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Esta es la compilación de los artículos del FORO sobre la PRIMERA PARTE del libro “LA QUE ES, El misterios de Dios en el discurso feminista ” de Elizabeth A. Johnson. Se compilan en orden de publicación. Se anexan también los comentarios. Cada título se encuentra enlazado con el original de la página. Para acceder a él debes apretar la tecla CTRL y hacer clic en el título. Pocas palabras Por Mónica Robledo Me había topado ya con el texto de Elizabeth cuando estaba estudiando, volver a hacerlo fue como reencontrarme con un buen sabor y darme cuenta de cuánto me habían marcado algunas de sus reflexiones, de hecho en este blog hice algún comentario sobre las imágenes masculinas de Dios que colonizan nuestros espacios. Imágenes que muchas veces tienen que ver con una forma de relacionarnos no desde la reciprocidad sino desde el dominio. El camino que la autora marca para la transformación de la teología en diálogo con el feminismo, pasa por la tarea de encontrar formas correctas de dirigirnos a D**s, no es un camino simple, no se trata de convertir a una de las tres personas en femenina presentando una visión dualista de la divinidad. Tampoco se trata de inyectar atributos considerados femeninos a la Trinidad, porque podemos atribuirle sólo aquellos que consideramos femeninos en nuestra cultura o exaltar sólo los rasgos que nos parecen santos (como virgen o madre). Se trata entonces de buscar, de rescatar todo símbolo que tienda a mostrar a D**s manifestado en una imagen femenina y que sirva para enriquecernos a todos y todas.

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Esta es la compilación de los artículos del FORO sobre la PRIMERA PARTE del libro “LA QUE ES, El misterios de Dios en el discurso feminista” de Elizabeth A. Johnson.

Se compilan en orden de publicación. Se anexan también los comentarios. Cada título se encuentra enlazado con el original de la página. Para acceder a él debes apretar la tecla CTRL y hacer clic en el título.

Pocas palabras

Por Mónica Robledo

Me había topado ya con el texto de Elizabeth cuando estaba estudiando, volver a hacerlo fue como reencontrarme con un buen sabor y darme cuenta de cuánto me habían marcado algunas de sus reflexiones, de

hecho en este blog hice algún comentario sobre las imágenes masculinas de Dios que colonizan nuestros espacios. Imágenes que muchas veces tienen que ver con una forma de relacionarnos no desde la reciprocidad

sino desde el dominio.

El camino que la autora marca para la transformación de la teología en diálogo con el feminismo, pasa por la

tarea de encontrar formas correctas de dirigirnos a D**s, no es un camino simple, no se trata de convertir a una de las tres personas en femenina presentando una visión dualista de la divinidad. Tampoco se trata de inyectar

atributos considerados femeninos a la Trinidad, porque podemos atribuirle sólo aquellos que consideramos femeninos en nuestra cultura o exaltar sólo los rasgos que nos parecen santos (como virgen o madre). Se trata

entonces de buscar, de rescatar todo símbolo que tienda a mostrar a D**s manifestado en una imagen femenina y que sirva para enriquecernos a todos y todas.

Mi sensación es que a veces me quedo sin palabras, pero prefiero quedarme en silencio que seguir pronunciando nombres que no me ayuden. Me conformo con algunos que surgen… a Ti, Tú, en Quien todo existe… es como el

momento de salir de la cueva y ver que no está en el trueno, ni en el viento o la violencia, sino en la suave brisa.

También me gusta al escuchar a otras/os hablar de su experiencia de D**s y compartir la mía, descubrir en

nuestras tímidas narraciones las imágenes que necesitamos para seguir buscando. Imágenes que se romperán una y otra vez, pero sin las cuales no podemos seguir andando.

Reflexión a partir de los dos primeros capítulos del libro Elizabeth Johnson (1992) La que es.

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COMENTARIOS:

Nancy Olaya Monsalve (domingo, 29 mayo 2011 12:33)

¡Hola Mónica!!! Qué rico volver a leerte y recibir ese compartir tuyo desde el fondo, con plena sinceridad y autenticidad. A mí me pasa que, desde hace un buen tiempo, ya no puedo seguir relacionándome con un

dios rey, padre de todo, omnipotente y jerárquico... estoy en el proceso de resignificar-LO y resignificar-ME a mí misma.

Cuando hemos acentuado tanto una dimensión, siento que debemos colocarnos en la opuesta para luego hacer la síntesis e integración. Me siento así, encontrándome con la DIOSA y la MADRE... y no deseo por

nada, apurar el paso de la integración, quiero quedarme allí, dejarme llevar por la RUAH... sé que ella me guiará al lugar donde debemos estar... Gracias por tu compartir... te leo en twitter y me gusta lo que dices,

opinas y sugieres. Un abrazo.

Rosa Emma (jueves, 02 junio 2011 06:26)

Hola Mónica, estoy totalmente de acuerdo contigo cuando afirmas que es preferible no seguir pronunciando nombres que no nos ayuden, yo desde el año 2008 decidí no seguir utilizando el término

Señor para Dios, te confieso que no todo el tiempo lo logro, pero ahí voy... ¡Gracias por tu escrito!

Claudia Guzmán (miércoles, 08 junio 2011 08:26)

Cada mujer y hombre está en capacidad de expresar la plenitud de lo humano, por lo tanto de lo divino; será algo que tenemos que recordarnos y expresar sin miedos en los grupos en los que trabajamos o

compartimos la fe. Tu escrito me hizo pensar cuántas veces se me ha roto la Imagen de Dios; ahora mismo hay algunos atributos que se me están rompiendo, que ya no puedo privilegiar como únicos, determinados.

Gracias por tu escrito y lo que sugieres en él.

Los nombres de Dios/a y su carga

política en los grupos sociales

Por Nancy Olaya Monsalve

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Debo decir que gocé mucho releyendo la primera parte del libro de Elizabeth A. Johnson “LA QUE ES”. Y de una

manera sencilla y breve, quisiera ir de su mano, glosando algunos de sus planteamientos pero no a manera de síntesis sino más bien, compartiendo mis reflexiones sobre aquello que produjo en mi mayor resonancia.

Deseo comenzar recordando las mujeres importantes de mi vida, aquellas que me contuvieron, nutrieron, orientaron, acompañaron, perdonaron, defendieron, confiaron... En fin, todas aquellas que contribuyeron y están

contribuyendo de alguna manera a mi liberación: mi abuela materna, mí querida madre, mis tías solteras (maternas), mis maestras y mis amigas íntimas. Sin ellas imposible ser la que soy. Por lo tanto, comparto con

Elizabeth Johnson la convicción de que “es perfectamente justo hablar del misterio de Dios en metáforas femeninas”, como no.

Creo que el imaginario que tengamos de Dios/a configura la forma como interpretamos y nos relacionamos con la realidad. “El Señor examina a inocentes y culpables, y al que ama la violencia, él lo detesta. Hará llover sobre los malvados ascuas y azufre, les tocará en suerte un viento huracanado” (salmo 10[1]) ¿Qué imagen de Dios transmite esta oración? O esta otra: “Señor, inclina tu cielo y desciende, toca los montes, y echarán humo, fulmina el rayo y dispérsalos, dispara tus saetas y desbarátalos” (salmo 143[2]) ¿Quién desea rendirle culto a ese Dios? ¿Qué conductas puede provocar en sus devotas/os? Una pregunta más ¿Quién da nombre a ese Dios? Las

respuestas las encontramos en nuestra historia personal, en la historia de la humanidad, de las religiones, de las iglesias. Y lo malo es que arropadas/os con ese imaginario, seguimos cometiendo los más crueles y despiadados

atropellos y delitos contra la humanidad, sobre todo contra, la humanidad que está más alejada de los centros del poder económico y militar.

“Gracias te damos, Señor Dios omnipotente… porque has asumido el gran poder y comenzaste a reinar… llegó tu cólera y el tiempo de que sean juzgados los muertos…” (Cantico [3]). El libro de la liturgia de las horas recoge toda

la imaginería del teísmo medieval y de principios de la edad moderna. Dios es un ser supremo, juez, monarca, patriarca universal que exige sumisión y lealtad sin tolerar la más mínima oposición. Tal como dice la autora del

libro, son las características de los hombres de gobierno, con gran poder militar y situados en la cúspide de la pirámide social. Con razón, estas imágenes son rechazadas y catalogadas como proyecciones alienantes que

adormecen el sufrimiento provocado por la opresión social y económica. Se corrobora ese principio que conocemos: “el lenguaje no sólo expresa el mundo sino que lo crea”. ¿Estamos contentas/os con este mundo

hecho a imagen y semejanza de ese concepto de divinidad? ¿A quién favorece o aprovecha esa conceptualización? Respuesta: A unos pocos, lo sabemos de sobra, por eso es imperativo conjurar esas imágenes

de la mente y el corazón ¿y cómo? ¿Dónde buscar un lenguaje distinto, alternativo e inclusivo?

Ese es precisamente el esfuerzo contenido en el libro “LA QUE ES”. La autora dice que hay que buscar la sabiduría

ignorada, suprimida o alternativa dentro y fuera. Por ejemplo en las aportaciones de las mujeres y su construcción alternativa de la realidad, en las fuentes de otras tradiciones religiosas cuyas intuiciones nos abren

horizontes, o en las narraciones y experiencias de las/los pobres y excluidos que nos sitúan en otra posición de la

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pirámide social. Hay esperanzas, se van modelando nuevos lenguajes sobre Dios/a y en coherencia, se van

orientando modo nuevos de vivir juntas/os, con todas/os y con la tierra.

Ahora bien, si aceptamos que pensamos e interpretamos el mundo a través de imágenes, que éstas insinúan

realidades distintas de sí mismas, pero que de alguna manera participan de aquello que indican, y que tienen la propiedad de sacar a flote nuestra subjetividad y determinar la conducta humana, entonces la búsqueda de una

imaginería para hablar del misterio divino y es un asunto central en la teología y la espiritualidad. Elizabeth Johnson analiza las vías posibles y toma postura. Voy a describir lacónicamente lo que la autora expone

magistralmente en las páginas 74 a la 86:

1. VIA 1: Conferir cualidades femeninas a Dios. Estás imágenes no logran transformar el modelo

androcéntrico. Lo femenino vuelve a utilizarse para ensalzar al varón y no viceversa. La mujer nunca aparece como símbolo de Dios en toda su plenitud divina de manera equivalente al varón. ¿Con qué

derecho puede decirse que la compasión, el respeto y la nutrición son concebidos como características primordialmente femeninas, y no como humanas? ¿Por qué la fuerza, el gobierno y la racionalidad son

propiedades exclusivamente masculinas? ¿No será que el concepto mismo de femenino es una invención patriarcal, un ideal proyectado por los hombres en las mujeres y vigorosamente defendido porque da

estupendos resultados para mantener a los hombres en posiciones de poder, y a las mujeres en posiciones de servicio a los hombres? Esto no quiere decir que no existan diferencias, sino que se trata de

cuestionar la justificación de la actual distribución de virtudes y atributos y que no pueden imponerse como descripción de la realidad. En definitiva esta perspectiva no sirve adecuadamente para hablar de

Dios en una dirección más inclusiva y liberadora.

2. VIA 2: Descubrir la dimensión femenina de Dios. En las escrituras hebreas, el Espíritu está vinculado a la

realidad femenina: “ruah” (Gn 1,2 y Lc 1,35 y 3,22). La primera dificultad, el Espíritu Santo carece de rostro, amorfa y es la tercera, subordinada a las otras dos personas que tienen claramente imagen de

varón. Por otro lado, esa dimensión femenina de Dios la identifican casi exclusivamente con su rol materno, la autodonación, lo afectivo, lo silencioso, la humildad, la obediencia… algunos teólogos aceptan

sin critica el principio de Jung que identifica lo femenino con el ánima: lo oscuro, lo inmanente, la muerte, la profundidad y la receptividad… lo masculino con la luz, la trascendencia, la apertura y la razón. Este

planteamiento no es liberador para las mujeres. Las mujeres no se pueden reducir a estas categorías preestablecidas que limitan sus roles históricos que no incluyen la iniciativa, la dirección, lo intelectual, lo

artístico o público que exteriorizan las mujeres hoy. Hoy las mujeres necesitamos explorar nuestro orgullo y cólera más que las oscuridades y pasividades. La capacidad de las mujeres no se agota en la crianza, la

ternura, la corporeidad o el instinto. Tampoco hay que pensar que la inteligencia y la actividad creativa y transformadora están más allá de la meta del poder de las mujeres. ¿Cómo decir que Dios tiene

dimensiones sin mencionar dualísticamente lo masculino y lo femenino? No debemos ontologizar el sexo en Dios, haciendo de la sexualidad una dimensión del ser divino. Las metáforas femeninas para Dios no

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quieren decir que Dios tenga una dimensión femenina. No es ninguna solución definir al Espíritu Santo

como la dimensión femenina de lo divino en un marco patriarcal.

3. VIA 3: Lenguaje sobre Dios en el que pueda servir la humanidad femenina, la masculina y lo cósmica de manera equivalente. Dios no es ni femenino ni masculino, no tiene sexo como las personas, pero siendo imágenes de Dios pueden servir igualmente de metáforas con referencia al misterio divino. Esta forma es

muy benéfica para las mujeres porque pone de manifiesto desde el comienzo que las mujeres gozan de la dignidad de seres hechas a imagen de Dios y se relativiza el énfasis puesto en lo masculino. Las religiones

antiguas que hablaban de Dios con símbolos femeninos y masculinos pueden ayudarnos mucho en el alcance de esta aproximación. En ellos el varón y la mujer gozaban de poderes amplios y equivalentes.

Una diosa como Istar era concebida como fuente de soberanía y poder divinos: separaba el cielo y la tierra, liberaba los cautivos, hace la guerra y establece la paz, administra la justicia, dicta sentencias e

ilumina los seres humanos con su verdad… poderosa en lo privado como en lo público. A Horus, imagen masculina se le confieren similares funciones. Istar es expresión de la plenitud del cuidado y del poder

divino manifestado en imagen femenina (Lc 15,4-10): ambos buscan con ardor lo perdido y se alegra tras haberlo encontrado. Al hablar del trabajo habitual de hombres y mujeres, orientan al oyente hacia la

acción redentora de Dios con imágenes en las que se consideren equivalentes a hombres y mujeres. El misterio de Dios trasciende todas las imágenes, pero puede ser formulado igual de bien y con las mismas

limitaciones en conceptos tomados de la realidad femenina y masculina. Usemos con naturalidad y habitualidad estas imágenes.

COMENTARIOS

Mónica Robledo (domingo, 05 junio 2011 16:16)

Genial tu síntesis en diálogo con tu experiencia. Me encantó al inicio cuando retomas las mujeres que han

sido importantes en tu vida y dejas caer la afirmación: "Es perfectamente justo hablar de Dios en metáforas femeninas". ¡Claro que sí!! Es como la experiencia del profeta... ¿Cómo no hablar de Dios así? ¿Cómo negar

tanta vida? Es imposible. Gracias por tu comentario y por seguir animando este proyecto. ¡Saludos!!

Rosa Emma (lunes, 06 junio 2011 20:11)

Hola Nancy, ¡gracias por tu aporte!!! En primer lugar comentar lo desafortunado que ha sido en la historia de la humanidad la utilización de las religiones para la opresión, la guerra, la violencia, la injusticia, la

manipulación. ¡Esto para mí ha sido muy doloroso, además lo he vivido en carne propia!!!

Agradezco este caminar conjunto en esta búsqueda del Auténtico Dios(a) porque considero que en

comunidad es más válido y enriquecedor, a las mujeres que se han atrevido a subvertir los órdenes establecidos especialmente en los ámbitos religiosos que son los más complicados, porque siempre nos

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comen a punta de la famosa ¡Culpa!!! e invoco a nuestra gran aliada para que nos acompañe siempre la

Sospecha!!!

Claudia Guzmán (miércoles, 08 junio 2011 08:36)

Gracias por tu síntesis, en la que tocas ese ámbito tan especial como es la de los salmos que se usa en nuestras celebraciones, liturgias, etc. Me he dado cuenta que sin reparar del todo en la profundidad de las

palabras, muchas veces estoy haciendo memoria de imágenes de Dios tan violentas, usadas para validar e incluso divinizar actitudes de gobernantes, líderes, patriarcas... Cambiar el lenguaje o utilizar las metáforas

femeninas para hablar de Dios requiere cierta audacia y atrevimiento, es allí donde nos damos cuenta cuan interiorizada y sumida en la cultura está la Imagen de Dios como ser masculino.

Teresa del Pilar (jueves, 09 junio 2011 14:09)

Hola Nancy: gracias por tus escritos, siempre tan lúcidos y llenos de pasión. ¡Me gusta eso! También que

puedas re-cordar a las mujeres significativas para tu vida. Sin duda alguna son ellas las que nos van constituyendo. Y es justo pasarlas por el corazón (recordarlas).

Qué interesante los pasajes bíblicos (con sus imágenes) que señalas para mostrar los efectos que producen la relación con dichas imágenes. Símbolos y consecuencias van muy de la mano. En este sentido, cuánta

verdad hay en lo que dice Emma: "lo desafortunado que ha sido en la historia de la humanidad la utilización de las religiones para la opresión, la guerra, la violencia, la injusticia, la manipulación".

No puedo negar que siento mucha pena y vergüenza ante los indiferentes, los agnósticos y los ateos. Lastimosamente las religiones han sido instrumentalizadas en contra de la dignidad de las personas. Esto

nos ha de dar luces para no seguir repitiendo viejos esquemas. Ojalá aprendamos de la historia lo que merece ser aprendido. Un abrazo.

EL LENGUAJE NO ES INOCENTE

Por Teresa del Pilar Ríos

El lenguaje no es inocente y condiciona no sólo un modo de comunicación, sino que, ante todo, es fruto de una

cosmovisión, de una manera de situarse ante las cosas. Es más, la lengua nos conduce a estar de un modo determinado en la realidad. “Dado que el lenguaje no sólo expresa el mundo, sino que ayuda a darle forma y a

crearlo, aprender a hablar una lengua en la que la hembra es sometida al macho gramaticalmente comunica a las chicas desde el principio la experiencia de un mundo en el que lo masculino es la norma de la que aparta su

propio yo” (Schüssler, 48).

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Lo que no se nombra no existe. Esto, trasladado al género, implica que la no representación simbólica de las

mujeres en la lengua, contribuye no sólo a su invisibilización, sino a su efectiva discriminación en los distintos ámbitos de la vida. De ahí la necesidad de un lenguaje que represente a mujeres y hombres de modo equitativo.

El lenguaje sexista, el que hemos aprendido, contribuye a la perpetuación del patriarcado. Desenmascarar esta realidad y reemplazarla por una lengua que nos represente y nos nombre, ayudará a cambiar dicha realidad.

El lenguaje, como obra patriarcal, lleva las huellas de su autor: el hombre (varón), canon y medida de todas las cosas. La variedad lingüística femenina siempre se ha considerado como una desviación de “la” norma, y no es

mera casualidad que las formas lingüísticas de la lengua se correspondan con una realidad en la que las mujeres ocupan un lugar subordinado, con roles previamente adjudicados, según una supuesta “esencia”.

Pensamos, hablamos y vivimos conforme a un paradigma estructural androcéntrico. Es el momento histórico de revisar con mayor sentido crítico y lucidez cada una de estas instancias, pero sobre todo la de nuestro lenguaje

sobre Dios. Descubriremos hasta qué punto estamos condicionados/as por un marco teórico firmemente arraigado en el imaginario colectivo, cuyas prácticas son nefastas. Dicho lenguaje patriarcal impregna todos los

ámbitos de la vida, lo cual significa que nuestro hablar sobre Dios no está exento de esta perspectiva. Si bien el uso del lenguaje inclusivo, a pesar de las resistencias, se va implementando cada vez más, el lenguaje cristiano

sobre Dios todavía permanece reacio a incluir la realidad de las mujeres.

“El lenguaje cristiano sobre Dios que hemos heredado ha evolucionado en un marco que no valora la humanidad

única e igual de las mujeres y que lleva los estigmas de tal parcialidad y dominio. Este lenguaje soporta ahora una serie de ataques, tanto por su complicidad con la opresión humana cuanto por su capacidad de desposeer de

bondad y de profundo misterio a la realidad divina. (Schüssler, 33).

De ahí que en un contexto histórico, donde la cuestión de género es un tema emergente, es oportuno

preguntarse: ¿cuál es el modo adecuado de hablar de Dios frente a la búsqueda de recuperación de la dignidad y la igualdad humanas de la mujer? Se trata de una cuestión crucial. Lo que está juego es la verdad sobre Dios,

inseparable de la situación de los seres humanos y su dinámica en el mundo de hoy, en diálogo con la más sana tradición de las comunidades de fe.

“El lenguaje sobre Dios en términos exclusivos y literales de la patriarquía es un instrumento capaz de acomodar sutilmente la realidad, y que actúa para debilitar el sentido de la dignidad, el poder y la autoestima de las

mujeres.” (Schüssler, 62). “Lo que necesita ser hecho añicos según la crítica teológica feminista es el yugo que supone el lenguaje religioso del Dios-él. Las imágenes y la conceptualización normativas de Dios siguiendo

exclusivamente el modelo de los hombres con poder equivalen teológicamente a un ídolo, a una representación finita e impuesta y adorada como si fuera la plenitud de la realidad divina. Lo que se viola al mismo tiempo es la

limitación de la creatura y el insondable misterio del Dios vivo”. (Schüssler, 62).

Efectivamente, este lenguaje excluyente que nombra a Dios de modo unilateralmente masculino conlleva rasgos

de opresión e idolatría, porque pretende justificar las estructuras sociales de dominio-subordinación, opuestas a

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la genuina e igual dignidad humana de las mujeres, al mismo tiempo que limita el misterio de Dios. En otras

palabras, intentar reducir la grandeza de Dios al monopolizante símbolo masculino, es un acto de idolatría porque convierte al varón en el dios a ser adorado. Este dios varonil quiere erigirse en la única representación válida para

hablar de Dios, así también, aspira a concentrar en sí mimo la dignidad de toda persona humana, independientemente del género. Y esta prerrogativa se traslada a todos los estratos de la vida. En definitiva, el

hombre pasa a ser el dios por excelencia.

Lo más curioso es que nombrando a Dios como: padre, señor, rey, soberano, etc. las homilías y pláticas

“espirituales” se llenan de denuncias contra diferentes tipos de idolatrías. Pero no hay un atisbo de conciencia de que la postura existencial básica desde la cual se acusa es precisamente la misma en que se incurre. En este

sentido, las palabras textuales de un sacerdote durante una eucaristía repleta de fieles fueron las siguientes: “el feminismo es cosa del diablo.” Lo rescatable de este hecho, aunque grotesco, es que al menos se verbaliza lo que

se piensa. En cambio, lo deplorable es aquella situación que tras una fachada de amabilidad y espíritu amplio, se nombra, ensalza y mistifica el nombre de María, y en ella a todas las mujeres. Se piensa que, de este modo, las

mismas quedan suficientemente incluidas. Ya no tienen derecho a reclamar absolutamente nada. Es el máximo acto de justicia para con ellas. Es todo lo que se merecen.

Ahora bien, dado que las visiones están empapadas de idolatría masculina: ¿cómo hablar de Dios incluyendo la experiencia de las mujeres? ¿Cómo nombrar y simbolizar a Dios de modo que la experiencia (de Dios), de las

mujeres, quede suficientemente reflejada? Las mujeres, en las iglesias, no tenemos suficiente autoridad para nombrar a Dios en los “estrados” oficiales. Sólo lo tienen algunos varones con “poder”. Si lo hacemos, nuestro

espacio es la periferia, detrás de los telones. Sin embargo, no podemos renunciar al que tenemos mientras vamos luchando por lo que debemos, por lo que en justicia nos corresponde.

De ahí que los nombres que le demos a Dios siempre irán marcados no sólo por nuestra identidad dinámica de mujeres, sino por nuestra realidad existencial concreta: experiencia de marginalidad, de dolor esperanzado, de

resistencia activa, de sub-versión, de rebeldía digna, de misericordia crítica…

Lo cierto es que, por ahora, la infinita riqueza de Dios queda opacada por el monopolio de los nombres

masculinos y de los atributos culturales que se les atribuye a los hombres.

Con todo, pienso que este momento histórico de incansable búsqueda debe mostrar a las generaciones venideras

la experiencia real de las mujeres, sea cual fuere. Así como somos testigos del silencio secular al que han sido sometidas las mujeres que nos antecedieron, también lo serán las generaciones sucesivas respecto a nuestra

realidad actual. No podemos ocultar nuestras heridas, nuestra tristeza, nuestros intentos fallidos, nuestros balbuceos, nuestras búsquedas, nuestras alegrías, nuestros sueños…

Queremos un mundo más equitativo que represente a Dios y hable de ELLA/Él de modo inclusivo, de manera que sea “natural” hablar de lo divino desde todas las experiencias humanas posibles. No podemos seguir encasillando

a Dios/a en nuestros estrechos esquemas mentales y existenciales, pues lo que hacemos es ir matando el misterio

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de Dios/a, de la realidad en general y de la persona humana. Anhelamos vida y vida en abundancia, aquélla que

se manifiesta en los estrados oficiales, en la periferia, en lo cotidiano, en lo irrelevante… Este anhelo que surge desde la periferia ha de ir transformando todos los demás espacios, incluyendo, naturalmente, las más

“encumbradas” ágoras. Desde adentro hacia afuera, y desde abajo hacia el centro…

COMENTARIOS

Nancy Olaya (martes, 07 junio 2011 21:00)

Teresa, me gustó como escribes, la fuerza que le pones a tus afirmaciones. También me gustó la riqueza que le añadiste desde esa otra autora: Elisabeth Schüssler. Bravo por eso. Efectivamente, como bien lo

explicas, ¡el lenguaje es determinante!!! Puede ser liberador y sanador o por el contrario puede ser ¡tremendamente alienador y castrador!!!

Y aquello de NO NOMBRAR... la invisibilización de las personas, sobre todo de las mujeres. Hace ya tiempo que rezo las oraciones en femenino, que ellos la recen en masculino y así tenemos una hermosa comunidad

de ellas y ellos alrededor del misterio. Un abrazo y gracias por tu reflexión.

Judith Martínez (martes, 07 junio 2011 23:30)

Hola Teresita, me encanta tu escrito, como siempre. Siempre lo bueno es llamar a la reflexión y por supuesto cada párrafo de lo tuyo me hace pensar, sin embargo rescato esto: "... ¿cuál es el modo adecuado de hablar de Dios frente a la búsqueda de recuperación de la dignidad y la igualdad humanas de la mujer? Se trata de una cuestión crucial".

Es verdad, es crucial. ¿Deberíamos de feminizar nuestro lenguaje al referirnos a Dios? por ej. "mi Diosa y Señora", ¿es así realmente? Sólo pregunto. O deberíamos convencernos y convencer, de que Dios está por

encima de lo que nosotros llamamos género, nos creó a Su imagen y semejanza, hombre y mujer.Es complicado, pero hago mías tus palabras "Con todo, pienso que este momento histórico de incansable

búsqueda debe mostrar a las generaciones venideras la experiencia real de las mujeres, sea cual fuere".Un abrazo.

Claudia Guzmán (miércoles, 08 junio 2011 08:52)

¡Hola Teresa!, Tu escrito me sugirió varias reflexiones. Cuando afirmas que "Con todo, pienso que este

momento histórico de incansable búsqueda debe mostrar a las generaciones venideras la experiencia real de las mujeres, sea cual fuere", veo la importancia de este espacio, de nuestro blog, de esta red que

estamos construyendo, aquí nos narramos, hablamos de nuestra experiencia, se escucha, se permite que nos interpelen, nos sugieran caminos, posibilidades.

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Hay metáforas femeninas de Dios en la Escritura, en la Liturgia, "Dios es como una mujer que pierde una

moneda" "Dios es como una osa a la que le roban sus crías" "Dios es ruah". Sin dar lugar al dualismo, pero siendo conscientes de que lo femenino es válido para hablar sobre Dios, la experiencia femenina, sea cual

fuere, es lugar de expresión del Misterio de Dios.

Teresa del Pilar (jueves, 09 junio 2011 13:24)

Hola Nancy, gracias por el reflejo que haces. Me gusta, sobre todo cuando dices: " Hace ya tiempo que rezo las oraciones en femenino, que ellos la recen en masculino y así tenemos una hermosa comunidad de ellas y ellos alrededor del misterio".

Hace tiempo que las mujeres más críticas de las iglesias se han desconectado emocionalmente del "mundo

oficial". Si se quiere mantener la dignidad y la salud mental, es preciso tomar la distancia que corresponde. Saber resistir y buscar los mecanismos adecuados para hacerlo. Así interpreto muchas las opciones que

vamos tomando en esta lucha. Es legítimo y saludable buscar formas de: "estar", "permanecer" y "avanzar".

Teresa del Pilar (jueves, 09 junio 2011 13:42)

¡Judith!! Te cuento que me encanta ese lenguaje: "mi Diosa", "mi Señora"... suena diferente, suena dulce. Penetra las entrañas, la inteligencia, la vida, la identidad, la dignidad. Es realmente bello orar así. Orar

desde la propia experiencia, ya no de modo enajenado. ¡Qué bonito todo esto!!! Gracias...

Teresa del Pilar (jueves, 09 junio 2011 13:52)

¡Claudia! Encuentro razón a lo que dices: en este blog tenemos la oportunidad de narrarnos, hablar de nuestras experiencias, escucharnos, interpretarnos, sugerir posibilidades... Esto, ciertamente, es necesario,

pero tampoco podemos perder de vista la advertencia que nos hace Marcela Lagarde: "hablar sólo desde closet". No podemos permitir que toda esta riqueza quede sólo a nivel de closet. Creo que es momento de

pararse a hablar en las "ágoras". Sí, este espacio, pero también aquéllos donde se deciden sobre nosotras, sobre nuestras vidas. En los espacios de decisiones. Un beso.

Mónica Robledo (domingo, 12 junio 2011 04:24)

¡Muy bueno tu escrito Teresa!! Me hizo recordar que a raíz del escándalo que provocó que la bendición de

la Iglesia de la Sagrada Familia en Barcelona la participación de las mujeres se limitara a la limpieza del altar después de ungirlo, publicaron en una página de una diócesis un anuncio que decía "¿La Iglesia discrimina a

las mujeres?" y comenzaba con muchas fotos de santas, casi todas monjas, castas, o mujeres maltratadas que aguantaron a su marido... Para mi refleja muy bien lo que se dice oficialmente en algunos sectores de

la Iglesia sobre el valor de la mujer o de lo femenino y eso es lo que podría aplicarse para su hablar de Dios.

Sobre nuestro hablar público me encantó esta iniciativa

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http://planocreativo.wordpress.com/?p=34732&preview=true Un saludo!!

Teresa del Pilar (lunes, 13 junio 2011)

¡Hola Mónica!! Gracias por tus palabras, gracias por compartirnos la página. La he puesto mi Facebook, qué

impresionante. No tiene desperdicio las resonancias a la misma. Es claro que esta inquietud, aunque sea de pocos/as, no tiene vuelta atrás. No me cabe duda. La realidad se impone, nos guste o no. No podemos

manipularla. Nuestra salvación está en la realidad. Bendita realidad!! Un abrazo.

Rosa Emma (viernes, 17 junio 2011 20:14)

Hola Teresa me encantan los aportes que nos das, me parecen muy significativos, profundos... estoy totalmente de acuerdo contigo en lo referente al lenguaje, aquí en Colombia y me imagino que en todo el

mundo el primer paso que damos las mujeres en nuestros espacios es la utilización del lenguaje inclusivo.

En cuanto al ámbito eclesial realmente la situación es compleja, hay algunos intentos de liturgias con lenguaje inclusivo, sé de una en Cartagena del Chairá – Caquetá, creo que es importante que empecemos a

pensar en estrategias al respecto en los lugares en los que podamos y logrando aliados.

Teresa del Pilar (domingo, 19 junio 2011 13:15)

Hola Rosa Emma, sí yo siento que éste es un espacio donde aprendo mucho junto a ustedes, pues cada cual lo hace desde un punto de vista particular. Enriquecedor.

El tema del lenguaje inclusivo es realmente difícil, incluso entre nosotras (teresianas). No se ha llegado aún a dimensionar el significado del mismo, además, hay prejuicios... Tenemos que empezar por casa...

María José Rosillo (domingo, 03 julio 2011 03:05)

Querida Teresa, de haber sabido que ibas a hacer una síntesis tan magnífica del texto, me hubiera evitado

leerlo yo. Bromas aparte, me parece fantástica tu aportación crítica y metódica de los capítulos. Me quedo con esa desgraciada afirmación sobre "lo que no se nombra no existe" y que pone de manifiesto todavía

tantos silencios forzosos dentro de esa iglesia, que no sé por cuanto tiempo, seguiré considerando la mía.

En tus aportaciones y en los comentarios, veo con agrado, a la vez que con profunda solidaridad, cómo

"hemos de distanciarnos de esta iglesia oficial nuestra" si no queremos perder la salud mental. Cuánta razón tienes, permíteme que esta frase te la robe en algún momento. Y respondiendo también a Mónica,

me parece tan triste esta realidad de "empleadas de hogar" dentro de la institución... Pero bueno, estamos aquí verdad? en este foro, y dando mucha mucha, mucha guerra y aportando reflexiones como las tuyas

que a algunas nos vienen muy bien. Un abrazo desde Sevilla.

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Hablar de Dios en la encrucijada de las grandes preocupaciones

Por María José Rosillo

Comentario al libro “La que es”: El misterio de Dios en el discurso teológico feminista”. De Elisabeth A. Johnson. Parte I.

Me atrasé en la lectura de esta obra, pero ha merecido la pena llegar al final de la primera parte, y darle coherencia a todas estas aportaciones de la autora. Uno de los objetivos de esta obra, se resume perfectamente

en uno de los epígrafes y que habla de “poner en contacto la sabiduría feminista con la sabiduría clásica”, y desde ese intento, se desarrollará el resto de la argumentación. Podría extenderme tanto como lo permiten las

continuas reflexiones surgidas de cada idea, pero intentaré destacar las más llamativas. Porque estas páginas dan mucho de sí.

La autora nos hace tomar conciencia de cómo la forma que tenemos de hablar y mencionar a Dios como masculino, va a conllevar que lo masculino, se identifique a lo divino, como nos recuerda la teóloga Mary Daly.

Desde esta concepción masculinizada de lo divino, lo femenino, es como si apareciera excluida de la divinidad.

En estas páginas se hace un tratado del “lenguaje sobre Dios”. ¿Cuál es el modo adecuado de hablar de Dios?

Dependiendo de cómo abordemos el asunto, nos estaremos refiriendo al “punto decisivo de referencia para la comprensión de la experiencia humana, de la vida y del mundo…y este lenguaje moldea la identidad de la comunidad y guía su praxis…

Llegamos a conocer a ese Dios*, porque en nosotros hay esencia de divinidad, pero no podemos conocerle de

otro modo que no sea el humano, porque es lo que somos. Esta es una forma limitada de conocer, pero no debemos además limitar el término aún más, sesgándola al lado masculino de su esencia.

Por otra parte, la autora nos dice que hablar de un Dios benéfico y amoroso que perdona las ofensas “haría que la comunidad de fe se preocupe por el prójimo y por el perdón mutuo”. A partir de la nueva concepción del

Dios/diosa, que siempre se nos olvida contemplar, podríamos incluir en ese sentir de la presencia divina, la experiencia de las mujeres, como seres igualmente semejantes a él/ella, porque formamos parte de su esencia. Y

“un lenguaje sobre Dios acuñado exclusivamente en términos masculinos, no apunta a la participación por igual de hombres y mujeres en ámbito de lo divino”… “Las imágenes masculinas permiten a los hombres participar plenamente en él, mientras que las mujeres sólo pueden conseguirlo haciendo abstracciones de su identidad concreta y corporal de mujeres, y su disposición (según palabras de Carol Christ), será la de confiar en el poder masculino”. Dios entonces es una palabra limitadora que deja a las mujeres apartadas de su posibilidad de conocerlo y experimentarlo.

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Recuerdo que esta misma afirmación me chocó cuando comencé mis estudios de teología feminista. Luego mis

compañeras me enseñaron a nombrarla como Diosa, y recordar en ella la espiritualidad ancestral que se nos ha perdido por la influencia patriarcal y occidentalizada. Después de siglos de enseñanzas fragmentadas por el tamiz

patriarcal, resulta muy difícil o muy extraño a nuestros labios, orar con la diosa, o con la madre/Dios. Es como si nuestros esquemas mentales nos “chirriaran”. Sin embargo, es bueno tomar conciencia de estas limitaciones del

lenguaje, que de forma subliminar condicionan nuestros esquemas de conocimiento y de pensamiento. Y al mismo tiempo, volver a nuestras fuentes.

La autora explica más adelante como “la Escritura y la tradición son ambiguos monumentos históricos a la visión que tiene el patriarcado de su propia justicia…y no puede darse por supuesta sin más… A pesar de todo, siguen siendo fuente de vida para millones de seres humanos (…)

Por otra parte, (y esto creo que es el pilar que va a conducir esta obra ), la experiencia interpretada de las mujeres es tan diversa como mujeres concretas hay… La sensibilidad ante lo diferente es una virtud intelectual acogida por el pensamiento feminista que se resiste a siglos de definición unívoca sobre la naturaleza de la mujer.” Y es

precisamente un reto a esta reformulación de Dios, que a su vez nos haga posible una nueva reformulación de nuestros esquemas de pensamiento.

Y así, “Mujeres pertenecientes a tradiciones judías y cristianas han ofrecido nuevas lecturas de la tradición. Mujeres de diferente orientación sexual y de distintas relaciones familiares, aclaran el sentido de la fe desde la ventaja de sus propios puntos de vista vitales.”

Quiero destacar esta frase en la que dice que existen “Numerosos modos de hablar de Dios…entre esa sinfonía de voces, a veces claramente discordantes”, pero que deberían convertirse en una visión multicultural de la identidad de lo divino, y que permitiría la convivencia entre los pueblos, con un único Dios de referencia. No

tienen desperdicio las palabras de la autora cuando nos recuerda el mal uso que se ha hecho de la palabra “Dios” y las barbaridades contra la humanidad y contra las mujeres en particular, en su nombre. “Ese simbolismo de dios, rey, masculino, señor, dominante…refuerza las estructuras patriarcales”. Y estas estructuras consiguen mantenerse durante siglos. La autora habla de “escotosis” para referirse a esa cerrazón de mente ante una

sabiduría que cree innecesaria, pero que en el fondo lo que anuncia es miedo al conocimiento y al avance. O el término “escotoma”, como la ceguera resultante que dificulta el pensamiento posterior o la apertura de miras.

En este sentido, continua la autora diciendo que “Cualquier grupo particular puede padecer una pizca de ceguera… Tal prejuicio grupal tiende decididamente a excluir algunas ideas provechosas y mutilar otras por compromiso. La escotosis se produce cuando el interés por el grupo se sitúa por encima de la inteligencia. Cuando los seres humanos son violados, humillados, desprovistos de dignidad, la gloria de Dios queda empañada y deshonrada. Una comunidad de justicia y paz y la gloria de Dios crecen en proporción directa.” Algunas criaturas son degradadas en nombre de una visión distorsionada de la voluntad divina.

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Pero es rotunda la autora al afirmar que “La gloria de dios es la mujer, todas las mujeres, cada mujer de cualquier lugar, plenamente vivas. Cuando las mujeres son violadas, humilladas y desprovistas de dignidad…la gloria de Dios queda empañada.”(…) “La teología elaborada desde esta nueva perspectiva de la mujer, apremia a una dura crítica del lenguaje tradicional sobre Dios, porque excluye las experiencias de las mujeres, así como la posibilidad de que todas nosotras podamos identificarnos con un dios dominador, explotador, masculino y defensor de estructuras patriarcales, cuando tenemos la seguridad de que el discurso sobre Dios, va mucho más allá de esta limitación lingüística.”

Tenemos que hablar de “crisis de reformulación”, y este término es lo bastante contundente como para darse cuenta de lo que supone reflexionar, aunar criterios y volver a definir.

¿Y cómo percibimos y conocemos a Dios? “La realidad divina no puede ser captada en conceptos e imágenes; pero al mismo tiempo Dios es personal. A veces es preferible hablar de Dios con símbolos personales. Pensamos a través de imágenes y hasta los conceptos de raíz más abstracta llevan restos de imágenes originales que le dan vida.”

La teología universal, el mundo en general, no puede seguir descartando la experiencia religiosa de las mujeres, con lo ello supone de cambio de esquemas y estructuras aparentemente inamovibles. “La experiencia religiosa de las mujeres es una fuerza generadora de estos símbolos. La mujer se convierte así en un nuevo canal para hablar de dios…hablar del misterio divino con símbolos femeninos para demostrar su capacidad de transmitir la presencia y el poder divinos. El discurso emancipador cristiano feminista pretende fortalecer a las mujeres en su lucha por hacer históricamente tangible su propia humanidad como imago Dei. Este esfuerzo por renovar el lenguaje sobre Dios es vital para la iglesia y para el mundo”.

El resurgir de la mujer, como título del siguiente epígrafe del libro nos anuncia un enfoque liberador para

nosotras.

COMENTARIOS

Claudia Guzmán (martes, 21 junio 2011 17:51)

Hola María José, Al leerte vi cómo es tan crucial la manera como se piensa, imagina, concibe...a Dios, porque esto termina configurando nuestras relaciones humanas. El pensar en un Dios semejante a un

gobernante, jerarca, juez, masculino influye en los matices que adquiere la valoración que tenemos de las personas y en nuestras relaciones con ellas. Siempre es bueno leer el contenido de tus artículos. Gracias.

Rosa Emma (miércoles, 22 junio 2011 10:15)

Hola María José, Muchísimas Gracias por el aporte que nos regalas con tu reflexión. Me parece muy

acertada tu invitación a volver a las fuentes, considero que está es una clave muy valiosa, realmente son

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muchas las mujeres que desde los rincones del planeta lo están haciendo, es una tarea crucial a la que no

podemos darle largas.

Es preciso conjugar la conciencia presente de quienes somos, con el gozo de practicar nuestro poder

creador de nuevas formas de vivir, transgrediendo los códigos de sumisión a los que permanentemente nos vemos enfrentadas. Debemos apropiarnos de la palabra y del conocimiento para encararnos con la cultura

del encubrimiento de todas las formas de violencias hacia las mujeres.

Nancy Olaya (martes, 28 junio 2011 17:27)

Hola querida María José. Haces una muy buena compilación de los principales planteamientos de la autora. Estamos como bien dices, ante un hecho muy importante ¿cómo hablar de Dios en esta encrucijada

histórica? La pregunta también se puede plantear de la siguiente manera: ¿qué símbolos religiosos son pertinentes y útiles hoy?

Voy encontrando respuestas, algunas de ellas las rescate del libro de E. Johnson, otras en otras fuentes igual de valiosas. Quiero transcribir un párrafo de otra autora que estoy leyendo: Carol P. Christ, en el libro

DEL CIELO A LA TIERRA. Dice así:

"Para contestar estos interrogantes, primero tenemos que comprender la importancia de los símbolos religiosos y de los rituales en la vida humana... Los símbolos tienen consecuencias psicológicas y políticas, debido a que crean las condiciones interiores (actitudes y sentimientos profundos) que llevan a las personas a aceptar o sentirse cómodas dentro de las organizaciones sociales y políticas... y puesto que la religión tiene una fuerza tan poderosa en la psique de tantas personas, las feministas no pueden permitirse el lujo de dejarlas en manos de los padres..."

Recuperar el legado de la experiencia de la Imagen de Dios

Por Claudia Guzmán

Un día una de mis profesoras lanzó la pregunta ¿Te sientes Imagen de Dios? ¿Crees que incluso los varones se sienten Imagen de Dios? Pensé mucho en ello y como ocurre con las preguntas profundas no sacas respuestas

fáciles ni absolutas. Pero reflexionaba que es cierto que la Imagen de Dios se ha asociado con algo que hay que lograr, “algún día”, cuando se consiga trascender lo pecaminoso o lo malo. Es decir la realidad de la persona a

imagen de Dios se asocia a connotaciones éticas y morales; sin hablar de las dificultades que plantea el que en las primeras catequesis de niñas y niños (yo incluida), las láminas y dibujos mostrasen a un Dios de barba, masculino,

todopoderoso, etc.

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A lo mejor no fue la intención de mis catequistas, párrocos, etc., pero absoluticé esa imagen, hasta el punto de

que sólo apenas comienzo a pensar en Dios con otro tipo de metáforas, y a considerarlas tan válidas y a la vez tan limitadas, como las masculinas. Hablando con muchas personas, mujeres y hombres, sé que no sólo a mí me

sucedió así.

Algo que me ayudó de la lectura de esta parte del libro y de otras lecturas que he hecho, es la invitación a

reflexionar en Dios, entendiendo que nuestra comprensión de Ella/Él siempre serán imágenes, o metáforas, y para ello es muy útil acudir a experiencias trascendentales y fundantes, dadas en muchos casos en la cotidianidad

de la existencia: un viaje, la muerte de alguien, una decisión importante, un encuentro con otras y/u otros, el lanzarse a hacer aquello que pensamos que no era lo nuestro, y a lo mejor allí, justo en ese “espacio y lugar”,

estaba la experiencia que nos revelaría un poco más nuestra identidad más profunda. En otras palabras la imagen de Dios se configura acudiendo a la vida de las mujeres (y los varones) como espacio donde acontece y se revela

Dios.

Personalmente estoy cansada de identificarme con la experiencia masculina, en muchos ámbitos, especialmente

el religioso. Ha habido varones que me ayudaron y me aportaron, pero ahora cuando les intento escuchar de nuevo, encuentro en su mensaje rasgos excluyentes e incluso condescendientes hacia las mujeres. En algunas

conferencias espirituales, clases en la universidad y otros espacios, siempre tuve la sensación de que el profesor nos hablaba de una experiencia en parte ajena, que nos era prestada en la medida en que teníamos la inteligencia

y la audacia de parecernos a ellos, de ser como ellos, quienes en últimas la habían redactado. En la oración me molesta repetir en tantos salmos la palabra “hombre” como generalización de la experiencia humana, supongo

que en esto se necesita la creatividad y la conciencia para decir lo que se quiere decir hoy y desde quien se dice, en mi caso una mujer.

Estos días leí una frase de Madonna Kolbenshlag, una teóloga estupenda quien decía: “mi metáfora sobre Dios es la de una luna con muchas fases que van cambiando a medida que avanzo en el camino”. Definitivamente me

siento así, feliz con esta experiencia de reflexión sobre Dios ahora en mi vida y si lo permiten en las vidas de quienes compartimos en este blog; no la cambiaría por nada; Mónica escribió hace poco algo sobre la

temporalidad de la Imagen de Dios “seguramente esta actual se romperá de nuevo”, para volverse a construir una nueva, parecida o distinta pero por su gracia, liberadora. Un saludo a todas y a todos.

COMENTARIOS

Rosa Emma (miércoles, 22 junio 2011 10:37)

Hola Claudia, Gracias por tu compartir. Valoro este camino que vamos haciendo, la posibilidad de

acompañarnos.

Coincido contigo en el cansancio que produce estar siempre referidas a un Dios en términos

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exclusivamente masculinos. Creo que cada una desde nuestro lugar hemos creado las estrategias para

poder vivir la experiencia de Dios(a) de una manera diferente, indudablemente hay mujeres que han sido muy valientes y osadas y se han lanzado en caminos bastante arriesgados, muchas veces siento el deseo de

unírmeles... pero aún permanezco y me siento absorbida en mi cotidianidad.

Ojala desde aquí pudiéramos pensar en algo que pudiéramos hacer conjuntamente y que tuviera una

mayor incidencia.

Claudia Guzmán (martes, 28 junio 2011 12:11)

Gracias por comentar Rosa Emma, es verdad que en la cotidianidad debería ser donde se comiencen a gestar las transformaciones que nos lleven a ser más amplias y profundas en las maneras de vivir la

experiencia de Dios. Un saludo.

Teresa del Pilar (martes, 28 junio 2011 13:05)

¡Hola Claudia! Hay varios puntos que me gustan mucho de tu escrito. Empiezas mencionando las preguntas disparadoras de tu profesora. Qué sabio es formular preguntas y permitir que sean formuladas. Comparto

contigo eso de que las preguntas profundas no son fáciles de responder ni siempre se merecen respuestas absolutas.

Pero cuánto nos gustan las respuestas categóricas, cerradas, absolutas, dogmáticas… y más aún cuando provengan de alguna “autoridad”. Claro, nos exime pensar, ¿pero a costa de qué? Por otro lado, qué

terrible eso de moralizar la imagen de Dios. Supuestamente llegamos a ser imágenes de Dios cuando conseguimos “trascender lo pecaminoso”. Y no sólo esto, sino que cuando logramos ser “buenas/os”

estamos en condiciones de ser imágenes “masculinas” de Dios. Imágenes excluyentes, condescendientes, enajenantes… para las mujeres.

Ergo, lo bueno es lo masculino. Y lo masculino es Dios. Cruda ecuación. Imágenes moralizantes y masculinizantes de Dios para las mujeres (y los varones). Ciertamente, estamos cansadas de identificarnos

con la experiencia masculina de Dios; sobre todo, cuando en la oración y en la liturgia la palabra “hombre” pretende “incluir” la experiencia de las mujeres.

En cuanto a la imagen de Dios, me acojo con gusto, no sólo estético, a la metáfora de Madonna Kolbenshlag: “la de una luna con muchas fases que van cambiando a medida que se avanza en el camino”.

¡Gracias por tu aporte! Un abrazo.

Nancy Olaya (martes, 28 junio 2011 18:42)

Claudi, gracias por tu compartir. Sé que por esta época estás trabajando este tema a profundidad y sobre todo lo estás aplicando a una población femenina en particular, me atrae eso que haces... voy a resonar lo

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siguiente:

Bien dices "que nuestra comprensión de Ella/Él siempre serán imágenes, o metáforas". Estoy pensando

ahora en la tradición judeo-cristiana que ha dogmatizado y absolutizado la imagen de Dios como "Padre", olvidando que el misterio divino no lo podemos agotar con un concepto o una palabra. Permíteme recordar

esta gran verdad con palabras de San Agustín: "Si hemos entendido, entonces lo que hemos entendido no es Dios"... o aquello de Sallie McFague, feminista americana, conocida por su análisis de cómo la metáfora se

encuentra en el corazón de la manera en que podemos hablar de Dios, ella dice:

"Dar el salto a la metáfora, toda vez que ningún lenguaje sobre Dios es adecuado y todos sus contenidos impropios". La cita E. Johnson en LA QUE ES.

María José Rosillo (domingo, 03 julio 2011 02:55)

Querida Claudia, coincido contigo en tu intento de desear conciliar lo recibido en nuestra infancia y adolescencia, o en lo aportado por nuestros "guías masculinos" ¿pero siempre podemos hacerlo verdad?

Afortunadamente tenemos hoy, como tú resumes en tu aportación, la capacidad de poder ver desde otros ojos, aprendidos desde esta autora, o muchas más, que no sé si tendremos tiempo de leer completamente,

y que nos permitirá re-construir lo aprendido.

Me divierte ver cómo hay otras compañeras y hermanas de camino, como tú, a quién también le molesta a

veces encontrarse en las escrituras con tantos nombres de varón. Estuve tentada de re-escribirla completamente y sustituir los términos por otros neutros, pero no pase del capítulo 2 del génesis. Creo que

lo dejaré para otra vida en la que tenga más tiempo. Permíteme que te tome prestada la frase de esta teóloga, a la que mencionas: M. Kolbenshalg y la metáfora de dios como luna con muchas fases. En esta

etapa de mi vida personal, la estoy experimentando tal y como dices. Muchas gracias por compartir todo esto.

Sigue…

YO TE NOMBRO...

Por Rosa Emma Carrión

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Hace algunos días una teóloga cuáquera nos comentaba como para ella la realidad de la crucifixión de Jesús le había sido tan ajena, hasta que un día una de sus profesoras llevó una imagen en la que aparecía Crista Crucificada.

Para mí ha sido muy interesante acercarme por primera vez a esta autora,

me parecen muy útiles y claves sus aportes, especialmente para nosotras las mujeres por la posibilidad de transformar nuestro concepto, imagen,

símbolos de Dios, resignificando nuestra relación con la Divinidad, así como también nuestra condición y posición en la sociedad y en nuestras iglesias.

En primer lugar quiero compartirles que por los años 90, cuando me acerque a la teología desde su definición más básica, como el estudio de Dios, de las cosas o hechos relacionados con Dios, del conjunto de conocimientos

acerca de la divinidad, me pareció un atrevimiento que las humanas y humanos tuviéramos la osadía de haber creado una ciencia ‘dizque para estudiar a Dios’, pero hoy lo entiendo como una necesidad, una posibilidad, un

derecho que nos permite entendernos más a nosotras(os) mismas(os), ser más felices, más plenas(os) e indagar por nuestro ser más profundo en relación con lo Trascendente.

Sin embargo, como dice Anne E. Carr: “El Dios desconocido y oculto del misterio es un modo definitivo de hablar del Dios que es siempre más de lo que las imágenes humanas… son capaces de sugerir” porque Dios es más lo que no sabemos, que lo que sabemos, Dios es siempre más y nos implica una historia de comprensión sin límites.

Además sé que muchas mujeres a lo largo de la historia hemos llegado a un punto en el que hemos dicho:

“Quiero un Dios diferente, un Dios que sea Madre. Estoy cansada del Dios Padre legislador, con tiara y anillo. Quiero un Dios que sea energía fecunda portadora de vida.

Por esta misma razón, en el año 2008 en el marco del I Encuentro Ecuménico de Mujeres Constructoras de Paz y gracias a una charla de Alicia Winters decidí abandonar el término Señor para referirme a Dios, debo confesarles

que no ha sido fácil, en muchas ocasiones se me ha vuelto a salir este término, además en todas las oraciones, salmos, cantos esta.

En segundo lugar, encuentro también que realmente no ha existido un lenguaje atemporal sobre Dios, a lo largo de la historia, de nuestras historias personales y colectivas nuestro propio concepto de Dios ha cambiado y

podemos afirmar que nunca puede darse por concluido.

El dinamismo y la actitud de búsqueda permanente afortunadamente es el que nos caracteriza a muchas y muchos, aunque algunos y algunas prefieran instalarse en lugares cómodos, en los sillones de la tradición, de la

costumbre, en la seguridad de lo ya conocido, de que las cosas son así y punto -porque así nos le enseñaron, nos

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lo transmitieron, nos lo dijeron- pues desde allí pareciera que la vida les resulta más fácil, pueden manipular y

mantener en sus manos el poder.

En tercer lugar quiero resaltar una de las preguntas que aparecen en esta primera parte del libro: ¿Cuál es el modo adecuado de hablar de Dios frente a la recuperación de la dignidad y la igualdad humanas de la mujer? , a esto agregaría que no sólo se trata del modo de hablar (aunque soy consciente que este es el punto de partida

que desencadena lo demás), sino del modo de vivenciar, de hacer realidad, presente y concreto a Dios en la historia de nuestros pueblos; me parece muy justo que la preocupación de la autora esté relacionada con la

recuperación de la dignidad e igualdad de las mujeres, pues considero que hacia allí se deben dirigir todos los esfuerzos que hagamos y de hecho muchas mujeres en otros campos como el de los Derechos Humanos lo están

haciendo.

En cuarto lugar, reafirmo que el lenguaje que se utilice sobre Dios no se puede separar del pensamiento y

acciones con las que busquemos profundizar en la justicia de género, que el cambio lingüístico implica paralelamente un cambio estructural.

Desafortunadamente “el lenguaje cristiano sobre Dios que hemos heredado ha evolucionado en un marco que no valora la humanidad única e igual de las mujeres, desposee de bondad y de profundo misterio a la realidad

divina” ha sido una pérdida para ambas partes.

Este lenguaje terriblemente opresor e idolátrico, que nos ha hecho tanto daño, debemos convertirlo en un

lenguaje que sea capaz de resistir y transformar el sufrimiento de quienes se encuentran en las periferias, en las fronteras y en los márgenes.

Para terminar decir con la autora que: “es necesario fortalecer a las mujeres en su lucha por hacer históricamente tangible su humanidad, que debemos trabajar sin descanso por el alumbramiento de nuevas

formas de relación salvíficas con toda la creación, convertirnos a un nuevo tipo de humanidad, sin sexismo, que nivela la variedad y las particularidades, que crea un modelo inclusivo, entusiasta de la diferencia, circular,

feminista.

“Tenemos el desafío de romper el frasco para cuestionar y abandonar muchas rutinas e inercias muy instaladas

en nuestro imaginario colectivo, a no ceder en el empeño de la transgresión, aunque los vientos eclesiales no lo favorezcan, ir más allá de lo eclesial y políticamente correcto, más allá de los límites heredados de una

cosmovisión dualista e interesada de Dios y del mundo” María José Torres Pérez, Apostólicas del Corazón de Jesús.

Finalmente les envío con mucho amor esta Bendición escrita por María Helena Céspedes:

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“Bendita tú, por haber nacido, Bendito sea el fuego, que te dio la Vida.Bendita la luz, que inundó tus ojos.

Bendito sea el canto modulado por tus labios,Bendito sean los caminos, transitados por tus pasos

Benditos los colores que alegran tus entrañas.Bendita sea la tierra que acoge tus días.

Bendita toda tu,porque has sido tocada

por el misterio del Amor.

COMENTARIOS

Nancy Olaya (martes, 28 junio 2011 18:57)

Rosa Emma, muy sugerente tu artículo, muchas gracias. ¡El poder de nombrar!!! Estaba vetado para las mujeres; claro, sobre todo si se trataba de dar nombre a Dios, unos labios de mujer... por eso, este tema

me apasiona. La palabra, crea realidades, es para mí, un aspecto que nos hace imágenes de Dios ¿recuerdas, y Dios dijo? y las cosas comenzaban a existir.

Sigamos nombrando, sigamos buscando nombres para Dios/a con los que nos sintamos acogidas, situadas, empoderadas.

María José Rosillo (domingo, 03 julio 2011 02:46)

Querida Rosa, me ha encantado tu reflexión sobre "esa necesidad tuya, y nuestra, de entender nuestro

derecho a comprender nuestra relación con Dios*. Es desde esta comprensión como podemos entendernos a nosotras mismas. Comparto plenamente tu opinión. De ahí esa necesidad, o si me permites "obsesión"

por estudiar estas cosas, aunque mucha gente siga sin entender por qué lo hacemos. Con tu reflexión, me confirmo en que, claro que hay mucho que hacer y mucho que ayudar, pero para eso, debemos estar

plenas, empaparnos de esta Providencia que se nos abre para que la conozcamos aunque sea levemente, y desde esa plenitud, ser capaces de vaciarnos en los demás. Creo que con buena organización seremos

capaces, ¿no crees?

Me quedo con esa afirmación tuya de que hemos de conjugar lenguaje, pensamiento y acción. Creo que

esto resume perfectamente por donde debe ir nuestra iglesia y nuestra espiritualidad a partir de ahora. Gracias por compartir todo esto.

Teresa del Pilar (lunes, 04 julio 2011 17:07)

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Rosa Emma: el título de tu escrito “Yo te nombro”. Muy bueno, muestra, como dice Nancy en el

comentario, el “poder” que tenemos para hacer que las cosas “sean”. Aunque se nos esté vetado dicho poder, somos transgresoras, y mostramos que esa prohibición no condice con lo que realmente somos, con

nuestro legítimo derecho de dar a luz nuevas realidades. Y ahora, ¿por qué se nos ha de negar (o se nos ha negado siempre) un carácter tan femenino como es el dar a luz? ¿Acaso que nos somos co-creadoras con

Dios/a? Claro que sí, Dios/as crea con su palabra y nosotras no podemos ser menos. Y de hecho, ¡no lo somos!

Nuestra palabra, que refleja nuestro ser está llena de pasión, de imágenes llenas de vida, de dinamismo. En lugar de fríos y rígidos conceptos preferimos la metáfora cuyo significado ensancha, apasiona, dinamiza, da

vida, estimula, acoge, incluye, invita… La metáfora es el reflejo de Dios/a mismo en tanto que aquélla nos empuja a un “más”, esto es, a Dios/a. La metáfora y Dios/a se encuentran en el “más”. Qué profundidad

tan real. Gracias, un abrazo.