenómenos más interesantes de los últimos años.

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En el país es a partir de los años 60 cuando se produce un importante acercamiento de mujeres a las redacciones. Paralelamente éstas empiezan a debatir su papel en la sociedad, en los trabajos, en el matrimonio. Diarios y revistas tratan de interpretar ese clima de cambios e incluyen cuestiones afines a la realización y liberación de esa mujer que para trabajar se aleja del hogar pero sigue encontrando placer en cocinar, en armar una linda casa, en marchar hacia la independencia pero con marido e hijos. Gabriela Courreges trabajó en Claudia entre 1968 y 1981, pero en un artículo señala que “hasta muy avanzada la década del 60, las revistas femeninas carecen de información política nacional e internacional”. En 1965, corrobora Courreges, una encuesta de la editorial Abril muestra que la sexualidad es el tema que más interesa a mujeres de 20 a 35 años. En segundo lugar están los temas referidos a la convivencia familiar, a los que les siguen las cuestiones vinculadas al trabajo. A esto siguen reconocidas secciones como moda, belleza, peinado, decoración, manualidades Luego se agrupan especialidades del espectáculo y la cultura (música, libros, etc.), en tanto que la política figura en décimo lugar Nora Lafón se inició en la gráfica a los 17 años como cronista de actualidad en la revista Mundo Argentino, que en ese momento dirigía Ernesto Sabato. “Los columnistas eran todos de gran nivel y protagonizaban un periodismo de exigencia y rigor. Cuando una nota no estaba bien hecha iba al canasto (pero por mucho menos te echaban). En aquel momento a las mujeres periodistas se las limitaba a temas de espectáculos, a nadie se le ocurría mandarlas a hacer política. Después de Mundo Argentino pasé a Qué en donde Blanca Stábile de Machinandiarena propuso que me echaran porque yo fumaba”, evoca Lafón.

El caballero Santiago Senén González recuerda a Marta Suárez del Solar, elegante dama responsable de la sección “Sociales’ en El Mundo. La mayoría masculina en las redacciones, y también en ésa, era aplastante, y los hombres hablaban como si no hubiera mujeres alrededor. “Terminamos llamándola ‘Perdón, Martita’, porque de ese modo nos excusábamos permanentemente cada vez que nos salía una puteada”, dice Senén. En los años 50 y 60 Inés Malinow estaba en La Nación; Zulma Núñez, Magdalena Sommaruga, Cora Cané (que en la redacción ocupó el lugar de su marido Luis Cané como responsable de la sección Claffii Porteño en donde luego hizo una extensa carrera) y Diana Castelar revistaban en Clarín, en tanto que Haydée Jofre Barroso, Dora Lima y Norma Dumas integraban la redacción de El Mundo, Fanny Polimeni, Pirí Lugones, Nelly Casas estaban en revistas, pero, como afirma Julia Constenla “hace cincuenta años no eran muchas las mujeres en redacciones. La más popular de todas era Valentina, que escribía la última página de Mundo Argentino”.

Periodista desde hace casi treinta años, Norma Osnajanski pasó en los años 70 por todas las revistas femeninas de la editorial Abril arrastrando un pesado estigma: “Ninguna de esas publicaciones, destinadas a un público femenino, estaban dirigidas por mujeres. Pasaba en todas las editoriales, observé que era un fenómeno al que llamé vampirismo: los hombres conservaban la formalidad de los cargos y las mujeres se hacían cargo de todo el trabajo. A mediados de los años 70 la revista Claudia dejaba a los hombres la responsabilidad de críticas literarias y cinematográficas, los grandes reportajes, las investigaciones o notas de gran despliegue”. Evidentemente, las cosas cambiaron, incluso para Osnajanski, que desde hace un par de años dirige la revista Uno Mismo.

Any Ventura afirma que tuvo su primera oportunidad importante en 1976 en La Semana, en una redacción en la que sólo había dos mujeres pero “a las que no nos daban viajes ni notas fáciles. Ese tipo de tareas más descansadas se las llevaban los hombres y, sobre todo, los más allegados al jefe de redacción”. Luego entró en La Opinión, en donde, según recuerda, no eran muchas las de su sexo. A Ventura y a Alicia Dujovne Ortiz les encargaban las notas de color, la otra mirada de cualquiera de los temas, de un crimen o de un partido de fútbol. Posteriormente en Clarín trabajó diez años, y asegura que en esa época “jamás viajé ni tampoco firmé una nota con mi nombre completo. Lo de los viajes tenía una explicación por el lado de lo económico: decían que si mandaban a una mujer les resultaba más caro porque tenían que alquilar otra habitación para el fotógrafo. En relación con lo de la firma sufrí siempre confusiones patéticas, porque las iniciales 'A V' eran las mismas que las de otro redactor del diario, Aníbal Vinell. En ese momento, estaban en Clarín Raquel Ángel, Inés Pratt, Laura Sofovich, Alicia Lo Bianco, Zully Pinto y María Ester Gillio. La escritora Marta Mercader fue en los años 70 directora del diario U Calle, que tuvo breve vida.

En 1959 Julia “Chiquita” Constenla y Susana “Pirí” Lugones habían puesto patas para arriba la revista Damas y Damitas, que pasó de ser una revista para “señoras de blusita y collar” a otra para “mujeres modernas, intelectuales, liberadas”, tal como define Felisa Pinto. Ella reconoce que esa redacción configuraba una excepción, primero porque eran casi todas mujeres y segundo porque estaban identificadas con la línea editorial. “Éramos así y escribíamos lo que pensábamos”, afirma Pinto en 1996. Hace treinta años, cuando ingresó en Primera Plana asegura haber integrado “un eje feminista femenino” con Aída Bortnik y Silvi Rudri, a quien Gabriela Courteges menciona como periodista paradigmática “de todas las generaciones”, a la par de Nelly Casas Eran los tiempos en

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que la escritora Sara Gallard hacía en Confirmado la sección “La donna e'rnobile”.Posteriormente, en La Opinión (en donde también trabajaban Mabel Itzcovich, Lilia Ferreira y Ana Villa),

Felisa Pinto realiza durante años una muy completa página diaria sobre la mujer: variada, profunda, creativa, original, polémica.

Pero un buen accionar profesional no garantizaba una mejor condición laboral. Felisa Pinto añade otra serie de limitaciones que afectaban (¿o afectan?) a la tarea profesional y práctica de las periodistas: por iguales tareas recibían menores remuneraciones; tenían dificultad para llegar a cargos jerárquicos; en muchas redacciones escaseaban incluso los baños para mujeres. En las primeras cuatro revistas en las que trabajó Dionisia Fontán -Maribel, Damas y Damitas, Anahí y Nocturno- “si algo no había era discriminación, porque éramos todas minas, incluida la directora general, la famosa, Dolores ‘Lolita’ de Domínguez”. Fontán afirma que hasta 1980 a las mujeres se las reservaba para las secciones de sociales y casi nunca viajaban. “En Clarín ninguna mujer firmaba con el nombre completo, excepto Blanca Cotta. Se firmaba con la inicial del nombre y el apellido. Un día en 1980 me invitó Mirtha Legrand a sus almuerzos y me tiró de la lengua preguntándome qué me parecía que en un diario dirigido por una mujer (se refería a Ernestina Herrera de Noble, de Clarín) las mujeres no tuvieran la suficiente figuración. Parece curioso, pero a partir de ese momento la situación empezó a cambiar”, rememora Fontán.

A principios de la década del 70 y durante un buen tiempo, hasta que ingresó Susana Viau, en El Cronista Comercial la periodista Susana Colombo fue la única mujer. Sus dos primeras notas firmadas salieron en las secciones que manejaban Roberto Cossa y Roberto Guareschi, quien también la hizo entrar en Clarín en 1983. “Yo fui la quinta mujer, pero en mi sección. Internacionales, era la única. En el ‘85 fui enviada especial para cubrir el terremoto en México y por esa época pude escribir un Panorama Internacional’ que salió sin firma porque, según me explicaron, las mujeres no firmaban en la sección editorial”, cuenta Colombo. En 1971 Tununa Mercado, que ya trabajaba en periodismo desde hacía cinco años, ingresó en La Opinión a la sección que manejaba Felisa Pinto, primero la sección se armaba1a Mujer’, después fue Yicla cotidiana y terminó llamándose ‘Tiempo libre’, lo que habla de la ambigüedad del tema del que nos ocupábamos”, afirma Mercado, que entre sus compañeras tenía a Mabel Itmovich, Silvia Rudni, María Luisa Livingston y Diana Guerrero.

A partir de 1983, con la recuperación de la democracia y de las palabras, se produjeron por lo menos dos fuertes cambios en el paisaje de las redacciones, que se colmaron de jóvenes y de mujeres. La redacción de Clarín está repleta de editoras y enviadas especiales pasan semanas en distintos lugares. “Las mujeres somos negocio -dice Any Ventura-. A la hora de mandar, las mujeres tienen un estilo distinto al de los hombres, un vínculo más directo en el trato. Se animan a charlar más con su gente y le perdieron el miedo al que dirán porque están libres de la sugerencia o de la fantasía de que puedan acosar a alguien.”

También en periodismo las mujeres hicieron algo distinto.

Redacción y tacos altosCuando eran adolescentes y ya soñaban con convertirse en periodistas, admiraban a Oriana Fallacci, Adriana

Civita, Renée Sallas o Felisa Pinto porque cada una de ellas enarbolaba la proeza de haberse instalado en un mundo, como el del periodismo, concebido y dominado por los hombres. En este momento, las revistas de mayor venta tienen mujeres al frente de sus redacciones. Ana D'Ortofrio y Gabriela Cociffi conducen Gente, Silvia Fesquet hace lo propio en Noticias, Teresa Pacitti (con Liliana Castaño de subdirectora) está al frente de Caras y Ana Torrejón dirige el mensuario Elle. Claudia Acuña dirige la revista de Clarín y Alicia de Arteaga (conjuntamente con Hugo Caligaris), la de La Nación. Gabriela Cerruti es jefa de política de Página/12, Nancy Pazos es periodista estrella de la sección política de Clarín, en donde Paula Lugones, Andrea Rodríguez, Analía Roffo Matilde Sánchez, María Seoane y Telma Luzzani realizan tareas de edición. ¿Cómo hicieron para llegar de “cronistas todo terreno” a tan altos cargos? Si bien este cambio tiene que ver con el avance general de la mujer en los puestos de decisión y es parte de un fenómeno que se da en el periodismo de todo el mundo, en la Argentina adquiere características particulares porque a esta altura a pocos se les ocurre que en una redacción puede haber diferencias (laborales, de profesionalidad, de creatividad) entre un hombre y una mujer “Yo cuando trabajo me olvido que soy mujer y, particularmente, me molesta que me lo recuerden”, explica Silvia Fesquet. “En Gente -dice Gabriela Cociffi, que trabaja en esa publicación desde hace diecinueve años y actualmente comparte la subdirección con Jorge Fernández Díaz- siempre hubo muchas mujeres. Renée Sallas fue una de el las. Conseguía cosas que los hombres no conseguían, era capaz de patear puertas para llegar Pero hoy Renée es una marca registrada; levanta el teléfono y no tiene que aclarar de dónde habla”.

Formada en ciertas costumbres de trabajo impulsadas por Samuel Gelblung (”Traéme la nota o no vuelvas”) que

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a pesar de su aparente rigor le resultaron formativas, Cociffi recuerda cuando a comienzos de la década del 80 le tocó permanecer durante once días, sin moverse, en un hotel haciendo guardia a ver si obtenía algo sobre Frank Sinatra. No dormí, me maté y al final pude grabarle diez preguntas y respuestas y hacerle unas fotos rarísimas en el suelo, como si estuviera tocando un clarinete. En eso rescato a Gelblung: creo que el periodista de revistas debe ser alguien creativo que está obligado a conseguir lo distinto”. Evoca en 1996 Cociffi.

Mujer de enorme sentido del humor, Teresa Pacitti dice que a veces, alienta a sus periodistas con una frase paródica: “Clavá taco, sacá teta y metéle para adelante”. Silvia Fesquet reconoce haber atravesado, en su época de cronista, la experiencia de poner el pie para que no le cerraran la puerta en la cara. Ana D'Onofrio (que estuvo en Somos, dirigió Para Ti y fue adscripta a la dirección de Gente) es otra de las mujeres con marca propia y, según Cociffi, tiene la virtud de inventar ideas de edición con enorme rapidez y creatividad. D'Onofrio coincide con la explicación de Cociffi acerca de por qué es en las revistas en donde las mujeres ocupan los cargos más altos: “Los semanarios tienen un fuerte porcentaje -72 por ciento- de compradores mujeres. Y también es mayoritaria la proporción de lectoras. La periodista o editora mujer es capaz de imponer una visión femenina de lo estético con la actualidad”.

Chicas de fuertes emocionesAna D'Onofrio recuerda que Aníbal Vigil (su jefe durante muchos años en la editorial Atlántida) alentó la

llegada de mujeres a la redacción. “Decía que había que tener muchas mujeres en la redacción, porque la mujer es emocional, siente y le resulta fácil transmitirlo. Después cuando surgía algún tema de discusión en el que no todos estaban de acuerdo, hacía la pregunta: '¿Qué opinan las mujeres de este tema?’, y organizaba una veloz consulta en la redacción.” Silvia Fesquet se inició en 1977 en Somos, fue la primera mujer en tener un cargo jerárquico en La Semana y actualmente es vicedirectora de Noticias. “Que las mujeres ocupen altos cargos periodísticos tiene que ver con características de las mujeres: combinan una casi ilimitada capacidad de trabajo con un sentido de responsabilidad enorme”, explica. Y coincide con Pacitti al señalar características femeninas en la labor periodística específica: “Dedicación, puntillosidad (cercana a la obsesión), firmeza en las decisiones mezclada con una capacidad de comprensión del que está trabajando con uno”. Pacitti trabaja en Perfil hace quince años y elogia la disposición de la editorial para darles oportunidades a sus congéneres. Evita plantear al periodismo como una profesión de hombres o de mujeres: prefiere hablar de “capacidades”. “Sin embargo, es cierto que esta profesión, como tantas otras, estuvo planteada ideológicamente para hombres. ¿Que da el periodismo o la información? Poder, influencia, discusiones, notoriedad, posibilidad de cambiar el mundo... Todas fueron cosas de las que tradicionalmente se ocupó el hombre. La mujer estuvo siempre mirada para el chisme; en las redacciones se decía: Vos servís para Sociales`, añade la actual directora de Caras.

Existe la impresión de que, para competir palmo a palmo con el hombre, la mujer tuvo que ceder atributos propios, pero todas las consultadas lo niegan. Alcanzaron un lugar “sin masculinizarme” (Cociffi), “sin hacerme semitravesti y sin hacer tampoco un culto de la cosa femenina” (Pacitti), “sin mimetizarme, le pude hacer con mis propias características” (Fesquet), y lo lograron, “aunque todavía nos cuesta más alcanzar lo mismo que los hombres” (D'Onofrio). Lo más importante, en muchas redacciones es que mujeres y hombres lograron una memorable ecología de la cordialidad, con mucha eficiencia. “Con Juan Carlos Porras, con Alfredo Leuco, con Jorge Fernández Díaz, con Luján Gutiérrez, nos potenciamos e hicimos grandes equipos”, asegura Ana D'Onofrio.

NOTICIAS DE LOS AÑOS 60 A comienzos de la década el público podía elegir entre los matutinos Clarín, La Prensa, La Nación, El Mundo y

Democracia y los vespertinos Crítica, Noticias Gráficas, Correo de la Tarde y La Razón, el de mayor circulación nacional, con casi medio millón de ejemplares vendidos cada tarde. Se iniciaba un período de fuerte renovación en el periodismo argentino, que se inspiraría en el estilo del semanario norteamericano Time, en especial en el caso de las revistas. Time había sido fundada por Briton Haden y Hemy Luce el 3 de marzo de 1923, y en pocos años se convirtió en un éxito editorial y publicitario.

Che y UstedEn octubre de 1960 nacieron dos semanarios que aplicaban los conceptos de Time y que tuvieron una

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importancia central en el proceso de renovación del periodismo argentino. “Hoy aparece Che -escribió el humorista Carlos del Peral el 4 de octubre-dentro de poco aparecerá Usted. Martin Buber diría que debemos volver al Prójimo, al Tú. ¿Y por qué no otras como Vos, Ñato, Vuestra Merced, Su Excelencia, u otras más exclusivas como Su Santidad?” Aunque venía de atravesar un mal momento, Del Peral no renunciaba a su ironía, la misma que empleó cuando seis meses antes envió su renuncia, por diferencias ideológicas y políticas, a Tía Vicenta, seguido por un grupo de colaboradores entilos que estaban Ouino, Oski, Jordán de la Cazuela y César Bruto. El 12 de agosto había dejado de aparecer su mensuario satírico Cuatro Patas, al que la policía política del momento (que veía comunistas hasta debajo de la cama) había calificado como “subversiva y perturbadora del orden”. La revista había tenido tantas apariciones como patas tenía su título.

El sábado 22 de octubre de 1960, a 8 pesos el ejemplar, salió Usted, de la editorial Emilio Ramírez, que también publicaba Vea y Lea. Al frente de Usted estaba Luis Ernesto González O'Donnell, un militante del socialismo que por no mucho más que eso se había tenido que exiliar en Chile durante el peronismo y en la revista Ercilla había podido entrenarse -en el secreto de los semanarios de información. Al volver al país, ingresó, en la sección política del recuperado diario La Prensa y en una ocasión descubrió que el entonces dirigente radical Arturo Frondizi había mantenido una reunión secreta con Nelson Rockefeller. La historia terminó dándole la razón a González O'Donnell (un rubio casi albino, al que por su arrojo periodístico sus colegas habían bautizado “El Peligro Amarillo”), que en aquel encuentro advirtió la semilla de la entrega del petróleo argentino, cosa que concretó Frondizi una vez que alcanzó la presidencia en 1958.

Un notable equipo rodeó a O'Donnell en Usted, para tornar menos previsible y más palpitante lo que los diarios habían vuelto tedioso y cuadrado. Sus nombres: Rogelio “Pajarito” García Lupo. Luis Bergonzelli, Armando Alonso Piñeiro, Santiago Pinetta, Carlos Rodríguez, Luis Pico Estrada y el chileno Helvio Soto; Willianis Fredes y Bordalejo como fotógrafos, Miguel Brascó en las ilustraciones y Quino como humorista. “Un grupo de periodistas jóvenes emprendió la dura tarea de editar una revista que no estuviese financiada ni por el gobierno ni por el Grupo Frigerio ni por concesionarios petroleros norteamericanos o por la propia embajada. Y no seremos como Clarín, ni como La Prensa ni como La Nación”, prometían los jóvenes de Che en el número 7 de la publicación dirigida por Pablo Giussani quien tenía a su lado a los dirigentes del socialismo Abel Alexis Latendorf y Enrique Hidalgo. Franco Mogni dejó un puesto estelar en Claudia para incorporarse a esta revista como secretario de redacción; Héctor Cattólica era el diagramador y Katty Knopfler, la fotógrafa. Pirí Lugones y Julia Constenla hacían una sección en donde trataban de desenmascarar a personajes unidos por las diferencias: Beatriz Guido e Isabel Sarli, Silvina Bufirich y Tita Merello. También trabajaron en Che Mabel Itzcovich, Juan Carlos Portantiero, Julián Delgado y el escritor uruguayo Eduardo Galeano, que así debutaba en Buenos Aires.

Pero Che era bastante más que eso. Tri medio con propuesta político-cultural. Y, para ser francos, más lo primero que lo segundo”, reconoce en 1996 Julia “Chiquita” Constenla. “Éramos militantes socialistas y veíamos que la cultura política a la que respondíamos no tenía expresión. El diario La Vanguardia estaba agotado.”

Era la primavera de 1960 y ya había quedado atrás ese invierno que el ministro Alvaro Alsogaray había dicho que todos teníamos que pasar. Pero había aún muchos inviernos por delante.

Caminos no tan paralelosLos redactores de Che y los de Usted se parecían: no tenían más de 30 años; habían mirado al menos con

simpatía el ascenso de Frondizi y maldecido las traiciones del estadista tanto como los planteos de los militares, que cada vez con menos impudicia reclamaban el poder civil. Sus integrantes provenían del nacionalismo, del socialismo, del comunismo, de la utópica izquierda nacional, pero casi todos habían celebrado con regocijo el advenimiento y desarrollo de la Revolución Cubana. “El fracaso del proyecto de Frondizi, y la desilusión, empujaron a La Habana a jóvenes periodistas como Jorge Masetti, Carlos Aguirre, Rodolfo Walsh, González O'Donnell, yo mismo. Ese fue el momento de la creación de la agencia cubana de noticias Prensa Latina”, cuenta Rogelio García Lupo. Prensa Latina se origina en la necesidad de la joven Revolución Cubana de contar con una presencia periodística fuerte y propia en el mundo de habla hispana. Y para transmitir una versión de lo que sucedía en la isla, que, según Cuba, con frecuencia las agencias norteamericanas se ocupaban de distorsionar. Desde su caída en 1955 Perón había dejado el tablero ideológico patas para arriba. Nombrado u omitido (por decreto), su nombre estaba en la cabeza de todos y en el sueño razonable de la transformación nacional. Los periodistas de Usted y Che fueron de los primeros en darse cuenta de que no se podía dejar de lado a Perón a la hora de intentar entender la realidad nacional. También comprendieron que la información militar era imprescindible en esos tiempos en que en cada esquina nacía una conspiración. En su revista se mencionaba con

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frecuencia al general egipcio Gamal Abdel Nasser y al pro guerrillero africano Patrice Lumumba. Realizaron una memorable investigación sobre el grupo de extrema derecha Tacuara, de cuyas filas emergieron muchos de los que en años posteriores integrarían la guerrilla. En Che se debatía sobre el petróleo y se preguntaban “cómo, cuándo y por qué Frondizi se dio vuelta”. Desde Cuba, Rodolfo Walsh polemiza con el enviado del diario Clarín, Renato Ciruzzque creyó entender que un cartel con la leyenda te fíes de un extraño”, reproducido por La Haban encerraba una artera propaganda oficial. Walsh advertía al colega que el cartelón pertenecía simplemente al lanzamiento publicitario de una conocida película norteamericana. “Usted -rememora González O'Donnell- quería poner al día cada fin de semana (salía los sábados) a un público que no tenía tiempo de leer los diarios todos los días y demandaba información menos superficial y mayor articulación en las explicaciones, cosas que los diarios no brindaban. En ese entonces se trataba de salir de la anestesia cultural de la década peronista. Y los periodistas trataban de llamar a las cosas por su nombre y a los generales y ministros por sus apodos.” En efecto, en Usted les ponían apodos a figuras de la actualidad. Por ejemplo, Alfredo Sigotes Palacios, Alcides “Pibe” López Aufranco Pedro Eugenio “Vasco” Aramburu, motes que en algunos casos provenían del imaginario popular pero que en otros ayudaban a nutrirlo.

Brindis finalMientras estuvieron en la calle compartieron algunos temas y debates -Cuba, las villas miserias a cinco minutos

de la Casa de Gobierno, el existencialismo, Alvaro Alsogaray- y padecieron las mismas plagas: numerosos problemas económicos, sanciones, dificultades en la provisión de papel, persecución de los servicios de información, interrupciones en su salida y un mínimo apoyo publicitario. Usted tuvo que cerrar después del número 32, en mayo del ‘61, por un colapso económico de la editorial, y Che fue clausurada el 17 de noviembre después que su número 27 tituló en tapa, refiriéndose a un recordado conflicto gremial: ‘Taguna Paiva señala el camino: se acabaron las huelgas lampiñas”. La única señal efectiva la sufrieron Pablo Giussani y Julia Constenla, un matrimonio con cuatro hijos chicos, que para seguir sosteniendo la revista habían hipotecado un coqueto chalet de Palermo. Después, por no poder cumplir con las obligaciones, la casa salió a remate. Pablo y yo -evoca Constenla- nos reunimos y nos preguntamos: ‘¿Qué les dejamos a los chicos? ¿La reforma urbana o un chalet?’. ¿Qué creés que elegimos?”

“No tuvimos secciones sociales, pero desde nuestras páginas habló la esposa de Jorge Ahumada -detenido por el gobierno de Frondizi-, que tuvo trascendencia por defenderlo, presa por argentina, por mujer y por cobardía de sus acusadores. No fotografiamos las grandes fiestas de nuestra pequeña aristocracia porque documentamos la injusticia de las villas miserias”, decía un editorial de Che, con tono de despedida.

Algo de la bohemia periodística había quedado atrás con estos dos proyectos fallidos. Acaso porque, como afirma Luis Pico Estrada en 1996, “Che y Usted coincidían en significar el desacato, la ebullición de la época”. Ninguna de las dos llegó a superar los 20.000 ejemplares de venta, pero tuvieron repercusión y alcanzaron influencia en los ambientes políticos.

Humor y rabiaLos trabajos de Landrú aparecían en la extraordinaria Tía Vicenta y en El Mundo, donde sus observaciones

humorísticas ocupaban un lugar privilegiado, ya que se publicaban, novedosamente, en la tapa, a la altura de un comentario editorial. Allí era muy celebrado, pero en la interna de su popular publicación no las tenía todas consigo. Luego de su número 165 presenta su renuncia Oski (Oscar Conti), el notable dibujante. En una carta abierta dirigida a Landrú, Oski dice que “mientras todo era en broma no me molestaba que hasta te la agarraras con la gente decente, pero ahora que te metiste a hablar de política en serio y te has ubicado en pro yanqui y anticastrista, francamente me repugna tu actitud. Landrú responde por boca, o pluma, de su colaborador Aldo Camarotta: “Oski nunca leyó Tía Vicenta. Se habría enterado que Tía Vicenta nunca cambió y que de burlarse de los tiranos no hace excepción se llamen Trujillo, Somoza, Stroessner, Franco o Fidel Castro... Pónganse una mano sobre el corazón que tienen a la izquierda y digan si no da motivo al chiste que Fidel Castro diga en la ONU que será breve, y hable cuatro horas y media”. Poco tiempo atrás, disconformes porque la dirección de la revista no había cuestionado lo suficiente la detención de su diagramador Héctor Cattólica, un grupo de colaboradores integrado por Kalondi, Catú, Julián Delgado, Beatriz Guido, Aída Bortnik, Mario Trejo y Adolfo Castelo fundaron el diario Oh, no, “una locura de jóvenes que creen que pueden contra todo (...) El proyecto salió con dineros provenientes de la panadería que los padres de Delgado tenían en San Telmo y para competir con humor político de distinto signo con un diario de derecha, agresivo, que se llamaba Sábado y que como su nombre lo indica salía

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los fines de semana”, recuerda Castelo.El 30 de noviembre de 1960 el semanario Azul y Blanco, de tendencia nacionalista, fundado en 1956 y dirigido

por el abogado Marcelo Sánchez Sorondo, es secuestrado por el gobierno de Frondizi. El periódico tenía una fuerte llegada en los ámbitos militares y demostraba una posición opositora al oficialismo y de apertura y tolerancia en relación con el peronismo todavía proscripto. En esos meses también fueron censurados otros medios polémicos y contestatarios: el semanario uruguayo Marcha, dirigido por Carlos Quijano y seguido en Buenos Aires por 12.000 fieles lectores, y la célebre revista literaria El Grillo de Papel, que dirigían Abelardo Castillo y Liliana Heer, entre otros. “Eran los primeros años de la década del 60 y me sorprendí viendo una información económica en la tapa de La Nación”, recuerda en 1996 el editor de Mercado, Miguel Ángel Diez. Es que hasta ese momento lo económico funcionaba como claro apéndice de la información política y dependía básicamente de los boletines oficiales del Ministerio de Economía o de la Secretaría de Industria.

En octubre de 1960 la noticia decía: Por su intrépida serie de artículos sobre contrabando, robo de autos, tráfico de drogas y otras actividades ilícitas, publicados en La Razón, el periodista Horacio de Dios obtuvo el premio Ohomar Mergenthaler -el nombre del premio era un homenaje al inventor de la linotipoque cada año otorga la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP)”.

Movimiento de intelectualesBajo el lema de Goethe “Gris es toda teoría, verde el árbol de oro de la vida”, Abelardo Castillo, Liliana Heker y

Vicente Batista, entre otros, sacaron El Grillo de Papel, una publicación que, según Castillo, era “una empecinada defensa de la literatura”. En diciembre de 1960, en el marco del represivo Plan Conintes, el gobierno de Arturo Frondizi la prohíbe por decreto. Había llegado a su sexto número, con cinco mil ejemplares de venta. A la manera de las publicaciones anarquistas -que cuando les llegaba la clausura volvían a la calle con el mismo contenido y nombre diferente-, Castillo y su gente emprenden una nueva publicación cuyo título les había sugerido Ernesto Sabato: “Ya que le gustan tanto los bichos y que ama tanto a Edgar Allan Poe, póngale El Escarabajo de Oro”. Dicho y hecho. Con ese nombre salió a la calle la publicación, que se mantuvo catorce años. “Decíamos que era una revista católica, porque salía cuando Dios quería”, reconoce Castillo. “El Escarabajo de Oro -continúa- ocupaba un espacio en el que también figuraban Gaceta Literaria, Hoy en la Cultura, La Rosa Blindada, Barrilete, entre otras. Ese es el espacio que luego sería reconocido como el de la generación del 60.

En ese mismo tiempo el director de Clarín, Roberto Noble, le propone a Osvaldo Bayer que se integre a la mesa de redacción de su diario.

-Mire, director, que soy un conocido libertario de izquierda -le avisó Bayer.-Por eso mismo lo quiero ahí. Necesito alguien de izquierda en la mesa. Aprendí de Botana que siempre hay que

poner a uno de izquierda, así cuando alguien lo acusa a uno de derechista puede decir: “Pero, cómo me dice algo así, si lo tengo a Fulario» -le respondió Noble.

La vida cotidianaEstaban de moda los departamentos en propiedad horizontal que transformaban el cielo de los cien barrios

porteños. Los televidentes, de parabienes, porque en 1960 dos canales privados, el 9 y el 13, habían llegado para enriquecer la anémica oferta de Canal 7. A las publicaciones ya existentes que incluían las programaciones -como Canal 7V, que andaba por los 100. 000 ejemplares-, se sumaba Vea TV, de la editorial Vea y Lea. Aunque se padecían graves problemas económicos -el país ya figuraba en los rankings mundiales de pobreza-, la incipiente industria nacional abastecía de heladeras, lavarropas, licuadoras, televisores y autos a los veinte millones de argentinos ávidos de consumos sofisticados.

El diario El Mundo atravesaba un espléndido momento en lo periodístico (aunque no así en lo económico), con una redacción a cuyo frente estaba Moisés Schebor Jacoby, y en la que brillaban en distintas áreas Jorge Korenblit, Jacobo Timerman y Bernardo Neustadt. Era uno de los preferidos de la clase media porteña en ascenso, y su directorio era toda una curiosidad: presidido por el general en actividad Raúl Leguizamón Martínez, lo integraban empresarios nacionales como el dueño del Banco Buenos Aires, Samuel Sivak. También tenía una participación la empresa Minera Aluminé, adjudicataria de las obras de Sierra Grande, y los empresarios que desde 1958 dirigían Radio Rivadavia, que comulgaban con el catecismo de la progresista Confederación General

Económica de José Ber Gelbard. Por esas y otras razones se los sindicó como periféricos del Partido Comunista Argentino. “Hasta la época de Frondizi, los ministerios manejaban su información a través de sus oficinas de prensa mediante boletines de prensa. Los únicos que se apartaban un poco de esa línea eran medios especializados

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como The Economic Surveys, El Cronista Comercial y El Economista. La gran tarea de esos años consistía en despojar de carga académica el árido lenguaje especializado, volverlo menos solemne y más accesible. En esos años hubo un episodio que llevó el tema económico a las tapas de los diarios: el gobierno de Frondizi dispuso que la gente cobrara sus sueldos en bonos. Ahí es cuando la información económica empieza a obsesionar al público, hasta el ‘76 para adelante en que todos nos convertimos en verdaderos especuladores financieros”, señala el periodista Daniel Muclinick.

Periodismo aventuraCuenta Gabriel García Márquez en sus Notas de prensa (1980-1984) que en una ocasión, para desenmarañar un

mensaje cifrado que insinuaba un posible desembarco armado norteamericano en Cuba, Jorge Ricardo Masetti, director general de la agencia Prensa Latina en La Habana, le pidió a Rodolfo Walsh, hábil criptógrafo, que tradujera las claves del mensaje. Para complementar y proteger la investigación envió a Walsh a una hacienda perdida en el norte de Guatemala disfrazado de pastor protestante y vendedor de biblias. El plan tropezó con una cuestión inesperada: de paso por Panamá, camino a su infiltración en Guatemala, Walsh fue detenido y se descubrió su identidad real. Tiempo más tarde, en tránsito en el aeropuerto de Guatemala, García Márquez y Masetti escribieron todo lo que sabían -a partir de los datos descifrados por Walsh del operativo anticubano y se lo enviaron por correo al entonces presidente guatemalteco general Miguel Ydígoras Fuentes, pero nunca supieron -y tampoco Walsh- si recibió la denuncia. Sea como fuere, el desembarco anunciado nunca se produjo.

IniciaciónEn diciembre de 1960 comenzó su carrera de periodista en el vespertino Noticias Gráficas un joven de 18 años

llamado Horacio Verbitsky. Integrante de una familia de periodistas -su padre Bernardo también trabajaba en ese diario; su madre y su hermana Alicia incursionaron en la profesión alguna vez; sus tíos Gregorio y Alejandro Verbitsky, la hija de Gregorio, Silvia, y su primo Marcos Merchensky completan la genealogía-, Verbitsky recuerda que un día había ido al diario a ver a su padre porque necesitaba comprar un libro. La situación fue percibida por el periodista Orlando Danielo que, un poco en broma, mucho en serio, le preguntó si no le daba vergüenza pedirle todavía dinero al padre. Inmediatamente, le propuso trabajar y lo invitó a comenzar al día siguiente. Verbitsky aceptó el convite, y pasó sus dos primeros meses en el diario llamando al Servicio Meteorológico Nacional para mantener actualizado el pronóstico. Después se trasladó a “Información General” y su primera nota publicada fue la crónica del desalojo en un hotel-inquilinato.

Periodistas que la pasan malEl 15 de febrero de 1961, el secretario general de redacción de La Nación, Alfredo Calisto, citó a su despacho a

un joven periodista tucumano, integrante de su redacción como crítico de cine.-Vea, Martínez, personalmente lo siento mucho, pero la empresa ha decidido relevarlo de su cargo por

desobediencias reiteradas a las órdenes de la dirección.Convencido de que no tendría una segunda oportunidad, Tomás Eloy Martínez atinó a solicitar, al menos,

alguna explicación adicional.-Yo se lo había prevenido, ¿recuerda? El diario quiere una crítica menos aguda y burlona. Y sobre todo -agregó

Calisto-, más complaciente con los anunciantes.Martínez se enteró de que otro crítico de cine también había sido separado de su cargo por idénticas razones.

Ernesto Schóó y Martínez habían ingresado juntos al diario, en noviembre de 1957, y ambos, por cultura, por información, por gustos personales, por convicción estética, se empeñaron en elaborar una sección como no había otra en Buenos Aires: seguida con fervor por los intelectuales e inconformistas de la época, rechazada en algunos casos por esnob, generaba, de todos modos, un enorme debate. Schóó y Martínez acompañaron con información la llegada de grandes filmes de Nicholas Ray, Robert Bresson o Leopoldo Torre Nilson e instalaron en la actualidad de entonces corrientes como la nouvelle vague francesa o la joven generación de realizadores británicos. Despreciaron abiertamente una forma del inespectáculo y brindaron amplio crédito a las vanguardias cinematográficas, en especial las europeas, indias o japonesas. Tras un largo período de sorda oposición, las empresas distribuidoras cinematográficas de origen norteamericano pasaron a la acción y decretaron un boicot publicitario a La Nación, una presión definitiva para que el diario decidiera separar de sus puestos a Martínez y a Schóó. La gota que colmó el vaso había sido una opinión demoledoramente adversa de Martínez con relación al filme de William Wyler Ben Hur. Clemente Lococo, el dueño del cine Opera -en donde se había estrenado la

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película-, también tuvo participación en el pedido de represalia contra esos periodistas.A partir de ese momento, y por un largo tiempo, las críticas del diario (que comenzaron a aparecer sin firma)

fueron mucho más contemplativas con los intereses de esas compañías. Martínez fue desplazado a la aséptica sección “Movimiento Marítimo”, mientras que Schóó ingresó en Información General”.

FansEn 1961 la revista de fotonovelas Fascinación organizó el concurso Vase un día con su galán predilecto”, que en

una ocasión ganó Marisa Luna, una enfermera de Zárate que había solicitado compartir una jornada junto a Sergio Renán. La cita era en la estación Retiro a las 11 de la mañana. En ese lugar y a esa hora una periodista, un fotógrafo de la revista y Sergio Renán esperaban a la elegida, que llegó puntual. Primero un paseo por la ciudad en remís; luego el almuerzo, enseguida la visita a un estudio cinematográfico para presenciar una filmación. En un momento, Marisa le dijo a Renán:

-¿Sabe?... Me dio mucha lástima que haya fracasado su pareja con María Vaner. Lo leí en las revistas.-No lea esas revistas. De cien cosas que publican, noventa y nueve son mentiras -respondió Renán. A partir de

esa revelación, casi no volvieron a hablar en el resto del día.Al recordar el episodio años más tarde, el actor se arrepintió de haber dado una respuesta tan directa. ‘To

pretendí adoctrinarla y por ahí lo que hubiera sido más práctico era plantarle un beso en medio de la boca”. En 1964, basado en esa anécdota y en otras similares, el director Rodolfo Kuhn filmó Pajarito Gómez, una muy bien realizada radiografía de la fabricación de un ídolo popular.

La caída de FrondiziEl 18 de marzo de 1962 fueron anuladas las elecciones que la fórmula justicialista Framini-Anglada había

ganado en la provincia de Buenos Aires. Cercado por los sectores más reaccionarios del Ejército, Frondizi anuló los comicios y pronunció una frase que quedaría en la historia: “No me iré del país, no renunciaré, no me suicidaré”.

Tras cuarenta y seis meses en su cargo, lapso en el que los militares lo amenazaron con cuarenta y cuatro intentos de golpe, el 30 de mayo de 1962 fue destituido el presidente Arturo Frondizi -que había sido elegido en 1958- y enviado prisionero a la isla Martín García. Ocupó su cargo José María Guido, por entonces presidente provisional del Senado ya que el vicepresidente Alejandro Gómez había renunciado tiempo atrás. El trasfondo era una pelea militar por el poder que se prolongó durante años, afectó seriamente la vida de los argentinos y el desarrollo del país y tuvo numerosos efectos sobre la prensa.

Los mismos sobresaltos políticos que tuvieron a Frondizi contra las cuerdas hasta sacarlo del ring se reprodujeron en la imposibilidad de contar con una adecuada prensa partidaria. “Ahí tuvo una muy consistente etapa el semanario Qué, con Rogelio

Frigerio a la cabeza, Merchensky, García Lupo y yo en la redacción. Pero en cambio el diario El Nacional, en donde estuvieron León Bouché y Emilio Perina, fue un fracaso, porque nunca pudo superar los problemas administrativos”, rememora Dardo Cúneo, hoy con 83 años y que en un tramo de la gestión de Frondizi asumió el cargo de secretario de Prensa de la presidencia. “A Frondizi lo empiezan a atacar a partir de su intervención en la Conferencia de Punta del Este a la que concurre el Che Guevara, en agosto de 1961. Desde entonces muchos medios, en especial Correo de la Tarde, de Manrique (que después se arrepintió públicamente), lo atacaban diciendo que era comunista”, apunta Cúneo. Para Isidoro Gilbert sería posible afirmar que la prensa tuvo alguna responsabilidad en la caída de Frondizi: “La Razón siempre fue el diario de la derecha y vocero de algunos servicios. Hablaba de la corrupción, alertaba sobre los excesos y los personalismos, pero lo principal es que asociaban a Frondizi con el comunismo. El diario más prestigioso, La Prensa, también le era muy hostil al presidente, al que corrían por sus vinculaciones con Perón. Ahí eran editorialistas Luis Pan y Adolfo Lanús, después ministro del reemplazante de Frondizi, José María Guido. Clarín tenía el rol del diario legalista. Frondizi no contó con prensa propia porque El Nacional, que había nacido como diario oficial, fue un fracaso”.

Dos detenidos...El día del derrocamiento de Frondizi hubo dos arrestados: al ex presidente lo trasladaron en un avión a Martín

García, en tanto que al periodista de La Prensa Gregorio Selser lo obligaron a pernoctar en el Departamento Central de Policía, luego de que agentes de civil revisaran la biblioteca de su casa en busca de materiales comunistas. No conformes con la detención de Selser, le pidieron su cabeza al director de La Prensa. Alberto

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Gainza Paz no se dejó amedrentar y los sacó corriendo de su despacho, porque nuestro diario no acepta órdenes ni pedidos de jefes de policía ni de presidentes de la República... y mucho menos referidos a empleos o despidos de su personal. Por lo demás y para su información -respondió por escrito Gainza Paz- el señor Selser no es comunista sino socialista y aunque lo fuera, respetaría sus creencias y opiniones en tanto no las mezcle con su labor profesional y me consta que no lo hace”. En varios de sus libros, como por ejemplo El Onganiato, Selser certifica la tradicional falta de macartismo de sus patrones y confirma el respeto ideológico con que fue tratado.

... y dos censuradosEn 1962 hace eclosión una antigua diferencia entre los dueños de la publicación y el director de la revista

deportiva de mayor circulación. Dante Panzeri abandona la dirección de El Gráfico y lo reemplaza Carlos Fontanarrosa, quien poco a poco la va transformando en un medio más dedicado al show del deporte. Sin embargo, Panzeri nunca se sintió censurado, sino que lo consideraba el fin lógico de una etapa.

Otra cosa sintió Landrú cuando, en plena presidencia de Frondizi, allegados al jefe del gobierno lo presionaron -si no de un modo oficial, al menos oficioso- para que dejara de dibujarlo con una nariz tan larga. “Al Presidente no le gusta nada”, le explicaron. Dardo Cúneo, quien fuera secretario de Prensa de Frondizi, desmiente rotundamente el recuerdo del caricaturista: Cómo dice eso, si Frondizi tenía un enorme sentido del humor. Le digo más: las caricaturas que le publicaban en el semanario Azul y Blanco eran todavía más hirientes que las de Tía Vicenta.”Es cierto -insiste no obstante Landrú- al punto tal que a partir de la sugerencia lo dibujé siempre de espaldas con largo cuello de cisne.”

Entre azules y coloradosEn setiembre de 1962, bandos enfrentados del Ejército, públicamente conocidos como Azules y Colorados, se

habían apuntado mutuamente los cañones, sumando un nuevo encono a esta sociedad.Como un símbolo de la frustración que en los ámbitos intelectuales habían provocado primero las volteretas y

después la renuncia de Frondizi, en la película Dar la cara, basada en la novela homónima de David Viñas y dirigida por José Martínez Suárez, uno de los personajes tira a un cesto de basura el libro Petróleo y política, la obra central del pensamiento de Frondizi. Otro intelectual Mariano Grondona, también es criticado, pero por otros motivos: había participado en la redacción de la proclama del sector azul del Ejército en los enfrentamientos militares de 1962. El opus que Grondona admitió haber escrito fue popularmente conocido en la historia política reciente como “el comunicado N° 150”.

Horacio de Dios tuvo que cubrir para el diario El Mundo algunos de esos episodios militares. Cuenta en 1996 que, camino a la base de Magdalena, oficiales de Marina confundieron el jeep del diario y lo tirotearon. “Huimos de las balas trazadoras a campo traviesa y como a veinte cuadras encontramos refugio en un rancho perdido y nos salvamos”, evoca.

Con 21 años y recién ingresado en Clarín, el joven Marcos Cytrynblum ostentaba el pergamino de un primer premio en un concurso de cuentos en el Círculo de la Prensa. Pero una de las primeras notas que le tocó cubrir fue el desplazamiento de tropas de Magdalena. “Ocurrió frente al cine Colonial, de Avellaneda, y la gente salía de ver una película de guerra y se encontró con una columna de tanques y soldados de verdad. Había miedo, todos corrían”, recuerda Cytrynblum.

La revista que no fueInclinado el conflicto a su favor, un grupo de coroneles azules pensaron en la necesidad de contar con un medio

propio y hasta deslizaron un nombre: Azul. La idea de la marca fue finalmente rechazada porque el nombre ya se encontraba registrado por el semanario Azul y Blanco. Finalmente el periodista al que los inversores pusieron al frente del proyecto eligió otro título. El nombre Primera Plana se lo sugirió a Jacobo Timerman su abogado, Emilio Weinschelbaum.

La era Primera PlanaEl 13 de noviembre de 1962 apareció el número cero de Primera Plana. En la tapa, la fotografía de un juvenil y

triunfante John Kennedy (adquirida a la agencia United Press International) y un título desenfadado: “Kennedy no tiene complejos”. La imagen, puesta en caja por el diagramador Francisco Rojo Anglada, sería un símbolo para una publicación que parecía pensada -al decir de algunos«para una secta kennedyana”. Y fue la misma del número 1.

Primera Plana era un emprendimiento de la editorial Danoti, palabra conformada por las sílabas iniciales de los

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apellidos de Victorio Italo Sebastián Dalle Nogare y Jacobo Timerman. Periodísticamente, venía a sumar las experiencias de los semanarios norteamericanos Time y Newsweek, aunque contaba con los servicios de la francesa L’Express. Con esos modelos, con redactores de entre 25 y 32 años de edad y de un excelente nivel cultural, Primera Plana llegó a ser un producto atractivo y distinto, aunque su precio de tapa equivalía al valor de seis diarios de la época. Desde sus inicios demostró que ningún tema le resultaba distante: las ambiciones de los militares y la difusión del psicoanálisis, el nacimiento de los “ejecutivos” y los sucesos del Instituto Di Tella. Durante años propagó un estilo zumbón de abordar la actualidad, dictó juicios, impuso modas, dijo -incluso con arbitrariedad- lo que estaba bien o estaba mal pensar, hacer o ver. La revista se impuso rápidamente y alcanzó mucha más influencia que venta.

Desde México, el que fuera el primer jefe de redacción de Primera Plana, Luis González O'Donnell, explica: ‘Timerman era extremadamente eficaz para conseguir los medios, inversionistas y anunciantes; conocía más que todos nosotros lo mejor del periodismo europeo y estadounidense de aquellos tiempos (Jacobo no leía novelas: sólo ensayos y reportajes) y antes que audaz innovador era un brillante productor siempre a la caza de talentos. Realmente se desesperó por reclutar, entre tantos otros, a Tomás Eloy Martínez, Julián Delgado, Osiris Troiani, Ramiro de Casasbellas, Sara Gallardo y Rodolfo Pandolfi”. “La revista -cuenta Ramiro de Casasbellas- había salido para defender la candidatura de Onganía, que se colocaría a la cabeza de un frente nacional y popular auspiciado por el sector azul del Ejército. Uno de los financistas era Raymond Richard, de la firma Peugeot. En los tiempos iniciales su mujer, Elise Richard, aparece firmando una columna de actualidad teatral.”

USA: Nuevo periodismoEn abril de 1962 la revista norteamericana Esquire le encarga al escritor-Gay Talese una nota periodística sobre

el boxeador Joe Louis. El audaz paso obliga a los editores de New York, New Yorker y Harper@ a imaginar qué podrían hacer otros escritores. “La tendencia -escribió Tom Wolfe- se metería como una cuña entre la decadencia de la novela y el agotamiento de ciertas formas periodísticas. Ahora se podía escribir periodismo como si fuera literatura.” A diferencia del periodismo de columna, en donde brillaba la pluma de Walter Lippman, en la nueva modalidad el periodista ponía más el cuerpo que la inteligencia, la emoción antes que su capacidad de reflexión. Los periodistas comenzaban a elegir estar no tanto en sus escritorios sino en aquellos lugares en donde las cosas pasaban.

En los primeros años, el nuevo periodismo recibió con los brazos abiertos a escritores consagrados como Saúl Bellow, Philip Roth, Gore Vidal, Joe McGinnis, Hunter Thompson, Norman Mailer, Truman Capote y tantos más. Ellos habían aprendido a escribir literatura con los más “periodísticos” de los escritores: Ernest Hemingway, James Cain, William Saroyan; y ahora volcaban toda su experiencia, su encanto y su capacidad de observación en artículos muy extensos donde trazaban perfiles psicológicos de grandes personajes o revisaban y profundizaban en grandes acontecimientos y temas.

Crimen sin castigoEl 29 de mayo de 1962 a las 19.45 una adolescente porteña de clase media, de origen judío, llamada Norma

Mirta Penjerck, se despidió de su profesora de inglés hasta la semana próxima. Pero nunca regresó a su casa. Casi sesenta días después la chica, de 16 años, apareció asesinada en un campo de Lavallol con signos de ahorcamiento y con varias puñaladas. En un principio, por haber coincidido con otros episodios, algunas organizaciones judías y varios diarios alentaron la hipótesis de que podía tratarse de una acción antisemita. Durante más de un año el caso permaneció en la nebulosa. El cadáver no descansaba en paz.

Cadáver no exquisitoMás de un año después del crimen, en julio de 1963, una prostituta de la zona de Constitución llamada María

Mabel Sisti, presa por infracción al edicto que sancionaba los escándalos públicos, hace una declaración sensacional: “¿Se acuerdan de la chica Penjerek? A ella la mató Pedro Vecchio”. El tal Vecchio era un conocido comerciante de zapatos de Florencio Varela, que había sido dos veces concejal por un partido vecinalista. A partir de ese momento buena parte del periodismo se involucra en la difusión de una historia negra que transforma en “caldera del diablo” a un suburbio porteño en el que, al decir de sus vecinos, “nunca pasaba nada”. La historia del crimen de la hija única de una buena familia judía presuntamente entregada a los desbordes de la droga y la pornografía fue un plato cargado de morbosidad que alimentó durante meses a la opinión pública y que dio de comer a muchos medios gráficos de la época.

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Pasó el tiempo, la Justicia no pudo comprobar la veracidad de las acusaciones en contra de Vecchio, y todos los implicados fueron sobreseídos. Para recuperar su buen nombre y honor, Vecchio arrastró durante años juicios contra revistas -Así, Careo y Ocurrió-, diarios tradicionales -La Razón, Clarín y El Mundo- y contra el vespertino Crónica, que acababa de aparecer y se había encargado de difundir los aspectos más espeluznantes de la historia.

La quinta que faltabaSus logotipos se le parecen en el comienzo, su título tiene la misma cantidad de letras que el de Crítica y es el

que Natalio Botana le habría puesto a su diario en 1913 de no haber comprobado que esa marca ya tenía dueño. El 29 de julio de 1963, con una única quinta edición, Crónica se sumaba a un mercado de vespertinos en donde sólo La Razón no tenía problemas y en el que languidecían títulos de extraordinario pasado como Crítica (que en setiembre dejaría de aparecer) y Noticias Gráficas, y expresiones relativamente recientes como Correo de la Tarde y El Siglo. En poco tiempo, el ascenso del nuevo periódico los obligaría a cerrar sus puertas.

Héctor Ricardo García, fotógrafo de origen, periodista por vocación y desde 1954 responsable de varios éxitos editoriales, sabía lo que buscaba. «Hacía falta un diario estridente, con grandes letras en la primera página, con titulares muy fuertes al estilo de los diarios centroamericanos, porque los nuestros eran todos demasiado tranquilos”. En el arranque hubo preocupación en las filas de García y su elenco más cercano: el propio Rotundo, que lo había ayudado a sacar Así en el ‘55; el fotógrafo Enrique Capotondo; los periodistas Juan Carlos Petrone, Marcos de la Fuente y Guido Merico y los jóvenes Héctor Luis Zabala, Hugo Gambini, Carlos Aguirre y Oscar Ruiz. Es que el diario no pasaba los 20.000 ejemplares de venta. Pero todavía faltaba la espectacular ayuda de la casualidad que siempre asistió a la intuición y al talento de García.

Algo más que suerteYa le había sucedido a Botana décadas antes -cuando durante un largo tiempo el jefe de su reventa, un mítico

personaje llamado Eduardo “El Diente” Drughera, le mentía diciéndole que el diario andaba bien mientras escondía los paquetes con la devolución: antes de que García se llegara a enterar de que su distribuidor Ayerbe le hacía “trampa” sencillamente porque creía en el producto, el diario había trepado primero a los 60.000 ejemplares y después a los 100.000.

El sorpresivo retorno a la actualidad del denominado “Caso Penjerek” le vino como anillo al dedo. “Y claro que inflamos -admitiría García años después-, pero también exageró la policía. Con mentiras o sin mentiras aquello fue un bombazo.” La cobertura de Crónica obligó al líder La Razón a trasladar, por primera vez en su historia, una noticia policial a la portada.

El otro recurso que encontró García para incrementar sus ventas tiene más que ver con la picaresca que con el periodismo. La transnacional Pepsi iniciaba su batalla en el país para introducirse en el mercado de los refrescos cola y organizó un concurso de preguntas y respuestas de cultura general con premios fabulosos. El lanzamiento publicitario abarcó a todos los medios escritos con la excepción de Crónica. Sin decir de qué concurso se trataba -no hizo falta, a los pocos días la voz se corrió de un modo imparable-, en cada edición el diario adelantaba una respuesta y se calcula que con ese ardid vendió 10. 000 ejemplares más por jornada. “Lo que no le entraba por publicidad de la campaña, lo recuperaba por venta de ejemplares», cuenta un cercano colaborador de García de esos tiempos.

Crónica se hacía caseramente y con mucho esfuerzo. El ordenanza Panchito cruzaba varias veces al día la ciudad en bicicleta llevando y trayendo originales de la imprenta Cogtal. Pero llegó un momento en que la imprenta dijo basta: sus máquinas no eran capaces de responder a semejante aumento de tirada. Con los primeros pesos seguros, García le compró al exhausto Noticias Gráficas los talleres -en Riobamba 280-, que eran propiedad de Raúl Damonte Taborda, entre otras cosas ex yerno de Natalio Botana. Allí también se había impreso Crítica. Años más tarde, García instaló talleres propios en Garay al 100 y edificó allí el teatro Estrellas.

Hay todavía un hecho más que ensancha la popularidad de Crónica. García viaja a Europa por un partido de fútbol y de paso por Madrid obtiene una entrevista exclusiva con Perón, donde revelaba que el ex presidente acababa de ser operado de la próstata. Los textos y las fotografías (en una de ellas, Perón, en pijama y en cama, leía un ejemplar de Crónica) publicados el 23 de enero de 1964 pertenecían a Héctor Ricardo García. Es por eso que aunque hizo de todo - produjo espectáculos y cine, tuvo y tiene teatros, fue dueño de radios y de una compañía de discos, manejó dos canales de aire y ahora es propietario de un cable de noticias-, García sigue afirmando: Soy fundamentalmente un periodista, y hasta como empresario me sigo manejando como un periodista”. Un cercano colaborador de García, el periodista Eduardo Rafael, reflexiona: “Había que ser aventurero para llamarse ‘García' y

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salir a competir, sin otros recursos que la imaginación, con los productos de empresas que respondían a apellidos de tradición y abolengo: los Mitre, los Gainza Paz, los Noble, los Peralta Ramos. Eso: había que ser loco o gallego. García era las dos cosas. Si hasta parece un chiste”. De todos modos, La Razón no se inmutaba por el pequeño gigante que le había salido al lado. El 22 de noviembre de 1963, el día que asesinaron a Kennedy, vendió más de 900.000 ejemplares.

Para ampliar el panoramaEl primer número de Panorama, un emprendimiento de editorial Abril en sociedad internacional con Time-Life

y Mondadori, apareció a principios de 1963 y se agotó en cuarenta y ocho horas. En la edición inicial se explicaba el funcionamiento de esa especie de redacción “doble”, una en Buenos Aires y otra en Nueva York, “que selecciona material de acuerdo con las directivas enviadas desde Buenos Aires. Desde la redacción de Time, en la Avenida de las Américas, Nueva York, se despachaban hacia el sur más de dos millones de palabras”. Y desde aquí viajaban periodistas para especializarse.

El eslogan de la publicación, de 132 páginas y encuadernada con lomo cuadrado, era: “La revista de nuestro tiempo”. Ofrecía notas en color -mucho antes que la TV cromática-, en especial las de temas extranjeros; presentaba un movimiento informativo inusual apoyado en el tratamiento in extenso de cuestiones que los diarios no trataban o a las que conferían espacios mínimos; le daba gran importancia a los enviados especiales. En el número 1 había siete notas locales y veinte internacionales, resueltas por una redacción dirigida por Jorge De Angelis, un italiano casado con la periodista Adriana Civita -hija de César Civita, el dueño de editorial Abril-, a quien no pocos veían como una Oriana Fallacci argentina”. Ella se destacó velozmente por sus reportajes, poco habituales para la época: se infiltraba en una seccional para contar cómo se vivía un día entero allí, o se mimetizaba con un alcohólico o una prostituta para buscar una información más directa. Por su parte, el español Víctor Saíz se hacía pasar por un hombre acosado por la soledad para mostrar por dentro el funcionamiento de las agencias matrimoniales porteñas. Osvaldo Seiguerman delineaba una atractiva crónica de costumbres: reunía a los once argentinos más gruñones y los agrupaba en “el equipo de los antipáticos”: desde la maestra de cocina Doña Petrona hasta el actor Lautaro Murúa, desde Karadagián hasta Silvina Bufirich.

Entre los periodistas y fotógrafos que en los primeros veinte números publican notas destacadas, comienzan a perfilarse Eduardo Guibourg, Carlos Velazco, Fernando Más, Salvador Nielsen, Luis Soto, Norberto Álvarez Ojea, Alberto Rodríguez Muñoz, Mario Enrique Ceretti, Aníbal Walfisch, Santiago Rojo, Mario Marotta, Juan Carlos Martelli y el aporte extraordinario de Mario Bernaldo de Quirós, un notero formidable que en el número 6 de Panorama llega adonde ningún otro periodista había llegado antes: “Malvinas, la Argentina que habla inglés”. Williams Fredes, Sara Facio, Francisco Vera, Eduardo Comesaña y Pablo Alonso fueron los fotógrafos que tuvieron que ir a buscar la noticia y en ocasiones la generaron o la pusieron en escena con calidad o con audacia.

Cuando se los acusó de practicar un periodismo que explotaba las emociones fáciles, la revista respondió: “Sensacional”, según el diccionario, es algo que causa emoción. Sensacionalismo’ es, en lenguaje popular, una característica negativa de cierto tipo de periodismo que explota la capacidad humana de emocionarse apelando más a los instintos que a la razón. Panorama rehuye el sensacionalismo, pero no puede evitar ser sensacional”.

Temas de Primera Plana“En julio de 1963 Ezequiel Martínez Estrada estaba por morir y a mí, en su ocaso, me había impresionado como

una especie de profeta solitario de la pampa. El viejo era una expresión de rebeldía, de inconformismo, de protesta, hasta de violencia. Hice la nota y luché para que saliera en tapa así como ya habían salido Borges y Cortázar. Al final, como Alfredo Alcón estaba por estrenar Hamlet, la tapa terminó siendo ésa”, evoca Tomás Eloy Martínez, por entonces activo periodista de la sección “Cultura” de Primera Plana.

Por entonces, la imaginación popular ya denominaba a Crónica “Seccional 51 “-cuando en la Capital funcionaban cincuenta comisarías-, aludiendo a los títulos y fotos policiales del diario, que ganaron la confianza de sus lectores. A tal punto que comenzó a hacerse costumbre que algunos delincuentes y hasta asesinos decidieran entregarse en la redacción del diario frente a un periodista y un fotógrafo. Se hacía la nota y, de ese modo, la foto se convertía en un documento valioso para el juez, y los que iban a ir presos se aseguraban de que no serían golpeados o torturados. La costumbre sigue hasta ahora. “Si un lustrabotas es víctima de un agravio físico y va a uno de los llamados diarios grandes a quejarse, ¿usted cree que lo atienden? No, ni la hora le dan. En cambio, si va a Crónica, sí lo escuchan”, explicó Américo Bardos, fundador y durante quince años director de la versión matutina del diario.

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El Mundo ofrecía una contratapa ocupada por el género de las crónicas vivas. Allí publicaban Enrique Silberstein, Jorge Korenblit y Horacio de Dios, pero el inquilino más frecuente de ese espacio era Bernardo Neustand. Escribía una serie titulada “Reportaje a...... redactada en frases cortas, casi telegráficas, puntuación no ortodoxa estilo coloquial, con negritas y mayúsculas en abundancia La nota terminaba invariablemente con una cita al pie de algún pensador, escritor o filósofo famoso.

Sergio Sinay, que por aquellos años soñaba con abrirse camino, recuerda un hecho que prueba su vocación. Sinay registraba en una libreta negra innumerables comienzos o finales de las notas de Primera Plana, ejercicio que le permitía darse cuenta de la técnica periodística y resolver el dilema de cómo pasar de una idea a otra dentro de un mismo texto, o después de cuántas palabras conviene poner un punto.

Hablando en númerosEntre 1962 y 1963, de acuerdo con datos del Instituto Verificador de Circulaciones, los diarios La Razón, Clarín

y La Prensa bajaron sus ventas, en tanto ascendieron las de El Mundo y La Nación. En esos años también se produjo un fuerte descenso en la inversión publicitaria en medios gráficos. Cada mañana los matutinos peleaban por un millón de ejemplares de venta. El diario de García, Crónica, llegaba a los 114.000 ejemplares. Pero ninguna publicación vendía más que Así, que en sus tres ediciones semanales despachaba un millón y medio de copias. Esa redacción de Así la integraban grandes periodistas y escritores: el poeta Joaquín Gianuzzi, Dante Panzeri, Alfredo Sena, Julio Bornik, Juan Carlos Algañaraz Y- Héctor Simeoni, entre otros.

La renuncia de JacoboEl 9 de julio de 1964 Jacobo Timerman citó en su departamento a las cuatro figuras más encumbradas de la

redacción de Primera Plana. A Luis González O'Donnell, Ramiro de Casasbellas, Julián Delgado y Tomás Eloy Martínez se les heló la sangre cuando Tímerman les anunció que había decidido alejarse de la dirección del semanario y de la empresa que lo editaba. Intentaron hacerlo cambiar de idea, pero no lo lograron, y tampoco pudieron conocer los motivos profundos del distanciamiento. “Sentíamos que, sin Timerman como piloto, íbamos derecho al naufragio”, recuerda Martínez. Pero no fue así.

Apenas repuestos del shock los cuatro periodistas vuelven a reunirse en el comedor del Hotel Nogaró y comienzan a mirar hacia adelante. En pocas horas se entrevistan con Victorio Dalle Nogarel que tomaría el lugar de Timerman en la sociedad. Cuando escuchan del empresario que 1o que quiero es que hagamos una especie de Billiken para toda la familia”, entienden que ha llegado el momento de hacerse cargo de una revista en la que todo estaba por hacerse. Al poco tiempo se producirá otro enroque importante: Luis González O'Donnell es contratado por editorial Abril, Y el poeta Ramiro de Casasbellas se hace cargo de la jefatura de redacción.

Casasbellas recuerda que ya en ese momento la revista se había puesto frontalmente contra Illia. Pero hay una circunstancia, asegura, que agudiza la inquina. Comentando el alejamiento de Timerman, la revista Qué publica que estuvo forzado por un operativo del vicepresidente Carlos Perette. “La reacción de los que quedamos en la revista fue sencillamente infantil. Para probar que eso no era cierto, profundizamos la crítica a Illia. Y desde entonces hasta mis propios correligionarios (Casasbellas se afilió al radicalismo en 1972) creen que yo fui el que derrocó a Illia”, se conduele el periodista.

Neustadt apuesta todoLuego de hacerle una entrevista al ex presidente Frondizi el 16 de mayo de 1964, Canal 9 levanta el ciclo

Incomunicados, que conducían Bernardo Neustadt y Pinky. El mismo empresario que le producía el programa en TV (Mario Alessandro, propietario de la empresa Kenwood) decide prolongar su apuesta y acepta financiar un semanario de actualidad política y general. Se llamaba Todo y apareció el jueves 1’ de octubre con una foto del líder francés Charles De Gaulle (curiosamente bastante parecido a Perón), por esos días de gira en la Argentina.

Su eslogan era prometedor: Para interpretar la realidad argentina y mundial” y tenía varias curiosidades, por ejemplo que las tapas de los primeros números eran ilustraciones del pintor Vicente Forte, un íntimo amigo de Neustadt. A la cabeza del staff figuraban Rodolfo Pandolfi (que venía de hacer un paso por Primera Plana) y Edgardo Da Mommio; algunos redactores eran Jorge Couselo, Ulises Barrera, Milton Roberts, Luis Murray, Enrique Raab, Oscar Delgado, Esteban Peicovich y allí debutaron Pablo Gerchunoff, Marcelo Cosin, José “Pepe” Eliaschev y Rolando “Lanny” Hanglin. Jorge Miller era el fotógrafo. El jefe de arte, Leonardo Werenkraut, había elegido que el editorial de Neustadt fuese tal como había sido escrito a máquina: toda una novedad gráfica. “Una revista, LA REVISTA, coherente, mentalizada, con un objetivo preciso, SER UNA EXPLICACIÓN en medio de

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tanto tránsito de información, funde la individualidad del periodista en un bloque, en una constante de grupo social. Así nace el INSTRUMENTO. Así nacen las conjeturas también. Los duendes, ¿cómo?, ¿para qué?”, editorializaba, algo enigmático, Neustadt. (Las mayúsculas son del original.) Neustadt siempre calificó de lindísima” a esa experiencia editorial, pero lamenta que, “por errores garrafales cometidos, administrativos y editoriales”, no haya durado más de un año. El principal motivo de discusión -finalmente zanjada con el alejamiento del jefe de redacción, Pandolfi- consistía en decidir a qué distancia debía colocarse la nueva revista con respecto al modelo Primera Plana.

José Ricardo “Pepe” Eliaschev venía del periodismo estudiantil desarrollado en el Nacional Buenos Aires entre 1960 y 1963. En Para Hoy sus compañeros eran Mario Sabato, Roberto Jacoby y Rolando Hanglin, y en El Fiurso colaboró con Jorge Omar Lewinger y Jorge Diarnant. “No tenía claro que quería ser periodista: hasta la década del 70 trabajaba de periodista, pero no hacía la carrera. Ya desde 1962, a través del padre de Rolando Hanglin, fuimos invitados en calidad de jóvenes estudiantes preguntones a la tribuna del programa de televisión de Neustadt. Ahí lo conocimos y así llegamos a Todo, en donde Neustadt intervenía escasamente en las cuestiones de la redacción.” En una Lección 80 Eliaschev escribió su primera nota, que, recuerda, Enrique Raab le corrigió sentado en una escalera porque no había lugar en otro lado. De esos momentos iniciales Eliaschev evoca un arresto de soberbia juvenil. Esteban Peicovich le pidió al redactor de 19 años que pasara a máquina un texto de otro. “Yo no soy dactilógrafo. Soy periodista”, dijo Eliaschev, respuesta que en 1996 le da vergüenza.

Buenos Aires insólitaYa en 1964 las revistas hacían el periodismo de provocación que en la década del 90 hace con humor la

televisión: bajar a las cloacas para descubrir personajes, batirse a cuchillo criollo frente al Obelisco, fingir estar afectado de lepra. Uno de esos grandes provocadores era el escritor Dalmiro Sáenz, que ideaba sus propias transgresiones, algunas de las cuales aparecieron en una revista de breve vida titulada Spot. En una ocasión, un maquillador caracterizó de crotos a Sáenz y a la actriz Susana Mayo para que con un aspecto lamentable solicitaran alojamiento en los hoteles más lujosos de Buenos Aires y describieran cuál era la reacción de quienes los atendían, para medir de ese modo el grado de prejuicios. Se los veía sucios, mal vestidos; ella semejaba estar embarazada y a él le habían adosado una albóndiga en mal estado debajo de la camisa y despedía un olor tremendo. Ninguno les ofreció posada. Tal como esperaban.

En esos mismos días el redactor de Panorama Carlos Velazco publicó El hombre viejo, un libro de ficciones integrado por una novela corta y siete cuentos. No envió ejemplares a ninguna redacción de diario o revista (incluida la que él integraba) ni a otro medio, como radio y TV, pero, a pesar de ese voluntario silencio, el libro fue comentado espontáneamente por una radio porteña, por una revista literaria del interior y por un diario venezolano. El texto obtuvo el primer premio municipal de 1964 y la edición inicial se agotó sin promoción. Al explicar su acción, Velazco dijo que lo había hecho para poner a prueba su propio valor de escritor y “para demostrar la falsedad de la creencia de que en la Argentina el éxito sonríe solamente a los amigos de los influyentes y a los miembros de las camarillas”.

Samuel “Chiche” Gelblung, que se inició en 1966 y durante años fue jefe de redacción de Gente, piensa hoy que “parte de esa audacia me pertenece. Como respuesta a mi caos intelectual, poner en una página la nota de una inundación trágica y enseguida un desfile de modelos, me resultó natural. A mí me interesan por igual las declaraciones de una top model, siempre y cuando tengan miga humana, como un suplemento sobre los viajes de Darwin. Una vez, cuando murió Picasso, defendí a muerte la posibilidad de que fuera tapa. Y lo conseguí y fue un éxito de ventas”. Para Mario Mactas, sindicado como una de las plumas brillantes del estilo Gente (junto con Alfredo Serra y Víctor Sueiro), el que mejor tuvo en la cabeza el producto fue Carlos Fontanarrosa. De este modo explica Mactas la forma de trabajo de Carlos Fontanarrosa, quien fuera durante años el director del semanario: “Desplegaba la pauta, y como quien estudia una partitura, o el plano de un edificio, nos alertaba: Ojo, hay mucho amor de este lado de la revista. Entonces, en esta mitad debe figurar la ruptura del amor: ¿quién se está divorciando? O decía: ‘Si mostramos una situación política desfavorable, pensaremos que no hay salida. Pongamos al lado el sueño cumplido de alguien, capaz de contrarrestar tanto veneno moral’. Fontanarrosa -agrega- pronunciaba una frase enigmática pero que nos hacía poner en marcha- ¿Saben lo que le falta al número?: el baño de chocolate-. Mactas admite hoy que nadie sabía qué era pero era cierto: le faltaba.

Gente hizo en cualquier tiempo y lugar un periodismo caro. Para cubrir la última pelea de Carlos Monzón en Europa destinó a diecisiete personas, entre ellas el pintor Antonio Berni, como ilustrador’ y la escritora Silvina Bul1rich, como cronista de boxeo, para obtener una mirada diferente del acontecimiento. Julia Constenla, que llegó

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a principios de los años 70 llevada por Juan Carlos y Julio Algañaraz, cree que Gente fue una revista “para cholulos”, pero rescata el entusiasmo de Fontanarrosa para estimular las ideas distintas. En su tiempo, produjeron una fotonovela basada en una de las Crónicas marcianas, de Ray Bradbury, fotografiada por Oscar Burriel, dirigida por Mario Sabato e interpretada por Inda Ledesma, Héctor Alterio, Sergio Denis y Leonor Benedetto. También le encargaron a Ernesto Sabato la redacción especial de una “Enciclopedia del hombre de la calle”.

Para Rodolfo Bracelli -que en 1996 obtuvo una entrevista exclusiva con Gabriel García Márquez en Cartagena-, lo que impidió que en la revista la frivolidad se convirtiera en la medida de todas las cosas fue que siempre tuvo vivamente presente al hombre común, oscuro y luminoso a la vez. “En mis notas, busqué a los desconocidos de siempre, prodigiosos hombres anónimos: un hachero sabio, un hombre acusado de ladrón pero inocente, un maestro de mapuches”, escribió en un número aniversario. “Hace treinta años el periodismo argentino era adusto, severo, formal, convencional”, explicó Jorge de Luján Gutiérrez, director de la actual etapa del semanario, que según el IVC en 1995 vendía 193.260 ejemplares.

La gente de GenteLos primeros grandes nombres que pasan por su redacción son los de Horacio de Dios, Carlos Aguirre, Edgardo

Da Mommio, Julio Lagos, Julio Portas, Raúl Urtizberca, Julio Lanclívar, Emilio Giménez Zapiola, José De Zer, Helena Goñi, Enrique Walker, Andrés Cinqugrana, Roberto Jacobson, Matilde Herrera, Enrique Monzón, Eduardo Maschwitz, entre otros. El extraordinario plantel de fotógrafos -Alfieri, Carreño, Legarreta, Pellizeri, Speranza, Forte, por nombrar sólo a algunos- empieza en una revista de riquísimo contenido gráfico. Cada hecho tuvo un registro, un click al estilo Gente, y esos materiales reunidos a lo largo de treinta años constituyen un inapelable álbum de lo argentino.

¿Por qué no hacer periodismo?En 1964, a Jorge Bernetti, un militante de la juventud demócrata cristiana y redactor del periódico partidario En

Marcha, la política y la historia le interesaban más que el periodismo. Aunque en un nivel de reflexión elemental, oportunidades comunes sobre temas que ni la prensa ni ningún gobierno resolvió hasta hoy: los chicos de la calle, la crisis de la educación, el éxodo de cerebros, los jubilados.

Abril y La Razón se asocian para hacer un suplemento semanal titulado Siete Días que se incluiría dentro del diario al mismo precio. “Recuerdo que Civita había traído unas máquinas italianas marca Cerutti que hacían un huecograbado en color muy moderno. La revista no tenía actualidad pero marcaba tendencias. La dirigía Roberto Hosne y gozaba de una independencia total con respecto a La Razón, algo que encolerizaba a Laiño”, recuerda Carlos Andaló, que se iniciaba con aquella experiencia. Civita no se quedaba quieto y hasta se daba el lujo de tener en una oficina a un cerebro pensando nuevos productos. Resultado de los devaneos de Luis González O'Donnell y de algunos estudios de mercado -que recién se empezaban a hacer aquí- salió Adán, un mensuario para hombres que terminaban leyendo las mujeres. Revista cara, de excelente gráfica y costosa impresión, su staff no procedía exclusivamente del periodismo. Homero Alsina Thevenet, Juan Carlos Martelli, Carlos Villar Araujo, Ezequiel de Olaso y Bengt Oldenburg venían de las ciencias sociales, de la filosofía, de la crítica de artes, de la docencia universitaria. “Aparte de excelente lectura, Adán se volvió lo que entonces llamaban un símbolo de status de los jóvenes ejecutivos en ascenso, antecesores de los yuppies”, recuerda González O'Donnell.

En este 1965 Neustadt volvió a intentar con una revista. El 1° de julio sacó Extra, un medio que casi siempre tuvo escasa venta pero ostentaba gran cantidad de avisos. A medida que se iba convirtiendo en un hombre de la radio y la TV, Neustadt se fue distanciando del medio escrito, pero, de cualquier modo, revisando la publicación se evidencia una de sus características más criticadas: que siempre fue un hombre de enamoramientos y desenamoramientos políticos y que, mientras pudo, trató de estar bien con todos los sectores. Una verdadera curiosidad es repasar quiénes ocuparon altos cargos en su revista, pues demuestra que no palpaba de ideologías a quienes iban a ser sus empleados. La lista se inicia con Héctor Grossi y Mabel Itzcovich, y sigue con Sergio Sinay, Dardo Cabo, María Cristina Verrier, Miguel Bonasso, Jorge Sánchez Arana, Hernán Invernizzi, José Miguel Tarchini, Enrique Walker, Héctor Simeoni. Extra duró veinticinco años, durante los cuales Neustadt también sacó la revista Creer y el boletín País País.

MacartismoTodavía en esos años el del anticomunismo era todo un tema en la sociedad y había numerosas ligas e

instituciones que luchaban contra el “terror rojo”. La Federación Argentina de Entidades Antidemocráticas

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Anticomunistas (FAEDA) promueve a través de nueve solicitadas publicadas en varios diarios una intensa acción de estrategia macartista en la que ve “rojos” infiltrados en medios de comunicación. Ouien sale al frente de esas denuncias, con enorme valentía, considerando que la gente de FAEDA hace terrorismo de ultraderecha contra la libertad de expresión, es Augusto Bonardo, que da respuesta al grupo desde su programa de televisión “La gente” publica un documento titulado “Antología de un asco en la Argentina”.

Está confirmadoEl 7 de mayo de 1965, con una tapa tipográfica ocupada por tres títulos (”Buenos Aires: batalla secreta por

dominar el gobierno”, ‘, América. relaciones entre civiles y militares” y “Santo Domingo: se presenta el fantasma de Castro”), dice “aquí estoy” en los kioscos la nueva creación de Jacobo Timerman: Confirmado.

Un staff de cotizados periodistas con sólida experiencia como Alberto Rudni, Héctor Tomasini, Jorge Aráoz Badí, Osiris Chiérico, Edmundo Eichelbaum, Félix Luna, Luis Alberto Murray y Victorio Sánchez se mezclaban con profesionales de la generación intermedia como Rodolfo Pandolfi, Armando Alonso Piñeiro, Agustín Mahieu, Osvaldo Cézar, Enriqueta Souto, Horacio Verbitsky y con jóvenes que recién se iniciaban, o casi, como Diego Barrachini, Oscar Delgado, María Angélica Molinari, Sergio Caletti y Pepe Eliaschev. Desde Europa despachaban Enrique Raab y Héctor Kuperman. En su plataforma de propósitos editoriales decía que intentaría presentar “sin escamoteos ni subterfugios la actualidad del mundo contemporáneo”. Según evoca hoy Horacio Verbitsky, Confirmado había decidido de un modo deliberado ignorar “esa actitud zumbona, sobradora, que Primera Plana les daba en especial a sus notas breves”. Lo cierto es que, a pesar de ese y otros cuidados, lo que nunca se olvidó de la revista fue su asociación con las posiciones que alentaron y provocaron el golpe de Estado que derrocó a Illia.

ModasBuena parte del periodismo iba detrás de la hechura que cortaba Primera Plana. Los títulos eran traspolaciones

de refranes, paráfrasis de libros y películas: “Sesenta años y ninguna flor”; “Para atrapar al guerrillero”; “Las vaquitas siguen ajenas”; “El oro es el opio de los ricos”; “Todos los cantos, el canto” y otros juegos de palabras por el estilo. Eran, para qué negarlo, tiempos de ingenio. Varios medios porteños dieron cuenta de la realización de un happening, que un tiempo después sus creadores admitieron que jamás se había realizado, “Escribimos sobre una invención para permitir una experiencia que sólo tenía sentido a través de órganos de prensa y suministrada bajo la forma de una nota periodística”, proclamaron los transgresores, vecinos de los experimentos del Instituto Di Tella.

Afirma el investigador cultural Jorge Rivera que Adán Buenosayres, la primera novela de Leopoldo Marechal, tardó diecisiete años en vender los tres mil ejemplares de su primera edición. Pero la segunda edición, de 1966, agotó 10.000 libros en poco menos de un año. Bestiario, el primer libro de cuentos de Cortázar, vendió tres mil ejemplares entre 1951 y 1961, en tanto que la segunda edición, de 1964, se agotó en un año y en 1965 se liquidaron dos ediciones. En ambos casos, advierte Rivera, se notó la influencia de Primera Plana.

Crónica sostenía su identidad y, disconforme con la suerte de conspiradores de prensa más visibles, aunque no pasa por alto el grado de virulencia de algunos editoriales de La Nación y La Prensa. Asimismo Potash recibió en 1986 del propio Mariano Grondona la confesión de que en aquel momento “apoyaba la idea de un golpe a través de su columna semanal en Primera Plana”.

El periodista Isidoro Gilbert opina que el único diario que defendió a Illia fue El Mundo. Según Daniel Horacio Mazzei, que ganó el primer premio en un concurso sobre historia de revistas con un trabajo sobre Primera Plana, los dos Marianos -Montemayor y Grondona- “representaban dos tradiciones diferentes del pensamiento de derecha liberal y conservador en el país”. Si bien diferían en muchos aspectos, coincidían en que Illia debía cesar en su cargo y en que Onganía era la última alternativa de orden y autoridad. “En los años 60 -piensa en 1996 Ramiro de Casasbellas- los periodistas tenían un perfil común. Irresponsables, jugábamos a hacer un periodismo brillante sin medir las consecuencias. Escépticos frente a las instituciones, cultos en permanente formación, para no parecer complacientes con el Poder nos mostrábamos con poco tacto.”

Cronología de una caída anunciada1/ ANTES En mayo de 1966, como un modo de medir el grado y la calidad de la libertad de expresión en el

país, la revista Panorama contrató a unos “hombres-sándwich” para que caminaran por la calle Florida portando carteles sin identificación partidaria, con la sola leyenda “Basta Illia”. Al relatar la experiencia, la propia revista reconoce que, aun siendo provocativa, la consigna resultaba más inofensiva que muchos titulares de periódicos políticos de esos días.

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La imagen del presidente que la mayor parte de la prensa escrita transmitía era más bien desafortunada. A través de textos serios, de columnas encamizadamente opositoras y hasta de chistes, de Illia se decía que era:

•Un médico del interior casual e ilegítimamente instalado en la cumbre del poder, alejado por completo de la realidad y sobrepasado por las responsabilidades de su cargo y por las exigencias de su tiempo.

• Un político demasiado antiguo, con una forma de captar la realidad excesivamente distorsionada e ingenua. • Un abuelo bonachón y decente, pero incapaz de generar poder y hasta algo jettatore.El 17 de agosto de 1965 Primera Plana publicó una larga nota titulada “La señora presidente”, una semblanza de

Silvia Martorell de Illia a la que no por veraz se la podía considerar menos cruel. No son pocos los que todavía hoy piensan que ese texto, donde se mostraba a una primera dama poco refinada y vulgar, lesionó la imagen del presidente de la Nación. Las respuestas de la esposa de Illia fueron transcriptas sin tocarles una coma, de un modo crudamente real, con respeto hasta de los silencios. La entrevista causó entre sensación -agotó el número y estupor.

Tomás Eloy Martínez, por entonces jefe de redacción del semanario, fue el editor final de materiales obtenidos por Silvia Rudni en Cruz del Eje, Córdoba, y por Roberto Aizcorbe en la Base Puerto General Belgrano, Bahía Blanca. Solo por una circunstancia casual (no había otro que lo hiciera) fue el encargado de ir, muñido de las averiguaciones previas, a entrevistar a la primera dama. Consultado en 1996, Martínez asegura que la repercusión que despertó aquella nota “fue obra de la casualidad; no hubo detrás voluntad política ni malsana deliberación periodística. La realidad es que la señora habló hasta por los codos y que ella misma exigió que todo debería aparecer tal como acababa de decirlo. Ya en los papeles nos dimos cuenta de que podía ser explosivo, llamamos a gente de prensa del gobierno y la orden fue reiterada: que salga tal cual”.

En los alrededores del golpe, medios extranjeros prominentes, de distintos países y de distintas tendencias, coincidieron en que la crisis del gobierno radical era “terminal”. Entre el 9 y el ‘20 de junio de 1966 Le Monde, The Times, Ya, La Prensa y El Correo de Lima, Diario de Noticias de Río de Janeiro y Newsweek coincidieron en ese diagnóstico. El 14 de junio, luego de que el secretario de Comercio, doctor Alfredo Concepción, presionara (sin mucho éxito) a sectores empresarios para que no colocaran avisos en varias publicaciones, el gobierno denunció ante la Justicia por instigación a la rebeldía “y por crear un clima psicológico propicio al golpe de Estado” a las revistas Atlántida, Imagen, Primera Plana y Confirmado, y a los periodistas Mariano Grondona y Mariano Montemayor. Los medios rechazaron las acusaciones y resistieron la medida, pero la Justicia desestimó las demandas. Recuerda Emilio Gibaja en un artículo que, como alto funcionario del área de Prensa, junto con Mario Monteverde trataron de convencer a Illia de que aceptara poner en marcha acciones de “propaganda y difusión con leyes de juego democrático” , pero que sólo consiguieron la airada reacción del presidente, que respondió enfáticamente: “Yrigoyen nunca lo necesitó”. A lo que Monteverde, decepcionado, acotó: “Así cayó”.

Un mes antes del golpe -cuando La Razón tituló “Hacia fines de este mes se producirán hechos de singular trascendencia"-, el entonces comandante en jefe del Ejército, general Pascual Pístarini, y el comandante de Campo de Mayo, general Julio Alsogaray, revelaron al cronista de Fuerzas Armadas de dos importantes matutinos: “En pocos días habrá una revolución”. Otras fuentes militares manejaron el mismo anticipo con el compromiso (no cumplido) de mantener la información en reserva.

Pero el que batió un record fue Rodolfo Pandolfi, que escribió el 23 de diciembre de 1965 en Confirmado una especie de crónica futurológica de asombrosa precisión. A siete meses del golpe afirmó que se produciría el 1 - de julio siguiente (se produjo el 28 de junio) y detalló hasta la hora en que Illia abandonaría la Casa Rosada.

En 1996 Rodolfo Pandolfi rechaza la impresión de que aquella nota fuera el anuncio de un golpe de Estado: “Era habitual en las revistas hacer un balance de fin de año. Esa nota estaba incluida en ese marco. La hipótesis de Timerman era que ese golpe sería inevitable”, y explica que calculó la fecha basándose en que:

• El golpe debía producirse antes de la celebración del 9 de Julio. Sectores militares no habrían aceptado la figura de Illia como comandante en jefe.

• Además, es el momento tradicional de cambio de destino de los militares, • Era tradición que los golpes de Estado en la Argentina se produjeran en viernes, con la idea de evitar el

impacto en la Bolsa y en los bancos. Por eso, dice, presumió que algo ocurriría el 1° de julio.

2/ DURANTEUn personaje de historieta llamado “Mafalda” interpretó mejor que cualquier editorial los sentimientos de

temor, desesperanza y perplejidad que despertaba la nueva interrupción institucional. La carota en primer plano de la niña prodigio que Quino dibujaba para El Mundo apareció aquella mañana de invierno preguntándose lo que muchos: “¿Y lo que me enseñaron en la escuela?”.

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El mismo día del golpe, en una edición que se había cerrado con anterioridad, Primera Plana presentaba en tapa una encuesta inquietante: “¿Quiénes (SI/NO) quieren el golpe?”. El 30, la revista que la democracia burguesa era unanimidad, era cuánto peor podía ser lo que vendría.”

3/ DESPUÉS Lo que vendría para la prensa no sería miel sobre hojuelas. A menos de un mes del golpe, el 23 de julio, el

gobierno de facto dispuso la clausura del semanario de humor Tía Vicenta y tres días después canceló el permiso de venta en la Argentina del prestigioso semanario político-cultural uruguayo Marcha. El periodista Andrew Graham Yool, en Cronología de la Revolución Argentina, afirma que a partir de 1966 se produjeron, en distintas etapas de este proceso, detenciones de periodistas, querellas a medios y clausuras temporarias o definitivas de revistas y diarios como Cristianismo y Revolución, Inédito, Azul y Blanco, Así, Crónica, Primera Plana, Ojo, Prensa Confidencial y sus sucesoras Prensa Libre y Prensa Nueva. Adán no fue clausurada, pero su éxito ‘duró corto tiempo en medio de condiciones represivas’. González O'Donnell recuerda así ese momento: “Cada mes había que discutir con los censores del gobierno militar cuántos centímetros de piel libre podían exhibir las modelos. ¡Qué aburrimiento! Renuncié y quedó en mi lugar Carlos Burone, pero la revista dejó de aparecer enseguida”.

Tía Vicenta, que en ese tiempo salía como suplemento dominical en el diario El Mundo, cayó en su ley: en la tapa había caturizado a Onganía como una morsa; dos de ellas celebraban y consentían: “por fin hay un presidente de los nuestros”. La notificación que recibió Landrú, como director del semanario, parecía un rayo: Clausurada por falta de respeto hacia la autoridad y la investidura jerárquica”. Los diarios, incluso El Mundo, se limitaron a consignar el hecho, pero sólo el Buenos Aires Herald lamentó y condenó la medida: “No habrá lugar para los partidos políticos, pero debe haber lugar para el humor”. Nadie le respondió, pero era larga la lista de cosas para las que no había lugar: el pelo largo, las expresiones culturales de vanguardia, hacer tranquilo el amor en los hoteles alojamiento, los libros. Como para no llorar sobre la leche derramada, Juan Carlos “Landrú” Colombres, sacó el 31 de julio María Belén, otro suplemento que nunca hizo olvidar a su antecesor y en el que era evidente la supresión deliberada del humor político.

La revista Confirmado justificó la clausura de Tía Vicenta alegando que una autoridad presidencial no podía ser objeto de burla sistemática con el pretexto de la libertad de prensa”. Jamás había emitido comentario semejante cuando durante la presidencia de Illia los caricaturistas de distintos medios lo representaban como una paloma o como una tortuga. El 31 de agosto de 1966 los radicales en derrota emprendieron una acción audaz: comenzaron a publicar la revista Inédito, dirigida por Mario

El fin de EudebaUno de los saldos funestos de la intervención universitaria fue la renuncia de quienes, a partir de 1958 y con el

liderazgo de Arnaldo Orfila Reynal primero y de Boris Spivacow más tarde, habían levantado el ejemplar proyecto de la Editorial Universitaria de Buenos Aires (Eudeba). “Durante ocho años un libro costó menos que un kilo de pan, menos que un atado de cigarrillos, menos que una botella de vino común”, decía en su carta de renuncia del 3 de agosto de 1966 Boris Spivacow. Efectivamente, el formidable plan de lectura masiva lanzado por Eudeba, a partir de la fórmula “Bueno, Bonito y Barato”, había llegado también a los kioscos, y sus colecciones, tratados, manuales y libros de estudio se vendían a la par de las revistas. Es particularmente memorable el éxito alcanzado por la “Serie del Siglo y Medio” que a comienzos de los 60 dirigía Horacio Achával: cuidadísimos textos de Hernández, Sarmiento o Lugones con tapas e ilustraciones de grandes pintores como Berni, Urruchúa o Castagnino. El paradigma de esa colección de divulgación a precios populares, diagramada por Oscar “Negro” Díaz, fue la aparición del Martín Fierro ilustrado por Castagnino, que vendió 170.000 ejemplares en tres meses. Su concepto era toda una invitación a leer: arte para todos.

A Eudeba muerta, Centro Editor puestoEl día de la primavera de 1966, como para probar que el sol siempre está, Spivacow, sin un peso pero con

pasión e ideas, en un departamento de dos ambientes prestado y con la cercana colaboración de Miriam Polak, Oscar Díaz y Horacio Achával, funda el Centro Editor de América Latina, una organización que desde lo privado mejora y lleva a su máxima expresión la posibilidad de sacar revistas y libros con propósitos de divulgación y difusión cultural que Eudeba había despuntado. Lo primero que hace es perfeccionar los instrumentos para llegar a todo público a través de los kioscos con colecciones como Cuentos de Polidoro”, dirigida por Beatriz Ferro y con

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ilustradores como Oscar Grillo y Ajax Barnes. Con “Capítulo”, una serie manejada por Luis Gregorich y Jaime Rest, inicia la era de los fascículos, que implica fundamentalmente el desarrollo de un nuevo enfoque de venta y una forma distinta de participación del lector. Durante cincuenta y nueve semanas sacaba por secciones la historia de la literatura nacional; por ejemplo, con la biografía de José Mármol entregaban, gratis, su libro Amalia. A partir de ese momento y en años sucesivos con títulos como “Polémica” (sobre historia argentina, a cargo de Gregorio Weinberg y Sergio Bagú), “Los hombres de la historia”, la notable colección sobre “Historia Popular” dirigida por Oscar Troncoso, “Transformaciones”, o la historia del siglo XX -Siglomundo"- dirigida por Jorge Lafforgue, cuyos impresos eran acompañados por discos, pósters o diapositivas, la gente de Spivacow realizó una tarea cultural sistemática e inolvidable. “El catálogo del Centro Editor representa una formidable radiografía de la vida argentina, latinoamericana y mundial de las últimas décadas. Ojalá que se preserven sus colecciones”, escribió Luis Gregorich, aunque no es muy seguro que eso haya ocurrido. Nacido durante la dictadura de Onganía, el Centro Editor atravesó durante más de una década distintos gobiernos de facto, y fue siempre mirado como subversivo. Cuando en la última dictadura militar muchos quemaron libros y revistas, casi nunca faltaba algún fascículo del Centro costosamente atesorado en otras épocas.

ColofónA esta altura queda claro que revistas como los semanarios Primera Plana y Confirmado alentaron el golpe que

puso fin al gobierno de Illia. Pero eso fue sólo un aspecto de su contenido y sería injusto no advertir los matices. Veamos algunos:

* A la manera de sus similares extranjeras, se denominaban “revistas de influencia”.* Propiciaban una ideología liberal, compartida por el grueso de sus lectores (nunca superaron los 60.000

ejemplares, pero tenían cinco o seis lectores por ejemplar).* Apoyaron las novedades, las vanguardias estéticas, todas las formas artísticas y culturales de renovación y de

la modernidad en el país y en el extranjero.* Informaron en detalle sobre todas las censuras, juicios y condenas promovidas por el poder militar contra los

creadores culturales.* Revisaron importantes temas históricos de la época que estaban sepultados y sobre los que había mucha

ignorancia: el peronismo, Eva Perón, Che Guevara, el 17 de Octubre y muchos otros.Promovieron el conocimiento de grandes figuras culturales extranjeras, desconocidas o prácticamente

desconocidas aquí, desde García Márquez hasta Marcuse. La tarea que hizo Primera Plana con su premio de novela fue valiosa.

A partir de 1967, aun con los partidos políticos prohibidos, comenzaron a incluir entrevistas a sus dirigentes más conocidos.

Un breve recreoAunque las dos habían tenido el mismo padre (Jacobo Timerman) y una le llevaba tres años de diferencia a la

otra, entre Primera Plana y Confirmado existía, una lógica competencia. La mayorcita ganaba en casi todo. Y también en fútbol, como quedó demostrado en diciembre de 1966, cuando en la cancha del club YPF jugaron un desafío. El equipo de Primera Plana (camiseta roja, pantalones blancos) le ganó al de Confirmado (camiseta a rayas amarillas y negras) por 6 a 1. Muy conocidos periodistas integraron ambos equipos.

Finales de una décadaAsí relata Félix Luna el momento de 1960 en que se le ocurrió hacer la revista Todo es Historia. Sucedió en un

‘río atardecer en Berna, Suiza, cuando Luna descubrió la revista Francesa que lo fascinó e inspiró, Miroir de l´Histoire. Siete años después Luna estaba al frente de la revista Folklore y Onganía era el presidente que había decidido que lo mejor para los argentinos era vivir sin partidos políticos. Luna pensó, entonces, 4ue una actividad sustituta de y cercana a la política podría ser la historia. Apoyado por la familia Honegger, editores del mensuario folklórico, apareció Todo es Historia con la idea de ofrecer una revisión del pasado “seria, amena, original, polémica” y con un grupo de colaboradores importantes integrado por Osvaldo Bayer, Juan Carlos Vedoya, Salvador Ferla, Miguel Ángel Scenna, Francisco Uzal, Horacio Sanguinetti, Pedro Olgo Ochoa, Luis Soler Cañas, Tabaré de Paula, León Benarós (que desde el número 1 estuvo a cargo de la deliciosa sección “El Desván de Clío”) y un Luna por partida doble, ya que, además de dirigirla, hacía aportes con el seudónimo Felipe Cárdenas (hijo). Años después Luna tomaría la decisión de alejarse de Folklore porque “mientras escribía sobre Los Chalchaleros

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pensaba en Mariano Moreno y cuando corregía una nota sobre San Martín tenía que prepararme para reportear a Jorge Cafrune”. La idea de divulgación se cumplió y todavía en 1996 se cumple de un modo impecable: de los héroes de la patria a Ceferino Namuncurá, de la matanza de la Patagonia a la vida de Evita, absolutamente todo pasó por este mirador privilegiado, observado por autores precisos y conocedores. Todo es Historia ha hecho “un aporte formidable a la cultura histórica y * la divulgación de saberes antes circunscriptos a la enciclopedia * al libro especializado”.

En esos tiempos, todo material escrito quedaba atado a la ley 17.401 que reprimía a las actividades comunistas. Cada palabra era observada con lupa. Y ya se sabe lo extrañas e inexplicables que suelen ser las lupas militares. Los uniformados pensaban que con frecuencia la prensa tenía el poder de “crear una imagen de deterioro o desunión por medio de la que se vulnera también la seguridad y el orden”. Félix Luna, creador de Siete Días, de Abril, recientemente independizada de La Razón, Todo es Historia se había convertido en semanario, primero dirigido por Luis Clur y más adelante por Norberto Firpo, que venía de Primera Plana. En Siete Días, Firpo realizaría una tarea importantísima, transformando aquella redacción en una verdadera escuelita de jóvenes valores. Recuerda al periodismo de esos años como “rico, original, snob. En rueda de periodistas circulaba el siguiente chiste: ‘Sí sí, todo muy lindo, pero ¿de qué color eran las medias del entrevistado?’. Aludía a que, a partir de Timerman, las notas empezaron a ocuparse de una serie de temas menores, que según Jacobo revelaban mucho de lo que había visto el cronista y podía ayudarlo a conocer a los lectores”.

Carlos Andaló fue secretario y jefe de redacción en esos años y recuerda a Siete Días como muy evolucionada. En los números iniciales tuvimos la nota de la invasión rusa a Checoslovaquia o la invasión norteamericana a República Dominicana, ambas provenientes de servicios de Paris Match”. Mario Ceretti evoca al producto como “una revista que, a la manera de Life, contaba historias con fuerte acento en lo humano y apelaba a fotografías muy grandes. Ahí empezó a desarrollarse el puesto del editor gráfico”. Para Ceretti una etapa importante se inicia a partir del concurso Miss Siete Días, del que en diferentes años salieron elegidas Adriana Constantini, Teté Coustarot y Graciela Alfano.

Un colaborador habitual de Panorama llamaba la atención cada mes por sus extensas y profundas investigaciones. La vida en el matadero, la crisis ganadera, los lancheros del Delta (a quienes llamaba los magos de agua dulce”) son todas notas firmadas por Rodolfo Jorge Walsh. Cuando se cumplían treinta años de la muerte de Horacio Quiroga, Walsh recorrió algunos pueblitos de Misiones buscando uno por uno, rastros de los personajes del escritor.

Fue en marzo de 1967 cuando un ilusionado Sergio Sinay le envió a Bernardo Neustadt una crítica de cine y el director propietario de Extra le respondió que sí a vuelta de correo pero advirtiéndole: “Está bien saber escribir buenas críticas de cine, pero un periodista tiene que saber hacer de todo: una gacetilla, una necrológica, una entrevista al paso y hasta ir al taller a cortar”. Al poco tiempo Sinay ingresaba en Extra, en donde su jefe fue Rolando Hanglin y uno de sus compañeros de redacción era Roberto García. Con mi primer sueldo -recuerda Sinay- me compré mi primera máquina de escribir.”

La Razón y El Mundo vivían realidades diferentes. El diario de los Peralta Ramos tenía una circulación de 1.500.000 ejemplares, en tanto que el clásico tabloide de la editorial Haynes atravesaba momentos económicos muy duros. Los lectores del vespertino empezaban por atrás para seguir las aventuras de “Lindor Covas, el Cimarrón, “un gaucho medio quijotesco, guapo e hidalgo” que desde 1954 dibujaba Walter Ciocca. Y los del matutino no se perdían ni una de las tiras de “Mafalda”, de Quino, y cuando no les alcanzaba con esa pequeña dosis, se zambullían en los libritos que reunían seis meses de Mafalda, editados con un éxito impresionante por Jorge Álvarez en tiradas de 5.000 ejemplares que puntualmente se agotaban en no más de cuarenta y cinco días. De todos modos el diario fundado por Haynes antes de 1930 atravesaba sus últimos días.

La publicación más sofisticada de ese tiempo de cerrazón era los Cuadernos de Mr. Crusoe, dirigida por González O'Donnell y en la que Juan Carlos Martelli y Horacio Verbitsky funcionaban como usinas de ideas. La publicación, que duró poco tiempo y produjo fuertes pérdidas a su director, se vendía en las librerías porque por su formato parecía un libro y porque apelaba a una temática sumamente intelectual: guiones completos de Ingmar Bergman; objetos ópticos como un espejo flexible original de Julio Le Parc; pirograbados registrados sobre láminas de corcho o metal; temas musicales no comerciales grabados en discos flexibles. “Era un placer hacerlo, pero me costó dos años de trabajo recuperar el dinero perdido”, recordó González O'Donnell en 1996.

A pura pérdidaEl 22 de diciembre de 1967 mil trabajadores -periodistas, gráficos y administrativos- del diario El Mundo, que

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ya venían sin cobrar durante tres quincenas, reciben una desdichada noticia d fin de año: el mítico matutino en donde habían trabajado Roberto Arlt, Octavio Palazzolo y Miguel de Amilibia, entre otros cientos, cierra sus puertas. No era una sorpresa, porque ya desde 1965 la empresa se había presentado en convocatoria de acreedores. En 1963 había perpetrado su última travesura. Durante semanas redujo ostensiblemente -y sin avisar a nadie- su tirada metropolitana y produjo la sensación de que el diario se agotaba. Cuando para dar una respuesta lógica de mercado su competencia Clarín aumentó su tirada, El Mundo regresó con su tirada habitual y apeló a las cifras del instituto Verificador de Circulaciones para probar que las diferencias entre ellos y el diario de Noble no eran tan grandes como se decía. La desaparición de El Mundo abre un espacio que Clarín no desaprovecha: en corto tiempo sube sus ventas diarias de 347.000 a 424.000 ejemplares.

El 25 de junio de 1967 Clarín transforma su revista semanal, que aparece con nuevo formato. Desde la contratapa de Clarín le tocó a Jorge Gótling, que en 1960 se había iniciado en Haynes, la dura tarea de despedir al periódico en donde había dado sus primeros pasos periodísticos. En aquella glosa, a la que haciendo un juego de palabras tituló “El fin del mundo”, destacaba lo que había significado para sus empleados el haber sido habitantes de aquel edificio ejemplar ubicado en Río de Janeiro y Bogotá, en Caballito, que hasta peluquería tenía. Gótling señalaba una incongruencia que nunca nadie se había animado a modificar: en el edificio había un restaurante para periodistas y otro para gráficos. Sin embargo, el empeño de ver diferentes se terminaba en la realidad porque, según apuntaba Gótling, tipógrafos y escribas comían en los mismos platos, utilizaban los mismos utensilios, elegían menús idénticos y, fundamentalmente, despachaban cantidades similares de vino.

Periodistas en batallaEnviado por La Nación, llegó a Vietnam en abril de 1968, y desde el 8 de mayo se perdieron todos los contaqtos

con él. Era el tercer periodista argentino que llegaba al epicentro de esa guerra (los anteriores fueron Jorge Iglesias, de La Prensa, y César Corbellini Rosende, de Atlántida) y uno de los 105 de todo el mundo que murieron en acción durante el conflicto. Ignacio Ezcurra era reportero y tomaba sus propias fotos. Alcanzó a enviar desde Vietnam unas diez notas y presumiblemente fue emboscado por guerrilleros del Vietcong en el barrio chino de Solón -de Saigón-, en donde se había internado apenas armado con una máquina de fotos, aunque le habían recomendado que de ninguna manera entrara solo. En su hotel había quedado una hoja en la máquina de escribir, con el título de un futuro despacho: “Sangre en mayo y paz en junio”. “Estoy sentado en tu mismo escritorio -le escribió a modo de necrológica José De Zer, en Gente, en la cual Ezcurra solía colaborar- tecleando sobre la máquina que usabas. Y qué sé yo, recibimos un cable. Dice que desapareciste en Vietnam. Pero eso no quiere decir nada, aunque hoy en la redacción, Ignacio), no se escucharon los gri acostumbrados de un cierre.”

Ardiles Gray, antropólogoEn marzo de 1967 el periodista Julio Ardiles Gray llegó a Buenos Aires y entró en Primera Plana. “Era tal el

poder que tenía la revista, que era capaz de hacer la lluvia y el buen tiempo a la vez”, acota en 1996 con su típico acento tucumano. En esa redacción de Lindos locos sueltos” se encontró con un nuevo estilo de periodismo, en el que las noticias podían ser contadas como una novela; descubrió el gusto por reflotar e imponer palabras (como por ejemplo, “parafernalia”) y desarrolló el género de las historias de vida, donde la crónica se da la mano con la antropología oral. Allí Ardiles Gray descubrió y mostró con los recursos del nuevo periodismo a artistas de circo y fileteros, a inmigrantes y prostitutas, ignotos y famosos.

Los vuelos de GarcíaEn noviembre de 1968, a bordo de un avión Aerocommander al mando del piloto Miguel Ángel Fitzgerald, el

director de Crónica, Héctor Ricardo García, sobrevoló Puerto Stanley con el propósito de hacer una crónica exclusiva. El aterrizaje no fue del todo exitoso y la máquina se encajó en una zanja. Fueron tantos los destrozos que el avión jamás fue retirado de allí por quienes lo piloteaban. García y Fitzgerald fueron inicialmente puestos a disposición de las autoridades inglesas en un barco y luego expulsados de las islas Malvinas. Tiempo después, los ingleses les pasaron a los invasores una factura de 289 libras, 11 chelines y 3 peniques por los daños ocasionados.

Pero ésta no era la primera vez que García intentaba llegar –en persona o indirectamente- a las islas del Sur. El 8 de setiembre de 1964, justo cuando se cumplían 132 años del 11 acto de piratería y avasallamiento de la soberanía argentina en las islas”, García -que cada vez que tuvo ocasión denominó desde sus medios “piratas” a los ingleses- envió a Miguel Fitzgerald a sobrevolar la zona con un modesto Cessna 185 para realizar “una ocupación simbólica” hacer una nota. El viaje había sido ofrecido primero a Laiño, para La Razón, pero el jefe de redacción

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rechazó de plano la idea que García tomó con las dos manos. Lo que le sucedió el 28 de setiembre de 1966 se parece mucho a una película. En su libro de memorias, García cuenta que aceptó una invitación del militante peronista Dardo Cabo para hacer un viaje al Sur. Un grupo armado, integrado por dieciocho jóvenes al mando de Cabo, tomó el vuelo 648 de Aerolíneas Argentinas que iba a Ushuaia -.\ en el que viajaba García- y lo desviaron a las islas Malvinas. Al llegar, los jóvenes plantaron siete banderas nacionales, cantaron el himno y prometieron volver. Tuvieron que permanecer cinco días allí, y después fueron detenidos en prisiones del Sur. Años más tarde Cabo ingresó en la lucha armada y fue ejecutado en un traslado simulado el 6 de enero de 1977.

Los argentinos en análisisPepe Eliaschev y Sergio Caletti recuerdan con cariño su paso por el semanario Análisis, al que le tocó lidiar con

pesos pesados como Primera Plana y Confirmado, y con Panorama después, pero configurando una situación notable en el periodismo argentino: entre 1968 y 1970 salían simultáneamente cuatro semanarios de información política, cifra que se incrementa si se contabiliza también a Gente, Siete Días y Semana Gráfica. “Fue hermoso trabajar en Análisis, con periodistas como Gregorio Verbitsky, Enrique Raab, Carlos Abalo, Oscar Delgado, Osvaldo Seiguerman, Jorge Aráoz Badí, Kive Staif, Jorge Bernetti, Carlos Tarsitano, Alberto Speratti, Sergio Sinay, Emilio Ghergo, Hernando Kleimans, Alicia Galotti. Me acuerdo que a las cinco de la tarde pasaba un mozo de chaqueta blanca que ofrecía, gratis, una merienda completa. No sé si eso pasa hoy en alguna empresa”, evoca Eliaschev. Mientras que Primera Plana era aguda y culturosa, y Confirmado cultivaba un estilo de información política más seco, a Análisis le tocó ser “más blanda y narrativa, más amable y dulzona que las otras -describe Sergio Caletti-. Venía de reconvertirse de medio especializado en economía a semanario de información general y política y acaso por eso le tocó mostrarse diletante e híbrido”.

Propuesta políticaEn el Día del Trabajo de 1968 nace un agrupamiento sindical peronista combativo que se convierte en eje de la

oposición gremial y política al gobierno de facto de Onganía. Conducido por el dirigente gremial Raimundo Ongaro, el movimiento -denominado CGT de los Argentinos- comienza a sacar un periódico cuya influencia trascendería largamente los marcos del periodismo gremial o militante. En ese diario, CGT, que atravesó todas las etapas (legales, clandestinas) y todas las situaciones (presiones, prohibiciones, atentados) trabajaron, entre otros, Rodolfo Walsh y Horacio Verbitsky. Allí, entre mayo y junio de

1968, Walsh publica por primera vez la investigación “¿Quién mató a Rosendo?”, acerca del asesinato del dirigente clasista Rosendo García en un tiroteo ocurrido en una pizzería de Avellaneda. Es otro de los trabajos de Walsh considerados como modelos de investigación periodística, que luego sería editado como libro. En otra investigación, bajo el título “La Secta del Gatillo Alegre”, demostró que en sus procedimientos la policía intervenía abatiendo o hiriendo a quien se podía detener. Es lo que hace decir a su hija Patricia Walsh que en este y en otros temas, Walsh fue un adelantado a su tiempo, “porque habló en 1969 del tema del gatillo fácil y porque transformaba una información policial en una noticia política”. El diario salió hasta Julio de 1969, y desde el número 49, hasta febrero de 1970, se editó y circuló clandestinamente.

Osvaldo Bayer se interesa en la historia de La Rosales -un barco de la Marina de Guerra que se había hundido en una acción militar y del que sólo se salvaron los oficiales, mientras muere el resto de la tripulación.

Las revistas juvenilesLa periodista Nora Bigongiari, que se había formado en la editorial Abril, tenía desde hacía tiempo la idea de

armar un proyecto para el mundo juvenil y adolescente, a la manera de lo que el editor francés Philip Achee había hecho en su país con Salut les Copains. O sea: problemática de los de menos de 20, los ídolos, la música de moda -empezando por el rock-, y con un lenguaje y una gráfica distintos. En una redacción muy cercana al Instituto Di Tella, Bigongiari reunió a varios jóvenes con poca o ninguna experiencia y les ofreció el capital más valioso: una ilimitada libertad. Osvaldo Daniel Ripoll se convirtió en el secretario de redacción de otros chicos como Andrés Cobino y Lucía Bonis; el diagramador Juan Bernardo Arruabarena tenía en el pintor Jorge de la Vega un colaborador de primera línea y a él le encargó la primera historieta; Carmen Martínez Castañeda estaba a cargo de la publicidad y Diego Benítez (hoy dueño de una fuerte distribuidora de diarios y revistas) era responsable de la circulación de cada número. La revista, llamada Pinap, alcanzó a vender 35.000 ejemplares, pero fue eclipsada por distintas impericias financieras. De todos modos llegó a aparecer durante un año y medio, y marcó un camino en ese mercado poco explorado hasta ese momento: la seguridad de que el estilo para comunicarse con los jóvenes

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debía ser el de la no complacencia.Tanto como para no separarse, el grupo, ahora con Ripoll al frente, sumó deseos, sueños y algunos cientos de

dólares, y se instaló en el subsuelo de la mueblería del padre de Ripoll. El 4 de febrero de 1970 inauguraron la revista Pelo.

Los años 60, cabizbajos y meditabundosEn los inicios de marzo de 1969 el ministro del Interior de Onganía, doctor Guillermo Borda, citó a siete

directores y editores de revistas y les pidió que “morigeren la exhibición de todo tipo de expresiones e imágenes eróticas que reflejan la alarmante evolución de las costumbres”. Concurrieron a la charla Pedro Larralde, director de Panorama; Aníbal Vigil, director de Gente; Fernando Morduchowicz, director de Análisis; Raúl Horacio Burzaco, gerente de editorial Abril; Victorio Dalle Nogare, director-editor de Primera Plana; Bernardo Neustadt, director de Extra, y Miguel Alurraldel subdirector de Confirmado. Dalle Nogare y Larralde salieron diciendo que la solicitud del ministro entrañaba “una velada insinuación de autocensura”. Alurraldel y Neustadt entendieron el pedido de Borda como lo que era, una inquietud del presidente “preocupado por ciertos exhibicionismos. Si el país se está desnudando, que no se promocione esa desnudez”, explicaron. Vigil aseguró al concluir la reunión que el ministro no les había hecho sugerencias políticas sino que “veláramos por conseguir una mayor moralidad -transcribe La Nación- Por parte de nuestra editorial aceptamos el pedido y revisaremos los materiales en todo lo posible”.

En un accidente automovilístico, cuando viajaba rumbo a Santa Catarina, Brasil, muere el 5 de julio de 1969 el creador de Rico Tipo, Guillermo Divito. Gracias a sus muñecos, y especialmente a sus chicas, se pronunció la palabra “destape” en la década del 40. En su necrológica Osiris Chiérico asegura que “hizo sociología desde el dibujo” y que “interpretó como pocos el eterno espíritu de las posguerras, cuando el mundo se volvía más vivaz, sensual, despiadado y abierto”.

En ese mismo mes aparece Los Libros, cuyos materiales teóricos y de discusión docente se debatían en cafés y claustros universitarios. Todavía hoy se la recuerda como modelo de revista de divulgación cultural. Estaba dedicada al mundo de los libros, según el modelo de la francesa Quinzaine des Lettres, y su contenido -de actualización, divulgación y análisis de textos- se extendía a la investigación de hechos culturales, sociales y políticos de actualidad. Según sostienen algunos analistas, en esta publicación, que observaba los fenómenos desde una perspectiva ideológica cercana al marxismo, se comienza a difundir el uso del concepto de “discurso” aplicado a lo hablado o a lo escrito. Los Libros estaba editada por Guillermo Schavelzon y su director era Héctor Schrnueler. Colaboraban autores consagrados como Jaime Rest, Enrique Pezzoni, José Aricó y Juan Gelman, y otros que daban sus pasos iniciales como Eliseo Verón, Oscar Steinberg o Josefina Ludmer. La historia de la revista completa 44 ediciones en 1976, pero en 1972 había observado un cambio importante: Schrnueler es reemplazado por un consejo directivo integrado por Carlos Altamirano, Germán García, Beatriz Sarlo y Ricardo Piglia.

Probablemente Orlando Barone leía Los Libros. Soñaba con ser escritor y cuando le sugerían que se hiciera periodista rechazaba la idea porque creía que las redacciones arruinaban a los literatos y ablandaban a los intelectuales. Sin embargo, a instancias de su compadre Adolfo Castelo y con la ayuda de Ricardo Frascara, Orlando Barone se hizo cargo en 1969 de la sección “Vida Privada” de la revista especializada en economía Mercado. Después, en el ‘72, entró en el suplemento cultural de Clarín que dirigía Albino Gómez, hizo grandes series de notas por el interior del país Y en el ‘74 reunió a Borges Y Sabato en unos diálogos que se convirtieron en un libro. Desde aquel debut algo forzado, Barone pasó por muchos medios, pero mantiene una idea fija sobre el periodismo. “Es tener una curiosidad permanente sobre lo que nos rodea. El periodista debe ver la foto, entenderla, saber contarla de inmediato con profundidad de escritor y con interés de relator”, define.

Momento de renovaciónEn enero de 1969 La Nación, ya en su nuevo edificio de once pisos en Bouchard y Tucumán, pasó de 9 a 8

columnas y mejoró su sistema de impresión. Sus nuevas rotativas Goss, las más modernas de plaza, dejaban listos en corto tiempo los 240.000 ejemplares de su edición. Las grandes empresas se expandían. El joven ejecutivo de Atlántida Aníbal Vigil, de 32 años, anunció la compra del semanario Canal TV Y la adquisición de veinte unidades de rotativa. Crónica, que ya vendía 500.000 ejemplares en tres ediciones, levanta su edificio de diez pisos en Azopardo y Garay, y La Razón (apenas por debajo del medio millón de venta) también inaugura su impresionante planta de General Hornos al 600, pensada para agregarle estudios de radio y de TV y dotada hasta de helipuerto. En

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enero de 1969 muere el factótum de Clarín, y su viuda, Ernestina Herrera de Noble, asume la dirección del principal matutino nacional.

Tres historiasRoberto Guareschi era profesor de inglés en algunas escuelas del sur del gran Buenos Aires y se ganaba la vida

en Swift como comprador de carne. “Mándeme 1.500 toneladas de carne sin hueso”, “Necesito 500 kilos de picada”. Hacía bien el trabajo pero se le volvía insosteniblemente aburrido. Con un cuento había obtenido una mención en el concurso de la revista El Escarabajo de Oro. Un día alguien le sugirió que entrara en el periodismo y respondió casi con una bravata: “No me sentiría bien teniendo que hacer notas a pedido”. Finalmente el destino se impuso y en 1969, a los 23 años, entró en La Razón y se convirtió en consentido discípulo de Félix Laiño. Allí empezó haciendo epígrafes y copetes, pero pronto, fijándose en el estilo despojado y preciso de Fanor Díaz, Jaime Zapiola o los hermanos Castiñeira de Dios, se dio cuenta de que desde este género, aun con notas por encargo, se podía contar la vida.

En 1969 María Victoria Walsh llegó a Buenos Aires desde el interior y se alojó en la casa de Pirí Lugones, ex pareja de su padre, Rodolfo Walsh. Según recuerda en 1996 su hermana Patricia, aquí empieza haciendo lo que sabe: dando clases de inglés y traduciendo desde ponencias de psicoanalistas hasta notas periodísticas. Por aquellos tiempos Vicki Walsh, de 18 años, tenía la idea de estudiar medicina para hacer psiquiatría, influencia que probablemente haya recibido de Enrique Pichón Riviere, una de las primeras personalidades que conoció en Buenos Aires. Antes de que se terminara la década del 60 entró en Primera Plana como colaboradora de la sección Ciencia y Técnica”. Una de sus primeras notas, que firma con sus iniciales, es una burlona descripción de la comunidad irlandesa en la Argentina, a la que presentaba prácticamente como un club de borrachos. La respuesta de los irlandeses y sus descendientes no se hizo esperar, sólo que desconocían dos cosas: que detrás de las iniciales de la autora de la nota se escondía una Walsh auténtica y que una de las principales fuentes informativas había sido el propio Rodolfo Walsh.

En 1965, en Tandil, un joven periodista del diario local Eco corría al kiosco cada vez que llegaba Primera Plana y leía cada línea con devoción. El “sueño del pibe” de ese muchacho de 21 años llamado Osvaldo Soriano era trabajar en el semanario de moda, cuya forma de tratar las informaciones -satírica, algo malvada, siempre inteligente- le resultaba fascinante. Un día le pidió a Osiris Troiani una oportunidad, y Troiani se la concedió. Soriano tuvo que encargarse de contar los entretelones del tradicional Calvario que cada Semana Santa convoca a la población de Tandil. Pasé dos o tres días escribiendo y rescribiendo la nota en el amanerado estilo de la revista y cuando la terminé me di cuenta de que no podría quedarme en Tandil. Corría el riesgo de que me lincharan. Mandé la nota, me despedí de mi novia y salí corriendo”, cuenta Soriano en un libro. Llegó a Plaza Constitución a la misma hora en que aparecía la revista con su crónica, que llevaba su firma, junto a otras de Héctor Tizón, Daniel Moyano y Francisco Juárez. La abrió temblando y se puso a llorar de felicidad. Un importante sacerdote de Tandil protestó por la nota y tildó de mentiroso y comunista al novel reportero. Durante años, Soriano evitó regresar al pueblo. Lo que hizo al llegar a Buenos Aires fue instalarse en la redacción de Primera Plana como sí alguien lo hubiera llamado. A fuerza de verlo ahí todo el día, los “grandes” comenzaron a pedirle esos informes que nadie quería hacer. El los hizo y se ganó un lugar en el cielo de los periodistas novatos. Después de todo, el del Calvario la había pasado peor.

Escenas del CordobazoCórdoba ha dado la muestra más acabada de la tremenda magnitud que pueden alcanzar los grandes síntomas de

malestar social advertidos desde hace semanas en el ámbito de la República Las jornadas anteriores a la tremenda conmoción registrada, demostraron la profundidad del abismo que separa a los gobernantes de los gobernados (...) La violencia no sólo está detrás de una piedra, de un garrote o de cualquier arma de fuego. También llega escrita muchas veces en el papel de un decreto o de una ley mal concebida”, decía el editorial del diario La Voz del Interior dedicado a esa mayúscula conmoción social y política que en el otoño de 1969 pasó a la historia como el Cordobazo. El tradicional diario cordobés de la familia Remonda señala que el Cordobazo estalló cuando se coronaba un malestar que recorría el país. “En Corrientes, Rosario y Tucumán había asomado la rebelión y, como respuesta, el gobierno soltó una furiosa represión que acabó con la vida de dos estudiantes. Esto no hizo más que avivar el descontento, y el ánimo cordobés se recalentó cuando aún estaba fresca la herida por la muerte del estudiante y obrero mecánico Santiago Pampillón, provocada por una descarga policial en setiembre de 1966 -interpreta el diario-. Ese era el clima cuando se decretó un paro general en todo el país para el 30 de mayo de 1969.

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En Córdoba se resolvió extenderlo a treinta y seis horas, desde las 11 del día 29, y ganar la calle”, concluye.

Clausuran Primera PlanaEl 5 de agosto de 1969, como protagonizando la metáfora del huevo de la serpiente, el presidente Juan Carlos

Onganía ordenó el cierre definitivo de una de las revistas que más había hecho para que él se acercara al poder en 1966. La nota que irritó al general revelaba- un secreto a voces: los enfrentamientos entre él y el general Alejandro Lanusse, considerado a esa altura por numerosos sectores el próximo presidente militar de la Argentina. ‘La ofensiva de Lanusse” se denominaba la investigación que acercaba a la opinión pública pormenores desconocidos de un intento de desestabilizar el poder de Onganía y que en un apartado incluía detalles de una entrevista que Julio Landívar le había hecho al presidente (en la que también, esporádicamente, intervenía su esposa) en una residencia de descanso en el sur del país. En un momento de la charla, con toda la ironía de la que era capaz, Onganía desafió a Lanusse diciendo: “Si el general Lanusse quiere hacerme un planteo, que espere hasta el lunes”. Ese próximo lunes sería 5 de agosto. Lanusse no se inmutó y destituyó a su rival otro lunes, pero de diez meses más tarde. El 5 de agosto lo que cayó -todavía un poco más- fue la libertad de expresión y de prensa en la Argentina.

El acta que certificó la requisa de la edición 345 de Primera Plana y el cierre de la empresa que dejaba en la calle a 150 personas se escribió con una máquina Olivetti de la propia redacción. Era 1969, había estado de sitio y la Justicia acusaba al medio de “estimular el caos”. A pesar de la desdicha de la clausura hubo lugar para un chiste: alguien afirmó que Casasbellas había reescrito por completo el parte del oficial de Justicia que tuvo a cargo el cierre. Probablemente Casasbellas se haya privado de semejante privilegio, pero con el tiempo la desaparición de Primera Plana le mereció la siguiente reflexión, con tono de autocrítica: ‘Presumíamos de independientes y acabamos por serlo, pero del destino de nuestra sociedad. Como todas las publicaciones de la época, ayudamos al derrocamiento de Illia. Cuando reaccionamos, el general usurpador que ocupaba la Casa Rosada cerró la revista. Tal vez hizo bien”.

Entre el brillo y la arbitrariedad; entre el capricho y el desenfado; entre la genialidad y la maldad (características demasiado parecidas a la personalidad de Timerman, su creador, y de algunos de los que lo sucedieron) Primera Plana había protagonizado una era de intensa renovación en el periodismo, difícil de repetir.

Como para superar el mal paso, la gente de Primera Plana sale a la siguiente semana con la revista Ojo, a la que el gobierno, tras verificar los vínculos con su antecesora, prohíbe también. De inmediato insisten con Periscopio, que por esas cosas raras del poder y de la Justicia no es conculcada, y de la cual aparece 50 números (llega a 40.000 ejemplares de venta), hasta que trece meses después, en octubre de 1970 se logra la rehabilitación legal de Primera Plana. Pero, pese a su reaparición en los kioscos, la revista nunca volvió a ser lo que era. En ese año buena parte de la estelar redacción se dispersó: Ramiro de Casasbellas pasó a dirigir la agencia Latin, en tanto que Julián Delgado, Alberto Borrini, Raúl Sarmiento y Mario Sekiguchi fundaron la revista especializada Mercado. Muchos más aterrizaron en la editorial Abril, en donde hicieron carrera. El semanario Siete Días recordó el 18 de agosto de 1969 que en 1966, cuando había asumido el cargo, Onganía les había dicho a los propietarios de los medios más importantes que era “partidario de la libertad de prensa”. En aquella ocasión les hizo saber otros aspectos de su pensamiento, evidentemente reñidos con su acción: “La prensa libre debe ser el nexo más adecuado entre gobierno y gobernados (...) Las críticas y sugerencias del periodismo se convertirán en una guía orientadora de la Revolución”. Desde Nueva York la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) estimó que la libertad de prensa parece estar desapareciendo rápidamente en la Argentina”. En una edición de la revista Redacción de agosto de 1973, Hugo Gambini, su director y miembro de aquella mítica redacción de los primeros tiempos de Primera Plana (durante cinco años -primero junto a Carlos Russo y Julio Algañaraz-, realiza la Historia del peronismo), escribe un recordatorio al que no le faltan ni crítica ni autocrítica. “Hoy se ve claro que el cierre de Primera Plana fue un hecho injusto, pero también premonitorio y hasta necesario, quizás. Premonitorio, porque anunciaba el fin de las revistas de noticias, que habían parado en una suerte de caricatura de sí mismas, aun la nuestra. Necesario, porque estaba indicando la necesidad de que esos semanarios bonitos y de reverberante (¿o coruscante?) lenguaje, tomaran una posición política, lo cual no implicaba, desde luego, adherir a una de esas tribus oligárquicas que se llaman partidos. No fue grato para mí el cerrojazo. Estaba allí desde los comienzos y gracias a un equipo formidable pudimos lanzar ediciones realmente medulosas, renovando un periodismo anquilosado y hasta los hábitos de lectura y publicidad. Abundaron los errores: no defendimos el Gobierno Illia, acaso el mejor del último cuarto de siglo; no censuramos el Plan Krieger Vasena; no detuvimos la mistificación de la nueva novela latinoamericana. Sin embargo creo que el saldo fue beneficioso, porque rehuimos el sectarismo, aceptamos la pluralidad y describimos la historia con pasión pero también con honradez, al menos la honradez de cada uno: en Primera Plana

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no imperaba la censura previa.” Aunque muchos pretendieron subestimarla llamándola La Radiolandia de los ejecutivos”, la realidad es que su

lectura hoy constituye una guía insustituible para entender lo que fueron aquellos años. Por la clausura de Primera Plana y por muchas cosas más, la década hacía mutis por el foro, cabizbaja y meditabunda.

LOS PRIMEROS Petrona Rosende de Sierra era uruguaya y en 1830, a los 43 años, publicó en Buenos Aires la revista La Aliaba,

una hoja feminista combativa a la que se considera la primera tarea de una mujer en el periodismo del Río de la Plata. De la publicación de doña Petrona aparecieron 18 números.

El primer diario en ser voceado por los canillitas en las calles de Buenos Aires fue La República, allá por 1867.Las linotipos que por primera vez incorporó La Nación a su sistema de composición representaban en diciembre

de 1898 el trabajo de cinco obreros.En 1903, en una cancha de Montevideo, Alumni, de Buenos Aires, venció al Nacional local por 1 a 0. La

información del partido que publicó La Nación constituyó la primera cobertura de un enviado especial al exterior. El periodista se llamaba Ángel Bohígas.

El primer gran personaje dibujado del humor nacional se llamaba “Don Goyo de Sarrasqueta” y fue publicado por Redondo en Caras y Caretas en 1913. “Don Goyo” era un inmigrante europeo, falto de dinero y trabajo continuo, pero al que le sobraban ingenio y ansias de figuración.

El 18 de octubre de 1920 La Nación presentó Pequeñas Delicias de la Vida Conyugal”, de George McManus, como la primera tira cómica diaria. Al poco tiempo, los lectores llamaban a la serie con el nombre de los protagonistas: “Trifón y Sisebuta”.

El primer diario en superar en la Argentina una venta de un millón de ejemplares en un día fue Crítica, en la década del 30.

En 1931 Crítica publica el primer suplemento infantil en colores. Una de las principales atracciones era la tira del marinero Popeye”, cuya denominación latinoamericana, “Spaguetti”, fue inventada por el traductor argentino Federico Ramírez.

El primer diario tabloide de la Argentina fue El Mundo, de la editorial Haynes, aparecido el 14 de mayo de 1928.

La modalidad de calificar la actuación de los jugadores de fútbol la inició el cronista Chantecler, en El Gráfico. La primera revista que sacó una hoja desplegable, a la manera de un póster, fue la humorística Cascabel en 1941. Se trataba de fotografías color de actrices extranjeras cedidas en ese entonces por las distribuidoras de cine.

Acerca de la utilización inicial de la palabra “descamisado”, hay versiones encontradas. Algunos afirman que fue el diario socialista La Vanguardia el que la publicó por primera vez tras el acto del 17 de octubre de 1945; lejos de molestarle, a Perón le pareció pertinente y se la apropió. En su antología del humor político Faruk sostiene que el término fue incluido el 18 de octubre de 1945 en la sección de comentarios políticos titulada “Qué Dice la Calle”, de Clarín. El columnista definió a los asistentes como “un grupo de descamisados”. Finalmente, otras fuentes atribuyen el padrinazgo del término al diario Crítica, cuyo director, Raúl Damonte Taborda, yerno del extinto Natalio Botana, en un mal cálculo político supuso que el coronel Perón no pasaría la prueba del 17 de octubre. Al día siguiente publicó una fotografía en la que se veía a partidarios de Perón en las calles y le agregó, con intención peyorativa, el calificativo de “descamisados”.

En 1952, por lo menos once críticos de cine vieron en el festival de cine de Punta del Este Juventud divino tesoro, de Ingmar Bergman. El ensayo sobre Bergman que en la revista uruguaya Film escribe en 1953 Homero Alsina Thevenet debe considerarse el primer informe completo sobre Bergman aparecido fuera del país natal del director. Recién en 1956, tras el estreno de Sueños de una noche de verano, la crítica lo descubre en París y en el resto de Europa.

El primero que empleó el término “villa miseria” para referirse a los asentamientos urbanos marginales y precarios fue el escritor y periodista Bernardo Verbitsky en una serie periodística realizada en 1953 para el diario Noticias Gráficas. Posteriormente Verbitsky escribió su novela Villa Miseria también es América.

El primer periodista que en un diario le da importancia y realce a la sección de economía es Oscar García Rey, que la tenía a su cargo en Clarín en el año 1957.

Nunca antes un dibujante humorístico había ocupado un lugar tan central. En 1960 Juan Carlos Colombres

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(’Tandrú”) dibujaba cada día un chiste de actualidad en la tapa de El Mundo.El 21 de agosto de 1960 aparece impresa en dos colores Clarín Revista, la primera publicación que integra la

edición dominical de un diario.El primer diario porteño en cubrir la ronda de cada jueves que las madres de los desaparecidos realizaban en

Plaza de Mayo fue La Prensa en abril de 1977. Se trataba de la segunda semana en que se reunían para reclamar por la aparición con vida de sus familiares.

Unidos luego de haber integrado varias redacciones, en especial la de Siete Días. En los Estados Unidos estudió y se perfeccionó. Luego de pasar por la agencia Associated Press, ingresó en el diario Miami Herald, uno de los diez principales medios norteamericanos.

La primera nota extensa sobre el sida y sus consecuencias, aparecida en un medio escrito argentino la publicó la revista El Porteño en setiembre de 1983.

En 1988 el diario El Cronista instala, por primera vez en el país, una red informática en su redacción.En 1987, cuando ganó el Premio Pulitzer por sus notas sobre el affaire Irán-Contras, Andrés Oppenheimer se

convirtió en el primer argentino en recibir el principal galardón de la prensa norteamericana. En los difíciles años 70 el periodista Andrés Oppenheimer partió a los Estados Unidos luego de haber integrado varias redacciones, en especial la de Siete Días. En los Estados Unidos estudió y se perfeccionó. Luego de pasar por la agencia Associated Press, ingresó en el diario Miami Herald, uno de los diez principales medios norteamericanos.

La primera nota extensa sobre el sida y sus consecuencias aparecidas escrito argentino la publicó la revista El Porteño en septiembre de 1983.

Por primera vez en la historia aparece en la tapa de un diario de alcance nacional la palabra “coger”. Entrevistada por Página 12, la prostituta más famosa de Punta del Este declaró el 9 de marzo de 1991 que los argentinos no saben coger”.

NOTICIAS DE LOS AÑOS DE FUEGO El 6 de enero de 1970 el gobierno secuestra el número 71 de Inédito, alegando que la revista “no está en la línea

de cordura que estamos pretendiendo. Lo que se censura es el propósito evidente de falsear los hechos”. El poder militar seguía aplicando a estos fines la vigencia del estado de sitio. El director de la revista radical, Mario Monteverde, dijo entonces que una de las notas que provocó la medida fue una entrevista al sindicalista Agustín Tosco en la que relataba los detalles del Consejo de Guerra que lo juzgó y lo condenó a ocho años de prisión.

La fórmula de Gente y la actualidad -actualidad y prensa del corazón, hechos resonantes y pequeños chimentos, personajes anónimos y famosos- tuvo que volver a defender su título porque editorial Abril movilizó a Semana Gráfica para competir con ella. “Se hizo para meterle una cuña a Gente, que ya vendía 300.000 ejemplares. Era una revista de fotos muy buenas, aunque algo sensacionalista, al punto de que en el ambiente la terminaron llamando Semana Trágica”, reconoce Raúl Horacio Burzaco, por entonces alto directivo de la editorial. Periodista de esa publicación, Eduardo San Pedro recuerda que la fórmula no era sencilla de obtener: “Querían que tuviera el mismo alcance popular de Así, más un poquito, pero no tanto, de la sofisticación de Gente y fundamentalmente que el lector la pudiera abrir en el subte sin que lo miraran raro o le diera vergüenza. Fue un muy buen producto, que llegó a vender 90.000 ejemplares. No dejábamos pasar ninguna tragedia, ni choque, ni asalto, ni sátiro suelto. Con el gordo (Osvaldo) Soriano veníamos de salvadores porque nuestro pasado en Primera Plana nos abría crédito de periodistas serios. Pero terminamos contestando el correo sentimental. Lo que acabó con la revista fue la falta de anunciantes: la gente de la editorial la consideraba de poco interés comercial”. Inspirada gráficamente en la italiana Oggi (en radiante blanco y negro, sólo en la tapa tenía títulos en color), sus jefes de redacción en distintas épocas fueron Martín Campos y Carlos Burone, que estuvieron al frente de un plantel integrado, entre otros, por Alfredo Serra, José Speroni, Eddie Consalvo, Raúl Fain Binda, Carlos Llosa, Eduardo San Pedro, Jorge Capsiski y un joven que en silencio trataba de acercarse al fin de su primera novela: Osvaldo Soriano. El contenido era una mezcla: notas serias y otras que parecían alargadas 0 recreadas; extensas entrevistas y el programa de televisión del momento; una denuncia y la sección de astrología; una historieta con personaje gauchesco y fotos extranjeras de agencia con epígrafes inciertos. Nora Lafón, integrante de ese staff, recuerda que allí conoció a Mempo Giardinelli y que se sentaba espalda con espalda con Soriano, a quien oía decir en voz baja, como para darse ánimos: “Adelante, Osvaldo... Fuerza, Osvaldo... Sos el mejor, Osvaldo”.

A pesar de la flamante competencia, Gente siguió viviendo tranquila con secciones ya clásicas como “Gente contra...” (Varios integrantes de su redacción se reunían para acosar a preguntas a un personaje); “Argentina desde

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el Aire” (fotografías aéreas de bellos sitios del país) y las secciones de informaciones pequeñas como Trash & Bang”, “El Show del Chimento”, “Diccionario”, secciones que fueron incluyéndose en casi todos los medios gráficos. Desde noviembre de 1967 en que apareció en la revista por primera vez, Gente tenía un caballito de batalla que resolvía dificultades cuando no había tapa a la vista: Susana Giménez. La famosa estrella fue el rostro del semanario de Atlántida 115 veces en veintiocho años. Mario Mactas era uno de los enviados especiales que escribían habitualmente en primera persona cuando, como reconoce el mismo Mactas, una información era aventura y vida, sangre, movimiento, alguna lágrima en los ojos, comunicación caliente y entretenimiento puro”.

Un sociólogo ahíEn 1970 los alumnos de Sociología dividían sus pasiones detrás de los estandartes del pensamiento que Juan

Carlos Portantiero o Miguel Murmis agitaban desde sus respectivas cátedras. El mismo clima era el que planteaba la división de aguas: militancia o cientificismo; populismo o elitismo; ideología o intelectualidad. En esas aulas se forjaban sólidos prospectos, muchachos y muchachas inteligentes como Roberto Jacoby, Jorge Jazminoy, María Braun, Adriana Puiggrós, Pupí Katz (la hoy afamada encuestadora Graciela Romer), Roberto Carri, Sylvina Walger, Any Ventura, Catalina Vainerman, Silvia Sigal. Y pasaba una cosa curiosa: ellos desconfiaban del periodismo por poco serio, pero en esa época no había periodista que dejara de consultar a un sociólogo o a un psicólogo para darle a su investigación un marco más prestigioso y creíble.

Se iniciaba lo que muchos historiadores llaman la peor década de la historia argentina y que tanto salpicó y mortificó al periodismo y a los periodistas. Mirado más de veinticinco años después, parece un sueño, y acaso lo sea: una de esas pesadillas que dejan sin voz. En sus memorias, Héctor Ricardo García escribió: “Así como el gobierno de Aramburu creyó que prohibiendo mencionar a Juan Perón y todos sus colaboradores se combatía el régimen, Lanusse pensó lo mismo de las organizaciones armadas. No se podía mencionar la palabra Montoneros ni tampoco Ejército Revolucionario del Pueblo. Para disimular la prohibición, algunos empezaron a ponerlo en minúsculas. Eso -reflexiona con sensatez- no hizo desaparecer la guerrilla”.

Luces y sombras del negocio periodísticoEn 1970 Francisco Manrique, cuyo diario Correo de la Tarde había dejado de aparecer en 1964 para reaparecer

como semanario en 1966, se convierte en el primer ministro de Bienestar Social. Se lanza el juego del ProDe (Pronóstico Deportivo), que se constituyó de inmediato en un formidable atractivo para el periodismo: la nota de la búsqueda (y el descubrimiento) de los ganadores de la fecha se transformaría, como paso previo a convertirse en un lugar común, en un icono ineludible de la prensa escrita.

La edición del vigésimo quinto aniversario de Clarín viene rebosante en suplementos, es un diariazo de 350 páginas que pesa un kilo y medio.

Durante semanas, se rematan -sin base, al mejor postor- las instalaciones de la editorial Haynes, responsable de El Mundo. Los escritorios en los que trabajó Alberto Gerchunoff, las sillas en donde se sentó Roberto Arlt, armarios en donde guardó papeles Horacio Rega Molina, las perchas en donde colgaron abrigos Conrado Nalé Roxlo y Carlos Mastronardi y las máquinas de escribir cuyas teclas sacudieron Roberto Ledesma y Amado Villar integraban la subasta, así como todo lo que habitaba el edificio de Río de Janeiro y Bogotá. Después de su demolición, hace ya más de veinticinco años, se levantó un edificio de departamentos.

Con el dinero que había recibido como indemnización por el cierre de El Mundo, y sumando los ahorros acumulados por la traducción de la pieza El rehén, Ricardo Halac decidió atender a su otra vocación: el teatro. En un altillo de la calle Florida instaló un pequeño teatro independiente, en menos de un año se fundió. Para recuperarse del traspié se empleó nuevamente en La Razón. Panorama, de Abril, se suma a la pelea de los semanarios de la que participan Primera Plana, Confirmado y Análisis. Aunque es una época de intensa politización, no venden tanto como los magazines que miran la información con otros ojos: Así, Gente, Siete Días, Semana Gráfica. De todos modos, Panorama es una experiencia interesante por el fortísimo elenco que reúne: Pedro Larralde como director, Juan Gelman, Edgardo Da Mommio, M Edinundo Eichelbaum y Mario Bohoslavsky como secretarios, y periodistas jóvenes como Marcelo Pichon Riviére, los hermanos Alberto y Horacio Speratti, Rosario Añaños y Eduardo Belgrano Rawson. Allí comienza a hacer notas políticas importantes José María Pasquini Durán (al poco tiempo asciende a prosecretario de esa sección) e ingresa una Aída Bortnik a quien el verano había tomado desprevenida: “Mi sensación fue que yo entraba por una puerta y, por la otra, salía de vacaciones la redacción entera. Fue Pasquini Durán quien me lo explicó: ‘Se necesita ser imbécil para entrar en una redacción en pleno verano’. Media hora después me encontré con que tenía que escribir por lo menos dos secciones

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enteras de la revista”.

Los chicos a escenaEl 4 de febrero de 1970 sale la revista Pelo. Los Beatles hacían furor y por eso no fue casualidad que, guitarra

en mano, Paul MeCartney adornara la tapa del número inicial. La revista, que había nacido con fama de “zafada”, se colocó por un error en la cumbre de la trasgresión. Osvaldo Daniel Ripoll, su creador y director, lo recuerda así: “Habíamos comprado una entrevista que la revista Rolling Stone le había hecho a John Lennon. Era tremenda: cada cinco líneas, una puteada. Entonces, le recomendamos al corrector que apelara a la fórmula de poner la letra inicial de cada insulto. Por ejemplo: ‘h de p’. No sé bien por qué, pero en todo el reportaje Lennon aparecía diciendo “h de puta”. Tuvieron suerte, los implacables censores no se dieron cuenta, pero los lectores sí y se sintieron reconfortados por una publicación que llamaba a las cosas, casi, por su nombre. Con el aval de Pelo repitieron en 1971 y 1972 la realización de festivales de rock como ya lo habían hecho cuando sacaban Pinap en 1969.

Ilusiones A comienzos de marzo de 1970 Tomás Eloy Martínez estaba en París como corresponsal de la editorial Abril

cuando recibió un llamado de Raúl Horacio Burzaco: “Andá a Puerta de Hierro y escribí algo sobre Perón”. Luego de intensas gestiones, Perón acepta recibirlo y entre el 26 de marzo de 1970 -la primera cita, con César Fernández Moreno como testigo- y 1972, Martínez atesora treinta casetes con la voz del General, matizada con la permanente intervención de José López Rega. En esos materiales, que empezaron a reproducirse en Panorama a partir de abril de 1970, se encuentra la semilla de dos exitosos libros de Martínez: La novela de Perón y Las memorias del General. Perón recordaba a Martínez, porque en junio de 1966, cuando el periodista integraba la redacción de Primera Plana, le había solicitado una impresión sobre el golpe de Estado que acababa de derrocar a Illia, y las expresiones de Perón fueron de aprobación. A los pocos días Perón desmintió esas declaraciones. Cuando volvieron a encontrarse, Martínez le pidió una explicación y Perón no tuvo problemas en dársela: “Tuve que hacerlo. Era exiliado político y el gobierno de Franco me impedía hacer declaraciones, bajo apercibimiento de retirarme el permiso de residencia”. La nueva biografía de Perón, trazada con mente periodística y mano literaria por Tomás Eloy Martínez, tuvo gran éxito entre los lectores del semanario.

Perón compra Primera PlanaUn día de 1971 Perón llama a Jorge Antonio a Puerta de Hierro y le traslada una inquietud que. .... muy, trae

formato de orden directa: -Tenemos que sacar una revista. Sí o sí. La necesitamos. Los órganos nuestros son todos malos.

Según cuenta Antonio a la periodista Any Ventura en un libro publicado en 1982, en ese momento pasaba por Madrid Alberto Gabrielli, que desde 1970 integraba el directorio de Primera Plana, y la ofreció en venta. Pagamos dos millones y pico de pesetas. Lo dejamos como director al mismo Gabrielli, pero bajo nuestro control”, dice Antonio en el libro. Pero no resultó sencillo: “Queríamos una revista grande, amplia, pero ¿cómo íbamos a hacer nosotros para manejar todo a 10.000 kilómetros de distancia?”.

Lozano, admiradoLos jóvenes periodistas que compartían con Jorge Lozano la politizada redacción de Panorama lo escuchaban

con asombro. Veían en él a un periodista de otra generación, con experiencia y sabiduría, ducho en el arte de la anécdota atractiva y el relato poco trivial. Y, como si fuera poco, con un sentido muy argentino de la ironía. Como cronista, los jóvenes colegas admiraban su pluma y aunque en muchos casos los separaran de él abismos ideológicos, les gustaba su vocación por entender la realidad desde la política. Quienes en esa y en otras redacciones hacían cola para escucharlo cuentan un costado casi extravagante de su personalidad: en su casa de Banfield, Jorge Lozano se dedicaba a criar pajaritos de raza, actividad de la que se había hecho un profundo conocedor.

El Cronista se renuevaEn mayo de 1971 el tradicional diario especializado El Cronista Comercial, fundado en 1908, se transforma en

un diario general, acorta su marca (sacrifica la palabra “Comercial”) y pasa a ser el quinto matutino porteño. Hasta ese momento se vendía a través de suscripciones. El nuevo diario decía, por medio de su director propietario, el

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abogado Rafael Perrota, que “no teme enfrentar el mundo revolucionario e incierto en que vivimos”. En la declaración de principios prometían ser honestos (su eslogan era “El diario que analiza la verdad”), convertirse en una opción y, siempre, ser leales al lector. Desde los inicios de su relanzamiento el diario ofrece dos secciones muy fuertes, con excelente información: “Política Nacional” y “Gremiales”. En la tapa, cada día, un chiste de Garaycochea, para que -según había concebido Perrota- “de entrada se note que no somos solemnes”.

Llega La OpiniónEn marzo de 1971, luego de nueve meses en su cargo, renuncia uno de los más opacos presidentes argentinos: el

general Roberto Marcelo Levingston. Lo reemplaza el general Alejandro Agustín Lanusse y se inicia el “tiempo político” de la «Revolución Argentina” que Onganía había planeado para quince años después. La Argentina da sorpresas.

El 4 de mayo de 1971, con 24 páginas y una edición dominical que en ocasiones llevaba el diario a las 48 hojas, aparece lo que para muchos es la mayor creación de la vida profesional de Jacobo Timerman. La Opinión marca una etapa decisiva en el desarrollo de un periodismo que le otorga singular predicamento al juicio de los periodistas y un nuevo lugar a la información con análisis. “Se inaugura la era del diario selectivo, que no intenta ocuparse de todos los temas superficialmente, sino de los fundamentales en profundidad, que no se desespera por combatir en todos los frentes con la radio, la televisión y las revistas”, sostenía una frase de su extenso lanzamiento publicitario aparecido en los diarios a partir del 13 de abril.

Vida, pasión y venta“Diez noticias en un día son útiles y comprensibles; cien, soportables; mil, abrumadoras e innecesarias.” Sobre

estos principios de hondo contenido práctico Jacobo Timerman planteó la filosofía de su recordado diario. Otros dichos memorables y más antipáticos probablemente no le pertenecían a Timerman: liberal en lo económico, centrista en lo político, izquierdista en lo cultural”, pero igual definían a La Opinión. Seguro de que en los diarios existentes sobraba información banal y faltaban explicaciones claras e interpretaciones significativas y sencillas acerca de lo que ocurría, Timerman pensó un diario analítico, despojado de sensacionalismo, de títulos largos y explicativos y escrito en un lenguaje que fuera más “un vehículo para transmitir hechos e ideas que un campo de experimentación literaria”. A pesar de que su modelo inspirador, el francés Le Monde, llegaba a los 500.000 ejemplares, La Opinión no pudo trepar más allá de los 50.000 ejemplares. Cuando apareció La Opinión, Clarín vendía casi 400.000 ejemplares cada mañana, pero al siguiente semestre su venta descendió a 358.000, algo que muchos atribuyeron a la influencia del flamante medio, que siempre tuvo el doble de lectores que de compradores.

¿Una posición política?Según el análisis que Jorge Luis Bemetti hace de La Opinión en una tesis universitaria (una de cuyas fuentes

principales son los archivos privados de Horacio Verbitsky, que incluyen el proyecto de publicación que el periodista presentó a Timerman), el diario nace durante la presidencia de Lanusse, opuesto al sector liberal que el militar encabezaba y más cercano a posiciones nacionalistas. Luego, por antiperonismo de Timerman, impulsó el llamado Gran Acuerdo Nacional -base de la política lanussista-, previo al retorno de Perón y a la salida electoral de marzo de 1973. En este momento el diario privilegia las relaciones con el equipo económico a cargo de José Ber Gelbard. Hasta la muerte del General en 1974, su discurso coincide con el tono conciliador y moderado que tuvo Perón en sus últimos tiempos. Al morir Perón, el diario abre tina etapa de claro enfrentamiento a Isabel Martínez, López Rega y la Triple A. “Para superar el caos peronista -explica Bernetti- La Opinión se coloca progresivamente en auspicio de la llegada militar---.” Según di’jo Timerman en tina charla en la carrera de Ciencias de la Comunicación en 1987, él había planteado La Opinión como segundo diario para un público joven que buscaba algo distinto de lo que los otros le ofrecían. “También pensé en otra cosa -recordó en aquella clase especial-: en Buenos Aires se repetía un fenómeno social y cultural idéntico a uno de Nueva York y a otros anteriores, de principios de siglo, en París y Viena: la existencia de una comunidad judía urbana muy interesada en la información y en la cultura”.

¿Qué tenía de distinto?Artículos siempre firmados que permitían avanzar en un estilo de periodismo personalizado y con el que el

lector se podía identificar.* Arcas temáticas muy definidas que posibilitaban a los lectores convertirse en seguidores de determinados

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asuntos.* Según Timerman, se adaptaba una costumbre del periodismo inglés que desarrolló para con el lector el trato

de Su periodista estuvo», Su periodista preguntó». En esa línea se les solicitaba a los cronistas del diario que cuando elaboraran sus cuestionarios pensaran que podía haber tanto un lector fascista como otro comunista.

* Se enrola en un modelo de periodismo europeo con fuerte carga en el análisis y en la crítica culturales y que pone énfasis en secciones como Política Nacional” y Política Internacional”.

La Opinión culturalLeer hoy nuevamente el suplemento cultural que La Opinión sacaba cada domingo es toda una experiencia.

Primero porque inevitablemente remite a la situación de cambio social que se vivía, a la cantidad de preguntas que aún de un modo caótico se formulaba la sociedad, a las dudas, las aspiraciones, los rechazos e incluso la violencia. De diseño sobrio, sus páginas plenas de texto presentadas sin complejo alguno corroboraban la idea de que aquel era un suplemento para leer. En la tapa, invariablemente, una interpretación magistral de Sábat; en la contratapa, con mucha frecuencia, uno o más poemas, lo que evidenciaba la presencia de un poeta -Juan Gelman- a la cabeza de la edición. Aquel suplemento no era el reino de la literatura: incluía temas históricos, a través de la revisión de mitos populares Castro, Torrijos, el Che Guevara o Eva Perón, poesía, psicoanálisis, pero también los nuevos espacios de la cultura de masas historietas, rock, música, análisis de ídolos del cine o del deporte. Allí era posible encontrar un profundo trabajo de Eduardo Romano sobre el radioteatro, de Osvaldo Soriano sobre Gatica o una maravillosa historia de vida investigada por Julio Ardiles Gray. 0 números íntegramente dedicados a un solo personaje: García Lorca, Bertolt Brecht, Julio de Caro.

Hombre mirando al tirajeSegún datos del Instituto Verificador de Circulaciones (IVC), de las cinco revistas de mayor venta en 1972 tres

eran del género infantil: Anteojito, Locuras de Isidoro y Billiken, y todas superaban los 200.000 ejemplares. En ese nivel estaban Gente y Nocturno, de fotonovelas. De 43 revistas que integraban la lista de las más vendidas, un 80 por ciento estaba integrado por publicaciones de entretenimiento. El semanario político de mayor circulación era Panorama, que vendía 19.235 ejemplares por edición.

El caso WatergateDesde el Washington Post, los norteamericanos Bob Woodward y Carl Bernstein pasaron a la historia (al menos

la del periodismo) en 1972 y probaron que una investigación periodística ejemplar podía ser tan revulsiva como una campaña política. Este episodio fue mirado con enorme admiración en la Argentina porque demostró hasta dónde podía llegar un trabajo realizado en máxima libertad y porque sus consecuencias -la generación de un impresionante escándalo social y político y la posterior remoción de Nixon, presidente de una de las grandes potencias del mundo-, jamás habían sido previstas. Para llevarla adelante hicieron falta periodistas muy valientes y decididos, una empresa dispuesta a acompañarlos hasta las últimas consecuencias y un sentido elogiable de desafío al poder. E incluso, como ironizó un periodista local de aquella época, teléfonos que anduvieran bien, porque buena parte de las conversaciones los periodistas las registraron desde la redacción. Unos años después de la famosa investigación el periodista Oscar Raúl Cardoso conoció en los Estados Unidos a Bob Woodward. En un momento salió el recuerdo de aquel trabajo y Cardoso se sorprendió con la respuesta del norteamericano: “No te engañes. Creo que hemos abusado y en algún momento lo pagamos con la ira de la gente. Fijáte que a fines de los años 70 las encuestas de credibilidad colocaban al periodismo en los lugares más bajos”.

Fusiones y negociosSegún recuerda Sergio Dellachá, en 1972 se concretan algunos cruces societarios que tendrán fuerte influencia

posterior. Fabril Financiera y Celulosa Argentina le compran a Julio Korn el 95 por ciento de las acciones de su editorial. Korn retiene el 5 por ciento restante y continúa ejerciendo la presidencia de la empresa, que en ese momento editaba siete millones de ejemplares mensuales de Radiolandia, Antena, TV Guía, Goles, Vosotras, Labores, Anteojito (en sociedad con García Ferré) y Chabela. Por su parte, Rizzoli, de Mílán, había establecido sociedad con editorial Abril, en principio para desarrollar el negocio de los fascículos y libros a través de las empresas Anesa, Norildis y Huemul. Todo ese paquete se integra en un nuevo rótulo social, Celulosa Rizzoli Empresas Asociadas (CREA). En 1977 se agregarían las revistas de Abril y la sociedad pasaría a ser la mayor editora de revistas, con más de treinta títulos.

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Sergio Dellachá, que durante años fue presidente del nuevo grupo, descubrió en un viaje por Italia una idea que luego aplicó en Anteojito. Había visto una revista que regalaba útiles infantiles. “Al regresar habló con García Ferré y decidimos hacer algo parecido. Ponerle algo de regalo en cada número, un extra que en la jerga se le empezó a llamar ‘pifusío’, término difundido en el ambiente publicitario y que denomina a todo objeto difícil de definir. De entrada, la revista pasó de una venta de 100.000 ejemplares al doble. Y llegó un momento en que tuvimos que formar una cooperativa de sesenta o setenta mujeres que se dedicaban únicamente a pegar los regalos en la tapa”, cuenta Dellachá.

“Con esta misma mano derecha con que hoy pongo en funcionamiento esta rotativa, antes de diez días firmaré el decreto autorizando y disponiendo la radicación de las maquinarias que permitan la fabricación de papel en gran escala”, dijo el presidente Alejandro Lanusse en setiembre de 1972 ante una multitud. Esto ocurría como parte de los actos de lanzamiento de la empresa Papel Prensa, en preparación hacía cinco años. En los talleres de Clarín, César Civita, como parte integrante de la sociedad, y Ernestina Herrera, viuda de Noble, apretaron el botón de la rotativa que pondría a prueba la calidad de las bobinas de papel hecho de sauces y álamos del Delta argentino y manufacturado en Finlandia. Con ese papel se elaboró un suplemento de 16 páginas titulado Papel argentino para los diarios argentinos”. Papel Prensa debería producir 105.600 toneladas anuales de papel, con lo que el país evitaría perder los 130.000 dólares diarios que se derramaban por la importación de este insumo.

Clarín y el desarrollismoRoberto Noble había muerto en 1969. En vida, el fundador y director de Clarín había comulgado con el ideario

desarrollista Y en ese sentido la relación con el grupo político de Rogelio Frigerio tenía muchos años. Ya con Ernestina Herrera al frente de la empresa, el ingreso y la influencia desarrollista se formalizan y dejan de ser un secreto a voces. Quien primero había puesto el pie era el jefe de redacción Oscar Camilión y en esos años se integraron Octavio Frigerio y Carlos Zafore. Tres jóvenes militantes del desarrollismo de la ciudad de La Plata y amigos entre sí -Aranda, Pagliaro y Magneto- se integran al área administrativa del diario. Los cambios políticos se reflejan en la redacción. Renuncian Osvaldo Bayer, Vicente Andrich y Jorge Cayo, y crecen las responsabilidades de Oscar García Rey, Eduardo Durruty y de Marcos Cvtrynblum, a quien le ofrecen la prosecretaría general del matutino y de ese modo inicia una larga y exitosa carrera. El acuerdo con el desarrollismo coincide con el crecimiento del diario y su transformación en una de las empresas más poderosas del país.

Lindo fin de semana “El fin de semana ya no es un lujo, sino una necesidad. Todos necesitan tomarse un respiro. El weekend que

antes fue exclusivo de los sajones ya está ampliamente consagrado aquí”, decía la carta de presentación de la nueva revista Week End, dedicada al camping, al miniturismo, la caza, la pesca, la náutica, las armas, la flora, la fauna. El editor es un linotipista formado con los salesianos del Don Bosco y que en 1948, con un crédito del Banco Hipotecario, compró su primera linotipo, en la que imprimió, entre otras cosas, revistas de clubes de fútbol, como El Ciclón. Casi un cuarto de siglo después, Alberto Fontevecchia y su hijo Jorge (que a los 5 años jugaba a las escondidas entre las impresoras) son los propietarios de los talleres de fotocomposición más modernos del país, y de la editorial Perfil. Week End (cuya redacción encabezaban Manuel Díaz Guerra y Rubén Torres) cumplió un doble propósito para Fontevecchia padre: se dio un gusto personal como aficionado a los deportes al aire libre y recorrió el país entero muchas veces, buscando y descubriendo nuevos espacios de recreación.

Retorno de las mayoríasEl 17 de noviembre de 1972 retornó al país, tras diecisiete años de exilio, Juan Domingo Perón. Dos días antes,

con una tapa titulada “El país no admitirá retorno sin pueblo”, apareció, con una tirada de 80.000 ejemplares, el diario peronista Mayoría.

Los hermanos Tulio y Bruno Jacovella estaban al frente de este órgano que se definía como “representativo del pensamiento nacional y peronista más ortodoxo”, pero quedaba claro que más que para agitar las posiciones del tercerismo el diario salía a pelear posiciones con la vista puesta en las elecciones presidenciales que se realizarían seis meses después.

Hechos y protagonistasEl lunes 28 de agosto de 1972, una comisión policial secuestró el número 500 de la revista Primera Plana. Y el

16 de setiembre, luego de la aparición de la edición 502, el gobierno de Lanusse dispuso su clausura definitiva. En

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el considerando, el texto advertía que era una revista que “mantiene una actitud contumaz en su información, opiniones e imágenes por los cuales incita abiertamente a la subversión y se deforman hechos con el inocultable propósito de desprestigiar al gobierno y a las instituciones nacionales utilizando expresiones atentatorias contra la cultura argentina”. A Primera Plana le sucede Cuarto Plano, todavía financiada por Jorge Antonio.

Sátira de la realidadCuando en noviembre de 1972 apareció Satiricón estaban en el mercado Patoruzú y Tía Vicenta, y en Córdoba

deslumbraba Hortensia, dirigida por Alberto Cognini. A la manera de publicaciones extranjeras como National Lampoon, Bang, Pardon o Mad, la revista criticaba la realidad desde el humor. “El primer número fue una especie de Patoruzú mejorado. No teníamos idea de lo que íbamos a hacer. Descubrimos a Ulanovsky a través de sus notas en La Opinión. El acercó a Mario Mactas. Así se fue armando el equipo”, cuenta Andrés Cascioli, uno de los socios de la publicación junto a Oskar Blotta, Pedro Ferrantelli y Carlos Blotta. Todas las circunstancias del origen fueron insólitas. La redacción funcionaba en una agencia de publicidad, porque sus editores eran creativos publicitarios. Los coordinadores de la redacción -Carlos Ulanovsky y Mario Mactas- no provenían del humor sino del periodismo general. Dos chicas que en pocos números se convertirían en personajes de la publicación -Viviana Gómez y Alicia Galloti- se habían acercado a la revista respondiendo a una solicitud de secretaria, pero en la lectura de sus currícula Oskar Blotta advirtió que tenían condiciones para otras cosas. Y no se equivocó. Al poco tiempo se casó con Viviana Gómez, quien manejaba con talento las cartas de lectores, mientras Galloti crecía como símbolo de periodista agresiva y desprejuiciada.

Somos iconoclastas”, se sostiene en el número 3. Esa palabra griega, acuñada por los heréticos del siglo VIII y que ninguno de los que hacía la revista conocía profundamente, alude al rompimiento de las imágenes y a la falta de respeto hacia los valores tradicionales. El primer número tiró 40.000 ejemplares y vendió la mitad, pero desde el segundo y en especial desde el quinto, cuando se publicó una excelente entrevista de Alicia Galloti a Oscar Bonavena, la revista creció y creció hasta alcanzar los 250.000 ejemplares de venta dos años después.

Satiricón se distinguió como una revista sin límites, que se reía de todo y que a veces hacía un ejercicio legal de la crueldad. “Nunca antes se había construido una publicación que fuera una mezcla tan atractiva de información y pensamiento, con el valor agregado del humor. En conjunto, los escritos de Satiricón constituyen una ensayística muy representativa de los años 70”, dijo en 1996 Mario Mactas acerca del mensuario que reunió los talentos de Carlos Trillo y Alejandro Dolina, Jorge Guinzburg y Carlos Abrevaya, Crist y Fontanarrosa, Alicia Galloti, Ricardo Parrota, Dante Panzeri y muchos más. por encima de todos ellos, manejando los hilos del sarcasmo y de la ir-reverencia, ese genio menor que fue Oskar Blotta, a quien -al revés de lo habitual- sus redactores eran los encargados de ponerle límites. Mactas, que también había trabajado en Gente, cree advertir tras la aparente antinomia entre el semanario de Atlántida y Satiricón, un nudo de unión. Cada una, a su modo, cambia el idioma y la manera de hacer periodismo en la Argentina. Y ambas tienen algo en común: se liberan de lo ‘políticamente correcto’, de lo que había que hacer y decir y cómo decirlo en cada etapa. En Gente se privilegiaba la belleza, incluso por sobre la verdad, y se colocaba a los periodistas en un rol protagónico intenso. En Satiricón recuerdo haber escrito series de notas alrededor de las ideas ‘Córtese a pensar’ y ‘Contra toda forma de opresión’, que me parecieron novedosas y distintas a lo que se decía y se pensaba en la época, casos de ensayística periodística.”

Los creadoresOskar Blotta, director de Satiricón y creador del muñeco identificatorio, opinó que una revista tiene coherencia

e incoherencia, grandeza y bajeza, risas y lágrimas, de todo un estilo de vida como el argentino. Nosotros siempre pensamos que era una revista que comenzaba donde las otras terminaban”. Acorde con la idea de que la “única y gran estrella es la revista”, intentó crear una especie de grupo de pertenencia al que denominaba “círculo hermético”.

En setiembre de 1971 Jorge Guinzburg y Carlos Abrevaya eran los libretistas de Vinocheando”, que se emitía por Radio Rivadavia, y autores de frases como: “La diferencia entre el hombre y los objetos es una cuestión de perspectivas. Mientras los objetos se achican vistos de lejos, los hombres se empequeñecen vistos de cerca”. Con este y otros materiales fueron a ver al director de la revista satírica española La Codorniz, Alvaro de la Iglesia, de paso por Buenos Aires, para ofrecerse como colaboradores. Cuando en 1972 apareció Satiricón, Guinzburg y Abrevaya con esos mismos materiales se convirtieron en notorios colaboradores de la publicación.

En 1996 Guinzburg rescata el valor de la revista, pero puntualiza lo que dejó para siempre y lo que no volvería a hacer. “Es un producto que rompe el molde, porque después de Satiricón nada deja de tener anclajes con la

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realidad. Valorizó el humor para hacer periodismo y modificó la forma de hacer reportajes. Y así como fue muy transgresora, tenía muy presente una característica muy violenta, de la época. Si algo molestaba o un personaje nos resultaba adverso, lo demolíamos, sin posibilidad de rescatar nada. Seguro, nada lo escribiríamos igual hoy”, reflexiona Guinzburg.

Trelew, con pasiónEn su edición del 15 al 22 de agosto de 1972, el semanario Panorama cubre una serie de hechos graves y

sangrientos iniciados en la cárcel de Rawson. Se había comprobado la fuga de treinta guerrilleros que luego coparon el aeropuerto de Trelew; seis de ellos se fugaron a Chile en un avión de línea y los restantes se entregaron a oficiales de la base naval Almirante Zar y quedaron detenidos. Con la información recogida por enviados especiales, tenían lo que podía considerarse una muy aceptable cobertura, pero después del cierre y a horas apenas de que la revista arribara a los kioscos, llegó del Sur una noticia tremenda: en un presunto intento de fuga, reprimido por los militares de la base, dieciséis guerrilleros habían muerto y tres quedaron heridos. ‘, En ese momento le pido a Jorge Lozano, secretario de redacción, que entreviste al almirante Hermes Quijada, en tanto yo arreglo una cita a las siete de la mañana con Edgardo Sajón, secretario de Prensa de Lanusse, quien me confirma que Lanusse está que trina con los maringotes que otra vez le hicieron una de las suyas”, recuerda en 1996 Tomás Eloy Martínez. Finalmente, se atrasó la salida de la revista y Martínez escribió un recuadro titulado “La sangre de los argentinos”, en el que decía que, adoptando los mismos métodos que dicen reprobar, los marinos acababan de condenar a la Argentina a largos días de sangre. “Esto -se lamenta Martínez- fue una especie de profecía.” El texto fue el último que suscribió como director del semanario, ya que la editorial, presionada por la Marina, forzó su desplazamiento. Alejado de la dirección, Martínez viajó repetidamente a Trelew para obtener nuevos datos sobre el episodio ocurrido el 22 de agosto. Con el resultado de esa investigación escribió su libro La pasión según Trelew.

Life sin vidaCreada por Henry Luce antes de que la televisión ocupara muchas mentes, la revista norteamericana Life

representaba una auténtica ventana al mundo sintetizada en un verdadero alarde gráfico. La publicación desarrolló estilos como el fotorreportaje, la fotoensayo, la fotografía científica’y dio cuenta, a puro retrato, de todo lo interesante, lo espectacular, lo insólito, lo brillante de sociedades que avanzaban cada vez más hacia lo moderno y lo masivo, aunque sin ocultar la oscuridad de mundos salvajes, violentos y turbios. En Life estuvieron presentes la guerra y la paz, el odio y el amor, las alegrías y las crisis, las personas y los animales, el cielo y la tierra. El verdadero final para la publicación empezó cuando la televisión en colores comenzó a ofrecer nuevas, distintas posibilidades de mostrar. En 1972 Life, una revista ejemplar, deja de aparecer.

Peligros sin finEn la Argentina se acercaban momentos muy difíciles tanto para las empresas periodísticas como -y en especial-

para los mismos periodistas, que debían manejarse en un tiempo de verdades absolutas, sin contrastes. El 25 de mayo de 1973, luego de ocupar su cargo durante veinticinco meses, el general Alejandro Lanusse coloca la banda presidencial a Héctor José Cámpora, votado por la mayoría en elecciones libres. El pachuli y la marihuana - las fragancias del nuevo milenio"- cedieron su lugar a un aroma indeseable: el de pólvora. La búsqueda del orgasmo múltiple y de la felicidad compartida se suplantaría por otras metas: las de la revolución universal. Salvo las publicaciones tradicionales y centenarias, los diarios y revistas más jóvenes de aquella época -escribió Pablo Sirvén en la revista Redacción en 1988- no trepidaban en utilizar un lenguaje más audaz, comprometido y hasta brutal, con innegables cargas ideológicas.”

Justamente Redacción, de Hugo Gambini, es una de las numerosas publicaciones que aparecen en esos movidos y dramáticos días de 1973, en donde a apenas 49 días de asumir, Héctor José Cámpora y su vicepresidente, Vicente Solano Lima, tuvieron que abandonar el poder ganado en elecciones. Raúl Lastiri ejerció un interinato en el que tuvo, incluso, tiempo de prohibirles por decreto a las agencias noticiosas internacionales con sede en el país que distribuyeran información local a más de cincuenta medios del interior. Detrás del aluvión de los siete millones de votos que respaldaron democráticamente al viejo general Perón y a su esposa se agazapaban la muelle, la política de aniquilamiento a la subversión, la guerrilla peronista, la guerrilla de izquierda, la Triple A y mucho más.

Cuadro de situaciónEn aquella excelente crónica, Sirvén enumeraba algo de lo más importante que sucedía por aquellos tiempos:

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1 .Las organizaciones terroristas de izquierda y de derecha tenían en la calle sus propias publicaciones. Tras El Mundo estaba el Ejército Revolucionario del Pueblo; Noticias, Descamisados y La Causa Peronista respondían a Montoneros. Cabildo avalaba las posiciones de la ultraderecha y la Triple A sostenía El Caudillo.

2. Las revistas de actualidad como Gente o Siete Días pasaban por un buen momento, aun comenzaba una tendencia que terminaría por corroerlas: el “arrevistamiento”, es decir, la mimetización de los diarios con las revistas.

3. La Opinión dominaba la escena diaria, no tanto por su tirada sino por su penetración en ciertos sectores.

DesdichasEl 2 de junio de 1973, Jacobo Timerman denunció en una solicitada aparecida en La Nación “una maniobra

tendiente a alcanzar los incidentes necesarios para expropiar o cooperativizar el diario La Opinión”, que no salía desde el 31 de mayo. En otra solicitada, el personal negó tales maniobras. Antes de la reaparición pública del matutino, la empresa relevó de sus funciones a ocho empleados, casi todos notorios periodistas. La paz entre Timerman y su gente se había roto, como cuando un año antes el personal había salido en defensa de Horacio Verbitsky, desplazado de la jefatura de una redacción muy politizada. En la tapa del diario del 11 de marzo de 1973, día de elecciones generales, el diario informaba acerca del resultado de las elecciones internas. Sobre 78 votantes, Héctor Cámpora resultó el más votado con 45 sufragios, seguido por Oscar Alende con 12 y Ricardo Balbín con 4. Se trataba de una sinceridad poco frecuente en el periodismo argentino.

En 1973, antes de la llegada del periodismo al poder, Héctor Ricardo García era propietario de un verdadero multimedia. Tenía en sus manos Crónica, Así, Canal 11, Radio Colonia -del Uruguay-, dos teatros, una grabadora de discos y una productora de estrellas. Protagonista de una cadena de desgracias, entre 1973 y 1975 le ponen bombas en sus teatros, Así deja de aparecer, Radio Colonia sufre un grave boicot de anunciantes, la Triple A a punta de pistola lo despoja de Canal 11 y en varias ocasiones el gobierno de Isabel le confisca Crónica como si esto fuera poco, el 8 de marzo de 1973 una fracción del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) lo secuestra a él durante catorce horas para obligar a Crónica a difundir un comunicado que salió en la quinta edición de ese día pero que ya no pudo salir en la sexta, porque el gobierno lo impidió.

En setiembre de 1973 el ERP 22 de Agosto secuestró al apoderado general de Clarín, doctor Bernardo Sofovich, y puso como exigencia de liberación, además de un pago en efectivo, la publicación de tres solicitadas, cosa a la que la empresa accedió en la edición del martes 11.

El gobierno decidió actuar en contra de aquellos medios que aceptaran “imposiciones” de la guerrilla. “Aceptar una publicación de esa índole invocando coerción y amenazas importa el procedimiento de participar y complicarse en la acción subversiva”, explicaron. Ya liberado Sofovich y en momentos en que ofrecía una conferencia de prensa en el diario, unos treinta civiles armados entraron por la puerta de la calle Piedras con armas y bombas incendiarias que provocaron un par de heridos graves, además de daños en el edificio. Al referirse al hecho, Perón le echó toda la culpa al diario: “Quien procede mal suele sucumbir en su propio mal procedimiento. Clarín actuó mal y alguien, que se sintió herido, le respondió con otro mal procedimiento. Clarín fue cómplice de los secuestradores, ya que tendría que haber dado parte a la policía”.

Un testigoPara que no se filtrara que Clarín iba a publicar los comunicados del ERP 22, se montó un estricto operativo

adentro del diario. La publicación, que se hizo por una cuestión de vida o muerte, suscita una violenta crítica de Perón y un ataque de matones vinculados a sectores sindicales. Ellos se equivocaron, porque en lugar de ingresar por la entrada de la calle Tacuarí para atacar las rotativas como era su intención, trataron de entrar por Piedras. Justo en ese momento el patrullero de una comisaría que no era la del barrio pasó por allí, vio lo que estaba pasando, se bajó un oficial armado, dio la voz de alto y como respuesta un balazo le voló la gorra. El policía dispara y hiere en una pierna a uno de los atacantes. Antes de que se lo llevaran se le escuchó decir: ‘Estoy vivo, estoy vivo, avísenle a Rucci y a Lorenzo Miguel que estoy vivo’. Nunca se pudo saber dónde lo habían internado y mucho menos su nombre”, explicó en 1996 Marcos Cytrynblum, prosecretario de redacción de Clarín.

El Mundo y NoticiasEn Todo o nada, su libro sobre el ERP y Santucho, la periodista María Seoane cuenta la historia de la segunda

época de El Mundo, de agosto de 1973 a marzo de 1974. A través de testaferros allegados al Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) habían adquirido los derechos de la prestigiosa marca creada por la

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editorial Haynes y los de su archivo de datos y fotografías. El diario empezó dirigiéndolo el abogado Luis Cerutti Costa, posteriormente reemplazado por otro abogado, Manuel Gaggero. De acuerdo con las estimaciones de Seoane, llegó a vender 100.000 ejemplares. “En 1973, cuando decide sacar Noticias, Montoneros era en términos políticos e ideológicos una federación en la que confluían múltiples sectores. Entonces un diario era un vehículo muy importante para darle a la gente una línea inmediata. Ya existía otro medio de masas, la revista Descamisados, que tiraba 90.000 ejemplares. La intención de la organización era conducir a través del diario 11, explica Miguel Bonasso, que en 1973 había sido jefe de prensa del Frente Justicialista de Liberación (Frejuli) que llevó al peronismo al poder. El diario Noticias apareció el 20 de noviembre de 1973 y fue clausurado en agosto del ‘74.

AvataresNinguno de los dos periódicos reconoció públicamente su adscripción a las organizaciones armadas. Inclusos

sus directorios y redacciones estaban constituidas por personas que no pertenecían a ellas. En su breve vida, ambos padecieron vicisitudes muy similares:

* Secuestro de ediciones.* Detenciones, agresiones y muerte de sus periodistas.* Persecución e intimidación a su personal.* Graves atentados con bombas.* Clausuras temporales.* Restricciones conspirativas en la provisión de papel.* Boicot de los operarios gráficos en las imprentas.* La necesidad de cambiar de imprenta con mucha frecuencia.* Los dos fueron finalmente clausurados mediante un decreto.

Algunos casosEl presidente Perón ofrecía una conferencia de prensa y los periodistas se turnaban con preguntas tranquilas.

Hasta que alguien osó molestar al estadista con una consulta sobre los grupos parapoliciales. Perón se irritó tanto que, de un modo ampuloso, condenó sin juicio a la autora de la pregunta, la periodista Ana Guzetti, entregándola virtualmente a las fauces de la ultraderecha. Estuvo presa sólo por hacer una pregunta, resultó enjuiciada y durante años aquella simple necesidad de saber le trastornó la vida, porque sufrió injurias e intimidaciones.

La clausura de Noticias revela otro caso patético de persecución. El procedimiento, en la redacción de la calle Piedras al 700, fue encabezado por el propio jefe de policía, el comisario Alberto Villar. Recuerda Miguel Bonasso que Villar entró pisando fuerte y a los insultos, preguntando casi obsesivamente, a los gritos:

“¿Cuál es el escritorio de Rodolfo Walsh?”.

ElogiosEl diseño que Oscar Smoje había logrado para Noticias es unánimemente reconocido, así como las virtudes de

su sección deportiva y los reiterados aciertos de sus tomas fotográficas, de las que en 1996 Miguel Bonasso recuerda por lo menos dos: “Aquella foto que demostraba el vacío que queda en la Plaza de Mayo en el acto del lo de mayo de 1974 en el que Perón se enoja ante los reclamos montoneros y los echa de la plaza. La secuencia que prueba el origen policial de los disparos que matan al dirigente villero Chejolán, en una movilización frente al Ministerio de Bienestar Social”. Para Patricia Walsh uno de los grandes desafíos del diario fue que su padre, Rodolfo Walsh, tuviera a cargo la sección Policiales”, en donde colaboraban ella y la periodista Alicia Barrios. “Se cuidaba de no calificar y de hacer crónicas con una concepción más política e ideológica”, afirma. ‘Yo no tengo para nada la idea de haber trabajado en un diario montonero, a pesar de que sepa que fue así. Lo era desde lo financiero o desde la conducción política, pero en modo alguno lo era en la necesidad de trabajar atado a una línea política previa”, afirma Walsh.

Piratas aéreosOcurrió el 4 de julio de 1973. Por primera vez en la no tan dilatada historia de la piratería aérea, dos periodistas

tuvieron oportunidad de seguir paso a paso el secuestro de un avión de línea. El redactor Roberto Vacca y el fotógrafo Rodolfo Lo Bianco, del semanario Siete Días, estaban a bordo de un Boeing 737 de Aerolíneas Argentinas con destino a Jujuy. Eran dos más entre los 74 pasajeros y seis tripulantes. Iban a Jujuy para ponerse en contacto con una de las caras del espanto argentino: viajaban a la provincia con más alto índice de mortalidad

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infantil. Pero, una vez más, la casualidad les demostró que el periodismo es el oficio menos rutinario del mundo. Apenas se había iniciado la travesía vieron que un muchacho vestido con un poncho se ponía de pie y en la parte delantera del avión sacaba un arma larga de dos caños recortados (que muchas horas... más tarde se sabría que no funcionaba) y anunciaba el secuestro de la máquina. Bastante después se enteraron que se trataba de un tal Basilio José Mazor, identificado como “El Comandante Ciro”, del Ejército Revolucionario del Pueblo. Exigía que Aerolíneas entregara dinero al Hospital de Niños y a la Comisión de Lucha contra el Mal de los Rastrojos (afirmó que un hijo suyo de cinco años había muerto de esa enfermedad) y aseguró que en una escala próxima el guerrillero Santucho se sumaría al pasaje. Tras sucesivas escalas (Córdoba, Mendoza, Santiago de Chile, Panamá), el avión arribó a La Habana. Vacea y Lo Bianco siguieron los movimientos del modesto empleado estatal de Pergamino que llegó a La Habana y se entregó detenido a un oficial cubano. Y en números sucesivos les contaron la aventura a los lectores de Siete Días. Luego de más de cien horas de vuelo, retornaron a la Argentina, y en su redacción fueron recibidos casi como héroes.

Jaque y FirpoNorberto Firpo fue durante años director de Siete Días y como tal fue el forjador de una serie de jóvenes que

hoy ocupan importantes puestos: Pablo Ananía, Daniel Tiner, Mempo Giardinelli, José Tchercaski, Andrés Oppenheimer, Juan Carlos Porras, Alberto Angeletti, Alberto Agostinelli, Daniel Kon, Otelo Borroni, Roberto Vacca y Sergio Sinay. Pero de lo que más se acuerda Firpo es de los campeonatos de ajedrez en donde todos se trenzaban contra todos y ponían tanto empeño y talento como para hacer una nota. De esos torneos persiste más de una historia negra, pero hay una que Firpo desmiente: que siempre fuera él quien terminara al frente de la tabla. “Eso es mentira, porque había muchachos que jugaban muy bien”, dice en 1996.

MuchachosA los 22 años, luego de ser un exitoso vendedor de máquinas viales, Daniel Tiner ingresó en la redacción de

Siete Días para hacerse un camino en el periodismo. Allí se deslumbró con redactores como José María Jaunarena o Abel González, que con cuatro fotos y con su propia cultura eran capaces de llenar varias páginas. Desde entonces, cuando su amigo Mario Bohoslavsky (muerto en 1995 en Barcelona) le abrió las puertas de aquella redacción, hasta hoy Daniel Tiner recorrió parte de una trayectoria que recuerda entrañablemente. En aquella Siete Días de la década del 70 los redactores coincidían en que era mucho el tiempo que pasaban allí y que, consecuentemente, debían sentirse lo mejor posible. En ese acuerdo nacieron los campeonatos de ajedrez. “Llegó a discutirse en asamblea si era sindicalmente correcto o no convertir al trabajo en un club. Los grandes medios tuvieron siempre algo de club, de reunión social. Eso hacía crecer la pertenencia, y ahora eso lamentablemente se perdió”, acota Tiner.

Nace RedacciónCon la indemnización que había obtenido al irse de La Opinión, algunos créditos amistosos y unas oficinas

prestadas, secundado por su esposa -la abogada y periodista Emiliana López Saavedra- y el periodista Carlos Russo, Hugo Gambini lanza en marzo del ‘73 el mensuario Redacción. “Se venía la apertura del ‘73, se venían las elecciones: yo dije ‘hagamos una revista política’. Fue un boom desde el primer número, porque le metí el código electoral y los fiscales y presidentes de mesa compraban de a diez ejemplares. Se volvía a votar y la gente estaba como olvidada de esas prácticas. También saqué las plataformas de cada uno de los partidos y la gente se sorprendió como diciendo, ah, cierto que las plataformas existen y los ciudadanos podemos controlarlas”, recuerda Hugo Gambini. Pablo Sirvén, que fue durante varios años jefe de redacción de la revista, se suma a la evocación. “Nace llevando en sus genes a la Primera Plana de los años 60, impone un estilo propio, polémico, atractivo, que le depara un éxito inicial grande. Después se comercializó un poco.” “En un principio”, afirma Sirvén-, Redacción aprovechó bien la alta temperatura política que se vivía.”

En esos días el semanario Panorama, que había titulado “Llega el gobierno de la liberación” cuando asumió Cámpora, explicaba con mayor cautela el desplazamiento del presidente a menos de cincuenta días de su asunción. Tal vez por eso una de las tapas reunía a Balbín y Perón, como líderes de los dos partidos mayoritarios: una expresión de deseos o el señalamiento de un camino de unidad que, al menos en esos años, no se concretaría. La redacción de Panorama era hiperpolitizada y, entre otros, trabajaban José María Pasquini Durán en “Política”, Jorge Couselo, Aída Bortnik, Ana Basualdo y Jorge Lebedev en “Cultura” y “Vida Cotidiana”, Ernesto Ekaizer en “Economía”, Pablo Piacentini en Internacionales” y Martín Yriart en “Ciencia y Técnica.

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Crisis con KLa revista Crisis apareció en mayo de 1973, pero había empezado a gestarse algunos años antes. Federico

Vógehus, un empresario inteligente y progresista, muy poderoso, había hecho toda una carrera en Bunge & Born. Gran coleccionista de documentos históricos y de pintura rioplatense (en especial antigua), especializado en la vida y obra de Figari, siempre había estado cerca de la cultura y de los artistas. En una ocasión, acusado de falsificar cuadros de Figari, fue preso y muchas conocidas figuras de la cultura se movilizaron para reclamar su libertad. Al quedar libre, Vogelius pasó a saludar a uno por uno a los que habían pedido por él, entre otros a Ernesto Sabato. Cuando Vogelius le preguntó cómo podía retribuir su solidaridad, Sabato le sugirió que sacara una revista cultural. Vogelius no lo dejó en promesa y puso en marcha el proyecto encomendándole a un grupo de notables -como José Luis Romero, Ernesto Epstein, Jorge Romero Brest y el propio Sabato- la elaboración del perfil definitivo de la publicación. Como la concreción de la línea se dilataba en conversaciones demasiado extensas, Ernesto Sabato acercó al grupo a Julia Chiquita» Constenla, una periodista que venía de Gente, para que le diera mayor dinamismo y ejecutividad a los pensamientos de los intelectuales. “Ernesto quería ponerle Krisis, con 'K’, nombre que fue desechado. Pero ya Crisis estaba registrado, por eso la revista se llamó Ideas, Artes y Letras en los Tiempos de Crisis”, evoca Constenla. Para directores hubo dos candidatos. Juan Gelman, que en ese momento dirigía el suplemento cultural de La Opinión y se prefirió no tocarlo de ahí, y Eduardo Galeano, finalmente el elegido, a quien se trajo del Uruguay”, agrega Constenla, que durante doce números ocupó la secretaría de redacción.

Galeano reunía una rica experiencia rioplatense en materia de revistas culturales, militantes de la izquierda nacional. El autor de Las venas abiertas de América latina (a la cabeza de la lista de best-sellers en el momento de aparecer Crisis) había sido secretario de redacción del semanario Marcha, de Montevideo’ entre 1961 y 1964. “La de Crisis fue una experiencia que sacudió el árbol -le explicó Galeano a Mona Moncalvillo en una entrevista-. Desafió las concepciones tradicionales de lo que debía ser una revista cultural y apareció en un período de alta euforia en donde todo el mundo era capaz de la creación. A mí me irrita mucho cuando se lo pretende reducir al puro terrorismo, eso no es verdad. Crisis fue expresión de esa creatividad. Crisis hizo por primera vez cultura popular: recogió las voces de los locos, de los niños, de los obreros, de los enfermos, de los indios, de los gauchos.”

TrayectoriaEl primer número se agotó y hubo que reimprimirlo. Personalidades como Osvaldo Bayer, Raimundo Ongaro, el

padre Mujica y Liliana Heker respondían una encuesta sobre El libro de Manuel, de Julio Cortázar. En los distintos artículos había nombres y temas que presagiaban los distintos cruces culturales que la revista alentaría y tendría en cuenta para exámenes y debates futuros: Lenin, Perón, Guímaraes Rosa, Manuel Rojas, Alberto Girri, Freud, folklore, psicoanálisis, indígenas y la historia como disparador permanente de enseñanzas y reflexiones. En los siguientes números salen secciones originales como análisis comparativos de productos; las extraordinarias entrevistas antropológicas de María Ester Gillio y las de personajes realizadas por Ernesto González Bermejo. Deben destacarse los aportes de Herman Mario Cuevas -con sus perfiles notables en la página final, y su deliciosa sección “CarTict"-, y los del humorista Pancho. También en sus detalles gráficos la revista era muy distinta: impresa en sepia sobre papeles de una densidad poco habitual, el diagramador Eduardo Rucio (Sarlanga) elegía para las ilustraciones el desdeñado recurso de la viñetería (se dice que era un gusto de Galeano), de los dibujos antiguos y de detalles amplificados de reproducciones, a lo que se sumaban los magistrales dibujos de Hermenegildo Sábat. Las tapas de Crisis siempre fueron tipográficas y tranquilas, valorizando la exposición del contenido temático de la revista. Lo que cambiaba era el color del cartón en que se imprimía. A partir del número 12 Julia Constenla es reemplazada por Aníbal Ford, quien se suma a Galeano y a Gelman, que, ya alejado de La Opinión, se incorpora a la revista. “Había una división del trabajo -explicó Aníbal Ford-: Galeano supervisaba los artículos del exterior y todo lo que tuviera que ver con narrativa; Gelman se ocupaba de la poesía y de las notas especiales y en mí recaían la ensayística y los ‘Cuadernos especiales’. Bastante más adelante Gelman se aparta, Galeano inicia su exilio y se incorpora el poeta Vicente Zito Lema.

Todo en un CuestionarioEn 1973 el doctor Terragno y su socio Miguel Ángel Diez convencieron a la editorial Peña Lillo para que

financiara la publicación de la revista mensual Cuestionario. Apareció en los kioscos durante el breve mandato de Cámpora (cuyo ascenso la revista alcanzó a saludar porque salió en mayo), lamentó la muerte de Perón en 1974,

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soportó que el gobierno de Isabel y López Rega le quitara los avisos oficiales en 1975 y, ‘76, rechazó la censura previa que los militares sugerían. Terragno cerró la revista Y se exilió, primero en Venezuela y después en Londres. En el número 1, en un ejercicio de transparencia insólito para aquel tiempo, la revista empezaba revelando qué y quiénes estaban detrás de Cuestionario. En sus inicios era un tabloide grande impreso en papel de diario, y contaba con el aporte de un extraordinario gráfico: el cordobés Lorenzo Amengual, que también dibujaba su tira “Historias de Seres Pequeños”. A partir del número 25, su formato pasa a la clásica medida de revistas 20 por 28. “Cuestionario no se achica -advertía la publicidad-; sólo cambia de formato para agrandarse”, y empieza a incluir tapas dibujadas por Andrés Cascioli, que ya se había revelado en Satiricón.

Revisar hoy la colección de Cuestionario permite ponerse en contacto con una revista excelente, verdadera muestra del periodismo para aclarar y no para complicar más las cosas. En el número 2 la revista se preguntaba: “¿Qué es el socialismo nacional?” -en una época en que buena parte de la sociedad le cantaba loas a esa idea-; hacía una revisión amplia de la prensa política del momento y las contratapas eran el espacio en donde Terragno desarrollaba su editorial. Hojeando números atrasados se descubren ideas notables: una crónica de 1958 de Gabriel García Márquez en la que hablaba de cuando Guillermo Kelly se fugó de la cárcel de Río Gallegos disfrazado de mujer. En el número 5, en pleno lopezrreguismo, ofrecen una perla directa del pensamiento del secretario privado de Perón titulada “Nuestra deuda con la vaca”. Son valiosos, y todavía vigentes, los análisis del poder económico en América latina y en la Argentina. En el área cultural, a cargo de Aída Bortnik, se debatía sobre el cine en boga y se generaba una polémica que duraría meses en torno a Roberto Goyeneche. En cualquier caso la revista era una tribuna abierta contra el sectarismo, los dogmatismos y los mesianismos tan presentes en la Argentina de esos días.

Les tocó enfrentar la cruel escalada de violencia y casi un año antes de julio de 1974 publicaron una investigación que empezaba con una pregunta que estaba en la cabeza de casi todos: “¿Y si se muere Perón?”. Después de la publicación un funcionario de la agencia Télam citó al subdirector Miguel Ángel Diez y le acercó el pensamiento oficial al respecto:

“Queremos que sepa que para nosotros, Perón es inmortal”. Diez salió aturdido de la reunión, pero después tuvo tiempo de reflexionar: “Hablar de la salud de Perón era considerado un acto terrorista”.

Contrariando el deseo de aquellos seguidores, Perón se murió y Cuestionario no eludió el tema de la difícil sucesión y lo que se gestaba: la conspiración militar contra el gobierno de Isabel. Por esos días aparecieron más notas de viajes, se hizo frecuente la columna del analista norteamericano Jack Anderson y se agrandó considerablemente la sección cultural.

Enviado especialEn diciembre de 1973, La Opinión envió a Enrique Raab a hacer una serie de notas sobre la realidad cubana.

Raab pasó treinta días en Cuba y al regresar, entre enero y febrero de 1974, publicó sus vivencias y observaciones en ocho crónicas, que en mayo -a favor de la inquietud de Daniel Divinsky, de Ediciones de la Flor- se convirtieron en el libro Cuba, vida cotidiana y revolución (dificilísimo de encontrar hoy en día). En la introducción Raab señala que es mucho lo que le quedó sin contar de su viaje. ‘James Joyce, claro, escribió más de mil páginas inmortales sobre un solo día, el 5 de enero de 1905, vivido en su ciudad de Dublin pero su nivel de investigación, y por supuesto de genio, era otro que el mío. Y el propósito de estas notas nada tiene que ver con la literatura, pero sí con ese trabajo repentista, imperfecto y desprolijo que es el periodismo.” Demasiada humildad la de Raab sus crónicas -tanto las de Cuba como tantas otras que hizo en su vida periodística- son vívidas, ejemplares por lo bien pensadas, planteadas y escritas, repletas de datos todavía vigentes. Estas notas lo sobreviven a él, que lamentablemente es uno de los cien periodistas argentinos desaparecidos durante la dictadura. Al regresar de aquel viaje escribió que Cuba le había transmitido la fe en otra sociedad inminente y la certeza de que un nuevo hombre se está gestando”.

Un largo momento de decadenciaPara Félix Laiño, el “Rodrigazo” (una devaluación del peso que a mediados de 1975 provoca el ministro de

Economía del gobierno de Isabel Perón, Celestino Rodrigo) inicia un largo tramo de decadencia del periodismo escrito. “Por el pánico que esta situación produjo en las empresas y también en la gente, muchos diarios perdieron hasta el 50 por ciento de sus lectores, cantidad que les costó recuperar y que, directamente, algunos no recuperaron.” Marcos Cytryribluín no acuerda del todo con la hipótesis de Laiño y menciona como prueba el camino ascendente que Clarín inicia en 1973. Se empieza a reformular la contratapa, cambio que se termina de expresar en el'75. Prosecretario general de la redacción de Clarín desde aquella fecha, Cytrynbluni observa que los diarios de amplia llegada como La Nación, La Prensa y el mismo Clarín seguían al pie de la letra a las agencias

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noticiosas e invariablemente comenzaban el tratamiento de la información diaria con noticias extranjeras. “Los diarios distintos de la época eran Crónica, netamente Popular, y La Opinión, muy politizado, dirigido a los profesionales”, señala Cytrynbluni. Cuando comenzó con los cambios afirma que lo primero que se planteó fue hacer un diario que, primero, le interesara a él, con más fútbol, policiales y espectáculos. “Además, ya eran los años de la guerrilla, se insinuaba la Triple A y la represión del Estado. ¿Qué sentido tenía hablar de una guerra foránea si acá ya había una guerra?” Un tiempo después, cuando llegaron los militares y clausuraron la actividad política, Cytrynbluin impulsó la idea de que el diario debía ser generador de noticias propias. Y entonces Clarín puso su sello a festivales de cine con visitas extranjeras, partidas magistrales de ajedrez con maestros internacionales, maratones aeróbicas de cobertura exclusiva -que le reportaron enormes réditos-. Cuando él se hizo cargo, el matutino vendía 290.000 ejemplares y superaba por un margen mínimo a La Nación; después de la guerra de Malvinas y hasta el final de la década del 70, Clarín ubicaba 700.000 copias de lunes a viernes.

Según el periodista Alfredo Leuco, fue de Cytryriblum la idea de producir hechos o eventos para transformarlos en grandes notas: campeonatos de ajedrez, de fútbol, festivales de cine, incorporar como columnistas a personajes como Menotti o Pelé. “El se animó a incorporar a la tapa hechos de vida cotidiana o temas de farándula. Todo esto tiene que ver con su estilo personal de muchacho de barrio”, explica Leuco.

Crónica tiene críaPara reemplazar a Crónica, perseguida y clausurada por el gobierno de Isabel, y para proteger a todo el personal,

el 20 de febrero de 1975 García saca Ultima Hora. Tratando de sacar ventaja de esa ausencia del mercado, los editores del diario El Día, de La Plata, deciden relanzar su vespertino El Diario, que, a pesar de su buena presentación gráfica e impresión, tan sólo vendía dos mil ejemplares. Lo transforman en un manuable tabloide, de corte popular y con títulos llamativos, escrito con lenguaje sencillo y casi sin opinión, en un principio planeado para circular en Quilmes, Berazategui y Florencio Varela. Pero es evidente que el vacío de Crónica se hacía sentir, porque en poco tiempo el nuevo Diario Popular (más de la mitad de su contenido se dedicaba al deporte) extendió su alcance al resto del Gran Buenos Aires. Su crecimiento no se detuvo allí y en menos de un año trepó a los 250.000 ejemplares de venta, el 75 por ciento de los cuales se consumían en el conurbano bonaerense. Nunca se sabrá si era porque uno hacía evocar la ausencia del otro o por una picardía, pero en los primeros tiempos muchos canillitas lo voceaban como Crónica y no eran pocos los que se sentían atraídos por el equívoco.

En la calleEn agosto del ‘74, con la idea de hacer un medio en alianza con el Movimiento de Renovación y Cambio (que

posteriormente sería el alfonsinismo), con la intransigencia y algunas otras expresiones independientes, el Partido Comunista (PC) argentino solventó la aparición de La Calle, un diario que nació con muchos conflictos y tuvo corta vida. Según rememora el periodista Isidoro Gilbert, participante de aquel proyecto, lo dirigía la escritora Marta Mercader y Pepe Capdevila se hizo cargo de la sección política uno de cuyos redactores era el hoy dirigente radical y ex diputado Leopoldo Moreau. En la conducción empresaria, junto a figuras estelares del PC como Rubens Iscaro y Pío Besrodnik, estaban el radical Conrado Storani, el líder intransigente Oscar Alende y -Como extrapartidario pero traído por su amigo, el músico Osvaldo Pugliese- el escribano y experto en tangos Natalio Etchegaray. “Tuvimos muchos problemas para ponerlo en marcha -señaló Gilbert-, porque Talleres Alemán, que entonces imprimía La Opinión, nos había prometido atención pero no pudo cumplir debido a una presión en favor del diario de Timerman que hizo el entonces ministro de Economía José Ber Gelbard. Eso atrasó considerablemente la salida, pero nosotros también nos habíamos equivocado, porque antes de concretar el taller ya habíamos tomado a toda la redacción.”

Folletín, divino tesoroEn un bello artículo que quedará en la historia, publicado en el suplemento cultural de La Opinión, en 1974,

Osiris Troiani relató con realismo, humor, ternura y piadosa mirada lo que denominó “La vida dura del periodista”. Tomando como base su propia experiencia profesional, Troiani describe a los periodistas como divertidos e improvisados, pícaros buscadores de oportunidades y talentosos maestros capacitados para escribir sobre cualquier cosa.

“De pronto me descubrieron talento de folletinista. El folletín es una historia por entregas que un galeote de las letras complica con infinidad de episodios laterales, mientras la tirada del diario o de la revista no empiece a descender. Los creadores del género son Eugenio Sué y Ponsor du Terrail; sus continuadores, Dumas y Dickens.

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Aquí tuvimos a Eduardo Gutiérrez (el de Juan Moreira), y Manuel Gálvez practicó esa gimnasia en El Gaucho de los Cenillos. En una ocasión, Carmelo Rizzo Baratta, de la revista Ahora, me propuso que contase mis experiencias como antropófago. El episodio central ocurría en el corazón del África... La gente se aguantaba mis riesgosas peripecias y prolijas descripciones para saber Cómo me hice antropófago, que era el título de la serie... Entre tanto, el público había aprendido sobre África todo lo que se debe saber. Mi canibalismo era real, porque para escribir todo eso me había tragado decenas de libros de viajes y aventuras”, escribe Troiani. Los que trabajaron con él en algún momento de su extensa carrera cuentan que era un lujo estar cerca de alguien que tenía un conocimiento tan profundo de política internacional, pero que además gustaba compartir su rica experiencia en cafés, billares, dados, buena mesa, con buen vino y otras formas del placer y la holganza.

Despedida a PerónA las 13.15 del 1’ de julio de 1974 murió el presidente de la Nación Juan Domingo Perón, que transitaba su

tercera presidencia elegida por el pueblo. Una presencia fuerte y explosiva en la vida argentina que sumaba más de treinta años e incluía su exilio en España durante dieciocho temporadas.

Desde varios días antes, Noticias -según señaló Miguel Bonasso, en aquel entonces su director- fue señalando “todas las incoherencias y contradicciones de la información oficial”. En su edición del 27 de junio registró que el cable 124 de la agencia Télam anticipaba el regreso de la vicepresidenta Isabel Perón para el martes siguiente, en tanto más adelante el cable 167 lo anunciaba para el viernes 28, y un tercer despacho -el 183- confirmaba abruptamente que estaría en Ezeiza en la tarde del sábado. El 28, Noticias tituló: ‘Perón, reposo absoluto”.

Así titularon los diariosLa Nación: “Juan D. Perón dejó de existir ayer; asumió la Vicepresidenta”.La Opinión: “El país despide a Perón”. Crónica: “Murió”. Clarín: Inmenso dolor popular por la muerte de

Perón”. Noticias: “Dolor”. Crónica, Noticias y La Opinión colocaron una franjita negra.

Qué dijo La PrensaSi bien fue respetuoso y sin desbordes (Tria obra de arte”, no vacila en calificar Gerardo Ancarola), el largo

texto necrológico escrito por Jorge Paita y controlado por Alfonso Laferrere para La Prensa como despedida de su tradicional enemigo no ahorraba el señalamiento de sus contradicciones. “Su historia y la del país, en las tres décadas mencionadas, es también la historia de una alternancia entre la autocracia y la demagogia y asimismo la de un desencuentro entre el ideal de libertad y la práctica de los principios destinados a ampararla”, señalaba el texto. A la recordada expropiación de La Prensa la evocación sólo le dedica veinte palabras: “En enero de 1951 fue clausurado este diario, que sería confiscado por la ley número 14.021 del 12 de abril”.

El autor realiza la hazaña de mencionar, a lo largo de todo el extenso texto, sólo en siete ocasiones la palabra ‘Perón”, aunque en alguna oportunidad apela a algunos de los famosos eufemismos que La Prensa utilizó durante los años en que lo llamaba, por ejemplo, “el mandatario depuesto”. “Aquella nota es de un impresionante coraje, porque no tenía un adjetivo de más y, a la vez, probaba que La Prensa no bajaba sus banderas”, concluye Ancarola.

Qué dijo Noticias“El general Perón, figura central de la política argentina en los últimos treinta años, murió ayer a las 13.15. En

la conciencia de millones de hombres y mujeres, la noticia tardará en volverse tolerable. Más allá del fragor de la lucha política que lo envolvió, la Argentina llora a un líder excepcional”, decía la bajada del título principal de tapa, que veinte años después Miguel Bonasso reveló que había sido escrito por Rodolfo Walsh. Ese día el diario peronista montonero vendió 185.000 ejemplares.

Diccionario del terrorAMENAZAS El 28 de abril de 1975, dieciséis escritores, actores y periodistas recibieron amenazas de la

Alianza Anticomunista Argentina (Triple A): Alfredo Alcón, Sergio Renán, María Rosa Gallo, Luisina Brando, Leonor Manso, Roberto Cossa, Mario Benedetti, Ricardo Halac, David Stivel, Juan Carlos Gené, Tomás Eloy Martínez, Osvaldo Granados, Carlos Somigliana, César, Mina y Carlos Civita. El aviso fue realizado por una bomba lanzapanfletos que explotó en la vereda de la editorial Abril -propiedad de la familia Civita- en Leandro N. Alem al 800. Los Civita, que ya eran hostigados por la ultraderecha y también habían recibido amenazas de la guerrilla de izquierda, decidieron en ese momento alejarse del país.

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También en 1975 Rodolfo Terragno leyó en la revista de ultraderecha El Caudillo un silogismo que lo ubicaba en la categoría del mejor enemigo marxista a matar. Ahí pensó por primera vez si el hecho de ser el director de una revista independiente le daba méritos para recibir una amenaza semejante.

ASESINATOS Tras recibir numerosas amenazas, fue secuestrado el director propietario del diario El Día de La Plata, David Kraiselburd, que ocupaba el cargo desde setiembre de 1961 y que en ese momento era también vicepresidente de Adepa (Asociación de Empresas Periodísticas Argentinas) y presidente de la agencia Noticias Argentinas. A las 9 de la mañana del martes 25 de junio un grupo comando cerró el paso de su auto y lo sacó de allí con violencia. Más de veinte días después, haciendo un rastrillaje por Gonnet, en los alrededores de La Plata, buscando a quienes en esos días habían asesinado al dirigente radical Arturo Mor Roig, la policía encontró de casualidad el escondite en donde los montoneros tenían encerrado a Kraiselburd. Estaba en una carpa de lona dentro de una habitación. Al llegar la policía, los montoneros lo mataron y luego intentaron huir. Fue Mario West Ocampo, un cronista del propio diario de Kraiselburd, que cubría el episodio policial de origen, el que tuvo la ingrata tarea de reconocer el cadáver del empresario y periodista. Años después, en una entrevista que le hizo Mona Moncalvillo, su hijo Raúl Kraiselburd reflexionaba así: “En ese momento los argentinos dividíamos a las muertes en buenas o malas. Con un primitivismo total suponíamos que las malas eran las de los amigos y buenas las de los enemigos”.

El 13 de octubre de 1974 es asesinado el periodista Pedro Leopoldo Barraza. En 1985, en un recordatorio publicado en La Razón, Luis Bruclistein escribió que Barraza había dado, en una nota de La Opinión del 12 de noviembre de 1971, la primera información pública acerca de las inclinaciones esotéricas de José López Rega. Se refería a su comentario sobre Astrología esotérica (Secretos revelados), un libraco de 737 páginas escrito por el entonces secretario de Perón y a partir del cual comenzó a difundirse su apelativo “El Brujo”. Ni en la parte más optimista de la bola de cristal que utilizaba López Rega -el cabo ascendido a comisario entre gallos y medianoche- se profetizaba que de asistente del general en el exilio pasaría a ser superministro e ideólogo de la Triple A. A partir de marzo de 1973 Barraza, un antiguo militante del peronismo, denunció presiones y persecuciones policiales. Para distanciarse de ese clima eligió vivir un año en Europa y, al regreso, obtuvo del gobierno de Perón la dirección de la emisora estatal Radio del Pueblo. Cuando tuvo plena inserción en el aparato estatal, la Triple A no perdonó aquella osadía de Barraza de burlarse del policía astrólogo en ascenso político, ahora su jefe. Barraza, de 36 años (un tipo encantador, algo tartamudo y con un notable sentido del humor, que lo llevaba a tomarle el pelo a todo el mundo empezando por él mismo, y un sagaz periodista político) apareció en un suburbio acribillado de seis balazos.

El 19 de mayo de 1975 el periodista Jorge Money, acreditado por La Opinión en el Ministerio de Economía, apareció asesinado en un descampado cercano a las piletas de Ezeiza. Había sido secuestrado por desconocidos 77 horas antes. Money tenía 29 años, era casado y tenía una hija de 3. No se le conocía militancia política. El día anterior al asesinato, el diario, dando cuenta de una conferencia de prensa ofrecida por el subsecretario de Seguridad Interior, el policía Héctor García Rey, había titulado:

“¿Propone García Rey crear un Escuadrón de la Muerte?”. Interpretaba de ese modo unas declaraciones de García Rey en Tucumán: Para terminar con la guerrilla se utilizarán los mismos métodos anticonvencionales que usa la delincuencia”. Si bien el funcionario negó haber dicho exactamente eso, confirmó que la presidente Isabel Perón le había ordenado Imponer el orden a toda costa”.

CENSURA Desde el 28 de setiembre de 1974 regía la ley 20.840 que en nombre de la seguridad nacional imponía prisión de dos a seis años a quien “divulgara, propagandizara o difundiera noticias que alteren o supriman el orden institucional y la paz social de la Nación”. Todo daba miedo, y los periodistas y el periodismo no sabían bien dónde pisaban, aunque de algún modo sospechaban que estaban parados en la boca de un volcán. Todos, de un modo u otro sufrieron la censura y su prima hermana, la autocensura. Cuenta un testigo cercano a la revista Satiricón, que por entonces era uno de los grandes éxitos de venta -el número anterior a su clausura llegó a los 250.000 ejemplares-, que los problemas más graves empezaron cuando murió Perón. Pero que ya desde el retorno del General, mensajeros oficiosos les habían hecho saber que Perón tenía un muy desarrollado sentido del humor, siempre y cuando se refiriera a otros. A partir de un momento, aplicando una decisión de autocensura, se alejaron un poco del humor político o de actualidad y, para no caer en el costumbrismo fácil o en los chistes atemporales con variantes, intentaron un humor basado en el asco (muy celebrado por los adolescentes) y después con el humor sexual. Finalmente Isabel sancionó a la revista por inmoral y Satiricón concluyó su primera etapa en octubre de

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1974. En una ocasión, para sortear la prohibición de informar sobre actos de la guerrilla, Crónica incurrió en un alarde de humor involuntario. Un grupo armado había asesinado a un oficial y el diario lo dio a conocer de este modo: Sorpresivamente murió hoy un capitán del Ejército”. Ante la renuncia del presidente provisional Raúl Lastiri, en julio de 1975, La Razón tituló: “Cayó Lastiri”. Y Ultima Hora, el reemplazante de Crónica desde febrero de ese año, fue más allá: “Expulsaron a Lastiri”. Aunque en un principio las organizaciones guerrilleras podían ser mencionadas siempre que aparecieran en minúscula, luego el cerco se acentuó y se obligaba a los medios a nombrarlas como organizaciones delictivas o mediante eufemismos memorables: Montoneros pasó a ser la organización declarada ilegal en primer término”, mientras que el ERP se convirtió en la organización declarada ilegal en segundo término”.

CLAUSURAS A mitad de diciembre de 1974 el diario Crónica -que en ese momento vendía 800.000 ejemplares en sus tres ediciones- lanzó desde sus páginas un reclutamiento de voluntarios que coincidieran con la idea de recuperar las islas Malvinas. La actitud del diario, que presuntamente se inmiscuía por su cuenta en un tema que competía a la seguridad nacional y, en especial, la importante respuesta que tuvo la campaña (llegaron a inscribirse 20.000 ciudadanos), intranquilizaron al gobierno de Isabel Perón, fastidiaron a la Cancillería -que no confiaba para ese momentos en acciones tan directas- y enfurecieron a sectores militares. Aunque se pensó que el diario de Héctor Ricardo García había cometido delito de sedición, el gobierno decidió pasar por alto a la Constitución (en donde esa falta está prevista) y, sin recurrir a la Justicia, mediante el decreto ley 16.970, ordenó la clausura definitiva del diario. García sostiene que detrás de esa medida había otra razón, según él, la verdadera: su posición, como director propietario de Canal 11, contraria a la medida de estatización y expropiación dictada apenas después de la muerte de Perón.

En marzo del ‘74 ya había sido clausurado el diario El Mundo y en agosto, también por decreto, termina sus días Noticias. En ese mismo mes había salido el diario La Calle y cuando el gobierno observó que había captado a buena parte de los lectores de El Mundo y Noticias, decidió clausurarlo también, en noviembre. El gobierno de Isabelita no se andaba con contemplaciones cuando de diarios opositores se trataba.

Con un grupo de directos colaboradores de Satiricón (Tomás Sanz, Tabaré, Grondona White, Guinzburg y Abrevaya) Cascioli organizó la aparición de Chaupinela, que también clausuró Isabel en 1975 con juicio por desacato y todo. Cascioli lo evoca de este modo: Isabel había sido sospechada de guardarse un cheque de 400.000 dólares de una cruzada de solidaridad justicialista. Nosotros agarramos una vieja canción, La chica del 17 (por lo del 17 de Octubre), le cambiamos la letra y la adaptamos satíricamente. Ella se enojó y me mandaron a buscar por la Triple A a una dirección en la que ya no vivía. Por suerte. Recién me presenté a los dos meses”.

Según cuenta Miguel Bonasso, el importante archivo de datos y fotografías de Noticias “fue a parar a dependencias de la Marina, más exactamente a la Escuela de Mecánica de la Armada. Y fue utilizado cuando Massera financió proyectos periodísticos como la revista Cambio, cuyo logotipo era idéntico al de Noticias, y el diario Convicción, en donde descubrimos tomas que habían hecho los fotógrafos nuestros”.

EXILIOS El 29 de noviembre de 1975 muere en México por una meningitis fulminante la periodista Silvia Rudi, a los 29

años. Un tiempo antes ella había abandonado la Argentina en medio de amenazas a su vida. Silvia era integrante de una familia de periodistas. Leo Rudi, su abuelo, había sido puntal de Crítica desde la década del 20; su padre, Alberto Rudi, que hoy tiene 80 años, pasó por numerosas redacciones con una trayectoria brillante. Ella, antes de convertirse en corresponsal viajera e instalarse en París, había trabajado en Primera Plana y La Opinión. Un libro titulado De profesión, periodista, editado por De la Flor en 1984, contiene muchas de sus notas realizadas desde 1967. Allí Olga Bruder, la madre de Silvia, desarrolla, en apuntes conmovedores la hipótesis de que su hija murió “de enfermedad pero también de exilio”. Los periodistas exiliados fueron centenares, y a cada uno el desarraigo le provocó muertes parciales. Muchos fueron los que no volvieron y desarrollaron su tarea profesional en distintos países.

Andrew Graham Yool trabajó hasta 1976 en el Buenos Aires Herald. Dos de las entrevistas que allí hizo -conferencias de prensa de Roberto Santucho y de Mario Firmenich- le valieron juicios, presiones de servicios de inteligencia y el exilio, primero en Francia y luego en Londres, en donde vivió, trabajó y fundó la revista Index on Censorship, dedicada al tema de la libertad de expresión en el mundo Otro caso paradigmático de aquellos tiempos es el de César Civita, pues debió abandonar el país con toda su familia luego de recibir amenazas de organizaciones de izquierda y una abierta hostilidad de parte de la Triple A, que baleó su departamento. Con su partida se producía

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una gran pérdida. Sergio Sinay, que trabajó varios años en editorial Abril y a partir de 1976 se exilió en México, destaca que Civita “tenía la cultura humanista, general, de los intelectuales del Renacimiento italiano. Y eso se notaba en sus revistas: bien escritas, bien informadas, eminentemente formadoras”.

MIEDO Entre fines de 1974 y 1975 la situación se tomó claramente hostil con los medios, y la vida cotidiana se parecía

cada vez más a una guerra. Los periodistas pasaron a ser un grupo de riesgo. Uno de ellos, que prefiere mantener el anonimato, recuerda: “Lo increíble es que todos los días nos veíamos en la redacción. Y hacíamos como que no pasaba nada. Todos, con humor, con amabilidad, tratábamos de superar la persecuta que pesaba en el ambiente. Uno daba vueltas y vueltas, pero siempre se caía en el mismo tema: muerte y miedo, muerte y miedo. De eso se hablaba en voz baja. Siempre se empezaba con la pregunta: ‘¿Te enteraste lo que le pasó a...?’. Y aquí siempre iba el nombre de algún amigo querido o conocido o cercano al que le había pasado algo malo”.

En un libro sobre los periodistas desaparecidos, la hermana de Enrique Raab dice que la cordura y la sensatez indicaban que Enrique tenía que irse del país. Una vez, haciendo unas notas en Malvinas, consultó con militares de alto rango y salió convencido de que podría quedarse... Antes de que lo mataran participaba de una revista militante y para uno de los números cero entrevistó al brigadier Cacciatore. Fuera del reportaje, le preguntó si había razones para que él tuviera que irse. La respuesta de Cacciatore lo tranquilizó tanto que volvió a vivir a su propio departamento”. Es evidente que Cacciatore le había dicho a Raab lo que Raab quería escuchar.

En el número 9 de la revista pro montonera La Causa Peronista, aparecida el 3 de setiembre de 1974, altos dirigentes montoneros contaron cómo habían matado a Aramburu. Esa nota, en la que se relataba con lujo de detalles -tan precisos como inútiles y estremecedores- la ejecución del militar, aterrorizó a sectores de la opinión pública, incluso a aquellos que mantenían una mirada de adhesión a las reivindicaciones de la guerrilla. El 20 de junio de 1975 Andrew Graham Yool fue uno de los testigos de la conferencia de prensa en la que, en nombre de Montoneros, Mario Eduardo Firmenich hizo públicos los detalles de la liberación de Juan y Jorge Born, tras seis meses de secuestro. Desde entonces, en varias ocasiones Yool tuvo que atender la llamada de jueces que le reclamaban más y más datos. “Muchas veces me preguntaron, y yo mismo lo hice, por qué había ido a esa conferencia. Yo no me había prestado a nada raro, era una nota que valía la pena. Por eso fui, aun sabiendo que había riesgos”, declaró en una ocasión. En 1985, a partir de referencias suyas incluidas en un libro, un fiscal pudo reconocer la casa en donde los Montoneros habían tenido secuestrados a los hermanos Born en Acasusso.

Disparen contra La OpiniónTodo aquello que afectaba, conmovía y atemorizaba al mundo empresario periodístico y a los periodistas se

concentró durante esos años fatídicos, previos al golpe militar, sobre el diario La Opinión. En síntesis, algunas de las maniobras organizadas para impedir el desarrollo normal de las actividades del diario entre 1974 y 1975, fueron:

* Desmentida sistemática de cuanta afirmación hiciera el diario acerca de la actualidad política y de la interna gubernamental.

* Campaña de desprestigio personal y profesional contra su director, Jacobo Timerman, a quien en diversas ocasiones se lo acusa de ser pro lanussista, pro israelí, pro comunista (en el mismo momento en que el diario del PC los acusaba de ejercer “una marcada tendenciosidad anticomunista y antisoviética”), pro liberalista, pro zurdo, pro Gelbard, pro Cámpora, pro estadounidense.

* Amenazas contra su principal periodista de la sección política, Heriberto Kahn, fallecido prematura y sorpresivamente de cáncer a principios de 1975.

* Acusaciones de proteger desde sus notas las actividades de la subversión. En esta acusación se incluía a El Cronista.

* Intento de asfixia económica, al ordenar la supresión de los avisos oficiales y presionar a empresarios privados para que no apoyaran publicitariamente al diario. Los anunciantes recibían volantes anónimos donde se los amenazaba: “Si lo siguen haciendo, primero una poderosa bomba y luego boleta por las armas”.

* Demanda de los diputados con el propósito de que los periodistas del diario hicieran públicas sus fuentes de información.

Acusación del gobierno de estar alentando salidas golpistas. Estallido de una bomba, que por error fue colocada en una oficina ubicada sobre la calle Reconquista pero a unos metros de la redacción del diario. Reiteradas amenazas a sus periodistas. Asesinato nunca aclarado de dos de ellos, Pedro Barraza y Jorge Money.

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Desde TucumánSegún expresa La Gaceta de Tucumán, el diario de la familia García Hamilton, la provincia tendrá en 1975 una

permanente presencia en la prensa como símbolo de la violencia que desgarra a la Nación. Desde el 9 de febrero, luego de que la presidenta Isabel Martínez ordena mediante el decreto 261 1a aniquilación de la subversión” se inicia el Operativo Independencia. Cinco mil efectivos -dice el diario-, pertenecientes a la V Brigada de Infantería, a la Federal y a la Gendarmería, al comando del general Adel Vilas” inician cruentos combates. A fin del año cazabombarderos Douglas, de la Fuerza Aérea, bombardean diariamente la zona tomada por los guerrilleros. En abril y setiembre de 1975 la presidenta visita Tucumán. La situación provincial es tan grave como la del resto del país: la inflación es de poco menos que el 400 por ciento anual. Antes de que termine 1975 el general Antonio Domingo Bussi reemplaza al general Adel Vilas al frente de la gobernación.

NOTICIAS DE LOS AÑOS DE PLOMO Fueron años de fuego y plomo. Y peor aún: de sangre, violencia y muertes. Desde el periodismo, el golpe de

Estado del 24 de marzo de 1976 tuvo un antes, un durante y un después.

1/ ANTES En enero de 1976, una nota aparentemente frívola tuvo la virtud de lesionar de un modo brutal la imagen del

gobierno de Isabel e instalar una forma de hacer periodismo en el que la exposición pública de la intimidad de las personas se convertía en un género rendidor. En aquel momento el semanario Gente entrevistó a Raúl Lastiri, yerno de López Rega, ex presidente de la Nación durante un breve interinato en el ‘73 y presidente provisional del Senado. En una de las fotografías, Lastiri mostraba su colección de más de trescientas corbatas. En otra, estaba púdicamente recostado en la cama matrimonial con su esposa Norma López Rega. El hecho, que provocó un fuerte rechazo, fue leído como exégesis de lo populista y entendido por la opinión pública como el colmo de lo banal. Y, sin decirlo, los militares tuvieron en esa nota un argumento más en su propósito de desalojar del poder a Isabel.

El 13 de febrero un decreto del gobierno suspendió por diez días a La Opinión. El motivo: haber publicado en distintas ediciones “noticias falsas o deformantes de la verdad, o bien comentarios que instigan a la quiebra del orden constitucional”. Por entonces, Lorenzo Miguel les había hecho un juicio a Timerman y a Heriberto Kahn. Curiosamente, o no tanto, La Opinión tenía muchos proyectos: era inminente la salida del número cero del semanario de La Opinión; una versión en inglés del matutino, que aparecería en Nueva York, un suplemento de «Industria y Tecnología” y otro de “Náutica» se sumarían a los de Economía», “Audio”, “Arquitectura y Urbanismo» y “Automotores”.

El 16 de febrero el gobierno de Isabelita ordenó el levantamiento del programa “Tiempo Nuevo”, que Bernardo Neustadt y Mariano Grondona hacían cada semana en Canal 11. Inseguro, acorralado, con muchos cañones apuntándole, el gobierno aplicaba mano dura. Desde tres semanas antes del golpe un diario echó a rodar una penosa cuenta regresiva. Las diecinueve ediciones de La Razón previas al golpe, del 2 de marzo al martes 23, escribieron para el periodismo uno de sus capítulos más oscuros.

«En ese lapso -comenta Cuestionario en 1976- el diario hizo gala de uno de sus inveterados méritos: decir sin decir. Titulares en cuerpo catástrofe, de contenido intrínsecamente ambiguo pero de una única interpretación para el lector avisado, le permitieron al diario hablar, durante casi un mes, sobre el golpe de Estado sin mencionarlo.’ Conviene leer cada uno de esos titulares, que fueron creando un inequívoco clima golpista:

Martes 2 de marzo: “Hay nuevas incógnitas”. Miércoles 3: “Se aguardan respuestas”. Jueves 4: “Una reunión decisiva”. Viernes 5: “Emergencia nacional”. Sábado 6: “Grave situación económica”. Lunes 8: «Trabajadores y empresarios tratan la actual emergencia”. Martes 9: “Tensión en los gremios”. Miércoles 10: «Se reformó el plan”. Jueves 11: “Hay nuevas expectativas».

Viernes 12: “Hay agitación en los gremios”. Sábado 13: Preocupa la tensión sindical. Lunes 15: «Hubo un grave atentado”. Martes 16: «Inquietud en Buenos Aires”. Miércoles 17: “Hermético silencio en las Fuerzas Armadas”. Jueves 18: “Dramática negociación”. Viernes 19: Culmina el proceso”. Sábado 20: El Ejército ante la situación”. Lunes 22: «Ante jornadas decisivas”. Martes 23: “Es inminente el final. Todo está dicho”.

El 24 de marzo, a las 3.15, las Fuerzas Armadas destituyeron a la presidenta, la enviaron presa a un cuartel del Sur e iniciaron lo que habían denominado el “Proceso de Reorganización Nacional”. El general Jorge Rafael Videla, el almirante Emilio Massera y el brigadier Orlando Agosti, constituidos en junta de comandantes,

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prometieron restaurar el orden, combatir la corrupción y terminar con la guerrilla. Con la guerrilla terminaron, pero practicando desde el Estado los mismos métodos que condenaban en lo que ellos denominaban “ejércitos irregulares”, y lo que siguió es una parte de la tragedia argentina que todavía no tiene fin.

2/ DURANTEDesde el día inicial de la larga dictadura militar, los editores y directores de diarios y revistas fueron informados

por los militares acerca de qué era lo que se esperaba de ellos en la nueva etapa. Durante un lapso que algunos recuerdan como de no más de cuarenta y ocho horas y otros como de dos semanas, los responsables de publicaciones escritas debían acercar cada página a una oficina ubicada en la Casa de Gobierno para que personal de inteligencia -según algunos- u oficiales de la Marina -según otros- les autorizaran la publicación. El comunicado 19 de la Junta Militar era muy claro: Será reprimido con reclusión de hasta diez años el que por cualquier medio difundiere, divulgare o propagare comunicados o imágenes con el propósito de perturbar perjudicar o desprestigiar la actividad de las Fuerzas Armadas, de seguridad o policiales”.

En su número de abril de 1976 la revista Cuestionario se permitió un comentario franco y crítico. Afirma que del 25 al 27 de marzo los diarios entraron en cadena. Todos publicaban exactamente lo mismo: comunicados oficiales, sin el menor agregado, sin la más tenue opinión”. Como era previsible, analiza el mensuario que dirigía Rodolfo Terragno, con el silencio y la sumisión de los días iniciales los diarios argentinos habían reanudado un ciclo que los define: “Suelen ensañarse con los gobiernos débiles y se vuelven exageradamente dóciles ante los gobiernos fuertes”. Venían, en general, de ensañarse con el gobierno de Isabel del mismo modo que habían procedido con impiedad con Illia, y ahora se encuadraban en la vereda de la sumisión y el colaboracionismo, tal como lo habían hecho con Onganía en 1966, reflexiona Cuestionario. “Sólo unos pocos diarios -atestigua la revista- como La Prensa han mantenido siempre un tono constante de crítica a excesos o desviaciones. La mayoría se dedica por épocas a rasgarse las vestiduras y por épocas a hacer buena letra.” Para Pablo Mendelévich, que en ese momento había ingresado en La Opinión, la censura se mantuvo rígida solamente entre el 24 y el 25 de marzo, y se flexibilizó porque alguien les hizo ver a los militares que con semejantes procedimientos los diarios no saldrían. “Pero ese solo día bastó para que se instalara una terrible autocensura. Había temas que no se podían tocar, los de política por ejemplo, pero se podía avanzar en la crítica a la economía.” En marzo del ‘76 la tapa de la nueva Satiricón, que había vuelto a salir, mostraba una caricatura de Casildo Herreras diciendo la frase que lo hizo tristemente célebre: “Yo me borro”. El comando de censores que funcionaba en la Casa Rosada parecía imposible de conformar. Les hicieron modificar la revista completa y luego de un mes y medio de idas y venidas, Blotta decidió dejar de sacarla y reemplazarla con El Ratón de Occidente.

Robert Cox dirigía el diario en inglés Buenos Aires Herald, y mantuvo una reunión en la casa del periodista Heriberto Kalin, en la que también estaba Mario Diament, según recuerda. Casi toda la población, incluidos los periodistas -afirma Cox ahora veía al golpe como una salvación, o, al menos, un alivio. Hasta se podía estar en contra, pero se reconocía al mismo tiempo que no quedaba otra alternativa. De todos modos, como la información o el conocimiento de los periodistas excedían los del común de la gente, muchos hombres de prensa tenían la presunción de que lo que vendría sería mucho peor. Pese a todas las contradicciones, Cox escribió en un editorial de esos días que “en la Argentina había un gran perdedor: la democracia”.

Las cosas de CossaCuando el golpe de Estado llegó, Roberto Cossa, ya entonces un consagrado autor teatral, integraba la mesa de

redacción de El Cronista. Como otros muchos periodistas, él sabía cuándo y como se iba a producir el golpe: durante la madrugada del 24. Ese momento llegó. El encargado de la sección política, Hugo Murno, estaba sumergido en preocupaciones, angustias y cables de agencias. Apenas se miraron: sus sentimientos coincidían.

-Hay que irse de este país -propuso Cossa. -Hay que irse -asintió Murno. Pero adonde les tocó trasladarse fue hasta una oficina ubicada en el edificio Libertador, sobre la avenida Paseo Colón. Del Comando del Ejército requerían la presencia de los responsables de los medios. Cuando les tocó el turno, mantuvieron unos diálogos increíbles con el responsable militar que los atendió.

-Por orden de la Junta Militar los diarios están obligados a publicar únicamente los cables de la agencia oficial Télam -explicó un coronel.

-¿Qué hacemos con los cables de Noticias Argentinas? -atinó a preguntar Cossa.-Eso, justamente: es a las noticias argentinas que me refiero. Porque por el momento sobre la información

extranjera no hay limitaciones -alegó.

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-Coronel.... disculpe. Me estaba refiriendo a la agencia Noticias Argentinas. Es una agencia de noticias privada -le aclaró Cossa.

La información que el periodista le acababa de dar desconcertó por un buen rato al oficial de inteligencia.En una nota escrita para Página/12 en marzo de 1996, a veinte años del golpe, Cossa cuenta que al regresar de

aquella extraña reunión se cruzó con Rafael Perrota, director de El Cronista, el diario que tiempo antes había cambiado su línea de especialización económica por otra más combativa, cercana a las estrategias de Montoneros.

-Ustedes no saben lo que se viene. Ustedes no los conocen. La respuesta va a ser terrible. Terrible -dijo Perrota. No sólo se equivocó. Además, lo sufrió en carne propia. Perrota fue secuestrado después del golpe, lo torturaron en un centro clandestino. Timerman lo reconoció de paso por una de sus prisiones clandestinas y en su libro revela que estaba tremendamente dañado y disminuido. Hoy Perrota es uno de los periodistas desaparecidos.

3/ DESPUÉSLuego del golpe, los militares crearon un área cuyo nombre era digno de una antología del eufemismo: una

oficina de censura a la que denominó Servicio Gratuito de Lectura Previa» y que funcionaba en la Casa Rosada. Rodolfo Terragno y Miguel Ángel Diez, director y subdirector de Cuestionario, decidieron rechazar el servicio y desafiar a los militares publicando una serie de advertencias con lo que se podía y lo que no se podía publicar. En algunos de los encuentros en la oficina de censura se produjeron diálogos, como éstos:

-Terragno, tiene que aceptar. Es para evitarse las consecuencias de la lectura posterior. -No lo quiero aceptar y, si no queda otro remedio, cierro la revista.

Recuerda Terragno que los militares temían más que nada el efecto de un cierre unilateral. Algo que los delataba particularmente era una sección llamada “Cronología” en la que se contabilizaban los enfrentamientos y los desaparecidos. Y aunque estaba listo, el número de julio de 1976 no llegó a aparecer. De haber salido, la publicación hubiera sido secuestrada.

La primera clausura de un medio se produjo en Salta: a cuarenta y ocho horas del golpe, la intervención militar clausuró por veinticuatro horas al diario El Intransigente a causa de una caricatura humorística que fue considerada como “menoscabo de la autoridad militar`.

Los diarios del 31 de marzo cuentan que el primer mensaje del presidente Videla a través de la red nacional de radio y televisión estuvo precedido por una puesta de características teatrales: los compases de la Obertura 1812, de Peter Chaicovsky, ilustraban imágenes del Cabildo, de la Plaza de Mayo, de la Catedral y de distintas iglesias porteñas. En un momento, un locutor, en off, expresó: “El pueblo quiere saber de qué se trata. Y lo sabrá».

El 1’ de abril aparece en la revista Gente un famoso editorial al que se considera símbolo de ciertos vaivenes políticos de la editorial Atlántida. “Gente se equivocó (...) Sí, nos equivocamos. Hay un viejo concepto argentino que es enterrar el pasado para no lastimarnos (...) por esa razón, con vergüenza, con dolor y con responsabilidad no queremos enterrar nuestro pasado. Queremos lastimarnos, queremos sentir vergüenza (...) Damos la cara. Nos pesa nuestro pasado. Nos duele pero es sano que usted, lector, nosotros, nos digamos la verdad.” El texto se refería a algunas notas aparecidas durante el reciente gobierno peronista y que la editorial evaluaba ahora como demasiado permisivas o favorables a un estado de cosas que, en el fondo, ellos no apoyaban.

Puertas que se cierranMenos de una semana después del golpe, con un recuadro en tapa de su edición 1131, el diario Mayoría se

despide de sus lectores “hasta que Dios disponga su resurrección en cuerpo y alma, como enseña nuestra Santa Religión, Católica, Apostólica, Romana”. De esta manera el diario de los hermanos Tulio y Bruno Jacovella da su adiós a “un cielo periodístico y político cumplido al servicio de la causa nacional”. En el mismo número los editores del diario afín a las posiciones del peronismo ortodoxo alegaron dificultades políticas, ideológicas y, en especial, económicas, basadas entre otras cosas “en la multimillonaria deuda que Télam mantiene con nosotros”.

Luis Alberto Murray, quien había ocupado la jefatura de redacción hasta poco tiempo antes, admite en 1996 que se cumplía un cielo lógico, porque Mayoría salió tres días antes del retorno de Perón y luego de atravesar etapas ricas, eufóricas, cercanas al poder, ahora sin actividad política daba un paso al costado. “En un momento estábamos muy cerca de Clarín en ventas, pero eso pasó. Sufrimos el clásico entorpecimiento de los que pretendían intermediar entre el poder carismático de Perón y la gente. Y luego de su muerte, en 1974, las dificultades aumentaron y el diario se empezó a desnaturalizar. Ahí renuncié. Cuando vino el golpe Mayoría no podía seguir adelante con sus banderas, y mucho menos, convertirse en La Nación o en La Prensa.”

En junio, luego de la salida de su número 38 (que tuvo una tirada de 30.000 ejemplares) deja de aparecer, sin

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anuncio previo el mensuario Cuestionario. En 1996, al cumplirse veinte años de ese momento, Rodolfo Terragno y Miguel Ángel Diez lo recordaron en una reunión en la que regalaron a los presentes una reproducción de aquella edición histórica. Perseguido por el secretario de Informaciones y sus asesores -publicó por aquellos días de 1976 el influyente cotidiano parisino U Monde-, Rodolfo Terragno, que tuviera la audacia de publicar después del golpe de Estado el texto completo de los principios y reglas que regulan las actividades de la prensa, prefirió el silencio.” Y el exilio, primero en Venezuela, después en Londres: a ambos sitios lo siguió tiempo después su socio Miguel Ángel Diez. Con respecto a la cronología” en la que se registraban todas las informaciones de muertos en acciones violentas, advierte hoy Terragno: “En realidad entresacábamos las informaciones de los diarios, que las publicaban como podían. Por ejemplo, se inauguraba una escuela en Santa Fe y al final de esa noticia ponían tres líneas sobre alguien que había muerto o del que no se sabía nada”. En la cronología correspondiente al mes de mayo, Cuestionario informa sobre 51 muertos que pertenecían a lo que genéricamente se denominaba campo de la guerrilla, once eran de las llamadas fuerzas de seguridad y seis eran “civiles” (empresarios, comerciantes, etc.). Entre los 51 de ese mes -una lista seguramente incompleta- figuraban los ex legisladores uruguayos Zelmar Michelíni, por entonces periodista de La Opinión, y Héctor Gutiérrez Ruiz, acribillados a balazos en Buenos Aires, donde estaban exiliados.

La labor de Crisis sobrevive unos meses al golpe. Su cierre, debido a las amenazas, la censura y el riesgo de quienes la hacían, puede ser interpretado como la clausura de un período iniciado en 1955 (...) Las presiones, las amenazas de muerte, las censuras fueron parte del clima de Crisis. Hasta llegó a ser peligroso tenerla, tanto que (sus colecciones) empezaron a aparecer empaquetadas en baldíos y basurales”, dice Victoria Cohen Imach en un trabajo sobre Crisis premiado por Editores de Revistas. En mayo del ‘76 había desaparecido un escritor notable, colaborador fijo de la revista desde sus inicios: Haroldo Conti. Con las puertas cerradas en su país, el Uruguay, y perseguido en la Argentina, Eduardo Galeano inicia su exilio europeo. Federico Vogelius, editor de la revista, es secuestrado y salvajemente torturado. “Se ensañaron con él -evoca Julia Constenla-, lo martirizaron en las torturas. Como si eso fuera poco le quemaron una importantísima hemeroteca que tenía en una quinta, le hicieron desaparecer su colección de retratos y autorretratos latinoamericanos y su biblioteca. Lo que se podría decir es que lo salvó el dinero, porque los torturadores negociaban cada día con él cuánto costaba en cada ocasión parar la tortura. Por último, verdaderamente destrozado, porque hasta las uñas le arrancaban, sale en libertad y se exilia en Londres.”

Cosas opinablesEn noviembre el diario La Opinión hace público lo que, al menos en el ambiente periodístico, era un drama de

todos los días: la lista de temas sobre los que estaba prohibido dar información: hechos subversivos, bajas en las Fuerzas Armadas, acciones de la policía. En ese mismo mes la Cámara de Representantes de los Estados Unidos examinaba con testigos argentinos la situación de los derechos humanos en el país. Por considerar que algunas de las declaraciones podían estar lejos de la objetividad, Jacobo Timerman, como director de un diario que permanentemente “ha condenado todas las violencias y en varias ocasiones ha subrayado que condenar uno solo de los extremos, ya sea del terrorismo de izquierda o el de derecha, significa ser cómplice del otro extremo le ofreció a Donald Fraser brindar su testimonio.

Ni siquiera ese gesto mejoró su imagen entre grupos de militares que lo tenían en la mira. “En el año ‘76 La Opinión había desarrollado un proyecto periodístico y empresarial que tenía un enorme futuro. Pero el país se puso en contra”, lamentó en 1996, en declaraciones a Nueva Sión el entonces socio de Timerman, Jorge Abraham Rotenberg. “El diario estaba en una posición difícil, que era la nuestra, personal. Nos oponíamos a la violencia de izquierda y estábamos absolutamente en contra de la represión hecha por el gobierno.”

El 24 de setiembre de 1976, luego de muchos meses de ensayos y varios números cero de preparación, la editorial Atlántida pone en la calle su semanario político Somos. Luego de analizar modelos de revistas argentinas anteriores y las extranjeras Espresso, Der Spiegel y Newsweek, los editores habían convenido que esta publicación traería “más fotografías y una diagramación menos rígida”. Su primera tapa marcaría su clara adhesión a la política del “Proceso”: una fotografía del ministro de Economía Martínez de Hoz con la leyenda “El dueño de la esperanza”.

La vida continúaEn abril del ‘76, a un año de su cierre, reaparece Panorama. Su director, Jorge Lozano, afirma que “es un intento

de editorial Abril por presentar la cara política de la empresa. En esta nueva etapa Panorama no será reaccionaria ni

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revolucionaria”.Pablo Mendelévich no vacila en calificar a la redacción de La Opinión de esos días tan agitados, contradictorios

y dolorosos como “un lujo”. Y recuerda algunos de los periodistas que la integraban: Oscar Troiani, Fanor Díaz, Lalo Faín Binda, Danilo Mancini, Horacio Finoli, Leopoldo Moreau. “Tímerman hizo muy bien dos cosas: formar grandes redacciones y saber cómo sacarle lo mejor a la gente. El mejor periodista, sin Timerman, es sólo el mejor; con Timennan, puede llegar a ser superlativo”. Daniel Muclinick alarga la lista de buenos profesionales de La Opinión mencionando a Roberto García (actual ejecutivo de Ámbito Financiero) y al filósofo Leiser Madanes, pero no es condescendiente su evocación de Timennan. Lo pone en un mismo nivel de Laiño y lo califica como “tirano de las redacciones”.

Los tiranos estaban en el poder y habían salido de los cuarteles, no de las redacciones. Pero todos dependían de ellos. Como recuerda Joaquín Morales Solá, ya por entonces editorialista político: “Hasta una coma o un punto querían decir cosas, y se negociaba palabra por palabra. Pero puedo afirmar que siempre se publicaba más de lo que se podía. No hay que olvidarse que detrás de cualquier notita podía estar el resguardo de los derechos humanos o la protección de la integridad física de alguien que en ese momento estaba preso y torturado”.

La otra semanaEl lanzamiento de La Semana fue el primer proyecto importante que Jorge Fontevecchia tuvo a su cargo en la

editorial de su familia. ¿Por qué Perfil consideraba que ese noviembre de 1976, en pleno desarrollo de la represión, era el momento adecuado para sumar otra revista de actualidad al mercado? Estas eran algunas de sus razones:

* Salía a pelearle un espacio posible a Gente, desde un escalón algo menos frívolo y sofisticado, pero introduciendo nuevos tópicos, como Policiales”, y análisis de mayor audacia y profundidad en el tema político, en el que Atlántida no se movía sin compromisos.

* Aprovechaba la reciente desaparición de la revista Así, de Héctor García, y usufructuaba cierta pasividad de Siete Días, que no terminaba de adaptarse a un cambio de estilo reciente que la acercaba hacia un semanario más de servicios que de actualidad pura.

* Radiolandia había abandonado su mundo de sueños alimentado durante casi cuarenta años, que la había llevado a ser una de las de mayor venta del país durante décadas. Sus editores la transformaron en un magazine de actualidad y La Semana también desafiaba desde su contenido a la franja del escándalo artístico.

* Datos de aquellos tiempos afirman que en un principio la revista se abrió paso en el interior, un mercado que no resentía que fuera menos suntuosa y que premiaba un compromiso más fuerte e integral con la actualidad.

Junto a Jorge Fontevecchia estaban en la primera redacción Edgardo Martolio, Edgardo Ritaeco, Héctor Simeoni, Nira Etchenique y César Rodríguez Lima. En diciembre del'76 consiguen en España una exclusiva que hace hablar al país: un reportaje fotográfico -al estilo de Paris Match- a Isabel Perón, recluida en un convento porque, según sus afirmaciones, quería hacerse monja.

ImagínateEn agosto de 1976 sale el Expreso Imaginario, la revista que fascinaría a toda una generación y avanzaría

decisivamente en una forma de periodismo juvenil, alternativo, subterráneo, marginal, rockero, que introduciría los pilotes de un estilo de comunicación muy difícil de sostener en ese momento de sospechas, escasa apertura y fuerte represión.

El abogado Alberto Ohanián -que posteriormente se convirtió en representante de figuras del rock y empresario discográfico- invirtió unos pesos en el proyecto. Pipo Lemoud, figura histórica de los tiempos iniciales del rock nacional, estuvo en el Expreso desde la primera hora junto al mítico Jorge Pistoechi, que ya había estado en hitos anteriores como Pelo, del ‘73; Mordisco, del ‘74; y que después hizo publicaciones como Zaff y Pan Caliente, todas ellas “experiencias muy creativas, de búsqueda y afirmación de la libertad, que en lo social siempre faltó o estuvo limitada”, de acuerdo con declaraciones del propio Pistoechi.

El isotipo representativo de la revista era un rostro con reminiscencias arlequinescas, con una especie de sopapa en la frente, creado por el hoy actor y músico Horacio Fontova. Esa ilustración de Fontova adornó años después la tapa de uno de los discos más famosos del grupo Almendra, que integraba Luis Alberto Spinetta. Los redactores del Expreso eran Alfredo Rosso, Claudio Kleinman y Fernando Basabru. A los pocos números, luego de enviar una carta de lectores que firmó como “Laura Ponte”, se sumó Roberto Pettinato y, desde Rosario, en los últimos cinco años, un corresponsal llamado Rodolfo Páez (desde luego, Fito”) enviaba notas sobre el movimiento musical y cultural de la ciudad.

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El contenido de la revista se definía en una trilogía de intereses: Puntos de vista, Certezas, Espejismos”. Figuras como Bob Dylan, Joe Cocker, Walt Whitman, Spinetta, Piazzola, Los Beatles aportaban su cosmovisión en un momento “de mucha podredumbre del país -como explicó Horacio Fontova- en que ser o parecer inteligente era algo muy riesgoso”. Entre previsibles comentarios de recitales de artistas del naciente y ascendiente rock nacional o informaciones de música que difícilmente aparecía mucho en los diarios, se introducían asuntos poco conocidos como ecología, orientalismo o vida en comunidades de los que se habían ocupado, en distintos medios, pioneros como Juan Carlos Kreimer y Miguel Grinberg. Secciones como Correo de Lectores” y los avisos clasificados mostraban la necesidad de participar y de expresarse de los jóvenes. Con altibajos e interrupciones, más por razones presupuestarias que por censura, la revista llenó las expectativas de sus lectores, se convirtió en un modelo y se coleccionó como un tesoro valioso. “Había un universo de cosas que sí se podían decir porque eran nuevas y (todavía) no figuraban en los catálogos de los censores: por ejemplo, ecología, a través de la que, sin mencionar siquiera la palabra ‘política’, se puede hablar de la locura y la injusticia del mundo”, explicó Pipo Lernoud. El Expreso tuvo en su correo de lectores un rincón por el que asomaron poetas, dibujantes y toda una imparable corriente de jóvenes que, al menos allí, se sentían menos limitados o vigilados. La revista, que al decir de Pistocchi “disimulaba como una de música”, iluminó los primeros, secretos pasos de músicos como Los Redonditos de Ricota o León Gieco -cuando, tres años antes de Malvinas, creó su famosísima canción “Sólo le pido a Dios"- y omitió informaciones que en esos momentos nadie dejaba de lado, como el Mundial de Fútbol del ‘78.

El ámbito de la CityEl 9 de diciembre de 1976, seis de los más conocidos periodistas especializados en economía de ese momento se

lanzaron al sueño del diario propio. Lo que hicieron Jorge Balañá, de El Cronista; Rodolfo Arias y Osvaldo Granados, de Clarín; Juan Carlos Voiedca y Leopoldo Melo Posse, de La Prensa, y Julio Ramos, de La Opinión -en oficinas prestadas por el empresario Erwin Voss, en la imprenta COGTAL y con la ayuda del distribuidor Cholo Peco- no fue exactamente un diario, sino un boletín de cuatro páginas que tuvo una tirada de 2.000 ejemplares, según algunos, de 1.000 según otros y que algunos más ubican en apenas 600. Entonces como ahora, ese diario, bosquejado en principio para que circulara únicamente entre las febriles manzanas financieras de la ciudad, aparecía de lunes a viernes, coincidiendo con la actividad bancaria y de la Bolsa. Eran los tiempos en que estar no ya al día, sino “al minuto” sobre los rendimientos del plazo fijo, la cambiante cotización del dólar o el precio de las acciones suponía contar con una ventaja decisiva. Por eso, en menos de un mes, el boletín abandonó su inicial aspecto amateur y se convirtió en un diario cuyo crecimiento coincidió con el crecimiento e influencia de los mercados en la vida de todos los días.

Recuerdos financierosOsvaldo Granados fue socio de Julio Ramos hasta 1980. Hacía rato que Ramos había decidido quedarse solo y,

uno por uno, fue desprendiéndose de sus socios. Granados recuerda el momento del lanzamiento como “el del boom financiero: de 140 entidades se había llegado a 560 entre bancos, financieras y mesas de dinero. Se abrían como hongos y así cayeron después, en especial después de la quiebra del Banco Interamericano Regional (BIR) en 1980. El diario tuvo éxito porque salió en el momento justo”.

Como no tenían dinero para sostener la salida con publicidad, en los primeros tiempos les daban el diario gratis a los canillitas, y fueron éstos los que hicieron el auténtico “boca a boca”. En aquella época en que las tasas de interés cambiaban cada jornada y, en ocasiones, más de una vez al día, los diarieros encontraron el mejor mensaje publicitario: “No camine más. Ámbito Financiero trae todas las tasas”. Y era cierto. De las cuatro paginitas de las semanas iniciales, las páginas dos y tres estaban íntegramente dedicadas a los rendimientos financieros, banco por banco, y la cuatro se inspiraba, según Granados, en los chimentos de fútbol de La Razón, y recogía lo que los periodistas habían averiguado cada día en el Banco Central, en el Ministerio de Economía, en las mesas de dinero, en la Bolsa y en la propia calle, y lo volcaban en la sección “Diálogos en la City”. La fórmula entraba de a poco. Cada día nuevos interesados se acercaban a los kioscos para conseguir el periódico y cuando les decían que ya no quedaban ejemplares, querían pagar para dejarlo reservado. A media tarde, recuerda Granados, Ramos llegaba cada vez más sorprendido por el resultado del lanzamiento:

-Osvaldo.... esto se vende todo, se vende todo. ¿Qué hacemos? Lo que hicieron está a la vista.

A pesar de todoCuando empezó el “Proceso” militar, el Centro Editor de América Latina era un foco de inteligencia y reflexión

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tan importante para la sociedad como mal mirado por los militares. Allí colaboraban intelectuales tan prestigiosos como Amanda Toubes, Ricardo Figueira, María Teresa Gramuglio, Horacio Achával, Oscar Díaz, José Babini, Jorge Rivera, Josefina Delgado, Graciela Montes, Graciela Cabal, Aníbal Ford, Carlos Altamirano, Beatriz Sarlo, entre muchos otros. Para Víctor Pesce, otro cercano colaborador del Centro Editor, los fascículos del Centro eran un acto de resistencia cultural, una alternativa para demostrar que era posible, aun en las peores condiciones, seguir pensando”. En la época de la Triple A, Daniel Luaces, un estudiante de Historia y empleado del Centro, fue secuestrado y asesinado. Cuando los militares llegaron al poder, algunos empleados del Centro Editor, con algún sobresalto, le preguntaron a Boris Spivacow, su gerente y alma mater, si pensaba irse del país. En un libro, se cuenta que la respuesta de Spivacow fue: “A mí no me van a tocar porque yo no estoy en la guerrilla”.

La evaluación no era correcta. En los años duros lo llenaron de amenazas, le pusieron bombas, le clausuraron varias veces los depósitos, le incautaron ediciones completas y hasta se las quemaron en un descampado en Avellaneda. Y por si fuera poco, le abrieron un proceso por subversión. Spivacow no sólo no se fue del país y mantuvo a sangre y fuego, aun con menores ventas, a la editorial, sino que les dio trabajo a muchos que no podían aparecer por otras editoriales. Sin duda, él era una de esas personas que aun en horas horrendas son capaces de hacer brotar música de los escombros.

Una historia de papelEl 9 de octubre de 1976, cerca de Acapulco, México, muere en un accidente de avión el empresario argentino

David Graiver. Dueño en ese momento del Banco Comercial de La Plata, activo aval del diario La Opinión desde 1971 y ex subsecretario de Bienestar Social del ministro Manrique durante el gobierno de Lanusse, era el principal accionista de la empresa Papel Prensa, cuya sinuosa historia explican Héctor Ricardo García y Julio Ramos en sus respectivos libros.

En 1969 el gobierno de Onganía establece por decreto que la importación de papel abonaría un recargo durante diez años que conformaría un fondo destinado a una futura fábrica de papel nacional y para la producción de celulosa y otros insumos básicos. A ese fondo aportaron puntualmente durante años más de cien diarios de todo el país. Cuando el pliego de condiciones para levantar una planta capaz de generar 220.000 toneladas anuales de papel para diarios estuvo listo para su aprobación, había sucedido una contingencia muy propia de la Argentina: Onganía ya no estaba en el poder. El gobierno del general Lanusse organizó un concurso público para licitar la fábrica, pero se sintió disconforme con las ofertas recibidas y contrató en forma directa al grupo oferente integrado por la entonces poderosa editorial Abril (con César Civita a la cabeza); César Alberto Doretti, de Fabril Financiera y Celulosa, y Luis Alberto Rey, quien a partir de 1973 se convierte en accionista mayoritario. Es precisa en esa época cuando se confirma la impresión de que Rey operaba en aquella sociedad como representante de David Graiver.

Para 1974, Graiver había crecido en el mundo de los negocios internacionales y era dueño de un banco en Nueva York. Ese año, millones de dólares que la organización Montoneros había obtenido en secuestros extorsivos se incorporaron a las arcas del banco de Graiver. A la llegada de la última dictadura militar en 1976, las acciones de Papel Prensa -que eran propiedad mayoritaria de Graiver, con una participación del Estado- quedaron en principio bajo la administración de la Comisión Nacional de Recuperación Patrimonial (CONAREPA). Después de la muerte de Graiver fueron objeto de una crucial negociación a partir de que el general Videla invita a La Nación, Clarín, La Razón y La Prensa a hacerse cargo de la parte del empresario. Se excluía del convite a diarios como La Opinión, intervenida militarmente desde

1977, a Crónica, que seguía siendo un medio de gran tirada, y a Ámbito Financiero, alegándose que tenía muy poco tiempo en la calle. La Prensa rechaza la oferta. Las otras tres empresas aceptan. A comienzos de 1977 las acciones de tipo A que habían pertenecido a Graiver se transfieren al trío de diarios. Más tarde, acusados de tener vínculos con los Montoneros, familiares directos de Graiver son detenidos y sometidos a procesos que incluyen intervención de bienes.

El 28 de setiembre de 1978 Videla inaugura, cerca de San Pedro, la planta apta para procesar 700 toneladas diarias de árboles de fibra corta y producir papel argentino. A mediados del ‘80 La Razón se aparta de la sociedad y sus acciones se reparten, lo que convierte a Clarín en socio mayoritario del negocio, en el que también participan La Nación, el Estado nacional y múltiples socios menores. En esos años El Día, de La Plata, Crónica y especialmente Ámbito Financiero (que la convirtió en un aspecto casi emblemático de su línea editorial) denunciaron reiterada y enfáticamente el carácter monopólico que había tomado Papel Prensa y su pesada influencia, en especial sobre las empresas chicas del interior del país.

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La empresa de Kraiselburd -editores de El Día, de la Plata, y de Diario Popular- sostenía que no había en la Argentina madera suficiente como para producir las toneladas de papel prometidas. En 1983 Raúl Kraiselburd declaraba que “el consumo de papel se redujo en veinte años a casi la mitad, lo que refleja un cuadro cultural y social dramático”.

En el ínterin Celulosa se retiró del mercado y Papel de Tucumán, sostenida por el Grupo Bridas --que en algún momento se insinuó como competencia firme de Papel Prensa-, no obtuvo del Estado las franquicias y subvenciones que si logró Papel Prensa.

Las condiciones del AlmiranteA mediados de 1977 el periodista Enrique Pugliese dirigía la revista Vigencia, editada por la Universidad de

Belgrano. El mensuario se identificaba --decía Pugliese- “con la democracia, la Constitución y la ley. Y no es fácil desarrollar una línea política cuando en el país no rigen ninguna de esas tres cosas”. No exageraba. Cuando el almirante Massera era uno de los dueños de la vida y de las ideas de las personas, se permitía decir cosas como éstas:

“La revolución que sufren los medios masivos de difusión es naturalmente subversiva. Pero esto no es necesariamente malo, siempre que cuidemos de que no se le sume la otra subversión, la que sólo es destructiva, la que sólo quiere arrasar con todo lo que amamos, sin proponer nada positivo en cambio.”

* “Los periodistas que generan el mensaje que los medios masivos de comunicación depositan en la mente y el corazón de toda la ciudadanía, tienen responsabilidad en el éxito o en el infortunio que nos sobrevenga.”

* “Necesitamos una prensa que custodie la índole esencialmente democrática de nuestro pueblo”.No era el único que apuntaba los cañones contra el periodismo. El ministro de Educación Juan José Catalá

también decía lo suyo:«La acción debe traducirse en una influencia política tendiente a que los medios de difusión argentinos no sigan

envenenando el alma del país como lo han envenenado durante tanto tiempo”.

Una carta y otras historiasEl 24 de marzo de 1977, coincidiendo con el primer año del golpe de Estado, Rodolfo Walsh redactó y

distribuyó la que sería su obra periodística póstuma. El texto, conocido como “Carta abierta de un escritor a la Junta Militar”, dio la vuelta al mundo, porque constituía el primer desafío público que un civil les hacía a los militares y también porque al día siguiente Walsh --que en ese momento vivía clandestinamente en una casita de San Vicente con su compañera, la periodista Lilia Ferreira- fue capturado por un “Grupo de Tareas” de la Marina, muerto y desaparecido. Su facha -dijo Dalmiro Sáenz sobre Walsh- era una mezcla de cura irlandés y boxeador que siempre va para adelante. Era un p1ayboy del coraje y murió como un poeta del heroísmo. Le sobraba periodismo: aun como escritor, su fin principal era llegar al lector”. La carta-desafío de Walsh comienza de este modo: “La censura de prensa, la persecución a intelectuales, el allanamiento de mi casa, el asesinato de amigos queridos y la pérdida de una hija que murió combatiéndolos, son algunos de los hechos que me obligan a esta forma de expresión clandestina después de haber opinado libremente como escritor y periodista durante casi treinta años”.

En setiembre de 1976 María Victoria, ‘Vicki”, una de las dos hijas de Walsh y periodista también, había sido sorprendida en una “casa operativa” de Montoneros, en el barrio de Villa Luro, v tras un largo combate armado y luego de asestar un discurso a las fuerzas de seguridad, se suicidó. En ese momento, Rodolfo Walsh escribe, desde el dolor, un texto que titula “Carta a mis amigos”, Desde entonces y hasta su muerte, Walsh se dedicó a la cadena informativa de la Agencia Noticiosa Clandestina (ANCLA), desde donde se hacían circular informaciones Y textos que en esos momentos no salían en ningún otro lado. “Reproduzca esta información, hágala circular a los medios a su alcance, a mano, a máquina, a mimeógrafo. Mande copias a sus amigos (...) rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto en libertad.”

Los enemigosEn noviembre de 1977 fuerzas de la represión cayeron en la casa del dirigente gremial Eduardo Arias y

encapuchado lo trasladaron al campo de detención El Vesubio. En una ocasión lo encadenaron espalda con espalda con un hombre de unos 60 años, al que habían torturado sin piedad. Lo habrá visto algunas veces más (la última, en la Nochebuena de 1977), cada vez más mortificado y consumido. Al tiempo se enteró de que el compañero de celda con quien había compartido esos extraños y dolorosos momentos era su ídolo de la infancia, Héctor Oesterheld, creador y dibujante de la historieta “Emie Pike” y director de la revista que Arias leía cuando chico,

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Hora Cero. Arias fue dejado en libertad en enero de 1978. Unos años más tarde, en 1985, cuando estaba por constituirse en testigo en el juicio a las juntas, murió de un derrame cerebral.

A mediados de 1977, Alejandro Margulis era un joven inquieto, prospecto de periodista, que dirigía la revista literaria Ayesha. En una ocasión recibió una colaboración escrita por Gloria Kehoe Wilson. Cuando Margulis, interesado por la calidad literaria de su colaboradora, intentó ponerse en contacto con ella, se enteró de que la escritora y su esposo habían sido secuestrados y posteriormente desaparecidos. Todavía hoy, cada vez que Margulis cuenta el final de la joven autora del libro de cuentos Pico de paloma, se sorprende y se conmueve.

En un procedimiento, fuerzas no identificadas clausuran la redacción del mensuario Emanuelle, ubicada en Córdoba al 800, y se llevan a Oskar Blotta, Mario Mactas y a la correctora Silvia Vesco. Los tienen diez días desaparecidos, los interrogan severamente -aunque sin la otra clase de torturas en boga- y los liberan recomendándoles que se vayan del país. Blotta se va a Puerto Rico por unos meses. Mactas parte primero a Colombia y luego da el salto a España, en donde permanece diez años. La correctora Vesco permaneció en el país. “Clausuran Emanuelle porque la consideran moralmente peligrosa -afirma Mactas en 1996-. Peligrosa desde la perspectiva de los que por entonces prohibían cosas, conceptos vinculados con el oscurantismo, el autoritarismo”. Un caso similar es el que le sucede a Mario Muchnick, editor de Padres: le cierran la publicación, lo secuestran y lo obligan a irse del país.

Mediante el decreto 210/77 la Junta Militar prohibió la circulación del diario La Opinión correspondiente a los días 29 y 30 de enero y secuestró la revista de La Opinión de esa misma semana. Sin citar fuentes La Razón indicó que el motivo de la sanción era el artículo “La iglesia y los derechos humanos”, escrito por el sacerdote jesuita Vicente Pellegrini y aparecido en el suplemento cultural.

El 16 de abril de 1977, vecinos de un edificio ubicado en Viamonte al 300 vieron cómo una comisión de fuerzas de seguridad no identificadas sacaban por las escaleras, a la rastra y malherido, al ocupante de uno de los departamentos. El infortunado era un periodista notable: Enrique Raab, que entre noviembre de 1975 y enero de 1976 había recibido graves amenazas de la Triple A. Exactamente un año, cuatro meses y once días después de la última y como para probar que esta clase de asesinos difícilmente perdonan u olvidan, fueron a buscarlo a su departamento, donde por Raati se había vuelto a instalar. Desde entonces Ratab está desaparecido.

En 1952 Héctor Ferreirós se había ordenado sacerdote y en 1957 recuperó el estado laical con el propósito de casarse. En los años 60, con su bagaje teórico y práctico de la Iglesia, Ferreirós ejerció el periodismo en una especialidad difícil y poco desarrollada en ese momento: la fuente eclesiástica. La Iglesia vivía un momento de especial en todo el mundo y especialmente en la Argentina, donde los llamados “curas tercermundistas” trataban de consolidar el espacio ganado durante la década del 60 y, en ese marco, las notas e investigaciones de Ferreirós fueron importantes en Primera Plana, Panorama y Confirmado. En abril del ‘77, un grupo no identificado secuestró a Ferreirós, que en ese momento integraba la redacción de la agencia Télam y lo asesinó en un paraje de Esteban Echeverría.

Edgardo Sajón, un periodista de larga trayectoria especializado en cuestiones gráficas y ex secretario de Prensa de Lanusse entre 1971 y 1973, ocupaba en 1977 uno de los puestos gerenciales más altos en el diario La Opinión. El 1’ de abril de ese año fue secuestrado a la mañana temprano mientras conducía su automóvil, en Olivos, cerca de la residencia presidencial. Había salido de su casa un rato antes, pero nunca llegó a la calle Lafavette al 1900 en Barracas, la sede de Establecimientos Gráficos Gustavo, en donde se imprimía La Opinión y de cuya planta de modernas rotativas offset Sajón era el director técnico. El hecho fue inmediatamente vinculado con el caso Graiver, la investigación de un grupo del Ejército, que ya había estallado. Hasta donde se supo, gente del Batallón 601 había apresado a Sajón y se les quedó en la tortura. Desde entonces es uno de los desaparecidos.

El enemigo número 1En la madrugada del 15 de abril de 1977 veinte personas de civil que dijeron responder a órdenes de la décima

brigada de Infantería llegaron al departamento cercano a la Recoleta de Jacobo Timerman y se lo llevaron con rumbo incierto. Recién al tercer día el Primer Cuerpo de Ejército reconoció su cautiverio. Lo que le sucedió a Timerman en los treinta meses siguientes excede los límites de la lógica y corresponde a ese universo de sucesos increíbles que caracterizaron a la Argentina en esa época. Planeado por el coronel Ramón Camps, que lo interrogó personalmente en varias oportunidades, su arresto reveló de un modo desatado el sesgo antisemita atribuido a sectores militares. Pero no sólo eso. A pesar de no haber recibido nunca acusaciones formales (de un modo tangencial se lo vinculaba al llamado Caso Graiver), Tímerman sufrió condiciones de reclusión muy lesivas en campos ilegales, fue reiteradamente amenazado y torturado, le intervinieron sus bienes, le quitaron su empresa

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periodística, le arrebataron su ciudadanía, extendieron la campaña en su contra en diversos foros nacionales e internacionales y finalmente (se dice que una intervención del general Videla le salvó la vida; otros lo atribuyen a las presiones de los Estados Unidos sobre el gobierno militar) lo expulsaron del país. “Veníamos muy golpeados y desorientados por el secuestro de Sajón y al muy poco tiempo vino lo de Timerman. Ahí, directamente, quedamos paralizados”, recuerda en 1996 Luis Clur, en ese momento secretario general del diario sobre el que parecían converger todas las malas miradas y sospechas de distintos sectores de las Fuerzas Armadas.

Antes de que el gobierno le enviara al general de brigada José Teófilo Goyret como interventor militar de La Opinión, se alejó de la subdirección Ramiro de Casasbellas (’1imerman me mintió sobre la posición ideológica y sobre la relación de Graiver con la propiedad del diario”, declararía Casasbellas en ese momento, y fue reemplazado por la esposa de Timerman. Todo se descomponía. Años después Tomás Eloy Martínez y otros periodistas acusarían a Casasbellas, y también a Enrique Jara, de haber participado en careos policiales “infamantes”. En 1996 Casasbellas negaría tal versión: “Yo sólo dije que Martínez era un izquierdista romántico”.

Un ‘78 jugadoEl Campeonato Mundial de Fútbol disputado en el invierno de 1978 ocupó antes y un buen tiempo después la

cabeza de los argentinos. Aquí y en el exterior muchos pensaban que un triunfo de la Selección argentina -cosa que finalmente ocurrió- sería la contraseña para que los dictadores se instalaran con comodidad y por muchos años en el poder. En rigor, para los medios, y también para la prensa escrita el torneo fue una oportunidad para batir el parche de que aquí se vivía en paz y que nada de lo que decían los medios extranjeros era cierto, sino una campaña de desprestigio de alcance internacional. El tema fue cubierto sin fisuras por la prensa local, que encontró además una buena veta para aumentar las ventas. El 14 de abril de 1978, a menos de dos meses de su inauguración, murió de cáncer un notable periodista deportivo que desde La Prensa había criticado la disputa de la copa Jules Rimet: Dante Panzeri. Nacido en San Francisco, Córdoba, Panzeri había permanecido fiel a sí mismo hasta el último día: polémico, apasionado, valiente.

Desde su tira diaria en la contratapa de Clarín, “Clemente”, el personaje de Caloi, pedía a la gente que tirara papelitos en la cancha, costumbre que por una cuestión de imagen parecía poco recomendable ante los ojos de muchos funcionarios y que había sido duramente cuestionada por el influyente relator de fútbol José María Muñoz, una de las personas que más había luchado, desde los medios, por la realización del Mundial en Argentina. A pesar de que la policía revisaba a cada asistente, también con el propósito de que no ingresaran a los estadios con papeles, al momento de la aparición del equipo local el aire se cubría de papelitos. “Era una especie de gesto contestatario de la gente. Como decir 'Acá estamos’. Cuando, además, ‘Clemente’ apareció con sus cantitos demostró que las personas también eran protagonistas”, reflexiona Caloi. Una crónica firmada por Judith Gociol y Diego Rosenberg aparecida en Todo es Historia, ubica algo que, después del Mundial y la alegría del campeonato, pronunció otro personaje de historieta de Clarín, “El Loco Chávez”: pasada la euforia y barridos todos los papelitos, el personaje de Trillo y Altuna se preguntaba: “¿Y ahora?”. La sencilla interrogación interpretaba un vasto sentimiento colectivo.

Tarjetas y golesEl diario francés Le Monde hizo saber con extrañeza que desde unas semanas antes había comenzado a recibir

desde la Argentina una serie de tarjetas postales: de un lado, fotografías de gente trabajando pacíficamente y la inscripción “Argentina, toda la verdad”; del otro, un texto que aseguraba que en la Argentina la guerra, que fue dura, ya había terminado con la derrota de la Subversión. Las tarjetas venían gratis en cada edición de la revista Para Ti para que los lectores locales las recortaran y las enviaran a una serie de direcciones (en general organizaciones de derechos humanos y medios de comunicación extranjeros) que, según se afirmaba, articulaban una campaña de desprestigio en contra del país. La gran mayoría de los medios argentinos compartieron esa actitud de defensa a ultranza de la imagen del país, presuntamente atacada desde el extranjero, sentimiento que creció en los momentos previos al Mundial de Fútbol, a raíz del cual vendrían a la Argentina viajeros de todo el mundo.

Sin sentido del humorEn julio del ‘77 Osvaldo Ripoll se convirtió en el editor de la revista Mad en español. El tradicional magazine

estadounidense satírico comenzó a circular con éxito en la Argentina -40.000 a 45.000 ejemplares de venta-, mayormente con materiales originales traducidos, aunque también con el aporte de dibujantes locales como Grondona White, Ceo y Cascioli. En el número de enero del ‘78 apareció una historieta a doble página, original de

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los Estados Unidos pero traducida aquí. Se titulaba “Altar Ego”, hacía humor vinculado con la Iglesia y los curas pero de contenido liviano e ingenuo. Sin embargo para Ripoll tuvo un altísimo costo: un duro secuestro, diez días desaparecido, posteriormente un mes y medio preso acusado de delitos económicos y el alejamiento forzado de la Argentina durante un año y medio. Salvo las derivadas de la propia situación, Ripoll -que llegó a las catacumbas convaleciente de una operación de riñón- no sufrió otras torturas.

En los interrogatorios le preguntaban acerca de cosas que, por absolutamente desconocidas, le resultaba muy difícil responder: ¿Quién lo banca, Ripoll? ¿La Unión Soviética?; los chistes de su revista son disociativos, atentan contra la familia, como quiere el comunismo internacional.” Peor todavía era el texto del decreto que prohibió la circulación de la revista que hablaba de, agresión maliciosa contra la función sacerdotal, la institución eclesiástica y los valores de la moral cristiana”. Numerosos medios internacionales, empezando por Mad, reclamaron por su vida y por su libertad. Tras un año y medio de exilio, durante el que su editorial se perjudicó seriamente, Ripoll volvió a vivir a la Argentina, donde todavía gobernaban los militares. Durante largo tiempo, a las seis de la tarde (la hora en que había sido secuestrado) le sobrevenía una sensación de pánico y terror que apenas podía controlar encerrándose.

Un cacho de culturaCon Victoria Ocampo en la tapa, en setiembre de 1977, aparece la revista cultural Pájaro de Fuego. Tenía algo

de Crisis, y esa evocación era casi inequívoca en la parte artística, responsabilidad de Eduardo Ruscio Sarlanga, que había desempeñado el mismo cargo en la otra revista. Pero era infinitamente más aséptica, defensora de una idea conservadora de la cultura. En un momento de inanición partidaria, los periodistas Rodolfo Audi y Oscar Cardoso sacaron Línea, una interesante revista de reflexión política. Tres figuras del actual periodismo -Jorge Fernández Díaz, Gustavo González y Edi Zunino- fueron responsables de un título que aportó resistencia a la dictadura: Retruco. Con audacia, Punto de Vista fue durante esos tiempos un lugar de debate posible en torno de temas como el lugar del socialismo, y para la introducción de tópicos como literatura, posmodernidad, marxismo y psicoanálisis. Beatriz Sarlo, Carlos Altamirano, José Aricó, Adrián Gorelik, María Teresa Gramuglio, Juan Carlos Portantiero, Hilda Sabato y Hugo Vezetti integraban, entre otros, el staff de esta revista “de ensayos, crítica y cultura” y que aparecía tres veces al año.

Por la misma época, el grupo del escritor Abelardo Castillo lanzó otra revista literaria que heredaba de El Grillo de Papel y El Escarabajo de Oro ricas experiencias anteriores y la tradición de un título vinculado a la fauna: El Ornitorrinco. “La gran diferencia con las dos anteriores era que se hizo durante la dictadura -reflexiona Castillo en 1996-. Me entusiasma recordar la composición de nuestro consejo editorial, en el que lo único común que teníamos era ser escritores. En lo demás, al lado de peronistas había católicos militantes, socialistas o comunistas, populistas y radicales. Se podían decir ciertas cosas pero con extremo cuidado. Para hablar de Freud o de Marx como de la guerra con Chile, del premio Nobel Pérez Esquivel o de las Madres de Plaza de Mayo había que hacerlo de una manera oblicua”. La revista se mantuvo ocho años y dejó de aparecer en la década del 80.

Medios como finesSu colección de no más de veinticinco números es prácticamente inhallable, pero muchos de sus lectores la

guardan en la memoria. Y en el corazón. Medios & Comunicación integra el selecto grupo de revistas míticas a las que se les adjudica haber oxigenado el cerrado ambiente periodístico y cultural durante la dictadura. “Era muy difícil decir cosas. Entonces pensé que sería bueno sacar una revista que mostrara cómo hablaban las otras revistas y los diarios”, dice hoy Raúl Barreiros, director de las tres épocas de M & C. “Yo venía muy fascinado por la revista-libro Lengual, es que en el ‘74 habían sacado tipos tan importantes como Steínberg, Verón, Indart y Traversa. Y me inspiré en ese modelo, tratando de hacerla más accesible”, agrega Barreiros. Con recursos de la semiótica y el análisis de contenidos, la revista abarcaba los fenómenos de la prensa escrita, la radio y la televisión y ofrecía un material diferente para la época.

Salieron con una tirada de 500 ejemplares y la fueron subiendo, aunque -como se sincera Barreiros, que ahora, como antes, se gana la vida con la docencia y hasta hace algunos años fue director de Radio Provincia- nunca superaron los 3.500, ni siquiera cuando alcanzó su aspecto más profesional, en 1991, financiada por Fernando Solcolowicz, editor de Página/12. Barreiros cuenta que hacer la revista le costaba la mitad de su sueldo e innumerables conflictos domésticos. “Entre todos bancábamos los egresos”, ironiza. “Pero lo que nos devolvió en satisfacciones fue muy, muy superior.» La publicación, en la que entre otros trabajaron Armando Ledesma, Inés Quadri, Carlos Palomo, Ángel Faretta, Luis Gregorich, José Luis Fernández, José Feinmann, Tom Lupo, Juan

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Sasturain y Juan Lima, demostró que se podía ser diferente y crítico a la hora de mirar los medios y de leer los acontecimientos que ellos generan.

Testigos en peligroCuatro directores de publicaciones -Mariano Grondona, de Carta Política; Alberto Gabrielli, de Primera Plana;

Bernardo Neustadt, de Extra, y Horacio Agulla, de Confirmado- acostumbraban reunirse cada mes, en alguna casa, para intercambiar informaciones, examinar la situación y dialogar con alguna importante personalidad política del momento. El 28 de agosto de 1978, en una típica acción de gangsterismo, un hombre disparó cinco balazos con un revólver con silenciador y asesinó al abogado, político y empresario periodístico Horacio Agulla mientras estacionaba su auto en la zona de Recoleta. Aunque cuarenta y ocho horas antes el personaje invitado a la cena del mes había sido el general Suárez Mason, siempre se consideró que el motivo del Crimen había sido una venganza entre sectores enfrentados de las Fuerzas Armadas. El muerto había sido, además, el fundador y editor de la revista Temas Militares.

En su autobiografía Bernardo Neustadt cuenta que fue en su propio departamento en donde el grupo recibió a Carlos Suárez Mason, quien llegó armado, pero se desprendió del arma para cenar. Si bien esquivó el tema cuando le tocó referirse a la represión, dice Neustadt que mostró buena disposición para otras respuestas. Cuando el general se retiró, los otros comensales iniciaron una ronda de comentarios. Ni bien Agulla había sintetizado en una frase su impresión (Señores: acabamos de comer con un asesino”) sonó el timbre. Era Suárez Mason, que regresaba por su arma, Dice Neustadt que la noche del velorio de Agulla escuchó por lo menos una vez lo que alguna gente decía habitualmente de los desaparecidos: “¿En qué andaba?”.

En junio de 1978 sólo unos pocos diarios habían hecho pública la desaparición del director y editor de El Cronista Comercial, Julián Delgado, que evocaba las anteriores de Edgardo Sajón y Rafael Perrota. En este extraño país también los empresarios periodísticos del establishment desaparecían.

Últimos tiempos“Julián Delgado era un tipo muy creativo, que de la izquierda se había vuelto liberal y que había descubierto lo

de la globalización hace más de veinticinco años, En los últimos tiempos estaba deprimido: le habían dado licencia en la empresa y estaba en tratamiento. Justamente lo agarran yendo al psiquiatra. Nunca se supo por qué. Se manejaron un montón de hipótesis, desde que se había malquistado con alguien importante de la patria empresaria, hasta que, como en otros tantos casos, habían cometido un error. Lo cierto es que su propia revista, Mercado, actuó cobardemente en ese tema, no lo defendió” (Orlando Barone, periodista y amigo de Delgado).

Para ellasDe acuerdo con una investigación que Silvia Centeno y Ana Laura Arverás publicaron en Cuestionario, a

mediados de la década del 70 las revistas “femeninas” enseñaban a las mujeres un deber ser y un modo de responder a necesidades de la mujer de hoy, que ya no se quedaba todo el día entre cuatro paredes. Esa mujer era un desafío antes creado por la revista norteamericana Cosmopolitan, artífice de la figura de la mujer hermosa y liberada, culta y frívola y competidora de los hombres. Cada semana, los 150.000 ejemplares vendidos por Para Ti eran 50.000 más que los que despachaba Vosotras y algo más que lo que vendía Claudia que, sin embargo, era la de mayor costo por unidad y la de mayor prestigio. El divorcio, el aborto, la infidelidad, por supuesto el auge del psicoanálisis, fueron asuntos propios de la revista años antes de que se convirtieran en leyes o que alcanzaran masiva consideración social. Dicen las investigadoras que al iniciarse la década del 60 todas las revistas tuvieron que renovarse, urgidas por los cambios en el mundo y por el aporte de Claudia, de la editorial Abril. Apoyadas en servicios europeos originados en Marie Claire, Elle, Arnica, Lui, las notas de astrología, cocina y moda comenzaron a alternarse con las de psicología, costumbres y educación sexual. Se vendía ropa, pero también erotismo. En 1970 se empezó a hablar de la emancipación de la mujer, en tanto que en 1975 plantó sus reales el discurso del feminismo”, afirman Centeno y Arverás. La búsqueda del nuevo ideal podía marchar por carriles más científicos. Basados en los aportes iniciales de Miguel Brihuega y Raúl López Biel, aparecieron después Eva Giberti y Florencio Escardó, en tanto Alberto Cormillot, Jorge Braguínsky, Mauricio Abadi y Arnaldo Rascovsky divulgaron casi todo lo publicable en materia de problemas médicos y educación sexual. Ante los ojos de los censores de cada época publicaciones como Claudia, Padres o Amika, entre otras, fueron vistas como subversivas, o al menos tan cuestionables como el psicoanálisis o cualquier otra disciplina que sirviera para mejorar la situación personal y hacer pensar.

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El método del humorEn la tapa, un Menotti algo consumido pero orejudo como Martínez de Hoz. A pocas horas del inicio del

Mundial una nueva revista mensual ponía en irónicas letras de molde algo que los argentinos ya sabían: “el Mundial se hace, cueste lo que cueste”. En su logotipo incorporaba la letra “R” encerrada en un círculo (el símbolo de “registrado” lo que hizo que durante un tiempo algunos la pidieran como Hum o Humor Registrado.

El número inaugural de Humor tiró 40.000 ejemplares, de los que vendió la mitad. Repitiendo el fenómeno del Brasil, cuando durante la dictadura del general Garrastazú Médici se difundió O Pasquim, o el de Uruguay, en donde Gambia fue exitosa en plena dictadura militar, Humor irrumpe en un mercado deprimido por numerosas circunstancias y se asume como la revista que supera, apenas, la mediocridad general”. De este modo evocó en 1988 el periodista Aquiles Fabregat aquel momento: “Había Pocas posibilidades de hacer humor gráfico... Tía Vicenta andaba por su tercera versión y era muy contradictoria, porque por ahí se atacaba a Martínez de Hoz pero se felicitaba a Para Ti por las tristemente recordadas postales para enviar a Amnistía Internacional. En ese sentido, la salida de Humor fue toda una bendición”. Los mandos militares de ese momento, con el general y ministro del Interior Albano Harguindeguy a la cabeza, estaban alertas para que no volviera a aparecer otra revista que hiciera humor de la realidad, como habían sido Satiricón, Chaupinela, Mengano o El Ratón de Occidente. Sin embargo, por algún lado se les filtró. Lo máximo que pudieron hacer, pero eso únicamente en el primer número, fue calificarla como “de exhibición limitada”, enfundarla en un plástico y mirarla con más preocupación que tolerancia.

-¿Con qué temas no se meten? -quiso saber la revista Radiolandia 2000 en junio de 1981. -Con los problemas internos de los militares. Con los temas de la soberanía, aunque en mi opinión personal

Martínez de Hoz rifó el país. No quieren que se toque a Cacciatore. Tampoco nos metemos con la iglesia -respondió el director de Humor, Andrés Cascioli. Aun con limitaciones, la revista se hizo fuerte en rubros en los que ninguna otra publicación se animaba. Las críticas a la televisión en manos del Estado eran tan permanentes como despiadadas; no pasaba por alto la censura imperante, objetaba la burocracia y la ineficacia estatales, en chistes e historietas se cuestionaba a los corruptos y se revelaba desconfianza en el poder judicial. No escaseaban las observaciones sobre la patria financiera” o el Fondo Monetario Internacional, aunque en general predominaba la idea de que los comentarios sobre espectáculos o deportes -mayoritarios en la revista- eran vehículos válidos para mostrar flaquezas y contradicciones del poder. Cascioli recuerda que, como si no bastara con los propios, tenían que soportar el miedo y la autocensura de quienes los rodeaban. Lo que más les decían los amigos de entonces era: Che, ojo, no se pasen”.

Grandes hitosEn el número 7 se satirizaba la visita oficial de los reyes de España al país. En el dibujo de Cascioli, a la reina

Sofía se le colaba un fantasmal López Rega por abajo de las faldas. Mientras duró la visita de los reyes esa edición no tuvo permiso de circulación. El número 8 mostraba a Martínez de Hoz como un escualo feroz, insaciable, protagonista de la película-historieta “Inflación 2”, remedo de Tiburón II. Por primera vez Videla aparece en la tapa. Es en el número 15 y el chiste, prácticamente a favor, alude a los productos importados, que son mostrados como pirañas. Los chistes sobre los artículos de afuera, una evocación a Oski y una entrevista a María Elena Walsh valían la edición. Otras tapas memorables: varios personajes del gobierno militar en un barco llamado El Proceso que se iba a pique; Martínez de Hoz con un ‘manto y una guadaña que representaban la Parca; un Massera descamisado; y el comandante en jefe Nicolaides cayéndose de una patineta. El dibujo irritó al General, quien se quejó de este modo: “¿Cómo puede ser que me hagan aparecer como alguien que ni siquiera sabe andar en patineta? El número 97 sufrió una orden de secuestro que fue prácticamente evitada por el distribuidor Cholo Peco. La revista se escondió en comercios cercanos a los kioscos y los clientes tenían que ir a retirarla a los cafés o las farmacias del barrio. El número 98 (tapa con caricatura de los tres comandantes en jefe como monitos, que no ven, no escuchan, no hablan) elevó el tono crítico e hizo crecer la adhesión del público. En las entrevistas de Mona Moncalvillo, a partir de 1979, aparecían los que no tenían prensa en otros lados, como el premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, a quien por primera vez había entrevistado la revista deportiva Goles. Allí contaron con espacio personajes prohibidos por los militares como Hebe de Bonafini, Hipólito Solari Yrigoyen, Osvaldo Soriano, Mercedes Sosa, que, metafóricamente, evocaban a los desaparecidos. A partir de julio de 1981 en esa tribuna reaparecieron los políticos. Las notas políticas y de denuncias de Enrique Vázquez, que se incorpora en 1981. Historietas de gran calidad artística y de elevado contenido simbólico y crítico: “Boogie el Aceitoso”

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(Roberto Fontanarrosa), “La Clínica del Doctor Cureta “(Ceo, Meiji, Rep), “El Recepcionista de Arriba” (Rep), “El Doctor Piccafeces” (Grondona White), “Los Alfonsín” (Rep), “Las Puertitas del Señor López” (Trillo y Altuna).

Desde el jardínEn plena dictadura, María Elena Walsh escribe un texto memorable: Vaís jardín de infantes”, que Clarín publica

en agosto de 1979 en la sección “Opinión”. “Todos tenemos el lápiz roto y una descomunal goma de borrar ya incrustada en el cerebro”, afirmaba Walsh allí. Como si fuera un documento de combate, la hoja impresa circula entre los “alumnos” de ese presunto país, y de la autora v de los temas que toca en un nivel muy adulto se habla con emoción, con entusiasmo (pero en voz baja) en cafés y casas particulares. Y en otros sitios.

Guillermo Alfieri, periodista y ex secretario de redacción del diario El Independiente, de La Rioja, y el periodista Mario “Cacho” Paoletti, del mismo diario, estaban presos cuando tuvieron oportunidad de leer aquella nota de María Elena Walsh, que los estimuló y reconfortó por su valentía y claridad.

En los años iniciales de la dictadura los despachos de la agencia Noticias Argentinas incluían denuncias de desapariciones de personas. Según afirmó en 1984 el secretario de redacción de la agencia, Horacio Tato, sus fuentes eran la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos y la agencia clandestina ANCLA -la que había creado Rodolfo Walsh-. Diarios -en especial del interior- que de otra manera no se habrían animado, publicaban estas informaciones escudándose en el crédito de la agencia. Según reconoció la madre de Plaza de Mayo Nora de Cortiñas, algunos periodistas comenzaron a acompañarlas en sus rondas de cada jueves y uno de los primeros fue Oscar Raúl Cardoso. El periodista lo confirma y agrega: “Más para estar que para publicar”. El primer corresponsal extranjero que acompañó la ronda de las madres fue Gerard Albouy, de Le Monde, y Jacques Despress, de la agencia France Press. Gustavo Cortiñas, el hijo de Nora, desapareció el 15 de abril de 1977, y ella recuerda haber iniciado un peregrinaje primero que nada por las agencias de noticias extranjeras y después por el Buenos Aires Herald. El 30 de abril de 1977 concurrió a la primera reunión de las Madres. En esa época, cuenta Cortiñas, recibieron de Alicia Moreau de Justo un buen consejo que no siguieron: “Anoten todo, todo, todo, porque llega un momento en que la memoria se pierde y lo escrito es la verdadera historia”. La sugerencia de doña Alicia era que registraran en detalle sus entrevistas con policías, militares, políticos y periodistas. “Pero no siempre lo hicimos, porque teníamos miedo de que si nos agarraban con algo escrito pudiera comprometernos más”, explica Cortiñas.

Los demoniosLas amenazas contra su persona se habían constituido en algo demasiado frecuente y ya le parecía raro estar una

semana sin recibir una. Pero cuando las advertencias recayeron en Peter, su hijo de 11 años, consideró que había llegado el momento de exiliarse. Veinte años antes, en 1959, Robert Cox había llegado de Inglaterra. En 1966 lo habían designado director del Buenos Aires Herald. Borges, afirmó Cox, pasó en aquellos días de pensar que “Al fin tenemos un gobierno de caballeros” a desilusionarse y espantarse en pocos años porque los argentinos no podíamos aceptar que desapareciera gente”. El Herald fue el único medio que les dio sitio a las declaraciones del escritor. El diario escrito en idioma inglés mantuvo una línea en la información sobre desaparecidos, a diferencia de la mayoría de los medios y de muchos periodistas, que prefirieron la idea de “preocuparnos por todas las víctimas de una guerra. De un lado y del otro” -acaso la semilla de la tan polémica teoría de los dos demonios-. El gobierno militar tuvo una actitud férrea en relación con hacer públicos los actos de la guerrilla o sus actos ilegales. Pero, además, se preocupaban para que no se filtrara lo que ellos consideraban malos ejemplos morales. “No les gustaba cuando se publicaban detalles del romance entre Carlos Monzón y Susana Giménez o se les daba lugar a artistas prohibidos, como una entrevista a Marilina Ross en La Semana”, cuenta un veterano editor. “La dictadura generó la necesidad de decir cosas sin que fuera muy evidente -reflexiona Oscar Raúl Cardoso-. El estilo era: ‘trato de decir lo que no puedo decir’. Había que encontrar un lenguaje. No les envidio a Escribano y a Morales Solá haber sido columnistas políticos en esa época tan difícil. Cuando en 1979 vino la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA, esa visita permitió a muchos periodistas, entre ellos yo, escribir sobre los desaparecidos. Y como coincidió con un torneo juvenil de fútbol que se jugaba en el Japón, la noticia llegó incluso a los suplementos deportivos. Las Madres, que no salían ni de casualidad en los diarios de aquí, ganaron un primer plano porque viajaron a Porto Alegre, Brasil, en donde estaba el Papa, que las recibió.” Fuentes castrenses explican a Clarín los motivos de la reclusión de Timerman, y el 2 de mayo del ‘79 el diario lo publica: Cuando la subversión necesitó canalizar los fondos provenientes de los secuestros, se valió fundamentalmente del conjunto económico financiero que encabezaba David Graiver”, integrado entre otros bienes por el diario La Opinión. Antes de ser liberado en setiembre de 1979, debido en especial a la presión generada por la fuerte campaña internacional, un 45

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por ciento de las acciones que Jacobo Timerman tenía en su diario se transfieren a las arcas de la CONAREPA.Todavía mucha gente seguía preguntándose por qué había caído sobre Timerman semejante excomunión. ¿Qué

podía haber pasado? La Opinión había sido uno de los primeros diarios que publicaron informaciones de hábeas corpus que les acercaban familiares de desaparecidos. Pero frente a ellos, Timerman sostenía que no estaba seguro de la eficacia del método: si con eso se ayudaba al prisionero o si, por el contrario, la información pública aseguraba la definitiva condena a muerte del desaparecido.

Timerman, un hombre con ideas personales y muy lúcido, no estaba contra el régimen militar, ni tampoco desdeñaba la lucha antisubversiva, aunque en este punto no vaciló en reclamar a los militares transparencia, juicios públicos y la posibilidad de contar todo si los tribunales militares decidían ejecuciones. En un libro suyo Timerman revela que, ya prisionero, estrategas del terrorismo de Estado que lo interrogaban y lo sometían a torturas le explicaban que ellos no podían tomar semejante decisión porque el Papa se opondría y ellos como cristianos no podrían hacer otra cosa que obedecerlo. “Usted no entiende porque es judío. Pero es así”, lo consolaban.

En 1979 Segunda Mano, una publicación dedicada exclusivamente a los avisos clasificados gratuitos de todo tipo: profesionales, comerciales y personales, que despierta enorme interés de venta. Al finalizar la década sale un producto que todavía está en la calle: Semanario, de editorial Perfil, un tabloide impreso en papel diario. En un ámbito en donde la política estaba prohibida, la publicación comienza a interesar con otros temas: divulgación popular de la medicina, las dietas más insólitas junto a las propuestas esotéricas más divertidas. Los años 70 se retiraban disimulados en el almanaque de los días fértiles de la mujer, en los poderes extrasensoriales de una bruja desconocida o en el futuro leído en las hojas de té de yuyos.

Ultimas noticias de la décadaStatus, que había salido en setiembre de 1977, era una revista provocadora desde el título. No sólo era snob, sino

que se jactaba de serlo. Sus editores Miguel Brascó, Dante Albarelli, Alberto laccarino y Willie Coleman admitían que la nueva publicación venía a ocupar el lugar que una década antes dejara vacante Adán, Entretenimientos para Gentilhombres. En la redacción el mismo Brascó, que escribía largas notas sin equivocarse en ninguna palabra, Bengt Oldenburg, Juan Carlos Martelli, Cecilia Absatz, María Moreno, Jorge Lorio, entre otros, además de especialistas en caza del venado, cocina balinesa, coleccionistas de gemelos de piedras o bon vivants internacionales. Según recuerda Cecilia Absatz, en la cuadrícula nunca faltaban notas de viajes, curiosidades gastronómicas o relatos de exquisiteces, como un informe sobre motocicletas importadas o la historia de los cigarros Davidoff. El sumario se completaba con cuentos, textos eróticos o que en general exaltaran el placer y los sentidos. “Había más filosofía que política y eso sí: fútbol nada, nunca. Hasta se ignoró el tema durante el Mundial del ‘78. Con las mujeres era así: en pleno Proceso, el horno no estaba para bollos ni para fotos eróticas. Lo único que quedaba claro es que podían verse pechos de mujer, siempre que se mostraran de frente. El pezón de perfil era censurado. Pubis, olvídalo. Con tanta censura y autocensura la revista comenzó, obligada, a cultivar una nueva teoría erótica que consistía en buscar y trabajar las fotografías con mujeres vestidas o cubiertas de alguna manera. Katja Aleman, de 19 años, apareció desnuda detrás de una enagua de satén tendida de una cuerda, como si estuviera colgada para secarse al sol. Las fotos resultaron mucho más eróticas que si se le hubiese visto alguna cosa concreta”, recuerda Absatz. La revista, que se editaba en San Pablo, apareció cada mes hasta noviembre de 1983.

En plena veda de personajes políticos La Semana es la primera en publicar, en marzo del ‘78, un reportaje a un político partidario. Ricardo Balbín responde a una entrevista cuando las urnas estaban muy “bien guardadas”. En enero de 1979 Jorge Fontevecchia, de la editorial Perfil, es secuestrado durante una semana en un lugar que tiempo después reconocerá como el campo de detención clandestina El Olimpo. El episodio ocurre luego de que en un número de la revista se publicaron entrevistas a tres prohibidos: Mercedes Sosa, Leonardo Favio y Víctor Heredia. Primero Fontevecchia recibió una advertencia del Ministerio del Interior: Publicar los tres reportajes juntos es una provocación”. Al día siguiente del llamado telefónico, lo secuestraron. En los interrogatorios le advirtieron que, cuando fuera liberado, debía continuar su vida como si nada pasara, que debía declarar que había sido un secuestro con móviles extorsivos y que, en la medida de lo posible, tratara de olvidar completamente lo sucedido. Y algo más: “Que no me fuera del país, porque si lo hacía ellos me mandarían a matar”. El director de La Semana reapareció el 13 de enero de 1979 en buenas condiciones de salud, aunque con siete kilos menos.

EL FENÓMENO DE LOS LIBROS PERIODÍSTICOS

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Que los periodistas busquen ampliar -prácticamente hasta el infinito- el espacio propio de la escritura y los temas específicos de investigación a través de los libros, no es un fenómeno estrictamente nuevo (ni siquiera de este siglo, si se tiene en cuenta que ya en 1890 La Bolsa, del polémico Julián Martel, fue, antes de un libro, un folletín publicado con éxito en La Nación. Pero, sin duda, a partir de la década de 1980 la costumbre se multiplicó y la oferta pasó de tendencia a moda, de ejercicio personal a acontecimiento literario. “Durante años he llevado esta doble vocación del periodismo y de la literatura. Escribí, con idéntica pasión, una novela y un libro periodístico. Soy lector de Ricardo Piglia y de Osvaldo Soriano, y también lo soy de Horacio Verbitsky y de Luis Majul. Ojalá que la literatura nos ayude a escribir mejores libros periodísticos y que el periodismo nos ayude a escribir mejores novelas”, se esperanzó durante la presentación de un libro de Luis Majul, en 1996, el periodista Jorge Fernández Díaz, autor de una novela inédita y de una investigación sobre Bernardo Neustadt titulada El hombre que se inventó a sí mismo.

Son muchas las explicaciones posibles para justificar este boom de venta, repercusión e influencia que desde hace varios años ha hecho de los libros periodísticos un rubro estelar en materia de contenidos y de ventas. Algunos parten de la base de sus propias notas ya publicadas en diarios o revistas. Tampoco esto es nuevo: a comienzos de la década del 60 Eva Giberti compiló sus columnas de “Escuela para Padres” -de La Razón, primero, y de El Mundo después- en tres tomos que alcanzaron treinta reediciones y 150.000 ejemplares vendidos. Otros son trabajos hechos especialmente, investigaciones que estuvieron en los diarios pero que alcanzan en el libro el formato más adecuado, porque allí pueden resolverse sin limitaciones de espacio ni compromisos de los medios. Son libros que cuentan vidas, completan historias fundamentales, destapan escándalos, rescatan extraviadas memorias, ponen en circulación informaciones que los poderes intentan tapar, ordenan y proponen discusiones, y que, además, explican el alcance que ha tomado la prensa escrita.

Esto es lo que ha hecho reflexionar a un escritor como Ricardo Piglia que 1a gente busca la narración en otro lugar, no porque la narración haya desaparecido, sino porque la novela ha perdido el lugar que tenía en el siglo XIX, cuando la gente leía libros de Dickens tal como hoy mira televisión”. Obras como las de Rodolfo Walsh -Operación Masacre, El caso Satanowsky y ¿Quién mató a Rosendo?- fueron en su origen estupendos ejemplos de periodismo de investigación y, en un momento, con y sin discusión, con y sin permiso, atravesaron la frontera entre la crónica y la literatura.

Títulos para más de un díaEn 1982, Daniel Kon con Los chicos de la guerra -que luego se transformaría en el guión de una película- y

Oscar Cardoso, Ricardo Kirschbaum y Eduardo Van der Kooy con La trama secreta generaron una imprescindible literatura en torno de la guerra de Malvinas, uno de los momentos de mayor manipulación que sufrió el periodismo argentino. Probaron, como ya lo había hecho Rodolfo Walsh, que aun en los momentos de mayor infortunio social y político y de más rígida censura es posible tomar un tema y “trabajarlo a nuevo”.

El dúo periodístico integrado por Alfredo Leuco y José Antonio Díaz comprendió tempranamente, en la década del 80, que la recuperación de la democracia y los cambios en los hábitos informativos serían favorables para el relato de historias de instituciones, personas y hechos que para la opinión pública son misterios o sobre los que sólo tiene información excesivamente recortada. Ellos elaboraron primero una biografía de Carlos Menem y después, un libro con la trayectoria de la Coordinadora radical que fue el título más vendido de 1985, justamente el año en que, de regreso al país, Rodolfo Terragno completó la promesa de interesar a 120.000 compradores con su ideario político planteado en el libro La Argentina del siglo XVI.

En agosto de 1984 a la periodista María Seoane una casualidad periodística la colocó sobre el camino de un gran tema. En una visita a La Plata, de un modo imprevisto, Seoane conoció a Nora Falcone, madre de una de las víctimas del caso popularmente conocido como “La Noche de los Lápices». En aquella ocasión se enteró del asunto, pero varias circunstancias la distanciaron, en lo inmediato, de su aprovechamiento periodístico. Un año y medio después, cubriendo el juicio a las juntas militares para El Periodista, escuchó completa, de boca del sobreviviente Pablo Díaz, la conmovedora historia que la señora Falcone le anticipara. A partir de allí, Seoane y el periodista Héctor Ruiz Núñez completaron una investigación que se convirtió en libro. En 1996, Seoane admite que 1o más doloroso fue el momento de hacer el prólogo, porque eso obligaba a poner un punto final sin que nos hubiéramos podido enterar del todo qué había pasado con los chicos desaparecidos”. La periodista y autora (también escribió Todo o nada, un análisis del Ejército Revolucionario del Pueblo y de sus principales dirigentes) señala que “el que hace libros elige trascender y contar la historia desde un determinado lugar. El periodista trabaja en un medio y sabe que participa de un proyecto editorial. Pero cuando hace un libro está solo con su decisión y

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con su conciencia”. En esta ardua tarea cultural, histórica y política de intentar que la historia oficial no se apodere invariablemente de todo acontecimiento, Seoane y otros tienen dignos antecesores, periodistas o no: Félix Luna, Fermín Chávez, María Sáenz Quesada, Juan José Sebreli, David Viñas, por ejemplo. En 1988 Jorge Lanata viajó a Israel para conocer en el propio terreno un hecho de la vida cotidiana poco registrado, la pelea territorial de la Intifada que relató en el libro La guerra de las piedras.

En los últimos diez años, siguiendo el camino sembrado en distintas épocas por periodistas que escribían libros, como Roberto Arlt, Gabriel García Márquez con sus notas de prensa, Osvaldo Bayer con sus investigaciones sensacionales y Umberto Eco con sus relatos de “apocalípticos e integrados”, muchos periodistas argentinos escribieron ensayos, biografías autorizadas y no autorizadas, estudios técnicos, revisiones históricas: obras que llenaron un vacío y que alcanzaron repercusión y venta. Una lista, seguramente incompleta, debería estar integrada por Osvaldo Soriano, Miguel Wiñazki, Martín Caparrós, Viviana Gor: bato, Pablo Sirvén, Hernán López Echagüe, Sergio Sinay, Jorge Grecco, Gustavo González, Laura Ramos, Pablo Giussani, Luisa Delfino, Jorge Lanata, Joaquín Morales Solá, Mariano Grondona, Víctor Suciro, Hugo Paredero, Alvaro Abós, Jorge Bernetti, Cecilia Absatz, Jorge Carnarasa, Horacio Salas, Rodolfo Braceli, Miguel Bonasso, José Pablo Feinman, Daniel Muchnick, Claudio Uriarte, Pepe Eliaschev, Armando Vidal, Martín Granovsky, Sergio Ciancaglini, Claudia Acuña, Daniel Santoro, José María Pasquini Durán, Román Lejtman, Horacio Verbitsky, Any Ventura, Luis Majul, Gabriela Cerruti, Sylvina Walger, y tantos más.

El poder en capítulosEn agosto de 1992, luego de mantenerse durante treinta y dos semanas a la cabeza de las listas de los libros más

vendidos, Robo para la Corona, de Horacio Verbitsky, superó otro record: se convirtió en el libro más vendido de la Argentina en los últimos veinticinco años, únicamente superado por Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez. En esa misma época de 1992, otro libro periodístico, Los dueños de la Argentina, de Luis Majul, llegó a los 120 mil ejemplares de venta.

Detrás de Robo para la Corona, Verbitsky editó en años sucesivos Hacer la corte y El vuelo -el descarnado relato de un ex marino que había participado en la desaparición de personas durante la última dictadura-, y con todos logró gran éxito de ventas y severos reproches de algunos sectores del poder, en especial de aquellos que eran objeto de sus críticas o que aparecían involucrados en sus denuncias. Los libros de Verbitsky se refieren a la corrupción gubernamental, a la falta de independencia del Poder Judicial respecto del poder político y a las violaciones de los derechos humanos. “El éxito de mis libros se lo debo al gobierno de Menem, por todo lo que hizo, por todo lo que dijo. La gente debe haber pensado: si esto le molesta tanto al gobierno, ahí debe haber cosas de las que vale la pena enterarse”, acota Verbitsky en 1996.

Episodios como los atentados a la embajada de Israel y a la AMIA (Cortinas de humo, de Jorge Lanata y Joe Goldman), el terrible momento de la hiperinflación y la transición entre la salida de Alfonsín y la llegada de Menem (descrito por Joaquín Morales Solá en Asalto a la ilusión), los grandes ¡lícitos del menemismo (desde el Yomagate investigado por Román Lejtmwhasta el caso de los evasores de la DGI, Los intocables, de Daniel Santoro), pasando por las investigaciones sobre el caso María Soledad en Catamarca realizadas por Luis Pazos, Alejandra Res. A Norma Morandini, dieron pie en los últimos años a libros paradigmáticos. Gabriela Cerruti, tanto sola como en compañía de Sergio Ciancaglini, escribió sobre los jefes del gobierno, y Sylvina Walger hizo público en Pizza con champán los placeres y diversiones de los más poderosos.

En opinión de Luis Majul -que en 1990 vendió 30.000 ejemplares de Por qué cayó Alfonsín y a partir de 1992 con Los dueños de la Argentina 1 y 2 superó los 200.000-, los libros periodísticos son, entre todos los géneros periodísticos, lo más puro que hay, porque el único intermediario, además de la junta de abogados penalistas que leerá el libro de pe a pá, es el público lector”. Majul piensa que la gente cree en los libros de investigación como talismanes en donde reposa la verdad.

Un libro periodístico no es otra cosa que un medio de comunicación. Esta es también la idea de Jorge Fernández Díaz acerca de este reducto de expresión, representativo de los años que corren, “en el que bajo las variadas formas de la investigación periodística ha sobrevivido la épica, la memoria, la comunicación. Walsh decía:'un libro puede ser un abanico o una ametralladora’. Y muchos de los libros periodísticos que rompieron los cercos de compradores habituales y que se transformaron en verdaderos acontecimientos editoriales ametrallaron el poder simplemente narrándolo”.

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NOTICIAS DE LOS AÑOS 80 El relato titulado “El mundo de Jimmy” que se publicó en el Washington Post en octubre de 1980 estremeció

por su realismo y dureza a todos los Estados Unidos y en abril de 1981 su autora, Janet Cook, obtuvo el Premio Pulitzer. Cook, una joven e inquieta periodista, tenía 26 años y llevaba tres como redactora del periódico. Un día convenció a su jefe para relatar la historia de un niño de 11 años que se inyectaba heroína frente a la mirada aprobatoria de su madre. Parecía un caso sensacional. Al poco tiempo ella publicó su informe y, como era de suponer, a nadie le pasó inadvertido. Pero después de recibir el premio el ronroneo incesante de su conciencia llevó a la periodista a confesar otra verdad, todavía peor que la que afectaba al pobre chico. “Jimmy” no existía, sintetizaba los casos de muchos menores atrapados por la droga que había tenido oportunidad de conocer. Ella había inventado la historia de punta a punta y todos, desde sus superiores en el diario hasta las autoridades que conceden el Pulitzer, se habían tragado la patraña.

Fascinado por el caso, Gabriel García Márquez escribió una de sus crónicas famosas, en la que señala que la audacia de Janet Cook no sólo plantea los límites de la política y la ética, sino que recrea la cuestión de cuáles son los bordes entre la literatura y el periodismo, entre la posibilidad de fabular y el apego estricto a la verdad de los hechos. La reflexión de García Márquez era especialmente oportuna porque a partir de las propuestas del “nuevo periodismo” norteamericano, que se difundió por todo el mundo, cada nota era una batalla entre la verdad y la verosimilitud. Según García Márquez, el retrato de Janet Cook había pintado a un “Jimmy” tan creíble que muchísimos lectores escribieron al Post para dar fe de que conocían a ese pequeño marginal que mantenía un pacto siniestro con la madre. “Lo cual hace pensar que el pequeño Jimmy no sólo existe una vez, sino muchas veces, aunque no sea el mismo que inventó Janet Cook”, concluye García Márquez.

Cambios semana a semanaLa tradicional impresión de los diarios, llamada “en caliente” porque se hacía con plomo fundido, fue

reemplazada por la impresión “en frío”. Las linotipos dejaron su sitio histórico a los sistemas computados y los modos artesanales de componer el diario, prácticamente línea por línea, dieron paso a cada vez más sofisticados métodos digitales.

Una de las primeras publicaciones cuya gráfica estaba inspirada (aunque no realizada) en los módulos de computación fue Semanario, de Perfil. Se iniciaba una época de lectura fragmentada, cultura de catálogo y zapping. Frente a una televisión que pisaba fuerte y que llevaba a la gente a exigir mucho material aunque breve, y con una base de la pirámide socioeconómica con importante disponibilidad de dinero, hicimos una revista para la clase media baja. Semanario era una revista de bajo costo de producción, con papel de diario bueno, color en la tapa, al estilo del National Enquirer o de la francesa Actuel. Llegábamos a meter hasta ochenta notas por edición, con temas que jamás faltaban: dietas, moda, psicología, belleza, decoración, cocina, esoterismo y mucha, mucha salud”, recuerda Carlos Andaló, ex director de la revista.

Otras líneasEl anterior remate de los activos y pasivos de La Opinión con los impuestos al día y libres de personal había

quedado sin efecto porque la empresaria chaqueña Juana Ivanoff de Innocente no pudo cumplir con lo prometido. Esta vez la puja judicial favoreció al dueño de los diarios El Sol, de La Rioja, y El Sol, de Catamarca, que retuvo instalaciones y maquinarias del ex diario de Timerman por un millón cien mil pesos de entonces. Las primeras declaraciones de Tomás Agustín Álvarez Saavedra llenaron de estupor a todos quienes las escucharon: “La línea del diario será antisubversiva, no comunista, católica, y dará un amplio espacio al interior del país (...) Los periodistas que sean incorporados, previa selección, deberán trabajar gratis durante la primera época porque ésta es una patriada en la que habrá que poner el hombro”.

La vez número 17Nadie podrá decir jamás que carece de persistencia. La decimoséptima vez que en la recepción del diario

Córdoba dijo que era Alfredo Leuco buscando al señor Silvio Ferioli, el joven estudiante de Ciencias de la Comunicación, hiperpolitizado aunque deseoso de convertirse en periodista deportivo, logró su objetivo. Aquél era un histórico vespertino de su provincia, fundado por José W Agusti y cuna de periodistas importantes como Luis Reinaudi, Miguel Clariá, Jorge Pérez Gaudio, Rubén Goldberg, Ramón Gómez, Manuel Martín. Después de un tiempo de experiencia llegó para Leuco la transición inevitable hacia Buenos Aires, primero en La Hoja del Lunes y después en Clarín, que por la veda política producía cinco veces más material de deportes que de actividad

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partidaria. “Ahí en deportes yo metía toda la ideología que podía: títulos con frases de Viglietti, de Neruda. Por un lado, yo decía que no servía para nada pero por el otro para algo sirvió. Porque Kirschbaum y Morales Solá se dieron cuenta de que a mí me interesaba la política, y me invitaron a pasar a la sección. Era, digamos, como volver a la militancia. O a estar más cerca”, aprecia Leuco.

Las ideas de El PorteñoA fines de 1981 Gabriel Levinas (que aportó para la empresa algunos dineros familiares y otros propios), el

tandilense Jorge Di Paola y el escritor y periodista Miguel Briante intentan con El Porteño, una publicación independiente que de entrada despertó interés (en su número 1 vendió 5.000 ejemplares, de una tirada de 8.000) y provocó aceptación por lo distinta que era. Publicaciones que se ubicaban en la misma franja cultural vendían mucho menos: Sitio, dirigida por Jorge Jinkis y Eduardo Gruner, vendía 1.500 copias por aparición y Brecha, del Uruguay, estaba en los 1.000. “El Porteño es una revista cultural pero sin las limitaciones de lo que en la Argentina ha dado en llamarse ‘cultural’. Salimos de la cultura porque entendemos que la cultura es cualquier gesto de un desconocido que persigue el movimiento continuo, un indio del Chaco o Romero Brest escribiendo sobre arte”, explicó Miguel Briante en 1982.

Cuando los Estados Unidos estaban inmersos en la guerra de Vietnam, las ideologías del rock, la paz y el amor significaban el estilo de vida y pensamiento contraculturales del momento. El Porteño retorna más de diez años después ---en clave de revista progresista y juvenil, con una escritura frontal, agresiva y, en ocasiones, paródica- aquellas banderas, las actualiza y les suma información sobre lo nuevo (cine independiente, literatura inédita, rock argentino, temas de la represión), las minorías cada vez menos marginales (indígenas, gays, mujeres) y las renovaciones estéticas, sociales, políticas o sexuales del tiempo que se vivía. El lenguaje abierto y no censurado de la redacción llamó la atención de los lectores, que la apoyaron fuertemente desde el principio y la hicieron ubicarse en la oposición.

Raros peinados nuevosEn plena dictadura, la revista hizo propia la temática de los derechos humanos. En el número 20, luego de un

informe sobre los niños desaparecidos por la represión militar, un sector no identificado pero imaginable puso una potentisima bomba en la redacción de la calle Cochabamba al 700. En ese momento Pablo Avelutto era lector de la revista. “El Porteño les enseñó a pensar a sus lectores. Instaló temas, como el de los aborígenes, que yo nunca había visto en otro lado, hizo evidentes los vínculos entre cultura y política y generó debates sobre derechos humanos o posmodernidad. Era una revista sólida por lo coherente y para muchos significó una forma de entrar en la cultura”, dice hoy. Unos años más tarde Avelutto se convirtió en colaborador de la publicación. Fue importante participar en la gestación de un medio que yo leía y con el que coincidía. Mi primera nota fue sobre mí mismo, o sobre mi generación, los hermanos menores de los militantes del 70, que por edad llegamos tarde (y lo lamentamos) a la guerrilla, pero que eso mismo nos salvó la vida (y lo celebramos). La nota se llamó 'Esos raros peinados nuevos’, en alusión a un tema de Charly García”, recuerda Avelutto.

El Porteño interpretó con vibración y lucidez, en un estilo de cruzamientos de resistencia cultural, los momentos que siguieron a la guerra contra la subversión y a la guerra en Malvinas. Fue este el único medio que publicó completa la entrevista que, en plena disputa por las islas, la famosa periodista italiana Oriana Fallacci le hizo al presidente Galtieri. La trayectoria de esta publicación independiente durante los años iniciales del gobierno de Alfonsín constituyó una de las experiencias más interesantes y sólidas de la transición a la democracia. Uno de los habituales colaboradores de la revista en ese momento era Jorge Lanata. “Lo más interesante era su mirada antropológica traducida al periodismo. Me gustaba mucho una sección llamada 'Territorios’, textos de fuerte contenido social y muy bien escritos. Otra cosa que aportó fue un desenfado, no el de la revista Humor, sino algo más punky, más duro”, dice hoy Lanata, que jamás niega que en la sección “The Posta Post” que Marcelo Helfgot y Alberto Ferrari hacían en las páginas centrales de El Porteño estuvo el germen de Página/12. Pero no sólo eso: de ese grupo original surgieron otras publicaciones de variada repercusión y duración, como La Gaceta Porteña, Cerdos & Peces y Babel.

Como para no romper la tradición en este tipo de medios, en el número 46 se produjo una escisión. Gabriel Levinas retiró su apoyo económico y para seguir publicándola un grupo de más de veinte periodistas de distintas generaciones, con Ernesto Tiffenberg, Andrea Ferrari y Jorge Lanata a la cabeza, constituyó la Cooperativa de Periodistas Independientes. El nuevo plantel tuvo diferencias, pero marchó adelante y aseguró la continuidad de la revista durante largo tiempo.

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AntidesarrollismoEntre fines de 1981 y febrero de 1982 los cimientos de Clarín se conmocionaron: la antigua y estrecha relación

ideológica, política y financiera de los desarrollistas con el principal diario argentino llegaba a su fin. Es el momento en que figuras como Gonzalo D'Hers, Guillermo Ariza, Horacio Rioja, Bernardo Sofovich y por supuesto Oscar Camilión, Rogelio y Octavio Frigerio, Antonio Salonia y Horacio Rodríguez Larreta abandonan la empresa cuyas riendas conducían, junto con la viuda de Noble, desde 1969. Fue una decisión de la señora, pero es cierto que la relación se había deteriorado”, explican todavía hoy fuentes frigeristas. Es a partir de ese momento cuando comienza a crecer en la empresa de Clarín la figura de su gerente, el ex militante desarrollista de La Plata Héctor Magnetto.

Malvinas por todos los mediosEl 2 de abril de 1982 los argentinos tuvieron la triste oportunidad de leer en los diarios unos titulares increíbles:

“Tropas argentinas desembarcan en Malvinas”, informaba, por ejemplo, Clarín. Lo que sucedió a partir de esa instancia -que no concluye con la finalización de las acciones bélicas- se corresponde con uno de los momentos más horrorosos del país y del periodismo local durante este siglo.

1/ ANTES El 30 de marzo de 1982 la CGT, bajo el liderazgo de Saúl Ubaldini, convocó para ese día a una jornada de

protesta con movilización bajo la consigna “Paz, Pan, Trabajo». El gobierno de Galtieri reprimió con mucha violencia: produjo masivas detenciones, heridos (entre ellos dos fotógrafos de la revista La Semana) y hasta un muerto por las balas policiales. La Plaza de Mayo, que se había colmado el 30 con gritos desfavorables a la política del gobierno militar, volvió a llenarse apenas setenta y dos horas después para apoyar la decisión de Galtieri de mandar tropas argentinas a recuperar las islas Malvinas, en poder de los ingleses. En una crónica publicada en 1992, Mario Wainfeld describe así aquel momento tan contradictorio: “El tirano devino libertador. Una euforia futbolera invadió el país. José María Muñoz convocó a la plaza y fue mucha gente. Por la libre, con su banderita, en familia, sin consignas”.

El 23 de marzo de 1982, cuando cumplía 24 años, el fotógrafo Rafael Wollman voló a las islas para hacer un reportaje gráfico. Algo sabía, le habían dicho o lo husmeó, pero lo cierto es que invirtió algunos pesos recibidos en una indemnización reciente de una editorial y se dirigió a Malvinas. El 1’ de abril a las 20.15, cuando escuchó del propio gobernador de Malvinas, Rex Hunt, la primera información de la invasión argentina, el plato de cordero que cenaba se le atragantó. La noticia le pareció increíble (” ¿Invadir nosotros?”, se preguntó). De inmediato se lanzó a buscar información y los ingleses le pidieron que en su condición de único periodista argentino presente en las islas no interfiriera en ese momento tan delicado. Sin embargo, le pertenecen las tomas de los aprestos iniciales de las tropas argentinas, desde la dramática muerte del capitán Giacchino hasta la detención del gobernador Hunt. “Al principio todo era una fiesta -rememora Diego Pérez Andrade, actual periodista de La Nación-; para la asunción e Menéndez como gobernador el 25 de abril habían fletado dos aviones repletos de funcionarios, de políticos, de periodistas, de figuras populares. El jolgorio dura hasta que la flota inglesa empieza a apretar. Cuando los lagartos de Astiz caen en las Georgias, la Junta Militar, por decreto, decide correr a los periodístas extranjeros a Buenos Aires y autorizar en las islas sólo a los medios del gobierno”. Pérez Andrade, por entonces en Télam, debía relevar a Carlos Alberto García Malod, pero al llegar a las tierras en conflicto Malod encabezó una curiosa sublevación “particular” y decidió permanecer allí. Los dos estuvieron hasta bien pasada la rendición argentina y en todo ese tiempo vieron de cerca y en los dos bandos las mentiras y miserias propias de toda guerra. A partir del inicio de los enfrentamientos armados, el V de mayo de 1982, la manipulación e intercepción de información fue total. Al lado del transmisor de radio de banda lateral única por el que los periodistas enviaban sus informes a Buenos Aires se ubicaban tres oficiales de cada fuerza que grababan todo, lo entregaban al Estado Mayor Conjunto y devolvían lo que podía ser publicable. “El 7 de mayo el general Menéndez nos mandó a secuestrar el equipo de radio por el que transmitíamos. Y los que más se enojaron fueron los oficiales de inteligencia que operaban en Télam central. Lo que puedo decir es que había una guerra en Buenos Aires y otra allá en Malvinas. La verdad es que nosotros sólo podíamos contar victorias, que no había, y no se nos permitía informar sobre las bajas”, cuenta Pérez Andrade.

Primicia del PájaroRogelio Juan Miguel “El Pájaro” García Lupo, uno de los más extraordinarios periodistas de investigación

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argentinos, había pasado toda la dictadura casi oculto, trabajando en una empresa de construcciones. No era la primera vez que le ocurría: cada vez que la política se ponía espesa, o desfavorable, apelaba a sus otros oficios (como el de redactor publicitario) o se ganaba la vida enviando notas al exterior. En febrero del ‘82 veraneaba con su familia en Piriápolis, Uruguay, cuando un encuentro casual con un comodoro amigo lo puso en la pista de la invasión a Malvinas, que según el dato playero se produciría el 25 de mayo. Ya en Buenos Aires, convencido de que la información del militar era seria, cablegrafió a Héctor Cuperrnan, periodista argentino que trabajaba en El País, de Madrid, y a Ted Córdova Claure, un boliviano jefe de El Nacional, de Caracas, que entre nosotros había trabajado en publicaciones de Abril y en La Opinión. Ambos amigos se acordaron de él cuando el 2 de abril la noticia de la invasión recorrió el mundo; desde entonces García Lupo concretó su enésimo retorno a la profesión, despachando desde Buenos Aires sabrosas crónicas de la Argentina en guerra con una de las potencias del mundo, que en Venezuela publicaba el diario El Nacional y en España incluía el semanario madrileño Tiempo, que acababa de aparecer.

Julio Ramos asegura que conocía hasta los últimos detalles de la invasión militar en marcha, pero la publicación de esa revelación, piensa, habría costado muchas vidas y debido a ello dispuso reserva total. “Fue la única vez en mi vida en que decidí guardarme una primicia”, confiesa.

2/ DURANTE Según la investigadora argentina Lucrecia Escudero, autora del libro Malvinas, el gran relato, aparecido en 1996, la información sobre la guerra del Atlántico Sur ocupó el 90 por ciento del espacio en los semanarios de actualidad y entre el 57 y el 60 por ciento de los diarios.

Crónica, cuyo dueño -Héctor Ricardo García- militó personalmente en esa causa por lo menos desde 1964, reflotó el término “pirata” referido a los ingleses, que en el Mundial disputado en Londres en 1966 utilizara como metáfora futbolística. Casi todos los medios apelaron en sus títulos a la primera persona del plural: “Por qué estamos ganando la guerra”, “Los rechazamos a sangre y fuego”, “Así vamos a ganar la batalla”, “Vamos a las Malvinas”, “¡Le dimos!”, ‘Volamos sobre la flota enemiga”, “Nuestros potros del aire aniquilan a las naves inglesas”. Esa forma verbal daba una mayor sensación de cercanía y por otro lado reproducía el modo con que habitualmente los ciudadanos se referían a las acciones, aunque no participaran directamente. Diario Popular fue el primero en llamar a la primera ministra Thatcher por su nombre de pila, “Margarita». Pero quien llegó más lejos fue el semanario Tal Cual, que la constituyó en chivo expiatorio afirmando que su marido la odiaba, que tenía un hijo drogadicto, que su abuelo había sido un ladrón y que ella era, ni más ni menos, la Dama de la Muerte.

“Cuando me entero de la invasión me quedo varias horas pensando: ‘¿qué hago?’. Mi revista era un producto muy popular y muy masivo. Hasta que encontré en la Thatcher el emergente que buscaba: yo la veía como la mamá mala que nos castigaba. Durante un mes y medio la saqué distinta cada semana: dibujada como mujer maravilla, violenta y arrogante, como nazi, como Drácula. La ilustración de la Thatcher con un ojo tapado, como pirata, dio la vuelta al mundo”, dice Carlos Andaló, que en 1982 dirigía Tal Cual. Esta publicación le había solicitado a una experta un horóscopo de la guerra: las cartas astrales de Lily Sullos dijeron que la posición de Júpiter sería decisiva en el triunfo final de la Argentina en la contienda. Y, para no quedarse atrás, Radiolandia 2000 presentó a sus lectores el “menú Malvinas”. Allí advertía que la copa frutal Costa Méndez (por Nicanor Costa Méndez, canciller argentino en ese momento) “podía causar estragos en los soldados ingleses”. En materia de fotografías, después se supo que en algunos casos las tomas de aviones o barcos aniquilados correspondían a la Segunda Guerra Mundial. Con semejante nivel de fantasía, las autoridades no tuvieron necesidad de recordar que existía la censura previa.

Escribe Leonardo Berind en Medios &Comunicación de octubre del'82, que una de las pocas publicaciones que hizo caso omiso de la guerra fue Flash. Sostiene el analista que, pensando en una posible saturación de sus lectores, el semanario de García siguió en sus temas típicos: el bíorritmo, los ovnis, los romances de la farándula, el régimen de María Marta Serra Lima, y en la propia semana de la rendición apareció en tapa, semidesnuda, la actriz Adriana Guerra. Del mismo modo, sostiene Berind, cuando Radiolandia 2000 consideró cercana la derrota volvió a apelar a sus temas seguros: las estrellas de la TV o el romance entre Guillermo Vilas y Carolina de Mónaco.

El mismo día en que los ingleses hundieron al crucero General Belgrano, aparece en La Semana una columna escrita por el analista norteamericano Jack Anderson que contenía una visión no triunfalista del futuro argentino en las acciones. Jorge Fontevecchia, director de Perfil, fue citado al Estado Mayor Conjunto, en donde un capitán le dijo: Si tuviera un poco de tiempo, yo a usted lo fusilaría. Acaban de matar a trescientos argentinos y usted publica una nota que le hace el juego a los ingleses, diciendo que vamos a perder la guerra”. El oficial le recordaba al director de la revista que en este tema no había posibilidad de dobles informaciones: la prensa sólo podía hablar de una victoria final argentina. El periodista Samuel Gelblung, por entonces editor de La Semana y gestor de la idea

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de las colaboraciones de Anderson, confirma la reunión en la que también estuvo y en la que recibió la siguiente admonición: “Mientras mis soldados se pelan el culo en Malvinas usted lo único que pretende es vender ejemplares”. Casi no hace falta aclarar que Anderson no se había equivocado en prácticamente ninguno de sus vaticinios. En 1996, Gelblung afirma que «si uno tuviera que arrepentirse totalmente de un período en el que ejerció el periodismo, ése es Malvinas. El comandante en jefe de una de las armas llegó a decir que habían hundido al Invencible sólo porque lo había visto en una revista. Por supuesto, fue una foto trucada. De terror. Esa gente manejó la guerra”.

Lo real es que, cuando no había fotos, se trucaban. Una conocidísima telefoto en la que aparecían en un interesante sombreado cinco soldados argentinos a punto de plantar en tierra firme una bandera nacional también resultó ser falsa. El 3 de abril de 1982 el Estado Mayor Conjunto la había difundido como real, pero luego se supo que la escena no procedía de las Malvinas sino de mucho más cerca, de la Escuela de Mecánica de la Armada en donde había sido puesta en escena. Cuando era imposible hacer un truco, se apelaba a atractivas ilustraciones. Si no había informaciones decisivas, el clima se alimentaba con base en frases triunfales. En ese sentido la edición 876 de Gente es paradigmática. El título de tapa, “Estamos ganando”, se repite en varias páginas interiores a modo de consigna. El hundimiento del destructor inglés Sheffield, ocurrido el 4 de mayo, es recibido en una nota con loas y plácemes. Los torpedos que partieron de un submarino inglés y provocaron el hundimiento del crucero General Belgrano son, para el semanario, ni más ni menos que un ataque a traición. Los soldados ingleses son presentados como gente excéntrica, de costumbres personales y moral totalmente criticables. Los pilotos argentinos son considerados héroes valientes e imbatibles.

El periodista Daniel Tiner reconoce que aquel 1982 fue un tiempo de manipulación total de la información. En ese momento Tiner tenía un alto cargo en la editorial Perfil y se ocupaba de Semanario. Afirma que la editorial había dejado a los directores de cada publicación en libertad para hacer lo que más conviniera a los intereses de cada una, desde un estricto sentido del marketing. A partir de esa decisión, Semanario hace del incendio de barcos en el laboratorio fotográfico toda una especialidad; Tal Cual utiliza a la Thatcher y La Semana ataca la idea de la guerra con argumentos poco comunes para la época. Transcurrido el tiempo, Pliner explica que entonces “creíamos interpretar el momento eufórico de la gente, una sensación térmica de triunfalismo absoluto. Hasta ese momento, nuestro título más vendedor en Semanario era, por decir algo, “Cómo vencer el colesterol”. De pronto viene la guerra de Malvinas. Los periodistas nos preguntábamos ‘¿qué hacemos, qué hacemos?-.

El periodista Andrew Graham Yool, argentino de origen galés, exiliado en Inglaterra desde 1976, regresa con un arduo objetivo: la cobertura de la guerra para el diario inglés The Guardian. “El país necesitaba algo por lo cual eufonizarse. Y fueron las Malvinas, igual que en otro momento había sido ganar el Mundial de Fútbol. Era una reivindicación, la gente sentía que esas islas le pertenecían”, declaró Graham Yool. Al final de esa cobertura, Yool recibe amenazas y presiones. Eran tiempos difíciles para todo aquello que tuviera algún rastro inglés. Durante el conflicto, como parte de una especie de boicot patriótico, el Buenos Aires Herald no se vendía en los kioscos sino directamente en la redacción de la calle Azopardo.

Mientras la guerra se desarrollaba en el sur del continente, a Oscar Raúl Cardoso, periodista de Clarín, le tocó viajar incansablemente por Europa y Estados Unidos en busca de la información que aquí escaseaba. En 1996, refiriéndose a aquel tiempo, reconoce que cada vez que hablaba a Buenos Aires para pasar información el discurso de una y otra fuente se diferenciaba más. “Era cómico. En el mundo de aquí el portaviones Invencible estaba bajo las aguas hacía rato. En el mundo en que estaba yo, pongamos en Nueva York, seguía flotando sobre la superficie. Aquellas diferencias eran grandes e irreconciliables”, explica Cardoso.

Rememorando aquellos días Marcos Cytrynblum, entonces secretario general de redacción de Clarín, afirma: “Nosotros no nos sumamos al triunfalismo esquizofrénico, absurdo, ciego, que había invadido a esta sociedad. Puedo asegurar que el diario tuvo una posición muy, muy digna”.

3/ DESPUÉS Héctor D'Arnico atravesó la guerra como corresponsal de la revista Siete Días en Nueva York. Catorce años después señala que, como periodista argentino en el exterior, la primera gran dificultad era la necesidad de poder separar “el sano reclamo sobre Malvinas” del gobierno militar que había procedido a su recuperación y con el que “uno no acordaba”. Acepta que si bien existió una fuerte manipulación, los mayores errores se produjeron por desconocimiento, porque “es difícil cubrir y vivir una guerra cuando no se tiene, ni como ciudadano ni como periodista, una experiencia en el tema”. A más de cuarenta días del fin de la guerra, D'Arnico entrevistó al ex asesor de seguridad del presidente Carter Zbigniew Brzezinski. Experto como pocos en temas bélicos, Brzezinski dijo, analizando los datos disponibles, que la Argentina perdería la guerra y que Malvinas

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terminaría con la rendición de mayor cantidad de soldados desde la guerra de indochina. Por supuesto, aquella nota jamás fue publicada. Se creía que ese tipo de informaciones podía tener un efecto muy desanimador”.

D'Amico cuenta dos episodios aparentemente contrapuestos, pero que se unen en muchos puntos. Una publicación de Boston lo consulta porque acababan de ver en una revista argentina una foto del Invencible en llamas. Ellos querían saber con quién debían tratar las condiciones para obtener esa primicia mundial. “Después de diez o quince minutos de dar vueltas con mis explicaciones esta persona empieza a entender la posibilidad de que esa toma hubiera sido trucada. Ellos no desconocían ese recurso, pero no les entraba en la cabeza que en una situación tan grave como una guerra a alguien se le ocurriera engañar con una toma falsa.” En otra ocasión, con el ejemplar del New York Times frente a los ojos, D'Amico se comunica con su editor en Buenos Aires y le cuenta que el diario publicaba una foto del General Belgrano, antes de hundirse, presuntamente tomada y vendida por un oficial argentino que se había salvado. “De Buenos Aires me decía que era obra de los servicios navales ingleses. Todavía hoy circulan dos millones de historias sobre quién sacó aquella foto y cómo llegó al diario. Pero aquella foto era real”, evoca D'Amico.

Dialoguito-¿No podría ocurrir que aquellos islotes representaran a sus ojos un medio fácil para unir un país dividido e

infeliz, hacerlo olvidar de la inflación Y la deuda externa monstruosa, o sea del fracaso político’y económico del régimen militar que usted representa?

-Señorita periodista. Acepto su razonamiento porque usted es una periodista, señora periodista. De otra manera no le permitiría que me dijera estas cosas, se lo aseguro. Porque ofenden mis principios, mi buen nombre, mi carrera militar, todo aquello que yo he protegido más que mi propia vida.

(De la entrevista que Oriana Fallacci le hizo al presidente Leopoldo Galtieri el 5 de junio de 1982)

Un perfil muy interesanteEl 15 de noviembre de 1982 llega Perfil, un quincenario de la editorial del mismo nombre. La revista significa

un avance, tanto por su modernísima concepción gráfica como por el clima de evidente libertad creativa que predomina en sus páginas. Mucho del periodismo de provocación que desde hace algunos años se hace en televisión, lo hizo desde 1982 Perfil, en un estilo divertido, fuerte y original: un grupo de periodistas disfrazados de jeques árabes se instala en el hotel más caro de Mar del Plata y desde allí anuncia su propósito de adquirir a Susana Giménez. Otra troupe de enviados especiales se traslada a la puna jujeña para venderles unos conocidos recipientes herméticos de plástico a las coyas. La publicidad de televisión era protagonizada por el propio Jorge Fontevecchia, el director. En un mensaje de tono absolutamente personal, Fontevecchia admite que ésta sería la revista que a él le gustaría leer. Lector de más de setenta revistas por mes, Fontevecchia aclaraba que le gustaban los reportajes de Playboy, las investigaciones de Time, las locuras del National Lampoon, la audacia de Actuel, las encuestas del New York Times y los ensayos del Psichology Today, dando a entender que Perfil reunía los mejores valores de cada una. Incluía un suplemento llamado El Observador, impreso en papel de diario, con notas y columnas de fuerte opinión personal.

Las investigaciones eran más sólidas que algunos grandes reportajes fotográficos. La cronista Ely Villoslada se transfiguraba en corista de un teatrucho de burlesque y de ese modo contaba el mundo revisteril desde adentro. Soy homosexual, tengo miedo”, proclama el escritor y periodista Oscar Hermes Villordo, que murió de sida años después. Alejandro Sáez Germain, un periodista que escribe como un escritor, relata su experiencia de dos años como miembro de la Legión Extranjera.

Con la consolidación del estilo, tras un primer año brillante, recayeron en no pocas búsquedas auténticamente insalubres. En pos de la nota hurgaron la basura de los famosos y al periodista Jorge Novoa le tocó explicar el momento en que descubrió los tampones usados por una conocida actriz. En otra ocasión mandaron a un enano (que representaba al famoso “enano fascista”) para hacerle una entrevista a Bernardo Neustadt, con el único propósito de irritar al conductor de “Tiempo Nuevo”.

StaffsLa revista arrancó con la conducción de Fontevecchia, pero desde el cuarto número, como sucedió en otros

proyectos, lo reemplazó Daniel Pliner. En distintos cargos, tareas y épocas por allí pasaron Héctor Luis Zabala, José Andrés Soto, Alfredo Serra, Marcelo Pichel, Mario Faslíbender, Alvaro Torres de Tolosa (un día se disfrazó de mujer a la manera del personaje “Tootsie” y la policía lo agarró de las pestañas en plena calle Florida),

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Hernando Kleimans, Raúl García Luna, Mercedes Márques, Oskar Blotta, Sergio Sinay, Hugo Asch, Néstor Straimel y Matilde Sánchez. Luis Pazos ofrece su testimonio: “Esa revista me dio la posibilidad excitante de disfrazarme, de convertirme en otro, ser el tema de la nota y escribir en primera persona”. También rescata algunas notas que le tocó hacer (¿o protagonizar?): “Me casé con dos mujeres” y ‘Vivo con una muñeca inflable”. Con la muñeca llegaron lejos. Alquilaron la suite Marqués de Sade de un albergue transitorio y cuando se sumergieron en un jacuzzi con espuma, la chica de plástico explotó. El fotógrafo la tomó desinflada y en la nota Pazos contó que ella no había resistido la potencia de “un macho de Latinoamérica”.

Dos diarios nuevosEl 6 de setiembre de 1982 (”Fecha luctuosa para la democracia (...) nacer en este día podría ser un gesto de buen

humor, pero es tan sólo una reparación”, advertían en el editorial) aparece el diario La Voz. Con estilo de portada fuerte y bien diseñada, ubicada entre la tentación popular de Crónica y el compromiso político con el que se había identificado el diario montonero Noticias -desaparecido en 1974-, La Voz era solventado por el sector denominado Intransigencia Peronista, liderado por Vicente Saadi. Los títulos de la edición inaugural fueron: “Convocarán a comicios para noviembre del ‘83”; “Argentina está en cesación de pagos” (una nota del periodista Alberto De Arriba); “Los carniceros se declaran en huelga”’, cándalo del Mundial'78”. En los días siguientes quedarían claras las tendencias principales del diario: información política y sindical, en especial la vinculada a las arcas más combativas de los sectores peronistas; derechos humanos y referencias a la represión ilegítima. El 7 de diciembre cubrió abundantemente un paro general que para el diario “más que una huelga resultó un plebiscito”. Unos pocos días después la movilización de la multipartidaria saca a la calle 150.000 trabajadores que desafían al gobierno al ronco voceo de “Se va a acabar, se va a acabar, la dictadura militar”. “El pueblo ya votó”, titula este periódico combativo que en esa misma jornada le dedica un amplio lugar al asesinato por parte de la policía del obrero Dalmiro Flores.

Hasta octubre de 1983 La Voz atravesó algunos de estos problemas:* Sufrió numerosas presiones de parte del poder militar, porque era un medio que se refería frecuentemente a

atentados y violaciones de los derechos humanos, incluida la información sobre desaparecidos.* Debido a su posición denuncista, atravesó un boicot de la proveedora de papel y sus escasos anunciantes

recibieron la sugerencia de que sería conveniente no anunciar en sus páginas.* El momento más grave lo pasa en junio de 1983 cuando por orden del juez federal Nicasio Dibur, la policía

allana sus instalaciones, acusando al diario de ser “un órgano de adoctrinamiento y difusión formado y mantenido por los montoneros”. En mayo -poco después del asesinato de tres montoneros- la Junta Militar había vuelto a emplear un término que se creía en desuso: “rebrote subversivo”. La advertencia, proveniente de servicios de informaciones, hablaba de un intento de alterar el orden, infiltrarse en la vida política y asesinar al político Robledo y a los dirigentes gremiales Taccone, Miguel y Ubaldini. Se responsabilizaba de estar detrás de todos esos propósitos al Movimiento Intransigencia y Movilización Peronista y al diario La Voz.

Para el periodista Osvaldo Pepe, “entre el peronismo y la izquierda La Voz ocupó un lugar de respuesta a la dictadura. Primero dejaron de hacer las cosas, luego los Saadi forzaron un conflicto, llegó la huelga, metieron militantes en el lugar de los periodistas y ahí se pudrió todo. Los periodistas profesionales comenzaron a desertar en masa”.

Para ilustrar la falta de preparación de los directivos, Pepe recuerda un diálogo entre el periodista Alberio De Arriba y el representante de la dirección Julio Amoedo, que tuvo lugar una noche en pleno cierre de edición:

-Tenemos la marcha a Luján y la vamos a dar en la contra -dice De Arriba. “Contra”, en la jerga periodística, es la “contratapa”, es decir, la última página.

Alarmado, Amoedo le replica: -No, De Arriba, eso no lo lleve en contra. Llévelo a favor. El jefe de personal que habían designado los Saadi era Ángel Luque, el padre del que años más tarde sería el principal imputado por el crimen de María Soledad Morales. Y hasta Ramón Saadi, antes de ser candidato a gobernador de Catamarca, ocupó la máxima jerarquía de La Voz.

Luego de dos licitaciones fallidas, el Estado decidió otorgar por decreto las instalaciones de La Opinión, ubicadas en Lafayette al 1900, a la empresa Dos de Abril perteneciente al grupo Bridas, de Carlos Bulgheroni, un empresario muy ligado a la clase militar (también dueño de lo que debería haber sido la fábrica rival de Papel Prensa, Papel de Tucumán) y a dos empresarios de origen alemán, Carlos y Tomás Leonhardt, que tenían una participación minoritaria. Finalmente, el periodista Raúl Burzaco, también participante de la sociedad, terminó de armar la operación y el 17 de noviembre de 1982 puso en marcha Tiempo Argentino.

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Diario de diseño evolucionado y una tipografía exclusiva, era prearmado por los diseñadores con módulos para llenar, y proponía un buen equilibrio de blancos y negros. Tiempo Argentino era muy agradable de ver, pero algo confuso de leer por la cantidad de suplementos que traía cada día. Fue un producto que, 14 años atrás, asumió decididamente una tendencia del periodismo mundial: el arrevistamiento de los diarios. “Era un pequeño diario, pero rodeado de muchos suplementos. Al diario había que pelarlo cada día, como si fuera una cebolla, y cuando se le terminaban de separar todas las cáscaras que eran sus suplementos, era poco y nada lo que quedaba”, cuenta un periodista que prefirió permanecer anónimo.

Para Raúl Burzaco, su director durante varios años, “el aporte mayor de Tiempo es que introduce el concepto de diario multimedia, con muchos suplementos”. Según el periodista, salió anticipado a su tiempo. “Tal vez diez años después hubiera sido un éxito”, agrega. Pablo Sirvén, que fue un destacado crítico de la sección “Espectáculos”, piensa que el diario era parte de un proyecto político que se desmoronó el 30 de octubre del ‘83 cuando Raúl Alfonsín le ganó las elecciones a Ítalo Luder. Y no por responder con entera claridad al peronismo ni a sus políticas: “Su tendencia se podría calificar como de derecha agrisada -define Sirvén-; lo peor era una falta de audacia general, todo muy dependiente de los temores de Burzaco”. En cambio, Sirvén recuerda con entusiasmo a suplementos “modernos y burbujeantes” como el de la mujer que hacía María Moreno, al que califica como directamente feminista, y el de “Espectáculos”, conducido por Ernesto Schóó, que mantenía posiciones avanzadas, aparecía actual y nada censurado.

Los que ponían la firmaJorge Lozano, Ernesto Schóó, Ricardo Cámara y Jorge Castro eran los jefes de la redacción. Allí trabajó quien

años después se convertiría en el vocero del presidente Menem, Humberto Toledo, y otros profesionales identificados con un determinado sector del peronismo, como Pascual Albanese y Mario Baizán. También tuvieron cargos importantes Jorge Porta (hoy gerente general de Radio Mitre), Gabriel Pandolfo (subdirector de Noticias), Marcelo Moreno (editor de Clarín) y Pablo Sirvén, ahora editor general de Noticias.

AlcantarillasPeriodismo de alcantarillas”, así define Claudia Acuña al que le tocó practicar en sus inicios en 1982. “El

periodismo era el chivo institucionalizado o mirar para otro lado”, piensa, y suma: Provinciano, chauvinista, de mirar permanentemente para adentro y, por lo tanto, muy decadente. El objetivo principal era distraer, no informar”. Sin embargo recuerda que en Perfil, en donde trabajaba, pudieron encontrar un lugar periodistas que no tenían trabajo en otros lados. “Tal vez -supone- el periodista anónimo que escribía la dieta de la luna era un castigado por su pasado gremial.” Ella precisa las fechas del cambio. El día de la movilización del 30 de marzo de 1982 y Malvinas: “nunca hubo tanto para hacer y se hizo tan mal. Pero a partir de ahí empezamos a salir de la cloaca. Sin embargo, ese periodismo que hace ficción en lugar de informar, está hoy técnicamente muerto”, concluye.

Se van, se van y...El último presidente de la dictadura militar, el general Reynaldo Bignone, firmó la orden de secuestro del

número 97 de la revista Humor. Advertidos del procedimiento, algunos kiosqueros burlaron la medida escondiendo en negocios cercanos ejemplares de la edición: Páguela aquí y retírela en el café de enfrente”. La sanción, de acuerdo a lo que decía una querella posterior, no había sido por un único motivo, sino por tres: la nota “El jardín de los rebrotes”, de Luis Gregorich; un dibujo de tapa de Andrés Cascioli, que mostraba al comandante en jefe del Ejército resbalando desde arriba de una patineta, y un artículo de Enrique Vázquez llamado “La justicia condenada”, donde se informaba de la intromisión del comandante del noveno cuerpo del Ejército en una medida del juez Pedro Narváiz. A fines de 1983, ya en democracia, el juez Juan Fégoli dictó el sobreseimiento definitivo a los imputados. En ese momento Humor tiraba 280.000 ejemplares. Pero éste no había sido el único medio sancionado en los últimos años. Entre 1978 y 1980 por razones de moralidad reciben sanciones Siete Días y Radiolandia 2000. Los motivos de las restricciones a La Semana y Quorum fueron, en cambio, políticos.

Fontevecchia a disposiciónLa empresa de la familia Fontevecchia no estaba viviendo horas tranquilas. Luego de la clausura de un mes y

medio ordenada por el gobierno de Bignone, La Semana reaparece en febrero de 1983 con un eslogan añadido: Clausurada por el gobierno militar. Reabierta por la Justicia”. En un artículo publicado en Noticias en 1991, se

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enumeraban algunos de los padecimientos de la editorial durante la dictadura, años en los que sumó ocho clausuras:

* Sin haber sido nunca una revista combativa, sino liberal, La Semana chocaba con el almirante Massera, integrante de la Junta Militar que defendía una idea más estatista de la economía.

* El 24 de marzo de 1978 La Semana es clausurada por haber publicado una entrevista a Ricardo Balbín en un momento en que estaba prohibida la actividad de los partidos políticos y de sus dirigentes.

* En enero de 1979, Jorge Fontevecchia fue secuestrado por algunas de las fuerzas militares que lo mantuvieron, bajo severo interrogatorio, en un lugar desconocido durante una semana.

* Durante la guerra de Malvinas, luego de publicar -el 19 de abril de 1982- una columna firmada por Jack Anderson, Fontevecchia se enfrentó con el general Ramón Camps, que le dijo que era “un idiota útil” y le advirtió que, una vez que la guerra terminara, lo iban a fusilar.

La situación se agravó porque posteriormente La Semana volvió a entrevistar a Anderson, y sobre el mismo tema, en Washington. En esa ocasión, el analista norteamericano reiteró su opinión de que la Argentina perdería la guerra.

* A fines de marzo de 1983, luego de la aparición del número 328 de La Semana, el Poder Ejecutivo Nacional, apoyado en la vigencia del estado de sitio, puso a Fontevecchia “a disposición”. La edición incluía una producción sobre la vida del capitán de corbeta Alfredo Astiz, de quien se recordaba que había rendido tropas argentinas en las Georgias durante Malvinas, y se lo responsabilizaba de haber participado en la desaparición de dos monjas francesas en 1977. En el número había una entrevista a José Palozzi, ex director del clausurado semanario político Quorum, desde Italia -en donde se había exiliado- y las declaraciones de una joven, sobrina del general Llamil Reston: “Yo soy modelo. Mi tío es el ministro del Interior”.

* Luego de un procedimiento policial en el edificio de Perfil, en Sarmiento al 1100, del que escapó disfrazado de mujer, a las pocas horas Fontevecchia solicitó y obtuvo asilo en la embajada de Venezuela. El 30 de marzo de 1983 partió a ese país y luego a Nueva York, de donde regresó después del 18 de octubre, cuando el Poder Ejecutivo informó que había dejado de estar a su disposición.

* Mientras Fontevecchia estaba afuera, una poderosa bomba explotó en la casa de sus padres. En aquel entonces, las autoridades lo ligaban a una campaña de desestabilización en contra del gobierno militar y, fundamentalmente, lo acusaban de responder a intereses del gobierno inglés.

Pensar en la vidaNo parece una casualidad que en un momento en que la sociedad atravesaba tanto dolor y muerte, se difundieran

revistas que manifestaban un abierto compromiso por la vida como Uno Mismo y Mutantia. Ambas coincidían en la filosofía del vivir mejor, más del lado del espíritu, y proponían nuevos estilos para apreciar y sentir el universo en crisis. Sus responsables eran, respectivamente, Juan Carlos Kreimer y Miguel Grinberg, a quienes se les debe reconocer haber sido pioneros o introductores de temas como la contracultura y el underground, los Beatles y el punk. Transgresores y excelentes periodistas los dos, cada uno en su momento se ocupó de acercar diversos asuntos. Desde 1957 Miguel Grinberg, deslumbrado por la obra de prominentes miembros de la generación beat -Allen Ginsberg, Lawrence Ferlinghetti, Jack Kerouac, Thomas Merton-, los difundió, antes que nadie, en medios argentinos, y analizó el fenómeno de los beatles en los años 50. Por su parte, Juan Carlos Kreimer descubrió en los 60 a los hippies y los principios de las religiones orientales. Los dos introdujeron en el debate local asuntos que van del rock extranjero y argentino a la ecología, de la poesía al yoga. Uno Mismo nació con 3.000 ejemplares y llegó a los 20.000. Posteriormente Kreimer se la vendió a Gustavo Borenstein y Alberto laccarino y se desvinculó. Mutantia dejó de aparecer, pero en 1988 Grinberg recibió el premio Global 500 de las Naciones Unidas. Las dos revistas se convirtieron en inesperadas fuentes de enseñanza para sus lectores e introdujeron para siempre temas hoy absolutamente familiares a la agenda periodística pero para entonces poco difundidos, como el cuidado del planeta, los nuevos métodos del tratamiento del cuerpo, la mente y el alma, las comidas naturales y las variantes de una vida alternativa.

Laura, personajeDesde 1980 aparecía en La Nación la historia de “Laura de Hoy”, que hacía la periodista Dionisia Fontán.

Contaba la vida de una adolescente llamada Laura y de más de quince personajes paralelos, entre los que había un vecino que murió en Malvinas, una compañera de escuela cuyo padre estaba desaparecido y otros que le permitían reflexionar a Fontán tanto de temas de actualidad, como acerca de la condición femenina. La saga de Laura generó

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la edición de tres libros que vendieron en conjunto más de veinte ediciones.

Testigos de los años 80“Es la peor década que recuerdo en el periodismo, porque las voces democráticas e independientes podían tener

problemas, tanto con la subversión como con la represión. El tiro podía venir de cualquier lado” (José Claudio Escribano). “Uno de nuestros defectos más notorios es la falta de formación política (...) Durante el Proceso nos equivocamos por haber sido poco profundos en el manejo de la información (...) Tratamos de hacerlo con una buena fe básica, pero creo que nos equivocamos muchas veces” (Aníbal Vigil, en 1983).

Creo que la historia de Gente durante el Proceso está pésimamente contada. Hubo dos verdades, y la revista contó una de ellas. Pero en ese momento, ¿quién contaba la otra? Muchos se quedaron con aquel editorial (del lo de abril de 1976), “Gente se equivocó”. Fue estúpido, inoportuno, pero muy pocos sabían que en esos momentos Massera era el enemigo número uno de Gente, porque la Marina decía que al darles tanta trascendencia a los actos de la guerrilla le dábamos chapa al Ejército antes que nada. Casi todos se acuerdan de algunas actitudes genuflexas, pero nadie contó como nosotros el caso Elena Holmberg. A veces pienso que la opinión sobre Gente viene forzada por otras cosas que hizo la editorial en Somos o en Para Ti (Samuel Gelblung).

“Para mí lo que pasó durante el Proceso generó la idea actual del periodismo, tan rendida a la operación de prensa, no sólo política sino también referida al lanzamiento de un auto o de una crema de belleza. Al periodismo habría que refundarlo desde revistas alternativas” (Sergio Sinay). “Hubo de todo... Desde la obsecuencia, hasta un silencio digno; desde el abierto apoyo hasta una oposición entre líneas; desde la aceptación resignada hasta un simple y drástico cambio de ocupación” (Luis Gregorich). “En el momento de inflexión en que los militares avanzan en su política de exterminio, el periodismo tuvo una performance desoladora. Pienso con frecuencia que si el periodismo hubiera puesto un poco más de decisión, a lo mejor podría haber evitado algo. Si todavía hoy la sociedad no le pasó la factura al periodismo por su papel durante la dictadura y durante la guerra de Malvinas es porque piensa que la responsabilidad fundamental de la desinformación fue de editores y de empresarios, no tanto de periodistas” (Julio Rajnerí). “Sobre el Proceso el periodismo no ha hecho todavía su mea culpa. Se lo hemos pedido a los de la Iglesia, a los militares y no se lo hemos pedido al periodismo. Salvo raras excepciones, unos pocos cumplieron el noble deber. Es posible que no supiésemos del todo, o nos negásemos a ver la dimensión de la tragedia. No hicimos, y yo me incluyo, todo lo que podíamos haber hecho” (Héctor D´Amico).

El peor de los saldosDe los siete años, siete meses y seis días que duró la dictadura militar el saldo para el periodismo fue de censura,

pena y destrucción. Publicaciones clausuradas, editoriales enteras arrasadas, millares de despidos, brutal desmejoría en las condiciones de trabajo, numerosas amenazas, atentados con bombas, altísimo nivel de censura oficial y autocensura, más de cien periodistas presos, salvajemente torturados en la mayoría de los casos, casi el doble exiliado en distintos países, numerosos asesinados y un centenar de desaparecidos que hacen del gremio de prensa uno de los más perseguidos y golpeados por la represión. El libro Nunca más de la Conadep señala que el 1,6 por ciento de los desaparecidos registrados en su investigación son periodistas. El libro Con vida los queremos (Las voces que necesitaba silenciar la dictadura), que la Unión de Trabajadores de Prensa editó en 1986, habla de un poco más de cien hombres y mujeres vinculados al gremio que están desaparecidos. En esa investigación se cuentan historias como ésta:

Cuando era periodista de Gente, Enrique Walker marchó en numerosas ocasiones detrás de la muerte. Le tocó cubrir durante dos meses en la selva costarricense la desaparición de un avión de la Fuerza Aérea Argentina, y reproducir en Vietnam, en plena guerra, las horas finales del periodista Ignacio Ezcurra. Una tarde, ya como militante de Montoneros, arengó y volanteó a los asistentes en un cine de Caballito hasta que lo apresaron las fuerzas de seguridad.

En agosto de 1977 Luis Guagnini, un sobresaliente periodista de su generación, había dejado a sus padres una larga lista de instrucciones que debería ser usada en caso de que a él le pasara algo. Ese infausto momento llegó en diciembre. Catalina Guagnini, madre del periodista y desde hace años miembro prominente de la agrupación Familiares de Desaparecidos, cuenta que ella y su marido Omar cumplieron al pie de la letra cada uno de los encargos, que, entre cosas, aseguraron que la información sobre el secuestro de Luis se conociera rápidamente en todo el mundo.

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Antonia, la madre de Héctor Demarchi, secuestrado el 5 de agosto de 1976 en la puerta de El Cronista Comercial, en donde era delegado gremial, le escribió a la señora del general Videla, en cuya casa había trabajado cuando Alicia Hartridge era una jovencita soltera. Al tiempo, recibió una respuesta en la que alguien le hacía saber que tampoco el presidente de la Nación podía hacer algo por su hijo.

Afirma el periodista Mario Ceretti que muy pocos días antes de que fuerzas desconocidas se llevaran a su sobrino Conrado Ceretti y a la pareja de éste, Diana Guerrero, había tenido una larga e inquietante charla con él preguntándole por qué no se iba del país. Ceretti, un joven y brillante periodista especializado en política internacional, le respondió absolutamente seguro que no existían razones para que él tuviera que alejarse. Ceretti recuerda que el 27 de julio de 1977, el día de la desaparición, empezó una parte de su vida que nunca imaginó, por la incertidumbre que no se agota y por la esperanza que se convierte en angustia eterna.

La estadística de la UTPBA consigna que en los primeros tres años de gobierno militar hubo 87 periodistas desaparecidos: 45 en 1976, 31 en 1977 y 11 en 1978. La última desaparición data de 1980 y es la de una reportera norteamericana radicada en el país, llamada Toni Agattina Motta. Revisando los casos se observa que en muchas oportunidades los represores eligieron a sus víctimas por su condición de delegados o de ex delegados gremiales; como militantes de partidos políticos-de izquierda, de organizaciones de derechos humanos, por formar parte de equipos de contrainformación o por pertenecer a sectores de la guerrilla. En numerosos casos sus nombres habían saltado por ser considerados progresistas o simpatizantes de la izquierda, por estar fichados de antes, por figurar en libretas telefónicas o directamente por sospechas infundadas.

Entre los desaparecidos figuran poetas, sociólogos, cineastas, corresponsales extranjeros, obreros gráficos y numerosos profesionales que, por alguna razón, estaban en ese momento cercanos a una redacción. Si no fuera siniestro, podría merecer el mote de curioso que hayan desaparecido los dueños en distintas épocas de El Cronista -Rafael Perrota, Julián Du gado- y su delegado gremial, Demarchi. Si se inicia la cuenta con las acciones de la Triple A en 1974, son más de treinta los periodistas asesinados cuyos cuerpos aparecieron, entre ellos los de Francisco Urondo, María Victoria Walsh y Zelmar Michelini.

Más de cien periodistas fueron apresados y recuperaron su libertad antes o después de la dictadura: Guillermo Alfieri, Antonio Di Benedetto, Hernán Invernizzi, César Jaroslavsky, Eduardo Jozami, Nora Lafón, Eduardo Molina y Vedia, Mario Paoleu, Lila Pastoriza, Roberto Reyna, Federico Vogehus, Jacobo Timberman, Dardo Cabo, entre otros. Los periodistas argentinos salimos de la dictadura militar llenos de heridas, llenos de sangre en muchos casos, sin poder cicatrizarlas. En la Argentina del terror de Estado el periodismo fue un blanco móvil en la muralla c aquellos para quienes la libre difusión de las ideas era símbolo o sinónimo de complicidad con el terrorismo”, escribió Pepe Eliaschev.

En la miraTal vez con ligereza se podría retraducir esa insoportable acumulación de variadas formas de la violencia

sufridas por los periodistas en su conjunto, como la mayor y más abierta acción impulsada contra grupo social alguno durante la dictadura. Lo real es que desde mucho tiempo antes los periodistas estaban en la mira de los represores y de la ultraderecha. “El proceso revolucionario en Cuba marcó a Susana “Pirí” Lugones, como a muchos de su generación”, afirma un libro sobre esta periodista desaparecida, figura social y cultural porteña de los años 60 y 70. En 1996, Julia Constenla, una de sus amigas de entonces, evoca a Pirí y explica por qué era absolutamente lógico caer en rendida admiración por aquellos revolucionarios cubanos: “Es que eran deslumbrantes. Imaginemos un grupo de muchachos solos, mal armados, con todo para perder frente a la gran potencia del mundo, hacen algo increíble Ernesto Guevara, Fidel, Camilo Cienfuegos: ellos sí que eran el Hombre Nuevo. Además, eran lindísimos”. Pero todavía antes que la Revolución Cubana, el peronismo había marcado a fuego a los intelectuales argentinos. Muchos nunca saldrán del rechazo, pero otros muchos pasan del odio al amor y terminan acercándose al líder ausente pero presente, hasta protagonizar una parábola de sangre, dolor y muerte.

Camino de radicalizaciónComo reacción directa a la represión, a las proscripciones, a la falta de libre información que solían instaurar los

regímenes autoritarios, a las persecuciones, a aquella violencia de arriba que generaba la violencia de abajo, numerosos periodistas emprenden a partir de 1966 el camino de la radicalización, como dicen algunos de los consultados, “por necesidad de no vivir en una isla”, «porque no aguantaba la doble vida”, “por haber conocido al monstruo de cerca”, “por necesidad de asumir un compromiso distinto”, “por cuestionar el orden establecido”, “para darle continuidad a aquello de luchar con la pluma, con la espada y la palabra”. Duchos en la búsqueda y

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selección de información y en la mirada inteligente sobre la realidad, los periodistas vieron en la guerrilla, como evalúa María Seoane, la posibilidad de llevar a la categoría de acción muchos de sus intereses: “El periodista es el profesional capaz de reunir en una sola tarea sus inquietudes con la historia, con la literatura, con la práctica social y con la política”.

Jorge Bernetti afirma que en aquel momento era casi un imperativo social definirse políticamente. “No fueron únicamente los periodistas. ¿O acaso no lo hicieron los abogados o los psicoanalistas?”, dice en 1996. Para Carlos Gabetta ése era un momento mundial en que las franjas más informadas e ilustradas entendían que debían alcanzar una activa participación política. “Y eso no pasó sólo con periodistas, sino también con profesionales, con universitarios -agrega Gabetta-. Pero como nuestra profesión consiste en influir sobre las personas, probablemente haya existido mayor control y una posterior y especial saña en la represión.” La opinión de Tomás Eloy Martínez no es muy diferente: “La posibilidad de construir un cambio social se acentuaba y creíamos (me incluyo) que el periodismo o la literatura no eran lugares suficientes para ese cambio”. La visión de Sergio Caleti es concluyente: Para muchos de nosotros, el periodismo y la política eran una misma cosa. Y el periodismo era un modo privilegiado de participar en el proceso político-social. Y esto abarca a los periodistas que trabajábamos en las secciones políticas”.

“Llegamos”El 30 de octubre de 1983, con el 52 por ciento de los votos, el radicalismo con Raúl Alfonsín a la cabeza

alcanza la presidencia de la Nación. En ese momento estas eran algunas de las características del periodismo:* Seria crisis de venta, atribuida fundamentalmente a la falta de credibilidad por su actuación durante el

gobierno militar y la guerra de Malvinas.* Las empresas y los periodistas eran víctimas de las contradicciones y los desvíos ideológicos propios de una

etapa en la que se trabajó en extremas condiciones de censura y con mucho miedo, producto de la violencia ejercida.

* Así como hubo desapariciones de periodistas, también desaparecieron diarios y revistas, se redujeron tiradas y se descuidó la calidad editorial. Hubo también fusiones de grandes empresas, como por ejemplo, la de Abril y Julio Korn.

* Se les reprochaba a algunas editoriales que en los años de sangre y fuego hubieran sobrevivido acomodándose de un lugar a otro y también que harán más por conservar lo que tenían que por defender la libertad de expresión y garantizar la vida de los profesionales”.

Cuenta Marcos Cytrynblum que, respondiendo a un mítico sentimiento personal vinculado con un sentimiento muy parecido que él percibía afuera, encontró la palabra justa para el título de Clarín del día siguiente de las elecciones. El título, en tipografía “catástrofe” -pero al revés, porque al menos aquello fue un gigantesco festival-, fue “LLEGAMOS”. “Lo que hacía meses parecía tan lejano, las elecciones, la democracia ahora se corporizaba. El título tuvo una repercusión fenomenal y apenas el diario llegó a la calle, a la madrugada, empezamos a recibir llamados. El que más recuerdo fue el de Enrique Esteban, un periodista del diario que cuando era corresponsal en Neuquén estuvo desaparecido durante tres meses y el diario se ocupó mucho de él. Me llamó pero no pudo hablar: lo único que yo escuchaba era un sollozo acongojado, pero de agradecimiento, no porque hubiéramos gestionado su liberación sino porque habíamos coincidido al formular esa exclamación Llegamos. Todos habíamos llegado”, se emociona Cytrynblum, ex secretario general de Clarín.

El destapeAhora, como unos años antes había ocurrido en España, podríamos ser testigos de “El Destape’ Uuuuy, la que

se venía... Agentes de los servicios de informaciones empezaron a hablar. Los torturadores arrepentidos salieron de las sombras y se hicieron protagonistas de inquietantes notas de color. “Yo secuestré, maté y vi torturar en la ESMA”, decía un cabo de la Marina. Con muñecos de plástico que se arrojaban desde un helicóptero en vuelo al plana de Clarín que Río de la Plata, se ficcionalizó la tétrica costumbre de los represores. Se revolvieron las tumbas de cadáveres enterrados en cementerios como NN. Por irresponsabilidad, por frivolidad, porque eso vendía, pero también porque había enorme necesidad de saber qué había pasado, la tragedia de la dictadura se transformó en show periodístico. El tratamiento de esas informaciones resultó en muchos casos de tal nivel de impudicia que al poco tiempo los lectores empezaron a clamar para que no se siguiera hablando del tema. En última instancia, aunque de esa manera tan morbosa y desagradable, esas notas instalaron en los medios y en la opinión pública el silenciado tema de las violaciones a los derechos humanos.

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Desde los Estados Unidos, en donde era corresponsal de Siete Días, Mario Diament ahogaba en diciembre de 1983 por “una nueva prensa para un nuevo país”. “La prensa argentina ha sido tan víctima del fracaso de los proyectos de país que se fueron sucediendo a lo largo de cinco décadas, como ha sido su cómplice”, analizaba el periodista, reclamando para que se ampliara la independencia, la libertad, para que se consolidara la democracia y -el periodismo expresara todo en el mejor lenguaje para la comunicación. Aunque sabía que no iba a ser fácil lograrlo, porque la prensa está tan enferma como el resto del sistema”.

El lenguaje del terror«Susana, ¿sabías que los torturadores llamaban ‘Susanita’ a la picana, porque hace shock?”Los periodistas de la nueva revista Libre le hacían esta pregunta, sin anestesia, a Susana Giménez y ella salía del

paso como podía. Cara de angustia en la foto, la boca tapada con una mano y una respuesta liviana para sobreponerse a la impresión. El presidente Alfonsín, al que se presentaba en un reportaje exclusivo, trataba de poner paños tibios a la escandalosa denuncia: “Lo que ocurrió no puede ser comparado con lo que pasó en la Alemania nazi”. ¿No puede? Jorge Porcel era otro testigo que venía a declarar: “Los militares no sólo nos tocaron la cola -"cola”, en tapa; en páginas interiores dice “culo"-, sino que se metieron adentro y nos bailaron un malambo”.

Este tipo de literatura periodística inauguraba una época, pero también ponía en letras de molde todo aquello que mucha gente decía desconocer: de ahora en adelante volvería a ser difícil repetir el “Aquí no se sabía nada”. La forma que elegía Libre para hacerlo era discutible: la de un semanario sensacionalista cuyo concepto de destape abarcaba desde mostrar una picana eléctrica hasta una actriz con los pechos al aire. Si la idea era “desnudar el horror”, Libre lo hacía sin tapujos, en varias direcciones. En la nueva publicación escribían Enrique Vázquez, que venía de una trayectoria denuncista en Humor; Enrique Ruiz, Jorge Novoa, Jorge Ruprecht, Roberto Parada y Enrique Torres (que luego de alejarse del periodismo comenzaría a escribir telenovelas para Andrea del Boca).

En esa revista se empezó a hacer habitual el discutido concepto de “guerra sucia”. La audacia era la mezcla. Al lado de las fotos de la primera fiesta pública gay, en la que dos muchachos se besaban en la boca (en este caso, sin fajitas negras de censura), aparecía una serie de propósitos didácticos, en la que se enseñaba cómo se torturaba a los “desaparecidos”. Luis Pazos fue redactor de Libre y admite que era “más escandalosa que la revista Perfil. La primera nota que me tocó hacer fue tremenda: tenía que lograr que la madre de un homosexual me dijera que quería que su hijo se casara con un lindo chico”. Pazos se fue al poco tiempo sin haber podido hacer coincidir su ética periodística con la ética de la publicación.

En otra vereda periodística, Joaquín Morales Solá recuerda cómo eran aquellos días: “Si los años duros de la dictadura significaron el permanente aprendizaje de límites, porque uno se movía entre la muerte, los tiempos iniciales de la democracia recuperada fueron también de enseñanza, aunque en este caso la lección era de vida”.

Años complicadosSi bien la llegada de la democracia parecía dejar atrás una colección de múltiples restricciones, los próximos

años de la prensa escrita no serían precisamente felices. Se había avanzado muchísimo en el terreno de la libertad de expresión, pero los recortes empezaron a ser cada vez más dramáticos: desaparición de importantes medios, reducción de páginas, desabastecimiento de papel prensa, disminución de la inversión publicitaria, descenso de las ventas, graves conflictos gremiales, desocupación. Y todavía faltaba lo más serio: aquello que el investigador Nicolás Casullo denominó en un debate “el rol errático del periodista”: “El periodista no tiene dueño pero tiene todos los dueños posibles. Es un intelectual, pero no parte casi nunca de su conciencia intelectual para participar o no de acuerdo con las épocas. Es un interlocutor de masas, pero eso nunca lo obliga a dar un paso atrás (...) Es evidente que un periodista con buenas relaciones personales con su jefe de redacción, con un haber caído bien en la empresa puede comunicar su opinión a un millón y medio de personas, por más imbécil que sea, cosa que no podría conseguir un tipo que se dedica a la política durante veinte o treinta años (…) Hay un privilegio que después se paga, porque después viene lo errático, viene nuestra profesión pagada por el mejor postor. Comunicación es política, mensaje y también representatividad social en términos democráticos”, sostenía Casullo en los albores del regreso a la democracia.

En marzo de 1984 el editor Eduardo Varela Cid sacó el libro Los sofistas y la prensa canalla, en el que se revelaban dichos y contradichos de medios y periodistas en los últimos quince años. El trabajo fue posteriormente complementado por otra investigación sobre la prensa femenina durante el gobierno militar. Pocos meses después, entre los números 124 y 132 de la revista Humor, Sergio Joselovsky y Carlos Gabetta escribieron la serie Miserias

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de la prensa del Proceso. Allí se revela, entre otras cosas, que el 10 de junio de 1978, en pleno Mundial de Fútbol, el general Jorge Rafael Videla recibió una carta firmada por 2.337 periodistas franceses que mencionaba los nombres de 31 periodistas asesinados, 40 desaparecidos y 68 detenidos hasta ese momento en la Argentina. Ambos trabajos son prototipos de la literatura periodística del destape.

Destapes juvenilesEn pleno destape democrático, Román Lejtman tenía 23 años, estudiaba Derecho y se pagaba la carrera

trabajando de cadete. Un día se dio cuenta de que podría escribir, se acercó a un kiosco, tomó las direcciones de varias revistas y, entre todas, eligió a Shock, que editaba la familia Kraiselburd. Se presentó y consiguió que le encargaran una nota en la que debía explicar el funcionamiento del colegio electoral. En Shock colaboró con frecuencia en los dos años siguientes, pero también participó en Claves, dirigida por Carlos Quirós, y en Redacción, de Hugo Gambini. Gracias a un tío diagramador pudo acercar a Siete Días una nota sobre el canal de Beagle y casi enseguida le encargaron un suplemento sobre el Congreso, que recién comenzaba a funcionar. Allí, reconoce con agradecimiento, tuvo en Alberto de Arriba a un gran maestro. En sus inicios, Lejtman, al igual que tantos otros, pasaba sus notas por teléfono. “No había ni computadora, ni módem, ni fax... Era la prehistoria. Ahora la gran diferencia es el acceso a la información. Antes a lo sumo, uno iba a la biblioteca del Concejo Deliberante y como máximo a la biblioteca Lincoln. Ahora, en un rato, por Internet, cualquiera puede entrar al archivo del Congreso de los Estados Unidos”, dice en 1996.

Finalmente, Lejtman se recibió de abogado, formación que le dio la ventaja de interpretar la jerga legal y conocer el funcionamiento de la Justicia desde adentro. En esta especialidad hizo toda una carrera en el periodismo de investigación de los años 90.

En el destape de la democracia, en Clarín Alfredo Leuco se eligió un nicho envidiable: juventudes políticas. Después, con Arnaldo Paganetti, compartió la información sobre los partidos de izquierda y finalmente aterrizó en el campo del peronismo. Ya fuera del diario y hasta del periodismo escrito (aunque escribir se escribe siempre), hizo una carrera interesante. “Es imposible desligar a los medios, en especial a los escritos, del poder. A cada momento histórico y político corresponde un medio. Cuando estaba en auge la oligarquía terrateniente, hegemonizaba La Nación. Cuando el país pega un salto industrial el título principal es Clarín. Cuando la fiesta parecía estar del lado intelectual y del cambio, surge La Opinión, y cuando lo que se discutía eran los derechos humanos aparece, El Periodista”, reflexiona en 1996.

María Luisa MacKay empezó en 1983 a los 19 años en La Semana. Se mezclaba todo: la farándula y la historia de los desaparecidos a rolete y los actos superimasivos de la campaña política del ‘83. Con todo, nadie puede negar que fue una época de euforia”. Cuando entró a trabajar en el semanario de Perfil ocultaba que era estudiante de periodismo, porque especialmente lo que ella llama la vieja guardia” lo veía como una tilinguería o, peor todavía, los jefes lo sentían como un problema porque al estudiante hay que darle días francos para los exámenes. Mac Kay creció profesionalmente en la democracia y afirma que trata siempre de escribir con la mayor libertad posible. No es que no concíbala censura, pero no quiere decir que la acepte. No voy a ser yo la que corte”, afirma.

Cambio de razónEl 16 de agosto de 1984, el número 27.103 de ese vespertino octogenario sorprendió a sus lectores, agradando y

crispando por partes iguales. La Razón presentaba varios cambios visibles -logotipo más amplio, tipografía de titulares de tapa más reducida, títulos más informativos y extensos, casi todas sus notas firmadas- y uno invisible, acaso el más significativo: el reemplazo del hombre que había estado cuarenta y ocho años al frente de sus ediciones. Por decisión del empresario Ricardo Peralta Ramos, a Félix Hipólito Laiño lo sustituyó otro grande del periodismo local: Jacobo Timerman. El 4 de diciembre, con el sólido y real argumento de que en todo el mundo los noticieros nocturnos de la TV habían tomado el lugar de los vespertinos, La Razón introdujo un nuevo, doble desafío a sus habituales seguidores: resignó el formato sábana doblado para convertirse en tabloide y se sumó al mercado de los matutinos porteños. “Al regreso de su exilio forzado por la dictadura, Timerman viene a anunciar, no la inminente muerte de las ideologías, sino la más prosaica muerte de los vespertinos”, explicó en una tesis universitaria el periodista Jorge Bernetti. Para Bernetti ese proyecto de diario matutino fue atrevido, aunque por momentos excesivamente apegado a lo que diez años antes había sido La Opinión. Y así como hubo quienes lo vieron crítico, analítico e interpretativo, como lo había sido el medio que tanto irritó a los militares del Proceso, otros lo vieron demasiado cercano a la ideología del gobierno radical. Por una cosa, por otra o por ambas lo cierto es que La Razón de Timerman no fue el éxito que se esperaba. El había pensado en un medio que tuviera en la

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época de transición democrática la misma capacidad de aglutinar conciencias, ideas, inteligencia y peso político que tuvo El País que ve a la España en una etapa similar. Pero como alega Bernetti, lo que no tuvo en cuenta fueron los cambios en el mercado y la destrucción durante la dictadura de claves culturales y de un público lector que podía haberse convertido en seguidor fiel”.

No obstante, se le debe reconocer el haber sido un diario con permanente preocupación por la consolidación democrática. Se recuerdan los editoriales de Pablo Giussani, que resumen las dificultades de la época; las coberturas de Sergio Ciancaglini y Martín Granovsk--, en el juicio a las juntas militares; se reivindica su papel en cada uno de los intentos de golpe de Estado que los militares hicieron a Raúl Alfonsín, en especial cuando en la Semana Santa de 1987 fue el único diario que apareció con el título “Viva la Democracia”. La Razón capitaneada por Timerman ofreció oportunidades y fogueo laboral a varios importantes periodistas jóvenes de la actualidad y procuró siempre una relación respetuosa con el lector, tratando de influir en la recuperación del entusiasmo por la lectura y reivindicando el valor de los textos bien escritos.

En los momentos cercanos a su retiro, René Sallas, de Gente, le preguntó a Félix Laiño:-¿Usted cree que podrá vivir sin La Razón? -Pero, mi hija... Yo no podría vivir si alguien me dijera que no

puedo escuchar más la Quinta o la Séptima Sinfonía de Beethoven.El periodista Oscar Raúl Cardoso apunta una reflexión atinada: ‘Laiño logró algo único. Que el diario La Razón

tuviera un ciclo vital idéntico al suyo personal. Cuando él era fuerte y potente, el diario se le parecía; cuando entró en la natural declinación de los años, el diario se fue para abajo”.

Si alguien dijera de una persona que era de estilo severo y en ocasiones arbitraria en sus decisiones y temerariamente despótica en sus juicios, y si esa persona fuera de profesión periodista, la definición podría servir tanto para Laiño como para quien lo reconocía como su maestro y venía a reemplazarlo, Timerman. Así como eran genios indiscutidos del periodismo, fueron personas discutidas.

Si uno no tenía reloj, sabía que eran las 6.45 porque él entraba a la redacción, o las 19 porque él se retiraba. Rara vez vestido con un traje que no fuera gris, era más raro aún verlo sin sus inseparables anteojos negros. En la quietud de la tarde, era imposible saber si vigilaba, si leía o si dormía”, lo describe en 1984 el periodista Carlos Achával. Y si una de las obsesiones de Laiño eran los horarios, Timerman demandaba a sus periodistas para que fueran más cultos, aunque fuera un poco menos que él, y que leyeran mínimamente dos libros por semana. Roberto Guareschi opina que Laiño era “un tipo increíblemente organizado y metódico que, en su tiempo, viene a cambiar toda una concepción bohemia o improvisada del periodismo. Era un gran editor cuando ese puesto no existía”. Guareschi, que se formó con él en La Razón, lo recuerda con un lápiz de grafito común como si fuera un director de orquesta, mandando y organizando. Claudia Acuña, fogueada en La Razón de Timerman, piensa que su jefe “fue un gran editor. El me enseñó que lo más difícil es encontrar a la persona adecuada para la nota, después todo va solo. Timerman restableció eso que puede llamarse orgullo, dignidad del oficio, confianza en los periodistas, tanto que mientras duró la experiencia, en la redacción sólo hablábamos de periodismo. Además, abolió la reescritura, porque Timerman decía que el diario tenía que alcanzar el estilo de la época. Un Ernesto Schóó, él solo, hubiera podido rescribir todo el diario, pero Timerman se opuso: ‘¿cómo vamos a enterarnos de cómo es la escritura de esta época?`. Sin embargo, en algo coincidían: los dos inculcaban en sus cronistas la antigua fórmula del “Andá, mirá y contá”, como lo atestiguan Horacio de Dios y Roberto Guareschi, de Laiño; y Claudia Acuña, de Timerman.

Un semanario deslumbranteEl 7 de setiembre de 1984 la editorial de Andrés Cascioli saca un semanario político del que aspiraba a vender

200.000 ejemplares. Su aparición significó todo un lanzamiento, porque había sido considerable el tiempo de preparación y por el despliegue de recursos que contenía. La idea, en principio, fue gestada por Osvaldo Soriano, en Buenos Aires; Carlos Gabetta, que iba y venía de París, su lugar de residencia permanente, y, desde luego, Cascioli. El director iba a ser Soriano, pero muy poco antes del lanzamiento tuvo un choque con Cascioli y ambos rompieron el compromiso laboral. La edición inaugural muestra al tope del staff a Cascioli, y como jefes de redacción a Gabetta y a Carlos Alfieri, recién venido de su exilio español.

El Periodista de Buenos Aires (tal su denominación completa, aunque enseguida la gente empezó a pedirla como El Periodista) era un tabloide con una gráfica novedosa y consistente para el medio local y con tapas especialmente brillantes, en donde se juntaban hasta ocho “llamadas” periodísticas distintas por edición, fotos y dibujos. Buenas fotografías e ilustraciones, agradable papel, muy aceptable impresión, como para que nadie pusiera

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en duda que, además, detrás estaba la sabia mano gráfica de Cascioli. Los que tuvieron la misión de llenarla de contenido no le fueron en zaga al maestro diagramador. Las columnas de Rogelio García Lupo, las entrevistas de María Ester Gillio, “La Novela de Perón” escrita por Tomás Eloy Martínez, en entregas a la manera de un folletín, el retorno al periodismo activo de Horacio Verbitsky, las investigaciones de todo tipo a cargo de un equipo comandado por Carlos Ares y en el que aparecen en contribuciones importantes jóvenes periodistas como Jorge Fernández Díaz o Jorge Lanata; las originales críticas de televisión de Claudia Acuña. Según Gabetta, lo mejor de aquella experiencia fue la reunión de una serie de jóvenes que más adelante hicieron cosas destacadas: Sergio Joselovsky, Claudia Pasquini, Luis Majul, Julio Villalonga, que se cruzaron con periodistas de otras generaciones como Norberto Colominas, Carlos Abalo, José María Pasquini Durán, Oscar González, Julián Lemoine y el propio Verbitsky.

Un buen nacimientoEn El Periodista sabían lo que querían: hacer una revista identificada claramente con posiciones de izquierda,

totalmente jugada en la defensa de la democracia, progresista y profesional, no sectaria. Sabían lo que no querían: convertirla, como fueron tantas otras, en una revista “panqueque” (que se da vuelta con facilidad), al decir de Cascioli. Tuvieron repercusión de entrada con una línea en la que si bien a veces flaqueaba la información, golpeaban con denuncias exclusivas y en la que nunca faltaban el análisis ni la opinión.

En el número 8 consiguieron como anticipo una parte de las secretísimas listas que elaboraba la Comisión Nacional de Desaparición de Personas (Conadep). Allí figuraban los nombres de 1.351 personas consideradas represoras por los denunciantes. La publicación irritó al gobierno de Alfonsín porque allí figuraba el nuncio apostólico durante la dictadura, monseñor Pío Laghi, lo que originó una fuerte presión de la Iglesia. Luis Majul, que había obtenido aquella lista secreta, recuerda que José Ignacio López el vocero del presidente Alfonsín, le reclamó indignado, pensando que de esa manera se desestabilizaba a la democracia. A lo que Majul le replicó: “Pero, José Ignacio, vos también sos periodista. Ponéte en mi lugar. Si lo tenías, ¿no lo hubieras publicado?”.

En mayo de 1985 la revista denunció una conspiración denominada “La noche celeste y blanca” que llevarían adelante sectores terroristas de ultraderecha y cuyo propósito final sería sembrar el terror en una jornada sangrienta que provocaría 473 víctimas. Por suerte para quienes debían ser las víctimas, aquella denuncia diluyó la conspiración aunque fuentes militares niegan que la presunta asonada haya existido jamás. Después, como afirma Horacio Verbitsky, la revista cubrió el juicio a las juntas militares con la convicción de que se estaba frente a un hecho que cambiaría al país”. Fue justamente durante el juicio cuando el semanario alcanzó su mayor promedio de venta por semana: 85.000 ejemplares. “La línea editorial -dice Gabetta- era de apoyo incondicional a la democracia, entendiendo que el sistema era frágil. Al tiempo estábamos mal con todos los sectores. Los radicales en el gobierno decían que los atacábamos y por eso nos cancelaban las órdenes de avisos oficiales. Y la izquierda nos desestimaba porque decían que éramos pro alfonsinistas.” Pero su mayor preocupación de entonces se sintetizaba en la siguiente pregunta, de muy compleja respuesta aún hoy: ¿cómo se hace buen periodismo en una sociedad que no tolera las ideas claras y distintas? Rememora Gabetta un incidente con Hebe de Bonafini. La líder de Madres de Plaza de Mayo había comparado públicamente a Alfonsín con Videla. A la siguiente semana, desde la revista, Gabetta le refutó la apreciación y una semana más tarde Bonafini opinó de él que era “un escriba a sueldo”.

Juicio con diarioPoco antes de iniciarse el histórico juicio a las juntas militares del Proceso militar, Daniel Pliner planteó en su

empresa, Perfil, la impresión de que fundamentalmente por razones de espacio los diarios no llegarían a cubrir todo y que entonces las revistas podrían hacerse cargo de esa información vacante, ofreciendo en detalle las jornadas más apasionantes de esa verdadera batalla judicial, casi un Nuremberg de los años 80 para los argentinos. Sobre esta base conceptual se armó El Diario del Juicio, que contendría centralmente las versiones taquigráficas de los testimonios, análisis y comentarios de jueces, fiscales, abogados varios, testigos y otros personajes de la sociedad vinculados con el caso.

El juicio había comenzado el 22 de abril de 1985 y poco menos de un mes después salió a la calle el primer número de El Diario del Juicio, un tabloide de 32 páginas, en papel diario y en blanco y negro, con un diseño prolijo y moderno. Marcelo Pichel supervisaba una redacción en la que figuraban, entre otros, a Alberto Amato, Carlos Cabeza Miñarro, Oscar Gómez y Rodolfo Zibell. Pliner no se había equivocado. Aquel periódico comenzó a ser consumido como si fuera un fascículo coleccionable y de entrada vendió 100.000 ejemplares semanales, cifra

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que se fue reduciendo a medida que avanzaba el proceso a los ex comandantes. “Esta publicación es un hecho cargado de significaciones políticas y culturales -escribió Pablo Giussani en La Razón-; el hecho de que sobre la marcha del juicio se haya decidido dedicar al asunto una publicación específica, indica que algo importante ha ocurrido en la conciencia de los argentinos.”

Entre primicias y ahogosEn junio de 1985, Ámbito Financiero obtuvo una primicia nacional: se enteró, a algo más de veinticuatro horas

del hecho, de que los radicales se aprestaban a lanzar un nuevo plan económico. El gobierno se enfureció con Ramos y su gente porque según ellos la difusión de la idea --de la que era autor el ministro Juan Sourrouille- casi echa todo a perder. Los mercados reaccionaron con mayor tranquilidad que la propia autoridad económica, y “austral” pasó a ser la nueva denominación de la moneda nacional.

Otro de los impactos periodísticos del año fue la aparición del suplemento “Sí”, un intento exitoso desde sus comienzos con que Clarín quería dirigirse al público juvenil “evitando el paternalismo sabelotodo y hablándoles a los jóvenes en sus propios códigos y lenguajes». Estaba dirigido por Daniel Kon, que acertó en la idea de hablar de igual a igual a sus lectores y crear una estética distinta en materia de periodismo juvenil. Desde los números iniciales acompañaron a Kon en la redacción Guillermo Alerand, David Wroclavsky, Javier Febre y Marcelo Franco. La salida del “Sí” reforzaba sensiblemente las ventas de los viernes. Un diario combativo y de denuncia, creado tres años antes para sostener las luchas del movimiento nacional, deja de salir en setiembre del ‘85 en su edición 1.054. Este cierre de La Voz es definitivo, tras una serie de eclipses que lo dejaron fuera de circulación en 1984 y principios de 1985. Lo había fundado Vicente Saadi, lo dirigía el ex gobernador de Santa Cruz Jorge Cepernic y le tocó al periodista Andrés Zavala despedirlo con estas dolidas palabras: “Haber denunciado e informado prioritariamente sobre la estrecha vinculación entre los ilícitos económicos y el genocidio practicado por la dictadura militar, como parte de un mismo proyecto de dominación, fue una de las misiones importantes que se propuso La Voz y trató de cumplir a rajatabla. El esfuerzo no ha sido exitoso. Nuestro diario, el de los sin voz, deja de existir, mientras los ex comandantes no tienen sentencia, Martínez de Hoz, Klein y la caterva de agentes del saqueo a la Nación siguen paseando su impunidad con desparpajo”.

Cronistas sin tiempoEn mayo de 1986 Eduardo Eurnekian adquiere la mayoría accionaria del diario El Cronista Comercial. Desde

1983 Eurnekian era el propietario de la concesión de Cablevisión, un cable de la zona norte de la ciudad v el Gran Buenos Aires que le había adquirido a un brigadier en quiebra. A partir de ese momento y por unos cuantos años el diario se mostraría inestable en su dirección, por la que en poco tiempo desfilarían Raúl Burzaco, Enrique Szewach, Jorge Castro, Orlando Barone, Mario Diament, Dardo Gasparré y el propio Eurnekian. En 1996, el director del diario es el periodista especializado en economía Néstor Scibona. En octubre de 1986, tiempo después de que emisarios de la Coordinadora radical se quedaran con la empresa, cierra el diario Tiempo Argentino. El cierre de este medio, en pleno gobierno alfonsinista, fue muy traumático y doloroso para la estabilidad del gremio de prensa, por la cantidad de desocupados que provocó. Todavía se recuerdan el prolongado estado de asamblea que involucró a todos los diarios, las ocupaciones de la planta y las ediciones sacadas por el personal en conflicto.

Para qué sirve informarseA comienzos de 1987, en una encuesta realizada por la empresa Multimedios & Marketing se le preguntó al

público lector de diarios y revistas qué esperaba del periodismo, por qué se informaba y cuál era el valor que le daba a la libertad de prensa. Con respecto a lo último, 94,7 por ciento de los entrevistados la consideró fundamental para el crecimiento del sistema democrático, en tanto que 67,9 por ciento de los consultados opinó que la crítica que los medios les hacían a los funcionarios contribuía a la mejor información del ciudadano, pero también a una acción de gobierno más eficaz. Durante el levantamiento de militares golpistas en la Pascua de 1987, la información de los diarios estuvo limitada entre dos fuegos. Por un lado, las reconocidas tácticas conspirativas de los militares, más duchos en ocultar que en transparentar, y por otro los sobresaltos y recelos que provocaba el ejercicio de una libertad informativa sin restricciones.

Tras el levantamiento carapintada, el periodista español Martín Prieto, por entonces corresponsal del diario madrileño El País, escribió que le había llamado la atención el comportamiento de la prensa argentina. “Trató el tema con distanciamiento, con frialdad, sin entender que era mucho lo que se estaba jugando en el país criticó. Es que mientras el coronel Aldo Rico y otros sublevados tenían en jaque a la democracia, buena parte de la gran

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prensa nacional publicaba editoriales sobre el precio del trigo o la marcha del mercado de carnes. Rememoraba el corresponsal que en los apremiantes momentos del “tejerazo” en España, en 1981, los diarios sacaron ediciones especiales y se convirtieron en barreras al avance del golpe de Estado. “Lo que no parece haber entendido la prensa argentina es que el periodismo debe ser profundamente beligerante al defender las instituciones republicanas, la Constitución y los derechos humanos”, enfatizó el periodista español en una nota que aquí sólo reprodujo La Razón y en la que afirmaba la asombrosa sujeción de la sociedad a las oligarquías, a la Iglesia y a lo que él denominaba “gremios militares”. Durante el conflicto de Semana Santa los diarios decidieron cumplir con uno de los feriados obligatorios del año y únicamente apareció La Razón. Con un título en tamaño gigante: “Viva la democracia”. Evoca el periodista Julio Blank: “Una ciudad convulsionada, una sociedad movilizada y prácticamente ningún diario que registre los hechos”. Como rémora del pasado, la comisión municipal calificadora de revistas ordenó que el Nº 29 de la revista de historietas Fierro debía venderse envuelta en un plástico. En nombre de la publicación, su director Juan Sasturain rechaza la orden y explica que Fierro no es una revista pornográfica ni sensacionalista ni corrupta, sino inteligente, creativa, bien dibujada y bien escrita, que mereció premios nacionales e internacionales”. El comunicado decía que aceptar la envoltura significaría bastardear la libertad con que habían trabajado los creadores de historietas. Los fantasmas del pasado no dejaban de agitarse.

Enterados de que para el 25 de mayo de 1987 unas 4.800 personas habían financiado una solicitada de apoyo al ex dictador Jorge Rafael Videla, cinco ciudadanos -Horacio Verbitsky, en ese entonces redactor especial y columnista de El Periodista; Héctor A. Michetti, María de los Ángeles Pagano, Carlos Subiza y Juan Carlos Camaño (en representación del gremio de prensa) y Alberto Cortés- realizaron una presentación judicial para evitar la publicación del texto de sesenta palabras titulado “Reconocimiento y Solidaridad X. El juez federal Martín Irurzun compartió la inquietud de la presentación (apología del delito, artículo 213 del Código Penal) y prohibió su publicación en los cinco diarios previstos: Crónica, La Nación, La Prensa, Clarín y Ámbito Financiero. El diario de Julio Ramos hizo público su disgusto por la orden judicial, a la que calificó como “un penoso caso de censura previa”. Tiempo después, los adeptos a Videla pudieron hacer público ese escrito de reconocimiento “por su defensa de la República en la guerra desatada por la agresión subversiva”.

Los radicales y la prensaCuando el 11 de mayo de 1987 el presidente Alfonsín inauguró ante 450 editores, directores de medios y

periodistas de todo el mundo, la 36’ asamblea del Instituto Internacional de la Prensa (IPI), aseguró que el país buscaba “una prensa libre, veraz y objetiva”. Sin embargo, el presidente radical también vio en la prensa libre un fantasma, una forma de presión, una molestia en ocasiones que lo conducía a la ira. Muchos de los periodistas consultados coinciden en una apreciación: cada vez que el gobierno, el presidente o algún funcionario importante recibían una crítica periodística, la respuesta oficial alegaba que no era el momento oportuno para hacerla porque la democracia era muy precaria.

Ministro de Educación durante la presidencia de Alfonsín y radical y periodista de toda la vida con un importante medio en Río Negro, Julio Rajneri acepta que tanto en Alfonsín como en buena parte de sus funcionarios existía la sospecha de ver a la prensa como un enemigo de los radicales. “Alfonsín trinaba contra Clarín -dice Rajneri en 1996- pero, ¿sabe en qué se fijaba más?: En la intencionalidad de los títulos.” Joaquín Morales Solá era por aquellos días el principal columnista político de Clarín y asegura que él y muchos otros periodistas trabajaban muy contenidos porque recibían del gobierno el mensaje de la extrema fragilidad del sistema democrático. “Es cierto que había un grupo de militares carapintadas dispuestos a todo, pero muchos radicales chantajeaban con esa información”, afirma Morales Solá.

El hombre que durante años fuera vocero del doctor Alfonsín José Ignacio López, asegura que ni él ni sus correligionarios pensaron nunca que la información fuera perjudicial para la democracia. “Vivíamos un claro proceso de transición y desde luego que cuidábamos el desarrollo de la democracia. Pero no era el estilo del presidente ni el mío chantajear, censurar o amenazar”, piensa López. Julio Blank, entonces y ahora figura importante del staff político de Clarín, sostiene lo contrario. El lo vivía desde el lado de los que tenían que obtener información y pagaban el costo de hacerla pública. Cada vez que aparecíamos opinando algo contrario, se nos quería colocar al lado o a la altura de los carapintadas, y no era así. A veces señalábamos el costo social de alguna medida y nos decían cosas como ‘miren a estos tipos que atacan la democracia`, señala Blank. López se retrotrae al conflicto militar del ‘87: “Mientras duró el levantamiento pasé horas y horas en contacto con los periodistas. No se guardó información, no se manipuló. Es obvio que privilegiábamos transmitir todo aquello que fuera lo mejor para el gobierno y para el presidente,’ pero también se informó sobre el drama de lo que estaba ocurriendo y se dio una

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idea de todo lo que se ponía en juego.En síntesis, se podría afirmar que mientras duró su gobierno Alfonsín no mantuvo con la prensa una relación

estable, tranquila. Más bien predominó la desconfianza, el recelo, la idea de que existían medios que eran amigos y, en especial, muchos medios y periodistas enemigos. Si bien es cierto que algunas importantes empresas periodísticas hostigaban al gobierno con el propósito de forzar la derogación de las trabas que impedían a propietarios de medios gráficos adquirir medios electrónicos, también es cierto que cada sector interno del partido radical sentía que tenía algo para aportar en el manejo de la difusión. Los acosaban dos síndromes indisimulables: el papel que la prensa había tenido en el fin de los gobiernos de Yrigoyen y de Illia, y el hecho de no haber podido construir medios partidarios que trascendieran como, por ejemplo, los socialistas habían tenido durante décadas en La Vanguardia. Mientras duró el gobierno de Alfonsín -que retuvo en sus manos importantes radios y canales de televisión se frustró el proyecto de un diario que se iba a llamar La República; se desarrollaron intereses tangenciales en La Razón (créditos bancarios para papel, licuación de deudas, anticipo de publicidad oficial, etc.) mientras Jacobo Timerman fue su director, y más directos en Tiempo Argentino, en donde la Coordinadora de Enrique Nosiglia invirtió sus dineros y colocó a sus allegados. Justamente en esa época el diario sufre un descenso en sus ventas de un 40 por ciento e inicia un cruento y extenso conflicto con su personal, que lo lleva al cierre definitivo. En materia de revistas, las cosas no estaban mejor. La revista Creación apenas sacó cinco números y El Expreso, un semanario detrás del cual se escondían los sueños presidencialistas del entonces canciller Dante Caputo, apareció con bombos y platillos y duró apenas cuatro meses en la calle. A El Expreso no le alcanzó el respaldo de una redacción colmada de profesionales excelentes. En materia periodística, lo mejor que hicieron los radicales fue la revista libro Plural editada por la fundación del mismo nombre. Plural también dio apoyo diverso al semanario El Ciudadano, una publicación de tamaño sábana extra grande y papel blanquísimo, cuyo estilo de oposición extremadamente sesgado hacia el más rancio antiperonismo terminó por volverse poco confiable y hasta algo delirante. Para hacer esta publicación, cuyo eslogan era “Oponerse bien a los que se oponen mal”, los radicales contaron con un presupuesto de tres millones de dólares. El permanente sueño radical de comunicar eficientemente sus obras de gobierno (”Hacemos las cosas y no sabemos difundirlas”, clamaban los popes de la comunicación oficialista) terminó por propia ineficacia, antes todavía de la llegada de la hiperinflación con el cierre de El Ciudadano.

El caso Página/ 12Durante algunos meses se preparó en una oficina de cuatro ambientes y dos líneas telefónicas ubicada en

Lavalle y Montevideo, escandalosamente pequeña para todos los que pretendían aposentarse en ella. Hasta el punto de que el director Jorge Lanata seleccionaba a su futuro personal en la confitería La Opera, de Corrientes y Callao, y escribía síntesis de los propósitos del diario en servilletitas de papel. Todo era muy precario.

Adriana Schettini fue una de las primeras en incorporarse. Conocía a Lanata de El Porteño y de Radio Belgrano. Ella, Ricardo Ibarlucía y Sylvina Walger compusieron el elenco inicial de la sección Cultura”. ‘Fue muy lindo vivir ese tiempo, que tenía el entusiasmo fascinante del romance que recién empieza. No había teléfonos suficientes pero no importaba, porque nos íbamos a hablar a los bares vecinos desde teléfonos públicos y de paso aprovechábamos para ir a hacer pis porque en los baños de la oficina revelaban los fotógrafos. Faltaban máquinas de escribir, escritorios, sillas, papel, pero sobraba pasión”, recuerda Schettini en 1996. El martes 26 de mayo de 1987, exactamente cuando el personal de La Razón llegaba a su décimo séptimo día de conflicto, apareció el primer número de Página12. En un clima político complicado por las acechanzas propias de cualquier etapa de transición, con Alfonsín expuesto a una situación económica crítica y a asonadas como la que en la reciente Semana Santa le habían planteado militares nacionalistas, aparecía un diario distinto de todos los que se tiraban en ese momento. En su edición inicial había llegado a los 30.000 ejemplares, de los que -buen augurio- se vendieron 26.000. Se barajaron centenares de marcas: El Diario de Buenos Aires, La Jornada, Reporter, pero como varios de los números cero habían tenido doce páginas, alguien, desde la obviedad pero también desde la sensatez, tiró la preguntita: “¿Y si le ponemos Página12?”. Así se hizo, aunque para la desorientación general el primer número salió a la calle con 16 páginas.

Planes y centellasJorge Lanata y Ernesto Tiffenberg, que venían de hacer una resonante etapa de El Porteño, planearon el

contenido de un diario que se proponía “evitar el bombardeo informativo” de los grandes matutinos compartiendo la filosofía periodística de que sólo hay un puñado de novedades diarias que merecen ser registradas y que el resto

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es relleno. Página/12 ofreció de entrada costados distintos, como información sobre grupos minoritarios e influyentes en la sociedad -gays, lesbianas, feministas, ecologistas, psicoanalistas y militantes de los derechos humanos-; con buen criterio recuperó la importancia de dos secciones poco a poco relegadas en otros medios, “Educación” y “Universitarias”, así como tomó entre sus banderas permanentes el análisis y marcha de asuntos como la Justicia, los militares (que venía junto con la revisión del pasado reciente) y la corrupción en el mundo político. Otros periodistas sumaron su aporte al modelo final del diario. Osvaldo Soriano introdujo conceptos de la prensa francesa, como el buen nivel de escritura de Liberation, la eficacia de sus títulos coloquiales y su forma de inserción social, temas que había conocido al dedillo durante su exilio europeo. Horacio Verbitsky sugirió que un diario así podría ser importante como vigía del sistema democrático, para controlar su marcha, verificar su desarrollo, cuestionar sus flaquezas y reprobar sus excesos. Todos coincidían en que debía llegarse al cumplimiento de esos objetivos apelando a un lenguaje más directo, sin solemnidad y con humor.

El diseño de Oscar Iglesias tuvo originalidad e identidad desde el primer número, en especial por esa pantalla que es la tapa de Página12. El resto lo hizo una redacción muy joven, de un promedio de 30 años, que pensaba, escribía y titulaba con desenfado; y el aporte de un inversor como Fernando Sokolowicz (dueño de una empresa familiar de maderas y que durante la dictadura fundó el Movimiento Judío por los Derechos Humanos), que dispuso de 1.500.000 dólares para sostener los años iniciales del diario. En 1996, desvinculado de la dirección y de la empresa desde 1994, exitoso ahora con un programa periodístico de TV, Jorge Lanata revela: “A Fernando Sokolowicz siempre le dije que era un buen negocio. Y me creyó. En ese tiempo, tal vez porque era el momento de la teoría, juro que a mí las cuentas me cerraban. Después no cerraron más y se perdió mucha guita durante dos años”.

Concebido como diario pluralista y progresista, Página12 fue encontrando su propio camino, al tiempo que provocaba preocupación y movimiento en su competencia diariera. Basado en audacia, falta de censura, aprovechamiento máximo de la libertad de expresión disponible, fuerte compromiso con la democracia y con su afianzamiento, tratamiento de temas que ningún otro diario tocaba, su estilo se difundió por todos lados y preocupó al poder en tiempos de Alfonsín, y más aún en los de Menem, cuando aumentaron las ocasiones de criticar ciertos manejos de la clase política. El diario sufrió atentados, amenazas; se le hicieron enorme cantidad de juicios y algunos boicots publicitarios. Cuenta Lanata que recién se dieron cuenta de que “habíamos hecho un diario” cuando una noche, después del cierre, caminaba con Tiffenberg por el centro y escucharon a los diarieros que voceaban La Nación, Clarín, Crónica, Ámbito y Página.

Cuidado con el perroCuando le preguntan el porqué de su apodo, “El Perro”, sonríe ligeramente y admite con ironía: Supongo que

por mi buen carácter”. Horacio Verbitsky, alias “El Perro” Verbitsky, es una de las presencias más características de Página12, con sus notas habitualmente de doble página con investigaciones meticulosas. Es, además, como consideró el sociólogo Roberto Jacoby, “el caso de un periodista como figura social”.

En 1987 puso en apuros a la Corte Suprema denunciando a Augusto Belluscio, uno de sus miembros; también con sus informaciones desde el diario contribuyó a postergar los ascensos de varios militares en cuyos pasados figuraban la tortura y una liberación por la Ley de Obediencia Debida. Desde los números iniciales de Página12 investigó a los grupos económicos enriquecidos durante la dictadura, ahondó en la complicidad de la Iglesia con la masacre, denunció a grupos de conspiradores carapintadas y a sus instigadores civiles, y comenzó a vislumbrar lo que llama el “desguace” del Estado, que se inició con tibieza durante el alfonsinismo y que llegó a su apogeo con el menemismo.

Acerca de Página/12, Verbitsky opina lo siguiente: * “Página crea nuevas formas de legalidad en el periodismo argentino. Cosas que eran transgresiones

inadmisibles pasan a ser recursos cotidianos, admisibles, respetados y exitosos. Y eso tuvo efecto sobre la prensa escrita, sobre el resto de los medios e influyó hasta en el cambio de estilo de Mariano Grondona. Son importantes los cambios formales que el diario provoca: trata de modo cáustico y crítico los temas centrales del país y Lanata les imprime el humor de la Generación X.”

* “Otra de las innovaciones es la falta de reverencia con que el diario se dirige a los factores de poder. Históricamente, la prensa argentina había sido muy condescendiente -por no decir 'obsecuente'- con las grandes empresas, con los poderes establecidos, con las instituciones sacrosantas de la nacionalidad.”

* “Página12 tiene un compromiso básico con el lector y con la democracia. Lanata lo ha explicado muy bien: Página es el único diario que no saldría al día siguiente de un golpe militar. El compromiso del diario con la

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democracia es una cuestión de vida o muerte.”¿Qué tuvo de malo?* Consintió en exceso su condición de segundo diario.* En ocasiones, exageró en la tendencia de ficcionalizar la información, resintiendo justamente el contenido

informativo.* Por momentos, sus ediciones quedaron excesivamente supeditadas a lo que traía en la tapa y en las páginas 2 y

3.* Frustró a los que pensaban que su sección “Internacional” traería lo que ningún otro diario argentino da en ese

terreno.* Si bien todos los medios manejan una cuota alta de arbitrariedad y de sobreentendidos, a Página/12 se le hizo

por momentos muy evidente su equipaje de amores y odios, de inclusiones y exclusiones.

Los medios detrás de MonzónEn Mar del Plata, en pleno verano del '88, cuando todo estaba preparado para otras cosas más jubilosas, el ex

campeón mundial de boxeo Carlos Monzón mató a Alicia Muñiz, su ex esposa y madre de su hijo más pequeño. Estos fueron los títulos de los diarios:

LUNES 15 DE FEBREROLa Nación: “En confuso hecho murió la ex mujer de Monzón, quien está herido y detenido”. Clarín: “Tras una

riña con Monzón murió su mujer”. Diario Popular: “Monzón acusado de homicidio por la muerte de Alicia Muñiz”. Crónica (5): Confirman que Alicia Muñiz no sufrió golpes antes de la caída”. El mismo periódico, pero de un día después, hace un retoque: “Alicia Muñiz habría caído del primer piso desmayada por su pelea con Monzón”.

MARTES 16Página/12: “Monzón contra las sogas”. La Prensa: “Admitió Monzón que agredió a su ex esposa”.A partir del miércoles vendrían las revistas. La Semana muestra al hijo de Carlos Monzón y Alicia Muñiz con el

título “Abuelito, tengo miedo”. En el interior ofrece 58 fotografías en 27 páginas. Gente pone en la tapa el cadáver de Alicia Muñiz, en bombacha y sin corpiño, tirada en la planta baja del chalet marplatense, complementado con 23 páginas y 33 fotografías en páginas interiores.

Se iniciaba una larga instancia judicial que culminaría en un juicio oral y con la condena a Monzón siete años después. Muy poco antes de salir en libertad, con permiso para retirarse momentáneamente de la prisión, el boxeador ex campeón del mundo se mató en un accidente automovilístico a principios de 1995.

Sur, y despuésEn marzo de 1989, versiones periodísticas anunciaban como inminente el lanzamiento del diario Sur, que

finalmente se produce el 13 de abril de 1989. El proyecto tenía, en secreto, ya dos años. En la Navidad de 1987, según cuenta Isidoro Gilbert, los soviéticos habían adelantado las toneladas de papel necesarias y el dinero para sacar un diario que se imprimiría en unas rotativas belgas. Líderes del Partido Comunista Argentino como Patricio Etchegaray, Athos Fava y Jorge Pereyra pensaron, al decir de Gilbert, “que era tiempo de sacar un diario” que fuera expresión de un frente de liberación nacional democrático, que apoyaría la Izquierda Unida y que sería sostenido financieramente por el Partido Comunista. A pesar de la larga preparación, Gilberi afirma que “se sale con un diario sobredimensionado en personal, en cantidad de páginas. Una vez más, el proyecto fue mucho mejor que su realización”.

Según Jorge Bernetti, que ocupó en Sur un alto cargo periodístico, el diario chocó con por lo menos tres inconvenientes graves: un dramático momento político y económico, coincidente con el deterioro de Alfonsín y la etapa previa a la hiperinflación; los cambios profundos que en esos mismos tiempos convulsionaban, con la caída del socialismo del Este, la escena internacional; la presencia conjunta en el mercado de matutinos como Página/12, que supo interpretar con mayor gracia y recursos periodísticos más actualizados las necesidades de los sectores progresistas. “La idea era que la izquierda, para construir un proyecto político, debía tener un medio masivo. Pero nunca se definió bien cuáles serían sus características: si iba a ser una mezcla de Nuestra Palabra con Crónica o de El Periodista con La Hora”, cuenta María Seoane, que también integró la redacción de Sur. Resultaba muy difícil -piensa- disimular el agobiante peso burocrático del diario “porque tanto en la organización del diario como en la toma de decisiones pesaba más la identificación política que la cuestión periodística o profesional. Ninguna de las internas del partido resultaron indiferentes a la marcha y evolución de Sur”. Y Bernetti lo confirma: “Una

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enseñanza básica es que un medio puede estar ligado a un partido, como era este caso, pero no depender de él ni de sus presiones, porque eso es profundamente perturbador”.

El sur tampoco existeEl 13 de abril de 1989 en su primera nota editorial, Eduardo Luis Duhalde admitió que ese medio no sería

neutral. Aseguró que el matutino lucharía “por la dignidad nacional, por la profundización democrática, por la calidad de vida de los argentinos, por la justicia. Somos parte de un Sur frente a un Norte desarrollado que condena a los pueblos de América y del Tercer Mundo a la miseria y la dependencia”. En las elecciones generales de abril de 1989, que ganó Menem, el diario no se jugó por nadie, aunque era inevitable verlo detrás de la Izquierda Unida. El abogado Eduardo Luis Duhalde, los dirigentes comunistas Enrique Drattman y Rodolfo Nadra, también periodista de larga trayectoria (y posteriormente Isidoro Gilbert), estaban a la cabeza de la empresa, en tanto Carlos Aznárez, Jorge Bernetti y Rodolfo Mattarolo fueron los iniciales responsables periodísticos. En los veinte meses que estuvo en la calle el diario se hizo fuerte en varios suplementos: “Las Palabras y las Cosas”, cultural, que manejaba Oscar Taffetani; “El Tajo”, conducido por Carlos Polimeni (”Decididamente en la vereda opuesta del ‘Sí’, de Clarín, y hasta distanciado del ‘No’, de Página12”, según define Bernetti), y el “Sportivo Sur”, realizado por un grupo de muy buenos periodistas especializados al frente de los cuales estaban Carlos Bonelli y Ariel Scher. Es elogiable el nivel de la sección fotografía, de la que deben marcarse por lo menos dos episodios de resonancia internacional: el fotógrafo Marcelo Ranea sorprendió una tarde al ex almirante Massera entrando en un departamento de la calle Las Heras, en Buenos Aires, en momentos en que, condenado a perpetuidad desde 1985, debía estar alojado en el penal de Magdalena. La instantánea, buscada y gestada por el tesón y la calidad de Ranca, fue considerada la mejor fotografía del año. Al mes siguiente, otro fotógrafo de Sur, Roberto Pera, logró también un escandaloso testimonio gráfico: el ex teniente coronel Aldo Rico, también condenado a pasar sus días en la prisión de Magdalena, fue sorprendido tomándose un cafecito en un bar del centro de Buenos Aires.

En lo periodístico se destacaron las columnas de opinión de figuras del pensamiento de izquierda como Osvaldo Bayer, David Viñas, Herman Schiller, Floreal Ferrara o Luis Perlinger, una deliciosa sección diaria de costumbres que escribía Juan Sasturain; la sección sindical, a cargo de Luis Vázquez; la de policía, que manejó, sin experiencia previa, Ricardo Ragendorfer, y las investigaciones de Juan Salinas y Fabián Polosecki.

En diciembre de 1990 apareció la última edición de Sur. El título principal de tapa: indulto: la firma de la vergüenza”. Un suelto de tapa, firmado por el secretario general Isidoro Gilbert, explicaba el cierre dando razones de mercado y falta de publicidad.

Esos eran los motivos del bolsillo. ¿Y los del corazón?: “Es un golpe para la izquierda en su conjunto, para la lucha del pueblo y los trabajadores de este medio que pierden una fuente de trabajo y protestan por ello”. Era, curiosamente, el 28 de diciembre, el Día de los Inocentes. Nada para festejar. En 1996, Gilbert esgrime otras razones para explicar el cierre. “Sur fracasó porque su discurso político no se correspondía con el discurso dominante de la sociedad. La izquierda estaba aturdida por la caída del Muro y de la URSS. No llegó a convertirse en el instrumento útil para repechar la muy difícil coyuntura de la izquierda”, afirma. Mientras duró, no todo fue hermoso para Sur. Ámbito Financiero vio sectarismo en la forma en que el diario del PC cubrió el juicio a los atacantes del cuartel de La Tablada, o sospechosas omisiones en el tratamiento que el diario de izquierda hacía sobre la nueva situación de los países del Este. En cualquier caso, el diario habría debido explicar lo que sucedía, le gustara o no, atendiera o no a sus expectativas ideológicas.

Enroque en PerfilCuando hacía trece años que se publicaba y luego de la edición 672, La Semana deja de salir y toma su lugar

Noticias de la Semana, una de cuyas audacias es el día elegido para su aparición: los domingos. Sugestivamente, el cambio se produce con el arribo de Menem a la presidencia. Una cultura reemplaza a otra. El país cambia de manos y de intereses y demanda otro tono informativo. Jorge Fontevecchia diseña personalmente una nueva revista de 100 páginas a todo color, impresa en papel satinado, que cubre la actualidad semanal con cierres sorprendentes, de diario. A mitad de camino entre el semanario de información política y el colorido magazine de información general, lo que resulta es una mezcla atractiva que reúne investigaciones, retratos de figuras de la actualidad, denuncias, descripción de costumbres y tendencias de consumo y un tipo de periodismo que comenzaría a hacer furor: crónicas de la vida mundana (la noche, los estrenos, las fiestas) resueltas mediante pequeñas fotografías que funcionan como ventanitas al exterior. Por esa vidriera pasan las novedades, los lugares, los encuentros no siempre legales, los personajes. Jorge Born 111, autor intelectual del primer plan económico del menemismo promete en el

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Nº 1 de Noticias que la próxima década en la Argentina merecerá ser vivida, tan sensacional será. El locutor Cacho Fontana, enredado en un pesado asunto de mujeres y drogas, no parecía tan eufórico como Born. Maradona, en la gloria, acababa de hacer su inolvidable fiesta de casamiento en el Luna Park y, solícita, Noticias le hacía las cuentas: ¿cuánto había ganado con esa boda el número 10 más famoso del mundo? Frente a eso, las columnas de Neustadt y Granados o los servicios exclusivos de Time parecían una minucia. Detrás de Fontevecchia se alineaban periodistas como Teresa Pacitti, Silvia Fesquet, Cristina Ricei y Enrique Ruiz, integrantes del staff inicial.

El Periodista: mal cierreEn mayo de 1989, alegando “circunstancias económicas adversas”, la empresa Ediciones de la Urraca

interrumpió durante ese mes la publicación de El Periodista y procedió a suspender al personal. De acuerdo con un comunicado que suscribe Andrés Cascioli, como editor responsable, la medida se toma, además, por “el alza desmesurada de los costos de producción, desabastecimiento de insumos básicos, exigencia de pagos adelantados en dólares por parte de nuestros proveedores y exagerada mora en los pagos de la publicidad de empresas del Estado». La decisión empresaria origina un prolongado y grave conflicto gremial que incluye la toma de las instalaciones, lo que hace que La Urraca decida el cierre definitivo de la publicación.

En una nota aparecida en esos días en Págína12, firmada por Horacio Verbitsky, se advierte que el cierre es una de las primeras consecuencias del último ajuste económico, “El precio de tapa no puede aumentarse proporcionalmente por falta de lectores capaces de soportar ese aumento, y el resultado es la bancarrota”, decía el ex integrante de El Periodista, para quien el caso era representativo de la situación de pequeñas y medianas empresas nacionales,

El semanario que en el ‘86 había informado en muy buen nivel sobre el Punto Final que benefició a los militares, había puesto sobre el tapete las tremendas revelaciones de las bandas de agentes de seguridad que se dedicaban a hacer secuestros extorsivos y los dramáticos vaivenes de la nueva moneda argentina -el Austral-, y que en el ‘87 ofreció una mirada distinta de la visita del Papa y tituló “El Pueblazo» a su amplísima cobertura de los sucesos de Semana Santa, había hecho un cambio notable de formato y contenido hacia 1988. Luego de incorporar un socio español, la revista adoptó medidas de revista tradicional, con más color -tratando de acercarse al aspecto de Noticias-. En esta etapa el columnista estrella era Jacobo Timerman, que ya en junio de 1988 planteaba una pregunta inquietante: “¿Y si gana Menem?”. Antes de su cierre, hizo otra vibrante cobertura: los sucesos militares de Villa Martelli, en 1988, y obtuvo una primicia considerable al publicar la lista de beneficiarios de créditos del Banco Hipotecario. Los retoques obtuvieron el resultado más indeseable: no atrajeron a ningún nuevo lector e hicieron perder a muchos de los anteriores, que preferían el tono más iconoclasta, politizado y agresivo de la revista. En medio del impresionante efecto dominó que provocó la caída del Austral, a sólo una semana de las elecciones generales del 14 de mayo de 1989, la tapa del N° 240 se preguntaba: “¿A dónde vamos a parar?”. Pregunta que, al menos desde El Periodista, no pudo responderse más que con el silencio. Carlos Ares, que participó en los primeros 60 números de la publicación, piensa que el de El Periodista es el caso de una buena revista mal conducida “porque los intereses políticos dominaron a los periodísticos. Se había formado una redacción de un nivel pocas veces visto, pero hubo un error en la concepción, porque una vez terminada la dictadura la gente demandaba más información que bajada de línea. Al final le pasó que sus lectores terminaron siendo los que pensaban igual”. Andrés Cascioli, dueño de la editorial, lamenta no sin enojo aquel final, que contrastó con un principio brillante en el que la revista llegó a vender 80.000 ejemplares. “Después sobrevinieron una serie de descuidos, incluidos los míos, que terminaron quebrándome. Tuvimos exceso de personal, errores periodísticos y, encima, nos devoró la industria del juicio”, explica. Carlos Gabetta, que se alejó un poco antes del final, tiene una visión diferente y cree que si ese proyecto no prosperó fue porque hubo “problemas insolubles de gestión empresaria”.

Páginas reconocidasMuchos de los periodistas consultados para este libro coincidieron en destacar la función renovadora que

cumplió Página12. El hombre de La Nación, José Claudio Escribano afirma que “consiguió ser, desde la franja que va del centro-izquierda a la izquierda, la expresión periodística más valiosa que yo recuerde. Por el contrario, el Partido Comunista, cada vez que tuvo la oportunidad de hacer una publicación, sólo hizo cosas pesadas y aburridas”. Héctor García, hacedor de un imperio con base en el periodismo popular de Crónica, reconoce que Página12 es un diario “distinto”, y que él no lo sabría hacer. “Es un diario muy particular -explicó en 1993-, no sale los lunes, no tiene lotería, no tiene carreras de caballos, tiene dos noticias policiales que las pone por poner.” Para

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Julio Blank, de Clarín, los primeros tres o cuatro años de Página/12 partieron aguas: por el estilo, por su forma de investigar, por la audacia para abordar y para forzar los límites. Y agrega: “Quien conoce un poco da concesiones, pero hizo un periodismo muy diferente que obligó a otros medios a cambiar, sobre todo a Clarín. Pero, además, es lógico que haya sido así: juntás a Lanata, Verbitsky, Soriano, Tomás Eloy Martínez, ¿que otra cosa que una buena orquesta sinfónica puede salir?”. Hugo Caligaris, de La Nación, coincide con Blank en que Página/12 “tuvo un efecto saludable para la prensa en general. En especial porque despojó al periodismo de ciertos atavismos y pesos”.

¿Qué leímos en la década?Entre el 1’ de enero de 1980 y el 1’ de enero de 1990 los argentinos tuvimos seis presidentes: cuatro militares -

los generales Videla, Viola, Galtieri y Bignone- y dos civiles -Alfonsín y Menem (en su semestre inicial)-. Sin duda, resultó una década muy particular, iniciada con gobiernos dictatoriales, cuyos principales integrantes fueron finalmente juzgados y condenados, y terminada con un episodio insólito y afortunado: es en esta década cuando, por primera vez desde 1928, un presidente civil elegido le entregó el poder a otro presidente civil elegido. Ronald Reagan fue presidente de los Estados Unidos entre 1980 y 1988 y hacia el final de los ochenta se produjo la caída del socialismo. Y fue en esta década cuando nuestro país entró en guerra contra una potencia extranjera, un paso desdichado que significó una dolorosa derrota y, otra vez, muchas muertes.

Pasada la década, el Centro de Estudios para la Nueva Mayoría, con el investigador Rosendo Fraga a la cabeza, analizó 117.635 hechos producidos y que salieron en los diarios y estudió 15.891 editoriales de La Nación, La Prensa, Clarín, Convicción, El Cronista Comercial y el Buenos Aires Herald. Con esa lectura comprobó que un 42 por ciento (6.698 editoriales) se refería a críticas hacia los diversos gobiernos; 13 por ciento (2.046 editoriales) era favorable a los gobiernos y un 45 por ciento mantenía una posición neutra con relación a los poderes. El estudio señalaba que “cada vez que asume un nuevo gobierno, de facto o civil, en un principio el tono es favorable”. El ranking de tópicos es el siguiente: 1) Económico; 2) Político; 3) Exterior; 4) Educación; 5) Iglesia; 6) Temas Varios.

Mínimo balanceDurante la década del 80 se avanzó en la recuperación de las palabras, luego de una época de fuerte censura, y

también hubo mayor libertad expresiva, superando un tiempo turbulento. Pero no fueron iguales los progresos en materia laboral. Al comienzo se había fantaseado con que la recuperación de la democracia generaría múltiples proyectos periodísticos. Al contrario, con respecto a los medios gráficos la década trajo un saldo de sistemático achicamiento empresario, desocupación laboral, reducción de la calidad informativa y el cierre de medios como La Voz, Sur, Pueblo, Gaceta, Hoy y Mañana, Tiempo Argentino y, por un corto lapso, La Razón.

En noviembre de 1989 el electo presidente Carlos Menem planteaba la primera de una larga y revulsiva serie de privatizaciones, un hecho que caracterizaría políticamente a su primer gobierno. Los canales 11 y 13 de televisión abierta, finalmente se adjudicaron antes de finalizar el año. La eliminación del inciso “f” que en el artículo 45 de la Ley de Radiodifusión impedía a los propietarios de un medio gráfico poseer, al mismo tiempo, una radio de un canal, originó un impresionante interés en las empresas editoriales. Clarín y editorial Atlántida se presentaron por las dos estaciones (el grupo de la señora de Noble obtendría el Canal 13 y la empresa de la familia Vigil se quedaría con Canal 11;), pero en diversos grupos también figuraban Ámbito Financiero, La Prensa, La Capital, de Mar del Plata, La Nueva Provincia, de Bahía Blanca, en tanto que el dueño de Crónica, Héctor Ricardo García, mantenía un litigio para recuperar Canal 2, a la par que planeaba su nuevo cable de noticias.

El acercamiento del mundo de la gráfica a la televisión y a la radio provocaría un cambio muy profundo en la búsqueda y distribución de noticias, en la forma de presentar la información, en la veloz y creciente modernización de los sistemas de producción, en la a veces exacerbación de la competencia y en las relaciones entre los poderes y los medios, que se volverían cada vez más fuertes y sorprendentes en los años iniciales de la década del 90.

¿QUIEN ESTÁ DETRÁS DE LAS NOTICIAS? Esta concreta y fatídica pregunta sobre los medios de comunicación se la hicieron con frecuencia, durante todo

el siglo, lectores, analistas de los medios, políticos y otros centros de poder. El interrogante tiene un punto de partida nefasto porque lleva implícito que difícilmente el periodismo, y los periodistas, puedan ser verdaderamente independientes. Cada vez que hubo dificultades para responder la pregunta, se abrió un espacio para la fantasía, para la sospecha, para la calumnia, para el fatídico “se dice que ...”

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Julio Rajneri no cree que detrás de los diarios haya poderes ocultos, pero lo que sí conoce son casos en que los grandes medios aparecen negociando entre bambalinas con los principales factores de poder. Con los gobiernos, con la oposición, con los militares, con la Iglesia”, ilustra.

En mayo de 1973, en el Nº 1 de Cuestionario, sus directores decidieron tomar el toro por las astas y en un insólito ejercicio de transparencia se pusieron delante de la pregunta. “¿Que hay detrás de Cuestionario?”, preguntaba un editorial que era a la vez una declaración de principios. Cada vez que surge una revista nueva, sobre todo si se trata de una publicación política, hay quienes se preguntan qué hay detrás de la fachada. Por lo general, la pregunta tiene sentido: detrás de un diario o una revista suele haber intereses ocultos”, decía.

Inmediatamente, el texto desplegaba una genealogía de los orígenes, intereses y vinculaciones de la nueva revista, detrás de la que estaba la editorial de libros de Arturo Peña Lillo. Para financiar el mensuario dirigido por el periodista, abogado y político Rodolfo Terragno, Peña Lillo (también editor del libro de Terragno Los dueños del poder) puso a disposición su aparato administrativo y sus créditos bancarios. La revista contó, además, con el producido de la venta directa en kioscos, las suscripciones y los avisos publicitarios, que en un principio habían decidido desechar para evitar subsidios y otras presiones pero que finalmente aceptaron. “Nuestros avisadores saben que, en esta revista, la política editorial no está condicionada a compromisos comerciales: contar con la publicidad de determinadas empresas no nos obliga a depender de sus intereses”, reflexionaba Cuestionario y, agregaba: “Cuando el periodismo es comercial se convierte en vocero de las empresas ante los poderes. Cuando no es comercial, es faccioso...”

El mensuario de Terragno y Miguel Ángel Diez nacía en un momento de euforia política, en el marco del regreso de la democracia y del recientemente elegido gobierno de Cámpora y Solano Lima, al que se muestran dispuestos a apoyar aunque reservándose el más amplio derecho a la crítica. Los directores situaban en 1966 el momento en que la mayor parte de los periódicos se convirtió en un medio de enlace”. Cuestionario proclama la voluntad de “volver a escribir para la gente” y de no ser “una revista sin lectores pero con avisos”. Antes y después de esta declaración, no se encuentran otros antecedentes de exposición pública de la constitución de una empresa periodística, algo común en otros países, en donde es tradicional que en un mes del año se den a conocer incluso las memorias y balances.

Empresas y recuerdosCuando nació en 1957 la revista humorística Tía Vicenta tenía, según “dimes y diretes”, el financiamiento de su

director Landrú y de once oficiales de la Marina. Probaría esa vinculación el nombre elegido para la nueva editorial: Nopra, “arpón” al revés, y también otro hecho, en apariencia más contundente: la crítica humorística a los uniformados excluía sistemáticamente a los de origen naval. Desde hace muchos años La Razón apareció vinculado al Comando en jefe del Ejército. Rodolfo Walsh escribió, convencido, que este diario guardaba lealtad absoluta a un solo patrón: el Ejército, y específicamente a su Servicio de Informaciones. “En cada crisis política, en los preparativos de cada golpe La Razón recibió y publicó sin modificaciones el contenido de los sobres que le llegaban del Comando en jefe”, reveló el periodista y escritor. La revista La Semana informó en 1986 que desde fines de la década del 50 se sabía que parte del paquete accionario del diario había quedado en manos de los servicios secretos del Ejército. “Fue el diario que acompañó con su elogio cada una de las rupturas institucionales”, afirma Walsh. Es su simbólico funcionario Félix Laiño el que tiene algo para responder: Eso de creer que los diarios pueden provocar golpes de Estado es una pretensión irrisoria. Los golpes provienen de la entraña misma del pueblo, los preparan los civiles y los hacen los militares. Ahora, si me dice que entre los civiles hay periodistas, yo eso no lo puedo negar”, afirmó en 1984. Para disolver semejantes rumores, allegados al diario siempre apelaron a un hecho ocurrido en octubre de 1960: una información sobre una crisis en los altos mandos del Ejército le costó una suspensión en la salida y una detención a su director Ricardo Peralta Ramos.

Para sostener la aparición de Che en 1960 se habían logrado varios acuerdos. Más de treinta años después, Julia Constenla, integrante de la redacción de esa revista, revela: “Primero vino el aporte de un compañero vinculado a una empresa que no voy a mencionar. También, en un momento, se había hecho un acuerdo con el Partido Comunista, en principio para seguir saliendo y después para llegar a un equilibrio económico. El acuerdo formal se acabó rápido, y el respaldo informal, vía gente de la embajada de la Unión Soviética, se amplió por cuerda secreta”. En la misma época, aunque en líneas ideológicas distintas, apareció la revista Usted, de la que en distintos momentos se dijo que era tercerista, pro cubana, izquierdista, fascista, totalitaria, superficial, nacionalista, frívola”, según ironizaban en una editorial.

Todavía antes de la caída del peronismo en 1955, Esto Es, de Tulio Jacovella, representaba una conciente del

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pensamiento nacional oficial, pero también respondía puntualmente a intereses de un sector de industriales cuya cabeza era Jorge Antonio. Alrededor de la revista Del Frente, que dirigía John William Cooke secundado por Ramón Prieto y Dante Bonatto, se reunían seguidores de las líneas antiimperialistas. Después de 1955 el editor de Esto Es regresa a los kioscos, pero ahora con una revista llamada Mayoría y junto a la también reaparecida Qué, de Rogelio Frigerio, respaldan el ascenso de Arturo Frondizi a la presidencia en 1958.

Muchos de los periodistas que iniciaron el semanario Primera Plana en 1962 afirmaron que Jacobo Timerman obtuvo en principio el apoyo financiero de Raimundo Richard, un empresario vinculado con la empresa francesa Peugeot. En las iniciales épocas de la revista nunca faltó un aviso importante de esa marca de automóviles y, a partir de un momento, la tapa comenzó a ostentar una faja tricolor idéntica a la bandera francesa. Posteriormente, hasta por boca de Timerman, se supo que la publicación había sido pensada como órgano de difusión de los ideales e ideología del llamado sector azul del Ejército. “La revista había nacido a instancias de un grupo de coroneles azules: estimaban que el proceso que se iniciaba en el país con el triunfo de su sector necesitaba ser claramente explicado. Me pareció que nada mejor para ese proyecto que una revista semanal de noticias y comentarios”, declaró Timerman en 1976 en su diario La Opinión.

En 1965, una vez desvinculado de Primera Plana, en sociedad con el brigadier Juan José Güiraldes, Timerman había formado la consultora Profima (Promociones, Financiaciones y Mandatos) y empieza a preparar otro semanario político. Era Confirmado, aparecido en 1966 en el que algunos vieron alternativamente la influencia de dos personas que en algún momento de la historia reciente fueron ministros de economía: Jorge Salimei, primero, Adalberto Krieger Vasena después, además de vínculos con los famosos “coroneles nacionales”: los hermanos Uriburu, López Aufranc y Osiris Villegas. Carlos Scavo Kedinger, que por entonces era jefe de una sección en el semanario, aseguró en 1996 que el que se reunía cada tanto con los periodistas para darles directivas era el coronel Roberto Fonseca.

Poderes y testaferrosLos grandes diarios estuvieron siempre gravemente sospechados de tener detrás, y lo que es peor todavía,

delante, poderes importantes que favorecían más a intereses sectoriales que a los del país. Rodeando a La Prensa y a La Nación se advirtió en ocasiones a la oligarquía ganadera, las potencias extranjeras, los sectores conservadores, la Iglesia y hasta la masonería, vinculaciones todas ellas jamás aceptadas por las respectivas empresas. Entre 1969 y 1982 el desarrollismo tuvo una participación importante en la conducción de Clarín. Daniel Muchnick rescata dos momentos de su trayectoria: “En Clarín encontré una conducción del diario fuertemente influida por el desarrollismo y en mi siguiente trabajo, en La Opinión, la empresa tenía una postura pro Gelbard (ministro de Economía en 1973), pero todos ellos respetaron mis disidencias”. En 1967, cuatro años después de haber puesto en marcha el diario, Héctor Ricardo García se refería irónicamente a las múltiples vinculaciones que le habían endilgado en tan corto tiempo. “Desde que tengo el diario dijeron que fui sucesivamente testaferro de Perón, de Jorge Antonio, de Illia, de Fidel Castro, de Paulo VI, de Frei, hasta de Gardel.” En los principios de Ámbito Financiero, Gerardo Campos, del Banco Ganadero, y Voss, un comerciante de productos ópticos, aparecieron como colaboradores directos de Julio Ramos.

En una entrevista realizada en 1996 el periodista Osvaldo Pepe sostiene que el diario La Voz, si bien estaba prácticamente condenado, se termina de desmoronar cuando los montoneros coparon el, Firmenich, aunque no abusaba, escribía cada tanto con el seudónimo de “Quiroga”. ¿Por qué les interesaba tener un diario?: Para usarlo como base de operaciones y generar un ambiente propicio a su regreso a la arena política”, relata Pepe.

Colaboradores del diario Convicción sostienen que el vínculo con la Marina y con los planes políticos del almirante Massera fueron evidentes desde la aparición del matutino en plena dictadura se transparentaron durante la guerra de Malvinas, cuando los editores debían peregrinar permanentemente hasta el Comando en Jefe, en donde jerarcas del arma, incluido Massera -al que se consideraba el responsable intelectual y material del proyecto-, dictaban puntillosamente la línea del diario.

Momentos y cambiosProbablemente no haya habido periodista argentino más cuestionado por sus colegas debido a su volubilidad y a

sus elecciones que Bernardo Neustadt. En 1982 respondió a Tiempo Argentino: “Todos hemos dado una carta abierta al gobierno militar, que llega como consecuencia de un desbarajuste anterior, se llame peronismo de 1955, se llame María Estela Martínez de Perón. Uno da la carta blanca al gobierno que promete terminar con la inflación y llamar a elecciones y espera seis meses, ocho meses, un año. Si no se produce lo que la gente esperaba, uno tiene

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el derecho a decir 'hasta acá llegó mi amor’. ¿Qué argentino no le abrió una carta de crédito al gobierno peronista de 1973 o al de Videla? Borges dijo un día que los militares eran unos caballeros que debían gobernar cuarenta años, después dijo que eran lamentables y que debían irse ya. La contradicción argentina es total, no soy sólo yo”.

Para explicar algunos de los públicos cambios de criterio y opinión de la editorial Atlántida, la periodista Cristina Castello reproduce una opinión de Aníbal Vigil: “Si en algún momento pensé que la intervención de las Fuerzas Armadas era necesaria fue porque me pareció que los mecanismos democráticos estaban superados y que la convivencia civilizada ya era imposible”, respondió en 1983 en Tiempo Argentino el entonces director de Gente y Somos. El 25 de mayo de 1973 jóvenes militantes de la Juventud Peronista, de izquierda, trepan al techo de la Catedral y sentados forman una P y una V, un clásico símbolo peronista. La oportuna toma quedó para la historia y fue utilizada en dos libros especiales editados por Atlántida. En el libro 50 años de vida argentina, aparecido en 1974, el epígrafe es: “En sus puestos. El.

25 de mayo de 1973 el país volvió de un largo viaje hacia el más seguro de sus puertos: la Constitución. A la espera del regreso de Perón ese día un grupo de jóvenes trepó hasta el techo de la Catedral y con sus cuerpos inicialaron el deseo expreso de la vuelta”. En 1035 dramáticos días para el país editado en 1976, luego del golpe de Estado, la leyenda que acompaña la misma toma es la siguiente: “Orden en el tejado, desorden en el país. Había jóvenes organizados. Capaces, por ejemplo, de formar estas siglas sobre el tejado de la Catedral. Si ese orden y esa capacidad de organización se hubiera volcado también en las fábricas, en los talleres, en el campo, en la calle, tal vez la Argentina hubiera podido escapar de la crisis económica y política que la llevó al borde de la quiebra”.

En setiembre de 1983, la misma Cristina Castello entrevista a Mariano Grondona en Tiempo Argentino y le pregunta acerca de su participación en distintos golpes de Estado. “En el golpe de 1955 yo fui golpista. Tenía 22 años, era estudiante y estuve preso... En 1966, con Illia, ayudé a crear el clima, pero también los radicales me atacaban a mí y a Primera Plana, en donde yo colaboraba. Yo venía del asunto Azules-Colorados, que fue una gran pasión y en donde fui azul a muerte. En el ‘76 no fui golpista en el sentido de pedir que derrocaran a Isabel, pero como todo el país yo también estaba azorado por la falta de salida”, se autocrítica Grondona.

También resulta variadísimo y sorprendente el arco de acusaciones endilgadas a Jacobo Tímerman cuando dirigía La Opinión: desde “pro norteamericano” hasta “aliado de la guerrilla”, de “sostén de los curas tercermundistas” a “vocero del poder financiero” de turno. Pero entre uno y otro, jamás se lo dejó de calificar como sinárquico, agente israelí o pro sionista.

Favores y serviciosCuando en 1992 era director de Somos (una revista a la que en sus diecisiete años de vida se la acusó de recibir

guiños de los servicios e informaciones de las Fuerzas Armadas y del poder), el periodista Daniel Pliner salió a defender la etapa periodística que él y otros profesionales representaban en ese momento. En sus artículos, Horacio Verbitsky se refería irónicamente a este semanario político, al que denominaba Somos los servicios. “Ahora se dice que Somos responde a Manzano, como antes se dijo que respondía a Nosiglia. Somos cambió, pero quienes menos lo registraron fueron los políticos. Ellos la siguen leyendo a la luz de sus propias internas, sin poder alejarse de la teoría conspirativa: esto se los sopló Anzorregui, esto se lo dijeron los celestes”, argumenta Pliner, También el periodista Pablo Mendelévich supone que el cambio de Timernian por Laiño al frente de La Razón en 1984 estuvo impulsado por operadores del alfonsinismo. Mendelévich lo explica de esta manera: “Alfonsín quería restituir La Razón al campo civil y sacarla del ámbito del Ejército. Supuestamente las acciones estaban en poder del Comando en Jet, y el primer ministro de Defensa de Alfonsín, Raúl Borrás, le restituye el paquete a los Peralta Ramos. Una parte de la familia acepta y arregla, y otra no. El cambio de directores es consecuencia de la modificación patrimonial y de la interna familiar”

La revista El Periodista fue una de las que más acusaciones recibió durante su existencia, hasta el punto de que en el número 100 decía en un comentario editorial: “No faltan sectores próximos al oficialismo (el partido radical) que consideran a esta revista frontalmente antigubernamental, y alguna prensa de la derecha que la califica de comunista o encendidos izquierdistas que la tildan de dócil a los mandatos del radicalismo”. Lo cierto es que, hacia mayo de 1985, un diario importante como Tiempo Argentino y una revista como El Periodista contaron con el secreto apoyo de la Junta Coordinadora Nacional. En el caso de la revista, también soportó que se la sospechara financiada por el oro de Moscú y el PSOE español, el marxismo internacional y la centro-izquierda europea.

Desde su fundación en 1987 fueron numerosos los rumores de que Página12 tenía otros dueños, además de su propietario real, el empresario maderero Fernando Sokolowicz. Integran esa extensa lista Enrique Nosiglía, Eduardo Angeloz, Carlos Grosso, el Partido Comunista, el alfonsinismo, Antonio Cafiero, Enrique Gorriarán

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Merlo, la embajada de los Estados Unidos en la Argentina, la embajada de Francia, Alberto Kohan, el empresario Jorge Sivak y desde 1993, a partir de una información publicada en La Prensa, la versión más fuerte y sorprendente, siempre negada por Sokolowicz, Lanata y otros funcionarios y periodistas de Página: la venta del diario a Clarín a cambio de siete millones de dólares. Frente a algunas de las imputaciones y cuando todavía era director del diario, Jorge Lanata afirmó: Cuando salimos el gobierno no podía entender que nosotros no trabajáramos para nadie. Aquí todo el mundo hace periodismo para algo”.

Cara y contracaraEntonces: ¿quién está detrás de las noticias? La pregunta que nos ocupa estaría insuficientemente respondida si

no se consignaran otros fenómenos característicos del periodismo de las últimas décadas:El crecimiento de las llamadas “operaciones de prensa”, con sus modalidades más conocidas como

desinformación y contrainformación o las más siniestras como terrorismo periodístico, chantaje y elaboración deliberada de datos falsos (el tristemente célebre y muy oloroso “pescado podrido”). Peligroso aumento de las informaciones que circulan off the record y que llegan a generar notas de tapa en medios importantes realizadas con base en versiones o datos débilmente chequeados o sin chequear.

* Una fuerte presencia en los medios de actividades más afines a los servicios de informaciones que al periodismo: acción psicológica, conspiraciones de prensa, periodismo prontuarial.

* Achicamiento sistemático de las fuentes posibles, en especial en áreas como las de información política o económica. Las fuentes proporcionan datos que los favorecen y, a cambio, obtienen una tácita protección. Periodistas que, a sabiendas o no, se convierten en voceros de sus propias fuentes.

* Crecimiento de la influencia de grupos de intereses y de usinas de rumores. Proliferación de empresas dedicadas a asesorar en materia de comunicación a políticos, empresarios y dirigentes de influencia.

NOTICIAS DE LOS AÑOS 90La presión y la influencia de la radio y, en especial, de los ahora cuatro canales de aire privados, origina en los

medios escritos un cambio en el tratamiento de los temas de tapa y en la forma de orientar la actualidad por “casos”.

El caso del ingeniero Horacio Santos, un vecino de clase media acomodada del barrio de Devoto que persiguió y mató a tiros a dos ladrones porque acababan de robarle el pasacasete de su auto, desata una polémica en torno de la justicia por propia mano e inicia un progresivo desplazamiento de los temas políticos por los sociales, referidos a los cambios de costumbres en la vida cotidiana.

A partir de 1991 el caso de la adolescente María Soledad Morales, asesinada en Catamarca, sacude a todo el país por sus vinculaciones políticas, y eleva las ventas de diarios locales como El Ancasti o La Unión y hasta del Córdoba, que a partir de una idea de Samuel Gelblung, su director de entonces, comienza a publicar por entregas la escabrosa novela del crimen y demuestra el poder que puede alcanzar el periodismo en una situación dada. “Les formulo a los periodistas nacionales casi un ruego: que no nos abandonen ahora”, escribió César Molas, el director de El Ancasti, un periódico tradicional catamarqueño, opositor al gobernador Ramón Saadi y a su familia. Para Luis Pazos, el de María Soledad se convirtió en un caso testigo “porque permitió a la prensa, a los periodistas y a las empresas periodísticas que tomaran real conciencia de su poder y su posibilidad de modificar las cosas”. Como enviado especial del diario Clarín, Pazos estuvo dos años yendo y viniendo de Catamarca y ese episodio, admite, “Me cambió la vida, volvió a reinstalar mis convicciones de periodista”. Recuerda que con el entonces director de El Ancasti -el modesto diario local que tras el asesinato de la adolescente pasó de 2.500 a 7.500 ejemplares de venta- pasaron tres días de encierro, sin dormir, sin bañarse, tomando whisky y discutiendo “a ver si descubrían cómo había sido el asesinato. Finalmente, Molas me dijo: ‘Hermanito, vayamos a dormir y a lo mejor, en sueños, se nos aparece María Soledad y nos cuenta cómo y quién la mató’. A ese grado de enajenación llegamos”.

Tiempo más tarde una información proporcionada al propio Pazos por el diputado justicialista por Catamarca Ángel Luque -padre de uno de los principales acusados por el crimen-, y publicada en Clarín, provoca que los diputados separen de su cargo a Luque. El episodio será el principio del fin del gobierno de Ramón Saadi, auténticamente desplazado por el poder de la prensa.

Según piensa Luis Majul, estos cambios se producen a partir de las privatizaciones de canales y radios, a lo que debe sumársele una serie de cambios tecnológicos profundos, que van desde la difusión de la computadora hasta el

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mejoramiento evidente de los servicios telefónicos a partir de su privatización. Pero lo más importante es que las empresas descubren lo que yo llamo el negocio de la verdad. Ahí empieza a crecer la influencia de los periodistas y se multiplica la competencia para ver quién denuncia más, mejor y primero”, afirma. No fue sencillo el camino para la prensa, que, como expresó en un seminario la periodista Norma Morandini, “tuvo que aprender a defender a los gobernados y no a los gobiernos”. Aunque desde entonces, como agrega Morandini, los gobiernos democráticos tomaron la costumbre de interpretar las denuncias o críticas como golpistas o desestabilizadoras, y dividir a los periodistas en amigos o enemigos”.

Poniendo la tapaLas ingeniosas tapas de págína12 no sólo fueron un acontecimiento periodístico, sino que significaron un reto al

poder y a la censura. Pelota12 aludía a los incansables despliegues deportivos del presidente Menem en sus tiempos iniciales; Radiolandia12 era la respuesta irónica a sus afanes faranduleros. En otra ocasión, cuando el tema era el de la mafia, los principales títulos salieron en italiano. Después, para responder a una consideración presidencial acerca de la prensa amarilla, imprimieron íntegramente en papel amarillo. Y la respuesta al indulto a los militares, como para señalar que con ese acto se habían terminado las palabras, fue una tapa blanca. En agosto de 1990 en la revista Noticias la asesora presidencial María Julia Alsogaray acepta posar en una actitud impropia de una alta funcionaria. Con fondo de nieve, ella se deja retratar apenas cubierta por un tapado de piel, pero cuando se ve en la multicolor tapa del semanario alega que fue sorprendida en su buena fe. No es una foto trucada en laboratorio, no parece una toma obtenida con el clásico método de los fotógrafos de asalto. La ingeniera culpa al periodismo y suscribe una hipótesis posteriormente muy difundida: “Pegarme a mí es pegarle al presidente de la Nación”. Es lo que lleva a editorializar a La Nación: “Recurso en boga: desmentir al periodismo”.

El periodismo comienza a crecer en prestigio, un fenómeno que, al decir de Oscar Raúl Cardoso, es muy local, “porque en los países centrales la credibilidad de la prensa está casi siempre por debajo de la del Parlamento o la Iglesia. Aquí es al revés. Y es todavía más extraño sabiendo el rol de ocultamiento y desinformación que cumplieron los medios durante el Proceso y sobre todo en Malvinas”. La explicación que Cardoso le encuentra a este reconocimiento es que una parte del pasado de la sociedad argentina retornó a la superficie y los medios actuaron no sólo como reflejo de ese pasado sino que comenzaron a llenar el agujero negro de la memoria.

El lugar de la justiciaInvolucrados en escándalos resonantes, expuestos por una prensa ya especializada en buscar verdades

“cajoneadas” o disimuladas, en trece años de vida democrática suman centenares los funcionarios que luego de ser denunciados, primero que nada en la prensa, si bien no fueron a la cárcel, tuvieron que salir de sus altos cargos por la puerta trasera del desprestigio y la desconsideración públicos. Investigaciones iniciadas por Página12 terminaron con la gestión pública de ministros y secretarios de Estado como Manzano, Lestelle, Dromi, Mera Figueroa, y se acercaron tanto al presidente que crearon las condiciones de las cesantías de uno de sus secretarios privados (Vicco) y de su secretaria de audiencias (Amira Yoma.) así como de otros miembros de la familia política presidencial. Somos golpeó la reputación de Andrés Antonietti y de Armando Gostanián; Noticias provocó la debacle de Juan Carlos Mazzón, de Armando Cavalieri y del ministro Rodolfo Barra. Podría decirse que, antes de cualquier medio, la presión de la gente forzó la salida del intendente Grosso o de Matilde Menéndez, pero nadie duda de que Clarín tuvo injerencia en los estrepitosos alejamientos de Jorge Triaca, Ángel Luque, Miguel Nazur o el ministro Oscar Camilión. La investigación que realizó el periodista Daniel Santoro sobre la venta ilegal de armas a Ecuador fue reconocida con el premio Rey de España, pero desde que empezó hasta que el ministro Camilión estampó su renuncia, pasó un año y medio, lapso en que Clarín la mantuvo pública y en vigencia.

En ocasiones el periodismo se limitó a mostrar casas e inversiones fastuosas, a registrar excesos de poder o a asombrarse con gastos desmesurados e injustificables, Con frecuencia, también, presionó mediante pruebas irrefutables -provistas al medio o al periodista por los enemigos políticos del funcionario en cuestión-. Y hasta se vio involucrado en las internas del poder. Durante largo tiempo la prensa contribuyó a crear las condiciones necesarias para que el ministro Cavallo permaneciera o tuviera que abandonar su cargo.

El auge de Noticias“Noticias no hubiera sido lo que es sin el menemismo”, explica un allegado a la editorial Perfil. Metida en

huecos de la actualidad que, por sus ataduras con el oficialismo, las publicaciones de Atlántida no podían o no

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querían ocupar, la revista alcanza iniciales impactos con la foto “artística” de María Julia Alsogaray en Las Leñas o con la crónica del divorcio del presidente y el intempestivo abandono de la ex mujer y sus hijos de la residencia de Olivos. Tan filosa es la información, que el doctor Menem solicita a los medios que “tengan en consideración la dignidad del silencio”.

Pero Noticias no sólo es producto de la cultura menemista. Es un producto maduro, excelentemente impreso, escrito en un lenguaje claro. Tiene una posición opositora, si bien no considera que toda la vida es política. Como había ocurrido con Gente en 1965, que antes de cumplir el año estuvo a punto de ser cerrada, Noticias no anduvo bien al principio. Ese semanario, hecho a imagen y semejanza de los new magazines más avanzados del mundo -como el brasileño Veja-, con cierre casi de diario, con 200 páginas por edición y con la decisión periodística de ir siempre hasta el fondo, era de ruptura pero su facturación publicitaria no alcanzaba. Sin embargo prevaleció la idea de sostenerla, y esta hija directa de Jorge Fontevecchia salió a flote.

En los años 60 se contaba la historia de un experimentado periodista de Primera Plana que estaba escribiendo -supongamos sobre el asesinato de Kennedy o la guerra en Vietnam- y en un momento se le acercaba un asistente con una pila de cables sobre el tema. El reportero, mirándolo apenas, lo rechaza y le dice: “No me entretengas, pibe. ¿0 no te das cuenta que estoy contando la historia?”. Héctor DAmico, director de Noticias, conoce la anécdota y le provoca gracia. Ese tipo de profesional -asegura- sería inconcebible en su redacción, porque los periodistas se formaron en la gimnasia del dato doblemente chequeado y piensan exactamente al revés que aquel cronista legendario que lo tenía todo en su cabeza.

De sus tiempos iniciales, D'Amico evoca un episodio que es también una desilusión. Uno de los periodistas en los que más confiaba despachó desde Europa una crónica que él atesoró como admirable relatando las últimas horas de un gran poeta contemporáneo. Años después, comentando entre colegas y con melancolía aquel trabajo, uno de ellos le reveló, brutalmente, que la crónica había sido un invento, del principio al fin. “De esa desilusión -confiesa ahora- no me repuse más. Algo se había quebrado. Por eso siempre digo que el periodista no tiene que escribir lo que le gustaría que suceda, sino simplemente lo que sucede.”

La sinrazónEn abril de 1990, luego de 114 días de ocupación de la planta impresora y de la redacción, cierra el diario La

Razón. El conflicto gremial, producto de un lock-out patronal, fue uno de los más graves en la historia del diario y de los más heroicos del periodismo argentino. Durante el movimiento falleció de un síncope el obrero gráfico Cisvaldo Illan Manson, apodado “El Bafle”, cuya muerte se convirtió en un símbolo de aquella lucha. En otro momento, para reclamar por el cierre intempestivo de la planta y como una forma de llamar la atención a la opinión pública, la periodista Ana Villarreal se mantuvo durante veinticinco días en huelga de hambre. En tanto, se conocía la decisión de la Justicia brasileña de extraditar al anterior propietario de La Razón, el empresario José Pirillo, acusado de diversos delitos económicos luego de una traumática quiebra judicial que dejó a 700 trabajadores en la calle y una deuda con los empleados de casi cinco millones de dólares. Al poco tiempo, la empresa fue adquirida por una nueva sociedad que presidía Juan Alemann, a quien secundaban, entre otros, Oscar Pastor Magdalena, ex secretario de información pública del presidente Bignone; Sergio Spadone, en representación de los hermanos Carlos y Lorenzo Spadone, y Marcos Peralta Ramos, integrante de la familia que dirigía el diario hasta 1990. La Razón abandonó la planta de la calle General Hornos, en Barracas, y se trasladó a un local más modesto para afrontar la nueva etapa. La idea, en un principio, era hacer un diario no oficialista, independiente y que se pueda leer en 30 minutos”. Varios amigos y seguidores de la política del presidente Menem integraban el directorio de La Razón. El ex secretario de Estado Juan Alemann argumentó: “El periodismo no debe ser necesariamente crítico. Fíjese que el programa más exitoso de la televisión es ‘Amigos son los amigos’. La naturaleza de este programa demuestra que es falso que la gente sólo quiere consumir páginas”.

En 1990, luego de veinticinco años en la calle, Bernardo Neustadt decide interrumpir la salida de la revista Extra. Clara Matiño, una de sus más consecuentes discípulas, recuerda que aquel cierre la hizo sufrir “porque yo, y muchos de los que trabajábamos, estábamos totalmente enamorados de Extra. Sabíamos que le faltaba más producción, más periodistas, mejor diagramación, pero la queríamos. Bernardo decidió dejar de sacarla sintiendo que se trataba de una etapa superada. Así que detrás de él, todos lo asumimos más o menos con su misma filosofía”. Mariño evoca los días, durante la dictadura, en que gente de la Marina se llevó una parte muy importante del archivo periodístico. “Habían estado robando el fin de semana completo y hasta el sillón de Bernardo se habían llevado. Fue una advertencia”, dice Mariño. Neustadt ya había sido definitivamente ganado por la radio y especialmente por la TV. “El tenía lenguaje televisivo hasta cuando escribía. Redactaba con eslóganes. Siempre me

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acuerdo de un título que era toda una síntesis: ‘No seamos empresarios de la excusa’. Pensar que yo me hice periodista para escribir sobre cine, que era lo que me interesaba. Pero después me pasó lo que a Bernardo -se confiesa Mariño-: también a mí me absorbió la radio y la televisión.”

Más palabras, más temas En 1991, la revista Mía, un semanario que Perfil hacía para la mujer, era la más vendida del momento, con

145.650 ejemplares, seguida de El Gráfico, Gente, Para Ti, Noticias y Semanario. Parecía un tiempo de explosión de la temática femenina porque en la lista de principales ventas se destacaban otros títulos, como Mujer, Máxima, Emanuelle, Yo Mujer, Ser Única. Comenzaba a dar réditos el cada vez más amplio clima de apertura: había lugar para más ideas, más palabras, más temas. Acaso el periodismo estaba apartándose definitivamente de lo que, en un artículo publicado en Noticias en 1991, Jorge Fontevecchia denominó “El círculo vicioso”: “Una vorágine de temor, autocensura, terror, persecuciones, concupiscencias con el poder, secuestros y muertes que atrapó al periodismo argentino entre 1945 y 1983”. La libertad no era un bien graciosamente obtenido por esta sociedad y, mucho menos, donado por el gobierno de turno, sino un terreno complejo, árido, riesgoso y sobre el que se avanzaba y se retrocedía prácticamente a diario.

Página12 pone sobre la mesa informativa el llamado “Caso Swift”: El embajador norteamericano Terence Todrnan entregó una protesta al ministro de Economía Erman González: “Swift Armour desea invertir ciento quince millones de dólares en Rosario, pero nos informa que funcionarios del gobierno argentino han pedido pagos sustanciales para emitir la documentación necesaria para importar maquinarias”, fue, en resumen, la grave denuncia extranjera que, de acuerdo con la explosiva investigación que Horacio Verbitsky hizo para Página/12, mostró la cercanía de integrantes de la familia política del presidente. “¡Delincuentes periodísticos!”, acusó el doctor Menem. Para el subsecretario de Justicia, doctor César Arias, la reveladora acción periodística configuraba un claro caso de “exceso de libertad de prensa”. Más tarde, le correspondería a la prensa el descubrimiento de más de doscientos casos de corrupción que se harían públicos, en principio, debido a investigaciones periodísticas.

El plan de convertibilidad que introdujera de una vez (no la primera) y para siempre en la vida argentina a la figura de Domingo Cavallo, transformó a partir de 1991 la información económica en un terreno sin demasiados sobresaltos. Hasta ese momento, la inflación (que en 1989 había trepado al 4.923 por ciento -momento conocido en nuestra historia reciente como 9a hiperinflación"-), los pasamanos bursátiles, la cotización del dólar o las tasas de interés bancario eran cuestiones cotidianas vitales. Miguel Ángel Diez, conocedor desde hace años del ambiente del periodismo económico y actual director propietario del mensuario Mercado, explica la situación que se vivía: ‘La historia reciente del país ayudó a perfeccionar e incrementar los métodos lobbísticos y muchas veces el periodismo, económico o de cualquier otra especialidad, pasó a ser un apéndice de los verdaderos diseñadores del método de influencia “.

El propio Diez afirma que frente a ese periodismo, surge otro, que “si bien no se casa con los protagonistas, corre el riesgo de sentir un exagerado deleite por descubrir el costado oscuro de todas las cosas, olvidando que el perspicaz es aquel que ve lo que está oculto, en tanto que el suspicaz es el que cree ver cosas ocultas en cualquier lado”.

Menos palabras, ningún temaEl 18 de abril de 1990 un espejo retrovisor demasiado saliente de un colectivo se hundió en el cráneo de la

periodista Susana Colombo, de Clarín que estaba parada en una esquina de Constitución y quería cruzar la calle. Con dificultades y tropiezos salvó la vida, pero le pasó una de las peores cosas que le pueden pasar a una persona, y en particular a un periodista: una lesión cerebral le borró durante meses las palabras. “Una tarde de sorpresa, el colectivo me agarró, me abolló la cabeza izquierda, me violentó la vida. Como resultado, tuve que ser cambiada en un quirófano. Dos partes redonditas, de un centímetro y medio de diámetro, debieron ser limpiadas por la dinámica perdida... Mi mano derecha dejó de existir... Esa era yo. La mitad de mi cuerpo paralizado, mi lenguaje, ininteligible, permitía entender que era un disparate; mi voz, extranjera, más todavía, gutural, de un origen ignoto”, escribió Susana Colombo, en febrero de 1992, en plena recuperación. Poco a poco fue adquiriendo la perdida movilidad de su cuerpo y, fundamentalmente, su posibilidad de escribir. Desde hace un tiempo regresó a la redacción de Clarín en la que, ya restablecida, permanece en 1996.

Lo que enfermaEl ‘91 fue un año iniciado con tensión suprema: la guerra del Golfo, virtualmente devorada por las cadenas de

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noticias de televisión, fue seguida por los diarios pero con un ojo en la pantalla. Los periódicos debieron redefinir su rol, en el entendido de que a la hora de la llegada de los matutinos, la televisión había mostrado todo lo mostrable, y entonces se hicieron fuertes en el análisis y en la información en profundidad. Y si durante la dictadura la falta de información aterraba y enfermaba, en los últimos años el excesivo contacto con la realidad constituye un todavía novedoso síndrome. La Unión de Trabajadores de Prensa (UPTBA) descubrió en una encuesta que al menos un 60 por ciento de sus afiliados padecía síntomas de estrés, agotamiento físico, limitaciones prematuras o inexplicables, cansancio, depresión, somnolencia y otros cuadros físicos o psicológicos originados en la tensión de la tarea periodística, producto tanto de la insatisfacción laboral como de condiciones de trabajo alienantes o de la reducción de fuentes de trabajo que, de 1987 a 1991, fue de un 25 por ciento. Un dato todavía más alarmante es que el registro de estas afecciones se daba con mayor frecuencia entre el personal más joven del gremio: entre los 29 y 32 años de edad.

La Maga sale a enamorarCon un presupuesto inicial de dos mil pesos, un plantel de redacción formado por cinco o seis de sus ex alumnos

en el Taller Escuela Agencia y un diseño que, por falta de dinero, estuvo excesivamente inspirado en El País -de Madrid-, en mayo de 1991 y dirigida por Carlos Ares aparece como quincenario la revista La Maga. En la tapa, Julio Bocca. El eslogan «Noticias de Cultura” señala, como afirma Ares, el intento de “hacer lo que los diarios no hacían: periodismo a partir de la cultura”. Como aclaró Ares más de una vez, el título fue tomado del famoso personaje de Julio Cortázar en su novela Rayuela.

En todo, la revista se hizo a contramano de lo que las ortodoxias sugieren: sin color, sin histeria informativa, sin ofrecer regalos y sin organizar concursos, la publicación se basó de inmediato en el análisis del vasto mundo de la actualidad mirado desde la cultura, sin desdeñar los temas de actualidad política, algo que, en ocasiones, le valió críticas. Pero lo más audaz sucedió al llegar el octavo número, cuando por falta de dinero la revista dejó de editarse.

Comenzaba el verano, una época siempre complicada para la venta de revistas, y Ares dispuso suspender las salidas hasta marzo. Era una verdadera lástima, porque la revista había nacido viva y ya vendía 3.000 ejemplares. Pero, lamentablemente, no podíamos más”, evoca. Después del verano, La Maga retornó a los kioscos, ya con su frecuencia semanal y con 10. 000 ejemplares de tirada. La tapa del regreso fue eminentemente política: “Menem es el jefe de la corrupción”, y tamaña declaración elevó el promedio de venta tres veces. “Revista de cruces, sin pretensiones intelectuales ni con tanto vuelo como supo tenerlo Crisis”, opina Carlos Ferreira, responsable de los extraordinarios números especiales. También Ares niega similitudes entre La Maga y Crisis, “porque salían en diferentes contextos sociales y también porque lo de La Maga no son los ensayos sobre la cultura sino el periodismo de la actualidad. Y hay otra diferencia: Crisis estaba escrita por escritores y a La Maga la hacen periodistas”.

Sylvina Walger le reconoce a la revista haber sido muy abierta y en especial haber desechado un periodismo muy en boga en la Argentina: el de prontuario. “Hay que agradecerle haber sido poco “psicobolche y haberse tomado el esfuerzo de no satanizar”, concluye Walger. Para Ferreira, lo bueno de La Maga es que sigue en una permanente e intensa búsqueda, con mucho por descubrir, aunque, asegura, “desde el punto de vista de la información cultural es, sin duda, la revista de los años 90”.

Según Ares, el éxito de la publicación (20.000 ejemplares de tirada y una venta que nunca baja de los 12.000) se debe a su independencia y la mayor satisfacción es que una revista tan chiquitita, modesta, obligara a los grandes medios a replantearse cómo trabajar en espectáculos o, desde otro lugar, el tema de la cultura”.

La política, desde el periodismoTrabajó en investigaciones largas y arduas: una venta de armas al exterior al principio del gobierno de Menem,

por ejemplo; investigó al italiano Massimo del Lago, inversor extranjero y amigo de los amigos del presidente argentino que le habían regalado la Ferrari roja, y fundamentalmente, acopiando valijas y valijas de datos, demostró en 1992 que Mario Caserta, la secretaria y cuñada del presidente, Amira Yoma, y su entonces esposo, Ibrahim Al Ibrahim, eran parte de una organización de lavado de dinero del narcotráfico que entraba al país en valijas marca Sarnsonite. Con ese trabajo publicado por Página12, Román Lejtman recibió presiones del poder, notoriedad y, finalmente, el ansiado trofeo Rey de España, que premia investigaciones periodísticas. El día que viajaba a la península ibérica para la ceremonia, Amira Yoma le telefoneó al diario.

-Román, quería felicitarlo por el premio. -Bueno... gracias -se sorprendió Lejtman. -Y dígame... ¿es un premio

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con dinero? -Sí, desde luego, son 10.000 dólares. -Pero qué bien, qué bien... ¿Me va a dar la mitad, no? -inquirió Amira irónicamente.

Unos años después, más o menos en el mismo momento en que Mario Caserta -el único que fue preso de los sospechados- recuperaba su libertad, la Justicia sobreseyó definitivamente a la ex jefa de audiencias del presidente de la Nación. El periodismo no perdonaba a nadie. En marzo de 1992 Armando Vidal, el periodista de Clarín acreditado en el Congreso, descubrió que, en una sesión en la que se iba a debatir la privatización de una empresa estatal, un hombre ajeno al cuerpo de diputados contribuyó al quórum del bloque justicialista. Vidal detectó usurpando una banca que no le pertenecía a un tal Juan Keenan, a quien, a partir de ese momento, el ingenio popular designó como “el diputrucho”. Y cuanto más lejos llegaba el periodismo, más se enojaba el presidente. En sus tres años de gobierno, Menem no atacó tanto a ningún factor de poder como a los periodistas, a quienes en sucesivos arrebatos de ira denominó “burdos”, “mentirosos”, “torpes”, “delincuentes periodísticos”, “alienados”, “enemigos”, “supuestos periodistas”, “responsables de la subversión , ‘vinculados con el narcopoder”, “imberbes”, “faltos de competencia”, “infames”, “tramposos”, “politiqueros de cuarta”, “difamadores” e “irresponsables”.

Desde que es presidente, el doctor Menem, mantiene una pelea constante con Página/12 y esporádicas con Clarín, a quien su gobierno otorgó el Canal 13 en 1989 y treinta y seis meses después se mostró arrepentido por haber modificado la Ley de Radiodifusión, porque había conducido a la creación de monopolios. Con relación a otros medios mostró una conducta errática. Elogió al diario Ámbito Financiero pero defenestró a su director, Julio Ramos. Tuvo consideraciones muy agresivas con periodistas como María Laura Avignolo, Jacobo Timennan, Mariano Grondona y la conductora Mirtha Legrand, aunque concurrió a los almuerzos televisivos de ésta. Jugó al tenis con un accionista de Telefé (también principal directivo de Atlántida) al que meses después, desde ATC, el canal oficial en manos de Gerardo Sofovich, le envió cámaras para registrar un supuesto mal momento judicial.

Estos tires y aflojes establecieron un territorio de tensión entre periodismo y poder que aún persiste y que por momentos crece. La idea de que los periodistas tienen la culpa de todo encubrió las tentaciones del poder para formular restricciones a la libertad de prensa e intentó poner al periodismo en el lugar del chivo expiatorio. La situación preocupó a entidades internacionales como la llamada Reporteros sin Fronteras, que en un comunicado señaló: Cuando hay escándalos por corrupción o ineficacia, el gobierno no reacciona contra los promotores de esa situación, sino que ataca a la prensa como si fuera responsable de lo que ocurre

Con la dirección de Daniel Pliner primero y de Jorge Fernández Díaz posteriormente (y una redacción que integraban Jorge Greco, Luis Majul, Daniel González, Any Ventura, Jorge Sigal, Beto Casella y Alfredo Leuco, entre otros), Somos levantó sus ventas de un modo asombroso con base en investigaciones periodísticas que no siempre tuvieron que ver con la política. En 1996 Daniel Pliner explicó: ---Política’ es un término difuso, porque en algunos momentos un tema como el cólera es más político que una elección de senadores”. En estas revistas hay un desplazamiento hacia los temas llamados “de sociedad”, “de costumbres”, “de estilos de vida”. En aquel momento tuvieron fuerte repercusión una entrevista que Any Ventura le hizo al general Lanusse y la existencia archivos nazis en la Argentina, pero lo que más venta lograba eran las biografías no autorizadas sobre famosos personajes.

Los mil rostros de CarasEn octubre de 1992, con un tono cándido que en ocasiones esconde algún rasgo insidioso, nace la revista Caras,

que no sólo ofrece lo prometido en su título sino también cuerpos, casas, sillones, cuadros, ropas, lugares, paisajes y toda clase de consumo contemporáneo. En la tapa del Nº 1 relata el modo en que Zulemita Menem deslumbró, a la manera de una joven Farah Diba, en su gira europea. Desde Sevilla, Maradona muestra la mansión que le alquiló al torero Espartaco. El famoso número 10 acababa de ser contratado para jugar en el club de esa ciudad española. En ese y en números siguientes, algunas producciones explican el estilo Caras: “El presidente muestra la nueva quinta de Olivos”; “La arquitecta que refacciona la Casa Rosada es una sobrina de Menem”; -Estamos orgullosos de que Henry Kissinger haya usado nuestra cama’, dicen Neustadt y su esposa Claudia”.

Antes de ingresar en la picota pública denunciados por casos de corrupción -primero en la prensa-, Carlos Grosso y Julio Mera Figueroa posaron para la nueva revista mostrando mujeres, hijos, casas de campo y otras pertenencias.

Prueba de la importancia que la publicación le da a la fotografía es que en el staff el editor general de fotografía (Carlos Lunghí) aparece antes que cualquier otra autoridad de la redacción -integrada por Hugo Asch, Liliana Castaño, Claudio Gurmindo y Gabriel Pandolfo, entre otros-. La fórmula de la revista acierta en expresar un aspecto de la sociedad actual: un estilo que Discépolo no vacilaría en calificar como “cambalache”. Vedettes y

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políticos juntos, farándula y poder, casas espectaculares (que muchas veces ni siquiera son propiedad de los que aparecen como dueños) y despachos privados, viajes y cirugías plásticas componen los símbolos más evidentes de estas páginas que todos dicen leer sólo en las peluquerías y en diversas salas de espera, pero que en muy poco tiempo han convertido al semanario en el de mayor venta del país. Hábilmente distanciada de lo que podrá ser su origen, el famoso magazine español Hola y otros medios de la llamada “prensa del corazón” ibérica, o de la revista argentina La Revista, un éxito en los años 80, a falta de miembros de la nobleza Caras presenta a famosos y desconocidos de la nueva riqueza nacional, juntos y revueltos en una asociación lícita e ilícita. Las caras de las mujeres rehechas por los cirujanos de moda se parecen entre sí tanto como las casonas con techos de tejas de colores brillantes. “La misma gente que fue hecha picadillo en investigaciones de Noticias se entrega con absoluta confianza a las entrevistas o producciones fotográficas de Caras”, afirma un hombre de la editorial. Es cierto: Menem tiene con Noticias diferencias insalvables y varios juicios. Pero jamás se niega a posar frente a los reporteros de Caras. El haberse convertido en la revista de la editorial Perfil que más vende le hizo ganar ciertos privilegios, como por ejemplo, la reserva absoluta de su archivo de fotografías. Las tomas de Caras permanecen embargadas para las demás revistas de la editorial; en cambio, Caras tiene acceso a las gráficas de las otras revistas. El éxito de Caras-Argentina abrió un camino poco habitual en el periodismo nacional: asociado con la poderosa editorial Abril, Jorge Fontevecchia instaló con gran éxito Caras-Brasil y a partir de allí hizo Caras-Portugal.

Estilo vidrieraTodas las semanas, en publicaciones como La Revista, Caras, Gente, Somos y Noticias se concreta una

traspolación entre vida privada, vida secreta y vida pública. Cientos de pequeñas fotografías se incluyen en secciones como “Vidriera”, “VIP”, “Ricos y Famosos”, “Personajes” y otras. El recorrido incluye la exhibición de residencias privadas (como la que alberga el reencuentro de Susana Giménez con Lucho Avilés) y restaurantes de moda (como Mora X, en donde se encuentran a cenar Claudia Sánchez y un amigo); fiestas de cumpleaños, (como la del presidente de la Nación o la de Patricia Cao Saravia), y llega hasta lugares muy íntimos, como la casa puntaesteña en donde pasan la noche Carolina Pelleritti y Nicolás Repetto o la clínica de recuperación en donde Charly García está internado. Hay fotos gentilmente solicitadas y agradablemente posadas, (”Presentamos a la novia de Manzano”) o fotos tomadas de asalto (”Sarah Férguson, en topless, con su amante en una quinta”). Estos nuevos rincones periodísticos equivalen, en algún sentido, a lo que antes era la sección de “Sociales”, hoy conservada sólo en algunos medios, reducida a su mínima expresión. ¿De qué se ocupan? Parejas que se rompen, juntados que regularizan su situación, Lara Zimerman que anuncia una nueva etapa sentimental, el casamiento de un hijo de Camilión... Las fotos muestran embarazos, hijos recién nacidos, puerperios. Exhiben distintas, innumerables personas haciendo nada, apenas riendo, pero expuestas a la manera de la iconografía inalcanzable de un poder en movimiento.

Hace un tiempo, un personaje de la noche, “Nono” Pugliese, huyendo de fotógrafos que lo querían retratar con una mujer en un restaurante, se subió a los techos del lugar, pisó mal, cayó y se mató. El hecho renovó el debate sobre violación de la intimidad y privacidad de los famosos y el rol de la prensa en todo esto.

Periodismo, nuevo poderLa revista Somos dedica una nota de tapa al auge e influencia del periodismo. “Un nuevo poder, mágico y

seductor como la utopía de la verdad absoluta, está asombrando a lectores, oyentes y televidentes. Y lo que es más importante: está asustando a la clase dirigente. La explosión tecnológica de los años 70, la revalorización de la democracia de los años 80 y la consolidación del capitalismo en los 90 conformaron un trípode perfecto en el que se apoya la revolución moderna del periodismo en la Argentina. De esos tres pilares derivan la libertad de expresión, la competencia empresaria y la velocidad para informar”, escribieron Alfredo Leuco y Luis Majul. La realidad de los periodistas se vuelve fascinante y se plantea en varios escenarios a la vez.

En 1996, el secretario general de redacción del periódico más poderoso de la Argentina -Roberto Guareschi, de Clarín- aceptó reflexionar sobre “el gran diario argentino”. “Hasta el eslogan influye. Tiene el peso de que tenemos que ser los mejores”, afirma, y asegura que Clarín vende mucho pero al mismo tiempo es tenido en cuenta y forma opinión. “El diario tiene el poder de instalar temas, pero nada es arbitrario ni automático, porque si fuera así cualquier cosa que pusiéramos en tapa se impondría. El poder de Clarín consiste en que encontró una fórmula única entre lo popular y lo serio, que ya estableció un vínculo importante con la sociedad y que, en ese sentido, forma parte entrañable de la Argentina, como el fútbol, el tango o el cine”.

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Escenario 1Desde los inicios de la década del 90 los medios escritos desarrollaron su tarea de contralor de los poderes en

temas como la corrupción, el avance del narcotráfico, la violencia policial, los excesos de funcionarios, a tal punto que, voluntariamente o no, la prensa pasó a ocupar el lugar de la oposición. “El día que Página/12 se atrevió a publicar la información del caso Swift. que otros diarios no publicaron, se modificó la costumbre de guardar la información comprometida, referida al tema de la corrupción. En sí mismo, el caso no tuvo resultado judicial, ya que el juez sobreseyó la causa luego de que directivos de Swift no se animaron a manifestar la verdadera identidad del solicitante de la coima a medios de prensa son ma”, escribe Luis Moreno Ocampo.

Escenario 2Cuando el 10 de setiembre de 1993 el periodista Hernán López Echagüe fue agredido por segunda vez en un

mes, todas las notas y fotografías de la edición de Página/12 llevaron la firma del periodista atacado. “Es una forma de decir que todos fuimos agredidos, que la política del terror y de la agresión no va a interrumpir nuestro compromiso con la gente”, decía un comunicado del diario. López Echagüe investigaba para Página/12 núcleos mafiosos en grupos sindicales en La Matanza. En ese mismo mes, el periodista Marcelo Bonelli fue golpeado en plena calle cuando iba a su trabajo en una radio, y recibieron amenazas Santo Biasatti, Ana Guzetti, Luis Bruclistein, Carlos Juvenal, Magdalena Ruiz Guiñazú, Mónica Cahen D'Arivers y Graciela Guadalupe. De acuerdo con una información de la Unión de Trabajadores de Prensa (UTPBA), entre 1989 y 1993 se produjeron 313 agresiones a periodistas. El tipo de agresión más común: la amenaza directa aunque anónima; los periodistas agredidos con más frecuencia son los que trabajan en diarios. El 16 de noviembre de 1993 aparece flotando en el Riachuelo el cadáver de Mario Bonino, un trabajador de la entidad que había colaborado en diversos medios, cuya inicial desaparición y posterior asesinato jamás se han aclarado. El panorama se completa con desmentidas (comienzan a difundirse desde el poder frases como “campañas de desprestigio del periodismo” o “tiro por elevación para desacreditar al presidente de la Nación”) y con centenares de juicios por desacato, una figura del Código Penal finalmente derogada el 12 de mayo de 1993. Hasta el momento (agosto de 1996) todas las agresiones se encuentran impunes. Y tampoco se aclaró el asesinato de Bonino.

Escenario 3Todo aquello que hace enfrentarse a los periodistas con el poder parece agigantarse y multiplicarse en los

litigios interperiodísticos: Ramos se topa con Eurnekian, quien a su vez discute con García; pero ninguna de las dos riñas disimula la dimensión del entuerto Ámbito Financiero contra Clarín; Atlántida pelea con Sofovich, quien además se enfrenta con Neustadt; Hadad y Majul se hacen irreconciliables así como crecen las diferencias entre Romay y uno de los Vigil. El nuevo escenario es la guerra de los medios entre sí y de los interpretadores de la realidad entre sí. Las diferencias empresariales y de negocios se convierten en escándalos, que cada uno solventa o explica desde sus respectivos medios. Ouien con más fruición se relame es el propio poder, que, al menos por un momento, queda libre de acusaciones y tironeos.

Escenario 4En otra nota de Somos, basada en investigaciones de la organización Poder Ciudadano realizadas en 1991 y

fiscalizadas por el entonces fiscal general de la Nación, Luis Moreno Ocampo, se alude a un tema todavía hoy escabroso: la corrupción en el periodismo. El estudio señala los siguientes agentes generadores de corrupción:

Factores externos: el gobierno, los empresarios, los políticos, las agencias de prensa y de relaciones públicas.Factores internos: periodistas que aceptan dinero de distintas fuentes, periodistas que extorsionan a hombres

públicos mediante amenazas de publicar información perjudicial; periodistas que ocultan o tergiversan información a cambio de dinero, órdenes de publicidad u otros favores; periodistas que adulteran notas, trafican informaciones e inflan datos o títulos.

Un poco más tarde, los periodistas Alfredo Leuco y Luis Majul detallaron todavía con más profundidad y crudeza estos mecanismos corruptos. Esta es una síntesis de ese trabajo todavía inédito:

Los gobiernos corrompen a los medios cuando: niegan publicidad a la prensa crítica (el matutino Página/12 acababa de ser sancionado con el retiro de la publicidad gubernamental); presionan insistentemente con inspecciones impositivas o de obligaciones laborales; demoran el pago de deudas publicitarias cuando los medios no se ajustan a su línea; manipulan la información en medios estatales o considerados amigos; sobornan a

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periodistas (el secretario de Inteligencia reconoció que muchos ministerios tienen asignada una partida para pagar a periodistas adictos).

Los empresarios corrompen a la prensa cuando: sobornan a periodistas para que publiquen información que los favorezca o para que silencien información que los perjudica; pagan (con dinero en efectivo o avisos) por asistir a programas de televisión; gratifican con viajes, regalos costosos o cursos de capacitación en el exterior. En países como Estados Unidos, Dinamarca o Suecia, las empresas periodísticas y los colegios de periodistas impiden a los periodistas recibir regalos y hasta entradas gratuitas para ver espectáculos.

Los políticos corrompen a la prensa cuando: sobornan a profesionales; presionan a editores y les demandan sanciones para periodistas que publican información que consideran perjudicial, aunque sea cierta; contratan a agencias de prensa que compran su aparición en diarios y revistas.

Los empresarios periodísticos corrompen el oficio cuando: ordenan a sus editores silenciar información que pueda ser perjudicial para amigos, anunciantes, socios o poderes; retienen información y amenazan al gobierno o a los damnificados con publicarla (varios periódicos tenían la información del llamado “Swffigate” al mismo tiempo que Página/12, pero no la dieron a conocer antes de asegurarse que otros también lo harían); publican suplementos sectoriales como si fuera información periodística, sin aclarar que se trata de un espacio publicitario; promocionan sus propias empresas, en el caso de los multimedios.

Los periodistas corrompen el oficio cuando: cobran dinero o sueldo fijo de empresas y políticos o agencias de prensa; extorsionan a hombres públicos amenazando con publicar información perjudicial si no se les adelanta dinero o publicidad; aceptan como condición laboral explícita bajos sueldos a cambio de vender su espacio.

Amalita llega a La PrensaAmalia Lacroze de Fortabat adquirió el 51 por ciento de las acciones del diario La Prensa por una cifra nunca

revelada con certeza, aunque Noticias la estimó en 10.000.000 de dólares y Ámbito Financiero, en 5.800.000 de dólares; mientras que versiones emanadas de la propia interesada la fijaron en la entrega del 49 por ciento de Difusora Baires, licenciataria de Radio El Mundo y de FM Horizonte. En 1991 Máximo Gainza Paz, como director responsable del más antiguo diario porteño, presentó un concurso preventivo originado en “un largo proceso de crisis económica y financiera”. Posteriormente, en mayo de 1992, los empresarios Esteban Reynal y Carlos Agote se colocaron a la cabeza de la convocatoria y se convirtieron en los nuevos dueños del diario.

La periodista Enriqueta Muñiz, que hasta fines de 1995 permaneció en el suplemento cultural de La Prensa, describe la espiral descendente del famoso diario: “Estos jóvenes empresarios tampoco consiguieron sacarlo a flote, a pesar de la venta del edificio de la Avenida de Mayo al 500, por más de 10.000.000 de dólares. Cuando entró Amalita, el primero en apartarse de la sociedad fue Reynal”.

“Con legítimo orgullo, la dirección de La Prensa informa a la opinión pública que a partir de la fecha se incorpora como accionista titular del 51 por ciento del paquete accionario la señora Amalia Lacroze de Fortabat”, decía un comunicado incluido en la edición del 9 de setiembre de 1993. De ese modo, la señora Lacroze de Fortabat se convierte en la tercera mujer empresaria dueña de un gran diario: viene a sumarse a Diana Julio de Massot, de La Nueva Provincia, de Bahía Blanca, y a Ernestina Herrera viuda de Noble, de Clarín. El semanario Noticias intuyó que a partir de ese instante podía desatarse lo que denominó “La guerra de las señoras enfrentamiento que jamás llegó a producirse. Fortabat, que en ese momento tenía 71 años, declaró con gracia y lucidez que “aunque no es el diario del ‘45, el país tampoco es ése, y nosotros no somos la familia Gainza Paz, así como Menem no es Perón”. Tenía razón, en especial porque la edición del último día de 1935 La Prensa había vendido 745.894 ejemplares y ahora, cincuenta y ocho años más tarde, su tirada no superaba los 30.000. En agosto de 1996 los directores de La Prensa son el abogado Gerardo Ancarola, editorialista, con veintidós años de antigüedad en el diario, y Jorge Manzur. A principios de este año el empresario Florencio Aldrey Iglesias, dueño del Hermitage, de Mar del Plata, y accionista del diario marplatense La Capital, ingresó en la empresa, aporte económico mediante, y colocó en un puesto de responsabilidad en la gestión periodística al legendario Félix Laiño.

No son pocos los que se imaginan una Argentina sin La Prensa. El propio Ancarola afirma que es inevitable imaginarlo “porque la sociedad argentina nos viene dando la espalda sistemáticamente. De lo contrario no venderíamos tan poco. Y si finalmente La Prensa desaparece, habrá un sector, aunque sea minoritario, que va a extrañar nuestra voz independiente. Siento, que trasladado nuestro caso a la Argentina actual, La Prensa es víctima del relativismo moral que plantea Paul Johnson en sus Tiempos modernos”.

Esto no es puro cuento

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El periodista y escritor Mempo Giardinelli anuncia en agosto de 1993 el cierre definitivo de una de las revistas culturales más originales y mejor logradas de las últimas décadas: Puro Cuento. Ya en abril de 1990, luego de la aparición del N° 21, había lanzado un conmovedor grito de socorro a sus lectores advirtiéndoles que la continuidad de esas páginas estaba en riesgo. Más de tres años después aquella solicitud de auxilio se transformó en el aviso de que la publicación desaparecía. En su despedida, Giardinelli reflexionaba que la sociedad argentina no quiere a sus revistas literarias. Y que el rechazo debía hacerse extensivo al ambiente de la cultura y a los posibles avisadores. Ahora que el cierre era algo inevitable, muchos se acercaban para decirle que les parecía un crimen que Puro Cuento dejara de aparecer. Tampoco con ellos tenía contemplaciones Giardinelli en su despedida, cargada de rabia y de dolor: “Los que hablan ahora tampoco la compraban siempre. La revista tuvo 3.500 o 4.000 lectores heroicos. Tenía que andar mendigando avisitos de 200 dólares a las editoriales o hincarme de rodillas para conseguir 50 dólares en avisos en las librerías”. Giardinelli, ya a esa altura un muy cotizado literato, consideraba que la perspectiva económica inmediata volvía sumamente difícil su relanzamiento. Pero lo que directamente lo tornaba imposible “desde una perspectiva moral era el rechazo de la sociedad cultural”.

Sin humorHumor revista símbolo durante la dictadura, perdió sustentación y -acaso- objetos de conflicto, durante el

gobierno de Alfonsín. “La gran esperanza del ‘83 terminó en frustración colectiva y eso se sigue sintiendo todavía”, sostiene Andrés Cascioli. Ahora, aunque por etapas la publicación -nuevamente quincenario- aparece enfrentada a Menem o al gobierno, la tirada y la venta bajaron sensiblemente. “Me hacen infinidad de juicios para acabarme económicamente, con una justicia terrible. Creo que a la gente le interesa más Olé o Caras que el periodismo de Humor”, se lamenta Cascioli. Más allá de los malos momentos o las carencias, Cascioli sigue haciendo personalmente las tapas de Humor, y está alentado por El Cazador, la más reciente revista de su editorial, una historieta pensada para adolescentes y en cuyo staff figuran como dibujantes dos de sus hijos, Mauro y Renato.

La pelea por la informaciónSegún una extensa nota que publica Noticias, el poderío de la empresa de Ámbito Financiero es notable: tiene

un valor de 27.000.000 de dólares cuenta con cincuenta y dos agencias propias en todo el país y edita otro matutino en Neuquén. El 8 de noviembre de 1993 el mundo político en pleno y el resto de su competencia miró hacia el diario de Julio Ramos reconociéndole su creciente influencia: Ámbito acababa de obtener, en primicia, detalles de la reunión mantenida en un lugar privado por el ex presidente Alfonsín y el actual presidente Menem, preámbulo de lo que posteriormente fue denominado “el Pacto de Olivos”, cuando los líderes de los dos partidos políticos mayoritarios sumaban fuerzas para garantizar la gobernabilidad del sistema.

En 1993, de paso por Madrid, Héctor Ricardo García revalidó sus títulos periodísticos. Se llegó hasta la quinta “ 17 de Octubre”, donde Perón residió más de quince años durante su exilio español, y descubrió que la habían tirado abajo y en su lugar habían construido un country Se hizo pasar por un inversionista argentino, sacó una cantidad de fotos y al día siguiente los lectores de su diario Crónica tuvieron la primicia. Esta y muchas otras sabrosas aventuras del oficio están contadas en el libro Cien veces me quisieron matar, donde García afirma que “desde que sale Crónica pasaron quince gobiernos y con todos tuve problemas”.

En febrero de 1993, afectado por un serio quebranto económico, deja de salir el semanario católico Esquiú. Lo habían fundado en abril de 1960 Luis y Agustín Lucía Puig -éste último, sacerdote-. Había nacido independiente de las jerarquías eclesiásticas y en 1987, acosado por problemas económicos, lo había adquirido el Movimiento Católico Neo Conservador Convicción y Liberación, enfrentado al Opus Dei.

Cierra SomosEl 22 de diciembre de 1993 cuando alcanzaba la calle la edición 900, Somos se despide de sus lectores, tras

diecisiete años de vida. Su venta actual no llegaba a los 9.000 ejemplares; la aparición de Noticias significó un golpe que no pudo superar. Curiosamente cerró sus puertas en el momento en que atravesaba uno de los momentos más interesantes de su vida periodística, en los que peleaba los temas y competía con primicias de una apertura ideológica que antes no había tenido. En un editorial la dirección informaba que no se trataba de un “abandono, sino de una pausa para la elaboración de una nueva propuesta periodística, diferente y vigorosa”. Ese relanzamiento, al que denominaban una revista del año 2000”, nunca se produjo.

Loterperiodismo

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Diarios y revistas de la Capital y del interior ofrecen un extra para levantar sus ventas, como los fascículos y especiales de Clarín y La Nación, los libros de Crónica y Página/12 o la colección de discos compactos que incluyen las ediciones de Noticias. Pero lo que más rinde son los juegos de azar que ofrecen premios notables. Con su Bingo, Crónica llegó a duplicar la tirada diaria y generó un aumento de ventas durante largo tiempo. Los sorteos de este vespertino y de Diario Popular se hicieron diarios. Esta tendencia se inicia en 1986, cuando La Nación, tras largos estudios de marketing, saca la tarjeta Porfolio, un juego en combinación con la cotización de la Bolsa de Valores que hace que el diario aumente sus ventas entre un 25 y un 30 por ciento. En 1989, El Cronista incorpora la tarjeta Chance, que en un año y medio generó un aumento del 15 por ciento en las ventas. Posteriormente Caras ofrecía una tarjeta con el sistema de la “raspadita”. Ámbito Financiero ideó un entretenimiento que demanda la habilidad e intuición de los inversores, pero es Clarín el que logra el mayor impacto, con el concurso deportivo El Gran Director Técnico. De la mano de estos recursos francamente extraperiodísticos los grandes medios hacen frente a la crisis económica.

Lanata se va de Página/ 12En el habitual “pirulo” de tapa Jorge Lanata suscribió su despedida como director del matutino Página/12. El

periodista afirmó en marzo de 1994 que en ese momento se sentía más cerca de los libros, de la radio o de la televisión, medio en el que ambicionaba aprender desde cero. Lanata fue uno de los creadores de Página12 en 1987 y se retiró cuando faltaban dos meses para cumplir siete años en su dirección. “Me fui del diario porque estaba frente a una opción muy fuerte. O me convertía en un burócrata de lujo, prestigioso, dedicado a escribir ensayos de comunicación, o seguía siendo periodista”, declaró Lanata, que desde entonces realizó varios ciclos periodísticos de radio y de televisión. Quien lo reemplaza es su antiguo compañero en El Porteño y su segundo en Página/12, Ernesto Tiffenberg, en un marco que reitera su estilo de bajo perfil. Página/12, tras un largo conflicto gremial, volvió a conectarse con lo que mejor sabe hacer: desnudar los mecanismos de la corrupción. Por ejemplo, en 1994, los periodistas Susana Viau y Andrés Klipphan trabajaron en el impactante caso de prestadores del PAMI que pagaban suculentas coimas. Aunque fueron sorprendidos en pleno pago, la nota conmovió más a la opinión pública que a la Justicia, y su único efecto institucional fue la salida de la funcionaria del PAMI Matilde Menéndez.

Pirueta de La PrensaDurante 126 años y en 43.301 ediciones había salido con formato sábana. El martes 22 de noviembre de 1994

apareció con un nuevo y muy colorido diseño de tabloide. La propietaria saludó desde la portada y prometió “un periódico ágil, moderno, con información veraz, que contemple la realidad del mundo actual y las necesidades del hombre de hoy, que desarrolle una crítica responsable y constructiva al servicio de la libertad y de las instituciones de la República”. Detrás de la señora de Fortabat y como ideólogo de la atrevida reforma periodística estaba Marcos Cytryriblum.

De acuerdo con lo que informa Gerardo Ancarola, actual director de La Prensa, los primeros pasos del nuevo diario resultaron alentadores, hasta el punto de que al mes de la salida (exactamente el 22 de diciembre de 1994) vendió 50.000 ejemplares. Pero ahí comienza una nueva caída hasta llegar a los 18.000 ejemplares (mediados de 1996) actuales. Tan baja venta tiene preocupada a la empresa y a quienes hacen el diario, porque consideran que es el de mejor impresión y el de más alta calidad gráfica de los que salen en Buenos Aires”, señala Ancarola. Luego del naufragio de la gestión de Cytryriblum se desvinculó del directorio Esteban Reynal.

Tytrynblum hizo un diario demasiado parecido a Clarín y no tanto a La Prensa. El cambio hizo perder gran parte de sus lectores habituales sin lograr interesar a un nuevo público”, explica la periodista Enriqueta Muñiz. En ese momento Juan de Alzaga se hizo cargo de la dirección y encomendó al ex periodista y ahora publicitario Marcelo Capurro y al periodista Lorenzo Amengual un nuevo proyecto que tampoco prosperó. Tytrynblum -cuenta Muñiz- le había advertido a la señora que el éxito de un cambio tan drástico insumiría tiempo y dinero. Pero no quiso soportar más allá de dos años las cuantiosas pérdidas que acarreaba la nueva etapa.” Marcos Cytryriblum reconoce que su propuesta fracasó pero advierte que “no hubo apoyo, no llegaron las inversiones prometidas ni nada de lo que había pedido en un plazo de tres a cinco años para transformar a La Prensa en un diario masivo”. Cytryriblum recuerda que cuando estaba terminando de presentar el nuevo proyecto ante el directorio íntegro de La Prensa, dijo, impensadamente: “Entonces, ¿les quedó claro, compañeros?”. “Y ahí sentí una especie de reacción eléctrica que pareció enfriar las cosas. Unos días después alguien se me acercó y me dio una explicación, desde luego sorprendente: ‘Marcos, dijiste la palabra compañeros, y eso no está en nuestro lenguaje’. El resentimiento por los episodios de la confiscación seguían vigentes. Habían pasado más de cuarenta años como si nada”, reflexiona

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Cytrynblum.

¿La prensa es un partido político?Una de las reflexiones iniciales de Carlos Menem luego de su aplastante victoria electoral de mayo del ‘95 hacía

pensar que, aunque nadie lo supiera, la prensa se había convertido en un partido político. “Derroté a la oposición y a la prensa”. La frase resume el grado de tensión y encono que caracterizó a la relación del presidente reelecto y los medios. En su primer periodo de gobierno, Menem calificó de muy duras y diversas maneras a los periodistas y hasta llegó a denunciar una “dictadura de prensa”. Episodios todos que revelaron a un gobierno fácilmente irritable frente a las críticas y a una prensa a la que no le resulta sencillo cumplir con uno de sus principales roles, el de control social de la cosa pública. En el último mes de campaña electoral, la empresa AB Difusión detectó en los diarios treinta y cuatro tapas que se ocuparon de Menem (veintisiete de un modo favorable) y dieciocho de Bordón (doce de ellas de tono positivo). Todo el proceso electoral transcurrió con la incertidumbre sobre si, finalmente, la denominada “Ley Mordaza” (un proyecto restrictivo de las libertades expresivas generado en el Ministerio de Justicia de Rodolfo Barra para sancionar excesos, calumnias e injurias) se convertirla o no en ley. Desde entonces, y aun antes, a cada cuestionamiento informativo de la prensa el poder ha respondido sistemáticamente con un acoso judicial. Horacio Verbitsky -que tiene varios juicios entablados en su contra por el presidente de la Nación, uno de Manzano,'uno de Corach y uno de María Julia Alsogaray- es el responsable máximo de la derogación de la figura de desacato del Código Penal en 1993. Como parte de su defensa, Verbitsky formuló una denuncia en la OEA contra el Estado argentino. Para evitar ser condenado por el organismo internacional, el Estado aceptó un arreglo amistoso y comprometió una serie de cláusulas, entre las que figuraba la derogación del desacato. Hasta ese momento ése era el instrumento del que más se valía el poder para tomar represalias contra la prensa y contra los periodistas que hacen denuncias. “Es una línea general de conducta del gobierno contra la prensa y específicamente contra los periodistas que hacen publicaciones molestas. Cuando en el ‘91 publiqué las notas sobre el episodio Maradona le quitó Swift-Armour y la solicitud de coima por parte de un punto un asesor presidencial, el presidente dijo que esto no iba a ser olvidado mientras él estuviera en el cargo. Y eso queda demostrado permanentemente. Y la Justicia es el instrumento escogido para llevar a cabo esa persecución”, explica Verbitsky.

Un día, cansado (y personalmente herido) por los calificativos que el presidente de la Nación daba a Noticias (”organización delictiva”, “cueva de delincuentes”) y pensando en su hijo de 13 años, el director del semanario, Héctor D'Arnico, decidió enjuiciar al doctor Menem. En el tiempo record de dos semanas, a pesar de la enorme cantidad de pruebas existentes, un juez desestimó la presentación diciendo que no entendía por qué la revista podía sentirse ofendida. “A esto llamo yo ‘acoso judicial: los juicios de la gente del poder corren siempre. Los nuestros chocan contra barreras infranqueables”, dice el periodista. “El acoso judicial provoca un efecto letal para un grupo o una empresa”, continúa, pues “obliga a dispersarse y a dedicarle horas y horas y recursos al tema de la atención a la Justicia”.

Tomas rápidasLos fotógrafos o, según una acepción reciente, “fotoperiodistas”, son “periodistas especializados en mirar

hechos”. La exposición anual que desde 1981 hace la Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina (ARGRA) es todo un acontecimiento. En los últimos años marcaron un hito las fotos que Rafael Wollman tomó en 1982 en las islas Malvinas, en tanto que varios reporteros obtuvieron importantes reconocimientos internacionales: Marcelo Ranea, Daniel Luna, Enrique Rosito y Rafael Calvino consiguieron el Premio Rey de España; Adriana Lestido cosechó doble: el Premio Hasselblad y la Beca Giaggenheim, y Gustavo Gílabert se quedó con la mención del World Press Photo.

Desde su nuevo puesto de editor fotográfico en Clarín, el fotógrafo Diego Golciberg describe en un artículo, de cara al futuro, las modificaciones que planteará el desarrollo de la fotografía digital, en la que se utilizarán computadoras, scanners, cámaras sin película y computadoras personales como editores portátiles. Prenuncia Golciberg que en el futuro “el reportero gráfico cibernético llegará a la cancha de fútbol con su cámara de video de alta definición, de tamaño similar a una fotográfica tradicional, y en lugar de fotos fijas hará tomas cortas de video (...) De regreso a la redacción mirará el resultado en una computadora y seleccionará la imagen perfecta. En una segunda etapa, transmitirá en directo su trabajo a la redacción y el editor fotográfico irá seleccionando las imágenes a medida que éstas lleguen. El editor, que estará en comunicación permanente con el camarógrafo gráfico, podrá sugerirle acentuar tal o cual aspecto de la cobertura (...) El movimiento de alianzas entre grupos de comunicación que se verifica globalmente hará posible una tercera etapa: que el editor fotográfico de un diario seleccione las

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fotografías de deportes de la transmisión por TV de alta definición del canal del grupo. Y todavía más: cuando el periódico electrónico a través de Internet sea una realidad, al apretar el ratón sobre una fotografía que aparece en pantalla se podría activar la secuencia de video que muestre la jugada en su totalidad”.

Pesares y desdichasEl Día del Periodista de 1996 la Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires (LÍTI`13A) planteó un

sombrío panorama y prácticamente dejó entrever que no había nada para festejar. Estas condiciones profesionales retrotraían a los periodistas a un tiempo difícil: desempleo, inseguridad económica; incertidumbre, intimidaciones, agresiones, legislaciones amordazantes; aumento de enfermedades profesionales; salarios inmóviles-o en retroceso. “La libertad de la que goza la prensa en la joven democracia argentina no tiene precedentes en la historia moderna del país. Pero las amenazas y hostilidades que padece son proporcionales al rol social que desempeña”, señala el informe semestral de Periodistas, una nueva asociación de defensa del periodismo independiente integrada por veintitrés periodistas argentinos de primera línea. Entre los riesgos latentes para el ejercicio de la profesión y la vigencia de la libertad de expresión, la entidad destaca: la reiteración de querellas de funcionarios contra periodistas, condenas a periodistas por los llamados “delitos de opinión”, diversos proyectos legislativos del oficialismo para limitar la libertad de expresión; ataques verbales, amenazas de muerte y agresiones directas.

El Expreso, título malditoEn junio de 1996, en medio de un escándalo gremial con su personal, cerró el diario El Expreso, aparecido el 5

de abril de 1995, cuyo principal accionista y director era Gerardo Sofovich. No era el primer medio con esa misma marca que sucumbía en las últimas décadas. En 1982 estuvo en el mercado por breve pero consistente tiempo la revista de rock Expreso Imaginario; en 1986 un semanario Expreso prometió constituirse en moderno vehículo del radicalismo en el poder y especialmente del acrecentamiento de la imagen de Dante Caputo, por aquella época canciller, pero sucumbió antes de los seis meses de vida entre otros motivos porque su financista, un banquero argentino con intereses en Nueva York, no cumplió con sus aportes. El 12 de enero de 1992, con la dirección de Osvaldo Daniel Ripoll, salió el diario Expreso, con 32 páginas en blanco y negro. Había tomado su formato pequeño (una especie de mitad de tabloide) de un periódico alemán y se hacía con la por entonces novedosa tecnología de la preimpresión. Cuando Sofovich puso en marcha su propio Expreso, Ripoll no tardó en acusarlo de haberle robado desde la idea hasta el formato. Como se ve, ningún medio con ese nombre sobrevive demasiado.

Lo que duraEn el invierno de 1996 cumplió diez años de vida el periódico ilustrado trimestral Diario de Poesía, que editan

Daniel Samoilovich y un notable grupo de colaboradores reunidos en el Consejo de Dirección. Con una tirada de 5.000 ejemplares, su persistencia como publicación de segmento del ámbito cultural resulta conmovedora. En especial porque las tiradas de los libros de poesía difícilmente superan los quinientos ejemplares. El artista Juan Pablo Renzi le imprimió una personalidad gráfica para siempre creando un muy bonito envase para una revista diario sin otros colores que el blanco y el negro. Martín Prieto, Daniel García Helder, Ricardo Ibarlucía, Daniel Freidenberg, Mirta Rosenberg, entre otros, integran la eficaz redacción de esta revista cooperativa, que hizo poesía desde una actitud periodística y desde el periodismo contribuyó a ampliar el siempre reducido horizonte poético.

Un mundo de papelesLos millares de kioscos en todo el país (sólo en Capital y Gran Buenos Aires son 7.500) presentan, a junio de

1996, una formidable oferta de 2.200 títulos, la mitad nacionales y la mitad importados. No se trata sólo de diarios, revistas y periódicos: la inspección de un kiosco hoy permite descubrir soportes tan variados como libros, agendas, revipóster, CD-ROM, fascículos, calendarios, revistas con videos, revistas con casetes, disketes o compacts, remeras, libros animados y todo tipo de publicaciones con distintos productos en promoción, desde pequeños juguetes hasta dentífricos, pasando por tickets de descuento en comercios, runas para horóscopos, delantales, entradas para espectáculos y condones para los jóvenes. Toda esta sofisticada variedad de objetos hace evocar con nostalgia los primeros pósters con imágenes de próceres que sacaba Billiken o los juguetitos que complementaban la edición de Anteojito.

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NOTICIAS DEL 2000 En 1998 las revistas semanales de todo el mundo celebrarán el centenario del género. Actualmente las tres que

mejor se venden son norteamericanas: Time, con 4.100.000 ejemplares cada siete días; Newsweek, con 3.200.000 v U. S. News Report con 2.3 10.000. En Francia, L'Express y Le Nouvel Observateur pelean un promedio de 450.000 copias semanales y en Alemania la reina es Der Spiegel, con casi 1.400.000 mil ejemplares. En junio del ‘96 en la Argentina Gente iba adelante de Noticias con un techo de 130.000 ejemplares por semana, seguidas de cerca por Caras y superadas con holgura, en cada caso, por la infantil Anteojito.

En el número 1606, de mayo de 1996, la revista Gente publicó un editorial titulado “Disco rayado”, que por su fuerza y contenido parecía propio de una publicación política, o de la UTPBA. El título aludía a declaraciones del entonces ministro de Justicia, Rodolfo Barra, y del entonces jefe de Policía, Adrián Pelacchi, culpando al periodismo de hechos o males que muy claramente el periodismo no había generado.

Imaginar y desear que si no se informa, no sucedió (una premisa de los autoritarismos) es, en primera y segunda lectura, una forma de desdén hacia los ciudadanos, único objeto de la tarea de los funcionarios (...) Los padres fundadores de los Estados Unidos, modelo de democracia, coincidían en un principio: ‘Es preferible una prensa sin gobierno a un gobierno sin prensa’. Ojalá que, antes de culpar otra vez a la prensa, los responsables de tal facilismo repasen ese principio”, señalaba el artículo de opinión publicado por la revista fetiche de la editorial Atlántida.

Manejada por la tercera generación de cinco familias -dos ramas de Vigil, primos entre sí; los Terra, los Zorraquín y los Verchelli-, sostenida por tres publicaciones que ya cumplieron setenta años (Billiken, La Chacra, Para TÍ) y otra que en 1995 festejó las diez décadas (Genie), Atlántida sabe que para sobrevivir necesitará arriesgar de más de una manera su fachada de empresa conservadora, La repentina muerte de Aníbal Vigil en 1994 fue muy lamentada, no sólo por la pérdida humana, sino porque se le reconocía una enorme capacidad de análisis y una facilidad de evaluación de los productos de la que había hecho toda una profesión. “No era creativo, y mucho menos teórico, pero tenía la cualidad de saber ponerse al lado del lector”, confió una fuente de la editorial de la calle Azopardo. Pero la muerte de Aníbal Vigil acentuó la decisión de abrir todavía más el juego a los jóvenes herederos. Sin transición alguna, Aníbal Vigil hijo pasó a ocupar el cargo de su padre; el hijo de Constancio Vigil maneja El Gráfico; Malena Vigil está en Para Ti; Mary Vigil se ocupa de La Chacra; un Verchelli conduce el negocio de los libros, y un hijo de Terra comparte con su padre todo lo que atañe a lo técnico y el taller.

Vereda de enfrenteEn ocasiones, ni siquiera en la editorial de la familia Fontevecchia se explican cómo fue que se convirtieron en

los líderes en venta de revistas en el país y en dolor de cabeza para grupos rivales, como Abril y Julio Korn en las décadas del 70 y el 80, \ Atlántida en este momento. Con tanta capacidad de reacción como sus competencias aunque con menos poderío económico, Perfil se manejó siempre con mayor libertad y elasticidad empresarias, sin las ataduras sociales o políticas de Atlántida y sin ocultar su origen decididamente bolichero. Perfil se dedicó a poner títulos en la calle, a probar productos que, si no andaban, los cerraba. Aunque siempre con la idea de llegar un poquito más lejos, Además, por su origen de imprenteros, entendieron la necesidad de renovar los equipamientos. Y lo consiguieron sin los auxilios laterales de un multimedios.

Perfil no sólo gestó el éxito de Caras, sino que el efecto de la difusión de este semanario, sumado al de Noticias, opera cada semana sobre la circulación de Gente, que, aun así, sigue teniendo una presentación espectacular y ostentando una venta cuantiosa. Las publicaciones femeninas, semanales o mensuales, en cambio, no inquietan a Para Ti, así como terminaron en fracasos los intentos por hacerle sombra a El Gráfico. El viejo Alberto Fontevecchia, de 72 años, actual presidente de la Asociación Argentina de Editores de Revistas, mantiene con un éxito increíble la mítica revista Week End y hace dos años ideó Super campo, con la que dañó la influencia y recortó la venta de La Chacra. Pero ni Atlántida ni Perfil, que respaldan títulos como Conozca Más y Descubrir, respectivamente, pueden impedir que Muy Interesante, de García Ferré, corra con ventajas en el campo de publicaciones de divulgación científica.

Los ahora jóvenes conductores de Atlántida y Jorge Fontevecchia se parecen, por lo menos en tres cosas: luego de arduos estudios tienen una fuerte capacitación en relación con el negocio periodístico y el marketing, son editores de raza y tienen devoción por el bajo perfil. Y aunque la gente es capaz de cambiar mucho y rápido en este aspecto, todos parecen por el momento más interesados por la gloria que por el dinero. En Atlántida todavía lamentan que su antiguo proyecto del diario de deportes se lo haya apropiado el grupo Clarín con Olé. Y en Perfil, como en un secreto a voces, todo se configura para que en 1998 se concrete una aspiración de años: un diario que prepara, personalmente, Jorge Fontevecchia.

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Es el tiempo de los jóvenesA partir de 1983 se comienza a dar en las redacciones un importante recambio generacional que originará

transformaciones concretas en el modo de producción y en el estilo de comunicación. Se trata en su mayoría de periodistas crecidos profesionalmente con los estertores de la dictadura y que se fueron fogueando en los beneficios de la libertad de expresión, entrenados en la elección de la verdad sobre la mentira y tomando muy sabiamente los permisos y espacios generados por la democracia. Esta nueva generación de muchachos y muchachas, muchos de ellos formados en facultades de comunicación y escuelas de periodismo (en 1987 comenzó en la Universidad de Buenos Aires la carrera de Ciencias de la Comunicación y ese mismo año surgió el Taller Escuela Agencia, TEA, que renovó la oferta educativa privada), aprendieron por ejemplo que, como señala Claudia Acuña, la mejor vacuna para que a uno no lo operen es la precisión, la elección de la palabra justa, no decir una cosa por otra”.

Medios como La Razón, en la época de Timerman, El Periodista, Página/12, La Maga y ahora Clarín, La Nación y casi todos los demás, se fueron colmando de jóvenes de entre 19 y 35 años.

Llegaron los holdingsCuando en 1993 ese decisivo pope de las comunicaciones nacionales que es Clarín aceptó públicamente, desde

su propio diario, que el suyo era un grupo de comunicaciones, bendijo la posibilidad de que otros se presentaran como tales. Algunos le dicen “multimedios”; otros, más enojosamente, lo llaman “monopolio”, pero la acepción más moderna y en boga es la de “holding”. Esta palabra alude básicamente a una empresa que tiene en sus manos diversos medios de comunicación y vinculaciones con otras áreas de interés no necesariamente ligadas con el negocio de la comunicación. Estos son los grupos periodísticos que funcionan en la Argentina:

EN CAPITAL FEDERALGRUPO CLARÍN: Diario Clarín; participación mayoritaria en Canal 13 de TV, participación mayoritaria en

Radio Mitre y FM 100; canal de cable Multicanal en todo el país; participación mayoritaria en Papel Prensa, agencia de noticias Diarios y Noticias (DyN); Nueva, revista para diarios del interior; participación en Torneos y Competencias, editorial de libros Clarín Aguilar, Centro de Estudios de la Opinión Pública (encuestadora), Medícus, participación en telefonía celular del interior, editorial de revistas (Elle), empresa productora de eventos artísticos, estudio de televisión Buenos Aires Televisión.

GRUPO LA NACIÓN: Diario La Nación, participación en Papel Prensa, participación en la agencia DyN, participación en el satélite doméstico Paracomsat.

GRUPO EDITORIAL ATLÁNTIDA: Revistas El Gráfico, Gente, Teleclic, Para Ti, La Chacra, Billiken, Plena, Conozca Más, participación en Telefé y productora Produfé, Red de Noticias (canal de cable), Radio Continental y FM Hit. Editorial de libros, librerías y productora de eventos.

GRUPO CRÓNICA: Diario Crónica (tres ediciones diarias), revistas Flash y Ahora, canal de cable Crónica TV, estudios de televisión Estrellas, diario El Atlántico, de Mar del Plata.

GRUPO EURNEKLÁN: Diario El Cronista, América 2, canal de cable Cablevisión, Radio América AM, Radio Del Plata AM, FM Aspen, FM City.

GRUPO FORTABAT: Diario La Prensa, Radio El Mundo, FM Hit, FM Olavarría, Cable de Olavarría.GRUPO ROMAY: Canal 9 de Buenos Aires, Canal 10 de Córdoba, Canal 10 de Mar del Plata, Canal 9 de

Resistencia, Canal 9 de Paraná, Radio Libertad, FM Feeling, Guía de la Industria.GRUPO ÁMBITO FINANCIERO: Diario Ámbito Financiero, diario La Mañana, de Neuquén, canal de cable

Neuquén, espacios de TV en canales de aire y cable.

EN EL INTERIOR DEL PAÍSGRUPO EL DÍA (LA PLATA): diario El Día, Diario Popular de Avellaneda, canal de cable, radio FM,

participación en la agencia Noticias Argentinas.GRUPO NUEVA PROVINCIA (BAHÍA BLANCA): Diario Nueva Provincia, revista Nueva, radio AM,

radio FM en Bahía Blanca, accionista de Telefé, cable en Bahía Blanca.GRUPO Los ANDES (MENDOZA): diario Los Andes, participación en Diario de Cuyo, de San Juan; revista

Nueva, participación en televisión, cable, radios FM, participación en la agencia DyN.GRUPO EL TERRITORIO (MISIONES): Diario El Territorio, cable de televisión, radio FM, participación

en DyN.

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GRUPO RÍO NEGRO (GENERAL ROCA): diario Río Negro, cable de televisión, radio, revista Nueva, participación en agencia DyN.

GRUPO EL TRIBUNO (SALTA): diarios El Tribuno de Salta y Jujuy, radio, participación en televisión abierta y por cable, participación en DyN.

Opinión“Es una tendencia mundial, pero en la Argentina los Holdings periodísticos son mucho más caníbales. Por

ejemplo, en los Estados Unidos, Rupert Murdoch componía su holding con The Villag, Voice, que era de izquierda; la revista New York, que era de centroizquierda. Y el diario New York Post, de derecha. Su diario aprobaba a un candidato electoral y la revista a otro, mientras que el Village rechazaba a ambos. Aquí los holdings tienden a configurar un único tono de poder. El holding es interesante cuando funciona a la manera de los vasos comunicantes, en que una empresa ayuda a la otra sin que ninguna desfigure su identidad” (Maria, Diament, periodista en 1992).

Holdings sí…*... cuando una competencia bien conducida coadyuva a una exaltación de la excelencia; ... cuando el crecimiento empresario contempla también el crecimiento del personal y su capacitación y

desarrollo en los diversos sectores: que un hombre de la prensa escrita aumenta su experiencia pasando por la televisión o por la radio;

*... cuando la empresa reinvierte en renovar Y mejorar los equipamientos y las condiciones de trabajo de su personal.

Holdings no...

*... Cuando contribuye a la pérdida de la independencia expresiva y a una peligrosa uniformidad de opiniones y criterios:

*... Cuando los compromisos empresarios con personas e instituciones, oficiales y privadas, obstruyen el libre ejercicio de la actividad de informar;

*... cuando un criterio de competencia exclusivamente basado en el éxito comercial o económico lesiona la personalidad o el aporte individual del periodista.

*... cuando limita seriamente el cupo de puestos de trabajo.

Sábado 1º de enero del año 2000Con toda seguridad, en muchas redacciones hay usinas de creadores planeando cómo cubrirán ese festivo,

trascendental fin de semana largo que conmoverá al mundo. ¿Qué hacer? ¿Cómo comunicar a la gente aquella vivencia histórica? ¿Cómo competir con la televisión y su infinidad de cámaras y recursos técnicos notables? ¿Cómo ser distinto e interesante a la vez, atractivo y profundo en grados proporcionales? ¿Cómo recuperar y anticipar cien años en un día? Incluso, en la Argentina, deberá resolverse si el acontecimiento justificará que en esa jornada se editen los diarios (hasta ahora, no salen los 1’ de enero).

En el momento de concluir este libro no faltan más de 1.100 días para cerrar esa edición que para cualquier periodista será un privilegio hacer y para cualquier lector, conservar.

Y así como hace cinco años en diarios Y revistas la palabra emblemática era “segmentación”, el término con mayor resonancia de la actualidad es “rediseño”. En Clarín esa palabra recorre la institución y define la actividad de estos y los siguientes años. El proyecto de cambio ya se concretó y dio como resultado la edición en color y con nuevos formatos del suplemento deportivo, el de Ciencia y Tecnología”, y el cultural de los jueves; modificaciones importantes en la edición fotográfica y posteriormente en el cuerpo principal del diario. El 18 de abril de 1995 Clarín anunció en página 3 el cambio de la tipografía utilizada en sus notas “como un paso más dentro del amplio programa de modernización que involucra tanto el aspecto periodístico como el tecnológico”.

La información consigna que la nueva tipografía, denominada Clarín”, fue diseñada especialmente por el estudio Cases i Associats, de Barcelona. A la tipografía -9 por ciento más grande que la anterior- se le deben sumar otros cambios gráficos: crecieron los espacios en blanco y el interlineado, se acrecentó el porte de las ilustraciones, incluidas las atractivas infografías.

Prosecretario de redacción en el área de política, Julio Blank ha participado fuertemente en el proceso de

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rediseño. Cuenta Blank que durante años Clarín investigó lo que se denomina sistema de primera lectura”: los lectores reparan primero en el título y siguen en este orden: título, copete, bajada o volanta, epígrafe de la foto -cuando la hay-, para recién entonces leer el texto. Esas comprobaciones, según Blank, permitieron concluir en que el lector de diario hace una forma de zapping en la lectura. Si la foto es atractiva, si las primeras cinco o diez líneas prometen, si el título engancha, entonces continuará. De lo contrario, abandona la nota. Como editor de revistas, Miguel Ángel Diez acuerda con esta hipótesis de Blank. “El periodismo ha cambiado tanto, que ahora rige en la lectura un efecto similar al del zapping. Del mismo modo que la gente afirma haber visto algo aunque no está segura de en qué canal lo vio, puede escucharse a gente que dice ‘lo leí, no sé si en Clarín, si en La Nación o dónde’. Eso habla mal de la identidad del periodismo. Creo que el camino futuro está en los servicios diferenciales que cada medio pueda ofrecer: en la escritura, en la información, en el entretenimiento, en el diseño o en los servicios.”

Blank llega más lejos en sus revelaciones. “Hay cambios tecnológicos que generan una nueva cultura en el periodismo, porque el periodista cuenta con menos tiempo de elaboración, con menos espacio para escribir y con una creciente necesidad de pensar, primero, en el que lee. En Clarín la gran noticia de los últimos años es que se escribe de un 25 a un 30 por ciento más corto. Y la última gran novedad es que el copete fue reemplazado por la bajada, o sea dos o tres líneas que deben funcionar como apoyo del título. Ahora la bajada está directamente vinculada con el título, no con el texto de la nota”, dice.

Eduardo San Pedro, también de Clarín, piensa que el cambio principal está relacionado con el rol del editor, que recibe las contribuciones del redactor y del cronista. “El lector llega al diario conociendo un poco de la noticia, lo vio en televisión, lo escuchó en radio. Ya no se lo conforma con un título más o menos ganchero: entre una cantidad abrumadora de fuentes informativas, el lector pide un orden, una guía, un contexto desde el que pueda sacar conclusiones. Otro de los cambios grandes es el mayor cuidado para que las informaciones no aparezcan como exabrupto de un día y de pronto desaparezcan del menú informativo.” Y en esto San Pedro coincide con Blank, para quien el compromiso mayor con el lector consiste en contarle de dónde vienen las cosas. “A veces empezaron hace un mes. Pero el otro día me tocó escribir sobre el caso de una desaparecida que había ocurrido hacía diecinueve años”, explica.

Roberto Guareschi, secretario general del matutino, admite que están en elaboración a una considerable cantidad de iniciativas tendientes a la modernización. Es inminente la publicación del libro de estilo del diario, a la manera del que con tanto éxito (en todo el mundo, no sólo en España) publicó El País, de Madrid, y también se piensa en la elaboración de un soporte que sea tan práctico y fácil de usar como el papel. “¿Serán pantallas de computación desechables -se pregunta Guareschi, como si estuviera hablando de una hoja para envolver-, algo así como el papel pantalla que está desarrollando el Instituto de Tecnología de Massachusetts?”

Los cambios en La NaciónLas modificaciones empezaron con mucha cautela en 1989, pero en 1992 se hicieron más evidentes, no sólo por

la generalización del color. La sábana original pasó de ocho columnas a seis; se redujo de un modo progresivo -en largo Y en alto- el logotipo y se cambió la tapa (vende la edición con pequeños adelantos y tienta con la frase del día) y la contratapa (en la que incluyó la sección “Con Nombre y Apellido” firmada por El Príncipe: pequeñas informaciones que son muy leídas). En 1995, Imúlodificaciones de envase se añadieron al contenido: se nota una renovación temática, una mayor pluralidad en personajes y temas de actualidad, y considerable libertad en el lenguaje.

A juicio de Hugo Caligaris, editor de la revista de los domingos, otro de los territorios del rediseño, el motor que les pone marcha a los cambios en La Nación tiene conexión con las nuevas tecnologías. «El cambio tiene que ver con la convicción de que vivimos otra forma de cultura y consiste en incorporar la influencia creciente de la imagen a una primera línea de información. Hoy, en La Nación, una fotografía o una infografía pueden ser, incluso, opinión”, agrega Caligaris.

Las verdades de García“Dicen que soy muy bruto, que escribo García con ‘s’ y que a veces dudo en la 'h' de Héctor. Estoy rodeado de

enemigos. Un día me voy del país”, dijo hace treinta años el editor que a pesar de seguir enojado nunca se fue. Personaje estelar de los medios nativos, poco y nada ha cambiado en la esencia de su ira, pero aún sigue “firme junto al pueblo” con las tres ediciones de Crónica y escribiendo personalmente, un ratito antes del cierre de cada noche, “La Pavada del Espectáculo”, una de las más leídas secciones del periodismo local y, casi con seguridad, lo

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que más lo divierte de su tarea. Otras pavadas recorren su diario: la política, la deportiva, la económica. García hace un diario popular desde el que pinta una actualidad con considerable carga en el deporte y en los policiales, con muchos enviados especiales y numerosos suplementos semanales: “Croniquita”, “Democracia”, “Noticias”, “Ahora”, “Así En 1994 las Remington de la redacción pasaron a mejor vida, reemplazadas por procesadores de la línea Apple. Pero en donde seguramente García no escatimó tecnología de última generación ha sido en su canal de cable, una versión televisiva de Crónica que desde hace tiempo puntea las audiencias de los cables de noticias.

El ámbito de RamosEntre 1993 y 1995 Julio Ramos se dedicó a hacer crecer la llegada de Ámbito Financiero mediante ediciones vía

satélite que envían el diario desde Buenos Aires a plantas impresoras situadas en Neuquén (en donde además maneja el diario La Mañana del Sur), Chaco, Córdoba y Mendoza. Desde cada una de esas zonas llegan a otras provincias y zonas de influencia tan temprano como si fueran diarios locales, y varias horas antes que si el diario llegara de la Capital. Uno de los grandes éxitos de Ámbito son las “Charlas de Quincho”, una serie de versiones, trascendidos, chismes políticos y personales y hasta chistes verdes que, a partir de su aparición cada lunes, se convierten en información disponible en las radios, en los ambientes empresarios y, a qué, dudar, en las más encumbradas oficinas políticas. En esa tarea se aplica, como informante y redactor, el propio Julio Ramos, junto a dos de sus directivos: Roberto García e Ignacio Zuleta. Se la considera una de esas secciones que otorgan chapa de existencia a quien aparece en ella aunque también en ocasiones esto mismo puede ser contraseña de defunción.

Polemista incansable, Ramos afirma (casi con orgullo) que se pelea “con todos los medios, con todos los periodistas, con todos los gobiernos”. Ha llevado una añeja contienda con Eduardo Eurnekian del multimedios América, provocó las iras de casi todo el radicalismo, empezando por Alfonsín; cada tanto se enoja y se reconcilia con el gobierno de Menem, pero con quien mantiene una ofuscación profunda y permanente es con la empresa de Clarín porque “nos van a terminar ahogando a todos, a los chicos y a los grandes, con su monopolio”. Aunque por lo menos en dos ocasiones él también pretendió sin éxito sumar a sus propiedades un canal de televisión, expresó que “un medio gráfico no debería ser propietario de radios o canales”. De todos modos, como para tener todo preparado, en su nuevo y espectacular edificio propio Ramos mandó a construir un estudio de televisión de nivel excelente en el que graba algunos programas. Una campaña de Ámbito contra TyC (Torneos y Competencia), una asociada de Clarín que tiene contratadas las transmisiones de fútbol, llevó en 1994 a la intervención presidencial para que sectores del país que no iban a poder ver los partidos del Mundial en directo pudieran verlos.

Pocos son los que identifican a Ámbito Financiero como un periódico especializado, y muchos lo consumen como un segundo diario, que ya trae suplemento de cultura y espectáculos y, los lunes, la crónica de los partidos del domingo.

Aunque haya abdicado al parecer definitivamente de la palabra “comercial” que definía su marca, El Cronista sigue siendo respetado como medio ducho en el universo de los números y de las finanzas. A principios de 1996, Ámbito y El Cronista coincidieron en un tipo de suplemento semanal con soluciones y alternativas tendientes a capear la crisis económica, dirigido a todos los que tratan de iniciarse en una actividad. Ambos diarios traen, además, ideas para conservar lo ganado, sugerencias para cuidar el dinero y un panorama completo de las nuevas oportunidades laborales.

Para qué sirven los serviciosMateriales como los que los jueves incluye El Cronista en su separata “Negocios de Bolsillo” o los que Ámbito

ofrece cada viernes en “Su Dinero” son representativos de este momento de la prensa, que debe darles a los lectores información sobre servicios y datos útiles pero también posibilidades de participación que no sean únicamente las derivadas de los juegos de azar. El Club de Lectores” de La Nación organiza actividades exclusivas para sus seguidores y auspicia actividades en las que aquellos que presenten los cupones previamente publicados en el diario obtendrán descuentos o alguna otra forma de ventaja. Página12 y La Maga organizan preestrenos de cine y teatro a los que sus lectores pueden entrar gratis. A través de sus propuestas interactivas, la revista Mercado ofrece a sus seguidores el recurso de solicitar, vía fax o módem, ampliaciones sustanciales de cualquiera de las informaciones publicadas.

En los últimos años, diarios y revistas aumentaron considerablemente las secciones de “Agenda de Actividades”, y dentro de ellas le dieron preponderante lugar a todo lo gratuito. Nadie sale de su casa sin mirar la sección de pronósticos del tiempo -que Clarín y La Nación volvieron más científicas Y especializadas, con el aporte de la información que disparan los satélites- y los horóscopos para saber qué le depara el futuro. El creciente

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grado de actualización de los suplementos sobre nuevas tecnologías, arquitectura o viajes, que publican varios diarios, son producto también de una fuerte apuesta a los servicios. Secciones como las de «Consumo” que hacen Marcelo Cantón y Andrea Rodríguez en Clarín o Lila Pastoriza en Humor, la de cocina que Blanca Cotta hace en Viva -la revista dominical de Clarín-, la de formas de uso de Internet que María Luisa Mac Kay inició en el mismo diario, o de Consumos No Tradicionales” como la que hace años escribe María Teresa Morresi en Noticias, prueban la importancia actual de la información práctica. Las secciones de avisos clasificados de los diarios y las de ofertas más especializadas -como las que aparecen en publicaciones como Segundamano, La Maga o Uno Mismo- revelan el tejido existente entre las necesidades de la gente y la orientación de cada medio. Esta tendencia a pensar en las necesidades del público lector se acentuará a medida que se acerque el próximo siglo.

Lo último se llama OléSi en estos años hubo un crecimiento cuantitativo de una especialidad en los medios gráficos, fue el de la

información deportiva. Grandes coberturas, secciones amplísimas, suplementos especiales (la mayoría de ellos impresos en color y con un despliegue que provoca la preocupación de los semanarios), además del crecimiento social de la contemplación deportiva (amplificada por la radio y reforzada por la televisión) y en especial el aumento de la pasión por el fútbol deben ser el origen del producto periodístico tecnológicamente más evolucionado de los que salen en el país. El 23 de mayo de 1996 apareció Olé, el primer diario de deportes de la Argentina. Un diario de 40 páginas de martes a sábado, y de 48 los domingos y lunes, realizado a todo color, que llama la atención por su enorme impacto visual y por su arsenal de oferta gráfica: fotografías, dibujos, ilustraciones y notables infografías. En este terreno trabajó el mismo equipo catalán que está asesorando en el rediseño del diario Clarín. Para el fútbol está planteada la presencia de periodistas de Olé en los entrenamientos de los veinte equipos de Primera. Un técnico, de ahora en más, no sólo tendrá que convocar a los jugadores para la práctica del día siguiente. También lo tendrá que hacer con Olé”, escribió a modo de presentación Mariano Hamilton, jefe de redacción del nuevo medio. Crítico y no ácido; incisivo y no destructivo”, prometió Ricardo Roa, el director. Formulado a la manera de los grandes diarios deportivos de España (As, Marca), Francia (LÉquipe) e Italia (La Gazzeta Deportiva), Olé salió con el típico respaldo de Clarín, con un gran lanzamiento publicitario y de marketing (concursos de regalos de ropa deportiva, pelotas de fútbol, dinero en efectivo) y ascendió más o menos velozmente a los 130.000 ejemplares de venta. En lo que hubo, y todavía hay polémica es en el estilo elegido para redactar las notas, que recoge por momentos de un modo literal tics complacientes de la calle y el tablón, lo que desnaturaliza un lenguaje periodístico tradicional que supieron honrar Borocotó y Ardizzone, Frascara y Fioravanti, y tantos otros que fueron populares y al mismo tiempo elevaron el nivel. De todos modos, nadie puede negar que Olé alcanza el sueño del órgano especializado que vende por sí mismo, crea expectativas y opinión propias. En su lanzamiento les arañó lectores a Crónica, a El Gráfico y al mismo Clarín -en especial los lunes-, pero pronto se configuró en un producto distinto, conocido y reconocido por un público curiosamente joven, y que abre los ojos a los editores para futuros diarios especializados o de segmento.

Memorias del futuroEl 8 de febrero de 1996, el presidente Clinton firmó con un bolígrafo digital sobre una hoja de cuarzo líquido el

decreto que reglamenta la desregulación del negocio de la comunicación en los Estados Unidos. Con ese sentido del show que los distingue, los norteamericanos venían a advertir que, en materia de comunicaciones, el año 2000 y el próximo siglo estaban entre nosotros. En junio de 1996, según informa el periódico 60 x 60, varios diarios y revistas argentinas figuraban en la World Wide Web, de Internet, disponible para 30.000.000 de usuarios de cinco continentes. El primero que tuvo acceso a la red fue El Cronista -desde 1994- y ahora también ofrecen páginas con últimas o recientes ediciones en base de datos, consultas varias o dirección electrónica, Ámbito Financiero, Clarín, La Nación, Hoy -de La Plata-, La Opinión -de Trenque Launquen-, Los Andes -de Mendoza-y las revistas Apertura, La Maga y PC Magazine.

Para el año 2005, con una PC que tenga lo que hay que tener, un usuario-lector podrá disponer, sin moverse de su casa, de uno o más diarios locales y tendrá la chance de incrementar su información con el acceso a banco de datos, archivos y otros diarios nacionales y extranjeros. Es el tiempo de las comunicaciones, y los lectores disponen de medios escritos tradicionales pero se informan a través de múltiples procedimientos: leen cartas personales especializadas, ven televisión por aire, por cable, por satélite, están abonados a servicios de teletexto, escuchan radio AM y FM, envían y reciben faxes, navegan por Internet y, con sus teléfonos celulares, pueden comunicarse al segundo con cualquier parte del mundo. Esta forma de contacto tan sofisticada y variada puede originar un lector

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con rasgos adictivos pero también ducho en veloces lecturas e interpretaciones de líneas y entrelíneas.Cuando se le pregunta al periodista Daniel Ulanovsky Sack, vinculado con las tareas del rediseño de Clarín, si

en el próximo siglo existirán los diarios, contesta que la cuestión no es relevante, “porque el diario está integrado por un conjunto de profesionales que producen y seleccionan información que luego es impresa en papel y distribuida. El rol del periodista como mediador entre la realidad y la gente va a perdurar, porque una persona media no tiene tiempo ni posibilidades de hacer ese trabajo por sí sola”.

Ulanovsky Sack cree, en cambio, que podría haber modificaciones en la forma en que se entregará ese material seleccionado: “Quizá sea Internet, u ondas satelitales o diarios impresos a medida. Y aun cuando los formatos cambien, los periodistas seguirán siendo necesarios. La gente tendrá cada vez más posibilidades de solicitarle a su proveedor de noticias productos más personalizados. Llámese diario, canal de TV o servicio vía Internet que responda a determinados temas “.

Según el editor del diario Río Negro, Julio Rajneri, lo que se pone en el tapete hoy es el lugar que tendrá el diario regional en relación con el diario nacional. Por más que los diarios nacionales impriman sus ediciones en las provincias, será imposible que tengan en cantidad y calidad la información específica de los diarios regionales”, reflexiona. Lo que se pregunta, con cierta inquietud, es qué pasará cuándo, botonera mediante, el lector pueda leer sobre un formato que elimine el papel y la tinta. Igual, los diarios deberán ser elaborados más o menos de la misma forma que ahora. Nosotros ya nos estamos metiendo en Internet, porque, tecnológicamente hablando, la decisión es no perdernos nada”, dice Rajneri en 1996.

Anticipos del pasadoCualquiera que venga trabajando en redacciones por los últimos veinte años deberá aceptar que el arsenal de

facilidades de, para no ir muy lejos, 1986, no incluía maravillas como el fax, el módem, la fibra óptica, los audio o videotextos y el satélite. Recién a partir de 1988 comenzaron a instalarse redes de computadoras con programas adecuados capaces de enlazar a una redacción entera. Ahora las fotos se sacan con cámaras que en el lugar del rollo traen un disquete y en casi todos los medios los diagramadores dejaron de tirar líneas a mano y ya diagraman sobre gigantes pantallas multicolores.

El camino de la prensa escrita estará marcado de cerca por el copioso desarrollo tecnológico de los próximos años. Es probable que las máquinas cambien definiciones tan conocidas como la de noticia. “Noticia” dejará de ser todo aquello que interese a un número considerable de personas y pasará a ser, según dice Miguel Ángel Diez: 1) Lo que el público ignoraba hasta ese momento; 2) Lo que el público ha olvidado; 3) Lo que el público no entendió. Acaso, con esa facilidad que tendrá la gente de combinar los medios, haya que agregar que “noticia” será lo que la gente sea capaz de elegir a cada momento.

Y los editores, en lugar de pensar en publicaciones de formato tradicional, deberán empezar a imaginar sistemas informativos múltiples, que partirán del producto madre y, como dice Diez, autopista informática mediante se transformarán en subproductos altamente especializados, como servicios de bancos de datos, servicios de consultoría, productos electrónicos, medios interactivos y muchos más. Nada será ajeno a los negocios de las telecomunicaciones, de la computación, de la informática y, muy especialmente, habrá que estar atento a la evolución de uno de los casamientos rutilantes de la década del 90: información y entretenimiento. Para todo ello los medios exigirán un personal cada vez más especializado y formado en estas disciplinas. Tal vez, la capacitación se extienda hacia capítulos como los secretos modos con que los lectores encaran la visión de las páginas impresas, pero seguramente desecharán, por extemporáneos, tópicos como la intuición, la diversión y la bella escritura.

Para Miguel Ángel Diez, propietario y editor de la revista mensual especializada Mercado, lo que varió de un modo dramático a partir de 1985 es una de las esencias del negocio. “El 70 por ciento de los ingresos -explica- provenían de la fuente publicitaria, y el 30 por ciento lo aportaban las ventas. Hoy, la estructura de costos internos (industrial, personal, gastos generales) es de tal magnitud que el ingreso publicitario debería ser tres o cuatro veces el que es, y el precio de tapa tendría que ser mucho mayor. Es un disparate que una revista como Mercado cueste 9 dólares; las revistas más importantes del mundo cuestan la mitad, o menos. Y esto no pasa solamente con Mercado.

Por una causa o por otra y por la suma de todas ellas, las aguas de la comunicación están muy movidas. Juan Antonio Giner, un experto español y profesor de Harvard que cada tanto llega a la Argentina para anticipar ciertas cuestiones, dijo en un seminario que %a no cabe más hablar de diarios y revistas sino que hay que referirse a las “refinerías informativas”. “Este es el momento actual: refinar informaciones, publicidad, entretenimientos. De ahora en más, las empresas deberán crecer aliadas a compañías telefónicas y de telecomunicaciones, a fabricantes de sistemas de lectura y transmisión de datos digitalizados y a la industria informática”, sintetizó Giner.

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En primera personaCARLOS ANDALÓ“Siento todo muy aburrido. Habría que volver a rescatar el concepto de adelanto, de primicia. Hay demasiada

influencia de los jefes de prensa y de las gacetillas. Cada diario, cada revista tiene obligación de salir a decir cosas distintas de las que dice ‘Telenoche’. Y los jefes de redacción deben abandonar un poco la cultura de cerrar páginas y volver a usar una frase explosiva que a mí me decían mis primeros jefes: ‘Si no traen algo nuevo, no vuelvan’. Si se hacen buenas investigaciones, el público agradece y compra.”

SAMUEL GELBLUNG“Uno de los principales cambios de los 90 es el proceso con que los diarios se mimetizan con las revistas. Pero

hay otros casos curiosos: el de Clarín, el diario líder, que tomó un modelo de notas de información general de Ámbito; de policiales, de Crónica; de política, de Página/12 y de cultura, de La Maga.”

GABRIELA COCIFFI“Antes, Gente mandaba a recorrer el mundo para transmitirlo con ojos argentinos. ¿Qué hacer ahora, que el

mundo lo traen la CNN y los demás cables de noticias? Ni siquiera resultan efectivos los personajes de tapa, que eran típicos vendedores. Antes el rating, el éxito, vendían; ahora no es así. Ahora, o cuentan algo distinto o los lectores los ignoran. Sin duda que el “arrevistamiento” de los diarios preocupa a quienes trabajamos en revistas, pero estoy segura de que los diarios nunca van a poder alcanzar el impacto visual de una revista, o la profundidad y extensión de algunos reportajes, como por ejemplo, los de Rodolfo Bracelli.”

JORGE LANATA“Si yo no trabajara en esto, nunca leería los diarios. No me interesan. Porque creo que la información diaria no

es necesaria: pero, claro, como no se puede hacer un diario que salga cada tanto... Es mentira que tengo algo importante para decir todos los días”.

MARÍA LUISA MAC KAY“No sé si el cambio va a ser tan grande como algunos fantasean. El prototipo del diario electrónico, o diario

tableta, no superó los testeos iniciales. Pero probablemente esa tecnología no reemplazará el placer que ofrece leer sobre papel y las posibilidades de interacción que el papel ofrece: leer de atrás para adelante, detenerse en una página, empezar por una sección determinada. Van a aumentar los llamados ‘nichos’ para públicos determinados: suplementos para barrios, revistas para coleccionistas o la especialización para captar a los lectores y el desarrollo todavía mayor de las secciones que ya aparecen, como ‘Salud’, ‘Tecnología'o ‘Consumo’.”

OSVALDO DANIEL RIPOLL“El negocio está mal, en especial porque además de la obvia crisis económica las revistas sufren una seria crisis

de identidad ante el empuje de los medios electrónicos. El nuestro es un país sin dinero y sin motivaciones para la lectura. De esta crisis sólo se van a salvar los que hagan periodismo de mucha calidad, en información o en presentación.”

SERGIO SINAY“Hay que reformular los nuevos destinos del periodismo gráfico en el mundo globalizado. Desde que Gutenberg

inventó la imprenta se dice que el libro va a desaparecer. Vino la fotografía y otra vez dijeron ‘ahora se acaba todo lo que sea texto’. Y no se acabó nada: hasta para manejar una computadora hay que saber leer y escribir. Las revistas y los diarios siguen siendo formas válidas de conservar información, de repasar, de ir y volver. Después de todo, hasta ahora no se conoce el caso de que alguien se pueda llevar una computadora a la cama para leer”

CARLOS ULANOVSKY“Hacer periodismo en el siglo XXI será como vivir en otro mundo. Un chico nacido en estos días de 1996

podría debutar en una redacción en el 2016, con veinte años cumplidos. No sé quiénes o cómo serán sus jefes de redacción o sus editores, pero seguro que trabajará codo a codo con supercomputadoras cargadas con decenas de fuentes de información y archivos nacionales y extranjeros. Cada tarde, escribirá o diagramará en pantalla su

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propia página, pescará la foto que los reporteros gráficos ya habrán depositado en la máquina mediante el scanner y titulará según su gusto y el estilo del diario. La prospección acerca del periodismo del siglo que viene podría no terminar nunca, pero guardo la esperanza de que ninguna fibra óptica reemplace las virtudes y condiciones del periodista vocacional, como su natural necesidad de intervenir en las cosas que pasan o su irrefrenable apasionamiento por la realidad.”

CRONOLOGÍA 1700 Entra en funcionamiento la primera imprenta en el Virreinato del Río de La Plata que, a diferencia de las que

funcionaron en el resto de América, fue construida con maderas de la selva del Alto Uruguay y el Alto Paraná, en una misión jesuítica. Los religiosos imprimieron varios libros en guaraní para evangelizar a los indígenas de la región.

1766 La segunda imprenta que tuvo el país funcionó en el Colegio Monserrat de Córdoba que regenteaban los

jesuitas. Una década después, esa imprenta fue destinada a la Casa de los Niños Expósitos en Buenos Aires.

1764De ese año datan las primeras gacetas manuscritas que circularon en el puerto de Buenos Aires. Uno de esos

noticiarios, escrito durante el gobierno del virrey Pedro de Cevallos, se conserva en la Biblioteca Nacional. Se trata de la Gazeta de Buenos Ayres, mensuario oficioso de ocho páginas de 25 por 15 centímetros fechado el martes 19 de junio.

1778El 21 de noviembre el virrey Juan José de Vértiz y Salcedo decretó la instalación de la Real Imprenta de los

Niños Expósitos, la primera que funcionó en Buenos Aires. Estaba en la esquina de Potosí (actual Moreno) y Perú donde funcionaba un orfanato. Fueron sus pupilos los primeros tipógrafos en la región.

1781 El 8 de enero apareció Noticias recibidas de Europa por el Correo de España, que algunos historiadores

consideran el primer Periódico impreso en el Río de la Plata. Hay polémica respecto de su origen y periodicidad. Un despacho de Ámsterdam decía: “LOS ingleses están preparando una expedición pirata a Buenos Aires” (sic). Era una primicia. Faltaba un cuarto de siglo para que ello ocurriera.

1801 El miércoles 1’ de abril apareció el Telégrafo Mercantil Rural, Político, Económico e historiográfico del Río de

La Plata, que a los pocos meses tenía 236 suscriptores: 159 en la ciudad capital y 77 en las provincias del Virreinato. Lo editó Francisco Antonio Cabello y Mesa, abogado nacido en Extremadura, España, en 1764. Fue el primer periódico de Buenos Aires. Su última edición, la número 110, salió el 17 de octubre de 1802. Fue censurado por el virrey marqués del Pino por sus críticas al gobierno y el tono picaresco de sus artículos. Tenía ocho páginas, salía en su primera época los miércoles y sábados, pero luego sólo los domingos. Se imprimía en la Real Imprenta de los Niños Expósitos.

1802 El miércoles 1’ de setiembre salió el Semanario de Agricultura, Industria y Comercio. Fue su director Juan

Hipólito Vieytes, considerado el primer periodista argentino. Con la primera invasión inglesa en 1806 se suspendió su edición, reanudada con la reconquista de la ciudad. Su historia -de 218 números de ocho páginas cada uno terminó el 11 de febrero de 1807 con la segunda invasión de los británicos.

1807 El 23 de mayo, con las invasiones inglesas, circuló en Buenos Aires La Estrella del Surlhe Southern Star. Era un

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periódico bilingüe hecho en Montevideo que abogaba por la libertad de comercio en las colonias de España. Tras la derrota de los británicos, que lo editaban, la máquina impresora fue vendida a la Imprenta de los Niños Expósitos.

1809 El 14 de octubre, el virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros publicó La Gazeta del Gobierno de Buenos Ayres.

Funcionó hasta el 9 de enero de 1810. Publicó 51 números.

1810El 3 de marzo apareció el Correo de Comercio. Lo fundó Manuel Belgrano. Colaboró Juan Hipólito Vieytes. El

último de sus 52 números salió el 6 de abril de 1811.El jueves 7 de junio, por una disposición de la Primera Junta de Gobierno, nació La Gazeta de Buenos Ayres,

para publicitar los actos del nuevo gobierno y difundir las ideas independentistas. Se encargó la tarea a Mariano Moreno, Manuel Belgrano y Juan José Castelli. Las luchas internas en el gobierno se notaron en el periódico que, tras la muerte de Moreno, tuvo como directores sucesivamente al deán y diputado por Córdoba Gregorio Funes, al porteño Pedro José Agrelo y al clérigo Vicente Pazos Silva. A mediados de diciembre de 1811, el Triunvirato, que había sucedido a la Junta nombró al joven abogado tucumano Bernardo Monteagudo co redactor, junto con Pazos Silva, de La Gazeta de Buenos Ayres, que tenía en ese momento dos ediciones semanales: los viernes y miércoles. La rivalidad ideológica entre ambos sirvió de excusa a Bernardino Rivadavia para suplir el periódico y crear, el 20 de marzo de 1812, la Gazeta Ministerial. Con el tiempo, el 1º de enero de 1815, la publicación retomó su nombre original y cerró definitivamente el 12 de setiembre de 1821.

1811 El 20 de abril se aprobó el primer reglamento de libertad de imprenta. El artículo lo era un calco del sancionado

meses antes por las Cortes Generales de España que eliminó la censura previa para todos los temas, con excepción de los religiosos.

El 30 de abril la Junta de Gobierno de Buenos Aires nombra por decreto nuevo director de La Gazeta de Buenos Ayres a Pedro José Agrelo y le asigna un sueldo de dos mil pesos. De esa manera se convierte en el primer periodista argentino remunerado por su trabajo intelectual.

1812El 7 de enero se conoce El Censor, vocero del Cabildo de Buenos Aires, cuyo director, Vicente Pazos Silva,

había dirigido La Gazeta de Buenos Ayres. Publicó 177 números, el último de ellos, el 6 de enero de 1816. El 29 de marzo Bernardo Monteagudo, que había renunciado a la dirección de La Gazeta de Buenos Ayres

funda Mártir o Libre, del que sacó nueve números, hasta el 25 de mayo de ese año.El 14 de julio apareció El Grito del Sur. Fundado por la Sociedad Patriótica, se editaron treinta números, hasta

el 2 de febrero de 1813.

1813 El 27 de febrero salió el periódico oficial El Redactor de la Asamblea, que hacía fray Cayetano Rodríguez.

Lanzó 24 números y su última aparición fue el 30 de enero de 1815.

1814 Durante el sitio de Montevideo, el ejército de Alvear editó El Diarista del Ejército, donde salían órdenes del día,

proclamas y demás ocurrencias que tenían lugar durante esa campaña. Ese año salió también el periódico Unión Argentina.

1815 El 10 de enero apareció El Independiente, redactado por Manuel Moreno, que publicó trece números. Su fin

llegó el 11 de abril de ese año. En mayo se conoció el primero de los cuatro números del mensuario Observaciones Acerca de Algunos Asuntos Útiles. Su director, el chileno emigrado fray Camilo Enríquez, tocó temas como la libertad civil, la educación militar y las encuestas literarias.

El 15 de agosto reapareció El Censor, esta vez bajo la dirección del liberal cubano Antonio José Valdés hasta principios de 1817 y de fray Camilo Enríquez hasta su cierre, el 6 de febrero de 1819.

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Entre el 12 de setiembre de ese año y el 12 de noviembre de 1816, Antonio José Valdés publicó 61 ediciones de La Prensa Argentina, que aparecía los martes. Trataba temas políticos e información general, que iban desde la oposición y las corridas de toros hasta el estímulo de la idea de una monarquía incaica.

El 18 de noviembre Felipe Senillosa editó Los Amigos de la Patria y de la Juventud, dedicado a encauzar la educación juvenil. Trató temas de matemática y física, entre otros, hasta mayo de 1816.

1816 El 1º de mayo apareció el primer número de El Redactor del Congreso Nacional, órgano del Congreso que ese

año proclamó la independencia nacional en Tucumán. Fray Cayetano Rodríguez y el deán Funes participaron en algunos de sus 52 números, el último de los cuales está fechado el 28 de enero de 1820.

El lunes 19 de agosto Manuel Antonio Castro defendía las ideas monárquicas desde El Observador Americano. Abundó en noticias sobre Chile, propugnó la educación de las mujeres y se opuso al federalismo. Cesó su publicación el 4 de noviembre del mismo año.

El 30 de agosto se editó La Crónica Argentina, continuadora de El Censor de 1812. Su director, Vicente Pazos Silva (que agrega a su firma el apellido Kanki, de origen aymará), había traído de Europa la imprenta que llamó Del Sol. El Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón cerró la publicación el 8 de febrero de 1817. El 15 de setiembre apareció otro periódico con el nombre de El Independiente, que dirigió Pedro José Agrelo. Los artículos aparecidos en sus diecisiete números criticaron al gobierno y abogaron por la implantación de la Constitución inglesa en el orden político. Salió hasta el 7 de enero de 1817. La Colmena, periódico político dirigido por Santiago Wilde, se imprimió en la Imprenta de los Niños Expósitos. Era un cuaderno de 32 páginas escrito en prosa y en verso. El 23 de octubre, desde la imprenta de la Independencia, se distribuyó El Desengaño, periódico dedicado a cuestiones agrarias, económicas y políticas, redactado por Bartolomé Muñoz. Desapareció el 17 de diciembre del año siguiente.

1817 El 10 de julio la imprenta ambulante del ejército a las órdenes de Manuel Belgrano imprimió el Diario Militar

del Ejército Auxiliar del Perú, que se convirtió en el primer periódico tucumano. Salieron 78 números hasta el 31 de diciembre de 1918.

El 2 de setiembre se conoce el primer ejemplar de El Avisador Patriota y Mercantil de Baltimore, un ciudadano de Buenos Aires, cuya única finalidad fue contestar los panfletos contra Pueyrredón que desde la ciudad de Baltimore, Estados Unidos, escribían y difundían los desterrados Pazos Silva, Manuel Moreno y Pedro José Agrelo. Su corta vida finalizó a los veintisiete días de iniciado.

1818 El 1º de enero la Imprenta de los Niños Expósitos dio forma a El Español Patriota de Buenos Aires, que se

extinguió al segundo número, un mes después. Entre el 29 de marzo y el 17 de mayo se publica El Independiente del Sur, primera publicación francesa en

Buenos Aires. Este periódico bilingüe fue redactado por los franceses Carlos Robert y Juan Lagresse, quienes, por ser opositores a San Martín y O'Higgins, fueron acusados de conspiración y fusilados.

El 15 de octubre, Agrelo hace la primera publicación especializada del país: El Abogado Nacional. El último de sus once números salió el 1º de marzo de 1819.

El Duende de Santiago fue un periódico chileno que apareció en Buenos Aires por intermedio de la Imprenta de los Niños Expósitos. Estaba vinculado con los hermanos Carreras, fusilados en Mendoza por oponerse a la campaña de San Martín y O'Higgins.

1819 El 2 de abril se publicó El Americano, dirigido por Pedro Feliciano Cavia hasta el 11 de febrero de 1820, fecha

de su última edición (la número 46). Abordó temas Políticos a favor de los unitarios, de interés general y artísticos, e incorporó información del resto de América. Hizo su aparición La Gaceta Federal, el Primer periódico de Santa Fe- Su director fue el chileno José Miguel Carrera, que quería vengar el fusilamiento de sus hermanos Y recuperar el poder en su país.

1820

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El 25 de marzo apareció El Año Veinte, cuya propiedad se atribuyó al gobernador de Buenos Aires Miguel de Sarratea. El último de sus cinco números salió el 22 de abril; su duración abarca aproximadamente el tiempo que Sarratea estuvo en el gobierno. Allí se inició el poeta Y Político argentino Juan Cruz Varela.

En abril surgió El Despertador Teofilantrópico Místico Político, la Primera Publicación del sacerdote Francisco de Paula Castañeda, quien editó numerosos periódicos de nombres estrafalarios. Sacó 75 ediciones, la última el 12 de octubre de 1822. Ese mismo año, el religioso produjo: El Defensor Teofilantrópico Místico Político (cincuenta números, hasta 1822), el Gauchi-Político (veinticuatro ediciones, hasta el 21 de julio de 182l), el Desengañador Gauchi-Político (veintisiete números, hasta 1822), el Paralipomenon del Suplemento del Teofilantrópico (hasta 1822) y el Suplemento al Despertador Teofilantrópico Místico Político (hasta 1822). Con este tipo de publicaciones el sacerdote combatió al liberal Pedro Feliciano Cavia, quien propulsaba la desaparición de los conventos desde El Americano.

En Mendoza apareció El termómetro del Día, que duró siete números.El 6 de julio se publicó el primero de los 38 números del Boletín del Ejército contra el Gobierno de Santa Fe,

que se dejó de hacer el 23 de noviembre de ese año. El 8 de julio nació La Gaceta de Mendoza, sucesora de El Termómetro del Día. Sus redactores fueron Agustín

Delgado, Agustín Burdel y Juan Escalante. Sacó diecisiete ediciones, la última el 9 de setiembre del mismo año. El 14 de agosto se editó el primer periódico no militar de Tucumán. Se llamó El Tucumano Imparcial, que llegó

a sacar tres edicionesEl 9 de setiembre, desde la Imprenta de los Niños Expósitos, se reparte La Estrella del Sur, que sacó nueve

números hasta el 16 de octubre de ese año. Fueron sus redactores Juan García Mota, Ramón y Avelino Días y Salvador María del Carril.

Salió un solo número de El Constitucional, dedicado a la crónica científica, literaria y política. El 2 de noviembre Cayetano Campana publicó Legión de Orden Voz del Pueblo, que abogaba por la paz y el orden social. Tras diez ediciones dejó de salir el 12 de enero de

1821.El 17 de noviembre se editó, en la Imprenta de los Niños Expósitos, el primero de los cuatro números del

Semanario Político Compendio de documentos y noticias así exteriores como interiores del país, que dejó de hacerse el 8 de diciembre de ese año.

El 19 de diciembre Pedro Feliciano Cavia sacó El Imparcial, con el objetivo de demoler las posturas de Castañeda. El gobierno suspendió su impresión el lo de marzo de 1821 por el cariz que había tomado la polémica entre ambos. En los once números del periódico, Cavia había llevado el ataque hasta la vida privada e íntima del religioso.

1821 El 20 de enero apareció el prospecto que anunciaba la salida de Las Cuatro Cosas, El Antifanático, El Amigo de

la Ilustración cuya Hija Primogénita es la Tolerancia. La última de las cinco ediciones, dirigidas por Pedro Feliciano Cavia, fue el 3 de marzo de ese año.

El 27 de marzo el padre Castañeda publicó Doña María Retazos, que alcanzó los quince números, el último en 1822. Este mismo año el sacerdote sacó también: La Matrona Comentadora, de los Cuatro Periodistas (que cerró el 24 de octubre de 1822) y Eu Nao Me Meto Con Ninguen (nueve ediciones en castellano desde el 24 de julio hasta el 15 de setiembre).

El 9 de mayo apareció la primera edición del Boletín del Ejército que se distribuía con La Gazeta de Buenos Ayres. Su fin llegó el 12 de julio del mismo año.

El 12 de mayo salió El Argos de Buenos Aires, impulsado por Julián Segundo Agüero, quien un año antes había fundado la Sociedad Literaria. Fue redactado sucesivamente por Santiago Wilde, Ignacio Núñez y otros miembros de la entidad como el deán Funes. Su última aparición fue el 3 de setiembre de 1825.

El 14 de julio, el poeta y ex soldado de la independencia Juan Crisóstomo Lafinur sacó El Curioso, periódico científico, literario, económico, en la Imprenta de los Niños Expósitos, donde se hicieron sus cuatro únicas ediciones.

El 14 de agosto se conoció El Amante del Bien Público, cuyo segundo y último número está fechado del 7 de setiembre. Si bien este periódico, impreso por los Niños Expósitos, no tiene el año de aparición en su portada, los historiadores coinciden en que fue confeccionado en 1821.

Desde el 22 de agosto hasta el 12 de octubre la porteña Imprenta Álvarez sacó el Boletín de la Industria, del que

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se conocieron once números.El 24 de agosto el ministro Bernardino Rivadavia firmó el decreto que creó el Registro Oficial de la Provincia

de Buenos Aires, cuyo objetivo fue suprimir la comunicación de leyes y decretos por medio de bandos. Seis años después, durante la presidencia de Rivadavia, fue al mismo tiempo el “Registro Nacional”. Tuvo una segunda época que se inició el 1º de mayo de 1851.

El 10 de setiembre, Pedro Feliciano Cavia sacó El Patriota hasta el 28 de noviembre, cuando se conoció su novena y última edición.

El 3 de setiembre, el general francés Juan José Dauxion Lavayse redactó por primera vez El Restaurador Tucumano, que apoyaba la campaña del Ejército Libertador del Perú, que dirigía San Martín. Tiró nueve números, el último el 18 de diciembre de ese año bajo el lema: Trinidad, Congreso, Cooperación con el Ejército Libertador del Perú”.

El 12 de setiembre el gobierno de Rivadavia suprimió por decreto la impresión de La Gazeta de Buenos Ayres y argumentó que se debía a la renuncia de su último redactor, Manuel Antonio de Castro. Asimismo estableció que el Registro Oficial ocuparía las funciones del primer periódico patrio.

En diciembre nació el primer periódico de Entre Ríos. Se llamó El Correo Ministerial de Paraná y sus redactores fueron Juan Pedro Agrelo y Domingo de Oro. Dejó de salir el 5 de agosto de 1823.

1822 El 26 de enero El Espíritu de Buenos Aires conoció las calles de la ciudad, en las que permaneció hasta el 4 de

julio, tras veintiocho números que se hicieron en la Imprenta de Independencia. El 15 de febrero Vicente Fidel López y Planes (autor del Himno Nacional) fundó el Registro Estadístico, la

primera publicación técnica de este tipo en el país. Cerró el 2 de setiembre de 1825. El 15 de abril de 1822 salió La Abeja Argentina, otra creación de la Sociedad Literaria. Lo redactaron Antonio

Sáenz, el deán Funes, Manuel Moreno y otros miembros de la entidad hasta 1823. El V de mayo comenzó la primera época de El Diario de Sesiones de la Honorable Junta de Representantes de la

Provincia de Buenos Aires, que terminó en diciembre de 1825. La segunda etapa fue entre 1827 y 1851 y tras la caída de Rosas se inició su tercera época.

El 23 de mayo, apareció en Mendoza El Verdadero Amigo del País, que tuvo 55 ediciones hasta su cierre en 1823. Lo redactó Juan Crisóstomo Lafinur. Desde las páginas de El Orden, aparecido el mismo año en esa provincia, se le opuso un padre domínico de apellido Torres, contrario a las reformas liberales del gobierno mendocino.

El 15 de junio salió el periódico oficial de Mendoza, El Registro Ministerial, de aparición semanal, redactado por Lafinur.

El 28 de julio los hermanos unitarios Florencio y Juan Cruz Varela editaron, junto con Ignacio Núñez, el primero de los 72 números de El Centinela, que llegó a su final el 7 de diciembre de 1823.

En julio la Sociedad Literaria lanzó el primero de los tres números del mensuario El Ambigú de Buenos Aires, que terminó en setiembre. Antes había sacado El Precio Corriente, mensuario exclusivamente mercantil en pro del comercio, la agricultura y la industria.

Entre el 8 de agosto y el 7 de noviembre fray Cayetano Rodríguez publicó once números de El Oficial del Día.El 9 de setiembre, el padre Castañeda, motivado por la reforma eclesiástica que impulsaba el gobierno, inició

otra lista de publicaciones: La Guardia Vendida por el Centinela y la Traición descubierta por el Oficial del Día (del que se publicaron once números hasta el 7 de noviembre), La Verdad Desnuda (cinco números desde el 24 de setiembre hasta el 16 de octubre y una sexta edición el 9 de agosto de 1823 desde Montevideo, donde se exilió al ser expulsado de Buenos Aires). En octubre, sacó el primero de los dos números de El Lobera de a 36 Reforzado, que fue una segunda versión de El Lobera del Año 20, de José María Calderón.

El 19 de noviembre nació el periódico quincenal El Correo de las Provincias, de Fortunato Lemoyne. Duró cinco meses y terminó con el número 17 el 10 de abril de 1823.

Ese año salieron dos números de L'Occident. Escrito en francés y castellano, refutó la publicación de La Verdad Desnuda del padre Castañeda, polémica que extendió a otras como Independencia de Nueva España, Libertad de Quito (reimpreso en Buenos Aires) y El Hombre Libre.

1823Entre el 2 de enero y el 6 de agosto apareció el Diario de Buenos Aires con información exclusivamente

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mercantil que, tras 145 números, dejó la base a La Gaceta Mercantil, que continuó su temática.El 20 de enero apareció un único número de El Pueblo, que, optimistamente, prometía salir los días 10, 20 y 30

de cada mes.El 3 de abril los habitantes de Córdoba leyeron El Desengañador, una iniciativa de corto aliento del gobernador

general Juan Bautista Bustos.El 4 de abril Pablo Ramírez sacó por primera y única vez Los Locos son los Mejores Raciocinadores. Después

de eso, un jurado de imprenta lo juzgó y condenó a un año de destierro.El 25 de mayo salió Teatro de la Opinión, que se convirtió, desde la oposición al gobierno, en uno de los más

importantes periódicos de la época. Sus 65 números fueron dirigidos por Francisco Wilili y Ángel Saravia. El 21 de junio apareció en Santiago de Chile un periódico que se reprodujo en Córdoba: El Observador

Eclesiástico. Las notas locales las agregaba su responsable en la Argentina, el sacerdote Pedro Ignacio de Castro Barros, opuesto a la reforma religiosa implantada en Buenos Aires por Rivadavia. Su última edición fue la vigésima sexta, del 21 de junio de 1824.

El 28 de agosto se conoció El Ciudadano Imparcial, partidario del gobierno y opositor al Teatro de la Opinión que desapareció al poco tiempo. También en agosto, y sólo durante este mes, la imprenta Hallet realizó Anales de la Academia de Medicina de Buenos Aires.

El 1º de octubre apareció La Gaceta Mercantil, que, hasta el 3 de febrero de 1852, publicó un total de 8.473 números. Por su redacción pasaron hombres como José Rivera Indarte, Santiago Kierman, Esteban Hallet, Manuel de Irigoyen, Pedro de Angelis, Nicolás Mariño, Bernardo de Irigoyen y Avelino Sierra. En 1841, La Gaceta Mercantil importó la primera prensa a vapor del país. En sus comienzos fue un periódico casi exclusivamente comercial, pero años más tarde se convirtió a las ideas políticas de Juan Manuel de Rosas. Desapareció después de la batalla de Caseros.

El 2 de octubre el fiscal Agrelo acusó al periódico opositor fundado y desaparecido ese año Dime con quien andas de “atacar el honor de las familias y de los individuos, al decoro y respeto del gobierno, ajados de un modo nunca visto”. El juicio no tuvo éxito: un brote revolucionario fijó la atención del gobierno en cosas más importantes.

Los veinticinco números del opositor El Republicano emergieron de la imprenta Independencia entre el 4 de diciembre y el 12 de junio del año siguiente.

Tres días antes de Navidad salió en Córdoba El Investigador, continuador de El Observador Eclesiástico. Hecho por el sacerdote Soler y por Estanislao Learte, con un fuerte sentimiento provincialista, dejó de salir con el décimo número el 17 de mayo de 1824. A ese emprendimiento le siguió El Montonero, que dirigió Juan Antonio Saráchaga, ex ministro de guerra de Córdoba y enemigo del gobernador Bustos.

Ese año apareció en el interior del país el Boletín del Ejército Pacificador de la Provincia de Tucumán.

1824 El 15 de enero los señores Malde, Sierra y Francisco Bustos lanzaron en Córdoba El Filántropo ó El Amigo de

los Hombres, cuya publicación terminó el 3 de junio. El 27 de enero Juan Cruz Varela volvió a las andadas con Antón Peluca, padre de la Señora doña María

Retazos, ausente en Santa Fe, del que salió un solo número que fue acusado por el agente fiscal del crimen de “abusivo de la libertad de escribir”.

Entre el 16 de marzo y el 3 de junio José María Bedoya, con la colaboración del padre Castañeda, sacó El Teofilantrópico o El Amigo de Dios y de los Hombres, vocero religioso de Córdoba.

El 19 de junio empezó El Amigo del País, en Mendoza, que terminó el 2 de octubre. Fueron sus redactores Borja Correa y el sacerdote Torres. Lo sucedió El Eco de los Andes, que fundaron Juan Alberto Godoy, Lisandro Calle y José María Salinas y en el que colaboró Borja Correa. Fueron 61 números, que salieron hasta 1825. El 18 de agosto apareció, en Córdoba, El Chasco Completo del hallazgo precioso del Editor de San Juan.

El Defensor de la Patria tiró diez números entre el 23 de agosto y el 21 de octubre. Lo redactó el periodista español Félix Baudot, que en su país había publicado un periódico con el mismo nombre.

También en agosto, y hasta 1827, se publicó la Gaceta de la Policía, que desde el número 2 pasó a llamarse Boletín de la Policía, del que se hicieron una decena de ediciones en la Imprenta de los Niños Expósitos.

El 30 de setiembre apareció la primera publicación salteña. Fue la Revista de Salta, que redactó mensualmente José Arenales (hijo del general Juan Antonio Álvarez de Arenales, integrante del ejército que al mando de San Martín realizó la campaña al Perú), hasta el 5 de marzo de 1825.

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El 17 de diciembre apareció El Argentino, con la redacción de Manuel Dorrego, Pedro Feliciano Cavia, Baldomero García y Francisco Ugarteche. Dejó de salir con la vigésima quinta edición, el 14 de junio de 1825. Apenas seis días después de la aparición de El Argentino, Ignacio Núñez, Valentín Alsina y Pedro Feliciano Cavia publicaban El Nacional, del que salieron 54 números, el último el 6 de abril de 1826. Su tendencia liberal en lo religioso lo convirtió en blanco de la prensa católica de Córdoba.

El único número de Carnicería Política, redactado por un tal R. Ramírez, anticipó desde el título el ambiente político que se respiraba en Buenos Aires.

Ese año también salieron en Buenos Aires el Diario de Sesiones del Congreso Constituyente de las Provincias Unidas del Río de la Plata y El Periódico Argentino.

1825El 23 de marzo salió El Pensador Político-Religioso de Chile, que había sido publicado antes en Santiago de

Chile. Castro Barros lo reimprimió en Córdoba hasta 1827, como había hecho tiempo antes con El Observador.El 28 de marzo los Niños Expósitos imprimieron el único número de El Eleccionario.El 3 de mayo Córdoba conoció a El Cristiano Viejo, que salía en forma de cartas cada quince días y en las que

Justo Rodríguez abordaba el tema de la tolerancia religiosa. El 6 de mayo, Francisco Gutiérrez y Solano Cabrera sacaron el mensuario cordobés El Intolerante, hasta agosto. El 12 de mayo se publicó en Córdoba El Grito de un Solitario, del que el cura Bernabé Aguilar, crítico de

Rivadavia, sacó tres números. En su lugar salió El Solitario Varón de Cascales, que sostuvo la intolerancia de cultos y atacó a los liberales de Buenos Aires y al gobernador de San Juan.

El 8 de junio, Antonio Díaz, después general uruguayo, redactó el primero de los 33 números que tuvo El Piloto, el cual dejó de hacerse el 6 de febrero del año siguiente.

El miércoles 29 de junio apareció El Defensor de la Carta de Mayo, primer periódico de la provincia de San Juan, que sólo alcanzó a tirar un ejemplar más y que redactó el mismo gobernador, el joven liberal, Salvador María del Carril. Se hizo en la imprenta del Estado, la primera de la provincia, cuya adquisición también es mérito del mandatario. De esa misma imprenta salieron, ese mismo año, el Registro Oficial de la Provincia y el primer periódico no oficial de la provincia: El Amigo del Orden.

Entre el 24 de octubre y el 15 de setiembre de 1826 el padre Castañeda publicó, simultáneamente en Córdoba y Buenos Aires, los seis números de Derechos del Hombre ó Discursos Históricos-místico-político-crítico-dogmático sobre los principios del derecho político. Además, en la provincia salieron El Imparcial (el lo de junio) y El Sol de Córdoba.

El 18 de noviembre hizo escuchar su voz El Mensagero Argentino (sic). Por su redacción pasaron Juan Cruz Varela, Agustín Delgado, Valentín Alsina y Francisco Pico. El último de sus 235 números se imprimió el 9 de julio de 1827. Tuvo gran trascendencia en la vida política del país y fue defensor del partido unitario.

Ese año salió de la imprenta del Estado El Registro Oficial de la Provincia de Corrientes, que continuó con irregularidades hasta mucho tiempo después de la batalla de Caseros. Mientras que en Buenos Aires aparecieron las ocho páginas del único número de El Sol de las Provincias Unidas, o la Libertad de La Prensa y El Protestante Recién Convertido, traducción de un periódico publicado en Londres del que salieron tres números.

1826 El 2 de febrero apareció L´Echo Francais-Journal Commercial, Politique et Litteraire, que después de 72

números pretendió convertirse en diario con el nombre de L´Echo. La segunda etapa fue un fracaso: sólo alcanzó las siete ediciones, la última, el 7 de abril de 1827. Los hizo Juan Lasarre, que utilizó con soltura la sátira y la ironía.

Del 21 al 28 de febrero aparecieron los dos números de El Avisador, que trataron en particular el tema de la capital de la República.

El 23 de febrero Cavia abordó desde las páginas de los diecisiete números de El Ciudadano el asunto más discutido de la época: la capital de la República. Terminó el 3 de junio de 1827.

El 28 de febrero, el español Félix Ramón Baudot empezó a publicar en Buenos Aires La Verdad sin Rodeos. Desde el número 11 hasta el 48, continuó imprimiéndolo en Córdoba, de donde también debió huir perseguido por los unitarios para instalarse finalmente en la provincia de Corrientes, donde se editó desde el número 49 al 99. De esa manera, se convirtió en el primer periódico correntino. Su última aparición ocurrió el 14 de noviembre de 1829.

Un año completo duró El Correo Nacional, de Antonio Díaz, que tuvo 297 ediciones entre el 29 de marzo y el

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30 de marzo de 1827.El 30 de abril el canónigo José Lorenzo Güiraldes dirigió el semanario El Aura Mendocina, que después de

catorce números concluyó el 20 de agosto. Entre el 13 de mayo y el 16 de setiembre, la imprenta Hallet tiró los dieciocho números del periódico inglés The

Cosmopolite. Para esa época los porteños conocieron otro periódico en lengua inglesa, The British Packet and Argentine News, que duró hasta el 29 de diciembre de 1855. Salía los sábados y sus redactores Thomas George Love (hasta 1845), Gilberto Ramsay y George Thomas fueron muy amigos de Rosas.

Desde el 25 de mayo hasta el 26 de noviembre Pedro Buitrago dirigió los trece números que tuvo el Pregón de Salta.

A partir del 6 de agosto recorrió las calles de la ciudad El Duende de Buenos Aires, un semanario sobre temas hispanoamericanos que escribieron fray Valentín San Martin, Bernardo José de Ocampo y Julián Segundo Agüero, hasta el 9 de abril de 1827.

El 11 de octubre se leyeron por primera vez los ejemplares de El Tribuno, escrito por Pedro Feliciano Cavia, Manuel Moreno, Manuel Dorrego y otros destacados federales. Las dos ediciones semanales, que atacaron implacablemente a Rivadavia y al Congreso, dejaron de salir el 17 de agosto de 1827. El 11 de diciembre se conoció la primera de las catorce ediciones que el semanario El Cincinato tiró hasta el 7 de marzo del año siguiente, cuando su redactor, José María Márquez, fue condenado a seis meses de destierro en Tandil por sus artículos “abusivos y criminales”.

El 21 de diciembre salió el semanario El Investigador.También se imprimieron ese año Papel Sellado de Santiago Wilde (Imprenta de Hallet), El Rayo (Imprenta

Jones), Claras Verdades contra Oscuros Embrollos (Imprenta Argentina) y Diálogo entre el jesuita Limarco y el quáquero Filón.

1827 El 3 de marzo La Crónica Política y Literaria lanzó el primero de sus 120 números. Redactada por José Joaquín

Mora y Pedro de Angelis, hasta el 6 de octubre, defendió la administración de Rivadavia y se ubicó claramente del lado unitario.

El 28 de marzo se fundó el periódico inglés the American, que alcanzó 39 ediciones y cerró el 18 de agosto. El 20 de abril Joaquín Mora reemplazó al Correo Nacional por El Constitucional, Diario Comercial y Político,

con que siguió el ataque a los federales. Completó 147 números el 25 de octubre de ese año.El 10 de abril Lazarte retornó con Le Censeur, Journal Politique et Litteraíre, que salía tres veces por semana y

desapareció el 13 de mayo tras quince números. Paralelamente, entre el 26 de abril y el 30 de julio, sacó LAbeille (Journal Politique, Litteraire, Commercial et Yavis Divers), para criticar al gobierno sucesor de Rivadavia.

Entre el V de mayo y el 4 de agosto El Avisador Universal, que salía miércoles y sábados, tiró 76 números. El 12 de setiembre, Manuel Moreno, Cavia y Wright redactaron el primer número de Correo Político y

Mercantil de las Provincias Unidas del Río de la Plata, defensor de la política del gobernador Dorrego y enemigo de Rivadavia y los unitarios. Desapareció en la edición 212, el 28 de noviembre del año siguiente, junto con la revolución que derrocó a Dorrego.

El 28 de octubre Manuel Gallardo -tenaz opositor a Dorrego- y el federalismo sacó El Porteño, cuya aparición de martes, jueves y domingo finalizó el 10 de noviembre.

El 29 de octubre, apareció El Granizo, otra creación de los hermanos Florencio, Jacobo y Juan de la Cruz Varela, que hasta el 10 de noviembre defendió con fervor la causa unitaria.

En esos días, los españoles pro federales José María Márquez, Fernando Cordero y Joaquín Culebras lanzaron La Atalaya Republicana, Diario Político y Comercial, que culminó con la vigésima quinta edición.

El 3 de noviembre El Infierno anunció su salida en La Gaceta Mercantil, para el domingo siguiente. El 24 de noviembre José María Salinas inició, en Mendoza, la tirada de El Fénix, que concluyó el 10 de febrero

de 1828 tras una docena de ediciones. En esa provincia aparecieron en esos días El Telégrafo, los periódicos unitarios El Huracán, de Juan Guadalberio Godoy, y El Iris Argentino, y los federales El Estandarte y La Columna Federal, de Víctor Barreau.

El 29 de noviembre Márquez redactó El Sol de Mayo de 1810. En Atalaya, hasta el 24 de marzo siguiente. Ese año también se editaron El Cancionero Argentino (cuatro números en versos adaptados al canto); El

Conciliador (un número que quiso imitar a La Abeja Argentina); Observaciones de un Joven Americano y El Diario de los Movimientos y Operaciones del Ejército que ha Libertado a la Provincia de Salta, en Salta.

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1828Entre el 11 de abril y el 26 de julio de 1829, el francés Juan Lasarre, quien participó en las polémicas políticas

de Buenos Aires, apoyó a los unitarios con una publicación de El Diablo Rosado, que por causa de la censura tomó otros nombres: El Hijo Mayor del Diablo Rosado, El Hijo Menor del Diablo Rosado y El Hijo Negro del Diablo Rosado.

El 24 de abril, los unitarios hermanos Varela editaron El Tiempo, Diario Político, Literario, Mercantil, que luego de 342 números, desapareció el l’ de agosto de 1829. El 9 de mayo se promulgó la ley de imprenta que establecía “garantías individuales para la libre emisión del pensamiento”. El 25 de mayo el diputado convencional por la Banda Oriental Baldomero García redactó nueve números de El Argentino de Santa Fe, que desapareció el 10 de agosto.

El 1º de junio el padre Castañeda continuó su labor periodística en Santa Fe con Vete Portugués que aquí no es, en plena lucha con Brasil, que había ocupado la Banda Oriental, al que siguió Ven acá portugués que aquí es.

Ese mes también Santa Fe conoció El domingo 4 de mayo en Buenos Aires, que redactó el diputado convencional por Buenos Aires Vicente Anastasio Echeverría hasta el 27 de julio.

El 28 de junio salió de la imprenta del Estado La Espada Argentina, del que salieron catorce números de poca trascendencia. El 23 de agosto, Baldomero García y Ugarteche sacaron en Santa Fe El Espíritu de la Federación Republicana, periódico político y literario del que se imprimieron dos números.

Entre el 31 de octubre y el 17 de diciembre El Satélite, redactado por Echeverría y Pedro Salvadores, tiró nueve números en Santa Fe. También ese año apareció El Rector, que los días 12 y 27 de cada mes se distribuía en Santa Fe y Buenos Aires. Ese año se publicaron, además, diecinueve números de Causa célebre de Buenos Aires que redactó Ramón de Anchorena y la Gaceta Comercial, sólo con avisos.

1829 El 17 de enero, el unitario Manuel Bonifacio Gallardo inició la tirada de El Pampero, que cerró Rosas el 7 de

octubre por su polémico contenido.El 21 de enero, con Buenos Aires Cautiva y la Nación Argentina Decapitada a Nombre y por Orden del Nuevo

Capitán Juan Lavalle, el padre Castañeda desde Santa Fe respondió al fusilamiento de Dorrego. El sacerdote, antes unitario, se volcó al federalismo con este periódico que sacó once números.

El 26 de enero, en Santa Fe, Baldomero García tiró el primero de los seis números de El Federal.El 4 de febrero irrumpió en San Juan El Solitario que no tenía día fijo de salida y apoyaba la política de Buenos

Aires, Su octava y última edición fue el 7 de abril.El 7 de marzo apareció Le Spectateur Franeais-Journal Politique, Commercial et Litteraire, del que salieron

veintitrés números. El 20 de marzo se conoció El Republicano de San Juan, que tuvo cuatro ediciones y defendió la política de Rivadavia. El 26 de marzo, en Córdoba, José María Círes lanzó El Republicano, que concluyó el 13 de mayo. Acompañó la gestión del gobernador unitario de la provincia, José María Paz. El 2 de mayo, apareció Córdoba Libre, bajo la dirección de los unitarios Dalmácio Vélez Sársfield y José María Bedoya, que duró hasta 1830.

En julio La Fragua Republicana, de tendencia federal, tiró el primero de sus cuatro números en San Juan. Cerró el 9 de octubre.

En setiembre salió El Orfeo Argentino, primera publicación de carácter musical.El 7 de setiembre se conoció El Lucero, el más importante de la época, que llegó a 1.121 ediciones, hasta el 31

de julio de 1833, dirigido por Pedro de Angelis. El 8 de diciembre salió el periódico oficialista cordobés El Argentino, que redactaron Elías Bedoya y José Rojo. Lanzó 56 números hasta que cerró en 1830.

Ese año en Buenos Aires se publicaron además: Nueva Época de Buenos Aires, del que salieron cincuenta números sin día fijo, Semanario Científico, Histórico, Clínico de los Progresos, de la Verdadera Medicina Curativa o de la naturaleza humana defendida por experiencia, de los ataques preternaturales (sic), Correo Argentino (colección de piezas musicales mensual), Diario Universal (órgano federal) y El Vigilante. Diario Comercial, Político y Literario, que redactó Francisco Reinals.

En el interior del país se conocieron también: El Díbuno, El Monitor de la Campaña y Miscelánea, en Córdoba, y los diez números de Boletín, en San Juan.

1830 El 5 de enero comenzó El Registro Provisional del Gobierno, que llegó a los catorce números.

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El 16 de abril apareció El Factor Alta Gracia en el interior de Córdoba.Entre el 24 de mayo y el 30 de agosto, reapareció El Nuevo Eco de los Andes, de Mendoza, que había sido

suspendido en 1825.El 19 de junio, nació El Mártir Libre, de apariencia federal, que alertó sobre el despotismo y cerró dos meses

después. El 6 de julio se conoció El Clasificador o Nuevo Tribuno de Pedro Feliciano Cavia. El gobierno de Rosas lo suspendió, a pesar de su orientación federal, porque se opuso a las facultades extraordinarias otorgadas al Restaurador.

El 31 de julio se redactó en verso El Gaucho, de filiación federal; cerró el 29 de diciembre.Ese mes también salió El Periódico de Buenos Aires, escrito en verso.El 19 de agosto salió El Torito de los Muchachos, al que siguió, a partir de octubre, El Toro del Once, que

concluyó en 1831. Ambos editados en verso por el federal Luis Pérez. El 22 de agosto se editó en la localidad cordobesa de Sancalá El Serrano, de fray Juan Pablo Moyano. Del 6 de setiembre al 13 de febrero de 1832 salieron en Buenos Aires 76 números del Boletín del Gobierno.

El 19 de octubre, se distribuyó el diario mercantil de tendencia federal El Mercurio Bonaerense, que cerró el 9 de julio del año siguiente. El 31 de octubre se largó el semanario La Argentina, dedicado a temas femeninos y políticos con un leve tinte federal.

En octubre despuntó en Córdoba La Aurora Nacional, redactada por Dalmacio Vélez Sársfield y José Maria Bedoya.

El 8 (de noviembre se imprimió en Santa Fe otro periódico con el nombre de El Federal que, tras 57 números, cerró el 22 de junio de 1831.

El 16 de noviembre Petrona Rosende de Sierra hizo el primer periódico redactado por una mujer, que dedicó a temas femeninos. Se llamó La Aliada y completó dieciocho números, hasta el 14 de enero de 1832. En este año se publicaron además: Gaceta de los Enfermos, de Pedro Martínez, y Boletín de Comercio en Buenos Aires. En Mendoza, El Coracero, de Juan Guadalberto Godoy, El Boletín del Ejército de Mendoza, El Consejero y El Yunque Republicano, de Francisco Ignacio Bustos.

1831 El segundo día del año Juan Lasarre sacó El Látigo Federal o El Risueño, que salía dos veces por semana,El 4 de enero, Pedro Ramírez inició la decena de números que tendría finalmente El Filántropo. El 17 de abril,

Don Gerundio Pincha Ratas o El Abogado de los Unitarios tiró cinco números en versos de estilo gauchesco refutando a la oposición exiliada en Montevideo.

El 4 de mayo salió el semanario francés Le Narrateur Franvaís. Feuille de Commerce, Pólitique et Literaire cuyo octavo y último número apareció el 1’ de junio. El mismo cónsul francés Lavessan redactó ese año un periódico que llamó LEtoile Du Matín. El 10 de mayo se empezó a distribuir El Regulador, diario mercantil que alcanzó 54 números al 31 de agosto. El 16 de mayo salió El Diario de la Tarde, que sobrevivió a todo el período de Rosas. Su primer director fue Pedro Ponce y el último, Federico de la Barra.

El 10 de julio, El Telégrafo reemplazó a El Mercurio Bonaerense. Cerró en octubre.Del 17 de julio al 10 de octubre se leyó el periódico federal De Cada Cosa un Poquito. El 27 de agosto, Luis

Saavedra redactó el número inicial de las seis ediciones de El Grito de los Pueblos, desde donde defendió a Rosas y reclamó una Constitución.

El 17 de octubre hizo su aparición El Gaucho y casi simultáneamente -el 18 de octubre- La Gaucha, redactados por Luis Pérez. La colección de ambos consta de veintidós números, aunque uno cerró el 20 de diciembre y la otra once días después. El 27 de octubre apareció la primera Circular Marítima, de la que se hicieron 243 números hasta el mismo día del año siguiente.

El 11 de noviembre los porteños se encontraron con La Lechuza, que salió miércoles y domingos hasta el 7 de diciembre. El 23 de noviembre la prensa extranjera largó otro periódico: The Cosmopolitan. Aparecía los miércoles, alcanzó 59 números y cesó su impresión el 9 de enero de 1833.

El 19 de diciembre Le Flaneur. Ambigú Politique et Litteraire inició su tirada, que completó doce números y redactó, íntegramente en francés, Pedro De Angelis. Desde el 24 de diciembre El Cometa Argentino clamó por la convocatoria a un Congreso Constituyente, lo que provocó su cierre el 30 de enero de 1832 por orden de Rosas. Los responsables de sus veintitrés números fueron José Barros Pazos, Luis Bustamante y Francisco Beláustegui.

Otros medios aparecieron ese año. La Bruja o Ave Nocturna, dedicada a atacar a Rivadavia; El Republicano (tres números en diciembre), El Desengaño (periódico de medicina popular redactado por el doctor José Indelicato)

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y el Boletín del Ejército Auxiliar Confederado (que llegó a los catorce números). En Córdoba, Buenaventura Badía hizo El Federal sin prisiones y Calixto Maria González se largó con la serie El Clamor Cordobés, La Mujer del Clamor Cordobés, El Hijo Mayor del Clamor Cordobés y El Abuelo del Hijo Mayor del Clamor Cordobés, todos en contra de los unitarios. En Mendoza el oficial unitario José Santos Ortiz se abocó a El Liberto, un periódico de poca importancia, y en Salta aparecieron los cuatro únicos números de La Diana de Salta.

Desde el exilio en Montevideo, Juan Cruz Varela publicó El Otro Periódico y El Patriota.

1832 El 2 de abril se distribuyó el Precio Corriente Semanal periódico en castellano, inglés y francés del que se

hicieron 177 números, el último con fecha 29 de agosto de 1935. El 7 de abril Miguel Valencia lanzó El Telégrafo del Comercio diario comercial, científico y literario que cerró

el 6 de octubre después de 144 números. Ese año aparecieron además, El Almanaque (un solo número de efemérides astronómicas y guía de Buenos

Aires para forasteros) El Buzón Argentino y La Viuda de un Pastelero.

1833El 2 de enero apareció El Independiente, diario político y comercial.El 24 de febrero salió el único número de Miscelánea de Damas.Entre el 1º y el 11 de marzo se tiraron los nueve números de El Diario de Comercio De La Mañana en castellano

y con un sumario de las notas escrito en inglés. El 5 de marzo se inició la tirada de los 111 números que alcanzaría el diario El Iris, de José Bustamante.El 25 de abril se reanuda La Gaucha, que completa siete números, y El Gaucho lo hace el 8 de julio, por única

vez.Del 22 de mayo al 22 de junio se conoció El Patriota Bonaerense, que salía tres veces por semana y alcanzó

once impresiones. El 25 de junio José Luis Bustamante empezó con El Defensor de los Derechos del Pueblo, de tendencia liberal; tiró 94 números, el último el 16 de octubre.

El 29 de junio apareció el primero de los dos números que tendría El Rompecabezas, El 30 de junio chasqueó El Látigo Republicano, periódico “biográfico, político, ultra-apostólico”, según su propia definición.

El 5 de julio se publica El Restaurador de las Leyes, redactado por Pedro de Angelis, Manuel Irigoyen, Lucio Mansilla y Nicolás Mariño. Su vida terminó el 5 de octubre del mismo año.

Entre el 6 de julio y el 11 de octubre salió El Amigo del País, periódico liberal que redactaron Antonio Navarro, Marco Avellaneda y Juan María Gutiérrez.

El 4 de agosto voló sobre Buenos Aires El Águila Federal, periódico satírico, liberal y antiapostólico que llegó hasta el cuarto número.

El 3 de octubre apareció el único número de El Fígaro. Periódico biográfico, político, antiapostólico, federal republicano y enemigo de los traidores.

Entre el 15 de noviembre y el 10 de diciembre salieron dieciocho números del Registro Provisional del Gobierno de Buenos Aires.

El 11 de diciembre salió el órgano gubernamental El Monitor, de Pedro de Angelis, que clausuró su edición con el número 246 el 13 de octubre de 1834.

En Buenos Aires se conocieron El Negrito y La Negrita (en verso), que sumaron entre los dos ocho números; dos números de El Relámpago, papel crítico, satírico, federal y antianarquista; La Opinión Pública; Los Muchachos, que redactó Luis Pérez, al igual que las cuatro ediciones del diario político, literario y mercantil El Avisador,- Dime con Quién Andas, acusado por el fiscal Agrelo de “atacar el honor» de las familias y del gobierno; El Loco Machuca Batatas; El Federal Sumiso a las Leyes; dos números de El Escarmiento de un Unitario; 85 números del diario El Constitucional de Miguel de Valencia; La Ticucha; Cacíque Chañíl,- Confesión de un Cismático; Crítica de unos Tenderitos; y Guía de la Ciudad y Almanaque de Comercio. Desde Montevideo, el exiliado José Rivera Indarte sacó El Investigador

1834El 2 de enero, desde su destierro en Uruguay, Rivera Indarte editó La Revista de Montevideo, que terminó el 16

de agosto con 67 números.Del 9 de enero al 30 de abril se pudo leer El Imparcial, codirigido por José Rivera Indarte y Bernardo Vélez

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Gutiérrez.El 8 de febrero de 1834 se imprimieron las primeras ocho páginas que, por número, tuvo The North Star a El 16

de marzo Luis Pérez redactó El Gaucho Restaurador que se vendió domingos, miércoles y viernes hasta el 3 de abril. En el mismo año, sacó un solo número de El Correo Extraordinario.

El 2 de abril salió L'Echo Des Deux Mondes, publicación en francés que alcanzó once números. También ese año, el conde de Broadart sacó veintiséis ediciones de LAbeille.

El 18 de abril Francisco Antonio Meana comenzó la tirada de los cinco números de El Porteño Restaurador.Entre el 19 de abril y el lo de agosto de 1834, salió El Censor Argentino, diario de Pedro Cavia que publicó

ochenta números.A partir del 27 de agosto Bernardo Vélez relató los procedimientos judiciales en los ocho números que completó

El Correo Judicial hasta el 21 de octubre.También en ese mes, pero en Córdoba, aparecieron El Narrador, de José Severo Olmos, y El Amigo del Orden,

redactado por el futuro presidente Santiago Derqui. El 18 de octubre se conoció La Lanza Federal de Fernando María Cordero, cuyo segundo y último número se

imprimió el 22 de ese mes.

1835 El 5 de enero José Rivera Indarte creó el Diario de Anuncios y Publicaciones Oficiales de Buenos Aires, que

cerró el 30 de setiembre. El 5 de febrero salió El Noticiador del Puerto, que sumó 59 ediciones.El 13 de setiembre Derqui sacó El Cordobés, que duró hasta el siguiente año. César Hipólito Bacle fundó El Museo Americano o El Libro de Todo el Mundo, primer periódico ilustrado con

láminas litográficas, que en 1836 cambió por el nombre de El Recopilador. En San Juan, salió una tercera época de El Amigo del Orden, redactado por Félix Torres, y en Montevideo se imprimió El Moderador, redactado por los exiliados Julián Segundo Agüero y Andrés Lamas, que fue clausurado por orden del presidente uruguayo Manuel Oribe en 1836.

1836 En Montevideo, el exiliado Pedro Cavia editó El Defensor de las Leyes, y en la provincia de San Juan circularon

El Abogado Federal y el Registro Oficial de la Provincia de San Juan.

1837El 10 de noviembre salió La Moda, semanario de música, poesía, literatura y costumbres, considerado como el

antecedente más remoto de revista. Lo dirigió Juan Bautista Alberdi y escribieron allí Juan María Gutiérrez, Vicente Fidel López, Rafael Jorge Corvalán y Juan Esnaola, entre otros. Algunos de ellos hacían una miscelánea que incluía referencias a los buenos y malos modales y a todo lo que se produjo en esa época. Publicó veintitrés números y cerró el 21 de abril de 1838.

En Uruguay, Andrés Lamas fundó con Miguel Cané (padre) Otro Diario, que también clausuró Oribe. Mientras, en Buenos Aires apareció Boletín Musical, diario político que entregaba dos páginas litografiadas de música todos los lunes.

1838 El 15 de abril Andrés Lamas y Miguel Cané sacaron en Montevideo El Iniciador. Allí colaboraron Bartolomé

Mitre (con 17 años), Félix Frías, Santiago Viola, Florencio v Juan Cruz Varela, Carlos Tejedor y Miguel Irigoyen. Cesó el primer día del año siguiente.

El 11 de noviembre, en Uruguay reapareció el antirrosista El Nacional, que también dirigieron Lamas y Cané. Luego se agregó a la redacción Juan Bautista Alberdi y el último que lo redactó fue Rivera Indarte hasta 1845.

Rafael Corvalán redactó El Semanario de Buenos Aires.

1839El 20 de junio salió el primero de los seis números del semanario El Zonda de San Juan, que dirigió Domingo

Faustino Sarmiento junto con Quiroga Rosas, Indalecio Gómez y Antonio Aberastain a ese año Alsina, Alberdi, Lamas y Cané, entre otros, redactaron en Uruguay El Grito Argentino, que completó 33 ediciones. En Mendoza, se distribuyó El Argentino, una hoja de poca trascendencia.

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1840El 23 de enero apareció en Corrientes El Pueblo Libertador, redactado por Juan Thompson, secretario del

general Juan Lavalle en la campaña contra Rosas. Cesó con el número 22 el 25 de junio.

Entre el 11 de noviembre y el 7 de diciembre surgieron en la provincia de Entre Ríos las siete ediciones de El Sentimiento Entrerriano.

El 8 de diciembre salió Le Messager Francaise. Journal Politique, Commercial et Litteraíre. Terminó el 23 de enero de 1841.

En Buenos Aires, Pedro de Angelis editó dos números del Espíritu de los Mejores Diarios que se publican en Europa y América, uno de 36 y otro de 108 páginas. En Santa Fe, durante la permanencia de Lavalle en esa provincia, Juan Thompson y Luis Frías redactaron El Libertador, bajo el lema “Viva la Federación-Muera Rosas”. Y en Córdoba se conocieron los ejemplares de El Estandarte Nacional y El Federal.

1841El 7 de enero El Correo de Entre Ríos sustituyó al desaparecido El Sentimiento Entrerriano. Tiró veinte

números.Entre el 25 de abril y el 4 de diciembre de 1842 salió El Nacional Correntino, que se dejó de publicar por la

derrota de los unitarios en la batalla de Arroyo Grande. Ese año también se editó Defensa Federal, redactado por el presbítero Alberto González.

1842El 2 de junio salió El Federal Entrerriano. Entre otros, sus redactores fueron José Roberto Pérez y Marcos

Sastre, quienes publicaron 354 números, el último en mayo de 1851. En noviembre, desde su exilio en Chile, Domingo Faustino Sarmiento, junto con Vicente Fidel López y Planes,

fundó El Progreso. Desde allí fustigó al gobierno de Rosas. Entre el 12 de diciembre y el 24 de diciembre de 1851, salió Archivo Americano y Espíritu de la Prensa de

Mundo de Pedro de Angelis. Tiró 61 ediciones, donde aparecieron interesantes documentos oficiales en inglés, francés y castellano de la época.

El 23 de diciembre salió en Corrientes El Avisador Federal, que alcanzó una decena de ediciones.Ese año apareció en Córdoba El Iris.

1843 El 2 de julio salió el periódico liberal El Republicano de Corrientes, redactado por José Alsina. Aparecía los

domingos y concluyó, con el número SO, el 9 de junio de 1844.

1844El 4 de enero se publicó por primera vez El Defensor de la Independencia Americana, redactado por Carlos

Villademoros, Antonio Díaz y Eduardo Acevedo Miguelete. El 24 de mayo Samuel Morse inauguró la primera línea telegráfica pública entre Washington y Baltimore, en

Estados Unidos.Ese año se conoció también La Defensa Federal y Galería de Ilustres Contemporáneos.

1845 El 16 de febrero Santiago Derqui y Marcelino Pareja publicaron en Corrientes La Revolución, que sacó 87

números. El 10 de octubre apareció en Montevideo El Comercio del Plata. Lo fundó Florencio Varela y su último director fue Valentín Alsina, hasta que lo suspendió la policía en 1851.

También en ese año aparecieron: El Desengaño de unos Solteros, de Salta, y El Álbum Argentino, de Buenos Aires.

1846 El 1º de enero, Derqui, Pareja y Manuel Leiva sacaron el primero de los 85 números de El Pacificador de

Corrientes, que cesó el 31 de diciembre.

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El 12 de febrero salió, en San Juan, el primero de los siete números de El Honor Cuyano, redactado por Salvador Quiroga, sargento del ejército que transcribió los documentos de la campaña del general Urquiza sobre Corrientes.

1847El 13 de febrero apareció en Corrientes La Nueva Época, dirigido por Manuel Leiva, quien creyó que la guerra

había terminado, como no fue así, el 28 de setiembre, le cambió el nombre por el de Corrientes Libre.El 17 de julio José Posse lanzó en Tucumán el semanario El ConservadorEl 2 de noviembre, en Montevideo, se publicó El Conservador, redactado por Andrés Lamas, José Mármol,

Ángel Navarro, Francisco Pico y Antonio Pifiado, que finalizó el 3 de agosto de 1848. Ese año apareció además El Iris, periódico artístico y literario de Buenos Aires. En Santa Fe, Severo González tiró 53 números de El Voto Santafesino, que cesó en junio de 1849.

1848 Entre el 1º de enero y el 11 de octubre salió Corrientes Confederada, órgano del gobierno de Benjamín Virasoro.

Ese año apareció en Buenos Aires un solo número de 258 páginas del Mosaico Literario, editado por Antonio Wilde y Miguel Navarro Viola, y La Guitarra o Primera Página de un Libro que redactó Esteban Echeverría.

1849El lo de enero en Gualeguaychú se publicó El Progreso de Entre Ríos de Marcos Sastre. Sin día fijo de

aparición, subsistió hasta el 15 de febrero de 1851. En esa ciudad se editó también El Eco del Litoral, de Enrique Tuvo.

El 28 de enero, en Chile, Sarmiento editó La Crónica, en la imprenta que compró su yerno, Julio Belin, en Europa. De ella salieron 52 números, el último el 20 de enero de 1850. Tuvo una segunda época en 1853.

Desde el 1º de mayo hasta el lo de noviembre aparecieron, en Mendoza, los seis números de La Ilustración Argentina, iniciativa de Rosas para contrarrestar la campaña de Sarmiento desde Chile. El 16 de junio Sastre inició en Santa Fe El Sur Americano, “periódico de religión, política, educación y conocimientos útiles” que salía los sábados.

Entre el lo de agosto y el 30 de mayo de 1852 se distribuyó El Correo Argentino, que por su perfil informativo no demostró adhesión a Rosas.

Ese año se conoció El Diario de Avisos, que duró hasta el 31 de marzo de 1852. Fue un periódico comercial y literario editado por José Tomás Guido, José María Montero y Vicente Pazos Kanki.

1850El 1º de enero, la ciudad entrerriana de Concepción del Uruguay leyó El Porvenir de Entre Ríos, “periódico

universal” según su lema. Meses después, el 27 de noviembre, tuvo también La Regeneración, de Carlos de La Tarde, que tiró 132 números. El 15 de mayo, en Montevideo, el exiliado José Luis Bustamante hizo El Correo de la Tarde, el cual llegó a los 168 números.

En setiembre, salió El Álbum Santafesino de Severo González y Pedro Echagüe. El 27 de noviembre, salió el único número de El Boletín Comercial.

Para esta época los hermanos John y Jacob Brett construyeron el primer cable de telecomunicaciones submarino que tendieron entre Francia e Inglaterra bajo el Canal de la Mancha.

1851El 20 de enero Sarmiento publicó en Chile Sur América, que sólo tiró diez números.El 21 de abril Mármol inició en Uruguay La Semana, que cerró a los cuarenta números el 9 de febrero de 1852.El 1º de mayo Sarmiento comenzó el Boletín del Ejército Aliado de Operaciones Contra Rosas, por orden del

general Justo José de Urquiza, que hizo en una imprenta volante del Ejército. Dejó de salir el 6 de febrero de 1852.El 16 de junio Manuel Toro y Pareja redactó, hasta el 18 de febrero de 1852, El Agente Comercial del Plata.

Entre el 6 de setiembre y el 18 de octubre publicó también Apéndice al Agente Comercial del Plata.El 2 de agosto, Bustamante desde Montevideo escribió el diario La Defensa, que llegó a sacar 51 ediciones, la

última el 3 de octubre.Ese año se publicaron en Entre Ríos El Iris Argentino de Marcos Sastre y Francisco Seguí y El Camuatí (escrito

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en verso), y en Buenos Aires salió La Prensa Nacional.

1852El 20 de febrero la Imprenta del Ejército de San José de Flores sacó el periódico político El Federal Argentino.

El 20 de marzo, Eusebio Ocampo lanzó el periódico satírico El Padre Castañeda, que cerró el 13 de mayo. Entre el 30 de marzo y el 2 de noviembre circuló Buenos Aires Herald.

El lo de abril se abrió Los Debates, periódico tan liberal como sus redactores: Bartolomé Mitre y Juan Carlos Gómez, que desapareció cuando Urquiza clausuró su imprenta. Ese día salió El Progreso, compuesto de documentos oficiales, que duró hasta el 6 de agosto de 1853.

El 1º de mayo Cayetano Casanova sacó El Nacional, primer medio en tener dos ediciones diarias: una al mediodía y otra a las dos de la tarde. Además de Juan Bautista Alberdi (que publicó allí Las Bases), colaboraron Sarmiento, Mitre, Vicente López, Cané y Nicolás Avellaneda, entre otros. El 18 de agosto de 1893 cerró. El 22 de mayo de 1852, se publica El Hijo de Mayo, en San Juan. Bajo la dirección de Guillermo Rawson. El 12 de agosto La Voz del Pueblo de Entre Ríos tiró el primer número de una serie de doce que terminaría en setiembre.

El 3 de octubre La Confederación Argentina editó en Entre Ríos su órgano oficial: El Nacional Argentino, que continuó hasta el 25 de octubre de 1860. Allí colaboraron Del Carril, Gutiérrez, Zuviría, Fragueiro, Mansilla, Alvear, Guido Spano, Vélez Sársfield, Nicolás Avellaneda y Martín Piñeiro. Del 25 de octubre al 22 de diciembre José Mármol imprimió El Paraná.

El 15 de noviembre se reunió la Convención Constituyente de la Confederación Argentina que garantizó el derecho de todos los habitantes de “publicar sus ideas por la prensa sin censura previa” en el artículo 14.

En Santa Fe apareció el Diario de Sesiones del Congreso General Constituyente. Ese año aparecieron también: el diario de la tarde La Crónica, de Federico de la Barra; La Camelia, que redactaba Rosa Guerra; El Español, de Benito Hortelano; El Correo Argentino, fundado por Tomás Guido sobre la base de El Diario de Avisos; La Brisa (del lo al 4 de setiembre); La nueva época (3 de mayo al 23 de junio); La Avispa, Diario del Pueblo y para el Pueblo; que continuó con el título La Avispa en las prisiones y La Avispa. Publicación a vapor Palo de ciego al que no ande derecho. En Salta, Antonio Pardo, José E. Uriburu, Antolín Flores y Juan Francisco Castro hicieron La Organización, que duró hasta

1858. En Entre Ríos, el adicto a Urquiza Enrique Tuvo sacó El Eco del Litoral.En esos días, aparece también La campaña del Ejército Grande, libro donde Domingo Faustino Sarmiento

recopiló los boletines de las fuerzas que comandó Urquiza contra Rosas. Según Leopoldo Lugones este libro es “uno de los hitos del periodismo nacional”.

1853El 3 de febrero, en Corrientes, Vicente Quesada, Juan Pujol y Julián Díaz de Vivar sacaron La Libre Navegar

los Ríos, que continuó a partir del número 69 con el nombre de El Comercio. Finalmente, y entre el 3 de mayo de 1857 y el 29 de mayo de 1859, se convirtió en La Opinión. En marzo, despertó a los porteños Aniceto el Gallo, del unitario Hilario Ascasubi, quien lo definió como “gaceta poco-tristona-gauchi-patriótica”. Dejó de cacarear en setiembre y reanudó su tirada en 1858.

El 7 de agosto los hermanos Héctor y Mariano Varela fundaron, junto con Juan Ramón Muñoz, La Tribuna, apoyando la política de Urquiza. En 1872, sumaron una edición por la tarde y dejó de salir el 27 de setiembre de 1880. La particularidad de este medio es que sirvió de escuela para una gran cantidad de tipógrafos.

El 1º de setiembre, Carlos Pellegrini impulsó la Revista del Plata, especializada en temas agrícolas, ganaderos y científicos; cerró en 1861.

Del 1º al 29 de octubre se cuadró en Buenos Aires El Centinela, que se alineó detrás de Pastor Obligado y exigió la depuración de rosistas de la administración. Le sucedió el periódico El Diablo. Entre el 1’ de octubre y el 5 del mismo mes, pero de 1861, La Religión -periódico teológico social redactado por Pedro Frías- imprimió sus 92 números.

En setiembre la comunidad francesa residente en Buenos Aires pudo leer en su idioma Le Commerce, que terminó el 13 de junio de 1854.

Entre el 7 de diciembre y el 4 de enero siguiente, sopló sobre la ciudad El Pampero, diario humorístico que criticó a La Tribuna.

Ese año, aparecieron también en Buenos Aires los opositores a Urquiza La Lanceta y El Pueblo; El Clamor, que lo apoyaba, y el satírico El duende, que amenazaba con “no dejar títere con cabeza”. En Mendoza, El

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Constitucional, que duró hasta fines del siglo, y El Nuevo Eco de los Andes y en Córdoba, El Telégrafo.

1854Entre el 8 de enero y el 16 de abril se leyeron los trece números del periódico escrito en francés y castellano

Ahasverus-Revue Universelle.Del 1º de marzo al 3 de abril circularon los veintiocho números del diario político, literario y comercial La

Ilustración. Entre el lo de abril y el 6 de agosto se imprimió La Crónica, de Carlos Tejedor y J. Muñoz, que continuó, entre diciembre y enero de 1855 con el nombre de La Opinión. Es en el'55 cuando retomó su nombre primitivo hasta su final en 1856.

Del lo de abril al 5 de agosto de 1858 se distribuyó El Judicial, que tuvo una segunda aparición entre 1864 y 1869. El 25 de mayo apareció en Rosario La Confederación, donde Federico de la Barra publicó documentos oficiales hasta 1861.

El 12 de junio salió la revista sobre legislación, economía, literatura y ciencias naturales El Plata Científico y Literario que dirigió Miguel Navarro Viola y cesó al año siguiente. Del 2 de setiembre hasta el 5 de octubre se tiró el Diario de Avisos, cuyo lema era “La libertad de industria es regeneradora de los pueblos”.

El 18 de setiembre el francés Augusto Leillard sacó en San Juan el periódico Nueve de Julio, creado por decreto del gobierno provincial.

Entre el 18 de octubre y el 23 de diciembre se imprimió El Mercurio, diario de comercio e industria que publicaba leyes y decretos.

Del 28 de octubre al 5 de diciembre se leyó El Noticioso, diario de política, literatura y economía que llegó a los veintinueve números.

El 1º de diciembre el liberal Carlos Quentin editó en francés LEchó du Conimerce, que polemizó con El Nacional sobre el libre cambio hasta que cerró, el 30 de enero de 1855.

Esa Navidad apareció el diario El Plata, que finalizó el 31 de marzo siguiente a Se publicaron también: La Unión, que tuvo dos épocas más: una en 1872 y otra en 1883; Albuni de Señoritas, periódico de literatura, modas, bellas artes y teatro, y Registro Estadístico de Buenos Aires.

1855El 10 de abril comenzó la tirada de El Judicial, que llegaría hasta el 20 de marzo de 1873.Desde el 15 de abril hasta el 23 de junio se imprimió El Internacional, diario político, de comercio y literatura.Entre el 13 de junio y el 11 de julio se publicaron los veinticinco números de El Zuniago, diario de zamba y

humor. En julio empezó El Orden, que terminó en diciembre de 1856. Fue un diario intransigente que combatió la aprobación del Código de Comercio y que hicieron Luis Domínguez, José Mármol, Luis Frías y Francisco Bilbao, este último, llevado ante los tribunales por Sarmiento a raíz de los ataques que recibió desde esas páginas.

El 5 de agosto Sarmiento y Pantaleón Huergo sacaron El Nacional de la Semana, que cerró el 29 de junio de 1856.

Del 25 de agosto al 28 de julio del siguiente año se leyó La Constitución, diario que continuó al periódico político-satírico El Hablador, también de ese año.

El 10 de octubre fue el día de inicio de La Unión, diario industrial, político, literario y comercial que duró hasta el 18 de enero de 1856.

Del 2 al 30 de octubre circularon las veinticinco ediciones de El Uruguay, de José Mármol. En Buenos Aires aparecieron además: El Recuerdo, redactado por un grupo de jóvenes uruguayos y portavoz del círculo literario bonaerense; El Pica-Flor, semanario literario; el diario cómico La Cencerrada; la Revista de los Estados del Plata, sobre legislación, jurisprudencia, economía, política y ciencias naturales; La Comunidad Extranjera, redactado en inglés, francés y castellano, y el Almanaque Comercial y Guía de Forasteros para el Estado de Buenos Aires. En Córdoba comenzaron a venderse El Imparcial y El Diario Comercial, periódico político, mercantil y literario que cerraría nueve años después; en Tucumán se imprimió El Argentino Independiente y en San Luis, La Actualidad.

1856 El 5 de marzo salió la primera de las 39 ediciones de El Heraldo del Plata, que finalizó el 15 de agosto. Entre el 5 de julio y el 29 de noviembre el jefe de la Oficina de Estadística del Estado de Buenos Aires hizo

sonar El Eco de la Campana.Ese mes salió en Catamarca el semanario El Ambato, que en 1858 pasa a ser bisemanario. Lo dirigió José Félix

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Aldao, hijo del fraile Félix Aldao. Con él colaboraron fray Mamerto Esquiú, Vicente Lasco y Sotomayo, entre otros. Siguió, con una interrupción en 1860, hasta mediados de 1861.

Del 6 al 13 de noviembre Francisco Mur escribió El Chicote, que cesó por orden judicial.El 4 de setiembre se imprimió el primero de los dieciséis números que sumaría El Soldado de la Ley, cuyo

principal redactor fue Bartolomé Mitre y que cerró el 21 de noviembre.El 6 de noviembre se imprimió El Orden, primer periódico de Jujuy, fundado por Macedonio Graz, que fue

desterrado por los artículos publicados en esa hoja. Aparece El Labrador Argentino, mensuario agrícola de Eduardo Olivera, fundador de la Sociedad Rural Argentina; El Industrial, repertorio, que se refundo en La Crónica después de 51 números; Telón corrido, La Reforma Pacífica, en diciembre; La Civilización. Revista Mensual Enciclopédica, que se vendía los días 5 de cada mes y en la que escribieron Sarmiento y Alsina; el periódico burlesco El Padre Cobos y, en francés, L'Emigration. Además, se editaron: El Constitucional, El Deseo, La Legión Agrícola, Libre Opinión, La Liga Argentina y el Calendario Instructivo y perpetuo. En La Rioja, en tanto, apareció el periódico La Patria, de Carmelo Valdés.

1857 El primer día del año circuló El rimes Argentino, un periódico de información general que luego tiró veintisiete

números más.El 1º de febrero fue el día del lanzamiento de Chiveri Porteño, dedicado a ridiculizar a Sarmiento, Dalmacio

Vélez Sársfield y otros personajes de la época. El 11 de julio Francisco Bilbao comenzó a dirigir La Revista del Nuevo Mundo, desde donde continuó sus

polémicas con Sarmiento; cerró el 29 de diciembre. El 29 de agosto el telégrafo apareció en Buenos Aires junto con el ferrocarril, cuando el gobernador Valentín

Alsina inauguró los diez kilómetros de vías entre Estación del Parque (donde hoy está el Teatro Colón) y La Floresta. En la instalación del telégrafo intervino el francés Amadeo Berthonnet, que ya en 1855 había presentado una línea experimental de diez cuadras de extensión.

Desde el 13 de diciembre, hasta el 11 de setiembre de 1858, salió el periódico unitario La Espada de Lavalle, que después continuó con el nombre de La bandera de Cepeda.

En Buenos Aires aparecieron también: La Reforma Pacífica (en diciembre, igual que el año anterior); el semanario “satírico burlesco” Don Quijote, de Juan María Gutiérrez; El Porteño, que inició su tercer período, y Los Debates. En Corrientes se conoció La Opinión, que duró hasta 1859, y La Reforma Comercial, de San Nicolás de los Arroyos. En Córdoba El Diario; en San Juan, El Grito, El Porvenir, La Aurora y El Nuevo Agricultor; En Santa Fe, El Pueblo y en Tucumán, El Eco del Norte. Valentín Alsina

1858El 9 de febrero se largó El Estímulo, periódico que reemplazó a El tipógrafo Argentino, suspendido en vísperas

de su impresión. Hasta su cierre, el 6 de agosto, colaboraron en él Gutiérrez y Cané, entre otros.Del 12 al 27 de marzo volvió a cacarear Aniceto el Gallo, nuevamente bajo las órdenes de Hilario Ascasubi. El 14 de marzo comenzó a circular Fray Supino Claridades, periódico cuyas críticas y bromas terminaron al mes

siguiente con sus redactores multados y en el destierro.Entre el 18 de abril y el 16 de junio los negros y mulatos de Buenos Aires tuvieron su órgano en El Proletario.El 28 de mayo San Luis leyó la primera publicación de la provincia. Se llamó La Actualidad y la redactó

Manuel Sáez junto con Juan Llerena, fray Luis Joaquín Tula y José Cortés Funes. Terminó el 30 de diciembre después de haber tirado 107 números.

La mañana del 1º de junio se presentó en sociedad El Registro Gubernativo, que se despidió el 18 de diciembre de 1859.

El 10 de agosto apareció la Revista Española Americana. El 25 de setiembre, después de 16.666 números, calló The British Packet.

El lo de octubre salió la Revista Farmacéutica, órgano de la Asociación Farmacéutica de Buenos Aires que cerró recién en 1904.

El 1º de noviembre apareció Anales de la Educación Común, que al comienzo dirigió Sarmiento y luego Juana Manso hasta su cierre, en julio de 1874. Ese mismo día comenzó a circular el semanario político literario La Regeneración, que cerró en febrero de 1859 tras editar diecisiete números.

Del 14 de noviembre al 27 de marzo de 1859 salió el periódico de variedades y modas La Guirnalda, que tiró

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una veintena de números.En Buenos Aires salieron los periódicos La Raza Africana y El Demócrata Negro, destinados a la defensa de los

negros en la Confederación; La Prensa, de Juan Monguillot, y el periódico patrocinado por la Universidad de Buenos Aires La Nueva Generación, que tuvo tres épocas. En Santa Fe apareció El Patriota y en Salta, El Bermejo.

1859 El V de enero corrió la voz de El Chismoso, que Héctor y Rufino Varela hicieron hasta el 20 de febrero.El 20 de enero se leyó El Museo Literario, órgano del Liceo Literario que dirigió Francisco Bilbao. Entre el 1º de julio y el 19 de febrero de 1860 se distribuyó Las Novedades.El 15 de setiembre circuló un único número de 360 páginas de El Foro.En setiembre, Santiago del Estero tuvo su primer periódico: El Guardia Nacional, semanario que oficialmente

editaba Manuel Taboada y que redactaba Ezequiel Paz. El 1’ de octubre Cané, Avellaneda y Gutiérrez emprendieron la tarea de sacar en Buenos Aires El Comercio. El diario había tenido una primera etapa de catorce años en Montevideo bajo el nombre de El Comercio del Plata y la dirección de Florencio Varela.

A partir del 19 de noviembre Lucio Mansilla hizo los dieciséis números del periódico La Paz pidiendo por la unión de Buenos Aires a la Confederación. Lo cerró el 29 de marzo del año siguiente, cuando se concretó su anhelo.

Ese año, se leyeron además: El Clamor de los Libres, El Hijo de Mayo, El Huracán y El Independiente en Buenos Aires; Revista de Educación, en La Plata; El Eco del Litoral, de Isaac de Tezanos y, Pedro Echagüe, en San Nicolás de los Arroyos; en Catamarca El Burro, sucesor de El Ambato, dirigido también por José Félix Aldao; en Corrientes, Almanaque Histórico y La Unión Argentina, y en Córdoba La voz del Pueblo.

1860 Entre el 5 de enero y el 12 de mayo se imprimieron los quince números del Diario de Sesiones de la Convención

del Estado de Buenos Aires.El 26 de febrero se conoció el único número de La Batalla de Cepeda. A partir del 1º de marzo El Enano propuso “contribuir a la unión de los argentinos aboliendo los partidos”. Este

periódico “de pobres y ricos” cerró el 23 del mismo mes.Del 21 de marzo al 24 de abril Leandro N. Alem fundó y dirigió junio con el poeta Ricardo Güiraldes los cinco

números de El Guardia. El 11 de abril el gobierno de la provincia de Buenos Aires construyó la primera línea cablegráfica pública entre

Estación del Parque y Moreno. Los equipos fueron de la empresa alemana Siemens. El 1º de mayo se fundó el periódico inglés The Standard and River Plate News, cuyo director fue Miguel

Mulhall. La misma empresa editó el Handbook of River Plate, una muy completa guía económica del país. Desde el 15 hasta el 24 de junio se sucedieron los ocho números del también humorístico El Trueno.Entre el 7 de julio y el 11 de agosto recorrieron las calles las seis ediciones de La Bruja, periódico político y

humorístico ilustrado con caricaturas.Entre el 11 de setiembre y el 14 de octubre se distribuyó el diario 11 de Setiembre, que tras veintinueve números

se despidió diciendo: “La indiferencia ha acogido nuestros esfuerzos. Bajamos tranquilos a la tumba con la conciencia de haber cumplido nuestro deber de patriotas”.

En Buenos Aires se editaron además: La Patria, que para Sarmiento era 11 el más correcto redactado en italiano”; Revista Española y Americana, que se propuso “velar por los intereses y porvenir de los españoles del Plata”; La Nueva Generación, que inicia su segunda época atacando a Urquiza, y El Chimborazo, de interés general en tono humorístico. En el interior del país: La Fraternidad, de Catamarca; Boletín Oficial, de Paraná; El Progreso, de Rosario; La Fraternidad, de Santa Fe; El Orden y Registro Oficial, de San Juan; La Reforma Pacífica, de Santiago del Estero; El Eco del Norte, de Salta; y El Eco de la Juventud, de Tucumán.

1861 Entre el 2 de febrero y el 30 de noviembre la comunidad hispana tuvo El Eco Español. El 8 de junio La Gaita,

sumario de literatura popular, abogó por la armonía hispano-americana. El 1º de mayo apareció la Revista Comercial y Administrativa, que a partir del número 412 cambió de nombre

por La Revista. El 6 de julio José María Cantilo redactó el matutino político y literario La Verdad.

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En este período se editan en Salta La Voz del Pueblo; en la provincia de Buenos Aires la oficialista El Progreso, de Diego Alvear y Delfín Huergo; en Catamarca, El Centinela del Norte, La Regeneración y la segunda etapa de El Ambato; en Córdoba, El Pueblo Soberano; Bartolomé Mitre en Jujuy, La Confraternidad; en Paraná, La Luz, La Soberanía del Pueblo, El Correo Argentino, La Patria Argentina, El Nacional Argentino y La Revista del Paraná, de Vicente Quesada (sobre historia y literatura y precursora de la Revista de Buenos Aires); en Rosario, El Eco Comercial y La Nueva Era; en San Juan, El Orden Constitucional; en Salta, La Prensa; en San Luis, El Centinela Puntano; en Santiago del Estero, La Prensa Orgánica, y en Tucumán, El Liberal.

1862 El 1º de enero el “Editor responsable Luzbel” sacó de la imprenta de los infiernos, calle de los condenados” el

periódico El Diablo de Buenos Aires. En setiembre José María Gutiérrez fundó La Nación Argentina para apoyar la obra de gobierno de Mitre.

Desapareció en enero de 1870 para refundarse en el diario La Nación cuando aquél dejó el poder. El 15 de octubre, Tomás Güiraldes dirigió el mensuario de literatura La Primavera.Aparecieron también: El Argentino, órgano del anterior partido nacional; El Siglo, que decía ser “un obrero más

trabajando para consolidar la situación política lograda después de tantos sacrificios” (reaparece en 1878, 1882 y 1901); La Presse, de la comunidad francesa; Revista Mensili Per Gli Italiani, del profesor universitario Gustavo Michelle; El Artesano y El Racionalista. Por otro lado, en el interior salieron: La Reforma, en Catamarca; El Eco de Córdoba, El Estandarte Católico y El Hijo de Mayo, en Córdoba; El Paraná, en la localidad del mismo nombre; La Fraternidad, en Santiago del Estero, y, en San Juan, El Chismoso y el Registro Oficial.

1863El 24 de mayo zumbó una de las más grandes revistas argentinas, El Mosquito, que dirigieron el notable

dibujante Enrique Meyer, el grabador sobre metales Auerbach y el abogado Carlos Paz. Durante los casi treinta años por los que se extendió su publicación, la estructura gráfica de la revista permaneció inalterable: en la tapa el retrato de una personalidad, en las dos páginas internas, caricaturas y, la contratapa, destinada a los textos. Pasaron por su redacción Luciano Choquet, Víctor Milhas, el caricaturista Enrique Stein y el escritor Eduardo Wilde, entre otros. Dejó de salir en marzo de 1893 con el único intervalo de dos meses a causa de la terrible epidemia de fiebre amarilla que azotó a Buenos Aires.

También de mayo data la Revista de Buenos Aires, importante publicación de Miguel Navarro Viola y Vicente Quesada que sacó un total de 96 números hasta su desaparición, en abril de 1871.

Entre el 21 de junio y el 14 de febrero de 1864 se leyeron los 35 números que tuvo El Pensamiento Argentino, periódico “religioso, literario, político y científico”. En el interior del país aparecieron: en Córdoba, La Fusión y La Opinión Pública; en Mendoza, y por tres años, El Constitucional; en Paraná, El Litoral; en La Rioja, El Famatina; en Santiago del Estero, El Pueblo (que redactó Eusebio Gómez hasta el cierre, tres años después), El Picaflor, de Luis Varela, y El Norte, periódico político que salió de la imprenta oficial y duró ocho años; en Salta, La Época, El Libre y El Salteño y en San Luis, El Porvenir

1864Desde el lo de enero hasta el 29 de febrero de 1880, se imprimió El Correo del Domingo, semanario ilustrado de

literatura, ciencias y artes. Entre el 15 de febrero y el 26 de agosto los porteños pudieron leer alguno de los veintidós números del

quincenario El Correo de Buenos Aires, dedicado a la historia, la literatura, las artes e industrias, las modas y las variedades.

De marzo a abril se distribuyeron los cinco números del periódico ilustrado La Flor del Aire.El 8 de abril apareció el primer número de la Revista Médico Quirúrgica, que se publicó cada quince días hasta

1883 y que redactaron Ángel Gallardo y Pedro Mallo.Del 1º de julio al 25 de setiembre aparecieron los trece números de La Universidad.También salieron ese año: El Estandarte Católico, que sucedió a El Pensamiento Argentino; una sola edición de

Revista de Legislación y Jurisprudencia, Análisis del Museo Público de Buenos Aires, que dirigió Germán Burmeister; La Palabra de Mayo, dirigido por Tomás Oliver; La España, que hasta 1869 hizo Benito Hortelano, periodista e impresor español; El Pueblo, que dirigió Juan Chassing con la colaboración, entre otros, de Carlos Paz, Argerich y Avellaneda; El Diablo, que fundó José María Gutiérrez, y El Eco de la juventud. Y las publicaciones en

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otros idiomas: The River Plate Magazine, Le Progress, en francés, y Corriere Italiano, de Juan Cervetto, L'Imparciale y L'Italia del Giorno para la comunidad italiana.

1865 En marzo salió Escuela de Artes, trimestral redactado por el personal de la Escuela Normal de Palermo.El 1º de julio se distribuyó L Unión Franlcaise.Entre el 17 de setiembre y el 22 de febrero de 1879 se sintió El Latigazo, periódico satírico y burlesco. Ese año

salieron a la luz: La Razón Española, que se convertirá más tarde en el Diario Español; Le Courrier de La Plata, que cerró en 1942; L'Echo Francaise; L'Italia; Eqo de Comercio; El Bonaerense, semanario político y literario; Revista de Ciencias y Letras del Círculo Literario; El Amigo del Pueblo; La Discusión en Córdoba; El Independiente y La Esperanza, en Corrientes, y El Aguijón, en Salta.

1866 El 26 de julio salió La América que redactaron Olegario Andrade y Carlos Guido Spano y que terminó en

febrero de 1869.El 30 de setiembre Eduardo Olivera fundó Anales de la Sociedad Rural Argentina, donde colaboraron

Sarmiento y Gutiérrez, entre otros.Se conocieron también: Anuario de la imprenta: La Revista; El Pueblo, de Catamarca; Las Provincias, de

Córdoba; El Eco de Corrientes, en esa provincia; El Progreso, de Gualeguay; El Argentino, de Paraná; La Regeneración, de La Rioja; El Correo del Norte, de Salta; La Reforma, de San Juan, y, en inglés, de Standar Weekly.

1867 El 15 de noviembre Ovidio Lagos fundó en Rosario La Capital, considerado el decano del periodismo argentino. El 2 de diciembre apareció El Porvenir Argentino, representante del partido federal que cerró el 31 de marzo de

1868. Manuel Bilbao director de La República creó el primer diario que se vendió en la calle a precio económico. Además, salieron: El Inválido Argentino, de la Asociación Protectora de Los Inválidos, donde colaboraron

prestigiosos intelectuales; El Boletín de la Provincia, dedicado a las poblaciones de campaña; La Escuela Primaria, de aparición bisemanal dedicada a la educación; El Auxiliar,« El Nemónico y El Rebelde. En Córdoba, Ramón Gil Navarro redactó El Progreso, de orientación federal.

1868 Durante el primer trimestre del año apareció La Revista Argentina, que dirigió Pedro Goyena con José Manuel

Estrada. Trató temas políticos, históricos, económicos, educativos, científicos y filosóficos hasta su cierre, en abril de 1872.

El 5 de marzo se distribuyó Los Intereses de los Argentinos, órgano católico que cesó el 1º de julio de 1870. El 1º de mayo el general Mansilla publicó La Patria, donde colaboraron Aristóbulo del Valle y Federico

Torrado, entre otros.El 28 de junio Olegario V Andrade redactó el primer número de El Pueblo Argentino, donde Eduardo Gutiérrez

publicó algunas de sus novelas policiales y gauchescas. El 1º de setiembre una resolución del Gobierno Provisional creó la Revista del Archivo General de Buenos

Aires, que un año después fundó Manuel Ricardo Trelles y que salió hasta 1872. Entre el 18 de octubre y el 10 de enero de 1869 apareció el semanario literario El Alba, en el que colaboraron

Mitre y Ricardo Gutiérrez.Desde el 25 de octubre hasta el 1º de enero de 1871, El Nacional de la Semana recopiló leyes, documentos y

artículos de fondo de El Nacional. Además del periódico italiano La Nazione Italiana, aparecieron: El Brujo, La Chula y La Opinión Pública en

Buenos Aires; Las Provincias Unidas en Córdoba; La Voz de la Patria en Corrientes; La Época en Jujuy; La Nueva Generación en La Rioja y Los Intereses de Cuyo, La Lechuza y El Rebenque en San Juan.

1869El 15 de febrero salió el diario de la tarde El Argos. El 1’ de mayo se habilitó el telégrafo desde la ciudad de

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Buenos Aires hasta Rosario.El lunes 18 de octubre a las tres de la tarde, los porteños escucharon por primera vez el voceo de La Prensa. José

Clemente Paz, su fundador, impulsó un nuevo tipo de periodismo apartidario que presentó la información como imparcial. La dirección de esa hoja impresa por ambos lados a cinco columnas recayó en su amigo Cosme Mariño. Cuando en julio de 1871 se convirtió en matutino, de la imprenta ubicada en Moreno 73 salían unos tres mil ejemplares que se fueron multiplicando hasta alcanzar los 125.000 a principios del 1900. El crecimiento de la empresa motivó la construcción de un suntuoso palacio a pocos metros de Plaza de Mayo que, con progresiva caída de la tirada y una seguidilla de ventas accionarias, pasó a la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires a mediados de 1990. Es el medio que tuvo mayores problemas con el peronismo, que lo expropió; recién fue devuelto a sus dueños por el gobierno militar que en 1955 derrocó a Perón.

Ese año, Sarmiento clausuró el diario de la mañana fundado por José Hernández El Río de La Plata. Allí colaboraron entre otros, Estanislao Zeballos y Cosme Mariño, que pasaron a La Prensa opositora a Sarmiento. Entre los medios aparecidos ese año cabe citar a La Verdad, El Gobernador, El Gringo, El Lince, El Ministerio, El Momento, El Porteño, El Progreso, La cartera de Orión, La Jeringa, La Lira, La Viuda y Los Negros.

1870 El 4 de enero salieron los primeros mil ejemplares del diario La Nación bajo la dirección de Bartolomé Mitre.

Antes de terminar el siglo XIX fue clausurado dos veces.También en enero se distribuyó el Boletín Bibliográfico Sudamericano, el primero de este género en Buenos

Aires; consistía en un simple anuncio de los libros en venta en la librería Mayo de Carlos Casavalle, el editor. Ese año salieron además los siguientes periódicos: Anales de la Sociedad Tipográfica Bonaerense, El Fénix, La Africana, La Enseñanza Libre en las Escuelas del Pueblo, Los Meteoros, La Revista Económica del Río de La Plata y el primer diario en idioma alemán: Deutsche La Plata Zeitung, copiado del Deutscher Pionier, primer diario alemán que circuló por la ciudad.

El 18 de mayo se habilitó el telégrafo desde Rosario hasta Córdoba.

1871A partir de abril y hasta 1877 Andrés Lamas, Vicente Fidel López y Juan María Gutiérrez redactaron

mensualmente La Revista del Río de La Plata, especializada en historia y literatura y señalada como una de las más importantes del género en Latinoamérica.

El 1º de julio salió la Revista de la Sociedad Estímulo Literario. Entre el 1º de setiembre y el 1º de mayo de 1972, circuló Revista Criminal de Pedro Bourel.Del 15 de octubre al 13 de julio de 1873 apareció la Revista Universitaria.La fiebre amarilla aterrorizaba Buenos Aires y dos periódicos de aparición esporádica se encargaron

exclusivamente del tema: uno se llamó El Boletín de la Epidemia y el otro Marcha de la Epidemia. En ese año se destacaron: El Eco del Plata, El Plata Ilustrado (interesante semanario que salió hasta 1873), El 13 de diciembre (revista universitaria redactada por José María Cantilo), El Monitor de la Campaña, La Revista Masónica Argentina, La España y el Boletín de la Exposición Nacional de Córdoba.

1872 Este fue un periodo particularmente fecundo para el periodismo: funcionan en Buenos Aires veintiséis

imprentas que editan 94 diarios, de los cuales 44 aparecieron ese año. De éstos, los más importantes fueron: El Americano, editado en París por Héctor Varela para publicitar al país en Europa; El Correo Español, órgano de la colectividad que dirigió el liberal mitrista Enrique Giménez; La Pampa, matutino fundado por Ezequiel N. Paz al retirarse de La Prensa, que duró hasta 1886, y El Operaio Italiano, fundado por un grupo de obreros, de redacción anónima y financiado con contribuciones personales que en 1883 seguía apareciendo.

El 7 de abril apareció El Comercio del Plata. El 8 de octubre se imprime por primera vez el bisemanario La Defensa de Mercedes.Aparecieron además: La Educación Moderna, Ateneo Argentino, El Mercantil, El Cóndor, El Estudiante, El

Porvenir Literario, El Verano, La Libertad, La Campaña, La Cartera Misteriosa, Revista Quincenal, Las Familias, La Política, Recreo de las Niñas y Semanario de las Niñas, y los semanarios El Eco de las Niñas y Ecos Perdidos, entre otros.

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1873Entre enero y octubre apareció el mensuario Anales de Agricultura de la República Argentina. Desde el 23 de

mayo hasta el 15 de setiembre salió la Revista de Derecho.El 1º de agosto se imprimió la Revista Comercial.El 16 de noviembre empezó El Monitor, semanario de política, literatura y ciencias que terminó el 18 de enero

de 1878. Ese mismo día, salió otro semanario político y literario, se llamó El Constitucional, lo fundó Antonio Balleto y cesó el 18 de enero de 1874.

Aparecieron también: El Centinela del Norte, periódico de San Nicolás de los Arroyos que en 1875 cambió su nombre por el de El Norte de Buenos Aires y en 1881 se convirtió en diario, manteniéndose hasta 1925; el semanario Actualidad, La Gaceta Mensual, La Libertad que dirigió Manuel Bilbao hasta su cierre en 1882; La Providencia, que contenía caricaturas y combatía a Sarmiento y Avellaneda; la revista quincenal La Nueva Era, El Amigo del Pueblo, El Progreso, de Flores, El progreso de Quilmes, Revista de La República, La Democracia, Revista Espiritista, La Redención y la Revista Masónica, entre otras.

1874El 4 de febrero apareció el diario El Autonomista, político, económico y comercial. El 15 de julio se distribuyó la Revista Literaria, de Carlos Vega Belgrano, donde colaboraron José Tomás

Guido, José María Cantilo y Juana Manuela Gorriti, entre otros. Sacó ocho números, el último, el 1º de setiembre de 1875.

El 1º de agosto salió la revista semanal El Católico Argentino, que desapareció el 12 de febrero de 1876. El 5 de agosto el presidente Sarmiento inauguró las comunicaciones a través del cable telegráfico trasatlántico

que unió a la Argentina con el resto del mundo.Se conocieron además: La Unión Argentina, que dirigió Ángel Carranza y difundió las ideas del partido

nacional; Anales Científicos Argentinos, Anales de la Sociedad del Círculo Médico Argentino, Boletín mensual del Instituto Bonaerense de Numismática y Antigüedades, el semanario de historia, literatura y ciencias Revista Americana, El Telégrafo de La Pampa de Buenos Aires. En el interior aparecieron: El Pampero primer diario de Pergamino; El Trasandino en Catamarca; El Eco de los Andes en Mendoza; La discusión de Salta; la segunda época de Los Debates de San Juan y, en Santiago del Estero, Agustín Argibay redactó el bisemanario El Eco del Norte para apoyar la candidatura de Mitre.

1875Entre el 16 de enero y el 23 de marzo apareció El Comercial, diario de la tarde cuya redacción era anónima.El 7 de febrero se distribuyó la revista dominical literaria La Ondina del Plata, que dirigió Luis Pinto. Su última

entrega fue la número 237 del 24 de agosto de 1879. El 4 de marzo brotó El Petróleo, “órgano de las últimas capas sociales y de las primeras blusas comunistas”, según decía el agregado al título.

Del 29 de marzo al 9 de abril se anunciaron los once números que alcanzó el diario de la tarde El Pampero, de Andrés García. El 1’ de mayo salió El Correo Argentino, fundado por Eduardo Olivera, director de Correos. Entre el 2 y el 23 de mayo circuló el semanario dominical La Revista Teatral.

El 1º de julio el Barrio de la Boca tiró el periódico El Ancla. El 9 de setiembre apareció La Aspiración, de la ciudad bonaerense de Mercedes.

El 25 de setiembre se inauguró una línea telegráfica subfluvial a la isla Martín García.Entre el 2 de diciembre y el 31 de agosto de 1876 salió Antón Perulero, periódico satírico de política y literatura

cuyo dueño era el español Juan Villegas. Circularon además: El sombrero de don Adolfo, periódico satírico, El Gorro de Dormir, El Industrial, El taquígrafo, El Tribuno, Il Gacetíno e il Cosmo, El Maldiciente, La Alborada del Plata, La Época, La Falsa Política, La Reforma, Revista Comercial y Madtima del Comercio del Plata, Revista Militar Argentina, Revista Literaria, Revista semanal de Literatura y Moda. Los periódicos en otro idioma: Le Revolucionaire en francés, The Southem Cross en inglés, los alemanes Argentinisch-Deutsche Wochenblatt y Argentinísch-Deutsche Zeitung. En Santiago del Estero Juan Iramain sacó U Libertad, periódico que ya había editado en Tucumán.

1876 El 10 de marzo el escocés Alexander Bell pronunció en Boston las primeras palabras reconocibles a través de

una línea eléctrica y exhibió el primer modelo funcional de un teléfono.

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El 15 de setiembre el escocés Williams Cathcart hizo circular una página semanal de información comercial y marítima que llamó The Buenos Ayres Herald. Un año después, el norteamericano D. W. Lowe lo convirtió en una publicación esporádica y amplió sus áreas de cobertura. Unos años después, ante un pedido del general Julio Roca, el Herald envió un corresponsal a la campaña al desierto. Recién en 1913 se convirtió en diario, en 1926 pasó a manos de los hermanos Julius y Claude Rugeroni y en 1959 comenzó a publicar suplementos los fines de semana. Una década después, la empresa norteamericana Charleston Publishing Company se convirtió en accionista mayoritaria. Además de haber sido el primer medio que contó con servicio cablegráfico regular de Europa, el Herald tuvo una actitud de muchísima valentía durante la última dictadura militar, cuando informó sobre la violación de los derechos humanos, lo que a su editor, Andrew Graham Yool, le costó el exilio.

Salieron entre otros: El Correo de los Niños y El Correo de las Porteñas, el diario científico y literario El Cronista; el mensuario El Plata Literario; el semanario humorístico Antón Pijotero y el periódico satírico El Bicho Colorado, el Chaco, de la provincia homónima, y en Santiago del Estero aparecieron: El Vulgarizador redactado por Pedro Vieyra, La Prensa Libre, de gran tamaño (50 x 40 cm), que presentaron Federico Álvarez y Ramón Pizarro, y los pequeños semanarios La Charata y El Coyuyo, dedicados a la crítica social y política.

1877En Buenos Aires aparecieron El Boletín Militar, la revista semanal espiritista Constancia, la revista ilustrada de

artes y literatura Crónica Teatral, El Economista, el periódico semanal El Álbum de las Niñas, la revista literaria El Amigo del Hogar, el semanario de ciencias sociales y literatura Revista del Domingo. También los periódicos humorísticos Doña Mariquita y El Arlequín; y las publicaciones en italiano La Patria degli Italiani, que cambió su nombre varias veces, y los republicanos Il Libero Pensiero y LAmico del Popolo, o En el resto del país: El Pueblo de Avellaneda; El Audaz, de Santiago del Estero, dirigido por José Ábalos, y las publicaciones salteñas La Opinión, La Libertad y El Eco de Salta. Ese año se inauguró además la sucursal local de la agencia de noticias europea Havas.

1878Ese año aparecen unos cuarenta periódicos, casi todos de poca trascendencia y por poco tiempo. De ellos los

más importantes fueron: La Patria Argentina, que dirigió José María Gutiérrez y donde el escritor Eduardo Gutiérrez publicó en folletín sus novelas Juan Moreira, El Jorobado y Juan Cuello, entre otras; el diario de la mañana La Campaña y el semanario de modas El Álbum del Hogar. Además, se conocieron los periódicos en alemán Argentinisches Wochenblatt y Deutscher Pioner Am Río de la Plata y en italiano, LOperaío.

1879Se registran una veintena de nuevas publicaciones. De todas, la que más se destaca es la Revista de la Biblioteca

Pública de Buenos Aires, dirigida por Manuel Ricardo Trelles. Luego continuó con el nombre de La Biblioteca, bajo la conducción de Paul Groussac.

Del 8 de junio al 5 de octubre el Círculo Científico Literario hizo dieciocho números de la Revista Literaria.El 20 de agosto se editó La Revista de Ganadería, que hasta su cierre, el 18 de diciembre de 1880, tiró 32

números.El 1º de octubre apareció el periódico La Industria.Dos provincias dieron nuevas publicaciones: Córdoba con La Voz de Río Cuarto, dirigido por Simón Oswald,

de tendencia liberal; La Carcajada, fundada por Armengol Tecera; La Patria y El Pensamiento, periódico de costumbres; y Salta con La Civilización y El Demócrata.

1880En abril se conoció la Nueva Revista de Buenos Aires, dedicada a temas de historia, política y ciencia. La

dirigieron Vicente y Ernesto Quesada, quienes sacaron 45 números, el último en julio de 1885. Manuel Estrada dirigió la segunda época de la Revista Argentina, que llegó hasta 1882. Otro medio importante

fue La Revista Argentina de Ganadería y Agricultura, con información comercial, “agrícola y pastoril”.En el resto del país surgieron publicaciones como L'Eco delle Colonie de Rosario; Deutsche La Plata Zeitung en

la ciudad de La Plata; La Unión Nacional y La Voz de la Juventud en San Luis; El Bien Público de La Rioja, y en Córdoba La Prensa Católica y El Interior, que dirigió Benjamín Posse hasta que el 11 de setiembre de 1890 fueron rematadas sus instalaciones en pleno centro de la ciudad.

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1881El 15 de enero el Ministerio de Guerra y Marina lanzó la Revista Militar y Naval. De abril a julio salió la

publicación quincenal Revista Médico Quirúrgica.El 28 de setiembre Manuel Láinez dirigió el comienzo de El Diario.Los porteños leyeron en esos días La Ilustración Argentina, revista que aparecía cada diez días con grabados de

Reynaldo Giudice, Eduardo Sivori y Lucio Correa Morales. En Santiago del Estero se conocieron el periódico oficialista El Ferrocarril, que redactaron Federico Álvarez y Ramón Pizarro y que duró hasta 1883, y El Pueblo, órgano político del Círculo de Francisco Olivera. En Bahía Blanca se distribuyó El Porvenir, fundado por Lucas Abad; en Villa Mercedes, San Luis, salió El Argentino; en Salta, La Situación y en San Juan, El Aspirante. Ese año comenzó a difundirse en el mundo el uso del fotograbado, que permitió imprimir, mediante prensas tipográficas, dibujos y fotografías. Otro procedimiento habitual era la fototipia, que permitía obtener clisés tipográficos y que en lugar de trabajar sobre capas de zinc o cobre -como en el fotograbado- se hacía sobre una capa de gelatina bicromatada.

1882El 20 de octubre Adolfo Calle fundó Los Andes de Mendoza, todavía en circulación.Ese año salieron El Orden de Tucumán, fundado por León M. Rosenwald, y el periódico católico La Unión de

Jujuy, que participó de las controversias religiosas y educativas de aquellos años, pero que se destacó por sus secciones de letras y teatro. En Buenos Aires apareció la revista literaria y musical Nuevo Fígaro.

1883El 6 de julio salió El Amigo del País, diario político, literario y mercantil que cesó el 16 de octubre con 85

ediciones. Colaboraron allí Ángel Navarro, Juan María Gutiérrez y Marco Avellaneda. También salieron Fígaro, diario de formato pequeño que atacó duramente a los católicos, y La Crónica, que cesó

tres años más tarde; el quincenario Revista Científica y Literaria, que dirigió Calixto Oyuela, La Voz de la Iglesia, con materiales más amplios que los que sugería el título duró casi veinte años y La Universidad que cerró en 1885. Mientras, los catamarqueños leyeron Brisas Andínas y El Creyente, en Santiago del Estero se distribuyeron El Bonachón y El País; y en Mercedes, provincia de Buenos Aires, se conoció El Oeste.

1884El 2 de marzo salió el diario El Día de La Plata, todavía en circulación.El intelectual francés Paul Groussac fundó el vespertino político y literario Sud América, que apoyó a Julio

Argentino Roca y tuvo como colaboradores a Carlos Pellegrini y Lucio V. Mansilla. También para entonces, se echó a andar Don Quijote, de la mano de Eduardo Sojo. Su fuerte eran las caricaturas políticas que hicieron los dibujantes Manuel Mayol y José Cao. “Se compra pero no se vende” era el lema de la publicación, que se burlaba de todos pero sin excesos ni chabacanería y que dejó de salir en 1903.

En Córdoba el presbítero Fernando Falorní sacó La Prensa Católica y Carlos Roldán Vergés editó Los Estados, de tendencia liberal. En la tranquilidad provinciana de Jujuy irrumpió el periódico El Liberticida.

1885Las publicaciones más importantes que aparecieron en Buenos Aires ese año fueron La Gaceta Musical,

semanario sobre música con ilustraciones; El Liberal, El Orden y El Censor, fundado por Augusto Belin Sarmiento, nieto del ex presidente de la Nación.

En la localidad bonaerense de Azul, Mariano C. Berón largó La Enseña Liberal, en Chivilcoy salió el periódico La Democracia, mientras que en Bahía Blanca Luis Chiaronti hizo El Argentino y en La Plata apareció la publicación de viajes y literatura La Revista de La Plata.

En Salta salieron El Diario Popular, La Juventud, La Esperanza, El Lector y El Progreso de Cafayate. En Catamarca se publicaron El Deber, El Autonomista, La Unión Catamarqueña y Catamarca. En Santiago del Estero se distribuyeron El Fiel Católico y El Periódico; en Rosario, La Nueva Época y en San Luis, La Opinión Nacional.

1886 El 1º de marzo se realizó la primera comunicación telefónica de larga distancia en la Argentina, entre las

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ciudades de Buenos Aires y La Plata.En Buenos Aires Adolfo Carranza dirigió la Revista Nacional, dedicada a la historia argentina y americana, que

tuvo una permanencia de dos décadas. Allí salieron, además, La Elegancia Porteña, La Educación, la Revista de la Asociación de Maestros y La ilustración Infantil, destinada a los chicos.

En Córdoba, el presbítero Jacinto Roque Ríos dirigió el periódico católico El Porvenir; en la localidad de Villa Mercedes, San Luis, surgieron La Libertad y El Eco del Sur; en Concordia, Entre Ríos, El Amigo del Pueblo; en Catamarca aparecieron El Progresista y El Calchaquí. En la localidad bonaerense de Quilmes se imprimió El Quilmeño, que en 1910 tomó el nombre de El Provincial Y en Chascomús, El Argentino. La introducción de la linotipo en los procesos de impresión revolucionó la industria editorial. El invento de Ottmar Mergenthaler permite la distribución automática de los blancos, ensanchándolos o comprimiéndolos de acuerdo con la longitud de la línea.

1887En marzo, Teófilo Gemila fundó La Reforma de Tres Arroyos.En Buenos Aires los maestros de la Capital sacaron el periódico El Plata, la masonería de la República

Argentina editó la revista La Acacia y se distribuyeron El Porteño y la Revista de Productos del País.En Salta apareció El Nacional, en Concepción del Uruguay la revista quincenal de artes, ciencias y letras El Investigador, en Rosario de Tala La Voz de Tala y La Democracia, en Rosario El Municipio, en San Luis El

Destino y en Córdoba La Bandera Italiana.

1888El 20 de julio salió El Sud-Americano, periódico quincenal ilustrado que dirigió C. A. Shoollred y en el que

colaboraron Bartolomé Mitre y Mariano Pelliza. En Buenos Aires se editaron, entre otros, La Campaña Argentina (hasta el año siguiente), la Enciclopedia

Militar que continuó hasta 1905, El Ingeniero Civil, órgano de la sociedad de ingenieros civiles de la República Argentina, y la Revista Patriótica del Pasado Argentino, que dirigió Manuel Ricardo Trelles. También salieron dos nuevos periódicos en otro idioma: Buenos Aires Handels-Zeitung (que fue suspendido durante la Primera Guerra Mundial y cerró en 1922) y Bolletino Mensile della Camara di Comercio ed Arti in Buenos Aires.

En la localidad bonaerense de Zárate se editó El Zarateño, en Tres Arroyos Los Libres del Sud en Catamarca El Montañés, en San Luis Tribuna y El Iris, en San Juan El látigo y en Santiago del Estero El País.

1889 En Buenos Aires aparecieron Argentinisches Tageblatt, periódico alemán fundado por Juan Alemann todavía en

circulación, Revue Illustrée du Río de La Plata, publicación sofisticada y frívola destinada a la colectividad francesa, El Oriente, El Bien Pobre Y en Tres Arroyos.

El Pueblo. En San Juan se editaron El Estudiante, La Provincia y El Porvenir, en Villa Mercedes, San Luis, El Centinela, en Catamarca Los Andes, en Santiago del Estero El Dulce, en Rosario The Argentine News y La Opinión de Zárate que fundó Manuel Dobarro.

1890 Aparecieron en Buenos Aires La Bomba, Revista Ítalo-Americana, Le- petit Journal, el periódico semanal La

Iberia y El País, mientras que en la localidad de San Fernando lo hizo El Pueblo y en Arrecifes, El Deber. Se distribuyó Chaco, el primer periódico chaqueño que, sin embargo, se editó en la provincia de Corrientes. En

Catamarca salieron La Reacción, Fra Diavolo, La Provincia y Bicho Feo; en Santiago del Estero Unión Cívica y Anales de la Educación; en Mendoza, La Libertad, del liberal Antonio Rodríguez del Busto, y en San Luis, La Propaganda y El Comercio.

1891El 17 de enero de 1891 se inició en Chubut el periódico de nombre galés Ydrafod, que significa “acuerdo”. El 2 de febrero los periodistas de Buenos Aires fundaron el Círculo de Cronistas, que el 26 de abril de 1898

cambió su nombre por el de Círculo de la Prensa. La entidad nació con fines cooperativos y en defensa de los intereses gremiales que ya en esa época empezaban a asomar.

En Buenos Aires se imprimieron El Mundo del Arte, El Cascabel, el vespertino La Defensa del Pueblo, La

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Tarde y el periódico Pif-Paf. En Catamarca, La Nueva Era; El Estudiante en Santiago del Estero, El Cívico en Salta, y en Rosario Canta Claro, entre otros a La industria gráfica inventó la trieromía, método de impresión para reproducir imágenes color empleando sólo los tres colores primarios.

1892Desde el 3 de abril hasta el 9 de abril de 1928 se imprimió El Independiente de San Pedro. De las publicaciones aparecidas este año, se destacan La Ilustración Sud-Americana, Le Courriere Suisse, The

Times of Argentine de Buenos Aires; Juan Fom Artigas fundó el primer periódico pampeano en General Acha, al cual llamó La Pampa; después cambió su nombre por La Capital y se trasladó a Santa Rosa. También se imprimieron La Reforma de San Luis y El Inmigrante de Rosario.

1893 El 17 de junio apareció el primer número de La Nueva Revista, publicación de carácter literario con amplia

información sobre la actualidad nacional e internacional. Trabajaron en ella Roberto J. Peyró y Leopoldo Díaz, entre otros. Desapareció el 31 de agosto de 1894.

El 2 de agosto Guillermo Stok fundó y dirigió La Quincena, revista literaria que difundió el modernismo. Entre las publicaciones que se conocieron ese año están: Álbum de la Guerra del Paraguay, La Baskonia Argentinishe Novine de Buenos Aires; El Imparcial de Rauch; El Pueblo, de Azul, que dirigió Manuel C. Chaz, y La Ley de Salta.

1894El 7 de abril Juan B. Justo fundó La Vanguardia, órgano oficial del Partido Socialista.El 22 de abril se publicó en Córdoba Los Principios. El 20 de agosto se publicó el primero de los tres números

quincenales que tuvo La Revista de América, dirigida por Rubén Darío y Ricardo Jaimes Freyre. Mientras Paul Groussac sacaba Le Courriere Francais en Buenos Aires, en Santiago del Estero apareció La Unión Provincial y en Salta, El Bien Público, entre otros.

1895 Ese año aparecieron las siguientes publicaciones: Causas Criminales y Mundanas” El País y Vitalia al Plata en

Buenos Aires; El Porvenir en 9 de Julio; El Alfiler en Santiago del Estero; La Actualidad en Salta y El Tribunal de Comercio en Rosario.

1896Se conocen en estos días La Revista Rural de Buenos Aires; El Imparcial de 25 de Mayo; El Noticiero de San

Nicolás; La Tarde de Dolores; La Razón de Salta; el Progreso de Mar del Plata (que duró hasta Solo 1942) y en Concepción del Uruguay La Juventud, entre otros.

1897El 6 de marzo se fundó el todavía existente diario La Unión, de Lomas de Zamora.Entre el V de abril y v el 15 de setiembre circularon los doce números de La Montaña, “periódico socialista

revolucionario” dirigido por los jóvenes Leopoldo Lugones y José Ingenieros. El quincenario, de ocho páginas de formato tabloide, dio espacio a las ideas de la época.

El 13 de junio salió La Protesta y ese mismo mes se lanzó El Maquinista Naval, órgano del Centro de Maquinistas Navales.

También se sumaron La Revista Moderna, el periódico semanal ilustrado La vida en el Hogar, El Sordo-Mudo Argenmanal ilustrado La V tino, órgano del Instituto Nacional de Sordo-Mudos, El Oriental y La Ingeniería de Buenos Aires; además de La Gaceta Comercial de Salta.

1898El 1º de agosto apareció La Nueva Provincia de Bahía Blanca, todavía en circulación.El 9 de octubre apareció el primer número de Caras y Caretas, una de las más grandes revistas de la historia

argentina. Su creador fue José Sixto Álvarez, “Fray Mocho”. Cerró el 17 de octubre de 1938. Publicó 2.139 números.

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El 3 de noviembre en Santiago del Estero se imprimió por primera vez El Liberal, que sigue informando a sus lectores. Ampliaron el número de publicaciones nuevas El Mercurio de América de Buenos Aires; La Razón de San Fernando y La Ley de Mercedes.

1899 El 24 de junio Dionisio Recabarren fundó El Popular de Olavarría, que continúa la labor informativa. Ese año

también el público conoció la revista semanal de artes y literatura Instantáneas Argentinas, el semanario ilustrado Iris, El Tribuno, La Plaza y El Diario del Pueblo de Buenos Aires. Además de los periódicos El Independiente de Trenque Lauquen; El Municipio de Tandil; La Reforma de Santiago del Estero y Búcaro Salteño de Salta.

1900El 31 de marzo Emilio Saporiti fundó en la Argentina la primera agencia de noticias de América y la sexta del

mundo. Se trató de la Agencia Saporiti. El 1º de abril irrumpió el diario religioso El Pueblo, dirigido por José Sanguinetti. Este año el diplomático y

político Carlos Pellegrini fundó el diario El País.

1901Ese año se conoció el diario La Argentina.

1902El 14 de setiembre se fundó La Voz del Pueblo de Tres Arroyos, provincia de Buenos Aires.

1903En mayo apareció la revista Ideas, creada y dirigida por Manuel Gálvez. Colaboraron allí José León Pagano,

Roberto J. Peyró, Alberto Gerchunoff, Julián Aguirre, Ricardo Rojas y José Ingenieros. Salió a lo largo de menos de dos años.

1904El 30 de enero apareció la revista El Hogar, que primero fue quincenal y luego semanal. El 15 de marzo se leyó por primera vez, en Córdoba, el diario La Voz del Interior, que aún sigue en circulación.El 24 de setiembre el periodista Eustaquio Pellicer fundó la revista PBT Se presentó al público como “un

semanario infantil para chicos de 6 a 80 años”. Tuvo una de las primeras historietas cómicas de ciencia-ficción del país, llamada “El explorador interplanetario”, que hacía el español José Serrano. De ser crítica de los distintos gobiernos, la revista pasó en la década del cincuenta a alentar una posición cercana al oficialismo peronista.

1905El 1º de marzo Emilio Morales fundó el diario La Razón, que dirigió José Cortejarena y que hasta su cierre

definitivo, en 1990, controló la familia Peralta Ramos. Dos de quienes fueron sus secretarios generales de redacción, están entre los periodistas más prestigiosos del país: Félix Laiño (entre 1937 y 1984) y Jacobo Timerman (1984), que lo convirtió en matutino.

En marzo comenzó su tirada el diario La Verdad, de la localidad bonaerense de Ayacucho, que aún permanece en el mercado.

El 25 de mayo, Tomás Stegagnini creó el diario La Capital de Mar del Plata.

1907Ese año, Alfredo Bianchi y Roberto E Giusti fundaron la revista Nosotros, de la que editaron más de

cuatrocientos números a lo largo de 36 años. Fue una expresión de la gente de letras que se basó en un “pensamiento universal en el que sobresalieron la línea democrática, ecléctica americanista”.

1908El 26 de julio se conoció el diario porteño La Voz Argentina.El 2 de noviembre el diario El Cronista Comercial inició su tirada.

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1909El 3 de julio se conoció la revista infantil Tit Bits.El 4 de marzo Gustavo Ageret fundó el diario El Liberal, de Corrientes.

1910El 16 de mayo inició sus servicios la agencia de noticias Los Diarios, que distribuyó a sus clientes material

recortado y clasificado de otros medios gráficos.El 16 de noviembre apareció, por primera vez, el diario La Razón de Chivilcoy.

1911El 7 de enero surgió la revista El Mundo Argentino de Editorial Haynes, que también sacó ese año la

publicación Mundo Moderno. El 6 de febrero se distribuyó El Argentino de Gualeguaychú, provincia de Entre Ríos.

1912En enero salió la revista referida al transporte El Auto Argentino.El 1º de mayo se imprimió el diario Río Negro, de General Roca, provincia de Río Negro, todavía en

circulación.El 4 de agosto Alberto García Hamilton creó el diario La Gaceta de Tucumán, que primero salió como

semanario.En setiembre salió Revista Telegráfica, dedicada a la especialidad, y que fue dirigida por Domingo Arbó.El 2 de diciembre en Misiones apareció el diario La Tarde.

1913Ese año se editó, por primera vez, la Revista de Ciencias Económicas y Ángel Enrique Raffo publicó en

Tucumán Noticias.El 15 de setiembre el uruguayo Natalio Félix Botana fundó el legendario diario Crítica. En la década del treinta

trabajaron en su redacción periodistas de la talla de Raúl y Enrique González Tuñón, Conrado Nalé Roxlo, Nicolás Olivari, Carlos De la Púa, Sixto Pondal Ríos y Horacio Rega Molina. Jorge Luis Borges participó en el suplemento literario del diario, donde publicó su cuento “El hombre de la esquina rosada”. Dejó de salir el 20 de octubre de 1963.

1914El 15 de mayo Aníbal Vázquez redactó por primera vez El Diario de Paraná, Entre Ríos.

1915El V de enero nació El Heraldo de Concordia, provincia de Entre Ríos, y ese mismo día pero en el pueblo de

San Francisco, Córdoba, se creó La Voz de San Justo. Ambos están todavía en actividad.

1916El 25 de noviembre sale La Tribuna Odontológica, fundada por el doctor Baltasar G. Branca. Salió también la

Revista de Cultura Sexual y Física, editada por la Editorial Claridad.

1917El 13 de febrero se editó el diario La Opinión de Pergamino, todavía en circulación.El 24 de noviembre, el pueblo bonaerense de Junín leyó por primera vez el diario La Verdad, que aún circula.

1918El 7 de marzo Constancio Vigil fundó la Editorial Atlántida y sacó la revista que llevó el mismo nombre. El 7

de agosto se difundió El Litoral, de la provincia de Santa Fe, diario que todavía está en actividad.Salió la Revista Técnica S.K.F, órgano bimensual de la compañía de ese nombre.

1919

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El 30 de mayo apareció la revista deportiva El Gráfico, de Editorial Atlántida.El lo de octubre salieron el diario Nueva Era de Tandil y el diario porteño filonazi La Fronda. El 1º de

noviembre se inició el diario La Opinión de Trenque Lauquen.El 17 de noviembre Editorial Atlántida lanzó la publicación infantil Billiken.

1920El 17 de abril David Michel Torino sacó el periódico El Intransigente de Salta.

1921El 13 de marzo se lanzó el diario El Chubut, editado en la ciudad de Comodoro Rivadavia.El 9 de junio en Necochea, surgió Ecos Diarios, que permanece activo hasta hoy. El 8 de octubre circuló por

Balcarce el diario El Liberal, aún hoy en la calle.El 24 de octubre apareció La Opinión de Rafaela, provincia de Santa Fe, diario que sigue imprimiéndose hoy.

1922En enero salió la revista técnica El Electrónico.El 20 de febrero se editó por primera vez la revista Claridad, dirigida por Antonio Zamora. Colaboraron en ella

figuras paradigmáticas del Grupo de Boedo: Alvaro Yunque, Leónidas Barletta. Elías Castelnuovo, César Tiempo, Roberto Mariani, otros representantes de lo que fue entre el veinte y el treinta el singular socialismo argentino, lectores y seguidores de Tólstoi e Ingenieros, de Marx y Alberdi.

El 16 de mayo Editorial Atlántida sacó su revista femenina Para Ti.El 2 de junio se imprimió La Reforma, diario de General Pico, La Pampa. En junio se conoció la revista de

humor político Página de Columba, donde su director, Ramón Columba, escribía su columna titulada “El Congreso que yo he visto”.

1924En febrero apareció la revista Martín Fierro. Por su dirección pasaron Eva Méndez, Oliverio Girondo, Alberto

Prebisch, Eduardo Bulrrich y Sergio Piñero. Allí colaboraron Jorge Luis Borges, Horacio Rega Molina, Jacobo Fijinan, Xul Solar, Leopoldo Marechal y Emilio Petorutti, entre otros. Llegó a tirar 20.000 ejemplares. Salió en formato tabloide. Al cerrar en 1927 muchas de sus figuras pasaron a integrar la redacción de Crítica. Generó un movimiento -el martinfierrismo- y sostuvo al denominado Grupo de Florida.

1925El 2 de junio los habitantes de la ciudad misionera de Posadas leyeron el primer ejemplar del diario El

Territorio, que sigue activo.

1926El 1º de enero la ciudad bonaerense de San Nicolás recibió el diario El Norte, aún en campaña. El 25 de mayo se tiró el diario El Tribuno de Dolores en Buenos Aires.Ese año el alemán Oskar Baruakse inventó la cámara Leica de 35 mm, que por su pequeño tamaño y gran

maniobrabilidad se convirtió en un elemento fundamental del periodismo gráfico. También salieron La Construcción Moderna, revista referida a construcciones; Cacya, órgano del Centro de Arquitectos, Constructores y otros anexos, de aparición mensual, y La Ingeniería, órgano del Centro de Ingenieros que en 1941 publicó un número especial de más de mil páginas con artículos científicos e información en su ramo.

1927El 26 de marzo Julio Korn puso en circulación la revista Radiolandia, que informó sobre la agitada vida de la

radio, que estaba en pleno auge. El lo de noviembre despuntó El Sol, del partido bonaerense de Quilmes, fundado por Antonio Blanco y que aún permanece activo.

1928El 1º de marzo asomó la revista Chieno, representativa del pensamiento nacionalista y de la doctrina católica. La

dirigió Atilio Detoro Maini y colaboraron entre otros Ernesto Palacio, Manuel Gálvez, Ignacio Anzoátegui Irazusta

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y el propio Jorge Luis Borges, pero también voces extremas como la de Juho Meinosehe, de posiciones antisemitas.

El 14 de mayo Alberto Haynes lanzó el diario El Mundo, el primer tabloide del país, que dejó de salir el 22 de diciembre de 1967. Por su redacción pasaron escritores de renombre tales como Roberto Arlt, Roberto Ledesma, Conrado Nalé Roxlo Y Amado War. El 30 de agosto apareció el diario La Unión de Catamarca, todavía en los quioscos. El 24 de setiembre, Ramón Columba dio a conocer la revista de historietas El Tony. En esos meses fueron distribuidas también la revista El Día Médico y el Boletín Matemático, dedicado al estudio de la matemática.

1929En agosto apareció la revista Nuestra Arquitectura. Se fundaron la Revista de Derecho y Administración

Municipal y la revista porteña Mater Dolorosa y la publicación rosarina Los Municipios, entre otras.

1930El 4 de noviembre, Editorial Atlántida sacó Chacra & Campo Moderno, dedicado a temas agrícolas y cuya

aparición continúa hasta nuestros días.Se suman en ese año publicaciones como la Revista del Colegio de Abogados, la Revista del Notariado y

Boletín del Colegio de Doctores en Ciencias Económicas.

1931En enero apareció la revista Sur, dirigida por Victoria Ocampo y con la colaboración de brillantes plumas

extranjeras que tuvieron amplia y cercana vinculación con la Argentina, entre otros, José Ortega y Gasset (quien en 1937 publicará La rebelión de las masas), Alfonso Reyes y Waldo Frank, y notorios intelectuales argentinos como Borges, Eduardo Mallea, María Rosa Olivera. El lo de mayo, San Juan tuvo un nuevo diario: Tribuna, dirigido por Francisco Bustello.

El 23 de mayo se conoció Antena, revista semanal destinada a la información sobre radiotelefonía.El 10 de junio comenzó Noticias Gráficas, que fue uno de los más importantes diarios de la tarde.En julio salió la revista cultural Nervio, de izquierda. Con un estilo de denuncia al fraude, al caudillismo y a las

maniobras gubernamentales conservadoras. En ella colaboraron José Portogalo, Alvaro Yunque, Elías Castelntrovo y Rodolfo Puiggrós, entre otros. En octubre se imprimió la revista de carácter informativo Rosalinda.

1932El 25 de octubre salió la revista Maribel,También se conoció la revista La Silurante Musicale, dedicada sólo a temas musicales.

1933El 1º de febrero se edita otro diario nazi: Crisol.El 29 de abril salió Sintonía, revista dedicada a la radio y de gran presentación en su género, dirigida por Emilio

Karstulovic. El 1º de mayo salió el diario El Noticioso, de información jurídica e interés general. El 9 de julio se conoció, en la localidad bonaerense de Azul, el diario El Tiempo. El 21 de agosto apareció el primer número del diario La Arena de Santa Rosa, La Pampa, que todavía circula. Además se conocieron publicaciones como la Revista Argentina de Cardiología, la Revista Geográfica

Americana; Camuatí, órgano de la Asociación de Artistas que lleva ese nombre, y La Máscara, órgano de la Asociación Argentina de Actores.

1934 Se imprimió La Gaceta Judicial, periódico jurídico noticioso.El 1º de octubre salió Viva Cien Años, revista dedicada a popularizar conocimientos médicos. El 7 de noviembre el público leyó por primera vez la vista Leoplán. Ese año aparecieron también: Argentores, boletín de la Sociedad de Autores de la Argentina; Radio Magazine,

revista técnica bimensual; Natura, revista de cultura integral, ciencia, filosofía y arte; Radio Técnica, el primer semanario latinoamericano en su género, además del Boletín de la Asociación de Abogados de Buenos Aires y La

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Gaceta del Foro, jurídica.

1935 El 9 de octubre llegó a los quioscos la revista Vosotras, que Julio Korn dedicó a las mujeres.El 2 de diciembre María Luisa de Robledo publicó la revista femenina Chabela.Ese año apareció la revista jurídica La Ley.

1936En marzo salió la revista científica Mundo Médico.El 6 de abril Ramón Sopena fundó la revista Aquí está.Apareció la revista Motor de automovilismo, aviación y mecánica. En agosto Jorge Luis Lenain bautizó la revista de la Liga Naval Argentina Marina y Navegación. El abogado

Marcos Satanovsky fundó El Diario, un periódico progresista que el fascismo vernáculo estigmatizó como “pasquín comunista”.

El 10 de noviembre aparecieron las aventuras del legendario cacique Patoruzú, de Dante Quinterno.

1937En enero los amantes de los libros pudieron leer también la Revista de la Biblioteca Nacional, publicación

bimensual de carácter histórico.En junio salió Columna, revista cultural dirigida por César Tiempo. Planteada como una publicación de grandes

formas, es fuerte y original en la inclusión de críticas de arte y espectáculos.Ese año la Unión Obrera Marítima botó El Marino.También se publicó La Casa, revista referida a la construcción.

1938El 2 de febrero en Mar del Plata se voceó por la rambla el diario El Atlántico, que hoy todavía existe. En agosto se publica Conducta, revista cultural. En ella aparecen colaboraciones de Pedro Henríquez Ureña,

Bernardo Canal Feijoó, Conrado Nalé Roxlo y Raúl Larra, entre otros. El 29 de agosto, Luis Balanzat sacó el primer número de la revista Estampa. El 10 de noviembre Mario Amadeo y Juan C. Goyeneche sacaron la revista cultural de extracción nacionalista y

católica Sol y Luna, donde colaboraron desde el primer número Octavio Devisi y Leopoldo Marechal, entre otros. De esa redacción se nutrió el golpe de 1943 para cubrir puestos en el área de la educación y la universidad.

Ese año se realizó el primer congreso de periodistas del país. Así se creó la Federación Argentina de Periodistas y se instauró el 7 de junio como el día del periodista, en conmemoración de la aparición de La Gaceta de Buenos Ayres. Por su parte, la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) designó esa fecha como el día de la Libertad de Prensa.

Se conoció Asociación Folklórica Argentina, órgano de la asociación que lleva ese nombre.

1939Se fundó la Asociación de Periodistas de Buenos Aires, que no integró la Federación Argentina de Periodistas.

Luego apareció el Sindicato Argentino de Prensa, de carácter nacional. Más tarde se constituye la Federación Argentina de Trabajadores de Prensa. En julio apareció la Revista Oral de Ciencias Odontológicas, dirigida por Manuel Galea.

El 5 de setiembre Juan Torrendell fundó la revista infantil Pif-PafEl 2 de octubre salió, en Córdoba, la publicación Comercio y Justicia, que todavía circula. El 4 de noviembre

apareció El Pampero que, según datos de la Comisión Parlamentaria encargada de investigar la infiltración nazi en el país, fue costeado por la Embajada de Alemania. Emilio Ramírez fundó la editorial que llevó su nombre y editó, a lo largo de varios años, las revistas femeninas Damas y Damitas, Destinos, Rosicler y Maniquí y Vea y Lea de carácter general. También se editaron los primeros números del diario Libre Palabra; los semanarios Argentina Libre y Argentina Acción, así como las revistas Fotocámara y Cinecámara, Técnicoquimica y Revista Electrónica.

1940El 15 de mayo Martín Barranco fundó el diario El Rivadavia de Chubut,

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En diciembre comenzó a editarse en Argentina la revista mensual Selecciones del Reader's Digest. Se publicaron ese año, entre otras, la revista Aeronáutica y Saber Vivir, publicación científica con inclinaciones literarias.

1941En junio apareció Movimiento, periódico mensual editado por un grupo de escritores nacionales que dirigió A.

Cambons Ocampo. El 19 de noviembre tintineó Cascabel, una revista de humor político que dirigió Jorge Piacentini y en la que colaboraron Emilio Villalba Welsh, Carlos Warnes, Conrado Nalé Roxlo y Landrá. Cerró seis años después a La Biblioteca Argentina Circulante Sarmiento hizo rodar el Archivo de Información Argentina, con datos biográficos e históricos sobre personalidades argentinas. También se publica Viviendas Populares, editada por la Sociedad Central de Arquitectos.

1944El 2 de mayo se fundó en la localidad bonaerense de Miramar el Semanario Crónica, que sigue todavía en

actividad.El 20 de junio en la localidad bonaerense de Rojas se distribuyó el diario La Voz de Rojas, que sigue existiendo. El 16 de noviembre el dibujante Guillermo Dijito como director y Eduardo Almira como secretario de redacción

-sacaron la revista de humor Rico Tipo, para competir con Paroníza. Alguno de los que colaboraron fueron Raimundo Calcagno “Calki”. Luis Alberio Reilly “Billy Kerosene” y el dibujante Oski.

1945El 28 de agosto Roberto Noble fundó el diario Clarín que décadas después, se convertiría en el de mayor tirada

de Hispanoamérica.La empresa editora Columba S.A. comenzó la impresión del álbum mensual de historietas Intervalo, que

continúa hasta hoy.

1946 El 11 de enero comenzó a circular el diario El Laborista, órgano oficial del Partido Laborista (peronista). El 30 de octubre la Editorial Emilio Ramírez S.A. edita el primer número de la revista Vea y Lea, con

información de carácter general. El 16 de diciembre, para certificar la circulación neta “pagada o gratuita” de las publicaciones asociadas, se

fundó el Instituto Verificador de Circulaciones (IVC), integrado por anunciantes, agencias de publicidad y editores. Esta entidad sin fines de lucro recibe trimestralmente las declaraciones juradas de sus integrantes con el número de sus ediciones que, luego de procesadas, reflejan la situación del mercado. Ese año John Mauchey y Presper Eckerl de la Universidad de Pennsylvania construyeron la primera computadora digital, que pesaba treinta toneladas y medía quince metros.

1947El 5 de julio se publicó en San Juan el Diario de Cuyo, que sigue en actividad.

1948 Apareció Más allá, revista de ciencia ficción dirigida por el físico y matemático Oscar Varsavsk

1949El 7 de abril se vendió por primera vez al público diario Noticias de Pehuajó, que sigue en actividad El 21 de agosto se fundó el diario El Tribuno de Salta, que sigue publicándose.

1950En noviembre se vendió por primera vez la revista quincenal Visión-la revista latinoamericana, de Editorial

Técnica,

1951El 30 de junio apareció el semanario El Economista, dedicado a temas financieros.

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En primavera Dora de Boneo condujo al grupo de poetas (César Fernández Moreno, León Benarós y Alberto Ponce de León) que dio vida a la revista literaria El ‘40, de la que se conocieron seis números a lo largo de dos años.

1953El 15 de junio se imprimió por primera vez el diario La Mañana de Bolívar.En noviembre apareció la célebre revista cultural Contorno, que motorizaron los hermanos Ismael y David

Viñas y en la que participaron Adelaida Gigli, León Rozitchner, Adolfo Pietro, Noé Jitrik y Juan José Sebreli, entre otros. Cerró en abril de 1959.

Los hermanos Bruno y Tulio Jacovella editaron la revista semanal Esto es.

1954El 7 de abril, con una tirada inicial de 30.000 ejemplares, apareció Así es Boca, semanario partidista de

veinticuatro páginas, impreso en rotograbado, en color sepia. Ya había otras dos revistas que seguían la campaña de Boca. El 30 de mayo de 1973, en su edición número 985, dejó de salir.

1956 En febrero aparece La Gaceta Literaria, revista cultural dirigida por Pedro Orgambide y Roberto Hosne, salieron

21 números hasta setiembre de 1960.El 24 de enero irrumpió en Jujuy el diario El Pregón. El 11 de junio veintitrés obispos católicos, entre los que

estaba el después cardenal Juan Carlos Aramburu, inauguraron el servicio noticioso de la Agencia Informativa Católica Argentina (AICA), que se especializó en la difusión de información de la Iglesia a Boris Spivacow creó, en esos días, la colección Gatito, una revista infantil de gran repercusión en Argentina y América latina, de Editorial Abril. Las aventuras de Gatito, inspiradas en el Gato con botas de Perrault, fueron escritas fundamentalmente por Héctor Oesterheld con el seudónimo de Sánchez Pujol.

1957El diario Mundo saca el suplemento humorístico Tía Vicenta, de Landrú, que pronto convirtió en un suceso y

multiplicó las ventas del diario. El último número de Tía Vicenta fue el del 11 de julio de 1966, cuando un decreto del dictador Juan Carlos Onganía, molesto por una caricatura de él publicada en la tapa del número anterior, ordenó su clausura.

La Editorial Sarmiento sacó la revista Así, que aparecía martes, jueves y sábados y estaba destinada a un público popular; privilegiaba la información policial con grandes fotos en tonos sepia.

De mayo a julio, el flamante semanario dirigido por los hermanos Bruno y Tulio Jacovella publicó en serie la investigación de Rodolfo Walsh sobre los fusilamientos de civiles en los basurales de José León Suárez que, con el tiempo, se convertía en el libro Operación Masacre.

En octubre salió la revista literaria El Grillo de Papel, cuyos directores fueron Abelardo Castillo, Arnoldo Liberman, Víctor García Oscar Castelo.

El 14 de octubre se inició la era espacial, cuando la ex Unión Soviética puso en órbita el primer satélite, que llamó Sputnik. Aparecieron los primeros números de la revista de historietas DArtagnan, que edita todavía la empresa Columba S.A.

1958El 26 de noviembre Francisco Manrique tiró el primer número del vespertino Correo de la Tarde, que cerró el

30 de noviembre de 1963.

1959El 27 de febrero apareció en Río Gallegos La Opinión Austral.El 12 de mayo se creó la agencia oficial de noticias Télam.El 12 de octubre nació en La Rioja El Independiente, que sigue en actividad.

1960El 3 de abril salió a la calle el primer número del semanario católico Esquiú, que fundaron Luis Lucía Puig y su

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hermano Agustín, sacerdote asuncionista. Sus principales lectores fueron los del diario El Pueblo, que compraban su ejemplar en las iglesias. El 3 de mayo se fundó el diario El Litoral en la provincia de Corrientes.

El V de junio se publicó la Revista Vivienda, de aparición mensual y dedicada a la arquitectura.El 12 de agosto dejó de aparecer el mensuario satírico Cuatro Patas, de Carlos Del Peral, al que la policía

política calificó de “subversivo y perturbador del orden”. El 4 de octubre apareció el semanario Che, cuyo director fue Pablo Giussani. Fue clausurada el 17 de noviembre

en su número 27, en el cual se hizo referencia a un conflicto gremial de la época. El sábado 22 de octubre de 1960, a 8 pesos el ejemplar, salió Usted, de la Editorial Pablo Ramírez, que cerró

después del número 32, en mayo del 61, por problemas económicos.

1961El 6 de marzo salió el primer número regular de la revista semanal Análisis, como publicación especializada en

el mercado de valores y la evaluación de las inversiones bursátiles. En mayo apareció la revista bimestral El Escarabajo de Oro, que dirigieron Abelardo Castillo y Arnoldo

Liberman y en la que colaboraron Horacio Salas, Liliana Heker y Humberto Constantini, entre otros destacados escritores.

El 7 de setiembre se editó el primer número del diario La Mañana de Formosa.En noviembre se conoció la primera de las veintinueve entregas que alcanzó, en julio de 1966, la revista de arte

y cultura Hoy en la Cultura. Participaron en ella Pedro Orgambide, Raúl Larra, David Viñas, Fernando Birti, Javier Villafañe y Juan José Manauta entre otros. En diciembre se echó a correr la revista de automovilismo Parabrisas.

1962 El 31 de enero en la ciudad de Comodoro Rivadavia, Chubut, se publicó el diario Crónica.El 8 de noviembre salió por primera vez en la ciudad de 25 de Mayo el diario La Mañana. El 13 de noviembre se distribuyó la revista de análisis político Primera Plana, que modernizó el periodismo

argentino. La creó y dirigió Jacobo Timerman, quien convocó a trabajar a Luis González O’Donnell, Ramiro de Casasbeflas, Tomás Eloy Maitines, Julián Delgado y Osiris Troiani, entre otros. El 5 de agosto de 1969 la cerró el dictador Juan Carlos Onganía.

1963El 12 de junio la Editorial Abril lanzó la revista D – Guía, dedicada a la actividad televisiva. Fueron sus

creadores Enzo Ardiló Julio Korn.El 5 de julio sale por primera vez la revista mensual Pereztrica, de Editorial Abril, que, el 25 de junio de 1968,

se hace semanal. Dirigida por Mario Quirós, allí colaboraron Miguel Bonasso. Juan Gelman, Edinundo Guibourg y Jorge Capsiski, entre otros.

El 29 de julio Héctor Ricardo García fundó el diario Crónica.El 1º de agosto sale el primer número de la publicación cultural El Barrilete que dirigió Roberto Santoro y en la

que colaboraron Horacio Salas, Héctor Yánover y Enrique Wemicke, entre otros. Salieron trece ejemplares en total. El último, en diciembre de 1967.

El 20 de octubre desapareció el diario Crítica.En noviembre Rogelio Frigerio relanzó la revista Qué. La publicación tenía ya dos épocas: la primera entre

agosto de 1946 y setiembre de 1947 y la segunda entre noviembre de 1955 y abril de 1959.

1964 El 21 de junio reapareció -como semanario- el Correo de la Tarde de Francisco Manrique. El 1º de julio Bernardo Neustadt arrancó con el semanario político Todo.El 1º de octubre apareció La Rosa Blindada, revista cultural mensual cuyas ocho entregas condujeron Carlos

Alberto Brocato Y José Luis Mangieri y que contó con el poeta Raúl González Tuñón como “director de honor”.El 8 de octubre apareció la revista infantil Anteojito, creación del genial dibujante Manuel García Ferré. El 30 de noviembre desapareció el diario de la tarde Noticias Gráficas. El 28 de diciembre dejó de salir el diario El Siglo.

1965

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El 7 de mayo Jacobo Timerman lanzó al mercado la revista de actualidad política Confirmado. El 29 de julio salió a la calle la revista semanal más exitosa de Editorial Atlántida: Gente.

1966El lo de abril apareció la publicación Acción, órgano de los cooperativistas, de aparición quincenal.El 2 de mayo se conoció en San Luis El Diario de la República.En junio, la Editorial Abril sacó la revista de automovilismo Corsa.El 27 de julio Jorge Palacio inició la revista humorística mensual Avivato, que apareció en los quioscos con 52

páginas. En agosto salió por primera vez la revista Inédito, que llegó a las cien ediciones, hasta 1972. El 2 de setiembre se conoció el primer número de una nueva etapa de la revista semanal Análisis, con la

incorporación de nuevas secciones que ampliaron el abanico temático, que inicialmente sólo alcanzaba a cuestiones económicas y bursátiles.

El 1º de noviembre comenzó la distribución de la revista mensual Fotomundo.

1967En abril, la Editorial Primera Plana lanzó el quincenario de economía y negocios Competencia.El 12 de mayo reapareció la revista deportiva Goles.En mayo, el historiador Félix Luna editó el primer número de Todo es Historia, dedicado al relato y la revisión

de los más variados temas nacionales e internacionales. Contó con la colaboración de importantes historiadores y periodistas, como María Sáenz Quesada, Luis Alberto Romero y Osvaldo Bayer, quien publicó allí los primeros resultados de su investigación sobre la matanza de obreros en el sur argentino que se convertiría en el libro La Patagonia Trágica.

El 11 de mayo salió la revista de humor La Hipotenusa, que dirigió Luis Alberto Murray y contó entre sus colaboradores con el poeta Daniel Giribaldí.

El 16 de mayo apareció en los quioscos la revista Siete Días Ilustrados, que hasta entonces se distribuía como suplemento del diario La Razón de los martes. La Editorial Abril encargó el proyecto a Luis Clur.

El 30 de junio apareció en la ciudad de Comodoro Rivadavia el diario El Patagónico.

1968El 1º de julio apareció en Resistencia, Chaco, el diario El Norte.En octubre se conoció el primer número de la revista Dinamis, de la Editorial 2 de Octubre. La dirigió Roberto

Guido y abordó temas de política nacional e internacional y economía.

1969En agosto salió la revista económica Mercado.A mediados de setiembre, Editorial Abril lanzó la revista Semana Gráfica con información general Y un

importante despliegue fotográfico.

1970El 15 de enero apareció en Merlo, San Luis, el diario Los Principios.A partir de febrero, los jóvenes pudieron leer la revista mensual dedicada a la información sobre rock Pelo, que

hacía Daniel Ripoll. El V de agosto se presentó en sociedad la revista de humor cordobés Hortensia, que dirigía Alberto Cognini. La publicación se convirtió en un suceso al poco tiempo y su tirada alcanzó los 150.000 ejemplares. Allí colaboraron Roberto Fontanarrosa, Cristian, el Pelao” Alonso, el Sapo” Cativa y el “Gordo” Oviedo, entre otros.

1971El 4 de mayo nació el mítico diario La Opinión de Jacobo Timerman, que apuntó fundamentalmente al análisis

de la información política y cultural.

1972El 15 de marzo la agencia Diarios y Noticias (DyN) emitió su primer despacho informativo.

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El lunes 22 de mayo de 1972 la Editorial Abril sacó su revista de información política para América latina llamada Siete Días Internacional.

En octubre la Editorial Perfil imprimió la revista Weekend, dedicada al camping y los deportes al aire libre. El jueves 16 de noviembre los hermanos Jacovella lanzaron el diario peronista Mayoría, que el 31 de marzo de

1976 se despidió de sus lectores.Oskar Blotta y Andrés Cascioli sacaron la publicación humorística Satiricón, que desapareció en 1974.

1973El 30 de enero apareció en Corrientes el diario Época.Entre enero y marzo se produjo la fusión de las revistas Análisis y Confirmado, dando origen al semanario

Análisis Confirmado. El 1º de febrero Hugo Gambini fundó la revista mensual Redacción, por donde pasaron muchos de los

periodistas que hicieron Primera Plana, Confirmado y Panorama, entre ellos Osiris Troiani. En mayo apareció la revista cultural Crisis, a cuya cabeza estaba el narrador y escritor uruguayo Eduardo

Galeano. Por su redacción pasaron, entre otros, Rogelio García Lupo, Heriberto Muraro, Aníbal Ford, los poetas Juan Gelman, Mario Benedetti y Francisco “Paco” Urondo y el dibujante Hermenegildo Sábat. Cerró en agosto de 1976, cuando los militares ya habían tomado el poder. La revista tuvo dos nuevas etapas: una entre abril de 1986 y 1987, dirigida por Vicente Zito Lema, y otra entre setiembre de ese año y, 1989.

El 11 de setiembre se constituyó la agencia informativa Noticias Argentinas (NA). El 21 de noviembre apareció el matutino peronista Noticias sobre todo lo que pasa en el mundo, que dirigió el

periodista Miguel Bonasso. Era de tamaño tabloide y sus ediciones tenían veinticuatro páginas.

1974 El grupo editorial de la familia Kraiselburd (propietaria de El Día, de La Plata) sacó en Avellaneda Diario

Popular para competir por los mismos lectores de Crónica.

1975En agosto apareció la revista para el tiempo libre Salimos.El 10 de octubre se fundó en la ciudad de Trelew otro periódico que lleva el nombre de la provincia patagónica:

El Chubut. Apareció el primer número de la revista bimestral Prensa Económica.

1976 En agosto apareció la revista Expreso Imaginario, que contó como director de arte con el músico y actor

Horacio Fontova. Entre otros, por allí pasaron Roberto Pettinato y Pipo Lernoud. Dejó de salir en diciembre de 1982.

El 24 de setiembre, Editorial Atlántida lanzó al mercado el semanario político Somos, que cerró el 22 de diciembre de 1993 con su edición número 900.

El 3 de noviembre apareció la revista La Semana de Editorial Perfil.El 9 de diciembre, Julio Ramos distribuye en la “city” porteña los mil ejemplares del primer número del boletín

económico Ámbito Financiero, que crecería con los años hasta convertirse en diario de consulta obligada para los hombres y mujeres de negocios.

1977 El 25 de marzo el periodista y escritor Rodolfo Walsh fue asesinado por una patrulla de la Armada que lo

emboscó momentos después de que distribuyó su famosa Carta abierta de Rodolfo Walsh a la Junta Militar”, donde reclamaba por la violación de los derechos humanos.

El 5 de octubre las madres de Plaza de Mayo (que todavía no se llamaban así) lograron publicar la primera solicitada pidiendo por los desaparecidos bajo el título “No pedimos más que la verdad ocupó media página del diario La Prensa y la firmaron 237 parientes de los secuestrados por la Junta Militar.

1978 El 3 de abril sectores vinculados con el entonces jefe de la Marina, Emilio Massera, sacaron el diario

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Convicción, con el objetivo de apuntalar y difundir las pretensiones presidenciales del marino. En junio, durante el mundial de fútbol, la Editorial La Urraca sacó Humor, su revista más famosa. El 7 de junio se lanzó la versión argentina de la revista Playboy, de cuya edición en el país se encargó la

Editorial Perfil. La profesora universitaria Beatriz Sarlo comenzó la publicación de la revista cultural Punto de Vista.

Ese año salió la revista infantil Humi, de la Editorial La Urraca. Tras 39 números creativos, distintos y divertidos pero que no lograron éxito de ventas, cierra en 1983. Competía con Billiken y Anteojito. Volvió en junio de 1991, casi una década después, apuntando a captar a sus antiguos lectores (adolescentes y jóvenes). Por su redacción pasaron Laura Linares, Oche Califa, Ema Wolf y Ricardo Marino.

1979 En julio Editorial Perfil sacó la revista Semanario.

1980El 27 de mayo apareció el número uno del semanario Flash, dedicado a la farándula, el espectáculo y los hechos

curiosos.El 9 de agosto salió en la localidad cordobesa de Río Cuarto el diario Puntal.

1981El 5 de noviembre en Río Tercero, Córdoba, circuló por primera vez el diario Tribuna. El 14 de abril se

imprimió el primer número de la revista deportiva Estadio. En setiembre se editó el primer ejemplar de la revista deportiva Todo Fútbol.

1982 En enero, Gabriel Levinas sacó la revista mensual de temas políticos El Porteño.El 6 de setiembre aparece el número 1º del diario La VOZ, de la Editorial Martes S.A., que, con un recuadro en

tapa anunciaba: “La Voz se propone ser la voz y la verdad del Pueblo”. Exactamente tres años después (y con algunos cierres parciales), el 6 de setiembre de 1985, el diario ocupa por última vez los estantes de los quioscos.

El 15 de noviembre la Editorial Perfil prometía a sus potenciales lectores una revista que les cambiaría la vida. Era Perfil, dirigida por Jorge Fontevecchia.

El 17 de noviembre los quioscos venden por primera vez el diario Tiempo Argentino, que cerró el 27 de setiembre de 1986.

Salió la revista Uno mismo, de la Editorial Agedit.

1983En marzo apareció la revista trimestral Reporte, dirigida por Patricio Loizaga. El 15 de abril salió la revista dedicada a la informática Computer world Argentina. El 29 de setiembre salió La Época. Su slogan era: “Diario comprometido de la mañana”. Era la tercera vez que

un diario salía con esa marca, dirigido esta vez por Silvio Papi y Pascual Albanese. La derrota del peronismo en las elecciones del 30 de octubre de ese año condicionó su existencia. En 1945, antes de la llegada de Perón al poder, otro diario también llamado La Época fue el único que lo apoyó.

El 24 de octubre de 1983 apareció El Testigo, un quincenario editado por Diario Popular, dirigido por Carlos Maggi, Carlos Ares y Horacio del Prado. Su edición fue de cincuenta mil ejemplares. En ese momento, la editorial sacaba Destape (con una tirada de 143 mil revistas), Shock (15 8 mil) y Femidiario.

Ese mismo año Daniel Ripoll sacó otra revista destinada a los consumidores de rock, Metal, de aparición mensual.

1984En enero apareció en los quioscos el primer número del mensuario político Claves dirigido por Carlos Quiroz,

quien en la década del setenta editó un mensuario con el mismo nombre en la provincia de Mendoza.El 1º de abril se fundó El Diario del Sur de Córdoba, en la ciudad de Villa María.En junio inició su tirada la revista dedicada a la gastronomía Cuisine & Vins.El viernes 7 de setiembre estuvo en los quioscos el semanario El Periodista, de Editorial La Urraca, que dejó de

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aparecer el 2 de mayo de 1989.

1985En junio el economista Javier González Fraga editó por primera vez El Diario, que sigue saliendo los lunes y

viernes. En noviembre Producción García Ferré comenzó con la revista mensual Muy Interesante, de conocimientos científicos y descubrimientos varios.

Salió también la revista Eroticón, editada por Oskar Blotta.

1986El Diario de Poesía de Daniel Samoilovich se abrió camino en el duro invierno de Buenos Aires.

1987Aparece el diario Página/12, dirigido por Jorge Lanata y Ernesto Tiffenberg y financiado por Fernando

Sokolowicz. El 24 de abril, y con la dirección de Mario Diament, comenzó su circulación la revista económica Expreso. Durante la primera semana de octubre el economista y periodista Alejandro Horowicz lanzó el primer número de la revista cultural y política Consignas. En octubre se conoció la revista Compu Magazine. En diciembre salió la revista Unidos Universidad, que dirigía el entonces dirigente peronista Carlos Chacho” Álvarez.

1988El 8 de julio nace el diario El Ancasti de Catamarca, que todavía circula.La periodista Adriana Schettini, con su nota “Los caballeros de la memoria”, sobre la Logia masónica en la

Argentina, obtuvo el premio José Martí de periodismo que anualmente otorga la agencia cubana de noticias Prensa Latina. La nota se publicó en Página12.

El 20 de octubre se distribuyó la revista Mañana Profesional, dedicada a quienes buscan conseguir o mejorar su empleo. En noviembre, Editorial Atlántida envió al mercado la revista Conozca Más, dedicada a descubrimientos científicos y tecnológicos.

Se construyó el primer sistema trasatlántico de fibra óptica que conectó a Estados Unidos, Francia v Gran Bretaña y que resultó decisivo en el periodismo europeo.

1989 En abril Osvaldo Vanoli y Miguel Ángel Quarterolo sacaron la revista Zoom, dedicada a la fotografía. El jueves

13 de abril apareció el diario de izquierda Nuevo Sur, financiado por el Partido Comunista, que dirigió el abogado Eduardo Luis Duhalde. Dejó de aparecer por problemas financieros el viernes 28 de diciembre de 1990, con el número 617.

El periodista Luis Bruchstein, de Página/12, obtuvo el premio José Martí, otorgado por la agencia Prensa Latina, de Cuba, por su nota Ciento cincuenta años”.

En junio retornó a los quioscos, tras varios años de ausencia, con su número 19, la revista Medios y Comunicación, dirigida por Raúl Barreiros.

También apareció Estación 90, de Miguel Repiso (Rep) y Sergio Joselovsky. Esta publicación tuvo una existencia breve.

En julio apareció la revista Páginal3 que dirigió Jorge Lanata y editó la misma empresa que hacía con éxito el diario Página12. Sucesivamente sus jefes de redacción fueron Sandra Russo, Martín Caparrós, Eduardo Blaustein y Rodrigo Fresán.

El 1º de julio salió la revista mensual El Publicitario.El 4 de julio, en la localidad bonaerense de Benito Juárez, salió el diario El Fénix.Ese mes apareció la revista de literatura Babel, cuya dirección compartían Jorge Lorio y Martín Caparrós. El 1’

de agosto Juan Carlos De Pablo sacó la revista de macroeconomía Contexto, todavía en circulación. En setiembre de 1989 aparecieron nuevas revistas, con títulos legendarios: Informe de Crisis, una nueva etapa

de Crisis, y el quincenario Los Periodistas que, en cooperativa, dirigió Eduardo Jozami. En este mes, por tercera vez en su historia, reapareció Cerdos y Peces, dirigida por Enríque Symns.

El domingo 12 de noviembre fue la fecha en que Editorial Perfil sacó el semanario Noticias, presentado como una continuación de la desaparecida revista La Semana que editó la misma editorial.

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1990En junio Editores Asociados lanzó la revista mensual Tema Privado sobre sexualidad.El 5 de julio se registra una nueva Primera Plana. La dirige Gloria Bouché, esposa del entonces vicegobernador

de la provincia de Buenos Aires, Luis Macaya. El 1º de agosto, un grupo de docentes y estudiantes de la carrera de Periodismo de la Universidad Nacional de

Lomas de Zamora (UNLZ) puso en marcha la Agencia Universitaria de Noticias (AUN). Dedicada exclusivamente a la información del sur del Gran Buenos Aires, fue la primera de su tipo en el país.

El 10 de setiembre de 1990, apareció Extra, un vespertino editado por El Cronista Comercial, en manos del empresario Eduardo Eurnekian. Tuvo una tirada inicial de cuarenta mil ejemplares. “No competimos con Crónica. Salimos a ocupar el espacio que dejó La Razón”, explicó Eurnekian. Dejó de aparecer el

27 de junio de 1992. El 16 de noviembre se presentó en sociedad en la ciudad chaqueña de Resistencia El Diario.

En diciembre, un grupo de científicos sociales dirigidos por el entonces vicerrector de la Universidad de Buenos Aires. Atilio Borón, hizo la revista El Cielo por Asalto.

1991 El 2 de mayo apareció el diario La Voz de Zárate, de esa localidad bonaerense.El 11 de mayo la Editorial Atlántida sacó la primera tirada de la revista semanal Tele Clic, dedicada a la

televisión y sus artistas.El 10 de junio, Editorial Atlántida lanzó la revista mensual Negocios.En el invierno salió la revista Delitos y Castigos, dedicada a casos policiales, dirigida por Alberto Schiprepe y

Mauricio Cohen Salama. La secretaria de redacción era Miriam Lewin, hoy en Canal 13.El miércoles 28 de agosto se suicidó en México el periodista argentino Gregorio Selser, conocido por sus

investigaciones sobre las intervenciones norteamericanas en América latina.El 5 de setiembre apareció el primer número del quincenario cultural La Maga, que, tras un breve intervalo

durante el verano de 1992, reapareció como semanario con idéntico formato y contenido. El 16 de setiembre se conoció en Formosa la primera edición del diario El Comercial.

1992En enero, los cinéfilos tuvieron entre sus manos el primer ejemplar de la revista El Amante.A mediados de abril se distribuyó El Libertino, revista mensual de relatos eróticos que dirigió Juan José Salinas. El 29 de abril, reapareció Panorama, esta vez convertida en una publicación de negocios, editada por el Grupo

Editor Brasileño Argentino (GEBA) y dirigida por Néstor Scibona. El 3 de mayo los habitantes de Santa Rosa leyeron El Diario de La Pampa. En junio el ajedrecista y periodista

de la revista Humor, Jaime Einma fue encarcelado luego de ventilar en sus notas irregularidades cometidas en el Banco de San Luis.

En octubre, Editorial Perfil sacó la revista semanal Caras dedicada a mostrar aspectos de la vida privada de miembros de la farándula y la dirigencia política. También ese mes, comenzó a editarse la revista mensual Man, que desde hace años sale en España. Dirigen la publicación Pablo Ditbom y Juan Sasturain.

El 3 de noviembre reapareció el vespertino La Razón, marca que compró un grupo empresario encabezado por el economista Juan Alemann.

Ese año, el periodista político del diario Página12 Román Lejtman recibió el premio Rey de España, rubro prensa, otorgado por la agencia española EFE a su investigación del llamado Narcogate, que echó luz sobre las relaciones entre la familia del presidente Carlos Menem y el lavado de narcodólares.

1993El 2 de junio muere a los 66 años Oscar “El Negro” Díaz, renovador, culto y talentoso diseñador gráfico que

trabajó en el Centro Editor de América Latina y en Eudeba.El 23 de junio se presentó en Buenos Aires la revista Co & Co (Comics and Company) que el argentino Héctor

Chimini editaba desde tiempo antes en España, país donde estuvo exiliado durante la última dictadura.Ese mes, se relanzó la revista de fútbol Goles. El periodista César Volco, que trabajó quince años en ese medio,

le compró la marca a Editorial Abril y la puso nuevamente en circulación.El 18 de setiembre concluyó de un modo abrupto la tira “El Negro Blanco”, que con guión de Carlos Trillo y

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dibujos de Ernesto García Seijas ocupaba el espacio superior de la contratapa de Clarín desde noviembre de 1987. Blanco había reemplazado a “El Loco Chávez”, de Trillo y Altuna, y a la vez su lugar lo ocupó “El Nene Montanaro”, de Horacio Altuna. La profesión de los tres personajes es la de periodista. Porque eso me permite meterlos en todas partes”, según su autor.

El 10 de diciembre se fundó el diario Hoy en la Noticia de La Plata.

1994 El 11 de mayo, aparece Urgente & Especial, publicación de información política y económica que dirige Edgar

Mainhard. El 18 de mayo apareció el diario Cuarto Poder, editado por el ex dueño de La Razón, José Pirillo. El 19 de junio aparece la revista Viva, el suplemento dominical de Clarín. Los directores son Roberto Guareschi

y Jorge Ezequiel Sánchez, la coordinación periodística la realizan Gerardo Heidel y Claudia Acuña, el diagramador es Roberto Veiga y el jefe de fotografía es Daniel Merle.

El 25 de junio el diario La Nación cambió el antiguo sistema de revelado sobre papel fotográfico por el moderno scanner digital, que toma la imagen directamente desde el negativo. Este sistema mejora el brillo, el contraste, intensidad, y la calidad de las fotografías. El 9 de julio muere el periodista Carlos Abrevaya.

El 17 de julio muere el editor Boris Spivacow.El 29 de julio muere el fotógrafo Ricardo Alfieri.El 12 de setiembre el diario La Razón cambia su tradicional formato sábana para pasar a ser tabloide. Con color

en la tapa y en los suplementos. A mediados de setiembre se conformó la agencia informativa Noticias de Comunicación (NC), que depende de

la Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires (UTPBA). El 23 de octubre salió en la ciudad santacruceña de Caleta Olivia el diario El Tiempo de Santa Cruz.El 6 de noviembre se editó en Tucumán el primer número de El Periódico.

1995El miércoles 5 de abril el animador Gerardo Sofovich sacó El Expreso Diario de pequeño tamaño y en colores.

Tuvo por objetivo apoyar el gobierno de Carlos Menem y desapareció de los quioscos en junio de 1996. El 24 de abril apareció la versión argentina de la revista femenina Elle, editada por Clarín y un socio chileno,

con la dirección de Ana Torrejón y con Mariana Rapaport en la redacción.En mayo, la Editorial AZ, especializada en libros de texto, sacó una nueva revista infantil que llamó AZ Diez. El 5 de junio las periodistas María Eugenia Estenssoro y Norma Morandini presentaron en sociedad la revista

bimensual Mujeres y Compañía, dedicada a mujeres profesionales que trabajan. Ese año murió el célebre periodista deportivo Luis Sciutto, más conocido por el seudónimo de Diego Lucero,

quien tenía el envidiable récord de haber asistido a todos los mundiales de fútbol.

1996 El 23 de mayo el Grupo Clarín puso en circulación el primer diario íntegramente deportivo del país: Olé, con la

dirección de Ricardo Roa.En julio salió en Buenos Aires la revista cultural Los con la licencia de la revista francesa Les Inrockuptibles.El 26 de agosto murió Juan Jorge Cubas, que llevaba sesenta y seis años como cronista acreditado en el Palacio

de Tribunales, cuarenta de ellos trabajando para Clarín. Había pasado por Ultima Hora, El Cronista Comercial, La Prensa, Noticias Gráficas, y la agencia Télam.

A fines de agosto reaparece El Nuevo Porteño. “Elegimos un nombre que alude a una de las pocas publicaciones que en los años recientes se caracterizó por una verdadera independencia de cualquier tipo de poder político económico”, escribió su director, Mario Moldován.

El rey de España Juan Carlos de Borbón entregó el premio prensa a Daniel Santoro de la sección Política del diario Clarín por su investigación de la venta ilegal de armas de Argentina a Ecuador en plena Guerra del Cóndor, que en 1995 ese país sostuvo con Perú.