Sociedad y Religion

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7. La sociedad y la religión en la Palestina antigua <Quienquiera haya heredado las tradiciones de la civilización eu- ropea moderna aplicará a los problemas de la historia universal una serie de inrerroganres, que le resultan a la vez inevitables y le- gítimos. Todos giran en tomo del concurso de circunstancias por cuya mediación se produjeron los fenómenos de cultura que, sien- do intrínsecamente occidentales, tienen al mismo tiempo. .. una significación universal.. 1 Esta declaración general de propósitos que Weber escribí6, poco antes de morir, para sus ensayos de so- ciología de la religión se ajusta específicamente a su estudio El ;udalsmo antiguo. En él se había propuesto explicar el <concur- so de circunstancias' que habían determinado la diferenciación inicial entre la religiosidad de Oriente y la de Occidente. Si se quiere comprender en todo su alcance la significación del tema, bueno será cotejar punto por punto la contemplación mística -tal como llegó a configurarse en la India, especialmente--- con el as- cetismo religioso, tal como fue cultivado por la cristiandad oc- cidental." A. Los tipos de ascetismo y la significación del judaísmo antiguo Todas las religiones proyectan imágenes del comportamiento ideal, que varían en las virtudes que exigen del hombre y en las metas que le señalan. 8 El judaísmo y el cristianismo se definen, en su singularidad típica, por un ascetismo religioso activo y por la idea de una actividad ética positiva que se encauza bajo la orientación divina. El hombre, mero instrumento en las manos de Dios, de- 1 GAzRS¡ vol. 1, pág. 1. 2 Weber manifesté, en la introducci6n de sus estudios, que los contrastes cualitativos que le importaba destacar. podían entendetse también como «diferencias puramente euantitativas en la combinaci6n de factores petO que tal planteo inevitablemente pasarla por alto lo que era de particu- lar interés para un estudio de contrastes típicos, como el que había proyec· tado. Ver Essays, pág. 292. Estas observaciones tienen especial pertinencia para la conhontaci6n abstracta que sigue. .3 La exposición que sigue se basa en WuG, vol. 1, págs. .310.17. hería atender en toda ocasión a que sus actos no fueran sino me. dios para que Dios ejecutara Sus Designios. En esta perspectiva, el mundo es fuente de tentación: todos los placeres de los sentidos apartan de Dios al hombre. Lo acecha talfibién el peligro de ceder a la autocomplacencia y el halago, y a darse por satisfecho con cumplir sus deberes religiosos de cada dia; asl su espíritu no acier- ta a concentrarse, con estricta unidad de en los únicos actos que pueden llevar a la salvación. En el cristianismo, la integridad de la dedicación religiosa en- gendró uha disciplina ascética que por una parte negó al mundo y se sustrajo a sus cuidados (como en el monaquismo medieval), y por otra parte procuró transformarlo (como en las sectas pu- ritanas) . A Weber le interesaba especialmente el segundo tipo de ascetis- el que no retrocedía ante las imperfecciones del mundo, sino que aspiraba a vencerlas. Para el devoto puritano, el mundo era obra de Dios, y úníco terteno donde el hombre temeroso de Dios podía acceder a un estado de gracia y a la certidumbre de su sal· vación definitiva. Entre el ascetismo religioso activo y el contem- plativo existen algunas similitudes, pero solo de superficie. El asceta contemplativo no lucha por la causa de su Dios, no sigue la conciencia de la gracia divina mediante victorias pre renovadas, sobre tentaciones siempre nuevas, en pugna sin tregua contra el mundo y el hombre, tales como son realmente. No se trenza en un cuerpo a cuerpo con el mundo: '10 rechaza:' Para rechazarlo cabalmente intenta vaciarse de todo resto munda- no, eludir todo contacto con la realidad y obtener <reposo' en 10 Divino. Esta experiencia emocional no se funda en conocimiento alguno de hechos ni doctrinas, sino en la simple aceptación de 10 que vale o no vale en el mundo, y como tal afirma un cadcter eminentemente práctico. Para lograr el estado contemplativo se requieren defensas negati. ! vas contra las perturbaciones naturales y sociales, y como elemen- to positivo, una enérgica concentración en ciertas cverdades-, de las que tampoco interesan al místico el contenido ni el acto de comprensión en sí: le importa solamente la experiencia emocio- nal, que identifica con una sabiduría práctica. A los ojos de quienes cultivan el -ascetismo intramundano-, este tipo de contemplación parece una poltronería sin dignidad, esté- ril en sentido religioso. Un teólogo puritano se inclinaría a decir que el místico no piensa en sino solo en sí mismo. Para I ser consecuente con sus ideas quiere vivir solo de lo que el azar 1 pone libremente a su alcance: las limosnas que recibe o las boyas ,;¡ 4 En este B.Specto tiene puntos de contacto con el ascetismo ultra- terreno de algunas órdenes católicas que también renuncian al mundo y escapan de él, aunque su orientación teligiosa difiere del ascetismo búdico o hlndó. 199 198

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  • 7. La sociedad y la religin en la Palestina antigua

  • que encuentra en el bosque. Su dependencia de la caridad significa, sin embargo, que no podra subsistir si otros no hicieran en el mundo el trabajo que l juzga pecaminoso y ajeno a Dios. As el monje budista, por ejemplo, considera sacrflega la agricultura, en cuanto supone destruccin de la vida oculta en la tierra; pero se vive de limosnas que son frutos de la agricultura. En realidad, ha hecho de la limosna la suprema virtud de los laicos, a quienes est definitivamente vedada la experiencia de la iluminacin espiritual. En el extremo opuesto, el hinduismo y el budismo ven en la conducta asctica del puritano una permanente violacin de lo divino. El budismo antiguo encaraba toda actividad enderezada a un prop6sito como una peligrosa forma de secularizacin. cEl que quiera realizar buenas obras no debe hacerse monje, reza un proverbio budista. Entre un instrumento de Dios y ser un I:vaso dispuesto a recibirlo hay una oposicin irreductible. El ascetismo puritano aleja de Dios y se hunde en contradiccione>s y componendas absurdas, porque todos los actos de este mundo estn desgarrados por tensiones insolubles entre la violencia y la bene~

    valencia, la objetividad y el amor. Tambin pueden confrontarse ambas orientaciones religiosas atendiendo al diverso enfoque de problemas comunes. El asceta que pretende ponerse a prueba mediante sus actos en este mundo su~

    fre un mal que cabria calificar como una regocijada estrechez de criterio. El puritano es el paradigma del especialista vocacional. No le inquieta qu significacin puede tener su especialidad para el resto del mundo: la responsabilidad de eso incumbe a Dios, y l se conforma con saber que su trabajo contribuye al cumplimiento de los inescrutables designios divinos. El puritano repudia el mundo, porque el goce y el bienestar son para la criatura humana satisfacciones y tentaciones desprovistas de significado tico, que comprometen sus esfuerzos por conseguir la salvacin. Su humildad resulta, sin embargo, dudosamente autntica, ya que el xito de sus actos, por haber sido al fin y al cabo dispuesto por DidS, constituye, al menos, un indicio de Su bendicin especial. Al mlstico le importa llegar a una visin del

  • mundo emplrico y buscar la unidad del csaber' y el chacer. a tra vs de la ilutninacin espiritual.

    La originalidad de la orientacin religiosa de Occidente arranca de la antigua profeda judaica. Weber expuso las razones que 10 movieron a investigar el judasmo antiguo, en los siguientes tr minos:

    Una conducta ritualmente correcta, esto es, una conducta ajusta da a las normas de la casta, significaba para los parias de la India- la recompensa de ascender, por via de reencarnacin, dentro de un mundo estrucrnrado en castasJ que se crea eterno e in~

    mutable ...

    Para el judlo la prom~Sa teligio~a ~onsistla exactamente en lo contrario. Conceba el orden social del mundo como el resultada de un vuek,,;- que 10 habla transformado en la ancitesis del otden prometida ~ara un porvenir en que el pueblo judo podra restablecer su predominio. El mundo ya no se consideraba-eterno e inmutable, sino algo creado. Sus estructuras presentes eran producto de las actividades humanas, principalmente de las actividades de los judfos y de la reaccin de Dios ante ellas. De ahl que el mundo misma fuese, por su parte, un producto histrico, desti nado a someterse una vez ms al orden verdaderamente decretado por Das. La actitud del viejo puebla de Jud hacia la vida estaba detenninada en todo por este concepto de una futura revolucin politica y social, encabezada por Dios ... Habla, adems, una tica religiosa altamente racional del com

    portamiento social; sin contaminacin de magia ni de las }ormas irracionales de las religiones asiticas, .:uyas vas de. saly.aa.6P.. p~.

    recian en lo intrnseco tan lejanas como "si pertene~ier.ao._a.,diferen~~" -mundos. Esos fundamentos ancestrales sostienen an en gran medida la tica contempornea del Medio Oriellte J' de Europa. De ah el inters que conserva el judasmo en la historia universal . .. En este punto, desde el que vamos a observar las condiciones en que evolucion la judeidad, estamos situados en una importante ""crucijada del movimiento cultural que empalma el Occidente con el Oriente medio.o

    B. Historia y organizacin social de la antigua Palestina

    .El judasmo antiguo se origin en los llanuras y montaas de Siria y Palestina, zona alternativamente expuesta a la influencia dE' las

    6 Al, pgs. 35. Las bastardillas son mas.

    dos grandes civilizaciones que florecieran en los valles fluviales de Mesopotamia y de Egipto, y fueran en la antigedad las ceno tras culturales y polticos del Medio Oriente. Hasta el sigla xvIII a. C. ninguna de estas potencias haba lograda la conquista estable del territorio. La situacin vari cuando el caballa y el carro empezaron a usarse en la tctica militar. A fines del siglo XVIII se inici un perodo de grandes migraciones, en cuyo curso los hiksos establecieron su dominacin en Egipto (1710 a. C.), y las kasitas emprendieran la conquista de Asiria y Babilonia (despus de 1686 ... C.).7 Cabe aadir que la migracin de Abraham a Palestina, as como la entrada de tribus israelitas en Egipto, coinci~

    dieran probablemente con este vasta movimiento de pueblas.' A la cada de las reyes biksos, hacia 1550, sucedi un impulsa egipcia de expansin, que lleg6 hasta el ufrates. Durante unas cuatro siglos, Siria y Palestina cayeron baja la dominacin de Egipto, que al parecer fue ms o menos nominal. En el rei nada de Ramss III (1175-44), el podero egipcia sobre esta regin declin totalmente. El Exodo de Egipto debi de ocurrir hacia 1280, y las tribus ju

    das siguieron ocupando gradualmente el territorio de Palestina en aos posteriores del mismo siglo.' A pesar de la declinacin del podero egipcio y asiria, no fue este un perodo de paz para \li' la naciente comUldad nacional. Apenas consumada la conquista judfa de las ciudades canaanitas, lleg del Mar Egeo la amenaza de los filisteas invasores (en la segunda mitad del sigla XII). Hacia 1050, estas derrotaran a las israelitas, desttuyeran el templa de Sil y robaron el Arca de la Alianza. Al ataque procedente del oeste sigui de cerca, si acaso no coincidi con l, la aterradora invasi6n de los medianitas, que venian del sur y usaban el carne 110, recientemente domesticado, en sus prolongadas incursiones a travs del desierto. Hubo tambin luchas intermitentes con las ciudades-estados de los canaanitas, con los ammonitas y los moa bitas del desierto al este y, al norte, con las tribus arameas que

    7 Todas las fechas de este capftulo son anteriores a la Era Cristiana, y a partir de este punto prescindir de especificarlo. No llevan ms propsito que orientar al lector, y se han extrado de textos de referencia hist6rica corrientes. He agregado algunos materiales fcticos de diversas fuentes, des tinados a proporcionar una informacin que Weber daba por sentada. Adems de las notidas en que hubo de confiar en la autoridad de los eruditos bblicos de su tiempo, hizo numerosas investigaciones por cuenta propia, que estn esparcidas en todo el libro. Se trataba de argumentos dedicados a los especialistas, que se omiten en la exposicin que va a leerse. Las citas bblicas contenidas en este capitulo servan de ilustraci6n a su razonamiento, "1 yo las he transcripto a veces directamente, en sustituci6n de la parfrasis que Weber daba de su contenido. 8 V. William F. Albright, From the Stone Age lo Christitlnity (2a. ed., Dou bleday Anchor Books, Garden City, 1957), pgs. 236-43, donde se resea el estado actual de los conocimientos y espeOJ1aciones sobre esta cuesti6n. 9 [bid., pgs. 255-56.

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  • habitaban el desierto de Siria. Hubo, en fin, discordias intestinas entre los israelitas mismos.lo La unificaci6n de la monarqufa en tiempos de Sal (1030-10) Y de David (1010-971), Y la centra lizacin intensa del reinado de Salomn (971-932), representaron esfuerzos, momentneamente logrados, por contrarrestar estas amenazas masivas, reemplazando la printiva confederaci6n de tribus israelitas, profundamente inestable, por una organizacin centralizada militar y administrativamente. Ello no obstante, la monarqua unificada se dividi al cabo de un siglo. Existi una estrecha relaci6n entre los acontecimientos antedichos y la organizacin social de la antigua Palestina." Las hostilidades y la guerra casi permanentes, y la efmera duracin de la unidad poltica, derivaron en parte de las formas de vida antagnicas que predominaban en las diferentes regiones del pas. En el centro y al norte, el riego y un rgimen de lluvias anuales parecido al de la Europa central hacan posible el cultivo de granos y la cra de ganado. Bastaba, sin embargo, una sequa para que un ao de escasez se convirtiera instantneamente en un ao de hambre y devastacin. Las zonas del sur y del este, peridicamente sometidas a chaparrones aislados, eran reas marginales que provean forraje para los camellos y el ganado menor, y aun para el mayor algunas veces, y que en los aos propicios haban dado una que otra cosecha pobre. De todos modos, siempre se hada necesario cambiar de tierras de pastoreo con cada estacin, ya alternando las aldeas de invierno y las de verano, ya adoptando un nomadismo permanente, que permita a los criadores de ganado menor atravesar con sus rebaos enormes distancias, en busca de praderas ms frtiles. Al este y al sur de estas tierras marginales se extenda el desierto. Los beduinos. El desierto que cea el territorio de Palestina era el hbitat de los beduinos, pueblo que ignoraba la agricultura, las viviendas estables y las fortificaciones. Pastores nmades de cat mellos, completaban la dieta mnima de leche de camello y dtiI les con ganancias obtenidas en los servicios de transporte, el col mercio y la rapia, que practicaban a lo largo de las rotas seguidas por las caravanas. Su dominio de estas rutas y su carcter de grupos extremadamente mviles los constituan en enemigos naturales de las tribus israelitas, ms sedentarias, en cuya tradicin no hay rastros significativos de influencia beduina. !..As ciudades y los -gibborim. Probablemente las primitivas ins. talaciones que se establecieron en el territorio fueron castillos de jefes guerreros y fortalezas destinadas a refugiar tropas y ~anado.

    La tradicin bblica hace referencia a instalaciones ulteriores de una organizacin muy superior: pequeas comurdades agrcolas

    10 La ciudad de Bethe1 fue destmida cuatro veces en el lapso de un siglo(entre 1200.11(0). lbld., pi. 287. 11 Ver Al, captulo. 12.

    fortificadas y con mercado propio, o verdaderas dudades plena. mente desarrolladas. Estas ltimas no solo comprendan una fortaleza y una plaza de mercado: eran adems -la sede propia del ejrcito, & la divinidad local, de los sacerdotes y (de) las respectivas autoridades, monrquicas u oligrquicas, del cuerpo poltico'." Muchas de las comunidades menores dependan polticamente de la plaza fuerte ms importante de la regin. lB El grupo dirigente de las ciudades principales consistia en un -patriciado militar, organizado en clanes muy numerosos, cuyo poder estaba condicionado por la extensin de su propiedad territorial y la importancia de las tropas que su riqueza les permita equipar y sostener. La palabra que en lengua hebrea significa guerrero (en singular, gibbor; en plural, gibborim) alude regularmente a los 'propietarios de heredad. (bne cbail), ya que el servicio de las armas, los privilegios polticos y la riqueza heredada se presuponan recprocamente. Los partores. Un tercer grupo de gran importancia era el de los criadores de ganado menor, que llevaban una existencia semin made. No criaban camellos, como 105 pastores del desierto, sino ovejas y cabras, y solicitaban permiso de los terratenientes para atravesar sus campos y hacer que pastaran sus animales. Aunque se producan transgresiones y estallidos de violencia frecuentes, las relaciones entre los pasrores trashumantes y la poblacin fija se regulaban mediante convenios formales. Las sagas de los patriarcas judos ilustran la posicin intermedia de estos criadores de ganado casi nmades y muestran en algunos casos la radicacin paulatina de sus familias ms ricas en el te rritorio. Abraham posee camellos y tambin ovejas, y a semejanza de los beduinos se abstiene de beber vino; es un forastero que deambula de un lado a otro, segn lo conducen los derechos con tractuales de pastoreo, y que solo al final de su vida y despus de prolongadas negociaciones adquiere una parcela hereditaria para sepultura de los suyos (Gnesis, 23:3-20). Jacob es criador de ganado y habita una tienda de campaa, pero se instala en Se chem, y compra tierras a extramuros de la dudad. El agricultor irraelita. Al igual que en otras fuentes antiguas, fal tan en la Biblia referencias directas al agricultor libre. Por analoga con situaciones comparables, cabe conjeturar que ocuparon una posicin de terratenientes o arrendatarios, como los campesinos

    12 lbid., pi. 14. 13 Esta relacin poHtica parece presupuesta en referencias como aquella que encontramos en J01U, 15:20-47, a Egrn, con sus ciudades afiejas y sus aldeas. Ciudades-estados semejantes existan en la antigua Canaln, ya antes de la ocupacin israelita. Baron ha sostenido que en Israel y en Judea, en su mayora cubriendo solamente alrededor de siete mil m.ill.as cuadradas de superficie, habla no menos de cuatrocientas instalaciones clasifi ca.bles como dudades. Ver Salo W. Baron, A Social and Retigious Hislary 01 lbe Jews (Columbia University Pres Nueva York, 1952), vol. r, plig. 72.

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  • que se describen en la obra de Hesodo, y que debieron tener ciertos derechos bien protegidos, mientras formaron la columna vertebral del ejrcito israelita. u Sea como fuere, los cambios introducidos en la tcnica de la guerra disminuyeron la importancia anterior de las milicias campesinas; con el tiempo, los agricultores perdieron sus derechos polfticos y la poca o mucha independencia que haban conocido en pocas mejores. Pautas de conflicto en la Palestina antigua. Desde e! tiempo en que los israelitas se radicaron en el territorio, hasta el reinado de Salomn, la posicin de pastores y labradores fue decayendo grao dualmente, mientras aumentaba en las ciudades el nmero de ha~

    bitantes y estos incrementaban su poder polftico y econ6micoY'i El inters comn de los israelitas en la pacificacin del desierto se concret6 de tanto en tanto en alianzas militares entre clanes y tribus. El bienestar polftico y econmico de los mercaderes urbanos y la suerte de sus negocios en las rutas de las caravanas, la situacin de los criadores de ganado menor y de los grupos de agricultores radicados en la tierra, variaban en la medida en que poda tenerse a raya a las tribus de beduinos. No se obtuvo as cendiente sobre estos nmades hasta el reinado de David (1010

    971), con la conquista de Edom y el dominio sobre las rutas de caravanas que se dirigan hacia el Mar Rojo. Solfan estallar rudos choques de intereses y violentos conflictos entre los criadores de ganado y los labradores; ejemplo, las gue

    rras de Efraim contra Geden (Jueces, 8:1 y sig.), contra Galaad (Jueces, 12;1-6) y otros. En la guerra de Deborah, mientras los labradores combatan contra una ciudad-estado canaanita, las tri bus de Rubn y Galaad, que criaban ganado en la Jordania del este, no se plegaron a la lucha. En opinin de Weber, tales acontecimientos representaban invasiones de campesinos en las tierras montaosas habitadas por los cra10res de ganado y contraataques de estos contra el territorio de aquellos. A menudo las reyertas engendraron tenace.'i antagonismos.10 Estos conflictos deben adscribirse principalmente a la economa de los pastores. En tiempos de paz, cuando crecla la poblacin y se acumulaban los bienes, poda destinarse al cultivo una canti~

    dad mayor de tierra. Entonces, a medida que se iba reduciendo el forraje disporble y que se intensificaba la explotacin agrcola 14 Es la condici6n que parece presuponer el llamado Canto de Deborah, que describe la guerra de las tribus israelitas contra SIsara, rey de los cantuUtas, hacia 1250. Los eruditos consideran este canto como el texto ml antiguo que se conserva en la versi6n actual de la Biblia (Jueces, 5). 15 Ninguno de estos grupos Se distingua ntidamente. Los mercaderes de la dudad eran tambin propietarios de tierras; los agricultores residan en la aldea., y a veces en la ciudad; las tribus de pastores incluan labradores due:6.os de tierras, y si tenan ganado vacuno hasta concertaban alianzas temporarias con los beduinos. 16 Al, pol. 54.

    de las tierras de pastoreo, se limitaba ms y ms la libertad de movimientos de los pastores, y aun se los confinaba a unos pocos y pequeos distritos fijos. Sus rebaos, sus familias y sus tribus se restringan y debilitaban visiblemente. En tal aprieto les quedaban dos caminos: dispersarse o incorporarse a algunas asociaciones mayores, bajo el mando de un caadilio militar, para expandir por la accin armada sus tierras de pastura. Esta urdad de tiempos de guerra era precaria, porque los conflictos suscitados en tomo de los apacentadores encendan discordias entre ellos mismos. Por todas las tausas mencionadas, la disminucin de las reas de forraje y los hatos de ganado, bajo el impacto de la expansin agrcola -a la que haba que sumar las guerras y las epidemias--, coincidi con una lenta transform::Lcin de las tribus israelitas, que poco a poco fueron congregndose en una spdedad ms urbana, con sus grupos de familias dirigentes y en una comunidad agrcola ms estable, con labradores libres, aunque empujados por las deudas a la prestacin obligatoria de servicios.17 Entre e! patriciado de la ciudad v los labradores tampoco falta ron antagonismos. Las principales estirpes urbanas estaban consti tuidas por mercaderes, que eran a la vez terratenientes aunque no pisaban sus tierras, arrendadas para aumentar las ganancias que les dejaba el comercio con las rentas que deban pagar los arrendatarios y el dinero que expriman de lo, agricultores libres mediante la usura, hasta despojarlos de todo y hundirlos en la esclavitud por deudas. La adopcin de! carro de guerra en la tctica militar permiti a los opulentos terratenientes afianzar ms su posicin econmica, porque los otros grupos carecan de recursos para financiar su propio equipo blico. En tales condiciones, el patriciado de las armas JI concit la enemistad natural de los cam~

    pesinos, cuyo franco antagonismQ los expuso an ms a la servidumbre del trabaio forzado. En el transcurso de estos conflictos, la antigua triparticin en propietarios ruraJes~ pastores y artesanos fue sucedda por una nueva divisin de la sociedad. Ll supremaca de los cterratenentes urbanop choc una y otra vez contra la rebelde resistencia de las tribus radicadas en las reas rurales. cuya fuerza militar se haba fundado, desde los tiempos primitivos, en la respuesta unnime de todos los hombres fsicamente aptos a la convocatoria tribal o ntertribal de: un candiHo guer~ero carismtico. La historia bblica de l. Monarqda Unificada mantiene an el cuadro de estos enfrentamientos internos y demuestra con ellos que la unificacin poltica no poda durar sobre una base tan precaria. Al combatir contra las ciudades-estados de los filisteos, David no conr con ms apoyo que el de su propio clan y el de sus partidarios personales. Entre estos ltimos, algunos procedan

    17 AJ, pg. 42.

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  • de familias pertenecientes, como la suya, a la tribu de Jud; otros no eran de origen judaico ni israelita; tambin habla soldados mero cenarios y reciuras a quienes la esclavitud por deudas ataba a las tropas. La tribu de Jud no respald colectivamente a David hasta mucho despus; y las tribus campesinas del norte, reacias a comprometerse en una guerra nacional a las rdenes de un cpastor de ganado', se le plegaron tarde y de mala gana, bajo la garanta de un tratado especial, qu~ sus ancianos le impusieron. Pero cuando la toma de Jerusaln afianz el reinado de David, la alianza concertada no impidi que las tribus se rebelaran repetidamente contra la autoridad real. Teman un nuevo motivo de encono, porque David habla erigido en reino la ciudad de Jerusaln y esta medida habla despertado la suspicacia de los labradores. El viejo rencor campesino contra la dominacin urbana era demasiado poderoso para aplacarse ante la idea de que la ciudad estaba identificada a la sazn con la unidad nacional y era asiento de una monarqula legtima. La oposicin de las tribus nourbanas al r gimen monrquico J que en lo sucesivo asociaran indisolublemente al predominio odioso de la ciudad, conserv su virulencia en todo momento; no par hasta ver desgarrado el reino de David despus de la muerte de Salomn, y an persisti dos siglos en el reino de Israel, hasta asistir a su derrumbe definitivo. La historia de la Monarq,a ilustra asl la importancia permanente de las tribus agrarias, invulnerables al influjo avasallador del patriciado militar. El apogeo de la monarqula h,bia atizado, por otra parte, el antagonsmo existente entre el rey y las oligarquas urbanas. Aunque los prim~ros reyes haban empezado por ser caudillos guerreros de la gentt> campesina, una vez afianzados en su poder necesitaban inevitablemente el apoyo de las ciudades. Si les llegaba a pesar la depeadencia, tenan recursos a su alcance para contrarrestarla. Podan, por ejemplo, conquistar un squito leal a su persona; contratar mercenarios de cuna extranjera para su cuerpo de guardia; encargarse personalroente de rec1utar funcionarios adictos, no en las familias principales, sino en los grupos ms modestos de la poblacin." En las emergencias grao ves, y sobre todo si el xito coronaba sus medidas, era posible que este conductor fuera aceptado como 'prncipe' legitimo y que se reconocieran los derechos que lo acreditaban eomo tal, en viro tud del carisma hereditario atribuido a su estirpe. En este papel positivo, sola representrsele en la figura de un hombre humil de, que montaba un asno, esta imagen lleg a fundirse, con el correr del tiempo, con la creencia en un prncipe mesinico. Pero si este conductor confiaba exclusivamente en su squito personal, su dominacin se identificaba con la de un 'rey' que posela coro celes y carros de guerra como el faran, y que desde lo alto de

    18 lbl., pilg. 18.

    sus castillos mantena sujetos, a su autoridad soberana, a la ciudad que era su sede y a la comarca que corresponda a la ciudad.' Tal haba sido el panorama baio el reinado de Salomn, que con virti la organizacin militar casI tribal de SaI y de David en un despotismo de corte asitico, emplazado en la ciudad como en su propo centro. Segn la tradicin bblica, su gobierno habla tenido afinidades con el estado egipcio, por la administracin r gurosameate centralizada alrededor de un monarca todopoderoso. Su poder se haba apoyado en un ejrcito de seores, para quie. nes se encarg a Egipto carros y corceles de guerra. Los arte~

    sanos reales y un enorme nmero de trabajadores forzados haban emprendido la construccin de maguos proyectos de palacios y fortalezas y la edificacin del Templo. La expansin del dominio real hubo de recurrir igualmente , la prestacin obligada de ser vicios. Funcionarios reales, a quienes se concedieron tierras y privilegios, actuaban en carcter de oficiales y de jueces. El tesoro perteneciente a la corona acumul incontables riquezas, gracias al trfico que el Rey diriga personalmente en el Mar Rojo, a los tributos exigidos de territorios extranjeros y a una contribucin regular en especies, impuesta a todos 103 sbditos. Tales activi" dades requeran una compleja organizacin, y en consecuencia se dividi a Palestina en doce distritos administrativos, que se tur" naban para proveer mensualmente de vituallas la mesa rea1.2

  • El siguiente periodo, que se exten8i aproximadamente a cuatrocientos (922-538), presenci una serie de catstrofes politicas y militares, que culminaron en la cautividad en Babilonia y desembocaron en la dispersin subsiguiente de los judos. La Monarqua aparece como un mero -episodio:., que separa el perodo de la Confederacin, a part;" del Exodo y el establecimiento de los israelitas en la Palestina, del perlado de declinacin politiea que sucedi a la divisin de la Monarqua. Este deslinde en perlodos alcanzaba proyecciones eminentes en la historia religiosa. Los dogmas bsicos del judasmo (que se examinan en la inmediata seccin C) se formularon en tiempos de la Confederacin isra"ta. Al caer la Monarqua Unificada, estas creencias cimentaron el movimiento proftco que dejara huella duradera en la civilizacin Occidental (ver la prxima seccin D) 02

    C. Organizacin poltica e ideas religiosas en tiempos de la Confederacin y de los primeros reyes

    La Confederacin" La Confederacin Israelita careci de instituciones politicas pero manentes. El pueblo estaba organi;o;ado en asociaciones tribales de clanes, ligados por una observancia religiosa comn; pero ninguna comunidad de orden civil, jurdico o administrativo ligaba a las tribus. Las peleas entre f>Jlas eran bastar.te frecuen tes j la unin se produca solo en tiempos de guerra contra un enemigo comn, y aun en tales circunstancas algunlls de las que pertenecan a la Confederacin escatimaban su apoyo (ejemplo: la guerra de Deborah). El tipo de autorida.d judicial en tiempos de paz revela la ines tabilidad poIftTca de la Confederocin. Los hroes victoriosos y ls profetas .probados> arbitraban las disputas legales mediante

    de Jud al sur, con capital en Jerusaln. A partir de este punto, la resea de los hechos histricos se reanuda en la seccin D de este mismo capitulo. 22 A1gunas figuras profticas (Samuel, por ejemplo) son anteriores a la Monaiqufa Unificada, asl como al comienzo de la profeca bblica en sentido propio; a su vez ciertas instituciones de la Confederacin (como los santuarios rsticos o los derechos legales del residente forastero) existieron durante la mayor parte del perodo que sigui a la Divisin de la Monarqua. Por lo dems, el movimiento proftico desde el siglo IX en adelante tencli6 a idealizar el pasado y IR Confederadn, en conrtaste con el degenerado presente de los cultos extranjeros y las amenazas de invasiones desde el exterior. Sin embargo, las diferencias reales entre los perodos anteriores y posteriores a la unificacin poltica lograda baio la Monarqua Unifcada son importantes, a pesar de estas inevitables complicaciones 23 Ver AJ, pgs. 75-89.

    orculos, nicamente cuando se les solicitaba, no como ejercicio de una funcin regular. Segn todo lo hace presumir, los llama. dos Jueces (shofetim) fueron, al igual que los primeros reyes, caudillos religiosos y militares en la guerra, que aparecan como redentores cuando tomaban las medidas militares, religiosas y polticas ms acertadas en los trances de emergencia. Las condiciones diferan algo en las ciudades. La Riblia suele referirse a varios an cianos (zekenim) de las familias dirigentes, que actuaban a la vez como jueces y como representantes legtimos de la comunidad, Pese a la ausencia de una organizat:i6n jurdica y poltica unifica~

    da, existi6 cierto grado de cohesin, en virtud de las creencias religiosas comunes. La gran ine~tabilidad que presentaban, en cuanto organizaciones polticas, muchas tribus de criadores de ganado contrasta tpicamente con la notable permanencia de las rdenes religiosas, esto es, COn las organizaciones fundadas en un cculto ll comn. El caso de los recabitas lo demuestra. Este pueblo de pastores haba dado un profundo sentido religioso a sus costumbres tradicionales y a su ~orma de vida seminmade, contemplndolas como el cumplimiento de un decreto celestial, que se haba transmitido hasta ellos de generacin en generacin.24 En la Biblia hay referencias a este grupo desde los tiempos de Jeh (en el siglo IX) hasta los de Nehemas (en el v), y parece pro bada que algunos descendientes de los recabitas sobrevivan en el desierto babilnico en la Edad Media y aun despus."' Tan exrraordinaria cohesin social arraigaba en la fraternizacin religiosa, que uni a numerosos clanes de diversos orgenes tnicos en la prctica de la misma adoracin. Este principio de organizacin tuvo cierto efecto poltico, particularmente sobre el problema planteado por extranjeros y forasteros, que en esta encrucijada del Cercano Oriente antiguo iban y venan sin cesar a lo largo de las rutas comerciales y a travs de las tierras de pastoreo. Se estableci una distincin entre los extranjeros --esto es, los no judos- y los judos procedentes de otras tribus, que no posean tierra en la zona donde residan. Los extranjeros podan obtener proteccin personal, ya como huspedes temporarios, ya como clientes fijos de una familia establecida; aunque desde luego su seguridad dependa de que esa familia tuviera la influencia necesaria para hacer valer su proteccin,. en casos de litigio. Los judos sin tierra, oriundos de otras tribus, estaban en diferente situacin. Se les consideraba de estirpe extranjera: en su condicin de residentes forasteros (gerim) eran diferenciados claramente, tanto de las familias del patriciado de armas> local como de los residentes ordinarios. La tradicin bblica no proporciona los elementos de juicio indispensables para caracterizar las diversas clases de forasteros; aclara, no obstante,

    24 Ver Jeremlos, 35:6-8. 25 AJ, pg. 79.

    211 210

  • 1

    que los germ gozaban de la proteccin legal de la comunidad, y no ya solo de una familia encumbrada. Si bien excluidos de la posesin de la tierra, y por consiguiente del servicio militar, estos forasteros tenan derecho a la concesin de tierras, fuera del recinto de la ciudad, para l/sentar sus viviendas y apacentar sus rebaos. Por otra parte, estaban titualmente segregados de las familias locales, con las que no podan contraer matrimonio. Debido a tal segregacin y a su status legal de aislamiento, los residentes forasteros conservaban su identidad tribal. El reconocimiento de sus derechos se inclua, sin embargo, entre las obligaciones religiosas de cada comunidad y de cada tribu, y la violacin de los mismos poda desencademl" una guerra santa de la Confederacin contra la parte ofensora.26 La organizacin del culto recabita y la posicin legal de los gerim ilustran la cohesin social que existi en la Confederacin, a pesar de la falta de instituciones polticas permanentes, y seala el influjo unificador de las ideas y las prcticas religiosas, aun en tiempos de paz. Empero, como cuerpo poltico, la Confederacin se activaba principalmeme en tiempos de guerra, y los dogmas esenciales del judasmo antiguo se desarrollaron en ntima cone xi6n con sus guerras santas Todos los israelitas constituan entonces una "asamblea armada, que funcionaba en carcter de cuerpo legislativo y judicial, mediante aclamacin de las mociones propuestas por los jefes o los profetas de la guerra, que se arrogaban una misin certificada por Dios para reclamar una autoridad que trascenda los lmites de la tribu. La idea de una alianza con Dios, y de todo Israel como una confederacin ligada por juramento a esta alianza (beritb en hebreo), fue un dogma fundamental del judasmo antiguo.21 Durante toda la antigedad, las alianzas polticas y los contratos privados se confirmaban por lo general mediante juramento solemne, que los pona bajo la proteccin de Dios, invocado como testigo y vengador del perjurio .'.l8 El viejo concepto judaico de una berith contrada por el pueblo entero de Israel, de una bsica alianza con Dios mismo, difiere cat~gricamente de esta prctica.29 Hemos encontrado ya entre los israelitas varios ejemplos de pactos semejantes, en los que Dios figuraba como parte del convenio, y no como testigo.so En la poca de la Confederacin, la unidad era presumiblemente difcil de alcanzar, como no fuese por medio

    26 Jueces, 19:20. 27 Al, pg. 75. 28 [bid., pg. 78. 29 [bid., pg. 78. 30 David se convierte en legtimo rey sobre la base de una berith con los ancianos de la tribu; mediante una berith, AbrahOJ:Q se establece como residente forastero en Beersheba (Gnesis, 21:31); las relaciones entre las tribus se santificaban mediante berith, como en el C8SQ de los gabaontas al hacerse comunidad tributaria de Isr3el (Jom, 9: 14-2l).

    '1'

    de actos de consagracin que sar.tificaran cualquier empresa mi litar conjunta.Sl Una vez comprobada su eficiencia econmica y militar, estas formas de confraternidad religiosa contribuyeron enormemente a la difusi6n de las creencias en que se fundaban. Pero las creencias en s no podan explicarse, a juicio de Weber, como simples subproductos de la organizacin social. Surgieron, por el contrario, en circunstancias hist6ticas especficas, en las que un profeta como Jonadab ben Recab, o Moiss, haba expresado experiencias e intenciones religiosas de ndole altamente personal.S2 Resear, a continuacin, el eX:lmen que Weber dedic a las creencias fufldamentales del antigtlo judafsmo, que se formularon durante el Exodo de Egipto y la instalacin de los hebreos en Palestina.

    Israel y Yahv ll8

    La orientacin religiosa tradicional del pueblo israelita se reman taba a la antigua alianza que hab:.t concertado con Yahv, por me diacin de Moiss, servidor y profeta de El. Los hijos de Israel se haban libertado de ]a esclavitud gracias a la destrucci6n m,Uagrosa del ejrcito egipcio -seal del poder d~ Dios, de la verdad de Sus promesas y de la eterna gratitud que le deba el pueblo--. Este concepto era relativamente comn a muchas religiones. El dios o el rey de la tribu sola verse en todas partes como un aliado contra los enemigos. Muchos pueblos adoraban a dioses semejantes a Yahv, seores tambin de la guerra y el exterminio; confiaban en su particular proteccin y esperaban de eUa el castigo de sus adversarios. Casi Ulversalmente se concibe a Dios como custodio del orden social y se cree que premia a sus fieles prometindoles prosperidad, una descendencia numerosa, una lar ga vida y un nombre honrado. Pero las creencias propias del judasmo se apoyaban en un. fun

    damento excepcional: la palabra explcita que Yahv haba em peado con Su pueblo. Haba elegido entre todos a Israel para dispensarle Sus privilegios, imponiendo como nica condcin que Israel lo reconociera siempre por su Dios y como a tal lo adorase. 31 Nada se sabe de cierto sobre d carcter de tan tempranas fraternizad.o

    nes, pero parece probable que consistieron en algunos ritOS celebrados en loa lugares del culto a Yahv y que comportaron ciertos tabes especiales OOD

    tra d uso dd botn de guerra (que deba consagrarse a Dos) , contra d asesinato de colIlpatriotas. Y contra la violacin de os derechos del hus

    ped (derechos de los gerim). Vase AJ, pgs. 93-126. 32 [bid., ~. 80. 33 Ver [bid., caprulo v.

    21.3

  • Ya habis visto lo que hice con los egipcios y c6mo os arrebat a ellos, y sobre alas de guila os traje hacia mi. Por lo tanto, ahora, si obedecis- mi voz y mantenis. m alianza, seris vosotros mi tesoro particular entre todos los pueblos. Porque la tierra entera me pertenece, pero vosotros seris para mi un reino de sacerdotes y una nacin santa.M

    Por su parte, el pueblo de Israel se habia comprometido a ser Su publo:

    Hoy has dado testimonio ante el Seor obligndote a tenerle por Dios tuyo, a seguir sus caminos, cumplir sus leyes, sus manda~

    mientas y su voluntad, y obedecer l.l su voz; y el Seor ha confirmado hoy que sers su pueblo singular, como ya lo habia prometido y que deber guardar todos sus mandamientos."

    eDe acuerdo con el orden ritualista y social de la Confederacin-, Yahv era cuna de las partes contractuales', y los otros pueblos eran inferiores a Israel, porque desconocian los mandamientos de, Dos.3D El carcter bilateral del convenio resulta definitorio. El pueblo de Israel haba elegido a Yahv por su Dios, concertando con El una alianza; simultneamente haba sellado su unidad interna, mediante un pacto de confedemci6n: andando el tiempo, consagra ra de igual modo la autoridad de un rey, sobre la base de un tratado de alianza. Quienquiera desoyese los mandatos de la Con federaci6n, se alzaba as contra la voluntad del Seor. Yahv, por su parte, habia elegido a Israel libremente; le habia hecho promesas que no se haba dignado hacer a ningn otro pueblo, y haba aceptado los testimonios de lealtad ofrecidos en prenda por Israel." Quin era este Dios, que 'refrendaba, como parte contractual, todas las leY. impuestas a la sombra de su alianza? Originariamente, Yahv habia sido para Su pueblo el divino seor de la guerra, un cdios remotoJo,J esencialmente inaccesible y aislado; su presencia infunda pavor mortal y se aseguraba que solo Moiss lo habia visto en una ocasin de espaldas. Como al dios Indra de los hindes, lo devoraba una sed que solo se aplacaba con la san gre de los enemigos y los rebeldes. Desatado su furor, hacia que el fuego los consumiera y los precipitaba en el mar (como a los carros de guerra de los egipcios). En consonancia COn esta imagen b 34 E"odo, 19:4-6. " Deuteronomio, 26:17~19; ver tambin la descripcin de los sacrificios y la comida ritual mediante los cuales se santific la alianza con Yahv (Exodo, 24:4-11). 36 AJ, pg. 120. 37 lbld., pgs. 130-31.

    tica, Yahv era asimismo el dios de l.s catstrofes naturales. Tem blores de tierra y e:rupciones voknicas, tormentas, incendios y huracanes acompaaban su aparicin: castigaba a los enemigos de Su pueblo con plagas de langost.s; a su propio pueblo con ser pier..tes; con la peste a los egipcios. Sin embargo, esta imagen aterradora y demonfaca tena otro aspecto. Cuando los hombres no cumplian sus obligaciones hacia l. estallaba en la clera de un rey ultrajado; y su corazn era tornadizo como el de un rey. Bastaba una inocente negligencia para excitar su enojo, y no era imposible qpe la ira de Dios se desencadenase con menos causa, y amenazaba fulminar al hombre instantneamente> como simple prueba de su poder sin lmites. Pero a partir de la Alianza, Yahv reconoci siempre las garantas daeta~ a Su pueblo, y consinti6 que se las recordasen. De ahl que carguya' contra el pueblo elegido, en su dilogo con Jeremas: cQu iniquidad pudieron descubrir vuestros padres en mi, que se alejaron de mi lado y corrieron en pos de las vanidades hasta volverse vanos tambin ellos?'. Aun que el profeta admite los pecados del pueblo, se aventura a abogar en su defensa: cNo nos repudies, siquiera sea en honor de Tu propio nombre! No desampares " trono de Tu gloria: acurdate, y no quebrantes Tu alianza con nosotros:- ,as Tanto la aterrado," majestad como los rasgos benignos de este Dios formaron part~, desde el comienzo, de su alianza con Israel.' Si Yahv protegi6 en tal forma las leyes y costumbres de la Con federaci6n. no santific6 un orden inmutable, a la manera de los dioses indios. Establecida mediante una alianza, la ley de Israel podia en virtud de ello cambiar, como resultado de un. revela ein y de una alianza nuevas. Lo"3 decretos de Yahv solo seran permanentes mientras pluguiese a su librrima voluntad sujetarse a ellas. Cualquier otra hip6tesis era incompatible con la idea de su Soberana absoluta." Segn lo, trminos de la alanza con Israel. Su clera, al igual que Su misericordia, no eran, por lo dems, sino la retribuci6n que los hombres se acarreaban con su conducta. Las vicisitudes hist6rica, del pueblo elegido tenian re lacin intrnseca con la omnipotencia de Dios: El habia prometido salvarlos del cautiverio en Egipto, no de un mundo desquiciado; les habia prometido el dominio sobre una tierra.de cleche y

    38 Jeremas, 2:5; 14:1921. Ver tambin Miqueas, 7:18 y sigo La Biblia contiene otras imgenes positivas de Yahv: El interviene personalmente para ayudar a sus amigos; lamenta los excesos de su e6lera; es amo de la lluvia, y dice a su pueblo que en Israel esta es obra de la gracia de Dios y don gratuito suyo, no --como en Egipto- resultado del riego y de la burocracia, La imagen de Yahv, dios de la lluvia, hubo de fundirse, andando el tiempo, con la idea de Dios como gobernante benvolo del universo. 39 Cuando Job reclam6 de Dios una respuesta para entender la injusticia de la condici6n humana, Yahv no se refiri6 a la sabidurfa de Su orden, sino a Su soberano poder sobre los acontecimientos de! cosmos. Ver AJ, pgs. 13233, y Job, capftulos 38-40.

    214 215

  • miel-, no la bienaventuranza en el otro mundo. Yahv no demostraba Su poder supremo por la existencia de un orden sabio, sino encauzando los acoI\tecimientos hist6ricos segn Sus designios inescrutables.40

    Cultos extranjeros y demonios nativos En el Medio Oriente antiguo, la idea de una alianza particular con Dios careca de precedentes. Cuand.o las tribus israelitas ocuparon la Palestina, por fuerza dehieron entrar en contacto con pueblos cuyas creencias y formas de adoracin diferan de las SU~

    yas, y teruan muchos elementos afines con las vecinas reas culturales de Egipto y Babilonia. La adoraci6n de Baal y el culto de los muertos." Baal era una deidad de los canaanitas. En realidad, el nombre designaba ge

    nricamente a numerosas deidades que regan determn

  • melitas se plegaran a la costumbre general. Esto destaca la magnitud de la empresa acometida por los conductores religiosos que intentaron depurar de todo vestigio espurio la adoracin de Yab v: sin ponderar previamente dicha empresa, no se podr justipreciar el aporte del judasmo. Y no se podr entender a esos conductores, salvo que se los estudie en relacin y en contraste con sus antecesores extticos del pedodo confederado. Tipos de xtasis religioso" El nombre .Israel so referla al 'pue

    blo del dios guerrero'; no designaba a una tribu, sino a una liga de tribus con un culto comn'.46 Este concepto tuvo importantes consecuencias rituales y pollticas. L. asamblea militar elega su jefe y determinaba los objetivos de la lucha, guiada a su vez por la inspiracin y los orculos recibidos de Yabv, seor supremo de la guerra. La onfederacin hada, pues, ,una guerra santa; y la asamblea militar, ms que integrada por los miembros de una Confederacin, comprometidos bajo juramento, pareda compuesta por -hombres de Dios:-, juramentados para combatir a las 6rdenes de Yabv.47 Se prescriba a los guerreros, con fines de purificacin, el uso del cabello largo, la prctica del a)'llno y la abstinencia sexual. El rito de la circuncisin probablemente se vincul, en sus orgenes, con este ascetismo. La historia de Sans6n ilustra la correspondenM da entre las prcticas ascticas y 1m: xtasi~ y hazaas del guerrero. Cuando el espritu de Yahv se apoderaba de l, Sansn se lanzaba a un desenfreno de destrucci6n. Conserv su fuerza mien tras mantuvo largos sus cabellos; la violacin del tab sexual del guerrero hizo que la "erdiera. El xtasis del guerrero tena uM significaci6n especial para el caudillo, por cuanto sancionaba las decisiones polticas O militares en calidad de inspiraciones profticas. As, .1 enterarse de que los de Jabes negociaban la capitulaci6n, el rey Sal fue arrebatado por una sagrada furia, despedaz Jos bueyes y, pronunciando una solemne maldicin religiosa contra los remisos, convoc a todas las huestes de Israel para la bataHa liberadora" Tambin se pinta a Sal como un exttco en su lucha contra David:

    ... y el Espritu de Dios alentabo en l, e iba profetizando, hasta que lleg6 a Nayot de Rama. Y desgarr6 sus vestiduras y profetiz de igual modo ante Samuel, y desnudo yaci6 por tierra durante todo ese da y esa noche.'

    Si estos episodios permiten apredar la relacin entre el xtasis, la profeca y la conducci6n de ia guerra, la historia de David

    45 Ver AJ, capitulo 4. 46 lbld., pg. 81. 47 lbld., pg. 9!. el. Jueces, 5:11, 2D. 48 S_muel I, 11. 49 S_muel I, 19:23-24.

    muestra al rey actuando como director exttico en una ceremonia religiosa. Cuando se recuper el Arca de la Alianza,

    David danz6 .nte el Seor con toda su fuerza; y vesta David un efod de lino. As David y la casa toda de Israel transportaron el arca del Seor entre aclamaciones y al son de las trompetas.M

    La existencia d~- especialistas que .lcanzaban poderes mgicos mediante raptos de xtasis fue otro fen6meno propio de la Confederacin. Estos extticos adiestrados profesionalmente (nabi, plural nebilm) no fueron privativos del antiguo pueblo de Israel; tambin los hbo en Grecia, en Fenicia y en la India antiguas. Lo mismo que en otras partes, tales magos se hallaban organizados en escuelas o guildas, y se distinguan de los' hombres comunes por sus tatuajes y vestiduras especiaJes.31 Recurran a la msica, la danza, la automortificacn y otros procedimientos 32 para provocar el estado de tranc, que les dara poderes mgicos. Los milagros de Elisen muestran un esbozo de esta hechicetla profe sionaP' Pero los magos de Yahv no actuaban solamente en funcin de curanderos o productores de lluvias, sino adems como profetas de la guerra. Podan incitar a una cruzada ---romo en el caso de la profetisa Deborah, .Madre de Israe!.- O usar de la magia para asegurar la victoria. La historia de Sal muestra que e! xtasis proftico de esras bandas de derviches se fundi en ciertas ocasiones con el xtasis de un conductor en la guerra y en la paz. Samue!, ungiendo a Sal, le dice:

    . .. cuando hayas llegado a la ciudad, te encontrars con un grupo de profetas que bajan de 10 alto, precedidos por salterio, tamboril, flauta y arpa; y todos ellos profetizarn; V el Esprim del Sefor descender sobre ti, y profetizars con ellos, y te habrs convertido en otro hombre."

    Entre el xtasis del mago y el acto de profeca la re!aci6n era estrecha, y los jefes polticos y militares no siempre se distinguan claramente de los magos y profetas." 5D Samuel 11, 6: 14-15, Adems de estas prcticas extticas individuales de los caudillos guerreros, se registran algunos ejemplos de xtasis colectivo, aunque las revisiones sacerdotales posteriores de la tradicin tendieron a identificar estas prcticas orgisticas con la adotacin de Baal y con otros cultos forneos. Weber cita Samuel, 1, 14:32, donde se describe un festn de sangre y carne cruda despus de la victoria, como violacin de un tab religioso. Pese a la escasez de referencias similares a un xtasis colectivo, opinaba que estas prcticas debieron ser ampliamente aceptadas en las tribus israelitas de tiempos de la Confederaci6n. Ver Al, pgs. 94-95. 51 Reyes I, 2DA!. 52 Reyes 11, 3:15; Re,es 1, 20:35 y sigo 53 Reyes n, captulos 4, 6, 8. 54 Samuel 1, 10:5-6. 55 Puede verse esta mezcla de diferentes papeles en varias combinaciones

    219 218

  • An aparece. otra figura religiosa en el papel del
  • Existan, adems, desde 103 tiempos primitivos, santuarios visita dos por peregrinos de lejllllas tierras, donde los sacerdotes resi dentes oficiaban solemnes ceremonias por cuenta de los gober nantes y notables de la localidad: sirva de ejemplo el santuario de Sil, destruido en 1050 por los filisteos. Weber interpretaba que la rivalidad entre los diversos santuarios, la existencia misma de santuarios privados y la Stbordinacin polltica de los sacerdotes erllll testimonios elocuent de que el sacerdocio sacrificial habla carecido de organizacin olectiva. En la Biblia, los pasajes donde los sacerdotes son identificados como -levitas alternan con otros en que se hace referencia a una
  • Bajo la Monarqula,! las tensiones entre los diferentes grupos sacerdotales se agravaron an ms. Los sacerdotes y profetas uli cos intentaron monopolizar el ritual de la adoracin de Yahv y todas las actividades conexos. Los iluminados religiosos y milita. res, que haban guiado a los ejrcitos de la Confederacin, cedieron el paso a los sacerdotes de escuela y a un rey, a la sazn jefe orgulloso de un ejrcito de caballeros que combatlan desde lo alto de sus carros. La desmovilizacin de pastores y labradores coincidi, as!, con la desmilitarizacin del guerrero iluminado y del nabi El hroe militar se transform en un nazareo (ya en la leyenda de Sansn reciba este nombre) de vida ritualmente ejemplar; y el ascetismo de la guerra se convirti6 en un ascetismo de la penitencia. La tradicin bblica, que habla establecido un nexo entre los primeros reyes y las manifestaciones del xtasis religioso, insina que esta religiosidad del antiguo ejrcito campesino -yen consecuencia tambin la de los nebim, caudillos religiosos de ese ejrcito-- estaba en vas de extincin. Referido el episodio en que Sa] se lanza a profetizar en medio de los der. viches, la tradicin comenta sarcsticamente: Qu le ha ocu rrido al hijo de Quiz? Por ventura se cuenta Sal en el nmero de los profetas?' Despus que David ha bailado frente al Arca, sale a su encuentro Micol, hija de Sal, quien lo interpela en los siguientes trminos:
  • vuelve obtuso hasta que enfrenta el aparato burocrtico de unperlados de tremendas catstrofes que realzaron e! valor de los estado gigantesco. Bajo el impacto de 1. transformaci6n social

    sacrificios como medios de expiacin. Para que tales sacrificios fue que Se operaba durante la Monarqua Unificada, la doctrina deran eficaces, era imprescindible descifrar la voluntad de Dios y Yahv fue desarrollndose por interacci6n de un pblico en elconocer los actos que lo hablan ofendido. Hacer -lo que era justo que se combinaban los esrratos desmilitarizados y socialmentea los ojos de! Seor> importaba, en todo caso, ms que los sacrifi disminuidos de la poblaci6n con un estrato de intelectuales inscios. Esta intensa preocupaci6n del pueblo por los deberes que le creaha su alianza con Dios increment6 la demanda de sacerdotes, pirados.' Favoreci6 la interacci6n

    creadora una condici6n que la

    por crerselos dotados de un conocimiento superior en 10 referente Palestina de esa poca comparda con las otras reas de renova.

    ci6n religiosa.a Yahv y a Sus mandamientos.T Repar6 Weber en que los conceptos religiosos nuevos no se hanHa de recordarse que la Palestina antigua pas6 gran parte de su

    originado nunca en los grandes focos de dvilizaci6n, sino en zo~historia ~ajo el yugo extranjero; que los conquistadores sallan nas l1mtrofes y sometidas a su inHuencia.imponer'a adoraci6n de sus propios dioses a la poblaci6n vencida, en raz6n de vasallaje; que varios otros pueblos de! Medio Oriente La raz6n es la misma siempre: las nuevas concepciones religio

    antiguo, en fin, se hablan dblado a tales exigencias, en las que sas exigen del hombre l COmo requisito previo, que no haya pervean una consecuencia inevitable de la derrota militar. En el dido la costumbre de encarar el curso del mundo can sus propiosjudasmo, la orienraci6n tica prevaleci6 sobre las prcticas ex interrogantes. Precisamente el que vive slejado de los grandestticas o idoltricas siempre, y sobre todo en los perlados de in centros de cultura tiene motivo'i particulares para hacerlo as,forrunio nacional. Pero el juda,mo antiguo no surgi6 por obra cuando la influencia de tales centros empieza a afectar o a amede los desastres pollticos y miJitares que afligieron al pueblo israelita, sino a pesar de ellos. Segn Weber, los intrpretes de

    nazar sus intereses vitales. El hombre que habita en Zonas cul.

    la religi6n de' Yahv hablan fundido los dogmas elementales del ruralmente saruradas, y enredado en su tcnica, dirige tan pocos

    interrogantes al medio como el chiquillo que, habiruado a losperodo confederado en un credo religioso de nuevo cuo, por viajes diarios en tranva, quiz no Se ha preguntado nunca cmo cuya virtud los judos haban conservado su identidad a travs de consigue ese vehculo panel se en movimiento.los dos mil quinientos afias tran~eurridos desde el cautiverio en La posibilidad de inquirir el significado del mundo presupone laBabilonia. Tal fue e! mayor logro intelectual de los grandes pt aptitud de sorprenderse ante el curso de los acontecmientos.1'Ofetas, y de los partidarios de Yahv, dentro del sacerdocio levtico.'Algo tuvo que ver en ese logro el emplazamiento de la antigua Palestina en el cruce de las gtUndes civilizaciones del Medio D. Decadencia poltica

    , conflicto religioso y profeca bblicaOriente. La escrirura alfabtica se remon12ba al segundo milenio,

    Los fragmentos primitivos de literatura blblica, como el -Canto de' Deborah. se debieron a poetas y narradores profesionales; en Desde aqu podemos volver a la situaci6n poltica de la antigu

    a

    tiempos de la Monarqula Unificada hubo una administraci6n de Palestina, ero tiempos de la unificacin mOflrquica alcanzada bajo la. que tenemos noticia por la documentaei6n registrada en aro el reinado de Salom6n. La instauracl6n de un rgimen desp6tico, chivos y escritos hist6ricos. En contraste con los regimenes des segn e! modelo egipcio, provoc la rebeli6n de las tribus de

    l p6ticos de los estados vecinos, las tribus semin6mades y el patrio norte y escindi6 la monarquia en dos estados: el de Israel y e

    l

    ciado militar de las dudades salvaron su independencia, an bajo de Jud. Una rpida resea de los acontecimientos subsiguientes la Monarqua, y apoyaron a los maestros profesionales de la ado mostrar la Intima con~i6JL~mre. h hist.oria politica y el apogeo raci6n de Yahv y crlticos acerbos del poder real. Las mismas del. nlOJlinen.!.9 prottico, en el que Weber localizaba el punto

    de arranque de 1acvilizaci6n occidental.circunstancias aumentaron la receptividad para las ideas religiosas en el pueblo ordinario, que, segn observaba Weber, na se Decadencia poltica 67 AJ, pgs. 167, 179.

    68 Weber demostr hasta cierto punto que, a la larga, el judasmo haba En el reino del norte, o de Israel, se desarroll6 un sincretismo de

    rechazado las ideas y prticticas religiosas de Egipto y Babilonia, a pesat de la existencia probada del sincretismo religioso entre los judos. Favoreci creencias y prcticas religiosas. Lg insurrecci6n contra el r

    einado este rechazo la oposicin de la culrura egipcia a toda forma de proselitismo 69 AJ, pilg. 206.religioso. Cf. pormenores en bEd., capmlos VI, VIII Y pasJi",. 70 I6Id., Pllg. 207.

    227226

  • ~~

    ~,

    salomnico tradujo en parte la hostilidad que habla despertado ~

    f la construccin del templo en Jerusaln y la preeminencia consi. guiente del sacerdocio jerosolimlOllo. El primer rey de Israel, f~

    Jeroboam 1 (despus de 922), estableci el culto de los becerros de oro en los viejos santuarios de Bethel y Dan, presumiblemente a modo de protesta poltica y religiosa contra el monopolio del culto en Jerusaln." Bajo la infiuencia fenicia florecieron cultos paganos, especial. mente durante el reinado de Ajab (871852) y su esposa Jezabel, que patrocinaron la adoracin de Baal. Ulteriormente los defensores de la adoracin exclusiva de Yahv, acaudillados por el pre>fera Ellas (m. 850), se alzaron contra la autoridad real, hicieron olr su repudio, y la dinasta Omri fue derrocada por Jeh (845 818). Reprimi este los cultos no israelitas, pero no logr recha. zar al invasor blico y descendi a la condicin de rey tributario de los asirios. En la primera mitad del siglo VIII, al afiojarse las presiones ejercidas desde el exterior volvi la paz, y con ella se reanudaron los cultos forneos. A este perlado corresponde el resurgimiento de la profeca, por impulso de los grandes profetas escriturarios: Ams. Oseas e Isaas (m. despus del 700). La segunda mitad del siglo estuvo marcada por la rpida expansin del Imperio Asirio -sobre todo bajo Tiglath.Pileser III (746727 )-, que ulteriormenre condujo a la desuuccin de Samaria, capital de Israe! (722-721), determln la deportacin rIe muche dumbres israelitas a la Mesopotamia y sell la conquista con el asiento forzado de gentes de Siria y Babilonia en el territorio que haba pertenecido al reino del norte. Desaparecido este, una po~

    blacin heterognea volvi a mezclar la religin de Yahv con varios otros cultos y deidades. Entre tanto al sur, y aproximadamente hasta un par de siglos des pus de haberse dividido. en 922, la Monal

  • ~forma Deuteron6mica hablan alternado la exigencia centralizadora y exclusivista del culto con otras disposiciones ms gratas a la sensibilidad popular. Condenaban, por ejemplo, el despotismo del tipo salom6nico, y presentaban, como ejemplo de rey, la imagen del caudillo israelita de los viejos tiempos: sin carros de guerra, sin serraIlo

    1 sin servidumbre condenada al trabajo forzado,

    sin impuestos abmmadore" ni ambici6n de gobernar el mundo: simplemente inconmovible en su obediencia a la ley Mosaica del Deuteronomio. Esta idealizaci6n de una figura de rey a la vez arcaica y popular promovi6 la revisi6n integral de las antiguas tradiciones, y a ralz de esa revisi6~ habla resultado, por ejemplo, que Sal era ungido por el profeta Samuel; que David se mostraba como un pastorcillo valiente que peleaba contra Goliat; que cadtt rey tenia asignado un puesto en la escala jerrquica, segn susf.mtecedentes de ortodoxia o idolatra. Todos estos concept'" y preceptos se articularon por primera vez en un todo coherente bajo el reinado de Joslas; pero cuando el rey cay6 en el com~ate,

    a los trece aos escasos de habetse descubierto el Libro de la Ley, la posici6n de los sacerdotes levlticos de Yahv se hizo de nuevo precaria.En el lapso que sucedi6 a la derrota de Joslas en Megiddo, el reino de Jud pas6 a la condici6n de "tado tributario, primero de Egipto, a continuaci6n de Caldea, al fin de Babilonia. Tras dos levantamientos infmctuosos contra el yugo babil6nico, Jerusaln fue arrasada en 587 por Nabucodonosor, que arrastr cautiva a una gran parte de la poblaci6n sobreviviente y se la llev6 a tierra extranjera. Las profeclas de Ezequiel (m. d. 570) y del segundo Isalas (o Deuterolsaas, m. d. 535) entran en este perodo. La escasez de sacerdotes, por ausend

  • de una tregua en los planes expanl:>ion.ista~ de las grandes poten~

    cias. La Mesopotamia, y despus Egipto, reanudaron a poro sus conquistas y Siria se transform6 en C!iIIlpO de batalla.

    Nunca hasta entonces haba experimentado el mundo guerra de tal espanto y magnituc como la practicada por los reyes asirios. Los orculos de la proieda clsim traducen el terror ciego que infundan estos conquiSladores de,piadados. Cuando las tinieblas cerraban el horizonte poltico por todas partes; la profeca clsica adquiri su forma caracterstica.71

    Orientacin social de los profetas. Todos los profetas exaltan las glorias de la Confederaci6n con imgenes, tan pronto pacifistas como militares, de Dios y de Su orden social. Las leyendas paniarcales describen el sentimiento de honda fraternidad y la llaneza de trato que imperaban en aquellos tempranos tiempos, e idealizan los antiqusimos derechos sociales que protegan al deudor y al residente forastero. Los patriarcas se perfilan, a travs de esos relatos, como autnticos hombres de paz. Son jefes de clanes pastor~ que, en su carcter de residentes forasteros, gestionan ante la poblacin local derechos de pastoreo; si la necesidad lo exige, se reparten la tierra pacficamente, y de ordinario actan con manscdumbre y sin hero!smo. Sea como fuere, los profetas destacan asimismo los aspectos de cruzada de la tradicin patriarcal. Se sienten, en algunos momentos, los sucesores desmiltarh-:ados de los nebiim ms belicosos, y._ se lanzan a bordar fantasas que recortan, contra un fondo irreal, imgenes de sangre y de muerte que dicen las hazaas heroicas de Yahv. En esas leyendas hay dgunas nibus criadoras de ganado -tales las de Rubn, Simen, Jud y Levl- que se enseorean del territorio, ganan fama por su violencia y tienen a las ciudades bajo su dominio. Hasta patriarcas como Abraham e Isaac suelen poseer, con un pronunciado cadeter pacifista, ciertas vrtude-'5 extremadamente rnilitares.78 Contra esta idealizacin popular y blica de la Confederacin se cierne el presagio oscuro de un porvenir en que un monarca regir los destinos de Israel:

    Estos sern los usos del rey que reinar sobre vosotros: tomar a vuestros hijos para el servicio dE' sus carros y de sus corceles, y har que algunos tiren de sus carros. Los designar capitanes al mando de mil hombres y al mando de quinientos; y los pondr a arar sus campos y a recoger sus cosechas, y a fabricar sus' arreos de guerra y el atelaje de sus carros. Y tomar a vuestras hijas para que le sirvan como confiteras, cocineras y panaderas. Y

    TI Ibld., ps. 267. 78 Al, pgs. 4952, 285-86.

    tomar vuestros sembrados, vuestras vias y vuestros olivares ... y los dar a sus servidores. Y tomar el diezmo de vuestras rosechas y de vuestras vendimias. _. y el di=o de vuestros re baos; y vosotros seris siervos suyos. .. Ese da lloraris por el rey que elegisteis vosotros mismos; y ese da el Seor no escuchar vuestro llanto.7

    El vaticinio ataca visiblem...'te las innovaciones introducidas por el fausto real, aunque tambin _:-":.ra al patriciado de armas, a los gibborim, ejrcito reguIar de la Monarqua a despeeho de los constantes choques de intereses. Los profetas suelen hacerse eco, adems, de ciertas reclamaciones del pueblo, tan persistentes como difundidas en la antigedad: la corrupcin de la justicia, manejada por las ddivas; el derrama miento intil de sangre inocente; la arbitrariedad del poder, in clinado a favor de los inicuos, ms que de los rectos.' La aparicin inicial de estos orculo;:; coincid6 con la intensa transformacin de la sociedad en los reinados de David y de Salomn. Abordaron temas de inters contemporneo, como la edificaci6n del: templo, la sucesin real, los pecados secretos de los monarcas, las injusticias sociales, las formas de culto y otros del mismo tenor. Su ideal bsico era la -ley' de la antigua Confederacin israelita, honrada por los siglos; el mal bsico consista para ellos en hacer de esta excelente sociedad del pasado una -casa de es -clavirud. 81 vaciada en el molde egipcio. No signific esto una oposicin sistemtica contra la Monarqua en s) pues en las guerras de liberacin el presgio de la Monarqufa era enorme.ll2 No negahaD. los profetas la legitimidad de la dinasta davidica, ni que hubieran habido reyes como el propio David, o como Isalas y Jeh, que siempre hicieron -lo que era justo a los ojos del Seor'. Sin embargo, sus ataques contra las alianzas polticas, la idolatra y los procedimientos despticos de los reyes, de David en adelante, no daban mucho asiclero para reconocer el rgimen como una fuerza positiva, y la reprobacin proftica an suba de tono y cobraba apremio en los tiempos de creciente peligro exterior. Se imploraba entonces al rey que, despojado de todo aparato de sultn, gobernara de nuevo a la comunidad con la prudencia y la investidura de juez y de caudillo. Solo as el Dios de la antigua Alianza doblegara a todos los enemigos de Israel) por imponentes que parecieran, para someterlos al poder superior del pueblo elegido. 'Demagogos y libelistas. Los profetas representaban una forma pe

    79 Samuel 1, 8: 11 y sigo 80 Ver,en Al, pg. 116, citas pertinentes. 81 lbid., pg. 111. 82 Algunos pasajes de la tradicin bbli~ destacan que en los tiempos anteriores a la monarqua haban imperado el desorden y la arbitrariedad: En aquellos dIas no haba rey alguno en Israel '} cada persona obraba segn le pareca personalmente ms correctO. (Jueces, 17:61.

    233 232

  • culiar de conduccin religiosa." No depencUan, como los amvmos oficiales del, rey, del rgimen polltico vigente, y a menudo lo desafiaron en una actitud de intransigencia irreductible, Sus profecas faddicas no se prestaban, como los otros orculos, a un romercio lucrativo, ya que difcilmente quisiera nadie pagar un mal presagio. Ninguna tcnica ptofesional enscfiaba a pronunciar estos vaticinios, a diferencia de lo que ocurrla en la prediccin de la buenaventura. De ah! que los profetas de la Biblia truenen a menudo contra los profetas
  • los orculos funestos que pesaban sobre Jerusaln se romplieron asimismo. Hubo, sin duda, vacinios que no se realizaron; hast~

    las Escrituras registran algunos. Pero el pueblo prefera recordar las palabras profticas confirmadas por los hechos," y su fe en las intenciones y promesas de Yahv pareca robustecerse cuando sobrevenan las calamidades anWlcad9.s. La elevada posicin sodal y la independencia de todo compromiso poltico contribuan a dar slido fundamento al prestigio de estos profetas. Isaas, vstago de una familia de notables, mantena estrecho contacto con dlstinguidos sacerdotes, y actuaba como con ,ejero y mdico del rey. Sofonas era bisnieto del rey EzequJas; Ezequiel, un eminente sacerdote jerosolimitano; Jeremas, el descendiente de un antiguo linaje de sacerdotes camp.,.inos. Am., que proceda de una familia de p.'tores, aunque haba recibido una educadn excelente, era la nica excepcin. En todo caso, ninguno de los datos que antece-:len arroja mucha luz sobre la orientaCn social de los profetas. Sin atender a las condiciones de sus orgenes respectivos todos maldijeron los abusos de los grandes, y con igual vehemencia despotricaron contra el l;obierno de los ignorantes plebeyos. Hasta el Exilio, ninguno habla expuesto pblicamente un programa polItico o social; su mensaje entero presupona, en vez de discutirlas, las normas ticas y rituales de los sacerdotes levticos." Esta actitud de ndependencia frente a los intereses polticos convencionales, en el centro mismo de la lucha polftica, no contaba en la sociedad con otra fuerza que el apoyo de algunos notables de Jeru..ln, especialmente de los ancianos, que se consideraban custodios de la tradicin piadosa. En los dems estratos sociales los profetas carecfan de partidarios. Los labradores no los apoyaban, porque ellos combatan sn cuartel contra los cultos paganos de la fertilidad oficiados en los santuarios rsticos. Los reyes, por razones antes mencionadas. En cuanto a los sacerdotes, se limitaban a tolerarlos, porque no se les ocurra una salid a mejOl. El ltimo punto es particularmente significativo. En la mera existencia de la profecfa libre desde los ms remotos tiempos se denunciaba la debilidad inherente a la posicin del sacerdocio. La falta de una organizacin central no le haba permitido elirninar a los profetas durante el perodo de la Confederacin. Bajo la Monarqua, los adivnos de la corte hablan conquistado la supremada oficial, pero los sacerdotes hablan tenido que seguir tolerando a los profetas libres por el respaldo que les dis!,!,nsaban ciertas familias p.oderosas. Hubo casos, como el de Isafal y Ezequiel, en que sacerdotes y profetas mantuvieron relaciones bastan~

    88 Jmmlas, 26: 18, alude a una profeca anunciada en el reinado de Bzo. quias. que se recordaba un siglo despus. 89 La excepcin es el profeta Ezequiel, que en el perIodo del Exilio ptoyel>

    ir, t le. eftroeturs. teolgica de un estado ideal.

    t 236

    te ntimas; muchos casos m-s, en que los profetas chocaron violeptamente contra los sacerdotes. Ams atac las prcticas del culto que se celebraba en Bethel y Gilgal.ao Jeremas se atrajo el encono de los sacerdotes en Jerusaln, al profetizar la destruccin del templo, y por sus instigaciones tuvo que someterse a un juicio en el que la oportuna intervencin de los ancianos en su defensa logr su absolucin, de otro modo imposible."! El antagonismo no se extendi a las enseanzas de los levitas; dicho de, otro modo, no hubo objeciones a las reglas de prudencia que auspiciaban estos maestros de sabidura prctica. En materia de moral, los profetas sostuvieron la que trasuntan sus orculos, y ademS' reconocieron todas las fuentes de autoridad consagradas,92 si bien su prdica, en abierto contraste con el ritualismo sacerdotal, exalt esencialmente el espiritu de rectitud. Condenaban rotundamente a las personas cuya religin no era ms que cuna costumbre tradicional adquirida a fuerza de repeticiones mecnicas.98 Nada expresa este punto de vista con intensidad tan pattica como el pasaje de Jerem!as que predice el e1fa en que Dios los castigar Ce todos ellos juntos, circuncidados e incircuncidados a la vez ... .9. Esta sensata disminucin de la importancia ritual ahond, como era previsible, el antagonismo entre sacerdotes y profetas. Atribulan estos al carisma de la inspiracin divina un valor mucho ms alto que a los ttulos invocados por los sacerdotes para reclamar el reconocimiento de su dignidad religiosa sobre la base de la palabra escri ta y la autoridad eclesistica formal. xtasis y poltica. Los profetas fueron hombres solitarios que, .1 descargar todo el horror de su visin apasionada contra los ntereses mundanos de su tiempo, dieron significado tico y significacin religiosa a calamidades que los hombres ordinarios presumiblemente atribUan a una inmerecida crueldad y a la condicin verstil de la suerte. Las inspiraciones profticas sol1an anunciarse COn una vasta garna de estados patolgicos. Ezequiel se golpeaba los riones y pataleaba; despus de cad. visin, quedaba paralizado durante siete e1fas; experimentaba la sensacin de flotar en el aire, y la inspiracin solfa ncitarlo a comer nmundicias. Jerem!as and.b tambalendose como un borracho, sus huesos se sacudan y llevaba uncido al cuello el yugo de un arado. La descripcin blblica esboza, en su caso, fenmenos esquizofrnicos; no deseaba hablar, pero se senta compelido 90 Am6r, 4:4, 5:5. 91 Jer~miar, 26. 92 (No anunciaban unu nueva concepcin de Dios, ni nuevos medios ~ la gracia, ni siquiera mandamientos nuevos.~ AJ. pg, 300; v. tambin blJ., pg. .304. l.:l tend(".nca conse!"vadot"u de loo profetas contrasta con la e.f:ir. macin enftica de Jess: ~Escrito est; pero yo os digo ... . 93 Iralar, 28:13. 94 Ti.;;f;!1!1iar, 9:25. 95 Cf le-remidI. "!:tJ.

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  • a emitir palabras que en realidad no salan de l. A menos que hablara, lo atacaban dolores atroces y ardla de calor. En e! acto de hablar experimentab ;Una espede de alivio, como si se sacu dira de encima una presin msoporrable. En la tradici6n blblica hay alusiones ocasionales a sntomas fsicos, como en la descripcin que hace Isaias de su propio caso: se retuerce en las ansias

    d~ una parturienta, con la vista nublada, el odo torpe y e! coraz6n palpitante."' Muchos profetas sufrlan alucinaciones auditivas y visuales; se suman en estados autohipn6ticos, y se lanzaban a hablar inconteniblemente.9T La relaci6n de! xtasis con la profeca blblica tuvo algunos rasgos singulares. A veces los profetas perdlan e! sentido y hablaban en estado de rapto; otras veces se limitaban a describir su experiencia del xtasis. En las raras ocasiones en que se les habla solici tado la profeca ~s decir que no se lanzaban a ella por iniciativa propia- solfao concentrar largamente su pensamiento en la oraci6n, hasta que reciban la .palabra. en un estado de xtasis, y solo entonces empezaban a hablar. En cualquiera de esas formas, e! xtasis proftico mantena su carcter distintivo, porque no se vinculaba con ninguno de los medius tradicionales que permitan alcanzar la experiencia. No se tiene noticia de guildas ni escuelas como las que se haban conocido en e! pasado. Los profetas despreciaban e! alcohol; no se sabe que practicaran ayunos ni orgas extiticas. Los milagros eran tan ajenos a su autolegitimaci6n como los estados de xtasis. Tendlan ms bien a confirmarlos en l. conciencia de ser instrumentos en manos de un Dios todopoderoso. Por esta conciencia pensaben ellos distinguirse de los falsos profetas que reemplazaban con 'sueos' la palabra de Yahv:

    He odo lo que dedan los profetas que anuncian mentiras, en mi nombre, diciendo: .Yo he soado tal cosa ... Yo he soado tal cosa ... J). Hasta cundo durar este engao en el corazn de los profetas que profetizan mentiras? Oh sr, son profetas del engao de su propio coraz6n, los que pretenden hacer que mi pueblo olvide mi nombre por escuchar sus sueos, esos sueos que cada hombre cuenta al vecino, as como sus padres olvidaron mi nombre por atender a Baal. Que e! proeta que ha tenido un sueo relate el sueo que ha tenido, y aquel que tuvo mi palabra, transmita fielmente mi palabra. Pues, a qu viene dar la paja con e! grano?, dijo el Seor."' Con esta conciencia de ser instrumentos de la voluntad de Yahv se ligaba la percepci6n lcida de alojar una fuerza infinita, aunque prestada. Am6s lo dice bien: .Seguramente no har el Seor

    96 I!dllJS, 2197 Ver Al, pgs. 286-118. 98 ]cremias, 23:2528. Ver tambin Etequiel, 13.

    cosa alguna cuyo secreto no revele a sus servidores, los prafetas:-.99 Este sentimiento de intima certeza no era lo mismo que la certeza de la propia virtud. Los profetas nunca se pretendieron inmunes al sufrimiento y a la culpa, y su tica no difiere en ningn aspecto de la que cuadra al hombre corriente. Si exigen una fe incondicional para el mensaje que transmiten de los designios divinos, separan con toda claridad su misi6n proftica y su com, portamiento personal. Como se ve, no tienen muchas caracterfsticas comunes con los iluminados de tiempos de la Confederaci6I1, salvo l

  • lo compeliese, ningn hombre en su sano juicio se acarreada voluntariamente la hostilidad de los reyes, de las familias impor. tantes, del sacerdocio establecido y del pblico lanzando prof.,.., cas u;: perdicin que a menudo establecan una afinidad odiosa entre ei orador nativo y el implacable conquistador extranjero. & Hombres que se atrevan a hablar como estos tenan que haber escuchado efectivamente la voz de Yahv: bastaba su actitud para que se les creyera. Los profetas fueron conductores religiosos dotados de cualidades extraordinarias. A pesar de su preocupacin en los asuntos de la poltica exterior, no se dejaron llevar por consideraciones de oro den poltico. A pesar de la Vehemencia de sus mensajes~ no fueron sino voceros de la moralidad judaica tradicional. La misin proftica residi esencialmente en la exhortacin moral del pueblo y en sus fulminantes orculos, que amenazaban con la destruccin irremisihle a cuantos hadan e! ma!. Cargaban e! acento sobre la idea de una retribucin aqu y ahr;ra, no sobre una promesa de salvacin en e! ms all; porqne Israe! se haba obligado especialmente a obedecer, con lealLad inquebrantable, la Ley imperiosa de su Dios. La contribucin mayor de los profetas bblicos fue hacer de los actos moralmente rectos de la vida cotidiana el deber especial de un pueblo elegido por un Dios de supremo poder. Cotejaremos brevemente este aportf.' singular con otras formas de profeca. Al decir que la profeca de los tiempos antiguos fue poltica, debe entenderse que comportaba orculos concernientes a ciertos acon~

    tecimientos polticos y militares del futuro. Hemos visto ya que en las grandes monarquas burocrticas, a la manera de Egipto o del Imperio Romano, falt la profeda emocional de tipo bblico, porque la poli tica religiosa extirp de ralz la posibilidad de que surgieran demagogos tan peligrosos como los profetas. En cambio, en Israel la profeca alcanz una l:uga tradicin, porque la apoya~ ron las familias de los notables piadosos y porque la Monarqua result demasiado dbil para eliminarla definitivamente.'o, En la antigua Grecia se encontr una solucin equidistante entre ambos extremos: si bien se autoriz oficialmente la profeca, localizada en e! famoso orculo de Delfos, lo, raptos de proftico furor de la Pitonisa quedaron clasificados como portentos, de cuya interpretacin y vigilancia deba encargarse e! sacerdocio. Fuera de Delfos, y de algunos otros centros tambin notoriamente consagrados al culto, los estados psicopticos se desaprobaban como manifestaciones de anormalidad y faltas de decoro. El ~ontraste

    entre los dos tipos de profeda, e! he!nico y e! israelita, se tra sunta hasta en el habla usada en los orculos. De tono atemperado y forma perfecta en Grecia, e! lenguaje proftico fue en 103 Jeremas, 26:20-23, expone una tentativa de represi6n.

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    Israe! un desborde apasionado y abrupto de imgenes patticas. En Delfos, los versos bien moldeados respondian a preguntas que formulaba la asamblea de ciudadanos a los orculos oficiales. En Israe!, los profetas eran demagogos religiosos, que hablaban en su propio nombre, como ciudadanos particulares, casi siempre sin que nadie les hubiera preguntado nada. Las autoridades religiosas legtimamente constituidas transmitan en Grecia los orculos. En Israe! eran comunice

  • a emitir palabras que en realidad no salJan de l. A menos que hablara, lo atacaban dolores atroces y ardla de calor. En el acto de hablar experimentab~ una especie de alivio, como si se sacudiera de encima una presin ifisoportable. En la tradicin blblica hay alusiones ocasionales a sntomas fisicos, como en la descripcin que hace Isaas de su propio caso: se retuerce en las ansias

    d~ una parturienta, con la vista nublada, el oldo torpe y el corazn palpitante" Muchos profetas sufran alucinaciones auditivas y visuales; se suman en estados autohipnticos, y se lanzaban a hablar inconteniblemente."' La relacin del xtasis con la profeca blblica tuvo algunos rasgos singulares. A veces los profetas perdan el sentido y hablaban en estado de rapto; otras veces se limitaban a describir su experien. cia del xtasis. En las raras ocasiones en que se les habla solicitado la profeca -es decir que no se lanzaban a ella por iniciativa propia- solfan concentrar largamente su pensamiento en la oracin, hasta que reciblan la .palabra. en un estado de xtasis, y solo entonccs empezaban a hablar. En cualquiera de esas formas, el xtasis proftico mantenla su car:lcter distintivo, porque no se vinculaba con ninguno de los medios tradicionales que permitan alcanzar la experiencia. No se tiene noticia de guildas ni escuelas como las que se hablan conocido en el pasado. Los profetas despreciaban el alcohol; no se sabe que practicaran ayunos ni orgas exttkas. Los milagros eran tan ajenos a su autolegitimacin como los estados de xtasis. Tendlan ms bien a confirmarlos en l. conciencia de ser instrumentos en manos de un Dios todopoderoso. Por esta conciencia pensab.n ellos distinguirse de los falsos profetas que reemplazaban con 'sueos' la palabra de Yahv:

    He oldo lo que decan los profetas que anuncian mentiras,- en mi nombre, diciendo: .Yo he soado tal cosa ... Yo he soado tal cosa ... 11. Hasta cundo durar este engao en el corazn de los profetas que profetizan mentiras? Oh sI, son profetas del engao de su propio corazn, los que pretenden haeer que mi pueblo olvide mi nombre por escuchar sus sueos, esos sueos que cada hombre cuenta al vecino, as como sus padres olvidaron mi nom~

    bre por atender a Baal. Que el profeta que ha tenido un sueo relate el sueo que ha tenido, y aquel que tuvo mi palabra, transmita fielmente mi palabra. Pues, a qu viene dar la paja con el grano?, dijo el Seor'" Con esta conciencia de ser instrumentos de la voluntad de Yahv se ligaba la percepcin lcida de alojar una fuerza infinita, aun que prestada. Ams lo dice bien: .Seguramente no har el Seor

    96 fa/tU, 21. 97 Ver AJ, polg

  • cartada toda idea de una comunin mstica del hombre con lo di tituciones del perodo confederado, mantenidas desde entonces vino, o de una perfecta y definitiva paz interior, accesible para el bajo la proteccin de Yahv: actos perversos, como la opresin creyenre. De aI que los israelitas rechazaran la euforia mstica de los desvalidos, la idolatra, la negligencia en el ritual, la coI

    del profeta indio, trocndola de buen grado por el servicio activo ! rrupcin o represin de la actividad proftica. La observancia de y el sometimiento a la obediencia de una divinidad sobrenatural, pero inteligible; y de aI que esta obediencia los defendiera con tra el peligro de las especulaciones metafsicas.'" Los conceptos antedichos se asent2ban sobre un supuesto previo inconmovible: ni la magia ni el ci~go azar determinaban al acon tecer del mundo, sino la voluntad inteligente de Yahv. No se podia creer lo contrario sin descrdito d su majestad soberana como rey. De tal modo, la profeca bblica trasunta una visin del hombre y de Dios diamettalmente contraria a la bsqueda del saber sagrado que se cultivaba en la India. La iniciativa en esta discrepancia correspondi a los profetas mayores de las Escrituras; se justifica, pues, que Weber se aplicase al anlisis de sus ideas, como acertado remate para la sociologa de la religin.

    Etica y teodicea de los profetas 107 Los acontecimientos po1fticos de la poca plantearon, segn se ha visto, los problemas centrales de la profeca. Pnico, rabia, sed de venganza; temor a la guerra, a la muerte, a la devastacin, el asunto vital de las alianzas extranjeras -todo esto hubo de culminar al fin en un ansioso interrogante sobre las razones de la clera de Yahv y sobre los medios para recobrar su graciaLos profetas respondieron que el infortunio se deba a la voluntad de Dios, explicaci6n que careda por cierto de evidencia in trinseca y que no resultaba convincente. Ms natural desde el punto de vista psicolgico, y tambin ms de acuerdo con la opinin popular, hubiera sido esta hiptesis alternativa: que los dioses extranjeros ,uperaban momentneamente e! palier de Yahv, o que Yahv no se ocupaba de auxiliar a su pueblo. Pero los profetas rechazaron tales interpretaciones. Argumentaban que todas las calamidades sobrevenan, siempre y en cualquier caso, porque Dios haba querido que sobreviniesen, ya que solo El era autor de todas las cosas: - ... Habr en la ciudad algn mal que no haya sido obra del Seor?~.1oa Yahv era, no obstante, el mismo Dios que habla concertado con Israel un pacto de alianza. -Solo a vosotros conod entre las familias todas de la tierra. Voy a castigaros, pues, por todas vuestras iniquidades . 100 Las aluddas culpas haban consistido principalmente en actos que violaban lls106 Ver bId., pgs. 314-15. 107 Ver Al. capItulo. 12, 14, 16. 108 Amds. 3:6. 109 Amds, 3:2.

    la caridad y de la pureza ritual no se haba solicitado y prescripto exclusivamente en Israel, sino adems en varias otras partes. Pero estas exigencias, que en general solo obligaban a los gobernantes, en Israe! se haban impuesto a todo e! pueblo que, segn e! pacto de la alianza, deba asumir conjuntamente la responsabilidad de cada "Ino de sus miembros.Ho Al usar estas antiguas ideas judaica< en sus orculos de perdicin, todos los profetas pre-exflicos hablan confrontado la misma dificultad de fondo: cmo poda el pueblo COnservar o recuperar una fe inquebrantable en las promesas de Yahv si el infortunio le saIra al paso en cada encrucijada y si akanzaba a cada hombre la responsabilidad por todos? Hacia e! tiempo de los profetas, esta pregunta ya habla turbado largamente e! espritu de los con. ductores religiosos. La imagen de Dios es un caso esclarecedor en este sentido. La versj6n ms primitiva lo presentaba guiado por int~reses y pasiones egostas; en las viejas sagas, Yahv sola clamentar- sus resoluciones y mudar de prop6sitos. Tales enfoques haban planteado un problema a la reflexin racionalista: era compatible esta imagen con b, majestad propia de un gran dios? Se declar6 reiteradamente: Dios no es un hombre, para que tenga que arrepentirse o modificar sus resoluciones. uI Pero la nueva imagen, a pesar de su cabal consistencia, era incom. patible con el inters levtico en la cura de almas: si las decisiones de Dios estaban irrevocablemente fijadas, de nada serviran la ora. ci6n ni la penitenda. Este inters contribuy6 a que se siguiera creyendo en la versatilidad de las decisiones divinas. Iguales reflexiones pueden aplicar a la alianza de Israe! con Dios. Los desastres poIrticos que persegulan al pueblo elegido encarnizadamente parecan desmentir la promesa de Yahv de estar siempre a su lado. Hubo etapas en que la contradicci6n se resolvi6 concibiendo al hombre como un ser que haca el mal continuamente; esta creencia tornaba infructuosa toda ]a prctien confesional, sin explicar en modo alguno las desgracias especiales del propio pueblo de Yahv. Ms adelante, se solucion la antinoma transformando las garantfas originarias e incondicionales de Dios, en resoluciones y promesas subordinadas al comportamiento del hombre,'" aunque quiz el mismo profeta expres ms de

    110 Weber adverta que esta insistencia en la responsabilidad conjunta del pueblo acusaba un carcter ms conservador que el Deuteronomio (7: 10). que haba reemplazado tal idea por el principio de la responsabilidad personal de! pecado. Ver Al, pgs. 244-45, 315.17. 111 Nmeros, 23: 19; Samuel r, 15:29. 112 Al, pgs. 21315.

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  • una opinin acerca de este decisivo asunto. Como los orculos respondan especficamente al estado de corrupcin moral de! pueblo y a la situacin poltica del mundo, la profecla blblica hubo de pasar por numerosos ajustes sucesivos, sumados a las revisiones e interpolaciones de los compiladores sacerdotales. A travs de todo esto emerge y se perfila una sencilla idea: el .Dla de Yahv. est prximo; habr un da de horror y condenaci6n, en castigo de los pecados; pero habr asimismo un da de ventu ra para e! .resto piadoso. de aquellos que enmienden sus costum bres y eviten el mal.''' La fe en la promesa solemne de la alianza vedaba una profeda de condenacin irremisible y una imagen de Yabv como Dios de la clera y la venganza, de quien no pudiera esperarse gracia ni misericordia. El Dios de los profetas asumi6 una majestad incomparablemente superior a la que se haba vislumbrado en e! antiguo Dios de la Confederacin, o a la que rrascendla de las enseanzas de! Deuteronomio. En la imagen profrica, Su poder cambiaba instantnea mente la naturaleza y la historia cuando convena a la consuma ci6n de Sus designios; mova reyes f:; imperios a su arbitrio, para castigar a Su pueblo pecador. Todas las imgenes anteriores de Yabv se fundieron en la concepci6n de un soberano de universal majestad, que gobernaba el cielo y la tierra. Los slmiles empleados por los profetas eran los de las soberbias cortes reales de los imperios vecinos. Dios no era ya el caudillo arcaico rodeado por su squito de guerreros: era el monarca de una corte celestial, con una hueste de espltitus celestiales a sus 6rdenes. Conservaba como tal un carcter tornadizo. Aunque benvolo en ocasiones, se mostraba ms a menudo temible: capaz de pasin y hasta de engao, poda endurecer a Su pueblo, para luego de.truirlo, al parecer sin otro prop6sito que la glorificaci6n de Su poder supremo sobre todas las criaturas. Weber llegaba a la conclusi6n siguiente: .Su imagen total permanecla indecisa: e! mismo profeta lo vela a veces en la sobrehumana pureza de lo Sagrado, y otras, en la investidura del antiguo dios guerrero de corazn tornadizo>,''' Igual incertidumbre alcanzaba a Su sede. Un mismo profeta (Ams) concebla a Yabv como el creador del cielo y de la tierra y como el dios que .bramaba desde Si6n>. Cuando se arrasa ron los santuarios rsticos y se estableci el monopolio de! culto en Jerusaln, el destino del Templo se convirti6 en preocupaci6n principal. En tal rrance, Isalas fluctu6: convencido en ocasiones de que oada podda derribar jams e! asiento de Yabv en la Ciu dad Santa, arras veces se pleg a la visin de Miqueas y 'ererofas, para quienes la calda de Jerusaln era un irrevocable decreto divino. Consumada al caho la destruccin del Templo, lejos de infe' 113 Ver Ibld., pgs. 321-24, donde Weber presenta el resumen y la inter. pretacin de las pruebas. 114 AJ, pg. 310.

    tir mengua a la gloria de Yabv, pareci6 exaltarla. Los profetas sostuvieron que no cabla achacar la catstrofe a los dioses exUan. jeros, contaminados por abominaciones tales como la idolatrla y los cultos licenciosos. No existlan dioses ni demonios, aparte o en contra de Yabv: un solo Dios dispensaba a todas las criaturas la buena o la mala suerte, a Israe! como a todos. Yabv habla sido el dios de una asociaci6n poltica; dios de acci6n, por lo tan to, no de un orden eterno; en la imagen de la profecla conservaba este carcter, pero por medio de calamidades ins6litas que h~blan

    sido obra suya a1canz6 una universalidad csmica e hist6rica. Los profetas fueron elahorando as una teodicea del infortunio, en la que se encumbraba a Yabv a la jerarqula del nico Dios que decida el curso del universo. La teodicea de los profetas lleg6 a constituir la esencia intelectual del juda/smo antiguo. La majestad suprema de Yabv, seor del cosmos, no impide que las promesas que en e! pasado hizo a Is rae! se mantengan firm.es. El puehlo prosperar aqul y abara, si obedece Sus mandamientos. Un wlo cuidado atae al hombre, y es conducirse de acuerdo COn su observancia. Queda eccluida, pues, toda pregunta referente al m, all, a la vida ulterior a la muerte y al significado del mundo. El elemento decisivo no consiste, empero, en la observanda de determinadas reglas; otras religiones hay que imponen a sus adeptos una moral prctica muy semejante a la de! judalsmo. Lo que realmente importa es que e! pueblo tenga fe en los mensajes inspirados por Dios. Ello significa una .confianza incondicional en la omnipotencia de Yabv y en la sinceridad de Su palabra>, fulldada en la convicci6n de que la palabra divina ha de cumplirse siempre, .a pesar de todas las probabilidades exteriores que parezcan estorbarla>.ns Esta pers pectiva, directamente aplicable a la vida de! hombre aqu/ , ahora, exige de l como virtudes primordiales la obediencia y la humil dad. Yahv ha dispuesto el curso de los acontecimientos: El ha ordenado a los grandes reyes y a sus ejrcitos la destrucci6n del pueblo israelita, por sus pecados. L. acusacin y la amenaza proftica trascienden el sentido de una mera exhortaci6n moral, como la que se encuentra en e! libro de leyes del Deuteronomio; tampoco fijan un plazo tan lejano como la esperanza que dejaban vislumbrar los profetas los pocos que practicaran la virtud. El bien o el mal que anuncian puede sobrevenir en cualqnier momento. He aqul