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VOLUMEN 12 Nº 70 (AGOSTO-SEPTIEMBRE, 2002) 3 1 El informe que se transcribe a continuación es el resultado de la labor de un comité internacional presidio por Ted Henzell, que, a pedido de la fundación Antorchas, evaluó el estado de las ciencias agropecuarias en la Argentina y formuló recomendaciones para mejorarlas. Es el tercero de este tipo que encomienda y da a conocer dicha entidad. Los dos anteriores, dedicados respectivamente a la biología molecular y a la matemática, se publicaron en los números 57 (junio-julio 2000) y 67 (febrero-marzo 2002) de CIENCIA HOY. Las ciencias agropecuarias en la Argentina Robert Blake, Cornell University, Elías Fereres, Universidad de Córdoba (España) , Ted Henzell, University of Queensland (Australia) , y Wayne Powell, Scottish Crop Research Institute El campo entrerriano I . (Marta Díaz, Círculo Fotográfico Club San Fernando.)

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El informe que se transcribe a continuación es el resultado de la labor de

un comité internacional presidio por Ted Henzell, que, a pedido de la

fundación Antorchas, evaluó el estado de las ciencias agropecuarias en la

Argentina y formuló recomendaciones para mejorarlas. Es el tercero de

este tipo que encomienda y da a conocer dicha entidad. Los dos

anteriores, dedicados respectivamente a la biología molecular y a la

matemática, se publicaron en los números 57 (junio-julio 2000) y 67

(febrero-marzo 2002) de CIENCIA HOY.

Las ciencias agropecuarias en la Argentina

Robert Blake, Cornell University, Elías Fereres, Universidad de Córdoba (España),Ted Henzell, University of Queensland (Australia), y Wayne Powell, Scottish Crop Research Institute

El campo entrerriano I . (Marta Díaz, Círculo Fotográfico Club San Fernando.)

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Resumen

Este documento se refiere, principalmente, a la investiga-ción científica y tecnológica relacionada con la producciónde ganado, cereales, papa y productos forestales. Tambiénconsidera el manejo de los recursos naturales y la educaciónsuperior de científicos agropecuarios.

El sector agropecuario hace una contribución sustancial ala economía argentina, especialmente como generador dedivisas. Sin embargo, debido a la merma de la financiaciónestatal de las ciencias agropecuarias desde aproximada-mente 1980, existen ahora serias debilidades tanto en inves-tigación como en educación superior, especialmente en cier-tos campos de la ciencia y la tecnología que se han desarro-llado rápidamente en otros países durante estos últimosaños. A pesar de los apremios financieros y los grandes pro-blemas que enfrenta el gobierno argentino, el comité quefirma este informe cree que se puede hacer mejor uso de losrecursos del sector público, cuyos problemas se han exacer-bado por su incapacidad de concentrar los todavía significa-tivos recursos que posee en un menor número de centros yen las áreas temáticas de mayor prioridad. El comité no pro-pone una reestructuración fundamental de las institucionesexistentes, sino la asignación competitiva de los recursosdisponibles para crear nuevas y más efectivas colaboracio-nes entre ellas. La opción estructural recomendada por el

comité para fortalecer el sistema es apoyar a centros en losque puedan desplegar su actividad los científicos agrope-cuarios más competentes.

Hasta ahora, el sector privado ha invertido muy poco eninvestigación y educación superior agropecuarias. Se nece-sita con urgencia mayor inversión, especialmente de losproductores rurales y de las industrias elaboradoras de losproductos agropecuarios. El comité recomienda que se esta-blezca un nuevo fondo para desarrollar la educación acadé-mica superior y la investigación agropecuarias en la Argen-tina, una de cuyas principales tareas sería obtener inversio-nes privadas para hacerlo. Otros cometidos prioritarios deese fondo y de otras fuentes independientes de financiaciónserían promover una definición más efectiva de prioridades,fortalecer la investigación de postgrado, lograr una mejorcomprensión de las necesidades en materia del manejo delos recursos naturales y alentar una discusión permanentesobre la política de investigación agropecuaria.

Las ciencias agropecuarias están en estos momentos en unestado de desorden en la Argentina. Uno de los primeros pa-sos en la ruta de la recuperación sería poner de manifiesto elcometido crucial de la ciencia y la tecnología en la futura com-petitividad de la agricultura. El comité cree que el país no tie-ne otra alternativa que practicar una agricultura basada en laciencia y la tecnología, ya que poseer algunas de las mejore st i e rras agrícolas del mundo no es suficiente.

Cosechando frutillas . (Graciela A Retegui, Círculo Fotográfico Club San Fernando.)

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1. Introducción

Los objetivos principales del análisis que realizó el comi-té fueron:

• Evaluar, a la luz de criterios internacionales, las prin-cipales fuerzas y debilidades de las ciencias agrope-cuarias argentinas e identificar oportunidades parafortalecerlas.

• Aconsejar a la fundación Antorchas sobre cómo con-tribuir al proceso.

Debido a que las ciencias agropecuarias cubren un es-p e c t ro muy amplio de disciplinas y cuestiones, fue necesa-rio limitar el campo de análisis. En consulta con un gru p oc o o rdinador del estudio, también convocado por la funda-ción Antorchas (cuyos integrantes están mencionados al fi-nal), el comité resolvió concentrar su mirada en la pro d u c-ción agropecuaria y omitir el procesamiento de pro d u c t o sagrícolas, excepto cuando este influyera sobre las prácticasde producción. Los efectos ambientales de la agriculturafuera de las explotaciones no se incluyeron, pero sí el ma-nejo de los recursos naturales en estas. El énfasis primariose puso en la investigación biofísica. Se estudió la silvicul-tura, pero no la pesquería. Si bien no se buscó abarcar elconjunto de la educación agraria, se estudió la eficacia delos vínculos de las universidades con la investigación agro-pecuaria, en especial la formación de investigadores en losp rogramas de postgrado.

Aun con estas restricciones, el análisis debió cubrir cues-tiones de producción de una amplia variedad de industriasrurales, por lo que se decidió dar atención particular a cua-tro ramas productivas: la ganadería vacuna, los cereales, lasplantaciones forestales y la papa, y considerar de manerageneral el manejo de los recursos naturales. Sin perjuicio delo anterior, el comité también entrevistó a científicos que tra-bajan con otros productos, por ejemplo, tomate. Una ayudaimportante fue una pequeña serie de informes sobre ramasseleccionadas que prepararon determinados especialistas apedido del grupo coordinador. Uno de esos informes, acer-ca de la investigación agronómica en la Argentina, se publi-ca al final de este documento.

En general, se esperaba que el estudio pro p o rcionara unpanorama amplio del desarrollo futuro de las ciencias agro p e-cuarias en la Argentina y que centrara sus re c o m e n d a c i o n e sen lo realizable en el futuro cercano por investigadores indivi-duales y directivos de instituciones de investigación. El traba-jo se realizó en dos etapas. En la primera, el presidente del co-mité (Henzell) visitó el país en noviembre de 2 0 0 0 para planearla tarea con el grupo coordinador y para recopilar inform a c i ó ns o b re los principales laboratorios, centros de investigación yuniversidades. Con esos datos y sus impresiones definió,también en consulta con dicho grupo, la fase principal de tra-bajo, que se llevó a cabo entre septiembre y noviembre de2 0 0 1. Los miembros del comité fueron elegidos por su ampliaexperiencia internacional en educación agropecuaria y admi-

nistración de la investigación, y por sus conocimientos part i-c u l a res de las ciencias animales (Blake) y vegetales (Powell),y del manejo de recursos naturales (Fere re s ) .

2. La naturaleza de la investigación agr o p e c u a r i a

Hay muchas maneras de clasificar la investigación, perocasi todas establecen una diferencia entre investigación bá -sica y aplicada . La primera se realiza para avanzar en el co-nocimiento: resulta sobre todo impulsada por la curiosidad.Lo importante es su propósito, porque a menudo con eltiempo sus resultados han terminado siendo de gran valorpráctico. La investigación básica también es llamada pura ofundamental. Por contraste, la investigación aplicada, mu-chas veces vista como orientada a cumplir con una misión orealizada para resolver problemas, tiene un propósito explí-cito que trasciende a la creación de conocimiento. Por defi-nición, la investigación agropecuaria es investigación aplica -da: su propósito primordial es mejorar la productividad ysustentabilidad de la agricultura. Sin embargo, la vitalidadde la investigación agropecuaria depende fuertemente delos avances en disciplinas que la apuntalan, como biología,química, física, matemática y otras. Se ha beneficiado mu-cho en los últimos años con los adelantos de la biología mo-lecular y de la tecnología informática, que, a su vez, se apo-yan en la investigación básica en disciplinas como la bioquí-mica, la genética y la ciencia de materiales.

En la práctica, la investigación agropecuaria cubre un vas-to espectro de actividades y se divide, con frecuencia, en es -tratégica y táctica. La primera pone el énfasis en la búsque-da de la comprensión, y su enfoque no difiere mucho del dela investigación básica. A diferencia de ella, la segunda bus-ca resolver problemas y se propone proporcionar respues-tas o soluciones específicas en condiciones de ser usadaspor la industria. A pesar de que se trata de un continuo, sepuede decir que, por lo general, un proyecto de investiga-ción estratégica requiere ser seguido de, por lo menos, unode investigación táctica antes de que sus resultados puedanser utilizados. Algunas clasificaciones incluyen una terceracategoría, la investigación adaptativa, que se refiere a laadaptación de nuevas prácticas a las condiciones particula-res de un establecimiento, o la modificación de equipos an-tes de incorporarlos de pleno a una planta de procesamien-to. La investigación adaptativa es frecuentemente conside-rada parte de la extensión o la transferencia tecnológica.

3. La importancia del sector agropecuario en la economía argentina

Tres indicadores muestran la importancia económica delsector agropecuario en la Argentina: su contribución al PBI,su capacidad de generar divisas y su facilidad de adaptarsea las circunstancias. El valor de la producción agropecuariaen la tranquera de la explotación es, hoy por hoy, del orden

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del 5% al 6% del PBI, y otro valor similar es agregado por elprocesamiento primario de oleaginosas, cultivos industria-les y productos de origen animal. En total, casi un 10% del PBI.Esa es una fracción algo mayor que la correspondiente enotros países agrícolas, incluidos los EEUU y el Canadá, lospaíses de la Unión Europea, Australia y Nueva Zelandia.

El sector agropecuario es aún más importante en materiade divisas, pues provee algo más de la mitad de los ingresosdel país por exportación. Los aceites vegetales conformanalrededor del 19% del valor de las exportaciones agropecua-rias; los cereales (principalmente trigo y maíz), cerca del 16%,y la carne aproximadamente el 23% (antes de la reapariciónde la fiebre aftosa). En años recientes, la Argentina participócon más del 5% en el valor de las exportaciones mundialesde cuatro productos: carne, maíz, aceite de girasol y trigo.

Los últimos 40 años han visto enormes cambios en la agri-cultura del país, en respuesta a transformaciones sociales,económicas y agrícolas. Tal vez el mayor de ellos haya esta-do en la proporción de productos agrícolas exportados.Mientras por un largo período, hasta fines de la década de1970, la contribución de la carne a las exportaciones agrope-cuarias fue sensiblemente semejante a la de los productosagrícolas, la de estos creció rápidamente y se acercó al 80%

en 1982-1984. La posición de las carnes mejoró en los años no-venta: en 1999, junto con los lácteos estas llegaron a generarel 35% de los ingresos por exportaciones de origen agrope-cuario. En esos cuarenta años también hubo cambios dentrode las principales categorías: así, las exportaciones de carnevacuna y, últimamente, de leche crecieron más rápido quelas de carne ovina y lana. Las exportaciones de productosvegetales también variaron, con el aumento de las oleagino-sas (principalmente soja y girasol) y, hace menos tiempo, elde algunos productos hortícolas, como papas procesadas.Otros cambios notables incluyen el mayor uso de insumoscomprados: el empleo de fertilizantes creció del nivel relati-vamente bajo de 300.000 toneladas en 1990 al de 1,8 millonesen 2000. La compra de semillas y de productos agroquímicosse incrementó rápidamente, así como las inversiones, den-

tro de los establecimientos, en equipo para manejar produc-tos perecederos como la leche. Entre 1990 y 1999, el uso desustancias agroquímicas (especialmente herbicidas emplea-dos en la labranza mínima) aumentó a más del doble.

El sector forestal fue responsable del 1,8% del PBI en 1993;algo más de la mitad de ese valor se originó en productosde bosques nativos. En 1998 la contribución forestal había su-bido al 2,3%, debido a que los bosques cultivados fueron unode los sectores de mayor crecimiento de la economía. Laplantación de árboles había comenzado en los años setenta,pero más de la mitad de la superficie fue forestada despuésde 1995, bajo el estímulo de incentivos fiscales. Había en 1998

alrededor de un millón de hectáreas de forestaciones, sobretodo en la región mesopotámica, con un 50% de coníferas, un30% de eucaliptos y un 16% de álamos y especies relaciona-das. La manufactura de fibra y tablas aglomeradas creció rá-pidamente durante los años noventa, y aumentaron las ex-portaciones de productos forestales diversos, principalmen-te rollizos. Sin embargo, la Argentina es importadora netade productos forestales, principalmente papel, cartón y pul-pa de madera.

Si bien las contribuciones relativas del sector agropecua-rio argentino al PBI y al ingreso de divisas vienen disminu-yendo desde hace muchos años –la agricultura proporciona-ba el 90% de las exportaciones a comienzos del siglo XX–, nocabe duda de que continuarán siendo muy importantes aúnpor mucho tiempo. Tampoco cabe duda de que el sector ten-drá que conservar su capacidad de respuesta a las cambian-tes fuerzas del mercado. Ello hace que la eficiencia de lasciencias agropecuarias argentinas sea asunto de importan-cia nacional.

4. El sistema argentino: investigación,extensión y educación de postgrado en ciencias agrarias

4.1. Investigación en ciencias agrarias

En su forma actual, el sistema de investigación agrope-cuaria de la Argentina data de fines de la década de 1950. ElINTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria) fue fun-dado en 1956 y el CONICET (Consejo Nacional de Investigacio-nes Científicas y Técnicas), en 1958. Este último apoya lasciencias básicas y aplicadas, incluidas las agrarias. La uni-versidad pública también fue renovada por la misma época.Aunque agronomía y veterinaria se enseñaron en las univer-sidades argentinas desde principios del siglo XX, solo en di-cha década se reconoció formalmente su cometido en la in-vestigación. Por último, en 1996 se creó la Agencia Nacionalde Promoción Científica y Tecnológica (ANPCyT), que otorgasubsidios competitivamente. El plan nacional de ciencia ytecnología 1998-2000 estimó que el gasto en investigaciónagropecuaria en la Argentina alcanzaba al 0,4% del valor bru-to de la producción agropecuaria y agroindustrial del país.Este es un guarismo muy bajo para una de las superpoten-cias agropecuarias del mundo. Alrededor de 1995, la cifra co-

Sergio Lenardón y Ted Henzell examinan plántulas de maíz en el IFFIVE

de Córdoba.

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rrespondiente en los países menos desarrollados era, enpromedio, del 0,6%, y en los países industrializados, del 2,6%,mientras que los valores alcanzaban al 0,8% y al 0,9% respec-tivamente en el Brasil y en Chile.

No hay estimaciones acerca de la inversión del sector pri-vado en investigación agropecuaria en la Argentina, aunquelas compañías de granos, especialmente las multinaciona-les, pueden estar gastando entre unos 15 y 20 millones de dó-lares por año. Los productores y procesadores prácticamen-te no han invertido en este rubro. Por ejemplo, la investiga-ción financiada por los grupos CREA, que son asociacionesregionales de productores que emplean a sus propios ase-sores técnicos y encomiendan investigación adaptativa, hasido de corto plazo y de naturaleza muy aplicada. Los con-tratos entre productores y el INTA siempre han tenido por ob-jeto la provisión de servicios y no apuntaron a verdaderascolaboraciones de investigación y desarrollo. Sin embargo,los productores de tomate de Mendoza crearon una asocia-ción que financia investigación genuina, y la industria delmaní en Córdoba se organizó hace poco para establecerprioridades de investigación y para financiarla mediante lacontribución de un dólar por tonelada del producto. Tam-bién hubo avances de este tipo para el girasol: la AsociaciónArgentina de Girasol (ASAGIR) llamó hace poco a concurso deproyectos de investigación a ser financiados por una contri-bución por bolsa de semilla.

Hasta hace poco, la investigación forestal estaba descuidadaen la Argentina, pero ocurr i e ron dos cambios importantes du-rante la década de 1 9 9 0: (i) El Instituto Forestal Nacional (I F O N A) ,responsable de administrar subsidios y realizar tareas de in-vestigación y extensión, fue suprimido, y se estableció en elI N TA un programa de investigación forestal mejor enfocado; y(ii) en el marco de un proyecto del Banco Mundial, se otorg a-ron subsidios por concurso a investigadores del I N TA y de lasuniversidades para realizar investigación sobre bosques plan-tados. Antes, las grandes compañías forestales habían cre a d oun centro de investigación forestal (C I E F), pero resultó muy di-fícil mantener su interés. Ahora, algunas tienen programas in-dependientes de investigación. Cuatro o cinco universidadesla realizan en ciencias forestales (afirmación que depende decuánta ciencia de los recursos naturales esté incluida en la de-finición de ciencia fore s t a l ) .

4.2. Extensión agropecuaria

La extensión se llevaba alrededor de un tercio del presu-puesto del INTA en 1984-86. En 2001, hasta el 60% de los gastossalariales de la institución correspondía a actividades de ex-tensión y a servicios, pero esa proporción podría haber in-cluido a algunos investigadores cuya tarea se veía dificulta-da por los constantes problemas financieros. Parte de la ex-tensión tiene financiación privada, por ejemplo, por los gru-pos CREA, que trabajan exitosamente en la Argentina desdehace más de cuarenta años. Aunque los miembros de esosgrupos son en total unos 1300 en una población de unos320.000 productores (50.000 de los cuales pueden ser conside-rados grandes), su influencia es mucho mayor de lo que su-

gieren los números, especialmente en el caso de cultivos co-mo el girasol. La asociación que reúne a esos grupos, llama-da AACREA, celebra una conferencia técnica anual abierta apersonas ajenas a ellos, y existe una organización que de al-guna forma deriva de estos, llamada A A P R E S I D, creada para fo-mentar las prácticas de siembra directa. Además de los pro-d u c t o res que trabajan con el apoyo de A A C R E A y de A A P R E S I D,otros emplean asesoramiento técnico mediante arreglos in-dividuales con profesionales independientes.

4.3. Educación de postgrado

En las universidades nacionales hay veintisiete escuelasde agronomía y ocho escuelas de veterinaria. Además, exis-ten cinco escuelas forestales o de recursos naturales. Actual-mente, la educación agropecuaria de postgrado en la Argen-tina tiene tres niveles: especialización, maestrías y doctora-dos, pero los esfuerzos se han concentrado históricamenteen los estudios de maestría. Hay alrededor de cuarenta pro-

Foto Pedro Aguerre.

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gramas de maestría y solo cuatro de doc-torado. Los cursos de especialización sehan multiplicado en los últimos años.Esas especializaciones se parecen a loscursos de honores o a los diplomas depostgrado de los países anglosajonesmás que a cursos especiales del ciclo degrado, aunque a veces tienen alguna su-perposición con estos.

Desde 1970, unos 780 estudiantes obtu-vieron una maestría, aunque el 60% (475)lo hizo durante la última década (1991-

2000). Esos 475 estudiantes fueron dirigi-dos por 262 profesores, es decir, el pro-medio resultó de 1,81 tesis por profesor(el valor varió entre 1,08 y 2,34, según lasuniversidades). Solo 30 de los 262 profesores dirigieron cua-tro o más tesis. Las 475 maestrías fueron otorgadas por ochouniversidades, pero alrededor del 50% de ellas correspondióa las de Buenos Aires y Mar del Plata. El número de docto-rados obtenidos fue mucho menor (17 conferidos por tresuniversidades), lo que refleja el hecho de que son estudiosmucho más recientes.

5. El estado de la investigación y de la enseñanza superior en ciencias agropecuarias

5.1. Investigación

Las inversiones realizadas por la Argentina en investiga-ción agropecuaria desde que el sistema fue reestructuradoen los años 50 dieron beneficios tan elevados como en el res-to del mundo. Estimaciones ex post de la rentabilidad de in-vestigaciones efectuadas entre la década de 1960 (cuando seinstauraron los programas del INTA de mejoramiento de cul-tivos) y comienzos de la de 1990 demuestran valores de en-tre el 32% y el 49% anual para trigo, maíz, girasol, algodón ypapa. Ejemplos más recientes de investigación altamenterentable probablemente incluyan la identificación de clonesmás productivos de Eucalyptus grandis y los avances en elcontrol del mal de Río Cuarto del maíz.

El caso de la fiebre aftosa pro p o rciona una perversa ilus-tración de las grandes pérdidas económicas sufridas debi-do al fracaso en re s g u a rdar los beneficios del control de lae n f e rmedad obtenido por la investigación argentina. Un es-pecialista estimó que cuando se perdió el estado de país ‘l i-b re de aftosa sin vacunación’ se produjo, por lo menos, unl u c ro cesante anual de unos 3 0 0 millones de dólares, por ex-p o rtaciones de carne omitidas. Esa pérdida no se debió adefectos en los instrumentos derivados de la investigación(vacunas, diagnósticos, vigilancia epidemiológica), sino aque falló la voluntad nacional de evitar la reaparición de lae n f e rm e d a d .

El comité sospecha que durante la última década la agri-cultura argentina se volvió más dependiente de tecnologías

importadas. Ello se advierte tanto enlas variedades cultivadas o cultivares,sobre todo en las de trigo, maíz, soja ypapa (para procesamiento), como enlas razas ganaderas, por ejemplo, en laimportación de semen para la insemi-nación artificial de vacas lecheras. Tam-bién se manifiesta en la tecnología delos productos agroquímicos y de losfertilizantes utilizados para incrementarla producción.La publicación de artículos en revistasinternacionales que practican la evalua-ción independiente de calidad de lostrabajos que reciben para incluir en suspáginas (o revistas con referato) no so-

lo es importante porque constituye el medio de contribuir alavance del conocimiento. Es también el camino para que loscientíficos argentinos puedan acceder a la academia invisi-ble formada por los líderes globales de sus disciplinas. Talescontactos, especialmente si se refuerzan con la asistencia areuniones científicas internacionales, no solo proveen la va-liosa información que circula entre los iniciados sino quetambién originan fructíferas colaboraciones.

El grupo coordinador encomendó un análisis de lo publi-cado por los científicos agropecuarios argentinos durante elperíodo 1996-1998. La contribución de estos a la literatura cita-da internacionalmente fue muy variable y, en promedio,más bien baja. Más de la mitad de los trabajos publicadospor integrantes de facultades de agronomía, y casi las trescuartas partes de los de mayor repercusión (medida comose indica en el informe que resume dicho análisis, transcrip-to más adelante con el título de ‘Análisis bibliográfico de lainvestigación agronómica en la Argentina ’), fueron produci-dos en tres de las veinticuatro universidades públicas (Bue-nos Aires, La Plata y del Sur). Aunque los científicos másproductivos publicaron a un ritmo destacable según los cri-terios internacionales, su situación dista de ser típica. Enpromedio, la frecuencia con la que los investigadores anali-zados en dicho informe sacaron un artículo (como primerautor) fue de más de cinco años.

Hubo tanta variación en materia de publicaciones interna-cionales entre los distintos centros del INTA como entre lasuniversidades. Tres de esos centros (Castelar, Balcarce y elIFFIVE de Córdoba), sobre casi treinta, fueron responsables d ec e rca del 7 0 % de los trabajos tomados en cuenta en el análisis.Al interpretar estos resultados, debe re c o rdarse que muchosde los autores son simultáneamente parte del C O N I C E T y deuna universidad o el INTA. El análisis no incluyó la sanidadanimal, pero el comité tuvo la impresión de que los investi-gadores de esa disciplina acreditan una distinguida trayecto-ria de publicación de descubrimientos importantes en revis-tas de calidad.

No existen datos comparables sobre la re p e rcusión delas publicaciones producidas con propósitos de extensión odivulgación. Sin embargo, hay evidencias de que los inves-t i g a d o res del I N TA, por ejemplo, hacen numerosas pre s e n t a-

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Ted Henzell

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ciones en congresos nacionales (como las reuniones biena-les de la Sociedad Argentina de Producción Animal), y quegeneran mucha literatura de extensión. También publicanconsiderable número de boletines y libros en los que se ex-pone el estado del conocimiento. Se señaló al comité quehay muy poca información útil en los archivos del I N TA q u eno haya sido publicada.

En las disciplinas examinadas, se advierten áreas de no-table rendimiento. Ellas son:

• En las ciencias animales, las técnicas de diagnósticoy de preparación de vacunas para el control de la af-tosa, y la adaptación de conocimientos existentespara lograr mayor producción de carne y lácteos.

• En las ciencias de los cultivos, las prácticas de mane-jo basadas en investigaciones avanzadas en ecofi-siología, y el cultivo convencional de granos comoel trigo.

• En papas, la producción de tubérculos para semillabasada en la multiplicación in vitro, la producción desemillas básicas en áreas aisladas y el uso de la téc-nica ELISA para hacer análisis de virus (un buenejemplo de investigación agropecuaria multidiscipli-naria con participación pública y privada).

• En bosques plantados, la introducción y prueba deespecies y razas de Eucalyptus de distinta proceden-cia y el uso de modelos matemáticos para integrar yaplicar conocimientos existentes sobre manejo.

• En recursos naturales, la creación de bases de datosque incorporan información proveniente de viejosestudios sobre suelo y vegetación y datos climatoló-gicos más recientes.

Generalmente, los temas destacables se encontraron ená reas en que la Argentina era ya fuerte hace diez o veinteaños. Se halló más visión estratégica en ciertas disciplinascomo virología animal y de plantas, re p roducción animal,ecología y fisiología vegetal que en investigaciones re a l i z a-das integrando diversas ciencias agropecuarias. Las princi-pales debilidades del sistema se encontraron en las áreas deinvestigación que más cambiaron durante los últimos veinti-cinco años. Aunque se hicieron grandes esfuerzos para pro-mover esas nuevas áreas e introducir los avances globalesde la biotecnología, la bioinformática y otras tecnologías dela información y los sensores remotos, hasta ahora el éxitoha sido muy limitado. Los recursos financieros son escasos yestán demasiado diseminados, los investigadores jóvenesson pocos (debido a la incapacidad de reemplazar a los re t i-rados), la cantidad de científicos es insuficiente en número yexperiencia y los equipos interdisciplinarios son escasos. Hasido muy desafortunado para el país que los fondos públicosse hayan visto sometidos a creciente presión durante estosaños, y que los privados, salvo los de algunas empresas in-t e rnacionales, no se hayan hecho cargo del desafío.

La investigación sobre trigo es un caso paradigmático. LaArgentina tuvo un buen programa de trigo desde la décadade 1920, y la producción fue en alza durante los últimos 80

años, aunque antes había bajado. En 2001, la mitad del trigosembrado en el país lo fue con semilla de variedades certifi-cadas; el resto, con semilla guardada por los agricultores. ElINTA, por medio de su licenciataria PRODUSEM, fue la fuentedel 14% de la semilla certificada, y tres compañías (Buck,Klein y Nidera) poseían algo más del 80% del mercado. Sinembargo, esas empresas realizan muy poca investigaciónestratégica en la Argentina. Se ocupan principalmente demultiplicación tradicional y de emprender pruebas de cam-po, con alguna atención a la calidad del pan. En el momen-to de recopilar los datos para este trabajo, 56 integrantes delpersonal técnico del INTA (equivalentes a 36 con dedicaciónfull-time, la mitad con título universitario de postgrado) in-vestigaban sobre trigo. Aunque ello podría considerarse unainversión muy modesta para una industria tan importante,había algo más. Los 56 trabajaban principalmente en repro-ducción convencional, manejo de cultivos (incluyendo fisio-logía vegetal) y control de pestes, enfermedades y malezas;solo siete lo hacían en genética y biología molecular. En Cas-telar se había comenzado a investigar sobre la base genéti-ca de enfermedades micológicas, sobre estrés abiótico y so-bre el uso de marcadores moleculares en la multiplicación,y se instaló un laboratorio dedicado al tema en la estaciónexperimental más importante para la investigación en trigo,Marcos Juárez. Pero no fue posible intensificar esa investi-gación en los últimos tiempos.

No solo hay lagunas en los campos nuevos de investiga-ción. En ciencias forestales, por ejemplo, el comité percibióque falta una estrategia industrial y que se pone insuficien-te énfasis en realizar investigación estratégica, la cual permi-tiría: (a) extraer el mayor valor posible de inversiones recien-tes en plantaciones de especies exóticas, (b) anticipar y en loposible impedir los problemas que ponen en peligro la sus-tentabilidad de esas plantaciones, y (c) obtener una com-prensión básica del cultivo de muchos árboles exóticos en laArgentina y de los factores que determinan la calidad delproducto. Las peores amenazas a la sustentabilidad de lasplantaciones son las pestes y las enfermedades, más losproblemas de fertilidad de la tierra en futuras rotaciones.

Otra circunstancia que advirtió el comité es la ausencia del u g a res reconocidos de concentración y excelencia para losestudios de las ramas agropecuarias examinadas. Recibió ex-celente información sobre investigación relacionada con la in-dustria ganadera, cereales, papa y silvicultura, pero en el ca-so de grandes industrias (como la de la carne) tuvo a menu-do dificultades en identificar dónde estaban el principal inte-rés y el liderazgo nacional. Los objetivos de la investigaciónsolían ser adecuadamente descriptos, pero por lo general noquedaba claro cómo ella podía contribuir al mejoramiento dela producción, o cuál podría ser su re p e rcusión hacia adelan-te en la cadena industrial. Era común la falta de claridad y dep ropósitos. Existieron algunas excepciones en determ i n a d a s

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ramas pequeñas, como las del tomate y el maní, y estaba po-niéndose en foco el programa de la papa en el I N TA B a l c a rce yen las plantas procesadoras de la firma McCain.

En ausencia de enunciados claros de las prioridades delos subsectores, el comité buscó evidencias de dichas prio-ridades en recientes publicaciones, pero tampoco las encon-tró. Por ejemplo, en las tres subdisciplinas de las cienciasanimales que analizó, apenas algo más de la mitad de lostrabajos publicados por científicos del INTA tratan sobre bo-vinos. El resto se refiere a ovinos, caprinos, equinos y camé-lidos. De la misma manera, los trabajos del INTA relaciona-dos con la silvicultura cubren un amplio campo, desde laplantación de especies exóticas hasta la taxonomía y evolu-ción de árboles nativos. El estudio no examinó el cometidode las ciencias sociales en la investigación agropecuaria ar-gentina, pero quedó con la impresión de que la economíaagraria no tuvo hasta la fecha mayor injerencia en la defini-ción de las políticas públicas aplicables al sector o en laorientación de las prioridades de investigación.

En muchos países industrializados, cómo se realiza inves-tigación agropecuaria, cómo se la financia y cómo se explo-tan sus resultados han cambiado profundamente en los últi-mos veinticinco años. Con respecto a cómo hacer investiga-ción, aumentó el énfasis en establecer prioridades que lle-ven a incrementar la efectividad, y en otorgar recursos con-

tra resultados mensurables. En la administración de la in-vestigación, el acento se desplazó del control de insumos alde resultados y repercusiones. La agricultura y la investiga-ción agropecuaria operan ahora en un medio mucho máscompetitivo y cercano a la cultura empresaria, pero la crea-tividad, las ideas y los conceptos continúan siendo lo esen-cial, pues la competitividad en la agricultura depende cadavez más del uso inteligente de la información.

En cuanto a financiar la investigación, fuera de los EEUU sehan puesto incentivos para fomentar la cooperación entredistintos participantes en los sistemas de investigaciónagropecuaria nacional, especialmente entre las universida-des y los centros gubernamentales de investigación. En losEEUU la enseñanza, la investigación y las actividades de ex-tensión están bastante bien integradas, a pesar de lo cual sehan otorgado subsidios para alentar la cooperación entre es-taciones experimentales de distintos estados. En los paísesdesarrollados han crecido velozmente las alianzas entre lossectores público y privado. Tal vez el mayor de los cambiosse haya producido en la inversión privada. Creció mucho en-tre 1981 y 1995: hacia este último año financiaba algo más dela mitad de la investigación agropecuaria hecha en esos paí-ses. El mejoramiento de cultivos, en particular, se ha conver-tido en buena ciencia y en un gran negocio. Sin embargo, lasituación sigue cambiante, con algún incremento reciente,

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en Europa, de los dineros públicos destinados a la investiga-ción de cultivos.

La inversión del sector privado ha modificado la manera deutilizar los hallazgos de la investigación. En el pasado se lostrataba como bienes públicos, ya que eran producto del sec-tor público y financiados con dinero del contribuyente. Ahora,el apoyo oficial está cada vez más restringido a investigacio-nes cuyos resultados no son pasibles de apropiación privada(típicamente, la básica y la relacionada con la conservación dela biodiversidad y protección del ambiente). El sector privadobusca el re t o rno de su inversión, cosa que logra, por ejemplo,mediante la venta de la propiedad intelectual incluida en nue-vos cultivares. Los científicos agropecuarios argentinos cono-cen muy bien los cambios que se están produciendo en otro spaíses, pero el sistema argentino aún no ha respondido ade-cuadamente. Además, muchos de los procedimientos sonf rustrantemente burocráticos e impiden ejercer la flexibilidadnecesaria para hacer buen uso de recursos escasos.

La mayoría de los productores agropecuarios argentinosdemostró que puede aceptar nuevas tecnologías sin demo-ras. Esto se puso de manifiesto, durante la década de 1990,en el rápido incremento del uso de fertilizantes, en la adop-ción de las prácticas de labranza mínima, en la siembra desoja genéticamente modificada en los EEUU y en la difusiónde una variedad francesa de trigo. El mérito es tanto de losagricultores como del servicio de extensión del INTA, sin per-juicio de que los técnicos de las empresas químicas y cerea-leras y los asesores de los productores también hayan ejer-cido una influencia importante.

5.2. Educación de postgrado

En los últimos años, se implantó en la Argentina un siste-ma de acreditación de grados universitarios basado en crite-rios internacionales de calidad, que administra la ComisiónNacional de Evaluación y Acreditación Universitaria, C O N E A U.Si una universidad solicita y obtiene la acreditación de unprograma de postgrado, este puede, además, ser clasificadoen una de estas t res categorías: A (excelente), B (muy bueno)y C (bueno). Aunque la clasificación resultante es utilizada porel C O N I C E T para otorgar becas, no influye en los niveles de fi-nanciación de los programas de postgrado. En promedio, el2 7 % de los programas de diferentes disciplinas y universida-des que piden acreditación no la obtienen. La pro p o rción derechazos es mucho menor (alrededor del 5 %) en las cienciasa g ropecuarias, lo que indica mayor calidad relativa entre losp rogramas de postgrado de las universidades arg e n t i n a s .

En los últimos tiempos, las mejores universidades delpaís han organizado programas de postgrado de alta calidadsegún criterios internacionales, pero en el conjunto perdu-ran cuatro debilidades significativas. Primero, la proporciónde doctorados es relativamente baja en comparación conotras naciones agropecuarias líderes; segundo, más de lamitad de las facultades de agronomía ni siquiera otorganmaestrías; tercero, los postgrados orientados a la investiga-ción llevan demasiado tiempo, y cuarto, no hay supervisoresformados en muchas subdisciplinas.

El grado más alto que sepuede obtener en muchasde las facultades de agro-nomía argentinas que tie-nen programas de postgra-do es la maestría, que tieneserias limitaciones comoformación para la investi-gación de alto nivel. Sesostuvo en algunos casosque el número y calidad delas publicaciones que re-sultan de algunas tesis demaestría las hacen equiva-lentes a las de doctoradode otros países. Aunque es-to pueda haber sido ciertoen algún caso aislado, hayevidencia de que no es así en la mayoría de las maestríasobtenidas en el pasado y el presente. Por otra parte, tambiénhay evidencia de que, a menudo, las maestrías resultan de-masiado académicas y, por ello, no son de mucha utilidadpara estudiantes orientados hacia el mundo comercial y conintenciones de desempeñarse en el sector privado. No obs-tante, hay algunas más recientes mejor adaptadas a las ne-cesidades de esos estudiantes, por ejemplo en administra-ción de agronegocios.

Es muy probable que haya una importante pérdida de ta-lentos en el país, debido a que muchos estudiantes con lahabilidad y el deseo de dedicarse a la investigación agrope-cuaria no tienen oportunidad de hacerlo. La única alternati-va para los graduados del importante número de universida-des que carecen de programas de maestría o de doctorado,o de las que no tienen supervisores adecuados, es mudarsea una que los tenga o irse al extranjero. Muchos no se lopueden permitir. Ello es preocupante porque las necesida-des profesionales futuras de recursos humanos calificadospara actuar en un medio que se hace cada vez más compe-titivo van quedando comprometidas, y porque se limita laposibilidad de los jóvenes de expresar su potencial, ya seaque elijan finalmente trabajar en el país o en el extranjero.

La otra debilidad del sistema es el tiempo que lleva com-pletar los estudios, sobre todo las maestrías, en compara-ción con patrones internacionales. Por ejemplo, en una delas mejores universidades argentinas estas llevan unos 3,5

años en los programas más fuertes y unos 5 años en los másdébiles. En los EEUU, los estudiantes de maestrías en cien-cias agropecuarias las obtienen en algo más de dos años(unos 28 meses). En cuanto a la duración de los doctorados,es tal vez muy pronto para emitir un juicio. Hay evidenciasde una duración de 5,5 años en un grupo, que tiene el propó-sito de acortarlos en el futuro. La comparación con los EEUU

no es demasiado apropiada, porque allí los estudiantes pa-san primero por la maestría y luego suelen llegar al doctora-do en entre 3,5 y 4 años. En muchos países en que los estu-diantes van directamente al doctorado, lo habitual suele serque lo terminen (si su dedicación a los estudios es comple-

Elías Fereres

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ta) en cuatro a cinco años. De cualquier modo, todo depen-de tanto de la calidad de los estudios de grado, que el comi-té no desea emitir opiniones terminantes. No hay duda, sinembargo, de que existen estudiantes argentinos a los queles lleva demasiado tiempo completar los estudios de post-grado, con la consecuencia de que su educación es menoseficiente de lo que podría ser.

6. Problemas y restricciones

Una de las cuestiones más frecuentemente mencionadasdurante las visitas que efectuó el comité fue la continua re-ducción del financiamiento estatal desde alrededor de 1980.

Sus consecuencias se advierten en el escaso reclutamiento,en los últimos años, de jóvenes doctores (ya sea formadosen el país o el extranjero), en la escasez de dinero para gas-tos operativos y para equipamiento, y en las demoras en co-menzar prometedoras líneas de investigación. También esuna consecuencia de lo anterior el muy limitado apoyo ins-titucional para visitar centros académicos de otros países ypara asistir a reuniones científicas. Los investigadores ar-gentinos han sido muy creativos para encontrar recursosque les permitieran participar en reuniones internacionales,pero con frecuencia han tenido que pagar buena parte de losgastos de su bolsillo.

Ciertas instituciones públicas, como el INTA, han obtenidoalgunos ingresos de la venta de servicios al sector privado yluego los han usado para financiar investigación. Aunqueesos recursos sean invalorables para seguir con la investiga-ción, no hay razón por la que las empresas deban recibiresos servicios del sector público a precios que, se sospecha,están altamente subsidiados. Además, la práctica tiende adistorsionar el sistema de prioridades y es muy difícil decontrolar, pues no hay garantías de que los grupos que des-pliegan más iniciativa comercial y producen los serviciosmás demandados sean los que realizan investigación de lamás alta prioridad nacional. Si bien la causa inmediata delproblema financiero ha sido la estrechez presupuestaria delas instituciones públicas, deben señalarse otras dos cues-

tiones fundamentales: el uso ineficiente de los recursos deque aún dispone el sector público y el bajo nivel de inver-sión del sector privado.

Las instituciones públicas de investigación ven innecesa-riamente agravadas sus dificultades financieras por su inca-pacidad de redistribuir los recursos hacia las áreas de mayorprioridad, por su inoperancia para definir prioridades y porsu aparente imposibilidad de concentrar los esfuerzos. Unagran proporción del dinero asignado al INTA, a los institutosrelacionados con el CONICET y a las universidades nacionalesestá comprometida para pagar los salarios del personal. Seafirma que en algunos casos esa proporción asciende a más

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del 90%. El comité estimó que podría alcanzar al 80-85% paratodo el sistema. En otros países, un 60-70% es consideradoaceptable para programas de investigación agropecuaria.En la Argentina, los esfuerzos por reducir el personal conmedidas como incentivos para quienes deseen retirarse ojubilarse por anticipado no fueron lo suficientemente exito-sos como para remediar el desequilibrio. Por otro lado, algu-nas instituciones, como ciertas estaciones del INTA y faculta-des, ocupan terrenos muy valiosos. Son ricas en activo fijoy pobres en dinero. Aunque al parecer en algún momento seconsideró la conveniencia de vender una parte de esas pro-piedades, la dificultad reside –según las opiniones que reco-gió el comité– en que posiblemente el destino del dinero ob-tenido escape al control de las autoridades de los institutosde investigación y, por ende, no termine favoreciendo a es-ta. Tal convicción constituye un poderoso obstáculo en el ca-mino del uso más eficiente de recursos escasos.

Una de las consecuencias más lamentables del uso infle-xible de los recursos por las instituciones públicas es que,en los últimos años, estas han podido reclutar muy pocoscientíficos jóvenes del nivel postdoctoral. Como esos inves-tigadores prácticamente carecen de otra opción de empleoprofesional en la Argentina, este hecho quita atractivo a lasciencias agropecuarias como carrera contemplada por losestudiantes (sin embargo, los niveles de admisión aún noparecen haber caído demasiado). En un plazo algo mayor,esto amenaza la viabilidad del sistema. Hoy, muchos de losmás valiosos científicos agropecuarios de las institucionespúblicas rondan los 50 años; dentro de unos diez años co-menzarán a retirarse o a reducir su actividad. A menos queel reclutamiento comience pronto, grandes secciones delsistema podrían simplemente desaparecer.

Ante el problema de la escasez de recursos para la docen-cia y la investigación, algo que sin duda afectaba al sistemaa rgentino en el momento de realizarse esta evaluación, larespuesta racional consiste en una cuidadosa asignación delos medios disponibles. Pero los procesos de planeamientoestratégico y de definición de prioridades tienen escasa vi-gencia en el I N TA, el C O N I C E T y las universidades. Casi no haydatos sobre los objetivos precisos del 8 0 % o 9 0 % del gasto quese destina a salarios y es difícil discernir con claridad algúnsentido de dirección o un propósito nacional en los temas delos artículos científicos publicados por los investigadore s .Los objetivos de investigación de muchos de los institutos vi-sitados no parecen consistir en otra cosa que la suma en lasagendas académicas personales de cada científico.

En su momento se establecieron prioridades para lossubsidios que otorgó por concurso la ANPCyT, alineadas conlas definidas por el plan nacional 1998-2000, pero el procesoque dio lugar a este pudo no haber sido bien comprendidoy era claramente rechazado por la mayoría de los científicosy académicos consultados por el comité. De todos modos, latarea debe de haber sido excepcionalmente difícil para la in-vestigación agropecuaria, pues se carece de la informaciónesencial sobre la asignación actual de recursos (que laAgencia trataba de cambiar marginalmente mediante susasignaciones) y sobre los objetivos estratégicos de los gran-

des sectores de la industria. Muchos informantes opinaronque se habían otorgado subsidios a proyectos débiles enáreas de alta prioridad, cuando hubiera sido más lógico for-talecer primero la capacidad de esas áreas.

Algunas de las debilidades del sistema actual parecíanser consecuencia de su estructura. Los científicos más com-petentes y motivados que el comité conoció estaban fre-cuentemente aislados entre ellos, tanto geográfica comoinstitucionalmente. Aunque se encontraron también caren-cias importantes en algunas áreas disciplinarias, la eficien-cia del sistema se ve comprometida por la fragmentacióndel esfuerzo.

Hay indudablemente mucha historia detrás de la actual es-t ructura. El I N TA fue aparentemente descentralizado para cu-brir las necesidades de extensión y de investigación aplicadaen tiempos anteriores a la comunicación electrónica y a loss e rvicios aéreos frecuentes. Los intereses provinciales pue-den haber influido en lo anterior, y sin duda lo hicieron en lac reación de un gran número de facultades de agronomía enun país del tamaño de la Argentina. Tanto en el I N TA como enlas facultades de agronomía, la fragmentación en numero s o sc e n t ros no solo obliga a una excesiva dispersión de los esca-sos recursos; también dificulta la construcción de las colabo-raciones interdisciplinarias, esenciales para el éxito de lasciencias agropecuarias modernas. Aun en la investigaciónganadera, en la que el I N TA es relativamente fuerte, las listasde personal muestran unos 2 5 0 científicos formados (inclu-yendo a los dedicados a investigación en forraje y praderas),p e ro solo el 2 0 % está en Balcarce, el centro más fuert e .

El comité no recomienda emprender en este momentouna reestructuración de las instituciones públicas argentinasde investigación agropecuaria, porque sería demasiado cos-toso y perturbador. Aconseja, en cambio, poner en marchaun programa de subsidios otorgados competitivamente conel objetivo preciso de crear nuevas formas de colaboraciónentre las estructuras existentes.

En contraste con los fuertes cambios producidos en otro spaíses, el sector privado de la Argentina ha invertido muy po-co en investigación agropecuaria, y únicamente en el extre m omuy aplicado, de muy corto plazo del espectro. Hay pro b a b l e-mente fallas en ambos lados de la línea divisoria entre la cien-cia y la industria. Muchos integrantes del sector privado en-t revistados por el comité no parecían estar al tanto de:

• El creciente cometido de la ciencia y la tecnología co-mo determinantes de competitividad en el comerciomundial.

• Las altas tasas de rentabilidad de las inversiones eninvestigación agropecuaria, y de que muchos de susbeneficios recaen de forma directa en productores yprocesadores.

• La creciente aplicación por parte de los gobiernos delprincipio de que los beneficiarios privados de la in-vestigación deben pagar la parte de los costos que lesc o rre s p o n d a .

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Uno de los aspectos más sorprendentes del estudio fue laactitud desfavorable, casi hostil, de algunos productores yprocesadores agropecuarios argentinos (no de las multina-cionales que operan en el país) para con los esfuerzos de in-vestigación agronómica. Esa actitud se manifestó en falta deinterés por los problemas financieros que aquejan a la edu-cación y la investigación agropecuarias, y en la creencia deque podrán conseguir en el extranjero, presuntamente a mí-nimo costo, toda la tecnología que necesiten en el futuro.Cuando se admitió la eventual necesidad de investigaciónlocal, se la consideró responsabilidad del gobierno, no de laindustria. Fue sorprendente que no se mencionaran las ini-ciativas tomadas por otros países sudamericanos para dis-minuir la dependencia de los sistemas de investigaciónagropecuaria de los recursos públicos. En Chile, por ejem-plo, los subsidios a la investigación otorgados por procedi-mientos competitivos, financiados de manera conjunta porlos sectores público y privado, datan de 1976.

En cuanto a la otra parte, muchos de los científicos no en-tienden bien la cadena industrial a la que su trabajo se dirige,ni la dura disciplina que imponen los mercados. El comité sa-có la impresión de que los académicos no han sido capacesde presentar propuestas de investigación a gerentes privadosen términos que estos encuentren convincentes. No las hanenfocado en los temas de mayor prioridad para la industria.En otras palabras, el sistema científico no ha respondido ca-balmente a las nuevas circunstancias políticas, económicas einstitucionales de las décadas de 1 9 8 0 y 1 9 9 0.

La cuestión más importante en la educación de postgra-do en las principales universidades es completar la transi-ción del viejo sistema, que culminaba en maestrías, al nue-vo, que culmina tanto en maestrías como en doctorados.Una de las dificultades parece haber residido en la necesi-dad de diferenciar las nuevas maestrías tanto de las viejascomo de los doctorados. También parece haber surgido re-sistencia de parte de los poseedores de viejas maestrías, an-te el temor de verlas devaluadas. Seguramente algunos deestos han sido tan productivos en docencia e investigacióncomo quienes tuvieron la oportunidad de acceder al docto-rado, pero la forma de salvaguardar sus intereses no es vol-ver a escribir la historia (diciendo que el viejo grado eraequivalente a un doctorado), sino permitirles llegar al gradodoctoral principalmente sobre la base del trabajo realizado,según lo acrediten sus publicaciones. Aparentemente, estaopción no está disponible aún.

Otra limitación importante es la escasa cantidad de pro f e-s o res calificados para dirigir y examinar tesis doctorales enciencias agropecuarias. Incluso aquellos que formalmente loestarían no siempre han enfatizado la importancia de que los

estudiantes doctorales demuestren ca-pacidad para la investigación indepen-diente. Durante las décadas de 1 9 7 0 y de1 9 8 0, el I N TA se preocupaba más por laeducación de postgrado. Apoyó activa-mente los programas de maestría de las

universidades de Buenos Aires, La Plata y Mar del Plata e in-v i rtió fuertemente en entrenamiento de postgrado de su per-sonal en el extranjero. El comité entrevistó a algunos cientí-ficos del I N TA con las calificaciones y la experiencia necesa-rias para supervisar a estudiantes de postgrado, quienes ma-n i f e s t a ron interés por tener más de tales estudiantes en susg rupos de investigación, pero señalaron como obstáculo lafalta de contrapartes en universidades locales (en especial,en casos de estaciones experimentales alejadas de las uni-versidades mayore s ) .

Se requiere también una definición más clara de los co-metidos y responsabilidades de los científicos que se de-sempeñan en el sector público (universidades, INTA, CONICET)y en laboratorios privados para que puedan hacer una ópti-ma contribución a la supervisión de estudiantes de postgra-do. Tanto los estándares académicos como los intereses delos estudiantes deben ser salvaguardados. Es necesario re-sistir la tentación de considerar a los estudiantes de postgra-do como mano de obra barata.

La escasez de dinero estatal ha dificultado que las univer-sidades pudieran reclutar investigadores con la experienciay las calificaciones necesarias para supervisar doctorandos.También ha entorpecido la normal financiación de estos es-tudiantes. El número de becas ofrecidas para estudios depostgrado en ciencias agropecuarias es muy bajo en rela-ción con las necesidades futuras de la agricultura en el país.El fin del programa FOMEC (con financiación del Banco Mun-dial) afecta de manera importante el costear becas y otrasactividades de postgrado. Es imperativo encontrar otra fuen-te de aportes tan pronto como sea posible.

7. Prioridades para fortalecer el sistema

A pesar de las severas restricciones y de los enormes de-safíos que presenta el futuro inmediato, el comité encontróestímulo en varios aspectos muy positivos, en especial lahabilidad de la gente. En cada institución (universidades,INTA, institutos del CONICET) y en cada disciplina agropecuariahay investigadores y académicos competentes, que estánlogrando excelencia a pesar de todas las dificultades. Lo quese realiza con mínimos recursos (incluso salarios inadecua-dos) es en extremo impresionante. Los entrevistados fueronfrancos sobre las deficiencias actuales sin ser desleales pa-ra con sus instituciones. Manifestaron mayoritario acuerdocon la necesidad del cambio y obvios deseos de mejorar lasperspectivas del país. Pero también fueron muy cautos, pro-bablemente debido a pasadas desilusiones. A pesar de lafalta de oportunidades laborales, un importante número de

Henzell y Powell en reunión de trabajo con Martín Oesterheld, Rodolfo Sánchez yAntonio Hall.

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estudiantes inteligentes y motivados continúa eligiendo lasciencias agropecuarias en las universidades argentinas.

La visión del comité sobre el futuro de la agricultura arg e n-tina en el largo plazo es optimista, siempre que el país puedasacar provecho no de una sino de dos ventajas competitivas alas que puede acceder. La primera es la ya conocida de teneralgunas de las mejores tierras cultivables del mundo (cuyascaracterísticas no se mantendrán si no se cuidan). La segundaes apoyarse en la educación y la investigación. Esta estrategiade caminar sobre dos piernas en lugar de una necesita:

• Cubrir toda la cadena industrial, desde la produc-ción al marketing, y tener en cuenta, apropiada-mente, la sustentabilidad.

• Asignar los escasos recursos a las áreas que ofrez-can los mayores beneficios sociales y económicosal país.

• Manejar las fuentes nacionales e internacionales deinnovación agropecuaria con sentido del interés na-cional.

• Proveer a los investigadores y académicos más pro-ductivos de recursos suficientes y de la estabilidadque requieren para trabajar.

• Entrenar a los estudiantes de postgrado según losmejores estándares internacionales y ofrecer carre-ras gratificantes a los científicos jóvenes con forma-ción superior.

• Usar prácticas gerenciales modernas que recom-pensen la creatividad y los resultados.

• Recibir fuerte apoyo del sector privado, con buenacomprensión de su parte del bien público y de losbeneficios privados de la educación y la investiga-ción agropecuarias, y la disposición de invertir di-nero en esas actividades.

El comité admite que será muy difícil hacer los profundoscambios necesarios en instituciones de investigación agro-pecuaria que son relativamente maduras y conservadoras.No se los puede lograr solo por la exhortación. El dinero esel único instrumento efectivo, sobre todo si se lo distribuyeen forma competitiva. El comité está convencido de que, apesar de todos los recortes, hay suficientes recursos finan-cieros en el sistema como para lograr resultados mucho me-jores, pero para ello se necesita usarlos adecuadamente. Almismo tiempo, podría hacerse mucho más para incrementarla inversión privada. Específicamente, el comité recomiendala creación de un nuevo fondo para apoyar la educación su-perior y la investigación agropecuarias en la Argentina.

7.1. Fondo para la educación superior y lainvestigación agropecuarias en la Argentina

En esencia, el comité propone la creación de un fondoque opere sobre muchos de los principios ya probados por

la fundación Antorchas en materia de apoyo a la ciencia y latecnología: un consejo directivo pequeño, independiente yno remunerado; una dirección ejecutiva profesional concompleta libertad de gestión; la asignación de subsidios porconcursos evaluados siguiendo las mejores prácticas inter-nacionales del ‘juicio de los pares’; una administración pe-queña con el mínimo de controles burocráticos compatiblescon asegurar probidad en el uso del dinero, y una mentali-dad innovadora para encauzar la investigación científica ytecnológica en la dirección del desarrollo nacional. El comi-té recomienda que la fundación Antorchas y otras institucio-nes promuevan una suscripción inicial del fondo por 100.000

dólares por año durante diez años, y que esas mismas enti-dades contribuyan a buscar contribuciones adicionales porcinco veces esa cantidad. El objetivo del fondo no es finan-ciar de manera total la formación superior y la investigación

Foto Pedro Aguerre.

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agropecuarias en el país, sino actuar como promotor y cata-lizador de asignaciones tanto del sector público como delprivado, y facilitar la colaboración entre estos. Además deapoyar la calidad en las ciencias agropecuarias, el fondo de-bería promover:

• Mayor inversión privada en investigación.• El establecimiento de prioridades para esta

de forma efectiva.• Investigación más vigorosa.• Mejor comprensión del manejo de los recur-

sos naturales.• Permanente discusión de las políticas de in-

vestigación.

Algunos de los subsidios deberían dirigirse a fomentartrabajo interdisciplinario entre científicos de distintas par-tes del sistema (e internacionalmente). El cometido esen-cial de tal trabajo en las ciencias agropecuarias modern a sya fue mencionado más atrás. El comité también cree queel fondo cumpliría una función importante al promover elliderazgo en la investigación. Sería importante ayudar aque los científicos que muestren potencial de liderazgopuedan cultivar las habilidades necesarias para ejerc e r l o ,sin descuidar sus tareas docentes y de investigación. Conel tiempo, serían los directivos de que el sistema está hoyescaso. Para ello es importante organizar cursos cort o sque les permitan compartir su experiencia, y otorgarles be-cas de viaje para conocer las prácticas gerenciales de losc e n t ros más destacados de investigación agropecuaria deo t ros países. Tales becas tienen que re s e rvarse para quie-nes estén activos en la investiga-ción y no destinarse a adminis-t r a d o res. La buena solución esque tomen la forma de cort a spasantías en contacto dire c t ocon la dirección de los mencio-nados centros extranjero s .

En los últimos años la finan-ciación privada de investigaciónagropecuaria ha aumentado no-tablemente en los países indus-trializados. Hay urgente necesi-dad de que lo mismo pase en laArgentina, incrementada por losactuales problemas financiero sdel Estado. Pero ello requeriríaun cambio cultural en la industriacon respecto a la investigaciónagropecuaria. Algo que ayudaríaa transformar esa cultura seríaun proceso de aprendizaje recí-proco entre los empresarios y los

científicos, que incluiría la comprensión del cometido pre-sente de la ciencia y la tecnología en la competitividad agro-pecuaria, la cambiante función del sector privado en la in-vestigación agropecuaria en los distintos países y los conse-cuentes cambios en la protección de la propiedad intelec-tual. También se necesitarían un marco legislativo y las co-rrespondientes acciones administrativas que incentiven lainversión privada, protejan la propiedad intelectual y brin-den al negocio agropecuario condiciones económicas por lomenos tan favorables como las vigentes en los países com-petidores, por ejemplo, para facilitar las inversiones realiza-das en asociación por productores agropecuarios y procesa-dores de productos agrícolas.

Hay, en otras partes del mundo, muchas buenas expe-riencias de financiación de investigación agropecuaria pormedio de contribuciones de la industria, algunas que datande hace cien años, como ciertos casos de agricultura deplantación del tipo de la caña de azúcar. Hay también variosejemplos recientes, como el francés, que reunió unos 128 mi-llones de dólares para investigación agropecuaria en 1996. Esesencial que el mecanismo usado para recaudar dinero pa-ra investigación sea más eficiente que el tradicional cobrode impuestos. Algunos esquemas muy efectivos juntan losfondos en el punto de procesamiento. El sistema francéscombina una contribución fija por establecimiento con su-mas por producto. Se requiere un marco legislativo para im-pedir que haya quienes reciban los beneficios de la investi-gación sin contribuir a pagar su costo (free-riders o ‘cola-dos’), ya que muchas innovaciones agropecuarias (comonuevas variedades no híbridas de cultivos o procedimientosagrícolas mejorados) se difunden rápidamente sin que se lopueda impedir. Varios gobiernos latinoamericanos, con elapoyo de agricultores progresistas, han sancionado legisla-

ción que permite recaudar dineroentre los productores para financiarla investigación.Sin embargo, esa clase de contri-buciones para un fin específiconunca fue popular en América Lati-na, porque resultó común que eld i n e ro se gastara sin el control delp ro d u c t o r. En la Argentina está elcaso del impuesto a las export a c i o-nes agropecuarias para financiar elI N TA. Para enterrar este fantasmadel pasado y lograr que el país mo-vilice la financiación privada que elsector tan urgentemente necesita,tiene que llegarse a una genuinap a rticipación en el manejo de losrecursos por parte de la industria yla comunidad científica. Si los pro-d u c t o res rurales pagan, deben in-t e rvenir en todas las etapas de lainvestigación: la fijación de priori-Wayne Powell

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dades, la asignación de los recursos, el control del trabajoy, finalmente, las decisiones sobre propiedad intelectual yuso práctico de los resultados. Debe lograrse la colabora-ción entre pro d u c t o res y pro c e s a d o res, que enfrentan losp roblemas (aunque no comprendan sus causas), y los cien-tíficos que saben si se trata de cuestiones investigables.Una buena gestión puede facilitar, significativamente, quetengan lugar esas colaboraciones.

El fondo propuesto podría ayudar, por lo menos, de dosmaneras. Primero, posibilitaría financiar estudios (y divulgarsus resultados) sobre el papel que la ciencia y la tecnologíahan tenido en el desarrollo reciente de grandes sectores dela agricultura argentina, y el que podrían desempeñar en po-sibles escenarios futuros. Al identificar cruciales cuestionescientíficas y tecnológicas, y fundamentar la necesidad de en-cararlas, esos estudios proporcionarían fuertes argumentosen favor de una mayor inversión por parte de la industria.Segundo, el fondo podría ofrecer apoyo a quienes hubiesenacordado colaboraciones entre la academia y la industria,para que puedan aprender de experiencias similares enotros países. Sería bueno que productores y científicos via-jaran juntos con ese propósito.

Las prioridades más altas para la inversión por parte de laindustria se encontrarán muy probablemente en aquellasáreas para las que no hay soluciones importadas y, en gene-ral, para lograr acceso a información y materiales extranje-ros que no sean del dominio público. Las soluciones impor-tadas difícilmente resuelvan problemas de enfermedades ylimitaciones climáticas o del suelo propias de la Argentina omás frecuentes en ella. A menos que haya capacidad cientí-fica local para elucidar y resolver esos problemas, es impro-bable que se los trate adecuadamente. Un buen ejemplo dela necesidad de investigación local es el mal de Río Cuarto,en el maíz. Además, las tecnologías importadas pueden noser adecuadas para los mercados argentinos. Hay eviden-cias de ello en la reciente experiencia con una variedad detrigo ampliamente sembrada.

Aun si la tecnología importada es la mejor opción, no hayseguridad de poder acceder a ella. En algunos casos, la Ar-gentina necesita tener la capacidad tecnológica de participaren consorcios internacionales que trabajen en áreas avanza-das y muy costosas de investigación (como la genómica) pa-ra tener temprano acceso a los descubrimientos. En otroscasos, para negociar satisfactorias licencias para el uso dedeterminadas tecnologías es necesario tener una fuerte ca-pacidad técnica y comercial. También puede ser necesariorealizar alguna inversión para acceder a nuevos productoscuyo mercado argentino sea demasiado pequeño (por lomenos al principio) para atraer interés comercial.

Una prioridad obvia es la investigación de aquellos culti-vos que sean más importantes para la Argentina que para elresto del mundo, como el girasol. Esos casos se harán máscomunes a medida que se conquisten mercados de produc-tos frutícolas, como el reciente del limón de exportación. Elpaís deberá convertirse en un líder mundial en investigación

en esos productos, para poder asegurarse una ventaja co-mercial permanente.

Las mejores perspectivas de lograr una mayor part i c i p a-ción del sector privado pueden no estar, en el corto plazo,en la investigación sino en la extensión. Si las experienciasde A A C R E A y de A A P R E S I D pudieran aplicarse más ampliamen-te, el I N TA podría dejar gran parte de la investigación adap-tativa y el asesoramiento individual en manos del sectorprivado, y reducir la alta pro p o rción de personal que dedi-ca a ellos. Podría centrar sus esfuerzos en la comunicacióntécnica de mayor nivel, realizada mediante los últimosavances tecnológicos y con un número pequeño de espe-cialistas que dominen tanto los temas como los medios dec o m u n i c a c i ó n .

Será casi imposible fortalecer la investigación agropecua-ria en la Argentina sin un mejor procedimiento para estable-cer prioridades. Aun cuando se resuelvan las dificultades fi-nancieras, el país no podrá afrontar la inversión requeridapara cubrir en profundidad todo el espectro de productosagropecuarios y el manejo de los recursos naturales. Tendráque elegir. Será necesario acordar prioridades para cadauno de los productos centrales de la agricultura argentina,incluso sus oportunidades futuras, especialmente aquelloscon mayor potencial exportador.

En los últimos tiempos, en otros sistemas de investiga-ción agropecuaria se han aplicado los principios económi-cos del análisis de beneficio-costo a la labor de establecerprioridades. Lo último se debe hacer de la forma más simpleposible para favorecer la transparencia. Muchas veces, elpunto de partida ha sido estimar los beneficios potencialesde las distintas categorías de investigación; por ejemplo, lapracticada en distintos productos. Las relaciones de benefi-cio-costo se pueden calcular cuando se asignan los fondos alos programas o proyectos.

Afortunadamente, porque la teoría es muy compleja,existen aproximaciones útiles para estimar los beneficioseconómicos potenciales. Por ejemplo, para analizar la renta-bilidad de la investigación de un producto agropecuario de-terminado, se puede estimar el beneficio económico multi-plicando el valor de su producción por (a) la reducción esti-mada de los costos de producción o el incremento del ren-dimiento que se esperan lograr con los resultados de la in-vestigación, (b) la probabilidad estimada de lograr esos éxi-tos (sobre la base de suposiciones realistas acerca de la dis-ponibilidad de recursos y la incertidumbre propia de la in-vestigación original), y (c) la proporción de productores queadoptarían la nueva tecnología.

El valor de estas estimaciones depende críticamente de lacalidad de la información usada por quienes las realizan. Losi n f o rmes preparados para este estudio demostraron que,mientras que la información estadística básica está disponibleen la Argentina, los datos que contiene no fueron reunidos demodo sistemático ni analizados para que sirvan de funda-mento a la toma de decisiones. Tienen también lagunas im-p o rtantes, como lo re f e rente a:

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• El alcance de innovaciones tecnológicas que puedanhacerse a lo largo de varios puntos de la cadenap ro d u c c i ó n - p ro c e s a m i e n t o - c o m e rcialización parareducir costos o mejorar la pro d u c t i v i d a d .

• Las principales formas de innovación tecnológicaadoptadas por las diferentes ramas agropecuariasen los últimos años, sus fuentes (investigación lo-cal o externa) y sus ventajas e inconvenientes.

• La capacidad nacional de investigación y transfe-rencia tecnológica.

El fondo propuesto podría contribuir a que esos indicado-res tecnológicos reciban más atención en el futuro. Ya huboun valioso pro g reso como resultado de los análisis de diezcadenas agroalimentarias del país por la FA U B A. El comitétambién analizó resultados de un estudio económico de la in-dustria láctea que contenía datos sobre su competitividad.Los empresarios e inversores necesitan poseer este tipo dei n f o rmación y deben participar en el proceso de obtenerlapara sentirse comprometidos con los resultados. La descrip-

ción de los métodos usados por la secretaría de Ciencia yTecnología para preparar el plan 1 9 9 8 - 2 0 0 0 s u g i e re que la in-dustria tuvo escasa participación en él. Hay técnicas que per-miten interesar a los pro d u c t o res, pro c e s a d o res y comerc i a n-tes e incorporar sus criterios, sin confundirlos con la ciencia.Es posible definir un procedimiento para establecer priorida-des nacionales que incluya a los principales interesados, quese mantenga independiente de estrechos intereses sectoria-les y que asegure un amplio apoyo de los re s u l t a d o s .

La capacidad de los programas de educación académicade postgrado en ciencias agropecuarias debería incremen-tarse, siempre que se mantengan vigentes los estándares in-ternacionales de calidad. Sería una tragedia para el sistemaque los grados locales, especialmente los doctorados, fue-ran vistos como alternativas fáciles en comparación con si-milares extranjeros. Hoy el principal factor limitante pareceresidir en la insuficiencia de profesores calificados en lasuniversidades. Por esta razón, muchos graduados están per-diendo la oportunidad de ingresar en la investigación agro-pecuaria. Hay, por otro lado, científicos competentes en la-boratorios gubernamentales y, cada vez más, en la empresaprivada que podrían actuar como supervisores de maestrías

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y doctorados si las universidades pudie-ran conducirlos de manera adecuada.

Otra iniciativa valiosa sería difundirmejor la diferencia entre los actuales pro-gramas de maestría y de doctorado. Elcomité entiende que los programas demaestría buscan satisfacer las necesida-des de tres grupos de graduados: (a) losque desean especializarse para trabajaren el sector privado (maestrías de tipo profesional u orienta-das hacia la actividad profesional), (b) los que desean expe-rimentar con investigación científica pero no quieren asumirlas exigencias de un doctorado, y (c) los que desean encararel doctorado pero antes de hacerlo re q u i e ren fortalecer la for-mación que adquirieron en el nivel del grado. En este marc o ,es necesario que los estudiantes más destacados, que esténen condiciones de avanzar directamente al doctorado, pue-dan hacerlo sin necesidad de completar los programas demaestría. El comité encontró algunos estudiantes de este ti-po en las universidades que visitó. También es conveniente

buscar la manera de acortar el tiempoque insumen las maestrías y controlar dec e rca el que toman los doctorados. Unobjetivo razonable sería 2 , 5 años para lasprimeras y entre cuatro y cinco años paralos doctorados realizados sin pasar poraquellas. El fondo propuesto podría ayu-dar a fortalecer la formación académicade postgrado (a) aumentando el número

de superv i s o res calificados por la vía de apoyar a los investi-g a d o res universitarios, y (b) fomentando la cooperación delas universidades con los otros componentes del sistema.

La investigación sobre conservación y manejo de los re-cursos naturales es un tema emergente en el sistema cientí-fico y tecnológico argentino. La muy reciente intensificaciónde la agricultura puede ocasionar serios problemas ambien-tales. Existe la oportunidad de aprender de los errores aje-nos y evitarlos modificando a tiempo las prácticas agrope-cuarias. Aunque muchos de los problemas de la investiga-ción sobre manejo de los recursos naturales son similares a

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Robert Blake

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los de la producción agropecuaria, hay algunas necesidadesespeciales, que derivan principalmente del hecho de que elgobierno debe cumplir más funciones de largo plazo en es-te campo que en el de la producción agropecuaria. El sectorprivado, por ejemplo, no tiene incentivo comercial directopara invertir en acciones destinadas a reducir los efectos dela erosión del suelo y de los residuos de fertilizantes y pesti-cidas que tengan lugar fuera de los establecimientos. Otradiferencia importante es que el factor humano pesa muchomás en el manejo de los recursos naturales. Es bastante másfácil convencer a los productores de que ensayen nuevas va-riedades de cultivos o nuevas razas de ganado, o de quecompren nueva maquinaria o fertilizantes, que persuadirlosde modificar el manejo del suelo, el agua y la vegetación pa-ra alcanzar sustentabilidad en el largo plazo.

Aunque muchas de estas cuestiones van más allá delmarco del presente estudio, hay dos cosas que deberían ha-cerse para lograr un mejor uso de los recursos del sector pú-blico. Una es comunicar la importancia de temas ambienta-les a la sociedad; la otra, es proporcionar asesoramientocientífico a quienes deban tomar decisiones. En ambos ca-sos, el comité encuentra que no se usan bien las capacida-des y la experiencia de los científicos. Se proponen dos ini-ciativas para cambiar la situación:

• Mantener una buena comunicación con periodistasinteresados en el tema (especialmente cuando tra-tan cuestiones ambientales), con organizacionesno gubernamentales y con gente influyente com-prometida con la causa.

• Proporcionar información a asesores técnicos depolíticos y a líderes políticos emergentes interesa-dos en el manejo de los recursos naturales. Esa in-formación tiene que adaptarse a las necesidadesdel interlocutor y no debe estar dominada porcuestiones científicas.

Por último, no parece haber en la Argentina un foro parael debate regular e independiente de las políticas públicasaplicables a la investigación agropecuaria. La labor del co-mité suscitó considerable interés en el tema, a juzgar por lasanimadas discusiones en que participaron sus miembros. Elconsejo directivo del fondo debería asumir la responsabili-dad de mantener ese interés despierto por medio de reunio-nes y documentos de discusión, así como de fuerzas espe-ciales de trabajo para analizar determinados temas.

7.2. Financiación estatal de la investigaciónagropecuaria

En estos momentos falta personal en las instituciones pú-blicas, principalmente en las áreas de las ciencias que hanavanzado rápidamente durante los últimos veinte años. Pe-

ro tales lagunas no están solo en esas áreas. La economíaagraria es una antigua disciplina que requiere ser reforzada.En el futuro, el INTA, el CONICET y las universidades tendránque ser mucho más exitosos de lo que lo fueron en el pasa-do en los cambios de asignación de recursos, y tener la es-tabilidad y el horizonte necesarios para hacerlo. La inversiónprivada no puede sustituir al financiamiento estatal regularde cierta capacidad instalada básica. Al mismo tiempo, re-cursos independientes, como los del fondo propuesto, pue-den tener la función vital de atraer a destacados científicos ymantenerlos en posiciones clave.

Un procedimiento usado en otros países para reformar lafinanciación estatal de la investigación agropecuaria escrear un fondo dotal de cierta magnitud (estimativamente, elcapital que proporcione un flujo anual de unos 10 millonesde dólares durante diez años), a ser administrado por unacomisión independiente compuesta por personas que se de-sempeñen ad honorem y sean elegidas por sus conocimien-tos de agricultura, ciencias agropecuarias y administraciónde la investigación moderna. Tal fondo proveería la estabili-dad necesaria para encarar investigación estratégica de altacalidad y para promover buena educación de postgrado. Ensu comisión directiva no debería incluirse a representantesex officio de instituciones públicas, ni a políticos; al comien-zo, sería beneficioso incorporar a algunos directores extran-jeros experimentados. Conseguir el considerable capital querequiere este fondo constituye en este momento un enormedesafío para la agricultura argentina. Pero es un desafío quese puede aceptar. Fondos similares fueron constituidos enotros países latinoamericanos, con la participación de Shellen Venezuela, de ITT y el gobierno en Chile y solo por el go-bierno en el Ecuador.

7.3. El modelo del centro de investigación

La opción favorita del comité para fortalecer la investiga-ción agropecuaria es crear centros especiales que den podera los científicos más competentes de las instituciones exis-tentes. Muchos países han utilizado tales centros despuésde la segunda guerra mundial, generalmente combinadoscon procedimientos competitivos de financiación. El mode-lo de ‘unidades asociadas’ desarrollado en Francia y adapta-do en España puede ser adecuado para la Argentina. El co-mité no desea entrar en los detalles, sino explicar algunasde sus ventajas. En la medida en que tengan un fuerte lide-razgo y actúen con actitud empresarial, libre de burocracia,pueden traer nuevo vigor a las instituciones públicas de in-vestigación. Esto no se contradice con la necesidad de refor-mar el INTA y las universidades argentinas: ambos procesosse reforzarían recíprocamente.

Centros de ese tipo podrían ocuparse de los mayores pro-blemas y oportunidades de la investigación agropecuaria enla Argentina. Deberían ser multidisciplinarios y agropecua-rios, a diferencia de la tradición argentina de concentrarseen una disciplina científica; tener siempre uno o varios so-

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cios universitarios y un componente relevante del sector pri-vado, y establecer vínculos internacionales tanto para la in-vestigación como para la educación superior. La experienciade otros países indica la conveniencia de formalizar el acuer-do entre los participantes, para reducir la posibilidad de re-tirarse discrecionalmente.

Los procesos recomendados por el comité para estable-cer prioridades posiblemente identifiquen varias áreas im-portantes de investigación en las que se justifica la creaciónde centros como estos. Una podría ser la biotecnología deplantas, para contribuir al mejoramiento de cultivos; otra, laproducción de carne. Es difícil imaginarse que los agriculto-res argentinos puedan competir globalmente sin una inver-sión mucho mayor en biotecnología vegetal. Existe la opor-tunidad de usar más eficientemente recursos existentes hoydiseminados en varias instituciones. La Argentina deberíatener, por lo menos, un centro con la mejor capacidad de in-vestigación y de formación superior en tres aspectos de labiotecnología vegetal: (a) la genética avanzada y su influen-cia en los cultivos, (b) el manejo de grandes bases de datoscon información sobre genómica, y (c) el conocimiento bio-lógico necesario para interpretar esta información y usarlaen el mejoramiento de las variedades vegetales.

La producción de carne ha disfrutado de una gran venta-ja comparativa en la Argentina y debería ser una import a n-te fuente de divisas, sobre todo a partir de la devaluaciónde la moneda. Los adelantos recientes en el conocimientode la salud humana, por un lado, y de la genética animal,por el otro, ofrecen la oportunidad de crear un equipo mul-tidisciplinario de científicos que, trabajando con los pro-d u c t o res, pro c e s a d o res y comerciantes, diseñen contro l e sgenéticos y opciones de manejo que mejoren la calidad dela carne y su contenido de ácidos grasos y la liberen dec o n t a m i n a c i ó n .

Tanto la formación superior como la investigación se be-neficiarían con la creación de lazos más estrechos (o la re a c-tivación de antiguos contactos) entre las universidades y losg rupos de investigación del I N TA y del C O N I C E T, siempre quesus respectivos cometidos y responsabilidades queden clara-mente definidos. Está el buen ejemplo de la unidad integra-da constituida en Balcarce por el I N TA y la U N MdP. Los posiblesbeneficios para la investigación de tales colaboraciones in-cluyen una mayor participación de los especialistas universi-tarios en grupos multidisciplinarios que investigan import a n-tes problemas de la agricultura del país. Dichos especialistasno solo deberían provenir de las escuelas de agronomía o ve-terinaria. Una de las mejores maneras de fortalecer la econo-mía agraria sería lograr que los investigadores de las escue-las de economía se interesaran por ella. Habría que crear re-des para incluir a buenos científicos de lugares alejados. Elcomité oyó en varias ocasiones que la falta de contrapart e sadecuadas impedía la cooperación entre científicos del I N TA yde ciertas universidades. La comunicación electrónica y mo-destas sumas de dinero para viajes permitirían que científi-cos de localidades lejanas trabajen juntos.

En cuanto a la financiación de estos centros, el comitéconsidera que los salarios de los investigadores deberían se-guir a cargo de las instituciones existentes, pero que se ne-cesitarían fondos adicionales para solventar:

• Los costos de dirección y el empleo de un directorindependiente.

• Becas postdoctorales (hay en estos momentos unagran necesidad de ellas en todo el sistema).

• Gastos de investigación y compra de equipos.• Costos de instalación, aunque deberían usarse edi-

ficios existentes.

El comité aconseja implantar procesos competitivos deselección, siguiendo los siguientes criterios:

• Los méritos científicos de las propuestas y de laspersonas que liderarían la investigación y los estu-dios de postgrado.

• Los potenciales beneficios económicos y socialesde la investigación y la posibilidad de que el paíslos capture.

• La necesidad de que la investigación se haga en elpaís, con colaboradores extranjeros o sin ellos.

Debería asignarse un subsidio anual a cada centro du-rante un período inicial de no más de siete años, con ade-cuados procesos de evaluación y con cláusulas claras (a sercumplidas) que estipulen que el centro se cierra al cabo deese período.

7.4. La agricultura argentina en una encrucijada

Aunque se pueden esperar valiosas mejoras en la eficien-cia del sistema de investigación y educación como resultadode la puesta en marcha de las recomendaciones del comité,hay mucho más que hacer. Todo el sistema de investigaciónagropecuaria está en estado de desorden y depende de ladedicación de un pequeño núcleo de personas. Si el paíscontinúa por ese camino durante los próximos cinco o diezaños, el desorden se convertirá en desastre. Uno de los pri-meros pasos por la senda de la recuperación es reconocer elcometido de la ciencia y la tecnología en la futura competi-tividad de la agricultura argentina. El hecho de tener algunasde las mejores tierras agrícolas del mundo no será suficien-te. Otros países con buena tierra cultivable, en Europa y enNorteamérica, se han comprometido firmemente con unaagricultura basada en la ciencia y la tecnología. Australia yNueva Zelandia, con menos tierra y de peor calidad, no hantenido más remedio que emprender ese camino. La Argen-tina tampoco tiene alternativa, según la opinión del comité.

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Donde la Argentina tiene alguna libertad de elección es endecidir cuánta investigación agropecuaria debe necesaria-mente realizarse en el país. En otras palabras, es lícito que sep regunte qué fuentes alternativas para obtener inform a c i ó nhay y qué costo tienen. La Argentina se encuentra en la afor-tunada y rara situación de tener en su región agro p e c u a r i asuelos y climas similares a algunos de los Estados Unidos ydel noroeste de Europa. Hay evidencias de que se transfiriótecnología de esos lugares con éxito. Antes, las pasturas im-p o rtadas fueron decisivas en el desarrollo de la industria ga-nadera del país. Las similitudes ambientales plantean una dis-yuntiva fundamental: la de buscar la competitividad de losp roductos agropecuarios en los mercados del mundo me-diante investigación propia o hacerlo a través de la aplicacióninteligente de tecnología importada (lo que podría llamarse elmodelo japonés de antaño). Además de otros factores nor-malmente incluidos en un análisis ex ante de los potencialesbeneficios y costos de una línea de investigación, la Arg e n t i-na debe evaluar si los resultados se pueden obtener afuera def o rma más económica que en casa. Los investigadores, aca-démicos y re p resentantes de la industria que el panel entre-vistó no estaban al tanto de que alguna vez se hubiese re a l i-zado un análisis estratégico de este tipo.

De cualquier modo, si la Argentina decidiera importar lamayor parte de la tecnología agropecuaria que re q u i e re ,igual necesitaría una fuerte capacidad doméstica de investi-gación básica, por tres razones. Primero, porque la habilidadde negociar bien para acceder a la propiedad intelectual debienes como genes patentados re q u i e re conocimientos cien-tíficos profundos y experiencia en manejar tales acuerdos co-m e rciales. La situación de los países industrializados de Eu-ropa y Norteamérica (de donde provendría la nueva tecnolo-gía agrícola) cambió mucho en tiempos recientes y, muy pro-bablemente, continuará haciéndolo. Para comprar tecnolo-gía, la Argentina tendrá que entenderse con una mezcla diná-mica de pro v e e d o res que incluirá desde las entidades tradi-cionales de investigación del sector público hasta las gigan-tescas empresas multinacionales, en un cambiante escenariode patentes, licencias y derechos. Esa mezcla incluirá asocia-ciones del sector público con el privado y complejas tramasde propiedad intelectual. En segundo lugar, porque los re-querimientos de la agricultura argentina no quedarían total-

mente cubiertos mediante la transferencia de tecnología y delos resultados de la investigación ajena. Las tecnologías im-p o rtadas deben ser adaptadas al ambiente y a los merc a d o slocales, lo que indica que la investigación adaptativa debeser un componente esencial de la investigación y la tecnolo-gía nacionales. Y en tercer término, porque no puede conce-birse educación universitaria de calidad en el siglo X X I sin uni m p o rtante componente de investigación de calidad. Si la so-ciedad argentina y los sectores público y privado del paísc o n c u e rdan en la necesidad de tener una población educaday especialistas de primera línea en las ciencias agro p e c u a-rias, es imperiosa la exigencia de que exista investigacióna g ropecuaria de avanzada en las universidades y otras insti-tuciones, y de invertir lo requerido para obtenerla.

Por ello, idealmente se debería definir una orientación es-tratégica para la investigación de cada producto o grupo deellos que se producen o podrían producirse en el país. En loscasos en que se prefiera importar la tecnología, deberíamantenerse una capacidad nacional básica para negociar elacceso a información que no sea del dominio público, y pa-ra incorporar adaptaciones locales a nuevas razas y varieda-des. En otros casos, la decisión sería invertir en la Argentinatodo lo necesario para lograr ventajas competitivas en losmercados de exportación.

El comité pudo realizar su labor merced a la ayuda recibida denumerosas personas, tanto del sector público como del privado,cuya generosidad de proporcionar información y compartirconocimientos e ideas sobre el sector agropecuario, la educaciónsuperior y la investigación desea agradecer muy especialmente.Los especialistas que prepararon informes sobre determinadasramas de la actividad agropecuaria, y que merecen particularreconocimiento, fueron Daniel Caldiz (papa), Roberto Distel(ganadería vacuna), Daniel Miralles y María Otegui (cereales),Martín Oesterheld, María Semmartin y Antonio Hall (producciónbibliográfica argentina en investigación agropecuaria), TomásSchlichter (silvicultura) y Ernesto Späth (sanidad animal). La labordel grupo coordinador, integrado por Antonio Hall (IFEVA), JoséMartini (Antorchas), Martín Oesterheld (IFEVA), Rodolfo Sánchez(IFEVA), Víctor Sadras (FA, UNMdP) y Ernesto Späth ( INTA Balcarce), fueimportante para que se pudieran realizar las numerosasentrevistas que efectuaron los miembros del comité.

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Ted Henzell es profesor de la Universidad de Queensland, enAustralia. Obtuvo su doctorado en fisiología vegetal en Oxford y, enadición a su carrera académica –durante la que publicó más de 70

trabajos en revistas científicas especializadas–, ocupó variasposiciones de responsabilidad en la Commonwealth Scientific andIndustrial Research Organization (CSIRO) de Australia, entre otras,director del Institute of Plant Production and Processing y presidentede la Sugar Research and Development Corporation.

R o b e rt Blake es profesor en el D e p a rtment of Animal Science d eC o rnell University. Obtuvo su doctorado en la N o rth Carolina StateU n i v e r s i t y. Fue también profesor en la Texas A & M U n i v e r s i t y.A c redita unos 6 0 a rtículos en revistas científicas especializadas yse ha desempeñado en tareas de investigación, docencia yconsultoría en instituciones de varios países ibero a m e r i c a n o s ,incluyendo la Escuela Agrícola Panamericana en El Zamorano, enH o n d u r a s .

Elías Fereres es catedrático del departamento de Agronomía en laescuela técnica superior de Ingenieros Agrónomos y Montes, de laUniversidad de Córdoba. Obtuvo su doctorado en agronomía en laUniversidad Politécnica de Madrid y en ecología en la University ofCalifornia Davis. Fue presidente del Consejo Superior deInvestigaciones Científicas de España y de la Academia deIngeniería de ese país. En 1992-1994 ocupó el cargo de secretario deestado de Universidades e Investigación del ministerio español deEducación y Ciencia. Ha dirigido 24 tesis doctorales.

Wayne Powell es subdirector del Scottish Crop Research Institute enDundee, donde también fue director del departamento de GenéticaCelular y Molecular y realiza investigación, principalmente sobregenética de cereales. Obtuvo su doctorado en genética vegetal en laUniversity of Birmingham. Publicó 212 artículos en revistascientíficas especializadas y dirigió un programa de genética de trigoen la empresa Dupont, en los EEUU.

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