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1 SEXUALIDAD Y DISCAPACIDAD INTRODUCCIÓN El tema del cual voy a hablar genera juicios diferentes. Esto se debe a que cuando nos referimos a la sexualidad lo primero en surgir es el orden moral. Esto es producto de la educación recibida influenciada por la Nueva Pastoral Cristiana, la era de la industrialización y el poder que tuvo la psiquiatría como responsable del control social. Estos acontecimientos, ocurridos a finales del siglo XVI, nos marcaron a fuego el modo de pensar y actuar relacionado con la sexualidad. Esto tuvo su razón de ser, en particular una razón económica-religiosa-de vigilancia social; pero fundamentalmente el objetivo de imponer un nuevo modelo de vida, diferente al que se vivía. No mirar, no oír, no ver. Tres premisas para eliminar todo lo relacionado con la sexualidad. Para prohibir mediante la culpa-castigo cualquier referencia a este tema. En este contexto, nace el ideal de “La Sagrada Familia” donde los niños son considerados ángeles. Si bien el objetivo de reprimir la sexualidad es impuesto a todas las personas y situaciones, éste recae con más rigor en los niños. Si los ángeles no tienen sexo, y los niños son ángeles, los niños no tienen sexo. Se les niega la posibilidad de ser seres sexuados. A comienzo del siglo XX, con la aparición del Psicoanálisis, los niños dejan de ser angelitos y pasan a ser considerados perversos polimorfos. Freud es el que descubre, con el peso de ese acto y dejando a la vista lo oculto, que los niños son seres sexuados. Lo que era sabido pero, nadie decía. Es verdad que anoticiarse de esto trajo sus complicaciones. Ya no se va a pensar al niño como un ser inocente, y algunos de sus actos van a cobrar otro sentido. Los discapacitados, en cierto modo, encarnan la imagen de un niño eterno, del ideal angélico. Pensarlos así sería una solución: ya no habría problemas con respecto a la sexualidad porque los discapacitados serían también, ángeles sin sexo. Pero la sexualidad lejos de dar soluciones, plantea interrogantes.

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SEXUALIDAD Y DISCAPACIDAD

INTRODUCCIÓN

El tema del cual voy a hablar genera juicios diferentes. Esto se debe a que cuando

nos referimos a la sexualidad lo primero en surgir es el orden moral. Esto es producto de

la educación recibida influenciada por la Nueva Pastoral Cristiana, la era de la

industrialización y el poder que tuvo la psiquiatría como responsable del control social.

Estos acontecimientos, ocurridos a finales del siglo XVI, nos marcaron a fuego el modo de

pensar y actuar relacionado con la sexualidad. Esto tuvo su razón de ser, en particular una

razón económica-religiosa-de vigilancia social; pero fundamentalmente el objetivo de

imponer un nuevo modelo de vida, diferente al que se vivía.

No mirar, no oír, no ver. Tres premisas para eliminar todo lo relacionado con la

sexualidad. Para prohibir mediante la culpa-castigo cualquier referencia a este tema. En

este contexto, nace el ideal de “La Sagrada Familia” donde los niños son considerados

ángeles. Si bien el objetivo de reprimir la sexualidad es impuesto a todas las personas y

situaciones, éste recae con más rigor en los niños.

Si los ángeles no tienen sexo, y los niños son ángeles, los niños no tienen sexo. Se

les niega la posibilidad de ser seres sexuados. A comienzo del siglo XX, con la aparición del

Psicoanálisis, los niños dejan de ser angelitos y pasan a ser considerados perversos

polimorfos. Freud es el que descubre, con el peso de ese acto y dejando a la vista lo

oculto, que los niños son seres sexuados. Lo que era sabido pero, nadie decía. Es verdad

que anoticiarse de esto trajo sus complicaciones. Ya no se va a pensar al niño como un ser

inocente, y algunos de sus actos van a cobrar otro sentido.

Los discapacitados, en cierto modo, encarnan la imagen de un niño eterno, del

ideal angélico. Pensarlos así sería una solución: ya no habría problemas con respecto a la

sexualidad porque los discapacitados serían también, ángeles sin sexo. Pero la sexualidad

lejos de dar soluciones, plantea interrogantes.

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DEFINICIÓN DE DISCAPACIDAD

Se considera a la discapacidad, desde el punto de vista mecanicista, como el no

poder realizar alguna actividad. Es así que se clasifican según diferentes tipos: motoras,

sensoriales, mentales, siempre relacionadas con una falla correspondiente a una función,

a lo orgánico-mecánico. Existen varias formas de discapacidad. Me voy a referir en forma

general a todas, y en particular a las que indicaré.

Me resulta útil en la clínica considerar a la discapacidad como “una dificultad para

hacerse cargo de sí mismo, para crecer, para ser responsable de los propios actos y

decisiones”, más allá de cualquier problemática funcional. Sólo se sale de la infancia

“saliendo de la dependencia, o por lo menos saliendo de los grados inferiores de

dependencia” respecto de los padres (o adultos cuidadores).

Es importante poder diferenciar lo infantil que se corresponde con una etapa en la

vida de un sujeto y este infantilismo en el cual, en general, el discapacitado es eternizado

como niño dependiente.

He recibido pacientes que llegaban vestidos de un modo que no se corresponde

con su edad cronológica, que parecían niños, o que eran traídos de la mano por sus padres

a pesar de ser más altos que ellos. Seguían siendo mirados como niños y por lo tanto

tratados acorde a esa mirada. Muchas veces, con su propia complicidad porque está

“cómodo”. Goza en su pasividad como objeto. Él mismo ya no se planteaba si podía o no

hacer algo con sus deseos.

DEFINICIÓN DE SEXUALIDAD COMO CONDICIÓN- PSÍQUICA-UNIVERSAL

S. Freud va a definir a la sexualidad como “condición psíquica universal”, como

esencia misma de la actividad humana.

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Horacio Lejarraga como la “energía vital, fuente de la vida, del proceso creativo y

del placer”, dándole así un sentido amplio a esta palabra, pero no desprovisto de su

sentido original.

Martha Schorn dice que “sexualidad es una energía vital, intransferible, inherente

al ser humano y que se expresa en todo lo que la persona hace como parte integrante

de su personalidad”.

Esto significa que la sexualidad es un campo mucho más amplio que lo sexual, si

bien abarca a lo sexual, se extiende a toda la actividad humana. Olores, sabores, texturas,

que se van encarnando en diferentes actividades placenteras como el jugar con plastilina,

escribir, saborear una comida. Luego, en la clínica con discapacitados la sexualidad se

presenta de diferentes modos: por ejemplo, a muchos chicos durante las sesiones se les

caen mocos, o se relacionan con la caca de determinada manera. La lectura que hago,

cuando se me presenta caso así, es averiguar el valor que tiene ese elemento, moco o

caca, para ese sujeto, sea adulto o niño. Si es sólo moco porque está resfriado o si este

moco puede satisfacer algo de otro orden, por ejemplo si se lo come, chupa, o juega con

la caca, si disfruta de su olor o no. Si lo usa para escandalizar, o seducir a otro. Todos los

humanos pasamos por esta etapa que luego se ira regulando mediante los diques

pulsionales, asco, vergüenza, pudor, moral, con las particularidades de cada cultura. En el

caso de algunos discapacitados les lleva más tiempo cambiar estos modos de satisfacción,

otros se detienen en uno y les resulta difícil salir de allí. Entonces, con las posibilidades

que tiene cada paciente, comenzar a mostrarle lo que provoca en el otro, que reconozca

al semejante que recibe eso que él ofrece. Hay un primer momento en que él mismo será

considerado sujeto. Por lo tanto responsable de sus actos. Algunos discapacitados no

resisten esto y son los que estarán más en riesgo.

EL DISCAPACITADO y el ejercicio de la sexualidad

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Si la sexualidad es una condición psíquica universal, al discapacitado, más allá de la

discapacidad que padezca, también se lo debe considerar un ser sexuado, como a

cualquier sujeto atravesado por el lenguaje. Él no estará por fuera de la cultura que lo

ubica como varón o mujer, para lo cual deberá atravesar el proceso de sexuación que

significa tomar las insignias propias de su género. No me resultan útiles clínicamente las

definiciones de los distintos tipos de sexualidad basadas en categorías raciales,

ideológicas, religiosas u órgano-psíquicas: la sexualidad de los orientales, los occidentales,

los homosexuales, los discapacitados, etc. Pensado de ese modo, no hay “sexualidad del

discapacitado”.

Sostengo que la sexualidad es una, lo que las diferencia son las prácticas

relacionadas con las posibilidades orgánicas y psíquicas de cada sujeto. El cuerpo humano

entendido como una superficie, que es la piel y las mucosas, tiene la facultad de

experimentar placer cuando se las estimula. Estos sectores son las llamadas zonas

erógenas. Algunas de estas son más sensibles, como la boca, el ano, los genitales. Pero

cualquier sector puede elevarse a la condición de zona erógena. La energía sexual o libido,

es capaz de depositarse en distintas partes del cuerpo, erotizándolo. Así, todo el cuerpo

es erógeno y puede ser estimulado. Estamos preparados para los placeres si nos lo

permitimos. El siguiente ejemplo me pareció ilustrativo: el Dr. J. C. Kusnetzoff, comenta

que conoció una mujer que era la compañera de un hombre con una cuadriplejia bastante

importante, sin embargo ella lo prefería en relación a otros hombres porque decía tener

con él relaciones sexuales y orgasmos como nunca había tenido con otros hombres. A

pesar de que este hombre no tenía sensibilidad en la mitad de su cuerpo, que llevaba un

sondaje, que tenía erecciones reflejas de las que no tenía sensibilidad y que tenía que ser

transportado en brazos. Sin embargo y aún sin tener movilidad en brazos y piernas, él se

ubicaba de una manera donde ella podía ser la parte activa, acomodándose a la medida

de lo que su compañero le ofrecía.

Este ejemplo muestra cómo la obtención de placer, en este caso sexual, trasciende

los límites supuestos por la discapacidad. Sin embargo en ocasiones, aparecen dificultades

que están relacionadas con la culpa, el temor a la entrega, a la no aceptación del cuerpo y

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también a dificultades para conectarse a situaciones placenteras. No creo que alguien

tenga derecho a plantear un ideal en la forma de obtención de satisfacción. Sin embargo,

la cultura, la sociedad nos inculca modelos de lo debe ser, de cómo se debe disfrutar.

Desde lo que se debe comer y cómo, hasta con quién nos tenemos que relacionar y cómo.

Toda una serie de prejuicios que posiblemente tengan su razón de ser pero que, en el

contexto de la sexualidad, toman otro sentido porque lo que está en juego es la obtención

de placer.

Siguiendo con el ejemplo de patologías motoras, si un paciente quiere tener

relaciones sexuales, pueden participan ayudantes para lograr la penetración, si esta es

posible, o para que se junten los cuerpos de la forma que les resulte mejor y más

innecesaria. Hay algunas películas que muestran este tipo de casos.

Por otro lado, los seres humanos estamos condicionados por la estética corporal

establecida. Una imagen que no muestre fallas genera en el otro aceptación y placer, una

satisfacción de la mirada. Cuando esa imagen no se corresponde con el ideal de belleza,

de moda, puede provocar rechazo y hasta asco. Lo vemos cuando algún discapacitado con

alguna deformidad se hace presente en algún espacio público. O la gente mira o quita la

mirada. Incluso los terapeutas puede pasarnos que algún paciente nos produzca rechazo,

ya sea porque tiene olor desagradable, o se saca los mocos de la nariz y se come como

hacía Juan, un chico con síndrome de Down. Con él, cuando empecé a indagar en el por

qué lo hacía, descubro que lo hacía para hacerse rechazar. Buscaba ser rechazado y así

obtenía un tipo de placer diferente al cual estamos acostumbrados y que el psicoanálisis

llama goce. Trabajé con él posibilitando obtener una forma de satisfacción diferente,

mediante la palabra, tratando de que diga los motivos y que entendiera las consecuencias

de lo que hacía, fui acotando ese modo de hacerse rechazar. Esto le facilitó una mejor

relación con el entorno.

TRABAJO CON LOS PADRES

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Los padres son actores principales cuando se trata de personas con discapacidad.

Su postura frente a lo que le ocurre al hijo es fundamental para que éste no quede

supeditado a consolidarse en el lugar del “no puedo”. Estoy convencido que muchos

discapacitados son sostenidos en este lugar de no vida por razones diversas. Sin embargo,

sostengo que estos sujetos son deseantes. Esto es lo que ayudo a descubrir y a aceptar en

los padres. Y también en el mismo paciente. Ya que si son deseantes, son capaces de

comprometerse en el trabajo analítico a mejorar su calidad vida. (Distinto a otras posturas

que los reeducan por fuera del deseo)

Tenía una paciente con retraso mental, a la que su madre no le dejaba hacer nada.

Ni dentro y ni fuera de la casa, por temor a que tuviera un accidente. En las entrevistas

individuales con ella, descubrí que inhibía cualquier actividad de la hija. Luego de

descubrir la causa, le sugerí que empiece a permitirle hacer algunas tareas en la cocina y

ella lo aceptó. La hija pudo entonces, empezar a colaborar con tareas sencillas, como el

lavar los platos para luego ir avanzando hacia el aprender a cocinar, hasta llegar a esperar

al resto de la familia, con la comida servida. Esto produjo un cambio del lugar que

ocupaba. Y funcionó como disparador de su deseo de hacer. Al ser valorizada de otra

forma cambió su posición subjetiva. La madre pudo resolver lo que le resultaba

traumático, el conflicto con la discapacidad de la hija y le abrió la posibilidad de ser mirada

como hija.

Los padres en general, y más aún en el caso de los discapacitados, en su afán de

ayudar al hijo para que éste vaya al ritmo marcado por la norma, responda a lo esperado,

muchas veces los inducen a cometen torpezas que afectan al paciente. Por ejemplo,

ocurre algo curioso y que es muy frecuente, respecto a la iniciación sexual, el llamado

“debut”. Los padres, varones en mayor medida, llegada la adolescencia, se preocupan y

“toman cartas en el asunto”. Consultan con un médico o psicólogo o concurren a algún

lugar en donde se lo inicie al hijo que “ya tiene edad” para tener relaciones sexuales. En

ocasiones, a estos padres se les hace presente la fantasía de homosexualidad del hijo si

éste no cumple con su obligación de “macho”. Seguramente esta fantasía es una

proyección de su inseguridad al no saber qué hacer con un hijo diferente. Entonces lo

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fuerzan a realizar algo para lo que no está preparado. Esto puede inscribirse en el paciente

como un hecho violento, generando un trauma que marcará la vida sexual del

discapacitado.

En el inicio de las relaciones sexuales en discapacitados, sobre todo en casos donde

hay retardo mental, es necesario entender que hay un tiempo para madurar la idea antes

de llevarlo a cabo. Pero siempre con el consentimiento de la persona que va a poner el

cuerpo. Hay que considerar que la edad cronológica no nos informa sobre la madurez

mental. No hay un momento preciso en que alguien deba comenzar a tener relaciones

sexuales, no podemos generalizar. Hay que respetar los tiempos subjetivos para que no

sea algo compulsivo.

Cuando aparecen estos temas tengo todas las entrevistas necesarias con los

padres. Les sirve para poder ver el tema desde otro lugar, para darles las herramientas

que los ayudará a tomar decisiones no tan apresuradas y atendiendo los verdaderos

requerimientos del hijo y no a los estándares establecidos.

EL CUERPO Y LOS PADRES

No sabemos cómo percibe una persona su cuerpo. Seguramente sus sensaciones

son desconocidas y particulares. Y tendrá una forma particular de tramitar esas

sensaciones.

El cuerpo del discapacitado muestra crudamente cómo alguien puede ser tomado

como objeto. Manipulado por muchos casi nadie se pregunta si él autorizó esa

intromisión. En general no media palabra. Me cuentan los padres, a veces también los

pacientes, que por ejemplo, lo tienen que bañar todavía porque no puede hacerlo solo, o

porque temen “que le pase algo”. Entonces pregunto si han intentado que lo haga solo

para ver si puede, que comience a vestirse, a ordenar sus cosas, y es allí en donde

aparecen las respuestas que dan cuenta de que el impedimento muchas veces también

está del lado de los padres. Es cierto que en algunas patologías físicas la imposibilidad es

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cierta, el cuerpo necesita ser manipulado por otros. En esos esos casos apunto a generar

la mayor privacidad.

Considero de importancia sustancial el trabajo con los padres. No es sólo “ir a

hablar con el psicólogo”. Es modificar posturas, entender la problemática desde otro

punto de vista.

El trabajo con padres es una ardua tarea de desmontaje de creencias, fantasías,

mitos familiares, de consejos dichos por vecinos, por otros padres, hasta por medios

masivos. Veo la dificultad que tienen en dejar que ese cuerpo, que aparece confundido

con el suyo propio, se constituya como un sujeto de deseo, independiente. A ellos les

resulta doloroso perder esa función que ocupaba su tiempo.

Lo que más se conoce del Psicoanálisis es lo referido al Edipo, pero no es lo único

para considerar. Lo que me gustaría dejar planteado es que lo que trabajo con mis

pacientes va mucho más allá de esto, más allá de esa relación con el padre y la madre. El

discapacitado corre más riesgo que otro, de ser tomado como objeto de satisfacción. Al

quitarlo de esa función se produce un desorden, que llamaré, energético. Desorden en la

dinámica familiar que tendrá que reordenar todos los flujos de energía con otros objetos.

Si nuestro discapacitado tenía toda la atención de la madre, lo bañaba, lo vestía, lo

acompañaba a distintas terapias ¿qué hará si el hijo se comienza a arreglar sólo? Y ¿el

padre cómo reencontrará a esta mujer que sólo ocupaba la posición de madre? Ordenar

de otra manera estos flujos energéticos, darle otros lugares de satisfacción es lo más difícil

en la tarea analítica. Pero es lo que hace que los logros sean permanentes.

LA MASTURBACIÓN

La masturbación es un tema recurrente de consulta en padres y maestros. Les

resulta difícil encontrar el modo de regular esta actividad en algunos chicos. Hay que

entender que la masturbación es un modo de obtener placer, pero debe hacerse en un

lugar que no provoque asco, vergüenza o angustia a otra persona. Es recomendable, en la

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medida de lo posible, ir creando un espacio de intimidad y buscar la forma para ir

sustituyendo esa forma de obtener placer, por otra. Siempre existirá la posibilidad de

ofrecer alternativas. Esto se puede trabajar en el ámbito terapéutico y en ocasiones

asesorando a instituciones, maestros y padres sobre cómo poder hacerlo. En general si el

discapacitado es considerado alguien que no puede, y se la pasa tirado en un rincón, como

le pasaba a un paciente mío, que hasta me costó sacarlo del sillón para que llegue a las

sesiones, es probable que esa inactividad facilitara la masturbación. Sacarlo de ese estado

propició la regulación de esa actividad.

Para poder resignar un cierto tipo de satisfacción hay que ofrecer uno nuevo. En un

análisis se trabaja esto, ustedes muchas veces se preguntan ¿qué hace un psicólogo?,

bueno por ejemplo esto: ayuda a sustituir un tipo de satisfacción por otra.

FANTASÍA DE EMBARAZO

Es común la preocupación, el miedo, a que si la hija tiene relaciones sexuales

quede embarazada. En el tiempo que llevo trabajando con estas patologías me quedaron

grabadas algunas pacientes y sus madres. La primera vez que recibí a María José, que es

síndrome de Down del tipo mosaico, montó una escena en el consultorio que consistía en

gritos y movimientos. Lo que más me llamó la atención, estando sentada un poco

recostada, el movimiento pélvico que daba la sensación de una convulsión o un orgasmo.

Yo me incliné para la segunda opción y acerté. En las sucesivas entrevistas desplegó el

amor qué había sentido por un chico y que resultó frustrado. Luego de un tiempo se pone

de novia y decide comenzar a tener relaciones sexuales. La angustia en la madre no se

hizo esperar. Lo que trabajé fueron los miedos, la angustia que le provocaba la fantasía de

que María José quede embarazada. Eran muy fuertes los pensamientos referidos al juicio

social. ¿Qué iban a pensar de ella si autorizaba a la hija? Esto fue superado y María José

logro su objetivo. Previamente envié a la madre para que consulte con un ginecólogo que

indique un método anticonceptivo. También me vino a consultar el novio, también

discapacitado, para que le enseñe cómo poner el profiláctico. Aproveché la oportunidad

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para conocerlo y, mientras le explicaba el método, ir orientándolo y bajándole el nivel de

ansiedad.

La madre sabía que es difícil que personas con síndrome de Down queden

embarazadas, sin embargo saberlo no la dejaba tranquila. Pudo estarlo recién con la

prescripción del uso de anticonceptivos prescriptos. Muestra este caso algo más: conocer

o saber algo no implica que las fantasías inconscientes dejen de tener efectos en el sujeto.

Los padres encuentran un espacio en las entrevista de orientación que no encuentran en

otro lugar ni siquiera en los grupos de padres, con sus amigos. Ni siquiera a veces, con los

médicos.

Es muy recomendable, diría necesario que los padres tengan un espacio de

orientación. Puedo afirmar, desde mi experiencia de más de 20 años de trabajar con

discapacitados y sus padres, que el psicoanálisis es el lugar apropiado para esto. Para que

puedan desplegar sus múltiples preocupaciones: ¿a qué edad conviene hablarle de

sexualidad? ¿A qué edad puede comenzar a interesarse? ¿Qué se hace o cómo se hace

para orientar o acompañar el camino hacia la obtención de una sexualidad ciertamente

satisfactoria para mi hijo?

Se podría dar un consejo para responder, pero no sería útil. Lo importante es con

los padres, la construcción de una dinámica mental que llevará a actuar en las diferentes

situaciones, acorde a lo que haya que hacer o decir. Frente a las preguntas de los padres

tomo lo que saben, y a partir de allí busco aclarar, enseñar procedimientos, o guiar

mediante la palabra, a que descubran su respuesta.

LOS TERAPEUTAS Y LA SEXUALIDAD

Extiendo la frase que Freud dice a los analistas “deben tener una vida sexual

satisfactoria”, a todos los terapeutas que trabajan con discapacitados.

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La delicada tarea que significa el trabajo con personas es más delicada cuando

estas personas tienen alguna discapacidad. Si el trabajo es de contacto, como es el caso

más claro de los kinesiólogos, debe tenerse en cuenta que ciertas zonas del cuerpo son

sensibles y pueden provocar excitación. Siempre es conveniente comunicar al paciente lo

que se va a hacer y el por qué es necesario hacerlo. También solicitar autorización para

manipular su cuerpo.

La palabra, en estos casos, es la que alivia esa tensión al aclarar el objetivo

terapéutico evitando entrar en elucubraciones. Cuando supervisaba al equipo de

kinesiología pediátrico, una de las preguntas que aparecía estaba referida a si los chicos

discapacitados P.C., iban a entender si ellos les hablaban. El trabajo corporal se presta a

un orden mecánico y dificulta el considerarlos como sujetos. Otra pregunta era, si les

generaban sensaciones a los chicos, qué se debía hacer. La supervisión permitió el trabajo

sobre fantasías, prejuicios particulares que creaban un modo de pensar. Al desarticularlas,

dejaban de ser efectivas y les facilitaba la tarea.

Las terapias de contacto generan ciertas tensiones. Si se logra un buen vínculo

entre paciente y terapeuta no es raro que también aparezcan fantasías relacionadas con la

sexualidad. Es por todos conocidos el fenómeno de la transferencia de amor que los

psicoanalistas orientamos hacia su deconstrucción, para que la cura logre sus objetivos.

Esto es imprescindible saberlo y, como decimos los analistas, tenerlo trabajado. Debemos

tener en claro que somos responsables de lo que hagamos con las sensaciones que nos

provoque un otro. Por eso, el contacto más allá de lo necesario, puede resultar

inconveniente. Debemos saber que con nuestro cuerpo, con nuestras actitudes,

podemos erotizar una relación profesional y de esta forma perder el objetivo por el cual

el paciente nos consultó.

En general, los que trabajamos con discapacitados, a veces por costumbre o por

estar en la vorágine terapéutica, dejamos de considerar a la palabra como un medio y

olvidamos la importancia que tiene una buena comunicación. No aclaramos nuestra

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función y la relación profesional que establecemos en el momento de recibir a una

persona y abrimos una ventana a que ese paciente pueda confundir su lugar y el nuestro.

Otras veces el que se confunde es el terapeuta cuando, por ejemplo, cree tener un

“caso”. Una chica que padecía trastornos del lenguaje, sólo emitía sonidos, había sido mal

diagnosticada como autista y padecía de una debilidad mental.

Había sido abusada por el abuelo y, a pesar de sus dificultades para hablar, con el

tratamiento, empezó a pronunciar algunas palabras. También hacía tratamiento con una

fonoaudióloga que se entusiasmó porque, dadas las características de la paciente, creyó

encontrar un caso para usarlo como ejemplo para presentar. La profesional me llamaba

constantemente tratando de sacarme la información sobre la paciente que yo le

retaceaba. En uno de los encuentros que manteníamos para ver cómo andaban los

tratamientos, le comento a la fonoaudióloga lo que pensaba: Que ella había quedado

fascinada con D. y que estaba repitiendo la escena de abuso, al tomarla como caso clínico.

Que eso iba en contra de lo terapéutico. Ella no pudo escuchar esto y continuó en su

postura y yo en la mía. No es prudente tomar a un paciente, cuando está en tratamiento,

como el caso clínico. Se puede perder el horizonte terapéutico.

Lic. Jorge A. Casarella

[email protected]

Bibliografía sugerida:

Sigmund Freud- “Tres ensayos para una teoría sexual”; Tomo VII-O.C. Editorial Amorrortu.

Horacio Lejarraga- “Desarrollo del niño en contexto”; Paidós (octubre 2004)

Jaime Tallis (compilador), Casarella, Jorge (co-autor)-“Sexualidad y discapacidad”; Miño y Dávila,

(mayo 2005)

Martha Schorn-“Discapacidad. Una mirada distinta, una escucha diferente”; Lugar editorial,

(Agosto 1999)

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Philippe Aries- “El niño y la vida familiar en el antiguo régimen”; Ed. Taurus, Madrid.

M. Foucault- “Historia de la sexualidad”; Tres tomos. Ed Siglo XXI.