En un plano paralelo al de la evolución de la pintura se desarrollan las máximas

figuras de la escultura del siglo XX que, desde Rodín, llegan a la abstracción y al

superrealismo.

LOS CLASICISTAS Entre las personalidades que dominan el escenario de la escultura europea en la primera mitad del siglo XX, algunas se distinguen por una característica común que, si bien presenta muchas variantes personales, marca toda su obra.

En Bourdelle, en Maillol, en Despiau, en Lehmbruck es evidente, en efecto, un retorno a las formas y a las proporciones clásicas, un amor por los modelos de la antigua Grecia que, sin embargo, nunca es imitación sino más bien afinidad íntima al afrontar y al resolver los problemas del lenguaje plástico.

Antonio Bourdelle, activo en Francia entre dos siglos, intenta conciliar su gusto por un equilibrio clásico y monumental con la lección de Rodín, de quien, es discípulo. El resultado son obras complejas, nerviosas en la definición de los detalles, vibrantes por la materia, en menoscabo, sin embargo, de ese efecto de grandiosa síntesis que el artista trata de alcanzar.

Amigo de Bourdelle, Arístides Maillol llega a la escultura tras una breve experiencia pictórica en el ambiente de los "nabíes".

Trata casi exclusivamente el tema del desnudo masculino y femenino, que surge de la materia con la triunfal plenitud de sus formas vigorosas, expresiones libres e in contaminadas de un mundo pagano en que el ardor de los sentidos se une a la serenidad del espíritu.

Como Reinor , con quien tuvo puntos de contacto, Maillol encuentra en el mundo la alegría intima y satisfactoria de las manifestaciones vitales, y la expresa en armonía de proporciones de franca sensualidad, sin inquietud ni turbación.

Cierta afinidad con Maillol se descubre en las obras de Carlos Despiau quien, discípulo de Rodín, aplaca el agitado dinamismo de su maestro en una visión equilibrada y serena; sus retratos, agudamente individualizados, sin que aparezca, sin embargo, signo alguno de turbación interior; sus desnudos, de miembros firmes y macizos, realizados arquitectónicamente, vivifican con el sabio juego de la sombra y a luz, con resultados que nunca son drásticos; la dulzura y la melancolía parecen caracterizar, más bien, sus rostros femeninos modelados sutilmente

A París llega, en 1910, el alemán Guillermo Lehmbruck quien, discípulo de Rodín y amigo sucesivamente de Archipenko y de Brancusi, termina por sentir más que nada la influencia de Maillol. También Lehmbruck parte de una concepción clásica de la forma, modelando volúmenes compactos y simplificados. Gradualmente, sin embargo, sus figuras van afinándose, la materia se vuelve más viva y palpitante, el modelado se torna más rápido y nervioso; nacen así las mejores esculturas de Lehmbruck de una exquisita elegancia estilística pero llenas de vida y cargadas a veces de una doliente humanidad. Suelen ser tan esenciales en su forma expresiva que adquieren el valor de símbolos. Lehmbruck, de regreso en Berlín al estallar la Primera Guerra Mundial, pasa allí cinco difíciles años, agitados por las crisis que está conmoviendo a Europa. En 1919, su vida concluye trágicamente con el suicidio.

Esta obra, elegante y nueva por su concepción, muestra una estilización, bastante insólita en Bourdelle a la que acompaña un hábil juego lineal; la curva de la cadera derecha es acentuada por el brazo que ofrece el fruto y repetida por la pierna izquierda que cruza la otra. En tanto, la línea vertical del pilar reaparece en el busto y encuentra un eco en la pierna derecha. La cabeza actúa como de gravedad. Esta obra interesó, quizá, al propio Matisse que, dos años más tarde, creaba La serpentina, aprovechando las grandes posibilidades lineales que brinda un cuerpo humano apoyado en un soporte.

ANTONIO BOURDELLE (1861-1929): “El fruto” (1907).Museo Bourdelle. París.

ANTONIO BOURDELLE (1861-1929): “Beethoven en la roca” (1903).Museo Bourdelle. París.

En esta obra, BourdelIe parece volver -perfeccionándolo- al tema juvenil (1900) de la Cabeza de Apolo que el mismo artista calificó como "la primera realización en que he encontrado mis leyes".

ANTONIO BOURDELLE (1861-1929): “Cabeza de la Elocuencia” 1917).Museo Bourdelle. París.

ARÍSTIDES MAILLOL (1861 1944): “Venus con collar” (1930).Museo de Bellas Artes. Zurich.

ARÍSTIDES MAILLOL(1861- 1944): “Primavera”Museo Metropolitano. Nueva York.

ARÍSTIDES MAILLOL (1861 1944): “El río” (1943) - Galería de Arte. Hamburgo.

Actuaban ya desde años atrás los escultores cubistas Arp, Brancusi y otros, mas, para Maillol, cautivado, casi arrobado por el eterno encanto de la delicada belleza femenina, era como si todas las grandes revoluciones artísticas del siglo XX no hubiesen existido. En sus Pomonas y sus otras obras (un prolongado canto, a veces tierno, a veces apasionado, dedicado a la mujer), no debe verse el nostálgico refugio en una serenidad perseguida para rechazar las pesadillas de un presente penoso. El suyo es un canto desplegado, abierto, primigenio, caracterizado por una apasionada sensualidad que se manifiesta en su delicado modelado; un canto que sólo revela ser fruto del siglo por el elegante equilibrio de las formas y los refinados recursos estilísticos .

CARLOS DESPIAU (1874 1946): “Paulina” (1907) Museo Nacional de Arte Moderno. París.

CARLOS DESPIAU (1874-1946): “Inés Meyer” - Museo Nacional de Arte Moderno. París.

Esta hermosa cabeza femenina, comparable con el busto de Paulina, del mismo autor, muestra la mesurada serenidad de Despiau, que hace vibrar los planos del rostro con una espiritualidad muy recatada.

GASTÓN LACRAISE(1882-1935): “Mujer de pie”Museo Whitney de Arte Norteamericano. Nueva York.

A un conjunto plástico -que evidencia quizá el recuerdo de Maillol, acentuado por la superficie pulida que refleja la luz en amplios planos, Laccraise le infunde un poderoso dinamismo que hace vibrar las formas con intensa vitalidad, muy acentuada aquí por el equilibrio inestable de la figura.

El deseo de lograr una estudiada "arquitectura de miembros" en la representación de un cuerpo humano (concepto caro a los escultores alemanes de este período) es evidente en esta refinada figura en que las piernas, los brazos, la cabeza, hacen pensar en arcos, columnas y bóveda. Es característico en Lehmbruck el uso frecuente de un tratamiento rugoso de la materia. Aquí resulta muy refinado el efecto de "mate" sobre "brillante" obtenido mediante los paños modelados rústicamente, que contrastan con las piernas cuya superficie se encuentra muy pulida .

GUILLERMO LEHMBRUCK (1881-1919): “Mujer arrodillada” - Museo de Arte Moderno. Nueva York.

GUILLERMO LEHMBRUCK (1881-1919): “Bañista” (1914).Galería de Arte. Mannheim.

GUILLERMO LEHMBRUCK (1881-1919): “El pensador” Galería de Arte. Hamburgo .

JORGE MINNE (1866-1941): “joven arrodillado” (1925) – Galería de Arte – Mannheim.

En esta obra son evidentes las características de la escultura de este artista belga (la figura cerrada, su verticalidad, su cabeza inclinada en una expresión de pensativa tristeza, el basamento rústico que contrasta con el bruñido de la figura) que influyeron en Lehmbruck. _